Mateo 4-1-11
Mateo 4-1-11
Mateo 4-1-11
4:1–13)
4:1–2. Después de ser bautizado, Jesús fue llevado inmediatamente por el Espíritu de
Dios al desierto (se cree que cerca de Jericó. V. “Mapa del principio del ministerio de
Jesús” en el Apéndice, pág. 354) para ser probado. Este período era necesario para el plan
de Dios; fue un tiempo en que el Hijo fue obediente (He. 5:8). Después de haber ayunado
cuarenta días, cuando el Señor tuvo hambre, las pruebas comenzaron. Desde el punto de
vista divino, las tentaciones sirvieron para demostrar el carácter del Señor. Era imposible
que el Hijo divino pecara, lo que hizo que se magnificaran las tentaciones. No podía ceder
ante las pruebas y pecar, tenía que resistirlas hasta que terminaran.
4:3–4. La primera tentación tuvo que ver con su aspecto de Hijo. Satanás asumía que, si
Jesús era Hijo de Dios, quizá podría convencerlo de que actuara en forma independiente del
Padre. La prueba era sutil, porque puesto que es el Hijo de Dios efectivamente podía
convertir las piedras en pan. Pero esa no era la voluntad de Dios para su vida. Más bien,
era que sintiera hambre y estuviera en el desierto sin comida. Someterse a la tentación y
mitigar su hambre hubiera contravenido la voluntad de Dios. Por lo tanto, Jesús respondió
citando Deuteronomio 8:3: no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de
Dios. Es mejor obedecer la palabra de Dios que satisfacer los deseos humanos. El hecho de
que Jesús citara Deuteronomio demuestra que reconocía la autoridad inerrante de ese libro,
mismo que ha sido criticado por muchos eruditos.
4:5–7. La segunda tentación de Satanás apelaba al deseo de popularidad o
exhibicionismo personal. Esta prueba se basaba en la anterior porque, si él era el Hijo de
Dios y el Mesías, nada podía dañarlo. El diablo le llevó al pináculo del templo. Si esto fue
un hecho real o una visión no puede determinarse dogmáticamente. Aquí Satanás le hizo
una sutil invitación a Jesús como Mesías. Le estaba recordando una profecía de Malaquías
(Mal. 3:1), que había originado entre algunos judíos la creencia de que el Mesías aparecería
súbitamente en el cielo y descendería en el templo. En esencia, le dijo: “¿por qué no haces
lo que la gente espera ver o algo espectacular? Después de todo, la Escritura afirma que los
ángeles te protegerán para que no te lastimes ni un pie cuando desciendas”. El diablo pensó
que si Jesús había citado la Biblia él podía hacerlo también. No obstante, no citó con
precisión Salmos 91:11–12. Omitió a propósito la importante frase “en todos tus caminos”.
Según el salmista, Dios protege a la persona sólo cuando obedece su voluntad. Para Jesús,
echarse abajo desde el pináculo del templo, en una dramática exhibición para adaptarse al
pensamiento de la gente, no era la voluntad de Dios. Jesús respondió de nuevo citando
Deuteronomio (6:16) para decir que no era correcto tentar a Dios y esperar algo de él
cuando se anda fuera de su voluntad.
4:8–11. La última tentación tuvo que ver con los planes de Dios para Jesús. Siempre ha
sido y es el plan del Padre que su Hijo gobierne al mundo. Satanás mostró a Jesús los
reinos del mundo con toda su gloria. Tales reinos pertenecen al diablo porque es “el dios
de este siglo” (2 Co. 4:4) y “el príncipe de este mundo” (Jn. 12:31; cf. Ef. 2:2). Tenía
efectivamente el poder de dar a Cristo el dominio sobre los reinos en ese momento, si tan
sólo postrado me adorares. Satanás le estaba diciendo: “yo puedo cumplir la voluntad de
Dios para ti y podrás tener los reinos de este mundo ahora”. Por supuesto que esto habría
significado que Jesús nunca fuera a la cruz. Supuestamente podía llegar a ser el Rey de
reyes sin tener que pasar por la muerte. Sin embargo, tal hecho hubiera distorsionado el
plan divino de salvación y hubiera significado que Jesús adorara a un ser inferior. Su
respuesta se basó otra vez en Deuteronomio (6:13 y 10:20), que estipula que sólo Dios debe
ser servido y adorado. Jesús también supo resistir esta tentación.
Resulta interesante que las tentaciones de Eva en el Edén corresponden a las mismas
que Jesús experimentó en el desierto. Satanás apeló en ambos al apetito físico (Gn. 3:1–3;
Mt. 4:3), la ganancia personal (Gn. 3:4–5; Mt. 4:6) y el camino fácil para conseguir poder y
gloria (Gn. 3:5–6; Mt. 4:8–9). En cada caso, Satanás alteró la palabra de Dios (Gn. 3:4; Mt.
4:6; V. “Tentaciones del diablo a Eva y a Jesús” en el Apéndice, pág. 355), Las tentaciones
del diablo en la actualidad con frecuencia se presentan en las mismas tres categorías (cf. 1
Jn. 2:16). Quien se había identificado con los pecadores a través del bautismo y proveería la
justicia al hombre, demostró así que era justo y aprobado por el Padre. Satanás entonces le
dejó y Dios envió ángeles para ministrar a sus necesidades.1
1 Walvoord, J. F., & Zuck, R. B. (Eds.). (1995). El conocimiento bíblico, un comentario expositivo:
Nuevo Testamento, tomo 1: San Mateo, San Marcos, San Lucas (pp. 27–29). Puebla, México:
Ediciones Las Américas, A.C.