Subjetivismo Bien
Subjetivismo Bien
Subjetivismo Bien
EL PROBLEMA DE LA DEFINICIÓN
Como tantos otros términos de uso muy frecuente, el de subjetividad tiene tal amplitud
como escasa precisión, tal como lo demuestra una somera revisión a diccionarios en general
y especializados de distintas disciplinas en particular.
Para tomar sólo uno de los primeros veamos que entiende por subjetivismo al no incluir el
de subjetividad:
Término con que por lo general designan las teorías filosóficas en que se subordina la
realidad al pensamiento. Se emplea en contraposición al de objetivismo. En el sentido más
estrecho, el subjetivismo llega al extremo de negar la capacidad del yo para conocer todo
objeto extra mental. Los socialistas sostienen que el yo no puede conocer nada que no sea
el yo mismo y sus representaciones.
Según lo ha dicho Francisco Heriberto Bradley en Appearance and Reality, “yo no puedo ir
más allá de los límites que marca la experiencia, y la experiencia es mi experiencia. De esto
se deduce que nada existe más allá del yo”.
Un punto de vista menos radical se encuentra en el idealismo subjetivo del filósofo inglés
Jorge Berkeley, quién, por más que admite que todas las ideas necesitan proceder del yo o
de sus diversos estados, encuentra en algunos de ellos orden y “objetividad” suficientes
para aceptar como origen de dichas ideas una fuente heterogénea del espíritu humano, esto
es, el espíritu supremo, o sea Dios.
En el propio idealismo objetivo de los pensadores alemanes que siguen a Kant, el punto de
vista subjetivo se combina con un alto grado de objetivismo. Sosteniendo que lo real
necesita ser esencialmente de la naturaleza del espíritu Hegel mantiene que el espíritu, que
abarca todo lo que existe, no es el espíritu individual sino el proceso universal. En la
realización de su propio desarrollo este espíritu universal debe permanecer en relación con
objetos que lo separan de su primera subjetividad extrema, pero que después lo reintegran a
una nueva posición subjetiva (Enciclopedia Barsa, tomo XIV, p.39).
hegelianismo hace consistir la verdad (y el individuo llega a ser la verdad si está sujeto a
él), es una abstracción: el Estado, etc. Hegel no llega a decir qué es la S. en sentido
absoluto, y no llega a la verdad, o sea al principio que enuncia: que, en última instancia, el
individuo está en realidad por encima de lo universal”
A renglón seguido este mismo autor define subjetivismo, reconociendo al final sus
limitaciones:
Término moderno que designa la doctrina que reduce a estados o actos del sujeto (universal
o individual) la realidad o los valores. En tal sentido, el idealismo es S. Porque reduce la
realidad de las cosas a estados del sujeto (percepciones o representaciones) y análogamente
se habla de S. Moral o de S. estético cuando se reducen el bien, el mal o lo bello y lo feo a
las preferencias de los sujetos en particular.
Siempre desde el campo filosófico, Ferrater Mora plantea al concepto más extensamente de
la siguiente forma:
La definición más general que puede darse de “subjetivismo” es: la acción y efecto de
tomar el punto de vista del sujeto. El sujeto puede entenderse como un sujeto individual,
como el sujeto humano en general o como el sujeto trascendental en sentido kantiano. En
este último caso no puede hablarse de subjetivismo porque, porque el sujeto trascendental
es el conjunto de condiciones que hacen posible el conocimiento para cualquier sujeto
cognoscente y, en último término, el conjunto de condiciones que hacen posible todo
conocimiento, aunque no sea formulado por un sujeto concreto.
Si se toma el sujeto como sujeto humano en general, el subjetivismo resultante puede ser un
antropocentrismo y también lo que se ha llamado un “especieísmo”. Si se reconoce que hay
otros puntos de vista posibles, además del sujeto humano, el subjetivismo es, juzgado
peyorativamente, un relativismo, y juzgado como una legítima posición epistemológica,
una forma de perspectivismo.
Por lo general, cuando se habla de subjetivismo, el sujeto que se tiene en mente es algún
sujeto humano individual. El punto de vista de tal sujeto es un punto de vista particular. En
principio, este punto de vista puede ser correcto (al fin y al cabo, un solo sujeto particular
puede acertar y todos los demás pueden errar). Pero se supone que el punto de vista del
sujeto particular está condicionado sólo por sus particulares condiciones y que éstas
determinan los juicios formulados. Si las condiciones particulares de un sujeto no coinciden
con las de otros sujetos, no se desemboca en un punto de vista intersubjetivo, sin el cual se
supone que no se puede alcanzar objetividad.
Se dice, ante todo, de la reducción de cualquier juicio al sujeto que juzga, es decir, de la
limitación de la validez del juicio al sujeto. El alcance de este subjetivismo, que puede
llamarse con toda propiedad gnoseológico, difiere según lo que se entiende por “sujeto” (...)
El subjetivismo es entonces un relativismo del sujeto, esto es, una doctrina que relativiza
toda proposición haciéndola depender del sujeto
Subjetivismo es, en oposición a objetivismo, aquel punto de vista filosófico, según el cual
lo decisivo para el valor del conocimiento no es el objeto, sino la constitución del sujeto,
conforme a la conocida sentencia de Protágoras : el hombre es la medida de todas las cosas.
Esto se refiere o bien a determinadas formas de pensamiento e intuición que son
estrictamente comunes a todos los seres pensantes o a todos los seres sensitivo- espirituales,
o bien a la “naturaleza” del hombre común en sentido amplio, pero sometida a cambios
históricos, o bien a los tipos raciales, psicológicos o sociológicos, o bien a la distinta
peculiaridad subjetiva del hombre individual. En el último caso hablamos de subjetivismo
en sentido estricto, y en las formas antes mencionadas se habla de idealismo trascendental
criticismo, antropologismo, psicologismo o sicologismo ideología. El carácter de
relativismo recibe acentos tanto mayores en las formas del subjetivismo, cuanto la verdad
se hace depender más de las condiciones cambiantes. En el ámbito de los valores el
subjetivismo limitado a los sentimientos encuentra algunos defensores, que sin embargo se
oponen a él en el campo del ser “libre de valor”. Todo el subjetivismo está fundado a la
postre en un desconocimiento de la esencia del espíritu como ente abierto al ámbito
ilimitado del ser
Desde un punto de vista tan genérico como las “ciencias humanas”, Georges Thines y
Agnes Lempereur dan una muy larga definición de subjetividad (entendido como término
de la filosofía, la psicología y la biología comparada) de la que se extraen el siguiente
concepto esencial:
que es aceptado como objetivo. En psicología, este concepto es tanto más ambigua cuanto
que ésta tiene por objeto la subjetividad. A partir de aquí, para evitar toda confusión entre
lo subjetivista (como resultado de un juicio) y lo subjetivo (por constitución), es importante
subrayar el carácter patente de la subjetividad y su no-reductibilidad a una pura inmanencia,
siendo esta última la condición implícita del subjetivismo filosófico así como de la
tendencia inherente al objetivismo psicológico a considerar lo subjetivo como sospechoso,
incluso incomunicable a priori
Desde una perspectiva sociológica, el trabajo compilado por Henry Pratt Fairchild es muy
categórico en la separación de campos que se observa en los tres conceptos vinculados que
define:
Subjetivo. Referente a estados psíquicos internos tales como las emociones, los
sentimientos, las actitudes o los conceptos; hecho de interpretar la experiencia en función
de tales estados, con insuficiente consideración de la realidad, tal como se deriva de la
investigación y la actitud científica
Valor subjetivo. Tipo de juicio aceptado por personas, grupos ó instituciones que surge del
contexto societal
Subjetividad:
1) Cualidad de lo que existe solamente para el sujeto, para la conciencia del que lo
experimenta. Es un carácter esencial de los procesos psíquicos, que sólo por el sujeto son
conocidos directamente.
2) Unilateralidad en los juicios, que se forman a base del punto de vista propio. Intensa
referencia al yo en los juicios. Subjetivismo: orientación filosófica que considera a la
conciencia como dato primario y punto de partida de la Filosofía. En su punto extremo,
solipsismo.
Subjetivismo:
1. Tendencia a evaluar las experiencias en función del propio marco de referencia personal,
2. Punto de vista teórico que subraya la experiencia personal como la única base de la
realidad.
Subjetivo:
Por sus implicaciones, que se verán posteriormente, es interesante resaltar que este término
no aparece en importantes obras del campo de las ciencias sociales: si bien podría no
sorprender su ausencia en el Diccionario del pensamiento marxista de Tom Bottomore -por
el desconocimiento, olvido o negación de la idea de subjetividad en ese marco teórico, pero
en particular en la versión soviético-stalinista de este (Guinsberg, 1994) -, sí llama la
atención tal carencia en obras como los Diccionario de política, el de Garzaro y el de
Bobbio, en el Diccionario de Sociología de Schoeck, y en tantos otros.
Y luego destacan que sólo tomaron algunas palabras: “no todo lo que intenta explicar el
psicoanálisis, sino más bien lo que le sirve para explicarlo” (p.XIII). Pero tampoco
aparece en el acucioso “Indice alfabético de materias” del tomo XXIV de la edición de las
obras de Freud de Amorrortu editores, tomada de la primera edición de la The Standard
Edition of the Cmplete Psychological Works of Sigmund Freud, aunque una muy somera
referencia respecto a esta ausencia es dada en el tomo inicial de la colección (Sobre la
versión castellana), donde dicen, sin aclarar mucho en cuanto a las significaciones de los
términos:
“Creencia en la realidad” es una categoría del análisis psicológico freudiano, así traducida
por nosotros. Corresponde entenderla como “creencia en la objetividad”, tal como el
“examen de realidad” es “examen de objetividad”. Esta última expresión nos remite a
“subjetividad”; lo objetivo y lo subjetivo se constituyen simultánea y simétricamente en el
proceso del desarrollo del yo.
PROBLEMAS DE CONCEPTUALIZACIÓN
Tal como fuera indicado y pudo observarse en algunas de las definiciones citadas, la noción
de subjetivismo surge y se desarrolla esencialmente en la filosofía, signando a ésta desde
sus comienzos a través de las diferentes tendencias y escuelas de idealismo/materialismo y
de nociones y relaciones de sujeto/objeto. Al respecto debería verse ni más ni menos que la
historia de esa disciplina -lo que no es posible hacer aquí- y en particular, aunque no
exclusivamente, los planteos de Platón, Aristóteles, Arquímedes, Descartes, Berkeley,
Locke, Hume, Condillac Kant, Hegel, Feuerbach, Marx, Comte, etc.
Pero, como ocurre tantas veces, el concepto escapa de lo conocido y tradicional para
adoptar nuevas significaciones, afrontando nuevas problemáticas con base en el (al menos
parcialmente) nuevo contexto de su utilización. Más allá de las connotaciones filosóficas
apuntadas, que se mantienen, desde hace más de un siglo el surgimiento de la psicología
como disciplina ha hecho que se entienda por subjetividad y por subjetivo todo lo
perteneciente al ámbito de lo psíquico y de lo psicológico, diferenciándose de otras
disciplinas sociales como las llamadas “ciencias” políticas, sociológicas, económicas,
antropológicas, históricas, etc., aunque es muy sabido que también estas muchas veces son
tildadas de “subjetivas”, poco o no suficientemente “objetivas” o “idelogizadas” por las
consideradas “ciencias duras” e incluso por otras corrientes del mismo campo.
Pero en esta similitud actual entre subjetivo y psíquico actualmente se introduce todo lo que
cada escuela o corriente psicológica entiende como tal, es decir que no se limita, como lo
fue anteriormente y puede verse en algunas de las definiciones del inicio de este trabajo,
sólo al aspecto o nivel consiente. De esta manera, para el psicoanálisis en general, incluye
toda la concepción metapsicológica de este marco teórico, es decir sus aspectos dinámicos
(los fenómenos psíquicos como resultantes del conflicto y el juego de las instancias del
ello, yo y súper yo), tópicos (los anteriores como parte de la estratificación psíquica en
niveles inconsciente, pre consiente y consiente) y económicos (la magnitud de las fuerzas
psíquicas).
Pero con independencia de la incuestionable importancia de esto último -que demuestra las
dificultades para diferenciar muchas veces lo “objetivo” y lo “subjetivo”, así como sus
indeterminables e indefinbles límites y fronteras-, los nuevos problemas hoy centrales son,
entre otros:
Respecto a lo primero se trata de una muy vieja polémica, que hoy se mantiene aunque con
nuevos ropajes. Si por un lado se entiende al ser humano como un ser biopsi
co social, es decir como resultante de los diferentes factores indicados en tal término, por
otros se prefiere enfatizar uno de ellos como prioritario y dominante en la producción de la
subjetividad y de la psicopatología: lo orgánico, lo psíquico o lo social, de lo que surgen las
distorsiones unilaterales del “organicismo” o “biologicismo”, el “psicologismo” y el
“sociologismo”.
Tal concepción hoy se mantiene en importantes sectores del campo médico en general y del
psiquiátrico en particular, aunque casi exclusivamente en lo que puede considerarse como
“psiquiatría clásica y tradicional” (lo que puede verse en una gran cantidad de textos de este
campo médico, donde se incluye casi nada o muy poco de aspectos psíquicos y/o sociales,
salvo los considerados resultados de lo orgánico). Por supuesto que hoy tal postura ya no es
tan mecánica entre órgano y conductas o patologías determinadas, sino que toma niveles de
sofisticación muy grandes en terrenos neurológicos y biológicos que han convertido a los
psicofármacos en las herramientas terapéuticas básicas de tal campo médico (sobre lo que
existe una conocida y fuerte polémica en torno a sus resultados, nivel de estos, etc). Si bien
es difícil encontrar un franco reconocimiento de la total aceptación de esta postura
“organicista” -nadie deja teóricamente de aceptar alguna incidencia de lo psíquico y lo
El psicologismo (no confundir con “psicológico”, que es otra cosa, como lo indica el
agregado de “ismo” al primero) es una postura que, a la inversa de la anterior, todo o casi
todo lo reduce al nivel de lo psíquico, con importante o total negación de la incidencia de
aspectos orgánicos y sociales en la subjetividad, el comportamiento, etc. Si bien deriva de
una sobre compensación del campo “organicista” (y a veces también del “sociologista” que
se verá después), evidentemente cae también en una postura unilateral en dos formas: la
primera con la señalada negación de otros aspectos, entendiendo todo desde variables
exclusivamente individuales o micro sociales (sobre todo familiares, como el vínculo
edípico por ejemplo). Y la segunda proyectando a terrenos sociales visiones o marcos
conceptuales que pueden ser válidos para la subjetividad pero no para otros ámbitos: por
ejemplo considerar al capitalismo como “la etapa anal de la sociedad”, interpretar alguna
práctica social sólo como intento de resolución del complejo de Edipo (lo que puede ser
válido en casos individuales pero no por ello obligatoriamente generalizable), ver el sentido
de los momentos históricos sólo como producto de la personalidad de sus líderes y/o
caudillos, etc.
Esta postura ha tenido y tiene gran desarrollo en este siglo como consecuencia del
surgimiento de importantes marcos teóricos psicológicos, aunque estos no siempre son
responsables de lo que algunos seguidores hacen de sus planteos. Es, por ejemplo, lo que
ocurre con los psicoanálisis (se utiliza los y no el para indicar la gran cantidad de variantes
que hoy existen de esta escuela), donde no pocas veces la “lectura” y aplicación que se hace
del mismo puede tener tal significación psicologista, muy diferente a la que pueden tener y
hacer otros seguidores de la misma. Es evidente que todas las interpretaciones que se hagan
de la realidad en general con centro fuerte o exclusivo en la lectura de la subjetividad,
tendrán resultados equívocos por la negación (parcial o total) de otros aspectos
intervinientes.
En otros casos, aunque no siempre con conciencia de ello, esta postura psicologista busca
negar o simplemente niega la responsabilidad de las instituciones o políticas sociales en la
determinación de los estados subjetivos, determinación que de esta manera recae sólo en los
individuos o, cuanto más, las relaciones familiares o aspectos microsociales. Una variante
de esta postura es la de algunas corrientes de la psicología social que limitan tal incidencia
a los grupos, pequeños ámbitos de pertenencia, etc., desconociendo o minus valorizando
como éstos se encuentran contextualizados en estructuras sociales, políticas y económicas
que inciden sobre aquellos. Más adelante se verá cómo y por qué estas posturas hoy tienen
fuerte predicamento, aunque nunca aceptarán de manera manifiesta tal postura psicologista,
ya que explícitamente jamás niegan una incidencia de factores orgánicos y sociales sobre
los sujetos psíquicos que desmienten o limitan en los hechos.
De cualquier manera cada vez quedan más claro tales interpenetraciones e influencias: las
formas sociales producen nuevas “necesidades” subjetivas, las “necesidades” - generales o
específicas de una época- buscan situaciones sociales que las satisfagan o disminuyan las
carencias, etc. Una buena síntesis de estas relaciones puede verse en un reciente texto:
En este sentido hace mucho que connotados analistas y profesionales han comprendido la
fundamental importancia que tiene el conocimiento de los procesos subjetivos para la
operatividad del “control social”, aspecto central para la construcción del “hombre
necesario” para el mantenimiento y reproducción de todo sistema social. No es entonces
casual la actual preocupación por las llamadas formas de “manipulación”, tarea que, con
éxito o no, es encarado por grandes empresas que recurren a todo tipo de profesionales que
conocen la dinámica de la subjetividad y las formas de acceder e influir sobre ella
(sociólogos, psicólogos, psicoanalistas, comunicadores, semiólogos, etc).
Respecto a los primeros es imposible citar aquí todo lo que se hace en torno a perspectivas
teóricas y prácticas de viejas y nuevas escuelas de estudio de la subjetividad. En cuanto a lo
segundo es importante citar las búsquedas que se hacen en múltiples áreas, entre ellas en los
campos de interpenetración como lo psicosomático y lo psicosocial, aunque también es
imperioso citar el poco estudio actual en torno a las vinculaciones de la subjetividad con los
procesos sociales, políticos, etc., por la incomprensión que sigue teniendo un nada
despreciable sector de investigadores de disciplinas sociales acerca de la importancia de la
subjetividad, lo mismo que profesionales del campo psi (psicólogos, psicoanalistas,
psiquiatras, etc) acerca de las disciplinas sociales y su incidencia sobre la subjetividad.
estaba en desarrollo; y que la moral victoriana de fines del siglo XIX es la responsable de
que la histeria fuese el cuadro dominante de ese período; ahora se trata de ver las
características subjetivas concretas que produce cada forma cultural concreta: en este
momento el llamado modelo neoliberal, como antes debió hacerse con el nazismo, el
fascismo, los “socialismos realmente existentes”, etc. y con todas las experiencias pasadas,
actuales y futuras. Lo que muchas veces no quiere hacerse -conscientemente o no- porque
el ver la psicopatología resulta inevitablemente implica un cuestionamiento crítico de las
formas sociales hegemónicas, como también de las ideas de “salud mental” y de
“normalidad” dominantes.
* Subjetividad y género: campo de estudio muy reciente que se monta sobre todo en
posturas feministas o de defensa de los derechos de la mujer, para abarcar también el
ámbito específico de la masculinidad, intentando develar las características subjetivas que
la noción de género produce en cada momento histórico.
---------- Control de los medios, control del hombre. Medios masivos y formación
WARREN, Howard C., Diccionario de Psicología, Fondo de Cultura Económica, 10a. Imp.
México, 1975
En esencia, el subjetivismo es la doctrina de que los sentimientos son los que crean los
hechos, y por lo tanto la principal herramienta de los hombres para el conocimiento. Si los
hombres lo sienten, declara el subjetivista, eso lo hace realidad.
El subjetivista niega que exista tal cosa como «la verdad» sobre una cuestión determinada,
la verdad que corresponde a los hechos. En su opinión, la verdad varía de consciencia a
consciencia al variar los procesos o los contenidos de dada consciencia; la misma
afirmación puede ser cierta para una consciencia (o un tipo de consciencia) y falsa para
otra. La señal prácticamente infalible del subjetivista es el negarse a decir, sobre una
declaración que acepta: «Es verdad»; en vez de eso, él dice: «Es verdad – para mí (o para
nosotros)». No existe la verdad, sólo la verdad relativa de un individuo o un grupo – la
verdad para mí, para ti, para él, para ella, para nosotros, para vosotros, para ellos.
Tus maestros, los místicos de ambas escuelas, han trocado la causalidad en sus
consciencias, y luego se esfuerzan por trocarla en la existencia. Ellos ven sus emociones
como la causa, y su mente como un efecto pasivo. Convierten sus emociones en su
herramienta para percibir la realidad. Consideran sus deseos como una primaria irreducible,
un hecho por encima de todos los hechos. Un hombre honrado no desea nada hasta haber
identificado el objeto de su deseo. Él dice: «Es, luego lo quiero». Ellos dicen: «Lo quiero,
luego es».
Hay dos versiones diferentes de subjetivismo, que se distinguen por sus respuestas a la
pregunta: ¿de quién es la consciencia que crea la realidad? Kant rechazó la más antigua de
ellas, que era la noción de que los sentimientos de cada hombre crean un universo privado
para él. En vez de eso, Kant marcó el comienzo de la era del subjetivismo social – la noción
de que no es la consciencia de individuos, sino de grupos, la que crea la realidad. En el
sistema de Kant, la humanidad como un todo es el grupo decisivo; lo que crea el mundo
«fenomenal» no son las idiosincrasias de individuos específicos, sino la estructura mental
común a todos los hombres.
Así, el primer movimiento mundial que extendió la posición de Kant fue el Marxismo, que
proponía una subjetividad social en términos de clases económicas luchando entre sí. En
este tema, como en muchos otros, los nazis siguieron los pasos de los marxistas, sólo
sustituyendo «clase» por «raza».