Chaumeil - 1999 - El Otro Salvaje - Chamanismo y Alteridad
Chaumeil - 1999 - El Otro Salvaje - Chamanismo y Alteridad
Chaumeil - 1999 - El Otro Salvaje - Chamanismo y Alteridad
PERUANA
26
/
ISSN 0252-8S6X
Diciembre 1999
S alud
BIBLIO G RA FÍA
Bibliografía Yagua III
por; Jean-Pierre Chanmcil
RESEÑAS
Amazonia Peruana: Comunidades Indígenas,
conocimientos y tierras (PNUD);
por: Elsa Vílchez
NOTA SO B R E LO S A U TO RES
El otro salvaje:
C hamanismo y alteridad
Jean-Pierre Chaumeil
CNRS-EREA
7
Am azonia Peruana
LA M Ï&ADA D E O C C ID E N T E i E LA ALTERIDAD A LA ID E N T I-
Ja d .
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sus propias culturas, en efecto, era de naturaleza tal como para impresionar
a los primeros viajeros. Entre los antiguos Guaraní del Paraguay, por ejem
plo, muchas veces los chamanes tenían el cargo de jefe y su autoridad se
extendía muy a menudo sobre varios caseríos, arrogándose incluso a veces
la calidad de «dios» o de mesías (M . Haubert, 1967: 18). Se sabe que entre
los Tupi-Guaraní existía, al lado de los chamanes pajé> una categoría de
grandes chamanes o profetas llamados caraïbes (karai, caraiva> según las
versiones) cuyas actuaciones y envergadura política han fascinado y pre
ocupado a la vez a cronistas y misioneros (H . Clastres, 1 975: 4 0 y ss; I.
Combes, 1992: 2 1 3 y ss). ¿Eran estos caraïbes realmente «dioses»? ¿Cómo
captar estas figuras de lo Extraño, sin equivalente en el mundo occidental
de aquel entonces? El interés tan temprano en los grandes chamanes cierta
mente dependía de esta dimensión de Hombre-dios o de «dios-viviente»
por ellos asumida, y se trataba de saber sí, a través de ellos, los Salvajes
tenían o no alguna idea de «verdadera religión». Ahora bien, de la ausencia
de culto, ídolo o templo (por lo menos supuesta) los misioneros dedujeron
la ausencia de «religión» entre los Amazónicos, aunque se percataran de
numerosas analogías (abstinencias, reclusiones, pruebas, etc.) entre la ini
ciación chamánica y el acceso al sacerdocio (C. Bernand, 1 9 8 9 : 8 0 1 ). Así
que se impuso cuanto antes la imagen de una América partida en dos: de
una parte los grandes imperios, de otra los Salvajes «sin fe, ni rey, ni ley»
(H. Clastres, 1988: 96).
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pues de ía llegada de los jesuítas al Brasil), estalló la «guerra de los chamanes»,
que, en muchos casos a lo largo de una lucha morosa y cruel, opuso Dios y
Satán, el primero inspirador de misioneros, el segundo de chamanes (H .
Cíastres, 1975: 4 2 ; A. Métraux, 1967: 2 7 -3 2 ; M . Haubert, 1967: 130-
164). A este propósito léanse las célebres «conferencias» (verdadero tratado
de chamanismo antes litteram ) del padre Yves d’Evreux (1 9 8 5 : 2 3 5 -2 6 5 ),
quien cargó todo el peso de su apostolado sobre la conversión de los Caraïbes,
habiendo ponderado su influencia determinante entre los Indígenas. Por
otra parte fue uno de los primeros en entender que nada conseguirían los
predicadores católicos sin aparecer ante los indígenas com o chamanes de
un orden superior. Tanto más fácilmente lograron los misioneros «substi
tuir» a los chamanes cuanto más éstos tomaron a los representantes del
culto por magos poderosos (Necker, 1979: 4 3 -5 2 ), cuando no por mesías
dueños del encantamiento verbal (C . Bernand, 1989: 799) y, sobre todo,
de fabulosas riquezas materiales (particularmente artefactos metálicos). Fue
ron muchas las demostraciones de supremacía técnica de los sacerdotes-
chamanes, quienes no vacilaron eñ utilizar los mismos métodos de sus riva
les para mejor desacreditarlos, aprovechando, cada vez que fuese necesario,
la fascinación que sobre los indígenas ejercía ía magnificencia del áparataje
cultual católico (M. Haubert, 1967: 119). Igualmente numerosos son los
ejemplos de identificación del héroe civilizador con el intruso blanco de allende
los mares. Así los Tupi del Brasil apodaron a los Franceses m air o muirá (del
nombre de un héroe mítico), Caraïbes a los E u ro p e o s,/^ (término de respe
to) o pay Sumé (Héroe cultural) a los misioneros. De manera que, durante
todo este período, el «interés» por los chamanes no dependía solamente de su
figura de extrañeza y alteridad al más alto grado (el Otro absoluto como
emblema del «verdadero salvaje»). Sobre el plano de lo religioso no les faltaba
nada para inquietar a los misioneros.
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Al mismo tiempo, juntamente con el progreso de las ciencias médi
cas, nada cierta curiosidad por el estudio de las enfermedades y de los re
medios exóticos. Sobre el terreno, en Suramérica, la mirada de los misione
ros -más específicamente de los jesuítas-se fijó entonces en el arsenal tera
péutico tradicional, sin que por eso fueran rehabilitados los chamanes, de
nigrados y perseguidos igual que antes (C. Bernand y S. Gruzinki, 1988:
2 2 3 -2 2 4 ).
sentar mejor que cualquiera las ideas y los valores.de su sociedad. Actual
mente cuando se habla de «alteridad chamánica» se trata ante todo de una
alteridad constitutiva del individuo chamán, inscrita en las múltiples capa
cidades transformativas de su persona y de su cuerpo, cuando no en la
alteridad postuma de sus componentes espirituales (J.P. Chaumeil, 1983 :
6 4 -6 6 ), y ya no de una alteridad exótica. También es cierto que Occidente
hace algún tiempo tiene sus propios «chamanes». No sólo se asiste a un
«renacimiento» de los estudios sobre el chamanismo, sino además desde
hace unos veinte años se observa una inclinación ciega del gran público en
tal sentido, fenómeno en gran parte atribuibíe al creciente interés por las
formas alternativas de terapia y de. espiritualidad (sería suficiente remitir al
éxito mundial de los libros de C . Castañeda). De aquí que varios «Centros
chamánicos» orientados a la terapia de grupo abran sus puertas tanto en
Europa como en Estados Unidos bajo la guía de líderes al tanto de ciertas
técnicas chamánicas. De lo que da cuenta una abundante literatura (véase
el resumen de D. Vazeilles, 1991: 9 1 -1 0 5 ).
Bástenos aquí con observar que, durante los escasos cinco siglos en
que fue sumiso al juicio de Occidente, el chamanismo pasó de la alteridad
máxima como «religión del diablo» a la identidad casi perfecta como sím
bolo cultural, más aún como nueva forma de espiritualidad o de terapia
colectiva en el mundo occidental.
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co. Han dejado de ser tan sólo rivales implacables a la manera de los «bue
nos viejos tiempos» de los jesuítas, para convertirse, como veremos, tam
bién en iniciadores, competidores y a veces aliados de los nuevos chamanes
mestizos y blancos que están brotando por todos lados en las ciudades de la
Amazonia. Espectacular inversión de jerarquía en un mundo en que los
curanderos blancos atribuyen generalmente a sus homólogos indígenas
poderes superiores a los suyos (J.P. Chaumeil, 1992: 93).
15
nm u£ui i oiuvjii im
16
huían a los metales preciosos destinados al Inca o al Sol, sino a las minas mismas
de donde se extraían» (1 9 7 8 : 9 6 0 ).
17
AVI IIU¿UI IIU t oiuwi iw
18
drando nuevas figuras de alteridad paralelas a la avanzada del proceso colo
nial. Com o vimos en la primera parte de este trabajo, el Blanco (el Euro
peo) es percibido en primer lugar como héroe cultural o gran mago, en
seguida sucede al Inca como dueño del oro y del metal (de aquí que fre
cuentemente los Blancos sean llamados kori, mediante el mismo término
que en quechua designa el oro). En el chamanismo el Blanco es asociado a
cada rato non la magia del mundo subacuático, más específicamente bajo la
apariencia del delfín blanco, eventualmente secuestrador de mujeres
menstruantes, que en las mitologías amazónicas goza de una trajinada re
putación de gran seductor acuático (C . Lévi-Strauss, 1966: 169; I. Bellier
& A .M . Hocquenghem, 1991: 5 4 -5 5 ; J.P. Chaumeil, 1983: 176). Su ima
gen perdura en la representación de ciertos espíritus de la selva bajo la for
ma, muy común en la Amazonia, de un «enano» blanco o de un viejo de
larga barba blanca (luna suerte de avatar indígena de Papa Noel!). Por su
vertiente negativa, muy pronto el Blanco asumirá ios tonos macabros de un
«dador de muerte» a partir de las primeras grandes epidemias, las que, como
es sabido, causarán varios centenares de millares de víctimas entre las po
blaciones indígenas, millones en la zona andina (N. Watchel, 1971: 136-
149). De hechq el impacto del trauma micróbico, a los ojos de los indígenas,
estaba a la altura del poder de los recién llegados. En tales circunstancias no
tiene nada de sorprendente que en la persona del padre Fritz los indígenas
del Río Negro hayan reconocido al responsable de las inundaciones diluviales
y de los temblores de tierra que desvastaron la región central de la Amazonia
hacia finales del siglo XV II, en fecha correspondiente a la estadía de aquel
misionero (P. Maroni, 1988: 3 1 7 ).
. Indios enfermos a transgredir las leyes indígenas... D urante el día este anim al
mítico acacha a los hombres y mata a todo el que tenga la mala suerte de encon
trárselo en la selva. Por la noche, en el sueño, puede seducir a los Indios, toman
do la apariencia de una compañía sexual intensamente deseada» (C. Severi,
1988: 175). En. otros ámbitox^L simple hecho de soñar con un Blanco
anuncia la enfermedad, la muerte o laslluvias que emanan de los Indios.
CQueftós l M . Perrin, 1988: 1 3 1 1 La identificación Blanco/jaguar, casi om
nipresente en la Amazonia, merec&im breve esclarecimiento en razón de su
nexo con el chamanismo de agresión En efecto, es bien conocida la impor-
tancia del complejo de chamán-jaguar en las tradiciones del nor-occidente
amazónico. Este complejo se fundamenta sobre una identificacióñ cólícep--
tuál entre el poder depredador del felino v el del chamán que, a veces,
alcanza la dimensióp lingüística (el término empleado pata«cfi5m ^
va entonces del qu^ iS^P ^l-iagiinri. Hacer del Blanco un jaguar, por^
ende, equivale a investirlo deformidahlesjcapacidadesj eagresíón chamánica.
En Colombia, para los Tucano, el iaguata .asociado conjETTiéroe cultural y~\
los poderes chamánicos, pero-t ambién con las divinidadesf cristianas -es '
considerado ancestro de los.Bla.ncQS (S.Hugh-Jones, 1 9 8 8 :1 4 2 -1 4 3 ). ^ -
2
Am azonia Peruana
gún las creencias andinas el p ishtaku asesina «a los Indios para prelevarles la
grasá destinjxl^ a la fabricación de medicinas) al mejoramiento de lajk a= ,
de y hov en día, a lengrasede avíoneso de computadoras.
npunenosqnealreembolsocíelElvfU~parausodejos^Blancos» (A. Molinié-
Fioravanti, 1 9 9 2 : 1 7 2 -1 7 3 ). Nada de raro que la figura del G ringo^e le
asnrJfi-^M^ftrir^ríamente: conjuga la representación del extranjero canfEaí
con la de^ explorador moderan.
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H A CIA U N R E E N C U E N T R O C O N LA A LT ER ID A D ./
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r \ \ | IU ¿ V I n \ jk i V I
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espírítus^sllvestres asumían de buen apradoiosuasgos de un hombre h h n m
n b arb uda o el ropaje de animales asociarlos con InsJBIancos (ja-
guah celeste y_delffn hlanmV Ahora bien, desde hace algún tiempo, por
todos lados, se asiste a un verdadero pulular de esas entidades vagabundas,
lar g u e ^ ujios~dT^atíesT~por escrúpulo de"eficacía, acaban de dotar de
húmeros telefónicos particulares (la cada cual sus nuevas métodos de co-
munj^aciún^diailíánica!). Paraser máspuntualesTes ej^caso de los chamanes
Yagua de la Amazoníaj 2£ü ianarEl£HÍ^ m e n ^ >-algunes^ntre~ehes^aplican
a sus espíritus auxiliares unos «npmpt-n<¡: He teléfono» (de cuatro n cinco
* cjEasp Ó q u e n o _ d ejade plantearh^pnpg prnhlfttnaQ nemnr^rnirn^pifPQ
Ven esa sociedad, el número habitual de auxiliares para cada chamán róza o
¡sobrepasa al centenar. Más aún: cuando urgen reunir un amplio efectivo de
espíritus auxiliares? el chamán «llama» a un Espíritu particular (general
mente representado bajo el asnecto^d^unJodia d o tado de una coraza de
Munáquinas») cuya función consiste en entrar en «contacto telefonan» rnn
Y—todos los números de llamada del chamán: en suma, una suerte de «central
telefónica».. A veces los espíritus utilizan «televisores» que funcionan-corno
scanners paracuraTenfermedá d e s ^ muestran a las cid*
rasgu ea! tratar decontrolar, por interpu jstosespfritusja tecn^logfirrltt-loit:
blancos, lo que buscan los chamanes es acrecentar sus poderes. _pern. en el
mismo lance, elevando los esp íritu saeJa selva a la categoría de nuevos
jarnos de la tecnología. No se trata únicamente de apropiarse de la imagén
y deí poder d e lO tro , sino7 además, de producirincesántemente-nuevas
figuras de Alteridad (eventualrhente.renovando las antiguas') sin tas que se
secarían las mismas fuentes de los poderes chamánicos, y con ellas el
chamanismo. ‘
Este enlace entre alteridad y poder se hace patente en todas las socie
dades amerindias que invariablemente han considerado al Extranjero como
héroe c ivilizador, aunque dotado de inauditas capacidades dest-riirriyps
Mucho tiempo antes de la conquista ya circulaban relatos alrededor de la
llegaHa de estos Extranjeros todopoderosos, prefigurando así sninserdón
'"erTTos sísFemas de pensamiento indígenas. Diferencia m ayor respecto de la
sociedad de los conquistadores que, al filo de los siglos, primero rechazó al
25
O tro (en particular a Iris chamanes.!, para absorberlo después (más _hie n ^
jagocitarlo) o reducirlo a su imagen, lo que viene á ser casi lo mismo: nega
ción de la alteridad. Inversamente« las sociedades Indígenas se empecinan,
dgsafermhadamente a sus expensas, en praft|r.gr psa, apenm^ a l O tro que
otorga al Extranjero valor y_e^rjariirQ-.cajci.nnfQUg ¡ y i Sin Hndf1 para estas \
sociedades el O tro es Salvaje, es ¡decir proyectado afuera del campo social,
rnm o fuente d*» p^'der absoluto en la formulación de las reta-
"5
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MUERTO A ANCESTRO?
El d eceso de un S hamán S ecoya 1
María Susana Cipolleti
L a muerte de un shamán secoya siempre provoca una crisis entre sus pa
rientes y en su sociedad. En este caso particular, la muerte de un shamán viejo y
sabio, algo nuevo pasó: se erigió una tumba a su memoria. Esta innovación plan
tea la pregunta sí ésta es una etapa incipiente de un culto a los antepasados, que
hasta ahora no se ha conocido entre las culturas amazónicas.
T h e death o f a Secoya shaman always elicits a crisis in his relatives and his
society. In this particular case, the death o f and old, wise shaman, something new
happened: a grave was erected in his memory. This Innovation raises the question
whether this is an incipient stage o f a cult to the ancestors, which up to now is
unknown among the amazonian cultures.
Unos 350 Secoya y Siona de la rama occidental de la familia linguistica Tucano viven en
Ecuador, un número similar en el Perú {véase Vickers 1976 y Casanova Vclázquez 1980
respectivame nte).
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