En Que Afecta El Calentamiento Global Ala Gastronomia
En Que Afecta El Calentamiento Global Ala Gastronomia
En Que Afecta El Calentamiento Global Ala Gastronomia
GASTRONOMIA
Al hablar de cambio climático, la primera preocupación que surge suele ser el fenómeno de
derretimiento de los polos y el aumento del nivel del agua de los océanos. Sin embargo, hay otros
temas ambientales que también se ven muy afectados por el aumento de la temperatura media.
Uno de ellos acaba de ser puesto en primer plano en un informe elaborado por los integrantes del
Programa de Investigación del Cambio Global de los Estados Unidos ( Usgcrp). El trabajo dedica un
capítulo completo para describir los problemas que el incremento de la concentración de algunos
gases de efecto invernadero genera en forma directa sobre la producción y la distribución de
muchos alimentos y cultivos básicos y sobre sus contenidos nutricionales.
“El aumento de temperatura promedio está asociado a una mayor presencia de CO2 en la
atmósfera. Y este compuesto también interviene en la fotosíntesis, acelerándola”, le explicó a
PERFIL el doctor Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA.
Según este experto, el aumento en la concentración de CO2 ayuda a “fertilizar” las plantas
estimulando su crecimiento. Y en algunas especies –incluyendo a muchas que integran la base de la
pirámide alimentaria, como el trigo, el arroz y las papas–, esta situación genera un menor nivel en su
contenido de proteínas y de diversos nutrientes, algo que genera preocupación porque puede
afectar directamente los niveles de nutrición de cientos de millones de personas en el mundo.
El estudio del Usgcrp asegura que “hay abundante evidencia científica que demuestra la relación
directa entre el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera y una paralela disminución en la
concentración de proteínas y minerales esenciales como calcio, magnesio, hierro y potasio en las
plantas. Y el mismo proceso también contribuye a elevar la cantidad de azúcares y carbohidratos”.
Por otra parte, Taboada llamó la atención sobre otra de las consecuencias que genera el cambio
climático y sus efectos en la producción de alimentos: “la mayor temperatura y humedad del
ambiente eleva la cantidad de patógenos presentes en los campos y que afectan a los cultivos. Por
ejemplo hongos e insectos. Eso también contribuye a amenazar la seguridad alimentaria”.
Di Paola agregó que “entre 1998 y 2011, nuestro país perdió el 3,27% de la superficie de sus bosques
nativos y al mismo tiempo aumentó la superficie de los territorios para usos agropecuarios. Sin
embargo, los esfuerzos de conservación, por ejemplo a través del Fondo para el Enriquecimiento y
la Conservación, son ínfimos”.
Según esta experta, en 2016 la cifra del Presupuesto para este Fondo fue de –apenas– el 5% del
total que indica la Ley. “Y este tipo de decisiones vienen repitiéndose desde 2007”. La consultora
también le dijo a PERFIL que “si bien el Estado trabaja este tema desde ‘el discurso’, quienes lidian a
diario son los privados, que deben convivir con esta creciente problemática ambiental y se ven cada
vez más afectados por la imprevisibilidad climática”.
La agricultura
El cambio climático (variación global del clima) afecta negativamente a la agricultura y la agricultura
contribuye al cambio climático: una relación bidireccional a la que deberíamos temer.
Los cultivos necesitan tierra, agua, luz solar y calor adecuados para crecer. El calentamiento global
altera el desarrollo y el ciclo reproductivo de las plantas, adelantando las épocas de floración y
cosecha y disminuyendo el rendimiento de los cultivos. Además, las variaciones de las temperaturas
y de las estaciones de crecimiento promueven la proliferación y propagación de plagas y malezas. Y
como consecuencia de la modificación de los regímenes de lluvias, se pierden cosechas y disminuye
la producción a largo plazo de los principales cultivos.
Como otra consecuencia del cambio climático, sería menos previsible el clima, lo que complicaría la
planificación de las actividades agrícolas y modificaría muchas zonas de cultivo, obligando a los
agricultores a adaptarse, y poniendo en peligro la vegetación y la fauna. Aumentaría el nivel del
mar, lo que sería una amenaza para la valiosa agricultura de las costas, en particular en las islas
pequeñas de tierras bajas.
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Y no olvidemos que los alimentos que comemos normalmente llegan a nuestra mesa tras ser
producidos, almacenados, elaborados, envasados, transportados, preparados y servidos, siete fases
que liberan gases de efecto invernadero a la atmósfera. El transporte y los procesos de elaboración
posteriores a la producción agraria también contribuyen al cambio climático. La producción agraria
está en constantemente crecimiento debido a su desarrollo, al aumento de la demanda de
alimentos y a los cambios en las pautas de consumo, por lo que hay que mejorar su eficiencia y
cambiar las directrices para frenar el cambio climático.
Ganadería
Hace ya unos años que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación) publicó un informe en el que anunciaba los efectos negativos del sistema pecuario en
planeta y que proporcionaba datos como que comer carne contaminaba más que usar el coche. A
escala mundial, el sector ganadero genera el 18% de gases de efecto invernadero, mientras que el
transporte (mucho más asentado en la imaginación colectiva como causante de contaminación y
cambio climático) produce el 13% de estas emisiones. Y a esto habría que añadir que una parte
importante de todo el transporte pesado está relacionado con la ganadería. Además, nuestro
consumo de carne es responsable directo de dos tercios del amoniaco antropogénico, que
contribuye a la lluvia ácida y a la acidificación de los ecosistemas.
La utilización del territorio para la ganadería intensiva es también una causa importante de
deterioro antropogénico del mismo. El 26% de la superficie terrestre no cubierta por el hielo se
dedica al pastoreo. De la superficie cultivada, un 70% se dedica a la alimentación de ganado. La
producción de carne es el mayor causante de la deforestación, directamente o a través del cultivo
de soja y maíz para la alimentación del ganado. El 20% de todo el territorio dedicado al pastoreo se
ha deteriorado, especialmente en las zonas secas, donde tres cuartas partes del terreno sufre
desertificación, erosión o compactación (sobre todo la de subsuelo).
La ganadería utiliza el 8% del agua mundial disponible. Se estima que para producir 1 kg de carne de
vacuno intensivo son necesarios 20.000 litros de agua. Uno podría ducharse durante todo un año
con el agua necesaria para producir un kilogramo de ternera. La actividad ganadera figura entre los
sectores más perjudiciales para los cada día más escasos recursos hídricos, contribuyendo a la
contaminación del agua y la destrucción de los arrecifes de coral. Los principales agentes
contaminantes son los desechos animales, los antibióticos y las hormonas, los productos químicos
utilizados para teñir las pieles, los fertilizantes y pesticidas que se usan para fumigar los cultivos
forrajeros.
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La ganadería libera importantes cantidades de dióxido de carbono que dañan el clima. El metano es
producido por el ganado durante la digestión debido a la fermentación entérica y se libera por los
gases. También puede ser liberado por el estiércol y los residuos orgánicos almacenados en los
vertederos. Las emisiones de óxido nitroso son un producto indirecto de los fertilizantes
nitrogenados orgánicos y minerales.
A esto se le añade la deforestación y el consumo de agua generado para alimentar al ganado que se
convertirá en alimento para los humanos (y que se podría utilizar para otros fines ya que cada año, la
industria de la carne gasta millones de toneladas de granos que deberían estar alimentando a los
millones de hambrientos). Además, para cultivar estas grandes cantidades de cereales se utilizan
fertilizantes, pesticidas y compuestos tóxicos que dañan el medio ambiente. Y no olvidemos la gran
distribución que hace contratar el suministro de lugares cada vez más lejanos para obtener precios
más baratos, que incrementa la energía incorporada a los alimentos, es decir, que a los gastos de
producción hay que sumar los del transporte.
En resumen, los productos cárnicos (y derivados) tienen mayor huella global de carbono, materias
primas y agua por kilogramo que cualquier otro alimento.
Pesca y acuicultura
De nuevo nos topamos con esa dirección bilateral: el cambio climático influye en la pesca y la
acuicultura y estas contribuyen al cambio climático. En las aguas marinas, los eventos
meteorológicos extremos aumentan en frecuencia e intensidad. La temperatura del los océanos
cada vez es mayor. Las zonas heladas se derriten y el nivel del mar aumenta. Se están produciendo
cambios en la salinidad del agua y los océanos se están volviendo más ácidos. Debido a estos y otros
muchos efectos, se observan cambios en la distribución de los peces y consecuencias negativas para
muchos arrecifes de coral y otros organismos, que modifican el desarrollo de las especies marinas. Y
todo esto, modifica la producción pesquera y pone en riesgo la salud alimentaria.
El periodista Charles Clover habla en su libro The End of The Line: How Overfishing Is Changing the
World And What We Eat (en español “El final de la línea: Como la sobrepesca está cambiando el
mundo y lo que comemos“) sobre la tragedia de la sobrepesca global. Clover utiliza esta analogía:
Imaginen lo que diría la gente si una banda de cazadores extendieran una red de un kilómetro y
medio de largo entre dos inmensos todo-terrenos y la arrastraran por las llanuras de África. Este
artilugio fantástico lo rebañaría todo a su paso: predadores como los leones y los guepardos,
pesados herbívoros amenazados como los rinocerontes y los elefantes, rebaños de impalas y perros
salvajes. Las hembras preñadas serían barridas y arrastradas, y solo las crías más pequeñas podrían
salvarse escabulléndose entre la trama (Clover, 2004).
El autor continúa describiendo cómo la red iría precedida de un barra de pesadas ruedas de metal
que irían aplanando y destrozando todo lo que se le pusiera delante; no quedaría ni un solo árbol de
la sabana. Tras esta devastación, los cazadores revisarían los animales agonizantes capturados,
descartando muchos de ellos. Y sin embargo, lo que nos parecería inaceptable para el Serengeti o el
Congo, se practica diariamente en todos los océanos.
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¿Y que tiene que ver esto con el cambio climático? Estamos arrasando los océanos. Uno de los tipos
de pesca más dañina es la de arrastre de fondo, un modelo que produce verdaderas cicatrices en el
mar (la desaparición de peces y corales, por ejemplo), que tardan años en dejar de ser visibles, y
décadas –si lo consiguen– en recuperarse en términos ecológicos. La pesca y la acuicultura afectan
negativamente al medio ambiente.
¿Posibles soluciones?
La producción de alimentos tiene graves consecuencias en nuestra salud y en el medio ambiente.
Por ello parece necesario un cambio de modelo a través de las técnicas de agricultura, ganadería y
pesca, que frene el cambio climático y no agrave aún más el problema. A partir de cambios en los
distintos elementos del sistema productivo se deberá reducir las emisiones, los residuos, la
deforestación y la degradación, la contaminación, el uso de pesticidas, el consumo de carne animal
y sus derivados, y tomar muchas otras medidas que nos permitan cambiar el panorama actual. En
definitiva, mejorar la eficiencia del sector agrario, ganadero y pesquero; fomentar el desarrollo
sostenible asegurando el acceso equitativo a los recursos y a las tecnologías adecuadas a todo el
mundo; y adoptar medidas regulatorias que tengan en cuenta el impacto ambiental de la
agricultura, la ganadería y la pesca. Reconocer la influencia negativa de este sector en el medio
ambiente y tomar medidas respecto a ello es de gran urgencia.
Las posibles soluciones empiezan en el día a día de cada uno y acaban por implantar una normativa
respetuosa con las personas y con el medio ambiente. Es posible un consumo de alimentos
diferente al asentado en nuestras sociedades. Podemos consultar los ingredientes de los productos
que vamos a comprar, si disponen de eco etiquetas, indagar sobre las marcas, compararlos con
otros o dejar de consumir (o al menos reducir) alimentos insostenibles. Cada vez tenemos mejor
acceso a los productos ecológicos, pero aún necesitamos que aumente la demanda para que los
precios se estandaricen y para que podamos encontrar estos alimentos en cualquier supermercado.
Está en nuestras manos.
A su vez, se ha visto que la agricultura también puede producir efectos significativos en el clima,
principalmente por la producción y liberación de gases de efecto invernadero como dióxido de
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carbono, metano y óxido nítrico; por la alteración de la superficie del planeta, la cual pierde su
capacidad de absorber o reflejar calor y luz, así como por el forzante radiactivo.
La deforestación y la desertificación, además de los combustibles fósiles, son las mayores
fuentes antrópicas de dióxido de carbono. La agricultura en sí es el principal contribuyente en
incrementar las concentraciones de metano y óxido nítrico en la atmósfera del planeta.3
Se predice que el calentamiento global dará lugar a una variedad de efectos físicos que afectarán
negativamente la producción agrícola. Entre estos habría que destacar:
el aumento en la temperatura del agua del mar, junto con la pérdida parcial de glaciares, cuyo
resultado será un incremento del nivel del mar. Ello podría plantear una amenaza en las áreas
costeras, donde se verá afectado el drenaje de agua superficial y subterránea, y habrá una intrusión
del agua de mar en los estuarios y acuíferos.
la pérdida de materia orgánica del suelo por calentamiento; las temperaturas más altas del aire
pueden acelerar la descomposición de la materia orgánica y afectar la fertilidad del suelo.
las estaciones de crecimiento más largas pueden permitir a varias especies de insectos plaga
completar un mayor número de generaciones por año y también propiciar la proliferación de
enfermedades de las plantas, con el consecuente incremento de pérdidas en las cosechas.
La mayoría de los modelos del cambio climático predicen que los daños serán compartidos de
forma desproporcionada por los pequeños agricultores del tercer mundo, y, particularmente, por los
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agricultores que dependen de regímenes de lluvia impredecibles. Hay autores que predi con una
reducción total del 10% en la producción del maíz en el año 2055 en África y América Latina,
equivalente a pérdidas de dos mil millones de dólares por año.
La diversificación es, por lo tanto, una estrategia importante para el manejo del riesgo de la
producción en sistemas agrícolas pequeños. En general, los agro ecosistemas tradicionales son
menos vulnerables a la pérdida catastrófica porque, en caso de pérdidas, la amplia diversidad de
cultivos y variedades en los diferentes arreglos espaciales y temporales generan compensaciones.
En la mayoría de los casos, los agricultores mantienen la diversidad como seguro para enfrentar el
cambio ambiental o futuras necesidades sociales y económicas.
Para grupos indígenas de la sierra mexicana, cuando sus cosechas son destruidas por el granizo o la
sequía, las especies silvestres o ?quelites? constituyen la única fuente de alimento alternativo.
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árboles para proteger los cultivos contra fluctuaciones extremas en microclima y humedad del
suelo. Al conservar y plantar árboles, los agricultores ejercen influencia en el microclima, porque la
cobertura forestal reduce la temperatura, la velocidad del viento, la evapotranspiración y protege
los cultivos de la exposición directa al sol, así como del granizo y la lluvia. La presencia de árboles en
las parcelas agroforestales constituye una estrategia clave para la mitigación de los efectos
impredecibles debidos a las variaciones micro climáticas, especialmente en sistemas de agricultura
minifundista.
Muchos agricultores familiares aplican mucho sobre el suelo o siembran plantas de cobertura para
reducir los niveles de radiación y calor en las superficies recién plantadas, también lo hacen para
conservar la humedad, y para absorber la energía cinética de la lluvia y del granizo que cae. Cuando
se espera una helada nocturna, algunos agricultores queman paja u otros materiales de desecho
para generar calor y producir humo, el cual atrapa la radiación. Los camellones elevados que se
encuentran a menudo en sistemas tradicionales sirven para controlar la temperatura del suelo y
reducir la inundación mejorando el drenaje.
Las últimas investigaciones a nivel europeo indican que los cambios de temperatura como el
calentamiento y de precipitaciones están vinculados a la contaminación de vegetales y frutas.
Además, condiciones meteorológicas extremas (precipitaciones continuas o sequía),
acidificación del mar y cambios en los medios de transportes afecta a la vulnerabilidad de los
alimentos. De todo ello se deriva un aumento de intoxicaciones alimentarias, de plagas, un
incremento de bacterias y en consecuencia una pérdida de producción de alimentos.
En cuanto a los productos frescos como las hortalizas, tomates y frutas rojas, existen unidades
especializadas que se centran en el análisis de la seguridad alimentaria a nivel químico y
microbiológico a nivel europeo. Con ello, simulan espacios para proteger a estos productos del
cambio climático teniendo en cuenta todos los factores mencionados anteriormente.
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Otra consecuencia importante del cambio climático es la maduración precoz o tardía de algunas
frutas ya que aseguran su sobrevivencia. Ejemplos de ello son los aguacates, naranjas y
mandarinas, que se ha retrasado la maduración entre mes y mes y medio, además de un
cambio claro de sabor y textura de algunas frutas.
Por último, en cuanto a las hortalizas es importante destacar que son las más afectadas por el
cambio climático. Se han incrementado plagas, ácaros y gusanos. Por esa razón se ha
aumentado el uso de químicos ya que se está perdiendo mucha producción por culpa de estos
cambios.
Con todo esto ya conocemos un poco más las implicaciones del cambio climático en nuestro
sector, os recordamos estamos a vuestra disposición, siempre escogiendo los mejores
productos. Podéis consultar nuestra carta para conocer nuestros platos. ¡Os esperamos!
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