Culpa Aquiliana - Aedo
Culpa Aquiliana - Aedo
Culpa Aquiliana - Aedo
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CAPÍTULO PRIMERO
LOS ORÍGENES HISTÓRICOS DE LA CULPA: DESDE LA LEX AQUILIA A LA
CODIFICACIÓN
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B) LA TESIS DE SCHIPANI
D. UNA APROXIMACIÓN FUNCIONAL A LA CULPA EN EL DERECHO ROMANO
1. JUSTIFICACIÓN DE NUESTRA APROXIMACIÓN: LA CRÍTICA METODOLÓGICA
2. LA CULPA EN EL JUICIO DE RESPONSABILIDAD: SUS VINCULACIONES CON LA CAUSALIDAD
2.1. EL PROBLEMA CAUSAL EN LA LEX AQUILIA: UN ESBOZO
2.2. LA DISTINCIÓN ENTRE OCCIDERE Y CAUSAM MORTIS PRAESTARE
2.3. EN RELACIÓN CON EL CAPÍTULO TERCERO
2.4. LAS POSIBLES SOLUCIONES Y EL ROL DE LA CULPA
2.5. EL EMPLEO GENERAL DE LA CULPA PARA RESOLVER PROBLEMAS DE CAUSALIDAD
3. CONCLUSIONES PRELIMINARES
V. LACULPA EN LOS GLOSADORES Y POSGLOSADORES
A. LA RECEPCIÓN DEL DERECHO ROMANO EN LOS PUEBLOS GERMÁNICOS DURANTE LA ALTA
EDAD MEDIA Y LA CUESTIÓN DE LA CULPA
B. EL RENACIMIENTO DEL DERECHO ROMANO Y EL DESARROLLO DE LA CULPA
1. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE DICHAS CORRIENTES: FORMACIÓN, REPRESENTANTES Y
MÉTODO
2. LOS APORTES DE GLOSADORES Y COMENTARISTAS A LA LEX AQUILIA Y A LA CULPA
2.1. ALGUNOS APORTES EN MATERIA GENERAL DE LEX AQUILIA
2.2. APORTES GENERALES EN MATERIA DE CULPA
VI. EL MOS GALLICUS, EL HUMANISMORACIONALISTA Y LAESCUELA DEL DERECHO
NATURALRACIONALISTA
A. EL MOS GALLICUS Y EL HUMANISMO RACIONALISTA
1. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL MOS GALLICUS Y DIFERENCIAS METODOLÓGICAS CON LA
CORRIENTE ANTERIOR
2. LOS APORTES DE LA CORRIENTE EN MATERIA DE LEX AQUILIA Y CULPA
B. LA ESCUELA DEL DERECHO NATURAL RACIONALISTA: PRESUPUESTOS FILOSÓFICOS DE LA
ESCUELA
C. LOS PRINCIPALES REPRESENTANTES DE LA ESCUELA
1. GROCIO
1.1. LA SISTEMÁTICA DE SU OBRA DE IURE BELLI AC PACIS Y UBICACIÓN DE LA
RESPONSABILIDAD CIVIL
1.2. EL TRATAMIENTO DE LA CULPA EN GROCIO
2. LOS APORTES DE PUFENDORF
2.1. EL MÉTODO Y LA SISTEMÁTICA DE PUFENDORF
2.2. LA CULPA EN PUFENDORF
3. LOS REPRESENTANTES FRANCESES: LOS ANTECEDENTES DE LA CODIFICACIÓN
4. JEAN DOMAT
4.1. ESPECIAL REFERENCIA AL MÉTODO DE DOMAT
A) EL ESTRATO HUMANISTA EN EL PENSAMIENTO DE DOMAT
B) SEGUNDO ESTRATO: EL MÉTODO ANALÍTICO-SINTÉTICO CARTESIANO
C) TERCER ESTRATO: EL JANSENISMO
D) EL DERECHO ROMANO EN EL MÉTODO DE DOMAT
4.2. LA RESPONSABILIDAD AQUILIANA Y LA CULPA EN DOMAT
5. ROBERT JOSEPH POTHIER
5.1. LA SISTEMATIZACIÓN DE POTHIER
5.2. LA CULPA EN POTHIER
D. COROLARIO: BREVE REFERENCIA A LA OTRA TENDENCIA DE LA ESCUELA DEL DERECHO
NATURAL RACIONALISTA
VII. LA CULPA EN EL PROCESO CODIFICADOR
A. LAS IDEAS DEL IUSNATURALISMO RACIONALISTA TRANSMITIDAS A LOS CÓDIGOS
B. LA CONSAGRACIÓN DE LA FAUTE EN EL CÓDIGO NAPOLEÓN
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1. BREVE REFERENCIA A LA HISTORIA Y ESTRUCTURA DEL CODE
2. LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN EL CODE: BREVE REFERENCIA A LAS FUENTES DE SUS
NORMAS
CAPÍTULO SEGUNDO
LA CULPA EN EL SISTEMA DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL
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B. LA RECEPCIÓN DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA EN EL SISTEMA CHILENO
C. EL PROBLEMA DE LA RELACIÓN EN LA FILOSOFÍA DEL DERECHO: BREVE ESBOZO
D. LAS RELACIONES EN EL PLANO DOGMÁTICO
1. CÓMO DELIMITAR EL PROBLEMA: LAS ZONAS DE CONFLUENCIA
2. LA PREVISIBILIDAD EN LA CAUSALIDAD Y EN LA CULPA
3. LA CREACIÓN DE RIESGOS NO PERMITIDOS, ¿UN PROBLEMA DE CULPA?
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
PRÓLOGO
Cuando el autor de este libro me pidió que lo prologara, acepté de inmediato el honor,
no inducido por la amistad sino por una cierta admiración al libro mismo y como una
oportunidad de manifestar públicamente sus variadas virtudes.
El tema de la culpa aquiliana ha terminado por constituirse en una de las bases del
sistema jurídico moderno, a saber, la propiedad, la sucesión, el contrato, la
responsabilidad extracontractual y la unión de los seres humanos (por ahora, hasta que
sea de vivientes, en reemplazo del matrimonio heterosexual, que rápidamente se extingue
de hecho y en el derecho). Sobre la materia hay monografías clásicas, también en nuestro
país, y no exagero si este carácter lo auguro para el libro que prologo.
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que culminó con el doctorado en 2010. Con posterioridad, el doctor Aedo continuó
laborando sobre el tema a través de varios trabajos que lo han caracterizado como un
especialista en la materia.
Este libro se divide en dos grandes capítulos, que en realidad son "partes".
El libro entero comienza con una "Introducción", a la que sigue el capítulo primero que
se titula: "Los orígenes históricos de la culpa. Desde la 'lex Aquilia' hasta la codificación".
En él se repasa las nociones implicadas en los juristas romanos, los juristas medievales,
los humanistas y los iusnaturalistas; termina con el tratamiento de la culpa en el derecho
codificado. El título del segundo es: "La culpa en el sistema de la responsabilidad civil". A
continuación se encuentran las "Conclusiones" y la "Bibliografía". Para no volver sobre el
punto, quiero destacar desde ya la riqueza literaria que revela esta lista bibliográfica, que
puede convertirse en un instrumento muy valioso para futuros investigadores.
Como se puede apreciar de inmediato, la estructura del libro en los dos capítulos o
partes indicados, se refleja bien en el título atribuido a éste: "Culpa aquiliana: una
conjunción de aspectos históricos y dogmáticos", aunque se podría aducir que en toda
figura del derecho se da tal conjunción, pero es evidente que el autor no ha pretendido
establecer una exclusividad en tal sentido para la culpa aquiliana.
Hecha esta breve reseña del libro, ahora puedo hablar de lo que, a mi juicio, es una de
sus principales virtudes: la comprensión del derecho como una ciencia en que coinciden
historia y dogmática, lo que él llama "conjunción". Toda dogmática tiene su historia,
porque los conceptos no pueden surgir de la noche a la mañana, sino por la colaboración
de muchas mentes a lo largo del tiempo. Es lo que muestra la experiencia, ya en el
derecho romano. Así que la concepción del derecho como una ciencia sin historia o de la
cual se pueda prescindir, arriesga su incomprensión y, desde luego, su rápida
obsolescencia. El autor tiene esto muy claro desde que emprendió el estudio de la noción
de culpa en la antigua Roma, y en sus posibles antecedentes griegos, para llegar a la
codificación, como lo hace en el capítulo primero.
Aparte de lo dicho, no me resta más que añadir elogios al autor, por la extensión y
profundidad de sus estudios, que están destinados ciertamente a enriquecer nuestra
ciencia jurídica.
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Viña del Mar, agosto de 2018.
Catedrático emérito de la
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer a quienes han contribuido directamente a que este esfuerzo pudiese
materializarse. En primer lugar a Dios, sabio conductor de nuestra vidas. A mi maravillosa
mujer y mis dos princesas. Son todo lo que uno pudiera soñar para ser feliz, gracias por la
paciencia y el tiempo. A mi familia, a aquella de siempre, a aquella del reencuentro, a mi
madre, a quien debo lo que he alcanzado. Especialmente, quiero agradecer a mi maestro,
el Doctor Ricardo De Ángel Yágüez, catedrático de Derecho Civil de la Universidad de
Deusto, quien contribuyó decididamente a mi formación doctoral. Su visión y sus consejos
han permitido que esta investigación pudiese llegar hasta aquí. No solo ha dejado una
huella académica imborrable, sino que me ha enseñado a ser un mejor ser humano. A la
Doctora Gema Tomás, por su constante apoyo y ayuda desinteresada, mientras
permanecí en España. Al profesor Alejandro Guzmán Brito por su apoyo desinteresado y
su amistad, que me honra inmensamente. A la Universidad Católica del Norte, por su
constante amistad y compañía, especialmente al profesor Alexis Mondaca, compañero de
mil batallas. Y a otros que la vida que me ha regalado la bendición de conocerles en la
carrera académica y a quienes debo mucho y ellos lo saben. Valga mi agradecimiento a
los profesores Ismael Verdugo, Patricio Carvajal, Álvaro Vidal y Carlos Céspedes, amigos
de verdad, por quienes nombro a tantos otros. Y a mis alumnos, que son el motor de
nuestro trabajo (a quienes son colegas y quienes lo serán). A todos ellos debo una parte
de lo que aquí he escrito.
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TABLA DE ABREVIATURAS
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RIDA "Revue Internationale des Droits de L'Antiquité"
"No existe una idea verdadera, sino una forma verdadera de ver las cosas. Se trata
no tanto de buscar la verdad, sino de hacerse verdad, decía San Agustín: Verum
facere se ipsum. Quien se contenta con poseer la verdad puede no ser
transformado por dentro, no hacerse verdadero. La verdad es para él una cosa que
tratará de exponer a los demás, aunque sea a pesar suyo. La peor tiranía es la
tiranía de la verdad. Por el contrario, quien se hace verdadero, él mismo comulga
con el ser y con los otros seres. Si yo impongo la verdad a los demás les aparto de
ella; si yo me hago verdadero, mis relaciones con los otros se tornarán verdaderas,
ya que hacerse verdadero es situarse exactamente en relación al mundo, a los
otros y a Dios. Tal es el sentido de la verdadera humildad..."
Jean Lacroix
INTRODUCCIÓN
El presente libro corresponde a una parte sustantiva de la tesis doctoral del autor,
defendida en Bilbao, en diciembre del año 2010. Estudios posteriores, que se han
traducido a veces en artículos en revistas indizadas o capítulos de libro y material inédito,
han permitido complementar, remodelar y reestructurar el tratamiento dado a la materia.
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El libro se divide en dos capítulos. El primero, contiene el tratamiento de la evolución
histórica de la culpa, desde los orígenes del instituto en el pensamiento griego, hasta el
proceso codificador y reúne una parte de los capítulos primero y segundo de la tesis
doctoral. El capítulo segundo trata la cuestión dogmática, con las modificaciones que
hemos previamente advertido.
De acuerdo con los propósitos del trabajo, un estudio del concepto de la culpa supone
analizar cómo evolucionó con la interpretación de la lex Aquilia, dado que no se
encontraba originariamente en los textos. Parecería ser, a simple vista, que un estudio de
este tipo es sencillo, pues a veces se tiene la errónea opinión que los problemas relativos
a la culpa en Derecho romano se encuentran resueltos. La impresión se profundiza
cuando se atienden especialmente algunas opiniones de civilistas, de acuerdo con
quienes la culpa habría mantenido durante el período republicano y clásico un carácter
objetivo, mientras que, tal como es entendida hoy en día, habría sido fruto del desarrollo
justinianeo.
Pensar de este modo sería un error. Las tesis sobre el concepto de la culpa y sus
relaciones con la iniuria, aunque formuladas en distintas épocas, dan cuenta de una
discusión inacabada. Los juristas modernos no terminan por acordar cómo y cuándo se
desarrolló la culpa y especialmente cuál era el contenido de esta. Peor aún, hay pocas
voces que se han dedicado, desde una comprensión más amplia de la culpa, a examinar
sus vinculaciones con el sistema de responsabilidad romano, especialmente con
la iniuria y con la causalidad. Y, todavía más, tampoco han sido suficientemente
explorados los vínculos del pensamiento griego, especialmente de la filosofía aristotélica,
con la culpa romana. ¿Es la culpa tributaria del pensamiento filosófico griego? Si así
fuera, ¿su contenido y esencia se corresponde o equivale con las expresiones griegas
que describían el fenómeno de la culpa en los ámbitos religioso, jurídico y ético? O, por el
contrario, ¿tuvo alguna particularidad el concepto desarrollado a la luz de la interpretación
de la lex Aquilia? Precisamente, preguntas como estas son las que se abordan en la tesis
que se presenta.
Este aparato conceptual permite confrontar, en el último capítulo de la tesis, las dos
hipótesis que hemos manejado en esta investigación. En primer lugar, que tanto la culpa
filosófica como la jurídica tienen idéntica estructura, pero un radio de acción
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perfectamente diferenciado. En segundo lugar y ligado a lo anterior, que el concepto de la
culpa estricta muestra unidad conceptual desde su configuración en el Derecho romano
hasta la codificación. La comprobación de tales hipótesis nos ha permitido argumentar en
contra de posiciones completamente asentadas en la dogmática: en primer término, que
la culpa constituye un sistema de imputación "subjetiva"; segundo, que la culpa constituye
un reproche moral; y, tercero, que la culpa codificada, tanto en el Code como en el
restante proceso codificador, estaba cargada de moralidad, como sucedáneo o producto
de una cultura cristiana. Como tendremos oportunidad de analizar, estas afirmaciones no
son sostenibles con una indagación como la que se propone.
El trabajo sigue con el análisis de la iniuria. A este respecto, nos hemos detenido en los
distintos significados etimológicos de la expresión y las variadas funciones que cumplió en
el Derecho romano, comenzando por el delito de las XII Tablas, continuando con las
distintas visiones del contenido de esta como componente de la lex Aquilia y abordando
además tanto la estructura como las relaciones que existían entre la iniuria y la
culpabilidad, para cuyo fin se explica y sigue principalmente la tesis de Beinart.
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También desde este punto de vista, se conceptúa la culpa como un comportamiento que
en sí mismo es objeto de juicio desfavorable, cuando es una conducta humana la que se
valora. Los más importantes representantes de estas corrientes son Schipani y
MacCormack.
Con el análisis del pensamiento de los distintos autores, aspiramos a que el trabajo
aporte un panorama suficiente de las variadas corrientes que sobre el concepto de la
culpa se han elaborado. Sin embargo, estimamos indispensable reflejar el pensamiento
de los juristas no solo desde el plano teórico, sino que, especialmente, en el análisis de
algunos de los más importantes textos que se refieren a la culpa.
Aun así, son significativos los avances en materia de legitimación activa y pasiva, la
ampliación de la responsabilidad por hecho de los dependientes, la admisión del daño
moral (lo que supone una valoración mucho más amplia de los intereses de la víctima),
avances que en opinión de algunos, como se advierte, obedecen a un paulatino abandono
del carácter penal de la lex Aquilia. Del mismo modo, hemos dado cuenta especialmente
de la influencia de los canonistas, a través del concepto de restitución. En cuanto a la
culpa, ésta presentaba en este período la polisemia conceptual propia del Derecho
romano. En primer lugar, como ilícito, acepción que puede comprenderse por las
relaciones de la iniuria con la culpa. En segundo término, en la configuración de las
categorías de la culpa que, aunque propia del incumplimiento contractual, permite
apreciar de mejor manera el concepto de la culpa aquiliana. En relación con esta materia,
se han abordado los elementos de la culpa, el grado necesario para configurarla, su
conceptualización como negligencia, sin perjuicio en la extensión a otros supuestos y la
admisión de la culpa en las omisiones.
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cuestión de que, junto con ello, aparece en las fuentes canónicas un concepto más
objetivo de la culpa, que fue adoptado por Santo Tomás en la Suma Teológica, a
propósito de los homicidios. Dicho tratamiento tendrá, como se advierte más adelante en
el capítulo, una importancia fundamental para desentrañar los orígenes de la culpa.
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El último apartado del capítulo se refiere la consagración de la culpa en el proceso
codificador. Hemos creído oportuno abordar la codificación francesa, por su fundamental
importancia en la materia objeto de nuestro estudio, como modelo codificado continental.
La historia del Code ha sido reconstruida paso a paso, identificando en dichas etapas los
momentos en los que la cuestión de la responsabilidad, y de la culpa en particular, fueron
reguladas. Los criterios empleados, el método utilizado, la discusión de los proyectos y
sus diferencias y la consagración definitiva de las reglas de los primitivos artículos 1382 y
siguientes.
En el segundo apartado del capítulo, hemos analizado las variadas tesis que sobre el
concepto de la culpa estricta se han propuesto, en el terreno de la dogmática civil. Se han
abordado así, sucesivamente, las doctrinas de la culpa psicológica, ética, normativa y la
perspectiva del análisis económico del Derecho. En el análisis del concepto normativo de
la culpa, que es el aceptado dogmáticamente, encontrará el lector un largo análisis de la
construcción del estándar, es decir, culpa contra legalidad, culpa como infracción de
actividades autoreguladas, con especial énfasis en la lex artis y el caso del estándar
construido por el juez. Hay numerosa jurisprudencia que irá perfilando el análisis de la
cuestión para el Derecho chileno. Y, con el mismo método, se analiza la función de la
culpa, en tanto mecanismo de distribución de riesgos, su empleo ordinario y sus
distorsiones, con numerosa jurisprudencia, nuevamente, que va ejemplificando la
cuestión.
Finalmente, tal como se hizo a propósito del análisis de la lex Aquilia, hemos pensado
que cualquier aproximación al concepto de la culpa debe hacerse cargo de las relaciones
con la causalidad. La cuestión así planteada tiene varias justificaciones: por la
indeterminación del concepto de la culpa; por los conflictos que inevitablemente surgen
con la teoría de la imputación objetiva, al situarse ambas en el terreno del injusto; porque
desde las perspectiva de la Filosofía del Derecho, ha habido posiciones que consideran la
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causalidad tributaria de la culpa. Cada una de estas cuestiones son abordadas en la
investigación, para proponer nuevamente un enfoque funcional, en el que la culpa
desempeña un papel directo en la solución de problemas causales
Como la mayoría de las instituciones jurídicas que se conocen en nuestros tiempos, los
orígenes de la responsabilidad civil y, en consecuencia, de la culpa, pueden remontarse
hasta el Derecho romano, aun cuando la expresión no tenía el significado que se le
atribuye modernamente. En efecto, aunque se utilice para describir el sistema
indemnizatorio del Derecho romano y su desarrollo posterior, hasta la codificación, lo
cierto es que la expresión, como enseñan Mazeaud y Tunc, es de reciente introducción en
el lenguaje jurídico de los idiomas latinos: "No se encuentra en la obra de Domat. En
cuanto a Pothier, no la emplea más que excepcionalmente. Sin duda, la expresión fue
tomada de Inglaterra, por los filósofos del siglo XVIII".1 Como nos informa De Ángel, el
vocablo responsabilidad en español, responsabilité en francés, responsabilità en italiano,
es de tardía aparición en las lenguas europeas, siendo tomado este término del inglés, en
el que existen las palabras responsibility y liability, los que reflejan casi por igual lo que
quiere decirse con la palabra responsabilidad; o lo que significan sus equivalentes en
otros idiomas procedentes del latín.2
15
rotura. El profesor De Ángel, analizando la palabra responder, señala que la voz
latina sponsio —de la que deriva el término— se corresponde con el vocablo
griego spondé. El verbo griego spendo entrañaba originariamente una noción religiosa:
concluir un tratado, o una tregua, bajo la garantía de liberación a los dioses. Esta palabra
experimentará el tránsito de un sentido religioso a uno jurídico y político. Agrega: "En
latín, añade la fuente en que ahora me baso spondeo, derivado del griego spendo, se
corresponde con el sentido jurídico de este último vocablo, esto es, el comprometerse
solemnemente a ser garante de".5
Sin embargo, algunas precisiones se imponen. Una mirada formal podría hacernos
pensar que, aunque con conceptos distintos, durante el período clásico parece
encontrarse la idea de que todo daño debe ser reparado, como lo revela la conocida
expresión de uno de los juristas romanos más importantes, Ulpiano, quien señala, en D. 1,
2, 10, 1, que las máximas del Derecho son: honeste vivere, alterum non laedere suum
cuique tribuere, es decir, vivir honestamente, no causar daño a otros y respetar los
pactos.
No debe concluirse de este modo, por varias razones. Si bien es cierto que la labor
jurisprudencial había posibilitado una interpretación extensiva de la lex Aquilia, siempre
siguió girando sobre la base de los supuestos típicos contenidos en los capítulos primero
y tercero, de manera tal que las referidas ampliaciones no comenzaban desde un
principio, sino desde la interpretación de los verbos occidere, urere, frangere y rumpere.
De este modo, reiteramos, no se encuentra en el Derecho romano una vinculación formal
entre un principio general de resarcimiento de daños y la lex Aquilia, pues como explica
Guzmán Brito, en el pensamiento jurídico en el mundo romano el principal instrumento fue
el caso. Se observa, en las formulaciones de la jurisprudencia, una cierta aversión a los
conceptos amplios y generales y de ahí la tendencia a acallar los principios, lo que no
implica que hayan carecido de un sistema perfectamente trabado, sin el cual, según el
autor, los juristas romanos no hubiesen pasado de ser: "unos modestos
empiristas".7 Trasladada esta consideración al sistema de la responsabilidad, habrá que
esperar hasta la Escuela del Derecho natural racionalista para que se reconozcan
plenamente las categorías dogmáticas, en la que un principio de general de reparación de
daños responderá a principios filosóficos bien distintos a los que animaban al
pensamiento jurídico romano (sin perjuicio de los materiales de los que se sirvieron los
iusnaturalistas y a la influencia estoica en dicha escuela).
16
II. SENTIDO SEMÁNTICO Y ETIMOLÓGICO DE LA EXPRESIÓN
Debe agregarse, siguiendo en este punto a Castresana, que ya en las primeras fuentes
latinas, la palabra culpa fue empleada en un sentido muy amplio, como sinónimo de
culpabilidad, es decir, en un sentido originario la expresión fue utilizada para referirse a la
acción imputable; desde ahí se deduce el principio de culpabilidad como imputabilidad de
una conducta voluntaria, especialmente en Cicerón. Como dice la autora: "Todas estas
reflexiones ciceronianas en torno al concepto de culpa como culpabilidad del agente que
realiza injustificadamente una conducta lesiva que le es así imputable y que, por ello
fundamenta la responsabilidad por damnum, son reflexiones muy presentes en la
interpretatio de la Jurisprudencia romana, ya desde finales de la República". Más
importante aún es que esta autora agregue que la culpa con sentido de culpabilidad no
difería de la iniuria como elemento de la lex Aquilia, desde que la iniuria implicaba un
resultado antijurídico, pero desde un sujeto se encontraba en una situación que infería
daño.12
Pugsley ofrece un punto de vista distinto, no menos interesante. Este autor formula sus
opiniones explorando las restricciones que fueron introduciendo los juristas clásicos para
hacer frente a características que se juzgaron inadecuadas de la ley, como la condena in
duplum derivada de la negativa del autor del daño. Considera cuestionable la opinión
tradicional, según la cual la culpa agi o culpa reus est constituyó una elegante variación
17
lingüística, que solo estaría expresando la actio legis aquiliae, de modo que ambos
términos serían intercambiables. Así, según este planteamiento, la declaración de que
alguien era culpable por negligencia, culpa reus est, sería un paso breve para establecer
la responsabilidad al amparo de la ley. De este modo, donde había culpa, se podía afirmar
la iniuria y donde esta se presenta, se hacía responsable en virtud de la ley.
Agrega que resulta curioso que la responsabilidad bajo la ley, es decir, el otorgamiento
de una acción directa se realizara con una palabra que no estaba contemplada
originalmente en ella, de ahí que considere cuestionable la opinión más común. Su
hipótesis es que la culpa fue utilizada para referirse a la responsabilidad, en virtud de la
acción otorgada por el pretor, de modo que establece una distinción entre la acción civil,
basada en la iniuria, contenida en el texto de la ley Aquilia —especialmente en el capítulo
primero— y la acción honoraria, otorgada por el pretor, fundada en la culpa.15
En cuanto al origen etimológico, hay varios puntos de vista, que no pueden ser
abordados en este lugar, pero de los que haremos una breve reseña. Algunos
diccionarios especializados coinciden que se trata de una expresión que deriva del
osco kulupus.16Otro punto de vista, defendido por August Zimmermann, intenta vincular la
culpa con la raíz griega kólapu —κόλαφος—.17De acuerdo con el diccionario de
Sebastián, la expresión significa bofetada o bofetón y deriva del verbo κολαφίζω,
abofetear.18Hay una tercera perspectiva, defendida por Devoto, quien propone que la
culpa constituye una expresión de origen estrictamente latino. 19Finalmente, una cuarta
perspectiva, mantiene una posición escéptica, afirmando la incerteza del origen de la
palabra.20
La influencia del pensamiento filosófico griego en la jurisprudencia romana ha sido un problema de ardua solución. En principio, no debe perderse
de vista que toda esta discusión puede sujetarse a otra de carácter más general, pues dice relación con la influencia de la filosofía griega sobre el Derecho
romano en general. Sobre esta materia, la bibliografía es muy amplia y no podemos detenernos en ella, pero un buen resumen de estos planteamientos nos
lo ofrece Reinoso, quien, desde luego, con abundantísima bibliografía, da cuenta de dos posiciones. La primera considera que la jurisprudencia fue
influenciada sobre todo por la retórica y la dialéctica griegas, que vino a imprimir un carácter técnico de la jurisprudencia. Para otros, la influencia fue
consecuencia de los pensamientos estoicos. Las tesis contrarias, las describe el autor como sigue: "Frente a estas doctrinas patrocinadoras de la influencia
filosófica helénica sobre la Jurisprudencia, a través de una u otra vía, existen otras contrarias a ella, bien negándola totalmente o bien limitándola más o
menos dentro de ámbitos extrajurídicos, pero sin considerarla definitiva en la formación de la técnica jurisprudencial, que discurre por cauces propios".23
18
B. Las distintas visiones en relación con ἁμάρτημα y la culpa romana
19
juicio. Aμάρτημα tuvo dos sentidos: uno, el de opuesto a acto injusto o ἀδικημα, que
acabamos de analizar, es decir, error versus acto injusto; en un segundo sentido,
agrega, ἁμάρτημα y ἀδικημα se identifican en el sentido de que, en ambos, el sujeto no
había actuado con vicio o malicia.30
Con todo, conviene señalar que el principal esfuerzo del autor está en
describir ἁμάρτία en el pensamiento aristotélico, no solo como error de hecho, sino
también como error de más amplio espectro, es decir, comprensivo de errores morales;
de ahí que resulte una asimilación con la culpa más simple. Como indica Stinton,
tradicionalmente ἁμάρτία fue entendido como un error de hecho o fáctico, pero Stinton
considera que, tanto en la Ética a Nicomaco, como en la Política, el sentido de la
expresión cubre un amplio espectro: efectivamente, un error de hecho, pero también una
falla moral (error o defecto del algún tipo). Como explica Stinton, la asociación
de ἁμάρτία con los errores morales, según la tesis tradicional, sería una consecuencia de
la moral victoriana.31
20
En cuanto a Aristóteles, describe su pensamiento en términos muy similares. Excepto
porque ἀδικημα reemplaza ἀδικία, las expresiones son presentadas de la misma forma
que en el pensamiento de Platón. Al igual que su maestro, Aristóteles distinguió entre
actos voluntarios e involuntarios, según si estos ocurrían bajo compulsión o ignorancia,
como hemos podido analizar. En este sentido, siguiendo a Daube, Aristóteles identificó
distintos tipos de injurias, según si el daño podía o no ser calculado o esperado.
Así, ἀδικημα se producía cuando el daño era razonablemente esperado, aunque el acto
de conocimiento no fuera necesariamente deliberado; ἀτύχημα, cuando la consecuencia
no era ni querida, ni esperada; y ἁμάρτημα, cuando el menoscabo, aún cuando no era
inesperado, no se debía a la maldad y era el resultado de algún tipo de ignorancia. Según
Daube, entendido así ἁμάρτημα no podía ser subsumido dentro de la categoría de la
negligencia, pues el término aristotélico era aplicado aún en la ausencia de negligencia,
suponiendo un acto deliberado, que se llevaba a cabo por el mero error de actuar sobre
otro sujeto, o actuar de acuerdo con la norma. 36 Coincide plenamente con la perspectiva
de Daube, Jones.37
Ahora bien, desde esta perspectiva, Winkel argumenta que la iniuria admitió tres
posibles acepciones: a) sinónimo de contumelia, en el delito de iniuria; b) como sinónimo
de culpa; c) como acto injusto (sine iure). Y, correspondientemente, las acepciones
empleadas en las letras b) y c) equivalían a las expresiones ἀδικημα y ἀδικία. En este
sentido, advierte Winkel que puede admitirse una diferencia entre ἀδικημα y ἀδικία, en el
sentido que, a la época de la redacción de las Institutas de Justiniano, concretamente, el
pasaje 4, 4pr., que analizamos, así como en otras fuentes, ἀδικημα y ἀδικία tenían
21
significados diferentes: el segundo equivalía a ὕβρις, es decir, acto dañoso,
contumelia.41 En cambio, ἀδικημα era una expresión próxima a la culpa, porque tales
ideas se habrían recogido por los estoicos desde la tradición platónica: "...dans la
philosophie de Platon le mots ἁμάρτημα et ἀδικημα sont souvent synonimes, très
probablement parce que ces deux termes s'opposent à la notion d'αγνóηµα".42
Este es, a nuestro juicio, el error de apreciación en el que incurren Daube y Jones,
cuando niegan como fuente de la culpa romana en la filosofía griega. En efecto, el análisis
de Daube no se centra en el aspecto filosófico para descartar la vinculación de la
negligencia o de la culpa con sus precedentes griegos. Dedica varias páginas a
argumentar que el esquema jurídico griego en los que explica que el problema de la
culpabilidad y la intencionalidad evolucionó a propósito de los crímenes, especialmente
tratándose del homicidio, mientras que las categorías del Derecho romano se formularon
en el Derecho civil, en lo relativo a la compensación de los daños. Desde este punto de
vista, Daube no niega que los griegos desarrollaran, desde época bastante temprana, el
estándar de la negligencia y que Aristóteles fuera, en efecto, familiar a tales cuestiones.
Incluso, no niega que la filosofía y el pensamiento griego hayan influido en la
jurisprudencia romana, sino simplemente estima que dichas categorías se desenvolvieron
en planos distintos.43
Sin embargo, tanto Daube como Jones caen en el error, a nuestro juicio, de hacer un
ejercicio comparativo aplicando una concepción moderna o a que corresponde a una tesis
—bastante criticada— de lo que la culpa significó en el terreno de la lex Aquilia. Aún así,
ha de advertirse que las precisiones posteriores que Daube introduce en su planteamiento
son completamente razonables, pues no niega en caso alguno en que α¿μα
´ρτημα tuviese influencia en la consagración de la culpa, aunque consideramos que es
preciso avanzar en dicha dirección, para acercarnos a determinar cuál pudo haber sido
dicho radio de influencia, aspecto en el que Daube no profundiza.
22
La prueba de dicho prejuicio se traduce en la traducción que Daube propone para
παραλo´γως (paralógos), en el pasaje de la Ética a Nicomaco, Libro V, 8, 1135b, pues
intenta despojar a la expresión de cualquier referencia a la razonable previsibilidad (que
conduzcan a una asociación de las categorías aristotélicas con la culpa). Veamos en qué
sentido los autores han criticado el parecer de Daube.
Schofield y Crook desarrollan sus ideas a propósito de recensiones del libro de Daube
en el que el autor inglés se refiere a las relaciones del pensamiento griego con la culpa,
ideas que hemos abordado precedentemente.44Crook y Schofield le reprochan a Daube la
construcción de sus ideas, en orden a descartar la relación entre culpa y ἁμάρτημα, sobre
la base de una traducción heterodoxa del texto de Ética a Nicomaco, v. 8 1135b.
Sintéticamente, la cuestión puede ser explicada del siguiente modo. En la traducción
tradicional u ortodoxa, en el ámbito anglosajón, el pasaje aristotélico se traduce como
sigue: "Now when the injury takes place contrary to reasonable expectation, it is a
misadventure. When it is not contrary to reasonable expectation, but does not imply vice, it
is a mistake".45Como hemos visto, Daube se opone a esta traducción, porque considera
que la expresión griega παραλo´γως (paralógos), en el texto, no debe ser traducida como
<<reasonable expectation>> (expectativa razonable), porque ello implica falsear el
pensamiento aristotélico con una categoría psicológica (razonable), teñida con elementos
propios del sistema legal romano; por el contrario, las categorías aristotélicas girarían en
torno a la ignorancia. Por ello, Daube prefiere traducir παραλo´γως (paralógos) como
contrario a la planificación o cálculo (<<contrary calculation>>).46-47
23
jurisdicción criminal (quaestiones perpetuae), existían los delitos privados (delicta), cuya
finalidad era conseguir una condena pecuniaria.51
Ahora bien, la lectura de Winkel adolece, a nuestro juicio, de dos problemas. En primer
lugar, uno debe asumir que la expresión empleada en las Instituciones de Justiniano 4,
4pr., representan el pensamiento platónico, antes que el aristotélico, pues de otro modo la
sinonimia entre ἀδικία y ἁμάρτημα no resulta tan patente, según hemos visto
precedentemente, siguiendo a Stählin y Grundmann. Pero además, ello supone asumir,
como Winkel hace, que el paradigma de la responsabilidad se ha trasladado desde el
enfoque intelectualista aristotélico, a uno voluntarista, de base estoica. La base de la
argumentación no considera que el estoicismo, como el pensamiento aristotélico, no
comparte el intelectualismo socrático y platónico; por el contrario, en la medida de que
persiguieron una explicación para la incontinencia, hay al menos una coincidencia con
Aristóteles.
24
de Justiniano 4, 4pr., pero no permite explicar la conexión entre culpa y ἁμάρτημα. Ello
ocurre porque, desde la lectura de Winkel, puede admitirse que ambos términos se
referían a la culpa en términos amplísimos, como equivalente al acto injusto y, más
concretamente, como hecho dañoso. Y, en efecto, siguiendo a Beinart, uno de los roles
de la culpa en el Derecho romano se tradujo en que esta habría cubierto o superpuesto al
concepto de iniuria, llegando en definitiva a identificarse. En definitiva, la iniuria —que
importaba originariamente una conducta cualificada que autorizaba a inferir menoscabo a
otro en defensa de la propiedad—, fue posteriormente reemplazada por la culpa, durante
el período clásico. Algunos textos que muestran esta evolución, de los que preferimos
ocuparnos más adelante, serían los del D. 9, 2, 52, 1 y 52, 4, así como D. 9, 2, 5, 3. 56 Sin
embargo, a nuestro juicio, la culpa en el Derecho romano no representó solamente acto
ilícito o dañoso, sino criterio de imputación fundado en el reproche de conducta.
Para estos supuestos, en el que debe considerarse la culpa como criterio de atribución
diferenciado de la iniuria, la tesis de Winkel no responde lo nuclear del problema: la
relación culpa-ἁμάρτημα y la influencia del pensamiento aristotélico en su desarrollo.
25
Con todo, debe hacerse una importante precisión. Cierto es que la base conceptual
estoica reposa en el pensamiento del Sócrates platónico, materia en la que no existe
mayor discusión.60 No obstante, aunque controvertido, no puede descartarse la influencia
del pensamiento aristotélico en la filosofía estoica. Siguiendo a Boeri, tratándose de la
teoría de la acción, los estoicos desarrollaron una tesis intelectualista moderada,
apartándose del intelectualismo absoluto de Sócrates, traducido en el principio de que
quien actúa mal, lo hace por ignorancia, de modo que nadie elige voluntariamente lo que
es malo. Ahora bien, la conexión más profunda entre estoicismo y socratismo (y, por
tanto, platonismo), se encuentra en el entendimiento de la psicología moral desde una
perspectiva monista; en otras palabras, que tanto para Sócrates, como para los estoicos,
en el alma no se encuentra ninguna confrontación entre dos partes distintas,
representadas por las pasiones, por un lado, y la razón, por la otra .61
Así, aunque no pueda afirmarse a nuestro juicio una conexión directa o, más bien, una
equivalencia exacta entre la filosofía griega y los juristas romanos en el concreto tema de
la culpa, no cabe duda que conceptos como ἁμάρτημα, así como otros que hemos
examinado, jugaron un papel en el desarrollo de la culpa, desde que los romanos
incorporaron la cultura griega, la que a su vez se nutrió de las culturas orientales. Como
indica Ricoeur, a propósito de la última elaboración aristotélica, que distingue entre actos
voluntarios e involuntarios: "El esclarecimiento de distintos casos-límite, como la falta por
imprudencia o por negligencia, en los juegos o en la guerra, desempeñó un papel decisivo
en lo que podría denominar una sutil psicología de la culpabilidad; la responsabilidad sin
premeditación constituye, en efecto, una zona en cierto modo liminar de lo voluntario que
se presta mucho a las distinciones de la jurisprudencia".63
26
Nosotros podríamos agregar que no es posible pensar ahora, desde esta perspectiva,
que una sociedad como la romana recibiese de los griegos un concepto totalmente
delimitado, pues además, como explica Ricoeur, en toda sociedad el fenómeno de la
culpa se va desenvolviendo a través de simbolismos que expresan una realidad que el
hombre no termina por comprender. Ahora bien, si la culpa o la expresión empleada por
los pueblos para referirse a ella es un fenómeno a nuestro juicio propio del desarrollo de
toda cultura humana y asumiendo que la culpa romana, aún cuando recibiendo influjos
griegos, fue sin embargo un aporte genuino del mundo romano, ¿en qué radica dicho
aporte?
Como hemos visto, con la expresión culpa, en el Derecho romano, se quería designar
tanto la responsabilidad misma derivada de algún daño, la conducta reprobable, el
reproche de una conducta, ser reprochable, tener una falta, formular un reproche, causa
de reproche, reprobación. Y en este sentido puede comprobarse cómo la
expresión ἁμαρτήσω puede vincularse aproximadamente con este sentido, siempre que
entendamos que en esta acepción pueden incluirse la culpa en un sentido amplio,
comprensiva del delito mismo. Algo similar ocurre con ἁμαρτία, en cuanto este término
decía relación con un error cometido voluntariamente y que implicaba transgresión de
algún tipo; de este modo, se conecta con la culpa en general, con el reproche de una
conducta. De hecho, como hemos explicado, ἁμαρτία fue desarrollándose hasta
configurarse como la acción de pecar, es decir, una conducta reprochable.
Con mayor distancia pueden vincularse con este sentido expresiones como ἄτη,
especialmente en lo que dice relación con las consecuencias de un acto reprochable a un
sujeto, debido a la dominabilidad, como por ejemplo, la locura que conduce a una culpa.
27
Siguiendo a Dodds, el sentido profundo de ἄτη, en casi todas las actuaciones podía
calificarse de accidental, pero que, para Homero y para el pensamiento antiguo en
general, no existían accidentes. No importaba la intención, sino el acto en sí
mismo.68Además, siguiendo en este punto a Ricoeur, la expresión griega supuso un
estado anterior de la conciencia de culpabilidad, un estadio en el que la conciencia de la
mancilla, de la mancha es absorbida e incorporada en la consciencia del pecado.69
Con todo, hay un sentido profundo en la expresión griega de la ἄτη, que se acerca al
núcleo sustancial de la culpa, por cuanto la culpa siempre aparece como un hecho
externo al autor: la culpa le viene desde afuera. No es casualidad, entonces, que Dawe
examine la relación profunda que existe entre ἄτη y ἁμαρτία. Según el autor, en la
tragedia griega, incluso hasta Aristóteles, ambos conceptos se emplearon en un contexto
similar, de modo que pudieron ser perfectamente intercambiables. 70Entre todos los textos
que analiza el autor, nos parece que el más representativo es el análisis de la tragedia de
Edipo. Si bien es cierto darle muerte a su padre, representa claramente en Edipo un acto
cometido con ἁμαρτία, una interpretación más profunda podría conducirnos a pensar que
esa ἁμαρτία se produce porque Edipo estaba predestinado al parricidio por los dioses, es
decir, si bien es cierto es un error, se trata de un error forzado, es decir, una especie
de ἄτη.71
En segundo lugar, la culpa en el Derecho romano decía relación con el estado de quien
cometía la infracción, el culpable. Valga lo que hemos dicho respecto de ἅγος, μίαομα,
κακός o κακία, pues como hemos visto, correlativamente a la cualidad del acto se
presenta una cualidad del sujeto que desarrolla la conducta y así, cuando estos términos
dicen relación con el pecador, manchado, vicioso o del sujeto que tiende al mal.
En un tercer sentido, falta, ofensa, siendo el más relevante el de la culpa como la falta o
falla en tomar las medidas correctas, negligencia o falta de juicio, lo cual supone la
infracción de una norma de cuidado. Y, en un cuarto sentido, la culpa representaba en las
fuentes romanas una imperfección o defecto moral. Vemos cómo desde estos puntos de
vista ἁμαρτάνω puede vincularse con la culpa, en cuanto algunas de sus acepciones
decían relación con desatinar, equivocarse, cometer un fallo por error, falta de juicio o
falsa impresión; y, en un sentido propiamente moral, cometer un desatino, faltar o
transgresión de normas relacionadas con la moral o la religión. Algo similar podemos decir
de ἁμάρτημα, en cuanto representaba la falta, la falla, falta de juicio o ignorancia. Del
mismo modo, cuando ἁμάρτημα denotaba el resultado de ἁμαρτάνω, significaba falta
moral o falta por la transgresión de una ley divina.
Para terminar este breve análisis que busca algunas conexiones, como ya se ha dicho,
en algunos diccionarios, como en el Adrados, ἁμάρτημα está definido como desatino,
descuido, negligencia. La coincidencia con la culpa romana sería plena si aceptáramos
que esta se traducía en Roma simplemente en la negligencia, punto de vista que desde
luego no compartimos. Aún así, es digno de mencionar que en diccionarios, como en el
Sebastián, el verbo ἀτημελέω se traduce como descuidar, su adjetivo ἀτημελές
(ἀτημελῶς), descuidado o negligente y el adjetivo ἀτημελητος, descuidado, negligente o
imprevisor. En relación con la cualidad de la acción, el adverbio ἀτημελήτως significaba
negligentemente. Finalmente, el sustantivo, también referido a la acción, ἀτημελία,
negligencia o descuido. Pero no todos están de acuerdo en esta traducción. Por ejemplo,
en Adrados, los términos relacionados no indican para nada la negligencia, sino solo el
descuido, desprovisto de cualquier carácter jurídico. Como en
28
Sebastián, ἀτημελέω simplemente se traduce como descuidar y luego el
adjetivo ἀτημελής o ἀτημελές dice relación con el descuido en la imagen personal. El
adverbio, en vez de traducirse como negligentemente, se lo hace como descuidadamente,
pero sin el matiz jurídico (si lo relacionamos con el verbo y el adjetivo antes descritos en
este diccionario).72
Finalmente, hay ciertas acepciones que con total seguridad ninguna relación o vínculo
se pueden establecer con la culpa, ni siquiera en una acepción muy amplia, de ahí que el
alegato de Daube, en el sentido de una mayor amplitud del término ἁμάρτημα lleve cierta
razón. En todo caso, es notorio que el camino o evolución de estos términos marchaba
hacia la dirección ética, desde un plano meramente material. Y así, ἁμαρτάνω, en lo que
podríamos denominar un segundo estadio, representaba simplemente un error intelectual
y no puede todavía, en este sentido, vincularse de modo alguno con la culpa. El
sustantivo verbal ἁμάρτημα, en cambio, parece haber conservado acepciones mucho más
amplias que las de la culpa, como ocurre con error material, cosa hecha
inadecuadamente o bien con error involuntario, especialmente en los decretos de
amnistía. Pero este carácter extenso se aprecia especialmente en ἁμάρτία, pues las dos
primeras acepciones de la palabra, dicen relación con un error o falta en general, sin
especificar si esta era voluntaria o involuntaria.
Ahora bien, todas ellas reconocen como nota común, siguiendo a Schipani, el
comportamiento reprochable. Como indica el autor, tanto para los textos literarios como
para los jurídicos, la culpa significaba siempre un hecho valorado desfavorablemente,
un delictum, un peccatum, más genéricamente un malum, del cual el sujeto debía ser
reconocido como autor, siendo esencial que el sujeto hubiere estado en condiciones de
comportarse de otra manera y, en la valoración de los eventuales impedimentos, se
consideraron factores externos e internos (los últimos inherentes a la voluntad y a la
consciencia), pero no se requería la individualización de un comportamiento consciente y
voluntario, bastando la no conformidad a un modelo de comportamiento.
Así, repetimos, puede afirmarse que la diferencia entre el Derecho griego y el Derecho
romano, radica en que el primero no desarrolló un concepto único para agrupar las
29
múltiples acepciones que contiene la expresión culpa, es decir, las diferentes perspectivas
desde las cuales puede apreciarse un fenómeno único, a saber, el reproche de una
conducta.74 Solo desde aquí se pueden entender, a nuestro juicio, los restantes elementos
que componen la culpa: la transgresión de la norma (mirando la conducta), la posición del
sujeto (en relación con el error), la falla, la previsión y la evitabilidad y las consecuencias
de dicha conducta, traducidas en la culpa como criterio de atribución.
Las fuentes recogen la regulación del delito de daños (damnum iniuria datum) en el
título II del Libro IX del Digesto de Justiniano; en el título XXXV del Libro III del Codex; en
las Instituciones de Justiniano, título III, del Libro IV; y, en las Instituciones de Gayo,
Comentario tercero, parágrafos 211 y siguientes. Según D. 9, 2, 1, 1, el delito de daños
estaba regulado en la denominada lex Aquilia. Esta ley era un plebiscito, rogada de la
plebe por el Tribuno Aquilio: "Quae lex Aquilia plebiscitum est, cum eam Aquilius tribunus
plebis a plebe rogarevit" ("La ley Aquilia es un plebiscito, habiéndola rogado de la plebe el
tribuno Aquilio").76
30
Mucho se ha discutido en cuanto a su datación, pues como indica Corbino, los datos
que proporciona el Digesto son bastantes imprecisos, pero en todo caso, siguiendo a
Buckland, necesariamente posterior a la introducción del contrato de mandato.77
Gran parte de la doctrina romanística considera que la época de publicación del al lex
fue el año 286 a.C. La datación precisa del año 286 a.C fue propuesta por Pernice en el
año 1867, tomando como base la Paráfrasis de Teófilo 4,3,15. 80 La tesis se sustenta en el
argumento de que no podría ser anterior a la lex Hortensia, del año 286, que dio fuerza a
todos los plebiscitos, en el entendido que el tribuno Aquilio habría propuesto el texto en la
secesión plebeya.81 Aun cuando, siguiendo a Bignardi, Teófilo no se refiere a la lex
Hortensia, en términos expresos; en cambio, sitúa la dictación de la lex, "cum tempore
discensionis". Dado que dicha secesión no puede identificarse con aquella del año 499
a.C., ni con la del año 449 a.C., se arriba a la conclusión que la dictación debe coincidir
necesariamente con la lex Hortensia.82
En términos cronológicos, como señala Franciosi, según el pasaje D.9, 2, 1, pr., 83 el
texto de la ley necesariamente debía ser posterior al año 449 a.C, pues, según el pasaje,
la lex Aquilia habría derogado las leyes anteriores relativas a la materia de daños; 84 no
obstante, parece arbitraria la referencia al valor otorgado a los plebiscitos en virtud de
la lex Hortencia, toda vez que, según Biscardi, en virtud de la lex Publilia Philonis, del 339
a.C., varios plebiscitos tuvieron valor de fuerza de ley, habiendo posibilidad, por
consiguiente, de anticipar el evento al 332 a.C.85
Como refiere el mismo Biscardi, estas leyes importaron la aprobación del Senado en las
deliberaciones de los concilia plebis a partir de la exaequatio, que se concreta
efectivamente a trave´s de la lex Valeria Horatia del 449 a. C., la lex Publilia Philonis del
339 a. C., y la lex Hortensia del 287 a. C. Así, acorde la lex Publilia Philonis, la validez de
los plebiscitos debi´a estar, en un primer tiempo, condicionada a la autorizacio´n
preventiva del Senado.86 Solo recién con la lex Hortensia, los plebiscitos adquirieron
definitivamente una autonomi´a no inferior a la de las leges.87
31
de la cosa destruida («plurimi»), debía entenderse incorporada al capítulo tercero, aunque
este no la mencionase.
Por su parte, Gayo 3, 218 se refiere también a la cuestión: "Hoc tamen capite non
quanti in eo anno, sed quanti in diebus XXX proximis ea res fuerit, damnatur is, qui
damnum dederit. Ac ne plurimi quidem verbum adicitur; et ideo quidam putaverunt liberum
ese iudici ad id tempus ex diebus XXX aestimationem redigere, quo plurimi res fuit, vel ad
id, quo minoris fuit. Sed Sabino placuit proinde habendum ac si etiam hac parte plurimi
verbum adictum esset: nam legis latorem contentum fuisse, <quod prima parte eo verbo
usus esset>". Finalmente, las Instituciones de Justiniano, 4, 3, 14-15, hacen referencia a
la opinión de Sabino, en los siguientes términos: "Ac ne plurimi quidem verbum adicitur.
Sed Sabino recte placuit perinde habendam aestimationem, ac si etiam hac parte plurimi
verbum adiectum fuisset: nam plebem Romanam, quae Aquilio tribuno rogante hanc
legem tulit, contentam fuisse, quo prima parte eo verbo usa est". La comparación con el
texto de la Paráfrasis revela cuestiones interesantes. En efecto, en ella se señala: "set
rectissime Sabinus ait perinde habendam aestimationem, acsi etiam hac parte «plurimi»
verbum esset adiectum. plebs enim romana, cum tempore dissensionis inter plebem et
patres Aquilius hanc legem rogaret, contenta fuit, quod prima parte id verbum «plurimi»
positum esset".88
En el pasaje transcrito, Gayo señala que la valoración del daño fue una cuestión
discutida, pues mientras algunos consideraron que el juez tenía libertad para fijar el
mínimo o máximo del valor de la cosa, Sabino opinó que el legislador había incluído la
expresión «plurimi» como una regla general, aplicable a los capítulos primero y tercero de
la ley. Esta opinión de Sabino es considerada como "recte" en las Instituciones, es decir,
aquella interpretación correcta, conforme al texto de la ley. En tanto, la Paráfrasis,
siguiendo a Bignardi, asume un significado distinto que en las instituciones. La expresión
"rectissime" sería usada para destacar la acertada decisión de Sabino: "L'opinione di
Sabino è qui preceduta da χαλλλιστσν che, inserito in questo contesto, assume un
significato parcialmente diverso dal «recte» delle Istituzioni. È aggettivo usato per indicare
il positivo risvolto dell'intervento di Sabino, che veniva ad eliminare le possibili
sperequazioni che la lacuna del testo averbbe, o aveva già, causato, mentre non può in
alcun modo essere índice di una valutazione comparativa rispetto a tesi diverse da quella
riportata nel testo della Parafrasi. La frase conclusiva corrisponde alle Istituzioni, ad
eccezione del richiamo alla secessione, dal quale siamo partiti".89
32
deriva de las propias Instituciones de Justiniano. 91 En efecto, en las Instituciones, 4, 3, 15,
Justiniano afirma que la plebe se "contentó con haber empleado aquella palabra en la
primera frase" ("contemtam fuisse, quod prima parte eo verbo usa est"), lo que indicaría
que se trató del resultado de un conflicto político, cuya escalada solo oudo llevarse hasta
cierto punto.
Desde luego, la idea de la Paráfrasis y el dato histórico ha sido sumamente criticado por
la doctrina, tanto por el contexto histórico y social, como por el desarrollo de los elementos
y expresiones usadas en el texto de la ley. Desde luego, muchas de esas críticas atañen
a la comprensión de la lex Aquilia y abordan aspectos que analizaremos más adelante.
En general, la doctrina, como Cannta, considera que la ley aparece durante el siglo III
a.C., sin que sea posible precisar la fecha y, en todo caso, en la época
republicana.92 Todavía, hemos encontrado quien señala como fecha probable, el año 287
a.C.93
Otra cuestión que ha sido discutida por la doctrina, es si la ley constituía una unidad
originariamente o si, por el contrario, fue el resultado de una combinación o la unión de
varios textos legales precedentes y ello porque, como indica Valditara, la composición
heterogénea de los tres capítulos hace sospechar y preguntarse a los autores la manera
en la que la ley surgió.94 En principio, aún cuando buena parte de los autores sostienen
que la ley originariamente constaba de tres capítulos, algunos han esbozado la idea de un
cuarto.95 Es un planteamiento posteriormente defendido por Cannata, quien sostiene que
la litiscrescencia podía entenderse como un principio procesal que afectaba a los otros
tres capítulos de la norma.96
De otra parte, aún cuando no fue sostenida originalmente por este autor, Guarino
defiende la existencia de dos leyes precedentes que conformaron, en definitiva lo que
conocemos como lex Aquilia.97 Más radical ha sido el planteamiento de Daube, quien
entiende que antes de la lex Aquilia había una lex satura, compuesta de solo dos
capítulos: uno dedicado a la destrucción de bienes animados y otro referido a la
protección de un crédito. Durante el tercer siglo a.C se habría modificado el capítulo
primero y agregado una disposición referida a las heridas de un bien inanimado, que
terminó siendo ubicado en el capítulo tercero.98
A nuestro modo de ver, Pringsheim ofrece un punto de vista distinto, al menos en lo que
respecta a Daube, pues sus argumentos se desarrollan a partir de lo sucedido con
posterioridad a la promulgación de la ley para justificar su planteamiento sobre el
contenido originario del texto. Así, Pringsheim plantea la cuestión de las leyes existentes
entre la promulgación de las XII Tablas y la Aquilia. En principio, indica que la lex
Aquilia fue el resultado definitivo de leyes sucesivas precedentes y que, una lectura
atenta del texto revela que es imposible llegar a la conclusión que este se formó en un
mismo momento, de modo que en su concepto hubo cinco etapas lógica e históricamente
distinguibles, que se sucedieron unas a otras. El método sería ir repitiendo en una nueva
ley las tradiciones recogidas en viejas leyes.99
33
Según el autor, estas 5 capas, etapas o leyes pueden ser deducidas del propio Digesto
y de las Instituciones de Gayo. Tales etapas serían las siguientes: a) del pasaje de G. 3,
210, referido al capítulo primero de la ley, extrae: "si quis hominem alienum alienamve
quadrupedem, quae pecudum numero sit, iniuria occiderit" ("...que si alguno matare contra
derecho un esclavo ajeno o un cuadrúpedo, de los que pertenecen a cualquier especie de
ganado...") y lo confronta con el pasaje del D. 9, 2, 2pr.: "qui servum servamve alienum
alienamve quadrupedem pecudem iniuria occiderit" ("...que quien matere injustamente a
un esclavo o esclava ajenos a un cuadrúpedo o a una res..."); b) en cuanto al capítulo
tercero, el pasaje gayano 3,217: "si quis servum vele am quadrupedem quae pecudum
<numero est, vulneraverit>" ("Por consiguiente en esta parte de la ley se establece la
acción para repetir contra el que hiriera a un esclavo o a un cuadrúpedo de cualquiera
especie de ganado...") y lo confronta con el pasaje del D. 9, 2, 27, 5: "si quis igitur non
occiderit hominem vel pecudem, sed userit fregerit ruperit" ("respecto de las demás cosas,
fuera del esclavo y res que hayan sido muertos, si alguien hiciere daño a otro porque
hubiere quemado, quebrado o roto injustamente..."); c) del pasaje gayano 3,217: "sive
eam quadrupedem quae pecudum numero non est veluti —vulneraverit vel occiderit—"
("...o ha herido o matado a un cuadrúpedo de los que no se considera ganado"); d) la
declaración del pasaje gayano 3,217: "in ceteris quoque animalibus (...) damnum iniuria
datum hac parte vindicatur" ("...contra el que causare cualquier especie de daño contra
derecho a los demás animales..."); e) La primera sentencia del pasaje gayano 3,217:
"Capite tertio de omni cetero damnum cavetur" ("El capítulo tercero habla de las demás
especies de daño"). Y la tercera sentencia del pasaje: "ítem in omnibus rebus quae anima
carent damnum iniuria datum hoc capite vindicatur" ("y por último, contra el que causare
cualesquiera especie de daño contra derecho a los demás animales y aún a las cosas
inanimadas").100
Por el contrario, para Cannata, es indudable que la ley a la que hicieron referencia los
juristas republicanos y clásicos, correspondería al texto, tal como fue aprobado en el
plebiscito e íntegramente en un acto legislativo, agregando que la tesis de la combinación
o unión de leyes precedentes pierde valor frente al pasaje del D. 9, 2, 1pr.101
34
es decir, el producido con el esfuerzo muscular del delincuente a la cosa considerada en
su estructura física. La sanción de la ley no tiene lugar, en consecuencia, por falta de
daño corpore, si se encierra el ganado en un establo para hacerlo morir de hambre, o si
se persuade a un esclavo de que suba a un árbol, ocasionándole de esa manera la caída
y muerte (Gayo, III, 219)".103
En efecto, la acción tenía lugar cuando el daño se había causado con su propio cuerpo
(damnum corpore datum).104 Si se había hecho de otro modo, procedía la acción pretoria,
como cuando, por ejemplo, se dejaba morir de hambre a un esclavo o si se convencía a
un esclavo ajeno para que se subiera a un árbol o bajara a un pozo y al hacer esto, se
mataba o, dañaba alguna parte de su cuerpo.105
Además, desde que la ley tenía como objeto la protección del propietario, a éste
competía el ejercicio de la acción, en principio.106 Es por estas razones que la lex
Aquilia se considera un típico ejemplo del formalismo que había caracterizado la
jurisprudencia posterior a las XII Tablas. Siguiendo a Natali, pueden enumerarse algunas
consecuencias derivadas de este principio. En primer lugar, la acción no podía ejercitarse
por daños causados a la res nullius y a la res religiosae. En segundo lugar, la acción se
otorgaba al que tenía una propiedad temporal sobre la cosa; se extendía incluso al
supuesto de la herencia yacente, en virtud del principio haereditas iacens substinet
personat difuncti y, tampoco era necesario ser propietario de la cosa dañada al momento
del perjuicio, pudiendo ser adquirida posteriormente la propiedad, como en el caso de
la res hereditaria; en fin, si la cosa dañada era una res dotalis, la acción pertenecía al
marido y en el caso de condominio, cualquiera de los comuneros podía intentar la
acción.107
En este trabajo haremos breve análisis del desarrollo de los capítulos, para detenernos
en el estudio de la culpa en la lex Aquilia.
Como hemos dicho antes, el plebiscito rogado por el tribuno Aquilio, estaba compuesto
de tres capítulos. El primer capítulo sancionaba la muerte injusta del esclavo o el
cuadrúpedo ajeno.109
35
parecer de Labeón, a los cerdos, quedando excluidas algunas bestias, como osos,
leones, panteras y otras, según la utilización humana que se haga de ellas, como en el
caso de elefantes y camellos.110
36
juristas. Y en ello hay varias opiniones que no pueden ser desarrolladas en este lugar,
salvo en cuanto abordemos las relaciones entre la culpa y la causalidad en contexto de la
lex Aquilia.116
En lo que respecta a la sanción del capítulo, se establecía que el dañante debía pagar,
a favor del propietario, el más alto valor que hubiere tenido la cosa dentro del año anterior
a la muerte. Los principales problemas en la cuantificación se encontraban en el carácter
originario de la ley (penal o no), en la condena in duplum para el caso que fuera negada la
responsabilidad, en la valoración de los daños y en la relación con la sanción del capítulo
tercero, cuestiones que no pueden ser tratadas en este lugar. Como afirma Pringsheim,
es probable que la valoración del capítulo primero buscara evitar el riesgo de que la
evaluación del esclavo o el ganado hubiese realmente disminuido desde el tiempo de la
muerte y por eso se habría optado por el más alto valor, contados desde la muerte, según
la opinión de Ulpiano en el pasaje del Digesto 9, 2, 21, 1.117
En todo caso, se trata de un capítulo que cayó en desuso, como hemos visto, según
una aseveración que aparece en el propio Digesto (Ulp. D 9, 2, 27, 4) y repetido en las
Instituciones de Justiniano 4, 3, 12. La acceptilatio verbis cumplía la función de extinguir
una deuda efectivamente pagada. Ahora bien, como indica Tomelescu, tras la aparición
de la figura de la solutio, es decir, el cumplimiento en las obligaciones de dar,
la acceptilatio conservó solo la primera de las dos funciones, pero en el capítulo segundo
reflejaba ambas. El fraude podía producirse tanto porque el adstipulator remitía la deuda
sin consentimiento del acreedor principal, como si recibía efectivamente el pago. 121 Pues
bien, en el caso que se produjera dicho fraude, durante los tiempos clásicos la
jurisprudencia otorgó la acción de mandato, como advierte el pasaje de Gayo 3,215.122
37
El tercer capítulo, sin duda el más importante y al que más atención se le ha dedicado,
cuya reconstrucción se debe partir de Ulpiano, se refiere a toda clase daños, causados
injustamente, en cualquier otra clase de animal o de cosas inanimadas, es decir, que
cualquier perjuicio causado con iniuria debía ser reparado en la forma que la ley
señalaba.123-124 Como indica Bernard, el capítulo tercero sancionaba: a) las heridas
causadas al esclavo o al animal vivo en rebaño; b) la muerte o lesión de todos los
cuadrúpedos que no viven en rebaños; c) la destrucción o deterioro de todas las cosas
inanimadas.125
La expresión ceterarum rerum si quis alteri damnum faxit, que se traduce como "si
alguien hiciere daño a otro", enfatiza que las figuras contenidas en este capítulo, así como
en el caso del primero, se establecen en virtud de un damnum facere, es decir, como
indica Cannata, este texto quiere decir que "si alguno ha producido a otro la pérdida de
una cosa".126 Los dos capítulos precedentes establecen el mismo principio, pero en el
tercero se refiere a la pérdida de cualquier cosa (y no solo a la afectación en la esfera del
acreedor o a la muerte de un cuadrúpedo o de un esclavo ajeno) y, por lo mismo, se alza
como la regla o cláusula general.127 Por ello Fuenteseca, señala que el capítulo tercero
tipifica nuevas figuras de damnum, ampliando así este concepto hasta la noción genérica
de perjuicio causado a un bien ajeno, que requiere un resarcimiento pecuniario. La
importancia de la lex Aquiliae es que esta sancionó un tipo delictivo, el damnum iniuria
datum, exigiendo una reparación pecuniaria acorde con una aetimatio damni, según el
valor actual de la cosa.128
En cuanto a frangere, como indica Valditara, hay pocos ejemplos, como el del artesano
que destroza el cáliz que debía decorar, en D. 9, 2, 27, 29. 134 En todo caso, fue un verbo
que quedó finalmente comprendido en la interpretación amplia de rumpere. Este verbo,
ubicado al final de la lista, cumplía la función de clausura del sistema, incorporando los
supuestos específicos de los verbos urere y frangere.135
38
Es esta función de clausura y la interpretación amplia de rumpere es lo que explica la
evolución interpretativa por parte de la jurisprudencia. La ampliación a otros supuestos va
a venir de la mano de la comprensión del verbo rumpere como corrumpere. En un
comienzo, se entendía que había rumpere cuando existía una alteración sustancial
del corpus que se agredía, de manera que solo se configuraba una lesión o daño en el
caso de pérdida patrimonial para el propietario. Tampoco se configuraba la acción si
existía un perjuicio patrimonial derivado de la pérdida de disponibilidad de la cosa, pero
cuando ésta no había mutado.136 Es a partir del siglo I a.C. que la jurisprudencia va a
ampliar el concepto analizado, para incorporar los deterioros. Según la reconstrucción de
Cannata, el trabajo de la jurisprudencia puede ser fijado en el transcurso de unos 50 años
desde la dictación de la ley.137
Finalmente, como hemos sostenido en otro lugar: "Por otra parte, al igual como ocurrio´
con el verbo occidere, en la interpretacio´n de los verbos del tercer capi´tulo, se exigi´a
igualmente una causalidad fi´sica directa e inmediata (damnum corpori corpore), es decir,
una accio´n material desplegada directamente sobre el objeto dan~ado. Nuevamente se
produce una ampliacio´n del a´mbito de aplicacio´n de la ley, para incorporar los
supuestos en los que no existi´a una causalidad directa ni una accio´n directa sobre la
cosa que resultaba destruida o bien, la actuacio´n del agente dan~oso era meramente
omisiva. Asi´ ocurre, por ejemplo, en el texto de Gayo 3,202".138
39
expresión plurimi, es decir, que la indemnización, cualquiera sea el perjuicio inferido,
debía comprender el más alto valor de la cosa. 140Por el contrario, el texto del D. 9, 2, 27,
5, emplea la partícula erit, en cuyo caso la sanción debía ser entendida como dentro de
los 30 días siguientes.
Tales contradicciones han dado lugar a las más variadas teorías, que sistematizaremos
brevemente en este trabajo. Siguiendo a MacCormack, tales tesis pueden agruparse en 4:
a) que en el tiempo que la ley fue aprobada, así como en el Derecho clásico, el
demandante no recibía el más alto valor del esclavo o de la cosa dañada, sino que el juez
valoraba la pérdida por referencia a dicho más alto valor, dentro de los 30 días
precedentes al acto que causa el daño. Esta correspondería a la tesis de Monro; b) que el
tercer capítulo, al tiempo de su promulgación, solo trataba la destrucción de objetos
inanimados y proveía como sanción el más alto valor dentro de los 30 días precedentes a
la causación del perjuicio. Esta es la tesis de Jolowicz; c) que el tercer capítulo, al tiempo
de su promulgación, se refería solo a las heridas de los esclavos y del ganado, de modo
que el demandante podía recuperar las consecuencias de dichas heridas, dependiendo
de la evolución de estas, fijándose el período de los 30 días siguientes al acto dañoso. Es
la teoría opuesta a Jolowicz, defendida, como se sabe, por Daube; d) según una cuarta
teoría, sustentada por Illife, entre otros, el capítulo tercero, al tiempo de su promulgación,
se refería a las más serias heridas y daños causados al esclavo y ganado, así como a
objetos inanimados, respectivamente, estableciendo como sanción el más alto valor
dentro de los 30 días anteriores a la comisión del ilícito.141
c) La tesis tradicional
La postura más tradicional ha sido defendida recientemente por Cannata, aún cuando
se trata de una posición de antigua data.142El modelo de Monro explica la incongruencia
normativa argumentando que la ley establece como sanción el mayor valor que habría
tenido la cosa, tanto para el caso de destrucción, como de deterioro, pero sosteniendo
que la práctica jurisprudencial aplicó el texto sólo en el caso de destrucción. Por el
contrario, en el supuesto de deterioro, se otorgaba una suma equivalente con
este.143Bernard indica que para llegar a las conclusiones de esta corriente es necesario: a)
agregar la palabra plurimi, dentro del contexto de la sanción del valor dentro de los 30
días; b) traducir erit, por el pretérito fuerit, fuit o fuisset; c) equiparar las cosas dañadas de
los capítulos primero y tercero.144
Con todo, Cannata va aún más lejos, pues según este autor el capítulo tercero solo
contemplaba originalmente los daños que implicaban la destrucción o eliminación de la
cosa y no los deterioros y, aún cuando el verbo rumpere —por su naturaleza— no
importaba en principio destrucción, se refería a la inutilización y, de este modo, pérdida
para el propietario, de modo que la laguna normativa vendría fijada precisamente porque
la ley no había contemplado los supuestos de deterioro de las cosas. 145 Un análisis de las
fuentes le permite concluir que la partícula original era el pretérito fuit y que no había
podido introducirse la sanción hacia el futuro, pues la norma se refería originalmente solo
a la destrucción de la cosa y por lo mismo piensa que en la tesis de Daube, que
seguidamente analizaremos, se plantea un falso problema.146
40
La posición de Cannata que venimos comentando parece haber sido propuesta antes,
en términos similares por Jolowicz, quien considera que la frase praeter... occisos fue
interpolada, siguiendo la tesis tradicional, pero que, por el contrario, ceterarum rerum,
cuya frase leída, sin calificación de praeter... occisos, necesariamente significaba "con
referencia a todas las demás cosas, distintas del esclavo y el ganado"; es decir, que el
capítulo tercero excluía de su alcance absolutamente las cosas animadas, de modo que
genuinamente solo pudo haberse referido a los bienes inanimados.147
El corolario de estas afirmaciones parece bastante lógico: que tanto el capítulo primero
como el tercero se referían a la destrucción o pérdida total de cierto tipo de propiedad. No
se trataba del daño físico, sino de la pérdida causada al propietario, de ahí que resulte
natural el paralelo entre el capítulo primero y el tercero, el que sin embargo, no es pleno,
debido a la interposición del capítulo segundo. Con todo, estas premisas conducen a que
la valoración debía haberse efectuado originariamente hacia el pasado, utilizando la
partícula fuit, de modo que en virtud de la interpretación posterior, cuando fueron
agregados los deterioros parciales y los daños causados a seres animados, la regla
perdió eficacia.148
d) La tesis de Daube
41
objetos de la lesión, para los que no tendría sentido seguir manteniendo el plazo de los
treinta días siguientes, sino que, ahora, los treinta días precedentes a la misma. 151 De esta
manera, este sector doctrinal, en palabras de Cannata, construye todo un régimen
aquiliano de hechos que producen deterioro.152
En este apartado pueden agruparse todas aquellos autores que proponen vías o
caminos alternativos a las dos hipótesis contrarias que hemos visto precedentemente y
que, por lo mismo, resulta difícil agruparlos con arreglo a algún criterio común. Veamos
algunas de estas aproximaciones.
En una línea intermedia se sitúa Tomelescu, quien siguiendo a autores como Bernard,
considera que no debe fijarse un criterio uniforme para la determinación de la pena, pues
dicho criterio traería una gran desigualdad, de manera que: "La différence de gravité de
l'infraction pouvait amener une différence dans l'évaluation du préjudice souffert qui
correspondait à une différence d'appréciation de la faute du délinquant". Por eso acepta la
interpretación que propone Daube y que desarrolla Bernard, en el sentido de suprimir la
palabra plurimi, entendiendo que esta no era presumida en el texto original del capítulo
tercero. Por el contrario, no es partidario de incluir el verbo erit, el que considera agregado
de copia por fuerit, de manera que la única diferencia entre los capítulos primero y tercero
se encontraría en el vocablo plurimi, lo que supone desde luego un alejamiento del
esquema de Daube.153
Aún cuando elogia y reconoce méritos a la tesis de Daube, en una línea escéptica con
algunas de sus ideas se encuentra Iliffe, quien hace un análisis de las fuentes. Sostiene
que toda la evidencia parece mostrar que los autores utilizaron la expresión "diebus
proximi" como próximos treinta días. Indica que especialmente las fuentes legales, así
como los escritores del Digesto, tenían una interpretación fija y única para la frase, en el
sentido de los días próximos desde un acontecimiento: "Turning to the legal sources,
however, we find a fixed and seemingly unswerving usage. Whether we look at republican
leges, the formula of the cretio, the institutional writers, or the Digest, die proximis stands
for the days after on event within which another event ocurr". Estas evidencias son
encontradas por el autor, especialmente en algunos pasajes de las Instituciones de Gayo,
como en 2, 165; 2, 174; 4, 22. Indica que en cuanto al pasaje 3, 218, debe deducirse que
cuando quiere hablarse del período de treinta días hacia el pasado, es necesario omitir la
expresión "proximis".
A la misma conclusión llega examinando algunos textos del Digesto (el autor cita los
pasajes de D. 18, 1, 40; D. 45, 1, 13; y, D. 45, 1, 41pr., en los que la agregación de la
frase "proximus" implica entender la expresión hacia el futuro, aún cuando admite que hay
textos contra esta evidencia, como en D. 9, 2, 51, 2, que trata la distinta valoración de un
esclavo herido mortalmente y muerto posteriormente por otro golpe. Un argumento muy
interesante del autor a favor de la interpretación de los "próximos treinta días" es la que
denomina evidencia circunstancial. Esta la encuentra en la acción útil que se otorgó
posteriormente al hombre libre que resultaba herido en alguna de sus extremidades.
Sostiene que es evidente que para cubrir los daños materiales causados, la valoración
debía ser hacia el futuro, pues antes de la herida ningún perjuicio existía.
42
En suma, indica el autor que los escritores romanos nunca parecieron tener una
explicación enteramente satisfactoria del momento en que debía ser tomado el período,
es decir, hacia el pasado o el futuro. No obstante, mientras la valoración hacia el pasado
en el primer capítulo tenía un carácter claramente penal, no otorga la misma explicación
satisfactoria para el capitulo tercero. Tratándose de la herida de un esclavo, por ejemplo,
frente a la ausencia de listas o periódicos que fijarán los precios de mercado, parece más
razonable entender que el plazo era dentro de los 30 días próximos y, en este sentido,
considera que la explicación del profesor Daube es más satisfactoria. Pero contrariamente
al planteamiento de Daube —quien piensa que originariamente el texto se refería a las
cosas animadas o seres vivos—, estima más probable que la lex Aquilia desde un
comienzo incluía la lesión, destrucción o deterioro de objetos animados e inanimados y
que tratándose de ambos el plazo de los 30 días próximos cumplía el mismo papel,
permitiendo al juez una razonable valoración de los perjuicios.154
También, a nuestro juicio, sostiene una opinión particular sobre algunos de estos
aspectos, especialmente desde la perspectiva de la valoración de los daños, Pugsley.
Según el autor, puede haber dos visiones sobre las conexiones entre los capítulos de la
ley. En cuanto a los 30 días del capítulo tercero, no hay evidencia, en ningún período,
respecto de la aplicación práctica del mismo, agregando que durante el período clásico
parece haber sido interpretada por analogía con el capítulo primero, con los 30 días
entendidos como el año y la subsecuente agregación de la expresión plurimi. Ahora bien,
se pregunta qué significa exactamente evaluar el daño por analogía con el capítulo
primero. Una posibilidad era que la medida del daño consistiera en el mayor valor del
esclavo, el más alto valor en los 30 días previos, fuera este herido o muerto, perspectiva
asumida desde el carácter penal de la acción, propia del primitivismo de los primeros años
en Roma. El autor rechaza este punto de vista, especialmente en lo que se refiere a la
naturaleza penal y al pretendido carácter primitivo del Derecho romano de los primeros
tiempos, al menos en este punto.155
La segunda posibilidad o lectura del pasaje corresponde a las ideas de Daube, que
hemos analizado con detenimiento, que desde luego el autor no comparte. En efecto,
indica que la versión de Ulpiano, de D. 9, 2, 29, 8 parece ser más fiable que la 9, 2, 27, 5,
pues no requieren que los 30 días deban seguir el delito y, sobretodo, si los juristas
romanos tenían un tipo de valoración en el capítulo primero, no se entiende porque la
deberían haber abandonado, estableciendo una distinta en el capítulo tercero. La tercera
posibilidad que propone, es que la medida de los daños fuera el valor del animal o del
esclavo en esos 30 días previos, correspondiendo al costo de contratación o reemplazo
de ellos. Ello constituiría una gran mejora sobre las penas fijas establecidas en las XII
Tablas debido a la variación en el costo de vida y la inflación, tomando en cuenta dos
variables ignoradas en las XII Tablas, como eran el valor de la víctima y las estaciones del
año.156
En otro trabajo suyo se refiere a otro de los aspectos de las tesis de Daube y la de
Cannata, que hemos revisado, relativo a la composición original del texto de la ley. En
primer término, luego de un análisis del pasaje Gayano 3,217, que se refiere a capite
tertio de ceteri damno cavetur, en conexión con otros textos del Digesto, considera que no
hay evidencias para estimar que el texto originario de la ley se limitaba a las cosas
inanimadas o al daño parcial. Del mismo modo, tampoco encuentra justificación para
limitar el texto originariamente a la res moventes, para luego admitir que el período fuera
de los "próximos" treinta días.157 De otra parte, el autor hace un detenido análisis de la
expresión damnum faxit del capítulo tercero, utilizada en D. 9, 2, 27, 5, para proponer más
43
adelante la utilización de la expresión damni injuriam faxit en la reconstrucción del texto.
Según el autor, es probable que el término damnum fuera utilizado en todo el texto y cita
como apoyo de su argumentación, el pasaje del D. 9, 2, 33pr., en el que se señala in lege
enim Aquilia damnum. De este modo, indica que es posible en el Derecho romano, así
como en el common law, la expresión iniuria fuera utilizada en un sentido muy amplio,
para referirse al delito de la lex Aquilia y, en el sentido más restringido, para
la injuria como damni injuria, en la misma forma que en el common law se habla
de negligence para referirse al tort negligence y como elemento para configurar la
responsabilidad.158
Mucho más crítico con la posición de Daube es Valditara, a quien podemos situar más
bien en una tercera vía, pues tampoco acoge todos los planteamientos de la tesis
tradicional, al menos tal como esta es defendida por Cannata. En principio, considera la
inclusión del verbo erit como un error de transcripción del pasaje del Digesto 27,5; 159 pero
además no comparte la idea que el capítulo tercero, en su redacción originaria, solo se
haya referido a las heridas de esclavos o animales, especialmente porque la
interpretación jurisprudencial podía extender el alcance original de la ley sin que existiese
un verbo que sirviera de conexión para ampliar la interpretación legal, de modo que otra
forma sería incompatible con el modo de interpretar de la jurisprudencia republicana y que
la muestra de esta forma es la evolución de corrumpere a partir de rumpere.160
Por lo que respecta a su planteamiento, nos parecen que pueden rescatarse dos ideas
centrales, cada una de mucho interés: primero, que usserit fregerit ruperit deberían ser
asociados con los casos donde esos verbos fueron hallados en las XII Tablas, aunque
agrega que no está en condiciones de afirmar si dichos verbos formaron parte del
contenido original de la ley o si, por el contrario, fueron agregados posteriormente, por la
vía de la interpretación.162
44
criterio se hizo obsoleto, debido a la desaparición de la manus iniectio, pudo haber sido
malinterpretado.164
En principio, es de esta opinión, como hemos visto, Valditara, que considera que la
utilización del verbo erit en el pasaje 27,5 se debe a un error de transcripción
por fuerit, como precisamente probaría el pasaje del D. 9, 2, 29, 8 y el texto de Gayo 3,
218.165 El trabajo más profundo en esta línea se debe a Ankum, que demuestra,
precisamente, cómo se habría producido el error en la transcripción.166
Con este breve repaso hemos dado cuenta de la discusión que existe tratándose del
capítulo tercero, el que se encuentra plenamente justificado para nuestros propósitos.
Desde luego, hay numerosísimos puntos de contacto entre las diferentes teorías, pero
también muchas son las diferencias. Estas dos visiones influyen sobre la apreciación del
carácter de la ley, sobre el desarrollo pretoriano de los verbos, sobre las diferencias en la
forma en la que se entiende la valoración de los perjuicios, la consagración y la evolución
de la fórmula id quod interest. Pero especialmente influyen sobre las vinculaciones de
la lex Aquilia con los delitos anteriores, tratándose de los verbos del tercer capítulo y su
equivalencia o no con los delitos de iniuria de las XII Tablas. De la tesis que se asuma,
como veremos, depende el carácter que se atribuya a la iniuria, como elemento
configurador de la lex Aquilia.
B. La iniuria
En general hay acuerdo en que la lex Aquilia exigió, en sus inicios, los siguientes
requisitos para configurar la acción: a) una conducta comisiva; b) la relación de causalidad
entre la conducta y el daño; c) el daño; d) la iniuria.168En el presente estudio, nos interesa
centrarnos en la iniuria, cualificante de la conducta desde el cual se desarrolla la idea de
la culpa. Las cuestiones relativas a la causalidad, en parte han sido tratadas al analizar el
45
principio corpore corpori, a propósito de los verbos rectores, y, en relación con la
causalidad, será motivo de revisión al tratar sus relaciones con la culpa.169
1. Significados de la expresión
La existencia de la culpa como categoría jurídica del Derecho romano ha generado una
gran e inacabada discusión sobre su procedencia e identificación con la iniuria.170 Por eso,
parece oportuno abordar en primer lugar el problema del concepto de la iniuria.
Reiteramos que en dicho estudio tiene enorme importancia la forma en que los autores
conciben el carácter originario de la ley y del capítulo tercero, pues dicha discusión influye
sobre el modo en el que se entienden luego las relaciones entre la iniuria con el delito de
las XII Tablas, lo que deriva en distintas concepciones del instituto.
Desde que los perjuicios que se reparan en virtud de la lex Aquilia se definen
como damnum iniuria datum, es claro que dichos daños comprenden como elemento
la iniuria. En su sentido etimológico y tal como aparece en las fuentes, 171 la expresión
latina tiene los siguientes significados: injusticia, 172 afrenta o atentado al honor,173 violación
de un derecho, daño, lesión o detrimento. 174 Pero además, este término latino tiene varios
usos, roles o papeles jurídicos. Como explica Martínez Sarrión, la iniuria no fue una única
institución, ni tampoco una categoría dogmática general. Del estudio de las distintas fases
del Derecho romano, se puede decir que la iniuria se manifestaba así como todo
atentado, vulneración o conculcación de las normas de convivencia y su sanción,
consiguientemente, pretendía soluciones para su restauración, en lo posible. Agrega que
ese era el módulo esencial de las XII Tablas. Por eso, Schipani le asigna tres funciones:
en la legis actio sacramento in rem, configurando el delito de iniuria y como requisito o
elemento del damnum iniuria datum.
Una primera tendencia, defendida por La Rosa, sostiene que la iniuria, tal como
aparece en las fuentes, como "causa de justificación", así como su posterior identificación
con la culpa y el dolo, corresponden a una evolución posterior del instituto.175
46
importancia, traducida en la estrecha relación existente entre el damnum de la lex
Aquilia y la iniuria, como lesión personal, de manera que el delito de las XII Tablas habría
servido de modelo para el capítulo tercero de la ley. El nexo de conexión entre ambos
sería la violencia física, de modo que la diferencia se encontraría solo en el sujeto u objeto
a quien se dirigía esa violencia: si se trataba de un hombre libre en el delito de iniuria; por
el contrario, si era un esclavo, animales o cosas, resultaba aplicable la lex Aquilia.177
En este sentido, a nuestro juicio, la idea de La Rosa se inscribe dentro de las más
radicales, que encuentran una equivalencia absoluta entre los delitos de las XII Tablas y
los verbos posteriores, al punto que el propio significado de iniuria no cambia, de modo
que resulta lógico que termine concluyendo que dicho elemento equivalía siempre
a contumelia. Kelly plantea una posición idéntica a La Rosa, quien como hemos visto
sostuvo que la expresión damnum faxit reemplazó a iniuriam faxit, pasando a ocupar la
palabra iniuria el extraño lugar, posterior a los verbos. Ello le hace pensar que
la iniuria originariamente equivalía a contumelia, de modo que resultaba claro que los
verbos del capítulo tercero derivaron de la iniuria de las XII Tablas.184
47
Para Watson, dicha equivalencia fue plena y, a su juicio, constituye la principal
evidencia de la tesis de Daube. Afirma: "...but even so the words were not so precisely
defined as a XII Tables: frangere is used instead of os frangere, rumpere instead of
membrum ruptum"; por lo mismo, en su opinión, el carácter menos preciso de estas
acciones materiales permitió su interpretación amplia, para comprender el daño causado
a todo tipo de cosas.185 En otro sentido, la idea de las XII Tablas como modelo de la
introducción de los verba urere, frangere, rumpere, se encuentra en la tesis de las 5 leyes
anteriores propuesto por Pringsheim, pues según este autor, cuando se agregó la muerte
de esclavos y del ganado, los verbos del capítulo tercero fueron incluidos, lo que fue solo
fue posible a través del modelo de las XII Tablas, derivado de los delitos os fractum y
membrum ruptum.186
Le sigue MacCormack, quien agrega como dato interesante lo que nos parece
fundamental para arribar a las conclusiones de esta posición: que si bien es
cierto frangere y rumpere fueron usados en las XII Tablas para describir tipos de heridas,
uno no puede asumir de ahí que fueron empleados en la lex Aquilia con ese propósito. El
principal problema lo presenta urere, respecto del cual también cita el ejemplo del esclavo
que ha sido quemado, en D. 9, 2, 27, 6, pero señala que de este ejemplo no puede ser
inferido que fue la situación estándar en la aplicación e interpretación de los verbos. Por
eso le parece también que la interpretación natural de ellos se aviene mejor con bienes
inanimados, sumándose a la posición de Jolowicz.188
Con carácter general, algunos autores han propuesto que en ocasiones los juristas
romanos identificaban la iniuria con el mismo ilícito, es decir, con el delito
de damnum.189 En un sentido similar Volterra, indica que: "Este delictum, llamado también
simplemente damnum iniuria, consistía en causar iniuria, esto es, un daño a los bienes
que formaban parte del patrimonio de otro sujeto, sin tener derecho a ello".190
48
Tanto en el primer como en el tercer sentido, son evidentes los nexos de la iniuria con
el ilícito.192De ahí la clara conexión con el término iniuria, especialmente en la acepción
utilizada en el delito de damnum. En todo caso, aún cuando nuevamente Albanese señala
que si bien iniuria, etimológicamente, podía aspirar un rol general, como equivalente de
ilicitud, tuvo un significado preciso, determinado a un tipo particular de ilícito, tratándose
de los daños a las personas libres.193Finalmente, debemos tener presente que, en el
pasaje del D. 1, 1, 1, se distingue el binomio justo-injusto, del binomio lícito-ilícito.
49
Pues bien, hechas estas precisiones previas, comenzaremos por aquella que reduce el
papel de la culpa al mero nexo causal, considerando la negligencia como fruto del
desarrollo justinianeo. La tesis objetivista corresponde, como hemos visto, al movimiento
interpolacionista que vino a reaccionar frente a la entonces teoría subjetivista y cuyo
último paso corresponde a Arangio Ruiz, aunque las críticas comenzaron antes, a
comienzos de siglo, siendo a menudo destacadas las aportaciones de Rotondi en sede
aquiliana.
Rotondi basa todo su trabajo en las diferencias que se habrían producido en el régimen
de responsabilidad aquiliana consagrado en la ley, hasta su desarrollo clásico y las
alteraciones que posteriormente fueron fruto del trabajo justinianeo. A las
transformaciones en el aspecto objetivo sucedieron otras en el ámbito subjetivo, que son
las que de momento nos preocupan. Comienza por destacar que la culpa no se
encontraba prevista originariamente en el texto de la ley, la que se refería exclusivamente
al damnum iniuria datum. Se trataba de un elemento objetivo, el daño, cualificado por
la iniuria, entendida originariamente en la lex como acción antijurídica, acto de injusticia.
Luego, al no estar presente la culpa como elemento de la lex, los juristas clásicos solo
se preocuparon de establecer un mínimo psíquico para la atribución del hecho, mínimo
suficiente para reconocer la consecuencia dañosa de un hecho. Y este sería el sentido
objetivo en el que hablaron los autores de culpa, como en la utilización de Quinto Mucio
en D. 9, 2, 31pr. De este modo, los clásicos no desarrollaron la culpa en sentido técnico,
como desviación de un estándar de conducta. Un argumento que utiliza el autor para
sostener su tesis es que la lex originariamente exigía una conducta corpore corpori. Ello
implica que, siguiendo el pasaje D. 7, 1, 13, 2, en la lex Aquilia se sancionaron solo
conductas comisivas, mientras que la consagración de la culpa suponía arribar a una
responsabilidad por omisión.198
Un paso más extremo se advertirá en Arangio Ruiz, quien reduce la culpa al mero nexo
de causalidad. En principio, señala que la culpa no se encontraba ni en el edicto, ni en la
ley, durante la época republicana. En esto, repetimos, hay acuerdo en los autores, de
modo que indudablemente se trata de un término introducido por la jurisprudencia,
entendida esta por oposición a las fuentes formales del Derecho. Sostiene que los juristas
utilizaron la palabra en su sentido común u ordinario y que ella quería decir, al menos en
muchos casos, la relación causal que une una conducta con un evento dañoso. Cita
varios ejemplos en los que se utilizaría la culpa en este sentido, entre ellos, como máxima
general el pasaje atribuido a Pomponio, en D. 50, 17, 203: "Quod quis ex culpa sua
damnum sentit, non intelligitur damnum sentiré" ("No se entiende que el que sufre daño
por su culpa sufre daño").200
50
En otras ocasiones la palabra culpa se utilizaba en relación al problema del delito, pero
para indicar la antijuridicidad, particularmente en los delitos públicos y pone como ejemplo
el pasaje de Paulo en D. 49, 16, 14, 1, e incluso en un supuesto de delito privado,
poniendo como ejemplo el texto del D. 38, 2, 24.201 Los textos citados, entre otros, le
permiten concluir que tanto en materia criminal, como en el campo del ilícito privado, el
concepto de una responsabilidad por culpa, distinta de aquella por dolo derivada de una
falta de voluntad directa a la violación del bien jurídico de otro, surge muy tarde.
Primitivamente, incluso en el pensamiento jurídico y filosófico griego, la palabra no se
distinguiría del caso fortuito. En la regulación romana primitiva solo se advierte la
existencia del dolo para algunos delitos, pero no se menciona la culpa. Ahora bien, si bien
reconoce que en época clásica se fue elaborando la expresión culpa, se utilizó de manera
sumamente restringida, oponiendo el dolo al casus, como lo demostrarían algunos
ejemplos. Cita como apoyo de sus argumentos algunos pasajes, entre ellos los textos del
D. 48, 8, 1, 3 y 48, 19, 11, 2.202
Estima el autor que todas estas consideraciones anteriores son trasladables a la lex
Aquilia. En principio, el dolo estaba presente originariamente en la sanción de la ley y
señala que otros autores lo rechazan al no aparecer la expresión "dolo malo", pero en su
concepto otro elemento subjetivo no se deriva de la palabra iniuria. Aunque fuera falaz
una conexión entre la iniuria del delito de damnum y de las XII Tablas, como lesión
personal, es claro que el ablativo puede haberse incluido con el solo fin de excluir la
aplicación de la pena cuando la muerte era causada iure, como en el campo de la legítima
defensa u otra acción permitida. Solo en época posterior, por razones de exigencia
practica, fue elaborado por la jurisprudencia el principio de la punibilidad del daño
aquiliano causado con culpa; de modo que ahora iniuria pasó a considerarse exactamente
como la antítesis de iure, pero se hicieron esfuerzos de interpretación necesarios para
considerar que la palabra iniuria incluía el elemento subjetivo del delito. Esta equivalencia
entre culpa e iniuria quedaría clara en los textos gayanos 3, 202 y especialmente 3, 211,
pero la cuestión que comienza a analizar luego es el papel que la palabra jugó en la
jurisprudencia. En este sentido, la exigencia de un daño corpore corpori indicaría que solo
sería admisible una culpa por acción y no culpa in omittendo, como quedaría demostrado
del pasaje del D. 7, 1, 13, 2, que excluye del ámbito de aplicación de la lex Aquilia las
conductas omisivas y ello habría justificaría el otorgamiento de otras acciones, repitiendo
el argumento de Rotondi.203
Con estas premisas el autor va argumentar que era precisamente la sanción de la culpa
comisiva la que demostraría en el pensamiento clásico una semejante valoración entre
culpa contractual y extracontractual. Para él los romanistas modernos no se han centrado
en el concepto de culpa, sino en el problema de sus grados, según la máxima del D. 9, 2,
44pr.: "In lege Aquilia et levissima culpa venit", así como la distinción entre culpa lata y
leve del D. 30, 47, 5, de modo que algunos han considerado que la culpa levissima
constituye una exigencia superior al buen padre de familia y otros han propuesto que se
refiere a este parangón.204
En definitiva, luego del análisis de algunos textos del Digesto relativos a la lex Aquilia,
como el caso del podador, que contiene la definición de culpa de Quinto Mucio, en D. 9, 2,
31pr., respecto del que concluye, desde luego, que cualquier referencia a la culpa es fruto
de una interpolación justinianea, así como un estudio comparado de las acciones reales,
llega a concluir que todo el contexto de la lex Aquilia excluía originariamente la culpa y
que por tanto, resultaría difícil pensar que el delito de damnum fuera la excepción. Pone
el caso de la reivindicación, cuando pendiente la decisión del juicio el poseedor dañaba o
51
deterioraba la cosa. Indica que se trataba de un tipo de responsabilidad muy similar a la
de la lex Aquilia. En estos casos, también la culpa fue un agregado post clásico, que
permitió completar el esquema de responsabilidad junto con el dolo.
Las conclusiones finales del autor serían como siguen: los clásicos fueron juristas que
no desarrollaron instituciones generales ni abstractas, sino que por el contrario, medios
técnicos precisos para ir solucionando los problemas que se les fueron planteando. De
aquí nacen las principales figuras que delinearán la responsabilidad contractual; en
cambio, la jurisprudencia bizantina amaba los conceptos generales, las particiones
sistemáticas, las deducciones de la regla de la vida social, sacrificando la satisfacción de
intereses por la coherencia del sistema. Así va a emerger la triada dolus, casus, culpa.205
La tesis opuesta a la que venimos comentando sostiene que tanto en el período clásico,
como en el derecho tardío, la culpa fue entendida como desviación de un estándar de
responsabilidad; en otras palabras, la culpa como falla en el cuidado que un buen padre
de familia debió haber ejercitado, excepto en aquellos ámbitos en que culpa se entendió
como culpabilidad, incluyendo el dolo.
Comencemos por Voci, quien nos ha parecido el más claro defensor de esta posición.
Tal como propone a propósito de la custodia, Voci centra una parte de su estudio en
la diligencia, que es a la que vamos a referirnos brevemente. Para él, el Derecho romano
sigue el criterio subjetivo del dolo y la culpa, estableciendo casos de responsabilidad
objetiva en supuestos escasos.
La culpa, según el autor, era entendida en dos sentidos diversos en las fuentes: como el
acto o comportamiento que el Derecho consideraba reprobable, en cuyo caso se
utilizaban las expresiones culpam admittere u otras análogas o bien, como causa del
daño (in culpam esse). El comportamiento culpable podía ser determinado por la voluntad
de producir el daño (dolo) o bien debido solo a negligencia o culpa en sentido estricto.
Agrega que el significado usual de culpa era el de comportamiento negligente. Estos
análisis son desde luego aplicables al ámbito aquiliano, pues era precisamente en dicha
materia en la que habría surgido el empleo de la culpa. La culpa como instituto tuvo
52
partida de nacimiento con Quinto Mucio y la famosa definición del pasaje del D. 9, 2,
31pr., la que habría sido interpretada desde los clásicos, a partir de la diligencia.207
Otro autor que merece destacarse en este grupo doctrinario es Visky, quien luego de
analizar varios textos del Digesto relativos a la lex Aquilia, estima que resulta
incontestable que esta ya se había presentado claramente entre los jurisconsultos
republicanos, con dos significados. En uno muy amplio, comprendiendo el dolo y el otro
estricto, como negligencia. De esta forma, los veteres habían tenido oportunidad de
analizar bastante a fondo el problema de la negligencia, utilizando como principales
ejemplos, los pasajes de Quinto Mucio en D. 9, 2, 31 y Alfeno en D. 9, 2, 52. De este
modo, la culpa viene a ser un grado intermedio de responsabilidad entre el dolo y el
casus.208
Por último, merecen destacarse a nuestro juicio, nuevamente, los aportes de Daube.
Según este autor, los romanos utilizaron la culpa en dos sentidos: un sentido muy amplio
se empleaba para incorporar tanto el dolo, como la negligencia. En dicho entendimiento,
que según el autor parece haber sido el primero, la culpa equivalía a la falta. En un
alcance restringido, incorporado paulatinamente, la culpa fue utilizada como sinónimo de
negligencia. Según Daube, este carácter oscilante del concepto siguió siendo importante
durante todo el Derecho romano. Así, por ejemplo, en el pasaje de Paulo, en las Instituta
de Justiniano, 4, 4pr., tratándose de los daños a la propiedad, se trataba la culpa como
condición de responsabilidad, cubriendo la expresión tanto el dolo como la negligencia.
Como los otros autores que defienden esta tesis, piensa que en el ámbito aquiliano la
utilización de la culpa en sentido estricto, es decir, como negligencia, habría comenzado
en el pasaje de Quinto Mucio Scaevola, en D. 9, 2, 31pr y posteriormente, 6 años más
tarde, con la decisión de Alfeno Varo, en D. 9, 2, 52, 4. Fuera del terreno aquiliano, entre
las decisiones de Mucio y Alfeno Varo, cita la decisión del Servio, en D. 24, 3, 66pr, quien
declara que el marido es responsable por dolo o culpa por los bienes recibidos en la
dote.209
Esta tesis ha sido desarrollada por varios autores de manera independiente, que a
nuestro juicio buscaron diferentes aproximaciones para resolver los problemas que
planteaba y sigue planteando la responsabilidad en el Derecho romano. Según esta teoría
la culpa, tanto en el período clásico como posteriormente, expresaba la conducta que
podía ser considerada como una materia de reproche individual. Autores con posiciones
tan dispares como Schipani o MacCormack se circunscriben dentro de esta tesis.
Consideramos adecuado comenzar con MacCormack.
a) La contribución de MacCormack
A nuestro juicio, una lectura global de los trabajos del jurista inglés debe llevarnos a
resumir su pensamiento de la siguiente manera: MacCormack arranca desde un juico
crítico de la utilización de las nomenclaturas del derecho moderno para referirse a los
problemas del Derecho romano. Así, hemos visto como descarta la utilización de la
53
dicotomía responsabilidad objetiva-subjetiva empleadas en relación con diversos aspectos
de la responsabilidad en Derecho romano y al menos en el ámbito de la custodia, no es
de la opinión que se trate de un criterio de responsabilidad.
Desde el punto de vista del desarrollo histórico, según MacCormack, las sociedades
más primitivas y orales, en las que no se había alcanzado la escrituración pensaban en
términos más bien objetivos que subjetivos, no porque desconocieran la distinción entre
acto intencional y accidental, sino porque había dificultades de prueba. Si bien es cierto,
diferenciaron entre actos intencionales, descuidos y accidentes, no tenían capacidad para
formular reglas generales. Cuando alcanzaron la escrituración y promulgaron sus
primeras leyes, todavía existía un pensamiento concreto y todo lo que podían hacer era
seleccionar un conjunto de situaciones que típicamente hacían surgir un conflicto.
Agrega que este es el estado en el que más o menos se encontraba el desarrollo del
Derecho romano en sus etapas arcaicas, especialmente en el tiempo de la dictación de
las XII Tablas y las legis regiae. En cuanto a las XII Tablas, estas describían simplemente
ofensas que no hacían referencia a la intención, salvo el asesinato y el incendio.
Tratándose de las injurias físicas (membrum ruptum, os fractum e iniuria) el autor adopta
una posición escéptica, pues indica que no puede afirmarse, sin arbitrariedad, que dichos
delitos requirieron de un elemento intencional o de la falta de este para configurarse.211
54
reconoce que dicho texto evidencia una mayor sistematización y generalización en el uso
de los conceptos dolo y culpa en relación con las Institutas de Gayo, ello no se tradujo
tampoco, tal como ocurrió en el período clásico, en la construcción de criterios de
responsabilidad; además sostiene que uno no puede asumir que dicho trabajo de
generalización se debe exclusivamente a los compiladores, pues se ocuparon de textos
clásicos que podrían haber empleado tipos generales. En lo que toca a la lex Aquilia,
sostiene que Justiniano presta más atención que Gayo al dolo y a la culpa, pero no hay
nada en sus Instituciones que indiquen que el dolo o la culpa fueron tratados como
criterios, estándares o principios de responsabilidad.213
Ahora bien, la solución para el juicio crítico de las posiciones que debaten la cuestión
desde las posiciones subjetivas versus objetivas y la conceptualización de la culpa y el
dolo como criterios de responsabilidad es encontrada por el autor en un concepto más
amplio y funcional de la culpa, como quedará más claro al revisar algunos textos
emblemáticos en la materia. De este modo, ya no construye su sistema sobre la custodia
o la culpa como mero nexo de causalidad o con sentido estrictamente objetivo, de una
parte, o bien como estricta negligencia, de otra, sino que va a considerar la culpa como
falta.
Si bien resulta relativamente sencillo distinguir esta tesis de la objetiva, por el contrario,
es más difícil comprender cuál es la diferencia entre la tesis de la culpa-negligencia
versus culpa-falta. Desde la perspectiva de MacCormack, hemos visto que dicha
diferencia se explica porque el autor elabora una compleja argumentación y una profunda
investigación, en gran parte de sus trabajos, destinadas a descartar que en Derecho
romano se hubiere utilizado la culpa como criterio de responsabilidad. De ahí que la
custodia se le conciba como contenido de la obligación y la iniuria desde la perspectiva de
la esencia del ilícito aquiliano. Por lo mismo, la culpa vinculada a ambos, como
consecuencia del hecho dañoso, constituye un concepto más amplio que la negligencia,
entendida como desviación de un patrón abstracto.
55
representar una ofensa en general o en un comportamiento prohibido por un rango de
reglas, una ofensa en particular.
Así, la culpa se presenta con un sentido muy amplio y funcional, pudiendo variar
dependiendo del tipo de relación, pero todas ellas tienen la nota común que se refieren a
una conducta que puede ser objeto de reproche individual. Particularmente tratándose de
de la lex Aquilia, MacCormack piensa que una persona no era hecha responsable como
consecuencia de una particular posición en sus relaciones jurídicas, ni como
consecuencia de una falta en la observación de los intereses de otro, sino que era
reprochable la conducta en la que había faltado el ejercicio adecuado de sus facultades
mentales, fallando en la apreciación de sus consecuencias.216
b) La tesis de Schipani
En esta línea, aunque con una metodología completamente diversa y con finalidades
también diferentes, claramente podemos encuadrar en este sector doctrinario a Schipani,
quien tal vez tiene uno de los trabajos más profundos sobre la materia. En relación con el
tema comienza con un estudio pormenorizado de las raíces etimológicas de la palabra, a
la que nos hemos referido. Este autor identifica dos visiones sobre la culpa. La primera
posición pone en evidencia que la culpa se encuentra objetivada, en el entendido que se
articula como una transgresión de una norma, sea moral o jurídica. Dos críticas proponen
Schipani para esta posición. La primera, que desde este punto de vista no se indica
exactamente el contenido de la norma violada, es decir, si se trata de un deber o de una
obligación. En segundo lugar, el autor enfatiza que debe destacarse que la culpa fue
entendida indicando un hecho separado de su autor, lo que pone en evidencia la
gramática latina, es decir, que el término fuera empleado solo en singular, pero agrega
que el uso del término en plural se encuentra a partir de Cicerón y muestra su utilización
por Plauto y Terencio, de quienes derivan expresiones como commerere culpam in se,
admittere culpa in se, de los cuales se puede considerar derivado commere culpam,
admittere culpam, principalmente ligados al significado objetivo de hecho cometido, en los
que es naturalmente accesible el plural.
El singular era más abstracto y se refería al sujeto. Aquí se relaciona la otra posición,
según la cual culpa significaba "Schuld" (culpabilidad, deuda) o "Verschuldung"
(endeudamiento), que pone el acento en la posición del autor frente al hecho; así se
distinguiría entre el reconocimiento en el sujeto de la causa del hecho y el reconocimiento
56
de la cualidad del autor, poniendo énfasis sobre las características del comportamiento
consciente y voluntario de la intervención de este en la serie causal que podía verificarse
entre el hecho y la ilicitud del primero. La primera idea pertenece a Pernice y la segunda
Voigt, entre otros. Señala Schipani, que de este enfoque no resulta exactamente aclarada
la relación entre comportamiento subjetivo e infracción de una norma; en particular no
profundiza en las características de la conducta, limitando el juicio desfavorable al hecho
puesto en ser y no profundizando el carácter referido a la voluntad del sujeto agente. Esta
evaluación conduce al autor a optar por el punto de vista contenido en el Thesaurus
Linguae Latinae, que define culpa como malum, lo que se traduce en un comportamiento
que, en sí y por sí mismo, es objeto de un juicio desfavorable. Este es la perspectiva que
le parece correcta al autor, como intenta probar.218
Ahora bien, según el análisis de Schipani, la palabra tuvo una extrema variedad en los
autores latinos, que puede considerarse desde diversos puntos de vista. En primer
término, se trataba siempre de hechos valorados como un mal, es decir, que cuando se
hacía referencia a la culpa por los autores latinos, estaba insertada en un contexto en que
delineaba una situación desfavorable, en cuanto se trataba de un daño, error, violación de
un derecho o de la moral. Cuando la conducta era valorada positivamente, no se hablaba
de culpa. Así, explica que se empleara de la palabra en múltiples contextos delictuales
(homicidio, daño, lesiones); respecto de varios sujetos (personas e incluso animales); el
ámbito normativo (moral o jurídico). En relación al elemento específico de la situación que
viene caracterizada con el término culpa, se refiere al hecho íntegro, a la sola conducta, a
la sola lesión, etc.
57
diferentes, pero en todos ellos aparecía implícita la posibilidad de tener una conducta
alternativa. Divide este número en dos grupos: aquellos en los que se tomaron en cuenta
factores externos y los que se consideraron los factores internos del agente. Este último
aspecto constituye en opinión del autor uno de los puntos más delicados del problema. En
este ámbito cita ejemplos de imprudencia, inscientia, que fueron motivo de exclusión de la
culpa. También el lapsus y el error constituyeron excluyentes de ella.220
Hay un apartado muy interesante, en el que hace una precisión entre culpa y relación
de causalidad. La culpa importaba un plus a la relación de causalidad, pues se refería a
un juicio de reprochabilidad de una conducta considerada desfavorable. Finalmente, antes
de la exégesis de los textos, en los que va a ir determinando los sucesivos aportes desde
los republicanos hasta los clásicos, hace una consideración sintética de los pasajes
republicanos. Dichos escritos coincidirían con el empleo del término en el ámbito literario.
Especialmente clara es la regla jurídica que según el Schipani sentaron los veteres a
propósito de D. 45, 1, 91, 3, donde culpa designaba la conducta del sujeto que, fuera de
las hipótesis de fuerza mayor o caso fortuito, no había observado la obligación a la que se
había sujetado, fundándose su comportamiento reprobable en la consecuencia negativa.
En suma, indica Schipani que tanto para los textos literarios como para los jurídicos, la
culpa significaba siempre un hecho valorado desfavorablemente, un delictum, un
peccatum, más genéricamente un malum, del cual el sujeto debía ser reconocido como
autor, siendo esencial que el sujeto hubiere estado en condiciones de comportarse de otra
manera y en la valoración de los eventuales impedimentos se consideraron factores
externos e internos, los últimos inherentes a la voluntad y a la consciencia, pero no se
requería la individualización de un comportamiento consciente y voluntario, bastando la no
conformidad a un modelo de comportamiento.
Aún cuando no configure un delictum, peccatum o malum, la conducta podía ser sujeta
a una consideración desfavorable y a una reprochabilidad. La culpa no era la violación de
una norma cualquiera, sino la violación de una norma que podía, desde un punto de vista
material y consciente, ser evitada. De este modo, la culpa no pudo ser reconducida a la
noción de causa y ni siquiera a la mera relación de autor entre el sujeto y el evento ilícito.
Como la esencia de la culpa fue un comportamiento desfavorable, estaba conectada con
un reproche subjetivo, no comprendiendo solo el comportamiento intencional, sino la falta
de control, en relación a un modelo, de los propios comportamientos.221
Como resulta imposible sintetizar el trabajo del autor en breves páginas, nos parece
suficiente señalar que reafirma las opiniones que hemos expresado precedentemente.
Así, analiza in extenso los pasajes D. 9, 2, 39pr. y D. 9, 2, 31pr atribuidos a Quinto Mucio;
el pasaje D. 43, 24, 7, 4, de Servio; de Ofilio, en D. 9, 2, 9, 3; de Alfeno, en D. 9, 2, 52, 1-4
y D. 9, 2, 29, 4. Del examen de los escritos republicanos extrae algunas conclusiones
interesantes. Señala que aún cuando los juristas resolvieron con extrema adhesión a las
situaciones particulares, hablaron de culpa con algunas características de la conducta,
pero sin valor descriptivo, conectándose con la individualización de la solución que venía
58
dada. Así la culpa se conectaba con otros términos, como consulto, data opera,
percutere, ex plagis, sua exponte, negligentia, agitare, ducere, etc. Unas veces tenía un
interés meramente descriptivo de una conducta, en otras una valoración, un reproche, una
conducta intencionalmente destinada a producir el perjuicio; a veces la referencia era más
estricta y en la negligencia hacía referencia a un modelo de comportamiento y a veces
indicaba el mero cumplimiento de la conducta típicamente causal. Concluye señalando
que el reconocimiento de la responsabilidad de un sujeto no fue homogéneo. En
ocasiones, la culpa no parecía justificable, en otras se encontraba implícita en la decisión
y solo para ciertos casos podía considerarse cierta.
59
Aquilia. Si hemos entendido bien el estudio de Schipani, solo con los bizantinos habrá el
intento de colocar exclusivamente la negligencia como centro del sistema.
A nuestro juicio, el problema de la culpa en la lex Aquilia puede ser leído desde varios
puntos de vista, que intentaremos abordar brevemente en este apartado. Así, una primera
perspectiva sería la metodológica. Hemos intentado demostrar, desde los planos
meramente teóricos y luego en el análisis de los casos, como los autores defienden sus
visiones, a menudo totalmente contradictorias, en relación con el concepto de la culpa o,
mejor dicho, sobre lo que los juristas clásicos, post clásicos y bizantinos entendieron por
ella. En sucesivas etapas temporales la doctrina romanista ha pasado desde
concepciones objetivistas a otras de carácter subjetivo.
En la segunda parte del siglo pasado, aparecen autores que comenzaron a sostener
posiciones escépticas, criticando especialmente las categorías utilizadas para enfrentarse
a los problemas de responsabilidad en el Derecho romano. Tachando de inadecuada la
nomenclatura responsabilidad objetiva-subjetiva y efectuando críticas a los métodos
empleados, particularmente al denominado método interpolacionístico, intentaron caminos
alternativos, básicamente negando el carácter de criterio de responsabilidad de la
custodia —en el ámbito contractual—, afirmando por el contrario su significado de
contenido de la obligación y explorando por la vía de un concepto más amplio de la culpa,
que no la restringiera solo a la negligencia. Nos parece que en esta materia son
destacables principalmente las aportaciones de Cannata, MacCormack y Schipani.
Las tesis objetivas de la culpa han calado hondo en la dogmática civil, pero han recibido
serias críticas desde el punto de vista del método romanista. Ya nos hemos ocupado en
páginas anteriores de argumentar desde los orígenes de la culpa en el mundo griego y
desde la antropología, por qué una tesis como esta no puede ser acogida y el capítulo
dedicado a la culpa desde el terreno filosófico no hará más que reafirmar nuestra
perspectiva. Veamos ahora cómo el método de la interpolación de los textos tampoco
favorece una solución de esta naturaleza.
60
Por ejemplo, Robaye considera que hay una exceso de opiniones sobre las
interpolaciones, agregando que el problema radica precisamente en el método empleado
para decir cuando un texto ha sido o no interpolado, pues a menudo se argumenta sobre
la base de la distracción de los compiladores, a veces se piensa que estos no
comprendieron adecuadamente las reglas clásicas o bien que fueron alteradas o, incluso,
se estima que hubo derechamente una agregación. Robaye sostiene que el trabajo de los
compiladores del Digesto supuso el estudio y recopilación de más de 3.000.000 de líneas
y, por lo mismo, solo se limitaron a cumplir el mandato encomendado en la
constitución Deo auctore, eliminando las repeticiones inútiles o contradictorias. De este
modo, anota, si las compilaciones hubiesen sido de la entidad que los sostenedores de
las tesis objetivas plantean, no hubiesen subsistido las contradicciones que se advierten
en los clásicos, más preocupados de resolver las cuestiones concretas que les eran
sometidas, que a formular reglas generales, como era la tendencia de los justinianeos.
Finalmente, sostiene que el problema de la interpolación no puede caer en una pura
valoración gramatical, por cuanto las construcciones gramaticales postclásicas no son una
prueba inmediata de alteración del pensamiento de los clásicos; antes al contrario, piensa
que los justinianeos reescribieron algunos textos, respetando el pensamiento de sus
predecesores.224
Pero la objeción más seria de este grupo de opiniones tiene una naturaleza más
sustantiva y si se nos permite sistémica. En efecto, este grupo doctrinario considera que
la culpa solo importaba en época republicana e incluso clásica, la comprobación del
vínculo causal. Pero, si la culpa equivalía a la relación de causalidad, ¿qué papel jugó la
causalidad en el Derecho romano?, o, aún, ¿qué relaciones había entre la causalidad y la
culpa desde este punto de vista? Sobre estos problemas, este sector guarda el más
absoluto silencio, refugiándose en sus opiniones sobre la interpretación de los verbos.
A nuestro juicio, las deficiencias de análisis quedan suplidas si, partiendo de los mismos
presupuestos de estos autores, es decir, considerando que los juristas romanos no
desarrollaron la culpa como negligencia-criterio de responsabilidad, sino como un instituto
amplio de reproche individual de conductas, conectamos la función de la culpa
especialmente en la causalidad.
61
De modo que en nuestra óptica, la clave está en considerar el problema como un todo y
no solamente algunos elementos aislados. Si la culpa es analizada en el contexto de un
sistema y consideramos que esta (sea estricta o en un sentido amplio) correspondía o,
más bien se desarrolló junto con las acciones decretales (como ya insinuaron Pugsley y
Zimmermann), la interpretación no puede haber salido de la nada, sino que por el
contrario, tendría que haberse encontrado en la ley y en la conciencia jurídica de los
romanos. De esta manera, resulta evidente que con el tiempo todos los ámbitos de
interpretación de la lex se fueron adecuando, pero el germen de todos ellos debió haber
estado ya en la ley (así ya lo advirtió MacCormarck para la culpa) y consideramos que el
papel de la culpa en la causalidad arroja luz sobre la funcionalidad de esta.
Un análisis y aún una sola lectura de las fuentes contenidas en el Digesto, revelan la
disparidad de criterios entre los juristas romanos, en lo que respecta al tratamiento de la
causa. Aun así, no deja de tener sentido preguntarse si los juristas romanos emplearon
62
algunas pautas para determinar la concurrencia de la causalidad, si tales pautas se
encontraban o no en los textos y, en fin, lo que más nos importa de momento, el papel
que la culpa jugó en la decisión de los asuntos causales.
También es de notar que cualquier lectura de las fuentes romanas se hace sobre la
base del moderno o de los modernos conceptos de causalidad. Aun cuando se trata de un
tema filosófico muy antiguo, como categoría jurídica solo ha sido desarrollada
recientemente. Es bastante gráfico sobre esta cuestión, Zimmermann: "That a defendant
cannot be held liable unless his conduct has in fact caused the injury is one of the few
more or less universally accepted propositions of the modern of law delict".226 Del Derecho
romano, los autores modernos solo rescatan ciertos vestigios en el Digesto en los que los
juristas se ocuparon de la causa. Así, por ejemplo, cuando señalamos que para configurar
la responsabilidad en la lex Aquilia se exigía una causa directa entre la conducta y el daño
causado, se trata de un concepto moderno, que deriva de la teoría de la causa próxima.
En este sentido, señala que esta teoría se remonta al derecho inglés e influyó
posteriormente en las codificaciones en la exigencia de una causa directa e inmediata a
propósito del incumplimiento de la obligación por parte del deudor.
Contra estas ideas puede citarse el planteamiento sostenido por Castresana, para quien
la jurisprudencia, probablemente desde finales de la República, aplicó la teoría de la
causalidad eficiente para los supuestos en los que el daño era consecuencia de la
intervención de varios agentes, no pudiendo ser determinado a qué causa se debía el
perjuicio, es decir, que ante la interdependencia de varios factores causales se reconocía
eficiencia causal a uno de ellos, comúnmente el último factor que intervenía. Cita como
ejemplo el pasaje de Labeón, en D. 9, 2, 29, 3.227 A este pasaje nos referiremos más
adelante.
63
se encontraba dentro del control del agente dañante, por lo que ahora se trataba de
averiguar si había una relación de causalidad entre la conducta y la muerte
resultante.228Es en los problemas de causalidad mediata, como veremos seguidamente,
en los que en principio podemos encontrar la intervención de la culpa, aunque en un
segundo apartado veremos que esta desempeñó un rol todavía más general.
A nuestro juicio, los problemas de causalidad puede calificarse en los siguientes grupos
de casos: 1) en los casos en que la conducta fue corpore corpori (conducta comisiva, del
cuerpo del autor con el cuerpo de la víctima), se pueden plantear las siguientes
cuestiones: a) la ruptura de la causalidad, en las que bien puede intervenir un tercero: uno
hiere y el otro mata, bien la propia víctima da muerte; b) la causación de daños por sujeto
indeterminado de grupo determinado; 2) los casos de causalidad mediata, en los que el
resultado no es inferido por una acción directa en la víctima por el autor, sino a través de
otro; y, 3) los problemas de causalidad omisiva.
En cuanto a los problemas de causalidad mediata, una lectura atenta del trabajo de
MacCormark y de Zilioto, quienes se han referido particularmente a la cuestión y desde
luego de las fuentes, permite configurar dichas decisiones no solo sobre la base
interpretativa del verbo occidere del capítulo primero, sino también en aquellos casos de
causalidad mediata en el capítulo tercero. Más precisamente, la cuestión es si
determinadas conductas podían ser incluidas en el ámbito de aplicación de la ley o, por el
contrario, debía ser otorgada a su respecto una actio in factum o útil, materia que
abordaremos en el párrafo siguiente.
En cuanto a los problemas de causalidad mediata, una lectura atenta del trabajo de
MacCormark y de Zilioto, quienes se han referido particularmente a la cuestión y desde
luego de las fuentes, permite configurar dichas decisiones no solo sobre la base
interpretativa del verbo occidere del capítulo primero, sino también en aquellos casos de
causalidad mediata en el capítulo tercero. Más precisamente, la cuestión es si
determinadas conductas podían ser incluidas en el ámbito de aplicación de la ley o, por el
contrario, debía ser otorgada a su respecto una actio in factum o útil.
Como punto de partida en este grupo, podemos citar una decisión de Celso, que
establecía el criterio general para el capítulo primero, contenido en D. 9, 2, 7, 6: 229 como
apunta Watson, la regla que distinguía entre muerte y suministro de una causa de muerte
(causam mortis praestare) no comienza ciertamente en Celso, sino que este parece
reconocer que se trataba de una regla más antigua. De hecho, adelanta como mera
hipótesis que en la decisión de Ofilio, en D. 9, 2, 9, 3, puede encontrarse el origen de la
distinción entre matar y dar ocasión a la muerte.230
En el mismo sentido, MacCormack indica que el desarrollo de la regla pudo haber sido,
más o menos, de la siguiente manera: durante las últimas décadas del siglo I a.C., las
acciones in factum se otorgaron en casos que no podían ser tratados
como occidere (como antes había explicado el autor, en estricto rigor, cuando para los
juristas no era posible aplicar el método analógico y entonces este resultaba
quebrantado). Después, comenzaron a buscar un principio subyacente que fijara el criterio
64
para otorgar una actio legis o una actio in factum. Hasta antes de la concreción de la
fórmula parece haber habido entre los juristas un amplio margen de apreciación para
determinar cuándo otorgar una actio in factum y cuando no.231
Según MacCormack, Celso fue el primer jurista que extrajo de los casos de daño
causado non corpore una regla determinante respecto de cuando procedía la acción de
la lex Aquilia y cuando una actio in factum, pero más adelante reconoce que el criterio de
Celso era difícil de aplicar en la práctica: "Celsus' distinction between occidere and mortis
causam praestare is verbally neat but may not have been easy to operate in
practice".232 Debemos tener presente, en cualquier caso, que según un grupo de autores
era la acción útil la que se otorgó para resolver casos en que había un daño en la
materialidad física de la cosa dañada (damnum corpori), pero no mediante un acto físico
directo de lesión, es decir, non corpore, de modo que sirvieron para resolver,
precisamente, problemas de causalidad mediata. La actio in factum se habría otorgado,
por el contrario, cuando no se afectaba la materialidad física de la cosa o esta no
resultaba destruida, aún cuando reconocen que el Digesto la denominación de acción útil
fue reemplazada por la de actio in factum.233
Como hemos dicho, las distintas interpretaciones de situaciones similares son bastante
notorias. Comencemos por aquellas en las que se otorgó la actio legis Aquiliae, a pesar
que no había una conducta directa e inmediata del ofensor. Los primeros casos los
encontramos a propósito de la actio pauperie. Un primer texto interesante es el pasaje de
Servio, en D. 9, 1, 1, 4, al que ya nos hemos referido, decisión que se encuentra vinculada
a otros dos casos muy similares, de Bruto, en D. 9, 2, 27 y de Alfeno en D. 19, 2, 30, 2.
De acuerdo con Zilioto, los párrafos quinto y sexto del D. 9, 1, 1, atribuidos a Ulpiano,
confirman este criterio.234 Estos pasajes se encuentran estrechamente conectados con
otro, contenido en el D. 9, 2, 11, 5, que contiene el caso de perro irritado. 235 Siguiendo
siempre a Zilioto, en la opinión de Ulpiano, en D. 9, 1, 1, 7, se consagró el criterio inverso,
es decir, del otorgamiento de una actio in factum para el caso que existiera una
causalidad mediata y que en principio parece oponerse a los pasajes de Servio (párrafo
cuarto) y del propio Ulpiano (párrafos quinto y sexto).236
Como hemos visto, la reconstrucción del capítulo tercero, por la vía de reinterpretación
de rumpere, por corrumpere, permitió extender el ámbito de aplicación de la ley para
65
incorporar los casos de pérdidas de las cosas para el propietario, aún cuando estas no se
hubiesen destruido o deteriorado materialmente. Se trataba de situaciones, a diferencia
de los anteriores, en los que no podía hablarse técnicamente de un daño físico inferido al
propietario.240Dos textos son bastantes ilustrativos de esta tendencia. En el primero, de
Alfeno, en D. 19, 5, 23: "Duo secundum Tiberium cum ambularent, alter eorum et qui
secum ambulabat rogatus anulum ostendit, ut respiceret: illi excidit anulus et Tiberim
devolutus est respondit posse agi cum eo in factum actione" ("Cuando paseaban dos
personas a orillas del Tíber, una de ellas le mostró su anillo a la otra, a ruegos de esta,
para que lo examinase. Caído allí el anillo, fue a parar al Tíber. Respondió que puede
reclamarse contra él con la acción por el hecho"). 241El segundo, de Sabino, en D. 9, 2, 27,
21, es bastante similar: "Si quis de manu mihi nummos excusserit, Sabinus existimat
damni iniuriae ese actionem, si ita perierint ne ad aliquem pervenerint, puta si in flumen
vel in mare vel in cloacam ceciderunt: quod si ad aliquem pervenerunt, ope consilio furtum
factum agendum, quod et antiquis placuit, idem etiam in factum dari posse actionem ait"
("Si alguien me hubiese tirado las monedas de la mano, opina Sabino que hay acción de
daño injusto si se hubieran perdido de modo que no llegasen a manos de nadie, por
ejemplo si cayeron al río, al mar o a una cloaca; pero si fueron a parar a algún cómplice,
hay que demandar por el hurto cometido, como ya estimaron procedente los antiguos. El
mismo Sabino dice también que puede darse una acción por el hecho").
Ambos textos presentan, sin duda alguna, una clara contradicción. Mientras en el
primero se otorga una actio in factum, en el segundo Sabino concede la lex Aquilia, para
el caso que las monedas arrojadas al río, al mar o a una cloaca. Con todo, la última parte
del texto de Sabino es, como explica MacCormack, de difícil reconstrucción, pues si existe
un cómplice y, por tanto, la intención de apoderarse de la cosa, se otorga la acción
de hurto, mientras que la enigmática última frase, indica que Sabino también otorga
una actio in factum.242
¿Cómo explicar las claras contradicciones que existen entre estos dos tipos de casos,
en los que en algunos se optaba por la actio legis Aquiliae, mientras que en otros se
otorgaba derechamente una actio in factum? A nuestro juicio, en esta cuestión hay al
menos tres las lecturas posibles. Vamos por partes.
66
En primer lugar, volvemos a hacer presente que en este problema, como en otros, no
puede dejarse de lado ninguna consideración de carácter temporal. Si se analizan las
decisiones contradictorias que venimos comentando, la tesis de MacCormack lleva razón,
en cuanto que la fórmula de Celso se desarrolló durante los dos primeros siglos a.C. y
antes de quedar fijada, los juristas tuvieron un amplio margen para determinar cuándo se
otorgaba y cuando no, una actio in factum. Y así, todas las decisiones que hemos
examinado, que parecen oponerse al criterio de Celso o que son al menos oscilantes,
pertenecen a juristas anteriores al mismo, bien republicanos, bien clásicos anteriores. En
cuanto a la decisión de Ofilio en D. 9, 2, 9, 3, jurista republicano, sigue el criterio de Celso,
porque como hemos visto, los autores están de acuerdo que su decisión puede citarse
como precedente de la regla. Lo mismo ocurre con Labeón, jurista clásico anterior, que
puede ser propuesto como el siguiente paso de la cadena.245
Una segunda lectura, siguiendo a Corbino, 247 pretende explicar las diferencias desde el
punto de vista del instrumento que servía de causa material directa. Para este autor, en
las decisiones de causalidad indirecta debía distinguirse el medio empleado, de manera
que no daba lo mismo si se trataba de un medio animado o inanimado. Si el instrumento
era inerte, debía haber un completo control de quien lo utilizaba (y si se escapaba de su
control, el autor sostiene que se habría resuelto más bien como un problema de
culpabilidad); pero aún cuando la cosa no se encontraba en pleno control del sujeto, como
el supuesto contenido en 29,2, los juristas valoraron los múltiples elementos concurrentes,
como la rotura de una cuerda, circunstancia desde luego ingobernable para el sujeto. Por
el contrario, si el sujeto era animado o viviente, había una mayor exigencia de control para
el potencial dañante. El autor dice que: "...non può non tenersi conto del posssible grado
di controlo dei propri movimenti che esso può avvere. Teoricamente massimo per la
persona (...), più dubio per l'animale (escluso da Proculo, che perciò riteneva suficiente
l'averlo 'azziato'...".248
67
factum tratándose del tema causal antes de la regla de Celso y, en consecuencia, una
diversidad de opiniones frente a supuestos similares, no se comprende que las
contradicciones provengan de un mismo jurista.249 Peor aún es que dicha diversidad se
aprecia también en juristas posteriores a Celso, donde uno pudiese esperar una
uniformidad en las decisiones.
Lo cierto es que la segunda lectura, en cuyo caso hemos seguido a Corbino, tampoco
termina por convencer a menos que se aporten elementos de culpa estricta para resolver
estos casos. Aun cuando la dominabilidad y evitabilidad del hecho son criterios que han
oscilado frecuentemente entre la causalidad y la culpa y han sido objeto de especial
atención en el moderno Derecho penal, a propósito de la todavía imperfecta teoría de la
imputación objetiva, en Derecho civil siguen conservándose en la culpa. Desde esta
perspectiva, parece claro que las cuestiones de causalidad por los juristas romanos se
resuelven auxiliadas o por la vía del factor intencional. Algunos ejemplos muestran
claramente esta conclusión.
Un pasaje muy interesante, que resuelve con materiales de la culpa, es en el que figura
la opinión de Pegaso, en D. 9, 2, 7, 2. 250 Otra decisión interesante que cita el autor es la
contenida, a propósito del hurto, en D. 47, 2, 50, 4 y que corresponde a una opinión de
Labeón.251 En este caso, como en el otro, frente a una consecuencia que no podía
relacionarse directamente con la conducta de la persona hecha responsable, se le
imputaba el resultado en razón de la imprudencia y el desconocimiento de los resultados
dañosos que pudiera acarrear. En la misma línea, se cita una decisión Neracio contenida
en D. 9, 2, 9, 2: "Si quis hominem fame necaverit, in factum actione teneri Neratius ait"
("Si uno hubiese matado de hambre al esclavo, dice Neracio que queda obligado por una
acción por el hecho").
Un caso similar puede encontrarse, ahora a propósito del tercer capítulo, en el pasaje
de Neracio, en D. 9, 2, 27, 9, el caso de los esclavos horneros.252 Aún cuando la primera
parte del pasaje nos parece sumamente interesante, pues atribuye responsabilidad solo
en razón de una negligente elección de obreros, es la segunda parte sobre la que
deseamos centrar nuestra atención.253 En el caso en cuestión, alguien que debía vigilar el
horno no lo hizo adecuadamente, ni diligentemente, permitiendo que este se expandiera y
causara un perjuicio. Como señala Cannata, en orden a determinar la disponibilidad de
la actio legis, se plantean dos problemas: a) individualizar un hecho comisivo culpable que
ha causado el daño; b) establecer cuál es el sujeto que debe ser considerado autor del
daño.254
Es claro que en el pasaje no existe una clara intervención causal material por parte del
sujeto al que se ha encargado vigilar el horno y, seguramente por ello, no es posible
otorgar la acción directa de la ley. Considerando que se trataba de una omisión, o más
bien, de una comisión por omisión, el problema se traducía en determinar con arreglo a
qué criterio se le podía atribuir el resultado al hornero y la cuestión nuevamente se
resuelve en el plano normativo, al considerar los perjuicios como la consecuencia del
evidente descuido del sujeto que según las circunstancias se encontraba en condición
idónea de impedir la causación del daño.
Un último caso que nos parece sumamente interesante, que se Ulpiano opina en la
misma línea que los anteriores, se encuentra contenido en D. 9, 2, 27, 33. 255Las
circunstancias jurídicas son muy similares, aún cuando puede notarse que hubo algunos
68
hechos que tal vez influyeron en una distinta valoración. En principio, cabe destacar que,
a diferencia del texto anterior, no se otorgó una acción útil contra el carretero, sino una
acción directa y ello a pesar que en esta conducta, también nos parece a nosotros, existió
una omisión, pues no hubo vínculo material inmediato entre una acción o un despliegue
físico. Las piedras cayeron del carro y no fueron arrojadas.
Pero el elemento que permite diferenciar las diversas situaciones se encuentra en una
actuación previa del carretero, entendida como el inicio de la cadena causal, pues a
diferencia del sujeto a quien se encarga el cuidado del horno, el carretero había efectuado
una ordenación previa de las mismas —y por ello podría equipararse a una conducta
activa, el lanzamiento de piedras— o, más bien, la condición para atribuirle el resultado se
hizo radicar en una falta de atención o cuidado en la colocación de las piedras, con lo que
volvemos al elemento de la culpa.256
Con carácter más general ha explicado MacCormack en otro trabajo suyo las
implicancias de la culpabilidad en la resolución de problemas de causalidad. El autor hace
una sistematización, distinguiendo 3 grupos de casos en los cuales la culpabilidad era el
factor relevante. De dichos casos, en el primer grupo pertenecen a situaciones de causa
mediata y permiten distinguir cuando existía otorgamiento de actio directa y cuando, por el
contrario, de actio in factum, como hemos analizado. 257 Con algunos matices, Zilioto,
luego de estudiar varios casos de causalidad mediata, termina concluyendo que el
elemento diferenciador del otorgamiento de acciones civiles versus in factum fue la
conducta humana culposa. Cuando el inicio del curso causal podía identificarse con una
conducta humana y esta era reprobable, se otorgaba una acción civil. Por el contrario, si
dicha conducta no podía encontrarse como desencadenante del daño o bien la atención
se fijaba en un elemento objetivo, factual y no en la culpa de quien provocaba
mediatamente el daño, se concedía una actio in factum.258
69
tuvo importancia el medio empleado para causar el detrimento, pues si se hubiese
provocado el perjuicio con un objeto inmaterial, es probable que los cuestionamientos
sobre la responsabilidad hubiesen girado en torno a los jugadores de pelota. Aún así, a
diferencia del pasaje D. 9, 2, 7, 3, en el que se excluyó la responsabilidad de quien había
sido empujado, en el caso del barbero existía un plus que hacía radicar la responsabilidad
en este y ese plus, nuevamente a nuestro juicio, fue la culpa, que hacía variar la
cualificación de la causalidad.
Volviendo al caso, Mela simplemente se limitó a decir que debían responder cualquiera
de los que resultaran responsables, analogando la situación a la responsabilidad de sujeto
indeterminado de grupo determinado.261 Sin embargo, el hecho que un jugador golpeara la
pelota de manera más vehemente, no se le podía reprochar, por cuanto era probable que
en el transcurso del juego la pelota volara a menudo fuera del campo del juego. 262 Ello
condujo a proponer otras posibles soluciones.
Por último, la opinión que nos interesa destacar pertenece a Próculo, quien atribuye la
causación del resultado al barbero, pero sujeto a condición de culpa. Sostiene Próculo
que dicha culpa consistiría en el ejercicio de la actividad en condiciones inadecuadas o
peligrosas. Así, aún cuando el barbero no inició el curso causal y su movimiento muscular
constituyó un mero instrumento que causó el resultado, se le adjudica el resultado en
razón de su conducta negligente y ésta se hace radicar en el desempeño de su labor
usual en lugares conocidamente peligrosos o inadecuados, de manera que era previsible
que ocurriese un accidente y este pudo haberse evitado.263
3. Conclusiones preliminares
70
intervención física del autor o que el daño no podía catalogarse de corpori, se otorgara
siempre una actio in factum.
Para el capítulo primero, el desarrollo acorde a la regla enunciada por Gayo, viene de la
mano de la distinción, afirmada por Celso, D. 9, 2, 7, 6, entre occiderit y "causam mortis
praestare". Sin embargo, a pesar de encontrarnos en supuestos de causalidad mediata,
los juristas otorgaron una acción directa. Una contradicción similar puede encontrarse en
pocos pasajes del Digesto, tratándose ahora del capítulo tercero. Desde una perspectiva
temporal, entendemos que la tesis de MacCormack lleva razón, en cuanto que la fórmula
de Celso se desarrolló durante los dos primeros siglos a.C. y antes de quedar fijada, los
juristas tuvieron un amplio margen para determinar cuándo se otorgaba y cuando no,
una actio in factum. Con todo, las decisiones de Labeón (D. 9, 2, 9 pr.), Ofilio (D. 9, 2, 9,
3) y del propio Próculo (D. 9, 2, 7, 3) siguen la regla celsiana. Lo anterior también queda
demostrado porque, con posterioridad a Celso, el Digesto recoge solo opiniones
favorables a la regla del jurista: Ulpiano, en D. 9, 2, 7, 1; D. 9, 2, 11, 1 y D. 9, 2, 49 pr. Es
digno de notar que todos ellos pertenecen a la escuela proculeyana, en muchos casos
citados por el propio Ulpiano, favorable a dicha escuela.
En el caso del capítulo tercero, no contamos con la inflexión que supone separar o
distinguir temporalmente antes o después de la regla de Celso. A nuestro juicio, la
interpretación de los verbos, más flexibles y generales, permitieron una uniformidad mayor
de los juristas. En este punto hemos encontrado contradicción entre los pasajes de
Alfeno, D. 19, 5, 23 y Sabino, D. 9, 2, 27, 21.
La forma más decuada para explicar las diferencias en las decisiones, especialmente
porque el criterio temporal no resuelve la contradicción de un mismo jurista (Próculo), se
encuentra en el empleo general de la culpa para resolver los problemas causales. Este
criterio aparece claramente configurado tanto para el capítulo primero, como para el
capítulo tercero, del modo que se ha expresado en el artículo.
71
acción directa contra los marineros que han iniciado el curso causal, estando en posición
de evitación de los daños que desde allí sobrevinieran. Hay en esta diferencia con la
decisión de Próculo 9, 2, 7, 3, en el que decide una actio in factum cuando el sujeto inicia
el curso causal, pero sin reproche de culpa alguno. Aquí hay solo un análisis, podríamos
decir, objetivo: no se otorga la acción directa porque quien empuja no mata.
En cambio, si el curso causal no había iniciado por el sujeto, pero éste estaba en
situación de evitarlo y, por consiguiente, había un deber de cuidado, la culpa cumple su
papel propio, al fundamentar el otorgamiento de una actio in factum, como en los pasajes
de Neracio, D. 9, 2, 9, 2 (dejar morir de hambre a un esclavo); y 9, 2, 27, 9 (no vigilar la
propagación del fuego, aunque no se prendiese).
Además hay otra cuestión que nos parece significativa. Del estudio de los casos en los
que se utiliza la culpa para resolver las cuestiones causales puede extraerse un elemento
común: en todas ellas el análisis normativo o culpabilístico se efectúa antes de conectar
materialmente una conducta con un resultado. La decisión del barbero, en D. 9, 2, 11pr.,
nos parece extraordinariamente clara, pues el sujeto responsable no inicia el curso
causal, pero se le imputa el resultado y no se le trata como un mero instrumento
empleado por el jugador de pelota que lanza con fuerza el balón. Al afeitar en un lugar
reconocidamente peligroso, de acuerdo al tipo de actividad, el barbero sabía o debía
conocer que desarrollar su actividad en dicho lugar podía desencadenar un resultado
pernicioso para el esclavo, pudo haberlo previsto y evitado y por eso se le hace
responsable del perjuicio. Si mentalmente nos situamos en este contexto, resulta claro
que afirmar la responsabilidad del barbero supone razonar en términos de culpa o
exclusivamente normativos, aunque el pensamiento disfrace dicha conexión con la
causalidad. Es lo que podríamos denominar, la paradoja del barbero.
Un supuesto totalmente distinto, pero en que la culpa juega el mismo rol, es el caso del
carretero, en D. 9, 2, 27, 33, pues en dicha circunstancia es el sujeto responsable el que
inicia el curso causal, aunque no hay un daño inferido directamente. Al igual que el
anterior, el jurista que resuelve el problema hace un análisis previo de la culpabilidad,
antes que averiguar si puede encontrarse una conexión material entre la conducta
consistente en ubicar ciertas piedras en la carreta y los daños ocasionados como
consecuencia de su caída.
72
se preocuparon ni de las categorías —por eso parece más razonable entender la culpa
como equivalente a la falta y no como negligencia—, ni estructuraron el juicio de
responsabilidad en compartimentos, exigiendo la comprobación de un nexo causal
material o físico, para luego indagar la existencia de la culpa, prejuicio que acarrea
inevitablemente la ciencia jurídica desde el positivismo científico y filosófico y desde la
separación escrupulosa entre los aspectos subjetivos y objetivos de la realidad.
Lo relevante, para cualquier análisis de dogmática moderna, es que tal parece que los
tribunales continúan resolviendo, al menos una parte de los problemas de responsabilidad
que se les presentan, con aproximaciones similares a la que hicieron siglos atrás los
juristas romanos. Por ello, no deja de haber plena coincidencia con la idea que no hace
muchos años atrás planteó de manera muy sugestiva y una vez efectuado un análisis de
varias sentencias del Tribunal Supremo, De Ángel, quien demostró que contrariamente a
la enseñanza teórica, (en la que la culpa debía valorarse una vez efectuado el análisis
causal), los jueces, enfrentados a situaciones concretas, primero se preocupaban de
averiguar si había culpa en el caso en cuestión y luego, si esta podía afirmarse, se
dedicaban a conectar la conducta con el resultado, aunque a veces de manera
meramente simbólica. Aunque el profesor de Ángel no siguió desarrollando el argumento,
esta manera de proceder, que puede encontrarse, como ya vimos, desde el Derecho
romano, pone en entredicho toda la construcción racionalista y teórica que se enseña
sobre responsabilidad, pues a veces olvidamos que se trata de una cuestión meramente
metodológica.264
A. La recepción del Derecho romano en los pueblos germánicos durante la Alta Edad
Media y la cuestión de la culpa
Hemos reseñado, una vez concluido nuestro estudio de la culpa en el mundo griego y
en el Derecho romano, el estado de desarrollo de la lex Aquilia y de la culpa en particular.
En los párrafos siguientes, abordaremos el desarrollo evolución del instituto en la
formación del Derecho común, examinando sucesivamente la recepción de las fuentes
romanas sobre la materia, por los glosadores, comentaristas, los humanistas y la Escuela
del Derecho natural, para concluir con los procesos codificadores en Francia y Chile, con
lo que consideramos quedará configurado un cuadro general que permitirá comprender
cómo una institución que nació de la interpretación de la lex Aquilia, llegó a convertirse en
el centro de un sistema general de responsabilidad civil. 265 No desconocemos la
importancia de un estudio del período anterior al renacimiento del Derecho romano
durante la Alta Edad Media, pero como señala Koschaker, el moderno Derecho privado
europeo comienza ser cultivado con la Escuela de los glosadores.266
En principio, como explican con detalle Vinogradov y Bérard, el Derecho romano fue
recibido de manera distinta en las poblaciones bárbaras que se relacionaron con los
romanos. Fuertemente aceptadas por los godos, en general, las normas romanas van a
regir en bloque los territorios de España y Francia. 267De hecho, el Corpus Iuris fue el
73
principal cuerpo de Derecho en el Imperio de Oriente y en las regiones de Italia
reconquistadas por Justiniano, siendo relativamente desconocido en Occidente, en el que
la difusión del Derecho romano se produjo gracias especialmente al Brevario de Alarico,
recopilación del año 506, dictada por orden del Rey Alarico II. En menor medida, el
Derecho romano fue recibido tratándose de los longobardos, quienes permanecieron más
fieles a sus normas germánicas.268Algo similar ocurrió con el Imperio Carolingio, pues
como sostiene Koschaker, el Imperio de Carlomagno fue un Estado germánico. El propio
Carlomagno fue franco y como tal, oriundo de Austrasia, una de las zonas menos
romanizadas de Europa.269
Con la caída del Imperio de Occidente van a crearse los pueblos germánicos y, como
consecuencia, una interrelación entre el Derecho propio de los pueblos bárbaros y los
pertenecientes al antiguo imperio. En dichos pueblos, que operaban fundamentalmente
con un Derecho municipal, regirá básicamente una responsabilidad de naturaleza
objetiva, en la que el resarcimiento todavía se presenta confundido con la pena. 270Por lo
mismo, tales normas no tuvieron mayor influencia en el desarrollo de la lex Aquilia, ni en
el problema de la culpa.271
Como se sabe, a la Escuela de Bolonia sigue, tras un breve intervalo, la época de los
posglosadores, prácticos o comentaristas, quienes se ubicarán durante los siglos XIV y
XV, siendo sus principales representantes Bartolo y Baldo, de ahí que algunos denominen
a la corriente de pensamiento bartolistas. 276Como explica Koschaker, la Escuela de los
comentadores era autoritaria, en el sentido que al igual que los glosadores, no romperá
74
con los textos romanos, manteniéndose el principio de autoridad. 277 Los autores están de
acuerdo en que las diferencias entre glosadores y comentaristas no deben buscarse en el
tratamiento puramente teórico de los primeros, versus el carácter práctico de los
segundos. Por el contrario, la diferencia radicaba en que los comentadores, a diferencia
de los glosadores, establecieron un sistema articulado entre los estatutos italianos y el
Derecho romano, pasando a ser el segundo supletorio en relación con el primero.
Aun así, siguiendo al propio Koschaker, existió entre ambas corrientes una distancia
metodológica profunda, pues los comentadores, siguiendo la escolástica, efectuaron una
sistematización del Derecho romano. Ello quiere decir, como hemos visto con Calasso,
que los comentaristas depuraron los métodos de la dialéctica aristotélica adoptados por
los glosadores, siguiendo en ello a la escolástica medieval.
Veamos ahora como el trabajo de los autores del Derecho común incidió en una
paulatina generalización de la lex Aquilia, lo que sirvió de presupuesto para el
establecimiento de la regla general de responsabilidad por el iusnaturalismo racionalista,
aunque sobre otras bases filosóficas y distintos presupuestos políticos, desde luego. Tal
ampliación fue vital para el desarrollo de la culpa, especialmente para la ubicación de esta
en el papel de factor exclusivo de atribución. En tanto no fue articulada la cláusula
general, la culpa no fue enucleada como centro del sistema, de ahí que las
interpretaciones de los autores del Derecho común se advierten fundamentalmente
dirigidas al terreno contractual y al desarrollo de categorías de culpa, confrontadas con la
diligencia. En ambos casos, como tendremos oportunidad de ver, los componentes éticos
de la culpa provienen de la escolástica, la que influyó tanto en la obra de los glosadores y
comentaristas, como en el trabajo posterior de los iusnaturalistas, influenciados esta vez
por la segunda escolástica.
75
Así, uno de los aspectos en los que comenzó la ampliación de la ley fue a propósito de
la legitimación activa. Siguiendo a Arias Bonet, si bien es cierto la obra de los glosadores
medievales no alteró sustancialmente la paulatina ampliación de los legitimados activos a
sujetos distintos del propietario, mediante acciones útiles (manteniendo incluso la
nomenclatura procesal), se discutió la posibilidad de ampliar el texto de la ley para cubrir
ofensas a hombres libres.281
Como muestran estos ejemplos que hemos venido señalando, tanto desde la
perspectiva subjetiva, como objetiva, durante esta época la lex Aquilia irá paulatinamente
adquiriendo un carácter resarcitorio general, aunque no se abandonará completamente su
carácter penal. Mientras los glosadores, desde Azón, afirmaron sin lugar a dudas la
naturaleza penal, llegando solo a aceptar que la actio legis era potencialmente penal, los
comentadores enfatizarán su naturaleza reipersecutoria, para destacar la valoración de
los daños.289
Podemos decir que dicha ampliación se produjo especialmente por el influjo de de los
canonistas, quienes aportarán el concepto de restitución, de modo que lo fundamental en
la interpretación de la lex Aquilia se tradujo en poner las cosas en el estado anterior al
daño, haciendo desaparecer los efectos de este.290 Este concepto de la restitución fue así
desarrollado por los autores del Derecho común. Como indica Rotondi, los comentaristas
irán afirmando cada vez más el carácter reipersecutorio de la ley, utilizando incluso
argumentos sistemáticos, como la ubicación de la lex Aquilia en el Libro noveno, Título
segundo y no entre los delitos. 291 En este sentido, señala Peirano: "Una vez sentado el
criterio de que —ontológicamente— la acción de la ley aquilia no poseía el carácter de
76
una acción penal, sino reipersecutorio, fue necesario borrar las consecuencias que se
habrían desprendido del carácter penal de dicha acción; a saber, la noxalidad, la
solidaridad acumulativa, y la intransmisibilidad pasiva".292 El último vestigio en ser
removido de la naturaleza penal de la acción fue la intransmisibilidad pasiva; por el
contrario, la transmisibilidad había sido aceptada desde temprano por los canonistas y
luego por los comentaristas del Derecho civil.293
Para comprender la acepción de la culpa como ilícito, debemos tener en cuenta que
aun cuando el carácter penal de la lex Aquilia fue perdiéndose paulatinamente, el apego
de los glosadores y comentadores a los textos romanos se tradujo en el mantenimiento de
un régimen de enumeración casuístico más o menos amplio, sin llegar a afirmarse la
existencia de una cláusula general de responsabilidad fundada en la culpa.299
77
razón, fue precisamente el carácter penal, jamás abandonado por los autores del ius
commune, el que constituirá un serio obstáculo para asumir una regla de daños con
carácter general.301
Otra lectura, que permite explicar la ausencia de una cláusula general, proviene desde
el estudio de la evolución histórica de la noción de delito. En el Derecho romano, junto a
los delitos públicos (crimina), que suponían atentados al orden público y se castigaban en
la jurisdicción criminal (quaestiones perpetuae), existían los delitos privados (delicta), cuya
finalidad era conseguir una condena pecuniaria.302 Así, según Frier: "Using technical
language, we may define a delict in Roman law as a misdeed that is prosecuted through a
private lawsuit brought by the offended individual and punished by a money penalty that
the defendant must pay to the plaintiff".303
En el Derecho moderno, esta expresión se asocia a los ilícitos penales, mientras que en
el Derecho privado el acto ilícito giraba principalmente en relación al el daño. Una
concepción diversa existía en el Derecho romano, como advierte Brasiello, en el que, si
bien es cierto se diferenciaban dos clases de acto ilícitos, los crimina y otros de
persecución privada, los delictum, ambos reconocen como raíz común la pena, que
concierne exclusivamente al campo público.304D' Ors aclara que: "La distinción
terminológica entre delictum y crimen, de todos modos, no es muy rigurosa: se trata de
términos del lenguaje corriente que los juristas utilizan en un sentido u otro tan sólo
preferentemente, y no hay que olvidar que la extensión del procedimiento cognitorio,
especialmente precoz en materia penal, hubo de facilitar la indiferencia terminológica. La
palabra maleficium designa un hecho criminal de cualquier género y tiene un cierto matiz
retórico. La evitan los clásicos para referirse a los delitos privados, excepto Gayo, que
parece tener predilección por ella. El término más amplio para designar todos los actos
ilícitos que dan lugar a una represión jurídica es el de iniuria es decir, lo contrario a ius: si
ius equivale al moderno 'derecho', iniuria equivale exactamente a 'torcido', o, para volver a
emplear una antigua palabra hispánica que coincide con el Inglés, 'tort'".305
Ahora bien, la categoría dogmática de delito —penal y civil— tampoco fue desarrollada
durante el ius commune, de manera que se mantendrá la atecnicidad terminológica
durante todo este período. Así, de manera indiferente se utilizaba la palabra crimen,
delictum, maleficium, peccatum e incluso culpa.306Y aun cuando se conserva la dicotomía
entre delito y crimen, no llega nunca configurarse una diferenciación estricta entre el delito
civil y el penal.307 Como explica Masseto, en relación con el punto, los autores del Derecho
común jamás abandonaron completamente el carácter penal de la acción, sea en base a
la litiscrescencia ex infitiatione, sea en relación con la estimación del mayor valor de la
cosa que debía ser pagado por el condenado.308
De este modo, a nuestro juicio, se logra la identificación de la culpa con el propio ilícito,
bien por sus conexiones con la iniuria, bien porque sus raíces etimológicas están
conectadas con el peccatum o maleficium, que pasó a designar la figura dañosa. En todo
caso, Masseto muestra otro punto de vista, pues estima que la identificación con el ilícito
viene de la mano con la configuración de la culpa como género, comprendiendo el dolo y
asumiendo el significado de elemento subjetivo del ilícito civil.309
78
culpa está sustentado en la tripartición de ésta, en lata, leve y levísima. 310 En este terreno,
la culpa es entendida como una falla de un grado de diligencia. Así, por un lado, existe
una correlación entre culpa levis y culpa levissima con la diligentia exacta y
la exactissimu o diligentissimi.311
El sistema bartoliano en general será aceptado por los autores posteriores, aunque
recibirá algunas críticas, formuladas especialmente por un discípulo, Bartolomeo Saliceto,
quien negaba que la culpa fuera un genus común, comprensiva del dolo y la culpa en
sentido estricto, aunque como indica Talamanca: "...ma immediatamente dopo ammetere
che la culpa, generalissime sumpta, é un genus, che si divide in du especies, l'une che
transit im proprium nomen, ed é il dolus, l'altra che manet in nomine proprio, ed é la
culpa". En consecuencia, consideraba que el dolo comprendía tanto el dolus verus, como
el dolus praesumptus, mientras que la culpa estricta se divide en dos especies: la culpa
lata (dolo proxima); la otra non proxima, en la que se distingue entre levis,
levior y levissima.315
Una segunda cuestión muy relevante era el grado de la culpa necesario para que
concurriese la responsabilidad. Masseto describe sobre el punto una diferente
aproximación entre los civilistas y los canonistas. En efecto, los autores del ius civile no
tuvieron mayores reparos para seguir la tradición romana, con arreglo a la cual era
suficiente la culpa levísima del autor del hecho dañoso para la concurrencia de
responsabilidad, elaborándose como hemos visto la categoría de la culpa levísima,
recogida en el pasaje del D. 9, 2, 44pr.: "in lege Aquilia et levissima culpa venit".
79
En cambio, para los canonistas el punto representó mayores dificultades, pues de
manera general intentarán conectar las categorías del ius civile y los principios teológicos.
Particularmente, tratándose de la culpa, la discusión giró en torno a la obligación moral de
responder por culpa leve o levísima. Los canonistas discutieron si había obligación moral
de responder por un daño que no era consciente, concluyendo que el imperativo moral
provenía desde la dictación de la sentencia, que imponía el deber de usar en la vida de
relación toda la diligencia necesaria para no causar daño a otro.317
Sin embargo, debemos también tener presente que a fines del siglo XII y principios del
siglo XIII, los canonistas desarrollaron un concepto más objetivo de la culpa, como se
desprende del Decreto de Graciano, D. 50 c. 37. De acuerdo con él, el carácter ilícito del
acto podía configurar la responsabilidad, importando el análisis de la culpa solo
tratándose de un conducta iure o lícita.318 Puede apreciarse una correspondencia si
comparamos esta perspectiva con la fórmula de Santo Tomás. En efecto, en Summa
Theologiae II-II, q. 64 art. 8 ad1, e ibidem ad2, a propósito del homicidio, se propone el
empleo de la culpa en situaciones de conducta lícita. Según Santo Tomás, aunque la
conducta no importe la intención de matar, debido a que se trata de un atentado ilícito,
debe responder, aunque el acontecimiento sea casual. Más concretamente, en el
citado artículo 8, ad 1 y 2, nos dice: "1. Se lee, en Gén 4,23-24 que Lamec, creyendo
matar a una bestia, mató a un hombre, y que le fue reputada esta acción como homicidio.
Luego, es reo de homicidio e que casualmente mata a un hombre. 2. Más aún: se dice en
Ex 21,22-23: Si alguien hiriese a una mujer preñada y esta abortase y se siguiese su
muerte, pagará vida por vida. Pero eso puede suceder si intención de matar". De hecho,
para esta cuestión, el propio Santo Tomás se remite al Decreto de Graciano, D. 50, en el
que se acogía el castigo de los homicidios casuales (q. 64 art. 8 ad. 3).319
De otra parte, los autores que hemos consultado consideran que para los juristas
del ius commune la culpa se identificaba con la falta de diligencia, es decir, negligencia,
entendida como lo previsible no previsto o la previsibilidad del evento dañoso, en relación
a la normal diligencia.320Aun así, Talamanca advierte la muy importante cuestión de que
de determinadas glosas se desprendería que la negligentia podía ser reconducida a la
culpa, pero que no se identificaba plenamente con la misma. Dicha conclusión se
extraería de la Glosa de Acursio, en la que se distinguía entre la culpa, de una parte, y la
diligencia y la negligencia, de la otra. Según Talamanca, de la Glosa se concluye que la
primera, es decir, la culpa, se traduciría en un comportamiento positivo del deudor y, por
tanto, la violación de un deber de abstención; en tanto la diligencia y la negligencia
representarían respectivamente el aspecto positivo y negativo de un deber de
colaboración por parte del deudor, cuya violación era considerada culpa omisiva.321
80
También se debe a los glosadores y comentaristas la interpretación de la culpa de
manera extensiva en relación con la iniuria. Masseto señala que esta situación se
presentaba ya desde los primeros glosadores, citando el pasaje de Odofredo, quien
calificaba de equívoco el término de iniuria, pues la responsabilidad surgía de culpa y no
de la ilicitud, aunque se siguieron admitiendo determinadas causas de exoneración de
responsabilidad, cuando el comportamiento del dañador era conforme a Derecho, como el
estado de necesidad y la legítima defensa.323
Siguiendo con nuestro desarrollo, destinaremos este apartado para tratar la evolución
de la lex Aquilia y de la culpa en las Escuelas del mos gallicus y del Derecho natural,
época en el que el instituto alcanzará la configuración, tal como esta fue transmitida en las
codificaciones.324
Además de estos factores de pensamiento, Hesphana explica que durante el siglo XIV
el progreso social y económico permitirá el desarrollo de los derechos propios, que
pasarán a tener primacía sobre el ius commune elaborado por los comentaristas, lo que
ocurrió especialmente en las ramas del Derecho en las que el Derecho romano no había
hecho grandes aportes, como en el Derecho público en general, el Derecho penal y, en el
ámbito privado, especialmente en el Derecho comercial, lo que se tradujo en un
alejamiento progresivo de los textos romanos.329 Desde el punto de vista político, en tanto,
se produjeron acontecimientos de importancia que significaron el paso de la Edad Media a
la época moderna: la caída de Bizancio a manos de los turcos. Alemania queda
subdividida en una diversidad institucional y territorial y, en fin, la unidad de la Iglesia se
ve fracturada por la reforma protestante.330
Así, desde que el principio de autoridad había sido desechado, los autores
pertenecientes al mos gallicus tuvieron una aproximación principalmente teórica a los
textos romanos, sin necesaria vinculación con la actividad y las cuestiones
prácticas.331 Aunque, debe ser advertido que hubo otro acercamiento de los juristas a la
nueva realidad normativa, a partir del siglo XVI: el denominado Usus Modernus
Pandectarum, principalmente vigente en Alemania, que intentará adecuar el Derecho
romano a las nuevas realidades jurídicas. 332 Es decir, que frente a la corriente humanista
nacida en Francia, en Alemania, a través de Usus Modernus, operará la recepción del
Derecho romano.333
Estas características del mos gallicus que hemos venido reseñando son tan relevantes
en el campo que analizamos, que los autores apenas logran identificar aportes concretos
en la materia en análisis. De hecho, suele pasarse desde el mos italicus a la Escuela del
Derecho natural para explicar los cambios que operaron en el instituto de la
responsabilidad y desde luego, en la culpa.334
Con todo, puede ser señalado que la culpa recibió algunas aportaciones derivadas del
humanismo racionalista. Ya habíamos adelantado cómo la sexta división de la culpa y la
calificación de esta como culpabilidad, destinada a agrupar dolo y culpa estricta, cuya
principal elaboración se debe a Bartolo (aunque seguida por una mayoría de autores),
había recibido críticas de los propios comentaristas, especialmente de Bartolomeo
Saliceto. En el mos gallicus, más preocupado de rescatar el sentido genuino de las
fuentes, se volverá paulatinamente a la tripartición de la culpa de la glosa acursiana. Una
lectura del trabajo de Talamanca muestra, con todo, tres diversas aproximaciones al
sistema bartoliano.
Un primer punto de vista es el propuesto por Zasio, 335 quien al igual que Bartolomeo,
rechazará el concepto de la culpa como categoría comprensiva del dolo y los conceptos
82
de culpa latissima y culpa latior, pues no se encontrarían en las fuentes. Consideraba que
la culpa podía dividirse en culpa lata y levis¸ esta última pudiendo ser subdividida, a su
vez, en culpa levis propiamente tal y culpa levissima, pero entendiéndolas no como
especie, sino como grados de culpa. En la culpa lata distinguió sus grados en culpa
ignaviae y la culpa versutiae, equiparable al dolo.336
Este sistema tan complejo, será simplificado posteriormente. Así, en el segundo punto
de vista, mayoritario (Alciato y Cujas, entre otros) se volverá a la tripartición propuesta por
los glosadores.337
Finalmente, el tercer punto de vista, que a nuestro juicio se corresponde con las
fuentes, perteneciente a Donello, se apartará de la tradición tanto de los glosadores, como
de los comentaristas, para proponer la bipartición de las culpas en lata y levis. La primera
era la propia de quien conocía el peligro o debía conocerlo, porque todos lo conocían. En
la segunda, no se distinguía de la culpa levissima —de ahí la innovación—, argumentando
que si bien el pasaje de D. 9, 2, 44 pr. utilizaba la última expresión, era claro que se
respondía de culpa leve, según el texto de Mucio, en D. 9, 2, 31pr. 338. Según Badosa,
Donello estimaba que culpa generaliter etiam dolum complecitur et dolus culpa est, de
modo que: "...en los casos en que una ley (como la lex Aquilia) castigaba solamente la
culpa (el damun iniuria datum) también queda incluido el dolo".339
Sin embargo, como advierte el propio autor, el sistema propuesto por Donello no será
aceptado ni por la doctrina, ni por la práctica posterior de los siglos XVI y XVII, aunque lo
será, sin embargo, por la dogmática del siglo XIX. 340 Siguiendo a Rotondi, fue
precisamente Donello el primero que ofrecerá una sistematización general, utilizando la
figura del maleficio, distinguiendo dos tipos fundamentales de maleficia in res
aliena: el furtum y el delito de damnum. Como veremos, esta sistemática o, al menos la
expresión maleficia será utilizada por Grocio y Pufendorf para referirse al ilícito civil, pero
de ello nos ocuparemos más adelante.341
Hasta acá pueden anotarse los avances en relación con la lex Aquilia y especialmente
con la culpa hechos por los autores del mos gallicus y el humanismo jurídico, que aunque
modestos en comparación a la obra de los glosadores y comentaristas se explica, como
hemos dicho, por el rechazo al principio de autoridad. En efecto, los humanistas
consideraron el Derecho romano como un producto cultural de la época y sus
aproximaciones a él tienen un sentido histórico y filológico, aunque en opinión de algunos,
como hemos visto, hubo corrientes que se esforzaron para que la interpretación
permitiese la resolución de problemas concretos.
83
Derecho estaba mal formulado desde la raíz, de modo que en sus palabras: "...si en la
primera etapa del movimiento humanista se rechazó al Jus Commune en nombre del
Derecho romano, pocos años más tarde ya rechazaban también al Derecho romano en
nombre de un derecho filosófico o racional".343
Con estas premisas surgirá, entre los siglos XVII y XVIII, la Escuela del Derecho
natural, a la que dedicaremos especial atención, pues la cláusula general de
responsabilidad y el establecimiento de la culpa en el centro del sistema será fruto de la
obra de los filósofos y juristas pertenecientes a este movimiento. 345Repasaremos el
pensamiento de sus principales representantes, sus obras y el aporte que han hecho a la
materia objeto de análisis.
84
pues como apunta Carpintero, se trató de un movimiento protestante, que vino a
reaccionar contra la cultura escolástica anterior.350
¿Cuáles son las características de esta corriente? Brevemente consideradas, para los
efectos de este trabajo, el pensamiento la Escuela del Derecho Natural racionalista puede
ser resumido de la siguiente manera. En primer término, se distingue de las formulaciones
medievales, no por la construcción de un Derecho fundado en la razón humana, pues el
tomismo también funda dicho Derecho innato al hombre en la razón, sino en lo que Welzel
denomina la secularización del Derecho. Como explica este autor, el concepto de ratio va
a sufrir una transformación. Mientras en la filosofía aristotélica y por tanto tomista, la
racionalidad del hombre equivalía al hombre social y político, es decir, suponía que el
hombre era un ser destinado por naturaleza a vivir en comunidad y solo en razón de eso
el obrar racional constituía una regla fundamental; en cambio, esta base metafísica
teológica desaparece ahora y la ratio constituye por sí misma la fuente del conocimiento.
Siguiendo a Halpérin, el iusnaturalismo racionalista se despoja del empirismo tomista,
para configurar un grupo de reglas concebidas a partir de un hombre abstracto.352
Y, como agrega Dufour, ello implica la aplicación del método empírico deductivo a las
realidades socio-morales; la instauración de un nuevo orden jurídico fundado sobre la
naturaleza común de los hombres y accesible mediante la razón, el intento de depurar las
normas jurídicas, estableciendo reglas comunes a todos los hombres. 353 Es decir, como
afirma Gómez Arboleya, el racionalismo intentará la depuración del Derecho natural de
todos los factores extraños al mismo, lo que se traducirá en una dialéctica entre razón y
poder. Con Thomasius operará por vez primera la distinción entre Derecho, moral y
política: el Derecho es una garantía externa de la libertad del hombre, de modo que
mientras la ética se refiere al fuero interno, a la intimidad, el Derecho atañe al fuero
externo y su principal característica es la coercibilidad: "Ello sirve tanto para marcar los
límites del poder del Estado, excluyendo de él la esfera íntima, como para destacar la
necesidad de la regulación coactiva de la convivencia humana".354
Abierto el camino para el voluntarismo y las ideas platónicas, como indica Carpintero,
todos los representantes de esta corriente arrancan del estado natural del hombre, libre e
igual.355El rasgo más importante del hombre es la libertad de arbitrio, de autodeterminarse
y dado que estos pensadores operaron con las categorías lógicas (especialmente el
principio de no contradicción), lo que se predica en relación con uno debe ser predicado
respecto de los demás. Como afirma nuevamente Carpintero, la voluntad deja de ser
considerada una simple potencia humana, más o menos al servicio de la razón, y pasa
ser entendida como la totalidad de la razón.356El corolario de todo ello es que los hombres
deben pactar para vivir en sociedad, renunciando mutuamente a esferas de libertad.357
85
lado, supone la existencia de un deber de abstención y, de la otra, de un derecho
subjetivo para reclamar el resarcimiento.359
1. Grocio
Las materias relativas al Derecho privado son ubicadas por Grocio en el Libro II de su
obra. Siguiendo a Guzmán Brito, en el Libro II, Grocio examina la noción de guerra, su
justicia y sus clases, y los sujetos legitimados para emprenderla. Dicho libro hace residir la
causa de la guerra en la iniuria, entendida como acto contrario a Derecho (o más
precisamente, como señala Guzmán, como violación de derechos subjetivos), por lo que
se tratan en dicho libro los derechos subjetivos. 361El Libro II se refiere a las adquisiciones
de dominio entre vivos, los poderes entre las personas, derivadas de sus relaciones
personales; la sucesión por causa de muerte; las obligaciones y sus fuentes: la promesa,
el contrato, los tratados y los hechos ilícitos.362
Dado que la causa de la guerra es la iniuria, Grocio distingue las causas de la injuria,
según exista una amenaza o si esta se ha causado. En el segundo supuesto, ya con
Grocio puede advertirse claramente la separación entre reparación, por un lado y pena,
por otro. En el ámbito de la reparación, considerada en términos muy amplios, Grocio
nuevamente distinguirá entre aquello que se tiene o se ha tenido (desde donde deduce
las vindicationes de lo que es nuestro y las condiciones de lo que ha sido nuestro); de
aquello que nos es debido, donde reconocerá como fuentes el pacto (pactione), el delito
(maleficium) y la ley.363 En efecto, las vinculaciones de Grocio con la segunda escolástica
quedan demostradas al repasar la sistematización ofrecida por Grocio e indagar sus
fuentes, que para estos efectos resulta muy importante, pues con este autor se produce
ya claramente la separación entre los derechos reales y las obligaciones, por otra, desde
donde el maleficium será entendido como una fuente de las últimas.364
Más allá de estas discusiones sobre la fuente, lo cierto es que la división de Grocio será
la que finalmente adoptará, en su mayor parte el Code, al menos en la ubicación que
desde esos momentos pasará a ocupar la responsabilidad aquiliana o
extracontractual.367 Precisamente, el lugar de esta como fuente de las obligaciones
explica, a nuestro juicio su carácter general, más allá de los particulares fundamentos
filosóficos que el autor señale.368
El maleficium está tratado en el Capítulo 17 del Libro II, bajo la rúbrica: "Del daño
inferido por la injuria y de la obligación que de ahí nace" (De damno per iniuriam dato, et
obligatione quae inde oritur).369 Es decir, que tras esta figura ya no solo podemos
reconocer el viejo delito de damnum iniuria datum, sino que además en general todo
atentado a las personas, con lo cual se van a incorporar en la figura de hechos dañosos
ciertas lesiones a la integridad física, que en el Derecho romano se conocían como delito
de iniuria. En efecto, en II, XVII, I, Grocio indica las fuentes de su tratamiento: "Supra
diximus eius, quod nbis debetur, fontes esse tres, pactionem, maleficium, leges. De
pactionibus fatis tractarum. Veniamus ad id quod ex maleficium naturaliter debetur.
Maleficium hic apellamus culpam omnem, sive in facendo, sive in non facendo,
pùgnantem cum eo, quod aut homines communiter, aut pro ratione certae qualitatis,
facere debent. Ex tali culpa obligatio naturaliter oritur, si damun datum est, nempe ut id
resarciatur".370 En II, XVII, XXII agrega: "Sed damnum, ut diximus, etiam adversus
honorem && famam datur, puta verberibus, contumelis, maledictis, calumniis, irrisus,
alisque similibus modis. In quibus non minus quam in furto, atque aliis criminibus vitiositas
actus ab effectu discernenda est. Nam illi poena respondet, huic damni reparatio, quae fit
culpa confessione, exhibotione honoris, testimonio innocentiae, && e per ea quae simila
sunt: quanquam && pecunia tale damnum rependi poterit, si laesus velit, quia pecunia
communis est rerum utilium mensura".371 Sobre el particular, estas extensiones, que
condujeron al establecimiento de una cláusula general de responsabilidad por hechos
dañosos, tanto a la persona, como a sus bienes, se debió a la decisiva innovación que
introdujo Grocio en relación la lex Aquilia, al permitir la procedencia de una acción de
daños por la muerte de un hombre libre. En efecto, mediante las acciones útiles se había
concedido la acción de la lex Aquilia solo en los supuestos de heridas causadas al
hombre libre, pero nunca en los casos de muerte. 372 Debemos recordar, tal como hemos
visto, que la ampliación de la legitimación activa de la ley, en los casos de la muerte de un
hombre libre, ya había sido acordada por los glosadores, especialmente por Azón —
contra la opinión de Bulgaro—, sostenida posteriormente por Rogerio, habiéndola
reelaborado Rofredo y adoptada finalmente por Duranti, pero como expresa Feenstra. No
obstante, tales autores solo consideraron un limitada indemnización en tales casos y no la
amplia reparación que se contiene en la obra de Grocio.373
En lo que atañe a la culpa, ya hemos advertido que esta pasa a ocupar un papel
fundamental en el sistema grociano de resarcimiento.374Se debe responder, al haber
actuado con culpa. En efecto, según Grocio: "Ex tali culpa obligatio naturaliter oritur, si
damun datum est, nempe ut id resarciatur" ("De tal culpa nace, naturalmente, obligación,
87
si se hizo el daño, de que se resarza"). En el párrafo XXI reitera el principio de que no
puede obligarse al resarcimiento sin que exista culpa: "Illud quoque notandum est, ut
mancipium aut animal quod damun aut pauperie fecit, noxae dedatur, itidem ex jure civile
esse. Nam dominus, qui in culpa non est, natura ad nihil tenetu: ut nec is, eujus navis sine
ipsius culpa navi alteriut damnum dedit, quamquam multorum populorum legibus, ut &&
nostra, damnum tale dividi solet ob culpae probandae difficultatem".375Veamos ahora como
este autor la define.
De otra parte, tampoco aparecen perfiladas en la obra de Grocio las categorías de delito
y cuasidelito civil, tal como fueron conocidas posteriormente en la codificación, pues como
veremos se trata de una elaboración posterior, aunque se distinga claramente entre los
actos dañosos intencionales y los culpables.
Se pregunta Grocio si habiendo dado las autoridades del país patente de corso en el
mar contra los enemigos, algunos decidiesen atacar a los propios nacionales o aliados,
desertando de la patria. Según Grocio, no puede hacerse responsable a las autoridades,
tanto porque no existe relación causal, como porque el acto no fue previsible y no puede
evitarse la utilización de servicios de malos, pues de lo contrario, argumenta, no puede
reunirse ejército alguno.378
88
2. Los aportes de Pufendorf
Este concepto de justicia, así como las relaciones humanas y jurídicas entendidas como
entramado de deberes, son deducidos desde la naturaleza humana. Para Pufendorf, la ley
natural consiste en que cada hombre debe cultivar y mantener en la medida que pueda la
sociabilidad, de manera que lo que tiende a dicha sociabilidad es conforme a dicha ley y
todo lo que la quiebra es contraria a ella. Y es en este principio natural en el cual el autor
distingue los tres tipos de deberes fundamentales: del hombre consigo mismo, del hombre
con Dios y del hombre en relación con otros hombres.382
Por estas razones, el dañar a otro se concibe como un acto de injusticia. En efecto, en
el párrafo quince, del cap. II de OHC, Pufendorf señala: "Una vez que se ha conocido qué
es la justicia, también fácilmente se deduce qué es la injusticia. Donde hay que observar
que una acción es injusta, que se comete con un propósito deliberado, y por la cual se
atropella aquello que se le debía a otro en su perfecto derecho, o que él poseía de
cualquier procedencia por tal derecho, se llama propiamente injusticia (...) o si se le causa
algún mal a otro que no teníamos facultad de causarle".384
89
De esta manera, al referirse en el cap. VI a los deberes del hombre con otros, trata
especialmente el no causar daño a los demás. Señala Pufendorf, en el párrafo segundo,
que se trata del deber más amplio de todos y consiste en una simple prohibición de
actuar. En De iutre naturae et gentium, se refiere a esta materia en el L. III, cap. I, párrafo
primero. En relación con los deberes del hombre para con los otros, distingue Pufendorf
entre deberes absolutos e hipotéticos. De los primeros, el que ocupa el primer lugar, es el
deber de no causar menoscabo a otro. 385 Al respecto, podemos hacer varios comentarios
de interés.
En primer lugar, ya hemos dicho cómo esta cláusula general se debe a las ideas de los
filósofos iusnaturalistas racionalistas y que había sido afirmada previamente por Grocio.
En segundo lugar, que al igual que en Grocio, Pufendorf amplía el ámbito de aplicación de
la acción aquiliana, de manera que ésta pasa a cubrir no solo los menoscabos causados
sobre los bienes materiales, sino también aquellos inferidos sobre la persona libre. De ahí
que será fácil admitir el resarcimiento del daño moral. 386 En tercer lugar, ya se perfila una
nítida separación entre el resarcimiento del perjuicio frente a la sanción por el delito
causado.387
90
como veremos se trata de una elaboración posterior, pero se diferencia claramente entre
los actos dañosos intencionales y los culpables.
En lo que atañe a la culpa estricta, la mención más explícita del autor se encuentra en
el párrafo noveno del cap. VI de OHC, en los siguientes términos: "A la reparación del
daño está obligado no solo quien ha perjudicado a otro con mala voluntad, sino quien si
una intención directa lo ha hecho, por negligencia o descuido que era fácil evitar. Pues
una parte nada desdeñable de la sociabilidad trata con detalle de que nuestra
conversación no sea temible o intolerable para otros".390 Sin embargo, para analizar el
contenido de la culpa o, dicho de otra forma, lo que Pufendorf entendía por la misma,
debemos detenernos en los razonamientos de este autor a propósito de las reglas que
formula para la imputación de consecuencias. Es decir, en aquellos casos en los que tales
consecuencias podían atribuirse a acciones humanas.391
En principio, podemos señalar que Pufendorf entiende que caben en la culpa los casos
excluidos del concepto de dolo, es decir, aquellos en los que el autor prevé la producción
del hecho ilícito como posible, pero por liviandad, precipitación o desatención cree que no
se verificará, y es por eso por lo que no toma las previsiones necesarias para evitarlo. Así
se desprende del párrafo dieciocho, regla primera de su obra OHC, en la que señala que
hay culpa cuando se deja de hacer lo que de uno dependía. Más adelante, agrega: "...Así
también males cualesquiera que se le ocasionan a otro se le pueden imputar, porque no
evitó la causa y ocasión de ellos aunque podía y debía hacerlo".392
Con todo, la doctrina está mejor desarrollada en Elementia. En el L. II, axioma I, párrafo
séptimo. En esta obra, Pufendorf considera que un hecho puede ser imputado tanto si el
suceso está a nuestro alcance en el momento que acontezca, como aquellos en que el
suceso se produce en un momento anterior a nuestro radio de acción, pero no pudo
haberse evitado precisamente por nuestra culpa. De este modo, pueden advertirse en
estas dos formas o especies de reglas de imputación, lo que los autores definen como
categorías de culpas en nuestros días.
91
de primer nivel o imputatio facti lo constituye la existencia de un hecho, es decir, de la
realización u omisión de una conducta relevante para la norma. El segundo paso es la
aplicación de la ley al hecho o la subsunción del hecho a la figura contenida en la ley. Por
la aplicación de la ley —recordemos, posterior a la imputación de primer grado o nivel—
se constata la antijuridicidad del ilícito. Finalmente, la imputación de segundo grado
supone la atribución de la culpa al autor del hecho, es decir, si el hecho considerado
antijurídico debe ser también imputado a titulo de culpa.395
Una cuestión más problemática es la valoración que hace de la culpa, pues el autor no
es lo suficientemente claro. En principio, en el cap. VI de OHC, así como en el L III,
cap. I De iure, relativo al principio de no causar daño a los demás, no hay nada que
indique la forma en la que la culpa debe ser valorada. Mayores luces se obtienen,
nuevamente, al analizar las reglas sobre imputación, en el capítulo primero. Hay algunos
indicios en los que parece entender que la culpa, más bien la negligencia, debe valorarse
de acuerdo con ciertos criterios o patrones estándar o al menos comunes a un grupo de
personas. Por ejemplo, en el párrafo diecinueve, regla segunda de OHC, señala que
deben considerarse absurdas reprobaciones que provengan de cualidades cuya causa no
dependen del sujeto, como la baja estatura, una apariencia no muy agraciada y
semejantes; en tanto, en el párrafo veinte, regla tercera, se indica: "Es más, también en la
vida corriente, la capacidad de poder se entiende en sentido moral como aquella facultad,
experiencia y cuidado que la gente juzga suficientes y que se ha fundado en razones de
probabilidad".396
Además, el autor no solo se refiere a la culpa por hecho propio, sino que analiza los
supuestos de responsabilidad indirecta, radicando dicha obligación de resarcir en la culpa.
Distingue claramente entre la responsabilidad por el hecho de otro ser humano y la
responsabilidad por el hecho de animales que están al cuidado del responsable. La
responsabilidad solo se afirma si el dañante pudo tener el control sobre los actos de la
persona o animal que causa directamente el perjuicio. De esta manera, cesando el ámbito
de vigilancia o control, el acto no puede ser imputado al sujeto, sino solo a quien lo ha
realizado directamente: "Las características de la vida humana no permiten que alguien
siempre al lado de otro pueda observar todos los movimientos de ése. Por tanto, si
alguien ha hecho todo lo que comprendía la naturaleza del control que se le había
encomendado, cuando nada en absoluto ha sido realizado por otro, se le imputará al
único que lo ha llevado a cabo".397
92
espontáneamente una diligencia exactísima, o la culpa sea más de la víctima que del
causante...". Es decir, que como regla general reconoce que la culpa levísima puede ser
suficiente para configurar la obligación de indemnizar, aunque haya supuestos en los que
puede admitirse un criterio más laxo o una culpa menos estricta.399
Es precisamente la vía que intentarán los autores franceses que analizamos, pues
introdujeron un régimen general de responsabilidad sobre la base de presupuestos
romanísticos, aunque con bases filosóficas diferentes.401 Así, como veremos, en Domat, el
principio del neminem laedere citado por Ulpiano como una de las máximas del Derecho
natural, será reelaborado sobre la base de la culpa, pero dejando fuera de su campo de
aplicación los delitos, a diferencia de Grocio o Pufendorf, que se habían valido del
concepto de maleficium para articular la cláusula general. Un paso más adelante va a
llevar adelante Pothier, quien por primera vez sistematizará de modo general las figuras
del delito y cuasidelito, vinculándolas con el dolo y la culpa estricta, respectivamente.
Concretamente sobre el tema que analizamos, Auzhary-Schmaltz indica que durante
entre los siglos XII y XIV llegó a distinguirse perfectamente, en el Derecho francés y en la
jurisprudencia real, entre la sanción penal y la responsabilidad civil (distinguiendo, a su
vez, entre la delictual y la contractual). El mecanismo que impulsó dicho cambio fue la
sustitución de la pena por el mecanismo de la pax privata (la indemnización), que situaba
el problema de la composición en los intereses privados.402
4. Jean Domat
93
cristiana del hombre. Como afirma el autor que seguimos, Domat intenta conciliar estos
dos mundos; de un lado, adopta el pensamiento racionalista y empírico del mundo
desarrollado en su época, pero considera que en el mundo existe una dimensión
trascedente: el Derecho, para ser tal, debe corresponderse con el orden dado por Dios.403
La influencia del método cartesiano se tradujo en los afanes de Domat. La finalidad del
jurista francés fue ordenar sistemáticamente el ius civile, para remediar el desorden que
había experimentado como magistrado,407 comprendiendo todo el Derecho: el Corpus
Iuris justinianeo y las normas derivadas de las costumbres francesas, procediendo a una
sistematización de base racional, entendiendo por esta la lógica deductiva. 408 De esta
manera, el Derecho viene reducido a sistema, concebido como un conjunto axiomático de
reglas que pueden ser elaboradas a partir de algunos principios inmutables, a través del
uso de la lógica deductiva y silogística.409 Desde los principios del amor a Dios y el amor al
prójimo, es posible construir, por vía deductiva, todo el sistema de las leyes del hombre.
Ello importa que, separándose del Derecho romano, abandone la tripartición gayana de
persona-cosa-obligaciones y adopte la división entre engagements y successions, como
luego veremos.410
94
Según Sarzotti, el pilar cartesiano en Domat no se traduce simplemente en un
incremento de sistematicidad en el modo de estudiar el Derecho, sino un método de
conocimiento de las leyes humanas, radicalmente diverso de aquél de matriz aristotélico
tomista, que los humanistas no pudieron superar del todo. Dicho método arranca del
análisis empírico de la naturaleza humana, así como de los fenómenos sociales, de la
conducta del hombre y no más de la palabra de la ley, reflejo del Orden divino. El método
reclama la autonomía del conocimiento científico de la revelación divina. Domat así
adopta el método analítico sintético de Galileo, consistente en descomponer la realidad en
sus elementos cuantitativamente concebibles y en el reconstruir el fenómeno complejo
sobre la base del conocimiento de relaciones entre ellos.411 Como afirma Todescan: "Era
questo un camino verso cui Domat veniva indirizzato in parte dal suo stesso giansenismo,
col resultante deduttivismo di stampo cartesiano, utile a dare una pronfonda sistemazione
al vastissimo materiale normativo, senza privilegiare questo o quel genere di fonti, in
singolare analogía, com'è stato osservato, col programa leibniziano di «mesa in ordine
razionale» dell'interno diritto vigente".412
La novedad de Domat no está, por tanto, en adoptar el método lógico deductivo, bien
conocido de los comentaristas, sino el analítico sintético de observación de los
fenómenos, por medio del estudio del modo en el cual el intelecto humano puede percibir
entre los objetos y hechos de este mundo. Su punto de partida es la observación de que
las leyes humanas no son otra cosa que leyes de conducta. Tales conductas son
estudiadas como fenómeno empírico, sin que sea posible dar como presupuesta la
naturaleza teleológica del hombre. Domat adopta el punto de vista del orden del
pensamiento, lo que refleja el orden necesario a fin de que la infinita verdad del mundo
creado pueda ser captada por el espíritu del hombre. 414Así, el orden debe partir de la
evidencia más simple e inmediata que se presenta al intelecto. Las evidencias más
simples Domat las encuentra en los vínculos de familia y en las obligaciones
(engagements) de todo tipo que surgen entre los hombres. La fuerza que mueve a los
individuos son los vínculos descritos. El amor propio, la fuerza corrupta que domina la
naturaleza humana después del pecado original, colabora en el reforzamiento de tales
vínculos. Este es el momento analítico en el método de Domat, desde donde deduce los
primeros principios de la sociedad: el amor a Dios y el amor entre los hombres o el amor
al prójimo.415
95
Son los efectos del amor sincero que todo hombre debe a otro el fundamento las
relaciones humanas y, dentro de ellos, los vínculos de familia los que aparecen más
naturales. Desde ahí, Domat distinguirá entre los engagements familiaux y no familiaux.
Dentro de estos últimos distinguirá, a su vez, entre volontaires y involontaires. Aún así,
entiende que Domat retorna, en el tratamiento de las materias, a la partición gayana:
"Dans le livre préliminaire des Lois civiles, qui doit établir les grands príncipes régissant
ses Lois civiles, il choisit néanmoins de discriminer entre les règles du droit en général (t.
I), les personnes (t. II) et les choses (t. III), sa rapprochant de la perspective de Gaius".416
El jansenismo fue un movimiento religioso que nace en la primera mitad del siglo XVII,
que buscó una intermediación entre la perspectiva católica y el protestantismo y, de
hecho, recoge de este último el pesimismo de la naturaleza humana. Su nombre proviene
de su fundador, Cornelio Jansen (1585-1638). Dicho movimiento propone la vuelta a los
tiempos primitivos de la Iglesia. Su fundador se basó en las ideas de Agustín de Hipona,
para afirmar que el hombre estaba corrompido y destinado a hacer el mal y sin la gracia
de Dios, el hombre no podía más que pecar y desobedecerle. 417 Esta corriente se opuso
precisamente al pensamiento de la segunda escolástica y, en particular, a las ideas de los
jesuitas, que consideraban posible la salvación de los hombres debido a su buena
voluntad. Por ello, en la ética jansenista tiene tanta importancia el amor: caído en el
pecado original, el hombre se encuentra desviado de su verdadero fin, el amor a Dios; por
el contrario, la desviación lo conduce al amor propio, generando la profunda ignorancia
del hombre. Solo la gracia eficaz puede devolver al hombre a su verdadero fin. La
corriente fue condenada por la Iglesia Católica, aunque la doctrina tuvo sus seguidores
principalmente en el monasterio de Port Royal de Champs, especialmente con el abad de
Saint Cryan, Antoine Arnauld y en la segunda mitad del siglo XVII, por Pasquier
Quesnel.418
La utilización en Domat del método cartesiano nos conduce al tercer pilar de su obra,
pues como explica Arnaud, al referirse a la génesis de la sistematización de la ciencia
jurídica moderna, el método cartesiano fue desarrollado principalmente por la escuela
jansenista y especialmente por la obra de Pascal. La lógica de Port Royal otorgará valor
absoluto a las matemáticas y establecerá ciertas reglas de pensamiento, con carácter
universal.419
Sin embargo, los jansenistas declararon que la justicia no podía ser conocida por la
razón, sino a través de la revelación, como afirma Pascal, concepción propia del
escepticismo antropológico de Pascal. Según Pascal, la justicia no se encuentra en la
naturaleza humana. El hombre no puede alcanzar la justicia, si no es por la gracia de
Dios, debido a la caída del pecado original. 420 La justicia debe basarse en las leyes
establecidas, no porque estas fuesen realmente justas, sino porque el pueblo las cree
tales y resulta peligroso decirle al pueblo que las leyes no son justas, ya que nadie
obedece lo que no considera justo. Por eso debe obedecerse al superior por el hecho de
ser tal.421
¿Era esta la perspectiva de Domat?, es decir, ¿sus ideas fueron completamente fieles
al método y visión jansenista de Pascal? Según los autores que hemos analizado, no.
96
Tarello, por ejemplo, indica que Domat se movió en una línea intermedia entre el
pesimismo político de Pascal y la filosofía nihilista de Port Royal, 422 y Matteucci precisa
que el orden y la sistematización del Derecho civil a través de un sistema racional
intentado por Domat es completamente contrario a las ideas de Pascal.423
¿Cuáles son los fundamentos de esta atenuación del pensamiento de Pascal? A través
de las ideas de Pascal, Domat intentará construir una fundamentación cristiana para el
Derecho.424 Así, Domat intenta una tercera vía, conciliadora. En la dimensión de valor, los
primeros principios del amor a Dios y entre los hombres no vienen fundados
racionalmente, a partir de algunos principios innatos presentados en la consciencia del
individuo, ni empíricamente, a través de la elaboración de las leyes de regularidad de la
conducta humana. En el pensamiento del Domat, por el contrario, tales principios se
establecen a través de dos vías paralelas: de un lado, los principios se sienten por medio
de la facultad práctico-intuitiva del corazón; de otro, por encontrarse presuntos de la razón
cuando ella refleja sobre la paradoja del orden social y el querer, teniendo una explicación
de los hechos que se ofrecen a la observación del estudio de la naturaleza humana. La
noción de orden social juega al resguardo la función de punto de conexión entre
dimensión factual y valórica. 425 En un sentido similar, Todescan indica que, a diferencia
del racionalismo, Domat entiende que los primeros principios se captan con el corazón y
no solo con el espíritu, como en el caso de la ciencia.426
Así, los primeros principios de las leyes del hombre, de los cuales es posible deducir el
íntegro sistema de reglas de la ciencia jurídica, consisten expresamente en la tensión en
valor y la unión del hombre con Dios. El vacío infinito después de la caída del pecado
original tiene la necesidad de colmarse, mediante la unión de una realidad extra mundana.
De aquí surge la primera ley, la búsqueda del bien supremo, Dios, del cual deriva la
segunda: para obtener dicho bien supremo, los hombres deben amarse entre ellos. No se
trata solo de los vínculos familiares o de las obligaciones pactadas entre los hombres
(engagements), sino del sentimiento de humanidad.429
97
orden mundano, así como se presenta a sus ojos, de modo que debe presuponer la
existencia de un orden cuyo fundamento es extra mundano y, de esta manera, puede
afirmar la existencia de las leyes inmutables del amor a Dios y al prójimo.430
El análisis de los primeros principios se articula sobre la base de la ratio legis, entendida
como el espíritu de la ley.431Sus dos principales principios son el amor de Dios y el amor al
prójimo, que permanece en el espíritu de todas las leyes. Las leyes humanas obedecen la
ley natural siempre que se adecúen a dicho espíritu. 432Tales principios, intuitivamente
evidentes y deductivamente demostrados en el caso de los derivados, se encuentran
principalmente en el Derecho privado, entendiendo por este, el Derecho romano vigente
en Francia en la época de Domat y no en el Derecho público, que resguarda el buen
orden del gobierno.433
Llegados a este punto, Domat identifica el Derecho natural con las instituciones
desarrolladas en el Derecho romano. En realidad ninguna de estas ideas son originales
de Domat.434En donde puede encontrarse la innovación del jurista francés, siguiendo a
Tarello, es la asociación de la idea que el Derecho romano debía ser reducido a principios
racionales ligados a un sistema unido por el espíritu, con la idea que para hacer esto,
debía concurrir una lengua capaz de expresar y reproducir con claridad la realidad. Esa
lengua era el francés. Como indica el Tarello, Domat recoge este pensamiento de la
lingüística jansenista de Port Royal.435
¿Cuál es la razón por la que Domat se inclina por el Derecho romano? Como indica
Sarzotti, Domat se refiere al Derecho romano como depositario de las reglas naturales de
la equidad. Domat considera que el Derecho romano es un derecho superior y que él
contiene muchos de los principios de Derecho natural. Su apreciación no se funda en
la autoritas o reverencia hacia él, sino que se debe a su perspectiva metodológica. Lo que
Domat rescata no son las singulares normas contenidas en el Corpus Iuris, muchas de las
cuales le parecen criticables, sino el método con el cual la secular tradición romanista fue
construida a través de los siglos. La superioridad del Derecho romano reside en que se
trata de un fruto de la reflexión de un gran número de personas hábiles, no tanto en su
antigüedad, como en su capacidad de traducirse en un depósito de la reflexión jurídica.436
El orden natural del conocimiento, para ser tal, debe seguir un camino lineal, cierto, sin
contradicciones, que reúna en un único esquema los textos que regulan determinada
materia, de manera que emerja el espíritu que está ligado a cada regla. Así, el estudio del
Derecho romano no es solo útil para la reconstrucción positiva de una determinada
institución, sino para el análisis de la obra del intelecto humano en una ciencia que tenía
por objeto el estudio de las situaciones de conflictos entre los hombres. Solo
reconstruyendo la modalidad con las cuales se operaba en dicha actividad intelectual, que
conserva una estructura unitaria en cada tiempo y en cada lugar, sería posible promover
una ciencia del Derecho de la nación francesa capaz de producir un sistema jurídico
unificado.437
Como veremos más adelante, los autores consideran en su mayoría que los redactores
del Code recogieron en esta parte, como en otras, las ideas de Domat, de lo que no
98
puede dudarse, dado que solo el jurista francés, al escribir en su idioma de origen, emplea
la expresión faute, la que no será utilizada por Pothier.438 Cuestión distinta es que los
redactores hayan asumido el enfoque metodológico y ontológico del Derecho de Domat,
pero de ello nos ocuparemos al entregar nuestro punto de vista. Por ahora,
detengámonos en el tratamiento de la responsabilidad y de la culpa en la obra domatiana.
La primera parte, referida a las obligaciones, se subdivide en cuatro libros, con las
siguientes rúbricas: el Libro I trata, "Des engagemens voluntaires && mutuels par les
conventions" ("De las relaciones voluntarias y mutuas que se constituyen por las
convenciones"); el Libro II: "Des engagemens qui se forment sans convention" ("De las
obligaciones que se forman sin convención"); el Libro III: "Des fuites qui ajôutent aux
engagemens, ou les assermissent" ("De los efectos que pueden añadirse a las
obligaciones, o que las garantizan"); y, el Libro IV "Des Substitutions && des Fidéicommis"
("De la substitución y de los fideicomisos").
El Libro II, que es el que nos interesa, trata en el título VIII los daños causados por
hechos que no provienen de un crimen ni un delito ("Des dommages causés par des
fautes qui ne vont pas à un crime, ni à un délits"). En efecto, en la obra de Domat se
distingue entre las obligaciones voluntarias o engagements y aquellas que se forman sin
convención. Domat distingue tres tipos de hechos no voluntarios: los crímenes y delitos,
las violaciones de los contratos causadas por incumplimiento y aquellas que no provienen
ni de un delito o crimen, ni de un incumplimiento contractual.441
Como vemos, en primer lugar, Domat considera que los delitos constituyen una materia
ajena al ámbito del ius civile, pues el individuo debe responder de ellos ante el Estado,
con lo cual, a diferencia de Grocio y Pufendorf, no fundamentará la regla general de
responsabilidad en el maleficium. Además, Domat distinguirá claramente los hechos
dañosos que son consecuencia del incumplimiento contractual, de aquellos hechos que
causan daño al margen del contrato.
99
doivent être réparées par celui dont l'imprudence ou autre faute y a donné lieu. Car c'eft
un tort qu'il fait, quand même il n'auroit pase u intention de nuire".443
En cuanto al contenido de la culpa estricta, la obra de Domat arroja pocas luces. Como
emplea el lenguaje francés, Domat no utiliza la expresión latina culpa, sino faute, la que
será adoptada en el Code.444 En su sentido ordinario, es decir, en el lenguaje común, la
expresión faute contiene un fuerte componente moral, pues se refiere a toda
contravención o daño intencional y, en este sentido, equivale al pecado. En consecuencia,
la mejor prueba del pensamiento moral jansenista de Domat es que haya utilizado el
término como equivalente de la culpa estricta, en otros términos, de la negligencia, de la
imprudencia o de la impericia.445
En el número IV se refiere a las precauciones que deben ser tomadas en las obras para
evitar daños de cualquier especie. Domat toma esta situación del D. 9, 2, 31pr., en el que
se trata el famoso caso del podador, pasaje fundamental en materia de culpa aquiliana y
que hemos tenido oportunidad de analizar el profundidad. Hay aquí, como en el numeral
anterior, una magnífica muestra de la forma en la que de manera inmejorable Domat
tratará el material romano. Así, un caso decidido en el Digesto adoptará el carácter de una
regla general que permite orientar la configuración de la culpa. No se trata solo, en
consecuencia, de producir la abstracción de una institución, sino de darle contenido a la
misma, mediante reglas que se expresan desde el Derecho romano. En efecto, en dicho
numeral Domat señala: "Ceux qui sont quelques ouvrages o quelques travaux, d'ou il peut
suivre quelque dommage à d'autres personnes, en seront tenus, s'ils n'ont usé des
précautions nécessaires pour le prévenir".447
100
En el número V se refiere a la impericia. Una vez más, se trata de la generalización de
los casos del Digesto en los que se deciden cuestiones relativas conductas dañosas
cometidas con impericia, en D. 9, 2, 7, 8 y D. 9, 2, 27, 33. Hemos tenido oportunidad a
referirnos a ellos. Según Domat: "Il faut mettre au nombre des dommages causés par de
fautes, ceux qui arrivent par l'ignorance des choses que l'on doit fçavoir".448
Como puede advertirse, la falta en Domat se construye sobre la base de reglas que son
generalizaciones de casos derivados del Derecho romano. En la simple faute quedan
cubiertos aquellos supuestos de culpa consciente o con previsión (como cuando se actúa
con ligereza o imprudencia), como aquellos en los que se actúa por ignorancia de lo que
era debido y que modernamente hemos conocido como culpa sin previsión. Como ocurre
con Grocio o Pufendorf, Domat tampoco es suficientemente explícito en lo que respecta a
la valoración de la culpa, aunque de varios párrafos de su obra puede deducirse que la
valoración de la culpa debe ser, según el autor, en concreto, de acuerdo con las
circunstancias del caso.450En cuanto al grado de culpa necesario para configurar la
responsabilidad, al igual que sus predecesores y siguiendo las reglas del Derecho
romano, Domat admitirá el principio consagrado en el D. 9, 2, 44pr.: "In lege Aquilia et
levissima culpa venit", pues cualquier clase de culpa, por leve que sea, da lugar a la
acción de reparación. En efecto, Domat se refiere claramente a esta cuestión en el
número VI, a propósito de los incendios: "Les incendies n'arrivent presque jamais que par
quelque faute, au moins d'imprudence, ou de négligence: && ceux de qui la faute, si
legere qu'elle puisse être, cause un incendie, en seront tenus".451
101
de faute dolosa. En el segundo caso, debemos atribuir a Pothier la generalización del
instituto romano.
Entre los autores franceses hay unanimidad en el sentido que Domat exigió
una faute en todos los supuestos. Como dice Viney, en el espíritu de Domat la faute no
constituye solo la condición de responsabilidad, sino también su medida.455 Otros estiman
que, en algunos casos —precisamente, las que se corresponden con las de quasi ex
delicto—, Domat habría admitido un grado de responsabilidad estricta, al punto que la
misma Viney señala que el jurista francés parece ser el primero que avanza sobre la
noción de riesgo creado, quien sigue en este punto a Husson.456
Desde otras latitudes, se ha pensado que Domat consideró supuestos en los cuales no
figura la culpa. Tale estima que, aunque Domat sostuvo el principio de la culpa como
criterio general, no negó la atribución de responsabilidad sin culpa. En su obra se
encuentran varios casos de deberes indemnizatorios sin culpa, lo que no quiere decir, en
caso alguno según este autor, que Domat haya conocido o sustentado la doctrina del
riesgo creado. Lo explica así: "No menciona Domat el riesgo creado como fundamento de
la reparación en ningún caso, y menos aún puede hallarse en su obra de una regla
general de reparación a título de riesgo creado. Si encontráramos allí tal idea, deberíamos
calificarla de verdadero desatino: Piénsese en los elementos de la cultura tecnológica de
la época, como era la Europa del s. XVII, sin automóviles, trenes, ni electricidad, ni
grandes máquinas, etc...".457
Otra cuestión interesante en Domat, es la relación o vinculación que hay entre la faute y
la iniuria. Hemos visto como en el Derecho romano, la culpa cumplió tres papeles en
relación con la iniuria: ampliar su campo de aplicación, restringir el terreno de la iniuria o,
en varias hipótesis, la asimilación de ambos institutos. Aun cuando hubo casos en los que
la culpa incorporó a la iniuria; en otros supuestos la iniuria siguió jugando un papel
autónomo, especialmente en situaciones de ejercicio de derechos, de manera que esta
podía ser definida no ya como acto contrario a Derecho, sino como acto sine jure. Sin
duda alguna el elemento fue silenciado en el período posterior al Derecho romano, pues
se le consideraba incorporado en la culpa, al punto que se le identificaba con el ilícito
mismo. Ya hemos visto como Grocio, por ejemplo, fundamenta el acto de guerra en
la iniuria¸ entendida como acto contrario al ius.
102
de Peña López, siendo el eje de la responsabilidad la faute, la iniuria objetiva se
encuentra completamente desplazada por ella, de manera que incluso las causas de
justificación, como el estado de necesidad, son puestas ahora como un caso fortuito.460
Luego, hay a nuestro juicio otra diferencia importante entre Pothier y los antecedentes
de Domat, que son trasladables a la obra del Code, pues como explica Arnaud, el
arquetipo de las Instituciones encontró favor entre los juristas franceses de los siglos XVII
y XVIII. Según este autor, fue Guillaume Lamoignon el primer jurista en tomar la
tripartición justinianea y utilizarla como método de ordenación de las costumbres de París.
La obra de Lamoignon fue seguida por varios juristas, entre los que destaca
principalmente Pothier. Este, en su obra La coutume d'Orleans y en Pandectae in novum
ordinem digestae desarrolló con mayor claridad la tripartición de personas, cosas y
acciones, a las que precede el tratamiento de las reglas generales de Derecho natural, en
la Operis divisio de su Pandectae. Para Arnaud, en consecuencia, es posible afirmar que
el esquema de Pothier transformó la división de las Instituciones de acuerdo con las ideas
de la Escuela del Derecho Natural moderno.
Además, Arnaud afirma que Pothier fue efectivamente el punto de contacto en Francia,
entre la tradición fundada en Gayo y la aproximación racionalista axiomática moderna.
Así, Pothier distinguirá entre res in comercium y extra comercium. En cuanto a las
primeras, distinguirá a su vez en corporales (propiedad y posesión) e incorporales
(hipoteca, prenda, herencia, obligaciones). A materias como la propiedad, posesión,
hipoteca, prenda, servidumbres y herencia las agrupó como jus in re o derechos reales¸
mientras que los créditos fueron considerados jus ad rem y ambos, a su vez, se hicieron
corresponder con la categoría de los derechos subjetivos. Ya hemos visto y el autor
reitera la idea, que la sistematización se separa en cuanto al contenido del esquema
103
romano, al adoptar como punto de partida el derecho subjetivo. Agrega una cuestión muy
importante: la división de Pothier es de inspiración individualista, conforme a los datos del
racionalismo axiomático. De aquí resulta que las materias pueden describirse de manera
lógica deductiva, como en el "Tratado de las Obligaciones": fuentes de las obligaciones
(contratos; definición, divisiones, vicios, capacidad jurídica, objeto, efectos); otras fuentes
(cuasicontratos, delitos y cuasidelitos, la ley); diferentes especies de obligaciones,
extinción de las obligaciones y prueba de las mismas.463
En efecto, Pothier sistematizará las fuentes de las obligaciones tal como fueron
recepcionadas posteriormente en las codificaciones y conocidas hasta la actualidad. En
su clásica obra "Tratado de las obligaciones", distinguirá cinco causas de las obligaciones:
los contratos, los cuasicontratos, los delitos, los cuasidelitos y la ley. 464 La racionalización
es notoria en Pothier, quien dividirá su obra en 4 partes. La primera, que es la que nos
interesa, se refiere a las fuentes y efectos de las obligaciones (en verdad de los efectos
derivados del incumplimiento), que a su vez se divide en capítulos, estos en secciones y
las últimas en artículos, como si se estuviesen dictando reglas propias de un Código. La
segunda parte se refiere a las clases de obligación, la tercera a los modos de extinguirlas
y la última parte está dedicada a la prueba de las obligaciones.
Tal como hemos analizado a propósito de los iusnaturalistas y Domat, tampoco Pothier
esboza la categoría de la culpa, con sentido de culpabilidad, desarrollada en el ius
commune. De hecho, se refiere al delito y al cuasidelito como dos categorías diferentes.
Enseña Pothier que: "Los delitos son la tercera causa que produce las obligaciones, y los
cuasidelitos la cuarta".466 Sin embargo, lo que parece unificar ambas figuras o, más bien,
lo que parece reconocer un genus de culpabilidad es la imputabilidad necesaria para un
actuar doloso o culposo. En este sentido, señala Pothier que: "Resulta de la definición
que hemos dado de los delitos y cuasidelitos, que sólo las personas dotadas de razón son
capaces de cometerlos; pues los que no la tengan, como los niños e insensatos, no son
capaces ni de malignidad, ni de imprudencia".467
104
En cuanto al contenido de la culpa estricta, como en el caso de Domat, Pothier dice
poco. Cuando se refiere a los cuasidelitos, no habla estrictamente de faute, a diferencia
de Domat, sino que de una imprudencia. De este modo, cuando define el cuasidelito dice
que este consiste en una imprudencia que no es excusable y cuando trata las
incapacidades, vuelve a mencionar la imprudencia como fundamento del cuasidelito.
Nada nos dice Pothier sobre la valoración de la culpa, ni sobre el grado necesario de esta
para configurar la responsabilidad, por mucho que en la definición emplee la expresión
"imprudencia que no es excusable".
Además, materias relativas a la culpa tratadas por Domat, son abordadas por Pothier,
pues este no sólo se refiere a lo que modernamente se ha conocido como culpa por
hecho propio, sino también a la culpa por hecho ajeno. De esta manera, Pothier se hace
cargo de la tradición establecida tanto por el ius commune y retomada por los
iusnaturalistas, especialmente por Pufendorf.
Pothier señala, en primer lugar, que se responde por las personas que se encuentran
bajo la autoridad de otros, como los padres y tutores en relación con los hijos y
preceptores, respectivamente, aunque no distingue, como lo harán después la mayoría de
los códigos derivados del francés, entre la responsabilidad del guardián y la
responsabilidad por hecho ajeno propiamente dicha (en el primer caso el tutelado es
incapaz extracontractual y en el segundo, capaz). 468 En este caso, la responsabilidad es a
condición que el delito o cuasidelito se haya cometido en su presencia; o bien, si no se ha
impedido su comisión, pudiendo hacerse, aunque haya sido cometido en dicha
presencia.469
Como conclusión, puede afirmarse que se debe a la Escuela del Derecho Natural el
desarrollo del principio general de no causar daño a otro y la ubicación de la culpa como
eje articulador de dicha responsabilidad, quienes recogieron la tradición de ius commune¸
siendo deudores de los autores franceses el desarrollo del concepto de la faute y los neo
conceptos de delito y cuasidelito civil, tal como estos pasaron finalmente a la codificación.
105
D. Corolario: Breve referencia a la otra tendencia de la Escuela del Derecho natural
racionalista
Ya Rotondi indicó que en relación con la lex Aquilia y la reparación de los perjuicios, la
Escuela del Derecho Natural adoptó dos posiciones. Ya hemos visto en los párrafos
precedentes que la mayoría de los iusnaturalistas recogieron la labor del derecho común y
que la paulatina ampliación de la lex Aquilia posibilitó la configuración de una cláusula
general, en la que se incorporaron otras conductas que no estaban contempladas en el
original delito de damnum. Asimismo, todos estos autores colocaron la culpa en el centro
del sistema, con los matices que hemos venido señalando.
Pero según Rotondi, una segunda tendencia está representada especialmente por
Thomasius, quien en efecto encuentra el fundamento de la obligación de resarcir los
perjuicios no en la culpa del agente, sino en la lesión del derecho afectado. 471 Y ello se
debe a que este autor considera que las raíces de una regla o máxima de responsabilidad
por daños no debe buscarse en el Derecho romano, ni menos en la lex Aquilia: la
litiscrescencia, la intransmisibilidad pasiva o la no valoración actual de los perjuicios
descartan a la lex Aquilia como fundamento de la moderna regla del Derecho natural.472
En todo caso y ello es lo que debe importar con miras a nuestro estudio, la gran
mayoría confirió un papel relevante tanto a las reglas del Derecho romano, como a la
culpa, la que incluso fue reconocida como categoría general en el BGB. Veamos ahora,
en el apartado siguiente, como se plasmaron estas ideas en el proceso codificador.
En los apartados siguientes, revisaremos pues el lugar y papel que jugó la culpa en la
consagración de la cláusula general de responsabilidad en la codificación francesa, pues
sin duda alguna constituye el modelo codificador europeo.477
106
1. Breve referencia a la historia y estructura del Code
107
mensaje, fueron las materias relativas a las personas, la propiedad y la convención,
considerados como los objetos de regulación de la legislación civil. Nuevamente, las
cuestiones relacionadas con la responsabilidad —especialmente la culpa—, recibieron un
tratamiento completamente tangencial e incluso esta última ni siquiera era mencionada,
pues el fundamental principio inspirador de dicha codificación fue la libertad de las partes
y el deber de respetar los pactos. En cuanto al proyecto, el artículo 153 disponía que: "Il y
a des fait qui obligent sans convention et par la seule équité. Ainsi, celui qui reçoit le
paiement de ce qui ne lui est pás dû, est tenu de le restituer. Il y a egagement réciproque
entre l'absent et celui qui gère ses affaires sans mandat. Celui qui cause un dommage est
tenu à le réparer. Dans tous ces cas, la loi est la cause de la obligation".482
Avanzados los trabajos del Comité de Legislación hasta este punto, asume el Directorio.
En efecto, la Convención Nacional fue reemplazada, el 4 de brumario del año IV, por un
Directorio ejecutivo compuesto por 5 miembros y dos Consejos legislativos: el Consejo de
Ancianos y el Consejo de los Quinientos. La preparación de las leyes correspondía al
último Consejo, su revisión al Consejo de Ancianos y la ejecución al Directorio. En el seno
del Consejo de los Quinientos, se nombra una nueva comisión, cuyo objeto era clasificar y
simplificar las leyes civiles, el 24 de prairal del año IV. Así, en el seno de la Comisión de
clasificación de las leyes nace un nuevo proyecto, que sirve de base fundamental al
proyecto definitivo y el que contaba, esta vez, con 1104 artículos. La discusión del nuevo
proyecto, también de Cambacérès, comienza finalmente el 10 de vendimario del año V.
La discusión sobre el proyecto se produce entre el 9 pluvioso y el 8 de ventoso, aunque
tampoco tuvo suerte, pues solo dos de sus artículos fueron decretados, el 18 y 19 de
brumario (9 y 10 de noviembre de 1799).
En relación con la materia que analizamos, los ejes sobre los cuales giraba el proyecto
eran muy similares, por cuanto, el artículo 707 disponía, como los otros, que las fuentes
de las obligaciones eran dos: la convención y la ley, quedando delimitada la
responsabilidad extracontractual como una fuente de obligaciones no convencional. Por
su parte, el artículo 758 prescribía que había obligaciones que nacían sin convención, en
virtud de la ley o la sola equidad. Junto con el tratamiento de los denominados
cuasicontratos, el artículo 745 consagraba la obligación de indemnizar en los siguientes
lacónicos términos: "Celui qui cause un dommage est tenuà la réparer, quel que soit le fait
qui y donne lieu".
El 19 de brumario del año VIII se pasa a una nueva fase del Gobierno francés, puesto
que el Directorio es reemplazado provisionalmente por una Comisión Consular ejecutiva y
los Consejos son reemplazados por una Comisión Legislativa compuesta de 25
miembros, a la que se encomendaron las reformas urgentes, entre ellas, la redacción de
un nuevo Código Civil. Esta Comisión, a su vez, se dividió en secciones. Se crea una
Sección de Legislación, Código Civil y Policía, compuesta entre otros por Jacqueminot. El
trabajo en este período se tradujo en el proyecto de Jacqueminot, presentado el 3 de
frimario del año VIII, cuyo contenido y bases presenta similitudes con los anteriores.483
108
codificación civil. El 24 de termidor (12 de agosto de 1800) se nombra la Comisión
encargada de la preparación del Code: "Art. 1. Le ministre de la justice réunira dans la
maison du ministère, MM. Tronchet, président du Tribunal de cassation; Bigot-
Préamenau, commisaire du gouvernement près ce Tribunal; et Portalis, commissaire au
Conseil des prises, pour y tenir des conférences sur la rédaction du Code Civil. Art. 2, il
appellera à ces conferences M. Malleville, membre du Tribunal de cassation, lequel
remplira les functions secrétaire rédacteur".484
Una vez hecha la redacción por la Comisión designada, el trabajo fue revisado tanto por
el Consejo de Estado, como por el Tribunal de Casación y los Tribunales de Apelación. La
materia objeto de nuestro estudio quedó establecida en la sección segunda, Des Délits et
des Quasi-délits, artículos 15-20. La redacción de dichos preceptos fue la siguiente. De
acuerdo con el artículo 15 del proyecto: "Tout fait quelcomme de l'homme, qui cause à
autre un dommage, obligue celui par la faute duquel il est arrivé à le réparer".
El artículo 16, por su parte, rezaba: "Si d'une maison habitée par plusieurs personnes il
est jeté sur un passant de l'eau ou quelque chose qui cause un dommage, ceux qui
habitent l'appartament d'oú on l'a jeté sont tous solidairement responsables, à moins que
celui qui a jeté ne soit connu, auquel cas il doit seul la réparation du dommage".
El artículo 17 del proyecto prescribía: "Les hótes qui n'habitent qu' en passant dans la
maisson d'oú la chose a été jetée ne sont point tenus du dommage, à moins qu' il ne soit
prouvé que ce sont eux qui ont jeté; mais celui quis le loge en est tenu".
El artículo 18, por su parte, disponía: "On est responsable du dommage que l'on a
causé non seulement par sont fait, mais encore par sa négligence ou par son
imprudence". Este artículo cerraba las normas establecidas para la responsabilidad por
hecho propio. Las restantes normas consagraron las figuras por hecho ajeno y hecho de
las cosas. Así, el artículo 19 dispuso: "On est responsable, non seulement du dommage
que l'on cause par son proprie fait, mais encore de celui qui est causé par le fait des
personnes dont on doit répondre, ou des choses que l'on a sous sa garde. Le père et la
mère, après le décès du mari, sont responsables du dommage causé par leurs enfans
mineurs habitant avec eux. Les maîtres et les commettans du dommage causé par leurs
domestiques et préposés dans les fonctions auxquelles ils le ont préposés. Les intituteurs
et les artisans du dommage causé par leurs élèves et apprentis pendant le temps qu'ils
sont sous leur surveillance. La responsabilité ci-dessus a lieu, à moins que les père et le
mère, maîtres, commettans, ne prouvent qu'ils n'ont pu empêcher le fait qui donne lieu à
cette responsabilité. Le propriétaire d'un animal, est responsible du dommage que l'animal
a cause, soit que l'animal fût sous sa garde, ou qu'il fût égaré ou échappé". Finalmente,
el artículo 20 del proyecto rezaba: "Le propriétaire d'un bàtiment est responsable du
dommage qu'il a causé par sa ruine, lorsqu'elle ets arrivée par une suite du défaut
d'entretien, ou par le vice de sa construction".485
109
paraît trop étendu, et trop à l'avantage des propriétaires ou principaux locataires, s'il suffit
d'ignorer d'oú la chose nuisible a été jetée pour condamner tous les locataires
solidairement à payer le dommage...".486
De este modo, fue remitido el proyecto a la sección de Legislación del Tribunado (el que
había sido previamente depurado por Bonaparte), en la materia que nos interesa, el 21 de
frimario del año XII (13 de diciembre de 1803), procediendo la sección a su análisis el 16
de nivoso (7 de enero de 1804). En su seno, se propusieron cambios de redacción de
algunas normas, como por ejemplo, del artículo 17 del proyecto presentado, al proponer
en el párrafo quinto las palabras maîtres et commettans por las expresiones instituteurs et
artisans; y, en el artículo 18, se sugirió modificar la expresión dommage qu'il on a
causé por dommage causé.
La redacción del proyecto definitivo fue presentada por la Comisión el 19 de ventoso del
año XII (19 de marzo de 1804). Particularmente interesante es el artículo 4 del proyecto:
"Le Code civil sera en trois libres. Le premier libre será composé des douze premières
lois; le second des quatre suivantes; et le troisième des vingt dernières; le tout dans
l'ordre qu'elles sont énoncées en l'article 1er ci-dessus". Examinado el proyecto definitivo
por el Tribunado, sugirió modificar, entre otras cuestiones, el 22 de ventoso del año XII en
el artículo 4 la expresión "le tout dans l'odre qu'elles sont énoncées", por "dans le même
ordre". Presentado al Consejo de Estado, éste lo adopta en similares términos. Según
el artículo 1: "Seront réunies en un seul corps de lois, sous le titre de Code civil des
Français, les lois qui suivent...", enunciando los distintos proyectos publicados. La
redacción final del artículo 4 fue como sigue: "Le Code civil será divisé en un titre
preliminaire et en trois libres", detallando enseguida en contenido de cada uno de los
libros.
110
El proyecto se presentó al Cuerpo Legislativo el 28 de ventoso del año XII. El 30 de
ventoso del año XII (21 de marzo de 1804), el Cuerpo Legislativo sancionó el código
definitivo. Finalmente, antes de la publicación del Code, el Gobierno Imperial reemplaza la
República, sustituyendo las expresiones Cónsul, República, Nación, por las de
Emperador, Imperio, Estado. La edición nueva fue publicada el 22 de agosto de 1807.488
El Code quedó así estructurado en un título preliminar y tres libros. 489El título preliminar
fue construido siguiendo las ideas de Domat, quien como hemos visto, aparentemente
siguió, a su vez, las ideas del iusnaturalismo racionalista alemán relativas al
establecimiento de una parte general.
Los tres libros siguientes obedecen a la partición gayana del Derecho en personas y
cosas, en las que se encuentran comprendidas las materias propias de los derechos
reales, las sucesiones y las obligaciones. Aunque, como advierte Guzmán, todo el
andamiaje del Code gira en torno al dominio: modificaciones a la propiedad (derechos
reales) y adquisición de la propiedad (sucesiones y contratos). 490En efecto, como indica
Arnaud, mientras en libro primero, relativo a las personas, consta de 509 artículos, los
otros dos, referidos a los bienes y a los modos de adquirir la propiedad, tienen 1766. Ello
se explica por cuanto las personas no interesaban al Derecho sino en cuanto era
necesario establecer su capacidad para ejercitar los derechos inherentes a la naturaleza
humana. Así, el libro preliminar, redactado por Portalis, no solo es una profesión de fe del
iusnaturalismo racionalista, sino una explicación de la disparidad en la división de las
materias del Código, centradas ahora en la propiedad y el contrato. Todo el resto de la
regulación participa de dicho esquema y están referidos al uno u al otro. En el siglo XVIII,
señala el autor, los temas de mayor importancia y los ejes sobre las cuales se va a
articular el Code serán la propiedad y la autonomía de la voluntad. 491 En todo caso, como
explica acertadamente Solidoro, la estructura gayana seguida en el Código viene utilizada
en la variante de inspiración racionalista propuesta por Pothier en su "Tratado de las
obligaciones". Como se recordará, Pothier separó el tratamiento de las personas y de las
cosas, dejando los aspectos procesales alejados del ámbito civil.492
Ahora bien, la responsabilidad civil se encuentra tratada en el Libro Tercero, Título IV,
bajo el epígrafe "Des engagements qui se forment sans convention" ("De las obligaciones
que se contraen sin convenio"), Capítulo II, bajo el epígrafe "Des délits et des quasi-délits"
("De los delitos y cuasidelitos"), artículos 1382-1386. No obstante, como hemos visto, en
virtud de la Ordenanza 2016-131, las normas de los delitos y cuasidelitos, tituladas ahora
simplemente como responsabilidad extracontractual y ubicadas entre las fuentes de las
obligaciones, se regula, con el mismo contenido, en los artículos 1240 a 1244.
111
2. La responsabilidad civil en el Code: Breve referencia a las fuentes de sus normas
Según el artículo 1384: "On est responsable non seulement du dommage que l'on
cause par son propre fait, mais encore de celui qui est causé par le fait des personnes
don ton doit répondre, ou des choses que l'on a sous sa grade. Le père, et la mère après
le décès du mari, sont responsables du dommage causé par leurs enfans mineurs
habitant avec eux; Les maîtres et le commettans, du dommage causé par leurs
domestiques et préposés dans le fonctions auxquelles ils les ont employés; Les
instituteurs et les artisans, du dommage causé par leurs élèves et apprentis pendant le
temps qu'ils sont sous leur surveillance. La reponsabilité ci dessus a lieu, à mois que les
père et mère, instituteurs et artisans ne prouvent qu'ils n'ont pu empêcher le fait qui donne
lieu à cette responsabilité" ("Se es responsable, no solo del daño que se cause por hecho
propio, sino también del causado por las personas de las que se debe responder, o por
las cosas que estén bajo la guarda de uno. Los padres, mientras ejerzan la patria
potestad, son solidariamente responsables del daño causado por sus hijos menores que
vivan con ellos. Los dueños y patrones lo son del daño causado por sus dependientes y
encargados en el ejercicio de las funciones en que estén empleados. Los profesores y
artesanos, el daño causado por sus alumnos y aprendices durante el tiempo que
permanezcan bajo su vigilancia. La anterior responsabilidad tiene lugar salvo que los
padres o los artesanos prueben que no pudieron impedir el hecho que dio lugar a esta
responsabilidad").494
Por su parte, el artículo 1385 disponía: "Le propriétaire d'un animal, ou celui s'en sert,
pendant qu'il est à sont usage, est responsable du dommage que l'animal a causé, soit
que l' animal a causé, soit que l'animal fût sous garde, soit qu'il fût égaré ou échappé" ("El
112
propietario de un animal, o el que se sirva de él mientras su uso le pertenezca, es
responsable del daño que cause el animal, ya estuviera bajo su guarda, ya estuviera
extraviado o escapado").495
Ahora bien, según el punto de vista tradicional, seguido por una gran mayoría de
autores, que por cierto llega a ser un lugar común, los redactores de los códigos civiles
decimonónicos dieron a la responsabilidad civil una estructura de carácter netamente
individualista.498 Los factores de dicha concepción son múltiples y variados. En principio, la
obligación de resarcir perjuicios parecía una consecuencia natural de la calificación del
hecho como algo reprobable. A ello debemos sumar el desarrollo de una economía
basada, hasta ese momento, en relaciones interindividuales y en la igualdad de los
sujetos.499
113
De este modo, siguiendo a Mazeaud y Tunc, 504 las ideas de Domat, incorporadas
al Code, pueden resumirse en las siguientes: los redactores se mostraron unánimes al
afirmar la necesidad de una culpa para exigir la responsabilidad del autor del daño. La
idea es reiterada por todos los redactores del Código. Así, por ejemplo, Treilhard, en la
exposición de motivos, declara: "Regulada así, la responsabilidad es totalmente justa.
Aquellos a los que se le impone han de imputarse, al menos, unos, debilidad, otros la
mala elección, y negligencia todos". La segunda idea que inspiró a los codificadores
consiste en que, exigiendo culpa para imputar responsabilidad, basta cualquier culpa; no
se requiere que el autor del daño haya tenido la voluntad de causar ese daño. En tanto el
hombre es libre, debe responder de las consecuencias disvaliosas de sus actos. Este es
un esquema lógico normativo incorporado a todas las legislaciones decimonónicas. 505 En
suma, como enseña Savatier, la culpa se presentó como el corolario de la libertad de los
individuos.506
En otros términos, la culpa se propone como una especie de pecado jurídico y como la
causa del deber de reparar el mal causado, ya que el que incurre en ella, ha actuado mal.
El hombre debe responder de las consecuencias de sus acciones humanas, no de
aquellas que tienen el carácter de infortunio. 507 La idea de la faute impregnada de
moralidad es un lugar común entre los autores franceses. 508 Sobre el punto, Viney, quien
cita la opinión de Tarrible: "S'agit-il de dommages causés? Ce projet épuise touts le
moyens d'une assurer la réparation; et dans le nombre de ces moyens, il place une
responsabilité morale qui doit redoubler la vigilance des hommes chargés du dépôt sacré
de l'autorité et qui préviendra ainsi plus de désordres qu' elle n' en aura à réparer".
Sostiene la autora que dicha moral fue recogida por Domat desde los canonistas y el
antiguo derecho francés, colocando como eje de ella la faute.509
En otro lugar, hemos discutido este enfoque y hemos argumentado por qué, a nuestro
juicio, es posible cuestionar la perspectiva tradicional antes referida, en el sentido que las
normas del Código Civil no se fundaron en Domat para el tratamiento de la falta, por
cuanto el autor francés se separa de la codificación en su fundamento filosófico, en su
perspectiva antropológica y en el tratamiento mismo que otorga a la materia de
responsabilidad civil. Si, en efecto, la faute no responde a las particulares ideas éticas de
Domat, no puede seguirse pensando que la codificación consagró un modelo de culpa
moral, distinto del sentido jurídico proporcionado en el Derecho romano.510
114
Hemos hecho un largo camino. Hemos comenzado un estudio de la culpa en su sentido
etimológico, en sus orígenes en el pensamiento, la filosofía y la religión griega, abordado
el aún persistente problema de la culpa en el Derecho romano. Posteriormente,
intentamos una breve descripción de su evolución, hasta la consagración codificada
francesa, que ha servido de modelo para sentar las bases dogmáticas posteriores.
Todo este camino parecería despejar, al menos, una primera cuestión. La dogmática
civil ha mirado el instituto con cierta perplejidad, fundado en paradigmas, que se han
asumido sin un estudio detallado de la cuestión.511 Se ha pensado continuamente desde la
dogmática civil, que la culpa fue incorporada muy tardíamente en los sistemas de delitos
romanos, cuando las bases del cristianismo estaban asentadas en el Imperio, como
religión oficial del Estado. Incluso, se ha sostenido que dicho elemento fue introducido
como criterio de atribución recién con el esfuerzo sistematizador y compilador de
Justiniano, en el 535 d.C.512Hemos demostrado en este trabajo que dichas premisas son,
al menos, discutibles. Una tendencia de la romanística identificó, en efecto, la culpa como
producto de la concepción cristiana de la responsabilidad (especialmente con el
voluntarismo de San Agustín). Hemos intentado demostrar en este trabajo, que dicha
concepción de la culpa ha sido largamente superada, por romanistas como Schipani,
Cannata o MacCormack, a quienes, por cierto, los autores del Derecho civil no ha
dedicado ni una sola página de análisis.
Nos atrevemos a adelantar como hipótesis, que las tesis negadoras de la culpa
correpondieron al movimiento filosófico que, desde fines del siglo XIX, cuestionó
especialmente las bases cristianas de nuestra cultura. En efecto, siguiendo a Ávila,
Nietzsche y Freud, junto a Marx, pueden ser agrupados en lo que Ricoeur calificó como
"la filosofía de la sospecha", pues en los tres el discurso no dice lo que parece decir. Marx
buscará un trasfondo en las motivaciones económico sociales, Freud en el inconsciente,
en las pulsiones de la libido y de muerte y Nietzsche en los impulsos vitales, ocultadas
bajo el manto de la moralidad cristiana. En la filosofía de la sospecha, ni la moral, ni Dios
son realidades intocables.513Ninguna expresión más categórica hemos encontrado que la
de Castilla del Pino para referirse a este tipo de pensamiento: "...me atrevería a afirmar
que para el hombre de hoy, que intenta comprender eso que ambiguamente
denominamos 'el mundo' —que no es el mundo físico, sino la construcción humana del
mundo—, hay tres instrumentos intelectuales preferentes: la economía, la lingüística y el
psicoanálisis".514
Por otro lado, es innegable que la culpa sigue jugando un rol fundamental en los
sistemas de responsabilidad civil. La pregunta es por qué. Y, para responder esta
cuestión, consideramos, el problema se puede enfrentar desde diversos puntos de vista.
En primer término, desde una mera constatación histórica: no solo por las razones que
hemos analizado, hacen pensar que la culpa debe cumplir un rol jurídico de preeminencia
en comparación con otros mecanismos de atribución de daños, que ha impedido, en
definitiva, su sustitución. Pero además, esa perspectiva histórica permite dar cuenta de
una discurso paradójico y contradictorio, en la medida que la misma culpa codificada,
considerada una pena teñida de moral sancionatoria (y un producto de la moral cristiana),
se le coloca por la dogmática moderna, repetimos, en el centro del sistema resarcitorio,
como eje de la función propiamente reparatoria.
115
fundamento del régimen, antes al contrario, esta reposa en un sistema que persigue
fundamentación en una idea moral, igual cómo lo hace el régimen de responsabilidad
estricta. Adicionalmente, examinada la estructura de la culpa, es posible advertir que la
culpa jurídica tiene una estructura análoga a la culpa moral, que le sirve, en este sentido
de soporte, pero en tanto operan en un radio distinto, la culpa jurídica (al menos en el
ámbito de la responsabilidad civil, que es la que nos interesa), no puede ser considerada
una culpa moral.
Pretendemos dividir este apartado en las consideraciones que antes hemos referido:
por un lado, daremos cuenta de las discusiones sobre el papel o rol actual de la culpa en
relación con las funciones del sistema de responsabilidad. Para ello, haremos una
brevísima reconstrucción de las razones que promovieron las críticas y caída de la culpa y
su posterior reverdecimiento, hasta llegar a la renovación de las discusiones desde el
terreno de las funciones. Este apartado permitirá conectar la reconstrucción histórica con
el ámbito dogmático. En segundo lugar, analizaremos el rol de la culpa desde las
funciones, precisamente y el papel que juega como fundamento del régimen. Y, en el
tercer apartado, analizaremos las diferentes tesis sobre su concepto, concluyendo con un
apartado relativo a la estructura.
Así, por ejemplo, en Francia, siguiendo a Mazeaud y Tunc, la idea del riesgo
profesional, cuya conclusión es que el empresario es responsable de los accidentes del
trabajo, por haber generado una situación de riesgo, aprovechándose del trabajo que él
realiza, fue defendida por primera vez por Félix Faure, en el Parlamento francés, el año
1888, al discutirse la ley del ramo. Desde un punto de vista doctrinario, en un folleto
116
titulado «Les accidentes du travail et la responsabilité civile», aparecido en 1897, Saleilles
se sitúa en el terreno del artículo 1382 del Código Civil francés, y se niega a tomar en
cuenta la historia y los trabajos preparatorios, y afirma que la culpa de dicho artículo es un
hecho generador de daños. El mismo año, Josserand apoyó su tesis sobre una nueva
interpretación del artículo 1384 del Code, relativa a la responsabilidad por el hecho ajeno.
Agregan: "Pero, casi al día siguiente de su publicación, las teorías de Saleilles y de
Josserand, construidas para acudir en socorro de los obreros, no tuvieron ya objeto; en
efecto, el legislador intervino, el 9 de abril de 1898, a favor de las víctimas de accidentes
del trabajo, trazando para ellas algunas reglas de excepción".518-519
Ahora bien, situar a la culpa como criterio principal de atribución de daños, supone una
explicación paradójica y encierra una contradicción. En efecto, como hemos analizado,
tratándose de la codificación francesa, la doctrina considera que, a los afanes liberales de
los ilustrados, se unía la visión de la culpa impregnada de moralidad, derivada, según se
piensa, especialmente de las influencias jansenistas y cristianas de Domat. De este modo,
se argumenta, la culpa se presentaba como un pecado jurídico, pues en razón de la
libertad se hacía responder cuando se había actuado mal. Reglero advierte que, en la
época codificadora: "en la imputación por culpa permanecía todavía latente la idea
canónica de que la reparación del daño constituía la penitencia que se ligaba a la
conducta negligente, y en la que la función compensatoria no desempeñaba sino un papel
meramente complementario".522Y en el caso de los primeros embates a la culpa,
intentando reemplazarla por la responsabilidad estricta, se produce nuevamente un
falseamiento del verdadero concepto de la culpa. Como apuntan Mazeaud y Tunc:
"Transportada al terreno de la responsabilidad civil, la teoría italiana entrañaba el riesgo
de lograr en ella el éxito completo que no había podido conseguir en derecho penal. En
117
efecto, la condena civil está desembarazada de todo carácter de castigo. Entonces, ¿por
qué mantener en esto la noción de culpa?".523
A nuestro juicio, argumentos como los que venimos analizando plantean una
contradicción e imponen la urgencia de una revisión, puesto que no hay coincidencia
entre la explicación de la génesis de la culpa con el concepto dogmático moderno. Desde
luego, no se trata de desconocer la evolución de la culpa o los factores que influyeron en
su consagración codificada. La sociedad moderna ha supuesto la introducción de riesgos
sociales nuevos, la codificación es anterior al maquinismo y la era industrial, pero la culpa
es un instituto que ha resistido dichos cambios por dos mil años. Y, como veremos, una
buena razón para explicar ello, es que la culpa importa un mecanismo de distribución de
dichos riesgos, que satisface los afanes de libertad que una sociedad persigue con un
régimen de reparación de daños.
118
expresa en diferentes conceptos en las distintas tradiciones jurídicas proviene del
derecho romano y en todas ellas es funcionalmente análogo".527
Esto justifica, a nuestro juicio, que el Derecho romano y el estudio de las instituciones
allí nacidas no tengan un simple carácter histórico. Como expresa Castresana, la
experiencia histórica muestra que las materias conflictivas en Derecho privado son
constantes, con independencia de los cambios de ambiente, de modo que las fuentes del
Derecho romano siguen ofreciendo soluciones a problemas jurídicos modernos. Agrega:
"Porque la lex Aquilia de damno y la sucesiva interpretación que hicieron de la misma los
juristas romanos sirven hoy de base a la jurisprudencia del tribunal europeo para
encontrar y aplicar principios generales en materia de responsabilidad por culpa comunes
a los distintos ordenamientos jurídico europeos. En este sentido merece destacarse la
sentencia del tribunal europeo de 25 de febrero de 1968 que en una nota a pie de página
se refiere directamente a un texto de Paulo D. 1, 3, 26 y 28 y adopta el criterio de
interpretación del jurista como principio general en materia de responsabilidad por
daños".528 Y esta reflexión debería servirnos de guía para un análisis intra-sistémico de la
culpa, en su relación con los otros elementos de la responsabilidad civil.
Con todo, pensar en la culpa como un reproche moral y subjetivo, sigue siendo un
planteamiento dogmático que persiste tratándose de la lectura moderna de la culpa. Y así,
ideas relativas a la culpa como elemento psicológico y reproche moral se siguen
afirmando, desligando y deslindando, por otra parte, la responsabilidad objetiva o por
riesgo, comúnmente asimiladas, de cualquier fundamento moral. Y ello vale tanto para el
ataque más descarnado a la culpa, como para la defensa más acérrima, como para
describir, simplemente, la evolución desde la culpa a la paulatina objetivación. Tomemos
nota de algunos ejemplos. Borda se preocupa de dirigir sendos ataques al mito, a la idea
que en toda las reglas de responsabilidad hay un problema de culpa y lo hace desde una
visión psicológica del instituto, pero además, nos dice que la ilicitud envuelve un juicio
moral del sujeto que ha cometido el acto dañoso, adecuándose entonces a los actos
personales del autor, pero fuera de ese radio, es decir, en la responsabilidad por hecho
ajeno y hecho de la cosas se fundaría simplemente en el riesgo creado. 531 Otros emplean
los mismos argumentos para una defensa acérrima de la culpa, considerando regresivos
aquellos factores que se fundan la responsabilidad en la pura causalidad material y no en
el comportamiento o la conducta del agente. La culpa, de otra parte, es afirmada
derechamente como reproche moral, para defender un sostén o sustento ético de la
119
responsabilidad.532 Y todavía un tercer grupo, de manera bastante frecuente, por cierto, al
explicar al estado actual, el producto de la evolución, opone a la culpa subjetiva, una
responsabilidad objetiva que enfatiza el nexo causal, desplazando los problemas a este.
Ahora bien, cuando se desplaza el problema a dicho nexo, no se consideran para nada
los elementos normativos que deben concurrir en su configuración.533
Como se advierte, hay en estas posiciones dos equívocos que transforman toda
discusión en un diálogo de sordos: de un lado, pensar en la culpa como un reproche
moral, para defenderla o atacarla; de otro, estimar que en la responsabilidad por riesgo
creado no hay cuestiones morales envueltas, porque la obligación de responder se
satisface con la simple causalidad material. Ambos extremos deben descartase, primero
porque la culpa no se identifica con un reproche moral, lo que no significa para nada que
no existan relaciones con la culpa moral o que deba negarse un juicio de reproche en el
juicio de responsabilidad. La perspectiva histórica nos ha enseñado que no puede
afirmarse categóricamente que la culpa importó un reproche moral, como equivalente al
pecado, conservando la culpa desde la tradición del mundo romano. Por último, la
perspectiva filosófica nos previene que hay una misma estructura —lo que nos salva del
voluntarismo y racionalismo empecinado—, pero le otorga su propio ámbito a la culpa
jurídica.
120
A. Cómo situar el debate
No obstante, una mirada sustantiva, que indague más allá del referente dogmático,
permite una mejor comprensión de lo que quiere expresarse. Como señala de Ángel: "Al
preguntarnos cuando y por qué se incurre en responsabilidad por hechos dañosos, no
nos planteamos una más o menos oscura cuestión de dogmática jurídica, sino que
formulamos un interrogante que, querámoslo o no, toca muy de cerca a cada uno de
nosotros. Más arriba hemos contemplado la llamada teoría clásica de la culpa como una
opción legislativa. Pero es algo más. Las ideas sobre las que se alza tienen un profundo
aliento vital, que fácilmente atraería nuestra adhesión a ella". Ve de Ángel, a la culpa
como el elemento que mejor representa la perspectiva individual, como un mecanismo de
resguardo de nuestra libertad y una garantía, un mecanismo de tutela para el perjudicado.
Es decir, lo que con otras palabras Salvador Coderch, Castiñeira y luego Díez-Picazo, de
modo más general, denominaron como función de demarcación, en cuanto se trata de
establecer una delimitación de fronteras entre los ámbitos de libertad de actuación y la
protección de determinados bienes e intereses.542
121
la libertad de actuar de un individuo se encuentra la seguridad de la víctima. Por tanto, la
pregunta es si el autor tiene derecho a cometer tal daño preciso. De esta forma, se
enfrenta la libertad de acción del autor con la seguridad de la víctima. Starck estima que el
daño es la consecuencia normal de la acción libre de un hombre, de modo que el Derecho
de daños o de seguridad, como lo llama, desaparece cuando la ley autoriza la comisión
de este. En todo caso, el límite del ejercicio de las libertades se encuentra en
determinados bienes fundamentales, como son la vida, la integridad corporal y de los
bienes materiales, en cuyo caso, los atentados a estos no pueden constituir nunca un acto
lícito. Es decir, todo daño no autorizado deviene en un daño ilícito que debe ser
sancionado por el Derecho. De este modo, la sola violación de los derechos de otra
persona basta para fundar la noción de responsabilidad. 544 Por su parte, Rodotà, a pesar
de afirmar categóricamente una separación entre la responsabilidad con cualquier orden
moral, termina vinculando el injusto con el principio de solidaridad, respecto del que dice
que se trata de un juicio de valor, que atiende a la situación de dañado.545
Por tanto, prima facie, por fundamento hay que entender las razones morales que
justifican un régimen de responsabilidad; en cambio, dicho régimen dice relación con las
condiciones o elementos que lo configuran. Con todo, reconozcamos que en un sentido
secundario es perfectamente posible hablar de fundamento, como lo hace la mayoría de
la dogmática, para referirse, siguiendo a al motivo o la circunstancia que permite el
nacimiento del deber de indemnizar y es que la conexión de la culpa con el fundamento
primario de la responsabilidad es muy profunda, pues se encuentra especialmente
vinculada desde las funciones del sistema de responsabilidad.548
Ahora bien, es precisamente este el marco que sirve de fondo a la discusión sobre el
fundamento de la responsabilidad civil y que podría ser separada en dos. En primer lugar,
esta la pregunta por el tipo de justicia que rigen o deben regor las reglas de
responsabilidad, a la luz de la dicotomía aristotélica, es decir, si a la responsabilidad civil
la rige un régimen de justicia correctiva o, por el contrario, uno de justicia distributiva o
bien ambos juegan un papel relevante en la construcción del sistema. En segundo lugar,
directamente conectado con lo anterior, está la cuestión de defender un régimen fundado
122
en la culpa o de responsabilidad estricta y de situar el lugar que a ambos sistemas les
corresponden, dentro del régimen.
En cuanto a la primera cuestión, Honoré nos advierte que la justicia correctiva, que es
en definitiva el fundamento último de la limitación de libertad para los individuos, incluso si
no hay culpa, es un principio sustantivo que tiene una base moral.552 Nuestra doctrina
considera, en efecto, idea que compartimos, que el principio de justicia correctiva puede
justificar tanto un régimen de responsabilidad estricta, como uno de culpa. 553 Pero también
se ha sostenido y con razón que, aunque este enfoque es correcto, es incompleto, por
cuanto el sistema requiere de la justicia distributiva para ser comprendido.554
Por otro lado, hay quienes han intentado introducir una lectura de prevención en la
responsabilidad civil y, por consiguiente, criterios de justicia distributiva, en términos que
la responsabilidad civil debe tener en cuenta el traslado de los costos asociados a la
indemnización para hacerlos eficientes. Aquí hay dos lecturas. Un sector sigue afirmando
la preeminencia de la idea de culpa, mientras que otra escuela considera que la mejor
respuesta para la prevención, es la responsabilidad objetiva.559
123
la culpa jurídica y la culpa moral, porque ello permitirá descartar el segundo paradigma
asentado en la dogmática: que la culpa en la responsabilidad civil importa un reproche
moral. No obstante, como hemos ya afirmado, que no sea un reproche moral, no implica
que: a) la culpa no tenga un fundamento moral; b) la estructura de la culpa no tenga
relación alguna con su correlato ético. A esta cuestión nos referiremos seguidamente,
antes de analizar la culpa en el concierto de las funciones de la responsabilidad civil.
Pero comencemos por las posiciones que hemos mencionado. La aproximación que
juzgamos tradicional, especialmente desde el racionalismo idealista, separa
completamente las esferas de la culpa moral y la jurídica. En este sentido, Lewis aporta
una interesante opinión. Como indica este autor, destacando sus diferencias con la culpa
jurídica, en la culpa moral el acento no está puesto en la sanción, que es una cuestión
secundaria. Para ser moralmente culpable debe haberse incurrido en un desvalor moral o
debe uno ser moralmente reprochable. Puede haber una sanción o una censura externa,
pero es una cuestión más remota. La culpa moral, a diferencia de la jurídica, requiere de
la libertad de acción de manera más radical que tratándose de la culpa jurídica. El mal
moral debe ser distinguido claramente de otros males, como la enfermedad, el error o la
estupidez. Yo no soy culpable por estar enfermo o no ganar una carrera, componer un
poema, sino por una falla moral.560
124
que permite al condenado rehacer su vida. Así, si puede admitirse una culpa en el
Derecho penal, es sujeto a condición que no se dé en relación con la conciencia de la
persona, sino en relación con la pena. La relación es doble, según el autor. Comenzando
con la lectura clásica, describe la culpa como la relación del agente a su acto, es decir, la
comisión de una falta, consistente en un atentado a los valores reconocidos socialmente,
que según este pensador deben ser variables y no se les puede adjudicar un valor
absoluto. La pena, en este caso, cumpliría el rol retributivo que se le reconoce
tradicionalmente, con el fin de restituir la paz social, con la cual es imposible la
convivencia. Según Lacroix, hay que tener en cuenta la persona del delincuente, pero solo
lo que puede conocerse externamente de este, dado que el juicio penal no es un juicio
moral. El autor claramente se opone a una visión preventiva general de la pena,
defendiendo una retributiva, por ejemplo, cuando señala que la pena no puede nunca ser
ejemplar, sino curativa.561
125
Una visión diferente, mucho más crítica con la culpa jurídica propone Castilla, quien
comienza precisando como un todo complejo entre el dolo y la culpa estricta, para luego
indicar que por esta razón han debido introducirse algunas precisiones entre estos
conceptos como la culpa con o sin previsión y el dolo directo versus el eventual. Espeta
dos críticas a estos conceptos: primero, que tienen que atenerse a los efectos de la
acción y no a la acción misma y a su intención. No se atiende a la conducta, sino a los
efectos de la misma. Esto obliga a suponer que en el efecto del acto se puede atender, de
alguna manera la índole de la intención del acto, del cual tal efecto es su intención
inmediata, de modo que lo que hace el juez, según el autor, es un pre-juicio de la realidad
¿Cómo saber —se pregunta—, si una conducta calificada de culposa, por ejemplo, una
conducción temeraria escondía en verdad una intención dañosa? Además, señala que
hay una insuficiencia de juicio al no comprender la totalidad de la realidad, acentuando la
carga del juicio sobre la materialidad de los hechos. Se subvierte la falacia de la
objetividad, al intentar obtener de esta la no intencionalidad, en el caso de la culpa, es
decir, de una subjetividad, con lo que el juez cae en una falsa paradoja: o atender a los
elementos externos o solo detenerse en las circunstancias internas.564
Las similitudes saltan a la vista. Por ejemplo, según Lewis, cuando nosotros no
empleamos el esfuerzo de voluntad necesario, con absoluta libertad en ese caso, para
superar alguna debilidad de carácter y si de este modo ofrecemos una menor resistencia
que la exigida por el deber, entonces se incurre en culpa moral. El grado de la culpa no
solo depende de las características externas de la situación o de la magnitud del mal que
hemos hecho, o al menos no directamente, sino del esfuerzo que la voluntad ha debido
emplear.565 ¿Hay alguna diferencia con la culpa jurídica, más allá del acento en la
sanción? No a nuestro juicio, al menos no en lo relativo a la culpa estricta, por cuanto ella
también se configura cuando no se emplea el esfuerzo de voluntad necesario o bien
ofrecemos una menor resistencia a la exigencia del deber.
En efecto, de momento puede decirse que en la culpa jurídica caben los casos
excluidos del concepto de dolo, es decir, aquellos en los que el autor prevé la producción
del hecho ilícito como posible, pero por liviandad, precipitación o desatención cree que no
se verificará, no adoptando las previsiones necesarias para evitarlo. Es lo que se
denomina la culpa consciente o con representación. Pero junto a ella, hay numerosas
situaciones de la vida diaria en que el agente no llega siquiera, por imprudencia, descuido,
impericia o ineptitud, a concebir la posibilidad del resultado, encontrándose en posición de
evitar una consecuencia dañosa. En estos casos se habla de culpa inconsciente. Por la
misma razón, en la culpa se requiere que un sujeto se abstenga de realizar aquellos actos
en los que carece de preparación o aptitud.566
126
tratándose de la responsabilidad civil, como advierte Barros, la culpa envuelve un juicio
estrictamente moral, porque la responsabilidad civil no tiene una finalidad retributiva y en
este sentido, la culpa en responsabilidad civil hace referencia a las expectativas objetivas
que unos tenemos respecto de otros en el tráfico jurídico. 567 En un sentido similar,
viniendo desde la tradición del Common law, Honoré aprecia que la culpa es causada por
una falla en el estándar de competencias requeridas: "Negligence, the common law term,
is here used in a transsystematic way, as equivalent to Roman culpa, German
Fahrlässigkeit, and French faute de négligence". Agrega que dicha falla de competencias
puede provenir del carácter, de la inteligencia, de la debilidad o de falta de experiencias,
pero la culpa, en principio, no atiende a las particularidades de cada sujeto, sino que el
estándar de exigencia se traduce en un modelo de persona traducido
normativamente.568 Precisamente por esta razón la negligencia se centra en la conducta y
no en la persona que es hecha responsable.
Queda clara, de este modo, la diferencia de enfoque, pero resta resolver una dificultad
que este camino puede presentarse, pues Lacroix, por ejemplo, después de afirmar las
conexiones entre los valores morales con los sociales, constitutivos del juicio de culpa,
elude el problema, con lo que queda pendiente, a nuestro juicio, la cuestión de las
relaciones y los vínculos. No puede pensarse en una absoluta y completa separación y
por eso, siguiendo nuevamente a Barros, no puede negarse toda relación entre el
Derecho y la moral. Lo que ocurre, en su opinión, que en este específico punto seguimos,
es que en ocasiones el Derecho es menos exigente que la moral para configurar la
responsabilidad y como regla general, es más exigente, al presentar la culpa un cariz
objetivo, pero el punto de confluencia se encuentra en que el Derecho representa un
soporte de principios morales: "por un lado, su aparato de legislación y adjudicación
permite precisar las reglas morales, cuyas condiciones de aplicación suelen ser más
imprecisas; por otro, establece un estándar normativo común para todos, con un efecto
de mediación entre percepciones diferentes acerca de lo útil y lo correcto, favoreciendo
así la cohesión social".569
127
Como explica Aranguren: "Lejos de oponerse a la justicia o al derecho, el amor los
convoca y dirige. Se olvida a menudo que la fuerza, como elemento vitalista y puro deber
ser completado por medio de virtudes más altas. En este sentido, el noúmeno no es
ningún más allá del fenómeno, ni un fenómeno privilegiado: es en los fenómenos aquello
que lo informa y unifica. El amor, para Lacroix, no llegará a constituir un elemento de
fusión objetivista con el otro, sino que es lo que ayuda a cada persona a situarse en el
mundo, a saber estar y colocarse en su sitio".571
128
Las críticas a la culpa como mecanismo de atribución de daños se han traducido en que
esta se ha visto afectada en algunas de sus funciones, como ha puesto de manifiesto
Viney. De un lado, en cuanto la culpa designaba el patrimonio sobre el cual se hacía
efectiva la responsabilidad del deudor, los sistemas de seguros y colectivos se tradujeron,
en los hechos, en un reemplazo o declive de la culpa, 577 pero de otro, se produjo una
contraofensiva de esta, pues comenzó a emplearse en la valoración de los perjuicios,
estimando la gravedad de la falta como un mecanismo de recuperación de sus
primigenias funciones preventivas y punitivas.578 No solo eso, sino que como advierte de
Ángel, hay amplios campos en los que el concepto de la culpa se ha ido deformando, no
solo por la objetivación legislativa, sino porque en determinados terrenos problemáticos la
jurisprudencia ha estrechado el concepto de la culpa al punto de convertirla en una
responsabilidad estricta, como ocurre con la responsabilidad del empresario.579
Ahora bien, como fuere que la culpa se haya comprendido o mal-entendido desde la
época de la codificación, luego de este proceso de ataque hacia el instituto, en definitiva
todos los ordenamientos han evolucionado hacia un criterio práctico; buscan, de esta
forma, defender de manera más adecuada a la víctima y procurarle el resarcimiento eficaz
y oportuno de todo daño, lo que ha dado lugar a ámbitos en los que la regulación de la
responsabilidad responde a factores de imputación diversos de la culpa. 580 Ello está
asociado, como ya hemos visto, a una pretendida evolución, como dice Valls Portell,
desde una concepción de castigo a una de reparación, del acento centrado
absolutamente en la persona del culpable, hasta las nuevas legislaciones en las que el
énfasis está puesto en la víctima.581
Esta perspectiva ha sido sostenida, por ejemplo, por Medina Alcoz, para quien el
sistema de responsabilidad contiene dos principios que pueden diferenciarse claramente:
el de la culpa y el del riesgo derivado de actividades peligrosas. Para la autora, la
responsabilidad por riesgo supone una actividad peligrosa en sí misma, en la que se
entiende integrada la idea de culpa. 584 Como dice Barros: "La responsabilidad por culpa
tiene un elemento objetivo que la aleja del reproche personal; pero esa objetividad es
radicalizada en el caso de la responsabilidad estricta, porque ésta no siquiera requiere
que la conducta sea objetivamente reprochable".585
129
exceptuando solo la peligrosidad de una actividad. Tampoco representa una buena
alternativa el brocardo ubi commoda ibi et incommoda, pues como indica Bianca, sería
aplicable a todos los sujetos que participan de la vida en relación.588
El papel de la culpa, como criterio de atribución del régimen común, está vinculado
estrechamente con las funciones de la responsabilidad, de modo que se puede afirmar
que la culpa se mantiene como régimen común, pese a la evolución de cualquier signo y,
en lo tocante a la responsabilidad civil, por cuanto se concibe en el sistema una función
estrictamente reparatoria o predominantemente resarcitoria, rechazando que dicho
sistema indemnizatorio cumpla de modo explícito y principal, al lado del resarcitorio, 589una
función preventiva en la culpa. No se niega dicha función, pero no se le reconoce de
modo primario, sino solamente instrumental.590Como indican Salvador y Castiñeira, la
función compensatoria está emparentada específicamente con uno de los fundamentos
básicos de la imputación del daño, como es la culpa.591
Quien mejor ha articulado esta posición es Pantaleón, el que criticando la posición del
análisis económico del Derecho, ha afirmado categóricamente que: "...en cualquier caso,
si yo estuviera equivocado al respecto, peor para lo útil. Sea o no socialmente útil, el
Derecho obliga al civilmente responsable —como regla, pero no necesariamente
causante culpable del daño— a indemnizar al perjudicado por la sencilla razón de que,
considerando la cuestión como un conflicto interindividual de intereses (no como un
problema de Ingeniería Social), eso es lo que se acomoda a común sentido de lo justo y
lo decente: a lo que haría una persona justa y decente, aunque el Derecho no le obligara
(...) Una de las ideas claves del apartado precedente merece ser profundizada; porque
tengo la convicción de que una causa fundamental de la tan cacareada 'crisis de la
responsabilidad civil extracontractual' se halla en haber pretendido transformar una
institución elemental del Derecho Civil, nacida con la modesta finalidad de realizar la
justicia conmutativa entre dañantes y dañados, en un polivalente instrumento de
Ingeniería Social".592
B. La función preventiva: Las distintas escuelas del análisis económico del Derecho593
Como veremos más adelante, a propósito del concepto de la culpa desde este
concepto, la adopción de la función preventiva es consustancial a la metodología del
análisis económico de la responsabilidad civil.594
El principio desde el cual arranca todo el análisis económico del Derecho, es aquel
establecido por Bentham, de acuerdo con el cual, las personas buscan la maximización
de sus beneficios en todas las áreas de la vida, aunque el autor inglés no hizo aplicación
alguna de este principio.595 Por ello, como explica Barros, la metodología del análisis
económico del Derecho se encuentra enraizada en el análisis instrumental del Derecho,
que tiene una tradición vinculada a la filosofía utilitarista. Desde este punto de vista, el
Derecho privado es visto como un conjunto de incentivos y desincentivos que permiten
130
orientar el comportamiento hacia fines socialmente deseables, gracias a la coacción. Las
doctrinas instrumentales que se fundamentan en la economía de bienestar otorgarán
contenido a los fines del Derecho e impulsarán una propuesta normativa, en el sentido
que el Derecho se debe preocupar de la maximización de la riqueza, que resulta ser la
medida del bienestar social.596
Conviene destacar, en todo caso, que Posner se esfuerza por distinguir entre la filosofía
del utilitarismo y la economía de bienestar, que fundamenta el análisis económico del
Derecho. Al respecto, indica: "La gran diferencia entre la moralidad utilitarista y la
moralidad económica, y a mi entender el origen de la 'monstruosidad' de la primera, es
que, pese a sostener que les preocupa el bienestar social, los utilitaristas lógicamente
deben atribuir valor a toda clase de conductas antisociales, tales como la envidia y el
sadismo, porque ellas por lo general son fuente de satisfacción personal y, por lo tanto,
de utilidad. En cambio, la riqueza que se consigue en forma legal sólo se crea haciendo
cosas por los demás, ofreciéndoles negocios ventajosos. Es posible que el individuo sea
totalmente egoísta, pero en una economía de mercado bien reglamentada no puede
promover sus propios intereses sin beneficiar a los demás como lo hace consigo mismo.
Para repetir una vez más un planteamiento central de este trabajo: como en una
economía de mercado el producto social de la persona productiva será superior a sus
entradas, esta persona no puede menos que crear más riqueza que la que extrae de la
sociedad. En una sociedad utilitarista, perseguir el egoísmo no tiene esta limitación".597
131
derechos para excluir a otros del uso de los recursos, pero permiten reclamar los
perjuicios por daños causados. Por ejemplo, indican estos autores, un peatón no tiene
derecho a prevenir que alguien cometa un accidente conduciendo, pero puede alegar por
los perjuicios inferidos. La diferencia fundamental no está establecida entre negligencia y
responsabilidad estricta, sino entre derechos de propiedad y reglas de responsabilidad.
Analicemos ahora cómo existe una aproximación a lo que los analistas denominan los
modelos de responsabilidad, es decir, lo que en términos clásicos se conocen como los
factores de atribución. Como veremos, resulta fundamental comprender adecuadamente
la perspectiva preventiva de la que el análisis económico hace gala, como surge y como
se estructura, para entender luego las consecuencias dogmáticas en relación con la
culpa. Landes y Posner describen tres modelos de reglas de responsabilidad. El primer
modelo se denomina No liability, es decir, simplemente en el que no hay responsabilidad.
Si, por ejemplo, un conductor no responde de los atropellos, ello obligaría al peatón a
tomar mayores medidas para evitarlos, pero agregan algo que nos parece de mucha
importancia: si el conductor no toma medidas preventivas de cuidado, es improbable que
aquellas que ha adoptado el peatón sean a su vez eficientes. El segundo modelo, Strict
liability, es simétrico con el sistema en el que no hay responsabilidad, pues la víctima no
tiene incentivos para adoptar reglas de cuidado, dado que se encuentra, señalan estos
autores, íntegramente compensada por el daño, mientras que el potencial dañador debe
adoptar las medidas necesarias para evitar los perjuicios, siendo eficiente cuando el
cuidado alternativo sea igual a cero. La asimetría entre ambos está configurada en el
plano de los costos de administración del sistema. En el modelo de la negligencia, en
cambio, el dañador es responsable solo si el daño a la víctima resulta de la falla del
132
cuidado debido, que se traduce en una falla en el uso y los costos de las medidas de
cuidado. Por tanto, un sujeto será responsable bajo la fórmula de la negligencia, si los
costos del cuidado debido eran menores a los deberes de cuidado.606
La tesis de la prevención, como función autónoma, fue planteada ya hace algunos años,
en el conocido trabajo de Salvador Coderch y María Teresa Castiñeira. La intención de los
autores es desmontar el planteamiento tradicional, con arreglo al cual el Derecho de la
responsabilidad civil no tendría como función la prevención general, precisamente porque
no se encontraría dentro de sus roles el castigo o la punición de los sujetos. La segunda
tesis de esta obra es que el Derecho español, además de compensar, se preocupa de
prevenir, por mucho que en la práctica se haga poco y muy mal. La función preventiva
arrancaría del criterio que, como en otras ramas del ordenamiento, es mejor prevenir que
compensar.607 Según Salvador y Castiñeira, solo en la medida que se deslinda la
prevención de la punición, del castigo, podemos apreciar la correcta medida de la
compensación, pues para ello debemos saber las medidas de precaución que el
demandado habría adoptado para evitar el perjuicio. Las hipótesis sucesivas son
consecuencias de esta posición: el Derecho español no encuentra bases sustantivas para
acoger los punitive damages. La principal negativa deriva de la clara diferenciación entre
acciones de responsabilidad y otras de propiedad. La segunda consecuencia es que esta
tesis propone —a diferencia de la corriente clásica— una separación completa entre las
esferas del Derecho penal y el Derecho civil, especialmente en atención al principio de
la ultima ratio, de modo que prevenir puede ser una función compartida, no así el castigo,
la punición.608
133
Estos autores estiman que la función preventiva surge incluso de manera intuitiva, pues
resulta contra el buen sentido pensar que un sistema indemnizatorio simplemente pueda
limitarse a esperar que un daño se concrete, es decir, que restringa sus posibilidades de
actuación ex post, contentándose solo con la costosa transferencia de recursos. De este
modo, se propone una configuración ex ante, que implique no solo la agregación de una
función más, sino su integración en el sistema de responsabilidad, entendiendo que sin
prevención, no existe tampoco una correcta y adecuada compensación de los
perjuicios.609
Ahora que hemos descrito cómo los analistas económicos del Derecho deducen una
finalidad primordialmente preventiva, estudiemos la comparativa entre culpa y
responsabilidad estricta, aunque, repetimos, sin detenernos de momento en el concepto
relacional que se propone en este enfoque. Y llegados a este punto conviene señalar que
se advierten dos grandes escuelas. Una corriente, representada especialmente por
Posner, defiende a la culpa como régimen central y común de cualquier sistema eficiente
de responsabilidad. Esta sin duda alguna la línea que los analistas económicos siguen en
el ordenamiento español. Otra tendencia, patrocinada especialmente por Calabresi, en
cambio, arranca del supuesto que la culpa es por sí misma ineficiente y que no existe
razón alguna para que esta constituya el núcleo, elemento nodal o de Derecho común
dentro del régimen, debiendo ocupar dicho lugar la responsabilidad estricta.610
Como se puede apreciar, una posición de este tipo, debido a la fundamentación de sus
teorías, no asume a ninguno de los dos sistemas o modelos de responsabilidad como
preferibles u óptimos; al contrario, se considera que en ciertos ámbitos el sistema de
negligencia es preferible y en otros, el de la responsabilidad estricta resulta más eficiente.
Además, desde esta perspectiva se asume que no cabe a priori el énfasis en un modelo
de responsabilidad, como ocurre en la mirada clásica, porque así como tampoco se
admite la prevención a cualquier precio (dado que esta también representa costos), el
134
Derecho debe promover comportamientos tendientes a la evitación de accidentes,
siempre que los costes sociales de la precaución fueran menores que los accidentes.612
Esto no quiere decir para nada que la culpa en el análisis económico del Derecho
cumpla un rol inferior o carezca de importancia. Todo lo contrario, pues como observan
Salvador y Castiñeira, se trata de un concepto fundamental en la doctrina del análisis
económico.613 Lo cierto que es una cuestión que ya habían propuesto Landes y Posner, al
admitir la eficiencia del sistema objetivo en determinados casos, cuyas ideas acabamos
de examinar.
De este modo, la responsabilidad estricta podría ser aceptada solo cuando el ajuste en
la actividad del demandado, no del demandante, puede ser un método eficiente para
evitar el accidente; en el caso contrario, es decir, cuando el supuesto no es la reducción
de la actividad, sino el cuidado que debe emplearse, debe ser elegido el sistema de
negligencia.615 Como indican Salvador y Castiñeira: "...para que un sistema de
responsabilidad objetiva cree los incentivos económicamente correctos para minimizar los
costes sociales de los accidentes, es preciso que sea únicamente el causante potencial
de los daños quien pueda contribuir a reducir el número y gravedad (causación unilateral
de daños), así como que la compensación sea perfecta (...) pero si la víctima potencial
también podría haber hecho algo para prevenir o disminuir accidentes, un régimen de
responsabilidad objetiva es el detonante de una explosión de daños".616 Uno puede
apreciar en argumentos de este tipo el sustento del concepto de culpa en el análisis
económico del Derecho, pues desde que el instituto de la responsabilidad gira en torno a
la prevención, para afirmar o descartar la culpa o, en otros términos, para considerar esta
eficiente, es indispensable apreciar la actividad de dañante-dañado.
135
de la actividad dañosa, que sí fuerza al causante a reducir sus niveles de actividad a un
resultado socialmente adecuado.617
Lo cierto es que ataques de este tipo comenzaron ya a mediados de siglo, por ejemplo,
con autores como Rodotà, quien en su conocida obra sobre "Il problema della
Responsabilità Civile" nos presenta la culpa misma como fruto de un prejuicio, de triple
orden además. Un primer prejuicio, derivado de la tradición, se traduce en el aforismo "no
hay responsabilidad sin culpa". Un segundo prejuicio, pensamos, derivado del anterior y
descrito por el autor como ideológico, es asignar superioridad moral al criterio de la culpa,
por haber subsistido en el tiempo, argumento que supera una cuestión técnica y que
somete al jurista a indagar en la historia. Este argumento ideológico vendría de la obra de
Ihering, formulada principalmente para la culpa como sanción, pero que se habría
extendido al Derecho civil, en el sentido que abandonar la culpa implicaría volver a un
sistema primitivo. Por último, ve en la construcción un tercer prejuicio, lógico, pues se
alude con ello a la constante preocupación de buscar un nexo de conexión entre los
varios elementos de responsabilidad, especialmente a través de la culpa; pero además,
dicha conexión se busca entre el sistema de responsabilidad y otros sistemas de otras
disciplinas jurídicas o del orden moral, con lo cual se adhiere a la responsabilidad moral.
Para el autor, ninguna necesidad lógica impone un absoluto paralelismo entre
responsabilidad civil y concepciones filosóficas o morales de la responsabilidad y por lo
mismo, no hay necesidad alguna de construir la responsabilidad civil en torno a un único
criterio. Esto vale tanto para la culpa como para cualquier elemento que se presente con
carácter de exclusividad.618
Estas ideas han servido de precedente a la escuela del análisis económico sustentada
por Calabresi, quien construyó su teoría de la non-fault¸ pero que, advirtamos. Dado que
sus planteamientos son sobradamente conocidos, nos limitaremos a describir el
pensamiento del autor en relación con la culpa y el rol que para éste juega en el sistema
de responsabilidad.
136
Para Calabresi, un sistema fundado en la culpa presenta de 3 características: a) se trata
de un sistema mixto, en el sentido que no persigue un objetivo determinado de justicia,
sino que, por el contrario, busca alcanzar todos los sub-objetivos vinculados a la
prevención de los costes de los daños en las ideas de Calabresi; b) es un sistema
fundado en la convicción que cada accidente concierne a las partes inmediatamente
envueltas en él e intenta asignar los costos de acuerdo con dicho criterio; c) permite
asegurar tanto a la víctima como al potencial dañador.
Por estas razones, frente a una teoría del análisis económico, que pone como objetivo
primordial del sistema de responsabilidad la prevención, la culpa adolece de varios
defectos, especialmente porque esta, dadas las características antes examinadas, no se
hace cargo para nada de problema de la externalización o reasignación de recursos, con
lo que la elección del choapest cost avoider que se realiza a través de este mecanismo
resulta engañosa: el dañante puede transferir el costo de la indemnización a otros. En
palabras de Calabresi, si la culpa desempeña un "pobre trabajo" a la hora de prevenir la
externalización de los costos, hace una "terrible labor" para lograr una óptima relación
entre los costos de evitación de accidentes y los costos administrativos y judiciales de la
misma, así como tampoco pretende, de modo alguno, encontrar realmente quien está en
mejor posición de evitar el accidente, léase, para quien representa un costo inferior dicha
evitación (the cheapest cost avoider), pues dicha asignación, de hacerse, se realiza de
modo intuitivo, caso a caso, agregando Calabresi que a ello se suma una valoración moral
de la conducta.621
Desde luego, hemos mostrado una parte de las críticas que el autor le formula a un
sistema basado en la culpa, puesto que Calabresi además critica a la culpa su total
utilidad como mecanismo de control social —poniendo el ejemplo del conductor ebrio
versus el conductor descuidado, imprudente—, debido a su incapacidad para describir a
priori las actividades dañosas y riesgosas, con independencia de la ocurrencia concreta
del accidente; en suma, cuando la sociedad busca una prevención colectiva, un sistema
basado en la falta se muestra completamente inepto, debido a que supone un reproche de
ciertos actos.
Por último, desde el concepto de justicia Calabresi aborda la cuestión para sostener su
principal crítica de la culpa. Según el autor, no es necesario un reproche individual y, en
137
este sentido, una vinculación entre una víctima y un ofensor culpable para satisfacer los
principios de justicia, siempre que la conducta indeseable pueda ser definida antes de la
ocurrencia del potencial accidente, pues en caso contrario, ingresamos al terreno del
reproche culposo-moral, cuya determinación es necesariamente a posterori.622 De este
modo, un sistema de daños justo debe tener en cuenta que los accidentes no solo
importan a las partes envueltas en él, sino que a la forma de asegurar el resarcimiento
efectivo a todas las víctimas de esos acontecimientos, pero un sistema basado en la culpa
no es capaz de evitar conductas indeseables. En la categórica afirmación de Calabresi,
teñida de un evidente prejuicio, la culpa solo puede tener lugar en un mundo en el que se
enfrenta una aplastante conducta dañosa, ilícita, frente a una víctima puramente inocente,
mientras que no sirve de soporte en un mundo en donde las acciones indeseables,
actividades y actores, tanto de la víctima como el lesionante, se encuentran descritas
como conductas sancionables, por cuyo injusto debe compensarse.623
Con este breve recuento de las discusiones sobre el rol y papel de la culpa en el
sistema de la responsabilidad civil, estamos en condiciones de tratar derechamente la
cuestión de los conceptos de la culpa, materia que abordaremos en el apartado siguiente.
A. Preliminares
Hemos visto que la tesis tradicional asocia la culpa a la función compensatoria, que
algunos incluso llegan a afirmar que se accede a tal función por una evolución desde la
culpa codificada. Otros, especialmente desde el análisis económico del Derecho,
sustentando una función preventiva, desligada de la punitiva, asumen dos actitudes frente
a la negligencia: o la siguen considerando el pilar fundamental para estructurar el sistema
de responsabilidad o bien entienden que una función preventiva para el sistema de
responsabilidad civil importa asumir que el régimen general en esta materia debe estar
constituido por la responsabilidad estricta. Planteado así el problema, corresponde que
nos detengamos en el concepto de la culpa, cuyas aproximaciones varían de acuerdo a lo
anterior.
¿Qué esconde esta discusión sobre las funciones, en otras palabras, por qué
repercuten como lo hacen sobre el concepto de la culpa? La respuesta debe buscarse en
el ámbito que podemos denominar intra-sistémico, es decir, en el rol que la culpa juega
dentro del sistema de responsabilidad, en la relación con los demás elementos. Desde
138
este punto de vista, como explicaremos, el papel de la culpa en el terreno de las funciones
obedece a las concepciones que se tengan en relación con los vínculos culpa-causalidad
y culpa-antijuridicidad.
Hay a menudo verdaderos juegos dialécticos, en los que se habla de la culpa de distinta
forma, en dos momentos y hasta páginas distintas de cada trabajo. Enunciemos
brevemente qué cuestiones problemáticas muestra la culpa en relación con la causalidad.
Tómese nota, por ejemplo, de una argumentación como la siguiente: para diferenciar
culpa de la causalidad normativa, adecuada, se recurre al expediente de afirmar que la
culpa tiene un fundamento moral, una base moral y subjetiva, con lo que se oculta, de
momento, la culpa estricta —como desatención de un estándar objetivo— en una menos
explicada culpabilidad, que no ha sido definida. Luego se afirma derechamente que la
culpa estricta no implica un reproche moral. En otro tipo de argumentaciones se reconoce
el problema y se busca la solución al indagar en objetivas diferencias entre el tipo de
previsibilidad presente en la culpa y en la causalidad normativa (léase causa adecuada).
Otros, entendiendo que el juicio de causalidad normativa es tributario de la culpa, tienden
a pensar que las distancias responsabilidad objetiva y subjetiva son difusas, como en la
escuela del análisis económico en España. Y un tercer grupo niega dicha dependencia de
la causalidad a la culpa, afirmando el carácter ontológico de la primera, queriendo separar
el rol de previsibilidad en los elementos normativos incorporados en la causalidad y los
utilizados en la culpa.
A la vez, una cuestión como la que aquí se expone de modo sucinto justifica el
tratamiento dogmático de la culpa, pero no se agotan aquí los problemas intra-sistémicos.
No podremos hacernos cargo de todas ellas en esta investigación, pero enunciarlas y
describirlas brevemente se enmarca en el propósito de justificación que nos hemos
planteado. Estas cuestiones dicen relación más directamente con el concepto, como
luego podremos apreciar. Así, por ejemplo, si se define la culpa simplemente como la
vulneración de una norma, de un deber de conducta, nacen cuestionamientos que
legítimamente pueden surgir de una perspectiva como esta: ¿cómo se concilia dicho
concepto con la con la antijuridicidad? Desde luego, se han presentado alternativas: una
posibilidad es negar la antijuridicidad como requisito de un sistema de responsabilidad y
otra es reducirla a un contenido mínimo. Una tercera más extraña es afirmar, por un lado,
que culpa-antijuridicidad son lo mismo y luego reconocer que para ciertas parcelas del
ordenamiento la antijuridicidad es exigida, en el supuesto que el ordenamiento vincule el
daño con la violación de derechos subjetivos. También podríamos abordar la cuestión del
siguiente modo: vincular la antijuridicidad no con la conducta, sino con el daño, como
ocurre con buena parte de la dogmática italiana, al adoptar el artículo 2043 la exigencia
de un daño injusto; entender que son términos sinónimos o bien que la culpa incluye un
momento de antijuridicidad (dogmática francesa); distinguir perfectamente los institutos, lo
que conduce a algunos a proponer un concepto de culpa como reproche social o bien
mantener el concepto de vulneración de un deber de cuidado, afirmando por otra parte la
antijuridicidad.
Otro problema que se esconde en estos distintos conceptos dicen relación con las
vinculaciones entre culpa y culpabilidad, pues no está claro en la doctrina si existe el
elemento de la "culpabilidad" en responsabilidad civil y si puede estructurar un
componente común con la capacidad y el dolo; o bien, tampoco está resuelto cómo se
concilia el carácter normativo de la responsabilidad con la imputabilidad. También ha
habido varias respuestas. La general es soslayar completamente la cuestión de la
culpabilidad, tratando culpa, dolo y capacidad (léase imputabilidad) como si pertenecieran
139
a mundos separados; otra alternativa dogmática es reunir dolo y culpa en la figura de la
culpabilidad, tratando la imputabilidad como presupuesto de la responsabilidad —de
cualquier régimen, aunque sea objetivo— y, una tercera opción es reducir la culpa a una
cuestión de imputabilidad o incluso de causalidad, dejando el tratamiento del dolo como
una tema completamente desligado del anterior.
Por ello, es cierto, como advierte Díez-Picazo, que detrás de estos conceptos hay una
posición voluntarista, de inspiración iusnaturalista y otra formalista, de derivación
kelseniana,626 pero es innegable, como acabamos de ver, que cada una advierte matices
cuando confrontan las opiniones de la culpa con los restantes elementos de la
responsabilidad, matices de los que intentaremos dar cuenta al describir seguidamente
cada uno de los conceptos.
En el Derecho chileno, es el sentido con que utiliza la expresión, por ejemplo, Meza
Barros, quien señala que la culpa es: "la falta de cuidado ordinario, que los hombres
emplean normalmente en sus negocios". Considera que cuando la ley se refiere a la
culpa, a secas, debemos entender que la responsabilidad extracontractual requiere que el
autor incurra en culpa leve.630 Para Abeliuk, los conceptos del artículo 44 del Código Civil
no resultan aplicables en sede extracontractual. Considera la culpa como la falta de
diligencia en la ejecución de un hecho.631 Coincide, en este sentido, con el profesor Fueyo,
140
quien define unitariamente la culpa contractual y extracontractual como la falta de
diligencia en el cumplimiento de una obligación o en la ejecución de un hecho.632
Algunos civilistas, en época más reciente, también han sostenido que la culpa importa
la omisión de la diligencia. Según Lacruz, la culpa supone un actuar imprevisor,
descuidado o negligente que causa daño a otro y que mediante el empleo de la diligencia
exigible en el tráfico pudo haberlo impedido, es decir, la diligencia que puede esperarse
de un buen padre de familia, de un hombre razonable.633
Savatier también puede ser situado dentro de este grupo, aunque comparta, como
todos los autores franceses, que la faute no pueda ser entendida sin referencia a un
deber, definiéndola como u acto o abstención que no comete un hombre prudente o
diligente, que falla un deber legal, contractual o moral y por eso la culpa se traduce, en
definitiva, en la violación de un deber. Cuando el deber infringido es propiamente moral,
estamos en presencia de una faute moral, pero agrega que toda falta jurídica importa, por
regla general, una culpa moral, salvo cuando esta es inconsciente. En cuanto a la culpa
estricta, Savatier la define como el incumplimiento de un deber que el agente podía
observar, entrando de lleno en la tesis psicológica.635
Debemos coincidir con el profesor Díez-Picazo en el sentido que se trata de una tesis
abandonada, pero no puede dejar de mencionarse, como seguidamente veremos en el
capítulo relativo a la concepción ética, que en la critica hay un discurso bastante
recurrente, que estima que la culpa codificada era un elemento reconocidamente
insuficiente para la sociedad industrial, debido a su naturaleza psicológica de la culpa. Por
ello, conviene tener una mejor aproximación de esta tesis, desde el Derecho penal y en
este sentido, no podemos dejar de relacionar este enfoque, psicológico, con lo que Bartoli
describe como la tesis empírico-naturalista, cuyo fundamento se encuentra en asumir la
realidad como parte del contenido de la culpabilidad: el comportamiento alternativo
posible. En otras palabras, de acuerdo con esta tesis, lo que interesa indagar en la culpa
es la posibilidad que tuvo el autor de haberse comportado diversamente, lo que importa
asumir, según el Bartoli, indagar en la libre voluntad del sujeto.
Ahora bien, siguiendo siempre a Bartoli, hay dos formas que permiten determinar
cuándo un sujeto podía haber actuado de otra manera: o bien se atiende a las
circunstancias concretas del sujeto, que se corresponde con lo que en responsabilidad
civil se denomina valoración en concreto de la culpa o diligencia quam suis, es decir, la
diligencia que uno pone en los asuntos propios; bien asumir el punto de vista del concepto
normativo, para el contenido de la culpa, elaborar un juicio abstracto y preguntarse si un
141
hombre medio se hubiese comportado de manera diversa, lo que en palabras de Bartoli
supone una búsqueda de un modelo de regularidad psíquica, en el sentido que: "le linee
essenziali del suo procedimento motivazionale sono prive di vizi e anomalie come quelle
di un uomo che si asume come normale".636
Se sostiene que es Ripert el paladín de esta forma de concebir la faute¸ creador por lo
demás de la doctrina del riesgo. En su pensamiento, solo se podía estar frente a la idea
de responsabilidad en el caso que existiese culpa, diferenciándola de la obligación legal
de reparación, pero pensamos que el pensamiento de este gran jurista francés ha sido
mal interpretado, porque una lectura atenta de su obra quiere mostrar que detrás de
cualquier regla de responsabilidad hay una regla moral. Otra cosa es que fundara en eso
la preeminencia de la culpa. Mirada así la cuestión, en la idea de Ripert no se encuentra
el rechazo de una obligación de resarcimiento fundada en el riesgo, sino que, por el
contrario, Ripert dirige sus críticas al modelo de la responsabilidad por el simple vínculo
causal.
En la dogmática española puede ser ubicado en este grupo, sin duda alguna Santos
Briz, cuyas ideas desarrollaremos en los párrafos que siguen, aunque debe hacerse
alguna precisión. Santos Briz, como veremos, transita —a pesar de rechazarlo— entre
una concepción psicológica y una normativa de la culpa, por lo que se trata de un
pensamiento lleno de matices, pero una razón conduce a ubicarlo en este grupo: su
rechazo a una perspectiva puramente normativa imperativista, en la que la culpa jurídica
no cuenta con ninguna conexión con la culpa moral.
En principio, aclaremos por qué Santos Briz transita, a nuestro juicio, entre una
concepción psicológica y otra normativa. Así ocurre por cuanto inserta la culpa y el dolo
como elementos de una categoría superior, la culpabilidad, cuyo presupuesto de reproche
reside en la imputabilidad. De paso, dígase que esta advertencia no la hacemos con
espíritu crítico, sino solamente para destacar el lugar que la culpa estricta juega en su
pensamiento. Santos Briz piensa que negligencia y dolo se encuentran insertos en la
culpabilidad, con la que no se confunde, constituyendo esta última el requisito subjetivo de
la responsabilidad. Mientras la culpabilidad envuelve un juicio de reproche al autor, la
culpa estricta simplemente es una variación de la antijuridicidad.639
142
Decimos que hay componentes de una corriente psicológica, no solo por lo que podrá
apreciarse a propósito del concepto mismo de la negligencia, sino que fundamentalmente
porque, como explica Melendos Pardos, los planteamientos psicológicos: "se caracterizan
por su formalismo y logicismo, la utilización de un concepto sistemático de culpabilidad
vacío —mero supraconcepto de las especies de dolo e imprudencia—, y, como
consecuencia de ello, por el agotamiento de la culpabilidad en dolo e imprudencia, siendo
la imputabilidad un presupuesto de la culpabilidad".640 Pero hay que advertir nuevamente
que el pensamiento de Santos Briz está cargado de matices, pues admite parcialmente la
introducción de un componente normativo en la culpabilidad: la consciencia de
antijuridicidad para el dolo, en cambio la culpa queda satisfecha por su propia naturaleza
normativa, pues el autor la reduce a la mera violación del deber de cuidado de acuerdo
con el estándar objetivo. Incluso llega a negar que en la culpa exista algo así como un
error de conducta.
Para Santos Briz, la culpa importa una conducta voluntaria contraria al deber de
prevenir las consecuencias previsibles del hecho propio. No se requiere de la prevención,
pero sí de la posibilidad de haber previsto y el elemento volitivo queda reemplazado por
una conducta negligente: no se ha querido el efecto, pero no se ha observado lo
necesario para evitarlo. La culpa estricta es así la no apreciación de la diligencia objetiva
seguida.641
Pero habrá que hacer una precisión más, porque a diferencia de la teorías normativas
puras que veremos a continuación, Santos Briz afirma la existencia de un momento de
antijuridicidad, lo que es razonable porque este autor entiende que existe un elemento de
culpabilidad. Interesante resulta destacar que este autor considera la antijuridicidad como
el elemento que permite discriminar el radio de daños indemnizables, especialmente a
través del mecanismo del fin de protección de la norma, que ahora es ubicado en la
antijuridicidad.644
D. Concepción del análisis económico del Derecho: La fórmula Hand y sus correctivos
143
desde un sistema de responsabilidad estricta. Como se sabe, se debe fundamentalmente
a la formulación de Posner la propuesta de mantener, por razones económicas, el sistema
fundado en la negligencia. Nuestro interés es describir en este lugar, muy brevemente, el
concepto de la negligencia desde esta concepción.
144
Una segunda característica del modelo monológico es el respeto de una teoría fuerte
del Derecho, de corte individualista, de modo que en estas reconstrucciones doctrinales
se asiste a una disociación entre el interés tutelado, la norma protectora del interés y los
criterios de definición de la regla de conducta del dañante, es decir, de los criterios de
diligencia. No ocurre lo mismo cuando se trata del deber de conducta del dañado. En este
caso, existe una dependencia del deber de conducta con el derecho lesionado, fundado
sobre la base del principio de autoresponsabilidad.
145
que la imputación objetiva ha salvado por la vía del mecanismo de la prohibición de
regreso).
146
En un sentido similar, según Cafaggi, en materia extracontractual, la justificación para
adoptar el parámetro objetivo es la certeza de este, entendida como el nivel de
información con el que cuentan los potenciales dañados. De este modo, un criterio
subjetivo implicaría una inadmisible relatividad e incerteza de la solución. En el ámbito
contractual, la relación pone a una parte en una posición mejorada de aquella en cual se
había tenido si el contrato no fuese concluido. La ocasión de riesgo de daño constituye
solo un elemento, aunque importante, de una más compleja estructura directa a distribuir
los beneficios derivados de la interacción. En cambio, en el ámbito extracontractual, la
interacción relevante es tradicionalmente aquella productiva de un riesgo de daño;
tendencialmente las partes son destinadas a quedar en una condición peor en la que se
encontraba antes de la interacción. La relevancia de la relación es relativa a la
minimización del daño, compatible con el costo de su eliminación. De tal diversidad de
objetivos deriva no solo una parcial diferenciación de la función de la certeza, así como
una diversa estructura de la regla de conducta y de la diligencia en relación a la relación
obligatoria.657
147
Ciertamente, con los matices del caso, estas conclusiones son trasladables a la culpa
estricta civil, puesto que respecto de ella se exige un componente psíquico, un mínimo
que permite precisamente una valoración de la conducta. No es que en la culpa civil se
demande un vínculo psíquico con las consecuencias, pero sí se nos exige que estemos
en presencia de un sujeto a quien formular un juicio de exigibilidad (lo que supone que
exista una conducta) y que ese sujeto sea imputable, que en su mínima expresión supone
el control inicial de la situación. Por ello el ebrio, en materia civil, responde de los daños
que ha causado en dicho estado.
Es por esta razón que no puede postularse una oposición completa entre tesis
psicológicas y normativas, dado que las segundas solo suponen una superación de las
primeras, pero incorporándolas. Ahora bien, el problema de la normatividad de la culpa no
queda de este modo resuelto, porque siguiendo a Luzón, no hay una tesis "normativa",
pues con el término se quiere abarcar una serie de concepciones de la "culpabilidad
penal" y no de la culpa estricta, pero todas coinciden, como dice el autor, en desplazar la
base psicológica para hacerla recaer, indistintamente, ya en su reprobabilidad, ya en su
contrariedad a las normas del deber.660 Detengámonos un breve momento en esta
cuestión para que entendamos exactamente qué importa una concepción normativa.
148
antijuridicidad (elemento intelectual del reproche); c) la no exigibilidad, como elemento
volitivo.663
Sin duda alguna son estas concepciones del Derecho penal, como en todos los
campos, las que han sido asumidas en responsabilidad civil y, desde luego, adaptadas a
la realidad del instituto. Trasladado el problema a la dogmática civil sobre responsabilidad
extracontractual, nos encontramos con un amplio radio de opiniones a propósito de la
culpa, como analizamos en detalle, desde aquellas que vinculan la culpa exclusivamente
con la infracción de una norma de cuidado, equiparándola a la antijuridicidad, hasta
aquellos que entienden que el concepto normativo de la culpa también envuelve un juicio
de reproche.
En suma, estas tesis surgen para reafirmar que en responsabilidad civil la culpa no
constituye un reproche moral, lo que constituye sin duda alguna una paradoja, teniendo
en cuenta que se critica el instituto precisamente por esta razón; 664 es más, en general
para la perspectiva normativa imperativa que veremos luego, en la culpa no hay para
nada una cuestión de reproche, reduciéndola a la vulneración de una norma. 665 Con ello,
se quiere descartar un enfoque moral y subjetivo de la culpa. Pero, tal como hemos
adelantado, al detenernos en esta tesis tiene variados matices, si se le compara en sus
relaciones con la antijuridicidad, como tendremos oportunidad de analizar.666
Aunque Visintini advierte que aun cuando en la doctrina francesa hay acuerdo en que
en el término faute se encuentra comprendido por la vulneración de un deber violado y la
imputabilidad de las consecuencias, hay enormes discusiones doctrinales en relación con
el papel del elemento subjetivo.667 Y es que, en efecto, como indica Viney, buena parte del
desorden reinante, deriva de las diversas definiciones que se proponen para la faute: a) la
noción moral de la culpabilidad, cuyos representantes, como Savatier y Esmein, hemos
analizado a propósito de la tesis anterior; b) otros sostienen un concepto objetivo de
la faute, imputable al autor cuando el acto es socialmente peligroso o nocivo, negando
cualquier parentesco entre la culpa moral y la jurídica;668 c) la posición intermedia:
la faute se considera como una noción, en principio subjetiva, pero libre de
consideraciones psicológicas que, aunque conteniendo o incorporando principios morales,
engloba actos moralmente indiferentes.669
149
perspectiva del fundamento de la responsabilidad. Indican que si ésta consiste en una
limitación de las libertades de un sujeto, en función de las libertades de los demás, es
claro conceptuar la culpa como vulneración de un deber. El autor del daño no obra como
debía haber obrado y por eso, se encuentra comprometida su responsabilidad.671
Y por esta vía, los juristas franceses han dado un paso más, al conectar la cuestión de
la culpa con la tipificación dañosa, considerando, en la primera mitad del siglo XX, como
Josserand, que la faute es, por un lado, la lesión a un derecho, tomando esta palabra en
un sentido comprensivo, aplicándola no solo a los derechos nominados y definidos, sino
también a los derechos más vagos e indefinidos y, por otro, también es necesario que el
demandado no oponga al dañado un derecho más fuerte, que le permita provocar la
lesión. Concluye indicando que: "La noción de culpa, más generalmente, del hecho
generador de la responsabilidad delictual, se nos muestra pues como muy relativa; es el
punto de convergencia de dos derechos opuestos, de los cuales el más fuerte vence al
más débil". En definitiva, culpa delictual en su concepto es la lesión de: "un derecho sin
poder alegar un derecho superior o por lo menos equivalente".672
Ha de tenerse en cuenta, en cualquier caso, que los juristas franceses cuando emplean
la expresión faute se refieren con ello al fenómeno de la culpabilidad y, en este sentido, es
cierto que la expresión, en términos ordinarios y muy amplios, puede ser equivalente con
ilícito civil o identificarse con la misma responsabilidad. El concepto normativo así
expresado es matizado, podríamos decir, cuando se define la culpa estricta, es decir, la
negligencia e imprudencia, puesto que se entiende en tal caso que el contenido propio de
esta es la posibilidad y el deber de prever y evitar el perjuicio y es precisamente este
deber, cuyo contenido se desarrolla de acuerdo a las reglas del tráfico y el estándar del
hombre medio, el que permite configurar la tesis normativa.
Hasta acá hemos definido lo que hemos identificado supra como una lectura formal de
la teoría normativa de la culpa. Por ello, otra precisión se impone, ahora desde una lectura
crítica, puesto que la dogmática francesa desarrolló posteriormente un concepto
normativo sustancial.674 En efecto, Mazeaud y Tunc se han preocupado de criticar una
concepción que repose en obligaciones previas, no solo porque en la responsabilidad civil
no existan estrictamente obligaciones, sino porque un esfuerzo como ese supone
delimitar dichas obligaciones, traduciéndose más en una clasificación de las culpas que
en definir en qué consiste, pues estos autores enfatizan el concepto de la culpa desde la
valoración en abstracto, acorde a un estándar de actuación, de los sujetos. Es decir, que
no se trata solo de fijar la culpa como la vulneración de un deber, sino que es
indispensable referirla a un estándar de comportamiento determinado.
150
armonización de las libertades, según la fórmula de Kant, en la que el Derecho es
precisamente la coexistencia de tales libertades. Existe pues el deber no solo de hacernos
soportar el riesgo de la vida conjunta, sino hacer al prójimo el bien que exigiríamos de él.
Ahora bien, la forma en la que nos conducimos en libertad, en la que conciliamos nuestras
libertades y nuestras conductas se determina mediante la apreciación en abstracto de la
conducta, es decir, por comparación con un estándar medio, que podemos exigirnos entre
todos, el buen padre de familia, el hombre razonable y prudente. La culpa es definida
como el error de conducta que no lo habría cometido una persona cuidadosa situada en
las mismas circunstancias externas.675
La dogmática española arranca desde otro criterio, porque los sostenedores de la tesis
normativa formal niegan que en la responsabilidad civil exista un momento de
antijuridicidad o bien la identifican con el daño injusto. En ambos casos uno puede
identificar tales planteamientos con la tesis normativa formal y sustancial. Veamos
algunas de estas aproximaciones.
Díez-Picazo encuentra las raíces desde las ideas formuladas para el Derecho penal por
Engisch, sosteniendo que en la culpa hay, por un lado la infracción de un deber de
cuidado exigible y, por otra, el poder individual para observar dicho deber de cuidado.
Desde este punto de vista existe: "...el deber de cuidado interno y el deber de cuidado
externo. El primero obliga (...) a advertir la presencia del peligro en su gravedad
aproximada como presupuesto de toda acción prudente y es lo que Engisch llamaba
'deber de examen previo'. El segundo consiste en el deber de comportarse externamente
conforme a la norma de cuidado previamente advertida...".676
Con ello queda salvado el primer problema, es decir, la determinación de cuándo una
infracción normativa puede dar lugar a la negligencia, a nuestro juicio, con mejor
perspectiva que la dogmática francesa, pero enseguida se detiene en el problema del
151
contenido de la diligencia. En este terreno, Díez-Picazo se preocupa de especificar el
segundo elemento que, de acuerdo a Engisch, conforma el deber de diligencia, esto es, el
poder del sujeto para evitar el resultado previsto y, en este sentido, para Díez-Picazo,
entran en juego tanto la previsibilidad como la evitabilidad, conforme a lo prescrito en
el artículo 1105 del Código Civil. Ahora bien, el contenido de dicha previsibilidad dice
relación con el modelo de valoración, de acuerdo con el estándar de un hombre medio u
ordinario, considerando aplicable en la materia el artículo 1104 del Código civil.678En
segundo lugar, argumenta que la previsibilidad debe vincularse con el tipo de daño
indemnizable y no con la completa cadena causal de la que se derivarían otros perjuicios.
En cuanto a la evitabilidad, el autor estima que debe ser enjuiciada al momento de la
previsión.679
En la dogmática moderna, es mayoritaria la idea de que la culpa debe ser definida como
la infracción del deber de cuidado.682 lo que se traduce en la apreciación en abstracto de
la conducta, es decir, por comparación con un estándar objetivo.683
Es decir, que la culpa contra legalidad implica una norma que establezca un estándar
de comportamiento (un deber específico violado, como dice la doctrina) y cuyo
152
incumplimiento determine un radio de sujetos protegidos. No obstante, conviene hacer
dos precisiones de importancia. En primer lugar, pensamos, no hay culpa contra legalidad
por la sola violación de una norma;686y, en segundo término, tampoco existe culpa contra
legalidad, a pesar de lo que ha señalado la doctrina, porque exista un deber de cuidado
específicamente establecido (como ocurre, por ejemplo, con los deberes de seguridad,
tanto en materia laboral, como en el caso de la responsabilidad por daños a los
consumidores), en la medida que dicho deber debe ser concretado en un estándar de
comportamiento adecuado. Esta cuestión, por cierto, es distinta al problema de si la culpa
importa o supone siempre la infracción de una norma positiva, cuestión a la que nos
referiremos más adelante.687
Como se ha dicho supra, las causas en las que la culpa se configura como culpa contra
legalidad, son hipótesis de accidentes de tránsito, como por ejemplo, en la sentencia de la
Corte de Apelaciones de Antofagasta, de 7 de noviembre de 2012: "Decimoséptimo: Que
para que exista responsabilidad extracontractual se requiere efectivamente culpa por
parte del agente, pero este concepto debe tomarse en el sentido propio de la
responsabilidad civil como una infracción del reglamento, y en este caso, el conductor del
taxibús al enfrentar un cruce con luz amarilla, lo hizo a exceso de velocidad, a 72 kms./hr.
en una zona de escuela en horario de entrada y salida de los alumnos, por lo que no
podía circular a más de 30 kms./hr., impactando a la menor ya individualizada, quien
atravesó la calzada corriendo y como consecuencia del impacto, falleció".689
153
accidentes del tránsito se funda principalmente en un conjunto de reglas de conducta
establecidas en la propia Ley del Tránsito".690
154
determinó concretamente que, durante la crecida antes referida, el embalse de la Central
Hidroeléctrica Ralco fue operado por la demandada en términos tales que sólo produjo un
efecto 'pequeño' de amortiguación o atenuación, en circunstancias que bien pudo ser
operado de manera de haber reducido la crecida, informando al efecto el señor Ministro
de Obras Públicas que 'con un manejo de 48 horas de anticipación, si se tiene un
pronóstico relativamente fidedigno, orientado a mitigar el impacto de la crecida, que no es
el negocio de las hidroeléctricas, probablemente se podría haber reducido la crecida
máxima de 15 mil metros cúbicos por segundo a 13 mil metros cúbicos por segundo en el
momento de la mayor crecida. Esos 2 mil metros cúbicos por segundo, no es posible
dimensionarlo, pero tal vez hubiera tenido un efecto muy importante en términos de
reducir la magnitud de las perdidas y daños'. Luego, en las conclusiones del Informe, se
consigna en su numeral tercero: 'Que, al parecer, los embalses no agravaron la situación
natural que habría ocurrido en el Río sin ellos; sin embargo, tampoco contribuyeron a
mitigar los efectos de la crecida del Bío Bío. Los embalses, utilizados en mejor forma,
podrían haber ayudado a reducir el impacto en el momento de mayor ingreso del agua al
sistema'; y v) Que de la lectura de los diversos informes y antecedentes tenidos a la vista,
la obligación de amortiguar aguas en casos de crecidas, y la implementación de planes y
operaciones de manejo de éstas, parece obedecer, en su implementación, a procesos de
autogestión de la demandada, sin concurrencia de controles externos a su respecto por
parte de las autoridades".
La Corte consideró que los jueces de fondo habían incurrido en vicio de casación, al
estimar que la conducta de la empresa, se tradujo en una vulneración de la norma
ambiental, y, por consiguiente, configuraba una culpa contra legalidad, aplicándose la
presunción de culpa del artículo 52 de la Ley Nº 19.300. Dijo la Corte: "Se acoge el
recurso de casación interpuesto por los actores contra la sentencia de segundo grado que
confirmando la de primera instancia, rechazó la demanda por indemnización de perjuicios,
toda vez que los sentenciadores de alzada han incurrido en una errónea interpretación y
aplicación de los artículos 2329 y 1698 inciso 1° del Código Civil, en relación a las
disposiciones de los artículos 16 inciso 4º y 2º letra i) de la Ley Nº 19.300, toda vez que
existió claramente una infracción de parte de la demandada, que configura una culpa
contra la legalidad, al desconocer la obligación que le asistía, conforme a las medidas de
mitigación planteadas por ella misma en el Estudio de Impacto Ambiental, que sirvió de
base a la Resolución de Calificación Ambiental otorgada por la autoridad, habiéndose
además alterado la carga de la prueba, al establecer el tribunal recurrido que la actora
debía probar la responsabilidad por los hechos ilícitos reclamados, en circunstancias que
al existir un deber de cuidado específico de la demandada, era ésta última la que debía
acreditar su oportuno y completo cumplimiento. En la especie, la culpa infraccional de la
demandada, al no amortiguar la inusual crecida del Río Bío Bío, mediante el manejo de
las compuertas del embalse, contribuyó materialmente de manera directa al riesgo del
daño ocasionado a los demandantes, provocado a los predios de los actores ubicados
aguas abajo de la Central Hidroeléctrica Ralco, por lo que se estableció el vínculo causal
entre dicha conducta culpable y el daño ocasionado".
155
El fallo es interesante en cuanto el criterio de culpa contra legalidad es asumido por la
jurisprudencia en términos más amplios, incorporando en la contradicción formal a
aquellas normas que no tienen carácter legal o análogo, reconduciendo la contrariedad a
un acto administrativo, por mucho que la Corte refiere infracción de los artículos 2329 y
1698 del Código Civil. Al problema de la necesidad de contrariedad de culpa y norma
positiva nos referiremos más adelante y, como veremos, se trata de una de las cuestiones
más complejas del instituto.
156
Y aun más lejos fue la sentencia de la Corte Suprema, en el fallo de 5 de enero de
2016, que estimó que un cumplimiento meramente formal de la normativa que exigía a la
Municipalidad de Lo Barnechea el cuidado y la protección de la zona de la Quebrada de
Huallalolén, sujeta a un plan de conservación ecológica, de acuerdo al Plan Regulador
Metropolitano de Santiago, no era suficiente para probar la diligencia y, en consecuencia,
consideró que había culpa. Dijo la Corte: "Si bien se advierte que la Municipalidad efectuo
´ inspecciones, citaciones y denuncias, de la observacio´n de las mismas aparece de
manifiesto que su intencio´n habri´a sido dar un cumplimiento meramente formal y
subsecuente al dan~o detectado a las obligaciones legales que sobre ella pesaban,
puesto que en ninguna de sus actividades se advierte al menos un celo mediano en la
realizacio´n de las mismas. Tampoco fue su actividad oportuna, diligente ni exhaustiva,
pues pese a contar con los medios legales pertinentes, se limito´ a remitir la primera
informacio´n sin que exista constancia alguna de haber perseverado en la fiscalizacio´n
para lograr la paralizacio´n de las construcciones. En efecto, los primeros antecedentes al
respecto datan del an~o 2006 sin que se haya allegado antecedente alguno durante el
probatorio ni en segunda instancia que den cuenta de nuevas fiscalizaciones que
permitan controlar la proliferacio´n del loteo ilegal".700
Corral considera que la culpa está constituida por la falta a un deber de cuidado, lo que
importa un modelo de comparación: "La falta de deber de cuidado incluye la previsibilidad
del daño. Es decir, para el autor, y de acuerdo al modelo objetivo del hombre prudente
medio, debe haber sido previsible el peligro de causar un daño derivado de ese
comportamiento (...) la previsibilidad de la culpa dice relación con su dimensión normativa,
y resulta de la existencia de un deber de cuidado".705 No obstante, inmediatamente
podemos advertir un importante matiz en la posición del autor, porque aun cuando
considera que la valoración de la culpa debe hacerse de acuerdo al patrón abstracto
del artículo 44, relativo a la actividad, considera el citado artículo 44 no impone una
determinada graduación, lo que significa que el estándar es el del hombre promedio, pero
esmeradamente diligente.706
157
Finalmente, para Barros: "Desde el derecho romano clásico, el concepto jurídico de
negligencia hace referencia a la inobservancia de las exigencias típicas y objetivas de
cuidado que debemos observar en nuestra vida de relación. Se trata de requerimiento
típicos porque están referidos a estándares de conducta que debemos observar en los
diversos tipos de situaciones en que interactuamos. Son objetivas, porque no atienden a
características individuales y subjetivas de cada cual, sino a un modelo de conducta.
Siguiendo esta tradición, la culpa no intencional o negligencia puede ser concebida como
la inobservancia del cuidado debido en la conducta susceptible de causar daño a otros".707
Algunos autores han propuesto que el estándar de conducta con el que debe
construirse el juicio de culpa, es el del buen padre de familia. Es la posición de Alessandri,
quien sostenía que para apreciar la culpa debía recurrirse al estándar del buen padre de
familia, tanto porque el artículo 44, al definir la culpa, es aplicable el ámbito contractual,
como porque el artículo 2323 recurre a dicho estándar para su determinación. Aun así, no
propone un único modelo para todo tipo de situación, sino uno que puede variar según el
tiempo, el lugar, la condición social, la profesión, en fin, las circunstancias denominadas
externas, frente a aquellas internas, que no deben considerarse. 713 Esta misma posición
adopta Corral.714
158
Aunque comparte el principio de la aplicabilidad del artículo 44, Barros ha hecho un
esfuerzo para determinar, con mayor precisión y profundidad, el modo en que el estándar
debe ser construido. Según Barros, la tendencia del derecho comparado es considerar
bien las expectativas recíprocas de comportamiento, bien el cuidado exigido a una
persona razonable enfrentada en las mismas circunstancias, lo que le conduce a estimar
que no puede haber otra conclusión que considerar el patrón de la culpa leva, consagrado
en el artículo 44 del Código Civil. Ahora bien, en concordancia con toda la doctrina
chilena, Barros entiende que en la construcción del modelo es esencial la consideración
de las circunstancias extrínsecas (lugar, medios, riesgos, costos, naturaleza de la
actividad emprendida, derechos e intereses en juego). En cambio, en principio, considera
que las circunstancias especiales del sujeto, aún aquellas que se discuten (como la edad,
el sexo o las cualificaciones profesionales), porque, de ese modo, explica Barros, se corre
el peligro de crear un estatuto de responsabilidad diferenciado según el sujeto. Como el
Derecho civil y el sistema de responsabilidad se basan en la igualdad, cada sujeto debe
soportar sus propias debilidades (aunque en el supuesto de debilidades emocionales y
psicológicas, puede ocurrir, según Barros, que la responsabilidad sea del autor del daño).
Por eso Barros entiende que si bien es cierto el modelo es abstracto, su determinación es
en concreto, especialmente cuando la determinación del modelo la realiza el juez.715
Veamos algunas sentencias, que dan cuenta que, en términos generales, las soluciones
jurisprudenciales se encuentran acordes a la tesis normativa de la culpa. Un número
importante de sentencias, en los distintos tribunales superiores del país y en variados
ámbitos de la responsabilidad (desde el régimen general hasta los llamados regímenes
especiales), emplean un criterio normativo de la culpa, aunque deba destacarse que, en la
mayoría de los casos, no se hace referencia a ella como infracción de un deber de
cuidado, sino como un reproche a partir de un estándar de conducta.
159
bienes. Así, dicho demandado también actuó en forma negligente, pues incumpliendo con
su deber de administración no adoptó medidas para evitar el peligro que involucraba para
la seguridad física de quienes usaban el montacargas la existencia de la abertura, cuya
presencia no debía serle desconocida dado que el personal subordinado a él estaba en
conocimiento de ello, y en caso que ignorase, mayormente habría negligencia, porque
precisamente dentro de sus deberes se encontraba vigilar y velar por el funcionamiento
de los bienes y servicios comunes, y ejecutar todos los actos necesarios para su
conservación. Sin duda que faltó a su obligación de administrar, porque de otro modo no
se explica que sólo después de producido el accidente tal como ambas partes lo
sostienen se hayan adoptado medidas sobre el uso del montacargas por parte de
peatones y algunas medidas de protección ante la existencia del forado".717
160
falta de aquella diligencia y cuidado que los hombres emplean ordinariamente en sus
negocios propios, y que se opone a la diligencia o cuidado ordinario o mediano. En
consecuencia, el empleador debe responder de culpa leve y ello no significa que deba
emplearse en la seguridad de los trabajadores el mismo nivel relativo de cuidado que el
exigido para proteger, por ejemplo, la integridad de las cosas. De acuerdo con las reglas
generales, el nivel de cuidado exigible depende del valor de los bienes jurídicos
amenazados por la conducta del responsable. El estándar de diligencia del empresario
prudente y diligente asume que éste adopta las prevenciones en consideración de la
entidad de los bienes comprometidos".721
A. Preliminares
Nosotros creemos que en relación con el concepto puede ensayarse una vía
intermedia. A nuestro juicio, una reflexión puramente dogmática sobre el concepto de la
culpa, desde luego renovada por los aportes de la perspectiva histórica, debe abordar
cuatro cuestiones problemáticas: en primer lugar, debe separar el concepto de la culpa
del fundamento de la responsabilidad civil, con lo que, mirado ahora desde esta
perspectiva, permite visualizar mejor por qué la culpa estricta en responsabilidad civil no
puede ser considerada en ningún caso un reproche de carácter moral, tal como ya se ha
analizado. En segundo lugar, requiere el examen del componente psicológico en la culpa,
indagación que permite determinar por qué en la culpa debemos referirnos a una
deficiencia de conducta y no a un error intelectual o a un reproche motivacional.
161
ocuparemos de las funciones de la culpa y de sus relaciones, tanto con la antijuridicidad,
como con la causalidad.
De modo que debe partirse del supuesto que en toda culpa hay voluntad. No se trata,
por tanto, de un defecto de la misma, ni menos ausencia de ella, porque, en la
responsabilidad civil, la voluntad importa un mínimo psíquico necesario para reconocer
una conducta humana,723 si se toma en consideración que la capacidad o la imputabilidad
requiere un mínimo psíquico para imputar culpabilidad, como ocurre en todos los
ordenamientos codificados. Como indica Díez-Picazo, la formulación de un juicio de
culpabilidad requiere que en el sujeto concurran circunstancias necesarias para ello y,
aunque ninguna norma del Código Civil español lo exija expresamente, dicho requisito se
deduce del artículo 1903.724 Pero además, la culpa supone condiciones de libertad que
permitan hacer exigibles las conductas, cuya ausencia se produce por el miedo
insuperable o la fuerza irresistible.725
Puede concluirse, entonces, que en la culpa hay una deficiencia de conducta. Pero,
¿qué significa que esta sea una deficiencia de conducta? Como explica Antunes, supone
que el sujeto no solo se esfuerce por cumplir, sino que corrija sus propias imprecisiones
naturales o su falta de preparación técnica y que, en último término, evite la práctica de
los actos en los que carece de aptitud y precisamente por ello, nos parece a nosotros,
puede negarse el carácter meramente psicológico a la culpa.726
Por eso, como indica Maiorca, es un error considerar que la culpa equivale solo a la
negligencia, traducida como un defecto de aquel esfuerzo, de aquella tensión de voluntad
que uno podía o debía desplegar para impedir el resultado lesivo, porque la culpa no
puede reducirse simplemente a la negligencia. Tampoco resuelve el problema la
definición de dicha negligencia como incumplimiento o transgresión, porque no permite
una explicación sustancial en la culpa traducida como impericia o imprudencia (y sus
correlativos de pericia y prudencia). No se trata, agrega el autor, solo de admitir en la
culpa la ausencia de esfuerzo —adecuada, pero no suficiente—, porque ésta no permite
explicar los otros matices de la institución. De este modo, el defecto de comportamiento
significa que "tener" culpa implica un modo de ser —no una indagación psicológica—
específico, en grado de conocer o poder prever la causa extraña del evento dañoso.727
162
Como indica Bueres: "Visto así el asunto, el debate acerca de si la culpa es una noción
sicológica pura o una noción normativa pura pierde sentido —al menos en el campo del
Derecho civil en el cual no hay controversias—. Por consiguiente es razonable asumir una
posición intermedia: hay que tener en cuenta que existe una realidad subjetiva, sicológica
(...) y, además, que la exigibilidad de la conducta por el ordenamiento hará desembocar la
cuestión en el juicio de reproche. La culpa es pues, sicológico-normativa". Agrega: "Por
otra parte, es inatacable que la culpa no es sólo un descuido, una incuria, una
desatención (mera relación sicológica) (...) La culpa, entonces, es un factor de atribución
como cualquier otro; no es la regla general en este sentido, ni es un principio residual. Por
consecuencia, se nos ocurre que la culpa es un defecto de conducta que repercute de
forma negativa en las valoraciones que realiza la norma y, por lo mismo, es una razón de
justicia adjudicar el daño al autor".728
163
en el ámbito del tipo tiene sentido admitir una "culpa" como sinónimo de comparación con
estándares medios, porque luego el juicio de reproche es personal.732
Una reflexión debería conducirnos a la siguiente pregunta, ¿cuál es el papel del juez en
el proceso de responsabilidad civil? Es sin duda alguna una cuestión problemática,
porque al plantear un esquema estructural, inmóvil, asumimos que los jueces
mecánicamente realizan operaciones lógicas destinadas a determinar, paso a paso y en
cierto orden metódico, además, la existencia de cada uno de los requisitos de la
responsabilidad civil. Cuando no lo hacen nos sorprendemos, lo que da lugar a
confusiones. Lo que hay que advertir, pensamos, es que los jueces no solo aplican, sino
que crean normas, pero esto no significa en modo alguno que puedan fallar
arbitrariamente, pues deben ajustarse a los valores y fundamentos del ordenamiento en el
que se desenvuelven y a la naturaleza de las instituciones con las que operan.
¿Hemos dicho algo nuevo?, ciertamente no, pero razonamientos como los precedentes
deben ser aplicados a la cuestión del contenido del deber de cuidado, que en definitiva se
encuentra cualificado por la culpa. Desde este punto de vista, los tribunales no hacen un
juicio mecánico y las normas de responsabilidad, como hemos mostrado supra, en los
hechos, se aplican dinámicamente, porque los mismos elementos de la responsabilidad
se comportan de modo funcional, no estático, se relacionan unos con otros y hay fronteras
y deslindes en los que no se pueden separar. Pero para analizar concretamente qué
problemas plantea la apreciación en abstracto, veamos brevemente la construcción, tal y
como ésta es presentada por Mazeaud y Tunc.
164
anímico, los hábitos y el carácter. En tanto, otros factores presentarían mayores
problemas, como ocurre con el sexo, la enfermedad, la clase social, la profesión: "Pero no
siempre resulta tan fácil precisar exactamente la línea divisoria entre las circunstancias
'externas' y las circunstancias 'internas'".
Para resolver estos aspectos difíciles, los Mazeaud y Tunc señalan que el juez no debe
tomar en cuenta las circunstancias personales del sujeto, entendiendo por tales, los que
se refieran a la individualidad, a las particularidades físicas o morales. Estas últimas
constituirían circunstancias internas, que no deben ser tomadas en cuenta en la
valoración en abstracto. Aun así, Viney y Jourdain advierten cómo en la apreciación en
abstracto se plantean cuestiones problemáticas relativas a factores personales de
diversas índole, como la edad, el sexo (elementos psíquicos), inteligencia, carácter,
aptitudes (factores psicológicos), niveles de educación e instrucción (culturales en
general) y factores sociales como los hábitos.735
De algún modo, Mazeaud y Tunc, haciéndose cargo de estos problemas que trae
aparejada esta concepción, concluyen señalando: "Ciertamente, gracias a esa definición,
el juez conserva una gran libertad de apreciación; puesto que le pertenece decidir
soberanamente cómo se habría comportado una persona cuidadosa colocada en las
mismas circunstancias externas que el demandado. Pero, ¿puede ser de otro modo? No;
porque, si se observa la realidad de las cosas, se advierte que la persona cuidadosa, el
tipo de comparación elegido, es el juez mismo; el juez se pregunta qué habría hecho él
colocado en las condiciones externas en las que se ha encontrado el autor del daño. No
puede ser de otro modo, y eso es muy venturoso; porque no hay otro medio de darle una
solución equitativa, en cada caso concreto, al problema de la responsabilidad".736Con
todo, con independencia del grave problema que supone determinar qué ocurre
con elementos o aptitudes inferiores o superiores a la conducta media, la regla en sí
misma es de dudosa determinación.
Si es el juez quien debe construir la norma de cuidado o bien concretarla —por cuanto
la ley y los usos normativos no son exhaustivos—, la solución no tiene en cuenta el
verdadero papel del juez en la solución del caso. La creación de modelos abstractos,
generales y previos arrancan del supuesto, explícito o implícito, que las resoluciones
judiciales se obtienen mediante una operación lógica, un silogismo de subsunción, cuya
premisa abstracta es la norma aplicable y la premisa menor, el supuesto de hecho
examinado, deduciendo la conclusión mediante la subsunción del hecho en la norma o en
el modelo, que se obtiene de la ley, de la reglamentación en ámbitos determinados —
como en los casos de la lex artis de ciertas profesiones—, de actividades absolutamente
regladas o del uso de los tráficos en ciertos ámbitos.738
Vigo señala que este paradigma, que denomina dogmático o racionalista, pretende y
confía que el juez opere sometido a las exigencias propias de la razón teórica o científica
exacta, de modo que con sencillez y certeza absoluta deduzca acríticamente desde la ley
la solución al caso, tal cual la quiso el legislador. Este modelo parte asumiendo la
capacidad todopoderosa del legislador, como único creador del Derecho. 739 Como indica
165
Nieto, este paradigma no tiene en cuenta que el silogismo no agota el razonamiento
judicial porque representa solo el iter que el juez sigue para alcanzar la decisión, pero no
comprende la actividad esencial del juez, a trasvés de la que éste llega a afirmar las
premisas, lo que ha sido reconocido también por los mejores juristas norteamericanos,
resumida en la famosa frase de Colmes: "El Derecho no es lógica sino experiencia".740
De esta manera, por mucho que se establezcan patrones, modelos o aun cuando la
actividad esté regulada legal, reglamentaria, administrativa o privadamente, el juez
resolverá atendiendo al criterio de justicia que lo impulsa. La reglamentación o la lex
artis permitirá construir, en su caso, el deber al que se ha faltado, pero en caso alguno
permitirá formular el reproche que supone la culpa. Por eso no puede dejar de advertirse
la paradoja que supone concluir que el estándar lo construye el juez y que, a pesar de
ello, siga teniendo ese carácter.742 Como dice Carbonnier, la culpa no es una mera adición
de elementos materiales, sicológicos y sociales, agregando que se necesita siempre una
valoración espontánea e intuitiva del juez.743
Aunque debe precisarse que la doctrina de Mazeaud y Tunc ha sido matizada por otros
juristas, que estiman que no puede llevarse a extremo, porque en ciertos supuestos no
pueden desconocerse circunstancias personales del dañante, de modo tal que es mejor
admitir una línea intermedia.744 Por ejemplo, Barros se mueve en esta línea, al plantear
que: "La apreciación en concreto de las circunstancias de la conducta no se opone a la
abstracción del patrón de cuidado, porque no se trata de definir que se puede esperar de
una persona particular, considerando sus capacidades o aptitudes, sino de definir el
comportamiento que se pueda esperar de una persona razonable y diligente en esas
mismas circunstancias".745 Aun cuando Honoré acepta la distinción entre circunstancias
externas e internas propuesta por Mazeaud y Tunc, observa la interesantísima cuestión
que la externalización de las circunstancias pueden llevarnos a la persona en el juicio de
responsabilidad y poner alguna dificultades que aprecia en la diferenciación, agregando
además que resulta complejo precisar qué aspectos deben ser considerados
circunstancias y no elementos internos.746
Con todo, opiniones como estas, permiten delimitar y determinar qué circunstancias
deben ser tenidas en cuenta y cuáles no, lo que a su vez conduce a la difícil cuestión de
los sujetos que cuentan con aptitudes mejores y peores que la media. Al margen que
nosotros precisamente fijamos el problema en la forma en la que se determina la media, si
aceptamos que los jueces lo hacen de manera uniforme, luego consideramos que la
dogmática debe hacer un esfuerzo mayor en precisar tales circunstancias, como la
profesión, el sexo, las habilidades técnicas, etc.
166
Por ello, de Ángel plantea la cuestión atendiendo siempre a su amplio conocimiento de
las decisiones judiciales, pues en su opinión, la determinación de cuándo existe culpa y
cuándo no, no puede resolverse por aplicación de fórmulas generales, sino a través de la
ponderación del caso. Aunque estima que dado que el juez debe hacer una evaluación ex
post del comportamiento del agente, debe recurrir al modelo del hombre diligente —dada
la imposibilidad de colocarse en el mismo lugar del agente—, agrega el importante matiz,
a nuestro juicio, de que es el propio juez quien construye el modelo, de acuerdo con su
experiencia personal, agregando: "Sin que ello impida desde luego, la atención a las
circunstancias propias de cada caso enjuiciado, que a menudo inciden poderosamente en
la valoración de la conducta".747
Pero ello no nos debería conducir a un paso más allá, pues como indica Jansen, no
puede asumirse que es solo el Derecho privado el que establece los deberes de
conducta, por cuanto, junto con ellos, encontramos un conjunto de normas de carácter
público y técnicas, aplicables a actividades profesionales, que fijan también tales deberes.
Tampoco puede asumirse —y este es el aspecto que nos interesa— que la jurisprudencia
es capaz de establecer tales deberes, dado que siempre su valoración es ex post. Según
Jansen, los seres humanos siempre deben comportarse adecuadamente en relación con
los bienes e intereses de otros, pero la idea que tal actuación se ajusta a lo que la
jurisprudencia fija de modo incompleto, no es realista ni deseable.748
Por tanto, como analizaremos, el problema no está tanto en erigir en legislador al juez,
sino en que el juez puede colocar el nivel o grado del estándar de la diligencia siempre un
poco más allá, abandonando, precisamente el estándar de la diligencia, conforme a un
patrón medio o, si se quiere, con arreglo al patrón de la culpa leve. En efecto, el juez
siempre puede elevar el estándar de la diligencia fuera del radio de los estrictos deberes
normativos (o en ausencia de ellos). Pero, para ocpuarnos de esta cuestión, debemos
analizar primero qué función cumple el modelo o estándar medio de comportamiento que
implica la culpa.
¿Qué significa que el juez cree un estándar de comportamiento? A partir del análisis de
la jurisprudencia, en otro lugar hemos sostenido constituye un instrumento de distribución
de riesgos sociales:749 el estándar de conducta medio que supone la denominada regla de
comportamiento, implica una delimitación entre los ámbitos de control del potencial autor
del daño y el ámbito en el cual la propia víctima debe asumir medidas de precaución.
167
Ello quiere decir, en consecuencia, que entre culpa y responsabilidad estricta existe una
diferencia cualitativa, sino más bien cuantitativa. Como veremos, el verdadero problema
de la construcción del estándar en la culpa, es transformar este critero de imputación en
una íntegra asignación de riesgos para el autor del daño. En otras palabras, frente al
desarrollo de determinada actividad, estaremos frente a una responsabilidad estricta
siempre que la totalidad de los riesgos sean asumidos por el autor del daño; por el
contrario, la víctima no tiene posibilidad de asumir medidas de cuidado o estas son
marginales. Ello explica eu la responsabilidad estricta se consagre precisamente en
actividades en las que el potencial riesgo es inherente a la actividad. Es decir, siguiendo
en este punto a Barros, las diferencias entre un sistema por culpa y otro de
responsabilidad estricta radica en el enfoque: mientras el régimen de culpa —aunque
presunta— se focaliza en la conducta del agente, la responsabilidad estricta atiende al
defecto de unidad que resulta de la actividad.750
168
el fallo impugnado implicari´a reconocer que se esta´ ante un caso de responsabilidad
estricta, pues hari´a responsable al empleador de todos los accidentes que se produzcan
en el lugar que se ejercen las labores, au´n cuando e´ste sea un espacio pu´blico y con
independencia de las medidas de seguridad que se adopten, requiriendo incluso medidas
para enfrentar cuestiones tan imprevisibles como la que origina los presentes autos,
cuestio´n que es improcedente, puesto que, como es sabido, por ser excepcional, tal
responsabilidad necesita consagracio´n legal expresa, lo que no ocurre en la especie".753
Por el contrario, el riesgo relativo al accidente debe ser atribuido al empleador, si las
medidas se encuentran dentro de la órbita de su cuidado, independientemente de la
conducta que asuma la propia víctima del accidente. Siempre a propósito de los
accidentes de trabajo, es interesante la sentencia de la Corte Suprema, de 12 de octubre
de 2006. El 6 de febrero de 2004, el demandante había subido a una andamio en el que
estaba trabajando, sufriendo TEC abierto, pérdida parcial de la visión e inutilización de la
muñeca izquierda. Aunque empleador alegó haber cumplido con las necesarias normas
de cuidado, al haber proporcionado los elementos de seguridad al trabajador, la Corte
consideró que ello no era suficiente para configurar diligencia: "La obligación del
empleador de tomar todas las medidas necesarias para evitar accidentes laborales, y el
deber de proporcionar los elementos de seguridad a trabajadores que desempeñan
funciones peligrosas, no se cumplen con sólo tener a disposición de tales trabajadores
dichos elementos en una bodega, sin que nadie parezca controlar si los toman o no, sino
que debe hacerse una entrega personal y controlada para cada comienzo de labor,
vigilando además, en cuanto sea posible, su uso. Tampoco se cumplen con la simple
entrega de un reglamento de seguridad (Considerandos 7 y 8)".754
En otras materias, merece ser citado el interesante fallo de la Corte Suprema, por falta
de servicio, de 24 de octubre de 2017, por que rechaza la demanda de víctimas por
saqueos durante el mega terremoto, al sostener la Corte que: "...el retardo en la
intervención de las Fuerzas Armadas, porque el tiempo que medió entre el terremoto y la
declaración de estado de excepción constitucional —un día— no constituye una demora
169
injustificada, atendido el escaso lapso que medió entre el hecho y el acto
administrativo".756 En la sentencia de 14 de noviembre de 2014, la misma Corte señaló
que no había falta de servicio en cuanto la existencia de una piedra en el camino era
imposible de prever, de acuerdo a un estándar de conducta, de lo que se sigue que el
riesgo del accidente no le puede ser reprochado al Municipio. 757 Y, en el fallo de 4 de
enero de 2018, se acogió la demanda por falta de servicio en contra del Fisco, por
haberse rematado erróneamente un inmueble de un contribuyente que no tenía deuda
alguna y que había adoptado todas las providencias para dar cuenta de la situación en la
que se encontraba.758
¿Cuáles son los riesgos de los que debe responderse a título de culpa? Como veremos,
para la apreciación de la culpa, no se examinan los riesgos generales asociados a una
actividad dada, sino los riesgos concretos frente a los que el potencial dañante debió
haber adoptado medidas de cuidado. Así se dijo en la sentencia de la Corte Suprema, de
31 de julio de 2017, que resolvió una demanda contra el Fisco como consecuencia de la
falta de alerta de tsunami, derivado del megaterremoto de 2010. Para la Corte: "En efecto,
y en atencio´n de las circunstancias, si el o´rgano hubiese fallado en cumplir con su
obligacio´n (como alega la recurrente respecto a fallas comunicacionales) el presente
argumento tendri´a sentido; sin embargo, y como se constata en autos, la alarma no fue
siquiera despachada, motivo por el cual no cabe atingir el incumplimiento a las
circunstancias del evento, constituye´ndose asi´ efectiva falta de servicio de parte del o
´rgano obligado. Asi´ las cosas, la respuesta del o´rgano se encontro´ debajo de lo
esencial, configura´ndose por ello la referida falta de servicio".760
170
Corte resuelve el problema de responsabilidad que genera la construcción de un edificio
en el predio colindante. Para la Corte, la demandada acreditó que de modo general el
empleo de procedimientos adecuados, pero en atención de las circunstancias concretas
de la causa, no realizó los estudios necesarios para precaver el daño, en atención a las
peculiaridades del predio vecino. En el considerando quinto, la Corte razonó de en este
sentido: "Que, del análisis de la prueba rendida en autos, se debe concluir que la
sociedad constructora demandada si bien ha aportado prueba suficiente para acreditar
que se empleó en general el procedimiento adecuado para impedir que se produjeren
daños en las construcciones vecinas, no ha aportado prueba alguna para demostrar que
hizo lo necesario para impedir que ocurriera el daño en la construcción de la demandada,
atendido su tipo, calidad y condición. En efecto, la propia sociedad constructora, en su
escrito de contestación a la demanda corriente a fojas 111 de autos, ha dicho que el daño
provocado se produjo con motivo de que las dependencias de servicio de la casa de la
demandante, están construidas sin una correcta unión estructural con el muro divisorio,
es decir, están simplemente adosadas sin los pilares correspondientes. Pues bien, si la
empresa constructora demandada tuvo conocimiento de tal hecho o defecto constructivo
antes de iniciar la excavación, no se entiende por qué razón no adoptó las medidas
tendientes a impedir el daño que, en tales condiciones, se podía prever. Y, por otra parte,
si desconocía tal hecho o defecto, fue porque no realizó los estudios necesarios para
determinar los efectos que los trabajos de excavación podrían producirse en las
sobredichas construcciones, atendida su condición. En todo caso, la empresa
constructora demandada no aportó prueba alguna al respecto".761
Un criterio indicativo del radio de riesgos de los que debe hacerse cargo el potencial
dañante, son las actividades asociadas al giro de un empresario. Un buen ejemplo de lo
que señalamos es la sentencia de la Corte de Apelaciones de Antofagasta, de 4 de mayo
de 2018. Según la Corte, no puede admitirse la alegación del proveedor en orden a que
los daños y robos a vehículos en los estacionamiento, no formaba parte de la relación de
consumo, porque, según dijo la Corte, dichos estacionamientos están destinados al giro
del negocio.764
171
3. La culpa como distribución de riesgos y participación de la víctima
La tesis de San Martín coincide con nuestro punto de vista relativo al concepto y función
de la culpa. De un lado, la culpa y la distribución de los riesgos comporta la adopción de
medidas de cuidado por la víctima; de otro lado, señalar que en la culpa de la víctima hay
un problema de causalidad no excluye la resolución de dichos problemas a través del
mecanismo de la culpa.766
En principio, por tanto, nadie puede responder si no ha generado un riesgo más allá del
permitido y tolerado socialmente; del mismo modo, nadie debe cuidar los interesantes de
otro y deberá conducirse socialmente, confiando en que los demás cumplirán también sus
respectivos roles, afirmándose la exclusión de responsabilidad desde el principio de auto-
responsabilidad. En términos más precisos, Díez-Picazo, si en la configuración de un
contacto social el control de la situación corresponde a la víctima, deben imputarse a ella
las consecuencias lesivas y no al supuesto autor. 768 Como se dijo en la sentencia de la
Corte de Apelaciones de Concepción, de 7 de enero de 2015: "El dan~o sufrido por la vi
´ctima se debe a su propio descuido y evaluacio´n equivocada del riesgo que conllevaba
su accio´n, e´sta, como toda persona, tiene obligacio´n de auto cuidado y no puede
imputarse a terceros los riesgos que ella toma. Si bien es efectivo que la empresa no ha
acreditado, que la vi´ctima contara con el examen de altura emitido por un Organismo
Administrador de la Ley Nº 16.744, como se afirma en el Sumario Sanitario, esta omisio´n
no puede estimarse, de acuerdo a como ocurrieron los hechos, determinante del
accidente".769
Ahora bien, como hemos dicho entonces, un régimen de culpa importa que la víctima
debe asumir un ámbito de riesgos y de cuidado propio. Veamos algunas sentencias.
172
circunstancias todas que no concurren cuando la causa única y exclusiva del daño sufrido
por la actora fue su propia acción imprudente, según el criterio de normalidad, creando
para la demandada un deber de advertencia que no le es exigible, desde que a nadie le
es obligatorio advertir de la peligrosidad de la acción que, por su propia naturaleza y de
acuerdo a la previsibilidad de una persona normal resulta imprudente. En efecto, no es
racional bajar en silla de ruedas a través de una escalera mecánica, ya que ninguno de
estos dos elementos están hechos para un uso compatible y simultáneo".770 El fallo es
interesante, además, porque descarta que la culpa suponga la evitación de todo peligro,
encontrándose el límite en aquello que normalmente no resulta una actividad riesgosa (el
uso de una escalera mecánica), a menos que se emplee de modo imprudente por la
propia víctima.
Hay al menos dos hipótesis, sin embargo, en el que no podrá invocarse la actuación de
la víctima, ni para excluir de responsabilidad, ni para reducir la indemnización. Analicemos
cada una de ellas.
En primer término, como explica Viney, la causa o conducta posterior de la víctima falta
cuando ha sido disposición del agente y sigue escrupulosamente sus directrices dadas
por este.773 El fundamento de la obligación de responder radica en la violación del
173
principio de confianza, en el sentido que este falla cuando la víctima, cumpliendo su rol,
asume que la situación prexistente ha sido preparada correctamente por el tercero. Pero
para que ello ocurra, habrá que reconocer algunas condiciones: a) el resultado dañoso
debe recaer sobre la propia víctima y no sobre un tercero (si se confía en la preparación
de un tercero y éste falla, pero el daño se produce para otro, quien confió podrá alegar la
propia exoneración de responsabilidad); b) para que la víctima siga las instrucciones del
dañante, deberá haber una diferencia de preparación técnica entre el primero y el
segundo; c) ello supone implícitamente afirmar la existencia de un deber de cuidado del
responsable para con la víctima. Nos parece que el ejemplo típico de esta situación, es el
caso en el que un médico prescribe erróneamente un medicamento, sea por errar en el
efecto perseguido, como en las dosis, siempre que la víctima haya respetado la
prescripción médica.774
174
pueden señalarse. En primer lugar, en la actividad médica, especialmente cuando la
víctima se encuentra inconsciente, materia a la que ya nos hemos referido latamente.780
La segunda hipótesis dice relación con los incapaces. Estamos en presencia de este
problema, propiamente, cuando la causación material proviene de la propia víctima, en
términos tales que el sujeto a quien podría hipotéticamente atribuirse la responsabilidad
no ha desarrollado conducta alguna o esta ha sido rota por una nueva causa. 781 Cuando
nos referimos a un incapaz, consideramos que un criterio adecuado es el sostenido
por FRISCH, según quien puede admitirse como principio de falta de responsabilidad
aquellos casos en que la persona que se autolesiona, por causas habituales o
circunstanciales, tampoco sería considerada responsable por las lesiones a otro o bien
cuando la potencial víctima no está en condiciones de comprender plenamente el
significado y alcance de su actuar o poder motivarse por esa comprensión.782
En efecto, para la Corte: "En el ana´lisis en concreto del esta´ndar de conducta exigible
al establecimiento de servicio educacional municipal debe tenerse en consideracio´n el
nivel de riesgo existente en el proceso de aprendizaje de los alumnos y para ello se
concluira´ que e´ste es alto, por cuanto se trata de una actividad de gran peligrosidad,
como es la manipulacio´n de ma´quinas industriales y que se trata de alumnos que se
encuentran en pleno desarrollo de sus conocimientos, esto es, estudiantes de tercer an~o
de ensen~anza media. En ese contexto juri´dico puede considerarse que sobre el
establecimiento educacional recai´a el deber de velar por la seguridad de los alumnos,
empleando el cuidado necesario para prevenir eficazmente los accidentes escolares. El
ente demandado incurrio´ en falta de servicio por cuanto no adopto´ las medidas de
prevencio´n de accidentes escolares, pese a que se encontraba obligado a hacerlo.
Particularmente, no doto´ a un ejercicio de taller meca´nico de los recursos humanos
necesarios para evitar accidentes, ni adecuo´ las sen~alizaciones necesarias en atencio´n
al alto nivel de previsibilidad del riesgo de accidente. Adema´s es pertinente afirmar que el
dan~o es causalmente imputable al o´rgano demandado, cuyo fundamento radica en que
el accidente escolar tuvo por causa la falla en la adopcio´n de medidas de seguridad
proporcionadas al riesgo y a un mecanismo de supervisio´n adecuado. En efecto, esa
omisio´n es una causa juri´dicamente ido´nea para imputar responsabilidad, en la medida
que es razonable deducir que el cumplimiento de las mismas habri´a evitado la produccio
´n del resultado dan~oso".783
El fallo es interesante, además, por dos razones. En primer lugar porque la Corte
refuerza la idea de que en la culpa, hay necesariamente una evaluación de los riesgos,
pero además, porque, en la medida que la víctima se encuentra sujeta a un deber de
garante del potencial dañante, como un deber de seguridad, el estándar de cuidado, aun
cuando medio, debe ser considerado en términos más rigurosos.
175
4. El empleo erróneo de la culpa: Criterio de atribución de todos los riesgos de una
actividad
Entre otras razones, Rosso reprocha que la concepción de la culpa normativa suponga
la construcción de deberes por parte del juez, porque ello lo transformaría en una suerte
de legislador.784 A nuestro juicio, con independencia de la cuestión relativa a las fuentes
de los deberes jurídicos, la crítica apunta a un problema más profundo en la concepción
normativa de la culpa: y es que, en efecto, el juez puede elevar el nivel o grado del
estándar de la diligencia siempre un poco más allá del estándar normativo y, en ausencia
de este, siempre pueda colocar dicho estándar hacia una conducta que importe mayor
exigencia, abandonando precisamente la función propia de la culpa, como criterio de
distribución de riesgos, conforme a un patrón medio o, si se quiere, con arreglo al patrón
de la culpa leve. En algunos ámbitos, como la responsabilidad por accidentes de trabajo,
algunos autores ya han manifestado este problema, al sostener que la jurisprudencia ha
conducido a hacer responsable al empleador por la culpa levísima.785
Con todo, el problema tiene carácter más general, en el sentido de que el juez siempre
puede elevar el estándar de la diligencia fuera del radio de los estrictos deberes
normativos (o en ausencia de ellos). Veamos algunas sentencias en este sentido.
Pero en otros ámbitos también la culpa se ha empleado para hacer responder de todos
los riesgos derivados de la actividad. En primer lugar, nos parece que se mueve en esta
línea la sentencia de la Corte Suprema de 7 de septiembre de 2006. Los hechos que
dieron lugar a la controversia, fueron los siguientes: a) el día 27 de enero de 2003 la
menor Nadia Sofía Villegas Bahamonde, en circunstancias que transitaba por el techo de
un galpón ubicado en la localidad de Chilca sufrió severas quemaduras de origen eléctrico
en el rostro; b) bajo las líneas eléctricas causantes del accidente se encontraba el galpón
hasta donde habría trepado la menor el día del accidente; c) las líneas que abastecían de
electricidad al predio son de propiedad de Luz Osorno.
176
segundo elemento que compete analizar es la concurrencia de culpa en el obrar de la
demandada evidenciada en no haber adoptado las medidas de seguridad necesarias para
evitar la ocurrencia de siniestros, en concreto habría consistido en que la demandada no
mantuvo las líneas en un estado que no cause peligro a terceros, así los cables estaban
muy cerca del techo y, habrían sido instalados luego de haberse edificado la
construcción". Y, en subsidio de esta cuestión consideró la falta de fiscalización como
constitutiva de culpa: "Vigésimo segundo: Que, sin perjuicio de lo expuesto resulta
evidente que aún de mediar tal misiva en forma previa al accidente resulta a todas luces
insuficiente para la exención de culpa dada la gravedad de la situación de peligro creada
por la demandada, su mantención en el tiempo cerca de 30 años, lo que devela una
negligente fiscalización, pues se encontraba en situación de remediar y extinguir el
riesgo".787
Puede apreciarse un doble análisis de la culpa: por un lado, culpa equivale o, dicho de
otro modo, el estándar se eleva a la evitación de todo peligro, solo por la circunstancia de
no respetar la altura adecuada. Solo en ausencia del primer argumento, para la Corte, la
culpa se construye por la falta de supervigilancia continua, determinando un estándar de
actuación para las actividades empresariales.
En los fallos que hemos citado, la culpa se utiliza, repetimos, como mecanismo
encubierto de responsabilidad estricta, cuestión que desvirtúa la naturaleza del instituto y
que altera el régimen previsto por el legislador. En todo caso, subsiste el problema de
enfrentarse a hipótesis en que la actividad es potencial o intrínsecamente peligrosa, no
obstante no existir un sistema de responsabilidad estricta consagrado legalmente.
Nos parece que frente a situaciones de esa naturaleza, la decisión que analizaremos
seguidamente explora un camino adecuado, por cuanto, respetando el presupuesto de la
culpa se recurre a la presunción por hecho propio que un sector de la doctrina deduce
del artículo 2329.789 En este punto, debemos estar completamente de acuerdo, aunque
por razones distintas, como veremos luego, con Tapia, quien ha defendido la aplicación
de la presunción, precisamente, a los casos en que la actividad resulta potencialmente
peligrosa.790
177
En un interesantísimo fallo, la Corte de Apelaciones de Concepción, en la sentencia de
23 de julio de 1993,791 resolvió la aplicación de la presunción de culpa por hecho propio
del artículo 2329, bajo los siguientes supuestos. Entre el 28 de abril y el 11 de mayo de
1989, se produjeron dos incendios forestales iniciados por el demandado para el control
de pastizales, incendios que afectaron seriamente a los predios de los demandantes. Para
la Corte: "Que forma parte de la experiencia común, que el uso del fuego como medios de
limpieza de terrenos rústicos es una actividad de suyo extremadamente peligrosa, en
particular en una zona como la de la Octava Región, eminentemente forestal. Por lo
mismo, de acuerdo a la probabilidad normal, según aquella experiencia, un incendio
producido por el fuego proveniente de un roce ha de entenderse culpable, salvo prueba
de haberse empleado la diligencia debida. Esta conclusión se apoya en el recto
entendimiento del artículo 2329 del Código Civil, así como en los principios generales de
la prueba. En efecto, de aquella disposición deriva que, en presencia de actividades que
de suyo son peligrosas, los resultados dañinos de ellas han de entenderse imputables a
culpa del que realiza tal actividad, porque ellas generan normalmente daños cuando no
se emplea la debida diligencia (considerando noveno)".792
Advertimos en el artículo de estas autoras, tres grupos de casos. Unos, en los que la
jurisprudencia afirma la presunción en situaciones en que la culpa de uno de los autores
del daño se configura como culpa contra legalidad. Nos referimos especialmente a
situaciones de accidentes de tránsito. En estos supuestos, la culpa del conductor se
configura como violación normativa y tratándose de aquellos que generan situaciones de
peligro, que provocan el accidente de tránsito, se presume la culpa en virtud
del artículo 2329.795 Otros, en que la presunción es aplicada en hipótesis que se
encuadraban, directa e indirectamente, en los numerales de la disposición. 796 Finalmente,
en un tercer grupo, la presunción se ha aplicado a actividades de peligro intrínseco, aun
cuando no se puedan encuadrar en alguna de las hipótesis enumeradas en
178
el artículo 2329.797 Tapia, por su parte, hace su propia sistematización, pero que en líneas
generales puede seguir la precedentemente expuesta.798
179
elemento superfluo; b) la antijuridicidad definida no solo como violación de un deber, sino
que como lesión de un derecho; c) la injusticia como un cualificante de otros elementos; d)
como un carácter del hecho o del acto (como violación de una norma); e) como un
carácter de la culpa; f) como un carácter del daño (como lesión de un derecho).803
En suma, se puede decir que hay dos grandes corrientes: una que afirma la existencia
de antijuridicidad y que la independiza, tanto de la culpa, como del daño y una segunda
que considera que la antijuridicidad es un elemento superfluo, al estar contenido en el
juicio de culpa, especialmente, bien en el daño (disvalor de resultado); o, derechamente,
se ha sostenido que la responsabilidad civil no tiene un momento de antijuridicidad.804
180
Una segunda corriente niega la existencia de un momento de antijuridicidad o bien, que
en los hechos se traduce en una actitud similar, se considera que el desvalor de la
conducta se realiza con el juicio de culpa y, en este sentido, la antijuridicidad resulta
inoficiosa. Desde este terreno han formulado sus autorizadas opiniones autores de la talla
de Yzquierdo o Reglero. Veamos.
En relación con la antijuridicidad, afirma que puede sostenerse que no se exige este
elemento, desde el momento que la responsabilidad puede surgir como consecuencia de
actividades lícitas y en razón de que el sistema español es de naturaleza
atípico.815 Agrega que en responsabilidad civil, a diferencia del sistema penal, la
antijuridicidad es reemplazada por un título de imputación, como la culpa o el riesgo
creado, restando, como en el caso de Díez-Picazo, cualquier sustantividad a la regla
general del alterum non laedere. Aun así, le reconoce funciones dentro del sistema de
responsabilidad: como co-elemento de imputación, especialmente tratándose de
conductas omisivas o bien para excluir la responsabilidad; en el abuso del derecho, en el
que dicho sea de paso, la antijuridicidad juega como criterio autónomo de
responsabilidad, pero no estima que estas restringidas funciones puedan ser
extrapolables a la generalidad del sistema. Es decir, no hay tanto una negativa del
instituto en sí mismo, como una desvalorización de sus funciones, pues se entiende que
éste se confunde en el juicio de imputabilidad de la culpa y porque es precisamente ésta
la que juega el papel fundamental a la hora de determinar cómo se distribuyen los
perjuicios o quien responde del daño, con independencia de la infracción de las normas.816
181
En el Derecho chileno, la mayoría de los autores subsumen el juicio de antijuridicidad
en el juicio de culpa. Barros, por ejemplo, afirma que: "En general, las causales de
justificación tienen la función de excluir la antijuridicidad del acto. Como se ha señalado,
en el ámbito civil la culpa cubre los requisitos objetivos que debe cumplir el acto del
demandado para que haya lugar a la responsabilidad (infracción a un deber de cuidado).
Por eso, quien dice que un acto es culpable, dice también que es antijurídico, y
viceversa".817
182
la conducta en sí misma y no desde las normas protectoras de intereses, quedaría
reducida a la responsabilidad por culpa, pero además debería demostrarse en tal
hipótesis su utilidad y su necesidad.821
Hay en la culpa estricta, de acuerdo con lo que viene argumentándose, dos momentos
claramente diferenciables: la infracción del deber de cuidado, es decir, en otros términos,
un momento de desvaloración, la presencia del injusto versus la exigibilidad de adecuar la
conducta conforme al deber de cuidado, que supone la acción y la imputabilidad (pero no
la integran, a nuestro juicio), la previsión y/o previsibilidad abstracta y la evitabilidad (lo
que supone la posibilidad de).824
183
centrándola en el daño,827 como aquellos que le niegan existencia de manera restringida,
deben recurrir a las causas de justificación para explicar aquellos casos en los que la
lesión debe ser soportada por la víctima.828 Así lo hace ver Pena López, quien explica:
"Claro está que este corolario no implicaría la eliminación de la existencia de causas de
justificación que, sentada la anterior regla, tienen que ser objeto de la correspondiente
salvedad o excepción por todos los autores que niegan, a pesar de ello, la existencia de
antijuridicidad dentro de los presupuestos de la responsabilidad civil".829 Sin embargo,
resulta problemático recurrir a las causas de justificación negando la existencia de la
antijuridicidad. Dado que estas solo se pueden predicar a conductas y no de eventos,
para indagar en la existencia de tales causas, necesariamente los autores que la
antijuridicidad deben volver sus ojos nuevamente a la conducta.
Aún más, el problema de la falta o ausencia de la antijuridicidad admite otro giro, otra
perspectiva, por cuanto las tesis que niegan su admisión en el terreno de la
responsabilidad civil, emplean el argumento que nos encontramos en un sistema atípico,
en el que los perjuicios no se encuentran determinados, ni limitados a la vulneración de
los derechos subjetivos. Sin embargo, el argumento no parece decisivo, pues, como
indica Busto Lago, todo ilícito, sea penal o civil, se traduce en la violación de un deber,
pero con eso no se dice que a tales deberes correspondan derechos subjetivos, por
cuanto muchas veces, con la inobservancia se lesionan bienes e intereses que tienen una
configuración diversa y que pueden estar protegidos no solo con la imposición de
especiales y singulares deberes, sino con el precepto general del alterum non laedere.830
Y así, Busto Lago señala que un análisis del artículo 1902 del Código civil español
(razonamiento aplicable a nuestro artículo 2314), establece que un daño causado por dolo
o culpa se considera únicamente como un criterio de imputación del hecho dañoso, en
base a la cualificación subjetiva del comportamiento que lo ha provocado, la antijuridicidad
y la culpabilidad devienen dos presupuestos distintos, pero necesarios, del surgimiento de
la obligación resarcitoria. Y agrega: "La creencia errónea de quien actúa conforme a una
obligación legal o reglamentaria no puede incurrir en responsabilidad, descansa en la
peligrosa tautología que parte de la dicción literal del artículo 1382 del Code —o similares
de otros ordenamientos jurídicos—, y de acuerdo con la cual quienes, por su culpa,
causan un deber de repararlo, se limita a establecer, reemplazando un nombre por otro
pero sin definir nada, que el ilícito es un hecho culposo".831
Por último, las teorías que como consecuencia entienden el daño desde la óptica
naturalística, es decir, como la vulneración de cualquier interés merecedor de tutela, se
encuentran con problemas a la hora de delimitar los intereses tutelables, porque resulta
evidente que no todo evento o consecuencia se traduce en un perjuicio técnicamente
configurado.832
184
dovendosi nella vita giudiziaria stabilire in concreto quando un danno sia e quando no sia
risarcibile".834
El concepto normativo de la culpa reposa, como hemos visto, siempre en esta premisa:
que es esencial en su concepto la vulneración de un deber y que dicho deber envuelve
antijuridicidad de la conducta. Ello importa resolver dos problemas. De un lado, si la culpa,
aunque se traduzca en un estándar creado por el juez, debe importar siempre una
ilegalidad (tesis a la que debe adherirse si se piensa que la antijuridicidad integra el juicio
de culpa). Y, en segundo lugar, si, desde el punto de vista dogmático (de la vigencia), si el
juez puede constituirse en fuente de un deber, pues como advierte García Maynez, el
deber solo puede emanar de aquellos órganos que pueden establecer conductas de modo
general y a priori.837 Analicemos ambas cuestiones.
185
dolosa, situación no alegada por el actor, por culpa infraccional y en circunstancias
excepcionales que serán determinadas por el juez que conoce de los antecedentes pero
solo en relación al vínculo entre la víctima y quien debió actuar, es decir, por una razón
especial de protección en favor del perjudicado, deber de cuidado también ajeno al
asunto planteado. Por tanto, solo cabe analizar si existe en nuestro ordenamiento jurídico
disposición que imponga al propietario de un predio prever el mal estado de las cañerías
instaladas en su jardín y, por ello, si esa omisión de cuidado genera la obligación de
resarcir los perjuicios que la falta habría provocado, es decir, el daño cobrado".838Antes, la
Corte Suprema se había pronunciado en un sentido similar. En el fallo de 25 de octubre
de 2004, la Corte Suprema consideró que culpa, como infracción del deber de cuidado
equivale a acto ilegal. 839Y en otro fallo, de 22 de marzo de 2006, la Corte dijo: "Por su
parte, el artículo 2314 exige para que el que haya cometido un delito o cuasidelito sea
obligado a indemnizarlo, que exista un daño, y, refiriéndose a su extensión,
el artículo 2329 manifiesta, que 'por regla general todo daño que pueda imputarse a
malicia o negligencia de otra persona debe ser reparado por ésta'. En consecuencia, la
esencia de la culpabilidad reside, precisamente, en que el daño sea el resultado de una
conducta antijurídica, ilegal".
Ahora bien, una culpa que se nos presente completamente independiente de una
ilegalidad o de otra fuente normativa positiva, no es una cuestión resuelta en la dogmática
chilena. Tomemos nota de dos ejemplos. Corral entiende que la previsibilidad de la culpa
dice relación con su dimensión normativa y que esta resulta de la existencia de un deber
de cuidado. Agrega: "Este deber de cuidado puede proceder de una norma concreta
aplicable a determinada situación, o puede provenir como deducción del principio general
de no dañar a otro, que nos obliga a observar un cuidado general que evite que nuestras
acciones lesionen a otros".841 A nuestro juicio, la perspectiva de Corral implica admitir que
la culpa supone o engendra siempre ilegalidad del acto. Compárese con la tesis de
Barros, que admite expresamente la posibilidad de construir un deber en ausencia de
reglas positivas: "El concepto de culpa hace referencia a un estándar genérico y flexible
de la persona prudente y diligente. La determinación de la regla de conducta que habría
observado esa persona en las circunstancias del caso es una tarea judicial por
excelencia. Sin embargo, esos deberes pueden estar también tipificados por la ley (...) A
falta de ley o de usos normativos, el juez no tiene otro camino que discernir cómo se
habría comportado la persona prudente en las mismas circunstancias".842
Ambas soluciones nos parecen insatisfactorias. Por un lado, la primera tesis puede
conducirnos a la siguiente conclusión: que como en el Derecho penal, tengamos que
asilarnos en una suerte de norma primaria de infracción para el caso que el juez
considere que la conducta configura culpa (sea ésta omisiva o comisiva). 843 Claramente, la
no existencia de tipicidad dificulta la construcción de un estándar desde la regla general
186
del neminem laedere, que no puede determinar, a favor del juez, ningún radio
determinado de bienes protegidos.
Al margen del argumento dogmático, hay, nos parece, un argumento adicional. Betti
distingue muy claramente entre el establecimiento de deber ser, es decir, deberes de
comportamiento exigidos por la común convivencia (Seisollen y, en el supuesto de la
responsabilidad civil, alterum non laedere), del deber de conducta. El primero, por
ejemplo, constituye una concreción del deber de convivencia social; al segundo lo
caracteriza la bilateralidad: un sujeto activo determinado o determinable que puede exigir
una conducta determinada, a priori.844
187
Aun cuando la culpa no constituya siempre infracción de un deber, mantiene en su
esencia, en términos que la culpa es el reproche que se formula a la conducta de un
sujeto, cuando este estaba en posición de prever y/o evitar el daño, de acuerdo a un
estándar social de comportamiento, determinado normativa o judicialmente.
Pero, por otro lado, podríamos preguntarnos si acaso puede la culpa restringir hoy en
día la antijuridicidad, es decir, que pese a que la conducta fuese ilícita, se viole un deber
de cuidado, si se quiere, no se pueda afirmar la responsabilidad. A nuestro juicio sí.
Algunos están convencidos que el fin de protección de la norma es un elemento normativo
que debe jugar un papel importante para la determinación de los daños resarcibles, pero
es un problema del que nos ocuparemos brevemente en el apartado siguiente.
En suma, este repaso funcional nos permite comprender que la culpa opera en un radio
distinto del injusto, del desvalor de la conducta. Pueden integrarse en determinadas
conductas, pero la culpa actúa precisamente para ampliar su extensión o para restringirla,
permaneciendo en ese caso, los elementos integrantes del reproche: la previsibilidad
abstracta y la evitabilidad. La negación de un instituto que realice la desvalorización de
conductas en responsabilidad civil se ha traducido en un verdadero desconcierto
dogmático. Siguiendo a Díez-Picazo, el fin de protección de la norma debe ser
considerado como un elemento propio de imputación,847 pero del mismo modo ha
peregrinado prácticamente por todos los elementos de la responsabilidad civil. Así, Alpa y
Besone la ubican en el daño, como mecanismo delimitador de intereses
tutelados,848 mientras que Pantaleón la trata, de modo similar, a propósito de la imputación
objetiva.849 Aproximaciones como estas nos conducen al segundo gran problema de la
culpa, es decir, sus relaciones con la causalidad y la teoría de la imputación objetiva,
materia con la que concluiremos nuestras reflexiones sobre el concepto.
Ahora bien, el juicio de responsabilidad implica distinguir dos momentos. Por un lado,
determinar la concurrencia de los requisitos necesarios para la configuración de la
188
causalidad; de otro lado, la determinación de los daños de los que responde el o los
autores. Como señala San Martín: "Una vez establecido que se cumplen tales requisitos
y, por consiguiente, individualizado un sujeto responsable, es necesario determinar las
consecuencias dañinas que deben ser adscritas a la obligación mencionada, pues no
basta con sostener que alguien es responsable, es necesario señalar también por cuánto
responde. De esta manera, el juicio positivo de responsabilidad civil comprende dos
razonamientos sucesivos y copulativos: el establecimiento de la obligación de resarcir a
cargo de un sujeto determinado, an debeatur, y la determinación de las consecuencias
dañinas indemnizables, esto es, la extensión de la responsabilidad, quantum
respondeatur".853
De acuerdo con otra tesis, que arranca de la idea de imputación de Hegel (y la tesis de
la imputación objetiva), el juicio de causalidad debe separarse del de imputación. Con el
primero, de carácter fáctico, debe determinarse (o descartarse), el círculo de
responsables, en tanto que los problemas de imputación permitirían distinguir los daños
indemnizables.858Para Pantaleón, debe distinguirse de las cuestiones causales,
destinadas a delimitar el círculo de responsables, del problema normativo de la
imputación objetiva, que persigue la determinación de los perjuicios resarcibles. Como
indica el autor: "Es equivocado buscar un concepto específico de 'causalidad jurídica'. El
Derecho no puede sino partir del concepto de causalidad propio de la Lógica y de las
Ciencias de la Naturaleza (...) Los operadores jurídicos no son 'productores', sino
'consumidores' de las leyes causales...". Agrega: "Una vez queda establecido que la
conducta del demandado ha sido de hecho una de las causas del perjuicio sufrido por el
demandante, resta la cuestión de si el demandado debe o no responder legalmente de
todo aquellos que ha causado. A diferencia del hecho de la causación, con el que
189
desgraciadamente a menudo se confunde, éste es un problema esencialmente
jurídico".859Larenz propuso una delimitación de las consecuencias dañosas opera en un
radio de la causalidad materia y que dicha discriminación debía hacerse en función de la
previsibilidad o adecuación de las conductas, como veremos en breve.
En cualquiera de los dos casos, las posiciones expuestas son la constatación de que la
solución causal no se satisface con criterios naturalísticos y que, por el contrario, es
necesario recurrir a criterios normativos que bien atajen los excesos de la causalidad
material o bien permitan solucionar aquellos casos en los que esta falla. 860En otras
palabras, tanto si se considera el análisis normativo como una cuestión propia de la
causalidad, como si se le estima como un problema de imputación, deslindado del
anterior, en ambos casos los criterios normativos vienen en auxilio del test fáctico, tanto
para determinar el responsable, como para delimitar los daños causados.861
Por ello, se ha sostenido que la causalidad se conforma con un test fáctico y otro
normativo, y que, por tanto, la teoría de la equivalencia de las condiciones, con el test de
la supresión mental hipotética, utilizada para descartar la concurrencia de determinadas
circunstancias, debe ser complementada por los elementos normativos de la imputación
objetiva, precisamente para delimitar exactamente el círculo de responsables. 862Como
afirma el profesor Pizarro Wilson: "Hoy parece acertado afirmar que la equivalencia de las
condiciones no siempre resulta autárquica para la solución de los problemas de la
causalidad. Ya sea que se estime necesario distinguir el fundamento de la
responsabilidad civil o lo que Viney denomina el problema de fondo y la prueba de la
causalidad o, por último, Corral quien plantea la aplicación de la equivalencia de las
condiciones seguida de la imputación objetiva (Corral, op. cit., p. 193 y ss.), en todas las
propuestas la previsibilidad constituye la clave para resolver el problema de la causalidad.
En efecto, la causalidad material no es suficiente para configurar el vínculo causal, parece
necesario aún que exista un vínculo directo entre el hecho y el sujeto determinado o el
objeto que interviene en la causación del daño. De ahí el recurso a las teorías que utilizan
un criterio de previsibilidad o probabilidad para fijar la causalidad". Agrega: "La
equivalencia de las condiciones con independencia del fundamento de la responsabilidad
civil resulta apropiada para establecer el vínculo causal en todos aquellos casos en que
existe certeza que el hecho imputable ha sido una condición necesaria para el daño. Si
procedemos a eliminar el supuesto antecedente causal y el resultado desaparece
podemos concluir en base a la equivalencia que el hecho es causa del daño. Sin embargo
como bien muestra la actual literatura no siempre este análisis resulta fructífero,
existiendo situaciones en que el ejercicio de supresión mental no resuelve el problema de
la causalidad. Este análisis se presenta con independencia del fundamento de la
responsabilidad. De ahí que la doctrina confluya en la necesidad de aplicar un criterio de
previsibilidad, el cual siempre plantea una cierta relatividad, ya que deberá estarse a un
patrón in abstracto para lograr establecer que el supuesto hecho causal tiene la aptitud
para desencadenar el hecho dañoso. La forma de determinar el vínculo causal depende
del caso in concreto, en el cual deberá aplicarse un test empírico y otro normativo".863
190
aislados han considerado que la dilucidación fáctica no alcanza para la resolución del
problema causal. Así lo entendió por primera vez la Corte Suprema, en la emblemática
sentencia de 26 de enero de 2004, pronunciada por la Cuarta Sala. Por primera vez, la
Corte modificaba su doctrina, al entender que en la causalidad había un componente
normativo, que la hacía susceptible de revisión por la Corte: "Cuarto: Que
tradicionalmente se ha estimado que la causalidad exige que entre el hecho y el daño
exista una relación necesaria y directa y si bien estas expresiones resultan un tanto vagas
para resolver los casos más complejos, tiene la virtud de destacar los elementos
determinantes de la causalidad: el naturalístico y el normativo. El primero exige, una
relación natural de causalidad, que se expresa en un nexo de causa a efecto, y el
segundo, que el daño resulte atribuible normativamente al hecho". Se agrega: "Sexto:
Que, con todo, la causalidad es una cuestión de hecho en su primer aspecto —el
naturalístico—, esto es, entendido como condición necesaria de la responsabilidad; pero
la atribución normativa del daño al hecho ilícito (daño directo) encierra elementos y
aspectos de derecho y, como tal, es susceptible de ser revisados por la Corte Suprema
mediante el presente recurso de casación en el fondo".866
191
La denominada teoría de la imputación objetiva tiene su origen en el eminente civilista
Larenz, quien intenta distinguir los problemas de causalidad, de aquellos de imputación.
Según Larenz: "...una consecuencia no adecuada al acaecimiento base de la
responsabilidad no puede ser imputada al obligado a indemnizar, y por tanto, no ha de ser
tenida en cuenta al indagar la extensión del daño indemnizable. Y esto quizás no porque
el hecho generador de responsabilidad no fuese causal según el resultado, sino porque,
aunque lo sea, en esta relación causal, puesto que es inadecuada, no puede fundarse
ninguna responsabilidad. Al responsable del hecho solamente le pueden ser imputadas y
tenidas en cuenta en la determinación de daño aquellas consecuencias adecuadas al
hecho generador de responsabilidad. Se trata, por consiguiente, de una imputación
objetiva de las consecuencias producidas, no de una imputación subjetiva a título de
culpa".869 Como explica de La Cuesta, Larenz fundamenta la responsabilidad objetiva en
la voluntad capaz de dirigir y prever el curso causal, no siendo una teoría causal, sino una
de imputación.870
Desde esta lectura, ahora normativa, se arranca de la premisa de que todas las
personas cumplen un rol social, es decir, como indica Díez-Picazo, toca a las personas
administrar un determinado segmento de la vida social y, en consecuencia, la cuestión
está en determinar de qué modo se apartan de ese rol exigido.873
192
existe experiencia o conocimientos acumulado sobre la incidencia del factor en el
resultado. Para corregir estos aspectos Corral propone adoptar la teoría de la imputación
objetiva, con sus adecuaciones al campo civil". Agrega: "Estimamos de este modo que la
previsibilidad del resultado complementado con el análisis del incremento ilícito del riesgo
ordinario de la vida constituyen el nexo de causalidad para los efectos de atribuir
responsabilidad civil al agente".879
Sin duda alguna este principio convive con otro, desarrollado en el terreno de la
imputación objetiva, en el campo del Derecho penal, que establece el criterio de que si la
víctima es responsable, resulta inadecuado establecer prohibiciones en las actuaciones
de terceros, pues la víctima, en principio, puede cuidar perfectamente sus propios
bienes,883 mientras que en responsabilidad civil la doctrina se refiere a una carga de la
víctima y no de un deber que impide el auto-daño, afirmándose la exclusión de
responsabilidad desde el principio de auto-responsabilidad. 884 En términos más precisos,
Díez-Picazo entiende que si en la configuración de un contacto social el control de la
situación corresponde a la víctima, deben imputarse a ella las consecuencias lesivas y no
al supuesto autor.885
193
además de otro normativo. Sin embargo, pueden señalarse algunos ejemplos en los que
se emplean criterios de imputación. Veamos algunos casos.
194
Analizado el panorama de la causalidad en materia de responsabilidad civil en el
Derecho chileno, revisemos finalmente cuáles son las relaciones que este elemento
presenta con la culpa. Analizaremos la cuestión en un doble plano. En primer lugar,
haremos un breve esbozo dela discusión, tal como ésta se ha presentado en la filosofía
del Derecho. En segundo lugar, examinaremos el problema en la dogmática chilena.
195
mundo circundante Como indica Perry: "Outcome-responsibility is only one element
among others in the moral universe".892
Finalmente, Perry nos ofrece un análisis de las bases filosóficas de las posiciones que
defienden la responsabilidad estricta, y, ahora desde este punto de vista, nos dice que
una responsabilidad por el resultado siempre envuelve una evaluación de nuevas
actitudes y conductas, de acuerdo con la experiencia del sentenciador. Concretamente,
en cuanto a las relaciones de la responsabilidad por el resultado y la causación sostiene
que el sentido común de la causalidad indica que esta surge en la medida que nosotros
intervenimos o manipulamos el mundo externo o las consecuencias se producen como
consecuencia del medio ambiente. Así, tanto en la responsabilidad por negligencia, como
en la causalidad próxima, el test de la previsibilidad juega un papel importante,
conectándose también por esta vía culpa y la causalidad. La causalidad también requiere
una posterior comparación para la determinación de los procesos causales previsibles,
regulares. De modo que Perry arriba a la muy natural conclusión que la evaluación de los
procesos causales no se diferencia de una evaluación propia de la responsabilidad por
culpa.893
196
Ideas similares buscan una aproximación completamente diversa, porque otros han
sostenido que no hay diferencias estructurales entre responsabilidad estricta y por culpa,
pero ahora para destacar las insuficiencias de la culpa y proponer una responsabilidad
personal. Este esfuerzo ha sido hecho especialmente por Jansen, quien argumenta que
es un error presentar la responsabilidad objetiva y por culpa como dos hipótesis
diferentes, porque en ambos casos estamos en presencia de una responsabilidad
personal derivada de la lesión a bienes jurídicos de otro.
Jansen piensa que la culpa es inadecuada para resolver aquellas hipótesis en las que
no existe ninguna infracción al deber de cuidado, como en el famoso caso Bolton vs
Stone, resuelto en Inglaterra.895Por su parte, la responsabilidad estricta está limitada a los
sucesos inevitables, con lo que se aproxima a la responsabilidad por culpa. Agrega que
tales confluencias tienen el siguiente fundamento: "La base normativa de tales reglas y
decisiones se encuentra en la sencilla idea de que el equilibrio de intereses contrapuestos
no se deja regular satisfactoriamente, en tanto que no se reconozca la primacía de uno de
ellos, de manera que la correspondiente actividad será prohibida. Así, un interés está
justificado si una parte afecta al interés de otro sin causarle un daño. Análogamente un
tribunal holandés había decidido con anterioridad, que no sería de esperar que un
productor de coches, bajo determinadas circunstancias, examinara todos los
componentes de su actividad funcional; económicamente, sin embargo, sí tiene que
asumir su propio riesgo si omite lo anterior. Del mismo modo sería decidido en Alemania
el caso de la lavadora, que a una ama de casa no le podría ser exigido una custodia
constante de la lavadora; es obvio, sin embargo, que incurra en responsabilidad cuando
omite dicho cuidado. El dañado cuanto menos tiene derecho a una compensación —esto
hace aceptable el riesgo de sus bienes jurídicos; y al ama de casa se le permite salir de
vivienda— aunque hasta el precio del riesgo asumido".896
Según Jansen, la superación de la dicotomía supone asumir que los tribunales no solo
se preguntan hoy en día como debe conducirse adecuadamente una actividad
determinada, sino quién debe asumir los costes y riesgos, de modo que se trata de
determinar la distribución justa de los riesgos. Finalmente, Jansen rechaza algunos de los
presupuestos en los que se funda la distinción, como la dicotomía justicia correctiva-
distributiva, porque asume que el Derecho de daños está estructurado de modo complejo,
que exige una combinación de ambas. La justicia correctiva fundamenta el régimen de
responsabilidad, como un sistema de respuesta individual, que permitiría justificar, por
ejemplo, el rechazo de asumir un sistema de seguros, pero no define el alcance de esa
responsabilidad personal, entrando en juego la justicia distributiva, comprendiéndose la
negligencia desde esta perspectiva de distribución de costes.897
Una aproximación similar, pero más compleja, está representada por la tesis de Honoré,
a quien debemos uno de los esfuerzos más serios para resolver el problema de los
vínculos entre culpa y causalidad y, por lo mismo, entre responsabilidad estricta y por
culpa. Veamos entonces cómo desarrolla sus ideas.
197
dice Honoré, se aplica a personas capaces, cuyo concepto debe diferenciarse de la
competencia.
El tercer pilar de la tesis está representado por la capacidad, que articula las dos
especies de responsabilidad por el resultado. Según el autor, tanto la responsabilidad por
culpa, como la responsabilidad estricta requieren de la capacidad del sujeto para entender
el significado de sus acciones dañosas y, desde esta perspectiva, ambos tipos de
responsabilidad legal constituyen un género de la responsabilidad por el resultado de
nuestras acciones. Las diferencias entre culpa y responsabilidad estricta se traducen en el
tipo de evaluación: en la negligencia, se evalúa si el sujeto debería haber actuado de
manera diferente; en la responsabilidad estricta, dicho juicio no es necesario.899
198
Para delimitar adecuadamente un concepto de la culpa, nos ha parecido indispensable
concluir nuestras reflexiones en este capítulo analizando la problemática cuestión de las
relaciones entre culpa y causalidad.
Uno puede dudar que en una materia como esta exista realmente un problema, desde
que, aunque la jurisprudencia haya introducido modificaciones importantes dentro del
sistema clásico, la culpa sigue jugando el papel de régimen común y, asumido lo anterior,
uno tiende a pensar que no existen mayores cuestionamientos, desde que el sistema de
la culpa —objetivado o no, presunto o no— y el de la responsabilidad propiamente
estricta, establecida por la vía legal, gozan de esferas de acción distintas.
Pero, como hemos visto, la causalidad no sólo envuelve un juicio fáctico, sino que es
necesario introducir criterios normativos que la limiten. Algunos de estos criterios son
perfectamente distinguibles de la culpa y pueden operar en un radio diferenciado de ésta
(pero a veces la presuponen, como veremos).901 Pero, algunos de dichos elementos,
como la previsibilidad y la creación de riesgos no permitidos, en la imputación objetiva,
son difícilmente distinguibles de la culpa. El problema, por cierto, se intensifica en la
omisión y en las figuras de comisión por omisión, por la sencilla razón que buena parte de
la doctrina viene poniendo en duda que en ellos exista un problema de causalidad. 902 Y
debido a que estos casos deben ser resueltos mediante mecanismos normativos, si se
emplea la previsibilidad la confusión con la culpa es inevitable. Analicemos estos dos
extremos de conexión.
199
provocar el resultado típico, mientras que las condiciones que por casualidad producen un
resultado, son jurídicamente irrelevantes.905
Ahora bien, la teoría de la causalidad adecuada ha recibido todo tipo de críticas, tanto
desde el campo civil, como del penal. Por ejemplo, Maggiore le reprocha el hecho que se
base en la generalización y, por tanto, en la abstracción. En abstracto, antes que el efecto
que se verifique, no podemos llamar adecuada ninguna causa.906
En la dogmática chilena, las posiciones relativas a la previsibilidad, han sido tres. Como
explica el profesor Corral, no debe confundirse la previsibilidad de la culpa con la
previsibilidad en la causalidad: "Pensamos que la diferencia se sitúa más bien en el
contenido. En la relación de causalidad se analiza el resultado objetivo que se produjo
después de un comportamiento: es ese el resultado que nos interesa relacionar, por
medio de la previsibilidad, con el actuar del agente. En cambio, en la culpabilidad la
previsibilidad estará referida a las consecuencias generales dañosas que permiten
calificar una acción humana como imprudente".911 También está de acuerdo con esta
óptica, Mejías, aunque sus análisis se centran en determinar criterios delimitadores de la
responsabilidad en casos de daños por rebote.912
200
Por su parte, Urgarte ha intentado construir una base dogmática para la introducción de
la previsibilidad en la causalidad, empleando una lectura filosófica clásica al problema. A
nuestro juicio, el profesor Ugarte centra la cuestión en la conducta, especialmente aquella
que puede construirse desde la perspectiva aristotélica para, desde ahí, sostener la
necesariedad de la previsibilidad al definir problemas de causalidad. 913 Para Baraona, no
cabe duda que la previsibilidad es estructural al juicio de causalidad.914
Con todo, deben introducirse algunas precisiones. Pensamos que llevan razón quienes
plantean escindir de la causalidad, como criterio normativo, la previsibilidad, porque no
resulta distinguible, en efecto, de la culpa. Y que el criterio normativo en cuestión, debe
estar ajeno a la determinación del quantum, en la medida que se reconozca que el
régimen tiene como función primordial, la reparación de un daño y no una pena. 920 No
obstante, si la culpa es un criterio de distribución de riesgos sociales, hay determinados
ámbitos en la causalidad que vienen resueltos, a través del mecanismo de la culpa, a la
hora de individualizar el círculo de responsables. De esta cuestión nos ocuparemos en el
apartado siguiente, al tratar el problema de la determinación de la creación de riesgos no
permitido.
201
La creación del riesgo no permitido, determinado a partir del deber de cuidado, crea un
radio de conductas que, en definitiva, son desaprobadas socialmente. Y, desde este punto
de vista, no cabe duda que culpa —entendida sólo como infracción del deber de cuidado
— y causalidad, superponen el juicio tendiente a identificar el causante del daño. 922 Como
afirman, con acierto, Salvador Coderch, Garoupa y Gómez Ligüerre: "En las definiciones
transcritas, el deber de cuidado y la causalidad se distinguen como si pertenecieran a dos
mundos diferentes. En este trabajo se pretende demostrar que las cosas no son así y
que, como demuestra la práctica, la exigencia de una relación de causal duplica muchos
—sino todos— los elementos propios del deber de cuidado (...) Por este motivo,
precisamente, la doctrina clásica ha concebido la causalidad como límite a la
responsabilidad, equivalente al que impone la existencia de un deber de cuidado. Como
ambos constructos doctrinales cumplen el objetivo de identificar al responsable del daño,
ambos se solapan y suponen tareas —al menos en parte— superfluas".923
La coincidencia que anotamos, con todo, supone admitir que la culpa implica siempre la
infracción de un deber de cuidado y que en la construcción del estándar tiene que
encontrarse siempre un deber asociado normativamente. Pero este extremo es debatible,
tal como se ha argumentado latamente en este trabajo.
202
agente. Así, Perry sostiene que la culpa importa la consideración consciencia del nivel de
riesgo que el potencial dañante expone a los demás.925
203
deberes que pertenecen al rol de aquellos que asumen libertad de organización. El
derecho a la libre organización conlleva como sinalagma el deber de ocuparse de que
dicha organización no resulte lesiva. En esta medida, se trata del rol genérico de toda
persona de reclamar derechos —libertad— y de reconocer los derechos de los demás".928
CONCLUSIONES
I. Si bien es cierto no puede afirmarse una relación equivalente entre la culpa, tal como
ésta fue concebida en el mundo griego, con el pensamiento de los juristas romanos, dado
que se trató de evoluciones paralelas, es posible encontrar en la filosofía aristotélica,
particularmente en el tratamiento de los actos voluntarios e involuntarios (especialmente
en relación con la expresión ἁμάρτημα), la huella, el germen o esencia de la culpa
estricta.
204
2. Dado que Santo Tomás se fundamenta, a su vez, en la diferenciación entre actos
voluntarios e involuntarios de Aristóteles, (y a su vez se repara en la coincidencia entre el
planteamiento del Santo Tomás y los textos romanos), podría pensarse que aun cuando
no hay plena equivalencia entre el concepto romano de la culpa y los términos griegos
que directa o indirectamente se vinculan con él, especialmente ἁμάρτημα, no puede
dudarse de la influencia del pensamiento aristotélico en el romano, en el sentido de que
coloca en el centro de la culpa la situación de control del sujeto. Dicho estado se aplica
tanto a los casos en que el suceso está a nuestro alcance en el momento que acontezca,
como a aquellos en que el suceso se produce en un momento anterior a nuestro radio de
acción, pero no se evitó precisamente por nuestra culpa. Esta es la razón por la que la
culpa constituye un reproche a nuestra conducta, a las fallas en nuestros mecanismos de
control y a la falta de aptitudes para desarrollar un comportamiento.
3. Desde esta inicial coincidencia, puede afirmarse, sin embargo, que la culpa
elaborada con la interpretación de la lex Aquilia constituyó un aporte genuino, en el
entendido que los juristas romanos lograron elaborar un concepto técnico, pensado para
la resolución de asuntos de carácter propiamente jurídicos. El término reunía, de este
modo, acepciones de la expresión que se encontraban diseminadas en varias raíces
griegas, que coincidían parcialmente con un radio o ámbito del concepto de la culpa. Lo
mismo puede deducirse si se compara con las raíces hebreas que describían el fenómeno
del pecado y de la falta, individual o colectiva.
5. Con todo, no debe perderse de vista que la aversión de los juristas romanos
republicanos y clásicos hacia las definiciones no se contrapone a lo que hemos
considerado como la originalidad del pensamiento romano, es decir, la elaboración de un
concepto técnico-jurídico, dotado de un contenido bastante preciso que fue transmitido
hasta la codificación. La ausencia de abstracción importó que los juristas romanos no
consideraron la culpa como un criterio de responsabilidad, es decir, como un elemento
abstracto, desprovisto de las particulares condiciones propias del caso sujeto a decisión.
Por esta razón, la culpa asume un papel funcional en relación con los restantes elementos
de la responsabilidad, al encontrarse los juristas romanos despojados de las categorías
dogmáticas modernas.
205
II. Encontradas las raíces de la culpa romana en el pensamiento griego, y habiendo
establecido la originalidad de los juristas romanos, cabe delimitar exactamente el
contenido de dicha culpa en el Derecho romano y la forma en la que esta operó en el
sistema de la responsabilidad civil.
1. Como se ha venido advirtiendo, en los textos romanos se puede apreciar que la culpa
se traduce en la situación inicial de control, de modo que en los pasajes del Digesto
podemos reconocer aquellos supuestos en los que el autor prevé la producción del hecho
ilícito como posible, pero por liviandad, precipitación o desatención cree que no se
verificará, no adoptando las previsiones necesarias para evitarlo. Junto a ella hay
numerosas situaciones en que el agente no llega siquiera a concebir la posibilidad del
resultado encontrándose en posición de evitar una consecuencia dañosa por imprudencia,
descuido, impericia o ineptitud. Por la misma razón, en la culpa se requiere que un sujeto
se abstenga de realizar aquellos actos en los que carece de preparación o aptitud.
4. Además, hay otra cuestión que nos parece significativa. Del estudio de los casos en
los que se utiliza la culpa para resolver las cuestiones causales puede extraerse un
elemento común: en todos ellos el análisis normativo o culpabilístico se efectúa antes de
conectar materialmente una conducta con un resultado. La decisión del D. 9, 2, 11pr nos
parece extraordinariamente clara, pues el sujeto responsable no inicia el curso causal,
pero se le imputa el resultado y no se le trata como un mero instrumento empleado por el
jugador de pelota que lanza con fuerza el balón. Al afeitar en un lugar reconocidamente
peligroso, de acuerdo al tipo de actividad, el barbero sabía o debía conocer que
desarrollar dicha actividad en dicho lugar podía desencadenar un resultado pernicioso
para el esclavo, y por eso se le hace responsable del perjuicio. Si mentalmente nos
situamos en este contexto, resulta claro que afirmar la responsabilidad del barbero
supone razonar en términos de culpa o en términos exclusivamente normativos, aunque el
pensamiento disfrace dicha conexión con la causalidad.
206
5. El trabajo nos ha permitido llegar a conclusiones que juzgamos originales. En primer
lugar, porque no solo hemos analizado y sistematizado las principales corrientes sobre el
concepto de la culpa en el Derecho romano, sino que se ha propuesto que la tesis que
describe la culpa como falta, tanto en el orden de la custodia, como en el supuesto de
la lex Aquilia, supone un importante esfuerzo de superación de las tesis reduccionistas,
constituyendo la mejor explicación de su esencia y contenido, pero hemos agregado a
este análisis una mirada sistemática, mostrando cómo la tesis de la culpa como falta
queda mejor demostrada si se analiza el elemento en el juicio de responsabilidad.
2. Desde luego, sostenemos que los aportes del Derecho canónico no desvirtuaron en
modo alguno la esencia del concepto, tal como éste fue configurado en el Derecho
romano. Ya hemos analizado cómo Santo Tomás concibe la culpa de modo similar a los
juristas romanos, fundándose en el pensamiento aristotélico. Por su parte, la Segunda
Escolástica española, precedente especialmente de Grocio, sentó las bases sistemáticas
de la regla general de responsabilidad, a través de la doctrina del pecado filosófico, pero
que no incidió en el concepto de la culpa.
3. Es por esta razón por lo que hemos afirmado que el Code no siguió en estas
materias el pensamiento ético, ni a la metodología de Domat. Las razones han sido
expuestas en la investigación y no parece pertinente repetirlas en este lugar. Sin
embargo, todos nuestros argumentos están basados en dos supuestos: a) que la
metodología de Domat difiere de la metodología e incluso del fundamento filosófico del
iusnaturalismo racionalista, pues como jansenista buscó una fundamentación
trascendente para el Derecho, apartándose de la secularización del Derecho que
proponía la otra corriente. Si el Code fue hijo de las ideas iusnaturalistas, éstas provienen
en último término de la doctrina jesuítica del pecado filosófico, que pareció otorgar un
marco apropiado para el desarrollo de la cláusula general de responsabilidad. Es notorio
que fuesen los jansenistas quienes precisamente se opusieron tenazmente a esta última
doctrina; b) a nuestro juicio, mientras en el Code la expresión fue tomada en su sentido
natural y obvio, es decir, como sinónimo de la conducta intencional (por cuanto
el Code, cuando se refiere a la imprudencia y a la negligencia, no emplea la palabra); en
cambio, en Domat la expresión se identificaba con la negligencia y la imprudencia. La
207
conclusión indicada precedentemente no implica que algunas de las reglas de
responsabilidad civil contenidas en el Code se hayan inspirado en la sistematización y el
orden que Domat imprimió a los materiales romanos, pero otra cosa distinta es inferir
desde allí que se asumió el enfoque ético de este autor.
IV. En relación con el aspecto propiamente dogmático del concepto de la culpa, como
en el Derecho romano, cuyo esquema sirve de fundamento a nuestras reflexiones,
proponemos un enfoque sistémico. Ello supone analizar la culpa en sus vinculaciones con
los restantes elementos de la responsabilidad, y desde ellos pensar en su concepto. No
hemos ensayado una definición, sino que hemos considerado que las reflexiones sobre el
concepto de la culpa deben ser efectuadas deteniéndonos en el análisis de los
componentes que dicho concepto debe valorar. Así, hemos sostenido que un concepto de
la culpa estricta debe resolver las siguientes cuestiones: sus vínculos con el elemento
psicológico, las relaciones con la antijuridicidad y lo propio con la causalidad.
208
equivalencia de las condiciones, empleado para descartar la concurrencia de
determinadas circunstancias, debe ser corregido en determinados supuestos (como, por
ejemplo, en los casos de causalidad hipotética), por los elementos normativos de la
imputación objetiva, precisamente para delimitar exactamente el círculo de responsables y
no solo, como en la tesis de Pantaleón, para definir el ámbito de los daños indemnizables.
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