La Hija Del Oidor. Rodríguez Galván

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L.&. IDJA DEL OIDOR.

(Méjico.-1809:
Siendo virei el arzobispo Lizana.)

¡Para tan gran deshonor


habeis sido tan guardada?
rollRBS NAHARRo: Comedia

Himenea.

l.
EL PORDIOSERO.

Dos soles sen .tus ojos ,


doncella hermosa ,
que al que los ve un instante
luego enamoran.

Eres , morena ,
mas bella que el lucero
de noche buena.

llsTos versos se oian de la boca de un hombre


que estaba sentado en las gradas de lá cruz de
cantería que se halla al estremo oriental del
atrio de la magestuosa catedral deMéjico.
Era una de aquellas variables nochllS del mes
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-74- donde estaba el hombre que hemos dicho, i que
de octubre: el cielo, poco ántes adornado con seguía cantando sus perdurables seguidillas.
la pálida luz de la luna, est¡1ba cubierto de nu. -No es este lugar a propósito para cantar
bes, que se iban juntando para descargar a tor- el bolero, bergante, que e,;tamos en parage sa.
rentes sus aguas, como se reunen a la voz del grado, dijo el anciano al hombre al pasar.junto
general los batallones dispersos para dar un de él.
golpe decisivo. La estatua ecuestre d_e Cárlos -Tampoco es a propósito ni viene a cuento
IV (uno de los monumentos mas preciosos que el ápodo con que usía ha tenido la bondad de
tienen los mejicanos) se elevaba en medio de obsequiarme, señor oidor, respondió el hombre
la pmza mayor, como una tumba p1ramidal en con voz firme, i prosiguió su canto.
una bóveda fúnebre, i las torres de la catedral, -¡ Cállese el tunante ! esclamó el oidor con
cuyas cruzes L!icaqan casi las negras nubes, semblante iracundo.
parecían dos formidables gigantes que vel~ban El hombre siguió cantando.
sobre la ciudad silenciosa. De tiempo en twm. -Cerca está el palacio, i traeré una patru.
po se oia el ,,iQuién vive?» de los cen_tinela~, lla para que te lleve a rebuznar a un calabozo.
que se miraban pasear en las puertas 1 esqm- -Cada perrillo en su casa ladra.
nas del palacio, como otras tantas fantasmas -¡Calla! gritó el oidor dando una furiosa
inquisitorial<>s que vigilaban atentamente por patada rn el suelo.
la conservacion de la tiranía i del fanatismo, o -Ya callo, dijo el hombre, é hiz6 un moví.
como esos ilusorios vestiglos que guardaban los miento como para acostarse. El oidor prosi.
castillos encantados de lo;, antiguos libros ca- guió su camino arrojando sobre él una mirada
ballerescos.-A iuellos parages estaban solos, amenazadrra. Pero apénas habia andado un
casi desiertos ( cmtónces no se reunían, como corto espacio, cuando el infatigable cantariu
ahora, las hermosas mejicanas para formar el continuó su bolero.-
interesante i romancesco paseo llamado de Las
Cadenas); mas de repente sonaban los pasos Hai sujetos én Méjico
apresurados de alguno que se retiraba huyen. que son ladrones;
do del Jrnracan. Solo nuestro alegre cantor per. i , libres se pasean ••••
manecia inmóvil sin hacer caso de la tempes. -si son oidores.
tad, como no lo hacen de las olas del mar las
rocas escarpadas de la costa. El oidor sintió un trastorno general en todo
-Aligeremos el paso, papá, decil!. una bellí. su cuerpo; no entendió una sola palabra de lo
sima jóven a un anciano en cuyo brazo se apo. que el hombre cantaba; pero DO podia sufrir la
yaba, i que a la sazon daba vuelt~ por la c.ruz
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burla que se le hacia desobedeciendo sus órde. Si este hombre fuese alguno de ellos. , •• así
nes. Hubiera querido llamar soldados; pero las me figuro al Brujo.
instancias de su hija, i mas que todo el agua -Yo le conozco; conozco a los tres: tiempo
que comenzaba a caer, Je hicieron mudar de llegar~ en que los veamos en la horca,
propósito i apresuró su marcha. La JÓVen se estrechaba contra i;u padre: el
-¡Qué miedo, papá! decía la jóven: ¿por qué temblo~ se apoderó de su cuerpo, i el espanto
no traeria:nos el coche? .••. aparecm en _su rostro: los postes de las esqui.
-Por tí, que quisiste ir a pié. Pero yo ten. nas le parec1an hombres, i su vista vagaba por
go la <'Ulpa en sacarte: la muger debe estar toda la calle.
siempre encerrada en su casa. -¡El pordiosero maldito! gritó con espanta.
-Pero •••• da voz, al volver la cabeza há.cia ateas.
-Hai muchos pillos de estos en Méjico, di. ~staban en. la medianía de la calle del Semi.
jo el oidor para sí, 1 sin hacer caso de lo que nario: no hab1a un sol~ viviente a quien pedir
su hija iba a hablar: yo haré que se vigilen, se socorro: tan_ solo se miraba una luz por la d 3
apresen i se ahorquen. Es necesario usar de Santa Catalma: a dos cuadras de distancia, co.
mucho rigor con ellos •••• sin duda él me co- mo ~e algun sereno que atravesaba la calle.
noce: icómo sabe que soi oidor? ••• ·-iObser. El ~1~or se vo}vió hácia el hombre que estaba
vaste qué clase de vestido tenia? en pie tras de el con su medio-sombrero en una
-1 bien que le observé, sí señor: unos za. mano, i apoyada Ja otra en su garrote.
patos que parecían rotos, i con la luz de los re. -¿Qué se ofrece! ¿Qué quieres? le gritó cmi
lámpagos le pude ver bien. una voz de trueno.
-iNo mas los .zapatos viste? -U na limosna por el amor de Dios.
-1 unos calzones despedazados, i un som• -No tengo nada.
brero de palma sin ala, i un palo, i un capote El mendigo se retiró, i se le miró dar vuel.
como criba. ta por la calle del Arzobispado.
-¡Ah! pues entónces es alguno de los mu. El terror se apoderó enteramente del oidor.
chos insolentes pordioseros de rango que tiene . -Algo quiere e~te hombre de nosotros, de-
Mejico. c1a con voz balbuciente, i andaba con cuanta
-iAi! no, papá, mas bien parece algun la. ligereza le permitía su edad, a la par de su in.
dron, asesino, de esos que andan por ahí, con teresante hija.
aquellas barbas •••• Mi nodriza me ha contado I:a noche estaba oscurísima, la tempestad
muchas lns~orias, muí terribles i m~i sangri~n­ ~ugia, las nubes precipitaban a la tierra mares
tas de Pie-chueco, del Condenado 1 del BruJº• Inmensos: uno que otro relámpago, seguido de.
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un espantoso trueno, alumbraba tan solo aqueUa -79-
esceua de terror. La naturaleza estaba tan con- J>añada del oidor i de una hipócrita e impru-
movida como el alma de un asesino al ir a co- deote vieja, parecida a las dueñas que tanto
meter un crímen. aborrecia el inflexible Sancho.
El oidor ya concluía la espaciosa calle de ¿Qué sen.imientos podían nacer en el cora.
Santa Teresa, cuando ve un hombre sentado zon de una jóven de quince a diez i seis años,
en el poste de Ja esquina.-¿Juanita, miras a cuando se la trataba con tanto rigor, todo se
aquel? Ja prohibía, i era un delito impndon.ible el cla.
-Sí, sí; ¡él es! ,él es! gritó espantada la jó- var los ojos en alguna cara desconocida? Su
ven; i desprendiéndose de su padre, echó a cor- imaginacion, por naturaleza ardiente, como lo
rer con la velocidad de que era capaz. es la de todas las jóvenes que han tenido Ja
- ¡Guardas! ¡guardas! gritaba el oidor con dicha de naeer bajo el caluroso sol de Méjico,
voz ronca i agitada: mas sclo escuchó por res- exaltándose con la bárbara clausura que tenia,
puesta un acento lejano que dccia: ,,¡Las once se entregó a todo lo novelesco i estraordinario.
i lloviendo!» i poco despues, mui mas léjos, el Figuróse ser una heroína de novela, que esta.
eco de un ~-ilbato, cuyas vibraciones aumenta. ha en una torre bajo la tiranía de un fiero cas.
han lo espantoso de la oscuridad. tellano, i solo Je faltaba un amante que le ha.
El oidor, aterrorizado, por uno de aquellos blase todas Jc1s noches por un postigo, o que
impulsos que el miedo i el furor hacen nacer penetrara hasta su aposento por algun oscuro
en el corazon del hombre, arrebató una piedra, i pavoroso subterráneo. Era imposible, empero,
i se arrojó hácia donde el pordiosero debía que estuviera n.ucho tiempo sin encontrar un
estar; pero no encontró mas que las tinieblas hombre que la adorase, siendo ella rica, jóven,
de la noche: el hombre babia desaparecido. i de casi celestial figura.
II. Dos vezes Ja babia sacado su padre a paseo,
i en ambas le babia sucedido una desgracia:
LA VIGA. la última ocasion hemos visto que Ja atemori-
zó un pordiosero, Ja primera fué el principio
El oidor era uno de aquellos hombres, cuyas de todos sus pesares.
ideas convenian perfectamente con las reinan- A repetidas instancias suyas, el oidor la
tes a principios de este siglo: no tenia mas que llevó un dia al hermoso paseo llamado de la Vi.
una hija, Juanit,,, i en ella colocaba todas su!' ga o de Ja Orilla, para que viese el interesante
esperanzas. Juanita salia de su casa únicamen- espectáculo de Ja azequia surcada por canoas
te Jos dias festivos para ir a misa, 1 esto acom- de indios traficantes.
La tarde estaba hermosa: el sol, oculto tras
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Je alcrunas nubecillas, alumbraba sin molestar, Eran las seis de la tarde cuando volvían de
i un ;¡recillo fresco i delicioso mitigaba el exe- su dilatado paseo. El oidor i la nodriza vnnian
sivo calor de la primavera. Varias canoa~, t•stasiados con la vista de las chinampas. Esas
carga<l·as unas <le leiia o verduras, dividian las verdes islas flotantes, ¿cómo no han de cautivar
aguas a füerza de remo; otras iban apiiiadas la atencion del hombre'! Los que quieran gozar
de paseadores villanos o léperos, como los lb. de la naturaleza en toda su brillantez, que ven-
man en el pais, i que entraban en ellas por e! gan a visitar el delicioso pais de los mejicanos.
moderado precio de un cuarto, de suerte que Los montes que rodean el Auáhuac tenian
tenian que ir en pié hombres i mugercs par<:. un color azul mas bello aún que el del cielo;
poder caber. Uno tocaba la guitarra o el han- Méjico se veia al norte, como unos paredones
<lolon; casi todos cantaban; i <los, en el corto antiguos, abandonados a las orillas de una a).
espacio de cuatro o seis pies en cuadro, baila- dea; i al occidente el sol, que se ocultaba tras
ban el monótono e insulso jarabe, no reflexio- de los cnros, arroj8ba sobre una de las mara-
nando en medio de su entusiasmo, que pisaban villas del Anáhuac, sobre Chapultepec, sus ra-
a algun infeliz, o <lermmaban una cuba de pul- yos pálidos i apacibles, como la última mirada
ques. Los que volvian del paseo se diforcncia- que un padre moribundo dirige a su hijo querido.
ban de los otros en las coronas de encarnadas Juanita estaba en pié contemplando tan in-
flores que llevaban en la cabeza, dando a lo lé- teresante espectáculo: su alma se elevaba al país
jos un golpe de vista tan singular, como si se de las ilusiones poéticas; olvidó enteramente el
viera huir un jardin pequeño i florido. La lige- mundo de los mortales, i su acalorada imagi-
ra chalupa pasaba rápidamente gobernada por naeion la trasportó a ese hemisferio delicioso
una sola muger, i las canoas menores trataban de la fantasía, l'Onocido de pocos, i donde rei-
de evitar el ,contacto con esas enormes masas <le nan los genios privilegiados de Byron i de
hombres, para que la gente honrada que lleva. Saavedra
han no recibiese algun dicho picante de la em- A un movimiento rápido de la canoa, perdió
briagada plebe. Juanita el equilibrio i desapareció su cuerpo ba-
Aquella novelesca escena exaltó la firntasí;1 jo de las aguas: un instantP desp ies se la vió en
de Juanita, i manifestó a su padre los deseos la superficie luchando con las ansias de In
que tenia de embarcarse en una <le las canoas. muerte. El oidor arrojó un grito de dolor i de-
El oidor no se prnfo negar a una súplica tan sesperacion, i se iba a lanzar sobre su hija; pe-
justa, i alquiló una, no previendo (lo que. era ro la nodriza lo detuvo con toda la fuerza de
imposible), Jo~ resultados funestos que habm de 'lue era capaz.
tener aquella desgrncinda rliversion. -¡Socorro! ¡socorro! gritaba el oidor esfor-
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-S2- el amante de Juanita, estaba pr0scripta su ca.
2ándose en desasirse de la vieja: ¡mi hija! ¡mi beza. Esto la decia el jóven; i la inocente don.
hija! ¡Todo mi oro al que liberte a mi hijll! cella que ignoraba los asuntos de estado i no
Los remeros, indiferentes o cobardes, se tenia persona humana a quien consultar, ere.
mantuvieron inmóbles e insensibles. yó cuanto su amante la decia.
La jóven hubiera infaliblemente perecido, a Algunos días se pasaron Rin que el jóven qui.
no ser por una de esas enormes canoas llenas de siese declarar a Juanita su nombre; hasta que
gente que en el instante mismo pasaba por allí. una ocas1on, bajo Juramento de no descubrirlo
Un jóven, que venia en ella cantando con los de. a nadie, la dijo que era el licenciado Verdad,
mas, se echó precipitadamente al agua entre que se . le creía muerto en la prision; pero que
los aplausos de sus compañeros de viaje, arre- se hab1a logrado escapar con el ausilio de va.
bató a Juanita i con inaudita destreza coRwn- rios amigos, dejando un cadáver desfigurado en
zó a nadar con un solo brazo hasta la orilla de su puesto,
la azequia; donde colocando a la pálida donce. Algo había de invorosímil en esta relacion,
lla, recibió de sus lindos ojos una mirada duke pero no era para la fantasía de Juanita el refle.
i espresiva, con lo que quedó sin duda bien re- xionar un solo instante. Ademas: sabia ella,
compensado, pues en vez de esperar el premio aunque confusamente, el suceso del desgracia.
que se le debía por derecho, huyó acelerado do Iturrigarai, i tenia alguna idea de que en·
:rin que se le volviese a ver despues. tre sus supuestos cómplices habia un licencia.
do Verdad; i en fin, confiaba en la palabra de su
.m. amante, a quien no creía capaz de proferir una
sola mentira.
LA FICCION,
Juanita, empero, hubiera querido declarar a
Juanita jamas pudo olvidar a su jóven liber- su padre el estado de su corazon; mas conocia
tador: cuando estaba sola recordaba su intere· el carácter duro e inflexible del oidor, i sabia
sante figura, su rostro varonil, aunque con cier. que descubriéndole a su amante, era perder.
to afre de fiereza; i sobre todo; su generosidad: lo enteramente, a la parque ella misma ten.
deseaba volverle a ver, i lo consiguió efecti- dria que sufrir la clausura de un convento.
vamente, El jóven por medio dei oro logró ver Juariita no tenia madre: ¡infeliz! ¡cuán des.
todas las noches a Juanita, i le juró repetidas graciados son los que la pierden! No sabemos
vooes su amor; le ofreció casarse con ella lue. el verdadero precio de una madre tierna, sino
go que el aspecto político del pais variase, pues <lespues que nos ha faltado.
acababa de ser aprendido el virei Iturrigarai. Una mirada del oidor hacia temblar a s11 hi.
con él todos sus adictos, i perteneciendo a ellos
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ja. ¡Qué funestas consecuencia~ acarrea C'!l'a t:onocerle; i a la vuelta realizaron el plan qlllJ
abyeccion en que tenian i tienen algunos bár. habían formado de antemano.
baros hombres a Sll8 hijas, i esa tiranía en que Juanita llegó á su casa espantada: contó que
ferozes las hunden. Juanita se vió sola, aban. habían asaltado a su padre tres ladrones, i que
donada en d mundo: no hubo quien la di. estaba en grave peligro su vida. Los que en ella
rigiera una mirada de compasion, no halló en estaban se alarmaron al instante; salieron va.
quien apoyarse, no encontró un corazon a quien rios a socorrer al oidor, i en medio de esta confu.
entregar el suyo. La sucedió lo que a un her. sion el mendigo, o el licenciado Verdad, se fué
moso libro que su dueño tiene guardado en un a ocultar allá en el aposento de la imprudente
riquísimo estante, i que por no maltratarle no jóven.
lo saca a la luz, no reflexionaudo el insens:i.to IV.
que a mas de inutilizarle, lo abandona a la vo.
!untad de destrozadores insectos. LA GANZUA,
Juanita perdió su virtud i coa ella la frlizi-
dad de toda su vida. Comenzó a estar triste; Las dos de la mañana habian dado, y Jua.
se fué ·marchitando su belleza, como la flor a !<J. nita estaba sentada en su aposento. con sus
entrada del otoño, como la planta ajada por la "randes i ardientes ojos negros clavados en tier.
huella del caminante. ~u, escuchando lo que Ja decia Verdad; el cual
El oidor lo notó: sospechó que su hija esta. estaba en pié i fija la vista sobre ella.
ha enamorada; pero no se figuró su desgracia: -Eres mi esposa, si no ya ante los altares
si la hubiera imaginado siquiera, habria mata. y por medio de un sacerdote, por consentí.
do indudablemente a J uanita. Tomó tocl;is sus miflnto mutuo i por un juramento hecho ante
precauciones: estas suspendieron las visitas el" Dios. V as a ser madre de un hijo que lo es mio,
V crdad, pero no las cortaron. J uanita escribió i me perteneces tú tambien. • • • Resuélvete.
asu amante que iba poniéndose en estado de no -No •••• No •••• No •••-.
poder disimular delante de su padre; i concerta- -¡.Quieres acaso, continuó el jóven, que te
ro:1 los jóvenes el medio que habian de tomar abandone á la ira de tu padre? Tú no puedes
para volver a verse. Juanita pidió a su padre ya permanecer aquí un solo instante.
que la llevase una noche al coliseo, que jamas -Es verdad, es verdad, dijo J uanita con voz
babia visto, para gozar de las gracias del céle. débil i temblorosa, no puedo permanecer aquí,
bre andaluz Luciano Cortes, que cntónces lla. estoi deshonrada, manchada con una· nota fea,
maba la atencion de los mejicanos, segun d tes- horrible •••. ¡Ah! •••• V oi a ser para siempre
timonio de muchos que tuvieron la fortunn de infolrn: lo só; pero tambien sé que un crímen
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nos conduce a otros crímenes: yo he cometidO -t17-
el primero, no quiero cometer los demas. El rostro del jóven tomó un asp<'cto terrible:
-Creí en otro tiempo que me amabas. sus ojos fijos e11 una parte, pareci1rn haber per-
-¡Ah! ¡Dios mio! ¡Dios mio! ¿l tú lo du- dido el movirruento natural; siu embargo, m; a
das'! •••• Yo te amo, te adoro, te idolatro, eres lágrima de ternura rodó, casi asu pesar, por su
mi Dios; sí, tú lo sabes, lo S•tbes bien. Si no te m •jilla. Juarnta temblaba: qu eria hablar; pero
amara, ¿seria yo tan desdichada? las palabra s morian en sus labios como el suspi .
-Si es cierto lo que dices, sígueme; va. ro reprimido de un desdichado que 110 quie ro
monos de aquí, vamonos de este ¡rnis, de este manifestar SJS penas: tellia anudada la gargau.
país de maldicion. Tú no sabes lo que soi, no ta, 1 su corazon era el juguete de su alma ator-
sabes lo que he sido •••• Juanita, tú eres el m.,ntada, como lo es el navio de las olas em-
ángel qu e me ha sacado del inmenso mar de Lral'Ocidas de l oceano.
los crímenes, tú eres la qu e ha iutrod ucido en -¡Oh! csclamó despues de algunos instanl!'s
mi alma el honor, la virtud •••• Si me aban. de silencio, yo estoi engañada, misPrabkmeute
donarses, tu perdicion :;eria inevitable i b mia engañada . , • • Tú 110 eres lo que creí, lo que
tambien: a tí te mataría el desprecio de los hom. estaba tan acostumbrada a ercer., •• ¿Quiéu
bres, i a mí •••• eres? ¿quiér1 eres? por piedad!
-¿Qué? -Un pmscripto.
-El cad .. lso. -;I tu nombre?
-¡Gran Dios! esclamó lajóven l e vantánd(~- -Verdad: ya lo rnbr>s.
se precipitadamente: ¿i serias tan bárbaro de ir -¡,Couque es cierto? dijo Juanita, mostran-
a ponerte en manos de tus eucmigos? . 'tl? su satisfüccion i su alegria, ¿conque es
-No; pero seguiría la ruta que el destrno cierto? iAlt! yo soi muí feliz, mucho: 110 sé co-
me señaló. Yo he nacido entre la virtud, sí, mo podria es¡. ltcartc el placer que me causa lo
mis padres fueron un modelo de honradez y du que acabas de decir. l'o tP.mblaba, temblaba
nobleza de alma. ¡Miserable de mí, tambien hai i con razon: con esas palabras tan terribles
flores olorosas i bellas que dan veneno por fru- qu e proforias, cualqui era habría crcido que eras
to! .••• Yo no tengo la culpa de lo que soi: mi algun malvado, alguno de esos hombrci:. que
corazon se ha estremecido siempre de mis ac. derraman a torrentes la sangre de sus semejan-
ciones; pero mi suerte, mi suerte fatal me ha tes; de esos hombres, malditos eternamente por
conducido .••• Yo no culpo al cielo •••• yo el cielo, i ante los cuales caería yo muerta si
culpo a ese signo abominable en que nacemos los viera una vez. Tú me defenderás siempre
los desgraciados. contra ello!': ¿no es verdad?
-Sí, dijo el jóven cou voz dcbilitnrla y sin
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levantar los ojos.-Juanita, prosiguió despues oidor, i él, viendo que no tiene la cosa remedio,
de un momento de silencio, Juanita, es preciso cederá i nos llamará. Ya entónces todo habrá
partir: conmigo serás feliz: yo te lo prometo. variado en Méjico, y me podré presentar en pú-
-¡Feliz i léjos ~e mi padre! ¡de mi padre blico sin riesgo alguno.
que me ama tanto! il seré capaz de abandonar.. -1 andarémos en coche juntos, i todos nos
Je? No, no, imposible. El me trata mal, me tie .. tendrán envidia, i dirán los que nos vean: ,,Aque-
ne encerrada, me riñe con aspereza; pero es ,,lla es la hija del oidor don Fulano, i aquel es
mi padre, i lo debo respetar. Si vieras lo que ,,el señor Verdad, que fué apremlido en union
me decia mi pobre madre al tiempo de nu>rir, ,,del virei lturrigarai, i que logró escapa1se de
i me lo decia de una manera tan dulce •••• ,,la prision, i se casó con esa señorita. Pa<lc-
,,No abandones jamas a tu padre, .ni le des ,,cieron mucho los pobrecillos; pero al fin Dws
,,ningun pesar:_ el dia que lo desobcrlezcas, se- ,,se apiadó de ellos, i los hizo l}lizes."
,,rás infeliz, infeliz para toda tu vida. Quiére- El jóven arrojó un dilatado suspiro.
,,lo , mucho, mucho, como si fuera yo mis- -¿Por qué suspiras? preguntó Juanita.
,,ma: él se queda en mi lugar: no le hagas lo -Porque el tiempo pasa, va a llegar el día,
,,que no querrias hacerme á mí." 1 llego llora- i con él nuestra separacion eterna. si no te re-
ba, así corno yo, lloraba mucho i me echaba su suelves a partir al instatlte. Un coche !JOS es-
bendicion •••• Feliz tú, madre mia, que tiem- pera en la calle col).tigua: no tenemos mas que
po ha gozas de la gloria infinita del Criador. llegar a él i partir. Vamos.
-Pero si al cabo hemos de volver: volve- Al mismo tiempo la tomó ele un brazo, diri.
rémos, sí, y t\1 nos llamará i nos a~razará lue- giéndola hácia la puerta.
go que se haya pasado su cólera. -iPero quién nos abre? ¿Ignoras que. de al-
-iI nos bendecirá, y nos dirá hijos mios, y gun tiempo á esta parto mi padre mismo cierra
vivirémos cm1 él7 el zaguan i guarda la llave?
-No lo dudes. -Lo sé, i por eso traigo otra. Mírála, con-
- i l dilatará mucho tiempo? tinuó mostrándosela.
-Un año. -No, no; esta no sirve, dijo Juanita exami-
-¡Un año! nándpla: no es así la que tiene papá •••• ¡Jesus!
-Un ano se pasa como quiera, <lijo el jó- ¡qué llave tan rara! Esta no le viene a la cer-
ven con cierto aire de serenidad i de confian- mdura del zaguan.
za; un año a mas tardar: puede ser ántes; el -Sí le viene:¡le viene a todas las cerraduras:
cielo se compadecerá de nosotros, i: nos volve- es una ganzúa.
rá la dielta que tanto ansiamos. Yo escribiré al -¡Una ganzúa! ¡Dios mio! ¡una ganzúa! Tó-
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-90- i no pudiendo conciliar el sueño, se levantó
mala; no la quiero tener, tómala. ¡Qué ho_rror! desesperado para salir al corredor a •ec1bir el
ese es instrum1?nto de ladrones. lCómo tienes fresco. Sintió que bajaban la escalera: se puso
eso en tu poder? ¿La sabes manejar? a observar, i conoció que alguno se dirigia al
-Sí, es cosa muí fácil, respondió ei amante. zaguan. Al momento fué a tomar sus armas, i
No temas nada: es como cualquiera otra lla- a despertar a sus criados: mientras que estos
ve. Por una fortuna la conseguí. Si ha servido se levantaban, él bajó solo i sorprendió a los
para cometer algunos crímenes, ahora servirá fugitivos. El jóven al ver el bulto que se acer-
para hacer la feliz~dad de ~os esposo~. V amos caba, i que no podia reconocer por la oscuri-
de aquí, Juanita mm, el tiempo se pierde; da. dad, tapó la boca a Juanita . que iba a arrojar
me una prueba de tu am~r: síguem~. . un grito de espanto, la empujó hácia un escon-
Las tres dió el reloj de una 1gles1a cer- ce donde no la podían ver sin acercarse, i se
cana. precipitó sobre el oidor poniéndole U'l puñal
-Oye, oye las tres, continuó el jóv~n con en el pecho.
voz apresurada. Un instante despues, quizá se- -La muerte por una sola palabra que pro.
rá tarde. fieras.
-¡Si vieras como tiemblo! ••• -¡Madre mia, Y luego con la mayor velocidad le quitó
perdon! ¡Oh! ¡madre mia! ¡madre _mia! si m_e la espada que el oidor no pudo poner en uso,
puedes ver desde la morada ¡le los JUStos, cui- sacó un cordel que llevaba en el sombrero, i
da de tu desgraciada hija! •••• comenzó silenciosamente a atarle los brazos.
Y cayendo de rodillas, se puso a orar. El El oidor hubiera pedido socorro, pero conoció
jóven abrió la puerta, tomó á su amante en los que era aventurar su vida sin nececidad, pues.
brazos i la sacó funa del aposento. to que sus criados no debian dilatar; en efecto,
--'"·Dios mio! esclamaba Juanita con apaga- estos se presentaron trayendo luzes i diferen.
da voz,1
tuya es m1• alma; s1• me suce de a1guna tes armas.
desgracia, ampárame. -¡Es el mendigo de los diablos! esclamó
Bajaron rápidamente la escal~ra, !legaroa el oidor al reconocer a su antagonista. ¡Aten.
al zaguan: el jóven con una veloz1~ad 1 destre- lo! ¡desármenlo!
za estraordinaria, comenzó a abnr la puerta. Antes de que él diera estas órdenes, ya es.
.Al instante mismo se oyeron algunos pasos, i taban ejecutadas. El jóven, como el oidor, ha •
un momento despues apareció el oidor. bia sido sorprPndido, i conoció que no tenia
Se había acostado pensando siempre en el mas recurso que ceder; arrojó a los piés de es-
mendigo que lo había perseguido aquella noche, te Sil puñal i <lemas armas.
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-¿Qué quieres aquí? ¡,qué has venido a ha. -;-i~ué haces aquí? ¿qué estas haciendo aquí?
¡,que vienes a hacer aquí?
ccr7 gritaba d oidor enfurecido.
-Soi un ludron público i lrn venido a robar -Lo diré de una vez, si señor: es mi aman.
tu .carn, respondió el jóven con voz firme. te, m~ ha venido a ver: es el licenciado Verdad
-¡,Por dóude entraste? que tienen todos por muerto, i que ••••
-Por esa puerta. -Que ha muerto efectivamente, gritó el oi -
dor con apagada voz. Desnuden el rostro a ese
-No pudo ser. i nfame.
-Sí pudo ser cuando se ala rmaron todot>
Los criados obedecieron.
los de la casa para ~oco rr erte.
-Ve vd., papá; es ••••
-¿Dónde están tus cómplices?
-No tengo niuguno : he venido solo. -;El Brujo! ¡asesino ele profesion! esclamó
el oidor.
-¡lmposiblc!-Que se registro la casa:
-Es i11útil: mis compañeros están aluer<t Eljóven pretendia ocultar el rostro.
esperándome. Tal vez los entrega ré; pero qut . -No p uede. ser; ¡oh! no, no puede ser, ele.
cia J uan~ta casi sofocada, i cayen<lo de rodillas
me saquen de aquí al mom~nto.
ante el oidor, de cuyos piés se abrazaba. ·Dios
-A la cárcel por esta noche.
mio! Dios mio! ¡esto no puede ser! •••• !....Es
-Bien. mi amante, es mi esposo, es el padre del niño
-Mañana a la horca. que tengo en las entrañas., •• !
-Bien. -¡Maldita sea mi suerte! gritaba el oidor,
-A los infiernos. llegando en él la desesperacion i el furor a su
-Que sea pronto. c?lmo. ¡Es cierto, ies cierto lo que dices? Es
-Llévenle a Ja Acordada .de mi parte, dijo cierto?
el oidor a sus criados. -Soi madre i él es mi esposo. ¡Perdon, pa-
-No, no, por piedad, gritó Juanita i se
prernntó ante el oidor asombrado. No es un dre, m10.! perdon: por mi querida. madre que nos
esta mirando desde el cielo; por la santísima
Jadron, no; es un hombre honrado, yo respon- madre do J esucristo, perdon.
do de él, yo le conozco bien. Quítenle esas bar-
El oidor no oía, no veía: la tierra volaba ba.
bas son postizas; verán un jóven muy hermoso,
jo de sus pies; sus ojos se revolvían en sus ór-
que' no es capaz de hacer mal a nadie, a J'.!adie.
bitas como queriendo saltar: su labio inferior
El oidor la babia estado escuchando sm te-
era pr~sa de sus encarnizados clientes: la espu-
ner aliento para pronunciar una sola palabr~: ma salia de su boca, cual si fuese 1111 asoleado
al fin mirando a su hija con la saña de un ti-
coree:!, o un can rabioso: sus manos rasgaban
gre que ve escapar su presa, gritaba:
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sus vestidos, i mecian sus nevadas canas con
inaudita furia: era un hombre sin conocimien-
to; la fiebre lo devoraba, estaba poseido.
Arrebató velozmente el puñal del preso que
estaba tirado en el suelo, i sin dar tiempo a que
sus criados absortos le detuvieran, agarró de
lils cabellos a su hija, que permanecia a sus
pies, i clavándole en el seno repetidas veze~ el
agudo estoque. g1itaba lleno de Pncono:
-¡Muere con tu detestable hijo! Yo te mal.
digo! ¡yo te maldigo! ¡El infierno :ie abre ya
para recibirte!!!

No'Oiembre 27 de 1836.-I. R. G.

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