Ejercicio A La Santa Faz
Ejercicio A La Santa Faz
Ejercicio A La Santa Faz
PRÓLOGO
A fines del año de 1720, salió a la luz un cuadernillo intitulado: Torrente
Cedrón o dulcísimo vado… y que dulce, que bien se ve el espíritu interior
y exterior dulzura, y afabilidad de su autor, el que tal suerte ha movido los
ánimos fervorosos, que se han increpado con el común dicho: nos dejas con
la miel en los labios, y sedientos (a su imitación) me han pedido escriba
algún ejercicio sobre tan tiernos pasos. Confieso mi ruindad, y que no soy
capaz de seguir sus fervorosas huellas (que postrado en tierra reverencio)
pero como los que cuidan las almas, tenemos obligación de ministrarles el
pábulo, que hambrientas piden, solo haré con su cuadernito lo que el
sacristán con la lampara de aceite de algunos puntos y Meditaciones, en
aquella ardientísima Lampara del Autor, para que no se apaguen tan
lucientes esplendores; Dios sea mi luz, y valla en su Santísimo nombre.
Me persuado, a que sea este Ejercicio los Jueves: lo uno porque este día
sucedió este doloroso Paso; lo otro, porque siendo frecuentemente día de
Comunión, está la Alma bien dispuesta con tal huésped. Prevén Alma
amorosa una cruz, teniéndola de rodillas el tiempo de la Oración, llevarás
un cilicio, y a lo último (si el lugar y la salud lo permite) harás la disciplina.
ACTO DE CONTRICIÓN
¡O h Dios inmenso! ¡Dios Santo! ¡Dios de Clemencia! Misericordioso,
por tu misma naturaleza, aquí en tu acatamiento, y presencia está el
torrente larguísimo de la maldad; aquí el dilatado mar de pecados; el negro
rio de toda malicia; aquí el que precipitado en las asquerosas corrientes de
mi mala vida, no solo he bebido la iniquidad con las aguas, sino que,
sumergido en sus hediondas olas, me iba precipitado hasta el abismo
infernal, sin atender a las furiosas avenidas de tu justa ira. Ya lo veo, Señor
de mi alma, ya lo conozco, Padre amoroso, de mi corazón he sido un loco
desagradecido, soy un pobrecito mentecato, soy, pero nada soy, pues a la
cada me ha reducido mi mala vida; pésame Dios mío de haberte ofendido,
pésame de todo mi Corazón, pésame de lo íntimo de mi Alma. Ya no más
culpas, ya no más pecar, que así te lo prometo; confío en tu Misericordia,
que me has de perdonar; pero para cumplirlo, para amarte, préstame tu
acongojado Corazón, que solo con él podré dignamente amarte, préstame el
Dulcísimo Corazón de María Santísima, que con ese Corazón tan Santo, yo
te podré agradar y servir hasta mi muerte. Amén Jesús.
CONSIDERACIÓN
V eté alma tras de Jesús, preso, y con tanta furia llevado de aquella vil
canalla; la noche obscura, alúmbrale con tu corazón y mira como al
pasar aquel puente, un maldito Sayón empujando a Cristo, le arroja hasta lo
profundo de sus aguas (según Andricomio en la descripción de la Tierra
Santa) Mira el susto, que naturalmente tendría tu Jesús, ¡Qué aleadas daría
aquel pacífico Corazón con tan repentino sobresalto! Míralo cayendo con
las manos atadas e indefensas: mira Alma, mira que hay mucho, que mirar,
y admirar. Al caer de tan alto, oye el golpe que da con todo el Cielo en
aquellas asquerosas aguas: oye el gusto, algazara y gritería de aquellos
malvados ministros, y atiende a tu Jesús pacífico. ¿Tente Señor, pues eres
la misma fortaleza ay Jesús, quien arroja? Y escucha que te responde así:
Tu alma mía, tú me arrojas, tú mi amada, tú me empujas ¿Por qué? ¿Tan
mal compañero soy a tu lado? ¿Qué te he hecho criatura mía? ¿Para qué
con tanto riesgo me despidas de ti? Alma responde a tan lastimosas quejas
allá en el centro de tu corazón, y ya que, arrojado a Dios, ahora que te
pregunta, no le seas descortés, respóndele, y juzga (allá para ti) lo que a
Dios respondes.
C aído el Señor en las aguas dio con su Santo Cuerpo en aquella
hediondez, que más que agua era lodo inmundísimo, pues era el
general albañal, en que se echaban las más sucias heces de toda la
vecindad, indignas de decirse, aquí arrojado está mi Dios. Míralo revolcado
en esos lodos, míralo alma enamorada; Dios Hombre en tal paraje. ¡Esa es
el agua de los Ángeles, que das alma a tan lindo y tan hermoso amante!
¿¡Donde tú tendrías asco (siendo la misma basura digna de aquel lugar)
quizá de verlo, ahí colocas a la segunda Persona de la Santísima Trinidad!?
Esa es la muñida cama, con que recibes a tu Jesús, tan atormentado, ¿Para
que repose? ¿Esa es la Recámara en donde aposentas al que la Virgen
Santísima acariciaba en el Cielo de su regazo? Piénsalo bien alma, y
admírate, diciendo: ¡Jesús en el lodo! ¡Mi bienhechor en tal lugar!
Sufriendo por mí lo frío del agua, lo fétido de las inmundicias, ¡lo
asqueroso de aquella basura! Asómate al Puente, inclina la vista, y
contempla despacio si dio boca abajo, como se le amancillaría aquel Rostro
Santísimo. Si al respirar entraría en su bellísima Boca mucho de
aquel hediondísimo lodo y desecha suciedad ¡Que todo pudo suceder! ¡Ay
ojos de mi Jesús, empañados en aquel cenagal! ¡Ay Rostro de mi amado,
cubierto de aquellas bascosidades! ¡Ay boca dulcísima de mi Redentor,
llena de tan hedionda inmundicia! Sácalo, alma, no tengas asco, que,
aunque le vez tan enlodado, y sucio, no te manchará, que el limpio sobre
toda limpieza, puro, sobre toda puridad: ¿Pide prestadas a los Ángeles unas
celestiales Toallas para limpiarlo, mira en que Altar, y en que limpios
Corporales has puesto a ese Santísimo más que todos los Santos? Dile así
Alma: ¿Dios mío qué haces en tan barro inmundo y asqueroso cieno?
Atiende a sus voces; oye lo que dice: Ay Alma, querida mía, aquí he bajado
a buscarte como preciosa perla de mi corazón, y sí el pecado te ha
sumergido en sus apestadas aguas, entre ellas te busco, en este lodo te
solicito, mucho te quiero, pues tanto me cuestas. Mira Alma, la que mejor
agua para limpiar a Dios enlodado, son las lágrimas, el mejor lienzo es una
vida limpia, promételo así, y aquí puedes tener con tu Jesús; algunos dulces
Coloquios.
Aquí dejas la cruz con reverencia y mientras otro lee, si se hace entre
muchos, postrados en Cruz dirás con todo el afecto posible la siguiente:
ORACIÓN
ÚLTIMA MEDITACIÓN
Después de haber sacado al Señor del Torrente Cedrón
Pero si digo, recorras por menudo las pasiones, que has refrendado, los
pecados veniales voluntarios, que ya no cometes, al contrario, y de hoy
adelante procura disponerte para la Sagrada Comunión más fervorosa, que
por fin Dios solo, alma, Dios solo eternamente.
ORACIÓN
Te suplico me le enciendas
En tu Soberano Fuego,
Y en él imprimas y estampes
Los favores que hoy me has hecho:
ORACIÓN
A LAS GRAVÍSIMAS ANGUSTIAS CON QUE FUE CUBIERTO
EL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
¿Q ué es esto Dulcísimo Jesús de mi alma? Este Corazón Santísimo,
centro de toda suavidad, y principio de todo humano vivir, fin de
todos nuestros desconsuelos, recreo de los Justos, refugio de los pecadores,
acogida de los atribulados, última morada de nuestras esperanzas, se halla
en el amargo Océano de tu Pasión oprimido con tan gravísimas Angustias?
Bien conozco no nacen de la mala complexión de culpa en ti que eres la
Suma Santidad, fundamento y principio de la Gracia, que siempre han
tenido todos los justos. Bien veo que esas acervas interiores puntas, que
afligen ese Sacratísimo Corazón, son buscadas del inmenso amor con que
has echado sobre tu Venerable Espalda la pesada carga de los pecados del
Mundo. Bien advierto, que a tu Sacratísima Persona (como impecable por
naturaleza) repugna el hediondo cúmulo de tantas culpas que como
inocente pagas y, finalmente, bien conozco, que quien te hace como yo,
este recuerdo, soy el peor verdugo, que te atormenta; así es verdad, así lo
considero, y así lo lloro arrepentido. Esas angustias, que han cubierto tu
Sacratísimo Corazón, te ruego sean desahogo del encogido, sean un suave
antídoto contra aflicción humana; una libertad Santa, para defender tu
Santo Nombre; escudo contra las diabólica astucia y tina víctima a mi
afligida conciencia, gravada del imponderable peso de mis pecados; y
aunque es cierto, no soy capaz de consolar tu angustiado Corazón, ni tengo
caudal alguno de propios méritos, con todo, Dueño mío Jesús de mi Alma,
tengo derecho como Cristiano a tu bendita derramada Sangre como Hijo,
yo soy heredero de tus infinitos Merecimientos; mía es, no lo dudo, esa
Cruz, mías esas prisiones; mías esas bofetadas, mías esas espinas, míos
esos azotes, mías esas Llagas, mía esa Muerte, mío ese Corazón, mía esa
Santísima Anima; y tú mi Dulcísimo Jesús, todo mío; pues toda esto así
mismo te lo ofrezco para consuelo de tus Angustias; y porque no vaya con
el desaliño de mi bajeza, y miseria, te lo consagro con él rico Sagrario del
Purísimo Corazón de tu Santísima Madre, mi Señora la Virgen María; no
mires, Esposo mío, la vileza de mi despreciable persona, si no la ofrenda,
que es tan Santa como tuya; el Vaso en que va, como que es su Amantísima
Madre, cuyos doloridos suspiros y amargas lágrimas, fueron con sus
innumerables méritos tan agradables a tus ojos. Mírame Señor con lástima,
mírame con ojos de misericordia, y acuérdate en el tiempo de mis mayores
angustias, que serán a la hora de mi muerte, que este mísero gusanito
abatido en el abismo de su nada, ha clamado y llamado desde ahora a las
puertas de tu Misericordia, dando repetidos golpes con el verdadero dolor
de sus pecados. Dales buen Jesús, auxilios a los que actualmente agonizan
por tus amargas angustias, consuelo a las Almas que se ven tentadas; valor
a los combatidos y ayuda para vencer; perseverancia a los que están en
gracia; la mano a los que están en culpa; descanso a las benditas Almas del
Purgatorio, y remedio a las necesidades de la Santa Iglesia, y tu dulce
Presencia a los que hacemos memoria de tus angustias en la hora de nuestro
tránsito y la eterna Gloria. Amén.