ESTAÑARO - Encuentro 2. Un Libro Significativo
ESTAÑARO - Encuentro 2. Un Libro Significativo
ESTAÑARO - Encuentro 2. Un Libro Significativo
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Didáctica especial - Comisión Labeur
“el sujeto-lector es un sujeto enteramente exiliado bajo el registro del Imaginario; toda su economía del
placer consiste en cuidar su relación dual con el libro (es decir, con la Imagen), encerrándose solo con él,
pegado a él, con la nariz metida dentro del libro”
Si uno presta atención a un viaje en colectivo, medio de transporte popular por excelencia, en
un día laboral normal –como aquellos que solíamos vivir… -, quizás note que la mayoría de los
pasajeros sentados están durmiendo o entregados al trance del sueño, a una duermevela. No
sé si en contacto con el imaginario de los sueños, más propio de un dormir profundo. Mis
viajes arriba de los colectivos eran trayectos largos, un viaje que a veces era más de uno
porque había que combinar dos líneas. En los seis años de secundaria tenía en promedio una
hora de viaje y en la ida, todos los mediodías, era normal que viajara sentado. Esos momentos
no sé si podría llegar a llamarlos como formativos de mi experiencia lectora pero sí los
recuerdo como grandes momentos de descubrimientos. El sueño me tiraba más a la vuelta,
pero a la ida me ganaba más esa posibilidad de abstracción. Lecturas que empezaban y
después seguía, el primer abordaje a ese viaje dentro de otro viaje. Entre ellos, recuerdo un
libro que fue un mundo distinto a los que experimentaba en mis lecturas (¿no tan serias?). Era
Crimen y castigo de Dostoievski y todavía tengo presente el imaginario que me despertaba leer
la historia de Raskonlikov, un personaje que invitaba al lector a recorrer en profundidad su
vida, sus recorridos por las calles frías de San Petersburgo, su sórdida pensión y alienación
laboral. Y transmitía un tono, una voz narradora que logra introducirte en las maquinaciones
de la mente del protagonista. Además, este libro me dio un ritmo de lectura propio de la
periodicidad de las series. Cada cuatro semanas, si mal no recuerdo, se entregaba una parte de
lo que era esta obra, con el diario Página 12. Eso me hizo apropiarme del libro en el conjunto
de una colección sobre el autor que continué, que me permitió entrar a un universo simbólico
propio y, más adelante, vería en la facultad como una parte de esa “alma rusa”.