Ruiz, C.

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Ruiz, C.

De nuevo la sociedad [extracto 2]

Nuevos actores sociales más allá del clivaje dictadura-democracia

De la reestructuración capitalista, surgen nuevas identidades sociales que cuestionan la


política.

El panorama social que desborda los cerrojos.

El malestar está en las franjas medias y algunos obreros. El conflicto “se aleja del clivaje
dictadura-democracia” (p. 1).

Con la protesta estudiantil se exhibe el desgaste de la gobernabilidad. El desborde abre una


“crisis de representación política”, dado los escasos canales institucionales para “le
procesamiento de sus intereses”.

La formación de nuevos grupos sociales

Hijos de la modernización capitalista son aquellos grupos medios y trabajadores que han
surgido en el contexto de ciertos modos de dominación social.

Los grupos de burocracia y trabajadores de servicios privado, crea un nuevo panorama con una
alta heterogeneidad. Pero la primera sobre todo brilla, pues ellas son la imagen de los grupos
medios. Su origen es variado: entre popular y de viejas clases medias, sufren de la privatización
de las condiciones de reproducción social, vinculando un discurso justamente en torno a ello.

El fraccionamiento entre los trabajadores de menor calificación es aún mayor. La amplía


rotación laboral impide una prolija socialización, desencadenando bajos niveles de organicidad
que impiden la gesta de fuerzas sociales.

La pobreza es una puerta giratoria. Realmente son expulsados del mercado, por su consumo
deficiente.

El problema del género es más amplio, dada las restricciones conservadores “sobre la
reproducción y el cuerpo de las mujeres” (p. 4) y su precaria participación en el mercado
laboral. Por otra parte, el ensalzamiento de la Familia, donde la mujer cumple el central rol
materno, discurso que se contrapone a la real soledad de los grupos frente al Estado.

Demandas y luchas de los hijos de la modernización

Es la privatización de las condiciones de reproducción social la que configura una malestar que
se desata en conflicto social. Un conflicto que se canaliza en la revuelta estudiantil, en
principio.

“La revuelta estudiantil coloca en el centro de un reanimado debate público las frustraciones
con la promesa de ascenso social a través de la educación” (p. 5). La promesa incumplida: la
cobertura de la educación para la movilidad social. Finalmente resulta un mecanismo de
endeudamiento y una devaluación de títulos dada por el exagerado mercado de algunas
carreras.

Los conflictos estallan por fuera la institucionalidad, porque no existen mecanismos


institucionales que permitan el procesamiento de intereses. De ahí la poca contención del
modo de dominación sobre los conflictos, que funcionó mientras existía una masa silenciosa.
Esta incapacidad de la transición para generar mecanismos institucionales de procesamiento
de conflictos, terminó por hacer que estos se desbordaran, “abriendo paso a la crisis de
representación política” (p. 6).

Si continúa la rigidez de las clase dominantes, entonces los conflictos se irán acrecentando.
Aunque difícilmente ocurra esa transformación. “La brecha entre lo política y lo social” está
interpelada:

“De tal modo, los malestares anotados, hondamente ligados a los pilares del modo de
acumulación vigente, al carácter subsidiario de la acción estatal y las restringidas modalidades
de resolución política que los acompañan, estarán en la base de los conflictos y la proyección
de las fuerzas sociales y políticas que inauguren el nuevo ciclo histórico. Malestares que
emergen desde el propio sustrato social que provoca la transformación neoliberal
experimentada por la sociedad chilena en su historia inmediata” (p. 6-7).

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