03a) La Escuela Como Organización

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Tenti Fanfani, Emilio.

Sociología de la Educación:
Carpeta de trabajo - 1a ed. - Bernal : Univ. Nacional de
Quilmes, 1999.142 p.
Sociología de la Educación

La escuela como organización

Objetivos

1. Reconstruir el modelo organizativo típico de la escuela en su momento fundacional


2. Analizar el concepto de disciplina como un elemento central de la estrategia pedagógica
clásica.
3. Proveer algunas categorías conceptuales que permitan comprender la lógica de cambio de las
organizaciones educativas contemporáneas.

2.1. Introducción

Decíamos en la introducción que las prácticas educativas escolares no se desarrollan en el vacío, sino
en el marco de instituciones específicas. Estas constituyen organizaciones, es decir, realidades
objetivas que modelan las prácticas de los agentes. En el marco de una organización, los sujetos no
pueden “hacer cualquier cosa”. La organización constituye un conjunto de reglas y de recursos que
están orientados hacia finalidades específicas, en el caso de la escuela, el desarrollo de
determinados conocimientos en determinados alumnos. Las reglas instituyen una determinada
división del trabajo entre los miembros de la organización y orientan sus prácticas en un sentido
específico. Las reglas también regulan los procesos de toma de decisiones y definen una especie
de “división del trabajo entre dominantes y dominados” en el interior de la organización.
Como veremos más adelante, las organizaciones tradicionales, que aquí llamaremos burocráticas
se caracterizan precisamente por su pretensión de abarcar todos los ámbitos de la vida de una
organización. En cambio, en las organizaciones más modernas, los individuos, quienes ocupan
posiciones de dirección, como los miembros en general, tienen un margen de maniobra mayor, una
autonomía para decidir qué es lo que hay que hacer y cómo hacerlo. Por eso terminaremos esta
unidad discutiendo cuáles son algunas de las características de las organizaciones posburocráticas
emergentes.
Además de reglas (escritas y no escritas) que se expresan de múltiples maneras (leyes, decretos,
reglamentos, circulares, disposiciones, etc.) las organizaciones cuentan con recursos
determinados. Entre ellos pueden citarse los recursos espaciales (la infraestructura, el edificio
escolar), los recursos tecnológicos (los instrumentos y herramientas que se usan en las prácticas
pedagógicas, desde la tiza y el pizarrón, hasta las videocassetteras, los libros y las computadoras)
y los recursos financieros.
Las reglas y los recursos de la escuela como recurso constitutivo de la institución u organización
escolar, tienen un carácter doble.

a) Por una parte, como decíamos arriba, constituyen límites y determinantes de la acción de
los agentes escolares y como tal afecta el grado de autonomía que ellos gozan.

b) Por la otra las reglas y recursos facilitan la acción. Frecuentemente se piensa que un
reglamento tiene, como característica unívoca, un efecto negativo sobre la acción humana. Sin
embargo la realidad social es más compleja, ya que las reglas y los recursos no sólo limitan el
campo de lo posible, sino que también constituyen elementos facilitadores de la acción humana.
Por ejemplo, la lengua española es un sistema de signos y de reglas de uso que determina el habla
de las personas y como tal, les plantea un límite a su autonomía y libertad expresiva. Pero, al mismo
tiempo, la lengua y sus reglas, al ser sociales y compartidas por los miembros de una comunidad,
constituyen un elemento imprescindible para hablar, para decir algo, para expresar una variedad de
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estados y necesidades de los individuos.

2.2. Dos clásicos de las ciencias humanas: Max Weber y Michel Foucault
En esta unidad consideraremos la organización (o institución) escolar como una realidad social
que tiene una historia. Para comprender la lógica de desarrollo de la institución escolar
recurriremos, en un primer momento a dos clásicos de las ciencias humanas. Uno es el sociólogo
alemán Max Weber. El otro es el filósofo y ensayista francés contemporáneo Michel Foucault.
Ambos son clásicos en la materia. El primero es el teórico del modo de organización llamado
burocrático, que es el molde sobre el que sirve como matriz de las primeras organizaciones
escolares modernas. Michel Foucault es el analista de la lógica disciplinaria que modela la vida
interna de las organizaciones burocráticas.
Aunque ambos intelectuales vivieron y escribieron en épocas muy diferentes del desarrollo de las
sociedades capitalistas (Max Weber es un testigo del desarrollo de la sociedad capitalista en la
Alemania de principios de este siglo, mientras que Michel Foucault vive y trabaja en la Francia del
apogeo del capitalismo de posguerra) ambos son “analíticamente complementarios”. Los textos
que siguen se basan estrechamente en las obras clásicas de estos dos autores.
De Foucault sólo extraemos algunas categorías y elementos que constituyen el esqueleto de su
descripción de las formas de dominación y ejercicio del poder, es decir el poder como “efecto de
organización” como relación, como resultado objetivo (no necesariamente consciente) del
funcionamiento de un aparato, y no como “carisma” o “liderazgo” ejercido y poseído por un sujeto.
Mientras que Max Weber dirige su atención hacia las características formales y estructurales de la
dominación moderna, Foucault desmenuza los mecanismos, los procesos, las tecnologías que se
ponen en movimiento en las organizaciones modernas para asegurar el sometimiento útil, la
disciplina de nuevo cuño que acompaña la expansión del modo de vida capitalista.
Las tesis y comentarios extraídos de Max Weber sobre el tipo de dominación racional-legal y su
forma más pura, el tipo burocrático, se justifican en la medida en que aún hoy después de más de
medio siglo de enunciadas, conservan toda su actualidad. Hoy ya nadie discute la validez de la
gran profecía weberiana: “el futuro es de la burocratización”. Pero el problema de la burocracia se
constituye como tal, como objeto de reflexión sociológica, precisamente con Max Weber. Por eso se
justifica este retorno “a las fuentes”, más aun hoy cuando el tema de la burocracia está presente en
todos los debates que se desarrollan alrededor de los diagnósticos que se efectúan sobre las
organizaciones escolares contemporáneas.
El mismo sentido común considera la burocracia como uno de los demonios más perjudiciales de
nuestra época. La burocracia se asocia a la organización ineficiente, rutinaria, pesada, llena de
complicaciones inútiles, alienada y alienante, etc. hasta el punto de convertir el adjetivo “burócrata”
en un insulto. Esta diversidad de usos, tanto en el terreno teórico ideológico como en el mero sentido
común necesita ser enfrentada con una estructura conceptual que al menos tenga el mérito de la
claridad conceptual. Consideramos que “volver” a Max Weber puede ser útil para ello.
Además de lo anterior, lo que a nuestro parecer más justifica la lectura de estos autores es el hecho
de que ambos constituyen alternativas a ciertos enfoques en lo que se denomina “sociología de la
organización” o “ciencia de la administración”. En efecto, todas las teorías clásicas de la organización
en especial las que surgen en el contexto ideológico-académico norteamericano desde fines del siglo
pasado, tienen un común denominador: todas ellas escamotean el problema del poder y la
dominación como problema central de una teoría de la organización.
Tanto las teorías racionalistas-mecanicistas (Taylor, Fayol) como el movimiento de las relaciones
humanas y sus diversas corrientes, y las modernas teorías de la toma de decisiones, el enfoque
sistémico, etc. no permiten construir y rendir cuentas en forma integral del problema de las relaciones
de dominación. En efecto, como afirma el sociólogo francés Michel Crozier refiriéndose al
racionalismo y a la escuela de las relaciones humanas, “si se cree que se puede llegar a coordinar
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las actividades humanas en el seno de una organización y a obtener el mínimo indispensable de


conformidad utilizando solamente los estímulos económicos (o ideológicos), es decir, se pretende
ignorar completamente el mundo de las relaciones humanas, no es necesario tomar en serio los
fenómenos del poder”. Y agrega a continuación que “lo contrario es igualmente cierto. Si se cree
que es posible realizar una adecuación perfecta entre la productividad, o si se quiere, de una manera
más general, los fines de una organización y la satisfacción individual de sus miembros, utilizando
solamente un sistema ‘permisivo’ de dirección, es tan necesario estudiar los problemas del poder
como en el primer caso”.
Es decir que tampoco es una solución aceptable diluir el poder y reconstruirlo como “liderazgo”, “estilo
de dirección”, etc. como están inclinados a hacer los discípulos y deudores intelectuales (a menudo,
inconscientes) de Kurt Lewin.
Por otra parte, todas estas concepciones del “poder”, la “influencia”, el “control”, etc. suponen en
general una construcción psicologista del objeto que es fácilmente identificable en la ya clásica
definición propuesta por el conductismo norteamericano:
“A tiene poder sobre B cuando B hace algo que no hubiera hecho sin la intervención de A”.
Este tipo de enfoques además son ahistóricos y en extremo formalistas, es decir huecos de
contenido histórico, en tanto que productos de una abstracción que destruye y oculta la riqueza y
particularidad que caracteriza a lo real.
No se trata aquí de desarrollar un análisis crítico sistemático de estas concepciones ni de sus
supuestos implícitos (teóricos y epistemológicos). Solamente se quiere señalar el valor y potencialidad
crítica de las aportaciones teóricas que hemos seleccionado en este trabajo. Las mismas deben ser
leídas y entendidas como alternativas polémicas a los enfoques ideológicos arriba mencionados.
Por último digamos que a la síntesis y exposición de las categorías y postulados de nuestros
autores hemos agregado algunas elaboraciones personales tal como iban surgiendo de la lectura
de los textos. No tienen pues más pretensión que la de ser reflexiones espontáneas y sólo poseen
el valor de lo preliminar y provisorio.

2.3. Características de las organizaciones burocráticas

2.3.1. ¿Qué es un tipo ideal?

Según Max Weber, la sociología trabaja su objeto mediante la construcción de tipos ideales. Por
ello, antes de pasar a considerar algunos de los más importantes conceptos teóricos de la
sociología de la dominación weberiana, corresponde que se eche luz acerca del estatuto de la
categoría de tipo ideal. Importa saber tanto lo que un tipo ideal es como lo que no es. Digamos en
primer lugar qué no es. Pese a lo que pueda sugerir la expresión “ideal”, no se trata de ninguna
manera de un “deber ser”, es decir de algo que se valora y se desea, no es lo ideal como meta,
como fin o paradigma. Tampoco es la realidad misma, o una representación acabada de lo real
histórico, no es una fotografía del objeto real preexistente, por lo tanto no debe confundirse el tipo
ideal burocrático con una dirección general cualquiera de la administración pública.
En términos positivos, un tipo ideal es una realidad mental, un objeto construido mediante la
“aceptación mental de determinados elementos de la realidad”. Según Weber “se lo obtiene
mediante la acentuación unilateral de uno o varios puntos de vista y mediante la reunión de gran
cantidad de fenómenos”. Entonces, un tipo ideal es “un cuadro de ideas que reúne determinadas
relaciones y procesos de la vida histórica para formular un cosmos no contradictorio de conexiones
pensadas”.
Para Weber entonces, la sociología, en tanto que ciencia generalizadora debe construir conceptos
“relativamente vacíos frente a la realidad concreta de lo histórico”, (E. y S. p. 16). Es esta vacuidad
relativa del concepto (o del tipo) lo que autoriza y explica el adjetivo en la expresión “tipo puro” que
a veces utiliza Weber. La pureza del tipo, es decir, la distancia que mantiene con la realidad, sumado
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al hecho de que se trata de una construcción mental del científico hacen posible la univocidad de
los conceptos y su carácter no contradictorio. Los tipos así construidos y dotados de estas
características sirven para el conocimiento de la realidad, “en la medida en que, mediante la
indicación del grado de aproximación de un fenómeno histórico a uno o varios de esos conceptos,
quedan tales fenómenos ordenados conceptualmente” (E, y S. p. 17).

2.3.2. Presupuestos teóricos de una tipología de la dominación

La tipología weberiana recupera únicamente las formas de poder legítimo. Si para Weber el poder es
“la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social, aun contra toda
resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad” (E. y S. p. 43) la Dominación es
“la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos
(o para toda clase de mandatos) (E. y S. p. 170). El concepto de poder se centra en la capacidad de
un sujeto de imponer su voluntad, independientemente de su fundamento, mientras que la dominación
es una categoría que se centra en el sujeto que padece la relación en tanto que manifiesta lo que
Weber denomina “un determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés (interno o
externo) en obedecer” (E. y S. p. 170). La dominación, así entendida no es más que un caso especial
de poder, que a veces se designa con el nombre de autoridad.
Toda dominación generalmente se ejerce en el marco de una asociación y “por asociación debe
entenderse una relación social con una regulación limitadora hacia afuera cuando el mantenimiento
de su orden está garantizado por la conducta de determinados hombres destinada en especial a
ese propósito: un dirigente y, eventualmente, un cuadro administrativo que, llegado el caso, tienen
también de modo normal el poder representativo” (E. y S. p. 39). En toda asociación de dominación
se encuentra un dirigente o “soberano”, un cuadro administrativo, entendido como un grupo de
hombres en el que se puede confiar que su actividad estará dirigida a la ejecución de las
ordenaciones generales y mandatos concretos del que dirige y el conjunto de individuos que
constituyen los miembros o “súbditos” de la asociación.
Lo que caracteriza a una relación de dominación o de autoridad, ya lo vimos arriba es la existencia
de la obediencia. Esta última significa que la acción del que obedece “transcurre como si el
contenido del mandato se hubiera convertido por sí mismo en máxima de su conducta”.

2.3.3. Los Tipos Puros de dominación.

“La dominación dice Weber o sea la probabilidad de hallar obediencia a un mandato determinado,
puede fundarse en diversos motivos: puede depender directamente de una constelación de intereses,
o sea de consideraciones utilitarias de ventajas e inconvenientes por parte del que obedece; o puede
depender también de la mera ‘costumbre’, de la ciega habituación a un comportamiento inveterado,
o puede fundarse, por fin, en el puro afecto en la mera inclinación personal del súbdito” (E. y S. p.
706). Es decir que el interés, la costumbre y el efecto pueden constituir las bases sobre las que se
asienta una conducta obediente por parte de un súbdito. Por supuesto que estas categorías no se
presentan en forma excluyente, sino que en diversas situaciones concretas podríamos identificar a
una de ellas como la fundamental. Sin embargo, agrega Weber, ninguna dominación se conforma
con estos motivos de la obediencia. Una dominación que sólo se asentara en tales móviles sería
insegura e inestable por ello, tiende a fomentar y desarrollar la creencia en su legitimidad. Los tres
tipos de dominación, se construyen a partir de lo que se consideran las bases o fundamentos de la
legitimidad, porque, “según sea la clase de legitimidad pretendida es fundamentalmente diferente
tanto el tipo de la obediencia, como el del cuadro administrativo destinado a garantizarla como el
carácter que toma el ejercicio de la dominación. Y también sus efectos” (E. y S. p. 170).Veamos
entonces cuáles son estos tipos puros, de acuerdo con los fundamentos posibles de su legitimidad.
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1. Dominación de carácter racional: que descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones


estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad
(autoridad legal).

2. Dominación tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones


que rigieron desde tiempos lejanos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para
ejercer la autoridad (autoridad tradicional).

3. Dominación carismática: que descansa en la entrega extracotidiana a la santidad, heroísmo


o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas (llamada autoridad
carismática).

En el caso de la autoridad legal se obedecen las ordenaciones impersonales y objetivas legalmente


estatuidas y a las personas por ellas designadas, en méritos éstas de la legalidad formal de sus
disposiciones dentro del círculo de su competencia.
En el caso de la autoridad tradicional se obedece a persona del señor llamado por la tradición y
vinculado por ella (en su ámbito) por motivos de piedad (pietas) en el círculo de lo que es
consuetudinario. En el caso de la autoridad carismática se obedece al caudillo carismáticamente
calificado por razones de confianza personal en la revelación heroicidad o ejemplaridad, dentro del
círculo en que la fe en su carisma tiene validez” (E. y S., pp. 172 y 173).
Recuérdese que lo que Weber propone aquí son categorías puras, tipos ideales, construcciones
mentales relativamente “vacías” y distintas de la realidad que por último sirven para ser confrontadas
con ésta. La “pureza” del tipo (lo que contrasta con la diversidad y la mezcla de lo histórico) viene
exigido por la necesidad de que el científico cuente con un instrumental conceptual “pasablemente
unívoco” como diría Weber. Por lo tanto no se deberá confundir nunca el tipo denominación y una
situación concreta, históricamente determinada. Lo que la tipología sociológica ofrece es una
ventaja, esto es la de “decir en el caso particular de una forma de dominación lo que en ella hay de
‘carismático’, de ‘carisma hereditario’, de ‘carisma institucional’, de ‘patriarcal’, de ‘burocrático’, de
‘estamental’ etc., o bien en lo que se aproxima a uno de estos tipos.” (E. y S. p. 173).

2.3.4. Elementos básicos del tipo de dominación legal con administración burocrática.

Recordemos que en el tipo de dominación “legal” el fundamento de la legitimidad es de cáracter


racional. El tipo de dominación legal más puro es el burocrático.
He aquí en primer lugar la síntesis de las características básicas de este tipo que el mismo Max
Weber nos ofrece en el tomo I de su Economía y Sociedad (p. 173-176);

“La dominación legal descansa en la validez de las siguientes ideas, entrelazadas entre sí:

- Que todo derecho, “pactado” y “otorgado”, puede ser estatuido de modo racional con arreglo a
fines o racional con arreglo a valores (o ambas cosas), con la pretensión de ser respetado, por lo
menos por los miembros de la asociación (...)

- Que todo derecho según su esencia es un cosmos de reglas abstractas, por lo general
estatuidas intencionalmente; que la judicatura implica la aplicación de esas reglas al caso concreto;
y que la administración supone el cuidado racional de los intereses previstos por las ordenaciones
de la asociación, dentro de los límites de las normas jurídicas y según principios señalables que
tienen la aprobación o por lo menos carecen de la desaprobación de las ordenaciones de la
asociación
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- Que el soberano legal típico, la ‘persona puesta a la cabeza’, en tanto que ordena y manda,
obedece por su parte al orden impersonal por el que orienta sus disposiciones”.

- Qué tal como se expresa habitualmente el que obedece sólo lo hace en cuanto miembro de la
asociación y sólo obedece al derecho”.
- ... domina la idea de que los miembros de la asociación, en tanto que obedecen al soberano,
no lo hacen por atención a su persona, sino que obedecen a aquel orden intemporal;

- y que sólo están obligados a la obediencia dentro de la competencia limitada, racional y objetiva,
a é1 otorgada por el dicho orden.”

“Las categorías fundamentales de la dominación legal son pues:

1. Un ejercicio continuado, sujeto a ley, de funciones, dentro

2. de una competencia que significa:

a. un ámbito de deberes y servicios objetivamente limitados en virtud de una distribución de


funciones,
b. con la atribución de los poderes necesarios para su realización, y
c. con fijación estricta de los medios coactivos eventual mente admisibles y el supuesto previo de
su aplicación. Una actividad establecida de esa suerte se llama “Magistratura” o Autoridad”.

3. El principio de jerarquía administrativa, o sea la ordenación de “autoridades” fijas con facultades


de regulación e inspección y con el derecho de queja o apelación ante las autoridades” superiores
por parte de las inferiores.

4. Las “reglas” según las cuales hay que proceder pueden ser:
a. técnicas o
b. normas.

Su aplicación exige en ambos casos, para que se logra la racionalidad, una formación profesional.
Normalmente sólo participa en el cuadro administrativo de una asociación el calificado
profesionalmente para ello mediante pruebas realizadas con éxito; de modo que sólo el que posea
esas condiciones puede ser empleado como funcionario.

5. Rige (en el caso racional) el principio de la separación plena entre el cuadro administrativo y los
medios de administración y producción. Los funcionarios, empleados y trabajadores al servicio de
una administración no son propietarios de los medios materiales de administración y producción
sino que reciben gastos en especie o dinero y están sujetos a rendición de cuentas.

6. En el caso más racional no existe apropiación de los cargos por quien los ejerce.

7. Rige el principio administrativo de atenerse al expediente, aun allí donde las declaraciones orales
sean de hecho la regla o estén hasta prescritas; por lo menos se fijan por escrito los considerandos,
propuestas y decisiones, así como las disposiciones y ordenanzas de toda clase. El expediente y la
actividad continuada por el funcionario hacen que la oficina sea la médula de toda forma moderna en
la actividad de las asociaciones.

La dominación legal puede adoptar formas muy distintas. En lo que sigue se analizará en su
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significación de tipo ideal lo que en la mayor parte de los casos es la estructura pura de dominación
del cuadro administrativo: la burocracia.

“El tipo más puro de dominación legal es aquel que se ejerce por medio de un cuadro
administrativo burocrático. Sólo el dirigente de la asociación posee su posición de imperio, bien por
apropiación, bien por elección o por designación de su predecesor, Pero sus facultades de mando
son también ‘competencias’ legales. La totalidad del cuadro administrativo se compone, en el tipo
más puro, de funcionario, individuales (‘monocracia’ en oposición a ‘colegialidad’ de la que se
hablará luego), los cuales;

- personalmente libres se deben sólo a los deberes objetivos de su cargo,


- en jerarquía administrativa rigurosa,
- con competencia rigurosamente fijadas,
- en virtud de un contrato o sea (en principio) sobre la base de libre selección según,
- calificación profesional que fundamenta su nombramiento -en el caso más racional; por medio de
ciertas pruebas o del diploma que certifica su calificación-,
- son retribuidos en dinero con sueldos fijos, con derecho a pensión la más de las veces; son
revocables siempre a instancia del propio funcionario y en circunstancias (particularmente en los
establecimientos privados) pueden ser revocados por parte del que manda; su retribución está
graduada primeramente en relación con el rango jerárquico, luego según la responsabilidad del
cargo y, en general, según el principio del “decoro estamental”.
- Ejercen el cargo como su única o principal profesión,
- tienen ante sí una “carrera” o “perspectiva” de ascensos y avances por años de ejercicio, o por
servicios o por ambas cosas, según juicio de sus superiores,
- trabajan con completa separación de los medios administrativos y sin apropiación del cargo,
- y están sometidos a una rigurosa disciplina y vigilancia administrativa”.
(E y S, 175-6)

2.3.5. Burocracia y educación

El desarrollo del modo de dominación racional-burocrático no deja de producir consecuencias


sobre ciertos niveles específicos de la sociedad, en especial lo que Weber denomina “la cultura”. La
burocratización de la sociedad hace sentir sus efectos sobre las formas educativas en general.
En primer lugar, los aparatos educativos adecuan sus estructuras y procesos hacia un objetivo
que le viene impuesto por las exigencias de las nuevas formas de dominación, es decir la
enseñanza de las especialidades.
Si la estructura de dominación feudal patrimonial o teocrática necesitaba de la producción del
llamado “hombre culto”, es decir de individuos que se caracterizaban por “una cualidad en el modo
de vivir estimada como culta” (Weber, p. 751), la forma burocrática requiere, como ya vimos
adelante, del “especialista”. El funcionario especialista (así como las disciplinas especializadas) se
constituye a partir del desarrollo de las nuevas tecnologías de producción y de sometimiento de los
hombres, propias de la industria capitalista.
A medida que se desarrollan las organizaciones modernas, se van constituyendo las
especialidades y las disciplinas, mediante la autonomización de procesos y técnicas. En el campo
de la organización industrial, la división del trabajo, fruto del desarrollo tecnológico produce una
segmentación de los procesos globales desbloqueando paulatinamente las disciplinas y las
especialidades y avanzando hacia unidades cada vez más simples y “especializadas”.
La burocratización de los aparatos de enseñanza, su complejización, su fragmentación, posibilita
la constitución de nuevas disciplinas. (pedagogía, didáctica, evaluación, supervisión, etc). Esta
segmentación pareciera no tener límites propios. Así por ejemplo, la especialidad de la didáctica se
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puede descomponer a su vez con criterios disciplinarios en didáctica de la matemática, didáctica de


la literatura, y así sucesivamente, según la autonomización de las prácticas específicas en el seno de
las grandes organizaciones modernas. El aparato escolar, con todas sus ramificaciones, constituye
una gigantesca organización societal sólo comparable a la organización religiosa católica por el grado
de expansión y de cobertura territorial que ha alcanzado en las sociedades occidentales modernas.
La burocratización de la escuela impone una serie de requisitos para su autorreproducción como
institución. Así por ejemplo necesita producir los especialistas que requiere su propio
mantenimiento y expansión, (no sólo maestros sino también administradores, didactas,
planificadores, supervisores, etc., constituyéndose de esta forma en uno de los más relevantes
“consumidores” de su propio producto).
El funcionario-especialista que demanda la burocracia es pues un producto del sistema
educativo, en la medida en que las organizaciones modernas exigen credenciales educativas o
“exámenes” y “concursos” que certifiquen el saber del candidato agente. Esto, sin excluir lo que
Weber denomina el “saber del servicio”, es decir, las habilidades logradas a través de la experiencia
en el trabajo. Por lo tanto es el aparato educativo quien legítimamente pue de acreditar la posesión
de las habilidades requeridas mediante la expedición del diploma o título pertinente. Este es un
requisito para el desempeño de la función burocrática. La posesión del diploma dice Weber, “apoya
el derecho a ser admitido en el círculo de los que tienen un ‘código de honor’, a una remuneración
según el ‘honor estamental’... en vez del salario de acuerdo con el trabajo realizado, al ascenso y
a la jubilación y, ante todo, al monopolio de los puestos social y económicamente ventajosos por
parte de los aspirantes al diploma” (p. 750).
En una perspectiva weberiana, la institución escolar adquiere sus características determinantes
una vez que se burocratiza, es decir se constituye un cuerpo de especialistas permanentes cuya
formación, reclutamiento y carrera profesional están reglamentados por una organización
especializada. La institución escolar se consolida como organización una vez que puede reivindicar
con éxito su pretensión de poseer el monopolio de la inculcación oficial de la cultura legítima en
una sociedad determinada.
En síntesis, el aparato educativo reconstruye sus estructuras y procesos al ritmo de las
exigencias que devienen del desarrollo de grandes organizaciones públicas y privadas y también
de su propio desarrollo. Para ello se burocratiza sin cesar, desdoblando sus procesos constituyendo
tecnologías y disciplinas y formando funcionarios especialistas para garantizar su propia
reproducción. Así surgen y se desarrollan las disciplinas de la educación, como determinadas por
la lógica del desarrollo interno de la organización educativa, conjuntamente con los
correspondientes aparatos, planes y diplomas acreditativos.

Lectura obligatoria

WEBER, Max. “Los tipos de dominación”, en: Economía y sociedad. México, Fondo de Cultura
Económica, 1976, pp.171-204.

En esta parte conservamos y reproducimos la estructura del libro de Foucault Vigilar y Castigar.
Los números entre paréntesis remiten a la página del libro de donde se extraen las citas textuales.

2.4. Disciplina: los cuerpos dóciles

El clásico enfoque weberiano de la burocracia, actualizado por diversas perspectivas


contemporáneas (CROZIER, 1973) se complementa con los aportes que hace el filósofo francés
Michel Foucault. Este autor nos provee un sistema de categorías que nos permite reconstruir la
lógica de funcionamiento interno de las burocracias modernas. El concepto básico que da unidad
de sentido a esta dinámica es el de disciplina. La escuela de masas será un ámbito privilegiado de
experimentación y despliegue de una serie de tecnologías disciplinarias. Todavía hoy muchas de

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