Fichte Johann Fundamentos Del Derecho Natural Segun Los Principios de La Doctrina de La Ciencia PDF
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JO H A N N G O TTLIEB FICHTE
FUNDAMENTO
DEL DERECHO NATURAL
SEGÚN LOS PRINCIPIOS
DE LA DOCTRINA
DE LA CIENCIA
Traducción de
José L. Villacañas Berlanga
Manuel Ramos Valera
Faustino Oncina Coves
P ágin a
ESTUDIO INTRODUCTORIO
7
ÍNDICE
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INTRODUCCIÓN..................................................................................................................... 103
I. COMO SE DISTINGUE UNA CIENCIA FILOSOFICA REAL DE UNA MERA
FILOSOFIA DE FORMULAS.......................................................................................... 103
II. LO QUE TIENE QUE PROPORCIONAR EL DERECHO NATURAL EN PAR
TICULAR COMO UNA CIENCIA FILOSOFICA REAL........................................... 108
III. SOBRE LA RELACION DE LA PRESENTE TEORIA DEL DERECHO CON LA
KANTIANA.......................................................................................................................... 112
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ÍNDICE
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ÍNDICE
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SOBRE ESTA EDICIÓ N
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FICHTE Y EL DERECHO NATURAL:
DE LA CONSTITUCIÓN SOCIAL
DE LA INDIVIDUALIDAD
A LA CATEGORÍA POLÍTICA DE NACIÓN 1
Jo s é L. V illacañas B erlan ga
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JO SÉ L. V1LLACAÑAS
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
blema del derecho de coacción. Pero incluye ues capítulos dedicados al problema de la
interpersonalidad, al derecho personal y a la doctrina del Estado (pág. 14-39; 39-46; y 50-
79 respectivamente). Sólo después se concentra en la problemática de la pena legal. Sus
conclusiones son claras y correctas, y permiten apreciar con facilidad la evolución del pen
samiento de Fichte. La tesis central señala la paradoja de que el -momento central del dere
cho penal es la inexistencia de Derecho -d as Unrecht-, puesto que la relación con el cri
minal ya no es una relación de derecho I...1. Tras la acción criminal la relación de derecho
con el criminal se destruye totalmente y tiene que ser reconstruida por el medio de la
pena-, (pág. 131 > El autor señala naturalmente las contradicciones de esta posición. Pues
para que la pena sea capaz de reconstruir una relación de derecho debe ajustarse al con
trato productor de derecho. Y esto exige que no se rompa con el criminal toda relación
jurídica. La teoría de Fichte cae por lo tanto en un dilema insuperable. Otro libro reciente
y del mayor interés es el de Andreas Wildt. A u tonom ie u n d A nerhennung. H egels M ora-
litdtkritik im Lichte sein er Fichte-R ezeptioti. Kleit--Coua. 1982. La tesis de partida trata de
concentrar la influencia de Fichte sobre Hegel justo en la teoría de la intersubjetividad de
1797, y no en la filosofía especulativa de la C rundlage. F.l libro dedica las primeras dos
cientas páginas a una reconstrucción de la crítica de Hegel a la moral. La tercera parte
desarrolla un estudio sobre la evolución del pensamiento de Hegel sobre la moml a la luz
de la recepción de Fichte, centrándose en el fragmento del Sistem a d e E ticid ad y en la Filo
sofía del Espíritu de 1803-1804. (pág. 287-383). Sólo la segunda parte la dedica a nuestro
autor (pág. 197-287). Sin embargo, la investigación sobre Fichte no se ajusta realmente a
una exégesis de la obra que analizamos, sino que se aleja por caminos especulativos sin
demasiada relación con la F icble-F bm cbu n g (cf. en Jiirgen Stolzenberg en P hitasapbíscbe
R undschau, 1989, n. 1/2, vol. 36, una critica de sus posiciones. Realmente Stolzenberg tiene
razón al proponer que no es el recíproco reconocimiento el que funda la moralidad y el
que puede valer com o necesaria condición de Identidad del Yo. sino que antes bien -es el
concepto de autoconseiencia o der Yoidad el que fundamenta el principio de la autonomía
moral y la cualidad moral del reconocimiento-, (pág. 78) La clave de toda esta discusión
reside en saber distinguir la cuestión de la moral de la cuestión del derecho natural. Desde
el punto de vista de la moral no hay problemática del reconocimiento, porque aquí trata
mos sólo de seres racionales. Sólo en la cuestión del derecho, donde existe conciencia
individual mediada por la existencia del cuerpo, debemos plantear el problema del reco
nocimiento. la historia de la recepción de la teoría política de Fichte. por otra parte, ha
sido muy amplia. Un intento de relación entre Fichte y el Romanticismo es el clásico de
G.A. Walz. P ie S taatid ee d es R alion alism u s u n d d er R om an lik u n d d ie S taaisfrfjilosopbie
Fichtes. 1928. Marburg. La recepción conservadora y nacionalsocialista de Fichte ha sido
prolija. Ante lodo, la de procedencia gehleniana se puede ver en Schelsky. T heorie d e r
(lem ein sebajt n a ch Fichtes S atu rrechts von 1 796. Junker und DQnnhaupt, 1939. Aquí se
comprende cómo entendía la teoría Rchteana del amor (pág. 79-87) un autor que confe
saba que -la cooperación en la liga de la alianza de estudiantes alemanes nacionalsocialis
tas ha influido en mi estudio de manera considerable.- Bergmann. en F ichte a is E rzieber.
1928 Leipzig, y F ich te u n d d er N atlon alsozlalism u s. Brelau, 1933. muestra cómo el mejor
camino para llegar al Fichte autoritario es el Fichte de la teoría de la Educación como coac-
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eión. Cf. también W. Ziegenbein, 7.ur S taatsiehre Fichtes in seitien frü b eren Schriften, bis
1807. Christian Albrecht Kiel. 1935, donde se desarrollan ideas interesantes sobre la unidad
del pensamiento de Fichte en tanto 'lucha contra el poder de los meros hechos- y la fun-
damentación metafísica de un orden político (pág. 56-57). También son interesantes las
continuas referencias comparativas entre la crítica de Fichte y la crítica romántica del
Estado. Para comprender los pliegues no burgueses del democratismo de Fichte, cf. Leib-
holz. G. Fichte u n d d er d em acratiscbe G edan ke, Freiburg i.B. 1922. Un estudio del tópico
en Fichte, desde una revisión histórica del problema de la sociedad burguesa, se puede ver
en R. Schwinger, D er B eg rijJ d er h ü rgerlíchen G esellschaft b e i K ant u n d Fichte, Bonner
Universitat, 1929, con interesantes reflexiones sobre la comunidad de proyectos entre
Fichte y Marx en el sentido de la emancipación y dominio de las fuerzas naturales y socia
les (pág., 87), de la proyección universal de sus proyectos, y de los diferentes medios
empleados para ello: la educación frente a la lucha de clases. El autor se mueve en la línea
de Lask y el socialismo revisionista. En este sentido denuncia la final conversión de la
razón en nación como portador de la emancipación. Otras referencias se pueden encontrar
en In dividu ation sproblem e in A spektcti d er tbeoretischen P hilosopbie Kants, Fichtes. Sebe-
llíng, de Leopold Bayerl, Miinchen, Diss. 1967,, sobre todo pág. 130-147. En D asB ild des
M enschen in d e r P h ilo so p b ie J.G . F ich tes, U ntersu chun geu ü h er P ersd n n licb k eit u n d
N ailon, de W. Steinbekc, Hoheneichen Verlag, München, 1939. pág. 54-84. Un gran libro,
que no puede olvidarse, es el de Vlachos. F ed eralism e et K aison d'E Iat d a n s la p en sée
in tem ation aie d e Fichte. Pedone. Paris, 1948. En él se hace un recorrido por el problema
cosmopolita desde Kant, así como la evolución de las posiciones de Fichte, desde el D ere
ch o N atural al E stado co m ercial (Serrado, primero, hasta la idea de Europa y la defensa de
la M achtpolitik con la alabanza de Maquiavelo y el sistema de 1812. La conclusión del libro
es digna de reproducirse: -No pretendemos ciertamente haber explicado el nacimiento del
pangermanismo y del nacionalsocialismo aportando la prueba de un antecedente doctrinal
lejano, por impresionante que sea. La extensión y la influencia ejercida por Fichte sobre la
formación política del pueblo alemán constituye por lo demás un tema que sobrepasa este
estudio. Nos parece no obstante que puede ser útil conocer el pensamiento internacional
de este filósofo no solamente para profundizar ciertas concepciones más recientes de los
teóricos alemanes del derecho internacional, sino también, y sobre todo, para aprender a
prohibimos ciertos caminos que parecen contrarios a la verdad científica y a los intereses
de los pueblos.- (pág. 202) Desde luego, y de la mayor importancia, hay que referirse al
texto de Alain Renaut, Le systente du D roit, puf Paris, 1986, como un ensayo de comentario
general sobre la obra que merece la pena seguir en muchos puntos. Su tesis, sin embargo,
dependiendo en exceso de Philonenko, impide mostrar el camino por el que Fichte des
pliega su teoría política, haciendo de él un mero teórico del estado burgués, sin señalar a
veces las tensiones que apuntan a superar esta perspectiva.
J La diferencia inicial entre la Sitten slebre y la N aturrecbtslehre reside justamente ahí:
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
•El concepto de derecho no se relaciona más que con lo que se muestra en el mundo sen
sible; lo que no ejerce causalidad en el mundo sensible, sino que permanece en el interior
del alma, revela otro tribunal: el de la moral*, G.A. 1,3,360. Como dice Verweyen, la -empi-
rische Wirklichkeit» vuelve a aparecer en este esfera, pero -ais Objekt der Freiheit fiir das
die Sinnenwell modifizierende Handeln oder ais die Sphare, die notwendig zu schiltzen ist.
damit sich ein Individuum zu wirklicher Freiheit erhelten und sich ihrcr bedienen kann..
op.cit. pág. 83. Derecho es siempre derecho a una esfera de acciones en el mundo sensi
ble.
4 Derecho en ese sentido originario de la doctrina de 1796-8 no puede hacer referen
cia a la ley permisiva de la obra de 1793. Sino antes bien a los derechos inalienables de
este mismo escrito sobre la B enxbtigu ng. Para una relación de ambos escritos, más deta
llada cf. Verweyen, J8, pág. 85-87.
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JO SÉ L. VULACAÑAS
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
Schelling amenazaba con adelantarse en la publicación en un tema tan importante. Cf. las
cartas de Schelling al hilo de su edición N ene d ed u ktion d es N atu rrecbtslehre para com
prender que existía una cierta rivalidad en la época por ser pionero en este tema. Tercero
porque Fichte podía desear completar la teoría del derecho a fin de entregara) público una
imagen más ecuánime de sus posiciones, sobre todo tras las conflictos de su estancia ini
cial en Jena. Pero sistemáticamente, la Doctrina del Derecho supone toda la teoría de la
moralidad en la deducción del concepto de derecho. Pues internamente, el Derecho natu
ral, o el propio Urrecht, se define como derecho a las acciones para la realización moral.
Se distingue así de todo otro derecho en tanto mera lex p erm isiv a. F.l mismo Renaut reco
noce (op .cit. pág. 46) que -dlstinguer soigneusement légalité et moralité. Cante de quoi la
Doctrine du Droit ne serait qu'une discipline déduite, coome chez les -juristes kantiens- de
I'Ethique.- Pero aquí surte efecto la distinción de nuestros dos movimientos. De la Moral se
deriva Mi derecho natural. De la moral n o se deriva el mecanismo de los contratos de
garantías en los que se resume el derecho político, ni la premisa misma de este meca
nismo: la inseguridad.
6 -Indem (in seiner Strenge verslandenen) Begriff des Rechtes greift wirkliche, síttlich
hestimmte Freiheit über sich selhst hinaus und gibt auch der noch nicht zu sich selhst
gekommenen Vemunft die Móglichkeit von Freiheit, damit sie ihre wirkliche Bestimmung
erfüllen kann*. Verweyen, op.cit. pág. 83. Al derecho estaría encargada la mediación de
razón y mundo sensible. Esta mediación no es meramente conceptual, sino estrictamente
efectiva, causal.
7 Se debe recordar aquí un escrito del que haremos uso en lo que sigue y que la Aka-
demie ha titulado con las decisivas palabras de su comienzo: -Alie Verhandlungen der
Gelehrten unter einander lassen sich beirachten ais eine Unterredung.- CIA. 11,5, 437.
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JOSÉ L VI LlACAÑAS
del mundo. Por lo tanto, la moral no existe con ca u salid ad efectiva sobre
el m undo sin estos derechos y sin sus garantías. En los Estados real
mente existentes pueden destacar individuos a islad o s que realicen la
moral. En ese Estado no-racional, entonces, la moralidad no existe con
plenitud de eficacia, ya que no puede desplegar su exigencia irrenuncia-
blemente universalista, sino enquistarse en élites. La radical exigencia
democrática de la moral, en Fichte, es una herencia de la antigua exi
gencia democrática de la religión en Lessing, con la que comparte bases
ontológicas. La dimensión utópica de la moral exig e que su reino com
pleto de seres racionales, existente en la conciencia, se realice en la tie
rra en tanto constitución política racional, esto es, basada en el recono
cimiento universal de derechos. Si en Lessing no podía perderse ningún
hombre, en tanto fragmento de la perfección de Dios, en Fichte no
puede perderse la actividad racional de un sólo individuo, en tanto frag
mento del reino de los seres racionales. Este reino inteligible debe tener
su imagen -B ild - en el reino de los individuos sensibles, en el Estado.
Pero con ello la teoría del Estado racional también se impregna de
dimensiones utópicas. Pues su diseño apunta a garantizar que la morali
dad tenga p le n a p o te n c ia lid a d c a u s a l en el mundo sensible.8 Sin
decirlo, el Derecho Natural pretende definir el M achi o p oten tia de la
razón en el mundo sensible, como operar o hacer racional concreto.
2.-E lp rob lem a sistem ático d el N aturrecht. El movimiento sistemático
de la Doctrina del Derecho, tal y como lo he definido, nos permite
enfrentarnos a uno de los problema más debatidos de la obra de Fichte.
Ludwig Siep llamó la atención sobre él, y propuso una solución digna de
estudio en un trabajo importante9. Pues lo que yo he llamado doble
movimiento, puede considerarse como una quiebra sistemática, un des
plazamiento de premisas inaceptable. De hecho, como señala Siep, ésta
es la opinión de los más importantes analistas de la obra: Verwcyen,
Schottsky y Baumann. Podemos enunciar brevemente el problema cen
tral. El primer movimiento, destinado a deducir el Urrecht, comienza con
la determinación que el individuo sufre por parte del reino de los seres
racionales, con la consiguiente primacía de la comunidad moral. El
segundo, encaminado a establecer las garantías de este Urrecht, parte
* Esta tesis la mantiene Verweyen: <las Recht nicht Selbstzweck, sondem nur die not-
wendige Móglichkeitsbcdingung einer hotíeren Stufe der Vemunft ist.- op.ctí. pág. 84.
9 Se trata de -Methodische und systematische Probleme in Fichtes -Grundlage des
Naturrechs- en D er tran zen d etu ale G edan ke. 290-308.
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man die Erfahrung der gestórten Reziehung zwischen Vemunftwesen ais eine norwendige
Reflexionsstufe des Selbstbewu&tseins begreift. [...) Ohne sie aber kann niemand seiner ais
freí handelnder Individualitát bewuKl sein.* op.cit. pág. 301.
“ cf. la comparación de ambos autores en el pumo IV del trabajo de Siep, pág. 301-2.
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17 W. III. 86.
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a Este texto se encuentra en la Ascetik, (i.A . II. 5. 68. Por lo tanto, hace referencia
directa a la época en que se escribe el texto de la R echtslebre.
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31 -Freiheit sich entwickeli, welches, wo es nicht mit Besonnenheii, also mil materialer
Freiheit geschiehl, doch durch einen Trieh und Instinkt der Vemunft geschiehl, wirkt der
Trieb der Freiheit auch nur ais Naturtrieb, gesetzlos und lunter) keiner Regel stehend, und
wird ein Trieb nach absoluter Unabhüngigkeit, also nach Oberhen-schaft über Alies ausser
uns.» G A . II. 5 , 7o.
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31 Aparece ya en la Bestim tm iug d es G elebrten ele 1794. en un texto que citamos: -Das
l.elien im Staate geliórt nicht unter die absoluten Zwecke des Menschen. |...| DerStaat gelu.
ebenso wie alie menschlichen Institute, die blolSe Mittel sind, auf seine eigene Vemichtung
aus: es isi der Zweck aller Regierunj’, die ReRierung überflüssig zu machen-.
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tema moral. Ij incapacidad para comprender esta dimensión del pensamiento de Fichte se
debe el último extremo, por lo que se refiere a Renaut. a su hipótesis de analizar la Doc
trina del Derecho como el centro del sistema, y no respetando las tensiones interna con la
Doctrina de la Eticidad. Pues la noción de nación no puede separarse de la doctrina de la
moralidad: es la comunidad moral con funciones políticas anti-individualistas. En estas
grandes líneas, Fichte describe una evolución coherente.
p Cf. G j í . 1,3. 330-1. -Die freie Thatigkeit. solí durrh die Thatigkeit in der Weltans-
chauung hegrenzt seyn. I...I Die Objekte sind Objekte lediglich dadurch und insofem. daK
sie durch die freie Thatigkeit des tch nichl daseyn sollen. und daB diese aufgehalten und
eingeschrünkt werden muK. wenn sie da sey sallen.»
** (i.A . 1,3, 331: -Nun aher solí sie nothwendig seyn ein Zunickgehen des Vemunft-
wesen in sich selhst. und inwiefem sis auf die Objekte geht, ist sie dies nicht I...1 Vermit-
telst einer solchen Thatigkeit wird das geforderte SelbstbewusBtsein móglich.-
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
w G A . 1,3, 331: -das Bilden des Begriffs von einer vorgesetzen Wirksamkeit ausser
uns. oder von einem Zwecke.»
10 OA . 1,3, 331: -nemlich das praktisrhe Ich wáre das Ich l'iir die Reflexión, das durch
sich selhst getezte.- Esia misma teoría es mantenida en términos mucho más radicales en la
nova m etbodo. Allí se expresa en términos de identidad entre Querer y Reflexión y.
mediante la emergencia del concepto de fin. también se defiende la identidad de querer,
reflexión y pensar. Cf. el siguiente texto que se encuentra en O A . IV,2, 151: -En este refle
xionar libre y absolutamente supremo me manifiesto queriendo. Esta reflexión se me mani
fiesta por tanto como voluntad, no como reflexión. I...I Aquí la reflexión no se separa del
objeto, ya que éste es una parte del estado de la voluntad pura. Reflexionar y querer están
unidas inseparablemente. El objeto es la voluntad y coincide con la reflexión. I...1 Esta
reflexión misma se convierte par mí en un querer en el tiempo. No se puede decir que
quiero en sí así. sino que pensamiento, reflexión y querer son uno.- De esta manera. Fichte
pretendía reunir en un punto sintético último las dimensiones de la subjetividad kantiana,
escindidas en esferas teórica, práctica y ideológica. Pero Fichte pretende hacer esto por
que apunta hacia la construcción de una subjetividad plena y completa. Para este pro
blema cf. nova m etbodo, G A . IV. 2, 125-126: «Ellos hablan de la unidad del Yo, pero el
fundamento de esa unidad no se demuestra, pues antes de que se sintetice yo tengo que
tener un modelo de síntesis. lar unidad tiene que existir ya. F.n todo estado tiene que pre
sentarse lo Uno. Y este Uno no es otra cosa que la intuición intelectual del querer.»
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41 Corolarios, G A . 1.3. 332. -Es wird behauptel daS das praktische Ich das Ich des urs-
prünglichen SelbstbewuBlsein sey¡ dais ein vemünftiges Wesen nur im Wollen unmittelbar
sich wahmimmt. une) sich nk'ht, um dem zufolge auch die Welt nich warhnehmen wüixle.
miihin auch nichi einmal Intelligenz seyn würde, wenn es nichi ein praktisches Wesen
wáre.- Con ello se propone otra forma de defender la leona del primado de la razón prác
tica, que explica además el carácter subjetivo de toda realidad, el carácter para mí de todo
fenómeno y representación, (cf. nota a la misma página) Percibir es querer reflexionar
sobre mi cuerpo, pues sólo desde esta liberad de reflexión puedo aportar la autoconcien
cia necesaria para que algo sea para mí. Kant, de hecho, mantenía la misma posición, sólo
que nt) reparaba en el carácter de la libertad de reflexión como mediación entre la repre
sentación y la representación con conciencia, o percepción. Pero esta libertad de reflexión
no puede venir orientada sino por la naturaleza práctica de la libertad: por el querer. Por
tanto, las percepciónes dependen del Querer en última instancia. Sólo que ese querer
posee dos dimensiones: el querer inconsciente del cuerpo y el querer elevado a conscien
cia del concepto, cf. para todo esto nona m ethodo, G A . IV, 2, 190 S 4. Para este paralelismo
entre cuerpo y querer cf. G.A. IV,2, lfiSss
42 G A . 1,3, 332. «Das Wollen ist der eigentliche wesentliche Charakter der Vemunft;
das Vorstellen steht mil demselben der Einsicht des Philosophen nach, freilich in Wechsel-
wirkung, alien dennoch wird es gesetz ais das zufallige.-
4} Corolario. 2. G.A. 1,3, 333. «Wollen und Vorstellen stehen sonach in steter noth-
wendiger Wechselwirkung. und keines von beiden ist müglich. ohne daB das zweite
zugleich sey.«
44 Corolario, 3. G.A. 1,3, 333. «Durch diese Wechselwirkung zwischen Anschauen und
Wollen des Ich wird erst das Ich selhst.*
40
ESTUDIO INTRODUCTORIO
44 F.n una cana a Methammer. Fichte propone abiertamente el problema: -Meinen jet-
zugen Überzeugungen nach gehl (lie Deduktion des F.igentumrcchts in eine der zchwin-
delnsten Tiefen der Spekulation. und setz nichts Ceringeres v o r u is . ais die Beaniwortung
der Frage: Wie komrne ich dazu, meinen Kcirper zu meinem Ich zu rechnen und inwieíern
rechne ich ihn dazu?> (G .A . I.I. 250ss). Como ha visto muy bien Schrader, ( Em pirisches
u n d ahsnlutes Ich, pág. 70) éste es el problema de la individualidad de la carta a Jacobi de
1795 ( Briefuvchsel, I. 506). que también es uno de los puntos de partida de la Doctrina del
Derecho. Que este problema incluye el problema económico-político de la propiedad, ya
es algo obvio. Pero In clave es la forma de la pregunta que ahora dice solamente así:
¿Cómo puedo llegar a ser individuo? ¿Cómo puedo llegar a ser duefto de mi cuerpo?
* G A . 1,3, 334. -So wie wir von dem Ich, ais einem thátigen hóren, ermangeln wir
nicht sogleich ein Suhstrat uns einzubilden. in welchem die Thatigkeit. ais hloKes Vermó-
gen. inwohncn solí. Dies ist nicht das Ich. sondem es ist ein Produkt unserer eigenen Ein-
bildungskraft.-
<7/1.1,3,334. Literalmente: -Das Ich selbst machi durch sein Mandeln das Objekl; die
Forme seines Handelns ist selbst das Objekl und es ist an kein anderes Objekt zu denken.
Dasjenige dessen Handelsweise nothwendig ein Objekl wird, ist ein Ich. und das Ich selbst
ist nichts weiter, ais einen solches, dessen bloRe Handelsweise ein Objekt wird.- Con ello
se hace de la E ntfrem dung la forma constitutiva del Yo. Yo es lo que se aliena. De otra
manen) no podría decir Yo. Dios no es subjetividad.
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w O A . 1.3. 334. F.l texto resulta de difícil traducción: -Sich selbsl in dieser IdentitÜt des
Handelns. und Behandeltwerdens, nicht ¡ni Handeln. mcht im Bchandeltweiden, sondem
in der tdenliUU beider ergreifen, und gleichsam auf der That überraschen, heift das reine
tch begreifen, und sich des Gesichispunktes aller transcendentalen Philosophie bemüchti-
gen.»
49 C A . 1.3. 335. »aus seiner Bahauptung Idel filósofo transcendental! d a s lez tere |el
punto de vista del entendimiento comúnl nnlbteendig fu lge. u n d n u rd u rcb ib re Vorausset-
zung sich ertíü ren tasse. Die Philosophie mu8 unsere Überzeugung von dem Daseyn einer
Welt ausser uns deducircn.-
50 G A . 1,3. 330. El texto completo dice asi: -und wenn eine solche Thütigkeit die ein-
zige Bedingung der Móglichkeit des SelbstbewuKtseyn ist, SelbsthewuKlseyn aher dem
Vemunftwesen nach seinem Begriffe nothwending zukommen mutS. so muK das gefor-
derte geschehen.-
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
51 Como muy bien dice Schrader: •Gcgendsland des N.R. sind die Produkte der
Freiheil in der Sinnenwelt.- Em piriscbes, op. cit. pág. 70.
,2 <7-4. 1,3, 319- -F.s lindel sich in Absichl dieses Begriflfs, daB er nothwendig werde
dadurch, daB das vemünftige Wesen sich nicht ais ein solches mil SelbstbewuStseyn setzen
kann, onhe sich ais ¡m liridttum , ais Eins, unter Mehrern vemünftigen Wesen zu setzen,
welche es ausser sich annimmt, so wie es sich selbsi annimmt.*
55 Por tanto, en la filosofía del derecho se observa otra dimensión de la teoría de la
intersuhjetividad de Fichte: no aquélla que determina a todo individuo desde el conjunto
de las seres racionales (ésta sería la teoría de la comunidad moral), sino aquélla que se
constituye m echante las determ inaciones recíprocas de todos los individuos plenamente
conscientes de sí. Por eso no es una argumentación idéntica a la de la Slttcnslehre, tal y
como propone Verweyen. Para una bibliografía sobre este tema central de la Filasofia de
Fichte, cf. la nota 7 de la pág. 90 del exhaustivo libro de Verweyen.
43
JO SÉ L VIIXACAÑAS
** G A . 1,3,320. Con ello se deduce el objeto de la ciencia del derecho natural: garan
tizar una •Gemelnschaft zwischt-n freien Wesen ais solchen.*
w Es lo que Fichte llama el momento Z. en G A . 1.3.341.
* Teorema. G A . 1,3, 340. Su enunciado dice así: -Das endliche Vemunftwesen kann
eine freie Wirksamkeit in der Sinnenwelt sich selbst nicht zuschreihen. onhe sie auch
andem zuzuschreihen. mithin. auch andere endliche Vemunftwesen ausser sich anzuneh-
men.-
44
ESTUDIO INTRODUCTORIO
” (¡A . 1.3. 341. -Wir linden kcincn moglichen Punki. in welchem wir den Faden des
Selhstbcwugtscin durch den alies Bcwutttsein erst mdglich wird, anknüpfen konnten, und
unsere Aufgabc ist sonach nichl gelost.-
M Como es fácil pensar, este concepto ha sido analizado con frecuencia dentro del
ámbito de la teoría de la Interpersonalidad de Fichte. El texto más decisivo y completo es
el de Edith Düsing. hilersubJekliviUU u n d Selbstbew ufitsein. BebavtorisHscbe. pbdttom eno-
togisebe u n d idealistisebe B egrü n d u n gstbeo rien bei M ead. F ichte u n d H egel. Kdln 1986,
sobre todo pág. 179-289. F.I momento sistemático previo pañi esta teoría se da. com o ya
sabemos, en la nova m etbodo. Respecto de esta obra debe verse el trabajo de Ives Radriz-
zani: *Le fondament de la communauté húmame chcz Fichte* en R em e d e 7béologie el d e
45
JOSÉ L. VILLACAÑAS
dad.»w. Ese objeto tiene que existir y tiene que ser reconocido en el
mundo externo. Tan pronto como esto suceda, el sujeto que lo contem
pla alcanza ya el concepto de su propia libertad y espontaneidad como
algo que se le impone desde fuera, como algo que ya será para siem
pre,60 como una forma de actuación a la que resulta destinado y conde
nado a un tiempo por la acción determinante del objeto externo pecu
liar del que hablamos. Y llega a la autoconciencia de su libertad y de su
acción porque esa reacción se le presenta con el sesgo de la objetividad
46
ESTUDIO INTRODUCTORIO
61 (¡A . 1,3, pág. 343. -Es sich lindel ais etwas, das hier wirken k oin ile. zum 'K'irken auf-
gefordert ist, aher es eben sowohl aurh unterlassen kann.-
68 Qué duda cabe que esta estructura de la autoconciencia como surgida de una inter
pelación permite una lectura claramente teológica. Lauth es quizás el más genuino repre
sentante de esta lectura, demasiado evidente y carente de matices, por cuanto se pliega
ante lodos los aspectos de secularización introducidos por Fichte en su sistema. En una
ponencia en Ñapóles, titulada -La costituzione trascendentale dell'esperienza sociale-, por
lo que conozco todavía inédita. Lauth se permite acabar de la siguiente manera: -Questo
rapporto religioso diviene peró a su volta addirittura drammatico se si dá una rivelazione
positiva: la storia si trasforma infatti in una sequenza di domande, di impulsi, di appelli da
parte di Dio e di risposta umana che loro vía vía corrispondc: e in questa comune partita,
in cui ogni lato prende posizione in modo autonomo (ma anche insieme nel nesso inter-
personale) si attua nel caso di una apertura morale-posiliva la incamazione di Dio in e con
la volotá che gli corrispondc. Si compie peró anche il giudizio e la “soddisfazione" se
l uomo si volge contro il razionnte e il l>ene. É degno di nota cha con questa comprensione
tbndamcntale la realtá su base scientifiche la filosofía esprima ció che é il pensiero fonda-
meniale dclla Bibhia. Non una eterna natura e la sua legge, como presso i pagani. ma il
dialogo con Dio in una sequenza di chiamata e risposta conslituiscono lessenza dell'exis-
tenza. “Dio disse: sia la luce, e fu la luce!", e all uomo “Ti ho chiamato con il tuo norne. tu
sei mio”.«
6} (¡ A 1,3, pág. 334. >Die beschriebene Einwirkung war nothwendige Bedingung des
Selbsthewufctsein."
47
JO SÉ L. VIUACAÑAS
(H Esta mediación del Vvrsteben para que la A u fforden m g tensa sentido y llame real
mente a la acción libre, no ha sido puesta de manifiesto por los comentaristas de Fichte.
Sin embargo, básica es para constituir la acción social como tal. Desde esta perspectiva, se
puede decir que una dimensión constitutiva de la autoconciencia de la individualidad es la
necesidad de Verstehe». La hermenéutica de la acción sería así una parte esencial de la
propuesta de Fichte. Pero esta mediación aproxima considerablemente la teoría de Fichte
a la teoría de la acción social de Weber. No hay que olvidar que el Verstehen es necesario
para que la acción libre obtenga la dimensión ideológica, esto es, sea acción racional de
acuerdo a fines. Debemos registrar la importancia del movimiento, porque en la medida en
que Versteben adquiere el papel de mediación, la hermenéutica y el lenguaje están desti
nados a adquirir la imponancia decisiva de la última filosofía de Fichte. El único trabajo
que conozco que ha desarrollado estos puntos es el de Walter F.. Wright. •Fichte's Latent
Hermeneutics-, en D er T razend en ta le G etianke, pág. 546-564, un elegante escrito que
muestra la presencia en Fiche de los principios de la hermenéutica de Gadamer.
M G A . 1,3, 345.
48
ESTUDIO INTRODUCTORIO
“ O.A. 1,3, 347. -Der Mensch (so alie endliche Wesen überhaupl) wird nur unter Mens-
chen ein Mensch.*
67 O.A. 1,3,347. -Der Begrifí des Menschen ist sonach gar nit'hl Begrilf eines F.inzelnen,
denn ein solcher isi undenkbar. sondem der einer Gattung.*
**G A . 1.3, 348. -Wir kónnen aus dcm Umkreise unsrer Vemunft nicht heruusgehen:
gegen die Sache selbst ist gesorgl, die Philosophle will nur das erreichen. daB wir mit
darum wissen, und nicht wahnen sollen, herausgegangen zu seyn, wenn wir doch, wie
sich verstehl, noch immer darinn befangen sind*. Este reino de la razún es un transcen
dental de toda autoconciencia y por tanto de la humanidad. 1.a n ov a m etbod o insiste
mucho es estas cuestiones. Por ejemplo, en este punto: -Yo no puedo encontrarme sin
encontrar también otros seres racionales. Decir que yo soy individuo no tiene ningún sen
tido si no se piensa también a otro. Según esto, la experiencia pane de un reino de seres
49
JO SÉ L. V1I.1ACAÑAS
racionales entre los cuales también yo soy pensado -y todo fenómeno restante se vincula
directamente a este mundo inteligible. Así se ve cóm o toda la experiencia restante se vin
cula con lo dcterminahle: esto es. el mundo de la experiencia y el mundo sensible restante
se incorpora al reino de los seres racionales.- G.A. IV,2, 143. Esta teoría es el germen de b
noción del espíritu objetivo, tal y como luego se desarrolará por pane de Hegel. Para la
¡nfluiencia de Fichte en la construcción de la filosofía hegeliana, más allá de la filosofía
teórica, y sobre todo en los aspectos de la construcción de la filosofía del espíritu de 1803
y en la propia Fenom enología d el espíritu , cf. Wildt, A. A utonom ie u n d A n erketm un g.
Ilegels M oralítdtskritik ím Licbte s ein er Ficbte-rezeption. Deutscher idealismus, Klotta,
1982. Sluttgart.
69 CiA. 1,3. 347. -Alie Individúen milssen n i Menschen erzogen werden. ausserdem
würden sie nicht Menschen.- Ni qué decir tiene que este planteamiento lleva a las pregun
tas que Kant encaró en el C om ienzo Verosím il d e la Historia H um ana, o Herder en los pri
meros libras de sus Ideen: el del comienzo de toda cultura humana. Igualmente. Schelling
trató estas cuestiones en sus reflexiones sobre los -Mitos y Filosofearías del Mundo Anti
guo-, que edité en Tecnos. Metrópolis, bajo el título de E xp erien cia e H istoria. Fichte
acepta las conclusiones del recurso a b mitología, pero reconoce que ése es el final de
toda filosofía: -Resultate zu denen alie Philosophie am Ende doch weider zurück muB.-
Con ello podemos enteder que la reflexión sobre la mitologb no era un motivo lejano del
pensamiento de Fichte. Pero donde él coloca el punto final necesario de la filosofía. Sche
lling hará el comienzo mismo de la reflexión.
70 Para esta relación de la Pedagogía con la propia estructura de la Doctrina de la
Ciencia, cf. Lauth. R, -J.G. Fichte Uesamtidee der Philosophie-. en Z u rld e e d e r Transzeu-
dentalpbilosopble. München. 1965. pág. 118s$.
71 G A . 1.3. 349. -Das endliche Vemunfrwesen kann nicht noch andere endliche Ver-
nunftwesen ausser sich annehmen. onhe sich zu setzen. ais stehend mit denselben in
einem hestimmten Verhaltnisse, welches man das Rechtsverhültniss nennt.-
50
ESTUDIO INTRODUCTORIO
7J G.A. 1,3.350. -In dieser Unterscheidung durch Gegensaz wird durch das Suhjckt der
BcgrilT seiner selhsi. ais eines freien Wesens, und der des Vemunftwesens ausser ihm. ais
cbenfals eines freien Wesen. gegensoitig hestimmt und bedingt.-
73 G A . 1,3. 350. -Es s e a sonach beide SphSren zugleich, ud nur dadurch isi die gefor-
derte Gegensetzung móglich.-
74 G A . 1,3, 351. «Reines kann das andere anerkennen, wenn nicht beide sich gegesei-
tig anerkennen: und keines kann das andere hehandeln ais ein freies Wesen, wenn nicht
beide sich gegenseitig so hehandeln-. Esta estructura de reconocimiento será puesta de
manifiesto en los primeras escritos de Hegel de Jena como la posición clave para que una
subjetividad se constituya en Geist.
51
JO SÉ L. VIL LAGAÑAS
'' G.A. 1,3, 352. *Nur die Miissigung der Krafi durch Begriff isl untrüglichcs und
au.ssc'hliessendes Kritcrium der Vemunfl und der Freiheit.»
Cf. el texto de G.A. 1.3. 437 y sobre todo Voriessungen ü b er Moral-, «Diese Aufforde-
rung kann ich nun nicht begreifen, ohne sie einem wirklichen Wesen aulíor mir zuzusch-
reiben das mir einen Begriff mittheilen wollte. das mithin eines Begriffs vom Begriff filhig
¡st; ein solches Wesen ist ein vemünftiges Wesen -e in Ich.» G.A. IV, 1. 109.
52
ESTUDIO INTRODUCTORIO
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JO SÉ L VILLACAÑAS
18 CíA. 1,3, 355. -Die ganze beschriehne Vereinigung der Bcgriffe war nur mdglich in
uncí durch Handlungen. Die fortgesezte Consequenz ist es daher aurh nur in Handlungen:
kann gefordert werden, und wir nur gefordert t'ür Handlungen. Die Handlungen gelten
hier statt der BegrifT: und von BegrifTe an sich, ohne Handlungen ist nicht die Rede, weil
von inhen nicht die Rede seyn kann.-
’ * CíA. 1.3. 356. El concepto empleado por Fichte no es aquel por el que se suele tra
ducir -efectividad-, a saber Vl'trckUcbkeit, sino S ln n licbkeil. Esta síntesis entre sensibilidad
y V em iin fllf’hett es la clave para comprender la exigencia de que la comunidad moral sea
transcendida y concretada en un Estado.
54
ESTUDIO INTRODUCTORIO
mtiA . 1,3, 356. -Ich richte ihn nacli cinem Begriffe, den er, mciner Anfdrderung nach.
sellist hallen muB.*
g,O.A. 1,3. pág. 357. -Die Freiheil wird daher immer in die Zukunft I...I des Indivi-
duum; sic wird in der Zukunfl gesetz, soweit das Individuum selhst in ihr geszt wird.- Esta
página de Fichte es excepcionalmente brillante.
55
JO SÉ L. MLUCAÑAS
56
ESTUDIO INTRODUCTORIO
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JO SÉ L. VILLACAÑAS
que no tiene causalidad en él, sino que permanece en el interior del espí
ritu, corresponde a otro juez, al juez de la moral.»82
Frente a la actitud devaluada del Mundo Sensible en 1.793, fruto de
su escisión radical respecto del Mundo Inteligible, ahora se alza una
visión más positiva, fundada en el hecho de que lo sensible queda sal
vado como Herramienta de la Razón. Desde ahí se altera, por una parte,
la cuestión de los derechos inalienables del escrito sobre la libertad de
pensar: puesto que éstos corresponden al despliegue de la subjetividad
humana y a la salvación de la misma al margen de toda relación con el
mundo sensible, ya no se pueden considerar como derechos, sino como
deberes morales de la racionalidad. Son, como dice la página G.A.
1,3,360, acciones internas de las que cada uno debe responder ante el tri
bunal de la moral, puesto que se siguen del reconocimiento de que
somos seres morales. Pero, por otra parte, se comprende que emerja un
pensamiento más positivo del Estado como ámbito del derecho, puesto
que su comunidad encarna en el mundo sensible a la comunidad ede-
sial-moral de seres racionales.
9 -L a ren ovación d e un m ism o tem a: el Yo total. Con ello podemos
comprender cómo los mismos temas de la reflexión fichteana se van
modulando desde las nuevas perspectivas, generalmente determinadas
por la propia exigencia de coherencia del autor. Así, la recepción de los
escritos de Revolución, tanto como la propia inmadurez de su autor, exi
gía de Fichte una revisión profunda de sus tópicos. La consecuencia más
importante de esta revisión consiste en el abandono de las implicaciones
individualistas de la conciencia moral, sobre todo de sus exigencias
revolucionarias, cuando esta conciencia moral se canaliza en el mundo
sensible mediante la teoría del Derecho. Esta conciencia moral, cuya
82 C ui. 1,3. 360. *Der Begriff des Rechts hezieht sich sonach nur auf das. was in der
Sinncnwell sich áussert: was in ihr keine Kausaliiüi hat, sondem in Innem des Gemüths
verhleibi, gehórt vor einen andem Riehlerstuhl. den der Moral. Es ist daher nictuig von
einem Rechtc auf Denkfreiheii. Gewissensfreiheil, u.s.f. 211 reden. Es gibl zu diesen innem
Handlungen ein Vermógen, und über sie Pflichtem. aber keine Reohte.i Ésta es la más seria
autocrítica que dirige Fichte a sus trabajos apologéticos de la Revolución Francesa. Pues la
tesis central de aquel opúsculo residía en que había ciertos deberes que tenían también el
status de ser derechos inalienables, y que por lo tanto debían imponerse frente y más allá
de todos los derechos alienables, coincidentes con el ámbito del Estado. Ahora, esos dere
chos inalienables son únicamente reconocidos como deberes, y por tanto no pueden gene
rar un deber de romper el Estado que en sí mismo es condición de posibilidad de su cum
plimiento en el mundo sensible.
58
ESTUDIO INTRODUCTORIO
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JO SÉ L. VIIIACAÑAS
60
ESTUDIO INTRODUCTORIO
contra la razón. Así se logrará que ninguna energía racional deje de ser
utilizada como herramienta para el despliegue de la razón.
Pues bien, Fichte va a concluir: la razón sólo se presenta en cierto
tipo de cuerpo.8'' La tesis central queda así: En cuanto que reconocemos
un tipo de cuerpos, si reconocem os la razón com o valor absoluto, tene
mos que entrar con ellos en una relación debida de derecho. Esto dará
ulteriores argumentos para la noción ideal de Iglesia y concretará la
interpretación de su contenido simbólico como conjunto de presupues
tos capaces de garantizar el entendimiento comunicativo entre todos los
hombres, polencialmenie universal.
Un cuerpo es ante todo una posibilidad limitada de acción sobre el
mundo sensible sometida a un querer; por tanto una esfera limitada de
libertad.84 Desde esta primera descripción podemos concluir que la cor
poreidad -con su finitud- es una condición trascendental del derecho:
1,5 Guano Teorema, G A . 1,3, 361. -Das vcmilnftige Wesen kann sich nicht. ais wirksa-
mes Indivicluum. setzen. ohne sich einen materiellen Leib zuzuschreiben, und denselhen
dadurch zu bestimmen.- Para la problemática del cuerpo, desde una perspectiva transcen
dental, delx- sobre todo analizarse la n o m methodo. donde existen pasajes extraordinaria
mente bellos sobre el particular. Por ejemplo éste: -Una materia que expresa el querer, la
fuerza ordinaria misma como materia en el espado, es nuestro cuerpo en cuanto que es
herramienta. Es la representación permanente de nuestro querer en el mundo material I...I
El concepto empírico más profundo de cuerpo es: lo que está a disposición del mero arbi
trio, lo que necesito para querer. I...I El concepto transcendental de cuerpo es: nuestro
querer originario mismo considerado en la forma de la intuición extema.- Traigo a men
ción este texto. G.A. IV. ¿. 155-6, porque nos introduce en una terminología fundamental
para nuestra temática: sólo porque el cuerpo es una herramienta de nuestro querer, el
hombre entero puede ser una herramienta de la comunidad moral que determina el con
cepto general de racionalidad incorporado al Yo puro. Sólo por esta mediación sintética la
soberanía de la dominación racional se abre paso en el mundo sensible.
N G A . 1,3.361. Esta teoría se sigue de las expuestas en la nwu m elbodo con claridad. Lo
que se quiere deducir es que una racionalidad sólo puede reconocerse si posee una esfera de
acción limitada. Esto es, que el Yo originario sólo puede llegar a autoconsciencia si se limita
el ámbito infinito de acciones. -Das Subjetk schreibt diese Spháre sich zu; hestimmt durch die-
selhe sich I...I. Indem es diese sich zuschreiht. begrenzl es sich. und wird aus dem ahsolut for-
ntalen ein bestimmtes materiales Ich. oder cine Person.- Por tanto, el Yo puro sólo llega a ser
consciente en una Persona como esfera limitada de acciones. Pues Itien. la objetivación de
esta esfera de acciones, y no de otra, es su cuerpo. -Der abgeleitete materielle Kórper ist
gesetz ais Vm fang atter m ógUcben freten H andltm gen d e r Person; und nichls weiter. Darin
allein hestehl sein Wesen.- G A . 13.363- Por tamo, sólo mediante la intuición extema de un
cuerpo y la intuición interna de un querer se llega a la autoconciencia del Yo originario y. por
tanto, sólo al modo de la finitud. Por eso las dimensiones de lo sensible ya no son meras
adherencias de ta subjetividad racional, sino constitutivas de su historia de autoconciencia.
61
JO SÉ l . VILWCAÑAS
w G A . 1.3.361.
86 G A . 1.3,363. -Aher der heschriebene Korper solí ihre freien Handlungen enthalten:
in ihm also müBte sie auf dic berschriebene Weisc Ursaclie seyn. Unmitlelbar durch ¡tiren
Willen, onhe irgend ein anderes Mittel. müfite sie in ihm das gewollte hervohringen; wie
sie etwas wollte. mutile es in ihm geschehen.- Un texto paralelo, aunque más desarrollado
se puede encontrar en n ova m ethodo. G A . IV,2. 235-2% . Que estás páginas estén escri
tas para otorgar el fundamento del pensamiento del derecho en tanto dimensión inevita
ble de la historia de la autoconciencia, resultará evidente en lo que sigue: Fichte pretende
deducir el cuerpo articulo, que tanta importancia tendrá en la cuestión del Derecho Natu
ral. F.I propio Fichte recuerda que ciertos resultados de la Doctrina de la ciencia no pue
den darse por supuestos, por lo que se impone un pequeño resumen de los mimos. Cf.
G A . 1.3. pág. 362.
62
ESTUDIO INTRODUCTORIO
87 G A . 1.3.362.
" G A . 1.3, 363.
w G A . 1.3. 365. -Die Peison kann sich keinen Leib zuschrieben, onhc ihn zu setzen,
ais stehend umer dem i-iníluise einer Person auKer ihr, und oline ihn dudurch weiler zu
hestimmen.-
WlG A . 1,3,365. -Es ist auf ein Vemunftwesen gcwirkl; heiKt. gleichfals nach den oben
geführten Bcwcisen. so viel: seine frc-ie Thiiligkeit isl zum Theil. und in einer gewissen
Rücksicht aufgehoben. Erst durch diese Aufhehung wird für die Intelligenz ein Objekt, und
sie schlieSl auf etwas, das nicht durch sie da ist.- Una vez más. la tesis general de la espe
culación acaba transformándose en los contextos del derecho natural. Pues en la especu
lación se hacía ver la necesidad de que existiera un no-Yo que sirviera de obstáculo al Yo.
Ahora se defiende una determinación de esta tesis: que el obstáculo siempre es otro que
rer. Desde el derecho natural lo objetos aparecen dotados de voluntad, y esto ya significa
que aparecen siempre como herramientas de un querer, vale decir, como propiedades. Por
eso el reconocimiento del objeto lleva aquí al reconocimiento de otro ser racional.
63
JO SÉ L. VII.LACAÑAS
91 O A . 1,3. 366. -Aber die Person solí die geschehene Finwirkung auf sich heziehen;
sie solí die filr den Augenhlick aufgehobcne Thütigkeit selzen. ais cine ihrer moglichen
Thátigkeiien ülterhaupt, ais enthalten in der Sphüre der Áusserungen ihrer Freiheit.-
** O A . 1,3,366. -Es mulá sonach dieselbe bcstimnile Thütigkeit der person zugleich. in
demselhen ungetheilten Móntente, a u fg eb o b en seyn. itm l a u c b n ieb t a n fg eboh en seyit.
vvenn ein Bewufilsein móglich seyn solí.-
64
ESTUDIO INTRODUCTORIO
,JCf. C.A. 1.3. 367-8. El texto es muy largo y complejo. Pero podemos seleccionar los
presentes párrafos que traduzco: -A la percepción de la influencias aquí exigida pertenece
lo siguiente: la persona tiene que someterse a la influencia Im u jS d er F.lnw irknng stille hal-
ten\. entregarse a ella, no tiene que suprimir la modificación producida en su órgano. (...]
Además, ella tiene que reproducir internamente y con libertad Iinnertteb m it Freiheii nach-
hilden] la modificación producida en su órgano. Se ha dicho ya que resulta suprimida una
cierta manifestación posible de su libertad. Pero esto no significa en modo alguno que se
haya hecho imposible en general la actividad según una dirección cualquiera y para cierto
fin. sino sólo que algo que ella podría producir, está producido en ella, pero que tiene que
atribuirlo no a su propia actividad causal fW irsam keíti sino a la actividad causal de un ser
externo a ella.*
65
i
JO SÉ L VILLACA.ÑIAS
w G A . 1,3, 368. •Inwiefern das VerháltniB isl, wie das beschrieltene, so ist der artiku-
lirte Leib des Menschen Sinn.- Para este concepto de Sinn justo en este contexto cf. el tra
bajo de Johannes Heinrichs, -Sinn und Intersuhjektivitiit. Zur Vermiitlung von traszenden-
talphilosophischen und dialogischen Denken in einer "transzcndentalen Dialogik'-. en
T beologie u n d P htlosophie, 45, <1970) 161-191.
G A . 1,3, 368, cf. también G A . 1,3, 373. donde se determina el ógano superior como
aquél que sólo puede ser influido por la libertad de la persona. Pero más importante aún
es que el órgano inferior siempre está al servicio de la voluntad del órgano superior y por
ese puede servir de herramienta. Tenemos así el fundamento del Leib ats W erkzeug.
66
ESTUDIO INTRODUCTORIO
* G A . 1,3.372. -I)ie suhtilcrc Malcríe ist also für mich modifikabel. durch den hloüen
Willen.* Este órgano superior es expresión genuina del querer y. en este sentido, puede
dominar sobre el órgano inferior y bloquear sus influencias sobre sí, a pesar de que estas
influencias puedan venir impuestas desde la necesidad mecánica, -denn es ist ausdrücklich
gesagt woiden, dafc ich eine solche Bewcgung des nierdem Organs zurückhalten müsse.
um die ¡m hóhem hervoigehrachte Bestimmung nicht zu zerstóren.*
67
JO SÉ L. VILLACAÑAS
actuar como seres racionales, implica suponer en el otro ese poder refle
xivo del lenguaje, ese giro señalado hoy en la filosofía, que olvida con
demasiada frecuencia el hecho de que toda adquisición de competencia
racional, y por tanto lingüística, tiene que pasar por una competencia
respecto de nuestro propio cuerpo como sentido orgánico. Natural
mente debemos tener en cuenta, como un elemento filosófico impres
cindible para descubrir el sentido de la evolución de Fichte, que toda su
tesis acerca de la intercomunicación permite y obliga a una traducción
en términos de filosofía del lenguaje. Su filosofía es una Antropología
metafísica desde el momento en que su continua apelación a la interac
ción no queda mediada por una igualmente continua apelación al len
guaje, sino a su fundamento, al Sinn originario del ser racional1*4'7. Pero
justo al identificar este lugar sistemático, estamos en condiciones de
comprender que la apelación al lenguaje, que devendrá motivo central
en su pensamiento, ya estaba exigida por el despliegue de su propia
filosofía98.
68
ESTUDIO INTRODUCTORIO
el órgano que finalemme hay que poner en el origen del lenguaje es la libertad: -Dies
Organ, das hochste und eigentlich vernehmende und schaffende, ist die Freiheit. die Ver-
nunft. ihr Charakter ist Tütigkeit.- ( op .cit. pág. 448). Me interesa citar por extenso este tra
bajo y estos textos para mostrar que la hermenéutica del cuerpo desemboca de forma
natural y sencilla en una teoría del lenguaje. Si Bemhardi lo llevo a cabo en 5 años, resulta
fácil pensar que el propio Fichte lo hiciera desde una reflexión continuada sobre su propia
obra.
w Cí.A. 1.3. 369. -Das Subjekt ab o muB durch sich selbst die F.rreichung des Zwecks
des Wesens ausser ihm vollenden. und dieses müBte sonaclt auf diese Vollendung durch
das Subjekt gerechnet hallen, wenn es überall einen Zweck gehaht haben solí. F.s ist dem-
nach fíir ein vemünftiges Wesen zu halten. inwiefem es durch diese Voraussetzung der
Freiheit des Suhjekls seine eigne Freiheit auf die W eise der gegebenen Kinwirkung
hescbrán kt hat.*
69
JO SÉ L. VIIXACAÑAS
100 a.A . 1.3. 370. >wenn ich überhaupi nur reflcktirete. Ich notwendingauf die gesche-
hene Einwirkung reflekliren müRte-
101 G.A. 1.3. pag.,371. •Hálle er mich für bloKe Malcrié gehalten, und er h3tte auf mich
einwirken wollen. so würde er s o auf mich eingewirkt hallen, gleicher Weise wie ich auf
alies, was ich fiir hloRe Malcrié halle, einwirke. Er hal nicht so gewirki. milhin nichl den
Begriff der bloSen Malcríe von mir gehabl. sondem den eines vemünftigen Wesens. und
durch diesen sein Vermftgen beschrankt: und erst jezt ist der SchluR vollkommen gerech-
feriigl, und nothwendig: die Ursache der oben bcschriebenen Einwirkung auf mich isl
keine anden?, ais ein vemiinfliges Wesen.-
70
ESTUDIO INTRODUCTORIO
de trato: actuar como ser racional supone proyectar ese status en otro;
reconocerse a sí mismo ser racional implica reconocer que otros han
autolimitado su acción racionalmente y son, por tanto, seres racionales.
En todo caso, en este nivel del sistema de Fichte, el que juega en el
mundo sensible, jamás se tiene un acceso intuitivo y monológico al esta
tuto de -Ego*. El paso de la interacción libre y autolimitada es necesario
aquí para la autoconciencia.
1 4 -L a fo rm a d el cu erpo com o criterio universal d e derecho. Conclu
yamos: -Con esto se establece el criterio de relación recíproca de los
seres racionales como tales. Estos operan necesariamente unos con otros
bajo el supuesto de que e l ob jeto d e in flu en cia tien e un sen tid o, no
como si fuera mera cosa que puede modificarse en relación con sus
fines mediante la fuerza física.»102*Si este trato recíproco fuera siempre
racional y educativo, nunca se hilvanaría en influencias consumadas,
sino sólo apuntadas y dejadas al libre cumplimiento del otro, mediado
por la libre comprensión y la interpretación de la acción social. No exis
tiría así ninguna interacción coactiva. Tendríamos una acción recíproca
libre, en la que no sería preciso que mediara el derecho. Sería la vida
propia de la comunidad como reino de los justos, sólo que en la tierra,
como relación cooperativa-educativa, tejida en las relaciones recíprocas
de los individuos. Para que el derecho se muestre en su necesidad, sin
embargo, se tiene que reconocer que, en todo lo descrito, tratamos con
conceptos y supuestos que no siempre están vigentes en cualquier rela
ción entre sujetos racionales. En esa interacción en la que se condensa y
se conforma la propia racionalidad de los individuos, todos tienen que
asumir los mismos conceptos y supuestos para poder intervenir. Estamos
ante una serie de trascendentales de la interacción racional universaliza-
ble. Pero no ante una previsión acerca de lo que realmente hagan los
sujetos que ya han obtenido autoconciencia en el curso entero de su
existencia. Podemos decir, en todo caso, para mostrar la coherencia de
la evolución del pensamiento de Fichrte, que el Estado surge como
dimensión coactiva ante el fracaso de la universalización del comporta
miento educativo. Una educación unlversalizada y consumada, en la teo
ría, debería acabar con la estructura coactiva del Estado. Éste es el cora-
102 G A . 1.3- 371.-Es ¡si hiermil das Krilerúim der Wechselwirkung vemünfiiger Wescn
ais solcher, aufgestellt. Sie wirken nothwending umer der Vorausseizung auf einander ein,
daJS d e r G eg em tan d d e r Einwirkttng ein eti Slnn hube: nicht wie auf bloKe Sachen, um
einander durch physische Kraft fíir ihre Zwecke zu modlficieren.»
71
JOSÉ L. VUiACAÑAS
zón del liberalismo cultural alemán, tan lejano del liberalismo econó
mico y político del mundo anglosajón.
Pero recuérdese que la interacción era el único campo en el que el
Yo podía constituirse como individuo y emerger con conciencia de los
derechos que posee en tanto ser racional, dotado de un destino moral.
Así, sin ir más lejos, desde la interacción exigirá que todos autolimiten su
voluntad de influirle en el sentido de operar con él sólo a través del
órgano superior (el sentido o el lenguaje). Pero esta autolimitación sólo
podrá realizarse si se acepta el supuesto de que el otro es un ser racio
nal que debe alcanzar la autoconciencia del su cuerpo, que debe refle
xionar y aplicar su voluntad al dominio de las acciones posibles de su
cuerpo, y que asume la mediación educativa como central en su destino
moral. Y esto a su vez supone aceptar como fin de la interacción el que
ambos puedan decir Yo con autoconciencia de sus implicaciones. Sólo
si se acepta estos supuestos transcendentales, la interacción es libre.
Todas ellas son -condiciones necesarias de autoconciencia y residen en
el concepto de persona-103; -son conceptos en los que concuerdan nece
sariamente todos los seres racionales, previamente a todo encuentro.*104
“Previamente a todo encuentro” [onhe alie vorhergegangene Vera-
bredung] es una condición fuerte que apela a una condición trascen
dental ulterior: interiorizar la voluntad de limitar mi influencia sobre un
cuerpo d eb e d ep en d er d e alg o universal a dicho cuerpo, y no de ningún
tipo de reacción contingente que ese cuerpo establezca respecto del
que le influye. Ese reconocimiento, si ha de ser verdaderamente univer
sal, no puede invocar la respuesta que se obtiene de manera contin
gente. No se trata de jugar con ese reconocimiento como con una hipó
tesis, que puede verificarse o no según las reacciones. Esa actitud
podría dejar inerme todo proceso de interacción racional al primer fra
caso, porque además exigiría la adecuación de la respuesta a una
noción de racionalidad material establecida por uno de los sujetos. Si el
supuesto de la razón debe ser previo y, con anterioridad a todo enCuen-105
105 G.A. 1,3. 374. -Ein solchen Setzen ¡st nolhwendlge Bedingung des SelbsihewuKl-
seyns, und liegt daher im Begriffe der Person.-
GA. 1,3, 374-5. -Die Begriffe von der hesliinmien Artikulation vemünftiger Wesen.
und von der Sinnenwelt ausser ihnen, sind notwendig gemeinschaftliche Begriffe; Begriffe
worüber die vemünfligen Wesen nothwendig, ohne alie vorhergegangene Verabredung,
übereinslimmen, weil trei jedem, in sein er eigeiteil Penóitlicbkeit, d ieg leic h e Arl d er Aiis-
cbau u n g begründei ist. und sie müssen ais solche gedacht werden-.
72
ESTUDIO INTRODUCTORIO
w* GA. 1,3, 376. Lo que Fichte intenta definir de esta manera es la noción de capaci
dad, en tanto que sólo ella permite referir la razón al propio sujeto, superando la origina
ria transferencia desde la acción inhibida del otro. -I)och solí ich wirken. Ich solí sonach
wirken, ohne zu wirken; wirken ohne Thütigkeit. [...) Wirken o h n e zu itiriten bedeutet ein
bloSes Vermógen- (pág. 373). Desde ahí se desprende que si yo tengo que relacionarme
con los demás mediante el cuerpo, es mi propio cuerpo la sede de la capacidad, de tal
manera que se puede concluir que -Mein Leib mülSte also wirken, lliátig seyn. ohne datt
ich durch ihn wirkte-.
106 G A . 1,3, 376. Lo que Fichte ahora desea concluir apunta a que el reconocimiento
de la razón se deba a la capacidad de ser racional, a la potencia de ser racional desde la
presencia inmediata del cuerpo, y no a la actualidad de serlo. -Er mülSte daher durch sein
bloRes Daseyn in Kaume, und durch seine Gestali wirken, und zwar so wirken. dais jedes
vemünftige Wesen verbunden wáre. mich für ein der Vernunft fühiges anzuerkennen, und
nach dieser Voraussetzung zu hehandeln-, F.l acento está en el reconocimiento de la capa
cidad, de la potencia, del poder hacer.
73
JO SÉ L. VILLACAÑAS
74
ESTUDIO INTRODUCTORIO
,w Ak, 1,3, pág. 3TT. El lexto es muy complejo. Por eso lo propongo en el original: -Ich
halle nichl Iregolfen, wenn ich noch im Erklaren bin. wenn mein Dafilrhallen mx:h ein
S cbw eben . und also noch nicht befestig ¡si; wenn ich noch von den Thcilen meiner
ErkenniniS zu andem Theilen fongeirieben werde-. La traducción de Dafürhallen es lite
ralmente *de mi tener por*, pero hace referencia a la consideración en la cual aún no com
prendo que una forma es la de un cuerpo humano. Schweben es literalmente Potar, estar
indeciso y Fichte lo emplea en la Doctrina de la Ciencia para dar cuenta del estado de la
subjetividad respecto de lo determinable en general, como conjunto de posibilidades de
acción respecto de la cuales tiene que descubrir en si el fundamento de determinación y
transitar desde lo determinable a lo determinado, cf. nova inelhodo, G.A. ,!V, 2,137-139.
110 Cf. G.A. 1,3, 378-9. De hecho Fichte no cita aquí a Kant, pero sí la facultad de juz
gar como aquella que debe aprehender una totalidad de partes. La palabra es la misma que
la de Crítica dttl Ju ic io de Kant. esto es, auffasse-, -Und die Ltrteilkraft wird daher bei der
Retrachtung des einen, wie des andem. von dem Setzen des einen Theils fortgetrieben zu
alien, bis sie das Auffasen vollendet hat.- Para ello se tiene que proyectar el carácter del
organismo y pensar asi ese cuerpo -aus der Organisation ais Zweck*. Resulta evidente que
estamos en la órbita de Kant.
. 111 G.A. 1,3, 379. -Diese Begriff kftnnte seyn der der bestimmeten freien Bewegung,
und insofem würe der Mensch Tier*.
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JO SÉ l . V1LLACAÑAS
ni (!.A. 1.3, 379. -Seine Artikulation imitóte sonach sich überhaupt nicht begreifen las-
sen. in einem bestim m tes Begriffe. Sie mtltóte nicht hindeuten auf einen bestlm m ten
timkrvis der willkührlichen Bewegnng. wie bei dem Thier. sondem auf alie denkharen iris
unendliche-.
76
ESTUDIO INTRODUCTORIO
115 <7-4.1.3. 379. F.l punto más importante del texto merece la pena darlo en alemán:
•ledes Tliier fe/, was es ist: der Mensch allein isi ursprünglich gar nichts. Was er seyn solí
muK er werden: und da er doch ein Wesen für sich seyn solí, durch sich selbst werden-.
77
JO SÉ I.. VH.LACAÑAS
1,1 G.A. 1,3, 380. -Die Natur hai diese Frage langst entsrhieden. F.s ¡si wohl kein
Mensch, der lx*i der ersten Erblickung cines Menschen, ohne weiteres. die Flucht nehme.
wie vor einem reissendcn Thiere, oder Anslali mache ihn zu liidten. und zu verspeisen,
wie ein Wild; der nicht vielmehr soglelch auf wechselseiiige Mitiheilung rechnetc. Dies ¡si
so. nicht durch Gewohnheii und Unterricht. sondem durch Natur und Vemunft, und wir
hallen so elien das Gesez abgeleitet, nach welchem es so ist.«.
G.A. 1,3. 38i.«F.r hedarf der freien Hülfe der Menschen. und würde. ohne dieselhe,
bald nach seiner Geburt, umkommen*.
78
ESTUDIO INTRODUCTORIO
1,6 G.A. 1,3, 381.<Ist er ein Thier. so ist er ein 3us.ser.si unvollkommenes Thier, und
gerade darum ist er kein Thier-.
117 G.A. 1.3. 381. >So producir! die Vemunfl sich selbst. und so nur ist der Fortschrift
dersellren zur Vervollkommnung móglich. So werden die Glieder an einander gehüngt.
und jedes künftige crhült den Geisteserwerb aller vorhergeganRenen-.
118 G.A. 1,3. 381 -Wir haben es in die Fingerspitzen gelegt. aun einem Grunde. der sich
bald zeigen wird. Es ist daselbst. weil wir es gowollt haben. Wir h<itten jedem Theile des
leibes dasselbe feine Gefühl geben kfinnen. wenn wir es gewollt hatten,-
79
JO SÉ L. VILLACAÑAS
l.-L a crítica a l contm ctuatism o. Por muchas que sean las mediacio
nes interactivas a través de las que se constituye el Ego. una vez confi
gurada la subjetividad, y dominado en alguna medida su querer y su
cuerpo, se abre ante la vida empírica una estructura que no puede entre
gar fundamento alguno de atenencia coherente a las estructuras comuni-19
119 CiA. 1,3,383.-Alies die.%, das ganze ausdrückende Gesichi. ist, wie wir aus den Han-
den der Nalur kommcn. nichts; es ist eine weiche ineinanderfllessende Masse. in der man
hdchsten linden kann, was aus ihr werden solí, und nur dadurch, da 15 man seine eigne Bil-
dung in der Vorstellung darauf übertrügt. findet: und eben durch diesen Mangel an Vollen-
dung ist der Mensch dieser Bildsamkeit fiihig*.
80
ESTUDIO INTRODUCTORIO
81
JOSÉ L. VILLACAÑAS
82
ESTUDIO INTRODUCTORIO
IJU O.A. 1,3, 446-7. -Femer ist erwicscn. daté es nur clic «jcmeine sey. dic dic Vervval-
tcr dcr exccutivcn Macht richten kónnc. Aher dic Schwierigkeit ist die: Wo ist dcnn dic
Gemeinc. und was ist sic? Ist sie dcnn etwas mehr. ais ein hloBcn Begriffe: oder, wcnn sie
ctwas mehr seyn solí, wic ist sic den zu rcalisieren?*.
83
JO SÉ L. VILLACAÑAS
otro punto que hay que recordar para acertar en la exégesis es, preci
samente, la autocrítica que el propio Fichte realiza aquí, respecto de
las posiciones que había mantenido en 1.793- Allí, el problema de la
relación poder político-contrato era brutalmente resuelto en favor de
un anarquismo individualista que bien podría inspirarse en D ie R áu-
ber. cualquier persona tenía un derecho inviolable a juzgar cuándo el
poder ejecutivo había roto el pacto de transferencia de poder y, conse
cuentemente, a romper el contrato de sometimiento al ejecutivo. Ahora
Fichte se esfuerza en obviar aquellas nefastas consecuencias que todo
el pensamiento jurídico de raíz kantiana puso de manifiesto en la
recepción de los escritos revolucionarios. Pues efectivamente, a partir
de esta premisa, era imposible distinguir entre el rebelde y el criminal,
entre el héroe del pueblo y el bandido. Todo el pensamiento jurídico
de corte kantiano imponía una mediación protagonizada por el criterio
de universalidad y publicidad, y sobre todo por la premisa democrá
tica. Si el contrato de transferencia lo realiza el pueblo entero, sólo el
pueblo puede romperlo: no un individuo aislado, por muy dotado de
conciencia moral que se halle. El problema en 1797 no es moral, sino
jurídico-constitucional.121
Esc criterio democrático se refleja ahora en el pensamiento de Fichte
'■“ Ante iodo la institución de los éforos posee una dimensión jurídico-constitucional.
En este sentido son correctas las acusasiones de Verweyen, frente a aquellas que le atribu
yen una tarea moral, como H. Willms. o F. Schenkels. cf. oft.cil. pág. 136. para una ulterior
bibliografía. La tradición del eforato moderno comienza desde la propuesta de Lutero,
según la cual el pueblo debe elegir a sus predicadores, que son los únicas que deben vigi
lar para que se cumpla la libertad del cristiano por parte del poder material. Posterior
mente es usada por Calvino, Instituí ion Chrétienne, París, Ed. Lefranc, p:lg. 703. Luego es
usado por Du Plessy-Mornais, en sus V indictas con tra Tyrannos, 1579, p. 234. Desde
luego el pensamiento católico tiene su propia noción de eforato, sólo que en ese Estado
cristiano, su función es cumplida por los obispos (Mariana, D e Rege el regís institutione, ed.
de Toledo. 1599, pág. 77). Cf. para todo esto Messnard. L'essor d e laphilosofihiepolitie/ue
a n X V lsiede, París, 1936. pág. 294. Aquí sólo me interesa referir los mediadores religiosos
de este pensamiento. De hecho, el poder de los ¿foros es el viejo poder profético, de opi
nión. de censura, propio de una visión eclesial-democrática que hace de la Iglesia el pue
blo de Dios con derechos políticos, cf. Renaut., Le Systeme du Droit. 382 ss para otras noti
cias más modernas, del tiempo de la revolución, Condorcei, sobre todo. Para una
exposición con referencias al juego de los éforos en las colonias americanas, cf. H.C.
Engelbrecht, J.G . Fichte. A Study o f bisfm litical Wrllings with sfiecial Reference to his Natio-
nalism. New York, 1933. Cf también Cesa, C, •Noterelle sul pensiero político de Fichte-,
RU’ista Critica d i Storia d e la Filosofía. 23.1968,61-80. Para otra Bibliogafía cf. Faustino
Oncina, Derecho Natural y Revolución en la época de Fichte. Valencia. 1988.
84
ESTUDIO INTRODUCTORIO
122 G A . 1,3. pág. 447. -Nur die Gemeine selhst kann sich ais Gemeine deklariren; sie
muiste milliin Gemeine seyn, elle sie es ist. welches, aufgestellter Weisc, sich widerspricht.
Der Widerspruch isi nur su zu helien: Das Volk wird durch die Constitución, im voraus. auf
einen liestimmlen Fall, ais Gemeine erklün*.
122 Cf. mi R acion alid ad Critica para el problema del análisis de la Revolución como
un caso sólo de rebelión frente al ejecutivo, págs. 285-292. Madrid. 1987.
124 OA . 1,3, pág. 447. Con ello se comprende la tensión básica de la Doctrina del
Derecho Natural de 1797. Se comienza aceptando la dinámica burguesa y se parte desde el
individuo que tiene que garantizar su propiedad como forma de desplegar su cuerpo,
sometida a las continuas tensiones de la desconfianza y de la mala fe. Pero este tipo de
problemas llevan a una dinámica de contratos que acaban en la necesidad de construir una
comunidad que es superior al individuo. Pero si esto existiera realmente, entonces clausu-
85
JO SÉ I- VILLACAÑAS
pió que Fichte desea establecer dice: «no es preciso convocar nunca a la
comunidad sin necesidad; pero tan pronto aparezca la necesidad, es pre
ciso que la comunidad se reúna y que ella pueda y quiera hablar.»125 En
estos momentos se ejerce el control de la comunidad sobre el ejecutivo.
Un momento así, obviamente tuvo lugar cuando los Estados Generales
se elevan a Asamblea Nacional. En estos momentos, la comunidad,
cuanto menos, tiene la seguridad de que la ley normal ha dejado de
actuar. La cuestión no es otra que institucionalizar el estado de excep
ción según la solución revolucionaria y, en este sentido, racionalizarla:
no dejarla al arbitrio de la necesidad natural kantiana, sino al cuidado
del procedimiento constitucional y de la racionalidad política.
Pues bien, la comunidad se reúne cuando se cumple la cláusula
constitucional del Estado de necesidad. Mas alguien, antes de esa reu
nión de la comunidad, debe juzgar provisionalmente si de hecho se
cumple esa circunstancia del estado de necesidad. F.1 Eforato ejerce en la
realización de ese juicio provisional su principal función. Observar y
controlar de manera continua la conducta del poder político es la condi
ción indispensable para realizar ese juicio con garantías. El principal
requisito de su funcionamiento, es obvio, establecerá que los éforos no
sean jueces y partes al mismo tiempo. «Los Éforos no pueden tener el
menor poder ejecutivo,»126 sino exclusivamente prohibitivo. Y no res
pecto de una u otra disposición legal, sino sobre todo lo decretado por
el gobierno, «a fin de suspender el poder público todo entero y en todas
raría la hipótesis del derecho. La existencia del pueblo, así, se toma contradictoria con la
hipótesis básica del derecho, lina de las condiciones para que se cumpla el derecho, que
exista Gemeine, entra en tensión con la hipótesis de partida del derecho: que el derecho
originario proviene del Individuo. La solución reside en que el individuo no se puede
constituir sin la acción social comunitaria dirigida a su constitución racional. Por eso, esta
tensión se romperá a favor de la comunidad, alterando todo el pensamiento político de
Fichte cuando se tenga en cuenta en su función constituyente de individualidad. Por eso
vemos que su nacionalismo no es un movimiento externamente causado, sino una salida
de las aportas internas del derecho burgués moderno iluminado por el discurso transcen
dental de la Doctrina de la Ciencia, con su teoría de la subjetividad finita.
C,A. 1.3. 448. -Es laBt sich sonach ais Princip festsetzen: Die Gemeine muB nie,
ohne Noth, zusammengerufen werden: sobald es aher Noth lliut, muS sle sogleich bel-
sammen seyn, und sprechen kónnen. und wollen-,
126 G.A. 1,3, pág. 449. -Die E phoren b a b e n so iu icb g a r b e in e execittive Gewalt- El
subrayado es de Fichte. Con ello naturalmente , Fichte supera la teoría burguesa mediante
una institución aristocrática, e instituye ciertamente una genuina teoría de la división de
poderes.
86
ESTUDIO INTRODl'CTORIO
117 C.A. 1,3, pág. 449- El carácter originariamente religioso-político de los éforos se
muestra hasta en la terminología que usa Fichte para referirse a sus actuaciones. Efectiva
mente. Fichte reconoce que el Staatslnrenilitt es semejante al kircblicbeti Inteniikl. -Die
Kirche hat dieses untrügliche Mitlel, den Gehorsam derer. die ihre bedürfen, zu erzwingen,
langst erfunden*.
GA. 1,3 ,449.-lst Widerstand gegen den. durch die Ephoren erklarten gemeinsamen
Willen. mithin Rebellion. muK ais solche hestraft wetden. und wird ganz gewifi also bes-
traft, wie wir sogleich sehen werden-.
119 GA. 1,3,450. -Was die Gemeine beschiefit, wird constitutionelles Gesez-
,J0 GA. 1,3,451. *Der verfallte Theil. es seyen die Ephoren, «xler die executive Machi,
ist des Hochverraths schuldig-.
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JO SÉ L. VILLACAÑAS
1)1 CIA. 1,3. 459. «Innerhalb dieses Umkreises nemlich sincl noch Modiflkatkmen ins
unendlich móglich: und diese niihem Besiimmungen sind abünderlich-.
<7-4. 1.3, 458. «Die Constituiion (es versieht sich. eine recht- und vemunt'tmaKige)
ist unabiinderlich, und ftlr ewigc Zeiten gultig, und wird, im Bürgervertrage. ais eine sol-
che, nothwendig gesezt-.
lM <7-4.1,3, pág. 453. «Femer, die Machi des Volks mu 15 die Gewalt, welche die Exe-
cutoren in den Hünden haben, ohne allem Vergleich, übertreffen-, Pero es preciso decir
que ese democratismo no es individualista, no surge desde la mera referencia a la necesi
dad del principio «un hombre un voto-, sino desde la necesidad de apelación al Volks
como una forma inexcusable de ordenación del Estado. En este sentido, el democratismo
no será en modo alguna contrario al nacionalismo plesbicitario.
88
ESTUDIO INTRODUCTORIO
G.A 1.3.453-
1,5 G.A. 1,3. 4 5 3 -4 .-Ferner ist es eben darum ein e Hauptmaxime für e in e ver-
nunfimüBige Constilution, und es sind dahin abzweckende Veranstaltungen zu ireffen, daB
he¡ Versammlung der Gemeiñe allcnthalbcn (...1 so grofie Haufen zusammen kommen. die
den Móglichen Versuchcn der exekutiven Gewalt sich zu widersetzen, gehórigen Widers-
tand leistcn kónnen. daB demnach sogleich. wie die Gemeine sich ais Gemeine erklart,
eine sehr respektable Machi auf den Beinen sey-. Repárese que ahora tenemos una nueva
visión de los hechos revolucionarios. Son acciones que en todo caso las lleva adelante el
pueblo, no el individuo. Así las cosas, esta invocación al pueblo, que luego fundará el
nacionalismo, se mueve también dentro de la órbita de la defensa de la posibilidad de una
revolución. Por tanto, el nacionalismo revolucionario de Fichte, de hecho, se configura
como el legítimo heredero del espíritu revolucionarlo, que ha sido traicionado por el espí
ritu individualista de Napoleón. El tópico de la revolución inacabada o traicionada, tan
central en todo el pensamiento del siglo XIX, también tiene su vigencia en Fichte.
(7./1. 1,3, pág. 453,-Daher ist es Bedingung der RechtmáBigkeit jeder bürgerlichem
Verfassung. daB. unter keinerlei Vorwand, die executive Gewalt eine Macht in die Hiinden
liekommen, welche gegen die der Gemeine des geringsten Widerstandes fáhig sey-
89
JOSÉ L. VILLACAÑAS
1,7 GA., 1.3. pág. 4S6. -Die Weise, clic Fphoren zu wáhlen. muB in der Constitution hes-
limmt xeyn. Man darf um das Ephorat nicht anhaltcn; auf wen das Auge und das Zutraucn
des Volks fallí, welches. gernde um dieser erhahnen Wahl willen, auf seine hicdem, und
groBcn Manner, fortgehend aufmerken wird, derselbe wir Ephor-. Es directamente d a s
Volks quien nombra a los Éforos. Mas no desde una legitimidad meramente científica o
moral, sino desde ese saber filosófico-histórico-politico que constituye la prudencia. Real
mente Fichte está analizando aquí el gran problema político de los tiempos modernos: la
elección del mejor como consejero de la comunidad. Es el problema de la emergencia del
Senado en la constitución de tos Estados Unidos.
138 G.A. 1.5. 457. -Sie sind durch ihr Herz. und ihre Tugend Erhalter der Nation. und
ohne Ruf natürlichen Fphoren* Es el tema de los tribunos romanos que cantara Wagner en
P ie Rietizi.
G A . 1,3, pág. 458. -Sie hállen ihre Nation besser kennen sollen. Wcnn eine solche
Nation zusammcn gekommen würe. so wilrde dadurch die Vemichtung und Aufhehung
alies Rechts entstander seyn-. Aquí se dice con todas las letras que el punto de referencia
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
91
JO SÉ L. V1L1ACAÑAS
5 .-£ foros y N ación: H acia el pen sam ieto n acion alista d e Fichte. Sin
ninguna duda se puede afirmar que la evolución del pensamiento de
Fichte consistirá en sustituir la figura jurídico-constitucional del éforo,
propia de la teoría cosntitucional de 1797, por la figura ético-moral del
sabio, que apenas reconoce instituciones como límite a su actuación.
Esta evolución concluirá en la R ecbtlehre d e 1812, donde Fichte lanza
serias críticas a la viabilidad de esta institución.111 Esta sustitución no es
inevitable, salvo por una menor incidencia en los aspectos instituciona-
les-jurídicos propia del último Fichte y por la tesis adicional de que
ahora el sabio debe ser el propio Gobernante-Regente. Dado que el
Gobierno de 1797 no queda definido como gobierno de los sabios, el
éforo-sabiol4¿ obtiene sentido como mecanismo de control y de crítica.
Sin embargo, por mucho que la convergencia entre éforos y sabios
resulte evidente desde el principio, no prejuzgaba que a las tareas de la
crítica y del control del ejecutivo se añadiese, a la postre, la tarea propia
del gobierno. Aquí está la clave de la evolución política de Fichte y su
inclinación hacia una sistema político refractario a la crítica democrática
mente legitimada. Que los sabios ofrezcan el estamento social básico
donde deben ser elegidos los éforos apenas puede dudarse. Nada
impide que jueguen políticamente en la medida en que cumplan los
requisitos institucionales y jurídicos, no en la media en que meramente
pertenezcan al estamento de los sabios. Esta distición de planos es per
fectamente pósible. Y efectiva. Pero lo que en modo alguno se sigue es
su elevación a poder ejecutivo.
Que el éforo debe ser sabio no significa, por tanto, que todo sabio
tenga que ser éforo. Sólo lo es si cumple el plu s de requisitos jurídicos
de la figura. En la m oraíisch e Bestim m ung del sabio no está incluida
analíticamente la ¡x>litische Bestim m ung de llegar a ser éforo. Pero una
constitución racional lo hace deseable e idóneo. Sólo por aquella condi
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
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JOSÉ L V1LLACAÑAS
ble la deliberación comunitaria pacífica, y con ella el poder de control
de la comunidad sobre su gobierno. De esta forma, la desafortunada
intervención del éforo destruirá la condición misma de posibilidad de la
república: la univocidad en el lenguaje. Y con ello destruirá la garantía
constitucional básica de Fichte: la comunidad no será el Poder de con
trol del Gobierno, sino que resultará escindida en partidos, alguno de los
cuales apoyará su política. Resulta por tanto claro que el supuesto básico
de Fichte reside en una comunidad que es refractaria a los partidos, que
se expresa como un todo y ejerce su soberanía como un todo. La nación
se alza así como el único rival del nominalismo hobbesiano. Por ello el
nacionalismo será otra teoría del lenguaje.
El instituto de los éforos se acredita en su capacidad de mantener
unida a la comunidad. Ése es su valor supremo, porque la comunidad
m an ten ida com o un todo es e l v alor suprem o. Esta tesis es perfectamente
coherente, primero con el democratismo contractualista de Fichte; pero
también con todos los supuestos comunitarios que la Doctrina de la
Ciencia le presta a la Doctrina del Derecho. Una comunidad verdadera
mente unida es condición transcendental de toda conciencia individual.
Por lo tanto, su carácter transcendental le otorga un valor supremo, cua
litativamente diferente a cualquier valor concreto y material conquistable
en la historia. Ese valor transcendental le conviene en la medida en que
la comunidad constituye el sujeto racional, la sustancia propiamente
dicha de la historia. Poco importa que el nivel evolutivo alcanzado sea
menor si se mantiene unido al pueblo. Esto significa que el sujeto de la
historia sigue vivo y puede progresar. Pero si el sujeto racional muere,
todos los atributos dejan de cualificarse como realidades racionales. Es
mejor un pueblo unido y más atrasado que un pueblo dividido alrede
dor de políticas más progresistas que sólo pueden desplegarse mediante
partidos. Sin duda, en este término medio ideal (progreso y unidad)
debe realizar el éforo su función política. Comte ensayará el mismo
camino, asistido por la técnica sociológica.
Pues bien: esa comunidad dotada de un juicio común, reunida alre-
ededor de una opinión pública cierta y reconocida como sana, con fun
ciones democráticas fundamentales, capaz de convocarse en estado de
necesidad y de mantenerse unida en las deliberaciones del mismo, que
vive con un lenguaje unívoco acerca de lo que significa lo justo y lo ver
dadero, y que juzga finalmente acerca de un poder político ejecutivo sin.
escindirse a sí misma, y que por ello juega como sujeto de la progresión
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
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JO SÉ L. VIU.ACAÑAS
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
147 El texto dice así: -I)ie Form des Staats halle ich keinesweges für eine Idee, sondcm
fiir einen vollkommen bestimnibaren Begriff; den ich auch wirklich in mein Naturrcrht
bestimmt zu hahen glaube. Idee ist. und wird hleihen, solange die Vernunft endlicher
Wesen endlich ist I...J die Materie des Staats. die wirkliche Herrschaft einer Gerechtigkeit.
In dieser Rüksicht gche ich nun gern zu. da£ auch die unter ihren Ephoren versammelte
Nation etwa einen materialiter ungerechten Spruch diun konne, weil sie irren kann; aher
ich hehaupte. dafí nur sie das (fórmale) Recht hat, wenn es sich etwa so fOgt, (materialiter)
ungerecht zu sein. d.h. daS nur sie und schlechthin kein Einzelner das Recht hat. ihrer
Entscheidung die Entscheidung der reinen Vemunft. die man nicht hallen kann, glcich zu
setzen, und es darauf hin zu wagen: darum, weil sie das hdchste and Erden ist*. Un texto
paralelo se encontrará en la Carta a Wagner de 9 de septiembre de 1797. G~A. 1.3. 303.
97
JO SÉ L VIUACAÑAS
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
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JOSÉ L. VIllACAÑAS
100
FUNDAMENTO DEL DERECHO NATURAL
SEGÚN LOS PRINCIPIOS
DE LA DOCTRINA DE LA CIENCIA
1796
INTRODUCCIÓN
103
JOHANN G O TT1JEB FICHTE
No vale la pena entrar en discusiones sobre esta cuestión [3141- Esta inte
lección es condición exclusiva de todo filosofar y no se está maduro
para la filosofía antes de elevarse a ella. Todos los auténticos filósofos
han filosofado siempre desde este punto de vista, aunque sin saberlo
claramente.
2.-Este actuar interno del ser racional sucede o n ecesariam en te o
con libertad.
3 -E l ser racional es únicamente en tanto que se p o n e com o siendo,
esto es, en tanto que es consciente de sí mismo. Todo ser, del Yo como
del No-Yo, es una modificación determinada de la conciencia; y sin una
conciencia no hay ningún ser. Quien afírme lo contrario admite un sus
trato del Yo, que debe ser un Yo sin serlo, y se contradice a sí mismo.
Acciones necesarias, que se siguen desde el concepto de ser racional
son, por tanto, sólo aquellas por las cuales está condicionada la posibili
dad de la autoconciencia. Pero todas éstas son necesarias y se siguen tan
ciertamente como existe un ser racional.- El ser racional se pone nece
sariamente a sí mismo y, por tanto, hace necesariamente todo aquello
que pertenece a su poner por sí mismo y que se sitúa en el ámbito de la
acción expresada por este poner.
4, -Cuando el ser racional actúa, no es consciente de su actuar, pues
él m ism o es su actu ar y nada más; pero esto de lo que es consciente
debe situarse fuera del que llega a ser consciente y, por tanto, fuera del
actuar; debe ser objeto, esto es, lo contrario del actuar. El Yo es cons
ciente sólo de aquello que surge para él en este actuar y por este actuar
(.pura y sim plem ente p o r él)-, y esto es el objeto de la conciencia o la
cosa. No hay otra cosa para un ser racional y, como sólo se puede hablar
de un ser, y de una cosa, en relación con un ser racional, no hay nin
guna otra cosa en absoluto. Quien hable de otra cosa no se entiende a sí
mismo.
5. -Lo que surge en un actuar n ecesario-, en el cual el Yo [3151 no es
consciente de su actuar, a causa de lo aducido, aparece como necesario,2
2 La proposición de la Doctrina de la Ciencia -lo que existe, existe por un actuar del
Yo (en particular por la imaginación productiva)-, se lia interpretado como si se hablara de
un actuar libre. Esto ha ocurrido, de nuevo, porque no se ha sido capaz de elevarse al con
cepto de actividad en general, desarrollado sin embargo suficientemente en la Doctrina de
la Ciencia. Luego ha sido fácil desprestigiar este sistema como el más monstruoso fana
tismo. Con esto se decía demasiado poco. La confusión entre lo que existe por el actuar
libre y lo que existe por el actuar necesario, y a la inversa, es verdaderamente una locura.
¿Pero quién ha establecido tal sistema?
104
INTRODUCCIÓN
1 Un lector que, arrastrado por la alegría de haber encontrado una palabra conocida
para él, se apresure a transferirle todo lo que hasta ahora se ha pensado con la palabra
•concepto-, pronto estará completamente equivocado, y no entenderá nada: y la culpa sera
suya. Esta palabra no debe significar aquí ni más ni menos que lo descrito, lo haya podido
pensar o no el lector hasta ahora. No invoco un concepto ya existente en él. sino que
quiero desarrollarlo y determinarlo en su espíritu.
105
JOHANN GOTTUF.B F1CHTF.
4 F.I filósofo de fórmulas piensa esto y aquello, se observa a sí mismo en este pensar y
erige como verdad la serie completa de lo que él ha podido pensar p o rq u e ha podido pen
sarlo. Fl o bjeto de su observación es él mismo, tal y como procede librem ente, sin direc
ción alguna, al azar, o según una meta que le es dada desde fuera. El verdadero filósofo
tiene que observar la razón en su proceder orig in arlo y n ecesario, mediante el cual existe
su Yo y todo lo que es para éste. Pero puesto que él ya no encuentra este Yo agente ori
ginariamente en la conciencia empírica, lo p on e, p o r el único acto de arbitrio que le está
permitido en su p u n to d e p artid a, (y que es la libre decisión misma de querer filosofar) y
desde este punto lo hace continuar actuando ante de sus ojos según sus leyes propias, per
fectamente conocidas por el filósofo. El objeto de su observación es, por tanto, la razón en
general, que procede necesariamente según sus leyes intemas, sin ninguna meta externa.
El primero observa a un individuo, a si mismo en su pensar sin ley. El último, observa la
razón en general, en su actuar necesario.
106
INTRODUCCIÓN
’ En la Matemática, esto se muestra especialmente por el abuso del álgebra por parte
de mentes formales. Asi, aún no se ha podido ver correctamente -p o r aducir un ejemplo
llamativo- que la cuadratura del circulo es imposible y contradictoria en su concepto. El
recensor de mi escrito S obre e l con cep to d e la D octrin a d e la C ien cia (o más bien de algu
nas de sus notas, en los A n ales de Halle) (2) me pregunta si la cuadratura del circulo es
imposible porque la recto .vía cu rva no tienen nada en común. (3181 Cree haber pregun
tado con ello algo muy inteligente, mira en tomo suyo, sonríe y me deja avergonzado. Yo
lo miro y me río de la pregunta. Naturalmente, con toda seriedad, esta es mi opinión.
A m an p h ilosp p h iae non babes, dice lleno de compasión. I.e contesto: su gran sabiduría le
ha sustraído el sano entendimiento. - No me falta el saber en este punto, querido señor,
sino el entender. Ya en la escuela secundaria aprendí que la circunferencia debe ser igual
a un polígono de infinitos lados, y que se puede obtener la superficie del círculo si se tiene
la del polígono. Pero no he podido concebir nunca la posibilidad de esta medición, y
ruego a Dios que no me permita concebirla nunca. ¿Es acaso el concepto de una ta rea de
continuar dividiendo al infinito los lados del polígono, por consiguiente, la tarea de un
d eterm in ar in fin id i Pero, ¿qué es entonces una medida para la cual queréis utilizar aquí lo
infinito? ¿Es algo determinado? Si continuáis dividiendo al infinito, como debeís según la
tarea, no llegáis nunca a medir. Pero si queréis medir, tenéis que halier dejado de dividir,
y entonces vuestro polígono es finito y no infinito, com o os proponíais. Pero, dado que
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1319)
podéis aprehender el modo de actuar para describir un infinito, esto es, el concepto
vacio del infinito, y designarlo por eiemplo com o -A-, ya no os preocupáis de si de este
modo habéis actuado efectivamente, o si podéis actuar, para lo cual os ponéis vigorosa
mente manos a la obra con vuestro -A-, Así lo hacéis en muchos casos. El sano entendi
miento humano admira lleno de respeto vuestras hazañas y carga humildemente con las
culpas de no entenderos. Pero si un impertinente deja entrever una pizca de su opinión,
entonces no podéis explicar en absoluto su incapacidad para una cosa que para vosotros
es de una claridad poco común y que no os causa el más mínimo problema, si no es
considerando que el pobre hombre no debe haber aprendido los primeros principios de
la ciencia.
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INTRODUCCIÓN
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INTRODUCCIÓN
" Leu en alguna parte que la proposición -las acciones diversas de la voluntad libre
deben concordar consigo mismas- es el principio de la doctrina moral. Esta es una muy
desafortunada aplicación del postulado de la concordancia absoluta del ser racional con
sigo mismo, establecido en mis Lecciones sobre el destino d e sabio. Para contentar tal doc
trina moral, basta pensar sólo en un malvado verdaderamente consecuente, com o el doc
tor Erhard caracteriza al diablo en su A fxilogia d el D iablo (Niethammers, P bilosopbi.
Journal, I, 1795): las acciones de la voluntad libre concuerdan entonces perfectamente
entre sí, puesto que contradicen en conjunto la convicción de lo que debe ser: y ya se lia
satisfecho a una tal doctrina moral. (3)
7 La impresión de los mismos resultó imposible en el presente; por eso han quedado
rezagados y asi he tenido la ocasión de añadir las partes restantes de la Doctrina general
del Derecho. -Con ello se produce sólo un inconveniente para este libro. Estoy autori
zado por la experiencia anterior a suponer que no todos los críticos reciben con mis prin
cipios la capacidad de aplicarlos ulteriormente. Por consiguiente, ruego a quien no esté
seguro de esta capacidad por su propia experiencia, que no se apresure en esta aplica
ción, sino que espere la publicación de mi escrito.
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1323]
® Qué se debe esperar de la agudeza de una parte del público cuando se oye
situar este escrito en la misma clase que las ideas del Abad de St. Fierre, o de Rous
seau, sobre el mismo objeto? Éstos afirmaban sólo que la realización de esta idea de la
paz perpetua sería deseable, acerca de lo cual, sin duda, todo lector bien intencionado
les dispensa de la prueba de que esta realización no seria imposible, si los hombres
fueran diferentes de como todavía son en el presente. K ant muestra que esta idea es
una tarea n ecesa ria de la razón, y su presentación un fin de la naturaleza que ella
alcanzará tarde o temprano, pues trabaja con tal propósito incansablemente y ya ha
alcanzado en realidad una buena parte de lo que se encuentra en el camino que con
duce a esa meta. Esto constituye, sin duda alguna, una muy diferente visión del mismo
objeto.
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INTRODUCCIÓN
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§. 1. Primer Teorema
D em ostración
1.-5/ un ser racion al d eb e p on erse com o tal, en ton ces tien e qu e atri
buirse u na actitn dad [ThátigkeitJ cuyo últim o fu n d am en to reside absolu
tam ente en él m ism o (ambas son proposiciones intercambiables: la una
afirma lo mismo que la otra).
La activ id ad en g en era l q u e regresa a s í m ism a (yoidad, subjetivi
dad) es el ca rácter d el ser racion al. El ponerse a sí mismo (la reflexión
sobre sí mismo) es un acto de esta actividad. Esta reflexión la llamo A.
P or e l a c to d e ta l a c tiv id a d s e p o n e e l s e r ra c io n a l. Toda reflexión
apunta a algo como a su objeto, B. ¿Qué clase de algo tiene que ser el
objeto de la reflexión A exigida antes? - El ser racional debe ponerse a
sí mismo en ella, debe tenerse a sí mismo como objeto. Pero su carác
ter es la actividad que regresa a sí. El último sustrato supremo B de su
reflexión sobre sí mismo tiene que ser por tanto la a c tiv id a d q u e
regresa sob re s í m ism a, q u e se au todeterm in a. De otra manera, no se
pone como ser racional y no se pone en absoluto, lo que contradice
nuestro supuesto.
El ser racional establecido es fin ito. Pero un ser racio n a l fin ito es el
q u e n o p u ed e reflex ion ar sobre n ad a q u e no sea lim itado. Ambos con
ceptos son intercambiables y significan lo mismo. Según esto, la misma
actividad B que regresa a sí tendría que ser limitada, es decir, tendría
que haber fuera de ella todavía un C que debería ser puesto por el refle
xionante, y que no sería esta actividad sino opuesto a ella.
[330] II -E l ser racion al no p u ed e p on er esta su activ id ad com o tal en
la intuición d el m undo,
porque esta [actividad], gracias al concepto, no debe regresar al intu
yeme; debe tener por objeto no a éste sino, antes bien, a algo que debe
quedar fuera de él y que se le contrapone -u n mundo-.
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OBDUCCIÓN DEL CONCEPTO DE DERECHO
C orolarios
" El Yo q u e debe reflexionar lasi como aquél r/Medehe determinarse a actuar, o el que
d eb eintuir el mundo, etcétera), p reced e - s e entiende para el Yo que reflexiona en el filo
sofar, que también es ciertamente un Yo sujeto a las leyes de su esencia- sólo com o co n
secu en cia d e estas leyes y es el Yo del que habla el primer principio de la Doctrina de la
Ciencia (8). Para este yo que reflexiona ahora debe ser puesto otro yo: esto es. este Yo
debe ser ohjeto para sí mismo. ¿Cómo es posible? I)e esto es de lo que se trata aquí, los
lectores atentos me perdonarán esta nota, que no va dirigida a ellos, sino a los superficia
les y distraídos que la necesiten, y se ruega a estos ponerla a pie de página allí donde vuel
van a tener necesidad de ella.
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C orolarios
1-- El filósofo trascendental tiene que admitir que todo lo que es,
puede ser sólo p a r a un Yo, y lo que debe ser para un Yo puede ser sólo
por el Yo. El entendimiento humano común, por el contrario, otorga a
ambos una existencia independiente, y afirma que el mundo existiría
siempre, aunque él no existiera. El último no puede tomar en considera
ción la afirmación del filósofo trascendental, puesto que se sitúa en un
punto de vista inferior; pero el filósofo tiene que atender al entendi
miento humano común y su afirmación es indeterminada, y por esto en
parte incorrecta, hasta que él muestre cómo sólo de su afirmación se
sig u e n ecesariam en te ¡a d e l últim o, y sólo se p u ed e ex p lica r d esd e su
supuesto. La filosofía tiene que deducir nuestra convicción de la existen
cia de un mundo fuera de nosotros.
Esto ha sucedido así aquí desde la posibilidad de la autoconciencia
y aquella convicción ha sido demostrada como condición de esta auto-
conciencia. Puesto que el Yo puede ponerse en la autoconciencia sólo
prácticamente, pero no puede poner nada en general sino lo finito,
tiene que poner al mismo tiempo un límite a su actividad práctica, y
por esto tiene que poner un mundo exterior a él. Así procede 1336] ori
ginariamente todo ser racional, y así procede sin duda también el filó
sofo.
Si ahora el último comprende que el ser racional tiene que poner
primordialmente su actividad práctica reprimida [unterdrücktej para
poder poner y determinar el objeto, de tal manera que el objeto mismo
no es dado inmediatamente, sino que es producido como consecuencia
de algo originariamente distinto, entonces esto no perturba al entendi
miento común, que no puede ser consciente de estas operaciones pos
tuladas [Verrichlungen), puesto que ellas condicionan la posibilidad de
toda conciencia y residen por ello fuera del círculo de la misma. Al
entendimiento común no le interesan las especulaciones que guían la
convicción del filósofo; pero tampoco perturba al filósofo, en la medida
en que se sitúa en el punto de vista del entendimiento común.
Se podría preguntar: ¿qué realidad debe corresponderle a aquellas
acciones que quedan fuera del ámbito de toda conciencia y que no son
puestas en la conciencia, si la realidad sólo le corresponde a lo que
necesariamente es puesto por el Yo? -Naturalmente ninguna, excepto
en la medida en que está puesto, por tanto una realidad sólo para el
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§ 3. Segundo Teorema
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I.)
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sólo por una causa racional? La contestación: «aquéllos a los que tiene que
preceder necesariamente un concepto de los mismos», es verdadera, pero
no suficiente, pues siempre queda por contestar la pregunta ulterior y un
poco más difícil: ¿cuáles son, entonces, los efectos de los que se tiene que
juzgar que sólo son posibles según un concepto previamente proyectado?
Cualquier efecto puede ser perfectamente concebido una vez que existe,
y lo diverso en él encaja tanto más feliz y satisfactoriamente bajo la unidad
del concepto cuanto más entendimiento posea el observador. Ahora bien,
esta es sólo una unidad que el observador mismo ha introducido y tiene
que introducir necesariamente en la diversidad por medio de lo que Kant
llama «Juicio reflexionante», (10) si es que (346) debe existir un efecto para
él en general. Pero, ¿quién le garantiza que, antes del efecto, hayan sido
ordenados por un entendimiento los conceptos de lo diverso que él per
cibe, bajo el concepto de unidad que él piensa, justo de la manera en que
él ordena ahora lo diverso efectivo? ¿Qué podría justificarle respecto de tal
conclusión? Según esto, tiene que poder aducirse un fundamento superior
como justificación, o la conclusión acerca de la causa racional es en gene
ral infundada y -dicho sea de paso- sería físicamente imposible usarla
incorrectamente, según la ley coactiva de la razón, si no se hiciera con
razón en una esfera cualquiera del conocimiento, porque entonces no
estaría en absoluto presente en el ser racional.
No existe ninguna duda: una causa racional, si ciertamente es tal,
proyecta el concepto del producto qu e debe ser realizado por su activi
dad y según el cual se dirige en el actuar y al que en cierto modo se
atiene sin descanso. Este concepto se llama concepto de fin.
Pero un ser racional no puede captar ningún concepto de su activi
dad causal sin que tenga un con ocim ien to d el objeto d e esta activ id ad
cau sal. Pues no se puede determinar a una actividad -s e comprende,
con la conciencia de esta autodeterminación, pues sólo por ello deviene
una actividad libre-, si no ha puesto esta actividad como inhibida; pero
lo que él pone cuando pone una actividad determinada como inhibida,
es un objeto externo a él. Por ello -dicho sea de paso- aunque se qui
siera conceder también a la naturaleza inteligencia y libertad, no se le
podría conceder la facultad de captar un fin (y precisamente por esto
tendría que negársele a su vez la inteligencia y la libertad), porque no
existe nada externo sobre lo que ella pueda operar. Todo aquello sobre
lo que se puede operar es naturaleza .
Un criterio seguro de acción causal de un ser racional sería, enton
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DEDUCCIÓN DEL CONCEPTO DE DERECHO
ces, que el efecto se pudiese pensar como posible sólo bajo la condición
de un conocimiento de su objeto. Pero no hay nada que se pueda pen
sar como posible, no por la mera fuerza natural, sino únicamente por el
conocimiento, excepto el conocimiento mismo. Según esto, si el objeto,
y aquí también el fin de una acción causal, pudiera ser sólo el de pro
ducir un conocimiento, entonces sería necesario admitir una causa racio
nal de la acción causal.
Ahora bien, sólo el supuesto de que se proponga un conocimiento
tendría que ser necesario, es decir, no se tendría que pensar ningún otro
fin del actuar, y la acción misma no tendría que poder concebirse y real
mente no se concebiría [3471 sino como una acción que propone un
conocimiento.—Así, se dice: la naturaleza nos ofrece esta o aquella ense
ñanza, pero con esto nunca se quiere decir que el suceso natural no
tenga ningún otro fin, sino que, si se quiere y se dirige su libre conside
ración sobre este fin, entre otras cosas, también podría extraer del
mismo una enseñanza.
Aquí tenemos el caso descrito. La causa de la influencia sobre noso
tros no tiene otro fin sino que la conozcamos como tal. Entonces un ser
racional tiene que ser admitido como su causa.
Ahora está demostrado lo que debía demostrarse. El ser racional
no puede ponerse como tal a menos que tenga lugar sobre él mismo
una exhortación al actuar libre (según I-IV). Pero si sobre el mismo
tiene lugar tal exhortación a actuar, entonces tiene que poner fuera de
él necesariamente un ser racional como la causa de dicha exhortación
y, por tanto, tiene que poner un ser racional en general fuera de él,
según V.
C orolarios
1.- El hombre (y todos los seres finitos en general) sólo será hombre
entre los hombres; y no puede ser nada distinto a un hombre, ni sería en
absoluto si no fuera un hombre. Si d ebe ser el hom bre, en ton ces tienen
q u e existir m uchos. Esta no es una opinión arbitrariamente aceptada,
edificada sobre la experiencia actual o sobre otros fundamentos de pro
babilidad, sino que es una verdad estrictamente demostrable desde el
concepto de hombre. Tan pronto se determina completamente este con
cepto, desde el pensamiento de un individuo nos vemos impulsados a
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círculo que va desde el punto límite del producto del ser fuera de él, X,
al punto límite de su propio producto, Y. Él constituye su propia libertad
y autonomía a partir de estas posibilidades y mediante la concepción de
las mismas como posibilidades todas las cuales habría podido elegir.
[350] En aquella esfera descrita tiene que elegirse si el producto Y
debe ser posible como algo particular en la esfera de los efectos dados
por ella.
Pero sólo el sujeto puede haber elegido en esta esfera, y no el otro,
pues éste la ha dejado indeterminada, según el supuesto.
Lo que ha elegido exclusivamente en esta esfera es su Yo, es el indi
viduo, el ser racional determinado por oposición [Entgegensetzung] con
otro ser racional; el mismo está caracterizado por una exteriorización
[Aeusserung] determinada de la libertad exclusivamente perteneciente
a él.
II .) En esta distinción p o r oposición, el concepto d e s í m ism o com o el
d e un ser libre, y el concepto d e un ser racion al fu e r a d e él com o el con
cepto tam bién e l d e un ser libre, son co n d icion ad os y recíp rocam en te
determ inados p o r el sujeto.
No puede haber contraposición si, en el mismo momento indiviso de
la reflexión, los puestos no se equiparan, no se refieren uno al otro, no
se comparan entre sí; esto es una proposición teórica formal que fue
demostrada en su momento con rigor, pero que quizás esté clara sin
demostración para el sano entendimiento humano. Nosotros la aplicare
mos aquí.
El sujeto se determina com o individuo, y com o individuo libre,
mediante la esfera en la cual ha elegido una de entre las acciones posi
bles dadas. Y se contrapone a otro individuo fuera de él determinado
por otra esfera en la que éste ha elegido. Por tanto, pone al mismo
tiempo dos esferas y sólo por esto es posible la contraposición exigida.
El ser fuera de él está puesto como libre y, por tanto, como un ser
que también habría podido sobrepasar la esfera por la que está determi
nado actualmente, de tal manem que no le habría quedado al sujeto la
posibilidad de un actuar libre. No la ha sobrepasado con libertad y, por
tanto, ha limitado por sí mismo su libertad en sentido m aterialiter, esto
es, la esfera de las acciones posibles para su libertad formal: y esto se
pone necesariamente por el sujeto en el oponer; así como todo lo que
aún estableceremos sin repetir la presente consideración, para ser breves.
Además: según lo presupuesto, el ser fuera del sujeto, mediante su
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.IOHANN G O TTU EB F1CHTE
nuestro propósito, pues sobre el mismo reposa toda nuestra teoría del
derecho. De ahí que intentemos hacerlo más claro y accesible mediante
el siguiente silogismo:
[352] I.) Yo p u ed o exigir a un ser racio n a l d eterm in ado q u e m e reco
n ozca com o un ser racion al, sólo en la m edida en q u e y o m ism o lo trato
com o tal.
1. ) Lo condicionado en la proposición establecida es:
a. ) n o que éste, en sí, abstrayendo de mí y de mi conciencia, me reco
nozca ya sea ante su propia conciencia moral (esto pertenece a la moral),
o ante otros (esto corresponde al Estado), sin o que, según m i conciencia
y la suya, reunidas sintéticamente en una sola (esto es, según una con
ciencia común a nosotros), me reconozca como tal, de manera que, en la
medida en que él quiera ser tomado por un ser racional, yo pueda for
zarle a conceder que él ha sabido que yo mismo lo soy también.
b. ) no que yo pueda demostrar en general que he sido reconocido
por los seres racionales en general como su igual, sin o que este indivi
duo detenninado C me ha reconocido como tal.
2 . ) La con dición es:
a. ) no que yo sólo capte el concepto de C como el de un ser racio
nal, sin o que yo actú e efectivamente en el mundo sensible. El concepto
sólo es accesible para m í en lo más íntimo de mi conciencia, y no para
el ser fuera de mí. Sólo la experiencia otorga algo al individuo C y ésta
la provoco únicamente a través del actuar. Lo que pienso, el otro no
puede saberlo.
b, ) no sólo que yo no actúe de modo contrario al concepto captado,
sin o que actúe siguiéndolo efectivamente, que me acepte efectivamente
en una acción recíproca con C. De otra manera permanecemos separa
dos y no somos nada el uno para el otro.
3. ) Fundam ento d e Ia conexión,
a. ) Sin una influencia sobre él no puedo saber ni demostrarle que él,
aunque sólo de manera general, tiene una representación de mí, de mi
mera existencia. Suponiendo incluso que yo aparezca como objeto del
mundo sensible y me encuentre en la esfera de las experiencias posibles
para él, siempre resta la pregunta de sí él ha reflexionado sobre mí, y
esta pregunta sólo él puede contestársela a sí mismo.
b. ) Sin actuar sobre él, según el concepto que tengo de él como ser
racional, no puedo demostrarle que él habría tenido que considerarme
necesariamente como un ser racional, tan cierto como que él mismo
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del sujeto, pero que en el caso presente no lo es, sino que se trata de
una actividad causal de una causa fuera del sujeto.
Respecto a esta clase de influencia, la persona permanece total y
perfectamente libre. Lo producido en ella por una causa externa, puede
suprimirlo de inmediato y pone expresamente que puede suprimirlo de
inmediato, que por tanto la existencia de esta influencia depende única
mente de ella. Además: si la persona debe ser influida, tiene que imitar
con libertad esta influencia ejercida sobre ella: realiza expresamente su
libertad aunque sólo sea para poder percibir (Se describe, de pasada, la
absolu ta libertad d e la reflexión y se la determina exhaustivamente).
Mediante esto, el cuerpo articulado de la persona recibe ulteriores
determinaciones, como fue exigido. También es puesto como sentido, y
para que pueda ser puesto así, se le atribuye un órgano superior y uno
inferior, de los que sólo el último, por el que entra en relación con obje
tos y seres racionales externos a él, puede estar bajo un influjo exterior.
El superior no puede estarlo nunca.
III.) Sólo un ser racional externo al sujeto debe poder ser puesto
como causa de la influencia descrita sobre el sujeto. El fin de este ser
[3691 habría sido ejercer una influencia sobre el sujeto. Pero, como se ha
demostrado, ninguna influencia puede ser ejercida sobre el sujeto si éste
no se somete por su propia libertad a la impresión sucedida y no la imita
internamente. El sujeto debe actuar conforme a un fin, esto es, debe
limitar la suma de su libertad -q u e podría suprimir la impresión suce
dida- a la consecución del fin del conocimiento propuesto, autolimita-
ción que es justo el criterio exclusivo de la razón. El sujeto debe realizar
plenamente por si mismo el fin del ser externo a él, y éste debería haber
contado con su realización por el sujeto, si es que alguna vez ha tenido
un fin. Hay que considerarlo un ser racional en tanto que él, por este
supuesto de la libertad del sujeto, ha lim itado su propia libertad al modo
de influencia indicado.
Pero siempre es posible que haya operado así por azar o que no
pueda operar de otra manera. No existe todavía ningún fundamento
para aceptar su autolimitación, si no puede demostrarse que él también
habría podido actuar de otro modo, que habría podido dirigir la plenitud
de su facultad hacia un modo de actuar completamente diferente, y que
tenía necesariamente que limitarla y que tenía que limitarla por el con
cepto de la racionalidad del sujeto, si debiera seguirse una acción como
la descrita.
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Pero esto no puede ser: pues entonces no soy autónomo como per
sona, sino sólo un accidente de otra, que a su vez es un accidente de
una tercera, y así al infinito.
Esta contradicción no se puede superar sino por el supuesto de que
el otro, ya en aquella influencia originaria, esté necesariamente fo r z a d o
-forzado necesariamente en tanto ser racional, esto es, oblig ad o por la
coherencia-, a tratarme a mí como un ser racional y en veradad que él
está forzado a esto por mi] por consiguiente, que ya en aquella primera
influencia originaria, en la que dependo de él, él depende al mismo
tiempo de mí; por consiguiente, que aquella relación orig in aria es ya
una acción recíproca. Pero antes de aquella influencia, y o n o soy en
absolu to un Yo, no me he puesto, pues el ponerme a mí mismo está con
dicionado y es posible sólo por esta influencia. Sin embargo, debo ope
rar. Por tanto, debo operar sin operar, operar sin actividad. Vamos a ver
cómo puede pensarse esto.
a. ) O perar sin op erar significa una mera fa cu lta d . Esta mera facultad
debe operar. Pero una facultad no es sino un concepto ideal y sería un
pensamiento vacío atribuirle el predicado exclusivo de la realidad, la
actividad causal, sin admitir que sea realizada. -Ahora bien, la facultad
completa de la persona está seguramente realizada en el mundo sensible
[376], en el concepto de su cuerpo, que existe de una manera tan cierta
como existe la persona, que permanece tan cierto como ella permanece,
que es un todo acabado de partes materiales y, por tanto, tiene una
figura determinada originaria según lo anterior. Por tanto, mi cuerpo
debería operar, ser activo, sin que y o opere a través de él.
b. ) Pero mi cuerpo es m í cuerpo exclusivamente en la medida en
que es puesto en movimiento por mi voluntad; de otra manera es sólo
masa. Es activo como mi cuerpo exclusivamente en la medida en que y o
soy activo a través él. Ahora bien, en el presente caso, no debo todavía
ser yo, ni tampoco activo, y por eso mi cuerpo tampoco es activo. De ahí
que él tendría que operar por su mera existencia en el espacio y por su
mera figura, y debería operar de tal manera que todo ser racional estu
viera obligado a reconocerme como alguien capaz de razón y a tratarme
según este presupuesto.
c. ) Ante todo, el punto más difícil: ¿cómo puede operar algo por su
mera existencia en el espacio sin movimiento alguno?
La influencia debe tener lugar sobre un ser racional com o tal, debe
tener lugar no por un inmediato contacto e inhibición de su órgano infe
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APL1CABILIDAD DEL CONCEPTO DE DERECHO
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APL1CABILIDAD DEL CONCEPTO DE DERECHO
arte, el cual coincide con aquél en que hay que pensarlo también como
un todo. En ambos, cada parte existe en virtud de las demás, y por tanto,
en virtud del todo. El Juicio, en la consideración de los dos, se ve por ello
impulsado desde el poner una parte al poner todas las otras, hasta que ha
completado su aprehensión. En el producto natural, sin embargo, el todo
existe también en virtud de las partes, no tiene otro fin que el de produ
cir precisamente estas partes; en el producto del arte, por el contrario, el
todo no se remite a su vez a las partes, sino a un fin exterior a él; es un
instrumento para algo. Además, en el producto natural, cada parte singu
lar se produce a sí misma mediante su fuerza interna y así todas produ
cen el todo, en el producto artístico, sin embargo, antes incluso de que
pueda llegar a ser tal, el impulso interno de formación (Bildungstriebe]
está muerto y no se cuenta en absoluto con él sino con la composición
según leyes mecánicas; por consiguiente, un producto del arte remite a
un autor extemo, mientras que el producto de la naturaleza se produce
continuamente a sí mismo y de este modo se conserva.
f.) Un fenómeno, bajo el supuesto de que sea un producto natural, es
concebido completamente si todo lo que aparece en él se refiere a su vez
a la organización [Oiganisation] y se puede explicar enteramente a partir
del fin de esta organización determinada. Por ejemplo: el grado supremo,
último y extremo de la fuerza de organización [Organisationskraft] en la
planta singular es la semilla: ésta se puede explicar completamente desde
la organización como fin, ya que por ella se reproduce la especie, por
ella retorna la organización de nuevo a sí misma y comienza desde el
principio su curso. El acto de la misma no está concluido [3791, sino que
prosigue en un eterno ciclo. Que un fenómeno no se conciba perfecta
mente mediante este supuesto, significa que el producto último y
supremo del impulso de fomiación no se puede relacionar a su vez como
medio con este impulso de formación, sino que apunta a otro fin. La
explicación avanza durante un tiempo según las leyes de la organización
(no es que esta ley no se pueda aplicar en absoluto, como ocurría en el
caso del producto del arte); pero, en último extremo, no puede expli
carse ulteriormente con aquellas leyes, esto es, el producto último del
impulso de formación no puede referirse de nuevo a ellas. Luego el cír
culo no está cerrado y el concepto no está completo, es decir, nada es
con cebid o, el fenómeno no está comprendido. (En efecto, el hombre
completa el círculo de la organización también por la reproducción de su
especie. Es una planta perfecta, pero es todavía algo más.
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JOHANN GOTTUF.B FICHTE
Tal cosa sería ahora la articu lación , que tiene que ser necesaria
mente visible, y que es en efecto un producto de la organización. Pero a
la inversa, la articulación no produce la organización, sino que remite a
otro fin; es decir, es comprehendida perfectamente y reducida a la uni
dad sólo en otro concepto. Este concepto podría ser el del m om m iento
libre determinado, y en esta medida el hombre sería an im al.
g .) Pero bajo este presupuesto tam poco puede con cebirse el
cuerpo humano. Por tanto, su articulación no tendría que poder con
cebirse en general en un concepto detertn inado. No tendría que remi
tir a un círculo d eterm in ad o del movimiento arbitrario, como en el ani
mal, sino a todos los movimientos pensables al infinito. No existiría en
absoluto ninguna determinación [Bestimmtheit] de la articulación, sino
sólo una determinabilidad [Bestimmbarkeit] al infinito; no existiría nin
guna formación [Bildung] del cuerpo, sino sólo la capacidad de forma
ción [Bildsamkeit]. - En resumen, todos los animales están completa
m ente a ca b a d o s y term in ad os. El hom bre está só lo indicado
langedeutet] y esbozado. El observador racional no puede reunir las
partes excepto en el concepto de su sem eja n te, en el concepto de
libertad que le está dado por su autoconciencia. Él tiene que suponer
el concepto de sí mismo para poder pensar algo, porque ningún con
cepto en absoluto está dado; mientras que con este concepto ahora
puede explicarlo lodo. Cualquier animal es lo que es: sólo el hombre
no es originariamente nada. Lo que él debe ser tiene que llegar a serlo,
y ya que debe ser un ser para sí, tiene que llegar a serlo por sí mismo.
La naturaleza ha completado todas sus obras, sólo del hombre retiró la
mano y lo entregó de este modo a sí mismo. La capacidad de forma
ción como tal es el carácter de la humanidad. Por la imposibilidad de
atribuir a una figura humana otro concepto que no sea el de sí mismo,
todo hombre está internamente forzado a considerar a los demás como
sus semejantes.
[380] C orolarios
1.) Hay una cuestión importante para la filosofía que, hasta donde
conozco, aún no ha sido resuelta: ¿cómo logramos transferir el concepto
de racionalidad a algunos objetos del mundo sensible y a otros no? ¿Cuál
es la diferencia característica de ambas clases? (12)
166
APIJCABILIDAf) DEL CONCEPTO DE DERECHO
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JOHANN GOTTLIHB FICHTE
hombres, y sin ella moriría a las pocas horas de nacer. Apenas ha aban
donado el cuerpo de la madre, la naturaleza retira su mano de él y por así
decirlo, lo arroja fuera. Plinio (13) y otros, en lo tocante a este argumento,
se han encolerizado mucho contra la naturaleza y su creador. Esto puede
tener valor retórico, pero no es filosófico. Precisamente gracias a este
hecho se demuestra que el hombre como tal ni es un pupilo de la natura
leza ni debe serlo. Si es un animal, es tan extraordinariamente imperfecto
que precisamente por esto no es animal. Se ha considerado este asunto
como si el espíritu libre existiera para cuidar del animal. No es así. El ani
mal existe para traer el espíritu libre al mundo sensible y vincularlo con él.
Por este desamparo extremo, la humanidad es confiada a sí misma y
la especie humana confiada a la propia especie. Como el árbol conserva
su especie con la caída de su fruto, así el hombre conserva su especie
mediante la educación y los cuidados de los desamparados recién naci
dos. Así la razón se produce a sí misma, y sólo así es posible su progreso
hacia el perfeccionamiento. De esta manera, los miembros de la especie
humana están ligados unos de otros, y cada miembro futuro conserva las
adquisiciones espiritual es de todos los miembros precedentes.
b. ) El hombre nace desnudo; los animales cubiertos. En su formación,
la naturaleza ha terminado su obra y ha impreso el sello de lo acabado;
mediante una bruta cubierta ha protegido la organización más fina del
influjo de la materia más basta. En el hombre, el órgano primero y más
importante, el del tacto, que se extiende por toda la piel, se expone de
modo directo a la acción de aquella materia, no por la negligencia de la
naturaleza, sino por su respeto hacia nosotros. Aquel órgano estaba des
tinado a conectar directamente con la materia para adecuarla de la
manera más precisa a nuestros fines. Pero la naturaleza nos dejó libres
acerca de en qué parte del cuerpo preferíamos situar nuestra facultad for-
madora [Bildungsvermógenl y cuál considerar como mera masa. La
hemos puesto en la punta de nuestros dedos, por un motivo que se mos
trará pronto. Está allí mismo porque así lo hemos querido. [382] Habría
mos podido dar a cualquier parte del cuerpo el mismo fino sentir, si lo
hubiésemos querido. Esto lo demuestran aquellos hombres que cosen y
escriben con los dedos del pie o que hablan con su estómago, etcétera.
c. ) Cualquier animal tiene capacidades innatas de movimientos (Bewe-
gungsfertigkeitcn], como ya hemos observado arriba. Piénsese en el castor
o en la abejas, etcétera. El hombre no tiene nada similar y hasta su posi
ción sobre las espaldas le es dada al niño para preparar su futuro modo de
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APUCAB1L1DAD DEL CONCEPTO DE DERECHO
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AI'LICABIUDAD DEL CONCEPTO DE DERECHO
momento son deducidas del postulado -Yo soy Yo- a través de inferen
cias mediatas. Por eso son tan ciertas como este mismo postulado. A tra
vés de este proceder sistemático somos guiados a la elucidación de las
condiciones internas de tal acción recíproca.
El último punto en el que nos hemos detenido y desde el que conti
nuamos avanzando es éste: toda acción recíproca voluntaria de seres
libres tienen como fundamento una acción recíproca originaria y nece
saria de los mismos, a saber: el ser libre, por su mera presencia en el
mundo sensible, sin más, fuerza a todo otro ser libre a reconocerlo como
una persona. Uno ofrece el fenómeno determinado, el otro ofrece el
concepto determinado. Ambos están necesariamente unidos, y la liber
tad no tiene aquí el menor campo de juego. - Surge así un conocimiento
común y nada más. Cada uno de los dos conoce al otro en su interiori
dad, pero están aislados, como antes.
En cada uno de los dos está presente el concepto de que el otro es
un ser libre y no un ser a tratar como una mera cosa. Ahora bien, si por
este concepto son condicionados todos los otros conceptos, y dado que
su querer también pertenece a sus conceptos y por él son determinadas
sus acciones, todo su querer y actuar es condicionado según la ley de la
contradicción, esto es, si tiene lugar una coacción lógica iDenkzwangJ,
entonces no p od rán q u erer influirse arbitrariamente unos sobre otros, es
decir, no podrán hacerlo en general, tampoco podrán a trib u irse la
fuerza física para hacerlo y por consiguinte tampoco la tendrán.
Pero claramente no es así. Cada uno de los dos ha puesto también el
cuerpo del otro como materia, como materia susceptible de ser formada
según el concepto; cada uno se ha atribuido en general la facultad de
modificar la materia. Por consiguiente, cada uno puede evidentemente
subsumir bajo aquel concepto el cuerpo del otro, en cuanto es un
cuerpo material: y puede pensarse en el acto de modificarlo por la
fuerza física. Y dado que su voluntad no está limitada por nada sino por
su facultad lógica, por su facultad de pensar, puede también quererlo.
Pero cualquiera de los dos, precisamente porque es libre, porque
puede elegir en la esfera total de su actividad causal, puede limitar el
ejercicio de su propia fuerza, darle leyes, y en particular, darle también
la ley señalada. La validez de la ley 13851 depende exclusivamente del
hecho de que cada uno sea consecuente o no. Pero la coherencia (Kon-
sequenzl depende aquí de la libertad de la voluntad, y no se ve por qué
alguien debe ser consecuente si no es con streñ id olm u /i a serlo. Y se ve
171
JOHANN OOTTU EB FICHTE
tan poco lo contrario, es decir, por qué no debe serlo. La ley debería
dirigirse a la libertad. Por consiguiente, aquí se encuentra el confín
[Grenzscheidungl entre la necesidad y la libertad para nuestra ciencia.
II.) No se puede aducir ningún motivo absoluto por el cual el ser
racional debería ser consecuente y darse en virtud de ello la ley señalada.
Pero quizás se pueda aducir un motivo hipotético. Ahora bien, hay que
demostrar también que, si debe existir una absoluta comunidad entre
personas, como tales, es necesario que cada miembro de tal comunidad
se dé la ley enunciada anteriormente. Las personas se tratan recíproca
mente como personas exclusivamente si cada una ejerce una influencia
sólo sobre el sentido superior de la otra y, por consiguiente, confía a la
libertad del otro aceptar esta influencia, y deja completamente al margen
y sin trabas el órgano inferior. Cualquier influencia de otro tipo suprime
la libertad de aquél sobre el que se ha operado, y suprime por tanto la
comunidad de personas como tales, como seres libres. Ahora bien, como
ya hemos visto, es físicamente posible para toda persona operar directa
mente sobre el cuerpo material de otra persona. Si ella n u n ca quiere tal
influencia en una comunidad estable, esto se puede pensar sólo porque
ha aceptado aquella ley y con ella ha prescrito el límite a la libertad de su
voluntad. Además, ya que no se puede mostrar ningún otro motivo para
esta limitación de la voluntad, sino el de que deba existir una comunidad
entre seres libres como tales, esto se puede pensar sólo porque la per
sona ha aceptado la ley por este motivo y bajo este supuesto.
Si se pudiera mostrar que todo ser racional tendría que querer nece
sariamente lo primera, se podría mostrar también la necesidad de aque
lla coherencia postulada. Pero esto no se puede mostrar desde las pre
misas enunciadas hasta ahora. Se ha mostrado que, si un ser racional
debiera llegar a la autoconciencia, si debiera convertirse en un ser racio- .
nal, otro ser racional debería necesariamente ejercer una influencia
sobre él como sobre un ser capaz de razón. Son proposiciones inter
cambiables: ninguna influencia como la ejercida sobre un ser racional,
ningún ser racional. Pero una vez que la autoconciencia ha sido puesta,
no se pone con ello que los seres racionales tengan que influir conti
nuamente de manera racional sobre el sujeto de la misma, y no se puede
deducir desde ahí la coherencia que debe demostrarse, sin usarla como
fundamento de la demostración.
El postulado de que deba existir de forma duradera una comunidad
entre hombres libres, como tales, aparece aquí como un postulado arbi
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APLICAB1LIDAD DEL CONCEPTO DE DERECHO
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APUCABIUDAD DEL CONCEPTO DE DERECHO
sino que esta persona no puede impedir mi coacción con la m era ley
ju ríd ica (aunque sí con otras leyes, como la fuerza física o la invocación
de la ley moral). La coacción no está contra esta ley, y si la persona no
puede aducir en su favor otra 1388] cosa que esta ley, entonces tiene que
sufrirla.13
V.) La aplicabilidad del concepto de derecho está ahora perfecta
mente asegurada y sus límites están dados de modo determinado.
Se ha fonnulado un criterio seguro para indicar a qué seres sensibles
hay que atribuir derechos y a cuáles no. Cualquiera que tenga figura
humana está intimamente forzado a reconocer como un ser racional, y
según esto, como un posible sujeto de derecho, a cualquier otro ser que
tenga la misma figura. Todo lo que no tenga esta figura debe ser
excluido de la esfera de este concepto y no puede hablarse de sus dere
chos.
Queda demostrada la posibilidad de aquello que debe determinarse
y juzgarse según el concepto de derecho: la influencia recíproca de seres
libres y racionales entre sí. Se ha mostrado que tales seres p u ed en ejer
cer una influencia sobre otro, sin perjuicio de la libertad que constituye
su carácter propio.
La ley jurídica, com o ley en general, está determ inada. Se ha
motrado que en modo alguno es una ley mecánica, sino una ley para la
libertad, en tanto que, desde el punto de vista físico, es tan posible que
seres racionales se traten unos a otros mediante la mera fuerza natural,
sin el respeto recíproco de su libertad, como que cada uno limite su
fuerza por la ley jurídica. Se ha mostrado que, si esta ley vale efectiva
mente y es puesta en práctica, esto sólo puede suceder porque cada uno
la erige constantemente en ley para sí mismo con libertad.
La cantidad de la aplicabilidad de esta ley también es dada de modo
determinado. La ley es válida en general sólo bajo la condición y en el caso
de que deba existir una comunidad, una influencia recíproca entre seres
libres como tales, sin perjuicio de su libertad. Pero, puesto que el fin mismo
de esta comunidad debe estar condicionado a su vez por la conducta de
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disponerlas para que se comporte con las fuerzas físicas de los individuos
de igual manera que se comporta con la voluntad de los individuos reu
nidos en el concepto, de modo que las fuerzas individuales se fundan en
una única fuerza con la fuerza de la comunidad, exactamente como, en
el caso de la unión sintética de la voluntad de todos en un concepto, la
voluntad individual se funde en una única voluntad con la voluntad de la
comunidad. Este resultado ha de seguirse necesariamente y según una
regla rigurosa, puesto que todo aquél que se somete debe obtener una
garantía completamente convincente; se le debe demostrar la absoluta
imposibilidad de que, en la unión, cualquier [402] otra potencia distinta
de la de la ley ejerza una acción contra él. Se le debe demostrar que cual
quier otra potencia será reprimida inmediatamente por la ley y que el
hecho de que la ley deba siempre ejecutarse con certeza, no depende del
azar, de la buena voluntad de otro, etc., sino de la organización del todo.
La máxima garantía y la única suficiente que cada individuo puede
exigir legítimamente, es que la existencia de la sociedad misma esté
ligada a la eficacia de la ley.
P or lo g en era l así es ya en virtud de la naturaleza de la cosa. Si la
injusticia se tornara universal, la sociedad debería disolverse necesaria
mente e irse a pique. Pero un rigor que sobrepase aquí y allá, una vez y
otra, los límites de la ley, o una inactividad (Untátigkeit) de ésta, no
divide necesariamente la unión. Para el individuo seria una pésima
garantía que él personalmente, u otros individuos, pudieran ser víctimas
de la violencia, aun cuando jamás sufrieran la injusticia todos al mismo
tiempo.
La relación debería ser tal que de toda injusticia contra el individuo,
por mínima que parezca, resulte necesariamente una injusticia contra
todos. ¿Cómo lograrlo? La ley debe necesariamente ser acto (Tat). Será
con certeza siempre acto si, a la inversa, el acto es ley, esto es, si todo lo
que en la unión puede (darf) ser realizado, aunque no sea más que una
vez y por uno solo, se convierte en legal (gesetzlich), porque éste, esa
única vez, lo ha realizado, y es lícito realizar esa acción por todos aque
llos que tienen ganas de hacerlo, si cada acción establece, en efecto, una
ley universalmente válida. En dicha unión cualquier injusticia concierne
necesariamente a todos; cada delito es una desgracia pública. Lo que me
ha podido ocurrir, puede ocurrirle de ahora en adelante a cada indivi
duo en el conjunto de la comunidad, y con tal de que uno solo deba
estar seguro, la primera preocupación d e todos debe ser la de prote-
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DEDUCCIÓN DEL DERECHO ORIGINARIO
CAPITULO I
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incluso hace esta abstracción sin querer y sólo es menester recordar que
la ha hecho. Del lado de la posibilidad no existe, así pues, ninguna difi
cultad.
Sólo cabe recordar, e insistir encarecidamente en ello, q u e esta abs
tracción se ha efectuado, que el concepto así producido tiene cierta
mente una posibilidad ideal (para el pensamiento), pero ningún signifi
cado real. Si se omite esta observación, se obtiene una doctrina del
derecho puramente formal. No hay un estado (Stand) de derechos origi
narios, ni derechos originarios del hombre. El tiene realmente derechos
sólo en comunidad con otros, así como, según los principios superiores
enunciados arriba (404], puede ser en general pensado sólo en comuni
dad con otros. Un derecho originario es, por consiguiente, una mera f i c
ción , pero una ficción que debe ser forjada necesariamente en aras de la
ciencia. Además, está claro, y aquí es el momento de recordarlo de
nuevo, aunque ya se haya insistido con frecuencia, que las condiciones
de la personalidad han de pensarse como derechos sólo si aparecen en
el mundo sensible y pueden ser perturbadas por otros seres libres en
tanto que fuerzas (Kráfte) en el mundo sensible. Obviamente podría
haber, por ejemplo, un derecho a la autoconservación sensible, a la con
servación de mi cuerpo en tanto que tal, pero en absoluto un derecho a
p en sa r o a q u erer libremente; por supuesto, se tiene un derecho de
coacción frente a quien nos agrede en nuestro cuerpo, pero en absoluto
frente a quien nos perturba en nuestras tranquilizadoras convicciones o
frente a quien nos escandaliza con su conducta inmoral,
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DEDUCCIÓN DEL DERECHO ORIGINARIO
bido en él no tiene ningún límite, sino que es, según su naturaleza, infi
nito, porque aquí se trata simplemente de que la persona deba ser libre,
pero no de la medida (inwiefem) en que deba serlo. La cantidad contra
dice este concepto, ya que se establece aquí como un concepto mera
mente formal. Según la relación , no se trata de la libertad de la persona
sino en la medida en que, conforme a la ley jurídica, el ámbito de las
acciones libres de los otros debe ser limitado, porque éstas podrían
hacer imposible la libertad formal exigida; y por eso es determinada la
cantidad de la investigación. Se trata simplemente de una ca u sa lid a d e n
el mundo sensible, en el cual sólo la libertad puede ser limitada por la
libertad. Finalmente, según la m odalidad, este concepto tiene una vali
dez apodíctica. Toda persona debe ser absolutamente libre.
El derecho originario es, por consiguiente, el derecho absoluto de la
persona a ser en el mundo sensible ú n icam en te ca u sa (y de no ser
absolutamente nunca algo causado (Bewirktes)).
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JOHANN GOTTLIHB FICHTE
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DEDUCCIÓN DEL DERECHO ORIGINARIO
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JOHANN G O TTU EB FICHTE
ñores determinaciones. Nadie puede influir sobre esta parte del mundo
sensible sin obstaculizar la libertad de mi actividad causal.16
Se ha resuelto aquí la vieja controversia acerca de si el derecho de
propiedad sobre una cosa es fundado exclusivamente por la formación
de la misma o si es ya fundado por la voluntad de poseerla. La polémica
está resuelta por la vía de reunir sintéticamente las dos opiniones, como
no podría ocurrir de otro modo en un sistema que procede estrictamente
según el método sintético. Se muestra, en efecto, que la mera subordi
nación a nuestros fines, sin ninguna formación propiamente dicha, es,
sin embargo, siempre una formación, porque presupone una libre abs
tención de una posible actividad con arreglo a un fin; y la formación -s e
probará más abajo- concede un derecho de propiedad únicamente en la
medida en que con ella algo es y permanece sometido a nuestros fines.
El |408] fundamento último de la propiedad de una cosa es, por consi
guiente, la sumisión de la misma a nuestros fines],
IV.—La persona quiere que su actividad en el mundo sensible llegue
a ser causa», significa: ella quiere que sea dada una percepción que
corresponda al concepto del fin de su actividad, y esto, como es evi
dente y se ha puesto de relieve más claramente arriba, en un momento
futuro que sucede al momento de la voluntad en general (no exacta
mente de manera inmediata).
Ya se ha recordado que, si esto debe ser posible en el futuro -e s
decir, tras la intervención activa de la persona o tras su omisión inten
cional de una actividad-, las cosas tienen que pennanecer imperturba
das y abandonadas a su curso natural, y que la persona, al manifestar
aquella voluntad, inmediatamente quiere también lo último. Pero aquí se
abstrae de esta cuestión.
Además, está claro que la persona, para poder percibir y hacerlo de
un modo pensado ya ahora, según una regla que ya ahora conoce, debe'
querer necesariamente la permanencia de la presente relación de las
partes de su cuerpo entre sí, es decir, la permanencia de su mismo
16 Piénsese, por ejemplo, en el habitante solitario de una isla desiena, que se alimenta
de la caza en sus bosques. Ha dejado crecer los bosques como querían; pero las conoce,
y conoce también todas las comodidades que presentan para la caza. No se pueden des
plazar o abatir los árboles de sus bosques, sin volver inútil para él todo el conocimiento
que ha adquirido y sustraérselo, sin detener su carrera en la persecución de la caza, y
hacer así más difícil, e incluso imposible, su subsistencia y sin perturbar la libertad de su
actividad.
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DEDUCCIÓN DEL DERECHO ORIGINARIO
197
JOHANN GOTTUEB FICHTE
podría ser otra que la inscrita en el concepto mismo de causalidad,
expuesto ya arriba. Luego el derecho originario comprendería:
1) el derecho a la permanencia de la absoluta libertad e inviolabilidad
del cuerpo (es decir, a que ninguna acción se ejerza directamente sobre él);
2) El derecho a la permanencia de nuestra libre influencia en tcxlo el
mundo sensible.
No hay un derecho particular a la autoconservación; pues es algo
contingente que el uso del cuerpo como instrumento o de las cosas
como medios, en un cierto caso, tenga por fin inmediato salvaguardar la
permanencia de nuestro cuerpo, como tal. Aun cuando nos propusiéra
mos un fin de menor importancia, no estaría permitido perturbar nuestra
libertad, pues, en general, no está permitido perturbarla.
Pero no debe descuidarse el hecho de que nuestro derecho origina
rio en su globalidad no vale sólo para el iastante presente, sino que se
extiende al futuro tan lejos como podamos abarcarlo con nuestro espí
ritu y en nuestros planes; que, por consiguiente, en él reside inmediata y
naturalmente el derecho a garantizar todos nuestros derechos para el
futuro entero.
El derecho originario regresa sobre sí mismo, se vuelve un derecho
que se autolegitima y se autoconstituye como derecho, es decir, deviene
un derech o absoluta, y aquí radica la prueba de que el círculo de nues
tra investigación acerca de este tema está acabado, porque aparece una
síntesis completa. Tengo el derecho a querer el ejercicio de mis dere
chos para todo el futuro, en cuanto me pongo a mí mismo, porque
tengo estos derechos; y tengo estos derechos, porque tengo el derecho
a querer ejercerlos. El derecho a ser una causa libre y el concepto de
una voluntad absoluta son idénticos. Quien niega la libertad de la volun
tad, debe, [410] a fuer de consecuente, negar también la realidad del
concepto del derecho, como es el caso, p.ej., de Espinosa (16), para
quien el derecho significa meramente la facultad del individuo determ i
n ado, limitado por el todo.
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DEDUCCIÓN DEL DERECHO ORIGINARIO
ser libre extiende el ámbito de sus acciones libres tan lejos que, de esta
manera, viola derechos de otro ser libre. Ahora bien, el agresor es tam
bién libre, y tiene un derecho a ser libre. Le corresponde el derecho ori
ginario, y éste es, como hemos establecido, un derecho infinito. Sin
embargo, debe ser posible que mediante el libre uso del derecho origi
nario viole los derechos de otro. Por consiguiente, el derecho originario
ha de poseer una cantidad determinada por la ley jurídica, si con su uso
debe ser posible la violación de un derecho; y la respuesta a la cuestión
de saber *en qué caso es violado un derecho y en qué caso, en virtud de
esta violación, interviene un derecho de coacción», depende de la res
puesta a otra cuestión: «¿Qué cantidad de libertad está detenninada, para
cada uno, por la ley jurídica?»
Más claramente: si algún uso de la libertad es ileg al (w iderrechtlich),
y justifica así el recurso a la coacción, el uso leg al (rechtlich) de la liber
tad, esto es, del derecho originario, debe estar contenido dentro de
determinados límites; y no se puede indicar el uso ilegal de la libertad
sin conocer el uso legal; ambos son determinables únicamente por opo
sición. Si se pueden indicar estos límites, y cada uno se mantiene dentro
de ellos, no interviene ningún derecho de coacción; existe un derecho
igual para todos, o con otras palabras, el equilibrio (Gleichgewicht) del
derecho. Tenemos que establecer, ante todo, las condiciones de este
equilibrio con el fin de preparar, fundar, regular la investigación ulterior
del derecho de coacción, puesto que el derecho de coacción interviene
sólo allí donde el equilibrio del derecho ha sido violado, y para deter
minar lo primero, hay que conocer lo último.
I) Toda relación jurídica está determinada por la proposición: cada
uno limita su libertad por la posibilidad de la libertad del otro. Lo que
pertenece al ser libre en general y en sí está ahora elucidado. Con un ser
libre infinito tal como el descrito, sería suprimida la libertad de todos, a
excepción de uno solo, y ellos incluso aniquilados en su existencia
física, y así la ley jurídica se contradiría a sí misma. Esta contradicción se
resuelve, si se piensa que la ley jurídica no se dirige a uno solo,
haciendo excepción del otro, sino que vale para todos los seres libres,
sin excepción. Si A debe limitar su libertad de tal modo que también B
pueda ser libre a su lado, entonces, a la inversa, también B debe limitar
la suya de modo que A pueda ser libre junto a él, esto es, de modo que
también se le reserve a A una esfera de libre actividad causal. La propo
sición recibirá todavía una mayor determinación, si se piensa que la
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JOHANN GOTTUF.B FICHTE
autolimitación de A por la posibilidad de la libertad de B tiene lugar
exclusivamente bajo la condición de que B limite igualmente su libertad,
y que, si esto no ocurre, la ley queda abolida y es por completo inapli
cable. La autolimitación de ambos está co n d icio n a d a recíprocamente,
en primera instancia sólo fo r m a lite r (en tanto que ella, en general y
como tal, tiene lugar). No tiene lugar para ninguno de los dos, si no
tiene lugar para ambos. Esto se deriva de la naturaleza de la cosa y es
conocido suficientemente a partir de lo examinado arriba; pero perma
nece en el terreno de lo general, es un concepto vacío y no susceptible
de ninguna aplicación. Si uno dice al otro: «no hagas esto, pues perturba
mi libertad», ¿por qué no podría responderle el otro: -y perturba la mía
abstenerme de hacerlo»?
Hay que responder, por consiguiente, a la cuestión: ¿En q u é m edida
debe cada uno limitar el quantum de sus acciones libres en función de
la libertad del otro? ¿Cuánto se extiende la libertad que a cada uno le
está permitido reservarse, cuyo respeto por el otro le resulta decisivo
para saber si en general tiene o no derechos? ¿Cuánto se extiende, por
contra, la libertad que ha de reconocer al otro en el concepto que tiene
de él y respetar en sus acciones; por las cuales el otro decide si en gene
ral tiene derechos o no?
La relación jurídica en general no está determinada por nada más
que por la ley jurídica establecida. La cuestión planteada podría deci
dirse sólo a partir de esa ley. Pero, según lo expuesto, la ley es mera
mente formal, y no determina ninguna cantidad. Pone sólo el q u é (d a s
D afi), pero no 1412] el cu án to (d a s ¡nw iew eit). O bien la ley entera es
absolutamente inaplicable, y conduce exclusivamente a un juego men
tal vacío con conceptos, o bien lo último debe seguirse de lo primero
y por la posición del primero debe ser puesto al mismo tiempo el .
último.
La afirmación de que ambos [el q u é y el cuántdi están puestos al
mismo tiempo significa: por el simple concepto de la libertad de un ser
fuera de mí, me es prescrita al mismo tiempo la cantidad de la limitación
que he de imponerme. Está completamente claro que la respuesta tenía
que darse de ese modo, si debía ser posible una aplicación de nuestro
concepto; sin embargo, entraña alguna dificultad decir lo que puede sig
nificar propiamente la proposición enunciada, y cómo y por qué podría
ser verdadera. Antes de todo, vamos a analizarla. En ella hallamos los
tres puntos siguientes:
200
APLICACIÓN DEL CONCEPTO DE DERECHO
201
JOHANN ÜOTTUF.B FICHTH
202
DEDUCCIÓN DEL DERECHO ORIGINARIO
he subordinado a los míos. Ahora bien, no puede en absoluto mostrar si
los respeta o no, antes de conocerlos; y yo puedo mostrar tan poco
como él que respeta los subordinados a sus fines, antes de conocerlos.
Debido a la ignorancia imperante, queda suprimida incluso la posibili
dad de acreditarnos unos frente a otros como seres con capacidad jurí
dica.
[No sólo es problemática la cuestión de saber si ambos se proponen
velar por la propiedad del otro, sino incluso la de saber si tienen la
intención de respetar recíprocamente la libertad y la inviolabilidad de
sus cuerpos. No hay, por consiguiente, absolutamente ninguna relación
jurídica real entre ellos; todo es y permanece problemático].
Hemos observado ya arriba que, en cuanto interviene el derecho de
coacción, los hombres, sin convención (Verabredung), ya no pueden
vivir por más tiempo en paz unos junto a otros. Aquí descubrimos que
esta imposibilidad interviene mucho antes, previamente a todo derecho
de coacción, en la fundamentación de todo derecho recíproco en gene
ral, como a continuación veremos con mayor detenimiento.
IV) Esta incertidumbre no puede continuar, si debe ser posible una
coexistencia jurídica de ambos sujetos según una regla que la garantice
-y no, por ejemplo, por un mero azar que podría producirse o no-. Nin
guno de los dos puede en adelante someter a sus fines algo que no ha
sometido ya a los mismos, y tomar así posesión de ello, sin temer que el
otro, del que ha tenido conocimiento, lo haya tomado ya en posesión y
que, por lo tanto, mediante su toma de posesión atente contra los dere
chos del otro. En efecto, ninguno de los dos, desde el instante de su
conocimiento recíproco, puede estar seguro de lo que hasta ahora ha
poseído, porque siempre es posible que el otro tome posesión del
mismo objeto, suponiendo que no tenga todavía propietario, y le resul
taría así imposible al lesionado presentar una prueba de su posesión.
Esta última, por lo demás, puede ser tanto ilegítim a como perfectamente
hon esta, porque el otro podría haber subordinado mucho antes la cosa
a sus Unes. ¿Cómo debe resolverse este asunto? Las partes no pueden
saber nunca cuál de las dos se ha apropiado antes de la cosa en litigio;
o si pudieran saberlo, el fundamento de la decisión reposa en la con
ciencia moral de cada uno, y [415] no tiene ninguna validez para el dere
cho externo. Entre ellos surge un conflicto jurídico indecidible y un con
flicto de fuerzas físicas que sólo puede terminar con la aniquilación
física o la expulsión definitiva de uno de los dos. Sólo por un azar, esto
203
JOHANN GOTTLIEB FICHTE
es, si las cosas estuvieran dispuestas de tal modo que jamás surgiera en
uno el deseo de lo que el otro quiere reservar para sí mismo, podrían
convivir dentro de la legalidad y en paz. Pero no pueden hacer depen
der todo su derecho y su seguridad de un azar semejante.
Es imposible que surja entre ambos una relación jurídica si no se eli
mina esta incertidumbre.
Es problemático averiguar cuáles son los objetos del derecho y de la
obligación. Resulta por eso problemática saber si en general se puede
contar con un derecho y si existe una obligación. Quien quiere el dere
cho, debe querer necesariamente que sea superado este estado que hace
imposible todo derecho. La ley jurídica quiere el derecho. Quiere, por
tanto, necesariamente que este estado sea superado. Da, por consi
guiente, un derecha a impulsar su superación. Quien no quiere stipe-
rarlo, manifiesta así únicamente no querer el derecho y no someterse a
la ley jurídica; se convierte en alguien privado de derechos y legitima
una coacción infinita.
V) ¿Pero cóm o debe eliminarse esta incertidumbre? Q ue (daJS) cada
persona haya sometido, y deba haber sometido, algo a sus fines, está
inscrito en el concepto de una persona en tanto que causa libre en el
mundo sensible, tal como ha sido demostrado arriba. Luego en primer
lugar cada persona tiene que limitar en general su posesión a un q u an
tum fin ito del mundo sensible, tan pronto como le es conocida la exis
tencia de una persona exterior a ella. Si quisiera subordinar exclusiva
mente a sus fines el mundo sensible entero, no podría subsistir a su lado
la libertad del otro, que ahora le es bien conocida; pero esta libertad
debe poder subsistir a su lado, en consecuencia, la persona está jurídi
camente obligada a dejar al otro algo como objeto de su libre actividad
causal. Pero depende de su libertad q u é quantum determinado ha ele
gido o quiere elegir cada uno.
Además, sólo cada uno por sí mismo puede saber lo que ha elegido,
ya que esta cosa permanece en el plano de la conciencia y no se mani
fiesta en el mundo sensible. Ambos deberían decirse mutuamente lo que
cada uno quiere poseer en exclusiva para sí mismo, porque es el único
medio de eliminar la incertidumbre que, en virtud de la ley jurídica,
debe ser eliminada. Cada uno está jurídicamente obligado a determ i
n arse interiorm ente a este propósito, y el otro tiene el derecho a coac
cionar al indeciso a tomar una decisión firme; puesto que, mientras per
sista la indecisión, [416] no hay ni derecho ni seguridad. Cada uno está,
204
DEDUCCIÓN DEL DERECHO ORIGINARIO
además, jurídicamente obligado a ex p licarse exteriorm en te acerca de
este punto; y el otro tiene el derecho a coaccionarlo a dar esta explica
ción, a h a c e r la d ecla ra ció n d e su p osesión , porque sin ella tampoco
existe ni derecho ni seguridad.
Por tanto, toda relación jurídica entre personas determinadas en
general está condicionada por la declaración recíproca de lo que quie
ren poseer de forma exclusiva, y únicamente por este medio se vuelve
posible.
VI) Las pretensiones declaradas por ambas partes o bien son compa
tibles o bien chocan entre sí; el primer caso se presenta cuando ninguno
declara querer poseer lo que el otro quiere reservarse para sí; el último,
cuando ambos pretenden la misma cosa. En el primero están ya de
acuerdo; en el último, su conflicto no puede ser dirimido mediante razo
nes de índole jurídica: no cabe, p.ej., invocar la toma de posesión ante
rior, pues no puede ser probada por ninguno de los dos, y, en conse
cuencia, carece de validez jurídica para un derecho externo. Lo que ante
este tribunal funda el derecho de posesión, la declaración de la voluntad
de poseer algo, es idéntica por ambas partes; luego el mismo derecho
está de las dos partes.
O bien los dos individuos deben alcanzar un acuerdo tal que cada
uno reduzca sus exigencias, hasta que sus pretensiones dejen de estar
en contradicción con las del otro, y se encuentren en el caso de la una
nimidad (Einstimmigkeit) planteada en primer lugar. Sin embargo, nin
guno tiene el derecho a coaccionar al otro al acuerdo o a ceder (Nach-
geben); puesto que del hecho de que el otro no quiera ceder sobre estos
objetos determinados, no se sigue que no quiera someterse en general a
la ley jurídica. Ha elegido una posesión determinada y la ha declarado,
por consiguiente, ha cumplido su obligación frente a la ley jurídica.
Quiere, conforme a su declaración, someterse a ella también ulterior
mente, con tal de que yo quiera dejarle lo que reclama. Es únicamente a
mi voluntad de poseer este objeto a lo que no quiere someterse, y ésta
mi voluntad, es una voluntad particular, individual, pero no la voluntad
que debe sernos común a ambos, la voluntad de la ley jurídica. Esta mi
voluntad no decide en absoluto a quién de los dos debe pertenecer el
objeto en litigio.
O bien si no pueden ponerse de acuerdo, en la medida en que el
derecho en disputa es igual para las dos partes, surgiría un conflicto jurí
dico insoluble, y de ahí una guerra que sólo podría concluir con la desa
205
JOHANN GOTTUEB FICHTE
parición de uno de los dos. Pero dado que una guerra tal, como toda
guerra, es absolutamente contraria al derecho, a fin de evitarla, deben
confiar a un tercero la decisión sobre su conflicto, cederle sin reserva su
valoración jurídica para el caso presente y [417] la garantía de su deci
sión para el futuro. Por consiguiente, deben someter a ese tercero su
derecho a juzgar y su potencia física. Lo anterior significa que han de
unirse con otros en una res p u b lica Cgemeines Wesen). A este respecto
-e s decir, que el otro o bien se someta de buen grado, o bien se una al
mismo tiempo que el primero en una res p u b lica (no que haga una cosa
o la otra, sino que escoja una de las dos)-, cada uno tiene el derecho de
coacción, puesto que, sin él, no se establecería ninguna relación jurídica
entre ambos, relación que, en virtud de la ley jurídica, debe establecerse.
VII) Al considerar el único caso que aquí nos incumbe (pues del
contrato de propiedad en el seno del Estado se hablará después), esto
es, si ambos o bien han estado de acuerdo desde el comienzo, o bien
han llegado a estarlo mediante un acuerdo, y admitiendo que cada uno
posee legalmente como su propiedad lo que le corresponde con arreglo
a esta declaración recíproca incontrovertida, ¿en qué se funda entonces
su derecho de propiedad sobre los objetos determ in ad os que, con la
división, le teKan en suerte a cada uno? Evidentemente, sólo en que su
voluntad no estaba en conflicto, sino en concordancia; en que uno ha
renunciado a lo que le corresponde al otro. Al decir: ■sólo esto debe ser
mío-, uno dice al mismo tiempo, en virtud de la limitación por oposi
ción: -lo excluido puede ser tuyo»; y, viceversa, el otro. Por consiguiente,
su derecho de propiedad, esto es, el derecho a la posesión exclusiva se
consuma p o r m edio d el reconocim ien to recíproco. está condicionado por
él y no existe sin esta condición. Toda propiedad se funda en la reunión
de la voluntad de varias personas en una sola voluntad.
Estoy excluido de la posesión de un objeto determinado no por la
voluntad del otro, sino únicamente por mi propia voluntad libre. Si no
me hubiera excluido yo mismo, no lo estaría. Pero he de excluirme de
algo en virtud de la ley jurídica; y así tendría que (Kurrir, si cada uno
posee originariamente el derecho de propiedad sobre el mundo sensible
entero, pero no debe conservarlo de manera efectiva, y, a pesar de esta
pérdida, debe ser y permanecer libre.
Para aclarar más nuestra opinión, añadimos aún lo siguiente:
1) Con la simple subordinación a mis fines, obtengo una posesión
sólo en el estado ficticio del derecho originario; la obtengo así sólo en
206
DEDUCCIÓN DEL DERECHO ORIGINARIO
tanto v álid a p a r a m í misma, pero cabía esperar que no me disputaría ni
me contestaría a mí mismo una posesión -obviamente si me considero
sólo como persona en el dominio del derecho natural-. [418] Ante el tri
bunal de la ley moral, las cosas son ciertamente diferentes: allí, en el
propio hombre se produce, por así decirlo, una escisión y va a juicio
consigo mismo.
Sin embargo, esta proposición habría de ser formulada, porque la
voluntad de poseer algo es la prim era y suprem a condición de la pro
piedad; mas no es la ú n ica, sino que tiene que ser determinada ulterior
mente por otra condición. Tan pronto como el hombre es puesto en
relación con otros, su posesión es conforme al derecho exclusivamente
en la medida en que es reconocida por los otros; y sólo así adquiere una
validez externa com ún, de momento común sólo a él y a quien la reco
noce. De esta forma la posesión (B esitz) se convierte por primera vez en
una p rop ied ad (Eígenlum ), es decir, en algo individual. Un individuo es
posible sólo si es distinguido de otro individuo; por consiguiente, es
algo individual sólo si es distinguido de otra cosa individual. No puedo
pensarme como individuo sin oponerme otro individuo; análogamente,
no puedo pensar nada como mi propiedad sin pensar al mismo tiempo
algo como la propiedad de otro; y lo mismo le ocurre al otro, por su
parte. Toda propiedad se funda sobre un recon ocim ien to recíproco, el
cual está condicionado por una d eclaración m utua.
La propiedad de un objeto d eterm in ad o -n o el hecho de que en
general se pueda poseer algo en propiedad- vale sólo para aquéllos
que se han reconocido mutuamente este derecho de propiedad, y para
nadie más. Resulta siempre posible, y no es contrario al derecho, que,
sobre lo que me ha sido reconocido por el otro, o por algunos otros,
todo el resto del género humano entre en conflicto conmigo y quiera
de nuevo compartirlo conmigo. Así pues, no hay ninguna propiedad
segura y enteramente válida para el derecho externo, salvo la que es
reconocida por el género humano en su totalidad. Asegurarse este
reconocimiento parece un tremendo problema, y, sin embargo, es fácil
de resolver y está efectivamente resuelto desde hace tiempo por la
actual constitución de los hombres. A cualquier hombre que viva en
una res p u b lica, ésta le reconoce y garantiza su propiedad; y por con
siguiente, también a cada ciudadano particular que forme parte de ella.
A esa res p u blica, al Estado, los Estados limítrofes le reconocen su pro
piedad, es decir, la propiedad de todos sus ciudadanos particulares. A
207
JOHANN GOTTUF.B FICHTE
208
DEDUCCIÓN DEL DERECHO ORIGINARIO
tener lugar, respecto a esta ampliación de la posesión, una declaración y
un reconocimiento análogos a los de la primera posesión. Esta segunda
declaración y este segundo reconocim iento, y, eventualemente los
siguientes, están sometidos a las mismas dificultades que los primeros;
ambos individuos pueden querer poseer la misma cosa, y ambos tienen
igual derecho a quererlo. Acerca de este derecho problemático de
ambos siempre puede surgir un conflicto jurídico irresoluble, y una gue
rra que puede concluir sólo con la desaparición de uno de los dos o de
ambos. La relación jurídica establecida entre ellos permanece siempre
indeterminada e incompleta, y aún no se ha implantado entre ellos nin
gún estado de paz duradero.
[420] Por este motivo, no puede continuar aquella indeterminación, y
ellos no pueden hacer depender todo su derecho y su futura seguridad
de un nuevo azar consistente en que ninguno desee lo que el otro quiere
tener, o que cada vez lleguen a un arreglo amistosamente. Es necesario,
en consecuencia, que, inmediatamente después de su primer acuerdo
(Vereinigung) con miras a instaurar una relación jurídica, se establezca
algo determinado sobre el derecho de apropiación en el futuro.
No es sólo aconsejable y útil que esto suceda, sino que d eb e suceder
n ecesariam en te en virtud de la ley jurídica, porque, de lo contrario, no
se habría instaurado entre ellos ninguna relación jurídica completa y
segura, no se habría concluido ninguna paz estable. Cada uno tiene el
derecho a coaccionar al otro hasta lograr su asentimiento a cualquier
regla válida para ambos sobre la apropiación futura.
¿De qué tipo de regla podría tratarse? Con la d eclaración , es deter
minado el objeto particular que nos apropiamos; con el reconocim iento,
el propietario obtiene del otro el asentimiento requerido para el derecho
de propiedad. Este último puede preceder a la declaración, es decir,
puede tener lugar, por ambos lados, de una vez para siempre, en el
momento del acuerdo pacífico. Sin embargo, la declaración sobre la
toma de posesión futura no puede producirse en el momento del primer
acuerdo, pues entonces sería una toma de posesión presente y no
futura; los objetos estarían ya determinados, pero no indeterminados y
determinables sólo en el futuro. No debería tener lugar previamente el
reconocimiento de lo determinado, sino de lo determinable, es decir,
habrían de obligarse recíprocamente a querer que cada uno reconozca
cada posesión declarada del otro en la región de lo hasta ahora indeter
minado, sin más, como su propiedad.
209
JOHANN GOTTUEB FICHTE
Conforme a este contrato, aquél de los dos que sólo declarase pri
mero, obtendría, exclusivamente gracias a tal declaración, el pleno dere
cho de propiedad, puesto que el otro está obligado ya de antemano por
el contrato a dar su consentimiento. Aquí por primera vez -y únicamente
en virtud de la pasada convención voluntaria y, sin embargo, jurídica
mente necesaria-, interviene como fundamento del derecho la prioridad
temporal. Aquí es fundada la fórmula jurídica: Q u ip rior tem pore, p otior
ju re, que hasta ahora no tenía ninguna validez jurídica ante el tribunal
exterior. Es ahora determinada y delimitada con mayor exactitud otra
fórmula jurídica: «una cosa sin dueño (herreniose) es de quien se apo
dera primero de ella» i res uullius ced it prim o occu p an tí). No existe nin
guna cosa absolutamente sin dueño, válida jurídicamente para el dere
cho extemo. Sólo merced a la declaración recíproca y al hecho de estar
excluida de ella, surge para las dos partes contratantes una cosa sin
dueño [4211 (res neutrius), que es res nullius sólo problemáticamente,
hasta que se presente un propietario. (Aquélla es simplemente res neu
trius p e r d eclaration em ; ésta cedit, ex p acto, prim o occu pan tí et d ecla-
ranti).
La posibilidad de que surja un conflicto jurídico irresoluble no está
todavía suprimida ni la relación jurídica asegurada en todos los casos, si
no se puede disponer el modo en que la declaración suceda, tan rápida
mente como sea posible, a la toma de posesión, al conocimiento del
objeto y a la decisión de reservármelo para mí. Pues ¿qué ocurrirá, si,
una vez he tomado posesión del objeto, el otro, a quien busco para
declararle esta toma de posesión, llegase a continuación y tomase pose
sión del mismo objeto y viniese entonces a declararme su toma de pose
sión? ¿De quién es la propiedad? El conflicto jurídico podría ser irresolu
ble, a menudo incluso ante la propia conciencia de los dos, pero con
certeza ante el tribunal del derecho extemo, porque ninguno puede pro
bar que fue el primero. Luego ambos estarían, por mucho que se esme
raran, nuevamente en peligro de embarcarse en una guerra el uno con
tra del otro.
Toma de posesión y declaración deben ser reunidas sintéticamente;
o expresado con mayor rigor, el objeto ocupado ha de ser determinado
en la ocupación de tal modo q u e e l otro n o p u ed a con ocerlo sin con ocer
a l m ism o tiem po ¡a ocu p ación q u e b a ten ido lugar. El objeto mismo ha
de efectuar la declaración. Por consiguiente, deben ser convenidos nece
sariamente entre ambos individuos los signos (Zeichen) indicadores de
210
DEDUCCIÓN DEL DERECHO ORIGINARIO
que ha tenido lugar la toma de posesión. Esto, precisamente esto resulta
necesario, si debe evitarse toda posibilidad ulterior de conflicto jurídico;
existe, así pues, un derecho de coacción para impeler al otro a hacer
cuanto se ha descrito. Tales signos son signos exclusivamente en la
medida en que han sido convenidos entre ambos y hechos con ese pro
pósito. Pueden ser, por tanto, los que se quieran. El signo más natural
para la propiedad de la tierra y del suelo es la separación de esta pro
piedad del resto del territorio con cercas y zanjas.1’ A los animales irra
cionales se les hace imposible penetrar en ese terreno; a los seres racio
nales se les recuerda de esta manera que no deben usar su facultad para
penetrar en él.
IX) En lo que concierne al abandono de la propiedad ( d erelictio
dom in i), sobre el cual podría surgir aquí igualmente un conflicto jurí
dico, está inmediatamente claro que la primera propiedad, el bien pro
pio que se posee en virtud de la declaración y del reconocimiento,
puede ser abandonada sólo con la declaración de que el propietario ya
no quiere poseerla por más tiempo, y que, con independencia de lo
que pueda ocurrir, cada uno debe suponer siempre que el otro quiere
continuar poseyendo lo que se ha apropiado con anterioridad, mientras
no haya declarado expresamente su renuncia a esta voluntad. [422] Lo
fundado abarca hasta donde alcanza el fundamento: ahora bien, la
declaración es el fundamento exclusivo de la propiedad, por consi
guiente, no puede ser suprimida, si no es suprimida la declaración. Pero
esta última queda abolida sólo con la declaración opuesta. La propie
dad abandonada deviene así, para los dos, sin dueño y se encuentra
entonces sometida a la regla jurídica, indicada arriba, acerca de los
objetos sin dueño. En lo que atañe a la propiedad adquirida posterior
mente ( dom inium adqu isilu m ), es adquirida con arreglo al signo de la
propiedad convenido, y queda abolida al desaparecer este signo con
forme a la regla: lo fundado no va más allá de su fundamento. Se podría
decir que después de que el otro ha visto el signo una vez, sabe que lo
designado (Bezeichnete) es propiedad de alguien. El propietario puede
entonces hacer desaparecer el signo, para no mantener algo superfluo;
o el signo cae en desuso y desaparece quizás por sí solo. Pero justo ahí
reside la causa de que nunca se le puede probar al otro que ha visto
efectivamente el signo de la propiedad. No puede en absoluto haberse
211
JOHANN GOTTUEB FICHTF.
aproximado al objeto; o, si lo hubiera hecho, puede no haber prestado
atención al signo de la propiedad, porque la cosa no le interesaba.
Luego el signo no es jamás algo superfluo, sino que, al contrario, cons
tituye el fundamento jurídico necesariamente permanente. Y si el pro
pietario lo hace desaparecer, o si lo deja echarse a perder, entonces es
menester considerarlo como alguien que ha renunciado a su derecho
de propiedad.
X) Si el contrato de propiedad es posible exclusivamente mediante la
ley jurídica, al hacer el contrato determinado sobre la propiedad que se
ha indicado, ambos se demuestran recíprocamente su sumisión a la ley
jurídica. Ellos se demuestran recíprocamente que son seres que tienen
derechos. Por consiguiente, la intangibilidad y la inviolabilidad de sus
cuerpos, que antes aparecían como problemáticas, obtienen al mismo
tiempo, mediante este contrato, su sanción y se tornan un derecho cate
górico. No se precisa para eso, obviamente, ninguna convención parti
cular, puesto que el cu án to -la extensión (Inwietvetí)- d e l derecho no es
aquí materia de discusión, sino que está dada por el mero conocimiento.
Sobre el q u é - e 1 h e c h o (d a s daJS)~, antes problemático, está ahora
resuelto por la estipulación del contrato. Nuestra investigación ha vuelto
sobre sí misma: lo que en el punto de partida aparecía como problemá
tico, ahora, gracias al curso seguido por nuestro análisis, ha devenido
categórico; el tema de nuestra investigación está, en consecuencia, per
fectamente agotado.
Ambos seres, en lo que se refiere a los límites de sus acciones libres,
uno respecto al otro, están ahora perfectamente determinados y, por así
decirlo, constituidos recíprocamente el uno para el otro. Cada uno tiene
su determinado punto de vista en el mundo sensible; y en absoluto
pueden enzarzarse en una controversia jurídica, si los dos se aterran a
este punto de vista. Así queda instaurado entre ellos un equilibrio del
derecho.
XI) La proposición establecida sintéticamente, según la cual por
medio de la ley jurídica, en sí sólo formal, podría ser determinado tam
bién materialmente el ámbito de los derechos de cada uno, se ha verifi
cado por su aplicabilidad universal. Por el mero conocimiento de un ser
libre es para mí inmediatamente detemninada mi relación jurídica con él,
es decir, es puesta como necesariamente a determinar (zu bestimmend):
por la ley jurídica es dada la tarea absoluta o bien de determinarla libre
mente, o bien de hacerla determinar por el Estado.
212
SOBRE EL DERECHO DE COACCIÓN
De esta manera hemos respondido a la cuestión más importante de
una Doctrina del Derecho en tanto que ciencia real: ¿Cómo puede apli
carse una ley jurídica meramente formal a objetos determinados?
[4231 CAPITULO II
113
213
JOHANN GOTTUEB FICHTE
La claridad de toda la investigación que sigue depende de que este
punto sea tomado en cuenta rigurosamente. La seguridad de ambos no
debe depender de un azar, sino de una necesidad similar a la mecánica,
por la cual queda descartada absolutamente cualquier posible excep
ción. Tal seguridad sólo se consigue bajo la condición de que para los
dos la ley jurídica sea la ley inviolable de su voluntad, y si no obtienen
recíprocamente, uno del otro, esta convicción, no va a asegurársela nin
guna convención, pues ésta tiene efecto sólo bajo la condición de aque
lla sumisión de la voluntad a la ley jurídica. Hay varios motivos posibles
que pueden moverles a comprometerse en una convención, sin que
ellos mismos tengan, en el momento de la convención, la voluntad de
mantener su palabra. O ambos pueden, en el momento de la conven
ción, pensar honestamente, y estar en el fondo del corazón resueltos a
ello, en vivir juntos conforme al derecho; pero, posteriormente, empuja
dos por el hábito de la paz y alcanzada la tranquilidad, librados del
temor que bien pudo tener asimismo parte en el acuerdo amistoso, y
completamente seguros de la debilidad del vecino, puede cambiar de
parecer uno de ellos o los dos. Tan pronto como uno piense en esta
eventualidad, ya no puede tener un instante de tranquilidad, sino que ha
de mantenerse continuamente alerta, siempre preparado para la guerra,
y coloca así al otro, que quizás siga razonando de buena fe, en su misma
situación y le comunica su desconfianza. Cada uno adquiere así el dere
cho a negarle al otro la paz, y a sustraerse a ella, pues ha sido eliminada
la posibilidad de la coexistencia de sus libertades. Su contrato está anu
lado por completo, puesto que ha desaparecido aquello sobre lo que se
fundaba, la confianza recíproca.
Resultado: La p osib ilid ad d e la relación ju ríd ica en tre personas, en el
d om in io d el d erech o natura!, está co n d icio n a d a p o r la b u en a f e y la
con fian za recíprocas (Treue u n d G lauben). Pero la buena fe y la con
fianza recíprocas no dependen de la ley jurídica; 1425] no pueden impo
nerse por coacción, ni hay un derecho a imponerlas por coacción. No
puede imponerse por coacción que alguien tenga íntimamente con
fianza en mi honestidad, porque ésta no se exterioriza, y, por tanto, se
sitúa fuera de la esfera del derecho natural. Pero ni siquiera puedo coac
cionar a alguien para que no exteriorice su desconfianza hacia mí, pues
si alberga desconfianza, yo lo forzaría mediante el recurso a una coac
ción de este género a abandonar toda preocupación por su seguridad,
por consiguiente, toda su libertad y todos sus derechos; lo sometería así
214
SOBRE EL DERECHO DE COACCIÓN
a mi valoración jurídica y a mi potencia, es decir, lo subyugaría, algo a lo
que nadie tiene derecho.
215
JOHANN GOTTUF.B FICHTE
determinarse por sí misma a no querer nada más que lo que puede coe
xistir con la libertad conforme a la ley. Es fácil apreciar que la respuesta
habría de darse en ese sentido; aunque resulta un tanto más difícil con
cebir cómo sería esto posible.
El ser libre se pone a sí mismo fines con absoluta libertad. Quiere
porque quiere, y querer un objeto es él mismo el fundamento último de
esta voluntad. Así, y no de otro modo, hemos determinado, arriba, el ser
libre, y así debe necesariamente continuar determinado. Si se concibe de
forma diferente, la Yoidad se pierde.
Si las cosas pudieran ser dispuestas de tal manera que, al querer un
fin ilegítimo, le siguiera necesariamente, y según una ley siempre ope
rante, lo contrario de lo que se proponía, toda voluntad contraria al
derecho se anularía a sí misma. Precisamente porque se querría algo, no
se podría quererlo; toda voluntad ilegítima sería el fundamento de su
propia anulación, al igual que la voluntad en general es el fundamento
último de sí misma.
Fue necesario establecer esta proposición en todo su rigor sintético,
puesto que en ella se fundan todas las leyes de la coacción, o leyes
penales (la legislación penal en su conjunto). Analizaremos ahora este
concepto, para hacerlo más claro.
El ser libre se pone un fin. A este fin lo llamaremos A. Ciertamente,
es muy posible que este A sea relacionado, como medio, con otros fines,
y éstos a su vez, como medios, con otros fines, etc. Aunque se puede
remontar tan lejos como se quiera, se debe, sin embargo, acabar por
admitir un fin absoluto, el cual es querido simplemente porque es que
rido. Todos los posibles fines intermedios se relacionan con él como
partes del fin total absoluto, y deben considerarse ellos mismos como
fines absolutos. A es querido significa: se exige que algo correspon
diente al concepto de A sea dado en la percepción como existente. El
concepto de la existencia real de A, el querer que A exista, es, por con
siguiente, el móvil (Triebfeder) de la voluntad de A. En tanto A es ape
tecido en el presente y el deseo de su existencia es el deseo predomi
nante, lo contrario de A es aborrecido, y es en el presente el mal más
temido.
[427] Si la persona previera que, de su actividad causal dirigida a rea
lizar A, se sigue necesariamente lo contrario de A, no podría querer rea
lizar A, precisamente porque desea o apetece la existencia de A, y, por
consiguiente, aborrece lo contrario de A. La persona no podría querer A,
216
SOBRE EL DERECHO DE COACCIÓN
justamente porque lo quiere; y nuestro problema estaría resuelto. El ape
tito (Begierde) dominante ahora con mayor fuerza proporcionaría el
contrapeso y la voluntad se anularía a sí misma. La voluntad sería ligada
y mantenida en sus límites por sí misma.
Si p u d iera en con trarse un dispositivo q u e o p era ra con n ecesid a d
m ecán ica , en virtud del cual, a toda acción contraria al derecho, le
siguiera lo contrario a su fin, la voluntad sería constreñida, merced a ese
dispositivo, a querer sólo lo que es conforme al derecho. Gracias a esta
disposición, la seguridad sería restablecida tras la pérdida de la buena fe
y de la confianza, y se prescindiría de la voluntad buena para la realiza
ción exterior del derecho, dado que la voluntad mala y ávida de bienes
ajenos sería conducida por su propia avidez ilegítima al mismo fin que la
buena. Un dispositivo como el descrito se llama una ley d e coacción .
En general existe un derecho a encontrar tal disposición, pues una
libertad y una seguridad jurídicas recíprocas, en virtud de la ley del dere
cho, deben prevalecer. La libertad y la seguridad podrían reinar también
por medio de la buena fe y la confianza, pero estas últimas no pueden
ser producidas según una ley, de suerte que se pueda contar con ellas
con certeza. Aquel fin debe, por consiguiente, ser realizado por medio
de lo que sólo puede ser realizado según una regla, y esto puede ser
únicamente la ley de coacción. Por lo tanto, la tarea de instaurar tal dis
posición reside en la ley jurídica.
Finalmente, la libertad de la voluntad buena permanece intacta, por
esta ley de coacción, y preservada en toda su dignidad. En la medida en
que alguien quiere sólo lo que es legítimo en aras de la mera legitimidad
(Rechtmássigkeit), no surge en él absolutamente ningún deseo de lo que
es ilegítimo. Pero, no obstante, como hemos visto, la ley tiene en cuenta
exclusivamente este deseo, se sirve de él sólo como móvil, y se aplica a
la voluntad exclusivamente por medio de este deseo. Sólo por este
medio se le proporciona a la ley, por así decirlo, algo con lo que ella
puede detenernos y contenemos. Luego en todos los casos en los que
no está presente ningún deseo, ella no opera, y, respecto a la voluntad,
está totalmente abolida. La ley no llega a ser un motivo, porque la recti
tud está producida ya por otro motivo. Al justo no le está dada ninguna
ley exterior; se encuentra completamente liberado de ella, y esto ocurre
por su propia voluntad buena.
[4281 Pero -se trata del segundo aspecto posible de una ley de coac
ción- se puede causar un perjuicio sin voluntad de dañar, por negligen
217
JOHANN GOTTUEB FICHTF.
cia e imprudencia. Aquí la ley de coacción descrita -ley que se funda en
la voluntad de causar un perjuicio, o mejor, en la voluntad de favorecer
su propio interés a costa del otro, la ley que se dirige a esta voluntad y
que, como se acaba de mostrar en otro respecto, desaparece si no existe
tal voluntad-, no tiene ninguna influencia y no ofrece ninguna protec
ción. Sin embargo, una pérdida provocada por imprudencia es, para la
víctima, igual a la provocada por mala voluntad, y el posible temor a este
daño le pone en la misma situación de inseguridad e inquietud en la que
se encuentra frente a ataques con una clara intención hostil. Así pues,
mediante el dispositivo descrito, la seguridad no está aún suficientemente
fundada. También contra la imprudencia es menester tomar medidas.
Toda incuria se reduce a que el hombre no tien e absolu tam en te n in
g u n a v olu n tad en casos en que debería tener una y en que, con la
misma certeza con que es considerado un ser racional y libre, se ha con
fiado en que tendría una. El no se ha forjado ningún concepto de su
obrar, sino que ha obrado mecánicamente, como impulsado por el azar.
Esto impide vivir en seguridad a su lado; y lo convierte en un producto
de la naturaleza que se debería poner en reposo y conducir a la inactivi
dad, lo que, sin embargo, ni se puede, porque tiene también una volun
tad libre, ni le está permitido hacerlo, porque toda su libertad debe ser
respetada. A fin de que a su lado sea posible la seguridad, el hombre
debe dirigir las manifestaciones de su fuerza física, mediante una volun
tad libre, hacia un fin meditado; y en relación a la libertad del otro
puede establecerse para él la siguiente regla:
Es n ecesario qu e p rocu re tanto no v iolar los derechos d el otro com o
q u e no sean violados los suyos. La demostración de la validez de esta
regla es la siguiente: el fin final último que me ha planteado la ley es la
seg u rid ad recíp roca. Este fin último contiene tanto el fin de que los
derechos del otro permanezcan sin ser lesionados por mi parte, como
asimismo y en igual grado el de que los mios permanezcan sin lesionar
por parte suya. Y mientras ambos fines no sean, de manera parecida,
fines de mi voluntad, mi voluntad es ilegal y soy incapaz de mantener
una relación segura y pacífica.
La cuestión estriba en saber cómo disponer las cosas para conducir a
alguien a tener una voluntad cuando debe tenerla, o -co m o hemos
determinado más precisamente la proposición mediante la regla estable
cida- para conducirle a tener, para la seguridad del otro frente a él, el
mismo cuidado que tiene para su propia seguridad frente al otro.
218
SOBRE EL DERECHO DE COACCIÓN
Comenzaremos viendo la primera fórmula, por ser la más difícil,
(429) y hacer por tal motivo la investigación más interesante: ¿Cómo hay
que disponer las cosas para producir en alguien una voluntad?
Aquello que no tiene absolutamente ninguna voluntad no serla un
ser libre y racional, lo que contradice la hipótesis. Si las personas en
las cuales pensamos aquí tienen voluntad, es conocida también la
dirección determinada de su voluntad: han declarado los objetos que
han sometido, con su voluntad, a sus fines (su propiedad). La voluntad
que falta, pero que, sin embargo, constituye un requisito para la posi
bilidad de la seguridad recíproca, habría de ser producida por las dis
posiciones a tomar mediante esta voluntad ciertamente existente. Es
decir, ja satisfacción de la voluntad que ellas tienen debería ser condi
cionada por el hecho de tener otra voluntad distinta, aquélla que
deben tener, y que quizá no les gustaría tener. Con toda certeza, tengo
A como fin . Ahora bien, sería necesario, si debo vivir en el marco de
una relación jurídica, tener también el fin B, y es dudoso que lo tenga
siempre. Pero el quererlo es producido seguramente en mí si se hace
del querer B la condición para alcanzar el fin A. Estoy entonces cons
treñido, en contra de mi voluntad buena a querer B, dado que, sin él,
sería imposible A, que quiero. A es el fin de afirmar mis propios dere
chos; B es el fin de no lesionar los del otro. Si ahora, por una ley de
coacción reinante con necesidad mecánica, todo atentado contra los
derechos del otro se torna un atentado contra los míos, velaré por la
seguridad de los últimos con el mismo cuidado con que lo hago por
los míos, porque, merced al dispositivo empleado, la seguridad del
otro frente a mí se torna mi propia seguridad. En suma, toda pérdida
para el otro derivada de mi irreflexión, debe serme infligida a mí
mismo.
Añadiremos todavía la siguiente comparación: En el primer caso, la
voluntad sobrepasaba sus límites; apuntaba a lo que pertenece exclusi
vamente al otro, pero como a algo que quería utilizar en su propio bene
ficio. La ley se servía pecisamente de estos excesos de la voluntad para
hacerla retroceder hasta el interior de sus límites. En el segundo caso, la
voluntad no avanzaba demasiado lejos, no se dirigía en absoluto hacia lo
que pertenecía al otro, como, sin embargo, habría debido. La ley se sirve
de su legítima preocupación por la conservación de lo suyo, para indu
cirla a ocupar los límites debidos. La preocupación por su propia seguri
dad tiene, bajo la guía de la ley de coacción, el efecto opuesto, esto es,
219
JOHANN GOTTLTEB FICHTE
tiene cada vez el efecto que debe tener para preservar el equilibrio del
derecho. El concepto de una ley de coacción, tendente a salvaguardar
esta igualdad de los derechos de todos, ha sido, por consiguiente, tra
tado de manera exhaustiva.
220
SOBRE EL DERECHO DE COACCIÓN
Ahora bien, si interviene el caso del derecho de coacción, el agresor
es uno de los dos. Que este agresor se sirva de su propia fuerza para
repeler su propia agresión es contradictorio; en consecuencia, se absten
dría de cometer la agresión, ésta no se produciría y no intervendría el
caso del derecho de coacción. El podría, por tanto, sólo prometer que
no pretende resistir la coacción del otro, sino que se aviene a someterse
a ella de buen grado.
Pero esto es igualmente contradictorio, ya que el autor de la viola
ción, intencionadamente o por negligencia, tiene la firme voluntad,
según nuestra hipótesis, de conservar lo suyo-, pues la ley de coacción
está prevista únicamente para la eventualidad de esta voluntad (en el
primer caso, se refiere incluso a la voluntad de apoderarse de lo que le
pertenece al otro); y es precisamente esta voluntad la que debe ser frus
trada por la coacción. Si cediera a la violencia, no tendría necesidad de
que se empleara ninguna violencia contra él; renunciaría voluntaria
mente a su injusticia, y no tendría, por consiguiente, la voluntad que la
ley de coacción presupone (un deber de d ejarse co a c c io n a r e s algo con
tradictorio; quien se deja, no es coaccionado, y quien es coaccionado,
no se deja coaccionar).
Sin embargo, habría de ser así, pues ¿de dónde, si no, podría prove
nir una potencia preponderante (Übermacht) del derecho, habida cuenta
de que podemos atribuir a ambas personas sólo idéntica fuerza física?
Por consiguiente, en la misma persona en la que no se podía confiar
para que desistiera, en virtud de la palabra dada, de agredir la propiedad
ajena -y que, efectivamente, tampoco ha desistido de ella-, sería depo
sitada la confianza de que se sometiera voluntariamente al castigo infli
gido a su propiedad, para no romper la palabra que ha dado en el con
trato de coacción.
Si el agredido se hace justicia a sí mismo y el agresor debe abando
narse enteramente, con las manos atadas, al juicio y a la ejecución de éste
por parte del otro, ¿quién puede responderle de que el agredido o bien
no rebasará intencionadamente los límites de la ley de coacción, o bien
no se equivocará en su aplicación al caso presente? También el agredido
debería, así pues, depositar una confianza inaudita e imposible en la rec
titud, la imparcialidad y la sabiduría del otro, después de haber dejado de
confiar en él por completo; todo esto es, sin duda, contradictorio.
Luego tal contrato es, por lo que se ha mostrado, contradictorio y no
puede en absoluto ser realizado.
221
JOHANN GOTTUEB FICHTE
222
DERECHO POLÍTICO
CAPITULO III
Nos detuvimos ante una tarea que no pudimos resolver y que espe
ramos solucionar ahora mediante el concepto de una res p u blica. Esa
tarea era la siguiente: realizar una potencia con la cual pueda ser obte
nido por la coacción, entre personas que viven juntas, el derecho, es
decir, lo que todos quieren necesariamente,
I) El objeto de la voluntad común es la segu ridad recíproca; pero en
cada individuo, según nuestro presupuesto -e n él no se encuentra nin
guna moralidad, sino (433) sólo amor a sí mismo-, el querer la seguridad
del otro procede del querer la propia seguridad. El primer querer está
subordinado al segundo: a nadie le interesa que el otro esté seguro
frente a él, salvo en la medida en que su propia seguridad frente al otro
es posible exclusivamente bajo esta condición. Podemos espresar esto
brevemente en la fórmula siguiente: C ada u n o su bord in a e lfin com ún a
su fin privado. (Es a partir de esta fórmula que se calcula la ley de coac
ción: ella debe producir aquella acción recíproca (Wechselwirkung),
aquella unión necesaria de los dos fines en la voluntad de cada uno,
ligando, en la realidad, el bienestar de cada uno con la seguridad del
bienestar de todos los otros).
La voluntad de una potencia (Machi) que ejerce el derecho de coac
ción no puede estar constituida así; puesto que la subordinación de la
voluntad privada a la voluntad común es producida sólo por el poder
(Gewalt) coactivo, el cual, sin embargo, debe estar por encima de todo
otro poder, tal subordinación en quien ejerce la coacción no podría ser
producida por ningún otro poder distinto al suyo propio, lo que es
absurdo. No es necesario, por consiguiente, que aquella subordinación y
aquella concordancia deban ser producidas, sino que tienen que existir ya,
es decir, es necesario que la voluntad privada de la potencia coactiva y la
voluntad común sean una única y misma voluntad. La voluntad común, y
ninguna otra, ha de ser, para esta potencia, voluntad privada, y esta poten
cia no ha de tener en absoluto ninguna otra voluntad particular y privada.
223
JOHANN GOTTLIEB FICHTH
II. Por tanto, la tarea del derecho político y, según nuestra demostra
ción, de toda la filosofía del derecho, consiste en en con trar u na voluntad
p a ra la cu al sea absolu tam en te im posible ser otra q u e la voluntad com ún.
O, según la fórmula anteriormente establecida, más cómoda para el
curso de nuestra investigación: en con tra r u n a v olu n tad en la q u e la
voluntad p riv ad a y la volu ntad com ún estén sintéticam en te reunidas.
Intentaremos resolver este problema con un método riguroso. Desig
nemos con X la voluntad buscada.
a) Toda voluntad se toma por objeto a sí misma (en el futuro). El fin
último de todo sujeto volitivo es la conservación de sí mismo. Así ocurre
con X, y ésta sería, por consiguiente, la voluntad p riv ad a de X. Ahora
bien, esta voluntad privada debe ser una única cosa con la voluntad
común, que es la de la seguridad de los derechos de todos. Como se
quiere a s í m ism a, la voluntad X quiere, por consiguiente, la segu ridad
d e los derechos d e todos.
b ) La segu ridad d e los derechos d e todos es querida sólo por la volun
tad concordante de todos, por la concordancia de ésta su voluntad. Uni
cam en te sobre este punto concuerdan todos, pues en lo demás su querer
es particular y apunta a los fines individuales. Ningún individuo, nin
guna parte -e n virtud de la [434] hipótesis de un egoísmo universal, en
base al cual está calculada la ley de coacción- renuncia a este fin, salvo
si lo hacen todos juntos.
c) Por consiguiente, X sería ella misma esta con cord an cia de todos.
En la medida en que ella se quisiera a s i m ism a, tendría que querer la
seguridad de los derechos de todos, puesto que es una sola y misma
cosa con aquella seguridad.
III) Pero semejante con cord an cia es un mero concepto, y no debe
permanecer como tal, sino que debe ser realizada en el mundo sensible,
es decir, debe ser establecida en una expresión determinada y operar
como fuerza física.
Para nosotros sólo los hombres son seres que quieren en el mundo
sensible. Ese concepto debería ser realizado en y por las hombres. Para
ello se requiere:
a) Que la voluntad de un número determinado de hombres, en un
punto cualquiera del tiempo, sea efectivamente concordante, se exprese
y sea declarada como tal. Aquí importa demastrar que la concordancia
requerida no se encuentra por sí misma, sino que se funda en un acto
e x p líc ito d e to d o s en e l m u n d o s e n sib le , p e r c e p tib le en c u a lq u ie r
224
DERECHO POLÍTICO
225
JOHANN GOTTUHB FICHTE
IV) En un punto del tiempo, la voluntad común se ha expresado
efectivamente, y se ha tornado ley universal mediante el contrato social
(Bürgervertrag) concluido basándose en ella.
No puede ser difícil comprender, según los principios enunciados,
cuál será esta voluntad general (allgemeiner Wille), tanto desde el punto
de vista de la determinación de los derechos de cada individuo como
desde el de las leyes penales. Pero esta voluntad general no está aún
depositada y custodiada en ninguna parte, ni está aún provista de una
potencia. Esto ha de tener lugar, si esta voluntad debe perdurar y no
deben reaparecer pronto la inseguridad precedente y la guerra de todos
contra todos. La voluntad común, en tanto mera voluntad, está realizada,
pero no lo está todavía como potencia capaz de autoconservarse. Luego
queda aún por solventar la última parte del problema.
La cuestión parece poder resolverse por sí sola.
Esto es, los aliados tienen necesariamente ellos mismos, como per
sonas físicas en el mundo sensible, una potencia. Ahora bien, dado que
se debe juzgar a cada uno sólo por sus acciones, mientras nadie infrinja
la ley, hay que suponer que su voluntad privada concuerda con la
voluntad común, y que, por consiguiente, su poder corresponde al
poder político. Cada uno, aun cuando comenzara de corazón a tener
una voluntad injusta, debe continuar temiendo la potencia de todos, así
como todos temen también la suya, porque no pueden saber nada de la
injusticia de su voluntad, que no se ha expresado todavía en acciones.
La potencia de todos, de la que cabe suponer que se ha declarado en
favor de la ley, mantiene dentro de sus límites la potencia de cada indi
viduo; y así se alcanza el más perfecto equilibrio del derecho.
Pero apenas la ley es transgredida, el transgresor está por ello
excluido de la ley, y su potencia excluida de la potencia de la ley. Su
voluntad ya no es concordante con la voluntad común, sino que deviene
una voluntad privada.
1436] Asimismo, el ofendido está excluido de la ejecución de la volun
tad común; precisamente porque él es el ofendido, su voluntad de obte
ner una reparación por pane de quien le ha ofendido y que éste sea cas
tigado, d ebe considerarse com o su voluntad privada, no com o la
voluntad común. En virtud de la hipótesis, su voluntad privada es mante
nida dentro de sus límites sólo por la potencia de la voluntad común. Si
recibiese ahora en sus manos la dirección de esta potencia para ejecutar
aquello que, previsiblemente, es su voluntad privada, ésta su voluntad
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DERECHO POLÍTICO
227
JOHANN GOTTUEB F1CHTE
sente máxima, le pueda locar también a él el tumo de ser oprimido. Pero,
sin embargo, es posible que cada uno piense: «a mí no me tocará; al
menas, seré lo bastante lLsto como para organizar las cosas de modo que
yo esté siempre del lado de las más fuertes, y jamás de los más débiles».
Ha de suprimirse por completo la posibilidad de pensar así. Cada
uno debe comprender, hasta estar convencido de ello, que de la opre
sión y del trato contrario al derecho de un solo miembro del Estado se
seguirá con seguridad lo mismo para él.
Una convicción segura puede producirse sólo por una ley. Por con
siguiente, la violencia injusta debería devenir leg al por el hecho de que
haya tenido lugar una sola vez y en un solo caso: precisamente porque
algo ha ocurrido una sola vez, de ahora en adelante cualquiera debería
tener el perfecto derecho de hacer lo mismo (en virtud de la fórmula
establecida arriba: todo acto permitido debería necesariamente devenir
ley, y de este modo la ley necesariamente debería, todas las veces, deve
nir acto).
(Esta proposición está, por lo demás, fundada en la naturaleza de las
cosas. La ley es igual para todos; por tanto, lo que le corresponde a uno
solo según ella, debe corresponderle necesariamente a todos).
Pero esta propuesta no es factible; pues de ese modo el derecho y la
justicia son suprimidos, para la eternidad, por la ley misma. Precisa
mente por eso, la ley jurídica no puede contener el principio de que la
injusticia deba ser declarada justa, sino simplemente aquello por lo cual
esta concesión hecha en un único caso a la injusticia no ha de tener
lugar en absoluto, pues de permitirse en un único caso se seguiría nece
sariamente su legitimidad no sólo en el razonamiento, sino en el acto.
Qué disposiciones habrá que tomar es algo que resultará de inmediato,
si consideramos otra vez, de más cerca, el concepto, establecido arriba,
de una potencia de la ley. Veremos en seguida cómo debe ocurrir esto si
consideramos una vez más el principio expuesto arriba.
La potencia coactiva, se ha dicho, debe ser tal que su autoconserva-
ción esté condicionada por su constante eficacia, por consiguiente, si
una sola vez permanece inactiva, es destruida para siempre. Su existen
cia en g etieral depende de su existen cia, o m an ifestación , en ca d a caso
particular. Y puesto que este orden de las cosas no podría intervenir por
sí mismo, o al menos no podría presentarse según una regla e [438] inin
terrumpidamente, tendría que ser introducido por una ley fundamental
del contrato social.
228
DERECHO POLÍTICO
El orden de las cosas requerido será introducido por el decreto que
estipula que la ley no debe tener ninguna validez jurídica para lo que
sigue, antes de que todo lo precedente esté decidido según ella. A nadie
se le debe hacer justicia, en virtud de una ley, antes de haberle hecho
justicia a todos los que han sido agraviados previamente, y que, ape
lando a la misma ley, han presentado denuncia. Nadie debe poder ser
castigado, según una ley, por causa de un delito, antes de que hayan
sido descubiertos y castigados todos los delitos precedentes cometidos
contra esta ley. Pero dado que la ley es sólo una, no podría pronunciarse
en lo más mínimo, antes de haber satisfecho todas sus obligaciones pre
vias. Por la ley misma debería ser establecida semejante disposición; la
ley se prescribiría a sí misma una ley. Una ley de este género, que
regresa sobre sí misma, se denomina una ley constitucional.
VI) Sólo si el orden mostrado en la aplicación del poder público está
asegurado por una ley de coacción, están firmemente fundados la segu
ridad universal y el dominio ininterrumpido del derecho. Pero ¿cóm o
debe ser asegurado este orden mismo?
Si, como aquí se presupone, la comunidad entera tiene entre sus
manos el poder ejecutivo (ausübende Gewalt), ¿qué otra potencia debe
forzarla a cumplir su propia ley en el transcurso del tiempo, en el ejerci
cio de este poder? O admitamos que la comunidad, por buena voluntad
o por lealtad a la constitución, cumple por un cierto tiempo esa ley
constitucional y que, al no haber podido o querido hacer justicia a
alguien que ha sido perjudicado, entorpece realmente entretanto la
administración de la justicia. Los desórdenes que de ahí surgirían se tor
narían en breve tan grandes que la comunidad debería actuar, por nece
sidad, contra su ley fundamental (Grundgesetz), y se abalanzaría rápida
mente sólo sobre los nuevos delitos, sin castigar los antiguos. La
suspensión de las leyes sería el castigo por su indolencia, su negligencia
o su parcialidad; y ¿cómo debería ser forzada, la comunidad, a infligirse
este castigo a sí misma y a soportarlo? La comunidad sería, respecto a la
administración del derecho, su propio juez. Mientras la inseguridad no
fuera a más, dejaría pasar muchas cosas, por comodidad o parcialidad; y
en caso de que entonces esta inseguridad aumentara y se hiciera sentir
para la mayoría, la comunidad se abalanzaría con un rigor injusto y apa
sionado sobre los (438] criminales vueltos desvergonzados por la indul
gencia demostrada hasta ahora y que esperaban también para sí, aque
llos criminales cuyo infortunio los habría arrojado precisamente en esta
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JOHANN GOTTLIEB F1CHTF.
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DERECHO POLÍTICO
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JOHANN OOTTUF.B FICHTE
ley civil (de otras ramas de la legislación se hablará detalladamente),
procede del simple supuesto de que este conjunto determinado de hom
bres, en este lugar determinado, quiere vivir juntos con form e a i derecho,
y cada uno, al pronunciar estas palabras: «quiero vivir entre vosotros», se
somete a todas las leyes justas que pueden ser dadas en este Estado. Ya
que a los administradores del poder ejecutivo les compete mantener en
general el derecho, y asumen esa responsabilidad (la de que impere el
derecho), es menester que, en virtud de la ley, les sea confiada la tarea
de proveer los medios para la realización del derecho; y, por consi
guiente, también [44H de proponer los decretos que, propiamente, no
son leyes nuevas, sino sólo aplicaciones más determinadas de la única
ley fundamental, que reza así: este conjunto determinado de hombres
debe vivir en común conforme al derecho. Si quienes detentan el poder
aplican incorrectamente esta ley fundamental, surgirán muy pronto
desórdenes de los cuales serán responsables; ellos están, por consi
guiente, constreñidos a promulgar leyes justas, susceptibles de recibir la
aprobación de todo ser inteligente.
Resulta completamente vana, e incluso posible sólo en apariencia,
la separación entre el poder judicial y el poder ejecutivo (este último
tomado en el sentido estricto del término). Si el poder ejecutivo tiene
que ejecutar, sin réplica, la sentencia del judicial, el poder ilimitado
está en manos del juez mismo, y los dos poderes están separados sólo,
aparentemente, en las personas. Entre éstas, sin embargo, la persona
del ejecutor no tiene absolutamente ninguna voluntad, sino sólo una
fuerza física guiada por una voluntad extraña. Pero si el poder ejecu
tivo tiene el derecho de veto, entonces él mismo es el poder judicial, e
incluso en última instancia y de nuevo los dos poderes no están sepa
rados. De acuerdo con nuestras investigaciones, se deben separar el
poder ejecutivo, en el sentido más amplio del término, y el eforato. El
primero engloba la totalidad del poder público en todas sus ramas;
pero se le debe hacer responsable de su administración ante el eforato
(cuyo concepto no está aquí aún ni mucho menos determinado por
completo)].
Las personas a las que se les confía el poder ejecutivo son, según la
división habitual, o bien una sola, en la m on arqu ía conforme al derecho
y la ley, o bien un cuerpo organizado por la constitución, en la república
(en el sentido estricto del término). Más precisamente: puesto que un
solo hombre nunca puede hacer todo, es siempre un cuerpo el que tiene
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JOHANN GO TTU EB FICHTE
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DERECHO POLÍTICO
existe un derecho de coacción para que cada uno dé su voto específico
con miras a la designación de estas personas; y, además, para que
decida, en caso de que la elección recaiga sobre él, si quiere o no acep
tar el cargo. La elección -esto aquí significa la determinación de cómo
en general, en este Estado, debe ser cubierta la representación, todo el
apartado de la constitución que aborda este objeto- ha de efectuarse
mediante e l a cu erd o absolu tam en te u n án im e d e todos. Pues, aunque
exista en general un derecho de coacción para hacerle entrar en una
constitución civil, no hay, sin embargo, ningún derecho de coacción
para hacerle entrar precisamente en ésta. Dado que un Estado llega a ser
un Estado determinado por las personas que detentan el poder y por la
ley que establece cómo deben ser elegidas, no existe ningún derecho a
constreñir al otro a reconocer también como sus representantes al o a
los representantes reconocidos por mí. Si no pueden ponerse de
acuerdo, el grupo más numeroso y, por eso, el más fuerte, se mantendrá
en este lugar del espacio, y los otros, puesto que ya no podrán ser tole
rados por mucho tiempo en este lugar, elegirán entre adherirse a la
mayoría -con lo que la elección se torna unánime- o bien abandonar el
territorio, y, por consiguiente, no contarse ya como un miembro de esta
unión, por lo que nuevamente la elección resulta unánime. Así como en
general un contrato deviene inviolable e inmutable por el hecho, pero
también ú n icam en te por este hecho, de que sin él no sería posible una
relación jurídica, [4441 lo mismo ocurre en el caso del contrato en el cual
el Estado transfiere el poder ejecutivo a determinadas personas y que lla
maremos contrato de transferencia lo de transmisión de poderes] (Über-
tragungscontract).
lina vez que alguien ha asumido el ejercicio del poder público, no le
está permitido renunciar a él unilateralmente, sino sólo con el consenti
miento de la comunidad, porque mediante su renuncia el dominio
(H errschaft) del derecho podría quedar al menos interrumpido, o
incluso volverse imposible por completo, si su puesto no pudiera ser
ocupado de nuevo convenientemente. Tampoco a la comunidad le está
permitido anular unilateralmente el contrato suscrito con él. pues la
administración estatal define su posición social en el seno del Estado, la
posesión que le ha sido asignada, y si le corresponde esta posesión, en
virtud del contrato, no tiene ninguna otra. Cuando a todos los ciudada
nos (Staatsbürgem) les fue asignada su propiedad, a él le fue asignada
ésta personalmente. Por consiguiente, la ruptura unilateral del contrato
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JOHANN GOTTU EB F1CHTE
haría imposible su relación ju ríd ica con la res pu blica. Pero si está dis
puesto a aceptar de buen grado la destitución y a acordar con la comu
nidad una indemnización, está facultado para hacerlo.
Además, puesto que el administrador del poder público se hace res
ponsable, en este contrato, del derecho y de la seguridad, debe necesa
riamente reservarse la potencia (Machí) y el libre uso de ésta, que le
parecen y le parecerán imprescindibles en cada ocasión con vistas a este
fin-, y esta potencia tiene que serle concedida. Se le debe conceder el
derecho de determinar cuál debe ser la contribución de cada uno para la
promoción del fin del Estado, y de emplear esta potencia según su saber
y su convicción. IPronto veremos en qué medida, empero, debería ser
limitada esta potencia.] Luego él debe disponer libremente de la poten
cia del Estado (Staatsmacht) y estarle sometida sin ninguna restricción,
como se infiere del concepto de un poder del Estado (Staatsgewalt).
El poder público debe, en cada caso, hacer justicia a cada uno, y
reprimir y castigar la injusticia. Asume esa responsabilidad, y un acto de
violencia no descubierto tiene para el Estado y para la persona del poder
público las más tristes consecuencias. Sus administradores deben tener,
por consiguiente, la potencia y el derecho de vigilar la conducta de los
ciudadanos; tienen el p o d er y la legislación p oliciales (Polizeygew alt a n d
d ie Polizeygesetzgebung).
De lo examinado arriba se desprende que cada uno, en el contrato
social, haya sometido, sin ninguna reserva, su derecho a hacer justicia a
la valoración del Estado y que, dado que ahora se ha puesto un admi
nistrador de la potencia del Estado, la someta a éste último. Este admi
nistrador es, necesariamente, un juez contra el que no cabe apelación.
VIII) ¿Bajo qué ley de coacción debe entonces ser colocado este
poder supremo del Estado a fin de que le resulte imposible promover
algo 1445] distinto al derecho, pero al mismo tiempo cumpla necesaria
mente, y en todos los casos, el derecho?
De una manera general se ha establecido arriba esta proposición:
debe ser físicamente imposible que el poder público, o, aquí, sus admi
nistradores, tengan una voluntad distinta a la del derecho. El medio de
conseguirlo ha sido ya igualmente indicado en un plano general: su fin
privado, el fin relativo a su propia seguridad y a su bienestar, debe estar
ligado al fin común, y ser alcanzable únicamente si este último es alcan
zado. No deben poder tener absolutamente ningún otro interés que el
de favorecer el fin común.
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JOHANN GOTTUEB FICHTE
suma, únicamente la propia comunidad puede declararse comunidad;
por consiguiente, debería ser necesariamente comunidad antes de serlo,
lo que, según lo establecido, es contradictorio.
La contradicción sólo puede superarse del modo siguiente: E lp u eblo
es d eclara d o d e an tem an o com u n id ad p o r ¡a constitución p a ra un caso
determ inado.
Mediante esta ley constitucional podría ser dispuesto -s e trata del
caso que a todos se les ocurre- que el pueblo se reúna regularmente,
cada cierto tiempo, en plazos establecidos, y se haga rendir cuentas por
parte de los magistrados de la administración del Estado. Tal disposición
es 1448] factible en pequeños Estados, particularmente en los republica
nos, donde la población no vive demasiado dispersa, y, por consi
guiente, se reúne fácilmente y sin gran pérdida de tiempo, y donde tam
bién la administración del Estado es simple y fácil de controlar. Y, sin
embargo, incluso aquí, esta gran acción jurídica pierde algo de su digni
dad al convertirse en costumbre. Se tiene tiempo para tomar sus medi
das a tal efecto, y el resultado es por lo general menos la voluntad
común que la voluntad privada de partidos intrigantes y ávidos de hono
res. Pero en un Estado de un tamaño considerable -y es de desear, en
muchos aspectos, que los Estados no sean pequeños—esa ley no sería ni
siquiera aplicable, aparte de que también en él aparecerían los abusos
mencionados, sólo que de una manera más extensa y peligrosa, mientras
que la misma preocupación por protegerse contra un perjuicio se toma
ría el mayor perjuicio para el pueblo, sea por la pérdida de tiempo que
ello necesariamente acarrea, sea por las molestias que introduce en los
asuntos privados.
Se puede, por tanto, establecer lo siguiente como principio: La
co m u n id a d n o b a d e se r co n v o ca d a ja m á s sin n ecesid a d ; p ero tan
p ron to com o se b a g a n ecesario, h a d e reu n irse d e in m ediato, y h a d e
p o d er y qu erer pron u nciarse.
Nunca hay necesidad de que la comunidad se reúna, ni tampoco lo
querrá, antes de que cesen por completo de operar el derecho y la ley;
pero en este caso, deberá hacerlo necesariamente y de seguro lo hará.
En un Estado legítimo, al derecho de cada individuo tienen que estar
ligados el derecho y la ley en general. Por consiguiente, la ley tiene que
ser suprimida del todo allí donde manifiestamente no ha intervenido
como debía (es decir, cuando no se ha pronunciado a propósito de un
litigio dentro del tiempo determinado por la ley, o cuando el ejercicio
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DERECHO POLÍTICO
19 F.n esto, el efo ra to (en el sentido estricto del término), deducido aquí de la razón
pura, es completamente diferente del eforato contemplado en la constitución espartana, de
la inquisición política de Venecia. y de otras instituciones similares. Los tribu nos d e l p u eb lo
f V otkstribunen) de la república romana tienen con él la máxima afinidad.
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JOHANN GOTTUEB FtCHTF.
rior, sería lícito preguntarse cómo los primeros podrían coaccionar al
último para que por una simple orden suya suspendiera sus funciones.
Pero esta coacción se encuentra por sí misma, pues, con el anuncio
público de la suspensión, todo lo que el ejecutivo decide desde ese ins
tante es declarado nulo y sin valor legal; y es natural que de ahora en
adelante ninguna parte condenada por él querrá someterse a su juicio,
así como ninguna parte que haya ganado su proceso ante el tribunal del
poder ejecutivo confiará en este juicio.
Además, con el interdicto, los administradores encargados hasta
ahora del poder ejecutivo son declarados meras personas privadas, y
todas sus órdenes para emplear la fuerza son declaradas nulas y sin
valor legal. Todo acto de violencia cometido por orden suya, desde el
instante del interdicto, es resistencia contra la voluntad común declarada
por los éforos, y es, por consiguiente, rebelión, y como tal debe ser cas
tigada y lo será con absoluta certeza, tal como a continuación veremos.
¿Deben esperar los magistrados, por su insubordinación, una pena
más dura [450] que la que les amenaza si pierden el juicio ante la comu
nidad? Esto no es posible, porque entonces les aguarda la máxima pena;
pero por culpa de su insubordinación dan ya por perdida una causa que
todavía tienen posibilidades de ganar; y eso les vale, ya antes de toda
investigación sobre el fundamento del interdicto que ha sido impuesto,
la pena más severa, a la cual quizá aún habrían podido sustraerse. Por
consiguiente, difícilmente opondrán resistencia.
El anuncio del interdicto comporta al mismo tiempo la convocatoria
de la comunidad. Esta es forzada a reunirse de inmediato por la peor
desgracia que podría ocurrirle. Los éforos son, por la naturaleza misma
de las cosas, los acusadores, y a ellos les corresponde tomar la palabra
para hacer una relación de los hechos.
Que la comunidad deba reunirse no significa que todos los hombres,
venidos de todas las partes de un territorio quizás muy extenso, deban
reunirse en un lugar -lo que en muchos casos seria completamente
imposible; sino sólo que todos se juntan con motivo de la investigación
que se proponen emprender y en torno a la cual se puede deliberar per
fectamente en cada ciudad y en cada pueblo del pais-, y que cada uno
dé su voto. Cómo deben estar organizadas las cosas a fin de obtener
puramente el resultado de la voluntad común, es una cuestión que con
cierne a la política, y en absoluto a la doctrina del derecho. Sin embargo,
por un motivo que mencionaremos más adelante, es necesario que con
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relativo a su bienestar, y estar muy bien pagados, y su sueldo debe ser
igual al de los detentadores del ejecutivo. Además, como cabía esperar,
están expuestos a las persecuciones y amenazas de este poder, y no tienen
ninguna defensa salvo la potencia de la comunidad, la cual, sin embaigo,
no se encuentra agrupada. Por consiguiente, la persona de los éforos debe
ser garantizada por la ley, esto es, deben ser declarados inviolables {sacro-
san e tt). El menor acto de violencia en su contra, o incluso sólo la amenaza
del uso de la fuerza, constituye alta traición (H ochvenatb), esto es, una
agresión directa contra el Estado. Ya sólo esta, si proviene del poder ejecu
tivo, implica el anuncio del interdicto; pues, al obrar así, el poder ejecutivo
escinde inmediata y claramente su voluntad de la voluntad común.
Además, la potencia del pueblo tiene que superar sin comparación
posible al poder en manos de los ejecutores. Si el segundo pudiera sim
plemente hacer de contrapeso al primero, se desencadenaría entonces,
en caso de que los ejecutores quisieran resistirse, al menos una guerra
entre éstos y el pueblo, eventualidad que debe ser imposibilitada por la
constitución. Si el poder ejecutivo fuera superior al pueblo, o pudiera
llegar a serlo tan sólo en la guerra, podría sojuzgarlo, de donde surgiría
una esclavitud incondicionada.
Por consiguiente, es condición de la legitimidad de toda constitución
civil que, bajo ningún pretexto, el poder ejecutivo disponga de una
potencia capaz de ofrecer la menor resistencia a la de la comunidad.
Todo fin debe ser sacrificado a este fin, el fin más elevado posible, el de
la preservación del derecho en general.
Además, precisamente por esto, es una máxima fundamental para
una constitución conforme a la razón -y deben ser tomadas disposicio
nes que apunten a ese objetivo- que, en las asambleas de la comunidad,
por doquier -p or ejemplo en las capitales de provincia del p a ís-1454) se
reúnan masas tan numerosas que sean capaces de resistir a las posibles
tentativas de rebelión protagonizadas por el poder ejecutivo, esto es,
que puedan oponer una resistencia apropiada. Apenas la comunidad se
declara comunidad, una potencia muy respetable debe estar disponible.
XI) A este propósito, una cuestión todavía importante es la siguiente:
¿De qué modo se debe determinar la decisión del pueblo? ¿Debe haber
unanimidad o es suficiente la mayoría de los votos, y la minoría debe
someterse a la mayoría?
En el contrato estatal (Staatsvertrag) debe haber unanimidad, como
se ha mostrado arriba. Cada uno ha de declarar personalmente que
246
DERECHO POLÍTICO
quiere entrar junto con esta determinada pohlación en una res p u b lica
para la preservación del derecho.
En la deliberación sobre la elección de los magistrados, la cosa era
ya diferente. En efecto, la minoría no estaba obligada a adherirse al
voto de la mayoría; pero, puesto que constituía la fracción más débil,
podía ser constreñida por la más fuerte a abandonar este lugar (en que
la mayoría pretende ahora realizar la constitución que ha proyectado),
y a establecerse en otra parte. Si no quiere hacerlo -y puede haber
muchas razones para no quererlo-, tendrá que sumarse al voto de la
mayoría. La razón de ello era que esta minoría sería, obviamente, dema
siado débil para oponer resistencia. En la demostración ya se indica que
también aquí es necesaria una neta mayoría, de modo que la disparidad
de fuerzas no sea dudosa, y no sea de temer una guerra, que siempre es
ilegítima. De la demostración se desprende, por consiguiente, que no
todo puede depender de unos pocos votos de más o de menos. Antes
de que intervenga el primer caso [la existencia de una neta mayoría), los
miembros de la comunidad habrán de procurar ponerse de acuerdo
entre ellos.
En la deliberación sobre la legitimidad o la ilegitimidad del proceder
del poder ejecutivo contra el que se ha formulado la acusación, según
las premisas enunciadas, no puede imperar en absoluto una gran diver
sidad de opiniones. Ante todo, debe ser verificable con claridad un
h ech o, y así será, por la naturaleza misma de la cosa. La cuestión es
entonces la siguiente: ¿es este hecho justo o no? ¿Debe ser o no, para
nosotros, sempiternamente legal? La cuestión es breve y puede respon
derse con un sí o un no taxativos. Por consiguiente, cabe considerar sólo
d os opiniones, afirmación o negación, y una tercera no es posible.
Suponiendo que todos los ciudadanos posean, al menos, la sana
facultad común de juzgar, es muy fácil decidir esta cuestión; ella tiene,
como ya se ha mostrado arriba, una relación tan directa con el bien o el
mal de cada individuo que, por su misma naturaleza, será respondida
casi siempre de forma completamente unánime, y se puede admitir de
antemano que quien responda de modo distinto que la mayoría, o bien
no posee el juicio común o bien es un espíritu partidista. Les tocará a los
más inteligentes [4551 rectificar con indulgencia el juicio de los del pri
mer grupo y remitirlos a la opinión general. Si no es posible convencer
los, recaen sobre ellos las sospechas de pertenecer a la última clase y ser
ciudadanos dañinos. Si no pueden unirse al veredicto de la mayoría, no
247
JOHANN G O TTU EB FICHTE
248
DERECHO POLÍTICO
hacer que se pronuncie acerca del éforo saliente así como acerca de los
miembros del ejecutivo. Obviamente, el éforo encontrado culpable debe
ser castigado por alta traición. Pero haber administrado el eforato con
honor da derecho a las más altas distinciones de carácter vitalicio.
Es el p u eb lo quien ha de designar a los éforos, no el poder ejecutivo
—lo que sería evidentemente insensato-, ni los éforos mismos, puesto
que los nuevos éforos son los jueces de los salientes y éstos últimos
podrían ponerse a resguardo de todo juicio, si a ellos les tocara elegir. El
modo de elegir a los éforos debe estar determinado en la constitución.
No debe estar permitido presentar su propia candidatura para el eforato;
aquél sobre quien recaen la mirada y la confianza del pueblo, que, pre
cisamente en aras de esta crucial elección, prestará continua atención a
los más grandes y probos de sus hombres, aquél se convertirá en éforo.
XIII) Si, una vez adoptadas estas disposiciones, los éforos debieran
coaligarse todavía con el poder ejecutivo contra la libertad del pueblo,
para ello se necesitaría nada menos que, entre los primeros hombres del
país que en el curso del tiempo han sido elegidos como éforos dentro
de toda una serie de ellos, no hubiera ni siquiera uno solo que no haya
sido corrompido ya al acceder a su cargo; y además, que cada uno de
estos éforos pudiera contar con esta corrupción general con tal certeza
por hacer depender de semejante situación su completa seguridad. Una
eventualidad así es imposible, o, si es posible, podría juzgarse fácilmente
que un pueblo corrupto hasta tal extremo, en cuyo seno los reconocidos
universalmente como los mejores tienen sentimientos tan bajos, no
merece un destino mejor que el que le toca en suerte. Pero, puesto que
una ciencia rigurosa debe tomar en cuenta incluso la situación más
improbable de todas, en este caso se recurre a la salida siguiente.
Toda persona privada que convoca a la comunidad con tra la volun
ta d del poder ejecutivo, en la cual está depositada la voluntad común,
mientras la comunidad no se encuentre reunida -y esto será siempre así,
porque el poder ejecutivo, por su misma naturaleza, no quiere convo
carla nunca- es un rebelde, como se ha demostrado arriba, en tanto que
su voluntad se subleva contra la presunta voluntad común y pretende
una potencia opuesta a ella.
Pero -con vien e reparar bien en e s to - el pueblo20 no es nunca
rebelde, y la expresión [457] rebelión, referida a él, es el mayor disparate*
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JOHANN G O TTU EB FICHTF.
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DERECHO POLÍTICO
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DERECHO POLÍTICO
una relación entre los hombres conforme al derecho; pero no es en
absoluto necesario que todos estos móviles operen continuamente pro
duciendo efectos exteriores y visibles. Más bien, cuanto mejor organi
zado esté el Estado, tanto menos se reparará en él, porque toda posibili
dad de su eficacia externa queda suprimida ya desde el momento de su
surgimiento por su fuerza quieta, por su peso interno. Él mismo se
impide obrar.
Lo siguiente a lo que apunta el Estado es a dirimir los litigios entre
los ciudadanos sobre la propiedad. Cuanto más simple, clara y compre
hensiva sea la ley, tanto más segura e infalible es la aplicación de la
misma y tantos menos litigios de esa índole habrá, porque cada uno
puede saber con bastante precisión lo que le pertenece y lo que no le
pertenece, y no será fácil que haga el intento, que puede prever vano,
de apropiarse de la propiedad del otro. Si los escasos litigios que acaso
pueden ser provocados por error, son resueltos de manera correcta y
evidente para ambas partes, entonces no hay crímenes. Pues ¿de dónde
proceden todos los crímenes sino de la codicia y de la pasión que ella
suscita [460], o también de la indigencia y de la miseria, que no existi
rían, si la ley velara como corresponde por la propiedad de cada uno? ¿Y
cómo pueden originarse esos crímenes una vez que sus fuentes han sido
desviadas? Una buena ley civil y su administración rigurosa hacen super-
flua toda aplicación de la legislación criminal. Además, ¿quién osa come
ter un crimen cuando sabe con certeza que será descubierto y castigado?
Sólo después de medio siglo vivido así, los conceptos mismos de los crí
menes habrán desaparecido de la conciencia del pueblo feliz que es
gobernado con estas leyes.
Si el poder ejecutivo tiene tan pocas ocupaciones, estará en él redu
cida proporcionalmente la posibilidad de ser injusto. El ejercicio de su
poder, que se verificará raramente, es un acto que suscita reverencia
para él y para el pueblo; todas las miradas están dirigidas hacia él, y la
reverencia necesaria que le debe a la nación le dará estima por sí mismo,
en caso de temer que no la tuviera sin eso.
Igualmente, el poder de los éforos no encontrará aplicación, porque el
poder ejecutivo es siempre justo y no se deberá pensar en un interdicto, ni
por consiguiente, tampoco en un tribunal popular (Volksgericht).
Luego si fuera posible que alguien se dejara intimidar por los con
ceptos formulados y se figurara quién sabe qué atrocidad a propósito de
la asamblea del pueblo erigida en tribunal, tiene dos motivos para tran-
253
JOHANN GOTTLIF.B FICHTE
254
FUNDAMENTO DEL DERECHO NATURAL
SEGUN LOS PRINCIPIOS
DE LA DOCTRINA DE LA CIENCIA
SEGUNDA PARTE
O
DERECHO NATURAL APLICADO
(1 7 9 7 )
[1/4, 5] PRIMERA SECCIÓN
§17
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DEL CONTRATO DE CIUDADANÍA
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JOHANN GOTO.1EB FtCHTF.
cho a todo lo que la otra parte reclamaba para sí, y a todo lo que tam
bién le ha sido realmente reconocido en el contrato. Aun cuando el pri
mero todavía no conocía esto por entonces, habría podido conocerlo
más tarde y someterlo a sus fines. Ha perdido su derecho a todo eso úni
camente por el contrato. El contrato subsiste sólo en la medida en que
es respetado continuamente; apenas es violado, queda anulado. Pero si
el fundamento desaparece, desaparece también lo fundado, y puesto
que el contrato era el único fundamento de la renuncia, desaparece con
él la renuncia a todo lo que pertenecía al otro. Ambas partes se encuen
tran de nuevo en la misma relación en que se encontraban antes del
contrato.
[8] B
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todos. Cabría, empero, recordar que, puesto que los hombres conducen
necesariamente sus negocios en un cierto espacio delimitado, sería sufi
ciente que cada uno se pusiera de acuerdo sólo con sus tres o cuatro
vecinos más próximos en el espacio. Según nuestro presupuesto, aquí
esto no debe ser suficiente. Así pues, hay que presuponer que cada uno
puede entrar en colisión con cualquier individuo, que los individuos no
permanecerán encerrados en su circunscripción, sino que tendrán el
derecho de vivir juntos en todo el territorio del Estado y de ir a visitarse
los unos a los otros. Que esto es de verdad así, se verá mejor más ade
lante. Aquí se concluye sólo -d e la exigencia de que en el contrato de
ciudadanía todos deben contratar con todos- que el territorio de todos,
sobre la superficie de la tierra, puede ser en parte, es decir, en un cierto
aspecto, repartido entre los individuos, y que en cierto otro aspecto,
determinado precisamente por el contrato, él define una esfera de
acción para todos: por ejemplo, le debe estar permitido al comerciante
circular para ofrecer sus mercancías, al pastor conducir su rebaño, al
pescador dirigirse a los ríos cruzando el terreno del campesino, etc.;
todo lo cual puede estar permitido sólo mediante el contrato.
II) Pero, no obstante, el fin del contrato de ciudadanía consiste en
que [10] los límites de la libertad exclusiva de cada uno -determinados
por el contrato de propiedad o contrato civil- deban ser protegidos por
medio de la coacción recurriendo a la fuerza física, ya que no se puede
ni se quiere confiar en la mera voluntad buena.
Tal potencia coactiva no ha sido instituida, si, como se ha mostrado,
la voluntad de cada contratante es sólo negativa respecto a la propiedad
del otro. Puesto que el contrato que vamos a describir debe ser un con
trato de ciudadanía, habría que añadir al primero, al contrato de propie
dad, todavía un segundo contrato, en el cual cada uno prometa a todos
los individuos, considerados aún como individuos, ayudarles con su
propia fuerza a proteger la propiedad que les es reconocida, a condición
de que ellos, por su lado, ayuden igualmente a defender la suya de la
violencia. Denominamos este contrato el contrato d e protección (Schutz-
vertrag).
Este segundo contrato según la materia está condicionado por el pri
mero. Cada uno puede comprometerse a proteger sólo lo que ha reco
nocido como el derecho del otro, consista esto en una posesión efecti
vamente presente o en la autorización general a procurarse en el futuro
una posesión, según una cierta regla. Pero de ninguna manera puede
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DEL CONTRATO DE CIUDADANÍA
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JOHANN G O TTU EB FICHTE
puede demostrar nunca de una manera que resulte válida para el tribu
nal del derecho externo. Además, ella podría cambiar, y cada parte tiene
en general el derecho de no depender de la buena voluntad de la otra.
La proposición enunciada ni siquiera es equivalente a la proposición: -si
acaso me has protegido ya una vez-, porque lo pasado está pasado y no
me ayuda nada en el presente; moralidad, gratitud y otras buenas dispo
siciones interiores de ánimo del mismo género, podrían perfectamente
empujarme a corresponderle al otro su protección; pero aquí debe ser
fundada una pretensión jurídica. En el ámbito del derecho no hay nin
gún otro medio de obligar al hombre que el de la comprensión de esta
idea: lo que le haces al otro, sea malo o bueno, no se lo haces al otro,
sino a ti mismo. Aplicándola aquí, debería poder comprender que en la
protección que le brindo al otro o no me protejo realmente sino a mí
mismo, en el presente, o bien que, de la protección que le doy se segui
ría con absoluta necesidad la protección del otro, si la precisara en el
futuro. Lo primero no es posible; pues en tanto que me protejo a mí
mismo, no necesito protección ni la recibo; el segundo tampoco es posi
ble, pues las decisiones de la voluntad libre del otro no se pueden pre
ver con absoluta certeza.
La discusión que acabamos de ofrecer es la más rigurosa, pero se
puede considerar la cuestión también desde otros puntos de vista. O
bien las dos partes del contrato de protección son agredidas al mismo
tiempo, y entonces ninguna puede acudir en ayuda de la otra, porque
cada una debe ocuparse de sí misma. O bien es agredida una de las dos.
¿Por qué, entonces, la otra parte, cuya protección es reclamada, no
podría decir: -nuestro contrato está condicionado: sólo mediante la pres
tación de tu protección obtienes una pretensión jurídica a mi protección;
sin embargo, no has cumplido realmente la condición [12] -aquí no está
en cuestión si has podido cumplirla, o si has tenido constantemente la
buena voluntad de cumplirla en el caso de que se hubiera presentado la
ocasión para ello, sino que se trata exclusivamente del hecho de que no
la has cumplido»? Pero si la condición desaparece, también desaparece
lo condicionado. El otro argumentará análogamente desde su punto de
vista; y así lo condicionado nunca intervendrá, porque la condición
nunca puede intervenir. Las partes pueden entrar en una relación de
obligación moral, si una asiste realmente a la otra; pero jamás en una
relación jurídica.
Con vistas a mejorar la claridad de la discusión, comparamos este
264
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deviene acto, establecemos una forma válida para todos los contratos de
prestación, que más adelante les aplicaremos realmente a ellos].
IV) En el simple contrato sobre la protección debe estar contenida al
mismo tiempo de manera inmediata la prestación de la protección.
¿Cómo disponer las cosas para lograr esto? Evidentemente, de tal modo
que, al suscribir el contrato estatal se llegue a reunir y a instaurar, con él
y mediante él al mismo tiempo, una potencia protectora, a la cual todo
individuo que participa en este contrato, aporta su contribución. Con su
contribución, cumpliría efectivamente y de inmediato, al ingresar en el
Estado el contrato de protección con todos; por consiguiente, de ahora
en adelante, en virtud de su simple ingreso en el Estado, ya no sería pro
blemático saber si cumpliría el contrato de protección, puesto que efec
tivamente lo ha cumplido y continúa efectivamente cumpliéndolo, mien
tras su contribución esté contenida en el conjunto de la protección
general.
¿Cómo implantar entonces esta potencia protectora y qué sucede
realmente al implantarlo?
Nos situamos de nuevo, a fin de hacer intuitivo el importante con
cepto que vamos a obtener, en el punto en que vemos obrar al indivi
duo que acepta suscribir el contrato con lodos. Es una de las partes con
tratantes. Su contribución a la potencia protectora le es exigida como
condición para su ingreso en el Estado. ¿Por qu ién le es exigida esta
contribución? ¿Con quién negocia realmente estos aspectos y quién es la
segunda parte en este contrato?
Esta segunda parte reclama protección; ¿para qué individuo determi
nado la reclama? Absolutamente para ningún individuo determinado y,
sin embargo, para todos; para quienquiera que sea agredido; pero esto
puede ocurrirle a cualquiera de ellos; también puede suceder que nin
guno lo sea. El concepto de lo que en general es menester proteger se
caracteriza por su flu ctu ar, por su oscilar tScbw eben}. es un concepto
indeterminado, y precisamente de ahi surge el concepto de un todo no
meramente im agin ado, engendrado pura y simplemente por nuestro
pensar, como arriba (I), sino de un todo real que es unido por la cosa
misma; no meramente el concepto de todos (Aller), sino de una totali
dad (Allheit).
114] Describámoslo de más cerca. Un mero concepto abstracto es
compuesto únicamente por el acto libre de un espíritu; así ocurre con el
concepto de todos, que fue expuesto arriba. El concepto que obtenemos
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DEL CONTRATO DE CIUDADANÍA
aquí no es compuesto sólo por un acto arbitrario, sino por algo real, que
es desconocido sin embargo y se realizará sólo en el futuro mediante la
agresión que cabe temer. Nadie sabe quién será la primera víctima; cual
quiera puede serlo; cada uno puede creer que la institución entera es
erigida únicamente en su provecho y por ello aportará gustoso su
modesta contribución. Pero la víctima de la agresión puede ser también
otro, y en ese caso su contribución está ya entrelazada en el todo y no
puede ser retirada. Esta indeterminación, esta incertidumbre sobre qué
individuo será primeramente la víctima de la agresión, por consiguiente,
este flu ctu ar, este o scila r de la imaginación constituye el vínculo de
unión. Es aquello por medio de lo cual todos confluyen en uno, y ya no
están unidos en un concepto abstracto, como en un com postíum , sino
en los hechos, como en un totum. La naturaleza junta así de nuevo en el
Estado lo que dividió en la producción de varios individuos. La razón es.
una, y su presentación en el mundo sensible es también sólo una. La
humanidad es un todo único organizado y organizador de la razón. Ella
fue dividida en múltiples miembros independientes entre sí; y ya la
constitución natural del Estado suprime provisionalmente esta indepen
dencia y funde cantidades particulares en un todo, hasta que la eticidad
transforme la especie entera en una unidad.
El concepto expuesto puede ser ilustrado convenientemente por el
de un producto organizado de la naturaleza, por ejemplo el de un árbol.
Concédasele a cada parte particular conciencia y voluntad, y entonces,
en la medida en que quiere su autoconservación, debe querer necesa
riamente también la conservación del árbol, porque su propia conserva
ción es posible sólo bajo esta condición. ¿Qué es, así pues, el árb o l para
ella? El árbol en general no es nada más que un mero concepto, y un
concepto no puede ser dañado. Pero la parte quiere que nin gu na entre
todas las partes, cualquiera que pueda ser, sea dañada, porque también
ella compartiría el dolor por este daño. No ocurre exactamente esto en
un montón de arena, donde puede ser indiferente a cada parte que la
otra sea separada, pisoteada, esparcida.
Lo que debe ser protegido, es, por consiguiente, el todo, surgido de
esta manera. Esta es la segunda parte que buscábamos en el contrato. La
voluntad declarada no es en absoluto una voluntad privada, salvo toda
vía provisionalmente en relación al contratante particular que, según
nuestro presupuesto, es exhortado primeramente a la protección. La
voluntad declarada es más bien, por su naturaleza, una voluntad común,
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C orolario
Por lo que sé, hasta hoy se ha hecho surgir el concepto del todo del
Estado sólo por la unión ideal de los individuos, y así se ha cerrado el
acceso a la verdadera intelección de la naturaleza de esta relación. De
ese modo se puede reunir en un todo cualquier cosa que sea posible. El
vínculo de unión es entonces exclusivamente nuestro pensar; todo lo
que está unido está de nuevo aislado como antes, si no realizamos de
una manera distinta la composición, lo que depende del arbitrio, lina
verdadera unión no se concibe hasta no haber mostrado un vínculo de
unión q u e no sea e l concepto. [Nos expresamos así desde el punto de
vista empírico; desde el punto de vista trascendental, deberíamos decir:
hasta no haber mostrado lo n ecesario p a r a esta u nión en e l pen sar]■Y
eso es lo que hemos hecho en nuestra exposición. Todos los individuos
confluyen en un único ser, en el concepto de lo que es preciso proteger,
por la necesaria indeterminación en saber qué individuo tendrá necesi
dad de una protección visible, y, todavía más, a qué individuo benefi
ciará la protección de manera imperceptible al reprimir mediante la ley
la voluntad mala antes de que ella irrumpa en acciones.
[191 La imagen más idónea para ilustrar este concepto es la de un
producto organizado de la naturaleza. Esta imagen se ha usado con fre
cuencia en los últimos tiempos para describir las diversas ramas del
poder público como formando una unidad, pero, que yo sepa, todavía
no lo ha sido para caracterizar la relación civil entera. Al igual que en un
producto de la naturaleza, cada parte puede ser lo que es sólo en esta
unión y fuera de esta conexión no sería lo que es; también fuera de toda
unión orgánica no sería absolutamente nada, porque sin la acción recí
proca de fuerzas orgánicas que se conservan mutuamente en equilibrio,
no se tendría en general ninguna forma capaz de perdurar, sino una
lucha eterna entre el ser y el no-ser, que nosotros ni siquiera podemos
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[20] SEGUNDA SECCIÓN
De la legislación civil
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DF. LA LEGISLACIÓN CIVIL
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disponer de ellos. Lo último sólo se encuentra en los seres que son arti
culados para el movimiento libre. Ahora, bien podría ser que, puesto
que en las dos últimas determinaciones enunciadas, el arte de la natura
leza se eleva manifiestamente más arriba, las dos determinaciones con-
cuerden; es decir, que en aquellos cuerpos que son también articulados,
la organización sólo sea posible a través de materiales ya organizados,
puesto que en los leuerpos] no articulados ella se produce a través de la
materia bruta. Sin dejarnos llevar aquí a una investigación totalmente
extraña a nuestro propósito con el fin de saber por qué y según qué
leyes sucede así, nosotros nos contentamos simplemente con indicar
que es así. Las plantas son formadas por materia bruta, al menos por una
materia tal que, para nosotros, es bruta y desorganizada; por el contra
rio, los animales se nutren del reino de lo que está organizado. Lo que
parece ser una excepción de la última regla, no (25] lo es. Si el hierro, las
piedras, la tierra son tragados por los animales, quizá incluso por instinto
natural, esto no sucede para nutrir al animal, pues estas materias no son
digeridas, sino acaso para expulsar del cuerpo ingredientes nocivos.
Ahora, puede ser también que criaturas articuladas se nutran a su
vez incluso de otras (criaturas] articuladas, o coman carne. Parece que
estas criaturas se sitúan a un nivel superior de la organización. El hom
bre está visiblemente determinado a obtener su alimento de ambos rei
nos de la naturaleza organizada.
II.) Es condición de la permanencia de un Estado que exista una
masa suficiente de alimentos; de otra manera los hombres renunciarían a
su asociación y tendrían que dispersarse.
Toda organización se produce según leyes naturales que el hombre
puede solamente conocer y dirigir, pero no cambiar. El hombre puede
poner a la naturaleza en las, para él conocidas, condiciones de aplica
ción de sus leyes y entonces contar con seguridad que ella, por su parte,
no fallará en esta aplicación, y así él adquiere capacidad para la promo
ción y acrecentamiento de la organización. Es de esperar que, allí donde
por libertad -con la que la naturaleza no podía contar- muchos hombres
quieren coexistir en un lugar, la naturaleza tenga necesidad de una tal
ayuda. Si esto es así, la promoción de la organización es el cimiento del
Estado, en cuanto ella es la condición exclusiva sólo bajo la cual los
hombres pueden permanecer juntos.
Será preciso, en primer lugar, el aumento del reino vegetal para la
alimentación de los hombres y del ganado. Según las leyes de su natu
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DE LA LEGISLACIÓN CIVIL
raleza, las plantas están ligadas al sol, crecen a partir de él y están fijas a
él tanto tiempo como dura la organización. Es de esperar que muchos
hombres se consagren exclusivamente a su producción y a su cultivo, y
debe ser concedido un tal derecho, puesto que efectivamente la existen
cia del Estado está condicionada por su uso.
La organización progresa durante un cierto tiempo según ciertas
leyes en aplicación de las cuales no se puede perturbar a la naturaleza.
Es pues absolutamente necesario, para alcanzar el fin propuesto, que en
cada parte cultivada del reino vegetal todo permanezca tal y como lo ha
conocido quien la cultiva, en cuanto que tiene que contar con él en su
proceder ulterior; que, por tanto, el suelo que cultiva le sea concedido
exclusivamente para esta práctica del cultivo. Tendríamos, por tanto,
que hablar en primer lugar:
[26] A
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DE LA LEGISLACIÓN CIVIL
muy posible dentro del Estado; todos aquéllos con los que el individuo
se encuentra en relaciones mutuas de acción recíproca, y por tanto en
relaciones jurídicas, le han otorgado, su aprobación, el derecho a reali
zar este trabajo. Únicamente bajo esta condición la proposición indicada
es válida en el Estado; y puesto que en general sólo en el Estado cada
cosa tiene una validez jurídica, ella es válida en general sólo bajo esta
condición).
2.) En cuanto a lo que crece salvajemente sobre un suelo cultivado
hay que suponer que el poseedor del suelo lo ha sometido a su fin, el
del cultivo, y le pertenece, por tanto, con derecho. Tampoco puede per
tenecer a un extraño, aunque sólo fuera porque este extraño, dispo
niendo de él, perjudicaría su propia libre disposición de su suelo, (y) por
tanto le impediría alcanzar los fines que le son garantizados.
3 ) Un suelo no cultivado es propiedad de la comunidad; pues en el
momento de la repartición de las tierras no ha sido dado en propiedad a
ningún particular. A este respecto, hay que distinguir cuidadosamente
entre la sustancia y los accidentes. La sustancia, el suelo mismo, es una
cosa que la comunidad ha conservado para una futura repartición, en el
caso de que ésta sea necesaria. Los accidentes, lo que crece en él de
manera salvaje, no pueden ser conservados, porque en este caso se per
derían; es conveniente pues usarlos. Lo más oportuno es que la comuni
dad haga uso de ellos para sus fines públicos y los añada a los ingresos
del Estado, [28] o se conviertan en una regalía. Se convierte así en una
contribución que todos aportan sin que nadie desembolse un céntimo.
Sin embargo, hay que observar aquí lt» siguiente:
a.) Aquello cuya propiedad no está expresamente determinada en el
contrato no pertenece a ninguna de las dos partes; y en el Estado no hay
ninguna propiedad de ningún ciudadano particular (cf. p. 204 de la pri
mera parte). En el contrato de los individuos con el todo del Estado es
pues preciso que sea expresamente determinado si todos los productos
que crecen salvajemente, o si sólo algunos y cuáles, deben valer como
regalías. Por ejemplo la tala de árboles (el derecho sobre los bosques).
Lo que no es mencionado no es cosa de nadie y es algo que recae sobre
el primero, evidentente entre los ciudadanos, que lo tome, puesto que
de otra manera se perdería inútilmente. El suelo no está sometido enton
ces a los fines de nadie y por tanto tiene que estar totalmente permitido
andar sobre él (para cortar y cosechar la madera, recolectar los frutos de
la sierra, etcétera).
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b.) Lo que crece salvajemente debe dejar lugar por todos sitios al
cultivo, porque este último procura más subsistencia que los productos
salvajes. Por tanto, aquellas tierras no cultivadas deben ser repartidas
cuando la necesidad de los individuos lo exija; y lo que alguien quiere
poseer como campo no puede permanecer incultivado. El uso de los
accidentes ha sido concedido a cualquiera sólo a condición de que el
suelo no esté cultivado. Tan pronto esté cultivado, el fundamento de su
derecho decae. Al Estado se le compensa la pérdida que sufre con ello
con impuestos sobre los nuevos campos. Con ello no se quiere decir de
ninguna manera que, por ejemplo, todos los bosques sean deforestados,
sino simplemente que la producción de leña debe ser practicada igual
mente con arte, con lo cual los bosques reciben por decirlo así los dere
chos del suelo cultivado.
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Hay sobre la tierra también animales, que o bien sus accidentes tie
nen una utilidad para los hombres y son sometidos a sus fines, o bien su
sustancia misma es utilizable, para comer su carne, trabajar su piel, etcé
tera. Si se quiere en primer lugar someter sólo sus accidentes para hacer
de ellos un uso regular, primeramente tiene que ponerse al animal bajo
su dependencia, y puesto que los animales sólo se alimentan y se con
servan gracias a la materia organizada y puesto que incluso después de
haberlos sometido a su arte no se debe esperar de la mera naturaleza
que los gobierne, es preciso acudir en ayuda de la naturaleza para ali
mentar a estos animales, es decir velar nosotros mismos por su ali
mento, todo lo que esté en nuestra mano. Puesto que la naturaleza,
como es el caso en general en la organización, |y] aquí también por
tanto, seguirá un curso regular, el fin indicado está condicionado por la
posesión exclusiva del animal, por el hecho de que yo sólo y nadie más
lo alimente, lo guarde, lo cuide, y, que, por otro lado, sólo yo disfrute de
las ventajas que él puede procurar.
En sí cada individuo tiene el mismo derecho que cualquier otro para
procurarse la posesión de un animal determinado. Al igual que no
puede invocarse a priori ninguna razón por la cual este prado debería
ser más bien mío que pertenecer a mi vecino, tampoco se puede invocar
ninguna razón por la cual sólo yo debería ordeñar esta vaca, y no mi
vecino. La propiedad exclusiva de los animales sólo puede ser adqui
rida, por tanto, por el contrato de propiedad con el Estado.
[3D Pero con los animales las cosas no pasan de la misma manera
que con un trozo de tierra que permanece siempre en el mismo lugar y
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JOHANN G O rrU EB FICHTE
ser garantizado por el Estado, ser sancionado por una ley y hecho cono
cer públicamente, porque si no el animal desconocido podría ser tenido
por una bestia salvaje, y tratado como tal [32] (de otra manera sería si
cada uno tuviera a este animal encerrado en su corral, donde se conver
tiría en una propiedad por el lugar en el que se encontraría, conforme a
los principios del d erech o dom éstico, del que se hablará más profunda
mente después. Por otra parte, la consecuencia de ello es que el Estado
tiene perfecto derecho de impedir guardar ciertos animales, por ejem
plo perros que no sean necesarios, o una camada de leones, osos o
monos.
2.) Pero, ¿a qué poseedor determinado pertenece pues esta cabeza
de ganado que, según su especie, ha sido declarada en general propie
dad? O bien los animales permanecen sobre el terreno y el suelo y bajo
la custodia inmediata de aquél al que pertenecen, de manera que siem
pre los puede declarar como suyos; pero en este caso el derecho per
manece siempre mucho más incierto, dado que efectivamente cual
quiera puede muy fácilmente hacer pasar por suyo el ganado robado o
que se ha extraviado, si lo tiene en su rebaño o sobre su suelo. O bien
los animales de muchos poseedores son mezclados y conducidos juntos
al pasto; ¿cómo debe demostrar después el propietario qué cabezas de
ganado son las suyas? Por suerte el instinto animal ha reparado aquí en
pane la negligencia del legislador. El animal doméstico se acostumbra a
su establo y se empeña en volver a él, y el juez decide tras la sentencia
del animal. Si no sobrevienen más litigios a propósito de esta posesión
hay que agradecerlo simplemente a la simplicidad y a la honestidad de
las gentes del pueblo, quizás también a muchas de sus supersticiones .
Y, ¿qué otro remedio se tiene contra el robo de ganado sino cerrar bien
su establo, y qué medio se tiene para demostrarlo? ¿No habría que exigir
de un Estado bien organizado que las cabezas de ganado sean judicial
mente designadas y que estos signos sean tan inviolables y colocados
bajo el control de la ley como los mojones mismos? Así no sería fácil
mente posible la confusión y el robo podría siempre ser demostrado (de
la misma manera que esta designación es en todo caso efectivamente
posible para los caballos que sirven en los ejércitos). Toda venta tendría
que ser anunciada judicialmente, con el signo del animal vendido y así,
a este respecto también, reinaría la seguridad requerida.
3) En otras clases de animales particulares la propiedad está real
mente detenninada por el lugar en el que ellos se encuentran; si son de
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DE l.A LEGISLACIÓN CIVIL
Hay entre ellos una gran diferencia. O bien estos animales están conte
nidos en un elemento que no está sometido a los fines del hombre, al
menos en la medida en que ellos viven en él y de él, en el agua (los peces
salvajes); o bien, viviendo y alimentándose en el mismo elemento del que
el hombre extrae su alimento (sobre la tierra), la pérdida que ellos ocasio
nan no es considerada sin embargo como tan elevada (los pequeños pája
ros, que seguramente comen gran cantidad de granos y de frutos, pero de
otro lado disminuyen también en cantidad el número de ¡aseaos perjudi
ciales). El tratamiento jurídico de tales objetos no es simple. La pesca salvaje
debe ser impulsada (la captura de pájaros es algo demasiado accidental); y
con el fin de encontrar aquí un cierto orden y que ella no sea totalmente
aniquilada por un uso desprovisto de reglas, es oportuno que su aprove
chamiento se reparta entre los inviduos según seaores determinados y les
sea asignada de manera exclusiva; entonces estos individuos deben ser
considerados, en relación con este uso de los seaores determinados, como
cualquier otro propietario, por ejemplo, el del suelo para la agricultura. Se
deriva de los principios anteriores que no le esté permitido ni impedir un
uso del mismo lugar no perjudicial para él, por ejemplo, la navegación
sobre sus partes de los ríos, ni perturbar uno de los usos autorizados junto
al suyo, por ejemplo el cultivo de los campos sobre sus orillas.
Í3S] Otra cosa sucede con aquellos animales salvajes que son dañi
nos para el hombre y perturban sus fines, y a ellos pertenece todo lo así
llamado propiamente, en especial la caza mayor. Es el deber del Estado,
que ha garantizado a cada uno como su propiedad la segura obtención
de sus fines, proteger contra la devastación de la misma especialmente a
la agricultura, que es la primera en sufrir por ella. El estado salvaje debe
retroceder en todos sitios ante la civilización, y las ocupaciones irregula
res, cuyo producto no debe ser tomado en cuenta para la alimentación
de la población, deben retroceder ante las ocupaciones regulares, cuyo
producto se puede calcular con antelación. Por tanto, debe exigir de
todo Estado racional que primordialmente no considere de ninguna
manera a las fieras como algo útil, sino como algo dañino, no como una
ganancia, sino como un enemigo. La primera finalidad de la caza es la
protección de la agricultura y de ninguna manera la posesión de la
pieza. El Estado, según este punto de vista, habría de ocuparse de esta
protección por medio de aquéllos que le sirven, exaaamente como ha
de proteger contra los ladrones, el fuego y el agua. Entonces ya no exis
tiría ninguna duda sobre si el campesino a cuyo campo llegara una pieza
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de caza tiene el derecho de matarla sin llamar antes a las personas desig
nadas para la caza, de la misma manera que aquel en cuya casa se
declara un fuego tiene el derecho de apagarlo, sin que por ello las per
sonas designadas por la policía para sofocar los incendios interpongan
una denuncia contra él.
Ahora bien, puesto que la caza tiene también ventajas considerables,
no hay razón para suponer que el Estado y, para que él pueda, los súb
ditos mediante impuestos, tengan aún que pagar por ella; sino que hay
que esperar que la caza se remunerará y se mantendrá por ella misma.
Lo más conveniente es pues que el derecho de caza sea concedido a los
individuos como propiedad según sectores, como la pesca de los peces
salvajes. Obsérvese y compréndase bien que por ello los animales no se
convierten inmediatamente en propiedad ; no lo son hasta que el caza
dor los ha matado-, sino que lo que se convierte en propiedad exclusiva
es el derecho de caza sobre este determinado sector. Sin embargo,
puesto que el fin principal del Estado es, a este respecto, la protección
de la agricultura, el cazador no puede obtener este derecho más que a
condición expresa de que la caza sea realizada de una manera realmente
inofensiva y que el propietario de la caza sea obligado a reparar todos
los daños ocasionados por la caza en su sector. Esto resulta incontesta
blemente del contrato que el individuo ha suscrito con el Estado sobre
su propiedad y del contrato que el Estado debe suscribir con el cazador.
Excepto para el cazador mismo, no existe ningún posible fin para
proteger y conservar la caza. Este fin sólo le es concedido en la medida
en que la caza no es algo contrario a los fines del cultivo, que siempre
preceden a los de la animalidad, es decir, [36] en la medida en que su
caza permanezca en el bosque. El que la mate allí atentará contra la pro
piedad del cazador. Quien la encuentre en su campo tiene el derecho de
abatirla para impedir los destrozos. Su vida no está en absoluto garanti
zada; en general su vida no es en el Estado un fin posible, sino que sólo
su muerte constituye un fin. La pieza abatida se concede a aquél que
tiene el derecho de caza en este sector, y si ya ha ocasionado daños
debe repararlos a su cuenta, incluso aunque el animal no tuviera ningún
valor en absoluto, pues está obligado a ello de todos modos. ¿Sobre qué
fundamentos jurídicas podría quejarse de esto el cazador? «El animal que
se ha matado habría podido engendrar todavía otros muchos, o bien
habría tenido mayor placer matándolo yo mismo» es un lenguaje contra
rio a todo derecho y a toda razón. El primer fin de la caza es la protec
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OE LA LEGISLACIÓN CIVIL
ción del cultivo, cualquier otro fin es contingente. Aún habría que
imponer al cazador otras obligaciones que se refieren a este fin, por
ejemplo la exterminación de las rapaces, de las que él mismo no puede
sacar ninguna utilidad, pero cuya vida tampoco lo daña inmediatamente
(aquéllos que son dañinos para la caza, los zorros, los lobos, etcétera, él
los extermina), por ejemplo los buitres y rapaces del mismo género, los
gorriones, incluso las orugas y otros insectos nocivos.
Si sucediera el primer caso considerado, a saber, que la caza sola
mente fuera una carga sin provecho, entonces la autoridad tendría que
cuidar de ella. Pero puesto que es lo segundo lo que sucede, y que a la
caza se asocia un beneficio considerable, que -y es precisamente aquí
donde se sitúa el inconveniente- por regla general se acrecenta a medida
que se contraen menos obligaciones, con lo que en consecuencia bien
podría elevarse quejas contra el cazador, éste debe hallarse bajo el con
trol estricto de la autoridad. Por tanto, la autoridad, no puede en absoluto
guardar para sí la caza, que según el primer punto de vista le recae como
una carga, porque está asociada a emolumentos, sino que tiene que alie
narla. Si la caza estuviera en manos de la autoridad misma, ésta sería
entonces el partido del campesino y a la vez el juez corrompido por el
provecho y el placer en este su asunto propio -lo que va contra todo
derecho. Es un absurdo monstruoso ligar a la tribulación de la agricultura
la ganancia y el placer de quien no reconoce ninguna autoridad por
encima de él, sino que constituye él mismo la autoridad suprema.
137] D
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dica, según el principio: aquello sin lo que no sería posible ninguna rela
ción jurídica es de una validez jurídica absoluta.
En este intercambio de productos a cambio de manufacturas y los
esfuerzos consagrados a ello, hay naturalmente una ventaja decisiva del
lado del productor. Éste puede, al menos en gran parte, subsistir sin las
obras del artesano, pero este último no puede hacerlo sin los productos
del primero. Ahora bien, en el contrato social se le ha prometido al arte
sano que debe poder vivir de su trabajo, es decir, que debe poder dis
poner constantentemente de los productos convenientes (la medida de
ellos ya ha sido indicada) para él. El productor está pues obligado a ven
der, en virtud del contrato social. Pero, según lo que se ha visto antes,
estos productos son su propiedad absoluta, y debería dejársele libertad
para venderlos a un precio tan elevado com o pueda. Sin embargo,
según lo que hemos demostrado hace un instante, esto no puede serle
permitido. Por tanto, sería necesario establecer un p recio m áxim o para
los víveres y las materias primas más corrientes para la fabricación. Si el
vendedor no quisiera vender entonces a este precio, y si no hay que
conceder al Estado el derecho de obligarlo a vender por la fuerza física,
el Estado al menos tendría que poder obligar su voluntad. El podría
lograr este fin mediante la venta en establecimientos propios y cuya ins
talación debería serle muy fácil, ya que según la teoría anterior, el agri
cultor ha de pagar sus impuestos con productos. El artesano no está de
ninguna manera en situación de poder presionar sensiblemente al pro
ductor, pues hay siempre necesidad de víveres (yo hablo precisamente
de la constitución estatal descrita aquí y no de la constitución habitual,
en la que el agricultor ha de satisfacer sus impuestos en dinero efectivo
y, por tanto, cuando se aproximan los vencimientos, hace a menudo
muy fácil al poseedor del dinero quitarle sus productos).
Sin embargo, hay que hacer una diferenciación entre aquellas manu
facturas que son indispensables para el productor y las que no lo son. A
la primera especie pertenecen los útiles de labranza, en general todo lo
perteneciente a la producción o la búsqueda de los productos, a la otra
los vestidos de abrigo en los climas rigurosos, y techo y cobijo. Para estos
objetos, como para los productos, es preciso fijar un precio máximo; y,
con el fin de que el Estado pueda permanecer finne en la ley que ha esta
blecido, es preciso que figuren en sus establecimientos los útiles de
labranza y los vestidos de primera necesidad y que tenga a su servicio
albañiles y carpinteros gracias a los cuales haga en todo caso contruir
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casos en los que el Estado no puede garantizar nada, [47] pues donde lo
garantiza todo es obligado y no es cuestión de lealtad y de buena fe.
El Estado no tiene ni el derecho ni el poder de ordenar que los ciu
dadanos deben confiar los unos en los otros, puesto que él mismo está
erigido sobre la desconfianza universal, ni siquiera se fía de sí mismo ni
ha de fiarse, como lo hemos demostrado en todo lo dicho a propósito
de la constitución.
El Estado tampoco tiene el derecho de prohibir la confianza en gene
ral. Ciertamente tiene perfecto derecho de prohibir que algo que perte
nece a su dominio se acuerde sobre la base de la simple lealtad y de la
simple buena fe; y tiene el derecho de anular las consecuencias jurídicas
de tales negociaciones. Pues sería propagar el desorden y le sería impo
sible garantizar los derechos, desconocidos por él, de las personas pri
vadas. Un campo, un jardín, una casa sólo pueden ser enajenadas bajo
el control de la autoridad; pues la autoridad debe saber quién es, en
todo momento, el verdadero propietario. Pero puesto que el Estado no
puede de ninguna manera intervenir en este espacio de la propiedad
absoluta, ni puede tener conocimiento de lo que cada uno hace con
ello, puesto que debe serle permitido al individuo rechazarla, destruirla,
etcétera, ¿por qué no debería poder cederlo en base a la lealtad y a la
buena fe? Es preciso pues que el dinero en metálico y los valores pue
dan ser prestados sin la autoridad gubernativa.
Ahora bien, el Estado debe sin embargo proteger la propiedad abso
luta de cada ciudadano. ¿Qué puede hacer para protegerla contra la falta
de honor? Nada más que p o n er en g u ard ia a todos los ciu d ad an os con
tra los hom bres sin h on or q u e é l con oce.
El derecho y el deber de hacerlo están comprendidos en el contrato
de propiedad: el Estado debe proteger contra Unios los peligros; pero la
ausencia de honor es un gran peligro. El ha de hacerlo imposible en la
medida de sus fuerzas. A las faltas al honor que han sido indicadas aquí
hay que aplicar la pena de infamia (solamente a las faltas de honor que
han sido indicadas, pues el Estado no puede modificar la opinión, espe
cialmente una opinión fundada en la esencia del hombre, como la que
se trata aquí. Voltaire, por ejemplo, propone cargar al duelo con la infa
mia. Esto es imposible, pues no se puede llevar a los hombres a tener
por deshonrado a aquél que se expone a sí mismo al mismo peligro de
muerte que el otro (sí se puede considerar a tales hombres insensatos);
así como por el contrario, cada uno tiene el asesinato por vergonzoso.
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válida, porque en este caso todos tienen que tener una voluntad y cuidar
de hacerla válida). ¿Cómo debería ser ahora la voluntad del muerto,
según la voluntad general? Ella debería poner una denuncia, así lo mani
fiesta la voluntad general. Debería haber un representante de esta volun
tad general, en atención a la última voluntad del muerto, que sea aquí el
den un cian te, una especie de acusador público: pues el Estado no sabe
verdaderamente lo que ha pasado ni puede saberlo. Toda persona pri
vada tiene el derecho de pedirle que cumpla con su deber. Toda per
sona tiene el derecho de señalarle el asunto, y si él no denuncia, denun
ciarlo a él mismo.
[511 Toda persona privada debe no solamente tener el derecho, sino
incluso estar obligado a señalar lo que sabe de tales sucesos; y si no lo
hace es punible y cae sobre él la denuncia del representante acabado
de describir. El Estado en general, en esta rama del poder público, está
obligado a preocuparse de la muerte de sus ciudadanos y de la manera
en que ellos mueren. El fallecimiento es un acto público. Los médicos
deben estar situados bajo el control del Estado. Y así será, a la inversa, el
interés del agresor mantener la vida del agredido, pues durante el
tiempo que él viva puede perdonarlo; después de la muerte, el ofensor
cae en las manos del público y de su representante, y éste no puede, en
atención a su propia seguridad, conceder el perdón.
Aquí se inscribe el derecho de autodefensa, del que queremos ocu
pamos rápidamente.
Nadie tiene el derecho de defender con su cuerpo una propiedad
designada por el Estado, lo que produciría necesariamente un peligro de
muerte para el agresor y para el defensor; pues cada uno puede hacer
después la prueba de su posesión, ser restablecido en su estado anterior
y el culpable castigado (por ejemplo si alguien labora el campo de otro).
Sin embargo, sí puede cuidar de procurarse testimonios y pruebas sobre
la persona del culpable.
Una propiedad no designada, es decir, tal que su posesión sólo está
designada porque alguien la lleva sobre él y con él, o la tiene en su casa,
cada uno tiene el derecho de defenderla él mismo poniendo en peligro
la vida del agresor. Aquí no se ha de preguntar: «¿Qué es la vida a cam
bio del dinero?» Éste es , en todo estado de causa, un juicio de la brin
dad. no del derecho. Cada uno tiene el derecho absoluto de no dejarse
tomar nada por la violencia y de impedirlo por todos los medios. Un
atentado contra mi propiedad con violencia se convierte, si la protejo
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(591 § 20 .
Tesis. Aquél que viola en una parte el contrato social, sea voluntaria
mente o por negligencia, cuando en el contrato se contaba con su pru-
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ciencia, pierde así con todo rigor todos sus derechos como ciudadano y
como hombre, y es completamente privado de derechos.
D em ostración. Com o con secu en cia deI concepto d e d erech o en gene
ral, cualquiera tiene derechos exclusivamente bajo la condición de que
se integre en una comunidad de seres racionales, es decir, a condición
de que haya hecho de la regla del derecho la ley inviolable de todas sus
acciones y que sea capaz de ser también efectivamente determinado por
la representación de esta ley en todas las manifestaciones de la libertad
que están bajo la misma. Quien voluntariamente transgrede la ley no
está en el primer caso; el que la transgrede por negligencia no está en el
segundo. En ambos desaparece la condición de la capacidad jurídica, la
integración en una sociedad de seres racionales; por tanto, con esta con
dición se suprime al mismo tiempo lo condicionado: la capacidad jurí
dica. Dejan de tener derechos.
Esta relación no es transformada por el contrato de ciudadanía como
tal. Todos los derechos positivos que posee el ciudadano sólo los posee
a condición de que los derechos de todos los otros ciudadanos estén
seguros ante él. Si no es el caso, ya sea a causa de su voluntad resuelta
mente contraria al derecho o por irreflexión, el contrato es anulado.
Entre él y los demás ciudadanos no existe ya la relación jurídica instau
rada por el contrato social y, como fuera de este contrato no hay rela
ción jurídica ni fundamento posible para ella, ya no existe en general
absolutamente ninguna relación jurídica entre las dos partes.
Todo delito excluye del Estado (el criminal se convierte en proscrito,
es decir que su seguridad está tan poco garantizada como la de un
pájaro, ex lex, hors d e loi). Esta exclusión tendría que ser ejecutada por
el poder del Estado.
Antítesis. El fin que persigue el poder del Estado no es otro que el de
la seguridad recíproca de los derechos de todos ante todos y el Estado
no está obligado más que a una cosa: a emplear los medios suficientes
para alcanzar este fin. Si el mismo pudiera ser alcanzado sin proceder a
esta exclusión absoluta de todos aquéllos que de alguna manera han
cometido un delito, el Estado no estaría necesariamente obligado a
imponer esta pena por un delito contra el cual él podría proteger de
otra manera a sus ciudadanos [60]. No habría razón para introducirla en
tal caso, pero hasta ahora a decir verdad no había tampoco ninguna para
no introducirla. La decisión dependía del arbitrio. Ahora bien, al Estado
interesa tanto conservar a sus ciudadanos, si esto puede conciliarse con
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su fin principal, como interesa a cada individuo no ser, para cada delito,
declarado privado de derechos. Sería pues oportuno a todos los respec
tos, en todos los casos en los que la seguridad pública no fuera amena
zada con ello, sustituir por otras penas la exclusión de la que es en rigor
merecedor todo delito.
Esto sólo podría suceder gracias a un contrato de todos con todos,
que ulteriormente se convertiría en una norma para el poder ejecutivo.
El contenido de ese contrato sería el siguiente: todos prometen a todos,
en la medida en que es compatible con la seguridad pública, no excluir
les del Estado por sus delitos, sino permitirle expiar esta pena de otra
manera. Llamaremos a este contrato contrato d e expiación.
Este contrato es útil tanto para todos (el todo estatal ) como para
cada individuo. El todo obtiene así la esperanza de conservar al ciuda
dano cuya utilidad supera a la nocividad, y la obligación de admitir la
expiación; el individuo obtiene el pleno derecho de exigir que se le
admita esta expiación en lugar de la punición más grande de la que era
merecedor. Hay un derecho, y un derecho muy útil y muy importante
del ciudadano, a ser castigado.
Este contrato se convierte en una ley del Estado y el poder ejecutivo
se compromete con ella.
I.) Según lo que se ha indicado, el contrato de expiación no se aplica
más allá de los límites en los cuales puede coexistir con la seguridad
pública. Extendido más allá, es ilegítimo y contrario a la razón; y un
Estado en el que superara sus límites no habría absolutamente ningún
derecho; es decir, la seguridad pública no estaría suficientemente garan
tizada y no podría obligar a nadie a entrar en él o a perm anecer
en él.
La pena no es un fin absoluto. Si se afirma que sí, sea expresamente
o formulando proposiciones que no se pueden enunciar más que supo
niendo implícitamente una tal premisa (por ejemplo, el veredicto sin
apelación, categórico: quien ha matado debe morir (21)), es que no se
comprende nada. La pena es un medio para alcanzar el fin último del
Estado, la seguridad pública, y la única intención que con ella se persi
gue es que, mediante su amenaza, el delito sea evitado. El fin perse
guido por la ley penal es que el caso de su aplicación no suceda nunca.
La mala voluntad debe ser (6l) reprimida por la amenaza de la pena, la
voluntad buena de la que carece debe ser engendrada por ella, y enton
ces ya no hay necesidad de la pena. Pero para que este fin pueda ser
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IiE LA LEGISLACIÓN CIVIL
esperar una eficacia de la ley. Tiene que haber una voluntad material
mente mala, una voluntad egoísta, codiciosa de los bienes ajenos (621. Lo
mismo sucede con la irreflexión. En la medida en que el irreflexivo tiene
al menos la suficiente prudencia para no inflingirse a si mismo un cierto
perjuicio, debe ser posible forzarlo a cuidar de no inflingir el mismo
daño a otro. En este último caso sólo interviene una reparación de
daños, porque se supone que el valor de la propiedad del otro está per
dido; en el primer caso, el agresor restituye al poseedor legítimo lo apro
piado indebidamente, y entrega de sus propios bienes el mismo valor
como pena.
(Este es el lugar en el que la teoría del contrapeso se puede hacer
completamente clara. Si no se toma del ladrón más que lo que ha sus
traído, no ha hecho más que darse el trabajo para nada. Puesto que
necesariamente debía suponer que no sería descubierto, porque de otra
manera no se habría dado ciertamente un tal trabajo en vano, su cálculo
era el siguiente: o bien soy descubierto, o bien no lo soy. Si es la pri
mera eventualidad la que se produce, restituyo lo que antes no me per
tenecía; si es la segunda, yo he ganado. En ningún caso puedo perder.
Pero si se introduce la pena de la igual pérdida, lo que pierde el crimi
nal, en el caso de que sea descubierto, es tan grande como lo que gana
en el caso de que no sea descubierto. La balanza de la probabilidad ten
dría, por tanto, que caer del lado del no descubrimiento para que ose a
pesar de lodo cometer el delito. Pero tal probabilidad no debe existir en
un Estado bien gobernado.)
El principio del contrapeso es, según la naturaleza de la cosa, inapli
cable si la voluntad es formalmente mala, es decir, si el daño está pro
vocado no por la ganancia que se conseguiría con ello, sino únicamente
por dañar. A una tal voluntad no le retiene la pena de la igual pérdida:
el hombre malo, que se regocija con el mal que provoca, acepta muy
gustosamente sufrir una pérdida, ya que su enemigo va a sufrir también
un daño. Si no se halla otro medio para proteger a los conciudadanos
contra una tal voluntad formalmente mala, se debería imponer la exclu
sión del Estado para todo delito que proceda de esta voluntad.
Tenemos aquí por primera vez un caso en el que en el delito hay
que considerar la disposición de ánimo y las intenciones, y establecer la
pena en función de esto. Si es sólo esto lo que los juristas tienen en la
cabeza cuando quieren orientar también su juicio sobre la base de la
importancia moral del delito, ellos tienen toda la razón. Pero si acaso
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DE LA LEGISLACIÓN CIVIL
rienda de la maldad premeditada sin que ésta sea fundada. De ahí que
sea preciso tener en cuenta el criterio interno, es decir, si ha habido hos
tilidad contra el perjudicado, conflictos entre las dos partes, etcétera; si
el acusado de maldad se ha hecho sospechoso de tales disposiciones de
ánimo en su vida pasada. Ahora bien, si todas las circunstancias no con
firman la sospecha, pero tampoco la eliminan de manera convincente
[64], caso que es muy posible, ¿qué hay que hacer entonces? Una gran
parte de los juristas recomienda en este caso una atenuación de la sen
tencia; pero esta indulgencia hacia el culpable es una gran severidad y
una injusticia contra la res p ú blica. Si se piensa el caso rigurosamente,
entonces se encuentra en él mismo la solución.. La investigación no ha
sido acabada y no ha podido serlo con las pruebas disponibles hasta
ahora; el acusado no es condenado ni absueltó con las pruebas aduci
das, y por lo tanto el juez no ha de condenarlo ni de absolverlo. En la
pena de irreflexión él ha incurrido incontestablemente, y ha de pagar
ésta mientras tanto. Por lo que se refiere a su mala voluntad, hay que
permitirle que se vaya y actúe de manera que se le pueda conocer mejor
y acaso se encuentren las pruebas que faltan. Que permanezca, por un
tiempo más o menos largo, a merced de las circunstancias, bajo el con
trol particular de la autoridad, respetando su libertad, porque de otra
manera no se podría ciertamente observar sus disposiciones de ánimo.
Esta autoridad observará atentamente si del objeto de la disputa no
resultan consecuencias que deciden sobre ello -lo que resulta de un
acontecimiento es a menudo un medio tan bueno o mejor de descubri
miento de la verdad que el que le precedía; especialmente si la autori
dad deja ir al sospechoso durante un tiempo, en el convencimiento de
que nadie le vigila y si se le deja continuar con toda libertad la realiza
ción de sus intenciones. Ella observará atentamente si a través de sus
acciones futuras se confirma o desaparece la sospecha contra él. En el
primer caso, el procedimiento abierto contra él es renovado; en el
segundo, transcurrido el tiempo determinado por la ley está plena y for
malmente absuelto. Esta suspensión del procedimiento judicial ya ha ido
propuesta anteriormente en la investigación del derecho de autodefensa
y se la debe recomendar en general para toda sospecha no demostrada.
En un Estado bien organizado ningún inocente debe ser castigado; pero
un delito tampoco puede permanecer sin castigo.
Hay que observar aún que la ley debería proclamar expresamente
que el daño ocasionado al otro simplemente por perjudicar será casti
321
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gado más severamente que si el mismo daño hubiera sido inflingido por
interés. Es preciso que cada uno haya tenido con anterioridad conoci
miento de la ley de acuerdo con la cual es castigado, a falta de lo cual la
punición contendría una injusticia. Además, el fin de la ley penal, dete
ner el delito, no puede ser alcanzado más que si esta ley es umversal
mente conocida por todos. Sobre lo que debe ser castigado como impru
dencia contraria al derecho, por tanto, sobre el cuidado que cada uno
debe tener en determinados casos y en determinadas acciones en sí per
mitidas para no causar daño a ningún otro hombre, el Estado debe pro
mulgar expresamente leyes, [65] evidentemente leyes equitativas y apro
piadas a la naturaleza de la cosa. El que observa el cuidado prescrito por
la ley debe ser absuelto. El daño que sucede a pesar de ello debe ser
considerado como un mal enviado por la naturaleza, un mal que soporta
todo aquel que lo sufre o que, según las circunstancias, la autoridad
debe reparar, si es responsable de ella, ya por la insuficiencia de las
leyes, ya por una desatención de las disposiciones policiales.
La excusa de que el transgresor no estaba, por cólera o ebriedad, en
posesión de su razón, absuelve ciertamente de la acusación de una
voluntad deliberadamente mala; pero en una legislación racional bien
lejos de atenuar la falta la agrava, en el caso evidentemente de que éste
fuera un estado habitual del acusado. Pues una sola acción ilegítima
puede no ser más que la excepción en una vida en lo demás regular
mente irreprochable. Pero el que dice: tengo el hábito de montar en
cólera o de embriagarme hasta el punto de que ya no soy dueño de mis
actos, declara que regularmente se transforma en un animal y, en conse
cuencia, que es incapaz de vivir en una sociedad de seres racionales. Él
debe perder su libertad hasta que sea segura su mejora, o ser excluido
sin piedad. Nuestras legislaciones han perdonado demasiado, sobre todo
con la excusa de la ebriedad, y así se hacen poco honor a sí mismas. Si
una nación o uno de sus estamentos no pudiera abandonar este vicio, la
legislación no puede impedir ciertamente que todo individuo que quiera
pierda la razón en su casa, con aquéllos que quieran hacerle compañía
para esto, si simplemente ellos permanecen en ella hasta que hayan
recobrado la posesión de su razón; pues en este caso el Estado no tiene
conocimiento de su estado. Pero el que en este estado penetra en el
territorio público debe encerrársele con justicia.
En razón del lugar que el sujeto ocupa en la sociedad, la amenaza
de la igual pérdida es inaplicable a los que no tienen nada que perder
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Sólo las personas privadas pueder rebelarse; sólo los que participan
en el poder público están en condiciones de cometer alta traición.
IV. Todos los tipos de delitos expuestos hasta aquí son de tal natura
leza que merecen una exclusión absoluta del Estado, dado que la única
forma de expiación que conocemos hasta ahora, la de la igual pérdida,
no tiene lugar. Queda todavía la cuestión de saber si no podría haber
todavía un medio de expiación distinto del de la igual pérdida. Si fuera
así, entonces por las razones anteriores habría lugar para introducir
este medio allí donde es aplicable, en lugar de la exclusión absoluta del
contrato de ciudadanía.
Consideremos, en primer lugar, al pobre que roba alguna cosa por
interés y no tiene nada para reparar este daño -s i lo que ha sido sustra
ído ya no existe- y para saldar la pena, ¿realmente debe procederse con
tra él con la pena de exclusión? En lugar de ello, existe una salida gracias
a la cual puede recaer en él en parte el beneficio de la ley. Él tiene una
propiedad en sus fuerzas, y debe satisfacer trabajando tanto la reparación
como la pena; entiéndase, rápidamente, pues antes de pagar con este tra
bajo él no es ciudadano, como sucede con todas las penas, puesto que
en rigor se pierde el derecho de ciudadanía con cualquier delito. Sola
mente después del cumplimiento de la pena es cuando el condenado
vuelve a ser ciudadano. Por otra parte, este trabajo tiene que tener lugar
necesariamente bajo el control del Estado. Él pierde pues su libertad
hasta que haya cumplido su pena (en la pena de la casa de trabajo, que
debe ser bien distinguida de la institución penitenciaria y de la correccio
nal, de la que trataremos después) [68], Por una parte, satisface de esta
manera la ley de la igual pérdida; por otra parte, la pena es de tal natura
leza que, si la policía está organizada de manera que fruste al criminal la
esperanza de escapar a su detención, puede contarse con que cada uno,
por la amenaza de esta pena, será disuadido de cometer el delito.
La voluntad formalmente mala o un crimen inmediato contra el
Estado hacen absolutamente imposible que el criminal, con sus actuales
disposiciones de ánimo, sea tolerado por más tiempo en la sociedad.
Contra él la pena de exclusión es absolutamente necesaria, y ella ya está
pronunciada por la ley jurídica de la misma manera que por el fin del
Estado.
Pero no es absolutamente necesario que el criminal persista en sus
disposiciones de ánimo. Por tanto, es muy posible que sea estipulado un
segundo contrato sobre la expiación de la exclusión, que por ahora
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debe sin duda reconocerse como legal, con el siguiente contenido: todos
prometen a todos darse la ocasión de volverse de nuevo capaces de vivir
en sociedad, si en el presente se encuentra que son incapaces de ello, y,
lo que se contiene también en el contrato, de aceptarse de nuevo entre
ellos una vez que se hayan corregido. Un tal contrato es arbitrario y es
una señal de bondad, pero tiene lugar para todos y el criminal recibe así,
gracias a este contrato, un d erech o a intentar su corrección.
En primer lugar, la pena impuesta como consecuencia de este con
trato es una expiación de la exclusión total, por tanto un beneficio legal
para el criminal. Pero se puede renunciar a su derecho; y depende d e
ca d a u no lo qu e qu iere obten er com o ben eficio y lo q u e no qu iere obte-
ner: rechazando este beneficio, se revela como un malvado incorregible
que rechaza toda disciplina, y es preciso expulsarlo sin mayor demora.
No se vaya a creer que esto sea abrir una vía que permite escapar a la
punición y que ofreciendo la posibilidad de una tal elección se haga fra
casar lo que era el fin de la ley: disuadir del crimen por el miedo. Si el
Estado está organizado de forma racional, y si los Estados vecinos lo
están también, la exclusión del Estado es el destino más espantoso que
un hombre puede encontrar, como se mostrará más claramente después;
y no se debe esperar que alguien haga esta elección o que, tentado a
cometer un crimen, se tranquilice con la idea de que, si su crimen fuera
descubierto, es este destino el que escogería (es esta una observación a
hacer también para la pena de la igual pérdida, a saber, que el culpable
debería someterse a ella libremente, pues ella es igualmente un benefi
cio legal. Pero en este caso no hay verdaderamente ninguna razón para
admitir que alguno escogerá la pérdida del todo, que está inmediata
mente ligado a la exclusión, más bien que la pérdida de una parte).
Por otra parte, en este contrato se hablaba de mejora. En ningún
caso (691 se trata de una mejora m ora! de las disposiciones interiores.
Pues a este respecto nadie es juez de nadie. Sino que se trata exclusiva
mente de mejora p olítica: de las costumbres y de las máximas utilizadas
para el actuar efectivo. Al igual que la disposición moral es el amor del
deber por el deber, también a la inversa la disposición política es el
amor de sí mismo por sí mismo, el cuidado dirigido a la seguridad de su
persona y de su propiedad; y el Estado sólo puede admitir sin dudar
como su ley fundamental ésta: ámate a tí mismo por encima de todas las
cosas, y ama a tus ciudadanos por tí mismo. Este amor por sí mismo que
atraviesa todo se convierte, en mano del que impone la ley penal, en
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Esta institución deber ser al mismo tiempo pena y como tal disuadir
del delito. La pérdida de la libertad, la exclusión de la sociedad, la estre
cha [72] vigilancia, todo ésto es suficientemente terrible para el que
ahora es libre; además nada impide que a aquéllos que están fuera se les
represente el destino de los detenidos como todavía más duro de lo que
es en realidad, y de ponerles signos distintivos susceptibles de atemori
zar a los otros sin constituir en sí mismos un sufrimiento y sin embrute
cer los espíritus; por ejemplo, ropas especiales, una cadena que no haga
sufrir y que no entorpezca demasiado los movimientos. El recluso se
acostumbra a ellos y produce en el que se encuentra fuera la impresión
precisa.
V.) El único crimen contra el que el esfuerzo por mejorar al criminal
no ha lugar ya, contra el que por tanto se debe proceder sin mayor dila
ción a la exclusión absoluta, es el asesinato intencional y premeditado
(distinto del que resultaría casualmente de otra violencia). El funda
mento de ello es el siguiente: hay que cuidarse del que ha cometido un
homicidio porque bien puede matar de nuevo. Pero el Estado no puede
obligar a nadie a poner su vida en peligro. No podría, por tanto, obligar
a nadie a cargar con la vigilancia de un asesino que ciertamente para
poder enmendarse, tendría que tener una cierta libertad; y todavía
menos podría obligar al resto de los recluidos para enmendarse a sopor
tar entre ellos a un asesino.
(Yo he dicho: el Estado no tiene el derecho de forzar a nadie a poner
su vida en peligro. Pero cada uno tiene el derecho de ponerla en peligro
voluntariamente. Si entonces se encontraran sociedades y fundaciones
caritativas que quisieran cargar sobre sí todos los peligros, también con
el asesino, atreverse a corregirlo, habría que permitírselo, con la única
reserva de que las celdas de los asesinos sean preparadas de tal manera
que se asegure contra su evasión. Es de desear, por razones que se mos
trarán más profundamente después, que existan sociedades de este
tipo).
Ahora bien, ¿qué hay que hacer con los que son excluidos absoluta
mente del Estado, sea sin la prueba provisional de la corrección, porque
son asesinos, o porque no han querido someterse a esta prueba, o sea
después de haber fracasado en esta prueba? Ésta es con mucho la inves
tigación más importante en la teoría de las penas. Con ella esperamos
poner término a una multitud de confusiones; y no nos limitaremos a
afirmar como es habitual, sino que demostraremos.
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innecesario. Ahora bien, ¿qué debe hacer con los criminales condena
dos si no debe darles muerte? Un encarcelamiento perpetuo es una
carga para el Estado mismo, y ¿cómo podría obligar a los ciudadanos
como tales a soportar los costes que no podrían ser empleados para
ninguno de sus posibles fines, puesto que no se ha de esperar nin
guna corrección ni ninguna reintegración en el Estado? No queda más
que el destierro perpetuo - no la deportación; ésta es un medio de
corrección y el Estado conserva el control sobre los deportados. Si hay
que temer que el criminal regrese, que se le marque al rojo vivo lo
m enos d olorosam ene p osible -p u e s el Estado no d ebe ten er el
aspecto de un torturador [76] (aspecto que se da también, por ejem
plo, cuando se asocia al destierro los a z o te s)-, pero de manera inde
leble. Tampoco ésta es una pena, sino una medida de seguridad y
compete a la policía.
¿Qué debe suceder con el que es así marcado y expulsado del
Estado? Esa cuestión no se la plantea al ciudadano, sino al hombre. Que
se retire a una región selvática, que viva entre los animales; allí se ha
encontrado por azar a hombres que no eran criminales, pero cada indi
viduo que en la constitución aquí establecida recibe la marca del hierro
es incorregible.
O bservación. Contra esta teoría de las penas en general y de la pena
de muerte en particular se ha establecido un derecho penal absoluto1
según el cual la pena judicial debe ser considerada no como un medio,
sino como constituyendo ella misma un fin, y debe fundarse sobre un
insondable imperativo categórico. Puesto que en esta teoría, a causa de
esta pretendida insondabilidad, puede dispensarse la demostración de sus
afirmaciones, se tiene a bien acusar de sensiblería y de una humanidad
afectad a a aquéllos que piensan de otra manera, y llamarlos pura y llana
mente sofistas y charlatanes; enteramente en contra de la elogiada y con
derecho requerida igualdad (d e las razones) y libertad (d e en u n ciar sus
opiniones apoyán dolas en razones) en el ámbito de la filosofía. El único
aspecto destacado de este sistema, por el cual se puede comprender al
1 También el querido Sr. Jacob muchos años antes ha aprobado, en su doctrina filo
sófica del derecho, al {trun hombre, sin embargo no infalible, al que me refiero arriba. El
comprende muy bien y sabe sin duda mejor que nadie con cuántas dificultades tendrá que
enfrentarse esta teoría, pero no puede sin embargo retirarle su favor y espera que con el
tiempo se convertirá en más verdadera todavía. Ese tiempo ha llegado precisamente ahora.
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Las dos formas de gobierno son legitimas; elegir entre ellas es pues
cuestión de prudencia. Voy a indicar brevemente el fundamento de la
decisión; de muchos individuos que modifican recíprocamente sus opi
niones se puede esperar más sabiduría, pero también por ello más lenti
tud; además, puesto que cada uno podría transferir la responsabilidad
hacia los otros y en general sentirse cubierto por la pluralidad de res
ponsables, el eforato no actuará tan enérgicamente sobre ellos. Un pre
sidente de gobierno vitalicio bien puede equivocarse más fácilmente,
pero el poder es más eficaz en sus manos; y la responsabilidad, que des
cansa exclusivamente sobre su cabeza, actúa más fuertemente sobre él.
F.1 gobierno tiene pues, en el último caso, más fuerza y vida. Por tanto,
la decisión podría resultar así: allí donde el gobierno tiene necesidad de
una mayor fuerza, en parte a causa del pueblo que aún no está acos
tumbrado a una legalidad rigurosa y del estado de pensamiento de la
nación en general, en parte a causa de la ausencia de derecho y de ley
en la relación con los otros pueblos, hay que preferir la monocracia;
pero allí donde la constitución conforme al derecho ya ha operado y ha
producido la situación descrita anteriormente, de manera que la ley
opera por su mero peso interior, hay que preferir la constitución repu
blicana. Sea un hombre solo o un cuerpo el gobernante supremo, es
fácil ver que todos los funcionarios que le están subordinados deben ser
nombrados por estos gobernantes supremos y, asimismo, sometidos úni
camente a su mandato y jurisdicción. Pues sólo la autoridad suprema es
responsable ante la nación y en general sólo lo es sobre esto: que el
derecho y la justicia reinen en el Estado. Pero ella no puede asumir esta
responsabilidad, si no tiene la ilimitada elección de las personas a través
de las cuales administra justicia y si éstas no le están completamente
sometidas.
b) Una segunda cuestión consiste en saber si es mejor que el pueblo
nombre él mismo a sus representantes mediatos (en la democracia antes
indicada^ como legítima) o que los haga nombrar por los representantes
mismos, o que introduzca una sucesión hereditaria. Por lo que se refiere
a los éforos, la 182] cuestión ya ha sido zanjada antes, en general y para
todos los casos, a partir de principios jurídicos absolutos. Ella sólo per
siste, por tanto, en lo que concierne a los administradores del poder eje
cutivo. Y aquí en efecto la respuesta a la cuestión depende de hechos
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empíricos, en particular del grado de cultura del pueblo, que sólo puede
alcanzar por una legislación anterior sabia y justa. Un pueblo que debe
escoger él mismo a sus gobernantes debe ser ya muy cultivado: pues la
elección, según los principios anteriores, tiene que ser unánime para
poder ser universalmente válida. Sin embargo, es solamente una unani
midad relativa la que es exigida; por tanto, hay que temer siempre que
una parte de la minoría sea excluida o que obtenga un gobernante con
tra su voluntad. Pero todas las ocasiones para engendrar divisiones y
facciones entre los ciudadanos tienen que ser impedidas por la constitu
ción.'Así, mientras, el pueblo no tenga aún este alto grado de cultura, es
mejor que el derecho de elección sea enajenado de una vez por todas,
lo que sin embargo no puede efectuarse más que por una absoluta una
nimidad, y sea introducida para siempre una forma estable de sucesión
de los gobernantes. En la república, los gobernantes bien pueden com
pletarse ellos mismos por elección; si el eforato es suficientemente efi
caz, a todos ellos importará proceder en esta elección con sumo esmero.
En monocracia, no se puede pensar bien quién debería elegir al monó-
crata, si no es el pueblo, que como se ha dicho no debe elegir. Por
tanto, no podría ser elegido en absoluto, sino que tendría que ser deter
minado por nacimiento. Por otra parte, la sucesión hereditaria tiene
todavía otras ventajas que hacen aconsejable su introducción, por ejem
plo, que el príncipe está completamente separado del pueblo, y nace y
muere sin relaciones privadas con él.
c) Podría surgir la pregunta sobre la condición del contrato de trans
ferencia que hay que realizar con los administradores del poder ejecu
tivo, la cuestión de sus derechos personales, de sus libertades, de sus
ingresos y de las fuentes de estos últimos que hay que asignarles. Pero
esta estimación es exclusivamente empírica. De dónde deben ser saca
dos los ingresos para el fin público, para el mantenimiento de las perso
nas que tienen entre las manos el poder del Estado o e l p rin cip io d e las
fin a n z a s, ya ha sido indicado anteriormente y aplicado a los casos que
se presentaban. Cada uno debe aportar una contribución en proporción
a su necesidad de protección; el poder protector debe adaptarse a esta
necesidad; y al mismo tiempo se obtiene así una medida determinada de
los impuestos que deben recaer sobre los ciudadanos: estos impuestos
son variables, puesto que la necesidad de protección es sin ninguna
duda variable. El gobernante, en cuanto tiene en sus manos el poder
supremo, no puede [831 ser detenido, pero sí podría muy bien ser 11a
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se tenga derecho a estar en la calle sin luz, sería una ley de policía, y el
propósito de ello sería que así se pueda reconocer fácilmente a cual
quiera. No se atenta contra nadie por el hecho de que se esté en la calle
sin luz, pero en la oscuridad sería fácilmente posible, y es justamente
esta posibilidad la que debe ser cortada. El que transgrede una ley de
policía debe a sí mismo todos los disgustos que pueden resultar para él,
y por otra parte es castigable.
La máxima principal de toda policía bien organizada es necesaria
mente la siguiente: todo ciudadano debe, a llí d on d e es n ecesario, p o d er
ser reco n o cid o en e l acto com o sien d o tal o ta l p erson a d eterm in ad a;
nadie debe permanecer desconocido para el funcionario de policía. Esto
sólo puede realizarse de la manera siguiente: cada uno siempre debe lle
var consigo un pasaporte, expedido por la autoridad más próxima, en el
que debe describirse su persona con precisión, y esto sin diferencia de
estamento. Puesto que las descripciones meramente verbales de una
persona siempre son ambiguas, estaría bien que para las personas
importantes, que por tanto pueden también costearlo, se encuentre en el
pasaporte en lugar de la descripción un retrato bien parecido. Ningún
hombre será admitido en ningún lugar, sin que se [88] conozca con pre
cisión su última residencia y a él mismo por medio de este pasaporte. En
cuanto a los efectos que pueden resultar de un tal pasaporte, encontra
remos después un notable ejemplo. Sin embargo, para no molestar el
inocente placer que puede nacer del anonimato, debería prohibirse a los
funcionarios de policía, bajo pena de sanción, no exigir jamás la presen
tación de este pasaporte por simple malignidad o por curiosidad, sino
solamente cuando la autentificación de la persona sea necesaria, necesi
dad de la que es preciso que ellos estén obligados a dar cuenta ante la
instancia de la que dependen.
Lo que sucede en la casa, el Estado no lo sabe; pero lo que sucede
en la calle, por la cual sí se debe pasar para llegar a la casa, está some
tido a su vigilancia. Los ciudadanos no pueden pues reunirse en una
casa sin que la policía lo sepa y sin que ella tenga tanto el poder como
el derecho (puesto que efectivamente la calle le está sometida) de impe
dir la reunión si suscita sus sospechas. Si muchos hombres se reúnen en
un grupo bastante numeroso para poner en peligro la seguridad pública
-todo grupo lo puede si fuera lo bastante fuerte para tener la capacidad
de oponer una resistencia a la fuerza armada del lugar-, la policía debe
exigir que se de cuenta de lo que estas personas quieren hacer juntos y
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COMPENDIO DEL DERECHO DE FAMILIA
Nota
SI
La naturaleza ha implantado su fin de la reproducción del género
humano sobre un impulso natural en dos sexos diferentes, impulso que
sólo parece existir en función de sí mismo y que no parece buscar sino
su propia satisfacción. Igualmente es un fin de nuestra naturaleza, aun
que sea sólo un medio para la [961 naturaleza en general. En tanto los
hombres no apuntan sino a satisfacer este impulso, se alcanza el fin de
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§2
[97) La determinación particular de esta disposición natural es que en
la satisfacción del impulso, o en la promoción del fin natural, en lo que
concierne al acto propio de la procreación, uno de los sexos sea sólo
activo, y que el otro sea sólo pasivo.
(También se puede indicar, con más precisión, el fundamento de
esta última determinación. El sistema de todas las condiciones para la
generación de un cuerpo de la misma especie tendría que estar tan uni
ficado que, una vez puesto en movimiento, se pudiera desarrollar según
sus propias leyes. El género en el que esto sucede se llama, por toda la
naturaleza, el femenino. Sólo el primer principio motor puede quedar
separado: y tenía que separarse si había de existir una forma consistente.
El género en el que se verifica esto, separado de la materia a formar, se
llama en toda la naturaleza el masculino.
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§6
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él. Unida sólo a él, sólo bajo sus ojos y en sus asuntos, tiene ella vida y
actividad. Ella ha dejado de llevar la vida de un individuo: su vida se ha
convertido en parte de la vida de él (esto resulta muy bien indicado por el
hecho de que toma el nombre del esposo).
S7
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[104] C orolarios
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§8
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§9
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SEGUNDA SECCIÓN
§10
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§12
Esta coacción podría ser inflingida m ediatam en te a las ciudadanas
por la violencia moral de sus padres y parientes, en tanto pueden lle
varla a un matrimonio sin contar con su inclinación propia, mediante un
trato violento o persuasivo. No cabe duda de que esto es intolerable y
hay que castigar un trato violento con este fin; por lo que concierne a la
persuasión, y aunque en ningún otro caso constituye una falta, aquí lo
es de manera manifiesta. En otros caso se puede preguntar, ¿por qué te
has dejado persuadir? Pero aquí esta pregunta no existe. La hija igno
rante e ¡nocente no conoce el amor, no conoce la vinculación completa
que se le propone, por lo tanto es propiamente engañada y usada como
instrumento para el fin de sus padres y parientes.
Esta clase de coacción es más dañina y perniciosa que la violencia
física anteriormente mostrada, si bien no según la forma, sí según las
consecuencias. Tras aquella violencia, la mujer es de nuevo libre;
mediante esta coacción es forzada para todo su vida en relación con el
sentimiento más noble y dulce, el del amor, y con ello en su verdadera
dignidad femenina y en su completo carácter. Es rebajada a instrumento
completamente y para siempre.
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§13
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ces sobre ella no se puede edificar una ley. Es comprensible que una
nación pueda creer que su [111] divinidad montaría en cólera ante seme
jantes matrimonios: si esto es así, el Estado no tiene el derecho de ord e
n ar tales matrimonios (de la misma manera que no tiene el derecho en
general de ordenar un matrimonio entre dos personas concretas), en
tanto que no le está permitido forzar a los ciudadanos contra su con
ciencia moral, aunque esté equivocada. Pero tampoco tiene el derecho
de im pedirlos. Quien crea en aquella cólera de la divinidad, ya se lo
prohibirá por sí mismo; quien no crea en ella, o quiera correr el riesgo,
ya será castigado por la divinidad, si la creencia de la nación se com
prueba verdadera. En todo caso, confiemos en que los dioses se venga
rán por sí mismos de las ofensas recibidas. Función única de los sacer
dotes, como meros intérpretes d e la ley, es exhortar y advertir lealmente
a la nación, y mostrar a los que quieran creerles, los grados de paren
tesco prohibidos y las penas divinas que se aplican a ellos.
No se puede pensar ningún fundamento para extender tal creencia a
los que no la creen, o quieren correr el riesgo, salvo quizás éste: que las
penas de su pecado caerán al mismo tiempo sobre los demás inocentes.
Pero esto es una superstición condenable y perversa que el Estado no
puede atender en su legislación ni limitar por ella los derechos naturales
de otros.
Pero al margen de todos los fundamentos religiosos, ¿pueden consi
derarse ilícitos ciertos matrimonios desde fundamentos políticos? Mon-
tesquieu ha dicho lo mejor sobre este asunto, en mi opinión, ( d e l'esprit
des lois. liv. 26, chap. 14) (29). El natural destino del padre ha sido siem
pre cuidar de la inocencia de sus hijos para dotarlos de un cuerpo tan
intacto y de una alma tan pura como sea posible. [112] Ocupado conti
nuamente en esta cuestión, debe estar lejos de hacer algo que pueda
corromperlos. Por el mismo principio, tiene que buscar implantar en el
hijo y en la hija una aversión contra un vínculo entre sí. De esta misma
fuente emerge la prohibición de matrimonio entre hermanos. En los pri
meros tiempos, todos los niños permanecían en la casa paterna y los pri
mos se consideraban como hermanos entre sí.
Sobre esto dos notas: ante todo, el mantenimiento de la pureza den
tro de las familias era la preocupación propia del padre, pero en modo
alguno asunto de la legislación civil, como si por ello se hiriera efectiva
mente los derechos de otra familia, ni de la legislación policial, como si
por ello se facilitara atentar contra otra familia; los hombres ilustrados de
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§25
Anulada la relación que debe existir entre los cónyuges y que cons
tituye la esencia del matrimonio, amor ilimitado en la mujer, magnami-
midad ilimitada en el hombre, el matrimonio entre ellos ha dejado de
existir. -L os cónyuges se separan con libre voluntad, d e la m ism a m an era
qu e se unieron con voluntad libre-. Si el fundamento de su relación ha
dejado de existir, el matrimonio no pervive, aunque ellos permanezcan
juntos, y su vida en común sólo se puede considerar un concubinato: su
vínculo no es por más tiempo un fin en sí, sino que existe un fin externo
a él, la mayoría de las veces el de la ventaja temporal. Ahora bien, nin
gún hombre puede ser animado a cometer algo innoble, y el concubi
nato lo es. Por tanto, el Estado no puede pretender que vivan en común
por más tiempo a aquellos cuyos corazones están divididos.
Desde aquí se seguiría que el Estado no tiene nada que ver en las sepa
raciones de los matrimonios, excepto ordenar que se declare ante él la
separación ocurrida, ya que conoció la unión. Las consecuencias jurídicas
que tuvo el matrimonio necesariamente caen tras la separación, y por esto
el Estado tiene que ser informado para tomar sus medidas al respecto.
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familia, y puesto que la mujer quiere irse y podría irse por propia volun
tad, entonces, el sentido de su exigencia es que el Estado fuerce al hom
bre a procurarle otro alojamiento.
¿Según qué leyes tiene que decidir el Estado en estos asuntos?
§29
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juez ante una situación que no está clara ni podría llegar a estar clara sin
examen. (Algo que antes estaba sometido sólo a su protección mediata,
se le somete inmediatamente por la querella de adulterio)
El rechazo por parte de la mujer de lo que, de una manera innoble,
se ha llamado el deber conyugal, demuestra una falta de amor y por lo
tanto es un 11251 fundamento jurídico de separación. El amor procede de
este sometimiento de la mujer y este sometimiento es la manifestación
permanente del amor. En esta m ed id a, he dicho que aquel rechazo
demuestra falta de amor: pues si puede invocarse la enfermedad u otro
obstáculo físico, entonces no se demuestra falta de amor. En este caso,
la querella del marido sería del todo punto innoble. ¿Pero y si efectiva
mente el marido no piensa noblemente? Entonces el Estado no puede
hacerse servidor de su mezquina forma de pensar; tal hombre es indigno
de una mujer valiente y hay que esperar que ella, sobre todo por reco
mendación del eclesiástico, sea capaz de acordar la separación contra
una indemnización, mediante lo cual se llegaría al acuerdo de ambas
partes, con lo que sólo sería necesaria una declaración ante el Estado, de
tal manera que no se cuestionaría qué hacer en este asunto.
Si la mujer sufre una investigación criminal en la que el Estado exige
su cuerpo y vida, está separada del marido por la cosa misma: el Estado
se la lleva. El hombre es en otros asuntos su portavoz jurídico. Pero en
un asunto criminal, por tanto, exclusivamente personal, no puede serlo.
Ella obtiene su independencia civil y queda divorciada. Si resulta ino
cente, regresa de nuevo a la protección del marido. Si tras la pena
impuesta el hombre quiere de nuevo aceptarla, puede hacerlo, pero
nadie puede forzarle a ello, pues ha sido deshonrado por ella.
§30
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bre sería ir contra el primer deber del Estado respecto del sexo feme
nino.
(126] Por lo general, el Estado queda continuamente vinculado a
separar a los cónyuges a instancias de la mujer, sean sus quejas las que
sean, si ella mantiene su exigencia, tras las recomendaciones prelimina
res. El sexo femenino tiene que ser favorecido en esta situación. El fun
damento de ello es el siguiente: a través de las demanda de separación,
quizás la mujer no puede demostrar nada contra su marido, pero en lo
que a ella misma concierne, experimenta la falta de su amor y sin amor
no debe ser forzada a someterse. -Precisamente por esto, porque ella a
veces no conoce correctamente su propio corazón, conviene hacer las
recomendaciones y retrasar por un cierto tiempo la separación.
La queja de la mujer sobre el incumplimiento de los deberes conyu
gales por parte del marido es una queja que deshonra a su sexo, un
pecado contra la naturaleza, y no se puede llamar sino barbarie que el
Estado - o la iglesia en su nombre- admita una queja semejante. Pero la
experiencia confirma que las mujeres se avergüenzan de ello y lo usan la
mayoría de las veces sólo como un pretexto. Que el Estado les permita
a las mujeres sencillamente declarar su repudio (del marido].
Una investigación criminal en la que incurre el hombre no produce
necesariamente una separación. La relación es aquí completamente dife
rente. El hombre tiene que estar siempre ante los tribunales en su nom
bre y en el nombre de la mujer. -Tal investigación es, sin embargo, un
motivo válido para que la mujer pida el divorcio, pues ella no puede res
petar a un criminal. Pero si quiere permanecer con él, y compartir su
destino, y aligerarlo, tanto como las leyes lo permitan, es completamente
libre de hacerlo.
Un abandono intencionado -esto es, abandono sin que el otro esposo
lo conozca ni sepa de sus motivos- como fundamento para una demanda
de divorcio, divorcia sin más, pues la parte que abandona hay que consi
derarla como si ya se hubiese divorciado, y la parte abandonada demanda
la separación. Según esto, aquí hay un acuerdo de ambas partes.
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el marido tenga sobre ella un d erech o d e coacción , sino que está some
tida por su propio deseo, necesariamente permanente y condicionante
de su moralidad. Ella podría retomar completamente su propia libertad,
si quisiera, pero aquí está precisamente el punto: ella no puede qu ererlo
de manera racional. Una vez que su enlace matrimonial es universal-
mente conocido, tiene que querer aparecer ante todos los que conocen
su matrimonio como completamente sometida al hombre, completa
mente perdida en él.
Por tanto, a consecuencia de su propia voluntad necesaria, el hom
bre es el administrador de todos sus derechos. Ella quiere que estos sean
afirmados y ejercidos sólo en tanto que el m arido quiera. Él es su repre
sentante natural en el Estado y en la sociedad entera. Ésta es su relación
con la sociedad, su relación p u blica. No puede ocurrírsele a ella ejercer
inmediatamete sus derechos por sí misma.
En lo concerniente a la relación in tern a y casera, la tern u ra d e l
hom bre le d ev olerá a ella tod o y aú n m ás d e lo q u e ella h a p erd id o. El
hombre no entregará sus derechos, pues son sus propios derechos y se
dañaría por ello a sí mismo y se deshonraría a sí y a su esposa delante
de la sociedad. -La esposa tiene también derecho sobre los asuntos
públicos, pues ella es ciudadana. Tengo por culpable al hombre que,
en los Estados donde el ciudadano tiene un voto sobre los asuntos
públicos, entrege este voto sin conversar con su esposa acerca de ello
y haber modificado su opinión mediante la conversación con ella. Ante
el pueblo llevará entonces sólo el resultado de su voluntad común. Por
lo general, un padre de familia, al mismo tiempo que se preocupa de
los derechos de su esposa y de sus hijos, tiene que tener sobre los
asuntos comunes un mayor influjo y un voto más decisivo que quien
representa meramente los derechos de su individualidad. Cómo se
deba organizar esto constituye una investigación perteneciente a la
política.
Las esposas ejercen entonces su derecho de voto sobre los asuntos
públicos de manera efectiva, pero no inmediatamente por sí mismas,
porque no pueden quererlo sin perder su dignidad femenina; sino por el
influjo que tienen sobre sus esposos, legítimo y fundado en la naturaleza
del vínculo matrimonial.
Esto se demuestra también por la historia de todas las grandes revo
luciones políticas. O ellas surgen de las mujeres o son dirigidas por las
mismas y conscientemente modificadas.
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N ota. Si esto tiene que ser aceptado sin objección, ¿qué exigen
entonces en el fondo las mujeres y sus defensores? ¿Qué es lo que se les
ha robado y que es lo que ahora reivindican? ¿Los bienes? Son de la más
perfecta posesión de ambos. Sólo pueden desear la apariencia externa.
Ellas no sólo quieren opera sino que se debe saber también que lo
hacen. No quieren que suceda meramente lo que ellas desean, sino que
debe ser conocido que ellas, ju stam en te ellas, lo han realizado. Buscan
celebridad en su vida y en la historia tras su muerte.
Si éste es su fin, y sólo este puede serlo, entonces hay que rechazar
las con sus demandas sin dudarlo, pues no pueden conseguirlo sin
renunciar completamente a su valor femenino. Sólo unas pocas de entre
las que elevan esta protesta, la elevan en serio. Sólo algunas cabezas tur
badas entre los hombres, que en su mayor parte no han dignificado a
ninguna mujer particular haciéndola guía de su vida, y que como com
pensación desean ver inmortalizado al género femenino en bloque en la
historia, les han convencido para pronunciar las mismas maravillosas
palabras con las que ellos no pueden pensar nada sin deshonrarse.
Incluso el hombre que eleva la fama a fin fundamental, o tan siquiera a
fin secundario de su actuar, pierde el mérito de su acción y antes o des
pués, pero siempre en todo caso, la fama. Las mujeres deberían agrade
cer una situación en la que no pueden caer en una tal sospecha. -Pero lo
que es más significativo, ellas sacrifican el amable pudor de su género,
que a nada puede ser más contrario que a exponerse como un espectá
culo. Fama y vanidad son despreciables para el hombre, pero en la mujer
son fatales, pues destruyen aquel pudor y aquel amor abnegado por su
esposo, sobre el que reposa su completa dignidad. Sólo de su marido y
de sus hijos puede estar orgullosa una mujer sensata y virtuosa, no de sí
misma, pues ella se olvida en aquellos. -Por esto, aquellas mujeres que
celan seriamente de la celebridad de los hombres, se encuentan en una
ilusión fácil de descubrir acerca del verdadero objeto de su deseo. Las
mujeres quieren necesariamente el amor de un hombre cualquiera y,
para producir este amor, quiere atraer sobre sí la atención del género
masculino. Ésta es la disposición natural y, en el caso de la mujer soltera,
no es completamente ceasurable. Aquellas mujeres cuentan con reforzar
los encantos de su propio género, en los que no confian lo suficiente,
con aquéllos que llaman la atención de los hombres, y buscan en la fama
un mero medio de cautivar el corazón de los hombres. Si son mujeres
casadas, el fin es tan despreciable como perverso es el medio.
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Que las mujeres no estén destinadas a los empleos públicos tiene otra
consecuencia que los portavoces de las mujeres aducen como una nueva
queja contra nuestras instituciones políticas. Ellas nunca serán educadas
para la administración de aquello que nuncan deben administrar, y así no
serán enviadas a las escuelas o a las Universidades; y así afirman que de
esta manera se abandona su espíritu, se las mantiene de una manera
astuta y celosa en la ignorancia y se les aleja de las fuentes de la Ilustra
ción. -Queremos iluminar esta objección desde su fundamento.
El sabio de profesión no estudia únicamente para sí; com o sabio,
según la forma, no estudia para sí, sino para otros. Si llega a ser un ecle
siástico, o funcionario del Estado o médico, entonces su tarea es aplicar
inmediatamente lo aprendido; por eso aprende además la praxis [de su
profesión) y aprende al mismo tiempo de tal manera que aquella praxis
sea parte de la misma. Pero también puede convertirse en maestro de
futuros titulados en las escuelas o en las Universidades y entonces su fin
es compartir de nuevo lo aprendido, y aumentarlo por sus propios des
cubrimientos para que la cultura no se detenga. Según esto, tiene que
saber cóm o se produce la cultura y cómo se despliega desde el alma
humana. Esto precisamente es lo que las mujeres no pueden necesitar,
pues no deben llegar a ser ni lo primero ni lo segundo. -D e la cultura del
espíritu corresponden al uso propio de la humanidad sólo los resultados,
y estos ya los obtienen las mujeres en la sociedad: en cada estamento el
resultado de la cultura completa de dicho estamento. Lo que nos envi
dian es lo formal, lo inesencial externo, la cáscara: su situación y nuestro
trato les ahorra la tarea de trabajar por la cultura y les da inmediatamente
lo esencial de la misma. Por lo demás, con la forma ellas no podrían
hacer nada: no están habituadas a coasiderarla como m edio, y no pueden
habituarse porque esto sólo se aprende por el uso: ellas la consideran por
tanto como un fin en sí, como algo excelente y soberano, y por ello
resulta que las mujeres realmente doctas (135) -n o hablo de las que razo
nan según el sano entendimiento común, pues éstas son muy dignas de
respeto- se convierten la mayoría de las veces en pedantes.
Para que no haya ningún género de malentendidos, quiero estable
cer todo esto más detalladamente. -N o se puede afirmar que la mujer
esté p o r d eb a jo del hombre en talentos espirituales; pero sí se puede
afirmar que el espíritu de los dos sexos tiene un carácter completamente
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y en parte porque ellas, por regla gen eral, tienen mejor acogida en el
mismo. El hombre culto puede aumentar su conocimiento del carácter
femenino justo a partir de estos escritos. Se comprende que la autora
pueda escribir también como mujer y aparecer en su escrito como mujer
y no como un hombre travestido. -H e presupuesto, como se ve, que la
mujer escribe únicamente para ser útil y para contribuir a una necesidad
encubierta de su propio sexo, para su sexo y no para el nuestro, y no
por el afán de fama y vanidad. En este último caso, sus productos ten
drían un valor literario menor y por ello se produciría un gran perjuicio
sobre el valor moral de la autora. Su literatura entonces no sería para ella
sino instrumento de su coquetería. Si está casada, obtendría por su fama
literaria una independencia impropia de su género, que debilitaría nece
sariamente su relación conyugal y que amenazaría con disolverla. Pero si
es censurada, sentiría la crítica como un daño que se infringe a su
género y amargaría sus días y los días de su marido inocente .
CUARTA SECCIÓN
§39
La relación originaria entre los niños y los padres, como las relacio
nes entre los cónyuges, no está determinada sólo por el mero concepto
de derecho, sino por la naturaleza y la eticidad. Según esto, y precisa
mente como en el caso anterior, en la presente investigación tenemos
que partir de principios que son más elevados que los del concepto de
derecho, [137] para producir para éste un objeto de aplicación. Pues
pudiera ser perfectamente que en esta relación fundada por la natura
leza y la eticidad se den determinaciones ulteriores que hay que ordenar
por el concepto de derecho.
Los que quieren considerar esta relación completa como meramente
jurídica, se han visto forzados por sus presupuestos a afirmaciones aven
turadas, como por ejemplo, que los niños, como consecuencia del acto
de la procreación, serían {p erform ation em ) algo así como una fabrica
ción, la p rop ied ad de los padres, y cosas semejantes.
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§43
Los padres viven juntos y el niño tiene que vivir con ellos también,
entregado por la naturaleza al cuidado de ellos. En caso contrario ellos
no podría cargar con el mantenimiento del mismo.
En el ser humano hay un impulso natural, en la medida en que esto sea
probable, a suponer fuera de sí la razón, y a tratar objetos, por ejemplo,
animales, como si la tuviesen. Los padres tratarán en todo caso a su hijo de
esta fonna, y lo exhortarán a la actividad libre: así producirán en el mismo
paulatinamente razón y libertad. - Ser libre pertenece a la felicidad, según
los conceptos necesarios del hombre: los padres quieren la felicidad de su
hijo, luego ellos le dejarán a él su libertad. - Pero muchos usos de la misma
serían perjudiciales para su conservación, que en todo caso es su fin. Ellos
sintetizarán por lo tanto ambos fines, y limitarán la libertad del niño de tal
fonna que el uso de la misma no ponga en peligro su conservación. Pero
esto es el primer concepto de la educación. - Los padres edu carán a su
hijo, esto se sigue del amor a él y desde el cuidado por su conservación.
[141] No se puede decir que el niño tiene un derecho de coacción a la edu
cación ni que los padres estén vinculados por un deber coactivo. Lo que él
Estado pueda hacer al respecto se mostrará después.
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§45
Sólo los padres tienen una visión global de la educación: los niños
no, precisamente porque ellos deben ser educados. Según esto, los
medios que para la obtención de este fin son necesarios sólo pueden
juzgarlos los padres, pero no el niño. —Ellos son el juez apropiado en su
asunto, en relación con el niño; ellos son soberanos, y el niño, en tanto
ellos lo educan, está incondicionalmente sometido a ellos. Que ellos
usen de este sometimiento únicamente para educar al niño según su
mejor saber es para ellos únicamente un asunto de consciencia moral, y
sólo corresponde a su tribunal interior propio.
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esta educación. A esto correponde ante todo que ningún otro ciudadano
debe ocuparse de la educación de sus hijos. Por tanto, el Estado g ara n
tiza n ecesariam en te a los p ad res, con tra otros ciu d ad an os, ocu p arse
exclusivam ente d e sus hijos. Si debe surgir un conflicto legal sobre esto,
las leyes tendrían que decidir a favor de los verdaderos padres.
Fonna parte de la educación un plan continuo y la unifonnidad de las
máximas según las que los hijos serán tratados. Este proyecto sería pertur
bado si un extraño se mezclara en la educación y quisiera tener una
influencia sobre los hijos. Tal inmiscuirse podría dar lugar a una demanda,
y el Estado tendría que decidir a favor de los padres verdaderos.
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Sólo puede ser responsable ante un tribunal quien es libre. Los niños
no son libres, puesto que están bajo la tutela de los padres. [1461 Según
esto, el padre -q u e es al mismo tiempo representante de la madre- es su
portavoz jurídico. Ellos no tienen derechos, que el padre tendría que
defender, pues ellos no son inmediatametne ciudadanos del Estado.
Pero si ellos han infligido un daño, el padre responde por ellos.
El dañado se dirige al padre, y con razón, pues el niño está bajo la
vigilancia del mismo y el padre habría debido impedir el daño. Puesto
que no lo ha impedido, tiene que repararlo. -Los hijos no pueden
someterse a ninguna pena pública, pues ellos no están sometidos a la
ley coactiva externa del Estado. Ellos están únicamente bajo la ley coac
tiva de los padres. Estos castigan según su mejor entender, pero no el
Estado, del que [los niños] no son en absoluto ciudadanos.
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dejar al niño cada vez más libre, en la medida en que sea más sensato.
Esto no es consecuencia de un derecho del mismo, sino consecuencia
de una importante regla de la educación. Tan pronto desatan el último
vinculo al que lo mantienen atado, el niño es completamente libre.
Pero puede darse un segundo caso: pues la cosa misma puede dejar
en claro que el fin de la educación se ha alcanzado. El fin universal de
la misma es la utilidad de nuestras fuerzas para la promoción de los fines
racionales. El juez externo de esta utilidad, al que los padres deben res
petar, es el Estado. Ahora bien, el Estado no puede en verdad emancipar
inmediatamente a los niños, porque él no se entromete en la educación;
pero puede hacerlo mediatamente, en tanto que traspasa al hijo un
empleo público, u otro derecho civil, como por ejemplo, la competencia
en un oficio mediante la corporación autorizada por el Estado. Entonces
el Estado emite el jucio de utilidad. -U n empleo público libera al hijo de
la autoridad paterna.
Finalmente, un tercer caso, la educación y el sometimiento de los
niños puede cesar porque, según la naturaleza de la cosa, ya no sea
posible por más tiempo.[147] Esto sucede por el casamiento. Las hijas se
someten ilimitadamente a la voluntad de su marido y por eso no pueden
permanecer sometidas a ninguna otra voluntad como la de los padres. El
hombre tiene que preocuparse con una ilimitada ternura por la dicha de
su esposa y en esta preocupación no pude permitir ningún estorbo pro
cedente de una voluntad ajena, como la de los padres.
Pero precisamente por esto, porque en virtud del casamiento cesa la
educación. A los padres compete, en todo caso, juzgar cuándo ella
puede cesar y por eso tienen el derecho de negar este permiso a los
hijos por un cierto tiempo, o incluso retrasar el casamiento de los mis
mos.
En general, no tienen ningún derecho a prohibir el matrimonio,
como no lo tienen a elegir por ellos, desde los fundamentos que ya
hemos indicado.
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alcanzarse los fines de la educación. Este deber es, como hemos recor
dado, una deber coactivo de los padres respecto del Estado (no respecto
de los hijos), y este último tiene el derecho de vigilancia sobre ello.
Pero se suele decir que los niños trabajan y con ello obtienen una
propiedad. -Esto se puede afirmar sólo desde el supuesto erróneo, ante
riormente refutado, de que la formación funda un derecho de propie
dad. El fin de su trabajo es el ejercicio de las fuerzas para la educación,
y la utilidad casual de la misma la recogen los padres con derecho como
su propiedad. El niño no puede hacer nada sin la voluntad de los
padres: no puede adquirir una propiedad sin la voluntad de los padres.
-¿O es que debe fundarse un derecho de propiedad en un contrato con
los padres? Sólo puede contratar aquél que es libre: pero los niños no
tienen ninguna libertad independiente en relación con sus padres. Ellos
no se pueden separar de ellos y tener una voluntad propia para elevarse
como una parte contra ellos.
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[1491 §61
Hemos postergado hasta ahora la contestación a la pregunta: ¿Cómo
se dividirán los niños entre los padres que se han divorciados? porque
no se podía responder sin la comprensión fundamental obtenida acerca
de las relaciones entre padres e hijos.
Ante todo, puesto que los padres tienen el ilimitado dominio sobre
los hijos, se tienen que dejar completamente libres a los que se separan
para encontrar un salida amistosa entre ellos. El Estado no tiene aquí
nada que decir con tal de que se asegure la educación de los hijos. Si
pueden pactar amistosamente bajo esta condición, entonces no hay dis
puta jurídica y el Estado no tiene nada que decidir.
Sólo si los dos padres no se ponen de acuerdo por las buenas,
entonces tiene lugar una sentencia del Estado.
Sólo se pueden pensar dos motivos para este conflicto entre los
padres. O ninguno de los padres quiere asumir el cuidado de los niños,
sino que cada uno quiere cargarlo sobre el otro en la medida de lo posi
ble, o que ambos quieren mantener junto a sí a los hijos y los alejen de
la otra parte tanto como sea posible.
En el primer caso hay que decidir de la siguiente manera: el deber
de cuidar de los niños, según lo anterior, era inmediato para la madre y
para el padre sólo mediato, derivado de su amor a la madre. Puesto que
este amor ha desaparecido, y con él el fundamento natural de la ternura
paterna, los niños deben pasar al cuidado y la preocupación personal de
la madre. Pero el padre tiene que pagar los costes del mantenimiento del
hijo, bajo vigilancia y garantía del Estado. Acerca de esto debe fijarse
algo concreto según las circunstancias patrimoniales de los padres.
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COMPENDIO DEL DERECHO DE GENTES
Y DEL DERECHO COSMOPOLITA
SI
Según lo visto arriba, todo individuo tiene el derecho de obligar al
individuo que encuentre a entrar con él en un Estado, o a alejarse de su
esfera de acción. Si uno de los dos está ya dentro de un Estado y el otro
no, el primero coacciona al segundo a unirse a su Estado. Si ninguno de
los dos perteneciera ya a un Estado, se unen al menos para dar inicio a
un Estado. De donde se desprende la siguiente proposición: -quien no
pertenece a ningún Estado, puede ser coaccionado legalmente por el
primer Estado que lo encuentre a someterse a él o a alejarse de sus
inmediaciones-.
En virtud de esta proposición, todos los hombres que habitan sobre
la superficie de la tierra serían reunidos poco a poco en un único
Estado.
§2
Pero sería igualmente posible que, en diversos lugares, grupos separa
dos de hombres, que no saben nada unos de otros, se reunieran en Esta
dos. En este lugar de la tierra sería sentida, y remediada, esta necesidad;
en otro lugar sería sentida, y remediada, la misma necesidad, sin que los
primeros supieran nada de los segundos, ni los segundos de los primeros.
De esta manera surgirían sobre la superficie de la tierra muchos Estados.
Es una demostración de que el Estado no es una invención arbitraria,
sino un mandato de la naturaleza y de la razón, el hecho de que en
todos los lugares donde los hombres viven juntos durante un cierto
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C orolarios
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tracto, sólo los ciudadanos 1153), como tales^son personas reales. Ade
más, esta relación se funda de un modo muy preciso en el deber jurídico
de sus ciudadanos de darse recíprocamente una garantía, cuando se
encuentren en el mundo sensible. Por consiguiente, inicialmente man
tienen relaciones entre sí sólo aquellos Estados que paseen fron teras
comunes. Veremos más adelante cómo Estados separadas en el espacio
pueden, sin embarga, entrar en relación.
2. ) Esta relación entre los Estados consiste en que se garantizan recí
procamente la seguridad de sus ciudadanos como si se tratara de los
ciudadanos de su propio Estado. La fórmula contractual es la siguiente:
«me hago responsable de todos los daños que mis conciudadanos
pudieran acarrear a los tuyos, bajo la condición de que seas igualmente
responsable de todos los daños que tus ciudadanos pudieran acarrear a
los míos-,
3. ) Tal contrato debe ser suscrito de manera explícita, y no está con
tenido ya en el contrato de ciudadanía; y el hecho de que sea suscrito
debe anunciarse a los ciudadanos por medio de la legislación. Las con
diciones del contrato de ciudadanía las cumple el ciudadano ya con sufi
ciencia no violando los derechos de sus conciudadanos; aquí no se ha
contemplado el caso de los extranjeros. Únicamente por este contrato se
convierte en ley respetar también los derechos de los Estados que man
tienen relaciones contractuales con su Estado, y su violación se convierte
de ahora en adelante en un crimen punible.
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Sil
§12
Sólo si el contrato entre ambos Estados está suscrito en términos cla
ros y perfectamente precisos -puesto que nunca puede comprender una
gran cantidad de objetos, es muy sencillo determinarlo con exactitud, y
una falta de determinación revelaría ya la mala voluntad que busca ahí
un pretexto para futuras guerras-, no es entonces fácil, o incluso no es
en absoluto posible, que se produzca una injusticia cometida por error,
sino que en ese caso se puede concluir con toda probabilidad que la
causa estriba en su mala voluntad. Sin embargo, ocurra lo que ocurra, la
violación del contrato, así como la negación del reconocimiento, con
fiere un derecho a la guerra. En ambos casos, el Estado al que se le debe
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§13
§14
Sólo la fuerza armada de los Estados beligerantes hace la guerra, y
no el ciudadano inerme, contra el cual tampoco es hecha la guerra.
Aquella parte del territorio que las tropas del Estado ya no alcanzan a
defender, se convierte en una adquisición del conquistador, porque el
fin de la guerra es el sometimiento del Estado que se combate; y el con
quistador no puede, sin obrar de modo completamente contrario al fin
- o contrario a la razón, y, por consiguiente, también contrario al dere
cho (de guerra)-, saquear a sus nuevos ciudadanos ni asolar su propia
posesión. Una vez haya expulsado a quienes defienden con las armas el
país, los desarmados pasan a ser sus súbditos. Pero la parte del territo
rio que las tropas del Estado vencido todavía protegen no está sometida
al enemigo. Este último no puede devastar el territorio sometido para
sus propios fines; mientras que devastar el no sometido es físicamente
s GA 1/3 p.393.
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§15
§16
Varios Estados se unen y se garantizan entre sí - e incluso a todo
Estado que no forma parte de la alianza- la independencia y la inviola
bilidad del contrato recién descrito. La fórmula de esta federación
(Bund) sería la siguiente: «todos nosotros prometemos extenninar, por la
unión de nuestras potencias, aquel Estado -forme o no parte de la fede
ración- que no reconozca la independencia de uno de nosotros o rompa
el contrato existente entre él y uno de nosotros».
He dicho la fórmula de esta fed era ció n , porque lo que hemos des
crito sería una fed era ció n d e pu eblos (V ólkerbund), no un Estado d e p u e
blos (V ólkerstaat). La diferencia se basa en lo siguiente: el individuo
puede ser coaccionado a entrar en el Estado, puesto que, de lo contra
rio, no es posible en absoluto establecer con él una relación jurídica. Sin
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DERECHO DE GENTES
embargo, ningún Estado puede ser coaccionado a ingresar en esta fede
ración, porque puede hallarse dentro de una relación jurídica también
fuera de ella. Un Estado entabla una relación jurídica con los Estados
vecinos ya por el mero hecho de reconocerlos y suscribir con ellos el
contrato descrito arriba. Ningún Estado tiene el derecho a coaccionar a
otro Estado a fin de que éste le proporcione u na protección positiva. Por
consiguiente, se trata de una unión voluntaria, que de ninguna manera
debe fundarse en la coacción, y tal unión se denomina una federación.
§17
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con los Estados federados son concluidos con su garantía. La federación
no puede tolerar la indeterminación de estos contratos, pues en base a
ellos debe administrar justicia entre las partes en conflicto. Es así como
ella se asegura también de su propia legalidad. La federación no puede
juzgar injustamente sin que todos lo vean. Piénsese, además, por un
momento, que estas diversos Estados, divididos en sus intereses priva
dos, no pueden tener ningún interés común en proceder injustamente.
Una sentencia injusta proporciona un ejemplo contra sí mismos. Ellos
mismos serán juzgados según los principios con que juzgan a los otros.
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§22
Todos los derechos positivos, los derechos a algo, se fundan en un
contrato. Ahora bien, este extranjero recién llegado no tiene a su favor
absolutamente ningún contrato con el Estado que visita, esto es, ni un con
trato que hubiera suscrito personalmente, ni un contrato al que pudiera
remitirse y que su Estado hubiera suscrito por él; pues, según el presu
puesto, o bien él no es de ningún Estado, o bien el Estado que visita no
conoce su Estado, y no tiene con él ningún contrato. ¿Carece, por consi
guiente, de derechos o los tiene a pesar de todo? Y en ese caso, ¿cuáles y
por qué motivos? Tiene el derecho originario del hombre, que precede a
todos los contratos jurídicos y únicamente él los hace posibles: d derecho a
presuponer qu e todos los hom bres pu eden establecer con él, m ediante con
tratos, una relación ju ríd ica. Sólo éste constituye el verdadero derecho del
hombre, que corresponde al hombre como hombre: la posibilidad de
adquirir derechos. Esta posibilidad, pero también únicamente ella, debe ser
reconocida a cualquiera que no haya hecho expresamente méritos para
perderla a causa de sus propias acciones. Este punto quizá se haga más
claro por oposición. Pues aquél con quien el Estado anula el contrato
social, pierde todos sus [164] derechos positivas obtenidos gracias a dicho
contrato; pero no sólo estos derechos, sino también el derecho a adquirir
derechas en esta sociedad, porque ya ha mostrado la absoluta imposibili
dad de establecer una relación jurídica con él. El nuevo recién llegado tiene
tan pocos derechos pasitivos como el primero; pero tiene el derecho a exi
gir que se admira la posibilidad de entrar con él en una relación jurídica.
De este derecho se deriva su derecho a penetrar en el territorio del
Estado extranjero; porque quien tiene derecho al fin, también tiene dere
cho a los medios. Pero él no puede tratar de comprometerse en una
relación jurídica con este Estado sin venir a visitarlo en su territorio y
proponerle estrechar lazos.
En este derecho a circular libremente sobre la superficie de la tierra
y a ofrecerse para entablar una relación jurídica, consiste el derecho del
simple ciu d ad an o d el m undo, de! cosm opolita (W eltbñrger).
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NOTAS DEL EDITOR (FAUSTINO ONCINA)
(1) Fichte se refiere aquí a Cari Christian Erhard Schmid, su colega en Jena, y a su obra
B ruchstücbe aus ein er Scbrífl ü b er d ie Pbilosophie u n d ibtv P rincipien (Fragm entos d e u n
escrito sobre la filosofía y sus principios), aparecido en la revista PbilosophiscbesJo u rn a l en
1796 (aunque en el volumen fechado en 1795). Fichte se ocupó monográficamente de Sch
mid en su artículo Vergteicbung des t>om U n í. Prof. Scbm id aufgestellten Systems mit dem
d e r W issenschaftslehre (C om paración d el sistem a establecido p o r el Prof. Scbm id con el d e
la D octrina d é la C iencia), publicado en la misma revista en 1796 (GA 1/3 p.235-27l).
(2) La reseña aludida por Fichte apareció en los A n na len d e r Pbilosophie u n d d esp b i-
los. Geistes en febrero de 1795, cuyo autor es el kantiano Jacob Segismundo Beck.
(3) Se refiere nuevamente a Schmid, ahora a su G nindriss des N aturrecbts (C om pen
dio d e derecho natural), Frankfurt und Leipzig, 1795 (cf. §5 94 ss.). Johann Benjamín Erhard
publicó la Apologie des Teufels (Apología de! diablo) en el Pbilosophiscbes Jo u rn a l en 1795
(hay versión castellana en Er. Textos Clásicos, Sevilla, 1993). Hemos traducido Konse-
quenz/konsequetit indistintamente por co h eren cia o con secu en cia /co n secu en te, aunque
hemos optado siempre por la primera alternativa allí donde era posible su confusión con
Folge y sus derivados. El uso de aquellas términos en el ámbito del derecho y de la moral
es una deuda contraída por Fichte con Erhard, sobre todo, con su Apología d el diablo.
(4) Fichte no emplea la expresión •Gesellschaftsvertrag-, equivalente del -contrae!
social- de Rousseau. En Alemania esa expresión se usaba para designar ocasionalmente el
contrato de unión civil (bürgerliche Vereinigungsvenrag), complementado por el contrato
de sumisión civil (bürgerliche Unterwerfungsvertrag, pactum subjectiouis civilis). Ambos
son apuntalados por el contrato de ordenación civil (bürgerliche Verfassungsvertrag, p a c
tum ordinationis civilis). Sólo en el derecho natural alemán más temprano se habla de
contrato estatal (Staatsvertrag), de contrato de fundación de un Estado (Staatsgründungs-
vertrag) y de un contrato de ciudadanía (Staatshürgervertrag) o contrato social (Bürgerver-
trag) (cf. G escbichtliche G nm dhegribbe, hrsg. O. Brunner, W. Conze, R. Koselleck. Stutt-
gart. 1990, Bd. 6, p. 902-903; D eutsches W ñrterbucb von Ja co b u n d W ilbelm C rím m ,
Leipzig, 1860, Bd. 2, p. 542). El contrato de ciudadanía incluye en Fichte los contratos de
propiedad (Eigentumsvertrag), de protección (Schutzvertrag) y de unión (Vereinigungsver-
trag). Para el término -Zivilvertrag- hemos reservado la fórmula -contrato civil-, -Staatsbür-
gerrecht- significa literalmente -derecho de ciudadanía- (ju s civilis) (cf. GA 1/3, p. 224).
pero en este contexto, y tal como se infiere del índice de la obra y de la primera sección
de la segunda parte, es sinónimo de -derecho político- (Staatsrecht).
(5) Además de la Apología d el diablo, Erhard había publicado en el mismo año 1795
otros importantes trabajos: Über das Recbt des Volks zti ein er Revolulion (Sobre el derecho
del pu eblo a u n a revolución), Jena und Leipzig; una reseña del Beitrag z u r B erichtigung
des Urteils des Publikum s ü b er d ie Franzósische Rem itítion ( C ontribución destinada a rec
tificar el ju icio d el pública sobre la Revolución F ra n cesa ) (1793) de Fichte, en el Pbflosop-
hisches Journal-, D ie Idee d e r G erechttgkeit ais P rinzip ein e r G esetzgebung betrachtet (la
idea d e la justicia considerada com o p rincipio d e u n a legislación) en la revista de Schiller
D ie H oren, y de nuevo en el Pbilosophiscbes Jo u rn a l el artículo B eitráge z u r Tbearie d e r
G esetzgebung (C ontribuciones sobre la teoría d e la legislación). Una lista más minuciosa de
las publicaciones de Erhard puede encontrarse en el apartado bibliográfico de la edición
castellana de su Apología.
427
JOHANN üOTTUEB FICHTF.
Salomón Maimón habla publicado en 1795, también en el PhllosopbiscbesJournal, su
escrito Ü ber d le ersleti G ránete des N aturrecbts <Sobre los prim eros fu n d a m en to s d el derecho
n a tu ra l) (hay versión castellana en Revista V enezolana d e Filosofía, 27 <1992)). Previa
mente apareció una versión ligeramente distinta, aunque con el mismo titulo, en la Berlt-
nische M onatsscbrift (cf. F. Oncina. 'Maimón y Fichte: una interpretación postkantiana del
Criticismo práctico*, en: J. Muguerza.-'R. Rodríguez Aramayo, Kant después d e Kant. Tecnos,
Madrid, 1989). De Maimón se ocupó igualmente Fichte en un esbozo de reseña. Finalmente
no concluida, titulada P ara la reseña d e los derechos naturales en el J‘ o u rn a l’ d e Nietham -
m er, redactado entre mayo y agosto de 1795 IGA 11/3 p.395-406).
(6) F.I opúsculo kantiano apareció en 1795, y fue reseñado por Fichte en el Phitosop-
bisches Jo u rn a l en 1796 (la versión castellana de esta reseña se publicará en la revista D ai-
m o n ).
(7) Kant. La ¡ta z perjietua. AK, VIII. p.347-348, 373 (ed. cast., Tecnos, Madrid. 1985.
p. 11-12, 49-50).
(8) J.G. Fichte. D octrina d e la cien cia (1794-9‘D. Hay una versión castellana en Agui-
lar, Buenos Aires, 1975.
(9) Friedrich Heinrlch Jacobi, D avid H um e ü b er d en Cdauben o d er Idealism os u n d
Realismos, ein G esprách, ( D avid H um e sobre la creen cia o idealism o y realism o, u n d iá
logo), Breslau. 1787 (cf. J.L. Villacañas, N ihilism o, es/reculacléni v cristian ism o e n F.H .
Jacobi, Anthropos, Barcelona. 1989).
<10) Kant, Crítica delJu icio . AK, V, p. 179 (ed. cast.. Austral. Madrid, 1977, p.78).
(11) Carta a .lohann Smidt del 1 de enero de 1798 IGA III/3 p. 108-110).
(12) “Hay en particular dos cuestiones que hay que resolver para que. entre otras
cosas, sea posible un Derecho Natural fundado. La primera: ¿qué autoriza al hombre a lla
mar a una parte determinada del mundo de los cuerpos su cuerpeé’... Y la segunda: ¿Cómo
llega el hombre a admitir y a reconocer seres racionales de su misma especie fuera de él,
ya que tales seres no están en absoluto dados inmediatamente en su autoconciencia pura?
Llanto sociedad a la relación de los seres racionales entre sí. Fl concepto de sociedad no es
posible sin presuponer que hay realmente fuera de nosotros seres racionales y que existen
marcas distintivas (Merkmalc) que nos permiten distinguirlos de todos los otros seres que
no son racionales y que, por consiguiente, no pertenecen a la sociedad. ¿Cómo llegamos a
este presupuesto y cuáles son esas marcas distintivas?- ( leccio n es sobre e l destino det sabio
(1794). GA 1/3 p.34). F.n una carta a Reinhold del 29 de agoso de 1795. Fichte afirma:
“¿Dónde se encuentra el límite de los seres racionales? Los objetos de mis acciones son
siempre fenómenos en el mundo sensible; ahora bien, ¿a cuáles de estos fenómenos les
aplico el concepto de racionalidad y a cuáles no? <Tú lo saltes muy bien*, debería respon
der Kant (...). Monto sobre un caballo sin pedirle permiso y sin que yo quiera ser montado
por él en otra ocasión; ¿por qué tengo, en cambio, escrúpulos si se trata de montar sobre
el arrendador del caballo? No cabe alegar que el caballo no puede defenderse. Es siempre
una cuestión muy seria la de saber si, apoyado en la opinión general, no monto sobre un
caballo tan injustamente como el noble ruso, también apoyado en la opinión general,
regala, vende o azota por diversión a sus siervos. Estas cuestiones sólo son contestadas
mediante la siguiente argumentación: No puedo pensarme com o Yo sin pensar ciertas
cosas (aquellas que no pueden ten er iniciativa) como completamente sometidas a mí. Res
pecto a ellas estoy en relación de causa (Ursache); respecto a los otros fenómenos estoy en
relación de acción reciproca (Wechselwirkung). La Figura o forma (Gestalt) humana es
para el hombre expresión de la última clase. Tengo que pensar esta forma en m i como
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NOTAS DEL EDITOR
inviolable; pero no puedo hacerlo sin peasarla en g en eral como inviolable; ambos actos
están reunidos sintéticamente' (11^/2 p.385-386; cf. carta a Jacobi del 30 de agosto de 1795,
p. 391-392).
(13) Plinlo el Viejo, H istoria N atural, libro Vil.
(14) Resulta difícil verter al castellano las connotaciones de varios términos afines;
Krtift, M achi y G eivalt. Todos ellos están implicados en la idea de derecho IGA 11/3. p-
395). El primero hace referencia al concepto de fuerza en sentido físico; el segundo y el
tercero, a pesar de no estar por completo desligados de este concepto, equivalen a las
expresiones latinas potentia y p otestas. Hemos optado por traducirlos, respectivamente,
como fuerza, potencia y poder. No obstante, en algunos casos, y para no violentar el cas
tellano, hemos traducido M achi ya como fuerza, ya com o poder, y G ew alt ya como fuerza,
ya como violencia (cf. G eschichtH cbe G run dbegriffe, Bd.3. p.894-895: K. Róttgers. Spuren
d er M achi. B egriffsgescbichte a n d System atlk, Freibuig/München. 1990). O berm acbt suele
aparecer en el texto ya com o [x iten cia p rep o n d era n te; ya com o p o te n c ia su p erio r o
suprem a. Para evitar confusiones -sólo allí donde puedan presentarse- hemos distinguido
entre urteilen y richten. entre raton ar y ju zg ar. De ahí que R ecbtsu rteil y R ecbtsbeurtei-
lung equivalgan a co lo ra ción ju ríd ica. Mediante R echt d es G erichts (derecho de jurisdic
ción) se mienta el derecho de cada uno a erigirse en tribunal, esto es. a ejercer una com
petencia o función judicial.
(15) J.J. Rousseau, El co n tra to so cia l, libro II, cap. III (ed. cast.. Alianza Editorial.
Madrid, 1980, p.35).
(16) Benedetto Spinoza. T ratado teo lóg icop o h iico, cap. XVI. Ediciones Sígueme. Sala
manca. 1976, p.275.
(17) Theodor von Schmalz emplea en su D as rein e N atum echt (E l D erecho N atu ral
p u m ) (1791.1794) la expresión -personalidad mística o moral- ( S 135. p.98), y. por el cono
cimiento de Fichte de esta obra, podemos encontrar en ella la fuente de la expresión -per
sona mística-.
(18) La denuncia de indeterminación lanzada contra la división de poderes es reite
rada en sus cartas a Reinhold del 4 de julio de 1797 IGA III/3 p.72) y a Wagner del 9 de
septiembre del mismo afto (p.90). donde niega que su rechazo signifique apostar por el
despotismo.
(19) V 'ablfúhig/V t'ahlfdbigkeit tiene en esta época un doble significado. Por un lado,
significa elegiMe.'elegibilidad, capaz/capacidad de ser elegido; por otro, capaz/capacidad
de elegir, elector. De ahí que W ablrecbt asuma ese doble sentido. F.l derecho de voto
pasivo equivale a la elegibilidad, a la capacidad de poder ser elegido; y el derecho de voto
activo al derecho de sufragio, a votar, a elegir ( D eutsches W órterbucb von Ja c o b tm d Wil-
belm Grim m . Bd.27. p.564-565: H an du órterbu ch d e r R ecblstrissen scbaji. Hrgs.v. F. Stier-
Somlo/A. F.lster. Berlín und Leipzig, Bd.6, 1929, p.762). Teniendo esto en cuenta, ese
pasaje podría leerse también así; “porque tiene por su nacimiento al menos el exclusivo
derecho al voto para los cargos públicos de mayor rango'. No obstante, nos inclinamos
por nuestra alternativa.
(20) Rousseau. El con trato social, libro I. capitulo VI. ed. cast., p.22. Como no puede
establecerse una correspondencia exacta con la terminología de Rousseau, hemos tradu
cido g em ein sam er W ille com o volu n tad com ú n, y allg em ein er W ille ya com o volu n tad
universal, ya como volu n tad gen eral.
(21) Fichte alude a la teoría de la pena de Kant, expuesta en La m etafísica d e las cos
tum bres.
429
JOHANN GOTTUF.B FICHTE
(22) Dionisio el Joven (s.IV a.C.), que gobernó Siracusa desde el 367. En el año 344,
tras ser destronado, se retiró a Corinlo. Platón intentó en vano poner en práctica, durante
su reinado, la idea de Estado formulada en la República.
(23) La conjura de Catilina es del 63 a.C. Cicerón pronunció un famoso discurso en
contra de los conjurados, que le valió el exilio por haber inducido el ajusticiamiento, sin
mediar proceso, de algunos de ellos.
(24) Ludwig Heinrich Jacob, P bilosophiscbe R ecbtslehre o d er N aturrecbt (D octrina
filosófica d el d erecho o d erecho natural), Halle. 1795. No obstante, Jacob parece ser usado
aquí como un testaferro de Kant.
(25) El pasaje ha sido extraido de la M etafísica d e las costum bres. La acusación de
'sentimentalismo' y de “humanitarismo afectado" fue vertida por Kant contra Beccaria (AK,
VI, p.335; ed. cast., p.171).
(26) El libro de Cesare Beccaria, D ei delílti e delle p e n e (D e los delitos y las p en a s) apa
reció en Livomo en 1764. Un autor muy influyente en el joven Fichte, Karl Ferdinand
Hommel, fue su traductor al alemán. F.n el primer tramo de su trayectoria intelectual Fichte
profesó un determinismo deudor del libro de Hommel, si bien publicado con el pseudó
nimo Alexander von Joch, Ü ber B elobnun g u u d Strafe na ch türkiscben O esetzen (Sobre Id
recom [>ensay ¡a p en a segú n tas leyes turcas ), Bayreuth-Leipzig, 1770 (con una segunda
edición en 1772).
(27) El término ilustrado de P olizei (p o licia l significa primordialmente adm inistra
ción (V erw allttngH cf. H an dbuch zu rd eu tsch en Rechtsgescbíchte. Bd. 3. Hrsg.v. A. Erler/E.
Kaufmann. E. Schmidt Verlag. Berlín, 1984, p. 1800 ss. Un estudio acerca de la semántica de
este término lo está desarrollando el director del M ax-Planck-Institut f ü r eu ro p d isch e
Recbtsgescbtchte de Frankfurt, Michael Stolleis.
( 28) C.L.S. de Montesquieu. C artas p e n a s , Amsterdam, 1721 (ed. cast. Tecnos,
Madrid, 1986), carta 94.
(29) Montesquieu, El espíritu d e las leyes. Ginebra, 1748-49 (ed. cast. Tecnos, Madrid,
1972).
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