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Rodolfo Usigli

Rodolfo Usigli nació en la ciudad de México a las tres de la tarde, el 17 de noviembre


de 1905, «en la humilde vecindad donde mi familia ocupaba una vivienda en la
primera calle de San Juan de Letrán; actual local del cine Teresa»1. Fue hijo de
Carlota Wainer, quien había nacido en una región que era parte del imperio
austrohúngaro y que hoy es parte de Polonia, y de Alberto Usigli, ciudadano italiano
nacido en Alejandría y quien tempranamente murió. Fue educado por su madre,
«viuda joven», con grandes privaciones, junto a sus tres hermanos mayores, Ana,
Aída y Alberto. En su primera infancia tuvo serios problemas de visión por un
estrabismo grave que le dejó honda huella, pues su vista nunca fue normal. Pronto
cambió sus juegos infantiles por el teatro de títeres, y aprendió de memoria pasajes
de algunas obras que veía en el teatro Hidalgo: Marina, Sobrinos del capitán Grant,
La torre de Nesle y la zarzuela Los molinos de viento:
Toda mi infancia hasta los doce años... hice teatro de títeres recorriendo... el
repertorio íntegro de Vanegas Arroyo. A los siete u ocho me aprendí fiel y
puntualmente de memoria, con acotaciones y todo, los siete actos de Don Juan
Tenorio… A los diez y once años escasos (1916 ó 17) debuté como figurante en el
antiguo Teatro Colón, con el sueldo de cincuenta centavos, diarios o por función, no
sé ya, al lado de un grupo de chicos y chicas que figurábamos los pupilos de un
asilo monjil en la pieza de Gregorio Martínez Sierra, El reino de Dios 2.
A los quince años Usigli ya estaba trabajando como «meritorio en las oficinas de un
judío norteamericano que vendía medicinas». Estudió declamación y música en la
escuela Popular Nocturna, en donde actuó en sainetes de Vital Aza y en alguna
escena de los hermanos Álvarez Quintero, como El patio 3. En 1923, volvió a subir
al escenario, representando el segundo papel masculino de ¡Maldita revolución!, de
José Escandón Noriega, con quien intentó posteriormente escribir una revista
musical que se ha perdido. Trabajó desde 1924 como cronista y entrevistador para
la revista El sábado, más tarde llamada El martes, «visitaba a diario teatros de
revista y de comedia... y tenía intercambio con tiples, vicetiples, directores y
músicos, actores y actrices», pero el joven periodista soñaba con ser novelista.

El gusto por la lectura fue actividad permanente del joven Usigli fueron numerosas,
iniciándose con las obras de Manuel Eduardo Gorostiza en un libro ganado en un
concurso escolar. Aprendió el inglés como autodidacta, lo que le permitió leer a
Shakespeare y a los que fueron sus autores predilectos, George Bernard Shaw y T.
S. Eliot. Entre 1925 y 1931 confiesa haber leído «un promedio de cuatro piezas
diarias originales o traducidas al francés y, menos frecuentemente, Shakespeare y
los clásicos griegos»4. A pesar del incipiente aprecio de Usigli por el teatro, aún no
soñaba con ser dramaturgo. La primera vez que se percató de la posibilidad de ser
autor dramático fue a consecuencia de un encuentro con su amigo Luis Gabarrón,
según lo menciona en el «Prólogo» a Tres comedias y una pieza a tientas.
Los diversos estímulos intelectuales fueron su única guía en el primer intento de
escribir para el teatro, mismo que fue hecho perdidizo por el incipiente autor porque
no llenó sus expectativas. Después escribió la primera de sus obras que se
conserva El apóstol -, como lo informa en el prólogo de esta obra:
Fuera de un primer intento en un acto, frustrado y perdido desde 1923 -quizá 21- no
había vuelto a escribir nada para el teatro. Todo
Este caos en movimiento, todo este aire teatral absorbido sin discernimiento pero a
plenos pulmones, desembocaron en El apóstol, aunque desde 1926, antes de los
veintiún años, había yo confiado a una joven actriz en ciernes mi rampante deseo
de escribir teatro y de escribirlo para ella. Así salió El apóstol naturalmente, en esa
soledad en la que me sentía yo rodeado por todas las aguas, y por varios idiomas
del teatro6.

Hizo estudios en el Conservatorio Nacional de México. En 1933 debutó como


director en El candelero , de Alfred de Musset, puesta en la que también actuó; y en
1936 y principios de 1937 es becado en la Escuela de Arte Dramático de la
Universidad de Yale, en los Estados Unidos, con la beca Guggenheim, junto con
Xavier Villaurrutia. Paso a paso fue descubriendo su vocación de escritor, labor a la
que dedicaría toda su vida. En forma paralela trabajó primero dramaturgia y poesía,
y años más tarde, ensayo y narrativa.
En las dos décadas siguientes Usigli ocupó varios cargos: Profesor de historia del
teatro mexicano y Director en la Escuela de Verano de la UNAM, de 1933 a 1947;
Director del Teatro Radiofónico de la Secretaría de Educación Pública; así como
profesor de la Academia Cinematográfica en 1942; Director de Prensa de la
Presidencia de la República en 1936; Director del Teatro Radiofónico de la
Secretaría de Educación Pública (1938) y del Departamento de Teatro de la
Dirección de Bellas Artes (1938-39), y Director del Teatro Popular Mexicano (1972-
75). En el campo del cine, Usigli fue delegado de México en los festivales
cinematográficos de Bélgica, Checoslovaquia, Venecia (1950) y Cannes (1949 y
1950).
Como promotor teatral colaboró con numerosas temporadas, entre las que hay que
recordar a la Segunda Temporada del Teatro Orientación (1938-39), Teatro de
Media Noche (1940), con obras de Schnitzler, Shaw, George Kelly, Villaurrutia, la
primera obra de Basurto ( Los diálogos de Suzette ) y su propia Vacaciones . En
esos años Usigli traduce a Molière, Schnitzler, Chekhov, O´Neill, Maxwell Anderson,
Galsworthy y varias piezas de Bernand Shaw, este último autor influyó en la
conceptualización teatral de Usigli.

En un sendero paralelo al del escritor, Usigli prosiguió una exitosa carrera como
diplomático. Conviene recordar los puestos que tuvo: Fungió como segundo
secretario de legación en Francia (1944-1947), y aprovechando su estancia europea
en marzo de 1945 se entrevista con Bernard Shaw. Fue posteriormente Enviado
extraordinario y Ministro plenipotenciario de México en Líbano (19561959);
Embajador de México en Líbano (1959-1962); y paralelamente Ministro y Embajador
en Etiopía (con sede en Beirut) y Embajador de México en Noruega (1962-1971).
También hay que mencionar su labor diplomática en la fundación del Instituto de
Relaciones Culturales FrancoMexicanas.
En 1970 Usigli recibió el Premio América, y dos años después el Premio Nacional
de Letras de México, máxima presea otorgada por el gobierno de México a un
escritor. Fue miembro del Seminario de Cultura Mexicana. Publicó bajo su cuidado
el primer volumen de su Teatro completo
En 1963, el segundo en 1966 y el tercero en 1979. No alcanzó a ver este último
libro impreso; el colofón fija la fecha de impresión el 29 de septiembre de 1979, y el
autor había muerto el 18 de julio. Sin embargo, había corregido las pruebas y había
visto la reimpresión del primer tomo cuyo colofón atestigua la impresión el 30 de
abril del año de su muerte. En 1996 vio la luz el cuarto tomo de su Teatro completo
-17 años más tarde-, y en el año celebratorio del centenario de su nacimiento fue
publicado el quinto tomo. Aún está en espera la edición de su Obra completa.
La figura de Usigli se agiganta al ser considerado como un intelectual antes de ser
apreciado como un autor.

El fundamento del pensamiento usigliano pertenece al humanismo de entreguerras,


que fue el período en que se forjó su formación intelectual. Como lo señala en su
prólogo a Un día de éstos... : «Vivimos en una época poco favorable al teatro porque
es una época poco favorable al hombre». Su teatro invita a conceptuar al hombre
con un humanismo filosófico.
Y el autor concluye que si el problema fundamental de la filosofía es: «¿Qué vamos
a hacer con el hombre?, resulta idiota pensar que el teatro va a salvarlo. Pero cada
quien es siervo de sí mismo y vive como puede. El señor que tiene que vivir de
hacer piezas de teatro… tiene la obligación de explicar, ante sí mismo al menos, por
qué persiste en tan infructuosa, engañosa tarea». Usigli no es dramaturgo por la
utilidad social o la compensación económica de su esfuerzo, sino porque anhela
pensar pero no puede pensar como hombre sino únicamente como autor. Diría:
Pienso, luego soy escribo. Usigli pensaba cada obra antes de escribirla. La
ponderación de la premisa de la obra antecedía a la creación. Para él, escribir era
el resultado de haber integrado sabiduría con oficio. Acaso para evitar escribir teatro
didáctico o panfletario, tomó la costumbre de escribir ensayos mientras escribía sus
mejores obras, para aclarar sus ideas y dejarlas patente sus intenciones, y no
transformar la pieza en portavoz ideológico del autor.

Usigli nunca pone palabras en la boca de sus personajes, sino propone


pensamientos férvidos en sus mentes. No piensa por los personajes, sino que
piensa en ellos. No fue un filósofo pero dejó constancia de su pensamiento; ni fue
un sociólogo pero sí un reformador de su sociedad; ni menos un sicólogo pero llevo
a cabo -junto a Ramos y Paz- uno de los mejores análisis del mexicano. Así que
mientras recorría su itinerario de autor, vivía preocupado por las ideas, por
transformar su sociedad y por definir la identidad de los mexicanos. Aledaño a su
pensamiento humanista de Usigli, está su poder de objetivación; verse y vernos
como objeto, no como sujeto; utilizar la literatura para objetivarnos. Mira a México y
a los mexicanos con ojos externos, como si no fuera mexicano, mientras que en lo
íntimo amaba tanto a su país. Usigli fue mexicano por nacimiento y por propósito,
aunque no por herencia familiar: su madre había nacido austro-húngara y su padre,
ítalo-africano.
La concepción sociológica del autor parte de visualizar su circunstancia -según la
definición de Ortega y Gasset- como un gran teatro del nuevo mundo . Él es un
espectador del teatro mundo. Comprende al mexicano pero no lo entiende, lo puede
amar pero no lo puede intelectualizar tal y como es. Los adjetivos con que lo
describe parecería una letanía insultante, pero son epítetos dolorosos al no poder
ser encomiásticos. Todo su esfuerzo personal de hombre de letras está en construir
un nuevo mundo en ese teatro: «Tenemos que abrir los ojos y que hacer frente a
los obstáculos que nos impiden edificar un presente habitable, sin lo cual habremos
pasado por la vida como esos huéspedes no invitados a los que la cortante habla
popular del mexicano califica con el pintoresco nombre de gorrones. Si alguna
dignidad nos queda, no debemos gorrear la vida»8. Escribir para merecer la vida,
no para gorrearla, podría decirnos Usigli.
Hay también un Usigli ético que busca la verdad no únicamente en la ciencia, sino
con mayor afán dentro de sí y, también, dentro del alma de sus personajes, para
acercarse al hombre verídico que propone una y otra vez como paradigma humano.
Verdad interior versos hipocresía. No es una ética dentro del bien y el mal, sino más
allá del mal y del bien, en donde habita la esperanza humanista y la desesperanza
nihilista: «El ser humano empieza a darse cuenta de que ha perdido su mundo y de
que no tiene ya dónde vivir (ya no hay islas desiertas). Y si esta conciencia pudiera
acercarlo a Cristo, cuyo reino no es de este mundo, menos mal; por el contrario, lo
aleja de él. Cristo no reinaba pero, en cambio operaba en el mundo y podría decirse
que una cosa condicionaba la otra. El rey de la creación ha perdido corona y cetro
y ha doblado las manos bajo el peso de sí mismo, y el
Pensador popular que dijo que el mundo no era sino una broma estúpida parece ser
el único filósofo sobreviviente»9. La ética usigliana no desmerece ante el
pensamiento de Claudel o de Unamuno, es también de raigambre cristiana aunque
no fuera Usigli creyente; habría que recordar aquí los diálogos cristianos de la
primera obra de Usigli, El apóstol. Otro rasgo cristiano de Usigli es el absoluto
respeto a la historia de la virgen de Guadalupe, cuando cuestiona anti
históricamente su aparición, en unos años en que la intelectualidad liberal mexicana
sustentaba una fuerte corriente no aparicionista. Y la santidad laica de César Rubio,
quien inicia su itinerario vital -al menos sobre la escena- como un mediocre, para
terminar sufriendo el martirio por no querer claudicar sus ideas. De ser un mentiroso
gesticulante pasa a ser héroe revolucionario, no sólo de la revolución mexicana,
sino primordialmente de una revolución interior que ha creado un hombre verídico,
contrario al paradigma de los hombres huecos… rellenos… vacíos, objetado por la
poesía de Eliot10.
La obra de Usigli incorpora numerosos prólogos y epílogos que constituyen un diario
de su pensamiento y una relación biográfica de los sucedidos que rodearon cada
una de sus obras. Su interés en la historia del teatro le llevó a escribir México en el
teatro (1932), que se inició como una monografía para presentar a la fundación
Guggenheim solicitando una beca, que le fue negada por desgracia en más de una
ocasión. El libro presenta un panorama del teatro llevado a cabo en el espacio
mexicano durante casi cuatro siglos y señala a los escritores mexicanos la
circunstancia de que el tiempo de fundar un teatro mexicano está próximo. El título
mismo encauza a traspasar a noción una historia del acontecer teatral en el espacio
mexicano, para alcanzar la concepción de un México evidenciado por su teatro:
En 1934 Usigli escribió el prólogo del libro de Francisco Monterde,
Bibliografía del teatro Mexicano; bajo el título de «Caminos del teatro de México»,
presenta un panorama sucinto del teatro mexicano. Unos años después, Usigli
escribe Anatomía del teatro, un ensayo donde compara el cuerpo humano con el
mundo teatral:

Así la anatomía del teatro se asemeja a la humana, y tienen sitio en la cabeza los
técnicos y el crítico que piensa; los oídos, los ojos y el estómago son el público, y la
nariz que olfatea, el empresario; la garganta y la lengua el actor; los pies, el edificio
asentado y móvil a la vez; y las manos, los tramoyistas y utileros. Pero el autor es
la sangre y la respiración12.

Junto a estas consideraciones no exentas de humor, se presentan los tres ejes del
teatro: la expresión, la pasión y la fascinación, que resultan contrarios al carácter
del mexicano por su gusto por el silencio, la inercia y la fuga, situación que impide
el desenvolvimiento del teatro en México. Al publicar este ensayo en 1963, su autor
agrega su Acotación a Anatomía del teatro. Este opúsculo es importante para
conocer la percepción de este dramaturgo veinticinco años después de escribir El
gesticulador: « [Este] ensayo corresponde a un momento de la lucha por un teatro
mexicano que creo haber realizado por mi cuenta con mi "cañoncito" personal (El
gesticulador), mientras contemporáneos míos trabajan, unidos en grupos
terencianos y exclusivistas, con un objeto semejante» (62).
Itinerario de un autor dramático (1940) es, según el autor, «una compilación limitada
de las teorías esenciales existentes desde Aristóteles a la fecha» (64). El libro se
inicia con el método dramático propuesto por Usigli en treinta y dos puntos. Un autor
debe seguir un itinerario para escribir una pieza, partir del género, el estilo y la
identificación del conflicto, para luego pasar a buscar los elementos esenciales de
la pieza: la trama, los caracteres, la idea central o filosófica, la situación y la tesis. A
partir del punto seis, se enumeran los elementos estructurales de la pieza:
extensión, lugar y tiempo de la acción, entradas y salidas de personajes, lenguaje,
ritmo («el misterio más profundo del teatro»), progresión, la velocidad o tempo, la
distribución en actos y cuadros, curva ascendente y descendente de la acción
teatral. Posteriormente apunta consejos de autor experimentado, como por ejemplo,
cómo preparar los finales de los actos, eliminar recursos falsos, uso de la pausa, la
unidad dramática, la acción dramática que sucede fuera de la escena, el uso de la
repetición (tres veces como límite), cuidar la variedad, visualizar la acción de la obra,
las acotaciones, y repasar las caracterización oral y física de los personajes, así
como sus reacciones. El último punto del itinerario invita a escribir para un público
determinado y a hacer de la dramaturgia una profesión. Actualmente varios
dramaturgos hispanoamericanos hemos tomado la estafeta para continuar con un
Nuevo Itinerario para jóvenes que inician el tortuoso camino de la dramaturgia. Bajo
la sombra protectora de Usigli y de René Marqués, siete dramaturgos hemos
trabajado por tres años en este proyecto y el libro ya sido publicado con la autoría
de Roberto Ramos Perea, de Puerto Rico, Rodolfo Santana, de Venezuela, Eduardo
Rovner y Mauricio Kartún, de Argentina, Marco Antonio de la Parra, de Chile, Fermín
Cabal, de España, y yo de México, con el patrocinio editorial del Ateneo de Puerto
Rico13.

Como continuación Usigli incluye un análisis de los géneros dramáticos: tragedia,


comedia, tragicomedia, farsa, pieza, sátira, melodrama, sainete y obra poética. Sus
definiciones son precisas y concuerdan con las actuales. Prosigue con un análisis
de los estilos, clásico, seudo-clásico, romántico, neo-romántico, realista, naturalista,
realista selecto, simbolista, impresionista, expresionista y poético. Se agrega una
«Investigación de los estilos en el teatro» que consta de dieciséis pláticas
radiofónicas presentadas por Usigli en Radio Universidad entre 1937 y 1938. Al final
del libro, se encuentra un importante estudio sobre la dirección escénica, que es
pionero en la crítica mexicana. Junto a las numerosas lecturas de obras dramáticas,
Usigli estudió teoría dramática con el doctor Allardyce Nicoll, quien fue director de
la escuela de verano de teatro de Yale durante la estancia de Usigli en New Haven:
este dato muestra el origen de Usigli por la teoría dramática. Nicoll fue un afamado
crítico (nacido escocés) que enseñó en la universidad de Londres (1926-1933) y en
la de Yale (19331945), y quien posteriormente pasó a las universidades de
Birmingham y Pittsburg; su libro Theory of drama (1923 y 1931) es un estudio de los
géneros dramáticos. Además, Usigli y Villaurrutia estudiaron en Yale cursos de
historia del teatro universal y de dramaturgia.

El interés de Usigli por la enseñanza del teatro fue patente. En 1937 fundó los cursos
dramáticos de la Universidad Nacional; en su papel de director, invitó a colaborar
como maestros a Francisco Monterde, Agustín Lazo, Enrique Jiménez Domínguez.
En su artículo «Hope and Curiosity. Experimental Theatre: As a Profession» se
queja de que la escuela fuera cerrada por «razones económicas»:
Yo pensé que todos nuestros estudiantes se sentirían considerablemente aliviados.
Por el contrario, se sintieron privados de algo que apenas empezaba a vivir dentro
de ellos... Han adquirido un sentido de la seriedad del experimentar, quieren llegar
a ser profesionales sin condiciones, hacedores de teatro, devotos y sacrificados.
Cuando menos, consideran el experimentar como una profesión sin límites, y lo que
podamos alcanzar de aquí en adelante dependerá de esa actitud14.

La obra teórica de Usigli ha quedado al margen de los estudios críticos que se le


han dedicado; y por desgracia, los opúsculos impresos no son hoy de fácil
localización, por lo que no han servido de base teórica a las últimas generaciones
de dramaturgos posteriores, aunque fueron leídos ampliamente por los miembros
de la generación 1954. Todos estos estudios teóricos de Usigli deberían estar
incorporados en la edición de sus obras completas que han quedado
desgraciadamente en promesa. Otros de sus ensayos son: «La llamada al teatro»
(1945-50), en este ensayo hace un parangón entre el desenvolvimiento humanístico
que el teatro experimentó después de la segunda guerra mundial, con autores como
Shaw, O'Neill, Molnar, Toller, Kaiser, Kafka, Rice, O'Casey; en comparación con los

Dramaturgos posteriores a la segunda guerra mundial que llevaron al teatro a un


nuevo humanismo, con autores como Williams, Cocteau, Giraudeux, Leonov, etc.
«Las tres dimensiones del teatro» (1950) es un artículo que propone la latitud,
longitud y espesor, como las dimensiones teatrales tradicionales, a las que hay que
agrega la dimensión del tiempo. Haciendo un eco de Einstein, le dedica al tiempo
un opúsculo aparte titulado «La cuarta dimensión» (1950). Éste es uno de los más
profundos ensayos escritos en México sobre la esencia del teatro porque analiza el
proceso cognoscitivo del dramaturgo dentro de su itinerario creativo: «Mientras el
creador va de lo abstracto a lo concreto, del misterio a la realidad, el espectador
viaja de lo concreto a lo abstracto, de la realidad al misterio; pero su punto de cruce
es lo objetivo, concreto, tridimensional y humano del teatro» (90). A estas
consideraciones ensayísticas, habría que sumar otros escritos: «El teatro llamado
existencialista» (1950), «Un teatro del pueblo para México» (1950), y Las dos
máscaras (1952). Además existen numerosos artículos periodísticos que nunca han
vuelto a ser editados, bajo el nombre de «El teatro en lucha» (1943), una serie de
publicaciones en la revista Hoy, de julio a noviembre de 1943.
Uno de los mejores ensayos escrito por Usigli con la pretensión de pertenecer al
género ensayístico es Juan Ruiz de Alarcón en el tiempo (1932, 1933 y 1967), un
estudio sobre la obra y un examen sobre las características que pudieran calificarse
de mexicanas de ese dramaturgo Novo hispánico. A manera de ejemplo del rigor en
el uso del lenguaje y de lo puntual en la selección de la palabra, cito el párrafo
siguiente:
Hay en la literatura antipatías y admiraciones que no mueren con la época, o con
las circunstancias, que le dan origen y que periódicamente resurgen de la ceniza
del tiempo humano con el empuje de pasiones nuevas e inagotables. Hay destinos
literarios irredimibles, que no se puede ahondar sin estremecimiento, de tal manea
parecen inmunes a la consolación de relojes y calendarios, al olvido o al cambio,
que si desenvolvieran su trayectoria en el tiempo extrahumano de un cuadrante
astrológico y fatalista. Es así como Shakespeare es cada año primavera con más
luz, estío con más fuego, otoño con más oros, invierno con más blancura y menos
crudeza, Cada año investigadores, estudiosos, enamorados y fanáticos reúnen en
torno a él libros, ex votos y homenajes. Así como Molière, Racine, Ben Jonson,
Víctor Hugo, Lope, Calderón, Cervantes, Tirso y los tragediantes griegos renacen
perpetuamente y reviven sus vidas en cada generación, como si nacieran con ella
y, a la vez, la hicieran nacer. El destino de Juan Ruiz de Alarcón es otro, sin
embargo. ¿Por qué? Sobre cada renacimiento suyo, sobre cada reaparición de sus
comedias se proyecta la sombra de sus corcovas, que no ha alisado el tiempo, de
sus complejos no desentrañados de su nacionalidad indecisa. Cada vez, el
epigrama o el silencio, el desprecio o la indiferencia, al sangrarlo, reviven y
prolongan su destino incompleto, irredimible: boomerang o parábola que, sin
embargo, no alcanza la cerrada perfección del círculo. Podría pensarse que, como
Ben Jonson, está enterrado de pie, sin reposo, con los ojos abiertos, sin
horizonte15.

El Usigli ensayista debiera tener un lugar prominente en la historia de las ideas


mexicanas, pero no se le cita entre los mejores ensayistas porque muchos
intelectuales consideran el teatro como mero divertimento debido a que nunca
aprendieron a leer teatro, y menos prólogos de obras dramáticas. Su obra dramática
es teatro de ideas -no ideas dialogadas como teatro- que fue escrito para públicos
y lectores pensantes, para aquellos que no entienden su sociedad como un
conglomerado social que los habilita para lograr bienes materiales. La obra
ensayística usigliana es lectura fértil para aquellos que no quieren «gorrear la vida».
La prosa de Usigli es cuidada, plena de agudezas, con juegos al intelecto
provocadores de ingeniosidades, textos portadores de información imprescindible y
veraz, pero sin voluntad de estilo. Notamos la carencia de ensayos de gran aliento
sobre la identidad del mexicano, o sobre la hipocresía, porque aunque los tenemos,
están eslabonados como apéndices de obras de teatro. Si el teatro se lee poco y
mal, menos se leerán los apéndices. Una sugerencia sería extractar los mejores
fragmentos ensayísticos y presentarlos como un libro de ensayos. Habría que incluir
su tríptico literario sobre sor Juana Inés de la Cruz, Juan Ruiz de Alarcón y Manuel
Eduardo de Gorostiza; sus apreciaciones sobre el carácter del mexicano; sus
pensamientos sobre el hombre verídico; su teoría literaria; y otros temas de interés
nacional.
Para valorar la aportación usigliana al género ensayístico hay que distinguir sus
escritos en prosa en dos categorías: Aquellos textos que son apéndice de otras
obras, como prólogos, epílogos y anexos a obras dramáticas; y los textos que
pueden ser considerados ensayos per se. Encontramos que Usigli no tuvo en sus
ensayos voluntad de estilo, en el sentido de presentar una obra con la pretensión
creativa de cumplir con los requerimientos que la academia exige para el Ensayo
en un deslinde géneros literarios; sin embargo, tenemos una multitud de textos de
carácter autobiográfico con una visión profunda y personalísima que hacen
referencia al tiempo que vivió, varias décadas trascendentes para la formación del
nacionalismo mexicano y un período en el que la nómina de grandes ensayistas es
minúscula, coincide en el tiempo y el espacio con Alfonso Reyes, José Vasconcelos,
Julio Torri, para entonces ya consagrados escritores, y de su generación comparte
el interés del ensayo con Salvador Novo y nadie más; faltaría al menos una década
para que apareciera el Octavio Paz ensayista. Corolario: El Usigli ensayista es
imprescindible para la historia literaria mexicana del siglo XX.
Otro argumento a su favor resulta de comparar la obra usigliana con los Essay de
Montaigne, porque encontraremos la misma riqueza y las mismas severas
restricciones. La intención de ambos ensayistas fue dejar un testimonio en prosa de
su pensamiento para que otros lo ponderaran, más que agotar literariamente un
tema en una suma prosística. Se ha dicho de Montaigne es «un gran pensador
renacentista que escogió a sí mismo como objeto de estudio en su Ensayos , y que,
al auto estudiarse, descubría a la humanidad. Como autor buscó ponderar o ensayar
su propia naturaleza, sus hábitos y sus propias opiniones. Su lucha por la verdad
refleja sus propias lecturas, sus viajes como también sus experiencias públicas y
privadas. El estilo de escribir ensayos de Montaigne es ligero y no técnico»19. Usigli
podría hacer suyas las palabras de Montaigne: «Nunca he visto mayor monstruo o
milagro que yo mismo». Es la visión de Villaurrutia que calificaba a Usigli de un
Narciso que se mira y nos mira desde el espejo -palabras villaurrutianas que sirven
de epígrafe al presente libro- debido a que Usigli en un Narciso de espejo
compartido, cuando se quiere mirar, nos mira. Así sus ensayos son proyecciones
de su pensamiento escritos primariamente para entenderse a sí mismo, pero que
cuando nosotros leemos esas reflexiones, nos encontramos juntos en el proceso
interno de entendernos y entender la circunstancia orteguiana que constituimos
todos. Si Montaigne hubiera sido un mexicano del siglo XX, habría escrito ensayos
similares a los de Usigli.
La poesía no fue el propósito literario de Usigli, sino su eterno acompañante.
Escribió apuntes poéticos desde sus inicios de escritor sin que nunca considerara
seguir el sendero que lo conducía a
Ser un poeta; mas sin embargo, algunos de sus textos en este género han sido
comparados sin menosprecio entre los mejores logros poéticos de un período en
donde compartía tiempo y espacio con una pléyade de escritores de la talla de José
Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Jorge Cuesta y otros más.

Durante su vida, Usigli publicó dos antologías de su poesía:


Conversación desesperada, en 1938, y Sonetos del tiempo y de la muerte, 1954.
En forma póstuma, se han editado dos volúmenes; el primero en 1981 titulado
Tiempo y memoria en conversación desesperada (Poesía 1923 - 1974) -con
selección y prólogo de José Emilio Pacheco-, y el segundo en 2000 con una
antología de poesía que cubre los años de 1926 a 1972, también titulada
Conversación desesperada, esta última con selección e introducción de Antonio
Deltoro21. Además, su poesía ha sido incluida en antologías compartidas.
Las influencias poéticas de Usigli podemos situarlas en tres poetas modernos:
Baudelaire, López Velarde y T. S. Eliot, por lo que sus textos integran raíces
francesas que tanto bien hicieron a la poesía modernista vía Rubén Darío una
generación antes de la usigliana, pero que en el caso de Usigli es vía las lecturas
directamente. Las lecturas lopevelardianas de Usigli fueron definitivas y le sirven de
puente con la tradición de la mejor poesía mexicana. La tercera influencia, la
norteamericana, es Usigli la puerta de entrada de una corriente de permanente
influencia en México y su primera digestión creativa. Por las dos primeras influencias
mencionadas, Usigli pertenece a la poesía de la geografía que le daba espacio, y
por la tercera, Usigli es innovador y gestador de una tradición poética. Su definición
del ser Poeta, es tomada por Usigli de la concepción que centra la palabra como
fundamento del discurso poético, concepción que mana de Baudelaire, mientras
que de Eliot recibe una carga semántica de elaboración filosófico-existencial que la
convierte en poesía pensante, más eslabonada a la mente que a la emoción. De
López Velarde parte su sonoridad de vocablos que parecen texturas grabadas, su
interés temático en lo mexicano y la búsqueda de la perfección poética como modelo
a seguir. Octavio Paz recordaría años más tarde, en una entrevista publicada en
Plural, el interés mexicano por la poesía norteamericana, con la mención obligada
de Usigli:
El poemario Los monólogos incluye unas «Décimas sin respuesta»; y en
Epigramalia III hay «Siete décimas seguidas de una envío-rumba» dedicadas a
Alfonso Reyes por no haber ganado el premio Nobel; además de unas «Décimas
de humo» (« ¿Qué fuerza es la que me fuma/ y me hace echar lumbre y humo?»).
También el soneto fue trabajado por el poeta-orfebre que había en Usigli. En su
primer poemario La búsqueda, los ecos y el solfeo hay dos sonetos, y en Los
monólogos hay varios más, superiores resultan los «Sonetos de los cuarenta y ocho
años», particularmente el soneto VI es paradigmático de la poesía usigliana:

Entre los aportes poéticos de Usigli hay que señalar el uso de la adjetivación. En
sus primeros poemas hay concordancia lógica entre nombre y adjetivo: como en
brazo airado, monstruo odiado, horrenda ruta, senda florecida, calcinada arena,
etc.; en el período de mayor acercamiento a Eliot, Usigli descubre una nueva
manera de calificar al nombre: induplicable muerte; muertos inexpertos; extranjera
sin viajes, momentáneas de las nubes; desiertas islas de los ojos, etc. Otra
característica personal del poeta Usigli en la conformación del verbo que tiene una
sobrecarga más allá de la significación constituyendo el elemento eslabonador de
la idea poética:
Cualquiera de los poemas usiglianos posee la misma fuerza verbal porque
incesablemente hay actividad en la conciencia poética, el contenido semántico del
texto no está fundamentado en las
Percepciones sensoriales, sino en los estados de conciencia que fluyen con la
misma libertad que un flujo de conciencia de un personaje perteneciente al género
narrativo. Son pensamientos transmutados en poesía; o mejor aún, es la poesía del
flujo de conciencia.
El mejor halago para un poeta es el que proviene de otro poeta. José Emilio Pacheco
no ha escatimado aprecios a la poesía usigliana, fue el prologuista de Tiempo y
memoria en conversación desesperada y este poemario salió a la luz en buena parte
por sus esfuerzos. Su opinión decididamente favorable de la poesía usigliana fue
valientemente pionera en la compresión crítica:
En su primera juventud en un período de año y medio escribió dos novelas que
destruyó posteriormente -«con buen sentido», diría-. En su diario de trabajo titulado
Voces escribió el 25 de febrero de 1933:
Era hábil lector y aún no descubría su apremiante deseo de ser dramaturgo. En la
segunda y tercera décadas la literatura mexicana vivía un período de autoafirmación
después de la dolorosa contienda revolucionaria e iniciaba una búsqueda para
hilvanar las raíces protomexicanas con las ideas revolucionarias. En las artes
plásticas se estaban pintando murales que eran tablillas escolares de la historia,
además de espléndidas obras de arte, ¿por qué buscar una novela o un teatro
intrínsecamente mexicano? La novela mexicana ya tenía mucho del camino
andado, la novela de la revolución había sido escrita y Los de abajo (1915), de
Mariano Azuela, ya tenía más de una década de haber aparecido por primera vez
por entregas que fueron impresas en El Paso, Texas. Entre los seguidores de la
reciente narrativa eran bien conocidos los nombres de Martín Luis Guzmán, Rafael
Muñoz, Gregorio López y Fuentes y José Rubén Romero; sin embargo, en el mundo
del teatro el campo estaba libre, nadie soñaba con fundar un teatro
hegemónicamente mexicano. Había intentos de incorporar música y danza al teatro
para que los escenarios sonaran más nuestros, las obras que se estaban
escribiendo tenían parlamentos con las formas populares de hablar, pero nadie
visualizaba el umbral por el que tenía que pasar el arte dramático para constituir de
una vez por todas, tanto temática como estructuralmente, a México nuevo.
Únicamente Usigli comprendió la importancia de fundar un teatro mexicano, para lo
cual se olvidó de su sueño juvenil de ser novelista y decidió dedicar su vida creativa
a la fundación del teatro mexicano. El mismo Usigli recordaría posteriormente esta
etapa de su vida con las siguientes palabras:
Abandonó el sendero que lo conducía a convertirse en un novelista, y con un
empeño y ahínco nunca antes mostrado por un dramaturgo mexicano, decidió
fundar un teatro que estuviera a la altura de los derroteros históricos que México
estaba descubriendo.
Desde 1925, el joven Usigli había ido guardando apuntes de sus lecturas y de sus
pensamientos. Años después, en 1965, por consejo de su amigo Xavier Villaurrutia,
publicó Voces Diario de trabajo con «las frases y los pequeños ensayos que
ganaron su aprobación su sonrisa. No me sedujo totalmente su idea, por cuanto me
sentía yo sin derecho alguno a suprimir pensamientos que se habían manifestado
en mi autónoma capacidad vital. No me amparo con la fórmula stendhaliana:
"Cuando lo escribí tenía yo razón", sino que considero simplemente que al salir de
al aire, como después mis obras, tienen que correr todos los riesgos naturales que
acompañan a la vida en nuestro mundo». El texto usigliano consiste en un largo
listado de sabios apotegmas, de pensamientos penetrantes, de epigramas
centelleantes y de anecdotarios personales, con el tema recurrente que inquieta a
Usigli y que lo obliga a comentar su vocación de escritor: «Pensar en escribir ya es
algo, pero no basta; escribir sin pensarlo, más; pero escribir pensando o pensar
escribiendo es lo que hace al escritor»35.
Vivir para escribir y escribir para vivir, búsqueda de joven Usigli que quiere
convertirse en un intelectual que piensa y luego crea:
¿Hay una literatura nacional en México? Empieza a preguntar otro periodista. No
creo que solicite mi opinión, y me parece dudoso dársela en caso de que la
solicitara. Pero me contentaría con otra pregunta: ¿Es mexicana la literatura que se
hizo en México hasta el siglo XIX? Porque una literatura no se improvisa. Tiene
antecedentes y herencias igual que el hombre en las especies animales, lo mismo
que el sifilítico, el alcohólico y el sano. La gente no se enferma porque sí ni es
saludable porque sí36.
El incipiente escritor ya reconoce la mexicanidad reflejada en la literatura, pero no
así en el teatro, que aún queda eslabonado al teatro universal en su raíz, sin llegar
a dar una flor o un fruto perteneciente a la flora nacional. Entre citas de los
dramaturgos mayores de la historia del teatro, nuestro escritor en cierne habla de
narradores, Balzac, Wilde, Stendhal, y siente la tentación de escribir novela, por
ejemplo una de las anotaciones apunta su idea de escribir « Interior -novela en ocho
horas. ¿Cuándo?» (p. 141). La altura de su pensamiento y lo ambicioso de su
voluntad se perfilan en muchos apuntes en apariencia cándidos:

Junto a la pléyade de escritores del mundo, el joven mexicano siente el vacío


literario de un país por fundarse y de una cultura propia por desarrollar. Los
escritores que lo rodean no tienen genialidad ni ambición, acaso ni siquiera olfato.
Con sarcásticas palabras pinta el juvenil intelectual a sus colegas:
Sin dramaturgos entre los poetas y los polígrafos, el campo profesional propone un
camino sin sendero y sin caminantes. Usigli preferirá abrir el camino hacia un teatro
mexicano, más que competir con poetas y narradores que ya existen, tan mediocres
como omnipresentes. Sin embargo, no hay un solo «ciudadano del Teatro», y el
joven Usigli decide fundar una nueva república de escritores, de dramaturgos. Se
descubre a sí mismo como «animal de escribir» (Voces 286) y comprende su propia
juventud ilusa: «Creo que ese entusiasmo atropellado del ser joven no es sino
literatura. En él, sobre todo si es inteligente, hay -mejor que audacia- reserva; más
que generosidad, protección (instinto de). Está demasiado cerca de sí mismo para
poder acercarse a los demás. Y lo que piensa un hombre muy joven es tan
misterioso, tan impensado y a menudo tan simple y tonto como lo que desea una
mujer joven. Se explica, porque se trata de las primeras comprobaciones, en ella,
de que desea: en él, de que piensa» (Voces 7302-3). En octubre de 1933, Usigli
escribe esperanzado: «Yo nací escritor a los siete años; poeta, a los catorce; naceré
dramaturgo a los treinta. Moriré dramaturgo y poeta, sin morir como poeta ni como
dramaturgo». Y en 1966 apunta al margen de esta frase: « ¿Buenos deseos?
¿Esperanzas pueriles? Que el que esté libre de un sentimiento análogo tire la
primera piedra» (Voces 308-9). Primero descubrió ser escritor y luego llegó al teatro.
El arte de la pluma antecedió al de la escena. Al cierre de su diario, como él decidió
publicarlo, deja una cuarteta escrita el 4 de agosto de 1934, a un año de cumplir
tres décadas:

A partir de
El apóstol, obra de teatro escrita en 1931, Usigli pasaría más de una década con la
sola dedicación al teatro. Fue hasta 1944 en que el auto determinado dramaturgo
volvió sus ojos al género narrativo, con la publicación de Ensayo de un crimen,
novela que fue publicada un año antes de que el debutante narrador cumpliera
cuatro décadas39.
Ensayo de un crimen es la primera novela urbana que pretendió y logró pintar los
espacios y los habitantes de las colonias centrales de ciudad de México. Los
recorridos de los personajes pueden ser seguidos en un mapa del D. F. de los años
cuarenta. Los espacios sociales de moda son reconstruidos con preciosismo -
Sanborns, Lady Baltimore, el hotel Reforma, etc.-. Varios personajes son retrato de
personas vivientes. La trama de la novela pertenece al género noir -que
erróneamente es llamado detectivesco-. El protagonista no es un detective, sino un
aprendiz de asesino que quiere convertirse

En un genio «del asesinato gratuito» y que ve frustrado su intento porque aunque


planea estéticamente las muertes, no llega a ejecutarlas porque otro se le adelanta,
y cuando llega a matar, lo hace con tan poco arte que el investigador adjudica el
despropósito a otra mano.
En el mismo año de la edición de esta novela, Usigli publica
El gesticulador por primera vez. Había escrito la obra dramática en 1938 y tendría
que esperar hasta 1947 para verla en escena.
Al comparar el sendero vital que Usigli había ido recorriendo mientras escribía su
máxima pieza teatral y su primera novela, no podríamos negar que debió sentirse
como un ser de excepción colocado en la inutilidad, nadie consagraba como genio,
era un soñador de un sueño más que imposible. Un sueño a la vez estético y
sociológico, curar con la belleza del teatro a la sociedad mexicana enmascarada e
hipócrita. El arte sanando a la sociedad por el poder curativo del teatro. Un
pensamiento aprendido por Usigli mientras leía a Ibsen -quien pretendió curar los
padecimientos de la burguesía nórdica-, y en Bernard Shaw, quien tenía la
convicción dramática de curar a Inglaterra. Así Usigli era un esteta que quería
mejorar su sociedad, por lo que al escribir su primera novela el autor proyectaba en
las vicisitudes del protagonista parte de su propia lucha: ¿cómo medir los males de
la hipocresía de una sociedad? Se perfilaban dos caminos: la búsqueda de la verdad
y el acrecentamiento de la hipocresía hasta lograr la ruptura de lo social. Tanto
César Rubio como Roberto de la Cruz son exagerados en sus gesticulaciones, el
primero en su descubrimiento de su verdad interior y el segundo en su sofisticación
estética. Podrá parecer una conclusión desproporcionada pero cuando analizamos
las polaridades usiglianas, veremos que la polaridad ética balancea en un extremo
la búsqueda de la verdad por la razón, y en el otro, el lado oscuro del hombre que
busca el crimen y la locura. No deja de ser significativo que entre las protagonistas
de las obras de Usigli, varias coinciden con nombres amados por el autor: Carlota,
la esposa de la novela, tiene el mismo nombre de la madre de Usigli, y que también
coincide con su personaje perturbado de Corona de sombras; por su parte, Lavinia
llegó a ser el nombre de una de las hijas del autor. El comentario de Xavier
Villaurrutia de que Usigli era Narciso, per o no mirándose al espejo: mirándose
desde el espejo, nos obliga a reconsiderar la concepción sicológica de todo artista
como narcista, para agregar otra más atrevida: el artista nos deja la visión que ve
desde el otro lado del espejo con una perspectiva estética, es un Narciso mirándose
y mirándonos desde más allá del espejo. Narciso individual versus narcisismo
social. Como autor, Usigli buscó confrontar al individuo con su sociedad, logrando
contraponer la verdad versus la mentira, como en El apóstol y en El gesticulador,
pero también poniendo a prueba los límites y los cánones de una sociedad hipócrita,
como en El niño y la niebla o en Ensayo de un crimen.
El título de
Ensayo invita a pensar en el teatro, y acaso en un novelista bisoño que escribe el
ensayo de una novela; sin embargo, el logro de su autor es completo. A seis
décadas de su impresión, la lectura de esta novela comprueba la pertinencia
histórica del texto y su influencia en el devenir del género narrativo en México. José
Emilio Pacheco afirma en su prólogo a Tiempo y memoria en conversación
desesperada que Usigli «es el verdadero novelista del grupo»40. Un autor que no
soñó con ser el novelista de la generación de los Contemporáneos -aunque no
perteneció ni quiso pertenecer a este grupo-, escribió la mejor novela mexicana de
esos años compartidos. Usigli fue un escritor en soledad mexicana, pero en
compañía intelectual de autores extranjeros. Sus lecturas de la narrativa francesa
fueron en esa lengua; igualmente leyó en inglés las novelas británicas y
norteamericanas. Las influencias nacidas de las sabias lecturas de Usigli incluyen
Del asesinato considerado como una de las bellas artes (1827), a Thomas de
Quincey, y The Decay of Laying, de Oscar Wilde; junto a aromas literarios que
recuerdan lecturas de Poe y Chesterton. Todas estas influencias son superadas por
una novela con temática propia y con una trama nacida más de la sicología de los
personajes que de la deuda literaria. José Luis de la Fuente ha apuntado el
paralelismo generacional de esta novela noir:

Ensayo de un crimen no es una novela que dibuja un paisaje tradicionalmente


campirano, ni en la que los personajes sean considerados paradigmas de nada, no
hay lucha de clases ni reivindicación social. Se presenta un hábitat urbano, frívolo y
descarnado, donde los personajes buscan su felicidad sin importarle ninguna
creencia ni principio. Es interesante apuntar que los novelistas consagrados de la
misma década, como Agustín Yáñez, con Al filo del agua (1948) o de la década
anterior, como Mauricio Magdaleno, con El resplandor (1937), no lograron
entusiasmar a un grupo de seguidores que recrearan su estilo conformando una
corriente de narrativa. Toda una generación de escritores mexicanos parte de esta
novela como paradigma primero: Ensayo de un crimen es la novela que sirve de
punto de partida para la gestación de un piélago de meritorias novelas, con
escritores tan afamados como Rafael Bernal, Jorge Ibargüengoitia, Vicente Leñero,
Paco Ignacio Taibo II y Sergio Pitol. En otra vertiente y sin pertenecer al género noir,
la novela de Usigli es pionera de la literatura de la Onda y de la novelística mexicana
publicada a partir de los años sesenta; por ejemplo de la obra de José Agustín,
Gustavo Sainz, Salvador Elizondo y José Emilio Pacheco. Ninguno de estos autores
le debe influencias a Yáñez o Magdaleno, a pesar de que estos escritores fueron
los que alcanzaron el reconocimiento oficial.
En 1973 Usigli publicó un segundo relato,

Obliteración , con 22 láminas de la pintora Sofía Bassi, en una edición de mil


ejemplares firmados por el autor y la artista plástica. No consta al calce el nombre
de la editorial y el colofón informa que se imprimió en la ciudad de Aguascalientes,
en el registro aparecen las iniciales de R. U. y su dirección de ciudad de México:
Roma 32, departamento 37, México 6, D. F.; así es que debe ser considerada
edición de autor42. Es una novela escrita al menos en tres períodos diferentes. En
medio de la narración aparece la fecha de escritura, el 28 de junio de 1949, mientras
que el prólogo está fechado entre el 11 y el 12 de junio de 1969. Nuevamente el
narciso usigliano toma cuerpo y se transforma en personaje. El mismo autor deja
una nota al respecto: «Los personajes son mitad verdad y mitad mentira, y por ello
pueden volverse con el andar del tiempo todos mentira o todos verdad»
La narración está también dividida por 22 grabados -en conjuntos de dos a cuatro
grabados por vez- de Sofía Bassi (1930-1998), una artista plástica que pertenece a
la escuela del surrealismo mexicano, junto con Remedios Varo y Leonora
Carrington. El título de la narración se refiere a borrar las trazas de un sueño que
parte de la precisión de los sueños no soñados, del primer capítulo, hasta el sueño
sin fin, del octavo capítulo. La trama presenta cómo el azar se introduce en la vida
de un hombre -sin nombre pero que pudiera llamarse Rodolfo- para que conozca a
la baronesa van Helder, una anciana que ayuda al protagonista narrador a
ampararse en una tupida lluvia, quien era hija de un militar belga que acompañó a
México a Maximiliano y Carlota. El encuentro no puede repetirse porque se
desvanece la mujer y la villa La Esperanza; sin embargo el hombre se ha
enamorado más de una escultura de la mujer que de ella misma. Una obsesión
oscurece la mente del hombre, quien viaja a Londres para buscar más datos de la
dama, pero los años pasaron y ahora sólo vive un sobrino del hombre a quien la
dama amó. El sobrino posee la escultura y ésta pasa a manos del hombre, quien la
entroniza en un nicho. Sin embargo, la efigie tiene que ser destruida por petición del
testamento del tío, como condición obligatoria antes de recibir su herencia, así que
el hombre compra un martillo y destruye la obra de arte. Dentro descubre un papel
que prueba que la dama ayudó a la resistencia francesa y fue procesada durante la
II guerra mundial, así que nunca la pudo conocer personalmente el hombre. ¿Sueño
evanescente o imaginación enferma? La narración se interrumpe sin final para el
personaje protagónico cuando ha destruido el busto y encontrado un documento
dentro que prueba las labores de la resistencia en Bélgica de la baronesa van
Helder. El hombre va a salir a Bélgica para asegurar que el nombre de la heroína
anónima sea conocido junto con su sacrificio, ya que fue fusilada por la milicia nazi-
fascista.
La narración está hilvanada en primera persona, con un lenguaje literario de un
soliloquio no escuchado por nadie. Es un cuento de misterio de largo aliento cuyo
verdadero protagonista son las palabras y los espacios pincelados. Para el año de
1973 no tiene novedad literaria, pero para 1949 es un antecesor del realismo
mágico. Esa fue la razón por la que Usigli dejó la fecha de la primera parte, para
probar que es un texto pionero en una forma de estilo, que sería continuado por
Aura, de Carlos Fuentes. Por desgracia el cuento no llegó a ser terminado en la
década de los cuarenta y sólo vio la luz cuando la literatura latinoamericana había
experimentado el «boom». La edición lujosa de este libro de gran formato, con la
letra de tamaño desmesurado y los tropiezos de los títulos de los mini capítulos y la
veintena de grabados de manchas negras son impedimentos para que la lectura
sea intensa y continuada. Es un excelente cuento de atmósferas y ensoñaciones
sobre la fascinación de un hombre solitario -que es mexicano y que pasa la
posguerra en París, que bebe whisky y brinda champagne Piper Heidsick extra dry-
con el busto escultórico de una dama. Tras la anécdota pudiera esconderse la
historia varios estímulos creativos para que el autor escribiera la obra: La historia
sucede en Bélgica, el país de su personaje Carlota; la historia apócrifa o no, de un
hijo de la emperatriz Carlota que fue fusilado por las fuerzas francesas en la
segunda guerra mundial; muchas de las características de la Voz narrativa
coinciden con Usigli, quien estuvo en Francia después de la segunda guerra
mundial, quien bebía whisky y champagne, y a quien le hubiera interesado
sobremanera charlar con una veterana de la resistencia belga, tanto como a Erasmo
Ramírez le interesaba entrevistar a la emperatriz Carlota. En resumen, Obliteración
es una pieza usigliana escrita a manera de rompecabezas narrativo, que muestra y
enaltece las enormes capacites de su autor en la narrativa; aptitudes que quedaron
afirmadas con una novela sin par, un cuento de gran aliento y, por desgracia, nada
más.
Es sabido que Usigli inició una novela que tuvo el título temporal de «Inteligencias
estériles», sobre los Contemporáneos y que nunca fue publicada. Esta novela es
mencionada por su autor en la Advertencia que preludia Obliteración: «Una novela
espera también su remate después de veinte años corridos "Inteligencias estériles",
iniciada en París en 1945 y quizá predestinada a ser concluida en Noruega»43. Sin
embargo, Octavio Paz disuadió al autor de que no continuara con la escritura. Si
hubiera sido una novela urbana, con la recreación del mundillo cultural de los años
20 y 30, hubiera sido muy interesante; como posteriormente lo fue Tres tristes tigres
, de Cabrera Infante, considerada entre otros mérito el mejor retrato de la Habana
intelectual pre castrista. Hoy tenemos información detallada del mundillo culto de la
ciudad de México de los años 20 y 30, pero por vía metonímicamente histórica, no
poseemos una narración metafórica de este período trascendente en la literatura y
el teatro mexicanos. La narrativa no fue un logro de los contemporáneos y no nos
legaron un testimonio creativamente fidedigno suyo.

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