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El documento presenta un análisis de cuatro lecturas metódicas del pasaje bíblico de la oveja perdida en Lucas 15:1-7 desde diferentes perspectivas exegéticas. La primera lectura es un análisis histórico-crítico siguiendo el trabajo de J. Jeremías, que ofrece detalles del contexto histórico de Palestina en el primer siglo y de la vida de los pastores, iluminando el texto bíblico. La segunda lectura es una perspectiva cristológica siguiendo a J. Dupont
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078 Mourlon

El documento presenta un análisis de cuatro lecturas metódicas del pasaje bíblico de la oveja perdida en Lucas 15:1-7 desde diferentes perspectivas exegéticas. La primera lectura es un análisis histórico-crítico siguiendo el trabajo de J. Jeremías, que ofrece detalles del contexto histórico de Palestina en el primer siglo y de la vida de los pastores, iluminando el texto bíblico. La segunda lectura es una perspectiva cristológica siguiendo a J. Dupont
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PIERRE MOURLON BEERNAERT

CUATRO LECTURAS METÓDICAS DE LA


«OVEJA PERDIDA» (LUC 15,1-7)
La aproximación al Evangelio se efectúa actualmente desde perspectivas muy diversas
que plantean problemas en el momento en que entran en relación en una exégesis
concreta. Quizás ese diálogo sea uno de los más urgentes retos del futuro en ese campo.
Por ello el autor procura iluminar un texto corto y conocido desde lecturas metódicas
distintas. La comparación de los resultados obtenidos permitirá articular y valorar las
distintas aportaciones.

Quatre lectures méthodiques de la «brebis perdue» (Luc 15, 1-7), La Foi et le temps, 9
(1979) 387-418

Nos ha parecido adecuado elegir para el intento el texto de la "oveja perdida" del c. 15
de San Lucas. Indiquemos, desde el principio, que prescindiremos de la comparación
con el texto paralelo de Mt.

Una cuádruple lectura del texto nos permitirá, de forma muy pedagógica, explicar el
proyecto fundamental de los métodos aplicados y, a la vez, medir la considerable
evolución de las formas actuales de comentar la Escritura.

Propondremos dos aproximaciones exegéticas tradicionales y otros dos análisis típicos y


modernos: el primero intenta, siguiendo a J. Jeremías, llegar hasta el Jesús histórico. El
segundo sigue a J. Dupont y subraya más específicamente las implicaciones
cristológicas de la parábola. El tercero es una lectura estructural a partir de un análisis
de las parábolas de Lc 15 formulado por R. Waelkens. El cuarto es una interpretación
psicoanalítica que se apoya en un capítulo de la obra en dos tomos de Fr. Dolto: "El
Evangelio ante el riesgo del psicoanálisis".

Hemos escogido estos cuatro análisis por su valor sistemático y metódico. A pesar de su
carácter parcial o balbuciente significan intentos rigurosos a diferencia de otros estilos o
aproximaciones más espiritualistas u homiléticos.

Empezaremos con la parábola de los métodos que, con humor y malicia, formula
Etienne Charpentier. En ella compara la variedad de métodos exegéticos con las
diversas posibilidades de visitar una catedral.

El exegeta clásico se puede comparar al erudito historiador de los monumentos


medievales y buen conocedor de los métodos de construcción y de la teología de la
época. Su mirada le permite deducir "lo que ha querido hacer" el. constructor y situarse
en el núcleo de su proyecto. Pero de esa forma la catedral se reduce a un medio de
recuperar el pasado, con olvido de que se trata de un monumento que se visita. En el
campo exegético se trataría de encontrar el sentido original o la perspectiva cristológica
de determinado autor. Es, por supuesto, un paso ineludible pero con riesgo de
subjetivismo, ya que la pretensión de hallar el pensamiento de un autor ya fallecido
tiene el peligro de construir la catedral del propio visitante.

El exegeta estructuralista se parece al que visita sin más una catedral; está ante ella y no
le importa la idea del autor o la fecha de construcción. Al pasear, comparar y medir
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encuentra las leyes invisibles que regulan la existencia del edificio: el equilibrio de las
bóvedas, la resistencia de los materiales... Ese método tiene el riesgo de transformar el
edificio en un dibujo industrial, con flechas y símbolos matemáticos y "cuadrado
lógico", pero no entender nada de la catedral. Aplicado al método estructuralista
significaría separar a distintos niveles el eje de la alegría -perdido y encontrado y el de
la no-alegría- no encontrado ya que no-perdido... tanto en el caso de la oveja perdida
entre cien, como en el del pecador entre los justos.

El exegeta psicoanalista se parece al técnico que desciende a la cripta a estudiar los


fundamentos y la resistencia del suelo. Algo comprenderá del monumento aunque sea
muy específico y, desde luego, no inútil. En nuestro ejemplo se trataría de discernir las
motivaciones profundas del pastor y el error del deseo, más que el deseo de muerte, del
animal extraviado.

Vamos a explicitar esos modelos prescindiendo de otros módulos citados por


Charpentier:

- el del turista romántico, que se abandona a su sensibilidad, a semejanza de quien se


acerca al texto como " pre-texto " de interpelación.

- el del sacristán, que cree ingenuamente sabérselas todas sobre el edificio, a imagen de
quien lee lo "ya sabido".

- el del cura preocupado por la homilía que ha de pronunciar, como quien interpreta,
sólo preocupado por lo que hay que decir.

Lo que importa es tomar conciencia de que toda interpretación se hace desde una base
concreta y, lo que es más importante, que cada punto de vista alumbra aspectos nuevos,
si se es consciente del tipo de lectura que se pretende hacer.

Nuestra intención es confrontar las cuatro lecturas antes indicadas, dos clásicas, de
evidente importancia, y dos más modernas y menos afinadas, subrayando precisamente
la complementariedad de métodos que, con frecuencia, se ignoran mutuamente.

Conviene, antes de empezar, dar una traducción, basada en el texto griego, de los 7
versículos en cuestión e inspirada en 8 traducciones francesas recientes, a fin de que sea
releída en su entramado de palabras y frases: Lc 15,1-7

1. Entonces se acercaban a El (= Jesús) todos los publicanos (= recaudadores de


impuestos) y los pecadores, para escucharle.

2. Y recriminaban (= murmuraban) los fariseos y escribas diciendo: - "¿ Por qué éste
acoge a pecadores y les admite a su mesa?"

3. Entonces narró para ellos esta parábola:

4. -"¿Qué hombre entre vosotros, poseyendo cien ovejas", si pierde una sola entre ellas,
no abandona las 99 en el desierto (= la montaña) y no va tras la perdida hasta que la
encuentra?
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5. Habiéndola encontrado, la carga sobre sus espaldas con gran alegría,

6. Y volviendo a casa, reúne a sus amigos y vecinos diciéndoles: Alegraos conmigo,


pues he hallado a mi oveja, la que se había perdido!

7. Os lo digo: así será grande la alegría en el cielo (= para Dios) por un solo pecador que
cambie de vida, más que por 99 justos (= gente correcta), que no tienen necesidad de
cambio de vida.

PRIMERA LECTURA: un análisis histórico-crítico con J. Jeremías

Jeremías habla de la parábola de la "oveja perdida" en dos contextos distintos que


corresponden a las dos partes principales de su libro sobre las parábolas. En el capítulo
titulado "De la Iglesia primitiva a Jesús" subraya especialmente los frecuentes cambios
de auditorio en la transmisión de las parábolas. Así parece que Lc ha conservado los
destinatarios originales de la parábola de Jesús, los escribas y fariseos irritados por la
acogida de Jesús a los pecadores, en tanto que el auditorio de Mateo son los discípulos,
invitados a ser abnegados como pastores de la comunidad. En el capítulo titulado "El
mensaje de las parábolas de Jesús", Jeremías trata largamente de la misericordia de Dios
para con sus "deudores" resaltando la constante buena acogida de Jesús a los publicanos
y pecadores.

En la presentación general del "problema" de las parábolas, que antecede a los capítulos
citados, J. Jeremías formula algunos puntos muy significativos de la orientación de su
pensamiento. Subraya que las parábolas de Jesús tienen un fundamento histórico
particularmente sólido y en ellas se apoya la tradición, ya que las imágenes se recuerdan
mejor que las ideas abstractas y reflejan con particular nitidez la "Buena Nueva" de su
mensaje, el carácter escatológico de su anuncio, la seriedad de su llamada a la
conversión y sus conflictos con el fariseísmo. Por otra parte, en la narración griega se
transparenta a menudo la lengua materna de Jesús, así como la vida cotidiana de
Palestina.

Eso encuadra bien el propósito de nuestro autor y resulta fácil reunir los datos
principales del comentario de la "oveja perdida" y destacar los rasgos típicos que
responden a esa intención.

Señalemos primero una serie de características de la vida de Palestina en el siglo


primero, porque conocer las costumbres tiene en el método de Jeremías un lugar
importante.

Aprendemos que el calificativo de "pecadores" incluía:

- los reos de conducta inmoral (adúlteros, falsarios ... )

- los que ejercían profesiones deshonrosas o proclives a lo indecoroso.

J. Jeremías precisa que se les privaba de sus derechos cívicos, del acceso a la
administración y de la capacidad de testificar en juicio. Eso afectaba a los publicanos,
curtidores, buhoneros y también a los pastores. Era voz común que esos últimos
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procuraban apacentar sus rebaños furtivamente en terreno ajeno y apoderarse


fraudulentamente de algunas ganancias del rebaño. J. Jeremías subraya que esa opinión
común no impide en absoluto a Jesús emplear la figura del pastor para iluminar la
actitud de Dios.

Conviene también tener datos sobre los rebaños y la vida de los pastores palestinos del
tiempo de Jesús: los rebaños, entre los beduinos, variaban aproximadamente de veinte a
doscientas cabezas. Cien ovejas era un rebaño medio y el pastor no era, por tanto, un
hombre pobre. El pastor se aseguraba, contando las ovejas, que ninguna se había
extraviado (en nuestro caso la cifra 99 garantiza que la cuenta ha tenido lugar). Jeremías
afirma también que es totalmente impensable que un pastor abandone el rebaño en caso
de pérdida de una cabeza; lo confiará a un compañero o lo encerrará como pueda
Finalmente, es rasgo típico de Oriente que el pastor cargue al cuello la oveja perdida
dado su estado de agotamiento.

Ese conjunto de detalles de la vida del tiempo de Jesús ilumina, sin duda, el texto
evangélico y revela que para Lc el motivo de la parábola de la "oveja perdida" es una
pregunta indignada y pasional de los adversarios de Jesús y no el asombro o la sorpresa.
La familiaridad con los pecadores hace que tengan un juicio peyorativo de la piedad de
Jesús e inviten a abandonarle. Aparece también claro que Jesús busca justificar la Buena
Nueva en su respuesta parabólica.

Esos datos explican, asimismo, la actitud del pastor que al efectuar el recuento advierte
la falta de una cabeza y la busca "hasta que la encuentra... ". Deja las ovejas en la
"montaña" o en el "desierto", que traducen la palabra aramea bétura, como lugar de
pasto de los rebaños. Finalmente, el pastor reúne a sus amigos y celebra con gozo y
festivamente el hallazgo de la oveja perdida. La conclusión narra el mayor gozo de
Dios, nombre que se evita citar según la costumbre judía, por un pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no han cometido pecado alguno.

Después de esas consideraciones el autor puede precisar el punto exacto de comparación


de la parábola lucana: no está ni en la búsqueda infatigable del pastor ni en la relación
pastor-rebaño, sino únicamente en la alegría... Así como el pastor se alegra de haber
conducido al aprisco a la oveja extraviada, así también Dios se gozará si puede
anunciar, además de la salvación de los justos, la absolución de un pecador que ha
cambiado de vida. Jesús habla propiamente en esta parábola del gozo que tiene Dios al
perdonar. De esa manera se ha situado la parábola en su contexto concreto y se ha
iluminado su mensaje profundo.

De ahí deriva todavía una última consecuencia en que Jeremías insiste: se trata de una
justificación y una apología de la Buena Noticia que Jeremías proclama: resulta tan
inconcebible que la alegría del perdón sea el mayor de los gozos de Dios, que por eso
mismo Jesús acoge a los pecadores y su papel de salvador se cumple buscando
precisamente a los extraviados.

Es obvio que el encuadre de la parábola en el marco de Palestina ahorra muchos errores


y pone de relieve poderosamente el punto central de la misma.

Lo que moviliza la atención del intérprete es la búsqueda de la historia concreta que se


quiere alcanzar para oír la voz misma de Jesús. Y eso caracteriza todo un método...
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SEGUNDA LECTURA: un estudio cristológico con J. Dupont

Los estudios de J. Dupont nos sitúan en un contexto más sistemático, que tiene muy en
cuenta los avances de la exégesis reciente en aspectos muy técnicos: criterios de
coherencia o disparidad para llegar hasta las mismas palabras (logia) de Jesús... las
aproximaciones de la historia de la redacción... las reflexiones sobre el contexto de
nacimiento de los textos ("medio vital") y el punto decisivo de las parábolas (" tertium
comparationis " ). Resulta obviamente difícil exponer detalladamente un razonamiento
tan matizado, y, por tanto, nos limitaremos a trazar sus líneas maestras y resumir las
principales conclusiones. Nos importará sobre todo la nueva perspectiva de base, que
sin renegar de la metodología antes expuesta la desarrolla en la línea de una
interpretación cristológica de la parábola.

Expongamos, primero, las tres cuestiones del libro de síntesis de Dupont: Pourquoi des
parábolas?, aplicándolas a la "oveja perdida":

a) ¿de qué hablan las parábolas?

b) ¿a quién se dirigen?

c) ¿cómo alcanzan su finalidad?

a) Las parábolas se refieren siempre al campo de la acción y no al de las ideas,


proponiendo un comportamiento o explicando una forma de obrar de Jesús o de Dios.
En la "oveja perdida" Jesús habla de Dios a los bienpensantes que le echan en cara sus
compañías. El pastor que busca a la oveja y estalla de gozo cuando la halla, pretende
explicar la idea que tiene Jesús del comportamiento y la solicitud de Dios ante el
pecador. Es importante notar que Jesús habla de esa preocupación de Dios con ocasión
de su propio comportamiento de acogida de los pecadores, que presenta como la forma
concreta que adopta la acción de Dios en favor de ellos en el momento de la venida de
su Reino. Dupont remacha la idea en esta frase: "el obrar de Jesús es el obrar de Dios";
y por eso Jesús no puede explicarse a sí mismo sin referirse a Dios.

b) Las parábolas se dirigen a personas en desacuerdo con Jesús y constituyen un método


de diálogo que evita el enfrentamiento directo. El aspecto dialogal prevalece sobre el
pedagógico. La "oveja perdida" empieza efectivamente con una pregunta: ¿qué hombre
entre vosotros... ? que fuerza a dar la propia opinión. A primera vista, todos los oyentes
deberían aprobar la actitud del pastor. Pero la objeción del interés desproporcionado por
una sola oveja frente a las noventa y nueve restantes hace sospechar que los oyentes
están secretamente convencidos de su gran superioridad (ahora cualitativa) sobre los
demás. En la situación descrita en la misma parábola se delimitan dos puntos de vista
encontrados y queda enmarcada la situación de diálogo.

c) La fuerza persuasiva de las parábolas reside en la experiencia vital en que se


fundamentan; sea de los oyentes o de Jesús mismo y, por ello, son un camino
privilegiado para conocer la conciencia de Jesús y su misión divina. La "oveja perdida"
apela a la viva experiencia psicológica común de que una cosa perdida adquiere una
importancia superior a su valor real. Y sobre esa experiencia Jesús puede explicar que a
los ojos de Dios un pecador, en cuanto hombre perdido, cuenta más que noventa y
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nueve justos. El ejemplo indica que Jesús quiere convencer por la fuerza persuasiva de
la experiencia vivida.

Después de esa primera y sugerente aproximación global, pasaremos, siguiendo a J.


Dupont, a un estudio más riguroso de las implicaciones cristológicas de la parábola, que
es la auténtica aportación nueva de esa segunda lectura metodológica.

Como las versiones de la "oveja perdida" de Lc y de Mt tienen igualmente dos partes


pero con aplicaciones divergentes, se plantea el problema de averiguar la intención
primera de la parábola. Mediante un minucioso estudio de crítica literaria, J. Dupont
propone un texto hipotético como punto de partida de ambas versiones. Transcribimos
ese texto, pues el autor se referirá a él a lo largo de todo su estudio.

" Si acontece a un hombre


tener cien ovejas y una de
ellas se pierde ¿no dejará las
99 en la montaña para buscar
la que se ha perdido?
Y si llega a encontrarla, en
verdad os digo que tiene más
alegría que por las 99 que no
se han perdido... "

Dupont se pregunta primero por el significado de esa parábola y sólo posteriormente, y


como hipótesis de trabajo a verificar, la posibilidad de poderla atribuir al Jesús
histórico. Si se logra alcanzar el sentido del pasaje, situado en el contexto del ministerio
de Jesús, tendremos un mejor argumento para la atribución o no al Jesús de la historia.
Y en este sentido invierte el orden clásico de interpretación Importa, pues, hallar el
punto preciso sobre el que el relato invita a emitir un juicio y también cuál es la
situación real sobre la que ese juicio debe aplicarse.

Si bien Dupont estima que los rasgos redaccionales de la situación de la parábola (Lc
15,1-3) no permiten remontarse a una tradición demasiado antigua, cree posible, sin
embargo, definir la situación típica implicada en la parábola misma una vez situada en
el contexto global del ministerio de Jesús. No se trata, por tanto, de saber la ocasión
concreta en que Jesús pronunció o no la parábola, sino de buscar la situación-tipo en
función de la cual se pronunció por vez primera, lo cual sólo se podrá conseguir en la
medida en que esa situación haya quedado integrada y sea reconocible en el relato.

Dupont muestra que, como en otros casos, eso ocurre en la "oveja perdida". Para él lo
importante es la desproporción que hace que 1 valga más que 99, trátese de ovejas o de
pecadores. Eso permite pensar que la parábola se dirige a oyentes que no admiten una
conducta que, en otro plano que en el de las ovejas, valore más 1 que 99; y queda claro
que esa ventaja en favor de la oveja perdida refleja la que Jesús otorga a los pecadores.

Con ello llegamos al sentido cristológico: la conducta del pastor ayuda a comprender
otra conducta no fácilmente admisible para los oyentes. Se trata, propiamente, de dos
conductas que no hay que oponer, sino complementar: de la conducta de Jesús que
parece no valorar demasiado los derechos de los justos frente a los publicanos y
pecadores y, a la vez, la del mismo Dios, tema de tantas otras parábolas. El pastor, ¿no
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es el mismo Dios? Los pecadores, ¿no están perdidos para El? La conducta de Dios y la
de Jesús pueden ser contempladas y dispuestas a tres niveles: moral, escatológico y
cristológico.

a) Nivel moral

La parábola ilustraría la verdad religiosa general del amor de Dios al pecador y de su


voluntad de salvación. Jesús justificaría indirectamente su conducta por el ejemplo de la
de Dios. Pero eso sería una explicación excesivamente simplista y sin alcance
cristológico: olvidaría el vínculo de las parábolas a la situación específica creada por el
ministerio de Jesús y supondría que su conducta toma como ejemplo la de Dios, lo que
no se explicita jamás en los sinópticos.

b) Nivel escatológico

Se podría decir que la actitud de Jesús con los pecadores va en el sentido del anuncio de
su predicación de que "el Reino de Dios está cerca" y de la proclamación del privilegio
de los pobres y, por tanto, que el tiempo de su misión es un momento de gracia
excepcional que precede a la llegada del Reino. La conducta de Jesús alcanzaría su
pleno sentido sólo para quien comprenda su alcance escatológico: existe una
identificación concreta entre la conducta de Dios y la de Jesús, porque en esa última se
realiza la intervención escatológica de Jesús. Estamos muy próximos a la postura de J.
Jeremías.

c) Nivel cristológico

Se puede afirmar, y es la conclusión de Dupont, que si bien el nivel escatológico nos


habla ya de un alcance cristológico, el examen del obrar y del comportamiento de Jesús
nos hacen avanzar más en esa perspectiva concreta. Jesús ilustra su incomprendido
modo de obrar con el argumento del obrar de Dios: su conducta es la forma concreta
que adopta la misma acción salvadora de Dios, de manera que no cabe distinguir la
acción de Dios y la de Jesús. En resumen, Jesús pretende enfrentar a sus oyentes con la
realidad misteriosa de su comportamiento invitándoles a ver en ella la intervención de
Dios para conducir a los pecadores a su Reino. Y, obviamente, para eso se necesita una
mirada de fe.

Dupont llega, pues, a una doble conclusión. Por una parte Jesús es consciente de
cumplir una misión que le vincula estrechamente a la acción de Dios y con la que Dios
está vinculado, en cuanto por esa acción inaugura el Reino de Dios. La identificación
concreta se establece a nivel de comportamiento, pues en Jesús es Dios quien obra, ya
que, como antes decíamos, el obrar de Jesús es el obrar de Dios. Por otra parte, el
historiador puede afirmar que la "oveja perdida" es una parábola de Jesús, ya que
presupone una intención de la misión de Jesús concorde con lo que afirma en otros
momentos y difícilmente podría atribuirse a nadie más que a El.

Ese recorrido cristológico, cuyo rigor metódico hemos resumido no fácilmente, es


ejemplar en la línea que el autor se ha fijado: tradición y redacción, forma literaria de
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las parábolas, historia crítica, situado todo en una perspectiva que subraya la concepción
de la misión de Jesús dirigida por la situación típica, y bien atestiguada, de la parábola
misma. Y, sin embargo, en el diálogo de métodos que afrontamos, hay otras
aproximaciones posibles y esclarecedoras, como la estructural que vamos a exponer
inmediatamente, que sitúa en el centro el texto mismo como lugar de relaciones
recíprocas y dependencias internas.

TERCERA LECTURA: una aproximación estructural con R. Waelkens

El análisis estructural que vamos a hacer a continuación, siguiendo a R. Waelkens, se


centra en el estudio del texto de Lucas, en su última redacción actual, como un todo
indivisible y prescindiendo de la posible fusión de diversas fuentes, aunque esa lectura
corra el riesgo de un cierto formalismo. Se trata de acercarse al texto mismo
prescindiendo de la intención del autor o autores. Atenderemos, pues, al texto y a sus
palabras que están ahí.

Una forma fácil de aproximación consiste en fijarse en las insistencias y repeticio nes del
vocabulario. Así el verbo "decir" aparece 5 veces: dos para Jesús, una para los fariseos y
escribas, y otra para el pastor. Tres veces aparecen muchos términos: los pecadores (v.
1,2,7), "perder (4.4.6), "encontrar" (4.5.6), la "alegría" (5, 6,7). Dos veces se subraya la
oposición 1 frente a 99 y la llamada al "cambio de vida". Asimismo indicar la variedad
de verbos de movimiento: acercarse /acoger/ abandonar /irse /volver...

Pero ese primer inventario descriptivo pide ser completado por una relació n de las
diferencias que se refieren a la estructura del relato más que a su exclusivo contenido
material.

El juego de oposiciones que aparece al filo de la narración preparará directamente el


análisis estructural:

Oposiciones en la introducción (Lc 15,1-3):

- publicanos y pecadores - fariseos y escribas


- todos- ......
- acercarse a El - no acercarse/separarse
- escuchar (silencio) - recriminar (sin escuchar!)
- ser acogidos - no acoger
- comer con El - cuestiones y reproches...

Oposiciones en la misma parábola (Le 15,47)

- una oveja perdida- 99 ovejas no-perdidas


- el pastor va en pos de... - el pastor abandona las 99...
- la halla - no-perdidos/no- hallados
- gozo (y gozo compartido!)
- cambiar de vida- ......- no necesidad de cambio de vida
- un pecador- 99 justos
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FINALMENTE la alegría de unos contrasta con los murmullos de desaprobación de los


otros.

La sola lectura rigurosa del texto aporta ya elementos interesantes al delinear un


contraste sistemático ante dos actitudes...

Waelkens explica que su análisis estructural no parte de cero: sabemos quienes eran los
fariseos y escribas y conocemos sus relaciones con publicanos y pecadores; tenemos
una idea aproximada del valor de una oveja. . . Nadie practica, pues, una exégesis
puramente estructural, sino que los análisis formales reposan sobre conocimientos extra-
textuales. Pero eso no impide que el postulado fundamental estribe en definir los
términos sólo en función de sus relaciones con los demás y no aisladamente (como
pudiera hacer creer el diccionario). El lenguaje no significa como lo hace un léxico, es
decir, por una correspondencia estable entre las palabras y las cosas, sino que actúa
como un sistema, o sea por una estructura en que cada elemento es función de todos los
otros.

De esa forma el sentido de un elemento se define por lo que excluye; toda afirmación se
refiere a una negación, al menos implícita. Y el sentido brota de la diferencia con tal que
ésta sea pertinente. Comprender un texto es, pues, descubrir la trama compleja de
relaciones y oposiciones que le sustentan.

Nuestro instrumento de análisis será el célebre cuadrado lógico de Aristóteles que la


lingüística ha asumido y flexibilizado en el cuadrado semiótico, a menudo ampliado a
hexágono.

Ejemplo

La parábola adquiere una luz nueva si le aplicamos ese esquema, porque vemos que la
oveja, primero perdida y luego recobrada causa una ALEGRIA que las otras no han
suscitado. Pero el eje Alegría/No-Alegría no corresponde como tal a la lógica del
paradigma de contrarios perdido/hallado; le está vinculado por una relación
sintagmática, es decir, por una cercanía o sucesión desprovista de necesidad intrínseca,
que patentiza en el acto la gratuidad del relato parabólico.

Examinemos el cuadrado semiótico, ampliado a hexágono, referido a la "oveja perdida".

Hexágono semiótico

Como en toda parábola hay un relato significante, que acabamos de exponer, y un


misterio significado, nos queda ahora mostrar cómo esa segunda perspectiva respeta
íntegramente la estructura de la primera. Los ejes permanecen

idénticos, pero nuevos elementos se superponen a los anteriores. Este paso se justifica
por las palabras explícitas de la parábola: "Os lo digo; así habrá gran alegría en el
cielo...
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Esa lectura respeta escrupulosamente la objetividad del texto evangélico; las tres
parábolas del c. 15 de Lc gozan de una notable unidad estructural, pues ofrecen un
mismo "código de lectura" del comportamiento de Jesús con publicanos y pecadores. Su
solicitud es tan comprensible como la búsqueda inquieta del pastor. Y sin embargo el
autor puede concluir que la superposición Alegría/NoAlegría sobre el eje vertical del
esquema no es tan natural como el hábito nos hace creer. Los escribas y fariseos no lo
aceptaban: Dios sólo podía alegrarse con los justos. Pero contra toda lógica Jesús afirma
lo contrario: la reacción del pastor es comprensible, pero la que Jesús atribuye a Dios es
paradójica y escandalosa.

El escándalo estalla en dos puntos del esquema:

- en la equivalencia estructural entre la oveja encontrada y los pecadores que nada


permite considerar como convertidos

- en la paradójica convergencia en idéntico lugar estructural de los justos y de la no-


alegría de Dios.

La clave de tal método estructural, expuesto someramente, es la búsqueda sistemática


del tejido sutil de relaciones dentro del mismo texto. Es verdad que la práctica del
análisis estructural no puede olvidar que no hay lectura sin lectores, ni lector sin
contexto o sin presupuestos. Pero es cierto que un análisis de este tipo pone de relieve
elementos que la exége sis clásica marginaba. Era, pues, conveniente tomar el texto de la
"oveja perdida" como una trama de infinitas relaciones, que es ingenuo creer agotadas.
El sentido es más fecundo de lo que pensamos. Por ello la Escritura es siempre un
manantial inexhausto.

CUARTA LECTURA: una lectura con Fr. Dolto

Interrogamos ahora el texto de la parábola a la luz del psicoanálisis. Fr. Dolto nos
propone esa lectura atendiendo a las cuestiones planteadas por un psicoanalista (G.
Sévérin) a la psicoanalista creyente que ella es.

Una de las constantes de esa lectura es que Jesús clarifica el deseo e impulsa hacia él;
Jesús arrastra al deseo y no a una moral. Seguiremos, pues, sucesivamente al pastor que
deja sus 99 ovejas, luego a la misma oveja perdida y, finalmente, la alegría compartida
con que finaliza la parábola.

Con ese relato, concluye el autor, Jesús muestra que seamos lo que seamos, en cualquier
situación o carencia que soportemos debemos reencontrar la propia cohesión, y que una
vez recuperada y reintegrado el objeto perdido, nuestra alegría desborda.

En primer lugar el pastor: está obsesionado; la pérdida de su oveja le esclaviza el


espíritu. Ese animal es importante porque forma parte de sí mismo, de su imagen de
pastor cuidadoso, destruida precisamente por el extravío de la oveja. Se lanza a la
búsqueda porque ama a sus animales que son su riqueza, pero son también parte de sí
mismo. El pastor, preocupado por la pérdida, piensa sin duda en los riesgos que corre el
animal extraviado y le resulta imposible abandonar a su suerte a la res imprudente e
individualista. Hallar a la oveja es su única preocupación y en ello compromete su
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propia vida. No se trata ya de valorar la pérdida en términos económicos sino de


percatarse de cómo el pastor aprecia a cada uno de sus animales. Puesto que el extravío
se hace más peligroso con la demora, el pastor decide salir a la busca de ese animal
único cuya falta le resulta insoportable.

En ese punto Fr. Dolto saca una primera conclusión: el pastor no cree que el animal se
haya alejado porque quería morir (le bastaba tumbarse o no andar para que el pastor
comprendiera su agotamiento). La parábola trata de hecho de un error de deseo y no de
un deseo de muerte.

A continuación y en perspectiva psicoanalítica analiza la oveja perdida. Dado que esa


oveja representa a los pecadores, ¿no cabe preguntarse si pecar será abandonarse a los
instintos e impulsos, o si los pecadores no serán sujetos de traumas psíquicos? Fr. Dolto
responde que hay pecadores por error o por casualidad natural: gente de buena fe que
pueden parecer perversos a los ojos de quienes no tienen problemas para cumplir la ley.
Los fariseos rechazan a esos "descarriados" (temen su contagio y en ese sentido son
psicológicamente frágiles!), mientras Jesús les acoge y sienta a su mesa. Sabe que hay
entre ellos quienes no rompen deliberadamente con la ley de Moisés y que no van a
encontrar ni a Dios ni el orden de su deseo en el lugar en que se han descarriado.

Hay gente que vive sus impulsos como un instinto animal, sin referencia a una ley; y los
virtuosos temen que les arrastren a incumplirla. Pero quizás se puede invertir la
situación: ¿no es posible acercarse a los pecadores, como Jesús, y arrastrarles al amor de
Dios? ¿ Hay que ver en los pecadores la condición humana de "heridos psíquicos", sin
un juicio moral? Fr. Dolto, desde su experiencia de psicoanalista, responde
honradamente que nadie actúa de forma absolutamente mecánica y determinista; en
alguna parte de la persona hay una potencialidad de decisión libre. No se pueden reducir
los fenómenos de la vida psíquica a una combinación de impulsos psíquicos o físicos.
Leer el evangelio es encontrar a Jesús que solicita constantemente nuestra decisión
responsable:

a) O bien nos identificamos con la oveja que se va sola y se cree libre. Sin duda uno
puede ir a donde quiera... si es la vida. Pero el pastor sabe que creyendo vivir va hacia la
muerte. Al hombre le ocurre en ocasiones, desear, como la oveja, una planta rara y en la
vida hay momentos en los que se pierde el norte. Ello es debido a que el ser humano es
inédito y único: escandaliza y plantea problemas. Además, si esta oveja quiere de
verdad "vivir su vida" fuera del rebaño, intentará nuevas fugas; pero en la parábola el
animal está contento de haber sido salvado, pues de lo contrario el texto lo indicaría.

b) O bien no interpretamos a la oveja, sino al rebaño entero, como un individuo


humano, cuyo pastor representa la cabeza y el corazón. El impulso parcial y desviado
que a veces surge compromete la responsabilidad del conjunto. Es preciso que tengamos
cuidado y que con la ayuda de uno más fuerte que nosotros la recuperemos. Jesús como
conciencia divina de cada hombre, no puede permitir que ningún impulso parcial se
extravíe, nos debe conducir al oasis de paz de nuestro ser total. El alcoholismo o la
drogadicción serían ejemplos típicos de un peligroso impulso que puede llevar a la
regresión y la muerte.

Finalmente trataremos de la alegría compartida y comunicativa con que finaliza la


parábola. La alegría consiste en hallar la unidad y cohesión del propio ser, en torno al
PIERRE MOURLON BEERNAERT

núcleo del propio deseo El pastor al hallar el objeto de su búsqueda, estalla de gozo
después de la angustia y lo comparte festivamente con sus amigos en un gozo mayor
que el de recuperar simplemente un animal.

Siendo el hombre esencialmente un ser de lenguaje, desea básicamente la


comunicación: cuando una parte de él (una pulsión) se desliga de su sentido de vida (de
su deseo), permanece incomunicado y solitario en su idea obsesiva. Pero cuando ha
recuperado la cohesión de su ser irradia y resplandece sin proponérselo. Sólo cuando
alguien se cura es capaz de compartir plenamente: ese pastor se ha curado de una idea
obsesiva que le arrastraba, simbolizando la oveja extraviada el deseo excéntrico que
amenazaba la unidad del individuo. Desde que consigue integrar el rebaño de pulsiones
que somos, nuestro ser se centra y puede marchar sereno hacia el futuro.

Una alegría solitaria es una falsificación; la alegría es una corriente misteriosa que pasa
de uno a otro y que no puede estancarse en placer solitario. De lo contrario, de fuente se
convierte en charco y de comunicación en consumo.

Jesús muestra en la parábola que debemos recuperar la cohesión de nuestro ser. Una vez
recuperado "el objeto perdido", nuestro gozo resplandecerá. El pastor, en la tristeza, ha
hecho lo imposible (sin comunicar su dolor) para recuperar la oveja; los hombres en
caso de una carencia profunda deben actuar enérgicamente para salir de esta situación.
Pero el pastor comunica su gozo (sólo la alegría y el amor son constructivos). Jesús
responde, pues, a la gente virtuosa que le reprocha su trato con los pecadores: ¡cuál sería
vuestro gozo si os gozarais con quien cambia de vida y halla la alegría... ! Y este
mensaje debemos escucharlo siempre.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Llegados al final del resumen de los cuatro métodos de aproximación exegética, con los
valores propios y los contrastes, debemos formular algunas conclusiones de esas
sugerentes interpretaciones y de los resultados, más o menos afortunados, a nivel
exegético, de tales intentos.

Se imponen, creemos, tres consideraciones:

1) Cuando se plantean metódicamente preguntas a un texto, el texto responde y lo hace


diferentemente, como expresión de su riqueza inagotable para cualquier lectura.
Proliferan, es cierto, los métodos exegéticos pero no hay que olvidar que el evangelio es
un texto vivo, abierto siempre a lecturas nuevas y de ninguna manera es un cadáver fósil
y estéril del pasado, como a veces se piensa.

2) Toda lectura es un recorrido singular, que no quiere decir único. Hemos visto en el
ejemplo de la "oveja perdida" que existe una pluralidad posible de lecturas según el
punto de vista, sin ser definitiva o completa ninguna de ellas. Surgen nuevas
significaciones que enriquecerán nue vos aspectos hasta casi convertirlos en un nuevo
texto. Como dice Teodorov: "en un cierto sentido, todos los textos pueden ser
considerados como partes de un sólo texto, que se escribe desde que el tiempo existe! ".
PIERRE MOURLON BEERNAERT

3) Preguntémonos finalmente si hay que hablar de sentido o mejor de sentidos de un


texto. En el primer caso, se elige el sentido más probable para forzar al texto a entregar
su secreto; en el segundo, se hace inventario de los posibles sentidos y el análisis (en la
perspectiva estructuralista) justifica la razonabilidad de las diversas interpretaciones sin
exclusivizar ninguna de ellas. Nosotros pensamos más bien que importa alcanzar el
sentido íntegro del texto y descubrir en el sentido literal el significado del mismo, o sea
el sentido espiritual, en la línea de los cuatro sentidos de la Escritura de la gran tradición
cristiana. Esa plenitud de sentido de cada pasaje nos la ofrece la Obra de Cristo, su
Pasión y Resurrección, que nos entrega el Espíritu. Jesús es el Buen Pastor que da su
vida, y es también la oveja muda del Canto del Siervo sufriente. Es el Espíritu el que
nos guía a la verdad plena.

Creemos que las cuatro lecturas expuestas, independientemente de sus diferencias,


pueden situarse en el marco de "la letra" o "el espíritu". La comprensión y el
enraizamiento de los textos evangélicos exigirá encuadrarlos en el marco de la Palestina
del primer siglo (con J. Jeremías) y también leer sus palabras cayendo en la cuenta de
sus relaciones y diferencias (con Waelkens). Pero ese es el nivel del sentido literal en
que trabajó mucho la exégesis histórico-crítica e investiga mucho ahora el análisis
estructural. Sin embargo, será también necesario acoger y desarrollar el sentido
espiritual del texto, transmitido por el Espíritu, sea precisando (como Dupont) el
alcance cristológico, o intentando una interpretación psicoanalítica con el tránsito del
hecho primero al símbolo que hace posible un sentido vital para el lector de hoy (con
Dolto).

Es lícito incluir aquí algunas de esas lecturas simbólicas o "espirituales" de los


comentarios patrísticos o medievales que durante dieciséis siglos han alimentado la fe
del pueblo creyente.

Si alguna de las lecturas ha parecido más sugerente, es que ha acertado a provocar una
invitación a la respuesta de la eterna pregunta: " Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?".
La plenitud del sentido está siempre en el futuro. y la amplitud del conocimiento
adquirido desemboca en una nueva eclosión de sentido.

Hemos empezado intentando confrontar diversas lecturas de una breve parábola y


desembocamos en una perspectiva teológica global (la letra y el espíritu) y una
complementariedad de los esfuerzos realizados. Complementariedad y perspectiva
global que no deberán perder de vista los exegetas de mañana cuando desarrollen su
propio método.

Tradujo y condensó: JOSE MARIA ROCAFIGUERA

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