Apuntes Sobre El Humor y La Comicidad
Apuntes Sobre El Humor y La Comicidad
Apuntes Sobre El Humor y La Comicidad
Es necesario comenzar planteando que “lo cómico” y “lo humorístico” no son géneros discursivos
específicos, sino categorías generales que pueden inscribirse en diferentes enunciados
discursivos. Todorov afirma que “es necesario distinguir estos géneros (históricos) de las
categorías generales de lo trágico y lo cómico”. Estas categorías generales se pueden poner en
correlación con otras con similar estatus “supraenunciativo”: lo gracioso, lo ingenioso, lo hilarante,
lo serio, lo profundo, lo terrorífico, lo sublime, etc.
Pero a diferencias de éstas, lo cómico y lo humorístico tienen un correlato en la realidad
insoslayable: la risa, su consecuencia. Si no nos reímos, no es cómico. Es un efecto concreto
generado en el oyente y, además, es la menos subjetiva de todas las reacciones ya que se
exterioriza. El estudio de la risa brinda enormes beneficios al estudio del humor y la comicidad. El
filósofo Henri Bergson le dedicó un libro renombrado.
Comedia y Humor
Comicidad y humor no son específicamente géneros discursivos sino características que tienen
algunos enunciados de distintos géneros, o bien de alguna parte de esos enunciados. Si hablamos
de géneros, hay dos que sobresalen porque son específicamente cómicos: la comedia y el chiste.
La comedia es un género teatral, pero desde el siglo XX se ha extendido a otros soportes como el
cine, la televisión, la radio. La comedia teatral existe desde la literatura griega (Menandro,
Aristófanes) y romana (Plauto, Terencio). En Francia produjo a Moliere (XVII) y en el siglo XX,
encontramos tipos más específicos como el grotesco italiano (Pirandello, Discépolo) o el
esperpento (Valle Inclán).
En cuanto a la comedia del cine y la televisión, se trata de nuevos soportes tecnológicos que
conducen a varias modificaciones. En primer lugar, los actores ya no están en presencia del
público, sino que el mensaje en su totalidad es preparado y filtrado y, en el momento en que el
espectador asiste al producto. Por otro lado, se han generado nuevas “subespecies” de comedias,
por la proliferación y especialización que se produjo a partir de la creación de cada una de esas
tecnologías (chistes televisivos, comedias de situación, etc.)
El chiste
La técnica de la comicidad
El elemento básico del hecho cómico es su carácter bipolar: dos elementos de distinta procedencia
chocan, entran en contradicción, y su resolución, su síntesis, es lo que produce risa. Esa
contradicción llega al entendimiento del receptor como tal contradicción, y esto produce una
tensión que ese oyente en principio no sabe cómo resolver. Puede haber diversas opciones, pero
en principio aparece en la mente del oyente la posibilidad de un error del emisor, de un error propio
(“no escuché bien”), de una reconfiguración del contexto, etc. Cuando todas estas posibilidades
son descartadas, surge la solución de entender esa contradicción como un “chiste”, la tensión que
generó la incertidumbre se libera en forma de risa.
En el enunciado cómico hay un absurdo, una falta de continuidad en el decurso lógico del
pensamiento. Ante esto, nuestra espera está en tensión y desaparece de pronto en nada (la razón
y el absurdo se eliminan mutuamente), provocando una liberación de energía que se transforma en
risa. La frase remata con un absurdo que anula la razón anterior.
En lo cómico habría una comparación entre dos términos, uno superior y otro inferior, uno perfecto
y otro imperfecto. El espectador se identifica con lo superior y se ríe de lo inferior. Lo superior lo
tranquiliza y lo inferior lo siente como algo personal, propio, que puede por fin ser “sacado afuera”,
expurgado de su persona, pues socializa la risa y todos ríen de algo que consideran íntimo.
1.La primera condición establece que el oyente del chiste o el espectador de la comicidad posea la
suficiente concordancia psíquica con el autor o el narrador como para disponer de las mismas
inhibiciones internas que éste. Esto nos lleva a la existencia de similares estereotipos. A medida
que nos acercamos a terrenos más ideológicos, las discrepancias se hacen más notorias (racismo,
misoginia, etc.). Lo que un grupo social considera cómico, otro grupo o clase social lo considera
digno del mayor respeto. Diferencias que se observan tanto sincrónicamente como
diacrónicamente.
2.La segunda condición indica que debe impedirse que el rasgo inhibitorio, una vez liberado,
encuentre otro empleo psíquico que no sea la descarga motriz de la risa. Esto quiere decir que en
el chiste o la comicidad es esencial la distracción. Si el oyente no se distrae, puede anticipar el
debate cómico y el efecto se disipa. Existen ciertas técnicas distractivas para que la atención no se
disperse y para lograr un efecto sorpresivo en el desenlace.
3.La tercera condición para obtener la risa del oyente se refiere a técnicas para aumentar la
investidura (inhibición), antes de la descarga, como método para hacer más placentero el goce. El
relato del chiste va aumentando la inhibición del receptor para que la “caída” se produzca desde lo
alto, así el golpe (la risa) será más efectivo.
Después de que el chiste, el gag o la broma finalizan, la mente del receptor realiza un “trabajo” de
recuperación de algún enunciado implícito, sin el cual el chiste no puede ser entendido. Lo implícito
es cualquier enunciado no dicho, que debe ser recuperado por el receptor para que el chiste
complete su sentido. Más aún a menudo, nos encontramos con algo que “sabemos” que es el final
de un chiste (por diversos indicadores contextuales), pero entonces debemos encontrar aquel
enunciado faltante que nos certifique que eso es un chiste y que garantice el humor que ello
implica. Tiempo de interpretación
El tiempo de interpretación aumenta el placer del chiste. Esto no es medible.
Esta distinción fue establecida por Hans Robert Jauss (1992) y está planteada desde el punto de
vista del receptor del chiste. La risa es un efecto del chiste y no un factor constitutivo del enunciado
humorístico.
En el humor o en la comicidad hay siempre una contradicción de un factor superior y otro inferior.
La victoria del factor superior sobre el inferior es un elemento fundamental para que podamos reír.
Ese factor debe ser sorpresivo (segunda condición) y, para ello, hay que distraer al espectador y
aumentar sus inhibiciones (tercera condición), pero la resolución de enunciado humorístico, para
ser realmente humorístico, debe ridiculizar algún factor que el espectador acepte que sea
ridiculizado (primera condición).
Esto nos indica que el “reírse de” y “reírse con” son la contrapartida en el receptor de algo que ya
debe estar en el enunciado humorístico.
Elder Olson (1975) afirma que en la comedia “nos reímos con el ingenioso, nos reímos del
ridiculizado”, pero no separa ambos factores, sino que los integra en la misma escena: “el
ingenioso y ridiculizado no son necesariamente distinciones permanentes, puesto que uno se
transforma en el otro en una serie de retruécanos continuados.
Olson retoma una idea ya planteada por Freud y por Jean Paul Richter, que dicen que el
espectador del enunciado humorístico se compara él mismo con la situación representada. “La
base de lo ridículo y lo jocoso, es lo diferente…Naturalmente nos consultamos a nosotros mismos
como modelos o patrones”. “El personaje cómico es diferente de nosotros, en el hecho de ser
cómico, y las desgracias, precisamente porque son cómicas, o bien no son importantes o bien son
merecidas” “Tal personaje se toma algo muy en serio y nosotros relajamos nuestra seriedad al ver
que lo serio no puede aplicarse en ese contexto”.
Este relajamiento, o catástasis como lo denomina Olson, es previo a la risa y configura su
condición. La situación cómica produce una intranquilidad que luego es negada por el contexto; la
tranquilidad, la relajación, se vuelve a instalar en el espectador y la energía concentrada en lo que
parecía serio se descarga en lo que ahora es cómico.
El hecho de que “nos consultamos a nosotros mismos” para evaluar lo que es inferior y lo que es
superior nos habla nuevamente de los estereotipos que conforma nuestra psiquis, y tanto el emisor
como el receptor se ven a sí mismos alejados de todos los errores que son propios de los
estereotipos de los chistes.
Ese “nosotros” es un nosotros inclusivo general: quien no se identifique con ese nosotros no puede
participar del hecho cómico y, por lo tanto, no se sentirá, como todos los que ríen. El nosotros es
democrático, pero también es discriminador. Los chistes nos enseñan a actuar, a interactuar con
nuestros semejantes, nos marcan el camino del error, haciendo del mundo un mundo de altos y
bajos. Si como altos, perfectos, buenos, inteligentes, nos reiremos sin problema de los bajos,
imperfectos, malos, torpes.