El Patito Feo
El Patito Feo
CUENTOS
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El Patito Feo
GUIÓN E ILUSTRACIONES: ESTUDIO FÉNIX
ÉRASE UNA VEZ una pata que estaba incubando sus huevos en la granja:
¡ya era la hora de que se abrieran! Por fin empezaron a agitarse. Y luego,
poquito a poquito, se oía: «Criic, criiic». Y los pollitos empezaron a romper
la cáscara y a asomar sus cabecitas.
Pero había quedado un huevo sin abrir. Una vieja pata pasó por allí Era más grande que el resto de los patitos, de color gris, torpe y feo.
y se interesó por él.
—Es un polluelo enorme —dijo la pata—. ¿Será un pavo? Bueno, pronto
—Créeme, esto es un huevo de pava —dijo. lo sabremos: ¡vamos al estanque!
Al cabo de poco rato se partió la cáscara y salió el polluelo. Primero
la cabecita y, a continuación, abriéndose paso con el pico, el resto
del cuerpo.
Toda la familia pata se dirigió al estanque y, uno a uno, fueron saltando
al agua.
—Está claro que no es un pavo —aseguró la pata—. ¡Fíjate en cómo
mueve las patas, y qué bien se sostiene!
Pero el resto de patos no quisieron valorar lo bien que nadaba.
—Este patito gordote es muy raro, ¡no queremos saber nada de él!
El polluelo decidió marcharse de allí: saltó la cerca y caminó toda la noche —¿Quién eres? —le preguntaron.
con sus cortas patitas. Por la mañana encontró unos gansos ocultos entre
la maleza, al borde de un pantano. —No soy un pato —respondió—, así que supongo que soy uno
de vosotros.
—Eres un poco feo, pero pareces simpático. Cuando aprendas a volar,
¿quieres venir con nosotros y emigrar? —le propusieron.
Pero en ese preciso momento se oyeron dos estampidos:
—¡Bang, bang!
Unos cazadores habían localizado a los gansos y les disparaban.
La bandada salió volando a toda velocidad y el polluelo se quedó solo.
Se acercó un perro cazador, que lo miró, lo olisqueó y decidió que no
le haría nada, porque ¡no era un ganso!
El polluelo salió corriendo y fue a parar a la puerta de una casa de En el gallinero pronto se dieron cuenta de que aquel enorme polluelo
campo donde vivía una anciana. Como no tenía buena vista, creyó nunca iba a poner huevos. Además, siempre que podía se dedicaba
que era un pato cebado que se había extraviado. a chapotear en la charca.
—¡Qué bien! —se alegró—. Si no es macho, por fin tendré huevos —¡Con lo bien que se está sobre la paja calentita! —le decían las gallinas.
de pato: ¡lo pondré con las gallinas!
—¡Vosotras tampoco me comprendéis! —suspiró el patito.
Y se marchó de allí.
Llegó el otoño y el bosque se tiñó de hermosos colores. Un atardecer,
el patito vio cómo se acercaba una bandada de magníficas aves,
de una blancura deslumbrante y largos y flexibles cuellos. Eran cisnes,
y descendieron un momento para descansar.
—¡Qué hermosos son! —exclamó el patito.
Y luego empezó el invierno. Hacía mucho frío, y al patito cada vez Por suerte pasó por allí un campesino, que rescató al patito y lo llevó
le costaba más nadar en el lago. Estaba tan cansado que se quedó a casa para que sus hijos pequeños jugaran con él. Pero el patito,
atrapado en el hielo. creyendo que le iban a hacer daño, saltó por la ventana y se marchó.
El patito pasó aquel invierno en el pantano, entre las cañas, hasta que
con la primavera al fin llegó el buen tiempo. De entre las matas salieron
tres preciosos cisnes, que flotaban en el agua. El patito se acercó a ellos:
¿aceptarían a un patito feo como él?
Con timidez, el patito se acercó a la orilla. Y, para su sorpresa, vio
su propia imagen reflejada. Habían pasado unos meses desde que
rompió la cáscara del huevo y ya no era un ave torpe y fea, era… ¡un cisne!
Los cisnes le vieron y le saludaron: —¡Hay uno nuevo! —decían, alegres.
Y todo fueron aplausos, bailes y brincos.
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