Abrazar Un Cactus Regionales PDF

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MI MUNDILLO, REGIONALES semana del 4 de nov.

2013

Abrazar un cactus
por Gina Delucca
Escritora Invitada

Es una metáfora cómica. Abrazar un cactus es casi imposible. Se


necesitaría una tela gruesa entre el abrazador y el cactus. Es más, tocar
un cactus de por sí es algo casi imposible también. Pero recientemente
escuché a un amigo usar esa comparación. A veces hay que abrazar un
cactus, decía. Se refería a los seres humanos difíciles de abrazar, ya sea
porque uno los ve como si tuvieran muchas espinas, o porque en verdad
las tienen.

Sin embargo, estoy segura de que el que utilizó esa metáfora no estaba
enterado de que ésta tiene otro grado de profundidad.

La palabra cactus es un término genérico para llamar a la mayoría de las


plantas cactáceas. Son 122 géneros y bajo ellos hay aproximadamente
1,821 especies. Sus tamaños tienen un espectro que va desde un
centímetro hasta 19 metros. Puerto Rico tiene en récord sobre diez
especies. Son plantas suculentas, o sea que su interior está lleno de
líquido. Crecen en climas áridos, en su mayoría. Y también la mayoría no
tiene hojas, sino espinas. Las espinas funcionan como hojas en un sentido,
pero no evaporan tanta agua. Además, protegen al cactus de los
depredadores. Muchos cactus sólo florecen de noche y las flores son
espectaculares.

Hay muchas semejanzas entre los cactus del reino vegetal y los cactus
humanos.

El cactus humano no es un ogro. Es simplemente una persona que por


estar en un ambiente muy árido siente la necesidad de retener sus
preciados líquidos, que son sus emociones; o por vivir entre depredadores,
tiene que proteger su cuerpo (y su alma) con espinas. Florecen cuando
nadie los puede ver bien. Pero florecen… hay esperanza.

A veces un cactus humano tiene las espinas solamente pintadas y cuando


te arriesgas a abrazarlo, desaparecen. A veces las espinas son blanditas.
Acaban siendo como unos pelitos suaves. Pero a veces son espinas de
verdad y ese cactus no invita al abrazo. Y esos son los de la metáfora.

Todos los cactus necesitan que los abracen. Son personas llenas de
miedos, de frustraciones, con autoestima baja. Algunos odian al mundo y
eso no es otra cosa que una reacción vengativa al coraje que comenzó a
sentir un momento dado. Su coraza de espinas podría querer decir algo así
como “no quiero que me hieran otra vez” o “yo no merezco que me
quieran”. Abrazar un cactus es intentar cancelar ese miedo, ese coraje,
esa frustración, utilizando la maravillosa herramienta del amor. Es inundar
de amor al que no quiere o no puede amar.

¡Wao! Nadie dijo que era fácil. Si sientes un llamado especial para ser
abrazador de cactus, te advierto que debes revestirte de amor. De ese
amor incondicional que sólo Jesús te puede brindar.

MUNDILLO INTERACTIVO: Pueden escribirnos al Box 192889, San Juan, P.


R. 00919-2889, o por correo electrónico a [email protected]. Para
más información sobre el libro de la autora y columnas anteriores pueden
acceder a www.mimundillopr.com.

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