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MATEO EL PERRITO TRAVIESO
Autor: Armando Guarapana
Mateo es un perrito de raza pequeña que vive junto a su mamá perrita y a su
familia humana, quien lo adoptó desde cachorrito. Digo familia humana porque tengo un amigo que dice que los animales y plantas no tienen dueños, tiene familias humanas que los cuidan y alimentan. Pues Mateo y su mamá son perritos muy felices porque su familia los quiere mucho. Él es muy peludo, su cabeza es dorada y su cuerpo negro con canas. Un día Mateo estaba sentado con su hermanito humano, llamado Santiago, viendo en la tele un programa de animales, allí vieron que el león, el tigre y aves como el águila y el halcón se alimentaban de otros animales, por ello les llamaban carnívoros, Mateo levantó sus orejas puntiagudas y pensó: “Vaya! Menos mal que por acá no hay ninguno de esos que pueda comerme”. Luego vieron animales tan pequeños como el conejo y tan fuertes como el hipopótamo, que sólo comían pastos y plantas, les llamaban por ello herbívoros. Pero lo que más le llamó la atención fue la Cebra, pues según Mateo usaban pijamas de rayas y la jirafa, por su gran tamaño, su largo cuello y sus largas patas. Se dijo a sí mismo: Ojalá algún día encuentre a una cebra para preguntarle si su pijama es blanca con rayas negra o negra con rayas blancas y a la jirafa preguntarle por qué tiene ese cuello y esas patas tan laaaargos. No pasó mucho tiempo cuando Mateo y su mamá perrita fueron llevados de paseo por su familia humana a una ciudad cercana. Allí visitaron Centros Comerciales, sitios donde vendían comidas, regalos y ropa, pero nada que le interesara a un perrito como él. De repente, entre la gente que pasaba vio una chica con un gato y ya sabemos que sucede cuando perros y gatos se encuentran… Mateo saltó de los brazos de su mamá humana y persiguió al gato, quien en su huida se metió entre unas rejas y allí Mateo lo perdió y… se perdió el también. Sin darse cuenta se había alejado mucho del centro comercial. Asustado miró un letrero en la reja que decía “ZOOLOGICO”… pero él no sabía leer, siguió caminando y entró a una gran jaula cuyo letrero decía “CUIDADO, LEONES”, pero como dije antes, Mateo no sabía leer. En unos segundos estaba rodeado de varios leones a los que veía como gatos gigantes y pensó: “DIOS mío, estos deben ser los hermanos mayores del gato que perseguí”, pero con sobresalto recordó que eran los carnívoros que vio en la tele. Los leones al ver al pobre Mateo tan asustado lo tranquilizaron diciéndole “Calma pequeño no te haremos daño, nosotros solo comemos a otros animales cuando tenemos hambre, no por maldad o placer como lo hacen muchos de los humanos, que hoy han acabado con muchos animalitos. Puedes irte tranquilo, no tenemos hambre”. Mateo agradecido se despidió y pensó que igual sucedía con el águila y el halcón. De repente recordó a la cebra y la jirafa y decidió ir a visitarlas, no sin antes saludar al conejo y a sus numerosos hijos y al hipopótamo. Mateo se enteró por boca o mejor dicho por hocico de la cebra que su pijama no era tal, sino su piel y pelaje que le servía para esconderse de los leones y otros carnívoros y la jirafa le contó que sus patas y cuello eran tan largos porque se alimentaban de las hojas de los grandes árboles y arbustos. Cuando se estaban despidiendo Mateo oyó alegre las voces de su familia humana, ¡lo había encontrado! Gracias al fino olfato de su mamá perrita que lo rastreó hasta el zoológico, con ellos venía también la mamá humana del gatito que Mateo había perseguido, quien al verla salió de su escondite y subió a sus brazos. Aunque no escapó del regaño por desobediente, Mateo y su familia humana regresaron a casa con nuevas cosas aprendidas.