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01 Pascua Par D

En 3 oraciones o menos: 1) El documento presenta las lecturas para el Domingo de Pascua, incluyendo pasajes de la Biblia que describen la liberación de Israel de Egipto y la resurrección de Jesús. 2) Las lecturas describen cómo Dios dividió el Mar Rojo para que Israel pudiera cruzar, la promesa de Dios de dar a su pueblo un nuevo corazón y espíritu, y el bautismo de los cristianos con Cristo a través de su muerte y resurrección. 3) La última lectura narra
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01 Pascua Par D

En 3 oraciones o menos: 1) El documento presenta las lecturas para el Domingo de Pascua, incluyendo pasajes de la Biblia que describen la liberación de Israel de Egipto y la resurrección de Jesús. 2) Las lecturas describen cómo Dios dividió el Mar Rojo para que Israel pudiera cruzar, la promesa de Dios de dar a su pueblo un nuevo corazón y espíritu, y el bautismo de los cristianos con Cristo a través de su muerte y resurrección. 3) La última lectura narra
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DOMINGO DE PASCUA

DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR


Hoy, la Vigilia pascual reemplaza el Oficio de Maitines. Los que no han asistido a la Vigilia lean,
por lo menos, cuatro lecturas, con sus cánticos y oraciones. Conviene usar las que aquí se
ponen.

Los Maitines comienzan directamente por las lecturas.

PRIMERA LECTURA

Del libro del Exodo 14, 15-15, 1

Los israelitas entraron en medio del mar a pie


enjuto

En aquellos días, 14 15
El Señor dijo a Moisés:

«¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los hijos de


Israel que se pongan en marcha. 16 Y tú, alza tu
cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo,
para que los hijos de Israel pasen por medio del mar,
por lo seco. 17 Yo haré que los egipcios se obstinen y
entren detrás de ustedes, y me cubriré de gloria a
costa del faraón y de todo su ejército, de sus carros
y de sus jinetes. 18 Así sabrán los egipcios que yo soy
el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa
del faraón, de sus carros y de sus jinetes».
19
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al
frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia.
También la columna de nube, que iba delante de
ellos, se desplazó y se colocó detrás, 20 poniéndose
entre el campamento de los egipcios y el
campamento de los hijos de Israel. La nube era

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tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los
ejércitos pudieran aproximarse el uno al otro.
21
Moisés extendió su mano sobre el mar y el Señor
hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este
que sopló toda la noche; el mar se secó y se
dividieron las aguas. 22 Los hijos de Israel entraron
en medio del mar, en lo seco, y las aguas les hacían
de muralla a derecha e izquierda. 23 Los egipcios los
persiguieron y entraron tras ellos, en medio del mar:
todos los caballos del faraón, sus carros y sus
jinetes.
24
Era ya la vigilia matutina cuando el Señor miró
desde la columna de fuego y humo hacia el ejército
de los egipcios y sembró el pánico en el ejército
egipcio. 25 Trabó las ruedas de sus carros,
haciéndolos avanzar pesadamente.

Los egipcios dijeron:

«Huyamos ante Israel, porque el Señor lucha por él


contra Egipto».
26
Luego dijo el Señor a Moisés:

«Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas


sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes».
27
Moisés extendió su mano sobre el mar; y al
despuntar el día el mar recobró su estado natural,
de modo que los egipcios, en su huida, toparon con
las aguas. Así precipitó el Señor a los egipcios en
medio del mar. 28 Las aguas volvieron y cubrieron los
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carros, los jinetes y todo el ejército del faraón, que
había entrado en el mar. Ni uno solo se salvó. 29 Mas
los hijos de Israel pasaron en seco por medio del
mar, mientras las aguas hacían de muralla a
derecha e izquierda.
30
Aquel día salvó el Señor a Israel del poder de
Egipto, e Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla
del mar. 31 Vio, pues, Israel la mano potente que el
Señor había desplegado contra los egipcios, y temió
el pueblo al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés,
su siervo.

15 1 Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron


este canto al Señor:

SALMO RESPONSORIAL
Cántico Ex 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18

«Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria,


† caballos y carros ha arrojado en el mar.
2
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
Él fue mi salvación.

Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
3
El Señor es un guerrero,
su nombre es “El Señor”.
4
Los carros del faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
5
Las olas los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras.

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6
Tu diestra, Señor, es magnífica en poder,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo.
17
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu
heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
18
El Señor reina por siempre jamás».
SEGUNDA LECTURA

Del libro del profeta Ezequiel 36, 16-28

Derramaré sobre ustedes un agua pura y les daré un


corazón nuevo

36 16 
Me vino esta palabra del Señor:
17
«La casa de Israel profanó con su conducta y sus
acciones la tierra en que habitaba. Su conducta era
a mis ojos como la impureza de la regla. 18 Me
enfurecí contra ellos, por la sangre que habían
derramado en el país, y por haberlo profanado con
sus ídolos. 19 Los dispersé por las naciones, y
anduvieron dispersos por diversos países. Los he
juzgado según su conducta y sus acciones.

Al llegar a las diversas naciones, profanaron mi


20 

santo nombre, ya que de ellos se decía: “Estos son


el pueblo del Señor y han debido abandonar su
tierra”.

Así que tuve que defender mi santo nombre,


21 

profanado por la casa de Israel entre las naciones


adonde había ido.
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Por eso, di a la casa de Israel: “Esto dice el Señor,
22 

Dios: No hago esto por ustedes, casa de Israel, sino


por mi santo nombre, profanado por ustedes en las
naciones a las que fueron. 23 Manifestaré la santidad
de mi gran nombre, profanado entre los gentiles,
porque ustedes lo han profanado en medio de ellos.
Reconocerán las naciones que yo soy el Señor –
oráculo del Señor, Dios–, cuando por medio de
ustedes les haga ver mi santidad.
24
Los recogeré de entre las naciones, los reuniré de
todos los países y los llevaré a su tierra.
25 
Derramaré sobre ustedes un agua pura que los
purificará: de todas sus inmundicias e idolatrías los
he de purificar; 26 y les daré un corazón nuevo, y les
infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de su carne el
corazón de piedra, y les daré un corazón de carne. 27
Les infundiré mi espíritu, y haré que caminen según
mis preceptos, y que guarden y cumplan mis
mandatos. 28 Y habitarán en la tierra que di a sus
padres. Ustedes serán mi pueblo, y yo seré su Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 41, 3. 5bcd; 42, 3. 4

Ant. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi


alma te busca a ti, Dios mío.

Como busca la cierva


corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
 
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†tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
 
Cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa
de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

Envía tu luz y tu verdad;


que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
 
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.

Ant. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi


alma te busca a ti, Dios mío.

TERCERA LECTURA

De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-


11

Cristo, una vez resucitado de entre los muertos,


ya no muere más

Hermanos: 6 3 ¿Es que no saben que cuantos


fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados
en su muerte? 4 Por el bautismo fuimos sepultados
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con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo
resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre,
así también nosotros andemos en una vida nueva. 5
Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte
como la suya, lo seremos también en una
resurrección como la suya.
6
Sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado
con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de
pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de
servir al pecado; 7 porque quien muere ha quedado
libre del pecado.
8
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también
viviremos con él; 9 pues sabemos que Cristo, una vez
resucitado de entre los muertos, ya no muere más;
la muerte ya no tiene dominio sobre él. 10 Porque
quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez
para siempre; y quien vive, vive para Dios. 11 Lo
mismo ustedes, considérense muertos al pecado y
vivos para Dios en Cristo Jesús.

SALMO RESPONSORIAL

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.


Salmo 117, 1-2. 16ab. 17. 22-23

Dad gracias al Señor porque es bueno,


porque es eterna su misericordia.
 
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
 
.
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No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
 
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

CUARTA LECTURA

Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 1-


10

Ha resucitado de entre los muertos y va por


delante de vosotros a Galilea

28 1 Pasado el sábado, al alborear el primer día


de la semana, fueron María la Magdalena y la otra
María a ver el sepulcro. 2 Y de pronto tembló
fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor,
bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se
sentó encima. 3 Su aspecto era de relámpago y su
vestido blanco como la nieve; 4 los centinelas
temblaron de miedo y quedaron como muertos.
5
El ángel habló a las mujeres:

«Ustedes no teman, ya sé que buscan a Jesús el


crucificado. 6 No está aquí: ¡ha resucitado!, como
había dicho. Vengan a ver el sitio donde yacía 7 y
vayan aprisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado

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de entre los muertos y va por delante de ustedes a
Galilea. Allí lo verán”. Miren, se lo he anunciado».
8
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas
de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los
discípulos.
9
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:

«Alégrense».

Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se


postraron ante él. 10 Jesús les dijo: «No teman: vayan
a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea;
allí me verán».

6. TIEMPO PASCUAL

LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA

Comienza el libro de los Hechos de los Apóstoles 1,


1-26

Aparición y ascensión del Señor

1 1 En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo


que Jesús hizo y enseñó desde el comienzo 2 hasta el
día en que fue llenado al cielo, después de haber
dado instrucciones, movido por el Espíritu Santo, a
los apóstoles que había escogido. 3 Se les presentó
él mismo después de su pasión, dándoles numerosas
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pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles
durante cuarenta días y hablándoles del Reino de
Dios.

4
Una vez que comían juntos, les ordenó que no se
alejaran de Jerusalén, sino «aguardaran el
cumplimiento de la promesa del Padre, de la que me
han oído hablar, 5 porque Juan bautizó con agua,
pero ustedes serán bautizados con Espíritu Santo
dentro de no muchos días».

6
 Los que se habían reunido, le preguntaron,
diciendo:

«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a


Israel?».

7
Les dijo:
«No les toca a ustedes conocer los tiempos o
momentos que el Padre ha establecido con su propia
autoridad; 8 en cambio, recibirán la fuerza del
Espíritu Santo que va a venir sobre ustedes y serán
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y
hasta el confín de la tierra».

9
Dicho esto, a la vista de ellos, se fue elevado al
cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. 10
Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba
marchando, se les presentaron dos hombres
vestidos de blanco, 11 que les dijeron:

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«Galileos, ¿qué hacen ahí plantados mirando al
cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre
ustedes y llevado al cielo, volverá como lo han visto
marcharse al cielo».

12
Entonces se volvieron a Jerusalén, desde el monte
que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo
que se permite caminar en sábado. 13 Cuando
llegaron, subieron a la sala superior, donde se
alojaban: Pedro y Juan y Santiago y Andrés, Felipe y
Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y
Simón el Zelotes y Judas el de Santiago. 14 Todos
ellos perseveraban unánimes en la oración, junto
con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y
con sus hermanos.

15
Uno de aquellos días, Pedro se puso en pie en
medio de los hermanos (había reunidas unas ciento
veinte personas) y dijo:

16
«Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu
Santo, por boca de David, había predicho, en la
Escritura, acerca de Judas, el que hizo de guía de los
que arrestaron a Jesús, 17 pues era de nuestro grupo
y le cupo en suerte compartir este ministerio. 18 Este,
pues, adquirió un campo con un salario injusto y,
cayendo de cabeza, reventó por medio y se
esparcieron todas sus entrañas. 19 Y el hecho fue
conocido por todos los habitantes de Jerusalén, por
lo que aquel campo fue llamado en su lengua
Hakeldamákh, es decir, campo de sangre. 20 Y es que
en el libro de los Salmos está escrito: “Que su
morada quede desierta, y que nadie habite en ella”,
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y también: “Que su cargo lo ocupe otro”. 21 Es
necesario, por tanto, que uno de los que nos
acompañaron todo el tiempo en que convivió con
nosotros el Señor Jesús, 22 comenzando en el
bautismo de Juan hasta el día en que nos fue quitado
y llevado al cielo, se asocie a nosotros como testigo
de su resurrección.
23
Propusieron dos: José, llamado Barsabá, de
sobrenombre Justo, y Matías.

24
 Y rezando, dijeron:

«Señor, tú que penetras el corazón de todos,


muéstranos a cuál de los dos has elegido 25 para que
ocupe el puesto de este ministerio y apostolado, del
que ha prevaricado Judas para marcharse a su
propio puesto».

26
Les repartieron suertes, le tocó a Matías, y lo
asociaron a los once apóstoles.

RESPONSORIO 1 Pe 1, 3. 13

R./ Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor


Jesucristo, que en su gran misericordia nos ha hecho
nacer de nuevo para una esperanza viva, * por la
resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Aleluya.
V./ Con ánimo dispuesto y vigilante pongan toda su
esperanza en la gracia que les llegará.

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R./ Por la resurrección de Jesucristo de entre los
muertos. Aleluya.”

SEGUNDA LECTURA

San Hipólito de Roma, Homilía 6 en la Pascua


[atribuida] (1,5: PG 59, 735, 743-746)

¡Oh mística largueza! ¡Oh Pascua divina!

Ya brillan los rayos de la sagrada luz de Cristo,


ya aparecen las puras luminarias del Espíritu puro,
que nos abren los tesoros de la gloria celeste y de la
regia divinidad. Disipóse la densa y oscura noche, y
la odiosa muerte ha sido relegada a la oscuridad; a
todos se les brinda la vida, todo rebosa de luz
indeficiente y los que van naciendo entran en
posesión del universo de los renacidos: y el nacido
antes de la aurora, grande e inmortal, Cristo,
resplandece para todos más que el sol. Por eso, en
él nos ha amanecido a los creyentes un día rutilante,
interminable, eterno, la Pascua mística, ya
prefigurada y celebrada por la ley; la Pascua, obra
admirable de la fuerza y el poder de la divinidad, es
realmente la fiesta y el memorial legítimo y
sempiterno: es paso de la pasión a la impasibilidad,
de la muerte a la inmortalidad, de la juventud a la
madurez; es curación tras la herida, resurrección
tras la caída, ascensión tras el descenso. Así es
como Dios realiza cosas grandes, así es como de lo
imposible crea cosas estupendas, para demostrar
que él es el único que puede todo lo que quiere.

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Y así, haciendo uso de su regio poder, rompe,
después de la vida, las ataduras de la muerte, como
cuando gritó: Lázaro, ven afuera, o Niña, levántate,
para mostrar la eficacia de su poder. Por eso se
entregó totalmente a la muerte: para matar en sí
mismo a esa fiera voraz y deshacer el nudo
insoluble. En aquel cuerpo impecable,
incansablemente buscaba la muerte los manjares
que le son propios: miraba a ver si había en él
voluptuosidad, ira, desobediencia, si había
finalmente pecado, que es el alimento preferido de
la muerte: El aguijón de la muerte es el pecado. Pero
como no encontraba en él nada de qué alimentarse,
prisionera de sí misma y extenuada por falta de
alimento, ella misma fue su propia muerte, tal como
muchos justos venían anunciando y profetizando
que sucedería cuando el Primogénito resucitase de
entre los muertos. El permaneció efectivamente tres
días bajo tierra, a fin de salvar en sí mismo a todo el
género humano, incluso a los que existieron antes
de la ley.

Las mujeres fueron las primeras en ver al


Resucitado. Para que así como fue una mujer la que
introdujo en el mundo el primer pecado, fuera
asimismo la mujer la primera en anunciar al mundo
la vida. Por eso las mujeres oyen la voz sagrada,
Alegraos, para que el dolor primero fuera suplantado
por el gozo de la resurrección; y para que los
incrédulos dieran fe a su resurrección corporal de
entre los muertos. Cuando hubo transformado en
hombre celestial la imagen entera del hombre viejo
que había sumido, entonces subió al cielo llevando
consigo aquella imagen de esta forma transformada.
Página 14 de 57
Y viendo las potencias angélicas aquel magnífico
misterio de un hombre que ascendía juntamente con
Dios, gozosas recibieron el encargo de gritar a los
ejércitos celestiales: ¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el
Rey de la gloria.

Y ellas a su vez, viendo un nuevo milagro, es


decir, a un hombre unido a Dios, gritan y dicen:
¿Quién es ese Rey de la gloria? Y las potencias
angélicas interrogadas vuelven a contestar: El Señor
de los ejércitos: él es el Rey de la gloria, el héroe
valeroso, el héroe de la guerra.

¡Oh mística largueza! ¡oh solemnidad espiritual!


¡oh Pascua divina, que desciende del cielo a la tierra
y de nuevo asciende desde la tierra! ¡oh Pascua,
nueva iluminación de las lámparas, decoro virginal
de las candelas! Por eso, ya no se extinguen las
lámparas de las almas, pues por un efecto divino y
espiritual en todos es visible el fuego de la gracia,
alimentado por el cuerpo, el espíritu y el óleo de
Cristo.

Te rogamos, pues, Señor Dios, Cristo, rey


espiritual y eterno, que extiendas tus manos
poderosas sobre tu santa Iglesia y sobre tu pueblo
santo, defendiéndolo, custodiándolo y conservándolo
siempre. Exhibe ahora tus trofeos en favor nuestro,
y concédenos la gracia de poder cantar con Moisés
el canto de victoria, porque tuya es la gloria y el
imperio por los siglos de los siglos. Amén.

RESPONSORIO SAL 95,2; 28, 1-2

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R. Cantad al Señor, Aleluya, cantad al Señor,
bendecid su nombre, * anunciad día tras día su
salvación, Aleluya, Aleluya.
V. Dad al Señor gloria y poder, dad al Señor la
gloria de su nombre.
R. Anunciad día tras día su salvación, Aleluya,
Aleluya.

HIMNO FINAL

Señor, Dios Eterno, alegres te cantamos,


a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran


y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,


Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los


apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A Ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,


Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
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¡Oh, Cristo!, tú eres el Rey de la gloria,
tú, el Hijo y Palabra del Padre,
tú, el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,


tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,


inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,


como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor


de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,


con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,


y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos


y alabaremos tu Nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
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guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,


ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,


como lo esperamos de Ti.

A ti, Señor, me acojo,


no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN

Dios nuestro, que haces crecer a tu Iglesia dándole


continuamente nuevos hijos por el bautismo,
concédenos ser siempre fieles en nuestra vida a la fe
que en ese sacramento hemos recibido. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos
de los siglos. Amén.

MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA

Del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 1-21

Llegada del Espíritu Santo. Primer discurso de


Pedro

2 1 Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban


todos juntos en el mismo lugar. 2 De repente, se
produjo desde el cielo un estruendo, como de viento
que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde
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se encontraban sentados. 3 Vieron aparecer unas
lenguas, como llamaradas, que se dividían,
posándose encima de cada uno de ellos. 4 Se
llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
concedía manifestarse.

5
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos
venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. 6
Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron
desconcertados, porque cada uno los oía hablar en
su propia lengua. 7 Estaban todos estupefactos y
admirados, diciendo:

«¿No son galileos todos esos que están hablando? 8


Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los
oímos hablar en nuestra lengua nativa? 9 Entre
nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes
de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y
Asia, 10 de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de
Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos
forasteros, 11 tanto judíos como prosélitos; también
hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar
de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

12
Estaban todos estupefactos y desconcertados,
diciéndose unos a otros:

«¿Qué será esto?».

13
Otros, en cambio, decían en son de burla: «Están
borrachos».
Página 19 de 57
14
Entonces Pedro, poniéndose en pie junto con los
Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró
ante ellos:

«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, entérense bien


y escuchen atentamente mis palabras.15 No es, como
ustedes suponen, que estos estén borrachos, pues
es solo la hora de tercia, 16 sino que ocurre lo que
había dicho el profeta Joel:

17
Y sucederá en los últimos días, dice Dios, que
derramaré mi Espíritu sobre toda carne y sus hijos y
sus hijas profetizarán y sus jóvenes verán visiones y
sus ancianos soñarán sueños; 18 y aun sobre mis
siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu en
aquellos días, y profetizarán. 19 Y obraré prodigios
arriba en el cielo y signos abajo en la tierra, sangre y
fuego y nubes de humo. 20 El sol se convertirá en
tiniebla y la luna en sangre, antes de que venga el
día del Señor, grande y deslumbrador. 21 Y todo el
que invocare el nombre del Señor se salvará.

RESPONSORIO Hch 2, 21; cf. 4, 12. 11

R./ Cuantos invoquen el nombre del Señor se


salvarán. * No hay bajo el cielo otro nombre dado a
los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.
Aleluya.
V./ Jesús es la piedra que desechasteis vosotros los
arquitectos, y que se ha convertido en piedra
angular; en ningún otro se encuentra la salud.

Página 20 de 57
R./ No hay bajo el cielo otro nombre dado a los
hombres por el que nosotros debamos salvarnos.
Aleluya.

SEGUNDA LECTURA

Eusebio de Cesarea, Tratado sobre la solemnidad de


la Pascua (4-5: PG 24, 698-699)

Con razón en estos días desbordamos de gozo,


como si ya estuviéramos con el Esposo

Éstas son las nuevas enseñanzas, antiguamente


envueltas en símbolos, pero sacadas recientemente
a plena luz. Y también nosotros inauguramos cada
año esta solemnidad con unos períodos cíclicos de
preparación. Así, antes de la fiesta y como
preparación para la misma, nos ejercitamos en las
prácticas cuaresmales, a imitación de los santos
Moisés y Elías, iterando luego la fiesta misma año
tras año. Emprendido de este modo el camino hacia
Dios, nos ceñimos cuidadosamente la cintura con el
ceñidor de la templanza y, protegiendo cautamente
los pasos de nuestra alma, iniciamos –bien calzados–
la carrera de nuestra vocación celestial; y usando la
vara de la palabra divina y no tan sólo el poder
intercesor de la oración para repeler a los enemigos,
con toda alegría y decisión nos aventuramos por la
senda que nos lleva al cielo, haciéndonos pasar de
las cosas de esta tierra a las celestiales, de la vida
mortal a la inmortalidad.

De esta forma, realizado felizmente este «paso»,


nos espera otra solemnidad aún mayor –solemnidad
Página 21 de 57
que los hebreos llaman Pentecostés– y que es
imagen del reino de los cielos. Dice, en efecto,
Moisés: A partir del día en que metas la hoz en la
mies, contarás siete semanas y de la nueva cosecha
presentarás al Señor panes nuevos. Con esta figura
profética se simbolizaba: por la mies, la vocación de
los gentiles, y por los panes nuevos, las almas
ofrecidas a Dios por los méritos de Cristo, así como
las Iglesias integradas por paganos, por cuyo motivo
se organizan los máximos festejos ante el
acatamiento de Dios, rico en misericordia. Pues
recolectados por las racionales hoces de los
apóstoles, congregadas todas las Iglesias de la tierra
como gavillas en la era, formando un solo cuerpo por
el concorde sentir de la fe, sazonados con la sal de
las doctrinas y mandatos divinos, regenerados por el
agua y el fuego del Espíritu Santo, somos ofrecidos
por Cristo como panes festivos, apetitosos y gratos a
Dios.

Así pues, confrontados los proféticos símbolos de


Moisés con la autenticidad de una realidad de más
santos efectos, hemos aprendido a celebrar una
solemnidad más gozosa que la que se nos
transmitió, cual si ya estuviéramos reunidos con
nuestro Salvador, como si gozáramos ya de su reino.
Por ese motivo, durante estas fiestas no se nos
permite ninguna práctica ascética, sino que se nos
estimula a presentar la imagen del descanso que
esperamos disfrutar en el cielo. Por cuya razón ni
nos arrodillamos en la oración ni nos afligimos con el
ayuno. Pues a quienes fue concedida la gracia de
resucitar en Dios, no parece oportuno que sigan
postrándose en tierra; ni que los que han sido
Página 22 de 57
liberados de las pasiones, sufran lo mismo que
quienes todavía son esclavos de sus apetitos.

Por eso, tras la Pascua y al término de siete


íntegras semanas, celebramos la fiesta de
Pentecostés; de la misma manera que, previamente
a la fiesta de Pascua y durante un período de seis
semanas, aguantamos varonilmente las prácticas
cuaresmales. Pues el número seis es, por así decirlo,
un número que se traduce en actividad y eficacia.
Por esta razón se dice que Dios creó en seis días
todas las cosas. Con razón, pues, a las fatigas que
supusieron la preparación de la primera solemnidad
les siguen las siete semanas preparatorias de la
segunda solemnidad, en que se nos concede un
largo período de descanso, simbolizado por el
número siete.

Considerando, pues, los santos días de


Pentecostés como una imagen del futuro descanso,
no sin razón nuestras almas desbordan de gozo, e
incluso condescendemos con nuestro cuerpo,
concediéndole un respiro, como si ya estuviéramos
con el Esposo. Por lo cual no nos está permitido
ayunar.

RESPONSORIO Ap 5, 5.12

R./ Ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño


de David, * y es capaz de abrir el libro y sus siete
sellos. Aleluya, aleluya.
V./ Digno es el Cordero degollado de recibir el poder,
la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y
la alabanza.
Página 23 de 57
R./ Y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos.
Aleluya, aleluya.

HIMNO FINAL

Señor, Dios Eterno, alegres te cantamos,


a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran


y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,


Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los


apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A Ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,


Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

¡Oh, Cristo!, tú eres el Rey de la gloria,


tú, el Hijo y Palabra del Padre,
tú, el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,


Página 24 de 57
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,


inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,


como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor


de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,


con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,


y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos


y alabaremos tu Nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,


ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,


Página 25 de 57
como lo esperamos de Ti.

A ti, Señor, me acojo,


no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN

Tú, Señor, que nos has salvado por el misterio


pascual, continúa favoreciendo con dones celestes a
tu pueblo, para que alcance la libertad verdadera y
pueda gozar de la alegría del cielo, que ya ha
empezado a gustar en la tierra. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de
los siglos. Amén.

MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA

Del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 22-41

Discurso de Pedro sobre la crucifixión y


resurrección de Cristo

El día de Pentecostés se presento Pedro con los


Once, levantó la voz diciendo:

2 22 Israelitas, escuchen estas palabras: a Jesús el


Nazareno, varón acreditado por Dios ante ustedes
con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó
por medio de él, como ustedes mismos saben, 23 a
este, entregado conforme al plan que Dios tenía
establecido y previsto, ustedes lo mataron,
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clavándolo a una cruz por manos de hombres
inicuos. 24 Pero Dios lo resucitó, librándolo de los
dolores de la muerte, por cuanto no era posible que
esta lo retuviera bajo su dominio, 25 pues David dice,
refiriéndose a él:

Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi


derecha para que no vacile. 26 Por eso se me alegró
el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne
descansará esperanzada. 27 Porque no me
abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás
que tu Santo experimente corrupción. 28 Me has
enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo
con tu rostro.

29
Hermanos, permítanme hablarles con franqueza:
el patriarca David murió y lo enterraron, y su
sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. 30
Pero como era profeta y sabía que Dios le había
jurado con juramento sentar en su trono a un
descendiente suyo, 31 previéndolo, habló de la
resurrección del Mesías cuando dijo que no lo
abandonará en el lugar de los muertos y que su
carne no experimentará corrupción. 32 A este Jesús lo
resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos
testigos.

33
Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo
recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo
ha derramado. Esto es lo que están viendo y oyendo.

Página 27 de 57
34
Pues David no subió al cielo, y, sin embargo, él
mismo dice:

Oráculo del Señor a mi Señor: “Siéntate a mi


derecha, 35 y haré de tus enemigos estrado de tus
pies”.

36
Por lo tanto, con toda seguridad conozca toda la
casa de Israel que al mismo Jesús, a quien ustedes
crucificaron, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».

37
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y
preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:

¿Qué tenemos que hacer, hermanos?

38
Pedro les contestó:

«Conviértanse y sea bautizado cada uno de ustedes


en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de sus
pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. 39
Porque la promesa vale para ustedes y para sus
hijos, y para los que están lejos, para cuantos
llamare a sí el Señor Dios nuestro».

40
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y
los exhortaba diciendo:

«Sálvense de esta generación perversa».

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41
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y
aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

RESPONSORIO Cf. Hch 2, 41, 42. 44; Sal 132, 1

R./ Los que acogieron favorablemente la palabra de


Pedro se hicieron bautizar; eran constantes en
escuchar la enseñanza de los apóstoles. *  Los
creyentes vivían todos unidos, y lo tenían todo en
común. Aleluya.
V./ Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos
unidos.
R./ Los creyentes vivían todos unidos, y lo tenían
todo en común. Aleluya.

SEGUNDA LECTURA

Orígenes, Comentario sobre la carta a los Romanos


(Lib 4,7: PG 14, 986-988)

Si alguien ha sido reconciliado por la sangre de


Cristo, que no se relacione más con lo que es
enemigo de Dios

Ya que han resucitado con Cristo, busquen los


bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la
derecha de Dios; aspiren a los bienes de arriba, no a
los de la tierra, pues el que se conduce de esta
manera, da pruebas de creer en el que resucitó a
nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos y a
éste tal la fe realmente se le cuenta en su haber.
Pues es imposible que a quien retenga en sí una
dosis cualquiera de injusticia, la justicia se le cuente
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en su haber, aunque crea en el que resucitó al Señor
Jesús de entre los muertos, ya que la injusticia nada
puede tener en común con la justicia, como nada
tiene que ver la luz con las tinieblas ni la vida con la
muerte. Por tanto, a los que creen en Cristo, pero no
se despojan de la vieja condición humana, con sus
obras injustas, la fe no se les puede apuntar en su
haber.

Paralelamente podemos afirmar que lo mismo


que al injusto no se le puede contar la justicia en su
haber, así tampoco al impúdico la honestidad, al
inicuo la equidad, al avaro la liberalidad, ni al impío
puede imputársele la piedad, mientras no deponga
la vetusta vestimenta de los vicios y se revista de la
nueva condición creada según Dios y que se va
renovando como imagen de su creador, hasta llegar
a conocerlo.

Fue entregado por nuestros pecados y resucitó


para nuestra justificación, para demostrarnos que
también nosotros hemos de aborrecer y desechar
todo aquello por lo que Cristo fue entregado. Porque
si creemos que Cristo fue entregado por nuestros
pecados, ¿cómo no considerar extraño y hostil todo
tipo de pecado, por el que sabemos que nuestro
Redentor fue entregado a la muerte? En efecto, si
nuevamente entablamos relaciones de interés o de
amistad con el pecado demostramos no valorar
debidamente la muerte de Cristo Jesús, toda vez que
abrazamos y secundamos lo que él expugnó y
venció.

Página 30 de 57
Así que fue entregado por nuestros pecados y
resucitó para nuestra justificación. Porque si hemos
resucitado con Cristo, que es la justicia, y andamos
en una vida nueva, y vivimos según la justicia, Cristo
resucitó para nuestra justificación. Pero si todavía no
nos hemos despojado de la vieja condición humana,
con sus obras, sino que vivimos en la injusticia, me
atrevo a decir que Cristo no ha resucitado aún para
nuestra justificación ni fue entregado por nuestros
pecados. Y si estoy convencido de esto, ¿cómo amo
lo que a él le llevó a la muerte? Si creo que él ha
resucitado para mi justificación, ¿cómo me deleito
en la injusticia? Luego Cristo justifica únicamente a
los que, a ejemplo de su resurrección, emprendieron
una nueva vida, y rechazan como causa de muerte,
los viejos vestidos de la injusticia y de la iniquidad.

Ya que hemos recibido la justificación por la fe,


estamos en paz con Dios, por medio de nuestro
Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el
acceso a esta gracia en que estamos: y nos
gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la
gloria de Dios. Pero para mejor penetrar el sentido
de las palabras del Apóstol, examinemos qué
significa la palabra «paz», la paz que nos viene por
nuestro Señor Jesucristo.

Dícese que hay paz donde nadie disiente, donde


nadie está en desacuerdo, donde no hay ni
hostilidad ni barbarie. Así pues, nosotros que en un
tiempo fuimos enemigos de Dios, siguiendo las
consignas del enemigo hostil, del diablo, si ahora
arrojamos sus armas, estamos en paz con Dios, pero
esto gracias a nuestro Señor Jesucristo, quien por la
Página 31 de 57
ofrenda de su sangre, nos reconcilió con Dios. Por
tanto, si alguien está en paz con Dios y ha sido
reconciliado por la sangre de Cristo, que no se
relacione en adelante con lo que es enemigo de
Dios.

RESPONSORIO 1 Pe 2, 24; Is 53, 5

R./ Cristo llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta


el leño, * para que muertos a los pecados, vivamos
para la justicia.
V./ Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus
cicatrices nos curaron.
R./ Para que muertos a los pecados, vivamos para la
justicia.

HIMNO FINAL

Señor, Dios Eterno, alegres te cantamos,


a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran


y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,


Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los


apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

Página 32 de 57
A Ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,


Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

¡Oh, Cristo!, tú eres el Rey de la gloria,


tú, el Hijo y Palabra del Padre,
tú, el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,


tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,


inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,


como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor


de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,


con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,


y bendice a tu heredad.

Página 33 de 57
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos


y alabaremos tu Nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,


ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,


como lo esperamos de Ti.

A ti, Señor, me acojo,


no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN

Oh Dios, que todos los años nos alegras con la


solemnidad de la resurrección del Señor,
concédenos, a través de la celebración de estas
fiestas, llegar un día a la alegría eterna. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos. Amén.

JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA

Del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 42—3, 11

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La primitiva comunidad; curación del paralítico

Los hermanos 2 42 perseveraban en la


enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la
fracción del pan y en las oraciones. 43 Todo el mundo
estaba impresionado y los apóstoles hacían muchos
prodigios y signos. 44 Los creyentes vivían todos
unidos y tenían todo en común; 45 vendían
posesiones y bienes y los repartían entre todos,
según la necesidad de cada uno. 46 Con
perseverancia acudían a diario al templo con un
mismo espíritu, partían el pan en las casas y
tomaban el alimento con alegría y sencillez de
corazón; 47 alababan a Dios y eran bien vistos de
todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando
a los que se iban salvando.

3 1 Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la


hora de nona, 2 cuando vieron traer a cuestas a un
lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días
en la puerta del templo llamada «Hermosa», para
que pidiera limosna a los que entraban.

3
Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les
pidió limosna. 4 Pedro, con Juan a su lado, se quedó
mirándolo y le dijo:

«Míranos».

5
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían
algo. 6 Pero Pedro le dijo:

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«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en
nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».

7
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al
instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, 8 se
puso en pie de un salto, echó a andar y entró con
ellos en el templo por su pie, dando brincos y
alabando a Dios. 9 Todo el pueblo lo vio andando y
alabando a Dios, 10 y, al caer en la cuenta de que era
el mismo que pedía limosna sentado en la puerta
Hermosa del templo, quedaron estupefactos y
desconcertados ante lo que le había sucedido.

11
Mientras el paralítico seguía aún con Pedro y Juan,
todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al
pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos.

RESPONSORIO Cf. Hch 3, 7-8a; Is 35, 4b. 6a

R./ Pedro, asiendo de la mano derecha al tullido, lo


levantó; al punto cobraron vigor sus pies y tobillos; *
de un salto se puso en pie y echó a andar. Aleluya.
V./ Dios viene en persona y los salvará; entonces
saltará como un ciervo el cojo.
R./ De un salto se puso en pie y echó a andar.
Aleluya.”

SEGUNDA LECTURA

Eusebio de Cesarea, Tratado sobre la solemnidad de


Pascua (7.9.10-12: PG 24, 702-706)

Página 36 de 57
Constantemente somos saciados con el cuerpo
del Salvador y constantemente participamos de la
sangre del Cordero

Los seguidores de Moisés inmolaban el cordero


pascual una vez al año, el día catorce del primer
mes, al atardecer. En cambio, nosotros, los hombres
de la nueva Alianza, que todos los domingos
celebramos nuestra Pascua, constantemente somos
saciados con el cuerpo del Salvador,
constantemente participamos de la sangre del
Cordero; constantemente llevamos ceñida la cintura
de nuestra alma con la castidad y la modestia,
constantemente están nuestros pies dispuestos a
caminar según el evangelio, constantemente
tenemos el bastón en la mano y descansamos
apoyados en la vara que brota de la raíz de Jesé,
constantemente nos vamos alejando de Egipto,
constantemente vamos en busca de la soledad de la
vida humana, constantemente caminamos al
encuentro con Dios, constantemente celebramos la
fiesta del «paso» (Pascua).

Y la palabra evangélica quiere que hagamos


todo esto no sólo una vez al año, sino siempre, todos
los días. Por eso, todas las semanas, el domingo,
que es el día del Salvador, festejamos nuestra
Pascua, celebramos los misterios del verdadero
Cordero, por el cual fuimos liberados. No
circuncidamos con cuchillo nuestro cuerpo, pero
amputamos la malicia del alma con el agudo filo de
la palabra evangélica. No tomamos ázimos
materiales, sino únicamente los ázimos de la
sinceridad y de la verdad. Pues la gracia que nos ha
Página 37 de 57
exonerado de los viejos usos, nos ha hecho entrega
del hombre nuevo creado según Dios, de una ley
nueva, de una nueva circuncisión, de una nueva
Pascua, y de aquel judío que se es por dentro. De
esta manera nos liberó del yugo de los tiempos
antiguos.

Cristo, exactamente el quinto día de la semana,


se sentó a la mesa con sus discípulos, y mientras
cenaba, dijo: He deseado enormemente comer esta
comida pascual con vosotros antes de padecer. En
realidad, aquellas Pascuas antiguas o, mejor,
anticuadas, que había comido con los judíos, no eran
deseables; en cambio, el nuevo misterio de la nueva
Alianza, de que hacía entrega a sus propios
discípulos, con razón era deseable para él, ya que
muchos antiguos profetas y justos anhelaron ver los
misterios de la nueva Alianza. Más aún, el mismo
Verbo, ansiando ardientemente la salvación
universal, les entregaba el misterio Y, que todos los
hombres iban a celebrar en lo sucesivo, y declaraba
haberlo él mismo deseado.

La pascua mosaica no era realmente apta para


todos los pueblos, desde el momento en que estaba
mandado celebrarla en lugar único, es decir, en
Jerusalén, razón por la cual no era deseable. Por el
contrario, el misterio del Salvador, que en la nueva
Alianza era apto para todos los hombres, con toda
razón era deseable.

En consecuencia, también nosotros debemos


comer con Cristo la Pascua, purificando nuestras
mentes de todo fermento de malicia, saciándonos
Página 38 de 57
con los panes ázimos de la verdad y la simplicidad,
incubando en el alma aquel judío que se es por
dentro, y la verdadera circuncisión, rociando las
jambas de nuestra alma con la sangre del Cordero
inmolado por nosotros, con miras a ahuyentar a
nuestro exterminador. Y esto no una sola vez al año,
sino todas las semanas.

Nosotros celebramos a lo largo del año unos


mismos misterios, conmemorando con el ayuno la
pasión del Salvador el Sábado precedente, como
primero lo hicieron los apóstoles cuando se les
llevaron el Esposo. Cada domingo somos vivificados
con el santo Cuerpo de su Pascua de salvación, y
recibimos en el alma el sello de su preciosa sangre.

RESPONSORIO 1 Cor 5, 7.8

R./ Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual:


Cristo, aleluya. * Así, pues, celebremos la Pascua
con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad.
V./ No con levadura vieja - levadura de corrupción y
de maldad -, sino con los panes ácimos de la
sinceridad y la verdad.
R./ Así, pues, celebremos la Pascua con los panes
ácimos de la sinceridad y la verdad.

HIMNO FINAL

Señor, Dios Eterno, alegres te cantamos,


a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran


Página 39 de 57
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,


Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los


apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A Ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,


Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

¡Oh, Cristo!, tú eres el Rey de la gloria,


tú, el Hijo y Palabra del Padre,
tú, el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,


tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,


inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,


como juez universal.
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Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,


con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,


y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos


y alabaremos tu Nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,


ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,


como lo esperamos de Ti.

A ti, Señor, me acojo,


no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN

Oh Dios, que has reunido pueblos diversos en la


confesión de tu nombre, concede a los que han
renacido de la fuente bautismal una misma fe en su
Página 41 de 57
espíritu y una misma caridad en su vida. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos. Amén.

VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA

Del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 12–4, 4

Discurso de Pedro sobre la glorificación de Jesús,


Hijo de Dios

3 12 Pedro dirigió la palabra a la gente:


«Israelitas, ¿por qué se admiran de esto? ¿Por qué
nos miran como si hubiéramos hecho andar a este
con nuestro propio poder o virtud? 13 El Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros
padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que
ustedes entregaron y de quien renegaron ante
Pilato, cuando había decidido soltarlo. 14 ustedes
renegaron del Santo y del Justo, y pidieron el indulto
de un asesino; 15 mataron al autor de la vida, pero
Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros
somos testigos de ello.

16
Por la fe en su nombre, este, que ven aquí y que
conocen ha recobrado el vigor por medio de su
nombre; la fe que viene por medio de él le ha
restituido completamente la salud, a la vista de
todos ustedes.

Página 42 de 57
17
 Ahora bien, hermanos, sé que lo hicieron por
ignorancia, al igual que sus autoridades; 18 pero Dios
cumplió de esta manera lo que había predicho por
los profetas, que su Mesías tenía que padecer. 19 Por
tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que se
borren sus pecados; 20 para que vengan tiempos de
consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías
que les estaba destinado, 21 al que debe recibir el
cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de
la que Dios habló desde antiguo por boca de sus
santos profetas.

22
Moisés dijo: El Señor Dios de ustedes hará surgir
de entre sus hermanos un profeta como yo:
escuchen todo lo que les diga; 23 y quien no escuche
a ese profeta será excluido del pueblo. 24 Y, desde
Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron
anunciaron también estos días.

25
Ustedes son los hijos de los profetas, los hijos de la
alianza que hizo Dios con sus padres, cuando le dijo
a Abraham: “En tu descendencia serán bendecidas
todas las familias de la tierra”. 26 Dios resucitó a su
Siervo y se los envía en primer lugar a ustedes para
que les traiga la bendición, apartándolos a cada uno
de sus maldades».

4 1 Mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, se les


presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del
templo y los saduceos, 2 indignados de que
enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la
resurrección de los muertos. 3 Los apresaron y los
metieron en la cárcel hasta el día siguiente, 4 pues
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ya era tarde. Muchos de los que habían oído el
discurso creyeron; eran unos cinco mil hombres.

RESPONSORIO Hch 3, 18-19; Is 53, 12b

R./ Dios ha dado cumplimiento a lo que ya antes


había anunciado por boca de todos los profetas: la
pasión de su Mesías. * Por lo tanto, arrepiéntanse y
conviértanse, para que se borren sus pecados.
Aleluya.
V./ Él tomó sobre sí el pecado de las multitudes e
intercedió por los pecadores.
R./ Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para
que se borren sus pecados. Aleluya.”

SEGUNDA LECTURA

Dídimo de Alejandría, Tratado sobre la Trinidad (Lib


2,14: PG 39, 710-718

El bautismo nos hace inmortales y nos deifica

Bautismo auténtico es el que, después de la


aparición o visible manifestación del Hijo y del
Espíritu Santo, ejerce su acción liberadora cada día
o, mejor, a cada hora o, para expresarme con mayor
exactitud, a cada momento; sobre todos los que
descienden a las aguas bautismales; sobre todo tipo
de pecado y para siempre. Además, este bautismo,
a los que ya son hermanos por la gracia, los
convierte en primogénitos y recién nacidos, sin
exceptuar ni a los de corta edad ni a los de edad
avanzada. Incluso a quienes —según la prudencia
humana— no se les confían las riquezas terrenas por
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no ofrecer suficiente garantía de seguridad, bien por
su escasa, bien por su excesiva edad, incluso a éstos
se les hace entrega con plena seguridad de todo el
patrimonio divino, hasta el punto de que cantan
alborozados: El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar; me conduce
hacia fuentes tranquilas. Y: Preparas una mesa ante
mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza
con perfume, y mi copa rebosa.

El mismo ángel que removía el agua era


precursor del Espíritu Santo; y Juan es paralelamente
llamado ángel del Señor, fue constituido precursor
del Señor, y bautizaba en el agua. Y el crisma con
que fueron ungidos Aarón y Moisés y posteriormente
todos cuantos eran ungidos con la cuerna sacerdotal
—y que por razón del crisma fueron denominados
«cristos», es decir, ungidos—, eran tipo del crisma
santificado que nosotros recibimos. Crisma que
aunque fluya corporalmente, espiritualmente
aprovecha. Pues tan pronto como la fe de la Trinidad
beatísima desciende sobre nuestro corazón, la
palabra del Espíritu sobre nuestra boca y el sello de
Cristo brilla en nuestra frente; tan pronto como se ha
recibido el bautismo y nos ha confirmado el crisma,
inmediatamente –repito– encontramos propicia a la
Trinidad, ella que es por naturaleza la dispensadora
de todos los bienes; inmediatamente viene a
nosotros, y en el mismo momento los espíritus
inmundos se retiran de los que ya están limpios,
cede el interés por los asuntos mundanos, huye de
nosotros todo tipo de pasiones corporales, se nos
perdonan todos los delitos, nuestros nombres son
inscritos en libros indelebles, se nos dispensan los
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bienes celestiales: tanto, que la misma Trinidad,
inefablemente generosa y próvida como es,
queriendo ser el principio de toda obra buena,
previene y antecede incluso nuestros proyectos de
bondad.

Llamarán santos a todos los inscritos en


Jerusalén entre los vivos; porque el Señor lavará la
suciedad de los hijos y de las hijas de Sión, y fregará
la sangre de en medio de ellos, con el soplo del
juicio, con el soplo ardiente. En su primera carta, nos
enseña Pedro que si antiguamente el bautismo, que
no era sino una figura, salvaba, con mucha mayor
razón el bautismo, que es la realidad, nos hace
inmortales y nos deifica. Escribe, en efecto; Aquello
fue un símbolo del bautismo que actualmente los
salva: que no consiste en limpiar una suciedad
corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia
pura, por la resurrección de Cristo Jesús, que llegó al
cielo, se le sometieron los ángeles, autoridades y
poderes, y está a la derecha de Dios.

Nosotros que vamos transformándonos en


espirituales, no sólo vemos y percibimos estas
cosas, sino que gratuitamente somos iluminados por
el Espíritu Santo, y disfrutamos de ellas cada vez
que participamos del Cuerpo de Cristo y degustamos
la fuente de la inmortalidad.

RESPONSORIO Is 44, 3.4; Jn 4, 14

R./ Derramaré agua sobre el suelo sediento, arroyos


en el páramo; derramaré mi espíritu sobre tu

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estirpe. * Brotarán como en un prado, como sauces
a la orilla de los ríos.
V./ Se convertirá dentro de él en un surtidor de agua
que salta hasta la vida eterna.
R./ Brotarán como en un prado, como sauces a la
orilla de los ríos.

HIMNO FINAL

Señor, Dios Eterno, alegres te cantamos,


a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran


y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,


Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los


apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A Ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,


Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

¡Oh, Cristo!, tú eres el Rey de la gloria,


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tú, el Hijo y Palabra del Padre,
tú, el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,


tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,


inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,


como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor


de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,


con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,


y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos


y alabaremos tu Nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

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Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,


como lo esperamos de Ti.

A ti, Señor, me acojo,


no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio


pascual has restaurado tu alianza con los hombres,
concédenos realizar en la vida cuanto celebramos en
la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA

Del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 5-31

Pedro y Juan ante el Sanedrín

4 5 Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los


jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, 6 junto
con el sumo sacerdote Anás, y con Caifás y
Alejandro, y los demás que eran familia de sumos
sacerdotes. 7 Hicieron comparecer en medio de ellos
a Pedro y a Juan y se pusieron a interrogarles:

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«¿Con qué poder o en nombre de quién han hecho
eso ustedes?».

8
Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo:

«Jefes del pueblo y ancianos: 9 Porque le hemos


hecho un favor a un enfermo, nos interrogan
ustedes hoy para averiguar qué poder ha curado a
ese hombre; 10 quede bien claro a todos ustedes y a
todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo el
Nazareno, a quien ustedes crucificaron y a quien
Dios resucitó de entre los muertos; por este nombre,
se presenta este sano ante ustedes. 11 Él es la piedra
que desecharon ustedes, los arquitectos, y que se
ha convertido en piedra angular; 12 no hay salvación
en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a
los hombres otro nombre por el que debamos
salvarnos».

13
Viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando
que eran hombres sin letras ni instrucción, estaban
sorprendidos. Reconocían que habían sido
compañeros de Jesús,  pero, viendo de pie junto a
14

ellos al hombre que había sido curado, no


encontraban respuesta. 15 Les mandaron salir del
sanedrín y se pusieron a deliberar entre ellos,
16
 diciendo:

«¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente que


todo Jerusalén conoce el milagro realizado por ellos,
no podemos negarlo; 17 pero, para evitar que se siga

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divulgando, les prohibiremos con amenazas que
vuelvan a hablar a nadie de ese nombre».

18
 Y habiéndolos llamado, les prohibieron
severamente predicar y enseñar en el nombre de
Jesús.
19
Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo:

«¿Es justo ante Dios que les obedezcamos a ustedes


más que a él? Júzguenlo ustedes. 20 Por nuestra
parte no podemos menos de contar lo que hemos
visto y oído».

21
Pero ellos, repitiendo la prohibición, los soltaron,
sin encontrar la manera de castigarlos a causa del
pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo
sucedido, 22 pues el hombre en quien se había
realizado este milagro de curación tenía más de
cuarenta años.

23
Puestos en libertad, volvieron a los suyos y les
contaron lo que les habían dicho los sumos
sacerdotes y los ancianos. 24 Al oírlo, todos invocaron
a una a Dios en voz alta, diciendo:

«Señor, tú que hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo


lo que hay en ellos; 25 tú que por el Espíritu Santo
dijiste, por boca de nuestro padre David, tu siervo:
¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos
planean proyectos vanos? 26 Se presentaron los
reyes de la tierra, los príncipes conspiraron contra el
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Señor y contra su Mesías. 27 Pues en verdad se
aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con
los gentiles y el pueblo de Israel contra tu santo
siervo Jesús, a quien ungiste, 28 para realizar cuanto
tu mano y tu voluntad habían determinado que
debía suceder. 29 Ahora, Señor, fíjate en sus
amenazas y concede a tus siervos predicar tu
palabra con toda valentía; 30 extiende tu mano para
que se realicen curaciones, signos y prodigios por el
nombre de tu santo siervo Jesús».

31
Al terminar la oración, tembló el lugar donde
estaban reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo,
y predicaban con valentía la palabra de Dios.

RESPONSORIO Cf. Heb 4, 11-12a; Is 28, 16

R./ Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los


arquitectos, y que se ha convertido en piedra
angular; * en ningún otro se encuentra la salud.
Aleluya.
V./ Así dice el Señor: «Mirad, yo coloco en Sión una
piedra probada, angular, preciosa, de cimiento.»
R./ En ningún otro se encuentra la salud. Aleluya.”

SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Sermón 45 sobre el Antiguo


Testamento (5: CCL 41, 519-520)

¿Qué mejor noticia podemos dar que ésta: el


Salvador ha resucitado?

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¿Qué es la Iglesia? El Cuerpo de Cristo. Añádele
la cabeza y tendrás un hombre completo. Cabeza y
cuerpo forman un solo hombre. ¿Quién es la cabeza?
Aquel que nació de la Virgen María, que asumió una
carne mortal sin pecado, que fue abofeteado,
flagelado, despreciado y crucificado por los judíos,
que fue entregado por nuestros pecados y resucitó
para nuestra justificación. El es la cabeza de la
Iglesia, él es el pan que procede de aquella tierra. Y,
¿cuál es su cuerpo? Su esposa, esto es, la Iglesia.
Serán los dos una sola carne. Es éste un gran
misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. Así se
expresó también el Señor en el evangelio, cuando
dijo hablando del varón y de la mujer: De modo que
ya no son dos, sino una sola carne. Quiso por tanto
que fuesen un solo hombre Dios-Cristo y la Iglesia.
Allí está la cabeza, aquí los miembros. No quiso
resucitar con los miembros, sino antes que ellos,
para motivar la esperanza de los miembros. Y si la
cabeza quiso morir, fue para ser el primero en
resucitar, el primero en subir a los cielos, de modo
que los demás miembros depositaran la esperanza
en su Cabeza, y aguardaran el cumplimiento en sí
mismos de lo que previamente se había realizado en
su cabeza.
¿Qué necesidad tenía Cristo de morir, él la
Palabra de Dios, por la que se hizo todo y de la que
se ha escrito: En el principio ya existía la Palabra, y
la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo? Y, sin
embargo, fue crucificado, fue escarnecido, herido
por la lanza, sepultado. Por medio de la Palabra se
hizo todo.

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Pero como se dignó ser la cabeza de la Iglesia,
ésta podría haber desesperado de la propia
resurrección, de no haber asistido a la resurrección
de su cabeza. Fue visto primero por las mujeres,
quienes se lo anunciaron a los hombres. Fueron las
mujeres las primeras en ver al Señor resucitado, y el
evangelio fue anunciado por las mujeres a los
futuros apóstoles y evangelistas, y por mediación de
las mujeres les fue anunciado Cristo. La palabra
evangelio significa buena noticia. Los que dominan
el griego, saben qué quiere decir evangelio. Así
pues, evangelio equivale a buena noticia. ¿Qué
mejor noticia podemos dar que ésta: que ha
resucitado nuestro Salvador?

RESPONSORIO Cf. Mc 16, 6-7

R./ No tengan miedo. ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el


crucificado?; * Ha resucitado. No está aquí. Aleluya,
aleluya.
V./ Vayan a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va
por delante de ustedes a Galilea.
R./ Ha resucitado. No está aquí. Aleluya, aleluya.

HIMNO FINAL

Señor, Dios Eterno, alegres te cantamos,


a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran


y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,


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Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los


apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A Ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,


Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

¡Oh, Cristo!, tú eres el Rey de la gloria,


tú, el Hijo y Palabra del Padre,
tú, el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,


tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,


inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,


como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor


de los hombres que salvaste.
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Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,


y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos


y alabaremos tu Nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,


ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,


como lo esperamos de Ti.

A ti, Señor, me acojo,


no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN

Oh Dios, que con la abundancia de tu gracia no


cesas de aumentar el número de tus hijos, mira con
amor a los que has elegido como miembros de tu
Iglesia, para que, quienes han renacido por el
bautismo, obtengan también la resurrección
gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
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vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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