La Leg en China Com PDF
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"La Legión de María es como un soplo del Espíritu Santo. Como una nueva primavera,
y hasta como un estruendo vehemente penetra en los corazones de nuestros cristianos
de aquí, que de una vez para siempre ven transformados su miedo, su temor y su
temblor en un ánimo fuerte de fe, en un espíritu de sacrificio y en un servicio generoso
de buenos samaritanos en la salvación de la humanidad. Sí, la Legión de María es el
gran milagro de nuestros tiempos, la "varita mágica" para nuestras circunstancias de
hoy. Uno llega a pensar a veces que el espíritu de los primeros cristianos ha vuelto a
aparecer de nuevo en nuestros días, pues la gracia de Dios se ve caer a raudales.
Hasta ahora todo, absolutamente todo, dependía exclusivamente del misionero; nadie
podía ni siquiera pensar en una colaboración por parte de los cristianos. Hoy en cambio
las cosas han cambiado; ya no estamos solos, pues son muchas las almas que,
animadas de un santo espíritu, prestan sus espaldas al trabajo. Y adonde no puede
llegar el influjo del sacerdote, allí están los legionarios de María, para saltar los
primeros a la brecha. Bien se les podía llamar "perros policías de Dios", pues, como
estos animalitos, rastrean y siguen la pista por doquier a los tibios, perezosos y
abandonados, arreglan ante la Iglesia matrimonios que no lo eran, bautizan a los
moribundos y dan la oportuna instrucción a los catecúmenos. A uno se le esponja el
corazón, cuando puede asistir a una reunión semanal, donde se reparten el trabajo,
dan cuenta de los resultados obtenidos la semana anterior y pueden contar las
maravillas de la gracia. ¡Cómo brillan allá los ojos! El corazón da saltos de alegría".
Advertencia
El editor de este librito espera poder animar con él a todos los misioneros a levantar
un monumento, bien merecido por otra parte, a sus cristianos abandonados, y, en
cuanto a nuestra juventud, confía poder espolearla hacia una vida auténticamente
cristiana, llevada con postura alegre y abierta.
¿Quién es Esta que va subiendo cual aurora naciente... terrible como un ejército
formado en batalla?
En unión con los legionarios auxiliares hay en pie de guerra un ejército de cinco
millones de combatientes de Cristo, que son conscientes de la gracia de su bautismo y
confirmación. Bajo la dirección de María quieren contribuir activamente a renovar todo
el mundo en Cristo.
Desde comienzos del año 1948 era yo director espiritual de los estudiantes en la
Universidad Católica de Fu-Yen en Pekín. En Octubre del mismo año llegó de Sanghai
en plan de visita un misionero, el P. MacGrath. Era irlandés. Como emisario de la
Legión de María de Dublín, había recibido el encargo de suscitar este movimiento en la
China. Habló en los centros de vida católica de Pekín y en todas partes encontró un
auditorio atento e interesado. También vino a nuestra Universidad. Seguimos sus
sencillas y convincentes argumentaciones con verdadero interés. A mí me vino como
un relámpago esta idea: en la noche comunista, que cada vez va extendiendo más sus
sombras, solamente hay una salvación, un contacto más estrecho con María. Bajo su
poderosa protección pusimos el futuro de la joven Iglesia de China.
Durante semanas enteras la ciudad está cercada por los comunistas. Un continuo
fuego de granadas y el estallido de bombas a derecha e izquierda nos roban el sueño
durante la noche y coartan nuestras salidas durante el día. ¡Combate! Yo me
encuentro junto a la cama de una joven Hermana religiosa, que se halla enferma.
Parece radiante de alegría. Todos la miran con simpatía por su modo de ser, paciente y
amable, por su sonrisa que jamás desfallece y anima su rostro. "¡Padre, esto lo tiene
que leer Ud.!" y me alarga un pequeño libro.- Todos levantamos nuestras cabezas
como por un resorte. Ella está tísica. Era un folleto sobre la Legión de María y yo lo leí,
releí y lo estudié hasta muy entrada la noche.
"¡Esto lo tiene que leer Ud.!" No, ¡esto lo tengo que realizar yo!- Y comencé. Como el
futuro se encargaría de demostrar, nosotros los misioneros necesitábamos unas tropas
de combate que nos ayudasen en nuestros trabajos pastorales, más aún que ocupasen
nuestros puestos cuando nuestras manos fuesen atadas. Y así ha sido, nuestras tropas
de combate han dado buenas pruebas de ello.
Obra de María
Ya antes de que nos diésemos cuenta de todo esto, la Legión de María había nacido, y
guiada por una mano invisible alcanzó un desarrollo tan prepotente como ni el mayor
idealista se hubiese atrevido a soñar.
Las legionarias del grupo "Reina de China", bajo la dirección de los cristianos veteranos
de la parroquia, venían siendo hacía tiempo la mano derecha del párroco.
Continuamente fueron surgiendo nuevos grupos.
No creo exagerar lo más mínimo si digo que al final todos los católicos activos de Pekín
eran miembros de la Legión de María, bien por su trabajo bien, al menos, por su
oración.
Desde ese momento la Curia asumió la superdirección. Los nombres de los Praesidia
fueron regulados de modo uniforme. Nosotros elegimos las invocaciones de la letanía
lauretana por su número, sin embargo pronto llegamos al final y nos vimos obligados a
buscar e incluso a crear otros nombres honrosos de la Madre de Dios para nuevos
centros.
Para el Adviento del año 1949 realizamos preparativos en común las 20 parroquias de
la ciudad y durante los cuatro domingos de Adviento se celebraron a la tarde grandes
fiestas en las cuatro iglesias principales. Fue un auténtico Adviento popular. Para el
año siguiente organizamos además para la Noche Santa de Navidad una acción
litúrgica en común. La campaña del "buen libro" tuvo una profunda y larga resonancia,
dando como resultado efectivo una ingente cantidad de escritos buenos y oportunos
que se propagaron entre el pueblo, tanto dentro como fuera de la ciudad. Pero pronto
se presentó a la Legión de María otro grave e importante problema: el movimiento
cismático, promovido y alentado por el Estado con astucia, engaños y violencia, obligó
a preparar una defensa en común y bien organizada.
Después de unos años Pekín contaba con 10 Curiae, que reunían unos 1200 legionarios
activos y un número más que doble de legionarios auxiliares.
¿Cuál fue su actitud ante la Legión de María? Según los estatutos de ésta solamente
los seglares pueden ser miembros activos de la misma. Por otra parte para capellanes
de la Legión los estudiantes de la Universidad en su mayoría preferían sus directores
espirituales. Un día me invitaron para que les diese una charla sobre la Legión.
Acudieron casi todos. Pocos días después vinieron a mí unos representantes y me
aclararon: "Padre, nosotros quisiéramos fundar un Praesidium de sacerdotes, pero eso
sí, hemos de trabajar exactamente lo mismo que los demás, para captar bien su
espíritu, pues la Legión de María está llamada a conservar enteros a los cristianos de
hoy bajo la protección de la Santísima Virgen". Sus deseos quedaron colmados y
fundamos el Praesidium "Madre de los sacerdotes". El Arzobispo Riberi recibió una gran
alegría con la noticia. Cuando en el correr de la persecución contra la Iglesia, que cada
vez iba tomando mayor auge, muchos sacerdotes europeos tuvieron que retirarse de
capellanes de la Legión, estos sacerdotes chinos, llenos de juventud, ocuparon
desinteresadamente todos los puestos que habían quedado vacantes, y más tarde,
cuando estalló la verdadera tormenta, todos ellos fueron encerrados en terrible y dura
prisión, que todavía perdura hoy para algunos de ellos.
Cuando en cierta ocasión los partidarios del movimiento cismático recogieron firmas
para un manifiesto en contra de Roma, y obligaron a los cristianos con amenazas para
que firmasen, los legionarios de María lograron reunir en el espacio de pocas horas
5,000 firmas en apoyo de otro manifiesto ortodoxo, echando así por tierra las
pretensiones comunistas.
En Tientsin fue donde por primera vez resonó el grito de guerra en contra de la Legión
de María y donde los legionarios aparecieron también por primera vez ante los
tribunales populares, pasando luego a las prisiones.
Para este tiempo existían ya en Tientsin 7 Curiae con unos 80 Praesidia y más de 800
legionarios activos.
Incluso en la Diócesis de Ichowfu, de donde hacía ya 8 años que los misioneros habían
tenido que marchar desterrados, encontraron unas religiosas chinas en una pequeña
aldea, abandonada en las montañas, la Legión de María, que sin manual alguno y sin el
capellán de la Legión venían trabajando con el mismo espíritu que en las grandes
ciudades por la renovación de los hombres.
Y si se quiere averiguar el por qué los misioneros que se concentraron en Hong kong
de todas las partes de China, habían sido llevados a prisión y finalmente expulsados
del Norte de China, de la Manchuria, de Honan y de Kansu, se encontrará siempre la
misma respuesta: por la Legión de María.
A principios del año 1951 la organización de la Legión alcanzó su punto culminante. Por
fin había llegado la noticia de Dublín de que había permiso para organizar el Senatus,
que tiene bajo su dominio varias Curiae y que está sometido directamente al Concilium
de Dublín. Toda la China fue dividida entonces en 5 Senatus.
Por los meses de Mayo y Junio de 1949 se alzó en Pekín, como llevado por una mano
invisible, el movimiento de la Legión de María. ¡Cosa singular! -No teníamos un solo
manual, ni conocíamos exactamente las reglas de la Legión, ni siquiera estábamos en
contacto con la Organización central, que -hablando propiamente- es absolutamente
necesaria para una nueva fundación. Pero eso sí, una cosa tenían nuestros legionarios
desde el principio: el auténtico espíritu. Sin condición alguna se pusieron bajo las
banderas de María y trabajaron seriamente en sus almas y en las de los demás.
"Propia santificación y santificación de los demás" fue nuestro santo y seña, que más
tarde había de repetirse y resonar en las salas de los tribunales y en sus actas.
En el término municipal de Pekín, no lejos del llamado templo de los cielos, las
hermanas misioneras se hicieron cargo de una parroquia. Al mismo tiempo que la
iglesia abrieron también una escuela de primera enseñanza. El celoso capellán sabe
muy bien cómo animar a la juventud. Forma una legión con los niños católicos, con lo
que cada uno de estos pequeños legionarios se convierte en un apóstol de los paganos.
Entre sus condiscípulos paganos deben organizar un grupo de los "pequeños amigos de
Jesús". El fin de estos grupos lo dice su nombre: ganar amigos para nuestro querido
Redentor, enseñarles el catecismo y las oraciones, y llevarlos a la iglesia los domingos.
Naturalmente es el capellán quien lleva la superdirección.- Así consiguió este joven
capellán meter en estos niños una vida extraordinariamente activa y despertar en ellos
desde muy temprano el sentido de responsabilidad.
Sentido de responsabilidad
Sí, esto había sido siempre nuestro motivo de sufrimiento y preocupación. Cuando
nosotros, los misioneros, después de una larga preparación, bautizábamos a los
hombres, por un espacio de tiempo les animaba un espíritu de conquista, pero pronto
se convertían en unos "buenos cristianos" al estilo antiguo: se preocupaban, sí, y con
interés, de sus propios problemas y de su santificación, pero parecían no sentir en
absoluto la grave necesidad de ayuda, en que se encontraban sus familiares y amigos,
la espantosa noche en que se desenvuelve el paganismo. Esto se creía misión
exclusiva del misionero.
Ahora en cambio todos nuestros nuevos cristianos pasan por iniciativa propia a
engrosar las filas de la Legión de María y se convierten en los mejores apóstoles.
Semana tras semana informan de sus esfuerzos realizados en orden a ganar para
Cristo a sus familiares y amigos.
Los problemas de la Legión han llegado a convertirse en sus propios problemas. En sus
mismos rostros puede leerse con toda claridad que sufren como injuria propia y
personal las injurias y oprobios que abiertamente se cometen contra la Iglesia. Son
conscientes de la gracia de su bautismo y confirmación, y un tal espíritu no puede
quedar, y de hecho no queda, sin grandes éxitos. Aunque los muros de la Universidad
aparezcan día tras día cubiertos con nuevos carteles, que son vivas llamadas de
hostilidad contra la Iglesia, nuestros locales de reunión siguen llenándose todas las
tardes con jóvenes que buscan la verdad y ansían con impaciencia la posesión
auténtica de Dios. ¿Quién les ha enseñado el camino para llegar a nosotros? El número
de catecúmenos -después de una ligera caída en los principios- vuelve a subir de
nuevo. En este espíritu trabajan nuestros legionarios.
Reflexionamos durante varios días y por fin concebimos un plan concreto. Un día se me
presentó en casa durante el descanso de mediodía, pero esta vez traía consigo a los
Presidentes de los Praesidia de estudiantes. Discutimos una vez nuestras ideas y
nuestros planes. Al despedirnos, cada Presidente se comprometió a llevar las
conclusiones adoptadas a sus respectivos Praesidia. Pronto surgió un pequeño comité,
que se preocupó afanosamente de los preparativos.
Se había conseguido plenamente el fin del día, hacer brillar la fuerza primitiva del
Cristianismo, el amor vivo, capaz de conquistar todo el mundo, y ejercitado al mismo
tiempo de un modo práctico durante todo el día.
Este día de escuela del amor se fue repitiendo después con el mismo éxito entre
diversos grupos de la juventud.
No lejos de nuestra célula hay un grupo que discute con verdadero acaloramiento.
Entre ellos se encuentran unos jóvenes católicos, que se ven obligados a tomar parte
todos los días durante varias horas en unos cursos de formación comunista.
Constituyen una auténtica fuerza y sería insensato el tratar de defenderse.
Tratan, como en otras muchas ocasiones, sobre los misioneros extranjeros y muy
particularmente sobre nosotros tres misioneros alemanes, que, estando tan cerca, nos
encontramos como encarcelados. "Todos los misioneros extranjeros son unos
imperialistas o al menos unos esclavos del imperio" es la frase que repiten con
machacona insistencia. "No han venido a China más que a narcotizar al pueblo chino y
a convertir a nuestros camaradas en adeptos y esclavos del imperialismo". "Son la
vanguardia de una agresión cultural contra nuestra patria". Continuamente se ven
obligados a contar y aun inventar nuevos ejemplos y testimonios cuya moraleja
siempre es la misma: ¡estos imperialistas!
Todo se hizo silencio. Nadie parecía estar preparado para una respuesta tan valiente.
En todo caso nadie supo encontrar en aquel momento una salida airosa. Y el tema
tomó otros derroteros...
Inmaculada
Fuera, en el patio, hay un grupo de estudiantes, chicos y chicas, que están enzarzados
en una discusión y gritan acalorados. Yo puedo pescar alguna palabra o alguna frase
suelta, pero a duras penas y sin poder seguir el hilo de la conversación. Sin embargo
es suficiente esto para apercibirme de que se trata de una discusión "dirigida" -como
sucede casi siempre en la China Roja- que discurre de modo forzado, dejando traslucir
la falta de convencimiento y de interés. Un poco más alejado se está ejercitando un
grupo de jóvenes comunistas.
Mis vigilantes comunistas también prestan atención y abren sus oídos para escuchar
bien la canción. Un gesto de mofa ha quedado helado en sus labios. La discusión en el
patio cesa por unos minutos. Incluso aquel grupo de jóvenes comunistas, que acaba de
terminar una canción, calla y escucha. Es como si todo se hubiese hecho oídos para
escuchar a la "juglar de María", que llena de cordialidad y frescura juvenil, canta
"Inmaculada, Inmaculada".
Donde los miembros de la Legión habían trabajado mano a mano y de modo constante
con el sacerdote, hicieron surgir como por encanto una verdadera primavera de fe.
En la ciudad B. teníamos siete grupos. Todas las clases sociales estaban representadas
allí: Maestros, Estudiantes. Cocineros, Amas de casa, Artesanos, Enfermeros y
Enfermeras, Mujeres que se dedican a lavar y muchos otros más. En los días de
opresión era para nosotros, misioneros, una verdadera alegría el ver cómo estos
hombres y mujeres iban así, abiertamente, a la caza de almas. Sobre toda la ciudad
lograron extender la llamada "red del santo rosario". Y cuando habían llevado los
misterios del "rosario vivo" a las familias, se convencieron de que todavía no se había
cumplido todo el deber, y comenzaron por arrodillarse y rezado con su familia. Por lo
menos habían conseguido que el santo rosario se rezase en diversas partes de la
ciudad y se elogiase así a la Madre de Dios. Ello tuvo que ser una gran alegría para la
Reina Celestial y una gran bendición para todos los cristianos oprimidos en China.
Todavía hoy veo a Anastasia entrar apresuradamente en la iglesia. Hace una pequeña
oración ante la imagen de la Santísima Virgen y luego se acerca a mí para decirme:
"Padre, deme su bendición, pues tengo que ir a la policía". Su acostumbrada visita,
antes de ir a la policía, era siempre para la Santísima Virgen. En último término esta
visita a la Virgen servía para dos cosas: para abogar por su honor y para demostrar
que ella no abusaba del nombre de María y de la Legión, para luchar contra el
Gobierno. Yo mismo oí en cierta ocasión a un importante jefe comunista de Provincia
decir textualmente: "La Virgen es buena, pero vosotros habéis abusado de su nombre
para luchar contra el pueblo, el Estado y el partido". Puedo decir con toda verdad, que
durante todo el medio año, en que nosotros éramos todavía libres, no se extinguieron
jamás las velas delante del altar de la Santísima Virgen, más aún que se aumentaron y
que sus lenguas de fuego flamearon siempre que se celebraron reuniones, donde se
pretendía acusar a los misioneros o al Papa y a la Iglesia. Siempre hemos admirado
nosotros esta confianza sin límites en la Madre de Dios, sobre todo en una lucha, que
mirada humanamente no ofrecía ninguna perspectiva buena para los legionarios.
Solamente una fe fuerte en el triunfo final pudo animar a estas almas.
ACTUACIÓN APOSTÓLICA
"Animada la Legión con esta fe y este amor de María, no hay empresa por ardua que
sea, que le arredre; ni se queja ella de imposibles, porque cree que todo lo puede"
(Manual Cap. 3).
"No podía creer lo que mis ojos veían: católicos apartados y tibios se convertían en
auténticos y fervorosos; matrimonios inválidos eran puestos en orden: los niños eran
preparados para la confesión y comunión: los estudiantes, ellos y ellas, invitados a una
sólida formación religiosa. Los legionarios visitan continuamente a los enfermos y les
invitan a que todas sus oraciones y sacrificios los ofrezcan por las obras de la Legión.
La fuerza estancada del mundo seglar se ha convertido así en dinámica y fructífera
para el Reino de Dios".
Temple de mártires
Así llegó la tarde. Una joven de la Legión de María nos trajo la cena. Abrió rápidamente
la puerta, con la velocidad de un rayo dejó deslizar algo en mi mano, e
inmediatamente vertió sobre mi gran taza de prisionera la sopa de mijo. Después
echándome una mirada de salvaje para demostrar que era "mi enemiga", cerró de un
golpe la puerta y escapó. Los vigilantes habían estado allí, en la misma puerta, pero no
habían notado nada. Cuando el calabozo quedó de nuevo solitario, metí la mano en el
bolsillo. Se trataba de un pequeño paquetito de papel, pero dentro había un trocito de
lienzo cosido en sus extremos, y encima escrito a lapicero, se leía: "Regalo de la noche
de Navidad. Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo". En mis manos temblorosas tenía yo
4 Hostias consagradas. En verdad que era un regalo de Navidad, y el más hermoso...
traído a través de una legionaria de María.
Sucede algunas veces que los presos son poseídos por ideas fijas. También a mí me
pasó este fenómeno. Continuamente estaba perseguido por esta idea: "No debes
abandonar este estrecho calabozo, sin haber celebrado antes la santa misa".
Naturalmente hablando, esta idea parecía totalmente irrealizable. Pero para quien
confía en la Madre de Jesús, no hay nada imposible.
Ocurrió a la tarde, de repente como una embajada celestial del Arcángel S. Gabriel.
Una legionaria, que se presumía había cambiado de escuela, me trajo la cena. Sus
pasos eran rápidos, su proceder agitado, nervioso. Se para primero en mitad de la
puerta, y arroja un paquetito al camastro. Yo me pongo delante para ocultarlo. Lo
demás transcurre de modo ordinario. Más tarde cuando los vigilantes se han alejado,
abro el paquete: vino de misa, hostias y una fórmula de misa de la Santísima Virgen.-
¡Aquella tarde se me saltaban los nervios! La comida quedó allá, en un rincón. Me
preparé para la salita misa y todavía aquel mismo día, a las ocho y media de la tarde,
celebré la santa misa. Sin vestiduras sacerdotales, sin preciosos y limpios corporales -
para ello un pañuelo- sin velas y flores, sin concurrencia del pueblo, sin cáliz -para ello
un simple vaso-. En total solamente lo esencial. Pero estoy convencido que los ángeles
del cielo tuvieron una gran alegría. Todavía celebré la santa misa 22 veces antes de
ser trasladado de aquel lugar.
¡Pero vayan mis gracias más sinceras para aquella legionaria, y que el Señor bendiga
abundantemente su valentía y coraje!
Es ya la tarde, acaban de dar las tres. Los vigilantes de mi celda acaban de hacer el
relevo. Yo me paseo intranquilo en aquel pequeño y húmedo calabozo. Tenemos
prohibido detenernos en la ventana, que da al patio. Pero a causa del frío -mis manos
y mis pies están ya abiertos y ulcerados-. me veo obligado a pasear y tengo ocasión de
lanzar cautelosamente de cuando en cuando una mirada hacia el exterior. ¡Por fin!
Bastante retirado camina un legionario por el patio, su rostro medio vuelto hacia la
ventana de mi calabozo. ¡Es la señal convenida! Espero todavía diez minutos. Llamo al
vigilante y le pido me lleve al retrete. El vigilante que acaba de entrar de turno, no me
pone ninguna dificultad.
En llegando al retrete, que se encuentra en un rincón del patio, retirado de los otros
edificios, separo apresuradamente la estera de bambú, que sirve de puerta, y me cuelo
rápidamente, dejando caer detrás de mí la estera. Dentro se encuentra ya el
legionario, quien con la velocidad del rayo me entrega un paquetito de pequeñas
hostias y una botellita de vino de misa -Dios sabe dónde y cómo lo habrá conseguido-.
Ambas cosas desaparecen inmediatamente en mi bolsillo. Cuando el vigilante aparece
de nuevo, la operación estaba terminada y el legionario había ya escapado.
Mi agradecimiento más sincero a ti, valeroso legionario de María, que aún a costa de
exponer tu libertad y tu vida convertiste mi calabozo miserable en un santuario del
divino amor.
Servicio de Tarsicio
En la provincia de Honan, hace ya un largo año que padece arrestado en su misma
casa un misionero. Delante de la casa día y noche hay un puesto de vigilancia, que
fuera del criado, que a la vez hace de cocinero del misionero, no permite entrar a
nadie. Sumido en preocupaciones el misionero está sentado a la luz de la lámpara.
Piensa en su comunidad desterrada. A ratos y con mucha cautela escribe sobre un
trozo de papel unos trazos chinos. Se trata de una carta pastoral a su rebaño. Por fin
ha terminado, se levanta, arrolla el trozo de papel y se va a dormir. Al caer la tarde del
día siguiente va a la ventana y contempla a los niños que están jugando fuera. En
seguida se acerca Cristina, su pequeña legionaria. Como muchos otros niños pobres
trae colgada de su brazo una cesta donde ha recogido leña, paja y otros materiales
para el fuego. El misionero abre la ventana y deja caer un trocito de bambú. La
pequeña legionaria lo recoge del suelo como cualquier otra cosa. -Poco después el
rebaño de cristianos lee con verdadera emoción las advertencias e instrucciones de su
pastor prisionero.
La pequeña legionaria es plenamente consciente de lo que realiza. ¡Sabe muy bien que
si fuese descubierta, recibiría el más duro de los castigos, quizás la misma prisión.
Pues a los ojos de los comunistas lo que esta niña hace, es un auténtico sabotaje, una
flagrante colaboración con los enemigos del pueblo! Pero ella es legionaria de María y
una legionaria no se debe intimidar ante ninguna dificultad.
Lucía llora y reza. Son ya las nueve pasadas y no se le permite el ir a casa. Para
agotarla, se le obliga a permanecer de rodillas y tener los brazos en cruz. Se le
arrastra por toda la clase. Cada vez está más desconcertada y confusa. Por fin, a eso
de las once se le escapa una sola frase: "Si tenéis pruebas de que la Legión de María
es reaccionaria tendréis razón: lo será". Las muchachas comunistas han triunfado. Es
su primera victoria. Cuatro compañeras de clase la acompañan a su casa, pero al
despedirse, le amenazan diciendo: "Esto sólo ha sido el comienzo. Mañana tienes que
confesarnos todo".
Lucía no pega ojo en toda la noche. Llora. Por la mañana, muy temprano -son las
cinco- alguien llama a la casa parroquial golpeando en la ventana de mi habitación.
Abro en seguida y me encuentro a Lucía que está llorando. "Padre, he ofendido ala
Santísima Virgen. Tome este dinero y celebre por mí una santa misa". Trato de
consolarla con todas mis fuerzas. "A las ocho continuarán de nuevo". "Bueno, pues
entonces tendrás ocasión de poner las cosas en orden. Yo rezaré por ti". Como de
costumbre, Lucía se arrodilla devotamente en la iglesia y recibe el pan de los fuertes.
Cuando sale de la iglesia, Lucía sonríe de nuevo.
A las ocho menos cuarto vienen a buscarla a casa las cuatro compañeras comunistas.
En la escuela suena una vez más la campana. Es la hora de comenzar. Las muchachas,
se apiñan para entrar en las clases. Lucía es llevada a la clase donde es recibida con
miradas irónicas, de triunfo. Se le obliga a subir al tablado. La que preside le habla en
estos términos: "Ayer comenzaste tu declaración. Hoy tienes que confesarnos todo. De
lo contrario no te dejaremos marchar".
Todas las chicas comunistas se levantaron como una jauría. De no haber tenido la
prohibición de golpear en estos interrogatorios, la pobre legionaria habría quedado
maltrecha. Aun así y todo, la arrastraron por toda la clase, la pusieron de rodillas y
trataron de intimidarla con amenazas e injurias. Pero ella, bajando su cabeza, callaba y
rezaba. Cuando observaron que rezaba, trataron de prohibirle que rezase, pero no
lograron conseguirlo. A las once sus fuerzas estaban agotadas de nuevo. Pronto cayó
desfallecida y sólo entonces las embrutecidas comunistas quedaron tranquilas.
Os necesitamos
Ya hacía tiempo que veníamos observando que una enfermera después de cada día de
cobro encargaba una o dos misas a su intención. Un día me acerqué a ella y me atreví
a preguntarle cuál era su intención. Su respuesta fue la siguiente: por vosotros, los
misioneros, para que la Santísima Virgen os proteja. Nosotros tenemos verdadera
necesidad de vosotros. Aun cuando tengáis que languidecer y morir en la cárcel,
vosotros sois nuestra mejor protección, pues sois una auténtica fuerza para nuestra fe.
Vuestra presencia, ya estéis libres o presos, nos basta para no perder nuestra
confianza.
Los jóvenes de nuestro colegio fundaron un periódico mural. El dinero para el papel,
pinturas y otros accesorios -cosas muy caras en China- lo ahorraban ellos mismos. Al
empezar el tiempo de Adviento dos de ellos se presentan en mi despacho y someten a
mi aprobación sus planes de propaganda para el Adviento y las Navidades. No me
parece mal y ellos día tras día trabajan duramente en una habitación bastante fría. Los
domingos el patio de la iglesia aparece adornado de tiras de papel, visibles desde lejos,
con hermosas sentencias, repletas de sentido. En las vitrinas de cristal, ya dentro de la
iglesia, periódicos murales, profusamente ilustrados, llaman la atención de todos, con
artículos que hablan de los misterios de la Iglesia y respuestas adecuadas y valientes a
la propaganda atea, que diariamente se ven obligados a escuchar en la escuela. Para
las Navidades proyectan grandes "vitrofanías".
Francisco, el Presidente, iba todos los domingos tras un grupo del colegio con el fin de
prepararlo para la confesión y para la comunión. La Vice-Presidenta, que se llamaba
Cristina, iba todas las semanas a casa de una anciana mujer, medio sorda, para darle
una sólida instrucción. Asteria, la Secretaria, me solía acompañar a casa de un viejo
amigo de su padre, que había sido jefe de la estación de Pekín, y que por entonces se
encontraba enfermo de los pulmones. Mientras yo me preocupaba del enfermo, ella
quedaba con los niños, o instruía a su señora sobre nuestra religión. Lucas llevaba
cada semana a cuatro de sus amigos, paganos, a la clase de religión. El domingo iba él
mismo con ellos a la iglesia. Pedro daba todos los sábados a la tarde una clase de
religión en un pequeño cuartucho de zapatero, situado en la calle principal. La clase
solía durar una o dos horas, Juan, que hacía muy poco tiempo que había entrado en la
Legión, le acompañaba de ayudante. Cristina preparaba a bien morir a una pobre
anciana que vivía en su granja. La pequeña Bernardeta solía acompañar con verdadero
cariño maternal a una jovencita tuberculosa, cuando la chica ya no pudo venir a la
misión por su gran amabilidad, que cada vez iba en aumento, Bernardeta le hacía
frecuentes visitas, a pesar de que la chica vivía bastante lejos, en las afueras de la
ciudad. Por fin llegó el día de su bautizo, un día grande para todo el Praesidium. Todos
los miembros estaban allí. Sentada en una sillita la enferma recibió en la iglesia el
sacramento de nuestro segundo nacimiento en Cristo, convirtiéndose en una hija
radiante de Dios. Después de terminada la ceremonia del bautismo, cuatro legionarios
del Praesidium "Consoladora de los Afligidos" trasladaron hasta el altar aquella sillita
adornada de flores, donde iba sentada la recién bautizada, y allí delante de la Virgen,
durante la santa misa recibió la primera comunión.
Nuestra Curia de lo juventud impuso como trabajo comunitario para el mes de Mayo
"la adquisición de nuevos catecúmenos". ¿Qué resultados obtuvo? La estadística de
nuestra Curia refleja en ese mes 350 bautizos de estudiantes.
La aguja del reloj marcaba las 9 aproximadamente. Entraron las dos jóvenes
estudiantes, que asombradas se me quedaron mirando con sus ojos más claros que las
estrellas. "Padre, ya estamos aquí". "Escuchadme, les dije, ¿estáis dispuestas a daros
todavía un paseo por la ciudad? Se trata de salvar un alma". "Sí, Padre", respondieron
sencillamente. Brevemente les expliqué todas las circunstancias. Abrí el cajón de la
mesa de mi despacho y saqué unas cuantas monedas. "Tomad, para que hagáis un
trecho en tranvía, pues la casa está bastante lejos, en la parte occidental de la
ciudad". "No, muchas gracias -respondieron con una sonrisa en sus labios- no
necesitamos dinero". "Buenas noches". En seguida aquellas dos jóvenes muchachas se
lanzaron al torbellino de la noche de una ciudad de más de un millón de paganos y se
encaminaron al distrito comunista, donde sólo encontrarían miradas inquisidoras,
llenas de odio hacia Dios. Pero ¿qué les importaba esto a ellas, que llevaban la luz de
Cristo en sus corazones y sólo pretendían encender esa misma luz en el corazón de un
alma abandonada?
La valiente Teresa
Las Hermanas de la farmacia de los pobres y del suministro ambulante de los enfermos
anotaban cuidadosamente las direcciones de los paganos que se encontraban
gravemente enfermos, y las enviaban al Párroco. Este sabía muy bien lo que tenía que
hacer. Las pasaba al Praesidium y con ello ponía el caso en las mejores manos.
"Teresa, esta semana te vas a preocupar de una muchacha de 13 años, que está
gravemente enferma. La encontrarás en la calle de las Fuentes # 6. De momento le
harás tan sólo una visita de cortesía: en las siguientes tratarás de prepararla para el
bautismo". Con estas palabras la presidenta del Praesidium "Rosa Mystica"
encomendaba a una legionaria el trabajo para la semana. "Pero esto es imposible para
mí -responde Teresa, dejándose llevar de su temperamento fogoso-. Tan sólo hace
cinco meses que estoy bautizada". "No importa. Estudia de nuevo el catecismo y reza
mucho. De lo demás ya se encargará la Santísima Virgen". "Bien, me encargo del
asunto", y Teresa finaliza la conversación.
En la próxima reunión Teresa apenas puede esperar a que le llegue su turno. Se le
come la impaciencia. Cuando le llega la hora de hablar, Teresa se levanta y toda
entusiasmada cuenta: "Después de mucho buscar logré dar con la casa. En un oscuro
cuartucho, en un pobre camastro yace una muchacha demacrada de pies a cabeza.
Sus padres, paganos, no parecen preocuparse mucho de ella: están convencidos de
que la muchacha tiene que morir. Yo me acerco a ella y le digo que soy joven
estudiante, que he oído hablar de su enfermedad y que sólo pretendía hacerle una
visita de amiga. Entonces ella me mira con unos ojos grandes y comienza a llorar.
Nadie se preocupaba de aquella pobrecita muchacha. Al despedirme le dije que yo
pertenecía a la religión del Señor de los cielos (a la religión católica), y que si lo
deseaba, la próxima vez le hablaría de ella. Por respuesta me rogó que no dejase de
volverla a visitar y que lo hiciese muy pronto".
Desde aquel momento Teresa, dos veces por semana, al salir de la escuela para
marchar a su casa, se dirigía a la calle de las Fuentes y allí instruía a la pequeña
paciente en el camino del cielo. A los seis meses se celebraba el bautizo en aquella
choza. El mismo párroco fue a casa de la muchacha, y Teresa salió por primera vez de
madrina. Pocas semanas después el Divino Redentor, bajo las especies eucarísticas,
hacía también entrada en aquella pobre choza. Siguieron luego la confirmación y la
extremaunción, que prepararon a aquel pequeño ángel de los ojos alegres para el
camino de los cielos. Pero Teresa seguía todavía pensativa...
Un día nos sorprendió con una nueva noticia. "He hablado con la pequeña enferma del
ideal de la virginidad y ella ha quedado totalmente entusiasmada". Aquel sueño de
Teresa se hizo realidad, y aquella muchacha, antes de emprender el viaje para la
patria eterna, se había consagrado para siempre con unos votos perpetuos al Esposo
Celestial.
Las visitas a los enfermos constituyen siempre -ya desde los comienzos- una de las
misiones más peculiares de los miembros de la Legión. Cuando en los comienzos del
movimiento las casas de los enfermos católicos de Pekín se vieron inundadas por
especiales visitantes, las hermanas religiosas se quedaban asombradas. Pero pronto
sonrieron. ¡Son legionarios de María! Iban siempre de dos en dos, llevaban
frecuentemente ramilletes de flores y se encontraban en todo momento dispuestos a
consolar y a servir con amabilidad a los enfermos.
La joven Presidenta del Praesidium de "Fátima" descubrió en las cercanías del colegio
una enferma casi desatendida. Su esposo, un jornalero, debía marchar todos los días
muy temprano -a las 7- al trabajo y no regresaba hasta altas horas de la tarde.
Durante todo el día aquella enferma se veía obligada a permanecer abandonada en su
camastro sin ayuda ninguna. -Un día, en la escuela, la joven Presidenta describe de
modo impresionante la miseria de los pobres. Los ojos de sus alumnas brillan de
emoción. Es el momento oportuno para lanzar la sugerencia: nosotras tenemos que
ayudarles.
A las cuatro de la tarde, cuando termina la escuela, sucede lo mismo: otras dos
legionarias emprenden el mismo camino. Y así día tras día. Continuamente se van
turnando de modo que todas puedan ejercitarse en este papel de buenas samaritanas.
La enferma llora. Son lágrimas de alegría. Jamás en toda su vida había encontrado un
amor semejante. Todavía hoy en espíritu contemplo aquellos ojos radiantes de las
legionarias, cuando en la reunión semanal daban cuenta de este hermoso trabajo.
Sin embargo -hemos de decirlo también- aquel fuego del primer momento fue
decayendo con el correr del tiempo. Por lo que se desprendía de los informes, había
ido cundiendo el cansancio y la repugnancia ante la enferma. Incluso algunos hablaban
ya de abandonar lo comenzado. Entonces fue cuando la Presidenta en una histórica
reunión pronunció estas bellas palabras: "Queridas compañeras, ahora precisamente
es cuando comienza lo sublime de nuestro ministerio, pues nosotras no trabajamos por
los hombres, sino por Dios y la Santísima Virgen". El Praesidium de "Fátima" siguió
atendiendo con todo cariño a la enferma hasta que un día, en la reunión semanal, se
oyeron estas palabras: "El Señor la ha liberado y la ha acogido en su seno".
La Biblioteca católica, que ellos mismos levantaron con el fin de dejar llevar a casa los
libros, fue utilizada afanosamente por todos, tanto católicos como protestantes y
paganos. Incluso algunos comunistas hicieron uso de ella secretamente. Un dirigente
comunista hizo el siguiente comentario sobre la misma: "Quien lea los libros de esta
Biblioteca, jamás se convertirá a nosotros". Por eso la primera medida oficial tomada
en contra de la Legión fue cerrar esta Biblioteca. Conocí legionarias, que jamás
pasaron por la Biblioteca sin tomar dos o tres libros para prestados a otras personas.
"Tenéis que ser mis testigos".
Otros legionarios por otra parte iban a las fábricas y buscaban a los trabajadores
católicos, que vivían fuera de la ciudad, para llevarlos a la santa misa. Dos legionarios
se dirigían todas las semanas al puerto sobre el río, visitaban los barcos y recorrían
luego los barrios pobres. Un grupo daba lecciones de religión todos los días en la
escuela después de la comida del mediodía. La concurrencia de alumnos y alumnas
paganos era frecuentemente tan numerosa (de 150 a 200), que fue necesario añadir
nuevas horas de clase.
¡Una discusión!
Movimiento de consagración
La buena idea nació del Párroco. Llamó en seguida a los Presidentes de cada grupo y
les propuso su idea de modo breve pero vibrante. La idea prendió en aquel los
corazones, y los Presidentes a su vez llevaron aquel fuego a sus correspondientes
grupos. La oficina de la parroquia les facilitó las direcciones de las familias católicas. En
las primeras semanas los legionarios, en grupos de dos, visitaron a todas las familias y
les explicaron el valor y sentido de la consagración familiar. Más adelante se les
preguntó sin compromiso alguno si aceptarían a gusto esta consagración. En la
primera reunión se preparó un informe detallado y se le pasó al Párroco. En las
semanas que siguieron, se dispersaron de nuevo por la ciudad, llevaron a cada familia
una fórmula de consagración, les exhortaron a tener un triduo de preparación con el
rezo del santo rosario en familia y determinaron el día y la hora en que todas las
familias habían de tener el acto de la consagración. La idea se había convertido en
realidad.
Llegó la fiesta de Asunción de María con su vigilia nocturna. Unos 15 seminaristas del
Colegio Chino se mostraron dispuestos a tomar parte en esta bella empresa. Por
tercera vez los legionarios, repartidos en parejas, visitaron a las familias. Esta vez les
acompañaba también un sacerdote. Ante un pequeño altar, levantado en casa, cada
familia hizo su consagración al Corazón de María.
Ocho días más tarde, en la fiesta del Corazón Inmaculado de María, tuvo lugar la
consagración de toda la parroquia a la Divina Pastora de aquella iglesia, atestada de
gente. Este movimiento, llevado por los legionarios, se extendió por toda la ciudad,
con lo que en pocos meses casi todas las familias católicas a través de este sencillo
acto se colocó bajo el manto protector de la Madre de Dios.
LA GRAN PECADORA
Oscuros nubarrones
Pero no fuimos los únicos; también otros muchos Praesidia durante sus reuniones,
fueron sorprendidos por la policía. Ello significaba que la Legión de María se encontraba
bajo un continuo control. Nos importó muy poco, pues nosotros seguimos trabajando
sin amilanarnos por nada ni por nadie.
Medio año más tarde, por Abril de 1951, llevaron a cabo un nuevo y más escrupuloso
registro. De los 200 legionarios de nuestra Curia no llegaron a cinco, los que se
retiraron de nuestras filas por miedo. Los periódicos traían de modo persistente
artículos ignominiosos en contra de la Legión.
Estalla la tormenta
Poco después estallaba de repente la tormenta con toda violencia. La liga comunista de
la juventud eligió el día 4 de Mayo para su gran acción. Pronto nos pudimos dar cuenta
de que el principal ímpetu del ataque iba dirigido contra los cristianos, y de modo
especial contra los legionarios de María.
En los Colegios hubo de interrumpirse la enseñanza: más tarde sucedió lo mismo con
la Universidad. Los estudiantes se vieron encuadrados en círculos de discusión, cuyo
jefe era siempre un comunista de la liga de la juventud. Un verdadero "lavado de
cerebro". Se presentaron ingentes volúmenes de actas cubiertas de actos ignominiosos
atribuidos a los obispos, sacerdotes y cristianos. Cada uno tenía que adoptar una
postura de protesta en contra. El material de las actas, que se recogía en su mayor
parte de la prensa del día, era más infalible que la Biblia. Quien se atreviese a
manifestar la más ligera duda sobre ello, era tachado en seguida de reaccionario y de
enemigo del pueblo.
Los más terribles casos se dieron ante los tribunales de estudiantes, en forma de
procesos públicos. Lo que en ellos tuvieron que sufrir los cristianos, especialmente los
legionarios, su heroica valentía, tan sólo podremos conocerlo el día del Juicio Final.
Algunos llegaron a ser interrogados durante, toda la noche por sus mismos
condiscípulos. Toda la serie de sufrimientos hubiese podido terminar en un solo
momento con tal de hacer una doble concesión: primera, que los misioneros
extranjeros eran unos enviados del Imperialismo; segunda, que la Legión de María era
una organización reaccionaria. Pero ninguna de las dos lograron oírlas de labios de los
labios de los valientes legionarios.
¡Persecución!
Ya antes del encarcelamiento de los dirigentes, desde comienzos del año 1951, había
desplegado sus alas el régimen comunista en dura batalla contra la Legión. El mismo
Mao Tse Tun dio la orden de prohibición. El guerrillero J. Tschen, que por entonces era
el alcalde de Sanghai, firmó personalmente el decreto de disolución para todo el
distrito de su administración. Como movidos por un mismo resorte, todos los
periódicos de la ciudad en sus páginas frontales airearon durante varios meses este
decreto en contra de la Legión, movimiento puramente religioso. Una vez más pudimos
percatamos de la perfecta coordinación de todos los periódicos, y de la única
paternidad literaria de todos los artículos que pegaban contra la Legión. Hasta el
momento el partido no había podido con la indeseable, obstinada e inaccesible Iglesia,
construida sobre fundamento de roca. Había encarcelado sacerdotes, los había
calumniado, les había declarado convictos de toda clase de crímenes políticos, les
había llamado traidores a la patria, los había declarado inmorales, pero no obstante
todo esto sólo había conseguido dejar más limpia la faz de la Iglesia, aumentar su
prestigio y autoridad. Clero y pueblo se hicieron cada vez más firmes, uniéndose con
mayor fidelidad a su Iglesia. Por eso el partido buscaba nuevos medios y nuevos
derroteros. Dos seminaristas desertores habían sido colocados en las oficinas del
partido comunista de Sanghai, donde trabajaban calurosamente, y muy probablemente
habían sido los padrinos de la prohibición de la Legión y de la gran batalla contra ella.
Durante todo el año 1951 no hubo un solo periódico que no agitase diariamente los
ánimos y aullase ferozmente contra nuestra Institución. En todas las escuelas, bancos,
cines, estaciones, tranvías y autobuses, en todas partes se palpaba el ambiente de
odio y persecución en contra de la Legión, el gran peligro del pueblo. A través de las
principales calles colgaban pancartas de tela roja o de papel, donde aparecían
impresos los crímenes de la Legión y sus intrigas. Potentes altavoces, enclavados en
los círculos de mayor tráfico, anunciaban día tras día el peligro que nuestra Institución
suponía para el pueblo y el Régimen. La gente de Sanghai, que entendía muy poco o
nada de esta campaña, bajaba su cabeza o la sacudía en señal de indiferencia, y
callaba.
Dos preguntas
Muchos de los legionarios y legionarias fueron llevados por la policía ante los jueces.
Sus nombres habían sido conocidos a través de la traición. Yo conozco a una señorita
que tuvo que comparecer tres veces ante los jueces. Las tres veces se le amonestó y
se le amenazó para que firmase. Se le quiso arredrar por toda clase de medios, buenos
y malos. Ella acudió siempre con un hatillo debajo del brazo, donde llevaba las cosas
más necesarias, por si la llevaban a la prisión sin darle tiempo alguno. La última vez se
le dijo abiertamente: puedes firmar con absoluta tranquilidad. Vuestro dirigente ha
firmado en la prisión, y ha reconocido que la Legión es una organización secreta, que
trabaja contra el Estado. En los periódicos de aquellos días aparecieron también en
letras de grandes moldes "manuscritos y firmas" de este dirigente encarcelado.
Afortunadamente nadie creyó en la autenticidad de los mismos, o al menos supuso que
había precedido un duro tratamiento del preso. Aquella señorita respondió
resueltamente: "Si Mons. P. ha reconocido efectivamente lo que decís, ¿por qué se
encuentra todavía en la prisión, por qué no le habéis dado la libertad?"
Dos de mis discípulas de la misión de Honan, Lucía L. y Rosa Ch., que habían obtenido
en Sanghai el diploma de enfermeras y eran activas dirigentes de pequeños grupos de
la Legión, pudieron evitar al menos por algún tiempo las repetidas importunaciones de
la policía, cambiándose tres veces consecutivas de vivienda. Ya antes habían sido
llevadas frecuentemente ante los tribunales e invariablemente se habían negado a la
firma. A medida que se fueron conociendo mejor las intenciones y maniobras de las
autoridades comunistas, y la postura de la Iglesia, en un principio insegura, se fue
haciendo más firme y clara. los legionarios iban perdiendo cada vez más la perspectiva
de éxito. La mayoría de los jóvenes, tanto ellos como ellas, cuando eran citados ante la
policía, se llevaban consigo el hatillo debajo del brazo. Este ánimo produjo una
profunda impresión ante los tribunales, pero de hecho sólo se consiguió que
redoblasen la presión. Mandaban venir a los padres, y les mandaban que aconsejasen
a sus hijos para que suscribiesen la lista de los confesores. Las respuestas de los
padres se hicieron famosas: "Nuestro hijo no suscribe. Él tiene ya la suficiente edad
para decidir qué es lo que debe hacer, y no puede renegar de nuestra comunidad, que
es buena y sólo hace el bien". Aquellos hombres del uniforme sólo consiguieron con
sus mandatos el escuchar bruscas negativas.
De 1000 solamente 6
Se puede imaginar el gusto y rabia que tuvo que producir en los puestos oficiales este
desprecio de las órdenes más tajantes, pero se puede pensar también sin género
alguno de duda que en muchos produjo admiración y elevada estima. Naturalmente
que no la podían manifestar. Esta persecución prolongada ya por casi un año y tanto
remilgo de las autoridades no pudo por menos de producir risa y desprecio en la
población. Después de tanto tiempo no habían podido demostrar su gran mentira de
que la Legión era una organización reaccionaria. Nada oculto y peligroso había en ella,
por el contrario todo estaba bien a las claras y en completa conformidad con la libertad
de la Religión. Frecuentemente teníamos la impresión de que si el Régimen no hubiese
comenzado esta campaña, bien pronto habríase dado cuenta de la falsa suposición, en
que se fundaba para su actuación, y habría podido prever el fracaso. Pero para "salvar
las apariencias", el Régimen no podía tocar a retirada y admitir su equivocación.
Fuerte resistencia
Una mañana, en una gran reunión, la Legión de María fue disuelta. Los legionarios sin
embargo se propusieron llevar adelante una reagrupación de varios Praesidia. La
juventud se separó y formó una nueva Legión con un solo grupo. En lugar de los
misioneros europeos, que eran considerados como "imperialistas" por el gobierno,
vinieron a ocupar sus puestos de directores espirituales sacerdotes nativos del país.
Para la primera reunión fueron invitados el jefe comunista de la policía y el dirigente de
la llamada "Iglesia Reformista". La reunión llegó a realizarse, pero los invitados no
aparecieron hasta que la reunión había terminado. Esta nueva Legión también fue
prohibida.
Sin embargo los legionarios no abandonaron tan fácilmente la lucha. Al principio sólo
eran 6 ó 7, los que diariamente, después de comer, rezaban las oraciones de la Legión
en la iglesia. Poco a poco fueron apareciendo todos, incluso los miembros auxiliares, y
el rosario resonaba cada día en las naves de la iglesia. Pero también esto llegó a
prohibirse, pues, según decían, era suficiente el que fuesen una vez a la iglesia.
Después que nosotros hubimos sido encerrados, comenzó para los legionarios un curso
de instrucción comunista. ¡Seis semanas! La clase se abría a la mañana y duraba, con
una breve pausa, hasta la tarde. Luego vinieron durante nueve meses ininterrumpidos
los devanadores interrogatorios ante la policía. Algunas de nuestras muchachas
tuvieron que aguantar 20 ó quizás más de estos interrogatorios, para que siempre se
les exigiese lo mismo: testimoniar en contra, de la Legión y del misionero.
Parece ser que no consiguieron mucho éxito con ello, pues un año más tarde los
legionarios fueron llevados a un segundo cursillo de formación comunista, a una aldea
destruida, que se encontraba en los límites de la provincia.
Rezando y cantando
En otras escuelas de Pekín los legionarios de María durante sus propios interrogatorios
comienzan a cantar y rezar en alta voz. Las amenazas y ultrajes de los jueces no
logran traerlos a silencio. "A cuantos le recibieron, a los que creen en su nombre, les
dio potestad de ser hijos de Dios".
Los legionarios de María renuevan todos los años su consagración a la Virgen el día de
la Anunciación.
Aquel año parecía que todo se había puesto de acuerdo para que nuestra Curia de los
estudiantes no lograse reunir un solo día todos los Praesidia. Continuamente se metían
de por medio manifestaciones comunistas, en las que los estudiantes se veían
obligados a participar. Por fin llegó el 4 de Mayo, el día de la Liga comunista de la
juventud. Los estudiantes católicos no estaban obligados a tomar parte en la
manifestación de la consagración para ese día.
Desde muchos días antes los mismos estudiantes habían limpiado la iglesia y la habían
adornado primorosamente. El altar nadaba en un mar de luz. Los bancos estaban
totalmente repletos de nuestros jóvenes legionarios. Cuando hubieron terminado las
oraciones y cantos, el predicador apareció en el púlpito. En breves, pero conmovedoras
palabras, les hizo reflexionar sobre la gravedad del momento, exhortándoles a
permanecer fieles a la Virgen tanto en la persecución como en la muerte, si ello fuese
necesario. Con gravedad edificante fueron pasando luego ante el altar en dos largas
hileras. Allí por grupos se fueron prosternando ante el cuadro de la Virgen, y tocando
con sus manos la bandera, pronunciaron con toda decisión la fórmula de consagración:
"Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es".
LA GRAN PRUEBA
En los comienzos del año 1951 los funcionarios comunistas hicieron una violenta
presión sobre el Vicario General de Pekín. Todas las tardes aparecían por su vivienda,
permanecían con él largas horas, intentando con lisonjas y amenazas ganárselo para el
movimiento cismático. Nuestros legionarios se apercibieron en seguida del peligro e
inmediatamente prepararon el contraataque. La Curia ordenó que durante todo el mes
se ofreciesen oraciones, y de modo especial el santo rosario, por el Vicario General y la
Iglesia amenazada de China. Los estudiantes enviaron una delegación que pusiese al
Vicario en conocimiento de todas estas cosas y le animase a preferir la cárcel antes
que ceder lo mínimo al comunismo. "Nosotros -le decían- y con nosotros todos los
católicos de Pekín estamos tras de ti en estos momentos difíciles".
Si de algún miembro de nuestra Legión puede decirse que fue perseguido con toda
realidad, este miembro fue María. Se le prohibió hablar con las colegialas, se le
registraron en repetidas ocasiones todos sus enseres, y se le mandó varias veces
escribir su historial personal. El último año más de diez personas vigilaron
continuamente sus pasos. Cuanto hablaba o hacía, debía ser comunicado a las
autoridades. Llevó una vida de verdadera mártir.
Yo la venía observando desde hacía tiempo y noté que todos los días hacía el santo Vía
Crucis. Un día me atreví a preguntarle por qué rezaba el Vía Crucis con tanta
frecuencia. "Padre, me respondió, cuando llego a la cuarta estación, encuentro un gran
consuelo. El ver sufrir a la Madre de Dios, a esa mujer que jamás cometió el más
mínimo pecado, eso me da fuerza y ánimo para perseverar en todas la vejaciones. Yo
me repito continuamente: mira, la Madre de Dios no pecó jamás y tuvo que sufrir de
ese modo, y tú, tú eres una pecadora. ¿Qué se pierde, Padre, si yo tengo que sufrir un
poco por Cristo, su fe y su Iglesia? Algunos de nosotros tenemos que estar dispuestos
a padecer y morir por nuestra santa fe. Nosotros tenemos que demostrar a todos
nuestros bienhechores, a todos los cristianos, a nuestros enemigos, los comunistas, y
sobre todo al Santo Padre, que nosotros somos dignos de nuestro nombre de
católicos".
"¿Pero ya estás tú dispuesta a ello?" -le dije-. "¡Pues claro que sí, Padre! Yo ya he
repartido todas mis cosas entre mis amigas. Estoy cierta que terminaré en la cárcel".
Y así sucedió. Durante todo un año los grilletes y esposas no se separaron de sus pies
y sus manos. Después se le condenó a cinco años de prisión y a otros cinco de
privación de toda libertad. Según he oído hace poco, ella es el ángel de la sonrisa
dentro de la prisión. Todo vida, alegría y bondad. ¿De dónde le viene esta fuerza?
En cierta ocasión esta legionaria, de la que venimos hablando, dio una prueba
verdaderamente angelical de su fidelidad a los misioneros. Ocurrió lo siguiente. En la
ciudad V. se celebraba un juicio popular contra el Obispo, los sacerdotes y las
religiosas. Terminado el juicio, se organizó una procesión de afrenta por las calles de
aquella animada ciudad. El sol quemaba inexorablemente, las masas ribeteaban las
calles, y el Obispo, misioneros y religiosas eran llevados por el centro de las calles,
expuestos a la burla del pueblo. El populacho, comprado, vociferaba y echaba pestes
contra el sediento sacrificio. De pronto, en un lugar especialmente animado de gente,
sale de la acera una muchacha de diecinueve años, se adelanta ante el Obispo y los
misioneros, y ante ellos hace una triple y profunda inclinación: era un saludo de
agradecimiento a sus educadores y bienhechores. Naturalmente el alboroto fue
imponente.
Aún no había vuelto a la escuela -era entonces una joven maestra- cuando le
anunciaron que la policía le esperaba en la escuela, y que tendría que ir a la Comisaría
de la policía. "Por supuesto", respondió ella sin miedo. Fue al Comisario, le hizo una
profunda inclinación y le preguntó por el motivo. El Comisario, levantándose de su
asiento, le reprende duramente por su actuación: ¡haberse atrevido a saludar
públicamente a esos criminales y embaucadores del pueblo, y precisamente cuando
una nación entera se ha levantado en contra de ellos! Ella se defiende serenamente:
"Señor Comisario, yo me he educado en la escuela de estos extranjeros desde mi
niñez. Como muchos otros, yo les debo a ellos, y a ellos solos, toda mi formación. Ellos
son mis bienhechores. Yo no he notado que ellos sean malos. Por otra parte son mis
superiores, y cuando yo me encuentro a mis superiores y bienhechores, les saludo
cortésmente. Por tanto para mí todo esto no es más que un problema de educación
china. Y si mañana, Sr. Comisario, me encuentro a Ud. en la calle, haré ante Ud. una
inclinación como a mi superior, lo mismo que la he hecho cuando he entrado en este
despacho... " El Comisario la tuvo que dejar marchar.
En la cárcel
Pekín, Marzo de 1952. Desde el 29 de Septiembre del año pasado estoy encerrado en
un oscuro sótano. Día y noche tengo tras de mí una estrecha vigilancia para que yo me
siente o esté de pie según lo ordene su caprichosa arbitrariedad. Pero al menos han
pasado ya aquellos necios interrogatorios, que se prolongaban durante la noche, poco
a poco voy recobrando el conocimiento.
Por algún tiempo hubo también en este sótano y en otras celdas algunos sacerdotes
chinos, que habían trabajado en la Legión. Les estaba reservado un duro vía-crucis.
Día tras día y noche tras noche enviaba yo mi bendición sacerdotal a mis legionarios, y
yo sabía que ellos, tanto dentro como fuera de la ciudad, levantaron sus manos
suplicantes al cielo, pidiendo fervorosamente por nosotros.
Triunfo silencioso
Clara había sido siempre una entusiasta legionaria. Cuando ella recibió una buena
colocación en una gran aldea, aprovechó el momento para proseguir su trabajo de
legionaria. Pronto se hizo sospechosa a la policía y tuvo que sufrir los interrogatorios
durante varios meses. Por fin se le encerró en la prisión, porque había rehusado
denunciar traidoramente lo que se había dicho en las reuniones de la Legión. "Así está
prescrito en las reglas de la Legión", había sido su respuesta.
Una carta recibida de Hong kong da la noticia de que los legionarios de María, a pesar
de la persecución, continúan todavía trabajando con todo denuedo por la defensa de la
Santa Iglesia y la salvación de los hombres.
Fidelidad tras fidelidad
Hacía tiempo que se había prohibido a todos los cristianos, y de modo especial a los
legionarios, el hablar con nosotros, misioneros extranjeros. Las pocas religiosas
extranjeras que quedaban en la Misión, estaban para marchar. Una legionaria entregó
a escondidas una carta a una Hermana para que me la diese a mí. Era una carta de
despedida, antes de que fuésemos expulsados. Al final de la carta puedo leer todavía
lo siguiente: "Querido Padre, rece todos los días por nosotros a la Santísima Virgen,
pidiéndole que permanezcamos fieles a nuestra fe. Vuelva a China lo antes posible. Si
va a Europa, y vive su buena madre, le salude cariñosamente en nombre de todos
nosotros, y si tiene la ocasión de hablar con el Santo Padre, dígale que nosotros le
queremos de veras".
Pekín. Finales de Junio de 1951. Nosotros, los misioneros, estamos en nuestra propia
casa bajo la más estrecha vigilancia. No llega nadie a nuestra casa que no sea
secretamente anotado, y se pase aviso a la policía. Sin ser advertido, logro abandonar
la casa y me paso al vecino patio del convento de los P.P. Franciscanos. Allí me está
esperando Luisa. Después de su vuelta del Sur me quería ver necesariamente. Luisa
desciende de una distinguida familia de Tientsin. Había realizado siempre un ingente
trabajo, incluso en su entrega a Dios. Yo la conocí en sus últimos años de Universidad,
donde ella trabajaba por conseguir el título.
A pesar de su estudio todos los días encontraba un cuarto de hora libre para pasárselo
delante del tabernáculo de la Capilla de la Universidad. La comunión diaria era algo
indispensable para ella. Ayunaba todos los días y tomaba al mediodía lo que ella
consideraba el primer alimento. En una palabra vivía fervientemente la Iglesia y la
Patria.
Una tarde iba yo paseando con otro misionero por la ribera del lago. De pronto se
acerca a nosotros una joven estudiante. "Vengan, Padres". Nosotros la seguimos y ella
nos llevó fuera de la multitud. De una mesita que está junto a la pared, se levantan y
vienen hacia nosotros unos cuantos jóvenes sonrientes, que nos saludan
calurosamente. Eran legionarios de María. El dueño del restaurante, que ya estaba
avisado, nos trae en seguida dulces y té. Al día siguiente varios legionarios querían
marchar a Sanghai, y toda su ilusión era el podernos volver a ver. Fueron unas horas
inolvidables. Aunque el tiempo fue corto y como de costumbre estuvo salpicado de
risas y de humor, hablamos sobre todo de cosas serias. El lema principal de la
conversación fue naturalmente la suerte futura de nuestra joven Iglesia, y de la boca
de aquellos legionarios sólo salían palabras de ánimo y esperanza. Renovamos nuestra
mutua promesa del recuerdo en la oración y nos despedimos impartiéndoles nuestra
bendición sacerdotal.
La "Legión de María" está llevando a cabo una ofensiva tal en todo el mundo que es
imposible de todo punto hablar de números, pues éstos continuamente están siendo
superados. Sin embargo es fácil dar una idea de su rápido crecimiento. Se ha calculado
que por un término medio cada semana supone una Diócesis más ganada para el
movimiento y cada día tres Praesidia nuevos. Hasta el momento presente la "Legión de
María" despliega su trabajo en más de 1300 Diócesis.
La "Legión de María" podríamos decir que crece de abajo arriba, es decir: como primer
paso se establece siempre el simple "Praesidium". Solamente cuando se ha puesto en
marcha un número suficiente de Praesidia se crea una unidad superior, llamada
"Curia", que extiende su red sobre una ciudad o una determinada región. Si en las
grandes Diócesis llegan a levantarse varios de estos grupos de administración, se crea
la unidad diocesana llamada "Comitium". Finalmente, cuando la "Legión de María" se
ha implantado ya en muchas diócesis, se procede a erigir la unidad que se llama
"Senatus". En un país pueden existir todos los "Senatus" que el Concilium juzgue
oportuno, pues de suyo es éste un Consejo destinado a controlar los Consejos
Legionarios inferiores de todas las diócesis de una o varias regiones, y no
precisamente las de todo un país, a no ser mientras sea uno solo el erigido en el
mismo. Bien podemos decir, pues, que la erección de un "Senatus" en una nación
supone un elevado grado en el desarrollo del movimiento. Hasta el presente tienen
constituido el "Senatus" -uno o varios- las siguientes naciones: Inglaterra, Escocia,
Francia, India, Birmania, Ceilán, Nueva Zelanda, África Oriental, Filipinas, Australia,
Austria, Bélgica, Italia, todas las naciones de Centro y Sudamérica, Estados Unidos,
España. (En los Estados Unidos, cuyo territorio es demasiado extenso para ser
administrado por un solo "Senatus", existen hasta el momento tres, establecidos en S.
Luis, Cicinnati y Baltimore. Muy probablemente habrá que aumentar todavía este
número). En China el "Senatus" tenía su sede en Pekín, pero desgraciadamente tuvo
que ser levantado a causa de los últimos acontecimientos.
Las obras de Dios aparecen siempre señaladas con la inconfundible marca de la cruz,
la cual suele ser tanto más grande cuanto lo que se pretende es más glorioso para el
Señor.
Por eso la Legión de María, "hoy en el primer plano de la actualidad entre los
movimientos de mayor empuje apostólico" (Miriam) y una de las cosas más bellas que
existen en la Iglesia de Dios, encuentra casi siempre su camino erizado de dificultades
provenientes de los sectores más diversos, y no pocas veces de los mismos que
debieran prestarle el más decidido apoyo.
La Legión de María ha sido hasta ahora una gran bendición para todo el mundo.