El Loco Moncada
El Loco Moncada
El Loco Moncada
Dicen los que lo conocieron que el Loco Moncada, fue un moreno de cabellos
ensortijados, de 1.72 de estatura, de nombre Ciriaco Moncada, nacido en el año 1924
en Chocope, La Libertad. En Chimbote vivió en el barrio “El acero”, se dedicaba a la
pesca, con un puesto no tan bien remunerado; patrón de lancha. Aunque vestía de
distintas maneras, mayormente se le veía con ropas de pescador, incluso, se ajustaba
los pantalones con maya de pescar y usaba los yanquis que usan los hombres de mar.
Con su acento vozarrón soltaba su perorata; criticaba a los políticos de turno, alcaldes
y al presidente Belaunde Terry. También hablaba de política, sociología y religión,
cargando a rastras una cruz de madera, pregonando que él era como Cristo, y que los
ricos de Chimbote no sólo contaminaban la ciudad, sino también a él lo habían
crucificado.
Entre los lugares en donde predicaba sus discursos en busca del derecho social estaba
la Farmacia Bazán, el Banco de acero y el Colegio Miguel Grau. Pero el lugar exacto en
donde el escritor José María Arguedas se detuvo fue al frente de lo que ahora es el
Hotel de Turistas de Chimbote. Moncada encima de una estera, se ponía a remar en un
bote imaginario, ironizando a la pesca de los pobres de aquellos años. En una
oportunidad lo vio vestido de mujer embarazada, para lo cual dentro de su “panza” se
había puesto un gato que maullaba y él decía que era su hijo que lloraba porque
reclamaba a su padre, ironizando así la promiscuidad sexual que seducía a Chimbote.
En otra oportunidad, el escritor vio al Loco Moncada bajando una cruz que traía al
hombro, y de una bolsa sacó un muñeco que era idéntico a él, que incluso traía las
mismas ropas que Moncada. Colgó el muñeco en la cruz y empezó con su discurso:
“Pobre Moncada, loco Moncada, todos te calumnian. El gobierno te calumnia, te hace
sudar, flagelar, calafatear con candela, te mete en los podridos del barro, del zancudo;
Mohama, el candidato a alcalde, te echa la babita, te enamora, te dice “blanquito,
blanquiñosito”, te mete alfiler al corazón. ¡Pobre Moncada, Moncadita, hijo!”. Esto, y
su incontrolable vocabulario lanzado por lo que su mente a la deriva le ordenaba, fue
suficiente para que el escritor se interesara en él. Tanto así que llegó a grabarlo en
casete y que luego escuchó constantemente mientras trascribía los discursos del loco
en su maquina de escribir Remington, así nacía la novela “El zorro de arriba y el zorro
de abajo”.
En los 80s a Chimbote llegaba el espectáculo de Los Cachascanistas. Cardenal era uno
de los más admirados por su colosal fuerza; era de los que nunca perdía en el
cuadrilátero. El nombre de ese peleador sirvió para que los lugareños de La Victoria le
pusieran a Jaime, el apodo de “Loco Cardenal”. Jaime había nacido con la razón
debilitada, prácticamente vivía en las calles y de vez en cuando mostraba su locura con
los puños. Cuentan que una vez mató a un borracho que se cayó delante de él, y con
un pedazo de chancaca le destrozó el cerebro.
El Loco Moncada cada vez que veía tirado en el piso al Loco Cardenal, lo levantaba para
abrazarlo y caminar juntos por las calles chimbotanas. Moncada, con cierta cordura,
repetía “Aquí vienen los locos…ehh ehhh aquí vienen los locos, somos los locos, somos
los locos de Chimbote”. Era el único hacía sonreír al Loco Cardenal. Por eso, cada vez
que Cardenal lo veía se alegraba lanzando palabras indescifrables; su alegría
balbuceaba. Moncada, todo un personaje, de vez en cuando le dejaba propinas,
incluso algunos alimentos.
Tan loco no estaba, decían algunos, otros que se hacía el loco, que así era su forma de
ser. Vendedores del mercado afirmaban que allí llegaba los domingos con terno azul o
“verde papaya”, de sombrero negro, y corbata. Paseaba todo orgulloso, mirando hacia
arriba, alzándose el sombrero. El fin de semana lo veían subir en “La chimbotera”, la
única góndola que había en Chimbote de los 90s, con dirección hacia Trujillo. “Yo
llegué a verlo en Trujillo, bien arreglado, tú lo veías y no era el loco que andaba por acá
en Chimbote”. Lo veían recorrer las calles trujillanas con terno y gorrita, se paraba
todo elegante y también, lejos de Chimbote, con las manos en los bolsillos del
pantalón hablaba de política y de injusticias sociales. Los lunes, en Chimbote, se le veía
con polo blanco y pantalón negro, con sus redes al hombro seguía lanzando nuevos
discursos. Fue Trujillo, la ciudad en que sería arrollado por un auto, quedando en la
inmortalidad que logró gracias a sus palabras, y a las letras de Arguedas.
"Yo soy lunar negro que adorna la cara; el lunar cuando está en la mejilla de la mujer
buenamoza o en la frente del hombre, es adorno. ¿Quién dice que no? Yo soy lunar de
Dios en la tierra, ante la humanidad. Ustedes saben que la policía me ha querido llevar
preso otras veces porque decían que era gato con uñas largazas, de ladrón. Yo no
niego que soy gato, pero robo la amistad, el corazón de Dios, así araño yo... Y no es la
moneda la que me hace desvariar sino mi estrella..."
- “Yo soy un personaje, los escritores famosos han escrito sobre mí, ¿Quién es
Moncada? Hay Virgen de la Puerta, hay gallinazos, hay Moncada…”