Byung Chul Hand. Articulo Ochiuzzi.

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 5

BYUNG CHUL HAND Y EL PANÓPTICO DIGITAL. OCHIUZZI JAVIER. LA IZQUIERDA DIARIO.

6 de octubre de 2019

Nacido en Corea del Sur y formado en Alemania, donde se especializó en


Heidegger, hoy por hoy es el pensador más difundido en torno a la crítica
de los usos, peligros y vicios de la sociedad digital en donde se erige el
nuevo “panóptico digital” y el “Big Data”. Pero antes que nada es también
un filósofo del padecimiento y el lamento que lo llevó a negar los propios
avances de la técnica y sus beneficios en forma reaccionaria.
Cada uno de sus libros ha servido para dibujar las siluetas de la sociedad digital
que habitamos. La explotación devenido en autoexplotación según La sociedad
del cansancio (2012), la gran nube de información que cruza todos los datos de
las redes sociales llamada Big Data brinda psicoperfiles de los usuarios que son
usados para controlarlos según La sociedad de la transparencia (2013), un
hombre digital y sin clase social se diluye en En el enjambre (2014), la represión
ha sido sustituida por el exceso de información y de placer según La expulsión
de lo distinto (2017). Lo cierto es que en sus obras Byung-Chul Han describió a
un sujeto contemporáneo que tiene resueltas sus necesidades básicas, pero no
sus angustias. Que al estar expuesto como mercancía en las redes sociales
entre el flagelo de la transparencia o el auge de la autoexploración, se
encuentra deserotizado, cansado y víctima del vértigo que le impone a su vida
la sociedad del rendimiento.

Si el aporte filosófico de Michel Foucault contra el capitalismo fue la fundación


en los años 60 del Grupo de Información sobre las Prisiones, con el fin de
denunciar las condiciones carcelarias y el análisis de las nuevas formas de
dominación, para lograr desenmascarar cómo el Estado aumentaba y
desarrollaba nuevas formas de control en la población, Byung-Chul Han le viene
a dar una vuelta de tuerca más al planteo, analizando el arsenal de
herramientas digitales con las que el sistema nos somete y controla.

El profeta del Big Data

Hay dos conceptos que son centrales en Foucault y en su teoría del poder:
Panóptico y Biopolítica. Para el autor el poder no se posee, sino que se ejerce
en relaciones no-igualitarias. Está presente en todos los ámbitos de las
sociedades, no hay zonas sin poder. En este sentido, se sostiene que toda la
sociedad es un complejo de relaciones físicas de poder en donde el Panóptico
es la manifestación más acabada de esta nueva forma de control (capitalista)
que se materializa en esta máquina que se ocupa de disociar el ver-ser visto.

Byung-Chul Han tomó todos estos conceptos y los actualizó al calor del siglo
XXI. El panóptico se modernizó en la forma de las redes sociales, ahora “cada
uno es panóptico de sí mismo” [1]. La antigua Biopolítica quedó ahora superada
por la “Psicopolítica” y su psicopoder, que se basa en la creación de
psicoperfiles de la población a partir del cruzamiento de datos e información
recopilada en nubes online denominadas Big Data, que son administradas por
las empresas y ofrecidas como mercadería al Estado Big Brother, creando así
una forma de control y organización social llamadas Big Deal. Que según el
autor significaría “el fin de la libertad”.
El mundo de Byung-Chun Han es posmoderno, poscapitalista y posmarxista. En
primer lugar, ya no hay más clases sociales:

El imperio global no es ninguna clase dominante que explote a la multitud, pues


hoy cada uno se explota a sí mismo, y se figura que vive en la libertad. […] En
el imperio propiamente no gobierna nadie. El constituye el sistema capitalista
mismo, que recubre a todos. Así, hoy es posible una explotación sin
dominación [2].

Los habitantes del panóptico digital no son prisioneros. Ellos viven en la ilusión
de la libertad. Tal desarrollo hay del individualismo en esta época que ya no
existe el “otro” ni siquiera como explotador que me fuerza a trabajar y me aliena
de mí mismo; en realidad, me exploto a mí mismo voluntariamente creyendo
que me estoy realizando. El trabajador desapareció, ya no hay más, solo
“usuarios digitales”. El individualismo se desarrolló tanto que reemplazó al
partido político como forma de organización, las masas ahora son “enjambres
de puras unidades”. En este mundo de sensación de libertad es imposible la
resistencia y mucho menos una revolución ya que “no existen otros de quienes
provenga una represión” [3].

Filosofía para invernadero

La realidad que describe este autor en sus textos es dura y de un pesimismo


inexorable. Es un mundo en donde somos explotados inconscientemente por un
sistema económico que solo quiere nuestros datos personales de usuarios, ya
que la ganancia socialmente producida, o riqueza, no se la lleva nadie ya que
no hay clases sociales [¡!].La salida que ha encontrado este pensador crítico
para no sucumbir ante semejante realidad es un argumento que podría haber
dicho el propio Heidegger: simplemente, no-ser. Lo que el autor nos propone es
que dejemos de ser funcionales al sistema que nos oprime de forma pasiva
“vaciando nuestro ser”:

El arte de la vida como praxis de la libertad tiene que adoptar la forma de una
des-psicologización. Desarma la Psicopolítica como medio de sometimiento. Se
despsicologiza y vacía al sujeto a fin de que quede libre para esa forma de vida
que todavía no tiene nombre [4].

Más concretamente, lo que propone es que nos convirtamos en “idiotas” en el


sentido clásico del término, el cual significa preocuparse solo por lo privado o
personal. “El idiotismo descubre al pensamiento un campo inmanente de
acontecimientos y singularidades que escapa a toda subjetivización y
psicologización” [5]. ¡No se deje dominar y sea un idiota! es la estrategia que
nos propone Byung-Chul Han para oponerse a la sociedad del cansancio. Ya
que al fin y al cabo “el idiota no es ningún sujeto: más bien una existencia floral,
simple apertura hacia la luz” [6].

El autor en cuestión tiene una fórmula propia de resistencia política que no


convierte en categoría o programa político, pero comparte: hace diecisiete años
que no tiene celular, no hace turismo, en casa solo escucha música analógica
("tengo un ’Rocola’ y dos pianos") y ha dedicado tres años de su vida a “cultivar
un jardín secreto", cuya experiencia y conclusiones teóricas plasmó este año
en Loa a la Tierra. Un viaje al jardín (Barcelona, Herder, 2019). En esta obra
plantea atentar individualmente contra el sistema desde el no-hacer: hay que
vaciarse de esa lógica occidental que pretende encontrarle una recompensa o
beneficio a cada acción o decisión que tomamos, y simplemente liberarnos de la
economía detrás de nuestros movimientos. El filósofo coreano tiene a la
digitalización por enemiga del silencio y de lo táctil, una aniquiladora de “la
propia realidad”. Su pequeño jardín, en cambio, le amplía el mundo, recupera la
noción de su ser y tiempo.

Más allá de las parábolas de tipo religiosa o las referencias a la filosofía de


Martin Heidegger, lo que Byung-Chul Han está proponiendo es negar o dejar las
redes sociales, lo cual hoy podemos considerar como una especie de parodia
del “ludismo” [7] del siglo XXI. Los avances técnicos y tecnológicos son
impresionantes e incluso han demostrado la capacidad de ser muy útiles en las
luchas contra el sistema, como lo mostraron las rebeliones durante la
“Primavera Árabe” o con los “Chalecos Amarillos” en Francia, y ni hablar de los
manifestantes de Hong Kong que actualmente están usando aplicaciones como
Tinder o Pokemón para organizar sus intervenciones callejeras. Aquí nos
centraremos en este aspecto.

Una loa no es un manifiesto

Tal y como en el siglo XIX contra la maquinaria capitalista surgieron en la


izquierda quienes tenían un discurso tecnófobo, hoy también aparecen sectores
críticos que demonizan las redes, algunos con fundamentos concretos, pero
exagerados.

En el documental El gran hackeo (Netflix 2019) se cuenta el caso de Cambridge


Analityca, una empresa de “campañas electorales” que, valiéndose de la
información obtenida de los datos personales de la población vendidos por
Facebook, influyó y operó políticamente en las elecciones norteamericanas que
dieron por ganador a Trump y, en el caso de Brasil, a Bolsonaro (entre muchos
otros países).

Subvertir la tecnología al servicio de la lucha de los explotados en una tarea de


la izquierda en el siglo XXI. Desde el 2011 los movimientos juveniles se
apropiaron de las redes sociales para fomentar la organización política. Del 15M
en el Estado Español, la Primavera Árabe, el Occupy en Estados Unidos y en
México con el #YoSoy132. Las redes sociales fomentaron la organización, no la
reemplazaron, pero su empleo ayudó a organizar las protestas callejeras,
enfrentar la represión y realizar asambleas.

En el 2011 la revista Time eligió como personaje del año a ‘Theprotester’, en


honor a los jóvenes que habían salido a la lucha en la llamada Primavera Árabe,
ganándose el respeto de todo el mundo al tirar abajo regímenes como el de
Mubarak en Egipto, y donde todos señalaban el uso de las plataformas Twitter y
Facebook como catalizadores y hasta ordenadores del descontento social. Esta
adopción de un instrumento técnico como principal referencia para interpretar
un fenómeno social es el principal rasgo y defecto de los que se podría
denominar determinismo tecnológico. Ninguna herramienta puede ser motor de
cambio por sí misma; las redes sociales trabajan sobre un escenario de
tensiones sociales reales y a lo sumo puede catalizar procesos de una manera
distinta a las conocidas, con más velocidad y otras escalas, pero no
determinarlos.

¿Los datos personales a quién le pertenecen?

La minería de datos fue señalada por The Economist, en mayo de 2017, como


“el recurso más valioso del mundo”; las acciones de Facebook y Twitter en la
bolsa de valores en Wall Street llegaron a cotizar más que la de las petroleras,
el valor de los datos personales llegó a cotizar más que el barril de crudo. Así se
establecieron nuevas reglas de competencia, los nacientes gigantes
tecnológicos fueron negociando con los representantes de los medios
tradicionales a lo largo de los años, logrando así alianzas comerciales lucrativas
para ambos, ya que bajo el dominio de los algoritmos no existe ninguna
verdadera democracia en la difusión de la información salvo que medie el dinero
o los grandes acuerdos comerciales. Y aunque no medie, el algoritmo tiene el
objetivo de concentrar a los usuarios en “burbujas de eco” que permiten
familiarizarse y conocer mejor sus gustos y de esa forma elaborar psicoperfiles
acabados que se comercian.

En La sociedad de la transparencia (2013) Byung-Chul Han remarca que parte


del dominio inexorable de las redes sociales está en el hecho de que la gente
voluntariamente entrega sus datos e información a las corporaciones por medio
de las redes, pero nada más lejano de la realidad. Los datos personales son
sustraídos involuntariamente a los usuarios por medio del engaño y abuso, no
es algo que los usuarios acepten de forma consciente. Nadie entregaría sus
datos sabiendo que las plataformas se quedan con el derecho de autor de los
mismos para venderlos.

El mundo post

El mundo que nos dibuja Byung-Chul Han es la muestra más acabada del
paradigma filosófico neoliberal imperante: un mundo posideológico, pospolítico,
posindustrial, posnacional, postrabajo y, en definitiva, posmoderno, donde la
única certeza es el dominio absoluto del neoliberalismo y la predominancia de la
derecha. En ese sentido la filosofía del autor es fomentar el escepticismo en la
posibilidad de nuevas revoluciones que den por tierra con el dominio del capital.
En la filosofía post la autonomía de la política pasó a depender casi
exclusivamente del discurso, que queda supeditado a las redes sociales, el Big
Data y la micro segmentación.

Pero tanto el Big Data como los algoritmos que la controlan son parte de lo que
Marx llamo “general intellect” [8] de la humanidad. Aunque hoy usado de un
modo contrarrevolucionario, despótico y reaccionario, es parte de la actividad
creadora de la humanidad. Karl Marx sostenía que este intelecto general o
colectivo es la acumulación histórica de conocimientos y experiencia realizados
a lo largo de generaciones, que el capitalismo intenta privatizar para ponerlo a
producir ganancias.

Esto se puede apreciar en el hecho de que las patentes, los servidores y los
cableados se encuentran en manos privadas. Cuando fueron los disturbios de
Egipto en la Primavera Árabe fueron las empresas las que bloquearon la
mensajería; cuando comenzaron las movilizaciones de protesta en China, fue el
Estado el que cortó los servidores. La expropiación de todos estos recursos
tiene necesariamente que ser una tarea de primer orden para que estén al
servicio de la sociedad en su conjunto.

El control de la tecnología total del capital se podría convertir en una potencia


productiva social para toda la humanidad y con ello de la riqueza general total.
Pero eso solo será posible si la clase trabajadora conquista el poder del Estado,
expropia a la burguesía y pone esos recursos en función de la planificación
democrática de la economía no para la ganancia sino satisfacer las
necesidades sociales, como parte del camino para acabar con las explotación,
la opresión, las clases y el Estado, es decir, hacia el comunismo.

Las redes sociales y la lucha de clases

El uso de la tecnología es básicamente un efecto de otras causas; ni las


instituciones que las regulan, ni los usos y prácticas culturales que la sustentan,
son determinadas de manera aislada. Toda reactivación de la lucha de clases,
todo proceso de rebelión o revolución, trastocará inevitablemente el uso de las
redes. Movimientos de movilización internacional como el de las mujeres
muestra la vitalidad actual de las conexiones que también se potencian por la
red.

Por otro lado, la contradicción que se presenta hoy tiene dos caras: es un error
pensar que dado que los algoritmos son instrumentos de control no debemos
usar redes sociales desde un punto de vista de izquierda. Pero por otro lado,
también lo es que su uso sin actividad en las calles y en la lucha de clases
pueda modificar las condiciones sociales. La discusión que queremos abrir es
que el problema nunca es la tecnología, sino en manos de quién está, y que
bajo otra lógica, los avances tecnológicos podrían potenciar el espíritu creativo,
liberador y disfrutable. Mientras que bajo la lógica capitalista esos avances
sirven para la dominación, la estafa y el control.

También podría gustarte