El Deseo Racional
El Deseo Racional
El Deseo Racional
El “me ayuda” va mas alla del interés parcial del aquí y por
ahora; es el acto de voluntad:
6. Conclusión
Pero en este punto del diálogo emerge una cuestión que Platón
mismo califica de importante y que apunta al centro mismo de
toda reflexión, incluso actual, sobre el placer, el deseo y las
emociones:
(Al respecto ver Elster (1993). 9 Los deseos y las creencias son
eventos mentales (actitudes proposicionales), no son eventos
físicos. En este sentido, la teoría intencional de la acción que
fundamenta la TER es compatible con una posición de monismo
anómalo respecto a la mente humana: los eventos mentales son
ontológicamente reducibles, pero no conceptualmente
reducibles, a eventos físicos. La imposibilidad de reducción
conceptual de eventos mentales a eventos físicos da cuenta de
la imposibilidad de formular leyes estrictas (determinadas) que
conecten lo psicológico y lo físico.Así, la fundamentación de la
TER sobre la base de la teoría intencional de la acción le otorga
a la TER su carácter de modelo de explicación científica –causal–
pero elimina la formulación de leyes deterministas sobre los
fenómenos sociales en los modelos basados en la TER.Ver
Davidson (1994: 231).
Ética y moral
Pero sin lugar a dudas, esta postura fue duramente criticada por
Aristóteles, el primer autor que elaboró un tratado Sistemático
de ética, en sus obras Ética a Nicómaco y Ética a Eudemo. Para el
estagirita, el conocimiento acerca de qué es el bien o la virtud
no garantiza en absoluto que el individuo sea bueno y virtuoso
en la vida ordinaria. Únicamente a través del ejercicio y la
práctica de las virtudes podrán convertirse éstas en un hábito de
la conducta.
La ética kantiana
6 nuestro presente tiene que decidir entre cosas que nos son
desconocidas, y cosas pasadas que no son aún conocidas
plenamente, así como cosas que no son comprendidas - con
todo y al lado de las cosas que sí logramos comprender y que
conocemos medianamente. Adicionalmente, decidimos
también con base en cosas opacas, viscosas, no claras, no
sabidas. Tomamos entonces riesgos o, en una palabra, nos
decidimos9. Nos decidimos a actuar. Pero, a propósito de la
acción, o también, en el momento de la decisión surge la
conciencia, más o menos explícita de que no existe ninguna
garantía de que la decisión adoptada sea la correcta, de que
no habrá nunca ningún fracaso, y demás. La gran mayoría
de las decisiones humanas son decisiones en circunstancias
de incertidumbre (acerca del resultado), o bien, se trata de
decisiones en condiciones de riesgo. La gran paradoja radica en
que las decisiones que psicológicamente más nos interesan (o
nos interesarían) son las decisiones en condiciones de certeza;
pero no solamente esas son las decisiones que menos tomamos,
por así decirlo, sino, además y principalmente, son las que,
propiamente hablando, racionalmente menos interesan. Así las
cosas, el problema es tal que: 1) Si no lo intentamos, no
sabremos si lograremos el propósito propuesto, o si nuestro
esfuerzo habrá sido acertado o siquiera si habrá valido la pena;
pero, 2) Si lo intentamos no hay ninguna garantía de éxito. Por
tanto, 3) Hay que intentarlo - aún con el riesgo de
equivocarnos. Todo parece indicar que, a pesar de los procesos
educativos, a pesar de la(s) filosofía(s) de la reflexión, a pesar
incluso de las morales de la conciencia, la vida humana sólo
existe en la forma de ensayo-error. Todo parece depender,
entonces, de nuestra capacidad para soportar el mayor
número de ensayos y el menor número de errores. Y sin
embargo, es evidente que la dificultad grande no se encuentra
tanto del lado de nuestra capacidad para “probar” (= ensayar),
sino en el hecho mismo de que cuando ensayamos y
encontramos una cierta clave de éxito, pues entonces dejamos
de seguir intentando (= ensayando). Entramos entonces por el
camino de la inercia y de lo ya establecido (como bueno, o
como menos nocivo, doloroso o perjudicial).
9 Existe una teoría que se dedica, por completo, al estudio de las
decisiones humanas, y ello debido a que las decisiones son
determinantes para la puesta en marcha de actos; los actos
racionales son pues, los resultados de las decisiones (que
tomamos). Esta teoría es la teoría de la decisión racional (TDR).
Dicho de una forma genérica, la TDR considera tres grandes
grupos en los que se organizan, por así decirlo, las decisiones
humanas. Se trata de las decisiones en condiciones de certeza,
decisiones bajo riesgos, y decisiones en condiciones de
incertidumbre. Estos modos generales de decisión se articulan
en dos niveles fundamentes: las decisiones individuales, y las
decisiones sociales. Como quiera que sea, es preciso atender al
hecho de que la TDR no contribuye, en absoluto, para que
tomemos decisiones racionales y/o razonables. Por el contrario,
la TDR consiste en el estudio de las decisiones humanas, y de los
modos como, consiguientemente, actuamos racionalmente.
Como tal, la TDR es una teoría explicativa, y no interpretativa de
las decisiones humanas.
1 - La racionalidad de la
acción y la teoría de la
elección racional.
1.1- La racionalidad y la acción.
b) El nivel preferencias-oportunidades.
d) La teoría de juegos.