Cronistas de Indias PDF

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CRÓNICAS DE INDIAS

Bajo el membrete de «Crónicas de Indias» se agrupan los escritos más diversos sobre
el descubrimiento, la conquista y la colonización del Nuevo Mundo. Las narraciones
históricas que nos ocupan pueden ser diarios, cartas, crónicas, comentarios, relatos,
historias; de carácter autobiográfico, histórico, literario o legendario; generales o
particulares; estar escritas por españoles, por mestizos o por indígenas; por quienes
vivieron la experiencia (Oviedo, Cabeza de Vaca) , o por quienes escribieron de"
oídas" (Gómara, Pedro Mártir); entre la historiografía popular (Bernal Díaz del Castillo)
y la erudita (Gómara); sobre la historia de la evangelización, la naturaleza 

El primero de Cristóbal Colón ("Diarios de a bordo"), el segundo de Fray Bartolomé de


las Casas ("Brevísima relación de la destruición de las Indias") y por último de Hernán
Cortés ("Las cartas de relación"). Dichos fragmentos aportan distintas miradas sobre el
indígena.

Diario de Cristóbal Colón. Libro de la primera navegación "Más me pareció que era
gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y
también las mujeres, aunque no vide más de una harto moza. Y todos los que yo vi
eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de 30 años. Muy bien
hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras. Los cabellos gruesos casi
como sedas de cola de caballos, y cortos. Los cabellos traen por encima de las cejas,
salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. Ellos no traen armas ni
las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo, y se cortaban con
ignorancia. No tienen algún hierro. Sus azagayas son unas varas sin hierro, y algunas
de ellas tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas. Ellos todos a una
mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos
que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas que era aquello, y
ellos me mostraron como allí venía gente de otras islas que estaban cerca y los
querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a
tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo
que muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente se harían
cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor,
llevaré de aquí al tiempo de mí partida seis a Vuestra Alteza para que aprendan a
hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos en esta Isla."
http://www.rinconcastellano.com/biblio/documentos/colon_12o.html#

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BREVÍSIMA RELACIÓN DE LA DESTRUICIÓN DE LAS INDIAS

Fray Bartolomé de las Casas

"Todas estas universas e infinitas gentes a todo género crió Dios los más simples, sin
maldades ni dobleces, obedientísimas y fidelísimas a sus señores naturales e a los
cristianos a quien sirven; más humildes, más pacientes, más pacíficas e quietas, sin
rencillas ni bullicios, no rijosos, no querulosos, sin rencores, sin odios, sin desear
venganzas, que hay en el mundo. Son asimismo las gentes más delicadas, flacas y
tiernas en complisión e que menos pueden sufrir trabajos y que más fácilmente
mueren de cualquiera enfermedad, que ni hijos de príncipes e señores entre nosotros,
criados en regalos e delicada vida, no son más delicados que ellos, aunque sean de
los que entre ellos son de linaje de labradores. Son también gentes paupérrimas y que
menos poseen ni quieren poseer de bienes temporales; e por esto no soberbias, no
ambiciosas, no codiciosas. Su comida es tal, que la de los santos padres en el desierto
no parece haber sido más estrecha ni menos deleitosa ni pobre. Sus vestidos,
comúnmente, son en cueros, cubiertas sus vergüenzas, e cuando mucho cúbranse
con una manta de algodón, que será como vara y media o dos varas de lienzo en
cuadra. Sus camas son encima de una estera, e cuando mucho, duermen en unas
como redes colgadas, que en lengua de la isla Española llamaban hamacas".
http://www.eumed.net/textos/07/fbc/1c.htm

PRIMERA RELACIÓN (Carta de Veracruz)

Hernán Cortés “Tienen sus mezquitas y adoratorios y sus andenes todo a la redonda
muy ancho, y allí tienen sus ídolos que adoran, de ellos de piedra y de ellos de barro y
de ellos de palo, a los cuales honran y sirven en tanta manera y con tantas
ceremonias, que en mucho papel no se podría hacer de todo ello a Vuestras Reales
Altezas entera y particular relación. Y estas casas y mezquitas donde los tienen son
las mayores y mejores y más bien obradas que en los pueblos hay, y tienen las muy
ataviadas con plumajes y paños muy labrados con toda manera de gentileza. Y todos
los días antes que obra alguna comiencen queman en las dichas mezquitas incienso, y
algunas veces sacrifican sus mismas personas cortándose unos las lenguas y otros
las orejas y otros acuchillándose el cuerpo con unas navajas. Y toda la sangre que de
los corre la ofrecen a aquellos ídolos, echándola por todas partes de aquellas
mezquitas y otras veces echándola hacia el cielo y haciendo otras muchas maneras de
ceremonias, por manera que ninguna obra comienzan sin que primero hagan allí
sacrificio. Y tienen otra cosa horrible y abominable y dina de ser punida lo que hasta

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hoy [no se ha] visto en ninguna parte, y es que todas las veces que alguna cosa
quieren pedir a sus ídolos, para que más aceptasen su petición toman muchas niñas y
niños y aun hombres y mujeres de mayor edad, y en presencia de aquellos ídolos los
abren vivos por los pechos y les sacan el corazón y las entrañas y queman las dichas
entrañas y corazones delante de los ídolos después del descubrimiento de América
por los europeos, se conocieron los relatos de los llamados “cronistas de Indias”, que
informaban sobre la geografía y el modo de vida de los indios americanos y de las
colonias, desde las relaciones del mismo Cristóbal Colón, su hijo Hernando, la famosa
carta de Américo Vespucio y muchos otros descubridores y conquistadores como
Hernán Cortés. El carácter justificativo de esa producción es claro. La aportación en
sentido contrario de Bartolomé de las Casas (‘Brevísima relación de la destrucción de
las Indias’) fue tan trascendental que dio origen a la Junta de Valladolid, en que le dio
réplica Juan Ginés de Sepúlveda; e incluso a la llamada Leyenda negra al divulgarse
por toda Europa como propaganda antiespañola. La visión de los indígenas, que
vieron sus documentos y cultura material saqueada y destruida, fue posible por
algunos casos excepcionales, como el inca Felipe Guaman Poma de Ayala.

Oficialmente el cargo de cronista de Indias se inicia con la documentación reunida por


Pedro Mártir de Anglería que se pasa en 1526 a Fray Antonio de Guevara, cronista de
Castilla; y con Juan Gómez de Velasco que hace lo propio con los papeles del
cosmógrafo mayor Alonso de Santa Cruz, a los que suma el cargo de cronista. Antonio
de Herrera es nombrado cronista mayor de Indias en 1596, y publica entre 1601 y
1615 la Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del
mar Océano, conocida como Décadas. Antonio de León Pinelo (nacido en Lima, que
había recopilado las leyes de Indias) , Antonio de Solís y Pedro Fernández del Pulgar
cubrieron el cargo durante el siglo XVII. En el siglo XVIII la institución confluye con la
creación de la Real Academia de la Historia y el Archivo General de Indias,
destacando la figura de Juan Bautista Muñoz (Historia del Nuevo Mundo, que no
completó). Muchos cronistas de Indias se centraron en zonas geográficas específicas,
haciendo crónicas regionales de reinos de América.

En primer lugar, es necesario decir que cuando hablamos de cronista de Indias,


debemos de hacer una pequeña subdivisión dentro del término ya que por un lado
tenemos al cronista oficial de Indias y por otro lado está el resto de cronistas. El cargo
de cronista oficial de Indias era entregado por la Corona para narrar los

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acontecimientos de la conquista, colonización y evangelización del Nuevo Mundo y
comenzó con el que es considerado como primer cronista de Indias: Pedro Mártir de
Anglería y sus Décadas del Nuevo Mundo. De entre los principales cronistas oficiales
que se fueron sucediendo cabe destacar las importantes figuras de fray Antonio de
Guevara o Antonio de Herrera. Como es lógico y sencillo de comprender, estos
cronistas realizaban su trabajo por y para la Corona por lo que la información que en
sus obras aparece es aceptada por los historiadores como más parcial y ventajista que
la del resto de cronistas de Indias. Por otro lado, la mayoría de los mismos, nunca
pisaron suelo americano, algo que en muchas ocasiones fue duramente criticado por
el resto de cronistas, que en una amplia mayoría, pasaron largo tiempo en las Indias
conviviendo con los naturales y conociendo de primera mano aquello que narraban en
sus obras. Por supuesto, con esto no pretendo decir que las crónicas de Indias son
fuentes objetivas de información, cosa sobre la que ya os hablé en la primera parte de
este pequeño estudio pero algo que no se puede poner en duda es el conocimiento de
causa de la mayoría de los autores de las mismas sobre los temas que en ellas se
tratan.

Dentro del segundo grupo de cronistas entraría el grueso del oficio, es decir, todos
aquellos que escribieron sobre las Indias sin ostentar el cargo de cronista oficial.
Existen cientos de ejemplos de personas que escribieron sobre muchos aspectos
relacionados con el mundo indiano pero aquí únicamente cogeré unos pocos que, a mi
modo de ver, ejemplifican lo que fue la cronística indiana. Muchos cronistas
importantes se quedan fuera de este estudio como puede ser Pedro Cieza de León,
fray Toribio de Benavente, Inca Garcilaso de la Vega o Bernal Díaz del Castillo pues
dado el carácter breve de este estudio me es imposible incluirlos a todos. De todos
modos, a pie de página os dejo algunas obras en las que se pueden encontrar
extensos estudios sobre todos aquellos que no me es posible incluir en este artículo.

Bartolomé de las Casas

Comenzaremos hablando de fray Bartolomé de las Casas. Nos encontramos ante uno
de los más conocidos, sino el que más, dentro de la cronística indiana. Ríos de tinta
han corrido hablando sobre la vida, obra e importancia del fraile dominico, por lo que
no me detendré narrando acontecimientos biográficos que escasa importancia tienen
para este estudio. De entre sus numerosas obras, cabe destacar la Brevísima relación
de la destrucción de las Indias (1552), por la cual es recordado hasta nuestros días. Si
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por algo debemos destacar la obra las casiana son por su defensa de la comunidad
indígena y su intento de introducir diferentes métodos de conquista negando incluso la
legitimidad de la conquista en su famoso debate frente al humanista Juan Ginés de
Sepúlveda en Valladolid (1550). Podemos definir a fray Bartolomé de las Casas como
un defensor de la relatividad cultural tan en boga en la actualidad por lo cual fue
admirado y duramente criticado en la época. Por otro lado, no podemos dejar de
recordar el papel que tuvieron los enemigos de la Corona en el ensalzamiento de la
figura del obispo Las Casas ya que su crítica a la conquista recibió una enorme
publicidad (e incluso no sería muy desacertado hablar de manipulación) llegando a
crearse la famosa Leyenda Negra de la conquista española de las Indias.

Con una importancia similar a la del fraile dominico pero por diferentes razones, nos
encontramos con Gonzalo Fernández de Oviedo. La principal obra del afamado
cronista fue Historia general y natural de las Indias (1535), en la cual el autor intentó
hacer una enorme obra (al estilo de los autores clásicos) en la que apareciera la
historia natural (geografía, fauna y flora) y general (acontecimientos y características
de los naturales de las Indias). La obra de Oviedo tuvo una enorme importancia ya que
abarcó infinitos temas pero a su vez tuvo muchos detractores, como es el caso del
propio Bartolomé de las Casas. En general, se puede decir que la opinión que Oviedo
expresa en su obra con respecto a los indios es negativa, ya que considera que es
necesaria la conquista para sacarlos de la barbarie en la que viven y enseñarles el
camino de Dios (pensamiento imperante en el momento) pero no debemos de caer en
el presentismo y prejuzgar su obra por ello, ya que no es esa la labor de la historia,
sino analizar lo más objetivamente posible los documentos e interpretar su contenido.

José de Acosta

Cuando hablamos de las crónicas de Indias, no debemos olvidar que el objetivo de las
mismas era el de narrar la historia y para ello son necesarios ciertos métodos que
muchos de ellos no cumplían. Si hablamos de crónica-historia, no hay duda de que la
obra que más se acerca a lo que hoy en día consideramos historia es la del jesuita
José de Acosta Historia natural y moral de las Indias (1590). Nada nuevo descubrimos
al alabar la obra del padre Acosta, pero aún hoy nos asombramos al ver su tratamiento
desde la antropología de las culturas amerindias del Perú. Los estudios de José de
Acosta representan el cenit, en lo que a obra histórica se refiere, de la cronística
indiana. En un grado algo inferior al del padre Acosta se encontraría la obra de Pedro

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Cieza de León (en mi opinión al menos), pero como ya he mencionado antes, no es
posible hablar de todos aquí

Los viajes de Colón estuvieron guiados por un interés económico: encontrar una ruta
hacia el sur de Asia. Lo que no sabían en aquella época es que existía el océano
Pacífico, por eso Colón creyó que estaba en las Indias Orientales cuando llegó a
nuestro continente. Después de más de dos meses de navegación, Colón y los 87
tripulantes de las tres naves divisaron tierra (tengan en cuenta que la velocidad
promedio de navegación era de 160 km por día dependiendo de los vientos y que hay
aproximadamente 6500 km entre Lisboa y las islas Bahamas). El mapa más antiguo
que se conserva de esta zona fue obra de Juan de la Cosa, quien acompañó a Colón
en varios de sus viajes.

El continente que se llamaría América era un nuevo y desconocido territorio para los
europeos, poblado por personas con una fisonomía diferente de la de ellos, que
hablaban lenguas diferentes de las de ellos y que tenían una cultura diferente de las
de ellos. Diferente no implica ningún juicio de valor. Lástima que los conquistadores no
lo entendieron así… y en vez de respetar las diferencias, intentaron eliminarla. En esa
lucha desigual entre el europeo invasor y el nativo mucho se perdió: vidas, lenguas,
cultura.

Muchos de los que llegaron a estas tierras escribieron notas sobre lo que encontraban,
sobre lo que iba sucediendo; a esos textos se los llama crónicas de Indias porque
relatan hechos en orden cronológico, es decir, en sucesión temporal y porque ellos
creían que habían llegado a las Indias Orientales. Las crónicas son similares a los
diarios pero estos son más subjetivos porque el autor/narrador es el protagonista que
va relatando los hechos a medida que suceden y registrando las emociones. Las
crónicas estuvieron de moda en la Edad Media y sirvieron de fuente de información
para la historiografía, la ciencia que se ocupa de narrar la historia. La mayoría de los
cronistas de la época de la conquista y colonización de América eran europeos y, por
tanto, su testimonio no es neutral sino que presenta una visión etnocéntrica. ¿Qué
significa esto? Significa que miraron los hechos desde la perspectiva europea,
occidental y católica; una perspectiva que consideraba al europeo-blanco-occidental-
católico como el centro (el ombligo del mundo, diríamos hoy) y al otro cultural y
lingüístico como lo diferente, lo raro, lo marginal. El etnocentrismo implica la creencia

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en la superioridad y, consecuentemente, el derecho a dominar al otro. Quien asume
una postura etnocéntrica no es capaz de ponerse en el lugar del otro.

¿Las crónicas de Indias son textos literarios o textos históricos?

Esta es una pregunta que puede tener varias respuestas aceptables. Para empezar,
tendríamos que definir qué es la literatura. Si consideramos que la literatura se define
por su carácter ficcional, es decir, por ser un ámbito en el que los conceptos de
real/verdadero y falso/mentira no son aplicables porque el autor no tiene una
pretensión de verdad, entonces las crónicas no serían literatura ya que los cronistas
pretenden dar testimonio de los hechos. Sin embargo, las crónicas de Indias presentan
muchas características que son propias de la literatura como el estilo, que imita al de
las novelas de caballería de la Edad Media. Pensemos que los cronistas se deben de
haber sentido aventureros descubriendo esta nueva tierra exótica, siendo participantes
de un hecho histórico tan importante como el descubrimiento de un continente… ¿no
creen que se habrán sentido como los personajes de las épicas y novelas que leían?
¿No creen que se habrán asombrado y les habrá parecido fantástico todo lo que
encontraron aquí: animales, plantas, paisajes y costumbres que alimentaron su
imaginación? No es raro, entonces, que el estilo de sus crónicas se parezca al de los
textos literarios que circulaban en aquella época. Después de todo, la historia es un
largo relato que nos cuentan, que nos creemos y que, a veces, descubrimos que ha
sido un cuento del tío. Por suerte, los historiadores se encargan de investigar y de
mostrarnos la “verdad”. Nicolás Shumway es un historiador que nos dice:

El pasado es un caos, repleto de datos, documentos, anécdotas, pareceres, pasiones


y cosas olvidadas ahora que serán esenciales más adelante. […] La historia intenta
ordenar ese caos. Una parte de la tarea historiográfica consiste en buscar y verificar
datos usando criterios que podrían llamarse científicos. Pero otra parte de esta tarea
es hacer una narración; identificar a protagonistas y antagonistas, establecer causas y
efectos, asignar motivos, privilegiar algún dato sobre otros, generalizar, juzgar,
nombrar y olvidar.

Fuente: “Hacia el verdadero Mitre: Las ficciones de la historia,” Suplemento de cultura de Página/12.
Buenos Aires. Marzo, 1992, pp. 8-9.

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Los textos dialogan entre sí, muchos autores toman textos de otros autores y los
incorporan (implícita o explícitamente) en sus propias obras. A ese diálogo, a ese
entrecruzamiento de textos le llamamos intertextualidad. Además, un mismo texto
puede estar construido con varios géneros discursivos, es decir, puede incorporar
diversos tipos de textos (poesías, cartas, noticias periodísticas, crónicas, letra de
canciones, registros de diálogos cotidianos, entrevistas, ensayos, relatos históricos,
etc.). A esos textos que combinan diversos géneros discursivos les llamamos híbridos.

¿Y entonces? ¿Literatura o historia? Ni una ni otra, quizás. Entre la literatura y la


historia hay un tercer espacio, una zona de contacto y superposición en la que los
límites son borrosos. En esa zona de confluencia, ni la literatura ni la historia tienen
soberanía absoluta. Las diversas disciplinas (literatura, música, historia, filosofía,
física, política, etc.) son parcelas de un amplio territorio que el ser humano divide para
poder estudiar (y conocer) mejor pero esas fronteras que establece el hombre no
siempre existen en la realidad.

BREVÍSIMA RELACIÓN DE LA DESTRUICIÓN DE LAS INDIAS

Fray Bartolomé de las Casas

"Todas estas universas e infinitas gentes a todo género creó Dios los más simples, sin
maldades ni dobleces, obedientísimas y fidelísimas a sus señores naturales e a los
cristianos a quien sirven; más humildes, más pacientes, más pacíficas e quietas, sin
rencillas ni bullicios, no rijosos, no querulosos, sin rencores, sin odios, sin desear
venganzas, que hay en el mundo. Son asimismo las gentes más delicadas, flacas y
tiernas en complisión e que menos pueden sufrir trabajos y que más fácilmente
mueren de cualquiera enfermedad, que ni hijos de príncipes e señores entre nosotros,
criados en regalos e delicada vida, no son más delicados que ellos, aunque sean de
los que entre ellos son de linaje de labradores.

Son también gentes paupérrimas y que menos poseen ni quieren poseer de bienes
temporales; e por esto no soberbias, no ambiciosas, no codiciosas. Su comida es tal,
que la de los santos padres en el desierto no parece haber sido más estrecha ni
menos deleitosa ni pobre. Sus vestidos, comúnmente, son en cueros, cubiertas sus
vergüenzas, e cuando mucho cúbranse con una manta de algodón, que será como
vara y media o dos varas de lienzo en cuadra. Sus camas son encima de una estera, e

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cuando mucho, duermen en unas como redes colgadas, que en lengua de la isla
Española llamaban hamacas.

PRIMERA RELACIÓN (Carta de Veracruz)

Hernán Cortés

"Tienen sus mesquitas y adoratorios y sus andenes todo a la redonda muy ancho, y
allí tienen sus ídolos que adoran, de los de piedra y de los de barro y de los de palo, a
los cuales honran y sirven en tanta manera y con tantas ceremonias, que en mucho
papel no se podría hacer de todo ello a Vuestras Reales Altezas entera y particular
relación. Y estas casas y mesquitas donde los tienen son las mayores y mejores y más
bien obradas que en los pueblos hay, y tienen las muy ataviadas con plumajes y paños
muy labrados con toda manera de gentileza. Y todos los días antes que obra alguna
comiencen queman en las dichas mesquitas incienso, y algunas veces sacrifican sus
mismas personas cortándose unos las lenguas y otros las orejas y otros
acuchillándose el cuerpo con unas navajas. Y toda la sangre que de los corre la
ofrecen a aquellos ídolos, echándola por todas partes de aquellas mesquitas y otras
veces echándola hacia el cielo y haciendo otras muchas maneras de ceremonias, por
manera que ninguna obra comienzan sin que primero hagan allí sacrificio.

Y tienen otra cosa horrible y abominable y dina de ser punida lo que hasta hoy [no se
ha] visto en ninguna parte, y es que todas las veces que alguna cosa quieren pedir a
sus ídolos, para que más aceptasen su petición toman muchas niñas y niños y aun
hombres y mujeres de mayor edad, y en presencia de aquellos ídolos los abren vivos
por los pechos y les sacan el corazón y las entrañas y queman las dichas entrañas y
corazones delante de los ídolos ofreciéndoles en sacrificio aquel humo según ellos les
llega a estos dioses.

La Crónica India* Porras Barrenechea

El descubrimiento y la conquista fueron narrados exclusivamente en los primeros


lustros de la colonización, por cronistas castellanos. El choque entre las dos razas, los
sucesos culminantes de Cajamarca y del Cuzco, se relataron únicamente por el
vencedor. Se tuvo la versión española de la conquista, pero faltaba la versión india
que explicase el derrumbe del Imperio y juzgase la derrota y sus causas desde el

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ángulo de los vencidos. Es cierto que algo de la voz y el sentimiento de aquellos pudo
deslizarse en algunas de las crónicas castellanas o en las informaciones tomadas a
los quipucamayos por Vaca de Castro, por Cieza de León, por el Virrey Toledo o por
Sarmiento de Gamboa. Pero el hecho mismo del interrogatorio oficial, con su presión
efectiva o tácita y la doble o triple transmisión de los testimonios a través del
intérprete, el escribano y el funcionario informante, les quita a éstos su carácter
primicio de espontaneidad. No importa aún que en determinadas ocasiones el propio
elemento hispánico busque y favorezca la razón india, como en la época de Gasca,
para rebajar la obra y sobre todo para menoscabar el poder y la influencia de los
primeros conquistadores. Aun en la crónica de Cieza, que es el reflejo de ese estado
de ánimo y no obstante el humanitarismo generoso del autor, que recoge muchas de
las protestas y de los sentimientos del pueblo oprimido, no es el espíritu de éste el que
se transparenta en su obra sino en la propia mentalidad del cronista, española y
cristiana.

Es sólo en los primeros cronistas indios y mestizos de las postrimerías del siglo XVI en
que empieza a escucharse la voz de la raza vencida. Estos son, naturalmente, muy
escasos y con muy estrecha libertad para decir su verdad bajo un régimen colonial.
Estrictamente son tres cronistas indios: Titu Cusi Yupanqui, Juan Santa Cruz
Pachacutic Salcamaygua y Felipe Huamán Poma de Ayala, y un mestizo genial, el
Inca Garcilaso de la Vega. En todos, aun en los indios puros, hay una huella indeleble
de mestizaje español, de modo que puede considerárseles, como lo ha apuntado José
Varallanos en relación con Poma de Ayala, como mestizos espirituales. Hay en ellos
algunas influencias de la cultura hispánica y occidental –nociones históricas, sociales o
religiosas– pero la mentalidad y el modo de sentir y raciocinar son profundamente
indios y primitivos. Hablan quizás en español, pero piensan en quechua. Es la
diferencia fundamental que los separa del Inca Garcilaso. El gran cronista cuzqueño
es también profundamente indio por el querer y por su atávica simpatía a todas las
manifestaciones del espíritu Inca, pero su mentalidad es inequívocamente la de un
hombre del Renacimiento europeo, hasta por el gusto de la filosofía platónica y por su
conciencia, que es la de un caballero cristiano y español. Garcilaso coincide en
muchas de sus versiones con el sentir de los cronistas indios, apartándose con ellos
de las versiones españolas, pero no puede incluírsele entre aquellos porque discurre y
siente de muy diversa manera. Vive dentro de otro espíritu y de otra civilización. Habla
y piensa subconscientemente en español.

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El primer cronista indio en el tiempo es el Inca Titu Cusi Yupanqui, el audaz bastardo
hijo del rebelde Manco Inca, que se alza con la mascapaicha imperial y continúa la
ficción del Incario, luchando contra los españoles, en las soledades bravías de
Vilcabamba. Este dicta en 1570, a un fraile español empeñado en catequizarlo, una
relación de la caída del Imperio en Cajamarca y de la resistencia de su padre Manco
Inca contra los españoles en la ciudad del Cuzco. Es la primera versión india de la
conquista, y aunque trasladada al papel por un fraile español, fue escrita
simbólicamente en la fortaleza de Vilcabamba en el único recinto libre de los Incas y
antagónico de los españoles, que lo asediaban porfiada e inútilmente. El escrito de
Titu Cusi Yupanqui tiene, en las formas externas, apariencias francamente
sacerdotales y católicas, pero en el relato y en el fondo de sus apreciaciones han
quedado intactas algunas auténticas esencias indias.

Juan Santa Cruz Pachacutic y Felipe Huamán Poma de Ayala (1567-1615), no


obstante sus nombres mestizados, son los más legítimos representantes de la crónica
india. Aunque ambos tratan de barnizarse de cultura occidental y de liturgia católica,
con cierta socarronería y batiburrillo mental, permanecen esencial y distintamente
indios en el espíritu supersticioso y agorero, en la credulidad para lo maravilloso, en el
fondo cazurro y paciente, en el amor intenso por el estrecho terruño y por el folklore
nativo, con una propensión ingenuamente racista, y en lo externo por la forma bárbara
y confusa de la expresión, verdadera jerigonza o retorta de español y quechua, con
predominio de la fonética y sintaxis india. Las crónicas de Santa Cruz Pachacutic y de
Huamán Poma de Ayala son, en forma y fondo, las primeras crónicas bilingües.

La crónica india se escribe predominantemente en español, pero el indio que la


escribe, no obstante su incorporación a la cultura occidental que significa el mismo
arte de escribir y algunas nociones confusas de religión o de historia, piensa
predominantemente en quechua. Son mestizos espirituales pero en los que predomina
el atavismo indígena. Del español han recogido, sobre todo, la devoción religiosa,
mezclándola con sus propias supersticiones y afición a los ritos y ceremonias. Santa
Cruz Pachacutic, que asperja su crónica con invocaciones cristianas y jaculatorias y
apóstrofes contra el demonio, nos relata compungidamente la fábula de Tonapa-
Viracocha colocando sobre el rostro barbado del ídolo indio la máscara cristiana de
Santo Tomás. "Pues se llamó a este varón Tonapa-Viracochampanchacan, ¿no será
este hombre el glorioso apóstol Santo Tomás?". Pero detrás de estas ficciones destila

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su néctar la mitología india: Tonapa derrite los cerros con fuego, o convierte en piedras
a los indios adversos, las huacas vuelan como fuegos o vientos, o, convertidos en
pájaros, hablan, lloran o se espantan cuando ven pasar por los aires los sacacas o
cometas presagiadores que envueltos en sus alas de fuego se refugian en la nieve de
los cerros más altos. Huamán Poma, que al fin y al cabo no ha sido de una familia de
bardos collaguas como Santa Cruz Pachacutic, sino sacristán y escribiente judicial,
concede menos lugar a lo maravilloso indio, para copiar, a cada rato, trozos del credo
y del catecismo o la lista de todos los pontífices romanos. Es en este terreno religioso
donde la comunicación entre las dos razas y el mestizaje son más efectivos. El
cronista indio cree no sólo en sus propios ingenuos mitos primitivos sino también en lo
maravilloso cristiano, en el milagro. Toda la milagrería de la conquista se transfiere a la
crónica india y resulta el verdadero deux ex machina de la acción, como en la crónica
castellana. Los cronistas indios nos asegurarán que el Imperio se perdió, como lo
había anunciado Huayna Cápac pero principalmente por la ayuda del apóstol
Santiago, Viracocha montado sobre un caballo blanco y armado del terrible illapa o
relámpago, o por la aparición de la Virgen, que, según el relato recogido por Huamán
Poma y por el propio Garcilaso, echaba arena y rocío para apagar el incendio de las
tiendas españolas en el sitio del Cuzco.

Frente a la arrogancia y a la fe en sí misma de la crónica castellana, la crónica india


guarda una actitud fatalista. La única explicación del vencimiento del Imperio que
surge de sus relatos es la de un designio sobrenatural. El propio Garcilaso nos
asegura que los indios no combatieron contra los españoles porque la profecía de
Huayna Cápac había anunciado la llegada de los hombres blancos y barbados y el
término irremisible del Imperio. A la llegada de los españoles, los indios no pensaron
en resistirles sino en llorar. Titu Cusi insinúa la tesis del engaño para huir de la
explicación de la fuerza: los indios dejaron entrar a los españoles fiados en un pacto
de no agresión que éstos no cumplieron después. "No me vencisteis a mí por fuerza
de armas sino por hermosas palabras", pone en boca de su padre Manco Inca. Santa
Cruz Pachacutic confirma la derrota de orden divino: "entendieron que era el mismo
Pachayachachi Viracochan o sus mensajeros... y después como tiró las piezas de la
artillería y arcabuces, creyeron que era Viracocha y como por los yndios fueron
avissados que eran mensageros, assí no los tocaron mano ninguno, sin que los
españoles recibiesen siquiera ser tocados".

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Es indudable, sin embargo, que el espíritu inca buscó otros caminos para explicar su
caída. Ningún pueblo se siente él mismo culpable de su derrota y tiende siempre a
culpar a alguien, a individualizar la culpa. Los orejones del Cuzco descargaron su odio
sobre el bastardo y usurpador Atahualpa. Titu Cusi dice sarcásticamente que
Atahualpa pensaba matar a los españoles, pero que Pizarro "antes que los comiesen
los almorzó". Pero la leyenda norteña, principalmete la quiteña, tratará de disculpar a
Atahualpa y de imaginar la venganza de éste contra los españoles. Es indudablemente
una versión india de origen quiteño la que recogieron Gómara y Zárate y más tarde
adoptó Garcilaso, de un ataque de los indios de Rumiñahui a las huestes de Pizarro
que se retiraban de Cajamarca y el apresamiento de once españoles, entre ellos el
escribano Sancho de Cuéllar, que escribió la sentencia de Atahualpa y a quien los
indios degollaron en el mismo lugar en que había sido ajusticiado el Inca. La leyenda,
que surge siempre como una justificación más que como una venganza, agrega que
los indios, más generosos que los españoles, perdonaron a los diez prisioneros
restantes y firmaron con Francisco de Chávez un pacto de no agresión. El cadáver de
Atahualpa fue desenterrado en Cajamarca y llevado procesionalmente a Quito, según
la leyenda reparativa.

La huella indígena está más palpable en la confusión frecuente entre lo real y lo ideal y
el amor del misterio que caracteriza a las mentes primitivas y se exhibe a menudo en
las crónicas indígenas, sobre todo en algunas impresiones e imágenes casi
surrealistas recogidas seguramente de boca del pueblo de la conquista. En Titu Cusi y
en Huamán Poma hay algunas de estas primicias del alma india. Titu Cusi dice que los
contemporáneos de su padre creían que los españoles "hablaban solos con unos
paños blancos". Huamán Poma traslada la misma impresión: "de noche hablaban con
sus papeles (quilca)". Titu Cusi dice que cundió la noticia de que habían llegado unos
hombres barbudos que iban sobre animales con pies de plata, y Huamán Poma
describe en esta forma al conquistador forrado de fierro: "Todos eran como
amortajados, toda la cara cubierta y que se le parecia sólo los ojos y en la cabeza
traían unas ollitas".

No falta en las crónicas indias un fondo de cazurro humorismo y de burla a lo español,


como en el trozo anterior, no obstante las protestas reiteradas de profundo y absoluto
lealismo. Huamán Poma es en este sentido el mejor exponente del indio posterior a la
conquista. Multiplica sus alabanzas y dedicatorias al Rey nuestro Señor "que Dios

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guarde" y al Sumo Pontífice. Sostiene que la llegada de los españoles fue "ventura y
primicia de Dios" y que éstos ganaron sin sangre la tierra, para deslizar, a renglón
seguido, sus sátiras contra la organización colonial y decir que no hay Dios ni Rey
para los pobres, porque están en Roma y en Castilla. En Huamán Poma hay sobre
todo una perfecta adecuación entre la sorna íntima y el lenguaje. Burlonamente dice
del encuentro de Cajamarca que los españoles "comenzaron a matar indios como
hormigas". Idénticamente satiriza a indios y españoles. Así compara a los curas con
zorras y a los caciques con ratones que roen noche y día, o dice de los collas que,
"son todos, los hombres o mujeres, grandotes, gordos, sebosos, floxos, bestias, sólo
es para comer y dormir". Pero bajo este exterior sonriente esconden su garra el
resentimiento y la protesta, reprimidos por el ambiente. El se vuelve malicia
intencionada en las caricaturas grotescas de la Nueva crónica y buen gobierno o dolor
punzante y desesperanzado en el estribillo de Huamán Poma: "¡Y no hay remedio!".

Históricamente, la crónica india ofrece grandes irregularidades, sobre todo en lo que


se refiere a cronología, orden y lugar de los sucesos. Huamán Poma de Ayala
trastrueca fácilmente los hechos más cercanos y habla del Paraguay y de Tucumán
como regiones marítimas. Pero, en cambio, traen los cronistas indios frescas
aportaciones sobre el folklore y las tradiciones populares. Santa Cruz Pachacutic y
Huamán Poma de Ayala, aunque confunden fechas y personajes, nos dan en su
lengua nativa la versión más directa del cantar y la fiesta, la oración y el rito,
expresiones auténticas del alma incaica.

Literariamente juzgada, la crónica india vacila en hallar una ubicación. No es


castellana pura ni tampoco quechua. Desde el punto de vista español es, tal como la
juzgó Jiménez de la Espada, una jerigonza bárbara, una indiana algarabía. Las
palabras y las sintaxis se retuercen para acomodarse a la flexión característica del
quechua. Las transgresiones de la i por la e y la o por la u, típicas de la fonética
quechua, y una sintaxis particular son las notas más saltantes. Huamán Poma
escribirá que su crónica es: "falta de inbinción y de aquel ornamento y polido estilo que
en los grandes engeniosos se hallan". Santa Cruz Pachacutic dirá que Atahualpa, al
saber la noticia de la muerte de Huáscar, "se hace falso tristi". La imperfección del
estilo corre a veces pareja con la crudeza o impudicia de la frase, que llega a veces a
la escatología del lenguaje, sobre todo en Huamán Poma que no escatima las
palabras particularmente para zaherir a las indias que conviven con los españoles y se

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cargan de mesticillos. El indio arremete contra la "putiria" con su látigo de cuatro
puntas.

En resumen, la crónica india se define por su tendencia a lo maravilloso indio y


cristiano, por su actitud fatalista o cohibida ante las presiones externas, por su fondo
íntimo de protesta no obstante el exterior halagüeño, por la ingenuidad primitiva de sus
impresiones e imágenes, por su vaguedad e inexactitud histórica, compensadas por su
amor al folklore y a la tradición popular y, en lo externo, por su mescolanza quechua-
española y la crudeza bárbara de su estilo

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