Textiles Ecuestres

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 19

de la Subdirección de Investigación

Textiles ecuestres del Alto Biobío


Josefa Krstulovic Matus*

Resumen : El Museo de Historia Natural de Concepción cuenta con un conjunto de 32 aperos


ecuestres textiles de origen pewenche, confeccionados en diversas técnicas y diseños. Este
estudio busca describir y clasificar las piezas conforme a criterios técnicos y funcionales, y ana-
lizar los símbolos presentes en los tejidos a partir de los testimonios proporcionados por dos
tejedoras mapuches expertas. De manera complementaria, se recurre a fuentes bibliográficas
para contextualizar el conjunto como exponente de una antigua tradición textil estrechamente
asociada a la identidad territorial de la cultura pewenche.

Palabras clave: textiles mapuches, aperos ecuestres, sudaderos, pewenche, chañuntuku, matra

Abstract: The Natural History Museum of Concepción holds a set of 32 saddle blankets of Pe-
wenche origin, made in various techniques and designs. This study seeks to describe and classify
the pieces according to technical and functional criteria, and to analyze the symbols present in
the textiles from the testimonies provided by two expert Mapuche weavers. In a complemen-
tary way, bibliographic sources are used to contextualize the ensemble as an exponent of an
ancient textile tradition closely associated with the territorial identity of the Pewenche culture.

Keywords: Mapuche textiles, horse tack, saddle blankets, Pewenche, chañuntuku, matra

*
Antropóloga con mención en Antropología Sociocultural de la Universidad de Concepción. Curadora de las
colecciones etnográficas del Museo de Historia Natural de Concepción. Estudiante de Magíster en Investigación
Social y Desarrollo de la Universidad de Concepción.

Cómo citar este artículo (APA)


Krstulovic, J. (2019). Textiles ecuestres del Alto Biobío. Bajo la Lupa, Subdirección de Investigación, Servicio Nacional del Patri-
monio Cultural.

Ex Colecciones Digitales
Josefa Krstulovic Matus

Introducción

El Museo de Historia Natural de Concepción (MHNC), dentro de su Co-


lección Chile Centro-Sur, conserva 32 aperos ecuestres provenientes de la
zona pewenche, específicamente de las comunidades Trapa Trapa, Butalelbún
y Quinquén. El conjunto –adquirido por la institución en diciembre de
2016– fue reunido a fines del siglo pasado por el reconocido coleccionista
Tomas Stom Arévalo1, quien obtuvo las piezas en sus recorridos por las co-
munas de Alto Biobío y Lonquimay mediante intercambio, compra o como
regalos. Aunque la data exacta de los textiles se desconoce, según lo narrado
por Stom en entrevistas, serían todos del siglo xx. Su proveniencia (fig. 1)
refleja la marcada territorialidad de los aperos ecuestres pewenche, que, como
se plantea a lo largo del artículo, es un aspecto muy relevante.

Figura 1. Ubicación de las localidades cordilleranas de Trapa Trapa, Butalelbún y Quinquén, de donde proceden los
aperos de la colección del Museo de Historia Natural de Concepción. El área delimitada y coloreada corresponde
al territorio pewenche ancestral.

Óptico nacido en Argentina y radicado en Concepción desde los 10 años. Es fundador y director
1

del Museo Stom, ubicado en Chiguayante e inaugurado en 1988.

2
Textiles ecuestres del Alto Biobío

La presente investigación busca contextualizar el conjunto2 y determinar


cuáles son las técnicas, símbolos y significados presentes en las piezas que lo
integran. Con este fin, en primer lugar se exponen los antecedentes histó-
ricos de los tejidos mapuche-pewenche; posteriormente, se reflexiona sobre
la tradición del arte textil mapuche y el papel fundamental que cumple la
tejedora; y, por último, se propone una clasificación de los ejemplares de la
colección a partir de un análisis técnico.
Para este trabajo se realizaron entrevistas semiestructuradas a doña Domi-
nica Quilapi, tejedora experta mapuche, quien brindó orientación y asesoría
con respecto a la técnica de los tejidos analizados, y a doña Felicinda Manquel,
tejedora dedicada a la confección de aperos ecuestres. Esta información de
fuentes primarias se complementó con datos secundarios procedentes de
literatura e investigaciones sobre la materia, lo que fue triangulado con un
análisis técnico y simbólico para reconocer las características propias de cada
expresión y entender los sentidos representacionales del textil, evidenciando
su relación con la identidad territorial particular de la tejedora y la cultura
pewenche. La clasificación de los textiles se basó en la etnotaxonomía propuesta
por Pedro Mege (1990), a la cual se sumó una categoría adicional –con dos
subcategorías– propuesta en función de la presente investigación.

Antecedentes históricos

A diferencia de otras producciones humanas, los textiles son materiales


extremadamente susceptibles a la acción del medioambiente, por lo que el
registro de su uso en Chile centro-sur3 presenta poca evidencia arqueológica4.
El sitio Villa JMC-1, ubicado en Labranza, correspondiente al complejo
Pitrén, constituye una de las escasas excepciones: datado hacia el año 1000
d. C., en él se encontró un pequeño trozo de tejido elaborado con fibras de
alpaca torcidas (Bracchitta y Seguel, 2009 Ms.) que se conservó gracias a
las propiedades de un aro de cobre hallado junto al textil (Mera y Munita,

2
Aunque llegó al Museo bajo el nombre «Colección Chañuntuku», el conjunto no solo contiene
ejemplares del tipo específico de apero así denominado, sino también otros como matras y peleros en
ojo de oveja y peinecillo.
3
Se entenderá la zona centro-sur del país en términos ambientales, como aquella comprendida
entre el río Biobío por el norte y el seno de Reloncaví por el sur, y entre la costa pacífica –incluyendo
la isla Mocha– y la región cordillerana, considerando ambas vertientes andinas (Falabella, 2017).
4
En Chile Central la prehistoria se ha construido con escasos tipos de materialidades arqueológicas,
pues las condiciones de humedad, temperatura y calidad de suelos promueven el deterioro de todo lo
orgánico: tejidos, cestería, vegetales, etc. (Falabella, 2017, p. 366).

3
Josefa Krstulovic Matus

2008 Ms.). Lo anterior demuestra que la actividad textil en la región se re-


monta a tiempos prehispánicos y, posiblemente, recibió influencias andinas.
Al igual que otras expresiones como la cerámica, los textiles reflejan los
avances tecnológicos y los influjos culturales de ciertos grupos humanos sobre
otros en un momento determinado. Así, por ejemplo, la llegada de españoles
a la zona centro y sur del país significó, entre otras cosas, el ingreso de fauna
doméstica europea al territorio, hecho que repercutió en dos aspectos centrales
de la confección textil: su materialidad y su función.
Los hispanos, informa Claude Joseph (1931), «introdujeron en Chile las
ovejas y establecieron talleres textiles en Osorno y otras ciudades desde los
primeros años de la conquista. Los araucanos no tardaron en poseerlas tam-
bién y en utilizar su lana» (p. 5). De esta forma, la lana de camélido, materia
prima tradicional de los tejidos del territorio, fue rápidamente reemplazada
por la de ovino, lo que se tradujo, además, en un aumento de la producción.
Por otro lado, con la adopción del caballo –también introducido desde
Europa–, a fines del siglo xvi los pewenche se convirtieron en merodeadores
del amplio espacio geográfico situado entre la cordillera de Antuco por el
norte y el volcán Lanín por el sur. Para el siglo siguiente ya se habían trans-
formado en excelentes jinetes y cazadores ecuestres, lo que los hizo prevalecer
durante décadas sobre sus inexpertos enemigos de los llanos (León, 2005).
Esta nueva modalidad de vida impulsó la elaboración de textiles especiales
para montar, cuya producción experimentó un notorio aumento desde el
siglo xviii (Flores, 2013).
Tanto las crónicas españolas (Núñez de Pineda, 1675/1861; Pietas,
1729/1846; Cardiel, 1747) como los relatos mapuches (Coña, 1930; Man-
quilef, 1911) y las investigaciones descriptivas del siglo xx (Guevara, 1911;
Latcham, 1928; Joseph, 1931; Chertudi y Nardi, 1961; Mege, 1990; Wilson,
1992; Alvarado, 1999) recogen la importancia que los aperos ecuestres tuvie-
ron para las comunidades, donde los tejidos y la plata han sido históricamente
elementos de prestigio:

En estos días festivos es cuando el hombre mapuche luce su lateada cabalgadura, luce su
choapino, su lama y su hermoso cuchillo de cacha lateada. En el caballo se luce el freno,
la cabezada, las riendas, el bozal, el bajador de las estriberas y las espuelas; siendo todo
fabricado en el tan apetecido metal llamado plata. (Manquilef, 1911, p. 12)

Carlos Aldunate y Leonel Lienlaf (2002) explican que la trasmutación


de simples caminantes a jinetes soberbios inauguró un período de auténtica
expansión sociocultural mapuche hacia las pampas chileno-argentinas, donde

4
Textiles ecuestres del Alto Biobío

abundaban los caballos: apropiarse de una cabalgadura pasó a constituir un


requisito inexcusable para formar parte de esa cultura. El uso del caballo esti-
muló asimismo el comercio en la pampa, donde las mercancías más valoradas
«eran las diversas manufacturas de plata y alfarería, pero sobre todo de textiles.
Entre ellos, uno de los más preciados en el Puel Mapu era el chañuntuku» (Al-
dunate y Lienlaf, 2002, p. 135), como se denominó a un tipo de pelero grueso
con flecos (De Augusta, 2017, p. 19) que «se pone encima de la montura,
más como adorno estético que utilitario» (Aldunate y Lienlaf, 2002, p. 128).
Describiendo el comercio de tejidos, Núñez de Pineda (1675, p. 73-75)
en León (2005) observó:

Antes, cuando la tierra estuvo de paz en sus principios, eran amigos nuestros y entraban
y salían de nuestras tierras a sus conchabos, que los géneros que traían los feriaban a
trueque de yeguas y potrancas para comer, y por cobre de peroles viejos y candeleros
de azófar. (p. 73)

Los diferentes artefactos fabricados por las y los mapuches –entre ellos, los
textiles– continuaron siendo objetos de intercambio y venta durante cientos
de años. Estas transacciones perduran hasta el día de hoy, principalmente en
la frontera chileno-argentina, lo que, además de representar una fuente de
ingresos para las familias mapuches, les permite hacerse de objetos necesarios
para su vida diaria.

Tradición del tejido mapuche

La técnica del telar mapuche engloba un conjunto de conocimientos trasmi-


tidos de generación en generación entre las mujeres, quienes históricamente
han sido las cultoras de este arte. Las jóvenes consideran a las ancianas y las
adultas como su referente en la proyección de esta práctica (Wilson, 1992).
La confección se realiza en un gran witral vertical, consistente en un
«marco formado por dos parantes suplementarios para apoyar la varilla del
lizo, y dos travesaños» (INA, 1978, p. 19). Valiéndose del tononwe, vara de
madera, la tejedora levanta simultáneamente una cierta cantidad de hilos
de urdimbre, para enseguida pasar la trama que, al cruzarse con aquellos, va
formando el tejido, proceso que puede demorar meses. Esta técnica ancestral
del telar vertical es propia de la zona centro-sur mapuche; hacia el norte, en
cambio, predomina el telar horizontal, utilizado principalmente por el pueblo
aymara (Mamani, 1999), y más al sur, específicamente en Chiloé, el quelgo,
otro tipo de telar horizontal que se emplea a ras de suelo (Ramírez, 1998).

5
Josefa Krstulovic Matus

A través de las técnicas, el diseño y los símbolos expuestos, el tejido permite


transmitir una serie de significados relacionados con la cosmovisión mapuche,
con interpretaciones de la flora y la fauna nativas, y con aquellos elementos
del diario vivir que constituyen la identidad territorial y sociocultural. Como
explican Quilapi y Salas (1999), la sabiduría del pueblo mapuche se ha ex-
presado en el arte textil a través de formas abstractas tales como plantas y
figuras humanas, codificando así en claves significados que han permanecido
imperturbables en la práctica de amarrar unas hebras con ñocha.
En otras palabras, «el tejido es una metáfora para entender la dialéctica
entre lo cotidiano y lo sagrado, entre lo divino y lo terreno» (Quilapi y Salas,
1999, p. 39). Los símbolos y mensajes cifrados contenidos en los tejidos son
trascendentes, independientemente del uso que se pretenda dar a la pieza
(uso personal, destinado a un familiar o para la venta) y de los cambios en
las tecnologías o materiales empleados (anilina artificial, lana sintética, telar
con pedal, etc.); en cualquier caso, los símbolos expuestos seguirán evocando
significaciones y representaciones propias de la cultura mapuche-pewenche.

Cambios en los usos y materialidades de los textiles ecuestres

En la actualidad muchas mujeres y agrupaciones de textileras mapuches


continúan elaborando aperos como una forma de aportar ingresos econó-
micos al hogar. Felicinda Manquel (com. pers., 7 de julio de 2019), quien
ya se retiró de la confección textil, comenta que los chañuntuku se vendían
principalmente en ferias artesanales y, en menor medida, a pedido, para ser
empleados como choapinos o cubrecamas por usuarios que generalmente
desconocen la función tradicional de estos tejidos.
No solo los usos han cambiado, sino también las materialidades. Durante
cientos de años los colores de los tejidos se obtuvieron por medio de tintes natu-
rales, incorporándose con la llegada de los españoles nuevas tonalidades derivadas
de especies animales como la grana de cochinilla y vegetales como el añil, entre
otros (Taranto, 2003). No fue sino hasta fines del siglo xix5 y principios del xx
que se introdujo en América la anilina sintética (Arias, 2018), la cual, con el paso
del tiempo, se volvió un recurso más accesible para las tejedoras. Esta transforma-
ción se ve reflejada en los aperos de montar de la colección del MHNC, donde
25 de los 32 ejemplares presentan las tonalidades intensas propias de la anilina;
los 7 restantes –todos chañuntuku– no muestran indicios de coloración artificial.

Los tintes artificiales fueron descubiertos en 1856.


5

6
Textiles ecuestres del Alto Biobío

Clasificación de los aperos ecuestres del MHNC

Pedro Mege (1990) elabora una etnotaxonomía de los tejidos mapuches


basada en la función. Entre sus divisiones se encuentra el dominio de los
aperos de montar, que denomina «Chañu»6, dentro del cual incluye las ca-
tegorías «Chañuntuku» y «Matra». Dependiendo de las técnicas utilizadas
para la formación de flecos, los primeros pueden ser agrupados, a su vez, en
chiñaichañuntuku y mawellchañuntuku.
Si bien la mayor parte de los textiles de la colección del MHNC se ins-
cribe dentro de una de estas categorías –chañuntuku o matra–, 7 ejemplares
no responden a tales características, por lo que se ha optado por englobarlos
bajo la designación «Otros peleros», distinguiéndolos según su técnica: ojo
de oveja y peinecillo7.
En el anexo se presenta la clasificación general de las piezas del MHNC
en conformidad con esta taxonomía.

1. Chañuntuku

De acuerdo con Mege (1990), el chañuntuku se distingue por presentar flecos,


ya sea en sus extremos y/o en el contorno del tejido (fig. 2).
Los tejidos de la colección que
presentan este rasgo son 20 y se ca-
racterizan por estar confeccionados
con hilos gruesos y resistentes. El
ligamento usado es el tipo diagonal
(en urdimbre dos por dos), y en los
dos hilos perpendiculares visibles se
colocan los flecos con un bozal en
el momento de pasar la trama, por
lo que a cada paso del hilo se añade
una nueva serie de flecos (Balassa, Figura 2. Chañuntuku con flecos en el cuerpo y flecos
formados por la urdimbre en los costados. Museo de
Dacaret, Ruddolph y Vergara, 1973). Historia Natural de Concepción, Colección Chile Cen-
Estos pueden ir en cada columna de tro-Sur, n. inv. 3.0676. Fotografía de Juan Pablo Turén.
o

6
De Augusta (2017) define la voz chañu como «sudadero de caballo, toda la montura» (p. 18).
7
En su libro Arte textil mapuche (1990), Pedro Mege muestra fotografías de aperos confecciona-
dos con estas técnicas, sin hacer una distinción categórica de ellos, como sí lo hace con las matras y
chañuntuku; los agrupa de manera general como chañu.

7
Josefa Krstulovic Matus

urdimbre o a intervalos, sellando, de esta manera, lo estéticamente caracte-


rístico de estos aperos. La confección de los chañuntuku tiene tendencia a la
forma cuadrada más que rectangular. Los de la colección tienen un tamaño
promedio de 88,6 cm de largo y 72,6 cm de ancho.

1.1. Chiñaichañuntuku

Esta subcategoría (de chinay, ‘flecos, franjas’ [De Augusta, 2017, p. 24])
agrupa aquellos chañuntuku que presentan flecos con aspecto de trenzado en
sus extremos, formados por la misma urdimbre. Dominica Quilapi describe
esta técnica (fig. 3) como:

Un hilo que va encerrando y amarrando


esto para que después no se desarme,
porque después se abre ahí, y empieza
a correrse el hilo de aquí para abajo, y
empieza a correrse el otro, y se desarma.
Entonces, para que sea un tejido más
bien terminado, nosotros le hacemos esto
aquí, le hacemos un entrelazado con los
hilitos para que dure mucho. Y después
cuando usted da unas dos a tres vueltas,
le va poniendo el amarrado, estos mis-
mos hilos que utilicé, se cortan y se van
Figura 3. Chañuntuku con flecos formados por la urdimbre.
pasando, y pueden quedar largos como
Museo de Historia Natural de Concepción, Colección Chile pueden quedar cortitos. (com. pers., 1
Centro-Sur, n.o inv. 3.0663. Fotografía de Juan Pablo Turén. de septiembre de 2018)

1.2. Mawellchañuntuku

La palabra mawell designa una «franja torcida a mano» o, por extensión, una
«manta con tales franjas» (De Augusta, 2017, p. 117). Según lo anterior,
mawellchañuntuku correspondería a un pelero con largos flecos «torcidos»
–en alusión a la vuelta que es necesario darles para añadirlos a la urdimbre al
momento de pasar la trama–, los que pueden estar en los costados (wallpa-
mawellchañuntuku) o por todo el cuerpo del tejido (duwenmawellchañuntuku)
(fig. 4). A diferencia de los chiñaichañuntu, los flecos de los costados están
agregados o anudados, no formados por la urdimbre. Dichos flecos dan a la
pieza un aspecto de movilidad al cabalgar.

8
Textiles ecuestres del Alto Biobío

2. Matra

De Augusta (2017) define la palabra


matra como ‘tuétano’, y los vocablos
afines matran y matranün como ‘apel-
mazado’ y ‘apelmazarse (la lana)’, res-
pectivamente (p. 117). Por su parte,
Mauricio Osorio en El camino de una
Figura 4. Chañuntuku con flecos anudados en todo el matra (2000) explora el universo lin-
cuerpo. Museo de Historia Natural de Concepción, güístico de este concepto, rastreando
Colección Chile Centro-Sur, n. inv. 3.0662. Fotografía
o

de Juan Pablo Turén.


las relaciones de varios términos. Al no
encontrar correspondencia entre signo
y significado, propone que puede tratarse de una metonimia, donde el textil
denominado «matra» se interpreta como «el tuétano, la médula» de la montura.
Concretamente, las matras corresponden a aquellos tejidos desprovistos
de flecos, con una franja característica al medio (fig. 5) o al costado (Mege,
1990; D. Quilapi, com. pers., 2019; F. Manquel, com. pers., 2019; T. Stom,
com. pers., 2019). En el primer caso, esta marcaría el doblez central que
queda sobre el lomo del caballo, dejando caer el resto del paño simétrica-
mente hacia ambos lados; aquellas donde las franjas se disponen al costado,
dejando un lado más largo que el otro, en cambio, corresponderían a matras
de mujer, «que monta tradicionalmente de lado y que necesita una tela que
aísle sus piernas del contacto con el pelaje del caballo» (Mege, 1990, p. 54).
Por consiguiente, la ubicación de las franjas nos entrega información relevante
respecto no solo al uso del tejido, sino también acerca de su destinatario.
Según Mege (1990), las matras cumplen la función de sudaderos, por
lo que se ubicarían directamente en contacto con el lomo del caballo. En
sus dimensiones y diseños se asemejan a los choapinos y las lamas (un tipo
de alfombra [Mege, 1990, p. 46]),
y probablemente, como estos, se
utilizan también en ámbitos del
hogar (Mege, 1990). Se distinguen,
sin embargo, por la franja al centro
o al costado del tejido, de la que los
anteriores carecen.
La colección incluye 5 matras
Figura 5. Matra con franja central. Museo de Historia
Natural de Concepción, Colección Chile Centro-Sur,
rectangulares, de 110,6 cm de largo
n. inv. 3.0688. Fotografía de Juan Pablo Turén.
o
y 86,6 cm de ancho en promedio, y

9
Josefa Krstulovic Matus

vivos colores sintéticos. Cuatro de ellas presentan símbolos, y sus respectivas


franjas interrumpen abruptamente el estilo del textil para delinearse a través
de un tejido llano que ensancha la trama, utilizando, en vez de una, dos a
tres. La quinta (n.o inv. 3.0686), que no contiene figuras, está elaborada con
técnica peinecillo, por lo que el tejido alterna pequeños rectángulos o bandas
de diferentes colores (Balassa, Dacaret, Ruddolph y Vergara, 1973). Su franja
horizontal sigue la misma técnica y deja hebras de la urdimbre flotando. Todas
se identifican como aperos «de mujer», según se desprende de la posición
lateral de la franja.
Los cinco ejemplares están
confeccionados con técnica doble
faz, es decir, lucen la misma deco-
ración en ambas caras, pero con
los colores invertidos (fig. 6). Para
realizar esta compleja técnica se
montan dos urdimbres de distintos
colores, una sobre otra; cada una de
estas tiene su trama independiente.
A juicio de Dominica Quilapi, la
ejecución de esta técnica refleja la
experticia de la tejedora:

Es complicado para diseñar con


muchos colores y hacer un solo di-
seño, demuestra la expertiz [sic] de
la tejedora. Porque aquí uno podría
decir que es el azul que va haciendo la
mitad de un cerro, y no pues, esa acá
continúa, sube el rojo, sube el azul.
Hay que tener muy buen ojo para ha-
Figura 6. Matra de doble faz (anverso y reverso). Museo
cer esto y darle color a los símbolos. de Historia Natural de Concepción, Colección Chile Cen-
(com. pers., 1 de septiembre 2018) tro-Sur, n.o inv. 3.0680. Fotografía de Juan Pablo Turén.

3. Otros peleros

En esta tercera categoría reunimos los 7 tejidos de la colección que no caben


dentro de las definiciones establecidas para los chañuntuku y las matras. Se-
gún la técnica de confección, los agrupamos en dos segmentos: ojo de oveja
y peinecillo.

10
Textiles ecuestres del Alto Biobío

En su expresión más básica, la técnica ojo de oveja –conocida en chedun-


gun como ñe luan o pidol– requiere de un urdido circular en el cual, por lo
general, se utilizan dos colores (A y B). La urdimbre se forma intercalando
los grupos A y B, cada uno conformado por 4 hebras (el color A siempre será
uno más en relación al B; si tengo cinco grupos, por ejemplo, tres serán A y
dos B). Luego se realiza el cruce horizontal con una hebra auxiliar llamada
«huachín». Para proceder a formar el ojo de oveja, del primer grupo A se to-
man las 4 hebras delanteras y se separan en dos, envolviendo de esta manera
las urdimbres traseras del color B; este proceso se efectúa con 2 hebras por
delante y 2 por atrás, de manera que las hebras A queden cruzadas y detrás
del color B. Se continúa luego con las 4 hebras traseras del color A, que en-
volverán las hebras delanteras del color B. Finalizado este paso, se trama de
derecha a izquierda y se baja el cruce que quedó arriba, apretándolo con la
naveta para volver a tramar hacia la derecha; luego se comienza nuevamente,
pero con el color B enlazando las hebras A. Durante el proceso es de suma
importancia la posición de las manos, para evitar que se crucen los hilos: en
el dorso de la mano se mantienen las hebras de atrás, y en la palma, las de
adelante (Vallejo, 2017).
Quilapi explica que esta técnica se originó porque al trabajar con lanas
muy gruesas –sin hilar demasiado8– resultaba muy difícil hacer los cruces
del tejido:

Como son hilos tan gruesos, cuesta mucho hacer ese trabajo. Entonces se buscó la forma
de cómo hacerlo sin tononwe. Esto se urde y se teje con los puros dedos no más, uno
va cruzando los hilos que van de acá para acá. (com. pers., 1 de septiembre de 2018)

Los cinco ejemplares de la colección elaborados en esta técnica (fig. 7),


similares en tamaño y grosor, efectivamente utilizan lana gruesa. Refiriéndose
a ellos, Dominica Quilapi comentó: «Los colores son acrílicos, son colores
fuertes. Estos tejidos del pidol son únicos del Alto Biobío» (com. per., 1 de
septiembre de 2018).
Por su parte, la técnica peinecillo se produce por un cambio en las urdim-
bres: el hilo de un color, en vez de urdir un giro completo, hace medio giro
y alterna con medio giro de otro color, formando alternadamente una hilera
horizontal de un color y otra de otro (fig. 8). En la colección, dos tejidos
presentan esta técnica (n.os inv. 3.0677 y 3.0455).

8
El proceso de hilado implica torción y tensión de la lana: mientras más hilada esté la lana, más
delgada será.

11
Josefa Krstulovic Matus

Figura 7. Pelero con técnica ojo de oveja. Museo de


Historia Natural de Concepción, Colección Chile Cen- Figura 8. Detalle de la técnica peinecillo. Fotografía de
tro-Sur, n.o inv. 3.0670. Fotografía de Juan Pablo Turén. Juan Pablo Turén.

Símbolos asociados a la identidad pewenche

El análisis de los símbolos presentes


en 6 de los textiles de la colección y
sus significados se basó en el trabajo
realizado junto con Dominica Qui-
lapi, consistente en revisar uno a uno
los tejidos de la colección. Se logró
identificar 8 figuras (ver cuadro), cuyo
diseño está formado por medio de las
siguientes dos técnicas:
(a) flecos anudados, los cuales se
agregan a medida que se teje, al mismo
tiempo que la trama. Además de usarse
para formar diseños (como en las pie-
zas n.os inv. 3.0667 y 3.0664), en los
chañuntuku esta técnica se usa también
para añadir flecos del mismo color;
(b) hilos flotantes, donde los hilos
de urdimbre saltan más de uno de
trama o viceversa, para producir un
flote de urdimbre o –menos común-
mente– de trama. En la colección, esta
técnica está presente en las piezas n.os
inv. 3.0680, 3.0688, 3.0683 y 3.0685,
todas correspondientes a matras.

12
Textiles ecuestres del Alto Biobío

Como se mencionó anteriormente, pese a que la función de un apero


ecuestre puede cambiar –por ejemplo, pasar a ser utilizado como cubierta
de una cama–, los símbolos plasmados en él retienen su significado original.
Este fenómeno ha sido descrito por Murra (1975), quien recalca que mu-
chos de los rasgos decorativos y tecnológicos presentes en los tejidos en un
determinado momento cultural sufren en otros períodos alteraciones que
modifican su aspecto externo, mas no su contenido.
En el caso de las piezas examinadas, algunos de los símbolos se caracterizan
por ser concretos y aludir de manera explícita a elementos del paisaje tales
como montañas y árboles, por lo que pueden ser reconocidos por cualquier
persona que observe el tejido. Ejemplo de ello son los símbolos 1 y 8, que
representan la araucaria (fig. 9), especie vegetal de suma importancia para
los pewenche en los planos económi-
co, ideológico (González, 1980) y
espiritual, constitutiva del entorno
geográfico donde por siglos han
estado insertas estas comunidades.
El pehuén ha cumplido9 y conti-
núa cumpliendo un papel fundamen-
tal en la vida pewenche. En el pasado,
el piñón fue la base de la dieta, por lo
Figura 9. Chañuntuku con símbolos de araucarias for- que su recolección se consideró como
madas por flecos anudados. Museo de Historia Natural el principal trabajo, con una función
de Concepción, Colección Chile Centro-Sur, n. inv.
o

3.0667. Fotografía de Juan Pablo Turén.


dominante en la organización eco-
nómica (González, 1980). Además,
en el plano simbólico, los pewenentu (‘bosques de araucaria’) albergan a di-
vinidades como Pewen Vutay y Pewen Kuze, anciano y anciana del pehuén,
de quienes depende la producción y reproducción de las araucarias macho y
hembra, respectivamente.
Otro elemento de relevancia cultural son las montañas, representadas en
los símbolos 3, 4 y 8 por los patrones triangulares. En lo práctico, su tras-
cendencia radica en que se trata del lugar adonde se lleva al ganado durante
las veranadas a fin de que paste por el período en que dure el buen tiempo.
En lo espiritual, las montañas se asocian a la búsqueda de energía positiva y
corresponden al lugar donde habita Mawizañechen (‘dueño de la montaña’)

9
Antiguamente los pewenche organizaban sus viviendas en torno a las araucarias, y las fuerzas de
trabajo de hombres y mujeres se dividían en función de la recolección del piñón (González, 1980).

13
Josefa Krstulovic Matus

y Mawizañenemapun (‘dueño del terreno montañoso’), pareja que controla


las aguas que brotan de las cumbres, así como los minerales, las hierbas y los
bosques (Gundermann, 1980).
Aparte de los anteriores, hay también símbolos más abstractos, que solo
quienes forman parte de la comunidad y comparten sus códigos sociocultura-
les son capaces de interpretar. Los símbolos 6 y 710, por ejemplo, corresponden
a una wangülen, la estrella, respecto de la cual Dominica Quilapi explica:

La Wangülen fue la primera mujer que existió de acuerdo a la creación del pueblo ma-
puche. Dice la historia que una estrella bajó como espíritu para que poblara la Tierra.
El hombre era hijo de la luna y el sol, que lo llamaron Antu. Y es bien bonita la historia,
cuando los viejitos la cuentan es muy bonito. Cuando bajó la Wangümel, ella fue la
primera persona que existió en la Tierra entonces para la religión mapuche. Entonces
en la cultura mapuche siempre es la mujer a la que se respeta, porque ella es la que da
vida, además. (com. pers., 1 de septiembre de 2018)

Esta figura se aprecia en toda la superficie de la matra n.o 3.0685, «un tejido
con harta iluminación», según Dominica (com. pers., 1 de septiembre de
2018).
El símbolo 2 recibe por parte de Podkul (2002) el nombre «mauñinim»;
las figuras interiores del diamante representarían a las comunidades mapu-
ches. Quilapi (com. pers., 1 de septiembre de 2018) agrega que trae buena
energía para los viajes.
El arte de la cerámica también se manifiesta en la iconografía textil. La matra
n. 3.0683, por ejemplo, está cubierta de numerosos metawe («jarro de barro
o

con asas. Los hay de varias formas» [De Augusta, 2017, p. 120]). El símbolo
5, en efecto, representa la boca del metawe mirada desde una vista superior.
Los símbolos presentes en los tejidos de aperos ecuestres de la colección
del MHNC dan cuenta de significados plasmados a través de técnicas an-
cestrales de la confección del textil. Tales significados aluden al complejo
entramado sociocultural en el que la tejedora vive su día a día y emergen de
hace cientos de años desde sus antecesoras, manteniendo su sentido pese a
los cambios de uso del soporte material. En los tejidos se visualiza el paisaje
en que se inserta históricamente la cultura pewenche, así como su relación
intrínseca con el plano espiritual.

10
El símbolo n.o 7 corresponde a un «recorte» del n.o 6. Esta variación formal se conoce como «de-
sollado», procedimiento que consiste en emplear solo el perfil de una figura, su «piel», para construir
otra nueva (Accornero, 2007, p. 66).

14
Textiles ecuestres del Alto Biobío

Conclusiones

Durante cientos de años la sociedad pewenche se ha caracterizado por un


modo de vida ecuestre, donde tanto el montar como la producción de
aperos textiles constituyen actividades cotidianas. Su rondar siempre ha
transcurrido en la cordillera, rodeándose de araucarias, ríos caudalosos y
montañas, lugares que contienen los relatos de su cultura y que conforman
su identidad territorial.
Las significaciones socioculturales compartidas por las y los pewenche
se comunican a través de los símbolos y técnicas del oficio textil, los cuales
expresan una relación entre el paisaje y lo espiritual, entre lo mágico y lo
tangible, entre lo ancestral y lo actual; ejemplos de ello son las imágenes de
montañas y de araucarias contenidas en algunos tejidos. Al mismo tiempo,
dichos símbolos y técnicas ancestrales demuestran la experticia de las crea-
doras del patrimonio textil pewenche, quienes a través de esta labor cumplen
el papel de transmisoras de significados culturales.
Investigar objetos patrimoniales etnográficos valiéndose de herramientas
bibliográficas ha limitado, de cierta manera, la información disponible. Si
bien las entrevistas a tejedoras expertas permitieron lograr el objetivo de la
presente investigación –esto es, describir la técnica y símbolos de las piezas
de la colección–, a lo largo de su desarrollo se abrieron nuevas interrogan-
tes relativas al contenido inmaterial de estos tejidos y a aspectos como los
cambios que ha sufrido la confección textil en el tiempo, las consecuencias
que ha traído su mayor comercialización y la influencia que esta ha tenido
sobre las connotaciones y usos otorgados a los tejidos en la cultura pewenche.
Las respuestas deben buscarse en la voz de las mismas tejedoras y comu-
nidades pewenche, a través de una investigación etnográfica que considere
una población más numerosa que la considerada en el presente trabajo.
Una iniciativa de esa índole permitirá comprender en mayor profundidad el
trasfondo de conocimientos que subyace a los tejidos y, con ello, enriquecer
la interpretación de objetos patrimoniales etnográficos con un énfasis en las
y los actores del entramado social detrás de lo material del textil.

Referencias

Aldunate, C. y Lienlaf, L. (2002). Mapuche dungu. Santiago: Museo Chileno


de Arte Precolombino.
Alvarado, M. (1994). Ñimin, trarün, wirim: Tres procedimientos expresivos

15
Josefa Krstulovic Matus

en el universo textil mapuche. En Actas de las VI jornadas de la literatura


y la lengua mapuche (pp. 9-14).
Alvarado, M. (1998). Recursos y procedimientos expresivos en el universo
textil mapuche: una estética para el adorno. Boletín del Comité Nacional
de Conservación textil, (3), 43-55.
Alvarado, M. (1999). La tradición textil mapuche y el arte del tejido. En
26ª Feria Internacional de Artesanía Tradicional (pp.12-13). Santiago:
Pontificia Universidad Católica de Chile, Facultad de Arquitectura y
Bellas Artes, Programa de Artesanía.
Accornero, M. (2007). El rol del diseño y los sistemas simbólicos en América
Latina. Buenos Aires: Editorial Brujas.
Arias, N. (2018). Tintes naturales de origen vegetal para uso en el teñido de hilo
de fibra natural. (Tesis de pregrado). Universidad Mayor de San Andrés,
La Paz, Bolivia.
Balassa, A., Dacaret, P., Ruddolph, M., Rodríguez, R., Vergara, J. (1973). Pre
informe de investigación textiles mapuches y colorantes naturales, laboratorio
textil. Escuela de Ingeniería, Universidad de Concepción, Concepción.
Bracchitta, D. y Seguel, R. (2009 Ms.). Informe de intervención. Estudio
e intervención de los materiales arqueológicos provenientes del sitio Villa
JMC-01, Labranza. Temuco, IX Región de La Araucanía. Manuscrito en
posesión de los autores.
Cardiel, J. (1747). Carta y relación de las misiones de la provincia del Para-
guay. En Furlong, G. (ed.), (1953), Cardiel S. J. y su carta-relación (pp.
115-216). Buenos Aires: Ediciones Librería del Plata.
Chertudi, S. y Nardi, R. (1961). Tejidos araucanos de la Argentina. Cuadernos
del Instituto Nacional de Investigaciones Folklóricas, (2), 97-182.
Coña, P. (1930). Vida y costumbres de los indígenas araucanos en la segunda
mitad del siglo XIX. Santiago: Editorial Universitaria.
De Augusta, F. (2017). Diccionario araucano-español y español-araucano.
Temuco: Universidad Católica de Temuco. 
Dillehay, T. y Gordon, A. (1985). La actividad prehispánica de los incas y su
influencia en la Araucanía. T. Dillehay y P. Netherly (eds.), La frontera
del Estado inca (pp. 183-197). Quito: Abya-Yala.
Falabella, F., Uribe, M., Sanhueza, L., Aldunate, C. e Hidalgo, J. (2016).
Prehistoria en Chile. Desde sus primeros habitantes hasta los incas. Santiago:
Universitaria.
Fiadone, A. (2007). Simbología mapuche en territorio tehuelche. Buenos Aires:
Maizal.

16
Textiles ecuestres del Alto Biobío

Flores, J. (2013). La ocupación de la Araucanía y la pérdida de la platería


en manos mapuches. Finales del siglo XIX y primeras décadas del XX.
Revista de Indias, (259), 825-844.
González, H. (1980). Un siglo en la economía de una reducción mapuche
cordillerana. (Tesis de pregrado). Universidad de Chile, Santiago, Chile.
Guevara, T. (1911). Folklore araucano. Refranes, cuentos, cantos, procedimientos
industriales, costumbres prehispanas. Santiago: Imprenta Cervantes.
Gundermann, H. (1980). Análisis estructural de los ritos mapuche nguillatun
y puntebun. (Tesis de pregrado). Universidad de Chile, Santiago, Chile.
Instituto Nacional de Antropología. (1978). 1000 años de tejido en la Argen-
tina. Buenos Aires: Ministerio de Cultura y Educación Buenos Aires.
Joseph, C. (1931). Los textiles araucanos. Padre Las Casas: Imprenta San
Francisco.
Latcham, R. (1928). Chile prehispano. El problema de los araucanos. Revista
Chilena de Historia y Geografía, (57), 44-91.
León, L. (2005). Los señores de la cordillera y las pampas: los pehuenches de Malal-
hue, 1770-1800. Santiago: Centro de Investigaciones Diego Barros Arana.
Mamani, M. (1999). Chacha-warmi paradigma e identidad matrimonial
aymara en la provincia de Parinacota. Revista Chungará, (31-2), 307-317.
Manquilef, M. (1911). Comentarios del pueblo araucano: (la faz social). Recu-
perado de http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-8192.html
Martínez, C. y Loncon, E. (1999). Bío Bío Wingkul Pewenche Epew. Temuco:
Conadi-Siedes.
Mege, P. (1990). El arte textil mapuche. Santiago: Editorial Ministerio de
Educación y Museo Chileno de Arte Precolombino.
Mera, R. y Munita, D. (2008 Ms.). Informe ejecutivo salvataje sitio Villa
JMC-01 - Labranza. Región de la Araucanía. Consejo de Monumentos
Nacionales, Santiago. Manuscrito en posesión de los autores.
Murra, J. (1975). Formaciones económicas y políticas del mundo andino. Lima:
Instituto de Estudios Peruanos.
Núñez de Pineda, F. (1861). Cautiverio feliz, y razón individual de las guerras
dilatadas en el reino de Chile. Santiago: Imprenta del Ferrocarril.
Osorio, M. (2000). El camino de una matra: Sentido, función e identidad de
un textil en el sureste de la región de Aysén. Disponible en http://www.
academia.edu/14957335/El_camino_de_una_Matra._Sentido_fun-
ción_e_identidad_de_un_textil_en_el_sureste_de_la_región_de_Aysén
Pietas, J. (1846). Noticia sobre las costumbres de los araucanos. En C. Gay (ed.),
Historia física y política de Chile, tomo I (documentos). París: En casa del autor.

17
Josefa Krstulovic Matus

Podkul, T. (2002). Fundación Chol-Chol. Significado de diseños. Símbolos


textiles mapuches. Quilapi, A. y Salas, E. (1999). Witral tradicional de
Arauko. Cañete: Kalfun Museo.
Ramírez, C. (1998). El quelgo o telar indígena de Chiloé (Estudio lingüís-
tico-etnográfico). Boletín de Filología, (37-2), 1025-1038.
Taranto, E. y Marí, J. (2003). Textiles argentinos. Buenos Aires: Maizal.
Vallejo, S. (2017). Lalen kuze, araña vieja. Manual básico de telar mapuche.
Mar del Plata: Gráfica Magenta.
Wilson, A. (1992). Textilería mapuche, arte de mujeres. Santiago: Centro de
Estudios para el Desarrollo de la Mujer.

18
Textiles ecuestres del Alto Biobío

Anexo
Clasificación general de los aperos textiles ecuestres del MHNC.

Categoría Grupo N.o inv.


3.0659
3.0666
Ojo de oveja
3.0670
(ñe luan)
3.0675
3.0679
3.0677
Peinecillo
3.0455
Mawellchañuntuku 3.0660
3.0661
3.0662
3.0665
3.0667
3.0668
3.0671
Con flecos torcidos (anudados)
3.0672
agregados
3.0676
3.0678
Chañuntuku
3.0681
3.0684
3.0687
3.0682
Chiñaichañuntuku 3.0663
3.0664
3.0669
Con flecos en los extremos
3.0673
formados por la urdimbre
3.0676
3.0674
3.0680
3.0683
Matra 3.0685
3.0686
3.0688

19

También podría gustarte