Subjetivismo Bien

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SUBJETIVISMO

EL PROBLEMA DE LA DEFINICIÓN

Como tantos otros términos de uso muy frecuente, el de subjetividad tiene tal amplitud
como escasa precisión, tal como lo demuestra una somera revisión a diccionarios en general
y especializados de distintas disciplinas en particular.

Para tomar sólo uno de los primeros veamos que entiende por subjetivismo al no incluir el
de subjetividad:

Término con que por lo general designan las teorías filosóficas en que se subordina la
realidad al pensamiento. Se emplea en contraposición al de objetivismo. En el sentido más
estrecho, el subjetivismo llega al extremo de negar la capacidad del yo para conocer todo
objeto extra mental. Los socialistas sostienen que el yo no puede conocer nada que no sea
el yo mismo y sus representaciones.

Según lo ha dicho Francisco Heriberto Bradley en Appearance and Reality, “yo no puedo ir
más allá de los límites que marca la experiencia, y la experiencia es mi experiencia. De esto
se deduce que nada existe más allá del yo”.

Un punto de vista menos radical se encuentra en el idealismo subjetivo del filósofo inglés
Jorge Berkeley, quién, por más que admite que todas las ideas necesitan proceder del yo o
de sus diversos estados, encuentra en algunos de ellos orden y “objetividad” suficientes
para aceptar como origen de dichas ideas una fuente heterogénea del espíritu humano, esto
es, el espíritu supremo, o sea Dios.

En el propio idealismo objetivo de los pensadores alemanes que siguen a Kant, el punto de
vista subjetivo se combina con un alto grado de objetivismo. Sosteniendo que lo real
necesita ser esencialmente de la naturaleza del espíritu Hegel mantiene que el espíritu, que
abarca todo lo que existe, no es el espíritu individual sino el proceso universal. En la
realización de su propio desarrollo este espíritu universal debe permanecer en relación con
objetos que lo separan de su primera subjetividad extrema, pero que después lo reintegran a
una nueva posición subjetiva (Enciclopedia Barsa, tomo XIV, p.39).

Por el evidente origen filosófico del término, es conveniente comenzar el recorrido de la


significación del término por este campo, dentro del cual el clásico diccionario de filosofía
de Abbagnano lo define así:
1) El carácter de todos los fenómenos psíquicos, en cuanto fenómenos de conciencia, o
sea tales que el sujeto los refiere a sí mismo y los llama “míos”. 2) Carácter de lo
subjetivo en el sentido de ser aparente, ilusorio o deficiente. En este sentido Hegel
colocó en la esfera de la S. al debe ser en general, como también a los intereses y las
finalidades del individuo. “En cuanto al contenido de los intereses y de las
finalidades - decía- está presente solamente en la forma unilateral de lo subjetivo y
la unilateralidad es un límite, esta falta se demuestra al mismo tiempo como una
inquietud, un dolor, como algo negativo”

Kierkegaard quiso invertir el punto de vista hegeliano, colocando a la S. por encima de la


objetividad: “El error está , en principalmente en que lo universal, en lo que el

hegelianismo hace consistir la verdad (y el individuo llega a ser la verdad si está sujeto a
él), es una abstracción: el Estado, etc. Hegel no llega a decir qué es la S. en sentido
absoluto, y no llega a la verdad, o sea al principio que enuncia: que, en última instancia, el
individuo está en realidad por encima de lo universal”

A renglón seguido este mismo autor define subjetivismo, reconociendo al final sus
limitaciones:

Término moderno que designa la doctrina que reduce a estados o actos del sujeto (universal
o individual) la realidad o los valores. En tal sentido, el idealismo es S. Porque reduce la
realidad de las cosas a estados del sujeto (percepciones o representaciones) y análogamente
se habla de S. Moral o de S. estético cuando se reducen el bien, el mal o lo bello y lo feo a
las preferencias de los sujetos en particular.

Siempre desde el campo filosófico, Ferrater Mora plantea al concepto más extensamente de
la siguiente forma:

La definición más general que puede darse de “subjetivismo” es: la acción y efecto de
tomar el punto de vista del sujeto. El sujeto puede entenderse como un sujeto individual,
como el sujeto humano en general o como el sujeto trascendental en sentido kantiano. En
este último caso no puede hablarse de subjetivismo porque, porque el sujeto trascendental
es el conjunto de condiciones que hacen posible el conocimiento para cualquier sujeto
cognoscente y, en último término, el conjunto de condiciones que hacen posible todo
conocimiento, aunque no sea formulado por un sujeto concreto.

Si se toma el sujeto como sujeto humano en general, el subjetivismo resultante puede ser un
antropocentrismo y también lo que se ha llamado un “especieísmo”. Si se reconoce que hay
otros puntos de vista posibles, además del sujeto humano, el subjetivismo es, juzgado
peyorativamente, un relativismo, y juzgado como una legítima posición epistemológica,
una forma de perspectivismo.

Por lo general, cuando se habla de subjetivismo, el sujeto que se tiene en mente es algún
sujeto humano individual. El punto de vista de tal sujeto es un punto de vista particular. En
principio, este punto de vista puede ser correcto (al fin y al cabo, un solo sujeto particular
puede acertar y todos los demás pueden errar). Pero se supone que el punto de vista del
sujeto particular está condicionado sólo por sus particulares condiciones y que éstas
determinan los juicios formulados. Si las condiciones particulares de un sujeto no coinciden
con las de otros sujetos, no se desemboca en un punto de vista intersubjetivo, sin el cual se
supone que no se puede alcanzar objetividad.

El subjetivismo es por ello equiparado al relativismo, y especialmente al relativismo


individualista. El subjetivismo puede afectar a juicios de valor tanto como a juicios de
existencia, pero lo más común es ligar el subjetivismo a juicios de valor.

Suele denunciarse al subjetivismo como manifestación de la arbitrariedad del sujeto o


individuo que formula opiniones. Un juicio formulado en virtud de intereses subjetivos
(“personales”, “individuales”) y mediante racionalización de estos intereses es estimado
como un juicio inadmisible si se quiere alcanzar “la verdad”; como hemos indicado en el

párrafo anterior, se equipara a menudo el subjetivismo con el relativismo. Se dice, en


consecuencia, que una opinión subjetiva es una opinión “parcial”. Al subjetivismo se
contrapone entonces el objetivismo como la actitud correctora; en todo caso,
epistemológicamente correcta.

El mismo autor resume esta idea en otra edición de su obra:

Se dice, ante todo, de la reducción de cualquier juicio al sujeto que juzga, es decir, de la
limitación de la validez del juicio al sujeto. El alcance de este subjetivismo, que puede
llamarse con toda propiedad gnoseológico, difiere según lo que se entiende por “sujeto” (...)
El subjetivismo es entonces un relativismo del sujeto, esto es, una doctrina que relativiza
toda proposición haciéndola depender del sujeto

Como última definición desde la filosofía veamos la postura de Walter Brugger:

Subjetivismo es, en oposición a objetivismo, aquel punto de vista filosófico, según el cual
lo decisivo para el valor del conocimiento no es el objeto, sino la constitución del sujeto,
conforme a la conocida sentencia de Protágoras : el hombre es la medida de todas las cosas.
Esto se refiere o bien a determinadas formas de pensamiento e intuición que son
estrictamente comunes a todos los seres pensantes o a todos los seres sensitivo- espirituales,
o bien a la “naturaleza” del hombre común en sentido amplio, pero sometida a cambios
históricos, o bien a los tipos raciales, psicológicos o sociológicos, o bien a la distinta
peculiaridad subjetiva del hombre individual. En el último caso hablamos de subjetivismo
en sentido estricto, y en las formas antes mencionadas se habla de idealismo trascendental
criticismo, antropologismo, psicologismo o sicologismo ideología. El carácter de
relativismo recibe acentos tanto mayores en las formas del subjetivismo, cuanto la verdad
se hace depender más de las condiciones cambiantes. En el ámbito de los valores el
subjetivismo limitado a los sentimientos encuentra algunos defensores, que sin embargo se
oponen a él en el campo del ser “libre de valor”. Todo el subjetivismo está fundado a la
postre en un desconocimiento de la esencia del espíritu como ente abierto al ámbito
ilimitado del ser

Desde un punto de vista tan genérico como las “ciencias humanas”, Georges Thines y
Agnes Lempereur dan una muy larga definición de subjetividad (entendido como término
de la filosofía, la psicología y la biología comparada) de la que se extraen el siguiente
concepto esencial:

Designa la conciencia en tanto que interioridad, en oposición a la exterioridad de los


objetos e incluso por relación al cuerpo de un sujeto, en la medida en que se considera que
el propio cuerpo está situado en el espacio como un objeto del mundo físico
Y luego de ver distintas posturas filosóficas y psicológicas al respecto, así como las
diferencias entre los niveles animal y humano, plantea su postura respecto al subjetivismo:
Término que tiene, en muchos casos, una connotación peyorativa y designa, desde el punto
de vista filosófico, la tendencia a dar supremacía a lo individual sobre lo normativo en los
campos metafísico, moral, social, etc. En la acepción corriente, se tacha de subjetivismo
toda actitud consistente en rechazar el carácter apremiante de lo

que es aceptado como objetivo. En psicología, este concepto es tanto más ambigua cuanto
que ésta tiene por objeto la subjetividad. A partir de aquí, para evitar toda confusión entre
lo subjetivista (como resultado de un juicio) y lo subjetivo (por constitución), es importante
subrayar el carácter patente de la subjetividad y su no-reductibilidad a una pura inmanencia,
siendo esta última la condición implícita del subjetivismo filosófico así como de la
tendencia inherente al objetivismo psicológico a considerar lo subjetivo como sospechoso,
incluso incomunicable a priori

Desde una perspectiva sociológica, el trabajo compilado por Henry Pratt Fairchild es muy
categórico en la separación de campos que se observa en los tres conceptos vinculados que
define:
Subjetivo. Referente a estados psíquicos internos tales como las emociones, los
sentimientos, las actitudes o los conceptos; hecho de interpretar la experiencia en función
de tales estados, con insuficiente consideración de la realidad, tal como se deriva de la
investigación y la actitud científica

Valor subjetivo. Tipo de juicio aceptado por personas, grupos ó instituciones que surge del
contexto societal

Subjetivo. Lo que es sentido por experiencia íntima.


Subjetivo. Lo que se experimenta por aprehensión íntima, sin posibilidad de comprobarlo
directamente por observación y medida.
Todas las experiencias psíquicas. Tanto normales como patológicas, son evidentemente
subjetivas. Y por ser desmesurada la extensión de este dominio, suele darse al término
“subjetivo” una acepción más limitada [en neurología, etc]. En cuanto a los hechos
psicológicos, los médicos hablan, sobre todo, de subjetividad para ratificar un juicio más
afectivo que lógico, o un estado que el sujeto invoca cuando las circunstancias apropiadas
para provocarlo no parecen realizadas.

Subjetividad:
1) Cualidad de lo que existe solamente para el sujeto, para la conciencia del que lo
experimenta. Es un carácter esencial de los procesos psíquicos, que sólo por el sujeto son
conocidos directamente.

2) Unilateralidad en los juicios, que se forman a base del punto de vista propio. Intensa
referencia al yo en los juicios. Subjetivismo: orientación filosófica que considera a la
conciencia como dato primario y punto de partida de la Filosofía. En su punto extremo,
solipsismo.

Subjetivismo: véase Psicologismo. Psicologismo: 1. Punto de vista según el cual la


psicología es la base de la filosofía y de las ciencias que tratan del género humano. 2. Punto
del vista según el cual los principios de las ciencias normativas (lógica, ética, etc) son de
origen subjetivo y empírico. 3. Teoría que afirma que la psicología es la base de toda
ciencia
Subjetivo: 1. Que depende del organismo individual, 2. Que no admite registro por
instrumentos físicos, 3. no susceptible de comprobación por otros investigadores, 4.
Localizado en el espacio psicológico dentro del cuerpo del observador (por ejemplo los
sentimientos)

Subjetivismo: Doctrina según la cual solamente existe una realidad: la subjetiva.


Subjetivo: Que se relaciona con el sujeto. Se dice de todo aquello que es únicamente
percibido por el sujeto, o pensado por él exclusivamente

Subjetivismo:
1. Tendencia a evaluar las experiencias en función del propio marco de referencia personal,
2. Punto de vista teórico que subraya la experiencia personal como la única base de la
realidad.

Subjetivo:

1. Relativo al sujeto o persona,


2. Relativo a la experiencia a la cual sólo tiene acceso el sujeto de la misma,
3. Que caracteriza a los sistemas de psicología que se centran en el sujeto y sus
experiencias personales,
4. No susceptible a la realidad por consenso,
5. Perteneciente a los juicios emitidos sin el empleo de aparatos o instrumentos
Y un texto donde no aparece el autor lo define así:
Subjetivo. Todo fenómeno psicológico es subjetivo cuando sólo puede ser conocido por
quién lo experimenta.

Ni siquiera las sensaciones más elementales escapan a la subjetividad; es imposible saber si


el otro ve el color rojo como lo percibo yo, o si el dolor tiene para él el mismo significado
que para mí. Con mayor razón son incomunicables los sentimientos y sólo pueden expresar
por analogía, paráfrasis.

En psicología, sólo el comportamiento observable y mensurable, puede ser estudiado de


una manera objetiva, y así para el psicólogo todo acontecimiento posee un aspecto objetivo
y otro subjetivo; se esfuerza por captar dos aspectos, comprenderlos, el uno por el otro en
su unidad; no puede desconocer el aspecto subjetivo, pues es absurdo analizar la conducta
si no se sabe cómo aparece el sujeto que la vive.

En psiquiatría, se reserva el término de subjetivo a síntomas imaginarios, alucinatrios o


carentes de fundamento lógico

Por sus implicaciones, que se verán posteriormente, es interesante resaltar que este término
no aparece en importantes obras del campo de las ciencias sociales: si bien podría no
sorprender su ausencia en el Diccionario del pensamiento marxista de Tom Bottomore -por
el desconocimiento, olvido o negación de la idea de subjetividad en ese marco teórico, pero
en particular en la versión soviético-stalinista de este (Guinsberg, 1994) -, sí llama la
atención tal carencia en obras como los Diccionario de política, el de Garzaro y el de
Bobbio, en el Diccionario de Sociología de Schoeck, y en tantos otros.

Pero seguramente son más llamativas otras ausencias: el campo psicoanalítico se


enorgullece de ser quién más estudia y penetra en el conocimiento de la subjetividad, pero
este concepto no aparece en el famoso y valioso Diccionario de psicoanálisis de Laplanche
y Pontalis, aunque estos destacan al comienzo de su obra que

si bien Freud, como escritor, se mostró inventivo, cuidó poco la perfección de su


vocabulario. Sin enumerar los tipos de dificultades que se presentan, baste decir que en la
terminología analítica sucede como en muchas lenguas, en las que no faltan la polisemia y
las imbricaciones semánticas; distintas palabras no siempre evocan ideas muy diferentes”
(p.X),

Y luego destacan que sólo tomaron algunas palabras: “no todo lo que intenta explicar el
psicoanálisis, sino más bien lo que le sirve para explicarlo” (p.XIII). Pero tampoco
aparece en el acucioso “Indice alfabético de materias” del tomo XXIV de la edición de las
obras de Freud de Amorrortu editores, tomada de la primera edición de la The Standard
Edition of the Cmplete Psychological Works of Sigmund Freud, aunque una muy somera
referencia respecto a esta ausencia es dada en el tomo inicial de la colección (Sobre la
versión castellana), donde dicen, sin aclarar mucho en cuanto a las significaciones de los
términos:

“Creencia en la realidad” es una categoría del análisis psicológico freudiano, así traducida
por nosotros. Corresponde entenderla como “creencia en la objetividad”, tal como el
“examen de realidad” es “examen de objetividad”. Esta última expresión nos remite a
“subjetividad”; lo objetivo y lo subjetivo se constituyen simultánea y simétricamente en el
proceso del desarrollo del yo.

Es preciso, pues, abandonar cualquier ingenuidad respecto de la noción de “objeto”. Su


síntesis es, al mismo tiempo, síntesis del yo. El yo mismo, punto de encuentro entre lo real
y lo ideal, se constituye en esos dos mundos

PROBLEMAS DE CONCEPTUALIZACIÓN
Tal como fuera indicado y pudo observarse en algunas de las definiciones citadas, la noción
de subjetivismo surge y se desarrolla esencialmente en la filosofía, signando a ésta desde
sus comienzos a través de las diferentes tendencias y escuelas de idealismo/materialismo y
de nociones y relaciones de sujeto/objeto. Al respecto debería verse ni más ni menos que la
historia de esa disciplina -lo que no es posible hacer aquí- y en particular, aunque no
exclusivamente, los planteos de Platón, Aristóteles, Arquímedes, Descartes, Berkeley,
Locke, Hume, Condillac Kant, Hegel, Feuerbach, Marx, Comte, etc.

Pero, como ocurre tantas veces, el concepto escapa de lo conocido y tradicional para
adoptar nuevas significaciones, afrontando nuevas problemáticas con base en el (al menos
parcialmente) nuevo contexto de su utilización. Más allá de las connotaciones filosóficas
apuntadas, que se mantienen, desde hace más de un siglo el surgimiento de la psicología
como disciplina ha hecho que se entienda por subjetividad y por subjetivo todo lo
perteneciente al ámbito de lo psíquico y de lo psicológico, diferenciándose de otras
disciplinas sociales como las llamadas “ciencias” políticas, sociológicas, económicas,
antropológicas, históricas, etc., aunque es muy sabido que también estas muchas veces son
tildadas de “subjetivas”, poco o no suficientemente “objetivas” o “idelogizadas” por las
consideradas “ciencias duras” e incluso por otras corrientes del mismo campo.

Pero en esta similitud actual entre subjetivo y psíquico actualmente se introduce todo lo que
cada escuela o corriente psicológica entiende como tal, es decir que no se limita, como lo
fue anteriormente y puede verse en algunas de las definiciones del inicio de este trabajo,
sólo al aspecto o nivel consiente. De esta manera, para el psicoanálisis en general, incluye
toda la concepción metapsicológica de este marco teórico, es decir sus aspectos dinámicos
(los fenómenos psíquicos como resultantes del conflicto y el juego de las instancias del
ello, yo y súper yo), tópicos (los anteriores como parte de la estratificación psíquica en
niveles inconsciente, pre consiente y consiente) y económicos (la magnitud de las fuerzas
psíquicas).

Ha cambiado también la idea en torno a lo “medible” y “controlable” de lo objetivo y lo


contrario de lo subjetivo, al menos desde la perspectiva de algunas corrientes psicológicas
que consideran que tienen elementos para hacerlo: mediciones de conducta, test, la misma
idea de las escuelas conductistas y similares que no les importa el proceso interno del
psiquismo sino la relación estímulo-respuesta, etc. Pero, por otra parte, ya son innumerables
los errores demostrados por la presunta “objetividad” de las prácticas de algunas disciplinas
sociales: desde resultados electorales que desmintieron lo indicado por encuestas, hasta la
comprobación de que los análisis sirven más para explicar lo ocurrido que para prever lo
que sucederá.

Pero con independencia de la incuestionable importancia de esto último -que demuestra las
dificultades para diferenciar muchas veces lo “objetivo” y lo “subjetivo”, así como sus
indeterminables e indefinbles límites y fronteras-, los nuevos problemas hoy centrales son,
entre otros:

1) los factores que construyen lo que se entiende por subjetividad;


2) las especificidades y vinculaciones de los campos “objetivos” y “subjetivos”;
3) nuevos campos, particulares y generales, del estudio de la subjetividad que hoy
preocupan e interesan a viejos y nuevos ámbitos de investigación.

Respecto a lo primero se trata de una muy vieja polémica, que hoy se mantiene aunque con
nuevos ropajes. Si por un lado se entiende al ser humano como un ser biopsi
co social, es decir como resultante de los diferentes factores indicados en tal término, por
otros se prefiere enfatizar uno de ellos como prioritario y dominante en la producción de la
subjetividad y de la psicopatología: lo orgánico, lo psíquico o lo social, de lo que surgen las
distorsiones unilaterales del “organicismo” o “biologicismo”, el “psicologismo” y el
“sociologismo”.

Para el primero, originado en un simple materialismo y posteriormente afianzado en cierta


“cientificidad” médica, toda la estructuración psíquica hay que buscarla en el nivel del
organismo humano, y las patologías en algún desorden o enfermedad de órganos
específicos. Considerando que todo el funcionamiento humano está ligado a la corporeidad
en general, y cada actividad a órganos específicos, hace varios siglos los médicos buscaron
conocer los vínculos de ese tipo, buscando comprender la psico(pato)logía del hombre. Un
ejemplo claro y paradigmático al respecto es que, creyendo -como lo fue hasta fines del
siglo pasado- que la histeria es un cuadro exclusivamente femenino y ausente en el hombre,
buscaron su causa en un órgano sólo de la mujer: de allí viene el término “histeria”,
derivado de útero.

Tal concepción hoy se mantiene en importantes sectores del campo médico en general y del
psiquiátrico en particular, aunque casi exclusivamente en lo que puede considerarse como
“psiquiatría clásica y tradicional” (lo que puede verse en una gran cantidad de textos de este
campo médico, donde se incluye casi nada o muy poco de aspectos psíquicos y/o sociales,
salvo los considerados resultados de lo orgánico). Por supuesto que hoy tal postura ya no es
tan mecánica entre órgano y conductas o patologías determinadas, sino que toma niveles de
sofisticación muy grandes en terrenos neurológicos y biológicos que han convertido a los
psicofármacos en las herramientas terapéuticas básicas de tal campo médico (sobre lo que
existe una conocida y fuerte polémica en torno a sus resultados, nivel de estos, etc). Si bien
es difícil encontrar un franco reconocimiento de la total aceptación de esta postura
“organicista” -nadie deja teóricamente de aceptar alguna incidencia de lo psíquico y lo

social en la construcción de la subjetividad y su patología-, esto no significa que, más allá


de las palabras, tal postura sigue presente en un importante ámbito de la práctica médica.

El psicologismo (no confundir con “psicológico”, que es otra cosa, como lo indica el
agregado de “ismo” al primero) es una postura que, a la inversa de la anterior, todo o casi
todo lo reduce al nivel de lo psíquico, con importante o total negación de la incidencia de
aspectos orgánicos y sociales en la subjetividad, el comportamiento, etc. Si bien deriva de
una sobre compensación del campo “organicista” (y a veces también del “sociologista” que
se verá después), evidentemente cae también en una postura unilateral en dos formas: la
primera con la señalada negación de otros aspectos, entendiendo todo desde variables
exclusivamente individuales o micro sociales (sobre todo familiares, como el vínculo
edípico por ejemplo). Y la segunda proyectando a terrenos sociales visiones o marcos
conceptuales que pueden ser válidos para la subjetividad pero no para otros ámbitos: por
ejemplo considerar al capitalismo como “la etapa anal de la sociedad”, interpretar alguna
práctica social sólo como intento de resolución del complejo de Edipo (lo que puede ser
válido en casos individuales pero no por ello obligatoriamente generalizable), ver el sentido
de los momentos históricos sólo como producto de la personalidad de sus líderes y/o
caudillos, etc.

Esta postura ha tenido y tiene gran desarrollo en este siglo como consecuencia del
surgimiento de importantes marcos teóricos psicológicos, aunque estos no siempre son
responsables de lo que algunos seguidores hacen de sus planteos. Es, por ejemplo, lo que
ocurre con los psicoanálisis (se utiliza los y no el para indicar la gran cantidad de variantes
que hoy existen de esta escuela), donde no pocas veces la “lectura” y aplicación que se hace
del mismo puede tener tal significación psicologista, muy diferente a la que pueden tener y
hacer otros seguidores de la misma. Es evidente que todas las interpretaciones que se hagan
de la realidad en general con centro fuerte o exclusivo en la lectura de la subjetividad,
tendrán resultados equívocos por la negación (parcial o total) de otros aspectos
intervinientes.

En otros casos, aunque no siempre con conciencia de ello, esta postura psicologista busca
negar o simplemente niega la responsabilidad de las instituciones o políticas sociales en la
determinación de los estados subjetivos, determinación que de esta manera recae sólo en los
individuos o, cuanto más, las relaciones familiares o aspectos microsociales. Una variante
de esta postura es la de algunas corrientes de la psicología social que limitan tal incidencia
a los grupos, pequeños ámbitos de pertenencia, etc., desconociendo o minus valorizando
como éstos se encuentran contextualizados en estructuras sociales, políticas y económicas
que inciden sobre aquellos. Más adelante se verá cómo y por qué estas posturas hoy tienen
fuerte predicamento, aunque nunca aceptarán de manera manifiesta tal postura psicologista,
ya que explícitamente jamás niegan una incidencia de factores orgánicos y sociales sobre
los sujetos psíquicos que desmienten o limitan en los hechos.

Y el sociologismo niega o disminuye la importancia a los aspectos subjetivos, interpretando


todo -en el mundo social y en la producción de la subjetividad- como resultado de fuerzas
sociales, clases, la estructura económica, social y política, etc., de acuerdo a las diferentes
teorías y escuelas de las disciplinas sociales, políticas, etc. De esta manera se desconoce la
interrelación que mutuamente se produce o puede
producirse entre los mundos o las esferas de estos campos y el del psiquismo y de la
subjetividad, tal como se verá más adelante. Y si para el psicologismo todo conflicto
psíquico, por ejemplo, es responsabilidad exclusiva de tal campo y sin ninguna de otros,
para el sociologismo es exactamente la inversa: de la lucha de clases o de pertenencia a una
de ellas para ciertas posturas “marxistas” mecánicas y extremas, de una disfunción para los
estructural-funcionalistas, etc.

En una ruptura con estas visiones unilaterales, otras perspectivas psicológicas y


psicoanalíticas tratan de ver a la subjetividad como producto o síntesis de todos los factores
-orgánicos, sociales y psíquicos que participan en su construcción. En el caso de Freud ello
puede verse en su noción de “series complementarias” (la vinculación entre aspectos
hereditarios, constitucionales, infantiles y actuales), y la lectura que muchos analistas hacen
de su obra en general y de sus trabajos “sociológicos” en particular (Psicología de las masas
y análisis del yo, El malestar en la cultura, El porvenir de una ilusión, etc). De esta lectura
surgen diferentes variantes que pueden verse en perspectivas tan diferentes como el
freudomarxismo de Wilhelm Reich y otros, el psicoanálisis culturalista (Sullivan, Fromm,
Horney), el etnopsicoanálisis, el esquizoanális (Deleuze y Guattari), e incluso algunas del
campo ortodoxo, etc.

El otro aspecto antes señalado corresponde a las vinculaciones y penetraciones que se


producen entre el psiquismo/subjetividad y otros campos, donde cada vez se comprende
más la dialéctica y/o las relaciones del tipo psique/cuerpo y subjetividad/cultura, sin que
esta comprensión, que rompe con los rígidos cortes disciplinarios, signifique dejar de
comprender la dificultad de las formas y caminos de tales vinculaciones, en particular la
psicosomática y la psicosocial: en otras palabras, como lo subjetivo incide sobre lo
somático y lo social, y viceversa. Pero esto sólo significa la necesidad de reforzamiento de
la búsqueda de su comprensión.

De cualquier manera cada vez quedan más claro tales interpenetraciones e influencias: las
formas sociales producen nuevas “necesidades” subjetivas, las “necesidades” - generales o
específicas de una época- buscan situaciones sociales que las satisfagan o disminuyan las
carencias, etc. Una buena síntesis de estas relaciones puede verse en un reciente texto:

La investigación de la subjetividad consiste básicamente en la interrogación de los sentidos,


las significaciones y los valores, éticos y morales, que produce una determinada cultura, su
forma de apropiación por los individuos y la orientación que efectúan sobre sus acciones
prácticas. No existe una subjetividad que pueda aislarse de la cultura y la vida social, ni
tampoco existe una cultura que pueda aislarse de la subjetividad que la sostiene. Esta mutua
determinación -en verdad, mutua producción-debe ser nuestro punto de arranque, ya que la
subjetividad es cultura singularizada tanto como la cultura es subjetividad (objetivizada en
los productos de la cultura, las formas de intercambio y las relaciones sociales concretas
que la sostienen, pero también en las significaciones y los sentidos que organizan la
producción cultural)

Es incuestionable que esta vinculación estructural tiene una fundamental y profunda


importancia en todos los aspectos de las teorías y prácticas de la subjetividad y de las
disciplinas sociales y políticas: en la teoría porque implican cambios epistemológicos
centrales en un proceso de ruptura de las actuales visiones disciplinarias cerradas y en

el camino de la búsqueda de una inter y trans disciplinariedad; y en lo práctico porque -


como ya se hace ampliamente en campos como la publicidad, la mercadotecnia, la
propaganda política, etc., aunque muchas veces desde premisas más pragmáticas o
intuitivas que científicas-, existe un interés muy grande en resultados que se sabe que tienen
ver con las apuntadas “necesidades subjetivas”. De esta manera hoy interesa más la
presentación de un producto que su contenido, la imagen de un candidato que su programa,
la capacidad (de mercancías o candidatos) de comprender las “necesidades”, o de provocar
significaciones, en los receptores/consumidores, etc. De alguna manera, hoy y desde hace
no mucho tiempo, se busca comprender/hacer desde conocimientos “científicos”, lo que los
clásicos líderes y caudillos -políticos, religiosos, mercantiles- que casi nunca han sido
intelectuales, siempre hicieron intuitivamente al captar tales “necesidades”, expectativas y
deseos.

En este sentido hace mucho que connotados analistas y profesionales han comprendido la
fundamental importancia que tiene el conocimiento de los procesos subjetivos para la
operatividad del “control social”, aspecto central para la construcción del “hombre
necesario” para el mantenimiento y reproducción de todo sistema social. No es entonces
casual la actual preocupación por las llamadas formas de “manipulación”, tarea que, con
éxito o no, es encarado por grandes empresas que recurren a todo tipo de profesionales que
conocen la dinámica de la subjetividad y las formas de acceder e influir sobre ella
(sociólogos, psicólogos, psicoanalistas, comunicadores, semiólogos, etc).

VIEJOS Y NUEVOS CAMPOS DE ESTUDIO DEL SUBJETIVISMO

Durante este siglo se ha avanzado en torno al conocimiento de la subjetividad más que


durante toda la historia anterior, y se continúa en tal camino. Esto quiere decir que se
profundiza en terrenos ya consolidados, se avanza en otros menos explorados, y se abren
nuevas problemáticas acordes con las necesidades de cada época.

Respecto a los primeros es imposible citar aquí todo lo que se hace en torno a perspectivas
teóricas y prácticas de viejas y nuevas escuelas de estudio de la subjetividad. En cuanto a lo
segundo es importante citar las búsquedas que se hacen en múltiples áreas, entre ellas en los
campos de interpenetración como lo psicosomático y lo psicosocial, aunque también es
imperioso citar el poco estudio actual en torno a las vinculaciones de la subjetividad con los
procesos sociales, políticos, etc., por la incomprensión que sigue teniendo un nada
despreciable sector de investigadores de disciplinas sociales acerca de la importancia de la
subjetividad, lo mismo que profesionales del campo psi (psicólogos, psicoanalistas,
psiquiatras, etc) acerca de las disciplinas sociales y su incidencia sobre la subjetividad.

Sin la pretensión de exhaustividad, es interesante destacar sólo algunos de los no nuevos


totalmente (porque de alguna manera siempre existieron) campos de investigación actual,
pero sí hoy más frecuentados. Entre ellos:

* Subjetividad y procesos sociales, buscando ver la citada incidencia de las formas


culturales de cada momento histórico sobre las características psíquicas de los sujetos. Si
siempre se menciona, entre tantos otros ejemplos posibles, que la ética protestante formó el
modelo de hombre adecuado (ordenado, frugal, avaro, etc.) para la necesaria acumulación
que posibilitó en la Europa central el auge de un capitalismo que ya

estaba en desarrollo; y que la moral victoriana de fines del siglo XIX es la responsable de
que la histeria fuese el cuadro dominante de ese período; ahora se trata de ver las
características subjetivas concretas que produce cada forma cultural concreta: en este
momento el llamado modelo neoliberal, como antes debió hacerse con el nazismo, el
fascismo, los “socialismos realmente existentes”, etc. y con todas las experiencias pasadas,
actuales y futuras. Lo que muchas veces no quiere hacerse -conscientemente o no- porque
el ver la psicopatología resulta inevitablemente implica un cuestionamiento crítico de las
formas sociales hegemónicas, como también de las ideas de “salud mental” y de
“normalidad” dominantes.

* Subjetividad y género: campo de estudio muy reciente que se monta sobre todo en
posturas feministas o de defensa de los derechos de la mujer, para abarcar también el
ámbito específico de la masculinidad, intentando develar las características subjetivas que
la noción de género produce en cada momento histórico.

* Subjetividad y medios masivos de difusión: en realidad una de las tantas partes


del campo general de la incidencia de los procesos sociales sobre la subjetividad, pero en
este caso al menos dos perspectivas específicas: 1) el estudio del aporte de los medios
masivos en la construcción de la subjetividad, sobre todo los electrónicos y con base en el
debilitamiento constante de la familia y otras instituciones socializadoras; 2) para el actual
estudio de los procesos de recepción, donde los aportes psicológicos y psicoanalíticos son
muy importantes y generalmente desconocidos por los comunicólogos.
* Subjetividad y política, ámbito más citado y enunciado como necesario que
realmente trabajado.

* Subjetividad social, entendiéndola en dos sentidos; la primera comprendiendo la


ya señalada relación hombre-cultura, por lo que toda subjetividad humana es social; pero
también buscando la comprensión de los procesos por los cuales se constituye/n los
modelos sociales en diferentes campos: locales, regionales, nacionales, profesionales,
religiosos, etc., puntos de partida para distintos intentos de categorización: las nociones de
carácter social de Erich Fromm, personalidad básica de Abraham Kardiner, personalidad
aprobada de Ruth Benedict, personalidad de status de Ralph Linton, personalidad de clase
de Jean-Claude Filloux, etc. A modo de ejemplo de estos intentos véase la de carácter
social:

Núcleo esencial de la estructura del carácter de la mayoría de los miembros de un grupo,


núcleo que se ha desarrollado como resultado de las experiencias básicas y los modos de
vida comunes del grupo mismo (Fromm, El miedo a la libertad, p.322). Consiste en
moldear las energías de los individuos de modo que su conducta no sea asiento de decisión
consciente en cuanto a seguir o no la norma social, sino asunto de querer obrar como tiene
que obrar, encontrando al mismo tiempo placer en obrar como lo requiere la cultura

Por supuesto las temátivas, trabajos e investigaciones presentes no se limitan a las


señaladas, siendo sólo una muestra de un universo mucho más amplio acerca de una
problemática muy polémica de la que, como pudo verse, se ha dicho y escrito mucho pero
más falta por conceptualizarse. Consecuencia lógica por ser la subjetividad la síntesis de
múltiples determinaciones, la mayoría de ellas y su articulación, altamente Complejas y
cada una de ellas terreno de profundas discusiones teóricas, epistemológicas, etcétera.
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* Ensayo elaborado para el proyectado Léxico de la política con patrocinio de


Conacyt, UNAM y UAM-X. Se agradecerán comentarios y sugerencias para su redacción
definitiva.

** Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.


INTRODUCCION

Subjetivismo es la creencia que la realidad no es un firme absoluto, sino un reino fluido,


plástico e indeterminado que puede ser alterado, en todo o en parte, por la consciencia del
que percibe, o sea: por sus sentimientos, deseos o caprichos. Es la doctrina que sostiene que
el hombre – una entidad de una naturaleza específica, lidiando con un universo de una
naturaleza específica – puede, de alguna manera, vivir, actuar y lograr sus objetivos fuera
de y / o en contradicción a los hechos de la realidad – o sea, fuera de y / o en contradicción
a su propia naturaleza y a la naturaleza del universo.

(Esta es la versión de subjetivismo «mixta», moderada o «del camino de en medio». El


subjetivismo puro o «extremo» no reconoce el concepto de identidad – es decir, el hecho de
que el hombre o el universo o nada posea una naturaleza específica.)

Lo subjetivo significa lo arbitrario, lo irracional, lo ciegamente emocional.

En metafísica, » subjetivismo» es la noción de que la realidad (el «objeto») depende de la


consciencia humana (el «sujeto»). En epistemología, como resultado, los subjetivistas
sostienen que un hombre no necesita preocuparse con los hechos de la realidad; en vez de
eso, para llegar al conocimiento o a la verdad, basta con que él vuelque su atención hacia
dentro de sí mismo, consultando los contenidos relevantes de su consciencia, aquellos con
el poder de hacer que la realidad se adapte a sus dictados. Según la forma más popular de
subjetivismo, los elementos que poseen este poder son los sentimientos, las emociones.

En esencia, el subjetivismo es la doctrina de que los sentimientos son los que crean los
hechos, y por lo tanto la principal herramienta de los hombres para el conocimiento. Si los
hombres lo sienten, declara el subjetivista, eso lo hace realidad.

La alternativa al subjetivismo es la defensa de la objetividad – una actitud que se basa en la


idea de que la realidad existe independiente de la consciencia humana; que el papel del
sujeto no es crear el objeto, sino percibirlo; y que el conocimiento de la realidad puede ser
adquirido solamente dirigiendo cada uno la atención hacia afuera, hacia los hechos.

El subjetivista niega que exista tal cosa como «la verdad» sobre una cuestión determinada,
la verdad que corresponde a los hechos. En su opinión, la verdad varía de consciencia a
consciencia al variar los procesos o los contenidos de dada consciencia; la misma
afirmación puede ser cierta para una consciencia (o un tipo de consciencia) y falsa para
otra. La señal prácticamente infalible del subjetivista es el negarse a decir, sobre una
declaración que acepta: «Es verdad»; en vez de eso, él dice: «Es verdad – para mí (o para
nosotros)». No existe la verdad, sólo la verdad relativa de un individuo o un grupo – la
verdad para mí, para ti, para él, para ella, para nosotros, para vosotros, para ellos.

Tus maestros, los místicos de ambas escuelas, han trocado la causalidad en sus
consciencias, y luego se esfuerzan por trocarla en la existencia. Ellos ven sus emociones
como la causa, y su mente como un efecto pasivo. Convierten sus emociones en su
herramienta para percibir la realidad. Consideran sus deseos como una primaria irreducible,
un hecho por encima de todos los hechos. Un hombre honrado no desea nada hasta haber
identificado el objeto de su deseo. Él dice: «Es, luego lo quiero». Ellos dicen: «Lo quiero,
luego es».

Ellos quieren falsear el axioma de la existencia y la consciencia, quieren que su consciencia


sea un instrumento no de percibir sino de crear la existencia, y que la existencia sea no el
objeto sino el sujeto de sus consciencias – ellos quieren ser el Dios que crearon en su
imagen y semejanza, creando un universo a partir de un vacío por un capricho arbitrario.
Pero la realidad no puede ser engañada. Lo que ellos consiguen es lo opuesto de su deseo.
Quieren ejercer un poder omnipotente sobre la existencia; en vez de eso, pierden el poder
de su consciencia. Al rehusarse a conocer, se condenan a sí mismos al horror de una
ignorancia perpetua.

Hay dos versiones diferentes de subjetivismo, que se distinguen por sus respuestas a la
pregunta: ¿de quién es la consciencia que crea la realidad? Kant rechazó la más antigua de
ellas, que era la noción de que los sentimientos de cada hombre crean un universo privado
para él. En vez de eso, Kant marcó el comienzo de la era del subjetivismo social – la noción
de que no es la consciencia de individuos, sino de grupos, la que crea la realidad. En el
sistema de Kant, la humanidad como un todo es el grupo decisivo; lo que crea el mundo
«fenomenal» no son las idiosincrasias de individuos específicos, sino la estructura mental
común a todos los hombres.

Filósofos posteriores aceptaron el enfoque fundamental de Kant, pero lo llevaron un paso


más adelante. Si, muchos afirmaron, la estructura de la mente es la materia prima bruta, que
no puede ser explicada – como Kant había dicho – entonces no hay razón para que todos
los hombres deban tener la misma estructura mental. No hay razón para que la humanidad
no deba ser dividida en grupos que compiten entre sí, cada uno definido por su forma
particular de consciencia, cada uno pugnando con los otros por la captura y el control de la
realidad.

Así, el primer movimiento mundial que extendió la posición de Kant fue el Marxismo, que
proponía una subjetividad social en términos de clases económicas luchando entre sí. En
este tema, como en muchos otros, los nazis siguieron los pasos de los marxistas, sólo
sustituyendo «clase» por «raza».

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