LÍRICOS

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1

LA LÍRICA ARCAICA

Bonifaz, N. Antología de la lírica griega. Universidad Nacional Autónoma de México.


México 1988.

Ferraté, J. Líricos griegos arcaicos. Edición bilingüe. Seix Barral, Barcelona 1996.

García Cataldo, H. Poesía griega arcaica del s. VII. Antología de fragmentos. De Arquíloco a
Anacreonte. Centro de Estudios Griegos, Santiago 2017.

Navarro, J. L. y Rodríguez J. M. Antología temática de la poesía lírica griega. AKAL Clásica,


Madrid 1990.

Ortega, A. El despertar de la lírica en Europa De Arquíloco a Safo.


Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 1974.

Rodríguez Adrados, F. Lírica griega arcaica. Poemas corales y monódicos. Editorial Gredos,
Madrid 2001.

Rodríguez Adrados, F. Orígenes de la lírica griega. 2 vols. Editorial Coloquio, Madrid 1986.

Suárez de la Torre, E. Píndaro Obras Completas. 2 vols. Editorial Atalaya, Barcelona 1996.

Suárez de la Torre, E. Elegíacos griegos. Introducción, traducción y notas E. Suarez de la Torre.


Editorial Gredos, Madrid 2012.

CALINO DE EFESO (660 a. C.)


1
¿Hasta cuándo estaréis recostados? Jóvenes, ¿cuándo tendréis un pecho valiente?
De tanto abandono ¿no os avergüenzan los pueblos vecinos? ¡Pensabais quedar en paz,
y a todo el país lo tiene la guerra! que todos lancen el último dardo, al morir.
Porque es noble y glorioso que luche el hombre, en defensa de su tierra y de hijos y esposa
legítima, con quien los ataca; y la muerte no habrá de venir sino cuando las Moiras la hilaren.
Vamos, id todos al frente, lanza en mano y oculto detrás del escudo el robusto corazón,
tan pronto se trabe el combate. Pues no está en el destino que el hombre se libre de muerte,
ni aunque remonte su estirpe a un dios inmortal. A veces, uno que escapa al estrago
y al golpe del dardo regresa, y la muerte fatal lo encuentra en su casa.
Mas a ese tal no lo quieren ni lo echan de menos, y a otro lo lloran ricos y pobres, si algo le pasa;
2

porque, al bravo guerrero que muere, el pueblo lo añora y, si vive, casi lo tiene por dios;
porque sus ojos lo ven igual que si fuese una torre; porque cumple hazañas de muchos, él solo.
El propio hijo de Cronos, Zeus, esposo de Hera de bella guirnalda, dio esta ciudad a los Heráclidas;
con ellos, dejado el ventoso Erineo, vinimos nosotros a vivir en la isla espaciosa de Pélope.

TIRTEO (640 a. C.)


3
De esta manera, en su templo opulento, hablóles Apolo, el rubio flechero,
señor del arco de plata: «Que empiecen mandando los reyes, a quienes honran los dioses,
y cuya tarea es cuidar de Esparta la amable, y los viejos, nacidos primero;
después, también mande el pueblo, siguiendo a su vez con rectos dictados;
que sean hermosos los dichos y justos todos los hechos y no le propongan a esa ciudad
iniquidades; y asistirán a la masa del pueblo la fuerza y el éxito».
Así revelábase Febo sobre esto a Esparta.
4
Oído que hubieron a Febo, de Pito trajeron a casa el vaticinio del dios y sus firmes palabras:
«Que empiecen mandando los reyes, a quienes honran los dioses,
y cuya tarea es cuidar de Esparta la amable, y los viejos ancianos;
después, también manden las gentes del pueblo,
siguiendo a su vez con rectos dictados».
7
Es admirable haber muerto, cuando ha caído en vanguardia un hombre valiente
peleando en bien de la patria. Pero dejar la propia ciudad y sus campos fecundos y andar
mendigando es lo más doloroso de todo, vagando sin fin con la madre querida
y el padre ya viejo y la esposa legítima e hijos pequeños. Porque va a serles ingrato,
a aquellos a quienes acuda vencido por la penuria y el hambre execrable,
y avergüenza a su estirpe y ultraja su hermosa figura y toda suerte de agravios y penas le siguen.
A sí que, si nadie les guarda ninguna atención ni respeto a los vagabundos,
ni aun a su estirpe futura, luchemos con ánimo todos por esta tierra, y muramos por nuestros
hijos, sin reparar en la vida. Jóvenes, hala, luchad con firmeza, hombro con hombro,
3

no empecéis la infame huida ni el miedo, haceos, dentro del pecho, el ánimo grande y robusto,
no penséis en la vida peleando en el frente; y a vuestros mayores, que ya no tienen rodillas ligeras,
no huyáis dejándolos a ellos atrás, a los viejos. Pues abochorna, que yazga, caído en vanguardia,
un guerrero, siendo un hombre mayor, delante de jóvenes, quien, ya blanco el cabello y la barba
llena de canas, está exhalando su alma valiente en el polvo, y tiene en el puño sujetas
las partes, bañadas en sangre —dan vergüenza a los ojos, y es malo de ver—, y desnudas las
carnes. Mas todo a un joven le cuadra en tanto conserva la flor de la juventud.
Los hombres se encantan de verlo y lo quieren bien las mujeres, mientras aún vive,
y lo admiran, si cae en vanguardia. Hala, estad firmes, abrid bien las piernas,
clavad en el suelo ambos pies, y morded con los dientes el labio.
8
No quisiera acordarme de nadie ni en cuenta tenerlo por su excelencia en los pies
o destreza en la lucha, ni aunque tuviera el tamaño y la fuerza grande de un Cíclope
y al Bóreas tracio venciera corriendo ligero, ni aunque, más que Titono, fuera hermoso en figura
y, más que Ciniras y Midas, fuese opulento, ni aunque fuese más regio que Pélope,
el hijo de Tántalo, y tuviera una voz de miel, como Adrasto, ni aunque gozara de todas las glorias,
si no era valiente; pues el hombre no sale bueno en la guerra si no soporta ver con los ojos
la cruenta matanza y al enemigo a poca distancia no le entra. En eso estriba el valor,
y es ése en el mundo el trofeo mejor y más bello que puede un joven ganarse. Sirve al bien general,
al estado y la masa del pueblo, el hombre que, de pie en la vanguardia,
se afirma con terquedad y olvida del todo la huida infamante y arriesga la vida
y expone su ánimo fuerte y al compañero de al lado socorre y a gritos lo anima:
ése es el hombre que sale bueno en la guerra.

MIMNERMO DE COLOFÓN (630 a. C.)


11
Nosotros, como las hojas que brotan al tiempo florido de primavera
y que cunden de súbito al sol, igual, de la flor de la edad disfrutamos
lo poco que alcanza un palmo, sin saber nada del mal ni del bien que guardan los dioses;
las negras Keres nos cuidan, que rigen el plazo, una, de la afligida vejez y el de la muerte, la otra;
4

y no duran de joven los frutos más que cuanto en la tierra derrámase el sol.
Pero después que esa edad del hombre ha pasado, sin duda que ya estar muerto
resulta mejor que vivir. Son muchas las penas del alma: de unos la casa se hunde y vienen las
tristes obras de la escasez; a otro le faltan los hijos y al Hades se va bajo tierra
sin que haya podido su ansia acallar; otro sufre un morbo acerbo;
y así no hay humano a quien no le envíe de males un cúmulo Zeus.
9
Sí; al Sol le ha tocado un trabajo de todos los días,
y nunca les sale, ni a sus caballos ni a él,
descanso ninguno, después que la Aurora de dedos de rosa,
dejado el Océano, sube a lo alto del cielo. Pues una cama de encanto, profunda,
con alas, forjada en oro precioso por manos de Hefesto, lo lleva,
sumido en ávido sueño, del mar a través, y rozando la espuma del agua,
de las Hespérides pasa al país de los Negros; allí sus caballos lo esperan
y la ágil carroza, hasta que llega la Aurora temprana.
Y entonces el hijo del noble Hiperión se sube en el carro.
10
Y qué vida, y qué goce, quitando a Afrodita de oro?
Morirme quisiera, cuando no importen ya más
los amores ocultos, los dulces obsequios, la cama,
cuanto de amable tiene la flor de la edad para hombre y mujer;
pues tan pronto llega la triste vejez, que hace al hombre feo y malo a la par,
sin cesar le consumen el alma los viles cuidados,
ya no se alegra mirando a los rayos del sol, los muchachos le odian, lo vejan también las mujeres;
tan terrible dispuso Dios la vejez.
20
Después que, dejada la villa de Pilos Nelea,
en nuestros navios llegamos al Asia deseada
y a Colofón la amable atacamos con fuerza aplastante
y allí nos quedamos, venciendo en la recia embestida;
5

y, desde esa base, siguiendo el curso del río, conquistamos,


por voluntad de los dioses, la eólida Esmirna.

SOLÓN (600 a. C.)


22
Hijas espléndidas de la Memoria y del Zeus del Olimpo,
Musas de la Piéride, oíd esta súplica: dadme bonanza, tocante a los dioses felices;
y en cuanto toca a los hombres, que tenga siempre un buen nombre;
que endulce la vida al amigo y amargue la del enemigo,
respetado por unos, terrible a los otros.
Riquezas, deseo tenerlas, pero con fraude no quiero guardarlas conmigo:
la pena al final siempre llega. Los bienes que donan los dioses se quedan
al lado del hombre firmes desde la última raíz a la copa; pero aquellos
que el hombre persigue abusando no vienen con orden; ceden a injustos manejos e indóciles
siguen, pero no tarda en ponerse en medio el desastre. El principio es cosa de poco,
igual que el del fuego, desdeñable al comienzo, pero que acaba en molestia;
para el hombre no duran las obras de abuso. Zeus de todas las cosas ve el término,
y tan de repente como al instante dispersa las nubes el viento de primavera que, habiendo
revuelto hasta el fondo las olas del mar sin cosecha y barrido los bellos cultivos de la tierra
triguera, llega hasta el cielo empinado, morada divina, y lo aclara otra vez a la vista;
y resplandece la fuerza del sol sobre el suelo fecundo, hermosa, y ya no pueden
verse más nubes: igual se presenta el castigo de Zeus; y no siempre con todos,
como el hombre mortal, se enfada igualmente, pero jamás se le oculta del todo
aquel que en su pecho alberga injusticia, y siempre al final lo descubre […]
40
Cuando cumple los siete, pierde el tierno muchacho los primeros dientes que echó siendo un crío.
Y cuando Dios le completa por fin los segundos siete años, la pubertad creciente ya empieza a
mostrarse.
Y al septenio tercero, espigándose aún, se le cubre de vello el mentón y cambia la flor de la piel.
6

Y al cuarto septenio es cuando tiene la fuerza más grande, entre los hombres segura señal del valor.
Y el quinto es el tiempo en que el hombre debiera pensar en casarse y procurar obtener
descendencia de hijos.
Y al sexto madura la mente del hombre en todas las cosas y ya en adelante no quiere descuido en
sus actos.
Y al séptimo tiene el juicio y el habla mejores, lo mismo que al octavo;
y suman los dos catorce años. Y al noveno, le queda poder;
no obstante, es más débil, mirando al perfecto valor, en lengua y prudencia.
Y al décimo, si alguien lo alcanza y llega hasta el límite, no vendrá antes de tiempo a buscarlo la
muerte.
24
Nunca nuestra ciudad morirá por decreto de Zeus ni por voluntad de los dioses siempre felices;
pues la magnánima hija de un padre fuerte la guarda, Palas Atena, poniéndole encima las manos.
Quienes tratan de hundir la ciudad, estúpidamente, son sus propios vecinos,
pensando en ganancias, y el juicio perverso de los caudillos del pueblo, llamados
a pagar con dolor su enorme arrogancia; pues no saben frenar los excesos,
ni un límite darle a la alegría de hoy, calmando el banquete. y se enriquecen,
siguiendo injustos empeños y sin respeto ninguno, todo lo roban y todo lo pillan,
sagrado y profano, cada uno a su modo, y no vigilan los fundamentos augustos de la justicia
que calla, y presente y pasado conoce, y con el tiempo, torna, sin falta, a vengarse.
Ya no vuelve a sanar, la ciudad que padece esa llaga; y no tarda en caer en la vil servidumbre
que despierta interna discordia y la guerra dormida, destructora de tantos magníficos
jóvenes; pues una bella ciudad se agota enseguida, por obra de sus enemigos,
con bandos que alientan los malos. Y mientras cunde por todo el común la desgracia,
son muchos los de entre los pobres que salen a tierra extranjera ii servir como esclavos,
y se atan con lazos infames. Así que a la casa de todos llega el mal del común;
y no bastan ya a sujetarlo las puertas de entrada; pasa de un salto el alto cercado,
y al fin da con uno, aunque vaya a esconderse al fondo del cuarto.
Mi alma me ordena que esto a la gente de Atenas enseñe: que el Mal Gobierno le trae aflicciones
al pueblo, y que el Buen Gobierno todo lo pone en orden y a punto, y que ata a menudo
con grillos al malo; pule asperezas, modera la hartura, disipa el abuso, marchita los brotes
7

nacientes de la venganza, endereza sentencias torcidas y embota el poder de la insolencia,


y refrena la disensión, y frena también la mala rabia envidiosa,
y el hombre todo con él lo tiene a punto y conforme.

31
De la nube procede la fuerza de nieve o granizo, y el trueno se forma
a partir del rayo brillante; y una ciudad con los grandes empieza a morir,
y a un monarca cae en servir el común por su propia ignorancia;
y al que se exaltó demasiado no es fácil después contenerlo,
y hubiera sido mejor pensar antes en todo.
43
Pero, si sigues haciéndome caso, quita ese verso, y no te enfade el que yo lo entienda mejor,
cámbialo, dulce poeta, y canta de esta manera: «A los ochenta me coja la muerte fatal».
No me venga una muerte sin lágrimas, no: a los amigos quisiera dejar,
al morir, dolor y lamentos. Y cuanto más viejo soy, más cosas aprendo.
45
Y yo ¿por qué acabé, sin alcanzar aquello porque congregaba al pueblo?
Pídase, acerca de eso, testimonio, en el juicio del tiempo,
a la suprema madre de los olímpicos divinos, la oscura Tierra,
de quien arranqué los linderos hincados dondequiera,
y, siendo antes esclava, ahora es libre. Y a Atenas, a la patria que les dieran los dioses,
del exilio hice volver a mucho esclavizado sin razón, o con razón,
y a otros que un apremio urgente hizo escapar y ya no hablaban el ático,
de tanto andar vagando; y al que estaba aquí mismo en vergonzosa servidumbre,
y temblaba viendo al amo de mal humor, le di la libertad.
Y esto lo conseguí por imponerme trabando la justicia con la fuerza,
y acabé como había prometido. Y escribí leyes donde acomodaba,
lo mismo para el vil que para el noble, justicia recta para cada uno.
Y si otro en cambio coge el aguijón, un insensato amigo de ganancias,
seguro que se le revuelve el pueblo; de haber yo mismo sostenido
8

un día lo que agradaba a unos, y al siguiente la posición de sus contrarios,


de esta ciudad habrían muerto muchos hombres.
Así que haciendo fuerza por doquier escapé a la jauría, como un lobo.

JENÓFANES (530 a. C.)

Ya que están limpios, ahora, el suelo, y las manos de todos, y las copas;
y hay uno que pone coronas trenzadas,
y otro que pasa un perfume oloroso en un frasco;
y se alza la crátera, llena hasta el borde de dicha
y hay más vino en reserva, que dice no habrá de faltarnos nunca,
y que huele a flores, suave, en los cascos;
y difunde el incienso su santo aroma en el medio;
y fresca y dulce y limpia está el agua, y a mano los rubios panes esperan
y, tal que impone respeto, la mesa, de queso y de miel suculenta cargada;
y cubren el ara del centro por todas partes las flores;
y envuelven toda la casa el canto y la fiesta: deben primero los comensales
al dios entonarle un himno con pías historias y puras palabras;
y, hecha ya libación y habiendo implorado la fuerza de hacer lo que es justo
—eso, sin duda, es más propio—, no hay abuso en beber hasta donde lo habido
no impida volver sin criado a la casa, no siendo un anciano;
y al hombre se debe alabar que demuestra, al beber,
su nobleza en que se acuerda del bien y se esfuerza en lograrlo,
y que no viene a contar las batallas que nuestros abuelos fingieron entre Titanes,
Gigantes, Centauros, ni violentas querellas, que en eso no hay nada que sirva;
y es bueno guardarles respeto, siempre, a los dioses.
2
Si uno por su viveza en los pies, o en la quíntuple prueba,
obtiene el triunfo donde el recinto de Zeus,
junto a las aguas del Pisa, en Olimpia, o vence en la lucha,
9

o gana en el arte del púgil lastimador, o en la espantosa porfía que llaman pancracio,
es probable que ya sus vecinos al verlo lo estimen mejor y que obtenga en los juegos
un puesto de honor, destacado, y que por cuenta del pueblo alimento
le den en la ciudad y un presente que sea un recuerdo; y que saque
todo eso mismo si vence en los carros también, sin ser como yo
acreedor a esos premios: mejor que la fuerza de hombres o potros es, de verdad,
mi saber. Pero en esa materia se piensa muy mal, y no es justo que se prefiera
la fuerza a un útil saber. No porque haya entre el pueblo uno que sea un buen púgil
o bueno en la quíntuple prueba o que sepa luchar o tenga viveza en los pie
—el más estimado de todos los ejercicios donde del hombre el vigor se prueba en los juegos—,
no está por eso mejor gobernada la ciudad, ni tendrá una alegría mayor
porque triunfe un atleta en certamen a la orilla del Pisa;
que eso no llena de la ciudad el almacén.
3
Y habiendo adoptado, imitando a los lidios, inútiles lujos,
mientras de un execrable dominio estuvieron libres aún,
a la plaza acudían con mantos teñidos todos de púrpura,
mil en total por lo menos, e iban, ufanos, felices con sus elegantes peinados,
esparciendo el olor de exquisitos perfumes.
73
Sesenta y siete años han paseado ya mis pensamientos
por la tierra de Grecia; y desde mi nacimiento
habían pasado veinte y cinco además, si es que yo puedo testimoniar
exactamente sobre estas cosas. (Trad. Adrados.)

ARQUÍLOCO (650 a-.C.)


59
Un tracio es quien lleva, ufano, mi escudo:
lo eché, sin pensarlo, junto a un arbusto, al buen arnés sin reproche,
pero yo me salvé. ¿Qué me importa, a mí, aquel escudo?
10

¡Bah! Lo vuelvo a comprar que no sea peor.


7
Mientras plañe un dolor quejumbroso,
ningún ciudadano disfrutará de las fiestas,
Pericles, ni el pueblo; pues que a unos tales barrieron
las ondas del mar resonante y con razón nos rebosa la pena del pecho.
Pero los dioses, amigo, para remedio de males que no tienen salida,
esfuerzo nos dieron. Tal caso es un día a éste a quien toca, y el otro es a aquél:
hoy en contra nuestra se ha vuelto, y lloramos por eso nuestra sangrienta llaga,
mas pronto caerá sobre otros. Vamos, dejad de llorar como hembras: sed fuertes.
20
«No me importa, todo el oro de Giges
—jamás se lo envidié—, ni tengo celos del poder de los dioses,
ni me atrae la altiva tiranía. No es bastante
para que en ello mi atención yo fije».
56
No; no se tenderán muchos arcos, ni espesas las hondas serán
cuando Ares convoque al tumulto en el llano;
pero sí cumplirá su doliente tarea la espada;
que en tal estilo de lucha son diestros
los célebres lanceros señores de Eubea.
100
Le contesté a mi vez de esta manera:
«Mujer, ante los chismes de la gente ¡no te quedes temblando!
En cuanto a mí, no pienso hacerles caso, a menos que me vayan a alegrar.
¡Anda, sonríete! ¿Pensaste, de verdad, que a tal extremo de desdicha llegué?
¡Te hice el efecto de ser, entonces, el tipo infeliz que ni yo soy ni es nadie en mi familia!
Mira, sé cómo amarle, a quien me ama; pero también sé cómo,
al que me odia, se le odia y se le afrenta con palabras».
107
11

Confíate a los dioses en todo: ellos, a veces,


a quien yace en el suelo oscuro, lo levantan
y libran de infortunio; y en cambio, otras, atacan,
y al de más firme asiento lo hacen caer de espaldas;
males sin cuento siguen, y el hombre anda perdido,
faltándole el sustento, enajenado el ánimo.
113
Nadie, de honor ni fama, una vez muerto,
goza entre sus convecinos: en vida, preferimos
buscar de los vivientes la simpatía;
el muerto lo peor de todo, siempre y en todas partes, sufre.
116
Corazón, corazón, si te turban pesares invencibles,
¡arriba!, resístele al contrario ofreciéndole el pecho de frente,
y al ardid del enemigo oponte con firmeza. Y si sales vencedor,
disimula, corazón, no te ufanes, ni, de salir vencido, te envilezcas llorando en casa.
No les dejes que importen demasiado a tu dicha en los éxitos,
tu pena en los fracasos. Comprende que en la vida impera la alternancia.
118

“¡Por las olas azotado! En Salmideso desnudo le çojan


los tracios de largos cabellos, amabilísimamente.
Allí sufra males sin cuento, pan de esclavo comiendo, yerto de frío,
y con la espuma salina alga abundante se le pegue a su cuerpo,
con los dientes chirriando, cual perro que yace en tierra, de boca, sin fuerzas,
cabe la última orilla que golpean las olas.
¡Así verle quisiera! Aquel que me hizo injusticia, que pisoteó juramentos,
habiendo sido antes compañero de luchas.”

SEMÓNIDES (630 a. C.)


12

138
Muchacho, es Zeus tonante quien prescribe de todo el desenlace,
y quien lo pone por donde él quiere. En cambio, entre los hombres no cunde el tino,
no, que, pasajeros, vivimos como bestias, ignorantes del término que Dios le dará a todo.
Pero, mientras discurren lo imposible, sustenta la esperanza a los humanos:
unos aguardan a que venga el día, otros confían en que cambie el año.
No hay quien no espere, para el año próximo, hacerse amigo de fortuna y bienes.
Y a uno la vejez se le adelanta antes del plazo. A otros los consumen viles dolencias.
Y a otros, subyugados por Ares, los manda Hades bajo tierra.
Otros, dentro del mar, zarandeados por la borrasca y el oleaje azul,
perecen trabajando por la vida. Y otros se atan un lazo, ¡desdichados!,
y a voluntad dejan la luz del sol. Libre de mal, no hay nada;
innumerables hados funestos y calamidades imprevistas y penas sufre el hombre.
Mas, si me hicieran caso, no andaríamos amando el daño,
ni poniendo el ánimo en la amargura nos torturaríamos.
143
Dijo una cosa muy bella el poeta de Quíos: «Como brotan las hojas,
igual se suceden los hombres». Pocos son los mortales que prestan oído
y guardan en su corazón la sentencia; y es que en todos vive la misma esperanza,
que prende en el pecho del joven. Mientras goza un mortal de la amable flor de sus años,
tiene el ánimo leve, y discurre imposibles. No espera que habrá de venir la vejez
ni que debe morir, ni, mientras tenga salud, en el morbo repara.
Necios, esos que piensan así y que no saben que es corto el tiempo
que duran la juventud y la vida del hombre. Tú, desengáñate y, ya que vivir tiene un término,
esfuérzate, y déjale al alma que goce del bien.

ALCMÁN (630)
146
Llenadme, Musas del Olimpo, el alma
con el amor de una nueva canción:
13

quiero escuchar la voz de las muchachas


entonando hacia el cielo un hermoso himno
que de los párpados apartará el dulce sueño; ...
y el ansia me empuja a correr al certamen
donde sacudiré con vehemencia la rubia cabellera;
153
Muchachas de cantar dulce y voz amada,
mis piernas ya no pueden llevarme.
¡Ah, si yo fuese un cerilo, ave purpúrea como el mar, sagrada,
que con los alciones vuela, valiente el corazón, a flor del agua!
166
Muchas veces, en las cumbres de las montañas,
donde regocija a los dioses el festival lleno de antorchas,
cogiste una vasija de oro, un gran barreño
como los que usan los pastores, y lo llenaste de leche de leona
con tus manos y cuajaste para Argifonte un queso grande y enterizo.
174
Duermen de las montañas las cumbres y los valles,
y alcores y barrancas, y el bosque, y
cuantos animales la tierra oscura cría,
y las fieras del monte, y los enjambres,
y el monstruo en los fondos del mar rielante;
y duermen las muchedumbres de aves de largas alas.

ESTESÍCORO (590 a. C.)


Apolo se deleita sobre todo con danzas
y con juegos y canciones;
duelos y quejas le tocaron a Hades.
180
El Sol Hiperionida en copa de oro entró,
14

para, pasado el Océano, llegar al fondo de la tenebrosa noche sagrada,


con la madre y la mujer su esposa y los muchachos;
y mientras tanto el otro, el hijo de Zeus, a pie se encaminó
hacia el bosque que los laureles sombreaban.

ÍBICO DE REGGIO (Med. S. VI)


Trad. Rodríguez Adrados
14
En primavera los membrilleros, regados por las corrientes de los ríos
allí donde está el jardín intacto de las Vírgenes,
y los pámpanos que crecen bajo los troncos frondosos de las vides,
adquieren lozanía; pero el amor no duerme para mí
en ninguna estación…entre relámpagos quemándome,
el tracio Bóreas, lanzándose, enviado por Cipris,
en medio de una furia que lo agosta todo, trayendo oscuridad, falto de miedo,
del suelo con violencia [arrebata mi corazón].
15
Otra vez Eros, mirándome lánguidamente
con sus ojos bajo sus párpados oscuros,
con mil incitaciones me empuja dentro de la red inextricable de Afrodita.
Le temo según viene, igual que un caballo sufridor
del yugo que compite en los Juegos,
a la vejez mal de su grado con el carro veloz entra en la carrera.
Traducciones Ferraté
194
Quienes, saliendo de Argos, por decreto de Zeus grande,
la inmensa, ilustre y rica ciudad de Príamo Dardánida asolaron de raíz,
y sostuvieron contienda, en muchos cantos celebrada,
por la belleza de la rubia Helena, en una guerra quejumbrosa,
hasta que cayó la Venganza, por voluntad de Cipris,
15

sobre Pérgamo la muy desdichada. Pero hoy no estoy de humor de celebrar ni a Paris,
que engañó a su mismo huésped, ni a Casandra, la de exquisitos tobillos,
ni a ningún otro Priámida, ni el día incalificable en el que Troya,
la de las altas puertas, fue tomada; ni otra vez quiero recordar
la eminente excelencia de los héroes llevados en las naves claveteadas
para daño de Troya; nobles héroes, a quienes el potente Agamenón mandó,
el rey Plistenida, caudillo de la tropa, hijo de un padre también noble, Atreo.
Eso, las sabias Musas Heliconides bien podrían tomarlo como tema,
pero es difícil que un mortal fuera en vida capaz de referir todo lo de las naves,
y de cómo Menelao pasó, zarpando de Aulis, de Argos a Troya rica en potros
cruzando el mar Egeo, con sus hombres, los aqueos,
armados con escudo de bronce, de entre quienes fue el mejor, con lanza,
Aquiles el de pies veloces, y Áyax, el grande y fuerte hijo de Telamón, el hijo de Tideo.

TEOGNIS (s. VI-V)


ELEGÍAS-LIB. I
Oh Señor hijo de Leto, vástago de Z eus: jamás me olvidaré de ti
al comenzar mi canto ni al acabarlo,
sino que siempre te celebraré al principio, al final y en medio;
escúchame tú y séme propicio. Rey Febo, cuando junto al lago de curvada orilla,
la augusta Leto, abrazando con sus manos delicadas una palmera,
dió a luz en tí al más hermoso de los inmortales,
la sagrada Delos se llenó de un divino perfume, sonrió la tierra gigante
y se regocijó el profundo abismo de la mar espumosa.
Oh Artemis cazadora, hija de Zeus, cuyo templo fundó Agamenón
cuando se disponía a partir para Troya con sus veloces naves,
oye mi plegaria y aparta de mí las Keres funestas: para ti, oh diosa,
es esto una cosa pequeña y para mi grande. Oh Musas y Gracias, hijas de Zeus,
que en un tiempo fuisteis a la boda de Cadmo y cantasteis allí este bello verso:
16

«lo bello nos es amado, y lo que no es bello no nos es amado».


Este verso salió de vuestras bocas inmortales. Cirno, tengan un sello
estos versos que compongo: jamás, así, pasará inadvertido sí me son robados;
jamás nadie los cambiará estropeándolos, siendo ellos mejores; y todo el mundo dirá:
«Son versos de Teognis de Mégara; es famoso en todas las naciones».
Y sin embargo, no puedo en modo alguno agradar a todos mis conciudadanos;
nada tiene de extraño, Polipaides: tampoco Zeus agrada a todos cuando llueve
ni cuando deja de hacerlo. Como tu amigo que soy, voy a darte los consejos
que yo mismo, oh Cirno, de niño, recibí de los hombres de bien.
Sé prudente y no busques honores, éxitos ni riquezas
mediante acciones deshonrosas ni injustas. Convéncete de ello;
y no trates con hombres viles, sino está siempre unido con los buenos;
bebe y come con aquellos, reúnete con aquellos y sé grato a aquellos
cuyo poderío es grande". De los buenos aprenderás cosas buenas;
pero si te juntas con los malos, estropearás incluso tu buen natural.
A prende estas máximas y trata con los buenos, y algún día dirás
que aconsejo bien a mis amigos.
Cirno, esta ciudad está preñada
y temo que para un hombre que enderece nuestro funesto desenfreno;
pues los ciudadanos aún están sanos, pero los jefes han venido a caer en una gran vileza.
Ninguna ciudad, oh Cirno, han arruinado aún los hombres de bien;
mientras que cuando los malvados se deciden a mostrar su insolencia,
corrompen al pueblo y dan las sentencias a favor de los injustos
para buscar ganancias y poderío propio, no esperes que esa ciudad,
aunque ahora esté en la mayor calma, permanezca tranquila
por mucho tiempo una vez que los malvados se aficionen a las ganancias
con público perjuicio. De esto nacen las luchas civiles, las matanzas de ciudadanos
y los tiranos: ¡ojalá no dé su voto a nada de ello esta ciudad!
[…] Grábate, querido, estos consejos en tu corazón y algún día llegarás
a acordarte de mí. Ninguno entre los hombres te persuada, oh Cirno,
17

a hacerte amigo de un malvado: ¿qué provecho hay en que un villano sea amigo de uno?
No te podría salvar de una situación difícil ni del infortunio; y si tuviera alguna cosa buena,
no querría hacerte partícipe de ella. Ninguna gratitud obtiene el que hace bien a la gente vil:
es igual que sembrar en las aguas de la mar espumosa. Porque ni segarás
una gran cosecha si siembras en el mar, ni, si haces bien a los villanos,
recibirás a cambio beneficios; pues la gente baja tiene aspiraciones insaciables
y si yerras en una cosa, el agradecimiento por los favores anteriores, se borra;
mientras que los hombres de bien, al recibir un beneficio, son los que más lo aprecian
y en el futuro tienen memoria y agradecimiento de aquellos favores.
No hagáis jamás vuestro compañero querido a un hombre vil;huidle siempre como a un mal puerto.
(v. 114)
Cúmpleme, oh Zeus Olímpico, mi justa plegaria y concédeme, a cambio de los males,
gozar también de algún bien. O alá muera si no hallo algún respiro
de mis tristes pensamientos y no causo dolores a cambio de los míos.
Pues tal es mi destino y no se cum ple mi venganza
sobre los que se han adueñado de mis bienes arrancándomelos por la violencia;
como un perro he atravesado un barranco llevándomelo todo la corriente del torrente.
Séame dado beber su negra sangre y ojalá me dirija su m irada algún numen propicio
que lleve a efecto estas cosas conforme a mi deseo. Oh vil pobreza
¿por qué te quedas conmigo y dejas de irte con otro hombre?
No me ames contra mi voluntad; vete a visitar otra casa
y no participes continuamente de mi vida desgraciada. –v-348-354.)
Lo que ha sucedido, es imposible hacer que no haya tenido lugar;
del futuro es de lo que h ay que cuidarse. En todas las acciones h ay peligro
y nadie sabe al comienzo de una empresa cuál va ser su final:
el que intenta ganar fama por falta de previsión cae en un grande y terrible infortunio,
mientras que al que obra bien la divinidad le da en todo el buen éxito,
que le libera de su insensatez. Es preciso aceptar con valor los regalos
que los dioses hacen a los hombres mortales y soportar fácilmente
lo que de bueno y de malo nos dan en suerte: no angusties en demasía
18

tu corazón por las desgracias ni te alegres repentinamente


por las venturas antes de contemplar el final. (583-590.)

SIMÓNIDES 520 a. C.
206
¿Quién se ciñó, de los de ahora,
por su victoria en el certamen
con los vecinos, tantas hojas de mirto
o coronas de rosas?
214
La humana fortaleza es poca, y vanos, los cuidados,
y nuestra vida breve añade trabajo a los trabajos;
la muerte ineluctable a todos igual nos amenaza;
que igual porción de muerte toca
a buenos y a malvados.
215
Siendo humano, nunca digas lo que va a pasar mañana;
ni, si ves feliz a un hombre, cuánto tiempo ha de durarle.
No es más rápido el esguince de la mosca de ala larga
que el mudar de los mortales.
222
De los que en las Termopilas cayeron
gloriosa es la fortuna
y noble es el destino,
y es un altar la tumba,
y en vez de llanto tienen el recuerdo
y la alabanza por lamento; y nunca
desaparecerá esta sepultura
por descaecimiento
ni por el que lo doma todo, el tiempo.
19

Este recinto de hombres valientes,


al honor de Grecia sirve de habitación;
para testigo, el rey de Esparta, Leónidas,
quien deja en herencia un portento de heroísmo
y gloria eterna.
224
[…] Y es que ser bueno no es empresa liviana,
e inclusive a quienes les ofrecen resistencia
obligan la invencible codicia, o de Afrodita,
la engañosa, el aguijón frenético, o el afán vehemente de porfías.
sí que, el que no pueda recorrer toda la vida el santo sendero,
que procure ser bueno en lo posible.
225
Es difícil que de verdad resulte ensamblado
sin falta un hombre, y bueno, cortado a la medida
en las manos, los pies y el pensamiento.
Pero tampoco estimo que esté expresado propiamente aquello de Pitaco,
con ser de un sabio: dice que es difícil ser bueno.
¡Sólo un dios goza de ese privilegio! En lo que al hombre toca,
no se puede que deje de ser malo, si lo coge un desastre sin remedio.
Si todo le anda bien, cualquiera es bueno, pero, si mal, es malo.
Y por lo general es el mejor aquel a quien los dioses favorecen.
Por eso yo no voy tras de lo que no puede ser que sea,
ni entregaré el destino de mi vida a la esperanza vana e irreal
de un hombre irreprochable entre los muchos que comemos el fruto de la tierra.
Ya os lo diré, si me lo encuentro; en tanto alabo y quiero a aquel que no se empeña,
voluntariamente, en nada feo (a la necesidad nadie se le resiste, ni los dioses).
A mí, que no me gusta reprender, me basta el que no es malo, ni tampoco
demasiado imposible; que comprende al menos la justicia servicial,
el hombre sano. A un tal ningún reproche le haré,
20

cuando es tan grande el número de necios. A fin de cuentas,


bueno es todo aquello que no viene revuelto con lo malo.
226
Cuando, en el arca fina, sintió el soplo del viento
y la corriente del mar revuelto, a Dánae
le entró miedo y, con las mejillas húmedas,
se echó sobre Perseo y, abrazándolo,
dijo: «¡Qué pena tengo,
hijo! Pero tu sueño no se turba, y duermes,
no pensando sino en mamar, en este leño triste claveteado de cobre,
que en la noche reluce, y donde sólo la oscuridad azul te arropa.
No te importan ni el agua que te pasa por encima
sin tocarte el cabello, ni el bufido del viento:
siempre apoyas la hermosa cabecita en la frazada.
Si te espantara lo que causa espanto,
ya habrías dado oído a mis palabras.
Quiero que duermas, niño; y que se duerma el mar,
que al fin se duerma esa aflicción inacabable.
¡Que haya un cambio, padre, Zeus,
por tu merced! ¡Ay, si cualquier palabra
injusta o temeraria hubiese dicho
al suplicarte, perdónamelo!»
230
Aves sin fin le iban volando encima
de la cabeza, a Orfeo, y desde el fondo del mar azul,
derecho iban saltando los peces,
al oír su hermoso canto.
233
Hay un mito: que la Virtud
habita un peñasco escarpado
21

donde un coro de ninfas ágiles la sirve.


En cuanto a los mortales,
no pueden todos verla,
y sólo el que de dentro echa un sudor
que le devora el alma,
y llega de su coraje hasta la cumbre.
19
Este polvo cubre a Arquédica, hija de Hipias –
el hombre que más se distinguió en Grecia entre los de su tiempo-;
siendo tiranos su padre, su marido, sus hermanos y sus hijos,
su espíritu no se llenó de altivez. (Trad. Rodríguez Adrados)

SAFO 600 a. C.
Himno a Afrodita
Hija de Zeus trenzadora de engaños, yo te imploro,
con angustias y penas no esclavices mi corazón,
Señora, ven en vez de eso aquí, si en verdad ya otra vez
mi voz oíste desde lejos y me escuchaste
y abandonando la mansión del padre viniste,
el áureo carro luego de uncir: bellos, veloces gorriones
te trajeron sobre la tierra negra batiendo con vigor sus alas
desde el cielo por en medio del éter. Presto llegaron:
y tú, diosa feliz, sonriendo con tu rostro inmortal me preguntabas
qué me sucedía y para qué otra vez te llamo
y qué es lo que en mi loco corazón más quiero que me ocurra:
«¿A quién muevo esta vez a sujetarse a tu cariño?
Safo, ¿quién es la que te agravia?
Si ha huido de ti, pronto vendrá a buscarte;
si no acepta regalos, los dará; si no te ama, bien pronto te amará
aunque no lo quiera». Ven, pues, también ahora,
22

líbrame de mis cuitas rigurosas y aquello que el corazón anhela


que me cumplas, cúmplemelo y tú misma sé mi aliada en la batalla.
Trad. Rodríguez Adrados
24
... aquí a mí desde Creta, a este templo sagrado
donde hay un bello huerto de manzanos y hay altares humeantes de incienso:
en él un agua fresca rumorea entre las ramas de los manzanos,
todo el lugar está sombreado por las rosas y del ramaje tembloroso
desciende el sueño; en él un prado, pasto de los caballos,
está lleno de flores de la primavera y las brisas soplan oliendo a miel.. .
Trad. Rodríguez Adrados.
31
(V. 44) [...] Héctor y sus amigos traen ya la doncella de ojos vivos
de la sagrada Tebas y de Placia de corrientes inagotable, la delicada Andrómaca,
en sus naves, sobre la mar salina; y brazaletes de oro numerosos
y vestidos purpúreos, perfumados, lujos refulgentes, y vasijas de plata innumerables
y marfil. Así dijo [el heraldo]: Rápido se puso en pie de un salto su querido padre
y la noticia llegó a través de la anchurosa Troya a los amigos.
Al punto las troyanas engancharon las mulas a los coches de firmes ruedas
y subió todo el gentío de mujeres y de doncellas de finos tobillos
y aparte las hijas de Príamo; en tanto, uncieron a los carros los caballos los hombres […].
La flauta de dulce canto se mezclaba y el sonar de los crótalos y las doncellas entonaban
con voz aguda un canto santo y llegaba al cielo el clamor religioso […].
En todas partes había en los caminos cráteras, copas; la mirra, la casia
y el incienso se mezclaban. Las mujeres más viejas lanzaban gritos rituales
y los varones todos elevaban un canto hermoso, agudo, invocando a Apolo
el flechador de hermosa lira y celebraban a Héctor y Andrómaca,
semejantes a los dioses. Trad. Rodríguez Adrados
104
De nuevo Eros que desata los miembros
23

me hace estremecerme,
esa pequeña bestia dulce y amarga,
contra la que no hay quien se defienda […].
Trad. Rodríguez Adrados
251
Cipria y Nereides, otorgadme
que vuelva acá mi hermano, incólume,
y que se cumpla todo cuanto
quisiera en su alma que ocurriese,
y que todas sus faltas pague
y traiga dicha a sus amigos
y un tormento a sus enemigos
que igual no nos toque sufrirlo,
y que quiera hacerle a su hermana algún honor,
y que se rompan los lazos
de las tristes penas que antes sufría. . .
252
Me parece el igual de un dios, el hombre
que frente a ti se sienta, y tan de cerca
te escucha absorto hablarle con dulzura y
reírte con amor.
Eso, no miento, no, me sobresalta
dentro del pecho el corazón; pues cuando
te miro un solo instante, ya no puedo
decir ni una palabra,
la lengua se me hiela, y un sutil
fuego no tarda en recorrer mi piel,
mis ojos no ven nada, y el oído
me zumba, y un sudor frío
me cubre, y un temblor me agita
24

todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba,


pálida, y siento que me falta poco
para quedarme muerta.
253
Dicen que es una hueste de jinetes
o una escuadra de infantes o una flota
lo más bello en la tierra, mas yo digo
que es la persona amada.
Y es muy fácil hacer que entienda eso
cualquiera, cuando Helena, que era hermosa
más que ningún humano, abandonó
a su honorable esposo
y a Troya se escapó, cruzando el mar,
y nunca de su hija se acordó
ni de sus padres, y es que,
de su grado, la hizo errar camino
la diosa cipria..................
261
Viniste, y yo te quería;
y helaste mi corazón
encendido de deseo. 2
264
Cuando mueras, descansarás: ni un solo
recuerdo guardarán de ti futuras
generaciones, pues no tienes parte
en las rosas de Pieria. E ignorada
hasta en la casa de Hades, solamente
con sombras invisibles tratarás
cuando de aquí hayas al fin volado.
277
25

«Madre dulce, mi tela


tejer no puedo: Afrodita suave
me vence, y de mi amado
siento el deseo”.
282
Estrella de la tarde, que a casa
llevas cuanto dispersó la Aurora clara:
llevas a casa a la oveja,
llevas a casa a la cabra,
y de la madre a la hija separas.

ALCEO 600 a. C.
292
Yo, desdichado,
llevo una vida de aldeano rústico
en donde echo a faltar, Agesilaidas,
las voces que convocan la Asamblea
o el Consejo: de aquello que mi padre
y el padre de mi padre compartieron,
hasta viejos, con estos ciudadanos
que se dañan los unos a los otros,
yo vivo desposeído, y exilado en remoto lugar. Solo, entre lobos,
hice mi casa aquí, como Onomacles,
preparando la guerra; que es innoble
no revolverse contra los que mandan.
Entre tanto, al recinto de los dioses
felices voy, pisando el suelo negro,
a recrearme en sus mismos visitantes;
y, lejos del peligro, me establezco
en donde, compitiendo en hermosura,
26

las muchachas de Lesbos van y vienen


con largos velos; donde, a la redonda,
todos los años se oye, impresionante,
el sagrado rugir de las mujeres.
¿Cuándo será que los dioses olímpicos
de mis muchos trabajos me liberen?
295
Llegas de donde acaba el mundo,
trayendo con oro engastada
la empuñadura de marfil de tu espada,
una grande hazaña después de haber cumplido, junto
a los babilonios guerreando,
y de librarlos de trabajos,
pues mataste allí a un combatiente
a quien faltaba sólo un palmo para los cinco codos reales.
302
Y Ártemis hizo el gran juramento divino:
«Siempre, por tu cabeza, seguiré siendo virgen,
insumisa, de caza en la cumbre apartada
de los montes; tú, acude, y otórgame esta gracia».
Tal dijo; y lo otorgaba el padre de los dioses;
y así dioses y hombres la invocan con el nombre .
Grande de cazadora doncella de las selvas;
y Eros, que el cuerpo afloja, no va nunca con ella.
303
Los Dióscuros
Dejad la isla de Pélope, y venid,
hijos audaces de Zeus y de Leda,
apareceos, propicio el corazón,
Cástor y Pólux,
27

que recorréis la ancha tierra y el mar,


montados en caballos velocísimos,
y sin esfuerzo apartáis de los hombres
la triste muerte,
cuando saltáis al tope de la nave,
clareando en las trozas a distancia,
e ilumináis en la noche doliente
el buque negro.
45
Resplandece el gran templo con el bronce
y en honor de Ares está adornado todo el techo con bellos cascos,
de los cuales se bambolean hacia abajo blancos
penachos de crines de caballo, ornato de las cabezas varoniles;
y grebas broncíneas, defensa contra el poderoso dardo,
ocultan, puestas en torno, las clavijas; hay corazas de nuevo lino
y cóncavos escudos, arrojados en el suelo;
y al lado espadas de Cálcide, al lado muchos cinturones y túnicas de lino.
No hay que olvidarse de todo esto, ahora que nos hemos lanzado a esta empresa guerrera.
Trad. Rodríguez Adrados.

HIPONACTE Finales s. VI
Trad. Rodríguez Adrados
28
Infame Mimnes, no pintes en el costado de bancos numerosos
de un trirreme una serpiente que huya desde el espolón
en dirección al piloto; pues es una desgracia y una infamia para el piloto,
oh esclavo hijo de esclavo, el que una serpiente le muerda la espinilla.
32
Hermes, querido Hermes, hijo de Maya, nacido en Cilena,
imploro tu ayuda, pues tengo un frío terrible.
28

Da a Hiponacte un manto, una túnica persa, unas sandalias,


unas zapatillas y sesenta estateras de oro del otro muro.
33
Da un manto a Hiponacte; pues tengo un frío horroroso
y me castañetean los dientes…
34
Aún no me diste un grueso manto, medicina del frío en el invierno,
ni cubriste mis pies con unas calientes zapatillas
a fin de que no me salgan sabañones.
36
Pluto, como es completamente ciego, jamás ha venido a mi casa a decirme:
«Hiponacte, te doy treinta minas de plata y otras muchas riquezas más»; es un bellaco.
39
Abandonaré a la desgracia mi alma dolorida
si no me envías cuanto antes un medimno de cebada
para poder hacer unas gachas con su harina,
bebiendo así una medicina contra la miseria.

ANACREONTE 530 a. C.
Traducciones: Rodríguez Adrados
6
A Artemis
Te imploro de rodillas, cazadora de ciervos,
rubia hija de Zeus, Artemis señora de las bestias salvajes:
tú que ahora junto a 1os remolinos del Leteo contemplas
esa ciudad de hombres valientes, alegre,
pues pastoreas a unos ciudadanos nada rudos.

13
Ea, muchacho, tráenos una jarra
29

para bebérnosla de un traigo sirviéndonos


diez medidas de agua y de vino cinco cazos
para que yo pueda otra vez divertirme sin barbarie.
16
Otra vez Eros de cabellos de oro me alcanza con su pelota purpúrea
y me invita a jugar con una muchacha de sandalias multicolores.
Pero ella, como es de la bella isla de Lesbos,
desprecia mis cabellos porque son blancos
y abre sus labios en busca de otros….
31
He comido cortando un poco de una tarta ligera,
he bebido hasta el fondo una jarra de vino.
Y ahora toco muellemente mi bella lira, haciendo serenata a la amada…
59
Canosas están mis sienes, blanca mi cabeza;
ha huido de mí la juventud graciosa, están viejos mis dientes,
y de la dulce vida me queda ya poco tiempo.
Por eso lloro muchas veces, temeroso del Tártaro;
pues es terrible el abismo de Hades y dolorosa es la bajada
hasta él: es bien cierto que el que baja no sube.
21
Corté, para almorzar, sólo un bocado
de una delgada torta, y me bebí todo un jarro de vino:
pulso ahora la amada lira delicadamente,
a mi querida niña festejando. (Trad. Ferraté)
27
Eros, viendo que empieza a encanecer
mi barba, con el soplo
de sus alas que brillan como el oro
me pasa por el lado. (Trad. Ferraté)
30

79
Quiero cantar a Eros tierno,
coronado de guirnaldas entretejidas con flores:
él manda sobre los dioses,
es él quien subyuga al hombre. (Trad. Ferraté)

ANACREÓNTICAS
Trad. M. Castillo Didier

XXXII ODA A LA CIGARRA


Venturosa te llamamos, oh cigarra, 1
pues sobre la copa de los árboles,
habiendo bebido un poco de rocío,
cantas como un rey.
Porque son tuyos los primeros brotes 5
cuantos en los campos ves
y cuantos las estaciones producen.
Tú eres el amor de los campesinos,
que no haces daño a nada.
Tú por los mortales apreciada, 10
dulce profeta del verano.
Te aman a ti las Musas
y te ama el mismo Apolo:
te dio un canto melodioso.
La vejez bien te conserva. 15
Sabia, hija de la tierra, del canto amiga,
impasible, cuerpo libre de sangre,
casi eres a los dioses semejante.

XXXIX EL MISMO SOBRE LA PRIMAVERA O LA BELLEZA


31

Cuán hermoso es caminar 1


cuando florecen los prados,
cuando gratísima y suave
la brisa Céfiro sopla,
de Evio ver la vid y bajo 5
de sus hojas esconderse
teniendo una dulce joven
que toda amor exhala
XLIV A LA PRIMAVERA
Mira cómo al aparecer la primavera 1
las Gracias hacen brotar las rosas;
mira cómo la ola de la mar
en la bonanza se aquieta;
mira cómo nada el ánade, 5
mira cómo la grulla pasa.
Brilló Titán abiertamente;
agítanse las sombras de las nubes,
iluminando las obras de los hombres.
Se doblega la tierra con los frutos, 10
el fruto del olivo ya se inclina.
El licor de Dioniso se corona,
por hojas y por ramas descendiendo,
el fruto ya madura de la vid.

BAQUÍLIDES
Epinicio III
Estrofa
A la soberana de Sicilia de óptimos frutos, de Démeter,
y a Core, coronada de violetas, canta Clío de dulces dones,
32

y a los rápidos caballos de Hierón que corrieron en Olimpia.


Antistrofa
Porque se lanzaron con la preeminente Victoria y con la Gloria
junto al Alfeo de amplios remolinos, donde han hecho
que el dichoso hijo de Dinómenes corona alcanzara.
Épodo
Y gritó la multitud: ¡Ah, tres veces afortunado el hombre que,
habiendo obtenido de Zeus el privilegio de gobernar
sobre el mayor número de griegos,
sabe no ocultar su riqueza, alta como torre,
bajo el negro manto de la oscuridad!
Epinicio V
Estrofa 1
Bienhadado caudillo de los siracusanos que hacen girar veloces sus carros,
este honroso adorno, dulce regalo de las Musas coronadas de violetas,
juzgarás con acierto tú como ningún otro hombre, delos de ahora al menos;
tu recta y justa mente en calma haz descansar de preocupaciones
y hacia aquí dirige tu pensamiento.
En verdad, tras haber tejido un himno con ayuda de las Gracias de ajustado talle,
lo envía desde su muy divina isla hacia tu ilustre ciudad un huésped,
ilustre servidor de Uranía de áurea diadema.
Y quiere verter la voz de su pecho para alabar a Hierón.
Estrofa 2
El profundo cielo cortando con sus pardas alas rápidas,
el águila, mensajera del señor de amplios dominios, de Zeus de potente bramido,
se muestra audaz, confiada en su poderosa fuerza,
y se agazapan los pájaros de voz sonora lleno de miedo.
No la detienen las cumbres de la vasta tierra ni del mar infatigable,
las olas que se agitan con furia, sino que mueve en el espacio sin límites
su delicado plumaje junto con los soplos del Céfiro,
33

fácil de reconocer a los ojos de los hombres.


Épodo
Así ahora también para mí hay abiertos innumerables caminos por doquier
para cantar vuestra excelencia gracias a la Victoria de azuladas trenzas
y a Ares de broncíneo pecho, gallardos hijos de Dinómenes.
¿Ojalá no se canse la divinidad de haceros bien! A Ferenico de rubio pelaje
junto al Alfeo de amplios remolinos vio nacer, caballo rápido como el huracán,
la Aurora de brazos de oro.

PÍNDARO (n. c. 518-522)


Pítica VIII
Efímeros

E l hombre e s flor de un día: ¿Qué soy? ¿ó qué no soy? ¿quién m e diría? Sombra somos : ¿qué
digo? D e sombra fugitiva sueño vano.

Del Himno a los Delfios:


Por Zeus Olímpico, áurea Delfos,
por tus profetas gloriosa,
yo te suplico, con las Gracias y Afrodita,
acógeme en el tiempo sagrado
a mí, cantor e intérprete de las Piérides.
Pues al oír que le rumor de la Fuente Castálida
junto a las aguas de bocas de bronce
ha quedado sin hombres para el coro y la danza,
vine a quitar desesperanza a tus vecinos – y por mi propio honor.
Y mi corazón, cual un niño a su madre amada,
obediente, al bosque sagrado de Apoló he bajado.
OLÍMPICA I
A Hierón de Siracusa, vencedor en la carrera de caballo montado
Estrofa I
Supremo bien el agua, el oro,
34

como de noche el fuego ardiente, resplandece


sobre cualquiera otra riqueza altiva.
Si exaltar unos Juegos
deseas, alma mía
no verás nunca en pleno día un astro
más brillante y ardiente
que sl Sol en medio del desierto cielo.
No cantemos tampoco
más excelso certamen que el de Olimpia,
desde allí el afamado
himno corona el alma de los vates
para hacer el elogio
del vástago de Cronos, cuando llegan
de Hierón a la rica
venturosa morada,
el que maneja dl cetro de justicia
dela feraz Sicilia;
el que cosecha el fruto más sublime
de las virtudes todas
el que goza de la delicia excelsa
también el arte, que a menudo en torno
de su mesa de amigo, como juego
infantiles, varones ya maduros
ejecutar solemos.
[---]
Estrofa 2
Pero el Arte, que procura todas
las delicias al hombre,
embellece los hechos, y a menudo
convierte en verosímil lo increíble.
35

Pítica II, v. 1.14


A Hierón vencedor con el carro.
Magna ciudad de Siracusa, recinto del belicoso
Ares, divina nodriza de hombres
y de caballos de hierro armados.
Vengo desde la ilustre Tebas a traerte
este canto, mensaje de la cuadriga que la tierra conmueve,
con cuya victoria Hierón, el de hermosos carros,
ciñó con resplandecientes coronas a Ortigia,
la sede de Artemis fluvial, sin cuya ayuda
no habría dominado aquellas yeguas de artísticas riendas
con sus suaves manos.
La virgen flechadora con mano gemela
y Hermes, patrono de los certámenes, le imponen el brillante
atavío, cuando el pulido carro
y el atalaje que hace obedecer el freno unce
los vigorosos caballos, invocando
al poderoso dios que el tridente agita.
A cada rey un poeta diferente le paga
con el himno melodioso que recompensa su virtud.
Fragmentos.
Himno a Zeus
(Elogio de Delos)
¡Salve, oh fundada por los dioses, anheladísimo retoño
de los hijos de Leto, la de luciente cabellera;
salve, hija del mar, de la vasta tierra
inmóvil maravilla que los mortales
llaman Delos y los felices dioses en el Olimpo
“muy hermoso astro de la negra tierra”
Peán a los delfios
36

¡Por Zeus Olímpico, áurea Delfos,


por tus profetas gloriosa,
yo te suplico, con las Gracias y Afrodita,
acógeme en el tiempo sagrado,
a mí, cantor intérprete de las Piérides
Pues al oír que el rumor de la Fuente Castalia
junto a las aguas de bocas de bronce
ha quedado sin hombres para el coro y la danza,
vine a quitar desesperanza a tus vecinos
- y para mi propio honor -.
Y a mi corazón, cual un niño a su madre amada,
obediente, bajé al bosque sagrado de Apolo,
criador de coronas y flores,
donde a los hijos de Leto
a menudo las jóvenes de Delfos,
junto al ombligo sombreado de la tierra, cantan
y con ligero pie la tierra tocan.
Del mismo Peán: Elogio de Egina:
¡Isla de nombre glorioso, estás de cierto colocada
en el dorio mar como señora de las aguas,
Egina, oh tú, de Zeus,
del dios de los helenos, astro luminoso!
Por eso no te recostaremos
sin el banquete de Peanes, sino que, efluvios
rumorosos de mis cantos recibiendo, anunciarás
de dónde recibiste tu destino conductor de navíos
y la virtud de tu derecho hospitalario.
Aquel que lo dispone todo – a veces esto, otras aquello –
de concedió la dicha;
él, el longividente vástago de Cronos, cuando junto a las aguas del Asopo,
37

raptó antaño a la virgen de talle profundo, a Egina.


Peán a los tebanos
Frag. 52h
Haced que resuenen los himnos,
por el muy recorrido sendero de Homero
caminando, mas con corceles diferentes,
ya que al raudo carro
de las Musas hemos subido.
Y suplico a la Hija del Cielo, la de hermoso peplo,
a Mnemosine y a sus hijas las Musas,
me concedan ingenio feliz.
Porque ciegas están las almas de los hombres,
(sí) de todo aquel que, sin las Vírgenes del Helicón,
con sabiduría de mortales explora la senda profunda del arte.
Otro Peán a los tebanos
Frag. 52k
Destinado fui yo por un poder divino
cerca del inmortal lecho de Melia
a reunir sonido noble con la flauta
y con pensamientos del alma para contento vuestro.
¡A ti suplico, el que de lejos hieres,
con el arte de las Musas honrando
tu oráculo, oh Apolo!
En él dio a luz a Ténero potente,
de leyes egregio anunciador, la hija del Océano,
Melia, que compartió tu lecho, ¡oh Pitio!
A él confiaste el pueblo de Cdmo y la ciudad de Zeto,
¡intonso Padre Febo!, a causa
de su viril valor unido a la prudencia.

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