PDF Antecedentes de La Corte Penal Internacional
PDF Antecedentes de La Corte Penal Internacional
PDF Antecedentes de La Corte Penal Internacional
Unadel
aplicación dederecho
las másinternacional
persistenteshumanitario
deficiencias existentes
y en endeel los
la sanción sistema de
crímenes
internacionales ha sido la ausencia de un tribunal penal internacional, con carácter
permanente, que evite la impunidad, y que haga posible la persecución y castigo
de los más graves crímenes que conciernen a la comunidad internacional en su
conjunto. El Estatuto de Roma, aprobado en esa ciudad el 17 de julio de 1998, al
establecer la Corte Penal Internacional, viene, precisamente, a llenar ese vacío.
Sin embargo, este nuevo instrumento internacional, que ha entrado en vigor el
primero de julio último, es la culminación de un largo proceso que cierra un ciclo y
abre otro. Conocer sus antecedentes nos permitirá conocer no solamente porqué y
para qué se crea este tribunal, sino también las dificultades que aún quedan por
superar.
1
Por otra parte, a partir del comienzo del siglo XIX, se produjeron avances
muy importantes en materia de Derecho Penal Internacional, reflejados en la
tipificación de delitos de trascendencia internacional o, más específicamente, de
delitos en contra del Derecho Internacional.
En la humanitario
Internacional Segunda mitad del siglo XIX,
y la tipificación, conimperfecta,
aunque el nacimiento del contra
de delitos Derecho
el
Derecho Internacional, se produjo un salto definitivo. En realidad, los Convenios
de La Haya de 1899 y de 1907, así como el Convenio de Ginebra de 1929, relativo
al trato debido a los prisioneros de guerra no contenían disposiciones sobre el
castigo de los individuos que violaran sus normas. Sólo el Convenio de Ginebra de
1929 para mejorar la suerte de los heridos y enfermos de las fuerzas armadas en
campaña contenía, en su artículo 30, una disposición penal propiamente tal,
aunque poco severa. Sin embargo, en el Proceso de Nuremberg se invocó estos
Convenios para destacar que, con anterioridad a la II Guerra Mundial, las
conductas allí señaladas estaban prohibidas por el Derecho Internacional.
2
3
Por otra parte, si bien era importante alcanzar un consenso en cuanto a qué
es lo que estaba permitido y qué es lo que estaba prohibido por el Derecho
Internacional, también era importante señalar las instancias jurisdiccionales ante
las que esos crímenes debían ser juzgados.
Hasta una fecha relativamente reciente, casi todos los procesos por
infracciones contra el derecho humanitario corrían a cargo no de los tribunales
ordinarios o de un tribunal penal internacional, sino de tribunales ad hoc
constituidos por uno o más de los beligerantes, que generalmente era el vencedor.
Al parecer,
ciudades de el primerAustria,
Alsacia, tribunalSuiza
penaly las
internacional ad hoc fue el de jueces de
ciudades del alto Rin, que se constituyó,
en 1474, para juzgar a Peter von Hagenbach por homicidio, violación, perjurio y
otros delitos contrarios a las «leyes de Dios y de los hombres» durante la
ocupación de la ciudad de Breisach. Puede decirse que el juicio de Hagenbach fue
el primer proceso por crímenes de guerra. En ese proceso, al igual que como
ocurriría posteriormente en el juicio de Nuremberg, el debate giró esencialmente
en torno a la cuestión del acatamiento de órdenes superiores. Carlos el Temerario,
Duque de Borgoña (1433-1477), conocido por sus enemigos como Carlos el
Terrible, había colocado a Landvogt Peter Von Hagenbach al mando del gobierno
de la ciudad fortificada de Breisach, en el Alto Rin. El gobernador, siguiendo con
excesivo celo las instrucciones de su señor, instauró un régimen de arbitrariedad,
brutalidad y terror a fin de reducir la población de Breisach al sometimiento total.
Los homicidios, las violaciones, la imposición ilegal de impuestos y la confiscación
arbitraria de la propiedad privada se volvieron prácticas generalizadas. Todos
estos actos violentos se cometían también contra los habitantes de los territorios
vecinos, y afectaban igualmente a los mercaderes suizos en su camino hacia la
feria de Francfurt. Una gran coalición, conformada por Austria, Francia, Berna y
las ciudades y caballeros del Alto Rin, puso fin a las ambiciosas metas del
poderoso Duque (quien además quería ser rey e incluso ganar la corona imperial);
el sitio de Breisach y una rebelión de sus mercenarios germanos y de los
ciudadanos locales acarrearon la derrota de Hagenbach, preludio de la muerte de
Carlos en la Batalla de Nancy (1477). Ya un año antes de la muerte de Carlos, el
Archiduque de Austria, bajo cuya autoridad se capturó a Hagenbach, había
ordenado el proceso del sanguinario gobernador. En vez de remitir el caso a un
tribunal ordinario, se instauró una corte ad hoc , conformada por 28 jueces de la
coalición aliada de Estados y ciudades. En su calidad de soberano de la ciudad de
4
Sin embargo,
considerara seriamentehabrían de un
la idea de pasar casipenal
tribunal cuatro siglos hasta
internacional que alguien
permanente.
b) La jurisdicción universal
5
6
dispuestos a aprobar la legislación penal que él creía que, como signatarios del
Convenio de Ginebra, estaban moralmente obligados a promulgar para prevenir
infracciones contra el Convenio, argumentó que era necesario un derecho penal
internacional, señalando la analogía de recientes tratados para la protección de los
derechos de autor. No pensaba que fuera apropiado dejar los remedios judiciales
en manos de los contendientes porque, por muy respetados que sean los jueces,
pueden verse en cualquier momento sometidos a las presiones de la situación.
Una institución internacional integrada por jueces de países beligerantes y
neutrales, o sólo de países neutrales, ofrecería, al menos en teoría, más garantías
de imparcialidad, lo que animaría a los países beligerantes a recurrir a ella. Según
Moynier, los Gobiernos no tenían nada que temer de dicho tribunal, puesto que no
estarían directamente implicados en las infracciones contra el derecho aplicable.
Pero la función ejecutiva de hacer aplicar las sentencias se dejaría, sin embargo,
en manos de los Estados.
La propuesta constaba de diez breves artículos. El tribunal sería, en efecto,
una institución permanente, que se activaría automáticamente en caso de guerra
entre las partes (artículo 1). El presidente de la Confederación Suiza habría de
elegir por sorteo a tres juzgadores (denominados árbitros pero con funciones más
próximas a las de los jueces que a las de los árbitros) procedentes de Estados
signatarios neutrales, y los beligerantes habrían de elegir a los otros dos (artículo
2, párrafo 1). Si hubiera más de dos beligerantes, los que fuesen aliados
escogerían a un solo juzgador (artículo 2, párrafo 3). Si uno de los Estados
signatarios neutrales que hubieran designado a un juzgador se convirtiera en
beligerante durante la guerra, habría una nueva elección mediante sorteo para
sustituir a ese juez (artículo 2, párrafo 4). El tribunal no dispondría de una sede
permanente, sino que los cinco juzgadores se reunirían lo antes posible en la
localidad elegida provisionalmente por el presidente de la Confederación Suiza
(artículo 2, párrafo 2). Los jueces decidirían entre sí el lugar en el que se reunirían
(artículo 3, párrafo 1), lo que permitiría que el tribunal pudiera reunirse donde
resultara más conveniente a los acusados y a los testigos.
La propuesta dejaba a criterio discrecional de los juzgadores, cada vez que
se convocara el tribunal, la decisión con respecto a los detalles de la organización
del tribunal y del pertinente procedimiento (artículo 3, párrafo 1). Sin embargo,
ciertos aspectos del procedimiento habrían de ser invariables en todos los casos.
El tribunal celebraría una vista contradictoria (artículo 4, párrafo 3) y dictaría en
cada caso una sentencia absolutoria o condenatoria (artículo 5, párrafo 1). El
Estado demandante desempeñaría el papel de la acusación pública. Si se
determinase la culpabilidad del acusado (lo que sugería que la carga de la prueba
correspondería al demandante), el tribunal dictaría sentencia, de conformidad con
el derecho internacional, que se recogería en un nuevo tratado independiente del
Convenio de Ginebra (artículo 5, párrafo 2).
Sólo se permitiría la presentación de denuncias por «los Gobiernos
interesados» (artículo 4, párrafo 1), ya que Moynier temía que el tribunal se viera
desbordado por demandas frívolas. Si cualquier persona con un motivo de queja
7
8
9
10
cuales están aún por delante de las que sostienen muchos Gobiernos actuales,
tales como la de la jurisdicción exclusiva sobre determinados asuntos y la de
indemnizar a las víctimas.
La elección de un tribunal de arbitraje como modelo, en vez de un tribunal
convencional, aunque tiene la ventaja de resultar familiar a los Gobiernos y al
público en general, plantea problemas en relación con la estructura de la
institución, algunos
por la Comisión de de los cuales
Derecho se reflejanPor
Internacional. en el proyecto
ejemplo, el de estatutos
tribunal preparado
no habría sido
una institución con jueces, fiscal, secretario y personal permanentes. Tal vez esta
decisión reflejaba el optimismo característico de finales del siglo XIX, cuando se
pensaba que las guerras eran, en gran parte, cosa del pasado y que en el futuro
serían raras y tendrían lugar entre potencias europeas que compartían unos
valores con respecto a la preservación del sistema legal y de relaciones
internacionales vigente, con independencia de las diferencias que pudiera haber
entre ellas por lo que atañe al reparto del poder. La falta de personal permanente
para el tribunal, sin embargo, podría suponer una falta de continuidad o de
memoria institucional e importantes retrasos cada vez que se convocara el
tribunal, disminuyendo así su valor disuasorio previo al desencadenamiento de las
guerras.
Una carencia importante, que sin duda se habría remediado si la propuesta
hubiera sido considerada seriamente por los Gobiernos, era el hecho de que no
llegara acompañada de un proyecto de convenio en el que se definieran las
infracciones contra el Convenio de Ginebra como delitos criminales y se
especificaran las sanciones. Por supuesto, la tarea no habría sido fácil, ya que, a
pesar de más de un siglo de desarrollo de un amplio y casi exhaustivo corpus de
derecho humanitario, así como de legislación sobre derechos humanos, con la
prohibición de la tortura, el genocidio y los crímenes contra la humanidad, los
autores de los estatutos del tribunal penal internacional permanente todavía están
luchando con la problemática de definir las infracciones contra el derecho
humanitario, de manera que se satisfagan los principios de legalidad y de la
adecuación de las penas.
Es tal vez comprensible que esta propuesta se limitara prudentemente al
problema inmediato de determinar la responsabilidad criminal internacional por las
infracciones contra el Convenio de Ginebra en las guerras entre Estados. Los
Gobiernos de la época podrían no querer considerar la posibilidad de ampliar
mucho más la jurisdicción de ese tribunal. Sin embargo, es desalentador pensar
que el tribunal no tuviera competencia por lo que respecta las infracciones contra
el derecho consuetudinario, sea durante los conflictos armados internacionales
sea, a pesar de los horrores de la guerra civil estadounidense de unos años antes,
como se puso de manifiesto en el proceso de Andersonville, durante los conflictos
internos. De hecho, habría sido más fácil redactar una propuesta que diera al
tribunal competencias en cuanto a las infracciones contra el derecho humanitario
en los conflictos armados internos, ya que esta legislación, tal como aparece
codificada en el Código Lieber, había servido de base para perseguir delitos
11
penales a nivel nacional, gozaba ya de amplia aceptación como reflejo del derecho
consuetudinario aplicable en los conflictos armados internos (tenía ya una
importante influencia sobre el desarrollo del derecho humanitario aplicable en los
conflictos armados internacionales) y podía haberse adaptado fácilmente para uso
del tribunal. Los Estados no eran entonces partidarios de determinar
responsabilidades penales internacionales por infracciones contra el derecho
humanitario en los conflictos armados internos. En realidad, hasta la institución de
los Tribunales Penales Internacionales para ex Yugoslavia y para Ruanda no se
había llegado a la aceptación general de que dichas infracciones dan lugar a una
responsabilidad penal internacional. No obstante, Moynier señaló que sería
ventajoso ampliar la jurisdicción del tribunal a otros tratados, particularmente a la
Declaración de San Petersburgo de 1856, por la que se renunciaba al empleo, en
tiempo de guerra, de proyectiles explosivos de peso inferior a 400 gramos, y que
era razonable pensar que, con el tiempo, una vez instituido un tribunal de esta
naturaleza, se le atribuyera jurisdicción con respecto a otros tratados, pero no
incluyó en su propuesta previsión alguna de modificación. El actual Comité
Preparatorio está examinando una propuesta danesa de procedimiento de revisión
para estudiar si los crímenes definidos en las legislaciones internacionales
distintos del genocidio, otros crímenes contra la humanidad y las infracciones
graves contra el derecho humanitario deberían añadirse a las competencias del
tribunal una vez que éste se constituya.
Aunque la
l a disposición por la que se estipula que el tribunal deberá fijar sus
propias normas de procedimiento (artículo 3, párrafo 1) tenía el mérito de la
flexibilidad para responder a circunstancias variables a medida que evolucionaran
las guerras y el derecho internacional, el modelo arbitral implicaba cierta
incertidumbre con respecto a dichas normas, lo que es una grave deficiencia para
una institución judicial internacional. Sería perfectamente posible que el tribunal
tuviera una estructura casi completamente diferente y siguiera un procedimiento
distinto cada vez que se reuniera en casos de guerras sucesivas o incluso de
guerras que tuvieran lugar al mismo tiempo. En una guerra, un acusado podría
tener derecho a formular repreguntas, a ser asistido jurídicamente gratis y a que
no se acepten los testimonios por referencia y, en otra guerra, se podrían negar a
otro acusado esos mismos derechos, lo que llevaría a una sentencia absolutoria
en un caso y condenatoria en el otro, por hechos similares.
Dado que aún no había corpus legal alguno ni normas relativas al derecho
a un juicio justo que gozara de amplia aceptación, habida cuenta de que sólo
había unos pocos principios generales de derecho penal, tales como el de nemo
debet esse judex in propria causa (nadie debe ser juez en su propia causa), no
resulta totalmente sorprendente que en la propuesta no se previeran apenas
garantías con respecto al derecho a un juicio justo, que hoy se considera que son
indispensables. No obstante, es decepcionante que Moynier no tratara de
identificar algunos de estos principios generales o de recoger determinados
aspectos de las garantías procesales de justicia en los casos penales que habrían
de suscitar grandes controversias y emociones. Tales principios estaban entonces
empezando a identificarse en las reclamaciones que, en el ejercicio de la
12
13
14
15
16
privada,
no la destrucción
justificada injustificable
por las necesidades de ciudades, villas o aldeas, o la devastación
militares.
- Crímenes contra la humanidad : el asesinato, el exterminio, la esclavización, la
deportación y otros actos inhumanos cometidos contra cualquier población civil,
antes de la guerra o durante ella, o las persecuciones por motivos políticos,
raciales o religiosos, cuando sean cometidos al perpetrar un delito sujeto a la
jurisdicción del Tribunal o en relación con tal delito, e independientemente ddeeq
que
ue
el acto implique o no una violación del derecho interno del país donde se haya
cometido".
17
18
19
20
El elemento más relevante de este tribunal es que, por primera vez, en la
tipificación de los crímenes contra la humanidad no se requiere que éstos se
cometan en conexión con un conflicto armado, internacional o interno.
Este caso
determinar es sumamente
que los interesante
actos en cuestión porcrímenes
eran varias razones. Si bien
de guerra, no es
pues enfácil
su
21
22
23
política o como parte de la comisión en gran escala de tales crímenes" (artículo 8).
Esto significa que se ha atribuido a la CPI también jurisdicción sobre los actos
cometidos por individuos. Se tratan allí diferentes categorías de crímenes. La
primera corresponde a las infracciones graves establecidas en los Convenios de
Ginebra. La segunda incluye "otras violaciones graves de las leyes y usos
aplicables en los conflictos armados internacionales, dentro del marco del derecho
internacional". La lista que sigue es sumamente detallada e incluye 26 tipos de
actos o conductas. Es la lista de crímenes más larga que alguna vez se haya
incluido en un instrumento obligatorio a nivel internacional. La tercera categoría
alude a las violaciones graves del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra,
relativo a los conflictos armados de índole no internacional y cubre los actos
cometidos contra personas que no participen directamente en las hostilidades
(actos tales como los actos de violencia contra la vida y la persona, en particular el
homicidio en todas sus formas, las mutilaciones, los tratos crueles y la tortura; los
ultrajes contra la dignidad personal, en particular los tratos humillantes y
degradantes; la toma de rehenes y la negativa a brindar garantías judiciales
"reconocidas como indispensables"). La cuarta categoría está relacionada con
"otras violaciones graves a las leyes y los usos aplicables en los conflictos
armados que no sean de índole internacional". Las dos últimas categorías están
seguidas por cláusulas que excluyen de la competencia de la CPI los actos
cometidos en situaciones de disturbios o tensiones internos, tales como motines,
actos aislados y esporádicos de violencia, "u otros actos de carácter similar". Se
reconoce explícitamente el derecho general de los Estados a mantener o
restablecer la ley y el orden o a defender su unidad e integridad territorial "por
cualquier medio legítimo". En todo caso, la cuarta categoría se aplica a las
situaciones de "conflicto armado prolongado entre las autoridades
gubernamentales y grupos armados organizados, o entre tales grupos", situación
que corresponde a la vasta mayoría de los conflictos internos contemporáneos.
Aunque los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad
constituyen ahora dos categorías autónomas y válidas por sí mismas, no puede
negarse que a menudo están estrechamente ligadas en los conflictos modernos,
especialmente por lo que atañe a los crímenes contra la población civil. La
inclusión del asesinato, la deportación y otros actos que conforman las largas
listas de los instrumentos recientes son ejemplos claros de conexión y
superposición. La amplitud de la gama de situaciones codificadas por los cuatro
Convenios de Ginebra y el Protocolo I demuestra que las violaciones pueden
clasificarse como crímenes de guerra y como crímenes contra la humanidad.
No sólo se ha ampliado la tipología de los crímenes que implican
responsabilidad individual y se le ha brindado una descripción más clara, sino que,
además, se han establecido algunos principios generales. Cuando se estudia un
acto, se tiene en cuenta el delito de omisión. Desde la sentencia de la comisión
militar estadounidense en el caso del General Yamashita sobre atrocidades
cometidas contra la población civil en Filipinas, se comenzó a considerar que el
hecho de no evitar que se perpetre un crimen es un acto tan grave como el crimen
mismo y merece igual castigo. "Cuando el homicidio, la violación y acciones
24
Conclusión
25
26