(Elisabeth Clare-Prophet) - Alquimia Del Corazon-1

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ALQUIMIA

DEL
CORAZÓN

Cómo dar y recibir más

Elizabeth Clare Prophet


y Patricia R. Spadaro
Índice
PRIMERA PARTE. ABRIR EL CORAZÓN

Aumentar nuestra capacidad de amar


La perspectiva del corazón
Estira los músculos del corazón
«Amo, por lo tanto...»
SEGUNDA PARTE. REVESTIR EL CORAZÓN DE PODER

Relacionarse con compasión


Construye un hábito
Nutrirse uno mismo
Educar el corazón
El poder del corazón
Cultiva la gratitud
¿Cómo puedo amar cuando…?
TERCERA PARTE. CURAR EL CORAZÓN

El corazón misericordioso
El misterio de la autotrascendencia
Ritual para el perdón
Hacer las paces con Dios
Ríndete a una forma de amor más elevada
Limpiar el corazón
CUARTA PARTE. PROTEGER EL CORAZÓN

Mantener en guardia el corazón


Protección espiritual
El poder de la suavidad
QUINTA PARTE. ADENTRARSE EN EL CORAZÓN

La cámara secreta
Una chispa de la divinidad
La oración centrada en el corazón
Oraciones y meditaciones para entrar en el corazón
NOTAS
OTROS LIBROS DE ELIZABETH CLARE PROPHET
PRIMERA PARTE

Abrir el corazón
El amor más perfecto empieza con la expresión individual de tu
corazón; y cada uno de nosotros toca de forma diferente la canción
del corazón.
Aumentar nuestra capacidad de amar

Las almas bellas son las que se muestran universales, abiertas y listas para
cualquier cosa.
MONTAIGNE
Un día, muy de mañana, mezclándose entre los soñolientos
indigentes de la India en plena calle, Malcolm Muggeridge
acompañaba a la madre Teresa hacia la estación de ferrocarril
para despedirse de ella.
«Cuando el tren se puso en marcha —explicó— y me alejé
caminando, sentí como si estuviese dejando atrás toda la belleza
y toda la alegría del universo. Algo del amor universal de Dios se
le ha pegado a la Madre Teresa.»
Algo del amor universal de Dios se le había pegado también
a Muggeridge, pues quienes encarnan la llama viva del amor son
transformadores: transforman cualquier cosa que tocan. En el caso
de Muggeridge, los encuentros con la Madre Teresa, a quien
entrevistó por primera vez en la década de 1960, hicieron mella
en el desabrido y agnóstico periodista inglés. «A mi juicio —
escribió— la Madre Teresa representa fundamentalmente el amor
actuando [...]. En tiempos difíciles, ella es una luz ardiente,
brillante.»1
Al margen de quién seas o de cuál sea tu llamado o vocación,
tú también puedes ser un transformador de amor. Puedes dejar
una huella en otro u otros tantos corazones que justamente te
están esperando: almas que sólo responderán a la expresión
singular de tu corazón.
Cuando reparas en ello, ves que no hay nada más importante
que aumentar la capacidad de amar. Un discípulo le preguntó en
cierta ocasión al Buda Gautama: «¿Sería lo correcto afirmar que
una parte de nuestra formación va encaminada al desarrollo del
amor y la compasión?». El Buda respondió: «No, no sería
correcto. Lo correcto sería afirmar que toda nuestra formación va
encaminada al desarrollo del amor y la compasión».
El apóstol Juan dijo en esencia lo mismo en sus bellos
comentarios sobre el amor: «Este es el mensaje que habéis oído
desde el principio, que nos amemos unos a otros [...]. El que no
ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor». Si Dios es
amor y nosotros fuimos hechos a Su imagen y semejanza, como el
Génesis y los libros sagrados de Oriente relatan, en el fondo
también nosotros somos amor. Dios creó el universo para que
nosotros —y Él— pudiéramos experimentar las maravillas de ese
amor.
Ése es el motivo de que la mayoría, si no todos los problemas
más importantes de nuestra vida, giren en torno a la necesidad
innata de dar y recibir amor. Cuando nos quejamos de la falta de
valoración, respeto o incluso autoestima de que adolece nuestra
vida, lo que en realidad anhelamos es amor. Cuando nos
sentimos obligados a atravesar los tortuosos recodos, por
dolororos que sean, al recorrer el laberinto de la vida, es porque
estamos tratando de revivir la experiencia del amor divino,
inherente a nuestra alma.
El laberinto nos conduce por las elevadas cimas y los
profundos abismos de nuestros parajes internos. El paisaje ha sido
moldeado por nuestro karma, es decir, las consecuencias de lo
que hemos elegido en cuanto a amar o no amar. Cada vez que
llegamos a una encrucijada en el camino, volvemos a toparnos
cara a cara con esa elección: amar o no amar; abrir el corazón y
compartir nuestros dones o cerrarlo y hacer oídos sordos.
Puesto que el viaje no siempre es fácil, a veces tomamos el
camino más bajo, pero seguro, con el fin de recobrar el aliento. Y
ocurre, en ocasiones, que no somos capaces de retornar al
camino de arriba. Es comprensible. Puede que alguien nos hiriese
profundamente en esta vida o en una anterior, de modo que no
queramos abrir el corazón para no ser nuevamente rechazados.
Quizás estemos enojados con otras personas o con Dios por la
pérdida de un ser querido. O tal vez nos sintamos culpables por
nuestras faltas y nos hayamos convencido de que no merecemos
ser amados.
En algunos casos ponemos inconscientemente un muro. Nos
retiramos al castillo de nuestro corazón y colocamos capas y
capas de mecanismos de defensa en torno a él de manera que
nadie pueda acercarse demasiado a nosotros y a la vez nosotros
tampoco podamos acercarnos demasiado a otros. Sin embargo,
esas defensas nos mantienen aislados de aquello que
precisamente anhelamos: experimentar de forma íntima y
profunda dar y recibir amor.
Ése es el momento en que el universo conspira a fin de
despertarnos y devolvernos al camino elevado. Mi maestro y
finado esposo, Mark L. Prophet, dijo una vez: «Todas las
experiencias que se viven en la Tierra sirven para enseñarnos el
significado del amor. Todas las relaciones que existen en la Tierra
sirven para enseñarnos el significado del amor. Todo lo que
sucede en torno a la educación del alma [...] sirve para enseñar
el significado del amor. Porque el amor es el poder que sacude al
universo y hace sonar el único tono puro que confiere a cada
hombre la libertad de adherirse a su propia presencia divina, a su
plan divino.»
Si somos capaces de hacer nuestra esa afirmación cierta —que
todas nuestras experiencias están pensadas para enseñarnos a
dar y recibir más amor— de súbito las circunstancias de nuestra
vida cobran significado. Despertamos a la necesidad de
emprender un recorrido más elevado con el amor. Así, el trayecto
hacia esos profundos abismos y elevadas cimas se convierte en un
viaje sagrado.
«Sé paciente con todo lo que no está resuelto en tu corazón y
trata de amar a los interrogantes en sí», señaló en cierta ocasión
Rainer María Rilke*. «Vive los interrogantes ahora». ¿Cuáles son
algunas de las preguntas que debemos hacernos y experimentar
en el trayecto hacia el dominio del corazón? He aquí unas pocas:
¿Cómo puedo abrir el corazón y compartir libremente mi amor
con los demás? ¿Cómo puedo darle más autoridad al corazón, de
modo que pueda llevar a término mi razón de ser y aliviar a
quienes padecen dolor? ¿Cómo puedo sanar mi propio corazón
del dolor del pasado y aumentar mi capacidad de amar? ¿Cómo
puedo dar a los demás sin dejar de tener tiempo para nutrirme a
mí mismo? ¿Cómo puedo entrar en mi corazón para avivar los
fuegos internos del amor? ¿Cómo puedo convertirme en un
transformador vivo de amor?
La alquimia empieza con la perspectiva del corazón.
Llama a la puerta de la realidad, sacude las alas de tus pensamientos, relaja
los hombros, y abre.
RUMI
La perspectiva del corazón
«¿Dónde reside la verdad?» «En el corazón», respondió él, «pues por medio
de éste el hombre conoce la verdad».
UPANISHAD BRIHAD ARANYAKA
A los alquimistas de antaño se les conoce principalmente por
los experimentos que llevaban a cabo con el propósito de
transformar metales de baja ley en oro. Además, muchos entre
ellos se dedicaban a explorar el espíritu por medio de
experimentos cuyo objetivo era encontrar las claves de la
transformación espiritual y la vida eterna. Intentaban transformar
los metales de baja ley de su yo inferior en el oro de su más
elevado potencial.
La alquimia es la transformación de uno mismo, el cambio
imprescindible para el crecimiento espiritual. Tal como Jelaluddin
Rumi, el mayor poeta místico de Persia, escribió, «la alquimia de
una vida cambiante es la única verdad».2
El maestro alquimista y adepto Saint Germain enseña que el
punto donde reside la realidad es el corazón y que la clave para
entender la realidad de cualquier situación es la perspectiva del
corazón. «Centrado en el corazón», afirma, «puedes ver todas las
cosas como son».
La perspectiva del corazón consiste en pensar, sentir, actuar y
respirar con el corazón. Cualquier cosa que hagas, aunque sea
servir una taza de té a alguien, puede ser una prolongación de tu
corazón. La perspectiva del corazón cambiará el modo en que
tratas a los demás, la manera en que ellos te tratan a ti, y la
forma en que te tratas a ti mismo. La perspectiva del corazón
invita a ser honrado y engendra compasión.
Una vez los compañeros de un monje le preguntaron qué
debían hacer si veían a otro monje dormitar durante la oración.
«¿Debemos pellizcarle para que no se duerma?» inquirieron. El
primero respondió: «La verdad, si yo viera a un hermano
durmiendo le pondría la cabeza en mis rodillas y le dejaría
descansar»3. Eso es lo que llamamos la perspectiva del corazón.
Cuando nos valemos de ella, nos comprometemos a mantener
un espacio cálido y abierto en nuestro corazón, en el que
cualquiera que esté sufriendo se sienta a salvo. La perspectiva del
corazón es ese ingenio creativo que busca maneras de inyectar
amor a cada desafío. Es inevitable para él hallar una solución
especial y elevada a cada problema espinoso.
En su libro Legacy of the Heart [Vivir con el corazón], Wayne
Muller relata un cuento popular vietnamita que muestra cómo un
cambio de perspectiva puede convertir una situación
aparentemente imposible de resolver en una oportunidad de dar y
recibir más amor. «En el infierno, a todas las personas se les da
comida en abundancia, y luego, unos palillos de un metro de
largo», escribe Muller. «Cada una tiene la comida que necesita,
pero debido a que los palillos son demasiados largos, el alimento
nunca les llega a la boca.
»En el cielo, la escena es la misma: cada cual recibe gran
cantidad de comida, y sus palillos también miden un metro. No
obstante, en el cielo los utilizan para dar de comer a los demás.
Un simple acto de compasión puede transformar al instante el
infierno en el cielo».4
Contamos con multitud de oportunidades para ejercitar la
perspectiva del corazón. En un mundo competitivo donde tantas
personas se sienten impulsadas a abalanzarse sobre la yugular
del prójimo, nosotros tenemos la oportunidad de abalanzarnos
sobre el corazón. Ya sea que pienses, hables o sientas, obsérvate
haciéndolo con el corazón hasta que sientas que es éste (y no la
cabeza, el ego o tus mecanismos de defensa) quien está
pensando, hablando o sintiendo. Implica una cierta práctica, pero
es posible realizarlo.
La perspectiva del corazón nos permite hacer un esfuerzo
consciente dirigido a relacionarnos con la belleza del alma y no
con la idiosincrasia de la personalidad externa. Tratamos de no
juzgar al otro, pues ignoramos qué le está abrumando aun si
estamos interpretando correctamente sus acciones. A propósito de
ello escribió Henry Wadsworth Longfellow: «Cada hombre tiene
algún pesar secreto, el cual el mundo no conoce; y a menudo
tildamos a un hombre de frío cuando tan sólo está triste».
En ocasiones estamos tan absortos con nuestras tareas que no
nos queda tiempo para plantearnos la vida desde el corazón. En
cierta ocasión, cuarenta profesores de Estados Unidos visitaron a
la Madre Teresa de Calcuta. Uno de ellos empezó a hablar:
«Díganos algo que vaya a cambiarnos la vida». Probablemente
no se esperaba la sencilla receta que ella ofreció. «Sonríanse
unos a otros», replicó. «Dedíquense tiempo unos a otros, disfruten
unos de otros». En resumen: acuérdense del corazón.
El espejo que muestra la realidad es el corazón.
LAHIJI
Rumi imparte algunas de las lecciones más elocuentes y
perspicaces que jamás hayamos visto sobre el corazón. Nos
enseña que la perspectiva del corazón bien puede estar 180
grados alejada de las ideas preconcebidas que alberga nuestra
mente. En uno de los poemas de Rumi, Moisés se encuentra a un
pastor que de forma espontánea le habla a Dios. En su genial
monólogo, el pastor ofrece arreglar los zapatos de Dios, lavarle la
ropa y barrerle la habitación. Moisés, sin salir de su asombro, lo
regaña, reprochándole que ese tono tan familiar suena como si
estuviera charlando con sus tíos.
El arrepentido pastor vaga por el desierto cuando, de repente,
Dios regaña a Moisés por haber separado al pastor de Él. Dios
explica que lo importante no es la forma de adorarle sino que se
haga con un amor ardiente. «Yo no oigo las palabras», apunta
Dios. «Miro adentro».5
Gracias a la perspectiva del corazón vemos también los
desafíos que se nos presentan como «oportunidades del
corazón», es decir, momentos en que nos toca manifestar amor o
aprender algo nuevo sobre el amor. En el caso de Patrick* las
dificultades de la vida han pasado a ser una serie de avisos
conducentes a una forma superior de amor. A los 37 años sufrió
el primero de tres ataques al corazón. Hoy, a los 61, le han
operado tres veces a corazón abierto, le han colocado nueve
baipases y le han hecho veinte cateterismos cardíacos. Cuando
los médicos le practicaron recientemente una intervención
experimental en el corazón, no estaban seguros de si sobreviviría.
Pero así fue, e incluso superó un grave ataque seguido de un
edema cardiopulmonar.
Los médicos de Patrick reconocen que está vivo gracias a una
increíble fuerza de voluntad. Él, por su parte, afirma que lo que le
ha permitido sobrevivir es ir en pos del amor divino. Las
dificultades físicas que ha padecido su corazón le han hecho
sensible al potencial espiritual de éste. La vida, a fin de cuentas,
es según él sólo una preparación para la eternidad. «Todo lo que
he pasado físicamente hablando —concluye— me ha ayudado a
abrirme a mi espíritu. Es como si el deterioro de mi corazón físico
me hubiera ayudado a descubrir la estructura viva de mi espíritu,
de manera que, mientras mi salud se deteriora, mi amor crece».
Al ver con perspectiva su pasado, Patrick se dio cuenta de que
se estaba destruyendo emocionalmente. Como tantos otros
hombres de su generación —relata— en su juventud iba a toda
máquina, sin un destino concreto. «Teníamos miedo a no lograr
todo aquello que creíamos que nuestros padres deseaban que
lográsemos», aclara. «Ahora entiendo que muchas de las cosas
en las que invertí mi energía no me las voy a llevar. No me voy a
llevar mi automóvil. Tampoco me voy a llevar mi casa. Y, aunque
mi negocio es maravilloso, tampoco me lo voy a llevar conmigo.
Lo único que conservaré es mi espíritu.»
Esa señal de alerta le ha brindado nuevas fuerzas. También le
ha proporcionado un intenso deseo de expresar más amor
siempre que puede y de transmitir lo que ha aprendido. En
especial, quiere ayudar a sus hijos a desarrollar una mayor
percepción de su espiritualidad y a entender lo maravillosa que
puede ser la vida cuando nos centramos en el corazón. «No
tienen que preocuparse tanto por competir», apunta. «Todo lo que
tienen que hacer es ser ellos mismos y mostrarse dispuestos a
emprender el desafío de hallar el amor divino en esta vida.»
Perspectivas del corazón
Al final de cada apartado de este libro, siguiendo al título
«Perspectivas del corazón» ofrecemos unas técnicas prácticas que
puedes emplear para aumentar tu capacidad de dar y recibir más
amor y para crear tu propia alquimia del corazón.
Crea tu propio ritual del corazón. Puedes hacerlo antes de
levantarte por la mañana o antes de acostarte por la noche.
Empieza concentrándote en el corazón. Cierra los ojos un
momento y siente la presencia espiritual que mora en él.
Aprovecha este instante para reconectarte con tu yo espiritual
y recordar la promesa interna que hizo tu alma hace largo
tiempo de convertirse en un transformador vivo de amor.
Recupera durante el día ese sencillo ritual, sobre todo cuando
las circunstancias te tienten a alejarte de la sede del amor en
tu corazón.
Practica estar centrado en el corazón. A lo largo de la
jornada acostúmbrate a dirigir la conciencia hacia el corazón
periódicamente. Trata de pensar, sentir, actuar e incluso
respirar de manera consciente como si lo estuvieras haciendo
a través del corazón.
Busca una oración, afirmación o mantra sencillos que te
ayuden a conectarte con tu corazón y con el corazón de
Dios, y haz de ello una parte de tus ejercicios espirituales del
día. Si durante el día sientes el impulso de criticar a otros o a
ti mismo, de disgustarte o de apartarte del corazón de una u
otra forma, haz una pausa. Reconduce tu atención al corazón
y recita la afirmación u oración tantas veces como desees.
Puede ser tan simple como una de las que leerás a
continuación.

¡Oh Dios*, qué grande eres!


———
Oh Divina Presencia,
permíteme ver como tú ves,
oír como tú oyes
y hablar como tú hablas.
———
OM MANI PADME HUM

Este antiguo y popular mantra budista para la compasión significa


«salve, joya del loto». La joya del loto se ha interpretado de diversas
maneras, entre ellas el despliegue de la joya de la espiritualidad o la
iluminación dentro del loto de la conciencia despierta, la unión de la
sabiduría y la compasión y el despertar del Buda (o del Cristo) dentro del
corazón.
Estira los músculos del corazón

El amor no está exento de esfuerzo, sino que requiere de mucho esfuerzo.


M. SCOTT PECK
«No tengo verdaderos amigos», admitió Shelley tras explicar lo
sola que se había quedado con el paso de los años.
«¿Eres amiga de alguien?», pregunté amablemente.
No esperaba una pregunta como ésa, y me miró en silencio
mientras la verdad salía a la superficie: no puedes tener amigos a
menos que tú mismo seas amigo.
Sucede lo mismo con el amor. El secreto para atraer lo que
queremos es empezar por convertirnos en ello. En lugar de desear
que te amen, sé tú el amor. Si deseas aumentar tu capacidad de
dar y recibir más amor, empieza por dar más amor a los demás.
¡Ejercítate! Haz algo que no quieras hacer. Eso es lo que hacía
San Francisco. Y eso le cambió la vida.
Hijo de un rico comerciante, a Francisco le aterraban los
leprosos. Los evitaba en cuanto les veía acercarse e incluso pedía
a otros que les dieran limosnas por él. Un día, mientras rodeaba
una curva del camino, montado en su caballo, se tropezó con un
leproso cubierto de llagas. La apariencia y el hedor que emanaba
ese pobre desgraciado le causaban repulsión.
Su primer impulso fue dar media vuelta con el caballo y huir.
Se contuvo, al percatarse de repente de que no podía pretender
amar a Dios y a la vez dar la espalda a alguien necesitado.
Entonces, en lugar de dejar que la repugnancia tomase ventaja,
abrió su corazón y también su monedero. Desmontó del caballo y
al extender la mano para darle una limosna, le besó y abrazó.
El encuentro de Francisco con el leproso constituyó un punto de
inflexión en su vida. Se sintió transportado por la experiencia y, al
mismo tiempo, percibió que había obtenido un triunfo colosal
sobre una gran debilidad. «Todo cambió de tal manera para mí
que lo que al principio parecía doloroso e imposible de vencer, se
tornó fácil y agradable», escribiría más adelante.
No se trata de narrar aquí la vida de un santo. Es una lección
de cómo se pone en marcha la alquimia del corazón. ¿Existe en
tu vida algún «leproso» que necesite tu amor; alguien que te
repugne o algo que simplemente no quieras realizar? Esa persona
o situación es probablemente una mensajera del amor que ha
venido a mostrarte que tu corazón necesita estirarse un poco más
en tal o cual dirección.
En palabras de Rumi, ser humano es como ser «una casa de
huéspedes». Cada mañana hay una nueva visita, un nuevo
mensajero. Da la bienvenida incluso a los pesares que entren con
violencia y se lleven todos tus muebles, advierte el poeta, pues ese
huésped tal vez esté habilitando el espacio para algo nuevo y
maravilloso. «Muéstrate agradecido con quienquiera que
aparezca», explica, «porque cada individuo ha sido enviado del
más allá para ser un guía».6
Abrir el corazón para abrazar a la persona o la situación que
te aflige podría ser una de las experiencias más transformadoras
de tu vida. También podría ser una de las más osadas, ya que el
amor requiere valentía, además de voluntad. El amor precisa
valentía porque nos obliga a adentrarnos en un terreno
desconocido. Mark Prophet solía definir la palabra coraje como
cour-age, esto es, el advenimiento de la era del corazón (de la
voz coeur, que significa «corazón» en francés). El coraje es el
desarrollo del amor y la sabiduría del corazón que nos alienta a
actuar de forma correcta, honrada y necesaria, aun cuando
resulte provisionalmente incómoda.
En La nueva psicología del amor, M. Scott Peck describe con
gran atino el amor como «la voluntad de ensancharse uno mismo
con el propósito de nutrir el crecimiento espiritual propio o de otra
persona». Señala: «Un individuo que ame de manera auténtica
actuará con frecuencia de forma amorosa y constructiva para con
una persona que conscientemente le desagrade o le caiga mal,
aunque en realidad no sienta amor hacia ella en ese momento o
la encuentre incluso repugnante en algún aspecto».7
Si hemos dejado de ensancharnos, si hemos dejado de dar
porque no nos resulta agradable, habremos dejado de amar. «He
descubierto que no crezco si no tengo la necesidad de dar de
mí», afirma Neil, quien tiene un trabajo muy estresante que
consiste en ayudar a organizar grandes conferencias. Cuando se
apresura a ocuparse de la siguiente crisis antes de que estalle,
suele haber algún asistente al evento que parece andar perdido o
necesitado de ayuda (es decir, de amor). Entonces surge la
elección: seguir su camino o dar amor.
«He comprobado que las pruebas de amor llegan cuando
estoy muy cansado», explica Neil. «Alguien necesita ayuda, el
momento es inoportuno y es lo último que quisiera hacer. Pero
hacerlo me obliga a salir de mi “zona cómoda”. Si no soy capaz
de sobrepasar el punto de dolor al hacerlo, nunca llega la
bendición.»
Como les ocurre a los atletas cuando se entrenan para los
saltos de altura, alcanzar un nuevo nivel de dominio del corazón
constituye al principio un esfuerzo arduo. Requiere práctica. Sin
embargo, a medida que nos vamos estirando, vamos dando más,
nos vamos volviendo más ágiles hasta que llegamos a dominar el
salto y estamos listos para levantar la barra otra vez. En el ámbito
del corazón, en cuanto nos permitimos trascender las limitaciones
arbitrarias que hemos aceptado, aumentamos nuestra capacidad
de amar.
Nuestra alma quiere que sobrepasemos esos límites, y por eso
atraemos inconscientemente a personas que nos colocarán
enfrente de la siguiente barra u obstáculo. Las relaciones son
oportunidades magníficas para estirar los músculos del corazón.
Al igual que muchos recién casados, Roberto no comprendía
qué estaba pasando cuando los primeros tiempos felices tocaron
a su fin. Casi todo lo que hacía o decía disgustaba a su esposa,
María. No tenían ni idea de cómo iban a superar el siguiente
obstáculo. Después de varias discusiones desoladoras y gélidos
silencios, ambos decidieron abrazar «al leproso». Hicieron falta
unas cuantas conversaciones prolongadas y profundizar en el
alma antes de que los dos empezasen a entender las iniciaciones
del amor que estaban atravesando.
Dedica mucho tiempo
a ir en busca de lo que te complace,
y mucho más tiempo, a lo que te aflije.
COLETTE
Por un lado, María se dio cuenta de que el origen de su
frustación yacía dentro de ella, y de que abrigaba expectativas
poco realistas sobre el hecho de que su esposo habría de
satisfacer sus necesidades. Tuvo que ablandarse el corazón y
ponerse en el lugar de Roberto. Éste, con muchos años de soltería
a cuestas, no estaba acostumbrado a compartir su vida con otra
persona, y no iba a cambiar de la noche a la mañana. Así pues,
se dio cuenta de que si quería crecer en amor, debía abrir el
corazón y tornarse menos egocéntrico.
«Nunca pensé que lo vería de esta manera, pero lo cierto es
que es un regalo de Dios estar casado con alguien que no te va a
permitir seguir siendo como eres», concluye Roberto a día de hoy.
«Es como si cada uno, de un puntapié, lanzase al otro hacia
arriba, por la escalera que lleva hasta el cielo.»
De cierto, el amor no te deja allí donde te encuentra, y
tampoco te permitirá que dejes a los demás allí donde los
encontraste. Tomemos por caso lo que les ocurrió a Clara y
Lorraine Hale. Un día, al volver del trabajo, Lorraine paró en casa
de su madre para explicarle lo frustrada que se sentía trabajando
como consejera en el sistema de escuelas públicas de Nueva
York. «Lorraine, Dios te puso en esta Tierra por algo», apuntó la
madre. «Él te va a revelar el motivo. Tranquilízate y escucha con
el corazón: así, lo identificarás en cuanto te lo revele.»
En el camino de regreso a casa, mientras esperaba en medio
del denso tráfico a que la luz del semáforo cambiase, Lorraine vio
una joven con aspecto desaliñado sentada en una caja de
madera. Apenas podía mantener los ojos abiertos y sostenía un
bebé en brazos. El semáforo cambió y Lorraine prosiguió su
camino, pero no podía quitarse a ese bebé de la cabeza. Unas
cuantas calles más adelante dio la vuelta, regresó a esa esquina y
estacionó el auto. Puso en las manos de la mujer una nota que
decía: «Vaya a esta dirección. Mi madre la ayudará».
A la mañana siguiente, la mujer y su hijo se presentaron en la
puerta de la casa de Clara Hale. Ésta había criado a muchos
niños a los que había acogido, pero hasta entonces nunca había
recogido a ninguno de la calle. Ese «estiramiento» del corazón
daría un giro radical a la vida de Clara y Lorraine. Ese mismo
año, fundaron Hale House en Harlem. Era la primera guardería
sin fines de lucro del país dedicada exclusivamente a cuidar hijos
de madres drogadictas.
Los niños necesitados de Hale House proceden de prisiones,
hospitales, recintos policiales, instituciones de beneficencia,
iglesias; de trabajadores sociales, de los parientes o a veces de
las propias madres. El personal de Hale House suministra
cuidados y amor las veinticuatro horas del día. Cada pequeño
recibe nutrición holística, incluidos alimentos enriquecidos no
precocinados. Además de cuidar de bebés que nacen con
adicción a las drogas, Hale House se ocupa de niños infectados
con el VIH (virus de inmunodeficiencia humana) o que tienen SIDA.
Clara y Lorraine fundaron asimismo Homeward Bound, un
programa que ayuda a madres drogadictas en proceso de
rehabilitación a reincorporarse a la sociedad y asumir sus
responsabilidades paterno-filiales. Clara falleció en 1992, y
Lorraine continúa con la labor.
«Lo que nos faltaba en conocimientos y experiencia», añade
Lorraine, «lo suplimos con el regalo más grande que un ser
humano puede hacerle a otro: amor. Fue el mero amor,
administrado a estas pequeñas víctimas de la drogadicción, lo
que produjo resultados milagrosos. Me refiero al tipo de amor que
dura más que las semanas de tortura que sufre un bebé mientras
libera su cuerpo de las drogas que recibió en el vientre
materno.»8
No tienes que ir muy lejos para encontrar a alguien que
necesite tu amor. En realidad, casi en todo momento hay alguien
justo fuera de tu propia puerta (o dentro de tu casa) que te pide a
gritos que le abras el corazón un poco más.
Perspectivas del corazón
Identifica el siguiente ejercicio de estiramiento que te ayudará
a abrir el corazón un poco más. ¿Quién o quienes son los
mensajeros en tu vida que te están pidiendo que lo
ensanches? ¿Qué están intentando decirte? ¿Qué debes
hacer para realizar ese ejercicio de estiramiento?
Abraza al «leproso». ¿Hay alguien que te provoque malestar o
algo que no quieras hacer porque tal vez te obligue a salir de
tu «zona cómoda»? ¿Cómo puedes abrir el corazón para
abrazar al «leproso» de tu vida?

«Amo, por lo tanto...»


Si un amigo está en apuros, no le abrumes preguntándole si hay algo que
puedes hacer por él. Piensa en algo apropiado y hazlo.
EDGAR WATSON HOWE
Tal vez el lenguaje del corazón pueda ser poético. Las
acciones del corazón, sin embargo, son sumamente prácticas.
Cuando amamos, lo que debemos hacer y lo que debemos
abandonar se torna evidente. Te dices a ti mismo: «Amo, por lo
tanto no puedo arrastrar esta rabia, este orgullo, este egoísmo o
estos celos. Yo soy amor, por lo tanto no puedo aferrarme a este
resentimiento o amargura que agotan mi energía creativa. Yo soy
amor, por lo tanto no puedo albergar tal estado en mi vida, que
me impide hacer lo que debo hacer».
¿Qué estás dispuesto a hacer y a cambiar para ser amor
actuando? Un ejercicio interesante es escribir «yo soy amor, por
lo tanto____», llenando el espacio en blanco. En primer lugar, haz
una lista de las cosas que deben desaparecer de tu vida para que
puedas amar más, ya sea pesimismo, miedo, egoísmo, sentir
lástima o falta de confianza en ti mismo. Quizás tengas que
marcharte más temprano del trabajo para pasar más tiempo con
tu familia.
Yo soy amor, por lo tanto ¡estas manías tienen que
desaparecer! ¡Esta falsa sensación de inadecuación tiene que
desvanecerse! Yo soy un pilar de amor, por lo tanto ¡invito a que
los ángeles acudan a mi vida para ayudarme a despejar tal
estado de conciencia que deviene en un obstáculo para el pleno
florecimiento de mi corazón!
A continuación, pon por escrito la visión positiva de cómo se
verán las cosas una vez que hayas amado. Cuando eres amor
¿qué apariencia tiene el universo? ¿Cómo ves tu vida? ¿Qué
aspecto muestra tu corazón? ¿Cómo te tratas a ti mismo? ¿Cómo
tratas a los demás?
Luego afirma en voz alta con todo tu ser los compromisos a
próposito del amor que hayas escrito: Yo soy amor, por lo tanto...
El «por lo tanto» será diferente para cada uno de nosotros.
Para el corresponsal Kurt Schork y el cámara Miguel Gil Moreno,
ese «por lo tanto» aludía a viajar adonde pocos se atrevían: a
zonas de guerra por todo el mundo como Bosnia, Kosovo y
Chechenia. Arriesgaban su vida colocándose en el frente para
sensibilizar a la comunidad internacional sobre lo que estaba
ocurriendo en esos puntos conflictivos. En mayo del 2000 fueron
asesinados en Sierra Leona en lo que con toda probabilidad fuera
una emboscada desatada por un grupo de rebeldes. Fueron
víctimas de la sangrienta guerra civil que estaban cubriendo.
Dar constituye la más elevada expresión de la potencia.
ERIC FROMM
Ambos eran totalmente conscientes de los riesgos, así como de
la importancia, inherentes a su trabajo. «Miguel hacía el trabajo
que amaba y murió ejerciendo la profesión a la que se sentía
destinado», explicó su madre. «Sentía que su misión era dar voz
a los que no la tenían.»9
En el caso de Lesia Cartelli, el «por lo tanto» consistió en
afrontar su mayor temor y convertirlo en su mayor fortaleza.
Cuando tenía nueve años, explotó una estufa mientras jugaba al
escondite en el sótano de la casa de sus abuelos. Lesia sufrió
quemaduras de segundo y tercer grado en el cincuenta por ciento
de su cuerpo. Pese a que sobrevivió, su rostro quedó arrugado
por las cicatrices y le tenía miedo al fuego y al gas natural. Ya
siendo adulta, no soportaba llenar el tanque de gasolina del auto.
Ni tan siquiera ver una escena de fuego en una película.
Lesia asesoraba a niños que habían sufrido quemaduras y
daba charlas en ferias y en escuelas, pero nunca se enfrentó cara
a cara con su miedo. No hasta que decidió formar parte de unos
ejercicios de entrenamiento para extinción de incendios con la
ayuda del que iba a ser su futuro esposo, el capitán Bruce
Cartelli. Después de cuatro intentos con Bruce al lado, pudo
finalmente llegar a gatas hasta un tramo de escaleras en llamas,
abrir la llave de la manguera y dirigirla hacia aquéllas hasta
extinguirlas. No pudo dejar de llorar durante los ochos días
siguientes, pues estaba liberando las emociones reprimidas
durante veintiséis años.
Hoy día, Lesia afirma que muchas cosas buenas le han
acontecido como consecuencia de haberse «enfrentado al
dragón». Su pasión es ayudar a niños y adultos que han sufrido
quemaduras y otros traumas a curarse «por dentro y por fuera».
Participa en conferencias, asesora a agrupaciones de quemados
de todo el mundo y, a partir de sus experiencias personales,
diseña sistemas de apoyo en grupos para niños víctimas de
quemaduras. Y ya no le atemoriza encender una fogata o una
barbacoa.
«Cualesquiera que sean tus miedos, no los rechaces»,
aconseja. «En cuanto miras cara a cara al miedo, se disuelve»10.
También explica que todo en la vida lleva consigo una bendición
en potencia y que sus cicatrices han llenado de significado su
vida y han dado forma a su misión.
Para Aarón Feuerstein, propietario de Malden Mills, una
fábrica de tejidos cercana a Boston, el «por lo tanto» conllevó
sacrificar los beneficios a corto plazo con el fin de ayudar a
quienes más le necesitaban. En diciembre de 1995, durante la
noche de su setenta cumpleaños, tres de los edificios en la fábrica
de tejidos ardieron hasta los cimientos. La explosión de una
caldera provocó un incendio que dejó tan sólo partes de algunos
muros de ladrillo y pilas humeantes de metal retorcido. Malden
Mills era la mayor empresa creadora de empleos en Methuen,
Massachusetts, y unos tres mil puestos de trabajo corrían el riesgo
de perderse. Lo peor del caso era que faltaban dos semanas para
la Navidad.
La noche del incendio, Aarón hizo tres promesas a sus
empleados. A cada uno le prometió una bonificación navideña de
275 dólares. También se comprometió a pagarles el salario hasta
final de mes y el seguro médico durante tres meses. Y, en último
lugar, prometió que reconstruiría la planta.
Los empleados se quedaron estupefactos. Eran conscientes de
que Aarón podía haberse alzado con los 300 millones de dólares
del seguro y huido a toda prisa. Si lo hubiera hecho, sus tres mil
empleados y las familias de éstos, por no mencionar todos los
negocios de la ciudad que le suministraban, se habrían visto en
apuros. Aarón, no obstante, provisto de una fe y una
determinación increíbles, puso su propio futuro contra las cuerdas
por ellos.
«¡¿Qué clase de ética es ésa que conduce a un empresario a
perjudicar a tres mil personas que son empleados y a una ciudad
entera de varios miles más con el objetivo de obtener unos
beneficios a corto plazo?! —manifestó Aarón—. Es
impensable.»11. Los empleados de Aarón trabajaron a destajo
para que la fábrica echara a andar. Sólo tres meses después, la
producción en una de las plantas que no se habían destruido se
duplicó.
Aarón sabía por intuición que cuando abrimos el corazón,
cuando afirmamos que nada interferirá en el amor que
expresamos, las fuerzas tanto internas como externas se reunirán
en respuesta a nuestro llamado. En tanto que la motivación de
nuestro corazón sea pura y lo que pidamos sea conforme al plan
divino, Dios nos enviará colaboradores invisibles para que nos
ayuden en nuestra obra de amor.
Aarón también conocía otro secreto acerca de la maestría
sobre el corazón: cuando damos, adaptamos nuestros dones (los
de nuestros talentos, acciones y recursos) no a lo que pensamos
que podemos permitirnos sino al tamaño de la necesidad. Es
como el antiguo relato del rabino que acostumbraba albergar a
mucha gente pobre en su casa. En cierta ocasión, siendo la
comida muy cara, notó que los panes que había en los platos de
sus huéspedes eran más pequeños que de costumbre. Se dirigió
adonde los cocineros y les pidió que hicieran los panes más
grandes para adaptarlos al hambre más que al precio.
La mayoría de las veces nuestros actos de amor pasan
desapercibidos. De todos modos, son las cosas pequeñas que
hacemos, una a una, lo que dota de sentido y es determinante en
la vida de cada cual. Como dijo la Madre Teresa: «No hacemos
grandes cosas; sólo cosas pequeñas con gran amor». «Las
personas buenas siguen a la virtud —enseñó Confucio—,
construyendo sobre lo pequeño para lograr lo grande.»
Por supuesto, dar al prójimo no significa que debamos eliminar
nuestras necesidades. El amor es sacrificio, pero no equivale a
acabar con uno mismo en el proceso. No te puedes reducir a mil
pedazos y esperar que te sobre algo por dar a los demás.
Desde hace mucho tiempo, ha sido un axioma en mi vida que las cosas
pequeñas sean infinitamente las más importantes.
SIR ARTHUR CONAN DOYLE
En ocasiones es difícil darte permiso para poner límites u
ocuparte de tus propias cosas primero, sobre todo cuando otras
personas tiran fuerte de ti. De todos modos, si quieres ofrecer un
apoyo significativo a los demás, tienes que darte permiso para
hacer eso que alimentará los fuegos de tu corazón, de manera
que puedas utilizarlos para animar y nutrir a los demás.*
Perspectivas del corazón
¿Cuáles son tus «por lo tanto»? Dedica espacios de tiempo a
meditar y luego pon por escrito lo que estás dispuesto a dejar
de lado y lo que estás dispuesto a hacer para ser el amor
actuando (tal como se describió anteriormente). A
continuación, afirma en voz alta tus compromisos para con el
amor: Yo soy amor, por lo tanto___. Coloca las afirmaciones
en un lugar donde las veas cada día, y dilas en voz alta por
lo menos una vez al día.
Resérvate en tu agenda algún tiempo para destinar
esfuerzos a tus compromisos con el amor. Como explica
Stephen Covey, «la clave no es marcar prioridades en tu
programa de actividades sino programar tus prioridades».
Acomoda tus talentos al tamaño de la necesidad. ¿Existe
algún ámbito de tu vida en el que necesites adaptar lo que
das —tanto respecto a recursos espirituales como materiales
— al tamaño de la necesidad en lugar de a lo que crees que
puedes permitirte?
Haz frente a tus miedos. ¿Hay algo que temas afrontar que te
esté impidiendo progresar? Pregúntate cómo podrías vencer
ese miedo y qué tipo de ayuda te haría falta.
SEGUNDA PARTE

Revestir el corazón
de poder
El amor es una fuerza y un poder creativos. En cuanto comprendes que
eres cocreador con Dios, tu vida cambia. Empiezas a pensar: «Es una
gran responsabilidad. ¿Qué voy a hacer con mi poder de crear? Tengo
setenta años o algo más para llevarlo a cabo. ¿Qué voy a crear?».
Relacionarse con compasión
Mis amigos han sido algo muy especial en mi vida: han convertido mis
limitaciones en hermosos privilegios.
HELEN KELLER*
Dorothy Canfield Fisher señaló en cierta ocasión: «Una madre
no es una persona en quien apoyarse, sino aquélla que hace
innecesario apoyarse». Es así porque una verdadera madre es
compasiva, y la compasión reviste de poder. La compasión brinda
apoyo, pero no asfixia. Consuela pero no nos envuelve en
mullidos almohadones.
Si bien las palabras compasión y lástima se utilizan a veces
como sinónimos, distinguirlas tal vez nos ayude a entender mejor
el amor compasivo y su falsificación. La compasión nos reviste de
poder porque nos ayuda a aprender las lecciones espirituales
implícitas en todos los desafíos que nos salen al paso. La
compasión no culpa a otros por las circunstancias en las que nos
encontramos sino que nos muestra que es cómo reaccionamos a
ellas lo que de verdad importa. La compasión nos invita a
ascender a un punto de vista más elevado para que podamos
afrontar nuestros retos desde un nivel distinto.
Por otro lado, la lástima nos permite hacer el papel de víctima.
Nos alienta a revolcarnos en la pena por nosotros mismos y a
quedarnos en el mismo lugar donde estábamos. Nos tienta a
escapar de la realidad en lugar de encararla.
La lástima hace que por unos instantes uno se sienta bien, pero
a la larga no nos ayuda a crecer espiritualmente. Si un padre
consiente a su hijo llevado por ese tipo de sentimiento empático y
le protege con mimos de las dificultades y el trabajo duro que
implica madurar y florecer, ese niño puede que nunca crezca. No
importa la edad que tengamos: si no ponemos empeño en
aprender las lecciones del corazón, éste nunca madurará.
Como muchos padres, Susan aprendió de primera mano que la
mejor forma de tratar a su hijo era con compasión y no con
lástima. Durante el proceso, recibió para sí lecciones del corazón
muy importantes. Su hijo, Michael, luchó durante años para tener
estabilidad emocional. De tanto en tanto, encontraba algún
empleo, pero a los veintiún años llegó a un punto en que
dependía de ella para todo. Era incapaz de realizar sencillas
tareas y quería quedarse en casa todo el tiempo.
Después de hablar con amigos y con profesionales, Susan
entendió al fin que Michael necesitaba ayuda psicológica.
Asimismo, se dio cuenta de que tanto ella como Michael debían
tomar una decisión importante: que él continuara viviendo en
casa o se trasladara a una casa donde viviría en grupo y recibiría
cuidados profesionales.
«Yo trabajaba fuera de casa, y podía haber cuidado de mi
hijo; eso es lo que él quería», explica Susan. «Pero no era lo
mejor para él porque yo me había convertido en su muleta.
Estaba poniendo trabas a su crecimiento. Fue difícil. Te crees que
estás dando a tu hijo lo mejor porque le estás poniendo las cosas
fáciles, pero no es así.»
Michael se mudó a regañadientes a una casa donde vivía en
grupo, a unas setenta millas (112 km.) de distancia y Susan le
visitaba cada semana. Después de tres meses había mejorado
mucho. «Me di cuenta de que poner espacio de por medio era lo
mejor que podía hacer por él», admite Susan. «Era una forma
superior de amor.»
También fue lo mejor que Susan pudo hacer en su propio
beneficio. Ahora tiene tiempo para dedicarse a ella y a su
crecimiento espiritual, y ha descubierto nuevos modos de servir a
los demás. Ha decidido incluso cambiar de profesión. «Yo me
estaba impidiendo avanzar y se lo estaba impidiendo a mi hijo»,
reconoce. «Las decisiones más dolorosas son a veces las que nos
ayudan a crecer más.»
No siempre es fácil saber cuándo nos hemos quedado
atrapados en un ciclo de lástima en lugar de compasión, sobre
todo en las relaciones más cercanas. ¿Cómo podemos estar
seguros? Para empezar, la compasión nos da energía mientras
que la lástima tiende a quitárnosla. La compasión nos hace sentir
apoyados y fortalecidos; la lástima, por el contrario, resulta
sofocante.
En una relación basada en la compasión, ambas personas
cuentan con espacio para ser quienes realmente son. Cada una
respeta las necesidades de la otra y le ayuda a florecer. La
compasión, por ser amor, fomenta el crecimiento. En una relación
basada en la lástima, sin embargo, una de ellas o las dos se
sienten frustradas, cercadas, poco creativas. Empiezan a perder
el sentido de identidad propia. Las relaciones basadas en la
lástima producen codependencia.
Si quieres que los demás sean felices, practica la compasión. Si quieres ser
feliz, practica la compasión.
DALÁI LAMA
Erica Chopich y Margaret Paul definen a un individuo
codependiente como aquél que «da autoridad a los demás para
que le definan». Afirman que los codependientes «experimentan
el sentimiento de individualidad o de valía a través de los demás.
Permiten que otros les definan, y hacen a los demás responsables
de sus sentimientos».1 Melody Beattie señala que una persona
codependiente es «aquélla que ha dejado que el comportamiento
de otra le afecte o que le obsesiona controlar dicho
comportamiento».2
Es normal que nos preocupemos por los demás, pero no es
sano cuando esa preocupación se torna autodestructiva. En
palabras de Beattie, los codependientes se preocupan
excesivamente por los demás o tratan de ayudar de formas que
en realidad no ayudan. Con desespero intentan evitar herir los
sentimientos de otros individuos y terminan por lastimarse a sí
mismos. Dicen «sí» cuando en verdad quieren decir «no»3.
«Muchas personas, movidas por la ilusión de resultar
agradables», escribe John Gray, «sacrifican demasiado de su
propia identidad; de ahí que pierdan la capacidad de amar de
verdad y de conseguir el amor que necesitan».4
Pueden encontrarse gran cantidad de libros buenos y de
profesionales de la salud capaces de ayudarnos a ir hasta la raíz
de esos patrones autodestructivos y crear relaciones sanas. Desde
el punto de vista espiritual, una de las claves más importantes
para conseguir una buena relación es cultivar la que es única y
especial con nuestro Yo Superior y con Dios; y luego ayudar a
nuestra pareja a hacer lo mismo. «Amar a otra persona», postuló
Søren Kierkegaard, «es ayudarle a amar a Dios». Esa fuerte
conexión espiritual interna es lo que finalmente nos sostiene en el
viaje del amor.
Si permitimos que alguien dependa únicamente de nosotros
para que le proporcionemos felicidad, estabilidad y autoestima,
no le estamos haciendo ningún favor. Podemos —y, de hecho,
deberíamos— alentar, apoyar y fortalecer a los demás, pero
nada de lo que hagamos puede reemplazar el esfuerzo que otro
individuo realice para ascender. En el sendero de la automaestría
cada persona debe construir su propia relación personal con
Dios.
Perspectivas del corazón
Aplica las lecciones de la compasión. En tus interacciones con
los demás, ¿qué has aprendido sobre el poder que otorga la
compasión en contraposición al carácter sofocante y
absorbente propio de la lástima? ¿Cómo puedes aplicar esas
lecciones a tus relaciones e interacciones actuales?
Evalúa la calidad de tus relaciones. Haz una lista de las
relaciones más importantes que hay en tu vida en este
momento. ¿Hay alguien por quien te preocupes demasiado o
que te proteja en exceso? ¿Hay alguien a quien necesites
apoyar de manera más compasiva o fortalecedora en lugar
de con lástima o generándole dependencias?
Construye un hábito
En la vida sólo existen trabajo y amor [...]. Si somos afortunados, amamos
nuestro trabajo. Si somos juiciosos, nos disponemos a trabajar en el amor.
NOAH BEN SHEA
No existe una lista de lo que hay que hacer y lo que no hay
que hacer para amar más, ni hay fórmulas para conseguirlo.
Tenemos que descubrir por nosotros mismos la llave que libera el
manantial de amor en nuestro interior.
Sin embargo, existe algo que los maestros del amor nos
recomiendan: es más fácil amar cuando hacemos de ello un
hábito. Explican que el que fluye con espontaneidad es el amor
que se genera por medio del hábito. Amar genera un hábito, y tú
lo adquieres haciendo algo cada día y haciéndolo cuando no es
fácil. Al bombear la fuente del amor, tu corazón estará listo en un
momento dado para aliviar un corazón turbado, un cuerpo
cansado o un alma afligida.
Cuando las personas necesitan amor, lo necesitan en ese
momento. Cuando están en apuros o desesperadas, cuando están
enfermas o pensando en el suicidio, necesitan una transmisión
inmediata de tu corazón al suyo. Si tu bebé está llorando, no
esperas a terminar lo que estés haciendo para averiguar qué
pasa. El mismo principio se aplica siempre que estés dedicado a
aumentar el flujo de amor por medio de tu corazón. Estás en línea
directa con Dios, de modo que Él puede llamarte a cualquier hora
del día o de la noche y decirte: «Tengo una persona necesitada.
Ve a ayudarla».
Somos lo que hacemos repetidas veces. Por ello la excelencia no es un acto,
sino un hábito.
ARISTÓTELES
Cuando amamos no decimos: «Me importas, pero es
demasiado inoportuno hacer tal o cual cosa en este momento». El
amor se mide por la manera en que actuamos, y lo es todo
cuando somos capaces de darlo con constancia en circunstancias
extraordinarias.
U Tin U, uno de los líderes del movimiento para la democracia
en Birmania, entendía dicho principio. Envuelto en circunstancias
que habrían hecho montar en cólera o amargarse a la mayoría, él
se resolvió a mantener vivo su amor. Llevaba tres años en la
cárcel y casi había cumplido condena cuando revisaron su caso,
le sometieron a un nuevo juicio y una nueva condena: siete años.
Finalmente fue puesto en libertad en 1995.
Al hablar de su estancia en prisión y reclusión en solitario,
comentó que pese a sufrir graves limitaciones, halló modos de
mantener el espíritu vivo. «La barraca que ocupaba en el recinto
carcelario estaba rodeada por una alambrada. Yo permanecía
encerrado todo el tiempo», explicó. «El alambre me recordaba a
cada momento lo maravillosa que era la libertad [...]. El hecho de
perderla puede motivarnos a reflexionar sobre el valor
inapreciable de la vida. Pensar así me llenaba de alegría [...].
»Solía recitar de vez en cuando los discursos del Buda en pali
y los estudiaba, cosa que me inspiraba enormemente. Además,
me pasaron de forma clandestina un librito con citas de Jesús. Me
agradaba mucho su actitud de perdón y sinceridad.»
Mientras él estaba en prisión, la esposa de U Tin U le visitaba
y le llevaba comida. Con todo lo preciado de esas visitas y
regalos, U Tin U, sin embargo, prefería compartir el alimento con
sus carceleros e incluso con algunos miembros del equipo de
inteligencia militar. «Quería vencer cualquier sentimiento de verles
como “el enemigo”, así que intenté poner en práctica compartir
algo de mi comida con ellos», apuntó. «Ellos también llevaban
una vida muy dura en la cárcel.»5
U Tin U supo al instante que si construimos un hábito de amor
nuestro corazón nunca se cansará. Si de continuo permitimos que
una marea creciente de amor fluya de nuestro corazón a los
demás, sus puertas jamás se cerrarán.
Si pudiésemos ver la imagen de un corazón magnánimo a
niveles espirituales, lo veríamos convexo: expandido, rebosante
de luz, emanando luz constantemente. Cuando no emitimos el
amor puro y vigoroso del corazón, cuando estamos tan
ensimismados que no podemos dar, el corazón se vuelve
cóncavo, hundido hacia dentro, deprimido.
Sólo es posible vivir felices por siempre si se hace día tras día.
MARGARET BONNANO
Los maestros del amor nos dicen asimismo que si podemos
mantener el corazón abierto, aun cuando sea doloroso, podemos
ser un instrumento para la compasión y los cambios positivos en
la Tierra. La antigua tradición mística judía conocida como cábala
enseña que cada uno de nosotros contribuye individualmente al
estado del mundo. Cada instante aumentamos las fuerzas del bien
en el planeta, o bien, el peso de la negatividad.
La cábala también enseña que el mal en sí no ejerce poder
alguno. Son literalmente nuestros pensamientos, sentimientos,
palabras y obras, lo que confiere autoridad al mal. A la inversa,
el bien que hacemos priva al mal de poder y obliga al mundo
divino a enviar bendiciones a nuestra vida6. Cuando un número
suficiente de nosotros encarne, uno a uno, el atributo del amor, el
mundo se convertirá en un lugar lleno de amor. Lo resumió
Gandhi con estas palabras: «Creo firmemente que podemos
conquistar el mundo entero con la verdad y el amor».
Perspectivas del corazón
Bombea y sácale el jugo. ¿Existe alguna circunstancia
desafiante en tu vida que puedas utilizar como oportunidad
para mantener vivo el amor? ¿Qué puedes hacer
exactamente para mantener el hábito de amar en tales
situaciones?
Transmite amor. Reflexiona en cómo has interactuado hoy con
los demás. ¿Alguien necesitaba una ráfaga de amor de tu
corazón? ¿Dedicaste algo de tiempo a satisfacer esa
necesidad? Si no lo hiciste, ¿cómo puedes proporcionar el
amor y el apoyo que necesita esa persona?
Nutrirse uno mismo
Darnos a nosotros mismos lo que necesitamos significa que nos convertimos
en [...] nuestro asesor personal, confidente, consejero espiritual, socio, mejor
amigo y guarda. [...] Si nos escuchamos a nosotros mismos y escuchamos a
nuestro Poder Superior no nos descarriaremos.
MELODY BEATTIE
Carey se encontraba en una encrucijada. Trataba
desesperadamente de averiguar por qué motivo nunca podía
mantener un rumbo fijo en su vida. Durante un largo viaje en
autobús de regreso a su ciudad, tuvo tiempo para pensar; mucho
tiempo. Desde los silenciosos recovecos de su corazón imploró a
Dios y a la sabiduría interna de su Yo Superior que la ayudasen a
comprender.
Tan pronto como se bajó del autobús, Carey tuvo una
sorprendente revelación. Por primera vez en su vida, entendió que
la razón que le había impedido concentrarse en una meta y
alcanzarla era que muy en el fondo creía que no podía. Nunca se
había dado permiso para encontrar el camino porque temía
fracasar.
En ocasiones, como le ocurría a Carey, la falta de confianza
en nosotros mismos o de constancia tiene raíces más profundas. El
origen puede estar en una crisis relacionada con el amor: el amor
hacia uno mismo. ¿Nos amamos y valoramos? Si no nos amamos
a nosotros mismos, sabotearemos nuestro progreso espiritual,
emocional y profesional. No nos daremos permiso para ir más
hacia arriba simplemente porque no creemos que seamos
capaces o dignos de ello.
Esta enfermedad espiritual (a menudo agravada por padres,
compañeros, figuras de autoridad e incluso medios de
comunicación, todos ellos mal orientados) nos infectará con la
falsa creencia de que no merecemos ese empleo satisfactorio, esa
relación valiosa, esa bella casa o siquiera esas elevadas
experiencias espirituales que necesitamos y nos merecemos. A ello
hay que añadir que si no nos amamos daremos al traste con
nuestra capacidad de dar y recibir amor. De hecho, puede que
fracasemos, consciente o inconscientemente, tan sólo para
demostrar que no somos dignos.
«Este odio inconsciente hacia uno mismo no sólo se interpone
en nuestra manifestación del amor, sino también en el hecho de
recibirlo» escribe el Dr. Harville Hendrix. «No puedes sentirte
digno de aceptar amor si inconscientemente te odias u odias
ciertas partes de ti mismo.»7
Quienes muestran inclinación por la vida espiritual tienden a
mantener el listón alto y a ser excesivamente críticos consigo
mismos. Además, suelen ser en extremo sensibles a lo que los
demás dicen. Deberíamos ser realistas sobre los aspectos de
nuestra vida que hemos de mejorar, pero también debemos serlo
con respecto a la naturaleza de la vida y la espiritualidad. La vida
es un sendero, y la espiritualidad es un proceso. No somos hoy la
misma persona que fuimos ayer, al igual que no somos los mismos
que seremos mañana.
Cuando tratamos con niños, sabemos que están inmersos en un
proceso continuo de crecimiento y refinamiento, y no los
criticamos si cometen un error. Sin embargo, no siempre
trasladamos ese proceso a nuestra vida adulta ni tratamos a
nuestra alma del mismo modo.
El alma es nuestro niño interno, que pasa todavía por el
proceso de refinamiento; sigue aún desplegando su máximo
potencial. Independientemente de lo que nuestro niño interno esté
experimentando ahora, podemos amar a nuestra alma mientras
está recorriendo el camino de volverse íntegra. Porque lo más
importante no es hasta dónde hemos de llegar sino si estamos
totalmente comprometidos con el proceso. ¿Escuchamos lo que
nuestro corazón nos dice acerca de cuál es el siguiente paso en el
proceso? ¿Lo damos?
Quizás hagamos como Lisa, y no queramos afrontar lo que
nuestro corazón nos dice. Lisa era una madre soltera. Cuando no
estaba cuidando de sus hijos estaba trabajando, día y noche.
Estaba tan ocupada que nunca tenía tiempo de reflexionar. Más
tarde se dio cuenta de que durante años había acumulado
muchos sentimientos de culpa, y que había hecho todo lo posible
por evitar enfrentarse con ellos.
«No es fácil verse uno mismo», admite. «Es más fácil decir
‘dame algo en lo que me pueda enfrascar’; por ejemplo, un buen
proyecto que me lleve un año terminar. Dame algo que requiera
toda mi energía para no tener que pensar en mis problemas. Pero
lo que pasa entonces es que te estás desconectando de tus
emociones.»
En cuanto sus hijos crecieron y se marcharon de casa, Lisa
dispuso de algo de tiempo. ‘¿Qué hago ahora?’ se preguntó. El
silencio fue una voz de alerta. Le ayudó a darse cuenta de que
nunca se había tomado el tiempo de conocerse por dentro. «Estás
tan ocupada con tu profesión y con tus hijos que no dedicas ni un
momento a averiguar quién eres o quién quieres llegar a ser»,
comenta. «No te paras a preguntarte qué es lo que de verdad
necesitas.»
La soledad que reencontró Lisa constituyó un período para
reflexionar en sí misma. Le ayudó a descubrir una de las razones
por la cual había evitado el silencio tanto tiempo. Entendió que
durante años había mantenido a sus padres alejados porque les
culpaba de haberla disciplinado. A la vez, se sentía culpable por
haber sido una niña difícil. Ahora ha reanudado una
comunicación más frecuente con ellos y ha llegado a valorar lo
maravillosos y amorosos que son. «Me he vuelto a relacionar con
mis padres desde el corazón, y ello me ha abierto las puertas a
un nuevo mundo dentro de mi corazón», explica.
Lisa también se ha esforzado por aminorar el ritmo de vida que
llevaba. «Tenía que darme permiso para nutrirme el alma»,
afirma. «Ahora me paro y miro la puesta de sol, y valoro las
cosas pequeñas. Está creciendo una trinitaria en medio de mi
patio y me da mucha satisfacción verla cada vez que paso por
delante. Antes, habría pasado a toda prisa hacia el auto y no me
habría dado ni cuenta.»
Dedica tiempo cada día para llegar a tu hogar interior.
ROBIN CASARJIAN
Si quieres revestir de poder tu corazón, empieza por escuchar
lo que él te dice que necesitas en ese momento. Puede ser
cualquier cosa, desde pararte a oler unas flores hasta frotarte la
espalda o considerar un cambio de profesión. Escuchar el
corazón nos reviste de poder porque es el primer paso para
asumir la responsabilidad por nuestras necesidades.
«Si quieres amar, tómate el tiempo de escuchar al corazón»,
aconseja el autor y maestro budista de meditación Jack Kornfield.
«En la mayoría de culturas antiguas y sabias es una práctica
habitual que las personas le hablen a su corazón [...]. En el
corazón de cada uno de nosotros hay una voz de conocimiento,
una canción que nos recuerda lo que más valoramos y
anhelamos, lo que hemos sabido desde que éramos niños.»8
A veces negamos la voz del corazón. Pensamos que ocuparnos
de nuestras propias necesidades es egoísta. Sin embargo, cuando
lo hacemos, estamos recargando nuestras reservas espirituales y
físicas para que, a cambio, podamos dar más a otras personas.
Si no nos nutrimos a nosotros mismos, no podemos valorar y nutrir
de verdad a otros. Jesús dijo: «Ama a tu prójimo como a ti
mismo»; es decir, ama a tu prójimo como te amarías a ti mismo.
Si no podemos amarnos a nosotros mismos ¿cómo podemos amar
a los demás?
Antes de que el Buda Gautama pudiera iniciar la misión de su
vida, tuvo que aprender una importante lección sobre nutrirse uno
mismo. Durante seis años practicó la renunciación y la
mortificación del cuerpo, hasta que se debilitó tanto que terminó
por desmayarse. Una vez recuperado, comprendió que al negar
las necesidades del cuerpo estaba socavando lo que más
deseaba ver realizado. «Con un cuerpo debilitado», más tarde
explicó, «no podía dedicar mi última existencia a la compasión.»
Necesitaba cuidar de sí mismo antes de cuidar de los demás.
También nosotros debemos cuidarnos para brindar compasión
a otros. Cuando necesites tiempo a solas a fin de reunir fuerza
interior, tómatelo. Cuando necesites tiempo libre para reorientar
las prioridades en tu vida, tómatelo. Y cuando necesites nutrirte,
no delegues en otra persona esa tarea.
El amor es, por encima de todo, regalarse uno mismo.
JEAN ANOUILH
Si buscamos el amor en alguien para que supla el hecho de
que no nos amamos ni respetamos, podemos caer en la peligrosa
trampa de la idolatría. Tal vez nos digamos (a veces una y otra
vez): «Oh, es la persona más maravillosa que jamás he conocido.
Por fin he encontrado a la persona que me amará a la perfección.
Ya todos mis problemas se van a solucionar». Eso es una trampa
y la fórmula que conduce al desastre.
Cuando te amas, asumes la responsabilidad por el rumbo que
ha de tomar tu vida y por satisfacer tus necesidades personales.
Jan, por ejemplo, vivía en Florida (EE.UU.) cerca de Disney World,
o de Mickey Mouse, como dice ella. Tenía un buen empleo pero
aborrecía la frialdad de las ciudades y los trayectos diarios por
abarrotadas autopistas. «La gente no sonreía y todo el mundo
estaba demasiado ocupado como para prestar atención a otra
persona», explica.
Una vez al año Jan hacía una escapada a su valle favorito en
Montana (EE.UU.). En ese lugar pasaba las vacaciones desde hacía
diez años. Era tal el encanto de ese paraje que incluso se había
comprado allí una segunda casa.
Finalmente, el ajetreo de la ciudad se volvió insoportable. Jan
hizo una pausa para plantearse lo que sería el interrogante más
importante de su vida: «Si sólo me quedasen seis meses de vida,
¿adónde iría y qué haría?». No tardó mucho su corazón en darle
la respuesta. «Como nunca sabes cuánto tiempo te queda»,
señala, «decidí que más valía mudarme en ese momento».
Mientras seguía adelante con sus planes, conoció y se
enamoró del hombre de sus sueños. De todos modos seguía
convencida de que tenía que mudarse. A los pocos meses Jan ya
vivía en Montana, su novio hacía planes para reunirse con ella y
había conseguido un magnífico empleo. Aunque en éste le
pagaban menos que en el anterior, el dinero no era su mayor
preocupación. «Es cuestión de calidad de vida», puntualiza. «Al
fin y al cabo, pescar cuesta menos que ir a ver a Mickey Mouse,
y es mucho más divertido.»
Lo decisivo en esta historia no es que Jan dejara la ciudad,
porque para algunos de nosotros la ciudad es necesaria. Lo
decisivo es que hizo la pregunta correcta, que escuchó la
respuesta de su corazón... y que ha asumido la responsabilidad
de nutrirse a sí misma.
Perspectivas del corazón
Haz una lista de lo que te gusta de ti mismo. Si te resulta
difícil, pregunta a otros qué valoran de ti.
Consulta al corazón. Pregunta a tu corazón qué necesitas
ahora mismo para estar más equilibrado y en paz.
Encara las preguntas difíciles. Si sólo te quedaran seis meses
de vida, ¿a qué dedicarías el tiempo? ¿Cuáles serían tus
metas? ¿Cómo vivirías la vida?
¿Existen límites que debas establecer con el fin de nutrirte de
modo que puedas nutrir mejor a los demás? ¿Cómo puedes
comunicar con amor esos límites a los demás?
Educar el corazón
No existe otra realidad salvo la que albergamos en nuestro interior. Ésa es la
razón de que muchas personas vivan una vida tan irreal. Toman por reales
las imágenes que están fuera de ellos y nunca permiten que el mundo interior
se imponga.
HERMANN HESSE
El presentador de un programa de radio en Chicago me
estaba hablando de lo que hace falta para lograr la unión con
Dios. «No tiene más que ver lo serios y disciplinados que son los
rabinos», estaba comentando. «Ya desde jovencitos estudian un
montón de horas al día. Se sumergen en los textos antiguos, las
escrituras y el Talmud. Se tornan expertos en la ley y las
escrituras.»
Por supuesto, se trata de una disciplina que tiene cabida en
muchas religiones; pero me daba la sensación de que lo que el
presentador estaba insinuando era que los individuos estudiosos,
en virtud de su erudición y disciplina mental, se convertirían en
seres superiores, siendo eso lo que hace falta para lograr la unión
con Dios.
«No obstante, podrías albergar todo ese conocimiento y nada
de amor», repliqué. «El conocimiento en sí no nos garantiza la
entrada al reino de los cielos ni el logro espiritual ni tampoco la
unión con Dios. Sí, en cambio, lo hace la medida en que
amamos.»
Ese tipo de discusiones se han sucedido probablemente desde
tiempos inmemoriales. De hecho, en el magnífico libro Diary of
Adam and Eve [El diario de Adán y Eva] de Mark Twain, Eva se
lamenta para sus adentros de Adán: «Ojalá pudiera hacerle
entender que un corazón bueno y amoroso equivale a riqueza, a
riqueza suficiente, y que sin él el intelecto equivale a pobreza». La
sabiduría es una virtud maravillosa. Pero, a menos que esté
fusionada con el amor y con la voluntad divina, nuestro intelecto
será impotente espiritualmente hablando.
Ésa es una lección que nuestra sociedad va a verse obligada a
dominar en este nuevo milenio. La tecnología y la ciencia se están
acelerando a una velocidad nunca alcanzada. Pero, ¿qué sucede
con el desarrollo de nuestro corazón? ¿Podemos equilibrar
nuestros avances científicos con un desarrollo proporcionado del
corazón que nos permita tomar sabias decisiones sobre cuestiones
como la ingeniería genética, el medio ambiente o el uso de la
tecnología de las comunicaciones para informar y liberar en lugar
de para controlar y regular? ¿Seremos capaces de emplear
suficiente amor y sabiduría para reprimir la tentación de abusar
del poder?
El modo en que una sociedad afronta esos desafíos depende
de la manera en que nosotros como individuos desarrollemos
nuestro corazón. Confucio enseñó que desarrollar el corazón es
fundamental a la hora de establecer orden en el mundo. Dijo que
para poner el mundo en orden primero debemos poner la nación
en orden. Para poner la nación en orden, debemos antes poner la
familia en orden. Para poner la familia en orden debemos
previamente cultivar nuestra vida personal. Y para cultivar nuestra
vida personal antes tenemos que estar en armonía con nuestro
corazón.
Aunque la inteligencia es útil, necesita ser devuelta al espíritu. A eso se le
llama la gran armonía.
HUAI-NAN-TZU
¿Enseñamos a nuestros hijos a estar en sintonía con el
corazón? Que nuestros hijos sean capaces de expresar libremente
los magníficos atributos del corazón es previsión de futuro. Desde
hace muchos años me ha preocupado seriamente la calidad de
nuestro sistema educativo. Me interesa que nuestros hijos tengan
amplias oportunidades de equilibrar el desarrollo de su mente y
sus destrezas manuales con lo que denomino la educación del
corazón.
Educar el corazón nos permite desplegar todo nuestro
potencial espiritual. Nos muestra cómo confiar en nuestras
facultades internas y nuestros recursos internos para hacer frente a
las dificultades que se nos presenten. Educar el corazón aumenta
la capacidad del alma de desplazarse más allá de sí misma, de
explorar los vastos confines del universo, así como las
profundidades insondables del ser.
Si sólo se nos enseña a hacer hincapié en formas empíricas de
plantear una situación, ocurre que nuestra mente analítica se
convierte en el único instrumento con el que contamos para
construir nuestra vida. Sin embargo, se nos ha dotado de mucho
más. El corazón y el alma continuamente sienten, intuyen y
perciben lo que no puede explicarse por el método empírico. Lo
que no tiene sentido para el intelecto sí lo tiene para el corazón y
el alma. Si no prestamos atención ni ajustamos los delicados
instrumentos de nuestra vida interior, las capacidades espirituales
innatas permanecerán en estado latente.
Mark Prophet y yo estábamos tan preocupados por los
componentes que se echaban en falta en nuestro sistema público
educativo que en 1970 fundamos Montessori International, con el
propósito de que nuestros hijos y muchos otros niños que
asistieran a nuestra escuela pudieran recibir una verdadera
educación holística. Hubo un tiempo en el cual aquélla contaba
con programas que abarcaban desde preescolar hasta
secundaria.
Cada uno de esos pequeños debe tener la máxima
oportunidad de entender la ciencia del ser. Hay que enseñarle a
cada uno a escuchar con el corazón y a dejarse llevar por esas
intuiciones del alma que le guiarán en el trayecto de su destino
inmortal. Ello requiere de maestros que sean mentores en lugar de
monitores. Requiere de maestros que respeten y tengan un papel
colaborador, no que controlen el desarrollo de la mente o de la
inteligencia del corazón, las cuales son únicas en cada alumno.
En realidad, los únicos educadores verdaderos son Dios y el
espíritu que mora en el interior. Todos los demás maestros son
sustitutos, que están presentes para ayudarnos hasta que
aprendamos a escuchar la sabiduría de nuestro corazón, alma y
mente superior.
Educar el corazón nos prepara para convertirnos en
transformadores vivos del amor. Aprendemos a percibir de
manera intuitiva lo que los demás necesitan, y a colmar esa
necesidad con lo que hace falta en un momento dado. Esa
fórmula alquímica siempre proviene del corazón.
No puedes enseñar nada a ningún hombre; tan sólo puedes ayudarle a
encontrarlo dentro de sí mismo.
GALILEO

Perspectivas del corazón


Educa el corazón siempre que tengas la oportunidad. En un
momento u otro, en un puesto u otro, todos tenemos la
oportunidad de enseñar algo a alguien. Piensa en alguna
situación de tu vida ahora mismo en la que estés haciendo de
maestro. ¿Cómo puedes sacar mejor provecho a esa
oportunidad para guiar y ser mentor en lugar de para
controlar? ¿Cómo puedes encontrar nuevas formas creativas
para educar el corazón y la mente?
Valora la sabiduría de tu corazón. Cuando afrontes un
problema que no tenga solución lógica, dedica un momento a
adentrarte en el corazón y pedir a tu Yo Superior que active
la inteligencia divina de tu corazón y te revele la respuesta
que estás buscando. Luego escucha la respuesta que te da el
corazón. Sé paciente, ya que tal vez te llegue
inmediatamente o bien se te muestre en las siguientes horas o
días.
El poder del corazón
De todas las cosas fuertes nada es tan fuerte, tan irresistible, como el amor
divino.
WILLIAM LAW
Mahatma Gandhi no era un hombre corpulento, pero no cabe
duda de que era poderoso; lo bastante como para dirigir una
nación hacia la independencia. El poder de Gandhi no provenía
de su tamaño, cargo o título. Provenía del amor. Una vez escribió:
«Me tengo por incapaz de odiar a ningún ser en la Tierra.
Gracias a una prolongada dedicación a la oración y a la
disciplina, he dejado de odiar desde hace cuarenta años. Me
consta que es una declaración de gran calibre. Sin embargo, la
hago con toda humildad».
El poder del corazón vale mucho más que cualquier otra clase
de poder. De ahí que los sabios de Oriente y Occidente afirmen
que no hace falta mucha gente para generar una transformación
espiritual. Sólo se necesitan unos pocos corazones poderosos
capaces de desencadenar una conflagración. «El mundo —señaló
André Gide— lo salvarán una o dos personas»: tú y yo, justo
desde donde estamos.
Cuando amamos, y lo hacemos con pureza por el hecho de
amar y no por otros motivos, Dios nos confía más poder porque
abriga la confianza en que lo utilizaremos sabiamente. Larry, por
ejemplo, no da crédito al éxito que ha tenido en su tienda de
productos naturales en la ciudad de Nueva York. «Desconozco de
verdad el motivo; no soy un hombre de negocios ni un contable»,
apunta. Le va tan bien con el establecimiento que todo el mundo
le pregunta por qué no lo amplía o abre otro. Pero Larry no ha
seguido por ese camino porque para él hacer más dinero no es su
manera de medir el éxito. Sí lo es, en cambio, el contacto con el
corazón.
«Mi negocio es estupendo porque me da la oportunidad de
trabajar con personas que de verdad están intentando ayudarse a
sí mismas», comenta Larry. «Eso es lo que lo hace diferente de la
tienda de comestibles de la esquina o de cualquier otro pequeño
comercio: ese momento tan especial en que tienes la oportunidad
de ayudar a las personas que en algunos casos buscan
desesperadamente una respuesta a una enfermedad grave. Me
llena de alegría hacer algo por ellas. Ni siquiera se me pasa por
la cabeza aprovecharme de ellas. Lo único que me preocupa es
cómo seguir sirviendo a la gente que acude a nosotros en busca
de ayuda.»
El auténtico interés de Larry y el poder de su corazón son
contagiosos. Un día, al terminar la jornada, una joven empleada
en la tienda expresó con entusiasmo a sus compañeros de trabajo
cuánto le gustaba trabajar allí y con cada uno de ellos. No es
algo que normalmente oigas decir en un lugar de trabajo, y eso
impresionó a Larry. «No existe resultado final ni aprecio del
prójimo que se acerque ni remotamente al amor que se comparte
desde el corazón», afirma. El amor que él comparte desde el
corazón es lo que atrae espontáneamente más amor y
abundancia a su umbral. Le confiere el poder del corazón.
El amor puro siempre atrae poder, pues cuanto más amamos
mayor es el poder con que nuestro corazón puede influir en otros.
De manera paradójica, al recibir más poder, se nos presenta
siempre la prueba de cuánto más podemos amar. Las pruebas
adoptan diversas apariencias. ¿Cómo tratamos a los niños que
hay en nuestra familia? ¿Cómo tratamos a quienes dependen de
nosotros en el hogar o en el trabajo? ¿Cómo utilizamos el dinero
y en qué lo gastamos? ¿Cómo empleamos la autoridad que se nos
ha dado: para servir a los demás o a nuestro ego?
¿Alguna vez has visto a una persona aparentemente
bondadosa —incluso a ti mismo— transformarse de un momento a
otro en cuanto se le da una cierta cantidad de autoridad o
responsabilidad? Antes de ostentar ese nuevo cargo o título,
parecía un santo. Acto seguido, se produjo una sorprendente
metamorfosis. Si no está imbuido de amor, el poder puede de
repente desequilibrarse, de manera que cada vez que el poder se
incrementa es preciso revestirse de más amor.
El hombre de verdadera grandeza nunca pierde el corazón de niño.
MENCIO
A decir de otro modo: las únicas personas que pueden
manejar el poder con éxito son aquéllas que de verdad aman.
Cuando amas, desarrollas una gran sensibilidad para con la
vida. Entiendes a la gente, así como su sufrimiento y sus
necesidades. Al amar, adquieres la capacidad de adentrarte en el
corazón de otra persona, y te duele ver que alguien sufre. Por
tanto, utilizas tu poder a favor de la compasión y no del control.
Cuando estamos pasando una prueba de amor y perdemos el
equilibrio, siempre habrá algo o alguien que nos ponga delante
un espejo para mostrarnos que nuestra aureola no está muy
limpia. En uno de sus poemas, Rumi relata una parábola sobre
Salomón. Cuenta que el rey, quien tenía la responsabilidad de
juzgar a su pueblo, causó malestar a la comunidad con sus
pensamientos. Hasta ocho veces seguidas se le resbaló la corona
de la cabeza. Al fin, se dirigió a la corona y le preguntó por qué
se desprendía una y otra vez cayéndole encima de los ojos.
«Cuando tu poder pierde compasión —replicó la corona— debo
mostrar qué aspecto ofrece tal estado.» El sabio rey se arrodilló
pidiendo perdón y la corona quedó centrada en su cabeza.
Al final del poema, Rumi señala que hasta la sabiduría de
alguien como Salomón o Platón «puede tambalearse y quedarse
ciega». Nos advierte: «Escucha cuando tu corona te ponga sobre
aviso de lo que te esté haciendo tratar con frialdad a los demás,
al tiempo que consientas esa avaricia en tu interior»9. La prueba
no es si vamos a poder evitar en todo momento que la corona se
resbale, pues así sucederá alguna que otra vez a medida que
vamos aprendiendo las lecciones sobre el amor. La verdadera
prueba es: ¿vamos a reconocer que se ha resbalado? y ¿tenemos
suficiente amor y humildad a fin de realizar lo que haga falta
para ponerla de nuevo en su sitio?
Perspectivas del corazón
Aprende la lección de las pruebas del amor. Piensa en algún
momento de tu vida en que recibieras más poder (como
padre o madre, supervisor, director de algún proyecto, etc.).
¿Cuál fue la correspondiente prueba de amor? ¿Qué
aprendiste de esa experiencia?
Busca el espejo. ¿Hay alguien o algo en tu vida que te haga
de espejo, mostrándote algún desequilibrio en el uso que
haces del poder con respecto a tu compasión y amor? ¿Cómo
puedes regresar al centro?
Cultiva la gratitud
Escúchame: por un momento deja de estar triste. Oye las bendiciones que
esparcen flores a tu alrededor. Dios.
RUMI
Sharon caminaba por lo alto de una montaña con un amigo
cuando de repente empezó a hacérsele difícil respirar. Además,
se le estaba acabando el agua y quedaba todavía un largo
trecho por bajar. «No sabía cómo iba a hacerlo», comenta.
A continuación oyó una voz en su interior: «Empieza a
nombrar para tus adentros todo aquello por lo que estés
agradecida, que te pase por la mente». Así lo hizo durante todo
el camino de bajada. «A medida que iba mencionando una cosa
detrás de otra me iba sintiendo cada vez más fuerte, hasta el
punto de empezar a respirar normal otra vez.» Cuando Sharon se
encuentra en una situación difícil recurre a esa técnica: se
concentra en aquello por lo que está agradecida, y eso es lo que
le permite salir airosa.
La gratitud fortalece, porque cuando estamos agradecidos
dibujamos un flujo de amor en forma de ocho desde nuestro
corazón hasta el corazón de Dios. Y cuando enviamos amor y
gratitud a Dios, nos llegan de vuelta luz y bendiciones. Si no nos
tomamos un momento en nuestro ajetreado día para sentir y
expresar una profunda gratitud hacia la Fuente espiritual que de
continuo nos da aliento, vida y oportunidad, no estamos
explotando los increíbles recursos de energía que se hallan a
nuestra disposición a cualquier hora del día o de la noche.
A veces no sacamos el máximo provecho a las bendiciones
que se nos han dado porque nos fijamos en lo negativo en lugar
de reparar en la riqueza que hay en nuestra vida. Nos acontece
algo hermoso y lo único en lo que podemos pensar es en lo que
salió mal. La gratitud puede ayudarnos a adquirir de nuevo la
perspectiva del corazón, aquélla según la cual todo lo que nos
ocurre en la vida es una oportunidad, un regalo que puede
contribuir a que abramos el corazón y crezcamos.
Cuando cultivamos conscientemente la gratitud, adquirimos el
hábito de ver lo positivo. No contemplamos las cosas por
separado ni siquiera antes de que hayan tenido la oportunidad de
respirar el aliento de la vida. Estamos más equilibrados y en paz,
de modo que criticamos y culpamos menos. Aprovechamos al
máximo lo que tenemos y disfrutamos más de la vida.
Andrea Bocelli aprendió a practicar el arte de la gratitud y la
perspectiva del corazón. El notable atractivo de este popular
cantante tiene que ver por igual con la calidez de su corazón que
con la calidad de su voz. Al margen de las grabaciones y los
conciertos, Andrea tiene una vida plena. Vive con su esposa y sus
dos hijos en la Toscana (Italia), donde se crió. Esquía y monta en
bicicleta. También le encanta montar a caballo, animal que ha
logrado domar.
[El amor] es aprender de todo, ver los dones y la generosidad de Dios en
todas las cosas.
SHEIKH MUZAFFER
Lo que hace que esta situación sea conmovedora es que
Andrea es ciego desde los doce años. Su fortaleza interna es un
reflejo de la entereza de sus padres, los cuales le obligaron a
enfrentarse con la realidad: su ceguera y también su inmenso
potencial. Si alguien se atrevía a llamarle «pobrecito», su madre
no se quedaba callada. Cuando el pequeño Andrea preguntaba
si sería capaz de ver una determinada casa cuando fuera mayor,
ella le respondía que no, «pero serás capaz de ver otras cosas
que nosotros no podemos ver».
De niño fue a Lourdes en una peregrinación y le rezó a la
Virgen María dentro de la gruta. Al salir, le confió a un amigo de
la familia, un sacerdote que les había acompañado, que no había
orado para recuperar la vista, sino que había pedido serenidad.
Hoy, explica su madre, Andrea brinda esa serenidad a muchas
personas que sufren, porque su voz «consuela y aporta luz». Ella
afirma: «Doy gracias a nuestro Señor de que Andrea viva igual
que canta: con el corazón abierto».10
Andrea admite que le fascina lo difícil. Antes de que su carrera
de cantante despegase, estudió Derecho y trabajó como abogado
defensor durante un año. Finalmente su verdadera pasión le llevó
por otros derroteros. «Mi destino era cantar», afirma. Actuaba en
bares musicales de noche y estudiaba música de día. En 1992 se
situó en el candelero cuando una grabación de prueba llegó a
oídos de Pavarotti, quien se quedó impresionado con el joven
tenor.
Su nuevo reto es la ópera, donde ha tenido que aprender a
moverse por el escenario mientras actúa y canta. En una entrevista
reciente con Bárbara Walters, Andrea manifestó que no piensa en
lo que no puede hacer sino que se concentra en lo que sí puede
hacer. No siente lástima de sí mismo. Hay mucha gente que mira
hacia todos lados, pero en realidad no ve nada, explicó. Y hay
otras personas que no pueden mirar a todos lados pero lo ven
todo. «Yo no miro», dijo, «pero veo».
Cuando sentimos gratitud, vemos con nuestro corazón. Ése es
el secreto que el pequeño príncipe aprende de la ardilla en el
mágico cuento El principito de Antoine de Saint Exupéry. «Y éste
es mi secreto, un secreto muy simple», le dice la ardilla al
príncipe. «Sólo en el corazón puede uno ver correctamente; lo
más importante es invisible al ojo.»
Una de las formas en que podemos cultivar conscientemente la
gratitud y empezar a ver con el corazón es buscando
oportunidades de valorar a los demás, es decir, mostrarles lo
agradecidos que les estamos. Cuando valoramos a los demás,
participamos de sus bendiciones. «El agradecimiento es algo
maravilloso», dijo Voltaire. «Hace que lo excelente en los demás
nos pertenezca también a nosotros.»
Cultivar la gratitud significa aprender a tratarnos unos a otros
como solemos tratar a los niños: alabando cada esfuerzo y
animándoles. No importa lo tosco que pueda ser el regalo de un
niño: siempre será puro. No importa lo que haya dibujado o
hecho: su trabajo será siempre bello y necesita que valoremos su
esfuerzo. Cuando un niño ve que le agradecemos ese esfuerzo,
hará otro y más tarde otro. Cuando alguien está sinceramente
agradecido por algo que has hecho, ¿no cambia totalmente la
perspectiva? ¿No te incita a hacerlo una y otra vez?
No sólo la gratitud y el aprecio confieren poder, sino que son
saludables. Unos investigadores del Institute of HeartMath han
mostrado que emociones como la rabia y la frustración agotan el
corazón y otros órganos. Por el contrario, otras como el amor, la
compasión y el aprecio se ha demostrado que crean armonía en
el cuerpo, lo cual genera un aumento de la inmunidad y mejora el
equilibrio hormonal.
«Los científicos hallaron una impresionante prueba del poder
transformador del amor en cuanto vieron la diferencia entre los
efectos del amor y los de la frustración», escriben David y Bruce
McArthur. La frustración dibuja un patrón caótico en la
variabilidad de la frecuencia cardíaca, que consiste en la
aceleración y desaceleración de ésta. Por otro lado, explican, un
sentimiento profundo y sincero de verdadero agradecimiento o
aprecio produce una línea equilibrada y ordenada que por lo
general se asocia a un funcionamiento cardiovascular eficiente.
«Es un ejemplo dinámico del poder transformador del amor
operando al nivel de nuestro cuerpo físico» señalaron los autores.
«Cuando se presenta ese patrón en el corazón, ello afecta
profundamente a otros sistemas del cuerpo en cuanto a orden y
eficiencia.»11
La gratitud es tan poderosa que puede elevar o derrocar una
civilización. Podemos traer a colación todo lo que echó por tierra
las grandes civilizaciones del mundo, remontándonos al
continente perdido de la Atlántida; pero todo se reduce a no
haber mostrado gratitud para con el Espíritu. Las civilizaciones
caen cuando dejan de valorar los dones que Dios les ha dado.
Si la única oración que dices en toda la vida es «gracias», será suficiente.
MEISTER ECKHART
Cuando agradecemos algo a quien nos lo ha dado, cuidamos
del don que hemos recibido y lo compartimos con los demás. Nos
damos cuenta de que la verdadera medida del éxito no es lo que
hemos logrado sino el hecho de haber empleado o no haber
empleado los talentos que Dios nos ha otorgado para sacar lo
mejor de los demás.
Cuando albergamos gratitud, queremos dar más porque
nuestra copa rebosa. Audrey Hepburn fue un bello ejemplo de
gratitud. En 1988 pasó a ser embajadora de buena voluntad de
la UNICEF. Pudo haber disfrutado de una cómoda jubilación los
últimos años de su vida. Sin embargo, se pasó el tiempo subiendo
y bajando de pequeños aviones que la transportaron a Etiopía,
Centroamérica, Bangladesh, Vietnam y Somalia, donde presenció
de primera mano la desgarradora situación de los niños. «He
estado ensayando este papel toda mi vida, y por fin lo consigo»,
dijo en cierta ocasión.
La actriz se sintió obligada a hacerlo por gratitud debido a los
alimentos y el auxilio que recibió de niña después de la Segunda
Guerra Mundial. «Me siento increíblemente privilegiada, por tanto
es lógico que una persona privilegiada haga algo por los que no
lo son», dijo. «No pueden ayudarse a sí mismos. No pueden
hablar a favor de sí mismos, por lo tanto nosotros debemos
hacerlo.»
Perspectivas del corazón
Busca oportunidades para mostrar gratitud. Pregúntate: ¿A
quién puedo dar las gracias hoy? ¿Cómo puedo mostrarle
aprecio?
Crea un ritual de gratitud. Como parte de tus ejercicios
espirituales diarios, acuérdate de dar las gracias a Dios cada
día por alguna bendición que haya en tu vida. Adéntrate en
tu corazón y envíale amor y gratitud. Siente la corriente de
retorno por el flujo en forma de ocho que va desde tu
corazón hasta el de Dios.
Crea una carpeta o diario de gratitud. A veces no
reconocemos los dones y las cualidades que tenemos.
Tendemos a menospreciarnos. Un remedio para ello es tener
una carpeta o diario donde detalles tus éxitos espirituales, es
decir, las ocasiones en que has expresado tu naturaleza
superior.
Si alguien te da las gracias por algo especial que hiciste
por él o ella, o finalmente te las arreglas para reprogramar tu
computadora interna de manera que no reacciones cuando
alguien te provoque, o hagas algo muy relevante en la vida
de alguien, anótalo. Al hacerlo, agradece a Dios que te haya
dado un don que pudiste brindar a otros. Si te sientes
deprimido o tienes tentaciones de desanimarte, abre la
carpeta y lee.
¿Cómo puedo amar cuando…?
Amarse unos a otros es tal vez para el ser humano la tarea más difícil, la
prueba final, la obra respecto a la cual todas las demás no son sino una
preparación.
RAINER MARÍA RILKE
Joyce es, dentro de su familia, aquélla en quien todos pueden
confiar. Cuando alguno de sus hermanos, hermanas o primos se
encuentra en apuros, saben que ella les acogerá en su regazo.
Algunos entre sus parientes proclaman que es demasiado
ingenua. Dicen que regala las cosas con ánimo altruista y que es
absurdo cómo deja que los demás se aprovechen de ella. Sin
embargo, Joyce no se rige de acuerdo a esa filosofía de la vida.
Cuando da no busca un trato comercial. Da porque eso es lo que
hace un corazón amoroso.
Albert Schweitzer comentó en cierta ocasión: «Una cosa sí sé:
los únicos que serán verdaderamente felices son aquéllos que
hayan buscado y descubierto cómo servir». Un corazón abierto e
investido de poder no afirma: «Haré esta buena obra o amaré a
esta persona para obtener algo a cambio». De hecho, cuando
hacemos algo con tal motivación en mente, ese acto no es amor.
El amor y el interés propio no se mezclan, y punto.
Durante una entrevista que tuvo lugar en los albores del nuevo
milenio, el novelista ganador del premio Nobel, Saul Bellow,
advirtió que aunque vivimos en una sociedad que «nos mantiene
inmersos de continuo en el interés propio», y en la que el sexo «se
ha convertido en un sustituto del amor», las personas,
afortunadamente, todavía son capaces de descubrir la ilimitada
generosidad del amor. «Uno ve los peculiares efectos que la
generosidad ejerce en la sociedad», señaló. «No hay nada que
uno no estaría dispuesto a compartir con alegría, simplemente por
el amor que le transmite a otra persona; y ello en el contexto de
una sociedad que [...] equipara el interés propio con la cordura,
y el sacrificio, con la utopía o la locura extrema».12
La Madre Teresa, cuya vida entera consistió en ejercitar el
amor, no sirvió a los pobres y a los indigentes con una segunda
intención en mente, ni siquiera perseguía la meta de convertir a
los pobres. En una ocasión dijo: «La conversión no es nuestra
labor: es la labor de Dios. Nunca pedimos a nadie que cambie
de religión. Nuestra misión es manifestar a Dios haciendo nuestro
servicio».
Todos nosotros manifestamos algo de lo divino cuando
influimos personalmente en la vida de alguien por medio de un
acto de amor. Lo que la Madre Teresa sabía es que muchas
personas no pueden experimentar el consuelo, el amor o la
sabiduría de Dios a menos que personalmente se lo transfiramos.
Ésa es la importante llave maestra que los místicos del mundo han
descubierto.
Otro descubrimiento que han hecho es que un corazón maduro
no juzga el objeto de su amor antes de compartir ese amor.
Durante una sesión de preguntas y respuestas, una persona que
asistió a uno de mis talleres señaló que estaba enamorado de su
esposa pero que le costaba amar, a ella o a cualquiera,
incondicionalmente. «Es como si estuviera siempre poniendo
alguna condición a ese amor», explicó. A continuación preguntó
cómo podía empezar a romper las barreras que le impedían
expresar amor.
Era una buena pregunta. Cómo podemos amar cuando la otra
persona es irritable, egoísta o está deprimida; comportamientos
que, por supuesto, nosotros nunca mostramos... Sin embargo, ¿no
es cierto que cuando alguien es irritable, egoísta o está deprimido
es cuando más necesita de nuestro corazón? Como alguien
advirtió con atino: «La gente necesita más amor cuando menos se
lo merece».
Cuando amamos de verdad nos hacemos conscientes del
potencial del individuo de convertirse en quien realmente es, ya se
trate de nuestro cónyuge, un compañero de trabajo, un hijo, o de
nosotros mismos. No tenemos que amar las malas obras de la
gente, si bien podemos amar al alma que está esforzándose, al
igual que todos nosotros, por convertirse en una mayor expresión
del Espíritu.
Dios conoce nuestros errores y aun así nos ama. Incluso en los
momentos más oscuros, ve nuestro gran potencial espiritual. Si
hemos de crear una alquimia del corazón, una transformación y
evolución del corazón, también nosotros debemos hacerlo. Si
alcanzamos a ver una situación desde la perspectiva de Dios,
podemos empezar a amar como Dios ama; y, al fin y al cabo,
¿no es ése el objetivo?
Esperar algo a cambio revierte en una mente intrigante. Así, alguien dijo
antaño: «Desecha la falsa espiritualidad como lo harías con un par de
zapatos viejos».
KYONG HO
Cuando te halles en una situación difícil, trata de pedirle a
Dios que te muestre cómo ama. Yo lo hice una vez. Estaba
meditando en mi corazón sobre el amor de Dios y le pedí que
entrase en él para entender cómo amar de la manera en que Él lo
haría. Fui bendecida con el milagro de sentir a Dios amando a la
vida a través de mi corazón. Y me di cuenta de que, por grande
que sea nuestra expresión del amor, existe una enorme diferencia
entre el amor divino y el humano. Existe una enorme diferencia
entre el modo en que nosotros vemos y aquél en que ve Dios.
Thomas Merton tuvo vislumbres de ello. Escribió: «Entonces fue
como si de repente viera la belleza secreta de su corazón, [...] la
persona que cada cual es a los ojos de Dios. Ojalá pudieran
verse como en realidad son... Ojalá pudiéramos vernos unos a
otros de ese modo: no habría más necesidad de guerras u odio,
ni de crueldad o avaricia».
Las grandes lumbreras del Espíritu lo denominan la ciencia del
concepto inmaculado: sostener en la mente la imagen pura del
arquetipo divino del alma, pues nuestra alma fue creada a
imagen y semejanza de lo Divino. La ciencia del concepto
inmaculado es como la ciencia de la visualización de que se
valen las personas de éxito y los atletas de primera línea. Ciertos
estudios muestran que cuando se visualizan alcanzando sus
metas, es mucho más probable que lo consigan.
Si nos visualizamos a nosotros y a los demás alcanzando
nuestro máximo potencial, si podemos tratar a los demás como si
ya estuvieran actuando de forma amorosa, haremos que ese
elevado resultado se manifieste. Cuanto más nos veamos unos a
otros como seres que poseen dominio, más probable será que nos
convirtamos en seres que poseen dominio.
En el siglo XVI, el cabalista Moisés Cordovero escribió un
popular y práctico manual para cultivar las virtudes espirituales,
La palmera de Débora. Su premisa es que, puesto que fuimos
creados a imagen y semejanza de Dios, estamos destinados a
imitar a nuestro Creador por medio de nuestras virtudes y obras.
Cordovero comienza explicando cómo podemos cultivar el
atributo de la misericordia al tener en mente una buena imagen
de los demás. Cuando la gente nos ofenda o provoque, aconseja,
pensemos en sus cualidades. Si nos cuesta hacerlo, sugiere que
recordemos, como hace Dios, las buenas obras que han hecho
desde el día de su nacimiento. Cuando alguien nos parezca
indigno —afirma— recuerda que hubo un tiempo, siquiera en su
infancia, en que no pecó.
Tener un concepto inmaculado de los demás no significa, de
todos modos, que debamos ignorar las advertencias de nuestro
corazón o alma si sentimos verdadero peligro físico, mental o
emocional. No tenemos que perdonar los actos de un individuo o
permitir que nos dañe. Aunque el amor no juzga, sí discrimina,
distingue. Aunque el amor no daña, sí es veraz.
En ocasiones el amor en esencia es la verdad, sobre todo
cuando aquéllos a quienes amamos necesitan una voz de alerta.
Si no respaldas lo que alguien hace, puedes afirmar callada pero
firmemente: «No puedo seguirte o secundarte en este tipo de
cosas, ni tampoco permitir que las hagas en mi presencia».
Nuestras relaciones constituyen uno de los trampolines más
importantes en nuestro sendero de evolución espiritual. Si alguien
muestra un patrón persistente en descender a las profundidades
de la conciencia que no son aceptables a tus ojos y no está
dispuesto a trabajar para sanarlos, ello puede frenar tu progreso.
Por eso se dice que en un matrimonio ambos deberían ir a la par.
Por otro lado, no podemos retirar nuestro apoyo porque en un
momento dado nuestra pareja, un amigo o un hijo hagan algo
que no nos guste. Si intentamos amar como Dios ama,
defenderemos el derecho de cada persona a recorrer su propio
camino y a desarrollar su pleno potencial divino sin incordiar,
dominar o juzgar. Hallaremos maneras de generar un apoyo
mutuo con el corazón.
Algunos investigadores han descubierto que los estrechos
vínculos del corazón no sólo dan apoyo emocional sino que
pueden mantenernos físicamente vivos y en buen estado. Por
ejemplo, a principios de la década de 1960 investigaron Roseto,
un pueblo en Pennsylvania fundado por inmigrantes italianos
hacia 1880. Los habitantes de Roseto estaban mucho más sanos
que los de los pueblos circundantes. Tenían bajos índices de
senilidad y su tasa de mortalidad por ataques al corazón era un
cuarenta por ciento inferior a la de sus vecinos. Y sin embargo,
los rosetanos no diferían en especial de sus vecinos en otros
factores como la obesidad, el consumo de tabaco, el
sedentarismo y los niveles de colesterol. Lo que les hacía
diferentes era el grado que poseían de comunidad y conexión.
El amor no es amor que cambia cuando halla modificación. Oh, no, es un
signo fijo que se posa en las tempestades y nunca es sacudido.
WILLIAM SHAKESPEARE
El Dr. Stewart Wolf, uno de los investigadores que estudió este
fenómeno, al cual denominó el efecto Roseto, concluyó que el
factor predominante que contribuía a la buena salud de aquel
pueblo era «una notable cohesión y un sentimiento de apoyo
incondicional dentro del grupo». Por aquella época sus casas
estaban cerca unas de otras y muchos de ellos vivían, tres
generaciones, en un mismo hogar.
Otros investigadores advirtieron que los rosetanos se
distinguían por disfrutar de la vida y por su confianza y apoyo
mutuos. Nadie se sentía abandonado. Es más, estudios más
recientes han demostrado que tan pronto como los jóvenes de
Roseto adoptaron un estilo de vida más americanizado, más
aislado, y los fuertes lazos sociales del pueblo empezaron a
aflojarse, el índice de ataques al corazón subió hasta igualarse al
del resto del país.
El efecto Roseto tiene relevantes implicaciones en cuanto al
modo en que tratamos a nuestras comunidades. Además de ello,
nos indica que los lazos del corazón son fundamentales siquiera
para existir. Otros estudios han confirmado esos hallazgos. Uno
en concreto demostró que las pacientes avanzadas de cáncer de
pecho que participan en un grupo de apoyo viven el doble que
aquéllas que no lo hacen. Otro estudio, de la Duke University,
halló que quienes padecen de enfermedades coronarias y están
casados o tienen un confidente viven más tiempo. Como dijo una
vez la actriz francesa Jeanne Moreau: «La edad no te protege del
amor pero el amor hasta cierto punto sí te protege de la edad».
Perspectivas del corazón
Mantén un «concepto inmaculado» de ti y de los demás.
¿Sientes que pones condiciones irreales al amor que ofreces
en cualesquiera de tus relaciones? Cuando te resulte difícil
dar apoyo y amor totales a otra persona, recuerda lo
paciente que Dios ha sido contigo y cuánto ama al alma que
te está causando pesar. Trata de mirar más allá de la
personalidad externa a la verdadera identidad y potencial
del alma. Fija tu visión en esa elevada imagen, deja que tu
amor fluya y que Dios se ocupe de lo demás.
Evalúa tu entorno de apoyo. ¿Ha habido ocasiones en tu vida
en las que una falta de vínculos estrechos haya afectado a tu
bienestar, esto es, a tu cuerpo, mente y alma? Actualmente
¿existen una o más personas con las que compartas estrechos
lazos de confianza y apoyo mutuos? Si no es así, plantéate
seguir alguna actividad con otras personas que compartan tus
metas, como sería un grupo que se reúna para hablar de
libros, que se ocupe de niños, o que trabaje para cambiar la
situación de tu barrio.
TERCERA PARTE

Curar el corazón
La curación del corazón comienza con misericordia: ofreciéndola al
prójimo, brindándonosla a nosotros mismos. Empieza afirmando que
dominamos nuestro destino. No importa lo que hayamos hecho, no
importa lo que hayamos vivido: podemos trascendernos a nosotros
mismos. Podemos aprender a dominar el flujo creativo de energía por
medio de nuestro corazón.
El corazón misericordioso
La felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria.
INGRID BERGMAN
Habían pasado veinte años desde que Rich se divorció de su
primera esposa; y sin embargo, todavía se sentía mal por el modo
en que ese matrimonio había terminado. «Estaba totalmente
enfrascado en mí mismo y había muchas cosas que no tenía
claras», rememora. También lamentaba no haber expresado
nunca a su familia política cuánto la valoraba y cómo sentía que
el divorcio hubiera repercutido de manera tan profunda en su
vida.
Muchos años después, reunió el coraje suficiente para escribir
a su exesposa pidiéndole perdón. Mandó la carta al hijo que tuvo
de ese matrimonio a quien solicitó que se la entregase a su
madre.
«Al poco tiempo me llamó por teléfono», explica Rich.
«Cuando oí sus palabras, que denotaban comprensión, fue como
si alguien me hubiese abierto el corazón por primera vez.
También tenía un mensaje de su madre: “Por favor, dile a Rich
que le perdoné hace tanto tiempo que casi lo he olvidado”. Me
pareció lo más bondadoso que un ser humano pudiera decirle a
otro. Durante años me había enfrentado con diversas formas de
culpa, de modo que esas palabras me sanaron.»
Abrir el corazón y dejar sus más íntimos sentimientos al
descubierto en esa carta fue para Rich dar un gran paso
adelante. Tenía que superar el miedo a ser rechazado. Mas, una
vez hubo actuado —ofreciendo misericordia y pidiéndola a la vez
— el miedo y la culpa fueron disueltos por el poder curativo del
amor. Se dio cuenta de cuánto valor le había hecho falta al
contarle la historia a su primo, el cual a su vez acababa de pasar
por un divorcio hacía poco. «Cuando le animé a procurar
resolverlo ya que a mí me había dado tan buen resultado, se
asustó. Le faltaron segundos para desaparecer de mi oficina»,
comenta Rich.
Es una reacción normal. Cuando algo nos resulta difícil o
desagradable, queremos esfumarnos lo antes posible. Winston
Churchill señaló una vez: «En ocasiones los hombres se tropiezan
con la verdad, pero la mayoría se marchan a toda prisa como si
nada hubiese ocurrido». Cuando andamos por un sendero del
corazón y «nos tropezamos» con una situación que precisa
resolverse, independientemente de lo incómoda que sea, no nos
marchamos a toda prisa, puesto que sabemos que somos libres de
verdad para progresar espiritualmente a menos que hagamos un
alto y apliquemos la misericordia. Ahora y siempre nos
corresponde perdonar, perdonar y perdonar.
Se esconde una sencilla ley tras ese mandato. Cuando nos
negamos a perdonar a alguien que nos ha hecho daño, aun
cuando lo haya hecho una y otra vez, nos atamos a esa persona.
«Todo lo que seas incapaz de dar —afirmó André Gide— te
posee.» La persona a quien nos negamos a perdonar, aquélla con
quien estamos enojados, se convierte en nuestro maestro. No
importa cuánto nos esforcemos por avanzar en alguna dirección:
tan sólo podremos ir hasta donde la cuerda de lo no resuelto nos
permita. Y por lo general es una cuerda muy corta. Lo es porque
nuestra alma es inevitablemente atraída hacia el mismo escenario
a fin de restablecer la armonía y resolver la situación.
Ama y serás amado. Todo en el amor es tan matemático como los dos lados
de una ecuación algebraica.
RALPH WALDO EMERSON
Por ese motivo las personas que vayan a la tumba sin hacer las
paces con sus adversarios se van a encontrar con una sorpresa
cuando lleguen al otro lado. Descubrirán que si no soltamos el
resentimiento, la ira o los deseos de venganza, tendremos que
reencarnar junto a los mismos individuos una y otra vez hasta que
aprendamos a amar. De modo que las disputas de profundo
arraigo entre familias e incluso naciones no vienen sólo de
generaciones: puede que se remonten a siglos o hasta a vidas
atrás. La enemistad se perpetúa hasta que no se perdonen.
Y no solamente se llevarán la incapacidad de perdonar a la
tumba, sino que se irán al ataúd antes si no perdonan. Una
universidad de Tennessee (EE.UU.) realizó un estudio para evaluar
los efectos de la personalidad capaz de perdonar. Los
investigadores midieron ciertos indicadores como la presión
sanguínea, la tensión en los músculos de la frente y el ritmo
cardíaco mientras los alumnos hablaban de vivencias que habían
tenido relacionadas con la traición. Descubrieron que quienes
perdonaban más fácilmente tenían la presión sanguínea más baja
y les subía menos que aquéllos que guardaban algún tipo de
rencor.1
El tema del perdón es confuso para muchos de nosotros porque
se nos ha enseñado equivocadamente que el perdón nos limpia
de la transgresión o el delito. Creemos que cuando pedimos
perdón por algo que hemos hecho o cuando perdonamos a otra
persona ahí se acaba el asunto y también nuestra
responsabilidad. Sin embargo, perdón no equivale a absolución.
Seguimos siendo responsables de nuestras acciones. Si pagas a
alguien para que te pinte de azul el auto y te lo pinta rojo, puedes
perdonarle pero tiene que corregir la situación y volverlo a pintar.
Cuando Dios nos perdona, nuestro karma negativo (o pecado)
queda sellado durante algún tiempo. Es como si Dios nos quitase
el fardo de karma de nuestra espalda para que tengamos tiempo
de seguir el sendero de automaestría y de prepararnos para
pasar el examen cuando nos regrese. Y regresará. Si finalmente
superamos la prueba podemos graduarnos y pasar al siguiente
nivel de maestría espiritual.
Así es como funciona el universo. Si perdemos la calma o nos
enojamos, se pondrá a prueba otra vez nuestra paciencia y
perdón. Tal vez nos venga en una serie de nuevas circunstancias
o se reproduzca la misma escena con los mismos actores.
Cualquiera que sea el caso, tendremos que mostrar de cuánto
amor y perdón podemos infundir la situación a fin de proveer
nuestra curación y la de los demás.
Jesús fue un profeta del amor, y una de las enseñanzas más
profundas que dio sobre la dinámica espiritual del amor se halla
en el Padrenuestro: «Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores». Estamos tan
acostumbrados a oír esas palabras que no pensamos en lo que
significan: perdona nuestros defectos y errores de la misma
manera que nosotros perdonamos los defectos y errores de los
demás.
Ésa es la ley básica del karma: lo que hagas con los demás se
te hará a ti. Dios nos ofrecerá el perdón en la misma medida en
que nosotros ofrezcamos la misericordia de nuestro corazón a los
demás. De manera que si no perdonamos se nos negará la
misericordia. Por ello, el mayor peligro del corazón poco piadoso
es que daña a quien lo abriga.
La historia de un amor no es importante: lo que sí es importante es que uno
sea capaz de amar.
HELEN HAYES
La ley del perdón es una simple ecuación energética, ya que lo
que pensamos, sentimos y hacemos se ramifica en los niveles
energéticos de nuestro ser. El antiguo arte oriental del feng shui,
por ejemplo, establece que el desorden o los bloqueos en nuestro
entorno pueden crear bloqueos en nuestra vida. El mismo
principio se aplica a nuestro ámbito interno. Cuando damos y
recibimos amor libremente, cuando nos ocupamos de los
problemas de la vida y de resolverlos con rapidez, la energía se
mueve. Mas si nos aferramos al resentimiento o a la rabia, la
energía se bloquea. Si la falta de perdón y de amor es grave, la
energía bloqueada endurece el corazón. A niveles espirituales
ello crea insensibilidad o dureza de corazón.
Si quieres curar el corazón y activar la misericordia, un método
práctico es tratar ese asunto desagradable y peliagudo que
acaba de llegar a tu vida lo antes posible. Perdona al prójimo y
pide perdón con toda la sinceridad de tu corazón para que
ambos podáis avanzar.
No obstante, los grandes adeptos jamás afirmaron que el
perdón fuese necesariamente fácil. No siempre lo es perdonar a
quienes han cometido delitos graves contra el cuerpo, la mente y
el alma. Una mujer abrió una vez su corazón en una carta que
me dirigió, con estas palabras: «Por más que lo intente, no puedo
perdonar a mi exesposo por haber abusado sexualmente de mis
hijas. A consecuencia de ello, han sufrido toda su vida. Tienen
problemas en sus matrimonios. No han sido capaces de resolver
el trauma que les causó toda esa situación, y por lo tanto no
puedo perdonarle. ¿Qué debo hacer?».
Recé a Dios sobre ese asunto y recibí una enseñanza
impresionante, a la vez que liberadora, la cual transmití a dicha
mujer. La resolución, aprendí, es un proceso que consta de dos
etapas. La primera consiste en invocar misericordia divina.
Podemos perdonar al alma de quien cometió el agravio y le
pedimos a Dios que perdone a esa alma.
La segunda etapa equivale a invocar justicia divina para que
se exterminen las fuerzas negativas, tanto internas como externas,
que dominan al alma y que operan por medio de ella. Pedimos a
Dios que reprima al yo irreal, esto es, el lado oscuro de la
persona que le condujo a cometer el daño. También podemos
pedirle que conceda al alma la oportunidad de arrepentirse de
sus actos y de fortalecerse a fin de resistir el impulso de hacer el
mal tan pronto como éste llame a su puerta.
De todos modos, el simple hecho de perdonar a alguien no
significa que consintamos sus actos perniciosos. Significa que
podemos abandonar el sentimiento de injusticia y dejar que Dios
se ocupe de la situación. El cuándo, el dónde y el cómo son
asunto de Dios: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor».
Por tanto, nuestra función es perdonar y la de Dios es
administrar el juicio y suministrar al alma las cuotas
incrementadas de karma que le ayudarán a aprender sus
lecciones. En realidad, podemos amar la naturaleza espiritual que
reside en el fondo de cada persona independientemente de los
actos que haya realizado. El fuego alentador que yace en el
núcleo de nuestras células es Dios, de modo que podemos amar
al alma y honrar esa luz aun cuando la conciencia que la utiliza
ya no esté al servicio del Espíritu.
Comprender ambos componentes del perdón —perdonar al
alma y pedir a Dios que extinguiera las fuerzas negativas que
operaban por medio de aquélla— fue el remedio que sanó la
vida de la señora que me escribió la carta. Ello la liberó, pues
sabía que Dios dispensaría tanto misericordia divina como justicia
divina. Tras años de angustia, pudo por fin decir adiós a la
situación.
Perspectivas del corazón
Reflexiona sobre tu capacidad de perdonar. Cuando surgen
conflictos, ¿los resuelves con facilidad o los arrastras mucho
tiempo? ¿Eres capaz de soltarlos, dejarlos en manos de Dios
y olvidarte de ellos?
Procura resolver. ¿Existe alguna circunstancia en tu vida que
no hayas resuelto del todo (algo que tal vez haya ocurrido
años atrás que todavía te resulte una carga)?
Si hay alguien a quien no hayas perdonado o que no te
haya perdonado, habla con esa persona o escríbele una
carta. Pídele perdón o dile que la perdonas. Si ha fallecido,
escríbelo de todos modos en una carta, quémala y pide a los
ángeles que se la entreguen a esa alma.
El misterio de la
autotrascendencia
Nuestra grandeza como seres humanos descansa no tanto en ser capaces de
recrear el mundo como en ser capaces de recrearnos a nosotros mismos.
MAHATMA GANDHI
Con frecuencia la persona más importante a quien debes
perdonar es a ti mismo. En ocasiones creemos que no somos
dignos de tal perdón. Miramos nuestro lado humano y deducimos
que no somos lo bastante buenos. Sin embargo, no estamos aquí
para perfeccionar nuestro lado humano. Estamos aquí para
liberar nuestra grandeza interna y manifestar todo el potencial de
nuestro yo espiritual.
Todos hemos cometido errores, y es necesario que entremos en
contacto con el dolor que podamos haber causado a otros. Es
preciso sentir, con toda la sensibilidad del corazón, el
remordimiento capaz de convencer a nuestra alma de que nunca
vamos a volver a lastimar a otro ser vivo de esa manera; pero
también es necesario sobreponernos a ello.
No importa qué errores hayamos cometido: hacíamos lo que
podíamos en esa situación. Ahora es el momento de perdonarnos,
de proseguir con nuestra vida y de concentrar la mirada en el
vasto potencial espiritual que tenemos dentro de nosotros. Todos
tenemos ese potencial, y sin embargo no siempre lo hemos
aceptado.
Una de las razones por las cuales perdonarse y aceptarse uno
mismo sea tan difícil es que muchos fuimos víctimas del desprecio
o el ridículo durante la etapa de crecimiento. Tal vez los que nos
acusaban fueran despiadados al ejercer esa condenación. El
Libro del Apocalipsis, que constituye una exposición de
arquetipos, menciona al acusador de nuestros hermanos quien
«los acusaba delante de nuestro Dios día y noche». El acusador
de los hermanos es el arquetipo correspondiente a aquéllos que
convierten en un hábito el criticar y condenar a los demás.
Ante esos acusadores hemos llegado a creer erróneamente que
no somos dignos de ser amados. Cuando esos dardos de crítica
vuelan, lo que suele pasarnos por alto es que los acusadores
necesitan criticarnos y rebajarnos para sentirse bien consigo
mismos.
Ciertamente podemos beneficiarnos de un comentario
constructivo y edificante. No obstante, con demasiada frecuencia
nuestra sociedad hace hincapié en los aspectos negativos.
Tendemos a mirar a alguien y, a continuación, lo hacemos trizas
mentalmente. No nos gusta cómo se viste o la curvatura de sus
cejas o la forma de sus gafas. Se nos ha enseñado a examinarnos
mutuamente (y a nosotros mismos) según patrones imposibles, en
lugar de utilizar el gran don de la visión para contemplar el
Espíritu vivo en el prójimo y honrarlo. Se nos ha enseñado que
para ser aceptados y amados debemos vivir de acuerdo con esos
modelos. Sin embargo, el anhelo verdadero de nuestra alma es
que se la ame por lo que es y por quien es en el fondo, no por la
personalidad, la apariencia o por los logros que tenga.
Mi trabajo no es motivar a los jugadores [...]. Mi trabajo es no desmotivarlos.
LOU HOLTZ
Recuerdo un día en que iba caminando por la calle con mi
esposo, Mark, y él me expresó el amor que sentía por mí, por mi
persona verdadera. Dijo: «Elizabeth, amo a tu alma». Me
acuerdo de cómo lloré. Por primera vez en mi vida había
conocido a alguien capaz de conocer mi alma —además de
todos mis defectos, mis errores, mis problemas— y que me amaba
como era. Me amaba no porque fuera perfecta o imperfecta, sino
porque era yo.
Cada vez que criticamos, en realidad crucificamos a Dios en
esa persona. En el sendero del corazón, tenemos el deber de
bajar a ese Dios de la cruz nutriéndolo en lugar de derribándolo.
Si tienes la tentación de criticar, haz una pausa y examina lo que
realmente te molesta. Pregúntate: ¿por qué necesito criticar y de
qué tengo miedo?
Los psicólogos explican que criticar a otros es en verdad
criticar una parte de nosotros. Lo que más nos desagrada de otra
persona se relaciona con algún rasgo que no nos gusta de
nosotros. El Dr. Harville Hendrix señala que su esposa y él
descubrieron que en su relación tenían que «aprender a amar en
la otra persona lo que más nos desagradaba de nosotros»,
apunta.
Por ejemplo, Hendrix afirma que tiene la tendencia a enfadarse
cuando su esposa pasa demasiado tiempo al teléfono. Sin
embargo, él pasa a veces demasiado tiempo frente a la
computadora. Comenta que si entiende por qué hablar por
teléfono es importante para su esposa y, a la vez, respeta sus
necesidades, puede superar el odio inconsciente que siente hacia
alguna parte de sí mismo. Gracias a ello, aumenta no sólo el
amor por su esposa, sino también hacia sí mismo. Cada vez que
nos abstenemos de juzgar a otra persona y nos acercamos a ella
con empatía en lugar de con espíritu crítico —indica— también
nos respetaremos a nosotros mismos en vez de rechazarnos.2
La repercusión más importante que ello conlleva es que muchas
de las dificultades psicológicas, espirituales e incluso físicas que
atravesamos quizás empiecen con falta de perdón y de
aceptación de nosotros mismos. Si no nos perdonamos tenemos la
tendencia a no perdonar a los demás. Cuando seguimos un
modelo inviable para nosotros, tendemos a hacer lo mismo para
con los demás. Cuando somos severos y rígidos con nosotros,
somos propensos a serlo con los demás. Pero cuando estamos en
paz con nosotros, podemos encarar el mundo con paz. Cuando
nos perdonamos podemos perdonar más fácilmente a los demás.
Lo cierto es que al darnos Dios libre albedrío y ponernos en
este denso mundo físico, sabía que cometeríamos errores. El
ensayo y el error constituyen el camino del eterno alquimista, el
cual experimenta una y otra vez en busca de una meta más
elevada. La equivocación tiene por objetivo propulsarnos hacia
arriba y hacia delante en cuanto aprendemos la lección que nos
ha permitido crecer. Desde luego, nunca hemos estado destinados
a dar vueltas en círculo, como en una rueda de molino, repitiendo
los mismos errores en lugar de elevarnos cada vez más por una
espiral de autotrascendencia.
Todo en la vida es un experimento.
RALPH WALDO EMERSON
La autotrascendencia es la ley del universo. El mundo espiritual,
como sucede con el universo físico, no es estático. Los seres que
habitan en reinos espirituales, desde santos y maestros hasta
poderosos arcángeles, están en continuo crecimiento,
progresando y madurando en amor, sabiduría y poder. Con la
energía que tenemos cada día a nuestra disposición, la energía
que acciona el motor de nuestra vida, también nosotros estamos
destinados a trascendernos continuamente.
Cuando no experimentamos progreso es porque estamos
atascados en una matriz que nos limita. No alcanzamos a
concebir la matriz más elevada de lo que podríamos ser. Si hoy
día tienes la misma imagen de ti que tenías ayer, estarás creando
con la energía de hoy los mismos patrones que creaste ayer. Si
escondido en cualquier parte de tu ser te acecha algún
pensamiento que acepte la limitación, que acepte la condenación
de los crueles acusadores, te va a impedir ser recreado a imagen
y semejanza de ese patrón superior. Y cuando criticas a los
demás, les estás animando a aferrarse a un concepto limitativo de
sí mismos.
Dicho en pocas palabras, si no somos lo que queremos ser,
ello puede deberse a que invertimos demasiada energía en los
viejos patrones. Por otro lado, el amor crea la nueva matriz. El
amor es autotrascendente y nos muestra que controlamos nuestro
destino.
Puedo ser una persona nueva cada día. Ése es un concepto
apasionante. Eres cocreador con el Espíritu, y el proceso
cocreativo está ocurriendo allí donde estás. Tú eres un científico
del Espíritu. Eres un alquimista en el laboratorio del ser. Lo que
creas cada día puede ser una nueva expresión del amor si
quieres que así sea.
Perspectivas del corazón
¿Te estás aferrando a una matriz que te limita? ¿Cuáles son
las creencias erróneas que quizá tengas sobre ti mismo,
reforzadas por figuras de autoridad mal orientadas, por
rivales, etc.? ¿Cuál es la imagen más elevada que te gustaría
manifestar? ¿Qué puedes hacer que te ayude a sostener esa
imagen superior día tras día?
La próxima vez que sientas que te condenan, date permiso
para afirmar: «He invocado la ley del perdón. Dios me ha
perdonado. Hoy voy a hacerlo mejor. Por tanto, ¡ no acepto
esa culpa, esa deshonra ni esa etiqueta de pecador!» Arroja
todo reproche, deshonra y sentimiento de culpa a los fuegos
alquímicos del corazón. Deja que esos fuegos, cual gran
hoguera de perdón, consuman los barrotes que te aprisionan
el corazón y te liberen el alma.
Sírvete de las circunstancias como espejo. Piensa en algún
rasgo o comportamiento de otra persona que te moleste. ¿Te
recuerda a algo que no te gusta de ti? Ponte en el lugar de la
otra persona y trata de entender por qué actúa de esa
manera. Luego piensa en el comportamiento similar en ti y
pregúntate a qué fin sirve.
Ritual para el perdón
Aquél que no puede perdonar a los demás destruye el puente por el que debe
pasar.
GEORGE HERBERT
Cuando no nos ocupamos de los problemas tan pronto como
llaman a la puerta, la energía de los asuntos no resueltos se
acumula, como capas de roca sedimentaria, bloqueando la
entrada al corazón. Nos puede tener dando vueltas en la cama
toda la noche. Y, en cuanto alguien nos provoca, nuestros
sentimientos no resueltos pueden despertar de repente, haciendo
que tengamos reacciones que a menudo nos sorprendan.
Una buena forma de mantener abiertos los canales del corazón
es creando tu propio ritual de la entrega al final del día antes de
irte a dormir (véase acápite Ritual para el Perdón). Dentro del
ritual puedes pedir a Dios que te muestre los pasos prácticos que
debes dar al día siguiente a fin de avanzar hacia la solución.
Una oración universal que se ha convertido en parte importante
del ritual de la entrega de muchas personas es la afirmación del
perdón. Un amigo le dio a Juan una copia de esa afirmación y
éste la depositó en un cajón de su escritorio en la oficina. Aquella
semana salió a almorzar con una amiga de su esposa, quien le
trajo malas noticias. Le contó a Juan que su mujer tenía una
aventura con el vicepresidente del departamento de ventas donde
ambos trabajaban, y que la historia se había iniciado antes de
que se casaran.
Enojado y dolido, Juan llamó a su esposa y luego al amante de
ésta para confrontarles. «Cuando colgué —recuerda— podía
sentir la rabia que ardía dentro de mí y me arrollaba. Habría sido
fácil perder el control y hacer alguna tontería. De repente, sentí un
claro impulso de abrir el cajón del escritorio, sacar la afirmación
del perdón y decirla. La hice en voz alta varias veces, sin levantar
la voz ya que estaba en el trabajo pero la di con todo mi
corazón. Al recitarla, sentí una increíble presencia de paz
acudiendo a mí. Sentí la energía volátil disiparse. Y podía pensar
con claridad.»
Cuando se calmó, Juan recordó que el padre de su esposa
había sido alcohólico y que ella nunca se había sentido amada
por él. En la actualidad hacía lo que podía y trataba de
complacer tanto a Juan como a su amante. El incidente le
confirmó lo que llevaba sospechando desde hacía meses: que por
el bien de su propio crecimiento espiritual había llegado el
momento de salir de esa relación.
En lugar de quedar atrapado en un juego de venganza o
culpa, Juan dio lo que en este caso era un paso positivo para él y
para su esposa. En cuestión de semanas estaban divorciados. Al
haber perdonado a su esposa, era libre para avanzar. «De hecho
acabamos separándonos como amigos», apunta Juan. «El hecho
de hacer esa afirmación me ayudó a soltar la ira y a resolver una
situación nada saludable que me estaba reteniendo
espiritualmente.»
Perspectivas del corazón
Crea tu propio ritual de la entrega. Justo antes de dormirte,
deja que los sucesos del día te pasen por delante del ojo
interno como si fuera una película. A continuación háblale a
Dios del día. Si hay circunstancias no resueltas que te turban,
pídele que te perdone, que te ayude a perdonar a los demás
y a restablecer el flujo de la figura de ocho entre tú y
aquéllos que nombres. Envía amor por esa figura en forma
de ocho desde tu corazón hasta el de las personas a quienes
alguna vez hayas lastimado y todas las que alguna vez te
hayan lastimado a ti.
Pide a Dios o a tu santo, maestro o ángel preferido que
sea el tutor de tu alma mientras duermes, y que te muestre
concretamente cómo resolver la situación al día siguiente.
Solicita tener la oportunidad en el lugar y el momento
adecuados para corregir la situación.
Experimenta con la afirmación del perdón. Antes de hacer la
afirmación, pide perdón para ti y para aquéllos que
nombres. Imagina un fuego sagrado resplandeciendo dentro
de tu corazón. Visualiza ese fuego de amor como una
intensa llama de color rosa mezclado con violeta3. Observa
las llamas del perdón volviéndose más y más intensas al
transmutar a niveles energéticos la energía calcificada de la
falta de perdón y los recuerdos de las heridas y el dolor.
Tu corazón puede ser un instrumento de amor divino
mientras recitas la afirmación. Cuando digas las palabras
envía llamas de color violeta rosado de tu corazón al de los
que has nombrado. Visualiza esas llamas suavizando y
disolviendo toda la dureza y la insensibilidad del corazón.
Conforme vayas haciéndote experto en esa visualización,
podrás enviar esferas llameantes de luz cada vez a más
personas, llegando incluso a visualizar llamas de perdón
sobre ciudades enteras, países o zonas en guerra, envueltas
en un ungüento curativo del perdón. Repite tantas veces como
quieras la afirmación que leerás seguidamente. Cuanto más
la repitas, mayores serán el hábito y el poder que construirás.
Afirmación del perdón
YO SOY* el perdón aquí actuando, arrojando las dudas y los
temores,
la Victoria Cósmica despliega sus alas
liberando por siempre a todos los hombres.
YO SOY quien invoca con pleno poder
en todo momento la ley del perdón;
a toda la vida y en todo lugar
inundo con la Gracia del perdón.
Hacer las paces con Dios
Lo que determina tu ignorancia es lo profundas que sean tus creencias en la
injusticia y la tragedia. Lo que la oruga llama el fin del mundo, el Maestro
denomina mariposa.
RICHARD BACH
«De verdad no lo entiendo. ¿Cómo ha podido Dios permitir
que sucediera? ¿Cómo ha podido permitir que mi pequeño (o mi
esposo, mi hermana, mi madre) muriera?»
Eso es lo que nos sentimos tentados a responder cuando nos
enteramos de algún hecho trágico para el cual no existe
explicación lógica. De todos modos, no es Dios quien «permite»
que esas tragedias ocurran. La ley del círculo, también llamada
ley del karma («quien siembra vientos, recoge tempestades»), nos
dice que lo que ocurre en el presente es el resultado de causas
que hemos puesto en movimiento en el pasado, ya sea en ésta o
en vidas anteriores. Por amor a nuestra alma Dios nos dio libre
albedrío, y Él lo respeta. Nos permite experimentar y, de ahí,
aprender por experiencia propia las consecuencias de nuestros
actos.
Por supuesto, las personas inician cada día actos de karma
negativo cuando dañan a otros. De modo que no todo lo que
ocurre es necesariamente el pago por algo que hayamos hecho
en el pasado. En ocasiones hay almas que incluso se ofrecen
para hacer sacrificios con el propósito de ayudar a alguien
cercano a ellas a que aprenda alguna lección importante.
Nunca sabemos con certeza la verdadera razón que se
esconde tras una tragedia. Pero sí podemos elegir. Podemos
maldecir a Dios o a nosotros mismos o a otros, o podemos abrir el
corazón, enviar más amor e intentar comprender la lección
destinada a nuestra alma.
No siempre sabemos conscientemente cuándo estamos
enojados con Dios. A veces sólo podemos deducirlo de los
síntomas que emergen de los niveles inferiores de nuestro ser. La
rabia inconsciente puede, por ejemplo, hacernos pasar una
cantidad excesiva de tiempo comiendo o durmiendo. Puede
volvernos pasivos, resentidos o indiferentes, como forma de
rebeldía silenciosa. La rabia inconsciente puede llevarnos a
criticar a otros o a fijarnos en aspectos externos a nosotros,
incluso en el trabajo, para evitar hacer frente a las raíces de
nuestra rabia: cualquier cosa con el propósito de escapar de la
realidad.
Si nunca resolvemos el dolor que suele esconderse bajo la
rabia, los arrastraremos a ambos el resto de la vida. A la larga,
la ira inconsciente para con Dios tal vez nos impida «hacernos a
la mar» durante muchas vidas más.
En ocasiones, el único modo de manejar nuestro dolor —y
quizás ésta sea la lección que debamos aprender— es estar
agradecidos por lo que tenemos. Cuando se produjeron los
devastadores incendios que arrasaron Los Álamos, un reportero
de televisión preguntó a uno de los lugareños cómo se sentía al
ver las imágenes de las llamas consumiendo la población,
incluido su hogar. «Cuando vimos esas imágenes —dijo el
hombre— mi esposa y yo nos abrazamos y comentamos lo
agradecidos que estábamos por lo que teníamos.»
Me ha hecho bien en la vida el haberme abrasado bajo el sol y empapado
bajo la lluvia.
HENRY WADSWORTH LONGFELLOW
John y Reve Walsh pasaron por una situación muy difícil
cuando secuestraron a su hijo de seis años, Adam, en una tienda
en la Florida (EE.UU.) mientras su madre estaba comprando a tan
sólo tres pasillos de distancia. Unas semanas después,
encontraron la cabeza separada del cuerpo en un canal. John, a
la sazón promotor hotelero, quedó destrozado. No podía trabajar
y lo perdió todo. Sin embargo, él y su esposa transformaron el
dolor y la pérdida de su hijo en algo capaz de salvar a millones
de personas.
El trabajo de John y Reve condujo a la aprobación de dos
proyectos de ley, uno de los cuales estableció el National Center
for Missing and Exploited Children (Centro Nacional para niños
desaparecidos o explotados), dotado con una línea telefónica
gratuita para emergencias. Asimismo, fundaron una asociación
sin ánimo de lucro denominada Adam Walsh Child Resource
Center, cuyo objetivo era promover reformas legislativas.
Además, John pasó a ser presentador de America’s Most Wanted,
el programa más popular de televisión sobre la lucha contra la
delincuencia.
La tragedia que vivió la familia Walsh dio origen también al
programa Code Adam que se desarrolló en algunos comercios. El
Código Adam consiste en una alarma especial que se comunica
con el sistema público de direcciones tan pronto como se
denuncia la desaparición de un menor. Los vendedores
interrumpen su labor para buscar al niño desaparecido y
controlan todas las salidas para evitar el rapto del menor.
John ha sido galardonado con numerosos premios y
reconocido por tres presidentes en mérito a sus destacados
esfuerzos, que han contribuido a la causa de los niños
desaparecidos o explotados. «No tienes que enterrar y olvidar a
tus hijos», señaló a un periodista. «Ellos son tu legado. De todos
modos, de no haber sido por Adam y por mi amor a él, nunca
habría logrado hacer lo que he llevado a cabo, como la Ley para
niños desaparecidos, la cual conecta de inmediato al FBI con
casos relacionados con la desaparición de menores».4
Si bien quizá no tengamos que afrontar situaciones tan
trágicas como la muerte de Adam, todos nosotros nos topamos
con circunstancias adversas. ¿Vamos a enojarnos, o por el
contrario trataremos de descubrir la bendición o lección que
ocultan? El filósofo taoista Lieh Tse ilustró esta cuestión con un
relato acerca de un pobre anciano que vivía con su hijo. Un día,
cuando el caballo del hombre desapareció, sus vecinos se
acercaron a manifestarle el pesar que sentían.
«¿Por qué suponen que ello es un problema?», preguntó el
viejo. Pasado algún tiempo, el equino regresó, acompañado de
unos cuantos ejemplares salvajes. Cuando los vecinos le
felicitaron por la súbita multiplicación de su patrimonio, él replicó:
«¿Por qué piensan que se trata de buena suerte?».
Sucedió que, con tantos caballos alrededor, su hijo comenzó a
montar, a consecuencia de lo cual se rompió una pierna. Tan
pronto como los vecinos se reunieron para expresarle cuánto
lamentaban la nueva calamidad, el hombre preguntó: «¿Qué les
hace pensar que es una desgracia?». A continuación, estalló la
guerra y a su hijo, todavía cojo, lo declararon exento, de manera
que no tuvo que ir a la guerra. El anciano pudo haberse puesto
furioso por cada giro de los acontecimientos, tal vez amenazando
con el puño a Dios. No obstante, le rindió cada situación y
esperó a que apareciera la bendición oculta.
Perspectivas del corazón
Piensa en alguna situación difícil que se te haya presentado
a ti o a otra persona. Mira bien adentro y pregúntate si
todavía albergas rabia. ¿Ves alguna bendición o lección
oculta en esa circunstancia? ¿Cómo puedes transformar esa
pérdida en algo positivo capaz de ayudar a otros?
Ríndete a una forma de amor más
elevada
Ama como si nunca te hubieran herido. Baila como si nadie te estuviera
mirando.
SATCHEL PAIGE
En algún momento de la vida todos nos hemos sentido como
Charlie Brown cuando afirmó: «Nada le quita tanto el sabor a la
mantequilla de cacahuete como un amor fracasado». Quizás una
relación o una amistad no funcionaron y nos sintamos
abandonados o rechazados. O puede que amásemos a alguien
para al final darnos cuenta de que no era lo que pensábamos. A
veces la pena o la culpa son insoportables. Dimos tanto de
nuestro corazón... ¿para qué?
En ocasiones, la respuesta, el «para qué», está en el dolor
mismo. «Tu dolor —escribió Kahlil Gibrán— rompe el caparazón
que encierra la comprensión.» Cuando sufras porque alguien
rechazó tu amor, puedes pedir a Dios que cure el sufrimiento, que
bendiga a quienquiera que hayas amado y que ayude a los dos a
convertirse más en el yo verdadero. Pero sobre todo, puedes
pedirle a Dios que te muestre por qué estás sufriendo.
Tal vez suframos porque esperábamos algo poco realista en
respuesta a nuestro amor o que otras personas llenaran el vacío
de nuestra autoestima, cosa que sólo nosotros podemos hacer a
fuerza de amarnos y nutrirnos. Quizá nos apoyáramos en la
personalidad humana en lugar de buscar la esencia espiritual que
descansa debajo de ella. Cualquiera que sea el origen del dolor,
si le prestamos atención, podemos aprender de él.
Nunca se pierde el amor. Si no es comprendido, regresará para suavizar y
purificar el corazón.
WASHINGTON IRVING
Lo más importante que conviene recordar es que el amor jamás
se desperdicia. «No hay amor que no nos sea correspondido»,
escribió Walt Whitman; «se recompensa de una u otra forma».
No importa lo que suceda: el amor siempre vale la pena porque
cada instante en que amamos nos acerca más a la forma más
elevada de amor que nuestra alma está buscando. En el nivel más
básico del ser, anhelamos volver a unirnos con nuestros amados
divinos: Dios y «la llama gemela», la cual es nuestra «otra mitad»,
como la describió Platón, nuestra pareja original, que fue creada
al principio con cada uno de nosotros.*
Con frecuencia las llamas gemelas han quedado separadas
una de la otra y desviadas por un tiempo de su destino divino
conjunto. Esas rutas secundarias nos han hecho caer en la trampa
de circunstancias en las que hemos creado karma negativo con
otros individuos. En muchos casos, no somos libres para estar con
nuestra llama gemela hasta que primero no saldemos esas deudas
kármicas con las demás personas. Lo único que nos liberará de
tales enredos kármicos es el amor.
Así pues, cada poquito de amor que damos no sólo nos ayuda
a saldar nuestras deudas kármicas, sino que también nos
aproxima mucho más a esa reunión con nuestra llama gemela y
con Dios. El hecho de darme cuenta de que el amor puede
contribuir a saldar las deudas que tenemos con otras personas me
ha ayudado a considerar todo tipo de relaciones como
experiencias de aprendizaje y oportunidades para dar más amor,
aun cuando aquél fuese objeto de rechazo.
Otra forma de contemplar las iniciaciones del amor es a través
de la lente del yoga bakti. En el hinduismo, uno de los cuatro
yogas (o sendero de unión con Dios) es bakti, el yoga del amor
divino, el cual se practica de diversas formas, si bien en esencia
es devoción a Dios por encima de todo: una devoción que
conduce al corazón de Dios.
Siempre que tendemos una mano hacia alguien, en realidad
estamos enviando una flecha de amor de nuestro corazón al de
Dios. Cuando servimos a alguien —ya sea un niño
desconcertado, el compañero de trabajo refunfuñón o la
excéntrica anciana a quien ayudamos a salir del ascensor—
estamos sirviendo al Dios que mora dentro de él o ella. En síntesis,
estamos rindiéndonos o entregándonos a una forma de amor más
elevada.
Si practicamos el ejercicio de ver más allá de la personalidad
externa de aquél a quien estamos sirviendo, de poner la mirada
en la verdadera meta de nuestro amor (Dios), nos percataremos
de que nuestro amor por cualquier persona es de cierto el reflejo
de nuestro amor por Dios. Al fin y al cabo, fue de Él de quien
estuvimos enamorados desde el principio hasta el final. Es más:
cuando amamos, es Dios quien ama a través de nosotros.
Cada uno de nosotros lleva puesta una máscara, por decirlo
de alguna manera, y detrás de la máscara se esconde la
presencia viva del Espíritu. Dios se disfraza para que tengamos
muchísimas oportunidades de devolverle nuestro amor al amar
todas esas divinas manifestaciones y expresiones del Espíritu. La
máscara en sí puede ser en apariencia imperfecta, y sin embargo
sabemos que el Señor del Amor mora en el interior. En realidad,
el amor proviene de una sola fuente, y podemos estar
agradecidos de que tantas personas a lo largo de la vida hayan
sido bellos instrumentos de ese amor divino.
Ama a las personas a quienes el destino te haya puesto al lado, y hazlo con
todo el corazón.
MARCO AURELIO
Así, cuando sufras una dolorosa pérdida y te preguntes: «Di
todo mi corazón, ¿para qué?»; hazte a continuación otra
pregunta: ¿A quién y qué amé en realidad?
Si te das permiso para profundizar lo suficiente, la respuesta
será: Todo el tiempo estuve de verdad amando al Espíritu que
habita dentro de esa persona. La belleza e intensidad de tu amor
de ninguna manera pudo haber sido el amor por el yo externo. En
realidad, amaste al alma y a la esencia espiritual que se
expresaba en y a través de esa persona. Y esa clase de amor
nunca cae en saco roto. Es el amor de Dios.
En sus memorias, Alma María Mahler, esposa del compositor
Gustav Mahler, comentó acerca de ese amor interno que
compartían: «Cada uno estaba celoso del otro, aunque ambos lo
desmentíamos», escribió. «Él solía decir: “Si de repente alguna
enfermedad, como por ejemplo la viruela, te desfigurase, al fin,
cuando a nadie agradases, podría mostrarte cuánto te he
amado”».5
Perspectivas del corazón
Piensa en la relación que mantienes con la familia, los
amigos, la pareja o los compañeros de trabajo. ¿Recuerdas
algún punto de inflexión en alguna de esas relaciones en el
cual, tras haber pagado una «deuda» con amor y servicio al
otro, ambos pudisteis seguir vuestro camino?
Mira más allá del sufrimiento. Cuando te enfrentes con el
rechazo o la pena de lo que parece la pérdida de un amor,
pregúntate: ¿Por qué he amado? ¿A quién y qué he amado
de verdad? ¿Cuál es el mensaje? ¿Cuál es «el caparazón»
gastado de comprensión limitada que este dolor está tratando
de abrir con fuerza? ¿Qué se me está revelando?
Ama a lo más elevado. Intenta darte cuenta de que, al amar a
otra persona, al servirle, en realidad estás amando y
sirviendo al espíritu divino que vive dentro de ella. Estás
enviando la flecha de amor desde tu corazón hasta el de
Dios.
Limpiar el corazón
Cuando todos los nudos del corazón están sueltos, incluso aquí,
en este nacimiento humano, lo mortal se vuelve inmortal.
UPANISHAD KATHA
Muchas personas creen que las inclinaciones del corazón
siempre son correctas. «Haz lo que te diga el corazón», afirman.
Sin embargo, el corazón, como cualquiera de nuestras facultades
espirituales, puede enturbiarse, especialmente si no hemos curado
heridas del pasado o perdonado a nosotros mismos o a los
demás.
Por ejemplo, la sensibilidad y el deseo naturales del corazón
de abrirse y compartir podrían quedar eclipsados por miedo al
rechazo. Los recuerdos dolorosos del pasado pueden volvernos
cautos o ponernos a la defensiva en vez de prestos a brindar
compasión y apoyo. Cuando nos topamos con una situación
difícil que preferiríamos pasar por alto, es muy fácil refugiarse en
lo que se denomina la zona cómoda tras los muros de nuestro
castillo. ¡Arriba las defensas!
De todos modos, tenemos otra alternativa. Además de las
técnicas para el perdón y la autotrascendencia que hemos
ofrecido en la tercera parte del libro, otra forma poderosa de
curar el corazón es limpiándolo.
En este preciso instante una corriente cristalina de energía fluye
desde el Espíritu, a través de tu Yo Superior, hasta tu corazón. Es
energía transferida de Arriba abajo. Avanza a la velocidad de la
luz y estalla en tu corazón creando una llama espiritual, haciendo
latir tu corazón físico y sosteniendo el flujo de energía dentro de
ti. Esa corriente de energía en movimiento es tu fuente natural de
amor puro y creativo.
A cada momento, en cuanto esa energía te llega al corazón,
estás decidiendo cómo utilizarla. ¿Con qué vibración en particular
vas a grabarla? ¿La vas a expresar en forma de amor o crítica,
paz o ira, generosidad o egoísmo?
Si elijo irradiar amor con esa energía que fluye por mi
corazón, al final regresará a mí a modo de bendiciones de amor.
Si emito ira, resentimiento o crítica, esta energía discordante, por
la ley del círculo, también volverá a mí. En algún momento, en
algún lugar, nos hallaremos en el extremo receptor de todo lo que
hayamos emitido.
Cuando la corriente de energía negativa que hemos enviado
retorna a nosotros, tenemos la oportunidad de cambiar su
naturaleza, de transformarla en algo positivo. Tal como establece
la ley de la conservación de energía, ésta no se crea ni destruye,
sino que pasa por etapas de transformación y purificación. Si
escogemos hacer frente al odio con odio, a la ira con ira, al
miedo con miedo, el círculo vicioso continuará. Si, por el
contrario, afrontamos el odio con amor, la ira con amor y el
miedo con amor, convertimos el círculo en una espiral,
transportando a cada cual a un nuevo nivel. «El odio nunca cesa
con el odio, sólo con amor se cura», afirmó el Buda.
Todos hemos utilizado mal las energías del corazón alguna
vez. Puede que hayamos sido poco amables, críticos o tacaños. A
niveles energéticos, nuestros pensamientos, sentimientos y
acciones negativas crean alrededor del corazón lo que parece
una sustancia como la melaza. En casos graves —cuando el
corazón rebosa ira, orgullo, resentimiento o egoísmo— la energía
negativa se acumula y solidifica, como una roca o como el
cemento. Esa «dureza de corazón» es capaz de impedir que el
rayo del amor llegue a nuestro corazón o irradie de él. La energía
negativa permanece con nosotros integrada a nuestra conciencia
hasta que no la transmutemos por medio del amor.
Al igual que nos quitamos la suciedad que se nos adhiere y
nos lavamos cada día, también podemos crear un ritual diario
para lavar y purificar el corazón a fin de liberarlo de los
escombros que nos nublan la visión espiritual y nos hacen perder
perspectiva. Cada escuela espiritual posee sus propias prácticas
para la purificación. Muchas de ellas son fórmulas sagradas de
oración y meditación que invocan la luz del Espíritu Santo para
purificar el corazón. En algunos casos, esta poderosa energía
transformadora del Espíritu Santo se ha visto como una luz violeta,
a la cual se la denomina la llama violeta.
Cuando un espejo está cubierto de polvo
no puede reflejar imágenes. [...]
Lo mismo sucede con todos los seres.
Si su mente no está libre de mancha,
[Dios, lo absoluto] no puede revelarse
por Medio de ella.
EL DESPERTAR DE LA FE

Así como un rayo de sol al pasar por un prisma se refracta en


los siete colores del arco iris, la luz espiritual se manifiesta en siete
rayos o llamas. Cuando invocamos esas llamas espirituales en
nuestras oraciones y meditaciones, cada llama actúa de una
forma específica en nuestro cuerpo, mente y alma. La llama
violeta es el color y la frecuencia de luz espiritual que estimula la
misericordia, el perdón y la transmutación.
«Transmutar» significa modificar, cambiar algo
transformándolo a un estado superior. El término lo utilizaron
siglos atrás los alquimistas que intentaban, en el nivel físico,
transmutar metales de baja ley en oro; y en el espiritual, lograr
transformación y, a la postre, la vida eterna. Eso es precisamente
lo que la llama violeta puede realizar. Es una energía espiritual
de alta frecuencia que separa los elementos «densos» de nuestro
karma, del oro de nuestro yo verdadero, y lo transmuta para que
podamos alcanzar nuestro potencial más elevado.
Sanadores, alquimistas y adeptos se han valido de esta
energía espiritual de alta frecuencia para generar equilibrio
energético y transformación espiritual. Edgar Cayce, vidente del
siglo XX, reconoció el poder curativo de la luz violeta. Dannion
Brinkley, autor y superviviente en tres experiencias cercanas a la
muerte, vio y experimentó la llama violeta en esas vivencias
próximas a la muerte.
«La llama violeta es el lugar más puro del amor. Es lo que
realmente te reviste de poder», explica. «La llama violeta es una
luz que está al servicio de todas las escuelas espirituales, que
aporta un sentido de respeto y dignidad a todas las cosas. Nos
proporciona una forma de conectarnos unos con otros [...]. La
grandeza de la llama violeta es que no produce calor, sino
amor.»6
¿Qué determina que la llama violeta sea una herramienta tan
poderosa? En nuestro mundo físico la luz violeta tiene la más alta
frecuencia en el espectro visible. Fritjof Capra explica en El Tao
de la física que «la luz violeta posee una frecuencia alta y una
longitud de onda corta y por tanto está compuesta de fotones de
alta energía y velocidad»7. De todas las llamas espirituales, la
violeta es la más cercana en acción vibratoria a los elementos y
componentes químicos de nuestro universo físico; de ahí su
enorme capacidad de penetrar y transformar la materia a niveles
atómicos y subatómicos.
Puedes añadir a tus ejercicios espirituales afirmaciones y
oraciones a la llama violeta del Espíritu Santo. Quienes la hemos
utilizado en nuestras oraciones hemos descubierto que ayuda a
resolver patrones de conciencia tóxicos, a transmutar karma
negativo, a disipar el dolor interior y a aportar equilibro a nuestra
vida. Genera una percepción y armonía con el yo interior que
contribuye a desarrollar la creatividad y a aumentar la
sensibilidad. Ayuda a mantener las puertas del corazón abiertas,
aun tras haber pasado por una experiencia dolorosa.
Beth compartió recientemente con nosotros los magníficos
resultados que obtuvo al hacer la primera afirmación que aparece
al final de este apartado. Admitió que la relación entre ella y su
madre precisaba curación, de modo que decidió empezar a
recitar esa afirmación. Un día, mientras se dirigía a casa de su
madre, se centró en el corazón y la repitió una y otra vez.
«Fue maravilloso cómo mis oraciones tuvieron respuesta»,
comenta. «Mi madre y yo nos sentamos y charlamos durante tres
horas como nunca antes habíamos hecho. Lavamos los trapos
sucios, por así decir, pues ambas aireamos sentimientos heridos
sin perder los estribos. Si bien tal vez no estuviéramos de acuerdo
al cien por cien, ahora, por lo menos, nos respetamos y no
permitimos que los sentimientos heridos nos alejen.»
He visto a miles de personas obtener éxito con la llama violeta.
Cada persona requiere un período distinto —desde un día hasta
meses— para ver los resultados, pero si eres constante,
comenzarás a percibir la diferencia.
Siempre recomiendo a quienes traten con la llama violeta por
primera vez, que la experimenten. Les pido que den oraciones y
afirmaciones de llama violeta al menos un cuarto de hora cada
día durante un mes, antes de empezar a notar los cambios
positivos que se producirán en su vida. Puedes repetir las
afirmaciones durante tu ritual matinal de oraciones, mientras estés
en la ducha o preparándote para el día, o incluso en el trayecto
al trabajo, cuando hagas encargos o ejercicio físico.
Perspectivas del corazón
Limpia el corazón con oraciones, afirmaciones y
visualizaciones. Las siguientes afirmaciones han ayudado a
muchas personas a sintonizarse con su corazón ansioso y a
despejarlo de bloqueos. Mediante un uso regular, se puede
crear una atmósfera espiritual en torno al corazón que
contribuye a que uno se vuelva más abierto, sensible y
compasivo consigo mismo y con la difícil situación de tantos
que necesitan nuestro amor y nuestras oraciones.
Estas afirmaciones invocan la alquimia de la llama violeta
para borrar los recuerdos dolorosos de experiencias del
pasado. Ayudan también a limpiar el subconsciente, que es
quien acepta los juicios de rivales y de figuras de autoridad,
los cuales nos han degradado o intimidado. La llama violeta
puede resolver esos patrones de la conciencia y liberarnos a
fin de que seamos más nuestro yo real.
Muchas afirmaciones utilizan el nombre de Dios «YO SOY»
para acceder al poder espiritual. «YO SOY» es la forma
abreviada de «YO SOY EL QUE YO SOY», que es el nombre de
Dios revelado a Moisés cuando vio la zarza ardiendo. «YO
SOY EL QUE YO SOY» quiere decir simple, pero profundamente,
como es arriba es abajo. Así como Dios está en el cielo, está
en la Tierra conmigo. Allí donde estoy, está el poder de Dios.
Por tanto, cada vez que dices «YO SOY ...» en realidad estás
afirmando «Dios en mí es ...».
Estas afirmaciones para limpiar el corazón son fáciles de
recordar. Puedes decirlas cada día en voz alta integrándolas
a tus ejercicios espirituales y sobre todo cuando las cosas no
vayan bien o sientas un peso en el corazón. Visualiza llamas
de color violeta dentro del corazón suavizando y disolviendo
toda dureza que haya en él; transformando ira en
compasión, amargura en dulzura, ansiedad en paz. Puedes
recitar cualquier afirmación una, tres o tantas veces como
desees hasta que sientas que tu corazón responde al poder
curativo del amor.
Afirmaciones para limpiar
el corazón
¡YO SOY un ser de Fuego Violeta,
YO SOY la pureza que Dios desea!
¡Mi corazón es un chakra* de Fuego Violeta, mi corazón es la
pureza que Dios desea!
¡Fuego Violeta, divino amor,
llamea en este mi corazón!
Misericordia verdadera Tú eres siempre,
mantenme en armonía contigo eternamente.
CUARTA PARTE

Proteger el corazón
En un mundo acelerado como en el que vivimos, a menudo nos bombardean
presiones internas y externas capaces de perturbar el ritmo pacífico y
armonioso de nuestro corazón. La maestría espiritual exige que lo protejamos
de los intrusos que desean desplazarnos del centro del amor. Si hemos de
dominar el corazón, debemos aprender a acomodar nuestro ritmo de vida al
ritmo natural de aquél.
Mantener en guardia
el corazón
El sonido más leve importa. El ritmo más pasajero importa. Puedes hacer lo
que quieras; de cualquier modo todo importa.
WALLACE STEVENS
El adepto Djwal Kul narra una maravillosa historia que
aconteció en un pueblo costero de Holanda, donde la gente era
mucho más feliz y sabia que el resto de habitantes del territorio.
Nunca nadie pudo saber por qué, pero Djwal Kul explica que fue
el resultado de la bondadosa actitud del molinero y su mujer,
quienes ponían mucho amor en su trabajo. La gente del pueblo se
llevaba ese amor en sacos de harina que luego de hornear
convertían en pan.
Durante cada comida, el poder regenerador del amor del
molinero y su esposa se propagaba por la mesa y entraba en el
cuerpo de los habitantes del pueblo cuando comían el pan. «Al
igual que poder radiactivo —explica Djwal Kul— la energía de
ese revitalizante amor del molinero y su mujer se diseminó por
toda la población.» Asimismo, señala que así como la comida
cocinada por manos infundidas de amor divino puede generar
felicidad espiritual, de igual modo nuestros actos imbuidos de
amor aumentarán la belleza de la población mundial.
El corazón encierra un enorme potencial curativo. Habrá
ocasiones en las que alguien necesitará que tu corazón le infunda
amor directamente. Y si bien todos podemos ser instrumento para
la curación, no lo somos de manera automática. Para que nuestro
corazón sea una reserva de luz curativa, lista para suministrar ese
amor en un momento dado, debemos abrirlo y esparcir nuestro
amor. Pero también debemos protegerlo.
Ponemos en peligro esa capacidad de ser instrumentos de
curación cuando no podemos mantener la luz que Dios nos ha
dado: cuando permitimos que esa energía se agote debido a
arrebatos de ira, irritación, orgullo, intolerancia, egoísmo, crítica,
etc. Dios quiere confiarnos más luz y energía, pero tenemos que
merecer esa cantidad adicional de poder. A decir de otro modo,
el banco cósmico no nos prestará más energía de la que
podamos demostrar seremos capaces de utilizar con sensatez.
Los revoltosos intrusos que irrumpen en nuestro corazón cuando
no estamos en guardia hacen que perdamos el valioso terreno
que hemos ganado. «Mucho más penosas son las consecuencias
de la ira que sus causas», escribió Marco Aurelio en sus
Meditaciones. Shantideva, monje budista y sabio del siglo VIII, lo
expresó en estos términos: «Todos mis actos virtuosos, devoción a
los Budas, generosidad y demás, acumulados durante miles de
años, se destruyen en un momento de furia. No existe pecado tan
dañino como el odio, penitencia más efectiva que la tolerancia
[...]. Mi mente no probará la paz si abriga dolorosos
pensamientos de odio».1
San Simeón el Nuevo Teólogo, monje y místico bizantino del
siglo X, afirmó que vigilar el corazón es la tarea principal del
buscador espiritual. Debemos poner atención y estar «de patrulla»
por nuestro corazón, advierte. Basa su observación en la
respuesta de Jesús a los escribas y fariseos que acusaban a los
discípulos de transgredir la ley por no lavarse las manos antes de
comer pan.
Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte, el que domina su espíritu que
el conquistador de una ciudad.
PROVERBIOS 16:32
Jesús trata de hacerles entender que no es lo que hagamos
externamente, como por ejemplo rituales o mostrar cierta
apariencia, lo que nos va a hacer santos. Es lo que acontece
dentro de nuestro corazón. «No es lo que penetra en la boca del
hombre lo que le condena, sino lo que sale de ella», concluye
Jesús. Y eso que sale de la boca «proviene del corazón». En
resumen, el estado de nuestro corazón tiñe nuestras palabras y
acciones. Jesús prosigue diciendo que del corazón pueden
«proceder pensamientos malignos», así como «lo que condena al
hombre» cual sería asesinatos, adulterios, robos, falsos
testimonios y blasfemias.
Por tanto, vigilar el corazón, afirma San Simeón, es tan
importante que los santos padres «abandonaron todas las demás
formas de trabajo espiritual y se concentraron por completo en la
tarea de vigilar el corazón, convencidos de que por medio de
esta práctica llegarían a poseer cualquier otra virtud».2
Una forma especialmente sutil de peligro que procede «del
corazón», un peligro que puede ser tan nocivo como la rabia es
la fuerza de la irritabilidad. En los libros de Agni Yoga, el adepto
El Morya describe al veneno resultante de la irritabilidad como
«peligrosidad».
Se trata de una toxina que puede infectar, debilitar y
finalmente destruir. Puede hacer que los proyectos fracasen, las
relaciones se rompan y los negocios se vayan a pique. Esa
peligrosidad puede diseminarse como un virus a menos que
decidamos poner freno a la reacción en cadena, aguantar y
hacer frente a la energía de la irritación con total armonía. Si nos
enlazamos con ese patrón de la peligrosidad en vez de vigilar el
corazón, asumimos esa misma energía y le añadimos la nuestra
acumulada. Nos convertimos en portadores de esa enfermedad
infecciosa.
¿Cuál es el antídoto para el veneno de la irritabilidad?
«Depositamos nuestra confianza en el poder de la paciencia»,
explica El Morya. «Con la intensidad de la paciencia se crea una
sustancia especial, la cual, actuando como un poderoso antídoto,
neutraliza incluso esa energía de la peligrosidad»3. La paciencia
es una potente forma de amar.
A propósito de ello, uno de mis mentores espirituales me
advirtió una vez: «No basta con defender la verdad. No basta
con defender las causas justas. Debes hacerlo con amor perfecto
y con un corazón perfecto. No debes albergar ni una pizca de
odio ni resentimiento, porque atraerás al instante más oscuridad
de esa clase a ti. Lo que haya dentro de ti vas a atraer». Cuanto
más intensa sea la energía opuesta a nuestro amor, más
deberemos amar.
Eso es lo que Tony intentó transmitir a su hijo al ir éste a
pedirle consejo sobre el modo en que debía tratar a sus hijos
cuando necesitaran disciplinarse. Al hijo de Tony le preocupaba
el hecho de no estar manejando la situación correctamente. Tony
ha pasado por situaciones muy difíciles desde que crió a su hijo.
Hoy día, ha incorporado a sus ejercicios espirituales diarios la
meditación en el corazón, y ha llegado a comprender lo
importante que es estar centrado en él. Al acudir su hijo en busca
de consejo se mostró agradecido por poder compartir con él lo
que había aprendido con los años.
Tony ofreció a su hijo la sinceridad y el apoyo que necesitaba.
Le dijo que la forma en que le había criado no había sido tal vez
la mejor. «La única manera de criar a tus hijos —señaló Tony— es
con amor». Aunque en ocasiones éste deba ser severo, siempre
parte de un lugar centrado en el corazón, afirmó. «Nunca hagas
algo que surja de la ira. Si sientes una ira profunda que se agita
dentro de ti, mírate al espejo. La persona con quien estés enojado
probablemente seas tú mismo.»
Tony prosiguió diciendo a su hijo que cuando es el amor lo
que guía nuestro trato con los hijos, tenemos una fabulosa
oportunidad de cortar de raíz problemas en potencia. «Cuando
estés enfadado —aconsejó— adéntrate en tu reserva de amor. Si
todavía sientes la necesidad de comentar lo que haya ocurrido,
hazlo con amor. Cuando hay rabia, nadie oye nada.»
Tony tiene razón al afirmar que la única forma verdadera de
enfrentarse con las fuerzas adversas al amor deseosas de
derribarnos es irradiando más amor. Si inundamos a la otra
persona de amor, la fuerza opuesta a él no será capaz de resistir
la presión de la cascada de luz que se habrá apoderado de
nuestro corazón.
Perspectivas del corazón
Cálmate y cuenta hasta nueve. Todos tenemos que afrontar
circunstancias que nos ponen a prueba la paciencia y la
armonía e intentan sacarnos de quicio. «El mejor remedio
para la ira —manifestó Séneca— es la demora.» Si vas a una
reunión, pongamos por caso, y tú u otra persona empieza a
salirse de sus casillas, sugiere una pausa de un cuarto de
hora.
Tómate un vaso de agua para tranquilizarte, sal a tomar
un poco de aire fresco y respira profundamente. Toma la
decisión de que nada ni nadie vinculados a la reunión te
apartarán de tu centro de armonía. Afirma tres veces en voz
alta con amor y determinación: «¡Nada me apartará de la
armonía y el amor que viven en mi corazón!». Una vez que lo
hayas decidido, entrega a Dios el asunto en cuestión.
Como ayuda al control de emociones desbocadas y
corrientes turbulentas de energía negativa que surgen de
tanto en tanto, puedes también utilizar la siguiente oración a
modo de válvula de seguridad. Dila en voz alta con fervor
sabiendo que tu Yo Superior tiene el control absoluto de tus
energías, de la reunión y de tu vida.
Cuenta hasta nueve
Ven ahora por el Amor de Dios,
protege tú mi alma aquí,
haz ahora mi mundo tuyo
que la Luz de Dios brille en mí.
Cuento uno, hecho está.
¡Aquiétate, mundo emocional!
Dos y tres, libre SOY,

paz, es tu divina Voluntad.


Cuento cuatro, presencia divina
yo siempre te adoro.
Cinco y seis,
¡oh Dios en ti mis ojos pongo!
Cuento siete,
ven, oh cielo, ¡mis energías domina!
Ocho y nueve, tuyo plenamente,
¡mi mundo mental envuelve!
La luz de fuego blanco me rodea,
¡rechazadas son todas las mareas!
¡Con el poder de Dios a mi alrededor
YO SOY protegido por el Amor!
¡Yo acepto que esto se cumpla ahora mismo con pleno Poder!
¡YO SOY esto cumplido ahora mismo con pleno Poder! YO SOY, YO
SOY, YO SOY, la Vida Divina expresando Perfección de todas las
formas y en todo momento. ¡Esto que invoco para mí, lo invoco
para todo hombre, mujer y niño en este planeta!
Protección espiritual
Revistámonos de las armas de la luz.
APÓSTOL PABLO
Es un tema muy comentado en la actualidad el de la conexión
entre la mente y el cuerpo, así como la importancia que reviste el
pensamiento positivo. Los investigadores están en el proceso de
demostrar que nuestros pensamientos y sentimientos pueden, en
buena medida, dar forma a nuestros logros y a nuestra salud,
para bien y para mal. Una actitud positiva puede obrar
maravillas, y los pensamientos y sentimientos negativos, tanto los
nuestros como los ajenos, pueden representar un duro golpe.
Vibraciones como la ansiedad, la ira, la envidia, la burla, el
engaño, la posesividad y otras cosas por el estilo, no son
inherentes a los ritmos del corazón. Como un camión de gran
tonelaje arrollándote, esas vibraciones agresivas son capaces de
echarte literalmente por tierra. Pueden causar accidentes. Pueden
darte dolor de cabeza o hacer que te sientas denso, irritable o de
mal humor. En ocasiones se sienten como oleadas repentinas de
ansiedad o destellos de ira. Asimismo, estas energías opuestas al
amor pueden entrar en tu hogar, perturbar tu vida familiar y
provocar trastornos relevantes.
Cuando sientas esa clase de energía saliendo a flote en tu
entorno o dentro de ti, surgida aparentemente de la nada, tal vez
tengas la tentación de culparte o de culpar a los seres próximos a
ti. Tal estado de cosas puede ser indicativo de que tienes que
trabajar en algún aspecto interior a fin de regresar al centro de tu
corazón. También podría ser una advertencia para que te alces
en defensa de tu derecho a dar y recibir amor, pues, a fin de
cuentas, en el punto donde converge el amor siempre existe una
intensa oposición a que éste se manifieste.
Cada acción conlleva una reacción igual en sentido opuesto.
Cuando decides encarnar más amor, puedes estar seguro de que
vas a enfrentarte con fuerzas adversas al amor. Cada vez que
desees avanzar hacia arriba por la espiral del amor toparás con
la oposición o resistencia a él en esa vuelta de la espiral. Como
reza el dicho: «Ninguna buena obra queda impune».
Observarás, por ejemplo, que quienes están celosos de tu relación
amorosa o de tu nueva empresa tratarán de destruirla.
Las fuerzas del ego humano que reaccionan a nuestro amor
con envidia, odio e ira tratan de apartarnos de ese estado
centrado en el corazón. Intentan atraparnos en estados de
envidia, odio o ira.
Hadewijch de Antwerp, místico flamenco, escribió: «Mi
aflicción es grande y desconocida por los hombres. Éstos son
crueles conmigo, pues desean disuadirme de todo cuanto las
fuerzas del amor me incitan a llevar a cabo. No lo entienden, y
no se lo puedo explicar. Debo, por tanto, manifestar lo que soy.
Lo que el Amor aconseja a mi espíritu: en ello está mi ser»4. Los
santos y adeptos entienden que el amor requiere que nos
mantengamos firmes y no retrocedamos bajando la intensidad de
la llama del amor que tenemos encendida en el corazón.
Mientras estés trabajando para solventar pacíficamente alguna
situación, protege el corazón estableciendo un campo energético
de protección en torno a él. Desde el centro solar de tu ser —el
corazón— puedes dominar las fuerzas internas. El ego humano tal
vez intente arrancarte del sendero del amor, mas si permaneces
centrado en el corazón puedes mantener el control y estar en paz.
Eso es lo que el Buda Gautama aprendió. Según la creencia
budista, cuando Gautama estaba meditando debajo del árbol Bo,
resuelto a alcanzar la iluminación, todo el infierno le rodeó con el
fin de apartarle del camino. Primero el malvado, Mara, trató de
convencerle de que era demasiado ardua la lucha que mantenía.
A continuación, hizo desfilar voluptuosas diosas y bailarinas ante
Gautama. Cuando eso tampoco funcionó, desató contra él
huracanes, lluvias torrenciales, rocas incandescentes, lodo
hirviente, feroces soldados, bestias y finalmente la oscuridad.
Como último recurso, Mara desafió el derecho de Gautama de
llevar a cabo lo que pretendía: el derecho a lograr la iluminación.
Me ato hoy a la fortaleza de Dios para que me dirija, al poder de Dios para
que me proteja, a la sabiduría de Dios para aprender, al ojo de Dios para el
discernimiento.
SAN PATRICIO
Gautama permaneció inamovible. Tocó el suelo con la mano y
la tierra respondió con estruendo: «¡Te doy testimonio!». Ese gesto
ha pasado a conocerse como el mudra de tocar la tierra, que
significa el carácter inquebrantable de aquél que declara su
derecho a recorrer un sendero espiritual, a portar la llama del
amor, a ser uno con Dios. Para ser portador de ese amor y
realizar la misión de su vida, Gautama debía ante todo defender
su derecho a amar.
Si decidimos recorrer el sendero del corazón, también nosotros
debemos ser paladines y defender ese amor. Tenemos que ser
guerreros de la paz y mantenernos firmes contra las fuerzas
adversas al amor, de dentro o de fuera, que intentan separarnos
de aquéllos a quienes amamos; las mismas que tratarán de
impedir que mantengamos una relación personal con Dios, las
que procurarán erosionar nuestra autoestima para que no nos
sintamos dignos de ser amados o de amar.
¿Cómo hacemos frente a lo que se opone al amor? En primer
lugar, los adeptos nos instan a recordar que no debemos fijarnos
en las personas que en apariencia se oponen a nuestro amor,
sino que debemos prestar atención a la energía que nos llega a
través de ellas. Es «la ira, mi verdadero enemigo», afirma
Shantideva, lo que crea sufrimiento5. Por tanto, el primer paso es
despersonalizar la ira, la irritabilidad o los celos que alguien
dirige a nosotros.
En segundo lugar, como mencionamos en el último apartado,
los adeptos advierten que la única manera de abordar la energía
adversa al amor, no importa lo intensa que sea, es generando
más amor. Es la luz y el fuego del corazón lo que se enfrenta con
la oscuridad y la consume.
Sólo un corazón lleno del fuego del amor puede encarar la
irritación o la discordia ajena sin reflejar de forma automática
irritación y discordia. Sólo un corazón lleno de amor es lo
bastante sensible como para darse cuenta de que ese estado
irritado o iracundo es en realidad una voz que clama buscando
ayuda. Sólo un corazón maduro puede dar cabida a la aspereza
con la afirmación de Shantideva: «Quisiera ser el médico y la
medicina, y cuidar de todos los seres enfermos que hay en el
mundo».6
A veces proteger el corazón significa marcar límites de forma
amorosa. Con los años he aprendido esta lección por las malas.
En cierta ocasión una persona me llamó por teléfono y
desembuchó todas sus frustraciones en una diatriba de ira.
Después de colgar sentí como si hubiera absorbido en mi cuerpo
y en mi corazón el dolor que me había traído esa llamada
telefónica. Me di cuenta de que lo más amoroso que podía haber
hecho, por mí misma y por esa persona al otro lado de la línea,
era, con amabilidad pero al mismo tiempo con firmeza,
establecer los límites.
Cuando alguien está enojado, siempre tenemos una
alternativa. Al margen de lo alterado que esté, podemos
permanecer centrados en el corazón. Podemos explicar
cortésmente que con mucho gusto hablaremos con él o ella más
tarde cuando se sienta mejor, pero que por el momento
deberemos terminar la conversación.
Cuando una persona se enfrenta a nosotros o se queja de algo
nuestro, suele haber algo que debemos aprender. Podemos
escuchar con humildad y ver si lo que dice suena a verdad en
nuestro corazón. De todos modos, llega un momento en el que el
aspecto discriminador del corazón te indica que tienes que
marcar el límite.
Si una situación o relación está tan empañada de crítica,
discordia o abusos que la han vuelto tóxica, por respeto a nuestro
crecimiento espiritual tenemos el derecho a dar la siguiente
explicación: «Tengo que salir de esta relación. Mi amor ya no
puede hacer nada para ayudarte. Vas a tener que encontrar lo
que necesites en otra parte». Si ocurre que alguien está a punto
de cometer un gran error, tal vez debas decirle: «Esto no es sano
ni para ti ni para mí. No puedo participar en ello, y te
recomiendo que tú también te apartes. Avancemos juntos con
amor».
El corazón no sólo es sensible a los pensamientos y
sentimientos tóxicos, también lo es al entorno: al ruido y a ritmos
sincopados, así como a las tensiones en el trabajo y en el hogar.
En el mundo en que vivimos no siempre podemos evitar ese estrés,
pero podemos aprender a manejarlo.
Saint Germain dio una vez unos consejos prácticos para lidiar
con el estrés en cuanto se nos presente: «Frecuentemente se trata
de una cuestión de actitud. [...] Si camináis con los hombros
caídos y arrastrando los pies, si estáis tan panchos, totalmente
abiertos, holgazaneando, con el televisor encendido, los anuncios
bombardeando [...], el gato maullando, el perro ladrando, los
niños gritando, el teléfono sonando..., ¿cómo esperáis en tales
condiciones manteneros tranquilos? Es un montaje, pero vosotros
lo habéis permitido.
»De todos modos podéis mantener la calma en medio de estas
situaciones, pero no con una actitud tan relajada, pues en
cualquier momento las patatas en el horno se quemarán y todos
estarán discutiendo, y, si no estáis alerta, vosotros también [...]. Es
cuestión de uno, dos, tres, cuatro, cinco, unos cuantos requisitos
simples: no permitáis que la familia sea bombardeada desde
todas partes. No permitáis que todas esas cosas sucedan al
mismo tiempo.
»Esforzaos por adquirir comunión con el corazón. Dad de
comer al gato, sacad al perro, apagad el televisor, aseguraos de
que la comida está a salvo en el horno, y disfrutad de ese círculo
de comunión con la determinación divina de que cada miembro
de vuestra familia u hogar o círculo de amigos tendrá la
oportunidad, gracias a vuestra presencia amorosa, de expresar
algo muy importante desde el corazón».7
Una técnica muy eficaz para proteger el corazón es meditar en
la protectora luz blanca e invocarla. En sus epístolas, el apóstol
Pablo nos instó a «revestirnos de toda la armadura de Dios» y
«las armas de la luz». Los santos y místicos de las religiones del
mundo han visto esa luz blanca en sus meditaciones y oraciones.
Una «columna de nubes» de día y «una columna de fuego» de
noche, acompañaron a los israelitas mientras viajaban por el
desierto. Y Dios prometió por mediación del profeta Zacarías: «Yo
seré para ella [Jerusalén] muro de fuego en derredor, y para
gloria estaré en medio de ella».
La luz blanca puede ayudarte a estar centrado y en paz. Puede
protegerte de las energías negativas que tal vez la ira, la
condenación, el odio o los celos de alguien te hayan enviado.
«Imagina que eres luz» es la fórmula de un cabalista del siglo XIII,
quien escribió: «Cualquier cosa que uno implante en la mente se
convierte en lo esencial. De manera que si rezas y le ofreces una
bendición a Dios, o si deseas que tu intención sea verdadera,
imagínate que eres luz. Todo a tu alrededor —en cada ángulo y
lado— es luz.
»Gírate a la derecha, y verás luz brillante; a tu izquierda,
esplendor, una luz radiante. Entre ambas, hacia arriba, la luz de
la Presencia. Envolviéndolo todo, la luz de la vida. En lo alto, una
corona de luz, coronando las aspiraciones del pensamiento,
iluminando las sendas de la imaginación, difundiendo la
radiación de la visión. Esa luz es insondable e infinita.»8
Perspectivas del corazón
Despersonaliza lo que parece una ofensa o alusión personal.
Cuando afrontes una situación difícil, haz una pausa
momentánea y pregunta a tu corazón cuál es la verdadera
causa de la ira, irritación o antipatía que parece dirigirse
contra ti, pero que en realidad es sintomática de un malestar
más profundo. En lugar de reaccionar al síntoma, actúa
desde el corazón para tratar de sanar la causa de ese
trastorno.
Marca límites cuando sea necesario. ¿Existe alguna situación
en tu vida o alguna relación tóxica que te esté agotando la
energía o te incite a actuar de manera poco amorosa?
¿Cómo puedes establecer límites amorosos en esa situación?
Si quieres aumentar tu protección espiritual medita en la luz
blanca. Puedes atraer esa luz blanca protectora con la
afirmación que leerás a continuación, llamada «Tubo de Luz».
El tubo de luz es un escudo de energía que desciende de Dios
a través de tu Yo Superior en respuesta a tu llamado. Es mejor
hacerla por la mañana antes de que empiece el ajetreo del
día, repitiéndola preferiblemente tres veces. Si en el
transcurso de la jornada te sientes bajo de energía, agotado
o vulnerable, retírate unos minutos y repite esta afirmación.

Oh Dios, dame luz a mi corazón [...] y luz a mi oído y a mi vista [...] y luz
delante y detrás de mí.
ABU TALIB
Al decir las palabras, visualízate como aparece en la
gráfica de tu Yo Divino. Tu Yo Superior se encuentra justo
encima de ti. Sobre él está tu Presencia YO SOY, que es la
presencia de Dios en ti.
Ve y siente una cascada de luz blanca deslumbrante, más
brillante que el sol al caer sobre la nieve, descendiendo de tu
Presencia YO SOY para envolverte. Observa cómo se funde
hasta formar un muro impenetrable de luz.
Visualízate dentro de esa aura centelleante de luz blanca
rodeado de la llama violeta del Espíritu Santo, la cual es una
energía espiritual de alta frecuencia que transforma la
negatividad —tuya o de otra persona— en energía positiva y
amorosa. Al recitar esta oración en voz alta, estás afirmando
que Dios y el poder de Dios dentro de ti tienen el control de tu
familia, tus relaciones, tu trabajo, tu vida.
Tubo de Luz
Amada y radiante Presencia YO SOY,

séllame ahora en tu Tubo de Luz


de llama brillante Maestra Ascendida
ahora invocada en el nombre de Dios.
Que mantenga libre mi templo* aquí de toda discordia enviada a
mí.
YO SOY quien invoca el Fuego Violeta,
para que arda y transmute todo deseo,
persistiendo en nombre de la libertad,
hasta que yo me una a la Llama Violeta.
El poder de la suavidad
Lo que se dice desde el corazón acercará a los de otros al tuyo.
GOETHE
«Lo blando y lo débil —expone Lao Tse en el Tao Te King—
triunfa sobre lo duro y lo fuerte.» Lao Tse se refería al tremendo
poder que posee el agua para erosionar la roca más dura.
Hablaba, a la postre, del poder de la suavidad. Ampliando la
analogía, el autor prosigue: «Un buen soldado nunca es agresivo;
un buen guerrero nunca es irascible. La mejor manera de
conquistar a un enemigo es ganarle sin enfrentarse a él».
La caricia de un niño, una simple sonrisa o una palabra
amable o comprensiva pueden contribuir en mayor medida a
crear cambios positivos que toda la fuerza del mundo. En el libro
Tus siete centros de energía (Porcia Ediciones, 3ª reimp., 2012)
hablamos de la suavidad como modo receptivo por medio del
cual las acciones y reacciones humanas enérgicas y antinaturales
ceden ante el movimiento natural del corazón. La suavidad es una
actitud de dar y nutrir que no siente la ofensa. Es lo contrario de
la susceptibilidad, la rigidez o la resistencia. Las cosas
quebradizas (susceptibles) se rompen, pero la suavidad es flexible
y puede doblarse. Un sabio intérprete apuntó al respecto:
«Benditos son los flexibles, porque no serán doblegados».
Éste es el principio que rige las artes marciales, como el Tai
Chi Chuan. Se basan en cultivar las energías internas y
desarrollar la suavidad que triunfará sobre el uso de la fuerza
muscular, externa. El cuerpo se muestra suave y manso por fuera
pero posee una gran concentración de poder interno.
El gran maestro de Tai Chi Chuan del siglo XX Cheng Manching
enseñó que la verdadera maestría y energía surgen de la
suavidad, no de la dureza, de la flexibilidad, no de la fuerza.
Wolfe Lowenthal, quien publicó la enseñanza de aquel
maestro, hace hincapié en lo que éste enseñó acerca de la
suavidad, la sensibilidad y la compasión como secreto para
dominar las artes marciales. «Una persona compensa la debilidad
interna volviéndose agresiva y poniéndose a la defensiva —
comentó— pero la energía fuerte, resistente, bloquea el flujo de
chi [nuestra energía o fuerza vital]: es una expresión inconexa de
una fracción de nuestra fortaleza en potencia.» La energía suave,
por otro lado, es coherente con el chi y no bloquea el flujo de
éste. Por ejemplo, el poder de una flecha surge de la elasticidad,
la suavidad y la viveza del arco y la cuerda, enseñó el maestro.
«Es una paradoja —señaló— que la verdadera suavidad sólo
pueda surgir de la fortaleza.»9
El afamado abogado especializado en pleitos Gerry Spence
ofrece un ejemplo de ello en su libro How to Argue and Win
Every Time [Cómo discutir y ganar siempre] al hablar en uno de
los apartados sobre cómo ganar sin discutir. Explica que aprendió
este precepto de su esposa justo después de regresar de la luna
de miel. Quería enseñarle que él era quien mandaba y estaba
sentando las reglas básicas. Así pues, salió a tomar un café con
un amigo después del trabajo y retrasó el regreso a la cena en
casa. Estaba especialmente sensibilizado con ello porque ése
había sido el origen de muchas discusiones en una relación
previa.
Cuando llegó a casa, una hora tarde, su esposa le dio la
bienvenida con un beso y una sonrisa. Sin quejarse, dijo que ya
había comido y que le había guardado la cena en el horno. A él
le sorprendió que no estuviera enojada con él.
Al día siguiente volvió a las andadas, convencido de que su
mujer estaba haciendo teatro. De nuevo, ésta le trató con ademán
cariñoso a pesar de que él nunca se disculpara por llegar tarde.
Al preguntarle si no estaba al menos un poco molesta, ella
respondió que estaba convencida de que el trabajo le había
mantenido ocupado en la oficina y que los hombres adultos no
necesitaban que nadie les dijera cuándo debían llegar a casa
para la cena.
«Ella ganó nuestra primera discusión sin discutir», afirma
Spence, «y desde entonces nunca he llegado tarde adrede a
cenar durante todos los años que llevamos casados [...]. La
confianza engendra confianza, y yo pasé a ser digno de ella.
Aprendí de nuevo esa noche lo que había aprendido tantas veces
antes y olvidado con tanta frecuencia: que las manifestaciones de
amor, ya sean en la cocina, en el dormitorio, o en los tribunales,
constituyen el argumento más convincente».10
Con aquéllos que son buenos amigos soy bueno; y con aquéllos que no son
buenos conmigo también soy bueno: así pues, todos resultan ser buenos.
TAO TE KING
El poder de la suavidad y la apertura mental, en
contraposición a la aspereza y a la estrechez de miras, son la
fuerza motriz que yace tras el principio del diálogo constructivo.
David Bohm, físico fundador del proyecto diálogo del MIT, ya
fallecido, señaló que la palabra diálogo proviene de dia (a
través) y logos (la palabra). De modo que el vocablo diálogo gira
en torno a un proceso edificante que se erige alrededor de los
participantes y a través de ellos.
En un artículo sobre el diálogo, David Bohm, Donald Factor y
Peter Garrett exponen que un diálogo no es ni un debate (que
implica el predominio de una opinión por encima de otra) ni una
discusión, palabra cuyo significado de origen corre paralelo con
el de las palabras percusión y conmoción, que se relacionan con
un golpe o rotura de algo. En un verdadero diálogo,
interrumpimos nuestras suposiciones para intercambiar libremente
ideas e información, lo cual nos permite alcanzar un estado de
cosas que no habríamos conseguido por nuestra cuenta.
Joan, facilitadora de reuniones, recuerda a los integrantes de
los grupos a quienes ella ayuda que en ocasiones debemos
renunciar a nuestros planes iniciales para ir en pos de una verdad
mayor. «El éxito en las reuniones se produce cuando logramos un
equilibrio entre la defensa y la información, es decir, no sólo
cuando explicamos nuestro punto de vista sino también cuando
preguntamos. En lugar de promover siempre nuestra propia
causa, podemos hacer preguntas para tratar de entender el punto
de vista del otro. Así es como realizamos progresos mayores.»
Perspectivas del corazón
Pregunta más. La próxima vez que estés en una reunión o estés
discutiendo algo, muéstrate abierto a llegar a entender algo
en lo que antes no habías pensado. Trata de dedicar tanto
tiempo a hacer preguntas y a explorar alternativas como a
defender tu postura, y observa lo que ocurre.
Intenta ser suave. ¿Recuerdas algún incidente en el que haber
sido fuerte o contundente en lugar de suave te impidiera
progresar? ¿Te viene a la mente alguna ocasión en la que
emplear la suavidad en vez de la fuerza te ayudase a obtener
los resultados deseados sin que mediase tirantez o estrés?
¿Existe alguna circunstancia en tu vida a la que puedas
aplicar mayor suavidad?
QUINTA PARTE

Adentrarse en el corazón
El corazón es el lugar donde se producen los grandes encuentros. Es
allí donde nos encontramos con nuestro Yo Real y también con Dios.
En cuanto se produce esa reunión, ocurre una transformación
alquímica y nunca volvemos a ser los mismos.
La cámara secreta
El cielo más elevado brilla en el loto del corazón.
UPANISHAD KAIVALYA
Desde cristianos contemplativos hasta maestros budistas de
meditación, los místicos del mundo han descubierto la magia de
la comunión con lo Divino en su corazón, el cual definen como el
nexo entre este mundo y el espiritual. Allí, a mitad de camino
entre el cielo y la tierra —afirman— podemos buscar y hallar
nuestra realidad innata.
Así pues, el corazón es más que un órgano físico: es la sede
de nuestra conciencia más elevada y el trampolín para nuestra
transformación. En la tradición oriental, el corazón es el punto de
apoyo del sistema energético del cuerpo. Es uno de los siete
centros principales de energía, denominados chakras, a los cuales
se ha representado simbólicamente con la figura de un loto, cada
uno con un número distinto de pétalos.
Estos centros funcionan a niveles sutiles, invisibles al ojo físico,
si bien influyen en todos los aspectos de nuestra vida. Actúan
como estaciones emisoras y receptoras que procesan y reducen la
energía espiritual que fluye hacia nosotros a cada momento,
nutriendo nuestro cuerpo, mente y alma.
Tal como explicamos de manera más detallada en Tus siete
centros de energía (Porcia Ediciones, 2ª reimp., 2012) el corazón
es el centro más importante del cuerpo. Al igual que el corazón
bombea la sangre oxigenada desde nuestros pulmones hacia el
resto del cuerpo, la energía que recibimos del Espíritu nos pasa
por el centro del corazón antes de seguir avanzando para nutrir
los restantes chakras y sistemas de nuestro organismo.
Al pasar la energía por nuestro chakra del corazón, éste le
imprime su vibración singular y sus atributos, lo cual, para bien o
para mal, afecta a todo aquello que decimos o hacemos. Como
dijo el autor de Proverbios: «Porque cuales son sus pensamientos
íntimos [siente en su corazón], tal es él [el hombre]». Por ello es
tan importante sanar y limpiar el corazón con técnicas del estilo
de las que comentamos en la tercera parte («Curar el corazón»).
Cada uno de nuestros centros espirituales, llamados chakras,
nos ofrece un modo diferente de percibir y recibir a Dios. Por
medio del chakra del corazón podemos elegir experimentar a
Dios en forma de amor, compasión, caridad, consuelo, suavidad,
sensibilidad, discernimiento, aprecio; o bien podemos utilizar mal
la energía creativa que fluye a través de él para expresar odio,
antipatía, rabia, egoísmo, irritación o negligencia.
Los místicos describen el corazón como un refugio al cual
podemos retirarnos para hablarle a Dios. «El corazón no es sino
un Mar de Luz», escribió Rumi, «el lugar donde vemos a Dios».
Algunos textos hindúes y budistas exponen que el corazón es el
lugar donde habita «el Señor de Todo».
Los místicos revelan asimismo que dentro de nuestro corazón
hay una antecámara, por así decir. Es tu templo, tabernáculo o
catedral interior, esto es, tu sala privada de meditación. En el
hinduismo, a ese santuario interno se le conoce como el octavo
chakra, llamado Ananda-Kanda («raíz de la dicha»). También se
le denomina la cámara secreta u oculta del corazón. Jesús se
refirió a ella al decir: «Cuando ores, entra en tu aposento, y
cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto».
La cámara secreta del corazón es la entrada a las dimensiones
cósmicas. «El pequeño espacio que hay dentro del corazón es tan
grande como el vasto universo», afirma el antiguo Upanishad
Chandogya. «Los cielos y la tierra están ahí, y también el Sol, la
Luna y las estrellas; el fuego, los relámpagos y los vientos están
ahí; así como todo lo que ahora es y todo lo que no es.» Un texto
sánscrito nos exhorta a entrar en meditación visualizando una
bella isla en nuestro corazón, con doradas arenas salpicadas de
joyas y la fragancia de árboles florecidos bordeando la costa.
Bajo un hermoso emparrado se halla un templo de rubíes, y es ahí
donde comulgamos con nuestro maestro en profunda meditación.
Al avanzar en estado meditativo por el chakra del corazón nos
encontramos con una puerta trasera, por así decir, que conduce a
la cámara secreta. Allí, sentado en un trono, descansa nuestro
maestro interno, nuestro Yo Superior. A este querido amigo que
nos proporciona orientación divina y conexión espiritual se le
conoce en las diferentes religiones o escuelas espirituales con
diversos nombres.
El hinduismo describe al espíritu que mora en el corazón como
«el Ser más íntimo, no mayor que el dedo pulgar», que también
recibe el nombre de Atmán. Los místicos cristianos aluden al
hombre interno del corazón o la luz interna. Jesús descubrió que
el Yo Superior era «el Cristo» y Gautama, que se trataba del
«Buda». De ahí que al Yo Superior se le llame a veces el Cristo
interno (o Yo Crístico) o también el Buda interno.
Oculto en el corazón de todos los seres se halla el Atmán, el Espíritu, el Yo;
menor que el átomo más pequeño, mayor que los extensos espacios.
UPANISHAD KATHA
La acústica especial de la cámara secreta del corazón nos
permite oír «la vocecita queda» de Dios y de nuestro Yo Superior,
así como recibir dirección y comprensión divinas, que tanto
necesitamos. Con frecuencia pensamos que estamos demasiado
ocupados como para detenernos a escuchar. Sin embargo, la
cámara secreta no está muy lejos. No tiene que tomarte mucho
tiempo introducirte en ella y establecer una reunión telefónica
urgente con tu maestro interno.
Perspectivas del corazón
Consulta con frecuencia a tu maestro interno. Tu Yo Superior
lo sabe todo. Él puede enseñarte, darte dirección inequívoca
y advertirte de cualquier peligro si es que vas a tomarte el
tiempo para sintonizar con esa voz. Una vez reconozcas esa
presencia instructora dentro de ti, puedes retirarte a tu
cámara secreta en momentos claves del día y comulgar con
ella. Puedes decir: «Oh mi amado, estoy tan agradecido por
tu guía, iluminación y amor. Enséñame. Dirige el curso de mi
vida y muéstrame los siguientes pasos que debo dar».
Adéntrate en tu corazón, entra en contacto con tu Yo
Superior y haz preguntas concretas para las que necesites
respuesta, como por ejemplo, qué debes hacer a
continuación o cómo has de resolver una situación que te ha
surgido. El siguiente paso es uno de los más importantes:
escucha. Tal vez la respuesta no acuda a ti de inmediato,
pero ya llegará en el momento apropiado.
Una chispa de la divinidad
El cuerpo es en sí una pantalla para proteger y desvelar en parte la luz que
resplandece dentro de tu presencia.
RUMI
Los místicos también han revelado que dentro de la cámara
secreta del corazón brilla una «chispa divina», una llama sagrada
de la que Dios nos ha dotado, una chispa de fuego proveniente
del corazón de Dios. En esencia, la chispa divina es un fragmento
de Dios, situada justo dentro de ti. Es Espíritu puro. Es lo que te
conecta con la Fuente. Puede que creamos que somos seres
humanos caminando por la Tierra, pero en realidad somos seres
divinos poseedores de una conexión divina.
Los místicos de cualquier parte del mundo creen que dentro de
cada uno de nosotros habita una parte de Dios. «¿No sabéis que
[...] el Espíritu de Dios mora en vosotros?» escribió el apóstol
Pablo. En la tradición hindú, el Upanishad Katha habla de «la luz
del Espíritu» que se oculta en «el elevado lugar secreto del
corazón» de todos los seres. Los místicos judíos se refieren a una
chispa divina que hay en el interior, la neshamah, que sirve de
puente con el mundo divino.
Quienes han establecido contacto con esa chispa divina la
describen como un fuego sagrado y también como una semilla de
lo Divino. Santa Catalina de Siena dijo en una de sus oraciones:
«En tu naturaleza, eterna Divinidad, llegaré a conocer la mía. Y
¿cuál es mi naturaleza [...]? Es fuego, pues tú no eres sino un
fuego de amor [...]. Tú que eres fuego lo compartes [con el
alma]».1
El teólogo y místico cristiano Meister Eckhart afirmó: «La semilla
de Dios está dentro de nosotros». Existe una parte de nosotros,
señala Eckhart, que «permanece eternamente en el Espíritu y es
divina [...]. Ahí Dios brilla y arde sin cesar».
Asimismo, los budistas se refieren a la chispa divina como «el
germen de budeidad» que yace en cada ser vivo. Los textos
budistas explican que «todo lo que vive ha sido dotado de la
esencia del Buda», es decir, la naturaleza de Buda. Tanto escritos
como obras de arte budistas a menudo utilizan el loto como
símbolo del corazón, siendo así que cuando aquél es alimentado
se abre y revela la naturaleza búdica. Ese loto del corazón está
destinado a florecer dentro de cada uno de nosotros y a
desplegar todo el potencial espiritual.
Dios besa al alma en sus zonas más secretas.
HILDEGARD DE BINGEN
En algunas tradiciones espirituales, a esa chispa se la
denomina llama «trina» porque engendra los atributos básicos del
Espíritu: poder, sabiduría y amor, que corresponden a la Trinidad.
Hacemos uso de esta llama interna cada vez que actuamos desde
nuestra parte amorosa y espiritual. Es el fuego, el brío, la chispa
creadora que imbuye nuestros más sutiles pensamientos y
sentimientos, palabras y obras. Esa llama es poder espiritual: el
poder de cambiar nuestra propia vida y, a la postre, el mundo.
Tu chispa divina es la misma luz universal que ardió en el
corazón de los santos, adeptos y maestros ascendidos* de
Oriente y Occidente. La única diferencia entre su llama y la
nuestra radica en tamaño e intensidad. Cuanto más intensa es la
llama, mayor es la dotación de luz. Cuanto mayor es la luz,
mayor el poder de que estamos revestidos para convertirnos en
transformadores vivos de amor.
Al igual que los que han sido grandes revolucionarios del
Espíritu, también nosotros podemos aumentar el tamaño e
intensidad de nuestra llama espiritual y la dotación de amor. Los
místicos nos han dado varias fórmulas para aumentar esa luz.
Entre ellas destacamos ejercitar el corazón, la cabeza y la mano,
puesto que no sólo incrementamos la llama con meditación y
oración. También lo conseguimos al aplicar nuestro corazón en
cosas prácticas, es decir, por medio de los actos que realizamos
cada día con el fin de satisfacer las necesidades de otras
personas.

En los primeros cuatro apartados de este libro, comentamos


algunos métodos prácticos para abrir, sanar y dotar de poder al
corazón. En el siguiente apartado exploraremos algunos modos
de alimentar los fuegos del corazón a través de la oración y la
meditación al entrar en nuestro castillo interior, nuestro loto
sagrado, nuestra cámara secreta del corazón.
La oración centrada
en el corazón
Nuestras oraciones deberían ser ardientes palabras procedentes de la
hoguera de un corazón lleno de amor.
MADRE TERESA
Los revolucionarios del Espíritu han descubierto cómo
aprovechar los fuegos del corazón. Por medio del intenso calor de
la oración y la meditación, también nosotros podemos liberar el
rayo aprisionado en el corazón.
Las meditaciones en la cámara secreta son experiencias muy
privadas. Se empieza quitando la atención de lo que está
ocurriendo a nuestro alrededor para ir hacia adentro: «todas las
puertas cerradas; la mente, confinada en el corazón», como
señala el Bhagavad Gita. La tradición cristiana lo llama
recogimiento, esto es, apartar la mente de los asuntos externos y
dirigir la atención a la presencia de Dios en nuestro interior.
Cuando vamos hacia nuestro interior por devoción y por amor,
entablamos contacto con la llama interna y comulgamos con la
energía que es Dios. «La pequeña chispa espiritual de nuestra
identidad personal es la llave que nos abre paso a lo Universal»,
afirmó Mark Prophet en cierta ocasión. «El Espíritu [de Dios] es la
estructura de nuestro mundo. Su energía, Su patrón, es la única
salvación. Nosotros, por nuestra parte, debemos reidentificarnos,
reintegrarnos, repolarizarnos con esa luz; y todo eso hay que
hacerlo conscientemente.»
Por medio de la oración y la meditación volvemos a fijar
nuestra atención en la Luz interior, que es el verdadero manantial
de nuestro ser. Nos impregnamos de luz —nos renovamos,
refrescamos y llenamos de nuevo— de modo que podamos dar
más a quienes la necesiten. Erigimos nuestra reserva de amor. Al
comulgar con nuestro Yo Superior, el cual tiene asiento en el trono
que se encuentra en nuestro corazón, podemos asimismo acceder
a la sabiduría de éste para hallar soluciones a problemas
espinosos.
Los místicos nos aconsejan compaginar las meditaciones con la
oración hablada que brota de un corazón encendido de amor. El
Zohar, por ejemplo, imparte la siguiente enseñanza: «Lo que sea
que un hombre piense o medite en su corazón no puede hacerse
realidad hasta que lo articule con los labios». La palabra hablada
hace madurar el fruto de nuestra meditación en lo Divino y lo
precipita en lo físico.
Cada creencia espiritual posee sus propios métodos para
entrar en el corazón a través de la oración y la meditación; desde
recitar en voz baja palabras sagradas hasta repetir mantras de
forma rítmica o entonar cantos devocionales con espíritu elevado,
como los bajans. El siguiente apartado se inicia con una breve
meditación que puedes utilizar a diario para entrar en tu corazón.
Le siguen meditaciones centradas en el corazón y oraciones de
distintas creencias espirituales del mundo. (Las meditaciones están
en letra normal y las oraciones están en verso.) Puedes decir cada
oración en voz alta una o varias veces, como si fuera un mantra,
a medida que vas profundizando cada vez más en la comunión
con tu corazón. Utiliza cualquiera de estas oraciones para
añadirla a tus ejercicios espirituales, según te sientas a gusto.
Ojalá contribuyan a enriquecer tu experiencia con la presencia
divina, que te aguarda en lo recóndito del corazón.
Oraciones y meditaciones para entrar en
el corazón
Un corazón ardiente es lo que quiero; ¡presto a arder! Enciende en tu
corazón la llama del amor.
RUMI
Sean gratos los dichos de mi boca
y la meditación de mi corazón
delante de ti, oh Señor,
roca mía, y mi redentor.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
y renueva un espíritu recto dentro de mí.
SALMOS

Meditación para entrar


en la cámara secreta
Entra en tu espacio sagrado
Estás a punto de iniciar la experiencia diaria más importante
de tu vida. Es un ritual sagrado que puedes realizar una o más
veces al día.
En primer lugar, busca un lugar tranquilo donde nadie te
moleste. Algunas personas han descubierto que dedicar una
habitación o parte de ella a los rituales espirituales y crear un
altar personal les facilita la conexión sagrada.2
Siéntate en una silla cómoda sin cruzar las piernas y con los
pies en el suelo o bien hazlo en la postura del loto. Mantén la
espalda recta en honor al Espíritu que habita dentro de ti. Estas
posturas son las más propicias para conducir el flujo de energía
por tus centros espirituales. También puedes separar las manos
colocándolas en forma de copa sobre el regazo en ademán
receptivo. Ese gesto con las manos simboliza que te ofreces a
Dios como cáliz: «Vierte tu esencia en mí, oh Espíritu vivo».
Céntrate en el corazón
Ya sentado, cierra los ojos, respira a fondo y desvía la
atención de toda circunstancia externa y preocupaciones
mundanas. Cada vez que espires, libera conscientemente las
tensiones del día. Abandona inquietudes, problemas y
preocupaciones. Retira la atención de problemas en casa y en el
trabajo, tanto físicos como emocionales. Déjalos de lado por unos
momentos.
A continuación, centra toda tu energía y atención en el chakra
del corazón, situado en el centro del pecho. Imagina la intensidad
del sol a mediodía. Transporta la imagen de esa ígnea esfera de
luz al centro de tu caja torácica. Lo único de lo que eres
consciente es de esa gran esfera de luz.
Respira a fondo otra vez. Al espirar, visualízate descendiendo
suavemente hacia la esfera de luz, energía y conciencia, que es tu
resplandeciente chakra del corazón. Estás entrando del todo en
él, alejándote de las limitantes dimensiones de tiempo y espacio
hacia una dimensión infinita, carente de espacio.
Entra en la cámara secreta
A medida que vayas adentrándote cada vez más en las partes
recónditas de tu ser, visualízate entrando en la cámara secreta del
chakra del corazón, caminando por esa cámara como lo harías
por una majestuosa catedral, una capilla privada, una hermosa
sinagoga, una mezquita, o un templo budista o hindú.
Mientras prosigues con la meditación sobre la cámara secreta
del corazón, empiezas a sentir la divina tranquilidad del amor
perfecto. Se trata de una experiencia interior, como si estuvieras
solo en el cosmos con tu Creador. Estás dentro de Dios; Dios está
dentro de ti.
Visualízate y siente tu chispa divina
Mientras vas abriéndote paso por la cámara secreta, dirige la
atención hacia la llama sagrada, la chispa divina que arde en el
altar central, el cual es el lugar adonde uno va para realizar
cambios, esto es, transformación, alquimia. Nos dirigimos a él
con el propósito de dejar atrás la parte desgastada de nosotros
—el «viejo hombre», como lo llamó Pablo, que se refiere a
nuestros viejos hábitos y patrones— y reunir una cantidad mayor
de luz de nuestro Yo Superior, quien es el «nuevo hombre». (Al
decir tus oraciones, puedes visualizarte despojándote de las
capas del aura listas para ser desechadas. Obsérvalas cayendo
al suelo y ve cómo la llama las consume.) Recoge ambas manos
en el centro del pecho, en el punto donde se encuentra el chakra
del corazón. Siente el latido de tu corazón y observa, con el ojo
interno, la llama, que es la chispa divina palpitando en el altar
situado dentro de la cámara secreta del corazón. Imagina esa
llama compuesta de tres partes, las cuales representan los tres
atributos divinos básicos. A tu izquierda queda la llama azul, que
encarna el poder divino. En el centro se encuentra la amarilla,
que representa la sabiduría divina. Y a la derecha está la llama
rosa, la cual irradia el amor divino.
Saluda a tu maestro interior
En la cámara secreta, frente a tu altar personal, te aproximas a
tu maestro interno y mentor: tu Yo Superior. Allí, de pie frente al
altar, inclínate ante la llama sagrada y luego ante tu guía interno.
Cada vez que lo hagas, cuentas con la oportunidad de ofrecer
una sincera oración, como por ejemplo: Dios Todopoderoso, me
inclino ante la llama que has depositado en mi corazón, la cual es
un fragmento de Ti mismo. Mi amado Cristo interno, Buda interno,
Luz interna, muéstrame hoy lo que deseas que haga con el poder,
la sabiduría y el amor de la chispa divina, de modo que yo
pueda ser tu corazón, tu cabeza y tu mano actuando: mi corazón
y el tuyo latiendo como uno solo.
Si quieres aumentar la intensidad del fuego que arde en tu
interior, tómate un momento para extender un intenso arco de
amor y gratitud desde tu corazón hasta Dios y sentir la corriente
de vuelta de ese amor.
Expresa el fuego interno
de tu devoción y gratitud
Nuestras oraciones, afirmaciones y mantras constituyen una
meditación del corazón hecha en voz alta. Son una oda al
espíritu que hay en nuestro interior. Al decir cada palabra, siente
su eco espiritual resonando en tu corazón.
Los místicos nos aconsejan que nos alejemos de la ejecución
rutinaria y mecánica de rituales y buenas obras. Lo que fortalece
nuestra espiritualidad es la intención, la motivación y la devoción
que depositamos en los rituales, las oraciones y las obras que
realizamos. La calidad del corazón con que infundimos lo que
decimos y hacemos es lo que genera la alquimia del cambio.
Visualiza de manera creativa cuando ores
Antes de empezar tus ejercicios espirituales, consagra las
oraciones a un fin concreto, como podría ser resolver una
situación complicada en el trabajo, en casa o en el panorama
mundial. Las visualizaciones actúan como un imán que atrae las
energías creadoras del Espíritu con el fin de rellenar la matriz que
tienes en la mente.
Utiliza la imaginación para ver, como si se tratase de una
pantalla de cine, el resultado que persigues con tus oraciones o la
solución a las circunstancias por las que estás rezando. Mientras
recites las oraciones, afirmaciones o mantras, observa cómo las
acciones descritas por cada palabra se manifiestan justo delante
de ti.
Aún con esas imágenes satisfactorias en mente, mantente
abierto a lo nuevo e ingenioso. Dios es sumamente creativo.
Nuestras oraciones no siempre reciben la respuesta que
esperamos, pero sin duda reciben la respuesta que más
necesitamos.
Meditaciones sobre la llama
del corazón
Cuando digas en voz alta la oración «YO SOY la Luz del
Corazón», visualiza miles de rayos saliendo de tu corazón. Ve
intensos e ígneos rayos láser de color rosa que penetran y
disuelven toda oscuridad, desesperación o estado depresivo que
haya dentro de ti, de tus seres queridos o de cualquier persona
que necesite la luz de tu corazón. Contempla cómo esos rayos de
amor y compasión salen para derribar todas las barreras que se
opongan al éxito de tus relaciones, familia, crecimiento espiritual,
profesión, entorno y nación.
YO SOY la Luz del Corazón
YO SOY la Luz del Corazón
brillando en las tinieblas del ser
y transformándolo todo en el dorado tesoro
de la Mente de Cristo.
YO SOY quien proyecta mi Amor
hacia el mundo exterior
para derribar toda barrera
y borrar todo error.
¡YO SOY el poder del Amor infinito
amplificándose a sí mismo
hasta ser victorioso
por los siglos de los siglos!
YO SOY un Hijo/una Hija de Dios
YO SOY un hijo de Dios. Este día YO SOY quien carga la
sustancia de mi corazón que está bajo mi autoridad con la
llama del amor proveniente de la mano de Dios Todopoderoso.
La envío a todas partes y en todas direcciones desde mi ser
para que ejecute la obra perfecta de Dios y para que regrese
a mí con todo el amor divino que yo estoy enviando.
Santa Llama Crística dentro de mí
Santo Ser Crístico* encima de mí, tú, equilibrio de mi alma,
que tu bendito resplandor
descienda y me haga íntegro.
Estribillo:
Tu Llama dentro de mí arde siempre,
tu Paz a mi alrededor siempre se eleva,
tu Amor me protege y me ampara,
tu deslumbrante Luz me envuelve.
YO SOY tu triple radiación,
YO SOY tu Presencia viva
que se expande, se expande, se expande ahora.
Santa Llama Crística dentro de mí,
ven, expande tu Luz trina;
colma mi ser con toda la esencia
del rosa, azul, dorado y blanco.
(recitar estribillo)

Santa conexión con mi Presencia,


amigo y hermano por siempre querido,
deja que guarde tu santa vigilia,
que sea tú mismo en acción aquí.
(recitar estribillo)

Meditación en la isla del corazón


«Entrar en el jardín del corazón es entrar en una cámara que
existe en la mente de Dios y que, por medio de la meditación y la
visualización, puede llegar a convertirse en el reino de Dios
dentro de ti». [...]
«El devoto oriental ve la tierra transformada en cristales
semejantes a piedras preciosas. Esmeraldas, diamantes, rubíes,
componen la isla que se halla en medio del mar de néctar; y la
esencia del Espíritu Santísimo es la fragancia de los árboles en
flor. También deberías usar la imaginación para crear esta regia
escena». [...]
«Es bueno concretar. Por ello, esboza en tu mente esta isla
enjoyada suspendida en un mar reluciente. Luego, visualiza que
caminas desde la orilla del mar y, paseando por entre los árboles
y la vegetación tropicales, vas hacia el centro, al más alto
promontorio de la isla.
»Pájaros tropicales y flores de delicados y brillantes colores
hacen que la escena sea más vívida. Poco a poco, escuchas el
trinar de los pájaros entonando la canción celestial. Ellos
sintonizan al alma con las frecuencias de ese plano en donde el
triángulo ascendente de la Materia se encuentra con el triángulo
descendente del Espíritu.
»Cuando llegues al centro de tu isla en el sol, visualiza con
detalle la plataforma y el trono que están consagrados para la
imagen y la presencia sagrada del maestro. Puedes examinar
libros de historia que muestren los más hermosos tronos que los
reyes y las reinas de este mundo hayan mandado construir.
Selecciona un diseño suntuosamente tallado, recubierto de pan de
oro, y adornado con incrustaciones de piedras preciosas y
semipreciosas, y visualiza en el trono un cojín de terciopelo». [...]
«Mientras contemplas la cúpula azul celeste y ese lugar
preparado para recibir al Señor, haz la siguiente invocación que
integrará tu alma con la conciencia del Cristo y con su
manifestación perfecta en la cámara oculta del corazón.»
Oh, Señor mi Dios,
ven, habla y camina conmigo
en este jardín paradisíaco mío,
¡mi isla en el mar!
Ven, oh Señor, en el frescor del día.
¡Ven! Pues he preparado el camino,
y mi ofrenda es el sacrificio del yo inferior
sobre el altar del corazón.
Acudo a tu presencia, Señor.
Te veo en tu esencia, Señor.
Yo soy tu omnipresencia, Señor.
Enséñame a ser tú mismo,
a caminar por la Tierra
como corazón, cabeza y mano
que responden a tu voluntad y orden.
Oh Ser Infinito,
Dios de todo lo de arriba, y de abajo,
a ti deseo conocer.
¡Ven a mí, entra en mí,
oh Dios del amor!
Déjame habitar contigo, en ti.3
Meditaciones en el loto del corazón
«Los antiguos yoguis creían que existía verdaderamente un
centro de conciencia espiritual, llamado “el loto del corazón”,
situado entre el abdomen y el tórax, capaz de revelarse durante
la meditación profunda. Proclamaban que tenía forma de loto y
que brillaba con luz interior. Se afirmaba de él que “trascendía
toda pena” puesto que quienes lo veían se llenaban de una
sensación extraordinaria de paz y alegría [...].
»Si pensamos en el cuerpo como si fuera una ciudad ajetreada
y ruidosa, podemos imaginar en medio de ella un pequeño
santuario, dentro del cual se halla el Atmán, esto es, nuestra
verdadera esencia. No importa lo que ocurra fuera en la calle: en
cualquier momento podemos entrar en ese santuario y rendir
culto. Siempre está abierto.»4
SWAMI PRABHAVANANDA Y
CHRISTOPHER ISHERWOOD
«El cielo más elevado brilla en el loto del corazón. Quienes
luchan y tienen aspiraciones pueden entrar en él. Retírate a un
lugar solitario. Siéntate en un espacio limpio en posición erguida,
manteniendo la cabeza y el cuello en línea recta. Controla todos
los órganos sensoriales. Haz una reverencia en señal de devoción
hacia tu maestro. A continuación entra en el loto del corazón y
medita allí en presencia de Brahmán*, el ser puro, infinito,
dichoso.»5
UPANISHAD KAIVALYA

En la tradición oriental, se describe la cámara secreta del corazón


como un loto de ocho pétalos o chakra, llamado Ananda-Kanda
(«raíz de la dicha»). Inmersa en este santuario del corazón se
encuentra tu chispa divina, que está unida al Espíritu.
«Dentro de la ciudad de Brahmán, que es el cuerpo, está el
corazón, y dentro de éste hay una casita. Tiene forma de loto y en
su interior reside aquello que hay que buscar, comprender y sobre
lo cual debemos averiguar [...]».
»El loto del corazón, donde habita Brahmán con toda su
gloria, y no el cuerpo, es la verdadera ciudad de Brahmán. Allí
dentro, ningún acto le afecta, y permanece siempre joven,
inmortal, libre de pesar, libre de hambre y de sed. Sus deseos son
correctos y se cumplen.»6
UPANISHAD CHANDOGYA
Condúcenos de lo irreal a lo real
Hay una luz que brilla
más allá de todas las cosas en la Tierra,
más allá de todos nosotros,
más allá de los cielos, más allá de los cielos elevados,
los más elevados.
¡Es la luz que brilla en nuestro corazón!
Oh Tú que eres manifiesto, manifiéstate a nosotros:
de lo irreal, condúcenos a lo Real;
de la oscuridad, llévanos a la Luz;
de la muerte, transpórtanos a la inmortalidad.
LOS UPANISHADS
OM MANI PADME HUM

¡Salve, joya en el loto!


Meditación en el palacio interior
«Mirad que dice San Agustín que le buscaba en muchas partes
y que le vino a hallar dentro de sí mismo. ¿Pensáis que importa
poco para un alma derramada entender esta verdad y ver que no
ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para
regalarse con Él, ni ha menester hablar a voces? Por paso que
hable*, está tan cerca que nos oirá. [...]
»Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio
de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras
preciosas, en fin, como para tal Señor; y que sois vos parte para
que este edificio sea tal, como a la verdad es así, que no hay
edificio de tanta hermosura como una alma limpia y llena de
virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras; y que
en este palacio está este gran Rey, que ha tenido por bien ser
vuestro Padre; y que está en un trono de grandísimo precio, que
es vuestro corazón.
»[...] Todo esto es menester para que entendamos con verdad
que hay otra cosa más preciosa, sin ninguna comparación, dentro
de nosotras que lo que vemos por de fuera. [...]; que tengo por
imposible, si trajésemos cuidado de acordarnos tenemos tal
huésped dentro de nosotras, nos diésemos tanto a las cosas del
mundo, porque veríamos cuán bajas son para las que dentro
poseemos. [...]
»[...] Mas ¡qué cosa de tanta admiración, quien hinchiera mil
mundos y muy mucho más con su grandeza, encerrarse en una
cosa tan pequeña! A la verdad, como es Señor, consigo trae la
libertad, y como nos ama, hácese a nuestra medida.»7
TERESA DE JESÚS

Que pueda verte hoy


Queridísimo Señor, ojalá que pueda verte hoy y cada día
en cualquiera de tus enfermos, y mientras cuide de ellos,
pueda servirte a ti.
Que, aun cuando te escondas tras el tosco disfraz de lo
irritable, lo severo, lo irracional, pueda todavía reconocerte
y decir:
«Jesús, mi paciente, qué placer es servirte [...]»
Señor, aumenta mi fe, bendice mis esfuerzos y mi trabajo,
ahora y por siempre. Amén.8
MADRE TERESA
Luz, danos luz
¡Oh eterna Trinidad, mi dulce amor!
Tú, luz, danos luz.
Tú, sabiduría, danos sabiduría.
Tú, fortaleza suprema, fortalécenos.
Que hoy, Dios eterno, nuestra nube se disipe
para que podamos conocer a la perfección
y seguir tu Verdad honradamente,
con un corazón libre e inocente.
¡Oh fuego siempre ardiente!
el alma que viene a conocerse en ti
halla tu grandeza dondequiera que se dirija,
aun en las cosas más pequeñas,
en la gente y en todo lo creado,
pues en todas ellas ve tu poder,
sabiduría y misericordia.
Tú, luz, haz de éste un corazón inocente, no falso.
Hazlo grande, no mezquino.
Tan grande que tenga espacio
en su amorosa caridad para todos.
No seas tardo, bondadoso Padre,
en dirigir tu mirada misericordiosa hacia el mundo.9
CATALINA DE SIENA
Yo soy tu obra
Dios dice:
siempre estás frente a mis ojos.
Dios, yo soy tu obra.
Antes del principio de los tiempos, ya entonces,
yo estaba en tu mente. [...]
Gracias a Dios tengo un espíritu vivo.
Gracias a Dios vivo y me muevo.
Gracias a Dios aprendo, encuentro mi sendero.
Si honradamente pido,
mi Dios y Señor dirige mis pasos;
disponiendo mi andar
al ritmo de Sus preceptos.
Corro como un cervatillo
en busca de la primavera.
Tengo mi hogar allá en lo alto.10
HILDEGARD DE BINGEN
Concédenos la gracia de amar
Oh Señor, concédenos la gracia de amarte; haz que
podamos amar a quienes te aman; haz que podamos
realizar las obras que merezcan Tu amor. Permite que el
amor a Ti nos sea más valioso que nosotros mismos, nuestra
familia, nuestra riqueza, e incluso que el agua fresca.11
MAHOMA
Ojalá fuera un tesoro inagotable
Ojalá fuera el médico y la medicina
y la enfermera de todos los seres enfermos
del mundo
hasta que todos sanaran. [...]
Ojalá pueda convertirme
en un tesoro inagotable
para los pobres y necesitados;
en todo lo que ellos necesitan;
ojalá esas cosas sean puestas a su vera. [...]
Y cuando alguien se encuentre conmigo,
que no sea en vano. [...]
Ojalá que quienes dicen mal de mí
o me causan algún pesar,
y todos los que se burlan y me insultan,
tengan la fortuna del total despertar.12
SHANTIDEVA
Que todos sean
bendecidos con la paz
Que todas las criaturas vivan con paz y bienestar
que sean bendecidas con la paz por siempre;
que todas, fuertes o débiles,
grandes o pequeñas,
vistas o no vistas,
lejanas o cercanas,
nacidas o por nacer,
¡sean todas bendecidas con la paz!13
EL SUTTA-NIPATA
Gate Gate Paragate
Parasamgate Bodhi Svaha*
Pasado, pasado, más allá, totalmente más allá.
¡Salve, iluminación! (o ¡el despertar realizado!)

Dios mora en el corazón de todos los seres, amado, tu Dios mora en tu


corazón y Su poder maravilloso mueve todas las cosas [...]
haciéndolas girar hacia delante por la corriente del tiempo [...].
Te he dado palabras de visión y sabiduría más secretas que los
misterios ocultos. Medítalas en el silencio de tu corazón, y luego, con
libertad, haz tu voluntad.
EL BHAGAVAD GITA
Notas
PRIMERA PARTE

1. Malcolm Muggeridge: Something beautiful for God. Garden City, N.Y.: Doubleday & Company, Image
Books, 1977; págs. 44, 109.

* Rainer María Rilke (1875-1926), escritor y poeta. Se le considera uno de los mayores poetas líricos de la
Alemania moderna. [N. de E.]

2. Coleman Barks et al., trad.: The essential Rumi. HarperSanFrancisco, 1995; pág. 188. Las citas de Rumi
que figuran en las páginas 11, 65 y 155 corresponden a The essential Rumi, págs. 200, 8, 172.
3. Véase Jack Kornfield y Christina Feldman: Soul Food: Stories to Nourish the Spirit and the Heart.
HarperSanFrancisco, 1996; pág. 141.
4. Wayne Muller: Legacy of the Heart: The Spiritual Advantages of a Painful Childhood. New York: Simon &
Schuster, Fireside, 1993; pág. 176. Este libro fue publicado en español con el título Vivir con el corazón.
Barcelona: Ed. Urano, 1997.

5. Barks et al.: The Essential Rumi; pág. 166.

* Los nombres que figuran en los relatos, salvo los personajes públicos, son ficticios.
* Puedes utilizar el mantra que prefieras para denominar al Espíritu Universal.
6. Ibíd.; pág. 109.
7. M. Scott Peck: The Road Less Traveled: A New Psychology of Love, Traditional Values and Spiritual Growth.
New York: Simon & Schuster, Touchstone, 1978; págs. 81, 116-17. Este libro se ha publicado en español con
el título La nueva psicología del amor.
8. Lorraine E. Hale: Hale House: Alive with Love. Hale House, 1991; pág. 8.

9. «Slain Journalists Honored by Colleagues, Diplomats», CNN.com, 25 mayo 2000;


http://www.cnn.com/2000/WORLD/africa/05/25/slain.journalists.02/ (6 junio 2000).
10. Lesia Stockall Cartelli y Bárbara Bartocci: «The Fire Within», Woman’s Day; 16 septiembre 1997; pág.
25.
11. Shelley Donald Coolidge: «“Corporate Decency” Prevails at Malden Mills». Christian Science Monitor; 28
marzo 1996.

* Véase también «Nutrirse uno mismo».


* Helen Adams Keller (1880-1968): Escritora y conferenciante estadounidense. Ciega y sorda desde los dos
años. Promovió muchas causas sociales. [N. de E.]
SEGUNDA PARTE

1. Erika J. Chopich y Margaret Paul: Healing Your Aloneness: Finding Love and Wholeness through Your Inner
Child. HarperSanFrancisco, 1990; pág. 41. Este libro se ha publicado en español con el título Cura tu
soledad. Madrid: Ed. Edaf, 1995.
2. Melody Beattie: Codependent No More: How to Stop controlling Others and Start Caring for Yourself.
Center City, Minnesota: Hazelden, 1992; pág. 36.
3. Ibíd.; pág. 37.

4. John Gray: Prefacio de Handbook for the Heart: Original Writings on Love. Ed. Richard Carlson y Benjamin
Shield. Boston: Little, Brown and Company, 1996; pág. x.
5. Aung San Suu Kyi y Alan Clements: The Voice of Hope. New York: Seven Stories Press, 1997; pág. 278.
6. Véase Elizabeth Clare Prophet, Patricia Spadaro y Murray L. Steinman: «The Origin of Evil», en Kabbalah:
Key to your Inner Power. Corwin Springs, Montana: Summit University Press, 1997; págs. 142-45.

7. Harville Hendrix: «The Mirror of Love», en Handbook for the Heart. Ed. Carlson y Shield; pág. 93.
8. Jack Kornfield: «The Wellspring of the Heart», en Handbook for the Heart. Ed. Carlson y Shield; págs. 44-
45.
9. Barks et al.: The Essential Rumi; págs. 190-91.
10. «Eddi Bocelli’s Story». http://www.geocities.com/Vienna/Choir/6642/eddi.html (23 junio 2000).
11. David McArthur y Bruce McArthur: The Intelligent Heart: Transform your Life with the Laws of Love. Virginia
Beach, Virginia: A.R.E. Press, 1997; págs. 40-42. Véase asimismo Doc Childre, Howard Martin y Donna
Beech: The HeartMath Solution. HarperSanFrancisco, 1999.
12. Thomas Petzinger Jr.: «Talking about Tomorrow: Saul Bellow», Wall Street Journal Interactive Edition,
2000. http://interactive.wsj.com/millennium/articles/flash-SB944523384413082346.htm (24 julio 2000).

TERCERA PARTE

1. Angela Pirisi: «Forgive to Live», Psychology Today, julio/agosto 2000, pág. 26.
2. Hendrix: «The Mirror of Love»; págs. 93-94, 97-98.

3. Así como un rayo del sol al pasar por un prisma se refracta en los siete colores del arco iris, la luz espiritual
que invocamos con la oración hablada se manifiesta en siete rayos o llamas. La violeta tiene el color y la
frecuencia de la luz espiritual que estimula la misericordia, el perdón y la transmutación. La llama rosa es la
del amor divino.

* Cada vez que dices «YO SOY» (del «YO SOY EL QUE YO SOY»), en realidad estás diciendo «Dios en mí es...». El
«YO SOY» es el poder del Espíritu que opera personalmente a través de ti.
4. Tom Gliatto: «The Mourning After», People, 30 de marzo de 1997.

* Algunas personas utilizan el término «alma compañera» para referirse a la «llama gemela», pero tienen
distinto significado. Las llamas gemelas son dos mitades del Todo Divino. Son almas con el mismo origen
espiritual e igual patrón de identidad. Las almas compañeras comparten un llamado complementario en la
vida y son compañeras de viaje. Puedes tener más de un alma compañera pero una sola llama gemela. Véase
Almas compañeras y llamas gemelas, Barcelona: Porcia Ediciones, 1ª reimp., 2012.
5. Norman Lebrecht: Mahler Remembered. Nueva York: W.W. Norton & Company, 1988; pág. 148.
6. Dannion Brinkley, citado en Elizabeth Clare Prophet, Patricia R. Spadaro y Murray L. Steinman: Saint
Germain’s Prophecy for the New Millenium. Corwin Springs, Montana: Summit University Press, 1999; págs.
305, 306.

7. Fritjof Capra: The Tao of Physics. Nueva York: Bantam Books, 1984, 2ª ed.; pág. 141. Este libro se ha
publicado en español con el título El tao de la física, Málaga: Ed. Sirio, 2009.

* El corazón es uno de los siete centros principales de energía, llamados chakras, que existen en el cuerpo
(véanse acápite La cámara secreta del corazón para más información sobre este chakra).
CUARTA PARTE

1. Robert A. F. Thurman: Essential Tibetan Buddhism. HarperSanFrancisco, 1996; pág. 142. Acharya
Shantideva: A Guide to the Boddhisattva’s Way of Life; trad. Stephen Batchelor. Dharamsala, India: Library of
Tibetan Works & Archives, 1979; pág. 57.
2. San Simeón el Nuevo Teólogo, citado en Teachings of the Christian Mystics; ed. Andrew Harvey. Boston:
Shambala, 1998; pág. 60.
3. Helena Roerich: Heart. Nueva York: Agni Yoga Society, 1975; pág. 272.
4. Hadewijch de Antwerp, citado en Teachings of the Christian Mystics; ed. Harvey, pág. 84.
5. Thurman: Essential Tibetan Buddhism; pág. 142.
6. Ibíd.; pág. 160.
7. Elizabeth Clare Prophet: Saint Germain: alquimista, diplomático y maestro de la libertad. Barcelona, Porcia
Ediciones, 2006; págs. 148-149.
8. Daniel C. Matt: God and the Big Bang: Discovering Harmony between Science and Spirituality. Woodstock,
Vermont: Jewish Lights Publishing, 1996; pág. 73.

* La palabra templo en este contexto se refiere a los muchos aspectos de nuestro ser, incluidos nuestro
cuerpo, mente y emociones. Como Pablo escribió en su carta a los corintios: «¿Acaso no sabéis que sois
templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?».
9. Wolfe Lowenthal: There are no secrets: Professor Cheng Man-ch’ing and his Tai Chi Chuan. Berkeley,
California: North Atlantic Books, 1991; págs. 111, 67.
10. Gerry Spence: How to Argue and Win Every Time. Nueva York: St. Martin’s Press, 1995; págs. 28-29.

QUINTA PARTE

1. The Prayers of Catherine of Siena; ed. Suzanne Noffke. Nueva York: Paulist Press, 1983; págs. 104, 91.

* Los maestros ascendidos son seres procedentes de todas las religiones y creencias espirituales, que han
llevado a cabo su razón de ser, se han graduado de la escuela de la Tierra y se han vuelto a unir a Dios.

2. Véase Elizabeth Clare Prophet y Patricia R. Spadaro: Recetas para una vida espiritual. Barcelona: Porcia
Ediciones, 2007; págs. 47-62.

* El Santo Ser Crístico es otra expresión para denominar al Yo Superior. La «Santa Llama Crística» es tu
chispa divina, la llama trina que mora en la cámara secreta de tu corazón.
3. Extractado de Djwal Kul: Activar los chakras. Porcia Ediciones, 3ª ed., 2006.

4. Swami Prabhavananda y Christopher Isherwood: How to Know God: The Yoga Aphorisms of Pantajali.
Nueva York: New American Library, Mentor, 1969; págs. 49, 50.

* Brahmán es la Realidad esencial, lo absoluto.


5. Ibíd.; pág. 49.

6. Ibíd.; págs. 49-50.

* Por paso que hable: por muy bajo y suave que hable.
7. «Camino de perfección», cap. 28:2, 9-11, en Santa Teresa. Obras completas. Burgos: Edit. Monte
Carmelo, 2002; págs. 567, 571, 572.

8. Muggeridge: Something Beautiful for God; págs. 74-75.


9. Compilado de las oraciones de Catalina de Siena. Véase The Prayers of Catherine of Siena; ed. Noffke,
págs. 105, 100, 131, 82.
10. Gabriele Uhlein: Meditations with Hildegard of Bingen. Santa Fe, Nuevo México: Bear & Company,
1983; págs. 94, 95-96.

11. Lotus Prayer Book. Yogaville, Virginia: Integral Yoga Publications, 1986; pág. 85.
12. Thurman: Essential Tibetan Buddhism; págs. 160, 161.
13. Lotus Prayer Book; pág. 180.

* Es la última línea del popular sutra del corazón que muchos budistas recitan a diario. Se dice que este
mantra alivia cualquier sufrimiento.
Elizabeth Clare Prophet es una autora de renombre
internacional y pionera en espiritualidad práctica. Entre sus libros
más conocidos se encuentran la popular serie sobre espiritualidad
práctica, que incluye Cómo trabajar con los ángeles, Arcángel
Miguel, ayúdame, Llamas gemelas y almas compañeras y
Disuelve tus problemas. Se encuentra disponible una amplia
selección de sus títulos en un total de 32 idiomas.
Summit University Press continúa publicando las obras inéditas
de Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet.

Patricia R. Spadaro es autora y experta en temas de


espiritualidad práctica. Es coautora de los populares títulos
Alquimia del corazón, Recetas para una vida espiritual,
Conexiones con otras vidas, Tus siete centros de energía y
Cábala: la llave de tu poder interno.
Otros libros de
Elizabeth Clare Prophet

Almas compañeras y llamas gemelas


Ángeles de la guía. El Arcángel Gabriel
Ángeles del amor. El angel de la guarda
Ángeles de curación. El Arcángel Rafael
Ángeles de protección. Historias reales del Arcángel Miguel
Ángeles de sabiduría
Ángeles del éxito. Los serafines
Los ángeles te ayudan a crear milagros en tu vida
Arcángel Miguel ayúdame
Atrae abundancia
El ángel de la escucha
El Arcángel Uriel
Cómo trabajar con los ángeles
Decretos al Arcángel Miguel
Decretos de Llama Violeta
Disuelve tus problemas. Llama Violeta para curar cuerpo, mente y
alma
Mensajes desde el retiro de Saint Germain
Saint Germain. Alquimista, diplomático y maestro de la libertad
Secretos de prosperidad

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