La Revolución Quirúrgica
La Revolución Quirúrgica
La Revolución Quirúrgica
Los cirujanos se atrevían a hacer operaciones que antes no podían, pero seguían
enfrentándose a las tres barreras: dolor, hemorragia e infección.
Aparte del dolor incontenible que era provocado al paciente en su sano juicio, el
enemigo más terrible en toda la operación y en toda la herida, era la infección.
En aquellos días era la gangrena (Tejido muerto ocasionado por una infección o la
falta de irrigación sanguínea.) asumía en los hospitales proporciones epidémicas,
siendo la infección una consecuencia inevitable de las operaciones. El cirujano
operaba llevando una chaqueta vieja cubierta de manchas, tal vez esa fue una de
las razones por la cual se podría desencadenar la aquella infección.
La anestesia: Valerius Cordus preparó éter etílico en 1543 y pasaron tres siglos
antes que se utilizara como agente de anestesia general.
William Morton era un dentista que se había interesado en la anestesia, tanto que
decidió entrar a la escuela de Medicina Harvard, ahí realizó la primera intervención
quirúrgica usando el éter.
En 1847, James Young Simpson, profesor de obstetricia de la universidad de
Edimburgo introdujo por primera vez la anestesia clorofórmica, como método
sistemático para producir adormecimiento e insensibilidad al dolor, en las
operaciones quirúrgicas o durante el parto.
Sin embargo, el arma más útil fue la transfusión sanguínea. Quien contribuyó
decisivamente al tema fue Karl Landsteiner (1868-1943) con el descubrimiento en
1901 de los grupos sanguíneos.