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1

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo
alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
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No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus
redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e
incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.
3

Sinopsis
Se suponía que debía permanecer bajo perfil, manteniendo mi
cabeza baja, evitando los problemas.

Y los “problemas” eran exactamente lo que el jodido Shane Mallick


representaba. Maleante, matón de prestamistas, mujeriego. Problemas con
P mayúscula.
Y definitivamente la última cosa que necesitaba en mi vida…

Mallick Brothers #1
4

1
Shane
Traducido por LizC

Corregido por Celemg

La sangre se tornó de color rosa al circular por el desagüe del


fregadero. La piel alrededor de mis nudillos estaba en carne viva pero no
se había roto. Eso fue gracias a los años interminables endureciéndolos. Ya
era casi jodidamente imposible hacerme sangrar.

Me sequé las manos en las toallas del chico y apagué la luz del baño
para encontrarlo justo donde lo había dejado, acurrucado en una bola en
el piso de la sala de estar. Estaba siendo un poco marica para ser honesto.
No era para tanto. Una nariz rota y un par de hematomas desagradables.
En el peor de los casos, una costilla rota por la palanca que usé. Le había
tocado relativamente fácil, pero solo porque había estado gritando lo
suficiente como para que los vecinos llamaran a la policía.

Verás, cuando jodías a mi padre, tenías la oportunidad de


enmendarlo. Primero, mi hermano Ryan vendría a visitarte. Probablemente
te daría una advertencia, intentaría resolverlo contigo, lo mantendría
amistoso y sin sangre. Si eso no daba resultados, tal vez Mark vendría
llamando a tu puerta. Cuando eso fallaba, mi puta sombra aparecería en
ella.
Y entonces habría sangre.

Luego, el último curso de acción, si mi paliza no te hacía aflojar el


dinero que debías, mandábamos a Eli por tu lamentable culo. Si aún eras
capaz de moverte después de eso, era segurísimo que soltaras la pasta.
Probablemente junto con un montón de sangre y la mitad de tus
pulmones.
Era un cabrón violento; pero Eli era un animal.
5

Así fue como fuimos criados.

Así era también como nos las arreglábamos para sobrevivir en una
ciudad llena de crímenes como el Navesink Bank. Si no eras duro, si no eras
un fuerte frente unido, no sobrevivirías en el inframundo criminal.

Si querías ser un maldito perro grande, tenías que pelear cuando


alguien sacudía tu puta jaula.
—Tienes hasta el puto día quince, Van, o te juro que lo lamentarás.

Con eso, cerré la puerta y recorrí el pasillo, tomando las escaleras de


dos en dos. Acababa de llegar a la acera cuando una patrulla se detuvo
en frente.
—Shane —dijo Collings cuando salía del lado del pasajero.

—Collings. ¿Te metieron de patrullero? ¿No hay suficientes casos


abiertos para poner a trabajar tu gorra de detective?

—Digamos que recibimos una llamada sobre alguien que coincidía


con una descripción de varios casos abiertos de asalto que he tenido
acumulados en mi escritorio durante meses. Imaginé que iría a la caza y
vería si este era otro para añadir a la pila. No sabrías nada acerca de una
llamada que recibimos sobre unos gritos en ese edificio, ¿verdad? —me
preguntó, alzando la ceja, sabiendo jodidamente bien que sabría, pero
también sabiendo que no encontraría mucho para señalarme.
—Hombre, no. Solo estaba dando un paseo.

—Un paseo, ¿eh? ¿No era esa tu moto a media cuadra? —preguntó
y juro que sus malditos labios se crisparon. Me agradaba Collings. A todos
nos agradaba Collings. Él sabía cómo eran las cosas en nuestra ciudad y
aunque hacía su trabajo, no se desviaba de su camino para crear
problemas inútiles.

—¿Qué puedo decir? —comencé con una sonrisa—. Mis pies se


cansan fácilmente.

—¿Y esa pequeña mancha en tu cuello? —quiso saber el patrullero


novato.
—Debo haberme cortado al afeitarme —insinué.

—Debe haber sido —murmuró Collings y asintió con una sonrisa, sin
duda notando que no me había molestado en afeitarme en al menos dos
días, pero dejándolo pasar—. Bueno, tenemos que tocar algunas puertas,
6

un tiempo valioso que desperdiciar en una misión inútil. Así que te


dejaremos volver a tu… paseo.
—Nos vemos, Collings —le dije mientras comenzaba a alejarme.
—Oye, Shane —llamó.
—¿Sí? —pregunté, mirando por encima de mi hombro.
—Plantillas ortopédicas.
—¿Qué?
Ante eso, me dio una rara sonrisa completa.

—Para esos pies cansados tuyos —añadió antes de darse la vuelta y


marcharse.

Con una carcajada, troté el resto del camino hasta mi moto, me


puse el casco y giré en dirección de Willow hacia el gimnasio.
Mi gimnasio.

Verás, el negocio de préstamos usureros, era sorprendentemente


rentable. Pero con un montón de dinero sucio surgía la necesidad de
intentar hacer que pareciera que al menos parte provenía de fuentes
legítimas. Papá tenía su bar. Mis hermanos tenían licorerías, tiendas de
tatuajes y toda una serie de otras empresas. Yo, tenía el gimnasio, entre
otras cosas o dos. Me funcionaba porque pasaba mucho tiempo
haciendo ejercicio. Simplemente tenía sentido desviar mi dinero
manchado de sangre en algo que era útil para mí.

—¿Le devolviste la llamada a mamá? —me preguntó Mark después


de que me cambiara y me reuniera con él cerca de las pesas.

A simple vista, los cinco éramos la viva imagen de nuestro padre y,


por lo tanto, el uno del otro. Todos éramos altos, de cabello negro y ojos
azules. Las diferencias estaban en las cosas pequeñas. Mi hermano Hunter
y yo teníamos un montón de tatuajes. Él, porque era un artista del tatuaje.
Yo, porque, mierda me gustaban muchísimo. Pero tenía unos buenos
veinte kilos de músculos que Hunt no tenía. Mark, Ryan y Eli tenían un
tatuaje aquí o allá, pero no estaban completamente comprometidos con
ser lienzos humanos. Mark pasaba casi tanto tiempo en el gimnasio como
yo y, por lo tanto, era fornido, pero le gustaba mantener la masa muscular
baja y a mí me gustaba apilarla. Su cabello era de largo normal y prolijo. El
7

mío era como sea la mierda que se viera después de ducharme y como
mierda de largo que estuviera hasta recordar cortarlo.
—El teléfono está en mi casillero. ¿Por qué? ¿Qué pasa?
—La cena del domingo.

—¿Qué hay con eso? —pregunté, sentándome en el banco y


alcanzando las pesas. La cena del domingo era algo obligatorio en mi
familia y lo había sido desde que era un enano. No había excusa lo
suficientemente buena para saltárnosla, así que todos dejamos de intentar
inventar una hace una década.
—Tenemos que llevar citas.
—Oh, no me jodas —dije, sacudiendo la cabeza.

—Y, cito, “no cualquier desvergonzada que escogieron al azar en un


bar” —agregó Mark.

—Conoce a sus hijos, ¿verdad? —pregunté. No era un secreto que


ninguno de nosotros, salvo Hunt, mostraba signos de asentarse. O incluso
pasara más de una noche o dos con una mujer en particular.
Mark levantó sus manos en señal de rendición.

—No tienes que decírmelo, Shane. No me gusta esto más que a ti.
Pero dijo que llevemos citas o no comemos. Y ya conoces a mamá; dijo
esa mierda en serio.
Y así era.

Helen Mallick no era nada si no fiel a su palabra. Y para casarse con


un hombre como Charlie Mallick y criar a cinco hijos como nosotros, tenía
que ser una mujer fuerte y temible. Pero si había una forma en que una
madre sabía controlar a sus hijos, era quitándole una buena comida
caliente hecha en casa.

—¿Dónde coño se supone que debo encontrar a una mujer por aquí
que ella aprobaría? —le pregunté, echándome hacia atrás y levantando
las pesas.
8

2
Lea
Traducido por Smile.8, Ale Grigori y Lyla

Corregido por Celemg

La primera vez que un hombre te aprisiona por las muñecas y te


llama puta, tu reacción instintiva no siempre es salir corriendo. Al menos, no
cuando has estado saliendo con él desde hace mucho tiempo y tienes
una vida sexual muy activa, creativa y estabas completamente
convencida de que él simplemente estaba animándola más, intentando
algo nuevo, cayendo en una fantasía dominante.

Y, a ver, las dos o tres primeras veces, eso era cierto. O, al menos,
pensé que era cierto.
Hasta que ya no lo fue.

Ese fue el día en que le dije que podía ir a saltar desde un edificio
alto y yo bailaría alrededor de sus restos destrozados, pintaría mi cuerpo
con su sangre como alguna loca diosa de la guerra, llevando sus dientes
como un collar de perlas.
Hasta que no fue una opción.
Porque en mi vida, nada podía ir como planeaba.
Ninguna decisión podía nunca ser mía y solo mía.
No tenía exactamente el derecho humano básico del libre albedrío.

Así que durante años después de que empezara, sin otra opción, me
quedé. Me quedé y apreté los dientes y me quedé en silencio, o, a
menudo, no tan en silencio, hervía. Cuando la ira me atravesaba y me
atrevía a preguntar, le pedía que me dejara ir. Entonces, finalmente,
9

cuando mi orgullo estaba demasiado marchito para importarme, incluso


rogué.
Rogué.
Nunca había sido del tipo de mujer que rogaba.

Siempre había sido el tipo de mujer que hacía lo que le complaciera


y a la mierda lo que tú o cualquier persona pensara de ello.

Así que para llegar al punto de sentir que tenía que rogar, sí, ese fue
mi lugar más bajo. E incluso cuando rogué, no me llevó a ninguna parte.
Supongo que siempre supe que no lo haría.
Ese día fue el día en que supe que solo había una opción.
Tenía que irme.
Tenía que desaparecer.

Tenía que dejar a todos los que conocía y amaba para que sufrieran
lo que el destino les tuviera deparado por mis acciones.
Tenía que ser alguien nuevo y nunca mostrar mi cara allí otra vez.

Porque si me presentaba, bueno, diré que las consecuencias serían


del tipo muerte dolorosa y sangrienta. Si tenía suerte.

Y eso me recordé mientras estaba fuera del edificio desconocido en


una parte mucho menos cutre de la ciudad en la que estaba viviendo en
la actualidad, por eso era que iba a una entrevista para trabajar en un
maldito negocio de sexo telefónico.

No era que fuera una mojigata. En realidad, cuando vi el anuncio,


pensé que era lo mío. Nunca había tenido reparos en hablar sucio en mi
vida personal y estaba bastante segura que no había fetiche oscuro y
retorcido, repugnante o francamente tonto que no conociera.
Era una especie de trabajo perfecto.

El nerviosismo, si bueno, eso tenía todo que ver con el hecho de que
tenía cuarenta dólares en la billetera y había que pagar el alquiler en seis
días y mi nevera y los armarios estaban vacíos. Aunque nunca había vivido
una vida especialmente privilegiada o mala, nunca había estado en el
punto de tener que preocuparme por conseguir mi próxima comida.
Nunca había tenido problemas para pagar el alquiler o pagar mis facturas
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de agua o luz. Pero me había fundido todo lo que tenía para conseguir
alejarme de mi pasado tanto como fuera posible.

Y al parecer, este lugar, Navesink Bank, no estaba manejando súper


bien la nueva economía. Cuando había mirado por internet y
comprobado el diario, esperando ver páginas y páginas de ofertas de
trabajo, todo lo que encontré fueron tres lugares contratando: camareros
a tiempo parcial, un trabajo de recepcionista, y un anuncio, grande como
la vida, de operador de sexo telefónico.

No tenía exactamente la disposición de una camarera. No había


manera de que fuera a dejar quince cosas adicionales en tu mesa con
una sonrisa y luego aceptar una propina de dos dólares con un
encogimiento de hombros. Que te jodan a ti y a tu extra de mayonesa
barata, pedazo de mierda.

Y, además, no podía crear una hoja de cálculo ni para salvar mi


vida.
Así, que el sexo telefónico sería.

Y si no conseguía el trabajo, sabría con detalle cómo se sentía el


estómago vacío.

Por eso estaba estresada; todo dependía de que esta mujer, Fiona,
me contratara.

Suspiré, saliendo de mi auto chatarra, que seguro clasificaba para la


Ley Lemon, me di la vuelta y miré mi reflejo en la ventana. Cómo se
suponía que uno se vestía para una entrevista para ser un operador de
sexo telefónico era algo que no sabía, así que iba vestida con jeans muy
ajustados y una camiseta inusual de seda color azul claro. Mi cabello largo
y castaño estaba sobre mis hombros en su típica cosa ondulada y de
acabada de levantar, me había puesto mi máscara de pestañas habitual
y un delineador negro alrededor de mis ojos oscuros. Eso era todo.

—Tú puedes —me dije con gesto firme mientras daba la espalda a
mi auto y me dirigía al edificio de ladrillo visto y abría la puerta de cristal
donde For A Good Time Call… Inc. Estaba escrito.

El interior del edificio era decididamente exclusivo. No estaba segura


de qué estaba esperando, quizás algunos cubículos oscuros llenos de tipos
desagradables o algo así. Pero no era eso. De hecho, se veía como el tipo
de sitio donde un puñado de mujeres escogía ropa genial de las mejores
11

tendencias de moda de otoño en lugar de un lugar donde las mujeres


hablaban sucio a hombres masturbándose por teléfono.

Los suelos eran lisos, madera dura de bambú atigrada preciosa. Las
paredes estaban pintadas de un color verde salvia fresca y todo el
espacio parecía vacío del desorden típico de oficina, todo parecía tener
un lugar y estar viviendo en él. Todo el centro de la habitación tenía seis
pequeños cubículos con mampara de vidrio, donde se sentaban las
mujeres, la mayoría de ellas con teléfonos color rosa fuerte.

Ahora, podías escuchar “operadora de sexo telefónico” y pensar


“monstruo”. Tal vez te imaginabas mujeres góticas o punks, mujeres con el
cabello negro, azul, lila o rosa, piercings y tatuajes que se veían como que
pasaban sus tardes haciendo espectáculos de burlesque. Lo que encontré
en su lugar, sin embargo, fue media docena de amas de casa de
diferentes edades.

Jodidas amas de casa gimiendo en los teléfonos mientras los


hombres se masturbaban en el otro extremo.
Había llevado una vida de colores.
Había pensado que lo había visto todo.
Pero esto era nuevo.

—¿Puedo ayudarle? —preguntó la linda y un poco tímida chica de


la recepción, su voz un susurro vacilante.
—Hola. Sí. Soy Lea. Estoy aquí para ver a…

—Mí —dijo una voz desde mi lado, asustándome y haciendo que me


diera la vuelta.
Y ahí estaba la dueña de For A Good Time, Call… Inc.
Fiona Mallick.

Ella, como sus trabajadoras, no era nada como me esperaba.


Primero, porque era mucho más joven de lo que hubiera pensado. No
podía tener más de treinta y tantos años. Tenía cabello rubio ondulado
como de playa, ojos verdes, y un escote asesino. Su sentido del estilo me
hizo sentir un poco tonta parada a su lado en su falda apretada y una
camiseta tipo bandeau con unos tacones de doce centímetros en sus pies.

A diferencia de las amas de casa que trabajaban para ella, sin


embargo, Fiona tenía tatuajes. Se deslizaban por completo por sus brazos y
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pude ver a uno asomándose por el borde de su falda en el costado de su


muslo también.
—Oh, hola —le dije, sin convicción, dándole una sonrisa—. Soy Lea.

—Fee —dijo con una sonrisa—. Vamos, vamos a tomar un café —


dijo, haciendo un gesto hacia la puerta abierta de la oficina y la seguí.

Su oficina personal, como la sala principal, era extrañamente


ordenada. Las paredes eran blancas El mobiliario era blanco. Cada
pequeño accesorio era negro o blanco. No había montones de papeles
derrumbándose o clips dispersos.

—Lo sé —dijo de espaldas a mí mientras servía café de una jarra


blanca la cual estaba sobre una barra lateral completamente blanca—.
Soy jodidamente obsesiva con tener las cosas en orden. Tengo un pasado
extraño. Nunca he sido capaz de sacudirme el hábito. ¿Cómo tomas el
café?
—Con crema, sin azúcar —dije, mirando cómo hacía el suyo.

—De acuerdo —dijo, entregándome mi taza y llevándose la suya


hacia el escritorio, sentándose al borde de esté—. Entonces, ¿quieres ser
una operadora de sexo telefónico?
Ante eso, resoplé en silencio y exhalé.
—Um. Bueno, quiero un trabajo —dije honestamente.

—Exactamente no quería escuchar a los chicos divirtiéndose cuando


comencé. Fue por pura necesidad que lo hice. Dicho eso, el dinero es
bueno. Las horas generalmente son negociables. Y, bueno, escuchar a un
ridículo adulto llamarte una niña traviesa con el sonido de su madre
llamándolo a cenar puede ser francamente gracioso. Definitivamente hay
peores trabajos.
—Prácticamente no hay trabajos —respondí, bebiendo mi café.

—Sí, Navesink Bank tiene una mano de obra poco convencional —


dijo extrañamente, sin parecer que iba a dar más detalles al respecto—.
Entonces sabes que la oferta de trabajo que tenemos actualmente es para
el turno de noche, ¿verdad?

—Sí —concorde. En realidad, era lo que más me gustaba. Ahora, yo


era una mujer bastante fuerte e independiente. Pero mi edificio de
apartamentos y mi vecindario en general no eran los lugares más
13

reconfortantes a plena luz del día. Por la noche, era francamente


aterrador.

—Nuestra habitual chica de la noche acaba de entrar en trabajo de


parto hace tres noches. He estado tomando el turno desde entonces,
pero, bueno, mi esposo ha tenido un infierno llevando a nuestras chicas a
la cama y, bueno, el punto de ser el jefe es no tener que trabajar turnos de
mierda nunca más —me dijo con una sonrisa.
—Felizmente tomaré el turno de mierda.

—Entonces, solo una pregunta rápida y al azar —dijo Fiona, con los
ojos brillantes—. ¿Qué es un doble anzuelo?

Había estado tomando un sorbo de mi café y de inmediato resoplé y


empecé a ahogarme con fuerza.
—¿Es en… serio? —Tosí, dejando mi café.

—Ambas sabemos que podría elegir un término peor que ese para
explicar. Escúpelo —exigió con una malvada sonrisa.

Sacudí la cabeza con una sonrisa ligeramente avergonzada. Una


cosa era hablarle sucio a un amante o explicarle algo a un amigo o incluso
cobrar por decirle cosas a un hombre. Otra cosa era explicarle un acto
sexual a un potencial empleador.

Pero, este no era un potencial empleador normal. Esta era una mujer
que había trabajado como operadora de sexo telefónico. Y estaba
jodidamente segura que no quería escuchar una versión azucarada y apta
para todo público del acto.

—Es cuando te están follando por detrás y el tipo engancha el


interior de las mejillas de tu culo y te tira hacia atrás por ellas para que
pueda ir más profundo.

Fiona aplaudió silenciosamente, una gran sonrisa hizo que sus ojos
verdes se calentaran.

—Eso fue bastante bueno. Bien. Por supuesto. Me gustas. La primera


noche, haremos una prueba. Grabamos llamadas por motivos de
seguridad. Te dejaré hacer lo tuyo en uno de los cubículos mientras estoy
en mi oficina. Cuando hayas terminado, revisaré una o dos de tus llamadas
para ver si tienes el talento. Sin embargo, creo que serás una veterana en
esto.
14

—Fee, te juro que voy a asesinar tu trasero —gritó una profunda voz
masculina unos segundos antes de que el dueño de ella entrara
arrogantemente a la habitación y, al hacerlo, pareció sacar todo el aire
de ella. Simplemente superó el espacio. Primero, porque era gigante.
Segundo, porque muy posiblemente era el hombre más guapo que había
visto en toda mi vida y no me afectaba exactamente por eso.

Quiero decir, realmente, ¿había algo más caliente que el tipo alto,
moreno, musculoso, de cara cincelada, ojos azules y tatuado? Estaba
bastante segura que no. Y Fiona, bueno, de alguna manera parecía
completamente inafectada. Un fenómeno.
—¿Qué hice ahora, Shane?

—Eres la razón por la que mamá está siendo como un grano en el


trasero para que todos llevemos citas el domingo. Tú trayendo tu culo fino
y loco a la vida de Hunter y, por lo tanto, estableces estándares para el
resto de nosotros y haces que mamá y papá tengan sus esperanzas en una
docena más de grandiosos bebés.

—No es mi culpa que ustedes estén actuando como un grupo de


adolescentes cachondos y se nieguen a establecerse y crecer.

Shane tomó el café de su mano y tomó un largo trago, pareciendo


completamente ajeno a mi presencia.

—¿Dónde mierda se supone que debo encontrar una cita


convincente para la cena del domingo en dos jodidos días?

—Buena pregunta. Tal vez puedas preguntarle a Eli, a Mark y a Ryan


dónde están obteniendo las suyas y tener una para ti. Estoy en medio de
una entrevista de trabajo —dijo, haciendo un gesto hacia mí y
haciéndome desear haber tenido la oportunidad de arreglar mi cabello un
poco antes de que sus ojos se posaran en mí.
Y aterrizaron en mí.
Juro que hubo un impacto físico.

La mirada azul claro se quedó en mi rostro durante un largo segundo


antes de viajar hacia abajo, sin detenerse demasiado en algún lugar, pero
de todos modos, de alguna manera, me hizo sonrojar.

¿Qué puedo decir? Él era caliente. No había tenido sexo en meses.


Meses. Quiero decir, había sido una elección.
15

Después de la tormenta de mierda de mi última relación, había


decidido que no necesitaba caer en la cama con chicos calientes y malos
solo porque eran calientes y malos. Sí, de hecho, necesitaba no caer en la
cama con nadie por un tiempo. Como tal, lo había hecho de una manera
absolutamente impensable. Había dejado de afeitarme. Podía haber
encontrado difícil no ceder a mi libido a veces, pero digamos que estar
descuidada era como tener un cinturón de castidad de pelo para mí. De
ninguna manera iba a dejar a un hombre subirse en eso.
Así que sí.
Era ardiente.
Shane era ridículamente atractivo.
Y me estaba mirando.
No era gran cosa, ni nada.

—¿Vas a hablarles sucio a algunos perdedores calientes, por un


trabajo? —me preguntó, esa voz profunda suya de alguna manera era
incluso más sexy cuando se dirigía a mí.

—No intentes desalentarla. Ya no puedo hacer los turnos nocturnos. Y


no creas que no sé que fuiste tú quien ayudó a Hunter anoche al hacer
que el cabello de Becca e Izzy fueran un nudo, con maquillaje grasiento
por todas sus almohadas y hielo en la cara antes de acostarse.

—Querías que las cuidáramos, lo hicimos… se pusieron todas


emocionadas y se pintaron como personajes de dibujos animados —
agregó con una sonrisa juvenil que denotó un punto débil por las chicas en
cuestión—. Ahora, ¿alguna sugerencia de dónde puedo encontrar una
chica?

—¿Has probado la esquina de la calle Quinta? —sugirió Fiona y me


escuché resoplar. Vivía en el cruce de la calle Quinta y no era
exactamente un secreto que una pandilla conocida como la Calle Tres
corrieran chicas de esa esquina. Lo que quería decir prostitutas.

—Eres un dolor en el trasero, Fee —dijo con cariño—. Te veré el


domingo.
Con eso, se había ido.

El aire pareció regresar a la habitación y a mis pulmones con su


ausencia.
16

—Mi cuñado —dijo Fiona cuando él se había ido—. Como decía.


Bueno. Mañana por la noche. Nueve en punto, para tu llamada de
prueba.

—Suena bien para mí —acepté, sintiendo un poco de esperanza


crecer dentro, pero me recordé a mí misma no dejar que esa mierda
creciera. Nada bueno salía de eso.

—Estupendo. Podemos discutir todos los detalles entre llamadas. Te


veré mañana por la noche, Lea —dijo mientras la chica ratonil de la
recepción se acercaba y daba unos golpecitos vacilantes en el marco de
la puerta.

Despedida, salí del edificio sintiéndome un poco menos nerviosa de


lo que había estado al entrar. Porque Fee parecía que sería una gran jefa.
Solo había pasado un par de minutos con ella, pero me pareció bastante
similar en temperamento e ideas. Y estaba bastante segura de haberle
dado una primera impresión decente. Todo lo que tenía que hacer era la
llamada y estaba adentro.

Salí a la acera para encontrar al cuñado de Fiona, Shane, sentado


en la parte superior de su motocicleta justo detrás de mi automóvil.

No sé de dónde vino, cómo se formó el pensamiento en mi mente


tan rápido.
Pero estaba abriendo la boca antes de siquiera reflexionar sobre ello.
—Hola —llamé, haciendo que su cabeza se levantara.

—Hola, nena —me devolvió el saludo, dándome una sonrisa que


pretendía derretir bragas y estaba segurísima de que la mía también había
empezado a gotear.

Honestamente, era con probabilidad un movimiento estúpido. Pero


mis armarios vacíos me pedían que entendiera la necesidad de ser
inventiva. Incluso si consiguiera el trabajo, no recibiría un cheque de sueldo
por lo menos durante otra semana. No podría seguir una semana sin
comida.

—Seré tu cita para la cena de tu madre —le dije y su ceja comenzó


a elevarse, una sonrisa jugó en sus labios, antes de continuar—, por dos
cincuenta.
17

—¿Dos cincuenta? —me preguntó y hubo humor en su sonrisa—.


Sabes, hay muchas mujeres que estarían felices de estar en mi brazo.
Gratis.

—¿En serio? —pregunté, haciendo un gesto de mirar alrededor de la


calle vacía—. ¿Dónde están?

Ante eso, se rio, el sonido profundo y extrañamente sensual, mientras


asentía.

—Bien, nena. Estás dentro. Domingo, a las cinco en punto. ¿Dónde


puedo recogerte?

Verás… estaba dispuesta a arriesgarme a salir con él, principalmente


porque sabía que Fiona estaría allí y eso era su propia red protección, pero
no era lo suficientemente estúpida como para dejarle saber dónde vivía
yo.
—Justo aquí —dije señalando hacia donde estábamos parados.

—Bien. Pero nada de esas tonterías de blusas de seda casuales de


trabajo, ¿de acuerdo?
Sí, bueno, tenía que aceptar que no era mi mejor look.
—De acuerdo —dije, asintiendo.
—¿Tu nombre, nena?

—Lea —dije, ignorando la forma en que mi vientre ondeó un poco


ante la palabra de cariño. Había pasado tanto tiempo desde que
escuché una.
—Shane Mallick —dijo, poniéndose el casco, volteando su
motocicleta y marchándose.

Era la salida más suave que había visto alguna vez fuera de una
película.

Con eso, subí a mi auto de mierda que tuve que tratar de arrancar
tres veces antes de que encendiera, y salí de la parte industrial de la
ciudad y me metí en la parte sórdida. Hogar dulce hogar.

Mi edificio era de cuatro pisos, todo de ladrillo de color arena con


escaleras de incendio rotas y sin mantenimiento alguno. Entré en el
estacionamiento detrás del edificio y salí, alejándome rápidamente de la
valla que llevaba al depósito de chatarra que estaba al lado. Era el
18

dominio de tres perros enormes, feroces, gruñidores y rugidores cuya única


existencia parecía ser asustar a cualquiera que se acercara. El problema
era que la valla entre el estacionamiento y el depósito de chatarra era de
cadena y vieja como la suciedad con esa mierda de plástico de
privacidad verde tejida en los enlaces. Pero la mayor parte del plástico
estaba masticado y cada vez que uno de los perros saltaba hacia la valla,
la maldita cosa se tambaleaba ominosamente.

En general, me gustaban los animales. Pero los tipos de bestias que


estaban detrás de esa valla y yo, teníamos historia. Tenía una cicatriz de
veintidós centímetros en mi muslo como prueba. Tan pronto como
comenzaron los gruñidos, literalmente corrí desde mi auto a la puerta
trasera del edificio.

Con un suspiro, abrí la puerta de golpe, notando que la cerradura se


rompió por tercera vez esa semana y me di cuenta que parecía
irreparable. La había arreglado para que funcionara cuando me mudé.

Luego, cuando se rompió nuevamente, vi a otro inquilino trabajando


en ello. Pero se rompió finalmente.

El área común era un desastre. Siempre era un desastre. Había


pelusas de polvo que juraría que se estaban reproduciendo desde los años
setenta. Las ventanas delanteras estaban cubiertas de tanta suciedad que
la luz apenas se filtraba. Y había una extraña y desigual colección de
muebles apilados como si la gente se levantara y se fuera, su mierda
acabara relegada al vestíbulo.

—Una chica bonita como tú no debería estar viviendo en un lugar


como este sin ningún hombre —me saludó Barney de la misma manera
que solía hacerlo. Estaba de pie en el vestíbulo, echando las cenizas de su
cigarro de segunda al suelo con un aura de humo a su alrededor. Barney
era viejo como la suciedad con la piel oscura encantadoramente
arrugada, los ojos marrones y el cabello corto y canoso. En sus días,
probablemente había sido un hombre realmente agresivo. A su edad, él
era encantador y dulce y me recordaba a un abuelo que todos deberían
tener la bendición de tener. Yo no había tenido tanta suerte.

—Soy más dura de lo que parezco —le recordé mientras él tomaba


otra calada. Todo el edificio era libre de humo, pero eso no impedía que
nadie fumara en sus apartamentos: cigarros, puros y marihuana. Pero
Barney decía que su esposa no podía soportar el olor así que pasaba gran
parte de su día fumando en el vestíbulo.
19

—Estoy seguro que lo eres, cariño. ¿Cómo fue la búsqueda de


trabajo?

—Tengo que ir mañana por la noche y hacer una prueba para el


puesto. Pero si la supero, es mío.

—No es un tubo en el que lo estás probando, ¿verdad? —preguntó,


con el rostro serio—. No puedo permitir a una chica bonita y buena como
tú en un caño. No bajo mi cuidado. No señor.

—No es un tubo. O una esquina —agregué con una sonrisa,


disfrutando de su vibra protectora.

—Bueno. No te preocupes, niña. Lo lograrás —dijo con un firme


asentimiento.

—Esperemos —dije con una sonrisa cuando pasé para ir hacia las
escaleras, después de haber aprendido en mi primer día que el ascensor
estaba cerrado.

Había cierta apatía por el mal estado del lugar. Lo sentía también.
No podía esperar un complejo de cinco estrellas por la miseria que estaba
pagando de alquiler. A veces tenías que sacrificarte. Y no le había estado
mintiendo a Barney; era mucho más dura de lo que mi apariencia sugería.
Había tenido que serlo. Y seguiría siendo así.

Abrí mi puerta, mi cerrojo y me entré, dando a la habitación en


general un encogimiento de hombros gigante. Realmente, no había nada
más que pudieras darle.

Las paredes eran de un blanco amarillento sucio. Las ventanas


tenían grietas que había cubierto con cinta adhesiva.

La cocina tenía mostradores que tenían un color rosa horrible. El


linóleo estaba gastado y pelado en las esquinas en un color verde menta.
No había sala de estar y la alfombra en el dormitorio era malva y no
importaba cuánto la hubiera aspirado y alquilado un limpiador de
alfombras de la tienda de comestibles, nunca sentía que estuviera lo
suficientemente limpia. Mi cama matrimonial tenía un juego de sábanas
decente y un edredón que había comprado en una tienda de segunda en
un lindo, aunque un poco cursi y femenino, patrón azul y amarillo de
cachemira. Casi directamente al lado de la cama, había una puerta que
conducía a mi pequeño baño que tenía más de los mismos mostradores
rosados y linóleo viejo que la cocina, como si el constructor hubiera
20

conseguido la mierda en una subasta y tuviera la intención de usar todo,


no importa cuán horrible fuera.

Todo el departamento tenía unos cuarenta y siete metros cuadrados


de feo. Pero era mío. Quizás era lo único que tenía en mi vida que era
completamente mío. O, al menos, era completamente mío siempre que
lograra pagar.

Mi estómago gruñó ruidosamente y puse una mano sobre él,


deseando que se relajara hasta la cena, una cena que consistiría en queso
cottage, un par de galletas y la mitad de la manzana que me quedaba.
Pero era temporal. Conseguiría el trabajo y tendría un ingreso estable.
Hasta entonces, recibiría los doscientos cincuenta de Shane Mallick. Eso
me compraría un buen stock de comestibles y me ayudaría a pagar el
resto de mi alquiler.
Todo estaría bien.
Tenía que estarlo.
Porque no había otra opción para mí.
21

3
Lea
Traducido por Myr62, Selene1987, Ximena y Ale

Corregido por ~Ángel'Grey

Pasé una cantidad desagradable de haciendo un dobladillo. Dijo


que no usara mi ropa de trabajo. De las cuales tenía muy pocas para
empezar y solo había comprado para entrevistas. Mi estilo generalmente
corría hacia los jeans, camisetas o camisetas sin mangas, y una cosa por
las botas. Pero me imaginé que unos jeans desteñidos y una vieja camiseta
de los Rolling Stones no serían apropiados a juzgar por el guardarropa de
Fiona, así que tomé los vestidos que guardaba para esas ocasiones y pasé
una hora probándomelos con varias joyas y peinados, el tipo de
acicalamiento que generalmente odiaba.
No era una de esas chicas.

Eventualmente, elegí un vestido sencillo sin mangas negro con un


escote de corte cuadrado y un largo que apenas me llegaba a la mitad
de los muslos. Y aunque era alta y, generalmente usaba zapatos bajos,
Shane era un muro de hombre y yo podría usar los tacones de diez
centímetros que nunca había sacado de la caja y que aún no dominaba.

Terminado, me esponjé el cabello, me delineé los ojos, me puse un


toque de brillo de labios y me dirigí a la puerta.

Estaba más nerviosa de lo que pensé que estaría, aunque me


hubiera tomado tiempo el día anterior cuando vi a Fee para dejarla entrar
en mi plan. Ella, afortunadamente, había pensado que era realmente
hilarante y declaró que me cubriría la espalda a la hora de crear una
mentira que Helen, la madre de Shane, creería sobre su hijo y yo.

Estaba muy nerviosa, me di cuenta mientras conducía mi auto hacía


For A Good Time Call… Inc. Tenía menos que ver con decir una buena
22

mentira y ganar mi dos con cincuenta, y mucho más que ver al hombre
que me los pagaría. ¿Por qué? Sí, esa era una buena pregunta.

Acababa de abrir la puerta de mi vehículo y movía mis piernas


cuando oí el ruido de una motocicleta que se detenía detrás de mí. Con
una pequeña emoción en mi vientre que estaba escogiendo ignorar, me
salí por completo y me puse de pie frente a él mientras se quitaba el
casco.

El motor se apagó y su cabeza se inclinó mientras hacía una lenta


inspección, de arriba abajo, que hizo que cada centímetro comenzara a
hormiguear. Dejó escapar un pequeño silbido que de alguna manera logró
calentarme cuando alcanzó detrás de él un espantoso casco de cara
abierta color rosa fuerte.
—Um, demonios no —le dije mientras me lo tendía. Con eso, caminé
hasta el maletero de mi chatarra, lo abrí y lo empujé para abrirlo.
—¿Qué pasa con eso? Es de color rosa.

—Ahí está la base de mi objeción —dije, rodando los ojos mientras


buscaba en las profundidades de mi baúl mi propio casco. Me volví con él,
un casco negro mate de cara completa con un genuino grafiti callejero en
los lados—. Está diseñado para un cohete de entrepierna, no para tu
Harley, pero no voy a llevar ese maldito y horrible casco. No me importa
que me estés pagando. —Con eso, golpeé mi maletero y me dirigí hacia el
costado de su motocicleta. Alcanzó mis llaves, guardándolas en su bolsillo
y me observó mientras colocaba el casco sobre mi cabeza.
—Un cohete de entrepierna, ¿eh?
—Sí, ya sabes… una motocicleta de calle…

—Nena, sé lo que es un maldito cohete de entrepierna. Solo estoy


sorprendido de que tú lo sepas, eso es todo.

—Correcto, porque soy tan jodidamente tímida —dije con una


sonrisa mientras me deslizaba la protección contra el viento y cortaba la
invitación a la conversación.

Moví hacia atrás un pie, puse mi mano sobre su hombro para no


caerme sobre mis tacones, y alcé una pierna, de repente dolorosamente
consciente que una falda tal vez no era la mejor opción para esta noche.
Pero era demasiado tarde para cambiarme cuando me deslicé en el
asiento y sentí que el interior de mis muslos rozaba los pantalones de Shane.
23

—Si sabes sobre cohetes de entrepierna, cascos y Harley, sabes que


vas a querer aferrarte —me dijo mientras encendía el motor.

Respiré lentamente, deseando que mis partes femeninas no tuvieran


ninguna idea salvaje, recordando su estado rebelde, y presioné mi parte
superior del cuerpo contra su espalda, mis brazos cruzados sobre su
estómago que, por supuesto, se sentía fuerte y marcado debajo de su
camisa negra de vestir.

Dije un silencioso “gracias” al universo por elegir el vestido negro


después de todo, ya que la cena dominical de Helen Mallick exigía que sus
hijos se vistieran bien.

Despegamos y mi vientre tuvo un lanzamiento inmediato, que me


hizo darme cuenta de cuánto echaba de menos mi motocicleta, junto
con la mayoría de todo lo que tenía, y con todos los que amaba, que
nunca volvería a ver.
Condujimos durante quince minutos, entrando en los suburbios y
luego en la parte un poco más exclusiva de los suburbios donde paramos y
holgazaneamos en el camino de entrada de un gran edificio de dos pisos
de estuco color arena, con un paisaje perfecto en una gran parcela de
tierra. Tampoco se me había escapado que todos los autos en el camino
de entrada eran exactamente de la variedad cara.
Aparentemente, la familia Mallick tenía dinero.

—¿Vas a dejarme ir, nena, o estás planeando agarrarme toda la


noche? Quiero decir, no es que me esté quejando…

Ante el humor burlón de su voz, salté hacia atrás y lo solté. Se movió


para pararse y rápidamente moví mi pierna hacia un lado para no
mostrarle nada cuando giró. Estaba sentada mientras él estaba de pie,
trabajando en mi casco. Una vez que me lo quité, él lo alcanzó y lo colgó
de uno de los manillares mientras me recogía el cabello.

—¿Error de vacaciones de primavera? —preguntó curiosamente y


luego sentí su dedo acariciar la piel de mi brazo, tocando la cicatriz rosa
ligeramente levantada de siete tratamientos de eliminación de tatuajes.

Ahí era donde la mayor parte de mi dinero se había ido cuando me


fui. Lo necesitaba fuera. Se sentía menos como un símbolo de amor y
lealtad y más como una marca de ganado.
24

—¿Vacaciones de primavera? No ¿Error? Cuya magnitud ni siquiera


puedo comenzar a explicar —admití antes de poder detenerme.

La cabeza de Shane se inclinó un poco, sus hermosos ojos azules


trabajando. Sin embargo, al final, no dijo nada, simplemente arrastró su
dedo hacia mi codo, causando demasiado caos para un toque tan
casual, antes de desparecer.
—¿Estás lista para ganar tu dinero?
—Llévame con tu madre —declaré, de pie.

Tal vez nos habíamos movido dos pasos antes de que su brazo
cayera sobre mis hombros, inesperado y pesado, haciéndome hundirme
levemente mientras me sentía arrastrada contra su costado, haciendo que
caminar fuera una aventura incómoda en equilibrio.
—Tengo que hacerlo convincente, ¿verdad, nena?

—Bien —estuve de acuerdo mientras bordeábamos el camino de


entrada y nos dirigíamos hacia la cubierta trasera donde un grupo de
personas ya estaba reunido.

De inmediato quedó muy claro que los genes de Mallick eran fuertes
en la familia porque lo que vi fue a un hombre mayor con una complexión
alta y fuerte, rasgos cincelados, cabello negro que se encanecía
levemente en las sienes y asombrosos ojos azules… Y otros dos muchachos
de la misma edad que Shane que se parecían a su padre. Luego, había
dos mujeres paradas que parecían incómodas. Me imaginaba que las
citas de sus hermanos.
—Papá parece aterrador, pero es mamá por la que deberías
cagarte —dijo Shane en voz baja mientras los ojos se posaban sobre
nosotros.
—Caramba, no estás lleno de palabras de aliento.

Mi estómago eligió ese preciso momento para gruñir…


agresivamente, gritando en objeción al hecho de que no lo había
alimentado en más de dieciséis horas. Shane dejó de moverse,
mirándome, con un ceño desaprobador.
—¿Eres una de esas chicas que está a dieta porque cree que está
jodidamente gorda? —me preguntó y sentí como se me erizaban los pelos,
lo que me hizo soltar algo que lamenté de inmediato.
25

—No, es que no tengo nada que comer en casa.

Y debe haber habido algo revelador en mi tono, porque su rostro se


suavizó un poco. Pero, afortunadamente, no dijo nada y siguió tirando de
mí hacia la cubierta.

—Papá, esta es Lea. Lea, este es Charlie, mi papá. Esos cabrones son
mis hermanos, Ryan y Mark. —Ryan, a quien tomé por el mayor, era tan
alto como Shane, pero un poco menos musculoso. Mantenía su cabello un
poco más largo y su cara estaba afeitada. Silenciosamente intimidantes,
esas fueron las palabras que me vinieron a la mente mientras los miraba. Su
cita era una chica baja y curvilínea con un encantador cabello cobre
rojizo y un puñado de pecas, parecía dulce y completamente fuera de
lugar junto a uno de los hermanos Mallick.
Mark parecía más abierto, sonriéndome.

—Hola, cariño —dijo, colocando un brazo alrededor de la cintura de


su cita, una mujer alta y delgada de cabello oscuro y estaba bastante
segura que llevaba un tatuaje de la cárcel en su brazo.

Al parecer a Ryan y a Mark les había costado encontrar citas al igual


que a Shane.

—Lea, ¿puedo invitarte a una copa, cariño? —preguntó Charlie,


señalando la barra del bar preparada con una selección de alcohol y
botellas de cerveza.

—Una cerveza estaría bien, gracias —dije mientras los dedos de


Shane me apartaban el cabello de la cara. Un gesto íntimo que estaba
perfectamente segura fue a propósito al ver a su madre.

Y Helen Mallick, bueno, era una super zorra desde los tacones hasta
su largo cabello negro, con gestos seguros, y ojos color avellana. Ojos que
me miraban, evaluándome, añadiría.

—Shane —dijo, señalándole con la cabeza y yo sabía lo suficiente


sobre madres como para saber que en silencio le estaba recordando que
tuviera modales y me presentara.
—Mamá, ella es Lea. Lea, ella es mi madre, Helen.
—Lea, es…

—¡Trae de vuelta tu culito hasta aquí Becca! No. No te atrevas a


irte… —Se escuchó la voz de Fiona. Pero fue demasiado tarde. Una guapa
26

niña de cinco o seis años de cabello negro y ojos verdes vino hacia el
porche trasero, llevando un oso amarillo brillante con vestidos disparejos.
Detrás venía otra versión más pequeña de ella, de unos tres años, llorando
y gritando “Es mío, es mío, es mío”.

—Ladrona —dijo Mark, quitándoselo de la mano a Becca y


devolviéndoselo a su hermana—. ¿Sabes lo que le hacemos aquí a los
ladrones? —le preguntó, bajando la voz y sonando amenazante.

—¡La tortura de cosquillas no! —dijo ella, echándose hacia atrás,


moviendo sus brazos hacia él, con los ojos abiertos llenos de miedo.

—No. La tortura de cosquillas es para las ofensas menores. Tú,


ladronzuela, vas a ser colgada —declaró, avanzando hacia ella.
Sus ojos se pusieron un poco maliciosos y pasó a su lado antes de
que pudiera alcanzarla. Después los brazos de Shane dejaron mis hombros,
haciéndome que me sintiera extraña durante un minuto, y él alcanzó a la
niña, que había estado observando a su otro tío y no buscando nuevas
amenazas.
La agarró por la cintura y lentamente la dejó con su otro tío.

—¡No es justo! —declaró, lanzándole una mirada de odio a Shane—


¡Dos contra uno!

—Tampoco es justo hacer llorar a tu hermanita —declaró Mark,


dándole la vuelta de repente y agarrándola por su barriga y rodillas, con
sus pies sobre sus hombros mientras se alejaba.

—¿Conoces esa frase sobre conquistar una aldea? —preguntó


Fiona, con su cabello despeinado, con una hija agarrada a su pierna, y
con la bebé en sus brazos. La más joven no tenía ningún parecido con las
otras, habiendo heredado el cabello claro de su madre, pero los ojos
azules de su padre, y de sus tíos y abuelo—. Necesito todo un maldito
ejército para Becca.

—Tiene espíritu —defendió su abuelo mientras se dirigía a la chica de


tres años y la abrazaba.

—Ha sido malcriada por los hombres de esta familia —especificó


Fiona y ninguno de esos hombres parecía arrepentido—. Lea, luces genial
—continuó, dándole a la última de sus hijas a Helen, que la aceptó
felizmente.
27

—¿Ya se conocen? —preguntó Helen, con los ojos moviéndose entre


las dos.

—Por supuesto. Así es como se conocieron Shane y ella. Lea trabaja


para mí. Él vino un día —dijo con una sonrisa que solamente yo sabía que
era malvada—, el resto, como dicen, es historia.

A mi lado, Shane pareció haberse tensado un poco, pero yo estaba


pendiente de ganarme el dinero de mi cita.
—¿Así que ya llevan algo de tiempo? —preguntó Helen.

Si por “algo de tiempo” se refería a un plan ideado hace un par de


días, entonces:
—Sí.
Supe por los ojos de Ryan que no se lo creyó en ningún momento.

—Me imaginé que ya era hora de traerla y presentártela —dijo


Shane, decidiendo obviamente seguir el juego.

—¿Qué ha hecho Becca para ser colgada? —otro hermano Mallick


hermoso, alto, de cabello oscuro y ojos azules apareció, éste con más
tatuajes que Shane, mientras se acercaba—. Lea —dijo inesperadamente,
agachándose para darme un beso en la sien y yo me fijé en los ojos de
Fiona, sabiendo que se lo había contado todo a su marido—. Me alegra
verte de nuevo.

—¿Cómo va todo, Hunt? —pregunté, dando gracias en silencio a mi


buena memoria por haber oído alguna vez a Fiona decir su nombre.

Podía sentir los ojos de Helen sobre mí, evaluándome, intentando


medir la situación.

—Toma, cariño —dijo Charlie, finalmente dándome una cerveza,


junto con otra para Shane.
—Eres genial —murmuró Shane mientras se bebía la cerveza.

Ladeé la cabeza para mirarle con una sonrisita y le dije también en


voz baja:
—De nada.

—Parece que alguien no está comiendo —dijo Hunt y todos nos


giramos para ver a otro hermano acercarse, sin nadie de su brazo.
28

—¿En serio? ¿No podías pagarle a ninguna tipa para acompañar tu


culo feo? —dijo Shane mientras el más delgado de los hermanos se
acercaba, pareciendo incluso un poco avergonzado. Si recuerdo bien, era
Eli.

—Por favor, mamá… —intentó decir cuando ella levantó las cejas—.
¿Realmente no dejarás que me siente allí y los vea comer?
—¿No? —preguntó, con una sonrisa maternal en su cara.
—Por favor…

—Oye, todos tus hermanos han podido traer sus citas. Bueno, al
menos dos de ellas son falsas, pero están aquí. Tenías las mismas
instrucciones que el resto de ellos. No vas a tener ningún trato especial.

—Tengo hambre —intentó, usando una frase que hubiera


funcionado con la mayoría de las madres. Pero yo tenía la sensación de
que Helen Mallick no era como la mayoría.

—Ni una miga. Y vas a ayudarme también a servir toda la comida —


añadió cuando él se quejó.

—Mamá es un poco dura —explicó Shane, deslizando un brazo


alrededor de mi cintura—. Una vez llegué tarde al toque de queda y llegué
a casa para encontrar un jodido saco de dormir en el jardín delantero. —
Me miró, con una sonrisa infantil en sus labios—. Era diciembre. Pero
maldita sea si no me dejó pasar toda la noche ahí fuera.

—No criaba niños —dijo Helen encogiéndose de hombros—. Criaba


hombres. Hombres que algún día se convertirían en maridos y padres.
Ninguna mujer quiere casarse con un hombre que no cumple las normas. Y
ningún padre puede hacer un buen trabajo si no aprende a cumplir la ley.
Pregúntale si alguna llegó tarde otra vez.

—Casi pierdo dos dedos de los pies por congelación —dijo Shane
con una sonrisa—. No iba a arriesgarme de nuevo.

—Vamos, Eli, es hora de que comience tu castigo —dijo Helen,


dejando a la bebé en los brazos de su padre y dirigiéndose a la cocina
mientras Mark y Becca regresaban, de la mano. Y vaya si la pequeña
Becca no se acercó a su hermana y se disculpó.

—¿Adivinen qué les ha traído el abuelo, chicas? —preguntó, Charlie,


llamando la atención de las dos niñas—. Una casa. ¿Quieren venir a verla?
—preguntó, dándole las manos a las dos y alejándolas.
29

—Fuera de aquí —dijo Mark tan pronto como las niñas estaban fuera
de alcance—. ¿Cómo lograron que Hunt y Fee se apuntaran a esta farsa?

—Es verdad que trabaja para mí —dijo Fee, sonriendo—. Y Hunter


pensó que sería gracioso ver reaccionar a Helen. ¿No escuchas sus
engranes? No tiene precio.

—Lea, si logras que nuestra madre con ojo de halcón se trague toda
esta mierda esta noche —dijo Mark, casualmente deslizando una mano al
bolsillo trasero de su cita—, te debo un par de rondas en Chaz’s.
Sentí cómo se levantaban mis labios.
—Lo tendré en cuenta —accedí.
—Adelante —llamó Eli desde la puerta, con tono resignado.

Todos entramos y descubrí que el interior de la casa de Helen y


Charlie hacía juego con el exterior.

Helen parecía preferir líneas sencillas, colores nítidos y la mayor


superficie de piso posible. No había muchos adornos, pero había hermosos
collages enmarcados en las paredes de su sala de estar, de todos sus hijos.
El refrigerador estaba completamente cubierto por la obra de arte de sus
nietas. El comedor en sí era enorme. Me imaginé que cuando ellos
compraron la casa, sabían que, con cinco hijos, algún día serían una
familia gigante y planearon en consecuencia. La mesa debía haber sido
hecha a medida porque se veía sólida, sin hojas para extender debido al
gran tamaño que tenía. No había mantel, dejando solo la impecable
madera oscura, dándole a la habitación una sensación más informal. No
había un armario chino, sino una larga barra lateral donde se dejaban las
bebidas extra para que no ocuparan espacio en la mesa.

Helen se cambió e insistió que todos se sentaran y empezaran sin


Charlie y las chicas.

—Estarán allí una hora —declaró, dejando caer el más grande tazón
de puré de patatas que había visto en mi vida—. Debía esperar hasta
después del postre, así ellas podrían quemar azúcar antes de irse a casa.
Como bien tú sabes —dijo ella, mirándome—, no se puede razonar con un
hombre Mallick.

—Oh, lo sé —dije, dándole a Shane una mirada que hizo que sus
labios se movieran.
30

Luego, una interminable cantidad de cuencos y platos se


extendieron por la enorme mesa hasta que apenas se podía ver la madera
debajo.

Mi estómago gruñía más y más fuerte con cada segundo que


pasaba.
—Comamos —dijo Helen, tomando asiento.
Entonces… caos.

Los brazos de todos los hermanos Mallick, a excepción de Eli, se


acercaron de inmediato, tomando cucharas y tenazas y llenando sus
platos. Fee, obviamente acostumbrada a correr con los niños grandes, le
dio un codazo al brazo de Ryan mientras ambos alcanzaban el maíz a la
vez, haciendo que Ryan se riera y Fee me guiñara el ojo.

Las citas de Ryan y Mark también se sorprendieron, sentándose y


observando el movimiento con las cejas fruncidas, pequeñas sonrisas, y
platos vacíos.

Mi plato, sin embargo, no estaba vacío. Esto se debió a que los


brazos grandes, perfectamente musculosos y tatuados de Shane no
alcanzaban la comida para apilarla en su propio plato. Oh no. Estaban
acumulando comida en mi plato.

Antes incluso de darme cuenta de lo que sucedió, había patatas,


relleno, maíz, brócoli, pollo, judías verdes y dos, sí… dos, panecillos para la
cena.
—Um… —comencé a protestar cuando él alcanzó la salsa.
Giró la cabeza hacia mí, con la voz baja.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste una comida completa, Lea?
Sí, bueno, él tenía un punto allí.

—Exactamente —dijo ante mi silencio mientras vertía salsa sobre mis


papas y relleno antes de girar para llenar su propio plato.

—De ninguna manera comerás todo eso —dijo Mark, sacudiendo la


cabeza cuando yo alcanzaba mi tenedor.

Miré hacia arriba, mi estómago vacío me recordó que habían


pasado semanas desde que tuve una cena de verdad y que nunca había
tenido una comida casera.
31

—¿Quieres apostar?
La sonrisa de Mark fue lenta y dulce.
—Cincuenta dólares —dijo asintiendo.

—Me apuntaré a eso —coincidió Ryan, hablando por primera vez


desde que llegué.

Y, bueno, con cien dólares en juego, sí, me metí en el infierno,


haciendo que ambos conjuntos de ojos se iluminaran.

Frente a mí, Eli estaba amontonando comida en el plato de la cita


de Mark, inclinó la cabeza un poco, diciendo algo que hizo que la ex
convicta de cabello oscuro se sonrojara ligeramente.

—Tranquilízate, Eli —dijo Mark, alcanzando detrás de la mujer y


empujando a su hermano en el hombro.
Eli levantó sus manos con una sonrisa.
—Vi una oportunidad.

—Oh, vete a la mierda. —Mark se rio—. No pudiste conseguir tu


propia cita; no hay forma de que estés robando la mía.

La comida fue así durante casi media hora, los hombres se lanzaron
ataques verbales mutuamente, todos sus discursos estaban cargados de
"maldición", "mierda" y "coño". Helen y Fee también colaboraron; su
lenguaje no era más refinado y me sorprendí sonriendo. No había muchos
lugares que hubiera encontrado donde mi boca de camionero fuera
considerado apropiado para una mujer. Pero, aparentemente, era un
rasgo agradable en la mesa de Helen.

Ryan era el más tranquilo, sus intervenciones tendían a ser de


naturaleza seca y sarcástica.
Mark y Shane eran los más parecidos, boquiflojos y obstinados.

Hunter, el marido de Fiona, parecía un poco más serio, aunque no


menos bobo cuando hablaba.

Mientras que Eli, con toda tranquilidad, arrojaba su opinión de una


manera que aterrizaba con impacto, dejándolos en silencio por un
momento antes de que alguien saliera con alguna ocurrencia que
regresar. Había algo sobre él que no veía en los demás. Era casi una
32

oscuridad, una intensidad subyacente que estaba ausente en sus


hermanos.

Las chicas llegaron un par de minutos más tarde cuando ya


deseaba que mi estómago se estirara un poco más para que pudiera
rellenarlo con el resto de las judías verdes y el último rollo. La conversación
estuvo dominada por Becca, increíblemente confiada y obstinada, y todos
los hombres parecían estar atentos con sus historias, sin importar cuán
largas y confusas fueran.

—De ninguna manera —dijo Mark, sacudiendo la cabeza cuando


me metía el último cuarto del rollo en la boca.

—Me tomo las apuestas muy en serio —le dije, y quise decirlo. No
tengo el dinero para pagarles a ellos y en mi vida anterior, las apuestas sin
pagar significaban más que solo una pérdida de respeto.

—Estás arrasando esta noche —dijo Shane cerca de mi oreja,


pasando un brazo por el respaldo de mi silla.

—Bueno. Lo necesitaré para la membrecía del gimnasio para


eliminar esta comida —dije, tomando una respiración profunda.

Después de la cena, los hombres entraron al salón familiar para decir


tonterías o ver un juego y todas las mujeres instintivamente, incluso la
aparentemente independiente, Fee, comenzaron a despejar la mesa.
Hice una pausa, un plato en cada mano, y sacudí la cabeza.
—¿Alguien más ve algo mal con esto?

Helen me dio una pequeña sonrisa mientras alcanzaba la cuarta


bandeja, dos balanceadas en sus antebrazos, una en cada mano. Como
una camarera experimentada.

—No te preocupes. Todos nos turnamos para cocinar y lavar los


platos en esta casa. Por casualidad quería hablar con ustedes, chicas.
Oh, genial.
La entrevista.
Sabía que vendría.

Miré a Fiona mientras Helen salía de la habitación. Ella se encogió de


hombros y siguió a su suegra.
33

—¿Cómo está tu hermano, Fee? —preguntó Helen mientras recogía


el brócoli sobrante en un recipiente de plástico.
—Está con Darcy en, eh, Arizona esta semana, creo.
—¿De gira?

—Espera —irrumpió la cita de Mark. Todavía no sabía su nombre—


¿Darcy como la Darcy? ¿De la banda de metal?

—Sí —dijo Fee con un gesto casual—. Se juntaron hace un tiempo.


Justo antes de que toda esa mierda del acosador cayera.
—Eso es tan genial.

—Maya —dijo Helen, finalmente dándome un nombre para la niña—


. ¿Dónde te encontró mi hijo?

—Oh, ah… —balbuceó Maya, buscando un aliado. Pero todas


estábamos en el mismo barco hundiéndose.

—Está bien —dijo Fee, encogiéndose de hombros—. Ella sabe que en


realidad no estás saliendo con Mark y le gusta una buena historia. Entre
más jodida, mejor.

—Me vio trabajando limpiando el costado de la carretera —admitió


Maya, tomando un plato de Fee para secarlo.

—Oh —dijo la pequeña y dulce pelirroja de Ryan—. ¿Eres alguna


especie de ecologista?

—No, cariño —dijo Helen, dándole una sonrisa paciente—, es una ex


convicta. Estaba haciendo servicio comunitario —dijo, mirando a Maya en
busca de confirmación.

—Oh —dijo de nuevo la chica de Ryan, con la cara caída como si le


preocupara que estuviera cerca de un criminal.
Helen dejó las pinzas y se volvió completamente hacia la chica.

—Sabes de lo que trata nuestro negocio familiar, ¿verdad? —


preguntó, espabilándome. ¿Negocio familiar? Sabía sobre el bar y sabía
que cada hermano tenía su propio negocio. Aunque no sabía que había
uno en el que todos estaban involucrados.
—Helen —advirtió Fee, intrigándome aún más.
34

—Mi esposo es un prestamista —continuó Helen, ignorando la


advertencia.
—Oh demonios. —Fiona suspiró, volteándose hacia el fregadero.
—¿Y mis muchachos? Son los que hacen cumplir.
—¿Hace cumplir? —repitió la chica.
—¿Te resulta más claro los “rompe rodillas”?
Mierda.
Por supuesto.

Por supuesto, carajo, me enredé con una familia delictiva cuando


solo intentaba esconderme, enterrar mi cabeza y estar en línea recta.

La chica retrocedió como si alguien la hubiera golpeado y Helen


sonrió ligeramente.

—Supongo que no te quedarás para el postre —dijo, y la chica


asintió, le dio las gracias a Helen por la cena y salió corriendo de la
habitación.

—¿Ma, en serio? —gritó Ryan un par de segundos más tarde,


imaginé, siguiendo a su chica afuera y sacándole la noticia—. Era una
buena chica.

—Sí, ¿en qué estabas pensando trayendo una buena chica aquí? —
gritó Helen y se encontró la sala en silencio porque todos sabían que tenía
razón. Si toda la familia estaba en el negocio del dinero sucio y
derramando sangre, realmente no era para chicas normales. Por lo tanto,
la ex convicta que Mark trajo a casa y el hecho de que yo era,
esencialmente, una acompañante de paga. y Fee, bueno, supongo que
dirigir un negocio de sexo telefónico le daba cierto tipo de ventaja.

Shane entró un minuto después, tomó mi mano entregándome el


dinero de sus hermanos. Miró a su madre con una sonrisa.
—¿No somos un poco viejos para que nos sigas bloqueando la polla?

—Oh, por favor. No iba a pasar de la primera base con ella y tú lo


sabes. —Helen se rio.

—Tienes un punto —concordó Shane—. ¿Puedo robarme a Lea o no


has terminado de interrogarla?
35

Helen inclinó la cabeza, con sus ojos entusiastas.

—Bueno, tengo todo el tiempo del mundo para saber todo sobre
ella, ¿verdad? —preguntó y pude ver a Fee presionando sus labios,
sabiendo a dónde iba—. Ya que ustedes dos parecen ir un poco más serio
de lo que pensé.
—Ma…

—Por supuesto —me apresuré a decir, sin querer renunciar a la


artimaña todavía.

Helen me dio una sonrisa que decía que no la engañaba, pero que
estaba dispuesta a ver hasta dónde estábamos dispuestos a llevarla.
—Entonces, por supuesto, róbatela.

—Tu madre sabe exactamente lo que está pasando aquí —le dije
mientras nos movíamos al pasillo.

—Sabe que nunca he tenido una novia en serio —corrigió—. Así que
ella está buscando agujeros en nuestra historia. Cuanto antes te sacara de
allí, mejor. Viste lo que le hizo a Eli y Ryan.

—Pero ya comiste —declaré—. Y de todos modos no había


posibilidad de que te follara.

La cabeza de Shane se sacudió para mirarme mientras otra voz


masculina comenzaba a reírse fuertemente, llamando mi atención.
Encontré a Mark de pie en medio del pasillo, justo afuera de la sala familiar,
como si se estuviera moviendo hacia la cocina, pero mis palabras lo
detuvieron.
—Me encanta la honestidad —dijo Mark asintiendo mientras se
alejaba.

—No hay posibilidad, ¿eh? —me preguntó Shane, tomando mis


palabras como un desafío.

Me volví hacia él por completo, enderezándome en toda mi altura y


manteniendo contacto visual.
—No, en lo más mínimo.
—¿Quieres poner algo de dinero en eso?
—La apuesta de un caballero —sugerí.
36

—Oh, cariño —dijo, moviéndose hacia mí, haciéndome retroceder


hasta que la pared me impidió cualquier retirada posterior. Se acercó a mí,
toda la parte delantera de su cuerpo presionándome, haciendo que mi
aliento se detuviera, haciendo que una chispa de deseo innegable
comenzara en lo más profundo de mi corazón. Su brazo levantado, el
codo plantado en algún lugar al lado de mi oreja, su antebrazo arqueado
sobre mi cabeza, su cabeza agachada para mirarme a los ojos.
—Nadie me acusaría de ser un caballero.

Mi pecho se sentía comprimido al darse cuenta de lo que él era.


Problemas. Con una P mayúscula. Escapaba de sus poros. Era como un
aura a su alrededor. No solo porque era un criminal, un bastardo violento, y
que todo en él gritaba “mujeriego”. No, él era un problema porque era
una continuación de un ciclo jodido para mí.
Solo era otro en la línea de montaje de malas elecciones.
¿Caliente? Sí.
¿Grosero? Sí.
¿Absolutamente sexy? Sí.
¿Peligroso? Sí.

¿Segura que jodería mi vida aún más de lo que ya estaba? Sí, iba a
seguir adelante y poner un gran y gordo cheque allí también.

Gracias a Dios que no le dije dónde vivía. Si aparecía en mi puerta


una noche, estaba bastante segura que no se lo negaría.
—¿Ves? —dije, tragando saliva un poco duro—. Otro strike contra ti.
—¿Cómo es eso?
—Estoy en una fase de chica buena.

Ante eso, sus labios se levantaron en una sonrisa algo


condescendiente.
—Nena, le doy una semana.
Bajé los ojos hacia él.
—¿Por qué?
—Porque no eres exactamente una buena chica.
37

Con eso, se apartó de la pared y se alejó de mí, yendo a sentarse


con sus hermanos. En cuanto a mí, tomé un par de respiraciones lentas y
profundas, tratando de calmar mi deseo sexual.

Luego, al decidir que tanto la cocina como la habitación familiar


eran peligrosas, seguí el sonido de la risa de una niña afuera, donde
encontré a las niñas jugando en su nueva casa de juegos.
—¿Puedo unirme a tu club?

—Eso depende —dijo Becca, reuniendo toda la autoridad que tenía


en su cuerpo de cinco años. Lo cual era una cantidad sorprendente.
—¿De?
—Si crees que los niños apestan.
Solté una carcajada, con una gran sonrisa.
Bueno, parecía que había encontrado mi lugar.
—Definitivamente, definitivamente creo que los niños apestan.
38

4
Lea
Traducido por Moreline, Ale Grigori y -queen-ari-

Corregido por ~Ángel'Grey

El resto de esa noche estuvo tranquilo en su mayoría. Alrededor de


una hora después de unirme al club de “Los niños apestan" y responder a
un millón de pequeñas preguntas sobre por qué me gustaba Shane, a lo
que tuve que inventar una mentira ingeniosa, y cómo aprendí a
maquillarme, el resto de la familia vino a buscarnos, invitándonos a tomar
un postre donde me aseguré de iniciar una conversación con Mark, Hunter
y Fee para poder evitar la imponente presencia de Shane a mi lado.

Después de eso, volvimos silenciosamente a su motocicleta y


condujimos hasta mi auto. Estuvo sorprendentemente serio cuando me
entregó mis dos cincuenta y me dijo con ojos brillantes llenos de promesas
que me vería por allí.
—Suerte con eso —le dije con un movimiento de cabeza.
Porque iba a evitar su culo como la peste.

Lo último que necesitaba en mi vida era más inseguridad, más


complicaciones y más cosas sobre las qué preocuparme. Acababa de
cambiar una situación de mierda; no necesitaba probar otra.
Pero no me podía quejar.

Tenía dos cincuenta de Shane y cien de sus hermanos que harían


posible no pasar hambre mientras esperaba mi primer sueldo de Fiona. Y
también era un trozo de pago.

Aparentemente, el sexo telefónico estaba en auge. Culpaba a los


videojuegos. Toda una generación de hombres solía amontonarse en los
sótanos de sus padres matando personajes ficticios y nunca aprendiendo a
39

interactuar con nadie, mucho menos con el sexo opuesto. Pero gracias a
Dios por esos fanáticos socialmente torpes porque permitirían que mis
armarios se llenaran, que mi refrigerador se desbordara, y que mi ropero
consiguiera un poco más de ropa en sus perchas.

Me llevó algo de tiempo acostumbrarme al turno de noche y me


estaba quedando sin cafeína y sueño. Así que cuando llegué a casa
después de un largo turno, queriendo tomar una ducha para lavar las
viscosas palabras de mi último interlocutor que realmente necesitaba que
metieran su culo en la cárcel (era tan espeluznante), alcance el pomo de
la ducha y el agua ¿comenzó a brotar por todas partes?
Sí, como que perdí la mierda.

El agua, como siempre, era gélida y ya había empezado a


desbordar por completo de mi tina, todo mi cuerpo empapado por mis
torpezas, cuando finalmente encontré el número de la compañía
propietaria del edificio. El robot de MBRO Corporation me informó que ya
estaban fuera de su horario, en la mitad del día, y que podía dejar un
mensaje y que alguien me contestaría lo antes posible.

—Se trata del 2D. Mi grifo del baño está roto y hay agua por todas
partes. Juro por la mierda que, si no traen sus perezosos, tacaños y
estafadores traseros a mi apartamento ahora mismo, voy a reportarlos a
todas las agencias que pueda encontrar hasta que los multen
jodidamente tanto que vivirán en una maldita caja de cartón en la calle.

Terminé la llamada, yendo a la carga de nuevo hacia mi baño,


buscando frenéticamente el punto de corte y no encontrándolo en
ninguna parte, sabiendo que, en algunos apartamentos, quien sabe por
qué maldita razón aparte de la construcción de mierda, el interruptor no
estaba en cada unidad. Maldije la maldita construcción de formas nuevas
e ingeniosas hasta que oí un fuerte golpe en mi puerta.

Seguro era el vecino de abajo que probablemente tenía agua


goteando a través de su techo, grité mientras arrojaba una masa de
cabello empapado sobre mi hombro.

—Ya llamé al propietario —dije, buscando las cerraduras y


deslizándolas—. No es mi culpa que manejen un…

El resto de mi oración fue cortada principalmente por mi propia


sorpresa.
40

Porque allí, en mi puerta, con jeans y una camiseta gris, con una
gran caja de herramientas en su mano, luciendo demasiado jodidamente
bien en ese momento, no estaba otro más que el jodido Shane Mallick.
—Tienes que estar bromeando.

Sus labios se levantaron, mirándome de arriba abajo lentamente,


seguramente viendo mis pezones sobresaliendo de mi camiseta y sujetador
gracias al material empapado y helado. Cuando sus ojos encontraron los
míos otra vez, fueron un poco malvados.

—Perezoso y tacaño propietario a tu servicio —dijo, dándome una


sonrisa fácil.
No.
No había una jodida manera que Shane fuera mi maldito casero.
Además, de ninguna manera era un casero de mierda.
—¿Eres dueño de este edificio?

—Sí. Ahora, si no te importa, me gustaría detener esa maldita fuga


antes de obtener cinco tipos diferentes de moho que condenarán este
lugar.

Con eso, me empujó, rozando mi hombro en el proceso y un


escalofrío me recorrió que no tenía absolutamente nada que ver con el
hecho de que estaba empapada hasta mi ropa interior. Me quedé allí
aturdida durante un largo momento, respirando profundamente.
Porque en serio, ¿qué mierda?
¿En qué universo podría ser mi cita falsa de una noche mi casero? ¿Y
por qué Fee no me lo había advertido? Le había hablado un par de veces
sobre el edificio en el que vivía.

Es mejor que no hubiera sido una artimaña de su parte. Ella y yo


conversaríamos sobre eso la próxima vez que la viera.

Hubo un fuerte ruido metálico, devolviéndome al presente, y me


moví a través de mi habitación al baño, mis pies chapoteando en mis
zapatos mientras caminaba. Shane estaba arrodillado al costado de mi
bañera, con una llave inglesa en una mano, el agua cayendo en cascada
sobre él desde la alcachofa de la ducha, haciéndolo ver como si estuviera
en una especie de maldito comercial.
41

Sí, debería haberme quedado en la cocina.


Donde era seguro.

Mi sexo se apretó con fuerza al ver su camiseta mojada pegándose


a los músculos posteriores y sus bíceps contrayéndose mientras su mano
retorcía la llave. Pero en ese momento, afortunadamente, el agua se elevó
lo suficiente como para finalmente pasar por el borde de la puerta del
baño, filtrándose en mi habitación.

Feliz de que hubiera algo que hacer que no implicara mirar a Shane
haciendo trabajo manual, fui a la cocina a buscar un trapeador y un
balde y me puse a trabajar lentamente secando el agua mientras Shane
estaba lejos.
Un par de largos minutos más tarde, el flujo de agua se detuvo.

Shane agarró una toalla de baño, dejándola caer al piso, empapó el


agua y luego la exprimió en la bañera. Trabajamos así durante media hora
hasta que el suelo ya no era un charco gigante y brillante de agua que
eventualmente se secaría al aire.

—Te agradecería —dije, apuntalando el trapeador contra la pared—


, pero es tu culpa que esto haya sucedido en primer lugar.
—Porque soy un dueño tacaño —supuso.

—Hablando en serio. Quiero decir, el ascensor parece haber estado


fuera de servicio desde los años setenta. El lugar es un agujero de mierda.
No puedo creer que alguien no haya llamado a la maldita policía y haya
condenado este lugar todavía.
—Nena… —dijo con una extraña sonrisa.

—Deja de llamarme “nena” —espeté, no porque no me gustara, sino


porque me gustaba demasiado—. ¿Y qué?
—¿Alguna vez te preguntaste acerca de tus vecinos?
—No particularmente. Se guardan para sí mismos.
—¿Nunca te detuviste a pensar por qué?

—¿Porque está es un área horrible y nadie quiere verse involucrado


en caso de que nos disparen o nos ataquen en el estacionamiento? —le
pregunté sarcásticamente, mis labios conteniendo una sonrisa.
42

—Nadie que viva aquí llamaría a la policía porque, Lea, nadie que
viva aquí quiere llamar la atención.

—Oh, no seas tan dramático. Algunos de nosotros solo tenemos


poco efectivo en este momento. Quiero decir, mira a Barney y a su
esposa…
—Barney y Gerty son falsificadores.
—¿Falsificadores? —repetí, con las cejas juntas.

—Sí, falsifican identificaciones, pasaportes, documentos de


matrimonio y de divorcio, papeles de ciudadanía. Son los últimos de un
grupo que está muriendo y los mejores que hay. En esta costa, al menos.

—Pero —dije, negando con la cabeza, sin querer aceptar que el


dulce y viejo Barney era un criminal—. Pero viven en un agujero infernal.

—Donde nadie pensaría en buscarlos —concordó Shane—. ¿Has


estado alguna vez dentro de su casa? Juro que todos los malditos grifos y
la manija de la puerta es de puro oro. Gerty tiene un gusto caro.

Tragué saliva, decidí guardar esa información para después,


sabiendo que probablemente me sería útil conocer a alguien que pudiera
darme una nueva identidad si terminara pareciendo que había hecho un
trabajo de mierda escondiendo mi verdadera identidad al ser descubierta.
—Bien, entonces. ¿Qué hay de la pareja que…?
—Distribuidores. Venden marihuana.

Molesta, aunque no completamente consciente del por qué,


posiblemente solo porque él tenía razón y odiaba estar equivocada,
presioné.
—Bien, pero no me puedes decir que el encerrado de la esquina…
—Sí, no. Ese extraño jodido exprimidor de serpientes.
—Lo siento. ¿Exprimidor de serpientes?
—Por el veneno. Para hacer anti-veneno.

—Espera. Entonces me estás diciendo que hay un tipo a dos puertas


de distancia con un apartamento lleno de serpientes posiblemente
mortales.
43

—No son posiblemente mortales; son muy mortales. Además, muy


ilegal en esta área. Entonces nadie llama a la policía aquí.
Suspiré, sabiendo que perdí mi argumento.

—Si me dices que alguien en este edificio esta como cocinando


metanfetaminas o algo así…

—Nah. Sin metanfetaminas. No voy a hacer que mi propiedad,


aunque parezca una mierda, vuele a la nada porque alguien vio
demasiado la serie Breaking Bad y decidió probar suerte en la química de
la esquina de la calle.

—Bueno, al menos. —Me encogí de hombros—. Entonces, ¿qué pasó


con mi ducha?
—Lo que adentro que detiene el agua, estaba atascada.
—Lo que estaba adentro. ¿Ese es el término técnico?

—¿Te encanta ser una sabelotodo? —me preguntó, luciendo


divertido.
—Solo cuando alguien como tú lo lleva a un nivel inferior.

—Alguien como yo, ¿eh? —preguntó, comenzando a moverse.


Hacia mí. Y, sí, eso no era algo bueno. Estaba presionada contra el
tocador, el armario de la ropa a mi lado me impedía deslizarme hacia la
puerta. Atrapada. Y todo sobre Shane parecía un depredador. Nunca me
había sentido tan presa en mi vida—. ¿Sigues en esa fase de chica buena?
—preguntó, colocando sus manos en el tocador a cada lado de mis
caderas, enjaulándome.
—Como cuestión de hecho, lo soy. —Una mentira gigante, agregué
para mi interior. Los chicos malos siempre habían sido y siempre serían lo
mío y lo sabía.
—Sí, bueno, veamos qué podemos hacer al respecto —dijo.

Antes de que pudiera registrar el gigantesco y destellante letrero de


advertencia que esas palabras crearon en mi cabeza, sus labios se
estrellaron contra los míos. Él incluso besaba como los chicos malos
besaban: duro, castigador, codicioso y despreocupado con el concepto
del casto primer contacto, de conocer las preferencias de la otra persona.

Sus labios se aplastaron contra los míos, su mano se movió detrás de


mí para agarrar la base de mi cabeza, manteniéndome en mi lugar
44

mientras me probaba. Sus dientes agarraron mi labio inferior, hundiéndose


lo suficientemente fuerte como para que un jadeo separara mis labios.

Aprovechó la oportunidad y deslizó su lengua dentro para reclamar


la mía mientras los golpes de deseo chispeaban sobre cada centímetro de
mi piel, haciéndome híper consciente de la forma en que su cuerpo firme
se presionaba contra el mío, haciendo que mi trasero se aplastara en el
tocador. Mis pezones se endurecieron cuando mis brazos traicioneros lo
rodearon, acercándolo más, aplastando mis pechos contra el suyo. Soltó
un gruñido en lo profundo de su pecho mientras sus labios reclamaban los
míos otra vez, sin darme un segundo para respirar, para pensar, para nada
más que para estar completamente consumida en la necesidad.

Sus dedos se movieron como serpientes, enganchando mi cabello,


luego se enroscaron en un puño y tiraron con fuerza, haciéndome
retroceder. Su cabeza se hundió y sus labios encontraron la piel demasiado
sensible de mi cuello, moviéndose sobre ella hasta que sentí que mis
caderas se sacudían contra las de él, rogando por satisfacción,
presionando contra el duro contorno de su polla restringida por el grueso
material de sus vaqueros. Su lengua se deslizó por el lóbulo de mi oreja,
haciéndome temblar casi violentamente en un bajo gemido.

Y por supuesto, jodidamente por supuesto, ese fue el momento en


que decidió retirarse.

Forzando mis ojos a abrirse, encontré sus párpados un poco pesados


también, pero eso fue completamente compensado por la sonrisa
arrogante que tenía en su lugar.

—Creo que esa fase tuya ha terminado —dijo, soltando mi cabello y


alejándose. Maldita sea si no necesité agarrarme al borde del tocador
para mantenerme derecha, un movimiento que estaba segura atrapó a
juzgar por cómo se extendió su sonrisa—. Y ahora sé dónde encontrarte —
añadió, agarrando su caja de herramientas y saliendo de la habitación,
goteando agua por todas partes a medida que avanzaba.

—Genial —murmuré para mis adentros cuando la puerta principal se


cerró de golpe.

Me giré lentamente, mirándome en el espejo. Nunca fui de la clase


de persona que podía ocultar bien sus sentimientos. Vocalmente, porque
era una lengua larga. Pero también porque mi cara siempre me
traicionaba. Mis ojos en particular. En ese momento, tenían los párpados
pesados, la necesidad de cama. Mi cara estaba sonrojada.
45

Levanté una mano, presionándola contra mi corazón que aún latía


demasiado rápido, forzándome a tomar respiraciones profundas y a
ignorar la pulsante sensación de mi desafortunado coño intacto por
mucho tiempo.

Exhalé con fuerza, entré en mi habitación, me quité rápidamente la


ropa empapada y la tiré en una pila dentro de mi baño, me puse unas
bragas y una camiseta limpia. Tomé mi teléfono y llamé al trabajo.
—Oye, es Lea. Pásame a Fee.
Hubo una breve pausa antes de que Fiona contestará.

—¿Lea? —preguntó, sonando sorprendida—. ¿Por qué no estás


durmiendo?

—¿Por qué no me dijiste que tu cuñado es el dueño de mi maldito


edificio? Quiero decir que no podría habérsete olvidado. Era como, “Oye,
Lea, lindos zapatos, ah, por si acaso… ese tipo que te pagó para llevarte a
una cita, sí, él es el dueño del edificio en el que vives. Solo para que lo
sepas”. Algo así.

Hubo una pausa y la conocía lo suficientemente bien en este punto


como para saber que estaba presionando sus labios, con sus ojos
totalmente traviesos.
—Oh, ¿fue un encuentro lindo? Dime que fue un encuentro lindo.

—No seas tonta —dije, sonriendo a pesar de mí misma—. Además, no


podría ser un encuentro lindo porque ya nos conocíamos.

—Hunter y yo tuvimos un encuentro lindo —dijo, y luego continuó


porque también le di el espacio—. Se mudó a mi lado y yo solía estar
despierta toda la noche, así que dormía cuando su maldito culo martilló
temprano en la mañana. Entonces fui. Dulce encuentro.

—Está bien, eso es muy lindo —admití, habiéndolos visto juntos y


sabiendo lo bien que resultaron ser como pareja y una unidad familiar que
lo hacía aún más lindo—. Pero olvidas una gran cosa.
—¿Qué es eso?
—Estabas interesada en Hunter. No estoy interesada en Shane.

—Sí, está bien. —Resopló—. Por favor. Si nada más quieres hacerlo.
No hay una mujer de dieciocho a ochenta que rechace una oportunidad
con cualquiera de los hermanos Mallick. ¿Entonces qué pasa? Vamos,
46

necesito un pequeño romance en mi vida. Becca e Izzy tienen la gripe


estomacal. Y no importa cuánto ames a tu pareja, no existe el romance
entre un hombre y una mujer que se turnan para limpiar el vómito durante
dos días.

—Mi ducha se rompió y había agua en todas partes. Conoces este


edificio; es un infierno. Así que llamé a la máquina y arrojé una mierda
sobre que el propietario es un mal casero.

—Oh, esto es bueno —dijo Fee y pude verla mentalmente apoyando


sus tacones de aguja en el escritorio mientras tomaba su café—. ¿Lo
hicieron? No. Olvida eso. No podrías haberlo hecho. Eres demasiada
malhumorada.
—Caramba, gracias. —Me reí—. Él arregló la cosa en la tubería…
—Oh, apuesto a que lo hizo.

—Cállate, Fee. —Me reí, sacudiendo la cabeza—. Y luego limpiamos


el agua. Y luego nos besamos. Eso es todo.

—Si eso es todo, ¿por qué estás tan enojada? Un beso puede
significar tan poco como un apretón de manos a veces. —Sí,
definitivamente no fue un apretón de manos. Estaba convencidísima de
que nunca me había mojado las bragas con un buen y firme apretón de
manos—. A menos que sea más que eso y simplemente no quieres
admitirlo.
—No fue más que eso —le dije con toda la finalidad que pude reunir.
—Entonces, ¿por qué me llamas quejándote?
—No quería que supiera dónde vivía.

—¿Quizás porque tus pantalones comienzan a gritar “¡Tómame!”


alrededor de él?
—Te odio —dije, sacudiendo mi cabeza hacia mi techo.
—Me amas y lo sabes.

—Creo que estoy acostumbrada a ser la amiga mala influencia. Es


extraño estar en el extremo receptor de esto.

—Acostúmbrate a ello. Voy a estar en su caso hasta que sepa que se


han dado amor.
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—¿Dado amor? —repetí riendo—. Eres una operadora de telefonía


sexual retirada y lo mejor que se te puede ocurrir es “¿darnos amor?” Estoy
decepcionada de ti.

—¿Glándula a glándula de combate? ¿Slytherin en el Hufflepuff?


¿Haciendo el monstruo aplastante? ¿Conectar el sustantivo al adjetivo?
De verdad me estaba riendo, mis mejillas se tensaron por mi sonrisa.
—Eso está mucho mejor.

—Bueno. Solo para que estemos claras. Te estás follando a Shane.


Caso cerrado. Tómate el día para acostumbrarte a ese hecho. De chica a
chica aquí, necesitas tener sexo —me dijo.
—Estoy teniendo un período de celibato.

—Estás teniendo un hechizo seco —corrigió—. No trates de


imaginarlo como si fuera una mierda religiosa. No has tenido un buen
cosquilleo en demasiado tiempo y si no te ocupas de eso pronto, sabes lo
que va a pasar. No podrás dejar de pensar en el sexo. Tendrás sueños
húmedos. Y no trates de decirme que las chicas no los tienen. Estamos
totalmente de acuerdo —dijo con desdén—. Y entonces todo lo que
estará en tu cabeza todo el tiempo será el sexo. Sexo, sexo, sexo. Lo cual
es bueno para su trabajo hasta que un día uno de los señores te pida que
te pongas sexy y se lo hagas —hizo una pausa—. Podría ocurrir.

No necesitaba decirme eso. Solo la idea de que uno de esos


señores, y que tal vez uno fuera Shane, oh sí, hubo un endurecimiento
definitivo antes del orgasmo.
Maldición.

—Así que tal vez voy a conseguir un chico en un bar —reflexioné. Esa
era una apuesta más segura a largo plazo.

—Ve a Chaz cualquier noche de la semana y seguro te encontrarás


con algunos partidarios. Juro por todo lo que es santo que esta ciudad no
tiene hombres feos. Esos Henchmen están…
—¿Henchmen? —repetí, mi estómago apretándose un poco.

—Pandilla local de motores. No —enfatizó mientras me tensaba—, la


variedad del guerrero de fin de semana. Son él uno por ciento. Traficantes
de armas, en realidad. Tengo la sensación de que te gustan los chicos
malos.
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—Simplemente no moteros —aclaré.

—Oh, está bien. Mejor no es uno de ellos de todos modos. Entras en


Chaz's y comienzas a flirtear, solo será cuestión de minutos antes de que
Shane vuelva y corte esa mierda inmediatamente.

—Oh, Dios mío —dije, rodando los ojos—. Estás actuando como si
fuéramos un grupo de perros. No puede reclamarme.

—Claro que puede. Los has conocido, ¿verdad? Todos se unirán y se


asegurará de que tu panecillo no tenga nada hasta que tengas ochenta
años.
—Tus eufemismos son ridículos.

—Tengo tres hijas. No puedo estar diciendo folla, chupa, oral y


anales todo el tiempo. Tengo que ser creativa. Ahora es solo un hábito.
Pero sí —continuó—, puedo garantizarte que no estarás teniendo sexo en
esta ciudad. Te guste o no, tu señora cueva tendrá telarañas a menos que
dejes entrar a Shane.
—Tal vez solo voy a invertir en un vibrador realmente bueno.

—¿No tienes un buen vibrador? —me preguntó, sonando horrorizada


ante la idea—. ¿Qué harás pasado mañana? Sea lo que sea, cancélalo.
Iremos a la tienda del sexo. Shenanigans nos espera. Prepárate a las tres.
De acuerdo, adiós —dijo, apresurándose a colgar antes de que pudiera
objetar.

Colgué sintiéndome más ligera, con una sonrisa todavía en la cara,


llena de la comprensión de que echaba de menos esto. Echaba de menos
las amistades. Extrañaba tener a alguien con quien hablar. Viniendo del
ambiente en el que había estado antes, el aislamiento se estaba
encargando de mí. Necesitaba conexión.

Pero el objetivo de mudarme y cortar las ataduras había sido para a


todos los que me importaban y a mí. No podía crear nuevos círculos. No
podía involucrarme con personas que podrían terminar heridas o peor
gracias a mí.
Y ciertamente no podía hacer amistad con Fiona.
Era mi jefa.

Peor aún, era la cuñada del tipo con el que estaba tratando de no
involucrarme.
49

Y su misión era unirnos.


Como si necesitara más cosas empujándome hacia él.
Mi impulso sexual era lo suficientemente difícil de superar.

Solo tenía que esconderme y no ir a ningún lado cerca de los lugares


donde podría toparme con él.
Eso era todo.
Fácil.
50

5
Lea
Traducido por AnnaTheBrave

Corregido por Mime

Mi plan para evadir a Shane comenzó con acceder a acompañar a


Fee a la sex-shop donde nos divertimos mucho, pero me negué a ir a su
casa a almorzar después porque sonaba como si tuviese “emboscada”
escrito por todos lados.

A partir de ahí, fue más fácil ya que Fee estaba casada y tenía una
camada de niñas, por lo tanto, no era exactamente un tipo de amiga de
"salir por la ciudad". Así que me mantuve lejos de Chaz’s y revisé que su
motocicleta no estuviera en el terreno de mi edificio.
No tuve problemas.

Sí, eso fue hasta la semana siguiente cuando entré en mi nuevo


gimnasio, un poco demasiado emocionada por usar mis nuevos
pantalones galaxia de yoga y la repugnante camiseta púrpura con una
imagen de un aguacate en una cinta de correr con una banda para el
sudor en la cabeza, con la intención de hacer que mi cuerpo se moviera.

Nunca había sido, y nunca sería, una fanática de la actividad física.


Simplemente no había sido creada para ello.

Pero dicho esto, tenía un inactivo trabajo de escritorio. Necesitaba


poner mi trasero en movimiento antes de que pasara de sacudirme
seductoramente a sacudirme como un pudding de tapioca. Además, eso
me sacaba de mi horrible apartamento durante algunas horas. Era mi
forma de consentirme.

Eso fue hasta que me puse los auriculares después de una sesión
agotadora con la caminadora inclinada y aceleré la velocidad de la
51

cinta. Justo cuando comencé a meterme en ello, un movimiento por el


rabillo del ojo me detuvo. Por qué me llamó la atención, no tenía idea.
Pero así fue y volví la cabeza para ver nada menos que al maldito Shane
Mallick caminando hacia el vestuario de los hombres.

—Por supuesto —gruñí, apagando la máquina con una mezcla de


alivio y molestia. Alivio porque, bueno, era mi creencia personal que
cualquiera que realmente disfrutara correr era un maldito masoquista.
Molestia porque, a pesar del masoquismo, me había entusiasmado por
hacer un poco de ejercicio.

Tal vez más que solo una partecita de eso tenía que ver con el
hecho de que estaba tan sexualmente frustrada como una persona podría
estarlo antes de volverse loca. Pensé que el gimnasio sería una buena
salida para todo eso, así como la preocupación crónica que tenía sobre
que alguien me encontrara, me sacara a rastras de Navesink Bank, y lo
qué pasaría después de eso.

Además de todo eso, me había sacado al público por un rato. Lo


que necesitaba. Yo vivía sola, trabajaba sola, dormía, comía, me
duchaba, compraba, todo sola. Era agradable estar cerca de la gente.
Pero no de Shane.
Demonios no.

Salté de la cinta y caminé por el pasillo hacia el vestuario de mujeres,


manteniendo mi cabeza agachada mientras lo hacía.

Tendría que encontrar una hora diferente para entrenar. Lo más


probable era que las tardes fueran su tiempo. Había estado en gimnasios
lo suficiente como para saber que los tipos que se ejercitaban tanto como
Shane debía hacerlo, generalmente mantenían un horario apretado.
Entraban en tal o cual momento y hacían tal o cual cosa y hablaban con
tal gente, luego se iban. Entonces, si cambiaba mis entrenamientos a
después de mi turno de noche, estaría bien. O tal vez incluso justo antes de
mi turno. Si no había nadie en la oficina, no había nadie a quien le
importara si aparecía sudada.
Con eso, saqué las cosas de mi casillero y me dirigí hacia la larga
hilera de puertas cerradas que eran los cuartos de baño. En verdad era un
buen gimnasio. Todo el equipo era lo último en tecnología. Todo estaba
limpio. Pero los cuartos de baño, oh sí, se esforzaron con ellos. Cerrabas y
bloqueabas una puerta que conducía a una pequeña área de asientos
52

con espejos, tocadores y secadores. Luego, a través de esa habitación


había otra puerta que conducía a un cuarto de baño completo con un
desagüe en el piso y una cálida baldosa color arena.

Me quité la ropa sudada, saqué la limpia de mi bolsa de gimnasia


para poder meter la sucia, agarré una toalla y mis productos de baño, me
deslicé en mis chanclas de ducha y entré en el cuarto de baño.

Allí, dejé pasar casi una hora, disfrutando del hecho de que no era
un edificio de mierda con un tanque de agua caliente de mierda que
hacía que mis duchas se volvieran glaciales después de ocho minutos.

Y, como todas las mujeres sabían, una ducha lo curaba todo. Lo juro,
mientras el jabón daba vueltas por el desagüe, también lo hacía todo el
estrés que había estado sintiendo.

Me exprimí un poco el cabello con una toalla, luego me lo sequé y lo


envolví en la toalla blanca que ofrecía el gimnasio que olía a blanqueador,
y salí al vestidor.

—¿Vas por el récord mundial de ducha, nena? ¿Qué tan sucia


puedes estar?

Grité mientras me tiraba hacia atrás, mi columna golpeando la


jamba de la puerta cuando mis ojos se posaron en Shane al otro lado de la
pequeña habitación, apoyado contra la pared, con los brazos cruzados,
como si tuviera todo el tiempo del mundo.

—Sal de mi vestidor —espeté, demasiado sorprendida como para


estar enojada, sin tener en cuenta el peligro. No porque pensara que me
haría daño, sino porque haría exactamente lo contrario a eso. Y lo
deseaba demasiado.
—No.

—¿No? —balbuceé—. ¿A qué te refieres con no? Sal o gritaré por


ayuda.
—No te hará ningún bien.

—¿Por qué no? —pregunté, mi estómago se apretó un poco,


teniendo la sensación de que sabía lo que estaba por suceder.
—Porque soy el gerente. Soy el dueño de este gimnasio.
Por supuesto que sí. El hombre era dueño de todo en mi jodida vida.
53

—De todos modos, estás siendo un pervertido en este momento. Sal.

—No creo que lo digas en serio —dijo, alejándose de la pared y


cerrando la distancia entre nosotros. Parecía absorber todo el aire de la
habitación, haciendo que mi pecho se sintiera apretado y mi cabeza,
ligera. Se movió hacia mí, pero no hizo contacto, su cuerpo entero estaba
a un mero susurro del mío. Una de sus manos estaba apoyada en la pared
al lado de la parte superior de mi cabeza. Tragué saliva, haciendo mi
mejor esfuerzo por mantenerme firme, no agacharme bajo su brazo y salir
corriendo del edificio con mi toalla y las chanclas de la ducha.

—¿Verdad? —preguntó y literalmente no pude recordar en qué se


suponía que estaba equivocada.

Aunque no era tan estúpida como para saber que él definitivamente


estaba equivocado.
—Shane, yo…

—¿Te saltaste esa puesta en escena increíblemente transparente


después de tu salida con Fee? —preguntó, deslizando su mano libre por el
costado de mis costillas—. Vi la bolsa con la que ella vino. Falo-opy, ¿eh?
Me pregunto qué podrías haber comprado allí.

—Nada —mentí, mi piel zumbaba donde sus dedos se movían sobre


mi vientre, luego hacia abajo, hacia mi cadera, hundiéndose ligeramente.

—Y apuesto a que puedo decirte en quién estabas pensando


cuando presionaste un vibrador contra ese coño —dijo, con voz baja,
retumbante; el sonido reverberó a través de mi cuerpo y se asentó con una
presión muy fuerte en la parte inferior de mi estómago—. Dime que estoy
equivocado —dijo, mientras su cara se acercaba más a la mía. Ante mi
vacilación, sus labios presionaron los míos con fuerza. Su lengua salió y
separó mis labios, entrando furtivamente para jugar con la mía. Mi cuerpo
se arqueó contra el suyo, mis manos subieron alrededor de su cuello,
levantando mi cabeza para darle un mejor acceso. Su mano se movió
hacia abajo, jugando con la piel de mi rodilla antes de deslizarse hacia
arriba, moviendo lentamente el material áspero de la toalla. Su dedo se
deslizó hacia adentro de mi muslo interno. Mi sexo se apretó con fuerza un
segundo antes de que su dedo finalmente se moviera hacia donde más lo
necesitaba, deslizándose en mi hendidura resbaladiza.
54

Y fue justo en ese segundo que me di cuenta de algo. Y fue un baño


de hielo para mi sistema sobrecalentado. Porque su mano estaba entre mis
muslos. Donde no me había afeitado en meses.
Meses.
Jesucristo.

—Detente —demandé contra su boca, arrastrando mis manos de


alrededor de su cuello, y presionándolas contra su pecho hasta que
retrocedió un paso.
Shane frunció el ceño mientras me miraba.
—¿Estás bien?

Mi mano subió y se aferró al nudo en mi toalla, resistiendo el impulso


de morir de total y completa mortificación. Me había estado afeitando
desde que tenía doce años. Nunca, nunca lo dejaba ni un día. Ni siquiera
cuando estaba entre hombres.
—Estoy bien. Simplemente no quiero esto —dije, mi voz se quebró un
poco a la mitad por la obvia mentira. Él había sentido cuánto lo deseaba.
Había gemido cuánto contra sus labios.
—Lea…

Oh, Dios. No necesitaba decir mi nombre con esa voz ronca y sexual
suya.
Apreté mis muslos y respiré profundamente.

—Por favor, vete —dije y mi voz contenía una especie de tristeza que
no podía entender. Pero los hombros de Shane se relajaron un poco ante
el sonido y asintió, moviéndose hacia la puerta.
—Está bien —dijo antes de volverse hacia mí—. Nos vemos, Lea.

La puerta se cerró detrás de él y me recosté contra la pared,


luchando contra el aguijón completamente irracional de lágrimas en el
fondo de mis ojos. ¿Qué estaba mal conmigo? Yo no era de las que
lloraban. Había dejado todo y a todos los que amaba para mudarme al
otro lado del país para vivir con miedo, en la indigencia, completamente
sola en el mundo y no había llorado al respecto. No fue así como me
criaron, con suavidad, nutriendo mis sentimientos. Me enseñaron a
fortalecerme y lidiar con lo que viniera en mi dirección. Así era como
55

manejaba las cosas: con el labio superior rígido, los hombros cuadrados y
el dedo medio hacia arriba.

Estaba bastante segura que la última vez que había llorado fue en la
escuela secundaria.

Y estaba jodidamente segura que no iba llorar por un poco de


vergüenza y un deseo insatisfecho.
Esa no era la clase de mujer que era.

Pero aparentemente era el tipo de mujer que cambiaba su horario


para evitar a un hombre al que no debía ceder. Lo cual era, en sí mismo,
un poco patético. Pero ese era un hecho que estaba tratando de ignorar.
56

6
Shane
Traducido por Brisamar58, Kellu y Smile.8

Corregido por Mime

—¿Acaso esa era Lea saliendo de aquí? —me preguntó Mark


cuando volví a la sala de pesas—. ¿Qué? ¿Finalmente pudo echarle un
buen vistazo a esa fea jeta tuya?

—Vete a la mierda —dije, sin humor para la provocación. Mi pene


todavía estaba medio duro después de esa interacción en el vestuario. Me
había deseado. Todo en ella había sido un testimonio de ese hecho: su
respiración, sus brazos rodeándome, sus labios respondiéndome, sus
gemidos guturales, su puto coño mojado. Todo. Me deseaba. Y nada sobre
Lea parecía implicar que era el tipo de mujer que se negaba a sí misma las
cosas que quería. Entonces, el problema no era tan simple como no querer
una buena follada. Ni siquiera era su inexplicable impulso de tratar de
negar la atracción entre nosotros. Era algo más, eso estaba claro.

Porque era una mentirosa de mierda. Sus ojos la delataban todo el


tiempo.

—Todavía no consigues nada, ¿eh? —preguntó Mark, ajeno o


indiferente a mi estado de ánimo de mierda—. Tal vez no le guste lo de
Hulk. Debería darle un…

—Lo juro por Dios, Mark… —comencé, moviéndome hacia él, mi


cuerpo tenso. Los hombres normales se habrían alejado de un hombre
como yo acercándome a ellos con ira. Pero Mark no era normal. Mark
creció en la misma casa conmigo, donde no nos sentimos desalentados de
utilizar nuestros puños para resolver problemas. Le había pateado el culo
innumerables veces; él había pateado el mío la misma cantidad.
57

—¿En serio crees que está bien traer tu mierda personal aquí? —
preguntó Ryan detrás de mí, haciéndome exhalar fuerte. En parte porque
tenía razón y en parte porque que él apareciera en mitad del día solo
podía significar una cosa.

—¿Qué pasa? —pregunté a medida que me giraba para


encontrarlo de pie con un traje gris, una camisa gris y una corbata roja.

Ese era Mark, un matón de un usurero que parecía un jodido


abogado.
—Mo.

—Oh, tienes que estar jodiéndome —gemí, pasándome una mano


por el cabello.
—Papá ha hablado con él. Igual que yo.
—Yo también —dijo Mark, sentándose en el banco.
—Entonces es tu turno.

—Sí, pero ¿alguno de ustedes derramó sangre? En caso de que lo


hayan olvidado, Mo es un Henchmen.

Ryan se encogió de hombros, levantando el brazo para mirar su reloj.


Era el único hombre que conocía de menos de sesenta años que todavía
usaba un reloj para controlar el tiempo.
—Habla primero con Reign. Razona con él.
—¿Razonar con un motero? —pregunté, con los labios levantados.
—Es muy estricto. No se ve bien en él tener a sus hombres estafando.
—¿Cuánto le debe a papá?
Ryan negó con la cabeza.
—Ocho grandes.
—Mierda.
—Sí.

—Bien. Voy a cambiarme y dirigirme al recinto —dije con tanto


entusiasmo como cuando me sacaron todas las muelas del juicio.

Navesink Bank tenía una economía interesante. Es decir, dependía


totalmente de la mayoría de las organizaciones criminales. Y teníamos
58

nuestra parte justa. Aparte de mi familia, estaban los Henchmen MC, que
traficaban armas, Richard Lyon y sus importaciones, V y su tráfico de piel, la
pandilla de Calle Tres y su heroína y prostitutas, los varios talentos de Lo y
Hailstorm, Lex Keith y su reino de terror, y la familia Grassi y sus muelles.
Luego estaban los jugadores independientes: Shooter y sus asesinatos por
contrato, Breaker y sus músculos por contrato, demonios, incluso Barney y
su falsificación. Era un delicado equilibrio entre todos nosotros saber qué
líneas se podían cruzar y cuáles no. Por ejemplo, salía a buscar cerveza y
faldas con Shooter y Breaker a veces, y comíamos en el restaurante de
Grassi. Pero no me involucraba con los más volátiles de ellos.

Reign y sus Henchmen estuvieron en un período de paz general


después de la tormenta de mierda que azotó nuestra ciudad cuando el
liderazgo de su padre fue puesto a prueba y terminó con la mitad de sus
hombres y él mismo muertos, haciendo que Reign asumiera el papel siendo
joven. Pero eso no significaba que fueran débiles. Aunque que Reign no
fuera fanático de la violencia caótica por el mero hecho de serlo, sí era
algo como su padre, Ryan tenía razón, era muy estricto. Sus filas eran
pequeñas, pero crecían, y no toleraba que ninguna de ellas trajera una
revisión excesiva a su organización.

Dicho eso, tenía sangre en sus manos. Demonios, probablemente


tenía más en sus manos que yo, con todo y que yo tenía bañeras llenas de
mierda sobre mí. La diferencia era que no tomaba vidas; Reign sí. No a
menudo y solo cuando era necesario, pero sucedía.

Así que acercarse a él, incluso cuando uno de sus hombres la estaba
jodiendo, no se sentía exactamente bien.

Me puse los jeans y una camiseta blanca y conduje hacia la calle


principal de la ciudad, aparcando frente a las puertas del recinto de los
Henchmen, que era un edificio bajo y sin ventanas que una vez había sido
un taller mecánico en un gran terreno. Los novatos eran vistos a todas
horas, caminando alrededor del perímetro, manteniéndolo a salvo. Salí de
mi automóvil, agarré una palanca, la enganché a mi espalda en el
cinturón y me dirigí a las puertas.

—Tengo que hablar con Reign —le dije a uno de los novatos que
estaba parado allí en su chaleco, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Era joven para ellos, definitivamente no más viejo que unos veintitantos
años con cabello oscuro, ojos azul claro que sugerían que habían visto
algo de mierda, y una cicatriz corriendo por todo su rostro. Lo conocía de
vista y su reputación como restaurador de autos clásicos. Repo.
59

—Shredder —le dijo Repo al otro que estaba cerca—, ve a ver si


Reign tiene un minuto.

Con eso, el otro chico corrió a dentro del edificio donde, incluso a la
mitad del día, sabía que había una buena cantidad de moteros dando
vueltas, bebiendo, follando o haciendo estupideces.
Esperaba que Mo fuera uno de ellos. Haría mi vida más fácil.

—Mallick, ¿eh? —gritó una voz profunda y grave mientras salía del
edificio. Reign era alto, con una complexión medianamente fuerte,
cabello oscuro y ojos verdes claros. Tenía una de esas caras por las que las
chicas empapaban sus bragas, mandíbula fuerte y cejas grandes—. Repo,
puedes acercarte —le dijo al novato con el tono desdeñoso en que los
moteros mayores siempre hablaban con los sangre jóvenes—. ¿Cuál eres
tú? Todos ustedes se ven iguales.

—Shane —dije, sin sentirme ofendido. He estado escuchando esa


mierda toda mi vida.

—Shane —dijo, levantando las cejas—. Está bien, dime por qué estás
caminando hacia mi puerta con una puta palanca o vamos a tener
problemas.

—Uno de tus hombres nos debe ocho mil dólares. Charlie habló con
él. Ryan habló con él. Mark habló con él.
Reign exhaló con fuerza, asintiendo.
—Así que ahora es el momento de dejar de hablar —adivinó.
—Temo que sí.
—¿Cuál?
—Mo.

—Oh, maldito Mo. Ese pedazo de mierda —dijo, pasándose una


mano por el cabello como si el hombre no hubiera sido más que un dolor
de cabeza durante mucho tiempo.
—¿Está aquí?
—Llegó de las pistas hace veinte minutos.

Gastándose todo el dinero que tenía. Lo cual supuse significaba que


mi visita no iba a ser de mucho provecho. Pero aún tenía que hacerse.
60

—¿Vas a enviarlo aquí?

—No —respondió Reign de inmediato, haciéndome retroceder,


sorprendido—. No vamos a dejar que suceda esta mierda por aquí. Ambos
tenemos apariencias que cuidar. No voy a tener problemas porque mis
hombres no liquiden sus deudas. Tenemos un cobertizo ahí atrás —dijo,
señalando con su barbilla el césped de atrás. Sabía todo sobre el
cobertizo. Ese cobertizo había existido por generaciones. Escuché que
había un jodido desagüe en el piso para deshacerse de la sangre
derramada allí—. Vamos —dijo señalando hacia la puerta principal—.
Vamos a buscar a Mo para que puedas terminar con esto.

—Shane, pedazo de mierda —oí gritar tan pronto como entré en la


casa club que se completaba con todo un bar, un televisor gigante, una
mesa de billar y media docena de moteros—. Robaste a esa jodida
pelirroja con las tetas exuberantes justo debajo de mis narices el mes
pasado.

Me volví con una sonrisa, sabiendo a quién encontraría. El hermano


menor de Reign, Cash, era tan diferente de Reign como era posible tanto
física como mentalmente. Reign tenía el cabello oscuro, Cash era rubio, la
mitad de su cabeza estaba afeitada muy corto, el otro lado estaba largo.
La estructura ósea era similar, pero lo ojos de Cash eran de color verde
oscuro comparados con los ojos color avellana de Reign. Y donde Reign
era duro, severo, frío y peligroso, Cash era más alegre, despreocupado y
relajado. Sin mencionar que Cash era uno de los mayores mujeriegos de los
alrededores.

Constantemente estábamos recogiendo mujeres en los bares sin


siquiera darnos cuenta.

—No es mi culpa que te descuidaras, Cash —dije, sacudiendo mi


cabeza mientras él se movía hacia mí, golpeándome con una mano en la
espalda.

—Consigo la siguiente con pecas —exigió—. ¿Estás aquí por un


trago?
—Está aquí por Mo —aclaró Reign.
—¿Que hizo ahora? —preguntó Cash, poniendo los ojos en blanco.

—El tipo de cosa que requiere una visita de un Mallick empuñando


una palanca.
61

—Claro. —Cash suspiró—. Iré a buscarlo por ti. ¿Cobertizo? —le


preguntó a su hermano quien asintió.

Con eso, me condujeron a través de la casa club, paré dos o tres


veces para que Reign les dijera algo a sus hombres, antes de conducirme
por la puerta de atrás y cruzar el patio. Para cuando llegamos al cobertizo,
Cash estaba parado fuera de la puerta con aspecto resignado.

—Haz lo que tengas que hacer —dijo Reign, agitando su mano—.


Estaremos aquí afuera.

Asentí, alcanzando la puerta y entrando. No podía decir


exactamente que disfrutara de mi trabajo. No era ese tipo de trabajo. No
lo hacías con una sonrisa y un corazón ligero. Lo hacías porque entendías
la necesidad de hacerlo. No era mi lugar sentir empatía por un adicto al
juego. Nadie obligaba a estos tipos a pedir dinero a personas que sabían
que podrían romperles las rodillas si se largaban sin pagar. La usura era una
parte necesaria del inframundo criminal y pensaba que al menos mi familia
tenía escrúpulos. No hacíamos mierda para joder a tu familia. Nunca
tocábamos mujeres. Y te dábamos por lo menos dos oportunidades para
recuperarte antes de derramar tu sangre.
Era, para todos los efectos, justo.

Y fuimos criados desde una edad temprana para ver la violencia de


forma diferente que otros. No creo que haya pasado una semana de mi
vida desde los cinco años donde no estuviera cubierto por mi sangre o la
de otra persona. Toda esa mierda acerca de la violencia que no resuelve
nada, sí, era una mierda políticamente correcta de la nueva era. La
violencia es una de las únicas cosas que soluciona permanentemente
cualquier cosa. Nunca había visto a un matón en la escuela que
mantuviera esa mierda cuando tenía la nariz, los ojos y las costillas rotas por
los niños a los que solían molestar. Y, bueno, un golpeador de esposas no
podría seguir golpeando a su mujer si de pronto le cortabas las manos, ¿o
no?

—Solo necesito otro día —me dijo Mo antes de que incluso cerrara la
puerta. Había casi un rastro de alivio en su tono, como si le preocupara
que la razón por la que estaba en el cobertizo fuera por negocios de los
Henchmen, no por el dinero que nos debía. Mo era una imitación pequeña
y llorona de un verdadero motero. Aunque era alto, estaba demacrado,
con cabello grasiento y una voz nasal.
62

—¿Por qué? ¿Así puedes ir y perder más dinero en las pistas? Esto no
funciona de esa manera y lo sabes. Papá habló contigo; también lo
hicieron dos de mis hermanos. Es hora de dejar de hablar.
—No, hombre. No entiendes…
Oh, las excusas. Los quejidos. El “ay pobre de mí”.
Esa era la peor parte del trabajo.

—Entiendo que hiciste un trato y te echaste para atrás. Eso es lo que


entiendo. Ahora te estoy diciendo que eres un hombre y tomes lo que te
viene sin lloriquear como una perra por ello.

Me moví hacia él mientras él retrocedía, levantando mi labio por la


cobardía de eso. Me balanceé, mi puño chocando fuerte con su
mandíbula, haciendo que su cabeza se moviera a un lado. Antes de que
pudiera siquiera registrarlo, mis puños fueron a su centro, mi sangre se
cargó de adrenalina. Era fácil una vez que comenzabas, no escuchabas
los gritos, de alguna manera impulsado por la vista de la sangre.

—¡Para! ¡Para! —gritó Mo, limpiándose la nariz ensangrentada con su


antebrazo, levantando sus manos—. Te daré información.

Me tensé ante eso, una sensación de malestar revolviéndose en mi


estómago, teniendo la sensación de que las cosas habían empeorado
para el pobre viejo Mo.

—¿Información? —pregunté, cerrando mis manos en puños a los


costados.

—Sí, sí. Todo lo que quieras, hombre. Olvídate de los ocho mil y
puedo… no sé. Te diré dónde está la bóveda de armas. O dónde se dará
el próximo golpe. Valdrá fácilmente el doble. Quizás tres veces más.
Oh, mierda.

Exhalé con fuerza, sabiendo lo que tenía que hacerse. Mira, no


aprobaba lo que debía seguir, pero entendía una cosa sobre nuestro estilo
de vida: Nada importaba más que la lealtad. Nuestras organizaciones
dependían de ello. Nos mantenía vivos. Nos mantenía a todos fuera de la
cárcel. Y los soplones no recibían puntadas como decía el refrán. No sabía
de dónde carajo vino ese pensamiento de mierda. Ningún imperio criminal
que mereciera la pena permitiría que un soplón escapara con aliento en
sus pulmones. Y los Henchmen, sí valían la pena. Además, los clubes de
63

moteros entendían que nada, ni siquiera la familia, era más importante que
la hermandad.
Mo acababa de firmar su certificado de defunción.
Metafóricamente.

Su cuerpo nunca iba a ser encontrado si yo sabía algo de estos


traficantes de armas.

—Es bueno saberlo —le dije, asintiendo y moviéndome hacia la


puerta.

Salí, atrayendo no solo la atención de Reign y Cash, sino también del


mamut barbudo que estaba a su lado. Ahora, Cash era capaz cuando
tenía que serlo; Reign era mortal; Wolf, sí, Wolf, era un maldito animal
cuando se enojaba. Él era un gigante silencioso con unos jodidamente
raros ojos color miel y un pasado que hacía que la sangre que Reign y yo
derramamos pareciera la hora amateur.

—¿Eso es todo? —preguntó Cash, dándome una sonrisa


confundida—. No es de extrañar que los muchachos estén felices. Estás
perdiendo tu toque.

—Reign, tenemos un problema —le dije, haciendo que se pusiera


rígido—. En realidad, tú tienes un problema.
Hubo una breve pausa, Cash y Wolf poniéndose igual de tensos.
—¿Qué problema tengo?
—Mo parece estar soltando secretos del club.
—¿Qué mierda? —gruñó Wolf. Gruñó. Mencioné que era un maldito
loco.
—¿El pequeño Mo lloriqueando? —agregó Cash.

—Parece que está dispuesto a intercambiar su deuda por la


información sobre dónde será su próximo golpe.

—Tienes que estar jodidamente bromeando —ladró Reign, con las


manos en puños y sus ojos ardiendo.

—Sé que la lealtad es importante para tipos como nosotros. Pensé


que sería bueno que supieras que tienes una rata.
64

Reign levantó una mano, frotándola en su cara. Eran momentos


como este en los que se podía ver literalmente el peso del liderazgo sobre
un hombre. Sus hombros bajaron; su mandíbula se puso tensa. Sabía lo que
tenía que suceder. Sabía que era necesario, pero no disfrutaba de ese
hecho en absoluto. Él optaba por no derramar sangre. Pero algunas cosas
no se podían evitar.

—Mierda —dijo, resignando a lo inevitable—. Aprecio que nos hayas


dicho esto. Tendré los ocho mil dólares para el final de la semana una
vez… que las cosas se arreglen —dijo, sacudiendo su cabeza hacia el
cobertizo.

Justo en ese momento, como si sintiera o escuchara lo que


estábamos discutiendo, la puerta del cobertizo se abrió y Mo salió volando.
Verás, hay algo que aprendí de acampar con papá y mis hermanos
cuando éramos niños. Si había algo que no hacías con un animal salvaje,
era correr. Frente a mí, Wolf dejó escapar un gruñido, su forma masiva se
movió más rápido de lo que creería posible, cruzó el patio, atrapó a Mo
por la nuca y lo arrastró, jodidamente arrastró al hombre que gritaba de
vuelta al cobertizo.

—Te dejaré en ello —le dije, aceptando la mano que Reign me


había extendido, consciente de que su atención estaba en el cobertizo,
preparándose mentalmente para lo que venía, y no en mí. Cash sacudió
su barbilla hacia mí, toda la jovialidad y ligereza desaparecieron,
reemplazadas por Cash, el motero criminal. Era casi asombroso verlo
mientras se dirigía hacia el cobertizo.

—Te veo por ahí, Shane —acordó Reign, dejándome para que
saliera por mí mismo mientras se dirigía hacia el cobertizo también.

Me fui sintiéndome más pesado de cómo había llegado. Conduje mi


moto de vuelta a mi casa, limpiándome la sangre, lanzando mi ropa a la
lavadora (siempre consciente de la posibilidad de pruebas de ADN). Me
cambié, paseé por mi piso por un largo minuto, después volví al
estacionamiento, subí a mi camioneta, y me fui a la jodida tienda de cosas
para el hogar. Verás, una cosa que había pesado sobre mí desde que oí la
airada e increíblemente atractiva voz de Lea en mi máquina sobre su
ducha rompiéndose, era el hecho de estaba viviendo en un edificio medio
dilapidado, a un tiro de piedra de la banda de la Calle Tres y toda esa
gente de mala muerte con la que se involucraban.
65

Sola. La maldita mujer más hermosa que jamás había visto en mi


vida, y había visto y puesto mis manos en mi parte justa, vivía sola en un
gueto sin ni siquiera tener una puerta decente.

No es que no me importasen una mierda mis negocios. Pero


entendía a mis inquilinos. Ellos querían pasar desapercibidos a propósito. Si
el lugar en que vivían de repente parecía el maldito Hilton, los policías
sospecharían acerca de cómo un grupo de personas aparentemente
desocupadas lograba pagar el alquiler allí. Espiarían. Luego perdería
inquilinos. Así que dejé que el lugar siguiera estando en mal estado y,
literalmente, nunca tuve una queja al respecto.

Pero Lea no era mi típica inquilina. Se había mudado porque


realmente no tenía efectivo. Por el amor de Dios, tenía el estómago vacío
cuando la traje a casa de mis padres. No era la clase de mujer que estaba
cómoda viviendo en un edificio de apartamentos que no le ofrecía ningún
tipo de seguridad.

Vivía allí porque era el lugar más barato del condado. Y eso, bueno,
no me gustaba. No porque pareciera como si no pudiera manejarlo,
parecía una tía dura de verdad.

Pero eso no significaba que tuviera alguna oportunidad en contra de


algún imbécil de los bajos fondos que entrase en la casa para robarle o
porque la había visto bien y decidía llevarse lo que no le habían ofrecido.
Esa era una situación en la que ella jamás debería encontrarse, solo
porque no hice un par de alteraciones.

Me detuve frente al edificio una hora más tarde, saltando y


agarrando mi palanca de nuevo, dirigiéndome no a mi edificio, sino al
depósito de chatarra de al lado. Una de las cosas que necesitaban arreglo
era la valla que separaba mi parcela de Carl y sus animales rabiosos.
Llamé a su puerta con la palanca, moviendo la cabeza hacia los perros
quienes cargaron contra la valla hacia mí, con sus bocas gruñendo, la
espuma volando por todas partes. Entendía el querer mantener a los
imbéciles fuera de su propiedad, pero ellos eran una amenaza pública.

—¿Shane? —preguntó, sus ojos inmediatamente yendo a mi barra


de hierro, poniéndose rígido. Un Mallick en su puerta con una palanca
nunca era una buena cosa. Y aunque definitivamente ya habíamos hecho
negocios con Carl antes, no tenía actualmente deudas con nosotros.

Carl era exactamente igual que su nombre y exactamente igual que


el tipo de hombre que podías ver manejando un depósito de chatarra.
66

Tenía unos cuarenta años, con una panza cervecera que sobresalía y que
apenas mantenía contenida por una camiseta sin mangas blanca
ajustada. Su cabello era viscoso y descuidado alrededor de su cara
grasosa. Su bigote porno de los setenta era jodidamente criminal.

—Tienes que mantener a tus bestias fuera por un tiempo. Voy a


derribar la valla antes de que uno de mis inquilinos consiga rabia.

—Shane, hombre, no es como si pudiera salir allí y ponerles una


correa…

—No quiero escuchar tus jodidos problemas —le interrumpí—.


Guarda a tus perros o llamaré a la Sociedad Protectora de Animales y veré
lo que tienen que decir acerca de ellos viviendo fuera todo el año sin
comida. Se los llevarán y ya sabes lo que les pasará en un refugio. Son
viciosos, así que los matarán. Entonces no tendrás nada que proteja tu
jardín de mierda de los ladrones. Así que aleja a tus putos perros, durante
los próximos veinte días, o tendremos problemas.

Con eso, me fui de nuevo a mi camioneta, sacando la carretilla y


llenándola de postes, secciones de valla de acre, cubos y cemento para
asentar los postes. Miré a través de la mierda verde en el cerco de malla
mientras Carl salía con una pistola tranquilizante y disparaba a sus perros
quienes ni siquiera gimieron ante el impacto. Diez minutos más tarde, todos
se habían desmayado y los movió y los llevó a un garaje en la parte lateral
de su propiedad. Me hizo señas y volví a trabajar.

Era ya un par de horas más tarde cuando olí el humo del cigarro y
elevé la mirada para ver a Barney de pie junto a mí.

—¿Qué pasa, Barney? —le pegunté, deslizando mi brazo por mi


frente para secarme el sudor.

—Sabes que esa chica odia a esos perros —dijo casualmente—. Me


dijo que le habían hecho daño una vez. Le tuvieron que poner puntos y
todo eso. Cuando sale de su auto y los escucha, la chica bonita corre a su
puerta. La puerta que no tiene cerrojo —dijo enfáticamente.

Le di una sonrisa, gustándome que hubiera alguien en el edificio que


se preocupase por ella, incluso si era un viejo falsificador artrítico. Señalé
hacia mi pila de suministros para la nueva puerta que tenía allí.

No era una maldita puerta de madera hueca. Era una puerta de


seguridad con una docena de barras de metal internas, lo que significaba
muchísimo más trabajo para mí para instalarla.
67

—Lo tengo cubierto —dije.


—La has visto, ¿verdad?

—Trabaja para mi cuñada —respondí con una inclinación de


cabeza, poniéndome de pie para ir tomar una botella de agua.
—Una chica bonita como ella sin ningún hombre que la cuide.
—La estoy cuidando —le dije sin pensar.
¿Qué mierda?
No la estaba cuidando. Eso era ridículo.
Excepto que sí, lo estaba haciendo.

Había gastado miles de dólares para arreglar mi edificio. Por ninguna


otra razón más que ella viviendo allí.
—Bien. Eso es bueno. Necesita un hombre como tú.

—¿Por qué? —pregunté, genuinamente curioso. Barney, a pesar de


sus años en los bajos fondos, tenía ojos penetrantes y buenos instintos.
Quería saber qué pensaba de Lea.

—Porque no es lo que parece. ¿Bonita? Por supuesto.


¿Autosuficiente, una trabajadora dura, con una boca inteligente y fuerte?
Sí. Pero también es algo más.
—¿Me lo vas a decir o qué?
Encogió sus frágiles hombros, dando una larga calada a su cigarro.
—Son las cosas pequeñas.
—¿Cómo qué?

—Cómo la forma en que mira alrededor del estacionamiento


cuando sale de su auto.
—Es un barrio de mierda. Cualquier mujer comprobaría.

—No, no como ella. Y se pone rígida cuando escucha una moto. Y


no tiene correo. Ni siquiera publicidad. Nada. Ahora, he creado
identificaciones falsas para niños y jóvenes en esta área. Y he hecho
pasaportes para sacar a los señores del crimen fuera del país antes de que
los llevasen a la cárcel. ¿Pero sabes quiénes vienen más a mí?
—¿Quiénes?
68

—Las personas que se meten en mierda de la que no pueden


desenredarse con sus identidades intactas.
—Estás diciendo que Lea está huyendo de algo.

—Una chica así, inteligente, divertida y buena como ella, de ninguna


manera está sola en el mundo, ¿sabes? Tiene gente en alguna parte. ¿Por
qué no está con ellos?

Sí, bueno, ese era un buen punto. No se me había escapado cuán


fácilmente se llevó con Fee y mis hermanos. Ella tomó sus mierdas y se las
devolvió. No hubo duda, ni incomodidades. Era social. Y aun así vivía sola.
Fee dijo que no parecía tener ni familia ni amigos. No concordaba con su
personalidad.
—Solo pensé en plantar esa semilla —dijo Barney con un
encogimiento de hombros—. Si la estás cuidando, me imaginé que estaría
bien que le dieras un pensamiento. Esperaré esas llaves —dijo, señalando a
la nueva puerta—, bajo mi puerta.

—Lo tengo Barney. Gracias por la información —comenté mientras


se alejaba, saludándome.

Con eso, regresé al trabajo, terminando la valla y después pasando


a la vieja puerta rota, perforando huecos en las nuevas barras, después
conectándolos a la puerta de seguridad. Dejé las llaves bajo todas las
puertas del edificio, pero me encontré guardando la suya para más tarde.

Sabía por la muy comunicativa Fee que Lea trabajaba esa noche. Y
bueno, simplemente yo tenía una llave del edificio en caso de una
emergencia.

Sentí como que tener la llave del apartamento de Lea en una zona
muy mala parecía muy, muy urgente.
69

7
Lea
Traducido por Lyla, Myr62, Selene1987 y Ximena

Corregido por Larochz

Tenía una bolsa colgada de mi brazo y una taza de café en la mano


cuando doblé hacia la puerta de atrás, dando un rápido saludo de
despedida a Barney antes de detenerme.

—Ah, ¿esa es una puerta nueva? —pregunté, volviéndome hacia


Barney, quien me estaba asintiendo con la cabeza.
—Es un buen hombre cuidándote así.
Mis cejas se unieron ante eso.
—Disculpa, ¿qué?

—Shane Mallick. Vino aquí antes y puso esa nueva puerta de


seguridad. También cuesta un dineral. Solo para asegurarse de que estés a
salvo.

—Más bien, tenía miedo de que lo denunciara por las malas


condiciones alojamiento —lo contradije.
—También colocó una valla nueva para protegerte de esos perros.
—Barney, ¿de qué estás hablando? No estoy saliendo con Shane.

—¿No? —preguntó, levantando las cejas con fingida sorpresa—.


Entonces tal vez deberías ver que se está desviviendo por tu seguridad.

Negué, dándole una sonrisa cansada, sabiendo que no tenía sentido


discutir con su trasero. Si había una cosa en la que la gente generalmente
se volvía a medida que envejecían, era en establecerse en sus opiniones.
—De todas formas. ¿Nos dejó las llaves en alguna parte?
70

Ante eso, Barney pareció casi travieso.


—Debajo de nuestras puertas, cariño.

—No había ninguna llave debajo de mi puerta —le dije, negando—.


Estupendo. Ahora voy a tener que llamar a su culo para que me deje una
en alguna parte. No tengo tiempo para esto —comenté, yendo hacia la
puerta, sorprendida cuando fue unas diez veces más pesada que una
puerta normal—. Te hablaré más tarde, Barney —exclamé por encima de
mi hombro mientras salía.

Miré a mi alrededor, cansada mientras los perros comenzaban a


lanzar su rabieta habitual. Pero Barney tenía razón, el endeble cordón de
cadena con las cosas verdes y repugnantes había desaparecido,
reemplazado por una robusta e inflexible de acero.

Por supuesto, ahora podía ver a las pequeñas bestias malvadas, pero
al menos sabía que no había ninguna posibilidad de que me atraparan.

Por primera vez desde que me mudé, no corrí a mi auto. Y le debía a


Shane maldito Mallick por esa pequeña paz mental.

Conduje al trabajo intentando (y obviamente fracasando) no


considerar si lo que Barney decía era verdad, si Shane había puesto la
nueva puerta porque era más seguro para mí. Pero eso no tenía sentido.
Tenía mucho más sentido que la pusiera para protegerse de una posible
demanda si alguien eventualmente se colaba por la puerta de atrás y
rompía la puerta de mi departamento para golpearme o violarme. O si los
perros finalmente irrumpían a través de la cerca para atacarme hasta casi
matarme.
For A Good Time, Call… Inc. Parecía cualquier otro edificio de
oficinas durante el día. Pero por la noche, todas las personas se habían ido,
todos los ruidos se calmaban y era bastante espeluznante. Incluso
habiendo trabajado allí por un tiempo, nunca era menos espeluznante. Así
que tan pronto como entré completamente, cerré la puerta. Luego
caminé sistemáticamente por todo el lugar, encendiendo todas las luces,
incluso las de la oficina de Fee y la sala de almacenamiento. Luego fui y
preparé una taza de café, la que siempre traía conmigo, medio se
acababa para cuando llegaba allí. Te podías acostumbrar de alguna
manera a los turnos de noche, lo que te permitía dormir cuando salía el sol
a pesar de que tu cuerpo se rebelaba naturalmente contra tal cosa. Pero
no creo que importara si lo hacía durante una década, nunca te sentías
71

realmente bien, confiando mucho en el café o las bebidas energéticas


para mantenerte en marcha.

Con el café en la mano, puse todo lo que traje para la noche en el


escritorio. Algunas noches, era tan simple como un crucigrama o un libro.
Otras noches, eran limas y pulimento. Esa noche era una baraja de cartas.
Claro, podría jugar solitario en la computadora, pero yo era de la vieja
escuela cuando se trataba de juegos de cartas.

Realmente no había forma de saber qué tan ocupada estarías. No


había un conjunto de reglas que dijera que la noche del sábado fuera
animada y los martes fueran lentos. No había rima o razón para cuando
aparentemente las masas estarían cachondas. Así que siempre me
aseguraba de traer algo para hacer en caso de que fuera una noche
lenta. Lo último que quería era quedarme dormida por puro aburrimiento.
Fee podría ser una jefa bastante indulgente, pero estaba segurísima de
que no me pagaría para recuperar mi descanso de belleza.

Pero resultó que fue una noche de volumen medio. Recibiría una
llamada y luego tendría entre quince y treinta minutos entre la siguiente, a
veces más. Mientras que una parte de mí podría haber deseado tener
noches en las que me pagaran únicamente para pintarme las uñas, la
parte más inteligente y ligeramente codiciosa de mí sabía que, aunque
recibía un salario por hora decente, también recibía comisión por las
llamadas reales. Así que cuántas más obtuviera, y cuanto más pudiera
hacerlas durar, más haría. Y aunque, con mi salario, podía pagar mis
cuentas, definitivamente valía la pena un par de más “oohs” y “ahhhs” y
“fóllame más fuerte” para obtener dinero extra en mis bolsillos.

No es que lo gastara en cosas, me aseguré de enterrar mi impulso de


ir de compras cuando dejé atrás mi vida anterior. Necesitaba ahorrar. Por si
acaso. En realidad, me sorprendió la cantidad de dinero que me había
costado llegar a Navesink Bank y establecerme. Piensas en las cosas
grandes: el gas, el primer mes de alquiler, los depósitos para el agua y
electricidad y gasolina. Pero te olvidabas de los imprevistos, como las
tarifas de conexión y el hecho de que algunos propietarios requerían no
solo un anticipo y garantía, sino también el último mes. Además, comida.

La comida fue donde realmente lo arruiné esta vez. Estaba cerca de


pasar hambre cuando comencé a ganar dinero, sin haber tenido en
cuenta el hecho de que, incluso si conseguía un trabajo el mismo día que
me mudaba a otro lugar, generalmente faltaban dos semanas para recibir
el pago.
72

Así que cuando ganaba más dinero de lo que necesitaba para las
necesidades básicas, guardaba el resto en un agujero que enterré en el
colchón de mi cama. No era el lugar más ingenioso para esconder dinero,
pero tampoco eran los lugares obvios, como el congelador o el inodoro.
Tenía una buena cantidad, pero no suficiente.

La realidad era que siempre existía la posibilidad de tener que salir


corriendo nuevamente. Ni siquiera iba a fingir que era una profesional para
empezar de nuevo, esconderme y volar bajo el radar. No lo era. Había sido
tan cuidadosa como sabía ser, pero no tenía idea si eso era lo
suficientemente cuidadosa. Si no fuera así, necesitaría un ahorro lo más
grande posible para llevarme de Navesink Bank a donde sea que
necesitase ir después.
Así que estaba feliz de estar ocupada.

Acababa de colgar una llamada de uno de los fanáticos de


peludos, teniendo que maullar como una gatita mientras él se
masturbaba, haciendo ruidos de lloriqueo, alrededor de la medianoche
cuando escuché que la puerta de atrás se cerraba de golpe.

Y digamos que no estaba tan lejos de mi pasado como para no


sacar conclusiones precipitadas. Mi mano fue automáticamente hacia las
pesadas tijeras de tela que estaban en el soporte con los bolígrafos. Eran
tijeras de tela porque la mujer que tenía mi escritorio durante el día en
realidad cosía ropa para sus grandes bebés mientras trabajaba.

Deslicé mis dedos en las asas, tomando consuelo en el peso y la


longitud de las tijeras, mientras levantaba el brazo y me paraba frente a la
parte posterior del edificio.

—Oh, por el amor de Dios —espeté, con la mano cayéndose a mi


lado, pero mi corazón no entendiendo el mensaje de que alguien no
vendría para arrastrarme al infierno—. ¿Me estás acechando? —pregunté,
mirando a Shane mientras entraba casualmente, metiendo las llaves del
edificio en su bolsillo trasero.
Por supuesto que tenía llaves.

—¿Muy engreída? —preguntó con una sonrisa, buscando en otro


bolsillo y sacando una llave diferente.

—Sí, noté la nueva puerta. También noté que era la única persona
en el edificio que no tenía una llave bajo su puerta —dije, cruzando los
73

brazos sobre mí pecho. Entonces algo se me escapó antes de que pudiera


contenerlo—. ¿Por qué cambiaste la puerta?
—Estaba rota.

—Un hecho que antes no parecía preocuparte demasiado —dije,


alcanzando la llave y poniendo los ojos en blanco cuando él la tiro hacia
atrás—. ¿En serio? ¿Qué tienes, cinco?

—Cambié de opinión —dijo encogiéndose de hombros—. Y puedes


tener la nueva llave con una condición.
Por supuesto.
—¿Qué?
Sonrió por la hosquedad en mi tono.

—Sales conmigo el sábado por la noche. Y no trates de decirme que


estás trabajando porque sé que no lo haces. Lo verifiqué con Fee.

Me sentí sacudida por la demanda, sorprendida, no muy segura de


estar en la misma página que él.
—¿Qué?

—Yo. Tú. Buena ropa. Cena. A cambio de la llave —ofreció,


obviamente disfrutando de mi incredulidad.

—¿Por qué quieres cenar conmigo? Claramente, no quiero tener


nada que ver contigo.

—Claro que no —aseveró con una sonrisa, sabiendo que estaba


mintiendo—. Tal vez solo me gusta mirar algo bonito en los restaurantes.

—Así que mira la decoración. O deslízate por una galería de arte


clásico en tu teléfono y déjame en paz.
—Lea, Jesús, ¿qué tiene de difícil ir a cenar conmigo?

—Tal vez no me gusta que me chantajeen para hacer algo que no


quiero hacer.

—O tal vez no confías en ti misma a mi alrededor —espetó, dando


en el clavo y lo sabía.
—Confío perfectamente en mí misma a tu alrededor.
74

—Bueno. Entonces esto no será un problema. Te recogeré a las ocho.


Mejor que atiendas eso —dijo, de repente haciéndome notar que el
teléfono estaba sonando. Dejó la llave en mi escritorio y se alejó mientras
trataba de deshacerme del encuentro y la idea de una cita con Shane.
Sentándome, hice clic en el ordenador para ver si ingresó la información
de la tarjeta de crédito y me aseguré de que no hubiera ninguna nota que
me diera instrucciones específicas para la llamada. Al no encontrar
ninguna, tomé el desagradable teléfono rosa.
Apenas me llegó al oído cuando habló.
—Ponte de rodillas.
Oh, genial. Jodidamente maravilloso.
Los comentarios de Fee fueron una profecía auto cumplida.

Y a pesar de más de un par de sesiones con el vibrador que Fee y yo


habíamos escogido en la sex-shop, todavía había una necesidad
abrumadora de liberación. Estaba bastante segura que los vibradores eran
como poner una bandita en una herida abierta. Seguro que ayudaba en
menor medida, pero no solucionaba el problema subyacente. Necesitaba.
Necesitaba sentir las manos de un hombre deslizándose sobre mi cuerpo.
Necesitaba su voz diciendo cosas sucias en mi oído. Necesitaba sentir a
una persona real y viva moviéndose dentro de mí.
Todo lo demás se quedaba corto.
Maldición.

—Sí, señor —dije de inmediato, tomando una respiración profunda


para convencerme a mí misma de mantener mi muro profesional en su
lugar.

Treinta minutos después, estaba sentada con los codos en mi


escritorio, mi cabeza en mis manos, sin lugar a dudas encendida. Había un
latido insistente entre mis piernas y una difícil inhalación. Antes de que
pudiera tomar más que una respiración profunda o dos, tratando de
calmar mi deseo, el maldito teléfono volvía a sonar.

Comprobando el ordenador, orando como el infierno que


quienquiera que fuera, tal vez fuera uno de los chicos de pies o un sumiso.
No hacían nada para mí. Sería un desvío inmediato.
—Nena —dijo la voz, enviando un escalofrío a través de mi cuerpo.
75

—Oye, cariño —arrullé, como siempre lo hacía. Algo agradable para


los cachondos don nadie—. ¿Cómo estás?

—Tan duro después de escucharte gemir durante la última llamada,


maldición —dijo, y de inmediato quedó claro que no era una llamada al
azar. Seguramente no era un tipo de pies o sumiso. Y como una estúpida
película de terror infernal, la llamada provenía del interior del edificio.
—Shane, esto es trabajo —dije, tratando de sonar firme.
—Revisa nuevamente tu ordenador, Lea. Soy un cliente que paga.
Maldición si no lo fuera.

—No puedo hacer esto contigo —declaré honestamente, mi voz con


un tono necesitado instando para que entendiera.
—¿Por qué no?
—Sabes por qué.

—Porque me deseas —dijo por el teléfono, pero también justo detrás


de mí. Literalmente podía sentir su presencia detrás de mí antes de ver su
brazo extenderse y poner su celular sobre el escritorio junto a mi brazo, la
llamada todavía conectada—. Admítelo.

Su mano se retiró y se movió para juntar todo mi cabello en el lado


derecho de mi cara y moverlo todo hacia el lado izquierdo. Sus dedos
rozaron mi cuello en el proceso, haciendo que mi sexo se apretara con
fuerza. Oh sí. Bien, yo lo quería. Pero no me atrevía a admitirlo.

—Terca —afirmó, inclinándose y colocando un beso debajo de mi


oreja.

—Shane, hay cámaras —espeté, tirando de mi silla hacia adelante,


tratando de mantener al menos una pequeña cantidad de integridad
profesional. No dijo nada durante un largo segundo antes de sentir su
mano cerca de mi muñeca, tirando de mí hacia arriba.

—No en la sala de almacenamiento. —Era obvio que sabía más


sobre esto, que yo.
—No podemos…
—Claro que podemos —dijo, girándose y tirando de mí detrás de él.
76

Honestamente, ni siquiera intenté resistirme. Sabía que debía hacerlo,


pero no podía. Estaba más allá de encendida y todo tenía que ver con
tratar de resistirlo. Simplemente no me quedaban defensas.

Shane entró al cuarto de almacenaje, jalándome dentro, y de


alguna manera cerró la puerta de golpe y me empujó contra ella. Ni
siquiera tuve tiempo de registrar el impacto de mi cuerpo en la sólida
puerta antes de que sus labios se aplastaran contra los míos. Sus brazos se
dirigieron a la puerta a los lados de mi cabeza, encerrándome. Mis brazos
rodearon su centro, tirando de él contra mí, gimiendo contra sus labios
cuando me di cuenta que no estaba mintiendo sobre estar duro; su pene
estaba presionando urgentemente mi estómago inferior.

Su lengua se movió para juguetear con la mía mientras sus manos


bajaban por la puerta hasta que se plantaron en mi cintura, apretando
fuerte antes de moverse y agarrarme el culo con firmeza. Antes de darme
cuenta de sus intenciones, me agarraba y levantaba por el culo, haciendo
que colocara mis piernas alrededor de su cintura instintivamente. Sus
manos se quedaron ahí mientras mis brazos se colocaban en su cuello
mientras él nos giraba.

Era una novedad. No era una gran chica en todo su esplendor, pero
era alta y con un peso saludable para mi altura, no el tipo de chica al que
algún chico querría llevar en lo alto. Pero a Shane, siendo el gran músculo
que era, parecía que no le molestaba en lo más mínimo mientras nos
movía con facilidad por la habitación, dándonos la vuelta de nuevo,
cayendo después con él a mi lado.
Me levanté, juntando las cejas.

—¿Por qué hay un sofá en el almacén? —pregunté con una sonrisa


confusa.

—Fee redecora muchísimo —aclaró, con una voz sexy—. Algo


conveniente para nosotros. —Con las manos moviéndose desde mi
espalda hasta mi estómago, deslizándose bajo mi camiseta y sobre mi piel
que parecía cobrar vida al él tocarme. Sus manos juguetearon con la
parte baja de mi sujetador durante un momento antes de adentrarse y
agarrar mis pechos, apretándolos, haciendo que dejara salir un leve
gemido mientras mi cintura se arqueaba hacia él, rogando que me
aliviara. Sus dedos agarraron el sujetador y lo echó abajo, con sus manos
cubriendo mis pechos descubiertos, sus dedos rodearon mis pezones
endureciéndolos.
77

Vaya, entonces no había vuelta atrás.

Me eché hacia adelante, arqueando mi espalda para que pudiera


continuar su dulce tormento en mis pechos mientras besaba sus labios y
dejaba que mi cintura se agachara y se uniera a él, su dura polla se
acercaba a mi coño codicioso, haciendo que me moviera.

El material fino de nuestros jeans evitaba que lo completáramos, con


una dolorosa necesidad de liberación. Las manos de Shane abandonaron
mis pechos un momento, pero solamente para agarrar mi camiseta y
quitármela. No había nada de dudas mientras sus manos me agarraban
por la espalda y liberaban los broches de mi sujetador, desnudándome por
completo.

—Mierda —murmuró, meneando la cabeza con una pequeña


sonrisa. Después sus manos fueron hacia mis costillas y me empujó hacia
adelante, con sus labios acercándose a uno de mis pezones, haciendo
que mi sexo se endureciera y humedeciera mis bragas. Después sus dientes
se adentraron, haciendo que mi cabeza se echara hacia atrás con un
gran gemido.

Empujé mi cintura hacia él, intentando aliviar el dolor, y dejando salir


un gruñido que hizo que el pecho de Shane retumbara mientras se reía. Se
movió por mi pecho un momento, tocando mi otro pezón, antes de
levantar la cabeza y observarme durante un momento con ojos pesados.

—¿Has tenido suficiente? —preguntó extrañamente, haciendo que


mis cejas se unieran antes de que sus manos se movieran hacia mis jeans,
liberando el botón y la cremallera—. ¿Lista para dejar de jugar? —aclaró
justo un segundo antes de que su mano se deslizara dentro de mis
pantalones y mis bragas, sin perder tiempo. Gracias a Dios, porque estaba
bastante segura que hubiera explotado si lo hubiera hecho—.
Jodidamente húmeda —gruñó, deslizando su dedo por mi coño y
encontrando mi clítoris con facilidad.

—No, no lo hagas —gemí cuando su dedo dejó mi clítoris y se deslizó


más abajo.

—Sshh —exigió con dulzura, sus dedos en mis labios, toda mi piel más
sensible de lo que había estado jamás.

—Dijiste que ibas a dejar de jugar —le dije, con mis manos hundidas
tan fuertemente en sus hombros que estaba convencida que le dejaría
moratones por mis uñas durante días.
78

—No. Pregunté si estabas lista para dejar de jugar —aclaró—. No dije


que yo fuera a hacerlo. Maldición, estoy disfrutando de esto.

—Eres un… —empecé, enfadándome. Pero entonces dos de sus


dedos se deslizaron dentro de mí inesperadamente, pinchando justo en mi
zona húmeda. Pero sus dedos se torcieron inmediatamente, llegando a mi
punto G con experta precisión—. Maldición —siseé, exhalando
fuertemente.

—Ahora sí que he dejado de jugar —dijo, con voz profunda y llena


de promesas.
—Ya era hora —espeté necesitando tener la última palabra.

Sus dedos siguieron deslizándose sobre mi punto G mientras su pulgar


se movía y se retorcía sobre mi clítoris, haciendo que mi coño se apretara
mientras mi respiración se volvía más cortante.

La mirada de Shane se alzó hacia mi cara, observándome, con los


párpados pesados.

—¿Vas a correrte para mí, cariño? —preguntó, moviendo sus dedos


más rápido mientras yo enterraba mi cara en su cuello, intentando
respirar—. Dímelo.
—Voy a correrme para ti —afirmé, sintiendo el pre-orgasmo.
—Buena chica —dijo, con voz baja y sexy.
Y justo así, me corrí.

Mi orgasmo me recorrió, una intensa y profunda pulsación de placer


mientras gritaba su nombre.

—Oh, Dios mío —jadeé mientras el orgasmo se desvanecía,


haciendo que mi cuerpo se moviera casi violentamente mientras sus dedos
dejaban de moverse. Aunque los dejó dentro de mí, como un gesto casual
y familiar de intimidad que no habría esperado de él.

—Te has depilado —dijo un minuto más tarde, haciendo que lo


mirara.

—Ah, sí —respondí, encogiéndome como si alguna vez me hubiera


sentido así.
—Qué pena. Estaba bien tener algo diferente. La mayoría de las
mujeres se depilan todo.
79

—Incluyendo ésta —dije con una pequeña sonrisa, diciéndole cosas


que él ya sabía teniendo en cuenta que su mano aún estaba en mis
bragas.

Sus dedos salieron de mí, después de mis bragas, y finalmente de mis


pantalones, cayendo en mi muslo, dándole un apretón mientras bajaba mi
cintura y me daba cuenta del hecho de que él aún estaba duro como
una roca.

Debió darse cuenta de mi pensamiento porque se encogió un poco


de hombros.
—No te preocupes por…

—Verás, no soy de esas mujeres que dan lo que reciben —le dije,
haciendo una pausa para dar un efecto dramático—. Yo doy más. —
Sonriendo cuando me liberé de su abrazo, me puse de rodillas enfrente del
sofá. Miré hacia arriba mientras mis manos se deslizaban en sus muslos,
encantándome la mirada de deseo en sus ojos.

No era de esas mujeres que lo hacían a regañadientes. No por


eventos especiales ni por mi regla. De verdad que disfrutaba del poder
que provenía al saber que un hombre que te importaba o que te resultaba
irresistible estaba plenamente a tu merced, que su placer te pertenecía.
Me gustaba eso.
Me dejaba llevar por eso.

Además, ¿por qué diablos molestarse en hacerlo si no lo das todo,


sabes? Una vez oí que el entusiasmo sobre la técnica lo hacía mejor. Era
algo que comprobé a una edad temprana y lo encontré increíblemente
cierto. Durante los años, mi técnica había crecido así que no tenía ninguna
duda de que Shane estaba a punto de recibir la mejor mamada de su
vida. Y estaba más que preparada para ver su reacción a eso.

Mis manos encontraron el botón y la cremallera, tardando muy


poco, sin hacer ni una pausa antes de meterme dentro de sus calzoncillos
y liberar su polla.

Y, verás, a veces lo que sientes a través de varias capas de ropa, sí,


no le hace justicia a la realidad. Ésta era una de esas veces. La polla de
Shane, bueno, encajaba con el resto de su gran cuerpo. Cerré mi mano a
su alrededor, quizás un poco encantada de que mis dedos ni siquiera se
acercaran a mi pulgar.
80

Mira, tuve una vida sexual bastante activa y había visto algunas
formas, tamaños y longitudes. Nunca tuve una polla que no pudiera rodear
con mi mano.

Tal vez un poco confundida, con los muslos apretados para tratar de
aliviar ese dolor, lo acaricié hasta la base con la mano derecha y lo
sostuve allí, moviéndome hacia adentro para pasar mi lengua sobre la
cabeza. Lamí la gota de líquido pre seminal y lubriqué la cabeza por un
minuto antes de cerrar mis labios alrededor de él. Me detuve por brevísimo
segundo antes de empujar hacia abajo, tomándolo rápido y profundo,
con dificultad y ahogándome una vez. Metí mi pulgar izquierdo en mi puño
y lo apreté con fuerza, un viejo truco que aprendí de una chica de la
escuela secundaria para suprimir el reflejo de nausea y lo miré. Si había
incluso una pequeña pizca de realidad en el porno, era que a los chicos
les gustaba mirarte la cara cuando su polla estaba en tu garganta.
¿Vulgar? Por supuesto.
¿Sucio en todos los sentidos? Definitivamente

—Puta madre, Lea —gruñó, mirándome. Su mano aterrizó en la base


de mi cráneo, reuniendo todo el cabello en un puño, mirándome
intensamente mientras comenzaba a chuparlo rápido e implacable, sin
darle un segundo para que su orgasmo disminuyera.

Su respiración entrecortada, su dura exhalación, sus momentos de


contener la respiración por completo, y sus ocasionales gruñidos me
estimularon, permitiéndome concentrarme más allá de la incomodidad en
mi mandíbula y cuello.
—Lea, mierda, si no quieres… —comenzó a advertir.
Pero yo sí quería.

Así que me moví más rápido, retorciendo mi cabeza mientras lo


chupaba hasta que su puño me tiró del cabello lo suficientemente fuerte
para que yo viera blanco mientras maldecía mi nombre y probé su
liberación inundando mi boca.

Lo solté un minuto después, volviendo a poner sus calzoncillos en su


lugar y moviéndome para montarlo de nuevo, sintiéndome un poco
victoriosa.
—Bueno, no eres una mentirosa.
—¿Qué? —pregunté, confundida.
81

—Das más de lo que obtienes. A la mierda si no doy más de lo que


alguna vez he recibido. —Sonreí, resoplando sobre mis dedos y frotándolos
contra mi hombro, haciéndolo reír—. ¿Por qué coño has estado
resistiéndote tan duramente en esto?

Suspiré, deslizándome de su regazo y mirando mis pies. Extendí la


mano y volví a cerrar mi cremallera y el botón en su lugar, tomé mi
sujetador y mi camisa, luego me deslicé dentro de ellos.
—Es complicado.

—Oh, vete a la mierda con eso. No hay nada complicado en desear


a alguien.

Excepto cuando tienes un historial de desear a los tipos equivocados,


sujetos que roban meses o años de tu vida con su mierda.

El problema era que ya no confiaba en mí misma. No creía que


tuviera lo necesario para tomar la decisión correcta sobre a quién debería
evitar y a quién no. Creo que cuando tomaste la decisión equivocada más
de una vez, es difícil creer que incluso seas capaz de hacer la correcta,
decirle al único chico decente que se vaya a la mierda.

Estaba en un punto en el que pensé que si quería a alguien, esa era


toda la prueba que necesitaba para demostrar que era malo para mí.
Tal era mi historial.
Nunca me ha gustado un buen chico.

Nunca me había enamorado de alguien que adorara el terreno por


el que pisaba.
Demonios, si hicieran esa mierda, probablemente me olvidaría de
que todos estaban allí adorando el suelo y accidentalmente los pisoteara.
Yo masticaría y escupiría a un chico así.

Para aguantar mi personalidad, necesitaba a alguien con un poco


de espíritu, con la voluntad hacer frente a mi mierda. Y chicos como ese,
bueno, generalmente eran los típicos tipos de hombres alfa: moteros,
traficantes, matones a sueldo, mafiosos, pandilleros. Tal vez podrías incluir a
tu mecánico ocasional, trabajador de la construcción o ex militar también.
Yo lo sabía. Había salido con todos ellos.

—Lea… —llamó Shane y me sorprendí mirando a uno de los estantes


llenos de papel y tóner, perdida en mis propios pensamientos.
82

—¿Qué? —pregunté, escuchando una mezcla de cansancio y


derrota en mi tono. Si no me equivocaba, él también lo entendió.

Me miró por un momento con esos penetrantes ojos azules antes de


asentir, levantarse y subir la cremallera.

—Bien. Lo dejaré pasar —dijo, pasando junto a mí, sus dedos


tocando mi cadera por unos breves segundos, se sintió demasiado bien
para un simple contacto, mientras se dirigía a la puerta—. Pero te estaré
esperando el sábado por la noche. Te diría que te pongas algo sexy, pero
creo que podrías inspirar a un restaurante lleno sin dificultada con solo
vestir en un puto saco. Así que ponte lo que sea. Te recogeré a las ocho.
Con eso, salió, cerrando la puerta detrás de él.
Me tomé un momento para recuperar fuerzas, para tratar de evitar
que mi mente corriera en mil direcciones diferentes a la vez. Le di un buen
par de minutos para que Shane dejara el edificio antes de regresar a mi
escritorio, sentarme y poner el teléfono en la cuna. Habíamos estado en la
parte posterior durante casi una hora. Iba a tener una factura considerable
en su declaración de crédito a fin de mes.

Levanté mis manos, descansando mi cara en ellas por un largo


momento, tratando de no pensar en la cita de ese fin de semana.
Intenté.
Fallé por completo

Ni siquiera estaba segura de la última vez que tuve una cita real. Eso
nunca pareció ser la forma en que era para mí. La mayoría de las veces,
conocí a un chico a través de alguien o en un bar o lo que sea. Si había
una conexión lo suficientemente fuerte, de inmediato comenzábamos a
vernos. Nunca hubo una gran ansiedad sobre la próxima cita. Nunca tuve
que preocuparme si mis vestidos eran lo suficientemente lujosos. No tuve
una sensación agitada dentro, preguntándome de qué demonios
tendríamos que hablar durante horas en el transcurso de una comida.

Especialmente porque no había mucho de lo que pudiera hablar. Mi


pasado, casi desde mi nacimiento hasta un par de semanas antes de
comenzar en donde Fee, estaba fuera de mi alcance.

Tal vez era bueno que tuviera algo de tiempo para desesperarme.
Eso me daba la oportunidad de encontrar formas de contar la verdad
83

parcial de una manera lo suficientemente astuta como para que no


pareciera como parcialmente falsa.

No era exactamente una buena forma de acercarse a una cita,


pero era la única opción que tenía.
Mi pasado tenía que permanecer en mi pasado.

Si trataba de dejar que incluso la historia se filtrara en mi presente, sí,


suponía que regresaría y no sería más mi pasado.
Y, bueno, no era una opción.
Porque si sobreviviera a ese acontecimiento, viviría para lamentarlo.
Vivir, eso es.

Me sentiría realmente arrepentida de tener todavía aliento en los


pulmones.
Ni siquiera me había preguntado sobre eso.

Así que tenía poco menos de tres días para descubrir cómo
convertirme en una verdadera mentirosa.
84

8
Lea
Traducido por -queen-ari-, Nix, Anelynn*, Kalired, LizC y Anna

Corregido por Larochz

El sábado por la mañana, me levanté cansada porque no dormí


bien, ahogando el cansancio con suficiente café como para hacer que un
chico de la universidad estudiara conmigo para los finales. Luego busqué
en mi apartamento sin saber qué se suponía que debía hacer durante el
día. Normalmente, solo salgo un rato y luego hago recados. Pero, con los
nervios como un cable pelado en mi interior, no tenía ganas de entrar y
salir de las tiendas. En su lugar, saqué hasta la última prenda de ropa de mi
armario, doblé y medí exactamente qué tan arreglada debía estar para la
cita.

Eran alrededor de las tres cuando escuché un golpe en mi puerta,


inmediatamente haciendo que mi corazón volara a mi garganta hasta
que recordé que ninguno de los fantasmas de mi pasado golpearía
suavemente, ellos derribarían la maldita puerta.

Me moví tentativamente por mi apartamento, segura que era una


de dos personas. La primera, Barney. Pero generalmente se anunciaba a sí
mismo cuando llamaba. O, posiblemente, era Shane. Y tuve un aumento
irracional de inseguridad e indignación al respecto. Se suponía que no
aparecería cuando todavía tenía el cabello medio desarreglado y con el
delineador de ayer todo corrido que no quería desprenderse gracias a
demasiado fijador. Se suponía que me vería toda arreglada al cinco para
las ocho y no un minuto antes.

—¡Mis brazos están explotando aquí! —me llamó Fee a través de la


puerta, haciéndome retroceder, una lenta y confusa sonrisa jugueteando
en mis labios.
85

—¿Fiona? —pregunté, deslizando las cerraduras y abriendo la


puerta.

Y, efectivamente, allí estaba. Sus brazos desbordándose porque


estaba segurísima de que tenía su guardarropa entero en sus manos junto
con una gigantesca maleta rodante en el piso a su lado.

—Así que me enteré de que tienes una cita esta noche —dijo con
una sonrisa astuta.

—Las cosas viajan rápido en esta ciudad —respondí, alcanzando la


maleta mientras entraba a mi apartamento.

—En esta familia —me corrigió—. Sin embargo, no obtuve los


detalles. Hunter dijo que no era asunto mío. Pero, bueno, ¿cuándo alguna
mujer que se respete se ha conformado con una respuesta como esa? —
preguntó, dejando toda la ropa en la pila que ya tenía en mi cama—. El
problema es que los hombres Mallick son tercos y se mantienen en una
mierda, así que dejé a Hunt con las chicas y vine al rescate.
—No ves las cámaras funcionando, ¿verdad?

Ella se volvió hacia mí desde donde había estado haciendo una


línea recta hacia mi refrigerador.
—¿Las cámaras?

—Sí, supuse que habrías estado pensando en todo cuando viste a


Shane aparecer hace un par de noches.

Ante eso, su sonrisa se volvió un poco perversa mientras empujaba su


largo cabello rubio-ondulado detrás de sus hombros.
—¿Shane vino al trabajo? ¿Lo hicieron en el escritorio o algo así?
Resoplé.
—Mmm no. Fuimos a algún lugar sin cámaras.

—Venga. Detalles —exigió, volviendo a mi nevera—. ¿Qué tan vieja


es la comida china? —preguntó, buscando los contenedores.
—De anoche.

—Perfecto. No puedes tener un día de chicas sin comida de mierda.


Quiero decir, eso es lo que escuché de todos modos. No he tenido amigas
antes.
86

—Conozco el sentimiento —estuve de acuerdo. Tenía algunas pocas


mujeres conocidas, pero mis amigos generalmente eran de la variedad
masculina.

—Creo que las chicas como nosotras tienen dificultades con las
amistades en general. Pero es aún más difícil con las mujeres. Eran…

—¿Quisquillosas? —proveí, haciendo que su cabeza se sacudiera


para mirarme, los labios entreabiertos un poco, las cejas juntas.
—¿Te contó Shane sobre eso?
—¿Acerca de?
—Sobre lo quisquilloso conmigo y Hunter.
—No —dije, negando, sin tener idea de a qué se refería.

—Oh. —Su sonrisa lenta y casi un poco cegadora. Era la sonrisa de


una mujer que había conocido la oscuridad y había encontrado el camino
hacia la luz. Mujeres así, sonreían como el sol. Un día, esperaba sonreír de
esa manera también—. Entonces es aún más increíble que hayas usado
esa palabra. —Arrancando las manijas metálicas de los recipientes y
metiéndolos todos juntos en el microondas—. Así que. ¿Qué estas vistiendo
esta noche?
—No había llegado tan lejos todavía.

—Bueno. Me imaginé tanto. Mira, el caso es que me gusta la ropa. Y


realmente me gusta la ropa para salir. Con tres niñas pequeñas, ya no
salgo mucho. Creo que hace que todas mis ropas viejas parezcan tristes.
Así que pensé que las traería aquí y podrías mostrarles una noche en la
ciudad.

Sonreí al oír eso, sin estar muy segura de qué significaba ropa para
“salir” para Fee porque estaba parada en mi cocina con una minifalda de
piel de serpiente roja apretada, una camiseta negra que estaba envolvía
su pecho y estómago como una venda, y unas sandalias negras de tacón
de aguja que debían ser de al menos doce centímetros. Nunca había visto
a la mujer luciendo nada menos que como si hubiera salido de una revista
de moda.
—Creo que tu ropa puede ser un poco apretada y corta para mí —
confesé. Aunque éramos algo similares en el departamento de cadera,
teta y culo, yo era más alta y solo un poco más ancha.
87

—Incluso mejor —declaró mientras el microondas emitía un pitido—.


Entonces —comenzó, volviendo a mí mientras miraba en los armarios en
busca de platos los cuales encontró y comenzó a amontonar comida—.
¿Qué pasó en el lugar sin cámaras? ¿Debo limpiar algo profesionalmente?
Resoplé, negando.
—No hemos tenido relaciones sexuales.
—Todavía.

Sí, bueno, no podría discutir eso. Por el modo en que iban las cosas,
estaba muy convencida de que Shane y yo íbamos a hacerlo
eventualmente. Demonios, tal vez durante nuestra cita.

—Todavía —acepté, tomando mi plato y siguiendo a Fee que, en


solo cinco minutos, parecía haberse sentido completamente como en
casa, en mi departamento. Apartó algunas prendas del camino y se sentó
en mi cama, con las piernas inclinadas hacia un lado para poder
balancear su plato sobre ellas, y mirando a su alrededor.

—No es tan malo como pensé que sería desde afuera —dijo,
haciendo un gesto con el tenedor—. Sé que Shane dice que tiene razones
para mantenerlo todo como un lugar de drogadictos, pero no creo que
eso lo mate a darle una palmada en el interior al menos. —Se volvió hacia
mí entonces, sus ojos verdes un poco más intensos.
—Realmente no vives aquí, ¿verdad?
Sin comprender del todo, le di una sonrisa confundida.

—Por supuesto que vivo aquí. Tengo quemaduras de ese maldito


radiador que se enciende cuando le da la gana.

—No, quiero decir… quedarte aquí —explicó—. Tienes tu ropa y un


par de cosas esenciales de cocina aquí, pero eso es todo. No vives aquí.
Cuando me mudé a Nueva York más joven, viví en un edificio como este,
un barrio de mierda, inquilinos compañeros de mierda, súper de mierda
que nunca mantuvieron el lugar. Pero yo viví allí. Mi apartamento era
como mi pequeña porción de santuario. Apenas parece que piensas
quedarte aquí durante el fin de semana.
Bueno, tenía un punto allí. Intentaba no apegarme, echar raíces. No
quería que me doliera si tenía que volver a arrancarlos.
88

—Esto fue un mal necesario —me cubrí—. Cuando me mudé aquí,


apenas tenía un par de monedas para empezar. Esto se ajusta a mi
presupuesto.

—Así que esperas subir de nivel —dijo, asintiendo—. Tiene sentido.


Tienes esa aura de “puedo manejarlo”, pero ninguna mujer sensata quiere
vivir en este vecindario si no tiene que hacerlo.

—He vivido en áreas precarias antes, pero no en una en la que


literalmente puedo ver prostitutas en una esquina.
Fee se rio.

—Si le das algo de tiempo, te acostumbrarás a la extraña dinámica


de poder en Navesink Bank. No pareciste perder el ritmo cuando
escuchaste lo que es el negocio familiar de Mallick.
—¿Te asustaste?

—Ah, no —dijo, girando algunos fideos—. Conocí a Hunter cuando él


intentaba activamente salir del negocio familiar. Solo quería hacer lo del
tatuaje. Pero incluso si esa fuera su vida, la verdad es que no creo que me
hubiera detenido. Había algo allí, ¿sabes? Tengo un pasado oscuro y me
conoció durante una bonita parte gris. Me ha visto en algunas situaciones
bastante desagradables y no pareció molestarle. Nunca nadie había visto
mis partes y lo había tomado. Eso no lo alejó. Y creo que su aceptación me
ayudó a superarlo. El amor puede ser divertido de esa manera. Nunca
pensé que sería esa chica —dijo, negando con la cabeza.
—¿Qué chica?
—Esa chica de “el amor me cambió”. Cliché, ¿verdad? ¿Puedo
contarte un pequeño secreto? —me preguntó, apuntando con su tenedor
hacia mí—. Las mujeres como nosotras, del tipo “puedo con esto; no
necesito un hombre”. Creo que estamos tan ocupadas viviendo nuestras
vidas que no prestamos atención al concepto de una relación y toda la
fuerza del amor nos ciega por completo.
Sentí que mis cejas se unían.
—No estoy enamorada de Shane. Apenas lo conozco.
—Solo digo… —Se encogió de hombros, dejando el tema—.
Entonces, ¿cuál es tu color?
89

—Por lo general, solo busco un pequeño vestido negro para este tipo
de cosas. —En mi humilde opinión, un vestido negro sencillo
cuidadosamente elegido podría adaptarse a una multitud de situaciones.
¿Cita? Por supuesto. ¿Entrevista de trabajo? Solo ponte chaqueta.
¿Funeral? Perfectamente adecuado si no es del tipo zorra.

—Quiero decir, siempre es la opción -—comentó en acuerdo,


sacando un poco de arroz del tenedor—. ¿Pero no crees que es una
especie de apuesta segura? ¿De verdad quieres ser la chica que juega a
lo seguro?

Después de tantos años de rápido, suelto y peligroso, seguro sonaba


realmente agradable.

—Estoy abierta a sugerencias. Simplemente no quiero parecer que lo


estoy buscando.

—Puedes serlo tímida. En realidad, creo que eso tumbaría a Shane.


Está acostumbrado a las putas de la barra en sus pantalones cortos hasta
la parte inferior de sus traseros.
—¿Alguna idea dónde me llevará?
A eso, Fiona sonrió un poco raro.

—Esa es la cosa. Shane no lleva a sus chicas a ninguna otra parte


que no sea su cama o a la de ellas, o tal vez a un hotel si parecen ser del
tipo que se aferran. Esto es nuevo para él. Pero si está tratando de
impresionarte, en esta ciudad, sí, te llevaría a Famiglia.

—¿Famiglia? —Me reí—. Como en… ¿familia? Eso suena como un


bar de la mafia.

—Cerca. Es un restaurante de la mafia —dijo casualmente, como si


eso fuera lo más normal en alguna ciudad costera de Jersey—. Nada ilegal
sucede allí, sin embargo. Es su lugar legítimo. Es agradable. La mejor
comida italiana que he probado y eso que era una adicta a la comida
para llevar en la ciudad, así que sé todo sobre la italiana. Y es elegante.
Ahí es adonde llevaría a una chica en una cita si tiene algún gusto. Lo
cual, a pesar de las apariencias, tiene.

—¿Va a llevar a una cita a un buen restaurante en su moto? —le


pregunté, sonriendo ante la idea—. ¿Tiene algo más que jeans?
Fee sonrió ampliamente ante eso.
90

—Mira, me gusta el ambiente áspero, duro y varonil. Pero déjame


decirte una cosa sobre estos hombres Mallick, cuando se limpian, se
limpian bien. Tengo que planear tener un rapidito antes de salir de casa en
cualquier momento en que Hunter necesite ponerse un traje. Y Shane tiene
una camioneta. Bonita, grande y negra. Debería ser divertido subirse a ella
con falda y tacones sin mostrarte o caer sobre tu cara.

—Me encanta el voto de confianza. —Coloqué mi plato en mi


mesita de noche, casi sin comer—. Bien. Entonces, soy tu lienzo. —Me puse
de pie y extendí mis brazos, girando en un pequeño círculo para que ella
me inspeccionara.

Fee dejó su plato y se puso de pie, con una sonrisa casi tímida en su
rostro.
—Esto realmente es tan divertido como lo hacen ver en las películas
—declaró.
Entonces se puso a trabajar.

Realmente era algo para ver en acción. Claramente sabía más


acerca de ropa y qué color combinaba con qué tono de piel y qué corte
se ajustaba a qué tipo de cuerpo mejor de lo que podría aprender en mi
vida.

—No puedes estar hablando en serio —dije unos buenos veinte


minutos después.

—Éste es el indicado. Confía en mí —expresó, sosteniendo un vestido


contra su cuerpo. ¿La razón de mis labios en una mueca? Sí, el vestido era
rosa. —No es rosa. —Se opuso cuando dije eso—. Es color coral. Y es
perfecto para tu tono de piel, cabello y ojos. Además, es femenino sin ser
todo rosado y odioso. Dale una oportunidad. Si lo odias, elegiremos otra
cosa, pero creo que es el indicado.
Le quité el vestido y me fui al baño, cerrando la puerta.

—Quítate el sujetador —gritó un segundo más tarde—. El vestido


tiene copas y creo que tus chicas llamarán la atención.

Sonreí, me quité la ropa, incluyendo mi sostén, aunque nunca salía


sin él, me puse el vestido no-rosa. Tomé aliento y me miré en el espejo. Y,
bueno, Fee definitivamente sabía de lo que hablaba. El color del coral
realmente hacía resaltar mi piel ligeramente bronceada, mi cabello y ojos
91

oscuros. A pesar de que el estilo ceñido me tenía un poco ansiosa por la


idea de comer comida italiana con la implacable tela.

Sí, resaltaba mis tetas y caderas. Las correas eran un poco más
anchas de lo que pensé que estaba de moda, pero estaban hechas de
esa manera para dar soporte a los senos. El corpiño bajaba en una V algo
profunda, pero delgada, que mostraba un poco de la piel entre mis
pechos, pero no lo suficiente como para llamarla otra cosa que no fuera
elegante. Bajo mis caderas, la falda se aflojaba lentamente hasta mis
rodillas. Todo al respecto era casualmente sensual, no excesivamente
sexual.

—Bien, suficiente. Voy a entrar. —Incluso mientras lo decía, lo estaba


haciendo, mirándome de arriba abajo, una sonrisa lenta tirando de sus
labios—. Está bien —dijo asintiendo—. Tus tetas y culo se ven geniales.
Ahora, ¿qué vamos a hacer con los tacones? Negros no funcionarán.
Blanco tampoco. Color nude, supongo. Traje zapatos, pero creo que tus
pies son más grandes.

—Creo que tengo un par de tacones nude. No son nada


sofisticados, pero son decentes y están casi sin uso.
—Bueno. Perfecto. ¿Cabello y maquillaje?
—Probablemente debería ducharme primero.

—Te dejaré hacerlo. Voy a salir y tomar café. Entonces tengo que
maquillarte. Te peinaría, pero creo que se ve perfecto en esa cosa que
siempre haces medio ondulada, despeinada y sensual.

Con eso, se fue antes de que pudiera decirle que no hacía nada
con mi cabello. La forma en que se secaba era como lo dejaba. Me quité
el vestido, lo puse sobre la puerta de mi armario para que no se arrugara, y
me duché, prestando atención extra al afeitado y por primera vez en mi
vida, deseando tener un montón de exfoliante corporal y basura como esa
que la mayoría de las chicas guardaban en alguna parte.

Cuarenta minutos después, estaba sentada en una toalla, mi cabello


se secaba lentamente alrededor de mi cara y hombros mientras Fee se
inclinaba frente a mí, aplicando cuidadosamente una capa más delgada
de delineador a mis ojos de lo que solía hacer y una ligera capa de
máscara. Pero solo después de que las había encrespado cuatro veces. Sí,
cuatro.
92

—Estoy indecisa con los labios —susurró, entrando en su bolsa de


maquillaje y sacando un tono rosa natural—. Pero comerás primero, por lo
que estarás lista antes de que termine la cita, cuando la parte divertida
suceda.
—Si…

—Sí, claro. —Se rio, deslizando la varita sobre mis labios y


haciéndome juntarlos—. Listo. Cuando tu cabello se seque, será perfecto.
—Entonces, perfectamente sincronizado y perfectamente ridículo, el
teléfono de Fee comenzó a sonar. Y debido a que era Fee, no era un tono
de llamada normal. No, era un tono porno de los setenta. Bow-chicka-
wow-wooooow—. Veinte dólares a que es Hunter diciendo que perdió uno,
no puede cerrar uno, o no puede encontrar la manera de quitar el esmalte
de uñas de las baldosas de la cocina —declaró mientras se dirigía a la otra
habitación para responder—. Hola, sí. ¿En serio? —preguntó, mirándome,
con los labios crispados—. Sí, eso es un gran problema. No, no me estoy
riendo de ti —dijo, pero lo hacía totalmente—. No es mi culpa que le
permitas tener marcadores permanentes, ya sabes. Estaban en mi oficina,
que debería estar cerrada como la dejé. Oh, Dios mío —dijo riendo en ese
momento—. Sí. Bueno. Estoy a punto de terminar aquí. Estaré en casa en
veinte minutos. Te amo más —declaró, colgando y mirándome—. Bueno,
entonces no esmalte de uñas o gritar, pero aparentemente Becca dibujó
un cohete en la mejilla de Izzy con marcador permanente rojo, que se ve
menos como un cohete y más como una polla. Entonces, sí, necesito llegar
a casa y quitar eso antes de que alguien la vea.
—Oh, los males de la maternidad moderna. —Sonreí.

—Juro por Dios, que esta mierda solo pasa con mis niñas. No
podemos pasar una semana sin una crisis menor. Entonces ¿necesitas algo
más de mí? ¿Broches para el cabello? ¿Perfume? ¿Condones?
Me reí, despidiéndola con la mano.

—Creo que la pecera que tienes llena de ellos en el baño del trabajo
nos mantiene a todas completamente abastecidas.

—Si alguna vez necesitas un mejor control de natalidad que ese, te


presto a Becca por un fin de semana. Ella ya ahuyentó a siete niñeras.
Siete. Si agoto todas las opciones, cada mujer en esta ciudad atará sus
trompas.
93

—Por suerte para ti, ella tiene cuatro tíos y una colección de abuelos
que parecen tener los nervios de acero.
Fee sonrió mientras agarraba su bolso y recogía su ropa otra vez.

—No pienses que no me acordé de que te uniste al Club: Los Chicos


Apestan de Becca. Dijo que podrías ser vieja, pero que eras muy divertida.
La próxima vez que se ponga como El Exorcista con una niñera, podría
estar llamando a tu puerta —advirtió—. Bueno. —Caminó a través de mi
apartamento y hacía la puerta—. Entonces relájate. No te pongas
nerviosa. Diviértete. ¡Disfruta el sexo! —dijo, cerrando la puerta detrás de
ella.

Con eso, no tenía más mierda de chicas que me ayudara a prevenir


a pensar demasiado. Entonces pensé demasiado, mientras secaba mi
cabello, bebía más café, cepillaba el sabor de mi boca, mientras buscaba
mis zapatillas color nude, y me ponía la atrevida ropa interior color nude, y
finalmente… el vestido.
Lo cual me dejó lista para las ocho en punto.

Nunca siendo alguien de pasar todo un maldito día vistiéndome y


usualmente solo me echaba la ropa encima, lanzaba una menta a mi
boca, y me dirigía hacia la puerta a pocos minutos del tiempo en el que
debería encontrarme con alguien, caminé de un lado al otro en mi
pequeña cocina hasta que el dolor en mis tobillos me recordó eso, que los
zapatos, aunque eran bonitos, eran definitivamente unos zapatos para
estar sentada. Entonces me senté en el borde de mi cama y esperé.

Afortunadamente para mí, Shane fue puntual, salvándome de pasar


más miseria.
Y Fee tuvo razón otra vez; los hombres Mallick se limpiaban muy bien.

Acomodé mi cabello, agarré el bolso de mano que Fee me prestó,


sacudí la tensión de mis hombros, y partí hacia la puerta.

Shane, lucía estúpidamente guapo en vaqueros y una camiseta,


ahora estaba descaradamente atractivo en pantalón de vestir y camisa
de vestir negra, con zapatos negros de piel, pero no llevaba corbata o
chaqueta. Las únicas cosas que traía puestas que no eran negras, era el
reloj de apariencia costosa en su muñeca y la hebilla del cinturón que de
alguna manera se las arreglaba para resaltar. También se había molestado
en rasurarse y tenía un ligero olor de algo masculino y picante que me hizo
querer enterrar mi cara en su cuello y tomar una profunda respiración.
94

—Demonios, nena —dijo, sacudiendo su cabeza mientras sus ojos


hacían un lento repaso de mí.

Las palabras se asentaron con una sensación de líquido caliente en


mi estómago mientras extendía mis brazos un poco y daba una lenta
vuelta.
—¿Valió la pena toda la preparación?

—No necesitabas ninguna preparación para comenzar —dijo,


avanzando, su mano yendo hacia mi cadera mientras me hacía
retroceder contra la pared—. Pero puedes estar convencida de que
aprecio el esfuerzo, carajo. —Entonces con eso, sus labios se presionaron
contra los míos, arruinando el brillo labial que cuidadosamente había
aplicado, pero no me importó pues mis manos se movieron para agarrar
sus brazos. No era su marca usual de beso salvaje y demandante. Era más
suave, más exploratorio, a punto de ser tierno. Y maldición si mi barriga no
se volcó con la dulzura de este.

Se alejó muy pronto, pero justo a tiempo, dejando mis labios con una
sensación de cosquilleo y mis ojos pesados.

Su mano acarició a lo largo de mi mandíbula mientras se retiraba y


alejaba de mí, limpiando el brillo labial de su rostro.

—Bueno, vámonos de aquí antes que diga a la mierda la cena y te


lleve a la cama. —Extendió la mano poniéndola en mi cadera, me dirigió
hacia la puerta.

Estábamos casi fuera de la puerta en el estacionamiento cuando se


detuvo y bajó su mirada hacia mí.
—¿Qué? —pregunté cuando no dijo nada.

—Imaginaba que, si una mujer como tú está callada, algo pasa —


dijo, abriendo la puerta.

—¿Una mujer como yo? —le pregunté, alzando una ceja,


rehusándome a dejar el tema hasta que se explicara.
—Ahí está —respondió, empujando mi cadera y forzándome a salir.
—¿Qué está ahí?

—La cosa de “discutiré sobre cualquier cosa solo para probar un


punto”. Tranquila —dijo cuando abrí la boca para decir algo—. No me
estaba quejando. De hecho, me gustan tus agallas —me informó mientras
95

me conducía hacia su camioneta, sobre lo que Fee tuvo, sí, otra vez. Era
muy alta para subirme con algo de semblanza y delicadeza. Shane
desbloqueó los seguros y abrió la puerta por mí, extendiendo una mano en
muestra de genuinos modales de la vieja escuela que de hecho me hizo
sonrojar ligeramente cuando tomé su mano, y me asistió para subir, no
permitiéndome enseñar algo o caer.

Entró en su asiento un momento después, dando la vuelta al vehículo


y estirándose para bajar el volumen del radio que había dejado resonando
en alguna estación alternativa de los noventas, Nirvana canturreaba en las
bocinas, su inquietante rendición de: Where Did You Sleep Last Night?, que
nunca fallaba en darme escalofríos hacia el final.

Me estiré y le di un golpe a su mano alejándolo, para alcanzar y subir


el volumen. Incluso con mis ojos mirando hacia el frente, capté la sonrisa
que me dio antes de alejarnos del lugar y fuera de la parte mala de la
ciudad.

Cerca de diez minutos después, nos detuvimos en un puerto


deportivo, botes de varios tamaños desde pequeños botes pesqueros
donde podrían pararse no más de dos personas hasta yates lujosos todos
aparcados en sus espacios, moviéndose suavemente con la marea.

Famiglia era un edificio elevado de color azul marino con una


cubierta envolvente gigante con vistas al agua sobre la que estaba
situado por los enormes zancos que lo sostenían. Todo desde el letrero de
madera elegante hasta la luz tenue del interior hasta el grupo de carros
lujosos en el estacionamiento parecía gritar exclusivo.

—Lo sé. Es jodidamente raro tener un lugar italiano en el agua como


si fuera un lugar de mariscos, pero eso es Jersey para ti —añadió, bajando
y azotando la puerta. Apenas tuve tiempo para abrir la mía antes de que
estuviera allí, con la mano extendida otra vez. Distraída con la sensación
de su mano sosteniendo la mía no estaba poniendo atención de donde
aterrizaban mis zapatillas, una se deslizó del borde de la barra escalón y
me hizo comenzar a tener una caída libre. Para todo eso, decir, dos
segundos antes de que la mano libre de Shane volara para envolverse en
la parte superior de mis muslos. Lo que significaba, justo debajo de mi
trasero.

Azotó mi cuerpo con el suyo, sacándome el aire por un segundo


mientras me sonreía.
96

—Dios, amo esta jodida camioneta —me dijo, mirándose malévolo,


mientras ponía mis pies en el suelo.

—Bueno, ahora que terminamos la parte vergonzosa de la noche —


dije, tratando de sacudir la manera en que mi piel parecía brillar del
contacto con su cuerpo—. Vamos a comer.

El interior de Famiglia tenía menos de la vibra del mar que por fuera,
portando un largo bar de madera oscura con un muro de vino detrás,
todas las botellas colocadas de lado de tal manera que podías leer las
etiquetas.

Los pisos eran oscuros, de tablones amplios y brillosos. Las paredes


estaban pintadas de un profundo color chocolate y los manteles no eran
del todo blancos, aunque tampoco color beige, algo entre esos colores.
La música flotaba por la habitación, suavemente alzándose sobre las
conversaciones, lenta y del tipo blue, pero en un idioma extranjero. Con un
nombre como Famiglia, no era difícil suponer que era italiano. Los adornos
centrales de cada mesa íntima para dos o cuatro personas eran pequeñas
plantas de laurel en cristal, sencillas y elegantes mientras insinuaban el tipo
de comida que servían.

Hacia el fondo del restaurante estaba una pared de cabinas íntimas


que se curvaban en sí mismas con solo pequeñas aperturas para entrar y
salir, ofreciendo privacidad.

En realidad, era el mejor restaurante en el que había estado jamás


en mi vida.

—Shane Mallick —dijo a la baja anfitriona de pechos grandes,


cabello negro y piel olivácea usando un apretado vestido negro.

Su cabeza se levantó un poco, como si el nombre no significara


nada, antes de sonreírnos.

Bueno, le sonrió a Shane. Yo fui ignorada. No puedo decir que era


exactamente del tipo celosa, pero no me parecía cundo alguien follaba
con los ojos al chico con el que estaba literalmente del brazo.

—Por supuesto, señor Mallick. Tenemos la cabina que solicitó —dijo,


recogiendo los menús y dándole otra sonrisa destellante—. Por aquí por
favor —dijo, guiándonos a un costado cerca del bar hacia la pared de
atrás.
—Por supuesto tú pedirías una cabina —dije al elevar las cejas.
97

Ni siquiera se molestó en parecer confundido.

—¿Qué? Al fin logro que tu obstinado trasero deje de evitarme,


¿crees que voy a sentarme en una mesa toda la cita? No, gracias.

—El señor Grassi vendrá a saludarlo en un momento —afirmó la


anfitriona, que seguía sin mirarme, pero observando a Shane como si
nunca hubiera visto un hombre antes.

—Gracias —respondí cuando Shane no lo hizo, con tono un poco


brusco y despectivo, llamando su atención. Donde esperaba ver un poco
de vergüenza o culpa, todo lo que vi fue un desafío. Ella giró y se alejó y
Shane se rio entre dientes—. ¿Qué? —pregunté, tomando el menú que me
ofreció.
—Nena, te aseguro que todos los hombres aquí están medio duros
por ti cuando entrabas. No me viste lanzando dagas a ninguno de ellos.

—Una cosa es mirar —dije encogiendo los hombros, aunque estaba


bastante segura que nadie estaba duro por mirarme—. Follar con la
mirada es completamente distinto.

—Follar con la mirada —repitió, presionando sus labios juntos como si


estuviera tratando de no sonreír.

—Sí, follar con la mirada. Es una cosa. ¿Cómo no sabes cuando has
sido follado con la mirada?
Soltó una sonrisa, sacudiendo su cabeza.

—Eres alucinante —afirmó mientras otra figura proyectaba una


sombra sobre nuestra mesa.
—Shane —dijo una profunda y suave voz. Era la clase de voz que
podía hacer temblar a una mujer solo por escucharla, el tipo de voz que
podría hacer que un manual sobre patrones de tráfico sonara como una
serenata.

Mirando hacia arriba, vi primero un caro y cuidadosamente


confeccionado traje color gris que se ajustaba perfectamente a la
estructura larga y delgada del hombre. Más arriba, había una cara que
pertenecía a una estatua, toda mandíbula y cejas fuertes. Pero los ojos, oh,
eran los ojos en los que te veías. Eran oscuros, casi negros, y enmarcados
por gruesas pestañas que Fee había intentado crear artificialmente con
rizador y mascara de pestañas. Su cabello negro estaba peinado hacia
98

atrás, acentuando aún más sus rasgos clásicamente atractivos y su tono de


piel perfecto.

—Luca. —Shane ya estaba de pie, sacudiendo la mano del


hombre—. ¿Cómo has estado?

—No me quejo —dijo, mirándome, esperando que Shane recordara


sus modales.

—Luca, esta es Lea. Lea, este es Luca, uno de los propietarios de este
lugar —explicó, dejando a un lado la pequeña perlita que me dijo Fee, de
que era miembro de alguna clase de mafia que dirigía los muelles.

—Lea, un placer —me dijo él, tomando mi mano y dándole un


pequeño apretón en lugar de besarla.

Afortunadamente, porque estaba segura que me sonrojaría y reiría


como una colegiala si probara esas tonterías.

—Voy a enviar al camarero con algo de vino. Y estoy seguro que mi


padre llegará en algún momento. — Shane volvió a sentarse mientras el
hombre hablaba—. Los dejaré con su cena. Lea, bienvenida a Famiglia —
dijo antes de irse.
—¿Querías que los dejara solos? —preguntó, sonando divertido.

—Oh por favor —respondí, rodando los ojos—. Está muy limpio para
mi gusto. Incluso si está en la mafia. Solo tiene una hermosa voz.

—¿Cómo sabías que estaba en la mafia? —cuestionó sin molestarse


en mantener la voz baja. Pero, de nuevo, estábamos en una cabina
privada y la mesa más cercana estaba por lo menos a dos metros de
distancia.
—Fee me lo dijo hoy mientras escogía mi vestido.

—¿Fee lo eligió? —preguntó, con los ojos clavados en mi pecho por


brevísimos segundos—. Le debo un par de aretes o algo así.

Sentí mis labios curvarse por el cumplido indirecto y la forma en que


las palabras hicieron que mi interior se sintiera más cálido. Había pasado
tanto tiempo desde que palabras de labios de un hombre fueran
destinadas a reforzar en lugar de tratar de quebrarme. Había comenzado
olvidar lo bueno que era.
99

En ese momento, el camarero se acercó y discretamente le mostró a


Shane la etiqueta de la botella de vino antes de verter un poco para
cumplir el protocolo de probar antes que nuestras copas se llenaran.
—No pensaba que fueras alguien que conocía de vinos.

—Te juro que toda esta mierda me sabe igual —dijo, haciéndome
reír—. Pero si Luca lo envía, no hay duda de que es uno de los mejores en
el edificio.

Tomando un sorbo, tuve que estar de acuerdo con Shane; todo me


sabía igual a mí también. En general, tomaría una cerveza o algo fuerte.
Pero había algo bueno acerca de una buena comida con vino. Se sentía
tradicional, normal, tan diferente de todo lo que había conocido antes en
mi vida.

—Entonces, ¿cuál es tu historia, Lea? —me preguntó mientras


recogía mi menú.

Sentí que se me revolvía el estómago cuando traté de fingir que mi


vacilación era por lo que estaba leyendo, no por el hecho de que me
preocupaba que mi historia a medias verdad no fuera convincente. Sonreí,
mirándolo por debajo de mis pestañas, buscando coqueteo, esperando
mantenerlo alejado de su juego.

—Yo gimo y hablo sucio a hombres por teléfono toda la noche. Y


luego duermo y hago recados y voy al gimnasio. Esa es toda mi historia.

—¿Cuál es tu historia antes de Navesink Bank? Obviamente no eres


de por aquí.
Tomé una respiración más profunda y asentí.
—Soy de California.

—¿No jodas? —espetó con una sonrisa—. No pareces hacer yoga,


conducir un auto eléctrico, comer granola y ser pacifista.

—¿De verdad? ¿Estereotipos por estado, Shane? Sabes qué clase de


reputación tiene Jersey en este país.

—Me siento bien con todos pensando que somos ruidosos, groseros y
que estamos en la mafia. Evita que todos esos cabrones vengan aquí.

—Realmente no te importa lo que piensen los demás, ¿eh? —


cuestioné con un poco de envidia.
100

Solía sentirme así. Hace tiempo, antes que mi vida se me escapara.


Incluso entonces, lejos de esa situación, me preocupaba. Me preocupaba
que la gente pudiera ver en mi interior. Me preocupaba que la maldita
perra pudiera ser vista como una máscara, que la gente viese las grietas
en mi armadura en lugar de ver los parches reforzados que soldé sobre
ellas, fortaleciéndolas. Constantemente me aterrorizaba que alguien me
viera como débil, y menos por lo que había pasado. Me importaba lo que
la gente pensara, no importa cuánto lo odiara.

—¿La opinión de quién podría importar más que la mía? Si tratas de


adaptarte a los moldes de otras personas, te das cuenta muy rápido de
que no es posible complacer a todos. Entonces hago lo que quiero. Hablo
como quiero. Vivo como quiero. Nunca me arrepentiré de haberlo hecho
a mi manera.
Bueno, tenía razón.

—¿Así que te gusta ser un matón? —pregunté, decidiendo ser tan


directa como él. Inclinó la cabeza, pero no pareció sorprendido.

—Fue así como me criaron. Es lo que sé. Sé que la violencia no es un


estilo de vida que la mayoría de la gente puede…

—Lo entiendo —dije encogiéndome de hombros—. No soy ingenua.


Entiendo que hay necesidad de prestamistas. Y donde hay prestamistas,
hay matones. Así es como es. No es bonito, pero es necesario

—¿Ves? Eso es lo que quiero decir —dijo, empujando su menú hacia


un lado de la mesa, obviamente lo suficientemente familiar como para no
tener que mirar—. La mayoría de la gente normal no lo ve de esa manera.
—No dije que era normal.

—¿Vas a discutir conmigo toda la noche? —cuestionó, con los labios


levantados como si estuviera de acuerdo con que fuera de cualquier
forma.

—¿De verdad crees que es necesario saber sobre mi pasado? Eso no


puede ayudarte a meterte en mis pantalones, lo cual es obviamente todo
el propósito de esta farsa.

—Cariño —murmuró, inclinándose ligeramente sobre la mesa y me


tomó mucha determinación no retroceder—. Me he metido en tus
pantalones. Y no tuve que llevarte a un restaurante elegante para hacerlo.
Y no necesitaría entrar aquí de nuevo. Te traje aquí para hablar. Si quisiera
101

hablar menos, estaríamos de regreso en tu lugar o el mío ahora mismo… sin


hablar.
—¿Por qué quieres hablar conmigo?

—Porque te encuentro interesante. Tienes algo. No sé si es el “vete a


la mierda” que tienes garabateado sobre tu frente o el hecho que sé que
estás aquí para encubrir algo más, o el hecho que te llevas bien con mi
familia casi sin esfuerzo, o que eres la pieza más caliente que he visto en un
largo tiempo. O quizás es todo lo que te involucra. Sea lo que sea, estoy
interesado. Y tal vez, por una vez en mi vida, me gustaría entrar en tu
cabeza antes de entrar en tus pantalones. ¿Es lo suficientemente claro
para ti?
Sí, bueno, entonces está bien.

Me gustó un poco demasiado. Creo que me gustó especialmente


porque no era lo normal para él. Yo era la excepción, no la regla. Era difícil
sentirse especial si solo eras una chica que un tipo como él escogió en un
bar, sabiendo que eras una de tantas y totalmente intercambiable. Otra
cosa era enterarte que tú, por Dios sabía qué razón, eras quien le hacías
desear más que eso.
—¿Puedo conseguirles algo para empezar? —preguntó el camarero.

Oh, Dios, sí. Cualquier cosa, literalmente cualquier cosa que pudiera
meter en mi boca para hacer la conversación más difícil.

Con eso, pedimos antipasto y una ensalada Caprese para compartir


e insistí en que necesitaba el tiempo entre ordenar eso y la llegada para
revisar el extenso menú. No fue así, porque al segundo en que vi ziti
horneado, me decidí. Pero hice todo un show al mirarlo y sopesar opciones
con él por opiniones. A partir de ahí, las cosas resultaron un poco más
sencillas, hablando de la comida, el restaurante, los otros buenos lugares
de la ciudad e incluso su familia.

Para cuando llegó la cuenta, ya cabalgando bajo el cálido zumbido


del vino, estaba deseando seriamente que el material de mi vestido fuera
un poco más indulgente con la gigantesca comida llena de carbohidratos,
y realmente, en serio estaba convencida de que Shane no solo era
problemas porque era ardiente, era problemas porque era genuinamente
agradable.

Claro, era un idiota a veces y un poco brusco y testarudo, pero,


bueno, eso era lo mío. Me gustaban los hombres que sabían quiénes eran y
102

que eran de esa manera sin arrepentimiento alguno. Y descubrir que él no


era solo un bruto, sino que también era muy apegado a su familia,
involucrado con lo que sucedía en la ciudad, y no completamente tonto,
sí, mis bragas me gritaban positivamente que las sacara de una vez.
Demonios, incluso allí mismo, en el restaurante, serviría.

—Entonces, ¿te has divertido parloteando estupideces toda la


noche? —me preguntó Shane con una sonrisa devastadora mientras
colocaba su mano en mi espalda baja para alejarme de la mesa.
Mi paso vaciló y fruncí las cejas hacia él.
—¡Estuvimos hablando! Eso era lo que querías.

—Lea, estuvimos discutiendo del maldito clima dos minutos por el


amor de Dios.

Él no estaba exactamente equivocado allí. En realidad, estaba


empezando a dominar las palabrerías de los temas tópicos.
—No soy buena con las banalidades —le dije, y era cierto.

—No dije que teníamos que hablar de banalidades. Podrías


haberme dado más. No lo hiciste. Pero eso depende de ti, no de mí.

—Tal vez no me gusta mostrarle mis cartas a alguien que podría


usarlas en mi contra.

—Lea —comenzó, agarrando mis caderas y girándome para


enfrentarlo, presionando mi espalda contra su camioneta—. ¿Qué diablos
te he hecho? Quiero decir, en serio. Estoy haciendo toda esta mierda
según las reglas. Si no te gusta esto, está bien. Dímelo. Solo quieres follar,
puedo darte eso. De lo contrario, ¿qué estamos haciendo aquí? Es lo uno o
lo otro, ¿verdad?

—Lo uno o lo otro, ¿qué? —repetí, con la voz un poco sin aliento. Esto
era principalmente porque me costaba respirar bien con él tan cerca.

—O sales casualmente con alguien o te esfuerzas para algo más que


eso.
—¿Quieres esforzarte para algo más que eso?

—Jesús, de acuerdo, no importa. Lo dejaré pasar —dijo, soltándome,


moviéndome hacia un lado y abriendo mi puerta. Extendió su mano y me
103

ayudó a enderezarme, pero le faltó la dulzura de antes, parecía que solo lo


hacía porque era necesario para evitar que cayera de cara.

—¿A dónde vamos? —pregunté un par de momentos tensos y


silenciosos después a medida que avanzábamos en la dirección
equivocada.
—A algún lugar donde podamos resolver todo esto.
—Um, sí, esa no es una respuesta.
—Es la que te estoy dando en este momento.
—Shane…

—Cristo, eres un dolor en el culo. Te llevaré a un lugar sin


distracciones —dijo, mirando hacia mí porque estábamos sentados ante un
semáforo en rojo—. Quieres hablar, conocernos mucho más que a nivel
superficial, genial. ¿Solo quieres una buena y sólida follada para sacarnos
del sistema del otro? También bien. Eso depende de ti. Pero sin más
estupideces.

Con eso, la luz cambió y sus ojos me abandonaron y condujimos a


algún lugar sin distracciones. Terminó siendo una ciudad en un gigantesco
estacionamiento abandonado a lo que deben haber sido grandes
almacenes en un punto, muchos años antes.
—Guau. Romántico —dije con una sonrisa.
—Si querías romance, elegiste al hermano equivocado.

—¿En serio? ¿Cuál de ustedes es romántico? —le pregunté,


genuinamente curiosa.
—Eli puede ser sensiblero, lo creas o no. Y Ryan.
—¿Ryan? ¿Con sus trajes de negocios y su personalidad moderada?
Shane resopló.

—Sí. Definitivamente es el más probable a ser sometido de todos


nosotros.

—Interesante —dije, mi cabeza alzándose de golpe cuando oí que


se abría su puerta. Antes de que pudiera siquiera preguntarle qué estaba
haciendo, su puerta se cerró de golpe y me dejó sentada en la camioneta
como a una niña regañada o a salir corriendo tras él. Así que abrí la puerta
y lo encontré con sus brazos extendidos hacia mí.
104

—Vamos.

¿Ir… a dónde? Literalmente no había nada alrededor. Pero antes de


que pudiera expresar eso, sus manos se hundieron en mi cintura y me
arrastraron hacia abajo, cerrando mi puerta y estrellándome contra ella. Su
boca chocó contra la mía, dura, hambrienta, tambaleante y
desesperada. Justo como esperaba de él; justo como anhelaba. Encontré
mis labios tan necesitados como lo suyos. Mis brazos rodearon su cuello y
los suyos rodearon mi espalda baja, aplastándose contra mí con tanta
fuerza que me era imposible tomar una respiración adecuada.

Su lengua se movió y reclamó la mía, mi gemido gutural


amortiguado por su boca a medida que mis manos se hundían en su
espalda con fuerza y apretaba mis pechos repentinamente pesados aún
más contra su pecho. Todo lo demás en el mundo desapareció en ese
momento. Todo lo que había eran sus labios, su lengua, su cálido aliento
sobre mí, su ocasional gruñido profundo y la presión posesiva de sus manos
en mi cuerpo.

Sentí que empezaba a retorcerme contra él, mi cuerpo exigiendo


que dejara de negarnos lo que más quería y necesitaba. Entonces, como
si sintiera la decisión de mi parte, los labios de Shane se separaron de los
míos. Luego me estaba moviendo. Es decir, no me movía, Shane lo hacía.
Un minuto, estaba pegada a él. Al siguiente, mi frente estaba siendo
empujada contra el costado de su camioneta. Sus manos se movieron
hacia mis hombros, hundiéndose en ellos por un segundo, haciendo que
realmente me preguntara si de hecho estaba a punto de darme un
masaje en la espalda. Pero luego sus manos rozaron mis brazos lentamente
hasta que sus palmas se cerraron alrededor de mis muñecas y jaló mis
brazos hacia arriba hasta que plantó cada una de mis manos a cada lado
del vidrio en la ventana del pasajero.

—Shane… —dije, mi voz un poco más incierta de lo que solía


escucharla.

Podía verlo en el cristal, iluminado un poco por la luna y poco más.


Incluso en la oscuridad, sus ojos claros parecían increíblemente brillantes.
Entonces, sus ojos se enfocaron hacia abajo.
Escuché una cremallera.

Escuché el inconfundible crujido de la envoltura de un condón


siendo abierto.
105

No había vuelta atrás.


Él lo quería.
Yo lo quería.
No habría más peleas.

Un momento después, sus manos se dirigieron a mis caderas,


atrayéndome hacia él. Sus dedos se deslizaron lentamente sobre mi trasero
y hacia mis muslos, subiendo mi falda. Y quiero decir… avanzando
lentamente. Poco a poco, trozo a trozo. Hasta que estaba
balanceándome. Hasta que mis manos se cerraron en puños contra su
camioneta. Hasta que estaba jadeando.

Las yemas de sus dedos rozaron la carne expuesta y se me puso la


carne de gallina bajo la atención. El material se deslizó hacia arriba y sobre
el punto más alto de mi muslo, donde se encontraba con mi trasero, y
luego una y otra vez hasta que toda mi falda se amontonó alrededor de
mi cintura.

A ese punto, estaba más que encendida. Mi ropa interior estaba


empapada mientras él las bajaba lentamente por mis piernas. Salí de esta
sin pensarlo. Cada centímetro de mí se sentía tenso, anticipando sus dedos
sobre mi piel, su boca sobre mi carne, cualquier cosa, todo.
Pero lo que obtuve fue completamente inesperado.

Lo que obtuve me hizo soltar un grito ahogado de sorpresa ante la


punzada de dolor mezclada con la oleada de placer.

Lo que obtuve fue su polla penetrándome profundamente con un


impulso largo e imposiblemente grueso hacia adelante.

—Mierda. Mierda. Mierda —jadeé, mi puño se estrelló contra el


costado de la puerta.

Su mano se movió hacia el cabello en la base de mi cuello,


deslizándose, agarrándolo, y tirando hacia atrás lo suficientemente fuerte

—Estás jodidamente mojada para mí —gruñó en mi oído, su cálido


aliento me produjo un escalofrío involuntario. Su polla todavía estaba
dentro de mí, dándole a mi coño la oportunidad de estirarse, para
acomodarse a la invasión—. Dime que quieres que te folle duro —exigió.
Oh Dios. Lo quería.
106

—Quiero que me folles duro —admití sin dudarlo.

Antes de que pudiera respirar, me estaba penetrando duro y sin


control.

Antes había tenido sexo duro, pero nunca me había sentido así tan
cruda y primitiva.

Su palma aterrizó con fuerza sobre mi trasero, el dolor fue como una
chispa ante el contacto y luego una palpitación sorda pero antes de que
esta incluso disminuyera, su mano golpeó otro punto, una y otra vez,
aumentando la presión en mi vientre, haciendo que mi coño se apretara
duro alrededor de su polla.

—Oh, Dios mío —gemí, cerrando los ojos, centrándome en el


orgasmo que amenazaba con destrozarme.

De repente, las palmadas se detuvieron y su brazo rodeó la parte


baja de mi vientre, presionando con fuerza, haciéndolo sentir aún más
intensamente. Luego usó esa palanca para tirar de mí con fuerza hacia
atrás mientras se lanzaba hacia delante con lo que parecía toda la fuerza
en su cuerpo, haciéndome tomarlo tan profundamente como mi cuerpo
me lo permitía. Tan profundo que me escuché gritar por la sensación de
pellizco que era parte dolor, pero tan caliente que mis gemidos
rápidamente se convirtieron más en gritos y no hice nada para tratar de
controlarlos.

—Vente —me exigió, su voz pura grava y apenas contenida—.


Déjame sentir tu apretado coño ordeñando mi polla.
Se estrelló contra mí.
Y yo me vine.
Se estrelló.

Tan duro que mi voz quedó atrapada en un grito estrangulado de su


nombre.

Tan duro que mi coño se sentía como si nunca fuera a dejar de tener
espasmos.

Tan duro que cada vez que empujaba hacia adelante, traía una
nueva ola de placer.
Y mis piernas se rindieron.
107

Se. Rindieron.

Su brazo se apretó alrededor de mi vientre, levantándose mientras


empujaba hacia mí un par de veces más antes de que su cuerpo se
pusiera rígido y se viniera, su frente aterrizando en mi hombro.
Santa mierda.

Mi cuerpo se sentía completamente fuera de control temblando, mi


aliento saliendo en erráticos e inquietantes resoplidos.

—Maldición —gruñó Shane, su mano se deslizó de mi cabello y


envolvió mi pecho, sosteniéndome contra él.
Maldición.
Exactamente mis sentimientos.

Lentamente volví a sentir mi cuerpo desde abajo hacia arriba: mis


pies, piernas, torso, brazos. Presioné mis talones con más fuerza en el suelo,
tratando de sostener algo de mi propio peso cuando las réplicas se
calmaron.

Las manos de Shane liberaron mi pecho y mi estómago y luego las


perdí por completo. Escuché una cremallera. Luego escuché pasos. Estiré
mi cuello sobre mi hombro y lo vi caminar hacia uno de esos antiguos
barriles de basura en el estacionamiento y deshacerse del condón. Se
movió hacia mí rápidamente.
Mientras tanto, yo todavía era un agotado charco de deseo.

Vino detrás de mí, con las manos alrededor de mi cintura y poniendo


mi falda en su lugar.
—¿Lista? —me preguntó, su voz un poco distante.
¿Lista?
¿Lista?
¿En serio?
¿Así era como quería jugar?
¿Cena, follada rápida, en casa a las diez?
Pues bien.
Si así era como iba a ser el juego, yo iba a ganar.
108

—Sí —respondí, adoptando mi tono más alegre e inclinándome para


tomar mis bragas del suelo, haciéndolas una bola en mi puño, y
alcanzando la puerta. No sabía si él me había ofrecido una mano porque
no la había buscado. Me levanté, metí mis bragas en mi bolso que no se
cerraría con el contenido agregado y alcancé el cinturón. Shane se subió
a su asiento, encendió la camioneta y regresó a la calle principal.

Mantuve mis ojos fijos al parabrisas y mis manos se enroscaron


alrededor de mi bolso, haciendo mi mejor esfuerzo para no hacer lo que
realmente quería.

Porque lo que realmente quería hacer era esperar a que nos


detuviéramos en una luz, acercarme a él, darle un puñetazo en las bolas,
luego salir e ir a casa a pie. Francamente, prefería ser asaltada que pasar
otro segundo en su compañía.

Lo cual no era exactamente justo de mi parte. Él, en el restaurante,


me había dado la oportunidad de tener algo más que una follada rápida.
Lo había rechazado. Era mi culpa. No tenía a nadie a quien culpar sino a
mí misma porque él estuviese siendo frío y distante.

Dicho eso, no podía negar la avalancha de rechazo que sentía


inundando mi sistema. Era tonto y para nada yo, pero estaba allí en la
sensación de amargura en mi estómago, en la forma en que mis ojos
picaban un poco como si fuera a llorar, y en la forma en que mi corazón
parecía latir más fuerte que cuando estábamos teniendo sexo.

La camioneta apenas se había detenido por completo en el


estacionamiento detrás de mi edificio cuando abrí la puerta.
—Gracias por la cena. Siéntete libre de nunca contactarme otra vez.

Me dejé caer sin gracia y traté de mantener mi ritmo pausado y no


como si estuviera huyendo. Me negué a mirar hacia atrás y sentí que se me
encogía la garganta ante la idea de que me estuviera siguiendo mientras
introducía la llave en la cerradura y abría la puerta trasera. Cuando entré y
me volví, ya se había ido.
Así que sí.
Eso fue, aparentemente.

Y cuando entré en mi departamento, traté de convencerme a mí


misma de que era lo mejor. Pero no podía negar la extraña sensación en
mi estómago mientras me limpiaba el maquillaje, me quitaba la ropa, me
109

ponía una camiseta, tiraba el contenido de mi cama al suelo y me


acurrucaba bajo las sábanas.
¿Esa sensación?
Se sentía mucho como una desilusión.
110

9
Shane
Traducido por LizC

Corregido por Larochz

Digamos que no fue una gran primera cita. Y considerando que no


había tenido una primera cita real en, digamos, nunca, no fui
exactamente un campista feliz durante la semana que siguió. Ahora bien,
eso resultó genial para los negocios porque teníamos a varios tipos
trabajando en sus acuerdos financieros y realmente disfruté tener una
salida para mi enojo. ¿Saludable? No. Pero estoy jodidamente seguro que
me sentí un poco mejor después de que mis puños colisionaran con cosas.

Estaba sentado en Chaz’s, el bar de mi papá, acunando mi cerveza


porque sabía que emborracharme me pondría mucho más malhumorado.
Además de ese hecho, había literal, un huracán en el exterior. Lo último
que necesitaba era volver a casa sin pensar correctamente cuando las
ramas de los árboles volaban por todas partes, la lluvia y el viento hacían
que la visión fuera más un deseo que una realidad. Probablemente debí
haberme dirigido a casa cuando el meteorólogo finalmente sacó su
cabeza del culo y nos dio una respuesta definitiva sobre cuán severo nos
golpearía. Pero, por otra parte, no era el único en Chaz’s que no estaba
preocupado por el clima. De hecho, estaba decentemente atestado,
teniendo en cuenta la situación.

—Entonces, ya la jodiste con Lea, ¿eh? —preguntó Mark, sentándose


en el taburete a mi derecha—. Explica el maldito mal humor que has
tenido toda la semana.

—No quiero hablar de esto, Mark —le advertí, mi estado de ánimo ya


era demasiado oscuro.
111

—Creo que también estaría bastante cabreado si la jodiera con una


chica así. Quiero decir, la mayoría de las chicas por aquí no le llegan ni a
los talones. ¿Qué hiciste para alejarla?

Me escuché resoplar a medida que negaba con la cabeza, mirando


mi reflejo en el espejo hundido en la barra trasera. En realidad, ese era el
problema. Podría haberlo aceptado más fácilmente si hubiera sabido que
simplemente me había comportado como el usual cabrón que era y la
ahuyenté. Pero la había llevado a una cita por el amor de Dios. De hecho,
me detuve a comprarle unas malditas flores antes de recobrar la
compostura y darme cuenta que era demasiado cursi. Me esforcé un
poco. ¿Por qué? No podría decírtelo.

Simplemente había algo en Lea. Había algo en la forma en que ella


se comportaba, en la forma en que intentaba y fallaba en reprimirse a sí
misma, en su actitud dura que era dolorosamente claro que estaba allí
para evitar que vieras lo que realmente había debajo. Porque si había algo
que sabía sobre las mujeres, era que no importaba cuán duro y grueso
fuera ese caparazón externo suyo, siempre había algo de suavidad
debajo. Y por razones que ni siquiera podía comenzar a entender, quería
ver su suavidad.

—Apuesto a que ni siquiera conseguiste nada antes de que ella te


mandara a volar —dijo Mark, siempre despreocupado por molestar a los
osos dormidos.
Sí, el sexo, esa era otra cosa.

Ella solo… me dio todo. En la mayoría de las mujeres que había


conocido, había al menos una pequeña cantidad de restricción: una falta
de voluntad para permitirse ser demasiado ruidosas, para maldecir, para
exigir cosas, para estar completa y absolutamente envueltas en el
momento sin siquiera pensar en la moderación o inseguridad.

Y el asunto era que, solo fue una follada rápida en un


estacionamiento. Ni siquiera llegué a arrastrar el momento, a torturarla
completamente con la promesa de la liberación antes de arrebatársela de
nuevo, una y otra vez hasta que no pudiera soportarlo más y finalmente se
lo diera. Quería ver, sentir y escuchar eso. Quería más.
Sin dudas dejó jodidamente claro que ella no.
112

—Mark, suficiente —espeté, sintiendo el calor familiar en mi sangre, el


impulso de comenzar a lanzar golpes. No se necesitaría mucho para
empujarme al límite.

—Ya que fracasaste, y a ella obviamente le gusta nuestra apariencia


—continuó y supe hacia dónde se dirigía y, bueno, habría repercusiones—.
Tal vez voy a probar suerte con ella. Darle un poco de verdadero encanto
Mallick…

No terminó el resto de su oración porque de repente encontró mi


puño colisionando con un lado de su cara. El crujido irradió por mi brazo de
una manera familiar mientras su cuerpo, no preparado para el impacto,
voló del taburete. Aterrizó en el suelo duramente, quedándose sin aire.
Pero eso no impidió que él me sonriera, la sangre goteando de su labio.
—Oh, en marcha, maldito hijo de puta. Te debo una paliza desde
que convenciste a Izzy para que me llamara señorita Markie.
Con eso, salió volando del suelo y arremetió contra mi estómago con
su hombro, enviándonos a los dos a volar. Luego, estábamos peleando.
Puños, rodillas y maldiciones. No había nada como una pelea con tu
hermano.

Conocías los puntos débiles de los demás, dónde golpear, cuándo


hacer una finta. Estaba lleno de rencores medio enterrados y viejas
rencillas. Si alguna vez tenía lugar una pelea desafiante con algún
boxeador o un tipo de la UFC o a un miembro de una pandilla callejera,
era mejor enfrentar a tu propio maldito hermano.

—¿Es jodidamente en serio? —dijo una voz profunda, toda seria,


cuando una mano agarró la parte posterior de la camisa de Mark y tiró
hacia atrás lo suficientemente fuerte como para hacerlo volar a unos
metros de distancia, su espalda chocando contra la barra.

Y allí estaba Reign, con su cabello chorreando sobre su chaqueta de


cuero, probablemente porque el maldito lunático estaba montando su
motocicleta en la tormenta. Alzó una de sus oscuras cejas y sus labios se
arquearon hacia un lado.
—Unos hermanos peleando… debe ser una mujer —dijo,
extendiendo una mano para ayudarme a ponerme de pie. La tomé y
limpié la sangre de mi labio donde me había mordido la mejilla.

—¿Condujiste hasta aquí con un maldito huracán? —le pregunté,


señalando con la cabeza hacia la barra y él se detuvo para agarrar el
113

taburete que había volcado y se sentó en él, aceptando cuando le pedí


una cerveza.

—Necesitaba salir del recinto por un momento. No puedo evitar la


sensación de que Mo no era la única rata.

—¿Tienes razones para sospechar de otro o simplemente ahora estás


paranoico? —razoné, inclinando mi cerveza hacia él antes de tomar un
trago.

—Mierda, no sé. Ahora observo a todos dos veces —admitió, girando


el cuello como para aliviar la tensión—. ¿Qué está pasando contigo y tu
hermano?
Negué con la cabeza.

—Siempre nos estamos peleando por cualquier mierda insignificante.


No es nada nuevo.
Reign asintió.
—También es así con todos los muchachos en el club. Siempre
jodiéndonos unos a otros como animales salvajes por mierdas tontas. Pero
usualmente…
—Por mujeres —reconocí.
—¿Ya te sometieron, Mallick? Nunca pensé que vería el día.

—Nunca conocí a una chica como ella por aquí. Pero no funcionó.
Mark se estaba burlando de eso. Y no reaccioné bien.

—Hombre, tienes que aguantar mejor —dijo, alcanzando dentro de


su chaqueta y sacando un sobre abultado ligeramente mojado. No tenía
que preguntar para saber qué era—. Por los pecados de Mo.

—Te agradezco que lo compenses —comenté, girando sobre mi


hombro hacia Mark quien estaba sosteniendo su botella contra su mejilla—
. Oye, dale esto al viejo por mí. Es de Reign —agregué y Mark asintió,
tomándolo.

No había sentimientos heridos ni ninguna necesidad de hablar. Ya lo


habíamos sacado de nuestros sistemas.

—Entonces qué… —comenzó Reign, pero luego se cortaron las luces.


Esperamos un momento, imaginándonos que solo parpadearían como se
habían estado encendiendo y apagando durante horas. Pero era un
114

apagón completo. Un árbol debe haber caído sobre las líneas con todo el
viento—. Genial —se quejó Reign—. Ahora todos los malditos
descerebrados estarán en la calle manejando como imbéciles sin faros
que los guíen. Me voy —dijo, poniéndose de pie. Pude oírlo engullendo su
cerveza y luego puso una mano sobre mi hombro—. Nos vemos, Shane.

Con eso, lo escuché dirigirse a la puerta. No más de un par de


segundos después, su moto rugió y se fue.

—De acuerdo, vamos a cerrar. Su última ronda va por la casa —


declaró Ryan, apareciendo de la nada.

Juro por Dios que él siempre estaba allí cuando había algún tipo de
problema de negocios. El tipo tenía un sexto sentido o algo así.
—Pónganse en marcha. Lleguen a casa a salvo. —Su voz se
acercaba cada vez más y pude sentir que se movía a mi lado,
apoyándose contra la barra—. Si el equipo de limpieza tiene que limpiar
más de tu estúpida sangre otra vez, no van a estar felices. Comenzarán a
exigir más de esas mierdas para materiales peligrosos.
—Mark tiene que aprender a mantener la boca cerrada.
Ante eso, Ryan rio.

—Vamos, por favor, estamos hablando de Mark. No podrías callarlo


ni con cinta adhesiva.

—Pero, podría amortiguarlo un poco —refunfuñé, viendo como Mark


y el cantinero encontraban las linternas y caminaban alrededor para
asegurarse de que todos se retiraran.

—Has tenido una semana de mierda —dijo Ryan, aunque no le había


dicho nada. Ese era otro truco ingenioso suyo, simplemente sabía
mierdas—. Vete a casa. Probablemente no habrá electricidad hasta la
mañana. Descansa un poco. Duerme y pasa el mal humor.

—Sabes, a veces eres más parecida a una mamá que mamá —le
dije, solo para molestarlo—. Cuidándonos y toda esa mierda.

—Solo por eso, le diré a Hunt y a Fee que, de hecho, estás libres los
sábados para ayudarlos a mover los muebles. Originalmente les dije que
tenías una mierda que hacer, así no tendrías que lidiar con los
interrogatorios de Fee. Pero ahora te jodiste. —Con eso, se alejó y me dirigí
a la puerta sintiéndome marginalmente mejor.
115

A veces, no había nada como la familia.

Me metí en mi camioneta y conduje. Pero no di la vuelta hacia mi


lugar. Tomé el camino hacia el edificio de oficinas de Fee.
Y creo que todos sabemos por qué diablos hice esa mierda.
A pesar de que ella me dijo que me fuera a volar.

Solo iba a conducir por ahí, me consolé a mí mismo cuando puse los
limpiaparabrisas a toda velocidad, a pesar de que no hacía ninguna
diferencia. Solo quería asegurarme de que ella estuviera en casa y no
varada en la tormenta.
Eso era todo.
Mentira.
Era toda una maldita mentira.
116

10
Lea
Traducido por Smile.8, Ale Grigori, Myr62 y Brisamar58

Corregido por LizC

Está bien, así que, si la oficina era un poco espeluznante en una


noche normal, era francamente digna de una película de terror durante
una tormenta. En serio, con las luces parpadeando, empezaba a esperar
que alguien saltara sobre mí con un cuchillo y me cortara la garganta y
luego jugara con mi cuerpo.
Me ponía un poco mórbida cuando estaba asustada.

En realidad, cuando predecían un huracán en las noticias, me


imaginaba que era como cuando predecían inundaciones masivas por la
última tormenta… y ni siquiera llovía. Muy alarmistas. Así que empaqué mi
bolsa y me fui a trabajar imaginándome que habría incluso más negocio
con la gente advertida de que se quedasen en el interior. No estuve
exactamente equivocada con eso, pero era realmente duro tener un
orgasmo falso convincente cuando todo el edificio sonaba como si
estuviera a segundos de derrumbarse hasta los cimientos. Maldije cuando
el viento sonaba fuerte, los paneles de vidrio pareciendo doblegarse en sus
pequeños marcos. No podía ver mucho, las ventanas estaban altas, pero
sonaba como que el hombre del tiempo tenía razón cuando dijo que iba a
ser la tormenta de la década. Al no estar familiarizada con los patrones del
clima de la zona, tenía que tomarle la palabra.

—¡Oh sí! ¡Oh! —gemí, de pie y estirando el cuello para mirar por la
puerta delantera de cristal—. Oh, ay. Eso duele. ¡Tu pene es demasiado
grande!
Sí, esa mierda no sucedía en la vida real.
117

Especialmente porque la mayoría de los chicos que querían que les


dijera que su pene era demasiado grande tendían a tener una verdadera
razón para preocuparse por su tamaño.

Por encima de mí, la lluvia golpeó sobre el techo, una cantidad sin
fin posible.
—Oh, sí. ¡Dámelo!

En realidad, no tenía la certeza si hubiera estado más a salvo en mi


apartamento dado que estaba convencida que cuando el viento soplaba
con suavidad, todo el edificio ondeaba, pero aun así, estaba comenzando
a lamentar haber venido a la oficina.
—Oh. Sí. Sí. ¡Sí!

Algunos de los chicos hacían ruidos muy histéricos cuando se corrían.


Estaba segura que si alguna vez conseguían llevar a una verdadera mujer
a la cama, y hacían esos ruidos, sí… ellas se reirían justo en su cara. Pero no
estaba de ánimo para reírme mientras colgaba el teléfono y corría por la
oficina poder echar un buen vistazo afuera. Las farolas de enfrente no eran
fiables en el mejor de los casos, y por supuesto escogieron esa noche para
ponerse en huelga. Algo explotó en la calle y chocó contra un auto
aparcado a unos pocos cerca del mío, haciendo que la alarma saltara y
mi corazón volara a mi garganta.

—Mierda —siseé mientras sonaba el teléfono en el mostrador


principal tras de mí y corrí a agarrarlo—. For A Good Time, Call… Inc. Lea al
habla.

—Lea, ¿qué diablos haces ahí? —La voz de Fee me gritó a través del
teléfono. El sonido de su voz de alguna manera calmándome un poco.
—Trabajando.

—Jesús —dijo y pude escuchar el ruido de las niñas silenciándose


mientras ella, asumí, se alejaba—. ¿Estás loca? Hay literalmente un huracán
en estos momentos. Ya han evacuado a todo el mundo cerca del agua.
Ese edificio tiene demasiado vidrio. Tienes que salir de allí antes de que se
caiga sobre ti.

Claro. Pues bien, cuando la jefa te decía que era hora de salir antes
del trabajo, no discutías. Caminé con el teléfono inalámbrico a mi
escritorio, guardando mis suministros de nuevo en mi bolsa. Y justo en ese
momento, por supuesto, la luz se fue.
118

—Fantástico —me quejé.

—Becca, deja de ser tan dramática —dijo Fee, sonando divertida


mientras su hija dejaba escapar un grito digno de un Premio de la
Academia—. ¿Te vas? —me preguntó.

—Sí, solo estoy buscando mis llaves antes de salir a ese lío —dije, mi
mano cerrándose alrededor de ellas, y puse mi bolsa sobre mi hombro.

—Llámame cuando llegues a casa para que sepa que no estás,


literalmente, muerta en una zanja en alguna parte.
—Eres tan reconfortante, Fee. —Me reí—. Te llamaré.
—Bien. Vete.

Con eso, colgué el teléfono y empecé a correr por la oficina hacia la


puerta principal. En cuanto la abrí, el viento tomó control y literalmente
tomó toda la fuerza que tenía para prevenir que chocara contra la pared
y se rompiera. La cerré de un golpe, empujando con mi hombro mientras
la cerraba.

La lluvia cayó sobre mí, empapándome toda antes de que siquiera


pudiera girarme hacia mi auto. Entré, cerrando la puerta, mi corazón
todavía frenéticamente golpeando en mi pecho. Metí la llave y giré y… lo
has adivinado… nada.
Ni siquiera un atisbo de vida.
Ni siquiera un clic.
Estaba más que muerto.
Eso era sencillamente genial. Simplemente espectacular. Realmente,
la cereza encima de la tarta que era mi semana.

Me senté allí durante un minuto mientras el mundo atacaba a mi


alrededor, tratando de considerar mis opciones. Podía volver a la oficina.
Estaba allí mismo. Tal vez podría incluso encerrarme en una habitación
trasera, lejos de las ventanas o algo así. Sin embargo, la luz se había ido.
Haría frío, tarde o temprano. No sabía cuánto tiempo estaría atrapada allí,
cuán largos eran los huracanes. En realidad, no estaba tan lejos de casa. Si
fuera corriendo, lo cual, bueno, era la única manera de hacerlo incluso
con buen tiempo, me tomaría menos de diez minutos. Después podría
encerrarme con ropa cálida y seca y armarios llenos de alimentos.
De hecho, no era una elección.
119

Iría corriendo.

Tiré mi bolsa al asiento trasero, sabiendo que solo se mojaría y se


pondría pesada y me relentecería. Después salí del auto, apenas
tomándome un segundo para cerrarlo antes de que empezara a correr. La
lluvia era fría e implacable. Empapada tomó un significado totalmente
nuevo mientras rodeaba la zona industrial de la ciudad. El viento era otro
enemigo, tratando de enlentecerme, lanzándome contra cada edificio
que pasaba. Pero estaba bien. No estaba tan lejos. Estaría bien.
Muy bien.

El sonido de una motocicleta acercándose a mí hizo que mi


estómago se apretara con fuerza y mi corazón se alojara en mi garganta.
Cuando retumbó a mi lado, tomó todo lo que tenía para no gritar de
forma prematura. Pero tragué de nuevo y miré por encima y, bueno, no
era quien pensé.
No.

Pero de repente entendí porque Fee me dijo que los chicos de la


banda motera local eran guapos.
Porque, santo infierno.

Alto, moreno y peligroso. Así era como describirías a un hombre


como él. Apuesto ni hacía falta decirlo.

—Nena… —dijo, sacudiendo su cabeza hacia mí—. ¿De verdad


pensaba que un huracán era un buen momento para una carrera? —
preguntó, inclinando sus labios y me afectó un poquito.

—Estaba en el trabajo. Mi auto murió. No vivo lejos de aquí. —No


tenía ni idea de por qué le di toda esa información.; se me escapó.
Hábito, tal vez.

—Mi nombre es Reign —dijo, señalando tras él—. No será un paseo


de lujo, pero puedo llevarte a casa más rápido.

Hice una pausa, titubeando ante la idea de llegar a casa más


rápido, así como el nivel de seguridad de una motocicleta en ese tipo de
tiempo y el hecho de que sabía que probablemente no era una buena
idea que un completo extraño me llevase.

Entonces, de la nada, una camioneta gigante se detuvo junto a la


moto de Reign. El motor se quedó encendido y la puerta se abrió y cerró
120

de golpe y tuve una fuerte sensación de “esto es lo que obtienes cuando


hablas con hombres extraños”, segura que estaban a punto de raptarme,
lanzarme a la parte trasera de esa camioneta, y venderme a alguna
maldita red de tráfico humano o algo así.
Sucedía todo el tiempo.
Lo había visto las noticias.

Esa fue mi preocupación durante unos dos segundos enteros antes


de ver al maldito Shane Mallick rodeando la parte delantera de la
camioneta y mirándonos.

—Reign, con el debido respeto, vete a la mierda —le dijo al motero,


una clara advertencia en su voz.

Pero, obviamente, cayó en oídos indiferentes porque los labios de


Reign se inclinaron hacia arriba en una media sonrisa diabólica, sus ojos
color verde claro bailando un poco.
—Así va, ¿eh? —preguntó, mirando a Shane por encima.
—Así son las cosas —concordó Shane.
—¿Seguro que Mark estaría de acuerdo con eso? —continuó Reign.

Ante eso, a pesar de que Shane parecía tenso, enfadado al límite,


sus labios se dividieron en una sonrisa malvada.
—¿Estás seguro que quieres ir allí, Reign?

—Ah, creo que ha habido suficiente sangre derramada hoy —dijo


Reign, y luego se volvió para darme una sonrisa moja bragas una vez
más—. Qué lástima —me dijo, luego volvió a mirar a Shane—. No lo
arruines.
—¿Es una amenaza?
—Solo digo. No debería desperdiciarse.

Con eso, se alejó y nos quedamos allí por un tenso segundo viéndolo
desaparecer mientras la lluvia caía por nuestras caras.
—Vámonos —me dijo inesperadamente Shane, haciéndome saltar.
—Ah, gracias, pero no, gracias.

En realidad, en serio no necesitaba estar cerca de él en este


momento. O nunca más. Había pasado la semana tratando de
121

convencerme a mí misma de que no fue gran cosa. Fue solo sexo. El sexo
era sexo a menos que ambas partes quisieran que fuera más. Yo no quería.
O, al menos, eso era lo que me estaba diciendo a mí misma. El sexo fue
genial. Había esperado que fuera espectacular, pero pareció superar mis
expectativas. Y mi cuerpo, listo para un festín después del hambre, había
estado exigiendo más desde entonces. Pero eso no podría ser. Así que
mantenerme alejada de Shane era mi mejor opción.
Subir a un automóvil con él sería una idea muy, muy mala.

—Jesucristo, Lea, es una locura aquí. Métete en la maldita


camioneta y déjame llevarte a casa.

—No —espeté cuando se acercó a mí y fue a buscar mi brazo—. Dije


que me dejes, Shane. Estoy bien.
—No seas un dolor en el…

—No termines esa oración —dije entre dientes, empujando contra su


pecho, molesta con él, no porque me fuera a llamar un dolor en el trasero,
sino porque me sentía un poco usada y muy rechazada, sin importar cómo
de difícil era para mí sentirme de esa manera. Y, bueno, me cabreaba
cuando me sentía así.

—Cristo, mujer, necesitas algunas clases de manejo de la ira —dijo,


con los labios crispados.

—No necesito manejo de la ira. ¡Necesito que dejes de molestarme!


—dije bruscamente, moviéndome para empujarlo de nuevo solo para
encontrar mi muñeca enganchada. La usó para llevarme rápidamente
hacia su camioneta. Abrió la puerta, agarró mis caderas y me arrojó
dentro.

—Quieta —dijo, dando un portazo y rodeando el capo hacia el lado


del conductor—. Ponte el cinturón de seguridad o lo haré por ti —me
informó, subiendo la calefacción.

—No sé cuál es tu problema… —comencé, abrochando de golpe mi


cinturón y girándome para mirarlo, lanzando parte de mi cabello
empapado sobre mi hombro.

—Mi problema es que eres demasiado terca para aceptar algo de


ayuda cuando la necesitas. Así que siéntate ahí, cállate y déjame
ayudarte. —Con eso, ajustó de golpe su propio cinturón y puso el auto en
marcha.
122

Nuevamente, no en dirección a mi apartamento.

—En realidad, no recomiendo que me secuestres en este momento


—le dije, cruzando mis brazos y mirando su perfil.

—No puedes volver a ese agujero de mierda con este clima —dijo,
sin molestarse en mirarme.

—Ese agujero de mierda es donde vivo. Y un lugar que es tuyo, si lo


recuerdas.

—Sí, y muy probablemente estallará o se incendiará esta noche.


Entonces no vas a ir allí.
—No tomas esa decisión por mí.
—Ya lo hice.
—Shane…
—No, Lea.

—Escucha, en realidad no soy el tipo de mujer con la que puedes


ponerte todo modo alfa idiota.

La camioneta se detuvo frente a una vieja bodega y Shane apagó


el motor.

—Nena, no voy a obligarte a hacer una mierda. Vivo aquí —dijo


señalando hacia la bodega—. Ven. Te cambias a ropa seca. Tomas un
café. O, sigues adelante y te vas a pie. Ahora, es aproximadamente tres
veces la distancia y la mierda parece seguir enloqueciendo aquí. Pero es
tu elección.
Abrió su puerta, saltó y la cerró de un portazo.

Y cuando vi basura volar por la calle, basura tirada por todos lados,
sí, realmente no pensé que sería inteligente irme a pie.

Con un suspiro muy exagerado y sufrido, alcancé mi puerta y la abrí


de un tirón. Shane se detuvo al final de la escalera exterior que era algo
más que una escalera de incendios, pero solo porque ninguna de las
partes se había doblado, esperándome. Como si él no hubiera tenido la
más mínima duda de que haría cualquier cosa salvo seguirlo.

—¿Escaleras metálicas resbaladizas? ¿En serio? —pregunté, alzando


la voz porque el viento estaba en un punto en el que era difícil escuchar.
123

—Podríamos subir las escaleras desde el primer piso, pero están


medio podridas y estoy bastante seguro que hay todo un ecosistema de
ratas pasando allí.

—Encantador —comenté arrastrando las palabras mientras me


detenía justo en frente de él—. ¿Qué? —le pregunté cuando se quedó allí.
—Adelante.
—¿Por qué tengo que ir primero?

—Porque quiero verte el culo —dijo rodando los ojos—. Para


asegurarme que no te caigas. Ahora, sube.

Un poco sorprendida tanto por el comentario como por los modales


buenos y pasados de moda, dudé hasta que extendió la mano y me dio
un pequeño empujón. Con eso, trepé, agarrando las barandillas con
ambas manos a cada lado mientras miraba hacia abajo para ver mis pies
sobre las rejas resbaladizas.

—Justo aquí —dijo Shane, extendiendo la mano y arrojando un brazo


alrededor de mis caderas deteniéndome. Metió una llave en un candado
y abrió la puerta, luego la deslizó hacia adentro—. Espera —dijo, dejando
caer su brazo y alejándose de mí, dejándome intentar obligar a mis ojos a
ajustarse a la total oscuridad para poder tener una idea de dónde estaba
parada. Si el piso inferior tenía escaleras podridas y una infestación de
ratas, no tenía exactamente muchas esperanzas en este piso.

Pude escuchar a Shane arrastrando los pies por un segundo,


maldiciendo mientras se metía en algo. Luego, una pequeña linterna
parpadeó, iluminando unos buenos dos metros alrededor de Shane quien
estaba de pie en una cocina que estaba separada del resto del espacio
por un mostrador en forma de L con lo que parecía ser un mostrador de
granito.

—Literalmente lámparas de huracán —dijo, sonando divertido—. Un


regalo de inauguración de la casa de mi madre —me explicó, levantando
el recipiente de vidrio con una llama cerrada y derramando aceite rojo en
el fondo—. Estaba convencida de que cada casa debería tener una o
dos. Realmente estaba esperando que fuera la única maldita vez en mi
vida en la que estaba equivocada sobre algo. —Se detuvo frente a mí, la
sombra que la luz estaba arrojando sobre su rostro hacía que los huecos de
sus mejillas parecieran más profundos, sus ojos más brillantes. Era una
combinación demasiado atractiva—. ¿Quieres cambiarte a algo seco?
124

¿Algo suyo? ¿Eso probablemente olía a él? Dios, no.


Pero en realidad no había mucha opción.
—Sí.

—Bien, sujeta esto. Iré a buscarte algo. —Me pasó la lámpara y se


movió a un par de metros de distancia. Una parte de mí quiso seguirlo para
poder ver más espacio, pero no quería derramar más agua, así que me
quedé quieta mientras lo escuchaba abrir y cerrar unos cajones—. Mis
pantaloncillos nunca te quedarán, así que vas a ir sin ropa interior en ese
frente —me informó mientras me entregaba una especie de camisa cálida
y seca—. A tu izquierda —dijo y me volví para buscar una puerta.
Y había una.
Eso era cierto.
Lo que no habían… eran paredes.
—Um, Shane…

—¿Sí? —preguntó, después de haberse girado y comenzar a


alejarse.
—Tu baño no tiene paredes.
—Sí, todavía no he llegado a eso.

—No me voy a cambiar en una habitación sin paredes. —U orinar


para el caso, pero no iba a decir eso.
—Apaga la lámpara.
—Ah, sí, igual no lo voy a hacer.

Dio media vuelta y apenas pude distinguir la sonrisa que me estaba


dando.

—Está bien —dijo, yendo a algún sitio y regresando un momento


después con lo que parecían sábanas—. No se ve nada aquí, así que no
puedo martillar ninguna pared para ti. Pero puedo darte una pequeña
cantidad de privacidad. —Con eso, se adelantó y colgó las sábanas—.
Adelante —dijo una vez que terminó—. Hay toallas en el armario para la
ropa.

—Espera —dije, volviéndome con una sonrisa—. ¿Tienes un armario


para la ropa pero no tienes paredes?
125

—Necesitaba un lugar donde poner las toallas. —Se encogió de


hombros como si eso lo explicara todo. Lógica de hombres.
—Bueno, está bien —dije, entrando y cerrando la puerta.

Puse la lámpara en el tocador del fregadero y el espacio era lo


suficientemente pequeño para que quedara totalmente iluminado
cuando encendí la llama. Estaba literal y completamente terminado
excepto por las paredes. Los suelos estaban embaldosados en un gris
profundo con el fraguado haciendo juego. El lavabo era profundo con
forma rectangular e inusual para un baño. Tenía la sospecha de que era
así porque podría haber necesitado un lugar donde arrojar la ropa
manchada de sangre mientras se duchaba antes de llevarla a la
lavandería. El retrete, bueno, era un retrete. Sin embargo, la ducha. Sí. Una
parte de mí realmente quería entrar y calentarse.

Era profunda, del tipo de ducha en la que entras caminando en vez


de dar un paso y ya encontrarte en ella. Había tres cabezales de ducha en
las tres paredes, con azulejos para que coincidiera con el piso.

Resistí el impulso y fui al armario para tomar una toalla, usándola


para exprimir algo del exceso de agua de mi cabello antes de quitarme la
ropa empapada. La amontoné y la arrojé a la ducha, sin saber qué hacer
con ella, y luego sequé mi cuerpo. Alcancé la camiseta que Shane me dio
y me deslicé en el material azul oscuro con el emblema del bar de Chaz’s
en el frente.

Shane, siendo la pared gigante de músculo que era, tenía ropa que,
a pesar de ser alta, todavía nadaba sobre mí. Caía tal vez a la mitad de
mis muslos y me hacía híper consciente del hecho de que no tenía las
bragas puestas. Pero era lo que era. Estaba cálida y seca y solo me
aseguraría de no mostrarlo.

Colgué la toalla en el borde de la puerta del armario, tomé la


lámpara y salí. Shane estaba hurgando en dirección de la cocina y me
moví hacia el ruido para encontrarlo con una pequeña linterna LED para
camping apoyada en la encimera mientras amontonaba lo que parecía la
mitad del contenido de la nevera en la encimera.
—¿Cocinas? —espeté antes de poder detenerme.

—Oye, nena. ¿Podrías poner tu linterna aquí? —me preguntó,


señalando hacia la encimera junto a la estufa. Lo hice, luego crucé los
brazos sobre mi pecho, sintiéndome rara porque ya no tenía dónde
126

ponerlos—. Puedo arrojar algo de comida. Habilidades básicas para la


vida, lo llamó mi madre cuando nos llevó a todos a la cocina para
lanzarnos mierda hasta que supiera apetitoso. También puedo lavar mi
propia ropa y limpiar mí casa —dijo, y pude escuchar la sonrisa en su voz.

—Milagro —reconocí, conociendo más que una parte justa de


hombres creciditos que no podían hacer ni la mitad.

—Aquí, ven aquí —dijo, de repente volviéndose hacia mí y


hundiendo sus manos en mis caderas, levantándome y colocándome
sobre la encimera—. Hazme compañía mientras corto.

Crucé cuidadosamente mis piernas y, como su atención estaba en


otra parte, lo observé atentamente.
Shane también se había cambiado, pero a un par de gruesos
pantalones deportivos que tenía peligrosamente colgando bajo en sus
caderas, mostrándome su amplia espalda donde encontré un gigante
escudo de armas de la familia Mallick. Era una gran pieza que ocupaba
toda su espalda y el hombro izquierdo. El escudo tenía un gran árbol a
través de él, las raíces gruesas y profundas. Los partidarios eran plumas
rojas gigantes que coincidían con la cresta del fénix en la parte superior.

El nombre de Mallick estaba en negrita debajo. Sobre la cabeza del


fénix estaba el lema de la familia: Vis nescia vinci.

—Vis necia vinci —dije, sin siquiera darme cuenta que iba a hacerlo
hasta que salió de mi boca.

—El poder ignora la derrota —dijo Shane, sin vacilar, ya que solo
cortaba, cortaba y cortaba a un lado.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté, sintiendo que mi estómago


comenzaba a gruñir.

—Estofado. Una de las cosas más fáciles de no cagarla —me


informó.
—¿Qué puedo hacer para ayudar? —pregunté.

—Siéntate allí y hazme compañía —dijo de nuevo encogiéndose de


hombros.

Con eso, caímos en un silencio que pareció extrañamente amistoso


al sonido de las ráfagas de viento y la lluvia que caía sobre las ventanas y
127

el distante, pero no demasiado lejos, de los sonidos de las alarmas de autos


y las sirenas.

Ni siquiera me había dado cuenta que Shane había terminado de


cortar o que se había movido hasta que sentí su estómago presionar sobre
mis rodillas. Levanté la cabeza mientras él presionaba hasta el punto en
que iba a lastimar seriamente sus abdominales sino abría las piernas a su
alrededor. Elegí esto último y el material de sus pantalones se frotó
íntimamente contra la parte interior de mis muslos.
—¿Qué estás haciendo?

Sus labios se arquearon hacia un lado y sus manos se deslizaron


lentamente por mis muslos internos antes de hundirse en mis caderas.
—¿Qué estás haciendo? —repetí, ya sabiendo la respuesta, pero
tratando al menos de intentar fingir que no me estaba muriendo por eso
también.

—Bueno, no tiene mucho que ver con que se haya ido la luz —dijo
con una sonrisa maliciosa mientras una de sus manos se deslizaba hacia el
centro de mi vientre y se movía hacia arriba hasta que se plantó entre mis
pechos presionando firmemente, empujándome hacia atrás hasta que
estuve completamente acostada sobre la encimera. Al segundo, su
cuerpo se curvó sobre el mío y esperé que me besara, pero bajó la cabeza
en el último momento y su boca se cerró alrededor de mi pezón a través
del material de la camiseta, chupando fuerte y haciéndome arquear por
la sensación con un gemido gutural. Su lengua se movió, rodeando el
brote endurecido y empapando el material. Mis muslos se cerraron a los
lados de su cuerpo y sus dientes mordieron mi pezón con fuerza,
haciéndome aullar y gemir de alguna manera simultáneamente. Su
cabeza se movió a través de mi pecho para darle a mi otro pezón el
mismo atento tormento.

Me soltó un segundo más tarde y no tenía idea de lo que pretendía,


sus dedos moviéndose perezosamente arriba y abajo de mis muslos. Pero
luego su cuerpo se movió y su lengua se deslizó inesperadamente por mi
hendidura y reclamo mi clítoris, pasando su lengua por encima, haciendo
que todo mi cuerpo se estremeciera.

—Oh, Dios mío —gemí, mi mano golpeando la parte posterior de su


cuello, cerniéndose sobre su suave cabello, sosteniéndolo contra mí.
128

Verás, Shane era bueno para follar. Pero si había algo que había
aprendido en la vida, era que la mayoría de los chicos podían follar.
Muchos hombres podrían, por pura casualidad accidental, hacerte venir
de forma oral, pero se trataba de una rara raza de hombres que eran
realmente hábiles en eso. Shane, sí, él estaba en su propia liga. Su lengua
se burló en círculos, luego cambió a golpes de lado a lado. Y justo cuando
estaba segura que me iba a venir, se retiró, moviendo la lengua hacia
abajo y presionándola contra la abertura de mi cuerpo antes de volver a
subir y chupar mi clítoris lo suficientemente fuerte como para arrastrar lo
que solo podría llamarse un grito. Retrocedió, sin permitirme el orgasmo,
cuando sus manos fueron debajo de mis rodillas y llevó mis piernas sobre
sus hombros. Entonces sentí que ellas se hundían en mis caderas, con
fuerza, casi magullándome.

Un segundo después, entendí por qué, porque él comenzó a


moverse. Lo que significaba que comencé a moverme también. Sus dedos
se movieron para cruzarse sobre mi espalda baja cuando me saco de la
encimera, abrazándome con fuerza mientras se ponía de pie.
Él. Me. Tomó. De. Pie.

Lo que significaba que me tenía sentada sobre sus hombros mientras


su rostro todavía estaba enterrado en mi coño, su lengua todavía se movía
sobre mí sin esfuerzo mientras comenzaba a moverse a través de su
cocina. Incluso con los brazos como ancla, me sentí inestable,
inclinándome ligeramente sobre su cabeza, envolviendo mis brazos
alrededor de su nuca.

Mi espalda chocó contra una pared y las manos de Shane dejaron


mi espalda para sostenerme por debajo de mis muslos, la pared y su fuerza
dándome toda la seguridad que necesitaba mientras soltaba su cuello,
sosteniéndolo gentilmente por la cabeza mientras él me conducía más
alto, intensificado por la singular posición, por su fuerza y por su
improvisación.

—Shane, yo … —gemí, con los dedos curvándose en su cabeza de


una manera que probablemente era dolorosa, pero cada centímetro de
mí se sentía apretado, listo y preparado para el choque.

Sus labios se cerraron alrededor de mi clítoris y tararearon su


aprobación y yo solo… me hice añicos.
Mi cuerpo tembló; mi aliento quedó atrapado; grité su nombre.
129

Apenas me di cuenta que otra vez me movía, hasta que sentí que
volaba por el aire, haciendo que mi corazón se disparara a mi garganta
por un segundo hasta que mi espalda rebotó en el suave colchón de su
cama, pillándome desprevenida y haciéndome reír.

La sombra de Shane se alzó sobre mí y sentí sus rodillas plantarse en


el borde de la cama, una en el costado de mi muslo, una entre ellas,
mirándome. Cómo podía ver algo estaba completamente más allá de mi
entendimiento, pero podía sentir el calor de su mirada. Sus manos se
plantaron a cada lado de mis hombros y se movió sobre mí, reclamando
mis labios. Podía saborearme todavía allí y sentí otra ola de deseo de
alguna manera desarmar mi sistema.

Me soltó mucho tiempo después, mis labios zumbaban por la


atención, sensibles y un poco doloridos. Su cabeza se inclinó, sus dientes
mordieron mi oreja.

—Montaste mi cara. Ahora vas a montar mi polla —me dijo y mi coño


se apretó expresando su conformidad. Sí, Dios sí.

Su cuerpo se levantó del mío y pude distinguir cómo se retiraba los


pantalones, su mano fue hacia su polla dura, acariciándola una vez antes
de girar y moverse hacia la mesita de noche. Escuché hurgar en la caja de
condones y el desgarro de un envoltorio porque estaba de espaldas a mí.
Me puse de rodillas, sentándome sobre mis talones. Terminado, se metió en
la cama, se acostó y me buscó.

Me moví para montar su cintura, pero no bajé. Sus manos se


deslizaron por mis muslos perezosamente, enganchando el dobladillo de la
camiseta y levantándola lentamente, exponiéndome centímetro a
centímetro. Mis brazos se elevaron sobre mi cuerpo mientras se inclinaba
para sacar la tela por mi cabeza. Se movió de nuevo, sus manos aún sobre
mis muslos. Puse mis manos sobre su estómago, moviendo mis dedos sobre
sus abdominales, disfrutando la nueva sensación de conocer su cuerpo, los
surcos y los bordes, las partes lisas que solo podían ser cicatrices.

Shane movió sus caderas y su pene se frotó contra mi hendidura,


haciéndome soltar un bufido al exhalar fuerte.
—Lea, nena…

Había necesidad en su voz. Y por mucho que quería llegar a


conocer cada centímetro suyo con mis dedos, mis labios, mi lengua,
levanté mis caderas. Se estiró entre nosotros, agarrando su polla y
130

sosteniéndola en la base para poder deslizarme hacia abajo. Me levanté


más y presioné hacia abajo, sintiendo que su polla me separaba
lentamente, me llenaba, me prometía satisfacción. Mi mano se movió
hacia el centro de su estómago cuando me detuve, dándole a mi cuerpo
un segundo antes de llevarlo más profundo. Su mano se movió de entre
nosotros y se posó en mi cadera, dejándome tomar la iniciativa, hacerlo a
mi propio ritmo. Lo llevé a la raíz en un gemido, medio arqueada hacia él.

—Mierda, cariño —gruñó, sonando tenso. Y de alguna manera, me


gustó aún más, como lo demostró la forma en que mi coño se cerró
alrededor de él. Me gustaba que no tenía el control total, que tal vez le
quité un poco de eso—. Móntame, Lea —exigió mientras me tomaba un
minuto.
Entonces, bueno, ya no hubo más incertidumbre.

Moví mis caderas hacia arriba y hacia abajo, amando cada


centímetro perfecto y grueso mientras se deslizaba dentro y fuera de mí.
Una vez que encontré mi ritmo, las caderas de Shane comenzaron a
moverse en pequeños círculos mientras me movía, haciéndome sentirlo
aún más intensamente, llevándome más rápido de lo que sabía que era
posible. Mi velocidad se aceleró y la suya se mantuvo igual, dando vueltas
y vueltas, sus dedos aplastando positivamente mis huesos de la cadera
mientras trataba de sostenerse a medida que mis gemidos se convertían
en gritos guturales y mi sexo se apretaba hasta casi el punto del dolor antes
de que finalmente me sintiera al borde.

El orgasmo fue profundo, intenso, una pulsación dura, lenta y


palpitante que rodó, rodó y rodó a través de mí mientras parecía que
perdía los huesos que tenía en el cuerpo, cayendo en forma líquida sobre
él mientras mi cuerpo temblaba. Sus brazos me rodearon mientras
comenzaba a empujar hacia arriba, sacando mi orgasmo mientras gemía
en su cuello, luego se plantó profundamente en una dura estocada y se
corrió con mi nombre en sus labios.

Nos quedamos así por mucho tiempo después, yo como si no tuviera


huesos, completamente colapsada encima de él. Sus manos se movían
perezosamente arriba y abajo por mi espina dorsal, haciendo que se me
pusiera la piel de gallina y temblara un poco.

Giré mi rostro hacia arriba para plantarle un beso en el cuello, un


gesto que era un poco confuso, un poco dulce para mí. Entonces, como si
el universo supiera que las cosas se volvían demasiado intensas para mí, mi
131

estómago soltó un gruñido y Shane se rio entre dientes, un sonido que


encontré demasiado atractivo.

—Bien. Déjame levantarme. Lidiaré con el condón y te daré de


comer.

Con una pequeña queja, lo hice, aceptando la camiseta cuando


me la arrojó. Se inclinó para tomar sus pantalones antes de moverse al
baño por un minuto. Después de eso, fue a la cocina y trajo el estofado,
regresando y entregándome el mío, mientras estaba sentada con las
piernas cruzadas en el centro de la cama y moviéndome para sentarme
contra la cabecera.
Comimos en silencio por un largo tiempo antes de romperlo.
—Esas murallas cayeron —dijo, su voz baja—. Podría ser la única
oportunidad que tenga de preguntar esto así que…
—No lo hagas —medio exigí, medio suplicado—. No lo arruines.
Sin embargo, me ignoró y siguió.

—¿Quién te jodió tanto que ni siquiera puedes darme una


oportunidad?

Me detuve ante eso, sabiendo que una mentira no sería


convincente, pero no estaba lista para llegar allí, no estaba lista para retirar
la capa de curación y exponer la fea herida debajo.
—Shane…

—Lea, mierda, cariño… dame algo. No estoy preguntando por cada


detalle. Solo… dame algo.

Hubo un poco de súplica en su tono y tal vez eso fue la diferencia, lo


que me hizo abrir la boca y admitir algo que no había admitido a nadie en
voz alta, excepto a la gente en la línea de crisis que había llamado en un
momento particularmente débil y bajo justo después de que me fui.

—Mi último ex —comencé, apretándome los ojos con fuerza a pesar


de que ya estaba completamente negro en la habitación.
Cuando no seguí, no pude, Shane preguntó.

—¿Qué te hizo, Lea? —Su voz un tono reconfortante cuando su


mano libre se movió y aterrizó sobre mi rodilla, apretando.
132

Negué con la cabeza, presionando mis labios durante un largo


minuto, tratando de encontrar una manera de decirlo sin tener que
decirlo.

—Hizo el tipo de cosas que hace que una mujer decida dejar todo y
a todos sus seres queridos y no mirar hacia atrás —admití, mi corazón
latiendo con fuerza en mi pecho.

Escuché el cuenco de Shane golpear la mesita de noche y, un


segundo después, sentí que el mío fue retirado de mis manos para unirse al
suyo en la mesita de noche. Entonces su brazo rodeó mis hombros,
sujetándome, jalándome contra él, y me colocó sobre su costado. Giró la
cabeza y plantó un beso en la parte superior de la mía y tuve un repentino
e inusual impulso de llorar.
—Está bien —dijo, su voz un poco áspera, pero tranquila, aceptando.
No hubo juicio.
Ese era mi mayor temor al admitir la verdad, incluso fragmentos de la
verdad: que la gente pensaría que era débil por haber pasado por eso.
Había sentido exactamente lo mismo antes de que me sucediera a mí: solo
vete. Mierda, solo vete debilucha. Córtale la polla y da vuelta el cuerpo
castrado mientras sales de la ciudad.
—Me quedé… —admití, sin saber por qué.
Shane exhaló con fuerza.

—Déjame poner esto de una manera que pueda ayudarte a poner


las cosas en perspectiva, ¿de acuerdo? —preguntó, deteniéndose y
esperando que asintiera—. Si pones una rana en una olla de agua
hirviendo, el cabrón saltará fuera. Sabe que está mal, duele, lo matará.
Pero si lo pones en una olla y subes la temperatura lentamente hasta que
hierva, se quedará. Así es el abuso. Es posible que ni siquiera notes que está
sucediendo al principio. Lo ignorarás diciéndote que tuvo un mal día, que
lo cabreaste. Pero luego comienza a empeorar en formas pequeñas hasta
que estás tan adentro, estás tan caliente, tu piel se está pelando y no
sabes si siquiera recuerdas que puedes saltar. Eso no te hace débil. Saliste
de esa mierda, cariño. Eso te hace más fuerte, mucho más fuerte, creo, de
lo que incluso te das cuenta.

Cerré los ojos otra vez, tratando de no ponerme tan emocional


como me comenzaba a sentir.
Lo comprendió. Entendió.
133

Dios.
Dios.
No pensé que alguien pudiera entenderlo.

—¿Quieres tu comida de regreso o quieres dormir? —me preguntó,


soltándolo, y nunca estuve más agradecida por nada en mi vida.

—Dormir —admití, no estando segura que podría, pero me daba una


excusa para guardar silencio.

—Está bien —dijo, deslizándose sobre el colchón, acercándome a él,


luego situándome sobre su pecho, con un brazo colgando de mi espalda
baja, el otro acariciando mi desordenado y en su mayoría seco cabello
durante un largo tiempo hasta que su respiración se hizo profunda y
constante y supe que estaba dormido.

Me quedé despierta durante mucho tiempo, preguntándome qué


significaba compartir, si de alguna manera hacía imposible volver a
levantar mis escudos, si tal vez cambiaría la forma en que me veía, aunque
fuera en una pequeña medida. Mi corazón dolía con esa idea. Porque, en
realidad, no le había dado casi nada. Era la pieza más limpia de un
rompecabezas gigante, sangriento y espantoso.

Pero antes de que pudiera llegar a algún tipo de conclusiones o


decisiones sobre cómo avanzar a partir de allí, me sentí arrullada por la
sensación del sueño, tal vez por primera vez en mi vida, completamente
segura.
134

11
Shane
Traducido por -queen-ari- y LizC

Corregido por Bella’

Me desperté temprano, como era mi costumbre. Lea durmió, como


era la suya. En algún momento de su sueño, murmuró "Vete al diablo" a
algún enemigo de ensueño y literalmente me pateó hacia el otro lado de
la cama. Fue entonces cuando decidí tomarme el tiempo para
levantarme, encontrar su ropa de anoche, lavarla y secarla, la energía
regresando finalmente. Me gustaba con mi ropa, pero necesitaría algo
para ponerse cuando, inevitablemente, me exigiera llevarla de vuelta a su
casa.

No era estúpido. Las chicas como ella no cambiaban de la noche a


la mañana. No se iba a convertir en una chica sentimental que quisiera
quedarse en mi casa y contarme sus sueños y esperanzas. Se había
ablandado anoche, probablemente debido a un sexo de clase mundial y
una sensación de conexión. Pero cuando despertara y se diera cuenta de
lo que me había dado y lo que eso podría significar para sus defensas, se
apresuraría a alejarme de nuevo.
Estaba preparado para eso.
No me gustaba.
Pero lo aceptaría.

Ahora al saber que ella tenía una mala mierda con los hombres,
entendía mejor su actitud. No confiaba en sí misma para tomar una buena
decisión respecto al sexo opuesto. Y no me respondería tratando obligarla.
Tenía demasiado de eso. Ella necesitaba paciencia y un poco de dulzura
cuando no estaba de humor para abrirse. Y luego necesitaba que
135

presionara cuando lo estaba, incluso si no se daba cuenta que estaba de


humor para compartir.
No me importaba usar el sexo para llevarla allí.

Parecía ser el único momento en que no se escondía, no trataba de


alejarme.

Por qué estaba dispuesto a esforzarme tanto, sí, estaba más allá de
mí. Normalmente estaba demasiado ocupado metiéndome en el coño de
una chica para preocuparme por lo que pasaba en su cabeza. Todo lo
que podía decir era: algo era diferente con Lea. Y cada interacción con
ella me aseguraba que valía la pena. Demonios, incluso la manera en que
despidió a la anfitriona de Famiglia me excitó.
Simplemente me gustaba la chica.

No era nuevo y novedoso para mí. Me gustaron muchas mujeres a lo


largo de los años. Pero muy raramente ese sentimiento estuvo unido a la
atracción. No me acostaba con mujeres con las que quería pasar el
tiempo porque nunca estuve interesado en establecerme. Pero Lea, me
gustaba. Y desde luego, también quería seguir enterrado dentro de su
dulce coño.

Así que, nunca siendo del tipo de sobre analizar o negarme algo que
quería, simplemente decidí ir con la corriente, ver a dónde nos llevaba.

Mi celular vibró en el mostrador de la cocina y lo alcancé, viendo el


número de Fee y aceptando la llamada.
—¿Qué hay, Fee?

—No puedo contactar con Lea —dijo, con una voz extrañamente
histérica. Si Fee era algo, era fría. Tal vez era un poco quisquillosa y
obstinada, pero con su trágico pasado, no mucho la tocaba—. Estuvo en
el trabajo anoche y le dije que se fuera y llegara a casa. Se suponía que
debía llamarme tan pronto como entrara. No ha llamado. Hunter fue a su
departamento, pero no hubo respuesta a la puerta. Su auto todavía está
afuera de la oficina, pero ella no está por ningún lado. No sé qué carajo…

—Fee —interrumpí, en voz alta para ser escuchado sobre su


divagación.
—¿Qué?
—La tengo. Ella está aquí.
136

Hubo una breve pausa antes de emitir un chillido extraño.


—¿Está allí? ¿Estuvo allí toda la noche?

—Sí, Fee, ella estuvo aquí toda la noche. Su auto no arrancaba y yo


estaba camino a casa desde Chaz's cuando la vi corriendo por la calle.

—¿Así que eres un caballero en armadura brillante? —preguntó y


solo pude imaginar la sonrisa que tenía en su rostro—. ¡Sabía que ustedes
no podrían mantenerse alejados el uno del otro! ¿Dónde está? ¿Puedo
hablar con ella?

—Está durmiendo —le dije, mirando hacia mi cama para verla


completamente fuera de las sábanas, acostada sobre su estómago, su
pierna levantada, dándome una gran vista de sus largas piernas. Su
cabello un desastre de cama y mi camiseta apenas cubría su culo. Me di
cuenta en ese momento que sería un hombre jodidamente feliz de
despertar a esa vista por mucho tiempo.

—Oh, apuesto a que sí —dijo Fee, con una voz cargada de


insinuaciones—. Bien. Bueno, esa es una preocupación fuera de la lista.
—¿Qué más hay en la lista? —pregunté, recargando la cafetera.

—Bueno, tres de las ventanas se rompieron en la oficina, así que


tengo que bajar y arreglar eso. El auto de Lea necesita salir de la calle. El
municipio está barriendo y está en el camino. Chaz’s perdió un árbol. No
hizo ningún daño real, pero tiene que desaparecer. El auto de Hunt fue
golpeado por un idiota que conducía en la tormenta…

—Día ocupado —dije, encendiendo la máquina—. Te diré algo,


tratas con tu oficina. Deja que Hunt lidie con su auto. Mark, Ryan y papá
pueden lidiar Chaz’s así que tacha eso. Me ocuparé del auto de Lea.
¿Cómo está tu lugar?

—Perdimos algunas ramas y hay agua en el sótano. Mucho para


secar. Esos bastardos mentirosos que eran dueños de este lugar antes que
nosotros firmaron el papel jurando que estaba seco. Los cabrones. ¿Cómo
está tu lugar?

—Es un almacén, Fee. —Me reí—. Nada puede derribarlo. Y no tengo


ningún árbol o sótano.

—Correcto, solo el primer piso que te niegas a remodelar. Ya sabes,


tus facturas de calefacción y aire acondicionado bajarían si terminaras ese
piso.
137

—Por supuesto. Atraparé a todas las ratas y mapaches y los dejaré


en el parque al lado de tu casa.
—Eres un idiota. —Se rio.
—Te encanta.
—Sí —aceptó.
—Bueno, vete. Tengo algunas llamadas que hacer ahora.

—Ah, y Ryan sí nos llamó esta mañana —dijo y yo sabía lo que


vendría—. Así que te veremos aquí como… ¿a las tres el próximo sábado
para mover muebles?
—Estaré allí.
—Y traerás a Lea. Los alimentaremos.

—Ah… —dije, sabiendo que Fee era genial en una gran cantidad de
mierda. Pero cocinar no era una de ellas.
—Hunter asará a la parrilla, idiota —dijo, sin ofenderse.
—Bien. Suena bien.
Hubo una pausa.

—Realmente estoy feliz de que se lleven bien —admitió antes de


finalizar la llamada.

Mientras escaneaba mis contactos, silenciosamente estuve de


acuerdo con ella.
—¿Sí? —respondió su voz al tercer timbre, sonando distraído.

—¿Así es cómo respondes a tu teléfono del trabajo? —pregunté,


negando con la cabeza.

—¿Qué pasa, Shane? Día ocupado. Creo que todos los autos de
este condado fueron impactados o arrastrados a una zanja. Es una locura.

—Tengo un favor que pedir, Colt —le dije, caminando hacia el frente
del edificio y mirando hacia la calle. Colton King era alguien con quien
todos crecimos, uno de los pocos niños en la escuela que tuvo la actitud
suficiente como para no ser intimidado por nosotros. Estableció raíces
como mecánico y desde entonces ha estado trabajando en todos
nuestros autos y motos.
138

—No me digas que fuiste lo suficientemente estúpido como para


montar esa motocicleta en el huracán —dijo y escuché ruidos de portazos
a su alrededor.
—Nah. Tengo un auto que necesito que recojas y trabajes.
—Acabas de conseguir una camioneta…
—No es mío.

Hubo una pausa y, cuando habló, pude escuchar una mueca


burlona en su voz.
—Esto es por una chica, ¿no?

—Cuidado, Colt. Puedo llamar a ese niño Repo para que haga esto
por mí.
Ante eso, se rio entre dientes.
—No será necesario. ¿Qué pasa con eso?

—Solo sé que está muerto. Para empezar, era una trampa mortal. Así
que arregla lo que sea que lo mató y cada maldita cosa más mientras lo
haces.

—Si es tal chatarra, no valdrá la pena el trabajo que le dedique —


dijo, siempre el mecánico honesto, algo que mantenía a sus clientes leales
a él. Nunca te engañaría con un trabajo de frenos si te quedaba un poco
antes de que lo necesitaras.

—Sí, lo sé. Pero ella no puede permitirse uno nuevo y nunca me


dejaría comprarle uno. Tal como están las cosas, se volverá loca si se
entera que lo arreglé por ella.

—¿Una chica que puede poner tu obstinado trasero en su lugar?


Tendré que conocerla. De acuerdo —dijo, y pude oírlo golpeando la
puerta de la grúa—. ¿A dónde me dirijo?
—Frente al lugar de Fee. Lo reconocerás cuando lo veas.
—Está bien, estoy en eso. Te llamaré una vez que lo revise.
—Lo aprecio —dije, colgando.

—¿Aprecias qué? —preguntó la voz de Lea, somnolienta, y me volví


para verla sentada en mi cama, intentando aplacar su cabello
139

tímidamente. Y maldita sea si no era la jodida cosa más dulce de la tierra—


. Nada nena. ¿Quieres café?
—Dios, sí —dijo y sonreí ante la desesperación en su tono.

Avancé a la cocina para preparárselo mientras oía cerrarse la


puerta del baño. Salió un par de minutos más tarde, tomando el café de
mis manos y respirándolo profundamente antes de tomar un sorbo.
—¿Qué tal el daño?
—No es bonito, pero podría ser peor.
Apartó la mirada un poco torpemente, mirando hacia su taza.
—Gracias por permitirme quedarme aquí.

Luché contra el impulso de suspirar, para hacerle saber que esas


palabras, por inocentes que pudieran haber sido, tenían un significado
mucho más profundo de lo que ella creía. Porque las mujeres que te
interesaban, con las que salías, cuando las llevabas a tu casa, las seducías,
te las follabas, las alimentabas y luego dormías con ellas, sí… maldita sea,
no te agradecían por permitirles quedarse. Ya sea que lo supiera o no, su
guardia se levantaba lentamente.
—Ven aquí —dije.
—Estoy justo aquí —dijo, frunciendo el ceño.

Resoplé, quitándole el café de las manos y poniéndolo en la


encimera antes de agarrarla y arrastrarla contra mí.

—Me refería a venir aquí —le dije contra su cabello, sonriendo


cuando sentí sus brazos envolverme tentativamente.
—Oh.

—¿Eres consciente de que te apoderas de toda la maldita cama


cuando duermes? —le pregunté y pude sentirla reír en silencio.
—Sí.
—También pateas.

—¡No es cierto! —insistió, alejándose lo suficiente como para


mirarme.

—Tengo un moretón en mi pierna que dice lo contrario —respondí


sonriendo y ella en realidad pareció avergonzada.
140

—Lo siento.
—Creo que voy a sobrevivir. Lavé y sequé tu ropa.

—Oh —dijo de nuevo y, si no me equivocaba, casi pareció


decepcionada.
—Pero no hay apuro con eso. ¿Quieres desayunar?
Su nariz se arrugó.

—No soy muy aficionada al desayuno —admitió, y ese era solo otro
pedacito de ella que debía tomar.

—De acuerdo. ¿Quieres follar en la ducha? —le ofrecí, medio en


broma, pero totalmente dispuesto a hacerlo si quería.

Ante eso, obtuve una rara y sorprendente sonrisa de ella. Iluminó


toda su jodida cara.
—Bueno, definitivamente quiero ducharme en ese spa tuyo.

—Está bien —dije, soltándola y alejándome—. Ve a lavarte —


continué, azotando su culo con fuerza cuando se dio vuelta para alejarse.
Me lanzó una sonrisa satisfecha por encima del hombro, pero continuó.

La dejé bañarse, aunque sabía que usaría el tiempo para armarse


de valor contra mí, a pesar de que realmente me hubiera gustado
follármela de nuevo. Regresó media hora más tarde, con el cabello
mojado y los pantalones y la camiseta negra manga larga de anoche. Se
veía bien, pero la prefería con mi camiseta. O desnuda.

—Te robé tu cepillo de dientes extra —comentó a medida que se


acercaba a la encimera y tomaba su café frío en su mayor parte y
comenzaba a beber—. Así que, probablemente querrás abastecerte antes
de tener huéspedes otra vez.
Justo entonces suspiré.

—Está bien, creo que ambos podemos estar de acuerdo en que no


soy exactamente el tipo de hombre que se guarda sus opiniones para sí
mismo.
—No, ¿en serio? —preguntó, su voz adquiriendo un tono sarcástico.
Lo ignoré.
141

—Tampoco soy realmente el tipo de hombre que analiza las mierdas


hasta la muerte o se niega algo que quiere.
—Ah, está bien… —dijo, frunciendo el ceño.

—Entonces, ¿lo que estoy diciendo es que esta mierda entre tú y yo?
Estoy dentro.

—Esta… ¿mierda entre tú y yo? No hay ninguna mierda. Hemos


tenido un buen sexo casual y…

—Para —dije, sacudiendo la cabeza—. Esto no ha sido casual y lo


sabes. Es más. Igual puedo haber sido un poco lento al darme cuenta al
principio, pero Lea… construí una maldita cerca e instalé una puerta de
seguridad por ti. Maldita sea, apenas te conocía, pero quería que
estuvieras a salvo. Ahora bien, no soy romántico. No te escribiré poesía ni te
enviaré textos cursis o alguna mierda así. Ese no soy yo. Pero te mostraré
que me importas lo suficiente a mi manera: manteniéndote a salvo,
asegurándome que tienes lo que necesitas, follándote hasta que no
puedas ver bien. Eso es lo que tengo para ofrecerte. Tómalo o déjalo, esa
es tu decisión. Pero no lo llames casual porque no hay nada de casual en
esto.
—Shane, ni siquiera nos conocemos.

Resistí el impulso de decir “bueno, de quién es la culpa” y tomé una


respiración profunda en su lugar.

—Sabemos lo suficiente. No hagas eso. Sabemos lo suficiente como


para comenzar algo. La gente comienza con menos cada maldito día.
Entiendo que has pasado por algunas mierdas y estás vacilante y
asustada…
—No estoy asustada —espetó, con los pelos de punta.

—Lea, estás jodidamente aterrada. Pero está bien. Lo entiendo.


Probablemente incluso es inteligente de tu parte. Pero si hay una cosa que
quiero dejar bien en claro en este momento es que… no me van esas
mierdas. Si no puedes verlo, entonces quizás sea inteligente terminar con
esto ahora mismo.

—Lo veo —dijo, con una voz inusualmente baja—. Si no es por otra
razón a parte de pensar que tu madre te asaría las pelotas como hibachi
—añadió, con los labios alzándose en las comisuras.
142

—Entonces, entiendes dónde estoy parado. Ahora debes decidir en


dónde te encuentras tú, dentro o fuera de la puerta. Porque no tengo
paciencia para eso de un pie dentro o fuera.
—Shane, yo…

—Necesitas tiempo. Lo entiendo. Si quieres, te llevaré a casa. Puedes


pensarlo ahí. Pero ya sea que cuente contigo o no, tu culo ahora está
obligado a ir a casa de Fee conmigo para mover algunos muebles el
próximo sábado.

—Si con “mover algunos muebles” te refieres a repartir cervezas


mientras los hombres hacen el trabajo duro, seguro —dijo a medida que se
alejaba, localizando sus zapatos y deslizándose en ellos.
—Eso es exactamente lo que quise decir. ¿Estás lista? —le pregunté,
metiéndome en mis propios zapatos y agarrando mis llaves.

—¿Crees que el edificio aún estará en pie? —preguntó mientras


abría la puerta, con una mirada perversa.

—No prometo nada —dije, viendo como bajaba las escaleras por un
largo minuto antes de cerrar la puerta y seguirla, una parte de mí
esperando que el lugar estuviera hecho escombros para así poder tener
una razón de tenerla en mi casa en su lugar.
Pero me guardé esa mierda para mí porque era una maldita locura.
143

12
Lea
Traducido por Lyla y Selene1987

Corregido por Bella’

Bueno.
Sí.
Cosas sucedieron.
Cosas fueron dichas.

Shane me dejó en mi edificio de apartamentos aún de pie,


dándome un casi rudo beso rápido en la frente, su barba raspando de una
manera deliciosa. Luego me dio unas palmaditas en el culo y me dijo que
me vería más tarde y que necesitaba sacar las ramas del estacionamiento.

Entré en mi departamento y me dejé caer en la cama, mi corazón


todavía latía demasiado rápido… como lo había estado haciendo casi
desde que me levanté esa mañana. Verás, lo había sentido la anoche
también. Lo que sea que hizo que Shane me diera ese discurso, lo sentí. Ni
siquiera lo reconocía, el concepto era completamente desconocido para
mí. Era una sensación de comodidad, de ser correcto, de… ¿hogar?
Pero eso era una locura.
Una persona no podía sentirse como en casa.
Habría sido capaz de alejar eso, compartimentarlo, trivializarlo.

Excepto que Shane se había adelantado y había dicho todas las


cosas correctas.

Mira… Shane era un poco bruto. Era rudo, duro y varonil. Él no hacía
la cosa de osos de peluche y mensajes textos de “buenos días, hermosa”.
144

Pero eso era exactamente lo que más me gustaba de él. Era… real. No lo
intentaba, ni tenía que hacerlo. Como él dijo, mostraba su interés a su
manera. Y cuando hablaba, decía cosas. Era refrescante. Era agradable
saber exactamente lo que tenía en mente… incluso si lo que estaba en su
mente me asustaba.

El caso es que había tenido una vida lo suficientemente colorida


como para saber que cuando las cosas te aterraban hasta orinar tus
pantalones, generalmente resultaban ser las mejores experiencias. Y tenía
la sospecha de que darle una oportunidad a Shane sería toda una historia.
Demonios, incluso si se estrellaba y se quemaba. Incluso si terminaba en
cenizas.
Probablemente lo haría.
Y cuanto más nos acercáramos, cuanto más estuviéramos juntos,
más querría de mí. Querría detalles de mi vida de antes, detalles que no
podría darle.
Fracasaría cuando me negara a entregar esos pedazos de mí.
¿Pero eso significaba que debería alejarlo antes?
Sí, esa era la pregunta del día.

Y cada vez que pensaba estar más cerca de descubrirlo, surgían


más pruebas contradictorias.

Era una larga y frustrante mañana hasta que, de la nada, mi teléfono


fijo sonó, haciéndome realmente gritar de lo tan inesperado que fue. Solo
lo conectaba para emergencias, para cubrir mis bases, por si sucedía algo
y mi celular estaba fuera de mi alcance. Nunca se lo di a nadie.
—¿Hola?

—En realidad deberías tener bloqueo de pantalla en tu celular. Solo


digo —dijo la profunda, masculina y desconocida voz.

¿Mi celular? Mi celular debería haber estado en mi bolso en mi auto


frente al trabajo.
—¿Quién diablos es? —espeté, mi voz aguda.

Hubo una profunda y retumbante risa a la que cualquier mujer


cuerda respondería.
—Soy Colton King.
145

¿Colton King? Cristo, sonaba como un nombre de novela romántica


o de una estrella porno.
—¿Se supone que ese nombre significa algo para mí?

Nuevamente, la risa. Aparentemente, Colton King me encontraba


divertida.
—Tal vez no, amor. Tengo tu auto en mi local.
—¿Por qué tendrías mi auto?

Hubo una breve pausa en la que no pensé en nada antes de que él


respondiera.

—El municipio estaba haciendo barridos de calles. Tenía que


moverse. Aproveché la oportunidad para revisarlo.

Una parte de mí quería gritar ante la presunción de eso; la otra parte


era dolorosamente consciente de que el auto realmente necesitaba ser
revisado, así que no debería quejarme de que se hiciera.
—¿Y?
—No es bonito —dio evasivas.

—Dímelo —exigí, teniendo muy poca paciencia para las


delicadezas.

—El arranque está arruinado. La batería necesita ser reemplazada.


Bujías, pastillas de freno, dos mangueras y dos cojinetes.

—Cristo —dije, cerrando los ojos y pasando una mano por mi


cabello. De acuerdo, estaba ganando bien en lo de Fee, pero sabía lo
suficiente sobre automóviles como para saber que las reparaciones eran
una locura si tenía que pagar por la mano de obra. Las piezas cuestan
dinero y siempre tuve la suerte tener a alguien que lo hiciera todo solo por
eso. Pero esa era mi vida anterior; esta era mi nueva vida. Tenía que pagar
por la mano de obra.
—Bueno. ¿Qué es absolutamente necesario en este momento?
Colton hizo una pausa.

—El arranque y los frenos. La batería se agotará pronto, pero es


probable que tenga al menos una semana más o menos antes de tener
que preocuparte por eso. Los cojinetes comenzarán a ponerse ruidosos.
146

Hasta entonces, no es una gran preocupación. Las mangueras y los


enchufes se pueden hacer cuando sea necesario.

—Oh, Dios. Bien. Adelante, arregla los frenos y el arranque. ¿Cuándo


debería estar para recogerlo?
Nuevamente, hubo otra pausa de la que no supe qué sospechar.
—A las cuatro.
—Bueno. ¿Y dónde está tu local?
—Reparaciones King's en Madison.
—Bueno. Gracias. Te veré luego.
Colgué, me cambié a una camiseta blanca en lugar de la camiseta
negra de manga larga y me puse unos zapatos secos. Alrededor de las tres
y media, había un taxi frente a mi edificio y tenía el pequeño ahorro que
había guardado en mi bolso mientras nos dirigíamos en dirección a
Madison.

Reparaciones King's era un edificio de metal azul bajo y largo con


tres puertas abiertas y una pequeña oficina acristalada en el lado
derecho. Pagué al taxista y salí del auto, moviéndome en dirección a la
oficina.

—Hola, amor —dijo una voz recientemente familiar, no menos sexy


en persona que por teléfono. Me volví hacia las puertas abiertas y
encontré a Colton King.

Y, bueno, Fee tenía razón. Realmente no había un hombre malo en


Navesink Bank.

Colton King era tan alto como Shane, pero más delgado, su cuerpo
de hombros estrechos y fuertes se veía muy bien en la camiseta sin mangas
blanca manchada de grasa y el mono azul que llevaba puesto, la parte
superior atada alrededor de sus caderas, dejando sus brazos en exhibición.
Su cabello era oscuro, pero no negro como el de Shane y su rostro tenía
ángulos agudos. Desde muy lejos, no podía distinguir sus ojos, pero
parecían oscuros.
—¿Colton? —pregunté, girándome y dirigiéndome hacia él.
—Lea —dijo, inclinando su barbilla hacia mí.
147

—¿Todo listo? —pregunté, sin ofenderme cuando sus ojos se


detuvieron por un breve vistazo.
—Casi. Uno de mis muchachos debería sacarlo en un minuto.
—Genial —dije, buscando mi billetera—. ¿Cuánto te debo?

Cuando no respondió, volví a levantar la mirada y lo encontré con


una mano bajando por su cuello.
—Mira, ese es el asunto…
Sentí que mis cejas se fruncían.
—¿Cuál es el asunto?
Exhaló y dejó caer su mano, encogiéndose de hombros.
—Está resuelto.
—¿Qué está resuelto?
—La factura.
—¿Cómo está pagada la factura? Acabo de llegar.
—Y lo tienes todo arreglado, no solo los frenos y el arranque.
—Bien, vas a tener que explicar esto mejor.

—Mira, recibí una llamada esta mañana de un viejo amigo… —


comenzó.

Y en ese momento, lo supe. Mi mente regresó a Shane diciendo que


apreciaba algo cuando colgó.
—Oh, por el amor de Dios. ¿Shane hizo esto?

La cara de Colton estalló en una gran sonrisa, toda dientes blancos y


encanto.

—Dijo que estarías enojada. —Hizo una pausa, y luego continuó—: Si


te sirve de consuelo, era arreglar tu antiguo pedazo de mierda o que te
comprara un auto nuevo.
Ante eso, rodé los ojos.
—Sí, seguro.
—Si eres de Shane, él te querría en un auto seguro.
148

—No soy nada de nadie. Por eso me vas a dejar pagar por lo que le
hiciste a mi auto.

—No puedo hacer eso —dijo, sacudiendo la cabeza como si se


disculpara, pero la luz en sus ojos marrones oscuros decía que no lo hacía.
—Seguro que puedes. A Shane no le importará.

—Shane vendrá aquí y se pondrá furioso —corrigió—. He estado en


suficientes peleas con él para saber que no quiero estar en más. Acepta el
regalo, amor. Solo son algunas reparaciones de auto. No te hace menos
independiente. Además, de esta manera, puedes conducir allí y montarle
una buena sobre hacer algo como esto sin preguntar primero —agregó
con una pequeña sonrisa diabólica.
—¿Sabes qué, Colton King? Me gusta la forma en que piensas.

Entonces, como si sintiera que estaba de acuerdo con la


transacción, mi destartalado auto salió por la puerta detrás de él.
—¿También lo lavaron? —pregunté, sonriendo un poco.

—Aspirado por dentro también. Me imaginé que, si Shane estaba


pagando, podría ser una buena factura.
Me reí ante eso.
—Eres un amigo extraño.

Colton se alejó para recoger las llaves que trajo un chico que asintió
hacia mí y después regresó corriendo dentro del edificio. Colton alcanzó el
costado del lado del conductor y sacó mi teléfono móvil.
—De verdad, ponle una contraseña. Podría haber visto todas las
fotos traviesas que tienes guardadas —me dijo mientras me lo daba.
—No tengo ninguna foto traviesa.

—Lo sé. Lo he comprobado —dijo con esa sonrisa floja y de


coqueteo de nuevo antes de moverse—. Ve a darle un infierno —dijo
como despedida mientras desaparecía dentro del edificio.

Me monté en mi auto, sacudiendo la cabeza por el hecho de que


incluso echaron producto Armorall en el interior, y después me dirigí en
dirección al almacén de Shane.

Verán, cuando me desperté esa mañana y por fin me había puesto


decente, tuve que admitir que era mejor de lo que esperaba. Mis
149

expectativas eran muy bajas con eso de no tener paredes en el cuarto de


baño. Era el típico piso de soltero y masculino, con todas esas vigas de
metal expuestas, paredes de ladrillo y suelos simples y manchados. Era un
espacio enorme, llenando toda la planta.

Al final del todo estaba la cocina con la que me había familiarizado


en la oscuridad, pero estaba mejor con luz que hacía que las encimeras
que eran de color pizarras estuvieran bien. Los accesorios eran todos de
acero inoxidable, y nuevos. El refrigerador tenía casi el doble de tamaño
de cualquiera normal que haya visto jamás.

Directamente en la puerta de las escaleras había un cuarto de baño


con marco, pero inacabado. En el centro de la sala estaba el espacio del
dormitorio con la cama de gran tamaño en la que había dormido, dos
mesitas de noche, y una sala al otro lado con una televisión gigante que
estaba enfrente de una fila de ventanas que alineaban todo el frente del
edificio y donde se veía la calle. Había un gran sillón de cuero en una
esquina con una lámpara, pero no había ninguna salita. Había una pared
detrás de la pared y el cuarto de baño que no había podido mirar, así que
no tenía ni idea de lo que podría encontrar allí.

El edificio tenía cuatro plantas. La primera, tal y como me dijo Shane,


sin terminar. Me dejó con la duda de si las dos últimas plantas tampoco
estaban acabadas.

Pero no era en lo que pensaba exactamente mientras estacionaba


enfrente, enfadada estúpidamente porque mi auto funcionara tan bien.
Había descubierto a mitad de camino de que Colton también había
arreglado mi radio. No funcionaba cuando compré el auto así que nunca
había pensado en tocarla. Pero entonces escuché un leve murmullo y giré
el botón y, sin duda, había música.

No es que fuera una desagradecida. Es que se estaba pasando de


la raya.

Había aprendido a ser muy consciente de ese tipo de


comportamientos, teniendo en cuenta qué es lo que había sucedido en mi
pasado.

Tenía que dejar claro que hacer cosas, aunque fueran cosas bonitas,
sin mi permiso no era aceptable.
150

Subí las escaleras externas e hice una pausa, oyendo golpes en el


interior. Encogiéndome de hombros, golpeé fuertemente en la puerta
hasta que oí romperse algo dentro.

—Mierda. Déjate puesta la ropa interior —dijo la voz de Shane, sin


respiración. Hubo otro golpe—. Entra ya —gruñó, parecía distraído.

Entré y casi me detuve inmediatamente, viendo lo que estaba


haciendo y por qué hacía tanto ruido.
Estaba haciendo el cuarto de baño.

Oyendo cerrar la puerta, su cabeza se dirigió hacia mí y una breve


sonrisa se extendió por su cara.

—Colt te llamó, ¿no? —preguntó, levantándose del suelo y


limpiándose las manos sucias en su camiseta—. Ese jodido.
—Eh… ¿en qué demonios estabas pensando al hacerle hacer eso?

—Pensaba en que tu auto estaba muerto y que Fee dijo que tenía
que moverse.
—Claro. Pero yo podría haberlo arreglado.
—No lo dudo, Lea. Pero yo lo hice en tu lugar.
—Pero no tenías derecho a hacerlo.

—¿Me he pasado de la raya? A lo mejor. Pero no fue ningún truco.


No intentaba ganarme tu confianza. No era algo que hiciera con
ataduras. ¿De acuerdo? Tu auto necesitaba arreglarse. Yo lo arreglé. Caso
cerrado. No significa nada. Aún puedes decirme que me vaya a la mierda
en cualquier momento y jamás oirás ni una palabra de mí sobre el tema. —
Bueno, eso sin duda me dejó descolocada. Hizo una pausa durante un
momento, observándome con esos ojos claros que juraba miraban a
través de mí a veces—. Dime que me vaya a la mierda, Lea —exigió, su voz
un poco floja. Pero no podía hacerlo. Aunque supiera que debería
hacerlo, no podía decir esas palabras—. No puedes hacerlo, ¿no? —
preguntó, con una sonrisa victoriosa en sus labios—. Bueno, si no vas a
mandarme a la mierda, ¿por qué no vienes y no me saludas
debidamente?

Mis ojos se sintieron pesados por la insinuación, pero me quedé


parada.
—¿Por qué debería ir hacia ti?
151

Su sonrisa se volvió más siniestra.

—Tú lo has querido, grano en el culo. Recuérdalo —dijo, cargando


contra mí. Tres cosas pasaron casi en el mismo segundo: su mano me
rodeó y agarró mi cuello, su brazo se quedó en mi cintura, sus labios se
chocaron con los míos.

Mis propias manos salieron instintivamente, agarrando sus brazos y


apretándome más contra él. Lo que mi súper lívido estuvo feliz de hacer.
Mis piernas subieron, abrazando su cintura. Mi espalda chocó contra una
de las paredes que acababa de construir y sus labios se alejaron de los
míos y me sonrió.
—Sí, las paredes han sido una buena idea.
Su cabeza se ladeó y su boca se estrelló contra mi cuello mientras
una mano se movía desde mi culo y se deslizaba hacia mi barriga,
desabrochando el botón y la cremallera y deslizándose dentro. Sus dedos
presionaron mis bragas, pero la dura tela de mis bragas no permitía nada
más.

—Jodidos jeans apretados. La peor invención de la historia —gruñó


Shane, alcanzando mis piernas y haciendo que se quitaran de su cintura.
En cuanto mis pies tocaron el suelo, sus dedos agarraron la pretina y los
bajó hasta la mitad. Sus dedos no fueron despacio. No hizo ninguna pausa.

Apretaron mi clítoris a través de mis bragas y empezaron a trabajar


en círculos rápidos. Sus ojos estaban pesados mientras observaba cómo
perdía el control lentamente.

—Shane, por favor… —gruñí, necesitando más que sus dedos sobre
mí, necesitando que se adentrara en mi interior.

—¿Por favor qué? —preguntó, sin sonreír, muy serio por querer que lo
dijera.

—Por favor, fóllame —exigí y sus ojos se oscurecieron mientras una


mano se metía en el bolsillo trasero, sacaba su cartera, encontraba un
condón. Después lanzó la cartera. Desabrochó su botón y cremallera con
una mano, bajándose sus pantalones y sus calzoncillos, dejando expuesta
su larga polla y sentí que mi coño se endurecía por la excitación.

Perdí su dedo mientras sus manos me agarraban de la cintura y me


daba la vuelta bruscamente, empujándome contra la pared. Después mis
bragas fuero bajadas por mis piernas. Hubo la mayor de las pausas
152

mientras nos protegía antes de que su mano saliera y me diera una


palmada en el culo.

—Me encanta esta jodida vista —murmuró, con su rodilla separando


mis piernas lentamente. Su polla presionó mi exterior, tanteándome y
dándome en el clítoris un segundo antes de alejarse y adentrarse en mí
con una estacada.
Después me folló, como yo había pedido.
Rápido, fuerte y brutal.
Como yo lo quería.

Me corrí fuertemente poco después y Shane me siguió justo detrás,


con su cabeza en mi cuello, gritando mi nombre al igual que yo.

—¿Fue un buen saludo? —pregunté cuando encontré mi voz de


nuevo.
Shane se rio, mordiéndome en el hombro.
—Demonios, sí.

—¿Y así es como voy a tener que saludarte de ahora en adelante?


—pregunté, sonriendo sobre todo porque no podía verlo.

Shane se quedó en silencio durante un segundo, después se alejó,


saliendo de mí, dándome la vuelta, con sus ojos encontrando los míos.
—¿Es tu manera de decir que te apuntas?
¿Lo era?
Supongo que sí.

—Pero sin promesas —advertí, sabiendo que no habría un felices


para siempre en mi futuro.

—Tampoco puedo dártelas —accedió asintiendo, con una mano


moviéndose para agarrar mis bragas y subirlas por mis piernas—. Estaría
mintiendo si lo intentara. Así que ni intentemos hacer esa mierda. Dejemos
que pase, ¿bien?
Lo hacía parecer muy sencillo, muy posible. Casi le creí.
—Sí —accedí, pero mi sonrisa estaba medio forzada.
153

—De acuerdo. Bien. Tengo que deshacerme de este condón.


Cuando vuelva, tu culo va a ayudarme a poner esas paredes.
—¿Por qué debería ayudarte a poner las paredes?

—Porque vamos a vernos más y no voy a aparecer por tu


apartamento —me dijo mientras entraba en el cuarto de baño.
Alcancé mis pantalones, colocándolos en su lugar.
—¿Por qué no?

—Porque soy el dueño. No necesito que mis inquilinos me escuchen


follarte todo el tiempo. Eso significa que estarás mucho por aquí. Y, me
imagino, un cuarto de baño con paredes es un requisito para que te
quedes aquí.

—Creo que los cuartos de baño con paredes son un requisito para
cualquiera —dije, defendiendo mi postura mientras me agachaba para
recoger la pistola de silicona.
Shane salió, levantando una ceja.
—No sé si confío en ti con esa cosa.

—No digas nada que me enfurezca y no tendrás que preocuparte.


—Sonreí, apuntándole con una sonrisa.

—Sí, ¿qué posibilidades hay de que ocurra? —preguntó con una


sonrisa.
Ahí estaba de nuevo.
Comodidad.
Estabilidad.
Hogar.
Y daba miedo.
Estaba preocupada.
Pero no iba a dejar que el miedo fuera mejor que yo.

Porque lo que estaba al otro lado, sí, tenía la sensación de que sería
épico.
154

13
Lea
Traducido por Ale Grigori, Anelynn* y Myr62

Corregido por Celemg

Sucedió casi naturalmente.

La primera noche, terminamos de construir el baño. Pedimos


comida. Nos fuimos a dormir. Me desperté en medio de la noche con
Shane besando mis piernas y, bueno, las cosas se calentaron desde allí. Me
desperté. No en sus brazos, porque aparentemente tengo batallas cuando
duermo, algo que Shane estaba muy deseoso de señalar. Además, Shane
se levantó temprano porque era uno de esos locos fanáticos de madrugar.
Así que me desperté en una gran cama arrugada con el olor a café recién
hecho en todas partes.

Y no mencionemos el sentimiento cálido y pegajoso que intentaba


ignorar.

Shane se fue a trabajar, dejándome en mi apartamento en el


camino y diciéndome sin ningún preámbulo:

—Empaca un poco y conduce a mi casa cuando hayas terminado


en el trabajo.

Me preparé para el trabajo. Y, no estoy segura de cómo me sentía al


hacerlo, hice una pequeña maleta con lo básico: cepillo de dientes,
desodorante, maquillaje, tampones “por si acaso”, un par de bragas y una
muda de ropa. No quería que pareciera que iba a mudarme allí.

Luego fui a trabajar. Después del trabajo, fui a donde Shane, había
dejado la puerta abierta y estaba desmayado en la cama. Insegura de
qué hacer, retrocedí silenciosamente hacia la puerta nuevamente.
155

—Pon tu trasero en esta cama —exigió su voz ronca adormilada,


amortiguada por la almohada en la que su rostro estaba medio enterrado.
—Estás durmiendo. Es tarde. Me…

—No me hagas levantarme y arrastrarte hasta aquí —advirtió, sin


hacer ningún movimiento para mirarme.
—Shane…
—Lea… —dijo, un rastro de humor allí.

Encogiéndome de hombros, cerré la puerta con llave, dejé mi bolso


a un lado y me dirigí a la cama. Me quité los zapatos y me moví para
agarrar las sábanas.

—No es posible dormir en esos vaqueros ajustados —murmuró y


estuve de acuerdo, así que los desabroché y los deslicé por mi cuerpo—. O
ese sujetador —prosiguió, y definitivamente había humor en ello. Pero, de
nuevo, él tenía razón. Extendí mis manos detrás de la espalda y lo
desabroché, arrastrándolo a través del agujero de mi brazo.

—¿Ahora, estoy lista para ir a la cama? —pregunté, sonriéndole un


poco a su espalda.
—No lo sé. No creo que estés desnuda todavía.

—Tampoco estás desnudo. —Señalé la manta enredada alrededor


de sus muslos, permitiéndome ver su bóxer negro.

En ese momento, su cuerpo saltó, volteándose sobre su espalda.


Extendió la mano, atrapó el bóxer antes mencionado y se lo arrancó.
—Claro que sí —dijo, ladeando un brazo detrás de su cabeza y
enviándome una pequeña sonrisa diabólica, completamente cómodo en
su propia desnudez. Como debería estar con un cuerpo como el que
tenía.

—Está bien —dije, levantando mi barbilla un poco y quitándome


rápidamente la camiseta.
—Bragas también. Nos estamos liberando.

Me reí de eso, enganchando las bragas rosadas de encaje que me


había puesto porque sabía que en algún momento Shane las vería, y las
deslice por mis piernas.
—¿Estamos bien ahora?
156

Los ojos de Shane se deslizaron sobre mí por un segundo y luego


agarró la manta y la levantó para que pudiera deslizarme debajo. Lo cual
hice felizmente. Su brazo serpenteó alrededor de mi espalda y me llevó a
su costado. Sus dedos recorrieron mi espina dorsal por un largo par de
minutos, no fue sexual. Fue solo íntimo, dulce.

Y antes de que mi cuerpo codicioso pudiera ponerse demasiado


nervioso, la respiración de Shane se hizo profunda y uniforme, estiré mi
cuello para ver que se había vuelto a dormir. Y eso, de alguna manera,
significó algo para mí. No me quería en su cama directamente después del
trabajo solo para follarme. No es que me hubiera quejado de eso.
Cualquier excusa que pudiera encontrar para poner sus manos y su boca
encima de mí, bueno, la tomaría. Pero se sentía bien el saber que a veces
solo me quería allí, solo me quería en su cama, solo quería que me
tumbara sobre su pecho y en sus brazos mientras él dormía.

Sí, ese fue un sentimiento inesperadamente increíble. Y me permití


quedarme despierta hasta casi las seis de la mañana, disfrutando de él
antes de que mis ojos agotados finalmente se cerraran.

Por toda una media hora antes de que el reloj interno de Shane lo
despertara y de repente estaba rodando sobre mi espalda. Mi cerebro, en
su mayoría dormido, estaba lo suficientemente presente como para sentir
la sensación de sus dedos acariciando mi vientre y trazando la parte
inferior sensible de mis senos, pero no lo suficientemente presente como
para hacer que abriera los ojos. Así que me quedé allí acostada y dejé que
me acariciara, la sensación casi reverente, como si estuviera adorando
cada centímetro de mí, tratando de recordarlo todo. Luego, cuando me
retorcí y gemí lo suficiente como para que una estrella porno se sonrojara,
se deslizó dentro de mí.

No era lo que parecía ser nuestra habitual follada desesperada. Fue


lento y dulce, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, como si nada
fuera más importante que compartir nuestros cuerpos el uno con el otro.

Las palabras hacer el amor aparecieron en mi cabeza justo cuando


el orgasmo corría por mi cuerpo, pareciendo intensificarlo solo con esa
comprensión.

Porque con todo el sexo que había tenido en mi vida… nunca había
tenido alguien que me hiciera el amor. Ni siquiera estaba del todo segura
de haber entendido la frase hasta que Shane me la mostró. Y, a juzgar por
la expresión satisfecha pero confusa y un poco sorprendida en su rostro
157

mientras me miraba, después de que también se viniera, estaba bastante


segura que la experiencia era nueva para él.

Me sostuvo por un largo tiempo hasta que su teléfono comenzara a


explotar en la habitación y suspiró, golpeó mi trasero ligeramente, y se
levantó de la cama para ir a buscarlo. Lo hizo completamente desnudo,
debo agregar. Y no sentí vergüenza alguna al mirar mientras contestaba su
teléfono y se movía por la cocina preparando café.

Me dormí mientras él estaba en la ducha y me desperté solo con


una nota en la cafetera cuando el olor finalmente me arrastró fuera de la
cama.

Necesito arreglar alguna mierda del gimnasio. Volveré en un par de


horas para follarte. Fee dijo que hoy es tu día libre, así que te llevaré a
Chaz’s. Mark te debe un par de rondas. Me lo recordó esta mañana.

No lo firmó y no había un sentimiento realmente dulce, pero tomó


casi todo lo que tenía no doblarlo cuidadosamente y guardarlo en mi
bolsa de viaje para resguardarlo.
Pero no era tan tonta.

Excepto que lo era y lo tenía doblado en mi bolsa por un segundo


antes de volver a agarrarlo, hacerlo una bola y asegurarme de hacerlo
papilla en los viejos granos de café en la basura, así no intentaba
guardarlo de nuevo.

Tomé una ducha desagradablemente larga en su lujoso baño, me


puse un poco de maquillaje, pero no mucho, porque si tenía planes de
follarme cuando volviera, sabía que sería de la forma áspera, salvaje y
sudorosa, y no necesitaba máscara de pestañas corriendo por mi cara.
Tampoco estaba equivocada.

Shane entró alrededor de las cuatro, y me dio una buena y sólida


follada que juro que me hizo tener un encuentro cara a cara fuera de mi
cuerpo con Dios, luego nos vestimos y llegamos a lo de Chaz.

Mark hizo lo que prometió, comprándonos rondas. Eventualmente,


Ryan y Eli aparecieron, uniéndose hasta que estaba bien y perdida. Años
de beber con hombres que lo hacían como si estuvieran varados en el
Sahara, hizo que mi tolerancia fuera buena y, por lo tanto, me impedía
llegar al punto en que me ponía sentimental.
158

—Vamos, si él a duras penas es el premio de la familia —dijo Mark,


coqueteando irremediablemente conmigo, (y con cualquier otra chica en
la que uno de sus hermanos mostraba interés, solo para enojarlos). Mark
era el charlatán de la familia, aprendí rápidamente. Shane era el bruto con
muchas opiniones y, por suerte, con suficiente cerebro para respaldarlas.
Ryan, la cabeza de los negocios. Realmente no podía tener un sentimiento
por él, siempre siendo tan serio. Ni siquiera podía decir si le gustaba y me
encontré demasiado preocupada por esa aprobación. Eli, bueno, era Eli.
Era una extraña mezcla de sobrio y amistoso. Su oscura intensidad no
parecía disminuir al conocerlo mejor, sino que se convertía en una de las
cosas más interesantes de él. Durante la cuarta ronda aprendí que era
pintor y escritor y que algún día esperaba hacer de eso la parte más
importante de su vida. Hubo cierta tristeza cuando lo dijo, como si supiera
que las posibilidades fueran escasas.
En algún momento alrededor de la medianoche, dos tipos entraron,
haciendo que los Mallick sacudieran sus cabezas. Uno era delgado, el tipo
de cuerpo de un nadador, completamente cubierto de tatuajes, incluso
en el cuello, con el cabello peinado hacia atrás y ojos verdes, vestido con
ajustados jeans negros, una camiseta negra de Alice In Chains y jodidas
zapatillas deportivas de suela gruesa. A su lado había un hombre gigante
de piel mestiza, alto y ancho, también tatuado, con un rostro afilado y
perfecto, y una especie de confianza relajada en él.

—¿Quiénes son? —Me escuché preguntar, considerándolos sobre mi


bebida.

—Shooter es el jodido con la mirada grasienta —me informó Shane,


señalando con la cabeza al hombre en cuestión, quien le dedicó una
sonrisa que titubeó un poco cuando los ojos del hombre siguieron la
longitud del brazo de Shane hasta donde me cubría los hombros. Entonces
la sonrisa amenazó positivamente con dividir su rostro.
—¿Y el otro? —pregunté.
—Paine. Es un tatuador. Ha hecho algunos de los míos.

—Pero Hunter es un tatuador —dije, sin entender por qué alguien tan
ferozmente leal a su familia iría con otra persona.

—Hunt se fue por un tiempo hace algunos años. Así fue como
conoció a Fee. Necesitaba un tatuaje y Paine es igual de bueno.
159

—Cariño, amor, dulzura, querida. —Escuché a mi espalda,


arrastrando las palabras con un toque de acento sureño que lo hacía aún
más atractivo. Cuando volteé, estaba Shooter, y recordé que Fee me
había dicho que era un francotirador. Ciertamente no se veía en el
papel—. ¿Qué hace una mujer como tú con un hombre como él?

—Shoot, Lea. Lea, Shoot —dijo Shane, levantando el brazo que


estaba detrás de mí y golpeando a Shooter en la espalda.

—Él es malas noticias —advirtió Shooter, haciendo un show al verse


gravemente serio.
Me incliné hacia él.
—Oí que tú también eres malas noticias.

Se echó hacia atrás, con su mano en su pecho como si lo hubiera


apuñalado.

—Oh, ¡eso duele! —Dándome una sonrisa amplia la cual


seguramente funcionaba con el noventa y nueve por ciento de la
población femenina que no pertenecía a Shane Mallick.

—¿Quieres conseguir que te pateen el culo? —Paine, el sexy chico


negro de piel clara dijo acercándose, codeando a su amigo—. ¿Entraste
en un bar lleno de faldas y tienes que coquetearle a la única mujer que
tiene un hombre?

—Oh, no te preocupes —dije, moviendo la mano—. Mark ya ha


lanzado su nombre en la gorra también.

—Si alguna vez te sientes con las ganas de tomarte un descanso de


los hermanos Mallick… —ofreció Shooter, tomando mi mano y besándola.

—¿Eso no te molesta en absoluto? —preguntó Paine, señalando a


Shoot.
—Nah.
Me tensé un poco con eso, girándome para mirarlo.
—Bueno, ¿por qué no? —demandé.
A eso, se encogió de hombros.
—Porque no vas a ir a ningún lado.
160

Con el alcohol haciéndome incluso un poco más atrevida de lo


normal, si eso era posible, espeté:

—No sabes eso. Shooter tiene un poco de algo —dije con una
sonrisa.

—Oh, mierda —dijo Paine, atrayendo mi atención. Sujetó una mano


en la nuca de Shooter y lo jaló hacia atrás—. Que tengan una buena
pelea.
Me volví hacia Shane, con una ceja levantada.
—¿Entonces?

—No soy una persona celosa, nena. —Abrí mi boca para decir algo y
él puso dos dedos en mis labios, deteniéndome—. Estar celoso de Mark o
Shoot mostrándote atención dice que no confío en ti. Pero sí confío en ti.
Tú, sin embargo, no confías en mí. Lo cual es algo en lo que necesitamos
trabajar.
Con eso, bajó su mano.
—Confío en ti —me apresuré a decir.
Ante eso, su ceja se alzó.
—¿La anfitriona de Famiglia?

—Eso es diferente. Ella estaba siendo totalmente irrespetuosa. Follarse


con los ojos a un hombre quien está ahí con una mujer. Eso es un
comportamiento inaceptable.
—No tenía interés en…

—Sin embargo, ese no era el punto. El punto era, que ella me faltó al
respeto con la sola idea de exclusivamente coquetear abiertamente con
un tipo quien, al menos así parecía, pertenecía a otra mujer. Es diferente
con Mark y Shoot porque ellos solo están bromeando.

—Lea, no están bromeando —dijo Shane, sacudiendo su cabeza un


poco, sus labios crispándose—. ¿Jodo esto? ¿Jodemos esto? Lo están
esperando. Shoot porque, mientras no nos arruinemos los negocios el uno
al otro, una amistosa rivalidad sobre mujeres está bien. Mark porque él
preferiría pedir perdón que pedir permiso. Te follarían de inmediato.
—En ese caso, siento que debería estar insultada de que no los estás
poniendo en su lugar por eso.
161

—¿Por qué?

Porque eso mostraba que me valoraba. Porque eso decía que le


importaba. Pero no podía animarme a decírselo.

—Nada. No importa —dije, moviendo la mano y girando mi cara


hacia el bar lo cual hizo que su brazo cayera de mis hombros.

Tomé una respiración, tratando de recordarme a mí misma no


engancharme demasiado, que esto estaba condenado a fallar al final.
Shane se movió detrás de mí, sus brazos yendo hacia la barra a cada lado
de mi cuerpo, enjaulándome.

Se inclinó cerca, su boca acercándose a mi oído, su aliento cálido


enviando escalofríos por todo mi cuerpo.

—Solo porque no golpeo a cada hombre que muestra interés en ti,


no quiere decir que me importes una mierda. Estoy mostrando auto
preservación. Porque si comienzo mierda con cada tipo que quiera
follarte, nunca pararía de pelear. Tal vez ese ex tuyo jodió con tu cabeza o
tal vez estás como cada chica en el mundo que no tiene una jodida idea
de cuán caliente es, pero dejemos esta mierda en claro ahora, eres
hermosa. Los hombres van a querer follarte. No puedo enojarme por eso
porque la realidad es que, tú decides follarme a mí no a ellos. Así que, en
vez de enojarte sobre ellos, voy a avanzar y estar muy divertido por ello
porque cuando la noche se acabe, seré yo quien esté dentro de ti, soy yo
quien reirá al último. —Se detuvo, dejando que eso se asentara. Y lo hizo,
hasta mis huesos—. ¿Entonces hemos terminado con esta conversación
necia?
Me sentí asentir mientras tragaba duro.

—Pero me reservo el derecho de poner a esa anfitriona en su lugar si


alguna vez trata de hacerlo de nuevo.

—Nena, pagaría por ver eso —dijo, plantando un beso en mi cuello y


pude sentir sus labios sonriendo ahí.
Bien.
Dios, se sentía tan bien.
Mi mirada se levantó, encontrando mi reflejo en el espejo del
respaldo de la barra. La mirada en mis ojos lo decía todo.
162

Sabía que las cosas que se sentían muy bien significaban que iban
mal, iba a realmente a doler, a doler de verdad.

Pero mientras Shane decía en esa profunda y sexy voz de él que ya


era hora de salir de ahí e ir a su cama, decidí que eso era algo para
preocuparme otro día.

***

El día siguiente cuando desperté, Shane ya estaba completamente


vestido, caminando a través del edificio hacia mí con una laptop en sus
manos. Cuando mis cejas se fruncieron, la lanzó a la cama.

—Tengo un trabajo —dijo, en ese tono que decía implícito que era
del tipo ilegal y de quebrar rodillas, no del tipo gimnasio o edificio de
departamentos—. Quiero que te quedes aquí. Ve tele, busca en línea,
ordena comida. Pero quédate aquí.

Había una cierta cantidad de necesidad en su voz que hicieron que


lo adormilada se me quitara de pronto. No era algo que parecía quedarle.
—Shane, tengo trabajo esta noche.

Asintió a eso, como si supiera, mientras se sentaba en el costado de


la cama mientras levantaba su brazo, abriendo su mano. Una llave
colgaba del llavero que tenía alrededor de su dedo.

—Ve a trabajar. Pero entonces regresa aquí, ¿sí? Cierra la puerta


detrás de ti y solo… quédate aquí.

Sentí mis cejas fruncirse, sin entender por qué estaba repitiéndolo.
Apenas había visto mi apartamento en tres días. No era problema para mí
quedarme otra noche.
—Está bien —dije, tranquilizándolo, mientras tomaba la llave.

—Ven aquí y dame un beso —dijo, sus ojos iluminándose de nuevo,


con una sonrisa traviesa, como si el aceptar quedarme le quitara un peso
de encima.

Y, bueno, cuando un hombre que era tan sexy como Shane Mallick
te decía que le dieras un beso antes de irse, te arrastrabas a través de la
163

cama, agarrabas su cara, y lo besabas como si se fuera a la guerra. Lo


cual, de alguna manera, era así.

—Debería estar de vuelta en la mañana —dijo, acariciando con sus


dedos mi mejilla, entonces mi cuello—. Diviértete fingiendo orgasmos toda
la noche. Cuando vuelva a casa, te daré los reales.

Con eso, y solo una sonrisa, se paró de la cama, agarró su bolsa que
estaba por la puerta, y se fue. Me senté ahí por un largo par de minutos,
solo pensando sobre su, de alguna manera inusual, comportamiento y lo
que significaba. Tal vez el trabajo que tenía era particularmente
desagradable que quería algún tipo de comodidad para cuando
regresara. O tal vez era tan simple como que se agotaba en el trabajo y
necesitaba una salida de energía antes de conseguir dormir algo.
Entonces tal vez solo me quería para una buena follada.
Lo que sea que fuera, estaría cerca para verlo.
Quería ver y conocer todo sobre Shane.

No estaba segura de alguna vez verdaderamente haberme sentido


de esa manera sobre alguien.

Pero con Shane, era codiciosa de cada pequeño pedazo.


Observaba, escuchaba y catalogaba la información para después.

Por ejemplo, su familia estaba siempre llamándolo o mensajeándole.


Y, excepto cuando estábamos en medio del sexo, siempre se levantaba y
respondía. Pero no estaba fastidiado o enojado; siempre parecía
genuinamente feliz de hablar con ellos, incluso cuando le estaban
llamando para informarle problemas. Le gustaban las películas de acción y
las comedias y entornaba los ojos con las comedias románticas. Era un
madrugador, un gran comelón y un fenómeno del ejercicio. Sus platos
nunca se apilaban por lo que parecía del modo de pensar de “limpiar
mientras lo haces”. No muchas cosas lo hacían sacudirse, no importa
cuántas pequeñas crisis parecían venir de una sola vez. Él era
imperturbable.

Y, bueno, prestaba atención. A mí. No estaba segura que alguna vez


hubiera experimentado eso antes, pero déjame decírtelo, era algo más.
Cuando hablaba, él escuchaba. Incluso si me interrumpía a medio
pensamiento, sabía lo que yo estaba diciendo. Me comprendía. Sabía mis
ritmos, incluso después de solo un par de días. Tenía café para cuando me
levantaba, aunque fueran horas después que él despertara. Sugería
164

comida en mi horario inusual de comida. No brincaba sobre mí cuando


regresaba del trabajo, dejándome dormir algo antes de despertarme de
inventivas maneras sexys.

Me levanté de la cama y caminé hacia la cocina para conseguir


más café, resistiendo el impulso por tal vez cinco minutos antes de
comenzar a mirar alrededor. No quería llamarlo husmear, porque no
estaba buscando algunos secretos enterrados o la colección de porno
escondida, (especialmente ya qué tal cosa no existía en la era del porno
por internet).

Estaba buscando piezas de él, queriendo una imagen completa. Lo


que encontré fue un álbum de fotos, en un cajón de chucherías, donde
encontré docenas de fotos infantiles de Shane y sus hermanos. En algunas,
tenían grandes dulces sonrisas, en otras tenían la nariz ensangrentada, en
otras más, estaban cubiertos de moretones de peleas recientes. Pero en
total, eran felices. Descubrí que tenía demasiados recipientes de proteína
en polvo, en un armario encima de la nevera y que no parecía tener ni
siquiera un artículo para hornear.

Ya había aprendido que la pared detrás de la cama y el baño tenía


un gran armario cerrado donde guardaba la mayor parte de su ropa y sus
suministros de limpieza. También había una escalera que conducía arriba.

Pero aún no había explorado. Entonces, café en mano, y un poco


emocionada de ver qué más podía ofrecerme su casa, comencé a subir.
Lo que encontré fue un piso terminado con un área de lavandería, un
pequeño gimnasio, pero bien equipado y una variedad de juguetes para
hombres: un kayak, esquís, balones de baloncesto, palos de hockey, de
todo. Lo que también encontré fue otra escalera más arriba. Curiosa, fui,
pero encontré un espacio sin terminar solo con suministros de limpieza. Me
pregunté qué tenía en mente para eso… ¿un espacio de juego?
¿Dormitorios adicionales?

Con la curiosidad satisfecha, volví al piso principal y regresé a la


cama, dando vueltas por los canales, sin pensar. De vez en cuando, mi
mirada se movía hacia el ordenador portátil y la forzaba a alejarse,
sabiendo que solo me conduciría a cosas malas.

Pero, varias horas después, tenía el ordenador portátil en mi regazo y


estaba abriendo mi correo electrónico.

Mira, cuando me fui, me fui. No me mantuve en contacto con nadie.


No los seguí en las redes sociales, ni siquiera revisé mi propio correo
165

electrónico. Porque una parte de mí sabía que significaría un desastre. Me


arruinaría.

Como tal, nunca compré un ordenador portátil y ni siquiera tenía un


plan de datos en mi teléfono. Evitaba la tentación siempre que fuera
posible.

Eché un vistazo a una cantidad aparentemente interminable de


correos basura antes de ver uno de un nombre que reconocí. Mi corazón
pareció dejar de latir inmediatamente, mi estómago se retorció
dolorosamente. Pero mi mano se movió sin que yo se lo dijera, a la deriva
por el correo electrónico y haciendo clic en él.

Había dos archivos adjuntos, uno una imagen, el otro un video.


Luego había escrita una oración:
Regresa y esto terminará.

Los latidos de mi corazón se aceleraron, hice clic en la primera


imagen. Era la página de los obituarios, en mi antiguo periódico local y mi
estómago se retorció en nudos mientras buscaba en las imágenes, las de
mi padre y mi hermano. No los encontré. Sin embargo, sí encontré una foto
de una chica que conocía. No habíamos sido cercanas, pero
ocasionalmente salíamos a tomar café o manicuras u otra mierda
femenina. La había visto el día antes de irme.
Y estaba muerta.

Su granulada imagen en blanco y negro no le hacía justicia. En la


vida real, fue bajita y perfectamente curvilínea, con grandes ojos grises y
cabello largo rubio como el trigo alrededor de su dulce y delicada cara. El
obituario obviamente había sido escrito por la familia de la que se había
distanciado, era muy genérico e insensible. Solo decía que murió
inesperadamente, sin detalles. Pero necesitaba saber. Entonces, entré en
línea y comencé a buscar. Encontré un informe policial sobre ella, pero los
detalles no eran de conocimiento público. Veinte minutos después,
encontré un sitio web de Kill Club para fanáticos obsesionados con los
crímenes violentos. Puse su nombre, y allí estaba. El informe completo de la
policía más las imágenes de la escena del crimen.

La habían encontrado colgada de la rama de un árbol por las


muñecas, completamente desnuda. La habían golpeado mucho, la mitad
de su cuerpo se veía azul con hematomas. Había quemaduras de cigarrillo
en el trasero, los senos, la parte interna de los muslos y la entrepierna. Había
166

sido, no hace falta decirlo, violada. Habían descubierto que estaba


severamente deshidratada, lo que implicaba que había estado allí mucho
tiempo. La causa oficial de la muerte, sin embargo, fue su típico estilo.
viendo que a Ross le gustaban las espadas

Su garganta había sido cortada tan profundamente que su cabeza


casi se había desprendido.
Tragué saliva, cerrando los ojos para intentar alejar las imágenes.

Sabía que mis seres queridos estarían en riesgo cuando me fuera.


Pero no tenía idea de que los conocidos casuales sufrirían también por mi
partida. Sin embargo, este era Ross. Era vengativo, malvado y despiadado.

No había tal cosa como un inocente. Si él estaba de mal humor,


pagarías por ello.

Por ello, cuando hice clic en mi ventana de correo electrónico y


moví el cursor sobre el video, supe que iba a ser malo. Y probablemente no
fuera un extraño. Debería haberlo cerrado todo, ahorrarme más culpa y
horror. Pero no podía hacerlo, sabiendo que mi imaginación podría ser tan
mala o peor que la realidad.

Inmediatamente quedó claro que quien estaba filmando no era Ross


porque, tan pronto como comenzó el video, se podía ver a Ross
caminando con determinación hacia la habitación. No era una habitación
con la que estuviera familiarizada, blanca, sucia, un poco oscura. Un grupo
de hombres estaban de pie, incluidos mi padre y mi hermano.

Ross caminó directamente hacia mi hermano, que se levantó al


acercarse, con las cejas fruncidas como si estuviera confundido por la
atención. Casi me pierdo el movimiento, sucedió tan rápido. La mano de
Ross se metió en la cintura de sus pantalones y la cámara captó el destello
de la hoja solo un segundo antes de que Ross se lanzara hacia adelante,
apuñalando a mi hermano en el centro de su estómago.

Grité en el almacén vacío mientras mi hermano se contorsionaba de


dolor, medio colapsando sobre su atacante.

El video se cortó en ese momento, dejándome completamente


insegura de si fue solo una puñalada, solo para llamar mi atención, o si
seguiría adelante. Si hubo un daño real. Si mi hermano aún estaba vivo.
167

Con ese pensamiento, abrí una nueva ventana y busqué alguna


evidencia de que mi hermano hubiera muerto. No encontré ninguna, pero
también sabía que eso no era definitivo.

Cerré la laptop y la arrojé al lado de la cama de Shane,


acurrucándome de lado y tirando de mis piernas hacia mi pecho. Dolía.
Era como si también me hubieran apuñalado, como si mis entrañas se
estuvieran desvaneciendo mientras balanceaba mi cuerpo, buscando
consuelo. Mis ojos se mantuvieron extrañamente secos, como si no
pudiesen derramar lágrimas por la culpa y el miedo.

Me quedé así cuando el sol golpeó al mediodía y luego cuando el


sol se puso. Eventualmente, me obligué a levantarme y cambiarme para el
trabajo. Alrededor de una docena de tazas de café y seis horas más tarde,
el dolor se había convertido en un dolor sordo que casi podía ignorar si me
lo proponía. Conduje de regreso a casa de Shane para encontrar que
todavía no estaba en casa, algo por lo que estuve agradecida mientras
me quitaba la ropa y me metía en la cama.

Y luego, por primera vez en casi un año, dejé que mi mente fuera allí.
La dejé retroceder.

Mi familia tenía tres generaciones y estaba fuertemente endeudada


con el MC por el uno por ciento de la heroína de California. Mi abuelo
había estado desde que era un adolescente. Mi padre y mi hermano
envejecieron a su propio ritmo. En cuanto a mí, bueno, las chicas no
estaban permitidas. Al menos, las chicas no eran admitidas, solo como
criadas o como una serie de agujeros para tapar por los hombres. Siendo
que mi madre murió cuando trajo a mi hermano al mundo, literalmente me
crie en la casa club. Aprendí a ser dura, a no mostrar mi debilidad, a
comprender la lealtad. El presidente, Rick, había sido como un tío para mí
y, a pesar de las reglas del club sobre que las chicas no tenían motos, me
compró la primera cuando tenía dieciséis años y me enseñó a conducir en
el campo detrás de la casa club.

Pero a medida que fui creciendo y comencé a desarrollarme,


rápidamente me di cuenta que sería inteligente para mí comenzar a pasar
el rato en otra parte, excepto en las noches en que se necesitaba mi
presencia. Mira, a la gran mayoría de los hombres no pareció importarles
que literalmente me hubieran visto crecer, que me compraran regalos
para Navidad cuando era niña y mantener la farsa de Papá Noel para mí.
Tan pronto como mis tetas se convirtieron en algo más que un deseo y una
plegaria, yo era carne de primera y ellos perros hambrientos. No podía
168

caminar a través de la casa club sin que me manosearan el culo o las


tetas. Estaba preocupada y me sentía mal por los hombres que había
conocido como familia, así que lo dejé pasar.

No sabía un demonio acerca de una visión normal de las mujeres en


el mundo, pero estaba jodidamente segura de saber que la vida de un
club no era para mí. No iba a ser pasada y follada en todos mis agujeros a
la vez mientras los hombres se ponían en fila para tomar su turno.

Por supuesto, desde muy pequeña aprendí a sentirme cómoda y


usar mi sexualidad, como me enseñaron algunas de las más viejas zorras
del club, siempre supe que quería que fuera mi elección. Quería dárselo a
los hombres que me gustaban, no solo porque me lo exigieran.

Entonces, a partir de los diecisiete años, tuve muy poco que ver con
ellos.

Cuando cumplí veintitrés años, el viejo presidente murió y su hijo dio


un paso al frente. No sabía mucho sobre Ross. Honestamente, ni siquiera
estaba segura de poder señalarlo en una rueda de reconocimiento. Pero
él me conocía. Me había visto. Y cuando Ross veía algo que quería, ponía
las cosas en movimiento para asegurarse de que se convirtieran en suyas.
Me obligaron a andar alrededor y Ross comenzó a prestarme atención.

Y, bueno, Ross era caliente de todas las formas que me gustaban.


Era alto y flaco, fuerte, cubierto de tatuajes, cubierto de cicatrices, con el
cabello castaño un poco desgreñado y ojos casi negros. También tenía
una de esas voces suaves, todo whisky y melaza. No estaba exactamente
desinteresada. En todo caso, me sentía halagada.

Cuando estaba cerca, aunque solo estuviéramos hablando, nunca


mostraba interés en las zorras del club. Nunca coqueteaba con nadie más.
Su enfoque estaba completamente en mí. Recién salida de una ruptura
con un chico que parecía estar más interesado en su Xbox que en mí,
estaba pasándomelo en grande.

Empezamos a follar una semana después de que nos conociéramos


oficialmente. ¿El sexo? Sí, todo era sucio y sorprendente. Entonces, no solo
para mí, sino también para todos los miembros del club que estuvieron
conmocionados, él quiso exclusividad. Dado que de todos modos nunca
fui del tipo de follar con dos hombres al mismo tiempo, ya lo era. Sabía lo
suficiente sobre los motociclistas como para saber que follaban tanto
como quisieran, así que desconfiaba. Al final, sin embargo, el voto de Ross
de ser exclusivos, fue la única promesa a la que se apegó.
169

Con ese pensamiento, creí que era suficiente por una noche y
obligué a los recuerdos a alejarse.
Finalmente, me quedé dormida.
170

14
Lea
Traducido por Kalired, Nix y Ximena

Corregido por Celemg

El cierre de la puerta me despertó varias horas más tarde. Me levanté


de la cama, el recuerdo de los correos electrónicos demasiado fresco en
mi mente, me pusieron paranoica. Mi mano alcanzó la mesita de noche
por mi teléfono antes de que mis ojos se posaran en la presencia de Shane
en el umbral de la puerta. Las manos, camisa, pantalones y zapatos
ensangrentadas, un espectáculo con el que estaba demasiado
familiarizada para palidecer.
Pero hubo algo más que me tenía rígida.

Todo lo que había aceptado sobre Shane, su calma, su naturaleza


bromista, su impenetrabilidad, parecían haber desaparecido. Sus hermosos
ojos azules parecían muertos, planos, tan diferentes a ellos. Me estaba
mirando, pero no parecía verme.
Cual sea el trabajo en el que estuvo, lo había conmocionado un
poco.

—La lavadora está vacía —dije, buscando ser práctica. Estaba


cubierto de evidencia y ADN, incluso si era cuidadoso de no ser atrapado
en el pasado, mantener una vida fuera del bar era muy importante en su
lista de prioridades.

—Bien —dijo con un asentimiento de cabeza y se alejó en esa


dirección. Escuché el llenado del agua y la tapa se cerró de golpe antes
de verlo caminando hacia el baño, entonces, nada.

Me quedé sentada ahí durante un buen rato, escuchando cómo


corría el agua, dándole espacio. Pero luego recordé que me quería aquí.
171

Debió haber sabido que el trabajo sería una mierda y que estaría de mal
humor después de eso. Por eso, me quería en su casa cuando entrara. No
me quería aquí para sentarme en su cama y verlo como una bomba de
relojería. Ese no era mi estilo.

Con ese pensamiento, salté de la cama y me dirigí al baño,


encontrándolo de pie bajo el rocío, con su antebrazo colocado en la
pared, medio inclinado hacia adelante, simplemente dejando que el
agua cayera. Toda la sangre había desaparecido; estaba físicamente
limpio. Pero la suciedad bajo la superficie todavía seguía atrapada.

No tenía idea de lo que haría cualquier novia normal. Pero Shane no


quería algo normal. Si quisiera lo normal, no me habría elegido. Dicho eso,
levanté mi barbilla, decidí usar un remedio que parecía funcionar para casi
todos los males desde dolor de cabeza hasta dolor de corazón.
Sexo.
Extendí la mano y agarré el dobladillo de mi camiseta, arrastrándola
sobre mi cuerpo y tirándola al suelo. El movimiento llamó la atención de
Shane y, aunque su cuerpo permaneció en la misma posición, sus ojos
estaban sobre mí. Mis manos fueron detrás de mi espalda, desabrochando
mi sujetador, luego deslizando las correas por mis brazos. Mis pezones se
tensaron con anticipación, endureciéndose, mientras mis manos subían por
mi vientre para ahuecar mis pechos por un momento, haciendo rodar mis
pezones, hasta que pude escuchar la respiración de Shane hacerse un
poco más pesada. Mis manos se movieron hacia abajo por mi vientre,
enganchando mis bragas, y empujándolas por mis piernas. Salí de ellas,
moviendo mis dedos en mis muslos y, con mis ojos en los de Shane,
deslizando mi mano entre ellos, corriendo por mi hendidura resbaladiza y
encontrando mi clítoris.

Dejé salir un pequeño jadeo, un gruñido escapó del pecho de


Shane. Cuando mis ojos bajaron, encontré su polla dura y una emoción de
anticipación me llenó, me animó.
—Ven aquí —exigió Shane, de repente con la voz áspera.

Cuando no me moví de inmediato para hacerlo, pasando la yema


del dedo por mi clítoris y soltando un pequeño gemido, Shane salió de la
ducha y se dirigió hacia mí. Una mano se levantó, agarrando la parte de
atrás de mi cabeza como siempre lo hacía. La otra mano se inclinó,
deslizándose debajo de la mía y tomando el control. Sus labios se cerraron
sobre los míos, duros, magullados. Me gustó. Como si lo necesitara. Sus
172

dedos eran igualmente ásperos, arrastrando mi clítoris por un largo minuto


antes de que dos se pasaran hacia abajo y se deslizaran dentro, dejando
su pulgar para trabajar mi clítoris mientras sus dedos se curvaban y
comenzaban a buscar mi punto G.
Gemí contra sus labios. Me mordió mi labio inferior más fuerte.

Justo cuando podía sentirme tensar, preparándome para la


liberación, sus dedos salieron. Ni siquiera tuve la oportunidad de refunfuñar
cuando me agarró y me giró, golpeando mis caderas contra el gabinete
del lavado. Su mano subió, agarrando un puñado de mi cabello y
tirándolo hacia atrás, haciendo que mi espalda se arqueara, mientras sus
labios se dirigían a mi cuello.

Su otra mano estaba en otra parte, abriendo un cajón, imaginé,


para sacar un condón. Pero lo que golpeó en el mostrador junto a mi
cadera fue una botella de lubricante.
—Quiero cada centímetro de ti, nena —explicó, con su respiración
caliente en el oído, haciendo que mi cuerpo se estremeciera un poco—.
Quiero ser dueño de cada orificio. —Hizo una pausa cuando una emoción
me atravesó—. Si eso no es… —comenzó, dándome una salida que no
necesitaba, pero que me gustó de todos modos.

—También quiero eso —dije, mirando al espejo mientras sus ojos se


deslizaban y atrapaba los míos.

Su mano se movió hacia abajo otra vez, deslizándose entre mis


piernas para provocar mi clítoris de nuevo, llevarme de nuevo a excitarme.
Luego perdí sus dedos otra vez cuando escuché el chasquido de la tapa
de lubricante al abrirse y sentí el contenido frío y resbaladizo deslizarse por
mi culo. La botella regresó al mostrador y su mano se elevó a mi culo,
apretando una nalga por un segundo antes de que su dedo se moviera
hacia adentro, su pulgar trabajara el lubricante donde necesitaba estar y
comenzó a presionar suavemente dentro. Mi cabeza cayó sobre su pecho
en un suspiro cuando su pulgar penetró y comenzó a empujar
perezosamente, preparándome por un largo par de minutos mientras el
caos comenzaba a gestarse entre mis muslos, haciéndome apretarlos para
tratar de calmar la necesidad de venirme.

Su mano libre subió por mi espina dorsal, presionándome hacia


adelante. Mis manos cayeron sobre el lavabo y su mano se acercó a mi
cadera cuando perdí su pulgar y sentí su polla deslizarse entre mis pliegues,
burlándose, presionando contra mi clítoris por un segundo antes de
173

deslizarse hacia atrás a mi trasero, sin perder tiempo comenzando a


penetrar. Presionó hacia adentro lentamente, dándole tiempo a mi cuerpo
para ajustarse, mientras su mano se movía desde mi cadera y se deslizaba
entre mis muslos para comenzar a trabajar mi clítoris de nuevo.

Se enterró hasta la base en una maldición mientras agarraba mi


cadera y comenzó lenta, casi suavemente, a empujar. No pasó mucho
tiempo antes de que necesitara más, antes de que lo necesitara, como
solía darme, duro, exigente, necesitado. Mis caderas comenzaron a
golpear hacia atrás más rápido, más duro, mostrándole lo que quería, pero
se lo dije de todos modos.

—Más duro —exigí y, en un gruñido de aprobación, me dio lo que


necesitaba. Su pulgar permaneció en mi clítoris mientras sus dedos se
deslizaban hacia abajo y dentro de mí nuevamente, curvándose,
trabajando sobre mi punto G hasta que estaba completamente
desquiciada con las sensaciones. Hasta que todo lo que hubo en el mundo
entero fue él y yo, sus manos sobre mí, en mí, su polla dentro, nuestra
respiración irregular, mis gemidos, sus silbidos y maldiciones.

Empujé hacia atrás mientras él empujaba hacia adelante,


presionando con mi pulgar en mi clítoris, sus dedos raspando mi punto G, y
el pequeño mundo que creamos explotó a través de mi sistema mientras
gritaba su nombre, un orgasmo de triple zona haciendo que mis piernas se
debilitaran. Los reflejos de Shane fueron rápidos, rodeando mi vientre con
el brazo y arrastrándome contra su pecho mientras me sacudía entre las
ondas, con la cabeza apoyada en su hombro y mi rostro vuelto hacia su
cuello. Fui vagamente consciente de que se movía hacia arriba, su cuerpo
temblaba cuando se vino.

Entonces, no había nada, solo quietud cuando los dos intentamos


estabilizar nuestra respiración, mientras simultáneamente intentábamos
volver a la realidad, pero también permanecía en el pequeño y perfecto
mundo de sueños que habíamos creado.

—Jodidamente perfecto —dijo la voz de Shane, grave,


prácticamente tranquila, mientras su rostro se frotaba contra mi cabello.

—Sí, lo fue —concordé, sonriendo un poco en tono soñador, con los


ojos cerrados.

—Sí, verdad —estuvo de acuerdo, con el brazo apretando mi


vientre—. Pero no quise decir eso. Me refería a ti.
174

Mis ojos se abrieron ante eso, encontrando su reflejo en el espejo, tal


vez una parte insegura esperaba ver broma. Todo lo que vi fue sinceridad.

—Apenas nos conocemos —prosiguió, obviamente con ánimo de


compartir—, pero tú me entiendes. Estaba de mal humor. La mayoría de
las mujeres me daban espacio o me regañaban acerca de cómo me
sentía. Tú me conoces mejor.

—El sexo cura todo —dije con una vacilante pequeña sonrisa, no me
gustaba estar reduciendo lo que acababa de sentir con él.

Vi un destello de decepción cruzar su rostro ante las palabras


también.

—No fue eso y lo sabes. Creo que ambos hemos hecho suficiente
mierda para saber cuándo solo se trata de eso. Esto no es eso. Esto era
conexión.

Estaba de acuerdo, pero era demasiado estúpida como para


admitirlo, permanecí en silencio, inclinándome para besar la parte inferior
de su mandíbula, siempre encontraba más fácil el afecto físico.

—Tú también me entiendes —admití, queriendo que supiera que me


daba cuenta, que eso importaba.

—Una puta locura en todos los sentidos —aceptó, burlándose de mí


porque creo que ambos estábamos incómodos con la pesadez de ese
momento.

—No sabes ni la mitad. —Asentí mientras lentamente se deslizaba


fuera y se alejaba.

—Algún día lo haré —prometió, volviendo a la ducha. Cuando no


me moví para seguirlo, dio un paso atrás, agarró mi muñeca y me jaló—.
Tengo que quitarme ese lubricante —dijo.
Luego nos duchamos.
Y limpió el desastre del piso del baño cuando salió de la ducha.

Tomamos un poco de café con panecillos. Luego los dos volvimos a


salir.
Fácil.
Natural.
175

***

El sábado significaba que ambos estábamos en ropa de paseo con


grandes cafés para llevar en nuestras manos cuando aparcamos en la
calle de la casa de Fee y Hunter y caminamos a su entrada.

Vivían en la parte de los suburbios del Navesink Bank, literalmente el


último lugar donde esperarían ver a una mujer como Fee. O un hombre
como Hunter para el caso. Pero encontraron una casa al lado de un
parque que estaba a poca distancia de la escuela, así que, a pesar de ser
gente de la ciudad y de departamentos, compraron una casa colonial de
dos pisos con cuatro dormitorios, dos baños y medio acre lleno de
juguetes, una piscina y la mejor terraza que he visto en mi vida.

Había un camión en el camino de entrada del cual Charlie estaba


saliendo, dándonos una sonrisa cuando un grupo Mallick vino desde el
patio lateral hacia nosotros. Todo el mundo, incluido Ryan, vestido de
manera habitual, jeans y camisetas blancas, azules o negras, lo que hacía
que todos se vieran fornidos y capaces.

La mano de Shane se deslizó hacia abajo y apretó la mía, de la


nada, la pequeña Becca vino disparada hacia mí, casi derribándome por
el impacto.

—¡Estás aquí! —exclamó, abrazando mis piernas con fuerza, como si


nunca hubiera pensado que me volvería a ver.
—Por supuesto que estoy aquí.
—Los tíos Mark y Ryan tienen una apuesta —explicó y los miré con
una ceja levantada.

—¿Qué tipo de apuesta? —pregunté, aunque seguía mirando a sus


tíos.
—Que tío Shane no te volvería a ver.

—Huh —dije, meciendo su suave cabello y recogiendo algunas


ramitas que se habían visto envueltas en él—, parece que perdieron, ¿no
es así?

—Bien —declaró, dando un paso atrás—. Necesitamos más chicas


en la familia —dijo, corriendo hacia el patio trasero de nuevo.
176

—Charlie quiere que continuemos hasta que tengamos un niño —


explicó Fee mientras salía. Vestida con una minifalda amarilla brillante y
una camiseta sin mangas negra con tacones de quince centímetros, de
ninguna manera parecía que iba a hacer ningún trabajo manual.

—Oye, tienen una habitación extra —dijo Charlie encogiéndose de


hombros.

—Comienza a molestar a tus otros hijos para que comiencen a


procrear —declaró Fee, sacudiendo la cabeza—. Ya yo terminé.

Los ojos de Charlie se deslizaron hacia mí y como estaba acurrucada


al lado de Shane. La sonrisa que tuvo fue un poco perversa.

—Sí, así que no en esta dirección, viejo —dijo Shane, quitándome la


presión.

—Eres grande —dijo Charlie, apartándose de nosotros y golpeando a


Ryan en la parte posterior de la cabeza—. ¿Dónde están tu esposa y tus
hijos?
Con eso, Shane se inclinó y me dio otra pieza de su rompecabezas.
—Sí los quiero. Solo una pequeña cría como las de Fee y Hunt.

—Eso es, ah, bueno saberlo —dije, sintiéndome un poco en conflicto


con eso. En parte porque me gustaba esa imagen, un montón de mini
Shane corriendo. Sería un buen padre algún día. También porque, si me
estaba diciendo algo así, decía algo sobre lo serio que era para que esto
funcionara entre nosotros. Pero la otra parte de mí sabía que las
posibilidades de llegar a ese punto eran mínimas o nulas. Ni siquiera había
pensado mucho en reproducirme honestamente. Siempre había sido
demasiado joven, demasiado temeraria, estaba demasiado ocupada
disfrutando de mi edad adulta como para pensar en establecerme o
engendrar bebés. Me aseguré de nunca perderme una visita al
ginecólogo con ese mismo propósito. Como si sintiera mi vacilación, Shane
se encogió de hombros.

—No te preocupes. Nos estamos divirtiendo practicando el hacerlos


ahora —dijo, pasándome un brazo por los hombros y alejándome.

—Entonces, ¿por qué estamos moviendo el segundo juego de


muebles de la sala de estar en un año? —preguntó Mark a Fee cuando
entramos a la casa.
177

—Hunter hizo algunos muebles nuevos para la sala. No coincidían


con los viejos sofás, sillas, alfombras y accesorios. Así que estamos
cambiando todo.
Mark miró a Hunter, que sacudió la cabeza con una sonrisa.
—Lo que sea que la haga feliz, hombre. Lo entenderás pronto.

—Entonces, ¿dónde los llevaremos esta vez? —preguntó Ryan,


recogiendo una caja etiquetada como “bric-a-brac”.

—Encima de Wilson —explicó Fee mientras le arrebataba una paleta


de la mano a Izzy—. Has tenido tres —explicó a la niña que hizo un puchero
y se alejó—. Están abriendo un refugio para mujeres en un par de semanas.
Tienen consejería, guardería y alrededor de una docena de apartamentos
para mujeres y familias. Harán mucho bien. Ya hemos hecho una gran
donación, pero pensé que darles todo esto les ahorrará dinero en
decoración. Becca también dio una caja de sus juguetes cuando le
expliqué qué era un refugio para mujeres. También trató de poner un
montón de juguetes de Izzy a escondidas antes de que la atrapara.

Hice una nota mental para ahorrar algo de dinero extra y donarlo
también cuando lo tuviera. Si había algo que el mundo necesitaba más,
era un refugio para mujeres que escapaban de situaciones de mierda. No
pensé que hubiera podido hacerlo sola si tuviera hijos de quienes
preocuparme también.

—Estado de ánimo oscuro —murmuró Shane hacia mí para que


nadie más pudiera oír.

—No, no es oscuro —expliqué, sacudiendo la cabeza—. Es difícil de


explicar.

—Si ayuda saberlo, además de lo que Fee y Hunt dieron, el resto de


nosotros dio cinco mil en donaciones también. Harán un gran bien aquí.

Mis ojos se volvieron y encontraron a Helen mirándonos y, sintiendo


hasta mis huesos, la sensación expandiéndose como si me fuera a hacer
fallar si no lo decía, así que lo hice.

—Realmente criaste buenos hombres —dije, haciendo que su sonrisa


se extendiera.

Los miró a todos brevemente, aterrizando en Shane mientras


respondía.
178

—Sí, supongo que lo hice.


Con eso, todos fueron a trabajar.
Bueno, los hombres.

Helen, Fee y yo fuimos a la cocina a tomar un café, disfrutando de


una familia llena de machos alfa que insistían en hacer el trabajo pesado,
aunque eso quizás nos haya retrasado un par de años en lo que respecta
al feminismo.

Unas horas más tarde, los hombres entraron, sudorosos, hambrientos,


y sacaron la carne de la nevera para ir a la parrilla. Luego, aceptando que
nuestro descanso ya estaba hecho, les hicimos espacio.
Y entonces lo sentí.
Comodidad.
Idoneidad.
Casa.

Lo que no sabía, sin embargo, era que la mierda estaba a punto de


golpear el ventilador de la mejor manera posible.

***

Regresamos de la casa de Fee hacía un par de horas, ambos


duchados y cambiados. Shane, en su ropa habitual: pantalones de
chándal bajos y nada más. Yo en la mía, bragas y una de sus camisetas
grandes. Él había estado en la cocina y luego arriba por un tiempo. Estuve
curioseando por la televisión, no particularmente interesada en nada de lo
que encontré.

Luego, la computadora portátil de Shane salió volando por la cama


y aterrizó medio en mitad de mi pierna.

—¿Qué diablos es eso? —gruñó la voz de Shane. Cuando levanté la


vista, él estaba gesticulando hacia la computadora.
En ese momento, la realización me golpeó.

De ninguna manera. De ninguna manera fui tan jodidamente


estúpida, tan descuidada.
179

Pero a medida que mis ojos bajaban a la pantalla, me di cuenta que


sí.

Me había molestado y había cerrado la computadora. Pero no


había cerrado las pestañas.
Cristo.
Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda.

—Lea —dijo Shane, su voz sonando demandante. Mis ojos se


volvieron a él, su cuerpo rígido, su mandíbula tan apretada que un
músculo sobresalía, sus ojos eran duros. Sentí que mis labios se abrían,
buscando una excusa, buscando una manera de alejar esto, sin sentir
nada más que una extraña mezcla de preocupación, culpa, vergüenza.
Vergüenza y miedo profundo—. Oye —dijo, su voz suavizándose mientras
se movía hacia la cama. Mi cara debía haberme traicionado una vez más.
Se movió para hacerse en su lugar habitual, de espaldas a la pared al lado
de donde yo estaba con las piernas cruzadas. Tomó la computadora,
girando la pantalla y cerrando la tapa a medias—. No fue mi intención
gritarte. Esa mierda me tomó desprevenido —explicó y comprendí.
Demonios, ni siquiera estaba enojada porque gritó. Yo también hubiera
gritado.

Levanté una mano, pasándola por mi cabello mientras miraba las


sábanas enredadas.
—Está bien.

—En realidad no —me dijo, la mano aterrizando en mi rodilla con un


apretón—. Pero es hora, Lea. Hemos sido cobardes alrededor de esto por
el tiempo suficiente. Entiendo que es una llaga dolorosa o una herida
gigante y abierta. Pero debes dejarme entrar…
—Shane, no puedo. Realmente, no entiendes…

—Correcto. No entiendo. Porque no me lo contaste. Iba a dejarlo,


darte tiempo. Pensé que lo que sea que el idiota te hizo fue en el pasado y
lentamente estabas tratando de salir de allí. Pensé que, a pesar del daño
interior que tenías, estabas libre de eso. Esta mierda —dijo, golpeando su
pierna en la computadora portátil—, dice que no estás libre de eso. No
solo eso, sino que es una amenaza. Entiendo que nos estamos conociendo
y aún te aferras a la idea de que no me necesitas para nada, pero déjame
decirte algo. No soy el tipo de hombre que deja a su mujer, no importa qué
tan reciente sea su mujer, y se vea amenazada por el ex. No tolero el
180

hecho de que esté haciendo una mierda para tratar de volverte culpable.
Y estoy jodidamente seguro que no dejaré que lleves esta mierda como si
no estuviera pasando nada. Esto está ocurriendo. Entiendo que duele.
Entiendo que tienes miedo. Pero no puedo cuidarte si no sé exactamente
contra qué me enfrento.

—No necesito que me cuides, Shane —dije, mi voz un poco hueca—.


He estado haciendo las cosas bien hasta ahora.

Shane exhaló en voz alta y supe que estaba tratando de pensar sus
palabras, no dejarlas explotar como solía hacer. Una parte de mí preferiría
la explosión. Era familiar.

—Mira, sé que te escapaste sola. Has encontrado tu camino hasta


aquí sin mí. Has arreglado tu vida una vez más sin mí. Pero ahora soy parte
de esa vida. No te obligué a eso. Me invitaste a entrar. Entonces, cuando
una mierda como esta te sucede, me está sucediendo a mí también.
Necesito ser consciente. Porque el hombre que clava un cuchillo en el
estómago de tu puto hermano en represalia por tu partida no parece
exactamente el tipo de persona que se va a rendir. Lo que sea que haya
pasado en tu pasado, no ha terminado. Te pido que me digas a qué me
enfrento cuando finalmente te encuentre aquí. Porque, nena, sé que no
quieres escuchar esto y no estoy tratando de asustarte, pero al final te
encontrará.

Lo sabía. Siempre lo he sabido. Por eso no quería involucrarme con


él. Era por eso que no quería hacer amigos, mucho menos una familia
improvisada. Sabía que Ross era decidido. Sabía que era suya y que lo
suyo era siempre suyo. Nunca se daría por vencido. Eventualmente,
encontraría su camino a Navesink Bank.
Mi plan siempre fue huir nuevamente.
Para seguir huyendo.
—Debería irme —dije, mi tono derrotado.

—No vas a ir a ninguna parte. ¿Realmente vas a ser tan gallina como
para huir, y así no tener que compartir? Eres más fuerte que eso, Lea.

Exhalé con fuerza, parpadeando por el extraño aguijón de lágrimas


en mis ojos. No estaba segura si era por su firme determinación de
conocerme, protegerme, hacerme confiar en él… o si era el hecho de que
realmente yo también quería eso y me asustaba muchísimo.
181

—Lo amaba —dijo mi voz, creo que me impresionó tanto como a


él—. Realmente. Fue grandioso conmigo por mucho tiempo. Protector,
generoso, respetuoso. Paso el tiempo suficiente para que bajara la
guardia. Y fue justo entonces cuando me di cuenta de no era solo un ser
rudo o dominante como al principio. Fue una violación, simple y llana. Dije
que no y no importó. Luché y me abrazó. Fue entonces cuando le dije que
se fuera a la mierda e intente irme. Intenté —dije, mirando a Shane
mientras tragaba duro. La peor parte en volver a contarlo no era la
violación. No era recordar la impotencia que sentí. No era la traición a la
confianza de que alguien que amas te viole. La parte más difícil fue lo que
vino después.

La mano de Shane me apretó la rodilla otra vez, una pequeña


muestra de consuelo que era la única clase que habría aceptado en ese
momento.

—A Ross, bueno, no le gustó eso. Nunca me puso las manos encima


fuera de la cama antes. Pero esa noche, estalló, me golpeó contra la
pared con tanta fuerza que estuve demasiado mareada para luchar
contra él mientras me arrastraba por las escaleras, me metía en su auto y
me llevaba al recinto. Mi abuelo, mi padre y mi hermano estaban en su
club —expliqué, olvidándome de que había omitido la historia allí,
sabiendo que no era la parte más importante. Tragué saliva,
preparándome para el resto—. Me sacó del auto y me arrastró por el
cabello hacia el edificio, tirándome al suelo. Mi familia se paró,
sorprendida, sin saber qué hacer. Mi abuelo comenzó a decir algo. Ross se
metió la mano en la cintura, sacó una pistola y le metió un tiro justo entre
sus ojos.
—Puta madre —siseó Shane, su cuerpo volviéndose a endurecer.
Pero no pude parar una vez que comencé.

—Advirtió a mi padre y a mi hermano que nunca intervinieran en sus


asuntos, que yo era su mujer y que no importaba que fuera su familia, que
las reglas del club se aplicaban: la hermandad por encima de todo,
especialmente las perras. Si intentaban intervenir, ayudarme, sacarme,
tendrían una muerte mucho más larga y dolorosa que la que tuvo mi
abuelo.
—Así que te quedaste —supuso Shane.

—No hay otra manera de decirlo. No estaba encadenada. No fui


observada las veinticuatro horas. Solo… me quedé.
182

—¿Para protegerlos? —preguntó Shane.


Me di cuenta que estaba asintiendo.
—Principalmente.

—¿Puedo decir algo en este momento que quizás no quieras


escuchar?

—Eres bastante bueno en eso —dije, forzando una sonrisa vacilante,


dándole permiso, sorprendida de que lo pidiera en primer lugar.

—Me importa un comino lo que dicen los cuentos de hadas, lo que


las familias siempre dicen. El amor no es incondicional. Y nunca debería
serlo. Todos deberían saber que no hay muchos que puedan salirse con la
suya antes de quitarse la mierda de las manos. Nadie recibe un pase gratis
solo porque tienen la misma sangre en sus venas. Cuando no toleran que
un extraño haga algo, no deberían tolerar que un miembro de la familia lo
haga. ¿Estaría bien si un transeúnte en la calle te viese siendo jalada por tu
jodido cabello y no intentara intervenir? Demonios, no. Entonces, ¿por qué
te parece bien que tu padre y tu hermano lo hayan hecho?
—Es… dif…

—No es diferente —me interrumpió—. No es diferente. En todo caso,


es mucho peor. Te criaron. Te amaron. Y se quedaron tranquilos dejando
que fueras abusada. Me importa un comino que estuvieran bajo amenaza,
deberían haber intervenido. Ya sabes lo que siento por mi familia —dijo, y
lo sabía. Nada le importaba más—. Si me enterara mañana de que Hunter
está poniendo sus manos sobre Fee, no hay fuerza en el mundo, ni siquiera
la lealtad familiar, que me impida poner fin a eso. Nada debería haberlos
detenido, Lea —dijo, sacudiendo su cabeza hacia mí—. No deberías haber
tenido que soportarlo por…
—Años —proporcioné.

Cerró los ojos por un segundo y exhaló con fuerza, tratando de


mantener la calma.

—Años antes de que finalmente salieras sin ayuda de esos patéticos


asnos.
—Apuñaló a mi hermano —le dije, escuchando la emoción allí, sin
haber estado enterada de eso por días.
—Sé que podrías odiarme por decir esto, pero bien.
183

—Shane…

—No, Lea. Simplemente no. Entiendo que seas leal. Entiendo que tal
vez estés convencida de que estaban tan asustados por sus vidas que no
pudieron ayudarte. Pero, cariño, te escapaste. Tú sola. Sola. Son dos
hombres grandes y fornidos. Con toda seguridad podrían haberte sacado.
Cuanto antes. Y podrían haber ido contigo para asegurarse de que
estuvieras protegida. No lo hicieron. Eligieron no hacerlo. Eligieron dejar
que abusaran de ti. Eso no es amor. Y lo que sientes por ellos, tampoco
debería ser amor. O culpa. U obligación.

—Violaron, torturaron y mataron a una niña a la que apenas


conocía… —continué.
A eso, él hizo una mueca. Luego asintió.

—Si estuvieras en una habitación con tu ex y tuvieras una pistola


cargada… —comenzó, sin sentirme.

—Le disparaba a la polla y luego le descargaba el resto del


cargador en la cabeza y en su vacío corazón —respondí con sinceridad.
Nuevamente, asintió.

—No puedes permitir que esta mierda siga pasando —dijo,


señalando hacia la computadora portátil de nuevo—. La culpa te comerá
viva.

—Sí —estuve de acuerdo, sabiendo que era verdad. Para ser


honesta, eventualmente, podría haber sido tan malo como para
arrastrarme de regreso.

—Está bien —dijo, su voz un poco lejos—. Entonces esto tiene que
parar. —Con eso, me apretó la rodilla otra vez y se movió para levantarse
de la cama.
—Shane… ¿qué se supone que significa eso?

Miró por encima de su hombro hacia mí, los ojos más intensos de lo
que nunca los había visto.
—Significa que esto se termina.
Esa noche, me acosté con él.
Me desperté sola.
Y lo supe, finalmente supe a qué se refería.
184

Iba a encargarse de Ross.


Mierda.
185

15
Shane
Traducido por LizC

Corregido por ~Ángel'Grey

Agarré mi portátil para transcribir algunos recibos a Quickbooks. Era


algo que hacía todo el tiempo, y no pensaba en absoluto. Cuando lo abrí
y vi ventanas abiertas en el navegador, casi las cerré sin ver qué eran. Pero
la palabra “obituario” me llamó la atención. Sabiendo que no había
mirado nada acerca de un obituario, mi curiosidad se despertó y lo miré.
Se trataba de una ciudad en California que, supuse, era de donde Lea
provenía. Luego, cuando avancé y encontré la nota y el video… sí,
digamos que la mierda se puso seria. Busqué el historial del navegador y
eché un vistazo al sitio de Kill Club en el que ella había estado,
encontrando todos los horribles y espantosos detalles del asesinato de la
mujer.
No me tomó mucho sumar dos y dos.

Sobre todo, porque los genes en la familia de Lea eran fuertes. Ella
era la versión femenina de su hermano que había sido apuñalado y su
padre, que había estado parado a unos pocos metros de distancia. Todo
estaba allí en los ojos oscuros, el cabello oscuro, la altura.

Y todos los hombres, sí, tenían cortes particulares. Cortes de moteros.


Con parches de un por ciento. Eso, junto con la forma en que ella tenía su
propio casco y Barney me dijo que se encogía al oír el sonido de las motos,
todo hizo que la imagen encajara. Ella había pertenecido a un motero.
Sabía lo suficiente sobre los moteros, especialmente los motociclistas
criminales, para saber que no permitían que sus viejas escaparan. Sin
importar lo que les hicieran pasar.
El ex de Lea, sí, parecía un verdadero príncipe.
186

Enojado, enojado hasta ver al rojo vivo, tanto por el hecho de que
ella hubiera estado unida a un cabrón, como por el hecho de que ella
obviamente había recibido el correo recientemente y no lo había
compartido conmigo, me sentí un poco más fuerte cuando la enfrenté.

Cuando me retracté y dejé que ella me diera los detalles


sangrientos, sí, me tomó casi todo el autocontrol que tenía, que era una
cantidad ciertamente pequeña, permanecer en esa cama y no comenzar
a destrozar alguna mierda.

Maldita sea, él la había violado. Repetidamente. Durante años. Y su


pedazo familia de mierda había dejado que sucediera. Había estado sola,
atrapada y abusada. Y, en mi libro, saber que el abuso estaba sucediendo
y no hacer nada para ponerle fin, sí, eso te hacía tan culpable como al
abusador. Su hermano merecía ser jodidamente destripado por permitir
que eso sucediera. Y ella se sentía culpable por todo esto.
No permitiría esa mierda.

Entendía que ella y yo éramos algo nuevo. Aún estábamos


conociéndonos. Pero eso no significaba ninguna mierda. Era mía y yo
cuidaba de mi gente. Estaba jodidamente seguro que no iba a ser un
marica que se sentaría allí y le acariciaría la espalda y le diría que todo iba
a estar bien. Las promesas eran una mierda sin acciones para respaldarlas.
Y yo, bueno, era un tipo un poco orientado a la acción.

La abracé hasta que se durmió. Dejé que me pateara, como


siempre lo hacía. Luego me levanté, me vestí y conecté la dirección a mi
GPS. Era un camino recto de cuarenta y una horas y algo de cambio.

Si me detenía para tomar un par de horas de sueño aquí y allá,


llegaría allí en tres días como máximo. Eso era si podía calmarme lo
suficiente como para dormir. Y, a juzgar por la forma en que mi sangre
hervía cuando salí de Jersey, dudaba que lo hiciera.

Volar era una elección, una más sabia. Pero también dejaba un
rastro bastante claro. Los autos eran un poco más difíciles de rastrear
estado a estado. Tenía cambio para los peajes, nada electrónico que
permitiera a los policías seguir mi rastro si alguna vez sospechaban de mí.

Ella también lo sabría. Tan pronto como despertara, no tenía dudas


de que sabría exactamente a dónde había ido.
Lo que ella haría a partir de ahí, sinceramente, no estaba seguro.
187

Tal vez me seguiría. Pero estaría tan lejos de mí que llegaría


demasiado tarde.

Lea no parecía exactamente el tipo de mujer que paseaba por el


piso y se preocupaba cuando podía descubrir lo que estaba pasando.

Lo más probable era que finalmente tomara la decisión de


presentarse por sí misma, pensando que me estaba excediendo.
Demonios, tal vez así era. Era un club de moteros. Si no tenía cuidado,
podía acabar con un montón de ellos antes de caer. No sabía nada sobre
las bandas de moteros de la costa este, pero no se necesitaba mucha
imaginación para suponer que sus rangos estaban muy bien en los dos
dígitos a estas alturas.

Pero si pudiera atraparlo solo, si pudiéramos ser solo él y yo. Tal vez él
era un bastardo malvado, pero yo tenía la ventaja de ser realmente bueno
en la violencia. También tenía la motivación de la ira profunda como para
estar en sintonía con mi naturaleza violenta. Si se resumía a él y yo, él
terminaría teniendo un buen servicio funerario con el ataúd cerrado. De
alguna manera esa perra se llevaría lo mejor de mí.

Lo que pasaba con los hombres en el poder es que a veces se


olvidan de que hay hombres más poderosos que ellos. Están tan
acostumbrados a que se inclinen ante ellos y sean reverenciados, que no
pueden comprender el hecho de que no son los más grandes y temibles
cabrones hijos de putas. Claro, el ex de Lea era un matón. Escogía a gente
que estuviera por debajo de él, sus hombres y sus mujeres. Pero maldición,
tenía mucha experiencia con matones en mi vida. Tenía un historial
perfecto de estar en la cima.
Mis padres, con su gran esfuerzo, nos enseñaron de moral.

Cuando se estaba haciendo algún mal, especialmente a alguien


que no podía arreglarlo por sí mismo, era nuestra obligación intervenir. Los
niños en la escuela, los nerds con lentes y las loncheras de Star Wars con
termos a juego, no nos sentábamos y dejábamos que los empujaran. Nos
encargábamos. Nosotros acosábamos a los matones. Manteníamos su
mierda a raya.
Nada sobre lo que le sucedió a Lea fue justo.
Yo estaba enmendando los errores.
Estaba acosando al matón.
188

Y no había forma de que no volviera con mi mujer cuando todo


estuviera dicho y hecho.
Cubierto con la sangre de su ex si había justicia en el mundo.
189

16
Lea
Traducido por Smile.8, LizC y Brisamar58

Corregido por ~Ángel'Grey

En realidad, ¿qué otra cosa podía hacer?

No podía ir sola. Sería una misión suicida. Solo lo haría peor. Y mis
contactos en Navesink Bank eran limitados.

Dicho esto, estaban limitados a una familia entera de malditos


prestamistas.

Corrí hacia Chaz’s con los primeros jeans que encontré tirados en el
suelo y me quedé quieta con la camiseta de Shane, cabello alocado, ojos
salvajes y aura brillante. Me detuve en la puerta, escaneando durante un
largo minuto, buscando caras familiares. Capté un atisbo de un traje y
cabello negro y fui hacia allí.

La cabeza de Ryan se giró como sintiendo mi acercamiento, sus


cejas bajas, sus ojos claros sorprendidos y un poco confundidos.
—Lea, ¿todo está… —comenzó.
—Tienes que traer a tu padre y hermanos aquí, ahora mismo. Ahora
—enfaticé cuando se detuvo.

No hizo preguntas. Metió la mano en su bolsillo, sacó su teléfono,


marcó y se lo llevó a la oreja—. Mark, llama a Papá, Hunt y a Eli y vengan
todos a Chaz’s. Lea nos necesita.
Con eso, colgó y me indicó que me sentara junto a él.

Negué con la cabeza, cruzando los brazos sobre mi pecho y


caminando alrededor un poco ansiosa.
190

—Vamos —dijo Ryan, poniéndose de pie, agarrándome del brazo y


llevándome a la parte trasera del bar, hacia una gran oficina—. ¿Quieres
decírmelo ahora o simplemente contarlo una vez?

Tragué, sabiendo lo difícil que fue compartirlo con Shane y él había


estado dentro de mí. Compartirlo con gente que no conocía tan bien era
definitivamente peor.
—Tuve a un ex abusivo. Él ha estado… enviándome amenazas.

—Y Shane fue a manejarlo —dijo Ryan, sin siquiera tener que pensar
en ello.

—Sí. —Asentí, contenta de no tener que entrar en más detalles que


eso.

—Este ex —continuó Ryan, observándome, intenso y penetrante. No


me había dado cuenta antes de lo mucho que él parecía ver porque no
hablaba mucho—. ¿De qué clase de tipo malo estamos hablando aquí?
Chico normal en un viaje de poder o…
—Presidente de un MC de trata de heroína en Cali.
—Mierda —suspiró Ryan, negando.

Me dejó tener mi silencio entonces. O, tal vez con mayor precisión, le


dejé tener el suyo. Su silencio era del tipo activo. No se movía. No
caminaba como yo. Estaba sentando en el borde de la mesa, mirando a
la puerta. Pero todo en su cara y su postura, sugería que mucho estaba
pasando bajo la superficie.

La puerta se abrió en menos de cinco minutos más tarde, trayendo a


Mark quien, sabía, era el que vivía más cerca.

—Cariño —dijo, tocando mi brazo y entrando en la habitación,


mirándome por un minuto y luego a su hermano, al parecer
comunicándose en silencio algo que no pude interpretar.

La puerta se abrió de nuevo otros dos minutos más tarde, trayendo a


Eli con Hunter pisándoles los talones. Ambos me saludaron, Hunt con un
beso en la sien, y Eli con un apretón de manos. Todos entraron, esperando
a Charlie. Vino cinco minutos después, Helen tras él, no siendo el tipo de
mujer que se quedaba en casa cuando pasaban cosas. Ella se puso a mi
lado, cerrando la puerta de un golpe, siendo un sistema de apoyo sin tener
que tocarme o incluso decir nada.
191

Estaba a punto de decir algo, para contárselo a todos, tratando de


ignorar la forma en que mis tripas se retorcían y mi corazón latía con fuerza.
Pero, afortunadamente, Ryan me salvó.

—Lea tiene un ex que es el presidente de un MC de trata de heroína


en California. Le hizo algunas cosas —dijo, sin saber el qué, pero algo en la
forma en que lo dijo fue casi como si lo supiera, como si pudiera ver a
través de mí. Los demás ojos en la habitación viajaron hacía mí, cuatro
pares de ojos brillando con fuego azul. El brazo de Helen fue alrededor de
mi cintura, como si estuviera preparándome contra el impacto de su
enfado—. Ella obviamente lo dejó. Pero él no había terminado con ella. Las
amenazas continuaron. Shane se enteró. Y ahora Shane se ha ido tras él.
—¿Qué tanto de ventaja tiene? —preguntó Mark, mirándome.
—Estaba dormida. Pero no más de cinco o seis horas.
—¿Se fue en su camioneta? —me preguntó Charlie.

—Sí. —No estaba cuando corrí por las escaleras para subirme a mi
auto.

—Es un viaje de dos o tres días con descansos. Allí es donde tenemos
nuestra ventaja —dijo Ryan.
—¿Cómo? —pregunté, mirándolos.

Eli me miró, y me dio una pequeña sonrisa, un poco de consuelo. Lo


necesitaba.

—Somos cinco para hacer turnos de conducir y dormir. Lo haremos


en cuarenta horas exactamente. Shane irá tras nosotros.
Oh.
Sí.
No había pensado en eso.
—Voy también —les dije, mirando a Charlie.
—Cariño —me contestó, negando.

—No. No puedes decirme que no. Vine aquí en busca de ayuda. No


porque quisiera que ustedes asumieran todo. Es mi problema. Quiero ir.
—Lea… —Ryan trató de razonar conmigo.
Entonces fue Helen quien salvó el día.
192

—¿Desde cuándo, en esta familia pensamos que las mujeres son de


alguna manera menos capaces que los hombres? —preguntó y sus hijos
tuvieron la sensatez de mirar a sus pies—. Exactamente. Lea puede ir. Tiene
que ver a Shane. No pueden hacerla esperar otros dos días después para
que consigan que vuelva a ella. Ella va. Y, Lea cariño, cuando llegues allí y
si pasan cosas, ahí es cuando les dejas que hagan su trabajo. ¿De
acuerdo?

—De acuerdo —dije—. Pero… Hunter. Realmente creo que deberías


quedarte con Fee y…
Hunter resopló.

—Por favor, tomó mucha persuasión convencerla de que se


quedara aquí. Yo voy. Acéptalo.

—Está bien —dijo Charlie, aplaudiendo—. Mark, tienes el SUV


gigante. Lo llevaremos. Eli, ve a la cocina a buscar alimentos para que no
tengamos que parar. Helen… —dijo, mirando a su mujer. Dio un
asentimiento para que fuera y ella se desenredó de mí y fue hacia él,
poniendo sus manos en sus caderas mientras él se inclinaba y le plantaba
un beso en los labios—. Mantén el fuerte.

—Siempre lo hago —respondió Helen, dándole una sonrisa


descarada antes de alejarse.

Salimos juntos, Ryan a mi espalda como un guardaespaldas. Debería


haber pensado que lo encontraría opresivo, su aura de mando a mi
alrededor. Pero en ese momento, en esa circunstancia, lo encontré
extrañamente reconfortante. Cuando todos entramos en él vehículo y él se
movió al asiento a mi lado en la parte trasera, me alegró. Aunque, en
general, me llevaba mejor con Mark, encontraba fácil lanzarnos pullas el
uno al otro y bromear por el hecho de que Eli y yo habíamos conectado a
un nivel más amplio, Ryan era a quién quería a mi lado en este momento.
Y él de alguna manera lo sintió y se quedó junto a mí.

Hunter condujo durante la primera parte, Charlie a su lado,


despierto, mientras Eli y Mark dormían en la fila de atrás. A mi lado, Ryan
estaba despierto y en silencio.

La radio estaba encendida, un poco alta, como si trataran de


ahogar la sensación de tensión general dentro del auto.

En ningún otro sitio era más fuerte que en mi pequeño asiento, mis
rodillas contra mi pecho, brazos alrededor de ellas, meciéndome
193

ligeramente, demasiado ansiosa para estar sentada quieta. Mi piel se


sentía eléctrica. Mi estomago estaba atado en miles de pequeños nudos,
cada uno con su propia preocupación atada, la mayoría por Shane, algo
por la familia Mallick en su conjunto cargando con una situación difícil, y
un poco, sí, por mí. Enfrentarme a mi pasado. Volviendo adonde había
jurado no regresar. Quizás para ver a mi familia, a quien ahora vería en una
luz diferente después del discurso enfático de Shane acerca de su
comportamiento con respecto a mi abuso.

—Vas a explotar —me dijo Ryan, sorprendiéndome después de un


par de horas de tenso silencio. Cuando mis ojos se dirigieron hacia él, vi
preocupación real en sus ojos. Su mano se extendió, aterrizando en mi
muñeca y apretando—. ¿Por qué estás estremecida?

Y algo en el hecho de que él me preguntara eso, alguien tan


hermético con sus preocupaciones como yo, queriendo que lo
compartiera, lo hizo casi fácil.

—Ross apuñaló a mi hermano —le dije—. Y mató a una amiga mía.


Después de hacerle algunas cosas horribles.
—Estás preocupada por Shane —conjeturó.
—Y todos ustedes. Y por mí.

—¿Por qué por ti? —preguntó, su mano todavía sosteniendo mi


muñeca—. Creo que ya nos conoces lo suficiente como para saber que
no dejaremos que te pase nada.
—No físicamente —concordé.
—Oye, si eres lo suficientemente fuerte como para vivir lo que sea
que te haya hecho pasar, eres lo suficientemente fuerte como para
sacarle el dedo desde una distancia segura. Tal vez se sentirá como un
cierre. —No estaba segura que algo se sintiera como un cierre, no mientras
Ross y yo compartiéramos el mismo planeta—. ¿Puedo hacerte una
pregunta extraña e hipotética? —preguntó Ryan, mirándome pensativo.
—Por supuesto.

—Si estuvieras en una habitación con tu ex y tuvieras un arma… —se


interrumpió cuando me reí, creo que a los dos nos sorprendió que fuera
capaz de hacer eso en ese momento—. ¿Qué? —me preguntó,
sacudiendo la cabeza.
194

—Shane me hizo exactamente la misma pregunta. ¿Eso es del


manual de los hermanos Mallick o algo así?

Sus labios se levantaron ante eso, un aspecto raro para él. Y era algo
digno de ver, déjame decirte.
—¿Y tú respuesta?

—Le dispararía en la polla y luego descargaría el resto de las balas


en su cabeza y corazón.

—Entonces tiene que terminar —comentó Eli desde el asiento frente


a nosotros.
Ante eso, negué con la cabeza.

—Shane también dijo algo así. ¿Acaso tienen su almacén


monitorizado o algo así? ¿También saben mi color favorito? —bromeé.

—El azul —dijo Eli, encogiéndose de hombros—. Pero solo supongo


que todos pensamos igual de alguna manera.

—¿Cómo supiste que es el azul? —le pregunté, segura que nunca


había usado el color alrededor de ellos.

—Eli simplemente sabe mierdas estúpidas como esa —dijo Mark,


recibiendo una mirada enojada de su hermano por el comentario de
“mierdas estúpidas”.

El turno cambió una hora más tarde, todos volando a enderezarnos.


Eso puso a Mark al volante con Eli dormido junto a él. Charlie y Hunter
estaban ahora en la parte de atrás, rendidos. Ryan todavía estaba
despierto a mi lado, nosotros justo detrás del asiento delantero entonces.

—¿Deberíamos preocuparnos por Eli? —preguntó Mark, mirando por


el espejo retrovisor a Ryan.

Ryan no respondió durante un largo minuto, mirando a la ventana.


Luego miró hacia afuera y me dio una respuesta que estaba tan llena de
significado que me sentí estremecer.
—Sí.

Mark asintió, aceptando eso como una respuesta. Y dejé que el


silencio colgara por un minuto para ver si decían algo más. Cuando no lo
hicieron, hablé.
—¿Por qué deberíamos estar preocupados por Eli?
195

—Mira, cariño —comenzó Mark, con los ojos en el camino, pero miré
su rostro en el espejo retrovisor—. Todos somos violentos. Para algunos de
nosotros, es algo natural. Conmigo y Shane especialmente. Ryan también
sabe aprovecharlo, de una manera desapegada. Pero esta vida nunca
fue pensada para Hunt y Eli. Hunter se salió y permaneció fuera. Eli nunca
pudo encontrar las bolas para hacerlo. El caso es que, él era más delicado
que el resto de nosotros. Siempre estaba acurrucado con libros, crayones y
pintura cuando era niño. Nunca quiso hacer la mierda loca en la que
todos nos metimos. Estaba feliz por su cuenta, creando cualquier mierda
mientras nosotros nos caíamos de los árboles y regresábamos a casa
frescos de las peleas casi a diario. Pero ser demasiado blando, no iba a
dejarlo fuera en esta familia. Así que todos, supongo que, nos
confabulamos contra él, lo endurecimos. Hacer eso, obligarlo a ser algo
que no era, lo convirtió en algo que el resto de nosotros no somos.
—¿Y qué es eso?
—Incontrolable —respondió Ryan.

Eché un vistazo a Eli que dormía con su cabello desgreñado, su


mandíbula menos pronunciada, su alma profunda.

—No puedes imaginarlo, ¿verdad? —preguntó Mark, sabiendo lo


que estaba pensando.
—No.

—Es tan jodidamente extraño de ver. Es como si tuviera este pozo de


rabia dentro de él, y cuando explota, maldición, explota con todas sus
fuerzas y se apodera de él. Es a quien papá envía cuando realmente
quiere enviar un mensaje. Es al que se le vuelan los malditos tapones
cuando ve a un tipo siendo una mierda con una chica en un bar. Es quien
le provoca una conmoción cerebral a un tipo al azar que pateó a su perro
en público. Cuando estalla, maldita sea, estalla toda la puta cuadra. El Eli
que crees que conoces, simplemente no está allí cuando está furioso. Es un
animal completamente diferente. Y esto —dijo gesticulando hacia el GPS—
, esta mierda será personal para él. Se está manteniendo en control ahora
porque no tiene otra opción. Pero cariño, ponlo cara a cara con tu ex, y
maldición, va a volar.

—Bueno, no se va a encontrar cara a cara con Ross —dije con


certeza—. Es por eso que vamos, para detener a Shane antes de que
pueda hacer algo estúpido. No vamos a detener a Shane y dejaremos que
Eli empiece los problemas.
196

—Cierto —coincidió Mark.


No supe en ese momento que solo me estaba apaciguando.

Tampoco sabía que, a la mitad del segundo día, cuando finalmente


caí dormida, mis nervios al descubierto haciéndome caer como los
muertos, que los hombres en el auto se despertaron y acordaron algo. Ese
algo era que iban a desviarse.
Y dejar que Shane llegara antes que nosotros.

También estaba bastante desprevenida y no sabía que incluso


habían llamado a Shane y habían aclarado los detalles, accediendo a
aparecer y dejar que él intentara manejar la situación antes de que ellos
llegaran. Y que nunca me permitirían acercarme a la situación para
empezar.

Por eso, cuando desperté, desperté en una maldita habitación de


hotel a veinte putos kilómetros de donde estaba toda la familia Mallick sin
auto, sin celular y sin zapatos.

Estuve tan desorientada por tanto tiempo que me incorporé


tambaleante, mi corazón martillando tan fuerte que me hizo sentir náuseas,
alcanzando el control remoto de la mesita de noche y apuntando el
televisor para poder ver la fecha y la hora. Puse una mano en mi pecho,
respirando profundamente e intentando calmarme. No podía enfocarme si
estaba enloqueciendo.
Por supuesto que me dejaron. Realmente debería haberlo visto venir.

Quizás respetaban a las mujeres y su capacidad de ser rudas por


derecho propio, pero ellos eran hombres alfa y fuertes. De ninguna manera
iban a permitir que una mujer los siguiera al peligro si podían evitarlo.

Lo que más me estaba enloqueciendo era que uno de ellos había


logrado arrastrarme fuera de un automóvil, cargarme a la habitación de
un hotel, y meterme en la cama sin que yo ni siquiera recuperara la
conciencia por un segundo. Sabía sin poder saber cómo, que había sido
Ryan quien lo hizo.

Y tenía que ser que la maldita familia Mallick me consiguiera una


habitación de hotel hermosísima, no un motel para dormir y follar en la
autopista.

El sol atravesaba los visillos de las ventanas, así que salté y me dirigí
hacia allí para apartar las persianas y mirar afuera. Nada me resultaba
197

inmediatamente familiar, California era enorme y el hecho de que había


estado dormida dificultaba saber en qué parte de Cali estaba. Me
acerqué al pequeño escritorio y agarré el folleto que estaba allí, revisando
la dirección con una pequeña oleada de alivio.
No estaba tan lejos.
No podían estar tan lejos de mí.

Y lo más loco era que después de dormir un poco para suavizar mis
nervios hechos polvo, sí, perdí toda esa mierda de mentalidad de víctima.
El miedo se había ido.
Al igual que la preocupación.

También la culpa, la vergüenza y la disposición para sentarme atrás y


dejar que otras personas manejaran mis problemas.

Todo lo que quedaba era una especie de ira profunda, del tipo que
hizo hervir mi sangre, que provocaba picor en la piel.
De la clase que tal vez Eli aprovechaba cuando se enfurecía.

Estaba tan harta de escapar y saltar en las sombras, sin poder dormir
por el estrés.
Estaba tan jodidamente harta.
Era hora de enfrentar mis demonios.

Verás, los hombres de Mallick no se dieron cuenta de una cosa. No


era solo el MC al que conocía en Cali.

Tenía amigos. Del tipo de amigos que estaban dispuestos a desviarse


treinta y dos kilómetros de su camino para verme y darme una
motocicleta. Del tipo que me darían armas ilegales y un suministro de
balas.

Bueno. Así que ellos eran menos amigos y más algunos de mis ex
criminales. Pero lo que sea. En un apuro, tienes que hacer lo que tienes que
hacer.

Me senté en un lado de la cama, pasándome una mano por el


cabello alocado mientras alcanzaba el teléfono. Fue más que un pequeño
milagro que pudiera recordar sus números.
198

—¿En qué mierda te metiste ahora, perra loca? —preguntó el


primero tan pronto como escuchó mi voz—. No voy a rescatar tu trasero
otra vez porque estuviste con un montón de polvos ocasionales que
conociste en un bar.

—Encantada de hablar contigo también, Grig —dije, sonriendo y


negando con la cabeza, el tiempo hacía que su actitud fuera graciosa
cuando antes solía rastrillar sobre mí como garras de gato—. Ese no es el
tipo de apuro en el que estoy en este momento.

—Está bien, te seguiré la corriente —dijo, alejándose del ruido a su


alrededor, sorprendiéndome. Juro por todo lo que era sagrado, cuando
salíamos, se negaba a rechazar las peleas cuando estaban sucediendo,
sin importar cuán importante era lo que decía—. ¿En qué tipo de apuro
estás, LeLe?
Dios, odiaba ese apodo.
—¿Así que recuerdas el MC?

—¿Te refieres a los malditos que no me dejaban pisar la propiedad


cuando iba a buscarte? ¿Ese MC?
—Sí, bueno. El nuevo presidente y yo tuvimos algo. Él…

—¿Él qué? —me preguntó, sonando como si esperara que dijera


algo excepto lo que dije. Cuando terminé, hubo una larga pausa—. ¿Que
necesitas de mí?
—¿De ti? Una motocicleta, un casco y un par de botas.
—Lo tienes. Dame la dirección y estaré allí lo antes posible.
Le di la dirección, colgué, luego descolgué el teléfono otra vez, mi
estómago se retorció un poco. Grig y yo, para todos los efectos, teníamos
una relación relativamente normal, era un mecánico y un luchador
clandestino de poca monta. Lo sabía, a pesar de lo que había dicho la
primera vez que dije hola, habría venido y me habría rescatado. Pero Leo y
yo, sí, hubo una historia extraña allí. Una gran parte de eso pudo haber
tenido algo que ver con el hecho de que vendía armas a las pandillas
locales, un hecho que nunca me contó y luego peleamos cuando me
enteré por mi cuenta. Pero, siendo el tipo con las armas, era el tipo que
necesitaba.
—Leo, es Lea.
199

Hubo una pausa.

—¿En serio? —preguntó, exhalando con fuerza. Yo fui quien lo dejó. Y


había sido feo—. ¿Qué mierda podrías tener que decirme?

Le conté todo rápidamente, cada vez que lo decía de alguna


manera se volvía más fácil. Al igual que con Grig, hubo una larga pausa.

—Y la razón por la que no me llamaste para ponerle un jodido tapón


la primera maldita vez es… —dijo, sorprendiéndome. Exhaló de nuevo—.
Bien. Así que supongo que no me estás llamando porque quieres que te
haga un poco de chili —dijo, y me sentí sonreír levemente. Realmente
hacía un buen chili—. Así que supongo que necesitas armas.
—Estás en lo cierto —estuve de acuerdo.

Aproximadamente una hora más tarde, estaba abriendo la puerta


de la habitación del hotel para ver a dos hombres parados uno al lado del
otro, ambos parecían igual de incómodos estando el uno cerca del otro,
pero ambos me miraban.
En serio, aparentemente tenía un tipo de hombre.

Grig y Leo eran altos, con un cuerpazo, con tatuajes y cierta dureza
alrededor de la boca y los ojos. Mientras Grig tenía ojos marrones, Leo tenía
verdes. Pero aparte de eso, ambos eran malotes que llevaban cabello
oscuro, jean y camiseta sin mangas.

—Esa es una mirada —dijo Grig, y noté las botas en su mano,


dándome lo que era una imitación de una sonrisa, obviamente no me
miraba igual después de escuchar mi historia. También noté la misma
calidad en Leo, haciéndome sentir dolorosamente consciente y
totalmente agradecida de haber encontrado a Shane que nunca me miró
de manera diferente.

—¿Podemos salir de la calle? —dijo Leo, obviamente más ansioso por


tener armas ilegales.

Abrí la puerta y entraron al unísono, compartiendo una mirada


cuando se golpearon los hombros. Grig finalmente agitó una mano y Leo
entró primero.
Casi quise reírme del intercambio.

—Está bien, aquí —dijo Leo, obviamente sin importarle que Grig
supiera de su negocio mientras sacaba una pistola de su cintura—. Está
200

cargada —dijo mientras sacaba la pistola grande y de aspecto malvada


de su mano, revisando el cargador como Rick, el ex presidente de MC, me
había enseñado a una edad muy temprana—. Y aquí hay un extra. No sé
a dónde te estás metiendo, pero siempre deberías tener muchas balas.
—Gracias, Leo. Lo aprecio.
Negó con la cabeza, su cara dura.

—No me agradezcas. Úsala. Maneja tu mierda. Y nunca me vuelvas


a contactar.

Con eso, le dio un movimiento de barbilla a Grig y se dirigió hacia la


puerta, cerrándola con un poco más de fuerza de lo necesario.

—Es encantador —dijo Grig cuando estuvimos solos, tratando de


parecer divertidos, y en su mayoría fallando—. Dime que el nuevo no es
una mierda como ese y el otro —dijo, arrojándome las botas que tenía en
la mano.
Sonreí con un poco con nostalgia.
—Es uno de los buenos.
La cabeza de Grig se volvió hacia un lado.

—¿Tú? ¿Con un buen chico? —preguntó luego, realmente


divertido—. Me niego a creer eso.

—Bueno. Aunque es matón de un prestamista —le confié, sonriendo


y él también sonrió.
—Eso suena más como tú, perra loca.

—¿Me trajiste una moto? —le pregunté, queriendo que las cosas
avanzaran. Había un tiempo para los recuerdos, y este no era.
Grig buscó en su bolsillo y sacó una llave.

—Está atada en mi camioneta. Tengo las rampas, pero tendrás que


ayudarme a bajarla. También tengo un casco y está hasta el tope de
combustible.
—Estupendo. Realmente aprecio esto, Grig. No tenías que…

—Sí, tenía. Tú y yo podríamos haber sido agua y aceite, pero sin


importar la historia que tengas con alguien, cuando tienen una situación
como la que tienes, ayudas.
201

—Gracias —dije, de verdad, contenta de ver que había personas en


mi pasado a las que les importaba una mierda. Eso era algo bueno de
saber—. Así que hagámoslo. Tengo algo de terreno que cubrir.

Lo que me tuvo arriba de una motocicleta yendo por la calle trasera


hacia el complejo con una pistola en la cintura de mis pantalones
vaqueros con un par de botas de hombre dos tallas más grandes, lista
para finalmente hacer lo que tenía que hacer.
Poner fin a esta mierda, de una vez por todas.
202

17
Shane
Traducido por Ale Grigori, DiaNaZ y Clau-Clau

Corregido por Mime

No diría que estaba sorprendido cuando Ryan hizo la llamada. Esa


no sería la palabra correcta.

Satisfacción, era más como eso. Porque cuando Lea se dio cuenta
que se armó la mierda y que había cierto nivel de peligro, no se escondió,
no se metió en la cama y se preocupó, no se metió en un auto para
intentar detenerlo por sí misma.
Fue a mi familia.
Eso era importante para mí.

Creo que era evidente que mi familia significaba todo para mí. Así
que cuando finalmente detuviera el alboroto y encontrara a una chica
con la que quería pasar más de una noche o un fin de semana, eso era
seguido de que ella tendría que llevarse bien con ellos.

Estaba claro de inmediato que Fee y ella se habían llevado bien,


ambas eran mujeres obstinadas, cabezas duras, tercas, con corazones de
oro y pasados dudosos. Y también podría decir que tenía mucho respeto
por mis padres después de que hizo ese comentario acerca de que criaron
buenos hombres.

La noche en Chaz’s también dejó en claro que se llevaba bien con


cada uno de mis hermanos. Mark y ella eran una buena pareja, ambos
rápidos y felices de devolver los insultos. Eli y ella se habían quedado
encerrados en un rincón durante mucho tiempo, hablando, en voz baja,
los ojos intensos. El único con el que realmente no parecía hacer conexión
era con Ryan. Era algo que no me preocupaba demasiado porque,
203

bueno, Ryan no hacía conexiones con nadie. Si Mark y yo hacíamos que


nuestra determinación de no comprometernos y desconectarnos de
cualquier persona pareciera un deporte, él lo hacía parecer una maldita
forma de vida. Aunque estaba con todos nosotros cuando nos juntábamos
y participaba en la conversación, estaba claro que era un solitario, estaba
perdido en su propia cabeza. Y fuera de la familia, casi nunca fomentó
ningún tipo de amistad y ciertamente ninguna relación. Ese no era el tipo
de hombre que era. Así que el que Lea no "conectara" no significaba
nada.
Todavía lo respetaba y de ninguna manera se alejó de él.

Mi familia le importaba. Y no solo porque eran parte de mi paquete.


Creo que encontró cosas en ellos que echaba de menos con su propia
familia, incluso si ella realmente no lo veía. Respetaba a Charlie porque él
era todo lo que debería ser un padre. Se sentía segura con mis hermanos
porque eran todo lo que su hermano no fue. Y se unió a Fee y a mi madre
porque eran la madre y la hermana que no pudo tener.
Cuando corrió hacia ellos, significó algo.
—¿Qué? —ladré en el altavoz de mi radio cuando recibí la llamada.

—Suponemos que estamos delante de ti por lo menos una hora en


este momento. —me saludó. Y, efectivamente, cuando hablamos acerca
de las ciudades más cercanas, lo estaban—. Lo cierto es que cambiamos
de parecer. No vamos a impedirte hacer lo que debes hacer, lo que hay
que hacer. Pero vamos a asegurarnos de que no te encuentres en una
trampa mortal.

Asentí para mis adentros, dejando escapar un suspiro. Si sabía algo


de mi familia, es que con toda seguridad podrían detenerme si quisieran.
Cinco contra uno no era una pelea. Incluso aunque papá fuera mayor, era
tan listo en una pelea como el resto de nosotros.

—Ella no puede venir aquí. —Me oí a mí mismo decir, sabiendo que


Lea me odiaría, que estaría enojada conmigo por haber tomado esa
decisión por ella.
—Lo sabemos —estuvo de acuerdo Ryan—. No está manejando esto
bien. La primera etapa del viaje, estuvo meciéndose todo el tiempo.

—Mierda —espeté, girando mi cuello para tratar de liberar algo de


tensión. Una gran parte de mí, tal vez una parte tan grande como la que
quería ponerle mis manos encima a su ex, quería dar la vuelta, ir a
204

buscarlos a algún lado, y tomar cualquier preocupación que tuviera


dentro para relajarlas—. ¿Y, actualmente?

—Se desmayó —dijo Eli—. Ha estado fuera durante horas. Duerme


como los muertos.

—¿Ha pateado a alguno de ustedes? —pregunté, sonriendo un


poco ante la idea.

—Solo alrededor de una docena de veces —dijo Ryan, y fue claro


por su tono que fue él quien había sido pateado.

—Así que esto es lo que estamos pensando —continuó Hunter,


obviamente hablando por el altavoz y ninguno demasiado preocupado
de que ella pudiera escuchar—. Cruzaremos Cali y la dejaremos en un
hotel. De esa manera, estará cerca cuando todo esté hecho para que no
enloquezca tanto. Y luego podemos venir y asegurarnos de que la mierda
no se vuelva demasiado loca contigo.

Me detuve ante eso, realmente no me gustaba la idea de que


estuviera sola en la habitación de un hotel, especialmente si se levantaba
sin tener idea de cómo había llegado allí. Pero era astuta, lo averiguaría lo
suficientemente rápido. Y, si conociera a Lea un poco… y jodidamente lo
hacía, no enloquecería. Se enojaría.
Pero eso estaba bien. Podría manejar a la enojada Lea.
—Suena bien —acepté.
—Te veremos en un par de horas —dijo papá y la llamada terminó.

Por mucho que me matara admitirlo, me gustaba tener un respaldo.


La adrenalina había tenido una buena cantidad de tiempo para
reabsorberse de mi sistema, podía ver cómo irme enojado por mi cuenta a
enfrentarme a un maldito presidente de MC quizás no era mi plan más
brillante. Por supuesto, esta mierda era entre este jodido Ross y yo. Pero
sabía que mi familia estaría allí para asegurarse de que se mantuviera
entre el jodido Ross y yo, y que el resto de su gente no llegara de inmediato
y encontrara formas ingeniosas de torturarme y matarme.

No fue difícil encontrar la casa club de los Satan Sinners MC. Estaba
en un extremo desértico de una autopista, tan alejado de la carretera que
parecía fundirse con el paisaje y que tus ojos te engañaban haciéndote
pensar que era un edificio real. Pero la luz del sol que brillaba en varias
docenas de Harley era una gran X que marcaba el lugar.
205

Di vuelta al callejón sin salida y volví al estacionamiento más


cercano, a un kilómetro y medio más adelante. Era un hueco en un punto
muerto, un bar de mala muerte que parecía haber sido construido en los
años cincuenta y no había visto reparaciones o actualizaciones desde
entonces. Lugar perfecto para motociclistas. Estaba cerrado a la luz de la
mañana, aunque varios autos y camiones estaban allí desde la noche
anterior, de los clientes que encontraron otras maneras de llegar a casa.
Salté y quité mis placas, las puse debajo del asiento del conductor,
deslizando un trozo de papel sobre el número de VIN en mi tablero,
cubriendo todas mis bases en caso de que alguien sospechase. Pensaba
que, quien tuviera un lugar de mierda como ese, que probablemente era
el hueco de los moteros, que no solo emborrachaba a unos pocos, sino
que entregaba heroína a los clientes felices, no sería demasiado rápido
para llamar a la policía sobre un auto desconocido en el parqueadero.
Pero no estaba arriesgándome.

Cuando mi familia se detuvo, fue obvio que tuvieron la misma idea


ya que sus placas no estaban.
—Te ves como una mierda —me saludó Mark.

No lo dudaba. No había dormido más de una o dos horas todo el


camino.

—¿Seguro que no quieres dormir un poco antes de entrar? —


preguntó papá.

—No se puede entrar a plena luz del día de todos modos —razonó
Ryan.

Ya que sonaba lógico, me metí en el asiento trasero y me desmayé


un rato mientras hacían estupideces a mi alrededor, hacían planes, hacían
lo que sea que fuera.
Me despertaron tan pronto como la noche comenzó a caer.

—Es hora —dijo papá, sacudiendo mi pierna—. Muéstrale a tu mujer


cuánto significa para ti.

Con eso, me levanté, me estiré, tomé un poco de mierda de mi


camioneta, y comencé la caminata de un kilómetro y medio hacia la casa
club.

Mi familia estaba detrás de mí, pero lo suficientemente lejos como


para no poder escucharlos o verlos. Lo suficientemente cerca como para
206

entrar en acción si era necesario, pero dándome la libertad de hacer lo


que necesitaba.

Mira, lo cierto es que sabían que su ex era un tipo malo. Y sabían que
él era una amenaza. Pero no sabían que la había violado durante años.
No sabían que mi plan no era solo vencerlo e intimidarlo para que dejara a
Lea en paz.
Eso no era lo suficientemente bueno.
Si supieran eso, es posible que no se hubieras reunido detrás de mí.

Éramos unas mierdas violentas. Derramar sangre era tan natural para
nosotros como respirar. No significaba mucho.
Pero no matamos. Ninguno de nosotros.

No había cuerpos en nuestros senderos, ni siquiera por pasarse en


una paliza.
Esa era una trayectoria limpia que estaba a punto de manchar.

Podría haber sido capaz de dejarlo ir si su ex también lo hiciera. Bien,


entonces él era una mierda y la hizo atravesar el infierno, pero ella estaba
libre y sanando y yo estaría allí para ayudarla de cualquier manera que
pudiera. Pero él no quería dejarla ir. No solo eso, sino que amontonaría
cuerpos hasta que se sintiera tan culpable que regresaría simplemente
para detener la carnicería.

Esa mierda no sucedería en mi presencia. Y siendo el malvado


demonio que estaba claro que era, solo había una forma en que esto iba
a suceder.
Uno de nosotros estaría en el suelo al final de la noche.
Mi dinero estaba en ese cabrón empujando margaritas, no yo.

Me agaché detrás de un auto destruido en su tierra, a unos veinte


metros del complejo, más cerca de otro edificio externo, pequeño y sin
ventanas, como el cobertizo que tenían en el recinto de los Henchmen.

Me quedé allí un buen rato, esperando, tratando de descubrir mi


plan. Entonces, como una maldita señal de un poder superior, la puerta
trasera se abrió y salió el cabrón con el cuchillo del video. Parecía un poco
más pequeño en persona, no tan intimidante sin un cuchillo en la mano.
Metió la mano en el bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros en busca
207

de un paquete de cigarrillos y un encendedor, dando una larga calada


mientras levantaba la cabeza para mirar el cielo.

Mirando hacia atrás a la puerta del recinto y no viendo a nadie más,


decidí que era ahora o nunca. Podría acercarme furtivamente, agarrarlo,
esconderme en su propia maldita cabaña y hacer lo que tenía que hacer.
Caminé unos metros más cerca del cobertizo y me incliné, cerrando mi
mano alrededor de la palanca y cargando. Me escuchó en el último
momento, obviamente acostumbrado a tener que estar en guardia dado
su trato ilegal.

—¿Quién coño…? —comenzó a decir, mirándome mientras


cargaba. Pero el resto de esa frase desapareció cuando agité la palanca
y lo golpeé antes de que pudiera alertar a sus hombres. Metí la palanca en
el bucle de mis pantalones y agarré al tipo por la parte trasera de su
camisa tiré, arrastrándolo hacia el cobertizo y tirándolo al piso interior,
usando la palanca para deslizarla en la puerta y bloquearla, bloqueando
a cualquiera de entrar, sin importar lo que escucharan.
No era un cobarde; era un firme creyente de las peleas justas.

No iba a cortarle la garganta al bastardo mientras él estaba


desmayado.

En cambio, busqué en sus bolsillos, encontré su cuchillo, lo arrojé a


una esquina, me apoyé contra la puerta y esperé.

Si había algo que sabía sobre noquear a la gente, era que a veces
los coños estaban helados por hasta media hora. Los chicos malos, los que
habían estado alrededor de la cuadra una o dos veces, sus cerebros los
despertaban en un par de minutos, como si supieran que sus vidas
dependían de eso. A menudo lo hacían.

Fiel a mi predicción, escuché un silbido y un movimiento desde el hijo


de puta en el suelo, eligiendo ese momento para apretar el interruptor y
bañarnos en una luz dura. Hizo una mueca ante el brillo, probablemente
teniendo un maldito dolor de cabeza, mientras miraba alrededor por un
minuto, tratando de ubicar su entorno.
Cuando sus ojos se posaron en mí, su mano fue detrás de su espalda.

—Ya tengo el cuchillo —le dije, cruzando los brazos, mirándolo


mientras se ponía de pie, mirándome, probablemente notando que tenía
unas buenas cincuenta libras de músculo en él.
208

—¿Quién carajo eres? ¿Ruso? ¿Italiano? ¿Desde cuándo coño


quieres el negocio de H?

—Nah —dije, chasqueando la lengua un poco, tal vez disfrutando de


la forma en que sus ojos estaban activos, como si su mente estuviera
corriendo—. Mira, esto no se trata de tu pequeño tráfico de drogas. Esto es
personal…

—¿Personal? Nunca he visto tu cara en mi puta vida —dijo,


plantando los pies de par en par, sin retroceder, pero obviamente no listo
para avanzar, queriendo sentirme primero.

—No, pero has visto la cara de mi chica antes —le dije


encogiéndome de hombros—. Pusiste una mirada allí que, bueno, no me
gusta ver en una cara como la de ella.

—¿Quién diablos eres tú? —comenzó, luego la realización lo golpeó,


sus labios se inclinaron hacia un lado. Esperó un segundo, asintiendo con la
cabeza, un músculo saltando en su mandíbula—. ¿Te estás divirtiendo
follando con mi chica? —preguntó, el término posesivo hizo que mis
dientes se apretaran—. Ella es buena en la cama, ¿no? Pone una buena
pelea cuando está de buen humor. —En ese momento, mi sangre era
jodidamente gasolina y ese estúpido hijo de puta solo encendió una
cerilla—. ¿Te envió aquí? ¿Pensó que tal vez su nuevo juguete podría
derrotar al hombre que la ha poseído por años?
Poseído.
Jesús.

—¿De verdad? Ella no me chupa la polla como si fuera tuya —dije


con una sonrisa, disfrutando de la manera en que su rostro se volvió ciego
de rabia por un momento.

—Escucha, hijo de puta —dijo, todo sobre él sugiriendo que estaba a


segundos de lanzar su mierda. Esa no era exactamente una buena
cualidad para un líder—. Mi problema no es contigo. Quiero a Lea
devuelta. Ella pertenece aquí. Ella creció aquí. Su familia está aquí.

—¿Te refieres a la familia que permaneció al margen mientras ella


fue violada por ti durante años? ¿Esa familia? Sí, ella cambió esos coños
por mi familia.
Su cabeza se inclinó con eso, captando algo en mi tono.
—¿Familia? —preguntó—. ¿En qué estás metido?
209

—Digamos que derramamos sangre para vivir. Por cuestiones mucho


menos serias que un bastardo que amenaza lo que me pertenece.

—Por favor. —Soltó un bufido y sacudió la cabeza—. ¿Crees que tu


contratado músculo de familia tiene una posibilidad contra mis hombres y
yo?

—Mira, esa es la cosa. Esto no es entre tus hombres y yo. Esto es entre
tú y yo. Y esta puerta no se abre hasta que uno de nosotros esté satisfecho.
Ese de nosotros siendo yo, si eso no estuvo claro.

—Yo diría que acabas de firmar tu certificado de defunción, pero no


permitimos que los cuerpos sean encontrados.
Sentí mi sonrisa retorcerse, mi sangre zumbando.
—Tráelo, hijo de puta —le dije, empujándome de la puerta.

Dejé que se estrellara contra mi centro, momentáneamente me


sorprendió la cantidad de poder que había empacado en un cuerpo más
compacto, pero sabiendo que no siempre era una buena señal juzgar la
fuerza de un hombre por lo grande que era. Tomé el golpe, estrellándome
más fuerte contra la puerta. Levanté mi mano mientras él daba un paso
atrás para hacer lo mismo, golpeándolo con fuerza en la mandíbula.
Nada, ninguna pelea había sido tan satisfactoria como la grieta que se
hizo en su pómulo cuando mis nudillos la golpearon.

Seguimos de esa forma durante un par de minutos, lanzando golpes,


cargados de adrenalina y ajenos al dolor.

Lo empujé con fuerza, viéndolo trastabillar y chocar con la pared


opuesta, limpiándose la sangre del labio mientras intentaba recuperar el
aliento.

—¿Cuál es el final del juego aquí, hombre? —me preguntó,


intentando rodearme, pero yo no iba a moverme de la jodida puerta.
—Tú fuera de la vida de Lea.

—La zorra no vale esta mierda —dijo casualmente, pero no creí que
lo dijera en serio ni por un minuto.

—No creo haber sido lo bastante claro —dije, limpiándome el sudor


de la frente—. Me refiero del tipo permanente.
—¿Crees que puedes matarme? —Bufó.
210

—No antes de lastimarte realmente primero —dije, cargando hacia


delante sin advertencia, inclinándome y sujetándolo de la cintura,
lanzándonos a ambos a volar contra el piso con un golpe sordo. Empujé
hacia arriba, apoyándome sobre su cintura, evitando cualquier retirada
con puro peso.

—Incluso si me matas, hombre, nunca estarás dentro de ella sin mi


fantasma allí colgando entre ustedes —dijo, pareciendo demasiado
complacido con esa idea.

Y, bueno, era la cosa jodidamente incorrecta que decir justo en ese


momento.

Nunca entendí la ira de Eli hasta ese momento. Él había intentado


explicárnoslo después de un combate particularmente malo cuando
tuvimos que separarlo y arrojarlo al sótano hasta que quemó todo eso. Dijo
que no fue que perdió la consciencia, sino más bien que su personalidad,
las partes morales de él, la mente racional, tomaron el asiento trasero a la
ira que lo recorrió, que ardía en su interior como fuego, que cegaba a
cualquier cosa más que la urgencia de sacarla.

Así es como me sentí mientras empezaba a golpear la cara del


bastardo debajo de mí.

No es que no viera cada vez que mi puño aterrizaba, ni viera u oliera


la sangre mientras le salía de los labios y nariz, mientras uno de sus ojos se
llenaba de ella. No era que no escuchara sus gruñidos entre maldiciones,
que entonces se volvieron por completo algo más. No es que no sintiera
mis propios nudillos, tan duros por todos esos años utilizándolos, abrirse y
sangrar. No era que no supiera que llegó un punto donde había quebrado
todos los huesos en su cara y estaba golpeando en la suave carne debajo.
No era que no supiera el punto donde se quedó flácido e inconsciente.
Sencillamente no me importó una puta mierda esas cosas.

Todo lo que me importaba era la ira y la venganza, lastimarlo por


todas las veces que la había lastimado a ella, que la hizo sentir débil e
indefensa, que la hizo sentir atrapada y menos que la jodidamente
increíble mujer que era.

Su cabeza rodó a un lado ligeramente, su pecho hizo un extraño


sonido ahogado rasposo y la sangre goteó de su boca.

Pero esto era diferente a un labio partido, una lengua desgarrada y


un diente zafado.
211

Era sangre de algún lugar en su pecho, como si hubiera llenado sus


pulmones hasta que se elevó por su garganta y salió.

Fue en ese momento que la parte más consciente de mí volvió a


deslizarse al asiento del conductor. Primero escuché mi propia respiración,
más entrecortada y desigual de lo que la había escuchado nunca. El sudor
estaba goteando literalmente en mis ojos, haciendo que la camiseta se
me pegara a la espalda y en los brazos. Las manos me dolieron cuando
retrocedí e intenté flexionarlas. Dolor. Mis manos nunca dolían después de
una lucha. No desde que era un niño. Capté la sangre después. Creí que
antes sabía sobre sangre. Y jodidamente seguro sabía más que el chico
promedio, pero esto era diferente. Esto es a lo que se referían cuando
decían baño de sangre. Yo estaba cubierto. La parte delantera de mis
vaqueros estaba saturada con ella, mis manos, brazos y camiseta. Cuando
me limpié el sudor de la cara con el hombro, vi una inmensa mancha allí
también.
Debajo de mí, su imbécil ex estaba inmóvil.

Y no era la clase de inmovilidad que sucedía cuando alguien se


desmayaba por una golpiza.
Era la clase de inmovilidad que provenía de ser asesinado a golpes.
Lo maté a golpes.
Debí haber roto una costilla.
En realidad, esa era la única explicación.

Debí haber roto una costilla, presionado encima y perforado su


pulmón. Eso explicaba por qué tanta sangre provenía de su boca.

Me enderecé, sorprendido cuando mis piernas inmediatamente


fueron asaltadas con hormigueos y calambres, haciéndome
dolorosamente consciente que debí haber estado golpeando su carne
durante más tiempo de lo que me pareció. Me pareció minutos máximo.
Pero debía haber sido casi media hora para hacerle eso a mis piernas.

Le di la espalda a su cuerpo, mirando la otra pared, intentando


ralentizar mi respiración, intentando ignorar la sensación extraña y
temblorosa en mis entrañas.

Verás, sabía lo que hacía cuando conduje a través del país y arrastré
al hombre al cobertizo. La cosa era que la idea de hacerlo y la realidad de
ello eran dos cosas completamente diferentes.
212

No había retorno.
Era un asesino. Había matado a alguien.
Y no en la forma impersonal que sucedía con un arma.
Había matado a golpes a un puto humano.

Claro, cada vez que ese hijo de puta atrapó a una mujer indispuesta
y la forzó, se ganó cada maldito golpe que había recibido.
Pero esto cambiaba las cosas.
A mí, principalmente.
Me cambiaba a mí.

No había forma de negarlo. No había forma de negar que habría


repercusiones por mis acciones.
Pesadillas.
O tal vez eso de la ira podría suceder de nuevo. No lo sabía.

Pero eso no cambiaba el sentimiento dominante que tuve cuando


me forcé a volver a mirar su cuerpo.
Me sentía reivindicado.
Justificado.
Había atrapado los demonios de Lea y los había derrotado.
Nunca podrían tocarla, no de nuevo en forma tangible.
Claro, yo mismo había conseguido unos propios en el proceso, pero
eso me parecía un destino justo.

—¡Shane! —Escuché que uno de mis hermanos en el exterior gritaba,


demasiado alto y alterado para que fuera capaz de determinar cuál de
ellos.

El corazón me voló a la garganta ante eso, sabiendo que muy poco


los alteraba.
Alcancé la barra metálica, la destrabé y tiré de la puerta.

Jodidamente justo entonces escuché resonar un disparo, alto y casi


ensordecedor en el silencio de ese sitio aislada.
213

Salí por la puerta al mismo tiempo que media docena de moteros,


con armas en mano miraban alrededor.
Todos los ojos, incluidos los míos, aterrizaron sobre la misma persona.

La que tenía el arma levantada hacia el cielo y tenía la barbilla


levantada.
Lea.
214

18
Lea
Traducido por Ale Grigori y Kalired

Corregido por LizC

Bueno.

Entonces no fue el mejor de los planes. Realmente, no era mucho un


plan siquiera. Caos, ese era el único objetivo real que tenía en mente. Si
creaba lo suficiente, lo que sea que estuviera sucediendo, lo que sea que
Ross y los muchachos le hayan estado haciendo a Shane, se detendría y
tal vez él podría escapar.

Me quedé en medio del campo, extasiada por el silencio que había


allí, habiéndome acostumbrado al ruido de Navesink Bank, el constante
tráfico de vehículos y de pasos, los aparatos de televisión y las radios a
todo volumen, los sonidos de las sirenas. Después de eso, el silencio en
realidad parecía casi aterrador, amenazante.

Lo sentí. No era una Supermujer. No tenía nervios de acero. Cuanto


más cerca estaba del complejo, más se retorcía mi estómago, mi corazón
se contraía y mis pulmones parecían encogerse. El miedo a Ross era un
recuerdo real y palpable. Si me lo permitía, todavía podía sentir sus manos
en mis muñecas o sus rodillas presionando mis hombros, sus manos en mi
cabello, su polla en lugares donde no lo había invitado. Pero de alguna
manera, incluso más abrumador de que ello podría volver a ocurrir
fácilmente, la idea de lo que podría estarle sucediendo a Shane era aún
peor.
¿Todavía estaba vivo?

Su camioneta estaba en el estacionamiento del bar de Inky.


También lo estaba la camioneta de los Mallick. Sus placas y VINs
desaparecidas o cubiertas, otra cosa que me preocupó. Sabía lo suficiente
215

sobre Ross y su reinado de terror como para saber que siempre hacían
mierda así, al menos hasta que pudieran mover los autos, hacerlos
pedazos y venderlos por partes.

¿Realmente era posible que acabara de firmar los certificados de


defunción de toda la maldita familia Mallick?

Honestamente, no pensaba que podría vivir con eso sobre mis


hombros.

Tal vez eso fue lo que me hizo levantar la cabeza en medio del patio
trasero y romper el silencio, el sonido parecía traquetear a través de mi
cuerpo mientras se hacía eco en la distancia.

Fue casi al mismo segundo, en realidad ni siquiera estaba segura si


sucedió justo antes, durante o inmediatamente después, pero escuché el
sonido más hermoso que había escuchado en mi vida. Oí a Ryan llamar el
nombre de Shane.

Sin embargo, el alivio fue breve, porque casi al mismo segundo


exacto, la puerta del complejo se abrió y los hombres comenzaron a salir.

Los conocía a todos, algunos literalmente desde que nací. Otros eran
más nuevos, pero no tan nuevos para no conocerlos de vista. Mi padre y
mi hermano estaban en la multitud, trayendo una extraña mezcla de alivio,
ira y resentimiento a mi sistema.

—¿Lea? —gritó Shep, el vicepresidente, frunciendo las cejas en su


hermoso rostro. Él era la calma en el caos de Ross, tal vez la única decisión
realmente sabía que Ross tomó como presidente. Cuando Ross estaba
enojado por algo, Shep era la voz de la razón, la única dispuesta a
enfrentarse a él y retenerlo cuando era necesario, o cuando Ross estaba
demasiado cerca de poner en riesgo al club. Tenía la estatura de los
Mallick pero con rasgos ligeros: cabello corto y rubio, ojos azules profundos,
un continuo tartamudeo y una extraña aversión a los tatuajes, a pesar de
estar en un MC y vaya mierda que Ross arrojó cuando se negó a poner el
emblema del club en alguna parte de su piel—. Nena, ¿qué diablos estás
haciendo aquí?
—Saca a Ross de aquí —exigí, mi voz era un sonido áspero, pero no
se rompió o tembló y eso era todo lo que importaba.

—Ross salió a fumar hace media hora… —Shep se detuvo, se


concentró en algo detrás de mí. Pensé que solo eran los Mallick que se
acercaban, tratando de ser los buenos, tratando de protegerme. Pero la
216

forma en que los ojos de Shep se convirtieron en una mezcla entre


confusión y preocupación, mi enfoque cambió.

Y luego, caminando un poco con demasiada confianza fuera del


cobertizo unos pocos metros atrás, estaba Shane. Realmente era Shane
sacado de una película de terror. Lo había visto llegar a casa
ensangrentado antes, pero esto no era ensangrentado. Esto era como si le
hubieran arrojado un cubo de sangre en el baile de graduación.

Sus ojos estaban puestos en mí, un poco cautelosos, un poco


atormentados y un poco diferentes de lo que solían ser.

—¿Shane? —me escuché preguntar. Capté movimiento detrás de él


y, como predije, el resto de la familia entró. ¿Por qué? No tenía idea ya
que ninguno de ellos parecía poseer un arma.
Sus labios se levantaron ligeramente cuando se acercó.

—Conocí a tu ex —me informó mientras se detenía unos pasos a mi


lado, moviendo su barbilla hacia el grupo de moteros confundidos y
armados.

—Lea, nena… —comenzó de nuevo Shep, con la ceja levantada—.


¿Qué diablos es esto?

Decidiendo que tal vez la verdad era la mejor apuesta, comencé a


abrir la boca para decírselo. Solo para verme interrumpida por Shane.
—Este soy yo poniendo fin a su puto ex amenazándola.

Escuché el percutor de una pistola y me volví por completo,


buscando al cargador, buscando al capitán de las rodadas, cargando mi
propia pistola y levantándola.

—Inténtalo, Micky. Rick no solo me enseñó a montar, también me


enseñó a disparar. Y si lo recuerdan, él tenía una jodida puntería.

—Lea —dijo Shep, intentando de nuevo, su voz era paciente, como


solía encontrarla. Supongo que tenía que ser así si estaba constantemente
lidiando con Ross—. Explícate. —Hizo una pausa, dejándome. Cuando
Shane abrió la boca para hablar por mí, sus ojos se clavaron en él—. Ella
puede hablar por sí misma —le dijo a Shane, que se puso un poco rígido a
mi lado.

Tragué saliva, mordiéndome las mejillas por un segundo, luego me


encontré con sus ojos y me negué a romper el contacto mientras hablaba.
217

—Me harté un poco por haber sido violada cada noche de mi vida,
Shep —le dije, notando una leve tensión en sus ojos ante eso, encontrando
ese espectáculo de humanidad algo reconfortante. Todos no eran unos
completos monstruos—. Así que me fui.

—Lo entiendo. ¿Quién diablos crees que convenció a Ross para que
no destrozara este país buscándote? —preguntó, encogiéndose de
hombros—. Explica por qué estás de vuelta con estos malditos y por qué él
parece como si hubiera matado a todos los cerdos del estado.

—Seguí adelante. Y me involucré con él —dije, señalando con la


cabeza hacia Shane—. Y él no estuvo muy feliz de descubrir que Ross aún
me amenazaba.

—Así que vino aquí a enviar un mensaje —supuso, mirando a Shane,


mirando más allá de él—. Ese mensaje —comenzó, dirigiéndose a él en
lugar de mí—, supongo que fue del tipo primero y último.
—Sí —respondió Shane.
¿Primero y último?
¿Último?

Me volví de repente hacia Shane, con la boca abierta, mientras lo


miraba de nuevo. Shep tenía razón. No había forma de que toda esa
sangre proviniera de un cuerpo que sobrevivió a la golpiza.

—¿Mataste a Ross? —le pregunté, mi voz un sonido aireado e


incrédulo.

—Él lo provocó —dijo Shane, su tono un poco a la defensiva—. No


escuchaste la mierda… —comenzó, y luego negó con la cabeza.

—Oye —dijo Micky, siempre como el que inicia la mierda—. ¿Vamos


a pararnos aquí como un montón de coños? ¡Mató al jodido presidente!

Hubo maldiciones y acuerdos en el aire, lo juro, se llenó de


testosterona.

—Cállate —gruñó Shep. Gruñó. En todos los años que lo había


conocido, nunca lo había oído hablar por encima de un registro normal.

Me pregunté entonces, observándolo, viendo la forma en que sus


ojos estaban activos, su mente trabajando, si tal vez solo había estado
esperando pacientemente por este día. Él había sido nombrado capitán
de rodadas por el padre de Ross, el reinado de Rick. Estaba más calificado
218

que Ross en todos los sentidos para el papel de poder. Honestamente,


creo que el viejo hubiera preferido a Shep también. Pero, muriendo tan
repentinamente, nunca tuvo la oportunidad de dejarlo en claro.

—Esto no es una mierda de guerra territorial —continuó Shep, medio


volteándose hacia los hombres, tono razonable—. ¿Qué diablos vamos a
hacer? Matar a una familia sin tener…

—Tenemos buenas razones —insistió Micky, agitando una mano


hacia Shane, moviéndose un par de metros hacia adelante
amenazadoramente, mientras lo hacía—. ¡Este maldito está cubierto por la
jodida sangre del presidente!

Sentí que mi labio se curvaba, recuerdo la forma en que esa mano


carnosa de su cuerpo se deslizó bajo mi falda para apretarme el culo.
Tenía algo menos de dieciséis en ese momento; él había sido lo
suficientemente mayor como para ser mi padre.
—Continua, Micky —dije, apuntando el arma hacia su corazón—.
Solo tengo unas balas en esta arma, pero Dios me ayude, utilizaré cada
una de ellas para sacar la mayor cantidad posible de ti si no retrocedes.

Hubo un temblor de preocupación en su mandíbula por un segundo


antes de recurrir a Shep.

—¡No puedes dejar que ese coño me hable así! Malditas perras que
se sobrepasan…

—Es mi hija de la que estás hablando —interrumpió mi padre de


repente, saliendo de en medio de la multitud para enfrentar a Micky.
—Poco tarde para ser el gran hombre ahora, ¿no crees? —preguntó
Shane, atrayendo la atención de mi padre—. Ahora que me ocupé de la
amenaza real, quiero decir. Es genial para ella ser violada y arrastrada por
su cabello durante años, ¿pero no puedo llamarla perra? ¿Así es como
estás jugando esto?

—No estás ayudando —le dije bruscamente a Shane, cuyos ojos se


clavaron en mí por un breve segundo.
—No me importa —dijo de vuelta—. Necesita escucharlo.
—No sabes lo que estás —comenzó a interrumpir mi hermano,
acercándose a mi padre.
219

—Oh, por el amor de Dios —dijo Shep, mirando al cielo por un


segundo, como buscando un poco más de paciencia para tratar con
todos los hombres.

En ese momento, escuché una voz que momentáneamente había


olvidado que estaba presente.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Charlie, avanzando, hablándole


a Shep.
—Shep. ¿Y usted es?

—Charlie Mallick. Estos son mis hijos. Esa —dijo, dándome una
pequeña sonrisa—, es la chica de mi hijo. Conozco a muchos motociclistas
de mi época y sé una cosa, entienden que cuando algo le pertenece a un
hombre, él lo protege. Lea pertenece a mi hijo.
—Pertenecía a Ross —insistió Micky.
En ese momento, sin embargo, todos lo ignoraban.
—Lo entiendo —comentó Shep—. Pero su hijo llegó a esta propiedad
y mató al hombre que dirige las cosas aquí.
Ante eso, la sonrisa de Charlie fue un poco sabia, un poco divertida.

—Creo que todos aquí saben quién maneja realmente las cosas
aquí. Ningún imperio, y menos uno criminal, puede sobrevivir con una
cabeza caliente al volante. Apuesto que has estado controlando
tranquilamente este lugar durante años.

Hubo unos gruñidos de acuerdo de algunos de los veteranos, que


siempre habían sabido que Ross no estaba destinado para el poder. Hubo
ruidos de otros que obviamente sabían que era cierto, pero no tenían las
pelotas para admitirlo, a pesar de que Ross estaba muerto.

—¿Así que me has hecho un favor al venir aquí? —preguntó Shep,


pero podía decir que la dureza en su voz era para aparentar, para hacer
que los hombres pensaran que estaba mostrando al menos un poco de
enojo por tener a su jefe asesinado.

—Estoy diciendo que al final todo salió bien —dijo Charlie


encogiéndose de hombros—. Podríamos dejar que esto se complique. Mi
cuenta dice que hay ocho pistolas de tu lado con tal vez un hombre tan
estúpido como para querer usarla. El resto, ¿qué tal, algunos cuchillos?
Puede que no parezca mucho, Shep, pero déjame decirte que, podemos
220

destrozar un montón de moteros en su mayoría viejos y fuera de forma,


cualquier día. ¿Todo para qué? ¿Para demostrar un punto? ¿Con qué
propósito? No somos una amenaza para tu club. Vivimos y trabajamos en
la otra costa. Esto fue una mierda personal; está controlado. Estamos bien
dejando que se haga así. Tengo la sensación que harías lo mismo.
—Como la mierda —comenzó Micky.

Nunca antes había visto a Shep en acción. Siempre fue un hombre


parlanchín que hablaba con Ross y les hablaba con sentido común a
todos. Siempre hablando. Hasta ese momento, no podía imaginarlo
moviéndose como lo hizo.

Un brazo se movió, agarrando la muñeca de Micky con el arma,


girándola y dirigiendo el cañón hacia el suelo. El otro brazo se inclinó hacia
atrás, se balanceó y aterrizó con un desagradable crujido en la mandíbula
de Micky, haciendo que su cuerpo se detuviera inmediatamente y cayera.
Shep liberó la pistola, girándola una vez antes de pegarla en la cintura de
sus pantalones.

—¿Alguien más tiene un problema sobre cómo se maneja esta


mierda? Sé con certeza que la mitad de ustedes estaban más que hartos
de Ross. Especialmente en los últimos meses cuando todo lo que hizo fue
quejarse sobre Lea. Él no ha manejado una mierda en cuanto a los
negocios. Todos nuestros bolsillos son un poco más ligeros de lo que nos
gustaría. Eso se acabó —dijo, una vez más, recibiendo aprobación y algo
de confusión.

—Entonces, ¿qué, tú te encargas? —preguntó uno de los jóvenes,


alzando la ceja.

—Es el Vice —dijo uno de los veteranos—. Así es como funciona,


idiota.

Casi estuve a punto de reír, encontrar la agradable hostilidad que los


viejos tenían por la sangre joven, de alguna manera era reconfortante.

—¿Eso es todo? ¿Se supone que debemos seguir como si algún


maldito no vino aquí y mató a nuestro presidente? —insistió el chico.

Shep me miró, sacudiendo la cabeza un poco, como si estuviera


compartiendo su frustración conmigo.

—Alguien le da un puñetazo a ese niño para eliminar algo de esa


testosterona. Creo que necesita una buena follada si no tiene una pelea.
221

—Con eso, hubo risas y un acuerdo. Algunos de los hombres le dieron unas
palmaditas a Shep en el hombro mientras volvían a entrar—. Ross estaba
torcido —nos dijo cuando no quedaban solo unos pocos a cada lado—.
Mal de la cabeza. Siempre lo fue. No sé cómo lo dejó Rick tener el poder
de esa manera.
—Lea… —empezó mi padre, mirándome.
—No —espetó Shane, haciéndome saltar, fue un feroz ladrido.
— ¿No? —preguntó mi padre, frunciendo el ceño.

—No —afirmó Shane—. No hables con ella. No tienes derecho a


engañarla con una historia de mierda sobre cómo no tuviste elección. No
puedes jugar a la maldita víctima. No puede aprovechar esta oportunidad
para justificar tu comportamiento y tratar de disminuir tu culpabilidad. Esto
es tú culpa, estúpido de mierda. Vive y muere con eso sobre tus hombros.
Te ganaste el peso de esto.

—Shane —intenté, con voz baja, queriendo calmarlo. Juro que el aire
a su alrededor estaba cargado, vibrando de ira.

—No puede hacerte eso, Lea —me dijo, con los ojos en mí, intenso,
protector y enojado por mí.

—Lo sé —estuve de acuerdo y, en ese momento, lo vi. Porque vi lo


que se suponía que significaba finalmente la familia. Lo vi porque estaba a
nuestro alrededor. Fue Charlie quien intervino, siendo el patriarca, siendo la
voz de la razón, tratando de reducir la tensión de una situación que podría
acabar mal. Eran sus hermanos que dejaron todo para conducir por todo
el país para ayudarlo… y a mí. Y si Charlie fallaba y la situación se ponía
fea, habrían luchado con nosotros. Eso era la familia. La familia hacía lo
que sea necesario para cuidarse mutuamente. Ellos no pensaban
egoístamente. Pensaban y actuaban como una unidad.

La única familia que había conocido tomó todas las decisiones


basándose en lo que era mejor para ellos, lo que los mantenía a ellos a
salvo.

Shane tenía razón; ellos no merecían mi lealtad. Tomaron la elección,


día tras día, semana tras semana, año tras año, al no intervenir, al no
ayudarme, l dejarme sufrir.

Estaba en lo correcto. El amor no era incondicional. Tenía que ser


ganado.
222

No habían hecho nada para ganar el mío.


—Para que no lleguen a pasar por alto esto —agregó Shane.

—Lo sé —dije, sonriendo un poco—. Pero tengo que ser yo quien los
regañe, idiota —le dije, poniendo los ojos en blanco.
A eso, sus labios se levantaron, sus ojos perdieron algo de su horror.
—Supongo que te lo has ganado. Dales un infierno, nena.

Me volví hacia mi padre y mi hermano, ambos teniendo el buen


sentido de parecer un poco tímidos, los cobardes que eran.

—Aquí acaba lo nuestro —les dije—. No me van a llamar y no


enviaran tarjetas de Navidad. Cuando haga una camada completa de
chicos de cabello negro y ojos azules —dije, sintiendo a Shane ponerse
rígido a mi lado, sabiendo lo grande que eso era para mí—, van a conocer
al abuelo que se merecen, el que cruzó el país y se paró conmigo contra
mis enemigos… no al que se paró con ellos.
—Lea, cariño…

—Y cuando conozcan a sus tíos —le dije, mirando a mi hermano—,


sabrán que siempre estarán ahí para protegerlos. Y les mostrarán cómo se
supone que deben actuar los hermanos. Ni siquiera comprenderán el
concepto de egoísmo, de estar de brazos cruzados mientras se hace algo
malo y no intervenir. Se acabó —le dije, mirándolos a los dos, sintiendo esa
sensación hasta los huesos: Terminó.

—Lea —interrumpió la voz de Shep, llamando mi atención. Cuando


lo miré, sus ojos eran amables, más amables de lo que recuerdo haberlos
visto. Pero, de nuevo, siempre estaba buscando lo feo en todos los
hombres.

—No espero volver a verte, pero aquí no tienes enemigos. Ya no —


dijo, su tono firme, dándome el cierre.
Yo era libre.
Mierda.
Finalmente, finalmente libre.

—Respira — exigió Shane y me di cuenta que tenía razón, estaba


conteniendo la respiración. Lo había estado durante años.
Aspiré aire, asintiendo.
223

—Lea —dijo Ryan detrás de mí, tocándome el codo—. Vamos.


Regresemos al auto.
—No. No me voy a ir…
—Estamos justo detrás de ti —prometió Shane, pero planté mis pies.

—¿Qué pensaría tu madre si supiera que tratas de alejarme para


que puedas ocuparte de “un asunto de hombres”? —pregunté con un
gesto de sorpresa que logró hacer sonreír a todos.

—Necesitamos hablar sobre el cuerpo —dijo Shane, haciéndome


tensar un poco, solo porque no me gustaba la idea de que tuviera que
hacer esto, que tuviera que matar por mí.
Shep levantó una mano.

—Déjame manejarlo. Sé dónde son los cuerpos, ah, enterrados —


dijo, echándole un vistazo a su propio comentario—. Ustedes no saben
cómo moverse por aquí. Es más probable que los atrapen. Y, créanme, si
alguien encuentra el cuerpo de Ross, la DEA estará encima de nuestra
mierda. Han querido hundirnos durante años. Encontrarlo muerto los traerá
aquí para investigar. Ellos encontrarán mierda. No necesitamos a la policía.
Yo lo manejaré.

—Si no te importa —dijo Charlie, con voz firme, del tipo empresario
que imaginaba hacía que los hombres menores se acobardaran—,
preferiría que Shane participe en la limpieza. Solo para asegurarme que
todo salga bien. Yo también —añadió, con cierto tono en su voz que llamó
mi atención.
Fue justo entonces cuando me di cuenta de algo. Shane no era el
único hombre de Mallick que había tomado una vida antes; Charlie
también lo hizo.
Shep los miró y asintió.
—Bien. Pero tenemos que ocuparnos ahora.
—De acuerdo —dijo Charlie asintiendo.

Se voltearon hacia nosotros, Shane dándome una mirada que juro


alcanzó a decir: No seas un dolor en el trasero por esto y simplemente
déjate llevar por la corriente por una vez en tu vida.
224

—Ve con Ryan, ¿de acuerdo? —me pidió, moviéndose para


tocarme, luego viendo la sangre en su mano y brazo, y dejándolo caer—.
Tan pronto como esto sea arreglado, iré a buscarte.
Sabiendo que realmente tenía muy pocas opciones, asentí.

—Oye, ustedes dos —llamó Shep, es decir a mi padre y mi


hermano—. Sus traseros van a llevar el cuerpo por nosotros. Vayan a
buscar una lona.

Me dio una pequeña sonrisa cuando Ryan tomó mi codo y comenzó


a llevarme lejos.

—¿Qué? —pregunté cuando Ryan se detuvo detrás de un


contenedor de basura y me miró con una ceja alzada.
—Dame el arma —dijo en un tono aburrido.
—¿Qué? No. Es mía.
—¿De dónde la sacaste? —me preguntó, mirándome a los ojos.

Solté un bufido, poniendo los ojos en blanco y entregándosela. Sacó


el cargador, lo sostuvo con un maldito pañuelo que tenía en el bolsillo, lo
frotó y lo tiró al contenedor. Caminó otro par de metros hasta el otro
contenedor de basura, limpió la parte exterior del arma y la arrojó también.

—Bien, regresemos al hotel —dijo, llevándome a la camioneta con


Hunter, Mark y también Eli cerca.
Entonces, volvimos al hotel.
Y esperé.
Y esperé.
Y maldición, esperé.
225

19
Lea
Traducido por Anelynn*

Corregido por LizC

La puerta no se abrió hasta bastante después de la una de la


mañana, haciendo que Ryan saltara de la silla donde había estado
sentado y yo me enderezara contra la cabecera donde había estado
mirando fijamente la pantalla de la tele, no realmente viendo nada,
perdida en mis propios pensamientos.
Como si significara para mí que era libre.

Honestamente creo que olvidé cual era el significado de esa


palabra. Aunque me había escapado de Ross y había conseguido una
pequeña cantidad de libertad en no ser violada y gritada, degradada, y
obligada a hacer cosas, aún no había sido liberada. Había vivido en el
miedo y tenía el peso de mi pasado como un ancla omnipresente.

Cada decisión que tomé, la tomé con el conocimiento de que Ross


todavía estaba cerca y que podía encontrarme en cualquier momento.
Nunca me había movido a donde él no me buscaría.
Había mantenido mi cabeza abajo y no hacía conexiones.
Hice lo que se necesitó hacer para escaparme.
Pero nunca había sido libre.

Pero esa noche todo cambió. Shane había cambiado todo. Aunque
la idea de él teniendo que matar a alguien cuando había llevado toda su
vida y carrera arreglándoselas para no hacerlo no me sentaba bien, me
hacía sentir culpable, me hacía preocuparme sobre si mentalmente lidiaría
con eso, eso ponía un sello de finalidad en toda la situación. Nunca tendría
226

que mirar sobre mi hombro de nuevo. El sonido de las motos no me haría


sentir enferma. Podría echar raíces. Podría poner mi nombre en
documentos sin preocuparme sobre el rastro que dejaba. Podría hacer
amigos.
Podría amar a Shane.
Amar.

Casi todo en mí se revelaba contra esa palabra, quería luchar contra


ella, quería que aceptara que era demasiado pronto para eso, que era
estúpido e ilógico.
Pero no se podía negar que era eso lo que estaba pasando.

Tal vez yo no era del tipo de enamorarme. Tal vez mi pasado me


hacía muy renuente a eso, muy cuidadosa.

Pero parecía como si hubiera hundido mi dedo del pie, probado las
aguas, que estaba lenta pero firmemente entrando a eso.
Eso por sí mismo, era un concepto aterrador.
Pero, al mismo tiempo, no lo era.

No sabía cómo sentirme sobre ello, sobre el espiral de sensaciones en


mi panza mezclado con la sensación de hinchazón en mi pecho. Porque
sabía que era lo correcto. Sabía eso, después de todas mis malas
decisiones, todas mis estúpidas elecciones de hombres, finalmente había
escogido al correcto. Aunque a regañadientes y casi en contra de mi
voluntad, pero había tomado la elección de dejar entrar a Shane.
Y el resto, bueno, todo parecía caer en su lugar.

Tal vez Fee tenía razón sobre las mujeres como nosotras. Tal vez sí nos
rebelamos tan duro contra la idea del amor y las relaciones que nos
encontramos a nosotras mismas en el medio antes de darnos cuenta que
ya habíamos comenzado.

Y Shane, bueno, por primera vez tal vez en mi vida, no tenía dudas
sobre sus sentimientos hacía mí. Como dijo, él no era romántico. Pero me
mostró su propia manera de cuanto le importaba.

Y eso, el brutal tipo de honestidad era mejor que un millón de ramos


de flores o buenos mensajes de texto por las mañanas.
227

—¿Esa es una camiseta de ese bar en donde nos estacionamos? —


preguntó Ryan, su ángulo permitiéndole ver a Shane primero que yo.

Y, en efecto, cuando entró en la habitación y cerró la puerta, traía


puesta una camisa de Inky y unos pantalones que eran ligeramente muy
grandes para él, cayendo bajo en su cintura. Se veía casi limpio, solo una
salpicadura de rojo aquí y allá si mirabas con mucho detenimiento.
Como si sintiera mis pensamientos, Shane sacudió su cabeza.

—Ese pendejo guarda toallitas húmedas en su auto. Jodidas toallitas


húmedas de bebé en un auto de un motociclista. Me tuvo limpiándome
antes de quemar mi mierda.

—Entonces está arreglado —dijo Ryan, moviéndose hacia su


hermano.

—Papá te contará. Creo que estás en el 3A con Eli, pero todos están
en 5A con papá de manera que pueden conseguir el informe —dijo
Shane, mientras Ryan se paraba y se movía hacia la puerta.

—Chicos los veré en la mañana —dijo Ryan, dándome una pequeña


sonrisa antes de irse.

—Veo que Ry y tú son más cercanos finalmente —dijo Shane,


deslizando las cerraduras de la puerta mientras se estiraba para quitarse la
camiseta—. Él es difícil de conocer, pero es bueno en una crisis.

Asentí, observando mientras se desvestía, encontrándome


inusualmente distante cuando normalmente estaría salivando y tratando
como el infierno para no saltar sobre sus huesos.
—Voy a meterme a la ducha. Si quieres, entra conmigo en cinco.
Lo dijo mientras entraba en el baño y dejaba la puerta entreabierta.

Me imaginé que los cinco minutos era su manera de asegurarse de


que se había quitado toda la sangre de encima, la sangre de Ross.
Todavía estaba tratando de hacerme completamente a la idea. La
muerte era así de extraña. Era difícil de aceptarla por completo. Algunas
veces todavía esperabas ver a esa persona otra vez, tenerlos
apareciendo, doblando la esquina, llamándote por teléfono.

Aunque esas eras las últimas cosas que quería que pasaran en lo que
a Ross se refería, todavía me estaba tomando un poco para que se
asentara.
228

—Nena —llamó Shane, haciendo mi cabeza girar bruscamente en


esa dirección, preguntándome cuánto tiempo me desconecté otra vez—.
Ven aquí —dijo, pero no fue demandante, fue casi una pregunta. Salté de
la cama y entré en el baño, la mayor parte empañada a pesar del
ventilador estando encendido, como si hubiera tenido abierta el agua
caliente lo suficiente para ampollar. Sus ojos estaban en mí, expectantes.
Aunque un poco entumecidos, pero comprendiendo que me quería
cerca, rápidamente me quité la ropa y entré en la ducha. En el segundo
que me deslicé debajo del rocío del agua, sus brazos me rodearon, fuertes,
tranquilizadores y protectores. Me jaló contra su pecho y dobló sus brazos
alrededor de mi espalda, uno a través de mi hombro, el otro alrededor de
mis caderas—. Háblame —me dijo sobre mi cabello.
—No sé qué decir —admití honestamente.

—Vamos a comenzar con esto —dijo, dándome un apretón—. ¿Estás


enojada conmigo? —Mi cabeza estaba sacudiéndose negando antes de
que siquiera finalizara—. ¿Molesta conmigo? —continuó y sacudí mi
cabeza otra vez—. ¿Tal vez un poco asustada? —Con eso, asentí—. Sí —
concordó y pude oírlo y sentirlo exhalar con fuerza—. Yo también.
—Siento que hayas tenido que hacer eso.

—No lo sientas —me dijo, con voz firme—. No lo sientas por nada. No
me hiciste hacerlo. Ni siquiera preguntaste. De hecho, me estoy
imaginando que viniste aquí para detenerme. Esto fue hecho solo por mí y
no dejaré que tomes nada de culpa. ¿Me entiendes?
Me sentí sonreír contra su hombro.

—No me importa si eres un asesino —comencé, tratando llegar al


punto donde podríamos estar cómodos con el tema, aunque se sentía
forzado—, no puedes ordenarme a tu antojo.
Con eso, resopló.

—Tengo una sensación de que yo voy a ser a quien reciba las


órdenes.

—Es no es falso —dije, tomando una profunda respiración otra vez,


sorprendida de cuán bien se sentía, segura hasta mis huesos de que
verdaderamente no me había tomado un respiro apropiado desde el día
en que conocí a Ross.
229

—Entonces vas a tener una camada de niños conmigo, ¿eh? —


preguntó, como sabía que lo haría.
—Algún día, sí —admití porque se sentía correcto hacerlo.
—¿Todos niños? —preguntó.

—No puedo tener niñas. No contigo como su padre. Nunca les sería
permitido tener citas.

—Jodidamente no —concordó, haciéndome sonreír ampliamente.


Me gustaba eso. Me gustaba incluso la idea de sus niñitas de ficción siendo
heridas creando una fuerte reacción en él—. Pero sería feliz con cualquiera
de los casos. Tus ojos en una pequeña niña… —comenzó y yo sacudí mi
cabeza.
—Tus ojos —discrepé.

—No pienses que puedes elegir —dijo, sonando divertido, su voz


cálida—. Pero podemos seguir haciéndolos hasta que consigamos uno con
tus ojos. —Se detuvo por un largo tiempo, ambos perdidos en nuestros
pensamientos, sus manos moviéndose hacia arriba y abajo en mi espalda.

Tal vez éramos todavía nuevos y hablar de bebés era prematuro,


pero se sentía bien. No había negación en el hecho de que Shane y yo
habíamos tenido una conexión desde que nos conocimos. Entre más
interactuábamos, más fuerte se volvía. Nos conocimos el uno al otro antes
de siquiera hablar. Estábamos en la misma onda. Simplemente…
encajábamos.

Y, bueno, creo que había escogido los suficientes hombres


equivocados para finalmente reconocer cuando conseguí al correcto.
Él era el correcto.
Lo sabía hasta mis huesos.

—¿Sabes qué? —preguntó un largo tiempo después, el agua


comenzando a perder su calor.
—No, ¿qué? —pregunté, nunca queriendo salir.

—Creo que si vamos a tener todos esos bebés, realmente


deberíamos poner algo de trabajo en práctica —dijo, su voz volviéndose
un poco ronca y pude sentir su polla comenzando a presionarse contra mi
estómago.
230

—Mmm —dije, mis manos moviéndose entre nosotros para alcanzar


abajo y agarrar su polla, acariciándola una vez, disfrutando el gemido que
dejó salir—. Creo que esa sería una buena idea. De tal manera, cuando
estemos listos, lo hagamos bien.

Apenas tuve una oportunidad para gritar cuando de manera


simultáneamente cerraba la llave del agua, me agarraba y me lanzaba
sobre su hombro. Y caminamos así, ambos empapados, en la habitación
de junto donde me lanzó sobre la cama, cerniéndose sobre mí
inmediatamente, nuestros cuerpos mojados deslizándose contra el otro
mientras nuestras manos y bocas se volvían hambrientas, rodando y
luchando por el poder y acceso al cuerpo del otro.

Shane terminó encima, empujando profundamente, comenzando


fuerte y rápido y terminando más lento y más dulce, su boca tragando mis
gemidos, sus manos sujetando la mías.
Me corrí.
Se corrió.
Nos envolvió en las sábanas, secándonos mientras me abrazaba.
Y ahí estuvo otra vez.
La comodidad.
Lo correcto.
El hogar.
Él era mi hogar.
Incluso completamente al otro lado del país en una habitación de
hotel, él era donde yo quería estar.
Siempre.
231

Epílogo
Lea
Traducido por LizC y Clau-Clau

Corregido por LizC

Dos meses después…

Era el cumpleaños de Shane. Y, dado que dijo que no tenía ninguna


preferencia real por un lugar, sugerí la Famiglia. Tan pronto como
mencioné el nombre, una pequeña sonrisa traviesa tiró de los labios de
Shane.
—Oh, esto debería ser divertido —dijo, sacudiendo la cabeza.

Así que, yo con un pequeño vestido negro y Shane con camisa de


vestir negra y pantalones elegantes, salimos de nuestro auto en el
estacionamiento, caminando hacia el grupo que ya estaba allí. Charlie y
Ryan estaban en trajes completos. Mark y Hunter estaban vestidos con
camisas de color gris oscuro y azul oscuro. Eli fue el más casual con
pantalones negros y un pesado jersey de color camello. Sentí que le
quedaba aún mejor que un traje.

Helen era una visión etérea con un vestido de color verde oscuro
que demostraba que sin importar que hubiera dado a luz a cinco hijos
gigantes, todavía tenía un cuerpazo. Fee era, bueno, Fee. Parecía que
acababa de salir de una pasarela con una falda lápiz azul medianoche
que le quedaba como una segunda piel y un top blanco ajustado. Las
chicas vestían diferentes vestidos de colores, Becca ya estaba ligeramente
manchada con lo que parecía marcador morado y Izzy tenía la
inconfundible mancha de una paleta en el cuello.
232

Caminamos hacia las puertas donde Charlie golpeó a Mark en la


nuca y ladró con una sonrisa:
—La puerta. Qué modales, actúa como si tuvieras algo.
Mark nos abrió la puerta, alzando a Izzy mientras lo hacía.

Pude sentir la sonrisa de Shane sin mirarla cuando avanzamos


directamente al puesto de la anfitriona y allí estaba ella. La mirona.

Internamente, mi sentido común era de gritar: mezquina, mezquina,


mezquina. Pero lo ignoré mientras caminábamos, llamando su atención.

—¿Los Mallick? —preguntó ella, y maldición si no le dirigió la


pregunta a Shane, no a Charlie como sería más habitual. Y maldita sea si
no se inclinó un poco hacia adelante en el puesto para hacer que sus
tetas sobresalieran un poco del vestido mientras le daba a Shane lo que
solo podía llamar una sonrisa “ven y tómalo, muchachote”.

La mano de Shane estaba en mi espalda baja, mi brazo tocando su


brazo.
No había dudas de que estábamos juntos.

Y allí estaba ella otra vez… follándose a mi hombre con los ojos. Y no
había otra manera de decirlo; él era mío.

—Oh-oh —escuché que dijo Fee y cuando miré, Helen estaba


asintiendo hacia mí.
Fue todo el aliento que necesité.

—Oye. Hola, sí —dije cuando sus ojos se deslizaron hacia mí—. Yo soy
la que se lo folla. No hay espacio para ti en nuestra cama. Y, demonios,
incluso si me fueran las chicas y quisiésemos condimentarlo con un trío,
realmente no apreciaría tu prostituta vibra desesperada —le dije, viendo
como sus ojos se endurecían—. ¿Hay tres hombres solteros, igual de guapos
en esta fiesta y haces todo lo posible por follarte con los ojos a mi hombre?
¿De verdad eres tan insegura? Cariño —dije, dirigiéndome a Shane que
parecía entretenido.
—¿Sí?
—¿Quieres follártela?
Él bufó ante eso, presionando sus labios entre sí.
—Nah, nena.
233

—¿Ves? —le dije a la anfitriona mientras me aplastaba contra Shane,


quien estuvo más que feliz de envolverme—. Ahora que todo está
arreglado, sí, somos los Mallick. Mesa para doce con dos sillas altas.

El brazo de Shane se tensó cuando me llamé una Mallick y eso hizo


que mi corazón hiciera algo raro y apretado en mi pecho.
Después nos llevaron a nuestra mesa y tuvimos una buena cena.

Y cada maldita vez que pusimos un pie en ese restaurante desde ese
momento, esa anfitriona se aseguró de que sus ojos no se demoraran más
de un segundo o dos.

Shane
Cinco meses después…

El piso superior estaba hecho. Había estado trabajando en él


durante semanas por la noche cuando Lea estaba en el trabajo haciendo
esa cosa del gimoteo falso. Todas las noches, tan pronto como ella se iba,
aparecían mis hermanos y mi viejo, y todos subíamos y terminábamos el
trabajo. El piso superior en realidad nunca antes había sido designado
para algo, por eso siempre lo había dejado como estaba. No necesitaba
más de lo que tenía.

Pero cuando Lea dijo que quería tener a mis hijos algún día, sí, eso
me puso a trabajar. Sabía que aún faltaba tiempo y sabía que la mayoría
de las personas normales no insistirían en vivir en un almacén cuando
decidían tener una familia. Pero yo no era normal y porque ella eligió estar
conmigo, tampoco lo era.

El almacén estaba a salvo del clima y los robos. Sería incluso más
seguro una vez que finalmente termináramos también el piso inferior. Pero
el exterminador se estaba tomando su maldito tiempo torturándome
mientras atrapaba y sacaba las putas ratas.
234

Había transformado el piso superior y se convirtió en un piso que


abarcaba un dormitorio principal y baño con tres dormitorios más
pequeños y un baño en el pasillo que compartían.

Supuse que tres dormitorios eran suficientes, sin importar cuántos


niños decidiéramos tener.

—Así que, ahora tienes una sala de estar, tienes espacio de


almacenamiento y tienes espacio para la cama —dijo Mark, secándose la
frente después de terminar la capa de pintura en uno de los dormitorios,
haciéndolo en un color azul grisáceo que Fee había elegido porque dijo
que funcionaría para cualquier sexo cuando eventualmente tuviéramos un
niño—. Entonces, ¿para qué vas a usar el piso inferior?

—Si eres inteligente —interrumpió Hunter, apoyándose contra la


pared y cruzando los brazos sobre el pecho—, lo dejarás como un espacio
abierto para finalmente almacenar los juguetes.
—Un piso entero para… —comenzó Mark a oponerse.
Hunt lo interrumpió, dándome una mirada intensa.

—Créeme. Almacenamiento de juguetes. Espacio cubierto para


montar en bicicleta cuando el clima sea de mierda. Lo que sea necesario
para mantenerlos ocupados y lejos de las pantallas de televisión.
Especialmente si terminas teniendo un montón de niños tan implacables
como todos nosotros.

—¿Qué tan grande es esta parcela de tierra? —preguntó papá,


intentando quitarse un poco de pintura de las manos con un trapo, para
solo terminar extendiéndola.
Me encogí de hombros, sacudiendo la cabeza.
—Creo que tengo alrededor de un acre de vuelta.

—El clima se está calentando, deberíamos pensar en comenzar a


romper el concreto y plantar algo de hierba. Vas a necesitar al menos un
pequeño patio, ya sabes.

Sentí mis labios curvarse ante eso, sacudiendo la cabeza con


incredulidad.
—¿Qué? —preguntó Eli, mirándome.
—¿Qué jodido mundo es este? —pregunté.
235

Nunca pensé mucho en asentarme. Siempre había sabido que


quería tener hijos algún día, quería continuar el apellido, quería transmitir
algunas de las cosas que mis padres me habían dado. Pero siempre había
estado demasiado ocupado viviendo la vida, jodiendo por ahí, creyendo
que tenía todo el tiempo del mundo, pensando que eventualmente
llegaría a eso.
Y entonces ahí estaba Lea.

Era jodidamente loco como una mujer podía cambiar todo solo por
existir.

—Mierda —dijo Mark, poniendo los ojos en blanco—. Ahora nos va a


decir al resto de nosotros que también tenemos que encontrarnos algunas
mujeres, establecernos y tener hijos.

—He estado diciéndoles eso durante años —dijo papá, apretando el


hombro de Mark—. Pero solo si encuentran a las chicas correctas.

—¿Te refieres a unas tan lunáticas e incontrolables como Fee y Lea?


—preguntó Mark con los labios crispados.

—Y no olvidemos a tu madre —agregó papá, haciendo que todos


estuviéramos de acuerdo.

—Entonces, ¿alguna vez vas a decirle a Lea que hiciste esto? —


preguntó Eli, haciendo un gesto alrededor.

—Claro —dije asintiendo—, una vez que logre que acepte casarse
conmigo.

Lea
Ocho meses después…

El edificio no era nada del otro mundo. Se parecía a cualquiera de


los otros edificios en la parte industrial de la ciudad, sólidamente construido
en el pasado cuando la economía había estado en auge y los edificios
236

habían sido lugares importantes de la industria. Era de tres pisos, todo de


algún tipo de piedra oscura que no tenía ni mierda qué era. Las
donaciones habían permitido que todas las ventanas fueran reparadas y
se construyó una gran valla alrededor de la parte trasera donde se
instalaron varios juguetes de plástico para niños al aire libre. No había
ninguna señal frontal, una medida de seguridad en la cual la gente que
dirigía el lugar había insistido.

Había una pequeña placa de oro en el frente con la dirección y eso


era todo. Pero estaba el finalmente terminado Refugio para Mujeres
Navesink Bank.

Y me estaba encargando del asunto, como lo hice todos los


miércoles durante el mes pasado.
En realidad, fue idea de Shane.

Al principio, siempre había encontrado el hecho de que abusara de


mí mientras dormía como algo divertido. Eso fue hasta que me escuchó
gritar el nombre de Ross mientras lo echaba a patadas una noche. Y
entonces la preocupación se estableció.

Nunca recordaba mis sueños, no desde que era una niña. Así que,
para mí, no era gran cosa si tal vez tuviera algunas pesadillas. Pero para
Shane, era un gran problema. Dijo que obviamente significaba que estaba
reprimiendo el trauma y que mi mente subconsciente estaba tratando de
resolver los problemas que yo no permitía que mi mente consciente hiciera.
O algún otro tumulto de terapeuta como ese.

Me reí un poco, lo minimicé y cambié de tema. O, cuando él estaba


de un humor particularmente implacable, usaba alguna distracción
desnuda para cambiar de tema.
Pero él no lo dejó pasar.
Y estaba cansado de escuchar el nombre de Ross.

Por lo tanto, en un esfuerzo por aplacarlo y eliminar cualquier cuña


que el problema estuviera creando entre nosotros, había aceptado su
plan. Eso significando que debía darle una oportunidad al asesoramiento.
Afortunadamente para mí, el refugio lo albergaba tres veces a la semana.

Elegí los miércoles por múltiples razones. Uno, Helen y Fee eran
conocidas por ayudar en la guardería los lunes. Dos, gracias a algunas de
las reprimendas de los contratistas durante la remodelación, los fondos que
237

tenían que pagar se agotaron y el edificio casi volvió a salir al mercado.


Hasta que Charlie y Helen convencieron a Ryan para que invierta,
diciéndole que era una buena amortización, y la daba a la familia un
nombre aún mejor en la comunidad. Así que, sí, Ryan era dueño del
edificio. Y eso significaba que estaba allí mucho tiempo chequeando
todas las cosas. Pero no los miércoles porque tenía un entrenamiento
permanente con Shane y Mark.
Eso me llevaba al refugio.
En realidad, no me gustaba.
Sabía que no debía decir eso.

Se suponía que tenía que decir que la terapia era lo mejor que me
había pasado, que me sentía mucho mejor cuando hablaba de ello, que
estaba sanando y obteniendo un cierre o algo así.
Pero no me sentía de esa manera.

Cada vez que entraba al piso principal, hermosamente decorado


con las cosas viejas de la sala de Fee, y obtenía mi placa de visitante de la
recepción donde estaba una recepcionista bonita con un guardia de
seguridad estacionado detrás de ella, luego caminaba por el pasillo hacia
la sala de terapia donde todos literalmente nos sentábamos en un círculo
en sillones desiguales, pero cómodos, sentía que no pertenecía allí.
Lógicamente, eso no tenía sentido.
Había pasado por cosas que la mayoría de los demás también.
Había sentido la necesidad de huir como el resto de ellos.
Pero no sentía la necesidad de hablar sobre el tema hasta la muerte.
Ocurrió. Apestaba. Pero sobreviví. Escapé. Construí una hermosa vida
nueva.
Quizás eso era todo.

Ya no estaba en la etapa en la que la mayoría de las mujeres en el


refugio estaba, la etapa de la fuga, la etapa de qué tal si él me encuentra,
la etapa de cómo puedo avanzar desde aquí, la etapa de cómo puedo
confiar en mí o en otro hombre. No estaba huyendo. Ross jamás podría
encontrarme, estando muerto y todo eso. Lo superé. Y aprendí que no
había nada de malo en mi juicio cuando se trataba de hombres. Y al
aprender eso, sabiendo que podía confiar en mí misma, lento pero seguro
238

aprendí a confiar en un hombre otra vez. En realidad, tal vez por primera
vez.

De una manera enfermiza y retorcida, casi sentía que valió la pena


lo que pasé. No es que sintiera que me lo merecía o que cualquier mujer
necesitaba pasar por el infierno para reconocer algo bueno cuando lo
veían, pero los años en los que me sentí atrapada y abusada por Ross con
una familia que se mantuvo al margen y lo dejó pasar, sí, de una manera
horrible me llevó a Shane. Me condujo a un hombre que nunca me
lastimaría. Quien, en cambio, haría todo lo que estuviera a su alcance
para asegurarse que nadie pudiera lastimarme nunca más. Al llevarme a
Shane, también me condujo a los increíbles padres que jamás pude tener
realmente. Helen era el tipo de modelo femenino que cada hija
necesitaba, fuerte, inflexible en sus creencias, pero que haría cualquier
cosa por aquellos que amaba.

Charlie, aunque obviamente suavizándose con la edad,


persiguiendo bebés grandotes en vez de romper rótulas, era un fuerte
patriarca que mantenía a todos en línea.
Luego, por supuesto, estaban los hermanos Mallick.
En serio, ¿qué podía decirse de ellos?

Como grupo, eran una fuerza escandalosa, testaruda, divertida e


imparable.
Individualmente, todos tenían algo diferente que ofrecer.

Ryan, después de nuestra extraña vinculación esa noche en la que


fui a buscar su ayuda, se había convertido en mi apoyo cuando tenía un
problema o, a veces, cuando tenía preguntas. Él fue el que me ayudó a
elegir el regalo de cumpleaños de Shane. Él había ido conmigo cuando
finalmente ahorré suficiente dinero para comprar un auto un poco menos
destrozado porque sabía que Shane trataría de pagar si lo llevaba,
deteniéndose en el camino para recoger a Colton King y comprobar
cómo seguía.

Mark era una figura constante en nuestra casa. Estaba allí para
cenar cuando pedíamos para llevar. Estaba allí paras las noches de
juegos. A veces, solo estaba allí. Aprendí rápido a aceptar la invasión
como lo hizo Shane, sin ira ni molestia. Porque, francamente, Mark era una
presencia siempre divertida, siempre bromeando con Shane o conmigo,
tratando de sacarnos risas.
239

Eli siempre era el primero en llamar o enviar mensajes de texto en


días festivos y cumpleaños. Él fue en quien confié cuando estuve
preocupada por Shane después de la muerte de Ross. Era un poco más
suave, más comprensivo, siempre listo con buenos consejos.

Y Hunt, bueno, él estaba igual de loco que los demás Mallick y


establecido como un hombre de familia.
Además, con los hermanos Mallick, conseguí a Fee.

Creo que nuestra amistad nos consoló y sorprendió a ambas, no


porque no tuviéramos un temperamento similar, sino porque nunca antes
nos había resultado fácil relacionarnos con otras mujeres. Pero
conectamos. No podía contar la cantidad de tardes que pasaba en su
casa, bebiendo café, haciendo tonterías y pasando tiempo con las chicas.
Y, cuando Hunt y Fee necesitaban un descanso, se presentaban en el
almacén con las chicas y una bolsa, y las dejaban con nosotros.
Mi vida entera resultó hermosamente reconstruida de las ruinas de mi
horrendo pasado, dejándome casi agradecida de haber pasado por lo
que había pasado.

Por lo tanto, me sentía mal al sentarme y contar mi historia cuando


me sentía así.
Pero porque era un problema para Shane, lo hice.

Y, para tal vez mi sorpresa, pero no la de Shane, mis sueños se


volvieron lentamente menos salvajes, me hicieron menos volátil.

Aunque nunca me convertí en una durmiente completamente


sosegada que abrazaba a su hombre toda la noche, dejé de provocarle
moretones que daban risas cada mañana.

Un año después…

Te preguntarás, cómo luce una boda Mallick.


Caótica.
Parecía un caos.
240

Habíamos intentando mantenerlo pequeño e informal. En serio, lo


intentamos.
Eso fue hasta que Helen y Fee se enteraron de esa idea.

De repente, me encontré yendo de un viaje fácil al Palacio de


Justicia con cualquier atuendo que quisiera usar, a una fecha específica
con invitaciones de color crema muy definidas y un tema en blanco y
negro en un salón festivo de Navesink Bank en otoño porque,
aparentemente, ya nadie se casaba en el verano.

—¿Qué, entonces puedes sudar con todo el maquillaje? —preguntó


Fee, con la ceja levantada como si estuviera loca.

Verás, creo que era evidente que debido a que la familia Mallick
tenía un alcance tanto en negocios legítimos como ilegales, los invitados
que invitaron también vendrían de ambos mundos. Reconocí a algunos,
Shooter vistiendo una camiseta con un diseño de esmoquin estampado y
ajustados jeans negros, dándome un guiño cuando eché un vistazo en el
pasillo en mi bata antes de ponerme mi vestido. Reign, el motero que
había intentado salvarme durante el huracán, estaba allí con una hermosa
pelirroja de la que no sabía nada, así como con su hermano y un motero
gigante con aspecto de leñador con una gran barba y ojos peligrosos.
Creo que todos los empleados que trabajaban en los diferentes negocios
Mallick también asistieron, codeándose con la familia Grassi,
impecablemente vestidos con sus trajes, luciendo refinados y peligrosos,
como en realidad eran.
Ah, ¿y mencioné que Mark y Ryan tenían citas?
¿Y que no eran de la variedad falsa?
Sí, de las verdaderas y auténticas.
Pero no es mío para contar.

No, el mío era un sencillo vestido línea A que me había quedado


perfectamente tres semanas antes en mi prueba final.

—¿Shane ya lo sabe? —preguntó Helen, parada detrás de mí,


mirando mi reflejo en el espejo.
Realmente, el cambio era casi imperceptible, el material solo estaba
un poquitín más ajustado en el vientre y busto. Pero Helen tenían los ojos de
un halcón, lo juro, y la sabiduría de una mujer que había quedado
embarazada cinco veces.
241

Miré mi reflejo de nuevo, bajando los ojos hacia mi estómago.


—Creo que lo sospecha —dije honestamente.

Shane nunca era del tipo sutil y, normalmente, barbotaba mierda


cuando la pensaba, o exigía respuestas cuando sospechaba cosas. Pero
esta era un área donde había permanecido inusualmente reservado. Pero
hacía cosas que me hacían pensar que lo sabía.

Después del sexo que había sido del tercer tipo más dulce y gentil
esa semana, en lugar de levantarme contra su costado o sobre su pecho
como hacía normalmente, se deslizó por mi cuerpo y descansó su cabeza
sobre mi vientre. Temprano por las tardes cuando despertaba, era para
encontrar un café frío, no recién hecho como hacía normalmente, como si
él supiera que no debería beberlo.

—Charle también sabía cada vez que yo estaba embarazada —dijo


ella—. A veces antes incluso que yo supiera. Aparentemente lucía verde —
dijo rodando los ojos—. Sabes, eso es justamente lo que una joven esposa
deseaba oír, que su esposo pensaba que era menos que su usual
preciosidad.

—Yo tengo el estómago infernalmente revuelto. Pero no en la


mañana. Es antes de dormir.

—Te diría que solo es por un par de meses más, pero yo tuve nauseas
hasta el día que di a luz. Cada vez —dijo, poniéndome las manos en los
hombros y apretando.

—¿Estamos contando historias de horror de embarazo en el día de su


boda? —preguntó Fee, entrando con su perfecto vestido negro y tacones,
que resaltaban su piel pálida y cabello rubio. Tenía a Izzy sobre la cadera y
Becca la seguía, ambas con tontos vestidos blancos con lunares.

—El vestido me aprieta —gruñí, bajando las manos por las costuras,
rezando porque resistieran.

—Lo sé. Hace que las tetas luzcan fenomenales —dijo con ojos
chispeantes—. Charlie ya está en el pasillo, paseándose. En realidad, es
dulce —añadió, con una cálida sonrisa. Sabía que, como yo, por el
pasado jodido de Fee, Charlie era el único buen padre que ella había
conocido también—. También a mí me acompañó por el pasillo, pero está
nervioso como si fuera a olvidar la indicación para empezar.
Me giré para encararlas, torciendo los labios.
242

—Él en verdad va a hacer que haga ese cursi baile de padre-hija


también, ¿cierto? —Cuando ambas compartieron una mirada, suspiré—.
Las culpo a las dos por esto, saben.

—Lo sabemos, dulzura —dijo Helen, apretándome la mano—. ¿Lista


para casarte?

Miré abajo a mi mano para ver el anillo de compromiso con el


diamante de corte redondo grande y casi odioso sobre mi dedo. Sonreí,
como siempre hacía.

—Oh sí —dije con un asentimiento, exhalando con fuerza mientras


me conducían al pasillo.

Sabía que supuestamente debía estar nerviosa. Incluso las novias


que no tenían dudas sobre el hombre que eligieron se ponían nerviosas. O,
al menos, así es como parecía. Pero si acaso, todo lo que yo sentía era
tranquilidad, era lo correcto.

Porque hacia el que caminaba no era solo el hombre que amaba


era la sensación de hogar que enterré en él.

Él no lloró, gracias a Dios, porque yo no habría sido capaz de


manejar eso.
Y no era su naturaleza.

Me miró de arriba abajo y me mostró su sonrisa maliciosa


característica, pero sus ojos estaban un poco impresionados.

Me tomó de las manos y encaramos al juez de Paz para repetir


nuestros votos.
Me besó como hacía siempre: con fuerza, hambriento, exigente, a
pesar de los gritos y aplausos y silbidos de nuestra audiencia. Me acercó y
finalmente encontré el momento justo para contarle.
—Estoy embarazada —le susurré al oído.
Sus brazos me apretaron con fuerza durante un largo segundo.
—Lo sé.

—¿Cómo? —quise saber, la pregunta me había abrasado durante


mucho tiempo.
Se echó atrás, mostrándome mi favorita sonrisita retorcida.
243

—Nena…
—¿Qué?

—Soy un gran fan de esas tetas tuyas. ¿Creíste que no notaría


cuando empezaron a hacerse más grandes?
Sin esperar eso, dejé salir un bufido de risa.
—Dios, te amo —dije, diciéndolo en serio.

—Yo también te amo, dolor en mi culo —dijo con un guiño mientras


se apartaba de mí para conducirme fuera de la habitación.

La recepción estuvo llena de un montón de Mallick ruidosos y


bruscos y todos sus locos amigos aprovechando la oportunidad para
ponerse al día como un bar una noche de viernes.

Becca, persiguiendo a su hermanita siempre acosada, consiguió


estrellarse en la mesa que sostenía el pastel, haciendo que toda la parte
trasera se aplastara contra la pared. La hija menor de Fee decidió pasar la
mitad del tiempo gritando, la otra mitad vomitando sobre su vestido y
luego durmiendo como si no acabara de hacerles pasar un infierno a sus
padres. Charle me hizo hacer el baile de padre-hija con él, mientras me
daba un discurso de bienvenida a la familia que me hizo sollozar como
niñita.

Y finalmente, cuando tuvimos suficiente diversión, Shane me agarró


de la mano, le dijo a la habitación completa que deseaba tenerme a solas
y luego me sacó arrastras de allí.

No dejamos Navesink Bank para una luna de miel, ambos estábamos


felices de pasar simplemente una semana a solas en la cama.
De modo que eso fue lo que hicimos.

Lea
Cinco años después…
244

Aparentemente, para mí, tener bebés era igual que perder mi


virginidad. Una vez que empecé, parecí no poder detenerme. Shane
estaba convencido de que solo me gustaba mucho follarlo, lo que
definitivamente era parte de eso, no voy a mentir, pero una vez que
tuvimos el primero, ocho meses después de nuestra boda, me di cuenta
que nada se había sentido más correcto que ver a un bebé pequeño y
blandito en los brazos del hombre que amaba.

Jason era idéntico a su padre. Y, de acuerdo con Helen, igual de


difícil de traer al mundo, al pesar más de cuatro kilos al nacer. Esperamos
con el aliento contenido, y una apuesta entre todos los Mallick que tenían
un bote verdaderamente odioso, para ver qué color de ojos terminaría
teniendo.

—Lo sabía —dijo Shane después que la cita con el pediatra, donde
el doctor confirmó que había pasado suficiente tiempo y que los ojos iban
a quedarse azules.

—Sí, sí, sí —gruñó Mark, entregando el dinero—. Apuesto que el


próximo será una niña.
Estuvo equivocado.
El siguiente terminaron siendo dos y ambos niños.

Sin embargo, el último, después que todos habían perdido la


esperanza (y apuestas) terminó siendo la niñita que Shane nunca iba a
permitir que saliera en citas. Ella, como todos sus hermanos, tenían los ojos
de su padre (y tíos y abuelos). En realidad, no podías ver ni un poquito de
mí en ninguno de ellos, excepto la pequeña Sam que tenía mi nariz y
cabello y absolutamente ningún plan de doblegarse ante todos los niños
grandes a su alrededor.
Entré en la bodega para encontrar un absoluto caos.

Entendía la creencia de Fee de que sus hijos eran parte demonio la


mitad del tiempo porque los míos no hacían más que crear desastres y
pintar las paredes y hacerse llorar unos a otros e intentar salirse con la suya
con cosas que sabían que nunca conseguirían.

Así que cuando entré en la sala de estar fue para encontrar a Jason
sentado sobre su hermano, Jake, cuya carita se estaba poniendo roja
como remolacha por la ira, mientras dejaba salir un grito que me penetró
245

el cerebro como migraña. El gemelo de Jake, parecido en todo excepto


personalidad, Joey, estaba en la esquina con una pluma que debía haber
encontrado en el maldito cajón de chácharas con la cerradura para niños,
dibujando un elaborado mural en la pared.

Shane estaba en la cocina, con una Sam durmiente acomodada


sobre su hombro mientras mezclaba algo en una olla en la estufa.

Él miró alrededor de la habitación, sacudiendo la cabeza en una


forma típicamente de papi, antes que sus ojos aterrizaran en mí y me dirigió
una pequeña sonrisa y un encogimiento de hombros de “¿qué puedes
hacer?”

Y no importó que mis paredes necesitasen Borrador Mágico por


décima vez esa semana o que una vez que Jake se levantara iba a hacer
lo imposible para hacer que su matón hermano mayor sangrara, o que
Sam estuviera tomando una siesta a una hora que era decididamente no
la hora de la siesta lo que significaba que estaría despierta la mitad de la
noche.

Todo ese estrés desapareció cuando percibí el sentimiento que me


recorrió, tan fuerte como siempre, incluso con el paso de los años.
Comodidad.
Lo correcto.
Hogar.

—Oye nena —dijo Shane mientras me acercaba hacia él, estirando


su mano libre y sujetándome por la parte posterior del cráneo para
besarme con fuerza y profundidad, hasta que lo sentí hasta las puntas de
los pies.
—¡Asco! —gritó Jason—. ¡Papi está besando a mami de nuevo!

—Me preocuparía menos por eso y más por… —empezó Shane, pero
era demasiado tarde. Jake se había puesto en pie y derribó a su hermano
por detrás, su cuerpo más chico y joven de alguna forma era mucho más
compacto y fuerte que el de su hermano mayor—. ¿Qué? —preguntó
Shane cuando le lancé una ceja levantada—. Tienen que sacarlo de su
sistema. Es inútil interceder. Si lo hacemos solo empezarán de nuevo en
diez minutos.
Esa era la forma de crianza de los Mallick.
246

Y aprendí bastante rápido a ceder a ella.

—Muy bien muy bien —dije cuando después hubo lágrimas y un


moretón que, en todo el dramatismo de cinco años de Jason, requería
atención medica de urgencia—. Vayan abajo y saquen algo de energía —
exigí, haciéndolos a todos saltar para hacer justo eso.

—¿Hoy hemos agradecido ya a Hunter por la idea de un patio de


juegos? —preguntó Shane, tendiéndome a Sam para que yo pudiera
ponerla en su corral en la estancia que alguna vez fue el dormitorio de
Shane—. Ven aquí —exigió Shane, su tono una firme demanda llena de
promesa y sentí que mi sexo se apretaba mientras me enderezaba y
giraba.

—Los niños podrían subir en cualquier minuto —dije con una ceja
levantada.

—Entonces tendremos que ser rápidos —dijo, sujetándome tan


pronto entré a la cocina—. Ven, salúdame apropiadamente.

Entonces me levanté la falda e hice justamente eso, justo allí en la


cocina, con una multitud de sonidos de cosas estrellándose que provenían
del piso de abajo y una bebé dormida en una cuna, todo el estrés de la
vida moderna y paternidad haciendo absolutamente nada por reducir
nuestra necesidad del uno por el otro cuando el humor correcto nos
alcanzaba.

Estaba volviéndome a subir las bragas cuando Shane


repentinamente se giró y dijo:
—Oh, ¿escuchaste sobre Eli?

—No —dije, con el corazón constreñido ante la mención de él, ese


era el único punto sensible en todas las historias de su familia. Pero estaba
mejorando, me recordé a mí misma—. ¿Qué sucedió? —pregunté, rezando
que fuera algo positivo. Él lo necesitaba.

—Bueno, es la cosa más imposible —dijo Shane, con sonrisa y ojos


maliciosos—. Parece que conoció a una chica…

FIN
247

Próximo Libro
Ryan

Ella era perfecta: dulce,


inteligente, torpemente adorable y
absolutamente hermosa.

El único problema era que: estaba


aterrorizada de abandonar su
apartamento.

Y, aparentemente, de alguna
manera había terminado envuelta con
algunos tipos bastante malos para
empezar.
Dusty

Él era perfecto: como una estatua viviente, que respira, camina y


habla cobrando vida.

Pero, ¿cómo un hombre así querría estar con una mujer que era
demasiado ansiosa para siquiera caminar hacia el pasillo? Y mucho menos
ir a una cita con él. O conocer a la familia con la que era tan unido.
Dicho esto, parecía interesado por alguna razón.
Por lo tanto, obviamente, estaba tan loco como yo.

Además de toda esa situación de confusión, algo estaba


sucediendo con mis socios comerciales. Y las cosas estaban a punto de irse
directo al infierno…

Mallick Brothers #2
248

Sobre la autora

Jessica Gadziala es una escritora a tiempo completo, entusiasta de


las charlas repetitivas, y bebedora de café de Nueva Jersey. Disfruta de
paseos cortos a las librerías, las canciones tristes y el clima frío.

Es una gran creyente en los fuertes personajes secundarios difíciles, y


las mujeres de armas a tomar.

Está muy activa en Goodreads, Facebook, así como en sus grupos


personales en esos sitios. Únete. Es amable.
La puedes encontrar en:
Facebook: https: //www.facebook.com/Jessica-Gadz …
Twitter: https://twitter.com/JessicaGadziala
Su grupo GR: https://www.goodreads.com/group/show/…
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Créditos
Moderación
Ale Grigori LizC

Traducción
Ale Grigori LizC -queen-ari-
Anelynn* Lyla Selene1987
AnnaTheBrave Moreline Smile.8
Brisamar58 Myr62 Ximena Vergara
Kalired Naty Pedraza
Kellu Nix

Corrección
~Ángel'Grey Larochz
Bella’ LizC
Celemg Mime

Recopilación y revisión
Bella’ y LizC

Diseño
orwzayn
250

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