Libertad en Corea Del Norte

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 2

Libertad en Corea del Norte: Esclavitud del cuerpo

y esclavitud del alma

En una sociedad libre, el derecho a expresar nuestras opiniones es algo que damos
por sentado. No solo el pronunciar lo que pensamos; sino también el poder pensar en
primer lugar: ser capaces de tener pensamientos propios en base a lo que cada uno haya
vivido, conocido y experimentado. Es lo que nos hace únicos a cada uno. Pero, ¿qué
pasaría si, desde el momento en que nacemos, este derecho se nos fuera ultrajado?,
¿cómo podríamos distinguir el bien del mal si se nos obligase a pensar de una manera en
particular durante toda nuestra vida? ¿si el hecho de tener una opinión fuera considerado
ilegal? Esto es exactamente por lo que está pasando la sociedad norcoreana en este
momento, la cual sufre de una dictadura de la cual ni siquiera es consciente; donde
personas mueren en campos de concentración a los cuales son enviadas por delitos tan
simples como mirar una película extranjera, o hacer una llamada internacional, o hablar
con un turista. A pesar de todo eso, gracias a la fuerte campaña de propaganda que el
Estado ha implementado, los habitantes de Corea del Norte han sido casi
completamente convencidos de que viven en uno de los mejores países del mundo y que
el capitalismo ha destruido totalmente a lo que ellos laman “el mundo exterior”
¿Cómo podrían entonces los norcoreanos rebelarse en contra de este sistema opresor
si ni siquiera saben que viven en un sistema opresor en primer lugar?

Para entender la situación que los habitantes de Corea del Norte están pasando, es
necesario saber cómo las políticas implementadas por el gobierno actual aplican la
censura y el adoctrinamiento de las masas.
Actualmente, a los norcoreanos se les es inculcado desde una muy temprana edad el
respeto que le deben a la dinastía Kim (formada por Kim Il-Sung, líder supremo de la
República Popular Democrática de Corea, su hijo, Kim Jong-Il y, por último, el actual
líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un). El culto hacia esta familia es una parte muy
grande de la cultura norcoreana: todos los ciudadanos deben tener en sus casas fotos
colgadas de Kim Il-Sung y Kim Jong-Il; quienes son tratados como “dioses”, que con
“poderes supernaturales lograron proteger al pueblo norcoreano del imperialismo”, lo
cual es claramente parte de la propaganda con la que día a día bombardean al pueblo
norcoreano. Cualquier tipo de falta de respeto hacia la familia Kim (es decir, cualquier
opinión fuera de la que el gobierno obliga a sus habitantes a tener) es considerado un
crimen de inmensa gravedad en Corea del Norte.
Una de las implementaciones más aberrantes que este gobierno ha llevado a cabo es
el sistema de castas “songbun” mediante el cual el Estado determina si una persona
puede ser confiable para el régimen, lo cual decretaría cuan buena calidad de vida esa
persona podría llegar a tener. El análisis songbun no solo se basa en el comportamiento
de cada individuo, sino en todo su árbol genealógico: por lo cual no importaría si
alguien es completamente fiel y seguidor del régimen, si un familiar cometió un crimen
décadas atrás, tendrá un songbun bajo y se lo condenará a una vida precaria. Un
songbun alto, por el contrario, le brindará a esta persona la oportunidad de estudiar, un
buen trabajo y una casa en la capital de Pyongyang.

Entonces, ¿Cómo se relaciona todo esto con la libertad de expresión y de


pensamiento? Es simple, el gobierno norcoreano no les permite a sus ciudadanos
pensar; quiere un pueblo dócil, fácil de manipular, y es por esto que se encarga de llevar
a cabo fuertes campañas de propaganda y de censura. Los norcoreanos creen
firmemente, por ejemplo, que Corea del Sur es uno de los países más miserables del
mundo, que la Guerra de Corea la inició Estados Unidos (cuando en realidad fue
iniciada por Corea del Norte); creen que cuando Kim Jong-Il nació “apareció una nueva
estrella en el cielo, coronada por un doble arco iris” y que Kim Il-Sung expulsó por sí
solo a los japoneses que habían conquistado Corea durante la guerra. Entonces, ¿Cómo
dudaría el pueblo norcoreano de la legitimidad de su país, si es lo único que conocen?
Yeonmi Park, una activista norcoreana que escapó de Corea del Norte en 2007 que
ha abogado por los derechos humanos en todo el mundo, cuenta en su libro “Escapar
para vivir” lo difícil que fue su transición hacia el Sur; una parte muy interesante de su
relato es cuando comenta sus dificultades para poder pensar por sí misma: en el
siguiente fragmento de su libro, Park cuenta su experiencia en Hanawon, una escuela en
Corea del Sur donde los desertores norcoreanos son reeducados para que logren
adaptarse a la vida moderna y aprendan hechos históricos fuera de la propaganda con la
que crecieron.

“Para mí la parte más difícil del programa fue aprender a presentarme en clase.
Casi nadie sabía cómo hacerlo, así que los profesores nos enseñaron que lo primero
que dices es tu nombre, edad y ciudad natal. Luego puedes hablar de tus aficiones,
hobbies […]. Cuando me tocó a mí, me quedé petrificada. No tenía ni menor idea de
que era una afición. Cuando me explicaron que era algo que me hacía feliz hacer, no
logré concebir tal cosa. Se suponía que mi único objetivo era hacer feliz al régimen. ¿Y
por qué iba a importarle a alguien lo que «yo» quería ser de mayor? En Corea del
Norte no existía «yo» … solo «nosotros». […] Cuando la profesora me preguntó mi
color favorito, me esforcé en encontrar la respuesta «correcta». Nunca me habían
enseñado a utilizar la parte de mi cerebro encargada del «pensamiento crítico» […]” [1]

Al implementar medidas tan represivas en contra del libre albedrío de sus


ciudadanos, el gobierno norcoreano ha logrado controlarlos de una forma exitosa. Es
esta una de las principales razones por las cuales la dictadura en Corea del Norte está
instalada hace tantos años en este país: si la población tuviera acceso a una educación
digna, medios de comunicación confiables e internet, una revolución no tardaría en
pasar. Pero al implementar tal fuerte adoctrinamiento, no solo los han convertido en
esclavos del Estado, sino que también en esclavos de sí mismos.

[1] Park, Yeonmi. “Escapar para vivir” Nueva York, editorial Penguin Press, (2015)

También podría gustarte