Libro Ruptura Cap. 1-3 Manuel Castells PDF
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LA CRISIS DE LEGITIMIDAD
POLÍTICA: NO NOS REPRESENTAN
Los actos terroristas que se suceden desde 2014 en las principales ciudades europeas
(en España desde 2004) surgen de la confluencia de tres fuentes. Por un lado, la
situación de marginación y discriminación laboral, educativa, territorial, política y
cultural de los casi veinte millones de musulmanes de la Unión Europea, más de la
mitad de los cuales son nacidos en Europa. A pesar de lo cual no son reconocidos como
tales en la vida cotidiana, al tiempo que su religión es estigmatizada por sus
conciudadanos. Por eso la mayoría de los atentados se producen en los países donde
tienen mayor peso en la población, como Francia, Bélgica, Alemania o Reino Unido, sin
que los otros países sean inmunes a una intensa actividad yihadista: recordemos
Barcelona y Cambrils. En segundo lugar, la referencia a una yihad global, antes
simbolizada por Al Qaeda, luego por el Estado Islámico, o Boko Haram en África, cuyas
imágenes en Internet acompañan, informan, y a veces ponen en contacto a jóvenes
musulmanes en busca de sentido, en Europa y en todo el mundo. Pero, en tercer lugar,
es esa búsqueda de sentido lo que parece ser la motivación más profunda que
conduce a la radicalización, el proceso personal mediante el cual se pasa la rabia y la
rebelión al proyecto de martirio y a la práctica terrorista. Una práctica frecuentemente
ejecutada de forma individual o con familiares y amigos, pero en general inducida
colectivamente en lugares de culto, en el adoctrinamiento de imanes que manipulan a
sus discípulos, en chats de Internet, en las cárceles occidentales o en viajes a las tierras
prometidas del Islam en lucha. Pero ¿qué es ese sentido? Y ¿de dónde proviene esa
necesidad de búsqueda?
El sociólogo Farhad Khosrokhavar, el mejor analista del martirio islámico, ha
entrevistado a cientos de jóvenes radicalizados en las cárceles francesas. Y lo que
encontró fue una narrativa sistemática sobre el vacío de su vida en las podridas
sociedades consumistas de Occidente, en la pobreza de las relaciones humanes, en la
lucha cotidiana por sobrevivir en la nada y para nada. En el fondo, una angustia
existencial típica de todas las juventudes de sociedades en crisis, pero agravada por
una situación específica de no pertenecer a ningún país, a ninguna cultura, hasta
encontrarse en ese Islam mítico que abarca todas las promesas de subjetividad en un
acto totalizante y en el que el sacrificio de lo humano da sentido a su humanidad. Es
más, tal y como señala Michel Wieviorka, esa búsqueda no es exclusiva de los
musulmanes, sino que se extiende a muchos jóvenes europeos originalmente no
musulmanes que viven existencias igualmente desprovistas de sentido y que piensan
encontrarlo en esa mutación a un absoluto religioso purificador. De ahí los miles de
europeos de origen, hombres y mujeres que van a morir a Siria y que, si retornan a lo
que nunca fue su hogar, continúan en su proyecto islámico y en su radicalización
terrorista. Por eso el terrorismo islámico global, con sus manifestaciones aún más
violentas en Oriente Próximo, el Magreb, Asia, África, allá donde haya millones de
musulmanes, se ha convertido en un rasgo permanente de nuestras sociedades. Y la
represión policial, e incluso militar, puede castigarlo y atenuarlo, pero no detenerlo. Es
más, cuanto más se estigmatice al conjunto de la comunidad musulmana con medidas
de prevención, más se alimentará la radicalización de sus jóvenes. Con efectos
devastadores en la práctica de la democracia liberal. Porque un estado de emergencia
permanente justifica en el imaginario colectivo la restricción sistemática de las
libertades civiles y políticas, creando una amplia base social para la islamofobia, la
xenofobia y el autoritarismo político. Ta vez ese es el objetivo implícito de la rebelión
yihadista: exponer la descarnada realidad discriminatoria y la hipocresía política de la
democracia liberal. Para que pueda triunfar la comunidad religiosa planetaria en
donde se sublimen las pecaminosas pasiones de la cristiandad colonialista (los
cruzados), n un aquelarre de violencia y crueldad del que resurjamos purificados por
obra y gracia de los mártires que se sacrificaron para rescatar a la humanidad de su
vacío moral. Ese es el sin sentido de esa búsqueda de sentido. Y es así como la
democracia liberal, ya debilitada por su propia práctica, va siendo socavada por la
negación de sus principios, forzada por el asalto del terrorismo.
¿Cómo pudo ser? ¿Cómo pudo ser elegido a la presidencia más poderosa del mundo
un billonario burdo y soez, especulador inmobiliario envuelto en negocios sucios,
ignorante de la política internacional, despreciativo de la conservación del planeta,
nacionalista radical, abiertamente sexista, homófobo y racista? Pues precisamente por
eso. Porque en su discurso y en su persona, trascendiendo a los partidos, se
reconocieron millones de personas cuyas voces habían sido apagadas por la
“corrección política” de las élites cosmopolitas que habían monopolizado la política, la
cultura y la economía del país. Aunque antes de concluir que los estadounidenses son
un hatajo de fascistas recordemos que en las dos anteriores elecciones habían elegido
un presidente negro y progresista. ¿Qué pasó entonces? ¿Qué cambió en la sociedad y
en la política de Estados Unidos? De ahí que el análisis del improbable ascenso de
Donald Trump a la cúspide del poder estadounidense, y por ende mundial, es clave
para entender la profundidad de la crisis de la democracia liberal y percibir sus
consecuencias.
En resumen, votaron mayoritariamente por Hillary las mayorías étnicas, los jóvenes,
las mujeres educadas y las grandes ciudades. Mientras que votaron masivamente por
Trump los sectores blancos de menor educación (hombres y mujeres, jóvenes y viejos),
los trabajadores industriales blancos, los hombres blancos educados, las áreas rurales
blancas, y todos los territorios de mayoría blanca. Fueron los blancos, en su conjunto,
los que eligieron a Trump, con un mensaje explícito de defensa de su identidad y de
rechazo de quienes la diluían en la diversidad étnica.