Historia Del Tradicionalismo Español 3 PDF

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carlismo.

es
MELCHOR FIRRER • DOMINGO TEJIRA • JOSI F. ACIDO

HISTORIA. DEI}·

_,
EUANOL

TOMO 111

EDICIONES TRAJANO
Al'ARTADO 141
SEVILLA
carlismo.es

HISTORIA DEL

TRADICIONALISMO ESPAÑOL

TOMO III
carlismo.es
HISTORIA

DEL

TRADICIONALISMO

ESPAÑOL
POR
MELCHOR FERRER, DOMINGO TEJERA
y
JOSE F. ACEDO

TOMO III

Carlos V de Borbón

(Desde la muerte de Fernando VII hasta la promoción


de Zumalacarregui al mando supremo del
Ejército carlista del Norte)

EDICIONES TRAJANO
apartado de correos 1 4 1
Sevilla, i 9 4 2
carlismo.es

o5

y. 3

ES PROPIEDAD
Queda hecho el depósito qut
marca la ley

TALLERES TIPOGRÁFICOS DE LA EDITORIAL CATÓ


LICA ESPAÑOLA, S. A. (SAN JACINTO, 10 6. «SEVILLA
f
carlismo.es

CAPITULO PRIMERO

ACUSACIÓN Y DEFENSA DE FERNANDO VII


carlismo.es 1
carlismo.es

CAPITULO PRIMERO

ACUSACIÓN Y DEFENSA DE FERNANDO VII

Bajo el signo de la contradicción. — Semblanza de los padres


de Fernando: Carlos IV.—María Luisa: La Corte de Luis XV,
foco de la corrupción de Europa. — El ducado de Parma^
miniatura de Versalles. — Las camaristas de la Reina. — Go-
doy cae... de pie. — Los primeros maestros de Fernando VII.
La trapisonda de El Escorial.— Las culpas del absolutismo.
¡Vivan las cadenasl — La tauromaquia fernandina.— La firme
lealtad de los realistas. — El "Deseado" llega a hacerse
indeseable

No nació para genio, ni para genio iba, ni fué un genio el Rey


Fernando VII, y, sin embargo, su figura se ofrece envuelta en comple
Bajo el
jidades, que suelen ser características de los hombres geniales, porque
signo
suben del haz de la sencillez o de la vulgaridad. Discurrió su vida bajo el
signo de la contradicción. Ni por el temperamento, ni por la fachada de la
física, harto adiposa e ingallarda, ofrecía rasgos o aspectos de guerrero, contra
y, sin embargo, la guerra se desencadenó al subir él al Trono, siguió dicción
rodeándole con estrépito y nos la dejó a su muerte como una fatídica
herencia.
No tiene para él simpatías la historia, y de su nombre es fre
cuente oír que se abomina por todos los sectores de las generaciones
que le han sucedido. Sin embargo, y a pesar de su conducta, por mu
chos estilos reprobable, fué el bien amado y el "Deseado" del pueblo.
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8 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

En ese ambiente contradictorio nos sentimos fluctuando al querer


juzgarle con imparcialidad. ¿Merece las alabanzas que muchos le tribu
taron? ¿Merece los improperios que sobre él llovieron y lloviendo si
guen incesantemente? ¿Sería justo discernirle todas las responsabili
dades que se acumulan en el discurso de su reinado, o habrá que re
partirlas con todas las clases sociales de su tiempo?
El carácter de un hombre no es congénito en todo con su persona;
no es fatal la condición del ser, ni admitimos como indudablemente
científica la frenología materialista. Propio del hombre es tener ideas
morales, y en ninguna mente humana están absolutamente borrados
los conceptos del bien y del mal, de lo lícito y lo ilícito, del derecho y
del deber. Hombres de flaca o dudosa condición moral, cayeron en las
más monstruosas aberraciones; otros, de carácter díscolo, hosco, des
pótico, o iracundo, o cruel, lograron disciplinarse, vencerse y dominar
se, hasta entrar justamente en el quicio de las buenas disposiciones con
trarias. De donde se deduce que el medio en que se nace o se vive,
la educación, la influencia familiar, las lecturas sin método y sin com
pulsa, desvirtúan o corrigen, con buena o mala dirección, la tendencia
espiritual del hombre , y aun de la misma sociedad.
Fernando VII, que, de niño, se crió enfermizo, fué un muchacho
despejado, inteligente y quizás movido de buenas intenciones—pese
al anecdotario que le achaca, entre otras extravagancias crueles, el
entretenimiento, a que dicen que era dado, de sacarle los ojos a los
pájaros—, si no hubiera permanecido en ausencia la autoridad moral y
afectiva de sus padres, y no hubiera él convivido con una Corte intri
gante, relajada y llena de corrupción.
¿Quién podrá medir la inmensidad de amargura, y la desilusión,
el excepticismo, la hiél de rencores, la vergüenza, la suspicacia respecto
al "que dirían" entre todas las personas, altas y bajas, con quienes ha
bía de tratar el Príncipe, viéndose infamado y cubierto de ludibrio, en
cuanto conoció las equívocas, desenfadadas relaciones de su madre
con Godoy? En cualquier persona de otra condición social, el descu
brimiento de un estigma de esa naturaleza, en quien, como la madre,
encarna los afectos y lo? respetos más puros, ha de producir en el hijo
la máxima decepción y el máximo dolor, y una verdadera catástrofe
moral, que conmueva y aún derribe todo el orden de ideas y de sen
timientos que en su conciencia haya formado y sostenido la primera
educación. En un Príncipe, destinado a ocupar el solio de la más alta
jerarquía política y social, y que, por lo mismo, más que en la ejecuto
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HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 9

ria de los pergaminos, con ser ésta necesaria, ha de prestigiarse en la


limpieza del linaje, el desencanto por la mancha puede llevar, al que
le afecta, a un estado psicológico de rebajamiento o de escepticismo,
o de desenfado más o menos procaz, con el que embadurnándose del
todo, pretenda borrar el relieve destacado de aquella salpicadura.
Nunca será disculpable, por ejemplo, la abyección de Luis Felipe
José de Orleans, caído en la más indecente ordinariez, dándose el mote
de Felipe "Igualdad", después de infamar públicamente a su padre y
a su madre, para incurrir en la vileza de votar la decapitación de su
primo Luis XVI, y terminar él mismo en el cadalso. No disculpamos a
ese monstruo, pero registraremos su caso como fenómeno que explica
los extremos a que puede llevar el desequilibrio moral de los hijos, pro
ducido por culpa de malos ejemplos de sus padres, o siquiera por el
abandono de éstos en la esmerada educación de la prole, y más si, por
su origen eseclarecido, ha de ejercer, alguno entre ellos, la Regia auto
ridad. Porque la autoridad no la da un decreto, o una elección o desig
nación, sino otros imperativos morales de más alta influencia.
Sin llegar a tanto, ni con mucho, alguna analogía nos parece ver
entre Felipe "Igualdad" y Fernando VII, en lo que hace a la majeza
de éste, a su populachería, a su despreocupación, a la falta de sentido
noble de la dignidad de su alcurnia y de su cargo, que varias veces
dejó a expensas de intolerables humillaciones, aunque, con táctica pa
radójica, manteniendo la reserva mental de ejercerlo con plenitud en
cuanto pudiera vencer a los que le humillaban. En este aspecto es de
justicia reconocer su no vulgar inteligencia o listeza, como así la refi
nada aptitud para el fingimiento, porque, a la postre, terminaba enga
ñando a los que le tenían en suspenso sus prerrogativas soberanas. Sem-
Para centrar la figura moral de Fernando VII, es necesario el diseño blanza
de unos rasgos elementales del panorama y de los personajes y perso- jQS
najillos que le acompañaban, o le andaban cerca en el tiempo de su
padres
formación educativa. Primero, el padre; y si lo mismo se peca por
de Fer
exceso que por defecto, Carlos IV era demasiado bueno. Se le ha
nando:
comparado con su infeliz primo y contemporáneo Luis XVI de
Francia. Car
los IV
El marqués de Lema, en una de sus conferencias sobre
"La Política Exterior Española a principios del si
glo XIX" (1), dice que Carlos IV "fué el más sencillo, el mejor de
los maridos; pero no descubrimos nada si decimos que su esposa dis-

(1) Madrid 1936.


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taba mucho de esas condiciones, y la influencia de María Luisa en la


política de España durante su reinado es poderosísima, decisiva y ne
fasta." Y más adelante: "Floridablanca se había creído obligado — y con
cluiremos con esta anédota esta ya larga conferencia—a llamar la aten
ción diferentes veces a Carlos III sobre ciertos devaneos, ciertas mani
festaciones, sobradamente ligeras, que se habían observado en la Prin
cesa de Asturias, que el austero Monarca debía conocer, por el deco
ro de la Corona; pues si María Luisa fué dominada al fin por la pasión
que alentó hacia ella el Príncipe de la Paz, es notorio— y la historia
tiene que ser verídica— que algunos otros devaneos habían precedido
a esta dominadora pasión, y una vez que— y ésta es la anécdota a que
me refiero, y que os la cuento para término un poco más pintoresco
de esta conferencia— Carlos III se creyó en la obligación de llamar la
atención de su hijo y decirle que debía velar por las apariencias — por
que otra cosa no podía creer en la conducta de su esposa — , Car
los IV, que era un hombre bueno, pero de escaso talento, y que, como
todos los Monarcas— era condición de ellos, pero se manifestaba en
Carlos IV en la forma más sencilla e inocente—, todos tenían un con
cepto de la realeza tan arraigado en su espíritu, que sólo asi se explica
que a las palabras de su padre sólo se le ocurriese contestar que él
María conocía que cabía en las Reinas y Princesas el ceder a las pasiones y
encontrar atractivos en otros hombres diferentes a sus maridos; pero
Luisa. como no tenían Reyes frecuentemente a su disposición, esta carencia
La Cor era garantía de su felicidad.
te de "Carlos III le miró y le replicó sencillamente:
Luis — "IPero qué tonto eres, Carlos!" (1).
XV, Si la historia ha de ser verídica, las anécdotas no siempre hacen
foco fe de legítima historia, y tratándose de las mayores intimidades de la
de la vida doméstica, es difícil probar que los devaneos de la Princesa María
corrup Luisa, anteriores a sus relaciones con Godoy, tuviesen carácter grave.
ción de Deberíamos, pues, ir más a los orígenes del proceso de esta figura
Europa histórica, para deducir del ambiente en que la Princesa se educara,
su propia debilidad pecadora, y, en consecuencia, la falta de so
lidez moral en la educación de su hijo remando.
La madre de María Luisa era hija de Luis XV de Francia, y por
honesta que esta Reina fuera, como lo fué, algo de las relajaciones
de aquella Corte habría de trascender a los Estados de Parma, y ese
algo, siquiera una porción, influiría en el modo de apreciar y observar

(1) Esta anécdota la cuenta también lord Holland en "Foreing Reminis-


cences".
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HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL

su vida la Princesa que casó con el que debía ser Carlos IV de Es


paña.
La Corte de Luis XV fué como una gran cucúrbita condiabólicos
serpentines de alambique, donde se destilaban, para suministrarlos a Eu
ropa entera, los zumos de un opio más enervador que las adormideras
vegetales, porque calaban al fondo de las conciencias, embriagándolas
hasta desvanecer en ellas todo sentimiento puro. Vivíase allí en fingi
miento y en torcimiento; todo era falsía. En el arte, el "recocó ",
con ebriedad de las líneas— en las sillas de manos, en las carrozas, en
las cornucopias, en los candelabros, en las consolas y "canapés"... Pri
vaban en la indumentaria las pelucas, casacas bordadas, encajes, espa
dines, amplios y deshonestos descotes... En la vida de los palacios, in
decencia, concupiscencia, frivolidad, pedantería, mezcolanza de seño
ras con rameras, de madrigales con epigramas, del rezo con la blasfe
mia, del saludo ceremonioso con el grosero insulto: todo entre tapices
de seda, espejos, medallones y camafeos. Los abates, en emulación con
los filósofos sin Dios, para difundir el escepticismo; Ja aristocracia,
minada por la francmasonería y por el sensualismo filosófico de Con-
dillac y por las audacias de los enciclopedistas.
Contemporáneo de todos, y presidiéndolo todo, por ser el jefe de
su Corte; imagen del hastío, abúlico, temeroso, ocioso, displicente, el
Rey Luis, sin llegar a la furia erótica del loco de Gerasa, a quien el
Señor libró de los demonios de la impureza, que pasaron a infundir a
los cerdos del contorno en que se -realizó el milagro, llevaba una vida
aporcinada: amante de la pulcritud externa— como lo son los puercos,
contra la apreciación vulgar de que prefieren la suciedad al agua lim
pia—, pero por dentro metidas sus escasas ideas y sus inmoderadas
pasiones en perpetua pocilga. Culminaba, como ejemplar el más des
tacado en el conjunto de un tan podrido ambiente; mas es difícil so
pesar los hechos para deducir de ellos que fuera el Rey quien estimuló
ese ambiente, hasta corromperlo, porque es más cierto que las larvas
de la corrupción venían laborando desde más atrás en la sociedad
francesa.
Tuvo Luis XV por maestro, consejero y "factótum" político y
administrativo al Cardenal Fleury (1), varón recto, piadoso, probo, de

(1) Andrés Hércules, cardenal de Fleury, obispo de Frejus, ministro de


Luis XV. Nació en Lodéve en 1653. Administró con gran honradez, casi con
tacañería, y en su política exterior buscó la paz con la ayuda del ministro
inglés Walpole. Supo asegurar para Francia la Lorena, pero no consiguió
evitar la guerra de sucesión de Austria. Murió en 1743.
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impecable conducta, pero falto de energías y con un defecto que oscu


rece muchas de sus virtudes: el "malminorismo"; pues temiendo perder
el cargo, no por apego a él, ni por ambición o vanidad, sino porque
cayera su Señor en sectarias, audaces y codiciosas manos—y en esto no
se equivocaba, pues había más de un pretendiente indeseable, ganoso
de la Real privanza—, no fué enérgico con su regio discípulo, y le tole
raba que siguiera enfangéndose en el vicio, sin pensar, el buen Carde
nal, lo que ocurrió al fin: que, de hecho, fué él mismo anulado por las
concubinas del Monarca, alzadas con el arbitrio de los públicos ne
gocios, entre las que destacó como muy famosa, más por su talenfo y
sagacidad política que por su depravación, con ser ésta mucha, madame
de Pompadour (1).
Uri factor más importa acusar como actuante en el reinado de
Luis XV, y fué el recrudecimiento del jansenismo. "Algunos individuos
de la nobleza, la mayoría de los burgueses ricos, profesaban el janse
nismo, oculta o abiertamente: la secta había echado hondas raíces y
adquirió gran desenvolvimiento, por lo que su influencia política llegó
a ser considerable. En el Parlamento, una gran mayoría era, si no jan
senista, erasmiana y opuesta al ultramontanismo del Gobierno, y esta
división, que tomó forma en 1730, llegó a su apogeo en 1732. Los
combatientes primitivos fueron el Parlamento y los Obispos ultramon
tanos, que se vieron apoyados por el Consejo, y últimamente por el
Rey" (2).
A pesar de llevar en sí muerta la fe, por sus obras, refinadamente
pecadoras, el Rey, junto con Fleury, combatió aquella exacerbación
jansenista; pero más tarde, muerto el Cardenal, y habiéndole sucedido
Choiseul, la secta triunfó en su objetivo principal, pues contra el par
tido del Delfín y de los Cardenales, Luis firmó el edicto de expulsión de
los Jesuítas. Armstrong resalta el hecho de que en la educación de
Luis XV prevaleció un modo farisaico, y que este Rey hacía sus con
fesiones por escrito, corrigiéndolas luego Fleury, como si fueran ejer
cicios de composición literaria.

(2) Antonieta Poisson, marquesa de Pompadour. Favorita de Luis XV.


nació en París en 1721. Ejerció gran influencia sobre el Rey y sobre el Go
bierno, y contribuyó a que Francia entrara en la guerra de los Siete Años.
A su iniciativa se debe el cambio de orientación de la política exterior fran
cesa, reconciliando Francia con Austria por los tratados de 1756 y 1759. Fa
lleció en 1764.
<,?) Edward Armstrong.—"El Gobierno da los Borbones en Francia y en
España".
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HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 13

Mirando, pues, este reinado a tono con la lógica, y la historia


con sentido providencialista, era natural el próximo estallido de la
Revolución francesa, como una consecuencia de aquel desenfreno mo
ral y social y como un castigo de Dios. Y, aplicando igual juicio, Es
paña pagaría sus culpas con la guerra de la Independencia y la gran
peste de liberalismo.
Nos hemos detenido en esta digresión sobre el reinado de Luis XV,
porque, como dijimos, y es notorio, de aquel foco partió la propaga
ción de las malas doctrinas y costumbres que prendieron en toda Euro
pa. En cuanto a la influencia en el Ducado de Parma, donde nació la
madre de Fernando VII, si bien la bondadosa, piadosa, paciente y
honestísima María de Leczinska (1), hija del R ;y Estanislao de Polonia
(2), que soportó heroicamente las infidelidades de Luis, se esmeraría en
la educación de Luisa Isabel (3), su hija, toma espontáneo relieve la
sospecha, més que sospecha, la certidumbre, de que la Corte de Parma
fuese, en algunos aspectos, miniatura de la de Versalles... Por lo pronto, El Du
Felipe, el Duque (4), no se resignaba a vivir en el Ducado, presa de cado de
la nostalgia de la Corte versallesca, y para la educación de Fernando, Parma,
su heredero (5) fué designado nada menos que Condillac (6), el minia
tura de
Versa
(1) Hija del Rey Estanislao Leczinski, esposa de Luis XV. Nacida en 1793 lles
y fallecida en 1768.
(2) Estanislao, Rey de Polonia, hijo de Rafael Leczinski, gran tesorero
del Reino. Nació en 1677 y murió en 1766. Tenia un alto destino en Palacio
cuando se rompieron las hostilidades entre Augusto II y Carlos XII, al que
debió Estanislao la Corona en 1705. Las conquistas del Rey de Suecia, asegu
raron su poder, pero tuvo que huir después de la derrota de Pultawa. Acom
pañó a Carlos XII a Besarabia y a Turquía, recibió de él un ducado que se
vió obligado a dejar al conde Palatino Gustayo, y fué a residir a Alsacia.
Fué elegido nuevamente Rey de Polonia a la muerte de Augusto: pero, sitia
do en Dantzing por un ejército ruso, huyó a Francia, consiguiendo en 1738,
por el tratado de Viena, la soberanía de la Lorena y el ducado de Bard. Su
gobierno fué una era de bienestar para sus pueblos.
(3) Luisa Isabel de Borbón, hija de Luis XV de Francia. Casó en 1738
con el duque de Parma don Felipe, hijo de Felipe V y de Isabel Farnesio.
Falleció en 1759 de un ataque de viruelas.
(4) Felipe de Borbón. hijo de Felipe V de E;paña y de Isabel Farnesio.
Nació en 1720, subió al trono de Parma en 1749 y falleció en 1769 de viruela,
como su esposa
(5) Fernando de Borbón, duque de Parma, de Plasencia y de Guastala.
Nació en 1751 y murió en 1802.
(6) Esteban Condillac. Filósofo francés, jefe de la escuela sensualista,
nacido en Grenoble en 1715 y muerto en 1780. Tuvo un beneficio eclesiástico,
pero no desempeñó nunca las funciones sacerdotales. Fué nombrado precep
tor del duque de Parma. e individuo de la Academia Francesa en 1768.
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MELCHOR FERREK - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

filósofo de la escuela sensualista, el peor de los preceptores, para el


caso, pues, al mal de su doctrina, unia la suavidad de carácter, la
fría austeridad laica, su modo temperamental de agua mansa, capaz de
contener, como las estigias, malignidades miasmáticas que no llevan en
su discurrir alborotado las aguas torrenciales.
Y así resultó el discípulo; porque Fernando de Parma, muy devoto
de niño, al suceder a su padre, de edad de catorce años, con lo apren
dido bajo la férula de Condillac, más por el influjo de Tillot (1), enci
clopedista, como Aranda y Pombal, alardeó de abusivos regalismos y
copió la moda sectaria de expulsar de su Estado a la Compañía de Jesús.
También siguió las huellas de su libertino abuelo, rodeándose de ami
go? viciosos, y se dió al excesivo desenfreno de las pasiones, e hizo de
su Corte un vivero de intrigas y placeres.
De ese ambiente salió, para venir a España, a compartir un día
con Carlos IV el Trono de San Fernando, la Infanta María Luisa.
No hay que negar el fogoso temperamento de la parmesana, pero es
indudable que su educación tuvo que adolecer de unas máculas mo
rales... o amorales, bien acusadas en los años del tránsito de niña a
mujer, y que rebrotaron cuando ya en la madurez de su vida vuelven
' a rodearla incentivos livianos. Escoiquiz dice de ella que su cora1
zón era vicioso, incapaz de un verdadero cariño; que era extremado su
egoísmo, refinada su astucia, de una hipocresía y un disimulo increíbles.
Alquier afirma que mentía con gran aplomo, que era antidevota, y
Las ca hasta incrédula... Recordemos, una vez más, las influencias remotas
maris y próximas que operaron en su niñez, y nos explicaremos por qué la
tas de madre de Fernando VII fué como fué.
la En las narraciones de Antonio Flores (2) desfilan figuras y figuri
Reina llas de la Corte de Carlos IV. De D. Manuel Godoy se cuenta crie, al
llegar a Madrid buscó protección en la camarista de Palacio marqúese
de Matallana, y obtuvo la banderola de una compañía de los Guardias

(1) Guillermo León do Tillot. Nació en Bayona en 1711 y murió en París


en 1774. Fué primero Intendente de Felipe de Parma y luego Ministro de
Hacienda del mismo, siendo recompensado por su servicio en 1765 con el
titulo de Marqués de Felino. Después de la muerte de Felipe tomó la direc
ción de los asuntos del Estado bajo el Duque Fernando. Entre sus fundacio
nes en Parma figuran la Escuela Militar y la de Bellas Artes, así como la
Universidad que creó en 1768.
(2) Flores.—"Ayer, hoy y miñan:".—Ilcdrid.

I
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 15

de Corps, cuerpo al que ya pertenecía su hermano D. Diego (1). Del


entonces futuro Príncipe de la Paz se ha dicho que era muy apocado, y
muy formal, aunque presumía de su arrogante figura. En cuanto a Ma
ría Luisa, según tales versiones y contra lo que los mentados textos
han dicho sobre contumaces liviandades desde antes de sus amoríos con
Godoy, cotejemos que, mientras fué Princesa, supo frenar sus incli
naciones, y en Madrid vivió reducida al marco de su departamento en
el Alcázar, y lo mismo durante las jornadas en La Granja. Entreteníase
con la música, y casi no tenía más trato que el de sus camaristas. A
juzgar por estos antecedentes, que se ceñían a las severidades del tiem
po de Carlos III, no se explica la anécdota que el marqués de Lema re
coge, como atribuida a este Rey en el anotado diálogo con su hijo.
"Entre las camaristas— refiere un narrador (2) había dos que, cur
tidas ya en lides amorosas y archidoctoras en intrigas palaciegas, en
tretenían más que las otras a su augusta ama, contándole aventuras
de los guardias de Corps y de las damas de la Corte... Después de ani
mar a María Luisa con la narración de aquellas anécdotas, solía pregun
tarles la Princesa los trapícheos de los guardias que estaban de servicio
o de los que habían escoltado su carroza la tarde anterior, y estas con
versaciones la deleitaban en extremo. Así pasaba el tiempo, y aunque,
en honor de la verdad, María Luisa respetaba a su padre político el Rey,
veía con pena que se retardaba el día de su elevación al trono, día que
debía ser para su corazón oprimido lo que para el torrente que rompe
el valladar que lo sujeta."
Refiere luego que en el año 1788 se mostró más animada La
Granja que en años anteriores. Carlos III no era ya sino una sombra
de Rey— el 14 de Diciembre rendiría la cuenta definitiva de su vida — ;

(1) Diego Godoy. Nació en Badajoz en 1769. Sentó plaza de cadete en


el regimiento de Infantería de Aragón en 1781, y en 1783 pasó al de Caballe
ría de España, y en ésta ascendió a alférez por figurosa antigüedad. En 1791
halló en la dsfensa de Ceuta, donde fué herido, y ascendió a comandante.
En 1793 ascendió a coronel, brigadier y mariscal de campo, asistiendo a toda
la guerra llamada del Rosellcn y Cataluña en 1793, 1794 y 1795. En este últi
mo ano ascendió a teniente general. En 1796 fué inspector general de Drago
nes, y en 1802 de Caballería. En 1308 obtuvo el cargo de coronel del regimiento
de Infantería de Reales Guardias Walonas. y también el destino de mayordo
mo mayor de S. M. Cuando los sucesos de Aranjuez de 1808. fué arrastrado
por la caída de su hermano el Principe de la Paz, siendo encerrado en el cas
tillo de Villaviciosa de Odón, de donde salió cuando la invasión frrncesa.
Se trasladó a Roma, en donde vivió hasta su muerte en la mayor miseria, sin
h=be? visto revalidados sus empleos y grados ni hsberse podido acoger a am
nistía alguna.
(2) "Los ministros españoles de 1808 a 1868"
carlismo.es
16 MELCHOR FERRER . DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

y María Luisa, rompiendo la pasada costumbre recoleta, ya salía aquel


año a menudo a pasearse por los jardines, y hacía menos caso de
sus hijos que hasta entonces, señal de que nunca hizo mucho caso.
Estaba ya en la fase del ciclo vital entre la madurez y el ablanda
miento." ¿Qué significaba aquel cambio?— se pregunta el autor—. Que
veía pasar el tiempo, que empezaba a notar en su rostro las huellas de
la edad y que ya las pasiones, tanto tiempo sujetas, se sublevaban en
su pecho." Por la diaria relación de intimidad, las camaristas, que, sin
duda, a través de las confidencias, conocían el hervor de las inquietu
des de su señora, refuerzan el asedio, al tanto de las mercedes que
esperan recoger cuando suban de nivel sus protegidos. D. Diego Godoy
tiene su valedora. Las demás influyen cada una por su candidato.
Cerca de Eva actuó una sola serpiente. La madre de Fernando, Eva
otoñal, se ve tentada por una colección de culebronas... No en verso,
como muchos de los personajes dramáticos de Calderón, sino en prosa
elemental, los Reyes deben celar, tanto la moralidad de sus pueblos
como la de su propia casa, por el propio honor, que es, al mismo
tiempo, el honor de la Nación. Satanás, el anti-Dios, también suele
mostrarse con pluralidad de nombres o de significados. Cada pasión
ruin expresa una presencia o actividad demoníaca. Las camaristas
de María Luisa, serpientes disfrazadas de azafatas, persiguen su interés,
y el diablo el suyo, utilizándolas, por delegación de sus funciones de
tentador de las almas. La Princesa resiste o disimula una indiferencia
que no sabemos si sentía. Le hablan, para despertarle celos, de cierto
amorío que Diego Godoy tiene con la hija de un tejedor de Segovia,
a la que iba a visitar los días francos de servicio en La Granja, y
Godoy María Luisa no acaba de interesarse, y hasta asegura no haberse fija-
cae... do en el-
de pie Entra por entonces en escena— de este drama' que tanta sangre pro
duciría al influir en los destinos públicos nacionales e internacionales-
un nuevo intrigante— José Antonio Caballero (1)— que se ofrece, con su

(1) José Antonio Caballero, marqués de Caballero. Nació en Zaragoza en


1770, y falleció en 1821. Fué alcalde de Corte en Sevilla, fiscal del Consejo Su
premo de Guerra, y en 1793 sucedió a Jovcllanos como ministro de Gracia y
Justicia; pero habiendo intervenido en el motín de Aranjuez, perdió la Car
tera. Cuando la invasión francesa, se afilió con los afrancesados, siendo uno
de los firmantes del mensaje pidiendo a Napoleón que se coronase Rey de
"Espáña. Fué consejero de José Bunaparte, a quien siguió a Francia, y regresó
a España en 1820 al triunfar el régimen constitucional. Se le atribuye haber
mandado suprimir de la "Novísima Recopilación" todas las leyes en que es
taban consignadas las facultadas legislativas de las antiguas Cortes de Castilla.

i
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 17

cuenta y razón, pues llegará a ser ministro, y muy influyente—, para


secretario de la mediadora del mayor de los Godoy, y la sugiere que
insinúe a la Princesa el tomarlo por amante. Accedió, al fin, María Luisa
a tener con el mozo extremeño una entrevista, nada más que una
simple entrevista, y por ese episodio, las hablillas pasaron a la historia,
que se ha hecho eco de ellas, atribuyendo al mayor de los Godoy pri
macía en el favor de la Princesa sobre su hermano Manuel. Mas no
debió de ser así, porque, precisamente al otro día de la conversación
con D. Diego, entró de guardia el desde entonces auspiciado para
Principe, y cuando venía de regreso de Segovia, dando escolta al co
che regio, se le desbocó el caballo, y al caer, como la Princesa se inte
resara por el jinete, oyó citar el apellido, y creció su interés, pues hubo
de creer que se trataba de aquel con quien hacía pocas horas conversa
ra. El galán—veintiún años— se acercó a cumplimentarla, y María Luisa
quedó prendada de él. Aquella noche, el tema de las conversaciones en
La Granja era la caída de Godoy. Y el narrador comenta: "Cayó de
pie". El pobre Diego fué desterrado, porque, según la Princesa dijo
a su esposo, "se había atrevido a mirarla de una manera algo irrespe
tuosa...", y Manuel Godoy entró a gozar de la privanza.
Hasta aquí la empalizada genealógica de Fernando VIL Sigamos Los
ahora con la astilla. De niño, son sus preceptores los hermanos Scío, prime
Felipe, escolapio, más tarde Obispo de Segovia (1), y Fernando, tam ros
bién escolapio, hombre bondadoso, docto en humanidades, dómine y, maes
a la vez, director espiritual del regio discípulo (2). Probablemente tros
enfrascado en sus estudios de la Física, en sus modelos de máquinas, de
por las que tuvo obsesión, no sentiría ni entendería la política, para
Fer
influir y poder enderezar a su educando, ya talludo, en los años en
nando
que él lo tuvo bajo su férula. La misma predilección por las ciencias
VII
naturales y matemáticas no le tendrían capacitado especialmente con
el don de persuación ascética, y, además, dado el destino que habia de
seguir su pupilo, que no era el de la abadía, en cosas más de tejas
abajo tendría que instruirle. Fernando no se distinguió por su misti
cismo, aunque fué siempre seguidor de la doctrina y respetuoso con

(1) Felipe Scío de San Miguel. Nació en La Granja en 1738. Perteneció


a la Congregación de las Escuelas Pías. Hombre doctísimo, su traducción de
la Biblia ha merecido siempre gran consideración Fue nombrado obispo de
Segovia, pero no llegó a tomar posesión de la Sede, y murió en 1796.
(2) Fernando Scío de San Antonio. Escolapio. Su ciencia en las disci
plinas fisicoquímicas y matemáticas le han merecido un singular respeto
por los eruditos de su tiempo. Nació en 1752 y falleció en 1806.
2
carlismo.es 1

18 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

la Iglesia, a la que, lo mismo en el fuero canónico general que en la


vindicación de los desmanes cometidos por José Bonaparte y la Re
volución durante el cautiverio del "Deseado" contra las Ordenes reli
giosas, sirvió éste sinceramente. Su hermano Carlos María Isidro, bien
por natural inclinación o por tenérsele más despreocupado del mun
dillo político, fué más piadoso y vivía más a lo hondo la vida es
piritual.
El verdadero preceptor o consejero político de Fernando fué Escoi-
quiz. Le escogió Godoy para ese puesto. Canónigo de Zaragoza, tuvo
en "recles" perpetuos su silla coral, y en Madrid se estaba, hasta
que Godoy le desterró a la Diócesis de Toledo, con un arcedianato.
De allí se escapaba él clandestinamente para venir a conspirar con su
Príncipe, el cual tampoco podía vivir sin su mentor. Lamentándose un
día Fernando del destierro de Escoiquiz, y de que Godoy lo fuera
todo y él nada, su buen hermano Carlos, que le oía, más reposado y
sensato, le contestó: "No lo sientas; cuanto más le den, más tendrás
que quitarle." Quejábase también Fernando de que Godoy le robase
el cariño de sus padres, y esta disposición de ánimo la aprovechaba
Escoiquiz, para, a la vez que le aconsejaba prudencia y fingimiento
externo, sugerirle los planes de trapisondas que enderezaran una ma
niobra que acabase con la privanza del extremeño. De la pugna palatina
nacieron dos partidos, el de Fernando con Escoiquiz, y el de Godoy. De
las pasiones entonces suscitadas hay interesantes detalles en el libro del
P. Salmón "Resumen Histórico de la Revolución de
España" (1). Vino a reforzar el bando fernandino su propia pri
mera esposa, María Antonia de Borbón (2), mujer de talento, muy
ilustrada y de carácter resuelto, pero se estrelló contra la resistencia
de su suegra, la cual, en cartas a su favorito, llama a la nuera "duen
de", "diabólica sierpe". Se estrelló la nueva Princesa contra la madre
de su marido... y contra su marido mismo, ya por demás con los
pies fuera del plato, por la frecuencia de sus correrías nocturnas. Dicho
sea esto sin perjuicio de examinar con imparcialidad, cuando los testi
monios estuvieren en sazón, aquellos pareceres que pretenden probar
la fidelidad conyugal que Fernando guardaba a sus esposas. Así, un

(1) Cádiz 1814. Fué prohibida por el Tribunal de la Inquisición en 1815.


(2) Hija del Rey fie Nápoies, murió muy ioven. en 180(5. A su muerte,
entre otros, se publicó el ''Elogio fúnebre de la Serenísima Señora doña Maria
Antonia de Borbón. Infanta de Nápoies y Princesa de Asturias", por don i
Sebastián Hernández y Morejón.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 19

escritor liberal ha podido decir: "El Rey, a quien sin injusticia no


podría negarse la fidelidad conyugal, de que hizo alarde con Isabel,
asi como después con Amalia y Cristina..." (1). Aunque la Princesa
María Antonia murió tuberculosa, la maledicencia contaba que fué en
venenada por instigación de Godoy, porque días después del falleci
miento se suicidó el farmacéutico de Palacio.
Escoiquiz hay que repetir que fué un gran trapisondista, y la Ha- La tra
mada conspiración de El Escorial no pasó de ser una truculenta trapison- píson-
da. Un día halló Carlos IV en su pupitre un pliego anónimo, en <ja <jc
el que se denunciaba que Fernando preparaba un golpe en Palacio, gs-
y que la Reina corría el riesgo de morir envenenada. Era el 28 de Oc- corja]
tubre de 1807. Carlos entró repentinamente en el despacho de su hijo,
le recogió los papeles a su alcance y dispuso que el Príncipe perma
neciera en sus habitaciones, sin que nadie le visitara. En ausencia de
Godoy, enfermo en Madrid, fué llamado el secretario del despacho de
Gracia y Justicia, marqués de Caballero— al que ya vemos gozando del
fruto de sus intrigas con las camaristas—, para examinar los escritos.
Los terribles documentos eran: Una exposición al Rey, dictada por
Escoiquiz y de la letra de Fernando, en la que se atribuía a Godoy el
designio de subir al trono; pedia Fernando atribuciones para detener
al privado, encerrarlo en un castillo y embargarle los bienes, todo ello
sin proceso, para evitar que el acusado, en sus escritos dentro del
sumario, revelara lo que a la Real familia pudiera perjudicar. Hablaba
la exposición de la bigamia de Godoy, casado con Pepita Tudó, y, a la
vez, con la hija del Infante D. Luis, y se extendía en otros pormenores.
El segundo documento era una instrucción, obra también de Escoiquiz,
en la que se proponía a Fernando que interesara, con modos sentimen
tales, a la Reina, incluso arrodillándose ante ella— como en los melo
dramas de aquella época—, para que castigara los crímenes del favo
rito; y si por estos recursos nada se lograba, se apelaría a otros més
seguros. En lenguaje convencional, el Rey era designado con el nom
bre "Don Diego"; la Reina era "Doña Felipa"; Godoy, "Don Ñuño",
y su cuñada, "Doña Petra". El tercer papel contenía la cifra y clave
de la correspondencia entre el Príncipe y Escoiquiz. El cuarto, una
carta-nota de Fernando, fecha de aquel día, ya cerrada, pero sin di
rección, en la que constaba que elevaría a su padre la exposición, para

(1) R. de Mesonero Romanos.—"Memorias de un setentón natural y ve


cino de Madrid".
carlismo.es
20 MELCHOR FERRER . DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

lo cual iba a valerse de un religioso, que la pusiera en las Reales manos


En esta carta declaraba Fernando que se había penetrado bien de la
gloriosa vida de San Hermenegildo, y que, guiado por el ejemplo de
aquel santo mártir, estaba dispuesto a pelear por la Justicia; mas, no
teniendo vocación para el martirio, deseaba que todos le apoyasen
con firmeza, que estuviesen preparadas las proclamas y que si llega
se a estallar el movimiento cayese la tempestad sobre "Gisberto" y "Gos-
winda" (Godoy y la Reina), y que a "Leovigildo" (el Rey) procurasen
atraerlo con vivas y aplausos.
¿Puede darse mayor trapisonda? Goswinda era la viuda de Ata
nagildo, casada en segundas nupcias con Leovigildo, y, por tanto, ma
drastra de Hermenegildo y Recaredo; Godoy era el Gisberto, que fué
el que presenció la ejecución de Hermenegildo.
Este cuarto documento lo arrebató María Luisa para que no figu
rase en el proceso. Se publicó un manifiesto, en que el Rey recriminaba
a su hijo. Godoy fué a ver al Príncipe, y éste le recibió llorando, se
gún el de la Paz cuenta en sus "Memorias" (1), añadiendo que é!
también lloraba: (dúo de cocodrilos, que no había previsto Escoiquiz
en el guión de su tragi-comedia), y vino el Real decreto del perdón,
que se publicó el 5 de Noviembre, en el que se intercalaban dos car
tas dirigidas a "Papá mío" y "Mamá mía", expresivas del arrepenti
miento del hijo. Fué el decreto como un telón, que puso fin a la farsa,
aunque restaba una segunda parte, dramática de verdad. La escena, en
Aranjuez: agrio motín, del que Godoy gustó las heces, y que produjo
la abdicación de Carlos IV. Se dió entonces por unos y otros el ver
gonzoso caso de apelar los querellantes a un tribunal ilegítimo extran
jero, pues padre e hijo pedían ayuda a Bonaparte.
Las Del hístrionismo con que Fernando y Escoiquiz entretuvieron a
culpas Napoleón en Francia, esperando que a éste le llegara su hora de pasar
del ab de carcelero a cautivo, las circunstancias de que aquellos episodios no
solutis entran en el marco de nuestra HISTORIA, nos ahorran el enojo de re
mo mover los vergonzosos rescoldos, donde, metiendo la pluma, se enro
jecería. Puesto que hay que padecerlo, avivemos la Impaciencia de
ver de nuevo en España al "Deseado", conforme al adagio de que con
viene andar pronto el mal camino. Su gesto de deshacer lo que en la

(1) "Memorias de don Manuel Godoy. Príncipe de la Paz, o sea cuenta


dada de su vida política para servir a la historia del reinado del Sr D. Car
los IV de Borbón". París 1839.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 21

forzosa ausencia hicieron los revolucionarios, lo Justifica, con la razón,


el instinto. Notorio fué, ante todo, que el pueblo, asociado siempre
con la Realeza y contra el espurismo constitucionalista, se pronunció
francamente por la reacción hacia el antiguo régimen, y nadie menos
que los llamados liberales podían, en justicia, protestar, porque, en uso
de la soberanía que a la Nación colgaron, usara ésta de su libérrima
voluntad para declinar esa soberanía en el que creía y diputaba por
único y legítimo Soberano. El clamor de la gente, los informes que
ef Rey iba recogiendo a su paso por villas y ciudades de España,
crónica circunstanciada, razonada y elocuente, con que sus leales
acudieron a él, mediante el "Manifiesto de los Persas" (t), y el natural
escozor de tantos agravios, más la experiencia personal conocida y vi
vida en el propio ambiente de la Francia revolucionaria, moviéronle
el sentimiento pasional, con la idea innata en todo hombre de restable
cer el derecho perturbado, a imponer el secular del Trono y darle a su
pueblo lo que pedia y le pertenecía. Si por exacerbación del propio
rencor, o por dejarse guiar de malos consejeros, perdió el sentido de
la ponderación, cosa es en la que muchos discrepan. Nosotros segui
mos sosteniendo que, sea por falacia o pérdida de la noción de
la realidad, efecto de la larga ausencia, hizo mal Fernando en desviarse
de la férula equilibrada y justa que le daba el citado manifiesto y que
recogía el Rey en su decreto de 4 de Mayo de 1814. Por el atavismo
de la afición a las trapisondas, que le imbuyera su maestro Escoiquiz,
pasando ahora del enredo a la acrobacia, vínose él al suelo y arrastró
a España a rodar también por los suelos. Por jugar al absolutismo,
que le gustaba, y a lo liberal, mal que le pesara, la cuarda floja,
al fin, se rompió. La posición justa y firme era la tradicional, es decir,
colocarse en el plan netamente español.
Optó Fernando VII, como se ha visto, por el absolutismo personal,
sin cuenta de que la autoridad Real no debe servir a un solo partido,
sino que a toda la nación paternalmente se debe. Pudieron ser expli
cables, a su regreso del destierro, las primeras represalias, no como re
presalias, sino como sentido de justicia y de reivindicación, que de
bía hacer pagar sus culpas a los autores de desmanes e ilegalidades
de todo género, que los habían cometido, excediéndose de la estricta
difusión de sus ideas políticas. El castigo debió aplicarse rápido y sin

(1) V. Tomo I—Apéndice.


carlismo.es
MELCHOR FERRER . DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

ensañamiento, más como medida preventiva para evitar oposiciones y


contener intrigas descaradas contra el restablecimiento del régimen
legítimo; pero, una vez satisfechas las más elementales sanciones, el
deber del Rey era el de la reconciliación con todos sus subditos, abo
nando las garantías prometidas en el citado decreto de 4 de Mayo, dado
. en Valencia, y afirmando las sustantividades del régimen que repre
sentaba, en servicio de la fidelidad con que la mayoría del pueblo
las había mantenido durante eí cautiverio del Monarca, y a pesar de
¡Vivan las bajezas con que éste se condujo en él. Esas convicciones populares
las ca arraigadísimas, explican el júbilo con que la Majestad, no siempre
denas! dignamente encarnada en Fernando, fué recibida a su regreso de Fran
cia, y la generosidad con que le fué perdonada su condúcta, y los nue
vos perdones del pueblo, cada vez que lograba salir el Rey de las
garras del constitucionalismo liberal, hasta el extremo de gritar las
turbas reaccionantes el sarcástico "¡Vivan las cadenas!" y engancharse
los hombres, sustituyendo a las bestias, para tirar de la carroza real;
modos qué parecerían propios de esclavos, si no se hubiesen em
pleado en uso del libre albedrío, no como homenaje a un hombre,
que no merecía tal prueba de delirante entusiasmo, sino por la Monar
quía legítima, que en vano se pretendió deslegitimar por la obra de las
Cortes de Cádiz.
Lo que la España auténtica le toleró a Fernando Vil— aquel "vamos
todos y yo el primero, por la senda constitucional", y el encogimiento
ante la ejecución de la pena de muerte vil aplicada a su leal Elio, y
el abandono de otros leales a la venganza de sus enemigos, más algunas
irresoluciones y providencias contradictorias—, no fué por simples
impulsos sentimentales, respecto del hombre, sino esperando mejores
días para la institución. Era el instinto genial, refinado por la secular
experiencia histórica, que adivinaba los males que nos sobrevendrían
con el sistema liberal; era la firme concepción teológica, transmitida
en el pueblo, por la voz familiar de la tradición, de padres a hijos,
en el recinto de los hogares, y que prevalecía, como vestigio de supre
ma ciencia, como luz de lo alto en la oscuridad de la ignorancia de
otras disciplinas en que la clase media y popular, y hasta la aristocrática,
habían caído, y que pudo el pueblo razonar "a priori"— porque las
verdades de la Teología son fundamentalmente inmutables — sobre las
consecuencias de los principios liberales, alzados contra Dios y su
Moral, que no podían llevar sino al caos social, porque, cuando el
espíritu, el alma, se separa de la materia, sobreviene la muerte.

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 23

De modo que no era por la linda cara de Fernando, que nada


de linda tenía— "ese narizotas, cara de pastel", le cantaba la plebe li
beral—, por lo que el pueblo le sostenía, sino por la propia conserva
ción de los intereses espirituales que en el Rey, como cabeza del sistema
genuino, se vinculaban. Y fué, sirviendo el mismo pensamiento y la
misma voluntad, por lo que estallaría la guerra carlista o legitimista,
solidarizándose grandes masas populares con la causa de Don Carlos
María Isidro.
El pueblo se hacía cargo de que del "Deseado" no era toda^ la La
culpa cuando claudicaba bajo los forcejeos e imposiciones del bando tauro-
liberal; las circunstancias le obligaron, y, político, ladino, maquiavélico, maqilía
era un realísimo fingidor, que escapó con vida, a pesar de los peligros que fernan-
le rodearon mientras desempeñó sus "papeles", lo mismo en 5a- dina
yona, que en Valencay, que en España. Por muchísimo menos subió al
patíbulo el bondadoso Luis XVI. Y diríase que Fernando instituyó la Es
cuela de Tauromaquia, en pleitesía a su personal arte de torear, con la
izquierda o con la derecha, según las tendencias del ganado político
que se le daba en suerte.
Pero hubo una ganadería que le dió mucho que hacer: la que usaba
por divisa los colores francmasónicos. Le vemos confiado en 1819-20,
pese a los brotes de anteriores conspiraciones, que culminaron en la
aventura de Riego, triunfante, a pesar del anti-liberalismo del pueblo
y de la derrota militar de ese precursor del moderno Mangada. A
lo que se ve, Fernando no daba la importancia debida a las actuaciones
de la secta, tanto, que de él mismo se murmuró que era masón, sin
que de ello existan pruebas definitivas. El ejército estaba minado por
la masonería, pero las providencias de los ministros contra las conspi
raciones militares, o faltaban o eran débilísimas. De Fernando VII se ha
dicho que, horrorizado con los antecedentes de su padre, juguete de
un valido, no quiso incurrir en el sistema de la privanza. Lo que falta
saber es si los ministros que designaba no eran favoritos a la fuerza,
por temor a la destitución, pues muchas veces los exoneró caprichosa
mente, abusando de su absolutismo. Al ministro Ceballos se atribuye
el haber inclinado el ánimo del Rey a ser tolerante con los sectarios:
pero éstos agradecieron la tolerancia tratando de asesinar a Fernando,
o, cuando menos, secuestrarle, por la conspiración de Richard, y cuando
recibió castigo el autor del frustrado regicidio, vuelven a llamar al
Rey. intolerante.
carlismo.es 1

24 MELCHOR FERRER . DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Fernando VII, desentendiéndose de los realistas que mantuvieron


el fuego sagrado de la legitimidad monárquica en las angustiosas horas
de la España sin Rey, de 1808 a 1814, fué de concesión en concesión,
arrollado por el golpe, en sí mismo ridiculo, que Riego personalizó.
La fir- Don Vicente de la Fuente afirma que "entonces, el partido realista
me abandonó a Fernando y pagó cara su criminal inercia" (1). Difícil
lealtad es probar el aserto, sin que antes se demuestre que en aquel régimen
de los arbitrario— al que los realistas eran opuestos, según consta en los do-
realis- cumentos que hemos presentado entre los Apéndices de tomos anterio-
tas res^los ministros y los mismos generales adictos podian tener la mí
nima discrecionalidad necesaria, inherente a toda autoridad, aun la
modestísima del guardia municipal, para adoptar resoluciones defini
tivas y decisivas. No se concibe que, falto Riego de toda asistencia popu
lar y abandonado por las escasas tropas que pudo al principio
reunir, se cuajase su triunfo. La sublevación de La Corufta, que vino
a darle una victoria que no había conquistado, resultó algo sencilla
mente grotesco. No fueron los realistas los que abandonaron a su Rey;
era el Rey, con sus veleidades, su olvido de las obligaciones morales
del cargo y el menosprecio que con sus actos hacía de los compromi
sos ofrecidos solemnemente, el que se aislaba, y el cansancio y el
disgusto del deber sin lícito fruto, fué invadiendo a grandes y pe
queños. Más realistas que el mismo Rey fueron los viejos realistas, por
que, sin ser desleales a la persona, aunque ésta no lo mereciera,
fueron más leales a los principios, que el Rey malbarataba, sin darse
cuenta de que su conducta y mal ejemplo no iba a perdonarlos la nue
va generación, que con él no tenía contraidas tantas obligaciones; y esa
Juventud, desilusionada, sobre todo en la clase militar, fué cayendo en
las redes de la secta masónica, la cual iba asistiéndose de lo que menos
podía desearse que tuviera; de una cierta parte de razón, nunca
sustantiva, más sí derivadas de las sinrazones de Fernando. El caso
es que desde 1820, todo fué dejarse el Rey Jirones del manto real
entre las uñas francmasónicas, que le tenían secuestrado.
Queda hecha en el anterior volumen constancia circunstanciada
de que los realistas no decayeron en la defensa de su causa, ya alzando
partidas de guerrilleros en todas las regiones de España, antes de la
Regencia de Urgel y las sucedáneas constituidas por ellos; ya en la

(1) Vicente de la Fuente. "Historia de las sociedades secretas".

I
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 25

campaña de los llamados "Cien Mil Hijos de San Luis", que hemos vis
to conllevada por muchos miles de españoles; ya en aquella protesta
viril de los "malcontents" catalanes. Tales hechos hacen prueba
irrebatible del noble y heroico tesón de los precarlistas en la defensa de
las tradicionales instituciones. Se obtuvo el triunfo, pero no triunfó el
realismo, porque el Rey, caduco, decrépito, vacilante siempre, se hizo
instrumento de su última mujer, Cristina, conocida por "la masona"
(1), y su cuñada, la Infanta Carlota, que lo era de cierto, como su
marido, Don Francisco de Paula, una vez más indigno del infantado por
este otro espurlsmo.
Los vicios carnales del Rey derivaron por la curva de los de su El "De
pariente Luis XV de Francia, que terminó por perder del todo su bar seado"
niz religioso superficial. Así, se refiere de Fernando que, al morir su llega a
tercera esposa, la piadosísima Amalia, se trató de casarle con otra hacerse
Princesa alemana, y el muy desparpajado contestó: "i No más rosa inde
rios!" (2). Tentado siempre por el tercer enemigo del alma, precoz seable
"viejo verde" a los cuarenta y tres años, gustáronle las morbideces
de la candidata napolitana María Cristina, y vino a precipitarse en
los senderos de la muerte por do más pecado había. En aquella na
turaleza, estragada por el abuso del apetito sensual, se apuró el ago
tamiento al casar con una mujer a la que casi doblábale la edad. En el
verano de 1832, Fernando padeció agudísimos ataques de ciática; el
atronamiento de tal rama del árbol nervioso puede ir seguido de
alteraciones en el segmento central del mismo, y en la médula, hasta
degenerar en un estado parapléjico. La exacerbación de aquel mal re
mitió, hasta un año después, y el 29 de Septiembre dispuso Dios que se
le acabara la vida de repente.
La política no tiene entrañas, pero carece también, en ocasiones,
de lógica. Rey político, demasiado político, en el sentido de un mengua
do empirismo maquiavélico, muchas veces mostró su mala entraña, y
muchas la buena razón no estuvo acorde con los actos del que, si le
llamaron "Deseado", llegó a hacerse indeseable.
Esto en cuanto al Rey. Pero en cuanto al reinado, justo es hacer
un breve resumen, ya que, si mal lo conocen los españoles, peor ha
sido la fisonomía dada por todos los autores del siglo XIX,
que fueron liberales o bebieron en las fuentes del liberalismo. Aver-

(1) Villalba Hervás: "Dos regencias".


(2) Vicente de lá Fuente. "Historia de las sociedades secretas"
carlismo.es
26 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

güenza decirlo, pero lo cierto es que no poseemos una historia del


Síntesis reinado de Fernando VII, sino una caricatura del mismo.
de este Cuatro son los períodos fernandinos: 1.9, la primera reacción ab
reinado solutista; 2°, el segundo período liberal constitucionalista; 3.5, el pe
ríodo realista de 1823 a 1832, o calomardiano, y 4.2, el despotismo
ilustrado o de preponderancia de Doña María Cristina.
El primero es del mayor interés: España se recobra de la ruina y de
la anarquía, introducida tanto por el liberalismo doceañista como
por la invasión de las bayonetas extranjeras. Período de paz interior,
de calma, de reconstrucción, solamente nublado por las noticias que
llegan de América. España está recobrando su posición en Europa, y es
en este período donde más se ha de buscar la labor ímproba de los
ministros de Fernando VII. Y también en el mismo período se fija
el más hermoso documento que jamás se publicó con la firma de
Fernando VII: nos referimos al manifiesto que dirige a los españoles,
cuando se ha recibido la noticia de que Napoleón, huyendo de su
cautividad en la isla de Elba, había desembarcado en Frejus para
reconquistar el Trono de Francia. Europa se conmueve, por todas
partes se aviva en los aprestos guerreros, tiembla de nuevo el mundo,
temiendo recomenzar otra guerra, sangrienta como las desatadas en
lo que iba de siglo. Sabemos todos cómo el sueño de Napoleón se
desvaneció en Waterlóo, "morne plaine", según la apellida Víctor Hu
go, gracias al indómito tesón de los aliados, dirigidos por la concepción
militar del duque de Wellington. ¿Y España? España también entraba
en aquel concierto de las naciones, uniéndosele para defenderse con
tra la ambición de universal dominio de Bonaparte, y entonces se pu
blicaba aquel documento a que estamos refiriéndonos, con la firma
de Fernando VII, sobrio, sencillo, sin grandes ni altisonantes frases, ha
ciendo resaltar toda su autoridad real de plena soberanía, informa a
los subditos del por qué de sus aprestos, y les habla, no de Rey a va
sallos, sino de padre a hijos, como si al amor de la lumbre, que es
la independencia y el honor de la patria, bajo el techo de la casa
solariega, que es España, quisiera comentar con ellos el triste temor
de recomenzar las guerras que hacía un año habían terminado, pero
que, tanto el honor como la seguridad, no permitían rehuir.
Segundo periodo fernandino: De anarquía, odios, destrucción. Ar
de la tea de la guerra civil. De un régimen iniciado por los moderados
del liberalismo se desciende hasta la demagogia más desenfrenada.
Crímenes, incendios, destrucción. Y el suelo de España lo pisan tropas
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 27

extranjeras, que vienen para ayudar a los buenos españoles, que de


fienden el tesoro de sus tradiciones.
Tercer período: Segunda vuelta al régimen absoluto. De nuevo
reconstrucción, de nuevo deshacer la obra revolucionaria, de nuevo
encaminar a España por las rutas de la paz y del orden. Pero Dios
dispuso, ya que España no rectificaba en sus errores, corregirla, cas
tigándola. No lo entendieron asi aquellos fernandistas, que mantuvie
ron un absurdo "statu quo" en un país de tan bella tradición cristia
na. Y a fines de 1826, comienzan las infiltraciones liberales: ora con
la "purificación" de militares que han servido en el ejército constitu
cional y que hasta a veces han sido ministros, como el general Balan-
zat, ora con el regreso de ministros constitucionales moderados, como
Canga Arguelles, ora con la postergación de los leales y el desdén
por los servicios prestados; de ahí la insurrección de los "malcon-
tents"..
Y el último período absolutista es el del triunfo de la Reina y
su hermana Carlota. £1 liberalismo se siente fuerte, porque sabe que
cuenta con excelentes asistencias en Palacio. No faltan cortesanos
junto a la Reina, y un Rey decrépito les entrega las riendas del
Poder, y, sobre todo, su voluntad. Período Iniciado en 1830, pero que
en 1832 llega a su culminación... De allí a la muerte de Fernando VII,
quien podía haber escrito en su testamento las palabras de Alejandro
Magno: "Mis funerales serán sangrientos". Sangrientos fueron duran
te siete años. Y en la posteridad fernandina consumóse el. hundi
miento de la pureza moral y la grandeza imperial de la Patria.
carlismo.es 1

J
carlismo.es

CAPITULO II

DON CARLOS MARIA ISIDRO DE BORBON

¡Ya está aquí el "faccioso!"— Don Carlos en la novela. — El


"exceso" religioso. — La semblanza en "Los Apostólicos".—
Don Carlos y la madre de "Isabelita". — Argumentos "ad
hominem" aplicados a Galdós. — La falsa semejanza con
el "Hechizado". — Rasgos físicos de D. Carlos, según Pi-
rala. — Actitud de las Cortes europeas. — Pormenores bio
gráficos del fundador del Carlismo: Sus primeros años. —
El regreso a España. — Bodas festejadas. — Don Carlos y el
constitucionalismo. — La lealtad de D. Carlos con su her
mano el Rey. — El destierro a Portugal. — Refutación de
otros juicios de Pirala. — Los tiempos del "Hechizado" y los
isabelinos. — Don Carlos o la Voluntad. — Fragmentos de
otros historiadores

¡Ya está aquí! ¡Ya está aquí el "faccioso"!— "Un "faccioso más"—
díjose entonces, cuando entró en Navarra el primer Rey de la dinastía
carlista.
Faccioso, de facción. Facción: parcialidad, bando, pandilla.
Parcial: el que forma en una parte, en un partido, minoría entre
otras minorías, o respecto de un todo.
Esto, en cuanto al número, porque en un orden de sustancia, de
doctrina, parciales de un partido, sectarios de una secta, pueden ser
los que repugnan el acervo ideológico nacional, o discrepan de la
integra verdad revelada que la Iglesia mantiene. El que permanece fiel
a lo propio, a lo que ha sido común de todos, a lo característico de las
propias costumbres del país, del propio derecho, del propio pensa
miento, de la propia fe, ese no es faccioso.
carlismo.es
30 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

La Iglesia es la depositaría de la verdad, la que nunca cede


en la defensa de la Religión verdadera, y no transige con los erro
res. Sectas son las que por un motivo humano, pasional, o por aberra
ciones de la mente, o por soberbia o rebeldía de sus fundadores se
separaron o desgajaron del tronco matriz, nunca viejo y siempre
recio e inconmovible, por los siglos de los siglos. La Iglesia no es
facciosa, no es una secta.
La bandera que Don Carlos mantenía, y ahora va a defender con
su espada, en una guerra de siete años, era el simbolo de la sustancia
patria, libre de postizas o exóticas accidentalidades. Era la misma en
seña alzada frente al invasor en la guerra de la Independencia, con
su lema íntegro, sin adjetivaciones copiadas de la moda extranjera.
Facción había sido aquel grupo, muy minoritario, que, mientras
el pueblo en masa peleaba contra el déspota de Europa, dábase a
la intriga, emboscado en la retaguardia de Cádiz, en las logias de
la secta masónica y detentando las prebendas públicas, para imponer
las ideas y modos de gobierno antinacionales, traídos a España por las
tropas del Corso, contra las que la nación combatía.
Facciosos eran los afrancesados, los que, al regresar la Real fa
milia del cautiverio, trataron de imponer a Fernando VII que se
conformara con los despojos de los antiguos atributos plenos de la
Realeza que ellos pretendían compartir. Los mismos que en 1820, por
azares del juego político, no por una fuerza arrolladora de opinión,
bien contraria, por cierto, al designio entonces perseguido, restable
cieron el régimen constitucional de 1812; facciosos los que en 1830 ur
dieron la llamada Pragmática Sanción, para destruir, sin
que lo consiguieran, las leyes y costumbres por las que se ha regido
siempre la sucesión a la corona en Castilla y León, • en Aragón, en
Navarra, antes y después de la unidad de los reinos y condados de
España bajo el imperio de los Reyes Católicos.
"¡Un faccioso más!" Esto han dicho las leyendas y las novelas,
los soliloquios, los monólogos declamatorios, durante un siglo en que
la trompetería oficial no ha permitido que se oyera la voz de los con
tradictores. Sólo algunos artículos, discursos o fragmentos de discursos,
monografías desperdigadas, algún libro mejor Intencionado que com
petente... La figura de Carlos V de Borbón, con ser su personalidad de
bien acusado relieve, vagaba como una sombra legendaria por pa
lenques, poternas, rastrillos y adarves de la historia patria, sin que
se le concedieran condiciones, títulos y méritos para penetrar en la

I
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HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 31

torre de los homenajes. Todo han sido improperios o menosprecios de


sus enemigos.
Don Modesto Lafuente le llama ambicioso, fanático, absolutista,
intransigente, amparador de intrigas (1); don Juan Valera, que, con
borrego y Pirala, continúa la obra de aquel historiador, habla de la
"exagerada fe religiosa'" de D. Carlos. Con la tinta de pulpo que un
novelista desparrama, permaneciendo él en la impunidad, porque son
sus fantásticos personales los que hablan, D. Benito Pérez Galdós
se despacha a su antojo en los dos últimos tomos de la segunda serie
de los "Episodios Nacionales ; "Los Apostólicos" y
"Un faccioso más y algunos frailes menos", denos
tando al Infante, a su esposa Doña Francisca y a la Princesa de
Beira.
" — ...Estoy de apostólicos hasta la coronilla, y deseo que los "kirie-
leysones" del cuarto de Don Carlos no lleguen hasta mi casa, tra-
yéndome el olorcillo a sacristía que tanto me enfada..."— hace decir
a una dama libérala en el primero de sus dos citados libros. La frase,
muy de la época, por su volterianismo de extracción barata, si que
da hoy tufo a cosa más que manida.
No es lícito hacer la semblanza de un hombre, a distancia de los
años, sin haberle tratado o siquiera conocido. Puede hacerse la sem
blanza de una figura histórica Juzgándola por sus hechos, por las cir
cunstancias en que se movió, siempre a base de los acontecimientos
en que intervino y según los modos como intervino. Aparte esto, el til
de de que era Don Carlos excesivamente religioso no es un defecto.
Precisamente el exceso religioso es un mérito, en las gradaciones de El "ex-
¡a Ascética y de la Mística, en pos de lo sobrenatural. "Las Mora- ceso"
das" de Sta. Teresa forman sucesivo* matices fervorosos, escala aseen- religiO-
dente, por donde el alma se perfecciona más y más, pasando por aquellas so
ideales "estancias" que van de la tibieza al ardor, del ardor al arro
bo, del arrobo al deliquio, hasta llegar a la contemplación y a la pre
sencia miraculosa de Dios. El alma va así excediéndose de la
posición religiosa con que palpita en la generalidad de los creyentes
prácticos. Por ser excesivamente religiosa está Teresa en los altares,
y no fué entre las turbas que lapidaron a Esteban, el primer mártir
cristiano, donde Saulo inicia el camino de su perfección, sino cuando

(1) Modesto Lafuente.—"Historia de España desde los tiempos primiti


vos hasta la muerte de Fernando VII".
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32 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

ciegan sus ojos carnales ante el resplandor del rayo en el camino de


Damasco, por el que iba en persecución de los seguidores de Cristo.
Tampoco llevaba Agustín rumbos de santidad en las horas de vacila
ción entre los herejes, y dejándose llevar de las pasiones, sino cuando,
arrepentido, se hace excesivamente religioso. Y así muchos San
tos, que antes fueron encenagados pecadores. De modo que si el In
fante Don Carlos María Isidro hubiera sido religioso con exceso,
anduviera hoy su nombre en expedientes canónicos para ser bea
tificado.
Fué un creyente, que gustó del goce de la piedad, y, cristianamente
pensando, le habrá Dios premiado. Si era buen católico, i mejor para
ser Rey de España! El ejemplo de sus virtudes enfervorizó ciertamente
a sus leales, y, seguido por sus descendientes dinásticos, esa ejemplari-
dad fué la ácida flor que mantuvo la levadura del carlismo, por la
cual toda España no ha caído en la impiedad, durante un siglo de
libertad para todo lo nefando; y en la hora en que los excesos del
libertinaje del pensamiento, dé la irreligiosidad y de las costumbres
sociales amenazaban de poner a la Patria en almoneda de sus glo
riosos tesoros espirituales, el Carlismo santurrón, el Carlismo f a -
n á t i c o , el Carlismo impregnado de olor a incienso y ensombrecido
por la penumbra de las sacristías, lanzó sus Tercios de requetés al
campo en los años que acabamos de vivir, y Junto a la bandera de la
Patria, por ellos desplegada e impuesta, siempre, sin arriarla nunca en
medio de las persecuciones republicanas, salieron con los Crucifijos
alzados sobre mástiles, y al paso de aquellos lábaros sagrados España
se les fué ensanchando, como en los tiempos en que, por cruzadas se
mejantes, la fe de los pueblos, compenetrados con sus Reyes, la liberó
de infieles, y alentó con nuevos impulsos para dar la vuelta al Mundo,
sobre mares remotísimos e inmensos, mientras vientos desconocidos
La sem- hinchaban los velámenes, gozosos de besar la Santa Cruz, estampada
blanza en ellos sobre la comba de lona que embellecía el palo mayor de las
en "Los carabelas...
Apos- Por lo que hace a los cuentos rencorosos con que pone Galdós
tólicos" en caricatura a Don Carlos, veamos primero los textos.
Cuando faltan menos de cuarenta páginas para dar fin a "Los
Apostólicos", glosando o artificiando el novelista aquel paisaje
en que se intenta que Don Carlos se encargue de la Regencia, compar
tiéndola con Cristina, previo reconocimiento de los pretendidos dere-
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 33

chos de Doña Isabel, presume Gaídós que va a hacer la semblanza del


Infante, en estos términos:
"...Los tres pasaron luego a la pieza inmediata, sólo ocupada en
aquel momento por un hombre, en el cual conviene que nos fijemos,
por ser de estos individuos que, careciendo de todo mérito personal, y
también de maldad y vicios, dejan a su paso por el mundo más me
moria y un rastro mayor que todos los virtuosos y los malvados todos
de una generación. Hallábase sentado, apoyado el codo en el pupitre,
y la mejilla en la palma de la mano, serio, meditabundo, pareciendo,
por causa del lugar y de las circunstancias, un grande emperador, de
cuyos planes y designios depende la suerte del mundo. Y la de España
dependía entonces de aquel hombre, extraordinariamente pequeño pa
ra ser colocado en las alturas de la Monarquía. Tenía todas las cualida
des de un buen padre de familia y de un honrado vecino de cualquier
villa o aldea; pero ni una sola de las que son necesarias al oficio de
Rey verdadero. Siendo, como era, Rey de pretensiones, y, por lo tanto,
batallador, su nulidad se manifestaba más, y no hubo momento en su
vida, desde que empezó la reclamación armada de sus derechos, en
que aquella nulidad no saliera a relucir, ya en lo político, ya en lo
marcial. Era un genio negativo, o, hablando familiarmente, no valía
para maldita de Dios la cosa.
"Su Alteza se parecía poco al Rey Fernando. Su mirada turbia y
sin brillo no anunciaba, como en éste, pasiones violentas, sino tranqui
lidad del hombre pasivo, cuyo destino es ser juguete de los aconteci
mientos. Era su cara de esas que no tienen el don de hacer amigos; y si
no fuera por los derechos que llevara en sí como un prestigio indiscuti
ble emanado del cielo, no habrían sido muchos los secuaces de aquel
hombre frío de rostro, de mirar, de palabra, de afectos y de deseos, como
no fuera el vehemente prurito de reinar. Su boca era grande y menos
fea que la de Fernando; su labio no iba tan afuera; pero el gran desarro
llo de su mandíbula inferior, alargando considerablemente su cara, le
hacía desmerecer mucho. El tipo austríaco se revelaba en él más que
el borbónico, y bajo sus facciones reales se veía pasar confusa la
fisonomía de aquel espectro que se llamó Carlos II el Hechizado. A
pesar del lejano parentesco, la quijada era la misma, sólo que tenía
más carne.
"Cuando entraron las Infantas, Don Carlos levantó los ojos de
su pupitre, miró con tristeza a las damas, después a un cuadro que
frente a él estaba, y era la imagen de la Purísima Concepción. El Sobe
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rano de los apostólicos dió un suspiro como los que daba Don Quijote
en la presencia ideal de Dulcinea del Toboso, y luego se quedó miran
do a la pintura, cual si netamente rezara.
"— Francisquita— dijo al concluir — , no me traigas recados, como
no sean para darme cuenta de la enfermedad de mi adorado herma
no. No quiero intrigas palaciegas ni menos conspiraciones para sublevar
tropas, paisanos o voluntarios realistas. Mis derechos son claros, y vie
nen de Dios; no necesitan más que su propia fuerza divina para
triunfar, y aquí estén de más las espadas y bayonetas. No se ha
de derramar sangre por mi, ni es necesario tampoco. Yo ■ no con
quisto; tomo lo mió de manos del Altísimo, que me lo ha de dar. Esa,
esa augusta Señora— añadió señalando el cuadro— es la Patrona de
mi causa y Generalísima de nuestros ejércitos: Ella nos daré todo
hecho, sin necesidad de intrigas, ni de sangre, ni de conspiraciones y
atropellos.
"Doña Francisca miró a la imagen bendita, y aunque era, como
su ilustre esposo, mujer de sincera devoción, no parecía fiar mucho,
en aquellos momentos, de la excelsa Patrona y Generalísima. La de
Beira fué la primera que tomó la palabra, para decir a Su Alteza:
"— Carlitos, no podemos estar mano sobre mano, y esperar los
acontecimientos con esa santa calma tuya, cuando se van a decidir las
cosas más graves. Nosotros no intrigamos, lo que hacemos es aperci
birnos para cortar las intrigas que se traman contra tí, legítimo here
dero del trono, y contra nosotras. No conspiramos; pero estamos a la
mira de la conspiración asquerosa de los liberales, que ahora se llaman
c r i s t i n o s , para burlar tus derechos, emanados de Dios, y alterar
la ley sagrada de la sucesión a la corona. En este momento, Cristina,
por encargo del Rey, llama a Consejo al ministro Calomarde, al
Obispo de León y al conde de Alcudia. ¿Sabes para qué?
" — ¿Para qué?
"—Para proponer un arreglo, una componenda— dijo prontamente
Doña Francisca, no menos iracunda que su hermana.— Pronto lo sa
bremos. Esa pobre Cristina apelará a todos los medios para embrollar
las cosas y ganar tiempo, hasta que se desencadenen las furias de la
revolución, que es su esperanza.
" — ¡Un arreglo! — dijo Don Carlos con entereza.— ¿Con quién y
de qué? Entre los derechos legítimos, sagrados, y la usurpación ilegal,
no puede haber arreglo posible.

j
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HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 35

"Dijo esto con tanto aplomo, que parecía un sabio. Después miró
a la Virgen, como para tener la satisfacción de ver que ella opinaba
lo mismo.
" — Basta de cuestiones políticas— dijo Su Alteza, volviendo a tomar
una actitud tranquila. ¿Sigue Fernando más aliviado del paroxismo de
esta tarde?
"—Hasta ahora no hay síntomas de que se repita...
"—Pero puede suceder que de un momento a otro...
" — Pobre Fernando— exclamó Don Carlos, dando un gran suspiro
y apoyando la barba en el pecho. Incapaz de fingimiento ni de mentir,
la apariencia tétrica del Infante era fiel expresión de la vivísima pena
que sentía. Amaba entrañablemente a su hermano..."

Después de una escena en el salón inmediato, donde, según el D. Car-


novelista, se reunía la "camarilla", y en la que se habla de la propo- los y la
sición que el Gobierno hace para que durante la enfermedad del Rey madre
se encargue del gobierno Doña Cristina, y que el Infante sea su conse- <Je4'Isa-
Jero, el ministro conde de Alcudia y el Obispo de León "pasaron a helita"
ver a Don Carlos, que hasta entonces tenía la digna costumbre de huir
de los conventículos, donde se ventilaban, entre aspavientos y lamenta
ciones, los intereses de la causa, y al poco rato salieron radiantes de
gozo. Su Alteza había contestado con enérgica negativa a la proposición
de la madre de Isabelita; que de este modo solían nombrar
allí a la Reina Cristina."
El Obispo y Alcudia vuelven con la respuesta a la Cámara Real,
y traen ahora la fórmula de "una Regencia, compuesta de Cristina
y Don Carlos, con tal de que éste empeñase solemnemente su palabra
de no atentar a los derechos de la Princesa Isabel." El novelista, sobre
estas circunstancias, da nuevas pinceladas a su semblanza del Infante:
"AI ver entrar al Obispo y al ministro, seguidos de las Infantas,
don Sebastián y el agraciadísimo P. Carranza, levantóse Don Carlos
íolemnemente. Era hombre que sabía dar a ciertos actos una mejestad
severa, que contrastaba con su llaneza en la vida privada. Mientras
Alcudia leía el borrador del decreto en que se establecía la doble
Regencia, la Princesa de Beira estaba lívida, y Doña Francisca mor
día las puntas del pañuelo... miraban ansiosos a Don Carlos, cual si
temieran que el grande amor que al Rey tenía venciera su entereza en
aquel crítico Instante, haciéndole incurrir en una debilidad que se
confundiría con la bajeza.
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36 MELCHOR FERRER . DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

"Don Carlos no tenía talento, pero tenía fe, una fe tan grande
en sus derechos, que éstos y los Santos Evangelios venían a ser para
Su Alteza Serenísima una misma cosa. La fe, que en lo moral producía
en él la honradez más pura, y en los actos políticos una terquedad
lamentable, fué la que en tales momentos salvó la causa apostólica,
llenando de júbilo los corazones de aquellos señorones codiciosos y
princesas levantiscas.. Las Infantas miraban a los labios de Don Carlos,
y Don Carlos se puso pálido, alzó la frente) más ancha que hermosa,
y tosió ligeramente. Parecía que iba a decir las cosas más estupendas
de que es capaz la palabra humana, o a dictar leyes al mundo, como
su homónimo el de Gante las dictaba desde un rincón del Alcázar de
Toledo. Con voz campanuda, dijo:
"No ambiciono ser Rey; antes al contrario, desearía librarme de
carga tan pesada, que reconozco superior a mis fuerzas...
"Aquí se detuvo, buscando la frase. Doña Francisca estuvo a
punto de desmayarse, y la de 5eira echaba fuego por los ojos.
"—Pero Dios— añadió Don Carlos—, que me ha colocado en esta
posición, me guiará en este valle de lágrimas... Dios me permitirá cum
plir tan alta empresa...
"...Pero entonces Don Carlos, como si recibiera una inspiración
del cielo, habló con facilidad y energía en estos términos, que son exac
tos y textuales:
"—No estoy engañado, no; pues sé muy bien que si yo, por cual
quier motivo, cediese esta corona a quien no tiene derecho a ella, me
tomaría Dios estrechísima cuenta en el otro mundo, y mi confesor en
éste no me lo perdonaría; y esta cuenta sería aún más estrecha, per
judicando yo a tantos otros y siendo yo causa de todo lo que resul
tare; por tanto, no hay que cansarse, pues no mudo de parecer.
"Olvidábamos decir que Don Carlos, luego que dió aquella res
puesta, digna de un arcángel encargado de defender una celestial for
taleza, sitiada por los picaros demonios, habló con sus amigos y con su
esposa y cuñada, repitiéndoles lo que ya les había dicho muchas veces,
a saber: que se negaba resueltamente a apelar a las armas, que des
aprobaba todas las conspiraciones fraguadas en su nombre y que se
le enterase cada poco rato del estado de la salud del Rey.
"Luego se encerró en su oratorio, donde rogó gran parte de la
noche, pidiendo a Dios, su superior jerárquico, y a la Limpia y Pura,
su Generala en jefe, que salvara la vida de su amado hermano Fer
nando. Tal era, ni más ni menos, aquel Don Carlos que en España ha
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 37

llenado el siglo con su nombre lúgubre, monstruo de candor y de fa


talismo, de honradez y de ineptitud." (1).
Argu-
Cuando ocurrieron los sucesos históricos que Pérez Galdós noveló ment°s
en "Los Apostólicos", de la forma que hemos visto, faltaban ^
doce años para que el novelista viniese al mundo, nada menos que en minein
la antigua sede de la Inquisición de Gran Canaria, que regentaba uno aplica-
de sus antecesores, y más de cuarenta antes de que empezara él a des- dos a
pabilarse y relacionarse en Madrid, pues ha de saberse que fué siem- Galdós
pre este isleño el más isleño de los isleños de su tiempo, por lo muy
aislado y metido en si. Sufrió al venir a la Corte— precisamente en los
días de la muerte de Prim— , el contagio del sarampión revolucionario,
y, consecuencia de este contagio, fué su liberalismo clerófobo, que
hizo constante paradoja entre la persona, de antecedentes familiares
piadosos, y el escritor, de agria cáscara, en los linderos de la impiedad.
Será, pues, licito, para refutar su ligereza en el juicio sobre Don Car
los aplicarle argumentos ad hominen, por los que se deje pro
bado cuán difícil es hacer el retrato fisico y moral de una persona
cuando no se la conoció y trató, ni se tienen de ella los necesarios
antecedentes. Porque a los que ya peinamos canas se nos ha ofrecido
ocasión — que él no tuvo respecto del Infante— de ver muchas veces a
Galdós y oirle, aunque hablaba tan poco como mucho escribía, y es
el caso que si sus dramas y novelas desaparecieran de todas las biblio
tecas y librerías públicas y privadas, y no quedase más que el recuerdo
de la persona del autor, casi pudiera reproducirse la figura carnal y
espiritual de don benito con lo que él dice de Don Carlos, resultando
asi trazado un auto-retrato del famoso novelista.
Alto, desgarbado, flemático; los ojos pequeños, vulgares las fac
ciones, lento siempre al andar; su conversación, inelocuente; su cara,
inexpresiva; apenas sonreía; apenas accionaba; eran sus modales de
ingenua infantilidad, como infantiles e ingenuas su visión política y
sus andanzas entre políticos, puesto que lo tomaron de fantoche, abu
sando de su nombradía literaria, los profesionales de la cosa pública.

(1) Empleó Pérez Galdós para construir este "Episodio", y particularmen


te- para la respuesta de Don Carlos, fragmentos y frases de la correspondencia
entre Fernando VII y el Infante desde Portugal, frases que, salidas de su
marco, suenan muy distintamente a cuanto en sí en realidad representaban.
En lo que hace al anacronismo de la Generalísima, basta señalarlo para com
prender el ridiculo del autor de la ebra.


carlismo.es '1
38 MELCHOR FERRER . DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

trayéndole y llevándole por villas y ciudades, pues buscaban con su


exhibición en aquellas correrías mitinescas, no el bien de España, sino
el monopolio del Poder, para el regodeo de beneficios particulares y
de empresas, que perseguían los componentes de aquellos bloques
revolucionarios, movidos por las palancas de un trust periodístico,
en la época de "ferrerismo".
¿Quién creyera a Galdós, con aquella su palabra premiosa y ano
dina, capaz de la vehemencia y exaltación sectaria, que animan mu
chos de sus escritos? ¿Quién podía pensar que él, tan atolondrado, con
su capita de santo, admirador de nuestro arte cristiano, visitador de
iglesias catedralicias y conventuales, donde se extasiaba oyendo los
cantos litúrgicos, fuese capaz, escribiendo, de aventajar, muchas ve
ces, a los más arrebatados demagogos? ¿Qué dirán de él, de aquí a
medio siglo, los que no le trataron y desconozcan su biografía? Le
tendrán, juzgándole por algunas de sus obras, por un deslenguado, por
un charlatán, diestro en el arte de escribir, pero más pródigo en ges
tos de iracundia, chillando y manoteando en los clubs revolucio
narios, o en medio de los revoltosos, el cabello alborotado, la faz des
compuesta, en el paroxismo de sus más habitualmente profundos
odios, con la tea encendida para aplicarla a las puertas de las casas
de Dios... Y nada más opuesto al carácter del hombre, al menos en
la apariencia, que los alardes con que el escritor se conduce al dicta
do de su sectarismo, transmiténdolos a muchos personajes de sus
obras. Personalmente parecía lo que él de Don Carlos dice: un me
dio tonto, "sin mérito personal, sin maldad y sin vicio"; pero como
escritor político y anticatólico, "ha dejado a su paso más memoria y
un rastro mayor que todos los virtuosos y malvados todos de una ge
neración". Tenía Galdós, como hombre, "todas las cualidades de un
honrado vecino de cualquier villa o aldea"; "era un genio negativo';
"su mirada turbia y sin brillo anunciaba la tranquilidad de un hom
bre pasivo, cuyo destino es ser juguete de los "acontecimientos"—en
su caso los acontecimientos" fueron aquellas contradanzas en que
le metieron los politicastros, y también la explotación de que le hi
cieron víctima los editores, señal de la ineptitud de don Benito, para
administrar el fruto de su trabajo. Tampoco tenía su cara "el don
de hacer amigos", y era un hombre "frío de rostro, de mirar, de
palabra, de afectos y de deseos". Juzgándole por su obra tendenciosa,
creíase Galdós con un designio de predestinación, análogo en poten
cia al que achaca a Don Carlos, sólo que contrario, porque el anhelo
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 39

de éste era la defensa de la Fe, mediante el triunfo del régimen tradi


cional, y, en cambio, toda la obra ga'ldosiana está inspirada en la
repulsa y ataque de las doctrinas de la Tradición española. De modo
que también le corresponde el broche de estigma enconado con que
cierra la semblanza del Infante, y podemos decir que la labor secta
ria de Galdós ha llenado el siglo en que actuó, "con su nombre
lúgubre", y la generación que hoy abomina del liberalismo, podría
juzgar del apologista en la novela y en el drama de dicha secta, "que
fué un monstruo de candor y de fanatismo, de honradez y de inep
titud".
La sentencia que da el tiempo, en el litigio entre los defensores
del régimen tradicional y los liberales, se funda en la prueba tremen
da de crímenes, de desaciertos, de injusticias, de ruina de la Patria,
a que un sistema' exótico nos conduce, y es notorio el deseo de volver
al genuinamente español de la Monarquía cristiana. Vinculando las dos
facetas en las dos personas aquí puestas en contraste, el tiempo le da la
razón a Don Carlos, y se la quita a Galdós, y si uno y otro, vistos superfi
cialmente, pudieran parecer tontos a atontados, fuerza es declarar que
el primer Caudillo de los carlistas tuvo una visión genial de los ver
daderos destinos de España, como hoy plenamente se reconoce, y
el apologista que hacía novelas con nuestra historia se equivocó ro
tundamente al defender ideas y procedimientos que habían de fra
casar y derrumbarse con estrépito pocos años después del término de
sus días.
Enderezando las líneas de la caricatura, trataremos nosotros de La falsa
reconstruir el retrato de Don Carlos. seme-
Que por el prognatismo, o avanzamiento mandibular, el Infante janza
se parecía a Carlos II el "Hechizado"... ¿Por qué no al Carlos V aus- con el
triaco, o a Felipe IV, prognatos harto acentuados, según es notorio en "Hechí-
sus efigies? Porque al escritor sectario le importaba estigmatizar zado"
al ídolo de los llamados "apostólicos" con vestigios de degeneración,
para atraer sobre él menosprecio, y, consiguientemente, restarle a
su figura y a los seguidores en todo tiempo de su causa, las simpatías
de que necesita todo hombre o partido para triunfar en la vida pú
blica
"Las relaciones de semejanza— dice el filósofo 5almes— deben de
ser verdaderas y no simple producto de nuestro ingenio. Un entendi
miento agudo descubre' semejanzas entre las cosas más diferentes; pe
ro, como no se fundan en la realidad, pronto falla el recuerdo de lo
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40 MELCHOR FERRER . DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

que en ellas estriba a no ser que la singularidad de la ocurrencia sea


tal que por sí sola se grabe profundamente en el ánimo, a causa de
su extrañeza o de su gracia." (1).
Diríase que Galdós, por el humor burlón que derrocha en las es
cenas citadas, tiene empeño en distraer a sus lectores con agudezas,
para que no contemplen las realidades, y se despisten deslumhrados
por los fingimientos del novelador.
Y dice más don Jaime Balmes: "La imaginación no merece fe,
cuando está en oposición con las leyes de la naturaleza..." "Es pre
ciso desconfiar del testimonio de la imaginación, cuando se opone al
curso regular de las cosas..." "El testimonio de la imaginación no me
rece crédito, cuando se opone al de los demás hombres. Por lo
común, más fácil es que se engañe uno solo que muchos; y si éstos
son la generalidad de los hombres, debe tenerse por cierto que el en
gañado es el individuo que discuerda."
¿Dónde están las realidades que induzcan a justificar un morboso
parecido entre Don Carlos María Isidro y el "Hechizado"? 5asta
. ver varios retratos— buenos y malos— del Infante, y conocer la historia
de ambos personajes, para deshacer la sugestión gratuita de Galdós.
Don Carlos era un hombre fuerte y sano. Carlos II, un pobre enfermo,
atormentado por sus padecimientos, enclenque, melancólico. ¿Y qué
tiene que ver esta última figura, a los efectos de transmisión de fac
ciones y de su abulia y melancolía con el primer Rey de los carlistas,
que no pudo heredar esas taras, por la sencilla razón de que el
"Hechizado" no procreó hijos con ninguna de sus dos esposas, María
Luisa de Orleans y Ana María de Neuburgo, y precisamente, debido
a esa circunstancia, quebró en él la dinastía de los Austrias españoles?
Ni la enfermedad, ni el carácter, ni ese falso parecido, pudieron bro
tarle a Don Carlos, por falta de cepa directa. Los antecedentes aus
tríacos de Don Carlos María Isidro han de buscarse jen Mariana de
Austria, esposa de Luis XIII de Francia, y en María Teresa de Austria,
esposa de Luis XIV, y quizá más mediante la sangre de su bisabuela,
la madre de Carlos III, Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V;
porque dicha señora era descendiente del gran general Alejandro
Farnesio, nacido de Margarita, hija natural del César Carlos V. ¡A éste
sí que se le parece en lo físico nuestro Don Carlos! Y podríamos decir

i
(1) Balmes.—"Lógica":
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 41

que también en lo moral, porque, sin alcanzar la genial categoría


de aquél, y careciendo, además, del medio cooperante en que el Cé
sar se movía presidiendo la época de mayor grandeza y poderío de
España, Don Carlos María Isidro tuvo análogo tesón— como Caldos
reconoce—, porque nada ni nadie le hizo desistir en la defensa de
sus derechos, y más constancia, si cabe, en el mantenimiento de los
fueros de la fe católica, si se recuerda que el Emperador transigió con
los protestantes, mientras que el fundador del Carlismo no dió su
brazo a torcer con los liberales.
Como se ve, las realidades históricas, de acuerdo con los citados
juicios de Balmes, pueden más que la imaginación del autor de los E p i -
sodios Nacionales, porque ésta la vemos discorde con las leyes
de la naturaleza, que no tenían por qué imprimir un extremado pa
recido de Carlos el "Hechizado" en Don Carlos de Borbón, porque
éste no era descendiente suyo directo. No merece, pues, crédito el tes
timonio imaginativo de Galdós, y, de contrario, ha de oponerse el de
los millones de adictos a la causa carlista durante un siglo, que si
guieron con sacrificio heroico a sus Caudillos, pese a aquellos gratuitos
y parciales Juicios.
Hay otro error caprichoso: el de suponer que la imagen en quien
Don Carlos especialmente veneraba era la Purísima Concepción, cuando
es sabido que fué con predilecto fervor devoto de la Virgen de los
Dolores, que erigió en Patrona del Ejército carlista. Lo que ocurre es
que Galdós era impíamente descreído respecto de la advocación de lu
Inmaculada, y recordamos un artículo suyo en la revista " E 1 e c t r a " —
originada de su comedia del mismo título—, en el que criticaba a los
jesuítas, porque, a su- decir, apenas dan culto en sus iglesias a la
Virgen Madre— lo cual es inexacto — , prefiriendo las esculturas maria-
nas sin Niño, como la Pureza o la Asunción. A lo mejor, o a lo peor,
hay en el fondo de esa repulsa un motivo político: el odio contra
Pío IX, el Papa antiliberal, institutor del dogma de la Inmaculada.
En las fechas en que las supuestas escenas de la decantada ca
marilla palatina, que Galdós pinta, se dan por ocurridas," todavía, hasta
dos años después, no vino al mundo, según antes se indicó, el
famoso novelista, y precisamente en el año de su nacimiento— 1845—
Don Carlos abdicaba en su hijo Carlos VI, conde de Montemolín. Lle
gó Galdós a Madrid hacia 1870, y en 1879 publicaba Los Apostó
licos; es decir, cerca de cuarenta años después de las imagi
nadas conspiraciones en la cámara de las Princesas lusitanas. Cono
carlismo.es
42 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

cido, además, su parcialismo, la conclusión que se deriva es la de


que no debe estimársele como criterio de autoridad para un análisis
de índole histórico de los hechos y personas que examinamos.
Rasgos Importa recurrir al criterio de otro liberal, y éste es Pirala. Nació
físicos en 1824, y en Madrid, centro de la ebullición política. Le brotarían,
de pues, los dientes, oyendo hablar de las cosas que Galdós maneja, a su
D. Car- talante, por referencias ya remotas de manidas hablillas. Cuando Gal
los, SC- d°s He80 a lfl Corte, y más, cuando publicó el "Episodio" que co-
gún Pi- mentamos, Pirala era ya hombre maduro, ducho en la investigación
rala histórica, por la que desde Joven había demostrado predilección. Y de
Pirala son estos trazos:
"El físico de Don Carlos era agradable en la época a que nos
referimos. A una estatura gallarda y severo continente, añadía una
gravedad constante y un andar majestuoso y digno. Sus cabellos, casi
castaños, su frente ancha y despejada, su mirada tranquila, sus ojos
hundidos, su nariz y barba borbónicas, su largo bigote rubio y su son
rosada tez, hacían de su rostro una fisonomía simpática. En el acento
de su voz flexible se notaba la pulcritud de sus sentimientos, expresados
siempre con palabras no elegantes, pero decorosas. (1).
De modo que no era Don Carlos un hombre enclenque, ni menos
un casi idiota, como lo ha querido mostrar, de memoria y con en
conada voluntad don Benito Pérez Galdós; y si concretamos los ras
gos morales del hermano de Fernando VII, habrá que decir que lo
que se ha estimado en él tontería, su pasividad, en espera de que los
derechos al Trono le alcanzaran plenamente, fué, además de lealtad
cordial para con su Rey, gran sentido de agudeza, sabia prudencia y
conocimiento profundo de las leyes españolas que regulan la suce
sión a la Corona, y la conciencia de que, según dichas leyes, la re
beldía armada contra Fernando le hubiera incapacitado para alegar
y sostener su legitimidad. Por lo mismo que no se prestó a la sugestión
de sus partidarios y a las asechanzas de sus enemigos, para que se
pusiera al frente de la rebelión, su conducta juiciosa y serena le acre
dita de gran rectitud y de equilibrado talento.
Saquemos, pues, a Don Carlos de los lugares subalternos del
castillo de las novelas y leyendas por donde le han hecho deambular.

(1) Pirala.—"Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y car


lista".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 43

como una sombra, sus detractores, y montemos la guardia a este Rey,


que ahora va a entrar plenamente en nuestra HISTORIA.

Hallábase en la ciudad de Thomar (Portugal) la Corte del Rey Actitud


Don Miguel, y allí estaba el Infante de España Don Carlos María Isi- ^g jas
dro, con su esposa la Infanta Doña María Francisca de Asís, y sus hijos Qor^cs
los Infantitos Carlos Luis, Juan Carlos y Fernando María, Junto
curo-
con la Infanta Doña María Teresa de Braganza, Princesa de Beira
peas
y su séquito, al que se habían agregado, desde hacía algún tiem
po, al estallar la persecución contra los tildados de afectos al Prín
cipe español, numerosos compatriotas, que habían acudido al ve
cino Reino para acompañar y rodear la persona de su futuro Mo
narca. Llegó la noticia del fallecimiento en España del Rey Fernan
do VII, el primero de Octubre de 1833, y como aquellos expatriados
voluntarios no dudaban sobre la validez de la ley de sucesión dictada
por Felipe V, ni de la nulidad de la Pragmática Sanción, de
183C, al conocer la noticia del fallecimiento del hermano del Infante,
todos convencidos de la legitimidad de sus derechos, aclamaron a Car
los V Rey Católico de las Españas y lo proclamaron tal. Y el Rey por
tugués fué uno de los que en aquel momento declararon válida la
sucesión al Trono de España del hasta entonces Infante y desde aquel
día legitimo Monarca.
Las demás potencias y naciones quedaban a la expectativa, menos
Francia, regida por el Orleans usurpador, Luis Felipe, e Inglaterra,
en la que reinaba a la sazón Guillermo IV (1), pues ambos Gobier
nos, desde el primer momento, reconocieron a la Princesa Doña Isabel
como Reina de España. No tardaron otros Jefes de Estado en hacer
lo mismo: Federico VI de Dinamarca (2), Carlos XIV de Sue-

(1) Guillermo IV, hijo de Jorge III y hermano de Jorge IV, a quien
sucedió en 1830. Nació en 1775 y murió en 1837, habiendo dejado la sucesión
a la Corona de Inglaterra a su sobrina la Reina Victoria y la del Reino de
Hannover a su hermano Ernesto Augusto.
(2) Federico VI. hijo y sucesor de Cristián VI!. Nació en 1768, gobernó
primero en calidad de Regente durante la enfermedad de su padre, Rey de
Dinamarca y de Noruega de 1808 a 1814, y sólo de Dinamarca de 1814 a 1839.
Declaró la guerra a Rusia y Prusia por su alianza con el Imperio francés,
pero se vió obligado a firmar la paz de Kiel en 1814, cediendo por ella la
Noruega a Suecia. Como duque de Holstein entró en la Confederación germá
nica, y murió en 1839.
carlismo.es
44 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

cía (1) y el presidente Jackson, de los Estados Unidos (2), pero los Mo
narcas que habían formado antiguamente en la Santa Alianza, o los que
les habían sucedido, Nicolás I, Zar de Rusia (3), Francisco I, Em
perador de Austria, Federico Guillermo III, Rey de Prusia, Fernan
do II de Ñapóles, a pesar del estrecho parentesco que le unía a la
viuda de Fernando VII, Doña María Cristina; Carlos Alberto, Rey de
Cerdeña (4), Guillermo I, Soberano de los Países Bajos (5), tomaron
deliberadamente una actitud abstencionista, aunque expresaban sus
simpatías por la causa de la legitimidad española y por la persona
del hasta entonces Infante, ya Rey de España, con el nombre de

(D Carlos XIV. Rey de Suecia. Nació en Pau (Francia) en 1763. y se


llamaba Juan Bautista. Julio Bernadotte. Entró a servir como simple soldado
en los ejércitos de la Revolución. En 1797 pasó al ejército de Italia, y luego
fué embajador de Francia en Viena. Durante el directorio ocupó el Ministerio
de la Guerra. Mariscal del Imperio en 1804, Napoleón le confió el mando del
ejército de Hannovcr. Fué nombrado Príncipe de Ponte Corvo. En la batalla de
Austerlitz. rayó a gran altura su valor. Se cubrió de gloria en las guerras del
Imperio de Prusia y Polonia, y en el año 1810 los cuatro Estados de Suecia le
designaron para reemplazar al Príncipe de Schleswig-Augustemburgo. que
acababa de morir. Previa la abjuración del catolicismo, fué adoptado por e!
Rey Carlos XIII. Desde entonces se puso en frente de Napoleón, y tomó sus
armas cuando el emperador francés quiso someter a Suecia a la adopción del
bloqueo continental. Hizo las últimas campañas contra el Imperio, y entró
en París en 1814 con los aliados. Sucedió a Carlos XIII como Rey de Suecia
en 1818. Napoleón le consideraba como una de las principales causas de su
desgracia, y habla de él con amargura en el "Memorial de Santa Elena". Mu
rió en 1844, y por sus orígenes republicanos y por su abjuración del catoli
cismo, no es de extrañar viera con simpatía la causa liberal de los isabelinos
españoles.
(2) Andrés Jackson. Presidente de los Estados Unidos en 1829 y 1837.
Nació en Waxsaw (Carolina del Sur) y falleció en 1845.
(3, Nicolás I. Hijo de Pablo I, nació en 1796 y subió al trono de tedas
las Rusias después de la misteriosa muerte de Alejandro I en 1825. Reinó has
ta su muerte, en 1855. En su época se hicieron importantes reformas en la
vida social del pueblo ruso, como, por ejemplo, la liberación de los siervos.
Fué desgraciado en la campaña de Crimea, perdida contra la coalición de les
pueblos europeos en defensa de Turquía, en la guerra turco-rusa suscitada
por el asunto llamado de los Santos Lugares.
(4) Carlos Alberto, de la Casa de Saboya-Cariñán. Nació en 1798 y sir
vió en el ejercito del duque de Angulema en la expedición a España en 1823.
Subió al trono en 1831 como sucesor de su tío el Rey Carlos Félix. Fué un
entusiasta partidario de la independencia de Italia, pero habiendo sido derro
tado por los austríacos en la batalla de Novara, abdicó en 1849 en favor de
su hijp Víctor Manuel II, y falleció el mismo año en Portugal.
(5) Guillermo I. Pertenecía a la Casa de Nassau. Nació en 1772. Rey de
los Países Bajos en 1815; pero por la guerra de la independencia de Bélgica
perdió este país en 1830 y quedó reducido a las provincias septentrionales, o
sea el actual Reino de Holanda. Abdicó en 1840 y falleció en 1843.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 45

Carlos V. La Santa Sede, regida por S. S. el Papa Gregorio XVI (1),


tomaba a su vez una posición de neutralidad, aunque manifiestamente
exteriorizada su simpatía por la causa de la Monarquía legítima de
España.
Esta actitud de las potencias europeas tiene sus explicaciones. La
Confederación germánica estaba minada por las sociedades secretas al
servicio del liberalismo, y, apoyándose dichos sectarios en que muchos
de sus correspondientes han aceptado el régimen constitucional, cau
san verdadera inquietud a los Estados que, como Prusia y Austria
están y se mantienen adictos al absolutismo. Ante el avance del libe
ralismo en la Confederación germánica, los diplomáticos se han re
unido en Toeplitz (Bohemia), y después los Soberanos de Prusia,
Austria y Rusia, lo han hecho en Munchengratz (bohemia), y, aunque
medidas de opresión se han dictado en Prusia, Badén, Wurtemberg y
Sajonia, no por eso se teme un estallido ante el liberalismo en Fran
cia e Inglaterra. Holanda se hallaba, por su parte, en Noviembre de
1833, con preliminares de paz por la separación de Bélgica, pero las
discusiones sobre la posesión de Maestrich y el reparto de Luxembur-
go, amenazan, no sólo con interrumpir las negociaciones, sino con una Porme
probable guerra. La actitud agresiva del liberalismo anglo-francés les nores
impone a todos una extremada cautela en las cuestiones de España, biográ
y quizá esto explique el por qué, no habiendo reconocido a Doña
ficos
Isabel, las representaciones diplomáticas en Madrid no se retiran
del fun
hasta mediados del año 1834.
dador
Al recaer los derechos de sucesión al solio regio de España en
del
la persona de Don Carlos María Isidro, éste contaba 45 años de
Carlis
edad, pues había nacido en .el Palacio Real de Madrid el 28 de Marzo
mo:
de 1788. Era el hijo segundo del entonces Príncipe de Asturias, más
tarde Carlos IV, y de la Princesa Doña María Luisa de Borbón, de la Sus
Casa Ducal de Parma. Había sostenido al Infante en la pila bautismal prime
su abuelo el Rey Carlos III, entonces reinante. ros
años

<í> Gregorio XVI. de su nombre do familia Mauro Capellán. Nació en


Belluno en 1765. Religioso Benedictino Camandulense, fué elegido Papa en
Diciembre de 1830. Rigió la Santa Sede hasta su muerte en. 1846. De él se ha
dicho que fué un Papa ejemplarísimo. digno del gobierno temporal, por su
prudencia y justicia, y del de la Iglesia por las virtudes de que estaba ani
mado.
carlismo.es
46 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Fueron sus mentores en los primeros años los esclarecidos varones


duque de la Roca (1) y marqués de Santa Cruz (2). De su instruc
ción primaria, y también de la que recibiera en la edad adolescente,
se encargó el virtuoso sacerdott don Cristóbal Bencomo (3). De la
educación moral y religiosa, el sabio y austero Escolapio don Felipe
Scio de San Miguel, y de la científica, el hermano del anterior, tam
bién Escolapio, don Fernando Scío de San Antonio, reputado el uno
como escriturista y comentarista de la Santa biblia, y el otro de in
vestigador en las Ciencias Físicas y en las Matemáticas. La enseñanza
militar la recibió del entonces coronel de Artillería don Vicente Matu
rana (4). De cómo cumplieron todos ellos su delicada misión, nos
lo dice la vida del Príncipe. Piadoso, formado con espíritu de religiosi
dad rayana en la pureza más extremada de costumbres, y severo en
sus devociones, tal lo supo modelar el prudente P. Scío. Conocedor
de la vida y de los deberes militares, fué ello el resultado de la prepara
ción que le dió el coronel Maturana. Aficionado a las Letras y a la Cien
cia, hasta convertirse en verdadero Mecenas de los centros universita
rios y docentes, consecuencia fué de la inspiración que en su alma su
pieron infundirle su profesor Bencomo y el P. Scío de San Antonio.
Era aficionado a la Historia, y su cultura se reflejaba en la palabra
fácil y en la dicción correcta. Amaba a España, pero era, sobre todo, fer-

(1) Vicente de la Vera y Ladrón de Guevara, duque de la Roca y mar


qués de Sofraga. Nació en Mérida en 1729. Teniente general, mayordomo mayor
del Príncipe de Asturias y de los Infantes, consejero de Estado, director de
la Real Academia de la Historia y miembro de la de la Lengua y de la de San
Fernando. Falleció en 1811.
(2) José Bazán de Silva, marqués de Santa Cruz. Tuvo altos cargos
palatinos de confianza de los Reyes, y fué director de la Real Academia Espa
ñola, en la que entró como miembro en 1776. Falleció en 1802.
(3) Cristóbal Bencomo. Nació en La Laguna (Canarias) en 1758. Siguí'
la carrera sacerdotal y marchó a Madrid, donde fué designado para la edu
cación de los hijos de Carlos IV. siendo nombrado chantre de Palencia. Al re-
terno de Fernando VII en 1814, fué confesor del Rey; en 1815. nombrado con-
s' jero y camarista de Castilla, y en 1817 obispo in partibus, titular de Hera-
clea. Dejó ei cargo de confesor de Fernando VII en 1822. marchando a Sevilla,
donde fué canónigo y dignidad de arcediano de Carmona. falleciendo en 1835
Hombre rectísimo, severo y poco dúctil, se distinguió por su extraordinaní
e inagotable caridad.
(4) Vicente María de Maturana. Pertenecía al Real Cuerpo de Artille
ría, en el que llegó a ascender a mariscal de campo, siendo nombrado jef-
superior del Cuerpo en 1808. cargo que ocupó hasta 1810. Hombre de gran
ilustración, escribió y publicó notables trabajos sobre la artillería en su époci
que si entonces tuvieron excelente acogida por los técnicos para la instruc
ción artillera, hoy pueden consultarse con fruto para el estudio de la historia
de dicha arma en España.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 47

voroso católico, dedicado siempre a cumplir con las más rígidas prác
ticas religiosas. Así era en lo natural, y la formación que se le daba a
aquel Príncipe, nieto preferido de Carlos III, fué formando al hombre
que un día debía marcar como Rey y bautizar con su nombre el
camino de retorno de España a sus tradiciones seculares.
Hasta que los vendavales de la Revolución francesa no se troca- gn e]
ron en los devastadores huracanes del imperialismo napoleónico, el cauti-
Infante llevó vida recatada, aunque desentonaba por. su seriedad y Vgrj0
piedad en aquella Corte decadente, donde toda licencia tenía galar
dón y todo vicio hallaba en el ambiente frivolo, todavía sietecentista,
su excusa y justificación. Ambicioso sin medida, el infame favorito
Godoy, abrió las puertas de la Patria a los ejércitos napoleónicos, y
al derrumbarse la Monarquía española, que apuraba los sedimentos
de la copa de sus vergüenzas y oprobios, Carlos IV, acompañado de
la Reina María Luisa y de sus hijos Fernando y Carlos y demás miem
bros de la familia Real, cruzaron la frontera francesa para ir a Ba
yona, donde se consumó la ludibrica abdicación y renuncia de los de
rechos de la Corona de España en favor del tirano Bonaparte.
Hubo un conato de resistencia por parte del Príncipe Don Fer
nando, mas pronto cedió, en aquel triste ambiente de las ignominiosas
jornadas de Bayona. Pero el Infante Don Carlos María Isidro demos
tró allí su temple, no queriendo renunciar los derechos que le co
rrespondían, y, enfrentándose con el entonces omnipotente Empera
dor francés, cuando éste estaba en el cénit de su gloria, y con dignidad
y sentido de responsabilidad, que serán propios de él en toda su lar
ga historia, exclamó: "Si mi padre el Rey y mi hermano el Príncipe
renuncian, yo no. Yo soy Infante de España, y si consiguiera la libertad
de que me priváis, me pondría al lado de los que luchan por la in
dependencia española." Amenazas e instancias fueron igualmente va
nas. Por no querer suscribir la renuncia de sus derechos, vivió en el
cautiverio, primero en el castillo de Marrac, y luego en Valencay, hasta
que las armas triunfadoras de España, empuñadas por todo el pue
blo, que, como un solo hombre, se había arrojado a la— para los ojos
de los prudentes y juiciosos afrancesados— descabellada empresa de
oponerse al vencedor de todos los pueblos del continente europeo,
junto con los aliados, ingleses y portugueses, y bajo la espada del
gran general que era el duque de Wellington, acabaron con aquella
orgía de sangre que desde 1789 venía envileciendo a Europa.
carlismo.es
48 MELCHOR FEREER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Al regresar a España Fernando VII para recobrar el Trono de sus


mayores, venía acompañado del inflexible Infante D. Carlos María Isi
dro. No puso éste reparo alguno cuando el Rey pedía de su lealtad el
sacrificio de quedarse como rehén en Perpiñán, hasta el regreso a
Francia de las guarniciones napoleónicas, que permanecían todavía en
nuestra Patria, en algunas plazas fuertes. Se unió a su hermano en
Gerona, cuando el mariscal Suchet comprendió que bastaba la pala
bra de un Rey de España y eran ociosas las prendas que se exigían.
Acompañó a Fernando a través de Cataluña, aquella Cataluña que
veinte años más tarde iba a dar ejemplo de lealtad carlista; cruzó Ara
gón casi por los mismos caminos que veintitrés años después reco
rrerá al frente de sus batallones legitimistas; llegó con el Rey atierras
valencianas, a través de aquellas provincias donde un día Cabrera,
con su simbólica capa blanca, despejaría de estorbos marciales las
márgenes del Ebro, para recibirle en marcha triunfal. Asistió a las
Juntas de Daroca y de Segorbe, hizo su entrada en Valencia, siempre
al lado de su Rey y hermano, como antes había pisado las calles de
Zaragoza, la muy heroica, cuyos muros calcinados le volvían a la
mente el recuerdo de los primeros muros gloriosos que había visto
en España, los de la inmortal Gerona. Con el "Deseado", entró en
Madrid, y compartió las aclamaciones del pueblo, y en recompensa
de tantos sacrificios callados, de tanta lealtad nunca desmentida, y
de su prudencia en el consejo, el Rey le nombró coronel de la Briga
da de Carabineros Reales el 14 de Junio de 1814 (1).
Dos meses más tarde ascendía a Capitán General de los Reales
Ejércitos y a Generalísimo de los mismos, mientras que los Consejos
del Rey le abrían sus puertas para asesorar al Monarca, y en ausencia
de Fernando VII presidia ordinariamente el Infante los Consejos de
Guerra y Estado.
Sin hacerle mella la vida cortesana y palaciega, dedicóse con
atención particular a proteger las Letras y la Ciencia, y así las Univei-

(1) La Brigadp de Carabineros Reales fué creada por Felipe V en 1730.


organizándose en 1732 en la Castellanía de Amposta. con cuatro escuadrones:
en 1742 se la declaró tropa de la Casa Real, y en 1749 se redujo a tres escua
drones, que fueron otra vez cuatro en 1778, pasando entonces a la Mancha, de
dicándose algún tiempo a la persecución de contrabandistas, malhechores y
desertores. En 1795 se elevó a seis escuadrones, y al comenzar la guerra de
la Independencia se organizó en Extremadura otro escuadrón, que quedó re
fundido en la brigada en 1815. Esta fué extinguirla por Real Orden del 23 de
Mayo de 1822, pasando sus fuerzas al regimiento de Granaderos de la Guardia
de Caballería.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 49

sidades de Valencia, Sevilla y Alcalá de Henares, recibían frecuentes


pruebas de su auxilio y cariño.
A principios de 1816 se pensó en el matrimonio de Fernando VII Bodas
y de don Carlos María Isidro con las Infantas portuguesas doña María festeje
Isabel y doña María Francisca de Asís, de la Casa de Braganza, hijas (jas
segunda y tercera de la Infanta de España doña Joaquina Carlota, y
del Príncipe del brasil don Juan, más tarde reinante en Portugal con
el nombre de Juan VI. Intervino como negociador de estas bodas el
franciscano fray Cirilo de Alameda y Brea, y, según parece, por lo
que afirmaba el conde de Rodezno (1), con la hostilidad del represen
tante de Fernando VII en la Corte portuguesa en el Brasil. En la ca
pital de aquella hermosa provincia ultramarina de Portugal fueron
firmados los contratos matrimoniales, así como también en Madrid
el 22 de Febrero, firmando como testigo el ministro de Estado, Ceba-
llos, y el general marqués de Campo Sagrado. En Marzo de 1816 em
barcaron las Infantas a bordo del navio "San Sebastián" y llegaron
a Cádiz el 4 de Septiembre. Al día siguiente se desposaron ambas her
manas con el duque del Infantado, quien había recibido los poderes
de procuración al efecto, y que por orden del Rey había acudido a
esperarlas en el puerto de Cádiz. Y atravesando las tierras de Anda-
lucia y la Mancha y cruzando las de Castilla entraron al fin las jóve
nes princesas por la puerta de Atocha de la capital de las Españas el
28 de Septiembre, y al día siguiente, entre el regocijo popular y las
ceremonias oficiales, se celebraron en la iglesia de San Francisco el
Grande, de la Villa y Corte, las Misas de velaciones.
La entrada de las princesas en Madrid discurrió, como decimos,
entre el júbilo del pueblo sencillo y leal. "Arcos vistosos en varios
puntos de la población, carrera engalanada, músicas y alarde de tro
pa, comparsas de trajes provinciales, cucañas y fuentes de vino, fuegos
artificiales, banderas y emblemas de regocijo, nada faltó para solem
nizar un suceso que la generalidad veía con placer, porque tendía a
asegurar la descendencia de Fernando, y hasta sus perseguidos lo es
peraban con ansia para ver si la influencia de una esposa joven, bella
y bondadosa alcanzaba a modificar las pasiones del Monarca y mi
tigar el rigor de su gobierno", como escribirá más tarde un empe
dernido liberal en sus memorias de "Viejo matritense" (2).

(1) Conde de Rodezno.—"La Princesa de Beiray los hijos de D. Carlos".


(2) Mesonero Romanos.—"Memorias de un setentón natural y vecino de
Madrid".
4
carlismo.es
50 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

No hay que decir que la Infanta portuguesa y el Infante espa


ñol, tan querido y respetado por su carácter y prestigio, compartie
ron con los Soberanos las aclamaciones populares. El arrogante prín
cipe, cabalgando junto a la carretela abierta en la que iban las jó
venes desposadas, debía escuchar los aplausos y aclamaciones que
le dirigfa el pueblo de Madrid, y con su bondad natural, con aquella
modestia que la serenidad de su juicio convertía en rasgo austero,
los debía dedicar todos a su hermano idolatrado y a la Soberana
que venía a compartir el tálamo regio, y en una natural prueba de
amor y caballerosidad a su propia esposa, a la que custodiaba ga
llardamente.
Apartado el Infante de las intrigas palaciegas, manteníase en la
exactitud de los deberes que le cumplían por ser el primero y más
leal vasallo del Rey, en las ocupaciones de la vida militar, en las prác
ticas de devoción y religiosidad y en el goce de la vida familiar. Cuan
do sus atenciones no estaban dedicadas al hogar o al cuerpo militar de
que era jefe, el Príncipe ocupaba sus ocios en el estudio. Aficionado a
la equitación, demostraba su gallardía en las paradas de sus tropas.
Amante esposo, rodea a la Infanta Maria Francisca de Asís de las ma
yores atenciones, y recibe con el más emocionado contento al hijo
primogénito, Don Carlos Luis, que con los años pasará, como silueta
romántica, a la historia del carlismo, cuando, con el nombre de Car
los VI, venga a reemplazar a su padre en la función casi sacerdotal de
velar por que no se extinga el fuego sagrado de la Tradición española.
Y)r Car- Profundamente español y sinceramente católico, el Infante com-
los y el Par*e con e' pensamiento suyo las aspiraciones de los monárquicos que
ansian la reforma de nuestras instituciones y nuestras costumbres en
consti-
lucio- e' sen''^0 tradicional. Pero siempre en su puesto, el Infante de España,
si no escondía sus opiniones, tampoco las publicaba vocinglero para
nalis captarse simpatías o adeptos. No es de extrañar, pues, que, conocién
mo dose su prudencia, su voluntad y sus ideas a! estallar el movimiento
constitucionalista que dirigió Riego, Fernando VII fijara sus ojos en el
hermano, del que sabia no estaba conforme en el mantenimiento de
la Monarquía absoluta a la usanza francesa, porque aspiraba verla por
los derroteros de usos y costumbres españoles. Y en aquellas ho
ras de indecisión para Fernando, pues no se sabía lo que sería la revo
lución iniciada, pensó el Monarca cumplir el decreto de Valencia de!
4 de Mayo de 1814, y creó una Junta para reformar los negocios pú
blicos. Y en este sitio de confianza, en que podría haberse iniciado la
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 51

restauración tradicionalista del siglo XIX, el Infante ocupa la presiden


cia y piensa en seguida en volver a los tiempos de las instituciones es
pañolas, resucitar nuestras Cortes independientes y serenas y contener
con el bien de las enseñanzas del pasado los males de la revolución
en el presente. Se puede dudar de la sinceridad de Fernando VII al
asirse como tabla de su salvación al decreto del 4 de Mayo, pero quien
siga la historia del Infante, quien recuerde cómo mantiene sus prin
cipios a costa de todos los sacriñcios y tristezas, no puede negar que
el propósito de Don Carlos María Isidro era sinceramente el de apli
car aquellas doctrinas que en Cádiz habian sido expuestas por la ora
toria majestuosa de Inguanzo y la claridad y sencillez de Borrull.
Pero, triunfante la sublevación liberal en La Coruña, en Zarago
za, Barcelona, Madrid y en todas partes, Fernando VII Juró la Cons
titución de 1812, y el Infante, siempre leal a su Monarca y hermano,
la juró como debía al frente de la Brigada de sus Carabineros Rea
les (1).
Le han achacado los liberales esta actitud como prueba de incon
secuencia en sus principios: pero sabía muy bien el Infante que de
sus actos ante Dios como Monarca era sólo responsable el Rey, y su
deber de hermano podía inducirle a aconsejarle en aquellos momen
tos, mas su deber de Príncipe, su deber de militar, militar al mismo
tiempo que primer súbdito del Rey y hermano, era el de cumplir lo
que Fernando VII le ordenaba.
Juró Don Carlos como soldado, y la fórmula del Juramento para
los que ejerciesen función pública, civil, militar o eclesiástica, era, en
la Constitución de 1512, "guardarla, ser fiel al Rey y desempeñar de
bidamente sus encargos" (artículo 374). No era sacrificio para el que
siempre fué leal a su Soberano prestarle fidelidad; no era enojoso
compromiso para quien se esmeraba en sus obligaciones Jurar recti
tud y probidad en el desempeño de sus servicios.
Habiendo Jurado el Rey, mal que le pesara, la Constitución, no
le era dado al Infante, so pena de ser infiel al Monarca, agravarle la
situación con una discrepancia, que hubiera podido constituir señue
lo de rebeldía, por sentirse así alentadas grandes fuerzas de todas las
clases y países, sin duda descontentas del triunfo de la revolución. El
Rey Juró guardar y hacer guardar la Constitución y leyes de
la Monarquía (artículo 173), y Don Carlos hubo de cumplir las órde-

(1) Apéndice II del Tomo I.


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nes del Rey. El Rey, por el artículo 171, tenía, entre otras facultades:
proveer todos los empleos civiles y militares (5.2), mandar los Ejér
citos y Armada y nombrar los generales (8.2), disponer de la fuerza
armada, distribuyéndola como más convenga (9.2). Don Carlos, ade
más de sus vínculos de obediencia como Infarite y como hermano,
venía obligado a obedecer como militar con mando recibido por des
pacho Real. Se dirá que no es forzosa la obediencia para un católico
si el que la exige con derecho se hubiese obligado a no acatar la íe.
Pero la fórmula del juramento, según el Código constitucional de
1812, contiene la defensa solemne de "la religión católica, apostólica,
romana, sin permitir otra alguna en el reino". Y esto, ¿no había de
suscribirlo el Infante, partidario de la unidad religiosa?
Las otras obligaciones eran de índole política y administrativa,
algunas libremente opinables, pues en el artículo 4.5 se decía que "la
nación— que es la reunión de todos los españoles de am
bos hemisferios, según el artículo 1 .-— está obligada a conservar y
proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los
demás derechos legítimos de todos los demás individuos que la com
ponen"; lo cual implica que, aunque las leyes fueran sabidas, si eran
injustas, no obligaban, y así ocurrió que, con el abuso, el régimen liberal
se hizo notoriamente injusto y fué derrocado en justicia, porque la
ley injusta no es ley, y es legítima la resistencia, no solamente pasiva,
sino la activa contra la tiranía, pues cuando un régimen degenera en
tiránico pierde su derecho a ser obedecido.
Otra obligación; ésta más sutil. Dando por sentado que aquel
poder establecido en 1820 era de suyo tiránico, por el origen arbitra
rio que tuvo en 1812, y por renacer mediante la rebeldía de los me
nos contra el mayor sentir de la nación, ¿sería lícito sostenerle, coope
rar con él para que se mantuviera? Hay, precisamente, en libros de
graves autores moralistas, un caso parecido a! que examinamos. Los
habitantes de un país ocupado por un régimen tiránico— afirma ese
ejemplo— pueden permanecer lícitamente entre los injustos poseedo
res, y si éstos les obligan con sus mandatos, pueden lícitamente auxi
liarles, trabajando y contribuyendo con su dinero; y esto se entien
de por consentimiento presunto del legítimo Príncipe, en virtud del
cual prometen también con juramento tales servicios, para evitar tam
bién mayores males, suyos y de su Príncipe".
En el caso de Don Carlos, el consentimiento de su Rey para que
jurara, no sólo no era presunto, sino expreso. El no jurar en aquellas
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HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 53

condiciones, en las cuales el Rey fué coaccionado en su persona por


las turbas que invadieron el Alcázar; el levantar bandera contraria,
resistirse, oponerse, hubiera sido causar mayores males al Soberano.
La justicia, la reivindicación, no siempre pueden imponerse en todo
momento. La prudencia aconseja esperar. Y así ocurrió: que, con el
desgobierno, la situación fué quebrantándose por si sola; entre los
mismos partidos gobernantes surgieron las discrepancias; el país, sus
elementos genuinos, hicieron sacrificios heroicos contra la tiranía li
beral, echándose al campo para combatirla; el malestar trascendió a
las esferas internacionales, y vino la Intervención de las potencias y
la coalición con sus elementos armados, formando en vanguardia los
voluntarios realistas, bajo las órdenes de Angulema.
El triunfo se logró al fin, aunque una vez más lo desperdiciara
la versatilidad de Fernando VII.
Dejemos bien sentado que el Infante, al jurar la Constitución, lo
hizo por mandato de su Rey, que no podía, sin ser
delito de grave traición, dejar de obedecer. Pero no colaboró con el
régimen constitucional, ni cooperó, ni lo sostuvo. Que es cuando hu
biera él faltado a los dictámenes de su conciencia cristiana y española.
Don Carlos se mantuvo en su puesto. Esperó hasta la muerte del Rey.
Y como, muerto el Rey, su puesto era sucederle, tomó entonces las
armas y no en son de rebelde, sino contra los rebeldes que se negaban
a reconocer su plenísima indiscutible legitimidad.
Rechazaba Don Carlos, por sus convicciones religiosas y políticas. La lcal-
el orden nuevo creado por el liberalismo constitucional. Y el recuerdo tad de
del desbarajuste que imperó durante las Cortes de Cádiz le afianzaba j). Car-
más en sus ideas. Cumplió, a pesar de su repugnancia por el libera- \QS con
lismo, con su deber de Príncipe, y nada hizo que pudiera resultar en su jjer.
menoscabo de su hermano, ni siquiera una ligera rebeldía. Guardó su mano
pensamiento y calló, y en ninguna de aquellas tramas urdidas en los gj gg
días de la anarquía constitucional intervino el Infante. Ajeno estaba
a los desvarios del plan del infortunado Vinuesa; no se mezclaba en
la conspiración de los realistas, con quienes, sin embargo, su corazón,
sus pensamientos y sus esperanzas legítimas estaban. Supo perdonar
a aquellos milicianos que un día atentaron en Aranjuez contra su
propia vida. Y, cuando los sucesos de Julio en Madrid, acogía en sus
habitaciones al capitán don Luis Fernández de Córdoba, que más
tarde demostró su agradecimiento, combatiéndole con las armas en
la mano.
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El Infante, en este doloroso período de nuestra historia, contem


plaba la religión perseguida, lamentaba que los realistas estuviesen
desterrados o encarcelados, sabía que los Obispos marchaban al exilio
desde sus diócesis. Hasta él llegaban los rumores de las victorias que
alcanzaban los guerrilleros y capitanes de los Ejércitos del Altar y el ]
Trono. Compartía las esperanzas de los buenos, ansiaba la hora de
destrucción del régimen extranjero entronizado por la masonería en
España. Pero permanecía callado: era Príncipe y sabia a lo que el
ser Príncipe obliga. Con amargura debía mantenerse en la pasividad,
cuando por los campos y los montes españoles se aclamaba a su her
mano; con tristeza y con dolor debía contemplar aquellas mascara
das liberales tan espectaculares, que organizaban en Madrid de vez
en cuando las logias masónicas y sus secuelas las sociedades patrióti
cas: mascaradas que tomaban caracteres bufos en la batalla de las
Platerías, o trágicos cuando en las mismas puertas del Palacio Real
corría la sangre de las víctimas inmoladas por el furor de las pasio
nes políticas.
El Infante, su esposa e hijos, acompañaron a Fernando Vil a Se
villa y Cádiz, y cuando la Real familia fué liberada por el Ejército
hispano-francés, bajo el mando del duque de Angulema, volvió a ser
el Infante que en Palacio llevaba la misma vida de lealtad y caballero
sidad, amante de su Rey, cariñoso para con su hermano, enemigo de
intrigas, pero convencido siempre, y más y más fortalecido en sus
convicciones antiliberales.
A pesar de que Don Carlos se mantuvo apartado de la lucha
entre realistas y liberales, los primeros sabían quién era, y era popu
lar entre ellos. Sabían que él compartía sus opiniones y que ansiaba
ver la Monarquía restaurada en sus bases tradicionales, y en prueba
de esta simpatía durante la campaña de 1822-23, uno de los batallo
nes que entonces se formaron— y que mandaba precisamente el co
ronel Segarra, que luego será comandante general carlista en Catalu
ña y al fin de la guerra traicionará a su Rey y a su bandera— se lla
maba del Infante Don Carlos, y además, un escuadrón de lanceros
llevó este nombre, y otro de húsares recibirá el mismo patrocinio.
De análogos galardones participaba— prueba evidente de la popula
ridad del joven matrimonio— su gentil esposa, puesto que un escua
drón de coraceros realistas llevaba el nombre de Infanta Doña María
Francisca.
Acogió Don Carlos, como era natural, con satisfacción y alegría
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HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 55

la liberación que le proporcionaron las armas hispano-francesas. Pero


de regreso a Madrid con su hermano, si sus consejos fueron dispues
tos a ser dados, es indudable no fueron nunca seguidos. Ninguna de
las maniobras de sus partidarios le halló propicio a que él les se
cundara. Ni el "Manifiesto de los realistas puros" sirvió de acicate a una
ambición que no tenía, ni los entusiasmos de los precarlistas catala
nes le hallaron en disposición de rebelarse contra su hermano. Todo
¡o que se ha dicho sobre la "camarilla" que le rodeaba, y de la que
se le acusa ser el centro, es falso y sin prueba alguna, gratuita afirma
ción de autores liberales que se han ido copiando unos a otros sin
que interviniera el espurgo de la crítica. Porque los liberales no sen
tían afecto alguno por el Infante; desconfiaban de él, sabían que no
sería juguete de sectas ni de banderías. Y el incidente en que se recrea
Mesonero Romanos, descortés cual ninguno, explica perfectamente el
antagonismo que sentían todos ellos para con el Príncipe digno (1).
En esto, justo es decirlo, fué excepción el juicio de Galdós, quien, si
de la supuesta camarilla habló, de ella aparta la figura del Infante.
A pesar de ser, como eran, aquellos tiempos fernandinos, de in
trigas palatinas y de oscuros manejos, conservaba Don Carlos altos
cargos, pues era vicepresidente del Consejo Supremo de Guerra, pre
sidente de la Junta Suprema de Caballería, aunque su Brigada de Ca
rabineros Reales había sido disuelta por los constitucionalistas y no
habla vuelto a ser restaurada. La Diputación permanente de la noble
za lo tenía también de vicepresidente, y a los honores militares se le
reunía por gracia de su hermano el ser Jefe Principal de la Academia
de Nobles Artes de San Fernando y de todas las de Bellas Artes de la
Monarquía española. Su religiosidad, su piedad, sus conocimientos,
le habían llevado a aceptar el ser Protector Perpetuo— y este título
era un máximo honor para el Infante— de la Real Academia de Teo
logía dogmática, establecida en el Colegio de Santo Tomás de la Villa
y Corte.
Sin apetencias ambiciosas, no escuchaba lisonjeras palabras de
amigos ni de cortesanos; firme en su derecho, no pretendía más que
lo que la ley le otorgaba. Adversario de tode acción contra su her
mano, enemigo de reclamar derechos por la fuerza, si fuera verdad
que Maroto le ofreció dar en su provecho un golpe de Estado y pro-

(1) Mesonero Romanos.—Memorias de un setentón natural e hijo de


Madrid.
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56 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

clamarlo Rey con la ayuda de los voluntarlos, también lo serla que


el Infante no habría aceptado que se consumara este acto de violen
cia. Si fuera verdad la conspiración que denunció el coronel Campos
y España, a la que hemos hecho referencia anteriormente (1), tam
bién lo sería que ni el conde de Negri ni el conde del Prado obtuvie
ron Jamás el más mínimo consentimiento. Sólo el temor de que su
silencio, tanto tiempo mantenido, se interrumpiera, animó a Zea Ber-
múdez a proponer a Fernando Vil que el Infante fuera desterrado.
Pero no había delito, ni sombra de delito, ni protesta alguna, si no
era la protesta de la propia persona del Infante Don Carlos María
Isidro, imagen viva de una legitimidad irrebatible. Pero temía Zea
Bermúdez, temía María Cristina, temía Luisa Carlota, que un movi
miento desbordara el vaso en que iban encerrados el silencio y la
prudencia del Infante, al que se quería despojar de su derecho.
El des- Necesitaban su aquiescencia para la Jura de la Princesa-, y sabían
tierro a <Iue no '° conseguirían. Hasta hombres que se han sentido más fernan-
Portu- d's*as Que monárquicos, como Calomarde, dudan ya. El conde de la
gaj Alcudia ha comprendido que el Príncipe digno no disputa por nada ba-
ladí: reclama sus derechos, no le importa que le ofrezcan ser Regente,
ni tampoco tutor de la Princesa. Y aquéllos, seguros de que no conse
guirían del Infante la jura de Isabel como heredera de una Corona
que no le pertenece, intrigan, convencen a Fernando VII, y como con
tra el Infante no hay nada, absolutamente nada en su desdoro, nada
que le indique como rebelde, ni tan sólo como mal vasallo por in
disciplina, buscan el subterfugio de que acompañe a la Princesa de
Beira a Portugal, obtienen del Rey Miguel las cartas que solicitan la
vuelta de la Princesa, y el Infante, a la simple indicación de su Rey
y hermano, se apresta a dejar, en viaje a Portugal, la capital de la
Monarquía, su Madrid, que sólo en los días de Septiembre de cuatro
años más tarde volverán sus ojos a vislumbrar.
Y aparentemente por su voluntad, pero en realidad castigado,
como otro Segismundo "por el delito de haber nacido", emprenderá
con su esposa y sus hijos, bajo la custodia del general Minio, la ruta
hacia el Reino vecino, la ruta del destierro, la ruta que ampara a
los traidores que quedan, para urdir la próxima usurpación. Los pue
blos del reino de Castilla, y los pueblos del reino de León, ven, en los
días últimos de Marzo y primeros de Abril, cruzar la cabalgata del

(1) Tomo II, Capítulo IX.


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HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 57

Príncipe desterrado, que es inocente de cualquier delito. Las órdenes


son arbitrarias, y no se deja tocar las campanas, y los labradores no
se pueden arremolinar a su paso, y los voluntarios no pueden presen
tarse ante él con sus uniformes: el itinerario está severamente fijado,
su protocolo es un protocolo de Príncipe en desgracia, y Minio, sea
cual sea su pasado, no es més que el simple jefe de un destacamento
que conduce a un prisionero bajo la severa ordenanza militar.
Y en Portugal, donde la guerra civil se mantiene viva e indecisa,
recorrerá el Infante con su familia los pueblos que eran visitados a
veces por el Rey Don Miguel. Mafra, Coimbra, el Real Sitio de Ra-
malhao y, por último, Thomar, serán su residencia, hasta que un día,
muerto el Rey de España, ya no es el Infante Don Carlos María Isidro,
sino el Rey de las grandes gestas de la restauración española, Car
los V, que, si no tuvo palacios reales donde albergarse, era la cabeza
de un pueblo que se sacrificaba voluntariamente por la persona de
su Caudillo y por sus principios, fué el creador de la dinastía carlista,
que debía fundir en un solo haz de amores la vieja tradición de Es
paña con la Casa de Borbón, hasta entonces divorciada de nuestro
pasado.
De población en población, Don Carlos y su familia recorren las
rutas de un calvario, empujados por las turbas "carlistas" portugue
sas y por la hez internacional: italianos, belgas, franceses, alemanes,
ingleses... de todos los pueblos, de todas las lenguas, pero todos con
un sello común, el que les imprimió la Bestia Apocalíptica, sea en las
ventas de los carbonarios, sea en las torres de los comuneros, sea
en las logias de los masones. El signo del compás y de la escuadra,
el signo de los tres puntos, de la anti-Iglesia, de la iglesia de Santanás.
Pero jamás pierde su confianza en la Providencia el Príncipe pia
doso. Su correspondencia con Fernando VII, se ha mantenido con dig
nidad y sin orgullo. Sencillo, humilde, firme en su grandeza interna,
no externa ni de oropeles, el Infante de Borbón recaba para sí la
gloria y el honor de fundar la dinastía insobornable que será acla
mada por millares y millares de españoles en los campos de batalla, Refuta-
en los días gloriosos en que el sol besa nuestras banderas que al vien- ción de
to ondean; gloria de haber sabido identificar su alma con el alma éter- Otros
na de la Inmortal España. juicios
Su retrato lo iremos a buscar de nuevo en las páginas de un ad- de
versario suyo: un historiador liberal, entusiasta no de Isabel, sino de Pirala
Espartero, autor que más tarde escribiría la historia de aquellos tiem-
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pos con mentida imparcialidad, habrá de reconocerle sus grandes do


tes. "El corazón del Infante— escribe Pirala— se alimentaba con exceso
de fe, si en ella puede haberlo; pero no creemos errar afirmando que
en el exceso de la fe empieza el fanatismo, la superstición, y algo de
esto se vió en el hombre. Al mismo tiempo, y sin que aparezca un
contrasentido, adquiría Don Carlos una moralidad profunda, ejemplar;
una justificación sublime, religiosa caridad evangélica y rectitud cristia
na. Ni en el Príncipe ni en el hombre se vieron vicios; siempre fué vir
tuoso Don Carlos." (1).
A Pirala, progresista y masón, no es de extrañar que se le apare
ciera la piedad del Infante como símbolo de fanatismo y superstición.
No era fanático ni supersticioso Pirala, ni pecaba por exceso de fe, sino,
muy al contrario, por falta. La verdad es que nada hay más opuesto
a la superstición que el espíritu verdaderamente religioso, ni nada más
lejos del fanatismo que la sincera convicción cristiana. Pero era nece
sario dar pábulo a las falsas insinuaciones del enemigo, y a ello se
prestaba sin reboso la pluma del historiador liberal, dispuesta a que
mar incienso, en alabanza de cualquier poder del día, Isabel, Esparte
ro, Amadeo o los Alfonsos, cuyos tiempos alcanzó. Pero, ante la evi
dencia, se veía obligado a reconocer que el Infante "era religioso antes
que todo, y nada temía que no viniese de Dios."
Dice más Pirala: "Veíase en el Infante austeridad en sus costum
bres, pero no en su trato, afable y con dignidad; gustaba de chistes
picantes, pero con decoro. Su conversación ha sido siempre festiva, en
los ratos que dedicaba por la tarde al paseo por el campo, al que era
aficionado; la sostenía con las diferentes personas que le acompaña
ban, a quienes traía en juego y solaz. Tenía hacia el bello sexo la ga
lantería decorosa de nuestros antiguos; le amaba con castidad, y
deseaba hallar en su sociedad alguna interlocutora. Esclavo de su pa
labra, cuantos pretendientes le oyeron decir descuida, contaron
segura la concesión. En las audiencias se enteraba detenidamente, y,
convencido de asistir a cualquiera la razón, ningún ministro le sor
prendía en el despacho. Más celoso por la Religión que por la política,
descuidaba las cosas de la tierra por atender a las del cielo... Con
fiaba más en su Generalísima, la Virgen de los Dolores, que en las ar
mas de sus soldados; y así como la intercesión del cielo y las oracio-

(1) Pirala.—"Historia de la guerra civil y de los partidos liberal 7


carlista".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 59

nes de Pedro el Ermitaño dieron la victoriosa palma en Jerusalén a


los Cruzados de Godofredo, según aprendió del Tasso, así creía obtener
también su corona." Y esto, que al pobre juicio del autor liberal era
una mengua para el Príncipe, nos fortalece en nuestra creencia de que
la religiosidad del Infante era tal, que tenía la fe y confianza puestas
en Dios, porque sabía que en este mundo no se mueve la hoja de un
árbol sin la voluntad divina.
Continúa diciendo Pirala: "Esta fe religiosa, o más bien fanatismo
supersticioso, le hacían aparecer como un héroe en los campos de bata
lla. Cual si tuviera el escudo de Eneas o fuera invulnerable, como Aqui-
les, permanecía sereno, impávido, envuelto, sin moverse, entre el polvo
que levantaban las balas que caian a sus pies. Temian por él y por
si mismos cuantos le rodeaban de su escolta, pero se sonreía Don Car
los de sus temores, y permanecía quieto. Confiaba en Dios, y nada
temía. Esta convicción le daba un valor que rayaba en el heroísmo.
Don Carlos hubiera ido al martirio sonriendo."
El liberal no coir.prende esta grandeza en el Principe y en el
soldado cristiano. Confunde lo que es confianza en la protección de la
Providencia, con la vulgar superstición de la gente inculta o de la
que se cree culta. Mirando la materia, no llegan a entender lo espiritual,
la fe religiosa de aquel Príncipe, que sabía muy bien lo que la santa
española ponía por glosa al reto con que el Arcángel San Miguel in
crepaba a belial: "Quien a Dios tiene, nada le falta; sólo Dios basta."
Hombre fiel a su deber, está dispuesto a cumplirlo, sean en bien o
sea en perjuicio de su propia persona. Así debe interpretarse lo que di
ce Pirala en este relato que vamos siguiendo: "Los principios religiosos
que formaban en él sus convicciones, le hacían mirar los sacrificios de
sus defensores como deberes de conciencia, y más de una vez se le
oyó contestar al que de ellos hacía alarde, demandándole algún pre
mio: has cumplido con tu deber, y consideraba esta con
testación suficiente recompensa. Esto explica lo parco que ha sido en la
concesión de títulos, grandes y menores." Y también explica, añadimos
nosotros, que bajo la señera de tan alto ejemplo, durante más de un
siglo millares y millares de españoles sufrieron, padecieron, renuncia
ron y pasaron miserablemente esta vida, solamente para cumplir con
el deber de leales a su Rey en el destierro y e su Patria en el dolor.
De su amor fraternal a Fernando, si no conociéramos otros hechos,
las cartas desde Portugal nos hubieran descorrido el velo. El estilo de
estas cartas no es de nuestros tiempos. Adolecen de los vicios del lé
carlismo.es
60 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

xico de la época; son un último eco del arte "rococó", pero el sen
tido, el alma puesta en las mismas, son de todos los tiempos, y por
esto es fácil de comprenderlas: veneración que guarda para su hermano
y para su Rey. Dice Pirala sobre este particular: "Amigo, más que
hermano de Fernando, le amaba con aquel cariño que engendra en
dos personas la mutua participación de unas mismas desgracias."
Y volviendo el viejo seguidor de Espartero a su tema de progresista
del ochocientos, escribe: "La fe que tenia Don Carlos en sus ideas
religiosas le hacía ser bondadoso con sus criados, afable con todos, y
revestirse para mandar de aquella dulzura que el Evangelio le enseña
ba en sus santos varones. Fuese por debilidad de carácter o por su
perstición, rebajaba algunas veces la dignidad del Príncipe con ciertos
actos, propios sólo de un monje". Corrijamos y pongamos en el lenguaje
de un católico del siglo XX lo que decía el liberal del XIX. No rebaja
ba la dignidad del Príncipe con ciertos actos propios sólo de un mon
je, sino que la elevaba, al colocarse, en ciertos momentos, por su pie
dad y por sus devociones, en la ruta de la santidad. Creía Pirala que
su frase era acerada saeta contra el Príncipe. Lo que creía injuria o
burla, es hoy para las generaciones liberadas de la mentira liberal un
signo más de la grandeza de espíritu del Infante Don Carlos Maria Isi
dro de Borbón. Frente a la bondadosa austeridad de aquel descendiente
de Reyes, que antaño se consideraban padres de su pueblo, y que
había sido educado a la antigua usanza, choca la figura del historia
dor liberal, que tenía metidas, no sólo en el alma, sino hasta en los
huesos, la concepción de sus ideas individualistas, contrarias a la solida
ridad social cristiana; solidaridad que nace y se afirma desde el nú
cleo de la familia, donde los criados no eran, como hoy, emigración
golondrina en el hogar, que entran y salen de él sin cobrarle afecto a
sus señores, porque éstos, a su vez, los tratan, más como cosas que
como personas, en vez de en aquellos felices tiempos en que formaban
la llamada "sociedad eril", compenetrados con el conjunto familiar,
obligados al elemental respeto para con sus amos, pero correspondidos
por éstos con cariño, con llaneza, con desvelo, como si fueran tutores,
y realmente tal es la misión que les cumple ejercer en la ausencia de
los padres naturales de sus servidores. J
Entrando más en el orden personal, nos lo presenta Pirala con las 1
siguientes elogiosas palabras: "El orden que reinaba en su persona y I
en su cuarto lo extendía a su familia y a cuanto le rodeaba. Cada
uno ocupa su verdadero lugar, y, aunque dispensaba alguna falta, I

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL (51

no dejaba de corregirla. Económico, sin ser tacaño, y generoso,


sin ser pródigo, sabía distribuir recompensas domésticas y dejar obli
gado al que las recibía.
"El pueblo, para el que nunca son desconocidas las acciones de sus
Príncipes apreciaba en su justo valor las de éste, y las ensalzaba,
exagerándolas, como suele hacer con cuanto le agrada. Corrían, pues,
creciendo de boca en boca, y llegó a ser Don Carlos mirado por sus
partidarios como uno de los Príncipes mas completos de la cris
tiandad."
Pero era natural que Pirala, con un procedimiento de eclecticismo,
que ei sólo apariencia y no sustancia de la imparcialidad, por el que
mezcla el elogio con el ataque, quisiera corregir sus palabras ante
riores, y lanzó en seguida su dardo, que creía definitivo, contra el
Infante :
"Tal vez en el Trono se habría acercado a Felipe II; pero los
hombres sensatos querían, mejor que retroceder a aquella época de
fanatismo religioso, aun con su octava maravilla, y que verse alum
brados por el siniestro fulgor de las hogueras del Santo Oficio, un
gobierno justo.
"Don Carlos no tenía el talento solapado que el inmortal hijo del
no menos inmortal monje de Yuste; por esto creían los liberales, y
con razón, que imitaría más bien al supersticioso y enfermizo Monarca
"Hechizado", que no tuvo voluntad propia, que al fundador de El
Escorial, cuya voluntad era inquebrantable."
En la mente progresista del que fué después admirador de Espar
tero y secretario del intruso don Amadeo, vivía con todo el vigor que
le prestaba el romanticismo de su tiempo la leyenda negra española,
esa leyenda negra que, si bien Juderías (1) buscó con acierto en el
Extranjero sus propagandistas, bien merecería que también se reco
gieran todas las difamaciones de nuestra Historia, que las plumas libe
rales fueron escribiendo con el fin de despañolizar y descristianizar a
España. En el parangón, Don Carlos no se asemejaría a Felipe II más
que en los tiempos de la Inquisición y de las hogueras del Santo Oficio.
Es todo lo que veían en el reinado del Rey Prudente. La grandeza de
España la encerraban en la mole de piedra de San Lorenzo de El Escorial.
Era el tiempo del fanatismo religioso, según Pirala, y, claro está, que,

(1) Juderías.—"La leyenda negra en España".


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para un hombre de fuerte espíritu, como el historiador libe


ral, el fanatismo no se comprendía, cuando no se trataba de adular a
Espartero o cualquier Jerifalte de la pintoresca historia del picaresco
progresismo isabelino.
Los Y luego la otra comparación, en la que, como hemos visto, abun
tiem da Galdós, que en los escritos de Pirala, sin duda, se inspiró. Ya no
pos del es el talento "solapado" de Felipe II, sino el carécter "supersticioso" y
"Hechi enfermizo del Monarca "Hechizado". La leyenda negra continuaba
zado" y cultivada por Pirala. Es inútil que nos pongamos en plan de restablecer
la historia. Difícil es todavía hacer comprender lo que fué el reinado
los isa-
de Carlos II de Austria. Para Pirala fué el de una época de superstición
belinos
de un Rey enfermizo. Probablemente cedería todo aquel período por
una. migaja del isabelino. Quizá en este particular, para el historiador
liberal fallaron aquellos versos tan conocidos de Jorge Manrique: "Co
mo a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fué mejor."
Sin embargo, por mucho que queramos encumbrar el período isa
belino; por mucho que pretendamos ensalzar el romanticismo litera
rio; por mucho que valoricemos los poetas de este período, como Zo
rrilla y Espronceda, García Tassara y Ruiz Aguilera; por mucho que
complazcan Selgas y Trueba; aunque busquemos un creador de la
novela histórica en Gil Carrasco; aunque tengamos un recuerdo para
el teatro de Hartzembusch, García Gutiérrez, Bretón de los Herreros,
López de Ayala y Eulogio Florentino Sanz, y aunque mediante un es
fuerzo incluyéramos a Cabañes y a Bécquer, y nos acordáramos de
los Madrazos, Fortuny, Gisbert, Casado y demás pintores de fama de
su tiempo; aunque los vistamos con el ropaje de los recuerdos de
nuestras abuelas, escuchados al amor de la lumbre en las tertulias del
hogar, y nos esforcemos, con cierta Justicia, en afirmar que en el
siglo XIX hubo un Renacimiento español o españolizante, lejos esta
mos todavía del esplendor del reinado de Carlos II, de los tiempos
aquellos de "superstición" de un Rey enfermizo. Brillaba aún en el
cielo de la poesía un Calderón de la Barca, y cantaban los versos de
Sor Juana Inés de la Cruz; pintaban nuestras grandezas y retrataban
o nuestros Príncipes un Claudio Coello, un Murillo, un Valdés Leal. La
Imaginería pregonaba la fama de los Mora; se dedicaba a la ciencia de
la erudición, un Nicolás Antonio, había en el teatro un Coello Fra
goso y un Bances Cándamo, y, hasta en lugar de Pirala, escribía his
toria, lo que se dice historia, un Solís. Eran los tiempos del "Hechi
zado". Tiempos aquellos que, es verdad, son de reveses para nuestra
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 63

Patria, pero todavía las velas de nuestros navios ponian en fuga


delante de Alicante a las flotas francesas que mandaba el orgulloso
almirante D Estrées. Era la época, si bien es cierto culminaba con
un momento de decadencia, en la que España dominaba el mundo,
y Flandes, y Nápoles, y Sicilia, y Cerdeña, y Orén, y América, y el
lejano Oriente, con las Filipinas, enseñaban lo que era grandeza del
Imperio español.
No eran los isabelinos, tiempos que podían compararse con los
de Carlos II. La grandeza de los tiempos de Doña Isabel se reducen a
una campaña "honoris causa" en Cochinchir.a, cuyo galardón se lo
llevaron los franceses; una campaña estéril en Africa, en la que
íbamos renunciando de antemano en cualquier beneficio, porque sólo
interesaba entretener la opinión para afianzar un Ministerio, y una
campaña del Pacífico, que sólo reportó un nombre. Callao, y una
frase, la conocida de Méndez Núñez; mas para España, absolutamente
nada.
Era mucho atrevimiento el de Pirala, a pesar de ser "agradador de
todos los Segismundos", mentar el reinado del "Hechizado", cuando de
fendía la causa de "la de los tristes destinos".
Y menos se podía aplicar a don Carlos María Isidro esta otra osada D. Car-
comparación de Pirala. De su carácter, nos dice el esparterista histo- ]os 0 \a
riador, que no tuvo "voluntad propia", y para ello, a lo largo de la re- Volun-
lación, acumulará testimonios de Lassala, Arizaga y otros... todos ellos ja(|
convenidos en Vergara, todos ellos traidores a su Rey, todos ellos que
entregaron la causa que defendían para asegurarse unos empleos y
grados y unas jerarquías en altas filas del Ejército, al amparo del pre
supuesto nacional. Pero que don Carlos no tenía voluntad propia solo
pueden sostenerlo aquellos que son mantenedores del mito de la histo
ria liberal.
¡Pero si Don Carlos era la voluntad personificada! ¡Si la volun
tad era el signo distintivo de su carácter! Pruebas de ello no faltan:
entereza de carácter en Valencay ante el poderío de Napoleón; ente
reza de carácter y firme voluntad cuando rechaza un día y otro día
las sugestiones de los valiosos y prestigiosos partidarios que ansiaban
proclamarle durante el reinado- de su hermano; entereza de carácter,
que se refleja en la misma actitud de silencio adoptada en 1830; fir
meza de voluntad en su correspondencia con Fernando VII desde
Portugal. Voluntad, y bien decidida, en Bourges, cuando se le atropella
con su detención y la de su familia, por orden del usurpador fran
carlismo.es
C4 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

cés; voluntad propia en aquella historia de las conversaciones polí


ticas que preceden a la abdicación en su hijo. Y cuando, relegado en
Trieste, parece que su vida pública ha concluido, es todavía aquel In
fante de voluntad quien vigila y orienta desde la oscuridad de su re
tiro los pasos y las acciones del hijo y sucesor Carlos VI, y afirma
y promete y asegura la voluntad de permanecer unido al gran pue
blo carlista, que, llevando el pensamiento hacia él, en el destierro,
en el silencio de la persecución le venera como al Rey que lo guió
al combate. Afirmar en Don Carlos la falta de voluntad, suponerlo
entregado a una camarilla palatina, esto es faltar conscientemente a
lo que nos dicen de la historia de este Príncipe los acontecimientos de
su vida. Carlos V fué insigne en la voluntad. Carlos V fué, libre de cues
tiones de unos y de otros, prudente en el consejo. A todos escuchaba,
pero a él no lo dominaba nadie, aunque hayan procurado manchar
su personalidad los traidores de Vergara y los historiadores al servi
cio de la causa liberal, desgraciadamente seguidos, con mejor voluntad
que discernimiento, por algunos que han pretendido escribir en sen
tido tradicionalista.
Un historiador extranjero, el Dr. Teodoro Flathe (1), colabo
rador de Onken, no sabe más que repetir contra Don Carlos el epíteto
de "estúpido". Pero es casi un honor que en aquella liberalisima y
protestantísima "Historia Universal" se le trate de esta for
ma. No olvidemos que en la misma obra, Bernardo Stade, (2), llega
a escribir las siguientes palabras blasfemas: "Jesús, cuya aparición co
mo Mesías resolvió este problema de la historia del mundo, lo resol
vió, según parece, sin saberlo." Y, unas páginas antes, en es
te mismo estudio del colaborador de Onken, se llega a posponer la
figura del Redentor a la del filósofo judío Filón, diciendo: "Porque
si Jesús expone popularmente la misma idea que Filón encontró a
fuerza de meditar filosóficamente, esto sólo prueba que el mismo
mundo de ideas influyó en el fondo sobre ambos hombres, sobre
Jesús por casualidad, y sobre Filón más metódicamente." Bas
ta esta muestra para comprender hasta dónde alcanza el "estudio'
aplicado a Don Carlos en la historia de Onken, y la gloria que le

(1) Flathe.—"La época de la restauración y de la revolución, de?¿e


1815 hasta 1851" en "Historia Universal", dirigida por Guillermo Onken. tra
ducida directamente del alemán por don Nemesio Fernández Cuesta.—Tomo XIL
(2) Stade.—"Historia del pueblo de Israel", en la Historia Universal
de Onken.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 65

cabe al compartir insultos de la misma pluma que denostó a Je


sucristo.
Otros adversarios suyos, Nicomedes Pastor Díaz y Francisco de
Cárdenas, al presentarlo en su "galería" declaran que, "como hombre,
privado, merece elogio", y añade Pastor Díaz, enemigo del carlismo,
aunque liberal moderado: "Es Don Carlos sufrido en la adversidad,
sinceramente piadoso, y, aunque débil en los momentos de obrar,
constante en sus propósitos y tenaz en defender lo que estima sus jus
tos derechos. No suele olvidar los servicios recibidos; atendió siempre
mucho en las concesiones a los méritos y a la Justicia de los preten
dientes; profesa aversión a la calumnia, gusta de los eclesiásticos,
prefiriendo los de costumbres más severas, aun cuando sean menos
avisados, y es prudente y mesurado en su conversación y trato." (J).
Tal es la opinión de acérrimos enemigos suyos, y bien merece
ser tenido en cuenta que en los altibajos de esos juicios alguna vez
se le hace justicia, lo que prueba que en medio de los rencores de
la guerra civil, que animaran las plumas de historiadores y comen
taristas, era tan acusada y firme su figura, que se mantuvo entera,
a pesar de los jirones que de ella arrancaron sus adversarios.
Un extranjero partidario de la legitimidad carlista, Claussel de
Coulanges, escribió, cuando la jura de Doña María Isabel Luisa, es
tas palabras, que bien merecen completar la biografía que, basándo
nos principalmente en Pirala, acabamos de hacer: "Este Príncipe, pro
fundamente cristiano, excelente hermano, animado del amor más vivo
y más elevado para su patria, ha querido con su retiro junto a su
sobrino el Rey de Portugal evitar todo pretexto de turbulencias en
España" (2).
En los días de la guerra, Don Carlos mantuvo gran sobriedad en
el aparato exterior de su persona. Usaba generalmente levita de pai
sano, abrochada como un surtú con carteras a los lados, sombrero de
copa alta, pantalón oscuro y borceguí con espolines. El peti (3) mi-

(1) Nicomedes Pastor Díaz y Francisco de Cárdenas.—"Bicgcafia de Don


Carlos María Isidro", en "Galería de Españoles Célebres"
(2) Claussel de Coulanges.—De la sucesión au troné d'Espagne et de la
convocation des Cortes pour le 20 Juin 1833".—París, 1833.
(3) "Peti.—En los tiempos de la Guardia Real, de los brandemburgos y
alamarones, no era cosa de llevar a diario un uniforme costoso. Habiéndose
calcado los figurines franceses de la Guardia de Carlos X, y sabiendo algunos
petrimetres o lechuguinos que allí se llamaba "petite tenue" al traje de dia
rio, quitaron sus dos letras últimas y la pronunciaron breve, y quedó peti
para expresar casaca lisa, sin galanaduras ni vivos. Y no vestia mal, por
cierto". (Almirante.—"Diccionario Militar").
carlismo.es
ce MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

litar de que se servía con más frecuencia lo formaban una levita de


solapa con vivos correspondientes y pantalón adecuado. En otras oca
siones llevaba la placa de Carlos III, faja de general, espada con puño
dorado y sombrero de tres picos.
Cuando las ocasiones lo exigían y en los días más señalados, ves
tía de gala, y en este caso era su uniforme el de coronel de los Guar
dias de Corps, con la banda de Carlos III y sombrero de capitán
general.
Ya hemos dicho que Don Carlos era excelente Jinete. Su cabal
gadura favorita era un caballo andaluz, de cuatro dedos sobre la
marca, fuerte y vigoroso, al par que dócil y de bella estampa. Estaba
enjaezado ordinariamente con silla a la Royal y borrel pequeño en la
grupa. Fundas de charol negro y mantilla cuadrada de paño carmesí
con galón ancho de oro completaban el equipo, pero en los dias de
gala, en las revistas que el Rey pasaba a su ejército indomable,
usaba silla desfundada, y la tapa, fundas y mantilla con bordados de
capitán general.
Su retrato pictórico nos lo han transmitido particularmente los
pinceles de Vicente López y F. de Serra, y de sus años juveniles se
conserva la efigie en el célebre cuadro de Goya "La familia de Car
los IV. De los dibujos más conocidos, y que fueron hechos durante
una estancia del artista en el Cuartel Real, son los que reproducen
las facciones de Carlos V, por Magnés (1). No faltaron grabadores
que reprodujeron esta fionr» ''"••'o probablemente el mejor retra
to el que firmó Manuel Albuerne. Son numerosas las estampas de los
litógrafos que reprodujeron su fisonomía en la piedra.
Tal es el Príncipe que los españoles aclamaron como Rey legiti
mo en los campos de batalla; el que inflamaba los pechos de un
ejército al retumbar los cañones en Oriamendi y Barbastro, cuando
los jinetes cargaban gloriosos e invictos sobre las fuerzas Cristinas, en
Huesca y Villar de los Navarros. Tal es el Príncipe que alentó el
valor indomable de Cabrera, el genio estratégico de Zumalacarregui,
el frío tesón de Villarreal, la Intrepidez de Uranga, el cálculo cien
tífico de Eguía, el ardoroso entusiasmo de Tristány; el que fué Ídolo
de los guerrilleros de Castilla y de Galicia, de la Mancha y Extrema-

(1) I. Magnés.—"Don Carlos et ses defenseurs. Collection de 20 por-


traits originaux d'aprés nature, tant au Quartier Royal de Dursngo qu'au Auar.
tier general de l'Armée, et representan* Don Carlos, ses ministres, ses generaux,
avec une introduction et une note biographique" París. 1837.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 67

dura, de Andalucía y Asturias; de los batallones de Navarra, Gui


púzcoa, Alava, Cataluña, Valencia y Aragón; el nombre que sirvió
de enseña a los escuadrones invictos de Castilla; el que dió sus
cifras a las banderas de los lanceros de Dancausa y de "Manolín", de
Merino y Llagostera, el que vitoreaban en sus cabalgatas los húsa
res de Balmaseda, los lanceros de Lucio Nieto, los tiradores de Gar
cía de la Parra. Tal era el Caudillo que tuvo leales a hombres
de sabiduría como Erro y Moguel, a prelados como Abarca y López
Borricón, a servidores abnegados como Arias Tejeiro y Díaz de La-
bandero, diplomáticos como el marqués de Labrador y el conde de la
Alcudia. El fundador de la dinastía carlista, en fin, al que, como Rey le
gítimo de España, le estimaban de fronteras allá héroes militares co
mo el duque de Wellington, diplomáticos como el conde de Nessel-
rode y el conde Solaro della Margharita; estadistas como el Príncipe
de Metternich y Slr Roberto Peel; historiadores de universal renombre,
como el francés Michaud y el inglés Lord Mahon; filósofos, como el
vizconde de Bonald.
Quien estaba asistido de una razón santa y de seculares derechos
y fué intérprete del alma nacional, y congregó en torno suyo a legio
nes, no de forzados, sino de voluntarios, que daban abnegadamente
haciendas y vidas, no podía ser un faccioso, ni fué un faccioso.
carlismo.es
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CAPITULO III

LA INFANTA DOÑA MARIA FRANCISCA DE ASIS

De Portugal al Brasil. — El Obispo Abarca se retrata a sí '


mismo. — La Infanta, según los historiadores liberales. — ¿Por
una "cuestión de trapos"?— La sencillez "democrática" de Car
lota. — Las "geminas" del Zodíaco fernandino. — Doña Fran
cisca en sus lares. Con dignidad y decoro

Repetidas veces ha aparecido en estas páginas el nombre de la


esposa del Infante Don Carlos María Isidro, Princesa de Portugal De Por-
Doña María Francisca de Asís de Braganza y de Borbón, hija del tugal al
Rey Juan VI y de aquella Infanta española que tan esclarecida y vi- Brasil
gorosa huella deja en nuestra historia y en la de Portugal, D.- Joaquina
Carlota, hija a su vez del Rey de las Españas Carlos IV y de Doña
María Luisa de Parma. Es quizás Doña María Francisca una de las
personalidades maltratadas con mayor inconsideración e injusticia por
los historiadores liberales. Diriase que en esto pesa la sugestión, más o
menos mediada, de Doña Luisa Carlota, la muy liberal, la muy en
vidiosa, la muy rencorosa. Y si la figura de Don Carlos, marido de la
Infanta portuguesa a través de los traidores que le vendieron, se nos
presenta como caricatura, todavía más afeada por la pasión de los
enemigos del tradicionalismo se nos muestra la de la Princesa Doña
María Francisca de Asís.
Fué en Lisboa, el 22 de Abril del año 1800, cuando nació la
Princesa. Tenía, por lo tanto, treinta y tres en la fecha en que falleció
Fernando VII, y sólo dieciséis cuando contrajo matrimonio con el In
fante Don Carlos María Isidro. Había recibido educación esmerada,
que avivaba las luces de su entendimiento, precozmente claro, ha
ciendo de la Princesita promesa de mujer de gran sentido. Pero
carlismo.es
70 MELCHOR FERRKR - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

cuando se desarrollaban aquellas aptitudes de la Princesa, que tanto


papel iba a desempeñar en la historia del Tradicionalismo español,
una amenaza conmovió el sosiego de Palacio, en la capital lusitana.
La ambición desmedida de Bonaparte, secundando aparentemente los
planes del infausto Godoy, turbaron la quietud que reinara hasta
entonces en Portugal. Un ejército francés, al mando del general Junot
(1), penetraba el 14 de Noviembre de 1807 en el reino hermano, y
trece dias después se hallaba a la vista de la bella ciudad de Lisboa.
Los acontecimientos habían sobrevenido de tal forma, que vacilaban
los consejeros, y vacilaba el propio Juan VI para decidir la posición a
adoptar. Acudió con sus consejos el embajador británico, por lo que
pudo la Real familia refugiarse en la escuadra inglesa, que, mandada
por el famoso almirante Sidney Smith (2), desplegó sus velas rumbo
al Brasil.
Iban las Reales personas en busca de la acogedora costa brasilera,
por las rutas que habían seguido los geniales navegantes que, como
Alvares Cabral, descubrieron inmensas tierras, para Dios y para 'a
Corona lusitana. Bajo la bandera del Rey de Inglaterra hallaban un-
paro el Rey Don Juan y la Reina Joaquina Carlota. Con ellos, sus
ocho hijos: el Príncipe Don Pedro de Alcántara, que será un día Em
perador del Brasil (3); el Príncipe Don Miguel María Evaristo, funda

(1) Antioco Junot. Mariscal de Francia, duque ile Abrantes. Nació «


Bussy le Grand en 1771 Sentó plaza en 1791. se distinguió en el sitio ce
Tolón; ayudante de campo de Napoleón I, le acompañó en la campaña de Italia
y le siguió en la de Egipto; dirigió las operaciones de Portugal y firmó la
capitulación de Cintra en 1808. Tomó parte en las campañas de España y de
Rusia, y se suicidó en un acceso de locura en 1813.
(2) Gustavo Sidney Smith. Nació en 1764. Tuvo el encargo de incra-
diar la escuadra de Tolón, en 1793; cayó en poder de los franceses; dos añ-.;
estuvo encerrado en la prisión del Temple, de donde se escapó. Eo
la expedición a Egipto obligó a Napoleón a levantar el sitio de San Jua:!
de Acre, y firmó con el general Kleber el tratado de El Arisch. Viceal
mirante en 1805. protegió la isla de Sicilia durante la ocupación de Nápoies
por los franceses, y acompañó al Brasil al Rey Juan VI de Portugal, cuando
la invasión de este Reino por los franceses. Desde esta época sólo se ocupó de
obras de filantropía, y creó una sociedad para terminar con la piratería en el
Mediterráneo. Falleció en 1840.
(3) Antonio José Pedro de Alcántara, hijo mayor iie Juan VI, Rey
Portugal. Fué proclamado emperador del Brasil en Río Janeiro, en 1822.
Habiendo separado del Brasil la corona de Portugal y aceptado ser el
emperador del nuevo imperio, perdió sus derechos al trono lusitano. Dicen
unas notas autógrafas de Doña María de las Nieves de Braganza, dictadas
por Don Alfonso Carlos: "Separó el Brasil de Portugal, declarándose empe
rador independiente de aquel país: Con esto perdió todo derecho a la
corona de Portugal, y, habiéndolo perdido, tampoco podía transmitirlo a su
hija, según las leyes fundamentales de Portugal, dadas por las Cortes M
Lamego al constituirse el reino lusitano. Estas fijaron para siempre, Ttikn
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 71

dor de la dinastía legitimista de Portugal, que ciñó aquella corona


por espacio de siete años; la Infanta María Teresa, Princesa de 5eira,
mujer extraordinaria, viuda ya del Infante español Don Pedro, y cuyo
nombre será siempre guardado con amor por los tradicionalistas es
pañoles; la Infanta Doña María Isabel, que había de ser madre ejem
plar, criando a sus pechos a la hija primogénita que hubo de su ma
trimonio con Fernando VII, y cuya muerte fué motivo de general
dolor para los españoles; la Infanta Doña María Francisca de Asís,
figura central del presente capítulo; las Infantas Isabel María (1),
María Asunción y la Infantita Ana de Jesús María (2), que tan des
pegada fué en el amor a sus hermanas.
En el Brasil, adonde llegaba a los siete años la Infanta María
Francisca, continuó sus estudios y su preparación de Princesa. En su na
tural despejado en su inteligencia viva, influirá ahora el clima exu
berante de aquella rica joya de la corona portuguesa como incentivo
de su imaginación, también exuberante.

tras existiese el reino lusitano, que si un Rey de Portugal o Príncipe teniendo


derecho a la corona se declaraba Soberano independiente de otro país, pierde
para él y su descendencia todo derecho a la corona de Portugal. También
pierde este derecho para él y su descendencia por el delito de rebelión.
Con que son ya dos las causas por las cuales Don Pedro no podía ceñir la
corona de Portugal". (Notas al libro del conde de Rodezno "La Princesa de
Beira y los Hijos de Don Carlos. Manuscrito"). Esta fué la causa de la cues
tión dinástica en Portugal. De su rebelión y traición a su padre bascará re
coger las siguientes líneas biográficas, publicadas en "Gaceta do Governo",
de Lisboa, periódico oficial, en la necrología aparecida el 30 de Septiembre
de 1834: "Causas imperiosas determinaron al Señor Don Juan VI a volver
a Portugal en 1821, dejando al Señor Don Pedro de Alcántara por su lugarte
niente en el vasto Imperio del Brasil. Colocado a la cabeza del Gobierno de
un continente tan rico y fecundo en esperanzas, vió el Señor Don Pedro
con la elevación de su genio un horizonte que las miras de una política
miope y alucinada por el egoísmo rio podían abrazarse; conoció la necesidad
de detener el impulso y tendencia del espíritu humano, prefiriendo los prin
cipios de la justicia universal a los de la justicia hipotética de las conven
ciones, y verdadero e ilustrado filántropo, hizo antes el bien de la nación
que el interés de la nación, declarando, instado por el voto de los pueblos,
al Brasil, Imperio independiente, y tomando el título de su Emperador y
defensor perpetuo, con lo que le dió y aseguró la libertad." En 1826. a la
muerte de Juan VI, reclamó sus extinguidos derechos en Portugal, a la que
dió la Cai;ta Constitucional y abdicó en su hija Doña María de la Gloria. Las
Cortes portuguesas habían reconocido como legítimo a su hermano Don Mi
guel, y de allí proviene la guerra civil. En 1831 abdicó la corona del Brasil
en su hijo Don Pedro II, y organizó una expedición a Portugal en contra del
Rey Don Miguel, y en nombre de su hija. Con la ayuda de los liberales
portugueses, de la marina inglesa, del ejército español y de aventureros
de todos los países, apoyados por la Cuádruple Alianza, consiguió la victoria,
quedando en Portugal de Regente, y falleció en 1834.
(1) Isabel María de 'Braganza. Nació en 1801. Fué Regente de Portugal de
1826 a 1828, y siguió la causa legitimista de su hermano Don Miguel.
(2) Ana de Jesús de Braganza. Nació en 1806. Casó con Don Ñuño José
Severo de Mendoca Rolim de Moura Barreto, marqués de Loulé. quien tan
importante papel desempeñó en la política portuguesa en el siglo pasado.
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72 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Crecía la Infantita, y aumentaba, a la par que su ilustración, la


belleza física de que estaba dotada. Era perspicaz, de instintos nobles
y generosos, y su gracia atraía la atención de los cortesanos. Así, no es
de extrañar que en ella se fijaran el Padre Cirilo de Alameda y sus
consejeros, cuando pensaron unir por nuevo vínculo de amor las
casas reinantes en España y Portugal. Efectivamente, así ocurrió, y,
habiendo decidido Fernando VII concertar su matrimonio con la In
fanta María Isabel de Braganza, decidióse también el enlace del In
fante Don Carlos María Isidro con Doña María Francisca de Asís.
El Parecían diametralmente opuestos sus caracteres. El Infante, serio,
Obispo poco amigo del bullicio y de fiestas; la Infanta, vivaracha y alegre, y
Abarca més entre el revoloteo de ilusión de sus dieciséis años. Sin embargo,
el matrimonio se efectuó, y, tratándose de personas formadas en las
se
inflexibles enseñanzas de la moral cristiana, en paz vivieron, se ama
retrata
ron mutuamente y ni una sola sombra vino a empañar aquel reman
a sí
so de hogar católico. Sin embargo, no en vano habia caído en una
mismo
Corte que de atrás venía infectada de molicie, de envidias y de intri
gas, y no faltaron lenguas que, aunque sin éxito, trataron de difamar
a la Infanta por insinuaciones perversas respecto a irregularidad de
su comportamiento. Sin duda, més que por ella, para quebrantar el
ascendiente que el enérgico Obispo Abarca tenía en Palacio, como
consejero sin falsía, expedito en decir verdades, en medio de las
habituales mentiras cortesanas, insinuaron los palatinos que el Pre
lado de León habia conseguido el favor del Infante Don Carlos a
costa del buen concepto de su esposa, tildándola de despabilada y
ligera. No ha de costamos mayor esfuerzo desbaratar semejante tram
pantojo. El Obispo Abarca no tenía necesidad de buscar privanzas
cerca del Infante, porque fué siempre sincero y decidido partidario
suyo y convencido del derecho hereditario que le asistía. Mucho antes
de compartir con Don Carlos los azares del destierro en Portugal, el
Obispo de León había sufrido persecución por ser carlista; desterrado
o fugitivo, en histórico memorial se dirigía a Fernando VII, negando
que tuviera derecho a la sucesión de la Corona su hija, cuando se la
quería jurar como Princesa de Asturias. Era, además, consejero de Esta
do, con residencia en la Corte. De su franqueza y entereza y del celo en
la dignidad de su fuero, es muestra elocuente la comunicación que di
rigió el 28 de Octubre de 1832 al secretario del despacho de Gracia
y Justicia, Cafranga, en respuesta a la orden de que se incorporase
a su diócesis en el término del tercero día...: "Decía V. E. que hago

"SIL.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 73

falta en mi Obispado, después de tantos años de residencia en la


Corte, y que los leoneses se hallan dirigidos por pastores mercenarios;
toma V. E. en boca un pretexto religioso, cuando asoma por todas
partes su cabeza la inquietud y la irreligión; es tan ridiculo e in
oportuno, que, aun viviendo, parece increíble que V. E. se haya dejado
impeler a explicarse de esta manera: V. E., tan mesurado y comedido
en estos nueve años. Mi residencia de tantos años en la Corte no
ha sido efecto de mi voluntad. Ni directa ni indirectamente he solici
tado venir a ella; no ha sido tampoco obra de una facción. El Sobe
rano me llamó; conozco que V. E. tendrá muy presentes las cir
cunstancias, y no había motivo alguno para no obedecerle. V. E. da a
entender con esto que el Rey N. S. no ha sido tan cuidadoso del
pasto espiritual de mi diócesis como V. E., y esto honraría a V. E.
más de lo que debía esperarse. V. E. no se habrá olvidado de lo que
dispone el Concilio de Trento, sesión 23 Dereformat, capítulo 1.2,
que los Obispos pueden estar ausentes de sus diócesis cuando media
la utilidad del Estado. V. E. dirá que no había tal utilidad, pero mi
augusto Soberano ha dicho que sí; y, para mí, perdone V. E., es más
seguro, més infalible el Juicio del Soberano que el de V. E., aunque
es Doctor en Salamanca. Entre tanto, los leoneses no han sido dirigidos
por mercenarios, como V. E., con muy poco miramiento, manifiesta.
Sin duda, las vastas ocupaciones de V. E. no le han permitido fi}ar su
atención sobre la palabra mercenario, que V. E., tan indiscretamente,
usa, como de pastores. Yo soy, yo mismo, excelentísimo señor, el que
he estado al frente de mi diócesis; y las personas que me han represen
tado, las mismas que hubiera allí tenido estando, todas de virtudes
y de saber, de mi confianza y de la del público, son de Corpore
C a p i t u 1 i , y no son necesarios en el sentido que ha usado cons
tantemente esa palabra la Iglesia. No obstante, muy reconocido a los
favores de V. E., tendré, excelentísimo señor, un gran placer, el mayor
gusto, en que V. E. disponga de mi pequeña autoridad; y en prueba
de que lo deseo de todas veras, recuerde V. E. que gobiernos débiles,
tan pronto liberales como realistas, gobiernos que han proscrito, que
han estimado en poco la Religión, que no han mirado por todos los
españoles, sino por los de una facción, han merecido en todas épocas
la execración pública, y han perecido luego. Yo quisiera que V. E.
fuera muchos años ministro de Gracia y Justicia, para que la Religión,
por la que V. E. da muestras inequívocas de interesarse tanto, tuviera
carlismo.es ~1
74 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

la misma favorable y benéfica protección que en los reinados de los


Recaredos, Fernandos y Felipes.— Dios guarde a V. E...."
Don Joaquín Abarca ha hecho aquf su propio retrato de cuerpo
entero. 1 Bueno era aquel Obispo para muñir privanzas y andar con
dobleces e hipocresía, y menos apelando a !a indigna calumnia, él,
que era todo rectitud, virtuoso y austero! Estuvo y se mantuvo en el
alto cargo que desempeñó, porque lo llamaron y lo mantuvieron. No
necesitaba de viles medios para ocupar el primer lugar en sitios que
nadie le disputaba. Pero los inventores de la fábula, liberales unos,
traidores de Vergara otros, servían a la secta masónica falseando
aquella figura de recia personalidad, para presentarla como un obispo
de melodrama anticlerical, junto a un Príncipe crédulo hasta la supers
tición y de escasa voluntad, y, por último, porque todos los recursos,
por indignos que fueran, había que agotarlos, como el de infamar,
aunque sólo fuera ligeramente a una Princesa de bien probadas vir
tudes.
Sin embargo, nada de eso tiene consistencia. Ya se expresa en
lo que antecede que ni el carácter del Obispo de León le permitía tales
bajezas, ni la conducta de la Infanta autoriza a pensar semejante ruin
dad. Pero les convenía así decirlo, a aquellos que pregonaban y se col
gaban el cintajo celeste de los colores cristinos, de aquella María
Cristina que no supo conservar con dignidad sus tocas de viuda de
un Rey de España, y que 'estaba inspirada por aquella intrigante am
biciosa. Doña Luisa Carlota... Les hubiera convenido que Doña María
Francisca de Asís hubiera sido liviana como la primera, o intrigante
como la última .
La In Ya hemos relatado someramente cómo la Princesa y su hermana
fanta, se casaron con el Infante y el Rey. Los contratos firmados, la larga
según travesía del Atlántico en el navio portugués "Sao Sebastiao";
los his su llegada a Cádiz, su ida a Madrid y por fin la entrada en la ca
toria pital de España. ¡Fiestas, regocijo, alegría popular! Versos de Arria-
za cantando los regios enlaces. En el Teatro de la Cruz oyeron por
dores
primera vez los madrileños la preciosa ópera de Rossini "La Italiana
libera
en Argel", siendo ésta la primera producción del gran compositor
les
que se oía en nuestra Corte.
Y, luego, la vida familiar, la vida cristiana de un matrimonio de
Príncipes, que antes que Príncipes eran creyentes fervorosos. Pero un
vago presagio, algo así como si fuera anuncio de las jornadas tormen
tosas que habían de oscurecer y amargar los días últimos de la Infan
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL :5

ta, percibíase en el horizonte político, apenas las dos hermanas habían


puesto su pies en territorio español.
Temíase que el Rey Juan VI de Portugal hubiese pensado tomar
bajo su poder la ciudad y puerto de Montevideo, sin cuenta de los
tratados existentes. Temióse lo que podría ocurrir si se confirmaban
tales sospechas, y hasta se creyó que era verdad el designio. Reunié
ronse los consejeros de Fernando VII, y allí el Infante Don Antonio
Pascual propuso que se considerase a las dos princesas portuguesas
como rehenes y prendas sólidas de garantía para el restablecimiento
de las buenas relaciones entre ambos Gabinetes. Por fortuna, la ca
ballerosidad española no llegó a sentirse tentada por el ridiculo de
quien parecía haber hecho pacto con él, como aquel pobre hombre,
más Infante por su infantilidad que por los vínculos de la regia san
gre, sin que esto quiera decir, ni mucho menos, que no fuese auténtico.
Quizás fuera aquella la única vez que pensó por si mismo, y así salió
el parto de su mente, que abortó con el acuerdo del Consejo de re
chazar la proposición.
Los autores de la historia titulada "Galería Militar Con
temporánea" (1), que, en resumidas cuentas, no hicieron más que
seguir la inspiración de su director, don Eduardo Chao, progresista
exaltado entonces, demócrata después, hasta llegar a ser ministro de
la primera República española, nos presentarán a la Infanta con las
siguientes palabras: "Ni un átomo ligero, ni ápice siquiera oscurece
o bastardea esta hermosa página de su historia. Buena esposa, madre
cariñosa y tierna, desplegó una solicitud y un celo verdaderamente
ejemplares en la educación y crianza de sus augustos niños. Sin que
rerlos confiar a manos mercenarias u oficiosas, se encargó ella misma
de dirigir sus primeros pasos en el escabroso sendero del mundo, y de
empapar sus almas sencillas en principios rectos, sanos y sublimes,
poderoso antídoto contra la emponzoñada y corruptora atmósfera que
rodea e inunda los palacios." Como se ve, asoma inmediatamente la
oreja republicana de don Eduardo Chao. Y prosigue: "Consecuente
e invariable en el cumplimiento de su sagrado deber, no le abandonó
jamás, y ni las turbulencias, ni las conmociones, que se rebelaron re
petidas veces contra la tranquilidad de su vida, bastaron a arrancarla
propósitos tan nobles y respetables. En los días de más agitación, de

(1) La dirigió don Eduardo Chao, y colaboraron don Pedro Chamorro


Baquerizo y don José Gómez Colón.
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carlismo.es
MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

mayores calamidades políticas, encontraba la madre experta y vigi


lante algunos momentos serenos para espiar la conducta de sus hijos,
para velar por su porvenir."
Conocían este modo de ser los españoles. Sabían que también
la otra hermana, la Reina María Isabel, anteponía sus deberes de ma
dre a sus conveniencias de mujer, y esto acrecentaba el cariño para
una y para otra, pues se la comparaba, aunque fuera sólo en el pensa
miento, con la otra Reina, la del reinado de Carlos IV, aquella María
Luisa, que no fué ni madre, ni esposa, ni Reina, por cuanto le faltó
lo que da el sello sagrado a estos nombres: la dignidad; y los realis
tas, aquellos realistas de buena fe y lealtad acrisolada, sentían el
mayor afecto para el Rey y para el Infante, a través del respeto y
veneración que sentían para la Reina María Isabel y la Infanta Doña
María Francisca de Asís.
Pero la tranquilidad palatina vino a interrumpirse momentánea
mente por la sublevación de Riego. En Palacio hubo ocurrencias
extraordinarias: se había buscado al Infante para que éste presidiera
la Junta de Reforma del Estado. Cambio efímero, que duró sólo unos
cuantos días: el régimen constitucional impuesto comenzaba para Es
paña, y para la Real familia, un largo período de amargura.
Sin embargo, nada turba el deber de madre de María Francisca
de Asís. Como el Infante, su esposo, parece no existir en el mundo
político de la España constitucional. Siente, no hay duda alguna, pal
pitar el corazón cuando sabe que los defensores del Altar y del Trono
han conseguido laureles sobre los constitucionalistas. Pero nada se
exterioriza de estos sentimientos. Hasta que un día, los sucesos de
Julio de 1882 obligan a salir de su penumbra la figura de Doña María
Francisca de Asís. En la Cámara de Don Carlos, un oficial de la Guar
dia Real, don Luis Fernández de Córdoba, ha venido a buscar refu
gio y amparo. Y allí los Infantes le acogen benévolamente, le animan
en su desaliento y le facilitan los medios por los que puede salvarse
de la persecución de los exaltados constitucionales.
Más tarde son las tropas franco-esepañolas, que capitanea el duque
de Angulema, las que avanzan sobre Madrid. Es aquel ejército el de
la salvación para la Infanta, para su esposo y para sus hijos Carlos
Luis y Juan Carlos. El primero contaba entonces poco más de los
cinco años, el segundo no llegaba al primer año de su nacimiento.
Pero los constitucionalistas querían arrancar estas esperanzas de
sus corazones, y ordenan el traslado de la familia Real a Sevilla, para
carlismo.es
H'STORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 77

ir después a Cádiz. Y este camino lo recorrieron silenciosos, como si


fuera un "Vía Crucls", aceptado en ofrenda de amor a España,
con el Rey, con la piadosísima nueva Reina María Amalia. El escritor
tradicionalista Joaquín Isern ha contado (1) el aspecto de la ciudad
a la llegada de los Reyes, y cuáles debieron ser las impresiones que el
Infantito Carlos Luis debió recoger. Fueron luego de Sevilla a Cádiz,
y, por último, rescatado ya el Rey, pasaron en su compañía los In
fantes al cuartel general del duque de Angulema.
Aquí se da plaza a una anécdota recogida generalmente. La des- ¿Por
cribe el conde de Rodezno con las siguientes palabras: "Por entonces una
comenzaron las femeninas y sordas rivalidades entre las dos herma- "cues-
nas portuguesas y la napolitana Luisa Carlota, esposa del Infante tión
Don Francisco de Paula, que, según cuenta Nombela, y han recogido jj.a_
otros historiadores, tuvieron origen en una cuestión de trapos p0s"?
con la que las portuguesas humillaron a la italiana, desplegando ante
ella un lujo inesperado en una función de corte, después de haber
acordado las tres Infantas vestir idénticos y modestos trajes" (2).
Difiere Rodezno de otros historiadores, en que supone este hecho
ocurrido después del casamiento de Fernando VII con Doña María
Cristina. El marqués de Villaurrlitia lo explica más conforme a la tra
dición liberal que se ha ido conservando como fuego sagrado por las
vestales de la historia liberalesca, y que es de la siguiente forma (3) :
Al rendirse la ciudad de Cádiz al duque de Angulema, fué a saludarle
desde el Puerto de Santa María la familia Real. La mujer de Don
Carlos y su hermana la Princesa de Beira desembarcaron con valiosos
trajes de Corte, adornados con flores de lis; la Infanta Carlota se pre
sentó con un traje sencillo, pues, según parece, no se le había avisado
de aquella ostentación. De aquí hacen proceder la lucha entre In
fantas, que suponen ser el origen de las luchas palatinas.
Quizás lo que más extraña en el estudio de la historia española
del siglo XIX es cómo se aceptan por los historiadores verdaderas pue
rilidades, que elevan a la categoría de hechos incontrovertibles y de
gran trascendencia. ÍComo si la lucha entre serviles y liberales no
hubiera existido! ¡Como si las afrentas a la familia Real no se hu
bieran hecho! IComo si no estuviéramos en un período de término de

(1) Joaquín Isern.—"La Unión", de Sevilla, 1940.


(2) Conde de Rodezno —"La Princesa de Beira y los hijos de Don
Carlos".
C3) Marqués de Villaurrutia.—"La Reina Gobernadora Doña Maria Cris
tina de Borbón".—Prólogo del conde de Romarones.—Madrid, 1925.
carlismo.es
73 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

una guerra que alcanzara tres años (de 1820 a 1823)! IComo si no
conociéramos los principios liberales que informaban el pensamiento
de la Infanta Carlota, ni tuviéramos idea de los caracteres y opiniones
diametralmente opuestos de los Infantes Don Carlos y Don Francisco
de Paula! En fin, i como si no tuviéramos pruebas de la oposición al
liberalismo que sintió siempre la Infanta Doña María Francisca de
Asís! De todos esos motivos fundamentales y generadores del ambiente
cortesano que reflejamos, se prescinde, para hacer depender la histo
ria de España en el siglo XIX de los trajes que vistieron en el Puerto
de Santa María, según la generalidad de los escritores, o en una fun
ción de Corte, según el conde de Rodezno, unas Princesas, por su
distinta educación inconciliables. La relación del hecho, por la pluma
La sen
de Eduardo Chao, será más o menos exacta, pero refleja una bien ló
cillez
gica intención al referirse a la Infanta Luisa Carlota: "Al regresar la
"demo
familia Real de Cádiz, entre ovaciones y vítores, y cuando pisaba ya
cráti las playas de Santa María aconsejó Doña Francisca a la Reina Ama
ca" de lia que estrenasen dos vestidos de gala, en justa celebridad de día
Carlota tan fausto. Vino en ello la Reina, y ostentaron trajes lujosos y es
plendentes, al paso que Doña Luisa, con quien no se había contado,
se encontró desairada y hecha el blanco de las burlas y de las ma
lignas y satíricas observaciones de los cortesanos, que afectaron des
cubrir retratado sobre su modesto traje el pesar de ver a la reacción
entronizada sobre el liberalismo. Desde este trance humillante, las
dos Infantas se aborrecieron de muerte, viniendo a ser las causas y
el. centro de la gigante lucha que nos ha dividido por espacio de
tantos años. Uno de guerra civil equivale a un siglo entero de norma
lidad y concordia" (1).
Y así se va escribiendo la historia, y nadie se preocupa de mos
trarnos cómo ya en 1823 se sabía que moriría la Reina Amalia sin su
cesión, que Fernando VII se casaría con Doña María Cristina, que
de este matrimonio nacerían dos hijas, que el Rey dictaría la Prag
mática de 1830 y, en fin, que se usurparía la corona al Rey legitimo...
Es mejor que reflexionemos un instante. Condescendemos a este
fin en la existencia de la cuestión de trapos, pero si se mira
más a lo hondo de las cosas, ¿no sería más explicable que Doña
Luisa Carlota, cuyas ideas liberales no ofrecen duda alguna, "vistiera
democráticamente" por afectación y en servicio de sus ideas y aun
como disgusto y en protesta por lo que había triunfado? ¿No se-

(1) "Galería Militar contemporánea".—Madrid, 1846.


carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 79

ría esta interpretación más galante en los liberales, que tanto debian
a la muñidora de su causa? ¿Y no seria también más lógica?
Convenía a los autores liberales demostrar que Doña Marfa Fran
cisca de Asís se había empeñado en una guerra sorda para apoderarse
del trono de Fernando VII, cuando éste muriera. Aunque Pirala no
llega a tanto. Chao lo acepta, en la conspiración de 5essléres. ¿Quién
demuestra que intervino la Infanta Doña Maria Francisca de Asfs?
¿Y para qué? No lo comprendemos. Si Bessiéres buscaba en aquel
momento proclamar a Fernando VII Rey absoluto, porque consideraba
que estaba rodeado de liberalizantes; si, según Pirala y otros auto
res, era el mismo Fernando VII el que sacrificó a Bessiéres, lanzándolo
a la aventura, ¿qué le importaba esto, y qué beneficios obtenía la In
fanta Doña María Francisca de Asís, presentada por los liberales como
ejemplo de ambición?
Todo cuanto se ha dicho de la sublevación catalana de 1827 ha
demostrado que en ella nada participó el Infante. Sin embargo, se
acusa a la Infanta Doña Maria Francisca de Asís. Dicen, los escritos li
berales: "No se conocía a fondo la participación de la Infanta en estos
últimos acontecimientos, aunque la opinión la calificaba de un modo
vago como fautora y principal agente. Sabidos sus precedentes, cono
cida su pasada conducta, apenas puede presumirse en buen criterio
que permaneciera extraña e indiferente en esta ocasión a las
sugestiones de los realistas exagerados; pero su intervención, caso de
existir se limitó a señalar el principio y el fin de la insurrección, el
plan y el objeto a que debia dirigirse, sin cuidarse de designar los
medios, empresa ostensiblemente inútil, porque éstos casi nunca, y
mucho menos en período de convulsión, penden del cálculo matemá
tico del hombre, sino de las circunstancias. Sin duda en la ejecución
de esto se traspasaron los deseos de Doña Francisca, quien huía de pa
trocinar cualquier tentativa dirigida a expulsar a Fernando del solio
de sus mayores, ya porque su espíritu recto y ajustado no fuese sucep-
tible de abrigar pensamientos torpes y denigrantes, ya también por
que, sobrado sagaz y observadora, comprendía también, por más que
apareciese también en muchos casos inconsecuente y débil, no acepta
ría jamás con su conciencia ni ceñirse la diadema española con un
crimen. " (1).

il) "Galería Militar contemporánea"


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80 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Como se ve, todo reposa sobre "el buen criterio de un autor


liberal". El interés que tuviera Doña María Francisca de Asís para
intrigar de Fernando VII en favor de su esposo, nadie se lo puede ex
plicar: era Don Carlos el heredero a la Corona, y, por lo tanto, de
no haber sucesión varonil, que ya no era de esperar en la Reina
Amalia, debía ceñirla a la muerte de su hermano. Están aquellos histo
riadores conformes en que no quería derribar al Rey, y ocurre enton
cei preguntar: ¿Para qué tanta conspiración, tanta intriga y tanto
manejo? Si las cosas debían ir por el orden normal, y no podían su
ceder de otra forma, y el orden normal llamaba a Don Carlos a la
sucesión, ¿qué hacemos de tanta rivalidad, de tanto comadreo, de tan
ta camarilla y de aquellos trapos?"
Las No es el mismo caso el de la Infanta Doña Luisa Carlota, no ha
"gémi- simpatizado con las Infantas portuguesas. Liberal en el pensamiento,
ñas" pugna con el pensamiento realista de la Infanta María Francisca de
del Zo- Asís. Sabe que ésta, de no sobrevenir nada en contra, subirá al Trono
diaco a 'a muer*e de Fernando VII. Su interés está guiado por la ambición,
fernan- ^-arac'er dominante, incluso sobre su propio marido, Don Francisco
de Paula, al que manejaba como un juguete, ansia mandar, triunfar,
diño
ser directora de los destinos de España. De aquí su proposición para
que su hermana -María Cristina sea la cuarta esposa de Fernando VII,
porque cree poder manejarla fácilmente, y en realidad la manejó,
mientrar la viuda de Fernando VII soñaba en los brazos do Fernando
Muñoz, aunque después se agriaron las relaciones entre estas dos gé-
minas del Zodíaco fernandino, cuando la esposa de Fernando Mu
ñoz quiso zafarse de la férula de la Infanta Carlota. Esta sí que tenia
sus razones, o, cuando menos, las ponía al servicio de su ambición
para intrigar; pero la Infanta María Francisca de Asís no necesita
urdir conjuras; si acaso, defenderse; y si en su cámara de Palacio al
guien pudo hablar en tono demasiado cortesano, hemos de suponer
que sucediera lo mismo en la de la Infanta Luisa Carlota, pues lo
natural era que en una y en otra se reunieran los afectos de esta y
de aquella Princesas.
Se dirá que tal razonamiento no sirve para después de promul
gada la Pragmática SancUón, y se olvida que entonces
todavía hay una posibilidad de sucesión masculina en Fernando Vil
Su esposa ha entrado en meses adelantados de embarazo. ¿Será niño
o niña? Nadie lo puede prever. El Rey, envejecido por su vida, un
tanto crapulosa, no es viejo, sin embargo, y su cónyuge, en plena (u

I
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL Bl

ventud, le promete mayor sucesión. Es inútil pensar lo que puede


suceder. La Infanta Luisa Carlota puede soñar en que un hijo de Ma
ría Cristina pase por un período de minoridad, y ella continúe in
fluyendo y dominando a la Regente. Pero el carácter de Don Carlos
es demasiado recto para intentar subir al Trono en contra de su
sangre, cuando la ley ampara a ésta. Será su voz desde Portugal la que
nos llega : "Sólo Dios me puede quitar estos derechos, concedién
dote un hijo varón", escribe a su hermano Fernando VII. No eí de
creer que la Infanta María Francisca, ejemplar y sumisa, quisiera con
vertirse en una nueva Lady Macbeth, para empujar a su esposo hasta
la deshonra y el crimen.
Y, aparte de esto, sostenemos y afirmamos que no se ha dado una
sola prueba de intriga alguna fomentada, animada u organizada por
la Infanta Doña María Francisca de Asís.
Vinieron los acontecimientos de 1833. Sobraba en Madrid el In- Doña
fante Don Carlos, para consumar el despojo de éste, con la jura de Fran-
la Princesa Doña María Isabel. Se obtuvo de Portugal que la Princesa cisca,
de Beira fuera solicitada por el Rey Miguel, su hermano, para que, ^n SUS
terminada la tutela de su hijo el Infante de España Don Sebastián lares
Gabriel, regresara a la Corte lusitana. Se las arregló habilidosamente
Fernando VII para que la acompañara el Infante Don Carlos, y así,
a las cinco de la mañana del 16 de Marzo de 1833, salió de Madrid la
comitiva de los Infantes para disfrutar de una estancia en Portugal
que, en realidad, era el comienzo del destierro para toda su vida. Es
de creer que el mariscal de campo don Vicente Minio tuvo las aten
ciones que merecían las Infantas Doña María Teresa, Doña María
Francisca y Doña María Amelia, y los Infantitos Carlos Luis, Juan
Carlos y Fernando María; éste sólo contando cinco años. Y es de
suponer que así ocurriera, porque, además de ser Minio hombre ave
zado tratar con Príncipes, estaban allí el Infante Don Carlos y su
sobrino el Infante Don Sebastián Gabriel, que, si soportaban el des
tierro, no hubieran tolerado una falta al respeto caballeroso que
creían poder exigir.
El 22 de Marzo llegaban los viajeros a la ciudad portuguesa de
Elvas, que se mantenía en !a fidelidad al Rey legítimo de Portugal.
Más de veinticinco años hacía que Doña María Francisca había salido
de su país natal, y su corazón debía latir al pisar el suelo patrio. Para
ella, Portugal debía ser una verdadera novedad. Y por las rutas portu
guesas, bajo el cielo lusitano, ardiendo el sol sobre los. bosques y los
6
carlismo.es
82 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO
valles, avizorando a lo lejos la aldea perdida, mirando sobre el horizon
te las torres y espadañas, cuyas campanas anunciaban la llegada
de las hermanas del Rey, por la carretera de Esmoz, Arrayóla y Mon-
temayor, seguía la caravana recibiendo de autoridades y ejércitos le-
gitimistas muestras de cariño, pruebas de deferencia, de respeto y de
amor. Y el 29 de Marzo nos contará "Gaceta de Lisboa" el
espectáculo de los Infantes desembarcando en los "caes" de Belem,
en el río Tajo, cuando los fuertes de Lisboa, los barcos de guerra
surtos en el estuario, disparaban sus piezas de artillería, en salvas de
ordenanza en honor de las hermanas y de los familiares del Rey le
gítimo portugués. Rodeados del pueblo lisbonense y escoltados por las
autoridades todas de la capital de la Monarquía portuguesa, pasaron
los Príncipes al Palacio Real de Ajuda, y allí pudo la Infanta Doña
María Francisca de Asís recordar sus tiempos de niña antes de que
llegaran, veintiséis años antes, a Portugal, las huestes napoleónicas..
Volvía mujer, volvía esposa, volvía madre, pero es imposible que la
vista de los patios y jardines que había recorrido jugando de niña,
las salas donde estudiara, los sitios donde se sentaran sus padres, la
visión de sus hermanas menores y el respeto que infunde a los chiqui
llos la presencia de los mayores, no volvieran a excitar su mente y
conmover su corazón, y es indudable que debía sentirse feliz al vol
ver, transcurridos tantos años, y encontrarse donde había pasado los
primeros de su infancia.
Y desde las ventanas de Ajuda— Palacio Real de Don Miguel
que últimamente, en 1941, sirvió de residencia a la nieta del Rey
destronado, la Infanta Doña Felipa de Braganza, cuando ésta fué para
asistir a los actos de los centenarios de la Independencia portuguesa,
por deferente consideración del ilustre general Carmona y del insigne
estadista señor Oliveira Salazar— pudo contemplar las colinas de Lis
boa, aquella Lisboa que dejaran protegida, ella, y sus padres, y sus
hermanos, por los cañones ingleses, en el Atlántico, que cruzara en
aquellos atormentados días, en busca de un pedazo hospitalario del
Imperio que cantó Carroens; aquel rrismo Atlántico que luego vol
viera a pasar para ir a reunirse con un esposo, del que sólo conocía
hasta hacía un momento, el retrato físico y la referencia de sus pren
das morales. Y en una mujer de gran corazón, como Doña María
Francisca, toda su vida pasada debió reproducirse, y quizás contara
a su hijo mayor, Carlos Luis, y a su segundogénito Juan Carlos, los
recuerdos de niña, entremezclados con fragmentos de la epopeya tí
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 83

vilizadora del Portugal de Manuel el Grande, y del Infante Don En


rique el Navegante.
Mas, en Portugal, la Infanta reanudaba las rutas del dolor. Como
su esposo, en Mafra, en Ramalhao, en Santarem, sufrió las vicisitudes
de la guerra legitimista. Días de esperanza y días de tristeza, días en
que se recibía la visita de españoles leales, y días en que el espionaje
organizado por Fernández de Córdoba debía molestarles. Pero siem
pre y en todas partes, la esposa amante y la madre española.
En la Corte del Rey Fernando de España, la Infanta María Fran- Con
cisca de Asís había brillado con sus naturales gracias y su don de digní-
genfes. Sin embargo, parecía estar más dedicada a las atenciones de dad y
su hogar, al cuidado de sus hijos y al amor de su esposo, que a los decoro
preeminentes sitios a que podia haber aspirado. No por eso dejó de
aceptar el cargo de Jefe Principal de la Real Junta de Damas acadé
micas para la enseñanza del Dibujo en la Real Academia de Nobles
Artes de San Fernando.
Fué inteligente, como lo son, en general, las Infantas de la Casa
de Braganza. Todavía hoy, las nietas de su hermano el Rey Don Mi
guel se distinguen por la agudeza y el talento. La Infanta Doña María
Francisca de Asís tenía estas cualidades, y si los acontecimientos no
permitieron que desarrollara su actividad política, como lo hizo su
hermana Doña María Teresa, Princesa de Beira, fué porque su tem
prana muerte, a los 34 años de edad, segó una vida en la plenitud de
su Juventud, cuando comenzaría a ejercer su misión de Reina de
infinidad de españoles.
Bella también lo era la Infanta Doña María Francisca de Asís (1).
Pero, con ser mucha su belleza física, mayor todavía era su belleza
moral. Religiosa, como convenía a una Infanta católica de España;
dada a sus deberes de devoción, como correspondía a una católica
portuguesa. En Orihuela, el furor de los constitucionalistas había dis
persado una comunidad de religiosas. La Infanta acudió solícita a
remediar el daño causado por el salvajismo de los liberales, y mandó
reconstruir el convento y la iglesia, que quedó bajo la advocación de
Nuestra Señora de la Visitación, dotándola con esplendidez de sus
propias rentas y asegurando a las claustradas tranquilo porvenir.
Como madre, oigamos al liberal Chao juzgarla: "Se mostraba
amable y condescendiente, invirtiendo mucho tiempo en conversar

(1) Uno de los pintores que la retrataron fué don Agustín Esteve.
carlismo.es
84 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

con sus hijos sobre puntos de Historia Sagrada y profana, inculcándo


les excelentes máximas de moral e imbuyéndoles los deberes anejos
a su elevada jerarquía. Su amor hacia ellos se equilibraba con su se
veridad, no perdonándoles jamás la menor omisión en el cumplimien
to de sus obligaciones, porque decia repetidas veces, que una madre
indulgente y accesible a los caprichos de sus hijos, aun los más na
turales, se parecía al jardinero que, encantado del follaje de una vid,
no cortara los vastagos nocivos y dejaba perecer el tronco principal;
los primeros arranques de los niños, añadía, son oportunos e ingenio
sos, pero después se convierten en vicios, que jamás perdonan ni la
Religión pi la sociedad.
"Modelo de madres. Doña Francisca era también muy reco
mendable como jefe de una familia numerosa. Estableció en la suya
un sistema de orden, de trabajo y de economía digno de atención y de
elogio. Comprendía sin duda que los preceptos destituidos del ejem
plo son un insulto hecho a la verdad, al sér y propia naturaleza de las
cosas; así que, cuando se trataba de alguna innovación importante
y sensible en el método doméstico, ella tomaba la Iniciativa, y expe
rimentaba todo el rigor del primer ensayo, mostrándose en estas situa
ciones arduas y dificultosas más risueña y alegre que de costumbre,
imponiendo una coacción dura, violenta, a sus sentimientos, y no
queriendo hacer partícipes de su infortunio a los que la rodeaban sino
en aquello que ella no podía evitar ni contradecir." (1).
Tal era la Infanta que la muerte de Fernando VII colocaba en la
dinastía legitimista de los Borbones, como la primera Reina carlista
que murió en el destierro.
Si alguna falta tuvo políticamente Doña María Francisca, bien
la sufrió en Portugal y en Inglaterra, durante los últimos tiempos de
su vida. La ambición que le atribuyen los escritores liberales, mal se
compagina con las cláusulas de su testamento, en el que dejaba encarga
do que se le enterrara en aquella iglesia de Nuestra Señora de la
Visitación, del convento de monjas de Orihuela, que ella había fun
dado, y no en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Si participó
en las luchas politices de su tiempo, en la Corte de Fernando VII, lo
hizo inspirada por su fe religiosa, como católica que era, y por su
convicción legitimista, conforme a sus ideas monárquicas. Si estuvo
más o menos en contacto con los más destacados partidarios del Infan-

(1) "Galería Militar contemporánea".


carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 85

te Don Carlos María Isidro, sólo pudo hacerlo por su pretensión justa
y digna de mantener los derechos de sus hijos en la persona del Prín
cipe su esposo.
Murió en el extranjero, exiliada en Inglaterra, y, largos años des
pués de haber muerto piadosamente en el seno de la Iglesia Católica,
sus restos fueran llevados a la Catedral de San Justo, de Trieste, para
descansar junto a su Rey y señor y a sus hijos bien amados.
No fué una mujer genial; fué una mujer de talento, discreta y
buena. No fué una mujer mediocre: llenó su puesto con dignidad, con
decoro. Ser lo que se es: he aquí un supremo mérito que, si volvieran
& nacer, apetecerían cuantos, por haberse desorbitado, sembraron a
su paso dolor, injusticia y ruina, logrando, en pago, para sus nom
bres, la maldición de la historia.
carlismo.es
carlismo.es

CAPITULO IV

CUESTIONES SUCESORIAS

Apuntamiento y pleito entero. — Las Cortes de 1789. — Las


Cortes de 1713. — El mito del "Auto Acordado** — Errores
de Bacallar sobre costumbres y leyes de España. — Las le
yes de Partida y la sucesión a la Corona. — Nunca, mien
tras hubo varones, reinaron las mujeres en España.— Doña
Urraca y Alfonso "el Batallador". — La cronología de los
Alfonsos. — El caso de Doña Berenguela. — El gran ejemplo
de Isabel la Católica. — "Donde yo fuere Reyna, Vos sereys
Rey". — No prevalecen las hembras. — Se da fin
a la polémica

Hemos analizado en el tomo II (1) la llamada Pragmática


Sanción de 29 de Marzo de 1830, por la cual se pretendía derogar de
un plumazo los legítimos usos y costumbres y las leyes españolas que
habían regido el derecho de sucesión a la Corona. En aquel capítulo
con examen de la historia misma y apoyados en criterios de autori
dad, para nosotros de máxima solvencia, como los del ilustre merce- Apun
dario P. Magín Ferrer, y de los señores Cos y Durán y Aparisi y Guija- ^amicn"
rro, quedaba dilucidada la cuestión dinástica y esclarecido suficiente- *° v
mente el derecho de Don Carlos María Isidro de Borbón a ocupar el pleito
Trono de San Fernando, a la muerte de su hermano, sin hijos varones, entero
Bastaba lo dicho, sin más. Pero hay más. Aquello era como un
apuntamiento, que sirviera de guía para comparecer ante el tribunal
de la opinión, solicitando su aquiescencia en la cuestión estrictamente

(1) Capítulo VII.


carlismo.es "1

88 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Jurídica, sustanciada desde el que se llamó indebidamente Auto


Acordado de Felipe V hasta la "Pragmática" de Fernando Vil.
Ahora resta dilatar el horizonte hasta mas remotas extensiones de la
historia, con lo cual se tendrá la visión completa del pleito en su totali
dad, con todos sus pormenores.
No será, pues, demás, por de pronto, que antes de cerrar este
punto de nuestra "HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL' tra
temos de los que se han derivado en la polémica entablada entre parti
darios y contrarios de la ley de 1713. Les pareció a los reformadores de
1830 que todo había quedado resuelto en una simple Pragmática
dictada por el buen capricho de un Rey, sujeto a los mimos de una
joven esposa, la cual, a su vez, estaba sujeta a lo que le dictaban los
liberales y liberalizantes de su tiempo, en contacto inconfensable con
la secta masónica. Hubo, como es natural, quien cogió la pluma y de
fendió la Pragmática, y también hubo quien hizo lo contrario y
la impugnó. Pero pronto se dieron cuenta los partidarios de la ley fer-
nandina— si fué ley en realidad— que la Pragmática se asentaba
sobre bases muy endebles, y entonces empezaron a buscar argumentos
diferentes para sostener el retorno, según ellos, al modo tradicional
de sucesión a la Corona.
Aunque no lo confesaron, les debió parecer tan sumamente fácil y
baladí el testimonio de las Cortes de 1789, que iniciaron una crítica de
las de 1713, para que, en la comparación, no salieran malparadas las
convocadas por Carlos IV. Para ello se fijaron en un texto de bacallar,
marqués de San Felipe (1), que, si bien presta motivos de confusión
en una simple lectura, como esta confusión no se mantiene en un exa
men detenido, adulteraron el texto. La ofensiva contra las Cortes de
1713 tampoco les daba mucho argumento en favor de su tesis, y la
comparación de ambas reuniones de Cortes deja a las de 1789 en
pésimo lugar.
Las Veamos lo ocurrido en 1789. Por el Rey Carlos IV se dirigió en
Cortes 31 de Mayo de 1789 una carta circular a las ciudades y villas de voto
de 1789 en Cortes, a tenor de lo siguiente:
"Consejo, Justicia, Regidores, Caballeros, Escuderos, Oficiales, Hom
bres-buenos de la M. N. y de la muy L. ciudad de burgos, cabeza de
Castilla, mi Cámara : sabed, que habiendo señalado el día 23 de Sep
tiembre de este año para que mis reinos y vasallos juren al Principe

(1) Marqués de San Felipe.—"Comentarios de la guerra de España".


carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 89

Don Fernando, mi muy caro y amado hijo, en la Iglesia del Convento


Real de San Jerónimo, de la villa de Madrid, conforme a las leyes, fue
ros y costumbres de estos mis reinos, según y por la forma y manera
que los Príncipes primogénitos y herederos se pueden y acostumbran
jurar; He resuelto ordenar, como lo hago, nombréis en la forma que
en semejantes casos habéis acostumbrado a hacerlo. Diputados que en
vuestro nombre y de toda esa provincia, presten el juramento que sois
obligados a hacer al Príncipe Don Fernando, mi muy caro y amado
hijo; y que les otorguéis y traigan dichos Diputados poderes vuestros
amplios y bastantes para dicho efecto, y para tratar, entender, prac
ticar, conferir, otorgar y concluir por Cortes otros negocios, si se pro
pusiesen, y pareciese conveniente resolver, acordar y convenir para
los fines referidos: en la inteligencia de que, para el día primero de
Agosto próximo venidero, deberán hallarse precisamente en la nomi
nada villa de Madrid los expresados Diputados, con los citados poderes
amplios y bastantes, con todas aquellas cláusulas y circunstancias que
se reunieron en semejantes casos para su mayor formalidad, y evitar
toda duda, contingencias y dilaciones; bajo del apercibimiento que
os hago desde ahora, de que, si para el citado día no se hallaren pre
sentes, o hallándose no tuvieran los nominados vuestros poderes am
plios y bastantes, mandaré formar y concluir todo lo que se hubiere
y debiere hacer, de la misma forma y manera como si todos los Dipu
tados de estos mis reinos se hallasen presentes con los poderes que se
requieren, asegurándoos que en todas ocasiones experimentaréis mi
Real gratitud. De Aranjuez, a 31 de Mayo de 1789.—Yo el Rey."
Correspondieron a este llamamiento las villas y provincias que
tenfan voto en Cortes, y fueron llegando a Madrid los Diputados para
tomar parte en las mismas. Eran éstos: por Burgos, el marqués de
Villacampo y don Manuel María Gil y Delgado; por León, don Joaquín
de Cea Jove y Valdés y el marqués de Villadancos; por Zaragoza, el
marqués de Villafranca y don Joaquín Clstue; por Granada, don
Diego Antonio Viana y don Manuel Villarreal y Sanavia; por Valencia,
don Ignacio Llópez Ferrer y Salt y don Bernardo Inza y Lereu; por Pal
ma de Mallorca, don Antonio Montis y don Ignacio Ferrandell; por
Sevilla, don Luis Díaz de Rojas y don Manuel María de Mendlvil; por
Córdoba, don Rodrigo Fernández de Mesa y Argote y don José Valen-
zuela Fajardo; por Murcia, don Joaquín de Erqueta y Mesas y don Fran
cisco Tomás de Jumilla y Vera; por Jaén, don Feliciano María del Río
y don Manuel de Uribe y Buenanda; por Barcelona, don Manuel de
carlismo.es
90 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Antich y de Mora y don Juan Antonio. Miralles; por Avila, el conde


de Ibargrande y don Francisco Cossio; por Zamora, don Jerónimo
Manrique de Lara y don Juan García del Pozo; por Toro, don bernardo
Miguel Samaniego y don Santiago Zambrano; por Guadalajara, don
Diego Pedrola y Astaburuaga y el vizconde de Palazuelos; por Fraga,
don Senén Calbetón y García y don Medardo Cabrera; por Calatayud,
don Joaquín de Civria y don Tomás Casanoa; por Cervera, don Juan
Francisco Ramón y don Mariano de Salat y Mora; por Madrid, el mar
qués de Astorga, conde de Altamira y el marqués de 5élgida; por Pía-
sencia, don Francisco José Pascual y Ambrona y el marqués de Santa
Cruz de Aguirre; por Alcántara, don Miguel Sánguez Herranz y el mar
qués de Zafra; por Tortosa, don Joaquín Fabregues y Boyxar y don
Antonio Oriol; por Peñíscola, don Baltasar Martí y don Francisco Javier
Morales; por Tarazona, don Juan Gil Rada y don Lucas de Peña; por
Palencia, don Miguel María Carrillo y don Manuel Agustín Ruiz; por
Salamanca, don Luis Mangas Villafuente y don José Vélez de Cosió;
por Lérida, don Juan Bautista de Tapia y don Vicente Gallart y Escala;
por Segovia, don Juan Arenzana y Torres y don Francisco Baca y
Cáceres; por Galicia, don Andrés Antonio Aguiar y don- José María
Marquina; por Valladolid, don Rafael de Salinas y don Vicente Díaz de
Quintana y Guevedo; por Gerona, don Francisco Delás y don Fran
cisco de Martí y de Carreras; por Jaca, don Antonio de Hago y don
Juan de Asisa; por Teruel, <Ion Baltasar de Oñate y don Manuel Bece-
rril; por Tarragona, don Alejandro de Cadenas y Carlier y don Manuel
de Morenes y Cazador; por Borja, don Francisco de la Justicia y don
Ramón Quartero; por Cuenca, don Juan Nicolás Alvarez de Toledo y
don Lucas Crisanto de Jaques, y por Toledo, don Angel López de Le-
rena y don Manuel Antonio Tentor.
Designada por el Rey la apertura de las Cortes para el sábado 19
de Septiembre, a las once de la mañana de dicho día, se personaron
los Diputados en Palacio, donde fueron admitidos ante la persona del
Monarca. Carlos IV hizo una alocución a los reinos sobre el objeto
de su convocación para hacer el juramento y pleito homenaje al Prín
cipe de Asturias, y para tratar y concluir por Cortes otros negocios que
se les haría entender por el Gobernador del Consejo. Respondieron,
en nombre de todos, los Procuradores de Burgos, marqués de Villa-
campo y Gil y Delgado. Retirado el Rey, el Gobernador del Consejo,
conde de Campomanes, dijo lo siguiente:
"Caballeros; El Rey quiere que las Cortes queden abiertas para
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 91

que en ellas se trate de una Pragmática sobre la ley de la su


cesión y otros puntos, juntándose con el señor Presidente y Asistentes
en el Salón de los Reinos del Palacio del Buen Retiro todas las veces
que fuese menester, para lo cual da licencia S. M. y encarga la breve
dad, en servicio de Dios y bien de los Reinos."
Y aquí terminó este primer acto de las Cortes de 1789.
El día 23 de Diciembre se hizo en la Iglesia del Monasterio de San
Jerónimo el Real el juramento del Príncipe de Asturias Don Fernando
de Borbón, asistiendo al acto los Reyes Carlos IV y Doña María
Luisa.
El 30 comenzaron las Cortes sus sesiones, reuniéndose, a las ocho
de la mañana en el Palacio del Buen Retiro. Congregados los Procura
dores, excepto los de Teruel, se anunció la llegada del Presidente, a
quien acompañaban los Ministros del Consejo y Cámara, y el Secreta
rio de la Cámara, por lo tocante a Gracia y Justicia. Recibido el Pre
sidente, se procedió por los Diputados a prestar juramento de guardar
secreto de lo que se había de tratar, cuya fórmula era la siguiente:
"Que S. S. juren a Dios y a la Cruz y a las palabras del Evangelio,
que corporalmente con sus manos derechas han tocado, que tendrán
y guardarán secreto de todo lo que se tratare y practicare en estas
Cortes tocante al servicio de Dios, bien y procomún de estos Reinos,
y que no lo dirán por sí, ni por interpósitas personas d i r e c t e ni
i n d i r e c t e a persona alguna hasta ser acabadas y despedidas las
dichas Cortes, salvo si no fuere con licencia de S. M. o del Sr. Presi
dente, que en su nombre está presente."
Prestaron los Diputados el juramento, después de haber pasado,
uno tras otro, los dos Procuradores de cada ciudad o villa, y haber
puesto su mano derecha sobre los Santos Evangelios.
Después de una protocolaria discusión suscitada por los Procura
dores de Burgos y de Toledo, sobre su respectivo derecho de primacía,
el Presidente dió cuenta de la proposición y petición que se refería a
la cuestión sucesoria. Terminada esta lectura, el marqués de Villacam-
po. Procurador por Burgos, se levantó a dar gracias, aunque con la
protesta de la representación de Toledo, que, como se ha dicho, era
protocolaria (1). El marqués de Villacampo termina su corto discurso

(1) Habían corrido más de cuatro siglos desde que en las Cortes de
Alcalá de Henares, de 1348, se concretó en una fórmula el viejo pleito
sobre la preferencia de sitio y de primer voto entre Burgos y Toledo. Ale
gaba Burgos supremacía, por ser cabeza de Castilla; Toledo, su titulo ele
carlismo.es
92 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

diciendo: "se dará principio a tratar y votar cuando a V. S. lima, le


parezca". No hay que decir cómo fué bien acogida la proposición del
burgalés, y Aparisi lo refiere con cierta ironía, cuando escribe: "Hubo
de parecerle al Gobernador que aún sería mejor votar que tratar, por
lo cual dijo a los Caballeros Procuradores: que siendo de Real agrado
se concluyese este asunto con toda brevedad, le parecía que podría
procederse a votar desde luego. Hubo de parecerles lo mismo a di
chos Procuradores Caballeros, y, en efecto, se votó; copióse la petición
y firmóse por todos..." (1). Para ser exactos, digamos que no firmó
el Diputado de Teruel, don Manuel Becerril. Y, después de tratar de
otros asuntos, dirán las actas: "En este estado, siendo ya tarde y
cerca de las doce de la mañana, se concluyó y disolvió la presente
gestión y Junta de Cortes, habiendo salido los señores Gobernadores
del Consejo y asistentes en la forma con que entraron..."
Las Cortes tuvieron otras sesiones, el 3, 10, 12, 13, 17, 20, 25 y
31 de Octubre, pero de la cuestión sucesoria no se volvió a ha
blar más.
Con razón, Aparisi y Guijarro la describe donosamente:
"Imagínese el curioso lector— dice— setenta y dos caballeros Pro
curadores encerrados en un salón del Buen Retiro; no saben de lo
que se va a tratar; estén pendientes todos de los labios del señor
Gobernador, su Presidente.
"Alarga éste un papel, para que lo lea, a don Pedro Escolano, y
se encuentran con que se les ha extendido ya una proposición y peti-
tición para solicitar de S. M. nada menos que se derogue una ley
fundamental y se establezca otra en asunto tan grave como lo es e!
de la sucesión a la Corona. A todo esto, las ciudades y pueblos de
que son Procuradores no saben palabra de lo que se
está tratando, o, mejor, de lo que está pasando; y a ninguno
de los asistentes se le ocurre ni pedir el expediente de las Cortes de
1713 para examinarlo, ni preguntar al menos por los derechos que
en la misma familia Real de España o en la de Saboya se podían Ir

Imperial y de antigua capitalidad en tiempos de la Monarquía visigoda. Dispu


tando los representantes de ambas ciudades al constituirse las mencionadas
Cortes de Alcalá sobre el mejor derecho a mentarse a la diestra y hablar
el primero ante el Rey, terció éste y dijo: "Hable Burgos, que yo" hablaré
por Toledo, y hará lo que ye le mandare." Desde entonces, los diputados
por Toledo sentábanse en silla aparte, frente por frente al Monarca, pero
sin claudicar del que creían su derecho, como acabamos de ver en el tran
ce de 1789.
(1) Aparisi y Guijarro.—"La Cuestión Dinástica".
carlismo.es
HISTORfA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 9:j

con la nueva ley, temerosos, al menos, de quebrantar tratados inter


nacionales, ni solicitar algunos minutos para darlos a la meditación
de tan arduo y trascendental negocio.
"Lo único que se le ocurre al marqués de Vülacampo, que al pa
recer piensa por todos, es decir in continenti que "el Rey
es muy católico y de esclarecida costumbre", y ellos están dispuestos
a "tratar y votar cuan parezca bien al Presidente".
"Parécele bien al Presidente que todos voten... Y todos votan; y
votan sin que ni los Consejos de Estado y de Castilla, ni Corporación
ninguna hayan dado dictamen que les ilustre, y sin tener presentes
otras razones que las que se estampaban en la petición, que no era
obra de Campomanes, lo cual repito en honra de este varón dis
tinguido..."
Tales fueron las Cortes de 1789, en las que ya el servilismo y la
decadencia general han causado tales estragos que difícilmente las re
conocieran como sucesoras de aquellas altivas que tanto esplendor
dieron a la Monarquía tradicional española.
Para defender unas Cortes que de tal forma trataron problema Las
tan importante y que al fin se resolvió en fuego de virutas, tuvieron Cortes
necesidad los partidarios de la ley nueva de atacar a fondo las Cortes 1713
de 1713.
A éstas concurrieron los representantes de Avila, don Diego Ga
briel de Villalba y don José Joaquín de 5ullón y Castejón; de
Borja, don Juan de San Gil y de Arco y don Ignacio Lamana; de
Burgos, don Vicente Correa y don Diego Luis de Arriaga; de Calata-
yud, don José Arimón y Funes y don Jorge Martínez de Aragón; de
Córdoba, don Francisco de Argote y Góngora y don Martín Cércamo
y Figueroa; de Cuenca, don Cristóbal Prea Zapata y de la Torre y don
Diego de Cetina y Lazárraga; de Badajoz, don José de la Rocha y
de Cáceres y don Diego de Monroy; de Santiago, el conde de Altamira;
de Tuy, don Alonso Correa Mendoza y Sotomayor, marqués de Mos;
de Granada, don Antonio Chinchilla y Fonseca y don Luis Maza de
Montalvo; de Guadalajara, el marqués de Villec^rrato y don Fernando
de Lujan y Silva; de Jaca, don Juan Abarca, conde de la Rosa; de Jaén,
don Francisco Ignacio de Cuesada y Vera y don Alonso de Gámiz
Zerón Torres y Portugal; de León, don Ignacio Ramírez de Ordás y
don Bartolomé Miguel de León; de Madrid, don Francisco Dalmao y
Casanabe, marqués del Palacio; de Murcia, don Jerónimo Francisco
de Zarandona Vello de Contreras y don Francisco de Molina Almela;
carlismo.es
94 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

de Palencia, don Bernardo González Villalobos y Acevedo y don


Manuel de Solórzano Alvarez Gilymon de la Mota; de Peñíscola, don
Matías de Cardona y don José de Cardona; de Salamanca, don Jeró
nimo Antonio Crespo de Villazan; de Segpvia, don Juan de Uzieda
y don Pedro de Chaves Girón y Mendoza; de Sevilla, don Diego José
Castro; de Soria, don Diego Antonio de Sotomayor y don Joaquín de
San Ciérrente y Ledesna; de Tarazona, don Gregorio Corella y don
José Funes; de Toledo, don Baltasar de Rojas Pantoja y Sosa y don
Bernardo de Lozano; de Toro, don Carlos de Rivera y don Cristóbal
Manso Monroy; de Valencia, el conde de Castellar y don Jerónimo
Frígola; de Valladolid, den Andrés de la Espada Quiñones y don
Manuel Ruiz de Navamuel; de Zamora, don Alonso de Victoria y
don Gaspar Sotelo, y de Zaragoza, don Martín Altarriva y don Manuel
de las Foyas.
Se ha pretendido atacar las Cortes de 1713 por el hecho de que no
concurrieron los Procuradores de Barcelona, Lérida, Cervera, Tortosa,
Gerona, Tarragona, Teruel, Palma y Plasencia. Téngase en cuenta
que se estaba en la España de la Guerra de Sucesión, y Cataluña,
sublevada, mantiene con gallardía la bandera del Archiduque. Ciu
dades como Barcelona desafian a los ejércitos de Felipe V, y han de
combatir sus hijos, solos ya, en la contienda mantenida todavía el año
que sigue. En estas condiciones no es extraordinario el que Barcelona
y otras ciudades catalanas no acudan a las Cortes de Madrid. De
haberlo hecho, los que tal hubieran representado no hubieran sido
más que unos aparentes procuradores, sin otro valor que el que les
hubiera concedido el compadrazgo de los que les hubieran nombrado,
como ocurrió en las de Cádiz de 1812, y si es verdad que faltan Pla
sencia, Teruel y Palma de Mallorca, téngase en cuenta que los tiempos
revueltos justificaban ausencias, y además, que Palma de Mallorca
enarbolaba también la bandera del Archiduque. Pero, refiriéndonos a
los catalanes, ¿cómo iban a concurrir ellos, tan orgullosos de sus fue
ros, que defendían con tanto tesón a unas Cortes que, en realidad, para
ellos no eran todavía otra cosa que las Cortes de Castilla? Mejor dicho:
nos explicamos que Zaragoza y Valencia, dominadas por las armas de
Felipe V, manden sus representantes a Madrid, pero no nos explicamos
cómo lo podían hacer, cuando todavía el Decreto de Nueva
Planta no ha acabado definitivamente con los fueros catalanes,
cuando en el ardor de la lucha combatían éstos por sus fueros. Y,
además, quizás se vaya un poco demasiado de ligero cuando se refiere
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 93

a la falta de asistencia de Cervera. Cervera no tuvo voto en Cortes


hasta que Felipe V la recompensó por su lealtad, concediéndola tal
merced... En 1713, para decirlo de una vez, Cataluña no participaba
en las Cortes de Castilla, porque defendían sus fueros privativos. Esto
es lo que han olvidado los que hablan o hablaban sobre la falta de
procuradores catalanes en las Cortes de 1713.
Que no se objete que entonces la ley de Felipe V era sólo para
Castilla. En primer lugar, i n p e c t o r e , lleva ya la Idea versallesca
de centralización; en segundo lugar, Cataluña estaba en rebeldía, y
en tercero, lo que se derogaba era la ley de Partida, y ésta no afectaba
a Cataluña, y sólo le afectará cuando en Utrech Felipe V ofrece a
Inglaterra extender al Reino de Aragón la ley castellana. Pero en
Cataluña, hasta entonces, no tenían derecho de sucesión las mujeres.
Se ha argumentado también sobre si había habido presión ilegíti- g¡ rajt0
ma del Rey en el ánimo de los Consejeros de Castilla y de Estado, ^el
y hasta se ha afirmado que no fué admitida por las Cortes. Contes- "Auto
tando a esto, dice el P. Magín Ferrer: Acor-
"Tratemos ahora de la formalidad madura y tino con que se dado"
procedió a la formación de la ley de Felipe V, para que se vea la
suma ligereza con que ha sido atacada, la poca reflexión con que
se ha dicho que no se pidió ni trató por el Reino, y el insulto que
se hace a la Majestad Real dando a una ley que dimana de su Sobe
rana voluntad el nombre de Auto Acordado, que, como debe
saberlo cualquier letrado, no significa otra cosa que la determinación
que toma por punto general un Consejo o Tribunal Supremo. Lo que
diremos sobre esto no será parte de una imaginación fecunda de
ilusiones, como cuanto han dicho los revolucionarios en contra de los
derechos del Rey legítimo. Hablan documentos auténticos que están a la
vista de todos; no producimos ideas algunas nuevas; no trastornamos las
antiguas; sólo llamamos la atención de los lectores para que examinen
por sí mismos si nuestras observaciones son conformes y arregladas
a los datos que les presentamos. Léase la ley de Sucesión del año
1713. En primer lugar, se ve que Felipe V no quiso tener la iniciativa,
ni hacer la menor insinuación para que se alterase la ley de Partida;
se portó con la mayor indiferencia y desinterés; circunstancias muy
notables, que justificarían la conducta de aquel Monarca, y hacen, ver,
por una parte, que no deseaba más que el bien universal de sus vasa
llos, y, por otra, que los Diputados de su Reino, y los Consejos que
carlismo.es
96 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

intervinieron en este asunto, pudieron hablar y deliberar con plena


libertad.
"El Consejo de Estado fué el que propuso a Felipe V la nueva
ley. El Monarca conoció desde luego las inmensas ventajas que de esta
nueva orden de sucesión habrían de reportarse al Reino. Sin embar
go, quiso consultar al Consejo de Castilla. Este respetable Tribunal,
por uniformidad de votos, se conformó con el de Estado, y uno y
otro iueron de dictamen que, para la mayor validación y firmeza
y para la universal aceptación, concurriese el Rey al establecimiento
de esta nueva ley. El Rey se hallaba junto en Cortes en Madrid; pero
los diputados no tenían poderes especiales para este caso. El Rey orde
nó a las ciudades y villas de voto en Cortes remitiesen a ellas poderes
bastantes para conferir y deliberar sobre este punto lo que juzgaren
conveniente a la causa pública. Se remitieron los poderes, y los Dipu
tados, enterados de las consultas de ambos Consejos, y con cono
cimiento de la Justicia del nuevo reglamento, y conveniencia que de
él resultaba a la causa pública, pidieron al Rey pasase a establecer
por ley fundamental de estos Reinos el referido nuevo reglamento.
"En su consecuencia, Felipe V estableció orden de sucesión, man
dó que se tuviese por ley fundamental, y derogó y anuló en cuanto
fueren contrarias a esta ley la Ley de Partidasy otras cualesquiera
leyes y estatutos, costumbres, estilos y capitulaciones u otras cuales
quiera disposiciones de los Reyes sus predecesores. Este es el fiel ex
tracto del preámbulo de la ley.
"En vista de esto, examínese la historia de nuestra legislación, y
véase si se ha publicado jamás una ley en que hayan intervenido con
más formalidad los Cuerpos más respetables del Estado; que se haya
tratado sin que faltase el más mínimo requisito para su completa le
galidad y que haya podido discutirse con más libertad, no habiendo
por parte del Monarca empeño alguno en que se hiciese esta novedad,
sancionada únicamente porque se le demostró que así lo exigía el
bien universal de sus Reinos..
"Pero no es ley, sino auto acordado, decía el señor Pre
sidente de las Cortes de 1789, y han dicho otros después de él:
¿Cómo lo prueban? Basta que ellos lo digan, y es más que suficiente
para fascinar a un partido, adulador o codicioso de honores men
digados y de riquezas usurpadas. No tenemos el menor reparo en
apurar esta materia. La ley fundamental de Felipe V se halla realmen
te en colección de los Autos Acordados del Consejo. Pero
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 97

si por esto quería llamarse Auto acordado, era menester


decir todo sin fruncimiento: era necesario declarar, hablando con
sinceridad, que se hallaba en dicha colección, no como Auto
Acordado, sino como ley fundamental. Véase la colección.
"En la segunda parte, después del auto 145, hay la nota siguiente:
"Todos los asuntos que se siguen hasta el fin de esta obra, aunque se
ponen como tales autos consiguientes a la numeración de los que
se compone esta segunda parte, son respectivos a Reales Ordenes, De
cretos de S. M. y Reales cédulas y provisiones, expedidas en consecuen
cia por el Consejo para la debida observación, así en cuanto a los
alojamientos de tropas, fueros de ellas y otras incidencias, como en
cuanto a la creación y plantas de las Audiencias de Aragón, Valen
cia, Cataluña, Mallorca y Asturias, y reducción del Consejo y otros
tribunales de la Corte a su antiguo Gobierno, con diversas declara
ciones. Ley fundamental de la sucesión del Rei
no, y otros Reales decretos muy importantes, que se ponen por or
den de sus fechas y con esta separación desde el año 1703 en ade
lante.
"Descubierta la impostura del Auto Acordado, ¿tienen de
recho los impostores a que se les crea bajo su palabra, aun cuando
acaso dijesen alguna verdad?" (1).
Se fundamenta o se quiere fundamentar la posición contraria a
la ley de 1713, en un texto, al que hemos hecho referencia anterior
mente, de Bacallar, y que transcribimos:
"Aún estaban juntos los Reinos en el Congreso que mandó el Erro-
Rey tener por la ya verificada renuncia, y con esta ocasión, como rcs ¿e
ya tenía dos hijos y a la Reina encinta, se le ofreció, por mayor quie- J}aca_
tud de sus vasallos, amando su posteridad, derogar la ley de que en- jjar SQ_
trasen a la sucesión de la Corona, hembras, aunque tuviesen mayor jjre
grado, posponiendo los varones de línea transversal, descendientes del
Rey, queriendo heredase antes el hermano del Príncipe de Asturias que costum
su hija, si le faltaban al Príncipe varones. Esto parecía duro a mu bres
chos, muy satisfechos de lo inveterado de la costumbre que de lo justo, 7. e?zs
y más cuando se había de derogar una ley, que era fundamental, por don-
de había entrado la casa de Borbón a la sucesión de los Reinos. Los España
más sabios y políticos aprobaban el dictamen, por no exponer los
pueblos a admitir Rey extranjero, habiendo Príncipes de la sangre

(1) Magín Ferrer.—"Cuestión Dinástica".


7
carlismo.es
98 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

real en España, que directamente descendiesen de Felipe V. La Reina,


por amor a sus hijos, estaba empeñada en hacer esta nueva ley; y
como no la admitieron los Reyes, ni sería válida sin su consentimiento,
si no la aprobaba el Consejo de Estado, se encargó la Reina de ma
nejar este negocio, y lo ejecutó con sumo acierto, no sin arte; porque
sabiendo cuanto prevalecía en el Consejo de Estado el voto del duque
de Montalto, se valió de él, afectando confianza, para que lo pro
moviera.
"Este dictamen dió a la Reina el duque de Montellano, y tam-
blén estaba prevenido el Cardenal Judice, que tenía voto en el Conse
jo de Estado, compuesto en este tiempo de los duques de Montalto, de
Arcos, de Medina Sldonia, de Montellano, de Javénayos, dé los mar
queses de 5edmar, Almonacid y Canales; de los condes de Monterey,
Frigiliana y San Esteban del Puerto, y del Cardenal Judice;. juntáronse,
de orden del Rey, ya dispuestos los ánimos por varios medios, y se
votó sobre un establecimiento de sucesión, que formó don Luis Curiel,
Consejero Real de Castilla. Fueron los votos de uniforme según la
mente del Rey, que, consultándolo también con el Consejo Real, hu
bo tanta variedad de pareceres, los más equívocos y absurdos, que
al fin nada concluían; mas presto era aquella consulta un seminario
de pleitos y guerras civiles, porque ni don Francisco Ronquillo, ni gran
parte de los Consejeros sentían bien el mudar de forma de sucesión,
sino dejar la que hablan establecido los antiguos Reyes don Fernando
el Católico con la Reina Doña Isabel, su mujer, que unieron en
su hija Doña Juana las Coronas de Castilla y Aragón. Indignado el Rey
Felipe de la oscuridad del voto o de la oposición de los consejeros
de Castilla, con el parecer de los Estados, mandó se quemase el original
de la consulta del Consejo Real, porque en tiempo alguno no se hallase
principio de duda y fomento a una guerra, y que cada Consejero
diese su voto por escrito aparte, anviándolo sellado al Rey. Ejecutóse
en esta forma, y con consentimiento de todas las ciudades en Cortes, del
Cuerpo de la nobleza y eclesiásticos, se estableció la sucesión de la
Monarquía, excluyendo la hembra, aun más próxima al reinante, si
hubiese varones descendientes del Rey Felipe, en línea directa o trans
versal, no interrumpida la varonil; pero con circunstancia y condición
que fuese este Príncipe nacido y criado en España, porque de otra
manera entraría al Trono el Príncipe español inmediato, y, en defecto
de Príncipes españoles, la hembra más próxima al último Rey. Se
estableció también pertenencia la Corona a la Casa del duque de
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 99

Saboya, extinta la del Rey Felipe, varones y hembras. A esta constitu


ción y actos se les dió fuerza de ley, firmada y publicada con la
solemnidad mayor" (1).
La lectura de lo que antecede, a primera vista difiere del texto de
Magín Ferrer, aunque en realidad viene a decir lo mismo, ya que
si en Bacallar vemos cómo se iba preparando la ley, en Ferrer vemos
cómo se establece la ley, y si comparamos a éste con lo dicho por
Bacallar, nos damos cuenta de que la ley se estableció de la forma
apuntada.
Es extraordinario, sin embargo, que en la copiosa literatura que se
ha acumulado acerca de la cuestión sucesoria no se hayan hecho notar
errores de bulto en Bacallar, que, si tiene cierta autoridad, en realidad
más controvertible de lo que se cree generalmente, cuando trata de
acontecimientos del reinado de Felipe V, su desconocimiento de ante
cedentes históricos de España le hace errar notablemente. Pero téngase
en cuenta que Bacallar no era español, sino sardo, y, por lo tanto,
no estaba tan impuesto como el caso requería sobre instituciones del
pasado en nuestro país. Así, le vemos afirmar que en Castilla era "in
veterado de la costumbre el que la hija del Rey tuviera para ascender al
Trono sobre el hermano de su padre", cuando en realidad este caso
no se llegó nunca a dar, ya que siempre prevaleció que sucediera el
hermano del Rey cuando éste tuviese sólo hijas, como veremos más
adelante. Supone que lo "Inveterado de la costumbre" era ley funda
mental, y si se refiere a las Partidas, pudo verse un momento en
la legislación española, pero no fué ley fundamental más que de Castilla,
olvidando Bacallar, cosa muy grave en un sardo, pues conquistada
su patria por armas aragonesas, en aquellos tiempos las legislaciones
castellanas y de la Confederación catalana aragonesa eran absoluta
mente distintas. Y yerra todavía Bacallar, cuando afirma que la forma
de sucesión la habían establecido los Reyes Católicos", que unieron en
su hija Doña Juana las Coronas de Castilla y Aragón". Difícil sería
explicar cómo se hizo esta unión en Doña Juana la Loca, pues ella
nunca fué Reina de Aragón, y, en todo caso, la unión de las dos Co
ronas se habría hecho a través de Doña Juana, pero nunca en esta
Princesa.
Es curioso también que Bacallar recuerde que la casa de Borbón
había entrado en España por sucesión femenina, puesto que en reali-

(1) Marqués de San Felipe.—"Comentarios a la guerra de España".


carlismo.es 1

100 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

dad la Guerra de Sucesión española se hizo entre dos pretendientes


que reclamaban la Corona, alegando su origen español por rama
femenina, y no hubiese entonces varón alguno descendiente por linea
de varón de Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, en cuyo caso
la entrada de la sucesión femenina o por línea femenina era la tra
dicional en España.
Por último, hay lo de la condición de Príncipe español que herede,
que debe ser, según Bacallar, descendiente de Felipe V, nacido y
criado en España. Veremos sobre este particular lo que nos dice Apa-
risi y Guijarro, pero, de momento, señalamos algo que se nos ocurre,
y es que, mientras exigimos que el Príncipe de la casa de Borbón sea
nacido y criado en territorio español, extinta la casa de Felipe V,
se llama a la de Saboya, que no hemos de creer tome la precaución
de procurar que algunos miembros de la familia nazcan y se críen en
España. Es decir, que, según Bacallar, se exigía més a los descendientes
de Felipe V que a unos extranjeros, como eran los Príncipes de Sa
boya.
Oigamos a Aparisi en lo que se refiere a los "Comentarios*
de Bacallar:
"El autor dijo con sencillez admirable por qué el Rey y la Reina
deseaban la nueva ley; tenía el Monarca ya dos hijos varones y a su
mujer encinta, y en tal estado se le ofreció derogar la antigua "por
mayor quietud de sus vasallos, amando su posteridad". La Reina la
deseaba por amor a sus hijos"; la Reina amaba también al Rey; pero
éste, al propio tiempo, pensaba en el bien de su Reino.
"Cuenta el autor que la Reina se encargó de manejar el negocio,
y lo ejecutó con sumo acierto, no sin arte..." El arte y acierto de la
Reina, según parece, consistió en afectar confianza honrosa al duque
de Montellano (así lo dice Aparisi, confundiendo este título, en lapsus
disculpable, con el de Montalto), cuyo voto prevalecía en el Con
sejo.
"Juntáronse sus individuos, ya dispuestos los ánimos por varios
medios, y fueron los votos conformes, "según la mente del Rey".
"¿Qué medios fueron éstos?, preguntará algún curioso. Contesto
que no lo sé, pero es de presumir que serían, más inocentes que los
empleados por Ministros constitucionales en mil ocasiones, en nues
tros Cuerpos deliberantes; esto en el supuesto de que el autor no

I
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 101

se equivocase, o usara esa frase por galanura de estilo o por for


mar un párrafo rotundo." (1).
Abunda en su estudio Aparisi para deshacer las patrañas que
sobre este texto se acumularon, a fuerza de anacronismos y de dispa
rates de todo orden, y prosigue:
"Visto el dictamen del Consejo de Estado, pareció a Felipe V,
aunque no tenia de ello necesidad alguna, oír también el del Consejo
Real. No dice Bacallar que el que se dió fuese contrario, sino que
hubo mucha "variedad de pareceres, los más equívocos y oscuros,
que al fin nada concluían", y que, "indignado el Rey de la oscuridad
del voto y de la oposición de los consejeros, mandó que se quemasen";
mas observa que lo mandó como parecer del Consejo de Estado, y resol
viendo que cada consejero diese su voto por escrito, enviándolo sella
do al Rey...
"Existía entonces tenaz pugna entre el Consejo de Estado y el Con
sejo Real, aquél más político que civil, éste más entregado a la resolu
ción de los derechos particulares que a las grandes cuestiones de dere
cho público, ambos aspirando a la supremacía en la dirección del país.
Presidía el último don Francisco Ronquillo, conde de Gramedo, genio
altivo y dominante, que mantenía vivo entre los suyos el espíritu de
hostilidad contra el Consejo de Estado. Apadrinaba éste las mudanzas
que se proyectaban en el orden de suceder; declaróse por ello Ron
quillo defensor de la forma de sucesión "que habían establecido los
Reyes Católicos". Lo que influía con su carácter y su autoridad sobre
los Consejeros Reales es por demás encarecerlo, y aunque le contras
taba don Luis Curiel, brotaron dictámenes artificiosos y oscuros, y
el de la mayoría, en que sin oponerse abiertamente a los deseos del
Rey, ni contrarrestar la inflexible voluntad del Presidente, trataban
de un modo confuso y ambiguo la cuestión, sin concluir nada: "Mas
presto era aquella consulta un seminario de pleitos y guerras civiles,
pero cuando cada Consejero, en vista del proyecto de ley y de las ra
zones del Consejo de Estado, hubo de dar su opinión bajo su respon
sabilidad individual, no pudo negar que el proyecto era justo y razo
nable, y al Reino claramente beneficioso.
"Se Inutilizó el primitivo y oscuro dictamen porque no servía, se
pidió el parecer individual como en ocasiones se ha hecho, según ob
serva un escritor distinguido, hasta en el Sacro Colegio, cuando la

(1) Aparisi y Guijarro.—"La Cuestión Dinástica".


102
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MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

gravedad del asunto y circunstancias poderosas lo han aconse


jado.
"Paréceme Incontrovertible que el Rey no tenía necesidad, para
la validez de la ley, de consultar al Consejo de Estado, ni menos al
Real o de Castilla. Si el marqués de San Felipe no se expresó mal y
quiso realmente decir: que la ley no sería válida, si no la aprobaba el
Consejo de Estado, el marqués de San Felipe se equivocó. Hizo bien
Felipe V en consultarlo; pero no había menester de esa consulta; y
cuenta que, al hablar así, no atiendo al interés de mi causa, sino
a los fueros de la verdad; pues cierto que convendría que para la
validez de una ley fuese requisito esencial el dictamen favorable del
Consejo de Estado, ya que Felipe V lo consultó y Carlos IV no pen
só en oírlo. Mas la verdad sobre todo.
"Felipe V, oyendo o no oyendo a los Consejos, corporaciones
meramente consultivas, y obteniendo pareceres favorables o adversos,
podía, con el concurso de las Cortes, hacer válidamente la ley de su
cesión.
"¿Lo hizo con el concurso de las Cortes? ¿Sí o no? Esta es la
cuestión.
"El marqués de San Felipe (Bacallar) dice: "Y como no la admi
tieran los Reinos", y los adversarios lo copian y se alborotan; mas
lean todo el párrafo, y la buena fe les hará confesar que se equivo
can al deducir de esa frase suelta que las Cortes rechazaron la
nueva ley", dice San Felipe; luego no estaba hecha; y continúa; "Y como
ley de sucesión, y que debe leerse no admitieron o no la
querían admitir: la posibilidad, no el hecho.
"La Reina, por amor a sus hijos, estaba empeñada en hacer esta
nueva ley", dice San Felipe; luego no estaba hecha; y continúa: "Y co
mo no la admitieron los Reinos, si no la aprobaba el Consejo de Esta
do", esto es, no la admitirían si no la aprobaba previamente el Consejo
de Estado... se sospechaba, se decía, sería la opinión de los procura
dores inquirida y particularmente, que para admitirla ellos debía
primero aprobarse por el Consejo de Estado.
"Por eso se encargó la Reina de que el Consejo de Estado la
aprobase, y preparó los ánimos, y se juntó el Consejo, "y se votó
un establecimiento de sucesión que formó don Luis Curiel". Prueba
concluyente de que antes pudo haber insinuaciones, gestiones priva
das; pero no se había presentado el proyecto, puesto que lo formó
don Luis Curiel para que lo discutiese el Consejo celebrado posterior
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 103

mente a la fecha en que el marqués de San Felipe asegura- que no


lo admitieron los Reinos." (1).
"Confírmase esto con que presentada la ley a los Reinos
después de la aprobación de los Consejos de Estado y Real"; con
consentimiento de todas las ciudades en Cortes, del Cuerpo de la no
bleza y eclesiásticos, se estableció la sucesión de la Monarquía exclu
yendo a la hembra aún más próxima al reinante, si hubiese varones
descendientes del Rey Felipe en línea recta o transversal. Como no
hay vestigios de que se presentase la ley dos veces a la aprobación de
los Reinos, hemos de convenir en que, o hubo error en San Felipe al
asegurar que una vez no la admitieron y otra la admitieron con uná
nime consentimiento, o en que está viciado el texto y ha de leerse
no la admitieran en vez de no la admitieron', co
mo dejamos dicho.
"Pero supongamos que fuera cierto que los Reinos no admitiesen
la ley si no la aprobaba el Consejo de Estado; desde el momento en
que el Consejo de Estado la aprobó, y la admitieron los Reinos, por
que sólo se habían negado a no admitirla condlcionalmente, y había
faltado la condición, es inútil traer como argumento una negativa
que quedó anulada por la posterior aprobación." (2).
Así esclarece Aparisl y Guijarro el texto de Bacallar, que desente
rraron los isabelinos con mayor voluntad que acierto.
Es preciso también no olvidar que si a los diputados de 1789 no
se les exigía poderes especiales, y hasta se les pedía que hurtaran a
sus poderdantes un tan grave asunto a tratar, lo que era contrario
a las normas de las Cortes españolas, esos diputados de 1713 no lo
entendían así, sino que, conformándose a la tradición y uso en España,
contestaban a Felipe V que no tenían poderes suficientes. Oigamos
de nuevo a Aparisi:
"Las Cortes estaban meramente convocadas para el asunto de las
renuncias, exclusión de la Casa de Austria y llamamiento, en su caso,
de la de Saboya. Creyó buenamente el Rey que con esta ocasión po
dría tratarse también de su descendencia, y lo propuso; las Cortes
no fueron de esa opinión, porque, al cabo, si tenían poderes para
entender en lo primero, no los tenían para tratar de lo segundo,. y, en
rigor, llevaban razón en esto, y, al exponérselo al Rey, y que no po-

(1) Aparisi y Guijarro.—"La Cuestión Dinástica".


(2) Aparisi y Guijarro.—"La Cuestión Dinástica".
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MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

dían admitir el nuevo reglamento por carecer de ellos, daban una


muestra gallarda de honrosa independencia. No imitaron a tan dignos
diputados los de 1789.
"Ignoro si al Rey pareceria fundada esa opinión de las Cortes;
acaso no, porque, según se colige del texto de la misma ley, no
estaba lejos de creer, si no creia, que "para aclarar la regla más
conveniente a lo interior de su propia familia y descendencia, podría
pasar como principal interesado y dueño a disponer de su estable
cimiento". Con todo, y como entrambos Consejos, a quienes consultó,
fuesen de dictamen que para la mayor validación y firmeza y para la
universal aceptación concurriese el Reino al establecimiento de esta
nueva ley, hallándose éste junto en Cortes, por medio de sus diputados
en esta Corte, ordenó a las ciudades y villas de voto en Cortes remi
tieran a ellos sus poderes bastantes.
"Véase, pues, que las Cortes, que habian aprobado el llamamiento
de los varones de la Casa de Saboya al Trono de Castilla, no admitie
ron al principio la ley en que se llama al Trono a los varones de
la de Borbón; porque tenían poderes para tratar de lo primero, y
no los tenían para tratar de lo segundo." (1).
Niega rotundamente Aparisi y Guijarro que en la ley de Felipe V
se prescribiera la exigencia de que el Príncipe, para reinar, "debía ha
ber nacido y haber sido criado en en España." Cierto es que el mar
qués de San Felipe da a entender que existía, pero sin duda se equi
vocó, creyendo buenamente que estaba en la ley lo que habia estado
en la mente de Felipe V. Y lo sostiene con el testimonio del P. Bclando
(2). Pero añade todavía más el eminente tradicionalista, de quien
son los comentarios que estamos reproduciendo.
"Afortunadamente— dice— puedo añadir a aquel testimonio otro
irrefragable. En el archivo de las Cortes existe la copia de la
Ley de sucesión, que remitió el conde de Gramedo, de orden
de S. M., al Reino, para su noticia y registro. La ley se remitió el 14
de Mayo, y, registrada, se devolvió el 15: si 3e publicó omitiendo, o
añadiendo, o variando alguna cláusula de cómo se había aprobado
por las Cortes, en esa adición, u omisión, o variación, la ley era nula:

(1) Aparisi y Guijarro.—"La Cuestión Dinástica".


(2) Fray Nicolás de Jesús Belando.—"Historia Civil de España Su
cesos de la guerra y tratados de paz desde 1700 hasta 1733.—Madrid. 1740-44.
El tercer tomo de esta obra fué recogido por disposición del Tribunal de
la Inquisición.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL lOó

quien desee satisfacerse, lea la copia, y verá que en ella nada se dice
de que el sucesor a la Corona haya de ser nacido y criado en Es
paña: está exactamente y puntualmente conforme con el texto de la
Novísima Recopilación. (1).
"No contentos en atacar la labor de las Cortes de 1713, los par
tidarios de la Pragmática de 1830 quisieron rebajar la categoría
de la ley de Felipe V. Auto acordado lo llamaron, y auto
acordado repitieron, quizás unos por ignorancia, otros puede que
por mala intención, y hasta en algunos pudiera ser para darse el lustre
de la petulancia de conocer que en España había antiguamente autos
acordados: Pero lo cierto es que la ley era fundamental, y asi
nparece en documento tan oficial como es la impresión dada por el
Consejo. "Todos los autos que siguen hasta el fin de esta obra, aun
que se ponen como tales..., son respectivos a Reales Ordenes, Decretos
de S. M.... Ley fundamental de la sucesión del Rei
no y otros Reales Decretos muy importantes, que se ponen por orden
de sus fechas y con separación desde el año 1713 en adelante." (2).
¿Habia regido hasta la muerte de Carlos II la ley de Partida? Las
Contesta a esto Cos y Durán: "El código de Las Partidas, ter- leyes
minado en 1262, no fué publicado hasta el siglo XIV, y sin que nos- de
otros tengamos la pretensión de dar gran importancia a este retraso, "Parti-
si bien es notable, debemos constatar que este código no es actual- da"
mente más que lo que fué desde su publicación, un código su- y la
plementario para las provincias de Castilla, co- suce-
mo lo son el Derecho canónico y el Derecho romano para el Prlncl- sión
pado de Cataluña y el Derecho romano para el Reino de Navarra. a ]a
En efecto, en el titulo II, libro 3.5, de la Novísima Recopi- Corona
lación, hay la ley por la que el Rey ordena que las leyes de
Partidas no tendrán aplicación más que en los casos "que no se
pudieran determinar por las leyes, los ordenamientos y pragmáticas por .
las fechas y por los Reyes que de nos vinieren". Este es el valor legal que
este código recibió cuando su publicación por Alfonso XI, y de nuevo
un siglo más tarde, y éste su valor legal actualmente en las provin
cias que están regidas por la legislación de Castilla; de manera que las
leyes de la Novísima Recopilación ocupan el primer lugar
con aquellas que Ies son posteriores; siguen inmediatamente las del

(1) Aparisi y Guijarro.—"La Cuestión Dinástica".


(2) Aparisi y Guijarro.—"La Cuestión Dinástica".
106
carlismo.es
MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Fuero Real, luego los Fueros Municipales, que estén


todavía en uso, y, en fin, las Siete Partidas". (1).
Prueba por su parte Aparisi que en la cuestión de sucesión la ley
de Partidas no fué aplicada en Castilla, y nos da los siguientes
ejemplos:
"Murió Don Alfonso, y según "los ornes e entendidos", debió su-
cederle su nieto, hijo de Don Fernando, su primogénito, el de la Cer
da; mas el Reino lo arregló de otro modo, y dió la Corona al tío de
éste, don Sancho el Bravo.
"Murió Don Pedro el Cruel, y en verdad que, según los "ornes e
sabios entendidos", debió heredarle su hija Doña Constanza, la casada
con el inglés duque de Alancaster, mas el Reino lo arregló de otro
modo, y dió la Corona a un hermano bastardo del Rey que murió
en Montlel.
"Tenía Enrique JV una hija llamada Doña Juana, menor de edad.
Queria, como padre, y según el parecer de los "ornes e sabios entendi
dos", que le sucediese en el Trono; se alborotaron los pueblos, y, al fin,
el padre convino en que se jurase por sucesor, en 1464, a su hermano
Don Alfonso.
"El tío era preferido a la sobrina; pero el tío murió, y el partido
que le apoyaba, más engrosado, declaróse por su hermana Isabel, ca
sada con Don Fernando de Aragón, gran Príncipe, que pretendía tener
mejor derecho a la Corona de Castilla que la hija de Enrique IV, y que
la misma Doña Isabel, su esposa. (2).
Otro argumento, y que por lo visto ya circulaba en tiempos de
Bacallar era el de que la ley sucesoria daba paso a las mujeres
con preferencia a los hombres, cuando ellas eran las herederas de los
Reyes.
Sobre este particular, la discusión entre partidarios y contrarios
de la ley de 1713 ha sido tenaz y viva. Sin embargo, después de recoger
cuanto se ha publicado sobre este tema, oídos los argumentos de
unos y otros, se llega a la deducción de que este caso no se ha ve
rificado y que continúan muchos argumentos históricos sin ser ale
gados.
Tres son, a nuestro entender, los puntos que deben examinarse
sobre la sucesión histórica de hembras en las Coronas de España.

(1) Cos y Durán—"Le Droit legitime au troné d'Espagne".—Paris-Lyón.


D., 1850.
(2) Aparisi y Guijarro.—"La Cuestión Dinástica".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 107

¿Hubo herederas que recogieron las Coronas? Cuando hubo Reinas,


¿fueron ellas o fueron sus esposos los Reyes verdaderos, y que reina
ron? Por último, para colocarnos en el caso de 1833: ¿el tío ha cedido
jamás la prioridad de sucesión a la sobrina?
Ha de tenerse en cuenta que estamos discutiendo una argumen
tación liberal para justificar la Pragmática. Porque lo único que
nos interesa en el orden histórico es saber si la Pragmática era
válida o no, si la ley de 1713 estaba o no derogada. Porque si la ley
de 1713 no habia sido derogada, todo llamamiento a costumbres, usos
y leyes anteriores, carece de valor, ya que la nueva ley había definido
el orden de sucesión. Porque, como curiosidad histórica, podríamos
también preguntarnos cuál era la ley romana que sobre tal o cual
asunto rigiera este o aquel Municipio español; pero nadie se empleará
en utilizar tal precedente para negar vigencia a una ley posterior.
Además, que el uso fuera antiguo o no, no significaría, a nues
tro entender, argumento de trascendencia. Ya en aquellas fechas, el
gran filósofo vizconde de Bonald escribía, defendiendo la tesis car
lista: "Me dirán que esta clase de sucesión (se refiere a la feme
nina) era la antigua ley de la Monarquía española. ¿Y desde cuándo
la antigüedad de una ley es la única medida de su bondad? Dirán que
era antigua en España, pero la ley que da el poder al sexo varonil es Nunca
aún más antigua, y es a la vez la ley de naturaleza, doméstica y poli- mjcn_
tica. (1). Es, por lo tanto, por lo que entramos en la cuestión de la fras
sucesión femenina en la historia de España." hubo
Cos y Durán ha dedicado suma atención a esta parte de la po- „_„_
lémica, porque contendía con Zea Bermúdez y el alemán Zópfl (2),
nes
quienes trataban el tema con aparente amplitud. Cos se remontó
reina
al tiempo de los romanos, se fijó incluso en la dominación goda— Zópfl
le obligaba a ello—, para llegar a los Reinos cristianos de la Reconquis ron
ta. Como era natural, se dió cuenta pronto de que el mejor argumento ^as m
que tenía se lo ofrecía la hija del Rey Don Pelayo, la Princesa muIe"
Doña Ormesinda, que había casado con Alfonso, luego primero de su rcs cn
nombre en el Reino de Asturias. España

(1) Vizconde de Bonald.—"Renovateur".—Courier de l'Europe", 1.° de


Junio de 1833.
(2) "Bosquejo histórico sobre la Sucesión a la Corona de España, por el
Dr. Henxique Zopíl, profesor de Derecho en las Universidades de Heidelberg.
Traducción del alemán por D. Santiago de Tejada, fiscal que ha sido del Su
premo Tribunal de Justicia en Madrid.—París, Imprenta de Crapelet, 1839.
Traducido del alemán al francés por el Barón de Billing en 1839.
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carlismo.es
MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Dos son los casos que en Asturias se conocen. El primero es el


de Doña Ormesinda, hija de Don Pelayo y de Doña Gaudinesa, y que
a la muerte de su hermano Don Favila, vió a su esposo, Alfonso I el
Católico, suceder a aquél, por testamento del mismo Don Pelayo. El
otro caso es el de Doña Adosinda, hija de Alfonso I el Católico,
cuyo esposo. Silo, fué Rey después de Don Aurelio; pero a nuestro
fin no nos interesa este caso, que, sin embargo, ocupa al señor Cos y
Duran, por cuanto Aurelio, Silo, Mauregato, y 5ermudo I el Diá
cono, fueron, a nuestro entender, usurpadores del derecho de Al
fonso II, hijo de Fruela I. Sin embargo, reconocemos, tanto para un
caso como para el otro, que en Asturias, la Monarquía de la Res
tauración era en aquel siglo una Monarquía electiva, como dice el
marqués de Mondéjar (1), sistema que siguió hasta mediados del si
glo IX, por cuanto todavía por Ramiro I, en 847, era proclamado
Rey y asociado suyo, Orduño I, su hijo, que no le sucedió enteramente
hasta 85C.
Pero en la misma Monarquía leonesa hallamos otro ejemplo:
rancie e¡ Rey 5ermudo III en una batalla empeñada entre Fernando I
de Castilla y García IH de Navarra, jn 1037. Su padre Alfonso V no
ha dejado más que a ¿1 y a su hija Doña Sancha. Su abuelo, Ser-
mudo II el Gotoso, no ha dejado a su vez más que un hijo, el
propio Alfonso V, y dos hijas, Teresa y Cristina. Es decir, que la su
cesión masculina está agotada en la casa de León. No le sucede, sin
embargo. Doña Sancha, sino el esposo de ésta, Fernando I de Cas
tilla.
Veamos ahora en la Corona de Castilla. El Condado primitivo va
a quedar sin sucesión: Sancho García, hijo del conde García Sánchei,
muere sin dejar hijos varones. Su hermana Doña Mayor es la llamada
a recoger la sucesión, pero el título de Castilla lo ostenta entonces su
esposo, el Rey de Navarra Sancho III Garcés, conocido por el Grande,
ya que reúne bajo su cetro Navarra, Castilla y Aragón.
Andando el tiempo, un descendiente de Sancho III, Alfonso VI
el bravo, será Rey de León y de Castilla. Y al morir, a pesar de sus
seis matrimonios, no ha dejado más que a una hija legítima : Doña Urra
ca. De sus numerosas concubinas quedan, sin embargo, varios otros hijos.
Y es entonces cuando Doña Urraca hereda la Corona de Castilla y León.

(1) Marqués de Mondéjar.—"Memorias Históricas del Rey Don Alfonso


"El Sabio".—Madrid, 1777.
carlismo.es
HISTORIA .DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 109

No queda en la casa de Castilla ningún varón, pues los otros hijos,


Don Sancho II de Castilla, y Don García, Rey de Galicia, han muerto,
el primero en 1072, y el segundo, en 1091, sin dejar posterioridad. En
estas circunstancias, sólo podrfan haber reclamado la Corona Ramiro
Ramírez, de la casa Real de Navarra, padre de García IV Ramírez,
que fué Rey en aquella nación en 1134, o el Rey de Aragón y Nava
rra Alfonso I el Batallador, o su hermano Don Ramiro, que
todavía no pensaba en ceñir la Corona de Aragón, dedicado casi por com
pleto a los primeros estudios, a que le llamaban su vocación y sú pie
dad. Pero Doña Urraca, primer caso de sucesión de Reina, no lo fué
estrictamente: un tiempo— y ya lo veremos más tarde— el Rey de Cas
tilla es Alfonso Raimúndez, que para unos es el séptimo y para otros el
VIII, se tenga o no en cuenta el reinado del Batallador.
Muere de un accidente fortuito en Palencia— una teja que le da
en la cabeza— el Rey Enrique I. Su padre, Alfonso VIH de Castilla, que
algunos llaman el de las Navas y otros le titulan el Bueno
o el Noble, señalándole como el VII, no había dejado más que un
hijo y varias Princesas, entre ellas Doña Berenguela, esposa de Alfonso IX
de León. Tampoco el padre de Alfonso el de las Navas, Sancho III,
había tenido otros hijos varones que su sucesor. Correspondía la Coro
na a Doña Blanca, para su hijo San Luis, Rey de Francia, o a Beren
guela, madre de San Fernando. Se optó por esta última, pero la suce- .
sión fué rápidamente transmitida, ya que, muerto Enrique I en Junio,
era el 31 de Agosto de 1217, proclamado Fernando III.
No nos queda más que otro caso en Castilla, pues el de Doña
Juana lo daremos como caso de la Corona de España, aunque tal no
fuera. Nos referimos a Isabel la Católica, hija de Don Juan II de
Castilla, sucediendo a Enrique IV el Impotente. No quedaba tam
poco ningún hijo varón a este último, ni de Juan II de Castilla, aunque
no ha de Olvidarse que Enrique IV, ante los pueblos alborotados,
consintió, en su día, en que fuese jurado su hermano Don Alfonso, y só
lo al finar este varón, los pueblos se decidieron por Doña Isabel. No
menos exigua había sido la sucesión varonil de Enrique III el Do
liente, pues sólo un Príncipe nació de su matrimonio, y para el caso •
de buscar todavía más hacia el tronco varones de la casa de Castilla,
sólo hallaríamos dos hijos de Juan I, el uno, el ya citado Rey D o -
Mente; el otro, el Infante Don Fernando el de Antequera,
fundador de la dinastía castellana en el trono de Aragón.
Casa de Aragón. Sólo cuando Ramiro II el Monge se retiró, sin
carlismo.es 1

110 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

haber ningún otro miembro en la casa Real de Aragón para sucederle,


fué llamada Doña Petronila, aunque desposada desde los dos años
de edad con Raimundo Berenguer IV de Barcelona, y éste fué el ver
dadero sucesor de Don Ramiro. Es la única mujer que puede figurar
en las sucesiones de Aragón, y es uno de los casos más típicos de la
Reina que reinaba y no gobernaba, aunque por distintas causas de
las preconizadas por los liberales constitucionalistas. En Aragón hubo
siempre repulsa para la sucesión femenina, y sólo en el caso de agota
miento de las líneas varoniles se acudía a las hembras (1).
En Navarra ha habido mayor número de Reinas que han here
dado. Pero todas ellas en casos justificados. El primero que se nos
presenta a examen es a la muerte de Sancho VII el Fuerte, quien
había perdido a su hijo varón, Fernando, habido en su matrimonio
con Doña Constanza de Tolosa. Por adopción de Teobaldo, conde de
Champaña, hijo de Doña Blanca, hermana de Sancho el Fuerte,
se pudo llenar la sucesión de Rey a Rey. Muerto Teobaldo I, no
quedaron más que dos hijos, Teobaldo II y el que luego le sucedió,
Enrique I. De Teobaldo II no hubo sucesión; el hijo de Enrique I, lla
mado también Teobaldo, murió en un accidente de los más trágicos:
el ayo y la nodriza jugaban en una galerfa de Palacio, arrojándose
mutuamente al Príncipe, de los brazos del uno a los del otro. En un
momento desgraciado, el Príncipe no pudo ser alcanzado, saliendo
despedido, y, cayendo al patio, quedó muerto. El ayo, desesperado, se
arrojó tras de él. Este accidente hizo que sólo quedara una hija al
Rey Enrique, Juana I, la que sucedió a su padre en 1274, pero go
bernando el Reino como Rey su esposo Felipe el Hermoso de
Francia, al casarse con ella en 1284.
Extinguida la casa Real de Francia, en la línea directa de los
C a p e t o s , fué llamada a regir la Corona de Navarra Juana II, que
asoció al trono a su esposo Felipe de Evreux
A la muerte de Carlos III el Noble, habiendo fallecido los hijos
de este Rey, Carlos I, Príncipe de Viana, y Luis, por derecho de Doña
Blanca fué Rey de Navarra su esposo Juan II de Aragón, y a la
muerte de éste lo fué su hija Doña Leonor, y más tarde la nieta de
ésta. Doña Catalina, hija de Gastón IV, conde de Foix, siempre por
falta de sucesión varonil.
(1) "La Verdad sin Máscara o Medio Unico de precaver una nueva
guerra de sucesión y el evitar el inminente peligro de romperse la unidad
monárquica de las coronas de Castilla y Aragón, si no se verifica el matri
monio de Isabel II con el Príncipe de Asturias".—Madrid. 1843.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 111

Ya hemos dicho que en la Corona de España incluiremos el caso


de Doña Juana la Loca, aunque en realidad sea dicho, ésta no
fué más que Reina de Castilla. Doña Juana sucedió en la Corona de
Castilla, pero regentó o gobernó, como Rey, su esposo Felipe el
Hermoso.
Y se ha de fijar el lector en que si Isabel I existió en la cro
nología española, nos falta un Fernando, por cuanto de Fernando IV
saltaríamos a Fernando VI, ya que en realidad, si no fué Rey de
Castilla Fernando el C a t ó 1 i c o— es decir, si fué Rey consorte—, no ha
existido Fernando V. Y lo mismo nos ocurre con los Felipes, pues
se daría el caso extraordinario de que la cronología filipina comenzara
justamente por Felipe II, sin haber existido un Felipe I con anterio
ridad, porque la Reina era su mujer y él el consorte.
Así, hemos visto que, en. ausencia y falta absoluta de miembros
varones, han heredado Princesas las Coronas distintas que formaban
los Reinos de España, pero ahora vamos a ver otros casos, no deta
llando cada uno, pero si recogiendo los más importantes, para ilustrar
la cuestión con sus ejemplos.
Queda expresado cómo reinó Alfonso I el C a t ó 1 i c o , en Ovie
do, por su mujer Doña Ormesinda; cómo Fernando I de Castilla go
bierna León por su mujer Doña Sancha; cómo Sancho III el Grande
de Navarra adquiere Castilla por su mujer Doña Mayor. Hemos de
ver cómo Alfonso leí Batallador es Rey de Castilla por Doña
Urraca.
Hubo, en verdad, guerra civil. Lucharon castellanos contra cas
tellanos, los unos enarbolando las banderas de Doña Urraca y apo
yándose en los partidos de la influencia francesa: monjes entusiastas
de la reforma de Cluny, nobles cortesanos y algunos otros señores,
que preferían la debilidad en el poder Real. Frente a ellos, otros cas
tellanos que defendían al Batallador, cuando éste quizás entre
veía llegada la hora de la reconstrucción del Reino de España, formado
por su unidad cristiana; nobles hidalgos, curas y sacerdotes humildes,
y los pueblos, los villorrios, las aldeas, por el Rey aragonés.
Bien podían mirarlo los sacerdotes y monjes, enamorados de
Francia, con cierto desdén, pues no se les alcanzaba entonces los
altos designios que inspiraban la mente de uno de los Reyes más
grandes de la España medieval y que menos se ha considerado, por
injusta incomprensión de sus contemporáneos, a pesar de que bien
merece ser destacado entre los artífices de la unidad española.
carlismo.es
112 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Y ahora, clñéndonos a nuestro objeto, veamos si a Alfonso el


batallador le corresponde o no ser considerado como el VII Al
fonso de Castilla. Veamos si ejerció actos de autoridad reales, y ex-
Doña pilquemos de una vez la cronología de los Alfonsos de España. Quizás
Urraca también esto nos servirá, andando el tiempo, para tener en cuenta
y otras cronologías que se han puesto en discusión. Es indudable que
Alfon- en EsPana se na considerado por muchos historiadores al Rey Ba
so "el tallador como el VII de Castilla. Sabían que, según el uso español.
Batalla- a' casarse Doña Urraca con el aragonés, el Rey era, mientras viviera,
,jor<« el esposo; luego pertenecía la Corona al hijo: Esta era la tradición;
decir lo contrario es empeñarse en oscurecer la verdad. No se expli
caría que lo que luego se concede a Fernando el C a t ó 1 i c o , se re
gatee a Alfonso el Batallador, y si no fuera por la pasión de unos
y el interés de otros, desde el primer día este asunto quedaría esclare
cido por la evidencia. En pleno período isabelino, en 1855, editada
en Barcelona y Madrid, encoframos una obra en la que figura Alfonso
el Batallador como Rey de Castilla (1).
Sabida es la condición de mujer liviana que tenía Doña Urraca;
agreste y montaraz era la de Don Alfonso el Batallador; eran
dos caracteres tan opuestos, que sólo la razón de Estado— unirse Ara
gón y Navarra con Castilla, para expulsar a los musulmanes—podía
ser la única excusa a tal matrimonio. Fué presionada indudablemente
Doña Urraca cuando los "condes e los nobles de la tierra e fuéronse
para la dicha Doña Urraca su hija, diciéndole ansí:— Tú non po
drás retener e gobernar el reino de tu padre, e
a nosotros regir, si non tomaredes marido, por lo cual te damos por
consejo que tomes por marido al Rey de Aragón." Pero, verificado, el
casamiento, halláronse en grave compromiso. Los dos consortes tenían
parentesco en tercer grado, y en aquella época era impedimento tal
que raramente se dispensaba. De aquí adolecen todas las luchas civiles
que entorpecieron por demás la obra del Batallador. Guerras
civiles que eran atizadas con el pretexto de nulidad del matrimonio,
y que se convirtieron en guerras de recio contenido social, pues los
pecheros formaron germanía contra los señores y se pusieron de parte
del Rey de Aragón. A éste le vemos irrumpir en Castilla, dominando
a los partidarios de su mujer, por la fuerza, poner presidios de arago-

(1) "Cronología de los Reyes de España".—En el tomo V de "Los


Héroes y las Maravillas del Mundo".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 113

neses y navarros en las ciudades principales, desterrando a don ber


nardo. Arzobispo de Toledo, y a otros varios Obispos influenciados
por costumbres y tradiciones galicanas. Y, ejerciendo su autoridad
Real, llegar al Monasterio de Sahagún, uno de los principales focos de
los galicanos, expulsar el Abad y colocar por Obispo de Burgos y
Abad de Sahagún a su propio hermano D. Ramiro, a quien sacó del pa
cífico claustro de San Pedro de Torneras. Este hecho era debido a
que el Rey tenía el derecho de Real Patronato, y no debía hacerse
el nombramiento sin contar con el patrono. Hablando sobre el par
ticular, dice Vicente de la Fuente: "Don Alfonso VI, que había enal
tecido el Monasterio, quiso tomar demasiada parte en su dirección,
y quiso algo de sus rentas, achaque de los Reyes de aquel siglo. Al
tiempo de su muerte, era abad un varón piadoso y recto, llamado
don Diego. Como buen prelado, deseaba dejar la carga que su con
ciencia hallaba pesada: esto solo basta para su elogio. Alegaba que
!a Reina no le miraba con buenos ojos, y que había tenido reyertas
con su padre para defender las inmunidades de la casa. A disgusto
admitió su renuncia don Bernardo, que a la sazón estaba en el Mo
nasterio. Aceleraron la elección, a fin de que el Rey de Aragón no lo
supiese a tiempo y "quisiera entremeter algún aragonés, o algún na
varro, o alguno de los suyos". Nombróse a uno, que murió ocho días
después, quizás del susto de verse nombrado; "e después de todo el
Convento habido e pensando, escogió un monje mancebo, puesto a
toda obediencia, afectada por humildad, ennoblecido por castidad,
dotado de letras... llamado Domingo. Súpole con ira el aragonés, y
tomóle a desacato. Andaba ya mal avenido el Rey con su mujer, y
deseando domeñar a su levantisca nobleza. En mal hora se acordó de
su hermano menor, llamado don Ramiro. El Rey Don Sancho Ramí
rez le había puesto en manos del Abad Frotardo, que regía el Mo
nasterio de San Pedro de Torneras, para que profesara allí la regla
de San Benito, ofreciéndolo a Dios, como Abraham a su hijo Isaac y
como Ana a Samuel en manos de Helí. Don Alfonso de Aragón, insti
gado por los burgueses, expulsó a don Domingo del Monasterio de
Sahagún, y puso allí por Abad a su hermano, el monje de Torneras. La
Reina tuvo desde entonces un partidario decidido en la persona del
joven Abad don Domingo; quizás le fuera antes; pues a su apolo
gista, más que cronista, no estuviera bien el decirlo" (1). Se refiere
el mismo historiador a la "Historia" de Sahagún, y de ésta

(1) Vicente de la Fuente.—"Historia Eclesiástica de España".


8
carlismo.es
114 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

copia un fragmento, del que reproducimos el comienzo: "El Rey, do


liéndose que bien que todas las cosas que estaban fuera del claus
tro él hobiese robado no de menos las cosas que eran dentro, que
estaban enteras y sanas, e por tanto, envió por su hermano, falso e
mal monje, llamado Ramiro, e mandólo que entrase en el Monasterio
de Sant Fagun e se enseñorease, y los monjes le tuviesen presiden
cia" (1).
Si Don Alfonso el Batallador guarnecía ciudades, si ejercía
el Real Patronato en el Monasterio de Sahagún, si la costumbre caste
llana había sido, como se ve en Doña Ormesinda, esposa de Alfonso I
el Católico; en Doña Adosinda, esposa de Silo; en Doña Mayor,
esposa de Sancho III el Grande (I de Castilla), y en Doña San
cha, esposa de Fernando I, ¿por qué razón se regatea al heroico
Rey aragonés su puesto entre los Reyes de León y Castilla? ¿Qué pre
cedente para tal cosa se ofrece en España? Ninguno.
Sutilizando, se dirá que era repulsa de castellanos y leoneses
contra un Rey extranjero. Mas tan extranjero era en Castilla y León
el aragonés Rey Alfonso, como lo era en su tiempo en Castilla el na
varro Sancho Garcés y en León el castellano Rey Fernando. Pero Jus
tamente el pueblo castellano era el partidario del Batallador, y
se oponía a éste el elemento extranjerizado. "Se ve por esto que la
guerra era social y política, que la cuestión era entre los pecheros, el
clero secular, el elemento nacional y las comunidades, apandillados
al lado del Batallador, y los señores feudales, los cluniacen-
ses, los obispos galicanos y el elemento extranjero combatiendo a
éste (2).
Perdióse para España una excelente ocasión de adelantar su uni
dad. El mismo historiador que citamos, y que tenia cierto prejuicio
que anunciaba en el mismo epígrafe de su capitulo (3) como "funesto
matrimonio de Doña Urraca y don Alfonso el Batallador", ha
de confesar que la Reina Doña Urraca no era la delicada señora que
pintan sus ciegos apologistas, ni Don Alfonso el Rey ladrón, salvaje,
huraño e idiota que han fingido sus detractores; que la aspiración de
éste era llevar a cabo la unidad monárquica de España, fundiendo en
una todas sus nacionalidades, impidiendo que Portugal y Galicia se
desmembraran de España y expulsando de ella completamente a los
l

(1) Vicente de la Fuente.—"Historia Eclesiástica de España".


(2) Vicente de la Fuente.—"Historia Eclesiástica de España".
(3) Vicente de la Fuente.—"Historia Eclesiástica de España".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 115

musulmanes, lo que no fuera muy difícil en tal caso. "La Providencia no


lo queria así, y, por ende, dióle una Doña Urraca, en vez de una
Isabel la Católica, y la Iglesia y la Monarquía tuvieron que ceñir toda
vía cuatrocientos años" (1).
Pero, se dirá: "Cómo, si Doña Urraca tenía un hijo de su primer
esposo, Raimundo de Borgoña?" Fácil es de suponer que, de no
haber tenido hijos Alfonso el batallador, como no los tuvo, hu
biera nombrado sucesor de Aragón a su entenado, ya que menos pa
rentesco le ofrecían todavía aquellas Ordenes Militares, a las que
legaba el Reino de Aragón; y su hermano Don Ramiro, el monje,
monje era y monje se hubiera quedado.
Vemos así que en el caso de Doña Urraca, como en el de las
demás hembras que heredaron el Trono de España, se da la particula
ridad de que no había varones en las ramas a que sucedían, y sólo
en líneas transversales separadas del tronco, como era Alfonso e 1
batallador y luego Fernando el- Católico. Y visto es que el
aragonés ejerció su potestad real, y sólo deja de ocuparse de Castilla
ruando repudia a Doña Urraca en Soria. Pero entonces levantan sus
pendones los gallegos y proclaman a Alfonso Raimúndez Rey de Cas
tilla y León.
Una objeción todavía pudiera presentarse, objeción no seria, pero ____
que podría impresionar la ingenuidad de unos y la frivolidad de otros,
nología
ie nos dirá: "Si Don Alfonso el batallador es el VII de Cas
de los
illa y León, ¿cómo arreglamos la cronología castellana y leonesa, ya
jue entonces el Rey Sabio hubiera sido XI en lugar de X, el XI sería Alfon-
entonces el XII y los dos surpadores de la casa de Borbón XIII y XIV, sos
espectivamente?"
Pues ello ha ocurrido, porque se ha considerado a Alfonso e 1 d e
as Navas como Alfonso VIII, pero con la agravante de que, no
labiendo sido nunca Rey de León, no tuvo otros predecesores en Cas
illa sino Alfonso VI el Bravo, Alfonso el Batallador y
llfonso VII Raimúndez y, por lo tanto, no hubo hasta entonces en
lastilla más que cuatro Reyes que llevaron el nombre de Alfonso,
n este orden, no hay duda que en León la cronología queda perfecta-
íente fijada en Alfonso VII (el aragonés Rey Batallador) ; Al-
onso VIII, hijo de Doña Urraca y don Raimundo de Borgoña, Alfon-
o IX, que quedaba ya con su número correspondiente, y es el hijo
e Fernando II y de Doña Urraca de Portugal.

fl) Vicente de la Fuente.—"Historia -Eclesiástica de España"


carlismo.es *-~ —

116 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

El caso de Doña Berenguela merece también algo de atención:


Doña Berenguela renunció a la Corona bien pronto en su hijo
San Fernando. Su prudencia fué tal, que, contra nuestra tesis de que
El caso el esposo era Rey que gobernaba, no se podría elevar objeción, aun
de cuando hubiese ceñido años y años Doña Berenguela la Corona. Al
Doña fonso el de las Navas, no había tenido como sucesor masque
a un varón, Enrique I. Muerto éste, la disposición paterna llamaba a
Beren-
las hijas, en la persona de Doña Blanca. Ahora bien: a Doña beren
guela
guela podía habérsele disputado la Corona por su hermana o por
su sobrino Luis X de Francia, San Luis entre los santos de la Iglesia
católica. Pero nunca lo hubieran podido hacer con sombra de dere
cho, porque el matrimonio estaba disuelto. Recordemos una vez más
que en 1177, Alfonso IX de León se casó con Doña Berenguela de Cas
tilla, hija de su primo hermano Alfonso el de las Navas. E!
Papa Inocencio III se declaró contra este enlace, y negó la dispensa a
los embajadores de ambos Reyes. En 1200, Doña Berenguela dió a
luz a San Fernando. Inocencio III, sabiendo que aún vivían juntos
Don Alfonso y Doña Berenguela, los excomulgó, en 1212, y puso en
entredicho al Reino de León. Por fin, comprendieron los Reyes que
procedía ceder, y en 1214 consintieron en separarse, después de tener
cinco hijos: San Fernando, Alfonso, Leonor, Constanza y Berenguela.
AI anular el enlace de Alfonso IX con Doña Berenguela, Inocencio 111
legitimó sus hijos, y el primogénito, Fernando, fué reconocido here
dero de la Corona en las Cortes del mismo año. Este sucedió a su
tío Enrique I en 1217, es decir, tres años después de estar el matri
monio de Alfonso IX con Doña Berenguela anulado. La Corona de
Castilla no podía ser pretendida por Don Alfonso IX más que ale
gando que la sucesión masculina de Sancho III había quedado termi-
nada, pero ya hemos visto que las líneas transversales no eran teni
das en cuenta en aquellos tiempos.
El gran Y vayamos al caso de Fernando el Católico y de Doña
ejem Isabel. No regían "Las Partidas", hemos dicho, porque en este caso
plo de mal hubieran andado los defensores de la sucesión femenina. En la
Isabel Partida 2.5, título 1.2, ley IX, se dice, al tratar de cómo se adquiere
la el derecho a la Corona: por casamiento, "o esto es, cuando alguno
Cató casa con dueña que es heredera del Reino", y también en la Partida
lica 2.3, título XV, ley III, al hablar de los guardadores del Rey niño, "«
que le tengan (al Señorío) en paz e en justicia fasta
que el Rey sea de edad de 20 años: e si fuese f i i «.
la que hobiese de heredar, fasta que sea casad a .
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 117

Doña Isabel fué proclamada contra su sobrina Doña Juana 1 a


Beltraneja, por considerar a ésta hija bastarda de la Reina. Ha
bía muerto ya el Infante Don Alfonso, hermano de Isabel la Católica.
El único que podia pretender la Corona era Fernando II de Aragón,
como descendiente de Juan I de Castilla. Tuvo sus partidarios. Tal
se desprende de la contestación que los grandes de Castilla, reunidos
en Segovia, dieron a la consulta que les fué hecha, sobre si a la
muerte de Enrique IV heredaba el trono Doña Isabel, su hermana,
o Don Fernando. Lo reproducimos de Aparisi (1), quien a su vez lo
recoge de Abarca:
"No se le hallará ejemplo en que, habiendo Príncipes de la va
ronía real de Castilla o León, haya heredado la hembra su corona. Y
si esto quieren observarlo los que contradicen a la sucesión y go
bierno de Don Fernando darán con todos sus ejemplares en tierra : los
cuales son también contrarios a Doña Isabel, si pretenden, como
dicen, excluir, ya que no del nombre, de la verdad de Rey a su ma
rido, pues aunque muchas veces sucedió o pareció suceder mujer en el
Reino, pero la verdad más para sus maridos o para sus hijos que
para ellas, pues no ellas, sino ellos gobernaron y manda
ron, o por el derecho de la conveniencia pública o por el honor
de la nación castellana, que, como tan militar, se desdeñaría de que
el Reino ganado y conservado a fuerza de espadas y lanzas depen
diese de la rueca y aguja. Decían también que hacia aqui hablaban
todos los ejemplares, pues Doña Berenguela, para huir de esos esco
llos, apenas murió su hermano Don Enrique el I, cuando entregó el
Reino a Don Fernando el Santo; ni Doña Urraca lo tuvo jamás,
sino ya en el marido, ya en el hijo, que le tomó a su mano en
vida de la madre. Las otras tres Reinas más antiguas, Doña Sancha,
Adosinda y Ormesinda, tampoco gobernaron, sino sus maridos, Don
Fernando el Magno, Don Silo y Don Alfonso el Católico; ni
éstos sucedieron por herencia o por elección, como Don Alonso y
Don Silo, o por las armas, como Don Fernando, que se hizo coronar
por fuerza en León; y éste, cuando no se conocía descendiente le
gítimo y cierto, o cercano por varonía de aquella casa. En suma,
aseguraban que el derecho a la sucesión por vía de primogenitura no
se podía, por ejemplo, aplicar a las hembras, y menos contra los
Príncipes legítimos de la sangre, porque éstos eran todos los ejempla
res de aquella Corona; sino se añadía el del Condado de Castilla, en

(1) Aparisi y Guijarro.—"La Cuestión Dinástica".


carlismo.es \

118 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

el que faltó también la varonía, cuando sucedió a su infeliz hermana


Doña Nufta, que tampoco gobernó; pues en vida de ella lo mandaba
todo muy a solas, primero su marido (Rey de Aragón y Navarra) Don
Sancho el Mayor, y después su hijo Don Fernando, llamado e 1
Magno de León, como Señor absoluto de Castilla, sin dependencia
del gobierno de la madre, y aun asi la compañía de su persona."
Salvó la difícil situación la inteligencia preclara y el gran cora
zón de Doña Isabel la Católica. Recogemos el discurso que la
discreta gran Reina dirigió a Don Fernando, tal como lo dió el
P. Mariana (1).
"Donde "La diferencia que se ha levantado sobre el derecho del Rey no
yo menos que Vos me ha disgustado; ¿qué necesidad hay de deslizar
fuere los derechos entre aquellos cuyos cuerpos, ánimos y haciendas, el
Reyna, amor muy casto, y el vínculo del santo matri
monio tiene atados? Sea a las otras mujeres lícito tener al
Vos
guna cosa propia, y apartada de sus maridos: a quien yo he en
sereys
tregado mi alma, ¿por ventura será razón ser
Rey"
escasa de franquear con el mismo la autoridad,
riquezas y cetro? ¿Qué fuera esto, sino cometer delito
muy graue contra el amor que se deuen los casados? Sería yo muy
necia, si a Vos solo no estimase más que a todos los Reynos. Don
de yo fuere Reyna, Vos sereys Rey; quiero
dezir: Gouernador de todo sin límite ni excep
ción' alguna Esta es nuestra determinación, y será
para siempre oxalá también recebida como en mi pecho assentada.
Alguna cosa era justo disimular por el tiempo, y mostrar haziamos
caso de los Letrados, que con sus estudios tienen ganada reputación de
prudentes. Mas si por esta porfía los Cortesanos y Señores pensaran
haberse adelantado para tener alguna parte en el Gouierno, ellos en
breue se hallarán muy burlados; si no fuere con vuestra voluntad,
no alcanzarán cosa alguna, sea honras, cargos o gouiernos. Verdad
es que dos cosas en este negocio han socedido a propósito: la primera,
que se ha mirado con esto por nuestra hija y asegurado su sucesión,
la qual, si vuestro derecho fuere cierto, quedaua excluyda de la heren
cia paterna; cosa fuera de razón, y que a nos mismo diera pena. Que

(1) "Historia General de España. — Compuesta primero en latín, y


luego en castellano, por Juan de Mariana, de la Compañía de Jesús. De nuevo
corregida y muy aumentada por el mismo. Tomo segundo.—Año 1616.—Con
licencia y privilegios. En Madrid, por Juan de la Cuesta. A costa de Alonso
Pérez, mercader de libros." Libro vigésimocuarto. Capítulo V. Pgs. 411-12.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 119

da otrosí proueido para siempre, que los pueblos de Castilla sean


gouernados en paz. Que dar las honras del Reyno, y los castillos, las
rentas, los cargos, a estrenos, ni Vos lo querréis, ni se podría hazer
sin alteración, y desabrimiento de los naturales: Que si esto mismo
no os da contento, vuestra soy, de mí y de mis co
sas hazed lo que fuere vuestra voluntad y
merced. Esta es la suma de mis deseos y determinada voluntad."
He aquí por qué en la cronología de los Reyes de España, y No pre-
particularmente de Castilla, figura Fernando V. He aquí por qué no valecen
hubo en España una Isabel I, aunque así, para destacarla en la Histo- las
ria, algunos la han designado como tal. hcm-
No nos ocupemos de Aragón. En Aragón, oficio de reinar era bras
oficio de varones. El caso de Doña Petronila es único, pero, al mismo
tiempo, ejemplar. Doña Petronila fué Reina propietaria, pero no go
bernaba, y sólo la modestia de aquel gran conde de Barcelona, Ramón
Berenguer IV, impidió que éste se titulara, como debía. Rey de Aragón.
Y entramos en la última de nuestras preguntas. Es la que nos
acerca más a la cuestión de 1533. ¿Prevalecieron en la sucesión las
sobrinas a los tíos paternos? Volvamos a recoger lo que nos dice la
historia de España.
En el Reino de Castilla nos encontramos con un caso curioso: bas
tarda por bastardo, hubiera tenido más derecho la hija de Pedro el
Cruel que Don Enrique el de las Mercedes, sí hubiera sido
cierta la preferencia de la hija del Rey. Sin embargo, prevalece éste,
y cuando luego se termina el pleito, es un arreglo de familia lo que se
nos ofrece al examen. Sabido es que Pedro I de Castilla no había
dejado hijos legítimos, pero si varias hijas de diferentes concubinas. De
ellas, las llamadas Doña Constanza y Doña Isabel, habían casado, una,
con el duque de Lancaster, y la otra, con el duque de Cambridge, hijos
de Eduardo III de Inglaterra. Después de la guerra civil, en la que pe
reció asesinado Pedro I, ascendió al Trono su hermano bastardo En
rique II el de Trastamara. Prevalecía, pues, el tío bastardo sobre
sus sobrinas, también bastardas. Aunque se esforzara con sus mercedes
enriqueñas el nuevo Rey, repugnaba a los castellanos su forma de llegar
al Trono. Era por una rebelión contra su hermano, por un fratricidio,
que sublevaba la conciencia al pueblo; se agitaban los disconformes al
rededor de las pretensiones del duque de Lancaster, que, al reclamar
los derechos de su esposa, desafiaba al fratricida y amenazaba la paz
de Castilla. Treinta años después, se hallaba la solución: Enrique III el
Doliente, hijo de Juan I y nieto de Enrique II, se casaba con Cata
carlismo.es
120 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

lina de Lancaster y se unían las dos ramas que se disputaban la Corona;


pero téngase en cuenta que lo que buscaba la de Trastamara no era
legitimarse, ya que la de Doña Constanza tampoco era legítima, sino
hacer olvidar aquel borrón que sobre la frente de Enrique II marcaba
la señal de Caín.
En Aragón tenemos casos de preferencias del tio a la sobrina. En
1395 fallecía el Rey Juan I, y le sucedía su hermano el Rey Martín
el Humano, a pesar de que el primero había tenido una hija, Jua
na, casada con Mateo, conde de Foix, y otra. Violante, segunda es
posa de Luis II, Rey de Nápoles, duque de Anjou y conde de Provenaa.
En Navarra también tenemos otros ejemplos. En 1316 murió el
Rey Luis, que reinó en Francia con el nombre de Luis X el Hutin,
dejando una hija llamada Juana; sin embargo, no le sucedió ésta, sino
Felipe V de Francia, llamado el Largo, tío de Juana. A su vez,
este Rey tuvo cuatro hijas: Juana, condesa de Borgoña y de Artois,
casada con Eudo IV, duque de Borgoña; Margarita, casada con Luis de
Crecy, conde de Flandes; Isabel, esposa de Guignes VIII, Delfín del Vie-
nesado, y Blanca, religiosa de Longchamp. Tampoco heredaron éstas, sino
su otro tío, Carlos IV el Hermoso, Rey de Francia, primero de
su nombre en Navarra. Sólo extinta la casa de Capeto en Francia, fué
llamada al Trono Juana hija de Luis, casada con Felipe de Evreux, el
cual, compartiendo el Trono con su esposa, fué en realidad Felipe II
de Navarra.
Todos éstos son precedentes que no tuvieron en cuenta los partida
rios de la sucesión femenina. No era, por lo tanto, la vieja ley española
favorable a la sucesión de las hembras, como se llegó a hacer creer
al filósofo Bonald. Mas pronto éste se identificaba con la verdad
histórica, cuando el gran escritor y pensador, defendiendo el derecho
de Don Carlos María Isidro, decía : "Enmedio de tantos errores polí
ticos, de los que somos testigos y víctimas, la sabia, grave, heroica Es
paña quisiera dar el ejemplo de la más funesta, y en las circunstancias
en que se encuentra la sociedad europea, el más extraordinario error.
¿Es que España estaría cansada de ser gobernada por Reyes nacidos y
criados en su seno, y aspiraría a pasar bajo el dominio de Príncipes
extranjeros?" (1).
No es, por lo tanto, éste el caso en que se podrían aplicar aquellas
palabras dél Obispo de Jaca, don Antolín López Peláez, contestando a

(1) Vizconde de Bonald.—"Renovateur.—Courier de l'Europe".—1.° de


Junio, 1833.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 121

unos adversarios que aplicaban erróneamente— y hasta con designios


sectarios— la palabra tradicionalmente : "Ni porque una cosa
sea tradicional— decía— , es por eso más laudable; cuanto más antiguas
son las malas costumbres, más malas son" (1). En efecto, la Tradición
española había sido más sabia que los legislas liberales: no habla
encerrado a las dinastías dentro de los límites de la rígida y férrea 1 e y
sálica francesa. Habia recogido la ductilidad de aceptar las hembras
a falta de consanguíneos varones del último reinante, pero estas hem
bras recogían y heredaban la Corona y la transmitían de hecho y hasta
dentro del derecho a sus esposos, hasta que los hijos estaban en edad
de poder ceñirla.
Y entonces, desesperado el partidario de la sucesión femenina, Se da
preguntaré: ¿Cómo se explica que Felipe V legislara dando una ley fjn a la
de sucesión, si ésta existía en España? Lo que se tiene que conocer polé-
es lo que innovó Felipe V y conservó de nuestra legislación. De esta míca
última, el que a falta de sucesor varón, extintas las ramas agnaticias,
entrara a reinar la hembra más próxima al último varón reinante; y,
en cuanto a innovación, el llamamiento de los varones descendientes
por línea de varón de varones, de todos y cada uno de los hijos del
fundador de la dinastía, Felipe V. Es decir, ia preferencia sobre las
hembras de los varones de la rama española de la casa de 5orbón,
antes de que recayera la Corona sobre la frente de una hembra. Así
se evitaba que magníficos sueños, como los de Alfonso el Batalla
dor, pudieran quedar otra vez malogrados, y también se impedía que
se reprodujera aquella división de pareceres de los días de Isabel y
Fernando, sobre quien era el verdadero heredero; se unificaba la ley
sucesoria para todos los Reinos, en igual, de España: Castilla y León,
Aragón y Navarra. Esta es la gran obra de Felipe V: evitar la diver
gencia entre los estados de la Corona de las Españas y fijar claramente y
para siempre una sucesión que debería haber impedido las guerras
dinásticas en España.
Hemos expuesto lo que antecede para demostrar que, fracasado el
intento de apoyarse en la Pragmática, la sofistería histórica y
legal recurrió a argumentos que no tenían tampoco arraigo en la Tradi
ción española... Y, para terminar este asunto y apurarlo hasta la quinta
esencia, queremos examinar el reproche personal hecho a Felipe V
de que él había sido ingrato con la ley que le llamaba al Trono de

(1) "Diario de Sesiones del Senado". Sesión del 27 de Octubre ds 1910.


carlismo.es
122 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

España, pues subió, al mismo por derecho de mujer: su abuela Mana


Teresa, esposa de Luis XIV.
Pero ni en esto tienen razón. Bien sabe Dios y a la vista esté,
especialmente en el tomo I de esta HISTORIA, que tal vez seamos
nosotros de los que más duramente calificamos el advenimiento de la
casa de Borbón a España. Quizás entre los autores de esta obra los
haya excépticos como nadie sobre los derechos de Felipe V y el
valor del testamento de Carlos II. Pero la única cosa qué no nos
entrarla nunca en la mente seria reprochar a Felipe V esta supuesta
ingratitud. Al morir Carlos II de España, los dos pretendientes descien
den de España por línea femenina, y no usó Carlos el Archiduque de nin
guna pretensión al derecho como descendiente por linea varonil de
Fernando de Alemania, hermano del Emperador Carlos V. En aquel
momento esta ascendencia había tomado el mismo carácter que la
que tenía la de el B a t a 1 1 a d o r , y en la descendencia de Carlos
el Emperador estaba absolutamente extinta la sucesión varonil de la
casa de Austria en su rama española.
Ya decimos antes que ésta fué la polémica de un siglo sobre la
cuestión sucesoria. Pero, en realidad, todo se revolvía a lo mismo: ¿Era o
no válida la Pragmática Sanción? Al morir Fernando Vil,
¿estaba vigente la ley de 1713, o la Pragmática de 1630? Ya
hemos respondido y han respondido por nosotros Aparisi, Magín Ferrer
y Cos. Y con ellos y con nosotros, la verdad y la justa interpretación
del Derecho español y de los hechos históricos.
carlismo.es

CAPITULO V

SEMBLANTE SOCIAL Y POLITICO DE ESPAÑA


EN OCTUBRE DE 1833

Como un volcán en latencia. — Los emigrados, incorregi


bles. — El Clero y el Ejército. — Cambios de mandos. — Los
voluntarios eran unos figurantes. — La aristocracia, adhesio-
nista. — Inconsciencia de los realistas. — Sobre el testamento
de Fernando VIL — El manifiesto del 4 de Octubre. — Opi
nión de Balmes. — La prensa extranjera. — La España llena
de sí misma. — Protesta, malograda, de la Milicia realista en
Madrid. — Hacia la intervención de las tropas españolas en
Portugal

Cuando moría Fernando VII, el 29 de Septiembre de 1833, la guerra


civil de España, no es que fuera a comenzar: entraba en una nueva Como
fase. La historia de este reinado es un constante mentís a la baladronada, un
repetida en el curso del siglo XIX por los políticos y los historiadores volcán
liberales, de que el carlismo era el desate de una secta en torno a un en
hombre, al solo efecto de mandar, para satisfacción de unos apetitos latencia
en los goces del poder. Precisamente la verdad obliga a reconocer, y
no tienen otro remedio que reconocerlo así muchos de aquellos histo
riadores, que la guerra franca, con carácter definido, puestos frente
a frente unos y otros parciales en toda España, no había estallado
antes por la resistencia inconmovible e insobornable de Don Carlos a
alzar su propio caudillaje, mientras ocupara el Trono, en plena atri
bución de los derechos heredados, su hermano Fernando. A pesar
carlismo.es
124 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

de esa abstención del Infante, la guerra llevaba más de veinte años de


encendida, y era como un volcán en latencia, activo en la entraña
de la conciencia nacional, y en impetuosa erupción cada vez que se
quiso sofocarlo. Lo mismo en lo moral que en lo fisico, los pecados
contra naturaleza se pagan siempre. La naturaleza de la nación es
pañola era su propia Tradición, el amor a sus costumbres y a sus leyes,
el respeto a su fe, la conservación de sus Instituciones Reales, con
todo el espiritu y las formas concretas con que presidieron y encauza
ron los destinos de España, cubriéndolos de gloria. Contra esto, tan
sustancial, tan legitimo, se habían pronunciado habilidosamente, artera
mente, los nuevos doctores— más curanderos, hechiceros y exorcistas
que doctores—, empeñados en que España, a la trágala— y esta palabra
dió precisamente nombre a una fase del período que estamos recor
dando, y que estudiado queda en el volumen anterior—, se embriagara
y envenenara con un brevaje constituido por la mezcla monstruosa de
muchos errores, entre antiguos y modernos, que siempre nuestro buen
gusto teológico repugnó: el luteranismo— concreción de herejías medie
vales y de más seculares concepciones paganas—, y sus sectas deri
vadas: el filosofismo racionalista anticatólico, el jansenismo, el maso-
nismo, el enciclopedismo, el regalismo, el republicanismo y el socialismo,
ya embrionario, todo ello bajó la etiqueta de liberalismo. Mientras
contra semejante mezcolanza, se rebelaba España, a la vez que de
fendía su suelo patrimonial en la guerra de la Independencia, la anti
España, emboscada y solapada lejos de los campos de la lucha por
el honor de la Patria, se empeñaba, con su audacia, en hacer cuajar
en una Constitución, precisamente el bagaje ideológico que los soldados
invasores traían en sus mochilas. De manera que, en plena lucha
con el enemigo exterior, se engendraba la guerra interior, impuesta por
una oligarquía de afrancesados, de pedantes, servidores de lo exótico,
que, maniobrando desde las logias, desplegaban las guerrillas de la
plebe engañada y sobornada para que coaccionara, de palabra y de
obra, a los diputados tradicionalistas de 1812, acumulando así en el seno
del volcán, que esa oligarquía alimentaba, justos deseos de represalia
del país entero, el cual, pese a la serenidad de los personalmente más
"ofendidos, como queda bien manifiesto en el mensaje llamado de "los
Persas", se desató en 1814, al regreso del Rey del cautiverio, y tuvo
sucesivamente brotes alternativos, pequeños y grandes, en los pronun
ciamientos militares anteriores al golpe de Riego, en 1820, en los moti
nes liberalescos que agitaban los "clubs" y otras sociedades secretas, y
en el gesto de la Guardia Real cuando se desplazó a El Pardo, y en el
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 125

trunfo de los "morriones", el 7 de Julio, y en la aparición más o menos


endémica de partidas realistas, y en las pugnas entre "blancos" y "ne
gros", "serviles" y "constitucionales", "persas" y "comuneros", y en los
ejércitos de la Fe, y en los "malcontents" de 1827— ahora ya fundidos
en el carlismo marcial—, y entre moderados y exaltados, dentro del
liberalismo, con algunos realistas de poca enjundia o de mayor ambi
ción, paliadores del orden revolucionario que, a la vuelta de un
siglo, habría de verse rebasado, desbordado, lógicamente, al perder
lo que ahora se llama el "control" de las masas del "Frente Popular".
La guerra carlista, pues, es la última fase, ya encauzada, de los
anteriores discontinuos arroyos de sangre vertidos en defensa de lo
nacional, de lo tradicional, contra la imposición de pautas extranjeras
o extranjerizantes. Tal imposición iba contra el sér natural de España,
y al fin pagaron su culpa, su pecado los liberales de 1812 en 1936. Y
como esos pecados de carácter social, socialmente se purgan, el terrible
escarmiento de que todos nos sentimos dolidos alcanza lo mismo a
los hombres de buena voluntad que a los de perversa Índole.
Alrededor de la causa carlista, al estallar la primera guerra, se
agrupa el pueblo, la mayoría del pueblo, el mismo de la santa guerra
de la Independencia: sacerdotes humildes de las villas y aldeas, labra
dores de sana hombría de bien— como el alcalde de Roa, pongamos
por ejemplar, uno entre millares—, llenos de espíritu religioso: gente
sencilla y aparentemente poco culta, pero con la suficiente cultura fun
damental, la de la tradición teológica, aprendida de padres a hijos en
la cátedra hasta entonces incontaminada del hogar, y, por supuesto,
más perspicaz que los infaustos intelectuales cristinos, ya que sa
bían, o comprendían, al menos, o tenían la intuición del abismo en ^OS
que iba a hundirse la Patria, mientras que aquellos poetas, aquellos emigra-
economistas, aquellos escritores que seguían las banderas del libera- dos, in-
lísmo, no eran capaces de prever (con lo que les hacemos gran honor) corre-
el cúmulo de desdichas, de vergüenzas, de ruinas y de destrucción que gibles
sus ideas debían aportar a España.
Al morir Fernando VII, siguen entrando los emigrados, mediante
las mercedes que desde 1825 se concedían a los aparentemente "arre
pentidos", y el cupo aumenta con los que se acogieron a la amnistía
de Octubre de 1832, y se colma todavía por el decreto de 23 de
Octubre de 1833, que alcanza a los exceptuados con la famosa frase
de Cristina "muy a pesar mío" (1), porque eran delincuentes contra

(1) Apéndice primero del tomo segundo.—Doe. núm. 13., pág. 273.
carlismo.es
126 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

la Realeza. Se les permitía volver a España con el goce de sus derechos,


grados y honores, posesión de sus bienes o ejercicio de su profesión.
Eran los tales don Agustín Arguelles, don Alvaro Gómez becerra (t),
don Angel Saavedra, más conocido luego por su titulo de duque de
Rivas y por sus romances y dramas de corte romántico; don Antonio
Pérez de Meca (2), don Antonio Martínez de Velasco (3), don Cayetano
Valdés, d«)n Diego González Alonso (4), don Dionisio Valdés, don Do
mingo Ruiz de la Vega (5), don Felipe Bauza (6), don Gregorio Sáenzde
Villavieja (7), don José Moure (8), don José Muro (9), don Juan
Oliver, don Manuel Herrera Bustamante, don Manuel Llórente (10),
don Mariano Sierra (11), don Mariano Lagasca (12), don Mateo
(1) Alvaro Gómez Becerra. Nació en Cáceres en 1731. Fué diputado
en las Cortes de 1822 y 1823, y regresó a España de la emigración en 1833.
Adherido a Doña Isabel. Ministro de Gracia y Justicia en 1835 y 1840, y
presidente del Consejo de Ministros, con la Cartera de Gracia y Justicia, en
1843. Diputado por Cáceres y senador por Badajoz, y luego vitalicio. Falle
ció en 1855.
(2) Antonio Pérez de Meca, conde de San Julián.—Diputado en el se
gundo período constitucional fernandino. Adherido a Doña Isabel, fué diputado
por Granada y repetidas veces por Murcia, y más tarde senador vitalicio.
(3) Antonio Martínez de Velasco. Era sacerdote y párroco de San Mar
cos, de Madrid. Regresó a España en 1834, en cuyo año fué nombrado ca
nónigo de Valencia. Diputado por Burgos, Obispo intruso de Jaén, no
reconocido por la Santa Sede. Senador por Valencia.
(4) Diego González Alonso. Después de su regreso a España, fué diputado
por Cáceres, y luego por Salamanca, y más tarde senador por Cáceres.
(5) Domingo Ruiz de la Vega. Nació en Sevilla en 1789. Fué profeso:
de la Universidad de Granada y diputado . en el periodo constitucional fer
nandino. En tiempos de Doña Isabel, senador por Alava, y luego vitalicio,
habiéndose dedicado a cuestiones culturales. Ministro de Gracia y Justicia en
1838. Falleció sobre 1871.
(6) Felipe Bauzá y Cañas. Capitán de navio y matemático. Nació en
Palma de Mallorca en 1774. Diputado a Cortes en 1823, y emigrado cuando
la reacción realista. No regresó a España, a pesar del indulto de María
Cristina, y falleció en Londres en 1834. Como cosmógrafo, se distinguió no
tablemente, siendo el autor de la excelente carta del Seno Mejicano.
(7) Gregorio Sáenz de Villavieja. Sacerdote, cura de San José, de Ma
drid. Diputado en 1823, a su regreso a España; en 1834 fué nombrado canóni
go de la Catedral de Valencia, se adhirió a Doña Isabel y fué diputado por
Lugo y repetidas veces por Orense.
(8) Juan José Moure. Diputado en 1833. A su regreso a España se ad
hirió a Doña Isabel, y fué diputado por Lugo y repetidas veces por Orense.
(9) José Fermín de Muro. Diputado en 1833, adherido a Doña Isabel,
fué diputado por La Coruña.
(10) Manuel Llórente. Diputado en 1823, se adhirió a Doña Isabel y
fué diputado por La Coruña.
(11) Mariano Sierra y Moya. Después de su regreso de la emigración,
figuró en el partido isabelino, siendo diputado a Cortes.
02) Mariano Lagasca y Segura. Nació en Encinacorva (Teruel) en 1776.
Célebre botánico español. Había sido en tiempo de Carlos IV director del
Jardín Botánico de Madrid, cargo en el que quiso confirmarlo José Bonaparte,
pero que no aceptó, marchando al campo nacional, en el que sirvió como
médico del Tercer Ejército. Diputado en 1823, emigró al triunfo de las armas
realistas. Durante su emigración a Inglaterra, se dedicó al cultivo de las
ciencias regresando a España al ser amnistiado y falleciendo en 1839.
r
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 127

Ayllón (1), don Mateo Seoane (2), don Martín Serrano, don Miguel
de Alava, don Pablo Montesinos (3), don Pedro Alvarez Gutiérrez,
don Pedro Bartolomé, don Pedro Juan de Zulueta (4), don Pedro
Surrá (5), don Ramón Adán (6), don Ramón Gil de la Cuadra (7), don
Rodrigo Valdés Busto (8) y don Vicente Salvé (9).
Decía en prosa oficial la Regente, al referirse a ellos: "de cuyo pací
fico y leal proceder estoy asegurada', aunque entre todos habrán de ex
cusarla años más tarde. Fueron, por supuesto, importante refuerzo para
los liberales cristlnos, y, excepto algunos, muy pocos, que no intervi
nieron ya en lugar preferente de las luchas políticas, los más, arrimá-

(1) Miguel Mateo Ayllón. Diputado constitucionalista en 1823. Después


de su regreso a España, fué repetidas veces diputado por Sevilla, y tam
bién por Cuenca y Huelva. Por dos veces ocupó la cartera de Hacienda en
1843, en los Gabinetes presididos por Joaquín Maria López, del 9 al 19 de
Mayo, y del 23 de Julio al 20 de Noviembre.
(2) Mateo Seoane y Sobral. Nació en Valladolid en 1798. Diputado en
1821 Emigró y regresó al servicio de Doña Isabel. Distinguido médico, había
dedicado su estancia en Inglaterra al cultivo de las ciencias. Organizó des
pués de la guerra civil la Sanidad Militar, y luego hizo grandes trabajos para
la reglamentación de la Sanidad Civil. Falleció en 1870.
(3) Pablo Montesinos. Pedagogo español. Nació en Fuente de Carnero
(Zamora), en 1781. Diputado en 1822. Adherido a la causa liberal extremista,
tuvo que emigrar en 1823. Regresó adherido a Doña Isabel. Fué director
general de Instrucción Pública en 1834, y su labor fué notabilísima. Fué dipu
tado por Cáceres, primero, y luego por Badajoz. Falleció en 1849.
(4) Pedro Juan de Zulueta y Madariaga, conde de Torre Días. Diputado
constitucional en 1823, después de su regreso a España adherido a Doña Isabel,
fué nombrado por esta señora senador vitalicio. Habiendo sido electo dipu
tado por Cádiz, para las Cortes del Estatuto, renunció al acta.
(5) Pedro Surrá y Rull. Diputado de los más extremistas de 1823,
después de su regreso de la emigración fué diputado repetidas veces por
Gerona y ministro de Hacienda en 1841.
(6) Ramón Adán.—Perteneció a las Cortes constitucionalistas del se
gundo período liberal del reinado de Fernando VII. Después de su adhesión
a Doña Isabel y de regresar a España acogido al indulto de 1833, fué diputado
por Jaén.
(7) Ramón Gil de la Cuadra. Nació en Valmaseda en 1775. Partidario
de las ideas liberales, fué ministro de Ultramar en 1820. Emigró al triunfo
realista en 1823; regresó acogiéndose al indulto de 1833, adherido a Doña
Isabel. Fué ministro de Fomento en 1835; luego, de Gobernación, en 1836, para
pasar a la cartera de Marina en el mismo año. Falleció en 1860. Había sido
senador por Tarragona.
(8) Rodrigo Valdés Busto. Sacerdote. Diputado liberal en el segundo
período constitucional. Regresó a España adherido a Doña Isabel. Fué dipu
tado por Oviedo en 1836, y senador por León, más tarde. Obispo intruso de
Tarazona, no fué reconocido por la Santa Sede.
(9) Vicente Salvá y Pérez. Nació en Valencia en 1786. Catedrático de
Griego, filólogo eminente.y bibliógrafo que merece todavía la mayor autoridad,
se había inclinado por las ideas liberales a pesar de sus buenos servicios
durante la guerra de la Independencia. Fué diputado suplente por Valencia en
1820, y propietario por el mismo distrito electoral en 1822-23. Residió largo
tiempo en Inglaterra, donde adquirió nombradla, y también en Francia. Des
pués del indulto, adherido a Doña Isabel, fué diputado por Valencia en 1836.
carlismo.es TI

128 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

ronse al bando del progresismo exaltado. De los nombres.que acabamos


de citar, en realidad sólo merecían, por otros órdenes, que por el po
lítico, volver a la Patria, el cosmógrafo Bauza, el botánico Lagasca, y
se distinguieron en distintas actividades culturales el poeta duque de
Rivas, el pedagogo Montesinos y los médicos Ruiz de la Vega y Seoane,
pero al buen nombre de éstos, los demás formaron parte de la turba de
políticos de los distintos partidos que fueron empobreciendo y envile
ciendo a España, mientras la llevaban por las rutas de la revolución
liberal.
El Cíe- En la Iglesia Española babfa mayor cohesión en pro de los dere-
ro y el cnos Infante. El clero rural, que tan alto habia sostenido el nom-
Ejér- Dre ^e lfl r>a*ria en lfls guerras de 1808-14 y de 1822-23, se volcaba
ráfQ por los carlistas. No asi tanto el de las grandes ciudades, aunque se ha
probado que, si bien no se manifestaba mucho, la gran mayoría tenia el
corazón y las esperanzas en la causa carlista. El alto clero era en su
mayor parte antiliberal, pero algunos Jerarcas del mismo se inclinaron
prontamente por Doña Iasbel. Entre éstos destacan el Arzobispo de Bur
gos, don Ignacio Rives y Mayor (1), si bien procuraba fluctuar entre los
dos partidos. El Obispo de Valladolid. clon José Antonio Rivadeneira
(2), también se manifestó isabelino, y el Arzobispo de Valencia, don
Joaquín López y Sicilia (3), publicó una pastoral sosteniendo la le
gitimidad de Doña Isabel. Lo mismo hizo en sus escritos el Abad de
San Cucufate del Vallés (4). Pero pronto la revolución enseñó a éste
como al Arzobispo de Tarragona, Echanove, el pago que da el diablo
a quien le sirve. Isabelino fué, asimismo, el Obispo de Málaga, don
Juan José Bonel (5), que más tarde fué Cardenal de la Iglesia
Romana.

(1) Ignacio Rives y Mayor. .Había sido Obispo de Calahorra en 1829. y.


trasladado a Burgos, cuya sede metropolitana ocupó hasta la muerte, ocurrida
en 1840.
(2) José Antonio Rivadeneira y González, nació en la casa de JLourey-
ro, de la parroquia de San Miguel, de Buciños (Lugo), en 1774. Preconizado
Obispo de Valladolid, en 1831, fué el último que ocupó esta sede en calidsd
de tal. pues después fué elevada a la categoría de metropolitana. Falleck
en 1856.
(3) Joaquín López y Sicilia. Fué Obispo de Coria en 1824 a 1830. Arzobis
po de Burgos de 1830 a 1832, y de Valencia, donde murió.
(4) Era éste D. Lino Matías Picado Franco, que hemos señalado re
mo escritor en el período fernandino. Fué entusiasta de Doña Isabel desde
el comienzo de la cuestión sucesoria.
(5) Juan José Bonel y Orbe. Nació en Pinos del Rey, Valle de Lecrin
(Granada), en 1782. Obispo electo de Ibíza, en 1830; Obispo de Málaga, de
1830 a 1833, pasó a ocupar la sede de Córdoba en dicho año. Adherido a la
causa de Doña Isabel, fué procer en las Cortes del Estatuto, tomando parte
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 129

Desconiados éstos y algunos pocos casos más, repetimos que la


mayor parte del alto clero fué antiliberal, y, por lo mismo, simpatizante,
si no abiertamente partidario de la causa carlista. Sus nombres irán
apareciendo en el transcurso de las páginas de esta obra. Sin embargo,
destaquemos ahora tres notabilísimos personajes de la Iglesia hispana,
que, manteniéndose en una actitud reservada, no por ello dejaron de
ser lo suficientemente explícitos para que los cristinos sintieran su opo
sición y les persiguieran. Los tres eran Cardenales: el primero había
recibido el capelo cardenalicio en 1824, y ahora ocupaba la Sede Pri
mada de Toledo; era aquél don Pedro Inguanzo y Rivero, cuya palabra
admirable resonó en las Cortes de Cádiz en defensa de las doctrinas
de la Tradición española. El prudentísimo y sabio Cardenal Inguanzo se
excusó de asistir a la jura de la Princesa Doña María Isabel Luisa, en
Junio de 1833, según consta y reconoce un documento oficial que lleva
la firma de Fernando VII (1). Por su negativa a asistir a aquella
jura, fué reemplazado en el acto por el Patriarca de las Indias (2).
El segundo era el Cardenal don Francisco Javier Cienfuegos y Jovella-
nos. Presbítero Cardenal del título de Santa María del Pópulo, y que
había recibido el capelo en 1826. Carlista fué el gran Arzobispo sevi
llano, y a extremos tales llegaron las persecuciones de que se les hizo
objeto, que en 1847 falleció en el destierro de Alicante. El tercero no
residía en España, sino en Roma, y era el Cardenal Marco y Catalán

en las votaciones sobre la exclusión de Don Carlos a los derechos de la su


cesión. En 1838 fué presentado Obispo de Granada pero no confirmado por Su
Santidad en aquel período: fué senador por Almería en 1838. y por Gra
nada en 1841, ocupando la vicepresidencia del Senado. Restablecidas las re
laciones entre la Monarquía isabelina y la Santa Sede, el Obispo de Córdoba
pasó a la sede primada de Toledo en 1848. Falleció en 1857. En 1839 fué nom
brado Patriarca de las Indias, aunque en Roma se le consideró como obrando
con delegación del Patriarca anterior, señor Allué En 1843 quedó autori
zado por Roma por un quinquenio para el Vicariato General Castrense, y en
1347, reemplazado por don Antonio de Posadas y Rubín de Celis. Por Su
Santidad Pió IX fué creado Cardenal Presbítero del título de Santa María
de la Paz, en 1850.
(1) Ver documento número 1 en apéndice documental.
(2) Antonio Allué y Sessé, Obispo de Gerona de 1818 a 1819. que pasó
a Patriarca de las Indias. Con motivo de haber sido jubilado y destinado a
Toledo, se nombró en su lugar, en 1834. al Obispo de Sigüenza. don Manuel
Freyle. y al fallecimiento de éste, en 1837, al Arzobispo de Méjico don Pedro
José Fontes, emigrado de su país por la persecución sectaria. Habiendo falle
cido en 1839 el Arzobispo Fontes, fué nombrado el Obispo de Córdoba, don
Juan José Bonel y Orbe, pero, come decíamos en la nota referente a este
señor, en Roma fueron considerados como obrando por delegación del Pa
triarca hasta el fallecimiento de Allué. en 1843.
carlismo.es
130 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

(1). Nombrado en el testamento de Fernando VII para formar parte


del Consejo de la Regencia que asistiera a Doña María Cristina, el
Cardenal Marco, convencido de los derechos del Infante Don Carlos
María Isidro, se excusó, por no residir en España, y negóse a participar
en aquel Consejo efímero e irrisorio, con que se quiso engañar a los
españoles, haciéndoles creer que España no había entrado en la era
revolucionaria que debía durar más de cien años.
No estuvo corporativamente el Ejército al lado de Don Carlos
Como organización estatal, se mantuvo al servicio del llamado Gobierno
constituido, y, es triste confesarlo, y más triste es por las consecuencias
que tuvo su actitud: no hubo ningún regimiento que proclamara ante
sus banderas a Carlos V como Rey de España. Muchos generales realis
tas, que habían luchado en la campaña de 1822-23, los vemos ahora
diciendo que ellos no han abandonado sus doctrinas, defendiendo, a la
par que el Trono de Doña Isabel, el triunfo del liberalismo democrático
en España. Tales son los generales Liñán, Quesada, Sarsfield, Llauder,
Bassa y tantos otros, que, pasados al partido de la revolución en Es
paña, fueron más tarde, en su mayor parte, sangrientamente eliminados
por aquellas turbas que aclamaban una libertad que no comprendían.
Algunos, como el general conde de Clonard (2), vendrán más tarde,

(1) Juan Francisco Marco y Catalán. Nació en 1771, en Aragón. Audi


tor de la Rota Romana por la Corona de Aragón, gobernador de Roma, pres
bítero Cardenal del título de Santa Agueda in Suburba, desde el año 1828.
Falleció en Roma en 1841. Adicto a la causa carlista, su familia dio nume
rosos partidarios, entre ellos su sobrino don Manuel Marco de Bello.
(2) Serafín María de Soto y Ab Ach Laugton y Casaviella, conde de
Clonard y marqués de la Granada, de familia aristocrática irlandesa, pues
su apellido era españolización del de Soutto. Nació en Barcelona en 1793. Asis
tió a la guerra de la Independencia, en la que fué herido el año 1813, y luchó
luego contra los carlistas en la primera guerra civil. Fué capitán general in
terino de Andalucía, luego gobernador militar de Cádiz y por último capitán
general de Granada, siendo durante su mando constantemente atacado por
los liberales, que conocían sus -convicciones realistas. Ministro de la Guerra
en 1840. Emigró durante la regencia de Espartero, y a su regreso fué, desde
1844, director del Colegio General Militar. En 1849, presidente del Consejo de
ministros y ministro de la Gueira en el llamado "Ministerio relámpago", que
fué en realidad la única tentativa antiliberal realizada durante la época de
Doña Isabel. De 1853 a 1854 fué vicepresidente de la Sección de Guerra y
Marina del Consejo Real; al sobrevenir el pronunciamiento de 1854, pasó
a situación de cuartel. En ese tiempo fué cuando secundó las negociaciones
de una solución dinástica, adhiriéndose al carlismo y presidiendo la Comi
sión Regia Suprema nombrada por Carlos VI, y que intervino en la pre
paración de los acontecimientos de San Carlos de la Rápita. Antes de éstos
dimitió o fué relevado en su cargo, sustituyéndole el marqués de Cerdañola.
En 1858 entró en el Consejo de Estado, como presidente de la Sección de
Guerra y Marina, y falleció en 1862. Escribió notables trabajos de investiga
ción e historia, entre los que figura en primer plano la documentada "Histo
ria Orgánica de la Infantería y Caballería españolas", que no ha sida
todavía superada, ni siquiera igualada.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 131

en los últimos días de su vida, bajo las tiendas donde el ejército carlista
descansa en espera de la fecha en que su Rey lo llame otra vez al com
bate. Los otros permanecieron en su error hasta la muerte; prefirieron,
aunque bajo una ciega incomprensión, ver a España hundida antes
que rebajar su orgullo y confesar sus yerros. Como decimos, ninguna
fuerza armada se sublevó: maravillosamente había maniobrado Doña
María Cristina desde Octubre de 1832, guiada por el consejo de Zea
Bermúdez, y aprovechándose de la falta de personalidad del ministro
de la Guerra, don José de la Cruz, para imponer su voluntad.
No es de extrañar que todos los mandos fueran sumisos a María Cam-
Cristina el 1 .2 de Octubre de 1833. Habían sido eliminados durante un bios de
año todos los que se suponía que no estaban conformes con la usur- mandos
pación (1). Era capitán general de Castilla la Nueva e inspector gene
ral de Infantería el general don Manuel Freiré, personalidad ambigua,
que no satisfacía a los realistas en 1814, y que, sin embargo, se había
opuesto a los constitucionalistas de Cádiz en 1820. Capitán general de
Castilla la Vieja era el duque de Castroterreño, al que ya hemos visto
figurar en el período constitucionalista; pronto fué relevado, pues en
el mismo mes de Octubre de 1833 pasaba a capitán del Cuerpo de Guar
dias de Alabarderos, y lo sustituía el general Quesada, realista de 1820
al 23, al que los leales cordobeses denunciaban en 1827 como uno
de sus perseguidores, y le dedicaban coplas en las que latía el desdén
contra el que había traicionado sus antiguas convicciones.
Bien querrá luego Quesada decirnos que en 1820 también él era
liberal, para borrar lo que consideraba mancha, o sea, su campaña al
frente de la División Real de Navarra, su mejor página en la Historia.
No agradecerán estas claudicaciones de Quesada las turbas madrile
ñas de sus correligionarios cristinos, pues arrastraron su cuerpo por
las calles del pueblo de Hortaleza, desgarraron sus entrañas y se repar
tieron sus despojos.
Era capitán general de Aragón el conde de Ezpeleta de Veyre,
hijo de aquel otro conde de Ezpeleta que en 1820 fué depuesto de su
mando en Pamplona por el general Espoz y Mina. Los Ezpeletas ahora

(1) "Sea dicho en obsequio de la justicia. La elección de personas


dignísimas que nuestra sabia Reina gobernadora hizo durante la enfermedad
del Rey en la Granja, para el mando importante de las Capitanías gene
rales de provincia, proporcionó el elemento más poderoso quizás de cuantos
produjeron en tan pocos momentos las ventajas que apenas podían esperarse."
(Remon y Zarco del Valle.—"Exposición presentada a las Cortes generales
r'el Reino por el secretario de Estado y del Despacho de la Guerra, con arre
glo al artículo 38 del Estatuto Real.")
carlismo.es
132 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

se inclinarán, a pesar de su prosapia y sus antecedentes realistas, por


la causa de la usurpación, y serán unos entre tantos españoles que
creyeron ser posible mantener la tradición monárquica a pesar de la
violación del derecho de legitimidad. Al frente de la Capitanía General
de Galicia estaba el general don Pablo Morillo, marqués de la Puerta,
conde de Cartagena, como rezaban sus titulaciones nobiliarias. ¿Cómo
no recordar el origen y las ideas de Morillo? Bien podía fiar Doña
María Cristina en que el que alardeó de entereza en 1823, al no
querer doblegarse ante la Regencia creada en Madrid por las victoriosas
armas españolas. Se resistió entonces, y transige ahora, como hemos
visto. En recompensa, mientras el general conde de Casa Eguía, que
mandaba en Galicia cuando estaba de cuartel el perseguidor del
bandolerismo ferrolano, coronel Zumalacarregui, es tachado de peli
groso, y se le vigila, y se le observa, Morillo vuelve a ocupar la Capita
nía General de Galicia, como si quisiera enlazar la anarquía de 1623 con
la venidera anarquía de 1834.
En Andalucía — entiéndase por tal la región militar de Sevilla y
Córdoba— el marqués de las Amarillas estaba de capitán general. Libe
ral moderado, lo era indudablemente el futuro creador del Cuerpo de la
Guardia Civil; por serlo, gozaba de la confianza de Doña María Cristina.
En Extremadura ocupaba la Capitanía general el general Rodil (1),
cuya historia después demostrará que era uno de los más decididos
adversarlos, en el orden personal, de Don Carlos de Borbón. No perte
neció al ejército constitucional en 1821-23, pues permanecía en América
luchando contra los separatistas. Sólo por ampliación lo motejaban de
"ayacucho" (2). Pero era tenido por sospechoso, como lo eran en

(1) José Ramón Rodil y Campillo, marqués de Rodil. Nació en Santa


María del Trobo (Lugo) en 1789. Estudiaba Derecho en Santiago cuando se
inició la guerra de la Independencia y se alistó en el Batallón Literario de
pquella Universidad, terminando la guerra de capitán. En 1817 fué des
tinado a América, distinguiéndose en la defensa del Callao (Perú). Regresó a
España siendo ya brigadier, y ascendió a mariscal de campo en 1825. Siendo
ya teniente general, sustituyó a Sarsfield en el mando del Ejército de Ob
servación de Portugal, con el que emprendió campaña para apoderarse de
Carlos V. Sirvió luego contra los carlistas en el Norte, y ocupó el Ministerio
de la Guerra en 1836 y en 1843. Fué diputado a Cortes y senador del Reino,
y falleció en 1853. También ocupó la presidencia del Consejo de ministro;.
Fué exonerado y rehabilitado dos vecés.
(2) Nombre que se dió al comienzo a generales y jefes que fueron ba
tidos en la batalla de Ayacucha (Bolivia) por el general americano Sucn
contra el Virrey La Serna. Después se hizo extensivo a los generales y jefes
que fueron derrotados por los americanos, y, por último, a los que hicieron la
campaña de América, y sobre cuyo comportamiento mucho se habló. U
mayor parte pertenecían a la francmasonería, y se ha afirmado que estu
vieron más dóciles a las órdenes de las logias que al cumplimiento de su;
deberes militares
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 133

casi su totalidad los jefes que habían estado en América y fueron ba


tidos por los americanos.
Aunque de origen realista, Llauder está ahora en oposición a
sus antiguos correligionarios. Capitán general de Cataluña, desde su
llegada para reemplazar al conde de España, está levantando las esta
tuas que éste derribó, y derribando las que habían sido levantadas, y
le ayuda en esta tarea otro realista, el general bretón, gobernador
militar de Tortosa, que se ha entregado al deporte de injuriar, mal
tratar e insultar a su antiguo jefe en Cataluña, conde de España.
De poca categoría conceptuamos en el orden político al capitán
general de Granada y Jaén, don Javier Abadía (1), pero no así al
de Valencia, conde de Cuba (2), pues éste había mandado a los cons-
titucionalistas en Castilla, en 1822, y fué mantenido algún tiempo en
representación diplomática en América del Norte, a comienzos del
período constitucional, por los Gobiernos liberales.
Las Provincias Vascongadas estaban confiadas al general
Castañón, adicto a Doña María Cristina, y aunque nuestras
posiciones ultramarinas debían ser mantenidas fuera de la lucha
o pugna de sucesión, hasta allí habían llegado las previsiones
de la camarilla palatina, y Ricafort (3), en Cuba, y Enri-

(1) Francisco Javier Abadía. Nació en Valencia en 1774; al invadir


España los franceses, era jefe de Estado Mayor en la Mancha, y se retiró
con las fuerzas que pudo recoger a Cádiz, ascendiendo a, mariscal de campo.
Mandó en 1812 el ejército de Galicia. Teniente general por Fernando VII.
Doña María Cristina le nombró Procer del Reino en las Cortes del Esta
tuto. Falleció en 1860.
(2) Francisco Dionisio Vives y Llanes, conde de Cuba. Nació en Orán
(Argelia) en 1775, cuando aquella plaza africana era todavía española. Con
currió a la campaña llamada del Rosellón, luego a la de Portugal y, per
último, a la guerra de la Independencia, en la que ascendió a brigadier.
Ministro de España en los Estados Unidos, en 1819, siendo ya mariscal de
campo. En este cargo fué mantenido por el régimen constitucionalista hasta
1821. En 1822 fué nombrado comandante general del tercer distrito (Castilla
la Vieja), combatiendo con los realistas, lo que no impidió que al triunfar
éstos pasara a Cuba de capitán general. A pesar de haberse hecho entonces
independientes las posesiones españolas del continente americano, con es
casas fuerzas y sin trastornos ni violencias, supo conservar para España la
isla de Cuba, por lo que se le hizo merced del título de Castilla. Adherido a
la dinastía isabelina, fué nombrado Procer del Reino. En 1834 fué nombrado
decano de la sección de Guerra del Consejo real, y por supresión de éste, en
1836, permaneció de cuartel en Madrid hasta su fallecimiento, en 1840.
(3) Mariano Ricafort Palacio y Abarca. Nació en Huesca en 1776.
Tomó parte en la guerra contra la República francesa, en la expedición de
Portugal, en la guerra de la Independencia, y, por último, en la campaña
de América. En 1825 fué capitán general de Filipinas, y luego, en 1831. pasó
a la Capitanía general de Cuba, hasta su relevo en 1834. Quedó de cuartel en
aquella isla hasta 1836, regresando entonces a España, y fué nombrado
capitán general de Galicia, combatiendo despiadadamente a las fuerzas car
lista gallegas levantadas en armas. Falleció en 1846.
carlismo.es
134 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

le (1), en Filipinas, habían sido escogidos prudentemente después de


la elección.
Y quien dice de los capitanes generales— pues el más dudoso era
el de las Saleares, general Modet, ministro que había sido de Fer
nando VII, pero reemplazado pronto por el general conde de Montene
gro (2) — , puede decirlo también de otros mandos superiores castrenses,
La Dirección General e Inspección de Ingenieros la tiene el anciano
teniente general La Cuadra (3), que parece ha olvidado ya la vida
militar en la rutina burocrática. Realista re le considera desde el pri
mer momento de la reacción de 1623, pero diez años después seré
uno de los que reconocerán inmediatamente al Gobierno de Doña Isabel.
Al frente de la Artillería estaba el general Navarro Sangrán (4), que no
faltaba tampoco a rendir pleitesía a los poderes que se constituyen en
Madrid. Lo mismo hace el general Ballesteros (5), que tiene la Ins
pección General de Caballería. El inspector general de Milicias y

(1) Pascual de Enrile y Acedo. Nació en Cádiz. Sirvió en la Armada


hasta 1809, en que pasó al ejército de tierra, en el que ascendió a brigadier,
regresando a la Armada en 1814. habiendo hecho la guerra de la Indepen
dencia. Pasó a América, contribuyendo a la reconquista del Virreinato de
Santa Fe, ascendiendo a mariscal de campo. Capitán general de Filipina*
desde 1829, regresó a España siendo teniente general de la Armada, en cuyo
empleo y grado murió en 1836, después de adherirse a Doña Isabel.
(2) Ramón Despuig y Zaforteza, conde de Montenegro y de Montero,
Nació en Palma de Mallorca, en 1768. Hizo la guerra contra la República
francesa, estuvo en la reconquista de Mahón y asistió a la guerra de la In
dependencia, en la que ascendió a brigadier. Se adhirió a Doña Isabel >'
reemplazó al general Monet en 1833 en la Capitania general de Mallorca
Fué Procer del Reino en las Cortes del Estatuto y senador vitalicio en 1845.
Falleció en 1854, siendo mariscal de campo. Su hijo, don Tomás Despuig y
Despuig, que heredó el título, sirvió contra los carlistas en la guerra civil
pero al ser destronada Doña Isabel reconoció a Carlos VII como Key le
gítimo, y fué senador carlista por las Ba'eares.
(3) Ambrosio de la Cuadra. Hizo la guerra de la Independencia. Fué
teniente general, e ingeniero general, pasó a la Inspección de Ingenieros en
1823, y estuvo en ella hasta 1835.
(4) Joaquín Navarro Sangrán y Fernández Lizarra. conde de Casa
Sarriá. Nació en Valencia en 1769. Sirvió en las guerras contra la República
francesa, Portugal y la de Independencia y durante el primer periodo
absolutista fué director del Museo de Artillería, que creó. Jefe del Cuarto
Militar del Infante Don Francisco de Paula, en 1818, pasó a ser secretario de
Cámara del mismo y de su esposa, la Infanta Doña Carlota. A pesar de
esto, en 1820 no aceptó la Capitanía general de Granada, ni más adelante
el Ministerio de la Guerra. En 1830 pasó a la Insr^s^nión General de Artillería,
que tuvo hasta 1836. No es de extrañar que. dadas sus relaciones con los
Infantes Don Francisco de Paula y Doña Luisa Carlota, se declarara por
Doña Isabel. Falleció en 1844, siendo teniente general, y perteneció al Esta
mento de Proceres en las Cortes del Estatuto.
(5) Diego Martín Ballesteros. Nació en Badajoz, en 1759. Tomó
parte en la campaña del Rosellón. luego en Is de Portugal y por último en
la guerra da le Independencia. Inspector general de Caballería en 1816, hasta
Marzo de 1823, y de Diciembre de este mismo año hasta 1834. Falleció,
siendo teniente general, en 1834.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 135

jefe de la Guardia Real Provincial era el general conde de San Román,


al que hemos visto en 1820 retirarse de Galicia ante unos alborotadores
que aclamaban la Constitución, dando así el triunfo a los liberales de
La Coruña. Y ahora es de los que acuden en el mismo momento en
que expira Fernando Vil para reconocer a Doña Isabel en la persona de
Doña María Cristina, y nos deja aclarada su inconcebible maniobra
de 1620 ante un grupo de perturbadores. Y en este coro que levanta
sus voces al unísono para aclamar a Doña Isabel, y arrastrar al Ejér
cito en contra de las banderas de su Rey legítimo, el director de la
Real Armada, el almirante conde de Venadito (1), expresa la posición
de la Marina de guerra, que también, como el Ejército, estuvo en
contra de la causa carlista, sin que ni un regimiento, sin que ni un ba
tallón, sin que una compañía o escuadrón, sin que una sola fragata le
vantaran sus estandartes por la causa de la España antiliberal.
Lo mismo ocurría con los regimientos que con las Capitanías Ge
nerales y los Gobiernos Militares; en un año de perseverante actuación
habíanse cambiado los mandos, y al venir los acontecimientos de 1653,
ni un afecto a la causa carlista estaba en sitio que pudiera servir a la
legitimidad. Este es el secreto y la razón de por qué el Ejército no se
levantó en armas por Carlos V. Nadie que tuviera simpatía o se le
sospechara de simpatizante por la causa tradicionalista había sido man
tenido en sitio qué pudiera utilizar en bien de sus ideales y de España.
Y así el Consejo Supremo, que presidía el teniente general marqués
de Campo Sagrado, corporativamente estuvo con la legalidad cons
tituida, aunque fuera una ficción, y contra la legitimidad monárquica,
que era una realidad.
Con estos antecedentes, no es de extrañar que al comenzar la
guerra fueran tan pocos los generales que se declararon por don Car
los. Si exceptuamos al heroico e infortunado mariscal de campo don
Santos Ladrón de Cegama, y al siempre abnegado don Jerónimo Me
rino, al brigadier don Agustín Tena (2), brigadier don Fernando
Zabala y brigadier barón de Hervés (3), pocos más había en toda
España que empuñaran en aquel momento las armas por la legitimidad.
(1) Juan Ruiz de Apodaca y Eliza, conde de Venadito, vizconde de
Ruiz de Apodaca. Nació en Cádiz en 1754. Sirvió en la Marina Real en las
guerras contra Francia y contra Inglaterra, luego en la de Independencia, y,
por último, en América ascendiendo a capitán general de la Armada. Se
declaró por Doña Isabel, y fué Prócer en las Cortes del Estatuto. Murió en
1835.
(2) Agustín Tena. Este brigadier del Ejército fué de los primeros en
levantarse en armas en Aragón, y murió fusilado en Noviembre de 1833.
(3) Rafael Ram de Viu y Pueyo, barón de Hervés, conde de Samitier,
señor del Castillo de Palma Blanca, de las baronías de Pueyo, de Morcat y
carlismo.es 1

136 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Se habían cifrado esperanzas en los voluntarios realistas, ya que


componían en España 500 batallones de Infantería, 51 escuadrones de
Caballería, 24 compañías de Artillería, y tres de Zapadores bomberos.
Los Llevaban brillantes uniformes: la Infantería, casaca sin solapa, cuello,
volun portezuela de la manga y gorra de cuartel, azul; sobrepuestos en el cue
llo, vuelta, vivos y barras encarnadas, con carteras a la walona, charre
tarios
teras blancas, con su puente encarnado, para los granaderos, y amari
eran
llo para los cazadores. Levita gris, con sobrepuesto y portezuela de
unos las mangas, blanco, botón dorado con flor de lis, granada o corneta;
figu pantalón y botín azul, con vivo encarnado, aquél, y de lienzo blanco,
rantes con botones de lo mismo, en éste; morrión con escudo y carrillera de
latón. No era menos vistoso el uniforme de la Caballería: capote y ca
saca corta azul, con cuello, vuelta de la manga, vivos y pantalón carme
sí, siendo el vivo de éste azul; botón blanco, borceguí con espolín,
y morrión con cordones blancos y cadeneta dorada. La Artillería se
diferenciaba de la Infantería por una granada en el cuello y por los bo
tones, charrateras y portezuelas de las mangas, que eran encarnadas.
Tal el aspecto exterior de los voluntarios realistas. Su organi
zación se extendía por toda España. Si se exceptúan algunas provin
cias de Valencia y Castilla, y algunas protestas armadas en Murcia, en
Madrid y otros sitios, todos fueron desarmados muy tranquilamente
por las autoridades Cristinas. Y así se vió que los que habían creído
hallar en esta organización magnífico conjunto para su defensa, en
realidad no eran más que unos ilusionados ante el aspecto marcial de
aquellas milicias que buscaban más lo externo que el acrecentamiento
de su devoción al Altar y al Trono. Sin embargo, recordemos que fue-
roa muchos oficiales de este Cuerpo los que tomaron las armas,
y que, como se nos ofrecerá examinar, la insurrección de los bata
llones en Castilla fué tan general, que, de haber sido secundada en
las demás provincias, indudablemente el triunfo de Don Carlos hu
La aris
biera podido darse por descontado.
tocra Otro elemento social que en aquel tiempo también Jugaba papel
cia, ad- importante era la aristocracia. Mas esta otra base la preparó en su
hesio- pro Doña María Cristina para consumar la revolución, que tal nombre
nista

de las aldeas de San Martín, San Miguel, Lapaul y Lapernello, se distinguió


notablemente en la guerra de la Independencia y luego en la campaña de
1822-23. Brigadier de Infantería, se levantó en armas en Morella en 1833, pero,
habiendo sido tomada la plaza por el general Horé, después de haberla
evacuado, fué derrotado en Calanda y por último hecho prisionero, mu
riendo fusilado en 1833. Sus hijos y descendientes han figurado con honor
en las filas del legitimishio español.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 137

merece aquel mañosa replanteo de la obra liberal en 1833. La no


bleza, según la anécdota que cuenta el Príncipe Lichnowski (1), es
tuvo más a la expectativa que inclinándose por uno u otro bando. Pero
en cuanto hubo quien rompiera filas para irse al nuevo holgorio,
íuéronse los más al campo isabelino que al carlista, porque éste sólo
sacrificios ofrecía. Es indudable que muchos títulos de Castilla y gran
des de España eran masones, y cuando la logia ordenaba, ellos obede
cían. Eso explica la mayor decisión por el bando renovador. Se ex
plotó, además, el ambiente romántico de la Reina en la cuna, la viuda
desconsolada, que bien pronto buscó consuelo, y se justificaron muchas
cosas que no hallaban justificación.
Así, hubiera sido fácil escribir un nuevo "Tizón de la nobleza"
(2), si muchos de aquellos títulos no hubieran después, conociendo
los errores liberales, figurado por ellos mismos o por sus sucesores
en las filas de la legitimidad. Pero, de momento, contribuyó notable
mente la aristocracia de alcurnia a crear en el extranjero, y muy par
ticularmente entre los sectores más interesados en creerlo, un am
biente desfavorable a los carlistas.
Con tales asistencias y aprovechándose de tantos elementos, pudo
realizarse el golpe de Estado más metódico que se conoce en la His
toria. Ninguna de las tan decantadas "purificaciones" se llevó con
tanta rigidez y exactitud como la hecha por los agentes y consejeros
de Doña María Cristina. Ni en los sectores de la vida social y política
más reaccionarios, ni en las regiones más orientadas hacia el libera
lismo, quedaba un resquicio para los carlistas. De toda España, sólo
en la Diputación Foral de Vizcaya, y todavía no con unanimidad,
hubo un gesto en favor de Don Carlos. Los futuros investigadores
tienen en esta lenta, pero segura preparación al advenimiento del li
beralismo cristino, elementos de estudio sumamente interesantes.

(1) Príncipe de Lichnowski. Erinnerungen das Jahren 1837, 1838 und


1839.
(2) Famoso escrito del Cardenal D. Francisco de Mendoza y Boba-
dilla, que, habiéndose negado la Orden de Santiago, por insuficiencia de prue
bas de linaje a dos de sus sobrinos, escribió esta obrilla interesantísima,
en que pretende demostrar que la casi totalidad de los grandes linajes es
pañoles llevaban mácula de concubinas o esclavas o de sambenito, es decir,
descendientes de herejes y judíos. De esta Qbra se han hecho ediciones en
Gibraltar, en 1821; Madrid, 1839; Cuenca, 1852; Madrid, 1871. y Barcelona, 1880.
Su «autor fué el dicho Cardenal Mendoza, nacido en 1508, muy notable es
critor, que fué catedrático de Humanidades en Evora, y de Teología en Coim-
bra, de la que fué rector en 1536. Ocupó el Obispado de Coria, y más tarde
el de Burgos, habiendo sido elevado al Cardenalato por Paulo IITi. en 1550, a
la edad de 42 años. Falleció en 1556.
carlismo.es I

138 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

V, para completar el cuadro esbozado de Octubre de 1833, no


olvidaremos a los realistas que, de más o menos buena fe, pero con
segura equivocación, se allanaron al servicio de Doña Isabel. Estos,
Incons inconscientemente, contribuyeron a consolidar más que ningún otro
ciencia elemento la causa liberal: desarmaron recelos, amortiguaron temores
de los e hicieron que ciertos hombres de poca previsión creyeran que las
realis reícimas que aportaba Doña María Cristina, no tendrian más
tas alcance que la Carta otorgada por Luis XVIII de Francia a raíz de su
restauración. Fijáronse más en las etiquetas, que en el personal encar
gado de realizar la labor. No vieron, lo que era bien patente, que
no se tardaría mucho sin que se filtraran, para arraigarse, los doce-
añistas, ahora, con el tiempo, moderados, y, más que moderados por
los años, por aquel fenómeno que ya señala con justicia G. Lenotre,
cuando dice que en las revoluciones, los que llegan al poder se sien
ten conservadores de lo adquirido, ya que alcanzaron la meta de sus
ambiciones, y que son los demás revolucionarios que no han tomado
asiento en el opíparo festín del poder los que levantan el estandarte
de la revolución para reemplazar a los que detentan la soberanía y
colocarse en su sitio, sirviéndose de la demagogia en las masas para
que éstas les sirvan a ellos en la consecución de sus fines y apetitos.
Los realistas que de buena fe siguieron los estandartes de María
Cristina traicionaron sus ideales, porque fueron inconscientes servido
res de la idea liberal, y llevados de un generoso— cuando menos lo
creyeron algunos— romanticismo sentimentalista por una niña, sacri
ficaron a esta niña, a su Religión y su Patria.
Sobre Al morir Fernando VII, fué avisado de la repentina defunción Zea
el testa Bermúdez, quien no estuvo remiso en actuar eficazmente para sus
mento fines. Convocó ante el cadáver a los genérales Freiré, conde de San
de Fer Román, Martínez de San Martín y al jefe de la Guardia de Palacio,
nando que lo era el brigadier Mussó y Valiente (1). Después de haber
reconocido el cadáver del Rey, Zea Bermúdez presentó a dichos perso
VII
najes a Doña María Cristina, y esto dió como resultado el que se estable
ciera un núcleo que, desde aquel momento, se constituía en guardador
del Trono de Doña Isabel.
Apenas conocida la noticia, se reunieron frente a Palacio, en una
casa particular, varios liberales exaltados, entre los que estaban García

(1) Pedro de Alcántara Mussó y Valiente. Nació en Lorca en 1789, e


hizo la guerra de la Independencia con gran brillantez.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 139

Carrasco, Fuente Herrero (1), Puigdollers, Gallardo— el libelista ma


són, bibliotecario de las Cortes de Cádiz—, el intrigante Avinareta
(2) y otros varios, conocidos por sus ideas extremistas. Querían,
temerosos de que los procedimientos seguidos por Zea 5ermúdez no
fueran lo explícitamente claros que pretendían las logias, emplear un
medio expeditivo y cambiar el Gobierno. Pero estaba en la mente de
los más sensatos, o menos ofuscados, que esta proposición de Avina
reta tenía graves inconvenientes, y la labor preparatoria realizada du
rante un año por Zea Bermúdez no les era desconocida; sabían cómo
se habían allanado los caminos y cómo habían sido depurados, en el
sentido liberal, mandos y otros cargos de confianza. Sabían que, gra
cias a Zea Bermúdez, el Infante Don Carlos María Isidro no sólo es
taba en el extranjero, sino también incomunicado con sus partidarios.
Por esto el plan de Avinareta fracasó, y se limitaron a esperar, y,
mientras esperaban, Gallardo y algún otro redactaron una "Gaceta
de Madrid" apócrifa, dando por supuesta la existencia y actuación de
una Junta carlista que creara su fantasía y su mala intención.
Nos refiere Pirala (3), y es autor liberal, que el Rey murió sin
dejar concluido el testamento, que había empezado el día anterior
de su óbito. Buscaron entonces en su papelera, y en un rincón de la
misma hallaron otro testamento de 1830, y "tan a mano estaba, que
no se hallaba", dice aquel escritor. Tenía este papel la indicación
de que fué otorgado en el Real Sitio de Aranjuez, el 12 de Junio de
1830. ante Calomarde.
Dicho testamento, que incluso ha sido impugnado por escritores
carlistas como no existente, designaba para formar una Junta o Con
sejo de Gobierno al Cardenal Marco Catalán, al marqués de Santa
Cruz, al duque de Medinaceli (4), al general Castaños, al general

(1) José de Fuente Herrero. Fué diputado por Burgos en 1837 y 1841.
y luego senador por Burgos.
(2) Eugenio de Avinareta. Famoso intrigante vascongado, que pertenecía
a la masonería, anticarlista furibundo, uno de los que prepararon con más
astucia y maña el desconcierto en el ejército Real del Norte, y luego en Catalu
ña, instigando con falsos documentos, hasta conseguir que fuera asesinado el
conde de España. Había tomado parte en las principales asonadas de España de
la época Cristina, y fué desterrado a Africa por los motines de 1836 en Barce
lona, durante los cuales fué asesinado el general cristino Bassa, así como los
prisioneros carlistas de aquella ciudad. Pío Baroja, alrededor de este personaje,
escribió las novelas de la serie "Historia de un nombre de acción".
(3) Pirala. "Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y
carlista".
(4) Luis Joaquín Fernández de Córdoba, duque de Medinaceli. Fué
del servicio de Palacio durante el reinado de Fernando VII, y falleció en
1840.
carlismo.es
140 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

marqués de las Amarillas, al decano del Consejo y Cámara de Castilla


don José María Puig y al ministro del Consejo de Indias don Francisco
Javier Caro. El secretario debía ser el conde de Ofalia, y, en su de
fecto, don Francisco de Zea Bermúdez. Como suplentes, en el orden
de eclesiásticos figuraba don Tomás Arias, auditor de la Rota; como
grandes de España, el duque del Infantado y el conde de España; como
general, don José de la Cruz; como magistrado, don Nicolás María
Garelli (1) y don José María Hevia y Noriega (2), del Consejo
Real. Esta disposición se publicó en la Gaceta de Madrid el
3 de Octubre. Como el Cardenal Marco y Catalán no aceptó, fué
reemplazado por don Pedro José de Fontes, Arzobispo de Méjico (3)
El estado de salud de don Francisco Javier Caro fué causa de que
a este magistrado lo reemplazara Garelli.
No fué, sin embargo, esta maniobra la más eficaz realizada por Zea
Bermúdez. Indudablemente, todo tendía a un fin, ya que se había
dado entrada en el Consejo a persona tan declaradamente liberal
como era Garelli, junto con otras de cuyas ideas liberalizantes no
se podía tener duda, como eran el duque de Bailén y el marqués de
las Amarillas, pero le convenía a Zea Bermúdez asegurarse una parte
de los sectores de lo que se llamaría más tarde la extrema derecha,
que lógicamente debían estar por Don Carlos, si la lógica no fuera
muchas veces contrarrestada por la vanidad, la ambición o cualesquiera
ardides inconfesables. En el pensamiento de Zea Bermúdez estaba, por lo
tanto, facilitar a los dispuestos a transigir el medio honorable, o, cuan
do menos, la apariencia honorable, para hacerlo; que, si no demos
traban gran perspicacia en las predicciones del porvenir, cohones
taban una situación de hecho que les era conveniente a sus personas.
El medio empleado fué el manifiesto del 4 de Octubre, que firmara
Doña María Cristina (4).

(1) Nicolás María Garelli. Nació en 1777. Jurista muy reputado, inter
vino en la formación de la "Novísima Recopilación", de 1805. Durante las
Cortes de Cádiz fué uno de los adheridos al partido liberal, y perseguido en
1814. Ministro de Estado en 1823, y de Justicia en el mismo año. pudo ser
purificado. Adherido a Doña Isabel, fué ministro de Gracia y Justicia es
1834 y 1835. Prócer del Reino en las Cortes del Estatuto, senador del Reino y
presidente del Tribuna! Supremo. Falleció en 1849.
(2) José María Hevia y Noriega. Nació en Oviedo en 1766. Magistrado.
En 1814, regente de la Audiencia de Granada, y fiscal del Consejo de Castilla,
en 1815; cesó en 1820 y reingresó en 1823. Después de la muerte de Fer
nando VII fué presidente del Tribunal Supremo. Murió en 1834.
(3) Pedro José de Fontes. Español, era Arzobispo de Méjico, y tuvo
que emigrar ante la situación interior de aquella República, fijando su resi
dencia en España, donde falleció en 1839.
(4) Documento número 2 en Apéndice Documental.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 141

Este documento fué, en realidad, el más duro y más eficaz medio


de asentar en el Gobierno de Madrid a Doña María Cristina. Se anun
ciaba en él que se mantendrían la Religión y el principio monárquico.
"La Religión y la Monarquía, primeros elementos de vida para la El
España— decía el manifiesto—, serán respetadas, protegidas, mante- maní"
nidas por mi en todo su vigor y pureza. El pueblo español tiene en fiesto
su innato celo para la fe y el culto de sus padres la más completa del
seguridad de que nadie osará mandarle sin respetar los objetos sa- 4 de
crosantos de su creencia y adoración; mi corazón se complace en Octu-
cooperar, en presidir a este celo de una nación eminentemente cató-
lica, en asegurarla de que la Religión inmaculada que profesamos, su
doctrina, sus templos y sus ministros, serán el primero y más grato
cuidado de mi gobierno." Esto aseguraba el documento del 4 de Oc
tubre. De la verdad que encerraba dieron pronto testimonio las san
grientas matanzas de religiosos de 1834 y 1835, el incendio de in
numerables templos, el robo inicuo que supuso la desamortización,
la extinción de las Ordenes religiosas. Pero en aquel momento sólo
pensaron mal, y acertaron, los abnegados carlistas. Los demás, in
cluso Prelados y sacerdotes, fueron vilmente engañados, o se dejaron
engañar con su tácita aprobación bobalicona, a la buena de Dios,
en favor de un régimen que, por nefando de esencia, no podía ser
excelente en sus prácticas.
También decía el documento: "Tengo la más íntima satisfacción
de que sea un deber para mí conservar intacto el depósito de la
autoridad Real que se me ha confiado. Yo mantendré religiosamente
la forma y las leyes fundamentales de la Monarquía, sin admitir inno
vaciones peligrosas, aunque halagüeñas en su principio, probadas ya
sobradamente por nuestra desgracia." Esto decía, o, cuando menos, lo
firmaba la que abría conscientemente la puerta a los políticos que "por
nuestra desgracia" habían hecho aquellas innovaciones. Pero es lo
cierto que el propósito de Zea Bermúdez se logró, y que fueron
muchos los que se decían ilustrados y tragaron el anzuelo en forma .
de manifiesto de la Reina Gobernadora.
Más que una batalla perdida, fué para los carlistas una campaña
entera la que acababan de perder. Quizás no comprendieron en aquel
momento lo que la hábil maniobra de Zea Bermúdez había consegui
do, y decimos quizás, porque no le dieron la importancia que tenía,
pues sólo opusieron en aquel momento los entusiasmos heroicos de
sus armas, sin esgrimir los de las plumas para reducir a polvo aquel
artefacto. Porque es indudable que, si en tal momento el enemigo
carlismo.es
142 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

disfrazaba sus propósitos con la mentira del manifiesto, esta mentira


debió ser puesta en evidencia.
Juzga el documento cristino y sus consecuencias, perfectamente,
Opi- e' escritor y filósofo Balmes, dándole toda la importancia que" se le
níón de Poa^a conceder. Oigamos sus palabras: "Bien se penetró de lo crítico
de las circunstancias el hábil ministro que a la sazón estaba al frente
Balines
de los negocios, y, conociendo que en semejante ocasión convenia
sobremanera ganar tiempo, por poco que fuera, publicó un célebre
Manifiesto, que puede mirarse como uno de los mayores obstáculos
que impidieron el triunfo de Don Carlos.
"Al señor Zea no podía ocultarse que el Trono de Isabel estaba
sobre el cráter de un volcán, cuya erupción a duras penas podía con
tenerse; y así es que, aun cuando es muy probable que él no creia
posible por mucho tiempo el cumplimiento exacto y puntual del con
tenido del Manifiesto, vió, no obstante, que era de la mayor im
portancia el separar, en cuanto cabía, la causa de Don Carlos de
los intereses que tan gratos y preciosos eran para la mayor parte de
los españoles. Vió que convenía altamente dejarlos al menos en cierta
expectativa; entretanto íbase prestando homenaje al Trono de la
Reina, los ánimos se dividían sobre la mayor o menor probabilidad de
los peligros del porvenir, ganábase tiempo, creábanse compromisos,
empeñábanse palabras y, al cabo de poco, ya el hermano de Fer
nando debía presentarse, de hecho, no como un rival que lucha
con otro rival para ocupar un Trono que la muerte del Monarca
habia dejado vacante, sino como un Pretendiente que tiene ya contra de
sí un Gobierno establecido y reconocido en todo el ámbito de un Reino.
"Sintióse el efecto de la medida de Zea en todas partes, con
teniéndose enteramente la explosión en unas, debilitándose en otras
y no presentando aquel carácter de universalidad que tanio rer.lcc le
hubiera dado a los ojos de las otras naciones. A pesar de la poca se
guridad que ofrecían rcirejantes garantías, fueron bastantes, sin em
bargo, para aminorar en mucho el movimiento que se hubiera pro
nunciado en todas las provincias, ¿y quién ignora los poderosos ele
mentos de que para el efecto podía disponerse?
"El célebre Manifiesto de! 3 de Octubre ha sido para los adver
sarios de Zea un tema de agrias reconvenciones; pero los que asi
han hablado tendrán regurarrente muy poco conocida la nación
española. Si a la muerte del Rey hubiese manifestado el Gobierno la
menor tendencia a instituciones liberales, si hubiera cometido el error
de incitar la efervescencia del momento con algún acto en que el Trono
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 143

se hubiese comprometido a concesiones alarmantes, la explosión, ya


de sí muy fuerte, hubiera sido mucho más terrible, como más extensa,
vigorosa y repentina; y así como no es creíble, una mano poderosa no
hubiera volado a sofocarla, tal vez el Trono de Isabel se hubiera hun- La
dido para siempre" (1). prensa
Es indudable que podía haber desorientado a los extremistas li- extran-
berales, y, cuando menos, así ocurrió en el extranjero, a juzgar por jera
ciertos ecos de la Prensa. Pero, en España— sea que las logias masónicas
hubieran dado la consigna, sea que los hechos, que pronto le sucedie
ron, como la amnistía y perdón del 17 de Octubre, y las reformas em
prendidas, como era la de la revisión de la ley de imprenta, que se
encargaba a una comisión, en la que figuraba nada menos que el
poeta masón Quintana— se acallaron las voces de los exaltados y espe
raron prontamente su hora, que sabíase no podía faltar, y que les
señalaría la Reina Gobernadora.
La Prensa extranjera no tardó mucho en calmar aquellas inquie
tudes que repercutían en los centros más liberales que en Francia e
Inglaterra no podían contener sus impaciencias. Comprendieron los
periódicos moderados de Londres y París que era algo transitorio, y
que sólo servía para aguardar el desarrollo de los acontecimientos,
procurando aquietar a cierto sector de los realistas propenso a ser
aquietado. Así vemos que el periódico londinense "The Courier"
les decía a fines de Octubre: "Los ultraliberales la censuran (se refiere a
la Regente) por no haberse entregado en. manos de cierto partido,
cuya energía era la más poderosa para luchar con el fanatismo de
sus contrarios contra innovaciones peligrosas. La Regente hace, a nues
tro entender, lo mejor que puede hacer en las actuales circunstancias:
ella conserva a sus verdaderos amigos, que son los hombres modera
dos; evita con prudencia la guerra civil, atrae a los mismos que pu
dieran exigir más o menos de su gobierno, y, teniendo hábilmente
divididos a los del partido retrógrado, impide que se unan en su daño,
como lo harían si obrase de otra manera, sin que por esto consi
guiesen mejor resultado los partidarios del extremo opuesto." Así, el
escritor inglés que hacía este comentario daba muestras de tener
diáfana visión sobre el propósito del manifiesto de Zea Bermúdez,
que era dividir a los realistas, con su malhadado y absurdo despo
tismo ilustrado, con el solo fin de debilitarlos y obtener la ventaja
sobre ellos.
(1) Balmes. "Consideraciones políticas sobre la situación de España".
Barcelona, 1840. ;
carlismo.es
144 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Un diario parisién, "Le Journal des Debats", decía, re


firiéndose a lo mismo: "Se ha dicho por algunos que la Regente de
España debió señalar los primeros días de su gobierno con innovacio
nes fundamentales, o más bien con la convocación de una asamblea
para arreglar los negocios del Estado. Para ciertas gentes, parece que
no basta la prudencia con que el difunto Rey separó de sus esperanzas
al Trono a un Príncipe ligado con una facción enemiga de mejoras
y progresos nacionales, ni que la Regente haya abierto las puertas
de la patria a los desterrados por opiniones políticas, ni que haya
llamado en derredor de sí a los hombres más ilustrados: todo esto
les sirve de poco, mientras la España no se ponga en completa revo
lución". (1). Señala el diario moderado francés lo que se había ya
obtenido, y lo que se obtendría, sin que tardara mucho en estar a la
vista. Y todo el maquiavelismo de Zea Bermúdez lo expresaba el
diario de Londres "The Globe", al descubrir los siguientes fines:
"La Reina Regente, con una declaración de nuevos principios, con
trarios a los primordiales de la nación, hubiera perdido a muchos de
fensores que sostienen su causa, y no es probable que hubiera ganado
a los que quieren un cambio radical. Pudiera, a la verdad, haber
excitado el celo de los antiguos amigos apasionados por las cosas
del año 1820; pero, al mismo tiempo, hubiera encontrado una opo-
La Es- s'ci°n mucho más decidida de parte de los que miran con repugnancia
pana la vuelta de sucesos tan amargos". (2).
Hubieran debido atenerse a tales comentarios los españoles que
llena
después se llamaron a engaño. Pero ya que su falta de preocupación
de sí para informarse y orientarse no puede servirles de disculpa ante la
misma posteridad, señalemos nosotros, cuando menos, que su ceguera, fuese
o no involuntaria, y que tuvo tan funestas consecuencias, pudieron
no contraerla con sólo revestirse de una prudente y paciente perspi
cacia. No hay que olvidar el contenido sustancial católico de la má
xima "saber esperar". No todo fué insensato acomodamiento, porque
al mismo tiempo que aparecía el manifiesto y a él conformaban un
morboso entusiasmo los elementos oficiales, sentíase el crepitar de
las primeras chispas que anunciaban la gran hoguera de la guerra
civil que durante siete años debía desarrollarse sobre el solar hispano,
preludio de una lucha porfiada de más de cien años, entre los que
salvaguardaban la Tradición nacional y los que aspiraban a des

(1) "Le Journal des Debats" del 2 de Noviembre de 1833.


(2) "The Globe" del 5 de Noviembre de 1833.

j
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 145

fruiría, acabando con las esencias propias de nuestro sér, que habíamos
comunicado a grandes porciones del viejo y del nuevo mundo. En
Talavera de la Reina surgía, pues, la primera manifestación de un
pueblo rebelde a dejarse morir en manos del liberalismo, y pocas
horas más tarde levantaba Bilbao sus banderas en son de guerra por
el Rey Carlos V. A no tardar seguiría en un rincón de Cataluña, en
Prats de Llusanés, el ejemplo dado en Talavera, y la ciudad de Vi
toria se pronunciaba por la legitimidad, siguiendo las huellas que
le había marcado la villa de Bilbao. Logroño quedaba en manos de
los carlistas, y arrastrados los pueblos vizcaínos, guipuzcoanos y alave
ses por la senda emprendida en Oñate y en Orduña, aclamábase al
Rey tradicional. Y los ecos de esta gesta que comenzaba se oían en
las montañas de Cantabria y de Asturias, repercutían en tierra galaica,
encendían el voraz Incendio de la gran sublevación de los voluntarios
realistas en Castilla la Vieja, en Aragón y en Valencia, en la Mancha,
en Andalucía y Extremadura, que se lanzaban a la ardua empresa. Era
la España llena de sí misma y celosa de su prosapia nacional que,
con el instinto y el genio propios de una secular experiencia histórica,
sobreponíase al engaño. Eran labradores, pequeños propietarios del
campo; eran curas de los que se llaman con desdén de "misa y olla";
eran oficiales con licencias ilimitadas o que estaban perseguidos y
en desgracia por sus convicciones, noblemente sostenidas. Era el
pueblo, en masa, cantera inagotable de la propia grandeza patria, por
que del pueblo ha salido todo entre nosotros, hasta los Reyes y los
grandes señores. Eran los españoles— pueblo de sutilísima intención,
cuando no se rebaja al grado de cazurrería—, que comprendieron
todos la mentira que entrañaba el manifiesto del 4 de Octubre; eran
los españoles anónimos, que fueron arrancados del anonimato por las
empresas que llevaron a cabo en su gesta guerrera o por figurar en
las sentencias de muerte dictadas por los Consejos de Guerra. No era
la España de cortesanos que mendigaban los favores en los alcázares
Reales, fueran quienes fueren los que los ocuparan, con tal de lucir
la vanidad; ni los militares bien situados en los escalafones, que, dis
puestos a ponerse al servicio del que manda, tenga o no derecho,
cumpla o no con la justicia, transigían con las nuevas instituciones,
como si ellas, juzgando por el manifiesto de Cristina, no recordaran al
lobo de la fábula, disfrazado de cordero, o al grajo empelucado con
los bellos colores del pavo real. No eran los sacerdotes injertados
de jansenismo y de filosofismo, que se rebelaron más tarde contra
Roma, al ocupar, desobedeciendo la orden pontificia, las Sedes
10
carlismo.es
146 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

vacantes, con tal de aprovecharse de sus temporalidades; ni era aque


lla parte de la clase media ciudadana, tocada de pedantería, alucinada
por las fosforescencias extrañas, sin amor a la luz de la ciencia
patria; ni eran tenderos y mercaderes sórdidos, impregnados de vol
terianismo y de materialismo egoísta, más corto siempre que la vara
de medir, o con trampas en la balanza de pesar, gente falta de fe, por
incapacidad para la abnegación de las buenas obras y materia pro
picia, por tanto, a las tentaciones de las logias, a las que concurrían
habitualmente. La que se sublevaba era la España verdad, la España
regia, que ante todo sentíase católica y monárquica. Durante más de
cien años, esa España venía siendo denigrada; ahora se le hace jus
ticia. Pero en torno a la nueva llama con que se la enfoca, vagan
los humos de la leyenda negra que hicieron los liberales.
No hace muchos años, en un periódico de la contrarrevolución se
podía leer: "Los carlistas tuvieron generales, tuvieron héroes, tuvieron
guerrilleros; lo que no tuvieron fueron pensadores." Sigue, pues, la
humareda, y por ella desvanecidas las figuras de Fray Francisco Alva-
rado que, por lo visto, no pensaba o era torpe en discurrir; ni el
P. Puigserver, ni el P. Vidal, ni Fray Rafael Vélez sabían de Derecho
y Leyes; ni Inguanzo hablaba con saber y elocuencia, ni sabía es
cribir Cienfuegos. El carlismo tuvo siempre sus pensadores: antes de
iniciar su primera gesta guerrera, ya formaban grupos selectos, no supe
rados de contrario, los diputados y escritores del periodo fernandino
que defendieron la tradición. Los tuvo al iniciarse, porque pensaban,
y eran mentalidades mucho más recias que las de sus adversarios,
aquellos Cardenales que acabamos de citar, ejemplares de gloria de
nuestro Episcopado, y aquellos filósofos, teólogos y apologistas, intér
pretes felicísimos de la escolástica española, fieles al patrio saber, y
no plagiarios de Locke o de Condillac; aquellos escritores que manejaban
la pluma en favor de los derechos del Rey, como el barón de Juras
Reales, y hasta aquellos hombres de ciencia, filólogos, hoy mismo
reconocidos como autoridades en la misma disciplina como Juan
Bautista Erro y Moguel (1), que dejaron el cultivo.de la ciencia pa
ra servir a la causa que estaba en ar.nas.

(1) Juan José de Moguel y Eguezábal. Nació en Deva «Guipúzcoa*, en


1781. Hizo sus primeros estudios en la Universidad de Oñate. Ordenado de
presbítero, estuvo dos años y medio al frente de la iglesia de San Pedro de
Barinaga, y pasó luego a la provincia de Vizcaya con un beneficio. Tuvo
fama de sran orador sagrado, y adoctrinaba a muchos jóvenes sacerdotes,
a los que dedicaba a la predicación. Terminada la guerra civil, en la que par-

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 147

En Madrid seguíase implacablemente el camino de la revolución.


Protes
El conde de Ofalla dividía ahora su ministerio con el moderado don
Francisco Javier de Burgos (1), se creaban los subdelegados de ta ma
Fomento, comienzo de la división administrativa, a lo que prestaban lograda
su nombre aristócratas como el duque de Gor (2), y al mismo tiem de las
po se decretaba que era Don Carlos un rebelde traidor que aspiraba milicias
a usurpar el trono de su sobrina, por lo que se ordenó proceder realis
inmediatamente al embargo y adjudicación al Real Tesoro de todos tas en
Ies bienes de cualquier especie, frutos, rentas y créditos, así proce Madrid
dentes de las encomiendas como de cualquiera otras fincas pertene
cientes en propiedad, posesión o disfrute al Infante, y se nombraba
comisario regio, con todas las facultades necesarias al efecto, al mi
nistro del Consejo y Cámara de Castilla don Ramón López Pelegrín
(3). Y para que los revolucionarios no tuvieran duda del fin que
se proponían los cristinos, se declaraba nulo lo dispuesto después de
la Restauración de 1323, reivindicando la validez de los contratos pa
sados entre los poseedores de mayorazgos y los compradores de sus
fincas.
Temían a los voluntarios realistas. Y ya el 15 de Octubre se había
expedido un decreto suprimiendo los arbitrios recaudados para el
sostén de dicho Cuerpo, pero se tendía, como era natural, a su di
solución. El Gobierno cristino dispuso que las piezas de artillería
guardadas en el cuartel de Caballería de los voluntarios realistas, de
Madrid, fueran trasladadas al que ocupaban las tropas de aquel Cuerpo
pertenecientes al Ejército; era el desarme que se anunciaba, y que

ticipó como miembro de la Diputación a Guerra de Vizcaya, fué desterrado de


su parroquia, no sin pesar de sus feligreses, que sabían apreciar las virtudes
que le adornaban. Murió en Marquina, en 1847. Publicó varias obras en len
gua vascongada, y era sobrino del gran escritor euskaro don Juan Antonio de
Moguel, y hermano de la escritora y poetisa vascuence doña Vicenta, también
carlista. . -
(1) Francisco Javier de Burgos. Nació en Motril (Granada) en 1778.
Cuando la invasión francesa, sirvió a los imperiales, aceptando el cargo de
subprefecto de Almería en 1810, y de corregidor de Granada, en 1812. Cuan
do él triunfo de las armas españolas emigró a Francia, regresando en el
periodo" constitucional, emigrando de nuevo al triunfo de los' realistas. Adhe
rido a Doña Isabel, fué ministro de Fomento en 1833, y ministro de la Go
bernación en 1846. Falleció en Madrid en 1849. Escribió numerosas obras lite
rarias e históricas.
(2) Mariano Alvarez Bohórquez. duque de Gor. Adherido a la causa
isabelina, aceptó, en 1833. el nombramiento de gobernador civil; fué Procer del
Reino y vicepresidente del Estamento de Proceres en las Cortes del Estatuto,
luego diputado por Salamanca y por Madrid. Senador por Almería, en 1843.
Se distinguió como pintor en el género de historia, por lo que fué de la
Real Academia de San Fernando. ,
(3) Documento número 3 en Apéndice documental.
carlismo.es
148 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

iba a comenzar. Decidieron algunos voluntarios resistir: y el 27 de


Octubre, hacia la una del día, comenzó un tiroteo con la guardia de
la Cárcel de Corte, que formaban fuerzas del regimiento de Infante
ría ce la Princesa, por algunos elementos de los voluntarios, que se
habían apostado en el cuartel de los mismos, cerca de aquel sitio.
Al luido del tiroteo, muchos voluntarios salen de sus casas con di
rección al cuartel, y muchos son también los paisanos cristinos, los
militares afectos al Gobierno y las patrullas y fuerzas armadas de
éstos que se arrojan a la calle. Se ataca a los voluntarios aislados; a
unos se les desarma cuando no tienen tiempo de defenderse; otros
resisten, aunque inútilmente, a una mayor cantidad de adversarios,
y entre los disparos de los que se defienden en el cuartel y de los
que resisten en la vía pública, el grito de ¡Viva Carlos V! resuena con
el mismo aliento de esperanza que en los campos de combate de las
partidas carlistas que inician la guerra civil. Pero son arrollados y
dominados en las calles, y los voluntarios dentro de su cuartel des
precian las intimaciones, tanto de amistad como de represalia, de los
que los tienen asediados. Eran pocos, pero eran bravos, y las amena
zas no podían con ellos, ni los Bandos, como el que se publicaba a
las tres de la tarde, imponiendo pena de la vida al que no entregara
sus armas. Surtía esto efecto en los aislados, pero no en los que
acababan de enarbolar la bandera de Carlos V y la defendían con
tesón. El superintendente de Policía, Arjona (1), y el brigadier
Bassa consiguieron entrar en el cuartel al frente de las fuerzas del
Ejército, y entonces los voluntarlos no tuvieron otro remedio, ante
la masa de populacho cristino y de las fuerzas contra ellos concentra
das, que deponer sus armas. Murieron doce voluntarios realistas, y
nueve más fueron heridos. Al lector de nuestros días le parecerá, al
pasar la vista sobre estas líneas, que estamos dando cuenta del en
sayo general de las jornadas heroicas del Cuartel de la Montaña en
1936. Y es que las revoluciones se dan en mayor o menor escala, pero
las jornadas se parecen enormemente.
A los defensores del cuartel de voluntarios realistas de Madrid,
cogidos con las armas en la mano el 27 de Octubre de 1833, se les
sumarió por rebeldes. Los principales reos, 73 en número, fueron
condena.dos a pena de muerte; a otros se les impuso por el Tribunal la
pena de presidio, ya en Africa, ya en la Península, y algunos, con

(1) José Manuel de Arjona. Había sido nombrado para este cargo en
1824, y, a pesar de adherirse a Doña Isabel, fué sustituido en 1833.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 149

la prisión que sufrieron en Madrid, se juzgó que habían purgado su


culpa. El Gobierno aconsejó a Doña María Cristina el 14 de Febrero
el indulto, por estimar "que sería impolítica y poco humana la eje
cución de los 73 individuos condenados al último suplicio". Y Doña
María Cristina decidió que se les conmutara la pena capital por la
de diez años de presidio en una de las posesiones de Ultramar, en
América o Asia (l).x
Mientras tar.tc, la pena de muerte se aplicaba, como veremos,
despiadadamente, en las provincias españolas.
Poco a peco re irá cambiando el aspecto de los Consejos de la
Reina Gobernadora. Ln Noviembre ya se considera que don José de
la Cruz puede ser relegado a la vida privada.
Ya se ha obtenido de él cuanto esperaba la revolución. El desar
me de los voluntarios realistas de toda España ha quedado iniciado,
y no tardará en ccncluir. El Ministerio de la Guerra no necesita del
dócil general, y reclama, para satisfacer a todos los liberales, a otro
que haya dado mayores pruebas de adhesión a las ideas. Nuestro viejo
conocido en las luchas de los realistas, el liberal y constitucionalista
don Antonio Remon y Zarco del Valle, le sustituye en Guerra e inte-
rirE.rr.tnte en Marina. 'Más tarde, en Diciembre, será otro de los Hacía
fenteches del "despotismo ilustrado" el que va a ser reemplazado, el la ínter-
ministro de Hacienda, don Antonio Martínez, cuya cartera desempe- vención
ñará interinamente el ministro de Fomento, liberal y afrancesado, don de las
Javier de Burgos. Poco a poco nos vamos acercando, con el nuevo año, tropas
o una verdadera revolución de la política española, y, si mejor parece, españo-
a la caída de los antifaces que cubrían la mueca revolucionaria liberal. Jas en
En orden a las relaciones diplomáticas, ya hemos hecho anterior- Porra
mente una ligera indicación. El manifiesto del 4 de Octubre no engañó ga]
la prudencia del Papa Gregorio XVI. Había llegado a Madrid el nuevo
Nuncio de S. S., don Luis Amat de San Felipe (2), que reemplazaba a
Monseñor Francisco Tiberi (3). El traer las cartas credenciales para
Fernando VII fué causa de que se aplazara la recepción protocolaria, y
ante los acontecimientos que se desarrollaban, el Nuncio Amat perma
neció en Madrid, pero sin hacer acto de presencia en la Corte. El Go-

(1) "Gaceta de Madrid" del 18 de Febrero de 1834.


(2) Luis Amat de San Felipe. Nació en Cerdeña en 1796. Arzobispo de
Nicea. fué nombrado Nuncio de Madrid en 1832, y aunque no reconoció a Su
Santidad Gregorio XVI al Gobierno de Isabel II, permaneció en Madrid hasta
el cierro de la Nunciatura. Fué creado Cardenal en 1837.
(3) Francisco Tiberi, Arzobispo ie Atenas. Fué Nuncio en Madrid de
1826 a 1832. A su regreso a Roma fué creado Cardenal por Gregorio XVI.
carlismo.es
150 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

bierno usurpador de Francia había encontrado una proporción indica


dísima para hacer un gesto en relación a otro Gobierno usurpador. El
conde de Rayneval (1) se había presentado el 10 de Octubre en Pa
lacio y había sido recibido por Doña María Cristina. En París, el Re
presentante de España, conde de Colombi, había pedido el reconoci
miento de su Señora al Gobierno usurpador de la nación francesa. Va
cante se hallaba la Embajada inglesa. Pero acababa de llegar el nuevo
Representante británico, Mr. de Villiers (2), y no tardó mucho éste
en presentar sus credenciales, siguiendo las órdenes recibidas del mi
nistro inglés, que había conferenciado con el representante español en
Londres, Caballero de Vial.
Las llamadas potencias del Norte, Austria y Prusia, se apresuraron
a cortar sus relaciones con el Gobierno español. Tampoco lo reconoció
el Gobierno de Cerdeña, pero mantuvo en Madrid un agente encargado
de su Legación, y lo mismo hizo el de Nápoles, el cual jugará en la
historia de los años sucesivos singular papel. Los demás, como hemos
indicado, fueron paulatinamente acatando el orden constituido, y asi
Doña María Cristina se encontró con asistencias que, desgraciadamente,
por una indecisión inexcusable, no halló Carlos V.
En relación a Portugal, se verificó un cambio radical de política en
España. Todavía a la muerte de Fernando VII se consideraba a los par
tidarios de la Carta constitucional como rebeldes, y a Don Miguel como
Rey legítimo. Don Carlos fué reconocido por el Rey de Portugal, y la
política española, que necesitaba para encumbrar al liberalismo la ayu
da de Inglaterra y Francia, cambió radicalmente. Aprovechando las cir
cunstancias, y con el fin de congraciarse las simpatías del Gobierno
inglés y del francés, España, o mejor dicho, el Gobierno de Madrid,
dispuso la retirada de la Legación cerca de la Corte de D. Miguel, y

(1) Francisco Maximiliano Gerardo, conde de Rayneval. Nació en Ver-


salles en 1768. Ingresó en la carrera diplomática durante el directorio, si
guiendo en la misma durante el consulado y el Imperio. Adhirióse a la Res
tauración, siendo subsecretario de Estado en 1820. Ministro en Prusia y en Sui
za. Ministro interino de Negocios Extranjeros en 1828 y embajador en Viena
en 1829. Al producirse la revolución de Julio se retiró de la carrera para rein
corporarse a la misma, aceptando p la Monarquía usurpadora, en 1832, pasando
a ecupar la Embajada de Madrid. Falleció en Madrid en 1836.
(2) Jorge Guillermo Federico de Villiers, conde de Clarendon. Nació
en Londres en 1800. entrando en la carrera diplomática en 1830. Ministro en
Madrid en 1833, tuvo indiscutible influencia en la política española de aquel
tiempo. Ministro de Negocios Extranjeros en 1852. 1865 y 1868-70, falleció,
si—'.do ministro, repentinamente, en 1870.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 151

anunció oficialmente su propósito de intervenir en contra de los legi-


timistas en aquel Reino (1).
Asi es como se iba deslizando hacia el liberalismo moderado el
despotismo ilustrado que inventara Zea Bermúdez para abrir las puer
tas a los ya. inestables radicalismos revolucionarios que tendrían que
venir.

(-yy "Gaceta de Madrid" del 12 de Diciembre de 1833. Apéndice docu


mental. Documento número 4.
carlismo.es
carlismo.es

CAPITULO VI

CARLOS V EN PORTUGAL

Paralelismo histórico entre España y Portugal.— Unos pasajes


de Oliveira Martins. — Manifiestos, decretos y cartas de Don
Carlos. — La intervención militar de España en Portugal.— La
figura de don Joaquín Abarca, Obispo de León. — Los emigra
dos españoles en Portugal.—Rodil, traspasa la frontera lusita
na.— D. Carlos, no fué conspirador.— Por leal, aseguró D. Car
los la legitimidad de sus sucesores

El Rey Miguel de Portugal tenía, según hemos dicho, su Corte en parajc


Thomar, cuando se supo la noticia del fallecimiento de Fernando VII.
lismo
Figura por muchos estilos interesante la del Caudillo del legitimismo
tradicional y dinástico lusitano, así como la doctrina en que su Causa históri
se fundamenta, de uno y otro temas prometemos tratar en el tomo IV co
de esta obra, con mayor amplitud, que no permite el plan trazado para entrc
el presente volumen. España
No se nos oculta que es, por lo menos, aventurado entrar en y Por-
juicios sobre historia política reciente de un país que no sea el propio, tugal
y más si éste, por ser hermano, como lo es Portugal merece un fraterno
respeto y una cordial comprensión por los que consideremos sus faltas
o errores. Fcro nos es necerario juzgar de la política portuguesa del
siglo XIX, y algo de la del XVIIf, porque en el presente capítulo
hemos de ver a Portugal sirviendo de marco a la figura del Infante
español Don Carlos María Isidro, que representaba los principios de la
ideología nacional y los derechos dinásticos de nuestra tradición. Bien
es verdad que nos justifica, para no parecer imprudentes, la circunstan-
carlismo.es
154 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

cia de semejanza y paralelismo que ha presidido el destino histórico de


ambas naciones de esta Península, las cuales, si a la par, en esforzada
emulación, conquistaron insignes glorias en los tiempos del descubri
miento y civilización de América y de las Indias Orientales, vieron tam
bién, a la par, eclipsarse esas glorias, y quizás por análogos motivos.
La influencia de las ideas y modos revolucionarios transpirenaicos
se dejó sentir intensamente y en la misma época de declive imperial
en los dos Reinos ibéricos. Débil era José I, débil Carlos III; enciclope
dista y volteriano el marqués de Pombal; también el conde de Aranda.
Uno y otro intentan atropellar la vida monástica, y abusan del rega-
lismo contra Roma; uno y otro persiguen y expulsan de los dominios
portugueses y españoles, respectivamente, a la Compañía de Jesús. Con
motivo de la creación de la Compañía Monopolizadora de Vinos de
Oporto, el pueblo se amotinó, y Pombal— según testimonio de un his
toriador que con él simpatiza (1) — "tuvo en aquellas circunstancias
!a desgracia de poner límite a su venganza, de modo que su severidad
degeneró en injusticia, y trató a Oporto como una ciudad conquista
da. ¿Cuánto más admirable hubiera sido, si.no hubiese llevado tan allá
su poder, si no hubiese reinado en medio del silencio y del terror, y
no hubiese inscrito la delación entre sus más poderosos medios de
gobierno?" Ensañamiento y crueldad hubo también en el castigo del
duque de Aveiro y los Távora, complicados en una conspiración contra
Pombal (2).
Invocamos estos testimonios, porque ellos explicarán, en su día, los
hechos en que los enemigos de Don Miguel se funden, al llamarlo
monstruo, por las represiones que su Gobierno hiciera contra los
revolucionarios que, mediante la fuerza, osaron arrebatarle sus dere
chos de Soberano legítimo. Si Pombal, vengativo, engendró venganzas,
las de los miguelistas, si venganzas fueron, en vez de justicia, las pade
cían los hijos espirituales de Pombal. De hechos análogos está plagada
la historia de la humanidad.
Ante la amenaza despótica de Napoleón, si la familia Real española,
engañada, fué puesta en prisión por el Corso, la de Portugal tuvo
también que emigrar al Brasil, según se ha visto, bajo el amparo de
la flota británica, ante el peligro de análogo secuestro. Este episodio
hace traer al recuerdo una circunstancia dramática, por la que se re
gistra que, igual que nosotros, los portugueses tuvieron su Reina Loca.

(1) Augusto Bouchot. "Historia de Portugal y sus colonias".


(2) Augusto Bouchot. "Historia de Portugal y sus colonias".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 15.3

Había cruzado nuestra Doña Juana del Centro al Sur las tierras
de España, envolviendo con su locura de amor, o con el amor de su
locura, como en un nuevo sudario impalpable los despojos mortales
de su esposo, Don Felipe. La Reina Doña María de Portugal es
también una imagen del dolor y del amor, que inspira respetuosa y
compasiva simpatía. En silla de manos era llevada diariamente al cam
po, y allí se estaba, como la Ofelia del poetó inglés, entre flores y
bajo la fronda, llorando o cantando... Al contemplarla, al pasar, os
campezinhos, decían: — "ILa Reina juega!" Jugaba con su deli
rio, figura de romance, inconsciente de todo, menos de su dignidad
Real, como lo demostró con entereza, cuando, en la fuga precipitada de la
Corte, casi para oírse el piafar de los caballos napoleónicos a las puertas
de Lisboa, la Reina Loca, sin perder el instinto del señorío propio de
la Realeza, resistíase a salir de su Patria, y, llena de dignidad, ordenaba
al conductor del carruaje que lo guiase frenando y moderando el andar
de las bestias, para que no se dijera que huia, como una fémina vulgar,
la Soberana de un Reino donde la historia de su pueblo estaba esmal
tada de gallardías...
El paralelismo entre España y Portugal, continuará, por culpa de
los extranjerizantes de uno y otro país, empeñados en acabar con las
instituciones tradicionales, y, lo mismo allí que aquf, es de justicia
registrar que, más que los Reyes, eran los pueblos los que instaban a
las represalias, cuando no las realizaban estos mismos, desbordando la
táctica de tolerancia seguida en las alturas del poder.
Breves años transcurrieron entre la pérdida del imperio continen
tal de España en América y la escisión del Brasil de la tutela portugue
sa. Juntos sufrieron los embates de la revolución interna ambos repre
sentantes de la legitimidad monárquica, y a un tiempo mismo comen
zaron la dinastía miguelista y ¡a carlista a padecer los sinsabores del
destierro. Tanto D- Miguel como D. Carlos fueron objeto del vilipendio
calumnioso con que se desatara la pasión sectaria de aquella época.
Una y otra nación tuvieron su guerra civil, y pasaron por la fase omi
nosa de repúblicas que ofendieron y menospreciaron la fe de los
pueblos y los conducían a la ruina, bajo la consigna de las sectas in
ternacionales. Y, por último, fluctuaron ambas en períodos de dicta
duras, queriendo justificarlas sobre algunas normas entresacadas de la
Tradición; pero no es momento de juzgar ahora ese fenómeno desde
la atalaya de la historia, por falta de perspectiva.
Ollvelra Martíns, en su "Portugal Contemporáneo", se
cree en la obligación de dar, al comienzo de la segunda edición de esa
carlismo.es
156 MELCHOR FKRRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

obra, unas explicaciones, para defendeíse de los juicios de algunos con


tradictores. "Llevóse a mal, como era de suponer— dice— , que yo pro
curase deslindar del tejido de leyendas absurdas o risibles, el carácter
de D. Miguel: a eso se le ha llamado apología. Ni un hecho, ni una in
ducción legítima han sido todavía contestados, lo que me lleva a no
alterar el retrato de ese Príncipe, simpático para mí en su infelicidad.
Y tengo hasta la vanidad de abundar en la perspicacia de este senti
miento, pareciéndome que, si en el futuro la historia volviera a ocu
parse de D. Miguel, ha de estar más de acuerdo conmigo que con los
autores del retrato del monstruo. Esos autores escribían con la
pluma mojada en la hiél amarga del odio."
Lo mismo ha ocurrido en España con las semblanzas de D. Carlos,
hechas por sus contemporáneos liberales y por los historiadores que
de ellos han copiado después, como acabamos de ver en el capítulo II
de este tomo.
En la página 5 de su libro hace Oliveira Martins este aserto, apo
yándose en la "Historia de Portugal", de Sousa Monteiro:
"Los jacobinos, los veintisles, valían poco en el 26; la nación entera
era realista, pero rrrt'crada, y estaba medrosa, cansado y con
hambre. Esperaban que D. Miguel hubiese aprendido en el mundo, y
se adhería al plan dmplc de la abdicación de D. Pedro y del reinado
del Infante, en cuento las Cortes regulasen las cuestiones indecisas"...
Pocos fueron, en 1612, y pocos en el período sucesivo hasta la
muerte de Fernando VII los jacobinos españoles, y menos cuando Cris
tina se esforzaba para afianzar a su hija Isabel en el Trono, porque
buen número de los radicales de ayer se habían hecho moderados.
Pero lo mismo aquí que allí, el Ejército, liberalizado, minado por la
masonería, no acababa de decidirse por la causa del afianzamiento de
la Monarquía Constitucional. Sabían entonces las sectas lo que impor
taba tener de su parte la fuerza oficial, que supliera violentamente, en
los casos para ellas oportunos, la falta de masas liberales: "La guarni
ción—dice Oliveira— no estaba decidida; parte del ejército era consti
tucional, y lo mejor de la cohorte "apostólica" todavía no había vuelto
de Cspcña. Les tropas no podían de cierto impedir, pero tampoco se
podía cenícr cen ellas solamente para el acto proyectado"— el de la
aclamación formal en Lisboa de D. Miguel por la guarnición—. "Desde
las ventanas de Palacio, en Terreiro de Paco, desplegaban el estandar
te, gritando a), modo antiguo: "¡Real! ¡real! por D. Miguel I, Rey de Por
tugal"— y el calor inconsciente de la tradición, el vago sentimiento de

I
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 157

la historia exaltaba los ánimos de la multitud, que respondía con vivas


estrepitosos..." (1).
Páginas anteriores, el mismo historiador describe la jubilosa en
trada de D. Miguel en Lisboa: "Fué en 22 de Febrero (1828) cuando
Don Miguel desembarcó. El río era un bosque de mástiles, con velas
blancas, como bandas de gaviotas volando en las vísperas de temporal.
Había un entusiasmo decidido, una aclamación espantosa, un furor
desenfrenado. Repetíanse los vivas al Rey absoluto... en la misma cara
de los moderados liberales, corridos de su flaqueza, conscientes de la
triste figura que hacían... La "Pcrola" que lo trajera, echó el ancla
frente a Belén... El desembarco, el trayecto hasta el paco fué un
triunfo: un montón de vivas, una desesperación de gritos, un diluvio
de flores, banderas, colchas... Gritaban las bocas abiertas entre las
caras enrojecidas por el calor, por la fatiga, y las muías del coche
real trotaban subiendo la calzada, entre las alas de los arqueros ves
tidos de bermejo, con alabardas. No era un entusiasmo Cándido, abra
zos ingenuos, sonrisas y semblantes satisfechos, como cuando la bur
guesía aclamara la Constitución, dos años antes, en Lisboa y en Oporto.
Era un entusiasmo ardiente, insultante, amenazador. No había esca
rapelas blancas y lazos azules: había la color encendida de la fuerza
y de la sangre, había la plebe, rugiendo una victoria... Era el clamor
de una guerra, no la falaz embriaguez de una ilusión... La ciudad, co
ruscante de luces, abandonábase a un delirio de alegría plebeya...
O malhados jé estao presos
Con sentinella á vista
A dizeren uns para outros:
Oh! quem fóra realista!
O Rei chegou, o rei chegou!
E em Belem desembarcou..." (2).
¿Cómo no ver en esta escena sus semejanzas con la entrada en
Madrid de Fernando VII, arrastrada la carroza Real por los brazos del
pueblo, delirantemente aclamando, al grito de Ivivan las cade
nas!? ¿Y qué eran una y otra manifestación sino un frenético amor
del pueblo hacia la Monarquía — espina dorsal de la nacionalidad—,
enconado y hasta furioso, como protesta contra los que la habían trai
cionado, buscando medros y provechos, sacerdotes impíos del altar de
la libertad?
(1) Oliveira Martins.—"Portugal Contemporáneo".
(2) Oliveira Martins.—"Portugal Contemporáneo".
158
carlismo.es
MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

"Esos gritos— añade Oliveira Martins— sonábanle en los oídos como


clamor unánime de la nación. ¿Era, o no? Era. Toda la nación,
más o menos ardientemente, deseaba ver ter
minado el intermezzo de la "Carta", y en el trono, en
vez de un papel, un hombre; pero era sólo una parte mínima la que
había ligado a este hecho la necesidad de un gobierno terrible, "apos
tólico", a la manera del que pregonaban y pedían los energúmenos
del séquito de la Reina. En las revoluciones, sin embargo, dominan
siempre las minorías extremas, la fatalidad arrastra, y, con la dureza
de las condiciones, crece el furor de los que se defienden. Esta cir
cunstancia, las influencias palatinas dirigidas por la Reina, la disposi
ción de los espíritus y la falta de inteligencia personal en D. Miguel:
he aquí el conjunto de las causas que dieron a su gobierno el carácter
de un Terror, como el de Robespierre".
También en España, aparte los calificativos que la revisión histó
rica puede haber amortiguado, hay semejanza. Porque los realistas fir
mantes del manifiesto llamado de los Persas, bien quisieron
atraer a Fernando VII a modos que no fueran los del despotismo, a
las pautas de la Monarquía templada y paternal, que es la tradiciona-
lista; pero si él se dejó llevar de las influencias rencorosas de una
minoría, no tan leal y comprensiva, creyendo, además, servir los ins
tintos de aquella plebe que se había enganchado a las lanzas de su
carroza, a la cuenta del Rey van las recriminaciones, porque hizo en
démico el trastorno, la perturbación, el constante desorden.
Más textos: "Los pobres liberales, pocos y débiles, sin eco en las
poblaciones, sin influencia en las clases poderosas, eran un grupo im
potente con los ojos vueltos al 5rasil, donde estaba D. Pedro, ya tal
vez aborrecido de ellos, ya tal vez arrepentido de la serie de errores
e imprudencias cometidas..." (1).
A este semblante corresponde el de España, a la muerte de Fer
nando VII donde el liberalismo estaba harto en precario. Solamen
te que en España, nuestros liberales, con Zea, que era conocedor
del ambiente diplomático de París y Londres, volvieron los ojos a las Po
tencias, para que éstas reconocieran como legítima la ilegitimidad isa-
belina. Pero España seguía siendo monárquica casi en masa, sin mezcla
de constitucionalismos exóticos, como también lo era Portugal.
En cuanto a las guerras civiles, en Portugal había más sedimentos
liberales, o personas influyentes del liberalismo en el Norte, y legiti-
mistas en el Sur, mientras que en España la latitud de focos era con-
il) Magalhaes. "Apuntes históricos diplomáticos".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 159

traria, pues tuvo más fuerza el carlismo septentrional que el meridio


nal, y mayores alardes el liberalismo en el Mediodía, porque irradió
de las Cortes de Cádiz.
"Absolutismo, liberalismo— sigue Oliveira— ; veíase bien que era
ésta la expresión del genio de las poblaciones, si bien en el propio Miño
fuese vivísimo el amor al viejo Dios y el odio a la masonería : así tam
bién sucedía más allá de las fronteras, en el Norte carlista, más fue
rista... Considérese ahora cuánto el trasmontano difiere del miñés...
Frente a frente, armados para una guerra que iba a durar seis años,
el miñés liberal contra el extremeño y el alentejano absolutista, ¿cuál
vencería? Quien siempre venció en Portugal; quien da unidad y co
hesión a nuestra familia nacional, compuesta de retazos de las razas
históricas de España. Venció el tenaz y astuto beiréí, de sangre de
iusitanos ya desde Viriato y Sertorio, maestros en mañas y ardides de
guerra... Con todo, el ingenuo espíritu revolucionario del Miño y el
absolutismo ardiente del Sur, fueron vencidos más tarde..." (1).
Con estos rasgos sueltos del ambiente portugués durante el domi
nio miguelista, volvamos a centrar en él la figura de nuestro D. Carlos
y su mujer y sus hijos, de sangre portuguesa.
Para D. Miguel, Rey legítimo de Portugal, no cabía más que una
solución a la cuestión dinástica de España, que era el mantenimiento Mani-
de la dinastía legítima. Si hubiera escuchado su interés, quizás le hu
f i estos,
biera convenido aparentar la aceptación de los acontecimientos de Ma
drid; pero hombre de honor ante todo y de profundas convicciones,, decre
no quiso hacer traición a su conciencia. No es que creamos que María tos y
Cristina hubiera seguido una política distinta a la del acercamiento a cartas
los gobiernos de Francia e Inglaterra, según los impulsos del propio de Don
interés y conforme a las sugestiones de los consejeros que comenzaban Carlos
a rodearla, porque, al fin y al cabo, en sus tratos con Portugal atendía
más a bienquistarse las simpatías inglesas y francesas principalmente,
y, sobre todo, su obsesión era lograr el medio de apoderarse de la per
sona de Carlos V. Fué un cálculo bastardo, que le falló en definitiva,
pero siempre este cálculo hubiera figurado entre los fines primordia
les de su política en Portugal. De cualquier modo, es lo cierto que la
situación de D. Carlos en el vecino reino creó mayores dificultades a
la causa de la legitimidad portuguesa.
En la ciudad de Abrantes se hallaba D. Carlos cuando fué
conocida la noticia de' la muerte de su hermano el Rey, y el
mismo día primero de Octubre dirigía a los españoles un manifies-
(1) Oliveira Martins.—"Portugal Contemporáneo".
carlismo.es
160 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

to (1), en el que, después de expresar su pena, declaraba una vez más


que no ambicionaba el trono ni codiciaba bienes caducos, pero la reli
gión y el mantenimiento de la ley de sucesión y el de los derechos im
prescriptibles de sus hijos y consanguíneos le obligaban a defender la co
rona del "violento"despojo", y que si hasta el momento de morir Fernan
do VII, hubiera sido traidor el que reconociese a D. Carlos por Rey,
"ahora lo será el que no jure mis banderas"; y prometía hacer los de
bidos cargos cuando estuviera en España al frente de sus leales.
Es decir, que implícitamente quedaban tachados de traidores to
dos aquellos que se opusieran al recobro que él demandaba de su
Corona y, por supuesto, entre los traidores pues la vieja ley espa
ñola, justa y equitativa, no hacía privilegios de excepción—, quedaban
comprendidos, además de los generales, gobernadores y demás milita
res y civiles, los Príncipes de la Casa Real.
De Abrantes marchó Carlos V a Santarem, y el día 4 de Octubre
firmaba los decretos que llevan el nombre de esta ciudad portuguesa
(2). Dos de ellos iban dirigidos al Presidente del Consejo Real, que
lo era entonces el general D. Francisco Javier Castaños, Duque de
Bailén, y se declaraba heredero de Fernando, por no haber dejado
éste hijo varón, y con tales facultades confirmaba provisionalmente en
sus cargos a las autoridades del Reino. Los otros dos iban dirigidos a
Zea Bermúdez, confirmándole en el primero de sus cargos de secreta
rio de Estado, en el de Guerra e interino de Marina al general D. José
de la Cruz, en el de Gobernación al Conde de Ofalia, en, el de Gracia
y Justicia a D. Juan Gualberto González y en el de Hacienda a D. An
tonio Martínez, y mandaba que continuaran en el ejercicio de sus car
gos igualmente a todas las autoridades. El segundo decreto, dirigido a
Zea Bermúdez, era sólo para poner en ejecución los tres anteriores y
para ordenarle la publicación de la citada protesta de 29 de Abril.
Al Duque y Presidente del Consejo Real le ordenaba que éste proce
diese inmediatamente a su reconocimiento.
Bien sabía D. Carlos que los ministros le eran hostiles. Bien cono
cía los manejos ambiciosos de Zea Bermúdez, la oposición que hiciera
a sus derechos a la Corona D. Juan Gualberto González, los ribetes li
berales moderados que había puesto a su casaca realista el conde de
Ofalia y la perfecta inocuidad, pese a la leal devoción a Doña María
Cristina, del general De la Cruz y de D. Antonio Martínez. Sabía que
sus amigos y partidarios no figuraban en puestos de influencia, y si

(1) Documento número 5 en Apéndice documental.


(2) Documento número 6 en Apéndice documental.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 161

algunos había, eran en escasa proporción dentro de la red vastísima de


los funcionarios que requiere el Reino. Pero D. Carlos se condujo
siempre con alto espíritu de transigencia en cuanto a las personas, a
la vez que era irreductible en cuanto a las doctrinas. Apuraba los
medios para solventar sin sangre la cuestión dinástica, y quería con
sus disposiciones salvar al menos la responsabilidad de que por él
no se alterara el orden en España, y quiso así cortar alteraciones y
disturbios. Su esfuerzo era inútil, pero, ante su conciencia y ante Dios,
cumplía siempre con su deber.
Con ese cordial deseo de paz, en el mismo día escribió a la viuda
de Fernando VH, Doña María Cristina de 5orbón, dándole el pésame
con muy cariñosas y sentidas palabras, llamándola querida herma
na (1), y también lo hacía a su hermano el Infante D. Francisco de
Paula (2) y a su sobrino el Infante D. Sebastián Gabriel (3), invi
tándoles a que le reconociesen como Rey, ya que así, el primero ase
guraba, en todo caso, sus derechos eventuales a la Corona, sobre la
coyuntura de los mismos derechos de D. Carlos. Hizo más Carlos V,
y fué llamar al ministro plenipotenciario en Portugal, D. Luis Fernán
dez de Córdoba, para decirle que le reconociera como su Soberano
y le obedeciera; pero Fernández de Córdoba rebelóse a su autoridad,
al negarse rotundamente, diciendo que sólo reconocía como Reina
legítima a Doña Isabel. Carlos V se limitó entonces a entregarle los
documentos y decretos firmados aquel día en Santarem.
Estos actos de D. Carlos nos revelan, más que las palabras, cuál
era su prudencia como Rey. No ignoraba los manejos de Doña María
Cristina para usurparle el Trono; no los ignoraba, por cuanto el mismo
29 de Septiembre, caliente aún el cadáver de su esposo, en atribuciones
de Reina Gobernadora había ordenado a Fernández de Córdoba que

(1) Nicolás María Garelly. "Exposición presentada a S. M. la Reina


Gobernadora por el secretario del Despacho de Gracia y Justicia y mandada
a pasar de Real Orden a las Cortes generales del Reino".
(2) "Santarem. 4 de Octubre de 1833.—Le da el pésame, añadiendo:
"llegó el caso... de que cumpla la declaración que hice de no reconocer
otros derechos que los que legítimamente tengo de heredar la Corona en el
caso presente, por no haber dejado mi Hermano hijo varón... Espero de ti
que reconozcas tus propios derechos y los de tus hijos en los mios. Carlos."
("Exposición presentada a S. M. la Reina Gobernadora por el secretario del
Despacho de Gracia y Justicia y mandada pasar por Real Orden a las
Cortes Generales del Reino.")
(3) "Santarem, 4 de Octubre de 1833. En ella dice que es el legitimo
sucesor de la Corona." Los derechos que en mí reconoces son los tuyos mis
mos; espero que no vacilarás un momento en reconocerme." ("Exposición
presentada a S. M. la Reina Gobernadora por el secretario del Despacho de
Gracia y Justicia y mandada a pasar de Real Orden a las Cortes generales del
Reino.")
11
carlismo.es 1

162 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

éste invitara una vez mas a D. Carlos a que abandonara el reino lusi
tano y se confinara en el destierro de los Estados Pontificios, mandato
que reiteró el 3 de Octubre y por la misma intermediación de Fernán
dez de Córdoba. No ignoraba tampoco D. Carlos que su hermano
Don Francisco de Paula estaba bajo el imperio de la que era rival de
su esposa, la Infanta Doña Luisa Carlota. Sabia que el Infante D. Se
bastián Gabriel habia desoído las maternales exhortaciones de la Prin
cesa de Beira y, a pesar de ellas, acudió a la jura de Doña Isabel. Y no
ignoraba, por último, el desagradecimiento de Fernández de Córdoba,
que al Infante y su esposa les debía la vida, y a pesar de ello, había
organizado en torno a su salvador un servicio de espionaje para infor
mar en Madrid a los enemigos del entonces Infante. Pero sabía también
Don Carlos que su deber era sumar voluntades, pues a un Rey no le
es licito erigirse en cabeza de un partido, y si es notoria su insistencia,
a riesgo de negativas y menosprecios para ahorrar a España una nueva
guerra de sucesión, bien a pesar suyo ésta sobrevino, y la culpa histó
rica corresponde a los que se apretaron codo a codo junto a los que
representaban la ilegitimidad de derecho y de ejercicio, o sea a la
dinastía defensora del liberalismo antiespañol.
Prepá Al día siguiente de la entrevista de Fernández de Córdoba, éste se
presentaba de nuevo ante D. Carlos y le comunicaba que, en cumpli
rase la
miento de las órdenes recibidas del Gobierno de Madrid, el Rey legi
inter
timo debía salir de Portugal. Carlos V. contestó: "Las circunstancias
vención han variado completamente. Nadie tiene autoridad para mandarme,
militar ni yo la menor necesidad de obedecer, ni responder a nadie. Tengo
de derechos muy evidentes y superiores a todos los otros derechos sobre
España el Trono de España, y no conozco ya en ti la facultad de notificarme
en orden alguna". Todavía, citado por D. Carlos, compareció Córdoba, y
Portu hubo de oír estas palabras: "Ya todo ha variado, y ahora soy yo el
gal legítimo Rey de España. Como tal, tú eres ministro, y reclamo tu obe
diencia, esperando que seas el primero que me reconozcas." Fernán
dez de Córdoba se negó, y D. Carlos, entregándole unas cartas, le des
pidió así: "Está bien; vete". Después de este diálogo, el plenipotencia
rio Fernández de Córdoba se persuadió hasta la saciedad del desaira
do papel que estaba haciendo en Portugal, por lo que el 9 de Octu
bre decidió y el 11 comunicó que retiraba de aquel reino la Legación,
en vista de la sistemática insistencia del gobierno portugués y del Rey
D. Miguel de reconocer a D. Carlos como Rey de las Españas. En rea
lidad, las relaciones diplomáticas, más o menos tirantes, prosiguieron
entre el Gobierno cristino y el legitimista de Portugal, pues no cesaron

carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 163

hasta el 11 de Noviembre, en que, tomándose como motivo de la rup


tura, según hemos visto, "la ayuda que Don Miguel prestaba a la causa
de Don Carlos", diéronse por rotas, quedando los dos poderes frente a
frente, en actitud hostil, hasta llegar a chocar las armas de ambos ejér
citos.
Mientras lo que antecede iba ocurriendo, comenzaban a llegar a
Portugal emigrados españoles, y esta concentración de personajes
leales, a juicio del Gobierno de Madrid, podía constituir un peligro en
la frontera, si se aventuraban a introducirse en España, como nuevos
caballeros de la isla del Gallo.
Redoblaban sus esfuerzos los cristinos y se dictaban disposiciones,
unas para ahogar en sangre la insurrección iniciada en España, y
otras con el fin de vejar a Don Carlos. La principal determinación de
la Regente fué el decreto del 17 de Octubre, del que nos hemos ocu
pado, por el que, después de declarar que por su conducta temeraria
y contumaz incurría Don Carlos en concepto de conspirador, se le
secuestraban sus bienes.
Mientras tanto, Carlos V se trasladó de Santarem a Castello Bran-
co, hospedándose en el Palacio Episcopal. En cumplimiento del decreto
del 17 de Octubre, del Gobierno usurpador, se presentaron
al Rey los agregados a la Embajada don Fernando Fernández de Cór
doba (1) y el barón de Ramefort, para comunicárselo, no habiendo
querido hacerlo don Luis Fernández de Córdoba, que delegó en los
citados. Lugar del acto fué dicho palacio del señor Obispo en Castello
Dranco, el 23 de Octubre, y se dió lectura por e.1 barón de Ramefort
al decreto delante del Rey y de dos de sus gentileshombres. Carlos V
escuchó aquella lectura con calma y dignidad, y se limitó a decir
cuando terminó: "Quedo enterado; veremos quién tiene más derecho;
yo también usaré de los míos."
No podía ya abrigar el Rey esperanza alguna de una solución ar
mónica de la querella de la sucesión a la Corona. No hubo avenencia
en este que pudiéramos llamar "acto de conciliación"; y era forzoso

(1) Fernando Fernández de Córdoba, y Valcárcel, marqués de Men-


digorria. Nació en Buenos Aires en 1809. sirvió en el ejército y en la carrera
diplomática, íuchó contra los carlistas en la primera guerra civil, ascendiendo
a brigadier. Combatió a los sublevados de Cartagena. Fué director general de
Infantería y en 1849 capitán general de Cataluña, combatiendo a los carlistas de
la segunda guerra civil. Jefe de la expedición española a Italia en 1849. presi
dente del Consejo de ministros en 1854. Ocupó el Ministerio de la Guerra
en 1847. 1854, 1864. 1871 y 1872. Durante su época de Ministro de la República,
se suscitó la cuestión artillera. En 1881 se retiró de la vida activa y dedicóse a
estudios históricos. Murió en Madrid en 1883.
carlismo.es
164 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

prepararse para el pleito en franca lucha, y así comenzó D. Carlos a


hacerlo. Necesitaba que persona de gran autoridad moral y a la vez
culta y enérgica se ocupara de los asuntos que se fueran presentando
en relación al alzamiento general de España, y se designó como primer
secretario de Estado y de! Despacho Universal al virtuoso y lealisimo
Obispo de León, don Joaquín Abarca, que, como hemos visto, había
acudido Junto a Don Carlos después de la persecución de que fué
víctima, a raíz de la sublevación de los voluntarios realistas de León.
ka Era don Joaquín Abarca, aragonés, nacido en Huesca, en 1781. Gra-
figura duóse en Zaragoza de Doctor en Derecho Civil y Canónico, habiendo
de don ejercido con gran lucimiento la carrrera de abogado. Sus fervorosas
Joaquín virtudes fueron propicias a la eclesiástica en él despertada, y dejó el
Abar- f°ro para hacerse sacerdote, y más tarde obtuvo por oposición la dig-
ca, nidad de Canónigo ^doctoral de Tarazona.
Obispo Cuando la guerra de la Independencia, Abarca se situó francamente
de al lado de los que lucharon por el honor y la integridad de la Patria,
León y l°s franceses lo consideraron elemento tan peligroso, que, después
de la caída de Zaragoza, sufrió prisión en la cárcel de la capital ara
gonesa.
Enemigo de las ideas liberales, había visto con alegría y satisfac
ción el desplazamiento de los doceaftistas de la ilegal detentación que
del poder hacían, y celebró el retorno de Fernando VII. Permanecía,
sin embargo, en Tarazona, casi en la oscuridad, cuando durante el se
gundo período constitucional, el Gobierno masónico de Madrid des
terró al Obispo de aquella diócesis, don Jerónimo Castellón y Salas, y
entonces el Cabildo Capitular le eligió para el gobierno interino de la
misma; pero las persecuciones arreciaban, y el doctoral Abarca tuvo
a su vez que seguir el camino de la emigración, de la que no regresó
hasta que las armas franco-españolas restablecieron en aquella ciudad
episcopal la soberanía de Fernando VII. En 1824 fué preconizado Obis
po de León, y al año siguiente fué llamado por Fernando VII a Madrid
para afianzarse en sus rotundas opiniones y conducta, puesto en el
cargo de consejero del Estado. Hombre recto, justo, amante y cono
cedor del derecho, el Obispo de León no podía aceptar la Pr a g m á -
tica Sanción, 'y Doña María Cristina y su camarilla conocieron
pronto que no podrían torcer ni su voluntad ni su férreo e inquebranta
ble fervor por la legitimidad de Don Carlos. Y así, después de los su
cesos de La Granja, en 1832, cesó el Obispo Abarca de sus funcione*
en la Corte, y no teniendo motivo para permanecer alejado de su
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 165

diócesis a ella volvió, no sin antes formular la carta que hemos repro
ducido, en la que revelaba la entereza de su carácter.
Ya hemos visto cómo fué incluido entre los autores de los aconte
cimientos ocurridos en León en Enero de 1833, cómo tuvo que escon
derse en los lugares más recónditos de su diócesis, cómo protestó me
diante documento en el que da prueba de su saber y experiencia de
jurisconsulto, en la carta que dirigió a Fernando VII sobre la Jura de
Doña Isabel, y al fin emigró a Portugal, uniéndose a Don Carlos, de
quien fué entonces confesor y director espiritual, hasta que ahora los
acontecimientos le ponian de nuevo en la vida política como ministro
de su Rey y Señor.
Pertenecía el Obispo Abarca a un sector intransigente, que se
avenía con su temple de buen aragonés; era ilustrado, como dió de
ello muchas muestras; era culto y amaba las bellas artes. Servicial
para con todos, un solo ejemplo nos lo retrata: cuando la invasión na
poleónica, los franceses se habían llevado de Sevilla numerosas obras de
arte; unas pasaron la frontera, y otras, la mayoría, quedaron en
Madrid. Entre éstas estaba el maravilloso cuadro de Zurbarán "El Triun
fo de Santo Tomás", que se conserva hoy en el Museo Provincial de Se
villa. Pretendían los sevillanos recobrarlo; había dificultades, y alguien
les aconsejó que se dirigieran a don Joaquín Abarca, para que apoya
ra la restitución a Sevilla. Así lo hicieron, y gracias a la influencia y
actividad del recto Abarca, Sevilla recobró la obra maestra de Zur
barán.
En su correspondencia particular, se destaca el gracejo y campea
el donaire; de sus convicciones políticas, ¿qué vamos a decir, a mayor
abundancia? Su historia está tan ligada a la del Tradicionalismo espa
ñol, que muchas páginas pueden estimarse plasmadas sobre la silueta
de esta eminente figura. Cierto es que, por su palabra cáustica y mor
daz—nadie ha intentado la empresa de formar la efigie de la verdad
con trapos y alfeñique—, se granjeó Abarca buen número de enemigos.
Satirizaba con frecuencia a los generales que llamaba "de mapa y com
pás', no sabemos si con cierta intención contra varios de ellos, ya
que uno de estos instrumentos figura entre los signos masónicos. Qui
zá nos hemos avanzado demasiado en la interpretación, y tal vez
intentaba sólo hacer critica de los que soñaban en grandes planes es
tratégicos de guerra a lo Napoleón, y no eran de capacidad para
desarrollarlos. Era la guerra carlista la más opuesta a alardes tipo
Escuela Militar, y fracasaron cuantos esto Intentaron con planes admi
rablemente trazados en el mapa, pero que no respondían en los
carlismo.es
166 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

resultados sobre los campos de batalla. Zumalacarregui supo compren


der lo que era nuestra guerra, y la visión más aguda de su genio
fué la de saber adaptarse a las necesidades del terreno y experiencia
guerrillera de sus hombres. Esta es la obra de la inteligencia: adaptarse
a las realidades, que una cosa es hacer sonetos, encuadrando los ver
sos según las normas de la preceptiva literaria, y otra encuadrar y
mover los soldados para conseguir victorias. Por esto, el menos malo
de los generales cristinos, Fernández de Córdoba, supo comprender la
guerra y se adaptó. Otros la hicieron por instinto, sin llevar en su
equipaje teorías escolares que para nada les servían: tal fué entre los
carlistas Cabrera. Los que quisieron hacer la guerra regular, como
si se tratara, de dos naciones equipadas y preparadas para la lucha,
según las leyes clásicas en aquel tiempo, fracasaron: Sarsñeld, que era
la primera autoridad en la materia, nada hizo, excepto su marcha sobre
Vitoria y Bilbao; los planes de Valdés y de Quesada se estrellaron ante
la inflexible energía y la flexibilidad de movimientos dada a sus volun
tarios por Zumalacarregui, y ante la táctica varia aplicada a sus pro
yectos en la guerra del Norte. Rodil tuvo un plan magnífico, y por
mucho que sus contemporáneos hayan ridiculizado sus famosas líneas
paralelas, cuando la expedición de Gómez, es indudable que sobre
el mapa era un gran pensamiento el que llevaba al trazar combina
ciones estratégicas, pero lo único que fallaba era que la guerra no
la hacían sus enemigos como hubieran debido hacerla para que no le
salieran fallidos sus planes, y nada se conseguía por aquellas concep
ciones estratégicas.
Esto es lo que ridiculizaba el Obispo Abarca én ciertos generales.
Tenía razón, porque a él no le cegaban los preconcebidos planes na
cidos de un estudio teórico que impedían ver la realidad. Pero no
le perdonaron su burla mordaz, y sufrió grandes persecuciones por
ésta y otras franquezas.
Terminada la guerra civil, el Obispo Abarca permaneció en el
Extranjero. Durante los últimos tiempos de la misma había residido
en Francia, y luego pasó al Piamonte, y en la paz del convento de
Carmelitas Descalzos de Sanzo, cerca de la ciudad de Turín, falleció,
en 1844, firme siempre en sus convicciones carlistas, y piadosamente
confiado en la misericordia de Dios.
Tal era el primer ministro que tuvo Carlos V al comienzo de la
guerra. Era consejero del Rey y su ministro de Justicia, de Estado, de
Guerra, de Hacienda... Es natural que en aquellas circunstancias poco
se podía hacer, pero lo poco que se podía hacer y convenía hacerlo,
r
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 167

no se dejó para más tarde. Se habían ido recibiendo adhesiones de


distintas personalidades, militares, diplomáticos, magistrados, etc., y
era necesario ir poco a poco utilizándolos a todos. Entre, los que
se habían ofrecido al Rey figuraba el brigadier don José Alvarez de Los
Toledo (1), que acababa de dimitir de su misión de ministro plenipo emigra
tenciario en la corte de Ñapóles. Conocedor de la vida internacional dos en
política, y en buenas relaciones con el Rey de las dos Sicilias, que se Portu
había mostrado hostil desde un principio a la usurpación consumada gal
por Cristina, era sumamente importante que se la mantuviera por Don
Carlos en las mismas funciones, y así se hizo, no sin antes haberle
dado diversas Comisiones diplomáticas en las Cortes de otros Estados
italianos. Para que no se perdiera el contacto con las potencias que ha
bían formado la Santa Alianza, salió con pliegos y en misión diplo
mática para Viena y Berlín don Carlos Cruz Mayor (2).
No faltaban agentes en París, ni en Londres, ni en Roma, que,
puestos de acuerdo con los partidarios de la causa carlista, realizaran
gestiones beneficiosas para los alzados en armas. Donde más se notó
el efecto de estos trabajos fué en Londres, pues inmediatamente se con
siguió la adquisición de armas y municiones, por intermedio de casas
comerciales inglesas francamente simpatizantes con el carlismo.
Hablan acudido, además, a Portugal, destacados militares proce
dentes de España. Entre éstos estaba el teniente general don Vicente

O) José Alvarez de Toledo y Dubois. Nació en La Habana en 1779. Entró


en la Armada, tomando parte en la guerra contra Inglaterra y fué ascendido a
Alférez de Navio. Combatió durante la guerra de la Independencia, ascendien
do a Teniente de Fragata. Diputado por Santo Domingo en las Cortes de Cá
diz. En el período absolutista fernandino quedó agregado a la Secretaría de
Estado, y al sobrevenir el régimen constitucional pasó al extranjero en mi
siones reservadas de Fernando VII. En 1822 pasó a servir en el ejército rea
lista de Ayudante del General Quesada. Al terminar el período constitucional
ascendió a Brigadier y fué nombrado Ministro plenipotenciario en Luca y
Toscana, pasando luego a Suiza y, por último, a Ñapóles, donde desempeñaba
su cargo diplomático a la muerte de Fernando VII. Adherido a la causa car
lista representó a Carlos V en Nápoles y desempeñó misiones en otras Cortes
italianas. Acogióse a la amnistía de 1849, pasó luego a Francia para estudiar
la ley hipotecaria francesa y, llamado por el Duque de Parma, marchó a
aquel Estado para implantarla. Dejó varios escritos sobre cuestiones hipote
carias. Falleció en 1869.
(2) Carlos Cruz Mayor. Uno de los personajes más discutidos de la
historia del carlismo. Había sido, en época de Fernando VII, oficial de la
Secretaría y despacho de Estado y desempeñando cargos diplomáticos, entre
otros, el de Secretario de la Embajada en Lisboa. Adherido a Carlos V, des
empeñó en 1834 y 35 la primera Secretaría de Estado, haciéndose famoso por
sus divergencias con Zumalacarregui. Pasó luego al extranjero en misiones
diplomáticas de Carlos V, y en el extranjero murió.
carlismo.es
168 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

González Moreno (1), recién escapado de Cádiz; el mariscal de cam


po don Rafael Maroto, fugado de Granada; el del mismo empleo y gra
do don Juan Romagosa, el brigadier Núftez de Abreu y también ofi
ciales y hasta soldados de menos categoría.
Carlos V oia las opiniones, pero no se plegaba a ciegas a los
consejos. Utilizaba a aquellos hombres, como a otros de buena volun
tad, entre los que figuraban oficiales de la guardia, Menárguez (2),
entre otros, y voluntarios realistas de Madrid, fugados con ocasión de
los acontecimientos del 27 de Octubre, como Salvador y Palacios (3).
Con los voluntarios allí reunidos se formó un batallón, que se llamó de
Guardias españolas, cuyo mando quedó confiado al coronel Martinei

. (1) Vicente González Moreno. Nació en Cádiz en 1778. Hizo la cam


paña contra la República francesa, y luego, con gran distinción, la guerra de
la Independencia. Sirvió con los realistas en la guerra de 1822 y 23, y as
cendido-a Mariscal de campo, fué nombrado gobernador militar de Málaga,
siendo él el que descubrió los siniestros propósitos de Torrijos para levantarse
y proclamar la Constitución. Se apoderó de este General y, conforme a U
ley, lo fusiló. Estallada la guerra civil, estaba de cuartel en Cádiz, de donde
se fugó en Noviembre de 1833, marchando a Portugal, y se presentó a
Carlos V. Intentó entrar en España en 1834 por Extremadura. Marchó a In
glaterra con la familia real, y al intentar pasar a España para unirse a los
carlistas del Norte, fué detenido en París y extrañado de aquel reino a Suiza,
de donde, al fin, pudo pasar al Norte. En el Ejército carlista tuvo altos man
dos, entre ellos el de General en jefe después de la muerte de Zumalacarre-
gui. Militar de gran ilustración y de conocimientos militares poco comunes,
no fué afortunado en su mando, pero rehabilitóse en la expedición Real. Al
terminar la guerra civil en el Norte, murió asesinado por unos soldados car
listas desertores en Urdax en 1839.
(2) Lorenzo Menárguez y Pérez de Tudela. Nació en Alcantarilla (Mur
cia) en 1807. Entró en el ejército en 1824. Emigró en 1833, y desempeñó misio
nes diplomáticas por Carlos V. Entró en España en 1835, y ascendió, por
méritos de guerra, a brigadier. Se adhirió al Convenio de Vergara, fué di
putado por Segovia en 1849 y, apartado luego de la vida activa, falleció en
Madrid en 1882. Hasta su muerte fué apoderado y representante de los Du
ques de Parma en la capital de España.
(3) Manuel Salvador y Palacios. Nació en Madrid en 1810. Después de
la sublevación de los voluntarios realistas de Madrid, fué a Portugal, unién
dose al Rey, y batiéndose contra cristinos y pedristas. Regresó a España, ascen
diendo en el ejército de Cabrera a Brigadier carlista. Al terminar la cam
paña en 1840, después de una incursión por Castilla, al intentar atravesar la
frontera para refugiarse en Francia, fué hecho prisionero. Estuvo encarcelado
hasta 1846, emigrando y volviendo a España para servir en el ejército Rea'
de Cataluña en la segunda guerra civil. Cuando la revolución de Septiembre
de 1868, se presentó a Carlos VII, y levantóse en armas en la provincia de
Guadalajara en 1872. Hizo la tercera guerra civil, habiendo sido comandante
general del ejército del Centro en 1874. Emigró de nuevo a Francia al termi
nar esta guerra y regresó a Madrid más tarde, donde falleció en 1885. siendo
Mariscal de Campo.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 169

Tenaquero (1). Además, habia una pequeña fuerza montada, que


acompañaba al Rey, y todos constituían su guardia de honor, su tropa
de escolta y su pequeño ejército. Al conocerse la existencia de este
grupo de españoles a las órdenes directas del Rey, e inmediatas del
general González Moreno, se asustaron los cristinos, por llegar a creer
que intentarían con tan reducida fuerza una atrevida incursión en
territorio español. Si las provincias del Reino de León hubieran sentido
la causa carlista, como gran parte de las de Castilla la Vieja, hubiera
estado en su lugar el consejo a Don Carlos de que se arriesgara a pene
trar por aquella zona, pero el Reino de León fué entonces y siguió
siendo después uno de los más refractarios al desarrollo de la guerra Rodil
civil. Sea como sea, el gobernador militar cristino de Ciudad Rodrigo, traspa
brigadier Pastors (2), anunciaba al Gobierno de Madrid el 24 de Oc sa la
tubre que Carlos V había marchado en dirección a Almeida (Portu
fronte
gal) con intentos de entrar en España.
ra lusi
En realidad, Carlos V permanecía en Castello Branco. En esta ciu
dad firmaba y daba a la publicidad su manifiesto de 25 de Octubre, tana
en el que se hacía eco de la persecución contra él desatada, e impug
naba la Pragmática de 1830, haciendo un nuevo llamamiento a
los españoles (3).
Unos días después, el 4 de Noviembre, desde la misma ciudad diri
gía una proclama al Ejército, ofreciendo grado a los militares que se
presentasen en el término de un mes, el ascenso inmediato a los que
habían tomado las armas, asi como el sueldo correspondiente a las
mujeres e hijos de los que murieren combatiendo por sus dere
chos (4).

(1) José Martínez Tenaquero y Luz Barreda. Nació en 1818. Sirvió en el


ejército realista en 1823, y pasó a Portugal en 1633, batiéndose en defensa
de Don Carlos contra cristinos y pedristas. Habiendo regresado a España, sir
vió en el ejército del Norte, ascendiendo hasta el empleo de Brigadier de
Caballería, pasando luego al ejército de Aragón, Valencia y Murcia. Se adhi
rió al Convenio de Vergara. Sirvió en el ejército isabelino, interviniendo en
la represión de la insurrección republicana de 1846 en Galicia. Desempeñó di
versos cargos, entre ellos el de gobernador militar de Málaga, en el cual
terminó con las partidas de bandoleros que infectaban el territorio de aquella
provincia. Al ser destronada doña Isabel, se presentó a Don Carlos, quien le
confirió el cargo de jefe de Estado Mayor, reconociéndole el empleo de Tenien
te General que tenía de Doña Isabel; pero sus achaques, debidos a la edad
y estado de salud, no le permitieron entrar en campaña. Falleció en Madrid
en los primeros años de la Regencia de Doña María Cristina de Habsburgo.
(2) Pedro María, de Pastors y de Sala, y Celia, Pley y Schmefeld. Nació
en Gerona en 1783, y había servido durante la guerra de la Independencia.
Ascendió a Mariscal de Campo en el ejército isabelino.
(3) Documento número 7 del apéndice documental.
(4) Documento número 8 en el apéndice documental.
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170 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Carlos V permaneció en Castello Branco hasta el 14 de Noviembre,


día en que se trasladó a Guarda, y el 15, pasando por Freiscal, fué a
pernoctar en Cormada, siguiendo el día siguiente su ruta a Chaves. El
17 cruzó el Duero por Villa Nova de Fozcoa, y pasó la noche en Tone
Moncorvo, donde convocó a las justicias, anunciando qué pasaba a
Miranda do Douro para entrar en España.
Salió, efectivamente, de Torre Moncorvo el 18, para Miranda
do Douro adonde llegó el 19, con una escolta -de 90 jinetes de su
Guardia Española.
En aquella ciudad se hospedó en la casa del brigadier Ordóñez,
y se expidieron mensajeros para invitar al general Merino que acudiera
a Portugal, con el fin de entrar juntos en España. Así queda expli
cado cómo Merino dejó Castilla la Vieja para acudir al Reino lusitano,
y desvanecida una de tantas leyendas forjadas por la historia liberal,
que supone el viaje del famoso guerrillero castellano impuesto por
la persecución de que fué objeto por las armas Cristinas. Este viaje
de Merino tuvo, sin embargo, pésimas consecuencias, y aquella ho
guera que ardía en Castilla la Vieja, por su ausencia se redujo a dé
bil rescoldo.
El aviso de Pastors alarmó al Gobierno de Zea Bermúdez, y se
dispuso que el general Rodil, que había reemplazado al general Sars-
field cuando éste marchó al Norte, hiciera una operación para apri
sionar a Don Carlos y que se le condujera a un castillo. Rodil, enterado
de que el Rey estaba en Miranda do Douro, dispuso que el brigadier
don Francisco Sanjuanena se le reuniera en Senil, a cuatro leguas de!
citado Miranda, y ordenó que 500 hombres del regimiento de Castilla,
número 6 de línea, y 400 cazadores de los regimientos provinciales
de Logroño y Trujillo, realizaran marchas simuladas en distintas direc
ciones, para reunirse en Majada de Novares, a las nueve y media de
la noche del 1.2 de Diciembre.
Así se realizó, pero al llegar él, de las dos a las tres de la madru
gada, a Miranda do Douro, rodeando la población, para que no se
pudiera escapar el Infante, se enteró Sanjuanena que Don Carlos había
marchado a Braganza, por lo que los cristinos prosiguieron su avance,
llegando a esta ciudad sin poder dar alcance al Rey, pues la víspera
estaba en Gimonde y aquel día en Rodencio, y de allí había marchado
a Chaves, para reunirse con su esposa e hijos. Es verdad que estuvo
Don Carlos en Braganza, pero, como vemos, se había dirigido a Vila
Real do Douro, en donde lo encontramos el 19 de Diciembre, firmando
un decreto por el que se autorizaba a M. Tassin Messilly Podence para
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 171

que éste pudiera contratar un empréstito de cinco millones de duros


nominales, el cual, en definitiva, a pesar de las promesas del francés, no
se pudo conseguir.
Es, por lo tanto, en Vila Real do Douro donde pasó el Rey los
últimos días de Diciembre, aunque fuera con frecuencia a Chaves,
pues allí estaba la Real familia.
Otra preocupación del Rey y del Obispo Abarca, su ministro, era ^ Car-
mantener contacto con las comarcas y provincias que habían levantado ,
, , los no
sus banderas. , ,
En el inicio de la guerra civil, si se estudian y examinan con rué
detención los antecedentes del proceso legitimista, es cuando se viene ConsP1"
al suelo el castillo de naipes de las inventadas conspiraciones que se ra(lor
decían patrocinadas por Don Carlos. Que Don Carlos tuviera partida
rios en comunicación con él, nada lo prueba mejor que el hecho de
haber circulado por toda España su protesta de 21 de Abril, gracias a
la intrepidez de M. Auguet de Saint Sylvain, que introdujo los impresos
en territorio español. Pero que existiera una organización conspiradora,
con Junta central y Juntas secundarias, la realidad lo desmiente hasta
la evidencia. De haber existido una organización, apenas estallado el
alzamiento hubieran surgido las Juntas para encauzarlo y dirigir al
elemento militar. Sin embargo, es todo lo contrario. Las Juntas van
surgiendo, espontáneamente, sí, pero porque las autoridades militares
llamaron a los elementos civiles y les confirieron la misión que en
la anterior guerra habían desempeñado los paisanos, y, por lo tanto,
siguieron, mas no precedieron a los nombramientos militares.
Quizás existiera en alguna parte tal cual Junta o Comité, como
se diría a ahora, que trabajara secretamente, y se da como ejemplo
el que en Tortosa presidia el conde de Sechi (1). En todo caso estaban
desvinculadas las pocas que se señalen.
Al estallar la sublevación en Bilbao, el 3 de Octubre, la ciudad
quedó bajo el mando, como veremos, del capitán de los voluntarios
realistas don Matías Landa, y hasta el día siguiente no puede decirse
que se constituyera en realidad la Diputación de Vizcaya, que formaron
el diputado don Fernando de Zabala, y con él don Javier de Batiz
y el marqués de Valde-Espina, que fué llamado, pues estaba en Ermua.

(1) José Manuel de Sechi, conde de Sechi. Nació en Roma en 1762. En


su juventud sirvió en los Guardias de Corps como oficial y luego se estable
ció en Tortosa, en donde fué cónsul de los Estados Pontificios. Cuando la gue
rra de la Independencia luchó contra los invasores. Iniciada la guerra civil,
pasó al campo carlista, donde desempeñó la Vicepresidencia de la Junta de
Guerra del Maestrazgo. Murió en Tortosa en 1841.
carlismo.es
172 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

£1 manifiesto que dieron los diputados tiene fecha del 5 de Octubre


(1). Esta Junta nombró corregidor al mencionado marqués, reem
plazando a don Juan Modesto de la Mota, y Datlz sustituyó al diputado
don Pedro Pascual de Uhagón, considerado como adepto a la causa
Cristina. Tenemos sobre este particular un interesante documento que
dió a conocer por primera vez el malogrado escritor santanderino
don Francisco González Camino (2). Como oficial mayor de esta
Diputación actuó don Miguel de Artiñano.
En Guipúzcoa se constituyó la Diputación por el diputado y jefe
del levantamiento D. Ignacio Lardizébal (3), acompañado de D. Jo
sé Joaquín Hermoso de Mendoza, D. José Ramón de 5erruta, y D. Ma
nuel Muñoz Ostolaza, siendo su secretario D. Manuel de Gastañaga. Sin
embargo, tuvo existencia efímera, pues de acuerdo con Zumalacarre-
gui, el general Guibelalde (4) la suprimió el 10 de Enero de 1834.
La de Alava la constituyó el Coronel de Voluntarios Realistas D. Va
lentín Veréstegui, y cuando éste Jefe se sublevó y pronunció en aque
lla ciudad, el 7 de Octubre, el documento al caso sólo lleva como fir
ma su nombre, y es el manifiesto que dirige a los alaveses (5).
La Junta que se constituyó en Logroño, se titulaba "Real Junta
Superior Gubernativa de Castilla la Vieja por el Sr. D. Carlos V*. Es
quizá la primera que pudo ponerse en contacto con el Obispo Abarca
y con el Rey. Pero tampoco esta Junta precedió al alzamiento, sino
que fué creada por el Generad D. Santos Ladrón de Cegama, después
de declararse pronunciada la plaza. La presidia el prebendado de
5urgos D. Gregorio Alvarez y Pérez (6), y la formaban, entre otros,

(1) Documento número 9 en el apéndice documental.


(2) González Camino. "La Acción de Vargas".—En "Tradición", de
Santander, Noviembre- y Diciembre de 1933.
(3) Ignacio Lardizábal. Este militar ascendió más tarde a Mariscal de
Campo y perteneció a la Junta Consultiva de Guerra. Fué uno de los que
participaron en el Convenio de Vergara.
(4) Bartolomé Guibelalde. Guipuzcoano, hizo la guerra de la Independen
cia y la campaña de 1823 en las filas realistas. Era Teniente Coronel cuando
murió Fernando VII. Fué uno de los primeros en salir en campaña, y al ter
minar la primera guerra civil era Mariscal de Campo, siendo designado para
reorganizar el ejército carlista en Guipúzcoa después del Convenio de Ver-
gara. Emigró a Francia, y, habiéndose acogido a la amnistía de 1849, regresó
a España, donde falleció.
(5) Documento número 10 en el apéndice documental.
(6) Gregorio Alvarez -y Pérez. Fué hecho prisionero por los Cristinas
y confinado en Melilla. Cuando la insurrección carlista de Melilla fué el Pre
sidente de la Junta de aquella localidad, negociando, al terminar la resistencia
de la misma, la entrega de dicha plaza a los isabelinos, asi como la libertad
de sus compañeros. Marchó al Norte, y después del Convenio de Vergara emi
gró a Francia, donde publicó varios escritos interesantes para la historia
del carlismo.

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO' ESPAÑOL 173

el Obispo de Calahorra, D. Pablo García Abella (1), los canónigos


de Burgos, D. Juan Miguel de Echevarría (2), D. Francisco Eceiza
(3) y el coronel D. Manuel Sanz (4).
Invocamos un testimonio sumamente importante que determina
su constitución y que demuestra que no precedió al alzamiento: es
la exposición dirigida por el Obispo García Abella, sincerándose de
su participación en dicha Junta, y dice así dicho prelado: "En cum
plimiento del ministerio pastoral salí de esta ciudad el 23 de Septlenv
bre último, para la de Santo Domingo de la Calzada y tomar según
costumbres y estatutos, la posesión personal de aquella santa iglesia,
y administrar en ella y en otros varios pueblos de la diócesis el San
to Sacramento de la Confirmación, y empezar la visita. Cuando con
este objeto me preparaba para ir a Vitoria, y ya tenía dadas las órde
nes oportunas, recibí la infausta y sensibilísima noticia de la muerte
de nuestro buen Rey, que cubrió mi corazón de luto y del més acer
bo dolor, aumentándose éste a pocos días al saber las extraordinarias
ocurrencias y alzamiento inconcebible de Bilbao y Vitoria contra los
legítimos derechos de la Reina nuestra Señora Doña Isabel II. Esta
novedad me retrajo de pasar a Vitoria como tenía resuelto, por no
autorizar con mi presencia unos hechos que desaprobaba altamente,
y evitar compromisos graves, que eran de temer en tai aciagas cir
cunstancias; me pareció, pues, lo más acertado regresar a esta ciu
dad, donde tengo mi casa, tribunal y demás concerniente al gobier
no del obispado, para dictar providencias que juzgase convenientes y
exigiesen el bien de mis diocesanos; y en efecto, emprendí el viaje
y llegué a Logroño, como de oculto, pues di orden expresa para que
a mi entrada no tocasen campanas ni se hiciese otra demostración
alguna, mediante hallarnos en días de luto y de pesar por el falleci
miento de nuestro amado Fernando VII. ¡Pero cuál fué mi sorpresa
cuando a poco de haber llegado a aquella ciudad entró en ella D. San-

(1) Pablo García Abella. Había sido nombrado Obispo de Calahorra en


1832. pasando en 1848 a ocupar la Sede Metropolitana de Valencia, en la que
falleció en 1860.
(2) Juan Miguel de Echevarría. Canónigo de Burgos y Brigadier de los
Ejércitos carlistas. Derrotado en Medina del Pomar, murió fusilado en esta
localidad en 1833.
(3) Francisco de Eceiza. Era Canónigo de Burgos y presidió la Junta de
Castilla después de D. Gregorio Alvarez, y murió en el combate de Arciniega
en 1834.
(4) Manuel Sanz. Era Coronel al comenzar la guerra civil, y luego as
cendió a Brigadier. Después de la infortunada expedición a la provincia de
Burgos en 1834, fué sumariado y relevado, aunque sobreseída la causa des
pués de la muerte de Zumalacarregui.
carlismo.es
174 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

tos Ladrón, y se presentó en mi habitación intimándome que era ab


solutamente preciso formar una junta que se encargase del orden y
tranquilidad pública y atendiese a los demás objetos que aquel jefe
exponía! Confieso, Señora, que una propuesta tan intempestiva e ines
perada para mí, que absolutamente me hallaba ignorante de seme
jante proyecto, me llenó de confusión y sobresalto. Mas no obstante,
hice presente a aquel jefe los gravísimos inconvenientes que hallaba
en el establecimiento de la Junta; el ningún conocimiento que yo
tenía de sujetos en un pueblo en que sólo había estado una noche de
paso; que mi permanencia en aquella ciudad era por aquella noche
de regreso, pues que los negocios de mi diócesis me llamaban a esta
ciudad; le expuse los imponderables males y compromisos a que iba
a exponerse aquel pueblo; le puse delante la fidelidad y obediencia
que debíamos a nuestra amada Reina, cuyos derechos teníamos jura
dos y reconocidos, y procuré disuadirle de su pensamiento por cuan
tas razones y medios me sugirió mi capacidad en tal apurado con
flicto.
"Sin embargo, todas mis reflexiones fueron inútiles, y hube de ce
der a la violencia, asistiendo a la junta que se formó, bajo la pala
bra y seguridad que exigí y me dió dicho D. Santos, de que sólo se
ría para mantener el orden y tranquilidad, y evitar extorsiones y tro
pelías a los vecinos honrados. En este concepto concurrí a la citada
Junta por no haberme sido posible absolutamente hacer otra cosa,
evitando por este medio males muy considerables y funestas conse
cuencias que de lo contrario me aseguraban todos habían de seguir, y
también algún desacato a mi persona por las circunstancias de haber
sido uno de los que en clase de prelado asistí a la solemne jura de
la Señora Princesa, hoy nuestra augusta Soberana; pero a los dos días
en que un deshecho temporal de agua me lo permitió, y a pesar de
los malísimos caminos, me trasladé a esta ciudad sin haber vuelto a
tener las más pequeña noticia de la tal Junta ni de sus operaciones,
ni relación ni correspondencia alguna con ella ni con sus individuos.
He aquí. Señora, la historia fiel, exacta y verídica de un hecho
por el cual acaso habrá querido inculpárseme ante V. M." (1).
Esta Junta nombró Corregidor de Logroño al abogado D. Anto
nio Quintana, en sustitución del que existía. Después de la derrota de
D. Santos Ladrón en Los Arcos, se trasladó a Vitoria, aunque regresó
luego a Logroño. Entonces fué cuando nombró comandante general
il) ''Exposición a Su Majestad la Reina Goberné dora". Fechada el 15 de
Noviembre de 1833.

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL

de las fuerzas en armas a D. Ignacio Alonso Cuevillas, que era bri


gadier del ejército. Cuando el general cristino Lorenzo (1) avanzó
y tomó Logroño, esta Junta se refugió en el Valle de Losa (Burgos),
donde actuó.
Todavía es más característica la constitución de la Junta de Nava
rra. En aquel reino el comandante Iturralde, que desde la muerte del
general Ladrón de Cegama había tomado el mando de las fuerzas
carlistas, dispuso en una reunión celebrada en Aguilar de Codes (Na
varra) la formación de una Junta Gubernativa que debía mirar por
la parte administrativa del ejército con el menor gravamen de los
pueblos, obrapdo para ello independientemente del jefe superior mi
litar "que proceda en la forma que lo hizo la que existió hasta el fin
de Octubre de 1823, en que, terminada la campaña, se repuso a la
Ilustrísima Diputación de este Reino" (2). Formaban esta Junta
D. Juan. Echevarría (3), D. Joaquín Marichalar (4), D. Martín Luis
de Echevarría (5), D. Benito Díaz del Río (6) > y D. Juan Cri-
sóstomo Vidaondo (7). El hecho de que hasta el 5 de Noviembre
no se constituyera la Junta de Navarra, demuestra plenamente que no
había organización anterior al alzamiento. Hasta aquella fecha, la di
rección en Navarra estuvo en manos del comandante general carlista,
quien reunía a los jefes alzados en armas como en asamblea, pues tal
parece haber sido la reunión de Aguilar de Codes, a la que asistie
ron, además de Iturralde, jefes y oficiales carlistas que se habían lan-

(1) Manuel Lorenzo. Nació en Salamanca en 1786, hizo la guerra de la


Independencia y marchó luego a América, después de cuya campaña regresó
a España en 1824. Operó contra los carlistas desde el comienzo de la guerra
civil, y después fué relevado, pasando a la isla de Cuba, donde, por sus ideas
liberales exaltadas, promovió graves conflictos.
(2) Documento número 11 en el apéndice documental.
(3) Juan Echevarría. Sacerdote Vicario que fué de Mañeru y Beneficia
do de Los Arcos. Sus temporalidades fueron ocupadas por orden del Gobierno
de María Cristina. Fué el Jefe del grupo ultra-realista en Navarra, y dirigió
el pronunciamiento de los batallones navarros después de los acontecimientos
de Estella en 1839 contra la política de Maroto. Emigró después del Convenio
de Vergara.
(4) Joaquín Marichalar. Propietario de Allorbe, primer Comandante del
cuarto Batallón de Voluntarios Realistas de Navarra. Sus hijos sirvieron a
Carlos VII con particular abnegación.
(5) Martín Luis de Echevarría. Propietario del Baztán, fué de los pri
meros en proclamar a Carlos V al comienzo de la primera guerra civil. As
cendió a Brigadier del ejército carlista, y murió en el combate de El Perdón
en 1838.
(6) Benito Díaz del Rio. Era un reputado abogado y propietario de
Puente la Reina.
(7) Juan Crisóstomo* Vidaondo y Mendinueta Propietario de Elizondo,
después del Convenio de Vergara fué Diputado per Navarra en 1844,
carlismo.es
176 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

zado en campaña. Presente en el campo carlista, poco después, el co


ronel Zumalacarregui, se reunieron de nuevo los miembros de la Jun
ta y. los oficiales en la ciudad de Estella para nombrar al militar guí-
puzcoano comandante general de Navarra. Asistieron a esta Junta los
miembros de la Gubernativa D. Martín Luis de Echevarría y D. Joaquín
Marichalar y numerosos oficiales carlistas (1). Fué el coronel Zuma
lacarregui quien al entregársele el mando el 14 de Noviembre, dispu
so que la Junta de Navarra se instalara a partir del día siguiente en
la ciudad de Estella, constituyéndose así en la primera autoridad ci
vil de aquel reino.
Cuando más tarde las Diputaciones de Guipúzcoa, Vizcaya y Ala-
va acordaron la unificación del mando en Zumalacarregui (2), per
manecieron ellas independientes entre sí, como independiente era la
de Navarra, si bien más adelante Zumalacarregui dispuso cesara la de
Guipúzcoa, como medida transitoria, hasta nueva ordenación.
Es de notar que estas Juntas tenían sus actividades de tal forma
definidas, que se verá como caso curioso el acuerdo que se estableció
entre la Diputación a Guerra de Vizcaya y los representantes france
ses en Bilbao (3), ejerciendo funciones de actividad internacional.
En Cataluña, como en Castilla la Nueva, no hubo Junta al co
menzar el alzamiento,— que no hubiera dejado de existir de haber ha
bido una organización conspiradora — . En el Maestrazgo no la hubo
tampoco hasta después del pronunciamiento de Morella, a mediados
de Noviembre, y tuvo vida efímera. La presidió el brigadier barón de
Hervés, y la componían el coronel D. Carlos Victoria, D. Francisco
Zurita, un abogado, Sr. Segura, el teniente coronel D. José Joaquín
de Lloréns (4), el guardián del Convento de San Francisco y el
Prior de San Agustín. La evacuación de Morella y el desastre de Ca-
landa terminaron con la Junta.

(li Documento número 12 en el apéndice documental.


(2) Documento número 13 y 14 en el apéndice documental.
(3) Documento número 15 en el apéndice documental.
(4) José Joaquín de Lloréns y Bayer Nació en Villarreal de la Placa
en 1808. A pesar de su juventud sirvió en 1823 en el ejército realista. Se VIÚ'
nuncio por Carlos V con el Batallón de Voluntarios Realistas de Vilíarrealer.
1833, y sirvió en el ejército carlista durante toda la primera guerra civil
primero en el ejército de Cabrera, luego en la Expedición de Gómez y, V°r
último, en el ejército del Norte Carlos V le concedió el título de Marqués de
Córdoba por su brillante comportamiento en la toma de la ciudad ándala
en 1836. Después del Convenio de Vergara emigró a Francia, y habiendo;?
acogido a la amnistía de 1849, -egresó a España. Fué alcalde de Villarreal.
y murió en Puerto Mingalbo er, 1863. Su hijo D. Joaquín de Lloréns y Fer
nández de Córdoba sirvió en el ejército carlista en la tercera guerra civil
fué Diputado a Cortes repetidas veces y G' neral carlista. Murió en 1931-
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 177

Hubo actividades en el extranjero durante los primeros meses del


alzamiento. Se denunció en la frontera francesa la presencia de los
agentes carlistas don José de Goyeneche y don José Ruiz de Luzu-
riaga (1), que actuaban en Bayona, por lo que el encargado de
Negocios del Gobierno de Madrid en París (2) solicitó del Gobierno
francés que fuera internado Goyeneche. A estas actividades en el Extran
jero debemos añadir la de la salida del puerto de Londres, el 2 de
Noviemb/e, del buque inglés "H e n r y", mandado por Mr. Thomas
Alien, conduciendo armas, municiones y vestuario, y que fué proba
blemente la primera expedición de esta clase para los carlistas levan
tados .en armas.
Este buque había salido por cuenta de la casa mercantil Gower
& Co, que tan afecta fué a la causa carlista, lo que le produjo en
el transcurso de aquella guerra persecuciones y quebrantos. El " H e n -
r y * iba despachado para La Coruña y Gibraltar, pero su finalidad
era alijar en las costas de Vizcaya, lo que pudo hacer felizmente.
No hay duda que las actividades diplomáticas de los agentes del
Obispo Abarca intervinieron en este envío, como en las actividades
fronterizas. En éstas ayudaban con entusiasmo y desinterés los legiti-
mistas franceses, que desde el primer momento se aprestaron a
cooperar con todo entusiasmo. Pero en cuanto a las Juntas, éstas
obraban independientemente, con escasos contactos que no coartaban
la plena soberanía respectiva dentro de la jurisdicción territorial de
cada una de ellas.
No entorpecían estas actividades, aún cuando las dificultaban, las
precauciones del Gobierno francés que, a mediados de Octubre, dis
puso que dos cuerpos de ejército llamados de observación se coloca
ran en la frontera española, uno de ellos en vigilancia de la parte
de Navarra y Guipúzcoa, y lo mandaba el general Conde Harispe (3),
quien fijó su residencia en Sayona, y el otro el general Boni de Cas-

(1) José Ruiz de Luzuriaga. Era sacerdote, alavés, y publicó en Burdeos


el escrito "Contra Gaceta de la Gaceta de Madrid del 7 de Abril de 1833".
(2) Lo era don Santiago de Zea, Conde de Colombí, hermano del minis
tro de Estado de Doña Cristina.
(3) Juan Isidoro Harispe, Conde de Harispe. Nació en Saint Entienne de
Bigorri en 1758. Sirvió en los ejércitos de la revolución, haciendo las cam
pañas de España, Alemania e Italia. Distinguióse en las guerras del Imperio,
y en 1808 entró con el ejército invasor en la península. Adherido a Napoleón
cuando regresó éste de la Isla de Elba, recibió un mando del Emperador, por
lo que fué separado del servicio al restaurarse los Borbones en Francia. Al
sobrevenir la revolución de 1830 <=e adhirió a la monarquía liberal. Fué ele
gido diputado, nombrado Par de Francia y restituido en el Estado Mayor del
Ejército francés. Se adhirió al segundo Imperio, ascendió a Mariscal de Fran
cia en 1851 y falleció en 1855.
12
178
carlismo.es
MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

tellane (1), que, encargado de vigilar la frontera de Aragón y Ca


taluña, estableció su cuartel general en Perpiñán.
Lo que antecede es un conjunto de pruebas que colman la afir
Por mación verdadera, frente a las invenciones calumniosas de los histo
leal, riadores liberales, de que D. Carlos extremó la lealtad con su Rey y
asegu hermano, absteniéndose de conspiraciones previas, mientras éste vivió,
ró Don y así, la muerte de Fernando VII le sorprendió"desprevenido. ¿Qué
Carlos esta honradez fué excesiva, e induce a calificar de candido al caudillo
la legi de los carlistas? Bien. Lo que a nosotros nos cumple es centrar en
timidad su auténtica posición la figura de D. Carlos en el marco de la His
de sus toria, y demostrar, porque los hechos así lo atestiguan plenamente,
suceso que no fué un rebelde contra su Monarca y Jefe de la familia dinás
tica entonces reinante. Queda, pues, libre, de la tacha de ilegitimi
res
dad, en que hubiera incurrido, por el delito de rebelión, conforme a
las leyes fundamentales que protegen la inviolabilidad de los supre-
mor jerarcas de la Monarquía española respecto de los familiares des
leales que, por su deslealtad, pierden todo derecho a la sucesión de
la Corona.
Demostrado queda, por el examen de la Pragmática San-
ció n de Fernando VII, en el tomo segundo de esta HISTORIA, y en
el capítulo IV del presente volumen, que a Don Carlos María Isidro le
asistían los més plenísimos derechos de heredero al Trono, st Fer
nando VII fallecía sin dejar hijos varones. Mientras este Rey vivió, e!
Infante se abstuvo de conspirar contra él, y después de la muerte del
Rey intentó todos los medios de conciliación para que fuesen recono
cidos sus propios derechos, sin necesidad de apelar a las armas. Inde
bidamente, pues, pretendió Cristina excluir a Don Carlos de la suce
sión; indebidamente fué desposeído de sus bienes. La Ley 1.?, título
2.2, partida 7.9, que indica la traición contra el Monarca, e impone la
pena capital y la confiscación del rebelde y el desheredamiento de sus
sucesores, no podía comprender al lealísimo hermano; ni la 6.5, titulo
1.5, libro 2.2 del Fuero Juzgo, que prescribe idénticas san
ciones; ni, en consecuencia, las disposiciones análogas de la Ley iX

(1) Víctor Isabel Boni, Conde de Castellane, nació en París en 1788. Sir
vió en las guerras del Imperio hasta ascender a coronel. Adherido a la restau
ración, fué nombrado Mariscal de Campo y luego aceptó la Monarquía libe
ral. Por su comportamiento en el Sitio de Amberes, fué nombrado Teniente
General. Cuando la insurrección de 1848, y durante la segunda República, es
tuvo de cuartel, pero al proclamarse el segundo Imperio, volvió al servicio-
sofocando la revuelta de Lyon. Ascendió a Mariscal de Francia y fué Senador
del Imperio, falleciendo en 1863.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 179

lítulo 3.2, libro 1.2, del Fuero Real, incluida en la 1.8, título
1.2, libro 3.2 de la Novísima Recopilación , ni lo que ésta
aduce de la Ley 8.2, título 7.2, libro 12, todo lo cual invocaba im
propiamente el secretario del Despacho de Justicia de Cristina, don
Nicolás María Garelly, por órdenes de ella, como veremos a
su tiempo, para concluir proponiendo, en la Exposición fechada en
Río Frío el 5 de Agosto de 1834, que fuese sometida a la deliberación
de las Cortes la conducta de Don' Carlos María Isidro de 5orbón, de
modo que recayera el acuerdo solemne de "quedar excluido dicho
Príncipe y toda su línea del derecho a suceder en la Corona de España".
¿Que atento a su lealtad, y a su honradez, y a sus sentimientos y
convicciones de católico, Don Carlos no usó de picardía para alzarse
con el Trono, en vida de su hermano, para lo cual sólo le bastaba
fomentar las conspiraciones de infinitos realistas impacientes? ¡Tanto
mejor! Toda virtud tiene sabiduría, y la recta humildad, aunque a los
picaros les parezca candidez, está llena de ciencia y de presciencia. Si
Don Carlos hubiera sido un intrigante, un inadaptado, un insumiso,
hasta el extremo de violar sin escrúpulos la santidad de las supremas
leyes del Reino, ¿cómo podrían hoy la historia y el derecho, de consuno
proclamar, con las máximas pruebas, la legitimidad de los sucesores de
aquel Rey verdadero? ¿Y qué podrán alegar hoy los listos, los picaros,
los despreocupados o los ignorantes, llenos de falsedad y de encono,
para restaurar a la dinastía usurpadora, de todo en todo y por todo,
hasta la saciedad, ilegitima, culpable de aquella Injusticia de la usur
pación, si tratase de comparecer a un concurso de aspirantes al Cetro
de San Fernando, puesto que, además de falta de títulos de origen, tiene
más que manchado el balance de su ejecutoria con una tremenda y san
grienta ilegitimidad de ejercicio, porque amparó la almoneda que el
liberalismo y las sectas han estado haciendo de nuestras creencias re
ligiosas, y con sus contemplaciones y claudicaciones imperdonables
frente a la osadía revolucionarla, dejó caer a España en el abismo?
i Que Don Carlos, por "no ambicionar el Trono" y estar "lejos dé
codiciar bienes caducos", era un Cándido, un Ingenuo, un pobre de
espíritu! Mejor para él. Porque habrá alcanzado la promesa concedida
en la primera bienaventuranza, el Reino de los cielos. Y, así, sus suce
sores, también por humildes— al no apetecer la transigencia con el. mal
y al sufrir persecuciones—, podrán, además del logro del cielo empíreo,
reinar bajo el cielo de nuestra tierra.

carlismo.es I
carlismo.es

CAPITULO VII

INICIACIÓN DE LA GUERRA CARLISTA


(Octubre de 1S33.)

Nuevos Quijotes en la Mancha.— El hidalgo D. Manuel María


González.— Los héroes de Talavera de la Reina.—También los
vizcaínos conocieron a D. Quijote. — El «Manchuelo de Ermua»,
marqués de Valde-Espina.— Alzan sus banderas los carlistas
alaveses y guipuzcoanos.—Desgraciados comienzos en Navarra
y la Rioja.— El caballero mariscal carlista D. Santos Ladrón de
Cegama.—El comandante D. Francisco Iturralde.—Episodios
en la Montaña. —Nuevos encuentros en la Rioja.—En Aragón,
Cataluña, Castilla la Nueva y Andalucía.
En Asturias y Galicia

Si se considera el enorme ambiente legitimista que existía en toda


la nación a la muerte de Fernando VII, podríamos caer en el error de
apreciación de que los carlistas no supieron aprovecharse de las cir
cunstancias por disenciones y rivalidades entre ellos. Pero, teniendo en
cuenta la labor realizada por María Cristina y los ministros que la
aconsejaban, desplazando de sus mandos, no sólo a los que eran de
clarados desafectos al régimen liberal, sino a cuantos parecían tibios en
su defensa, y si nos acordamos de la oposición del Infante D. Carlos a
actuar mientras viviera Fernando VII, esperando que sus derechos se
rian reconocidos, y si nos damos cuenta de aquella época, en que las
comunicaciones ofrecían dificultades, veremos que la simultaneidad de
los levantamientos en Cataluña, Vizcaya, Navarra, La Rioja, Castilla la
carlismo.es
182 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Vieja y la Montaña Cántabra, que siguieron rápidamente al de Talavera


de la Reina, obedece más a una identificación de ideas y estado ge
neral de espíritu que a un plan preconcebido. El alejamiento de los
mandos militares de generales y Jefes considerados desafectos a la
Princesa Isabel, privaba de elementos directores simpatizantes de Don
Carlos en las ciudades destacadas en importancia. Muchos de esos jefes
estaban sumamente vigilados, por lo que no pudieron actuar, y, para
que desaparezca toda sombra de dudas, bastará citar el hecho de que
el coronel Zumalacarregui, que estaba de situación de cuartel en Pam
plona, tuvo necesidad de salir de aquella plaza y presentarse a los
carlistas sublevados, a fin de prestar su cooperación, y nadie dudaré
del arrojo y decisión del caudillo guipuzcoano, al que las circunstan
cias impedían actuar dentro de los muros de Pamplona, y for
tuna fué que pudiera salir de entre ellos para unirse a los insurreccio
nados.
Nuevos Corresponde a la provincia de Toledo la primacía de haber sido
Quijo- en e"a ac'amado y proclamado como Rey legítimo Carlos V. Fué
este acontecimiento el que abrió la guerra de los Siete Años-la
tes en primera guerra carllsta^en la ciudad de Talavera de la Reina. La ex-
la Man- jraneza (je un escritor moderado cuando estima "cosa rara que el
cna primer pueblo donde se levantó la bandera en su favor no estaba
en aquellas regiones donde sus partidarios tenían más fuerza, sino
todo lo contrario" (1), es un poco aventurada. Ciertamente no tuvo
La Mancha, en general, ni específicamente la provincia de Toledo, la
historia militar que otras regiones, en orden a la causa legitimista.
pero, considerarla desafecta o indiferente a Don Carlos, Juicio es que
está en abierta oposición con los hechos sucesivos. Estas provincias
manchegas y castellanas estaban pobladísimas de carlistas; su guerra
registra heroísmos que llegan a los mayores extremos de la abnegación:
no tienen, como los vasco-navarros, una frontera internacional que
permita los alijos más o menos irregulares de municiones de boca o
mano, como también ocurre a los catalanes; el mar no les brinda las
posibilidades de suministros ni el azar de probables comunicaciones
inmediatas, sino que, de contrario, están como en una isla, rodeada de
olas, de rocas o de acantilados liberales, sin otro contacto que el de Portu
gal, y éste, a larga difícil distancia, y, además, ensangrentado por una
guerra civil, y del que todavía les separa el nuevo obstáculo de los

(1) Román Oyarzun.—"Historia del Carlismo". Madrid 1940.


carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 183

ejércitos cristinos de observación, expectantes por el temor de que, uni


dos Don Carlos y Don Miguel, intentaran penetrar en España.
No por poco estudiada se debe menospreciar la gigantesca aven
tura que realizaron toledanos, manchegos y extremeños. Tratábase,
por encima de todo, de una empresa de quijotismo, y no iban a
dejarse ganar el primer puesto los paisanos de Don Quijote. Las difi
cultades eran múltiples, y la misma proximidad de Madrid las acre
centaba. Decimos y repetimos que no era por falta de carlistas, pues, a
pesar de tales dificultades, a pesar de no llegar a tener unos mandos
que fueran equivalentes a los que veremos en otras regiones, el entu
siasmo de aquellos bravos suplió todo, de forma tal, que, sin disponer,
en los improvisados comienzos, de la completa organización que en el
Norte y Levante, -pudo ser, y fué, en 1838, una tan gallarda 'muestra
de máquina bélica, que, gracias a la preponderancia de las armas de
sus hijos, las banderas de Don Carlos flotaron libres en casi la totalidad
de las provincias de Ciudad Real y Toledo, llegándose a la creación de
una escuela para oficiales, que se estableció en Alia (Cácerés), sitio
estratégico para manchegos, toledanos y extremeños.
Como ha dicho un historiador, militar y oficioso, "los carlistas te
nían en aquellas fechas sus comandantes de armas en las poblaciones de
alguna Importancia, y establecieron sus puestos de ocupación hasta en
los molinos manchegos" (1). Se ha de comenzar, pues, rectificando
el falso concepto que hasta ahora se ha tenido de la guerra en La
Mancha, para rendir homenaje a la verdad y no caer en las apre
ciaciones erróneas que divulgaron los historiadores liberales con el
fin de mancillar el buen nombre de los héroes toledanos y manche
gos. Es verdad que en estas provincias la lucha se hizo despiadadamen
te, sin cuartel, y se llegó a una verdadera cacería del hombre por el
hombre. Es verdad también que el terreno no favorecía la formación de
cuerpos ni divisiones, y aconsejaba la de partidas, que en estas pro
vincias fueron mayormente de fuerzas montadas. De aquí que hubiera
en aquellas tierras llanas, que montes lejanos festonean, una gran mo
vilidad, y que abundaran las sorpresas y emboscadas. Caballería vo
lante, con escopeta en la tapafunda— muy diferentemente a otras re
giones, en que se daba preferencia a las lanzas—, y sin más amparo en
las escaramuzas que las raras ondulaciones del terreno, lampiño de
matorrales, o los cauces de los arroyos; género de guerra que dió ex-

(1) Pedro Chamorro Baquerizo.—"Biografía de D. Ramón de Barrene-


chea" en "Estado Mayor del Ejército español". Madrid 1853.
carlismo.es
184 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

celentes ventajas a los escopeteros, como tradlcionalmente se les lla


maba, o "tiradores", como oficialmente eran conocidos en los Estados
Mayores carlistas.
Teniendo en cuenta lo antedicho, no es de extrañar que el primer
chispazo de la guerra saliese de la provincia de Toledo. La misma
proximidad de Madrid, que permitía conocer con propicia antelación a
otras provincias los acontecimientos de la Corte, favorecía para el
caso a los carlistas.
El hi- Veamos lo ocurrido. El comandante de Voluntarios Realistas del
dalgo 15 batallón, don Manuel Maria González, que además era administrador
D. Ma- de Correos, se hallaba en Madrid suspenso de empleo y en espera de
nucí una sentencia; la causa de la persecución que sufría debíase a que era
María carlista. Lo habían complicado tiempo atrás en la conspiración de-
Gonzá- nunc'ada por el coronel Campos y España. Al enterarse de la muerte
I de Fernando VII, sale de la Villa y Corte y marcha a Talavera de la
Reina, donde llegó el 2 de Octubre, reuniendo dos compañías del citado
batallón. Aquella misma noche proclama a Carlos V, procediendo a
la detención del corregidor de Talavera, don José García Tejero; del
mariscal de campo, don Antonio María Rojas, y del comandante de
armas de la población, y también detiene a otros vecinos de la loca
lidad, tenidos ya, según su actuación y sus manifestaciones, como
declarados cristinos. El abolengo de pureza monárquica de esta familia
del héroe manchego viene a confirmarlo el hecho de que don Mariano
Rufino González— hermano de don Manuel—, que había sido super
intendente de Policía, y ascendido al destino de miembro del Consejo
Real y Supremo de Hacienda, formando parte en 1831 de la Sección
de Jueces de Montes y Sementeras, fué desterrado en Cádiz en 1832 por
considerársele afecto al Infante Don Carlos.
Afirma Pirala (1) que el grito de IViva Carlos V! en Talavera
se dió el 3 de Octubre, y asi se ha venido generalmente aceptando por
los historiadores que le siguieron, aunque quizás el historiador liberal
lo recogiera de Chao (2). Pero lo cierto es que las comunicaciones
extendidas por García Tejero, corregidor de Talavera, sobre el pronun
ciamiento, fechadas el 3 de Octubre, afirman que fué la noche del 2,
y lo afirman reiteradamente.

(1) Pirala.— "Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y


Carlista".
(2) "Galeria Militar contemporánea".

I
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO. ESPAÑOL 185

Si el golpe audaz de Talavera se hubiera dado el día 3 por la


noche, es indudable que el parte de Garcia Tejero se habría escrito
con antelación al movimiento, lo que es absurdo, y, además, quitaría
la preeminencia a la ciudad castellana, pues ya veremos que el 3 a
medio día estaba ya pronunciada la ciudad de Bilbao.
Para nosotros no ofrece duda alguna que la sublevación fué el 2
de Octubre, por la noche, en que se practicaron las detenciones, acto
seguido de que se reunieran los voluntarios, y que al día siguiente,
o sea el 3, salieron de Talavera los pronunciados por Don Carlos.
Fijemos un momento nuestra atención en don Manuel María Gon
zález, iniciador de la guerra civil. Había nacido este idealista en la
manchega villa de El Toboso—sede de la idealidad en quien el buen don
Alonso Quijano soñaba,— en 1789, de padres que eran acomodados la
bradores. Cuando los acontecimientos de 1820, lo encontramos ya
casado con doña Francisca Bárbara, de una familia acomodada de
Quintanar de la Orden. Debió ser afecto a aquel movimiento, por
cuento sus convecinos lo eligieron para alcalde constitucional del
pueblo, y se alistó en la Milicia Nacional de Caballería. A la caída del
régimen liberal, se le denunció como perteneciente a la masonería, y
como sólo se pudo probar que había pertenecido a una sociedad, que,
como diría Chao, "hacía más ruido que daño" (1), pudo intervenir
por él, librándole de aquella tilde, su ya mencionado hermano don
Rufino González, que era en aquel tiempo, como se ha dicho, super
intendente de Policía, y cuyas ideas realistas estaban bien probadas.
Aclarado el embrollo, no sólo don Manuel González vió su acta
judicial favorablemente resuelta, sino que pudo recuperar el empleo
de administrador de Correos en Talavera de la Reina, a donde mar
chó a fines de 1823, "purificado".
González tenía un carácter abierto y franco, y tanto es asi, que
llegó a granjearse las simpatías, lo mismo de liberalizantes que de
realistas, hasta merecer que se le confiara el mando de comandante
del batallón número 15 de Voluntarios Realistas, y elegirlo después
para la Comandancia de armas del partido, que alcanzaba jurisdicción
hasta Guadalupe. Chao nos lo describe diciendo que "los beneficios
que de él recibieron, ya los liberales perseguidos, ya los empleados
civiles y militares, que para su clasificación necesitaban de sus informes,
son innumerables, pudlendo muy bien decir, para su justicia, que era

(1) "Galería Militar Contemporánea".


carlismo.es
186 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

el amigo y el padre de cuantos le creían necesario." (1). Ya se verá


luego cómo de tantos favorecidos, ni uno solo alzó la voz de súplica,
en 1833, cuando llegó el momento de haber pagado, pidiendo su
gracia, las mercedes que a todos hiciera. Transcurrió así la vida de don
Manuel María González (2), que parecía debía quedar relegado al silen
cio, si los acontecimientos no lo hubieran puesto en el primer plano.
Acusado de pertenecer a la fantasmagórica conspiración de 1832, que
denunciara a su tiempo el coronel Campos y España, fué González
detenido, conducido a Madrid y nuevamente procesado y declarado
íuspenso de su destino en Correos. Tal es la personalidad que las
circunstancias llevaron a la vanguardia entre todos los que aclamaron
a Carlos V como Rey legítimo, aunque no fué el protomártir, pues antes
que él muriera de las balas Cristinas, otros habian pagado con su
vida el amor a los ideales, como el infeliz y glorioso don Santos Ladrón
de Cegama.
Los hé Dueño de Talavera de la Reina el comandante González, a las
roes de siete de la rreñera del 3 hizo fermar las compañías sublevadas en
Talaye la Plaza Real, y por medio del pregonero público se hizo la proclama
ra de la ción de Carlos V, con toda la solemnidad que fué posible. Había
Reina despachado mensajeros para que se le unieran los voluntarios rea
listas de varias localidades, y, con la esperanza de que se le sumarían,
salió aquella misma mañana para Calera (Toledo), donde se le agre
garon los voluntarios de aquel pueblo, pero no los de Mombeltrán
(Avila), como esperaba. Esto desanimó un tanto a los de Talavera,
pero el comandante González prosiguió su marcha, pasando cerca del
Puente del Arzobispo (Toledo), donde libró combate con las fuerzas
destacadas en esta localidad. En manos de sus enemigos quedaron su
hijo, don Manuel González bárbara, bachiller en Leyes, y don Celestino
Pabat y don F. Diéguez, ambos paisanos, y el cadete don Francisco
López de Sala y el alférez don León Nieto. En el parte oficial publicado
en la Gaceta de Madrid, en suplemento del 5 de Octubre, nada
se dice de Diéguez, que citan otros autores (3). Todos ellos fueron
fusilados por los cristinos en la villa de Talavera de la Reina, el 5 de

(1) "Galería Militar Contemporánea".


(2) "La biografía de D. Manuel María González ha sido publicada por
Pirala en "Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y Carlista",
por Chao en "Galería Militar Contemporánea" y por P. Artagán en "Carlistas
de Antaño". Sin embargo, todas ellas proceden de un fondo común y no se
ha estudiado la vida de González con la detención necesaria para poner en
evidencia lo que se desprende de lo que se conoce: la honradez y la hombría
de bien ilel mártir carlista.
(3> Documentos números 16 y ¡7 en el apéndice documental.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 187

Octubre, y éstos sí que pueden considerarse como los protomártires


de la Tradición, que henchirá su martirologio hasta mes de los cien
mil sacrificios, ofreciendo esta gloriosa aportación al abrirse la nueva
cuenta de abnegaciones por España en la Cruzada de 1936.
Después del desgraciado incidente, prosiguió González su marcha,
y en las inmediaciones de Villanueva de la Serena fué alcanzado por
un escuadrón de Caballería y hecho prisionero con su hijo Francisco
Vicente González, también bachiller en Leyes; el Capitán de Caballería
don Miguel López de Sala, padre del cadete don Francisco; el alférez de
Caballería don Saturnino del 5arco, y el paisano José Galeti, y después
lo fué el paisano Juan bautista Alonso. Todos dieron la vida ante el
pelotón cristino, el 15 de Octubre, no en Talavera de la Reina, como
dice Pirala, y se ha seguido copiando generalmente por otros historia
dores, sino en Villanueva de la Serena, como prueba la partida de su
inhumación en el registro parroquial (1).
Así se inició la guerra civil en España. De la familia de González,
sólo quedó su viuda, abrumada por la pesadumbre de las tragedia
del esposo y los dos hijos inhumanamente fusilados, y otro hijo, don
Juan José, que era alférez del batallón provincial de Toro. Al saber
la noticia del fusilamiento de su padre y de sus dos hermanos, pidió
la licencia absoluta, se presentó en las filas carlistas, se batió gloriosa
mente a las órdenes de Cabrera, alcanzando el grado de coronel, y,
después de haber combatido con hidalguía en la segunda guerra civil,
falleció en Marsella, emigrado, ya brigadier de los Reales Ejércitos de
Carlos VI, y siempre fiel a los ideales por los que derramaron la sangre
su padre y sus hermanos.
Apenas se recibió la noticia de la muerte de Fernando VII, agitóse Tam-
entre los carlistas bilbaínos la idea de proclamar a Carlos V. La muerte bién los
se conoció a primeras horas del 3 de Octubre, por lo que se reunió la vizcaí
Diputación de Vizcaya, y, temiendo que los voluntarios realistas se pro nos co
nunciaran, se trató de evitarlo. El corregidor La Mota y el diputado nocie
Uhagón, procuraban convencer al diputado por Sestao don Fernando ron a
de Zabala, sobre la conveniencia de que no se alterara el orden. Mien
D. Qui
tras se discutía este asunto sonó un disparo, oyéndose el toque de llamada
jote
por las calles, y las fuerzas de voluntarios, a las que se unieron los
miqueletes de la Diputación, se apoderaron de las avenidas de la ciu
dad. La Mota dictó un bando para que se retiraran, y fué desobede-

(1) Documento número 18 en el apéndice documental.


carlismo.es
188 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

cido, y se solicitó de Zabala que interpusiera su influencia para con


seguirlo, pero éste se negó a lo solicitado. Hasta entonces, el capi
tán de voluntarios don Matfas Landa era el único jefe de las fuerzas
que estaban en armas, como se desprende de la comunicación que
dió el encargado de la Policía de Castro Urdíales al subdelegado prin
cipal de Policía de Santander. Después de los manchegos, los vizcaínos
hijos espirituales de aquellos que en La Mancha engarzó Cervantes con
el hidalgo inmortal, y que a lo largo del tiempo se sienten tocados de
quijotismo.
Comprendió Zabala que debía organizarse algo más, pues era
temible que si el orden no se había alterado, pudiera alterarse rápi
damente e inesperadamente. En la jornada del 3 y la mañana del
4 se registró una muerte, la del cuñado de Uhagón, más tres o cua
tro heridos: eran todas las bajas que había que lamentar. Pero temíase
que se tomaran venganzas por actos anteriores, y era necesario encau
zar el movimiento. Así, Zabala llama al marqués de Valde-Espina, que
estaba en su palacio de Ermua; el marqués acude y se reconstituye
la Diputación de Vizcaya.
Detengámonos unos instantes en destacar la principal figura del
alzamiento de Bilbao. Ya hemos hablado, cuando la otra protesta ar
mada de 1822 y 23, del brigadier Zabala, de quien decía el gran
Zumalacarregui que en los combates siempre le había visto impávido,
arrojándose a inminentes peligros y hasta mezclándose entre las filas
enemigas, admiradas de tan singular valor (1). Recordemos ahora
al marqués de Valde-Espina, figura prócer de nuestra historia y cabeza
de una dinastía de aristócratas que dieron ejemplos de lealtad.
Era éste don José María de Orbe y Ello, guipuzcoano, nacido en
El
Irún el 6 de Septiembre de 1766. Recibió los primeros rudimentos lite
"Man- rarios en el Colegio de las Escuelas Pías, de Zaragoza, y cuando poseyó
chuclo las Humanidades entró en la Academia de Cadetes del Regimiento de
de Er- Caballería de Santiago, trasladándose luego, para proseguir sus estudios,
mua", al Seminarlo de Vergara. Al estallar la guerra contra la República
mar francesa, ingresó como alférez en el primer batallón de Guipúzcoa,
ques de alcanzando por sus servicios el ascenso a capitán, con cuyo grado se
Valde- retiró a Ermua, para curarse de sus heridas, después de haber per
Espina dido una mano en aquella campaña. De aquí proviene el nombre con
que era conocido entre los vizcaínos: "El Manchuelo de Ermua".

II) "Representación en favor del Marqués de Valde-Espina y el Gene


ral Zabala", 1 de Marzo de 1835. firmado por Zumalacarregui.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 1B9

En 1802 fué elegido Diputado general del Señorío de Vizcaya,


desempeñando dignamente, en calidad de tal, las comisiones del más
alto interés que le fueron confiadas por el Gobierno. Así, al servicio
del Señorío de Vizcaya, y ocupándose de sus bienes familiares, le
halló la invasión francesa. Aquel muñón de la mano amputada no
quiere que le sirva de excusa para cumplir su deber; acude al lado de
los españoles, que luchan por la independencia, y, como coronel del
12.2 regimiento de Vizcaya, labra páginas de gloria para la Patria y
para su casa solariega. Terminada la epopeya de nuestra guerra de la
Independencia, de nuevo regresa a su hogar. No ocultaba sus con
vicciones realistas, ni su exaltado fuerismo. Y, cuando triunfó por
segunda vez el régimen constitucional, en 1820, sea por temor a su
prestigio o por alguna manifestación que hiciera, contraria a la revolu
ción triunfante, lo encerró en la cárcel pública el jefe político de
Bilbao, Seoane, y más tarde, en Diciembre de 1822, salió de Por-
tugalete en el bergantín Atrevido, desterrado a las islas Canarias.
Un temporal obligó al buque a refugiarse en la bahía de Cádiz (1),
y allí fué encarcelado Valde-Espina, hasta que el 7 de Julio de 1823
logró fugarse, gracias a altas protecciones, huyendo al Puerto de Santa
María en una lancha pescadora. Llevaba consigo órdenes importan
tes para la Regencia de Madrid, que presidía el duque del Infantado,
y para el generalísimo, duque de Angulema.
De regreso Fernando VII de su cautiverio en Cádiz, volvió el
marqués a sus lares, y en 1825 fué de nuevo elegido Diputado General,
encargándose de la organización de los voluntarios realistas, y tuvo
bajo su mando la cuarta brigada de aquellas provincias. Otra vez
veremos en campaña al coronel marqués de Valde-Espina,: es cuando
Espoz y Mina penetra la frontera en 1830, proclamando la Constitu
ción. Organizado el ejército que le hizo frente, se le confió a Valde-
Espina el mando de la frontera. Fué Diputado General en 1833, y
residía en Ermua cuando le llamó Zabala para dirigir el alzamiento.
Hasta aquí, por ahora, los antecedentes de esta noble figura car
lista : mientras vivió, su historia está íntimamente ligada a la Causa
del Tradicionalismo vascongado; después de íu muerte, sus hijos y
descendientes han sabido conservar gloriosamente el legado de honor
que les dejó su antecesor.
Acude el marqués de Valde-Espina a Bilbao, y, en unión de

(1) - Erróneamente dice B. de Artagán; en la biografía del Marqués de


Valde-Espina, en "Carlistas de Antaño", que el Marqués había estado algún
tiempo confinado en Canarias.
190
carlismo.es
MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Novia de Salcedo (1), de Batiz y de Zabala, toma la dirección del alza


miento de la villa y de la provincia. Porque ésta también ha seguido
el ejemplo de la capital; el 4, en Orduña, el teniente coronel don
Juan Felipe lbarrola, proclama a Carlos V, lanzando un manifiesto
(2). Al mismo tiempo salen de Bilbao fuerzas de voluntarios realis
tas, que recorren los poblados, y los aclaman los vecindarios, mien
tras distribuyen el vibrante manifiesto que a su vez ha dirigido a
los vizcaínos la Diputación toral del Señorío. Asi se recorre Portu-
galete, Begofta, Baracaldo, Somorrostro, Sopuerta, Valmaseda, y otros
mandados por los coroneles Breña y Feamurguía, se adentran por Cas
tilla y llegan hasta Pancorbo y Briviesca, en la provincia de Burgos,
mientras que algunas fuerzas más entran en Cantabria y llegan a las
puertas de Santoña.
Alzan Entonces un nuevo alzamiento da mayor calor a los entusiasmos
vascongados. Vitoria, que ha permanecido tranquila, también proclama
sus
a Carlos V. En la noche del 6 de Octubre se esparció por Vitoria la
bande
voz de que a las diez se tocaría Generala. Sin embargo, discurrió la
ras los
noche en calma, pero al día siguiente, al despuntar la aurora, vieron
carlis
los vitorianos reunidos Junto a la ciudad los batallones de voluntarios
tas ala realistas de Vitoria, Bernedo, La Guardia y Valdegovia, que habían
veses y sido previamente convocados por el coronel Verástegui. Este, que se
guipuz- había trasladado a Gardélegui, ofició a la Diputación General para que
coanos aceptara las consecuencias del pronunciamiento, reconociera a sus
jefes y evitara toda resistencia inútil.
La fuerza del Ejército, no muy numerosa, que ocupaba la localidad,
salió silenciosamente, acatando los hechos consumados, y el coronel
Verástegui, al frente de sus voluntarios y entre el entusiasmo de los
habitantes de Vitoria hizo su entrada, formó los batallones en la plaza
principal y proclamó solemnemente a Carlos V. Un manifiesto de este
jefe llamaba al pueblo alavés a defender los derechos del Rey legitimo.
La Diputación de Alava, que era Cristina, viendo que nada había
que temer de la hidalguía de Verástegui, decidió permanecer en Vito
ria con el fin de mantener la administración, no sin dejar de obstacu
lizar en todo lo que pudiera la obra de los carlistas, con los que pre
tendía estar en contacto lo menos posible. El coronel Verástegui com-
(1) Pedro Novia de Salcedo eminente jurisconsulto y jurista vascongado.
Nació en San Sebastián en 1805. Autor de "Defensa histórica, legislativa y eco
nómica del Señorío de Vizcaya y provincias de Alava y Guipúzcoa", que le
dió gran renombre, y del monumental "Diccionario Vascuence-Castellano-Lati
no". Fué repetidas veces diputado general, y como vemos, perteneció a la
Diputación carlista de Vizcaya.
(2) Documento número 19 en el apéndice documental.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 191

prendió la necesidad de atraerse aquel organismo, y el día siguiente


de su entrada, 8 de Octubre, le ofició para que designara una comisión
de cinco individuos que le acompañasen en el despacho de los asuntos.
Contestó la Diputación que tal procedimiento era antiforal, y, com
prendiéndolo así, Verástegui se conformó en tolerar este procedimien
to, pero creó la Junta Superior de Gobierno de Alava en representa
ción del Señor Don Carlos V, cuya presidencia se reservó, así como el
mando de comandante general de los alaveses en armas. La Diputa
ción se mantuvo limitada a las funciones de su administración foral,
sin que se suscitara en ningún momento, mientras los carlistas ocupa
ron Vitoria, el menor incidente entre ambas juntas (1)
Como hemos dicho, había cundido en las Provincias Vascongadas
la decisión de los carlistas pronunciados en Bilbao. Aunque el teniente
coronel Jbarrola tuvo que desocupar la localidad de Orduña, abando
nándola ante la presencia de las fuerzas mandadas por el teniente Don
Jaime de Burgués, compuestas de 100 infantes del regimiento de San
Fernando, 37 carabineros y 17 caballos, que fué en realidad la primera
escaramuza de esta guerra que se abría en el Norte (en 5 de Octubre),
otros jefes levantaban sus estandartes, como ocurrió en Durango el
día 7, fecha del pronunciamiento de Vitoria, y el 8 en Oñate, donde
se presentó al frente de los carlistas D. Francisco José de Alzaa (2),
a quien se le unió rápidamente el brigadier D. Ignacio Lardizábal, que
asumió el mando de los voluntarios guipuzcoanos de la Tradición, co
mo Zabala lo había hecho con los vizcaínos.
El capitán general cristino de las Provincias Vascongadas, D. Fe
derico Castañón, al conocer los acontecimientos que se desarrollaban,
después de asegurar el orden en San Sebastián, emprendió con fuerzas
del Ejército, la marcha sobre Bilbao el día 5, y avanzaba lentamente,
pues el 7 no había rebasado Azcoitia, temiendo, por lo visto, encontrar
se en inferioridad ante los sublevados. Pero al enterarse de que el
coronel Verástegui había puesto en favor de Carlos V la ciudad de Vi
toria, decidió no aventurarse más e hizo ruta a Tolosa, para asegurar
se las comunicaciones con Navarra. Creyó Castañón que bastarían unos
cuantos manifiestos para reducir a los vizcaínos, pero apenas circula
ron, y no fueron de ninguna utilidad para el general cristino, ni para
(1) Documento número 20 en el apéndice documental.
(2) José Francisco de Alzaa. Era Comandante de Voluntarios Realistas de
Oñate al morir Fernando VII, y en aquella ciudad proclamó a Carlos V. Mu
rió gloriosamente al sitiar Ochandiano en 1835, siendo ya Coronel del Ejército
Real. Su hermano Joaquín Julián de Alzaa hizo brillantemente la primera
guerra civil, y murió fusilado, en 1848, al intentar levantarse en armas en
las Vascongadas para iniciar la segunda guerra en aquellas provincias.
carlismo.es
192 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

su causa. Al contrario, las insurrecciones continuaban, ya que el bri


gadier Uranga se sublevaba el 19 de Octubre en Salvatierra de Alava,
y el J2 entraba el ya brigadier marqués de Valde-Espina en Vergara,
decidiéndola por D. Carlos. En estos momentos, las tres provincias están
en realidad bajo la dominación de las armas carlistas, y de las tres capi
tales sólo San Sebastián sigue en poder de los cristinos. La situación
de éstos es tal, que bien puede decirse que es critica, aunque un ligero
éxito les permite respirar con cierto desahogo.
Hemos dicho que Castañón se aseguró, €n su fracasada expedición
sobre Bilbao, la posesión de Tolosa. La noche del 21 al 22, los carlistas
vizcaínos y guipuzcoanos llegaron a las alturas que dominan la villa,
tomando posiciones y extendiendo sus dos alas desde el monte Sorro-
la y camino de Alzo hasta el Alto de Olarrain y camino viejo de Az-
peitia; cubrieron también las montañas de la margen derecha del río
Oria que cae por la parte de Villabona, entilando el camino de Casti
lla, y, por retaguardia, el de Irún, para dejar así bloqueada la localidad.
Al día siguiente, los cristinos decidieron atacar por el centro, consi
guiendo romper esa línea, y luego el coronel cristino Jáuregui (1)
marchó sobre el camino de Azpeitia cargando por flanco y retaguardia
al grueso carlista, que cobró la altura de Asusta y Chintoquieta.
Des- Mientras esto ocurría en las Vascongadas, en Navarra también to-
gracia- maba el movimiento proporciones. El teniente coronel D. Francisco
dos CO- Benito Eraso, jefe del cordón sanitario de la frontera, se pronunciaba
míen- el 12 de Octubre en Roncesvalles, pero el estado de salud de este
zos en jefe no le permitió proseguir su campaña, sobre todo ante la incesante
Nava- persecución de que le hizo objeto el brigadier Lorenzo, después de
rra y la su victoria en Los Arcos. Desde Burguete, el 18 de Octubre, dió Eraso una
Rioja proclama llamando a los navarros a las armas para defender a Car
los V. Eraso entró en Francia por el puente de Arnegui, acompañado
de D. Alejandro León y D. Antonio González, y detenido por los guar
dias franceses fué conducido preso a Saint Jean de Píe de Port. La
columna destacada por Lorenzo, que consiguió dispersar a Eraso— aun
que más influyó el estado precario de la salud de éste, que le imposi
bilitó brillar en esta campaña— la mandaba el coronel de Carabineros
Don Manuel Yéñez.

(1) Gaspar de Jáuregui. Nació en Villarreal (Guipúzcoa) en 1791. Cono


cido por "el Pastor", fué uno de los brillantes guerrilleros de la guerra
de la Independencia en el país vascongado. Imbuido de liberalismo, acom
pañó a Espoz y Mina a Inglaterra, y regresó a España al advenimiento
de doña Isabel sirviendo contra los carlistas.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 193

Otros jefes que se lanzaron entonces al campo fueron don José


Antonio Goñi (1), que el 10 de Octubre pasaba por Lodosa (Nava
rra), reclutando voluntarios, y el comandante D. Francisco Iturralde,
que abandonaba su apacible vida de labrador para lanzarse a esta
guerra que no vería terminada. Pero la insurrección en Navarra ha de
tener un golpe casi mortal dentro de pocos días de iniciado el alza
miento, porque en ella viene a influir la mala fortuna de la sublevación
y pronunciamiento de Logroño.
Cuando se supo en Valladolid, no se conoce por qué medios, la
muerte de Fernando VII, el mariscal de campo D. Santos Ladrón de
Cegama, sale de la ciudad el 2 de Octubre, dirigiéndose hacia el Nor
te—con propósito de buscar a sus antiguos compañeros de la que
fué famosa división de Navarra en la campaña anterior de 1821-23
contra los constituclonalistas— para levantar su bandera en pro de los
derechos de Carlos V. Al pasar por Villoviado (burgos), el general
Ladrón de Cegama visitó al anciano cura de aquel pueblo, el héroe de
la guerra de la Independencia D. Jerónimo Merino, cuyas proezas vi
vían en el recuerdo de todos. En su entrevista, Merino contestó a Don
Santos Ladrón que él era ya viejo y achacoso para hacer nada, aunque
probablemente el general navarro pensó que el anciano guerrillero
difícilmente se mantendría tranquilo en su hogar cuando la corneta
sonara y se oyera el estrépito de las batallas. Lo cierto es que Ladrón
de Cegama dejó en su casa al "cura de Villoviado" para proseguir su
camino, que le debía conducir en pocos días ante el pelotón de eje
cución, en un baluarte de la ciudadela de Pamplona.
Don Santos Ladrón llegó a La Rioja y se dirigió al Santuario de
Nuestra Señora de Valvanera, junto a la Sierra de San Lorenzo, con
ferenciando en este lugar con respetables religiosos y entusiastas mili
tares, y de allí fué a la villa de Tricio, y ante el vecindario y los rea
listas de los alrededores proclamó a Carlos V como Rey de las Espa-
ñas. Los agentes del general Ladrón de Cegama comunicaron su pre
sencia en La Rioja a los realistas de Logroño. Uno de los que acudie
ron a Tricio fué el comandante de voluntarios realistas D. Basilio An
tonio García (2). Ya de acuerdo con el mando superior, preparó al

(1) José Antonio Goñi. Era navarro, y se distinguió durante teda la pri
mera guerra civil en las filas carlistas, pero cuando el Convenio de Vergara
se adhirió al mismo.
(2) Basilio Antonio García. Nació en la provincia de Logroñr^ en 1791.
Sirvió durante la guerra de la Independencia y en la campaña de 1822 y 23,
ascendiendo a comisario de guerra. Al comenzar el levantamiento de 1833,
fué nombrado Coronel de Infantería, y se hizo célebre en la primera guerra
carlismo.es
194 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

comandante de voluntarios realistas, D. Pablo Briones, los aprestos


para el pronunciamiento. A media mañana, los realistas, por orden de
Briones, se incautaron de 240 fusiles que estaban depositados en las
Casas Consistoriales. Sin embargo, no había a aquellas horas cuajado
el movimiento militar, pues éste no estalló hasta las cinco y media de
la tarde, cuando el comandante D. Basilio Antonio García hubo con
ferenciado con el general Ladrón de Cegama. Pronunciada la ciudad,
llegó, al anochecer, el general Ladrón, tomó el mando de los carlistas
riojanos y se posesionó del de los carlistas navarros. Era en su Nava
rra natal, testigo de su historia militar, donde deseaba operar D. San
tos. Así se comprende que no permaneciese largo tiempo en Logroño
y que se apresurase a marchar en busca de sus paisanos, convencido
de que su sola presencia levantarla legiones de esforzados defensores
de la legitimidad.
El ca Fué, por lo tanto, D. Santos Ladrón de Cegama el primer coman
ballero dante general de los carlistas navarros, y su historia era una de las
maris más brillantes que en aquel momento podía exhibirse en las hojas de
cal car servicios. Había nacido en Lumbier el 13 de Noviembre de 1784. De no
lista ble familia, pues descendía de la de los Ladrón de Guevara, señores de
D. San Escalante, Triceno y Osornillo, recibió esmerada educación. Después
tos de cursar latinidad en Salvatierra, estudió en Huesca Filosofía y Leyes,
aunque parece que no llegó a graduarse de bachiller en esta disciplina,
Ladrón
por los acontecimientos de la guerra de la Independencia. Venciendo
de Ce
la oposición de sus padres, que deseaban que siguiera la carrera de
gama las Letras, alistóse en las filas españolas; fué reclamado, volvió a cam
paña, fué sustituido y de nuevo entró como voluntario en 1609. Bri
llantísima es la actuación de este Joven voluntario, que iba ascendien
do por méritos de guerra en el primer regimiento de Infantería de Na
varra, en el que prestaba servicio.
En la acción entre Mendlvil y Solchaga, el 14 de Junio de 1811,
caía gravemente herido, lo que no le impidió que en Enero siguiente
se reincorporara a su compañía y recibiera el despacho de capitán
de Infantería. En Mayo era ya sargento mayor, y en Diciembre del
mismo año, siempre por méritos de guerra, comandante. Además de
los empleos mencionados, durante unos días del mes de Diciembre de
1813 ejerció las funciones de sargento mayor de brigada de la 8.? Di

civil por sus atrevidas expediciones, la más notable de las cuales fué en
1837-38, en la que llegó hasta Andalucía. Ascendió a Mariscal de Campo, y.
perseguido por Maroto, pudo librarse de ser fusilado. No se adhirió al Con
venio de Vergara, emigrando a Francia, y falleció en Hyeres (Francia) en 1844.

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 195

visión del 4.2 Ejército, hasta que fué nombrado el 1 de Enero de 1814
comandante interino del regimiento 3.2 de Voluntarios de Navarra,
cuyo empleo sirvió hasta 1615, y entonces, por orden superior, pasó
al regimiento de Infantería del Principe con el encargo especial de
reorganizar su tercer batallón. Cuando las ocurrencias de "los cien días"
en Francia, estuvo en el ejército que se preparaba para invadir el
territorio vecino, y que, como es sabido, no llegó a entrar en lucha,
por haber sido derrotado Napoleón en la batalla de Waterlóo.
Vivía dedicado a su servicio militar cuando sobrevinieron los
acontecimientos de 1820, y ante la general insurrección, levantó tam
bién su grito de guerra en 1821, y aunque de momento tuvo que aban
donar la campaña, no tardó en regresar de Francia, actuando con
tanto valor y pericia, que, fracasados los generales Quesada y O'Don-
nell en sus mandos, a principios de 1823 quedó D. Santos al frente
del Ejército Real.
Aunque a grandes rasgos hemos reseñado en nuestro volumen II
aquella campaña realista, la concisión no ha impedido que el nombre
de Ladrón de Cegama figurara con honor. Ascendió rápidamente, siem
pre por sus méritos, a coronel y brigadier, y más tarde Fernando VII
lo ascendió a mariscal de campo. El primero de sus destinos con este
grado fué el de gobernador militar de la plaza de Pamplona, luego el
de la plaza de Cartagena. Aquí le alcanzó la reacción antirrealista de
Doña María Cristina. Sus convicciones firmemente sentidas, la fran
queza de su lenguaje y su historia pasada le hacían sospechoso: su
valer y merecimientos eran ahora los motivos que le hicieran caer
en desgracia. Hubiera sido conformista en las épocas liberales; hubie
ra sido adulador con los detentadores del poder; le hubiera faltado en
tereza para seguir el camino del deber, y el general Ladrón de Cegama
no hubiera sido depuesto de su mando, ni confinado en Valladolid,
ni hubiera visto sus pasos seguidos por los esbirros de la Superinten
dencia General de Policía. Como en tantas ocasiones de la historia,
!os que son galardones del honor de un hombre se convierten en
pretextos para que los acomodados con la arbitrariedad y la injusti
cia les persigan.
Tal era el jefe que en aquel momento encarna la insurrección car
lista en España. Todavía no ha salido por las puertas de Pamplona el
genial Zumalacarregul; todavía está indeciso— no oye la tormenta y
parece dormido su genio guerrero—, el famoso Merino; todavía en
el Seminario de Tortosa, la sotana esconde la vehemencia y el arrojo
carlismo.es
196 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

de Ramón Cabrera... El alzamiento parece limitado a nombres poco


conocidos, a oficiales subalternos. Es Ladrón de Cegama el punto de
mira de todos, y es, naturalmente, contra el que se aplican los más
rudos golpes.
Sale el 8 de Octubre de Logroño, al frente de unos 400 ó 500
voluntarios de los batallones realistas de Logroño y Fuenmayor. Ha
dejado a los riojanos bajo las órdenes de D. Pedro Fausto Miranda,
comandante del batallón de Fuenmayor, al que el general Ladrón de
Cegama ha nombrado brigadier. Logroño queda, por sus órdenes,
bajo el mando del comandante D. 5asilio Antonio García. Ladrón de
Cegama busca su meta anhelada en el levantamiento- general de Na
varra. Sus escasas tropas, gente bisoñe e inexperta en el guerrear y
en la maniobra, le siguen, puesta la confianza en su persona, pero qui
zás no la tienen en ellos mismos. Por la ruta encuentra navarros que
se les agregan; faltan armas, y unos van provistos de palos y otros
de aquella fe que inspiraba a los cruzados de Pedro "El Ermitaño" y
de Gualtero "Sin haber". En la dirección que siguen está la ciudad de
Estella; sobre ella marchan los carlistas, como si presintieran la cate
goria que su historia alcanzará durante cien años. Ante la invasión, el
Virrey de Navarra D. Antonio de Solá, dispone que se forme una co
lumna, y la confia al brigadier Lorenzo. Ladrón de Cegama había per
noctado en Viana y allí lanzaba su manifiesto del 8 de Octubre (1)
Pirala, que de los vuelos soberanos del espíritu no entiende mucho,
pues las fosforescencias de su progresismo le velaban las verdades reli
giosas, afirma que estaba loco el general navarro. "Algunos docu
mentos—dice—podríamos insertar, que, más que juicio, demostraban
ese trastorno mental que le achacaban sus compañeros que más le
querían" (2).
La prueba, a su entender, más evidente, es el manifiesto del 8 de
Octubre: sin embargo, al leerlo no nos parece que tenga ninguna ex
presión que induzca a tal suposición. Se juzgará extraña aquella in
vocación a su madre, a su hermana, a sus hermanos, a sus parientes,
amigos, compatriotas y, por último, a sus valientes compañeros de ar
mas. Pero, Iqué ponderada esc&la de afectos en esta enumeración)
¡Con qué fervcr se implora la intercesión de la Virgen del Rosario !-
quizás esto doliera rr.ás que nada a Pirala t-, y, por último, Iqué

(1) Pirala.—"Historia
(2) Documento númerode 21la en el apéndice
Guerra Civil ydocumental.
de los partidos liberal v cab
lista".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 197

conmovedor aquel llamamiento "a mi Don Miguel de Alio", de Via-


na; a don Ramón Bustamante, de Morentín; a Ochoa, de Olza; a
Don Miguel Sarasa, de Roncesvalles; al capitán Zubiri, a los Man-
chos, de Ochagavia, y otros semejantes. "Sean mis apóstolees y pre
cursores para mi izquierda de Pamplona; y, para mi derecha, don
Juan Manuel Azurmendi, de Lodosa; Sagúes, el de Beire; don Miguel
Larumbe, beneficiado de Tafalla; Eraso, de Garlnoa; Uriz, de Sada,
y los que éstos elijan: ahí van mis instrucciones, para arreglarse a
ellas, y los demás, ya sabéis lo que habéis practicado anteriormente."
Tiene algo de patriarcal este llamamiento de don Santos Ladrón, y era
el lenguaje más comprensible para aquel pueblo que conservaba tal
tesoro de tradiciones hogareñas, envidia de los demás, cuando en
España se rendfa respetuoso y fervoroso culto a una gran parte
de las heredadas de los antepasados. Hablando de este manifiesto
dice Echave-Sustaeta: "Ahí tiene el lector los mismos apellidos, los
mismos nombres que lucharon en la campaña realista de 1823, y el
lenguaje del general don Santos Ladrón demuestra que se trata de
la misma lucha, con iguales aspiraciones" (1). Como se ve, al
ilustre historiador alarés no le ha parecido obra de un loco lo que
el general desventurado invoca como prueba de una continuidad de
ideas, entre los realistas de 1823 y los carlistas de 1833.
De Viana salen los voluntarios que mandaba Ladrón de Ce
gama. Al llegar cerca de Noveleta sostienen un ligero tiroteo con las
avanzadas Cristinas (10 de Octubre), que se retiran, y prosigue su
marcha don Santos Ladrón hasta llegar cerca de la villa de Los Arcos.
Se ha discutido mucho si antes de esta operación habia sido desta
cado Iturralde para que hostilizara la villa de Lodosa; Zaratiegui
lo afirma, y añade: "por cuya causa sólo quedaron unos 300 hom
bres, mal armados, peor instruidos y todavía sin forma alguna de
organización, mientras que Lorenzo tenía 700 soldados del regimiento
de Córdoba, que él mismo mandaba como coronel" (2). También
Madrazo opina que fueron divididas las fuerzas carlistas (3). Más
recientemente, el P. Alberto Risco dice: "No tenía más que 300
hombres, pero el resto de su gente se hallaba a la sazón atacando

(1) Echave-Susnaeta—"El partido carlista y los fueros".


(2) Zaratiegui—"Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacarregui".
(3) Madrazo.—"Historia Militar y Política de D. Tomás de Zumalaca
rregui.
carlismo.es
198 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

a Lodosa con don Francisco Iturralde" (1). Ha de tenerse en cuen


ta, sin embargo, que el P. Risco escribía a la vista de los documentos
y esrritos dejados por Zaratiegui, y que Madrazo sigue a éste muy
particularmente en lo que se refiere a la guerra civil.
Mas Pirala, que, por lo general, aprovecha a Zaratiegui, nada
dice de esta división de fuerzas ni del combate de Noveleta (2).
Los autores que colaboraron con Chao en la "Biografía de
don Santos Ladrón" afirman que "testigos oculares nos ase
guran: primero, que el jefe carlista no destacó tropa ninguna a
Lodosa, y sí a Estella, y, segundo, que este destacamento fué llamado
al saberse la aproximación de Lorenzo" (3).
Es indudable que la táctica de la división de fuerzas fué co
mún entre los carlistas navarros. Henningsen nos lo confirma al decir
que Ladrón, "habiendo, en primer lugar, cometido la falta de en
viar la mitad de sus fuerzas a Lodosa, él, con más valor que pruden
cia, resolvió resistir". Como que Jamás se ha acusado a Iturralde,
por sus mismos detractores, de haber abandonado a don Santos,
nuestro parecer es que se hizo la división de fuerzas, aunque 1-j de
Lodosa se redujera a un simulacro o ligero ataque, quizás con la in
tención de dividir a su vez al adversario.
En Los Arcos se libró el ti de Octubre lo que pudiéramos llamer
el primer combate que hubo en Navarra, dejando, aparte el tiroteo de
Noveleta. Don Santos Ladrón, quizás en aquel momento obró arras
trado por su valor más que por la prudencia que debía aconsejarle,
pues al darse cuenta de que Lorenzo se le acercaba, en lugar de
retirarse, sacó sus reducidas fuerzas de la villa, colocándolas en una
pequeña colina, poblada de viña y sitio llamado el Calvario. Aquella
bisoña gente, que no había sido fogueada todavía, que seguía al ge
neral con palos y sin armas eficaces algunas, y mal municionados los
que llevaban armamento, se desalentaron ante la maniobra realizada
por soldados veteranos, hechos a la disciplina militar y a la obe
diencia a la voz de mando. Esto lo hubiera podido comprender don
Santos si su arrojo no le arrebatara hasta el empeño que conduela a
la temeridad de hacer frente a tal enemigo. Es así como lo enten
dieron los carlistas norteños, cuando el citado Henningsen, bien satura
do del ambiente, lleno de consejas, escribía: "Sin embargo, está de-

(1) Risco.—" Zúmalacarregui en campaña".


(2) Pirala.—"Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y car
lista".
(3) "Galería Militar Contemporánea".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 199

mostrado por los habitantes y los que iban con él, que en esta oca
sión tenía la cabeza perturbada, por haberle dado una droga, pro
bablemente opio, en Los Arcos, mezclada al vino, la que produjo
el efecto de. privarle de sus facultades intelectuales. Lo que sí es
cierto, es que, cuando la hora del peligro se aproximó, él no se apro
vechó de la gran influencia que tenía con los campesinos, ni de la na
turaleza del terreno, ni de sus conocimientos del mismo, sino que,
habiendo dirigido sus hombres hacia Los Arcos, incapaz de
dar nuevas órdenes, se quedó esperando neciamente la hora
fatal, como un pájaro fascinado por una serpiente. La con
fusión e irresolución de la masa que tenía a sus órdenes, y que
siempre había confiado en el talento de su jefe, se imaginará fácil
mente, cuando repentinamente supieron que el enemigo estaba so
bre ellos. Santos Ladrón, despertando al fin de su letargo, mecánica
mente se colocó, con su espada levantada, a la cabeza de algunos
oficiales partidarios, pero el cerebro que había de guiar a sus huestes
había desaparecido" (1).
A pesar de los términos de este relato, no muy seguro de su
aserto, el escritor inglés quiere atribuirlo a una segunda causa, y
dice: "Muchos detalles corroboran la afirmación de haberle sido ad
ministrada una droga; pero su conducta puede, sin embargo, haber
sido causada por una de esas enfermedades cerebrales que algunas
veces trastornan los entendimientos más brillantes." (2). La verdad
es que don Santos Ladrón de Cegama intentó resistir con fuerzas
muy inferiores en armamento, y de organización apenas embrio
naria, a un enemigo fuerte y disciplinado. ¿Qué esperaba el general
navarro con su temeridad? Dice Zaratiegui que tenía Ladrón de Ce
gama "la esperanza de que Lorenzo, a quien había conocido perso
nalmente y suponía de ideas carlistas, se declarase por la causa del
Infante" (3). Pero esto lo aplicó al combate o escaramuza de Nove-
leta. ¿Es que hubo engaño o promesa falaz en la que creyó don
Santos? Lo cierto es que, sus tropas desbandadas, el general Ladrón
de Cegama resistió con valor y heroísmo. Caído su caballo, quedó im
posibilitado para defenderse, y entonces lo hicieron prisionero. Con
él, unos cuantos más, entre ellos el teniente de Voluntarlos realistas

(1) Henningsen.—"Campaña de doce meses en Navarra y las Provincias


Vascongadas con el general Zumalacarregui".
(2) Henningsen.—"Campaña de doce meses en Navarra y las Provincias
Vascongadas con el general Zumalacarregui".
(3) Zaratiegui.—"Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacarregui".
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200 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE ACEDO

don Luis Iribarren. No ejecuta Lorenzo a don Santos Ladrón en


aquel momento; lo ha de entregar al virrey de Navarra, don Antonio
de Solé; y aquella misma noche, la comitiva, camino de Pamplona,
pernocta en Cirauti, y al día siguiente, 12 de Octubre, entran en
la ciudadela de la capital navarra. La misma noche, la Junta de Guerra
o Consejo presidido por Sola, condenó a muerte a don Santos Ladrón
y al teniente Iribarren. Debían ser fusilados por la espalda, y Ladrón
de Cegama oyó aquella sentencia sin que se alterara su semblante
ni pronunciara ninguna palabra que descubriese la honda pena que
la forma infamante de la muerte debía producirle. Resignábase con
humildad cristiana, y daba ejemplo de valor y entereza. Llegada la
hora de su muerte, fué conducido al baluarte, donde debía ser eje
cutado, asistiéndole dos frailes carmelitas descalzos, con los que ha
bía pasado sus horas de capilla. Pero al llegar delante del piquete
y ordenársele que se sentara en un taburete, de espaldas, el viejo
héroe de las carr pañas pasadas sintió su sangre rebelarse, y se negó
rotundamente a hacerlo, añrmando que él no era un traidor, para no
recibir las balas de cara. Mas la sentencia del Virrey Solá y de sus
compañeros de Consejo, ninguno de los cuales ha pasado a la historia
militar de España por su bravura era firme: así, convencieron al ilus
tre reo Ies padres carmelitas, y entonces, con arrogancia, pero sin
acrimonia, dijo don Santos Ladrón, tomando asiento en el taburete
fatal, como querían sus verdugos: "Moriré como ustedes quieran. No
empañará el lustre de mi nombre el baldón de traidor: Santos La
drón siempre ha sido un caballero." La descarga sonó, y tuvo fin
aquella vida, cayendo de bruces el héroe. (1). Su cadáver fué inme
diatamente cubierto con un paño negro, hasta que a las nueve de la
noche de aquel 12 de Octubre, que parecía a los cristinos que con él
iba a acabar el alzamiento, pero que fué hoguera y señal de convoca
ción a miles de entusiastas, el cuerpo del general, con el de su com
pañero de infortunio y de gloria, el teniente Iribarren, salían por la
Puerta de Socorro, y conducidos en un carro al Cementerio, para ser
sepultados.
Más de cien años han transcurrido, y durante estos cien años, par
tidarios de las instituciones que condenaron a muerte a aquel maris
cal de campo, primer comandante general del Ejército Real de Nava
rra, han venido repitiendo, al unísono de los carlistas, las palabras

(1) "Galería Militar Contemporánea".


carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 201

del héroe navarro ante el piquete de ejecución: "Don Santos Ladrón


de Cegama nunca fué un traidor; siempre fué un caballero."
Todos los historiadores están acordes en que la muerte de don
Santos en la ciudadela de Pamplona, en vez de atemorizar a los
navarros, les incitó más y más a la insurrección. Acudían los mozos,
pidiendo armas con que vengar la muerte de su noble paisano; acu
dían sus antiguos compañeros de armas de la campaña de 1823, pi
diendo un lugar en el combate. Navarra se levantaba entonces y se
convertía, gracias a la sangre de su primer comandante general, en el
campo de batalla que durante siete años defenderá los derechos de
la legitimidad.
Pero había penuria de jefes: eran todos los que quedaban de es El co
casa graduación. Más que la enfermedad que le aquejaba, el interna- man
miento en Francia, de que era objeto, impedía a Eraso ocupar el dante
puesto que le confería su mayor graduación. De los que estaban en don
Navarra, Iturralde tenía la ventaja de haber servido a las órdenes Fran
de don Santos, de conocer a los que, dispersos ahora, le habían se cisco
guido, y también de tener su historia militar bien conocida de todos. Iturral
Así, aunque interinamente, en ausencia de Eraso, Iturralde fué el de
segundo comandante general de los carlistas en Navarra.
Don Francisco de Iturralde había nacido en Arróniz (Navarra), en
1787. En la gloriosa guerra de la Independencia, como Ladrón de
Cegama, había pertenecido a la división de Espoz y Mina, y al ter
minar la campaña regresó a su hogar. De nuevo combate contra los
constitucionalistas en el período fernandino; ya le hemos visto dis
tinguirse en la expedición del Ejército Real de Navarra a Aragón.
Vencidos los constitucionalistas, en 1823, era Iturralde comandante, y,
después de servir algún tiempo en los regimientos de línea, obtuvo
licencia ilimitada, retirándose a Alio, donde se dedicó al cultivo
de sus tierras. Al morir Fernando VII, es uno de los primeros en
levantarse por Carlos V en aquel Reino, y al entrar en tierra navarra,
con sus voluntarlos realistas riojanos su antiguo jefe, don Santos
Ladrón, se le une con sus navarricos, y le acompaña, hasta que recibe la
orden de atacar la villa de Lodosa, lo que ejecuta mientras su jefe
libra la infausta acción de Los Arcos.
Al ocurrir ese episodio, en Navarra hay verdadera desorientación:
se alejan despavoridos los que han visto la carnicería de Los Arcos,
y al mismo tiempo acuden para empuñar sus armas los mozos que
quieren vengar a su Jefe: Iturralde los recoge, se hace respetar, los
carlismo.es
202 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

anima y embravece, y de aquella masa de paisanos inermes que res


tan de la acción de Los Arcos, en un mes de su mando habrá for
mado las primeras guerrillas de los que serán más tarde intrépidos
batellcr.es nevarrcs, ganando sin cesar timbres de honor para el
ejército carlista. Iturralde conservará el fuego sagrado de los defenso
res de la Tradición: Navarra está en armas.
Episo- Hemos dicho incidentalmente que los carlistas vascongados habian
dios en extendido sus Incursiones hasta las provincias lindantes de burgos y
la Mon- Santander. Hasta Pancorbo y 5riviesca, y por los valles de Losa y To-
taña balina, avanzan los carlistas vascongados. En dirección a Santander.
un abogado de Sesteo, Velasco, invade les provincies cántabras, pa
sando por Le Nestosa y el valle de Carranze, hasta lleger a organizar
con los jóvenes rcalistes que recogía a su paso a Ampuero (Santan
der), donde se reunió, con los carlistas de la localidad, una pequeña
columna, de la que destacó un puesto avanzado en Limpias, el 16 de
Octubre. Antes, los carlistas que habían salido de Dilbao y llegaron
a Portugalete el día 4, se habían apoderedo de las lanchas y otras em
barcaciones menores, y por mar, mientras otros avanzaban por tierra,
se habian dirigido hacia la bahía de Santoña, ocupando, con un fuer
te destacamento, el pueblo de Ontón, amenazando así Castro Urdía
les y Laredo. El brigadier cristino don Juan Aznar (1), gobernador
de Santoña, tomó diversas disposiciones, tales como trasladar de La-
redo a Santera los ceudales de la Depositaría de Rentas y el arma
mento, vestuario y fondos del regimiento provincial de Laredo, que
guarnecía esta localidad, al mismo tiempo que ordenaba que se re
parara el fuerte de Laredo, el cual reforzaba, colocendo cañones y
eumentando el destacamento que lo guarnecía; así como mandando
un oficial y 20 hombres del regimiento provincial de Oviedo a Castro
Urdiales, con algunos fusiles, cartuchos y pertrechos de guerra. Los
carlistas atacaron Castro Urdiales en 9 de Octubre. Resistió el vecin
dario, con el destacamento de Infantería que hemos citado, y otro de
Carebineros de costas y fronteras, pero, al ser los atacantes rechaza-

(1) Juan Aznar y Gallazo. Nació en Barcelona en 1771. Sirvió en Arti


llería y tomó parte en la expedición de Mahón en 1782, en la que fué hecho
prisionero. Sirvió en el ejército cuando la expedición y ataque a Argel en
1784; luego en la defensa de Orán, en Ja gueira de la República francesa y como
voluntario en la Marina en la guerra contra Inglaterra. No participó en los
hechos de armas de la guerra de la Independencia por haberse pasado a pres
tar servicio en América en 1804 y permaneció en las posesiones españolas de
Ultramar hasta 1810. Dirigió en España la fábrica de cañones, luego la de
armas de Toledo y, por último, la Maestranza de Sevilla, y falleció, siendo
Brigadier, en 1834.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 2u;í

dos, extendiéronse por las comarcas próximas, intensificando el al


zamiento de Scpuerta, valle de Soba y otros puntos, con lo que que
daba ahora bloqueado Castro Urdíales. Los carlistas entonces pudié
ronse aproximar a Laredo, por lo que ordenó Aznar que los cachema-
rines (1) y barcos que habfa en Limpias, Colindres y demás puntos
de la bahía se retirasen a Santander.
Mientras tanto, el brigadier Mazarrasa (2) se había puesto al frente
de los carlistas de Hoznayo, y el párroco de Liendo, don Felipe Ami-
rola, lo hacía al frente de sus feligreses.
En el valle de Toranzo, don Pedro de la Bárcena, teniente coro
nel, se ponía al frente de los voluntarios realistas de Polaciones, libra
ba combate contra la columna de Carabineros mandada por el ca
pitán don Sancho Pardo, en Pedrozo, el 10 de Octubre, aunque no
con mucha fortuna. Si pudo atribuírsele a Pardo la victoria
esto no amortiguó el fervor del teniente coronel Bárcena, que perse
veró en la recluta de partidarios, y éstos le seguían por la con
fianza que les inspiraba el prestigio que había alcanzado su jefe
en la guerra de la Independencia y en la campaña realista.
El día 16, los carlistas, mandados por Velasco, habían desta'cado
una fuerza avanzada en Limpias, mientras que en La Nestosa se
situaba un fuerte contingente. Otros, que procedían del burgalés valle
de Mena, y se dirigían hacia Agüero, aproximáronse a Santoña, los
días 20, 21 y 22. Aznar se decidió a romper el bloqueo, por lo que
en la noche del 22 al 23, fuerzas salidas de Santoña, compuestas de
Infantería y del provincial de Oviedo, sorprendieron a los elementos

(1) Cachemarines o Quechemarines o Cachimarín, pues de las tres for


mas se escribía, embarcación chica de dos palos C'on velas al tercio, una
pequeña mesana a popa, algunos foques en un botalón a proa y gavias vo
lantes en tiempo bonancible. De uso en las costas de Bretaña y en el Norte
de España.
(2) José de Mazarrasa y Cobos de lo Torre. Nació en Navajeda (San
tander) en 1732. Hizo la guerra contra la República francesa, contra Ingla
terra, y se distinguió en la de la Independencia. Emigró a Francia en 1822,
regresando de Brigadier, nombrado por la Regencia de Urgel, y tomó parte
en la campaña de 1823. Estaba de cuartel cuando se unió a los carlistas al
comienzo de la guerra civil. Fué desterrado por Maroto siendo ya Mariscal de
Campo en 1839, fijando su residencia en Carignano (Italia) hasta 1848, aco
giéndose a la amnistía de 1849. Escribió varios folletos, entre ellos "Exposi
ción que hace D. José de Mazarrasa, Brigadier de los Reales Ejércitos y Ca
ballero de la Real Orden de San Hermenegildo, a S. A, S. la Regencia del
reino de España e Indias a favor del Tribunal de la Inquisición y contra el
proyecto de Cortes" (Santander 1823), y la interesante y documentada "His
toria exacta, verdadera y crítica, de la expedición que salió y volvió a las
Provincias Vascongadas a las órdenes del Mariscal de Campo D. Miguel Gó
mez en el año de 1836" (París 1844).
carlismo.es
204 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

destacados en Limpias, obligándolos a replegarse, perseguidos por el


enemigo hasta Ampuero, desde donde Velasco y los suyos se reti
raron hacia Vizcaya. Otra operación se verificó contra los carlistas,
que estaban de nuevo ocupando La Nestosa y Ampuero, y fué rea
lizada por fuerzas del provincial de Oviedo, bajo la dirección del al
calde mayor de Laredo, don Celestino Gutiérrez, contra los nuevos
voluntarios de la causa de Don Carlos, que comenzaban a llegar a Gi-
baja, y que vieron desbaratado su plan de concentración.
En las Provincias Vascongadas, el alzamiento proseguía, tomando
cada vez mayor incremento, asi como en Navarra. Ya hemos visto
el ataque realizado por Lardizábal sobre Tolosa, repetido por el
general Castañón, con un contraataque del coronel Jáuregui. Por
aquellos días, los alaveses, mandados por Uranga, llegan a Estella el
23 y se unen a los navarros de Iturralde. Acude el cristino Lorenzo
y les obliga a retroceder, el 25, saliendo de Navarra Uranga y sus
voluntarios. Comprende perfectamente Lorenzo que su situación pue
de quedar apurada con el hecho de que se haya formado una cin
tura "con Bilbao, Vitoria y Logroño, en manos de los carlistas, y
se decide a atacar a estos últimos, que considera más vulnerables,
por no haberse generalizado la insurrección en la Rioja con la misma
proporción que en Vizcaya, Guipúzcoa y Alava.
Nuevos Sabemos que al salir don Santos Ladrón de Logroño, los riojanos
encuen que han quedado allí están a las órdenes del brigadier Miranda y del
tros en comandante García. Este ha salido de los pueblos riojanos, hasta Soto
la Rioja de Cameros, para regresar a Logroño. Ha recorrido, a su vez, el bri
gadier Miranda, la ribera del Ebro, entrando en Calahorra (8 de Oc
tubre), donde sorprendió y copó una compañía del batallón provincial
de Avila.
Decide Lorenzo marchar sobre Logroño, y el 26 de Octubre, unos
destacamentos carlistas combaten cerca de Viana contra los cristinos
que mandaba el capitán de Caballería don Antonio Mendívil. Prosi
gue su marcha el grueso de las fuerzas isabelinas, y García recoge
las principales tropas que están bajo su mando en Logroño, y ocupa
posiciones para defender el puente sobre el río Ebro. Tampoco eran
los voluntarios que seguían a este Jefe hombres avezados a la gue
rra, y tenían muy poca organización militar; no fué difícil a Lorenzo
batir a los carlistas, abrirse paso por el puente y entrar en la ciudad
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 205

de Logroño (1). La caída de Logroño dejaba descubiertos los acce


sos a la vecina Navarra. Si al comienzo del movimiento hubo dificul
tades para que en ciertos puntos fuese secundado, como, por ejemplo,
en Santo Domingo de la Calzada, donde el comandante don Narciso
Claudio de Arias no pudo proclamar a Carlos V por no haber sabido
buscar el apoyo de los voluntarios de Nájera, ahora, ante el efecto
moral que después de la muerte de Ladrón de Cegama representaba la
entrada y reconquista por Doña Isabel de la ciudad de Logroño, au
mentarán las dificultades para los sublevados riojanos.
No vamos a ocuparnos del levantamiento de Castilla la Vieja, ya
que merece capítulo aparte. Señalaremos, para terminar el presente,
la iniciación de la guerra en las demás regiones españolas.
En la Rioja, el comandante Arias, antes citado. Junto con el
comandante don Miguel Marrón, levantó una partida carlista en Ná
jera (Logroño), el 7 de Octubre, que se unió a las fuerzas burga
lesas. Por una circunstancia especial, como era la proximidad del ejér
cito de observación en la frontera portuguesa, mandado por el gene
ral Sarsfield, en el Reino de León el alzamiento viene algo retrasado,
y quizás pueda decirse que el primer chispazo serio es la partida que
se levanta el 28 de Octubre en las cercanías de Astorga. Al día si
guiente lo hace el teniente coronel don Lorenzo Aguilar (2), en Ca
rrales (Zamora). Entra el 31 en Palacios del Arzobispo (Salamanca),
pero en los primeros días de Noviembre tenía la desgracia de caer
prisionero en Malillos de Sayago (Zamora), y fué fusilado al día si
guiente, 3 de Noviembre, en el Cubo de Vino (Zamora), Junto con
su hijo, don Felipe Aguilar, su cuñado, don Pedro Cancho, y dos
paisanos más. En lacónica nota (3), se daba cuenta del fusilamiento
de uno de los más gloriosos héroes de la guerra de nuestra Indepen
dencia. También se réfiere al Reino de León la tentativa hecha para
entrar en España el 30 de Octubre una partida mandada por don
Manuel Rodríguez, emigrado, como se dijo, después del alzamiento
(1) El autor anónimo de "Historia pintoresca del reinado de Doña Isa
bel II y de la Guerra Civil", Madrid 1846. supone que hubo una desavenencia
entre Iturralde y García, que dice "terminó esta disputa por un rompimiento
entre los castellanos y navarros"; separáronse unos y otros desavenidos, que
dando los primeros en Logroño con su jefe D. Basilio y marchándose los se
gundos a su país con Iturralde". A nuestro entender dejó volar la fantasia
el autor de tal aserto.
(2) Lorenzo Aguilar. Nació en Corrales (Zamora). Osado guerrillero,
qüe, en unión de Fray Juan de Delica, causó graves daños a los franceses du
rante la guerra de la Independencia. Sirvió también en el ejército realista
de 1822 a 1823, ascendiendo a teniente coronel. Murió fusilado al levantarse
en armas para proclamar a Carlos V, en el Cubo de Vino (Zamora) en 1833.
(3) Documento número 22 en el apéndice documental.
carlismo.es
20S MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

de León, fuerza que se habia organizado en Braganza (Portugal, sin


que pudiera realizar sus propósitos de pasar la frontera.
En Ara En Aragón, la agitación comenzó al saberse la muerte de Fer
gón, nando VII, pero no se inició inmediatamente el alzamiento, aunque
Catalu preocupaba al conde de Ezpeleta la actitud de los oficiales ilimitados
ña, y retirados; temores que se acrecentaban por los pasquines que, invi
Castilla tando a la rebelión, aparecieron el 5 de Octubre en Zaragoza y Ca-
latayud. El brigadier Figueras (1), en Calatayud, impedía que estallara
la Nue
una sublevación el 8, y se temia que surgiera la protesta en Barbas-
va y tro y Alcañiz. A fines de Octubre se levantaba en Tauste (Zaragoza)
Anda- una partida carlista, mientras que en Alcañiz fracasaban las tentati
lucia vas de pronunciamiento del destacamento de Carabineros, y fueron
presos el teniente de dicho Cuerpo don Isidro Sánchez, el coronel
don Antonio Fuster (alias "el herrero de Mequinenza") y el cabo
de voluntarios realistas Antonio Palacio, que trataron de secundarlo.
En los alrededores de esta citada localidad, el mismo día 28 de
Octubre, en que le levantaba la partida de Tauste, reunía el coro
nel de Infantería, que había pertenecido a la Guardia Real, don Ma
nuel Carnicer (2), a un grupo de siete amigos, aclamando a Car
los V. Valiente, como su historia nos lo dirá después, el coronel Car
nicer recorre los pueblos de Herves, la Pobleta de Morella y Ortells
(Castellón), y con los 22 hombres que ha conseguido reunir en su co
rrería, intima a la guarnición de Morella a proclamar a Don Carlos.
Otros jefes se van lanzando aquellos días, y destaca el inteligente e
intrépido oficial de Caballería don Joaquín Quilez (3). En el Maes
trazgo valenciano, el teniente de Lanceros don José Miralles, figura
casi legendaria, por su movilidad y audacia, que hizo famoso el mote
de su antiguo oficio de "Serrador" (4), enardece a las gentes de
(1) Francisco de Paula Figueras y Camináis, marqués de la Constancia,
vizconde de Casa Figueras. Nació en Almería en 1796. Hizo la guerra de la
Independencia, y a los dieciséis años era coronel. Fué ministro de la Guerra
de 1847 a 1851, senador por las Islas Baleares, por Valencia y por Sevilla y
vitalicio. Director general de Infantería en 1846, falleció en 1858, siendo Te
niente General.
(2) Manuel Carnicer. Nació en Alcañiz y sirvió en la guerra de la In
dependencia y en contra del régimen constitucional. Fué Comandante Gene
ral de los carlistas del Maestrazgo, y murió fusilado en Miranda de Ebro
en 1835.
(3) Joaquín Quilez. Nació en Samper de Calanda (Teruel) en 1799. Era
oficial de la Guardia Real de Caballería, y fué separado del ejército a princi
pios de 1833 por sus ideas realistas. Mandó la Caballería carlista de Aragón,
ascendió a Mariscal de Campo y murió en Muniesa en 1837 de las heridas re
cibidas en la batalla de Herrera o Villar de los Navarros.
(4) José Mírales. Conocido por "El Serrado-". Nació en Villafranca del
Cid «Castellón) en 1792. Sirvió de voluntario en Caballería durante la guerra
de la Independencia. Hizo la guerra de 1820 a 23, ascendiendo a Teniente de
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 207

aquellas montañas. No tardarán mucho todas estas comarcas en arder


de entusiasmo, enarbolando las banderas de Carlos V, y los nombres
de estos jefes quedarán inscritos en el florilegio de héroes de la
guerra de guerrillas, que ha dado a España nombradla proverbial.
Pocas fechas antes de la en que Carnicer comenzara su campaña,
el 24, el brigadier don Agustín Tena se fugó de Zaragoza, levantando
una pequeña partida que, como veremos, tuvo corta actuación y apenas
eficacia.
Fuerte y del más puro aroma idealista era la solera catalana en
los odres de la Tradición. No podia excluirse, en la hora de con
fortarse y vigorizarse los hombres guerreros de la Fe bajo los soles
y las lunas que bañan de luz los campamentos. Cataluña fué de
las primeras en alzar sus armas. El 5 de Octubre, en la villa de Prats
de Llusanés (Barcelona), el segundo comandante de voluntarios rea
listas, don José Galcerán (1), tuvo el honor de iniciar la guerra civil
en el Principado, aunque a costa de la libertad de sus padres, encarce
lados, como también su hijo Jerónimo, que entonces contaba 13
años, y que, andando el tiempo, debía ser uno de los jefes carlistas
de mayor renombre en la tercera guerra civil. De Prats de Llusanés
partió Galcerán el 6 de Octubre, para Borredá. por el Coll de Plans y
San Vicente de Rlvas, y de orden del capitán general Llauder salieron
contra él varias columnas, mandadas por don Cristóbal Linares de
Butrón y don Félix Jones, a fin de impedir la extensión del movi
miento.
También se tomaban precauciones en Navarcles, y fueron dete
nidos algunos a los que se acusaba de conspirar para el levanta
miento. En efecto, comenzó a circular la noticia de que otros guerri
lleros iban apareciendo, aunque la insurrección no tomaba el carác
ter que tuvo en 1827. Es de notar que los informes transmitidos al

lanceros. Durante la primera guerra civil fué jefe de la Caballería valenciana,


y desempeñó la Comandancia General de Valencia, habiendo ascendido a Bri
gadier. Por divergencias con Cabrera pasó a la situación de cuartel, en la que
estaba al terminar la guerra en 1840. En el alzamiento carlista de 1844, en el
Maestrazgo, Miralles halló gloriosa muerte en la acción de Benasal.
(1) José Galcerán. Natural de Prats de LJusanés (Barcelona). Hizo la
guerra contra los constitucionalistas de 1822 a 1823, y era comandante de
Voluntarios Realistas al comenzar la guerra civil. Hizo ésta en Cataluña, as
cendiendo a coronel y emigrando al terminar la misma. Su hijo D. Jerónimo
fué brigadier carlista, tomando parte en la primera, segunda y tercera guerra
civil, y murió en la acción de La Gleba en 1873. Su otro hijo. D. José, era
sacerdote, pero tomó el mando de las fuerzas de su hermano D. Joaquín al
morir éste, y se distinguió durante la guerra por su piedad y bravura. En 1888
figuró en el integrismo. Era teniente coronel carlista, y murió en Vich re
putado por su piedad.
carlismo.es
208 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Gobierno por el capitán general están impregnados de denuncias con


tra los conventos, que luego, en manos de los liberales, sirvieron pa
ra encender la tea de la persecución.
Ya hemos dicho cómo en Castilla la Nueva se habia iniciado el
alzamiento por el comandante don Manuel María González, al pro
nunciarse al frente de los voluntarios realistas de Talavera de la
Reina. El fracaso de éste no amortiguó los entusiasmos, y la excita
ción se reflejaba en los pasquines que profusamente aparecían en
Cuenca, Ciudad Real y Almagro. El 20 de Octubre señalábanse par
tidas que salían de Arganda (Madrid), Vaciamadrid (Madrid) y Ocaña
(Toledo). El 21 es Miguelturra (Ciudad Real) el pueblo que se pro
nuncia por Carlos V. En la provincia de Cuenca aparece en campaña
el coronel 'Fulgosio (1). Poco después, una partida, mandada
por "Colorado", recorre los alrededores de Ciudad Real. Uno de
los jefes de rr.ás prestigio de la guerra de la Independencia en La
Mancha, don Manuel Adame (a) "El Locho" (2), se levanta en
armas y toma el mando de todos los sublevados, más en méritos de
su prestigio personal que por facultades físicas. El 25 de Octubre,
una partida que se decía mandaba el "Abuelo", se ha acercado a
Aranjuez, y se anuncia en Madrid que se ha llevado las yeguas de la
yeguada Real. Con estos ejemplos, no tardaron otros guerrilleros
en aparecer por la La. Mancha, y también por los montes de Toledo.
La derrota de González, en Villanueva de la Serena, retrasó en
mucho el alzamiento en Extremadura, y, aunque la agitación no ce
bara, no hay en aquel momento partidas de importancia, ni se han
presentado todavía jefes de prestigio que levanten las banderas.
Lo mismo ocurre en Andalucía, pues la noticia de la muerte de
Fernando VII, si bien originó cierta agitación, particularmente en la
provincia de Córdoba, y también en la ciudad de Jerez de la Frontera,
se pudo contener la insurrección, procediéndose al desarme de los

(D José Fulgosio. Era coronel al comenzar la guerra civil y se distinguió


en el ejército carlista del Norte. Adhirióse al Convenio de Vergara. y, figuran
do en el partido moderado del isabelismo, participó en la insurrección mi
litar de Octubre de 1841. Triunfante su partido, ascendió a mariscal de campo,
y siendo Capitán General de Castilla la Nueva murió en las calles de Madrid,
el 7 de Mayo de 1848, combatiendo contra los revolucionarios republicanos.
<2> Manuel Adame. Conocido por "el Locho", nació en Ciudad Real
de familia humilde, en 1785. Hizo lr> guerra de la Independencia, distinguién
dose por su bravura, y luego la campaña contra los constitucionalistas. Al
comenzar la guerra civil proclamó a Carlos V, mandando los carlistas de ^
Mancha, pero su estado de salud no le permitió continuar la campana, emi
grando a Inglaterra, donde falleció en 1834. Fué yerno suyo el famoso general
carlista D. Vicente Sabariegos.

j
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 209

voluntarios realistas cordobeses, además de practicarse incesantes re


gistros en las poblaciones que, como Lucena, tenían significado ca
rácter realista. Sin embargo, el 20 de Octubre se formaba, con ele
mentos que habían tonado parte en la campaña de 1822 y 23, una
partida en Pozoblanco (Córdoba); se notaba agitación en la Serranía
de Ronda y también el 23 se presentaba una partida aclamando a
Carlos V en Alhama (Granada). Otra, que mandaba Caparros, estaba
el 26 en Cullar-Vega (Granada). Entonces el temor de los cristinos
aurnentó, y hasta las mujeres causaban desasosiego a los gobernantes,
llegándose a pedir por las autoridades que doña Carmen Ceruti de
Roncali fuera trasladada de Granada, así como también extrañado de
aquella ciudad el mariscal de campo don Pedro Podio Valero.
En el Reino de Murcia levantóse la Huerta hasta Lorca, procla
mando a Carlos V. Inmediatamente, el gobernador militar de Cartage
na, don Jerónimo Valdés, comprendiendo que era difícil reducir a
los sublevados, dispuso que saliera una columna, mandada por el
coronel marqués de San Isidro, para dominar la insurrección, y lue
go, tomando Valdés otra columna bajo su mando, salió personalmen
te a campaña. Este alzamiento pudo ser sofocado por los cristinos
tan eficazmente, que la provincia de Murcia fué durante algún tiempo
de las menos turbadas por la guerra civil.
La decisión de la guerra en Asturias la debemos señalar con el ¡7n As-
levantamiento de una partida por el capitán retirado don 5enito Es- turias y
candón en los alrededores de Pola de Síero; perseguido por el Galicia
general don Nicolás de Isidro, fué batido en el sitio denominado de
Paredes, parroquia de Lugcnes, retirándose algunos de los que le
seguían.
Galicia, que fué, quizás, de las regiones españolas en la que los
carlistas desplegaron más estéril y abnegado heroísmo, se mantuvo
tranquila durante el mes de Octubre. En realidad puede decirse que,
excepto algún pequeño grupo de mínima importancia, procedente de
Portugal, que intentó pasar la frontera, no hubo propiamente guerra
civil hasta el siguiente año de 1834. Pero en aquella región la guerra
fué más tarde una de las más crueles y duras para los carlistas, güe
ra de sorpresas, emboscadas y asechanzas, sin cuartel. Lanzarse al
:ampo, teníase por empresa rayana en locura. Eran los guerrilleros
:arlistas gallegos verdaderos novios de la muerte, y cada uno de ellos
jodia, al despedirse de sus familiares, haber hecho suyos los versos del
>oeta americano Alan Seeger: "Tengo una cita con la muerte,— ni
14
carlismo.es
210 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

ella ni yo faltaremos" (1). Había resistencias, sin embargo, como, por


ejemplo, se señalaba el 15 de Octubre que el Obispo de Mondoñedo,
doctor López borricón (2), aplazaba con subterfugios prestar el ju
ramento de fidelidad a Doña Isabel.
Tal fué el comienzo de los Siete Años de guerra civil. Como se
ve, con mayor o menor intensidad, por toda España salían defensores
de la legitimidad de Carlos V. En ciertas provincias tomó un incre
mento extraordinario: Navarra, Castilla, Vascongadas y Murcia; en
otras comarcas vino más retrasada: tales, Extremadura y Galicia; y
en sitios en que se consideró como fracasado el alzamiento, —Aragón,
Cataluña y Valencia — , la guerra tomará más tarde caracteres tales
que asombrará a propios y extraños, y debió de llenar de sorpresa
a los que cantaron victoria demasiado pronto.

(1) Alan Secger. "Tengo una cita con la muerte", en "Poems", traducido
al francés en "Alan Seeger, le poéte de la Legión Etrangére", por Odette
Raymontli-Matheron.
(2) Francisco López Borricón. Fué preconizado Obispo de Mondones
ín 1817. Acusado de actividades carlistas, fué llamado por el Gobierno cns-
tino a Madrid, pero en su viaje, y al llegar a Valladolid. marchó a las Provin
cias Vascongadas a unirse con el ejército carlista. El Papa Gregorio XVI le
nombró Vicario general castrense del ejército carlista. Murió en Morella a
fines de 1839. Escribió aiversas Pastorales mientras estuvo en el campo car
lista, las que fueron impresas en Morella, Oñate y Berga.
carlismo.es

CAPITULO VIII

EL LEVANTAMIENTO DE CASTILLA LA VIEJA

(Octubre - Diciembre, 1833)

El cura Merino vuelve a campaña. — Reconocimiento ofen


sivo de Merino sobre Madrid. — Vida y anecdotario de don
Jerónimo Merino.— Otros movimientos y escaramuzas de los
carlistas castellanos.— La guerra regular y la de iguerrillas.
Una "terrible conspiración". — Merino entra en Portugal.—
La lucha en Soria, la Rioja y Cantabria
El cura
A pesar de la Importancia que tuvo el levantamiento de Bilbao, Merino
seguido por el de Vitoria, extendido a todas las Provincias Vascon- vuelve
gadas, es indudable que el alzamiento en armas de los batallones de a cam-
voluntarios realistas de Castilla la Vieja, y muy particularmente de paña
las provincias de Burgos y Soria, es el acontecimiento cumbre del
comienzo de la guerra civil. En realidad, si se descuenta en Murcia,
los voluntarios realistas, como organización, estuvieron pasivos. Ex
cepción se hace también de los castellanos. El incremento tomado
por la sublevación de éstos, la masa de hombres que se dice estu
vieron en armas, pues en pocos días se calcularon unos diez mil,
el prestigio que tenía D. Jerónimo Merino y la posición que ocupó
amenazando Madrid, atrajeron la atención del gobierno cristino, y
los ministros de la Guerra, D. José de la Cruz y luego D. Antonio
Remón Zarco del Valle, comprendieron que era necesario dominar
esta insurrección, creyendo, quizás, que el resto se lograría fácilmente.
Fué, pues, en 1833 el foco que atraía todas las miradas el alzamien
to castellano. Tratóse por todos los medios, prodigando lo mismo per
carlismo.es
212 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

dones que aplicando ajusticiamientos, acabar con aquella subleva


ción. Aunque al parecer lo consiguieron, fué sólo en parte, pues la
brillante historia que los castellanos viejos escribieron en la primera
guerra civil es, indudablemente, una de las más hermosas de nuestras
luchas civiles del siglo pasado.
Apenas iniciada la proclamación de D. Carlos como Rey, en las
Provincias Vascongadas, el teniente coronel Ibarrola, sublevado en
Orduña, dirigió un oficio al comandante del batallón de voluntarios
realistas de la Merindad de Losa para que se le uniera en las filas
de Carlos V.
Esta comarca, situada al Norte de la provincia de Burgos, era,
en realidad, una de las más adictas a la causa legitimista, y, como
es natural, la noticia del alzamiento, que habia producido excitación,
hallaba el terreno abonado.
También se notaba la agitación por la parte de Soria, y tanto es
así, que el capitán general, duque de Castroterreño, indicaba al Go
bierno el 5 de Octubre la conveniencia de enviar a aquella provincia
fuerzas del ejército para prevenir toda alteración del orden público.
Los síntomas eran tan alarmantes, que el ministro de la Guerra deci
dió que el general conde Armildez de Toledo (1) saliera a operar
y recorrer la parte Norte de la provincia de Burgos y comarcas limí
trofes de Palencia. Esta brigada debía ser formada por el 4° regi
miento de la Guardia Real de Infantería, dos batallones de la misma
arma, uno de Burgos y otro de Logroño, el regimiento de cazadores
a caballo de la Guardia Real y una batería de artillería. Con
el 4.2 regimiento y los cazadores de caballos debia marchar Armildez
a Burgos, y después recorrer la región y establecer en Miranda de
Ebro el Cuartel General. Se prevenía al general cristino que, de re
clamársele asistencia por el capitán general de Vascongadas, Casta-
ñón, debía ayudar. Su cometido, en general, era vigilar la linea derecha
e izquierda, desde Fontibre hasta Zaragoza, asegurando la tranqui
lidad de las riberas y la provincia de Burgos. Sin embargo, estas
instrucciones quedaron sin poderse cumplir completamente, ya que
el pronunciamiento de Logroño y el levantamiento de la Rioja el 7
(1) Santiago Wall, conde Armildez de Toledo. Nació en Pontevedra
en 1781. Concurrió contra la República francesa, a la expedición de Por
tugal y a la guerra de la Independencia. En 1815 quedó en situación di
cuartel por ser tenido como simpatizante de los liberales, y en el segundo pe
ríodo constitucional fernandino fué inspector de Caballería. Quedó separado
del servicio activo al triunfar las armas realistas en 1823, y volvió a é] al
comienzo de la época Cristina. Sirvió contra los carlistas en Castilla y Nava
rra, y falleció en Pamplona en 1834.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 213

de Octubre, le cortaban su linea de vigilancia. En cambio, recibía el


capitán general de Castilla la Vieja peticiones de ayuda de su colega
de las Provincias Vascongadas.
La marcha de D. Santos Ladrón a Navarra y su derrota suce
siva, hace que el mando de los sublevados sea conferido por la Junta
de Castilla al brigadier Alonso Cuevillas, pero en esto llegó la noticia
de que se había fugado de Villoviado el cura Merino para dirigir
el alzamiento.
Esta era noticia de tanta importancia, que debía preocupar for
zosamente a los cristinos, y más cuando ya se anunciaba que partidas
de carlistas circulaban por la parte más montañosa del Norte de la
provincia. El 14 habia entrado en Medina de Pomar una facción
de 22 hombres, mandada por D. Víctor Garviriz, que llevaba arres
tado al comandante de voluntarios realistas de Losa por haberse
mantenido indeciso y remiso al cumplimiento de las comunicaciones
de Ibarrola. En la misma localidad entró luego un batallón realista,
que mandaba el brigadier Echevarría, y quedaba desde aquel mo
mento toda la región dominada por los cruzados de la legitimidad.
Debió aumentar en las esferas gubernamentales la preocupación
con esta noticia, suplementada con el hecho de que el comandante
de la caballería de voluntarios realistas de burgos, D. Hilario López
de la Riva, se había unido a Merino, disponiendo desde San Pedro
de Cárdena (Burgos) el levantamiento de los voluntarios castellanos,
todo lo cual presagiaba que lo que estaba ocurriendo en las Vas
congadas iba a tener repercusión inmediata en Castilla la Vieja. Efec
tivamente, Merino se presenta en Sepúlveda el 16 de Octubre, y circula
órdenes para que se le reúnan allí los voluntarios de la ribera del
Duero y los batallones de Burgo de Osma y Aillón. Y no sólo
por esta parte, sino también por la del Norte empiezan a conocerse
nuevos pronunciamientos: Medina del Pomar es seguido por Villar-
cayo y otros puntos, y Santander y los voluntarios de caballería de
la ciudad de Burgos siguen también el ejemplo del comandante Ló
pez de. la Riva y, a su vez, se han lanzado al campo. Y asi va pro
siguiendo la insurrección de Castilla. Ahora son los voluntarios de
Roa y San Martín de Rubiales los que recogen las armas y aprestan
los caballos para acudir al llamamiento de Merino, bajo las órdenes
de su jefe el comandante D. Miguel Abad. La rebeldía armada era
general por el país cercano a Aranda de Duero, y las comunicaciones
de la capital con burgos estaban entonces, si no completamente in
terceptadas, a lo menos en precaria situación. El brigadier Cuevillas
carlismo.es 1

214 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

había entrado en Belorado, mientras que los vizcaínos se adentra


ban. en la provincia hasta Pancorbo y Briviesca, y si bien se retiran
hacia Miranda de Ebro, los riojanos les reemplazan en esta última
localidad. .
La presencia de Merino en el campo carlista podia haber creado
una gran dificultad, pues, de no haber un acto de compenetración
entre los Jefes, se suscitaría una rivalidad entre los mismos. Esta ri
validad llevaría al fracaso los 'buenos propósitos de los carlistas cas
tellanos. La Junta de Castilla había nombrado a D. Ignacio Alonso
Cuevillas comandante general de los levantados en armas. Merino,
tanto por su prestigio como por su mayor antigüedad en la gradua
ción, tenía el derecho de reclamar el mando. No hubo ocasión de
tal cosa. El brigadier Cuevillas, con singular desprendimiento, supo
terminar con toda posible rivalidad, reuniendo sus fuerzas entre Cubo
de Bureba y Santa María de Cubo (Burgos) el 16 de Octubre, cuando
supo ciertamente que Merino no había permanecido indiferente al
alzamiento general, y allí, delante de sus voluntarios, proclamó y
reconoció espontáneamente a D. Jerónimo Merino como comandante
general de los Ejércitos Reales de Castilla la Vieja.
Merino estaba constantemente en actividad. Muy de mañana se
había presentado en Aranda de Duero con una pequeña escolta, y
después de reclutar nuevos voluntarios, sale para Barbadillo del Mer
cado y Salas de los Infantes, despertando su presencia el mayor en
tusiasmo. Al mismo tiempo se anunciaba que el capitán retirado
D. Juan Manuel Balmaseda (1) se pronunciaba en Fuentecén, y
pronto sus hechos harán comprender el gran enemigo del régimen
ilegítimo que se ha presentado en campaña.
Otra vez está Merino en Aranda de Duero. Le sigue una gran
columna de voluntarios realistas, y convoca a los batallones de Huerta
del Rey, Salas de los Infantes, Burgo de Osma y algunos otros para
que se le reúnan en Hontoria del Pinar, adonde él se dirige. Las
comunicaciones del general duque de Castroterreño señalan que
la provincia de Burgos está completamente insurreccionada: no co
noce a sus jefes, pues obran independientemente. Merino en el Sur,
Cuevillas en la comarca fronteriza de la Rioja, y Echevarría en las

(1) Juan Manuel Balmaseda. Nació en Fuentecén (Burgos) en 1800. sir


vió en la Caballería realista de 1821 a 1823 y al terminar la misma se retiró
de capitán de Caballería. Hizo la primera guerra civil, en la que se distinguí
notablemente, emigrando en 1840, siendo brigadier de Caballería carlista. En
tró a prestar servicio en el Ejército ruso, y falleció en San Petersburgo en 1846.

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 215

merindales del Norte, aunque estos dos están en contacto con la


Junta de Castilla. En estas circunstancias, calcula Castroterreño
que los insurreccionados se elevan a más de diez mil hombres, sin
contar con los batallones de Aguilar de Campóo, que obedecen a
las órdenes de D. Santiago Villalobos (1), que opera en la provincia
de Palencia y montañas cántabras.
Temía el capitán general que realizaran el proyecto de exten
derse de Somosierra a Guadarrama para cortar las comunicaciones
de Valladolid y Burgos con Madrid: según sus informes, estaba en
rebelión toda la Rioja, desde Burgos a Alava, y retrocediendo a Ma
drid, así como Aranda del Duero y otros puntos. Anunciaba que el
corregidor de Aranda, D. Nicolás Díaz de Labandero (2) se había
pasado a los sublevados.
Merino, en su correría, reclutando gente, entra en Burgo de Osma
y, a la par que requisa caballos y pertrechos de guerra, reúne nuevos
voluntarios, y luego marcha sobre la comarca de Burgos, copando
a dos compañías Cristinas después de batirlas completamente. Siguen
tomándose providencias, pues los carlistas recorren la comarca y la
provincia con entera libertad. El coronel Alonso Cuevillas ocupa Bri-
viesca, acompañándole el comandante Arlas que, como hemos dicho,
se había sublevado en Nájera.
Agrava la situación critica de los cristinos la sublevación del
batallón de voluntarios realistas de Peñafiel, el 23 de Octubre, y
se teme que hagan otro tanto los de Segovia, por lo que considera
el duque de Castroterreño que deberían ser desarmados, mas él se
considera sin fuerzas para oponerse.
En esta fecha. Merino, con los batallones de Burgos, Lerma, Aranda
de Duero, la ribera de Arlanzón y otros, ocupa Santo Domingo de
Silos y Covarrubias y sus cercanías, impidiendo el paso de los correos
que de Madrid se dirigen a Valladolid y de esta capital a Burgos.

(D Santiago Villalobos. Nació en Basconcillos del Toro (Burgos), oficial


de Caballería, hizo la guerra de 1821 a 23, ascendiendo a comandante. Era
ayudante del subinspector de la 7 a brigada de voluntarios realistas (Palen
cia), de la Inspección de Castilla la Vieja cuando se levantó en armas en 1833.
Se distinguió notablemente durante la guerra civil. Ascendió a brigadier de
Caballería, tomó parte en la expedición de Gómez y murió en el asalto y toma
de la ciudad de Córdoba en 1836,
(2) Nicolás Díaz de Labandero. Fué Diputado en las Cortes de Cádiz,
perteneciendo al grupo de los realistas, y era corregidor de Aranda del Duero
cuando se inició la guerra civil. Salió a campaña con Merino, y pasó luego al
Norte, siendo uno de los realistas que por orden de Maroto fueron desterra
dos a Francia.
carlismo.es
216 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

La ocupación, por los realistas, de Aranda de Duero, les da la llave


de estas ccrr ubicaciones. Por su parte, el brigadier Cuevillas, con
el brigadier Echevarría, ocupan 5elorado, extendiéndose, como he
mos dicho, hasta Briviesca. Los puntos principales de la sierra cán
tabra y Medina del Pomar los tienen los santanderinos, palentinos y
batallones de las merlndades mandados por Villalobos. Estrechando
más el cerco puesto a Burgos, el 24 Merino ocupa Salas de los In
fantes, San Leonardo, Hontoria del Pinar, Huerta del Rey y Arauio
de Miel, y extiende sus patrullas para que puedan ponerse en con
tacto con les realistas riojanos. Desde su puesto de mando. Merino
ha invitado a los voluntarios realistas a reunirsele en Riaza, por medio
de una circular que dirige a los comandantes de los batallones (1).
Otra circular de Cuevillas invita a los voluntarios a concentrarse en
Cervera del Río Pisuerga (2).
Rcco- El 26 de Octubre se calcula ya que Merino tiene consigo organi
nocí- zados once batallones. Y, como si fuera poco, en Reinosa y cera
miento n'as se nan levantado en armas siete batallones más de voluntario.'
ofensi- realistas, que se dirigen al valle de Cabuérniga.
VO de Nuevo movimiento de Merino: ahora ocupa la sierra de Arauio
Merino de Miel, Santo Domingo de Silos, Revilla del Campo y Covarrubias,
sobre y Procura extenderse hacia Castilla la Nueva, enfilando a Siguenia,
Madrid con*ra 'a <lue candaba al capitán Balmaseda con una partida que
consigue entrar en la población. Los del Norte continúan manteniendo
Gontacto desde Briviesca y Pancorbo y de allí se extienden a Poza de
la Sal, cuyas salinas controlan.
Algunas de las partidas libran combates de poca importancia,
y la mandada por don Sandalio Fernández Cubero es copada en la
provincia de Segovia. Ante tal situación, se comprende en Madrid
que el duque de Castroterreño no podrá hacer frente a los aconte
cimientos, y decide el Gobierno sustituirle por el teniente general
D. Vicente Gonzalo de Quesada, al que se le considera mucho más
enérgico.
Había Cuevillas pedido al conde Armildez de Toledo, desde Be
lorado (3) la obediencia al Rey legítimo, y Armildez no había
podido hacer otra cosa que lamentarse ante el Gobierno de la h*

(1) Documento número 23 en apéndice documental.


(2) Documento número 24 en apéndice documental.
(3) Documento número 25 en apéndice documental.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 217

rioridad numérica de sus tropas, que no le permite castigar lo que


él llamaba insolencia del enemigo.
Merino, por su parte, había esperado obtener el pronunciamiento
de la ciudad de Burgos, pero cuando se dió cuenta de que era inútil
mantener las esperanzas, decidióse a una marcha sobre Madrid, lle
gando el 29 de Octubre a las proximidades de San Lorenzo del
Escorial, adonde acudieron muchos carlistas madrileños para unírsele,
mientras otros muchos se dirigieron a El Pardo, donde la voz pública
decía que había llegado Merino. En verdad que el famoso guerrillero
no había pasado de Galapagar (Madrid), pues las maniobras que rea
lizaban las colurrnas de Albuin y Pastcrs le hicieron temer verse
copado.
Tal fué aquel mes de Octubre de 1833, en el que los carlistas
castellanos dominaron casi completamente las provincias de Burgos,
la- Rioja y Soria. Mes en que las esperanzas de que se les unieran
las fuerzas del ejército de observación que mandaba Sarsfíeld, les man
tenía en la creencia de c.ue EQuella campaña iba a tocar pronto a
su término con la victoria de sus armas. Mes durante el cual camparon
libren ente por ledas Ies regiones de la meseta castellana, y en el
que puede decirse que fueron escasas las localidades que no vieron
aclamado a Carlos V cerno Rey de España. Pronto cambiará este
espectáculo. La inmensa hoguera que fué el levantamiento en rrtasa Vida
de Castilla se convertirá en rescoldo, del cual, de vez en cuando, y anec-
surgirá la llama que iluminará por unos instantes el cuadro de la dotario
guerra civil en los dominios de los antiguos Condes y del Cid, canta- de don
dos por los romances. Jeróni-
Bien merece, y de justicia es, destacar aquí la personalidad de m<) Me-
D. Jerónimo Merino. Hemos ya apuntado, aunque brevemente, sus rjno
proezas durante la campaña de 1820 a 1823, y sería largo, al mismo
tiempo que fuera de nuestro plano, recorrer aquellas páginas de
gloria del intrépido guerrillero de la Independencia. Sería largo, por
que la guerra entera la pudo hacer con gloria y éxito asombroso,
y solamente indicar una a una sus campañas, ocuparía el espacio
de un libro entero. Como es sabido, de humilde cuna nació Merino
en Villoviado, el 30 de Septiembre de 1769 y desde muy corta edad
empezó a ayudar a sus padres, pobres labradores, de los que era hijo
segundo. Había comenzado la carrera eclesiástica cuando fué llamado
al hogar de sus progenitores por defunción de su hermano mayor,
pero luego reemprendió sus estudios y fué nombrado cura en pro
piedad de Villoviado. Allí vivía tranquilo cuando la invasión fran-
carlismo.es
218 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

cesa llair.ó a los españoles en defensa de la Patria para conservar


nuestro suelo y nuestra fe. Merino acudió al llamamiento; comentó
la lucha armado con su escopeta de caza. Pronto se le unieron otros
labradores de los pueblos próximos a Villoviado, y en Diciembre
de 1808 torraba por asalto la villa de Roa. En 1809 organiza un re
gimiento de húsares, y al frente de estas fuerzas combate sin cesar,
obteniendo victorias y más victorias contra el invasor. En su larga
epopeya llega a alcanzar el empleo de coronel del ejército. Al regreso
de Fernando VII es nombrado gobernador militar de Burgos, pero
no mantiene mucho tiempo su puesto, porque Fernando VII, en una
entrevista con Merino, le concedió que descansase de las fatigas de
la guerra y recuperase la salud perdida con la afanosa vida de cam
paña, ocupando una canongfa en Valencia. Hasta 1819 la desempeñó
Merino, pero en dicho año obtuvo dispensa de residencia y regresó a
Villoviado, porque le placía más el vivir apacible de un pueblo de
labradores que la vida que podía haber llevado en la ciudad levan
tina. En Villoviado le sorprendieron los acontecimientos de 1820, y
de allí salió a campaña en 1821; fué ascendido a brigadier al termi
nar la guerra de 1823 y regresó de nuevo a su pueblo, donde otra
vez descansaba "apartado del mundanal ruido". Mucho se le censuró
que se hubiera ofrecido a Doña María Cristina en defensa de Dona
Isabel, pero más se le podría criticar si, convencido de su error, hijo
en parte de la desconexión respecto de la esfera política, hubiera
en él persistido. En 1833, firme en su postura de siempre, lo vemos
en campaña de nuevo, y la seguirá hasta el fin, para ir a morir
más tarde en tierra extranjera y sin doblegar su cabeza ante los
poderes usurpadores.
Varias anécdotas nos van a retratar el carácter de Merino. Una
se refiere a 1824. "A poco de llegar a la Corte, acudió a él una her
mana suya demandándole protección para un criminal. Este criminal
era su propio marido, Antonio Santuyo, con hacienda en Villahoz,
el cual, en unión de Santiago Beltrán, realistas ambos del referido
pueblo, mataron al alcalde D. Mateo Alvarez, constitucional apasio
nado y enemigo personal de Merino. La infeliz viuda acudió al tri
bunal de Valladolid que, sabedor del crimen, envió una compañía
de lanceros y un comisario, con orden de prender a los matadores
y llevarlos presos a las cárceles de dicha ciudad. Va entonces a bus
car a Merino su hermana, como hemos dicho; le ve, le suplica que
emplee en favor de su marido el crédito que gozaba ante el Rey,
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL , 219

añadiéndole: "El alcalde era tu enemigo y por vengarte lo ha muerto


mi marido."
"Merino contesta a su hermana con una mirada aterradora, que
riendo, en el primer ímpetu, echarla a la calle; mas se detiene repen
tinamente, la manda sentar, toma la pluma, cierra la carta y la en
trega a su hermana, diciéndole: "Ponte al instante en camino para
Valladolid y entrega este escrito a quien va dirigido." La carta era
para D. Ignacio Romero, juez de la Sala del crimen. Obedeció la
hermana y vuelve a Valladolid, creyendo firmemente que la misiva
que llevaba era una orden de libertad para su marido. La entrega
en propias manos del Juez, éste la abre y halla el contenido siguiente:
"Sr. D. Ignacio Romero. Muy Sr. mío: Mí hermana os entregará esta
carta. Os encargo encarecidamente que le busquéis un segundo ma
rido, y que ahorquéis inmediatamente al primero en castigo del ase
sinato que ha cometido en la persona del alcalde de Villahoz. No le
toca a él juzgar de las opiniones de los hombres.— Merino".
No llegó enteramente el tribunal al deseo del sacerdote y general,
contentándose con sentenciar a los culpables a diez años de galera
en Santoña, en donde aún continuaban en 1835" (1).
Otro hecho le retrata todavía más como tipo hidalgo de la hidal
ga Castilla: "El Juez de primera instancia de la ciudad de Coria, D. Pe
dro Martínez de Velasco, constitucional sincero y hermano del diputado
a Cortes D. Antonio Martínez de Velasco, proscripto después en In-,
glaterra, fué a ver a su familia a Villahoz, algunos días después del
mencionado asesinato. Había entonces en esta villa bastante número
de realistas alarmados con la prisión de Santuyo, y, deseando ven
garle, comenzaron a encarcelar a varios liberales, los más ricos del
pueblo. Supieron que Martínez de Velasco había venido a su casa,
marchan a ella con ánimo de apoderarse de su persona y, al avis
tarle, comenzaron a prodigarle insultos y denuestos; pero él, por
única contestación, laca su pasaporte y se lo entrega al que hacía
de jefe de aquella banda, quien al leer el encabezamiento que de
cía: "En nombre de D. Jerónimo Merino", etc., etc..., ese nombre
hizo enmudecer a aquella multitud desenfrenada, que oyó con re
ligioso silencio su lectura, con la cláusula de que el Sr. D. Pedro
Martínez de Velasco podía cruzar sin temor las dos Castillas. 5esó
el jefe el pasaporte al devolvérselo a su dueño, y puso una guardia

(1) "Galería Militar Contemporánea".


carlismo.es
220 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

de honor a la puerta de la casa del mismo que había venido a


prender" (1).
Para juzgar del carácter desprendido de Merino, los mismos his
toriadores que venimos citando escriben lo siguiente: "Merino, a la
conclusión de la anterior guerra civil, se hallaba, poco más o menos,
con la misma fortuna que antes. Pues si bien cobró grandes sueldos,
lanbién gastó noventa iril reales de su peculio, según consta en la
escritura pública, en reparar la iglesia de Villoviado, y ocho mil en un
viril de plata para la misma, empleando otras gruesas sumas en pró
digas limosnas y en continuadas dádivas, como a sus amigos y cono
cidos, cual lo prueba el siguiente hecho: En cierta ocasión, uno de
sus mejores amigos, llamado don Miguel Sancha, cura de Santa Ce
cilia, envió a pedir una onza a Merino para remediar sus necesida
des, y éste le envió mil reales, con una esquelita que decía: "Ahí va
esa cantidad para que me digas una Misa"; tratando por este medio
indirecto de acudir al alivio de sus amigos, sin herir su delicade
za" (2).
De sus ardides en la guerra, que tanta fama le granjearon, reco
gemos una anécdota, que también recopiló Pirala: "Presentóse en el
castillo de Colina, llamado el Cristo de Villahizan, acompañado de
unos veinte hombres, y, al tener aviso de su aparición, la autoridad de
Villahoz destacó contra él 130 milicianos urbanos y 12 soldados de
Lusitania, que casualmente se hallaban en la villa. Llegaron a las
diez de la noche al castillo, lo rodearon, ocupando las tres puertas por
donde podía salir, y la tropa se repartió en destacamentos, a fin de in
terceptar la salida. Con ánimo de intimar a Merino y a cuantos le se
guían, se mandó que tocasen todos los tambores, para que por este
ruido creyesen que había un número muy considerable de tropa, por
lo que serla inútil toda resistencia, lo mismo que una tentativa de
evasión. Nada de esto le atemorizó; todo lo contrario; su extraordi
naria imaginación hallaba felices recursos en les más apurados lances;
véase, pues, cómo les burló y sorprendió. Fué a buscar al señor de
Colina, que, como en los antiguos tiempos, ejercía un poder feudal
en sus dominios; le mandó, en presencia de sus criados, que hiciese
abrir las puertas de la caballeriza, y entonces Merino hizo salir por
ella una gran manada de bueyes, que a guisa de vanguardia le pre
cedía: engañada la tropa por el ruido, hace una descarga general,

(1) "Galería Militar Contemporánea".


(2) "Galería Militar Contemporánea"
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 221

creyendo batir a Merino y sus soldados, quienes, utilizando la oca


sión, corrieron ya por los bosques vecinos, cuando los sitiadores no
hablan tenido aún tiempo para precaverse del engaño" (1).
Decíase de él que dormia como las liebres, con los ojos abiertos,
alerta siempre, y nunca pernoctaba en un mismo siüo dos veces se
guidas, y en cualquier lugar en que se detuviera, junto a él estaban
sus magníficos caballos, por los que sentía gran predilección, como
un árabe, este gran guerrero cristiano.
Las decisiones de Merino fueron tomadas rápidamente. El 1.2 de Otros
Noviembre, el batallón de voluntarios realistas de Baltanás (Palencia) movi
se subleva en favor de Carlos V, y marcha a unirse con los que están mien
pronunciados. El general Sarsfield, que había recibido la orden de domi tos
nar el movimiento de Castilla, decide marchar sobre Lerma, donde cree
y esca
encontrar a Merino, aunque sus informes pecaban de erróneos, como lo
ramu
demuestra el hecho de que en el mismo comunicado en que anun
ciaba la desaparición de la fuerza mandada por el brigadier Cuevi- zas de
llas, según sus noticias, por haberle desertado más de la mitad del los car
contingente que estaba en Poza de la Sal (Burgos), ha de reconocer listas
que dicho jefe ha llegado a Briviesca con cuatro batallones. En rea caste
lidad. Merino, al frente de un considerable ejército, ha llegado a llanos
Pradoluengo, pernoctando las fuerzas que le acompañan en Santa
Cruz del Valle y Carmachón. En Pradoluengo so calcula que están cua
tro mil infantes y doscientos caballos; y en los otros pueblos, dos
mil de los primeros, mientras que cinco mil, que manda personal
mente Merino, entran en Ezcaray. El 5 estaban en Villadiego las tropas
carlistas, mandadas por Villalobos, unos ocho mil hombres, y de allí
marcharon a Melgar de Fornamental. Las escaramuzas abundaban, no
siendo de las menos provechosas para los carlistas el haberse apode
rado, una pequeña partida, de un convoy de fusiles y equipos que se
conducían del Valdornillos a Palencia. Sarsfield, cumpliendo las órde
nes recibidas de Madrid, mostróse decidido, sea por vanidad, sea
por considerarse agraviado, sea por otras razones, a defender la cau
sa isabelina. Cuevillas le invita, sin embargo, a declararse por el
Rey (2), y mueve su gente en espera de lo que haga el jefe del
Cuerpo de observación en Portugal. Está echada la suerte, y creyendo
Sarsfield emprender el camino por el que consolidaba su posición, lo
que hace es seguir la ruta que lo ha de llevar a Pamplona, para que

(1) "Galería Militar Contemporánea".


(2) Documento número 26 en el apéndice documental.
carlismo.es
, . "1

222 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

un día sus propios soldados sublevados le asesinen y arrastren su


cuerpo por las calles de aquella ciudad.
Una partida, mandada por Landeras, entraba el 6 de Noviembre
en Saldaña, y el 10" se libra en Fromista (Palencía), un com
bate de alguna importancia entre la Caballería de Villalobos y la
columna móvil del coronel cristino don Saturnino Albuin, cono
cido por "El Marco". Villalobos, sin embargo, puede retirarse sin
perder las fuerzas que lleva, pues Albuin tiene que inventar excusas
para Justificar el no poderle perseguir. Con el fin de acosar a Villalo
bos, el general conde Armíldez de Toledo, sale para combinarse
con Albuin, y el 11 de Noviembre lucha contra Villalobos en Cubi
llo de Perezancas (Palencia). El jefe carlista se retira a Cervera del
Río Pisuerga, evacuando luego esta localidad Sarsfield, al frente de
3.157 infantes, 237 caballos y una batería de artillería de cuatro
piezas, con tres oficiales del Cuerpo, 88 individuos, 73 caballos y 29
muías, en.prende su marcha a través de Castilla hacia las Vascon
gadas. Manda su vanguardia el brigadier benedicto (1), quien el 13
de Noviembre ataca a Merino en Villafranca de Montes de Oca (bur
gos), pudiendo replegarse el jefe carlista tranquilamente. Este da el
paso a las fuerzas de Sarsfield, y, cuando llegaba el dicho ejército
enemigo a las proximidades de Pancorbo, los carlistas se retiran
a Miranda de Ebro y Santa Gadea del Cid, como protegiendo la Rioja
y Alava. Esta rrarcha, sin embargo, ha de causar grave daño a los
carlistas castellanos, que ven su prestigio disminuido por la mayor
actividad de los cristinos. Una columna, que mandaba el barón de
Solar de Espinosa (2), después de combatir contra Villalobos, con
sigue copar al brigadier Echevarría en la acción o sorpresa de Me
dina del Pomar, el 17 de Noviembre. La marcha de Sarsfield se ha
coronado con éxito, y ha llegado, al fin, a la frontera alavesa.

(1) Manuel Fernández Cristóbal Benedicto y Marin. Nació en Pueblo de


Hijar en 1783. Combatió contra Inglaterra y Portugal en 1801, y luego hizo
la guerra de la Independencia. Sirvió contra los realistas de 1822 a 23, por
lo que fué declarado impurificado y con licencia ilimitada al sobrevenir la
reacción de 1823. En 1826 fué purificado, y retornó al servicio en 1829. Sirvió
contra los carlistas, ascendió a mariscal de campo y murió en 1842.
(2) Jacobo Maria de Espinosa, barón del Solar de Espinosa. Ascendió a
mariscal de campo, fué ministro de la guerra interino en 1837 y senador vi
talicio en 1845.

i
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 223

La última orden del reclutamiento de voluntarlos realistas que


conocemos es la dada por el comandante don Plácido González al
batallón de Fuentecen, el 15 de Noviembre. A partir de esa fecha
parece agotarse la leva. Las causas son múltiples. Es indudable que La gue-
aquellas ir asas de voluntarios constituyen, por el hecho mismo de rra re~
ser tan numerosas, más entorpecimiento que ayuda. Su gran número guiar
dificulta los movimientos y contribuye a retrasar la organización, Y la de
pues ésta es en los voluntarios más aparatosa que eficaz. También gucrri-
influye la mayor actividad de las operaciones realizadas por los libe- Has
rales, que disponen ahora de muchas columnas y destacamentos.
Contra los naturales y considerables recursos de un poder cons
tituido, aunque sea notorio el divorcio entre ese poder y la nación
que lo sufre, no es fácil improvisar un ejército con todas las caracte
rísticas de tal, para" oponerlo en encuentros formales al que el Go
bierno combatido tiene bajo sus órdenes. Este dispone de cuarteles,
de material de campamentos, de parques, fábricas de artillería y mu-
nicicnes, de herrarrental para fortificaciones de campaña, de las
fuerzas navales que garantizan las comunicaciones por mar, de múl
tiples elementos de la industria nacional para el equipo y vestuario de
la tropa y su repuesto constante, como demandan las necesidades de
una guerra, en la que, lo mismo la vestimenta que el calzado se
destrozan en proporciones que rebasan extraordinariamente lo normal.
De ahí que los alzados contra esa fuerza incoercible que el
poder da, suplan sus escaceses con la movilidad de la lucha guerri
llera y sus ardides, con la emboscada y la sorpresa, con los mo
vimientos desmesurados, que lleven el cansancio a la pesada mole del
ejército regular y lo alejen de sus primitivas bases de aprovisiona
miento y lo tengan en perenne inquietud, y lo desconcierten, y lo
aturdan, y lo comprometen muchas veces, atrayéndolo a lugares difí
ciles, en los que, por un más perfecto conocimiento del terreno, pue
dan las "partidas" sublevadas atacarle con ventaja. Solamente dando
tiempo al tiempo, después de largos ejercicios tácticos, que proporcio
nen, con la destreza militar y la disciplina, un mayor espíritu com
bativo y una mayor esperanza en el triunfo de los Ideales mantenidos
con extraordinarios empeños y penosos sacrificios, puede la milicia
cívica ganar categoría de fuerza castrense formal, sin que por ello se
Incurra en el error de prescindir de las características iniciales que
fueren verdadera escuela de arte militar sui géneris, como
en la realidad española pudo aprenderlo, perdiendo. Napoleón, y de
mostrarlo, más tarde, ganando, nuestro general Zumalacarregui, que.
carlismo.es
224 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

de la casi nada, con tenaz perseverancia, hizo un ejército, invencido


mientras él lo mandó: ejército disciplinado, en formaciones perfectas
y en perfecto orden de batalla, cuando las oportunidades del combate
en gran escala asi lo exigían, pero que fué siempre también guerri
llero, dispersándose en el momen'to que convenía, para reunirse en
la ocasión oportuna, vista por aquel insigne jefe como sazonada para
recoger los frutos de la victoria.
Una Volviendo a la situación de los voluntarios castellanos del cura
"tcrri- Merino, otra razón o causa del desaliento castellano ha sido el paso
ble de las fuerzas de Sarsfield, pues, conocido éste como realista, les pro-
conspi- duce confusión verle en contra del Rey legítimo. Y, por último, la
ración" necesidad que tiene Merino de poder preparar su marcha a Por
tugal, a donde ha sido llamado por el Rey, y de todos los motivos
de lo que ocurrirá, éste será el de mayor influencia. No pudo Merino
marchar al frente de diez mil hombres, a Portugal; le conviene dis
persarlos, y, como los indultos lo facilitan, les puede aconsejar que
se retiren a sus casas hasta ser de nuevo convocados. El no duda
que cuando vuelva con el Rey, todos sin vacilación se levantarán en
armas.
Una partida carlista que se ha organizado en los alrededores de
Calatayud, y que, según los partes liberales, mandaban los sacerdotes
don Esteban Martínez y don Jerónimo Perales, fué batida el 19 de
Noviembre en Esteras de Medina (Soria) por fuerzas de Caballería
del 7 .- ligero, que mandaba el teniente coronel don Diego Herrera.
Para que se vea la forma en que se luchaba en la provincia de
Burgos, en la cual les cristinos evitaban el combate cuando no te
nían superioridad sobre el enemigo— imitando así la táctica carlis
ta—, y de la forrra arbitraria que acumulaban fuerzas para detener
a sospechosos, citamos el siguiente ejemplo: Una columna, mandada
por el teniente coronel don Félix Zaraza, compuesta de 27 granade
ros del 4.5 reginiento de Infantería de la Guardia Real, mandada
por el alférez don Antonio Davilés; 27 granaderos y 18 cazadores del
2.2 batallón del regimiento de Infantería de Almansa, mandados por
los tenientes don Salvador Negrevernis y don Miguel River, y cinco
paisanos, que forman lo que ellos llaman Húsares de la Reina, reciben
la orden de dirigirse al pueblo de Tordófnar (Burgos), a consecuen
cia de que dos paisanos han denunciado la presencia de elementos
carlistas en la localidad. Llega la columna a Tordómar, rodea la casa
del párroco y detiene a los allí reunidos que eran: don Nicolás Mo-
ral y Reverga, cura beneficiado de la parroquia de Tordómar; don

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 225

Félix Moral, cura de Quintanilla-Sanmuñoz; don Vicente Moral y Re


venga, hermano de los anteriores, escribano de Tordómar; don San
tiago González, subteniente ilimitado, y don Ignacio Delgado, vecino
de Burgos. Ccn.esta captura, que era casi la de una reunión de
familia, regresa triunfante la columna del teniente coronel Zaraza,
y en los papeles públicos se anuncia como una facción destruida y
un golpe dado a la misma, y hasta publican los datos por los que
se demuestra que tuvieron que reunirse 84 hombres en son de gue
rra para coger a tres curas y dos personas más, cuando estaban dormi
dos, sin armas y sin vigilancia, pues se encontraban en su domicilio.
Merino, que, como hemos dicho, pretendía pasar de Castilla a Merino
Portugal, se había situado en la sierra de Nobreda, Círculos de Cer- entra
vera y Pinillas-Trasmonte, en los límites de las provincias de burgos y en
Valladclid. Su marcha hacia la Corte accidental de Carlos V, respon
Portu
diendo al llamamiento de éste, es peligrosa, pues tiene que cruzar,
gal
no sólo la provincia de Zamora, más pacificada que las otras caste
llanas, sino burlar la vigilancia de los enemigos, que tienen acordona
da la frontera portuguesa, con el ejército de observación, que ahora
manda el general Rodil. Sin embargo, el llamamiento es explícito, y
a él se atempera, marchando con algunas fuerzas, escasas, mientras
que Cuevillas distrae al enemigo. Así vemos que el paso entre Castro-
gonzalo y Fuentes de Ropel (Zamora), el 2 de Diciembre, proporciona
ocasión al coronel Tolré para un nuevo y ventajoso combate (1) en
el haber de les cristínos, y así pudo llegar Merino a la frontera, al
frente de 14 hombres, último resto de aquella imponente multitud
que había levantado antes en favor de Carlos V, y cuya disolución
más ha de atribuirse, como hemos dicho, a los consejos del propio
Merino, de que regresaran a sus casas, con el fin de aguardar la
entrada del Rey en Castilla, que a los éxitos de las armas liberales,
que no son numerosos, ni tampoco decisivos, excepto en la jornada
que hemos señalado de Medina del Pomar.
Para distraer al enemigo. Merino ha ordenado a Balmaseda reco
rrer las provincias orientales de Castilla la Vieja, y en esta correría
cruzó el valiente guerrillero la provincia de Soria, hasta alcanzar Si-
güenza, realizando una brillante campaña, al final desgraciada,
por tierras de Guadalajara.

(1) Carlos Tolrá y Marsella. Nació en Laredo (Santander) en 1789. Hizo


la guerra de la Independencia, y era sólo coronel al empezar la primera
guerra civil, en la que ascendió a mariscal de campo.
15
carlismo.es 1

226 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Nada ahcrreba el Gobierno para terminar con la facción de


Merino. Los indultos de Quesada son tales, que su lectura provoca re
pugnancia, pues en el de 28 de Noviembre decia, en su artículo tJ:
"Sólo podrán ser indultados el individuo o individuos que presenten a
los rebeldes Merino, Abaurni, Valmaseda, Villalobos y Cuevillas, dán
doles además 10.000 reales y 5.000 por cada uno de estos últimos"
(1). En otro Bando del mismo Quesada, del 15 de Diciembre de!
propio año, se leen los siguientes artículos: "4.3 Los cabecillas cura
Merino, Balmaseda, Cuevillas, Villalobos, Landeras, Cuadrado, Caraza,
don Basilio García y los individuos de sus juntas, llamadas de go
bierno, quedan exceptuados de este indulto. 5.5 El que presente a
cualquiera de les expresados cabecillas, además de concederle el
indulto, si lo necesitaren, se abonarán por el primero 10.000 reales;
5.000, por el segundo, tercero y cuarto; 2.000 por los restantes, y
1.000 por los demás jefes que le acompañen, siempre que estos últi
mos no se presenten a disfrutar el indulto. 6.? Los comandantes de
las columnas y tropas del Gobierno de S. M. harán pasar por las
armas a todos y cualquiera de los que, no acogiéndose a este indul
to, sean aprehendidos, sin darles más tiempo que el preciso para pre
pararse a morir como cristianos, que no excederá de cuatro ho
ras" (2).
Y llegóse a más, ya que el sustituto de Quesada, como capitán ge
neral de Castilla la Vieja, general Manso, llegó a procedimientos que
no justifican ni la moral ni el prestigio militar. Dice un biógrafo suyo:
"Tenía ganados cuatro presidiarios, que había sacado Manso del pre
sidio de Valladolid, que le daban avisos y que le habían prometido
entregarle a Merino en la primera ocasión" (3). Merino, por su parte,
La en las proclamas y circulares, no olvidaba los intereses de los labra
lucha dores (4).
en la Dejando a Merino, después del levantamiento de Carlos V, en su
Rioja marcha a Portugal, recordemos, aunque sea a la ligera, otros hechos
que ocurren, particularmente en la Rioja y Cantabria, pues son estos
y
últimos los más importantes de aquellas fechas. Sabemos, y queda ano
Canta
tado, que los carlistas vizcaínos amenazaban la provincia de Santan
bria
der por la parte de Santoña y Laredo; particularmente contra la pri-

(1) "Gaceta de Madrid" del 3 de Diciembre de 1833.


(2) "Gaceta de Madrid" del 21 de Diciembre de 1833.
(3) P. Chamorro Baquerizo.—"Biografía de D. José Manso" en "Estado
Mayor del Ejército Español". Madrid 1853.
(4) Documento número 27 del apéndice documental.

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 227

mera se dirigían el 2 de Noviembre las fuerzas mandadas por Maza-


rrasa, junto con las partidas que llevaban Villanueva y Pedrosa, y que
ocuparon una fuerte posición en Añero, lugar próximo a Hoznayo. El
brigadier cristino Aznar, dispuso que salieran fuerzas de Santoña,
bajo las órdenes del coronel don Alvaro de Navia Ossorio. Formaban
la columna fuerzas de las provinciales de Oviedo y Laredo. Se trabó
un combate en Añero, que juzgaban ventajoso los cristinos, aunque
es lo cierto que regresaron a la bloqueda plaza de Santoña. Esta ope
ración está enlazada íntimamente con la que en aquel momento ejecu
taba el teniente coronel Ibarrola, el cual, habiendo pasado por la
merindad de Mena, penetró, con dirección a Santander, en las mon
tañas de Cantabria. Su marcha fué un verdadero paseo militar, y las
poblaciones aclamaban a los carlistas y se unían a ellos. Ibarrola al
canzó Reinosa, y, después de dejar allí una parte de su fuerza, con
tinuó con el resto hacia la capital por el valle de Toranzo. Villalobos,
por su parte, ocupa Torrelavega, y debía unirse con Echevarría, cuan
do éste estuviera sobre el valle de Pas, por Viesgo. Según Agüera 5us-
tamante (1), el brigadier Echevarría llegó a Vargas, mientras toda
vía estaba Villalobos en Torrelavega. De Santander había salido una
columna mandada por el coronel don Fermín de Irlarte (2), y al
llegar al río Pas, encontróse a los carlistas en posiciones escogidas en
el campo de batalla, que eligiera Ibarrola. Sin embargo, a pesar de
la porfía con que se batieron en aquel 3 de Noviembre, de triste me
moria para los carlistas santanderinos, fueron éstos batidos, y, si no
dispersados, como decían los partes, al menos lo suficientemente
castigados para retrasar en mucho la explosión carlista en aquella
com*ca. González Camino (3), considera el hecho como muy tras
cendental. "Si por las montañas de Santander hubiesen podido operar
libremente los batallones de Don Carlos, la situación de los liberales
hubiera sido insostenible en gran parte de Castilla, colocados aquéllos
en sus flancos. Santander, como centro de abastecimiento liberal, no

(1) Domingo Agüera y Bustamante. "Memorias sobre las ocurrencias


de Santander en el año de 1833". Santander, 1837.
(2) Fermín de Iriarte y Urdániz. Nació en Urriza (Navarra) en 1789,
sirvió durante la guerra de la Independencia y era coronel al comenzar la
primera guerra civil, en la que sirvió contra los carlistas, y ascendió a ma
riscal de campo.
(3) Francisco González Camino. "La acción de Vargas, 3 de Noviembre
de 1833". En "Tradición", Noviembre y Diciembre 1933.
carlismo.es
228 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

hubiera existido, y su puerto hubiera quedado cerrado a las fuerzas


navales inglesas y nacionales."
Entre los prisioneros de aquella jornada estaban el teniente coro
nel Ibarrola y numerosos carlistas que le acompañaban. Los Jefes fue
ron fusilados, conforme a la costumbre Cristina del comienzo de la
guerra de los Siete Años, y los demás condenados a presidio, no en
la metrópoli, sino en Cuba.
La derrota de los carlistas en Vargas y la acción de Añero tu
vieron consecuencias insospechadas para los voluntarlos de la Tra
dición, que operaban desde Vizcaya. Fué llamado a Santander el
batallón provincial de Laredo, para reforzar, el día 4, aquella po
blación, y los carlistas recuperaron inmediatamente Guriezo, Líendo
y Limpias, avanzando sus partidas hasta la altura de Valverde, para
atacar a Laredo. Santoña se consideraba también amenazada, y, tan
to es así, que, habiendo enviado el gobernador de Santander, Sierra,
al de Santoña, Aznar, el 6 de Noviembre, 104 prisioneros hechos en
Vargas, Aznar contestó, de acuerdo, al parecer, con una Junta de
Jefes, que no podía admitir dichos prisioneros, pues se consideraba
con escasa fuerza para atender a la defensa de la plaza, la custodia
de 254 presidiarios y el socorro de otras localidades amenazadas. Y
que éstas lo estaban, lo demuestra el ataque contra Laredo, llevado
a cabo el 6 de Noviembre, resistiendo el fuerte, en el que estaban
fuerzas del provincial de Oviedo, mandadas por el capitán don Juan
Antonio Vázquez. El ataque- fué rechazado porque acudieron en so
corro fuerzas procedentes de Santoña.
En este mismo mes de Noviembre, el coronel Vivanco (1) se
batía en Galbárruli (Logroño) el día 18. En la misma Rioja se libraba
combate en los alrededores de Calahorra, aunque de poca importan
cia. El día 30, Abuin, que había combatido a Vivanco en Galbárruli,
luchaba en Hontoria de Valdearados (burgos) contra las fuerzas car
listas. En los bosques de Montemayor, entre Tortoles de Sgueva (Bur

il) Francisco Vivanco y Barbaza Acuña. Nació en Sopeñano del Vallí


de Mena (Burgos), en 1787. Tomó parte en la guerra de la Independencia, y
contra los constitucionalistas dirigió la sublevación de la Cabañería en Cas
tro del Río en 1822 Fué gobernador de la Seo de Urgel cuando la Regenci3
de la misma, y se batió contra los constitucionalistas de Cataluña. Marchó a
Francia, de donde volvió con el ejército auxiliar del Duque de Angulema,
haciendo la campaña de 1833. Era coronel al comenzar la guerra civil, y mar
chó a campaña en favor de Don Carlos, ascendiendo hasta mariscal de
campo. Al producirse el Convenio de Vergara, no se adhirió al mismo, emigro
y falleció en Francia en 1845. Sus "Memorias", muy interesantes, fueron pu
blicadas en 1927 y 1933.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 229

gos) y Espinosa de Cerrato (Palencia), luchaba con poca fortuna


una partida mandada por don Pedro Nozal; chispazos todos de una
lucha que parecía iba a terminar rápidamente.
A primeros de Diciembre, en Revilla del Campo (5urgos), fué
hecho preso por los cristinos el comandante del escuadrón de volun
tarios realistas de Burgos, don Hilarión López de la Riva. Otro com
bate de alguna importancia se señaló el 19 de este mes en Póveda
de la Sierra (Soria), pero la ausencia de Merino, así como de Cuevi-
llas, que le acompañaba, el haber entrado Balmaseda por las pro
vincias del Reino de León, la derrota y la muerte de Echevarría y el
acoso de Villalobos, dan sus frutos, y a fines del año 1833, si bien Cas
tilla la Vieja no está pacificada, como pretenden los liberales, tampoco
es ya la región en que dominan plenamente las armas legitimistas.
Ahora la atención va a fijarse en Navarra, donde el genio de Zuma-
lacarregui inicia, en la acción de Nazar y Asarta, el comienzo de su ca
rrera de brillantes glorias y triunfos.
En Cantabria, después del ataque a Laredo, al que nos hemos re
ferido, parece que la guerra va a tener un momento de calma. A
ccrrienzos de Dicierrbre, las columnas que mandaban Iriarte y el
brigadier don Ramón Gómez de Bedoya ocuparon los pueblos de la
Nestosa y Ampuero. Un pequeño contratiempo impedía entonces a
Villalobos entrar de nuevo en la parte de la montaña santanderína,
ya que se vió obligado a marchar de Valderredible al valle de Valdi
vieso, a consecuencia de una pequeña acción librada con el coro
nel don Manuel María Alvarez, en la cercanía de Soncillo (Burgos).
Una columna, que mandaba don José María de Palma, compuesta
de soldados de Húsares de la Princesa, batió en San Mlllán de San
Sadorni (Burgos) y Vlllanueva de Valdegovia (Alava), a una fuerza
carlista compuesta de Carabineros, de los que cogió 14, fusilándolos
en Orduña, con el cabo de dicho Cuerpo llamado Pichón.
Los dispersos de la acción de Vargas se han reorganizado en el
valle de Iguña (Santander), como los dispersos de Medina de Pomar
se han reorganizado en el valle de Losa; ausentes sus jefes, Villalobos
tiene ahora el mando preeminente en la parte Norte, mientras en
el Sur de Castilla la Vieja extiende su nombradla el valiente Balma
seda. Merino, que es capitán general de Castilla la Vieja por Carlos V,
está ahora en Portugal. Pero no canten victoria los cristinos. La guerra
se ha de prolongar hasta 1840 en los montes y en las llanuras cas
tellanas.
carlismo.es

J
carlismo.es

CAPITULO IX

VASCONGADAS Y NAVARRA HASTA LA UNIFICACION


DEL MANDO
(Noviembre, 1833)

Todos buscan al Caudillo. — El coronel Zumalacarregui. —


"El gran capitán carlista", don Tomás de Zumalacarregui.—
Retrato de Zumalacarregui. — Zumalacarregui, visto por los
historiadores.—Zumalacarregui, diseñado por Pérez Galdós.—
Anecdotario de Zumalacarregui. — Zumalacarregui, en el cam
po carlista. Nombramiento de Zumalacarregui para coman
dante general de Navarra

Recuérdese que, después de la muerte del general Ladrón de


Cegama ante el piquete de ejecución de la ciudadela de Pamplona,
las fuerzas carlistas navarras han quedado bajo el mando del co Todos
mandante Iturralde, ya que el teniente coronel Eraso estaba en aquel buscan
momento en Francia, a donde le llevó, no tanto la persecución de las
al
tropas Cristinas en la zona de Roncesvalle, como la dolencia que le
caudi
aquejaba.
llo
También hemos visto que en Vizcaya el mando superior militar
lo tenía, a fines de Octubre, el coronel marqués de Valde-Espina, con
el brigadier Zabala, que actuaba de segundo Jefe, y de Guipúzcoa
lo era el brigadier Lardizábal, y de Alava, nominalmente, el coronel
Verástegui, aunque la mayor parte de las fuerzas estaban a disposición
del brigadier Uranga, su segundo Jefe, quien parece que en el co
mienzo de la carrpafta estuvo un poco díscolo, y después con los
carlismo.es
232 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Jefes militares de Navarra y Alava, y más tarde con el propio Zuma-


lacarregui. Los carlistas vizcaínos extendian sus operaciones, como
queda anotado, por la provincia de Santander, hasta las inmediacio
nes de Leredo y Santoña, y se daban así la mano con los carlistas
montañeses. También tenían contacto con los castellanos de la pro
vincia de Burgos, por la merindad de Mena, lo que hacia que sus ac
tividades estuvieran más extendidas que las de otras provincias. Esto
no quiere decir que los alaveses no extendieran sus operaciones por
el valle de Losa y por el de Tobalina, ambos en la provincia de
Burgos, actuando, además, en contacto con los riojanos y los nava
rros. Los guipuzccanos y navarros estaban más recluidos en sus co
marcas respectivas, aunque los últimos tuvieran algunas relaciones con
los aregoneses, rrediante correrías en dirección a Jaca, y con los
riojanos, pues, a pesar del obstáculo natural que era el río Ebro, man
tenían entre sí contacto.
' Registrado queda que el teniente Ibarrola había perdido su li
bertad con la derrota de sus armas en la acción de Vargas, de-
graciada para los carlistas. También, por orden de Zabala, el corone!
Bengcechea ralía de Bilbao en dirección a Guipúzcoa, y el 5 de
Noviembre fué atacado en Azpeitia por las fuerzas que mandabe
el gereiel Cestencn, apoyado por el general Jáuregui. Los carlis
tas resistieren el ataque enemigo, pero sea que Bengoechea no tu
viera confianza en aquellas fuerzas bisoñas, sea que no considerara
suficiente su esfuerzo, sea que realmente, como se acusa por algunos
autores, perdiera la cabeza, lo cierto es que abandonó a sus batallo
nes en lo más enconado de la lucha. Hubiera sido una derrota de
importancia, con el peligro consiguiente de poner a la villa de Bilbao
en grave apuro, si un oficial, que luego debió ilustrarse en esta guerra
y después ennegreceré su historia por la más inicua de las traicio
nes, no se hubiera puesto al frente de los vizcaínos, manteniendo e!
combate hasta conseguir la contención del enemigo, obligarle a re
tirarse, perseguirlo hasta Tolosa y, por último, forzarlo a evacuar esta
ciudad guipuzcoana, en la que, como premio a dicho valeroso es
fuerzo, entraban triunfantes las armas carlistas. El oficial era don
Simón de la Torre (1), afortunado en esta iniciación de la guerra

(D Simón de la Torre y Ormaza. Nació en Larrabezúa (Vizcaya) ea


1803. Sentó plaza en el ejército realista, y al terminar la campaña de 1823
era teniente. Pasó al servicio de la Guardia Real de Infantería, y operó en
1827 en Cataluña contra los realistas. Fué de los primeros en proclamar 3
Carlos V, al comienzo de la guerra de los Siete Años, y ascendió en ei

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 233

civil en Vizcaya. Acción la de Azpeitia que animaba a los carlistas,


pues vieron al enemigo replegarse delante de sus fuerzas, y por la
dura prueba podían considerarse en situación de hacer frente a ene
migos de mayor empuje. Otra acción librada por los vizcaínos en
la provincia de Alava, en Amurrio, el 17 de Noviembre, aseguraba,
al mismo tiempo que la posesión de Vizcaya, la oportunidad de que
el coronel Bengoechea reafirmara su autoridad como Jefe de la co
lumna móvil, a lo que contribuyó la Torre, asegurando que, después
de las jornadas de Azpeitia, podían inspirar los voluntarios la nece
saria confianza. Otro combate de importancia fué el de Navérniz
(Vizcaya), el 9 de Diciembre, por los carlistas que mandaba el bri
gadier Zabala. Combates hubo de menor entidad, como el librado
en Portugalete el 1.2 de Diciembre, y en Baracaldo el día siguiente,
cuando Sarsfield, después de una marcha que había sido un simple
paseo militar, se apoderó de Bilbao sin disparar un solo tiro.
Las fuerzas de Sarsfield eran desproporcionadas, no sólo en nú
mero, sino en organización, respecto de las carlistas vizcaínas. Cuanto
se le pudo oponer se había hecho en Alava, pero, tomada Vitoria,
Bilbao estaba a íu merced. De haber intentado resistir los carlistas
en la villa, corrían peligro de quedar sitiados, y como en aquel mó
ntenlo la recluta en los pueblos era todavía endeble, el fin del sitio
hubiera sido triunfo para los liberales, y las consecuencias militares
y políticas también: capitulación de Bilbao, y, con ella, de la Dipu
tación a guerra de los batallones vizcaínos. Por esto no dudó un mo
mento el brigadier Zabala en considerar que no debía encerrarse en
tre los muros de la capital, y conformes con él estuvieron Batiz y el
marqués de Valde-Espina.
Ya antes, cuando la aparición de Zumalacarregui en campaña, se
había pensado por la Diputación de Vizcaya el conferirle el mando de
los vizcaínos. No llegó a ser aceptada la idea por Zumalacarregui.
Cuando vieron que los cristinos, mandados por Sarsfield, estaban en
Vitoria, lo llamaron a su socorro. Zumalacarregui pensó en acudir,
pero hallándose en marcha supo que el viejo general acababa de
entrar en Durango y que Bilbao le abría sus puertas (23 de No
viembre).
Fué un golpe rudo para los vizcaínos. Muchos volvieron a sus
casas, otros pasaron la frontera, como el coronel Bengoechea. Sólo el

ejército carlista a mariscal de campo. Fué uno de los autores, y quizá el más
influyente, en los preparativos del Convenio de Vergara, siendo revalidado en
sus grados y empleo en el ejército isabelino
carlismo.es -

234 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

tesón del marqués de Valde-Espina, de Zabala, de La Torre y otros


como ellos, consiguió que no se terminara totalmente el levantamiento
en aquel señorío. Pero las circunstancias imponían que no estuvieran
por más tiempo sin la cohesión debida las fuerzas carlistas del Norte,
frente a la unidad de mando que los cristinos acababan de hacer,
primero en la persona del general Sarsfield y, después de la entrada
en 5ilbao, al ser Sarsfield relevado, en la de don Cayetano Valdés. Los
restos de las vizcaínas fuerzas habían buscado amparo en los montes
de Navarra, como también lo habían buscado antes en Vizcaya los
alaveses, que habían confiado su mando, al menos los de Veréstegui,
" 2» hoi«. A.br»re es la Diputación vizcaína la que se dirige al coronel
Zumalacarregui, y le confiere la jefatura de aquellas fuerzas, que él
reúne bajo su autoridad, y al aceptar daba un evidente impulso a
los núcleos que ya comandaba y al levantamiento general .
En Alava, la dominación carlista fué completa mientras no se
presentaren les contingentes que procedían de la frontera de Por
tugal, mandados por Sarsfield, a quien se reunió en Logroño el briga
dier Lorenzo. El 19 de Noviembre pasó el Ebro el ejército cristino, y
el 20 intentaron detener su marcha los carlistas alaveses, que habían
tomado posiciones en la altura de Peñacerrada. Lorenzo atacó a los
carlistas, les obligó a replegarse y forzó la línea enemiga. Prosiguió su
marcha, y los carlistas replegados intentaron de nuevo detenerla en
el puerto de Vitoria, pero también Lorenzo consigue que cedan, y los
cristinos atacan a Vitoria y consiguen entrar en ella sin disparar ya
un solo tiro. Allí la Diputación alavesa, liberal solapada, por la
ingenua tolerancia que hemos conocido, recibe a sus correligionarios,
mientras que la Junta de Guerra que presidía el coronel Verástegui,
marcha a Vizcaya, con el fin de buscar amparo bajo la protección de
las bayonetas vizcaínas.
Desalientos ha de producir, y, en efecto, lo produjo, a los alaveses,
ahora, como poco después a los vizcaínos, la fácil entrada de Sarsfield
en la ciudad de Vitoria. La guerra en aquel momento estaba, en el
orden militar, demasiado en embrión para poder oponer la resisten
cia necesaria en el designio de conservar aquellas plazas. Un desastre
como el de Vargas, el de Los Arcos, o el de Medina del Pomar, era, en
realidad, mucho más peligroso que la evacuación de Vitoria y de
Bilbao. El brigadier Uranga busca también a su vez el amparo de
Navarra, pero Lorenzo le persigue y le obliga a abandonar Estella,
donde se ha puesto en contacto con Iturralde, y, batiéndose en re
tirada por Cirauqui, ha de marchar a la zona fronteriza de Alava. En
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 235

estas circunstancias, los alaveses van a reconocer como Jefe suyo al


coronel Zumalacarregui.
En Guipúzcoa no hay conflicto, en este orden de cosas, y no pue
de temerse el efecto moral de perder la capital. La bella ciudad de
San Sebastián ha sido conservada por Castaftón para Doña Isabel, y,
aunque bloqueado en ella, cuando menos tiene segura una parte de
la costa en beneficio de los cristinos. El 15 de Noviembre, Castañón
comunica que los carlistas están en las proximidades de la ciudad,
pero que no pueden operar por carecer de fuerza. Reconoce, como
un tanto valioso a su favor, que el general Harispe y el prefecto de
los Pirineos occidentales, le han oficiado, de orden del Gobierno
francés, anunciándole que tiene amplia autoridad para auxiliarle en
todo y en cualquier urgencia de artículos de boca y guerra, con toda
la extensión que considere necesaria al general cristino. Y así, éste
mantiene la correspondencia entre el puerto francés de Socoa y San
Sebastián por medio de trincaduras (1), a los que protegen ber
gantines de guerra franceses. No impide esto que en una salida, el
17 de Noviembre, tuviera que combatir con los carlistas del brigadier
Lardizábal en Hernani, donde el 6 anterior han librado otro com
bate las fuerzas del coronel Jáuregui cuando los cristinos se reple
gaban de Tolosa, una vez vencidos por La Torre en Azpeitia, y gra
cias que pudo Castañón contener a los voluntarios de Don Carlos
en una acción de guerra que pretendió que se lograra como rotunda
victoria.
Los éxitos de Sarsfield en Vitoria y Bilbao habían también de re
percutir forzosamente en Guipúzcoa. Y tuvieron que combatir los
carlistas bajo las órdenes de Zabala, el 1.2 de Diciembre en Oñate,
y el 4 del mismo mes contra Lorenzo en la misma localidad. El día
siguiente, los carlistas empeñaban combate en Segura (Guipúzcoa).
Pero la situación precaria en que quedaron decidió a la Dipu
tación de Guipúzcoa a dirigirse, como la de Vizcaya, al coronel Zu
malacarregui, y éste aceptó el mando, aunque durante algún tiempo
los elementos de las provincias vascas se mantuvieran con cierta au
tonomía, debido a la necesidad que había de encauzar específica
mente la guerra en Navarra.

(1) Trincadura.—Nombre que se da en el Golfo de Vizcaya a ciertas lan


chas de atoaje, que tienen dos palos. Se ocupan generalmente en la pesca, y
también solían armarse de un cañón de grueso calibre en caso necesario.
(Atoaje, maniobra de llevar a remolque varias embarcaciones).
carlismo.es
236 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Antes de terminar este resumen de la situación de las Provin


cias Vascongadas durante el período anterior a la unidad de mando,
quede siquiera constancia de un combate que los riojanos, mandados
por D. Basilio Antonio García, y los alaveses, por D. Pedro Irigoyen,
libraron en Samaniego (Alava) el 23 de Noviembre contra las fuer
zas Cristinas mandadas por el capitán graduado de teniente coronel
D. Ramón Gautier. Durante este período, en Navarra ha proseguido
la reorganización de las fuerzas carlistas, quebrantadas por los rudos
golpes sufridos en Los Arcos y en el paso del puente de Logroño.
Iturralde atendía preferentemente a organizar los batallones con las
pautas que había practicado en la campaña de 1822 y 23, y, como
hemos dicho anteriormente, dispuso la creación de una Junta de
guerra, para lo cual convocó a una reunión en el pueblo de Aguí-
lar de Códes (Navarra), que se tuvo el 5 de Noviembre. Si impor
tancia histórica alcanza la reunión por la que se nombró la Junta
de Navarra, también la tiene desde el punto de vista de precisión de
hechos en el orden cronológico, como veremos seguidamente, y de
momento sólo Interesa señalar el esfuerzo magnífico realizado por
Iturralde para organizar la guerra en el país navarro, expresando con
ello su fe en la viabilidad del movimiento entonces iniciado, cuando,
indudablemente, la situación era la menos halagüeña. Como se ha
anotado en su lugar, la reunión decidió el nombramiento de una
Junta, que es, quizás, lo único que quedó del tiempo, muy corto,
que Iturralde fué comandante general de las fuerzas Reales en Na
varra. Basta, sin embargo, para ilustrar su nombre y la época de
su mando, aunque hasta esta obra, bien meritoria, se le haya re
gateado.
Un acontecimiento, que debía ser para la "guerra de la mayor
importancia, ocurrió por aquellos días:
Pamplona, allá por Todos los Santos de 1833... Sobre el umbral
de la Puerta del Carmen se había movido una sombra, al contraluz
El co
del amanecer. Fué momentáneo el visaje, porque nubes de lluvia cu
ronel
brían el sol y porque la proyección, transitoria, era de un caminante,
Zuma- militar por más señas, que iba a paso resuelto, enfundado hasta los
laca- ojos en el cuello y solapas de su capote. Traspuso la muralla, bajó
rregui por el ribazo, atravesó el Arga por el próximo puente y, cruzando las
huertas del arrabal, se fué internando en el campo por el camino de!
Norte.
— ¿Quién será este personaje, tan madrugador?—preguntaríanse
las gentes campesinas que a Pamplona venían.
carlismo.es
HISTOR:A DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 237

Cuarenta años antes, en 1793, también en otoño, desapacible la


mañana, nublado el cielo, un capitán francés de artillería, menudo
y lampiño formaba entre los oficiales del general Dugommier (1), que,
a la vista de Tolón, deliberaban con su jefe sobre el modo de salvar
el puerto. Navios y fragatas ingleses y, españoles lo asediaban, hasta
casi dominarlo, porque una parte de la escuadra de Francia habia
enarbolado bandera blanca, mientras la ciudad, harta de sangre, arre
pentida de su antiguo furor revolucionario, luchaba por el realismo,
en rebeldía contra la Convención Jacobina dominante en la República.
Discutíase el modo de expugnar aquel formidable sistema de for
tificaciones. Eran varios y encontrados los pareceres. El capitancito,
enfundado en su capote, el brazo izquierdo a la espalda, extendió el
derecho hacia el lejano contorno y, señalando el fuerte de Molgrave,
dijo: "El punto vulnerable de Tolón está allí."
— ¿Quién es este mozo?, ¿quién es?— se interrogaban entre sf
los altos jefes del Estado Mayor de Dugommier.
Se decidió éste por la opinión del capitán imberbe, contra la de
los demás, y ambos entraron los primeros por la brecha que había
el último abierto en el fuerte con sus cañones. — "Retiráos a descan
sar — dijo el oficial al viejo general, fatigado por un esfuerzo impropio
de sus años—, porque podemos ya decir que hemos tomado a Tolón."
El que así se expresaba era el capitán Napoleón Bonaparte, que
desde entonces púsose a cabalgar corro genio de la guerra sobre el
vértice de dos siglos.
¿Y quién era el otro soldado que se alejaba de Pamplona aquella
mañana de Noviembre de 1833, medio oculta su cara en las solapas
del capote?
Era D. Tomás de Zumalacarregui, también genio militar, que ya
había contribuido a la derrota del Corso y que no fué menos que
él como valiente y como estratega, porque el revelado en Tolón tuvo
bajo sus águilas magníficos ejecutores de sus planes en los aguerridos
mariscales franceses y en millares y millares de veteranos que al sol
y a los vientos de las llanuras y montañas de Europa y hasta del
Africa se curtieron, y con todo ello sufrió graves desastres, hasta el

(1) Adolfo Francisco Dugommier. Nació en La Basse-Terre (Guadalupe)


en 1738. Se distinguió en Italia después de haber tomado parte activa en los
movimientos políticos de la Martinica, donde fué jefe de la Guardia Nacional
en 1789. Mandó las tropas que sitiaban Tolón en 1793, y tomó el mando del
ejército de los Pirineos orientales seguidamente, y murió en la acción de la
Sierra Negra, por una bala de cañón, entre sus dos hijos, en 1794.
carlismo.es
238 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

de Waterlóo, mientras que Zumalacarregui, en su mando de gene


ralísimo de les voluntarios carlistas, se hizo él el ejército que no
tenía, y no perdió un solo combate, y tuvo muchas victorias.
Y más honda es todavía la diferencia, en el orden moral, entre
esas dos grandes figuras militares. Porque Napoleón era el genio del
mal, y Zumalacarregui lo fué de una Causa santa.
Napoleón fué un ambicioso, ególatra de glorias y honores para
su persona. Zumalacarregui era un hombre modesto, incorruptible,
que despreció ascensos en su carrera con tal de servir los ideales
que profesaba.
Napoleón fué un instrumento de las sectas que, vencida la revo
lución, ahito el pueblo francés de la sangre de tantos crímenes y
asqueado del sadismo inhumano del Terror , ansiaba la vuelta a
sus instituciones tradicionales, con propósitos de enmienda y deseos
de paz, y ellas, las sectas, montaron a Bonaparte a caballo para que,
por la fuerza de las armas, consolidara los principios liberales, ya
más que repugnados, en beneficio de la nueva burguesía y defrau
dando a las masas que, sometidas a la acción del individualismo eco
nómico, iban a quedar más esclavizadas que los glebae inhe
rentes, sucesores del esclavo en los tiempos del paganismo de la
antigüedad, porque entonces al esclavo lo alimentaba su señor y aho
ra se le manumitía con una falsa libertad para todo, incluso para
morirse de hambre, hecho juguete de la libre competencia sin entra
ñas, que considera a la persona humana como una mercancía más,
y somete el salario, íruto de su trabajo, a la licitación arbitraria, sin
cuenta de las necesidades del trabajador.
Zumalacarregui, por el contrario, sirvió con su espada a la Mo
narquía netamente española, socialmente democrática mediante sus
Cortes, en las que el estado llano tenia su representación, como las
demás clases y todas las profesiones, en un conjunto armónico y por
encima de las parciales diferencias, para hacer compatibles los en
contrados intereses dentro de la justicia y en servicio del bien co
mún; la Monarquía paternal, templada, libre de los forcejeos de los
bandos políticos y sus apetitos subalternos. Luchaba también Zuma
lacarregui contra el masonismo internacional, enemigo de la fe, opo
niéndole la concepción católica, universal, en la creencia y en las
prácticas de amor y fraternidad entre los hombres, conforme a la
doctrina de Jesucristo, sin mengua de la veneración a las tradiciones
patrias.
Napoleón llevó su despotisrro hasta extremos sacrilegos, avasa
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 239

liando a la Iglesia y encarcelando a sus Pontífices, y, sin respeto a


la ley de Dios, menospreció a sus esposas. .
Zurralacarregui fué sierrpre un creyente, dado a la caridad y
la piedad, y adoraba en su familia las virtudes domésticas que él y
su esposa y sus hijas practicaban.
Sigámosle en su camino. A alguna distancia de la capital de Na
varra le salió un muchacho que traia un caballo de las riendas. El
hombre del capote miró a Pamplona, despidiéndose, con la mirada, de
la ciudad, en la que dejaba a su esposa y tres hijas menores, y su
biéndose al caballo se dirigió sobre Huarte Araquil. De ahí pasó a
Piedramillera, cuartel general de Iturralde.
Son los pequeños acontecimientos, muchas veces, en nuestra his
toria, los que originan otros grandes y trascendentales para el por
venir. En la guerra civil de los Siete Años hay dos de ellos que,
pasando desapercibidos en el primer momento, toman luego, por sus
consecuencias, extraordinaria importancia. El hecho de agregarse a
la insurrección navarra el coronel Zumalacarregui, aportando todo
su genio, al mismo tiempo que su valor y experiencia militar ganada
en la guerra de la Independencia y en la guerra anticonstitucional,
va a hacer variar la situación en el Norte y a dar al alzamiento pro
porciones insospechadas.
Por aquellos mismos días, un seminarista de Tortosa salía de sú
ciudad natal y se agregaba al batallón de Voluntarios Realistas que
mandaba Covarsi. Sin experiencia militar, su genio le coloca más
tarde en la primera fila, y Europa entera admira sus proezas perso
nales y sus campañas. Tomás de Zumalacarregui y Ramón Cabrera
(1) son los dos extremos del eje sobre el que gira esta guerra. Zu
malacarregui es la aurora hasta la plenitud, y Cabrera, partiendo de
ésta, marca con sus batallas desesperadas el atardecer. Sus nombres
y sus gestas compendian la lucha.

(1) Ramón Cabrera y Griñó, conde de Morella y marqués del Ter. Nació
en Tortosa en 1806, de humilde familia. Estudiaba en el Seminario de Tortosa
cuando comenzó la guerra civil, y habiendo sido desterrado de aquella ciudad,
ingresó de voluntario en el ejército carlista. Su valor extraordinario y su ca
pacidad militar lo elevaron rápidamente en la jerarquia del ejército, alcan
zando su ascenso a Teniente General Terminada la primera guerra civil, emi
gró a Francia, volviendo a España en 1848, para tomar el mando del ejército
carlista en Cataluña durante la segunda guerra. Fué recompensado con el
ascenso a Capitán General. Emigró de nuevo, residiendo en Inglaterra, y
desde entonces se comenzó a notar su desviación de la línea política. Sin
embargo, tuvo la dirección del partido carlista en 1869-70 por nombramiento
de Carlos VI, terminando con una ruptura por cuestiones ideológicas, ya
que Cabrera se había ido liberalizando, lo que le llevó a claudicar comple
tamente, reconociendo a Alfonso XII. Falleció en Inglaterra en 1876.
carlismo.es
240 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Todos los demás que figuraron, todos los heroísmos, que fueron
muchos, y todas las victorias están encerradas en los dos arcos del
paréntesis, el que Inicia Zumalacarregui, al comienzo, en la acción
de Nazar y Asarta, y el que cierra Cabrera en la defensa de Berga
en Julio de 1840.
Sobre la fecha de salida de Zumalacarregui de Pamplona hay
disparidad. El virrey de Navarra, general Sola, la anunciaba el 6 de
Noviembre en los siguientes términos: "El coronel ¡Imitado D. Tomás
Zumalacarregui ha desaparecido de esta plaza de Pamplona hace
unos cuatro días, abandonando a su mujer y familia", lo que nos
sitúa al primero o dos de Noviembre. Tengamos en cuenta que Zu
malacarregui debía estar vigilado, ya que el 25 de Enero anterior
se decía, en comunicación del virrey al Gobierno, que era peligroso
por sus ideas "exageradas" y haber sido separado recientemente". Y
ante esas sospechas, se solicitaba que se le señalara otro sitio de
residencia que no fuera Navarra ni Guipúzcoa. Pirala señala la salida
a fines de Octubre, y es esta la opinión generalmente más adop
tada (1). El P. Risco sitúa la fecha en 6 de Noviembre, en lo que
evidentemente hay error, pues en esta fecha ya se consideraba por el
virrey que hacía unos cuatro días que estaba cusente (2). Henningsen
(3) asegura que fué la noche del 29 de Octubre cuando franqueó
Zumalacarregui las puertas de la ciudad de Pamplona, y se presentó
el 30 en el campo carlista. Zaratiegui, impreciso en los hechos ante
riores a la incorporación de D. Tomás a filas, reconoce que no sabe
la fecha exacta, pero dice que fué posterior al 20 de Octubre (4).
Solanos le dió la fecha arbitraria del 21 de Octubre, que se debe
rechazar plenamente (5). Madrazo asegura que fué una mañana
del mes de Octubre "cuando vieron venir hacia ellos un hombre de
fornida estatura, envuelto en una capa y con boina y alpargata al
estilo del país" (6). Peña, el historiador más moderno, sigue a

(1) Pirala.—"Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista".


Coincide con lo que escribió Xavier de Burgos, a la sazón ministro de Doña
Cristina, en "Anales del Reinado de Doñs Isabel". Madrid 1850.
(2) Risco.—"Zumalacarregui en campaña".
(3) Henningsen.— "Doce meses de campaña en Navarra y las Pro
vincias Vascongadas con el general Zumalacarregui". Los autores de "Panora
ma Español. Crónica Contemporánea" (Madrid, 1842) dicen que "era el 30 de
Octubre cuando el célebre guerrillero, después de haber logrado evadirse de
la más escrupulosa vigilancia con que fe le tenía en Pamplona, ingresó en las
filas de los secuaces del Pretendiente".
(4) Zaratiegui.—"Vida y hechos de don Tomás de Zumalacarregui".
(5) "Almanaque ds "El Correo Español para 1891".
(6) Madrazo.—"Historia militar y política de don Tomás de Zumala
carregui".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 241

Zaratiegui en la indecisión de la fecha y dice "que una mañana llu


viosa de los últimos días de Octubre de 1833 salía de Pamplona, por
el Portal del Carmen, un hombre de edad madura y trazas de sol
dado" (1). El hecho de que no asistiera el coronel Zumalacarregui
a la reunión de Aguilar de Codes, de la que hemos hablado, demuestra
que, en todo caso, la presentación del coronel era recientísima, pues,
de no ser así, Iturralde lo hubiera invitado y su presencia en el campo
carlista hubiérase conocido por los allí reunidos. Creemos, pues, que
la fecha debe fijarse por los días que señala el virrey Solé al comu
nicar su desaparición de Pamplona, probablemente la mañana del
2 de Noviembre; su presentación a Iturralde, el 3, y como éste le
dió una misión para Guipúzcoa y Vizcaya, se explica su no presencia
en la reunión de Aguilar de Códes, cuando todavía su incorporación
a las fuerzas carlistas en guerra no había tenido tiempo de ser
divulgada.
Conocidísima es la figura de D. Tomás de Zumalacarregui y de El
Imaz, puesto que existen extensas biografías de su vida militar. Era "gran
hijo de D. Francisco Antonio de Zumalacarregui y de D.- María Ana capi
Imaz Altolaguirre. Su padre era escribano Real y propietario en Or- tán"
maizíegui (Guipúzcoa), en donde nació el 29 de Diciembre de 1788, carlis
en la casa llamada de Eriarte Erdiota, el futuro gran capitán de ta, don
los Ejércitos Carlistas. Contaba sólo cuatro años cuando perdió a su Tomás
padre, y hubo de dedicar la viuda, D.5 María Ana, sus desvelos para de Zu-
formarlos, a él y a sus hermanos, procurándole la enseñanza de las mala-
primeras letras el que fué su maestro D. Juan Antonio Aizpe y Urru- carre-
tia. A los quince años se trasladó Tomás a Idiazábal (Guipúzcoa) con gui
el propósito de practicar en la profesión que había ejercido su pro
genitor, entrando en la escribanía de su primo D. Pedro José de
Urreta. Tres años más tarde fué a Pamplona, donde entró en el des
pacho del procurador D. Francisco Javier Olio, con la hija del cual,
D.- Pancracia, contrajo matrimonio más tarde.
Al estallar la guerra de la Independencia abandonó Zumalaca
rregui su vida pacífica. Hizo el viaje de Pamplona a Zaragoza, y en
esta inmortal ciudad fué agregado como simple voluntario al batallón
del Portillo el 8 de Julio de 1808. El batallón del Portillo formaba
parte de la división que mandaba D. Fernando Butrón, que estaba
compuesta de los regimientos de Extremadura, Granaderos de Pala-
fox, Fusileros del Reino, Infante D. Carlos, batallón ligero de
Carmona, batallón del Portillo, del Torrero, de Calatayud, el primero
(1) Peña o Ibáñez.—"Las guerras carlistas".
16
carlismo.es
242 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

y el segundo de Zaragoza, el de Cerezo, Cazadores de Cataluña, Gas


tadores, y segundo de Voluntarlos de Aragón, y se componía la di
visión, a fines de Diciembre de 1808, de 457 jefes y oficiales y 11.804
soldados. Le correspondió salir de Zaragoza para concurrir a la ac
ción de Tudela, de donde regresó con las demás fuerzas, después de
pelear triste Jornada, a la Ciudad de los Sitios. En una salida el 31
de Diciembre de 1808, Zumalacarregui cayó prisionero de los fran
ceses, pero pudo poco después escaparse y alcanzar su pueblo de
origen. De nuevo salió a campaña y se presentó al guerrillero D. Gas
par de Jauregui, conocido por el "Pastor", quien andando los tiempos
debió luchar contra él en la guerra civil. Jáuregui confió al nuevo
voluntario la plaza de secretario de campaña, concurriendo como tal
a las acciones de Azpiroz, Oyarzun, Tieba, Santa Cruz de Campezu y
el Carrascal, y más adelante, cerno oficial en el primer regimiento
de Infantería de Guipúzcoa, a las de Villarreal, Puente de Belascoain,
Unzue, Irurzun, Uretilla, Ataun, Azcoitia, Arechevaleta, Vergara, Lo-
yola, Villarreal de Zumárraga y Segura. En 1812 pasó a Cádiz con ob
jeto de alcanzar de la Regencia la confirmación de los despachos de
los oficiales de su regimiento, comisión que llevó a cabo felizmente,
habiéndole apoyado en aquel desempeño su hermano D. Miguel Anto
nio, que era diputado (1), y cuya vida fué, tanto política como
ideológicamente, diametralmentc opuesta a la de Tomás. Entonces fué
ascendido Zumalacarregui a capitán de dicho regimiento, por lo que
regresó al Norte, uniéndose a su jefe, con el que tomó parte en las
acciones de Descarga, Mendaro, Salinas y otras. Cuando el ejército
anglo-hispano-portugués, mandado por el duque de Wellington, avan
zó hacia la frontera, pasó al cuarto ejército, que mandaba el teniente
general don Manuel Freiré, y del que era Jefe de Estado Mayor el ma
riscal de campo don Estanislao Sánchez Salvador, formando parte de
la séptima división, compuesta de los batallones primero, segundo y
tercero de Guipúzcoa, con la que concurrió a ¡a memorable batalla de
San Marcial, el 31 de Agosto de 1813. Terminada la guerra, Zumalaca-

(1) Miguel Antonio de Zumalacarregui. Nació en Idriazábal en 1773. Fué


oidor en la Real Audiencia de Asturias, trasladándose a Cádiz durante la
guerra de la Independencia, donde fué nombrado diputado a Cortes con ca
rácter de suplente por Guipúzcoa, figurando en el grupo liberal. Retirado de
la política en 1814, volvió a la actividad en 1820, retornando a la inactividad
al triunfar las armas realistas en 1823. Adherido a Doña Isabel, fué Regente
de la Audiencia de Burgos en 1834; ascendió a ministro del Tribunal Supremo
de Justicia en 1836. Diputado por Guipúzcoa en 1837. Senador por Segovia
en 1841, ministro de Gracia y Justicia en 1342. Falleció en 1847. Era progresis
ta, y estuvo afiliado a la masonería.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 243

rregui quedó en el Ejército. Conocido su carácter, habiendo dado


muestras de su excelente instrucción, el capitán general de las Pro
vincias Vascongadas, don Carlos Arizaga, le confirió el cargó de ca
pitán archivero. En Agosto de 1815 pasó al regimiento de Infantería
de Borbón, donde permaneció hasta Julio de 1819. Pasó entonces al
regimiento de Infantería de Vitoria, y en Agosto de 1821, al de Infan
tería de las Ordenes Militares. Fué víctima de la persecución de los
constitucionalistas, y la firmeza de sus convicciones le atrajo la ene
miga del general López Bañes, que le separó del regimiento en que
prestaba sus servicios. Entonces se presentó al general Quesada, en
1822, cuando este jefe mandaba la División Navarra. El hecho ocurrió
el 22 de Agosto, en el pueblo de Almandoz, participando en la expe
dición de Aragón. Intervino entonces en las acciones de Benabarre
Tous, Barbastro, Bierge y Casbas, y, al regresar a Navarra, en la de
Nazar y Asarta, donde le fué confiado el difícil encargo de proteger .
con su batallón la retirada de las tropas de Quesada.
Después de la marcha de éste a Francia, sirvió el teniente coronel
Zumalacarregui a las órdenes del general O'Donnell, y luego con el
coronel Ladrón de Cegama, bajo cuyo mando actuó en la acción
de Muniain, donde hizo prodigios de valor en las inmediaciones del
puente. Allí se mantuvo hasta agotar sus soldados las últimas muni
ciones. Batióse en la sorpresa de Estella, y luego en el combate de
Abaurrea, en la victoria de Larrasoaín, y, por último, en la de
Vlllalba.
Al entrar el ejército auxiliar francés, mandado por el general Mo-
litor, Zumalacarregui formó parte del cuerpo expedicionario, y, abrien
do el camino, entró en la ciudad de Zaragoza. Estuvo encargado al
gún tiempo del asedio del castillo de Monzón, y, vuelto a las órdenes
del brigadier Ladrón de Cegama, batióse contra los constitucionalistas
del general San Miguel, en Tamarite de Litera, y de allí partió para
intervenir en el sitio de Lérida, hasta la rendición de esta plaza.
Terminada la campaña realista, se le reconoció su grado de te
niente coronel, y fué condecorado con la Cruz de la Fidelidad Mi
litar. Recibió el encargo de organizar un batallón ligero provisional,
compuesto de los restos poco homogéneos de la antigua División Real
de Navarra y, con sus proverbiales dotes de disciplinador y logista,
puso en pie el batallón, que por decreto del 25 de Abril de 1824,
se tituló Regirr lento de Infantería Voluntaria de Aragón, segundo
de Ligeros. El mando de la nueva unidad se le confirió luego a otro
jefe, y Zumalacarregui hubo de quedar en situación de licencia Illml
carlismo.es
244 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

tada en Pamplona. Poco después, el 9 de Marzo, se le confería e!


cargo de vocal de la Comisión militar de Navarra, por breve tiem
po, porque pasó a regir, como teniente coronel, uno de los regi
mientos de Infantería de Cazadores del Rey, primero de Ligeros que
guarnecía Huesca, pero se encargó del mando supremo del regimiento,
por encontrarse sin coronel, durante 14 meses. En 1828 fué trasladado
al regimiento de Infantería del Príncipe, y poco antes, en 1827, habia
recibido la Cruz de San Hermenegildo. Hallábase el regimiento de
guarnición en Zaragoza, y al regresar Fernando VII de Cataluña, en
la capital aragonesa se verificó un simulacro, en presencia del Mo
narca, y maniobró con tanta perfección el regimiento del Príncipe,
que el Rey felicitó al coronel, quien, pundonoroso y leal, contestó no
blemente, aunque no era forma acostumbrada, que quien habia traba
jado para tener aquel satisfactorio rendimiento de los soldados era
el teniente coronel Zumalacarregui.
El 10 de Febrero de 1829 fué ascendido al empleo de coronel, y
recibió el mando del regimiento de Infantería de Voluntarios de Ge
rona, en el que estuvo poco tiempo, pues pasó en el mes de Marzo
siguiente a Valencia, como inspector en comisión de los Inválidos. En
Noviembre de 1829 regresó a Madrid, para tomar de nuevo el mando
de su regimiento de Gerona. Asistió a los festejos que se hicieron
con motivo de las bodas de Doña María Cristina con Fernando VII.
tomando parte en unas maniobras militares, en las que pudo advertirse
su mano de organizador y conductor de hombres. Pero ya los liberales
sabían que no era de los suyos el coronel Zumalacarregui, y fué esto
lo bastante para hacerle víctima de una selección al revés, porque
quedó sin recompensa de ascenso entre los coroneles que habían figu
rado e Intervenido en Madrid en el alarde militar. Poco después
se le designó para tomar el mando del regimiento de Extremadura, de
guarnición en Valencia, y estuvo en la capital levantina, y de allí, con
su regimiento, pasó a El Ferrol. El capitán general de Galicia le con
firió el cargo de gobernador político-militar de la plaza. Su labor allí
para terminar con una sociedad de bandoleros y ladrones, tuvo gran
éxito. Pero los que se sintieron perjudicados en sus actividades ilega
les consiguieron hacer entrar en las tales sospechas de conspiración al
comandante de Marina don Roque Guruceta, simpatizante, por lo que
se vió después, con los cristinos. Fué una lucha porfiada del coronel
Zumalacarregui, intentando demostrar su lealtad, y el brigadier Gu
ruceta, dando pábulo a las injustas acusaciones. Habia intervenido,
para solucionar el conflicto, el capitán general don Nazario Eguia,
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 245

jero, sustituido éste, también como sospechoso, la nueva autoridad


ie Galicia, general Morillo, se inclinó por la opinión de Guruceta y
de los enemigos del coronel Zumalacarregui, destituyó a éste de su
mando y ordenó que pasara a Betanzos. Desde entonces, una gran
conflagración se organiza contra le rectísimo coronel: acusaciones
de Guruceta, acusaciones más fuertes todavía del inspector de Infante
ría general Llauder, que consigue anular el nombramiento para el
mando del regimiento de Africa, de Zumalacarregui, y, por último,
la mala fe y dilaciones del ministro de Marina, Ulloa, para sustanciar
el expediente que se le ha formado y que reclama con insistencia.
El asunto pasó al final al Consejo Supremo de Guerra, el cual falló
que la conducta del coronel habia sido la de un militar pundonoroso,
y que debía ser repuesto en el mando de su regimiento. Zumalaca
rregui, sin embargo, no fué repuesto, y se le opusieron mil reparos,
incluso el veto prohibitivo de que pudiera marchar a Pamplona y
allí esperar la reposición o nuevo nombramiento que se le debía,
conforme al fallo del Consejo de Guerra. Triquiñuelas y zancadillas
de baja estofa, a las que hemos hecho referencia anteriormente (1).
Hasta aquí los antecedentes de la vida militar del coronel Zuma
lacarregui, antes de su presentación en el campo carlista.
Zaratiegui, que estuvo en la campaña que entonces se abría, y Retrato
habia participado en la anterior, nos da el siguiente retrato del £u-
caudillo guipuzcoano: "Don Tomás Zumalacarregui era de estatura maia_
de cinco pies y dos pulgadas; tenía la espalda un poco ancha y algo carre_
torcida. De ordinario, no llevaba la cabeza muy erguida, y antes por
el contrario, cuando caminaba a pie,. marchaba con la vista fija en el ^*U1
suelo, como si fuese ocupado de una profunda meditación. Sus ojos
eran claros y castaños; el mirar, penetrante, profundo, como el del
águila; su tez, clara; su nariz, regular y el cabello castaño oscuro y
espeso; en sus últimos años empezaba ya a encanecerse, y lo llevaba,
por lo común, muy corto. La patilla, unida al bigote, favorecía en
extremo a su fisonomía, mostrándola tan singular como belicosa; nun
ca se veía en sus acciones, ni públicas ni privadas, cosa que desmintie
se aquel aire de imperio con que la naturaleza le había dotado. Zu
malacarregui hablaba poco y no reía mucho. Escuchaba con particular
atención a cuantos le dirigían la palabra, y, cuando daba audiencia,
era tan enemigo de dejar negocios pendientes ni de hacer esperar
a las personas (especialmente desgraciadas), que.se olvidaba hasta dé

(I) Tomo II, capítulo IX.


carlismo.es
246 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

comer. Jamás se sentó a la mesa hasta no haber oído al último de


los que deseaban hablarle. Así, con frecuencia sucedía que la comida
dispuesta para el medio día, le aguardaba todavía por la noche: esto
acontecía todas las veces que pasaba veinticuatro horas en su pueblo.
Sin embargo de haber residido en las principales capitales de España
ocupando el lugar brillante que le pertenece al jefe de un regimiento,
Zumalacarregui frecuentaba poco la sociedad. De él puede decirse
lo que Voltaire escribe de Carlos XII, Rey de Suecia: "Que este
retraimiento era efecto de que todo entero se entregaba a los traba
jos de la guerra". Mas no se crea por eso que cuando llegaba el caso
no sabía conducirse con aquella galantería tan propia de la oficialidad
española; al contrarío, era sumamente atento y urbano, y, por lo
mismo que no hacía alarde de ello, resaltaban más sus obsequios. Pro
fesaba un odio implacable al juego y a la mentira. Su mayor diversión
era la caza, siendo tal su pasión por ésta, que dedicaba siempre a
ella todo el tiempo que le dejaban libre sus ocupaciones. De este
ejercicio le provino sin duda aquella soltura y agilidad de miembros
que se le notaba, pues algunas veces, especialmente en invierno, hacía
a pie jornadas enteras. El carácter de Zumalacarregui se resentía con
facilidad de su temperamento bilioso, y, como el gran Condé, llevaba
a mal que se le contradijese. No obstante, tan pronto como era en
dejarse llevar de la impaciencia, y aun del enojo, encalmábase; los
testimonios que podríamos citar, aumentarían considerablemente este
volumen. Arrogante, como soberbio mientras daba muestras de al
tivez, ze abatía hasta ponerse a su nivel con los modestos, para in
fundirles el vigor que parecía habían perdido. Celoso por la religión
de sus abuelos, estaba muy lejos del fanatismo y de la hipocresía.
Trataba a todos según la moral de su conducta, y ni aun los ecle
siásticos, si estaban faltos de virtudes, hallaban en él consideraciones
particulares. Los talentos y la calidad de las personas eran tenidos en
gran aprecio por Zumalacarregui. Como su afán le conducía a ser el
primer actor de sus disposiciones, nada hay que extrañar que fuese el
artillero que daba fuego al cañón, el ingeniero que hacía los recono
cimientos, el polvorista que juntaba los mixtos, y hasta el cabo, sar
gento, capitán y coronel en sus funciones respectivas: los más minucio
sos detalles le llenaban la atención. Jamás expidió una orden u oficio
por escrito sin integrarlo por su propia mano y examinar antes la
inteligencia o capacidad del conductor, obligándole también a repe
tir palabra por palabra lo mismo que acababa de decir. Con tal ob
servador, ningún hombre de mérito podía estar algún tiempo confundí
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 247

do, ningún criminal impune, ningún adulador bajo otro disfraz. Al


contrario de lo que generalmente sucede, Zumalacarregui, conforme
crecia en gloria y reputación, iba deponiendo la gravedad de su as
pecto; y no sólo al último soldado, sino al mendigo más miserable,
se mostraba a toda hora accesible. La generosidad era en él una vir
tud innata, y la energía, la cualidad más sublime de su carác
ter" (1).
El escritor inglés Henningsen, que, como se sabe, estuvo en núes Zuma-
tra primera guerra con el insigne "Tío Tomás", lo describe con las si- laca-
guientes palabras: "No estará de más el agregar aquí en unas pocas rregui,
líneas un somero retrato que complete el grabado del frontispicio, que vjs(0
representa fielmente al Cid moderno, cuyo nombre será tan impere- r |QS
cedero como las montañas que fueron testigos de sus triunfos. En
histo
esta época era un hombre que se hallaba en lo mejor de su vida; te
riado
nía cuarenta y cinco años de edad y era de estatura media; pero, a
causa de la gran anchura de espaldas, su cuello de toro y su habitual res
encogimiento, cuyo efecto aumentaba la zamarra y chaqueta de piel
que siempre llevaba, parecía más bien bajo que otra cosa. Su perfil
tenía algo de antiguo; la parte baja de su cara estaba formada como
la de Napoleón, y el conjunto de sus facciones tenía algún parecido
con los antiguos bajorrelieves que se nos muestran como la imagen dé
Aníbal. Su pelo era oscuro, sin ser negro; sus bigotes se juntaban con
las patillas y sus oscuros ojos grises sombreados por espesas cejas te
nían una singular rapidez e intensidad en su mirada; su expresión era
pensativa y severa, pero cuando desfilaban ante él, su mirada pe
recía en un instante recorrer toda la línea de un batallón, fijándose
en tan corto tiempo en todos los detalles. Era siempre abrupto y bre
ve en la conversación, y, de ordinario, duro y severo en sus modales;
mas esto pudo ser efecto de los privaciones y peligros por los que
había pasado en su difícil lucha y de la responsabilidad que había to
mado sobre sí mismo. Yo he oído de gentes que le conocían bien
antes de ser jefe del Ejército, como también su viuda, cuyos testi
monios pueden considerarse, sin embargo, como demasiados parciales,
que él había cambiado mucho de carácter en los dos últimos años de
su vida. Fué siempre serio, pero sin esos repentinos accesos de pasión,
de los cuales más tarde era víctima, y también sin esa inflexible seve
ridad de porte que últimamente fué un rasgo notable de su caréete.
Los que han sufrido la penosa existencia de una guerra civil, como la

(1) Zaratiegui.—"Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacarregui".


carlismo.es
248 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

que durante dos años asoló el Norte de España, coincidarán conmigo


en opinar que las escenas de lucha y matanza, la muerte de sus partida
rios y la imperiosa necesidad de tomar represalias contra compatriotas
y a menudo aun contra amigos a quienes la violencia de la lucha ar
maba para un combate mortal, expuesto a las innumerables fatigas y
privaciones que le proporcionaban el calor del verano y el frío del
invierno, y el sufrimiento y peligro en el cual sus partidarios estaban
constantemente, más el peso de su responsabilidad, fué suficiente para
cambiar considerablemente, aun en tan breve tiempo, el carácter de
Zumalacarregui. Era muy raro verle alegre; muy a menudo se permi
tía una sonrisa, cuando guiaba a su Estado Mayor al lugar donde
las balas caían rápidas y abundantes a su alrededor, y, una vez alli,
observaba a sus oficiales y creía observar en el porte y aspecto de algu
nos de ellos, que oían el silbido de las balas como se oye una música
desagradable. Para él, el miedo era desconocido, y, a pesar de que
al principio se imponía, para ganar el afecto y confianza de sus rudos
partidarios, una conducta audaz, sobrepasó los límites de la pruden
cia y cometió tan innumerables actos de temeridad, que, cuando re
cibió una herida mortal, todo el mundo dijo que solamente por milagro
había decapado tanto tiempo a la muerte. Se sabe que ha cargado
más de una vez, a la cabeza de la tropa de caballería, espoleando,
en un estallido de pasión, el caballo blanco que montaba, y que
ha reunido en ocasiones él mismo a sus guerrilleros, dispersos, y los
ha conducido a la pelea. Su caballo era tal blanco para el enemigo,
que todos los de color parecido montados por algún oficial de su
Estado, eran muertos al cabo de tres meses; a pesar de que el suyo
siempre escapaba. Es verdad que en muchas ocasiones escogía bien
su momento, y decidía más de una victoria y salvaba a su pequeño
ejército en más de una retirada, por lo que parecía un acto de bra
vura temeraria. Su traje era invariablemente el mismo: la boina de
color escarlata vivo, tejida de lana de un tejido que parece paño, en
la forma de la representada en el grabado, sin una costura, y la zama
rra o chaqueta era de piel, de la piel negra de los corderos de merinos,
forrada con piel blanca, y un borde de terciopelo rojo con broches
dorados, y pantalones grises y últimamente rojos, y la chata y pesada
espuela española con rodejuelas triples y horizontales, originalmente
usadas por los caballeros para hacer sonar el pavimento cuando
ellos iban correteando por las calles vestidos con sus alegres atavíos. El
único adorno que él siempre llevó fué la borla de plata en su boina.
El conjunto ofrecía una escena nueva y pintoresca cuando andaba y
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 249

montaba, según su gusto, a la cabeza de su columna, con su Estado


Mayor, alrededor de cuarenta o cincuenta oficiales siguiéndole detrás,
y sus batallones desfilando por el camino de las montañas tan lejos
como la vista alcanzaba, con sus mosquetes brillantes y grotescos ata
víos. Las facciones originales y severas del general, su chaqueta de
piel, su boina, que parecia a lo lejos un turbante rojo, daban más
la idea de un jefe oriental que de un general europeo. Uno podia
imaginarse a Scanderberg a la cabeza de su ejército albanés, y, cier
tamente, sus partidarios semibárbaros no podian haber estado en plan
mucho más salvaje, en vestidos y apariencia, que los carlistas en la
primera campaña. A mí, Zumalacarregui, en sentimiento y carácter, asi
como también en sus modales y vestido, siempre me pareció como el
héroe de un siglo pasado. El era de una época espiritualmente alejada
de la nuestra, en la que los vicios y virtudes de la sociedad estaban más
profundamente marcados, y participaban de aquel firme entusiasmo de
la Edad Media; algo original y enérgico en sus facciones, parecía indi
car a un hombre formado para grandes y difíciles empresas. Se le po
día haber imaginado como uno de esos jefes que guiaban al pueblo
europeo a la guerra de Tierra Santa; poseía el mismo caballeroso
valor, inflexible severidad y fervor desinteresado (desinteresado en
cuanto se relacionaba con las cosas terrenas) que animaba a aquellos
luchadores religiosos que iban allí porque encontraban más fácil ga
nar el cielo con su sangre en los campos de batalla que por la peniten
cia y oración" (1).
Madrazo diseña al general en las siguientes líneas: "Zumalacarregui
era aquel hombre cuya sola aparición infundía aliento y derramaba
confianza. Su fisonomía expresiva y un si es o no severa, revelaba en
aquellos momentos todo el júbilo de su alma; sus negros ojos parecían
salírsele de sus órbitas, de placer, porque, al contemplar el entusiasmo
tan espontáneo y generoso, veía realizados sus sueños de gloria y
próximos a satisfacer sus deseos. Frisaba entonces en los cuarenta y
cinco años; era su estatura regular, y tenía desnivelados los hombros
por efecto de una caída; de tez morena y casi siempre pálida; pelo
negro, mirada perspicaz y centelleante, expresión triste por lo general
y pensativa, y con bigote a la espesa patilla, a la manera que lo usaban
nuestros antiguos guerrilleros, y, en especial, el célebre Empecinado,
y era en su conjunto imponente y a veces aterrador, conociéndose

(1) Hennigsen.—"Campaña de doce meses en Navarra y las provincias


Vascongadas con el general Zumalacarregui".
carlismo.es
250 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

muy a las claras en su figura y en sus modales que había nacido para
el mando, y que estaba predestinado para dirigir la suerte y poner 1
muy altas las esperanzas de un partido que tenía abatidas por el suelo
Aquellas indisciplinadas huestes habían de convertirse, a su impulso
y a su voz, en un ejército aguerrido y victorioso, a cuyo violento em
puje deberían vacilar por algún tiempo unas instituciones y un Trono
que contaba para su defensa con inmensos y poderosos ejércitos" (1).
El marqués de Mendigorria consideraba que "Zumalacarregui fué
bajo todos los conceptos un prodigio que nadie superó ni aún ha igua
lado" (2). Y hace así su elogio: "Aquel hombre extraordinario consi
guió en muy poco tiempo afirmar en su tropa la disciplina más rigu
rosa, y, haciéndose querer de los soldados, alcanzó de ellos y del
país el respeto, la confianza y el entusiasmo. Organizó con igual ha
bilidad y firmeza una caballería costosa, y dificilísima de obtener con
sus escasos recursos, y formó una artillería que en muchos casos le
bastó para rendir algunos de los fuertes atacados, cuando sus operacio
nes se desarrollaban en mayor escala." Antes de este tributo de res
peto al adversario, había escrito el mismo marqués de Mendigorria:
"Los que contra Zumalacarregui luchamos, reconocimos siempre sus
cualidades extraordinarias, y a nadie extrañará que yo las recuerde
ahora a grandes rasgos, rindiendo así Justo homenaje a una de las
figuras más esclarecidas de nuestra historia contemporánea" (3).
Ildefonso Antonio Bermejo, ya citado, se compadece así de la
suerte del general: "Varón digno de mejor fortuna y fin, y que, de
humilde lugar, con la grandeza de su corazón, con su valor e In
dustria, trabajó con guerra de tanto tiempo la grandeza de su Rey;
no le quebrantaron las cosas adversas, ni las prósperas le ensoberbe
cieron" (4).
Un militar erudito del Cuerpo de Infantería, y un militar y también
artista, del Cuerpo de Artillería, Francisco Barado y José Cusachs,
cuando publicaron su artístico e interesante "Cuadros y escenas
de la vida militar", no olvidaron la figura procer de Zumala
carregui: "Zumalacarregui estaba dotado de un profundo talento, un
alma enérgica y un carácter espartano. Abarcaba con mirada de águila
las circunstancias más complicadas, tenía extraordinaria sagacidad, valor
impasible, gran entusiasmo por la causa que defendía; conocía a fon-
(1) Madrazo.—"Historia Militar y Política de D. Tomás de Zumalaca
rregui".
(2) Marqués de Mendigorria.—"Mis Memorias Intimas".
(3) Marqués de Mendigorria.—"Mis Memorias Intimas".
(4) Bermejo.—"La estafeta de Palacio".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 251

do las condiciones topográficas del país vasco-navarro, las costumbres


y aficiones de sus naturales; sabía herir las fibras del corazón de sus
soldados, y estimularlos y enardecerlos con el ejemplo y con la
palabra. Era un hombre de hierro, nacido para dominar, y que,
sin duda alguna, colocado en más amplio teatro, conquistara fama
universal" (t).
Así, los que lo conocieron, como Zaratiegui (2) y Henningsen
(3), igual que sus adversarios, como el marqués de Mendigorria,
liberales o carlistas, todos se inclinaron con tributo de admiración
ante el gran caudillo guipuzcoano, el gran capitán del carlismo, y
estos juicios han prevalecido sobre las injurias y las infamias con que
intentaron mancillar su nombre sus enemigos.
Más tarde los literatos se han inspirado en este héroe genial,
llamándole "el Caudillo romántico" (4), o lo han trasplantado a

ll) Francisco Barado y José Cusachs.—"La vida militar en España".


(2) Juan Antonio de Zaratiegui y Celingueta. Nació en Olite (Nava
rra) en 1803. Alistóse en el ejército realista, siendo secretario del coronel
Ladrón de Cegama, y terminó la campaña dn c?pitán de Infantería. En Bar
celona estaba de guarnición, cuando le fué concedida licencia ilimitada, por
considerarlo afecto al Infante D. Carlos, pasando entonces a Pamplona, y
al morir Fernando VII ingresó en el ejército carlista. Fué el hombre de
confianza de Zumalacarregui, y durante la guerra se distinguió notablemente,
ascendiendo a mariscal de campo. Dirigió la expedición a Castilla en 1837,
y a su regreso, fué sumariado; volvió a ocupar el mando en 1839 y, no
habiéndose adherido al Convenio de Vergara, emigró a Francia, de donde
regresó por haberse acogido a la amnistía de 1849. Ascendió a teniente ge
neral isabelino, y en 1868 fué nombrado director general de la Guardia Ci
vil, cargo que desempeñó muy poco tiempo. Al ser destronada Doña Isabel
se ofreció a Carlos VII, quien le confirió cargo de responsabilidad en la
preparación de la tercera guerra civil, y falleció en Utrera en 1873.
(3) Carlos Federico Hennigscn, oficial inglés de origen hannoveriano.
Sirvió en el ejército carlista como capitán de lanceros hasta la muerte de
Zumalacarregui. Pasó a Inglaterra, donde trabajó activamente en pro de los
carlistas, organizando una sociedad para comprar embarcaciones y utilizarlas
en el Cantábrico en defenta de Carlos V, empleando el torpedo que había
inventado el inglés Thomson. Publicó entonces su célebre obra "The Most
strinking events of twelve months campaign with Zumalacarregui in Navarra
and Provinces Basques", para oponerse a la creación de la legión inglesa
en favor de Doña Isabel, obra que fué traducida al español, francés, alemán,
sueco y ruso. Más tarde peleó en el Cáucaso bajo las órdenes del famoso
Schamyl contra el ejército ruso. Viajó luego por Asia Menor. En 1849 sirvió
en el ejército húngaro en favor de la Independencia, a las órdenes de Kossuth,
distinguiéndose en la célebre defensa de Komorn. Emigró a los Estados Unidos,
entrando en el ejército de aquel país, donde gozó de gran autoridad en el
Arma de Artillería. De acuerdo con el famoso filibustero Walker, tomó parte
en la expedición a Nicaragua y, por orden de su jefe, destruyó la ciudad
de Nueva Granada. Después de la derrota de los filibusteros regresó a los
Estados Unidos, y después de ser fusilado Walker quiso ser el jefe del
filibusterismo yanqui; pero habiéndose declarado la guerra civil en la Re
pública norteamericana, tomó partido por los Estados del Sur y combatió
como brigadier contra los federales. Había nacido en 1815 y falleció en 1877.
(4) Benjamín Jarnés.—"Zumalacarregui, el Caldillo romántico".—Ma
drid, 1931.
carlismo.es
252 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

la novela, como el liberal Pérez Caldos, que, siempre lleno de pre


juicios lamentables contra las personas rezadoras, y, naturalmente,
contra los carlistas, se eleva de su propio sectarismo para alcanzar
más de cerca la talla moral del forjador del ejército de la Tradición
en el Norte y ofrecerle las admirativas alabanzas que, a modo de
florilegio, entresacamos de sus "Episodios Nacionales" (1).
Zuma- "...aparece andando con viveza, la boina azul de las comunes
laca- muy calada sobre el entrecejo, ceñidos los cordones de la zamarra,
rregui, botas altas, en la mano un látigo. Le precedían los perros de caza,
diseña blancos, con lunares canela, que olfateaban a los soldados y agrade
do por cían sus caricias. Era el general de aventajada estatura y regulares
carnes, con un hombro más alto que otro. Por esto y por su ligera
Pérez
inclinación hacia adelante, efecto, sin duda, de un padecimiento renal,
Galdós
no era un cuerpo tan garboso como debiera... Como en aquel tiempo
no circulaban retratos de celebridades, bien se explica que Fago no
tuviese conocimiento de la estampa real del caudillo, el cual era un
tipo melancólico, adusto, cara de sufrimiento y meditación. La firmeza
de su voluntad se revelaba más en el trato que a la simple contem
plación del rostro, y había que oírle expresar sus deseos, siempre en
el tono de mandatos indiscutibles, para comprender su temple ex
traordinario de gobernador de hombres, de amasador de voluntades
dentro del férreo puño de la suya... El rostro adusto y tostado, la nariz
fina, bien cortada y picuda, el entrecejo melancólico, el bigote negro,
que enlazaba con las patillas recortadas desde la oreja, el maxilar
duro y bien marcado bajo la piel. Su voz era un tanto velada. El mi
rar, grave, sin fiereza en aquel momento.
"...Bien podía denominarse aquel movimiento procesión mi
litar, porque el afortunado guerrero del absolutismo llevaba con
sigo el Santo, para que los pueblos lo fueran besando, unos tras
otros, al paso, con religiosa y bélica fe, acto que se efectuaba con suma
presteza, aquí te tomo, aquí te dejo, conforme a la táctica de un
ejército formado, instruido y aleccionado diariamente en la movili
zación prodigiosa, en las marchas inverosímiles, cual si lo compusie
ran, no ya soldados monteses y fieros, sino leopardos con alas. Que
estos llevaban en volandas a la tortuga, no hay para qué decirlo. Mos
traban su ídolo a los pueblos, y el entusiasmo en que éstos ardían
era un excelente botín de moral política, que robustecía la moral
militar...
(1) Pérez Galdós.—"Zumalacarregui". Más reciente es la novela de
Rafael Pérez y Pérez "La Niña de Ara".
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 253

"Maestro sin igual en el gobierno de las tropas y en el arte de


construir con hombres formidables mecanismos de guerra, daba cada
día a su gente faena militar, para conservarla vigorosa y flexible. De
continuo la fogueaba, ya seguro de la victoria, ya previendo la reti
rada ante un enemigo superior. ¿Qué le importaba esto, si su cam
paña, a más del objetivo inmediato de obtener ventajas aquí y allí,
tenia otro más grande y artístico, si así puede decirse: el de educar
a sus fieros soldados y hacerlos duros, tenaces, absolutamente con
fiados en su poder y en la soberana inteligencia del jefe?... Movido de
la idea, guiado por su poderosa inteligencia y conocimientos del arte
guerrero, iba trazando, con garra de león, sobre aquel suelo ardiente,
un carácter histórico... ¡Zumalacarregui, página bella y triste! España
la hace suya, así por su hermosura como por su tristeza...
"Aún nó había visto al afamado guerrero, al organizador genial
que, de gavillas indisciplinadas, hizo formidables batallones; al que
con su extraordinaria pericia había tenido en jaque a las tropas de
la Reina, mandadas primero por Sarsfield, después por Quesada y
últimamente por Rodil. En la mente del clérigo (Fago), la figura del
héroe de aquella guerra se agigantaba de tal modo, que con su anhelo
de vefle de cerca y hablarle y oírle, se confundía el temor de que
tan grande y gloriosa figura se le deslumhrase al pasar de la ilusión
a la verdad...
"...—Pero este señor general, ¡qué poco se cuida de su salud! —
dijo, de buenas a primeras—. Pidió la comida a las doce, y son ya
las dos... Ayer fué lo mismo; en conferencias y visitas se pasó la
tarde, y a las seis le servimos el puchero. No gusta de hacer esperar
a nadie. Todo el mundo por delante, y él el último.— Pone toda
su atención en los asuntos de la guerra— indicó Fago, disimulando
sus pocas ganas de palique—, y no se acuerda de las necesidades
corporales: es todo espíritu, y su descanso es un continuo trabajar...
"...Zumalacarregui, dotado de una movilidad prodigiosa, tan pron
to se le aparecía junto al Pirineo, como en la frontera de Alava. Con
rapidez más propia de aves que de hombre, se presentaba en la Ri
bera cuando le perseguían en Borunda. El ejército de la Reina, más
numeroso que el carlista, érale inferior en agilidad, quizás por su
mayor fuerza y extensión. Faltábale una cabeza superior, un pastor
de tropas que supiera conducirlo por los laberintos de aquella fortale
za ingente, Navarra, constituida por Dios para la guerra civil. La cabeza
no parecía... Se comentaban los combates de Fuenmayor y Ulzama,
como una prueba más de las innegables dotes estratégicas del general
carlismo.es
254 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO 1

de Don Carlos... Para frustrar este plan grandioso necesita don Tomás
discurrir alguna diablura, y bien pudiera ser que la discurriese. Le
conozco, es tremendo: nada se le escapa, y, contra la lógica de los
demás, tiene él la suya, que es la lógica madre...
"Zumalacarregui, que sabe mucho, pero mucho, nos deja meter
nuestros veinticinco batallones en la Sierra, y él acampa tan tranquilo
en los pueblos de abajo, confiando en que pasaremos el tiempo mi
rando a las estrellas, pues la mayor parte de las tropas que van
peñas arriba no pueden hacer otra cosa. Verás cómo no pasa la
mañana sin atacarnos por la retaguardia... Y todo ese ejército que
anda a gatas por los montes, ¿de qué nos sirve?... Los grandes ejérci
tos son para operar en el llano. La guerra de montaña tiene su táctica
especial, que en este caso no he visto aplicada... Puntualmente se
ajustan los hechos a lo que el capellán pensaba... Caían soldados de la
Reina sin cesar... Córdova y el barón del Solar defendían sus vidas
como el último de los soldados... Lo peor de aquella tremenda jornada
era que los cristinos no encontraban ningún apoyo en el país... Ha
bía que esperar los hechos, subordinando todo plan a lo que resultase
de los del enemigo, por lo cual, el verdadero director de la campaña
era Zumalacarregui, como jefe de un ejército dueño absoluto del pais
en que operaba y de todo el paisaje navarro... Zumalacarregui reapa
reció en una altura formidable, donde les hizo más bajas... Y lo peor
era que al día siguiente tendrían que sostener nuevos encuentros,
pues el carlista no cejaba: quería recoger todas las ventajas de su
victoria y acosar hasta en su último refugio a las heroicas cuanto des
graciadas tropas de la Reina...
"La causa de Don Carlos tuvo aquel día (el de la salida de Zu
malacarregui de Pamplona, para incorporarse a los carlistas); tuvo
aquel dia lo que le faltaba : una cabeza. Luego veremos cómo y cuándo
esta grande y noble cabeza se perdió para siempre...
"Caudillo de un poderoso ejército, apóstol de una causa formida
ble, moría en una absoluta pobreza, y hasta le faltaba ropa militar
con que pudieran amortajarle conforme a su categoría. De lo que
a cuenta de sus pagas le dió Mendigaña al salir de Bilbao, poco se
encontró en sus bolsillos: ¡Casi todo lo había empleado en gratificar y
obsequiar a los granaderos que le transportaron en hombros desde
la plaza en mal hora sitiada!"
Hasta aqui entresacados, al azar, aspectos personales y de am
biente, unos imaginativos, otros históricos, que Galdós apunta en su
novela.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 255

La musa popular le ha cantado y sigue cantando. En la guerra


de 1936-39, las trincheras de los nacionales, que llenaron los nietos
de los voluntarios del "Tío Tomás", sirvieron de tornavoces para
difundir por el campo enemigo el nombre legendario del gran general.
Entre los poetas que han compuesto loanzas al recuerdo de Zumala-
carregui citaremos a Antonio Valbuena, más conocida como gramá
tico y crítico:

"Alza, caudillo vencedor, la frente


coronada de lauros de la guerra;
rompe la tumba, corazón valiente
y deja que te cuente
amargas novedades de tu tierra.
Y, lay, cuán amargas! El fatal momento
último de tu vida
fué primero de angustias y tormento
de mi patria querida. .
¡Mal haya, amén, la muerte aborrecida
que al medio cortó fiera
tu espléndida carrera,
del Rey y de los buenos esperanza!
¡Malhaya de tu plácida primera .
fortuna la mudanza !
¡Y malhaya la estrella
que a la leal Vizcaya
ahí te llevó para caer con ella!
¡Malhaya el plomo que te hirió, malhaya!

Copioso es el anecdotario de Zumalacarregui. Los extranjeros


que sirvieron en el ejército carlista del Norte no le van a la zaga a
los mismos españoles en el relato de episodios que ellos vivieron o
bien que recogieron de sus protagonistas. Particularmente Henningsen
(1) y Sabatier (2), refieren numerosos casos. También recogió mu
chos Madrazo (3). Nos detendremos particularmente en algunos que
cuenta Zaratiegui:

(1) Henningsen.—"Campaña de doce meses en Navarra y las Provincias


Vascongadas con el general Zumalacarregui".
(2> SDbatier.—"Tío Tomás".
(3) "Historia Militar y Política de D. Tomás de Zumalacarregui".
carlismo.es
256 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO
Anee-
"Desde la ventana del alzamiento observó cierto día Zumalaca-
rregui, estando en Aserta, que una mujer anciana, vestida con una
de Zu- sava andraj0saj y acompañada de un joven de quince años, le miraba,
mala- arrimada a la pared más vecina, como si intentara explicarle con los
carre- 0j05 lo que por timidez no se resolvía a decir la lengua. El general,
gui que era demasiado buen fisonomista para conocer luego a los que le
buscaban, ordenó a un ayudante le preguntara si deseaba alguna
cosa —Hablar a S. E. dos palabras, si se puede— dijo la buena mujer.—
Que suba— contestó Zumalacarregui desde la ventana. Conducida con
el muchacho a su presencia, habló así: "Yo soy, señor, una pobre
viuda y venía a ver si quería V. E. tomar este chico como voluntario,
el cual es mi tercer hijo, y me está molestando todos los días con
que quiere estar en compañía de sus dos hermanos, que sirven en el
primer batallón de Navarra. Por dos veces se me ha huido de casa
para sentar plaza, pero, como es tan joven, los comandantes no
quieren admitirlo."— Id y traedme vuestros dos hijos— replicó Zumala
carregui. Vuelta después la mujer con los tres, conmovido el ánimo
del general con la consideración del desamparo en que iba a quedar
la madre, trató que uno de los dos primeros se volviese con ella, para
sostenerla con su trabajo; mas ellos vieron su razón y se mantuvieron
inquebrantables: la madre tampoco quería exponer a los hijos, por
que, ya comprometidos, era fácil que al que fuera le prendiesen los
cristinos. Entonces Zumalacarregui dióle una gratificación a la mujer,
señalándola también una modesta pensión, que debería recibir men-
sualmente. Además, mandó al comandante de su guardia que, al salir
la madre, acompañada de sus tres hijos, se le hiciesen los mismos
honores que a él. De esta manera creyó Zumalacarregui honrar a
aquella persona andrajosa" (1).
Si vemos en esa anécdota cómo honraba a los humildes, vea
mos una prueba de su generosidad: "Una madre que habla sido expul
sada de Peralta, villa dominada por los cristinos, seguía con los tiernos
hijos a las espaldas la marcha de uno de los batallones de Navarra,
en que servía su marido como simple voluntario. Habiéndola encon
trado Zumalacarregui cierto día, le preguntó quién era, y por ella
supo las circunstancias que refería. "Tomad, le dijo, estas monedas;
fijáos en uno de esos pueblos, y en adelante acudid vos a vuestro marido
todos los meses y recibiréis lo mismo." Con esta providencia y otras
semejantes, vino Zumalacarregui a gravar su bolsillo particular, sien-

(1) Zaratiegui.—"Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacarregui".


j
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 257

do así que no tenía otros bienes ni riquezas que los 2.500 reales de
vellón que tomaba mensualmente por vía de sueldo (1).
Otro ejemplo de caballerosidad: "Un jefe de los principales del
ejército crístino había abandonado hacía tiempo a su anciana es
posa, cuyas virtudes eran, de muchos años antes a la época que refe
rimos, conocidas de Zumalacarregui. Mientras éste era perseguido por
su marido, la suerte le condujo al pueblo donde la infeliz lloraba su
abandono, sepultada en un rincón, abandonada de todos Así que
llegó, la fué a visitar y la consoló, obligándola al mismo tiempo a
recibir la cantidad de que podía socorrer con ella, en parte, su ne
cesidad (2).
De cómo trataba a su gente muestras son las siguientes anécdotas:
"No teniendo Zumalacarregui más ropa que la que llevaba puesta, se
mandó hacer, en tiempo que la guerra era muy activa y el frío grande,
una casaca de paño; el sastre que la hizo acababa de traerla y de re
cibir el valor de ella, cuando, asomándose el general a la ventana
de su alojamiento, advirtió el mal estado en que, por falta de vestido,
se hallaba el capitán don Carlos L..., de nación francés. Llamóle enton
ces por su nombre. Zumalacarregui le hizo probar la nueva casaca, y,
viendo que le venía bien, le despidió con ella, quedándose él en el
mismo estado que antes (3).
Es de este mismo oficial, a nuestro entender, del que se refiere la
anécdota que sigue: "Lacour, al ir a dar cuenta de lo que hizo (se
refiere a una sorpresa en Ormaiztegui), encontró a Zumalacarregui
almorzando; éste le invitó con insistencia a que le acompañase, y en
salzó su valor, mientras le animaba a hacer honor a su comida. "Co
mo ya he bebido una pinta de coñac— dijo Lecour— para librarme del
rocío de la mañana (comer sin beber es un trabajo muy árido),
di al vecino que la fortuna colocó más cerca una palmada en la es
palda, como diciéndole: denos usted algo para beber, amigo..." Era
el general Guibelalde. Imaginándose él que yo no le conocía, me
!o diio después en otra ocasión: pero como Zumalacarregui se sonreía
al mirarme, naturalmente, todo salió de perlas." Lacour es favorito de
todos nosotros— observó uno—; él es quien apresó a cuatro hombres y
jn cabo en Vitoria. Lacour es un verdadero soldado— dijo el gene-
ai.— "Sí, general— replicó éste—; Lacour por aquí, Lacour por allá,
ruando haya algo que hacer; pero cuando hay que cambiar una cha-

<1) Zaratiegui.—Obra citada.


(2) Zaratiegui.—Obra citada.
(3) Zaratiegui.—Obra citada.
17
carlismo.es
258 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

rretera del hombro izquierdo al derecho, entonces no hay Lacour."


—"Me he ocupado de usted; debe tener usted un poco de paciencia:
se envió ya al Rey su nombramiento de subteniente."— Hace tiempo
que se halla en poder del Rey, observó secamente el abanderado. Zu-
malacarregui, que se daba cuenta de la verdad de esa observación,
dijo algo aparte a su secretario, y a la noche siguiente recibió su
nombramiento y diez piezas de oro para que las distribuyera entre sus
hombres" (1).
Por último, atemos con estas tres que siguen el ramo anecdótico:
"Zumalacarregui, como todo cazador, tenía gran afición a los perros,
y una persona esperó complacerle haciéndole presente de un hermoso
dogo. Al descender una vez del pueblo de Madoz, pasando por entre
uno rebaño, el perro, que como descubridor precedía al caballo de
Zumalacarregui, hizo presa de una oveja de modo que la mató; el
general entonces sacó una de sus pistolas del arzón, y, disparando, no
pudo acertar a herirle, pero mandó a los ordenanzas que lo matasen
con las lanzas, y así lo ejecutaron. Los que acompañaban al general,
creyendo o juzgando por su afición al perro, que se arrepentiría en
breve de esta orden, le pidieron gracia; pero Zumalacarregui les res
pondió: "La muerte de una oveja, en parte es subsanable pagando su
valor al dueño, como ahora lo haremos, pero si mañana el perro hi
ciese lo mismo (según me lo persuade de su índole) con una persona,
díganme ustedes, ¿cómo lo compondremos...?" (2).
"Castigaban a un voluntario con doscientos palos por el robo de
una gallina encontrada en su morral. Sufrida ya la pena, el paciente,
con semblante alegre y familiar, dijo a Zumalacarregui: "Si V. los
perdona, yo diré quiénes robaron la gallina y después la pusieron
en mi morral.— No, amigo, contestó el general; es mejor que lo calles,
ya que has sufrido la paliza. Sin embargo, digno pareces de galardón
por el servicio que hiciste a la amistad, y, supuesto que ya es impo
sible librarte del dolor de los palos, a lo menos toma esta moneda
para que bebas un trago. Y le dió una pieza de oro." (3).
De la fidelidad con que le servían recogemos este último hecho:
"En cierta ocasión, de resultas de un descuido de uno de estos agentes
secretos, Zumalacarregui mandó se le diesen doscientos palos y echa
sen del campo carlista. La noche siguiente al día en que se verificó este

(1) Hcnningsen.—"Campaña de doce meses en Navarra y las Provin


cias Vascongadas con el general Zumalacarregui".
(2) Zaratiegui.—"Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacarregui".
(3) Zaratiegui.—Obra citada.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 259

castigo, llamó el general a los otros confidentes, y, aunque conocía


bien la lealtad de aquella gente, no pudo dejar de admirarse al ver
entrar con ellos al que había sido castigado. ¿Pero desconocía éste la
generosidad de su general? Ciertamente que no. Otro, en lugar de
Zumalacarregui, hubiera temido el volverle a su confianza. "Descansa
tú esta noche (le dijo. para consolarle), porque mañana debes salir
a una comisión importante, que tú solo puedes desempeñar. Con estas
solas palabras, dichas en presencia de los demás compañeros, el con
fidente se consideró satisfecho de la humillación de los palos, y con
lágrimas en los ojos se retiró a dormir." (1).
Es curioso que, conociendo tanto de Zumalacarregui, no se conoz
ca en realidad un retrato del natural del insigne caudillo carlista.
No se puede precisar con exactitud lo bien fundado de los que señala
Carrasco (2) como existentes en Sevilla y en casa de un pariente de
Zumalacarregui, pero sí sabemos que la mayoría de los que se han
reproducido en libros y revistas son ellos producto de composiciones
artísticas según los relatos hechos de palabra o por escrito por ami
gos o gente de pluma que lo trataron. 5uen número de reproduccio
nes que se han popularizado fueron debidas al artista italiano Ma
gues, quien reconoce lealmente que su estancia en el cuartel general
de Carlos V fué posterior a la muerte de Zumalacarregui (3).
Sobre las ideas de Zumalacarregui dice Echave Sustaeta: "Zuma
lacarregui era un fuerista entusiasta. ITal maestro había tenido en la
materia! Sabido es que el sindico del Reino de Navarra entonces era
el ilustre abogado don Angel Sagaseta de Ilurdoz, hombre competen
tísimo en materias forales, fuerista hasta la medula de los huesos.
Pues bien; Zumalacarregui era pariente de Sagaseta, y asistía diaria
mente a su tertulia." (4). El autor que acabamos de citar se apoyaba
en la autoridad de Olóriz, quien dice que a casa de Sagaseta "concu
rría, entre otras distinguidas personas, su pariente el coronel don To
más Zumalacarregui, y en ella, a título de caritativo amparo, se hos
pedaba el capitán Zaratiegui, a quien, por sus ideas realistas, habían
dejado sin empleo los partidarjos de la libertad de pensamiento." (5).
En la acentuación del apellido de Zumalacarregui seguimos la
regla de pronunciación guipuzcoana, que es considerar la palabra co

cí) Zaratiegui.—Obra citada.


(2) Carrasco y Sayz.—" Icono-Biografía del generalato español".—Ma
drid, 1901.
• (3) Magues—"D. Carlos et se? defenseurs".—París, 1837.
(4) Echave Sustaeta.—"El partido carlista y los fueros".
(5) Olóriz.—"Navarra durante la guerra de la Independencia".
carlismo.es " 7

260 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

mo llana. Hemos creído que lo lógico y natura] era conservar, en


esta acentuación, la del genio de la lengua euskara. Juzgamos, sin
embargo, que se puede pronunciar esdrújulo o llano, indistintamente,
como ocurre con el apellido Lizarraga. Conserva Casariego el acento
en sus notas a Madrazo, aunque dice que "el apellido Zumalacárregui
se pronuncia como llano en muchas comarcas de Euskalerria, con
virtiendo en "s" la "i" inicial." (1). La edición de Zaratiegui tam
bién conserva el acento (2), y muy modernamente Oyarzun (3)
ha seguido esta costumbre, que es, sin duda, la más generalizada fuera
del país vasco-navarro. La mayoría de los folletos y periódicos del
tiempo en que vivía Zumalacárregui lo escriben sin acento, modalidad
que también siguieron los autores de la "Galería Militar Contempo
ránea" (4). De entre los más recientes. Peña (5), también se decide
por la forma eúskara, aunque García Sanchíz (6), persiste en la acen
tuación esdrújula.
Tal era el hombre que la historia nos describirá después como
el mayor y más esforzado paladín de la causa de la Tradición espa
ñola en los campos de batalla.
Zuma- Hemos dicho que el coronel Zumalacárregui había salido de
laca- Pamplona para marchar a reunirse con los carlistas levantados en.
armas. De la capital navarra fué a Huarte-Araquil, donde se reunió y
rregui
conferenció durante el primer día, a nuestro entender, el 1 de No
en el
viembre, con don Luis Mongelos y don Pedro Miguel Irañeta, vicario
^e aquella localidad. Al día siguiente llegaron al valle de Berrueza, y.
carlista probablemente el 5, ó a lo más tardar el 6, a Piedramillera, lo que
explica que no asistiera Zumalacárregui a la reunión convocada en
Aguilar de Codes, que es lo que induce al P. Risco o suponer que la
salida de Pamplona del jefe carlista fuese el 6 ó 7 de Noviembre.
El comandante Iturralde conferenció con Zumalacárregui sobre
la situación en que se hallaban los carlistas; le debió contar la re
unión de jefes que dió por resultado el nombramiento de la Junta
de Navarra, y como era preciso organizar los voluntarios que se pre
sentaban, equipándolos y armándolos, dispuso que Zumalacárregui, fun-

(1) Casariego.—En notas a la edición de Valladolid, 1941. de "Histor.a


Militar y Política de D. Tomás de Zumalacárregui", por Madrazo.
(2) Zaratiegui.—"Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacárregui".—Ma
drid, 1943.
(3) Oyarzun.—"Historia del carlismo".—Madrid, 1939.
(4) Madrid. 1346.
(5) Peña e Ibáñez.—"Las guerras carlistas".—San Sebastián. 1940.
(6) García Sanchiz."—Del robledal al olivar. Navarra y el carlismo
San Sebastián, 1939.

I
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 261

to con los miembros de la Junta Navarra, Marichalar y don Martin Luis


de Echevarría, a los que se agregaba el comandante don Juan Manuel
Sarasa (1), pasaran a las Vascongadas a solicitar los recursos de gue
rra que necesitaba para proseguir la campaña.
Los comisionados fueron a Vitoria, donde se entrevistaron con el
coronel Varástegui, presidente de la Junta de Alava, y, a pesar de las
insistencias de los navarros, no pudieron obtener lo que pedían, sin
duda porque la situación de los alaveses no permitía hacerlo, pues ya
por aquellas fechas debía suponerse en conocimiento de los carlistas de
Vitoria la intención del Gobierno cristlno de recuperar esta ciudad.
Verásteguí parece que ofreció a Zumalacarregui un mando en
tre los carlistas alaveses, y, al decir de Zaratiegui, lo rehusó el jefe
recién incorporado, por no querer sujetarse al mando del segundo
jefe alavés, que era el brigadier Uranga. Fracasada la gestión en Vito
ria, marcharon los comisionados a Bilbao, donde se parlamentó con el
marqués de Valde-Espina y el brigadier Zabala, sin obtener mayor
éxito, aunque aquí las ofertas fueron aún más insistentes para que Zu
malacarregui se incorporara a los vizcaínos. Como se ve, la cronología
imprecisa de esta época de la vida de Zumalacarregui se va poniendo
más en claro. Hemos de suponer que entre el viaje y las conferencias
de la dicha Comisión transcurrieran seis o siete días, y el regreso al
cuartel general de Iturralde se debe colocar hacia el 12 ó 13 de No
viembre.
Al regresar los comisionados a Navarra llevaban unos días de
contacto personal con Zumalacarregui, y es natural que éste, a pesar de
su carácter reservado, hubiera expuesto a sus compañeros las ideas
que tenía sobre el estado de la guerra y sobre lo que convenia hacer.
Así es que los emisarios debieron cambiar impresiones con sus compa
ñeros de Junta, y Sarasa, con los que eran del Arma, y se dedujo la
conveniencia de que fuera Zumalacarregui quien se encargara del man
do de Navarra, primero, por mayor graduación, y, después, por sus
calidades personales y militares. También debió influir el haber visto
que tanto los alaveses como los vizcaínos habían pretendido adquirir la
valiosa cooperación del ya famoso coronel. Se tropezaba con la difi-

(1) Juan Manuel Sarasa.—Era navarro y se había distinguido durante la


guerra de la Independencia y luego en la campaña realista de 1931 a 43;
residía en Roncesvalles, donde se había retirado de comandante cuando se
sublevó por Carlos V. ascendiendo a mariscal de campo por sus méritos en
la primera guerra. No se adhirió al Convenio de Vergara, por lo que emigró
a Francia, de donde regresó en 1849, acogido a la amnistía.
carlismo.es
262 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

cuitad de que el coronel Eraso, que estaba en Francia, tenia un nom


bramiento, al parecer de Carlos V, y era, a su vez, de mayor antigüedad
en el grado y empleo que Zumalacarregui, y también, y no era poco,
que Iturralde que al fin y al cabo venía desempeñando las funciones
desde la jornada aciaga de Los Arcos, se sentiría molesto de resignar
su mando en el recién llegado. Ambos debían haberse conocido en
la guerra de la Independencia, y más particularmente en la campaña de
1823. Se podía suscitar una división, que causaría daño a unas fuerzas
que estaban en estado de organización embrionaria, y que, más que
por conveniencias generales, podían llevarse por simpatías personales.
La Junta hizo una indicación al comandante Iturralde, pero éste no
la atendió, pretextando que si Zumalacarregui tenía mayor grado que
él en el Ejército, él, Iturralde, era más antiguo en el campo carlista, y,
probablemente, alegó que le correspondía el mando a Eraso, que se
esperaba volviera a Navarra por aquellos días.
Así las cosas, el 14 de Noviembre se reunieron en Estella los miem
Nom
bros de la Junta, Echevarría y Marichalar, es decir, los dos que fueron
bra con Zumalacarregui a las Provincias Vascongadas, y algunos jefes, al
miento frente de los cuales estaba Sarasa, que era, a su vez, el segundo de
de Iturralde; acordaron dirigirse a Iturralde para que éste cediera el
Zuma- mando interino hasta la vuelta de Eraso en favor de Zumalacarregui, y,
laca- a lo que parece, Iturralde no aceptó. Entonces Zumalacarregui, con
rregui vencido de las dificultades que se iban a crear a Navarra, decidió,
para para evitar escisiones, marchar a Bilbao y aceptar la oferta que le
coman había hecho el marqués de Valde-Espina. Esto, según el P. Risco, ya
dante que Zaratiegui afirma que Zumalacarregui pretendía ponerse a las ór
general denes del coronel Varástegui.
de Na Sea como sea, cuando Zumalacarregui montó a caballo, y com
prendieron sus afectos que estaba dispuesto a emprender la marche,
varra
decidieron dar un golpe definitivo en pro de sus proyectos. El co
mandante Sarasa le obligó a desmontar y esperar en el alojamiento,
prometiéndole poner por sí mismo pronto remedio a todo, sin alterar
en lo más mímino el orden. Mientras Zumalacarregui quedaba asi,
como detenido, los oficiales reunieron las compañías que se hallaban
alojadas en la localidad, y las condujeron al campo de los Llanos, si
tuado entre Estella y el río Ega. Ante aquellas fuerzas formadas, el
camandante Sarasa compareció, desenvainó su espada y en alta voi,
habiendo ordenado echar armas al hombro, les dirigió las siguientes
palabras: "Voluntarios, en nombre del Rey nuestro Señor D. Carlos V,
se reconocerá por comandante general interino de Navarra al coronel
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 263

don Tomás Zumalacarregui." El nuevo Jefe fué avisado, para que se


presentara en el campo; mandó, según el uso, descansar sobre las ar
mas, y se dio a conocer de todos, pasándoles revista. Después hizo que
se formasen en varios circuios los batallones, y, puesto en medio, se
entretuvo largo rato hablando con los soldados. Según Zaratiegui,
testigo presencial y amigo íntimo de Zumalacarregui, al que seguimos
en este relato, dijo a los allí reunidos: "Voluntarios: desde mañana
es imposible daros los dos reales de prest, como se ha hecho hasto
ahora. La escasez que tenemos de fondos no permite hacer por vos
otros todo aquello que quisiéramos. Los únicos recursos con que con
tamos para proseguir la guerra son los que ofrece el país, y, de éstos, la
mayor parte, se han consumido ya. Por lo tanto, os hago saber que en
lo sucesivo no se dará de paga más que un real de vellón diario, en
vez de los dos que os tenían prometidos; y en esta misma proporción
se satisfará el sueldo a todas las otras clases. Si después del arreglo que
procuraremos introducir y de nuestras diligencias adquiriésemos ma
yores fondos, debéis esperar que se os aumentará la paga; mas, por
ahora, es preciso renunciar a los dos reales diarios." Después prosiguió
instruyéndoles en la manera de cuidar las armas, en la constancia con
que debían ahora defender la causa del Rey legítimo y en la Religión
católica, y, por último, les inculcó en sus ánimos Jos tiempos difíciles
que deberían soportar ante las fatigas, peligros y persecuciones del
enemigo.
Mientras esto ocurría en el campo de los Llanos, el comandante
Sarasa dispuso que uno de los capitanes fuese con su compañía al
alojamiento del comandante Iturralde, y que, tanto éste como el miem
bro de la Junta don Juan Echevarría permanecieran arrestados, a dis
posición del nuevo Jefe. Pero Zumalacarregui, gran psicólogo, no man
tuvo estas disposiciones: Echevarría permaneció en la Junta, e Iturral
de fué reconocido como segundo Jefe del comandante general de
Navarra.
El mando de Iturralde había terminado. Duró cortas semanas, y,
sin embargo, a él se debe aquel comienzo de organización de compa
ñías navarras, asi como la constitución de la Junta. Durante su tiempo
se habían levantado en armas en el centro y parte oriental de Navarra,
Sarasa, Ripalda y Marichalar, y en el Baztán lo hicieron Echevarría, Sa-
gastibalza e Irañeta.. No fué rencoroso Iturralde, sino que sirvió con
lealtad a Zumalacarregui, sea porque comprendió lo desairado que iba
a quedar si resistía, sea que reconoció la superioridad genial de Zuma
lacarregui. Cuando más tarde el general Quesada intente desunir a
264
carlismo.es
MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

los carlistas, para sembrar la cizaña en el campo legitimista, pensará


en Iturralde: y si faltas tuvo al openerse al nombramiento del coronel
guipuzcoano, hemos de reconocer y proclamar que en su lealtad no
titubeó y se mostró fiel a los dictados de su honor y al respeto y ad
miración que le inspiraba su Jefe.
Quedaba, sin embargo, todavía la cuestión del coronel Eraso, ya
que éste era, efectivamente, el comandante general de Navarra e Itu
rralde sólo ejercía accidentalmente el mando. Como vemos, Zumalaca-
rregui lo obtiene también con carácter interino. ¿Aceptará Eraso lo
que acaba de ocurrir? No tardó mucho en conocerse el pensamiento y
voluntad de Eraso. Por escrito lo comunicó en el momento de regresar
de Francia; escrito que es para él un timbre de honor, y, si hace
resaltar su figura, no menos resalta la de Zumalacarregui. Por esto debe
rechazarse— y, si se acepta algo, ha de ser con mucha reserva, para
evitar errores— la suposición de Llanos (1) de que Eraso estuvo
conspirando contra Zumalacarregui. El conjunto de afirmaciones de
este escritor, que trataba la guerra de los Siete Años con el apasiona
miento de justificar las querellas del partido carlista cincuenta y cinco
años más tarde, ha de ser puesto a beneficio de inventario. El escrito
de Eraso decía lo siguiente: "Convencido de lo mucho que interesa
el mejor servicio del Rey nuestro Sr. D. Carlos V, el que continúe en
el mando de comandante general de este Reino, don Tomás Zumala
carregui, ordeno a las tropas que le reconozcan como tal y que a
mí me tengan como segundo.— Eraso."
De esta decisión de Eraso resultaba que Iturralde dejaba ahora de
ser segundo comandante de Navarra, como había cesado Sarasa, al
ser nombrado Zumalacarregui. Ni en la actitud de éste ni en la de
los otros se ve ambición ni deseo de imponerse: todos sirven a la
misma causa, sin preocuparse de los fueros de Jurisdicción de sus gra
dos ni de naturales vanidades.
Acabamos de ver cuáles fueron los primeros actos del coronel
Zumalacarregui en Navarra. Su primera providencia fué reducir e!
prest (2) que recibían sus voluntarios. La segunda fué establecer una
rígida disciplina. En sus manos férreas, las bandas desorganizadas de
voluntarios, las pequeñas partidas, las incipientes compañías, se irán
convirtiendo en batallones perfectos, que pronto harán frente y no

(1) "Carlos V. Estudio biográfico por un contemporáneo. Edición re


fundida, con notas y un apéndice, por D. Enrique Emilio del Llano".—Bar
celona. 1934.
(2) Voz francesa; equivale a sueldo o paga.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 265

tardarán mucho en vencer al ejército regular del Gobierno de Madrid,


que estaba provisto de completo material de guerra. Los voluntarios
del "tío Tomás" estaban reducidos a 1.200 combatientes, 500 de ellos
sin fusil, que sustituían por garrotes. Con tan menguada fuerza co
menzó su epopeya.
Los acontecimientos en las Vascongadas precipitábanse, cuando
comenzaba su lucha Zumalacarregui; Sarsfield venía al Ebro y avanzaba
sobre Vitoria, y el coronel Verástegui buscaba amparo en Zumalacarre
gui, en el valle de Berrueza. Luego marchó el jefe cristino sobre Bil
bao, y Uranga buscaba la protección navarra en los montes de Maestu.
A la espera de una buena ocasión, Zumalacarregui quería bajar para
dirigirse a la Ribera de Navarra, por lo que desde el valle de Berrueza
se dirigió con su gente a Dicastillo, entrando al día siguiente en Mi
randa de Arga. Allí recibió una comunicación de la Diputación de
Vizcaya, en la que le pedía que acudiese en ¿u socorro, ante la ame
naza de Sarsfield. Zumalacarregui no desoye la petición de aquellos que
antes han desoído la suya; no es rencoroso; sirve sólo a su Rey, y
lo sirve conforme a las leyes del honor; sus hombres no están arma
dos, y menos fogueados; su organización, en el comienzo; pero decide
acudir. Los voluntarios están gozosos de pensar que van a la rica
Ribera, desde sus ásperas montañas. Sin embargo, Zumalacarregui los
llama y les dirige una alocución vibrante, como todas aquellas que
redactaba la pluma de Zaratiegui, y que bien merecen figurar en una
antología de la oratoria guerrera en España (1), y los voluntarios,
ante la voz y las palabras y ante el ademán de su jefe, contestan con
el grito de "¡a Bilbao! i a Bilbao!", y se emprende la marcha a VI-
llatuerta, donde los capitanes pueden comunicar que no hay un volun
tario presentable; en harapos, sí; descalzos, también; sin armas, mu
chos; con municiones, pocos, pero con entusiasmo todos. Ninguno ha
faltado a la lista. Por fin, llega Zumalacarregui a Alsasua, contrariado
en su marcha por un fuerte temporal, y allí se entera de que Sarsfield
ha entrado en Bilbao.
Fué providencial que así ocurriera. ¿Qué hubiera hecho Zumala
carregui con sólo tres batallones mal armados, y uno desarmado del
todo, que era cuanto reunía en aquel momento? Cuando huían des
bandados los alaveses, vizcaínos y guipuzcoanos; cuando los brigadie
res Zabala y Uranga buscaban amparo en los montes navarros de San
Julián, casi sin soldados, buscando su seguridad personal en las aspe-
i
(1) Documento número 28 en apéndice documental.
carlismo.es
266 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

rezas; cuando el marqués de Valde-Espina iba con Novia de Salcedo, y


Batiz, a buscar un refugio en su cuartel general; cuando Veráslegui
pasaba la frontera de Francia, y nada parecía poder reanimar la guerra
en el Norte, ¿qué hubiera hecho Zumalacarregui con sus tropas, que
no han olido la pólvora, contra las fuerzas regulares, perfectamente
instruidas y armadas por un jefe tan inteligente como Sarsfield?
Pero más que el combate, que no libró, se engrandece Zumalaca
rregui haciendo frente a la adversa fortuna. Su corazón, templado en
las batallas, no vacila; su inteligencia preclara le hace ver la realidad,
y, sobreponiéndose a aquel ambiente de tristeza que debia reinar en el
campo carlista, cuando la hoguera de Castilla se apagaba, domina la
situación difícil y se entretiene en formar sus batallones, prepararlos,
disciplinarios, y en su mente debió relampaguear el vislumbre de las
jornadas triunfales que para su Rey y para su causa ganarían aquellos
hombres que él ha formado en el arte de la guerra.
Nunca es tan grande Zumalacarregui como en estos momentos,
en que parece todo perdido. Podrá la inexperiencia verle adornado de
laurel en sus magnos éxitos cuando los fuertes caen bajo el poder de
su espada, cuando los mejores generales cristinos muerden el polvo
de la derrota; podrá la imaginación exaltarse en la cabalgata mag
nífica de aquella caballería naciente, destrozando a la Guardia Real
en Viana; podrá sentir latir el corazón en las victorias de Alegría,
cuando, después de vencer en la primera jornada, gana los laureles en
la segunda; se sentirá su grandeza cuando presente sus batallones al
Rey al entrar en Navarra, y se admirará el desfile de sus voluntarios.
Pero en aquella "nueva noche triste", que dura días y hasta semanas,
es cuando se ve y se comprende el tenaz espíritu y el genio militar de
Zumalacarregui, como en la otra "noche triste" mejicana, se admira
la grandeza de Hernán Cortés más que en la misma victoria de Otumba.
En aquel desconcierto, dice Zaratiegui: "A su serenidad y firmeza,
a su solicitud y esfuerzo, se debió entonces el detener la total disolución
de la muchedumbre que bajo su amparo se había guarecido. Alentados
todos con su ejemplo, se pensó restablecer la disciplina, haciendo que
cada cual cumpliese sus respectivos deberes. Se procedió a organizar
los batallones, y en pocos días se concluyó tan necesaria operación.
El armamento recibió una considerable mejora, con quinientos fusiles
nuevos y treinta cargas de cartuchos, que entregaron las provincias
de Guipúzcoa y Vizcaya. En fin, todo empezó a cambiar de aspecto, y
desde entonces no hubo uno que no se sometiese gustoso a la gran
superioridad de Zumalacarregui, y que no obedeciese ciegamente a

i
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 267

aquella enérgica autoridad y poder, de que tan oportunamente supo


revestirse. Los vecinos de mayor importancia, y los más interesados en
el beneficio del orden, por lo que tienen que perder, viendo pasar las
tropas carlistas de un estado de abatimiento y desesperación al de
animación y confianza, creyeron que sería efecto de una novedad ex
traordinaria, pero apenas supieron que se debía al espíritu, resolución,
actividad y firmeza de un solo hombre, volaron a donde estaba para
conocerlo. Nosotros no dudamos que los mismos habitantes de Nava
rra, visto lo que acababa de suceder en las Provincias Vascongadas, y
desesperanzados de poder hacer cosa alguna útil a la causa, habrían
facilitado a los generales cristinos la dominación de su país; mas al
penetrarse y percibir que poseían un caudillo con el talento y las virtu
des necesarias para sostener la guerra, el espíritu público se reanimó, y
los pueblos se prepararon a disputar la victoria a los que iban a
someter" (1).
Con los refugiados en Navarra llegó el i.er batallón de Alava, que
mandaba don Bruno de Villarreal, que se había mantenido reunido, y
fué conducido por su Jefe personalmente a la Borunda. También lle
garon unos cuarenta o cincuenta caballos, que mandaba el teniente co
ronel don José Vicente Amusquivar, resto de la Caballería alavesa, y
que será el núcleo sobre el que se formará la Caballería navarra. El co
mandante general de Guipúzcoa, brigadier Lardizábal, también ha
buscado su amparo en Navarra, y la necesidad de un mando único se
impone. Zumalacarregui es, sin disputa, el que puede salvar la situa
ción, el que ha sabido formar y mantener sus fuerzas organizadas, y
así lo comprenden, como hemos visto, Alava, Vizcaya y Guipúzcoa,
cuando lo nombran su comandante general.
La guerra del Norte deja de ser desde este momento una lucha
en que cuatro provincias desunidas combaten por una misma causa:
el ejército vasco-navarro será desde ahora el ejército Real del Norte.

(1) Zaratiegui.—"Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacarregui".


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niunirtiiiillni tiimiMinimiiiilnli ilMilliililMiMiMlliiiMlllHiiMlMllllllilllillllinillliriii

CAPITULO X

LAS DEMAS PROVINCIAS ESPAÑOLAS


A FINES DE 1833

En el Reino de León. — Levantamiento del Maestrazgo. — ¡Ra


món Cabreral — El caballeroso barón de Hervés. — Carnicer,
jefe de los carlistas aragoneses.— Los carlistas luchan en Ca
taluña.— Don Manuel Adame en La Mancha.— Primeros tiempos
de lucha en Extremadura. — En Andalucía, Murcia y Asturias

Los acontecimientos que se han ido desarrollando en Castilla la En el


Vieja y en las Provincias Vascongadas han repercutido en las demás re- reino
giones españolas. Y no para infundir desaliento, sino para buscar en de
los reveses fuerza y entusiasmo que alimenten la prosecución de la lu- León
cha. Hemos visto cuán difíciles y penosos han sido los primeros pasos
en Octubre de 1833; nos toca ahora seguirlos por el mismo camino de
sacrificios y abnegaciones en los dos meses que quedan de 1833, cuan
do el rigor del invierno parece unir la naturaleza a las otras fuerzas
morales y materiales que les persiguen. Días sombríos y que, sin em
bargo, constituyen para el heroísmo carlista días de gloria: porque la
gloria no es sólo aire de triunfo en que las banderas ondean victorio
sas saludadas por las trompetas marciales, sino la virtud interior, la
recia voluntad de los españoles dispuestos a defender y salvar a España
a costa de sacrificios sin regateos y de la muerte misma.
Hemos diseñado lo que fué la gesta de Castilla la Vieja hasta
fines de año y lo que hicieron Navarra y las Vascongadas hasta Di
ciembre de 1833. Veamos ahora el comportamiento de los carlistas
del resto de España.
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270 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Aciago había sido el comienzo de Noviembre en el reino de


León. Una de las glorias de nuestra guerra de la Independencia, el
teniente coronel Aguilar, había sido fusilado el día 3 en el pueblo
de El Cubo de Vino (Zamora), Junto con su hijo don Felipe, su cuñado
don Pedro Cancha y los voluntarios don Francisco Mesa y don Ra
món Sánchez (a) "el Rejero". Tentativas infructuosas de entrar en
España desde Portugal, y pequeñas partidas carlistas, no tienen éxito.
Y sólo de vez en cuando se señala alguna ligera acción, particular
mente después del combate de Puente-Gonzalo, cuando Merino pasaba
a Portugal. Por aquellos días se combatió en Valdescorriel (Zamora),
cuando el 3 de Diciembre entraban los carlistas en el pueblo; en
Villalpando (Zamora), y el 4 del mismo mes, al moverse las fuerzas de
Cuevillas, al maniobrar éste sobre Villaafafila y Breto para pasar
al río Esla. En Bóveda del Río Almar (Salamanca), el 18 hay esca
ramuzas contra fuerzas carlistas que se creen destacadas de Balmaseda,
y al día siguiente, en San Juan de Torres (León), contra carlistas bur-
galeses. No fué el reino de León, en los siete años de lucha, de las
regiones más castigadas, y aunque sus habitantes eran realistas y
católicos, debido a circunstancias poco esclarecidas, la guerra no
llegó a tomar mayor arraigo; tanto es así, que a fines de Diciem
bre podía decirse que en el reino de León estaba el levantamiento
sofocado, a lo que mucho ayudó la presencia del ejército de obser
vación en la frontera de Portugal.
En el reino de Valencia, la guerra, que aparecía apenas iniciada
Levan
a fines del mes de Octubre, va tomando, poco a poco, incremento.
tamien
El 15 de Noviembre es la villa de Montesa (Valencia) la que se pro
to del
nuncia enteramente por la causa carlista. El 9, una fuerza mandada
Maes por don Antonio Vallés y don Vicente Chulví recorre la comarca y
trazgo entra en Cherta (Valencia), mientras que una partida de menos im
portancia se presenta en Calig (Castellón), y en la misma provincia
otra partida recorre los pueblos de Bel y Bojar para pasar luego
a Aragón. Sublevado el comandante de voluntarios realistas de Pe
ñíscola, don Cosme Covarcí, se reunió al de Torreblanca, don Blas
María Royo (1), y juntos sorprenden y destruyen una fuerza cris-

(1) Blas María Royo. Era comandante del batallón de voluntarios


realistas de Torreblanca en 1833 cuando se lanzó al campo en favor de Car
los V. Había hecho la guerra de la Independencia y la campaña de 1822-23.
siendo clasificado teniente de Caballería del ejército. En la guerra civil as
cendió a mariscal de campo, y al. final de la guerra emigró a Francia por
no querer adherirse al Convenio de Vergara, aunque su actuación como go
bernador militar de Estella, en Septiembre de 1839, dejó mucho que desear.
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 271

tina mandada por el capitán don José Paniagua, en Santa Magdalena


de Pulpis (Castellón), el 16 de Noviembre. Pero el hecho de mayor
importancia en este reino fué el pronunciamiento de la ciudad y
plaza de Morella en favor de Carlos V por el gobernador de la mis
ma don Carlos Victoria, y de acuerdo con el brigadier barón de Har-
yés, que se habla levantado al mismo tiempo al frente de varios
centenares de voluntarios realistas. Era la señal de la insurrección,
pues el comandante de los voluntarios realistas de Vlllarreal de Ta
Plana proclama a Carlos V el mismo día, y sale con sus fuerzas pro
nunciadas para Morella. Era éste don José Joaquín de Llorens, que en
muy gloriosa campaña había de distinguirse.
En Morella, como páginas atrás anotamos, se constituyó una
Junta, que presidía el barón de Hervés, quien al mismo tiempo asumió
el mando de las fuerzas carlistas con el título de comandante gene
ral del Maestrazgo.
Acudían de todas partes nuevos reclutas, y entre los que entraron ¡Ramón
en Morella en tales días figuraba un Joven desconocido, seminarista Cabre-
de Tortosa, nombre que al principio trasmigraba del anonimato a raj
la vulgaridad, y que de pronto irrumpe con marcial ímpetu en la
historia, y la agita con sus hazañas, llevadas en ecos de la fama desde
aquellas provincias a todo el mundo: estamos hablando de Ramón
Cabrera.
Morella, al alzarse y enarbolar los estandartes de Carlos V, Iba
a ser la barbacana de la intrincada fortaleza natural que constituye
la comarca montañosa del Maestrazgo. En aquel 13 de Noviembre,
pudieron cantar victoria los carlistas y pensar que habían conseguido
un reducto para los voluntarios de la Tradición valencianos y arago
neses sublevados. ¡Ceguera de los hombres! Veían lo inmediato,
creían lo que sus ojos contemplaban y era la ilusión la que les
hacía creer que lo que la realidad les daba era el castillo de la
plaza fuerte de Morella, rendido al legitimismo, y confiaban en sus
muros, en la fortaleza que se erguía sobre los peñascos. Creyeron
fuerte lo que era débil, lo que con un sólo soplo barrerá el enemigo.
Lo que no veían, lo que no podían creer, si 3e les hubiera insinuado
como una predicción, era que en aquel momento, entre aquellos pal-
sanos que reclamaban un fusil para defender al Rey legítimo, entre

Al comenzar la segunda guerra civil entró en España como Comandante


general de la Mancha, pero se acogió a indulto y después a la amnistía de
Doña Isabel. También su actitud en aquella campaña ha merecido reproches
de algunos historiadores.
carlismo.es
272 MELCHOR FERRKR - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

aquellos hombres que pedían ir a una guerra que no conocían ni


sabían cómo se hacía, entre aquella masa anónima había un pecho
más fuerte que las mismas peñas del territorio que pisaban, verda
dera tormenta petrificada que desafía al próximo mar. Era una vo
luntad más recia que aquellas murallas; era, en fin, el hombre sa
lido de los claustros escolares que, cuando el viento y la luz de los
campos, al curtirle la faz le aviven la hoguera de fervores y energías
que lleva dentro de sí, transmitirá llamaradas de heroísmo a sus pai
sanos, fundirá corazas más duras que el acero para aquellos murallo-
nes, que sólo entonces serán positivamente inexpugnables y hasta se
ufanarán del reconocimiento de su reciedumbre con el requiebro de
patrio amor que al aire lanza la bandera de Carlos V.
Acuden de todas partes mozos que no oyeron todavía el sonido
de los disparos, veteranos que se han batido en los Ejércitos de la Fe,
ancianos que empuñaron en su mocedad las armas en la guerra de la
Independencia. Es Aragón, es Valencia, son los catalanes del corregi
miento de Tortosa, que van a luchar por la causa carlista. Pero tam
bién avanzan para luchar contra ellos los defensores de Dóña Isabel.
Ha llegado la noticia del alzamiento al gobernador de Tortosa,
El ca general Bretón, y éste dispuso que salieran fuerzas de la plaza para
balle expugnar la gallarda colina que preside el alzamiento de Morella.
roso Manda su vanguardia el general Hore, y, para combatirlo, el barón
barón de Hervés dispone que -una columna de voluntarios salga de la forta
de leza y se adelante al encuentro. Mandaba a los carlistas don Tomás
Hervés Cubero, antiguo jefe en el Ejército de la Fe, y dispuso sus fuerzas de
forma que los aragoneses atacaran el ala derecha de Hore, el bata
llón de voluntarios de Alcalá de Chisvert por el centro, y por !a
izquierda, los voluntarios realistas de Vinaroz. El combate fué breve,
pues los carlistas se replegaron, dejando las posiciones de San Mateo
(Castellón), donde empeñaron la resistencia (6 de Diciembre), para
de nuevo acogerse a los muros de la plaza fuerte. Hore prosiguió su
marcha, con el fin de sitiar en Morella a los carlistas. Y comprendió
Hervés que, de permanecer bajo la plaza, el levantamiento en el Maes
trazgo iba a morir a b ovo, pues ni esperanzas quedaríanles de ser
socorridos, ni de poder mantener una larga resistencia. Y así, por la
noche del 7 al 8 de Diciembre, sigilosamente, los carlistas abando
naron Morella, desfilando en silencio delante de las fogatas de los
vivacs de los cristinos y emprendiendo las rutas de Aragón. Siguió
avanzando Hore, y, ya emplazada la artillería para batir la fortaleza, le
anunciaron que el enemigo se liabía alejado, y que iba a asediar
carlismo.es
. HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 273

unos muros indefensos y a una población que esperaba abrir sus puer
tas. Resonaron los clarines de la Fama por la victoria de Morella,
victoria que no era tal, pues lo que en realidad representaba era la
primera parte de un drama que se iba muy pronto a consumar.
No por esto cedió . la insurrección en el Maestrazgo y en Valencia.
El 10 de Diciembre, los carlistas luchaban en Ballestar (Castellón), y
al día siguiente, contra las fuerzas que mandaba el teniente Lara Irigo-
yen (1), en Castellfort (Castellón). Nuevos Jefes aparecieron, como
Mestres y Magraner; en Orihuela se levanta el vecindario, y salen sus
mozos més atrevidos a recorrer la comarca, bajo el mando del "Man
co de Alcoy". El más intrépido, Magraner, combate en Vallada (Va
lencia) contra la columna mandada por Garrigó (2), se interna por
el Reino de Murcia, y, al regresar a Valencia, sufre descalabro el 24
de Diciembre, cerca de Jétiva, y al día, siguiente, prisionero la víspera,
es pasado por las armas. Sin embargo, nada apaga el fervor de aque
llos guerrilleros, que puede decirse no tienen más que un Jefe Incor
póreo por encima de ellos, y este Jefe es el Ideal. El Maestrazgo es
recorrido constantemente por las partidas carlistas, pero todavía más
por las fuerzas Cristinas, y sólo a la tenacidad de los primeros se pue
de atribuir aquel resurgimiento que más tarde veremos en la región
valenciana, hasta hacer del Maestrazgo una inmensa fortaleza donde
dominan las armas de Don Carlos.
En Aragón continuaban haciendo esfuerzos los que ya se habían
levantado en armas. Sus nombres más prestigiosos eran: el brigadier
Tena, el comandante Quílez y el comandante Carnicer. Pero el pri
mero tiene la mala fortuna de ser batido y caer prisionero en Santa
Cruz de Noguera (Teruel), y, perseguidos sus desanimados volunta
rios, caen prisioneros el brigadier Tena y su segundo, don Roque
León. Este morirá fusilado inmediatamente, y Tena sufrirá la pena
capital en la ciudad de Zaragoza. Así se va regando el suelo de Es
paña, con la sangre de sus mejores hijos; así se irá formando el tem
ple de los carlistas españoles. En todas partes, la misma dura repre
sión. Sea en el Norte, sea en el Centro, sea en Levante, los carlistas

(1) Juan de Lara e Irigoyen. Nació en Vigo en 1809. Se distinguió en


la guerra civil en el campo cristino, y murió siendo teniente general del
ejército.
(2) Antonio María Garrigó y García de la Calle. Nació en Tarifa en
1799. Hizo la guerra contra los carlistas y ascendió a mariscal de campo
del ejército.
18
carlismo.es
274 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

mueren en los combates o son fusilados por sus aprehensores. Y


así se va formando este espíritu indómito de resistencia a las perse
cuciones, de desafío a la muerte, que será el sello distintivo de los
que defienden las fundamentales ideas patrias, y contra esa explosión
de fe fracasan los terrorismos y las arbitrariedades, pues el que no
teme la muerte y sólo a Dios, poco le importa morir, si su sacrificio
sirve para el triunfo de la Religión y de España. El misterio de la
perennidad del carlismo no es tal misterio, si se considera que fué
siempre una verdad comprobada la frase de Tertuliano: "Sangre de
mártir, semilla de cristianos." Sangre de mártires, semilla de carlistas.
Al abandonar Morella no le era posible al barón de Hervés in
ternarse por el Maestrazgo valenciano, sino buscar refugio en la
zona aragonesa de esta comarca. En Aragón había fuerzas levantadas,
que, a su entender, podían ayudar a los valencianos salidos de More
lla, en una acción conjunta. Y así, dándose cita en Calanda (Teruel),
allí se encontraron con la columna enemiga que mandaba el coronel
Linares de Butrón. Intentaron resistir a las fuerzas Cristinas, pero fueron
batidos. Los carlistas, sin embargo, dieron aquel día muestra de su
valor', aunque nada pudieron contra un ejército organizado, y, después
de empeñada lucha, viéronse en la necesidad de diseminarse hacia
Foz de Calanda (Teruel), perseguidos por la caballería enemiga.
Golpe serio, golpe que podía haber sido definitivo, si el temple de los
carlistas no fuera de altos quilates. Esta derrota creyeron tal vez los
enemigos que acabaría con las esperanzas de los tozudos guerrilleros.
Los restos batidos en Calanda* han de sufrir todavia las consecuencias
de su desamparo, al encontrarse, el 13 de Diciembre, en Valdelinares
(Teruel) contra los cristinos mandados por el alférez don Pedro Eced
Y la desolación y ía tristeza aumenta cuando se sabe que el barón de
Hervés ha sido hecho prisionero en Más de Barberizas, cerca de Lu-
cena (19 de Diciembre), y fusilado el 27 de Diciembre, junto con
don Vicente Gil, el capitán retirado don Antonio Borrás y un pai
sano que les sirviera de guía. Días antes, el 19, el coronel Victoria
lo había sido también, pagando con su vida lo que los isabelinos lla
maron traición, y que, en realidad, era lealtad a su legitimo Rey.
El fusilamiento del barón de Hervés lo fija el historiador Pirala
en 12 de Enero de 1834. Sin embargo, es gratuita la afirmación de esa
fecha, pues la noticia apareció en la "Gaceta de Madrid" e!
2 de Enero, en los siguientes términos: "El capitán general de Aragón,
con la misma fecha (se refiere al 29 de Diciembre), avisa, asimismo
que, en cumplimiento de los Reales Decretos relativos a las subleva

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 275

ciones, han sido pasados por las armas en Teruel, a las once de la
mañana del día 27, el coronel graduado barón de Hervés y el co
mandante del batallón de Voluntarios Realistas de Liria don Vicen
te Gil."
En Aragón, los carlistas se agruparon, después de la muerte del Carni-
primer comandante general del Maestrazgo, alrededor de Carnicer; cer, jefe
pronto será este el jefe indiscutible de aquel reino, entendiendo bien de los
que cuando nos referimos a Aragón, se comprende sólo el bajo Ara carlis
gón, es decir, la orilla derecha del Ebro, hasta Castilla y Valencia. La tas ara
guerra en esta región no siguió límites geográfico-políticos, sino natu gone
rales. Eran los ríos y eran los montes los que fijaban el área de expan
ses
sión de los levantados por Carlos V. Podía decirse que del Ebro a
Cabriel, y de las Sierras de Molina y Albarracin hasta el mar, se com
prendía el teatro de estas luchas.
Aparte la suficiencia y experiencia de los jefes militares de pro
fesión que han intervenido en las anteriores campañas, se observa
aquí el instinto guerrero de estos pueblos, su situación estratégica,
que les enseñaba ser los ríos lineas naturales de invasión, los montes
posiciones defensivas, las veredas laberínticas vías apropiadas para
dispersarse en un punto y reunirse en otro y así atacar de flanco o
por retaguardia al enemigo, después de fatigarlo y aturdlrlo. La gue
rra es formidablemente realista, y de poco valen las entelequias imagi
nativas si no se tiene un exacto conocimiento del terreno. Sentimos
desilusionar a los estrategas de café, que proyectan batallas con inge
nuos croquis dibujados en el mármol de la mesa que preside sus ter
tulias, o toman con desparpajada rapidez países enteros con sólo des
lizar su dedo índice sobre un mapa de estractadísima escala. Hay
un don que no se adquiere, y lo poseen de naturaleza no muchos
militares, y es la visión inconfusa del terreno, para descubrir la posi
ción y maniobras del adversario, y, una vez fijado, saber desenfilarse
de sus tiros y contraatacarlo con ventaja. No ha de extrañar, por tanto,
que, habiendo actuado en el Maestrazgo valiosas figuras profesionales
de la milicia, destacaran, sin embargo, dos guerreros que no se ha
bían enredado entre los senos y cosenos; ni tocádose con las tangen
tes y cotangentes trigonométricas en las academias castrenses: así.
Cabrera y el "Serrador"; el primero, sin más bagaje que sus latines,
y el segundo, sin más oropel sobre las solapas de su zamarra que el
serrín de los troncos que atablaba en los pinares.
Pero, además de conocer las montañas y valles de la comarca,
poseían el instinto de la conformación panorámica de aquel territo-
carlismo.es
276 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

rio, tempestuosamente geológico, sabedores del anverso y el reverso de


cada unidad orográfica y de todas entre sí. Se comprende por esto
que, aún dos años después de haberse ido Cabrera del Maestrazgo,
ya generalísimo de fuerzas encuadradas al modo de un ejército re
gular, todavía se mantuviera como un gato montés, "el Serrador", dos
años más, déndole jaque a todo el ejército isabelino, que en vano
le perseguía en tal tiempo. En este orden de consideraciones, no ol
videmos que Zumalacarregui iba para curial y llevaba dentro del
pecho un estratego de altos vuelos.
De momento, los dos Maestrazgos quedan separados. El corone!
Carnicer manda en el aragonés, y en el valenciano los jefes han
designado a don Juan Marcoval. La faifa de autoridad para imponerse
en aquellas circunstancias crea verdaderas dificultades. Así vemos
que al llegar los carlistas de Carnicer en busca de amparo donde po
der organizar sus fuerzas, los valencianos, que les han seguido, por
que estaban con el barón de Hervés, se separan y marchan a su tierra.
Por su parte, Quílez, aspira al mando superior; sin embargo, le retuvo
en su mano Carnicer, y no pudieron nada los aragoneses, a pesar del
valor de Quílez. En el Maestrazgo valenciano ocurre lo mismo. Al
abandonar Morella los carlistas mandados por Covarsí y Marcoval
marcharon a Bojar, y de este pueblo al monasterio de Benifasar. Mi
supieron la derrota de Calanda y la destrucción de las fuerzas que
mandaba el barón de Hervés. Parte de los voluntarios que este jefe
había tenido a sus órdenes, y que fueron dispersados, se unieron a los
valencianos de Marcoval y Covarsí en Chodos. Aquí fueron batidos
por una porción Cristina del batallón provincial de León. Los que se
salvaron de esta jornada reuniéronse en Vistabella, y el 19 se decidió
una votación entre los jefes para designar el segundo comandante ge
neral de los carlistas del Maestrazgo, aunque, en realidad, de los
carlistas valencianos, ya que la sucesión efectiva del barón de Hervés
la tenía Carnicer. Fué elegido Marcoval en este mando, pero causó
disgusto a otros jefes que lo protendian, como don Antonio Valles y
don Vicente Chulvi quienes dieron orden a su gente de marcharse
de Vistabella. Aquí, la intervención de Cabrera evitó una ruptura en
tre los jefes carlistas del Maestrazgo valenciano. Mucho ayudó a ello
el que Marcoval perdonara a seductores y seducidos. Sin embargo, sus
fuerzas se habían amenguado, por lo que debió marchar con los
ciento cuarenta hombres que le quedaban, en una atrevida marcha,
a Serratella, donde pernoctaron el 21 de Diciembre, y de allí conti
nuaron a Salsadella, pero sin entrar en ninguno de los pueblos que se
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 277

hallaban al paso. Camino de Salsadella se les unió la partida de caba


llería que mandaba el teniente Miralles (a) "el Serrador", y que se
componía de 16 Jinetes. Y juntos pensaron en atacar por sorpresa San
Mateo. De la operación más importante se encargó el entonces sub
teniente Cabrera, que mandaba la vanguardia, -con el cometido de
entrar en la población. En esta maniobra debían apoyarle Covarsí y
Miralles. Marcoval quedaba con una escolta en la ermita de los An
geles. Tal era el plan que se adoptó en la reunión de jefes cele
brada en el Santuario. Cabrera realizó la sorprsa con éxito, pero,
no habiendo sido apoyado por las otras fuerzas, el jefe de la guarni
ción vió el momento oportuno de reaccionar, y, a su vez, sorprendió
a los carlistas de Cabrera. No le quedó a éste otro remedio que reple
garse, y, como los cristinos intentaran perseguirle, la actitud resuelta
de Cabrera y de los suyos, apoyados por la decisión de Marcoval, con
tuvieron a los liberales en su empresa. Esta operación audaz sobre
San Mateo se realizó el 23 de Diciembre, al romper el día. Regresaron
los carlistas a Salsadella, donde hubo recriminaciones por lo ocurrido
en San Mateo, separándose entonces con su caballería Miralles, para
continuar operando por su cuenta. En el mismo día 23 Cabrera con
siguió sorprender y obtener alguna ventaja sobre una columna ene
miga que marchaba con dirección a Cuevas de Vinromá, y después
de esto se replegó a las masias de las Atalayas, término de Alcalá
de Chivert. La situación de los carlistas, a pesar de lo ocurrido en
San Mateo y Cuevas de Vinromá, no era muy agradable, y, como
constituían reunidos un grupo demasiado compacto para burlar al
enemigo, se decidió una nueva junta, congregada en Más Roig, del
término de Rosell, donde se acordó que la partida que mandaban
Vallés y Chulví pasara a los puertos de Beceite, que separan Teruel
del corregimiento de Tortosa; que Forcadell (1), que hacía poco
se había incorporado a los carlistas, y 5eltrán, permanecieran en la
región donde estaban sirviéndose de la base Rodell; el jefe de los
carlistas del Maestrazgo valenciano, don Juan Marcoval, con Soto y
Cabrera, marcharon a la masía del Sires, situada en el barranco de

(1) Domingo Forcadoll y Michavila. Nació en Ulldecona (Tarragona)


en 1798. Tomó parte sn el alzamiento realista de 1822 e hizo la campaña,
quedando de capitán con licencia ilimitada. Al comienzo de la guerra civil en
tró de nuevo en campaña en favor de Carlos V, y se distinguió notablemente
m los ejércitos de Valencia y Aragón, ascendiendo hasta mariscal de campo.
Emigró en 1840 al terminar aquella lucha, y regresó a España en 1848, tomando
parte en la segunda guerra civil, primero en Cataluña y luego en Aragón y
Valencia. Emigró segunda vez, y no regresó a España hasta muchos años más
tarde, como simple particular, y falleció en Ulldecona en 1866.
carlismo.es
278 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

Vallibona, entre Rosell y Morella. Dividiéronse así las fuerzas el 24


de Diciembre. Tal es la situación en que vemos a los carlistas de los
Maestrazgos aragonés y valenciano a fines de 1833.
Los En Cataluña, la tenaz resistencia de la partida mandada por Gal-
carlis cerén, perseguida constantemente por los cristinos, da aliento a los
tas nuevos partidarios que se levantan en armas. Entre éstos figuran el
teniente coronel don Juan Bussons, hermano del infortunado don
luchan
José, fusilado en Olot en 1828; Vilella, que también fué de los que
en Ca
en aquella lucha combatieron en 1827; Tey, lbáñez (a) "Liaren de
taluña
Copons", el que en 1830 levantó la bandera cerlista en el Principado,
y que regresa ahora del penal de Ceuta, donde sufrió condena por
aquella aventura; Plandolit (a) "Targarona", teniente coronel del
Ejército, así como nuevos jefes, que escribirán en esta guerra páginas
gloriosas de heroísmo y lealtad. Tales son: don Bartolomé Porredón
(a) "Ros de Eróles" (1), don Clemente Sobrevías (a) "El Muchacho",
como lo llamaban los partes cristinos (2); don José Puig (a) *5o-
quica" (3), Llauger y otros. Sin embargo, la persecución es tan
tenaz, que si unos, como Tey, mueren en el combate, otros se ven
obligados a buscar refugio en Francia. En Noviembre de este año re
unió con una pequeña partida de 30 a 40 hombres don Miguel Tristany,
quien pronto es reconocido por la mayoría de los sublevados en cali
dad de comandante general de los carlistas. Sin embargo, no hay
tampoco unidad de mando; las partidas son pequeñas, la persecu
ción de las tropas del general Llauder, incesante, y los días de No
viembre y Diciembre de 1833 transcurren sin que hechos de armas
de importancia se hayan de registrar. Cataluña, que se ha lanzado a

(1) Bartolomé Porredón. Conocido por "Ros de Eróles". Nació en ur.5


casa de campo llamada Eróles, en el término de Oliana (Lérida), en 1796. In
gresó en las filas en 1822 y ascendió hssta capitán quedando con licencia ili
mitada. Tomó parte en el alzamiento de 1827, y al morir Fernando VII se lanzo
<¡e nuevo en campaña, ascendiendo a brigadier dsl Ejército Real, y emigró a
Francia en 1840. Regresó a España en 1847 para iniciar la segunda guem
civil, y estando enfermo en las casas llamadas de Vilá. fué muerto a bayo
netazos por los isabelinos en su misma cama, en 1847.
(2) Clemente Sobrevías, conocido por "El Muchacho".. Hizo con bri-
llsntez la guerra de 1822 a 1823, y al iniciarse el alzamiento de los "mal
contents" en 1827. tomó las armas con aquellos realistas. Su rivalidad con
el conde de España por la represión hecha por éste en aauella fecha, se
tradujo en la deposición de su mando cuando era brigadier. Emigró a Frsr¡-
cia y murió en el extranjero.
(3) José Puig. conocido por "Boquica". Nació en Castellar de Ñutí:
(Barcelona) en 1799. Cuando el alzamiento realista de 1822-23 sirvió en el
ejército real de Cataluña, ascendiendo a capitán, y al terminar fué calificado
de teniente. Lanzóse al campo en la guerra de los Siete Años como coman
dante, ascendiendo a coronel, e hizo la segunda guerra civil.

J
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 279

la lucha en los primeros días de Octubre, y que tan brillante historial


realista tiene durante el período fernandino, parece sumida en le
targo. Corro a Aragón y a Valencia, también le llegará su hora, y
entonces se desbordará el entusiasmo por la causa carlista. En Aragón
y Valencia han sufrido el revés de perder a su jefe, y no despunta
todavía el hombre que levante el ánimo del pueblo, aunque este
hombre ya está en el combate. En Cataluña falta que imponga su
prestigio: éste es el desgraciado sino de los carlistas catalanes duran
te la guerra civil, y tiene razón un historiador cuando dice: "En lo
que es preciso convenir, y en lo que no cabe la menor duda es que
los catalanes han tenido una gran calamidad o desgracia para no
haberse hecho conocer más en ¡a guerra de los Siete Años últimos,
por sus hechos, y es el no haber tenido o no haber' salido uno de
entre sus compañeros que, dominando a los demás, y sobreponiéndo
se sobre su genio a propósito para la guerra sobre los otros, hubiese
podido repetir las proezas de los Viriatos y Cabreras" (1).
Ya hemos visto cómo en Castilla la Nueva la guerra iniciada D. Ma-
en Talavera de la Reina por el alzamiento del comandante González, nuel
se ha ido desarrollando. Entre los partidarios que han levantado su Adame
bandera, además de don Manuel Adame (a) "el Locho", que asume el cn ]a
mando general en la Mancha, se han lanzado en campaña los herma- jflan_
nos Rujeros, de los cuales don Vicente será terror de sus enemigos,
cha
que lo conocerán por "Palillos" (2), y su hermano Francisco. Otros
jefes serán don Miguel Valiente, que no tardará mucho en morir víc
tima de las balas Cristinas, y Barba, quien sufrirá la misma suerte el
año siguiente. Estos guerrilleros recorren la provincia de Toledo, y
buscan amparo en sus montes para tramar incursiones en los llanos
de La Mancha. A principios de Noviembre se anuncia que unas par
tidas carlistas están en las inmediaciones de Getafe (Madrid), que se
!es ha visto en Villanueva de la Fuente (Ciudad Real), y se confiesa
que los mandados por Rujero han combatido contra las fuerzas del
coronel Yarto en Alcolea de Calatrava (Ciudad Real), el 15 de No
viembre. Combates que son escaramuzas, emboscadas, sorpresas. Es

ti) Díaz de Labandcro.—Historia de la guerra civil en Cataluña en


la última época, terminada con la emigración a Francia de las tropas carlistas
en Junio de 1840".—Madrid, 1847.
(2) Francisco y Vicente Rujeros. Naturales de Almagro (Ciudad Real),
habían pertenecido al ejército realista en la campaña de 1822-23, en la que se
distinguieron notablemente, ascendiendo a comandantes del ejército, pero
fueron clasificados como tenientes al retirarse después de la guerra. Fueron
más conocidos por el sobrenombre de "Palillos", que creemos era su apellido
materno.
carlismo.es
280 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

lo que nos ofrece La Mancha y Castilla la Nueva en este fin de 1533;


acciones que quizás tienen su mayor violencia en el combate libra
do en Villanueva de Dogas (Toledo), el 3 de Diciembre, por los
carlistas mandados por don Félix García contra las fuerzas del citado
coronel Yarto. Adame es demasiado viejo para esta campaña, que,
sin embargo, realiza con entusiasmo digno de la causa que defiende (t).
Faltará también en La Mancha el hombre que, salido de aquella tie
rra, se imponga a sus compañeros de armas por el prestigio.
En las fronteras de Castilla la Vieja y Aragón combaten los cas
tellanos, al reunirse a los carlistas de las otras provincias en sus atre
vidas incursiones. Así, vemos el 3 de Diciembre al valiente Balma-
seda, que ha entrado en Sigüenza, combatir en la Olmeda y Santa-
mera (Guadalajara) contra Albuin, y luego, al día siguiente, entrar
y combatir en Condemios de Arriba (Guadabjara) coníra el mismo
Albuin, en la tarde del mismo día, contra el mismo jefe, en Campi-
sábalos (Guadalajara) y, por último, ser víctima del desfavor de la
fortuna en Abendiego (Guadalajara) contra, el teniente coronel don
Diego Herrera.
Prime Aunque en Extremadura los carlistas pretenden levantar sus ar
ros mas, a pesar de las "conspiraciones" que constantemente ven sus
tiem enemigos, les es difícil poder realizarlo, por la concentración de
pos fuerzas en la frontera de Portugal. Vigilan los crlstlnos, esperando e!
momento de impedir los propósitos del carlismo extremeño, y por
de
esta razón entorpecidos. Así, hasta en territorio extranjero, violando
lucha
las fronteras portuguesas, un grupo de contrabandistas y gentes ma
en Ex
leantes de Ceclavin, que viven en Salvaterra do Extremo, pues sus
trema delitos les han obligado a buscar en el extranjero residencia y lugar
dura donde continuar ejerciendo el contrabando entre dicho Salvaterra y
la ciudad de Castello Branco, han hecho presos a un grupo de car
listas, a los que acusan de haber intentado seducirlos para introdu
cirse en España y levantar la bandera de Carlos V. Los detenidos
fueron Manuel Tellería, intendente de provincias; don Mateo Jara,
canónigo de Coria y del Consejo de S. M.; don Francisco Redondo,
cabo cesante del resguardo; don Antonio García, notario eclesiástico
y comandante de voluntarios realistas de Coria; don José Garcia Escri-

(D Más que retrato es caricatura lo que escribían los autores riel ''Panora
ma Español": "Era un hombre de poco más de cinco pies, enjuto, pero mem
brudo, monstruoso por una quebradura singular en su magnitud, tosco y des
garbado en el andar, el semblante cetrino, la nariz bastante ancha, los ojos
hundidos, perspicaces y encendidos, las cejas pobladas, su mirar no muy
fiero, sus modales toscos..."
carlismo.es
HISTORIA DEL TRADICIONALISMO ESPAÑOL 281

baño, notario. Visitador del Pósito, capitán de voluntarios realistas


de Coria; don Juan Arroyo, notario eclesiástico, teniente de volun
tarios realistas de Coria; don Julián Gutiérrez, procurador del Tri
bunal Eclesiástico de Coria, subteniente de voluntarios realistas de
la misma, así como José Gutiérrez, criado de Tellería; Bernardo
del Llano, criado del canónigo Jara, y Matías Brunet, tambor del
regimiento provincial de Logroño. Aunque la prisión se hizo contra
todo derecho de gentes en territorio portugués, y por unos españo
les expatriados por indeseables, fueron aceptados por la autoridad
Cristina de Zarza la Mayor (Cáceres), felicitados los autores de tal
proeza, que se habían reunido en número mucho mayor, e indultados
al mismo tiempo que felicitados por el Gobierno de Doña María
Cristina. No será hasta el año siguiente cuando veremos levantarse en
Extremadura, altiva y arrogante, la enseña de Carlos V.
Hemos señalado la iniciación de la guerra en Octubre de 1833 En An-
en Andalucía. Se anuncia el 5 de Noviembre que en Benamejí (Cór- dalucía,
doba), el cura párroco ha levantado una partida; poco después se Murcia
señala la aparición de. otra en los alrededores de Jerez de la Fron- y Astil-
tera, en la que su Jefe, que en los partes oficiales llaman el marqués rías
de Algar, tuvo la desgracia de caer prisionero de sus enemigos.
También en Andalucía las dificultades son superiores a la volun
tad de los carlistas. Se ha de tener en cuenta que ninguna región
como la andaluza había sido tan trabajada por las logias masónicas
y el liberalismo, y esto explica aquellas alabanzas que a los andaluces
dedica Pirala al tratar de la guerra en esta región. Hasta 1834 no
podrá decirse que Andalucía la conoceré.
En el reino de Murcia se señala el hecho de que restos de la
partida de Mangraner entran en Caudete (Albacete) y son copados
por vecinos armados de Villena y Biar, con ayuda de la columna
del teniente coronel don José Rodríguez, el 28 de Diciembre.
También son infructuosos los esfuerzos para conseguir que Astu
rias reconozca a Carlos V como Rey de España en los últimos meses
de 1833. Sólo es digno de notar en aquel Principado una acción li
brada en Santullano el 8. Pronto, sin em' argo, asturianos y gallegos
moverán suficientemente el espíritu guerrero para dar ratos de an
siedad a los liberales.
Lo que hemos venido diciendo de Asturias, debe también enten
derse para el reino de Galicia. Allí la guerra no tomó (carácter
general hasta ya avanzado 1834.
Con lo apuntado terminamos nuestra revista de las provincias
carlismo.es
282 MELCHOR FERRER - DOMINGO TEJERA - JOSE F. ACEDO

españolas a fines de 1833. Quien entonces juzgara por las aparien


cias, pudo pensar que todo estaba terminado o, cuando menos, a
punto de extinguirse. Morella, caída en poder de los cristinos después
de recuperarla de los carlistas. En Vitoria, Bilbao y Logroño, disgre
gados los primeros núcleos. Fusilados los Jefes, como los generales
Ladrón de Cegama, barón de Hervés, Tena y Echevarría; refugiados
en Portugal Merino, Cuevillas y Cuesta. La situación de las armas mi
guelistas portuguesas, no tan boyante como en meses anteriores. El
gobierno usurpador de Madrid, de acuerdo con el gobierno usurpador
de Portugal... ¿Quién iba a decir que en estas circunstancias los car
listas españoles mantendrían el fuego de sus entusiasmos y, con he
roísmo inaudito, seguirían su camino de sacrificio hasta conseguir
victorias y abatir el orgullo, no solamente de los generales del ejér
cito cristino, sino también de las tropas extranjeras, portugueses, fran
ceses, belgas, polacos, italianos e ingleses, que vienen a desafiarlos
en los campos de batalla, para consolidar la situación del liberalis
mo que incubaba la llueca napolitana Doña María Cristina?
Si hay algo providencial en la historia de España del siglo XIX,
es la historia del tradicionalismo. Nada humano hubiera resistido y,
sin embargo, el carlismo resistió, porque si se intuía que con la per
secución, la muerte o el destierro se aniquilarían sus ideales, esto
no pudo ser: el alma, con medios físicos no es reductible, y ni con
plomos ni con hierros se destruiría el alma de un pueblo cuando
éste alentaba por el supremo estímulo de amor a España y a su
Tradición.

LAUS DEO
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APÉNDICES

DOCUMENTALES
carlismo.es

J
carlismo.es

APÉNDICES DOCUMENTALES

DOCUMENTO NUM. 1

Real Decreto

Habiendo manifestado el Cardenal Arzobispo de Toledo la imposibilidad


fisica en que se halla, por resultas de su grave enfermedad, para desempeñar
el acto a que por mi Real decreto de 10 de Mayo anterior fué nombrado, de
recibir el juramento que han de hacer mis reinos a la Infanta Doña María Isa
bel Luisa,- mi Hija primogénita, como princesa heredera de la Corona a falta
de varón, he tenido a bien ncir.brar en su lugar al Patriarca de las Indias, a
quien el Cardenal Arzobispo de Sevilla recibirá después el mismo juramento.
Tendráse entendido en la Cámara.—Señalado de la Real mano.—En Palacio
a 16 de Junio de 1833.—Al Presidente del Consejo y Cámara de Castilla.

DOCUMENTO NUM. 2
Manifiesto de Doña María Cristina
(4 de Octubre de 1833)
"Sumergida en el más profundo dolor por la súbita pérdida de mi augusto
Esposo y Soberano, sólo una obligación sagrada a que deben ceder todos los
sentimientos del corazón, pudiera hacerme interrumpir el silencio que exigen
la sorpresa cruel y la intensidad de mi pesar. La expectación que excita
siempre un nuevo reinado, crece más con la incertidumbre sobre la adminis
tración pública en la menor edad del Monarca; para disipar esa incertidum
bre, y precaver la inquietud y extravío que produre en los ánimos, he creido
de mi deber anticipar a conjeturas y adivinaciones infundadas, la firme y fran
ca manifestación de los principios que he de seguir constantemente en el
gobierno, de que estoy encargada por la última voluntad del Rey, mi augusto
Esposo, durante la minoría de la Reina, mi muy cara y amada hija Doña Isabel.
"La Religión y la Monarquía primeros elementos de vida para la España
serán respetadas, protegidas, mantenidas por Mí en todo su vigor y pureza.
El pueblo español tiene en su innato celo por la fe y el culto de sus padres
la más completa seguridad de que nadie osará mandarle sin respetar los
objetos sacrosantos de su creencia y adoración; mi corazón se complace en
cooperar, en presidir a este celo de una nación eminentemente católica; en
aseguraría de que la Religión inmaculada que profesamos, su doctrina, su?
ejemplos y sus ministros serán el primero y más grato cuidado d? mi gobierno.
"Tengo la más intima satisfacción de que sea un deber para Mi, conservar
intacto el depósito de la autoridad Real que se me ha confiado. Yo mantendré
religiosamente la forma y las leyes fundamentales de la monarquía, sin ad
mitir innovaciones peligrosas, aunque halagüeñas en su principio, probadas
carlismo.es
286 APENDICE DOCUMENTAL

ya sobradamente por nuestra desgracia la mejor forma de gobierno para un


país es aquella a que está acostumbrada. Un poder estable y compacto, funda
do en leyes antiguas, respetado por la costumbre, consagrado por los siglos,
es de instrumento más poderoso para obrar el bien de los pueblos, que no se
consigue debilitando la autoridad, combatiendo las ideas, las habitudes y las
instituciones establecidas, contrariando los intereses y las esperanzas actúala
para crear nuevas ambiciones y exigencias, concitando las pasiones del pueblo,
poniendo en lucha ó en sobresalto a los individuos, y á la sociedad entera en
convulsión. Yo trasladaré el cetro de las Españas a la Reina, a quien
le ha dado el Rey, íntegro, sin menoscabo ni detrimento, como la ley misma
se lo ha dado.
"Mas no per eso dejaré estadiza y sin cuite esta preciosa posesión que
le espera. Conozco los males que ha traído al pueblo la serie de calamidades,
y me afanaré por aliviarlos: no ignoro, y procuraré estudiar mejor, los vi
cios que el tiempo y los hombres han introducido en los varios ramos de la
administración pública, y me esforzaré para corregirlos. Las formas admi
nistrativas únicas que producen inmediatamente la prosperidad y la dicha,
que son el solo bien de un valor positivo para el pueblo, serán la materia per
manente de mis desvelos. Yo los dedicaré muy especialmente a la disminución
de las cargas que sea compatible con la seguridad del Estado y las sugeren
cias del servicio; a la recta y pronta administración de las personas y de los
bienes, al fomento de todos los orígenes de la riqueza de justicia, a la Se
guridad.
''Para esta grande empresa de hacer la ventura de España necesito y es
pero la cooperación unánime, la unión de voluntad y conatos de los españoles.
Todos son hijos de la patria, interesados igualmente en su bien. No quiero
saber opiniones pasadas: no quiero oír palabras ni susurros presentes; no ad
mito como servicios ni merecimientos influencias y manejos oscuros, ni alar
des interesados de fidelidad y adhesión. Ni el nombre de la Reina ni el
mío son la divisa de una parcialidad, sino la bandera tutelar de la nación;
mi amor, mi protección y mis cuidados son todo de todos los españoles.
"Guardaré inviolablemente ios pactos contraidos con otros Estados, y
respetaré la independencia de todos; soto reclamaré de ellos la reciproca fide
lidad y respeto que se debe a España por justicia y correspondencia.
"Si los españoles unidos concurren al logro de mis propósitos y el Cielo
bendice nuestros esfuerzos, yo entregaré un día esta gran nación recobrada
de sus dolencias, a mi augusta Hija, para que complete la obra de su felici
dad y extienda y perpetúe el aura de gloria y amor que circunden en los
fastos de España el ilustre nombre de Isabel.
"En el Palacio de Madrid, a 4 de Octubre de 1833.—Firmado.—Yo la Reina
Gobernadora."

DOCUMENTO NUM. 3
Real Decreto
Por una serie de hechos plenamente comprobados y demasiado decisivos,
tengo la funesta certidumbre de que el Infante D. Carlos María Isidro ha to
mado una resolución hostil, aspirando a usurpar el Trono de mi augusta Hija
Doña Isabel II. en menosprecio de la ley fundamental y vigente del Estado,
de la suprema voluntad del Rey mi Esposo (Q. E. G. E.), y del reconocimiento
de la nación testificado solemnemente en Cortes, por los prelados, grandes, títu
los, y procuradores de las ciudades, a que han unido sus protestaciones de
fidelidad a la Primogénita del Rey los Ayuntamientos y autoridades civiles 1
militares de la Monarquía. Esta conspiración temeraria sumiría la fiel nación
española en abismes de males y horrores, después de tantos y tan amar
gos padecimientos como ha experimentado en este siglo. Y no siendo esto
justo, ni pudiendo yo tolerar en grave daño de los pueblos que se distraigan
a fomentar la discordia civil, y los medios destinados a decorosa y pacífica
subsistencia de una persona tan obligada por su alta clase como por los estrechos
carlismo.es
APENDICE DOCUMENTAL 2a 7
vínculos de ¡a sangre a respetar los derechos reconocidos de la Augusta Hija
de su Hermano, y a mantener en el reino la paz que ha menester para las
mejoras y alivios que espero procurarle; he determinado y mando por el pre
sente decreto que inmediatamente se proceda al embargo y adjudicación al
Real Tesoro de todos los bienes de cualquier especie, fruto, renta y crédito,
así procedentes de las encomiendas como de cualesquiera otras fincas perte
necientes en propiedad, posesión o disfrute del expresado Infante D Carlos.
Y estando segura de la inteligencia y celo por el Real servicio del ministro
del Consejo y Cámara de Castilla, D. Ramón López Pelegrín, le nombro co
misario regio, con todas las facultades que sean necesarias para la ejecución
de este decreto en todas sus partes, y para nombrar y remover depositarios,
administradores y cualesquiera otras personas que le parezca conveniente al
más cumplido desempeño de esta soberana resolución. Lo tendréis entendido,
y dispondréis su cumplimiento. Está rubricado de la Real mano.—Palacio,
17 de Octubre de 1833.—A D. Francisco de Zea Bermúdez.

DOCUMENTO NUM. 4
Ruptura con el Gobierno legítimo portugués
Habiendo el gobierno del Rey de Portugal D. Miguel cooperado a frus
trar el embarque del Sermo. Sr. Infante D. Carlos para los Estados Pontificios
que se le previno por el Sr. Rey D. Fernando VII (Q. E. G. E.) y se confirmó
por R. O. de S. M. la Reina Gobernadora, y protegido las maquinaciones
del Sr. Infante contra la sucesión legítima del trono y la tranquilidad de
España negándose de hecho a alejarlo de sus fronteras, y consintiendo que sea
tratado como Rey por las autoridades portuguesas a pesar de las incesantes
reclamaciones del Gobierno español, pidió, por orden de S. M. y obtuvo sus
pasaportes el Excmo. Sr. D. Luis Fernández de Córdoba, nuestro Ministro
plenipotenciario en aquel reino, y se ha notificado al encargado de Negocios
de Portugal en esta Corte, haber cesado nuestras relaciones diplomáticas con
su gobierno.
S. M. la Reina Gobernadora, de concierto con su augusto amigo y aliado
el Rey de la Gran Bretaña, está tratando de poner un término a los desastres
y desolación de Portugal, entablando unidos una mediación entre las partes
beligerantes, que asegure el reposo permanente de aquel reino, concille los
intereses de las dos potencias mediadoras y contribuya al mantenimiento de
la paz general en Europa. ("Gaceta de Madrid", 12 de Noviembre de 1833 )

DOCUMENTO NUM. 5
Manifiesto de Abrantes
(1.° de Octubre de 1833)
Españoles:
¡Cuan sensible ha sido a mi corazón la muerte de mi caro hermano!
Gran satisfacción me cabía en medio de las aflictivas tribulaciones, mientras
tenía el consuelo de saber que existía, porque su conservación me era la más
apreciable. Pidamos todos a Dios le dé su Santa gloria, si aún no ha disfrutado
de aquella eterna mansión.
No ambiciono el trono; estoy lejos de codiciar bienes caducos; pero la
religión, la observancia y cumplimiento de la ley fundamental de sucesión,
y la singular obligación de defender los derechos imprescriptibles de mis
hijos y todos los amados consanguíneos me esfuerzan a sostener y defender la
corona de España del violento despojo que de ella me ha causado una sanción
tan ilegal como destructora de la ley qus legítimamente y sin interrupción
debe ser perpetua.
Desde el fatal instante en que murió mi raro hermano (Q.-S. G. H.>, crei
carlismo.es
2&Í APENDICE DOCUMENTAL

se habrían dictado en mi defensa las providencias oportunas para mi recono


cimiento; y si hasta aquel momento habría sido traidor el que lo hubiese in
tentado, ahora lo será el que no jure mis banderas; a los cuales, especialmente
a los generales, gobernadores, y demás autoridades civiles y militares, haré los
debidos cargos, cuando la misericordia de Dios, si así conviene, me lleve ai
seno de mi amada patria, y a la cabeza de los que me sean fieles. Encargo enca
recidamente la unión, la paz y la perfecta caridad. No padezca yo el senti
miento de que los católicos españoles que me aman, maten, injurien, roben, ni
cometan el más mínimo exceso. El orden es el primer efecto de la justicia;
el premio al bueno y sus sacrificios, y el castigo al malo y sus inicuos secua
ces es para Dios y para la ley, y de esta suerte cumplen lo que repetidas
veces he ordenado.
Abrantes, 1.° de Octubre de 1833.—Carlos María Isidro de Borbón.

DOCUMENTO NUM. 6
- Decretos de Santarem
i
Habiendo recibido ayer oficialmente la infausta noticia de haber sido
Dios servido de llamar para sí el alma de mi muy caro y amado hermano el
Señor Rey D. Fernando VII (Q. E. P. DJ. Declaro: Que por falta de hijo
varón que le suceda en el trono de las Españas, soy su! legítimo heredero
y Rey, consiguiente a lo que manifesté por escrito a mi muy caro y amado
hermano ya difunto, en la formal protesta que le dirigí con fecha 29 de Abril
del presente año, igualmente que a los Consejos, diputados y autoridades, con
la del 12 de Junio.
Lo participo al Consejo, para que inmediatamente proceda a su reconoci
miento, y expida las órdenes convenientes, para que así se ejecute en todo
mi reino.
Santarem, 4 de Octubre de 1833.—Yo el Rey.—Al Duque Presidente de
mi Consejo Real.

II

Conviniendo al interés de mis pueblos en que no se detenga el despacho


de los negocios que ocurran... He venido en confirmar por ahora a todos y a
cada uno de las autoridades del reino, y mandar que continúe el ejercicio de
sus respectivos cargos.
Tendréislo entendido y dispondréis lo conveniente a su cumplimiento.
Santarem, 4 de Octubre de 1833.—Yo el Rey.—Al Duque Presidente del
Consejo Real.

ni

Para que de modo alguno padezca el menor retraso el despacho de los


negocios del Estado por la muerte de mi muy caro y amado hermano el Sr. Eey
Don Fernando VII (Q. E. P. D.) he venido en confirmar a los Secretarios de
Estado y del Despacho D. Francisco de Zea Bermúdez, D. José de la Cruz,
el conde de Ofalia, D. Juan Gualberto González y D. Antonio Martínez, y
mandar que continúen el ejercicio de sus respectivos cargos; igualmente <jue
a todas las autoridades del reino.
Tendréislo entendido y dispondréis lo conveniente a su cumplimiento.
Santarem, 4 de Octubre de 1830.—Yo el Rey—D. Francisco de Zea
Bermúdez.
carlismo.es
APENDICE DOCUMENTAL 289

TV
Habiendo recibido ayer la noticia oficial de la muerte de muy amado
Hermano y Rey, y siendo yo su legitimo sucesor, os mando pongáis en ejecu
ción los tres adjuntos decretos, y les deis el destino que a cada uno corres
ponde: y al mismo tiempo publicaréis la protesta que con fecha 29 de Abril
dirigí a mi muy amado hermano, dándole cuenta de que queda ejecutado.
Santarem, 4 de Octubre de 1833.—Yo el Rey.—A. D. Francisco de Zea
Bermúdez.

DOCUMENTO NUM. 7

Manifiesto de Castello Branco


(25 de Octubre de 1833)
Carlos V a sus amados vasallos:
Informado detenidamente y convencido, después de una profunda medi
tación de mis indisputables derechos a la corona de España, dirigí, luego que
llegó a mi noticia la irreparable pérdida de mi muy caro hermano D. Fer
nando VII, una carta la más amorosa y tierna a mi hermana la Reina, mani
festando la sensibilidad de mi corazón, siempre dispuesto a conservarla sus
derechos y consideraciones debidas, y que contase con toda mi protección;
con el doble objeto de evitarle los disgustos que pudiera acarrearla su opo
sición a mi ascenso al trono, y el de que se verificase tranquilamente y sin
efusión de sangre, tan contraria a mis pacíficos sentimientos. Al propio tiem
po, y con el fin de que los negocios del Estado .y la administración de justicia
no sufriesen el menor retraso, tuve a bien confirmar en sus empleos a los
actuales ministros y autoridades del reino, por mis Reales Decretos del 4 del
corriente mes dirigidos al ministro de Estado y Presidente del Consejo de
Castilla, por conducto del ministro plenipotenciario en Portugal don Luis
Fernández de Córdova, para que los circulase, y que se procediese a mi reco
nocimiento como Rey de las Españas.
Muy distante de haber producido los buenos efectos que me propuse y
debía esperar, ha por el contrario, precipitado su real ánimo hasta el increíble
extremo de ultrajar mi alta dignidad y carácter, con los feos dicterios de
seductor y turbador de la tranquilidad de los españoles, suponiendo haberlo
yo hecho a la de su hija la Infanta Doña Isabel de Borbón, titulada Reina de
España, amenazándome con el peso de la ley si llegase a pisar el territorio
español.
Se ha procedido además al secuestro de todas mis rentas, y al embargo
de cuanto me pertenece, con la prohibición de percibir las asignaciones, que
tanto a mí, como a mi augusta esposa e hijos correspondían, cuyos inauditos
y violentos procedimientos me ponen en la dura precisión de manifestar a
mis pueblos, la serie de desagradables acontecimientos que con constante re
signación he sufrido y sepultado hasta aquí en el más profundo silencio.
La impía secta masónica, ocupada sin admitir fatiga, en minar los tronos
apoderándose de sus gobiernos, encontró la invencible dificultad de que pros
perasen sus trabajos en España, sin alejar de mí aquella influencia que tenía
con mi augusto hermano difunto, adquirida con las irrefragables pruebas de
fidelidad y entrañable amor que siempre le di, acompañándole en todos los tra
bajos y peligros, influencia que yo únicamente empleaba en contribuir a vuestra
felicidad, y a la destrucción y ruina de los planes antirreligiosos y monárquicos
de los sectarios. Por esta razón sin duda inventaron la fea y atroz calumnia
de suponerme desleal y atentador del trono, como bien sabéis y aunque a pe
sar de sus esfuerzos no lograron el efecto a que aspiraban cediendo algún
tanto de tan inicuo medio, aunque sin perderle de vista, lo reproducían con
nuevas maquinaciones cuando encontraban' oportunidad de hacerlo. Variaron
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290 APENDICE DOCUMENTAL
después las circunstancias con la esperanza de sucesión al trono; más recelan
do últimamente que con la que tuvo podría no llenarse sus deseos, mudó de
parecer la secta, y sus agentes, sorprendiendo el real ánimo del Rey. mi augus.
to hermano, consiguieron que hiciese una disposición testamentaria contraria
a sus naturales buenos sentimientos, y que mandase promulgar, como prag
mática, la que se intentó en vida de nuestro augusto padre el Señor D. Car
los IV de feliz memoria, sin las formalidades de estilo, y que no llegó a san
cionarse, pues convencido de la ley indestructible de sus antecesores, tenia
como nulo y de ningún valor todo cuanto se sancionara contrario a ello.
Lo mismo sucedió al Señor D. Fernando VII en el año próximo anterior en
el Real Sitio de San Ildefonso, cuando cercano a las puertas de la eternidad
y amenazado de dar estrecha cuenta a Dios de las operaciones de su vida, no
pudo resistir a las inspiraciones y fuertes estímulos de su conciencia, que con
claridad y desprendimiento le hicieron ver el error en que le habían me
tido; así es que de su propia espontaneidad, sin que persona alguna intere
sada pudiera hacerle la menor indicación, porque a ninguno se le permitió
consolarlo, ni aún hablarle en tan triste situación, revocó absoluta y ter
minantemente con la debida formalidad dichas disposiciones, declarando asi
bien, que a mí solo correspondía a su fallecimiento, la legítima sucesión al
trono.
Prolongóse con asombro su vida, aunque sin cesar por eso sus dolen
cias y peligro; aprovechándose de esta tregua, de su debilidad y abatimiento
y mal estado, sin otro miramiento que el interés propio, le precisaron por
desgracia a que se retractase y llevase a su término aquella disposición por
medios desconocidos con la multitud de ofrecimientos, tropelías y amenazas,
tan cierto como escandalosas, para obligar a prestar un juramento nulo e
inobligatorio.
Se exploró mi voluntad en cuanto a si reconocería la sucesión al trono
de mi augusta sobrina, su hija primogénita. Contesté, atenta y respetuosa
mente que mi conciencia y mi honor no me lo permitían, ni el dejar de sos
tener unos derechos tan legítimos que Dios me concedió, cuando fué su
santa voluntad que yo naciese; incluyendo la más seria y formal declara
ción sobre el particular a mi angusto hermano y a todos los soberanos, a
quienes esperaba se lo hubiese comunicado y no lo hubo a bien. En carta
de 9 de Julio avisé también a S. M. que con otra fecha del 23 de Mayo
tenía dirigida a los mismos soberanos copia de mi insinuada declaración, y
otra a los arzobispos, obispos, grandes y diputados del reino, presidente ó
decano de los Consejos, para que tuviese la instrucción necesaria de mis
sentimientos. La extracción de la correspondencia en los correos me priva
ron con disgusto de este justo y necesario recurso.
Aunque me ocurrió podría desagradar mi indicada declaración, como
contraria a las siniestras miras de los autores de aquélla, jamás creí que
produjese tanta extrañeza el sostenimiento de mis notorios derechos y los
que después de mí son llamados a ello, y aún mucho menos la acordada ex
patriación mía y de mi familia al reino de Italia, con repetidísimas órdenes
para que saliera de Portugal.
Elevé a su alta penetración la precisión de ver antes y despedirme de
S. M. F. las Infantas mis muy caras hermanas; después la dificultad de reali
zarlo sin riesgo inminente de nuestras vidas, por hallarnos cercados por to
das partes del contagio de la peste, que tanto afligió a dicho reino, de cuyo
terrible azote estaba sufriendo a la sazón una no pequeña parte de la tripu
lación de la fragata "Lealtad", dispuesta para nuestra conducción; y final
mente la imposibilidad de efectuarlo desde que, tomada por D. Pedro, la
escuadra se hizo dueña del mar y se apoderó de la capital, con otros por
menores más por extenso, que a su tiempo se harán notorios a la nación.
¿Se me pidió rii exigió el juramento? No. ¿Fui convocado para asistir a la
ceremonia, como primer y principal interesado en la real familia? Tampoco.
¿He sido emplazado ni oído? Menos. ¿Se hizo presente mi declaración antes
del acto a las autoridades a quienes correspondía, para que con este conoci
miento hubiesen deliberado y manifestado su parecer con acierto? Muy si
contrario; se tuvo buen cuidado en ocultar lo que había para no exponerse
a llevar una general repulsa. Luego tiene sobre sí dicha ceremonia y sos
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APENDICE DOCUMENTAL 291

antecedentes una multitud de nulidades insubsanables, y sólo un pequeño


partido obcecado podrá sostener lo contrario, y poner en cuestión mis derechos.
Llegó, pues, el caso de castigar severamente al actual ministerio y de
más empleados, que, desobedeciendo abiertamente mis mandatos, y abusan
do de mi indulgencia siguen trabajando, en contrario sentido; y de repeler
con mano fuerte y poderosa la temeraria obstinación de cuantos déjanse de
acojerse a mi clemencia. Reunios a mi, amados vasallos, y acelerad el paso;
ayudad con vuestro valor a mis esfuerzos y contad con la victoria el justo
premio que concederé a cuantos cooperen al triunfo y salvación de la Pa
tria.—Palacio de Castello Branco, 25 de Octubre de 1833.—Firmado.—Yo el Rey.

DOCUMENTO NUM. 8

Manifiesto de Castello Branco


(4 de Noviembre de 1833)
Carlos V a los generales, oficiales, sargentos, cabos y soldados del ejército:
Llamado por Dios para ocupar el trono español, para defender su santa
causa y hacer felices a mis pueblos, me esmeraré y desvelaré hasta conse
guirlo, ayudado de los conocimientos y consejos de las personas de mayor
instrucción y probidad, que siempre tendré a mi lado. No lo dudéis; éstos
son mis deseos y única ambición. Quiero también llegar a tan dichoso tér
mino con una paz inalterable, y sin que mi real ánimo, pacífico de suyo, se
vea violentado a castigar sin disimulo á los que, desobedientes a mis pater
nales avisos, continúen obcecados y seducidos oponiendo resistencia a la le
gitimidad de mis derechos. No permita el Señor ponerme en tan apurado
caso. Le pido, por el contrario, os inspire y ame a la conservación del honor
adquirido juntamente con la lealtad y valor inseparable del carácter nacio
nal, uniéndolos a vuestro Rey en la frontera de España, ó á las divisiones
o partidas que en muchas y diversas partes se han pronunciado en mi favor, a
cuyos jefes, oficiales y sargentos, concedo el ascenso inmediato, y el correspon
diente sueldo á las mujeres é hijos de los que perecieren en tan justa lucha,
un grado a los que de vosotros se presentaren en el término de un més,
que señalo contraído desde esta fecha, sin perjuicio de los demás que a vues
tros esfuerzos y sacrificios os hagan acreedores en lo sucesivo; y a mis sol
dados las distinciones y minoración de sus años en el servicio, que acorda
ré tan luego como la paz y circunstancias lo permitan.
Castello Branco, 4 de Noviembre de 1833—Yo el Rey.

DOCUMENTO NUM. 9
Proclama de la Diputación de Vizcaya
Vizcaínos: Una facción anti-religiosa y anti-monárquica se ha apoderado
del mando durante la larga enfermedad de nuestro difunto Rey, y trata de
ir adquiriendo ascendientes para exponeros sin defensa a los ataques de la
Revolución y de la anarquía que combatimos en 1823. Sus partidarios apa
rentan que consideran las leyes antiguas y fundamentales del reino aboli
das por otras nuevas, y después de haber alterado el orden de sucesión al
trono con una audacia de que no presenta otr0 ejemplo la historia, quieren
hacer a España cómplice de sus abominables maquinaciones que la propa
ganda revolucionaria inventa para destruir el orden social en Europa. Con
tal objeto se traman intrigas públicas y privadas, y la célebre fidelidad de
este glorioso país no puede escaparse completamente de sus ramificaciones.
Vizcaínos: La lealtad que anima a vuestros corazones estaba contenida
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292 APENDICE DOCUMENTAL

mientras la existencia del Monarca oponía una barrera a la manifestación di


vuestras opiniones; pero ahora que la Providencia ha tenido por conveniente
llamarle a mejor vida, os ha electrizado el patriotismo más noble y puro, y
romniendo las cadenas de la esclavitud que os querían imponer, habess
proclamado a vuestro legítimo soberano el magnánimo y virtuoso D. Car-
los María Tsidro de Borbón que se os ha presentado rodeado del amor de
tcd^s los españoles, para cicatrizar las llagas que el genio destructor del
órden social os había causado.
Vizcaínos: Perseverad, como todos los buenos españoles, en vuestra Va
lerosa resolución. La Diputación que se halla a vuestro frente dará la señal
a vuestro celo y entusiasmo, y cuando vuestros esfuerzos, unidos a ios del
resto de España hayan conseguido colocar en el trono de San Femando i
nuestro muy amado Monarca D. Carlos V, ¡qué felicidad será la vuestra, pus
habréis, demostrado al mundo entero que no habéis degenerado y que sois
dignos sucesores de vuestros ilustres é intrépidos ascendientes!
El marqués de Valde-Espina.—F. Javier de Batiz.—Fernando de Zavali
Bilbao, 5 de Octubre de 1833.
DOCUMENTO NUM. 10
Proclama de Verástcgui
Alaveses.—Ha llegado por fin aquel día tan deseado por los buenos con»
terrible para los malos: aquel día, que con tan justos motivos presagiare:
vuestros corazones al ver que en el impío sistema abolido por vuestras arma;,
comenzaba á renacer de entre sus mismas cenizas; pero día en que la peni-
dia liberal ha de ser exterminada para siempre del suelo español.
Sí, magnánimos y esforzados ■ alaveses: sobrado fundamento teníais, cuan
do al tiempo de la Restauración del órden y de la justicia decíais arrebatadas
de un celo patrio: no ha terminado aun en nuestra patria la tiranía de te
pérfidos españoles, indignos a la verdad de este nombre; no han desaparea
do de nuestro suelo aquellos segundos vándalos, que por más de tres sí*
han hollado sacrilegamente nuestra santa Religión, han tenido cautivo 5
nuestro monarca, y han abolido nuestros fueros y libertades patrias: nueva
mente maquina para perdernos.
Si, verdad es, no os engañásteis cuando en aquella época aunque victt-
riosos sobre las ruinas de este sistema destructor, que corriendo las naciones
como una nube desoladora, las infesta de una fiebre maligna, que consume e¡
cuerpo de la sociedad europea; no considerando seguros y libres de sa
pérfidas maquinaciones os ofrecisteis con heroísmo para ser los primeros
elementos de una nueva milicia, que siendo la protectora del Altar, a ia
par que defensora de los Tronos, tiene por divisa la fidelidad el contrapesí
de la rebelión que caracteriza a vuestros enemigos.
Demasiados fundados fueron entonces vuestros recelos de que
día tendríais que pelear con los mismos que entonces, cobardes, rendían
armas a vuestro valor y sobradamente han sido después comprobados estas
temores con una experiencia que si bien ha sido gloriosa para vuestras armó:
ha sido igualmente funesta para los enemigos de nuestra patria; pero cor-
gratulaos y daos para bien porque ha llegado el día tan deseado que han
desaparecer para siempre los corrompidos elementos de nuestra ruina.
De ninguna necesidad considero el recordaros las heroicas y brillan!»
acciones con las que al paso que habéis merecido el aprecio y la estimawffl
de todos los buenos, habéis exterminado de nuestro suelo a los enemigos de
todo el órden social: pero que no puedo ocultaros en esta ocasión que annqcs
la facción que perseguisteis es importante á la par de vuestro esfuerzo, boj
no obstante, constituida en posición adecuada para ocultar sus planes, topa
vuestra misma forma, y usurpando capciosamente las voces que en realas^
proscriben, se aumenta más y más para labrar con seguridad nuestra tcc¡
ruina. A favor de una artara, pero refinada intriga, que son sus armas far--
ritas, se han ingerido hasta en el mismo trono del monarca, y violando »
poder legislativo, aquella ley fundamental y primordial de sucesión, qw,
carlismo.es
APENDICE DOCUMENTAL 293

siendo la más conforme al orden que el autor de la naturaleza instituyó


en sus criaturas, ha dado tantos grados de gloria y esplendor a esta heroica
nación, ha excluido de la inmediata sucesión a la corona al legitimo here
dero y digno sucesor por sus virtudes de trono ae San Fernando, pero no
era esto lo bastante para que la facción impía solidase la base de su revolu
ción; era preciso buscar un medio que la autorizase para mandar en nombre
de la autoridad Real; y siendo apropósito la menor edad de una tierna niña
ha puesto en sus manos el cetro de esta vasta monarquía. Para esto ha sido
necesario alejar del trono a un príncipe, cuya regias cualidades confirman el
incontestable derecho que le asiste en el trono de las Españas, y ha consu
mado su perfidia, expulsando de estos reinos al mejor de los Borbones, pri
vando por consiguiente a los buenos españoles de las lisonjeras esperanzas
que habían concebido del feliz reinado de un Principe excelso, cuya vida
pública
ventura yy •felicidad.
privada suministra
No les serásobrados antecedentes
en los para esperar
planesdias de
difícil penetrar inicuos y per
versos designios de esta intriga al que conoce la malignidad de sus agentes;
su execración contra el Dios Santo; la proscripción del sacerdocio divino;
la abolición de las ceremonias santas; la libertad de pensar; la inmoralidad;
el desenfreno de todas las pasiones; la venganza; los robos; los asesinatos; la
impunidad de los delitos, que de algún modo pueden servir para dislocal el
orden social; la abolición de nuestros fueros y privilegios, y la cautividad de
nuestras libertades patrias; en una palabra, la destrucción de los altares y
la ruina de los tronos que el Sumo Hacedor tiene establecidos para bien de
la humanidad; tales son sin disputa los verdaderos designios de la facción re
volucionaria, y tal es el estado fatal y el abismo de males en que esta vil
canalla pretende precipitar a nuestra amada patria.
Reflexionad, compatriotas amados, la clase de males que esta impla
facción nos prepara; fijad vuestra vista en el cuadro lastimoso que necesa
riamente debe presentar nuestra patria; y llamando en vuestros auxilios al
invicto Patrono que el cielo deputó a esta heroica nación, corred en auxilio
de ese Príncipe augusto, de ese Príncipe esclarecido, modelo de todas las
virtudes, que ha de librar a España de la tiranía de los nuevos Faraones.
Desde el lugar del destierro ha protestado contra todos los actos ilegales del
gobierno, con que se ha querido privar escandalosamente el derecho que la
naturaleza, las leyes fundamentales de la monarquía, y el amor y la volun
tad de los pueblos le dan a la corona de estos reinos: ha hecho ver a la na
ción la justicia y derechos que le asisten, y los reyes y emperadores lo tie
nen reconocido y ofrecido su amparo y protección. Hoy, pues, que por la
muerte de su augusto hermano el Sr. D. Fernando VII (Q. D. G'.), se halla cons
tituido por derecho y por justicia vuestro Rey y supremo monarca, os llama
y ordena, en virtud de su autoridad real, que, uniéndoos al resto de la nación
que en este día se ha pronunciado en su favor, despleguéis vuestro heroísmo
corriendo a las armas para participar de las glorias de haber salvado a vues
tra patria, colocando en su trono al justo, magnánimo y excelso Príncipe Se
renísimo Sr. Carlos María Isidro de Borbón, tan atribulado y perseguido por
los malos, como deseado y suspirado por los buenos.
Compañeros de armas, alaveses todos: vuestro legítimo soberano es quien
en este día os habla y llama para defender la Religión y salvar la patria;
oíd su voz y no perdáis esta ocasión de constituiros para siempre sobre
vuestros enemigos: su falacia y su intriga, que están tan de manifiesto, los
confunde; la injusticia de su causa los desalienta, y la desconfianza de poder
resistir a toda la nación que los persigue con entusiasmo, los hace inermes:
vuestra sola preséncia los ahuyenta y disipa.
No vaciléis un momento: corred prontamente y con denuedo en nuestras
filas todos los que aun no tenían el honor de pertenecer a ella; y vosotros a
quien la Providencia destinó para ser la primiciales tutelares del altar y
trono, uniéndose a sus respectivos jefes, no olvidéis el precioso nombre que
os distingue. Lealtad, realismo y fidelidad, deberán ser nombres sinónimos
entre vosotros; pero el amor al orden y a la justicia debe ser vuestro carác
ter. Tenéis un rey que os mande, aquel que justamente habéis deseado. Este
monarca benéfico ha comunicado ya sus órdenes, ha establecido en sus res
pectivas provincias sus legítimos representantes, y éstos, autorizados en de
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294 APENDICE DOCUMENTAL

bida forma para conservar ileso todos vuestros fueros y privilegios os tras
mitirán las emanaciones de la voluntad de vuestro augusto soberano el Señor
Don Carlos V de Borbón de cuya piedad y justicia, y demás virtudes que
le adornan, os podéis prometer con razón días de gloria y de esplendor para
vuestra iglesia de paz y sosiego para vosotros y vuestros hijos, y de abundan
cia y prosperidad para toda España.
Elegid, alaveses; españoles, elegid. De vuestra decisión depende la exis
tencia del trono español: en vuestras manos tenéis la felicidad y la ruina de
vuestra patria. Católicos sois, la causa de Dios os llama protectores del altar;
sois leales y fieles vasallos, y el mejor y más deseado de los reyes esperan
vuestro auxilio para exterminar la canalla liberal, y consolidar su trono:
nada os detenga; cooperad todos de un modo posible a la defensa de la causa
más justa que los hombres han defendido. Dad gloria al Dios de los ejér
citos que nos ha conservado ileso tan excelso príncipe y saludad con toda :3
efusión de vuestro corazón a vuestro nuevo rey y monarca esclarecido, re
pitiendo con los buenos: ¡Viva Carlos V, viva nuestro augusto soberano!—Vi
toria 7 de Octubre de 1833.—Valentín Verástegui.

DOCUMENTO NUM. 11
Constitución de la Junta gubernativa de Navarra
En la villa da Aguilar y casa de alojamiento del Sr. coronel D. Francisco
Iturralde, actual comandante general de las tropas -de Navarra, a cinco días
del mes de Noviembre del año mjl ochocientos treinta y tres; convocar
los Señores jefes y capitanes de este ejército que lo son: D. Juan Manuel
Sarasa, comandanta de la 2.a división; D. Félix Ichaso, capitán de la guardn
Real de infantería, y jefe interino de Estado Mayor; los primeros coman
dantes de batallón, D. José Antonio Goñi y D. Fermín Ripalda; los segundos ce
ídem D. Irineo Zalá y D. Juan Tarragual; D. Manuel Fuertes, comandar»?
de escuadrón, y los capitanes D. Bernardo Zubiri, D. Javier Olloqui. D. As-
tero Dancausa, D. Francisco Ibáñez. D. Francisco Antonio Izcue, D. Casimiro
Ilzarbe, D. Francisco Iturmendi, D. Mateo López de Goicoechea, D. Juan
Bautista Arellano, D. Martín Martínez de Langrán, D. Tomás Plaza. D. Fran
cisco Lafcaroti, D. Venancio Urdiain, D. José María Irigoyen. D. José Moriones.
D. Francisco García. D. Andrés Borda. D. Dámaso Berdiel, D. Javier Pérez.
Don Bernardo Echarte, D. Manuel Ibeas. D. José María Berradre, D. Manare
Andevingochea y don Juan Antonio Zalduendo; con el justo fin de atender
a las imperiosas exigencias que reclame este ejército, han resuelto lo si
guiente:
Considerando que el reino de Navarra, por su decisión y levantamiento
general en favor de los legítimos derechos del Rey nuestro Sr. D. Carlos
VIII de Navarra y V de Castilla, exige medidas que concilien el fomento
y subsistencia del ejército con el menor gravamen y régimen de los pue
blos, y teniendo presente que éstas no pueden adoptarse oportunamente per
el solo jefe militar, sino que es precisa la concurrencia de una autoridad, que
al paso de ser independiente del ejército, tenga un carácter de superioridal
por el que los cuerpos la estén sujetas, juzgan indispensable la creación de
una junta que proceda en la forma que lo hiz0 la que existió hasta fin
Octubre de 1823, en que terminada la campaña se repuso a la Ilustnsmu
Diputación de este Reino.
Considerando por último que esta Junta debe componerse de persona
que a su conocida decisión por la causa de la legitimidad reúnan la circunstan
cia de arraigo en el país, conocimiento y celo por el bien general; nombran desdi
luego a D. Juan Echevarría, provisor vicario que fué de Mañeru. a D. Joa
quín Marichalar, vecino propietario del lugar de Añorbe y primer coman
dante del 4.° Batallón de la columna móvil de voluntarios realistas de N>"
varra; a D. Martín Luis Echevarría, propietario y alcalde, capitán a guerr»
del valle del Baztán; al Dr. D. Benito Díaz del Rio, vecino igualmente pro
pietario de Puente la Reina, y a D. Juan Crisóstomo Vidaondo y Mendinuf
carlismo.es
APENDICE DOCUMENTAL 295

ta, que lo es del lugar de Elizorido, a quienes se da plena facultad para que
obren según les dicte su amor al Rey nuestro Sr. en defensa de sus legítimos
derechos, tanto para el fomento, organización, vestido, armamento, equipo
y subsistencia del ejército, cuanto para el régimen y distribución de las
obligaciones que en las actuales circunstancias pesan sobre los pueblos, y
para la conservación de la tranquilidad pública. En consecuencia, acuerdan
se pase el oportuno oficio de nombramiento a cada uno de los Sres. citados,
convocándoles a la ciudad de Estella para el día 15 del corriente, en el que
se celebrará el acto de instalación de dicha Junta.—Siguen las firmas de los
Señores citados al principio.

DOCUMENTO NUM. 12
Nombramiento de Zumalacarregui para jefe de Navarra
En la ciudad de Estella, á 14 de Noviembre de 1833, juntos y congre-
grados los señores jefes y oficiales, cuyos nombres aparecerán por sus fir
mas á continuación, después de haber conferenciado largo rato, unánimemen
te dijeron: Que consecuente al general levantamiento de este reino, cuyos
naturales se han armado para sostener y defender los derechos á la corona
de España del señor rey don Carlos VIII de Navarra y V de Castilla, se ha
reunido en este punto un número de fuerzas tan considerables, que imperio
samente se hace necesario se encargue del mando un jefe de conocida expe
riencia y pericia en el arte militar, que reúna á la esencial cualidad de fide
lidad á los soberanos derechos del rey nuestro señor, la de adhesión a
los fueros y leyes de este reino, quien desde luego deberá proceder a la
organización de las fuerzas reunidas para ponerlas en un estado imponente
al enemigo; y de común acuerdo, convenidos de las sobresalientes virtudes
militares y políticas que adornan al coronel vivo y efectivo don Tomás de
Zumalacarregui, perteneciente á este ejército, cuyos servicios así en este
reino como fuera de él le han merecido siempre el más alto concepto, uná
nimemente han dispuesto que desde luego se encargue del mando superior de
estas tropas, y que sin tardanza se pida al rey nuestro señor, por medi0 de
una reverente exposición, la confirmación de esta gracia, ínterin no se pre
senta el coronel don Francisco Benito Eraso, que se cree ya la obtiene, y se
halla ausente.
Asimismo han dispuesto dichos señores que se oficie al señor comandan
te don Francisco Iturralde cese en este momento en las funciones que hasta
ahora ha desempeñado de este cargo, respecto á que es de inferior graduación
al citado coronel Zumalacarregui, y carece de la competente autorización
para obtener el citado mando. Y para que conste, mandaron hacer esta acta,
que la firmaron dichos señores, recomendando se remita copia de ella para
los efectos que puedan convenir á la Ilustrisima diputación de este reino y
las Provincias .Vascongadas.—Martín Luis de Echevarría.—Joaquín Máncha
la.—Juan Manuel Sarasa—Manuel Fuentes.—Fermín Ripalda.—Luis Ereya-
lar.—Félix Ichaso.—Irineo Zalá—Casimiro llzarbe.—Tomás Tatrraguai.—Fran
cisco García.—Juan Antonio Zaratiegui.—Dámaso Berdiel.—Juan Bernardo
Zubiri..—Bernardo Echarte.—Ramón Goñi.—Martin Ulibarri.

DOCUMENTO NUM. 13
Nombramiento de Zumalacarregui para jefe del Ejército
carlista de Vizcaya
Diputación general del Señorío de Vizcaya.—Siendo indispensable que
a nuestro regreso a Vizcaya, mediante la indisposición de D. Pedro Novia
Salcedo, vuelva a ocupar el destino de Diputado general de aquel Señorío el
señor brigadier don Fernando Zabala, comandante general de la división car
carlismo.es
296 APENDICE DOCUMENTAL

lista de aquel Señorío, cuyas funciones no es fácil desempeñar simultánea


mente con las de diputado, y tomando en consideración que para el mayor
acierto de las operaciones militares que deben ejecutar en combinación las
fuerzas leales vasconavarras, es indispensables que otras partan de un cen
tro común; atendiendo a los conocimientos y aptitud de V. S., al celo de
que abunda por el mejor servicio del Rey N. S. (D. L. G.), y a las circuns
tancias de reunir mayores fuerzas bajo sus órdenes que otro jefe alguno de
las Provincias Vascongadas, ha venido la diputación en- nombrar a V. S. co
mandante general en jefes de las tropas vizcaínas, en reemplazo del señor
brigadier D. Fernando Zabala, esperanzado de que aceptando este mando, des
plegará V. S. sus talentos militares y todos los recursos de que pueda dis
poner a fin de combatir al enemigo común, y libertar al suelo vizcaíno de
las tropas invasoras que le oprimen, dictando cuantas disposiciones juzguen
convenientes y se hallen dentro del círculo de sus atribuciones militares, para
la más pronta y sólida reorganización de sus batallones, con arreglo a sus
fueros y a lo que reclaman con tanto imperio las circunstancias críticas
en que nos hallamos; a cuyo efecto se servirá V. S. tomar desde luego el
mando y darse a reconocer en los cuerpos del ejército en la forma que pres
cribe la ordenanza.
Dios guarde a Vd. muchos años.
Echarri-Aranaz, 7 de Diciembre de 1833.
El Marqués de Valde Espina.—Francisco Javier Batiz.—E. A. D. S. Miguel
de Artiñano, oficial mayor.
Sr. coronel D. Tomás Zumalacarregui, comandante general de Navarra
y de Vizcaya.
DOCUMENTO NUM. 14
Nombramiento de Zumalacarregui para jefe del Ejército
carlista de Guipúzcoa
Diputación a guerra de la provincia de Guipúzcoa.—Convencida de lo
útil que es al Altar y al Trono el que hagamos su defensa bajo el mando militar
único de V. S. en virtud del acuerdo que he firmado en unión de este reino,
el Señorío de Vizcaya y la provincia de Alava; tengo el gusto de manifes
tarle mis deseos de que así se cumpla.
Dios guarde a V. muchos años.
De mi diputación Echarri-Aranaz, a 7 de Diciembre de 1833.
Ignacio Lardizábal.—José Joaquín Hermoso, de Mendoza.—José Ramón
de Berrueta.—Manuel Muñoz Ostolaza.—P. L. M. N. y M. L. provincia de
Guipúzcoa.—Manuel de Gastañaga.
Sr. comandante general del Ejército Real de Navarra. D. Tomás Zuma
lacarregui.
DOCUMENTO NUM. 15
Los señores don Agustín María Pedro Regnaudín, caballero de la real
y distinguida orden española de Carlos III, agente de comercio de Francia
en esta villa, y don Luis María Maré, teniente de navio, comandante de la
goleta de guerra "La Golondrina", surta en la ría de Olaviaga, en nombre y
representación del rey de los franceses y mediante la autorización de 14 del
actual de que se halla revestido al efecto el primero de la una parte, y la
diputación general de este M. N. y M. L. Señorío de Vizcaya, de otras, á in
vitación del señor agente comercial, para establecer un convenio ó tratado en
virtud del cual y de las recíprocas concesiones que se hagan, se asegure el
derecho de gentes y las mutuas consideraciones que debe guardarse entre las
partes contendientes en la lucha actual con respecto á los prisioneros qu£
se hagan respectivamente para evitar la efusión de sangre: dicho señor agente, en
cumplimiento de las instrucciones que ha recibido del gobierno francés, na
reclamado en el acto las personas de los señores don Juan Modesto de la
Mota y don Pedro Pascual de Uhagon. corregidor y diputado general que han


carlismo.es
APENDICE DOCUMENTAL 297

sido de este Señorío, y las del brigadier Trujillo y démás prisioneros políti
cos y de guerra existentes en esta villa, para ponerlos bajo la protección de
su pabellón y evitar que fuesen víctimas de un movimiento popular, pro
metiendo en compensación de éste acto de deferencia las seguridades más
positivas por parte de su gobierno para intervenir con el de la reina, y los
jefes militares que obran en su nombre a fin de que se respeten las perso
nas, familias y bienes de los vizcaínos que defienden la causa del señor don
Carlos V de Borbón, sin consentir que se cometan con ellas daños, confis
cación ni violencia alguna; que " á los prisioneros vizcaínos que caigan en
poder" de las tropas enemigas, se les trate con la humanidad y las considera-
dones que con arreglo a las leyes de guerra, se observa con ellos cuando es
esta de nación á nación, y que a las personas del mismo Señorío, partidarios
del Señor don Carlos que se vean en la necesidad de emigrar a Francia, no
se les sujetará á las disposiciones onerosas y restrictivas que se adopten con
los refugiados pertenecientes a otras opiniones, antes bien se les permitirá
su residencia en cualquier punto de aquel reino aun en los de la frontera,
y su libre tránsito de un pueblo á otro, guardando con ellos las mismas
reglas que con cualquiera otro viajante extranjero. La diputación, si bien no
puede reconocer en el gobierno francés un derecho de intervención directa
ni indirecta en la cuestión interior que se ventila en España, sin embargo,
considerando que podría ser muy útil a las personas comprometidas por la
causa del señor don Carlos V el accederse a las proposiciones del señor agen
te comercial francés, ya por la seguridad que se ofrece a sus familias, bie
nes y propiedades, y ya porque en el desgraciado caso de caer ellos mismos
en poder de sus enemigos, no se verían amagados del temor de ser víctimas
del último rigor, ha contestado que convendrá desde luego en la entrega del
señor Mota, Uhagón, Trujillo y demás presos, con motivo de las disensiones
civiles actuales, siempre que el gobierno francés, se comprometa y salga
garante, en nombre del honor, á conducir á dichos individuos á país extran
jero, sin tocar ni comunicar en pueblo alguno dominado por los partidarios
de la reina, y á que permanecerán ausentes de España, mientras dure en
Vizcaya la presente lucha, sin tomar activa ni pasivamente parte en ella;
y con tal también de que en justa reciprocidad de este acto de deferencia
hácia el gobierno francés, tome este las disposiciones más activas y termi
nantes á fin de que por las tropas de la reina no sólo se respeten desde el
momento las personas, familias, bienes y propiedades de los vizcaínos adic
tos al señor don Carlos V, sin consentir ni tolerar en. que se comete con
ellos el menor insulto, vejación ni arbitrariedad, sino que a los vizcaínos
que caigan en poder de las mismas tropas, sea cuales fueren su calidad, con
dición, carácter y compromiso, se les trate como meros prisioneros de gue
rra sin sujetarles á otro rigor que á las precauciones ordinarias para evitar
su fuga, y que á los vizcaínos que emigren á Francia con motivo de las
circunstancias actuales se les considerará como á meros transeúntes, guar
dándoles la inmunidad que les pertenece como á extranjeros pertenecientes á
una nación amiga.
El señor agente ha convenido en todos los extremos de la disposición, y
en su virtud ha prometido solemnemente, en nombre de la nación á quien
representa, guardar y hacer guardar extrictamente, y sin dar lugar a inter
pretación alguna desfavorable todos los términos de este tratado; en su conse
cuencia, la Diputación ha acordado hacer la entrega de las personas de los pre
sos mencionados en la forma y por los medios que dicta la prudencia de las cir.
cunstancias actuales, según lo ha propuesto el mismo señor agente comer
cial, y para fé de este convenio recíproco de mutua amistad y buena armo
nía, hallándose presentes en este acto el señor comandante de la goleta
"La Golondrina", que prometió recibir á dichos sujetos a bordo de ella, y
poner a continuación los correspondientes recibos, lo firman dicho señor
agente y los señores que componen la diputación, tres de un tenor en la
villa de Bilbao á ventidós de Noviembre de mil ochocientos treinta y tres,
de que certifico yo el secretario interino de gobierno de este Señorío.—El
agente comercial de Francia.—Augusto Regnaudin.—El marqués de Valde-
Espina—Javier de Batiz.—Pedro Novia de Salcedo.—Miguel de Artimaño, se
cretario de gobierno interino."
carlismo.es
298 APENDICE DOCUMENTAL

DOCUMENTO NUM. 16
Levantamiento carlista de Talavera de la Reina
A las dos y media de la mañana de ayer, recibió el gobierno de S. M.
por parte de D. Josef García Tejero, corregidor de Talavera de la Reina, fe
cha 3 de Octubre las noticias siguientes:
A principios de la noche del 2 de Octubre se formó una facción acau
dillada por el administrador de correos procesado y suspenso don Manuel Ma
ría González, la cual despojó violentamente de la autoridad al corregidor
Tejero, y le puso preso a las nueve de la noche, como también al mariscal de
campos D. Antonio María Rojos, al comandante de armas y a otros honrados.
Después se apoderaron de los caballos de los habitantes del pueblo y de los
fondos públicos (objeto quizás exclusivos de la sublevación).
Al amanecer del 3 prorrumpieron en la plaza pública con voces infames
y subversivas. Pero notando que ninguna persona del vecindario tomaba
parte en atentado tan alevoso, y que el corregidor se negó absolutamente a
reasumir la autoridad que le ofrecían restituir a condición de que suscri
biese a sus ideas, salieron de la villa con dirección al lugar de Gtlera, que
es el primero en el camino de Extremadura, llevándose dos de los vecinos
que habían preso.
El corregidor volvió a recobrar su autoridad, dispuesto a defender en
cuanto le fuese posible la tranquilidad pública contra aquella facción re
belde, si como habían asegurado volvían por la noche a Talavera.
A penas el Gobierno de S. M. supo este suceso, tomó las providencias
convenientes contra tamaño atentado; y posteriormente el mismo corregi
dor ha remitido a S. M. la Reina Gobernadora la Siguiente exposición por
medio del Sr. secretario de Estado del Despacho de Gracia y Justicia.
"Señora: Tengo el honor de elevar a conocimiento de V. M.. según lo
que ofrecí en mi parte anterior que en la villa del Puente de Arzobispo, seis
leguas de ésta, han sido presos por su justicia, con auxilio del teniente reti
rado y Secretario de aquel Ayuntamiento D. Antonio Acevedo, las personas
de D. Francisco López Salas, cadete de Borbón, D. León Nieto, alférez del
Cuadro de esta villa; D. Manuel González Bárbara y D. Celestino Pabat, éste
hijo de un oficial de correos de esta villa, y el anterior del administrador
de la misma, a quienes he mandado conducir a mi disposición, y de la
causa que estoy formando sobre la sublevación y acaecimiento del día 2. Me
apresuro a comunicar a V. M. que en esta mañana se han presentado expon-
táneamente con sus armas diferentes de los individuos que componian la
facción revolucionaria, y en esta tarde acaban de presentarse los restantes en
quienes he recogidos las armas, sin perjuicio de las demás medidas que arroje
de sí la causa. No han quedado en la facción más que siete de los principales
que son: D. Manuel María González, administrador de correos de esta villa;
Don Juan Bautista Alonso, mozo de correos; D. Miguel Salas, capitán de
Caballería del cuadro establecida en la misma; D. Saturnino Barco, alférez
retirado; D. Joséf Aicmerit, ex guardia de Corps; D. Francisco González,
y D. Mariano Cevallos, teniente de Caballería; pudiendo afirmar, según las
noticias que se han participado, que huyen sin fuerza alguna que auxilie
sus planes revolucionarios, desesperanzados de conseguir sus horrendos de
signios porque han visto que los voluntarios Realistas de los pueblos con
quien contaban, no sólo no han secundado sus intenciones, sino que han
mostrado una resistencia muy digna de recomendación. La tranquilidad pú
blica sigue inalterable en esta villa, y sus habitantes a porfía dan pruebas
manifiestas de su fidelidad adhesión a la legitimidad del trono que como Gober
nadora dirige V. M. Los pueblos por donde caminan los insurreccionados dan
pruebas patentes de su lealtad y sus justicias desplegan su celo de una manera
laudable; pudiendo asegurar que el espíritu público lisonjea las esperanzas de los
leales vasallos, el que ha hecho desmayar a los sublevados de su infernal
empresa, prometiéndole será extinguida del todo la formación mediante las
medidas que tengan tomadas al objeto.
carlismo.es
APENDICE DOCUMENTAL 299

Prometo a V. M., por mi parte, sacrificar todos mis desvelos, procurando


por la paz y tranquilidad pública, apurando todos los medios de perseguir
a los que osen pronunciarse en contra de los imprescriptibles derechos de
V. augusta Hija Isabel II como heredera legítima del Trono de España.
Dios guarde la importante vida de V. M. y su augusta Hija muchos y
dilatados años, en bien de la Monarquía española. Talavera de la Reina, 4 de
Octubre de 1833.—Señora—A. L. R. P. de V. M.—Josef García Tejero.
(Suplemento a la "Gaceta de Madrid" del sábado 5 de Octubre de 1833.)

DOCUMENTO NUM. 17
Parte de guerra
Regimiento de Caballería de la Reina, 2.° de Líneas.—Partida en per
secución.
Excmo. Sr.: Pareciéndome conveniente no retardar a V. E. este parte para
su más pronto conocimiento, con esta fecha paso el oficio que a la letra
copio al brigadier coronel del expresado regimiento.
Luego que salí de Villanueva de la Serena, en el día de hoy, en persecu
ción de los revolucionarios de Talavera de la Reina, según las instrucciones
que me dió V. E., me dirigí a la casa de Perales, en la que no me detuve,
porque no encontré razón alguna, y marché al vado de las Puercas, a donde
llegué como a las dos de la tarde, y adquirí la noticia que lote revolu
cionarios, en número de oche, habían exigido un saco de cebada en el
molino del vado, y ocho o diez panes, siguiendo el Guadiana abajo, como a
las ocho de esta mañana, en cuya dirección continué sin pararme, y como a
las dos leguas, en la dehesa llamada Guadaperales. tuve la satisfacción de sor
prenderlos, pues los encontré en el mayor descuido, acostados, y los caballos
atados, sin que me vieran hasta que estuve a la distancia de 40 á 50 pasos.
Trataron de fugarse, pero la mayor parte de ellos, al ver la intrepidez,
entusiasmo y decisión con que mi tropa, a mi voz, los cargó espada en mano,
se desanlentaron de tal manera que se entregaron sin resistencia alguna; a
saber, don Manuel María González, administrador de Correos de Talavera
de la Reina y primer comandante de Voluntarios Realistas; don Mariano
Cevallos, teniente de Caballería: don Francisco Gabriel Jiménez, ex guardia
de Corps; don Miguel López de Salas, capitán de Caballería del cuadro de
Talavera de la Reina, y don Saturnino del Barco, oficial retirado en el mis
mo pueblo; habiéndoseme fugado don Juan Alonso Bautista, don Josef Galeti
y don Francisco Vicente González.
Puesto en seguridad los reos aprehendidos, a pesar de la poca fuerza que
llevaba a mis órdenes, compuesta sólo de siete soldados, un cabo y un sar
gento, dispuse que éste con dos soldados batiese las inmediaciones del monte,
cuya espesura le impidió cojer los fugitivos. Volvíme a esta villa con los
reos, y con auxilio de los voluntarios realistas de ella fueron puestos en se
guridad en la cárcel; unos paisanos a quienes al retirarme dejé encargados
que batiesen el monte, trajeron a poco rato preso al citado don Juan Bautista
Alonso, oficial de Realistas de Talavera, que al pasar por la iglesia cuando
le conducían á la cárcel se acogió á sagrado agarrándose a la aldaba de la
puerta de ella y recibió del párroco papel de iglesia.
Los reos tenían seis caballos, dos pistolas, dos espadas, un florete y dos
sables, y además 120106. r. s. y cuarto, en plata y oro. Mañana saldrá el co
mandante de Voluntarios Realistas de esta villa al sitio donde fué aprehendido
Alonso, por haber manifestado éste que había arrojado dos mil reales que
llevaba.
He pasado requisitoria á la villa de Miajadas para que salga también en
persecución de los dos fugitivos que restan. No puedo menos de recomendar
a V. E. el valor y decisión del sargento primero Josef Alba y demás que en
esta ocasión he tenido a mis órdenes, Dios etc. Orellana la Vieja, 14 de Octu
bre de 1833.—Cuyo oficio elevo directamente al superior conocimiento de
V. E. para los fines convenientes. Dios &c. Orellana la Vieja 14 de Octubre
carlismo.es
300 APENDICE DOCUMENTAL

de 1833.—Excmo. señor. El Teniente Alférez de Caballería Josef Gómez.—Ex


celentísimo señor ministro de la Guerra.
("Gaceta de Madrid" del 19 de Octubre de 1833).
Excelentísimo Sr.: Ayer a las cinco de la tarde fueron pasados por las
armas el desagradecido y rebelde D. Santos Ladrón y el teniente de Realistas
Don Luis Iribarren, habiéndoles dado el tiempo necesario para morir como
cristianos, y prestando antes sus declaraciones en que, de plano, confesaron su
crimen. La Junta extraordinaria de guerra presidida por mí, acordó, en vista
de sus delitos y de sus deposiciones, que se ejecutase la pena de muerte sobre
uno de los baluartes de la Ciudadela, anunciándose al público con un caño
nazo; y así se verificó. Lo participó a V. E. para su debido superior conoci
miento y efectos consiguientes.
Dios guarde a V. E. muchos años. Pamplona 15 de Octubre de 1833.—Ex
celentísimo Sr. Antonio de Solá.—Excmo. Sr. Secretario de Estado y del Des
pacho de Guerra.
("Gaceta de Madrid" del 19 de Octubre de 1833).

DOCUMENTO NUM. 18

Partida de defunción de D. Manuel María González


Partida: En Villanueva de la Serena en venticinco días del mes de Oc
tubre del año mil ochocientos treinta y tres, se enterraron en el cementerio
de esta iglesia, extramuros de esta villa, á D. Manuel María González, Admi
nistrador de Correos y comandante primero del batallón de voluntarios rea
listas de Talavera de la Reina; á D. Juan Bautista Alonso, mozo de oficio de
Correos y ayudante del dicho batallón; á D. Francisco Javier Jiménez Aime-
rich, exguardia de Corps y vecino de la dicha ciudad de Talavera: á D. Sa
turnino del Barco, Alférez de Caballería, retirado en Talavera; á D. Miguel
López de Salas, capitán del cuadro de Caballería de fija residencia en Ta
lavera; á D. Mariano Cevallos, teniente de ídem; á D. Francisco Vicente Gon
zález, hijo del primero, paisano y vecino de Talavera, y á D. José Galletti,
también paisano y vecino de Talavera, los que fueron afusilados en esta
Villanueva el dicho día venticinco. Recibiendo los Santos Sacramentos de
Penitencia y Comunión; y otorgaron testamento ante el Escribano D. Pedro
Gómez, el D. Manuel María González, D. Miguel López Salas, D. Mariano Ce
vallos y D. José Galletti; cuyas copias se han remitido al señor Vicario Ecle
siástico de Talavera de la Reina; todo según la nota que ha pasado a esta
Parroquia, de que certifico.—Juan Antonio Sánchez.

DOCUMENTO NUM. 19

Proclama de Ibarrola del 5 de Octubre de 1833


Soldados del ejército español: Fernando VII ha muerto; el Rey ha muerto
y D. Carlos de Borbón hereda la corona por las leyes del reino y por acuerdo
y disposición del Consejo de Utrecht de 1713, en el que se reunieron todos
los soberanos de Europa. No olvidéis que fuisteis realistas en vuestros pue
blos y que estáis mandados por oficiales la mayor parte masones, habiendo
separado de vuestras filas a los verdaderos oficiales realistas con bastante
sentimiento.
No os detengáis en abandonar esas banderas de impiedad, y venir a
abrazar vuestros hermanos para ayudarles a defender la causa más justa: si,
compañeros de armas, corred a las filas de la Lealtad.—Juan Felipe de Ibarrola.
carlismo.es
APENDICE DOCUMENTAL 301

DOCUMENTO NUM. 20
Proclama de D. Santos Ladrón
(8 de Octubre de 1833)
Ejército realista del Sr. D. Carlos V, Rey de las Españas.—Madre, hermana
Matea, hermanos mios Joaquín y Mónica, parientes, amigos, amados compa
tricios navarros, y últimamente todos los valientes compañeros de armas en
la última lucha; ya estoy con vosotros, libertado sin duda por la mano de
rfciestro Dios y Señor e intercesión y clara protección de su Santísima Madre
Nuestra Sra. del Rosario, en cuyo día me presenté sólo en el pueblo de Tricio,
en la Rioja, y di el sagrado grito en defensa de la Religión de Jesucristo, procla
mando al Sr. D, Carlos V Rey de las Españas, que el cielo nos tenía destinado
para enjugar nuestras lágrimas y acabar nuestras desgracias y calamidades,
y para que triunfe la Religión de todo el Infierno; siendo como siempre los
navarros uno de los más firmes balauarte de aquella. Seguid, pues, hermanos
míos en Jesucristo el impulso de vuestro belicoso corazón, y con su auxilio
emprenderé rápidamente en este reino tan justa lucha, alzando el grito y pro
clamando a nuestro amado monarca Carlos V, y por Reina a su augusta esposa
Doña Francisca de Asís, y por Príncipe de Asturias a su hijo primogénito
D. Carlos; y confío en Dios, en vuestra decisión y fe, que seguirá este mo
vimiento como el fuego eléctrico por todo el reino y los inmediatos; y al
efecto, autorizo a todos los jefes, voluntarios realistas, y los que fuisteis mis
compañeros de armas, y que merecéis y conserváis la opinión y ascendien
tes de este pueblo cristiano y fiel, sin que le contamine los cuerpos con nin
gún, ni un soldado que haya titubeado; D. Ramón de Alio, de Viana, D. Ra
món Bustamante, de Morentín, Ochoa, de Olza, D. Miguel Sarasa, de Ronces-
valles, el capitán Zubiri. los Manehos, de Ochagavía, y otros semejantes, sean
mis apóstoles y precursores por mi izquierda de Pamplona, y para mi dere
cha D. Juan Manuel Aurmendi, de Ledosa, y hacia la raya el que, o los que
esta deja, Sagués, el de Beire, D. Miguel Larumbe, beneficiado de Tafalla, Eraso
de Garinoain, Uriz de Sada, y los que estos elijan; ahí van sus instrucciones
para arreglarse a ella, y lo demás ya sabéis lo que. habéis practicado ante
riormente; así, pues ponerse en manos del Señor y emprended tan justa lu
cha en cuyo apoyo aquí me tenéis con aire bizarro y religioso, riojanos,
nuestros hermanos vecinos.
Cuartel general de Viana, 8 de Octubre de 1833.—Santos Ladrón.

DOCUMENTO NUM. 21
Fusilamiento del teniente coronel Aguilar
Presidencia de la Real Cnancillería.—Excmo. Sr.: No hay más novedad
que la aprehensión del cabecilla D. Lorenzo Aguilar con varios de su gavi
lla, que a estas horas habrán sido fusilados.
Esta ciudad goza de la más completa tranquilidad.
Dios guarde a V. E. muchos años. Valladolid 6 de Noviembre de 1833.—
Excmo. Sr. Vicente de Quesada.—Excmo. Sr. Secretario de Estado y dél
Despacho de Gracia y Justicia. •
("Gaceta de Madrid" del 9 de Noviembre de 1833.

DOCUMENTO NUM. 22
Circular de Merino
Castellanos:
Nunca sufrieron los españoles que se violasen sus leyes fundamentales,
sino eran derogadas o modificadas por unánime sentimiento, y, especialmente
la de sucesión a la corona; a nadie se ocultan los medios que se han em
carlismo.es
302 APENDICE DOCUMENTAL

pleado de muy pocos años a esta parte para derogar la expresada ley, pero
todos contra lo que la misma ley dispone, para tales casos, y otras que tratan
sobre el asunto no menos terminante, de lo que se siguen y seguirán fata
les consecuencias que omito referir por no ser difuso, y porque no pueden
ocultarse al más. rudo entendimiento. Es, pues, preciso oponerse con energía
al dolo de la injusticia, y procurar nuestro bien. Ha llegado el momento de
ejecutarlo con las armas en la mano, porque, en las actuales circunstancias,
no hay otro medio menos violento, por más sensible que éste sea; y, para que
tenga efecto, he resuelto ponerme al frente de la fuerza armada, y tomar el
mando de Castilla la V¡eja interinamente, a lo que me obligan e impelen
motivos poderosos y razones fuertes que no me permite manifestar la po
lítica; en cuya consecuencia prevengo y mando a usted:
1.° Que reúna su batallón en el punto que más bien le parezca, con arre
glo a lo que tiene que ejecutar.
2." Que se haga con la posible reserva y mucha prontitud, por manera
que no medie más que media hora, desde que se avise a los voluntarios
hasta que salgan de los pueblos a el punto que usted les señale y una desde
que esté todo el batallón reunido hasta, que se ponga en marcha, que será
a jornada doble, para la villa de Riaza, en donde se hallarán ya el dia 10
de Noviembre, y allí esperará mis órdenes, cuya combinación de operaciones
arreglará usted con su prudencia.
3.° Que sobre la marcha en despoblado, y cerca del punto designado
por mí, haga usted entender al batallón de esta orden, para satisfacción de
sus individuos y para que no aleguen ignorancia, si acaso algún temerario
faltase a ella.
4.° Hasta el punto dicho suministre usted libra y media de pan y dos
reales y medio a cada voluntario, tres a los sargentos y cuatro a los señores
oficiales, si los quisiesen.
5." Que en los pueblos donde transite y haya de suministrar la tropa,
sólo exija las raciones de pan, las que pagará a precios moderados, si tuviese
fondos para ello la caja, y, si no, dejará el competente recibo a las justicias,
para que se les abone en cuenta de sus contribuciones, como en efecto se
les abonará.
6.° Que para el socorro que lleva designado se valga usted de los mis
mos fondos de la caja, si los hubiere, de lo que a ella deban los pueblos o
de algún empréstito de los fondos municipales, y, en último extremo, su
ministrarán a usted lo necesario de los pueblos comprendidos en la demar
cación de este batallón que no hubiéranse pagado el tercio vencido de
contribución y a cuenta de su importe; todo con la debida cuenta y razón,
por manera que no se agrave a los pueblos especialmente en nada fuera de
aquello con que deben contribuir, y aún es mi voluntad que, pudiendo reme
diarse, ni con eso por ahora.
Las justicias y demás autoridades, los individuos que componen el bata
llón, todas las personas a quienes comprendan algo los artículos de esta orden,
y. particularmente, a usted, me serán responsables de su exactísimo cumpli
miento: castigaré con las penas más severas a los que faltasen a él en lo
más mínimo, y la de muerte tendrá lugar con frecuencia, si lo exige la gra
vedad de la culpa, y especialmente si aunque sea leve se malograse por ella
alguna operación importante, cuya ejecución será inevitable en cualquiera
evento, púes nunca pueden faltarme medios para ello; al mismo tiempo,
los buenos, y con particularidad los que hagan servicios importantes a el logro
de la justa causa que se defiende, pueden prometerse de la justicia y libera
lidad del señor Don Carlos V de Borbón el merecido premio, si logramos
colocarle en el trono que por derecho le pertenece.—Dios guarde a usted
muchos años.—Cuartel general de Aranda. Octubre 24, de 1833.—Gerónimo
Merino.—Señor comandante del batallón de voluntarios realistas de...
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APENDICE DOCUMENTAL 303

DOCUMENTO NUM. 23
Circular de Cuevillas
Ejército Real del -Sr. D. Carlos V.—La Excma. Junta Gubernativa de la
provincia de Castilla la Vieja, establecida con las autorizaciones necesarias
por S. M. el Sr. D. Carlos V de Borbón, nuestro legitimo soberano, me ha
nombrado comandante general del ejército de este distrito, poniendo a mi
disposición la fuerza existente de voluntarios realistas y de cuantos indi
viduos se conceptúen útiles para atender a la defensa de los sagrados dere
chos de S. M. al trono de las Españas, igualmente que de la religión cuya ,
causa se interesa, en la inteligecia de que, el que se niegue a concurrir a la
defensa de tan justa causa, es declarado traidor a sus banderas, con mani
fiesto que S. M. ha comunicado en fecha 1.° de Octubre en Abrantes.
En su consecuencia, mando: que, bajo su responsabilidad personal, in
mediatamente reúna el batallón de su digno mando, y con toda la fuerza se
presente a recibir mis órdenes en el punto que se designe al margen, con
duciendo la caja de este Cuerpo con los intereses que tenga, y, al mismo
tiempo, dispondrá usted que se haga la requisición de caballos y monturas
que sean útiles para el servicio, de que dará usted recibo provisional, que
renovará después el interesado en la Intendencia del Ejérrito.
También exigirá usted que las justicias a que corresponda la fuerza so
corran a sus voluntarios con el haber de reglamento hasta que se incorporen
al Ejército, y de estos socorros dará el correspondiente resguardo del habilitado
del batallón, o el jefe encargado de las fuerzas para que les sean abonados en
contribuciones reales.
Encargo a usted el mayor orden y evite toda clase de escenas en las
operaciones que se ejecuten por usted.
Dios guarde a usted muchos años. Cuartel general de Poza. Octubre, 25.
1833.—El comandante general, Ignacio Alonso Cuevillas.—Ser. Comandante
del batallón de voluntarios de...
NOTA AL MARGEN—Pasará usted con el batallón a Cervera del Río,
Pisuerga, a marchas dobles, donde con otros batallones permanecerá hasta
recibir órdenes de don Santiago Villalobo, comandante de la 2.a brigada, con
quien se entenderá.

DOCUMENTO NUM. 24
Comunicación de Cuevillas al comandante militar
dé Burgos
Excmo. Sr.— La Excma. Junta Gubernativa de esta provincia de Castilla
la Vieja se halla hace días establecida, con las autorizaciones necesarias, por
S. M. el Sr. D. Carlos V, nuestro legítimo soberano: Por ella he sido nom
brado comandante general del distrito de Rioja, hallándome a la cabeza de
los valientes batallones de voluntarios realistas y fuerza que he organizado
de guerreros, que en ambas épocas defendieron los derechos del trono, que
forman mi división, resueltos conmigo a defender los derechos usurpados del
virtuoso Rey, por quien hemos jurado morir.
Estoy resuelto a marchar sobre esa capital, en combinación con las fuer
zas alavesas; pero antes de verificarlo me parece oportuno dirigirme a V. E.,
para evitar el derramamiento de sangre, bien entendido que, si V. E., los se
ñores jefes y oficiales de esa guarnición, se olvidan de la obligación sagrada de
la lealtad, y no juran inmediatamente las banderas de Carlos V, según S. M. lo
previene en manifiesto dirigido a dicha Junta Superior Gubernativa de
la provincia, en fecha del 1.° del corriente, de que incluyo copia, puede V. E„
sin disputa, asegurarles que la dificultad será satisfecha con sus cabezas y
la de V. E.
Exijo, bajo la responsabilidad de V. E., para que en ningún tiempo
alegue ignorancia ningún individuo, que el manifiesto de S. M. y este oficio
carlismo.es
304 APENDICE DOCUMENTAL

se lea a la guarnición, y Vuestra Excelencia mandatrá sin pérdida de tiempo la


contestación que tenga por conveniente, con un individuo del Ayuntamiento
de esta villa, a quien obligo ponga en manos de V. E. este pliego.
Tengo entendido que V. E. ha hecho prisiones de españoles fieles, entro
ellas la del segundo comandante de voluntarios realistas de esa ciudad, y
prevengo a V. E. que, si no les pone inmediatamente en libertad, pasaré por
las armas a traidores que existen presos en mi división.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Cuartel general de Belorado, 16 de Octubre de 1833.
El comandante general, Ignacio Alonso Cuevillas.

DOCUMENTO NUM. 25
Comunicación de Cuevillas al general Sarsfield
"Cuartel general de Briviesca, 1.° de Noviembre de 1833.—Exemo. Sr Don
Pedro Sarsfield.—Excmo. Sr.: La muerte de nuestro amado soberano el señor
Don Fernando VII (Q. S. G. H.), ha sido el estruendo del cañón que se ha
dejado oír por la Península; a su eco, todos los buenos españoles, aquellos
que en ambas épocas empuñaron las armas, en unión de V. E., para defender
la soberanía de sus reyes, vuelan hoy a ratificar su fidelidad al legitimo
derecho al trono de San Fernando, el señor Don Carlos V, jurando morir an
tes que sucumbir al gobierno tiránico y caprichoso de una reina inexperta,
entregada a seguir los consejos de hombres malvados, llenos de crímenes y
delitos. V. E. conoce tan bién como yo la justicia que asiste a nuestro
Rey legítimo, y que sus derechos a la corona están asegurados por las leyes
y por el voto general de los pueblos.—Un millón de combatientes están en
campaña, decidido a defender la legitimidad de los derechos del más virtuoso
de todos los reyes.
"El Ejército es el primero que lo ama, y, si no se ha declarado, esté se
guro V. E. que es por falta de ocasión: En Aragón algunos cuerpos lo han
verificado, como constará a V. E. La mirada del gobierno usurpador tiende
a entronizar la guerra civil, comprometer, como en la época constitucional,
el honor de la milicia y las glorias de sus dignos jefes: Creo seria injuriar
a V. E. si tratase de extender mi pluma a nuevas reflexiones, mayormente
cuando sus conocimientos poco comunes son bien conocidos: asi, me limito a
ofrecerle mi amistad, y en nombre del Rey nuestro señor (Q. D. G.) a
manifestarle la necesidad de que jure V. E. sus banderas, bien seguro de que
si su resolución es favorable, le granjeará la más alta estimación del so
berano y la1 gratitud eterna de la nación. En V. E. consiste evitar que la
sangre española se derrame de nuevo, y, si, como no lo dudo, se decid?
por la justicia, la empresa es concluida, porque, puesto V. E. al frente de
los valientes realistas y tropas del Ejército, conducirá a la capital sus armas
triunfadoras con el orgullo que es propio a un general acreditado, que jama;
dejó que desear en el cumplimiento de su deber.
Si V. E. da la acogida que deseo a este escrito, puede contestarme, para
ponerse de acuerdo con la excelentísima real Junta Superior Gubernativa
de esta provincia, y tratar lo que V. E. tenga por conveniente; bien seguro
que si se resuelve a tomar partido por la causa de nuestro Rey. será el dia
de mayor satisfacción que tendrá su S. S. Q. S. M. B., Ignacio Alonso Cue
villas."
DOCUMENTO NUM. 27
Proclama de Merino
Castellanos.—Dos campañas gloriosas fueron la mayor garantía de que
ocurrí siempre a la defensa de la Patria, cuándo se vio amenaza por las
intrigas y audacias de los enemigos exteriores e interiores, que quisieron su
mirla en la desgracia, envolviendo en ruinas los fundamentos del altar y del
trono. Por tercera vez salgo al campo del honor acaudillando las leales
huestes castellanas, para poner un fuerte muro al impetuoso torrente de cala
carlismo.es
APENDICE DOCUMENTAL 305

midades con que amenazan a la Patria común gentes interesados que ro


deando a la esposa de nuestro malhadado cuanto querido Rey. Sr. Don Fer
nando VII (Q. E. E. G.), la ocultan maliciosamente el verdadero sentido y
espíritu español, en vez de aconsejar los medios de hacer la felicidad de los
españoles. Sí, castellanos, estamos bien convencidos de que tales consejeros
sólo aspiran a rectificar el edificio destruido ya dos veces por nuestros es
fuerzos y sacrificios. Sabemos que no quieren a la Reine ni a su augusta
hija, de cuya menor edad quieren aprovecharse, proscribiendo a los fieles
realistas amantes del trono, a quienes han jurado aniquilar.
Hagamos, pueáT el generoso esfuerzo que reclama de nosotros la Patria,
hasta colocar en el trono a un príncipe español, perseguido y expatriado, re
uniendo a sus virtudes el legitimo e indisputable derecho a la corona de
España. El sólo es capaz de salvarla en el inminente peligro en que se halla
amenazada. Reunido ya bajo las banderas de la lealtad mi valiente ejército de
noventa mil combatientes a el que ha corrido a alistarse la juventud de Casti
lla, sin distinción de clases, y singularmente la de ricos, propietarios y de la
nobleza, sólo nos resta acreditar a la faz del mundo que no hemos empuñado en
vano las armas.
Sea nuestro distintivo la lealtad; observemos un ejemplar orden y una
moderación generosa, para que de este modo suba al trono nuestro soberano
el señor Don Carlos V, de una nación conservada y no destruida. Estoy
cierto corresponderéis a mis esperanzas, y que en el Ejército de Castilla
jamás tendrá lugar la corrupción, y sí solamente una gloriosa emulación.—
Cuartel general de Salas de los Infantes. 23 de Octubre de 1833.—Gerónimo
Merino, capitán general de Castilla la Vieja.

DOCUMENTO MUN. 27
Orden de Merino

Ejército Realista de Castilla la Vieja.—Persuadiéndome que las justicias


que se hallan regentando los pueblos que pertenecen a los leales y esforzados
voluntarios realistas que componen el ejército de mi mando estaban anima
dos de los mejores sentimientos y amor en obsequio de unos sujetos que,
abandonando sus intereses y familias, se han dedicado exclusivamente en el
más vehemente deseo a defender nuestra! religión sacrosanta y sostener a
todo trance los imprescriptibles derechos de nuestro amado Rey Don Carlos V
hasta conseguir su colocación en el trono de las Españas, por cuya justísima
causa se encuentran privados de poder atender y emplearse en aquellas ope
raciones agrícolas y de otras clases de industria que cada uno de aquéllos
había de ejercer, así en la presente estación como en la sucesiva, para pro
porcionar con ello, no sólo el alimento de sus esposas y de sus hijos, sino
que también los recursos necesarios paia cubrir las indispensables urgencias
de nuestro legítimo Gobierno, en cuyo favor y auxilio no dudo que igual
mente estarán dispuestas en cualquier evento las mismas justicias; por tan
poderosas consideraciones me prometo y espero de ellas que inmediatamente
que reciban esta mi orden determinarán el mejor medio que conceptúen
menos gravoso a su vecindarie y el más expedito para que las labores y
trabajos que no puedan ser atendidos y realizados por las familias cuyos
maridos estén en mi ejército, y especialmente los de sementera, sean apli
cados con la mayor perfección y prontitud; pudiendo adoptar para ello, si
lo tuviesen por conveniente, los fondos de propios y arbitrios, y practicar
los procomunalmente, y aun si fuere necesario, pidan permiso a los señores
curas párrocos para que dispensen poderlo hacer en los días festivos. Creo
no me veré en la dura necesidad de valerme de medios coercitivos por falta
de su cumplimiento a cuanto va dispuesto; mas, si por desgracia, algunas
de las justicias insinuadas desoyesen esta mi amonestación, o dejasen de
practicármela en lo más mínimo, usaré contra ellas (aunque bien a pesar mío)
de] más irremisible rigor.
20
carlismo.es
30G APENDICE DOCUMENTAL

Dios guarde a V. S. muchos años. Cuartel general de Salas de los In


fantes, 30 de Octubre de 1833.
De orden del señor general Merino, el jefe de Estado Mayor, general
Lucio Nieto. *

DOCUMENTO NUM. 28
Circular de Merino
El general en jefe del ejército combinado de Rioja y de Castilla.
Soldados: La causa más santa y la más justa ha reunido este brillante y
numeroso ejército que veis a las puertas de la ciudad: la santa religión
de nuestros padres y el trono de la España; tales son los queridos objetos
que queremos poner al abrigo de la persecución de los monstruos infames
de la iniquidad, que han llegado a apoderarse por segunda vez, engañando
traidoramente, aparentando dar su adhesión a la augusta esposa y a la hija
de nuestro amado soberano, que descansa en el seno de la divinidad. ¿Podíais
creer que los enemigos declarados de Fernando VII, los que arrancaron el
cetro de sus manos, los que le condujeron cautivo a Cádiz, aquellos, en
fin, que decretaron la proscripción de los fieles realistas, se hablan vuelto
sinceramente los defensores de las instituciones monárquicas? Vosotros no
lo creéis, soldados españoles, vosotros habéis sido muchas veces testigo de los
esfuerzo que ha hecho para resucitar su sistema revolucionario, sistema que no
podrán realizar mientras que un príncipe español ocupe el trono. Salid, pues,
del error en que estáis; no contribuyáis al triunfo de los perversos y a la
desolación de la Patria; no cubramos de luto nuestro desgraciado pais, y na
hagamos correr más sangre española para satisfacer solamente a nuestro^
enemigos. En este ejército están reunidos vuestros amigos, vuestros pídrtí.
vuestros hermanos y vuestrbs parientes. ¿Sería tan grande nuestra ceguedad
que con nuestras propias manos clavásemos el puñal en el corazón de per
sonas que nos son tan queridas? No, amigos míos; unámonos, venid a ate
taros en nuestras filas, en las que os recibiremos con los brazos abiertos
seamos todos felices bajo el gobierno paternal y dulce del príncipe que Dios
destina para reinar sobre nosotros, de nuestro muy amado Carlos V, en cuyo
nombre prometo a todos los oficiales, no solamente la conservación de su¡
grados y de sus empleos, sino también los ascensos que merecieren, como yo
lo he hecho ya con todos los que han venido a alistarse en las banderas
de la lealtad; los individuos de las otras clases obtendrán su licencia absoluta
el mismo día que la reclamen; la carrera del honor estará abierta a los que
prefieran quedarse en el servicio.
Oíd, pues, la voz de la razón y de la justicia; no hagáis amargo el
triunfo de nuestras armas. Que estoy decidido a no abandonar con todo*
mis valientes soldados hasta que no haya colocado sobre el trono a nuestro
legítimo soberano N. S. Don Carlos V... Y vosotros, fieles habitantes de
Burgos, contribuid a panetrar a los soldados de estas justas máximas: eüos
oirán vuestros ruegos y abrazarán el partido que le tendemos: pero si, contra
mi esperanza, se hiciesen sordos a la voz de la razón, huid, abandonad la
ciudad, ponéos al abrigo de los estragos del cañón, que bien pronto os
anunciará la fiereza con que nos presentaremos -al combate.
En el cuartel general del honor, en las cercanías de Burgos, el 13 de
Noviembre de 1833.—Jerónimo Merino.
carlismo.es
APENDICE DOCUMENTAL 307

DOCUMENTO NUM. 29
Alocución de Zumalacarregui
(Noviembre de 1833)
"Navarros: La Diputación de Vizcaya, viendo próxima a perderse la villa
e Bilbao, principal joya de su Señorío, os llama a toda prisa en su socorro,
a Vizcaya dice por el órgano de sus representantes que ya sabe que sois
ocos, y que gran parte estáis desarmados, pero que también le consta que
)dos sois valientes, entusiastas y muy decididos, y que vuestra sola presencia
astará para infuiTdir en sus hijos el suficiente ánimo para vencer a los ene-
ugos que la amenazan. Si después de invocar de este modo vuestro auxi-
o, -dejáseis de dárselo, seríais a la verdad poco dignos de la ilustre patria
ue os vió nacer; de este suelo llamado por antonomasia el país clásico de !a
¡altad. Vuestros mismos padres, al saberlo, os negarían para siempre el
siento que antes tuvisteis en su hogar. No es menester, navarros, que me
íostréis vuestro cuerpo y hasta vuestros pies, porque, con harto dolor, os
eo que estáis medio desnudos y descalzos. ¿Pero, acaso esto os privará de
encer? No lo creo. Bilbao es una capital rica; si la salvamos, allí tendréis
)■? necesario: la Diputación
Animo: ¡Voluntarios, a lasmearmas!
lo promete. ¿Porque
Bien sabéis qué, pues,socorre
el que tardamos en
pronto,
acorre dos veces.
El comandante general, Zumalacarregui."
carlismo.es
carlismo.es

APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO

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F
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G
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tratos de los jefes que más se distinguieron en ambos ejércitos, durante la
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lleros cuya historia aún no se ha escrito, acompañando a estas biografías
un resumen de la guerra civil del Norte y Cataluña.—Madrid, 1845. Los au
tores fueron Eduardo Chao, Pedro Chamorro Baquerizo y José Gómez Colón,
y la parte referente a Cataluña no se publicó.
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nas litográficas.
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H
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Nicolás de ISIDRO.—Memoria biográfica de los méritos y servicios con
traídos por el mariscal de campo de los ejércitos nacionales D. Nicolás Ece-
quiel de Isidro García de la Pezuela, desde el primer mando de provincia
que obtuvo en Agosto de 1825, hasta su destitución del cargo de gobernador
militar de la plaza de Madrid a consecuencia de los sucesos ocurridos en és
ta en el Palacio de las Cortes y sus inmediaciones en los días 23 y 24 de
Febrero de 1840. Madrid, 1840.

J
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rra, extractadas de las que escribió un oficial inglés al servicio de Don Car
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memorias de Heningsen. Aunque muy extractadas y sin ninguna de las
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30 láminas en acero y 75 grabados en madera, en cada tomo, destináda a ex
poner todos los acontecimientos desde octubre de 1832 hasta nuestros días,
con los retratos de los personajes que han figurado durante la revolución en
uno y otro partido y las principales facciones y escaramuzas de la guerra
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RECAPITULACION de los festejos con que se ha solemnizado en esta
Corte la jura de la excelsa Doña Isabel, según los artículos insertos en dife
rentes números del "Correo".—Madrid. 1834.
RECUERDOS de la guerra. Un héroe—En "Biblioteca popular carlista".
Octubre, 1897. (Se refiere a la acción de Guernica en 1833.)
REFLEXIONES políticas sobre el Estado actual, por Guillermo A—Ma
drid, 1834. Pero en realidad se publicó en Francia, y es una defensa de
Calomarde.
RELACION histórica de la campaña de Portugal por el ejército español
a las órdenes del teniente general D. Juan Ramón Rodil, con una breve des
cripción geográfica de aquel reino.—-Cádiz, 1835.
RELACION de las fiestas públicas verificadas en esta capital con el plau
sible motivo de la jura de nuestra amada Soberana la Señora Doña María
Isabel II.—Puerto Rico, 1834.
Pedro de REPIDE.—Isabel II, Reina de España. Madrid.
RESUMEN histórico de la guerra de Navarra. Madrid, 1849.
RESUMEN histórico de la campaña sostenida en territorio vasco-navarro
a nombre de D. Carlos María Isidro de Borbón de 1833 a 1839 e impugnación
del libro titulado "Vindicación del general Maroto" por un emigrado en el
mismo país.—Madrid, 1846-47. Esta obra fué denunciada por el fiscal de im
prenta y en la última parte publica la defensa de la misma por el letrado don
Francisco Salmerón y Alonso.
RESUMEN de la campaña sostenida por D. Carlos en las provincias del
Norte, por un emigrado en el mismo país. Madrid, 1849. Esta obra fué reco
gida por la autoridad.
REVOLUTION d'Espagne, examen critique.—1820-36.—París, 1836.
H. REINAUD—Histoire d'Espagne depuis la mort de Charles III—Madrid,
París, 1873.
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Tomás DOMINGUEZ AREVALO. Conde de RODEZNO.—La princesa de
BeirsJ y los hijos de D. Carlos.—Madrid, 1927, segunda edición. Madrid, 1938.
Mariano RODRIGUEZ DE ABAJO.—Notice biographique sur le Cure Me
rino. Caen. 1846. El autor se llamaba en realidad Levasseur-Beaudry.
A. RODRIGUEZ DE MORALES.—El primer carlista, en "El Correo Es
pañol", de Madrid. 10 de Marzo de 1894. Se refiere a Manuel María González.
Juan María ROMA.—Centenario del tradicionalismo español. Album his
tórico del Carlismo 1833-1933-35.—Barcelona, 1935.
Julio ROMANO.—Cabrera, el tigre del Maestrazgo.—Madrid, 1936.
Alvaro de FIGUEROA, Conde de ROMANONES.—Espartero, el general del
pueblo. Madrid.
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Francisco SALMERON Y ALONSO.—Victoria de Espartero—Madrid, 1870.
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carlismo.es
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Joaquín María SANROMA.—Mis memorias. 1820-1868.—Madrid, 1872-1877.
José SEGURA Y BARRERA.—Morella y sus aldeas.—Morella, 1868.
Nicolás de SORALUCE.—Los retratos del Café la Marina de la ciudad
de San Sebastián.—San Sebastián, 1867. (Entre las biografías figura la de
Zumalacarregui.)
Blas de SOTOMAYOR.—Exacto diario histórico e itinerario de las ope
raciones sobre Morella.—Barcelona, 1834.
R. Von STTUTERHEIM.—Kriegszuge in Spanien wahrend der Jahre 1835-
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T
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Mariano TOMAS.—Ramón Cabrera, historia de un hombre.—Barcelona.
Narciso TOME LOPEZ Y RUEDA.—Las más notables ideas de los defen
sores de Isabel II y los depravados sentimientos de los enemigos de la Pa
tria.—Madrid, 1834.

u
Pietro ULLOA.—Delle Biscaglie e della Navarra. Breve descrizione.—Ná-
poles, 1835.

V
M. F. M. de VARGAS.—La guerra en Ndvarra y Provincias Vascongadas.
Historia de los acontecimientos que han tenido lugar desde 1833 hasta el 1839,
en que se verificó el Convenio de Vergara, acompañada de una colección de
biografías y retratos de aquellos personajes que más celebridad obtuvieron,
tanto carlistas como liberales. Escrita por M. F. M. de Vargas, testigo ocular,
y bajo la colaboración de varios respetables generales que militaban en uno
y otro ejército. Dedicado a las ilustres Diputaciones forales de aquellas pro
vincias.—Madrid, 1841.
José VELAZQUEZ SANCHEZ.—Bosquejo histórico de la revolución espa
ñola. Período desde 1800 hasta 1840.—Sevilla, 1856.
VIDA y hechos de los principales cabecillas facciosos de las provincias
de Aragón y Valencia desde el levantamiento da Morella, en 1833, hasta el
presente, por un emigrado del Maestrazgo.—Valencia, 1840.
VIDA militar y política de D. Baldomero Espartero^ por J. M. D.—Mála
ga, 1847-49.
VIDA y hechos de Ramón Cabrera, con una reseña de sus principales
campañas desde Noviembre de 1833 hasta el presente, por un emigrado del
Maestrazgo.—Valencia, 1839.
Francisco VILA.—Breves noticias, por orden cronológico, de los sucesos
más notables acaecidos en España desde el principio del siglo hasta nuestros
dias, ministros, motines, amnistías, ejecuciones, vicisitudes.—Madrid, 1868.
Miguel VILLALBA HERVAS.—Una década sangrienta.—Dos regencias.—
Madrid, 1897.
Francisco VILLAMARTIN.—Nociones del arte militar.—Madrid.
MARQUES DE VILLA URRUTIA.—La Reina Gobernadora, Doña María Cris
tina de Borbón. Prólogo del conde de Romanones.—Madrid, 1925.
MARQUES DE VILLA URRUTIA.—Las mujeres de Fernando VII.—Ma
drid, 1916. Otra edición, 1925.
M. VOLCATHA.—Zumalacarreguy et l'Espagne ou proces des évennements
carlismo.es
320 APENDICE BIBLIOGRAFICO

militaires qui se sont passés dans les provinces Basques depuis 1831.—Nan-
cy, 1835.
VOZ DEL DESENGAÑO (La) .—Relación de las causas, concausas, prolon
gación y duración de la guerra civil y único medio de poder concluirse. Por
un español independiente de todos los partidos.—Madrid, 1838. (El autor parece
ser Lorenzo Alemany.)

w
William WALTON.—The Revolutions of Spain from 1808 to the end oi
1836.—Londres, 1837.
Sir Thomas WISDOM.—Zumalacarregui y Cabrera.—Madrid. (La traduc
ción española de esta obra inglesa no contiene más que la parte correspon
diente a Zumalacarregui.)

z
Pío ZABALA Y LERA.—España bajo los Borbones.—Barcelona, 1930.
Juan Antonio ZARATIEGUI.—Vida y hechos de Zumalacarregui, duque
de la Victoria y capitán general del ejército de Carlos V.—París, 1845. La
edición española se titula "Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacarregui,
nombrado por el señor D. Carlos María Isidro de Borbón capitán general
del ejército realista, duque de la Victoria y conde de Zumalacarregui".—Ma
drid, 1845. Fué traducida al francés por Alexandre Hournon y se publicó
con el siguiente título: "Vie de Zumalacarregui, duc de la Victoire, capitaine
general de l'armée de Charles V, par le general D J. A, Zaratiegui".—Pa
rís, 1845.
ZUMALACARREGUI y los facciosos, o retrato imparcial de los facciosos,
por F. P.—Madrid, 1835.
carlismo.es

Indice

TOMO III

CARLOS V DE BORBÓN
(Iniciación de la primera guerra civil)
Págs.
CAPITULO I.—Acusación y defensa de Fernando VII 7
Bajo el signo de la contradicción 7
Semblanza de los padres de Fernando: Carlos IV »
María Luisa: La Corte de Luis XV, foco de la corrupción de Europa 10
El Ducado de Parma, miniatura de Versalles 13
Las camaristas de la Reina
Gcdoy cae... de pie j-j*
Los primeros maestros de Fernando VII 17
La trapisonda de El Escorial JjJ
Las culpas del absolutismo 20
¡Vivan las cadenas! 22
La tauromaquia fernandina 23
La firme lealtad de los realistas 24
El -Deseado" llega a hacerse indeseable 25
Síntesis de este reinado 26
CAPITULO II—Don Carlos María Isidro de Borbón 29
¡Ya está aquí el faccioso! 29
Don Carlos en la novela 30
El "exceso" religioso 31
La semblanza en "Los Apostólicos" 32
Don Carlos y la madre de "Isabelita" 35
Argumentos "ad hominem" aplicados a Galdós 37
La falsa semejanza con el "Hechizado" 39
Rasgos físicos de D. Carlos, según Pirala 42
Actitud de las Cortes europeas 43
Pormenores biográficos del fundador del Carlismo: Sus primeros años. . . 45
En el cautiverio .' 47
El regreso a España 48
Bodas festejadas i 49
Don Carlos y el constitucionalismo 50
La lealtad de D. Carlos con su hermano el Rey 53
El destierro a Portugal 56
Refutación de otros juicios de Pirala 57
Los tiempos del "Hechizado" y los isabelinos 62
Don Carlos o la Voluntad 63
Fragmentos de otros historiadores 64
CAPITULO III.—La Infanta Doña María Francisca, de Asís 69
De Portugal al Brasil 69
El Obispo Abarca se retrata a sí mismo 72
La Infanta, según los historiadores liberales 74
¿Por una "cuestión de trapos"? 78
La sencillez "democrática" de Carlota 78
carlismo.es
322 INDICE

Wp.
Las "geminas" del Zodíaco íernandino 80
Doña Francisca, en sus lares 81
Con dignidad y decoro 83
CAPITULO IV.—Cuestiones sucesorias : 87
Apuntamiento y pleito entero 87
Las Cortes de 1789 88
Las Cortes de 1713 93
El mito del "Auto Acordado" 95
Errores de Bacallar sobre costumbres y leyes de España SI
Las leyes de "Partida" y la sucesión a la Corona... 165
Nunca, mientras hubo varones, reinaron las mujeres en España 107
Doña Urraca y Alfonso "el Batallador" H!
La cronología, de los Alfonsos 115
El. caso de Doña Berenguela 116
El gran ejemplo de Isabel la Católica 118
"Donde yo fuere Reyna, Vos sereys Rey" 118
No prevalecen las hembras 119
Se da fin a la polémica 121
CAPITULO V.—Semblante social y político de España en Octubre de 1833 123
Como un volcán en latencia ¡|]
Los emigrados, .incorregibles J»
El Clero y el Ejército 123
Cambios de mandos B¡
Los voluntarios eran unos figurantes 1"
La aristocracia, adhesionista ljjj
Inconsciencia de los realistas
Sobre el testamento de Fernando VII "8
El manifiesto del 4 de Octubre JJ*
Opinión de Balmes ™
La prensa extranjera ™
La España llena de sí misma ¡*j
Protesta malograda de las milicias realistas en Madrid H'
Hacia la intervención de las tropas españolas en Portugal «9
CAPITULO VI.—Carlos V en Portugal }g
Paralelismo histórico entre España y Portugal »■
Unos pasajes de Oliveira Martins J*
Manifiestos, decretos y cartas de Don Carlos «■
Prepárase la intervención militar de España en Portugal 1*
La figura de D. Joaquín Abarca, Obispo de León
Los emigrados en Portugal ¡J
Rodil traspasa la frontera lusitana ■
Don Carlos no fué conspirador J™
Por leal, aseguró Don Carlos la legitimidad de sus sucesores ™
CAPITULO VII.—Iniciación de la guerra carlista (Octubre de 1833) 181
Nuevos Quijotes en la Mancha }°*
El hidalgo D. Manuel María González ¡JJ
Los héroes de Talavera de la Reina jjj
También los vizcaínos conocieron a Don Quijote J8J
El "Manchuelo de Ermua", marqués de Valde-Espina JJ
Alzan sus banderas los carlistas alaveses y guipuzcoanos J*j
Desgraciados comienzos en Navarra y la Rioja £
El caballero mariscal carlista D. Santos Ladrón de Cegama ™
El comandante D. Francisco Iturralde J
Episodios en la Montaña *~
Nuevos encuentros en la Rioja JJ
En Aragón, Cataluña, Castilla la Nueva y Andalucía JJ
En Asturias y Galicia
carlismo.es
INDICE 323

Pica
CAPITULO VIII—El levantamiento de Castilla la Vieja (Octubre-
Diciembre, 1833) 211
El cura Merino vuelve a campaña.. 211
Reconocimiento ofensivo de Merino sobre Madrid 216
Vida y anecdotario de D. Jerónimo Merino 217
Otros movimientos y escaramuzas de los carlistas castellahos 221
La guerra regular y la de guerrillas 223
Una "terrible" conspiración... 224
Merino entra en Portugal 225
La lucha en la Riojai y Cantabria 228
CAPITULO IX.—Vascongadas y Navarra hasta la unificación del mando
iNoviembre, 1833) 231
Todos buscan al caudillo 231
El coronel Zumalacarregui 236
El "gran capitán" carlista don Tomás de Zumalacarregui 241
Retrato de Zumalacarregui 245
Zumalacarregui, visto por los historiadores 247
Zumalacarregui. disenado por Pérez Galdós 252
Anecdotario de Zumalacarregui 256
Zumalacarregui en el campo carlista 260
Nombramiento de Zumalacarregui para comandante general de Navarra.. 262
CAPITULO X—Las demás provincias españolas a fines de 1833 269
En el reino de León 269
Levantamiento del Maestrazgo 270
;Ramón Cabrera! 271
El caballeroso barón de Hervés 272
Carnicer, jefe de los cablistas aragoneses 275
Los carlistas luchan en Cataluña 278
Don Manuel Adame en la Mancha 279
Primeros tiempos de lucha en Extremadura 280
En Andalucía, Murcia* y Asturias 281
APENDICES DOCUMENTALES 283
Documento núm. 1: Real Decreto 285
Documento núm. 2: Manifiesto de Doña María Cristina 285
Documento núm. 3: Real Decreto 286
Drcumento núm. 4: Ruptura con el Gobierno legítimo portugués 287
Documento núm. 5: Manifiesto de Abrantes 287
Documento núm. 6: "Decretos de Santarem 288
Documento núm. 7: Manifiesto de Castello Branco 289
Documento núm. 8: Manifiesto de Castello Branco : 291
Documento núm. 9: Proclama de la Diputación de Vizcaya 291
Documento núm. 10: Proclama de Verástegui 292
Documento núm. 11: Constitución de la Junta gubernativa de Navarra.. 294
Documento núm. 12: Nombramiento de Zumalácarregui para jefe de
Navarra 295
Documento núm, 13: Nombramiento de Zumálacarregui para jefe del
Ejército carlista de Vizcaya , 295
Documento núm. 14: Nombramiento de Zumalacarregui para jefe del
Ejército carlista de Guipúzcoa 296
Documento núm. 15: Convenio sobre entrega de unos prisioneros 296
Documento núm. 16: Levantamiento carlista de Talavera de la Reina.... 298
Documento núm. 17: Parte de guerra 299
Documento núm. 18: Partida de defunción de D. Manuel María González. 300
Documento núm. 19: Proclama de Ibarrola del 5 de Octubre de 1833. . . . 300
Documento núm. 20: Proclalma de D. Santos Ladrón 301
Documento núm. 21: Fusilamiento del teniente coronel Aguilar 301
Documento núm. 22: Circular de Merino 301
Documento núm. 23: Circular de Cuevillas 303
carlismo.es
324 INDICE
Págs.
Documento núm. 24: Comunicación de Cuevillas al comandante militar
de Burgos 303
Documento núm. 25: Comunicación de Cuevillas al general Serafield . . . . 304
Documento núm. 26: Proclama de Merino 301
Documento núm. 27: Orden de Merino 305
Documento núm. 28: Circular de Merino 306
Documento núm. 29: Alocución de Zurnalacarregui 307
APENDICE BIBLIOGRAFICO 309

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