Vilá - Reserva de Laguna Brava

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Volumen 5 - Nº28

Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la


Asociación Ciencia Hoy

CIENCIA Y SOCIEDAD

La Brava reserva de Laguna Brava

BIBIANA VILÁ
IADIZA, MENDOZA

En La Rioja, sobre la frontera con Chile y por encima de los 4000m sobre el nivel del mar; fue
creada una reserva provincial de más de 400.000ha para proteger el ecosistema altoandino. Pero,
por el momento, esa protección es más aparente que real.

Luego de un viaje polvoriento por zonas de monte se llega, desde Villa Unión, por Vinchina, a
Jagué, un pueblo de adobe que sabe de glorias pasadas. Estamos en La Rioja, en camino a la
reserva provincial de la laguna Brava ("La reserva provincial de Laguna Brava"). A medida que se
avanza hacia la cordillera, el paisaje se transforma y aparecen montañas rojizas que llevan, por sus
cañadones, hacia el Peñón y el portezuelo de la laguna.

Históricamente, por esta zona pasaban los "caminos de los toros", que, en la segunda mitad
del siglo pasado, permitían llevar a Chile entre 5000 y 8000 cabezas de ganado anuales.
Durante las presidencias de Mitre y Sarmiento se construyeron los trece refugios de piedra
que aún hoy perduran en la reserva (Fig. 5). Los dos primeros se erigieron en 1865.

FIG. 5:   REFUGIO DE PIEDRA

Los caminos de los toros unían Tinogasta, en Catamarca; Guandacol y jagüé, en La Rioja, y
Jáchal, en San Juan, con Chile. Juan Alfonso Carrizo -en su Cancionero popular de La Rioja,
publicado en 1942- describió el camino tradicional a Copiapó, que requería once o doce días
de travesía. La ruta a tomar dependía del estado del ganado: si estaba en buenas
condiciones, era por Jagüé, punta Negra, refugio del Peñón, refugio de Pastillos, refugio de
Come Caballos, frontera con Chile, Minitas Chilenas, Pastos Largos y San Antonio; si estaba
flaco, variaba: Jagüé, punta Negra, Pastos Amarillos, salinas del Leoncito, refugio de
Cuernitos, cruce del río Bermejo, vega de las Ollitas, barrancas Negras, Pastos Largos y San
Antonio. Actualmente está en construcción en la zona un camino para vehículos, también
hacia Chile, que pasa por la reserva.

Esta protege el ecosistema altoandino, denominado por Cabrera distrito altoandino quichua,
el cual, pese a su gran interés ecológico y florístico, es uno de los menos conocido, de la
Argentina. Se extiende a lo largo de las altas montañas, desde Bolivia hasta L Rioja, por
regiones siempre frías y con alturas de entre aproximadamente 4300 y 5600 metros sobre el
nivel del mar. Sus suelo son desnudos, de pedregullo basáltico a arenoso, sueltos e
inmaduros; forman suaves colinas oscuras enmarcadas por la cordillera nevada.

La vegetación predominante en los ambientes altoandinos corresponde a la estepa


graminosa, con matas aisladas o en forma de anillo o luna, amarillas, con aspecto de pasto
seco, debido a la gruesa cutícula que cubre sus hojas. Protegidas por esas matas de pasto del
viento, del frío y de la nieve, así como de las vicuñas y los guanacos, crecen algunas plantas
con flores. En la reserva hay varias zonas muy secas, llamadas peladares, de suelo
permeable, en las que no se advierten vegetales. En coincidencia con cursos de agua
permanentes se encuentran zonas de vegas verdes, con juncáceas, ciperáceas y gramíneas; y
en las zonas intermedias están las comunidades esteparias climáxicas.

VICUÑA CURIOSA GRUPO FAMILIAR DE GUANACOS SUBIENDO UNA CUESTA

Los pastos amarillos son los vulgarmente llamados coirón (Stipa spp.) y chillahua (Festuca
scirpifolia); también crecen la yareta (Azarella compacto) y el cuerno (Adesmia spp.), que
forman cojines; y arbustos enanos de profundas raíces, como la tolilia (Fabiana densa). Los
vegetales muestran adaptaciones a las condiciones de sequía extrema, al frío y al viento,
que incluyen la cutícula, hojas pequeñas y rígidas y, sobre todo, una forma rastrera o en
roseta.

El clima es riguroso, con grandes amplitudes térmicas diarias, humedad relativa muy baja y
vientos muy fuertes. Todas las noches del año puede haber heladas. Las precipitaciones
caen, principalmente en forma de nieve, en los meses de invierno; esta característica marca
una de las principales diferencias entre los ecosistemas altoandinos y los puneños, ya que,
aunque muy escasas en ambos, en la Puna las precipitaciones son en verano y en forma de
lluvia.

Como en todo lugar a más de 4000 metros de altura, la proporción de oxigeno en el aire es
muy reducida y causa el apunamiento de los visitantes. Además, la luz es diferente, más
brillante, como consecuencia de los cuatro mil metros menos de atmósfera que debe
atravesar la radiación solar.
La quietud de esta amplitud de piedra y viento se interrumpe cada tanto con la carrera grácil
de las vicuñas, que reinan en las estepas de altura ("Las vicuñas"; también "Paisaje con
vicuña", CIENCIA HOY, 4:47-55, 1989). También sus parientes cercanos, los guanacos,
pastorean estas tierras sin pobladores humanos. La reserva sólo está habitada por plantas y
animales, pero recibe visitantes; entre ellos, algunos cuyos comportamientos son
escasamente edificantes y otros que llegan comprometidos con el ambiente y su
conservación.

En mayo de 1994, la autora realizó un viaje exploratorio y de diagnóstico a Laguna Brava


con el director de Fauna de la provincia. Recorrimos, aproximadamente, el 70% de la
reserva, pero sólo contamos 448 vicuñas y 91 guanacos. Aun teniendo en cuenta que no
pudimos acceder a una zona cercana al limite con Chile, donde habitan muchas vicuñas, los
valores de esta observación son menores que los citados por Cajal y Puig en el Plan de
acción de los camélidos silvestres sudamericanos (UICN, 1992): 1100 vicuñas y 1500
guanacos. Estos números, en realidad, tampoco son importantes, teniendo en cuenta el
tamaño de la reserva.

Para establecer la causa de tal diferencia y, en general, del bajo número de camélidos, se
pueden analizar distintos factores, como la existencia de pasto, los indicios de disturbios de
origen humano y, muy especialmente, la conducta de los animales observados. La etología
y, especialmente, el comportamiento típico de animales que integran poblaciones sanas y
sin disturbios son una gran herramienta para analizar las poblaciones animales en las que
se observan problemas, e inferir las causas de estos.

Recorrimos zonas de la reserva con pasturas propicias para camélidos, como la vega de
Pastillos, en las que, sin embargo, no encontramos animales. La vegetación, en algunos,
casos estaba en fruto y no se advertía que estuviera pastoreada por dichos herbívoros, lo que
resultó sin duda llamativo. Sumado a esta observación, encontramos que los animales huían
de nuestra presencia, aun cuando nos tenían a más de mil metros de distancia. La actitud
social general observada, tanto en vicuñas como en guanacos, era de estrés, con animales
muy asustadizos. Otra irregularidad preocupante era la falta de crías de vicuñas.
Unicamente en la zona del Peñón los animales se caracterizaban por distancias normales de
fuga y mostraban un comportamiento también normal ante un vehículo (Figs. 6 y 9).
FIG.6: GUANACOS Y UNA VICUÑA EN LA ZONA PEÑON

FIG.9: GUANACOS (SUP.) Y  VICUÑAS (INF.) EN LA ZONA DEL PEÑON

Entre las causas probables de esta situación, la caza furtiva seguramente ocupa un lugar
fundamental. La reserva es un lugar propicio para su práctica, en parte por su ubicación
geográfica, sobre límites internacionales e interprovinciales. Un integrante de Vialidad
Nacional, que en abril de 1994 inspeccionaba la zona como parte de las tareas técnicas
relacionadas con el camino internacional, encontró varias vicuñas muertas y cuereadas, al
tiempo que advirtió otra perturbación: huellas de motocicleta en las colinas basálticas,
causadas por la práctica de motocross. Es notable el daño ambiental que ocasiona esta
última actividad en un medio tan frágil. Sucede que un área con suaves ondulaciones es
estimulante para los motociclistas, y que una de las costumbres de estos es correr vicuñas,
las que pueden alcanzar los 45km por hora en la Puna. Esta es también la modalidad de
operación de muchos cazadores furtivos.

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CIENCIA Y SOCIEDAD

La Brava reserva de Laguna Brava

Tanto la caza furtiva como e motocross ocasionan trastornos irreversibles en la vida de los
camélidos. Hay considerable evidencia científica sobre los efectos negativos que tienen
disturbios de diversa tipo en los herbívoros. En ciervos colorados (Cervus elaphus)
viviendo en libertad, se han cuantificado disminuciones de las tasas de crecimiento y de
reproducción y falta de selección del hábitat. También se ha estudiado la reproducción de
hemiones o ciervos-mula (Odocoileus hemionus) perseguidos por motos y se encontró que
las hembras no se reproducían o lo hacían en un grado muy bajo, y que aquellos animales
que habían sido perseguidos no se habituaban a la presencia de vehículos, cosa que hacían
los que no lo habían sido. Hay ciertos estímulos a los cuales los animales no se
acostumbran: los que son raros, violentos o van asociados a persecución o daño. Los
disturbios generados por el furtivismo y el motocross probablemente sean la causa de la
falta de crías de vicuña y, también, la razón de que los animales no se habituaran a nuestra
presencia.

Sumado a estos problemas, existe otro, potencial: la extracción de sulfato de sodio. En los
bordes de la laguna Brava, en efecto, existe acumulación de sulfato de sodio (Fig. 3) y, al
parecer, hay planes para explotarlo. Hasta donde se sabe, no se ha realizado el necesario
análisis científico del impacto ambiental de esa explotación en una laguna que utilizan las
aves en sus migraciones y para su reproducción en el verano. Vimos algunas en sus
inmediaciones, aun cuando estábamos en invierno; durante el verano seguramente se
encontrarían flamencos o parinas (Phoenicopterus chilensis y Phoenicoporrus spp.), el pato
de la Puna (Anas puna), gallaretas (Fulica spp.) y numerosas especies de chorlos, pero, en
realidad, poco se sabe a ciencia cierta acerca de la avifauna de lagunas de altura, salvo la de
Pozuelos, en Jujuy, que pertenece a un ecosistema puneño y no altoandino.

FIG.3: VISTA DEL CERRO VELADERO

Tal conjunto de problemas no es, en absoluto, exclusivo de esta reserva. Muchas de las
reservas provinciales se encuentran en parecida situación, en cuanto a sus carencias de
instalaciones, personal técnico y presupuesto. En un reciente documento de trabajo de
Parques Nacionales, llamado El sistema nacional de áreas naturales protegidas de la
Argentina: diagnóstica de su patrimonio natural y su desarrollo institucional, se describe
con crudeza el estado de muchas reservas provinciales creadas en el apogeo del
proteccionismo, entre 1970 y 1990. Entonces, según la misma fuente, las provincias daban
el carácter de zona protegida a unas 400.000 hectáreas cada año.

Si bien es deseable que se creen reservas, luego de hacerlo es necesario garantizar que se
implanten y se mantengan las condiciones indispensables para que cumplan sus funciones,
como ser un patrullaje eficiente e instalaciones adecuadas que permitan, entre otras cosas,
disminuir o anular el furtivismo. En dicho documento se señala que en el 63% de las
reservas hay un control nulo o insuficiente, por lo que sólo existen en los papeles; de las
restantes, sólo el 5% se caracteriza por un nivel de protección aceptable.

Laguna Brava no está mejor que otras; la aquejan males que también se advierten en
muchas de las restantes, para revertir los cuales sólo hay un camino: aplicar criterios
estrictos de conservación y proteger activamente las poblaciones de vicuñas y guanacos de
la reserva mediante el patrullaje permanente del área por guardafaunas basados en el puesto
de Pastillos, con movilidad y armamento, capaces de cumplir la función de policía.

También debería considerarse la posibilidad de coordinar un patrullaje conjunto con Chile,


que tiene un control eficiente en sus reservas. Como resulta obvio, es necesario excluir el
motocross deportivo o recreativo, lo cual no parece demasiado problemático en cuanto al
fundamento legal, pues en la reglamentación de la ley provincial 3944, la dirección de
Recursos Naturales Renovables dispuso la prohibición del acoso a las especies de la
reserva, la del uso de artefactos que produzcan ruidos molestos, como escapes libres y
bocinas, y la del acceso en vehículos motorizados a lugares no autorizados. Otra cosa es
hacer cumplir estas normas.

La importancia de la investigación científica es fundamental, ya que se debe conocer


aquello que se quiere conservar. Habría que empezar por un primer inventario de las
especies vegetales y considerar, especialmente, su relación con las microvariables
ambientales, así como las adaptaciones ecofisiológicas de las plantas. Los estudios eto-
ecológicos de vicuñas, guanacos y sus predadores, que se podrían llevar a cabo en la zona
del Peñón, darían indicios acerca de la organización social de las especies en un sitio sin
motos, para ser comparados con los recogidos en otros en que la vida de los animales haya
sido alterada.

Con la ejecución del camino a Chile se abre una interesante oportunidad para la educación
ambiental y la llegada de recursos por la vía del ecoturismo, para el cual se advierte un gran
potencial en un paisaje raro y bellísimo, sumado a la presencia de camélidos, si bien la
altura a la que están situados los valles de la reserva podría limitar el acceso de ciertos
visitantes.

Sin embargo, a pesar de ser una industria no contaminante, el turismo también causa
deterioro ambiental, como se está advirtiendo actualmente en las Galápagos, pero es
posible, por lo general, mantener ese deterioro dentro de límites razonables. Por ello, lo
mismo que en materia de extracción de sulfato de sodio de la laguna, es imprescindible -y
sería irresponsable no hacerlo- comenzar por un estudio serio de su impacto ambiental.

Hoy en día, internacionalmente e incluso en el orden nacional, la protección de la


naturaleza recibe amplio respaldo público. Se advierten en la Argentina una marcada
disposición, por parte de muchos, a apoyar medidas conservacionistas y cierta propensión a
que se creen reservas naturales. Pero convendría tomar conciencia de que, además de crear
nuevas reservas, es necesario consolidar y cuidar las existentes, ya que no se pueden lograr
los objetivos de un área protegida con la sola declaración legal, sino que debe manejarse
activamente la reserva (sobre la base de suficiente investigación científica), con el fin de
asegurar que se materialicen los beneficios sociales que la justifican.

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