Porfiriato
Porfiriato
Porfiriato
ALICIA SALMERÓN
El Porfiriato consistió en un periodo de 30 años en los cuales Porfirio Díaz ocupó la presidencia, se
caracterizó por una estabilidad política y un notable autoritarismo. Además de un mando nacional fuerte
y un hábil régimen que estableció un equilibrio entre las diferentes fuerzas políticas del país. En esta
época la economía recibió un gran impulso y las clases privilegiadas encontraron caminos para
prosperar. A pesar del auge económico Díaz sacrificó libertades. El periodo subdividido en dos periodos:
el primer y segundo Porfiriato.
(1888-1910) El segundo período consistió en el afianzamiento 1 de Díaz en el poder. En el año 1808 fue
cuando el general días fue declarado Presidente de la República por tercera ocasión, esta reelección fue
el anuncio de su establecimiento definitivo en el poder que no abandonaría si no bajo la presión de armas
en 1911. Este periodo se identifica como su sello personalista. El gobierno de Díaz fue continuador del
esfuerzo de sus antecesores para consolidar un mando nacional fuerte, pero a la par que aseguraba la
autoridad presidencial favoreció un proceso de centralización política. El creciente centralismo, el
notable auge económico y la fallida democracia son características del régimen identificado como la
“dictadura progresista”, el lema de la época era “orden y progreso”.
La reelección indefinida
La primera reelección de Porfirio días sólo fue posible después de la administración de Manuel
González por la Constitución de 1857 si permitía la reelección, pero en 1878 fue modificada (siguiendo
el Plan de Tuxtepec) de modo que un primer mandatario no pudiera ocupar ese cargo nuevamente sino
hasta después de cuatro años de haber cesado de sus funciones.
De vuelta al frente de gobierno en mil ochocientas ochenta y ocho, Díaz logró una nueva reforma que
autorizaba la reelección inmediata por cuatro años más. En 1888 asumió la magistratura por segundo
período consecutivo y antes de concluir su gestión, logro borrar de la Constitución todo límite a la
reelección.
1
Hacer una cosa más firma, estable o sólida.
Más allá de las adecuaciones jurídicas, Díaz lograba mantenerse en el poder gracias a su habilidad
establecer pactos, establecer consensos y garantizar equilibrios políticos. Díaz podría mediar entre
intereses en pugna, mientras que mantenían las fuerzas políticas divididas y dependientes de su arbitraje,
estas acciones fueron fundamentales para su mandato. Díaz se tomaba atribuciones que iban más allá de
su presidencia de modo tal que se le conoció como el “hombre necesario” gobernante indispensable para
la salud de la nación.
Las elecciones presidenciales se fueron convirtiendo en rituales legitimadores del poder personalista,
tal que las campañas electorales se convertían en un tributo Porfirio Díaz, exacerbando cada 2 de abril la
toma de la plaza de Puebla en 1867 derrotando al imperio de Maximiliano.
En vísperas de las elecciones de 1892 un grupo de jóvenes políticos identificados como el grupo
“científico” alertaron del peligro que representaba la estabilidad nacional adherida al sistema
personalista. Una paz duradera sólo era posible construida sobre sólidas instituciones capaces de suplir
las fallas de los grandes hombres. Por lo que se propuso la creación de una vicepresidencia para hacer
frente a la eventual desaparición o sucesión de Porfirio Díaz. Sin éxito la creación de la vicepresidencia
se aplazó hasta 1903 pues del General Díaz ya contaba con 73 años de edad era necesario definir el
posible sucesor. El establecimiento de la vicepresidencia vino acompañado de una reforma para alargar
el periodo presidencial a seis años. Ante la incertidumbre que despertaba una nueva reelección de Díaz-
dada su edad- pasó a segundo término en la lucha por la sucesión se trasladó al de la presidencia, pero
ésta no encontró un posible candidato aceptado por las principales fuerzas políticas del país. La
designación recayó en Ramón Corral, un político respaldado por el grupo de los “científicos” pero
rechazado por otros; este nuevo vicepresidente resultó una pobre respuesta al problema de sustitución de
Díaz.
En el camino de la dictadura
Un régimen centralizador
El régimen de Díaz no solo perturbó las fronteras de la separación de poderes, sino también tensionó las
relaciones entre los estados de la República. Uno de los problemas más grandes del país había sido el
conflicto de intereses entre grupos regionales(=estatales) y los partidarios del mando nacional. La
primera administración había logrado establecer un equilibrio entre ambos, pero la segunda tuvo un
fuerte proceso de centralización de decisiones políticas. La estabilidad del primer periodo se apoyaba en
un juego que favorecía el desarrollo económico de los grupos regionales a cambio un compromiso con el
poder nacional: la extensión del ferrocarril, arreglo de la deuda pública y la expedición de una
legislación favorable a la inversión privada; por lo que estas políticas aumentaron el beneficio de las
élites del país. Díaz se sirvió de sus atribuciones legales para extender la autoridad del gobierno federal a
todo el territorio nacional, designando a los gobernadores provisionales cuando el Senado declaraba la
desaparición de los poderes en los estados. Así actuaba como mediador entre los grupos locales. Esto le
permitió volver al imperio político de los viejos caciques regionales, quedan obstáculos a la integración
nacional.
El resultado de la injerencia del presidente sobre los diputados, senadores y mandos estatales
provocaron que las políticas nacionales se decidieran a atender las exigencias gobierno central, y a los
intereses de grupos que ejercían mayor influencia en él.
La creciente dependencia de los directivos estatales frente al centro se produjo al interior de sus propias
demarcaciones, pues a partir de 1890 los gobernadores comenzaron a ejercer un control mayor sobre los
legisladores locales, jueces, jefes políticos y ayuntamientos. La autonomía municipal sufrió: sustracción
de funciones y pérdida de ingresos en posición de autoridades. Constituciones estatales fueron
modificadas para poner al frente de los ayuntamientos agentes políticos designados por el gobernador.
Por ejemplo: en la Ciudad de México se le quitó el control de las escuelas primarias al municipio y si le
excluyo de la toma de decisiones sobre las obras de la ciudad, además de privárseles de la
administración de sus propios recursos.
Este segundo Porfiriato representó un régimen centralizador que avanzará violentando la soberanía
de los estados de la autonomía municipal.
La máquina política
El régimen porfiriano contó con un complejo sistema de relaciones que le permitió ejercer un control
político. Esta red se construyó gracias a los eslabones principales de Porfirio Díaz y su gabinete, los jefes
de zona militar, los gobernadores y los jefes políticos. Estos últimos fueron una pieza principal de la
máquina porfiriana, clave para el control de la base de la misma sociedad, pues era la autoridad de un
distrito Y el representante de la autoridad federal en varios estados. En algunos estados del norte y
centro del país, los propios municipios participaban en su nombramiento, en otros era nombrados
directamente por el gobernador. Pero a partir de 1890 el jefe político pasó a ser un funcionario
dependiente del ejecutivo estatal prácticamente todo país, esto se convirtió en un instrumento de control
y centralización.
A pesar de que cada es la bon tenía sus funciones reglamentadas, también existían mecanismos ocultos
que se movían en una buena medida sobre la base de vínculos personales: protección e independencia,
parentesco, compadrazgo, amistad de confianza, otros.
Por ejemplo, el cacique se incorporó al régimen ejerciendo un control a nivel local basado precisamente
en su capacidad de influencia personal.
Este tipo de relaciones tradicionales estuvo en el centro del poder autoritario porfirista.
Manuel Romero rubio, ex lerdista, que dirigía la Secretaría de gobernación murió en 1895 pero dejo
encaminado un grupo de jóvenes prometedores Como relevo, los llamados “científicos”.
La capacidad política de los allegados tardíos les permitió mantenerse en sus posiciones a pesar de las
aceleradas transformaciones que sufre el país en la década de 1880. La actuación de algunos fue tan
importante que entorno suyo se reunieron los grupos políticos que dominaban el segundo Porfiriato.
El gobierno de México en 1890 tenía más fuerza que me años anteriores Icon el crecimiento económico
habían surgido nuevos grupos interesados en la política. Los más pujantes 2 están en el norte en el centro
del país, así como el golfo de México. En especial Manuel Romero Rubio, Bernardo Reyes y Joaquín
Baranda. Estos nuevos grupos contendieron una mayor influencia en el gobierno esos enfrentamientos
acrecentaron a llegar el nuevo siglo – conforme Díaz se hace más viejo y el problema de la sucesión más
inminente- ellos terminaron por precipitar la caída del régimen.
Las facciones políticas más poderosas del segundo porfiriato fueron la “científica” y la reyista.
Manuel Romero Rubio era un político muy ligado a los grupos más ricos del centro del país. Esas
cualidades y relaciones lo hicieron un gombre fuerte, primero como partidario de Lerdo y después de
Porfirio. Casó a su hija con el presidente Díaz y buscó sucederlo en el poder. En pleno proceso de
2
Que se desarrolla con mucha fuerza y cada vez tiene más importante.
ampliación de las responsables del estado, se requería de funcionaros preparados para la nueva
administración pública, atendiendo esta nueva demanda y garantizando fuerza interior al aparato
político, Romero Rubio reunió a jóvenes destacados (abogados y algún ingeniero) y les abrió camino
para realizar con él sus aspiraciones presidenciales, sólo que la muerte frustra sus planes. Esta línea de
profesionistas era conociéramos los “científicos” eso dijeron en la coyuntura de la tercera reelección de
Díaz. Algunos de estos personajes participaron de las relaciones de Romero Rubio con los intereses
empresariales; José Yves Limantour, era miembro de una de las familias más ricas del país; Joaquín
Casaús y los hermanos Macedo se colocarán como abogados importantes firmas bancarias e industriales;
otros, como Rosendo Pineda, también defendió los juzgados casos de inversionistas privados. En
cambio, Justo Sierra y Francisco Bulnes estuvieron personalmente más alejados de los negocios, aunque
todos compartieron una visión elitista del poder. Este grupo pugnó un Estado central fuerte mientras
creían que un aparato político recio, y por lo tanto autoritario, sería capaz de sostener el desarrollo
económico de México y responder al pueblo. El cumplimiento de estas premisas permitiría alcanzar en
el futuro una vía política democrática, mientras tanto, el país debe hacer gobernado por una élite docta
de la que ellos querían formar. La ideología era la positivista, donde sólo el dominio de la ciencia
admitiría conocer las leyes invariables de la naturaleza y así encaminar mejor el desarrollo social.
Partidarios de una vida política regida por instituciones, formaron entonces la Unión Liberal cuya
propuesta principal era la despersonalización del régimen, la creación de la vicepresidencia y la
inamovilidad de los jueces. Sin capacidad para concertar acuerdos los llevó al fracaso, pero en 1903 la
unión reapareció, aunque nunca se consolidó como partido.
Todos fueron figuras políticas destacadas y otros grandes intelectuales también. Limantour fue una
velita poderoso Ministro de Hacienda por 18 años; Justo Sierra fue subsecretario de Secretaria e
Instrucción y, a partir de 1905, ministro del recién creado ramo de Instrucción Pública; Miguel Macedo
llegó a subsecretario de gobernación; Pineda, Casasús, Bulnes y Pablo Macedo destacaron como
diputados y consejeros Estado. Este grupo se enfrentó contra Bernardo Reyes y Joaquín Baranda.
Bernardo Reyes a pesar de tener la misma edad que los “científicos” había iniciado su vida política
mucho antes, pues a los 17 años luchó contra el imperio francés en 1876; cuando Díaz se levantó con el
Plan de Tuxtepec, él ya era Coronel. Y aunque inicialmente tomó el partido de José María Iglesias, sus
primos lo integraron a las filas porfiristas. Llegó hacer general y hombre de confianza de Díaz. En el
norte actuó como conciliador político Y ligado a la autoridad federal adquirió un poder propio. Además
de de jefe de la zona militar del noroeste también fue gobernador de Nuevo León por casi 20 años.
Impulsó la modernización económica y vio nacer empresas como la Fundidora Monterrey la Cervecería
Cuauhtémoc; transformamos reír una ciudad próspera. Hola para promover una legislación laboral y
creo milicias municipales bajo la dirección de las clases medias. Más allá te beneficia a los empresarios
neolenenses, Reyes se supo ganar el apoyo de todos los sectores de la sociedad. Incluso Porfirio Díaz lo
felicitó. Bernardo era un mandatario autoritario progresista, aunque era el tenor de Díaz, él poseía su
propio sello personalista de carácter populista, pues incluía una política de protección al trabajador;
además pensaba en el ejército nacional como una institución para dar cauce a inquietudes de amplios
sectores sociales. Tenían poco aprecio por la democracia y recurría fácilmente a la represión aunque
creyendo que la fuerza armada deberían ser algo más que mano dura, Sino un espacio de participación
cívica y política para grupos medios y populares. Díaz lo llamó a su gabinete desde 1900, donde desde la
Secretaría de Guerra intentó modernizar las Fuerzas Armadas. También abrió la escuela de aspirantes
para renovar a los oficiales y, sobre todo, creó la Segunda Reserva del ejército con un cuerpo de civiles
que recibía instrucción militar. Esta reserva recibió una respuesta impresionante, Ya que a los dos años
yegua reunir más de 20.000 ciudadanos en todo el país. La magnitud este movimiento asustó a los
grupos políticos que rivalizaban con Reyes y al propio Díaz, especialmente a los “científicos”. La
Segunda Reserva fue disuelta y Reyes enviado de vuelta a Nuevo León en 1902. Reyes fumaste una
figura pública pues sugestionar Nuevo León es la segunda reserva de proporcionar un apoyo social
amplio, Con el respaldo de varios sectores del ejército y con un crecido contingente de clases medias.
Entre sus seguidores más cercanos estaban José Luis Portillo y Rojas, Heriberto Barrón y F rancisco
Vázquez Gómez. El movimiento y actividad política de este último, más adelante, de un REYISMO con
fuerza propia terminaría por trascender como líder y colocarse en primera fila de la oposición de 1900
Francisco I Madero.
Dehesa era de la misma generación que Reyes y los “científicos” pero no había recibido estés profesionales
mi carrera militar, por lo que se identificó con Joaquín Baranda y su grupo, quienes representaban más bien
una vieja tradición de liberales, civilistas y partidarios de un aparato político con poderes limitados.
Frustradas sus aspiraciones ministeriales, gobernó Veracruz desde 1892 hasta 1911, además de ser un
mandatario estatal progresista, logró mantener su posición aún después de que Baranda perdiera la suya en
1901. Dehesa era enemigo acérrimo 3de los “científicos” y guardaba distancia con Reyes. Cuando en 1910 los
dos grupos más fuertes enfrentaron por la vicepresidencia, no se alineó con ninguno pues intento terciar con
su propia candidatura.
Ninguna de las principales fuerzas políticas del régimen logró avanzar a nuevas formas organización.
Fracasaron tanto la Unión Liberal como la Segunda Reserva, y el grupo de Baranda no alcanzo siquiera
a formular una propuesta organizativa. En la ausencia de mecanismos institucionales, Porfirio fungía
como árbitro y establecía el balance entre ellos, aunque nunca buscó atemperarse rivalidades pues le
permitían conservar preminencia, no obstante, mantuvo la situación bajo control durante años. Sin
embargo, el equilibran alcanzado comenzó quebrarse con el nuevo siglo.
Desde 1898, Díaz había comenzado a buscar un arreglo entre las dos fuerzas más pujantes: los
“científicos” y los reyistas. Su plan era que Limantour ocupará la presidencia, apoyado de cerca por
Reyes, aparentemente se había logrado el acuerdo, pero Reyes fue llamado al frente de la Secretaría de
Guerra para comenzar a preparar elección de 1904, pero los reyistas no aceptaron un segundo lugar.
Mientras que Joaquín Baranda se opuso un acomodo que lo excluía, por lo que renuncia al ministerio y
el gabinete de Díaz pierde representatividad. Finalmente, los “científicos” también recelan del nuevo
ministro de Guerra (Reyes). Díaz hecho su plan para atrás, Alejo Reyes y permitió que los científicos
acrecentaran sus posiciones poco a poco. El equilibrio entre las fuerzas nacionales había quedado roto.
Hacia 1910, Ramón Corral estaba plenamente identificado con los científicos esa reelección como
vicepresidente significaba que Porfirio había optado por ese grupo para sucederlo. El recelo de los
reyistas, dehesistas y demás grupos regionales, resentidos con el centralismo “científico”, trajo una
profunda crisis política.
3
Extremo, tenaz.
La política porfirista estuvo dirigida por y para las élites. El proyecto de Díaz favorecía ante todo a los
inversionistas, comerciantes, banqueros, hacendados e industriales. De igual manera, el régimen dejó a
disposición de los empresarios una mano de obra barata y bien controlada.
La fuerza del Estado se puso el servicio de un desarrollo identificado con el de la minoría por lo que
algunas tensiones sociales crecieron y estallaron, traducidas en manifestaciones de descontento popular
que se “controló” mediante la represión.
Durante los primeros años, el gobierno porfirista practicó con éxito una política de conciliación, pues el
progreso material propició la confluencia de intereses y entendimientos. Sin embargo, no todos los
críticos del gobierno aceptaron los nuevos arreglos; se mantuvieron en su contra algunos liberales
defensores de los principios constitucionales, y también los católicos intransigentes. Estos grupos fueron
tolerados por la autoridad pues provocaron una molestia menor.
Los liberales constitucionales reprobaban la régimen antidemocrático y permisivo con la Iglesia, estos
opositores se congregaron en torno al periódico el monitor republicano, de larga tradición liberal, que
desapareció en 1896 con algunos de los defensores de la carta magna.
Los católicos intransigentes, se negaban a aceptar un estado secular. Formalmente acataban los
mandatos del Episcopado nacional, favorable a la conciliación, pero manteniendo una actitud crítica
frente al régimen. Se manifestaron a través de publicaciones periódicas como La Voz de México y El
Tiempo, aunque no eran una fuerza política organizada mantuvieron viva la demanda de una
participación incondicional católica en la vida pública. En 1899 surge el diario El País, en la cdmx,
dirigido por Trinidad Sánchez Santos que significa un resurgimiento del catolicismo militante. Este
catolicismo renovado celebra congresos para discutir alternativas de la cuestión social y promovió la
formación de agrupaciones de ayuda mutua. Para 1909 participan en las elecciones a través del Círculo
Católico Nacional.
La oposición (liberal o católica) sólo representó una crítica más organizada y con programas nacionales
coherentes después de 1900, que fue cuando empezó a nutrirse de nuevos grupos medios inconformes,
Fundamentalmente con jóvenes sensibles a los grandes problemas sociales provocadas por la
modernización porfiriana.
El descontento popular
Los sectores más desprotegidos de la sociedad dieron batalla desde el día uno hasta el último del
régimen, autoritario, centralista y de una visión únicamente económica. Se manifestaron a través de las
huelgas, la toma alcaldías, la resistencia al pago de impuestos, las demostraciones callejeras, los motines
y levantamientos armados, qu4 fueron desarticulados y reprimidos.
Entre 1891 y 1893 se dio una escalada de movimientos de protesta. En estos años está en rebeliones en
los estados de Coahuila, Guerrero, Chihuahua, Estado de México, Tamaulipas y Veracruz. Algunas de
ellas estuvieron dirigidas por familias de notables que se resistían a perder el poder político en sus
localidades: en Coahuila, Chihuahua y Guerrero. Hubo lugar a la rebelión de Tomóchic (sierra madre
occidental), donde se reclamaban agravios propios contra un gobierno abusivo y centralista. Por otro
lado, en Tamaulipas y el Estado de México podrían importantes alzamientos sustentados en la masa
popular.
Las comunidades indígenas de algunas zonas del país sintieron con particular crudeza las políticas
porfiristas y se opusieron a ellas. En Veracruz, La revuelta fue cara por los indígenas de Papantla en
rechazo a una política fiscal gravosa y a los abusos de los comercializadores de la vainilla, el principal
productor agrícola de la zona. Los mayas en Yucatán, que ya habían tenido problemas desde 1840 con la
conocida Guerra de castas, y los yaquis en Sonora combatieron con armas el avance de las haciendas
sobre sus tierras; defendían además sus formas de gobierno y valores comunitarios. Los yaquis, también
con una historia larga, durante el Porfiriato lograron organizarse pero también sufrieron golpes duros por
parte del Estado; pues en 1885, con el cacique Cajeme al frente, los yaquis habían logrado recuperar
algunas de sus viejas instituciones de gobierno que se traducía en el desconocimiento de la autoridad
externa a la comunidad en cuestiones de impuestos, representantes y reclutamiento militar; la creación
de su propia república resultaba desafiante para la integración nacional, Díaz respondió con dureza.
Cajeme fue fusilado por el ejército federal 1887 y el nuevo jefe cayó en combate 1901; la comunidad
fue castigada con el traslado masivo de sus miembros, hombres, mujeres y niños, a lugares de detención
en las islas del pacífico y a campos de trabajo forzado en estados lejanos, como Yucatán y Oaxaca.
Las manifestaciones populares, dejaron claro su malestar con el régimen, pero eran manifestaciones
locales, aisladas unas de las otras hicieron proyecto nacional alternativo. Aunque fuera fácil de contener,
sufrieron represión por parte del Estado.
La censura
Durante el primer periodo del gobierno de Díaz, se procuró mantener cerca y controlada a la prensa:
comprando su favor con subsidios y en ciertas posturas GARROTE.
Filomeno Mata fue encarcelado más de 30 veces, por denunciar los abusos porfiristas en las páginas de
El Diario del Hogar.
Daniel Cabrera, Director del satírico El Hijo del Ahuizote, también sufren persecución. Igualmente
algunos redactores menos radicales como los de El País sufrieron prisión.
Sin embargo, a pesar de la vigilancia de la censura, durante el segundo Porfiriato se multiplicaron casi
por 10 las publicaciones; surgieron revistas culturales y seminarios socialistas y feministas.
De manera paralela, la administración de Díaz apoyó una reorientación del periodismo frente el diario
El Imparcial, Un rotativo más informativo y supuestamente apolítico que en realidad era un fiel defensor
del régimen, Este se llevó la mayor parte del subsidio gubernamental me Alcanzó una amplia circulación
en México.