Los Magos de Los Dioses - Graham Hancock
Los Magos de Los Dioses - Graham Hancock
Los Magos de Los Dioses - Graham Hancock
del final de la última Edad del Hielo, hace 12.000 años, un gigantesco cometa
que había entrado en el sistema solar desde las profundidades del espacio miles de
años antes se rompió en múltiples fragmentos. Algunos chocaron contra la Tierra,
originando un cataclismo global a una escala nunca vista desde la extinción de los
dinosaurios. Al menos ocho de los fragmentos cayeron en el casquete polar
norteamericano y otros más en el casquete polar europeo.
Una segunda serie de impactos tuvieron lugar hace 11.600 años, la fecha exacta que
da Platón para la destrucción y hundimiento de la Atlántida. Las evidencias reveladas
en este libro demuestran más allá de cualquier duda razonable que una civilización
avanzada floreció durante la Edad del Hielo y fue destruida por un cataclismo global
hace entre 12.800 y 11.600 años.
Sin embargo, hubo supervivientes, conocidos para culturas posteriores como «los
sabios», «los magos», «los que brillan» y «los misteriosos maestros de los cielos».
Viajaron por el mundo en sus grandes barcos haciendo todo lo que estaba en su poder
para mantener viva la llama de la civilización. Se asentaron en puntos clave: Göbekli
Tepe (Turquía), Baalbeck (Líbano), Guiza (Egipto), la antigua Súmer, México, Perú y
el Pacífico, donde recientemente se ha descubierto una inmensa pirámide en
Indonesia. A donde quiera que iban, estos «magos de los dioses» llevaban consigo el
recuerdo de una época en la cual la humanidad había perdido su armonía con el
universo y pagado un elevado precio por ello.
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Graham Hancock
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Título original: Magicians of the gods
Graham Hancock, 1950
Traducción: José Miguel Parra
Editor digital: XcUiDi
ePub base r2.0
Este libro se ha maquetado siguiendo los estándares de calidad de www.epublibre.org. La página, y sus
editores, no obtienen ningún tipo de beneficio económico por ello. Si ha llegado a tu poder desde otra
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Para Santha, mi alma gemela.
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Agradecimientos
El primero y principal de todos es para la fotógrafa Santha Faiia, que me honró hace
veinte años al convertirse en mi esposa. Ya contaba con su propia y exitosa carrera
mucho antes de conocerme, pero amablemente accedió a trabajar conmigo. Santha ha
realizado la mayoría de las fotografías de este libro, así como muchas de las de mis
obras anteriores, además de haber viajado conmigo en cada una de las etapas del
largo camino desde Las huellas de los dioses hasta Los magos de los dioses. ¡Gracias!
Gracias también para nuestros hijos Sean, Shanti, Ravi, Leila, Luke y Gabrielle.
Mientras escribía Los magos nació nuestro primer nieto, una niña llamada Nyla, y es
un placer darle la bienvenida a nuestra grande y bulliciosa familia. Gracias también a
mi madre, Muriel Hancock, y a mi tío, James Macaulay, y conservo afectuosos
recuerdos de mi padre, Donald Hancock, que tanto me enseñó y que falleció en 2003
tras años de incesante apoyo a mi trabajo.
Mi brillante agente literaria, Sonia Land, ha hecho maravillas y es todo lo que un
gran agente debe ser. Mi editor británico, Mark Booth, y mi editor norteamericano,
Peter Wolverton, han representado ambos papeles inmensamente positivos en la
creación de Los magos de los dioses y en ofrecérselo al público del modo adecuado
en el momento preciso.
El equipo gráfico que ha creado los mapas, cuadros, dibujos y diagramas para este
libro ha estado formado por Camron Wiltshire y Afua Richardson, con el apoyo de
Michael Maudlin y Samuel Parker. Mi hijo, Luke Hancock, también ha
proporcionado varios dibujos. Cada artista aparece recogido de forma individual en la
página de créditos de las ilustraciones, pero quiero felicitarlos aquí colectivamente
por su dedicación, talento, inteligencia y buen trabajo.
El difunto profesor Klaus Schmidt, del Instituto Arqueológico Alemán, fue más
allá de lo que exigía el deber cuando me enseñó Göbekli Tepe (Turquía) en 2013.
Como su descubridor y excavador, Klaus poseía un conocimiento único de este
yacimiento especial, que generosamente compartió conmigo durante tres días de
visitas y entrevistas in situ. Lamento su fallecimiento, pero estoy convencido de que
su nombre será recordado por la historia.
Realicé una visita de investigación al Líbano en el año 2014. Mi trabajo allí se vio
inmensamente facilitado por la amabilidad, buena voluntad y apoyo logístico sobre el
terreno proporcionado por mis amigos Ramzi Najjar y Samir y Sandra Jarmakani.
Con posterioridad al viaje me beneficié enormemente de una amplia correspondencia
sobre Baalbek con el arqueólogo y arquitecto Daniel Lohmann. Fue paciente y
convincente en sus valientes esfuerzos por convencerme de los méritos del análisis
que realiza la corriente principal de la arqueología.
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En Indonesia debo un agradecimiento especial para Danny Hilman Natawidjaja,
el excavador del extraordinariamente antiguo yacimiento de la pirámide de Gunung
Padang. Gracias también a sus colegas Wisnu Ariestika y Bambang Widoyko
Suwargadi, que se nos unieron en un amplio viaje por Java, Sumatra, Flores y
Sulawesi.
En los Estados Unidos estoy particularmente agradecido a Randall Carlson, por
su profunda visión sobre la geología catastrofista y por el conocimiento que
compartió conmigo durante nuestro viaje por carretera desde Portland (Oregón) hasta
Minneapolis (Minnesota) para estudiar los efectos en la Tierra de las catastróficas
inundaciones que afectaron a toda la región durante la Edad del Hielo. Gracias
también a Bradley Young, que nos acompañó durante la travesía conduciendo
siempre… ¡un esfuerzo heroico!
Le estoy agradecido a Allen West, autor correspondiente entre el amplio grupo de
científicos que investigan el impacto del cometa del Dryas Reciente. Cuento en
detalle la historia de su trabajo en los capítulos del 3 al 6; Allen, además, se mostró
muy atento a la hora de asegurarse de que mis datos estaban bien y al ofrecerme
nuevos datos sobre las implicaciones del cataclismo.
Gracias también a Richard Takkou y Raymond Wiley por sus admirables
esfuerzos como mis ayudantes de investigación en diferentes etapas del proyecto.
Muchas, muchas gracias a nuestros queridos amigos Chris y Cathy Foyle, por su
solidaridad y sensatos consejos.
Y por último, pero no menos importante, gracias a mis leales y comprensivos
lectores de todo el mundo, que me llevan siguiendo los más de veinte años en los que
he ido avanzando en mi búsqueda de la civilización perdida. Los magos de los dioses
es el más reciente destino de ese viaje y, si bien se trata de una trabajo nuevo, como
es lógico, en unos pocos puntos he tenido que volver a visitar terrenos explorados por
primera vez en Las huellas de los dioses y en mis otros libros para poder situar las
nuevas evidencias que aquí presento en su contexto adecuado.
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Introducción
ARENA
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Primera parte
ANOMALÍAS
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Capítulo 1
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cimientos están construidos, de modo que nos encontramos expuestos sobre una
improvisada pasarela de madera. Por debajo de nosotros, en una serie de recintos
amurallados semienterrados y más o menos circulares, hay docenas de gigantescos
pilares megalíticos en forma de T que Schmidt y su equipo del Instituto Arqueológico
Alemán han ido sacando a la luz. Antes de que comenzaran su trabajo, el lugar
parecía una colina redondeada —de hecho Göbekli Tepe significa «colina del
ombligo»[1], en ocasiones traducido también como «colina de la olla»—[2], pero las
excavaciones han hecho desaparecer la mayoría de su perfil original.
—Lo cierto es que no podemos decir que Göbekli Tepe sea exactamente un
templo —termina por responder Schmidt, que de forma evidente está eligiendo sus
palabras con cuidado—. Llamémoslo un santuario en una colina. Y no digo que esté
reescribiendo la historia. Más bien diría que está añadiendo un importante capítulo a
la historia existente. Pensábamos que la transición desde cazadores-recolectores hasta
agricultores fue un proceso lento y gradual; pero ahora nos hemos dado cuenta de que
se trató de un período en el cual se realizaron emocionantes monumentos que no nos
esperábamos[3].
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Figura 2. El grupo central de los recintos excavados —A, B, C y D— de Göbekli Tepe. Todos los pilares han sido
numerados por el Instituto Arqueológico Alemán para que sea más sencillo identificarlos.
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sucedió aquí y la posterior emergencia de las sociedades neolíticas dependientes de la
agricultura.
Mis oídos se aguzan ante la palabra «inventó». Quiero asegurarme de que lo estoy
comprendiendo bien:
—¿De modo —enfatizo— que llega usted tan lejos como decir que la gente que
hizo Göbekli Tepe inventó realmente la agricultura?
—Sí, sí.
—¿Podría desarrollar eso un poco?
—Porque en esta región poseemos las domesticaciones más antiguas, tanto de
animales como de plantas. Se hizo en esta región. De modo que son la misma gente.
—Y, por lo que a usted respecta, ¿esta es la primera, la más antigua, agricultura
del mundo?
—La primera del mundo. Sí.
Me doy cuenta de que Schmidt está impacientándose por el modo en que insisto
sobre este punto, pero tengo mis motivos. Las zonas de Göbekli Tepe excavadas hasta
el momento se acercan a los 12.000 años de antigüedad, lo cual hace (de acuerdo a la
cronología ortodoxa) que sean más de 6.000 años más antiguas que cualquier otro
yacimiento megalítico de cualquier otro lugar, como puedan ser Gigantiga y Mnajdra
en Malta, Stonehenge y Avebury en Inglaterra o las pirámides de Guiza en Egipto.
No obstante, todos esos yacimientos pertenecen a aquella fase de la evolución
humana que los arqueólogos llaman Neolítico (la «Edad de la Piedra Nueva»),
cuando la agricultura y la organización de la sociedad de forma estructurada y
jerárquica ya estaba muy avanzada, lo que permitió la aparición de especialistas que
no tenían necesidad de producir su propio alimento porque podían ser mantenidos por
el superávit generado por los agricultores. Göbekli Tepe, en cambio, pertenece al
final mismo del Paleolítico Superior (la «Edad de la Piedra Antigua» tardía), cuando
se supone que nuestros antepasados eran cazadores-recolectores nómadas que vivían
en bandas pequeñas y ambulantes, incapaces de tareas que requirieran planificación a
largo plazo, división compleja del trabajo y labores de dirección de alto nivel.
Schmidt y yo estamos en un punto del camino desde donde se pueden ver tanto el
recinto C como el recinto D, donde gracias a mi investigación previa sé que hay
tallada una imagen intrigante en uno de los pilares. Tengo pensado pedirle permiso al
arqueólogo para penetrar en el recinto D y echarle una ojeada más de cerca a esa
imagen; pero primero quiero tener completamente clara su opinión sobre los orígenes
de la agricultura y su relación con la arquitectura megalítica. El recinto C, el más
grande de los cuatro principales hasta ahora excavados, está dominado por dos
inmensos pilares centrales, ambos rotos. En su estado original los dos habrían tenido
más de 6 metros de alto y pesado en torno a las 20 toneladas. Incrustados en el muro
a su alrededor se yergue una docena de pilares. Son algo más pequeños, pero aun así
siguen siendo prodigiosos. Lo mismo sucede en el recinto D, donde vuelve a haber un
anillo de pilares más pequeños rodeando a dos imponentes pilares centrales, en este
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caso ambos intactos. Su parte superior en forma de T, ligeramente en talud en la parte
frontal, no posee rasgo alguno, pero pese a ello recuerdan de forma inquietante a
gigantescas cabezas humanas; una impresión que se ve reforzada por los débiles
contornos de unos brazos, doblados a la altura del codo, que se ven a lo largo de los
laterales de los pilares y que terminan en manos humanas con largos dedos
cuidadosamente talladas.
—Todo esto —digo—: los megalitos, la iconografía, el concepto y disposición
generales del yacimiento… para serle sincero, me parece un proyecto tan grande
como pueda serlo Stonehenge en Inglaterra, y, sin embargo, Stonehenge es mucho
más moderno. De modo que ¿cómo encaja lo que ha encontrado en Göbekli Tepe con
su noción de una sociedad cazadora-recolectora?
—Estaba mucho más organizada de lo que esperábamos —reconoce Schmidt—.
Lo que vemos aquí son unos cazadores-recolectores que evidentemente poseían una
división del trabajo, porque el trabajo en los megalitos es especializado, no puede
hacerlo cualquiera. También fueron capaces de transportar estas pesadas piedras y
erigirlas, lo que significa que debían de poseer algún tipo de experiencia en
ingeniería, algo que tampoco esperábamos de los cazadores-recolectores. Realmente
es la primera arquitectura, y es una arquitectura monumental.
—De modo que, si lo he comprendido bien, profesor Schmidt, está usted diciendo
que nos encontramos en el lugar donde se inventaron tanto la arquitectura
monumental como la agricultura.
—Sí, exactamente.
—¿Y aun así sigue sin ver nada de verdad revolucionario en ello? ¿Lo ve como
un proceso que puede situar sin problemas en el marco de referencia histórico
existente?
—Sí. En la historia existente. Pero el proceso es mucho más emocionante de lo
que esperábamos. Sobre todo porque lo que tenemos aquí en Göbekli Tepe pertenece
más al mundo de los cazadores-recolectores que al de las sociedades agrícolas. Es
hacia finales de la caza-recolección, pero todavía no es del todo el comienzo del
Neolítico.
—Un período de transición entonces. Un momento cúspide. Y ¿quizá más que
eso? Lo que estoy percibiendo con nuestra conversación, y por lo que me ha
mostrado del yacimiento esta mañana, es la noción de que en Göbekli Tepe hubo una
especie de comité de expertos prehistórico, o un centro de innovación, a lo mejor bajo
el control de una especie de elite residente. ¿Cree que es correcto eso?
—Sí, sí. Era un lugar donde la gente se reunía. La gente se reunía aquí y era
indudablemente una plataforma para la distribución de conocimiento e innovación.
—Incluido el conocimiento del trabajo a gran escala de la piedra y el
conocimiento de la agricultura. ¿Se atrevería a describir a quienes controlaban el
lugar y diseminaban esas ideas como una especie de sacerdocio?
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—Quienes quiera que fueran, ciertamente no practicaban un simple chamanismo.
Eran más bien como una especie de institución. De modo que sí, estaban en la vía
para convertirse en un sacerdocio.
—Y dado que Göbekli Tepe estuvo en uso ininterrumpido durante bastante más
de mil años, ¿se trataría de una cultura continua con sus propias instituciones, con las
mismas ideas y el mismo «sacerdocio», que continuó dirigiendo el lugar durante todo
el período?
—Sí. Pero lo raro es que hubo un claro colapso en el esfuerzo que se realizó
según pasaban los siglos. Las estructuras realmente monumentales se encuentran en
los estratos más antiguos; en los estratos más modernos se hacen más pequeñas y hay
un significativo declive en la calidad.
—¿De modo que lo más antiguo es lo mejor?
—Sí, lo más antiguo es lo mejor.
—¿Y no lo encuentra desconcertante?
Klaus Schmidt parece casi estar pidiendo disculpas:
—Bueno, esperamos terminar encontrando estratos todavía más antiguos y que en
ellos veremos el pequeño punto de partida que estamos esperando, pero que no
hemos encontrado todavía. Luego tendríamos esta fase monumental y después un
nuevo declive.
Se me ocurre que «esperanza» es la palabra clave en lo que acaba de decir el
profesor Schmidt. Estamos acostumbrados a que las cosas empiecen de forma
pequeña, simple, y que luego progresen —evolucionen— hasta volverse más
complejas y sofisticadas, y, como es lógico, esto es lo que esperamos encontrar en los
yacimientos arqueológicos. Cuando nos tropezamos con un caso como el de Göbekli
Tepe, que empieza siendo perfecto y luego lentamente desevoluciona hasta terminar
siendo un pálido reflejo de lo que fuera antaño, nuestras cuidadosamente
estructuradas ideas de cómo las civilizaciones deben comportarse, cómo deben
madurar y desarrollarse, quedan un poco trastocadas.
No es tanto el proceso de desevolución lo que nos molesta. Sabemos que las
civilizaciones pueden decaer. No hay más que ver el Imperio romano, o el británico,
si a eso vamos.
No, el problema en Göbekli Tepe es la prístina y repentina aparición, como
Atenea surgiendo completamente crecida y armada de la frente de Zeus, de lo que
parece ser una civilización madura tan consumada que «inventa» la agricultura y la
arquitectura monumental, en lo que en apariencia es el momento de su nacimiento.
La arqueología no puede explicarlo mejor de lo que puede explicar por qué los
primeros monumentos, arte, esculturas, jeroglíficos, matemáticas, medicina,
astronomía y arquitectura del antiguo Egipto son perfectos desde el principio, sin
ningún rastro de evolución desde simple a sofisticado. Y respecto a Göbekli Tepe
podemos preguntarnos lo que mi amigo John Anthony West se pregunta respecto al
antiguo Egipto:
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¿Cómo aparece una civilización compleja complemente
formada? Observemos un coche de 1905 y comparémoslo
con uno moderno. No hay duda del proceso de «desarrollo»,
pero en Egipto no hay paralelos. Todo aparece tal cual desde
el principio.
Evidentemente, la respuesta al misterio es obvia; pero
como repugna al molde imperante del pensamiento actual,
apenas es tenida en cuenta. La civilización egipcia no es un
«desarrollo» es un legado[4].
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En otras palabras, nos encontramos ante una enorme e inexplicable antigüedad,
una escala inmensa y un propósito desconocido; y todo ello surgido en apariencia de
la nada, sin unos antecedentes obvios, envuelto por completo en el misterio.
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Figura 3. La disposición de los pilares del recinto D en Göbekli Tepe. El pilar 43 es el de
mayor interés.
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Las dos figuras llevan también collares, el de la figura oriental decorado con una
media luna y un disco, mientras que el de la figura occidental con la cabeza de un
toro.
Además, ambos pilares se yerguen sobre sus pedestales de exactamente el mismo
modo peculiar: no fijados de forma segura, sino encajados de forma precaria en una
ranura de solo 10 centímetros de profundidad. Klaus Schmidt y su equipo los han
estabilizado con puntales de madera y me imagino que en la Antigüedad fueron
mantenidos erguidos de un modo similar…, a menos, quizá, que hubiera un marco
sobre el recinto al cual las cabezas estuvieran fijadas de algún modo. Como resulta
evidente que los constructores de Göbekli Tepe eran maestros dando forma,
moviendo y colocando grandes megalitos, resulta misterioso que no realizaran
ranuras más profundas en las cuales los pilares pudieran haber encajado con
seguridad. Debe de haber un propósito en ello, pero no soy capaz de desentrañarlo.
Estas son las similitudes, pero también hay diferencias. Por ejemplo, la figura
oriental tiene una representación casi a tamaño real de un zorro grabada en
altorrelieve en su costado derecho, de tal modo que parece estar saltando hacia
delante desde el codo doblado. Y, si bien el cinturón del pilar occidental no presenta
más decoración que su hebilla, el del pilar oriental lleva varios adornos intrigantes,
incluidos una serie de glifos parecidos a la letra latina «C» o la letra latina H.
Mientras los estudio pienso que no hay modo de que sepamos qué significaban estos
símbolos para las gentes de Göbekli Tepe, de las cuales nos separa un vasto período
de tiempo de más de 11.000 años. Resulta descabellado pensar que tuvieran cualquier
tipo de escritura y ¡menos todavía que escribieran en el alfabeto que utilizamos hoy
día! No obstante, hay algo extrañamente moderno e intencionado en el modo en que
estos pictogramas son utilizados y mostrados, y me da la impresión de que son algo
más que meramente decorativos. No hay nada parecido a ellos en el mundo del arte
del Paleolítico Superior, y lo mismo ocurre con las figuras de animales y pájaros. En
este período tan antiguo, una combinación tal de megalitos y esculturas sofisticadas
es del todo única y sin precedentes.
Continúo para examinar la docena de pilares dispuestos entorno a los límites del
recinto D, que es más una elipse que un círculo; pues mide unos 20 metros de este a
oeste por solo 14 metros de norte a sur. Los pilares de alrededor tienen por lo general
la mitad de altura que el par central y en su mayoría no se yerguen por sí solos, sino
que más bien están incrustados en el muro del recinto. La mayoría, pero no todos,
tienen forma de T y están ricamente decorados con imágenes de pájaros, insectos y
animales, como si la carga del arca de Noé hubiera sido convertida en piedra: zorros,
gacelas, jabalíes, numerosas especies de pájaros, incluidas varias grullas con
serpientes a sus pies, muchas más serpientes, tanto de forma individual como en
grupos, una araña, un asno salvaje, ganado salvaje, un león con la cola curvada sobre
su lomo… y muchos más.
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Aprovechando al máximo nuestro laissez-passer, me tomo mi tiempo; pero,
finalmente, en el lado noroeste del recinto, me encuentro con el pilar que quiero ver.
Para que sean fáciles de identificar, Schmidt y sus colegas han numerado todos los
pilares de Göbekli Tepe, y este es el «pilar n.º 43». Gracias a mis investigaciones
previas sé que en la base tiene una gran imagen de un escorpión tallado en relieve;
algunos han sugerido representar la constelación zodiacal que hoy día llamamos
Escorpio[7]. No obstante, para mi gran desilusión la figura ya no está visible. Los
arqueólogos la han cubierto con escombros… para protegerla de daños, sostiene
Schmidt. Le hablo de mi interés en una posible conexión astronómica, pero se burla
de ello: «Aquí no hay figuras astronómicas; las constelaciones del zodíaco no fueron
reconocidas hasta la época babilónica, nueve mil años después de Göbekli Tepe», y
me niega categórico el permiso para limpiar el montón de escombros.
Estoy a punto de discutir con él —de hecho existen excelentes evidencias de que
el zodíaco fue codificado mucho antes de Göbekli Tepe[8]— cuando me doy cuenta
de que más arriba en el mismo pilar hay otro grupo de figuras que no han sido
cubiertas con escombros. Entre ellas se encuentra una prominente representación de
un buitre con las alas extendidas como si fueran brazos humanos y con un disco
sólido en equilibrio sobre el ala, similar a un brazo, como si este lo estuviera
sosteniendo o acunando. Otra característica humana del buitre, en nada parecido a
ningún ejemplar de este animal que yo haya visto en la naturaleza, es que aparece
representado con las «rodillas» dobladas hacia delante y con unos extrañamente
alargados pies planos; un poco como las representaciones que vemos del personaje
del Pingüino en los viejos tebeos de Batman. Se trata, en otras palabras, de un
teriántropo (del griego therion, que significa «bestia salvaje», y anthropos, que
significa «hombre»), una criatura híbrida en parte hombre y en parte buitre[9].
Por encima hay más pictogramas en forma de H dispuestos en una fila entre una
serie de «V» bocarriba y bocabajo. De nuevo vuelve a notarse una sensación de
mensaje, de comunicación, que resulta imposible interpretar. Finalmente, en lo alto
del pilar hay representaciones de lo que parecen ser tres grandes bolsas de mano;
contenedores rectangulares, en cualquier caso, con asas curvas. Separándolos, delante
del asa de cada uno hay una figura; la de la izquierda es un pájaro, con unas largas
piernas parecidas a las humanas que lo califican casi con certeza como otro
teriántropo; la del centro un cuadrúpedo con la cola curvada hacia su cuerpo y a la
derecha una salamandra.
Hay algo terriblemente familiar en todo el conjunto y tengo la sensación de que lo
he visto antes —o algo muy parecido— en algún lugar. El único problema es que ¡no
puedo recordar dónde o qué! Le pido a Santha que tome fotografías detalladas del
pilar y cuando ha terminado, Schmidt sugiere que lo acompañemos a otro lugar del
yacimiento, a un par de cientos de metros al noroeste, al otro lado de la cresta donde
él y su equipo están excavando. Es uno de las docenas de recintos enterrados con
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grandes pilares que han identificado mediante georradar, el primero que están
investigando.
Paradigmas
Mientras caminamos le pregunto al profesor cómo y cuándo se vio envuelto en
Göbekli Tepe. Irónicamente, dada su firme posición respecto a la evolución de la
arquitectura, resulta que tuvo su gran oportunidad ¡porque otros arqueólogos también
tenían ideas firmes al respecto! En 1964 un equipo de la Universidad de Chicago y de
la Universidad de Estambul visitó la zona con el objetivo concreto de buscar y
encontrar yacimientos de la Edad de Piedra. No obstante, cuando vieron la parte
superior de un gran pilar en forma de T sobresaliendo del suelo y, tirados cerca, los
restos de otros pilares rotos de caliza desenterrados al arar por los campesinos de la
zona, descartaron Göbekli Tepe por ser irrelevante para sus intereses y se trasladaron
a otro lugar.
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Figura 4. El pilar 43 en el recinto D. La parte inferior estaba cubierta por escombros en el momento de mi visita;
pero ha sido reconstruida a partir de fotografías previas.
¿El motivo?
El equipo norteamericano-turco había considerado que el trabajo de los pilares era
demasiado bueno —demasiado avanzado, demasiado sofisticado— como para ser
obra de unos cazadores-recolectores de la Edad de Piedra. En su opinión, a pesar de
la presencia de pedernales trabajados junto a los fragmentos de caliza, Göbekli Tepe
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no era sino un cementerio medieval abandonado y, por lo tanto, no tenía ningún
interés prehistórico.
Si ellos no supieron aprovecharlo, Schmidt sí. A finales de la década de 1980 y
principios de la de 1990 había formado parte de otro proyecto en Turquía: la
excavación de un yacimiento de comienzos del Neolítico llamado Nevali Cori, que
iba a quedar inundado por las aguas de la presa Ataturk. Allí, él y su equipo de la
Universidad de Heidelberg descubrieron y rescataron del avance de las aguas varios
pilares de caliza tallados en forma de T delicadamente trabajados y fechados de
forma concluyente hace entre 8.000 y 9.000 años. Algunos tenían brazos y manos
tallados en relieve en los costados. «De modo que nos dimos cuenta de que esta
región tenía algo que la diferenciaba de otros yacimientos conocidos del período.
Nevali Cori fue la primera pista que tuvimos de la existencia de escultura de caliza a
gran escala durante la transición desde las sociedades de cazadores-recolectores a las
primeras comunidades de poblados agrícolas».
Poco después, en 1994, Schmidt se encontró con el informe de la prospección
turco-norteamericana realizado treinta años antes y tropezó con un párrafo que
mencionaba la presencia de pedernales trabajados junto a fragmentos de pilares de
caliza tirados en la superficie de Göbekli Tepe.
—Yo era un joven arqueólogo —explica— que estaba buscando su propio
proyecto, y de inmediato me di cuenta de que podía tratarse de algo relevante, quizá
otro yacimiento tan importante como Nevali Cori.
—¿Que sus predecesores habían pasado por alto porque, por lo general, para los
arqueólogos el pedernal y los pilares arquitectónicos no van asociados?
Intento que capte mi indirecta de que, quizá, también él esté pasando algo por alto
en Göbekli Tepe debido al paradigma imperante, pero no se da cuenta y responde:
—Sí, exactamente.
Miro hacia delante. Mientras caminábamos charlando, nos hemos ido acercando a
un punto de inmensa actividad. No lo he percibido desde los cuatro recintos
principales porque quedaba oculto por la cima de la cadena de colinas; pero ahora
que la hemos superado tras caminar hacia el norte, nos acercamos bajando por la
ladera opuesta hacia una nueva zona de excavación, el llamado recinto H, abierta por
Schmidt en Göbekli Tepe[10]. En ella hay cinco o seis arqueólogos alemanes
ocupados trabajando, algunos levantando capas de tierra con sus palas o cribando
cubos de arena y piedras, mientras que otros dirigen los esfuerzos de un equipo de
treinta trabajadores turcos. El objetivo es una gran cavidad rectangular. Quizá tiene la
mitad del tamaño de un campo de fútbol y unos muros de tierra que llegan a la altura
de la rodilla la dividen internamente en una docena más o menos de segmentos más
pequeños. En varios puntos del suelo alrededor de estos sobresalen unos enormes
pilares de caliza. La mayoría tienen forma de T, pero me llama la atención el que
tiene la parte superior lisa y curva, estropeada solo por un pequeño fragmento roto,
sobre la cual hay tallada una figura especialmente delicada de un león. Al igual que
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los leones del recinto D, su larga cola se curva por encima de su lomo, pero el trabajo
de esta pieza es de un orden superior a nada de lo que haya visto hoy.
—Ese es un pilar muy interesante —le digo a Schmidt—. ¿Podemos echarle un
vistazo?
Accede y nos abrimos paso por la excavación hasta que nos encontramos a un par
de metros del pilar del león. Reposa inclinado contra un montón de tierra y piedras
del tamaño de adoquines, un resto del relleno que, claramente, ocupaba por completo
el recinto antes de que los arqueólogos comenzaran a trabajar en él. Justo en el borde
de esta parte de la excavación, se puede ver la parte superior de otro pilar, mientras
que en medio del segmento se ha excavado una trinchera más profunda —para dejar
al descubierto lo que supongo es el tercio superior del pilar del león— que está
rellena con la misma mezcla de arena y piedras de los adoquines.
Le pregunto a Schmidt sobre el relleno.
—¿Todas esas piedras —digo—, cómo han llegado hasta aquí? No parecen el
resultado de una sedimentación natural.
—No lo son —replica. Tiene aspecto, me parece, de estar un poco pagado de sí
mismo—. Las pusieron ahí de forma deliberada.
—¿De forma deliberada?
—Sí, por quienes hicieron Göbekli Tepe. Después de que se colocaran los
megalitos y estuvieran en uso durante un período de tiempo indeterminado, cada uno
de los recintos fue enterrado de forma rápida y deliberada. Por ejemplo, el recinto C
es el más antiguo de los que hemos encontrado hasta el momento. Parece que fue
cerrado y rellenado hasta arriba, de tal modo que todos los pilares quedaran cubiertos
por completo antes que se hiciera el siguiente recinto de la serie, el D. Esta práctica
de rellenarlos deliberadamente ha supuesto una gran ventaja para la arqueología,
porque selló de forma efectiva cada uno de los recintos e impidió la inclusión de
material orgánico posterior, lo que nos permite tener completa certeza respecto a la
cronología.
Mientras Schmidt habla pienso con rapidez. El comentario que hace sobre la
cronología es interesante, al menos por tres motivos.
Primero, esto implica que, en los yacimientos megalíticos de todo el mundo
donde este proceso de «sellado» no ha tenido lugar, la cronología que han calculado
los arqueólogos puede resultar falsamente moderna como resultado de la intrusión de
material orgánico posterior (el cual, por cierto, es el único material que puede ser
sometido a datación mediante radiocarbono, algo que no se puede hacer con
materiales inorgánicos como la piedra). En teoría, esto puede significar que famosos
yacimientos megalíticos que no fueron enterrados de manera deliberada por sus
constructores (los templos de Malta, por ejemplo, o las taulas de Menorca, o los
círculos de piedra Avebury y Stonehenge en Inglaterra) podrían resultar ser mucho
más antiguos de lo que se piensa en la actualidad.
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Segundo, si la mayoría de las fechas de Göbekli Tepe derivan de los materiales
orgánicos del relleno —un dato que comprobé después en los artículos científicos
publicados por Schmidt—[11], esto solo se refiere a la fecha del relleno; los pilares
megalíticos son, como mínimo, igual de antiguos; pero pueden serlo más, porque
estuvieron allí «durante un período indeterminado» antes de ser enterrados.
Tercero, y quizá lo más importante, ¿por qué fue rellenado el yacimiento? ¿Cuál
puede ser el motivo de tomarse tantas molestias para crear una serie de espectaculares
círculos megalíticos solo para terminar enterrándolos deliberadamente de forma tan
meticulosa y eficiente que pasarían más 10.000 años antes de que fueran encontrados
de nuevo?
Lo primero que se me pasa por la cabeza es… cápsula del tiempo, que Göbekli
Tepe fue creado para transmitir un mensaje de algún tipo al futuro y luego enterrado
para que este pudiera quedar intacto y oculto durante milenios. Se trata de una idea
que volverá a rondarme muchas veces mientras avanzo en mi investigación; pero
pasará todo un año antes de que fructifique, como veremos en capítulos posteriores.
Mientras tanto, cuando le planteo la cuestión a Schmidt, este me ofrece una
explicación por completo diferente sobre el enterramiento de los círculos de pilares.
—En mi opinión esa era su intención —dice—. Hicieron los recintos para ser
enterrados.
—¿Para ser enterrados?
Estoy intrigado. Espero que diga «como una cápsula del tiempo», pero en vez de
ello replica:
—Como, por ejemplo, los cementerios megalíticos de la Europa Occidental:
construcciones inmensas y luego un túmulo encima.
—¿Pero, entonces, eran para enterrar cuerpos? ¿Se ha encontrado algún resto de
cuerpos inhumados?
—Todavía no hemos encontrado enterramientos. Tenemos algunos fragmentos de
huesos humanos entremezclados con huesos de animales en el material de relleno,
pero por el momento no hay enterramientos. Esperamos encontrarlos pronto.
—¿De modo que cree que Göbekli Tepe era una necrópolis?
—Todavía hay que demostrarlo; pero esa es mi hipótesis, sí.
—Y esos fragmentos de huesos humanos que ha encontrado mezclados con
huesos animales en el relleno, ¿cómo los interpreta? ¿Sacrificios? ¿Canibalismo?
—No lo creo. Mi teoría es que esos huesos son evidencia de algún tipo de
tratamiento especial del cuerpo humano tras la muerte… quizá un descarnamiento
deliberado. Ritos semejantes eran practicados en varios yacimientos conocidos de
esta región que son de aproximadamente la misma época. Para mí, la presencia de
huesos humanos en el material de relleno fortalece la hipótesis de que en algún punto
de Göbekli Tepe encontraremos enterramientos primarios, inhumaciones que se
abrieron al cabo de cierto tiempo para continuar con unos rituales muy concretos
realizados a los muertos[12].
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—¿Qué función tenían entonces los pilares?
—Los pilares en forma de T son ciertamente antropomorfos y, sin embargo, a
menudo hay animales representados en ellos, que quizá cuentan historias relacionadas
con los seres en forma de T. No podemos saberlo con seguridad, es evidente, pero
creo que representan seres divinos.
—¿Incluso cuando no tienen forma de T? —Señalo al pilar del león—. ¿Como
este? También tiene un animal representado encima.
Schmidt se encoje de hombros.
—No podemos saberlo con seguridad. Quizá no lo sepamos nunca. Hay tanto
misterio aquí. Podemos estar excavando durante cincuenta años y seguir sin encontrar
todas las respuestas. Solo estamos empezando.
—Aun así ya tiene algunas respuestas. Es evidente que tiene algunas ideas al
respecto. Este pilar del león, por ejemplo, ¿sabría decir al menos su antigüedad?
—Lo cierto es que no lo sabemos. Cuando excavemos debajo, esperemos
encontrar algún material orgánico que podamos someter al carbono-14; pero hasta
entonces no podemos saberlo con seguridad.
—Pero ¿cuál es su impresión a partir del estilo?
Schmidt se vuelve a encoger de hombros antes de conceder, un poco a
regañadientes:
—Tiene un aspecto similar a los pilares del recinto C.
—¿Que son los más antiguos?
—Sí… de modo que más o menos de esa época.
—¿Y esa cuál sería exactamente?
—Exactamente, el 9600 a. C. calibrado, esa es la fecha más antigua que
poseemos.
Los años de radiocarbono y los años del calendario se separan más y más según
pasa el tiempo debido a que la cantidad de isótopo radiactivo carbono-14 que hay en
la atmósfera y en todas las cosas vivas, orgánicas, varía de época en época.
Afortunadamente, los científicos han encontrado modos —demasiado complicados
para profundizar sobre ellos ahora mismo— para corregir esa fluctuación. El proceso
se llama calibración, de modo que cuando Schmidt dice «9600 a. C. calibrado» me
está hablando de fechas de calendario. Lo que significa «9600 a. C. calibrado» es que
en 2013, cuando tiene lugar mi conversación con él, son 9.600 años más los 2.013
que han pasado desde la época de Cristo, es decir, 11.613. Estoy escribiendo esta
frase en diciembre de 2014, pero puede que tú, lector, no la leas hasta 2016, momento
en el cual la fecha más antigua a la que se refiere Schmidt será de 11.616 años antes
del presente.
¿Se entiende?
En otras palabras, de forma sencilla y en número redondos, las partes más
antiguas de Göbekli Tepe excavadas hasta el momento tienen algo más de 11.600
años de antigüedad. Y, pese a todas las precauciones y reservas que ha expresado, lo
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que Schmidt está diciéndome es que, según su autorizada opinión, basándose en el
estilo, es probable que el pilar-león que estamos mirando sea tan antiguo como lo más
antiguo excavado hasta ahora en Göbekli Tepe.
De hecho, aunque él no ha dicho mucho —hay muy pocas evidencias en uno u
otro sentido—, se ha de tener en cuenta la posibilidad de que sea incluso más antiguo.
Después de todo, ya ha admitido que los trabajos de más calidad del yacimiento son
los más antiguos. Resulta preocupante, por tanto, que a pesar de las esperanzas que ha
expresado de que posteriores excavaciones sacarán a la luz «el pequeño punto de
partida que estamos esperando, pero no hemos encontrado todavía», este primer paso
de una nueva excavación no haya encontrado ese «pequeño punto de partida». Antes
al contrario, lo que ha sacado a la luz es un pilar enorme magníficamente realizado,
con un león rampante tallado en exquisito altorrelieve, que parece ser, al menos desde
el punto de vista estilístico, muy antiguo.
Quizá, en vez del «pequeño punto de partida» que espera Schmidt, las
excavaciones posteriores no descubran sino más de lo mismo.
—Conocemos el final —me dice el profesor con firmeza—. Los estratos más
modernos de Göbekli Tepe datan del 8200 a. C. En ese momento el yacimiento fue
abandonado para siempre; pero todavía no conocemos el comienzo.
—Excepto esa fecha del 9600 a. C., hace 11.600 años, que ha encontrado en el
recinto C. ¿Es ese el principio, al menos por lo que ha podido establecer hasta ahora?
—El comienzo de la fase monumental, sí. —Hay un destello en la mirada del
profesor—. Y, ¿sabe?, el 9600 a. C. es una fecha importante. No es solo un número.
Es el final de la Edad del Hielo. Se trata de un fenómeno global. De modo que como
esto va en paralelo…
De repente, la fecha en la que Schmidt está poniendo tanto énfasis hace que
recuerde algo relacionado con la investigación que he estado haciendo, y me veo
obligado a interrumpir.
—¡9600 a. C.! No es solo el final de la Edad del Hielo. Es el final de la fase fría
del Dryas Reciente, que empieza… ¿en el 10800 a. C.?
—Y, según los testigos de hielo de Groenlandia —continúa Schmidt—, termina
en el 9620 a. C. Por lo tanto, ¿cuántas posibilidades hay de que sea una casualidad
que la fase monumental de Göbekli Tepe comience en el 9600 a. C., cuando el clima
de todo el mundo dio un brusco giro a mejor y se produce un estallido de crecimiento
en la naturaleza y en las oportunidades?
No puedo sino estar de acuerdo. No parece probable que se trate de una mera
coincidencia. Al contrario, estoy seguro de que hay una relación. Exploraremos esa
conexión, así como el misterioso período cataclísmico que los geólogos llaman Dryas
Reciente, y lo que nos dicen los testigos de hielo de Groenlandia, en la parte II.
Mientras tanto, de vuelta a 2013, termino mi entrevista con Klaus Schmidt con
algunos elogios. Y en diciembre de 2014, sentado en mi escritorio repasando la
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transcripción de la grabación que hice en Göbekli Tepe, sabiendo que Klaus murió de
un inesperado ataque al corazón en julio de 2014, me alegro de haberlo hecho.
—Es usted una persona muy humilde —digo—; pero lo cierto es que ha
descubierto un yacimiento que ha hecho que todos tengamos que replantearnos
nuestras ideas sobre el pasado. Esto es algo notable, y creo que su nombre, así como
el de Göbekli Tepe, pasarán a la historia.
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una losa de granito que mide cerca de 1,2 metros de ancho por 1,5 metros de alto. El
relieve muestra lo que se cree es la más antigua representación de la deidad
centroamericana, a la cual los mayas (una civilización posterior a los olmecas)
llamarán Kukulkan o Gucumatz, que fue conocida por los aztecas, posteriores a los
mayas, como Quetzalcóatl[13]. Los tres nombres significan «serpiente emplumada» y
esa es la serpiente, decorada con una destacada cresta emplumada en la cabeza, que
vemos aquí. Su poderoso cuerpo se enrolla sinuosamente en torno al borde exterior
del relieve, abrazando a la figura de un hombre que aparece representado sedente,
como si estuviera buscando unos pedales con los pies. En la mano derecha lleva lo
que yo describí entonces como «un pequeño objeto en forma de cubo»[14].
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Si esto fuera todo, seguro que se trataría de una coincidencia. Los arqueólogos
piensan que el relieve del «Hombre dentro de serpiente» de La Venta data del período
entre los siglos x y vi antes de Cristo[15] —unos 9.000 años más moderno que la
imaginería de Göbekli Tepe—, por lo tanto ¿cómo podría haber una relación?
Es entonces cuando recuerdo una segunda imagen curiosa que reproduje en Las
huellas de los dioses. Busco Oannes en el índice onomástico, voy al capítulo 11 y
encuentro otra figura de un hombre llevando una bolsa o un cubo. No me había dado
cuenta hasta ahora del parecido entre ella y el «Hombre dentro de serpiente», pero
ahora me parece obvia. Si bien no son absolutamente idénticas, ambas bolsas tienen
la misma asa curva que también aparece en el pilar de Göbekli Tepe. Repaso
rápidamente el informe que escribí hace veinte años. Oannes es un héroe civilizador
reverenciado por todas las culturas antiguas de Mesopotamia. Se dice que apareció
allí en la más remota antigüedad y que enseñó a sus habitantes:
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Figura 6. Oannes, un héroe civilizador de antes del diluvio, reverenciado por todas las culturas antiguas de
Mesopotamia. Los motivos de su extraña vestimenta —a menudo es mencionado como la «figura con atuendo de
pez»— se explican en el capítulo 8.
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las habilidades necesarias para escribir y practicar las
matemáticas y todo tipo de conocimientos: cómo construir
ciudades, fundar templos […], redactar leyes […],
determinar lindes y dividir la tierra, así como el modo de
plantar semillas y luego recolectar sus frutos y vegetales. En
resumen, enseñó a los hombres todas las cosas que llevan a
una vida civilizada[16].
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Figura 7. La localización de Göbekli Tepe en relación a la cabecera de los ríos Tigris y
Éufrates de Mesopotamia.
Mientras estoy conectado a la red hago algunas búsquedas sobre los siete sabios.
Al principio no consigo muchos resultados; pero en cuanto cambio el criterio de
búsqueda a «Apkallu» y «Siete Apkallu», abro un colosal archivo de imágenes en
todo internet, muchas de ellas relieves asirios, una cultura que floreció en
Mesopotamia entre aproximadamente el 2500 a. C. y el 600 a. C. Añado «apkallu
asirios» a los parámetros de búsqueda y más imágenes aparecen en mi pantalla. A
menudo muestran a hombres barbados que sujetan bolsas o cubos que se parecen
mucho a los representados en el pilar de Göbekli Tepe y a la que sujeta la figura del
«Hombre dentro de serpiente» mexicano. El mayor parecido con el relieve original de
Oannes que reproduzco en Las huellas de los dioses no son solo las asas curvas de los
contenedores, o su forma. Más sorprendente todavía es la peculiar y característica
forma en la cual las figuras, tanto de Mesopotamia como de México, sujetan esos
contenedores: con los dedos de la mano hacia el interior y el pulgar doblado hacia
delante sobre el asa.
Hay otra cosa, además. Un buen número de las imágenes muestran no a un
hombre, sino a un teriántropo: un hombre-pájaro con un pico curvo exactamente igual
al pico curvado del teriántropo del pilar de Göbekli Tepe. Lo que hace que el
parecido sea todavía mayor es que en los relieves mesopotámicos el hombre-pájaro
está sujetando el contenedor en una mano y en la otra un objeto en forma de cono. La
forma es un poco diferente, pero resulta difícil no compararlo con el disco acunado
por encima del ala del pájaro del hombre-pájaro de Göbekli Tepe.
Aún no puedo demostrar nada. Evidentemente, puede tratarse de una
coincidencia, o puedo estar imaginando relaciones que no existen; pero los
contenedores similares en continentes y épocas distintos han despertado mi
curiosidad, de modo que anoto una serie de preguntas que pueden formar la
estructura de una vaga hipótesis para comprobar en un futuro. Por ejemplo, ¿podrían
estos contendores (ya se trate de bolsas o cubos) ser los símbolos del cargo de una
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hermandad iniciática, de gran recorrido y tremendamente antigua, con unas raíces que
se hundan en la más remota prehistoria? Considero que, por extraordinaria que pueda
parecer tal cual están las cosas, merece la pena profundizar en esta posibilidad,
fortalecida por la característica postura de la mano. ¿Acaso no podría haber tenido
esta el mismo tipo de función que tiene hoy el saludo masónico, proporcionando un
sistema instantáneo de identificar quién es alguien que está «en el ajo» y quién no?
¿Y cuál puede haber sido el propósito de tal hermandad?
Curiosamente, tanto en México como en Mesopotamia, donde se han conservado
mitos y tradiciones relacionados con la imaginería y el simbolismo, no existe la
menor duda sobre cuál era este propósito. Diciéndolo en pocas palabras, era orientar
y difundir los beneficios de la civilización.
Al fin y al cabo, esta la función explícita de Oannes y de los Apkallu, que
enseñaron a los habitantes de Mesopotamia a «plantar semillas y luego recolectar sus
frutos y vegetales» —es decir, la agricultura—, además de técnicas arquitectónicas y
de ingeniería, en especial la construcción de templos. Si necesitaban que les
enseñaran estas cosas, es que no debían de tener conocimiento de ellas antes de la
llegada de los sabios. En otras palabras, deben de haber sido cazadores-recolectores
nómadas, como lo eran los habitantes del sudeste de Turquía hasta la repentina y
sorprendente aparición en el escenario mundial de Göbekli Tepe.
Lo mismo, da la impresión, era el caso de los antiguos habitantes de México antes
de la llegada de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, que arribó para enseñarles los
beneficios de la agricultura sedentaria y las habilidades necesarias para construir
templos. Si bien esta deidad aparece representada con frecuencia como una serpiente,
más a menudo tiene forma humana —la serpiente es su símbolo, su álter ego— y
suele ser descrita como «un hombre blanco de elevada estatura»[18], «una persona
misteriosa […] un hombre blanco con un cuerpo de fuerte estructura, frente ancha,
ojos grandes y barba suelta»[19]. De hecho, como dice Sylvanus Griswold Morley, el
decano de los estudios mayas, los atributos y la historia de la vida de Quetzalcóatl:
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Figura 8. Imágenes de Oannes y los Apkallu en el arte y la escultura mesopotámicos, donde aparecen
representados con frecuencia como figuras compuestas: hombre-pez u hombre-pájaro.
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Lo mismo podría muy bien decirse de Oannes; e igual que Oannes a la cabeza de
los Apkallu (representados también con grandes barbas), parece que Quetzalcóatl
viajó con su propia hermandad de sabios y magos. Sabemos que llegaron a México
«del otro lado del mar en un barco que se movía por sí mismo sin remos»[21], y que
Quetzalcóatl se consideraba había sido el «fundador de ciudades, el creador de leyes
y quien enseñó el calendario»[22]. El cronista español del siglo xvi Bernardino de
Sahagún, que hablaba con fluidez el lenguaje de los aztecas y se tomó muchas
molestias para recoger sus tradiciones con precisión, nos dice además que:
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Se trata, por supuesto, de la historia de la gran civilización perdida llamada
Atlántida, tragada por una inundación y un terremoto en un único y terrible día con su
noche nueve mil años antes de la época de Solón[24].
O, según nuestro calendario, en el 9600 a. C.
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Capítulo 2
LA MONTAÑA DE LUZ
«Todo lo que nos han enseñado sobre los orígenes de la civilización puede ser
erróneo —dice el doctor Danny Hilman Natawidjaja, geólogo senior del Centro de
Investigación para la Geotecnología del Instituto Indonesio de Ciencias—. Las
antiguas historias sobre la Atlántida y otras grandes civilizaciones perdidas, durante
mucho tiempo rechazadas como mitos por los arqueólogos, parecen prestas a ser
demostradas ciertas».
Es diciembre de 2013. Estamos en Cianjur Regency, a unos 900 metros sobre el
nivel del mar y a 70 kilómetros al oeste de la ciudad de Bandung, en la isla de Java
(Indonesia). Junto al doctor Natawidjaja estoy trepando la inclinada pendiente de una
pirámide escalonada de 110 metros de altura situada en medio de un mágico paisaje
de volcanes, montañas y junglas salpicadas por arrozales y plantaciones de té.
Fue en 1914 cuando a los arqueólogos se les enseñaron por primera vez,
repartidas por entre la densa arboleda y los matorrales que entonces cubrían la cima
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de la pirámide, las antiguas estructuras artificiales formadas a base de bloques de
basalto columnar. Los lugareños consideraban el lugar sagrado y lo llamaban Gunung
Padang, como se sigue conociendo hoy día, si bien a menudo es mal traducido como
«Campo de Montaña» por quienes no son conscientes de que la lengua de la región
no es el indonesio, sino el sondanés, en el cual Gunung Padang significa «Montaña
de Luz», o «Montaña de Iluminación». Se encontró que las estructuras estaban
distribuidas en cinco terrazas con una superficie combinada de 150 metros de largo
por 40 metros de ancho. A los arqueólogos se les dijo que las terrazas habían sido
utilizadas como lugar de meditación y retiro desde épocas inmemoriales… lo que
sigue siendo cierto hoy día.
No obstante, ni los arqueólogos, ni por lo que parece los lugareños, se dieron
cuenta de que se trataba de una pirámide. Se creía que era una colina natural,
modificada de algún modo por la actividad humana, hasta que Natawidjaja y su
equipo comenzaron una prospección geofísica en 2011, utilizando georradar,
resistividad eléctrica y tomografía sísmica. Para entonces hacía mucho que la cima
había sido limpiada y las estructuras de las terrazas reconocidas como obras de
arquitectura megalítica; pero todavía no se había realizado una cronología de
radiocarbono y la edad atribuida al yacimiento —en torno al 1000 a. C.— se basaba
en conjeturas en vez de en excavaciones.
La primera fecha de radiocarbono fue obtenida por el propio Natawidjaja a partir
de materiales orgánicos encontrados en terreno subyacentes a los megalitos, en la
superficie o cerca de ella. Las fechas conseguidas —entre el 500 y el 1000 a. C.—
eran lo bastante próximas a las conjeturas arqueológicas como para no causar
controversia. Pero una sorpresa esperaba cuando Natawidjaja y su equipo ampliaron
su investigación utilizando sacatestigos para obtener muestras de tierra y piedras de
niveles mucho más profundos.
Primero, los testigos contenían evidencias —fragmentos de basalto columnar
trabajado— de que muy por debajo de la superficie había más estructuras megalíticas
hechas por el hombre. Segundo, los materiales orgánicos contenidos en los testigos
comenzaron a proporcionar fechas más y más antiguas: entre el 3000 a. C. y el 5000
a. C., luego el 9600 a. C. cuando el sacatestigos siguió profundizando y, finalmente, a
27,5 metros de profundidad y más, una asombrosa secuencia de fechas entre el
20.000 a. C. y el 22.000 a. C. y más antiguas aún.
«Esto no era en absoluto lo que mis colegas del mundo de la arqueología
esperaban o querían oír», dice Natawidjaja, un reconocido experto mundial en la
geología de terremotos interplaca, que se doctoró en el Instituto de Tecnología de
California (Estados Unidos) y que, como resulta evidente, considera la arqueología
como una disciplina por completo acientífica.
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El problema es que las fechas que se remontan a antes del 9600 a. C. nos conducen
muy dentro de la última Edad del Hielo, cuando Indonesia no era una serie de islas
como hoy, sino parte de un vasto antediluviano continente en el sureste asiático
llamado «Sondalandia» por los geólogos.
Figura 10.
Entonces el nivel del mar era 122 metros más bajo. Inmensos casquetes de hielo
de 3,2 kilómetros de grueso cubrían la mayor parte de Europa y Norteamérica, hasta
que empezaron a fundirse. Entonces, toda el agua almacenada en ellos regresó a los
océanos y el nivel del mar se elevó, sumergiendo muchas partes del mundo en las que
hasta ese momento habían estado viviendo seres humanos. Durante la Edad del Hielo,
Gran Bretaña estuvo unida a Europa (no existían ni el canal de la Mancha ni el mar
del Norte). Del mismo modo, tampoco había mar Rojo, ni golfo Pérsico, Sri Lanka
estaba unida al sur de la India, Siberia a Alaska, Nueva Guinea a Australia, y así en
todas partes. Fue durante la época del aumento del nivel del mar, en ocasiones lenta y
continua, en ocasiones rápida y cataclísmica, cuando el continente de la Edad del
Hielo de Sondalandia quedó sumergido; solo las actuales península malaya y las islas
indonesias fueron lo bastante elevadas como para permanecer por encima de las
aguas.
Como vimos en el anterior capítulo, la opinión arqueológica general sobre el
estado de la civilización humana hasta el final de la última Edad del Hielo es que
nuestros antepasados eran primitivos cazadores-recolectores, que desconocían la
agricultura y eran incapaces de ningún logro arquitectónico más allá de tipis y
vivaques.
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Figura 11. La inundación de Sondalandia a finales de la última Edad de Hielo.
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todo esto en mente, por tanto, la fecha que Platón nos proporciona es, como mínimo,
una extraña coincidencia.
No obstante, para Danny Natawidjaja no se trata en absoluto de una coincidencia.
Su investigación en Gunung Padang lo ha convencido de que Platón tenía razón
respecto a la existencia de una civilización superior en las profundidades de la última
Edad del Hielo; una civilización que sufrió un final cataclísmico en el que tuvieron
que ver inundaciones y terremotos, en una época de gran inestabilidad global situada
entre el 10800 a. C. y el 9600 a. C.
Esta época, llamada por los geólogos el «Dryas Reciente», se reconoce desde
hace tiempo como enigmática y tumultuosa. En el 10800 a. C., cuando empezó, la
Tierra llevaba diez mil años saliendo de la Edad del Hielo, las temperaturas globales
aumentaban de forma continua y los casquetes de hielo se estaban derritiendo.
Entonces se produjo un dramático retorno a condiciones más frías; casi tan frías como
en los máximos de la Edad del Hielo, hace 21.000 años. Esta helada corta y muy
intensa duró 1.200 años, hasta el 9600 a. C., cuando la tendencia cálida comenzó de
nuevo, las temperaturas globales volvieron a ascender y los restantes casquetes de
hielo se fundieron de forma muy repentina, arrojando a los océanos todo el agua que
contenían.
Figura 12. Toda la historia de la humanidad según nos la enseñan ahora sigue al Dryas
Reciente, el misterioso período cataclísmico entre 10800 a. C. (hace unos 12.800 años) y el
9600 a. C. (hace unos 11.600 años).
«Resulta difícil imaginarse —dice Natawidjaja— cómo pudo haber sido la vida
durante el Dryas Reciente. Fue un período verdaderamente cataclísmico, de inmensa
inestabilidad climática y terribles, en realidad aterradoras, condiciones globales. No
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es nada sorprendente que muchas especies de animales grandes, como los mamuts, se
extinguieran durante este momento concreto, que, como es lógico, tuvo un inmenso
efecto en nuestros antecesores; no solo esos “primitivos” cazadores-recolectores de
los que hablan los arqueólogos, sino también, creo yo, una elevada civilización que
fue borrada del registro histórico por los trastornos del Dryas Reciente».
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creemos que hemos encontrado aquí —dice Natawidjaja—; pero por desgracia
nuestro camino está plagado de obstáculos.
Cuando le pregunto qué entiende por obstáculos me responde que algunos
importantes arqueólogos indonesios están presionando al Gobierno de Yakarta para
impedirle realizar más trabajos en Gunung Padang, basándose en que «saben» que el
yacimiento tiene menos de 3.000 años y que no ven motivos para alterarlo.
—No niego que los megalitos de la superficie tengan menos de 3.000 años —se
apresura a añadir Natawidjaja—, pero sugiero que fueron puestos allí porque Gunung
Padang es considerado un lugar sagrado desde tiempos inmemoriales. Los estratos
más profundos de la estructura, de entre 12.000 y 20.000 años de antigüedad, son los
más importantes. Tienen implicaciones potencialmente revolucionarias para nuestra
comprensión de la historia, y creo que es vital que se nos permita investigarlos de
forma adecuada.
La Atlántida
Afortunadamente, se produjo una decisiva intervención presidencial en 2014 y puedo
informar que a Danny (en adelante utilizaré su nombre de pila, ya que nos hemos
convertido en amigos) se le ha dado carte blanche para excavar el yacimiento. Él y su
equipo comenzaron a trabajar en agosto de 2014, completando una corta campaña
entre agosto y octubre; pero como demuestra la experiencia de Göbekli Tepe, la
arqueología laboriosa y detallada es un proceso lento, por lo que no esperan alcanzar
los niveles más profundos hasta 2017 o 2018. No obstante, según estaba terminando
la primera campaña, Danny me mandó un correo electrónico poniéndome al día:
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pocas palabras, el trabajo de prospección geofísica que hicieron Danny y su equipo
entre 2011 y 2013, utilizando las últimas técnicas en resistividad eléctrica, tomografía
sísmica, georradar y toma de testigos, reveló no solo construcciones gigantescas
profundamente enterradas y fechas muy antiguas de radiocarbono en Gunung Padang,
sino también la presencia de tres cámaras más enterradas y por ahora sin excavar, tan
rectilíneas que es bastante improbable que sean naturales. La mayor de ellas se
encuentra a una profundidad de entre 21,33 y 27,4 metros y mide aproximadamente
5,5 metros de alto, por 13,7 metros de largo y 9,1 metros de ancho.
¿Podría tratarse de la legendaria Sala de los Registros de la Atlántida? Danny ha
arriesgado sus impecables credenciales científicas con la controvertida afirmación de
que puede serlo. No solo se niega a burlarse de la idea de la Atlántida, sino que
también ha escrito un libro argumentando que Indonesia —o más bien las inmensas
zonas de la antigua Sondalandia que quedaron sumergidas con la subida del nivel del
mar a finales de la Edad del Hielo— podría ser en realidad la Atlántida[28].
En junio de 2014 Danny y yo realizamos un amplio viaje de investigación por
todo el archipiélago indonesio en busca de yacimientos megalíticos, fuera de los
parajes visitados y que nunca han sido adecuadamente estudiados por los
arqueólogos. En el capítulo 18 describiré nuestros hallazgos y cómo se relacionan con
el misterio de Gunung Padang; pero, mientras tanto, quisiera mencionar aquí la
opinión del doctor Robert Schoch, profesor de Geología en la Universidad de Boston,
que me acompañaba en diciembre de 2013 cuando conocí a Danny en Gunung
Padang[29].
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La primera observación importante es que […] Gunung
Padang se remonta mucho más atrás del final de la última
Edad del Hielo, circa 9700 a. C. Basándome en las
evidencias, creo que el uso humano del yacimiento comenzó
circa 14700 a. C. Posiblemente, el primer uso del yacimiento
se remonta al 22000 a. C., o incluso antes.
A mi juicio, el estrato tres, entre 4 y 10 metros por debajo
de la superficie, incluye el período del final mismo de la
última Edad del Hielo, circa 10000-9500 a. C., cuando
tuvieron lugar importantes cambios climáticos, con un
dramático calentamiento global, subida del nivel del mar,
lluvias torrenciales, creciente actividad sísmica y volcánica,
incendios abundantes […] y otras catástrofes teniendo lugar
en la superficie de la Tierra […]. En el estrato tres hay
evidencias de estructuras colapsadas, posiblemente como
resultado de las tumultuosas condiciones de esa época.
Al visitar Gunung Padang, considerando las fechas y las
evidencias de colapso y reconstrucción que pudieron haber
tenido lugar allí, no pude por menos que pensar en otro
importante yacimiento —el cual representa a una civilización
muy antigua— que ocupa el final de la última Edad del
Hielo, concretamente Göbekli Tepe, en el sudeste de Turquía
[…]. También pienso en Egipto y en mi propio trabajo que
ofrece una nueva datación a la Esfinge. La extremada
erosión vista en la proto-Esfinge (la cabeza fue retallada y el
monumento reutilizado en época dinástica), originada por
lluvias torrenciales, pudo haber sido resultado de los
cambios climáticos extremos de finales de la última Edad del
Hielo.
Sumando las evidencias de Gunung Padang y las
derivadas de Göbekli Tepe, la Esfinge de Egipto y otros
yacimientos y series de datos de todo el mundo, creo que
estamos más cerca de comprender los cataclísmicos tiempos
y acontecimientos del final de la última Edad del Hielo. Con
anterioridad a circa 9700 a. C. existieron verdaderas
civilizaciones de naturaleza sofisticada, las cuales fueron
devastadas por los acontecimientos que originaron el final de
la última Edad del Hielo[31].
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Como resulta que son un mínimo de 6.000 años más antiguos que los círculos de
piedra de Stonehenge, los megalitos de Göbekli Tepe, al igual que los profundamente
enterrados megalitos de Gunung Padang, significan que la cronología que se ha
estado enseñando en los colegios y universidades durante la mayor parte de los
últimos cien años no se puede seguir manteniendo. Está empezando a parecer que la
civilización, como argumenté en mi controvertido superventas de 1995, Las huellas
de los dioses, es de hecho mucho más antigua y mucho más misteriosa de lo que
pensábamos.
En esencia, lo que proponía en ese libro era que una civilización avanzada había
sido barrida y quedó perdida para la historia en un cataclismo global al final de la
última Edad del Hielo. Sugería allí que hubo supervivientes que se asentaron en
diferentes puntos del globo e intentaron pasar sus superiores conocimientos, incluido
el de la agricultura y la arquitectura, a cazadores-recolectores que habían sobrevivido
al cataclismo. De hecho, hoy también existen poblaciones de cazadores-recolectores,
en el desierto del Kalahari, por ejemplo, y en la selva del Amazonas, que coexisten
con nuestra avanzada cultura; de modo que no puede cogernos por sorpresa que en el
pasado pudieran haber coexistido niveles de civilización igualmente desparejos.
Lo que no pude hacer cuando escribí Las huellas de los dioses, porque los datos
no estaban disponibles, fue identificar la naturaleza exacta del cataclismo que barrió a
mi hipotética civilización perdida. En vez de ello especulé con varias causas posibles,
sobre todo la radical teoría del «desplazamiento de la corteza terrestre» del profesor
Charles Hapgood, que si bien contó con el respaldo de Albert Einstein[32], desde
entonces ha gozado de escaso favor entre los geólogos. La usencia de una prueba
irrefutable creíble fue uno de los muchos aspectos de mi argumentación que fue
duramente criticado por arqueólogos. No obstante, desde 2007 una cascada de nuevas
evidencias científicas ha salido a la luz para identificar la susodicha prueba por mí.
Resulta de lo más intrigante, porque se trata del trabajo de un amplio grupo de
científicos de primera línea con impresionantes credenciales, y porque no descarta, al
contrario, en algunos puntos refuerza, el caso de la gigantesca inestabilidad de la
corteza que apunté en Las huellas de los dioses.
En los siguientes capítulos vamos a explorar estas nuevas evidencias y sus
asombrosas implicaciones.
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Segunda parte
COMETA
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Capítulo 3
Hay otros detalles interesantes en las diferentes versiones de este mito que se
cuentan entre los ojibwa y recogidas por el antropólogo Thor Conway. Por ejemplo,
se hace referencia a que el cometa mató a «animales gigantes […]. Puedes encontrar
sus huesos hoy día en la Tierra. Se dice que el cometa bajó y extendió su cola a lo
largo de millas y millas»[34]. En el momento que tuvo lugar este acontecimiento,
mencionado generalmente como «la primera quema de la Tierra», se nos dice que los
ojibwa «vivían cerca del borde de las Tierras Heladas»[35]. También se recoge que
poco después del desastre del cometa «tuvo lugar la primera inundación de la
Tierra»[36].
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Del mismo modo en que la tradición ojibwa se lamenta de que «las cosas estaban
mal […] la gente había abandonado el camino espiritual», implicando con ello al
comportamiento humano en el desastre que siguió, también los brule, una de las
tribus de la Nación Lakota, habla de un tiempo «en el mundo anterior a este», cuando
«la gente y los animales se volvieron malos y olvidaron su conexión con el Creador».
Como respuesta, el Creador decidió «destruir el mundo y comenzar de nuevo».
Primero avisó a algunas gentes buenas para que huyeran a las cimas de las montañas
más altas, tras lo cual envió «pájaros de trueno para hacer la guerra a los demás
humanos y los animales gigantes» (de nuevo, al igual que en el mito ojibwa, la
narración brule habla de animales de extraordinario tamaño)[37]:
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«inundaba el país de un horizonte a otro». Gloosap palmeó al castor en el lomo y este
se encogió hasta su tamaño actual[40].
La referencia a una inundación en esta historia es una entre cientos presentes en
los mitos de los indígenas norteamericanos. Muchos de ellos contienen intrigantes
detalles de gran relevancia para la nueva información científica sobre
acontecimientos ocurridos en Norteamérica a finales de la Edad del Hielo, que
exploraremos en las páginas siguientes. Por ejemplo, los cowichan de la Colombia
Británica recuerdan una época en el remoto pasado en la que sus videntes se vieron
muy turbados debido a extraños sueños que predecían destrucción. Un hombre dijo:
«He soñado una cosa extraña. He soñado que caía tal lluvia que todos nos
ahogábamos». Otro dijo: «Soñé que el río creció e inundó el lugar, y todos fuimos
destruidos». «Yo también», apostilló otro. «Y yo también»[41].
Estos videntes no fueron creídos por sus gentes, pero pese a todo decidieron
construir una balsa gigantesca a base de muchas canoas atadas juntas. No mucho
después de que terminaran comenzó la lluvia. Las gotas eran tan grandes como el
granizo y tan pesadas que mataron a los niños pequeños. El río creció y todos los
valles se cubrieron. Los videntes, y aquellos pocos de sus amigos que los habían
creído:
Actualmente, los pima, o «gente del río», viven en Arizona, adonde emigraron en
la remota antigüedad desde mucho más al norte. Como también sucede con los
cowichan, un vidente aparece en sus tradiciones cataclísmicas; en este caso se trata de
un vidente que fue avisado por una gran águila de que una inundación se estaba
preparando. El águila visitó al vidente cuatro veces y cada vez este ignoró sus avisos.
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«Será mejor que creas lo que te estoy diciendo —dijo el águila—. Todo el valle
quedará inundado. Todo quedará destruido». «Eres un mentiroso», dijo el vidente. «Y
tú un vidente que no ve nada», dijo el águila.
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Michabo estaba cazando con su manada de lobos
adiestrados un día cuando vio la cosa más extraña: los lobos
entraron en un lago y desaparecieron. Los siguió dentro del
agua para cogerlos y al hacerlo todo el mundo se inundó.
Entonces Michabo envió a un cuervo a encontrar algo de
tierra con la cual hacer una nueva tierra, pero el pájaro
regresó sin haber tenido éxito en su búsqueda. Entonces
Michabo envió a una nutria a hacer lo mismo, pero de nuevo
sin provecho. Finalmente, envió a un ratón almizclero y este
le trajo tierra suficiente como para comenzar la
reconstrucción del mundo[48].
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milenios finales de la última Edad del Hielo. Lo que los nuevos estudios han puesto
en cuestión durante la última década, sin embargo, es si la escala, extensión y, lo que
es más importante, las causas de esas inundaciones se han comprendido
adecuadamente. La opinión general está copiosamente expresada y se repite sin cesar
en libros y revistas publicadas desde la década de 1960; pero, para entender un
importante punto de vista alternativo, el cual supone un poderoso desafío a las teorías
establecidas, en septiembre y octubre de 2014 realicé un extenso viaje por
Norteamérica con el investigador catastrofista Randall Carlson[51].
Randall no puede ser una reencarnación de J Harlen Bretz, porque J Harlen Bretz
(cuyo primer nombre era J y odiaba cuando los correctores de pruebas intentaban
tratarlo como una inicial) murió el 3 de febrero de 1981, cuando Randall ya tenía
treinta años. No obstante, en su pasión por el trabajo de campo de verdad, por
recorrer el camino en vez de limitarse a leer la bibliografía al respecto y en su
porfiada defensa de una radical hipótesis geológica referente a las inundaciones
cataclísmicas que destrozaron Norteamérica al final de la Edad del Hielo, Randall es
en todos los sentidos que cuentan un nuevo J Harlen Bretz.
En los capítulos siguientes describiré mi viaje con Randall y las convincentes
evidencias que me presentó; pero, primero, es probable que te estés preguntando
quién era J Harlen Bretz.
J Harlen Bretz
Este es Bretz, escribiendo en 1928, tras uno de sus viajes de campo por el estado de
Washington, en la región del Pacífico noroeste de los Estados Unidos:
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Nadie que tenga ojo para las formas terrestres puede cruzar
el este de Washington a la luz del día sin encontrarse y
quedar impresionado por los «scablands» [terrenos pelados
erosionados en forma de canales]. Estos alargados tramos de
roca negra desnuda, o casi desnuda, esculpidos en laberintos
de colinas y cañones, son como grandes cicatrices que dejan
marcada la que sin ellas sería la lisa cara de la meseta. Todo
el mundo en la meseta conoce los Scablands. Estos
interrumpen los campos de trigo, parcelándolos en
extensiones de colinas que van desde de menos de 40 acres
hasta más de 40 millas cuadradas de extensión. Uno no
puede ni alcanzarlos ni alejarse de ellos sin cruzar alguna
parte de los ramificados Scablands. A excepción de permitir
un escaso pastoreo, los Scablands carecen casi de valor. Su
nombre común es una expresiva metáfora. Los Scablands son
heridas solo en parte curadas: grandes heridas en la
epidermis del terreno con el cual la Naturaleza protege las
rocas de debajo.
Con los ojos apenas unos pies por encima del terreno,
hoy día, el observador debe viajar adelante y atrás repetidas
veces y debe guardar sus observaciones mental y
fotográficamente, mediante bocetos y con mapas antes de
que pueda llegar a formarse algo que se parezca a una
imagen completa. Sin embargo, antes de que el papel que
contiene esas palabras amarillee, mirando desde el aire
mientras cruza la región, verá casi de un solo golpe de vista
la imagen aquí dibujada al unir las observaciones a ras de
suelo a lo largo de meses de trabajo. La región es única:
dejemos que el observador tome las alas de la mañana hasta
las más lejanas partes de la Tierra… en ninguna encontrará
nada similar[52].
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profesorado (posteriormente los describiría como «anticuados, demasiado serios y
poco amantes de la diversión»)[55]. y en 1914 estaba de vuelta en la Universidad de
Chicago, al principio como instructor, pero poco después como profesor ayudante[56].
Figura 13.
El primer viaje que Bretz realizó a los Scablands del este de Washington fue en
1922. Para entonces, como resultado de sus trabajos anteriores estaba completamente
informado sobre la Edad del Hielo en todas sus dimensiones y era más consciente que
la mayoría del resto de geólogos de que inmensas capas de hielo de hasta algo más de
tres kilómetros de grosor habían cubierto Norteamérica durante casi 100.000 años,
hasta que este se fundió dramáticamente en algún momento entre 15.000 y 11.000
años atrás. Entonces, cuando vio las inmensas cantidades de bloques erráticos —
cantos rodados gigantescos que no pertenecen de forma natural a la zona y que, es
evidente, han sido llevados hasta allí desde algún sitio—, se sintió inclinado a asumir
que podían haber viajado hasta allí en icebergs arrastrados por alguna gran
inundación glacial. Esta impresión se vio fortalecida cuando exploró Grand Coulee y
Moses Coulee —gigantescos canales horadados profundamente en la tierra— y visitó
la cuenca de Quincy, en el extremo sur de Grand Coulee, donde encontró que toda la
depresión de 1.554 km2 estaba rellena hasta los 120 metros de altura con pequeñas
partículas de escombros basálticos. No pudo sino preguntarse «¿de dónde vino todo
este escombro, y cuándo?»[57]. De nuevo, la respuesta que encontró fue: una
inundación.
Bretz volvió de nuevo a los Scablands en 1923 para tres meses de exploración, y
parece haber sido durante este viaje de campo cuando su posterior punto de vista —
básicamente que «algún acontecimiento hidráulico espectacular […] comenzó en esta
región y luego se detuvo de forma abrupta»— comenzó a formarse de verdad[58].
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En el número de noviembre-diciembre de 1923 del Journal of Geology, Bretz
publicó un artículo resumiendo sus hallazgos. Para comprender el tono un tanto
defensivo del artículo es importante no olvidar la doctrina geológica preponderante
entonces, el principio conocido como «uniformitarianismo». Se trata de la asunción
de que los procesos existentes, actuando como en el presente, son suficientes para
explicar todos los cambios geológicos. Parte integral de ello es la admisión paralela
del gradualismo, es decir, que «el presente es la clave del pasado» y que el ritmo de
cambio observable hoy día es una guía precisa del ritmo de cambio que prevaleció en
el pasado.
Semejantes ideas, que habían adquirido la categoría de verdad incuestionable en
época de Bretz, habían surgido del necesario —de hecho esencial— derrocamiento de
la antigua creencia religiosa en el creacionismo y la noción de que Dios intervino
caprichosamente en la historia de la Tierra ordenando cataclismos como el diluvio
bíblico. En una justificada oposición a esos pensamientos de creación y destrucción
sobrenatural, el uniformitarianismo parecía una respuesta profundamente racional,
que solo veía trabajando en la Tierra a las fuerzas de la naturaleza durante períodos
de millones de años, de hecho, miles de millones.
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El autor confiesa que durante sus diez semanas de estudio de
la región, cada nuevo tramo de scabland examinado volvía a
despertar un sentimiento de asombro ante la posibilidad de
que unos cauces tan inmensos pudieran haberse originado a
partir de unas partes tan marginales de una capa de hielo, o
de que una erosión tan inmensa, a pesar de los elevados
gradientes, pudiera haberse producido durante los muy
breves períodos en los cuales existieron esos arroyos. Ni el
río Warren, ni la desembocadura del Chicago, ni el canal
Mowhawk, ni siquiera las propias cataratas del Niágara y de
Gorge se aproximan a las proporciones de algunos de esos
tramos de scabland y sus cañones. En uno solo de esos
cañones [Grand Coulee Superior] 16 kilómetros cúbicos de
basalto fueron erosionados por este chorro glacial[61].
En otras palabras, como resume el biógrafo de Bretz, el geólogo creía que los
rasgos que había documentado «solo podían haber sido creados por una inundación
de proporciones inimaginables, posiblemente la mayor inundación de la historia del
mundo»[63].
La reacción del establishment geológico fue un pasmado y avergonzado silencio.
Haberse alejado tanto de la doctrina uniformitarianista solo podía significar que Bretz
se había vuelto loco. David Alt, catedrático emérito de Geología de la Universidad de
Montana, describe una de las conferencias que Bretz dio y en la cual expuso las ideas
de su artículo de 1923:
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Los geólogos […] estaban horrorizados del mismo modo en
que una habitación llena de físicos lo habría estado al
escuchar a un colega describir cómo había fabricado una
máquina de movimiento perpetuo a base de palos de helado.
Los físicos habían aprendido desde muy pronto la futilidad
de las máquinas de movimiento perpetuo, y se suponía que
ningún geólogo adecuadamente formado podía andar
tratando con catástrofes de ningún tipo[64].
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porque «el volumen de agua fue muy grande, casi increíblemente grande […]. A
pesar de sus elevados gradientes para desaguarlo, los valles ya existentes en los que
entró primero no fueron capaces de soportar ese volumen y la inundación se extendió
ampliamente en un complicado grupo de caminos anastomósicos»[67].
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sido “del orden de magnitud del actual Columbia o, como mucho, unas pocas veces
mayores”[72].
De igual modo, G. R. Mansfield dudaba de que “tanto trabajo pudiera hacerse en
el basalto en tan corto período de tiempo” […]. Los Scablands me parece a mí que se
explican mejor como el efecto del persistente golpeteo y desbordamiento de aguas
glaciares marginales, que cambiaron su posición o su punto de desagüe de tiempo en
tiempo a lo largo de un período prolongado»[73].
O. E. Meinzer se vio obligado a confesar que «los rasgos de erosión de la región
son grandes y extraños», pero también él prefería una explicación gradualista: «Antes
de que una teoría que requiere de una aparentemente imposible cantidad de agua sea
aceptada por completo, se deben realizar todos los esfuerzos por tener en cuenta
todos los rasgos existentes sin utilizar una suposición tan violenta […]. Creo que los
rasgos existentes pueden explicarse asumiendo una carga normal de trabajo del
antiguo río Columbia…»[74].
En resumen, que ni una sola voz se alzó en apoyo de Bretz y hubo mucho
desprecio condescendiente respecto a su «escandalosa hipótesis» de una única
inundación. En concreto, los apiñados geólogos se concentraron en lo que claramente
creían era la fatal debilidad de la propuesta de un cataclismo repentino y
abrumador… en concreto, que Bretz no había sido capaz de identificar una fuente
convincente para las aguas de su crecida.
Bretz replicó que no veía la lógica en ello, puesto que la ausencia de una fuente
documentada para la inundación no demostraba que no hubiera habido inundación.
«Creo que mi interpretación de los Scablands y sus canales debe sostenerse o
derrumbarse dependiendo de los fenómenos propios de ese territorio», argumentó[75].
Era, dijo, tan sensible como cualquier otro a las críticas adversas, y no tenía «deseo
de llamar la atención mediante el sencillo expediente de defender puntos de vista
extremadamente nuevos». Además, él mismo había dudado repetidas veces «de la
verdad de la inundación de Spokane»[76], solo para verse obligado «a reconsiderar las
evidencias de campo, a utilizar de nuevo el concepto de un enorme volumen […].
Esos notables registros de agua corriente en la meseta de Columbia, y en el valle de
los ríos Snake y Columbia, no puede interpretarse en términos de la actividad normal
de un río y el desarrollo normal de un valle […]. Solo un volumen enorme, durante
un muy corto período de tiempo, puede explicar su existencia»[77].
Era esta acumulación de convincentes evidencias de campo la que Bretz pedía
que se considerara; no mediante las emociones, no mediante la intuición, no con
referencia al conocimiento recibido, sino únicamente por medio de «los establecidos
principios del método científico»[78]. Como tuvo que escribir con posterioridad:
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Las ideas sin precedentes son por lo general consideradas
con desaprobación y los hombres se muestran sorprendidos
si su concepto de un mundo ordenado se ve desafiado. Una
hipótesis fervientemente defendida engendra reacciones
emocionales que pueden nublar la visión del protagonista;
pero si tales hipótesis atentan contra los modos
predominantes de pensamiento, la visión de los antagonistas
también puede verse nublada.
Por otro lado, la geología está plagada de ideas
extravagantes que nacen de observaciones defectuosas y
malas interpretaciones. Son peores que «hipótesis
escandalosas», pues no conducen a ningún sitio. Puede que
la hipótesis de este autor sobre la inundación de Spokane
pertenezca a esta última clase; pero no puede ser situada allí
a menos que se demuestren errores de observación y en las
inferencias directas[79].
Y ese era el problema de todas las críticas a Bretz, tanto antes como después de la
reunión de Washington. Al establishment geológico no le gustaba lo que tenía que
decir, pues le daba justo en su marco de referencia gradualista, y lo consideraron
como «una herejía que debía ser erradicada con gentileza, pero con firmeza»[80]. Lo
cierto es que al final no pudieron refutar su ciencia, solo desaprobarla, que es algo
muy diferente.
El quid de la cuestión era la afirmación de Bretz de que la capa de hielo se había
fundido precipitadamente y su incapacidad para proponer un mecanismo que hubiera
podido producir semejante deshielo. Como ya se ha mencionado, él no consideraba
que fuera un escollo significativo, pero sus críticos sí. Por lo tanto, en un intento por
calmarlos, de forma reluctante en varias ocasiones propuso dos posibles soluciones.
Eran, por un lado, una especie de cambio climático radical de corta duración y, por la
otra, un episodio de actividad volcánica bajo la capa de hielo. Respecto al primero, no
obstante, admitió que «no hay registro de semejante cambio climático en ningún
lugar, y la rapidez necesaria parece imposible», mientras que respecto al segundo
comentó que «nada se ha encontrado en la literatura que sugiera volcanismo
pleistoceno en la zona que fue desaguada por la meseta de Columbia»[81].
Resulta interesante que cuando Bretz se enfrentó a sus hostiles colegas en
Washington ya conocía —pero había descartado— la explicación de la inundación
cataclísmica que mucho después sería retomada por el establishment geológico,
abriendo las puertas a la aceptación universal de sus evidencias que prevalece hoy. En
el resumen de su conferencia de enero de 1927, escribió: «Tanto el sr. Alden como el
sr. Pardee han sugerido que considere la inundación como el resultado del súbito
desagüe de un lago glacial […]. El sr. Pardee [en una carta a Bretz en 1925]
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especifica el lago Missoula, que es el único de alguna importancia conocido en la
región que pudo haber servido»[82].
Finalmente, en la década de 1940, Bretz aceptaría el súbito desagüe del lago
glacial Missoula como la fuente de su inundación, pero el motivo por el cual no lo
hizo en 1927 es importante y, como vamos a ver, de la mayor relevancia para el
debate respecto a lo que sucedió con exactitud en Norteamérica al final de la Edad del
Hielo. Como explica su biógrafo, en pocas palabras, el punto de vista de Bretz en
1927 era que el volumen del lago Missoula «puede no haber sido el adecuado para
formar los Scablands. “Solo hubiera mantenido la inundación durante 2 semanas”, se
puede leer en un comentario manuscrito de Bretz en esta sección de su resumen»[83].
En marzo de 1930, Bretz publicó un breve resumen en el Bulletin of the Geological
Society of America. Se titulaba «Lake Missoula and the Spokane flood» (El lago
Missoula y la inundación de Spokane). En él, Bretz escribió que el primero en
nombrar y describir este lago fue el geólogo J. T. Pardee (cuya carta al respecto había
recibido en 1925), que se encontraba a más de 1.200 metros por encima del nivel del
mar y que tenía al menos 640 metros de profundidad. Sin mencionar detalles,
señalaba que el lago se había formado debido a una presa de hielo y que «a cien
kilómetros al suroeste, a lo largo del brazo occidental de la Purcelle Trench y el valle
de Spokane, se encuentran las cabeceras más orientales de los canales de los
Scablands. Si se hubiera producido una rotura de la presa, el agua solo habría podido
escapar por este tramo de cien kilómetros»[84].
En 1932 se mostraba más favorable todavía a la idea de que el lago Missoula
podía ser el culpable de su inundación, si bien consideraba que había cuestiones
relativas a la hipotética presa de hielo y al propuesto fallo cataclísmico que
necesitaban mejorarse[85]. En este momento de su vida, no obstante, parecía listo para
pasar página e iba a dedicar la mayor parte de la década siguiente a otros
rompecabezas geológicos completamente distintos. Entonces, en 1940, fue invitado a
hablar sobre su teoría de los Scablands en una reunión de la American Association
for the Advancement of Science que tendría lugar en Seattle. Declinó la invitación
diciendo que su punto de vista y sus evidencias ya estaban publicados, pero la
reunión terminó siendo seminal. J. T. Pardee estuvo presente y presentó un artículo
sobre su trabajo en el lago glacial Missoula, haciendo públicas por primera vez sus
largo tiempo retenidas conclusiones de que se había producido un fallo en la presa de
hielo y de que «todo el lago se desaguó catastróficamente y, lo más probable, de
forma bastante dramática»[86].
Curiosamente, Pardee no relaciona sus hallazgos de Missoula con la opinión de
Bretz, bien conocida y existente desde hacía largo tiempo, de la creación de los
Scablands por medio de una inundación catastrófica; pero, mucho después, Bretz
escribiría: «Nunca dijo, al menos en forma impresa, nada sobre dónde terminó esa
vigorosa descarga. No obstante, creo que de forma generosa me lo estaba dejando a
mí»[87].
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Figura 15.
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establecido, quizá no con mucha precisión; pero, en cualquier caso, en algún
momento del último milenio de la Edad del Hielo, hace entre 15.000 y 11.000 años.
La fuente del diluvio había sido rastreada hasta el lago glacial Missoula. Y el punto
clave de si había habido una única inundación gigantesca —lo cual los agudos
instintos de Bretz como geólogo de campo le habían sugerido originalmente— o
múltiples inundaciones, como preferían sus colegas gradualistas, había sido
concedido haciendo referencia a la elasticidad de su teoría y la concesión de «varias»
inundaciones.
En posteriores artículos publicados por Bretz queda claro que estaba dispuesto a
aceptar que habían ocurrido hasta ocho inundaciones[93]. Se trataba, es indudable, de
una concesión al gradualismo: ocho inundaciones más pequeñas bien repartidas a lo
largo de un período de varios miles de años eran más aceptables para aquellos de
creencias uniformitarianistas (es decir, la mayoría de los geólogos, tanto de entonces
como de ahora) que un único acontecimiento descomunal de gran violencia ocurrido
de forma repentina, causando daños gigantescos y el cual estuvo terminado en menos
de tres meses. No obstante, Bretz continuó siendo un catastrofista de corazón. Victor
R. Baker, del Departamento de Hidrología y Recursos Hídricos de la Universidad de
Arizona, menciona en su estudio, The Spokane floods debates, que mientras Bretz de
hecho modificó ampliamente su hipótesis original:
En otras palabras, a pesar de las concesiones, las que se mencionan son causas
que seguían siendo únicas y lo bastante especiales como para ser descritas como
catastróficas, y en modo alguno socavaron la conclusión de que «fue una debacle que
barrió la meseta de Columbia»[95]. Seguramente resulta significativo que en su último
trabajo publicado, una nota que escribió a la Geological Society of America en 1979
aceptando su mayor reconocimiento, la Medalla Penrose, aprovechara la oportunidad
para dejar claro ese hecho. Escribió: «Se me puede otorgar haber revivido y
desmitificado el legendario catastrofismo y desafiado a un uniformitarianismo
demasiado riguroso»[96].
No obstante, lo que Bretz, el catastrofista y desafiador del uniformitarianismo, no
podía saber era que una vez invitado al vampiro del gradualismo a traspasar el umbral
de su puerta, este no se sentiría satisfecho con el compromiso que había intentado
conseguir, sino que continuaría chupando sin remordimientos la sangre a cualquier
noción de que lo sucedido en los Scablands hubiera sido algún tipo de «debacle».
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Así, según han pasado los años y nuevas generaciones de especialistas
gradualistas han conseguido su plaza en las universidades de todo el mundo, las ocho
inundaciones que se permitió al principio modificaran el cataclismo único de Bretz
han ido creciendo sin cesar en número… hasta una docena, luego a más de veinte,
seguidamente a treinta y cinco, después a «unas cuarenta» y, por último, en artículos
recientes, a tantas como ¡noventa o más![97] «La opinión más generalizada en la
actualidad —resumen Vic Baker— es que hubo unas ochenta inundaciones ocurridas
en un período de 2.500 años [aproximadamente hace entre 15.000 y 12.000 años],
posiblemente, a intervalos regulares»[98].
Ochenta inundaciones en 2.500 años salen aproximadamente a una inundación
cada treinta y un años; deshaciéndose así de la necesidad de un único cataclismo
excepcional y considerando responsable del horroroso desastre de los Scablands a los
efectos acumulados de una serie de episodios bastante regulares, predecibles y en
esencia gradualistas. Mejor todavía, desde el punto de vista uniformitarianista,
inundaciones repentinas producidas en lagos glaciares con una presa de hielo siguen
ocurriendo hoy día. Se producen de forma regular en Islandia, por ejemplo, donde las
llaman jökulhlaups, expresión que ha sido adoptada mundialmente y que continuaré
utilizando aquí. Otros sitios donde son comunes incluyen el Himalaya, el Antártico,
el norte de Suecia y Norteamérica. Como señala el profesor de Geología David Alt,
varios lagos con presa de hielo de Alaska y el norte de la Colombia Británica son
propensos a episodios de desaguado muy rápido. Estos sucesos tienen lugar por lo
general «en verano, cuando el deshielo eleva rápidamente el nivel del lago. La presa
de hielo que contenía al lago glacial Missoula probablemente flotó y se rompió
durante el verano por el mismo motivo»[99].
De este modo, la doctrina uniformitarianista de que «el presente es la clave del
pasado» y de que el ritmo de cambio observable actualmente es una guía precisa del
ritmo de cambio que prevaleció en el pasado se ha reafirmado a sí misma sin mucho
ruido, y las perturbadoras evidencias de inundación de Bretz desaparecen explicadas
como algo de lo que, después de todo, no hay mucho por lo que preocuparse. Los
especialistas también se las han apañado con bastante ingenio para nadar y guardar la
ropa: por un lado, al otorgarle a Bretz una medalla y proclamar que ahora «todos
somos catastrofistas»; por el otro, transmutando con discreción la catástrofe de Bretz
en el tipo de cosa que uno ve todos los veranos en Alaska y la Colombia Británica.
Todo ello es muy tranquilizador, por supuesto; pero, supongamos que la idea
original de Bretz era correcta y lo que pasó en Norteamérica a finales de la Edad del
Hielo fue una inundación repentina y catastrófica, algo sin precedentes y que no ha
tenido repetición desde entonces.
Supongamos que realmente hubo una debacle.
De regreso a Bretz
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Randall Carlson está bastante seguro de que de verdad hubo una debacle —una que
alcanzó una escala casi inconcebible—, y ha pasado los últimos veinte años
recorriendo a pie de arriba abajo los Scablands haciendo a los geólogos locales
preguntas difíciles que nadie más parece haber considerado y construyendo un
argumento formidable.
El tipo de argumento, sospecho, que Bretz estaría planteando si siguiera aún entre
nosotros y al máximo de sus capacidades.
Conocí a Randall en 2006. Las inundaciones en Norteamérica durante la Edad del
Hielo estuvieron entre los temas que discutimos y me quedé sorprendido al descubrir
que no aceptaba en absoluto la teoría de la presa de hielo y que consideraba el lago
glacial Missoula una inmensa cortina de humo; una solución fácil que complace los
prejuicios uniformitarianistas y ha alejado a los geólogos de la verdad. En los años
siguientes nos escribimos de vez en cuando y ocasionalmente coincidimos en
conferencias en las que hablábamos. Yo estaba tremendamente impresionado por la
profundidad de sus conocimientos, por su experiencia de campo y por las intrigantes
ideas nuevas que su investigación parecía ofrecer respecto a los misteriosos
acontecimientos que acabaron con la Edad del Hielo. Me di cuenta de que
compartíamos un particular y creciente interés por el Dryas Reciente, ese regreso a
las condiciones glaciales que comenzó repentinamente hace 12.000 años, justo
cuando el mundo parecía estar calentándose, y que terminó de forma igual de
repentina 1.200 años después.
Durante este peculiar episodio, ciertos grupos de cazadores-recolectores, como
los de la cultura Clovis de Norteamérica, desaparecieron del registro arqueológico y
hubo una extinción en masa de especies animales; de modo que está claro que algo
inusual estaba teniendo lugar; sin embargo, todavía no se ha ofrecido una explicación
ni uniformitaria ni gradualista. Además, si bien no lo investigué en mi libro de 1995
Las huellas de los dioses, después me di cuenta de que la duración del Dryas
Reciente, desde hace 12.800 años hasta hace 11.600 años, coincidía exactamente con
el marco temporal durante el cual había argumentado que una civilización avanzada
de antigüedad prehistórica fue borrada de la faz de la tierra y se perdió para la
memoria humana.
Por consiguiente, en mi libro Underworld, publicado en 2002, estuve más atento
al problema del Dryas Reciente. Allí dije:
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Hace entorno a 13.000 años, el largo período de
ininterrumpido calentamiento por el que el mundo acababa
de pasar (el cual, según algunos estudios, se había
intensificado grandemente hace entre 15.000 y 13.000 años)
[100] se vio detenido instantáneamente —a la vez en todas
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campo. Tardamos más de un año en encontrar una fecha que nos viniera bien a los
dos; pero, finalmente, en septiembre de 2014, me encontré con Randall en Portland
(Oregón) y partimos hacia el este y el norte, hacia el cercano estado de Washington,
para explorar los Scablands en el gran todoterreno rojo que alquilamos.
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Capítulo 4
Figura 16.
Pero no en Grand Coulee, porque aquí es como si alguna fuerza caprichosa, quizá
incluso la propia mano de Dios, hubiera cogido un cincel gigante con una punta de
kilómetros de anchura, la hubiera clavado violentamente en la tierra y le hubiera dado
una cuchillada al terreno de cientos de metros de profundidad y casi 96 kilómetros de
longitud. No obstante, el «cincel» no era de acero, sino de una inmensa cantidad de
agua embravecida, turbulenta y cargada de escombros que solo estuvo corriendo
durante unas pocas semanas…, el agua de la inundación de Bretz. Como él mismo
escribió:
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Grand Coulee es el mayor ejemplo de cañón cortado por
corrientes glaciales no solo de la meseta de Columbia, sino
del mundo […]. Un río glacial con una anchura mínima de
cinco kilómetros desaguó aquí hacia el sur, por encima de la
división y a lo largo de una aguda pendiente monoclinal […].
La corriente descendió cerca de 300 metros con una
inclinación de aproximadamente 10 grados […]. Una
situación semejante no tiene paralelos, ni siquiera en esta
región de ríos inmensos, de gran pendiente, e inició
repentino […]. Al menos 26 kilómetros cúbicos de basalto
fueron excavados y extraídos[107].
Bretz se refiere aquí a la parte norte o Grand Coulee Superior[108]. Pero la misma
cantidad de basalto fue excavada en Grand Coulee Inferior al continuar «el río» su
recorrido. Mientras seguíamos el camino nos detuvimos en Ephrata Erratics Fan, al
sur del extremo meridional del Grand Coulee Inferior para ver dónde se había
depositado todo ese basalto excavado por las aguas. Era una imagen caótica, revuelta,
perturbadora; perturbadora porque, tan lejos como alcanza la vista en cualquier
dirección, la pradera estaba salpicada de incontables millares, más bien millones, de
cantos rodados de basalto dentados y rotos, algunos del tamaño de un utilitario,
algunos más pequeños —del tamaño de un balón de fútbol— y otros muchos más
grandes.
—Todo quedó reducido a escombros —me explicó Randall Carlson mientras nos
encontrábamos en medio del Fan—, y eso es lo que estás viendo. Estos escombros
formaban parte del mundo antiguo.
—¿El mundo antiguo?
—Sí, el mundo antediluviano. Lo que queda aquí en la superficie no es sino una
fracción de lo que la inundación arrastró fuera del Grand Coulee. Los escombros son
profundos. Decenas y decenas de metros de profundidad.
Del Efrata Fan seguimos por la ruta 17 del estado de Washington hasta Grand
Coulee Inferior, con sus increíblemente inhóspitos acantilados de basalto alzándose a
ambos lados de nosotros, con las nubes cargadas de lluvia reflejadas oscuras en la
cadena de lagos alcalinos —lago Soap, lago Lenore, lago Blue y lago Park— que
yacen estancados a sus pies. Al final alcanzamos el comienzo de Grand Coulee
Inferior y cuando salimos del camión Randall le recuerda a mi esposa Santha que
coja la cámara. «Vas a ver algo cataclísmico», anuncia con una mueca maliciosa.
Randall Carlson
Es probable que seas demasiado joven como para recordar la serie de televisión de
1977 titulada Las aventuras de Grizzly Adams, pero siempre puedes buscarla en
Google.
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El héroe epónimo, un duro leñador interpretado por el actor Dan Haggerty, era un
tipo grande, franco y barbudo y Randall Carlson, debido a su enorme barba, su
aspecto general y su ronco y brusco estilo, me recuerda mucho a él. Randall vive
ahora en Atlanta (Georgia), pero pasó casi toda su juventud en la Minnesota rural y
su habla contiene los peculiares matices de escandinavo y alemán que hacen que el
acento de la región sea tan reconocible.
Creció a orillas del lago Schmidt, uno de las decenas de miles de pequeños lagos
de deshielo repartidos por Minnesota y Wisconsin, donde acostumbraba a pescar
cuando era niño, perchado sobre un inmenso canto rodado que posteriormente
comprendería era un bloque errático glacial: «Un canto rodado arrancado del lecho de
roca y arrastrado por el avance de un glaciar quizá muchos cientos de kilómetros
desde su punto de origen y depositado en un emplazamiento muy alejado de su
fuente»[109].
Hoy, a más de medio siglo de su adolescencia, dice que los paisajes del Medio
Oeste de su juventud han dejado una huella indeleble en su psique:
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literatura científica y, como dice arriba, de miles de horas de trabajo de campo. Para
mí, este tipo de conocimiento profundo obtenido sobre el terreno, los kilómetros
caminados por los desiertos, los años dedicados a la investigación en bibliotecas,
significan mucho más que cualquier título universitario. Randall no es un geólogo y
no pretende serlo, pero su conocimiento del tema vale tanto como una docena de
doctorados.
Y ahora mismo estamos de pie encima de una especie de embarcadero de
hormigón con una valla a la altura de la cintura, suspendido en el vacío sobre el
profundo anfiteatro de Dry Falls. En este día de finales de septiembre sopla un viento
frío y Randall está a punto de darme una lección de geología…
Dry Falls
—¿Has estado alguna vez en las cataratas del Niágara? —me pregunta Randall[111].
Confieso que no.
—¿Pero has visto fotografías? ¿Te haces una idea del lugar?
—Supongo que sí…
—De acuerdo, ahora intenta averiguar… ¿cuál es más grande? —Me indica el
paisaje que tenemos delante—. ¿Dry Falls o las cataratas del Niágara?
Pienso que es una pregunta con trampa. Como es lógico, siendo de Minnesota,
Randall siente predilección a plantear preguntas complicadas. Miro al anfiteatro
natural. Hay una gran caída. Un par de lagos circulares de agua de lluvia acumulada,
cubiertos de juncos, decoran la base de la elevada herradura de escarpados
acantilados que tengo enfrente; sobre los cuales, es por completo evidente, inmensas
cantidades de agua debieron antaño fluir. No he estado en las cataratas del Niágara,
que tienen 51 metros de altura, pero pasé un día asombroso en las cataratas Victoria
en el sur de África, y tienen 108 metros de altura. La clásica forma en herradura de
las cataratas del Niágara que se ve en las fotos se repite en las cataratas Victoria. Y
aquí tenemos la misma forma, en el estado de Washington, en los EE. UU.,
conservada en el fósil seco de una antigua catarata.
—Dry Falls es más grande que las del Niágara —digo, con más confianza de la
que siento.
—De acuerdo, por ahora vas bien; pero ¿cuánto más grandes?
—El doble —digo a boleo.
—No está mal —dice Randall—; pero en realidad Dry Falls es cerca de tres veces
más alta que las cataratas del Niágara y más de seis veces más ancha. —Señala—.
¿Ves cómo está ribeteada allí?
Lo veo. En realidad la herradura de Dry Falls es dos herraduras jutas, una al este
y la otra al oeste.
—Las cataratas del Niágara cabrían fácilmente en solo la mitad de la herradura
oriental y su borde se encontraría a casi 76 metros por debajo del de Dry Falls.
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Además… mira aquí… —Randall reclama mi atención hacia el lado oriental de la
herradura, donde hay un hueco y luego una alta y delgada aleta de acantilados que
van hacia el sur—. Eso es Umatilla Rock —dice señalando a la aleta—. Habría sido
una especie de isla en lo más alto de la inundación. Una isla sumergida.
—¿Sumergida?
—Sí. Cuando la inundación llegó aquí, el agua tenía más de 150 metros de
profundidad. Habría sumergido a Umatilla Rock, a las propias Dry Falls y el punto
donde estamos ahora, por, humm, unos 30, quizá 45 metros.
—De modo que si me hubiera encontrado aquí entonces…
—Lo que no habrías podido hacer…
—Lo sé. Habría sido barrido, pero, por continuar con la discusión, si hubiera
estado aquí de pie, ¿asumo que no hubiera visto una escarpada lámina de agua
saltando por encima del borde de la catarata y estrellándose cientos de metros más
abajo?
—No, porque eso estaba sucediendo muy por debajo de la superficie. Lo que
habrías visto en este punto se habría parecido más a una pendiente con remolinos en
el torrente con algún tipo de protuberancia o gradiente abrupto en ella que a una
cascada de verdad, pero todo el trabajo que una cascada realiza en la roca sobre la
que cae continuaba sucediendo bajo la superficie…
—¿Qué quieres decir con «trabajo en la roca»?
—El agua llega aquí en cantidades inmensas y horriblemente rápido, a 112 km/h
según algunas estimaciones, y tienes que darte cuenta de que no se trata solo de agua.
Es más una especie de espeso barro líquido, y dentro hay bosques enteros arrancados
de raíz que van dando vueltas, y flotas de icebergs por la superficie, y en el fondo una
inmensa cantidad de estruendosos escombros de restos de roca, cantos rodados como
los que hemos visto desparramados por todo Ephrata Pan, y que todo este inmenso
revoltijo marcha a toda prisa arrancando y puliendo según pasa…
—¿Arrancando?
—Sí, es el mejor modo de describirlo. Como dedos gigantes que arrancan rocas
de la capa de basalto que es el suelo, extrayéndolas, arrastrándolas hasta el torrente y
barriéndolas corriente abajo; así es como la erosión funciona. —Randall señala de
nuevo a los ribeteados acantilados en forma de herradura—. Pero lo que vemos desde
aquí no es sino la mitad del cuadro. Si estuviéramos en un avión mirando hacia abajo,
hacia el este, veríamos otro grupo de herraduras incluso más grandes que estas,
envolviéndolas más allá de Umatilla Rock…
—Entonces, si tomamos todo esto en cuenta, ¿cuál es la extensión total de Dry
Falls?
—En torno a cinco kilómetros y medio. Hasta ahí llegó cuando la inundación se
detuvo. Solo Dios sabe el aspecto que hubiera terminado teniendo, o dónde estaría
hoy, si la inundación hubiera continuado durante otro par de semanas…
—No te entiendo.
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—Los indicios nos dicen que la inundación solo duró algunas semanas y que
durante todo ese tiempo las cataratas fueron migrando hacia el norte…
—¿Desplazándose?
—Si, las cataratas migran, a diferentes ritmos dependiendo de la cantidad y la
fuerza del agua que fluye por ellas. Van socavando el lecho de roca y se lo van
comiendo constantemente río arriba. Las cataratas del Niágara, por ejemplo. En los
últimos doce mil años se han retirado hacia el norte 11 kilómetros[112]; pero eso no es
nada comparado con lo que sucedió aquí, donde la retirada fue de unos cincuenta
kilómetros —la longitud de Lower Grand Coulee— en menos de un mes.
—¿De modo que el ritmo de erosión fue increíblemente rápido?
—¡Sí! Miles de veces más rápido que en el Niágara, debido a la increíble cantidad
y fuerza de las aguas aquí. Dry Falls es la catarata más grande que haya existido
nunca en el planeta Tierra.
—¿Y toda esa agua se supone que vino del lago glacial Missoula?
—Bueno… —dice Randall. Su barba sobresale testaruda—. Esa es la teoría.
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congelados en su interior. Cuando chocaron contra las faldas —señala a una distante
cadena montañosa con filas de colosales cantos rodados esparcidos por ella—, los
icebergs tocaron tierra y se quedaron allí. Al final, después de que la inundación se
hubiera retirado, terminaron por derretirse y dejaron los cantos rodados allí donde los
encontramos hoy, desparramados por toda la parte superior de la meseta más allá de
la cresta de la montaña y alfombrando su falda a lo largo de treinta kilómetros hacia
el norte.
—Pero esa cresta debe de estar a unos 250 metros, quizá 275, por encima de
nosotros —comento.
—¡Exacto! Lo cual nos dice que en este punto el agua debía de tener al menos esa
profundidad. O más bien, no simple agua, sino barro líquido, y según la inundación
comenzó a retirarse, el barro se fue haciendo más y más espeso con sedimentos hasta
que finalmente dejó el fondo del valle cubierto de una capa de sedimento de
centenares de metros de espesor repleta de cantos rodados embebidos en ella. Insisto,
lo que quiero decir es que estamos mirando a las ruinas y escombros de un mundo
desaparecido.
Figura 17.
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escocés. Resulta adecuado, entonces, que también tenga su propia tradición de que un
monstruo del lago —un dragón, según las leyendas de los nativos norteamericanos—
se comió toda la caza, dejando a la gente morirse de hambre. El Gran Espíritu se
enfadó y decidió intervenir. Descendió desde el cielo
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los examinamos me encuentro abrumado por su gran altura y masa, y asombrado por
el poder y la energía de las aguas de inundación que los trajeron hasta aquí.
Volvemos a la interestatal 97 y conducimos 65 kilómetros al sur, hasta la
confluencia de los ríos Wenatchee y Columbia, cerca de la falda oriental de las
montañas Cascade, donde Randall tiene un último bloque errático que mostrarme.
Calcula que este pesa unas 18.000 toneladas. Se encuentra muy alto en la ladera de un
valle largo y ancho, amenazando una urbanización de casas nuevas, cientos de metros
por encima de la confluencia de los ríos y la ciudad de Wenatchee.
Trepamos hasta la cima del bloque errático para poder mirar a los ríos que brillan
mucho más abajo.
—Evidentemente —explica Randall—, las aguas de la crecida debieron rellenar
todo el valle de arriba abajo, de tal modo que cuando el iceberg llegó flotando y se
quedó bloqueado aquí, al derretirse pudiera dejar esto justo en la cumbre.
—¿Y la inundación en sí misma? ¿Dónde fue después?
—El agua que bajaba por aquí se encontró con el agua que salía de Grand Coulee
y de Moses Coulee y otros muchos canales de los Scablands, y luego fluyeron juntas
hacia abajo, hasta la cuenca de Pasco y la quebrada de Wallula…
Lluvia negra
El día siguiente nos encontró en un elevado risco que domina la quebrada de Wallula.
—Aquí el agua subió hasta cerca de 365 metros por encima del nivel del mar —
dice Randall mientras consulta su GPS—[117] y estamos a 350 metros sobre el nivel
del mar, de modo que la inundación habría llegado 15 metros por encima de nuestras
cabezas.
—¿Desde qué dirección venía el agua?
Randall señala al norte.
—Venía rugiendo de los Scablands. Aquí convergió una masa de varias
inundaciones, que luego fueron por el Columbia abajo. De modo que aquí se juntaron
las aguas. Aquí es donde todas esas escorrentías se unieron.
Miro a la escena de debajo, todo un drama de tierra, cielo… y agua…
El cielo es gris, tonante y repleto de lluvia, como lo ha sido durante todo nuestro
viaje. El elemento tierra comienza con una capa muy gruesa y pulverulenta capa de
polvo de color pardo por el sol llamada loess, que encontramos por todas partes bajo
nuestros pies en el risco. Pero luego el risco presenta un empinado descenso hasta el
río Columbia —el cual forma el elemento agua—. Del otro lado de la corriente, que
en este punto tiene más de kilómetro y medio de anchura, el terreno se eleva de nuevo
hacia el este, aunque no tan escarpado como en el lado oeste, donde nos encontramos;
pero sí cubierto por la misma gruesa capa de pulverulento loess y señalado además
por la característica topografía de los Scablands, con acantilados que se sumergen en
valles y una serie de afloramientos tallados por las antiguas inundaciones, sobre todo
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los dos aislados pilares de basalto conocidos como las Twin Sister (hermanas
gemelas), que se encuentran directamente enfrente de nosotros.
—Las Hermanas Gemelas —me explica Randall— son un resto… Mira ahí, justo
a la izquierda de las Hermanas puedes ver un saliente. Eso habría sido continuo…
Creo que era el suelo del valle antes de la inundación… Cuando esta llegó, arrancó el
suelo del valle bajándolo unos 60 metros, si nos fiamos de la presente profundidad
del río y de la altura a la que están las Hermanas Gemelas. Si la inundación hubiera
continuado una semana más, las Gemelas también se las habrían llevado las aguas…
Habrían quedado unos 250 metros bajo el agua. Y, si miras a la otra orilla (allí, muy
por encima del nivel de las Hermanas), podrás ver ese afloramiento de basalto que
está aproximadamente a nuestro nivel. Esa habría sido la señal del punto máximo de
las aguas, por debajo, en el punto álgido de la inundación, todo habría quedado
cubierto por ellas, de modo que lo que ves allí en los Scablands en torno a las
Hermanas es la espectacular erosión del basalto debida al agua, que pasaba por aquí
arrancándolo todo a 100 o 120 km por hora debido a la tremenda presión a sus
espaldas.
—Inundaciones temibles y feroces —aventuro.
—¡Por Dios, sí! Como un mar interior, excepto que se estaba moviendo…
—Y es turbulento y bravo…
—Y la turbulencia va creciendo de forma gigantesca según llegaba al
estrechamiento de Wallula Gap; pero cuando observas la capacidad de este valle, te
das cuenta de que debió ser una cantidad infernal de agua la que llegó de forma
torrencial desde el norte para retroceder tanto como lo hizo. El valle más allá del lago
Missoula no es más grande que este y se encuentra a 320 kilómetros al norte de aquí.
Por lo tanto, ¿cómo pudo este agua desbordarse del lago Missoula, viajar hasta aquí
320 kilómetros y no haberse calmado lo bastante como para pasar por aquí sin
acumularse por encima de la quebrada? Porque lo cierto es que se acumuló, de forma
gigantesca y profunda, como podemos ver por la marca de las aguas altas. Y eso, para
mí, es prueba incuestionable de que estaba pasando más agua de la que nunca pudo
haber salido del lago Missoula.
—De modo que —resumo— tenemos aguas de 370 metros de profundidad que
corren por aquí de forma turbulenta…
—Muy turbulenta…
—¿Y cuánto tiempo permaneció tan profunda?
—Se calcula que probablemente entre una y tres semanas y que luego comenzó a
menguar, porque… a esto lo llaman acumulación hidráulica. La verdad es que este
lugar fue una presa hidráulica en el sentido de que las propias aguas, forzadas por un
estrechamiento como el de Wallula Gap, se convierte en una especie de presa; sobre
todo porque aquí el agua estaba repleta de inmensos icebergs. A lo largo de todo el
camino de la inundación hay bloques erráticos transportados por icebergs… hasta
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Eugene (Oregón)… Tienes que imaginártelo: un mar en movimiento estrangulado por
miles de icebergs…
Me la estoy imaginando perfectamente.
—Una escena salvaje —digo.
—Salvaje —coincide Randall—. Todos esos icebergs van chocando unos contra
otros y se van quedando atrapados en la quebrada. Y eso hace que el nivel del agua
suba todavía más, hasta que la presión aumenta lo suficiente como para hacer que
toda esa masa consiga atravesar la quebrada… Entonces el nivel del agua desciende
hasta que se produce el siguiente atasco. Así pues, creo que estamos viendo un
hidrógrafo pulsante que cada vez que se eleva, choca y retrocede muy arriba del
valle, y luego el nivel del agua desciende y luego vuelve a subir.
El siguiente punto que menciono a Randall, estrechamente relacionado con la
visión del inundado mundo infernal que acaba de describirme, está relacionado con el
principal enigma que quiero explorar en el resto de esta sección, pero que todavía no
he presentado al lector. Tiene que ver con las cada vez mayores evidencias de que
hace 12.800 años un cometa gigante que viajaba en un órbita que lo hizo atravesar el
sistema solar interior se rompió en múltiples fragmentos y que muchos de esos
fragmentos, algunos de hasta 2,4 kilómetros de diámetro, golpearon la Tierra. Se cree
que Norteamérica fue el epicentro del cataclismo resultante, siendo varios de los
principales impactos en la capa de hielo norteamericana los responsables de
inundaciones y marejadas, además de arrojar una gigantesca nube de polvo a la
atmósfera superior que envolvió la Tierra, impidiendo que los rayos de sol alcanzaran
su superficie y dando comienzo así el repentino, misterioso y profundo enfriamiento
global conocido por los geólogos como el Dryas Reciente. Repasaremos las
evidencias de todo ello y cómo esto se relaciona con la «inundación de Bretz» —la
cual, después de todo, puede que no procediera del lago Missoula— en los siguientes
capítulos; pero, por el momento, seguid conmigo mientras reproduzco el resto de mi
conversación con Randall en Wallula Gap.
—Y se produjo el impacto de un cometa —digo—, de modo que cabe esperar que
el cielo también tuviera mala pinta…
—Debía…
—Oscuridad… —Pienso en ello y luego añado—: Cantidad de cosas en el aire de
resultas del impacto.
—¡Cosas! —Randall da una patada a un surco en el blando polvo con la puntera
de su bota de excursionismo—. Eso es lo que creo que es este estrato de dos metros
de loess. Por toda la zona inundada ves estratos de 1,80, 2,20, 2,50 metros de loess
que está claro calló como lluvia de la atmósfera.
—Como la leyenda de Kon-Tiki Viracocha —menciono al héroe civilizador
sudamericano, de piel blanca y barba, como Quetzalcóatl y los Apkallu mencionados
en el capítulo 1, que se dice llegó a los Andes durante un período aterrador, hace
miles de años «cuando la tierra había sido inundada por una gran crecida y caído en
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la oscuridad por la desaparición del sol»[118]. (Exactamente igual que Quetzalcóatl en
México y los Apkallu en Mesopotamia, la misión civilizadora de Viracocha en los
Andes fue llevarles leyes y un código moral a los supervivientes del desastre, y
enseñarles la técnica de la agricultura, la arquitectura y la ingeniería).
—Ah, sí —dice Randall pensativo—. La leyenda de Viracocha. ¿No decía algo de
lluvia negra?
—La hubo, sin duda. Una lluvia espesa y negra. Es bastante universal en los
mitos de la inundación que he estudiado…
Randall vuelve a patear el loess.
—Todo esto es desconcertante, ¿sabes? Tiene una especie de estructura vertical.
La mayoría de las teorías sugieren que fue traído por el viento, pero eso no se ajusta a
la estructura vertical. Estoy desarrollando la idea de que en realidad es transportado
por igual por el agua y por el aire, porque creo que la última lluvia después de que el
cometa golpeara la capa de hielo fue esencialmente una lluvia de barro. Habría
habido una inmensa inyección de agua supercaliente en la estratosfera —agua sucia,
cargada de partículas—, que seguidamente tuvo que diseminarse de forma muy
similar a la nube de escombros de una explosión nuclear y el resultado final,
indudablemente, habría sido una lluvia muy intensa y prolongada.
Pero ¿de verdad un cometa golpeó la Tierra hace 12.800 años?
Como vamos a ver en el siguiente capítulo, las evidencias reunidas por un equipo
internacional de científicos con las mejores credenciales están tomando al asalto el
confortable mundo de la geología gradualista y uniformitarianista.
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Capítulo 5
Mientras continuamos nuestro viaje hacia el este por los estados del norte de los
Estados Unidos, tras dejar Washington y atravesar conduciendo la punta de Idaho,
Randall decide mostrarme algunos espectaculares detalles en la pradera de Camas, en
el oeste de Montana. Aquí marchan en apretadas filas, por el liso y amarillo suelo de
una cuenca elíptica de 19 kilómetros de largo por 16 de ancho en medio de las
montañas Rocosas, lo que para el ojo del lego parecen una serie de dunas colosales.
Pero las «dunas» resultan no ser dunas en absoluto. De hecho, se trata de gigantescas
ondulaciones residuales, algunas con más de 15 metros de altura y más de 90 metros
de largo, formadas al final de la Edad del Hielo, cuando la pradera de Camas formaba
pate del lecho del lago glacial Missoula y se encontraba a unos 425 metros bajo el
agua[119]. Los geólogos están de acuerdo en que las ondulaciones fueron creadas por
corrientes poderosas generadas cuando el lago se vació dramáticamente[120].
Figura 18
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causar los espectaculares daños de inundación que hemos visto en los Scablands. Eso
fue hecho por un acontecimiento de magnitud mayor que nada que pudiera provocar
el lago Missoula. De modo que sí, el lago quedó represado por el hielo en el valle de
Clark Fort, como mantienen los gradualistas, y sí, la presa de hielo se rompió con
frecuencia a lo largo de un período de unos pocos miles de años, digamos que entre
15.000 y 13.000 años atrás. Pero la cantidad de agua soltada en esas inundaciones
periódicas era minúscula, una gota en el mar comparada con el agua del
acontecimiento final; en el cual el lago Missoula también estuvo implicado,
evidentemente, pero con seguridad no como el principal culpable.
—¿Y ese acontecimiento final tiene que ver con el impacto de nuestro cometa?
(He comenzado a llamarlo «nuestro», pero en la literatura científica suele ser llamado
el «cometa Clovis» o el «cometa del Dryas Reciente»).
—¡Claro! —replica Randall—. Pero no solo un impacto. Múltiples impactos.
Supongo que tantos como cuatro de los fragmentos (cada uno de ellos quizá con 800
metros de largo, quizá mayores) golpearon la capas de hielo cordillerano y laurentino
en una especie de siembra a voleo y originaron un gigantesco deshielo inmediato. El
agua del deshielo estaba por todas partes, en cantidades enormes. Naturalmente, parte
de ella cayó en cascada al lago Missoula, llenándolo de forma súbita y haciendo que
estallara la presa de hielo, añadiendo así su contenido a la mayor inundación que ya
estaba barriéndolo todo desde el norte.
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Figura 19. Las rutas de descarga del hielo derretido de las capas de hielo laurentino
cordillerano. Cortesía de Randall Carlson.
—De modo que el lago Missoula fue más bien un testigo inocente, en realidad,
que el culpable.
Randall suelta una risita:
—Así es. El lago era el espectador que se encuentra en medio de todo y después
resulta acusado del crimen. Pero el culpable fue el cometa.
Zona de conspiración
No soy amigo de las teorías conspirativas, pero tengo la ligera sospecha —nada más
— de que algo parecido a una conspiración está en marcha en el mundo científico
para impedir la adecuada consideración y aceptación por parte del gran público de las
ideas catastrofistas. Puse el ejemplo de J Harlen Bretz en el capítulo 3. La gélida y
profundamente desagradable recepción inicial dada a sus hallazgos, los años que él
pasó después en el limbo académico, los repetidos y persistentes esfuerzos realizados
por una multitud de especialistas por desprestigiar sus evidencias por completo o, tras
fracasar esto, dar cuenta de ellas por medios gradualistas, y, al final, cuando todo
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había fallado y la noción de inundaciones explosivas del lago Missoula apareció
como solución, el darse cuenta de que había estado en lo cierto desde el principio.
¡No en lo cierto, no en lo cierto bajo cualquier circunstancia, no en lo cierto en
cualquier universo imaginable sobre la cuestión de la cataclísmica «debacle» única a
la cual le habían conducido sus instintos originalmente! Si J Harlen Bretz debía de
estar en lo cierto, era necesario que lo estuviera de un modo políticamente correcto;
en otras palabras, ¡de un modo que pudiera ser redactado por los habilidosos asesores
políticos del uniformitarianismo de tal modo que desapareciera cualquier sugerencia
de un indefinible desastre cósmico!
De hecho, en la fantasía de esa conspiración (¡y de verdad espero que sea una
fantasía!), la idea de los jökulhlaups es excepcionalmente útil. En primer lugar,
proporciona lo que parece ser un relato por completo racional, sobrio y ante todo
«científico» de los torturados rasgos geológicos vistos por Bretz en los Scablands. En
segundo lugar, jökulhlaups acontecen cada año en varias partes del mundo hoy día y,
por lo tanto, no violan el mandamiento de que procesos existentes, actuando como en
el presente, bastan para explicar todos los cambios geológicos. En tercer lugar, se le
puede asignar relevancia actual. Las inundaciones de la Edad del Hielo no tienen por
qué tener solo un interés meramente científico; como los jökulhlaups siguen
ocurriendo en el siglo xxi, la ciencia puede ser puesta en marcha para que anticipe y
mejore sus efectos.
Todo esto puede empezar a parecer como una cortina de humo muy efectiva sobre
la verdad, si es que la verdad es que al final de la Edad del Hielo tuvo lugar un
cataclismo, un único y prodigioso cataclismo…
Y que además puede repetirse.
En otras palabras, ¿que sucedería si la profecía ojibwa es cierta?
¿Que pasaría si la estrella con la cola larga y ancha de verdad fuera «a destruir el
mundo algún día cuando baje de nuevo»?
¿Aquellos que lo saben obtendrían algún beneficio de compartir con otros sus
conocimientos al respecto? ¿O quizá piensen que a sus intereses les conviene más
mantener silencio sobre todo ello?
Volveremos sobre ello en el capítulo 19. En comparación, la pregunta que
tenemos que plantear y responder primero es mucho más sencilla.
¿El episodio frío del Dryas Reciente, comenzado de forma tan repentina y
misteriosa hace 12.800 años, se produjo por los efectos de un gran cometa al chocar
contra la Tierra?
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Reciente (LDR) hace 12.800 años»[121]. El artículo, como vamos a ver, presentaba
una gran cantidad de nuevas evidencias en apoyo de la hipótesis; en concreto
confirmaba y ampliaba las evidencias primeras de la copiosa presencia de
nanodiamantes en muestras del Límite del Dryas Reciente tomadas en muchos países
diferentes. Los nanodiamantes son diamantes microscópicos que se forman en
condiciones poco habituales con una gran detonación, presión y calor que se reconoce
y forma parte de las características huellas dactilares —«identificadores» en lenguaje
científico— de poderosos impactos de cometas y asteroides[122].
En 2014, cuando el artículo se publicó en el Journal of Geology, el debate sobre
si el impacto de un cometa había puesto en marcha el Dryas Reciente llevaba en
marcha varios años. El primer titular que llamó mi atención fue en la revista New
Scientist del 22 de mayo de 2007, que preguntaba de forma provocativa:
¿acaso un cometa barrió a los norteamericanos prehistóricos?
Por entonces, 2007, me estaba tomando un descanso del misterio de la
civilización desaparecida que había absorbido mis energías, y había sido el tema de
mis libros, durante tanto tiempo. No obstante, el artículo del New Scientist despertó
mi curiosidad porque se refería a la época exacta en la que me había centrado en mis
trabajos. El artículo no hablaba de una civilización perdida, pero comenzaba con una
referencia a la llamada cultura Clovis de Norteamérica que, como hemos visto en el
capítulo 3, desapareció del registro arqueológico durante el Dryas Reciente hace entre
12.800 y 11.600 años. El artículo decía:
Mientras leía, supe que el equipo que mencionaba el artículo estaba compuesto de
científicos de primer orden con grandes credenciales y eminentemente respetables:
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Jim Kennett, un oceanógrafo de la Universidad de
California, Santa Bárbara, y uno de los tres investigadores
principales del equipo, afirma que inmensos fuegos
arrasaron Norteamérica tras el impacto, matando a grandes
poblaciones de mamíferos y acabando de forma abrupta con
la cultura clovis. «El continente entero estaba ardiendo»,
dice.
Richard Firestone, uno de los miembros principales del
equipo químico analítico nuclear del Lawrence Berkeley
National Laboratory en California, dice que la evidencia se
encuentra en un estrato de sedimento de 12.900 años de
antigüedad rico en carbón encontrado en ocho bien datados
yacimientos de la época clovis y en un montón de testigos de
sedimentos de toda Norteamérica, así como en un yacimiento
en Bélgica[124].
Preguntado sobre por qué no se había identificado todavía un cráter para este
hipotético impacto de hace 12.900 años, un tercer miembro del equipo, el geofísico
Allen West, asentado en Arizona, sugirió que partes más pequeñas y de menor
densidad del cometa habrían explotado en la atmósfera, mientras que fragmentos
mayores chocaron contra la capa de hielo de tres kilómetros que cubría Norteamérica
por entonces. «Esos cráteres —observó West— habrían tenido paredes de hielo y
básicamente se habrían derretido al final de la última Edad del Hielo», dejando pocas
huellas.
El artículo continuaba explicando que las muestras sedimentarias en las que se
centraban las evidencias del equipo contenían varios tipos diferentes de escombros
que solo podían proceder de una fuente extraterrena, como un cometa o un asteroide.
Además de nanodiamantes, los escombros incluyen diminutas esférulas de carbón
que se forman cuando gotas fundidas se enfrían rápidamente en el aire, y moléculas
de carbón que contienen el raro isótopo helio-3, mucho más abundante en el cosmos
que en la Tierra[125].
Por último, pero no menos importante, el artículo del New Scientist confirmaba
que todas las evidencias apuntaban a Norteamérica como el epicentro del desastre:
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Los mayores niveles de los escombros aparentemente
extraterrenos, por ejemplo, se encuentran en el yacimiento
arqueológico de Gainey, en Michigan, justo al sur de la
frontera meridional de la principal capa de hielo de
Norteamérica hace 12.900 años. Además, cuanto más se
aleja uno de Gainey más decrecen esos niveles, lo que
sugiere que el cometa estalló en gran parte sobre Canadá…
[127]
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Fechado hace en torno a 12.900 años, había sido
identificado previamente en yacimientos de la época clovis
por toda Norteamérica y parece contemporáneo con el
abrupto comienzo del enfriamiento del Dryas Reciente (DR).
Por debajo de este estrato aparecen huesos in situ de
megafauna pleistocena extinta junto a conjuntos de
herramientas clovis, pero no por encima de él. Las causas de
la extinción, el enfriamiento DR y el final de la época clovis
han sido controvertidos durante mucho tiempo. En este
artículo proporcionamos evidencias de un impacto
extraterreno (ET) hace cerca de 12.900 años, que
hipotetizamos causó los abruptos cambios medioambientales
que contribuyeron al enfriamiento del DR, a una importante
reorganización ecológica, a extinciones a gran escala y a
rápidas modificaciones del comportamiento humano al final
del período clovis. Los yacimientos clovis de Norteamérica
están cubiertos por una delgada capa específica con
diferentes picos de abundancia de 1) granos magnéticos con
iridio; 2) microesférulas magnéticas; 3) carbón; 4) hollín; 5)
esférulas de carbón; 6) carbón similar al cristal que contiene
nanodiamantes, y 7) fulerenos con helio ET, todo lo cual son
evidencias de un impacto ET y quema asociada de biomasa
hace circa 12.900 años […]. Proponemos que uno o más
objetos ET de baja densidad explotaron sobre la parte
septentrional de Norteamérica, desestabilizando
parcialmente la capa de hielo laurentino y desencadenando
el enfriamiento del DR. La onda expansiva, el pulso termal y
los efectos medioambientales relacionados con el
acontecimiento (es decir, extensa quema de biomasa y
limitación en los alimentos) contribuyeron a la extinción de
megafauna…[128]
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Todo esto parecía tanto más verosímil cuando supe que Firestone, Kennett y West
proponían que su cometa era un conglomerado de varios pedazos, algunos de los
cuales pueden haber tenido hasta casi 4 kilómetros de diámetro[130]. Además, ese
objeto de 4 kilómetros habría sido uno de los múltiples fragmentos de la
desintegración previa —mientras todavía estaba en órbita— de un cometa gigante de
100 kilómetros o más de diámetro[131]. Muchos de los fragmentos del cometa madre
(incluidos algunos de gran tamaño, como veremos en el capítulo 19) permanecieron
en órbita. Los que chocaron contra la Tierra al principio del Dryas Reciente sufrieron
una nueva fragmentación explosiva (acompañada por poderosas ondas expansivas
que, en sí mismas, habrían tenido efectos cataclísmicos), según fueron penetrando en
la atmósfera sobre Canadá.
No obstante, los autores consideraban probable que cierto número de fragmentos
grandes, de hasta 2 kilómetros de diámetro, habrían quedado intactos para colisionar
con la capa de hielo[132]. Ahí, como West ya había comentado antes al New Scientist,
cualquier cráter habría sido temporal, dejando pocas trazas permanentes en el suelo
después de que se fundiera el hielo. «Las evidencias duraderas —añadía el artículo de
las PNAS— pueden haber quedado limitadas a enigmáticas depresiones o alteraciones
en la placa canadiense, por ejemplo, bajo los Grandes Lagos o la bahía de
Hudson»[133].
Resumiendo los daños, los autores imaginaban:
¿Y cómo habría producido todo esto el enfriamiento del Dryas Reciente? Los
autores ofrecen muchos mecanismos actuando juntos, entre los más destacados se
encuentran la inmensa columna de vapor de agua procedente de la derretida capa de
hielo, que habría sido lanzada a la atmósfera superior, combinada con inmensas
cantidades de polvo y escombros «formados por los bloques del impacto, detritos de
la capa de hielo y de la corteza por debajo de esta», así como el humo y el hollín de
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incendios de tamaño continental[135]. Tomados en conjunto, es muy sencillo
comprender cómo tal cantidad de detritos lanzados a la atmósfera pudo, como
proponen los autores, «haber conducido al enfriamiento al bloquear la luz del sol»;
mientras tanto, el vapor de agua, el humo, el hollín y el hielo habrían promovido la
creación de «un nublado persistente y nubes noctilucentes, que condujeron a una
reducción de la luz solar y al enfriamiento de la superficie […] [reduciendo así] la
insolación a altitudes elevadas, incrementando la acumulación de nieve y causando
más enfriamiento al realimentarse el ciclo»[136].
Severos y lo bastante devastadores por sí mismos, no obstante, estos factores
palidecen cuando se los compara con las consecuencias de los hipotéticos impactos
en el capa de hielo:
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hielo para barrer los Scablands comienza a parecer muy factible a la luz de la
propuesta de Firestone, West, Kennett y el amplio equipo de científicos que trabaja
con ellos.
Al mismo tiempo, mi propia hipótesis de un civilización avanzada de antigüedad
prehistórica borrada de la faz de la tierra durante el marco temporal del Dryas
Reciente también se ve fortalecida por su trabajo. Pues, si sus cálculos son correctos,
el poder explosivo del cometa del Dryas Reciente habría sido del orden de diez
millones de megatones[138]. Lo cual la convierte en dos millones de veces superior en
sus efectos que la Tsar Bomba de la antigua URSS, el arma nuclear más grande
probada nunca[139], y un millar de veces mayor que el poder explosivo estimado
(10.000 megatones) de todos los dispositivos nucleares almacenados en el mundo
actualmente[140]. Un desastre global de tal magnitud justo en la época que sugerí en
Las huellas de los dioses no demuestra la existencia de una civilización perdida de la
Edad del Hielo; pero al menos nos proporciona un mecanismo lo bastante grande —
en caso de que dicha civilización existiera— como para haberla barrido casi por
completo de la memoria humana.
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nanodiamantes exagonales sintetizados mediante detonación
y otros diamantes de tamaño nanométrico en sedimentos
LDR asociados a hollín y otros indicadores de incendio es
consistente con un impacto cósmico hace 12.900 años, y con
la hipótesis de que la Tierra se cruzó con un enjambre de
cometas o condritas carbonáceas que produjeron impactos
aéreos o de superficie, tal vez ambos, que contribuyeron a
una abrupta alteración del ecosistema y a la extinción de la
megafauna en Norteamérica[142].
2010: «Discovery of a nano-diamond-rich layer in the
Greenland ice sheet». La presencia de nanodiamantes y
lonsdaleíta redondeados en el hielo de Groenlandia sugiere
que tuvo lugar un gran impacto cósmico […]. La existencia
de este estrato […] parece consistente con la existencia de un
impacto principal que se relaciona con el LDR
norteamericano rico en nanodiamantes hace 12.900
años[143].
2010: «Paleolithic extinctions and the Taurid complex».
La intersección con los restos de un gran cometa (50-100
km) de período corto durante el Paleolítico Superior
proporciona una explicación satisfactoria para la catástrofe
de origen celeste que se ha postulado ocurrió hace en torno a
12.900 años y que supuso un retorno a las condiciones de la
Edad del Hielo de unos 1.300 años de duración. El complejo
Táurido parece ser los restos de este antiguo cometa; incluye
unos 19 de los objetos más brillantes cercanos a la
Tierra[144]. [N. B.: Las implicaciones de este importante
artículo del astrónomo Bill Napier, del Centro de
Astrobiología de la Universidad de Cardiff (Gales, Reino
Unido), serán consideradas con más detalle en el capítulo
19].
2010: «Evidence for a cosmogenic origin of fired
glaciofluvial beds in the northwestern Andes: correlation
with experimentaly heated quartz and feldespar». Sedimentos
quemados, considerados equivalentes al impacto de la «capa
negra» de hace 12.900 años han sido localizados y
analizados en los Andes del noroeste de Venezuela. La «capa
negra» se refiere a la posible lluvia procedente del estallido
aéreo del cometa Encke que se supone tuvo lugar sobre la
capa de hielo laurentino, cuyo impacto diseminó deyecciones
sobre grandes zonas de Norteamérica y Europa,
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convirtiéndolo en un acontecimiento interhemisférico de
considerable magnitud […]. La presencia de abundante
monacita en los revestimientos carbonáceos se considera
parte de las deyecciones, pues no es un indicador mineral en
la litología local […]. El intercrecimiento de material de
«capa negra» carbonáceo con cuarzo y feldespato
fragmentados y termalmente perturbados, una pátina
«fundida» de 100-400 nn de grosor, solo puede ocurrir con
temperaturas superiores a 900 grados centígrados,
interpretándose este acontecimiento como de origen
cosmogénico[145].
2011: «Framboidal iron oxide: chrondite like material
from the black mat, Murray Springs, Arizona». A finales del
Pleistoceno una «capa negra» del Dryas Reciente se depositó
encima de sedimentos del Pleistoceno en muchas partes de
Norteamérica. Un estudio de la fracción magnética de la
sección basal de la capa negra en Murray Springs (Arizona)
reveló la presencia de framboides amorfos de óxido de hierro
en una matriz cristalina de hierro-sílice. [Nuestros] datos
sugieren que las texturas observadas son […] debidas […] a
una detonación que fracturó y en gran parte volvió amorfos a
los granos […]. Por lo tanto, sostenemos que esas partículas
son el producto de un impacto a hipervelocidad[146].
2012: «Evidence from central Mexico supporting the
Younger Dryas extraterrestrial impact hypothesis».
Informamos del descubrimiento en el lago Cuitzeo, en el
centro de México, de una capa lacustre negra rica en carbón
que contiene nanodiamantes, microesférulas y otros
materiales inusuales que datan de principios del Dryas
Reciente […]. Encontramos […] que la evidencia no puede
ser explicada por ningún mecanismo terrestre conocido. No
obstante, sí resulta consistente con la hipótesis del impacto
del límite del Dryas Reciente que implica múltiples estallidos
aéreos o impactos terrestres, o ambos, hace 12.900 años[147].
2012: «Very high-temperature impact melt products as
evidence for cosmics airbusts and impacts 12,900 years
ago». Examinamos las secuencias de sedimentos de 18
yacimientos datados en el límite del Dryas Reciente (LDR) a
lo largo de tres continentes […]. Todos los yacimientos
muestran abundantes microesférulas en el LDR y ninguna o
pocas por encima y por debajo. Además, tres yacimientos
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[…] presentan objetos similares a escoria silíceos, de alta
temperatura y vesiculares, OSE, que encajan
geoquímicamente con las esférulas […]. Nuestras
observaciones indican que los objetos LDR son similares al
material producido en estallidos aéreos nucleares, columnas
de vapor y humo de cráteres de impacto y estallidos
cósmicos, y que apoyan fuertemente la hipótesis de múltiples
estallidos/impactos cósmicos hace 12.900 años. Los datos
aquí presentados requieren que la radiación termal
procedente de los estallidos atmosféricos sea suficiente para
fundir sedimentos de superficie a temperaturas iguales o
superiores al punto de ebullición del cuarzo (2.200 ºC)[148].
2013: «Large PT anomaly in the Greenland ice core
points to a cataclysm at the onset of Younger Dryas». Una
explicación del episodio de abrupto enfriamiento conocido
como el Dryas Reciente (DR) es un impacto o estallido aéreo
en el límite del Dryas Reciente que desencadenó el
enfriamiento y dio lugar a otras calamidades. Comprobamos
la hipótesis del impacto del DR analizando testigos de hielo
del Greenland Ice Sheet Project 2 (GISP2) a lo largo del
Bolling-Allerod/límite del DR en busca de elementos
principales y elementos traza. Encontramos una gran
anomalía de platino (Pt) en el LDR […]. La evidencia
circunstancial sugiere una fuente extraterrena […] [quizá]
un objeto metálico de impacto con una composición
inusual…[149]
2013: «New evidence from black mat site in the northern
Andes supporting a cosmic impact 12.800 years ago». Las
esférulas de Venezuela son morfológica y
composicionalmente idénticas a las esférulas LDR
documentadas en otros lugares […] en tres continentes,
Norteamérica, Europa y Asia, lo cual confirma los resultados
de esférulas magnéticas del LDR de investigadores previos.
Su textura microestructural indica que se formaron por
fundición y enfriado rápido […]. De modo que el origen más
probable de las esférulas parece ser un impacto/estallido
aéreo hace 12.800 años con consecuencias interhemisféricas.
El yacimiento de Venezuela, junto a otro del Perú, son los dos
yacimientos más meridionales conocidos actualmente que
muestran restos del impacto del LDR, y presentan las
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primeras evidencias de que los efectos del impacto se
extendieron hasta Sudamérica, incluso al hemisferio sur[150].
2014: «Nanodiamond-rich layer across three continents
consistent with major cosmic impact at 12.800 Cal BP». Se
ha propuesto un importante impacto cósmico como el
comienzo del episodio del Dryas Reciente hace 12.800 años
(más/menos 150 años) antes del presente, que creó el estrato
Límite Dryas Reciente (LDR) presente hasta en 50 millones
de kilómetros cuadrados en cuatro continentes. En 24
secciones estratigráficas datadas en 10 continentes del
hemisferio norte, la capa LDR contiene un claramente
definido pico de abundancia de nanodiamantes (ND), un
importante indicador de un impacto cósmico […]. El amplio
volumen de evidencias obtenidas sobre los ND del LDR
concuerda con un origen en un impacto cósmico hace en
torno y va contra la formación de ND en el LDR mediante
procesos terrestres naturales, incluidos incendios,
antropogénesis o el influjo del polvo cósmico, o todos a la
vez[151]. [N. B.: Este artículo y sus importantes implicaciones
se discutirán con más detalles más adelante en este capítulo].
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De hecho, en los últimos años el triunfante cacareo de los críticos que claramente
creen han acabado, de una vez por todas, con el herético catastrofismo de Firestone,
West y Kennett ha llenado varias veces el ambiente académico. En cada una de esas
ocasiones casi se pudo oír el suspiro colectivo de alivio, como diciendo «gracias a
Dios, por fin hemos pillado a esos desgraciados»; pero, pocos meses después, llegaba
la devastadora y absolutamente convincente refutación que forzaba a los críticos a
retirarse de nuevo a sus cuarteles para volver a empezar. Por eso, ocho años de
ataques sostenidos solo han servido para demostrar —una y otra vez— que la ciencia
tras la teoría del cometa del Dryas Reciente es buena.
Al revisar la bibliografía resulta bastante evidente que los académicos se agrupan
en bandos. Entre los directores de pista del bando «anticometa DR», cuyos nombres
aparecen con frecuencia firmando los artículos críticos, se encuentran Mark
Boslough, físico del equipo técnico del Sandia National Laboratories, y Nicholas
Pinter, profesor de Geología en la Universidad de Southern Illinois. En 2012
formaron equipo con media docena de otros científicos para publicar un artículo
titulado «Arguments and evidence against a Younger Dryas impact event».[152] Y, un
año antes, Pinter y algunos otros de los autores del ataque de 2012 habían unido
fuerzas para escribir un artículo muy pretenciosamente titulado «The Younger Dryas
impact hypothesis: a requiem»[153].
Parafraseando a Mark Twain, los informes sobre la muerte de la teoría del cometa
han sido bastante exagerados.
Por ejemplo, una de las críticas clave realizadas por Boslough et al. en su artículo
de 2012 era que:
Pero los defensores del impacto pudieron demostrar después que Boslough y los
demás coautores habían «omitido citar nueve estudios independientes de esférulas en
dos continentes que informaban haber encontrado significativas cantidades de
esférulas LDR [Límite Dryas Reciente][155]. Peor todavía fue que cuando otros
científicos repitieron el análisis de Surovell et al., sus hallazgos de hecho apoyaron el
impacto. Los científicos concluyeron que:
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La incapacidad de Surovell et al. para encontrar picos de
esférulas LDR fue debida a no seguir el protocolo de
extracción prescrito. Por ejemplo, Surovell et al. no llevaron
a cabo ningún análisis utilizando microscopía de spin
electromagnético, un procedimiento necesario claramente
especificado en Firestone et al.[156]
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Pinter et al. afirmaban haber tomado muestras en el estrato
LDR en un lugar «idéntico o casi idéntico» al lugar
mencionado por Kennett et al., como parte de tres estudios
que informaban no haber encontrado esférulas o
nanodiamantes LDR. No obstante, las coordenadas Sistema
Universal Transversal de Mercator publicadas revelan que
su supuesta secuencia continua es en realidad cuatro
secciones discontinuas. Esos lugares se encuentran
separados del sitio investigado por Kennett et al. 7.000 m,
1.600 m, 165 m y 30 m, lo que demuestra claramente que no
tomaron muestras del yacimiento LDR de Kennett et al.
Además, esta estrategia de muestreo plantea preguntas sobre
si Pinter et al. de verdad tomaron muestras del LDR, y puede
explicar por qué fueron incapaces de encontrar picos de
esférulas magnéticas, esférulas de carbón o nanodiamantes
LDR[159].
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El análisis de 771 objetos LDR presentado en este artículo
apoya ampliamente un gran impacto hace 12.800 años […].
Las esférulas […] están 1) diseminadas por 18 yacimientos
en cuatro continente; 2) presentan grandes picos de
abundancia solo al principio del DR y hace entorno a 12.800
años; 3) raramente aparecen por encima o por debajo del
LDR, lo que indica un acontecimiento particular; y 4)
ascienden hasta una cantidad calculada en 10 millones de
toneladas de material distribuidas entre en torno a 50
millones de kilómetros cuadrados de varios continente, lo
cual excluye un acontecimiento pequeño y local[163].
A pesar de la molesta habilidad del cometa del Dryas Reciente para seguir
demostrando su existencia, y de sus defensores para continuar rechazando todos los
ataques, Nicholas Pinter, autor principal del artículo del «requiem» de 2011, se sintió
obligado de nuevo, en una entrevista en NBC News en septiembre de 2013, a intentar
desterrar la hipótesis al limbo. «Mi único comentario —dijo— es que la literatura
proimpacto es, en este momento, ciencia marginal promovida por una única
revista»[164].
Varios observadores sin especial interés en la cuestión se quedaron perplejos con
la respuesta. En primer lugar, como señaló Robert Kunzig, corresponsal de National
Geographic, huele un poco a deseo, o incluso a desesperación, por parte de Pinter.
«Algunos opositores de la hipótesis —escribió Kunzig— anhelan tanto que
desaparezca que han intentado declararla muerta»[165]. En segundo lugar, la revista a
la que Pinter acusó de promover ciencia marginal no es otra que la reverenciada en la
corriente principal de pensamiento de su campo y extensamente revisada por pares,
Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)[166]. Tercero, aunque varios
de los artículos de Kennett, West, Firestone y su equipo han aparecido en PNAS,
sencillamente es mentira sugerir que PNAS esté promoviendo su causa. Al contrario,
cuando Pinter emitió sus protestas en la NBC, los críticos de la hipótesis del cometa
DR habían publicado diez artículos en PNAS, mientras que los propulsores de la
misma solo lo habían hecho en ocho ocasiones. Del mismo modo, la afirmación de
Pinter de que la hipótesis se estaba presentando en una única revista no puede estar
más equivocada. En septiembre de 2013, además de sus ocho artículos en PNAS, los
defensores de la hipótesis habían publicado no menos de quince artículos en otras
trece revistas diferentes[167].
El duelo entre especialistas sobre la hipótesis del impacto del Dryas Reciente
estás lejos de haber terminado. En el momento de escribir estas líneas, la andanada
más reciente disparada por sus críticos se titula «Anthropogenic origin of siliceous
scoria droplets from Pleistocene and Holocene archaeological sites in northern
Syria». Escrito por P. Thy, G. Willcox, G. H. Barford y D. Q. Fuller, fue publicado en
Temperatura estimada
Mineral fundido Fórmula
de fusión (°C)
Figura 20. El campo de dispersión del Límite Dryas Reciente (según Wittke et al., 2013 y
Kinzie, Kennett et al., 2014). El área englobada por la línea discontinua define los límites
actualmente conocidos de identificadores de impacto cósmico, que ocupan 50 millones de
kilómetros cuadrados.
A día de hoy, en todo el mundo, los científicos solo conocen dos estrados de
sedimentos «ampliamente distribuidos por varios continentes que exhiban picos de
abundancia contemporáneos en un conjunto comprensivo de marcadores de impacto
cósmico, incluidos nanodiamantes, esférulas enfriadas a altas temperaturas, cristal
fundido a altas temperaturas, esférulas de carbón, iridio y carbono en forma de
racimo de uva»[179]. Estas capas se encuentran en el LDR de hace 12.800 años y en el
límite cretácico-terciario de hace 65 millones de años, cuando hace mucho que se está
de acuerdo en que un gigantesco impacto cósmico en el golfo de México (en este
caso se piensa que el causante fue un asteroide de unos 10 kilómetros de diámetro)
originó la extinción en masa de los dinosaurios Citado en en Julie Cohen,
«Nanodiamonds are forever: A UCSB professor’s research examines 13.000-year-old
nanodiamonds from multiple locations across three continents», op. cit..
«Las evidencias que presentamos acaban con el debate sobre la existencia de
abundantes nanodiamantes LDR —dice Kennett—. Nuestra hipótesis desafía algunos
paradigmas existentes en varias disciplinas, incluidas la dinámica de impactos, la
arqueología, la paleontología y la paleoceanografía/paleoclimatología, todas ellas
afectadas por este reciente impacto cósmico»[180].
Figura 21.
La «edad más moderna posible» de 12.900 años entra sin problemas dentro del
margen de error de 12.800 años más/menos 150 años que se acepta actualmente para
el LDR[185]. En otras palabras, si se confirman los hallazgos de Higgins y su equipo,
Corossol muy bien podría ser uno de los hasta ahora «desaparecidos» cráteres de
La incredulidad de Hunt ante la idea de una presa de hielo de más de 610 metros
de altura y 11 kilómetros de anchura se apoya en estudios que sostienen que «en
lagos con una profundidad de aproximadamente 200 metros, la presión hidrostática
ejercida en el hielo de la presa es suficiente para comenzar a crear un agujero en el
hielo. Una vez formado, este agujero aumentará debido al deshielo por rozamiento, lo
que permite que ocurra el drenado del agua del lago creado por dicha presa de
hielo»[194].
Hunt calculó que para fundir el 10 por ciento de la capa de hielo norteamericana
sería suficiente con la energía cinética de un cometa de medio kilómetro de diámetro:
Por último, pero no por ello menos importante —y su clarividencia vuelve a ser
casi espeluznante—, Hunt menciona que «esférulas de cristal halladas en escombros
glaciales podrían apoyar esta teoría»[205].
Al escribir hace un cuarto de siglo, no podía saber que a partir de 2007 un equipo
de destacados científicos defendería la causa de los impactos cometarios en la capa de
hielo norteamericana y que, ante la ausencia de cráteres evidentes, obtendrían muchas
de sus evidencias de las microesférulas, el cristal fundido y los nanodiamantes.
Figura 22.
Se acerca la primavera
Lo que resulta particularmente chocante es que los muy radicales cambios climáticos
tanto del principio como del final del Dryas Reciente fueran globales y tuvieran lugar
en el espacio de una generación humana[222]. De nuevo vuelve a ser la hipótesis del
cometa la que mejor lo explica todo. Los diez millones de megatones de la fuerza
explosiva combinada que se calcula a los impactos habría soltado suficientes
deyecciones a la atmósfera hace 12.800 años como para sumergir a la Tierra en un
largo y sostenido crepúsculo, semejante a un invierno nuclear —el tiempo de
oscuridad del que tantos mitos antiguos hablan—, capaz de reducir la radiación solar
durante más de mil años. El dramático calentamiento que comenzó hace 11.600 años
se explicaría como resultado de la disipación final de la nube de deyecciones sumada
al final de la inercia que había atacado a la circulación termohalina del Atlántico
norte[223].
Otra posibilidad, que no tiene por qué ser excluyente con ninguno de los
mecanismos arriba mencionados, es que hace 11.600 años la Tierra volvió a
SABIOS
Cerca del final de la última Edad del Hielo se produjeron tres singularidades,
relacionadas con la repentina aparición e igual de repentina desaparición de la
misteriosa época conocida como el Dryas Reciente:
No obstante, según los estudios realizados hasta ahora, el yacimiento más alejado
de Norteamérica que ha producido evidencias firmes de la presencia y efectos del
cometa del Dryas Reciente es un montículo arqueológico, o tell, llamado Abu
Hureyra, en Siria, excavado en 1974, justo antes de que la compleción de la presa de
Taqba en el río Éufrates hiciera que desapareciera para siempre bajo las crecientes
aguas del lago Assad. Muestras de sedimentos de las trincheras arqueológicas de Abu
Hureyra fueron tomadas y conservadas antes de que el yacimiento quedara inundado
y fue en el estrato Límite del Dryas Reciente de una de ellas (la trinchera E, fechada
hace 12.800 años) donde Firestone, West, Kennett y su equipo realizaron su estudio.
Como vimos en el capítulo 5, encontraron nanodiamantes, abundantes esférulas de
impacto cósmico y cristal fundido, que solo podían haberse formado a temperaturas
supriores a 2.200 ºC, lo cual sugería que el yacimiento estuvo «cerca del centro de un
impacto/onda expansiva de un estallido aéreo de alta energía»[232].
Abu Hureyra no puede volver a ser estudiado arqueológicamente, puesto que
ahora se encuentra bajo las aguas del lago Assad; pero Firestone, Kennett y West
creen que los efectos del cometa en «ese asentamiento y sus habitantes habrían sido
severos»[233]. Es de señalar el hecho de que el yacimiento se encuentra cerca tanto del
sudeste de Turquía (donde se encuentra situado Göbekli Tepe) como del moderno
Irán (la antigua Persia), donde tradiciones de gran antigüedad han sido preservadas en
las escrituras del zoroastrismo, la religión preislámica de la antigua Persia.
A lo cual Yima accedió, por ello el dios le ofreció un anillo de oro y un puñal —
un cuchillo para lanzar, largo y terminado en punta— incrustado de oro. De modo
significativo, pues como veremos en el capítulo 17 existen similitudes a esta historia
en lugares tan alejados como los Andes sudamericanos, entonces Yima:
Al estudiar estos relatos no pude sino acordarme de los dos milenios de tiempo
cálido y bueno, el cual desde luego debió parecer una edad de oro, antes del repentino
y letal Dryas Reciente hace 12.800 años. Los textos zorastrianos no se equivocan
mucho al describirlo como una «feroz, terrible helada» y un «invierno fatal». El
«espíritu maligno» al que se atribuye esta aflicción es Angra Mainyu, el agente de la
oscuridad, la destrucción, maldad y el caos, que se alza en oposición y busca socavar
y deshacer todo el buen trabajo de Ahura Mazda; pues el zoroastrismo es una religión
Inundación y lluvia
Además de una catástrofe climática en forma de reversión de un día para otro a las
condiciones del cenit de la Edad del Hielo, también sabemos que el Dryas Reciente
estuvo implicado en una extensa inundación global al fundirse una amplia fracción de
la capa de hielo norteamericana, que terminó desaguada en el océano mundial. Por
eso merece la pena mencionar que los textos zoroastrianos no solo hablan de la
«vehemente, destructora helada» de un invierno global, sino también de una
inundación asociada a él acompañada de grandes precipitaciones, en la cual:
En el otro lado del mundo y mucho más próximo al epicentro norteamericano del
cataclismo, el Popol Vuh, un documento originario de los mayas quiche de
Guatemala, basado en fuentes precolombinas, también habla de una inundación y la
asocia con «mucho granizo, lluvia negra y niebla, y un frío indescriptible»[262]. En lo
que es un notable eco de la tradición zoroastriana, dice que fue un período «nuboso y
A pesar de que es fácil pasarlo por alto, resulta interesante mencionar que el arca
de Noé, al igual que el vara de Yima, tiene que tener una «ventana», estar cerrado
como una «puerta» y tiene que estar formado por tres niveles:
Y por último, pero no por ello menos importante, en el arca de Noé hay indicios
de una perdida tecnología de iluminación paralela a las referencias a las «luces
artificiales» del vara. En The legends of the jews, la notable y completa compilación
de Louis Ginzberg de historias y tradiciones antiguas relacionadas con la Biblia
hebrea, leemos que todo el viaje del arca «durante el año de la inundación» tuvo lugar
en la oscuridad tanto por la noche como por el día:
Ciudades subterráneas
Como es bien sabido, el arca de Noé se dice que terminó su viaje en las laderas del
monte Ararat, el centro simbólico de la antigua Armenia; pero hoy, como resultado de
guerras a principios del siglo xx, está localizado dentro de la actual Turquía. Turquía,
a su vez, tiene frontera con Irán —la antigua Persia—, desde donde ha llegado hasta
nosotros el antiguo relato del vara de Yima.
Resulta intrigante, por tanto, que la región turca de Capadocia posea un gran
número de antiguas estructuras subterráneas excavadas en la roca sólida y por lo
general, como el vara, formadas por múltiples niveles amontonados unos sobre otros.
Estas «ciudades» subterráneas, como son conocidas, incluyen el inquietante y
espectacular yacimiento de Derinkuyu, que pude visitar en 2013. Localizado bajo la
cuidad moderna del mismo nombre, ocho de sus niveles están en la actualidad
abiertos al público, si bien hay otros cerrados más abajo y, sorprendentemente, un
túnel subterráneo de varios kilómetros de longitud que lo conecta con otro hipogeo
similar en Kaymakli.
Figura 24.
roca han desaparecido por completo en los niveles superiores, pero todavía son
visibles en los niveles inferiores:
Demir también sugiere que las inmensas cantidades de roca excavadas para crear
la ciudad subterránea —las cuales no son visibles en las cercanías en la actualidad—
fueron arrojadas a los arroyos locales y así desaparecieron[280]. En uno de esos
arroyos, el Sognlai, a 26 kilómetros de distancia de Derinkuyu, se han encontrado
hachas de mano, lascas de piedra y otros artefactos paleolíticos[281].
Como mucho, la evidencia es sugestiva, de modo que ¡no apostaría mi vida o mi
reputación en ella! No obstante, el escenario que sitúa la construcción de Derinkuyu y
¿Está regresando el cometa del Dryas Reciente? ¿Podría ser que no perdiera toda
su ira y fuerza destructiva con los fragmentos que golpearon la Tierra y causaron el
intenso y destructor invierno del Dryas Reciente hace 12.800 años?
Curiosamente, las antiguas tradiciones iranias también contienen una profecía,
pues dicen que Yima regresará y caminará de nuevo entre ellos, cuando
O como dice la vieja canción: «Dios le dio a Noé el símbolo del arcoíris: no más
agua, fuego la próxima vez».
LOS ANTEDILUVIANOS
La historia bíblica del diluvio es muy familiar para todos y no necesita que la
repitamos aquí en detalle. Los elementos esenciales pueden sintetizarse como sigue:
Una mortal inundación global, enviada por Dios para castigar la maldad
humana[283].
Un hombre (Noé) es seleccionado por Dios, quien le avisa con antelación del
inminente cataclismo de tal modo que pueda construir un barco de
supervivencia (el arca)[284].
La conservación en el arca de las semillas, o parejas reproductoras, de todas
las formas de vida, con particular énfasis en la vida humana (Noé y su esposa,
junto a sus hijos y sus esposas) y animal («de las aves, las bestias y todos los
reptiles de la tierra, en sus respectivas especies, dos de cada clase vendrán a ti
para conservarles la vida»)[285].
El arca navega sobre la inundación hasta que las aguas se retiran[286].
El arca termina descansando «sobre las montañas de Ararat»[287].
Cuando las aguas «habíanse enjugado sobre la tierra», Dios le dice a Noé que
abandone el arca con su familia y: «Saca contigo todos los animales que te
acompañan, de toda criatura, en aves, en bestias y en todos los reptiles que
reptan sobre la tierra; y pululen sobre por el orbe y procreen y se multipliquen
sobre la tierra»[288].
Noé construye un altar en el cual sacrifica alguno de los animales y pájaros
que acaba de salvar de la inundación. El olor de las ofrendas quemadas le es
grato a Dios[289].
Los humanos y animales supervivientes se marchan y «llenan la tierra», como
se les ha ordenado[290].
El monte Ararat se alza hasta los 5.137 metros y los geólogos nos aseguran,
basándose en excelente ciencia, que ninguna parte de él ha estado nunca cubierta por
aguas de inundación oceánica desde que comenzó a tomar forma de montaña cerca
del final del Mioceno Temprano, hace unos dieciséis millones de años. La presencia
de humanos anatómicamente modernos en el mundo, como vimos en el capítulo
anterior, no se puede remontar más allá de doscientos mil años e incluso nuestro
último antepasado común con el chimpancé —una criatura que estaba muy lejos de
ser «humana» en cualquier sentido— apenas se remonta a seis millones de años, de
Figura 25.
Además, toda esta zona, incluidos por supuesto el monte Ararat y Göbekli Tepe,
formaba el corazón de la Armenia histórica, la descendiente directa del reino bíblico
de Ararat, cuyos habitantes se consideraban —como lo siguen haciendo hoy día—
«las gentes de Ararat»[295]. Escrita en el siglo v d. C., la influyente Historia de los
armenios de Moses Khorenatsi atribuye la fundación de la nación al patriarca Haik,
de quien se dice era el tatarabisnieto del propio Noé y, por lo tanto, del linaje de los
supervivientes de la inundación que salieron del arca[296]. De hecho, se debe a Haik
que en el siglo xxi los armenios se sigan refiriendo a ellos mismos como hay y a su
tierra como Haiastán[297]. Para ellos se trata simplemente de una tragedia que tanta de
su tierra, incluidos Göbekli Tepe y el monte Ararat, se encuentre ahora mismo en
posesión de la República de Turquía tras el genocidio armenio de 1915-1923, durante
el cual se cree que más de un millón de personas de etnia armenia fueron asesinadas
por las fuerzas turcas[298].
El sentimiento nacionalista todavía es profundo en las comunidades de la diáspora
armenia repartidas por el mundo y en lo poco que queda de la Armenia histórica que
Del mismo modo, aunque actualmente por entero dentro de las fronteras de
Turquía, el monte Ararat sigue siendo un poderoso símbolo del nacionalismo
armenio. Una imagen del monte Ararat con las aguas retirándose y el arca de Noé en
la cima campea en el escudo de la República de Armenia, mientras que la propia
montaña —tan cerca y sin embargo tan lejos— se cierne sobre la capital armenia de
Yerevan, un amenazador e insoslayable recordatorio de que:
Son muchos los modos por los cuales la historia de Noé y su arca, y de un mundo
rehecho tras un terrible cataclismo global, sigue siendo una fuerza viva en la región
de Göbekli Tepe, ese misterioso santuario de las montañas del Tauro donde grandes
círculos de piedra comenzaron a ser erigidos en el 9600 a. C.; una fecha que señala el
final exacto del largo «invierno fatal» del Dryas Reciente. Como Klaus Schmidt me
preguntó de forma retórica cuando lo entreviste en el yacimiento (véase el capítulo
1):
Teniendo en cuenta que los curiosos contenedores llevados por Oannes y los
apkallu también aparecen representados en uno de los pilares megalíticos de Göbekli
Tepe (y, como ya vimos en el capítulo 1, tan lejos como en el propio México), ¿qué
conclusión podemos sacar de ello?
El misterio se acrecienta cuando seguimos ahondando en las tradiciones
mesopotámicas. En resumen, Oannes y la hermandad de los apkallu aparecen
representados enseñando a la humanidad durante muchos miles de años. Es durante
este largo período de tiempo cuando surgen las cinco ciudades antediluvianas, centros
de gran civilización, y cuando esa realeza «es bajada del cielo». Antes de la primera
aparición de Oannes, Beroso dice que la gente de Mesopotamia «vivía sin leyes,
como las bestias en el campo»[336].
Beroso escribió su Historia en algún momento entre el 290 y el 278 a. C., pero
solo fragmentos de ella han llegado hasta nosotros, conservados como citas y
resúmenes en obras de escritores con Sincelo y Eusebio. No obstante, los
especialistas reconocen que lo llegado hasta nosotros por estos medios refleja
tradiciones mesopotámicas mucho más antiguas escritas en tablillas cuneiformes que
se remontan a los tiempos más lejanos[337]. Por ejemplo, el nombre de Oannes, que
quizá haya sido distorsionado por los escritores que nos lo han transmitido, resulta
Figura 29. Enki, el dios sumerio de la sabiduría y la magia, cuya especial responsabilidad
era el océano subterráneo de agua dulce conocido como el Abzu. Dada su conexión con el
Abzu, a menudo era representado con corrientes de agua con peces manando de sus
hombros. Los acadios lo llamaban Ea.
Se creía que los siete apkallus habían sido creados por Enki (Enki es su nombre
sumerio, los acadios lo llamaban Ea), que en la tablilla de Schøyen se revela como el
patrón de Zisudra, el gran dios del océano subterráneo de agua dulce conocido como
el Abzu[356]. Los atributos particulares de Enki, además de su conexión con el reino
acuático, eran la sabiduría, la magia y las artes y oficios de la civilización[357], de
modo que resulta adecuado que los sabios se encuentren entre sus criaturas y que
aparezcan representados frecuentemente como peces. La forma de los apkallu pez,
como menciona un especialista:
Los textos cuneiformes nos informan de que gracias a los consejos y enseñanzas
de estos extraordinarios sabios, estos magos del dios de la sabiduría, Enki, la
Figura 30. La poderosa divinidad sumeria Enlil (sentado a la derecha). Descrito a menudo
como una «violenta tormenta», fue quien ordenó el exterminio de la humanidad por medio
de un diluvio.
Figura 31. El superviviente sumerio de la inundación y el arca: «La superficie del mar se
extendía tan plana como el tejado de una casa. Toda la humanidad había retornado a la
arcilla […]. Distante catorce leguas, apareció una montaña, y allí el barco embarrancó».
Beroso de nuevo:
RESURRECCIÓN
LA ISLA DEL KA
Las orillas del Nilo son exuberantes, repletas de palmeras y campos verdes; pero son
estrechas, ganadas a los desiertos circundantes gracias solo al don de la fertilidad
otorgado por el río eterno. Sucede igual a lo largo de todo el camino desde El Cairo
hasta Asuán, donde la Gran Presa ha modificado permanentemente el paisaje divino
de los faraones al crear el lago Nasser, una de las mayores reservas artificiales de
agua del mundo, que continúa hacia el sur hasta cruzar la frontera con Sudán. En la
década de 1960, según fue creciendo el nivel de las aguas del lago, muchos
yacimientos del antiguo Egipto, como el fuerte de Buhen, quedaron sumergidos.
Otros, como el mundialmente famoso Abu Simbel y el asombrosamente bello y
pequeño templo de Isis en Filae, fueron rescatados al ser trasladados bloque a bloque
y reconstruidos en terrenos más elevados.
Hubo otros que fueron desmantelados y enviados al extranjero, como por ejemplo
el templo de Dendur, ahora en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, el
templo de Debod, en la actualidad en el parque del Oeste en Madrid, o el templo de
Taffa, ahora en el Rijksmuseum Van Oudheden de Leiden, en Holanda. Por este
medio, el reino sagrado de los dioses, que en la Antigüedad de continuo se rehacía y
volvía a manifestarse en Egipto durante miles de años sin número, puede decirse que
hoy día aún sufre una resurrección y renacimiento en tierras lejanas.
Así sucedía, según sus propias inscripciones, con el templo de Horus en Edfu.
Conocido como Behdet en época antigua (de ahí que su patrón, el dios halcón Horus,
sea llamado a menudo Horus el Behdetita), Edfu se encuentra en la orilla oeste del
Nilo a 110 kilómetros al norte de Asuán y, por tanto, se libró de la crecida de las
aguas del lago Nasser. El templo, tal cual lo vemos hoy día, con sus dorados bloques
de arenisca luminosos y elegantes bajo el feroz sol del Alto Egipto, es relativamente
reciente, pues todo el complejo fue terminado durante la época ptolemaica en varias
etapas entre el 237 y el 57 a. C.[372] En todos los sentidos, sin embargo, lo que
tenemos ante nosotros es la última encarnación de los templos mucho más antiguos
que en su momento ocuparon ese emplazamiento, desde al menos el Reino Antiguo
(2575-2134 a. C.)[373] y quizá mucho antes.
En cualquier caso, es de gran interés la idea del propio templo expresada en las
hectáreas de enigmática inscripciones que cubren sus muros. Esas inscripciones, los
llamados textos de la construcción de Edfu, nos retrotraen a un período muy remoto
llamado «la temprana edad primigenia de los dioses»[374]; y esos dioses sucede que
no eran originalmente egipcios[375], sino que vivían en una isla sagrada, el «hogar de
los primigenios», en medio de un gran océano[376]. Entonces, en algún momento no
especificado del pasado, un terrible desastre —un verdadero cataclismo de
inundación y fuego, como vamos a ver— barrió la isla, donde «se habían fundado las
primeras mansiones de los dioses[377], destruyéndola por completo, inundando todos
sus lugares sagrados y matando a la mayoría de sus divinos habitantes[378]. No
obstante, algunos sobrevivieron, y se nos dice que estos largaron amarras en sus
barcos (pues los textos son inequívocos en que los dioses de esta temprana época
primigenia eran navegantes)[379] para “errar” por el mundo[380].
Su propósito al hacerlo era nada menos que recrear y revivificar la esencia de su
hogar perdido[381], en resumidas cuentas:
Afortunadamente para nosotros, cuando Edfu todavía era pujante, los sacerdotes y
escribas que podían leer los misteriosos textos en la biblioteca del templo se
dedicaron al proyecto de seleccionar extractos y grabarlos profundamente en los
«sólidos» e «imponentes» muros del propio templo. Al hacerlo, ya fuera por
accidente o como proyecto pensado, se aseguraron de que al menos esos fragmentos
se hayan conservado hasta la actualidad, aunque los documentos originales —
saqueados, utilizados para hacer fuego, arrojados al Nilo a lo largo de siglos de
negligencia y malos tratos— hace mucho que desaparecieron.
Resulta inevitable que, al carecer de su contexto original, resulten confusos y
prometedores. Pese a ello, nos ofrecen un esbozo de las maravillas y secretos de
nuestro pasado que las fuentes originales —¡ojalá las conserváramos!— podrían
habernos revelado de forma más completa.
La Atlántida en Egipto
En general, los arqueólogos consideran que el famoso filósofo griego Platón, que nos
ha legado la extraordinaria historia de la Atlántida destruida por un terrible
cataclismo de agua y fuego 9.000 años antes de la época de Solón —es decir, en el
los sacerdotes de Sais puedan haber entregado a Solón un relato verdadero de esos
registros «imposibles», que en su debido momento llegaron a Platón, parece absurda;
un evidente oxímoron histórico que solo merece ser ignorado. Además, con
frecuencia se afirma que no hay referencias a la Atlántida en ningún papiro o
inscripción egipcios.
Solo un egiptólogo, el difunto profesor John Gwyn Griffiths, de la Universidad de
Gales en Swansea (fallecido en 2004), tuvo el valor de desafiar el consenso. El
desafío que presentó, no obstante, no tiene nada que ver con la idea fundamental de si
la Atlántida existió y fue destruida en el x milenio a. C., sino más bien sobre el tema
menor de si Platón, por medio de su antepasado Solón, pudo haber estado influido
por tradiciones genuinamente egipcias[391]. Es extraño para un hombre tan cultivado,
pero Griffiths parece no haber sabido nada de Edfu y sus seductor relato de una isla
sagrada habitada por «dioses» y destruida por las aguas y el fuego en época
primigenia; un evidente prototipo de la Atlántida de Platón, como vamos a ver. El
interés del profesor, en cambio, se centraba en un papiro, catalogado como P.
Leningrado 1115 y ahora conservado en Moscú, que contiene la intrigante historia en
prosa conocida como El náufrago. En este «cuento de hadas», fechado en el Reino
Medio egipcio, entre el 2000 y el 1700 a. C., Griffiths —de forma muy acertada, bajo
mi punto de vista— encontró similitudes convincentes con el relato de la Atlántida de
Platón.
El «náufrago» epónimo del papiro nos habla de una época en la que realizó un
viaje en un gran navío oceánico que fue golpeado por una ola gigante:
El náufrago construye un arco para hacer fuego, enciende una hoguera y quema
unas ofrendas para los dioses:
Con esto en mente, la idea de que una «isla fantasma» está implicada en El
náufrago tiene sentido. El náufrago levó anclas en un barco desde el mundo físico del
Reino Medio egipcio, pero fue lanzado a la orilla de «la isla del Ka», un mundo
fantasma; un lugar que ya no existe en el mundo excepto en su esencia espiritual.
El mismo tema se desarrolla mientras la inmensa serpiente que gobierna la isla le
cuenta al marinero su triste historia:
El símil con la historia de Platón y la Atlántida que presenta John Gwyn Griffiths
tiene que ver sobre todo con la rica variedad de plantas y vida animal, incluidos
elefantes, que se dice había en ambas islas. Aquí está la Atlántida de Platón:
Además, está el hecho de que la Atlántida es una isla sagrada y, también, por
supuesto, la isla del Ka, a la cual el náufrago fue llevado por un dios. Con todo, el
Juntando pistas
Ya no tenemos acceso a los registros sagrados antaño guardados en el templo de Sais,
en el Delta, que Platón nos cuenta contenían la historia de la Atlántida. Ese templo,
que Solón visitó en torno al 600 a. C., estaba dedicado a la diosa Neith y era en
extremo antiguo, pues se remontaba al menos hasta la i dinastía, circa 3200 a. C.[404]
Por desgracia, fue destruido por completo en el 1400 d. C. y solo quedan montones
de escombros y algunos bloques dispersos en el yacimiento, que hoy ocupa el
poblado de Sa al Hagar[405]. En Edfu, por otra parte, si bien los registros sagrados
originales también han desaparecido, los fragmentos que se conservan en los textos
de la construcción parecen contar esencialmente la misma historia que escuchó Solón
y luego transmitió a Platón y que Griffiths sostiene que nos ha llegado, si bien de un
modo más fragmentario y literario, en El náufrago.
Ya hemos visto que el hogar ancestral de los primigenios en los textos de Edfu se
describe como una isla sagrada en medio de un gran océano, de modo que la
comparación con la isla del Ka en El náufrago es evidente al nivel de la disposición
geográfica básica. No obstante, el parecido es más profundo, pues hay muchos
pasajes de los textos de la construcción que dejan claro que el primer y original dios
que presidió el hogar de los primigenios era «una deidad muerta, el Ka»[406]. De
hecho, leemos que la isla también era conocida como «la casa del Ka»[407] y que «el
Ka gobernaba en ella»[408]; «este Ka que reside entre las cañas de la isla»[409]. En
otras palabras, el hogar ancestral de los primigenios en los textos de Edfu es nada
más y nada menos que la isla del Ka y, dado que Griffiths tiene razón al ver el
prototipo de la Atlántida de Platón en la isla del Ka, entonces el hogar ancestral de los
primigenios también es un prototipo.
Lo que nos ayuda a reafirmar la comparación son ciertos detalles dados en los
textos de construcción que no aparecen en El náufrago. Especial interés tiene un
pasaje de Edfu donde leemos cosas sobre un «canal» circular lleno de agua que
rodeaba el lugar sagrado original que se encontraba en el centro de la isla de los
primigenios; un anillo de agua que estaba destinado a fortificar y proteger dicho
terreno[410]. Aquí tenemos, por supuesto, un paralelo con la Atlántida, donde el
terreno sagrado sobre el que se alzaban el templo y el palacio del dios, al cual Platón
Se describe un recinto que mide 300 codos (150 metros) de este a oeste y 400
codos de norte a sur. Dentro hay un templo, «la mansión del dios», en cuyo interior
había un sanctasanctórum que media 90 codos de este a oeste[432].
También leemos sobre un tercer recinto a la misma escala grandiosa de 300 por
400 codos. También contiene un santuario interno de 90 codos de este a oeste por 20
codos de norte a sur, subdividido en tres habitaciones, cada una de las cuales medía
30 por 20 codos[433].
Pero el principal indicio de una elevada tecnología en las tierras ancestrales de los
primigenios la da un extracto de Edfu que describe el cataclísmico final de la isla tras
el ataque de la «serpiente» celestial llamada «la gran saltadora», que «atraviesa» el
dios tierra y «divide» el terreno. Entonces leemos —lo que es muy misterioso— que
«el ojo firme cayó»[434].
«La mención del ojo firme […] es algo extraña», admite Reymond. Pero explica
que, aunque los textos son oscuros en este punto, parece ser:
Resulta interesante que el filósofo griego mencione concretamente «diez mil años
atrás», enfatizando que no está hablando por hablar, que de verdad quiere decir lo que
está diciendo. Pero, supuestamente, nosotros vivimos en una época más científica que
disfruta de unas técnicas de datación objetivas, por lo tanto, ¿qué podemos interpretar
de esa cronología?
Platón nació en torno al 428 a. C., de modo que su referencia a «hace diez mil
años» significa en torno al 10400 a. C. en nuestro calendario, muy próximo a la fecha
del 10450 que propuse en Las huellas de los dioses para la remota época Zep tepi
—«la primera vez»—, cuando los antiguos egipcios creían que los dioses caminaron
sobre la tierra y la civilización del valle del Nilo tuvo sus verdaderos comienzos[470].
Esta fecha, basada en hallazgos surgidos de la investigación subyacente a El
misterio de Orión, el innovador estudio de 1994 de mi amigo Robert Bauval sobre los
aspectos astronómicos de las mundialmente famosas pirámides de Guiza, en
Egipto[471], fue profundizado por los dos juntos en nuestro libro de 1996 Guardián
del génesis[472]. En pocas palabras, la fecha de la extraordinariamente precisa
disposición de los principales monumentos de la meseta de Guiza y la relación de
estos con ciertas estrellas del cielo. Para todos los detalles refiero al lector a Las
huellas de los dioses y a Guardián del Génesis, donde se estudia la cuestión en
profundidad; pero el núcleo de la cuestión reside en el hecho de que la posición de las
estrellas en el firmamento no es fija y definitiva, sino que varía de forma muy gradual
a lo largo de un extenso ciclo —conocido para los astrónomos como el ciclo
precesional— que tiene lugar a lo largo de 25.920 años.
Este ciclo es el resultado del movimiento de la propia Tierra, una lenta oscilación
circular del eje del planeta a razón de un grado cada 72 años; como la Tierra es la
plataforma desde donde observamos las estrellas, esos cambios de orientación
inevitablemente afectan a la posición y hora de ascenso de todas las estrellas vistas
desde aquí. Nuestra Estrella Polar, en torno a la cual el resto del cielo parece rotar, es
sencillamente la estrella a la que apunta más directamente el eje imaginario de la
Tierra, que pasa por el Polo Norte geográfico. En la actualidad es Polaris (Alpha
Ursae Minoris, en la constelación de la Osa Menor), pero el efecto de la precesión es
cambiar la Estrella Polar a lo largo de períodos muy extensos de tiempo. Así, en torno
al 3000 a. C., justo antes del comienzo de la época de las pirámides en Egipto, la
Estrella Polar era Thuban (Alpha Draconis), en la constelación del Dragón. En época
de los griegos era Beta Ursae Minoris. En el 14000 d. C. será Vega[473]. En ocasiones,
a lo largo de este largo ciclo el Polo Norte apuntará a un espacio vacío del cielo y no
habrá ninguna Estrella Polar útil.
De modo que, por poner unos cuantos ejemplos concretos, no es casualidad que
los primeros cristianos utilizaran un pez como su símbolo, pues la constelación de
Piscis alberga al Sol en el equinoccio de primavera desde el principio de la era
cristiana hasta hoy. Tampoco se equivoca la famosa canción al decir que «estamos en
el nacimiento de la era de Acuario», pues el principio del sigo xxi se encuentra de
hecho en esa tierra de nadie cercana al final de la «era de Piscis» y en el umbral de la
«nueva era» de Acuario. Antes de la era de Piscis tenemos la era de Aries (2330-170
a. C.) cuando en el antiguo Egipto los carneros era un motivo simbólico dominante
(por ejemplo las esfinges con cabezas de carnero del templo de Karnak, en Luxor) y,
antes, en la era de Tauro (4490-2330 a. C.) cuando el culto al toro Apis se inició en
fechas tan tempranas como la i dinastía, quizá antes.
Dependiendo del astrólogo o el astrónomo, las fronteras de las constelaciones
pueden variar algunos grados (y con ellos un siglo o dos) en una dirección u otra;
pero el esquema general se comprende bien y las fechas mencionadas son una buena
aproximación a los hechos. Si retrocedemos en el tiempo todavía más, como resulta
sencillo hacer con los modernos programas de ordenador que simulan los cielos
durante la Antigüedad, terminamos llegando a la era de Leo, cuando la constelación
de Leo, el león, albergaba el sol del equinoccio de primavera. Esta era astrológica
ocupa el período entre el 10970 a. C. y el 8819 a. C.; si bien, de nuevo, dependiendo
Lo que esto nos está diciendo es que todos estos monumentos fueron orientados
utilizando la astronomía; pues no resulta posible conseguir tal precisión con ningún
otro método. En otras palabras, incluso si no hubiera otras características
astronómicas presentes, solo a partir de la precisión de la alineación tendríamos que
decir que los astrónomos estuvieron involucrados en ello. Pero el caso es que hay
otras muchas características astronómicas —no solo en los propios monumentos, sino
también en escritos del antiguo Egipto como los Textos de las pirámides—, para las
cuales, ya que quiero evitar las repeticiones innecesarias, de nuevo envío al lector a
mis otras obras.
En esencia, no obstante, implica dos constelaciones: la constelación de Leo, que
aparece justo en el este por encima del Sol al amanecer del equinoccio de primavera
de la época del 10500, y la constelación de Orión, que los antiguos egipcios
visualizaban como la figura celestial del dios Osiris, el difunto dios-rey que
gobernaba el reino del más allá, conocido como la Duat. Como vimos en el capítulo
9, también se creía que Osiris era de algún modo el ka —el «doble» o esencia
espiritual— de las pirámides de Guiza.
No molestaré al lector con largas disquisiciones para demostrar las afirmaciones
que siguen, pues ya están perfectamente respaldadas, referenciadas y documentadas
en mis otros libros; pero un misterioso «encaje» tiene lugar en Guiza en la época del
10500 a. C. En Las huellas de los dioses opté por una fecha cincuenta años más
moderna, el 10450 a. C., pero estos detalles menores no son en realidad
Figura 37. Mirando hacia el este, justo una hora antes de que amanezca durante la mañana
del equinoccio de primavera en la época del 10500 a. C., vemos la constelación de Leo
descansando su vientre sobre el horizonte, directamente en línea de la mirada de la Esfinge.
Hansen, que comparó explícitamente la presa con la Gran Pirámide como «un
monumento al genio colectivo ejercido en esfuerzos comunitarios en torno a una
necesidad o ideal común»[478], también incorporó los signos del zodíaco en su
diseño[479]. Semejantes elementos, dice, fueron situados como pistas e indicios, de tal
modo que «en remotas épocas por llegar, gente inteligente» sea capaz de discernir «la
fecha astronómica de la inauguración de la presa»[480].
Se da el caso de que la presa Hoover y sus esculturas monumentales fueron
terminadas el mismo año, 1935; pero es, por supuesto, posible utilizar arquitectura
simbólica y alineaciones astronómicas para realizar una declaración permanente
respecto a momentos significativos del pasado en cualquier momento. Un paralelo
puede ser las catedrales góticas de Europa, que se construyeron en los siglos xii y xiii
de nuestra era, pero cuyos detalles simbólicos y la astronomía sagrada incorporada a
sus piedras y cristales emplomados[481] se refieren todos a períodos muy anteriores,
en especial la época de Cristo y el tiempo de los patriarcas del Antiguo Testamento.
Desde un punto de vista puramente astronómico, lo que puede decirse sobre el
inmenso esfuerzo de los monumentos de Guiza es que la disposición sobre el suelo de
las pirámides y la Esfinge habla claramente de la época del 10500 a. C. Pero, como
los lectores de mis anteriores libros conocen, estos monumentos también incluyen
rasgos como los cuatro estrechos canales que atraviesan hacia arriba el cuerpo de la
Gran Pirámide y que apuntan a estrellas importantes de la época del 2500 a. C.,
cuando los egiptólogos creen que fueron construidas las pirámides[482].
En otras palabras, ambas épocas apareen simbolizadas: el 2500 a. C. mediante los
canales y el 10500 a. C. mediante su distribución por la meseta.
De modo que solo nos queda una muestra (la n.º 5) obtenida del núcleo original
de caliza del templo de la Esfinge. Proporcionó una fecha de luminiscencia de
superficie del 2220 a. C., ± 220 años[494], pero en realidad a partir de ella no se puede
decir —o deducir— nada conclusivo, puesto que su localización no descarta la
posibilidad, como Schoch mencionó cuando le pedí que comentara estos hallazgos,
de que «también pudo haber sido expuesta o retrabajada al hacer reparaciones en la
estructura durante el Reino Antiguo»[495].
En resumen, el nuevo estudio no proporciona ninguna evidencia que confirme
más allá de cualquier duda razonable que los elementos megalíticos de caliza
originales del templo de la Esfinge y del valle fueran construidos por el faraón
Khafre, de la iv dinastía, como sostienen los arqueólogos. Al contrario, lo único que
el estudio parece demostrar de forma segura es que los templos fueron retrabajados
durante el Reino Nuevo. Más alarmante para la cronología generalmente aceptada es
que la datación por luminiscencia de superficie presenta la posibilidad de que el
revestimiento de granito de los templos (a excepción de la muestra n.º 6, que es del
Reino Nuevo) no fuera añadido durante el Reino Antiguo, sino muchos siglos antes;
de hecho, en fechas tan antiguas como el 3380 a. C., en el extremo de la banda de
datación, según la muestra n.º 7; tan antiguas como el 3550 a. C. según la muestra n.º
3 y tan antiguas como el 3640 a. C. según la muestra n.º 8[496].
Esto, en potencia, refuerza lo que Schoch siempre ha considerado como obras de
restauración del templo de la Esfinge (el añadido de un revestimiento de granito sobre
unos bloques megalíticos de caliza mucho más antiguos y erosionados) en épocas tan
antiguas como el predinástico, es decir, mucho antes del supuesto comienzo de la
construcción a gran escala en Egipto. Y, ni que decir tiene, que si estos templos
tuvieron necesidad de semejante restauración en el período predinástico, entonces la
mampostería de su núcleo es probable que sea realmente muy antigua, quizá se
remonte incluso tan lejos como la época del 10500 a. C.
Esto respecto al templo de la Esfinge y al templo del valle, pero ¿qué sucede con
las enigmáticas pirámides que se ciernen sobre ellas?
Un amplio terreno funerario para los reyes de Menfis, conocido por los
egiptólogos como la «necrópolis menfita», alcanzó especial preeminencia durante la
iv dinastía (2613-2492 a. C.), cuando según la cronología ortodoxa se supone que
fueron construidas la Gran Pirámide y la Esfinge. Los campos de pirámides de
Dashur, Sakkara y Guiza formaban parte integral de la necrópolis; de modo que, en
teoría, todos ellos pueden ser candidatos[508]. Pero en Guiza, como hemos visto, la
Esfinge es un modelo de la constelación de Leo en el 10500 a. C., las tres pirámides
un modelo del cinturón de Orión en esa misma época y los cuatro canales de la Gran
Pirámide están orientados a estrellas específicas de una época posterior, el 2500 a. C.
Por tanto, me parece a mí que Guiza responde a la descripción «de un libro que
descendió del cielo», de un modo mucho más evidente que Dashur y Sakkara; un
libro, por otra pare, escrito con la «pluma» de la arquitectura megalítica según el
«guion» de la precesión.
Hay algo más, el dios Horus, para quien fue construido el templo primordial, es
una figura compleja que se manifiesta de muchas formas simbólicas diferentes, sobre
todo el halcón; de hecho, todavía hoy día una imponente estatua de granito del Horus
halcón se yergue en el antepatio del templo de Edfu. Horus también era representado
con frecuencia como un hombre con cabeza de halcón; en otras palabras, un típico
teriántropo, como los apkallu de Mesopotamia; pero Horus tenía otro avatar
destacado y ese era el león[509]. Además, este león Horus en ocasiones era
representado como un teriántropo con cabeza humana y hay una inscripción
específica de Edfu que nos dice que:
El misterio de la Esfinge
Dada la conexión que los textos de Edfu establecen con la zona de Guiza, y con ese
misterioso «libro descendido del cielo», resulta por tanto imposible de ignorar el
hecho de que los antiguos egipcios identificaban estrechamente a Horus con la
Esfinge. En esta capacidad, la Esfinge con cuerpo de león (antaño probablemente
también con cabeza de este felino) era conocida tanto como Hor-em-Akhet —Horus
en el Horizonte— como Horakhti, que establece una sutil diferencia en el énfasis,
pues significa «Horus del Horizonte»[511].
No obstante, hay algo muy extraño respecto a la Esfinge. Con la excepción del
doctor Rainer Stadelmann, que cree que fue obra del faraón Khufu, de la iv dinastía,
todos los demás egiptólogos modernos coinciden en la opinión de que la Esfinge fue
hecha por Khafre, el hijo de Khufu[512]. Utilizo la palabra «opinión» de forma
deliberada, porque es importante dejar claro desde el principio que no estamos
hablando de un «hecho» empíricamente establecido sobre la Esfinge, sino más bien
de un corpus recibido de conjetura egiptológica que, gradualmente, por falta de
oposición, ha comenzado a ser tratado como si fuera un hecho demostrado. «Como
muy a menudo en nuestra disciplina, viejas afirmaciones aparentemente ciertas
permanecen para siempre sin posteriores verificaciones», comenta el doctor
Stadelmann[513], quien debe saber de qué está hablando, pues fue el director del
Instituto Arqueológico Alemán en El Cairo entre 1989 y 1998.
Cuando nos limitamos a los hechos de la Esfinge, más que a las opiniones de los
egiptólogos, lo primero que descubrimos es que no se han conservado inscripciones
del Reino Antiguo que se refieran a este estupendo e imponente monumento. Incluso
el gran egiptólogo Selim Hassan, que realizó extensas excavaciones en Guiza en la
década de 1930, se vio obligado a admitir:
Tampoco hay, por ejemplo, inscripciones del Primer Período Intermedio o del
Reino Medio o del Segundo Período Intermedio. No es hasta el Reino Nuevo,
aproximadamente a partir del 1550 a. C., supuestamente unos 1.000 años después de
que fuera tallada en la roca de la meseta de Guiza, cuando los faraones del antiguo
Egipto comienzan de repente a hablar de la Esfinge.
No obstante, había una condición, pues la Esfinge dijo «la arena de este desierto
donde estoy me ha alcanzado […]. Mi estado es como si estuviera enfermo de mis
miembros […]. Debes ser para mí un protector…»[520].
En pocas palabras, Tutmosis comprendió que si limpiaba de arena la Esfinge y la
restauraba a su antigua gloria se convertiría en faraón. De modo que hizo lo que se le
había pedido y, cuando la restauración estuvo completa, y el trono fue suyo, como se
le había profetizado, erigió la Estela del Sueño en conmemoración.
Si uno visita hoy ese lugar todavía se puede ver la inmensa estela —tiene casi
3,66 cm de altura y 2,10 cm de anchura— de pie entre las patas de la Esfinge, delante
del pecho del monumento; pero gran parte de la inscripción original, a partir de la
línea trece, se ha descascarillado. No obstante, en la década de 1830 se hizo un molde
de la misma, cuando todavía seguía intacta parte de la línea décimo tercera —si bien
Wikipedia, que tiene influencia a la hora de dar forma a la percepción del público
sobre Guiza y que, de forma rutinaria, califica los planteamientos alejados de la
Esto parecería aclarar la cuestión, de no ser por el hecho de que muchos años
después, cuando Edwards concluyó la edición final y definitiva de su libro, revisó el
pasaje anterior con información importante que no presentó en 1947. Ahora leemos:
Ni que decir tiene que las palabras «Amado de Bastet» y «Amado de Hathor»,
aisladas como lo están estas, no demuestran que Khafre sea el rey del que se dice era
«amado» por esas deidades. Pueden referirse a cualquiera y, por lo tanto, no pueden
ser legítimamente utilizadas para apoyar la afirmación de que el templo del valle es
obra de Khafre.
¿Hay algo más que apoye esta afirmación? La oscura y dolorosamente cara
Encyclopaedia of the archaeology of ancient Egypt contiene una entrada sobre el
Este también fue el caso en Edfu, donde el detallado estudio de Reymond revela
que en tiempos existió un vasto y extenso archivo, a partir del cual los sacerdotes
tomaron extractos que tallaron en los muros del templo, que así todavía sobreviven.
Siguiendo el rastro de las pistas presentes en estos extractos, como hemos hecho en el
último capítulo, llegamos a la Esfinge, quizá el mismísimo «león el cual tiene cara de
hombre» en el que los textos de Edfu dicen que se transformó Horus.
En este contexto, la referencia en la Estela del Inventario a que Khufu tenía
acceso a planos de la Esfinge, a los cuales se refiere cuando «restaura la estatua»,
sugiere la existencia de un archivo antiguo en Guiza; un archivo que quizá databa de
la remota época en la cual el lugar fue fundado por los «dioses» con unas distintivas
características astronómicas que posteriormente permitirían que todo el complejo
fuera descrito como un «libro descendido del cielo». ¿Se refiere este «libro» a la
constelación de Leo tal cual aparecía al amanecer del equinoccio de primavera en la
Aquí parece haber un indicio de una tecnología antigua, reminiscente del vara de
Yima, que «brillaba con su propia luz», o con la misteriosa iluminación del arca de
Noé, descrita en el capítulo 7. Lo que suena como el resultado de una tecnología
perdida también aparece mencionado en tradiciones árabes relativas a Guiza. El
historiador Ibn Abd El Hakem creía que las pirámides fueron construidas como
lugares para mantener a salvo el conocimiento antediluviano, en especial archivos de
libros que contenían:
Hakem, que vivió en el siglo ix d. C., puede no haber sabido nada de metalurgia o
plásticos, sin embargo afirma que entre los tesoros de la época de la inundación que
estaban escondidos en las entrañas de las pirámides había:
Quien mirara hacia ella era atraído por la estatua hasta que
se quedaba pegado a ella, y no podía ser separado de ella
hasta el momento en que hubiera muerto[556].
Los textos de Edfu no afirman que esos seres fueran inmortales. Tras su muerte,
se nos dice, la nueva generación «fue a sus tumbas para realizar los rituales funerarios
en su nombre»[563] y luego asumieron su puesto. De este modo, por medio de una
cadena ininterrumpida de iniciación y transmisión del conocimiento, los «dioses
constructores», los «sabios», los «fantasmas», los «señores de la luz», los «brillantes»
descritos en los textos de Edfu pudieron renovarse a sí mismos constantemente, como
el mítico Fénix; transmitiendo así al futuro tradiciones y sabiduría derivadas de una
época previa de la Tierra.
Otro nombre para esos iniciados, apropiado dada la importancia de Horus en
Edfu, era el de shemshu Hor, los «seguidores de Horus»[564]. Con este nombre
quedaban relacionados de forma particularmente estrecha con Heliópolis/Iunu, la
Del mismo modo, la última piedra de cada pirámide también era llamada el
benben[571]; un ejemplar de las cuales ha sobrevivido en excelentes condiciones, el de
la pirámide de la xii dinastía de Amenemhat III, que se puede ver en el Museo de El
Cairo.
Se han sugerido numerosas teorías respecto al origen de donde procede el benben,
pero la más convincente, bajo mi punto de vista, es el trabajo de mi amigo y colega
Robert Bauval, aparecido por primera vez en la revista científica Discussions in
Egyptology en 1989, con el título de «Investigación sobre los orígenes de la piedra
De modo que el fénix vino de lejos, concluye Rundle Clark, «trayendo el mensaje
de luz y vida a un mundo envuelto en la impotencia de la noche primigenia. Su vuelo
es lo ancho del mundo, “sobre océanos, mares y ríos”, para aterrizar al fin en
Heliópolis, el centro simbólico de la tierra donde anunciará la nueva era»[585].
Hay mucho en este resumen que recuerda a los textos de Edfu: la isla lejana de la
que salen los dioses, el retorno de la luz tras un episodio de oscuridad primigenia y la
llegada a Heliópolis, donde una nueva era es puesta en marcha. De hecho, casi se
puede decir que el fénix simboliza la misión de esos «dioses» que abandonaron sus
inundadas tierras ancestrales con un plan a largo plazo para que renaciera y se
renovara el antiguo mundo.
Pero la fusión simbólica se vuelve más profunda y compleja. El fénix,
recordemos, está estrechamente asociado no solo con la luz, sino también con el
fuego. Así, Lactancio, en el siglo iv d. C. nos dice sobre el fénix:
Este tema del fuego, la regeneración y la nueva vida que emerge de una muerte
abrasadora también lo encontramos en el Irán antiguo, donde Yuma construyó su vara
y donde el fénix era llamado simorgh. Como explica la folclorista E. V. A. Kenealy,
los relatos del simorgh establecen definitivamente que:
Diferentes períodos de tiempo —1.000 años, 500 años, 540 años, 7.006 años— se
dan como la duración de la vida del fénix antes de que muera por el fuego y se
renueve a sí mismo[588]. Existe, no obstante, una poderosa y muy concreta tradición,
transmitida, por ejemplo, por Solino a principios del siglo iii d. C., que establece para
el ciclo del fénix lo que parece ser un número por completo arbitrario y extraño:
12.954 años[589]. Pero al profundizar nos encontramos que «el período del regreso
fénix año se pensaba correspondía al gran año»[590] y, como ya sabemos, el «gran
año» es un concepto antiguo relacionado con la precisión de los equinoccios y sus
doce «grandes meses» (uno por cada paso del sol por cada casa del Zodíaco) de 2.160
años cada uno, de modo que 12 × 2.160 = 25.920. A su vez, esta cifra de 25.920 años
es evidentemente muy parecida a dos veces 12.954 años (2 × 12.954 = 25.908 años);
demasiado próxima como para ser una coincidencia, creo yo, sobre todo cuando
recordamos que Cicerón relaciona específicamente en su Hortensio el gran año con el
número 12.954[591].
La cifra de 540 años que ofrecen otras fuentes como el período del fénix también
resulta proceder del gran año, como Giorgio de Santillana y Hertha von Dechend
demuestran en Hamlet’s mill, su magistral estudio del conocimiento precesional
transmitido por medio del mito. Como vimos en el capítulo 10, la clave del ciclo
precesional es el número 72, la cantidad de años necesarios para que se produzca un
grado de precesión. Seguidamente le sumamos 36 (la mitad de 72) al número 72 para
PIEDRAS
BAALBEK
A la luz del día, la capital libanesa es casi tan encantadora y bonita como lo era a
medianoche. 120.000 personas fallecieron en este país durante la terrible y
prolongada guerra civil que hubo entre 1975 y 1990; pero la ciudad que fuera el
centro de tantos combates parece haber dejado atrás ese espantoso episodio. La
mayoría de los agujeros de bala, de metralla y los causados por las ondas expansivas
que había en los edificios han sido reparados; se está construyendo mucho y la
atmósfera es de optimismo y vigorosas iniciativas. Sí, hay tristeza en el aire —es
Siglos de oscuridad
El sol del mediodía está brillando en una mañana de cielo azul sin una sola nube y me
encuentro sobre un gran bloque de caliza situado aproximadamente en medio de lo
que antaño fue el templo de Júpiter. Digo «antaño» porque es muy poco lo que hoy
queda de este elevado edificio, más allá de seis inmensas columnas que se alzan hacia
el cielo detrás de mí, más o menos a la misma distancia que el ancho de un campo de
fútbol; son las últimas 6 de las 54 que originalmente demarcaban el exterior de esta
vasta estructura rectangular. El lugar es tan enorme, el complejo de templos tan
colosal y a la vez está tan derruido que encuentro difícil orientarme. Tengo que
confesar que los largos ecos de la distante artillería, interrumpidos por las rápidas
toses tartamudeantes de las ametralladoras y la ocasional explosión muy fuerte, son
un tanto desconcertantes.
«De acuerdo —pienso, cerrando deliberadamente mis oídos a lo que seguro solo
sea el ejército libanés haciendo prácticas de tiro—, intentemos averiguar lo que
tenemos aquí». Miro sobre mi hombro y al hacerlo lo hago aproximadamente hacia el
sureste por entre las seis grandes columnas que se yerguen al borde de la masiva
plataforma en medio de la cual me encuentro, a través de una plaza hundida, hasta la
docena de columnas que se alinean por el perímetro del más pequeño pero más
intacto y todavía muy bonito templo de Baco, el dios romano del vino.
No he venido para investigar o escribir sobre arquitectura romana, pero eso no me
impide sentirme impresionado. No solo los romanos tuvieron el humor de dedicarle
un templo al vino y sus placeres —supuestamente, en su interior con regularidad
tenían lugar alegres actos de licencia sexual—, sino que también, no nos andemos por
las ramas, ¡esta gente sabía construir! Las columnas en sí son un extraordinario logro
de arquitectura megalítica y los romanos no parecen haber tenido problemas para
elevar los pesados bloques del frontón, cada uno de los cuales pesa decenas de
toneladas —en algunos casos centenares de toneladas— hasta su posición.
Así que dejémoslo claro desde el principio, porque se escuchan por ahí muchas
chorradas ignorantes sobre la cuestión: los romanos eran unos constructores
increíblemente expertos y eran del todo capaces de mover y colocar bloques de piedra
inmensos y pesados. Si se puede hablar de una civilización perdida en Baalbek no lo
Unos cientos de años después comenzó la época islámica. En torno al 664 d. C.,
Baalbek fue asediada y capturada por un ejército musulmán que convirtió el templo
de Júpiter y el templo de Baco, justo al sur del primero, en una sola y gran fortaleza.
Varias facciones se apoderaron de Baalbek y continuaron fortificándolo (de hecho,
hoy día sigue siendo mencionado a menudo en árabe como la Kala’a, que significa la
«fortaleza»)[626]. Durante el proceso, como es lógico, los antiguos templos sufrieron
más destrucciones. En el 902 d. C., los cármatas, una secta chií disidente, asediaron y
capturaron Baalbek, asesinando a sus defensores. Los fatimíes se apoderaron de ella
en el 969 a. C. Cuatro años después, un general musulmán llamado Zamita llegó con
un ejército inmenso, a lo que siguió otro devastador asedio con su masacre[627].
Para conseguir una mejor vista de este extraño muro megalítico continúo andando
hacia el oeste por el borde septentrional del templo de Júpiter, hasta que llego a otra
parte de la fortificación árabe que se le añadió después, la llamada «torre Norte».
Puedo introducirme en ella —hay una terraza muy adecuada con unas vistas
impresionantes— y mirar hacia atrás, en dirección este siguiendo los inmensos
megalitos, dispuesto en fila por debajo de mí, y hacia abajo al espacio conquistado
por los hierbajos que los separa del muro de la plataforma del templo.
No voy a intentar explicar todavía qué son estos megalitos. ¡Ya hay bastantes
factores de confusión! Pero volveremos a ellos enseguida y todo, esperemos, quedará
claro. Mientras tanto, salgo de la torre árabe, camino de regreso hasta el inmenso
espacio rectangular donde antaño estuvo el templo de Júpiter y lo cruzo hacia el este
hasta llegar a las escaleras que una vez condujeron hasta la entrada del templo. Las
bajo y giro de nuevo al oeste, hasta una plaza rehundida, limitada al norte por la
plataforma del templo de Júpiter y al sur por el templo de Baco.
Como hemos visto, el templo de Jerusalén fue destruido por los romanos en el
año 70 d. C., de modo que Lohmann se ve obligado a basar su argumento en «la
única parte superviviente del templo, la gigantesca plataforma trapezoidal del Haram-
esh-Sharif»[655]. La detallada comparación que ofrece fundamenta muy bien la
«participación herodiana» en el podio 1 de Baalbek. Lo que queda por determinarse,
no obstante, es cómo de amplia fue esa participación. En concreto, si bien Lohmann
concede que «Tell Baalbek […] estuvo habitado de continuo entre el período
Neolítico Precerámico»[656] —es decir, desde la época de Göbekli Tepe— y pese a
que su argumento es que los emperadores Julio-Claudios trabajaron en torno al podio
1 cuando comenzaron a construir el gigantesco e imponente muro en forma de U del
podio 2, no considera la posibilidad de que pueda haber un «podio 0», sobre el que a
su vez Herodes habría construido.
En modo alguno puedo reprochárselo, pues que yo conozca ningún arqueólogo
que siga la corriente principal está dispuesto a considerar esta misma posibilidad para
la restauración de Herodes del templo de Jerusalén; en concreto en referencia a los
inmensos bloques megalíticos, ya mencionados, que ahora se pueden ver en el túnel
hasmoneo. No obstante, es una posibilidad que no debería ser obviada en Baalbek,
sobre todo a la luz de lo que el propio Lohmann describe como la «gran antigüedad»
del yacimiento[657].
Todavía existe otra posibilidad, que pretendo considerar. Concierne al muro
megalítico en forma de U que forma la base y el límite de lo que Lohmann llama
«podio 2». Supongamos que no sea romano en absoluto. Supongamos que ya estaba
ahí antes, no después de que Herodes construyera el podio 1. Supongamos también
que el tell que precede al podio 1 en millares de años fuera situado allí donde está
debido a la existencia previa del muro megalítico en forma de U. En otras palabras,
supongamos que el muro en forma de U y sus inmensos megalitos fueran el primer
trabajo arquitectónico construido en este lugar, quizá para encerrar algún rasgo
central, alguna colina primigenia, delante de la cual el tell se desarrolló después,
hasta que el templo herodiano fue construido encima y, algo después, tapado por el
templo de Júpiter.
Sea lo que sean, estos bloques gigantescos están separados por poco más que la
anchura de mis hombros del muro híbrido romano ampliado por fortificaciones
árabes de mi izquierda. El sentimiento es de constricción, casi de claustrofobia. No
obstante, tras una veintena de pasos, más o menos, el callejón se ensancha según el
muro exterior de la fortificación, hasta entonces de varias hiladas de grosor, de
repente se reduce a una sola hilada que, justo delante, tiene una inmensa abertura en
ella por la que miro hacia un parterre con hierbas, a unos 10 o 12 metros más abajo,
bordeado por la valla moderna que rodea todo el complejo de Baalbek.
Es entonces cuando me doy cuenta de verdad —lo estaba medio esperando, pero
no estaba seguro hasta ese momento— de que estoy de pie sobre lo que he venido a
Deseaba, esperaba, estaba casi seguro de que el camino que había seguido por las
ruinas me conduciría al trilito; pero aun así ¡tengo una pequeña sensación de triunfo
al ver que mi vagabundeo por el laberinto me ha llevado a este sitio tan especial!
Es un buen momento para recapitular. Esta única hilada de mampostería de
fortificación externa a mi oeste apenas cubre una cuarta parte de la inmensa anchura
del trilito. Justo en el hueco de las fortificaciones que da al parterre con hierbas y a la
valla perimetral que rodea las ruinas hay parte de un tambor de una columna caída.
Apoyada contra el muro de la fortificación, esta columna cubre aproximadamente la
mitad de la anchura del inmenso megalito sobre el que descansa, el más meridional
de los tres del trilito. Se trata de un punto resguardado, tranquilo, casi un pequeño
patio. De manera muy conveniente, hay un bloque suelto del tamaño de un escabel
para sentarme en él y como ahora es por la tarde, también hay una sombra, lo que es
más importante.
Con un suspiro de alivio me siento, saco mi cuaderno de notas y aclaro mis
pensamientos. Soy consciente, mientras lo hago, de que mis pies no solo están
situados en el bloque del trilito, sino también sobre algo inscrito que efectivamente
demuestra que es más antiguo que el templo de Júpiter, pero no cuánto más viejo. La
sombra va en contra de mí, los cincuenta años transcurridos desde que fuera sacado a
la luz por primera vez no han sido amables con él y, si soy sincero, no puedo verlo.
No obstante, el profesor Haroutune Kalayan, el ingeniero encargado de la
restauración de Baalbek por el Departamento Libanés de Antigüedades, explica que a
mediados de la década de 1960, «a la vista del interés científico, el emir Maurice
Chehab, director general del Departamento de Antigüedades, decidió limpiar la parte
superior del trilito…». Cuando estuvo hecho:
De modo que aquí mismo, bajo mis pies, por desgracia invisible sin la luz
adecuada, hay una prueba convincente de que un misterio de verdad, no uno
imaginado por historiadores alternativos, rodea el trilito. Evidentemente, al ser
utilizado para realizar un dibujo arquitectónico de parte del templo de Júpiter, como
admite Kalayan, y sobre todo porque después quedó parcialmente cubierto por una
construcción romana, la única conclusión lógica es que debe ser más antiguo que el
templo.
Luego profundizaremos en las implicaciones de esto, pero hemos de apuntar
desde el principio que Daniel Lohmann no está de acuerdo. En una comunicación que
presentó en el III Congreso Internacional de Historia de la Construcción, celebrado en
la ciudad alemana de Cottbus en mayo de 2009, sostenía que:
O, alternativamente:
o, alternativamente:
Hay un guarda. Hace grandes aspavientos para mantenerme fuera, pero algo de
dinero cambia de manos, la puerta se abre con una floritura y me encuentro
atravesando una huerta de árboles marchitos para conseguir ver mejor los tres
bloques más grandes utilizados nunca en una construcción en ningún lugar del
mundo…
Dado que 200 por 50 codos equivale aproximadamente a 100 por 25 metros, es
evidente que cualquier mago que pudiera alzar un bloque tan gigantesco como este no
tendría ninguna dificultad en levantar los megalitos del trilito, que tienen menos de la
cuarta parte de esas dimensiones. En cualquier caso, este pensamiento en los magos
Fui atraído hasta aquí por los betylia [betilos], ese misterio
de los escritores antiguos […] que [creo] fueron magnetos
utilizados en los navíos fenicios comprometidos en tráficos
lejanos y que, al regreso de sus flotas, eran transportados en
procesiones religiosas al templo de Baalbek, para
permanecer allí hasta que las flotas fueran enviadas fuera de
nuevo…[685]
Esta era una de la serie de preguntas para las cuales Urquhart no pudo proponer
una respuesta propia: primero, ¿quién construyó esos inmensos bloques (junto a los
cuales «Stonehenge es un juguete de guardería»)?; segundo, ¿por qué construirlo
aquí, dado que Baalbek no es una gran capital o un gran puerto, sino que estaba lejos
tierra adentro?; tercero, ¿por qué se detuvieron los trabajos repentinamente, como
demuestran el bloque de la cantera y que esté sin terminar el muro en forma de U
donde se encuentra el trilito?; y cuarta, ¿por qué Baalbek era único?[690]
Esa noche, Urquhart cenó con el emir de Baalbek y le preguntó por quien había
sido construido el inmenso recinto en forma de U. El emir le respondió con un tono
bastante seguro que había habido tres fases de construcción. El trabajo megalítico
Hoy día, con toda la razón, los escépticos cuestionan todo lo que huela a
superstición crédula y creencia fácil. Las tradiciones que tanto emocionaron a
Urquhart, sin embargo, son omnipresentes. Se dice que el propio Noé fue enterrado
en la zona, tras haber retornado allí después del diluvio para vivir hasta el final de sus
días[696]. Según Estfan El Douaihy, patriarca maronita del Líbano entre 1670 y 1704:
Mi respuesta fue:
Tras examinar nuestras propias fotografías del muro del trilito —Santha tomó una
buena cantidad de ellas mientras estuvimos allí—, no quedé convencido por el
argumento de Lohmann. En primer lugar (véase la foto 40), este tambor de columna
no está «escondido bajo la tierra o detrás de algo». Está bien a la vista en la hilada
inferior del muro y destaca como un pegote. Está hecho de una piedra muy
característica, mucho más oscura, y tiene un «aspecto» muy diferente a cualquier
bloque cercano. De hecho, es bastante única. En segundo lugar, en cuanto a la
precisión, no estoy de acuerdo en que el tambor de columna no pueda ser una
reparación árabe. En las fotos 42 y 43 el lector encontrará un ejemplo de otro tambor
de columna que ciertamente es parte de una reparación árabe de los muros de
Baalbek y su precisión es tan buena como la del tambor de columna de la base. La
A su modo, esto es toda una revelación para mí, pues significa —por utilizar una
metáfora inadecuada— que todo el edificio de la cronología arqueológica del llamado
«podio Julio-Claudio» —podio 2— del templo de Júpiter descansa sobre unos
cimientos en los que no existe en absoluto ninguna evidencia cronológica científica.
¡Esto no significa que las fechas de radiocarbono para los yacimientos arqueológicos
no sean problemáticas! Como hemos visto en capítulos anteriores, a menudo son muy
problemáticas…, a no ser que pueda demostrarse, como sucede en el caso de Göbekli
Tepe, que los restos habían «sellados» en un momento concreto y no haya posibilidad
Por otro lado, Lohmann señala que existen templos donde el peristilo está
retrasado del modo en que imagina habría terminado estando en Baalbek si el podio 2
hubiera llegado a completarse; por ejemplo, el templo de Bel en Palmira, el templo de
Zeus en Aizanoi (Turquía) y el colosal templo de Tarsos (Turquía). Escribe:
ESTRELLAS
Adoradores de estrellas
El monumento principal de la Biblos actual es el castillo de las Cruzadas (siglo xii d.
C.) que domina las ruinas de los templos fenicios y romanos. Resulta interesante,
también, que este castillo cruzado, reconstruido y reparado en muchas ocasiones,
Las hazañas de este gran maestro civilizador según quedan recogidas en los
antiguos anales egipcios son, por supuesto, reminiscentes de la misión de esas
compañías de dioses, magos y sabios de quienes los textos de Edfu nos dicen que
«erraron por la tierra» en sus grandes barcos tras la inundación que destruyó sus
tierras ancestrales, buscando conseguir la resurrección del mundo antediluviano. Y el
antagonista, Seth, que aparece en la tradición de Edfu y termina siendo derrotado y
sometido por Horus, también representa un papel clave en el ciclo de mitos de Osiris.
Conjura contra el rey-dios mientras este se encuentra fuera en su misión civilizadora
y a su regreso se las ingenia para asesinarlo con la ayuda, significativamente, de
setenta y dos conspiradores[750]. Se trata de un código, pues, como recordará el lector,
el número 72 se encuentra en el núcleo del ciclo precesional; el número de años
necesarios para que se produzca un movimiento precesional de un grado.
Se nos dice que el cuerpo de Osiris fue colocado en un sarcófago por Seth y los
otros conspiradores y arrojado al Nilo, desde donde la corriente lo lleva al norte y
hasta el mar Mediterráneo. Las olas llevaron la caja hasta la costa del Líbano
Tras descubrir dónde se encontraban los restos de su esposo, Isis embarca hacia
Biblos en un navío, va al palacio y consigue que la nombren niñera de los hijos del
rey. Cuando nadie la observa, se transforma en una golondrina y vuela entorno al
pilar, lamentándose. Al final revela su verdadera identidad y convence al monarca
para que le dé el pilar, de donde saca el sarcófago que contiene el cadáver de su
esposo Osiris y regresa con él a Egipto[752].
Lo que viene después es una larga historia, en la que no tenemos necesidad de
adentrarnos, pero el resultado es la resurrección de Osiris en el cielo como la
constelación de Orión, donde, como dios-estrella, reina sobre el reino de la otra vida,
con su consorte Isis a su lado como la brillante estrella Sirio (llamada Sopdu o Sept
en la antigua lengua egipcia, a menudo transformada en griego en Sothis)[753]. En un
texto que deja especialmente claras estas identificaciones estelares, Isis le habla así a
Osiris:
Y en los Textos de las pirámides leemos, entre muchas recitaciones similares, que
«Osiris ha llegado como Orión»[755]. Otras múltiples referencias también identifican
a los faraones fallecidos con Osiris y con las estrellas de Orión y Sirio, por ejemplo:
E igualmente:
Nos quedamos unas horas más en Biblos. Las excavaciones en la ciudad antigua
se centran en el castillo de los cruzados. Hay una columnata romana; un pequeño
teatro; baluartes fenicios; los restos (poco más que los cimientos) del templo de
Baalat-Gebel, circa 2800 a. C. y dedicado a la diosa patrona de Biblos; y el llamado
templo en forma de L, circa 2600 a. C. (un lago sagrado separaba antaño los dos
edificios). Encima de un podio se yerguen varios obeliscos pequeños y bastos; es el
templo de los Obeliscos, circa 1900-1600 a. C. Aquí se encuentran los restos de la
necrópolis real de los reyes de Biblos, circa siglos xviii-x, pero entremezclada con
todo esto, muy próxima, se encuentra la zona neolítica, que se remonta al 5000 a. C. y
más allá, donde los habitantes de Biblos empezaron a crear suelos de caliza
compactada entorno al 4500 a. C.[766]
Todas estas ruinas y restos están entremezclados de forma promiscua, uno encima
de otro, uno entorno a otro, siglo sobre siglo, milenio sobre milenio, remontándose
hasta la prehistoria y limpiados de forma exhaustiva por los arqueólogos y dejados a
la vista como atracción turística. El yacimiento no me impresiona y, en ausencia del
texto original de Sanjuniatón, en ausencia incluso de la Historia de Filón, más allá de
los fragmentos supervivientes, siento que no hay mucho más que podamos hacer
aquí.
Es el momento de seguir adelante.
Colina de pilares
Desde Beirut a Estambul es un vuelo corto y desde Estambul otro hasta la ciudad de
Sanliurfa, que Santha y yo utilizaremos como base para visitar Harrán, la ciudad de
los misteriosos sabios «adoradores de estrellas», y para regresar a Göbekli Tepe. No
obstante, nuestro primer objetivo no es ninguno de estos lugares. En vez de ello nos
dirigimos a un yacimiento todavía sin excavar que presenta todos los indicios de ser
tan antiguo como Göbekli Tepe y que parece haber estado dedicado al mismo
propósito misterioso. El nombre del yacimiento, cono he sabido por mis
investigaciones previas, es Karahan Tepe; pero conocer su nombre es una cosa,
encontrarlo otra muy diferente.
Figura 45.
Astrónomos en la Antigüedad
Esa noche, de regreso al hotel, estoy trabajando con mi portátil, revisando una pila de
artículos científicos sobre Göbekli Tepe que me he descargado y traído conmigo. La
Después, Magli demuestra que los puntos de aparición de Sirio a lo largo del
horizonte, que también cambian lentamente como resultado de la precesión, parecen
Este es el momento adecuado para lidiar con los argumentos de Klaus Schmidt
(véase el capítulo 1) de que no puede haber ninguna «figura astronómica» en Göbekli
Tepe porque «las constelaciones del zodíaco no fueron conocidas hasta la época
babilónica, 9.000 años después de Göbekli Tepe». No le dije nada sobre esta cuestión
cuando lo entrevisté pues estaba más interesado en escuchar sus opiniones sobre
Göbekli Tepe que en empezar un debate que posiblemente hubiera sido reñido.
Parece claro, no obstante, que Belmonte no está de acuerdo con la posición adoptada
por Schmidt.
Como tampoco, en realidad, el astrónomo e historiador de la ciencia Alexander
Gurshtein, que remonta el primer reconocimiento y bautismo de constelaciones —
sobre todo la Osa Mayor— al 20000 a. C.[778] y un conocimiento más detallado del
zodíaco en la época del 5600 a. C.[779]
No obstante, el arqueoastrónomo Michael Rappenglück remonta los orígenes del
zodíaco todavía más atrás. Ha identificado una representación correcta de la
constelación zodiacal de Tauro pintada hace más de 17.000 años en la habitación de
los toros en la cueva de Lascaux, en Francia[780].
Rompecabezas neolítico
El artículo de Burley se titula «Göbekli Tepe: templos que comunican una antigua
geografía cósmica». Lo escribió en junio de 2011 y lo conocí en la Conferencia sobre
Precesión y Conocimientos de la Antigüedad en Sedona (Arizona) en septiembre de
ese año; intercambiamos un par de correos electrónicos durante 2012, y en febrero de
2013 me pidió que leyera su artículo, que dijo tenía que ver con «evidencias de un
zodíaco en uno de los pilares de Göbekli Tepe». Lo leí, le respondí que lo encontraba
«muy convincente e interesante, con significativas implicaciones» y le dije que me
gustaría publicarlo en la sección de «Artículos» de mi página web. Paul accedió y el
artículo se colgó el 8 de marzo de 2013[789]. Sigue allí, accesible mediante el enlace
que aparece en la nota.
Seguid conmigo y ahora explicaré todo esto. Mientras tanto, continuemos con el
artículo de Burley, porque es su siguiente afirmación la que realmente me mantiene
en pie y prestando atención:
Burley presenta entonces un gráfico que «ilustra el cruce del plano galáctico de la
Vía Láctea cerca del centro de la galaxia, con varias constelaciones familiares cerca».
Un segundo gráfico muestra la misma imagen con el añadido de las antiguas
constelaciones representadas en el pilar:
Nótese que las alas extendidas, el sol, las patas del pájaro y
la serpiente parecen estar orientadas para enfatizar el
camino del Sol a lo largo de la eclíptica […]. La similitud de
los bajorrelieves del cruce de la eclíptica y el ecuador
galáctico en el centro de la Vía Láctea resulta difícil de
rechazar, apoyando la posibilidad de que los humanos
reconocieran y documentaran la precesión de los
equinoccios miles de años antes de lo que generalmente
aceptan los especialistas […]. Göbekli Tepe fue construido
como una esfera simbólica que comunica un muy antiguo
conocimiento del mundo y la geografía cósmica. Por qué este
conocimiento fue intencionalmente enterrado poco después
sigue siendo un misterio.
No comprendí de inmediato lo que Burley estaba diciendo con todo esto; pero sí
lo bastante como para comenzar a mirarlo; por fortuna tengo en mi ordenador un
programa de astronomía —Stellarium— que puede simular los cielos antiguos
teniendo en cuenta la precesión. Más importante todavía, el programa puede
mostrarme el cielo de nuestra propia época y me permite recorrerlo día a día, mes a
mes, hacia delante y hacia atrás a mi capricho, ampliando e inspeccionando cualquier
elemento concreto que me interese. Por lo general estudio los cielos de la
Antigüedad, no los modernos; pero hoy es nuestra época la que tengo que mirar.
O, más bien, no concretamente nuestra época, julio de 2014 mientras estoy
sentado delante de mi ordenador en Sanliurfa, sino un año y medio antes, el solsticio
de invierno de 2012; la muy publicitada «fecha final» (la cual pasó sin causar apenas
un susurro, mucho menos una explosión) del calendario maya.
Figura 47. El cambio precesional desde la era de Piscis a la era de Acuario. Mientras la
posición del sol contra el telón del fondo de las constelaciones zodiacales en el equinoccio
de primavera para de Piscis a Acuario, el solsticio de verano cambiará desde Géminis hasta
Tauro, el equinoccio de otoño desde Virgo hasta Leo y el solsticio de invierno desde
Sagitario hasta Escorpio.
EL LUGAR DE LA CREACIÓN
Pero el buitre y el sol son solo dos aspectos de la compleja imaginería del pilar.
Debajo y un poco a la derecha del buitre hay un escorpión. Encima y a la derecha del
buitre hay un segundo pájaro grande con un largo pico en forma de hoz y, situada
cerca de este pájaro, hay una serpiente con una gran cabeza triangular y su cuerpo
formando una curva. Un tercer pájaro, de nuevo con el pico curvo, pero más pequeño,
con aspecto de pollito, aparece situado entre estas dos figuras; de nuevo a la derecha
del buitre, de hecho, inmediatamente a la derecha de su ala extendida frontal. Debajo
Figura 51. En los kudurru babilónicos (izquierda), las figuras de Sagitario en forma de
hombre-escorpión aparecen representadas con frecuencia con patas y garras de pájaros, lo
que refuerza la identificación del buitre del pilar 43 con Sagitario. En otras
representaciones mesopotámicas (derecha) vemos un segundo escorpión bajo el cuerpo de
Sagitario en una posición similar a la del pilar 43.
Los mayas
Avanzada la noche, mientras trabajo sobre todo eso mi habitación del hotel de
Sanliurfa, mi confianza en la propuesta de Burley continúa creciendo. Una vez se
tiene en cuenta todo el contexto, el buitre que «parece sujetar al sol» en su ala frontal
realmente parece la figura de una antigua constelación que representa el asterismo de
la tetera en la constelación de Sagitario.
Esto, a su vez, saca a la luz la siguiente parte del rompecabezas: ¿cuándo «sujeta
al sol» el buitre/sagitario? Burley deja claro que cree que el momento representado en
el pilar 43 todavía se encontraba lejos en el futuro cuando Göbekli Tepe fue
construido; de hecho, una época situada 11.600 años en el futuro, es decir, nuestros
propios tiempos, la época de 2012. Y llega a esta conclusión porque es solo en la
actualidad, concretamente en el arco de 80 años que hay entre 1960 y 2040, el sol el
21 de diciembre, cuando el solsticio de invierno, no solo se sitúa sobre el ala
extendida del pájaro (es decir, sobre el pitorro de la «tetera» en el concepto moderno
del asterismo), sino también apunta al «bulbo galáctico» y la gran grieta del centro de
la galaxia de la Vía Láctea. De modo que se puede decir que en el pilar 43 aparece
simbolizado un momento astronómico muy significativo.
Es, de verdad, muy significativo, porque se trata también del arco de 80 años (con
el año 2012 situado un poco después del punto medio) que aparece señalado en el
Eliminar lo imposible
Quiero asegurarme de que tengo razón al ver algún tipo de predicción o profecía para
nuestra era, algún tipo de notificación, algún tipo de mensaje, en los relieves del pilar
43. Antes incluso de comenzar a considerar de qué puede hablar ese mensaje, el
primer paso es confirmar que el descubrimiento de Paul Burley es sólido.
Ya estoy convencido de su identificación de Sagitario con el buitre y el disco
sujeto por su ala con el sol. El contexto general de la constelación que lo rodean
también encaja muy bien. No obstante, ¿es posible que los relieves del pilar de
verdad representen la conjunción con Sagitario y el centro de la Vía Láctea, pero en
algún otro momento del solsticio de invierno en los años entre 1960 y 2040?
Evidentemente, el alineamiento del solsticio de invierno ocurre una vez cada
26.000 años, de modo que el 24000 a. C. habría sido visto en Sagitario, apuntando al
centro de la galaxia exactamente igual que ocurre hoy, y esta rara alineación volverá a
suceder de nuevo dentro de 26.000 años, es decir, en el año 28000 d. C. No es
imposible que cualquier hipotético mensaje tenga que ver con estas dos remotas
fechas.
Lo mismo es cierto para el equinoccio de otoño del 9600 a. C. Como por entonces
el sol estaba en la constelación de Acuario, de nuevo muy alejado del alineamiento
con el centro de la galaxia, lo descarto también.
Esto nos deja con los solsticios. El sol se alza al sur del este y se pone al sur del
oeste durante el solsticio de invierno. En el solsticio de verano sale al norte del este y
se pone al norte del oeste. Por lo tanto, en teoría, los alineamientos del amanecer (al
sur del este) durante el solsticio de invierno y los alineamientos de las puestas de sol
(al norte del oeste) durante el solsticio de verano pueden considerarse relevantes para
la orientación norte-oeste a sur-este de Göbekli Tepe.
Como hemos visto, un alineamiento durante el solsticio de invierno que implique
al Sol, Sagitario y el centro de la galaxia puede descartarse para el 9600 a. C., puesto
que tal cosa solo sucede en nuestra época, o en el 24000 a. C., o en el 28000 d. C.
Durante el solsticio de invierno del 9600 a. C. el Sol estaba en Tauro y muy lejos de
estar alineado con el centro de la galaxia. También puede descartarse un alineamiento
Esto puede parecer un dato sin importancia, y los «expertos» en los sabios lo han
ignorado; pero demuestra la continuación de una tradición oculta. La religión y la
cultura egipcias antiguas dejaron de existir cientos de años antes de 1228 d. C. (la
última inscripción en jeroglíficos sagrados data del 394 d. C.), mientras que los
egiptólogos no redescubrieron las evidencias de la naturaleza estelar del «culto» de la
pirámide hasta principios del siglo xx[812]. Por lo tanto, no hay otro medio que no sea
una tradición oculta de que los sabios «adoradores de estrellas» hubieran podido
saber que las pirámides estaban relacionadas con las estrellas o pudieran haber estado
motivados para convertirlas en objeto de peregrinación.
Ah, pero Harrán… Harrán, la fabulosa ciudad de los sabios. En la actualidad es
una humilde ciudad. Construida de adobes, unas pocas de las tradicionales casas en
forma de colmena todavía sobreviven, agrupadas en un centro donde se venden
recuerdos a los turistas. La desvencijada ciudad moderna está situada en medio de
una vasta y desolada llanura con las estribaciones de las montañas del Tauro, azules y
brumosas, amenazantes a 40 kilómetros al norte. Göbekli Tepe se encuentra en unas
de estas crestas y, de hecho, en teoría ambos lugares son visibles el uno desde el
otro[813]; en otras palabras, si tu vista es lo bastante buena, puedes ver Göbekli Tepe
desde Harrán y viceversa.
Lo que en la Antigüedad habría hecho esa vista más sencilla, habría sido una alta
torre aneja al templo que antaño estuvo allí; un templo dedicado a Su-En (por lo
general contraído como Sin), el dios luna de los sabios[814]. Tras decirnos que «en
este templo había poderosas imágenes», el filósofo griego Libanio (314-394 a. C.)
describe la torre, señalando que «desde su parte superior uno puede ver toda la
llanura de Harrán»[815].
El templo del dios de la Luna ya era tremendamente antiguo en el i milenio a. C.,
cuando sabemos por inscripciones que necesitó de varias restauraciones. Por ejemplo,
sabemos que los reyes asirios Salmeneser III (858-824 a. C.) y Asurbanipal (685-627
a. C.) llevaron a cabo en él reparaciones. Posteriormente, Nabónido, que gobernó el
Mientras leo estos pasajes, situados antes del diluvio, cuando la gente del Líbano
y la antigua Turquía seguían en un estadio cazador-recolector, cada vez me parece
más y más evidente que Enoc es una figura chamánica. Y, como todos los chamanes,
en todas partes, en todos los tiempos y lugares, concede gran importancia a las
visiones, que en este caso vienen en forma de sueños recibidos cuando estaba
«dormido». Con todo, lo interesante es que cuando se despierta de su estado
visionario es capaz de dirigirse a un lugar físico real en el monte Hermón, donde se
encuentran los vigilantes malos, y hablar con ellos cara a cara:
Y narré ante ellos todas las visiones que había visto dormido,
y comencé a hablar las palabras de rectitud, y a regañar a
los vigilantes celestiales[856].
¿Acaso esto no sugiere, de un modo muy evidente, que los malos vigilantes son
seres físicos? No sé lo que son los vigilantes buenos, porque solo se le aparecen a
Enoc en sueños. Es muy posible que sean reales a cierto nivel. Los lectores de mi
libro Supernatural, que trata sobre el chamanismo, conocen mi opinión de que, en un
estado alterado de consciencia (incluidos el del sueño), el «receptor de ondas» del
cerebro puede sintonizarse de nuevo, permitiéndonos establecer contacto con otras
dimensiones de la realidad[857]. Pero en la historia de Enoc los vigilantes malos han
de ser reales —reales en el plano terreno de la existencia física—, porque cuando se
despierta es capaz de trepar al monte Hermón y regañarlos.
También hemos de tener en cuenta la posibilidad de que los vigilantes malos —
quienesquiera o lo que quiera que sean— puedan de hecho no ser malos. Todo lo que
podemos decir es que son considerados malos y representados como tales en los
sueños-visiones de Enoc. Una posibilidad que debemos de no obviar, junto a la de
que el Libro de Enoc no sea sino un antiguo libro de ficción fantástica, es que los
encuentros de Enoc con los vigilantes «malos» tuvieran lugar en realidad y que este
los odiara por los cambios que estaban intentado introducir en el modo de vida
cazador-recolector de su gente. En ese caso, puede que la regañina que les imparte,
transformada por sus subconsciente en algo venido de los vigilantes buenos, solo esté
expresando sus profundamente enraizadas opiniones, las de un viejo chamán
3.000 codos equivale a 1.371 metros. Por tanto, cualquiera que sea la verdad que
pueda haber tras el relato, lo cierto es que el anciano chamán enfadado la está
embelleciendo fantásticamente en su apuesta por desacreditar a los vigilantes. La
posibilidad de mujeres humanas dando a luz a bebés que luego crecerían hasta tener
más de un kilómetro de altura es bien absurda. No obstante, nos trae de nuevo al
familiar territorio bíblico; de hecho, a uno de los pasajes más conocidos del libro del
Génesis, que dice:
Esta es la versión de la Biblia del rey Jaime (he añadido las cursivas al final), pero
otras traducciones ponen la palabra original nefilim, que la versión mencionada
traduce como «gigantes»:
Las cosas comienzan a quedar algo más claras. Un grupo de ángeles malos,
«vigilantes del cielo», han llegado a la tierra —«descendieron», concretamente, en el
monte Hermón del Líbano—, transfirieron alguna tecnología, se aparearon con
Está claro que Heiser tiene razón en esto, porque, como él mismo señala, hay un
pasaje posterior en el Antiguo Testamento, en Números 13, donde la palabra nefilim
vuelve a aparecer. Se trata de miles de años después del diluvio, de hecho, en el
período histórico, ciertamente no después del 1200 a. C., cuando los israelitas
penetraron por primera vez en Canaán tras el éxodo de Egipto. Exploradores
avanzados informaron a Moisés:
El contexto no deja lugar a la duda sobre que los nefilim son gente de «gran
talla», las referencias a ellos como «gigantes» en la Biblia del rey Jacobo y otras
versiones tienen, por tanto, completo sentido, y la «traducción» que ofrece Sitchin es
evidentemente falsa. ¿Sabía que era falsa incluso mientras la utilizaba en sus libros?
No cabe la certeza, porque como Heiser demuestra a continuación, el conocimiento
que tenía Sitchin de las lenguas bíblicas era tan escaso como para no diferenciar
siquiera entre arameo y hebreo[876]. Heiser cree que la noción de que los nefilim eran
seres «descendidos del cielo», o que «bajaron del cielo», fue utilizada por Sitchin
Emisarios
Tras esta breve excursión por los cimientos del culto a los nefilim de Sitchin,
regresemos a los vigilantes y a quiénes y qué pudieran haber sido.
La condena que de ellos hace Enoc por «fornicar» con mujeres humanas
encuentra su contrapartida en el Génesis, donde, si bien no se los nombra, son
claramente «los hijos de Dios» que «vieron que las hijas de los hombres eran bellas; y
tomaron como esposas a todas las que escogieron». La historia de lo que sucedió
después solo se conserva en Enoc, donde se nos lleva a entender que los vigilantes:
Aquí tenemos, por tanto, el origen de la adoración de estrellas de los sabios, que
se remonta a los misteriosos vigilantes —quienesquiera que fueran, lo que quiera que
fueran—, asentados en Oriente Próximo en época antediluviana, enseñaron a nuestros
antepasados conocimientos prohibidos, quebrantaron algún mandamiento
fundamental al aparearse con mujeres humanas y, como resultado, fueron recordados
como los responsables del gran cataclismo global que fue el diluvio.
¿Fueron estos vigilantes los emisarios de una civilización perdida de la Edad del
Hielo? ¿Quizá una civilización tan avanzada con respecto a los cazadores-
recolectores del Paleolítico Superior, que representaban la mayoría de la población
del mundo en esa época, como lo está hoy nuestra civilización de las tribus aisladas
de la selva del Amazonas? Evidentemente, cuando digo «adelantada» no me refiero a
valores morales o espirituales, sino solo a tecnología, técnica y conocimientos. Dado
que en el siglo xxi siguen existiendo semejantes discrepancias, en principio no veo
motivo para que no hayan existido en la remota época anterior al gran cataclismo del
Dryas Reciente, situado entre el 10800 y el 9600 a. C.
Siguiendo en esta línea de especulación, ¿podría haber habido algún tipo de
acercamiento antes de esos cataclismos?
¿Un programa de acercamiento muy cuidadoso, considerado y estructurado para
observar, estudiar —en otras palabras para vigilar— a las poblaciones de cazadores-
recolectores, pero sin mezclarse con ellas, ni entrar en los complicados enredos de las
relaciones sexuales y familiares con ellos y, sobre todo, sin transferirles ninguna
tecnología?
Uno se puede imaginar que un grupo actual de antropólogos y científicos
enviados para estudiar una tribu amazónica hasta entonces desconocida podría estar
condicionado por limitaciones semejantes; pero imaginemos que alguno de ellos no
estuviera de acuerdo. Supongamos que algunos de ellos se «volvieron nativos», como
Figura 58. El triángulo rectángulo 3:4:5 oculto en el seno de la cámara del rey de la Gran
Pirámide.
Figura 59. La Gran Pirámide contiene codificadas las dimensiones de nuestro planeta a la
escala procesional de 1:43.200. La altura del monumento multiplicada por 43,200 nos da el
radio polar de la Tierra, y el perímetro de la base multiplicado por 43,200 nos da la
circunferencia ecuatorial de la Tierra, en ambos casos con errores mínimos.
Yo iría más allá y diría que sin duda los «adoradores de estrellas» sabios de
Harrán estaban haciendo astronomía. Y, dada las evidencias que hemos revisado en
los capítulos 14 y 15 respecto a los precisos cálculos de la precesión realizados por
los constructores de Göbekli Tepe —tan precisos que fueron capaces de crear una
imagen simbólica del cielo del solsticio de invierno en nuestra propia época, 11.600
Thabit ibn Qurra (839-901 d. C., nacido también en Harrán) habría tenido poca
paciencia con expresiones cargadas de implicaciones como «idolatría estelar», que
buscan situar el «paganismo» de los sabeos a un nivel inferior que el mortal, a
menudo intolerante, estrecho de miras y acientífico monoteísmo clerical de religiones
como el cristianismo, el judaísmo y el islam. Thabit era muy consciente de que,
subyacentes a las antiguas prácticas sabias, mal interpretadas por esas religiones
jóvenes como «idolatría estelar», había de hecho ciencias exactas de gran beneficio
para la humanidad, por lo cual escribió:
Como su padre, Harun al-Rashid, famoso por Las mil y una noches, al-Mamun
pertenecía a un linaje de califas eruditos y de mentalidad abierta. No obstante, en el
siglo xi, cuando el último templo del dios Luna de Harrán fue finalmente destruido,
una nueva facción mucho menos tolerante se había hecho con las riendas del islam y
la supresión de «la religión pura» de los sabeos comenzó en serio. Sabemos que
continuaron realizando peregrinaciones a Guiza hasta el siglo xiii; pero después
desaparecen de la historia y, si bien algunos especialistas tienen la sensación de que
elementos de su fe sobreviven entre sectas como los mandeos y los yazidis de
Irak[916] (quienes a su vez han sido sometido a una intensa persecución islámica en
época moderna), en la actualidad parecen no haber quedado restos de los sabios.
Excepto por un tentador e intrigante pensamiento.
El libro sagrado de los sabios era la compilación de textos que hoy conocemos
como los Hermetica[917], una copia de los cuales encontró su camino del modo más
misterioso hasta las manos de Leonardo de Pistoia, un agente de Cosme de Médici,
fundador de la dinastía política de ese nombre en Florencia. Era 1460 y Pistoia estaba
viajando entonces por Macedonia; pero de inmediato regresó a Florencia con el
tesoro de antigua sabiduría que había comprado. Con igual rapidez, Cosimo ordenó a
su hijo adoptado, Marsilio Ficino, que pospusiera la traducción de las obras
completas de Platón, la cual acababa de comenzar, y tradujera en cambio los
DISTANCIA
MONTAÑA
Figura 60.
Su conclusión fue que los bloques habían sido sometidos a un calor intenso entre
el momento en el que fueron extraídos y en el momento en el que fueron colocados
en el muro, y que este calor fue suficiente para reducir los fósiles a una estructura de
grano-fino indeterminada:
Misión civilizadora
Durante los días siguientes, Jesús Gamarra me muestra más evidencias que apoyan su
teoría. De hecho, ahora que he comprendido su razonamiento, veo ejemplos por todas
El valle sagrado
Si el foco en Coricancha es el delicado trabajo megalítico que Gamarra asocia con el
período Uran Pacha, en la zona hay otras muchas estructuras que él considera Hanan
Pacha; es decir, la fase más antigua de la civilización andina, donde el trabajo de la
piedra es por completo megalítico. Algunos grandes afloramientos de roca madre han
sido tallados con extraños conjuntos de escalones, terrazas y nichos. En Qenko, uno
de tales afloramientos situado un poco más allá de Sacsayhuamán, hay muchos surcos
similares a serpientes y canales que recorren hacia abajo los laterales de una cópula
mística repleta de cuevas, repisas, pasajes y nichos ocultos. En la cima, de nuevo
tallada —o moldeada— en la roca hay una protuberancia coronada por una
achaparrada punta doble. También se ven los contornos de varios animales —un
puma, un cóndor, una llama— y más terrazas y escalones que conducen a ningún
lado.
Déjà vu
Al salir de Perú camino de Bolivia nos detenemos en la ciudad de Puno, a orillas del
lago Titicaca, a 3.812 metros sobre el nivel del mar, y desde allí al día siguiente
conducimos 22 kilómetros hacia el sur, hasta una dramática colina a una altura de
4.023 metros sobre la cual se encuentra perchado el yacimiento arqueológico de
Cutimbo. La principal característica del yacimiento —varias torres altas, algunas
circulares, otras cuadradas, conocidas colectivamente como chullapas— es visible
desde la carretera. Se cree que fueron construidas como tumbas para la nobleza de
Ciudad de Viracocha
Cruzar la frontera desde Perú hacia Bolivia es todo un desafío en el que hay que
sortear trabas burocráticas y largas colas; pero cerca se encuentran la
encantadoramente llamada ciudad de Copacabana y un confortable hotel que se
asoma al lago Titicaca. Si tuviéramos más tiempo, desde aquí visitaríamos las islas
del Sol y de la Luna en un barco; pero ya hemos estado allí a menudo antes y no son
el objetivo de nuestro viaje. Es Tiahuanaco, arriba en el altiplano, a 3.885 metros de
altitud, cerca de la orilla sureste del lago gigante, a la que tenemos ganas de regresar.
Los arqueólogos ortodoxos fechan Tiahuanaco en el período entre el 1580 a. C. y
el 724 d. C., pero tanto en Las huellas de los dioses como en Heaven’s mirror he
sostenido que al final podría demostrarse que es muchos miles de años más antiguo.
Hasta ahora, menos del 2 por ciento del yacimiento se ha excavado y creo probable
que nuevas excavaciones fuercen un cambio en el paradigma arqueológico. Quizá sea
un signo de cosas por venir el hecho de que, el 27 de marzo de 2015, el boliviano
Centro de Investigaciones Arqueológicas y Antropológicas de Tiahuanaco informara
de que una prospección realizada con georradar ha revelado la existencia de una
«pirámide enterrada» completa en una zona hasta entonces sin excavar del
yacimiento, junto a «varias anomalías subterráneas» que se cree que son monolitos.
Para saber más sobre estas misteriosas estructuras se ha puesto en marcha un
programa de excavación de cinco años[948].
Si fue copiado del natural no tiene por qué ser tan viejo, pues como vimos antes,
el Cuvieronius sobrevivió en Sudamérica hasta hace 6.000 años. Por otro lado, la
mayoría de las especies emparentadas de mastodonte se extinguieron durante el
Dryas Reciente, hace entre 12.800 y 11.600 años atrás.
El Kalaysasaya es un espacio abierto inmenso en gran parte vacío; pero en él hay
dos estatuas a las que quiero echarles otro vistazo, el monolito de Ponce, llamado así
por Carlos Ponce Sanginés, el «padrino» de la arqueología boliviana, y El fraile, una
versión más pequeña y ligeramente diferente realizada con el mismo estilo general.
Lo sorprendente de ambos es la posición de las manos, con los dedos casi
tocándose sobre el vientre: virtualmente idéntica a la posición de las manos en los
pilares o el poste tótem de Göbekli Tepe. No obstante, las figuras de Tiahuanaco,
como los apkallu mesopotámicos, llevan objetos en las manos; no un cono y un cubo,
sino, como ha demostrado el arqueólogo y etnobotánico Constantino Manuel Torres,
cajas de «rapé» para consumir polvos DMT alucinógenos del Amazonas[949].
Es un recordatorio de que la Amazonia, con su desenfrenada y exuberante vida,
no se encuentra muy lejos de aquí, las frías y austeras tierras altas del Altiplano.
Cuando buscamos los restos de una civilización perdida que antaño quizá estuviera
diseminada por el globo, posiblemente no sea el primer lugar en el cual a uno se le
ocurriría mirar; pero estas densas junglas esconden muchas cosas y recientes talas
han revelado los restos de ciudades antiguas, megalitos, movimientos de tierra
gigantescos y suelos enriquecidos por un misterioso proceso que los mantiene fértiles
durante miles de años[950].
Lo que también está claro es que un legado de capacidades científicas de alto
nivel, heredadas de algún sitio, fue pasando de generación en generación de
chamanes. La creación de una droga psicodélica con DMT —una mezcla, ayahuasca,
de dos plantas que por sí solas no son drogas psicodélicas activas oralmente— es un
En otras palabras, con su piel blanca y sus barbas los españoles despertaron un
antiguo recuerdo tribal, pasado de generación en generación, de héroes civilizadores
que habían llegado a los Andes en la más remota prehistoria y enseñado a la gente de
allí técnicas agrícolas, arquitectónicas e ingenieriles.
¿Y qué hay del propio Kon-Tiki Viracocha? ¿Qué sucedió con él?
Parece que tras su misión civilizadora en las Américas:
OCÉANO
En el mito griego del diluvio universal, enviado por Zeus para castigar a la
humanidad por su maldad, los únicos supervivientes son Decaulión y Pirra. Su arca
acaba varada en el monte Parnaso, muy por encima de Delfo, un lugar considerado
durante toda la Antigüedad como el «ombligo de la tierra»[957]. Del mismo modo en
que en Egipto Heliópolis poseía el sagrado Benben, una piedra betilo caída del cielo
(véase el capítulo 11), así poseía Delfos un betilo, denominado onfalos, o «piedra
ombligo». En la mitología griega era identificado específicamente con la piedra que
había sido entregada al monstruoso dios-tiempo Cronos —quién devoró a sus propios
hijos— para que se la comiera en lugar del niño Zeus. Cuando Zeus alcanzó la edad
adulta, se vengó de Cronos «llevándolo desde el cielo a las profundidades mismas del
universo», tras haberlo obligado primero —una imagen que hace pensar en la cola de
escombros de un cometa— a vomitar la piedra[958]. «Aterrizó en el centro mismo del
mundo, en el santuario de Delfos»[959].
Vimos en el último capítulo que el nombre «Cuzco», la ciudad megalítica de los
Andes peruanos, significa «el ombligo de la Tierra». A más de 4.000 kilómetros al
suroeste, cruzando el océano Pacífico, el nombre antiguo de la isla de Pascua, Te-
Pito-O-Te-Henua, también significa «el ombligo de la Tierra»[960]; lo cual, a su vez,
tiene afinidades con el antiguo nombre de Tiahuanaco, Taypicala, «la piedra en el
centro»[961]. De hecho, en el borde de la bahía de La Peruse de la isla de Pascua hay
Figura 68. La isla de Pascua y su entorno (según Eric Gaba. Wikimedia Commons).
La misma solución —la isla de Pascua como parte de una masa terrestre mucho
mayor— explicaría también otro rompecabezas muy diferente, que no es otro sino la
escritura Rongo Rongo[983]. Es algo sin precedentes en la historia humana que un
sistema de escritura completamente desarrollado sea inventado y utilizado por una
pequeña y aislada comunidad isleña. No obstante, la isla de Pascua tiene su propia
escritura, ejemplos de la cual, la mayoría incisos en tablas de madera, copias, de
copias, de copias de originales mucho más antiguos ya perdidos, fueron recogidos en
el siglo xix y encontraron su camino a varios museos de todo el mundo. En la propia
isla no queda ninguna y ni siquiera en la época en la que fueron recogidas había ya
isleños que fueran capaces de leerlas. Hasta ahora, la escritura sigue sin descifrar;
otro más de los muchos enigmas de esta isla de misterio.
Se trata de una historia romántica y, quién sabe, puede que haya algo de cierto en
ella. Es verdad que ningún intento por descubrir los misteriosos orígenes de la
civilización humana puede permitirse el lujo de ignorar el rápido hundimiento de
Sondalandia, que era fértil, además de estar bien irrigada por cuatro sistemas fluviales
principales, antes de quedar inundada[990]. Por este motivo, y porque gran parte de la
inundación tuvo lugar hace unos 11.600 años, precisamente la fecha que Platón da
para el hundimiento de la Atlántida, nuestro compañero de viaje, el geólogo Danny
Natawidjaja, cree que Indonesia es la Atlántida[991] y ha realizado tantos esfuerzos
para investigar la extraordinaria pirámide megalítica de Gunung Padang.
Gunung Padang, donde estuve por primera vez en diciembre de 2013 (descrito en
el capítulo 2) se encuentra a 120 kilómetros al norte y al final del viaje allí
retornaremos. Antes de hacerlo, sin embargo, hay un yacimiento más que quiero ver.
Se llama Tugu Gede, cerca del poblado de Cengkuk, a 20 kilómetros montaña
adentro de los picos que se encuentran al norte de Pelabuhan Ratu.
Partimos por la mañana siguiendo otra de esas escarpadas y ligeramente
alarmantes carreteras de las que tantas hay en Indonesia, pero el viaje vuelve a
merecerlo. Fuimos en coche todo lo que este nos permite, y luego realizamos una
larga caminata, primero atravesamos un poblado en medio de plantaciones de
plátanos y después un bosque bastante denso, para acabar llegando a un claro místico
No estoy afirmando que el caso haya quedado decidido ya; es posible, o no, que
los jeroglíficos de Gosford sean una falsificación; mucho trabajo resta por hacer para
zanjar la cuestión. No obstante, lo que intento mostrar es que el uso de asunciones a
priori por parte de los arqueólogos ortodoxos sobre lo que sucedió en el pasado como
motivo para no realizar investigaciones de amplio alcance sobre lo que realmente
sucedió en el pasado es mala erudición. Desde mi punto de vista, por lo tanto, en vez
de sencillamente descartar la posibilidad de que los antiguos egipcios pudieran haber
llegado o no a las Américas, y también a Indonesia y Australia, deberíamos
preguntarnos por qué, y durante qué período de tiempo, podrían haber realizado tal
viaje. En concreto, me pregunto si es posible que la tradición de una tierra ancestral
de los dioses hundida bajo las aguas en algún punto del este que con tanta insistencia
se expresa en los textos de la construcción de Edfu puede estar conectada con este
misterio.
En concreto, ¿podría ser Indonesia, en tiempos parte del continente del sureste
asiático y rota en más de 13.000 islas por una cataclísmica elevación del nivel del
mar a finales de la Edad del Hielo —quizá sobre todo Java, con sus 45 volcanes
activos—, haber estado asociada en el pensamiento egipcio con la «isla de fuego»,
que R. T. Rundle Clark describe como «la mística tierra de origen más allá del
horizonte»?[996].
El tiempo dirá, pero los auspicios no parecen buenos y, mientras Los magos de
los dioses va a imprenta, me temo que el peso muerto de la arqueología ortodoxa
haya prevalecido de nuevo, en lo que parece una estrategia deliberada para
impedirnos saber la verdad sobre nuestro pasado. En Gunung Padang, bajo los
estratos fechados aproximadamente hace entre 7.000 y 10.000 años atrás, hay estratos
más antiguos todavía de edificaciones humanas. Estos estratos, todavía sin excavar,
todavía sin explorar, identificados solo por testigos de tierra y equipo de detección
remota, se remontan a antes del cataclísmico episodio del Dryas Reciente (hace entre
12.800 y 11.600 años atrás) y penetran profundamente en la última Edad del Hielo,
cuando la civilización perdida todavía era próspera; una civilización perdida que solo
conocemos por mitos y tradiciones, y por las obras de sus supervivientes mientras
intentaban recrear «el antiguo mundo de los dioses».
Indonesia tiene que encontrarse entre los candidatos más verosímiles de todo el
planeta para ser la tierra ancestral en la que esa civilización pudo haber evolucionado
y llegado a la madurez. Algo al respecto de lo cual varios investigadores serios, entre
ellos Danny Natawidjaja y el profesor Arysio Santos, han presentado evidencias de
que Platón ha sido mal comprendido en cuanto al emplazamiento de la Atlántida en el
océano Atlántico[1008]. Todas las claves, sostienen, apuntan realmente al este y sitúan
la civilización perdida entre los océanos Índico y Pacífico; es decir, en el punto
exacto que antaño ocupara el hundido continente de la Edad del Hielo de
Sondalandia, del cual las islas indonesias son los restos que sobreviven. La corriente
principal de la arqueología sigue por completo opuesta a la noción de cualquier
civilización perdida con el nombre que sea, sin importar que se diga esté localizada
en el este o el oeste. No obstante, soy de la opinión de que ya hay bastantes «rarezas
destacadas» de la Antigüedad en torno a Indonesia como para poner en cuestión ese
modo de pensar. Unos pocos ejemplos:
Si evidencias como estas, que reescriben la historia humana, han permanecido sin
descubrir en Indonesia hasta fechas tan recientes, ¿cuánto más permanece aún sin
descubrir y por qué el siguiente golpe de pala de los arqueólogos no va a poder
descubrir una civilización hasta entonces desconocida? Debido a la vasta pérdida de
territorio sufrida por toda la región como resultado de una elevación de más de 100
metros del nivel del mar a finales de la Edad del Hielo, todo es posible. Por eso
Gunung Padang es tan importante. Y lo más importante de todo, quizá, sea la
inmensa cámara identificada por el georradar y otras técnicas de detección remota
que descansa en el seno de la pirámide, a entre 21 y 27 metros de profundidad.
¿Es la Cámara de los Registros de la civilización perdida?
Una vez más, solo el tiempo lo dirá…
La señal
Ciertamente, esa influencia está presente en Borobudur, un templo-pirámide formado
por 1,6 millones de sillares de andesita volcánica[1013], construido a lo largo de
cincuenta años, desde el último cuarto del siglo viii hasta el primer cuarto del siglo xi
d. C.[1014] No hay inscripción dedicatoria y, de hecho, casi ninguna inscripción de
ningún tipo[1015]. No obstante, es indudable que se trata de un monumento budista; un
hecho del que uno puede difícilmente dudar, pues sus hectáreas de relieves
exquisitamente bellos están dedicados en su mayor parte a historias de la vida de
Buda. Dentro del pensamiento budista, ha de ser considerado como:
En este recorrido en el sentido de las agujas del reloj, mientras vas subiendo
gradualmente desde la tierra al cielo, pasas ante 504 estatuas de Buda de tamaño
natural, de las cuales 432 se encuentran en las terrazas escalonadas cuadradas y las
otras 72 en las tres terrazas circulares de la cima que rodean la gran estupa central.
Además, cálculos del camino correcto del peregrino por entre las cuatro galerías de
bajorrelieves han demostrado que la dirección del camino:
El lector se dará cuenta enseguida, como hice yo cuando llevé a cabo mi recorrido
por Borobudur, que con esas cifras volvemos de nuevo al misteriosamente insistente
y universal código numérico descrito en capítulos anteriores. Este código, como
hemos visto, se basa en el fenómeno difícil de observar de la precesión de los
equinoccios, que se desarrolla a razón de un grado cada 72 años y hace que el sol
equinoccial sea alojado sucesivamente por cada constelación del zodíaco durante
2.160 años y fue utilizado para hacer de la Gran Pirámide de Guiza un modelo de
nuestro planeta a escala 1:43.200.
Su presencia en Baalbek y en Göbekli Tepe, y ahora en Borobudur, así como en
mitos y tradiciones de todo el mundo, solo puede ser explicada por una influencia
común y remota manifestada en todos esos lugares y formas; esa «casi increíble»
civilización identificada por Giorgio de Santillana y Hertha von Dechend, «la primera
que se atrevió a comprender el mundo como creado de acuerdo a números,
dimensiones y pesos»[1018].
Mi intuición me dice, como ya he sugerido en varios momentos a lo largo del
libro, que la civilización perdida pretendía mandar una señal al futuro —de hecho, a
nosotros, en el siglo xxi— y que la onda portadora de esta señal es el código
precesional.
Dos sistemas diferentes se utilizaron para asegurar la supervivencia de la señal a
lo largo del tiempo.
El primero fue incluirla en mitos y leyendas, así como en preceptos matemáticos
y arquitectónicos que serían transmitidos y renovados una y otra vez por las
diferentes culturas que los recibieron, ampliando de este modo la señal y permitiendo
que permaneciera intacta durante miles de años. Incluso si aquellos por cuyas manos
y mentes pasaba la señal ya no comprendían su significado, el peso de la tradición
sagrada, envejecida por el paso del tiempo, se aseguraba de que continuaban
transmitiéndola y que harían todo lo posible por mantenerla libre de interferencias.
El segundo fue que la señal se expresó físicamente en ciertos yacimientos
megalíticos. Algunos ocultos a plena vista, como el complejo de Guiza, que culturas
sucesivas continuaron trabajando y perfeccionando durante miles de años según el
canon «divino». Otros fueron enterrados en el suelo; cápsulas del tiempo como
Mead encuentra en ello un eco de la antigua convicción «de que hubo períodos
alternos de destrucción por fuego y agua, y de renovación»[1021]:
Hay más en los Hermetica relacionado con esta cuestión y, de forma bastante
específica, un recordatorio de los Libros de Thot, de su creación por el propio Thot-
Hermes y de su propósito:
CONCLUSIÓN
Más de dos mil mitos de diluvio llegados hasta nosotros del remoto pasado son
inquietantemente consistentes en muchos puntos, y en uno en concreto: el cataclismo
no fue un accidente casual, se nos dice; lo provocamos nosotros con nuestro
comportamiento.
Nuestra arrogancia y crueldad hacia los demás, nuestras disputas y la maldad de
nuestros corazones enfadaron a los dioses. Dejamos de alimentar el espíritu. Dejamos
de amar y cuidar la tierra y dejamos de considerar el universo con temor reverencial y
maravilla. Deslumbrados por nuestro propio éxito, olvidamos cómo llevar nuestra
prosperidad con moderación.
Así sucedió, nos dice Platón, con los antaño generosos y buenos ciudadanos de la
Atlántida, que en épocas anteriores poseían «una cierta grandeza de mente y trataron
a los caprichos de la fortuna y el uno al otro con sabiduría y paciencia», pero que
terminaron hinchados de arrollador orgullo por sus propios logros y cayeron en un
extremo materialismo, avaricia y violencia:
¿No resulta evidente que si alguna vez ha habido alguna civilización que reúna
todos los criterios mitológicos de la siguiente civilización perdida —una civilización
que cumpla todos los requisitos— es la nuestra? Nuestra contaminación y abandono
del majestuoso jardín de la Tierra, nuestra violación de sus recursos, nuestro abuso de
los océanos y las selvas, nuestro miedo, odio y sospecha de los demás multiplicados
por un centenar de amargos conflictos regionales y sectarios, nuestra consistente
plusmarca de permanecer inactivos y no hacer nada mientras millones sufren, nuestro
racismo ignorante y estrecho de miras, nuestras religiones exclusivistas, nuestra falta
de memoria para con nuestros hermanos, nuestro belicoso chauvinismo, las
espantosas crueldades que nos permitimos en nombre de la patria, la fe o,
sencillamente, la codicia, nuestra producción y consumo, obsesivos y competitivos e
impulsados por el ego de bienes materiales, y la creciente convicción de muchos,
alentada por los triunfos de la ciencia material, de que la materia es todo lo que hay
—de que no hay nada como el espíritu, de que solo somos un accidente de la química
Sin embargo, junto con tantos otros recuerdos que parecen retornar a una
avanzada civilización de antigüedad prehistórica, sabemos que a su debido tiempo los
«antepasados» se volvieron arrogantes y orgullosos y excedieron sus límites, de tal
Resulta interesante destacar el mecanismo utilizado por los dioses para mantener
a nuestros antepasados en su sitio, según lo describe el Popol Vuh:
Una inundación fue traída por el corazón del cielo […]. Una
pesada resina cayó del cielo […]. La cara de la tierra quedó
oscurecida y lluvia negra calló durante el día y la noche […]
[1032]. Las caras del Sol y la Luna quedaron cubiertas […]
[1033]. Hubo mucho granizo, lluvia negra y frío
indescriptible…[1034]
Todos estos fenómenos reflejan de forma muy precisa la compleja naturaleza del
cataclismo que afectó la Tierra hace 12.800 años al comienzo de la época fría del
Dryas Reciente, cuando, como ya hemos visto a partir de la gran cantidad de
evidencias presentadas en la parte ii, muchos científicos tienen ahora la seguridad de
que la Tierra fue golpeada por varios fragmentos grandes de un cometa gigante que se
desintegraba.
Soy de la opinión, de hecho es el motivo por el cual he escrito este libro, de que
tenemos que prestar atención a dichos relatos y a los detalles universales que los
unen, ya nos lleguen desde México, desde Perú, desde la isla de Pascua, desde
Mesopotamia, desde el antiguo Egipto, desde la antigua Canaán o desde Turquía.
Resulta intrigante, por ejemplo, contra el telón de fondo de la inundación y el
cataclismo que describe, que el Popol Vuh haga mención a «hombres-pez»[1035],
exactamente como los apkallu de Mesopotamia («que tenían todo el cuerpo de un
pez, pero por debajo unida a la cabeza del pez había otra cabeza, humana, y unidos a
la cola del pez, pies como los de un hombre)[1036]. Exactamente igual que los apkallu,
esos hombres-pez mencionados en las tradiciones de los antiguos mayas que poseían
poderes mágicos e “hicieron muchos milagros”[1037].
Por lo tanto, quizá no resulte sorprendente que Quetzalcóatl, la Serpiente
Emplumada, el traedor de civilización, que en el Popol Vuh aparece con el nombre de
Gucumatz[1038], se encuentre representado, como vimos en el capítulo 1, en una
¿Suena a alarmismo sugerir que el cometa recordado en este, y tantos otros mitos
y tradiciones de todas las partes del globo, puede estar a punto de organizar su «gran
retorno»?
¿Estoy leyendo demasiado en recónditos monumentos y calendarios antiguos y en
el hecho de que por todas partes, universalmente, en todas las culturas, los cometas
siempre hayan sido considerados con miedo y odio y como augurios de una muerte y
destrucción inminentes?
No estoy seguro de cuál es la respuesta a esas preguntas. Desde mi punto de vista,
como padre y abuelo preferiría mucho más que no hubiera tal peligro; pero, al mismo
tiempo, si este existe, sería insensato esconder nuestras cabezas bajo el ala y
pretender que no hay nada de lo que preocuparse y que no se necesita realizar
ninguna acción. Por lo tanto, me veo obligado a señalar que los últimos
descubrimientos de la ciencia a este respecto están en completo acuerdo con la
antigua sabiduría.
¿Planes secretos?
Una gran resistencia tendrá que vencerse para que semejante investigación pueda ser
organizada… y por los mismos motivos que James Kennett, Allen West, Richard
Firestone y otros investigadores de primera fila sobre los impactos del Dryas
Reciente se han encontrado con la resistencia de sus colegas gradualistas y
«uniformitarianistas». Como ha comentado Kennett, la hipótesis del impacto del
Dryas Reciente desafía los paradigmas existentes en una amplia variedad de
disciplinas; no solo la arqueología, sino también la paleontología, paleoceanografía,
paleoclimatología y la dinámica de impactos[1042].
Resulta inevitable que cuando uno presenta nuevas evidencias que meten el dedo
en tantas llagas diferentes se encuentre oposición. No obstante, las guerras de poder
académicas son una cosa, mantenernos a todos en la oscuridad sobre un peligro real
que amenaza el futuro de la humanidad, simplemente porque el reconocimiento de tal
peligro requiere que algunos especialistas abandonen unas posiciones largo tiempo
adoptadas, es otra muy distinta.
No obstante, eso es justamente lo que parece estar sucediendo en los ataques
ideológicos, camuflados como críticas genuinas, que se han realizado al trabajo de
Kennett. West, Firestone y otros; ataques que, como vimos en la parte ii, han sido
repetida y ampliamente refutados; pero que se puede esperar continúen mientras el
territorialismo corto de vista prevalezca en la ciencia sobre valoración racional de
nuevas e inquietantes evidencias que, en el caso del cometa del Dryas Reciente, son
por completo convincentes.
Y puede que haya más que una mera guerra de poder académica; de hecho, algo
que se parece mucho más a una conspiración para ocultar verdades desagradables.
Mientras investigaba para Los magos de los dioses intercambié varios correos
electrónicos con Allen West, pues quería comprobar algunos datos y él es el miembro
del equipo citado como autor con el que mantener correspondencia en la mayoría de
los artículos científicos sobre el impacto del Dryas Reciente. Nuestra discusión se
volvió muy amplia y en un momento dado escribió:
El viajero oscuro
Ya hace mucho, en 1990, antes de que se hubiera descubierto ninguna evidencia
física o geológica de los impactos del cometa del Dryas Reciente, el astrofísico Victor
Clube y el astrónomo Bill Napier avisaban contra la opinión
Además del cometa Encke, en el grupo hay al menos otros dos o tres cometas:
Rudnick, que se piensa que también tiene cinco kilómetros de diámetro y un
misterioso objeto llamado Oljiato, que tiene un diámetro de entorno al kilómetro y
medio[1056]. Al principio se creyó que este proyectil extremadamente oscuro que se
cruza con la Tierra era un asteroide; pero en ocasiones muestra signos, visibles al
telescopio, de volatilidad y deyección de gases y ahora la mayoría de los astrónomos
consideran que es un cometa inerte en proceso de despertarse[1057]. El propio cometa
Encke se sabe que estuvo inerte durante mucho tiempo hasta que, de repente, estalló a
la vida, siendo visto por primera vez por los astrónomos en 1876[1058]. Hoy se sabe
que alterna regularmente, en ciclos amplios, entre sus estados inerte y volátil.
La investigación de Clube y Napier los ha convencido de que un hasta el
momento no detectado compañero del cometa Encke está orbitando en el centro
mismo del grupo de meteoros de las Táuridas[1059]. Creen que este objeto es de un
Renacimiento
El año 2030 se encuentra, por supuesto, dentro del marco temporal de peligro
indicado por el calendario maya y el pilar 43 de Göbekli Tepe. El asteroide de los
dinosaurios de hace 65 millones de años tenía solo 10 kilómetros de diámetro y, sin
embargo, desencadenó una tormenta de fuego global que cambió el mundo para
siempre. Una colisión con un objeto de 30 kilómetros de diámetro podría significar
—cuando menos— el final de la civilización tal cual la conocemos y, quizá, de toda
la vida humana sobre el planeta. Sus consecuencias, como se menciona en el capítulo
11, ciertamente serían varios órdenes de magnitud superiores a las de los impactos del
Dryas Reciente de hace 12.800 años, que fueron un millar de veces más potentes que
la capacidad explosiva combinada de todas las armas nucleares almacenadas hoy en
el mundo y que nos convirtieron en una especie con amnesia, obligada a comenzar de
nuevo como niños sin memoria de lo que sucedió antes.
No obstante, no tiene por qué ser así. Lo primero y principal es que puede suceder
que el universo nos perdone. Cruzar ese toro es un poco como atravesar una autopista
de seis carriles, a pie, con los ojos vendados. Afortunadamente, se trata de una vía
Foto 6. Detalle del lado oeste del cinturón de la figura del pilar.
Foto 9. El autor con pilar en forma de T sin terminar abandonado en la cantera en Göbekli
Tepe.
Foto 15. Wallula Gap, «la reunión de las aguas», scabland y las «hermanas gemelas» en el
fondo.
Foto 17. «Parque Boulder», Estado de Washington. Enormes rocas de 10.000 toneladas y
más fueron transportadas aquí en icebergs por las cataclísmicas inundaciones al final de la
Edad de Hielo.
Foto 19. Pasillo de entrada y puerta de piedra - «Ciudad» subterránea Derinkuyu, Turquía.
Foto 21. Viñetas de los misteriosos Textos de Construcción de Edfu. Los textos no nos
dejan ninguna duda de que los "dioses" de la "era primigenia primitiva" eran marinos y
navegantes. Después de la destrucción de su isla natal, se dice que vagaron por el mundo en
barcos.
Foto 34. El antiguo núcleo de piedra caliza megalítica del "Templo del Valle". Sus bloques
pesan hasta 100 toneladas.
Foto 37. Los enormes bloques de piedra caliza del "Templo del Valle" se extrajeron
alrededor del cuerpo central de la Esfinge cuando se hizo la Esfinge y, por lo tanto, son el
trabajo de la misma cultura.
Foto 39. Los tres enormes bloques trilito en el lado oeste del muro megalítico en forma de
U flanquean, pero no tocan, la plataforma del Templo de Júpiter.
Foto 41. El tambor de la columna romana fue excavado y medido por el Instituto
Arqueológico Alemán, que cree que no pudo ser el resultado de reparaciones árabes
posteriores a los cimientos y que, por lo tanto, el trilito debe ser obra de los romanos.
Foto 43. Primer plano del tambor de columna reciclado en el muro de fortificación árabe.
Tenga en cuenta que el tambor está perfectamente aplanado en la parte superior e inferior
exactamente como el tambor de la columna en los cimientos debajo del trilito. El
argumento de que los árabes carecían de la experiencia técnica para cortar y encajar
bloques de manera precisa, por lo tanto, no tiene sentido.
Foto 45. El autor, de pie en el brazo sur de la pared megalítica en forma de U, con las seis
columnas restantes del Templo de Júpiter en el borde de la plataforma detrás de él.
Foto 47. Un tercer bloque en las canteras que pesa 1.250 toneladas.
Foto 51. Las mismas constelaciones superpuestas en las figuras del Pilar 43 en Göbekli
Tepe. Ver discusión en el capítulo 15 y en la figura 50..
Foto 58. Alaca Hoyuk, Turquía. ¿Es posible que la misma cultura megalítica prehistórica
estuviera trabajando en ambos lugares?
Foto 60. Cueva del santuario. Los diferentes estilos arquitectónicos evidentes aquí y en
Pisac son indicativos del trabajo de diferentes culturas. En opinión de Gamarra, es absurdo
atribuir todo a los incas.
Dibujos
Göbekli Tepe los días 7 y 8 de septiembre de 2013. Todas citas del doctor Schmidt
mencionadas en este capítulo proceden de esta misma entrevista. <<
<<
Tepe – the Stone Age sanctuaries: new results of ongoing excavations with a special
focus on sculptures and high reliefs», Documenta Praehistorica, xxxvii, 2010, p. 243.
<<
del buitre en la página 99 de su Göbekli Tepe: Genesis of the gods, Bear & Co.,
Vermont, 2014, cuya introducción escribí. <<
<<
Tepe, 5 de octubre de 2013, «The true dawn: civilization is older and more
mysterious than we thought». <<
sus ideas sin publicar —escribió Einstein—. Ni que decir tiene que esas ideas en muy
pocas ocasiones poseen validez científica. No obstante, ya la primera comunicación
que recibí del sr. Hapgood me electrizó. Su idea es original, de una gran simplicidad
y, en el caso que continúe demostrándose, de gran importancia para todo lo
relacionado con la historia de la superficie de la Tierra». Del prólogo de Albert
Einstein a Charles H. Hapgood, Earth’s shifting crust. A key to some basic problems
of Earth science, Pantheon Books, Nueva York, 1958, pp. 1-2. <<
Visions of the cosmos in native American folklore, University of New Mexico Press,
Albuquerque, 1992, pp. 243-244. <<
cosmic catastrophes: flood, fire and famine in the history of civilization, Bear & Co.,
Rochester (Vermont), 2006, pp. 152-153. <<
a alcanzar hasta 2,2 metros. Fue el roedor más grande conocido en Norteamérica
durante el Pleistoceno y el castor más grande que se conoce. <<
474. <<
<<
the world’s greatest flood, Sasquatch Books, Seattle, 2008, p. 17. <<
outflow channels», Science, New Series, vol. 202, n.º 4734, 22 de diciembre de 1978,
p. 1252. <<
1252-1253. <<
citado en Victor R. Baker, The Spokane flood debates: historical background and
philosophical perspective, Geological Society (Special Publications), Londres, 2008,
vol. 301, p. 47. <<
citado en Victor R. Baker, «The Spokane flood controversy», op. cit., p. 1249. <<
enero de 1927, p. 5, citado en John Soennichsen, Bretz’s flood, op. cit., p. 185. <<
Bulletin, 1 de marzo de 1930, vol. 41, n.º 1, pp. 92-93, citado en John Soennichsen,
Bretz’s flood, op. cit., p. 185. <<
Journal of Geology, vol. 77, n.º 5, septiembre de 1969, pp. 510-511. <<
649. <<
Bulletin of the Geological Society of America, parte II, 91, 1095, citado en Victor R.
Baker, «The Spokane flood debates», op. cit., p. 48. <<
«Beyond the Channeled Scabland», Oregon Geology, vol. 57, n.º 3, mayo de 1995,
pp. 51-60. Véase también Gerardo Benito y Jim E. O’Connor, «Number and size of
last-glacial Missoula floods in the Columbia river valley», Geological Society of
America Bulletin, 115, 2003, pp. 624-638; Richard B. Waitt Jr., «About forty last-
glacial lake Missoula jökulhlaups through southern Washington», The Journal of
Geology, vol. 88, n.º 6, noviembre de 1980, pp. 653-679; E. P. Kiver y D. F.
Stradling, «Comments on periodic jökulhlaups from pleistocene lake Missoula», carta
al editor, Quaternary Research 24, 1985, pp. 354-356; John J. Clague et al.,
«Palaeomagnetic and tephra evidence for tens of Missoula floods in southern
Washington», Geology, 31, 2003, pp. 247-250; Richard B. Waitt Jr., «Case for
periodic colossal jökulhlaups from pleistocene glacial lake Missoula», Geological
Society of America Bulletin, vol. 96, octubre de 1985, pp. 121-128; Keenan Lee, The
Missoula flood, Department of Geology and Geological Engineering School of
Mines, Golden, Colorado, 2009. <<
251-252. <<
años y para su fin hace 11.400, Current Anthropology, 1999, vol. 40, pp. 73-77, en
especial p. 73. <<
Roloff, A self-guided tour of the geology of the Columbia river gorge, Washington
Division of Geology and Earth Resources, Open File Report 2004-2007, marzo de
2004, p. 3: «El punto más alto de la inundación en la quebrada de Wallula, en el río
Columbia, en la frontera entre Washington y Oregón, es de unos 365 m, como
demuestran los bloques glaciares erráticos que quedaron abandonados en la ladera. El
agua corrió a borbotones por la garganta del Columbia y ensanchó el valle al lavar
todo el talud rocoso hasta 300 m de elevación, hasta tan lejos como The Dalles
(Oregón). Para cuando llegó a Crown Point, la superficie de la última inundación
había disminuido hasta los 180 m de altura». <<
ss. <<
impact 12,900 years ago that contributed to the megafaunal extinctions and the
Younger Dryas cooling», PNAS, vol. 104, n.º 41, 9 de octubre de 2007, p. 16016. <<
impact 12,900 years ago that contributed to the megafaunal extinctions and the
Younger Dryas cooling», op. cit., p. 16020. <<
Science Reviews, vol. 27, n.º 27-28, diciembre de 2008, pp. 2530-2545. <<
Wolback, et al., in PNAS, 4 de agosto de 2009, vol. 106, n.º 31, pp. 12623-12628. <<
n.º 3, 1 de julio de 2010, pp. 1901-1906. El artículo al completo puede leerse en línea
en este enlace: mnras.oxfordjournals.org/content/405/3/1901.full.pdf+html?
sid=19fd6cae-61a0-45bd-827b-f4eb877fd39, y descargado como pdf aquí:
arxiv.org/pdf/1003.0744.pdf. <<
an impact crater?», Journal of the Great Lakes Research, 27 (4), 2001, pp. 510-517.
<<
a young (Pleistocene?) 4-km diameter impact crater in the gulf of Saint Lawrence,
Canada», 42nd Lunar and Planetary Science Conference, held 7-11 March 2011 at
The Woodlands, Texas. LPI Contribution n.º 1608, p. 1504. <<
magnetic grains at the Younger Dryas boundary», PNAS, 17, septiembre 2013, p.
E3557. Se puede leer on-line: www.pnas.org/content/110/38/E3557.full.pdf+html. <<
Bretz», Geology, July 1999, vol. 27, n.º 7, pp. 605-608. Ej. p. 605: «Presentamos
evidencias que sugieren que en el registro sedimentario solo se recoge una gran
inundación en el Wisconsin tardío y que la sedimentación dentro de la cuenca del
lago glacial Missoula es independiente de la sedimentación de los Scablands». Para
un estudio y explicación de las implicaciones del trabajo del profesor Shaw y de las
evidencias claves que presenta véase Graham Hancock, Underworld, op. cit., capítulo
3. <<
comentario y réplica en Geology, junio 2000, vol. 28, pp. 573-574. <<
discharges from glacial lake Missoula», Geological Society of America Bulletin 1992,
104, n.º 3, p. 278. <<
years ago that contributed to the megafaunal extinctions and the Younger Dryas
cooling», op. cit., p. 16020. <<
lakes: implications for laurentide Ice sheet deglaciation», Geology, vol. 17, n.º 7, julio
1989, pp. 622-625. <<
outburst flood path from lake Agassiz to the Arctic ocean», Nature 464 (7289), abril
de 2010, p. 740. <<
triggering the Younger Dryas cooling», PNAS, vol. 109, n.º 49, 4 de diciembre de
2012, p. 19880. Véase también Claude Hillaire-Marcel, Jenny Maccali et al.,
«Geochemical and isotopic tracers of Arctic sea ice sources and export with special
attention to the Younger Dryas interval», Quaternary Science Reviews (2013), p. 6.
<<
Pleistocene mammals», PNAS, vol. 106, n.º 49, 8 de diciembre de 2009, p. 20641.
Las últimas fechas para 16 de los 35 géneros se encuentran con seguridad hace entre
13.800 y 11.400 años, es decir, muy cerca del Dryas Reciente. «El análisis de la
cronología de las extinciones sugiere que errores en el muestreo pueden explicar la
ausencia de fechas de última aparición a finales del Pleistoceno para los diecinueve
géneros restantes». En otras palabras, la extinción de los mamíferos norteamericanos
fue un «acontecimiento sincrónico». <<
«Evidence from the northwestern venezuelan Andes for extraterrestrial impact», op.
cit., p. 54, and William C. Mahaney, Leslie Keiser, et al, «New Evidence from a
Black Mat site in the Northern Andes Supporting a Cosmic Impact 12,800 Years
Ago», The Journal of Geology, Vol. 121, n.º 4 (July 2013) p. 317. <<
of religion, Moyer Bell, Wakefield Rhode Island y Londres, 1993, pp. 28-29. Véase
también Fred Hoyle y Chandra Wickramsinghe, Life on Mars? The Case for a cosmic
heritage?, Clinical Press Ltd., Bristol, 1997, pp. 176-177. <<
29. <<
Younger Dryas interval from thermally fractionated gases in polar ice», Nature 391 (8
de enero de 1998), p. 141. <<
expansion and alteration of the modern forest», The Holocene (2009), p. 143. <<
Montana, USA, as indicated by Late Pleistocene ashes», Arctic and Alpine Research,
vol. 18, n.º 3, 1986, p. 317. <<
high temperature impact melt products as evidence for cosmic airbursts and impacts
12,900 years ago», PNAS, junio de 2012, 109 (28), op. cit., pp. E1903, 1909-1190 y
1912. Véase también Kinzie et al., «Nanodiamond-rich layer across three continents
consistent with major cosmic impact 12,800 years ago», The Journal of Geology, vol.
122, n.º 5 (septiembre 2014), op. cit., p. 476 y apéndice B «Site descriptions and
dating». <<
corrientes que fluían, con nieve que se fundía, parecía una tierra feliz en el mundo
[…]». J. Darmetester y H. L. Mills (trad.), F. Max Muller (ed.), The Zend Avesta, op.
cit., p. 16. Véase también el siguiente pasaje del Yasta, citado en R. C. Zaehner, The
dawn and twilight of zoroastrianism, op. cit., pp. 92-93: «El regio Yima, de bueno
pastos, el más glorioso de todos los hombres nacidos sobre la tierra, como el sol
contemplado entre los hombres, pues durante su reinado hizo que hombres y bestias
fueran imperecederos, hizo que las aguas y las plantas nunca se secaran y que hubiera
un inacabable suministro de alimentos para comer. En el reinado de Yima el Valiente
no había ni frío, ni calor, ni tampoco vejez, ni enfermedad […]». «El reinado dorado
de Yima, en el cual todos los hombres eran inmortales y disfrutaban de una juventud
perpetua, duró mil años completos». <<
cit., p. 5. <<
book of the ancient quiche maya, University of Oklahoma Press, 1991, p. 178. <<
<<
p. 241. <<
and the Caucasus, Phoenix Press, Londres, 1971, p. 127. Véase también Amelie
Kurht, The ancient Near East, Routledge, Londres y Nueva York, 1995, vol. II, p.
550: «Arqueológicamente, el segundo milenio de la región es en la actualidad un
espacio en blanco». <<
pp. 72 y 82 y ss. Se dice que Haik, escrito también Hayk, era hijo de Torgomah
[T’orgom], que era hijo de Tiras [T’iras], que era el hijo de Gomer [Gamer], que era
hijo de Jafet, el hijo de Noé. <<
Electric Press, California, 1998-2008, p. 47. Véase también Armen Asher y Teryl
Minasian Asher, The peoples of Ararat, op. cit., p. 284-285. <<
Cesare Emiliani, Planet Earth: cosmology, geology and the evolution of life and
environment, Cambridge University Press, 1995, p. 543, estudió el alcance del
incremento del nivel del mar implicado: «Como resultado de la inundación que formó
los Scabland, el nivel del mar subió rápidamente desde menos 100 metros a menos 80
metros. Hace 12.000 años, más del 50 por ciento del hielo había retornado al océano
y el nivel del mar había crecido hasta menos 60 metros». Las referencia a menos 100,
menos 80 metros y menos 60 metros son en relación al nivel del mar actual. De modo
que, antes de la inundación que creó los Scablands, el nivel del mar era 100 metros
menor al actual y tras la inundación se quedó en 60 metros menos que en la
actualidad, es decir, un pasmoso aumento de 40 metros. <<
148. <<
Sayce, The chaldean account of the Genesis, op. cit., p. 32. <<
Eastern mythology, Routledge, Londres y Nueva York, 1998, pp. 4-6. <<
Kilmer, «The mesopotamian counterparts of the biblical nepilim», op. cit., p. 43. <<
76. <<
muro posterior que los engloba a ambos del Primer Período Intermedio (2134-2040 a.
C.). Hay restos de otras estructuras que han sido fechadas en el Segundo Período
Intermedio (1640-1532 a. C.) y el Reino Nuevo (1550-1070 a. C.). <<
177, 180, 181, 187, 202. Hay repetidas referencias en todos los textos de Edfu a las
tripulaciones de los barcos y a la navegación. Así en la p. 180: «Los shebtiw
navegaron…», p. 187: «Se cree que navegaron hasta otro lugar del mundo
primigenio». <<
escogido de relatos, de una gran e importante historia de los templos egipcios». <<
account of a voyage into Upper Egypt, James Fraser, Regent Street, Londres, 1840,
vol. i, pp. 67-68. <<
Ruth Shady Solis et al., Caral: the oldest civilization in the Americas, Proyecto
Especial Arqueologico Caral-Supe/INC, 2009. <<
<<
<<
<<
«Una tierra-pay se dice que se originó después de que el Creador desecara el agua en
torno a su lugar de origen». Véase también p. 172: «La palabra tierra-pay describe
una tierra emergida del agua…». <<
ancient site of Kanda (Macedonia), Proceedings in the Congress «The 3rd Virtual
International Conference on Advanced Research in Scientific Areas» (ARSA-2014)
Slovakia, del 1 al 5 de diciembre de 2014: pp. 237-251, publicado por EDIS-
Publishing Institution of the University of Zilina, Univerzitná 1, 01026 Žilina, Slovak
Republic. Artículo disponible en internet:
www.academia.edu/9818666/Archaeoacoustic_analysis_of_the_ancient_site_of_Kanda_Maced
<<
1991, pp. 89-90. Véase también Karl W. Butzer, Early hydraulic civilization in Egypt,
The University of Chicago Press, 1976, p. 9. <<
Robert Schoch, de la Universidad de Boston, véase Ibidem capítulo 46, p. 420 y ss.
<<
<<
<<
optando por Sakkara como su principal candidato para «el lugar al norte de Menfis»
donde se creía que descendió el libro desde el cielo. Su lógica se me escapa. Henen-
nesut se encuentra a 29,08º de latitud, Menfis a 29,84º, Sakkara a 29,87º, la Gran
Pirámide a 29,98º y Dashur a 29,80º. Dado que cuanto más alta la cifra más al norte
te encuentras, resulta evidente que debemos descartar Henen-Nesut y Dashur; la
primera se encuentra a 0,76 de un grado al sur de Menfis y la segunda a 0,04 de un
grado al sur de Menfis. Sakkara se encuentra a solo 0,03º de un grado al norte, tan
cerca que están casi exactamente en la misma latitud. En cambio, Guiza está 0,14 de
un grado al norte de Memphis y encaja mucho mejor. <<
Breasted, Ancient records of Egypt, op. cit., vol. I, pp. 83-5. Véase también Selim
Hassan, The Sphinx, op. cit., pp. 222-227. <<
mías. <<
Meydum and Memphis III, Cambridge University Press, 2013, p. 43. <<
meteorítico: «La palabra thokcha está formada por dos palabras, thog, que significa
“arriba”, “primero” o “rayo”, y lcags que significa “hierro” o “metal”. De modo que
se puede decir que el significado de thokcha es “el primer, u original, hierro” o
“hierro rayo”»: en.wikipedia.org/wiki/Thokcha. <<
<<
<<
Graham Hancock, Keeper of Genesis, op. cit., p. 200 y nota 11, p. 333. <<
Londres, 1901, reimpreso por Dover Publications Inc., Nueva York, 1971, p. 143. <<
Egypt, George Badger, Londres, 1646, reimpreso por Robert Lienhardt, Baltimore, p.
96. <<
Historical Journal (1949-1950), p. 17: «La piedra Benben y el pájaro Bennu deben
tener nombres derivados de la misma raíz, bn o wbn. Ambas palabras son derivativas,
de modo que no podemos decir que una sea atributo de la otra. El pájaro y la piedra
—si es que es una piedra— están relacionados». <<
John Murray, London, 1920, reimpreso por Dover Publications Inc., Nueva York,
1978, vol. I, p. 217. <<
14. <<
<<
Oxford, reimpreso por Eisenbrauns, Winona Lake (Indiana), 1985, p. 246. <<
phoenix», op. cit., p. 31; R. Van den Broek, The myth of the phoenix according to
classical and early christian traditions, E. J. Brill, 1972, pp. 68-72. <<
natural Genesis, vol. 2, Black Classic Press, Baltimore, 1998 (reimp.), p. 340. <<
monte del Templo, véase Graham Hancock, The sign and the seal, op. cit., capítulo
14. <<
<<
ss. <<
Véase también Selim Hassan, The Great Sphinx and its secrets: historical studies in
the light of recent excavations (excavations at Giza 1936-1937, vol. VIII), op. cit., p.
278. <<
op. cit., pp. 28, 29, 30, 33, 36, 37, 45, 54-5. Sobre la conexión entre Thot y Hermes,
véanse Garth Fowden, The egyptian Hermes, Cambridge University Press, 1987, y
Patrick Boylan, Thoth: Hermes of Egypt, Ares Publishers, Chicago, 1987. <<
p. 53. <<
tímpano del templo de Júpiter. La he visto y no dudo del peso de 360 toneladas que le
otorgan Christian y Barbara Joy O’Brien, The shining ones, Dianthus Publishing Ltd.,
Cirencester, 2001, p. 272 <<
op. cit., publicada originalmente en julio de 1890, y reimpresa muchas veces hasta
1951. En la p. 98 describe el trilito («Ninguna descripción dará una idea exacta del
desconcertante y pasmoso efecto de estos tremendos bloques sobre el espectador»), y
luego dice: «Encima de estos bloques están las fortificaciones árabes, construidas,
como ya se ha dicho, con bases de columnas, frisos esculpidos y fragmentos caídos
que todavía conservan una inscripción fechada en la época del sah Bahram». <<
Alouf, History of Baalbek, op. cit., p. 85, y Nine Jidejian, Baalbek Heliopolis, p. 36.
<<
Herm, The phoenicians, Victor Gollancz Ltd., 1975 (edición del Book Club
Associates), p. 25. <<
Philo of Byblos: The phoenician history, The Catholic Biblical Quarterly Monograph
Series 9, Washington DC, 1981, p. 4. <<
p. 66. <<
mezquita en la ciudad de Zahle, en los límites del valle del Bekaa. La «tumba» tiene
31,9 metros de largo por 2,7 metros de ancho y 0,98 metros de alto. <<
oeuvre des mégaliths», Syria, t. 54, fase 1-2 (1977), p. 52. <<
tal cual y como describo al comienzo del capítulo, y sobre el que se encontró el
dibujo arquitectónico del tímpano del templo de Júpiter, está lo suficientemente
despejado de mampostería como para poder estar seguro de ello. Es en esta cara
superior, por encima del centro de gravedad, donde tendrían que haberse hecho los
agujeros para las lobas. Dado que este, el más grande y pesado de los bloques, no
presenta ninguno de ellos, resulta razonable suponer que tampoco hay ninguno en los
otros dos. <<
cities, secret faith, Penguin Books, Londres, 2005, pp. 302-305. <<
Adam, «A propos du trilithon», op. cit., p. 42. Véase también Ragette, Baalbek, op.
cit., pp. 118-119. <<
p. 241. <<
titans: the New World ascendancy in ancient times, Hodder & Stoughton, Londres,
1973, p. 36 y ss. <<
Brill, Leiden, Nueva York, 1992, p. 3. Los sabios son mencionados tres veces en el
Corán como «gente del libro»: Corán 5: 69 (www.usc.edu/org/cmje/religious-
texts/quran/verses/005-qmt.php#005.069) es especialmente claro, pero véase también
Corán 2: 62 (www.usc.edu/org/cmje/religious-texts/quran/verses/002-
qmt.php#002.062) y Corán 22: 17 (www.usc.edu/org/cmje/religious-
texts/quran/verses/022-qmt.php#022.017). <<
Egypt, Thames and Hudson, Londres, 1995, p. 121. Véase también Margaret Bunson,
The encyclopedia of ancient Egypt, Facts on File, Nueva York, Oxford, 1991, p. 264.
<<
the megalithic site of Göbekli Tepe, Turkey», Archaeological Discovery, 3, p. 40. doi:
10.4236/ad.2015.31005. <<
oriental history», Vistas in Astronomy, vol. 41, n.º 4, 1998, p. 521. <<
Lascaux. Does a rock picture in the cave of Lascaux show the open star cluster of the
Pleiades at the Magdalenian Era (ca 15,300 BC)?», en C. Jashek y F. Atrio Barendela
(eds.), Actas del IV Congresso de la SEAC, Universidad de Salamanca, 1997, pp.
217-225. <<
of the Ecliptic’, Earth, Moon and Planets, 85-86, 2001, p. 391. <<
Major Jenkins, The 2012 Story, Tarcher/Penguin, Nueva York, 2009, p. 138 y ss. Y en
la mitología inca; véase por ejemplo William Sullivan, The secret of the Incas,
Crown, Nueva York, 1996, p. 30 y ss. Respecto a la mitología germana:
www.germanicmythology.com/ASTRONOMY/MilkyWay2.html. <<
<<
<<
Vermont, 1998, p. 111; John Major Jenkins, Galactic alignment, Bear & Company,
Rochester, Vermont, 2002, p. 19. <<
gods, Bear & Co., Rochester, Vermont, 2014, pp. 78-79. Cifras utilizadas también por
A. De Lorenzis y V. Orofino (2015), «New possible astronomic alignments at the
megalithic site of Göbekli Tepe, Turkey», Archaeological Discovery, 3, p. 40. doi:
10.4236/ad.2015.31005. <<
71-72. «Es seguro que el yacimiento estuvo ocupado en fechas temprana». Hasta
ahora, los limitados estudios arqueológicos solo sustentan esta afirmación con un
objeto, una pieza de cerámica de estilo Samarra, circa 5000 a. C. encontrada en un
sondeo profundo en el antiguo tell de Harrán. <<
<<
Isis en File. El último ejemplo conocido de grafito demótico está fechado en el 425 d.
C. «Si el conocimiento de los jeroglíficos continuó más allá de esta fecha no se ha
encontrado documentación de ellos» (John Anthony West, The traveller’s key to
ancient Egypt, Harrap Columbus, Londres, 1987, p. 426). La traducción de los Textos
de las pirámides de Kurt Sethe, en la que queda claro el culto estelar en torno a las
pirámides, fue publicada en 1910; Breasted incorporó muchas citas del texto de Sethe
en su Development of religion and thought in ancient Egypt; la edición definitiva de
R. O. Faulkner de los Textos de las pirámides no fue publicada hasta 1969. Sobre esta
cuestión véase R. O. Faulkner, The ancient egyptian pyramid texts, Oxford University
Press, 1969, p. v. <<
1985 se sentían confiados en que estaban «cerca del templo del dios Sin»; pero he
sido incapaz de encontrar ningún informe posterior del descubrimiento de sus restos.
Véase M. Olus Arik et al., «Recent archaeological research in Turkey», Anatolian
Studies, vol. 36 (1986), p. 194. <<
Walter Scott (ed. y trad.), Hermetica: the ancient Greek and latin writings which
contain religious or philosophic teachings attributed to Hermes Trismegistus,
Shambhala, Boston, 1993, p. 101. La descripción de Enoc como «el séptimo desde
Adán» aparece en Judeas 1, 14. Véase también Génesis 5, 1-32, «El libro de las
generaciones de Adán». Los diez patriarcas listados son Adán, Set, Enós, Cainán,
Mahalaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec, Noé (www.biblegateway.com/passage/?
search=Genesis+5&version=KJV). Se suele confundir con frecuencia a Enós, el
tercer patriarca, con Enoc, el séptimo patriarca. No obstante, al primero no se le
atribuyen ninguna inteligencia, capacidad o cualidades especiales, mientras que Enoc
«caminó en compañía de Dios» (Génesis 5, 24) y desapareció misteriosamente de la
Tierra «pues Dios lo tomó consigo» (Génesis 5, 24). La Carta a los Hebreos lo
elabora un poco más (Hebreos 11, 5): «Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la
muerte (y “no se le encontró porque Dios lo había trasladado”), pues antes del
traslado tenía en su favor el testimonio de haber agradado a Dios». <<
que si bien en su acreditada monografía The city of the Moon god, op. cit., pp. 106,
117, etc., etc., Tamara Green menciona mucha especulación erudita respecto al
nombre «sabiano», parece desconocer la elegante solución propuesta Selim Hassan.
<<
no ver la muerte (y “no se le encontró porque Dios lo había trasladado”), pues antes
del traslado tenía en su favor el testimonio de haber agradado a Dios». <<
libro The sign and the seal. A quest for the lost ark of the Covenant, Heinemann,
Londres, 1992. <<
Oxford, 1989, p. 170: «Entre los manuscritos etíopes que Bruce se trajo había tres
que contenían lo que hoy es conocido como “1 Enoc” o el “Enoc etíope”. Uno de
esos manuscritos (hoy en la Biblioteca Bodleiana de Oxford) solo contenía el “1
Enoc”; el segundo (también en la Bodleiana) contenía el “1 Enoc” seguido de Job,
Isaías, “Los doce”, Proverbios, Sabiduría, Eclesiastés, Cantar de los Cantares y
Daniel; el tercero (actualmente en la Bibliotheque Nationale de París) es una
transcripción del segundo». <<
los vigilantes malos hayan sido reprendidos y recibido su castigo, los vigilantes
buenos revelen a Enoc una gran cantidad de los secretos, sobre todo sabiduría
astronómica, por los cuales los vigilantes malos fueron castigados por revelarlos.
Véase, por ejemplo, R. H. Charles (trad.), The Book of Enoch, op. cit., capítulo 41, p.
60 y ss., capítulo 71, p. 93 y ss., capítulo 72, p. 95 y ss., etc., etc. Quizá se debe a
haber entrado él mismo en posesión de este conocimiento restrictivo por lo que Enoc
termina por desaparecer de la tierra; «tomado consigo» por Dios, como dice la Biblia
en Génesis 5, 24. <<
2513866/A-GI-Christmas-How-American-soldiers-bearing-gifts-extra-rations-
proved-festive-hit-British-families-WWII.html. <<
como sigue: «Y dios vio que la maldad del hombre era grande en la tierra, y que cada
cosa imaginada por los pensamientos de su corazón era solo el mal de continuo. Y el
Señor se arrepintió de haber creado al hombre sobre la tierra, y lo apenaba en su
corazón. Y el Señor dijo, destruiré al hombre que he creado de la faz de la tierra;
tanto hombres como bestias, y las cosas que se arrastran, y las aves del cielo; pues
estoy arrepentido de haberlos creado. Pero Noé encontró gracia a ojos del Señor». <<
2007, p. 171. Siendo justos, Sitchin no es el único que comete este mismo error.
Varios especialistas bíblicos también lo cometen. Por ejemplo, en 1985, en el Jewish
Quarterly Review Jonas C. Greenfield describe a los nefilim como «ángeles caídos»
(Jonas C. Greenfield, «The Seven Pillars of Wisdom», The Jewish Quarterly Review,
nueva serie, vol. 26, n.º 1, p. 19). Del mismo modo, en un artículo en la Journal of
Biblical Literature publicado en 1987, Ronald S. Hendel dice: «Nefilim significa
literalmente “los caídos” […] Se trata de una formación adjetival pasiva de la raíz npl
(“caer”) […] Usos similares del verbo napal y sus derivados se encuentran por todas
partes en la Biblia hebrea» (Ronald S. Hendel, «Of demigods and the Deluge: toward
an interpretation of Genesis 6: 1-4», Journal of Biblical Literature, vol. 106, n.º 1,
marzo de 1987, p. 22). <<
32. <<
History and astrology: Clio and Urania confer, Unwin, Londres, 1989, p. 57. <<
Ptolemy, al-Battani, Copernicus, Tycho Brahe)», Arch. Hist. Exact Sci. 53 (1) (1998),
pp. 1-49. <<
Tamara Green, The temple of the Moon god, op. cit., pp. 103, 119, 194-195, 205 y ss.
<<
una escritura, escogieran los Hermetica, demuestra que en el 830 d. C. una colección
de textos herméticos era conocida y leída en Siria […]. De la aparición de nombres
como Tat, Asclepio, y Ammón en conjunción con el de Hermes en textos árabes
puede inferirse que esos harrianos estaban en posesión de libelli herméticos, en los
cuales los pupilos eran así llamados; y entre ellos habría algunos presumiblemente
hoy perdidos, así como los que han llegado hasta nosotros. En el siglo xi, lo más
probable es que hubiera documentos herméticos conocidos por algunos estudiosos en
Harrán en el griego original; pero los Hermetica, probablemente, habían sido
traducidos al siríaco mucho antes de esa época, y, sin duda, por lo general eran leídos
en siríaco por los harrianos…», Walter Scott, Hermetica, op. cit., pp. 101-102. <<
Chicago Press, Chicago y Londres, 1964, reimpreso en 1979, pp. 12-13. <<
Véase Graham Hancock y Robert Bauval, Talisman: sacred cities, secret faith,
Penguin Books, Londres, 2005. <<
191. <<
Fortress»,
isidaproject.ucoz.com/publ/my_articles/peru/the_question_of_the_material_origin_of_the_saq
1-0-2. <<
p. 33. <<
original del autor es: Garcilaso de la Vega, The royal commentaries, op. cit., pp. 4-5].
<<
lengua inca, Naupa significa «antigua»; de modo que es una «iglesia antigua».
Evidentemente, no tiene nada de iglesia, pero no cabe ninguna duda de que es un
antiguo lugar sagrado, un altar antiguo. Para la interpretación del pensamiento
arqueológico predominante véase: elcomercio.pe/peru/lima/naupa-iglesia-merece-
revalorizado-segun-especialistas-noticia-1519677. <<
y latino.foxnews.com/latino/entertainment/2015/03/27/bolivia-detects-buried-
pyramid-at-tiahuanaco-site/. <<
ancient South America, The Haworth Herbal Press, Nueva York, Londres, 2006, p. 35
y ss. <<
del autor es: Garcilaso de la Vega, The royal commentaries, op. cit., pp. 132-133]. <<
<<
<<
77; Thor Heyerdahl, The Kon-Tiki Expedition, Unwin Paperbacks, Londres, 1982, pp.
140, 142; Father Sebastian Englert, Island at the Center of the world, Robert Hale
and Company, Londres, 1972, p. 30; Francis Maziere, Mysteries of Easter island,
Tower Publications, Nueva York, 1968, p. 16. <<
de Pascua, véase Graham Hancock y Santha Faiia, Heaven’s mirror, Michael Joseph,
Londres, 1998, pp. 227-228. <<
our past and future, Inner Traditions, Rochester, Vermont, 2012, p. 77. <<
80 y ss. <<
dos Santos, Atlantis: the lost continent finally found, Lynwood, WA, EE. UU., 2011.
<<
supports Homo floresiensis as a distinct species», PNAS, vol. 112, n.º 7, 17 de febrero
de 2015, pp. E604-605. <<
from Flores in eastern Indonesia», Nature (431) 28 de octubre de 2004, pp. 1087-
1091. <<
Java used shells for tool production and engraving», Nature (518), 12 de febrero de
2015, pp. 228-231. <<
XIX. <<
gnosis, Samuel Weiser Inc., York Beach, Maine, 1992 (reimpresión en un volumen),
Libro II: A translation of the extant sermons and fragments of the trismegistic
literature, p. 55. <<
<<
Recinos), Popol Vuh: the sacred book of the ancient quiche maya, University of
Oklahoma Press, 1991, p. 168. <<
natural Genesis, vol. 2, Black Classic Press, Baltimore, 1998 (reimp.), p. 340. <<
asteroids, Oxford University Press, Nueva York y Oxford, 1996, p. 55. Véase
también Duncan Steel, Rogue asteroids and doomsday comets, John Wiley and Sons,
Nueva York, 1995, p. 15 y ss. <<
p. 12. <<
Véase también William C. Mahaney, David Krinsley, Volli Kalm, «Evidence for a
cosmogenic origin of fired glaciofluvial beds in the northwestern Andes: Correlation
with experimentally heated quartz and feldspar», Sedimentary Geology 231 (2010),
pp. 31-40. <<
Reciente fueran originados por impactos de diferentes fragmentos del mismo cometa
gigante, véase Fred Hoyle y Chandra Wickramsinghe, Life on Mars? The case for a
cosmic heritage, Clinical Press Ltd., Bristol, 1997, pp. 176-177. Véase también Gerrit
Verschuur, Impact, op. cit., p. 139. <<
también Duncan Steel, Rogue asteroids and doomsday comets, op. cit., pp. 132-133.
<<
1993, pp. 84-85; Duncan Steel, Rogue asteroids and doomsday comets, John Wiley
and Sons, 1995, p. 133. <<