Allen B Amame Sin Miedo
Allen B Amame Sin Miedo
Allen B Amame Sin Miedo
Bridghid
Allen
Sinopsis:
Vanessa Glover es una joven artista que tiene un talento especial para cantar, acaba
de ser admitida en el Artist Centre y su vida en los últimos meses se ha visto afectada
por unos tristes acontecimientos. Lo que menos espera Vanessa es que el jovencísimo
Alexander Linuel, director y profesor del centro consiga que su mundo y sus barreras
se derriben exponiéndose completamente a él.
I
II
Han pasado tres días desde la audición y aún no he recibido noticias, papá esta
trabajando en el garaje, tiene montado un pequeño taller, es mecánico y se le dan muy
bien los coches antiguos y caros.
Son las siete de la tarde y esta a punto de acabar otro día más, que decepción, ¿Por
qué no he recibido noticias? ¿Quizás no soy demasiado buena para este centro? Tal
vez sea eso, definitivamente es eso.
Llevo educando mi voz desde los siete años, mi madre me llevo a mi primera clase
de canto y recuerdo que fué un día muy especial, ahora tengo veinte años y mi único
sueño es cantar, quiero llegar al alma de las personas a través de mi voz.
De pronto suena el timbre de la casa y voy corriendo a abrir la puerta, ¡oh! pero si
es.... él.
Alexander Linuel en la puerta de mi casa, tiene que ser un sueño, debo haberme
quedado dormida recordando mi primera clase de canto, me pellizco disimuladamente
en la pierna y no, no es un sueño, él esta aquí y me mira divertido.
—Hola.-logro decir al fin-
—Hola Vanessa.
— ¿Qué hace usted aquí?
—He venido para darle la noticia en persona, ha sido usted admitida en el Artist
Centre.
— ¿E...Enserio? -digo con la boca abierta por la sorpresa
—Si señorita muy enserio.
Vaya sonrisa, parece sacado de un anuncio de blanqueador dental, mmm como me
gustaría poder saborearlo.
—Pues...gracias.
—No hay de qué -me dice guiñándome uno de esos preciosos ojos verdes-
Estamos encantados de poder contar con una voz tan deliciosa como la suya.
De nuevo le doy las gracias no sabiendo que más decir y tras un silencio de quizás
uno o dos minutos vuelvo a reaccionar.
—¿Quiere usted tomar algo Señor Alexander?
—Si me gustaría tomar algo pero tengo un acto del centro y me gustaría que
vinieses conmigo, es una manera diferente de celebrar tu admisión ¿no crees?
—Pero ¿Ahora señor Alexander?
—Sí ahora.
Me mira de nuevo divertido por mi expresión asustada.
— ¿Vamos Vanessa?
—Bueno si insistes digo coqueteando .Pero de repente pienso en como voy
vestida ¡oh no! pero si estoy en pijama me muero de la vergüenza no me había dado
ni cuenta.
Él me esta mirando se ha dado cuenta de que me avergüenzo por lo que llevo
puesto
—No te preocupes por la ropa Vanessa te cambiarás en mi limusina, nos esta
esperando.
¿Qué? ¿Limusina? ¡Oh!
—Preferiría llevar algo de mi armario, Alexander.
Es la primera vez que lo tuteo y le ha sorprendido, pero no me ha corregido lo que
significa que tal vez le haya gustado.
—No insistas, te vestirás en la limusina no creo que tengas ropa adecuada para el
lugar al que vamos.
La verdad es que quiero ir, es un a buena ocasión para conocer gente de este
mundillo pero es cierto, yo no tengo ropa de “etiqueta” así que tendré que aceptar.
—Bueno acepto pero solo por esta vez y luego te lo devolveré, tengo que avisar a
mi padre.
—No te preocupes ya le he avisado yo al entrar, le he visto en el garaje y hemos
hablado.
¿Qué? ¿Con mi padre? Pero... ¿Qué le pasa? ¿Se ha vuelto loco?
Le miro y le miro sin saber que decir.
—Vamos.
Tira de mi brazo y me saca casi a la fuerza.
—Venga Vanessa entra en la limusina.
—Una pregunta Alex ¿Dónde me cambiaré?
Me mira alzando una ceja y me sonríe tímidamente
—Puedes hacerlo en la limusina Vanessa, es lo bastante amplia.
— ¿Qué? No, no y no en la limusina ¿Pero te has vuelto loco? me verán.
—No pueden verte, los cristales son oscuros, aunque si quieres que te vean yo
puedo quedarme aquí y observarte- me dice seductoramente-.
Tierra trágame ¿Quiere verme? Esto es lo mas surrealista que me ha pasado nunca,
definitivamente este chico necesita ayuda.
—Disculpa pero necesito intimidad.
—Como quieras Vanessa.
Entonces coloca cada una de sus manos sobre cada uno de mis hombros y yo me
quedo quieta , muy quieta saboreando ese ínfimo contacto de las yemas de sus dedos
sobre mis hombros, luego me desliza lentamente los tirantes de mi camiseta hacia
abajo, se para y hace una señal al conductor, sube un cristal y de pronto empieza a
sonar una melodía que me resulta conocida, pero... si es mi voz, mi audición y su
melodía, el tocando el piano, me mira con curiosidad supongo que a la espera de una
reacción, se inclina y cerca de mi boca me susurra
—Lo ves Vanessa, suenas muy bien y rozándome los labios me dice y también
sabes muy bien- se hecha hacia atrás y me señala una caja que hay sobre el asiento de
la limusina, se acerca de nuevo y sin rozarme los labios me dice tu voz no es lo único
delicioso que hay en ti, y me deja ahí y él se baja rápidamente subiendo con el
conductor en la parte delantera-
Pero… ¿Por qué se ha ido? Idiota porque tú se lo has pedido.
Me tiemblan las piernas y mi pulso va a mil, cojo la caja con mis manos
temblorosas, la abro y hay un vestido verde precioso como sus ojos, y tiene unos
destellos preciosos como su mirada, me lo pongo lo más rápido que puedo y toco dos
veces en el cristal con los nudillos, y ahí está el de nuevo con su maravilloso
esmoquin negro seguramente de una marca carísima.
—Estas preciosa Vanessa.
—Me gusta el color digo con una sonrisa tierna.
—Y a mí. Me dedica una sonrisa de complicidad.
Probablemente esta es su forma de seducir, una seducción dulce y erótica, ahora
mismo ardo por él, pero seguramente para él no es más que un juego, un juego al que
habrá jugado muchas más veces, quizás demasiadas veces, pero ahora eso no me
importa me siento tan afortunada.
La limusina recorre las preciosas calles de esta hermosa ciudad, Roma, papá y yo
nos mudamos aquí desde España para escapar del doloroso año que vivimos,
decidimos comenzar una nueva vida en este hermoso lugar y también tuvimos en
cuenta que aquí es donde se encuentra una de las mejores academias de arte del
mundo, mi primera audición la pasé en España y luego vino el traslado.
Miro por la ventana y veo las calles con hermosas luces y grandes flores en los
hermosos jardines que rodean las casas de los alrededores, es precioso y a esta hora
de la tarde cuando la noche empieza a caer aún más.
Siento que me está mirando pero no me doy la vuelta, la limusina aparca en la
acera de un sofisticado restaurante, solo por fuera impresiona, es precioso, un gran
panel dice L`Amoriu en color rojo sobre un fondo blanco brillante.
Es maravilloso, y no puedo creerme que después de tanta soledad, ahora este en
este lugar tan hermoso, con un hombre como Alexander y a punto de cumplir un
sueño por el que llevo luchando toda una vida.
Me toco la mejilla sabiendo que ella está de nuevo ahí, me paso la palma de la
mano para hacerla desaparecer, y cierro los ojos disfrutando de este exquisito
momento.
III
De pronto la voz de Alexander me saca de mi ensimismamiento,
—Vanessa ya hemos llegado preciosa.
Pero bueno de que coño va este tío ¿Que confianzas son esas para decirme
preciosa la segunda vez que me ve? Bueno yo soy muy valiente con mí yo interno,
pero la verdad es que aunque piense de que coño va, me halaga y solo puedo decir:
—Perdón Alex, mi cabeza a veces viaja a lugares algo lejanos, lo siento, vamos
allá.
Salgo del coche muy torpemente, no acostumbro a llevar vestido ni tacones, de
hecho creo que es mi primer vestido.
Alexander amablemente me tiende su mano cuando mi equilibrio brilla por su
ausencia y ¡Oh Dios que tacto!, ¡Qué piel tan suave!, de pronto me doy cuenta de que
me esta mirando con esa cara que empieza a resultarme tan habitual y tiene esa
sonrisa, una sonrisa que dice, ahora mismo te follaría en la limusina, ¡joder! la verdad
es que su sonrisa me vuelve completamente loca.
—Bueno Señor Linuel parece que ahora el que anda un poco perdido es usted.
Me sale una risita infantil que a él parece no hacerle mucha gracia.
Con paso firme me lleva de la mano y entramos en el interior del restaurante.
El restaurante es muy elegante y sofisticado, las mesas con manteles blancos
aparentan relucientes y todas y cada una de ellas tienen en medio pequeños jarrones
con azucenas, son preciosas.
Alex y yo no nos paramos en las mesas, seguimos caminando hasta llegar a una
enorme terraza que para mi sorpresa también esta llena de flores, doy gracias de no ser
alérgica por que si no ahora mismo estaría con la nariz colorada y estornudando
como loca.
De pronto veo un hombre que se aproxima, pero la luz es muy débil y no logro
verle la cara hasta que está demasiado cerca, es él, el papá de Alex.
Siento que me consumo y me hago pequeñita no puede ser muy normal que una
chica que recién ha realizado una audición para su academia, aparezca de la mano de
su hijo en un acto así o espera ¿Tal vez si sea normal?
Me niego a creerlo, así que sacudo la cabeza y me saco esa espantosa reflexión que
podría torturarme por el resto de la noche.
Soy muy educada, así que con todo mi arte le tiendo mi mano.
—Hola Señor Linuel soy Vanessa, encantada
—Hola Vanessa, ya se quien eres estuviste espléndida en la audición.
—Gracias Señor.
—Hijo, ¿Podrías dejarme un momento a solas con la señorita Glover?
—Claro papá pero solo una cosa, a ella no se la hagas, ni de coña se lo propongas,
te estoy advirtiendo.
¿Perdón? ¡Que coño me estaba perdiendo! ¿Qué se supone que no debe
proponerme?
—Hijo si me lo pides no lo haré pero sabes que vi lo mismo que tú.
¿Hola? Estoy aquí.
—Bueno papá....ya he dicho que no, ahora te dejo con ella, cuídala, volveré en
diez minutos.
Vi como Alexander se alejaba y se ponía a hablar con una señora muy elegante y
guapa pero mucho mayor que él y de pronto pensé ¿Qué es de su madre? No se nada
de ella ni por la prensa, ni por Internet, me parece muy raro.
—Bueno Vanessa te preguntarás de que iba este numerito ¿no?
—La verdad señor Linuel si me gustaría saber de que iba aunque no creo que vaya
usted a contármelo tan fácilmente.
—Eres lista pequeña.
Bueno que le pasa a esta familia con las confianzas, que rápido las cogen, les das
un dedo y de pronto ya te tienen despatarrada y abierta de par en par.
—Bueno señor Linuel si no le importa vaya al grano, me gustaría disfrutar de la
agradable compañía que me ha traído a este lugar.
No se por qué pero este señor no me estaba dando muy buena espina, y la verdad
es que no suelo equivocarme al juzgar a la gente.
Vi una sonrisa en su cara, y ¡oh no! era esa expresión la misma que tenía su hijo
hace un momento al bajar de la limusina, acaso este señor quería...
¡No Vanessa! el champagne se te ha debido subir a la cabeza, debe ser eso
definitivamente.
—Vanessa, mi hijo te habrá informado que has sido admitida ¿no es así?
-Si, señor.
—Bueno, hay un problema al respecto, la academia es muy costosa y nosotros
tenemos información de primera mano sobre la situación económica de los alumnos,
creo que tu papá y tú no andáis muy bien de dinero desde que...
Se hizo el silencio, pero ¿Cómo podía el saberlo? Me sentí incomoda y sin darme
cuenta ya estaban esas lagrimas de nuevo mojando mis rosadas mejillas.
—No se preocupe señor Linuel puede decirlo, desde que mi mamá falleció.
—Si eso, lo siento, no quería incomodarte.
—No se preocupe señor, duele, es cierto, pero me gusta recordarla.
—Bueno volviendo sobre el asunto Vanessa, ¿Qué vais a hacer al respecto?
—Cuando...mi...mamá falleció, yo recibí una gran cantidad de dinero que ella
había estado guardando para mi futuro, para si esta ocasión llegaba a darse.
—Pero...
—Ni yo misma lo sé señor, ni idea, no se de donde salió ese dinero, solo sé que
ahora es mío.
—Vale, entonces situación arreglada, de todas maneras debo decirte que Alexander
no hubiese permitido que te quedases fuera por una cuestión económica, ¿sabes? No
le digas que te lo he dicho pero tenía una grabación tuya de antes de la audición y en
su despacho suele escucharla a menudo.
Eso si que había sido toda una revelación, pero ¿Qué podía decir al respecto?
—Mmm...
—No hace falta que digas nada, solo olvida que lo he dicho.
Vale. Pero yo aún estaba dándole vueltas a algo ¿que había pasado hace diez
minutos entre Alex y su padre?
Sentí que alguien se acercaba por detrás y de pronto me susurraba al oído
—Hola de nuevo preciosa ¿me has echado de menos?
Que tío más prepotente de verás, pero la verdad es que hace un momento le había
dicho a su padre que se largase por que quería disfrutar de la compañía de su hijo,
bueno tal vez no lo dije con esas palabras, es cierto, pero lo dije.
—La verdad es que no te he echado de menos en absoluto, tu padre resulta ser
una compañía de lo más complaciente.
Se le quedo cara de pocos amigos, en ese mismo instante, parecía que acababan de
darle con toda la mano abierta y de pronto dijo:
—Papá tal vez me haya equivocado con ella y si deberías hacerle esa proposición.
—Hijo...
— ¿Sí papá?
—No seas ridículo y compórtate con la señorita.
Me miro con cara de... esta es mi noche y hoy follo.
—Vamos preciosa he de llevarte a casa tengo una cita después en mi apartamento.
Pero... ¿Qué cojones le pasaba a este troglodita cabrón?, ¿Donde quedó el
Alexander bueno, amable y generoso de la Limusina?
Ahora mismo quería patearle el culo pero sabía que eso no lo haría una señorita
educada como yo así que me limite a darle de su propia medicina.
—De acuerdo, me vendría bien irme ya, la verdad es que yo también tengo una
cita.
De nuevo una victoria para mí, ahí estaba de nuevo esa cara avinagrada y ridícula
que tenía hace un momento. Chica esta noche te estas luciendo con tus respuestas.
—Y bueno ¿Con quién es esa cita si puede saberse?, dijo Alexander.
—La verdad es que no te interesa, igual que a mi me interesa una mierda tu cita en
tu apartamento.
Me miró asombrado ante mi salida de tono, no creo que la esperara pero de pronto
sonrío como satisfecho por algo.
Creo que el muy cabrón había conseguido lo que quería y yo como tonta se lo
había puesto en bandeja pero esto no iba a quedar así, no, en absoluto.
IV
Desde que Alexander me dejo en casa han paso ocho días, ocho días que para mí
han sido toda una tortura, no había manera de sacarle de mi cabeza, ese troglodita
miserable no sale de mí, me tortura durante el día pero sobre todo en la noche, se
mete en mis sueños, en mi cama, siento que me desnuda, que me acaricia con esas
manos tan suaves, con ese tacto tan electrizante, que me eriza la piel y que me vuelve
completamente loca, en estas cuatro noches he luchado conmigo misma para no tener
que tocarme y llegar al clímax imaginando esa cara de “Oh sí nena me encantaría
follarte ahora mismo en mi limusina” pero Dios he tenido que contenerme mucho por
que simplemente el no se merece que me toque pensándole, me había dejado en mi
casa por su “cita” así que definitivamente tenía que olvidarlo.
Me levanto y miro el despertador son las ocho y media , aún puedo quedarme un
poco más en la cama, las clases no empiezan hasta la segunda semana de octubre así
que aún me quedan un par de semanas por delante para organizar todas mis cosas, y la
verdad es que necesito tiempo y espacio para pensar, deseo a Alexander pero se que
es imposible porque pronto voy a ser una alumna de su centro y el resto de
compañeras me odiarían o me dirían que soy una enchufada si en algún momento
pasase algo entre él y yo, eso no lo quiero, quiero que me valoren por mi voz y por mí
misma no por ser la perra que se folla al exuberante y buenorro director.
Me vuelvo a recostar en la cama y siento que mis ojos se cierran de nuevo , el
sueño se desliza sobre mí y caigo por ese delicioso precipicio que me incita a soñar
con Alexander pero... un momento no es él, él no está en mis sueños.
— ¿Vanessa te gustaría probarlo?
—Eres mi mejor amiga no crees que eso complicaría un poco las cosas.
—Tú sabes que yo ya he estado con hombres antes, tú no.
—Pero Anabella me da miedo que esto pueda estropear nuestra amistad.
—No tengas miedo Vanessa solo pasaremos un rato divertido y luego haremos
como que olvidamos todo.
—Bueno y... ¿cuando lo haríamos?
—Esta noche, le he dicho a mis padres que vienes a quedarte en casa por que
tenemos que estudiar para el examen de Física de mañana.
— ¿Qué examen de Física?
¡Mierda se me había olvidado el examen!
—Esa es la cuestión Vanessa no hay ningún examen así que podremos hacerlo esta
noche.
—Bueno vale avisare a mis padres.
—Te espero esta noche, estoy impaciente.
Me vuelvo a levantar sobresaltada por los recuerdo pero ¿Qué ha pasado?, no se
por que he recordado a Anabella, hacía mucho que no me acordaba de ella después de
aquella noche todo cambio entre nosotras, yo tenía miedo de que eso pasase pero
finalmente pasó.
Yo tenía diecisiete años y estábamos juntas en el mismo instituto, ese día no había
ningún examen de Física y me dolió mentirle a mis padres pero Anabella había
insistido mucho en ello, ella había perdido su virginidad un año antes, pero yo seguía
siendo virgen y entonces ella me propuso algo que por curiosidad no tuve el valor de
rechazar, yo era ingenua y Anabella me dijo que el sexo era algo fascinante y
maravilloso que te hacía tocar las estrellas con la yema de cada uno de los dedos y
entonces pasó.
— ¿Vanessa estas preparada?
—Sí, lo estoy.
—Pues ven aquí, a mi lado y bésame aquí.
De pronto estaba besándole el cuello y noté que se le ponían los pezones duros,
ella no llevaba camisa y tenía una piel blanca y muy suave, llevaba el cabello suelto,
era castaña y con unos ojos grises preciosos.
—Vanessa sigue por aquí
Me señaló con su dedo pulgar un nuevo recorrido desde su garganta hasta su
ombligo y así lo hice pero de pronto algo cambió, yo también estaba excitada y tenía
los pezones duros, no quería parar de besarla y quería que ella hiciese exactamente lo
mismo conmigo, y así fue, nos besamos, nos tocamos, nos acariciamos y justo cuando
estaba teniendo mi primer orgasmo en su boca todo se desvaneció.
— ¿Niñas que coño estáis haciendo?
—Nada Martín, Vanessa y yo...
— ¿Qué ha pasado?
—Nada Martín, vete por favor.
—No pienso irme, no entiendo por que haces esto Anabella solo eres una niña
pero te gusta el sexo como a una ninfómana, ¿Acaso crees que no me he dado cuenta
de que esto lo has hecho con tus otras amigas?, y a saber a cuantos de tus compañeros
te habrás tirado.
—Martín por favor vete ya.
Anabella estaba llorando desconsoladamente pero yo también, creía que era la
mejor amiga de Anabella y ella nunca me había contado que esto mismo lo había
experimentado anteriormente, me sentía asqueada por haber cedido tan fácilmente y
por eso me levanté para irme, aunque Martín el padrastro de Anabella aún permanecía
en la puerta y yo estaba muy frustrada por todo lo sucedido, así que salí corriendo
para vestirme en el baño lo que no me esperaba es lo que iba a suceder después.
Tocaron en la puerta del baño y era Martín, el padrastro de Anabella era joven,
muy joven pero su madre tenía mucho dinero y siempre andaba rodeada de
jovencitos, Martín tendría unos treinta años como mucho.
— ¿Vanessa estas bien cariño?
—Si Martín vete.
— ¿Puedo pasar?
—Bueno espera un momento.
Espero unos segundos pero sin invitarle a entrar, entró y me fije que llevaba un
pijama caído que le quedaba muy sexy pero no se por qué estoy pensando en ello, es
Martín, sacudí la cabeza para sacar el sucio pensamiento.
— ¿En que piensas?
—Martín estoy muy avergonzada yo... nunca he hecho algo así y me gustaría que
no se lo contases a nadie, ni a la mamá de Anabella.
—Bueno eso está hecho cariño.
Era muy cariñoso y note que algo se abultaba entre sus pantalones pero eso no era
posible o quizás si.
—Vanessa espera un momento ahora mismo vuelvo.
Escuché unos pasos y una puerta cerrarse, luego escuche la puerta de nuevo y más
pasos y luego voces, era Martín diciéndole algo a Anabella pero no sé que fue lo que
le dijo sólo sé lo que momentos después pasó, Martín entro en el baño y cerró la
puerta tras de sí, yo estaba confundida y perturbada aún por qué mi primer orgasmo
se había visto frustrado y de pronto el espacio entre nosotros cambió.
—Vanessa quiero que estés tranquila, se que deseas esto tanto como lo deseo yo,
tu cuerpo me lo dice.
—Martín no se a que te refieres.
—Eres preciosa y muy dulce.
—Martín quiero irme a casa.
—No nena, yo sé lo que quieres y esta justo aquí.
Se toco la polla con una mano y me asuste por el bulto tan grande que sostuvo
pero a la vez me excite era cierto, él tenía razón, yo le deseaba pero no quería perder
mi virginidad con...él yo siempre había pensado guardarme para una ocasión especial
y entonces se me ocurrió algo gracias a las historia que Anabella me había contado de
sus experiencias.
—Martín yo... si te deseo, pero no quiero que estés dentro de mí.
Me miro con mucha curiosidad, supongo que no se lo esperaba.
—Me gustaría hacer algo contigo Vanessa, creo que estas algo frustrada debido a
mi intervención anterior.
—Sí, es cierto pero no quiero que entres en mí.
—Entonces ¿Qué es lo que quieres preciosa?
—Quiero darte placer y que tu me lo des a mí pero solo con nuestras bocas.
Martín abrió la boca, definitivamente eso no se lo esperaba.
—Vanessa me halagas, me halagas mucho, y por eso yo voy a darte el orgasmo
más maravilloso que hayas tenido nunca.
—Nunca he tenido un orgasmo.
— ¿Perdón?
—No he tenido un orgasmo, soy virgen por eso no quiero que entres en mi
interior.
—Ahora lo entiendo, de acuerdo, solo con nuestras bocas.
— ¿Qué pasa con Anabella?
—Le he dicho que iba a llevarte a casa, que no querías verla y que se quedase en
su habitación, que estaba castigada.
Bueno eso si que era algo hipócrita por su parte teniendo en cuenta lo que tenía en
mente para mí.
—Ven aquí preciosa.
Me acerque a él lentamente y el empezó a acariciarme el cabello lo llevaba suelto
era castaño con mechones dorados y también empezó a pasar sus manos por mi
trasero, se agachó ante mí y me miró a los ojos.
—Tienes unos ojos preciosos, y ahora voy a acabar lo que mi maleducada hijastra
no ha sabido hacer.
¡Oh Dios su lengua!, si que era experimentada si, de pronto en tan solo un
segundo sentí que esa sensación era real, había tocado las estrellas con las yemas de
mis dedos, fue increíble y quise devolverle el favor.
Me agaché y me asuste por el miembro que tenía entre mis manos era grande pero
la verdad no tenía con que compararlo, le miré como él me miraba hacía solo unos
segundos, de rodillas ante él dije.
—No sé cómo se hace solo sé que quiero hacerlo.
—Preciosa yo te guiaré, métetela en la boca y chupa despacio, suave, lento, pasa
esa lengua tan dulce que tienes por la punta y luego introdúcetela más adentro hacia tu
garganta y repite ese movimiento una y otra y otra vez hasta que sientas que algo
caliente se vierte sobre tu boca.
Empecé a hacerlo muy lento, muy suave como él me lo había pedido y me di
cuenta que yo también me humedecía entre las piernas con cada embestida de su pene
sobre mi boca, pasaron unos minutos y el se derramó en mí por completo, fue una
sensación extraña y no sabía que hacer, él me señalo el lavabo y yo vertí el líquido de
mi boca sobre él , luego me enjuagué con un poco de agua y él estaba detrás de mi
acariciándome el pelo y dándome besos en la espalda.
—Te llevaré a casa Vanessa.
—Mmm vale.
La verdad es que esperaba más después de un momento como este, después de
haber tenido mi primer orgasmo y de darle por primera vez uno a un hombre,
esperaba mucho más de la situación.
Me desperté de nuevo sudando, no se cuando pasó pero debí quedarme de nuevo
dormida, miré el reloj y eran las doce de la mañana y tenía que ir a comprar material
para las clases del Artist Centre.
Salí corriendo de la cama y me metí en la chucha, el agua calida caía sobre mi
cuerpo y cuando me limpiaba entre mis piernas noté la humedad, debía ser por el
sueño de hace unos minutos aunque en mi cabeza solo me lo imaginaba a él, a Alex, y
sólo quería hacerle lo mismo que le había hecho a Martín, quería succionar su dulce
miembro hasta hacerle tocar las estrellas.
Hacía un día esplendido, soleado, andaba caminando por las abarrotadas calles de
Roma en busca de algunos caprichos antes de que comenzasen las clases, llevaba unas
enormes gafas de sol Gucci que me había regalado mi padre tras la noticia de que
había sido admitida en el Artist Centre, un capricho algo caro ya que mi padre y yo no
andábamos muy bien de dinero y él no quería tocar lo que mi madre me había dejado,
cada día me pregunto de dónde saldría ese dinero pero tengo la esperanza de que
algún día daré con la respuesta.
La Via Condotti es una de esas calles a las que va la gente por una de las siguientes
razones, una o es muy pero que muy rica o dos no tiene un puto duro pero le gusta el
cotilleo , yo soy más bien del segundo grupo, no podría permitirme un Gucci o unos
Louis Vuitton pero me encanta mirar, tocar, probarme y cotillear en tiendas caras, me
gusta conocer a la gente que frecuenta estas tiendas, a veces las miro y pienso , tú eres
una mantenida lo tengo claro y tú debes de estar muy sola y aburrida para venir aquí a
gastarte un fajo de billetes solo para cotillear con tu nueva amiga la dependienta.
Estoy de pie ante un escaparate enorme, es Prada y es imponente, muy imponente,
debe ser carísimo pero tengo muchas ganas de entrar, entro y no encuentro nada
interesante como para desear probármelo, mi siguiente parada será una tienda de
lencería, tengo ganas de comprarme algo sexy, algo bonito, entro en una tienda muy
sofisticada y me compro un tanga turquesa con un bordado precioso y un sujetador a
juego, la lencería me pierde, es una de mis grandes debilidades.
Salgo y me encuentro frente a la tienda “Valentino”, y es entonces cuando sucede
algo que no me esperaba en absoluto, dentro está Alex, le he visto pero no se si seria
correcto entrar a saludarle, se esta probando un traje que le hace verdaderamente sexy,
muy sexy, lo cual hace que aumenten mis ganas de hacerle una mamada aquí mismo.
Me envalentono y entro y nada más entrar él me esta mirando, a su lado hay una
señorita rubia, alta con unos tacones de vértigo, es verdaderamente hermosa y de
pronto tengo ganas de arrastrar a Alex al probador y hacer lo que tanto deseo pero me
contengo, me dirijo a él y saludo como si nada.
—Hola Alex, me alegro de verte.
—Hola Señorita Vanessa ¿Qué hace usted por aquí?
En voz muy baja me dice “¿Me estas siguiendo pequeña acosadora?”
Yo me sobresalto por la acusación será troglodita ¿Cómo es capaz de decirme eso?
Pero solo ha conseguido que aumenten mis ganas de lamerle hasta la última gota de
sudor de su hermoso cuerpo.
—Las ganas tuyas de que te siga, solo paso por aquí.
—Pues ya que estas “por aquí” ¿Te apetece que nos tomemos algo en el Caffe
Greco?
Ese café es mi debilidad me encanta y no puedo negarme, y encima él está tan
sexy.
—De acuerdo, te esperare fuera.
—Enseguida estoy contigo preciosa pero primero debo ocuparte de Cinthya.
Joder encima tiene nombre de Barbie la muy estúpida y ahora me sonríe con cara
de “chupate esa” será tonta, si va a tomar café conmigo “bo-ba-li-co-na”.
Salgo y espero en la puerta no tarda mucho probablemente el tiempo de quitarse el
traje y ponerse... ¿eso? Si antes me tenía a cien ahora estoy que ardo fuego del
mismísimo infierno.
Esta para comérselo con un pantalón vaquero y una camisa ajustada que marca
todos y cada uno de esos maravillosos abdominales en los que estaría encantada de
montarme un banquete, y esta despeinado parece que se acaba de levantar y tal vez así
sea.
—Vamos Vanessa, el café esta aquí cerca.
—Si lo sé
No puedo decir mucho más me tiene cautivada.
Entramos en el café y como caballero que es, bueno todo es discutible, me aparta
la silla para que me siente, él se sienta frente a mí y yo le miro con la boca un poco
abierta.
—Me ha sorprendido verte Vanessa no me lo esperaba, no creía encontrarte por
estas tiendas.
— ¿Por qué soy pobre?
—Bueno... no por eso en concreto, mas bien por las ropas que llevas.
— ¿Qué le pasa a mi ropa?
—No es que le pase algo en concreto es que tiene de todo.
— ¿Perdón?
El muy estúpido se esta riendo de mí.
—Vanessa solo digo que estarías mejor sin ella.
¡Buf madre que calor!, con lo que acaba de decirme si que me ha matado, muerte
por abrasamiento. ¡Bomberos....fuego en el Caffe Greco....rápido per favore!
Pongo mi mejor cara de “no me afectas en absoluto, imbécil” y me manifiesto.
—Alex a veces me resultas algo capullo ¿lo sabías?
— ¿Perdón?
De nuevo se esta riendo de mí y ya no se como salir de ese precipicio que es su
sonrisa, quiero caer en él y quiero hacerlo ahora mismo, así que saco todo el valor
que llevo dentro.
—Alex ¿quieres acostarte conmigo?
Con su risita de “por que yo lo valgo” parlotea algo en italiano, algo que no logro
comprender.
—Vanessa acostarme contigo no es lo único que quiero.
—Y.... ¿entonces?
Se acerca y me susurra
—Preciosa no quiero acostarme contigo quiero follarte hasta que te quedes sin
habla, hasta que me digas “basta”, hasta que tiemble la tierra.
Por favor un carro de reanimación ¡ya!
—Alex...eres un descarado.
—Si pero este descarado te pone muy pero que muy cachonda preciosa.
¿Si? ¿Emergencias? Necesito reanimación en el Caffe Greco para una chica
caliente que sufre de parada cardiaca pero ¡ya!
—Alex quiero que me hagas eso pero si no consigues cumplir con las expectativas
tan amplias que acabas de depositar con tú frasecita te aseguro que estaré muy, pero
que muy, cabreada.
Él no puede evitar reírse más alto de lo normal y la gente fisgonea a nuestro
alrededor. Tengo ganas de gritarles....pero me contengo.
—Preciosa, cumpliré con tus expectativas pero hoy no.
— ¿Perdón?
—Hoy no.
— ¿Perdónnnnnnn?
—Hoy nooooooo.
Joder este tío solo quiere frustrarme me siento como aquella vez que Martín nos
interrumpió justo en el momento cumbre.
—Si te crees que va a ser cuando tú decidas la llevas clara, pequeño troglodita.
— ¿Cómo me has llamado? Está riendo.
—Lo siento, es solo que....nada
— ¡Ay Vanessa!, te voy a lavar esa boca tan sucia que tienes con mi propio jabón,
un jabón que sale de mi preciosa.
Joder si sigue con este juego pronto no vamos a tener que llamar solo a la
ambulancia si no también a los bomberos de nuevo, voy a quemar el puto Caffe
Greco con lo caliente que estoy, combustión en 1,2 y ....
Con toda la altanería que poseo me levanto, me reclino un poco sobre la mesa y le
impongo mi propia orden.
—Alex voy a ir al baño y quiero que dentro de tres minutos me sigas, no hay
discusión.
Ahora se le ha quitado la risa de la boca, otra vez he logrado sorprenderle y esto si
que no se lo esperaba, el muy capullo se cree que solo él sabe jugar, ahora se va a
enterar.
Voy caminando al servicio y le espero, y le espero, y le espero.....
VI
Miro el reloj y han pasado diez minutos, estoy cansada de esperar y creo que ha
llegado el momento de salir, salgo fuera y me encuentro a Alexander en la mesa
acompañado por un chico y una chica que parecen muy cariñosos mutuamente,
probablemente sean pareja, decido acercarme a ellos y Alex levanta la cabeza para
decirme que vaya.
—Hola.
—Hola Vanessa, Alex nos ha dicho que estaba aquí contigo y que habías ido al
servicio.
—Ah
Es lo único que logro articular, no se si Alex no ha ido por que lo han
interrumpido o por que definitivamente no iba a ir, supongo que sabe lo que estoy
pensando por que de nuevo esta perturbándome con su estúpida sonrisita de maniaco
sexual.
— Encantado Vanessa, yo soy Filippo el esposo de Paola, somos amigos de Alex
de la infancia.
—Encantada de conoceros y... ¿Lleváis mucho casados?
—Bueno es una historia algo larga de contar Fillipo tenía novio pero un día de
fiesta pues nos acabamos liando y eso lo cambió todo, él simplemente creía ser algo
que no era.
—Paola creo que deberíamos irnos, hemos interrumpido algo o es que no lo ves.
—Filippo, tú y yo sabemos lo que tienes en mente y precisamente no creo que
quieras irte para dejarles espacio a los chicos, creo que quieres irte por lo que acabas
de prometer hace un momento, algo que me harías nada más llegar a casa.
—Vale me has pillado por eso deberíamos irnos ya.
Ambos salieron a través de la puerta, parecían divertidos por su pequeño y
espontáneo flirteo.
Yo aún estaba algo colorada, estaban hablando de sexo como si nada y ese tal
Filippo ¡uf! Parece muy potente un macho alfa que dispone de Paola como quiere y
cuando quiere, no entiendo porque creía que le gustaban más los tíos, se le ve muy
bien follado.
Finalmente Filippo y Paola se han disipado y a través de las cristaleras veo que se
magrean en plena esquina, probablemente acabarían haciéndolo en algún rincón
escondido si no fuera por que estamos a plena luz.
Alexander me está mirando y yo coqueteo con él y pienso que es hora de saber si
nos han interrumpido o ha sido cosa de él, así que me doy media vuelta y decido
volver al baño pero no sin antes echarle un último vistazo para advertirle de mis
intenciones.
Estoy en el baño y siento que la puerta se abre y es él, está aquí y que Dios me
perdone pero voy a pecar, y estaré encantada de descender a los infiernos por este
hombre.
—Hola troglodita
—Vanessa
—Venga aquí Señor Linuel
—No me gusta que me llamen así Vanessa
Le miro curiosa de pronto su expresión ha cambiado y recuerdo aquella curiosa
conversación con su padre, ¿A qué se referirían?
—Vale Alex ven aquí ahora mismo.
—Si insistes muñeca.
Pero de repente no era yo la que estaba al mando, él me había cogido en volandas,
me estaba besando apasionadamente y me había subido sobre el lavabo, yo miraba de
reojo a la puerta y el debió darse cuenta, entonces paró y sacó una llave del bolsillo,
era de plata y no era posible pertenecía a la puerta del baño pero..... ¿Cómo la había
conseguido? , cerró la puerta con llave y yo seguía sobre el lavabo, no me puedo creer
que valla a perder así mi virginidad, en un baño, pero esto no lo quería así , así no, así
que decidí coger de nuevo las riendas y acordándome de una ocasión parecida a esta
decidí utilizar las mismas armas.
—Alex quiero estar contigo pero no quiero que entres dentro de mí,
—Pero preciosa yo....me muero por estar dentro de ti y no me lo vas a impedir
por mucho que me supliques.
—No te voy a suplicar me vas a tener pero no así.
—No te entiendo Vanessa.
Me baje del lavabo y con mi dedo índice le decía ven a mí, el me obedeció al
instante y se acerco cautelosamente, seguramente no se podía imaginar lo que tenía en
mente.
—Alex ahora voy a agacharme y voy a chupar tu preciosa polla hasta que te
viertas completamente en mí.
Alex estaba jadeando con la boca entreabierta y yo ¡uf! yo necesitaba ya un
cambio de ropa interior, mis bragas parecían recién sacadas de la lavadora pero sin
centrifugar.
Me puse de rodillas y empecé a bajarle los pantalones y no me podía creer lo que
estaba viendo si lo de Martín era un micropene al lado de esto, si ya tenía miedo antes
ahora estaba aterrada, definitivamente eso hoy no iba a entrar por mí partes bajas.
Terminé de bajarle los pantalones y los boxers y empecé a chupar lento, suave, la
punta pero de pronto, él me agarraba por el cabello y me lo estaba pidiendo más duro,
más violento y yo tenía miedo de hacerle daño, pero seguí su ritmo y con cada
embestida me sentía más y más caliente, mis pezones luchaban por salirse del
sujetador, y yo luchaba por seguir con ese duro ritmo que el me solicitaba.
—Más duro Vanessa métetela más adentro.
Tenía miedo de defraudarle pero hice lo que me pedía y el parecía disfrutar,
definitivamente no le estaba haciendo daño.
—Vanessa voy a correrme en tu boca ¿Estas segura preciosa?
Yo seguí diciendo con eso que claramente estaba preparada y el se derramó
salvajemente quemando mi garganta, quemaba pero estaba delicioso, era Alex y su
sabor era exactamente como me lo había imaginado.
Me cogió en volandas y me volvió a poner sobre el lavabo.
—Creo que debo devolverte el favor preciosa.
—Bueno si insistes
Le hizo gracia que utilizara las mismas palabras que él había utilizado hace un
momento.
De pronto ya me había quitado mi pantalón corto y mis braguitas y en ese
momento hizo un comentario totalmente propio de él.
—Preciosa creo que deberías prenderle fuego a esas braguitas, están demasiado
húmedas.
Pero le ignoré por que definitivamente quería que siguiese adelante.
Ya estaba entre mis piernas y me chupaba, suave al principio, pero luego aumento
el ritmo, al mismo tiempo me pellizcaba los pezones trazando círculos deliciosos y en
ningún momento paraba de chupar y chupar y yo ya estaba casi al límite cuando el
paró y me miró a los ojos rogándome algo que no sabía si estaba dispuesta a darle.
— ¿Estas segura de que no quieres que entre preciosa?
Mis piernas temblaban, claro que lo quería pero no así, no en un baño, me traía
muchos recuerdos y quería que con él fuese todo diferente.
— ¿Vanessa?, dime lo que quieres y te lo daré ahora mismo preciosa.
Yo estaba como en otro constelación no sabía que decir y de pronto lo tuve claro,
todo muy claro.
VII
Lo tenía claro, sabía lo que quería pero ¡oh joder! , esto no me puede estar
pasando otra vez a mí, tocaron en la puerta, una, dos, tres y cinco veces, Alex me
miraba no sabiendo que hacer o que decir, supongo que estaba igual de frustrado que
yo pero ambos sabíamos que nuestro momento íntimo había llegado a su fin, era el
momento de regresar al planeta tierra y de nuevo era yo la que se quedaba sin
orgasmo pero ¿Por qué siempre tengo que salir yo perdiendo?
—Lo siento Vanessa
Rápidamente me vestí, solo tenía que ponerme el pantalón ya que Alex había
tirado mis bragas en la papelera del baño.
—Abre Alex, estoy bien.
Me miró de nuevo como un perrito desolado, sus preciosos ojos verdes me pedían
disculpas una y otra vez pero yo sabía que no era su culpa y que no había nada que
disculpar.
Supongo que hay fuerzas sobrenaturales que luchan para que yo no tenga un
puñetero orgasmo, por que vamos esto ya es el colmo de todos los colmos.
Lo que no me esperaba es que al abrir la puerta ella estuviese ahí.
Era imposible tenía que ser una broma de muy mal gusto, miré hacia el cielo como
si le pidiese explicaciones a alguien, definitivamente esas fuerzas sobrenaturales tenían
que existir y debían estar muy pero que muy cabreadas conmigo pues ahí en la puerta
del Caffe Greco estaba nada más y nada menos que Anabella, estaba verdaderamente
guapa, llevaba una eternidad sin verla pero enseguida la reconocí, al igual que ella me
reconoció a mí.
Poco después de lo que pasó con su padrastro y tras varias semanas de intentar
contactar con ella, me enteré de que Anabella sabía la verdad sobre Martín y sobre mí,
por lo que parece, escuchó la lección que su padrastro me dio en el baño sobre como
hacer una buena mamada.
Anabella nunca le contó nada a su madre, supongo que para protegerla a ella, no a
mí, luego perdimos el contacto y yo me vine a Roma.
Anabella no solo era mi compañera de clase, era mi mejor amiga y también
íbamos a canto juntas, aunque a ella también le gustaba el ballet profesional e iba a
clases y se le daba muy pero que muy bien, tiene unas pierdas de infarto.
Había venido a Roma para escapar de esos recuerdos y de la muerte de mi madre
pero definitivamente el destino no quería que yo fuese por otro camino.
—Vanessa ¿eres tú verdad?
Anabella me miraba con cara de te he pillado y Alex tenía cara de “no me entero
¿Qué coño me he perdido?”.
De repente tuve un presentimiento, ¡oh Dios! que Anabella no diga ninguna
tontería.
—Hola Anabella si soy yo ¿Cómo estas? ¿Qué haces en Roma?
—Supongo que lo mismo que tú, me han llamado del Artist Centre para una
audición.
Esto no podía ir peor, una futura alumna acababa de pillarme encerrada en el baño
con el director del centro
Miró hacia Alex con curiosidad.
— ¿Y tú eres?
—Soy Alexander Linuel
La cara de ella cambió por completo ahora me miraba con repulsión, tal vez
pensase que estaba aquí para conseguir un trato de favor pero no iba a permitir que
me mirase así.
— ¿Y para qué es la audición exactamente? Se de buena mano que tus talentos son
múltiples Anabella.
No pude evitar echarle una pulla venenosa a través de mis palabras, pero la muy
puta supo reaccionar rápido.
—Si mal no recuerdo Vanessa tus talentos con la boca son algo sobrenatural.
No puedo creerme que haya dicho eso, Alex pareció atragantarse, algo lógico
después de lo que acababa de pasar en el baño del Caffe, le miré y estaba sonriendo el
muy capullo, a mí definitivamente no me parecía gracioso en absoluto así que le miré
para advertirle “como vuelvas a reírte te corto las pelotas y me hago un collar con
ellas”, probablemente comprendió mi advertencia ya que su risa se desvaneció.
—Y bueno Ana supongo que nos veremos por la academia, ahora debo irme,
tengo unos asuntos pendientes que tratar con el señor Linuel.
Alex me miró, sabía que no le gustaba que le llamase de esa manera, pero que se
joda hace un momento se estaba riendo de mis talentos bucales.
Así que con toda la altanería posible le hice señas con la cabeza de que saliese
ahora mismo del baño, mi gesto le volvió a divertir y ambos salimos dejando atrás al
súcubo del infierno.
Salimos juntos del Caffe y Alex me miraba sonriendo, yo ahora también sonreía,
era todo tan propio de una telenovela que lo único que podía hacer era sonreír.
—Bueno Vanessa y donde nos encargaremos de esos asuntos pendientes, ¿En tu
caso o en la mía? o tal vez ¿En mi despacho del Artist?
No sabía que responder, no se si prefería su casa o el despacho lo que si tenía
claro es que ni de coña iba a ser en mi casa, me daría un infarto si mi pobre padre se
enterase de lo que su hijita pretende hacer con este hombre.
VIII
Tras doce pisos y un par de miradas en su ascensor, nos encontrábamos frente a la
puerta de su apartamento.
Alex tenía dinero, mucho dinero y todo se lo debía a su padre, de su madre poco
había oído hablar solo sabía que era una española alocada que se había quedado
embarazada con quince años en una fiesta que el Artist Centre daba en España.
El papá de Alex por aquel entonces tendría 16 años por lo que el encargado del
Artist Centre era el abuelo de Alexander.
Entramos por la puerta y me sorprendí al ver un enorme salón rodeado de
fotografías en blanco y negro, todas de bailarinas, todas fotos de ensueño, preciosas.
Me fascinó su admiración por su trabajo, desde luego era vocación lo que sentía
por el arte, en medio de la sala había un enorme sillón el forma de L de color blando y
encima de él había una enorme cantidad de cojines negros con rombos en blanco, el
espacio era amplio, no muy luminoso pues había dos grandes ventanales con unos
estores bajados hacia la mitad, por lo que la luz que entraba a través de ellos era tenue,
acogedora.
— ¿Vanessa quieres algo de beber?
Le mire y supe que no quería otra cosa que no fuera él y también supe entonces
como debía actuar.
—Ahora mismo solo me interesa que terminemos aquello que dejamos pendiente.
Alex y su pícara sonrisa me miraban, sabía que me deseaba, sabía que él se moría
por estar dentro de mí.
—Alex, ¿Qué te parece si vamos al baño y terminas lo que empezaste?
—Si me lo pides así, vamos donde quieras preciosa.
—Pues mueve tu precioso culo que estoy impaciente.
Me cogido de la mano y me guió a través de un amplio pasillo, las paredes de éste
también estaban cubiertas por fotos en blanco y negro de preciosas bailarinas, era
hermoso lo que había creado en su casa.
Entramos en un baño enorme, con una bañera que era más bien una piscina y me
encontré soñando en follar dentro de ella con él, pero ese no era su plan, me cogió en
volandas y me depositó sobre el lavabo como anteriormente en el Greco, me bajó los
pantalones y empezó a chupar y a chupar queriendo terminar con el trabajo que antes
se había visto interrumpido, me daba pequeños pellizcos en los pezones, no me había
quitado el sujetador solo me lo había bajado un poco y yo desesperaba para que me
desnudase entera, quería estar completamente a su merced, quería entregarme a él por
completo y él lo sabía pero disfrutaba con su dulce y lenta tortura, suave me chupaba ,
suave me pasaba el dedo índice por el costado de mi cuerpo y duro me pellizcaba una
y otra vez los pezones y yo ya estaba llegando al límite cuando su jugada volvió a
repetirse y entonces se paró y me miró.
— ¿Estas segura de que no quieres que entre dentro de tí?
—Mmm no.
—No que Vanessa ¿entro o no entro?
—Quiero sentirte dentro de mí por completo, quiero que me metas esa bendición
que te ha dado Dios en mi dulce coño y quiero que me folles sobre este lavabo ahora
mismo.
Él no pudo contener la risa pero yo estaba verdaderamente frustrada por las dos
interrupciones que había sufrido así que se lo imploré.
—Por favor penétrame, no me tortures, entra dentro de mí ya.
—Si me lo pides así no puedo decir que no preciosa pero debo decir que tienes
una boca muy sucia y me encantaría que la mantuvieses cerrada mientras te doy lo que
me pides.
—Vale Alex me callaré pero fóllame ya, de una vez, por favor.
Y entonces él se bajó los pantalones y me fue a penetrar salvajemente,
evidentemente no entró, yo estaba muy cerrada, era la primera vez que algo así iba a
invadir mi espacio y él debió darse cuenta por que pronto retrocedió.
—Vanessa ¿Por qué estás tan cerrada? ¿Cuánto hace que no mantienes relaciones?
No supe que pensar sé que es raro que a mis veinte años sea virgen y no haya
mantenido una relación sexual plena pero después de lo de Martín simplemente no
estaba preparada.
—Alex, lo siento, debí decírtelo.
—Decirme, ¿Decirme el qué exactamente?
Él estaba semidesnudo con su polla chocando contra mi entrada y yo deseaba que
entrara y no quería decir nada que le echase para atrás.
—Nunca un hombre me ha penetrado.
— ¿Perdón?
—Nunca un hombre ha entrado dentro de mí.
—Vanessa eso me da mucho que pensar, esa frase deja muchas posibilidades
abiertas pero no creo que sea el momento de discutir sobre ello, pensé que tenías
experiencia después de lo que pasó en el Caffe, después de ser tan mandona, me
pusiste muy cachondo con tus órdenes y ahora me dices que no tienes experiencia, no
sé qué pensar.
—No pienses en nada, solo hazme sentir, quiero que sea tu polla la primera que
entre dentro de mí, quiero tenerte por completo, muero porque lo hagas desde aquel
día que tocaste el piano en mi audición, por favor Alex hazme tuya por completo.
—Preciosa, es todo un halago lo que me pides, estoy encantado de ser el primero
y después de esto no se si soportaría no ser el último, pero eso ya lo discutiremos,
ahora voy a ocuparme de ti.
Sin más me penetró muy lento, suave, su punta me torturaba dando pequeños
golpes para entrar, y así una, dos, tres veces y tras una embestida final ya lo tenía
dentro por completo, era tan grande que me llenaba y sentía mi vagina palpitar
continuamente sobre él, estaba en el límite del éxtasis y me di cuenta de que aún él no
me había besado, y con una mirada se lo imploré, sabía que ese beso me haría tocar
las estrellas, y sabía que con ese beso todo cambiaría dejaría atrás mi ingenuidad, y
entonces él me besó devorándome la boca salvajemente y yo le pedía más, le miraba a
los ojos, esos ojos verdes hacían que me perdiese por completo, y estaba perdida,
perdida en él, su tortura era de nuevo lenta y yo quería más, más duro así que le
agarré las nalgas y subí más las piernas para estar más abierta y permitirle un mayor
acceso, y entonces sus embestidas se convirtieron el algo más salvaje, una y dos, duro
me la metía una y otra vez, me chupaba los pezones, me besaba en la boca y entonces
me corrí salvajemente sobre su enorme polla , me corrí como nunca y al momento el
me acompañó, se corrió cruelmente en mi interior, y sentí un gran calor entre mis
piernas, su semen corría a través de mis muslos, estaba caliente y tenía ganas de
saborearlo de nuevo, entonces él se retiró un poco y con mi dedo índice arresté un
poco de semen de mi muslo y me lo chupé, él me miraba, eso no se lo esperaba, pero
sabía que le había encantado , lo noté en su mirada, le gustaba mucho.
Me levanté muy despacio, quería asearme y al levantarme me di cuenta que había
algo de sangre sobre el lavabo, la muestra de mi definitiva pérdida.
IX
Salimos del baño de la mano y yo andaba sobre una nebulosa, mil preguntas me
rondaban por la mente, no sabía si para Alex, el espléndido polvo que acabábamos de
echar, era tan importante como par a mí.
Yo sentía que había dejado una parte de mí, una parte muy valiosa de mí en ese
lavabo y me gustaría saber si él estaba siendo dulce porque lo deseaba o porque no
quería dejarme sola ante esta situación.
Esto a él debe traerle muchos recuerdos, sus padres eran tan jóvenes cuando le
tuvieron, y su madre tras dar a luz simplemente se disipó.
Él no me dejaría sola con todo este asunto, lo tenía claro, pero yo quería que fuese
cariñoso y gentil conmigo por su deseo propio no por otras circunstancias.
Nos recostamos en su cama, era enorme, probablemente en ella se podría acostar
una familia de seis miembros.
Su habitación es muy acogedora y está decorada en blanco y negro como la sala
en la que habíamos estado anteriormente, tiene un armario enorme lleno de cristales
que van del suelo hasta el mismísimo techo y sobre el cabecero de la cama hay otros
dos cuadros de bailarinas que posan desnudas únicamente con sus zapatillas puestas,
son en blanco y negro como las del resto de la casa.
—Vanessa ¿Estas preocupada?
—No Alex, lo solucionaremos.
—Me gustaría que te quedases aquí conmigo y luego podríamos ir juntos a un
médico amigo mío para que nos aconseje que pastilla debes tomar, quiero que te
tomes la más eficaz.
—De acuerdo Alex, ¿Qué pasará después?
—Te llevaré a casa.
— ¿Y ya está? ¿Así acaba todo?
—Vanessa he sido muy descuidado contigo, y eso no puedo permitirlo, solo tengo
veinticinco años y mi carrera profesional como director del centro acaba de empezar,
pronto serás mi alumna también, sabes que doy clases de canto ¿verdad?
Se me había olvidado por completo que él no solo era el director sino que también
formaba parte de la plantilla de profesores.
—Preciosa, cuando estoy contigo no pienso con claridad y me da miedo que
pierdas una oportunidad como la que se te está dando por mis niñatadas, yo…bueno
me gustas, pero , no sé Vanessa esto es muy difícil y hay algo más que no sabes, y que
no quiero que sepas, eres muy ingenua a pesar de que te guste decirme guarradas que
me ponen a mil mientras lo hacemos, hay cosas que no sabes, cosas que te darían
repulsión saber que hago, no quiero que sientas asco de mí.
—Nada de ti podría darme asco Alex, eres dulce, me tratas bien y me gusta tu lado
salvaje cuando me follas.
En la cama ambos estamos de lado mirándonos de frente, su mirada, su mirada me
cautiva por completo.
—Vanessa te acompañaré al médico pero luego volveré a ser el director del Artist
y lo siento pero tú volverás a ser una alumna más.
Me estaba haciendo mucho daño, mi corazón se estaba rasgando con cada una de
sus palabras, era dulce hace un momento, es dulce su mirada, pero sus palabras me
apuñalan el alma, quiere que me aleje, he sido solo un polvo más, justamente lo que
no quería, para mí él es especial por eso se lo he dado todo.
—Alex yo confío en ti, nada me asustará, no quiero alejarme de ti.
—Vanessa no hay discusión en esto, lo tengo decidido, después del médico se
acabó, no habrá más Alex y Vanessa.
—Pero Alexander…
—No preciosa, no.
—Vale si es lo que quieres, que así sea.
Me levanto rápidamente de la cama y me visto, salgo disparada hacia el salón cojo
mi bolso que está tirado en el suelo y voy a abrir la puerta pero él está ahí , me agarra
fuerte por detrás para que no pueda salir y con una pierna da una patada a la puerta
que yo tenía media abierta.
— ¿Qué coño haces?
— ¿Tú qué crees?, me largo, tú mismo lo has dicho no más Alex y Vanessa.
—He dicho después del médico, preciosa.
Estoy frente a él y me está pasando una mano por la mejilla.
—Alex que te follen, me largo ahora mismo de aquí.
Me doy media vuelta con intención de salir pero él es más fuerte y más rápido, me
gira rápidamente y me besa, me besa apasionadamente, justo cuando se separa
respirando entrecortadamente aprovecho para abrir y salir corriendo, el intenta
seguirme pero ya es demasiado tarde estoy dentro del ascensor, sola y otra vez caen
lagrimas sobre mis mejillas, una tras otra, no puedo soportar la presión en el pecho,
me siento en la esquina del ascensor y con las manos sobre mi cara me abandono a un
llanto desconsolado.
X
Me incorporo lentamente, lista para abandonar el ascensor y albergo la esperanza
de que Alex esté al otro lado, deseo que me haya seguido y se disculpe por todas las
gilipolleces que me dijo antes, las puertas se abren y él no está ahí, definitivamente es
cierto, ya no habrá más Alex y Vanessa.
Salgo a la calle, está oscureciendo pero la noche aún no ha caído del todo, hay
muchos transeúntes, parejas que me inspiran la mas profundas de las envidas,
desearía que Alex y yo pudiésemos pasear así de la mano, desearía que me besase en
público y así todos supiesen que el me pertenece y que yo soy suya por completo,
pero esa ilusión no tiene cabida, no habrá más de nosotros.
Camino y camino , saco mi mp4 y decido escuchar algo de música para olvidar
pero por gracia del destino solo tengo canciones de Adele para escuchar y lo único
que me provocan es más y más llanto, en ese momento decido que no estoy preparada
para acudir al médico, decido dejarlo para mañana muy temprano, me dirijo a casa,
espero que papá este ocupado con sus coches, no quiero que me vea así,
probablemente piense que estoy así por que recuerdo a mamá, siempre lloró cuando
pienso en ella, y ahora mismo la necesito más que nunca , ella me entendería, ella me
aconsejaría, pensar en esto me desgarra más aún el corazón , estoy rota, llego a casa y
voy a la cocina, doy un sorbo a un vaso de agua y subo rápidamente a mi habitación,
papá no está, ahora que lo recuerdo hoy es noche de chicos y seguramente está en la
bolera con sus amigos y llegará tarde.
En mi habitación, me desnudo y me observo en el espejo, me siento diferente, más
sexy, claro que debe ser por que me he sentido deseada por Alex, por primera vez en
mi vida he deseado tener a un hombre dentro de mí y el me ha complacido más allá de
lo esperado.
Suena el timbre y no se quién puede ser, no espero a nadie, ni siquiera conozco a
nadie, tengo miedo por que estoy sola y decido no bajar a abrir la puerta, pero aquel
que llama insiste y finalmente decido bajar a mirar, pongo un ojo en la mirilla y no me
creo lo que veo, es Alex.
Alexander está en mi casa, no bajo en el ascensor y ahora se presenta así, aquí,
que mosca le ha picado, de pronto me siento muy cabreada y tengo unas enormes
ganas de patearle ese precioso culito pero soy débil, él me debilita con sus encantos,
abro la puerta y no dice nada, espero y espero y sigue sin decir nada, lleva algo en la
mano, una bolsa de ¿una farmacia?, ¡Dios no me digas que ha venido con la pastilla!
— ¿Qué quieres Alexander?
—Tengo algo para ti.
—Si ya lo creo que lo tienes, me he dado cuenta de la bolsita que llevas.
Que asco de tío, tengo algo para ti dice, será imbécil.
—Y bueno Señor Linuel ¿Qué es eso que llevas ahí?
Uf, eso no ha debido gustarle, como le cabrea que le llame así, anda y jódete
troglodita de mierda.
—Toma Vanessa, míralo tú misma.
Abro la bolsa y no me creo lo que veo, no puede ser, no es la pastilla, son
preservativos, condones con sabor a ¿Fresa? , quiere más, por eso ha venido.
Le miro y sonrío y el me devuelve la sonrisa, me ha sorprendido, el muy bastardo
me ha sorprendido, pero inocentemente pregunto.
— ¿Qué es esto Alex?
—No me jodas Vanessa, sabía que eras virgen lo que no sabía es que también
fueses tonta.
— ¿Perdón?
Me ha llamado tonta el muy cretino, bueno Vanessa es que lo eres, eso te pasa por
hacerte la inocente, ahora te fastidias.
—Vanessa, sabes perfectamente que son condones.
—Vale, lo sé pero ¿Para qué cojones me traes condones?
De nuevo esta esa sonrisa en su cara de ¿Tú para que crees “preciosa”?
—Ohhhh
Me imita el muy cretino y repite mi Ohhh con un dulce pucherito en los labios.
— ¿Ahora Alex?, no he ido al médico y bueno mi padre...
—Tu papá tiene noche de bolos.
— ¿Y tú como lo sabes?
—Yo lo sé todo, bueno todo lo que me interesa saber y ya que no has ido al
médico podemos guardar esta cajita para otro momento, me encanta sentir mi polla
dura dentro de ti, piel contra piel.
¿Si? ¿Emergencias? Aquí una chica acaba de arder podéis rescatarla ¿Por favor?
—Entra Alex no creo que a los vecinos les interese donde quieres meter tu gran
polla.
— ¿Así que mi gran polla eh?
¡Ay Dios! lo he dicho en voz alta, “gran polla” seré tonta tu dale más ventaja a este
cretino.
—Bueno, si la comparo con lo que he visto se podría decir que sí.
¡Uf! De nuevo esa cara avinagrada, eso no me gusta, claro que a los chicos no les
gustan las comparaciones, pero ¿Por qué no te callas Vanessa?
—Vanessa, sube ahora.
No se por que le obedezco pero ya estoy subiendo las escaleras a toda velocidad,
entro en mi cuarto y él entra cerrando la puerta tras de sí.
—Acuéstate en la cama y desnúdate.
Le obedezco rápidamente, estoy acostada y completamente desnuda y de nuevo a
su merced.
—Preciosa siento todo lo que dije antes, tal vez me equivocase o tal vez no, eso
pronto lo sabremos pero ahora es nuestro momento, ahora somos sólo tú y sólo yo
¿De acuerdo?
Asiento con la cabeza, si Alexander hazme lo que quieras, soy toda tuya.
Él comienza a desvestirse, se quita una chaqueta de cuero negra, su camiseta
blanca, sus zapatos, uf que zapatos más elegantes, y finalmente unos vaqueros algo
desgastados de los que le quitan el hipo a cualquiera, se queda simplemente con sus
boxers negros que le marcan un paquete por el que muchos seguramente matarían.
Se baja los boxers y ahí esta libre y todo para mí solita, soy una glotona, una
glotona que tiene mucha hambre y me muero por calentarle, quiero que arda, que arda
tanto como ardo yo por él.
Salto y me quedo de rodillas sobre la cama, en ningún momento he perdido el
contacto visual con su pene, el se acerca, sabe lo que demando y me lo da y yo
comienzo a chupar, la punta mientras con mis manos masajeo sus testículos, él emite
un ronroneo, le gusta, y yo sigo succionando, mi fin es dejarlo seco, quiero que se
corra y no le queden fuerzas, quiero que se libere por completo de esta pesada carga
que tiene entre las piernas.
Dejo de chupar y le miro.
—Alex, dámelo todo.
Mi frase le vuelve loco, me agarra por el pelo y me tira salvajemente sobre la
cama, me empieza a masajear el clítoris, se chupa un dedo y me lo mete en el interior,
luego se chupa otro y también me lo mete, ahora baja su cabeza y sé hacia donde se
dirige, está justo entre mis piernas, chupándome, penetrándome con su perturbadora
mano, y estoy muy caliente, ardiendo, cada poro de mi piel es puro fuego que quiere
ser apagado, soy un volcán en erupción, estoy a punto de llenarle la boca con todo mi
ser pero justo entonces se para y me penetra, me la clava, dura, salvaje, fieramente
una y otra y otra vez, me coge los pechos mientras me embiste, los aprieta, casi duelen
pero me pone muy cachonda que sea así de duro, así de fiero conmigo.
Sus embestidas ahora se vuelven más suaves, estamos piel contra piel , nada de
condones con sabor a fresa, nada de píldoras del día después, nada importa , solos él
y yo, me susurra al oído.
—Preciosa ahora quiero que te des la vuelta.
Le obedezco me pongo boca abajo.
—Mantén las piernas unidas , así sentirás lo duro que estoy dentro de ti, me
vuelve a penetrar y no creo que pueda aguantarlo mucho más, me encanta sentirle
dentro de mí, pasa un dedo sobre mi espalda, se para en mis nalgas y me da una
pequeña cachetada, suave, dulce, una cachetada que me hace gritar su nombre
“Alexander” y entregarme al placer, me corro por completo y él me sigue noto su
semen caliente de nuevo entre mis nalgas, noto como caen pequeñas gotas sobre mi
cama, y él sigue y sigue hasta que no le queda nada más para mí, ahora esta vacío,
ahora se ha liberado, y ahora somos solo él y yo.
XI
Me sobresalto, estaba teniendo una pesadilla, una pesadilla horrible en la que Alex
se había ido, a tientas toco mi cama esperando que él permanezca en ella, no está, mi
pesadilla ahora es la realidad, Alex se ha ido.
Enciendo la luz de una pequeña mesita de noche, y observo que encima de ella
hay una pequeña cajita, paso las manos por mis ojos para liberarme del sueño y la
abro, dentro de la caja está la pastilla, la pastilla que Alex me dijo que me daría, la que
nos separaría definitivamente.
De nuevo tengo ese dolor en el pecho, un dolor agudo que me atraviesa, que me
desgarrada desde lo más profundo, lágrimas caen a través de mi rostro y una de ellas
cae contra el suelo de mi solitaria habitación.
Decido ir a la cocina a por un poco de agua y acabar con esta agonía de una vez
por todas, me tomaré esta maldita pastilla y todo habrá terminado, necesito
desprenderme de Alex, otra vez me ha vuelto a dañar, necesitaba que estuviese
conmigo, necesita su calor y me había abandonado.
Voy por el pasillo y observo que la luz de la cocina está encendida, debí dejarla
antes de que llegase Alex.
Entro y él esta ahí, solo con sus estupendos boxers puestos, sentado en una silla al
lado de la pequeña mesa de la cocina y con un vaso de agua fría en las manos, parece
agotado, de pronto escucho algo de música, una música de la que no me había
percatado antes, esta sonando desde un iPod que tiene Alex sobre la mesa, la canción
es preciosa, lenta y muy evocadora.
—Hola preciosa, pensé que estarías durmiendo y no quería molestarte, sé que tu
padre no llegará hasta las cuatro y aún faltan dos horas.
— ¿Cómo lo sabes?
—Ya te lo dije sé todo lo que me interesa saber, y tu padre la noche de los viernes
va a jugar a los bolos y luego a tomar unas copas con sus amigos y llega a casa
aproximadamente sobre las cuatro de la madrugada.
—Alex, vale, lo sabes, no se como coño te has enterado pero lo sabes, ahora dime
que coño hacía esto en mi mesa de noche.
Levanto la cajita para que vea a lo que me refiero y él no se inmuta, no hay ni un
gesto, nada.
—Vanessa, ven, siéntate aquí.
Con la palma de su mano se da un golpe sobre el muslo, quiere que me siente
sobre él y yo inmediatamente, sin más cuestionamientos, lo hago.
—Preciosa, tómatela.
Me señala el vaso de agua que tiene delante, no puedo creer que todo este tiempo
haya estado esperando aquí este momento, no se que pensar, ha venido porque de
verdad quería estar conmigo o para vigilar de que finalmente me tomaba la dichosa
pastilla.
—Alex, antes de tomármela, puedo ¿Pedirte algo?
Al pedírselo pongo mis morritos lo más seductoramente que puedo, así se que no
le quedará otra elección que darme lo que le pido, he notada que su erección
comienza a crecer bajo mi trasero, mis morritos han provocado el efecto que deseaba.
—Vanessa, ¿Qué quieres preciosa?
—Teniendo en cuenta que nos quedan dos horas por delante ¿Podríamos
aprovecharlas no crees?
Alex empieza a reír, me encanta su risa, me encantan los hoyuelos que se le
marcan cuando sonríe, su cuerpo esta tenso, lo noto, y su erección es ahora más
consistente.
—Vanessa ¿tú nunca te cansas?
—Alexander, no puedo cansarme de lo que tú me das, eres simplemente
explosivo.
Justo en ese momento la canción que suena dice algo sobre “Explosions” y a Alex
le hace mucha gracia, se ríe, parece divertido, le gusta que le diga todas estas cosas, le
pone caliente saber lo que me provoca.
—Vanessa quiero que te tomes esta pastilla antes de las cuatro de la madrugada.
—Alexander, me tomaré la pastilla si me das lo que quiero.
—Vale, preciosa, tú te lo has buscado.
De pronto siento como tira de mi cabello hacia atrás y comienza a darme pequeños
mordiscos sobre el hombro, esto me excita, me calienta y decido jugar con él.
Me intento levantar pero el me tira más fuerte y al oído me susurra.
—No huyas preciosa, nunca podrás escapar de mí.
Entonces giro la cara y comienzo a devorarle la boca, sabe muy bien, y huele
deliciosamente bien, huele a hombre, a sexo, a mí y a él, es delicioso.
Le beso y le beso hasta que sus manos descienden sobre mi espalda sujetando mis
caderas contra su erección, le agarro las manos y entrelazo sus dedos sobre los míos,
le sigo besando y de repente el se para, me mira y se ríe
—Preciosa sabes que voy a follarte sobre la mesa de la cocina ¿verdad?
—Alex, me da igual donde me folles mientras lo hagas como solo tú sabes
hacerlo.
Mi frase solo ha hecho que su ego crezca un poco más, pero él se separa un poco
más de mí.
—Preciosa creo que antes de ponernos con ello deberíamos comer algo, estoy
famélico.
—De acuerdo Alex, te daré de comer.
Me levanto de su regazo y me dirijo al frigorífico, saco un bote de sirope de
chocolate y un bote de nata, Alex me mira con asombro, pongo los botes sobre la
mesa y rápidamente me quito el camisón que llevo puesto, no llevo nada debajo lo
cuál me facilita el trabajo, me subo a la mesa, Alex permanece inmóvil mirándome y
yo cojo el sirope de chocolate y lo vierto sobre mis pechos, luego cojo la nata y
manteniendo mis piernas lo más abiertas que puedo, procedo a poner un poco de nata
sobre mi depilado monte de Venus, le miro y le provoco.
—Alex, cómeme.
Alex sonríe y se acerca y me besa en la boca, se separa y con el dedo índice coge
un poco de sirope del bote que permanece abierto a nuestro lado, se lo extiende sobre
los labios y de la misma provocadora manera en la cuál yo hace un momento le pedí
que me comiera, él me dice.
—Vanessa, chúpame.
Saco mi lengua, ansiosa por chuparlo todo, el se acerca y yo le chupo con la punta
de mi lengua su labio inferior, luego el superior y luego le beso lo más salvajemente
que puedo, estoy abierta, exhibiendo mis encantos ante él, cuando nuestro beso
termina, el desciende hacia mi pecho, está hambriento y se lo va a comer todo, todo es
para él, empieza a chupar, sus lengüetazos son salvajes, mis pezones están duros
contra su boca y el chupa sin dejar rastro de chocolate, cuando su aperitivo ha
terminado, se dirige a la comida principal , baja despacio, torturándome con sus
caricias, hasta que llega al destino final, se encuentra con su cara en mi vagina y
comienza a chupar poco a poco la nata que hay sobre ella, es una dulce tortura, tiene
tanta agilidad con su boca, chupa lentamente, luego con dos dedos coge el poco de
nata que queda y se los mete en la boca, se los chupa y vuelve a retomar la tortura,
pero ahora su experimentada lengua esta sobre mi clítoris y sus dedos húmedos entran
una vez y otra dentro de mí, estoy al límite, excitada al máximo y me corro sobre su
boca, sobre sus experimentados dedos, se lo doy todo, me entrego por completo al
éxtasis final.
—Preciosa, eres increíble, me encanta como te entregas al placer, me fascinas.
Sugerentemente me inclino un poco hacia su boca y muy seductoramente le
provoco.
—Aún no hemos terminado Alexander, ahora la famélica soy yo y quiero
comérmelo todo.
Alex abre la boca, asombrado por mi facilidad de palabra, por lo menos en el
ámbito sexual siempre logro sorprenderle.
—Preciosa si estás hambrienta yo te daré de comer, ven aquí.
El está de pie y yo sigo abierta sobre la mesa, me bajo y me apoyo contra su torso
desnudo, esta sudoroso y tan sexy, su piel morena brilla con el sudor, es hermoso, y
me tiene fascinada con su agilidad sexual, apoyo la cabeza sobre su pecho para
recuperarme un poco del orgasmo, el con su mano levanta mi mentón y me dirige
hacia su boca, me besa pero es un beso dulce, suave, justo lo que necesito, sobre su
boca le digo.
-Alex, estoy hambrienta de ti.
XII
Alexander me devoraba con su boca y yo paseaba mis manos por todo su cuerpo
ahora desnudo, le agarré fuerte el trasero y dándole pequeños mordiscos en el oído le
ordené que se sentara en la silla.
—Vanessa, me estas volviendo loco, quiero estar dentro de ti con urgencia.
Su erección era espectacular, estaba dura y yo estaba hambrienta, me dirigí a la
mesa cogí el sirope y vertí un chorrito sobre su enorme pene, luego me arrodillé ante
él y empecé a chupar duramente, me la metía fuerte, la sentía muy dura contra mi
boca, el sabor a chocolate hacía que le deseara aún más, era mi perdición, Alexander
era mi perdición y yo le pertenecía completa y absolutamente, con un suspiro Alex me
pidió que parase.
—Preciosa quiero que pares o me correré en tu boca y eso no es lo que deseo,
quiero tenerte sobre mí ahora.
No hizo falta pedirlo más, rápidamente me incorporé y me subí sobre su erección,
empecé a moverme sobre él suavemente, con un balanceo perturbador, no podía
parar, no quería parar nunca.
Él me agarraba las nalgas y me empujaba más adentro, estaba llena de él y no
quería sentir nunca su vacío.
Alex follaba como un Dios, Alex era mi Dios, y ¡Oh! estaba encima de él,
entregada a él, nuestros cuerpos sudaban , se acoplaban el uno al otro tras cada
embestida, estábamos verdaderamente entregados el uno al otro, mi balanceo entonces
se volvió más cruel, y cada vez la sentía más y más dura dentro de mí, sabía que el
momento estaba cerca, Alex iba a correrse de nuevo dentro de mí, y tras un par de
embestidas más, se entregó, se corrió por completo en mi interior dejándome sin
aliento y con ansias de....más.
Me separé un poco de él, apoyando mi frente sobre la suya, nuestras respiraciones
eran aceleradas, nuestros corazones latían fuertemente, pecho contra pecho, no me
había percatado de que la música seguía sonando, sabía cual era esa canción, me
gustaba mucho ese grupo, era Bastille y sonaba Oblivion, era una canción que trataba
sobre el olvido y automáticamente me entristecí, nunca quería sentir esa sensación con
Alex, nunca le olvidaría, para mí sería imposible olvidarle y mucho menos después de
todo lo que acababa de pasar.
Alex separó un poco su frente para que nuestras miradas se encontrasen, sus ojos
verdes se encontraron con los míos.
— ¿Qué te pasa preciosa?
—Nada.... la canción.
—Si preciosa es algo triste...
—Alex, nunca podré olvidarte.
—Vanessa, yo tampoco me olvidaré de ti pero creo que deberíamos hablar.
XIII
Han pasado dos días desde que Alex marchó, han sido dos días horribles, el peso
de las horas caía lentamente sobre mí, sólo había dolor, amargura y llanto, el desgarro
de mi alma era profundo y dudo que algún día pudiera sanar, no sin Alex, no sin él.
Me encuentro en la cocina, sentada en la silla que había ocupado Alex y con
medio cuerpo sobre la mesa, con los cascos puestos escucho una canción que sólo
hace que aumente mi dolor, lo sé soy masoquista pero no puedo evitarlo, en ese
momento me pierdo en la letra, una letra que habla por mí.
“Que triste cuando se desploma todo,
Que injusta se nos vuelve ya la vida
Que duro cuando no es lo que creías
Cuando me diste una cara y era otra la que había....”
Las lágrimas emergen de nuevo de mi interior y la canción sigue con su lenta
agonía.
“De amar nadie se libra aunque así quiera
Tampoco de romperse el corazón
Como camino yo
No se si alguien hoy pueda igualarme
Como he llorado yo no se si en este día exista alguien...”
No puedo parar de llorar cuando siento una mano sobre mi hombro y levanto la
cabeza para ver la cara de papá, una cara que muestra el más profundo de los dolores,
él no sabe que me ha pasado, no he querido contárselo pero a pesar de ello, ha
permanecido a mi lado, me ha mimado, me ha cuidado y no ha preguntado lo cual es
lo más importante para mí, no quería que nadie supiese lo que había pasado, había
sido una tonta por caer en sus brazos, él no me merecía pero yo se lo había dado todo,
todo mi ser le pertenecía a él, era de Alexander por y para siempre.
—Hola papá ¿ha sucedió algo?
—Hija yo... necesito hablar contigo, iba a hacerlo el sábado por la mañana pero
estas mal y no quiero hacerte más daño pero ha.... ha sucedido algo.
—Papá, lo siento, lo siento de verdad, no quiero que me veas así, simplemente
estoy algo hormonal.
—Ahh así que ¿Es eso?
—Si papá no pasa nada, de verás que no.
Su cara cambió, el alivio se alojó en su rostro, la preocupación que hace un
segundo habitaba en él debió marchar a otro profundo lugar.
—Hija, me ha llamado Victoria.
Oh Dios si fuera un emoticono ahora mismo aparecería con las manos sobre mi
rostro y la boca muy pero que muy abierta, no sé que le habrá contado Victoria a papá
pero desde luego espero que no...
Casi tartamudeando logro preguntarle sobre el asunto a papá.
—Papá y... ¿Para que te ha llamado la mamá de Anabella?
—Para pedirme un favor, por los años de amistad con la familia, bueno ya sabes...
— ¿Qué favor exactamente?
—Quiere que Anabella se quede con nosotros hasta que comiencen las clases...
—Papá.....no....no puede ser....sabes que ella y yo no acabamos nada bien.
—Hija nunca me contaste que sucedió entre ustedes, erais tan buenas amigas, tal
vez sea hora de hablarlo, vais a ir juntas de nuevo a las clases en el Artist.
—Papá, nunca, nunca podrá arreglarse.
—Hija tienes que contarme lo que pasó.
—Papá no te lo contaré jamás y es mejor que no me lo preguntes nunca, si Ana
viene a casa yo buscaré otro lugar en el que quedarme, me pagaré algo con el dinero
de mamá.
—Hija... no seas así, no hagas esto más difícil, Anabella esta sola, necesita cobijo,
se esta hospedando en un hostal y lo esta pasando verdaderamente mal por eso su
mamá me ha llamado, ella no ha podido acompañarla y Martín vendrá sólo desde el
próximo viernes hasta el domingo, y las clases comienzan el lunes, no podemos
dejarla sola durante una semana.
—Papá, ¿Martín va a venir?
—Si hija, ¿pasa algo?
—Y... cuando venga esos tres días ¿Dónde se alojará?
—Bueno hija sólo son tres días y ya que Anabella va a pasar aquí la semana me ha
parecido conveniente decirle que se quede aquí, hay espacio de sobra.
Bajo ningún concepto pasaría una semana bajo el mismo techo que Anabella pero
mucho menos lo haría con Martín durante tres días, ni de coña, ahora toda mi agonía
se había convertido en furia, estaba furiosa porque papá se lo había ofrecido pero
sobre todo estaba furiosa porque esos dos descarados habían aceptado.
—Papá yo no puedo estar bajo el mismo techo que ellos, no papá, no lo haré,
ahora prepararé mis cosas y buscaré un lugar donde quedarme esta semana.
—No hija...no, los llamaré y les diré que no es posible, le diré a Victoria y a Martín
que deben buscar otra alternativa.
—Papá, no puedes, se lo debes a Victoria, se lo debes por lo que hizo por mamá.
Papá sabe que tengo razón, no puede hacerle ese desplante, yo soy la que debe
marchar, la que debe buscar otro lugar, y no me vendrá tan mal, necesito sacar a Alex
de mi interior, desprenderlo de mi ser antes de que empiecen las clases, necesito
concienciarme de que sólo soy una alumna más para él.
Me pongo en pie y me dirijo al umbral de la cocina, me paro y miro a papá su cara
de preocupación ha vuelto, sabe que hay más detrás de toda esta historia de Anabella,
me gustaría poder abrirme a él, pero no puedo le haría mucho daño, es mi padre y
ahora mismo, sin Alex, él lo es todo para mí.
—Papá, no te preocupes estaré bien, te lo prometo, vendré a verte cada día
durante esta semana, te llamaré cada día y podemos salir a tomar algo juntos si
quieres, papá la verdad es que yo también necesito un poco de tiempo para mí así que
no estés triste, estaré bien.
—Hija, te quiero, eres muy generosa y muy valiente, te voy a echar mucho de
menos esta semana.
Papá se acerca y me acaricia la mejilla, yo agacho la cabeza y él me da un beso
tierno en el cabello, luego me doy media vuelta y me dirijo de nuevo hacia mi
habitación, es hora de preparar mi equipaje, debo irme antes de que llegue ella.
Una hora después con todo preparado bajo la escalera y salgo fuera, papá esta en
el garaje arreglando un coche, voy hacia él a despedirme.
—Pequeña, ¿Ya sabes dónde quedarte?
—Papá no te preocupes, tengo el dinero y encontraré rápido un sitio.
La verdad no se en lo que estoy pensando, debería haber llamado a algún hotel ,
pero simplemente quería escapar de allí, quería irme lo antes posible, así que ya
cogería un taxi y le pediría que me dejase en algún lujoso hotel del centro.
El taxi que había llamado llegó rápidamente, me subí en él y le dije que me llevara
al Artist Centre, la academia estaba cerrada, era domingo, pero albergaba la esperanza
de ver a Alex por allí, el taxista me dejó en la puerta principal, yo le di una generosa
propina que agradeció eufóricamente y salí al exterior, al mundo real, tras mis días de
encierro.
Me encontraba ante la puerta cerrada del Artist, no había nada ni nadie, soledad y
silencio es lo único que se podía contemplar, decidí caminar un poco pues al lado del
Artist muy, muy cerca se encontraba la residencia y quería observarla antes de que
empezasen las clases, estaba frente a ella, era un edificio alto e imponente, parecía
tener mucho espacio, un espacio que pronto tendría que compartir con muchos
artistas, mis nuevos compañeros, decidí seguir caminando y así pasaron horas hasta
que me di cuenta de que estaba en la calle en la cual vive Alexander, decidí sentarme
en una cafetería frente a su casa para observar su puerta, tenía la esperanza de que en
algún momento saliese o entrase al edificio, pero no fue así y pasé una hora más
sentada, sola con mi silencio.
Finalmente decidí que era hora de buscar un lugar donde quedarme, decidí
levantarme y buscar el dichoso hotel.
Pagué rápidamente la cuenta y con un empujón abrí la puerta del café, crucé la
calle y entré en el edificio de Alexander, subí al ascensor, y tras doce pisos me
encontraba frente a su puerta, todo había sucedido rápidamente, algún tipo de fuerza
se había apoderado de mí y ahí estaba yo tocando en su puerta con todo mi equipaje,
hasta que... él abrió.
Alexander llevaba solo un pantalón corto negro que parecía muy suave, le caía
seductoramente, estaba tan apetitoso, despeinado y con unas gafas que ¡Oh Dios! le
hacían más sexy si es que eso era posible, estaba cansado, lo noté en su mirada, estaba
apoyado en la puerta con ambas manos y me miraba esperando una explicación.
—Alexander.....yo....
Me rompí, me rompí en mil pedazos y sólo podía llorar hasta que él se abalanzó
sobre mí y me empujó contra la pared que estaba frente a su apartamento, me besó,
me besó mucho tanto que dolía, con cada beso, sus manos pasaban por mis mejillas
secándome las lagrimas una y otra vez, y fue entonces cuando lo supe, finalmente me
di cuenta de que estaba perdida y locamente enamorada de este hombre.
XIV
Las lágrimas se habían secado con sus caricias, y me sentía completamente en
calma, él me seguía besando, lentamente separó sus labios de los míos y me miró a los
ojos, su mirada me atravesaba y se clavaba cada vez más dentro de mí, de repente se
arrodilló frente a mí y me abrazó por la cintura, no sé lo que estaría pensando, sólo sé
que parecía perdido.
Su abrazo era fuerte, como si nunca quisiera dejarme marchar y fue la primara vez
que me sentí irrevocablemente anudada a él.
—Vanessa, lo siento, lo siento mucho, siento haberme comportado como un
auténtico capullo contigo.
—Alexander, no es culpa tuya, tú querías hablar y yo te aparté de mi lado.
— ¡Oh preciosa! te he echado de menos, pensé que vendrías a verme ayer pero
hoy sinceramente ya había perdido la esperanza.
Quería verme, quería que viniese y mientras tanto yo me encontraba en casa
destrozada, llorando su ausencia, rota por el vacío que él había dejado en mi interior.
De pronto el ascensor se abrió y yo miré a Alex asustada, no quería que algún
vecino nos encontrase en aquella situación , era demasiado íntima para compartirla
con nadie, él aún permanecía arrodillado abrazando mi cintura cuando del ascensor
salieron dos despampanantes e increíbles preciosidades una morena increíblemente
preciosa, alta, con una figura espléndida y que iba vestida muy seductoramente con un
vestido de gasa plateado con unos tirantes de filigrana plateados, la otra chica tenía un
cabello casi dorado, y una piel muy blanca, perfecta, sus mejillas estaban sonrosadas y
era de la misma altura que la morena, también iba vestida de manera muy
provocadora, con un vestido celeste más largo por detrás que por delante que se
ajustaba delicadamente a toda su figura, eran dos bellezas maravillosas y Alex no se
había percatado de que estaban ahí, sólo tenía su atención puesta en mí, pero ellas se
acercaban a nosotros y cuando estaban casi a nuestro lado Alex levantó la mirada y
quedó petrificado, pensé que sería por lo hermosas que estaban pero las chicas
miraban a Alex con cara de sorpresa ante la situación y entonces Alex se levantó
rápidamente y se dirigió hacia ellas, logré escuchar que decía.
— ¿Qué coño hacéis aquí?
La de cabellos dorados se acercó a Alex e intentó acariciarle el hombro pero el se
apartó fugazmente, gracias a Dios por que probablemente si no lo hubiese echo le
habría arrancado el brazo de un mordisco, por Alex yo sería capaz de sacar
rápidamente la Hannibal Lecter que hay en mí.
La rubia estaba molesta por el desplante y entonces la morena se acercó y le dijo.
—Cecilia nos ha dicho que viniésemos, dijo que llamaste ayer y estaba
preocupada por tu estado, dijo que parecías perdido.
—Cecilia no debió avisaros a vosotras, no os necesito, tengo compañía, además si
os necesitase os hubiese llamado yo como siempre he hecho, así que marchaos ahora
mismo.
La rubia se dirigió de nuevo hacia él y en un susurro le dijo.
—Señor Linuel usted nunca ha rechazado al grupo trece.
Alex levantó la voz y muy cabreado le dijo.
—Ysabelle vete ahora mismo es una orden y Gabriella tú también por favor
marchaos ¡ya!
Yo estaba muy perdida con todo el asunto, ¿Qué estaba sucediendo? ¿Quién coño
era el grupo trece? ¿Qué acababa de pasar en ese maldito pasillo? Hacía un momento
Alex estaba triste, desolado pero ahora parecía verdaderamente cabreado.
Las chicas siguieron su camino de regreso, las puertas del ascensor se cerraron y
ellas se desvanecieron.
Alexander caminó de nuevo hacia mí y con una voz que denotaba cansancio me
invitó a entrar en su apartamento, yo lo hice, no dudé pero tenía claro que quería una
explicación por lo que acababa de pasar y él me la iba a dar costase lo que costase.
—Vanessa, ¿Quieres algo de beber?
La verdad es que tenía sed pero estaba muy cansada, cansada de tantas emociones,
parecía como si hace una semana me hubiese subido a una montaña rusa y a día de
hoy no me hubiese bajado de ella.
No respondí solo le miraba a la espera de alguna explicación que por lo visto no
iba a llegar, no aún.
Alex se me acercó, me abrazó y apoyé mi cabeza sobre su torso, estaba tan
cansada que no podía articular palabra y no quería discutir con él y sabía que si sacaba
el tema del pasillo lo haríamos, por alguna razón sabía que así sería así que decidí
callar por el momento, le agarré la mano y le llevé a través del pasillo repleto de
fotografías en blanco y negro hasta su habitación , una vez allí le empujé hacia la cama
y me subí sobre él, me recosté en su torso, el respiraba profundamente y yo me
acurruqué contra su pecho, es ahí donde deseaba estar para siempre, así que me aferré
con fuerza a sus brazos.
—Alexander, te amo.
El dió un brinco y quedó sentado y yo sobre él, de nuevo nos encontramos pecho
con pecho y él me miraba no sabiendo que decir, probablemente la palabra amor sea
demasiado grande para él y tal vez yo la haya pronunciado demasiado pronto.
Me acariciaba la mejilla con el pulgar y me miraba con adoración como si no fuese
real, como si no creyese las palabras que acababa de pronunciar.
—Vanessa, preciosa no puedes amarme, no a mí, te haré daño, tenemos vidas
complicadas, no me ames Vanessa, no lo hagas, no quiero hacerte daño.
—Alexander yo no decido a quien amar lo decide él.
Me puse la mano sobre el corazón y Alex puso su mano sobre la mía.
—Preciosa, tu corazón vale demasiado como para que malgaste su amor en mí.
—Alexander, simplemente acéptalo, te amo.
—Vanessa... no sé como decirte esto, no se como hacerlo, no quiero hacerte daño.
Alexander parecía verdaderamente cansado y preocupado por algo y me estaba
empezando a asustar.
—Alexander dime lo que sea, lo acepto, pero no me apartes de tu lado, no quiero
dejarte marchar otra vez, Alexander escondió su cabeza en mi pecho.
—Vanessa, mañana tengo que irme a España.
— ¿Cómo?
—No es cómo la pregunta correcta preciosa es porqué.
— ¿Por qué?
—Mi madre Vanessa.
Yo sabía bien poco sobre su madre, pensaba que él no la conocía siquiera,
pensaba que ella le había abandonado por que era una cría que no estaba lista para la
maternidad.
—Alexander tu mamá… ¿Está bien?
—No, no lo está y yo hace mucho tiempo que no se de ella, hace tanto que ni
siquiera recuerdo su olor.
¡Oh Dios!, Alexander estaba preocupado por una madre, una madre que no se
había ocupado de él, la quería lo notaba en su forma de hablar y entonces supe lo que
debía hacer, yo había sufrido la perdida de mi madre, y por nada del mundo querría
que Alexander pasase por lo mismo, si existía alguna posibilidad de ayudar a su madre
yo estaría a su lado, lo haría todo por él, cualquier cosa.
—Alexander ¿Cuándo nos vamos?
— ¿Perdón preciosa?
—Sí, Alex, ¿Cuándo salimos para España?
—Pero...preciosa.... ¡Oh Dios! definitivamente me haces que pierda la razón.
—Me da igual tu raciocinio ahora mismo yo voy contigo a España y punto.
—Vale, vale pequeña fiera, vendrás conmigo, si es lo que deseas no puedo
negarme así que saldremos mañana a las diez, ¿Te llevo a casa para que prepares el
equipaje?
Alex se quedó mirando las maletas, después de todo lo acontecido no había tenido
tiempo para explicárselo ni él tiempo para preguntarme.
— ¿Por qué has traído esa maleta preciosa?
—Me he tomado un descanso de casa así que será estupendo que vayamos a
España, no tenía donde ir.
Alex ahora estaba enfadado conmigo, me apartó yo me recosté en su cama y el se
tiró para atrás.
—Vanessa quiero que me expliques ahora mismo que ha pasado para que te
marches así de casa sin tener un sitio al que ir ¿Tú estas loca? Y si... y si te hubiese
pasado algo, una chica como tú... sola por ahí.
Alexander se puso las manos sobre la cara, creo que para ocultar la cara de horror
que acababa de mostrarme un segundo atrás.
Esta era mi oportunidad, de saber lo que quería, de hacer un nuevo trato con él.
—Alexander te lo contaré si me dices quién coño es el grupo trece.
Alex apartó sus manos de la cara y estaba completamente pálido.
—Vanessa, el grupo trece, es algo sobre lo que no voy a hablar contigo, ni ahora
ni nunca.
—Vale pues entonces yo tampoco te contaré nunca por qué me he ido de casa.
—Vanessa, ¿Te has ido por Anabella?
Como coño lo sabía, pero este tío era un puto oráculo o qué coño.
—Alexander no voy a hablar del tema.
—Vanessa, Victoria es amiga de mi padre, y bueno también lo es de mi madre, se
conocen desde muy jóvenes y frecuentan los mismos círculos, ella llamó a mi padre y
le dijo que Anabella iba a hacer la audición para el Artirt, luego lo llamó para
confirmar que había sido admitida y mi padre le ofreció que se quedase en su casa
pero Victoria dijo que no por que Anabella tenía una amiga que también iba a ir al
Artist y se quedaría esta semana con ella.
Alex y su padre conocían a mucha gente y tenía miedo de que algún día pudiese
descubrir la verdadera historia que hay detrás de todo, miedo de que piense que actué
de mala manera, que me comporté como una... ¿fresca?, aunque nadie excepto Martín
y Anabella lo sabían pero quizás algún día uno de ellos... sacudí la cabeza, no
queriendo pensar en ello...
—Alexander no quiero hablar sobre ese tema, tú tienes tus secretos, el dichoso
grupo trece y a saber cuantos más, yo tengo los míos, tú no quieres compartirlos así
que respeta mi decisión de no querer compartirlos contigo.
—De acuerdo Vanessa, solo me preocupo por ti preciosa, por el momento no hace
falta que me cuentes más, hoy te quedas aquí y mañana salimos para España,
probablemente estemos toda la semana pero volveremos antes de que comiencen las
clases en el Artist.
Me acerqué a él y le acaricié el pelo que tenía despeinado, él cerró los ojos
complacido por mis caricias, aproveché para acercarme a él y besarle en los labios,
sabía que de momento nuestra conversación había terminado y nuestros secretos nos
seguían perteneciendo, contra su boca volví a repetir eso que él no deseaba escuchar.
—Alex, te amo.
XV
Alexander levantó su mirada hacia mí, una mirada que me suplicaba que lo amase
y eso fue exactamente lo que hice, le bese dulcemente, me subí sobre él, le acariciaba
el torso desnudo con las yemas de mis sutiles dedos, los paseaba sobre su cuerpo
lentamente, de abajo hacia arriba, noté su erección creciendo bajo mi cuerpo y mis
bragas se humedecieron instantáneamente, yo estaba completamente vestida y me
saqué la blusa de seda blanca que llevaba por la cabeza, me quedé con el sujetador
puesto, aún no había llegado su hora, me agaché sobre él y empecé a besar su
seductor y caliente cuerpo, pequeños regueros de besos fueron posados sobre él, mi
boca ardía por saborearle, saqué la lengua y la pasé por alrededor de su ombligo, él
estaba quieto y en silencio y a mí me gustaba tener el control, sus manos agarraban el
cabecero de la cama, y yo comencé un lento balanceó provocando que su erección
creciese aún más y más.
Me levanté de la cama para sacarme los mini pantalones que llevaba puestos y
Alex me miró asombrado cuando vió que únicamente llevaba un mini tanga
totalmente traslúcido con dos lacitos rojos a los lados, entonces puse una mano sobre
mi húmeda vagina y le provoqué.
—Alexander, es todo tuyo.
Mis palabras parecían haberle vuelto loco, loco por completo, se levantó de la
cama y me tiró sobre el suelo, estaba frío o tal vez mi cuerpo demasiado caliente, él se
abalanzó sobre mi cuerpo, mi cabello caía por todo el suelo y Alexander estaba sobre
mí, aún llevaba sus pantalones puestos y le di un pequeño tirón por detrás
suplicándole que se los arrancase por completo, se separó un poco de mí y se los sacó
rápidamente, con ellos también salieron sus boxers y ahora estaba sobre mí con su
enorme pene palpitante y yo estaba dispuesta a todo por él.
Su boca se posó sobre mi garganta, me mordía, unos mordiscos que electrizaban
mi piel, luego paso a mi boca, me besaba con insistencia mientras me acariciaba el
cabello con una mano, con su otra mano me bajó el sujetador un poco dejando mis
pechos expuestos para él, y descendió hacia ellos, comenzó a chuparme un pezón
mientras me daba pequeños pellizcos en el otro y mientras yo sentía la humedad entre
mis piernas, una humedad cada vez más profunda.
Su erección estaba sobre mí y noté pequeñas gotas caer sobre mi estómago, estaba
caliente, caliente por mí, me encanta sentir su calor, me gusta sentirle duro por y para
mí.
Sus manos bajaron hacia mi tanga mientras me seguía devorando la boca, sentí un
pequeño tirón en el costado derecho, luego en el izquierdo, con un susurro en mi oído
me dijo que le gustaba mucho el color de mis lazos, me pareció algo extraña esa
apreciación pero no pregunté solo me centre en sentir, un momento después ya se
había desprendido de mi tanga, había deshecho sus lazos y ahora estaba
completamente desnuda y húmeda bajo él.
—Preciosa, has.... ¿Has traído los preservativos?
Mierda los preservativos, la verdad es que no esperaba acabar en su casa y debajo
de él así que ni lo había pensado, a ver como salgo de esta ahora.
—Alex... yo...no esperaba acabar aquí, así, contigo.
—Mierda nena....yo no tengo, no los necesito.
¿Cómo? Vanessa eres idiota de verdad, cómo los va a necesitar seguro que sus
otras amantes tomaban la píldora o algo por el estilo.
—Alex...yo lo siento...y ahora ¿Qué hacemos?
Le miraba suplicándole que no parase, que buscase una solución, cualquier cosa,
no importaba cuál, solo le necesitaba dentro de mí una vez más.
—Preciosa...déjame ocuparme de ti.
Alex fue a bajar la cabeza hacia mi clítoris pero yo le tiré del pelo, no era eso lo
que necesitaba, le quería a él, la quería sentir dura dentro de mí una vez más.
—Alexander, no.
—Preciosa no pasa nada de verdad, me encanta hacerlo, quiero hacerlo.
—No es que a mi no me guste, ahora te quiero en mi interior.
—Vanessa pero... no tengo preservativos.
—Confío en ti.
—Preciosa...no....no deberías.
—Confío en ti.
—Mierda preciosa, tú lo has querido.
Me la metió, me penetró duro, fuerte, me la clavó salvajemente haciendo que
soltara un alarido de placer y me corriese gritando su nombre.
Sus embestidas no pararon, él buscaba su propio placer, un placer que pronto
llegaría, me la metía una y otra vez, yo notaba como se deslizaba en mi interior, era
una fiera a punto de devorarme, estaba muy excitado, muy caliente y confiaba en él,
sé que él parará, pero oh mierda, no lo hizo, se corrió, se corrió llenándome de nuevo,
su semen me había inundado completamente por dentro, y no me sentía furiosa, lo
necesitaba, necesitaba sentirlo.
—Mierda preciosa, otra vez no, sabía que no podía parar, te lo dije, y tú dijiste que
confiabas en mí, ¡mierda!.
—Alex, no pasa nada, no pasará nada, no te preocupes.
— ¿Cómo no voy a preocuparme? Soy un puto descuidado, contigo se me nubla
la razón, no pienso lógicamente, sólo quiero follarte y correrme dentro de ti a cada
segundo, me vuelves loco Vanessa.
Me agarró la cara con sus manos y me besó, era un beso fuerte, no había cariño,
había pasión, puro fuego, era un beso que decía serás mía para siempre.
Yo le agarré del pelo e hice que su beso pasase de la crueldad a la dulzura, poco a
poco nuestras bocas se fundieron en una, lentamente nuestras lenguas se saboreaban
una y otra vez y no estaba preocupada sabía que con Alex estaba a salvo.
Cayó la noche sobre nosotros, nos encontrábamos en su habitación, tumbados
sobre su cama, nuestros cuerpos habían permanecido desnudos desde nuestro duro y
a la vez dulce reencuentro, estábamos abrazados escuchando una canción del Ipod
que le había devuelto a Alexander, me gustaba mucho esa canción, parecía hablar de
nosotros.
“¿Qué día es? ¿Y en qué mes?
Este reloj nunca pareció tan vivo
No puedo mantener el ritmo y no puedo regresar
He estado perdiendo tanto tiempo
Porque somos tú y yo y toda la gente sin nada que hacer
Nada que perder
Y somos tú y yo y toda la gente
Y no sé por qué no puedo quitar mis ojos de ti...”
—Si preciosa, somos tú y yo y toda la gente y no se por qué no puedo quitar mis
ojos de ti...
Joder, si seguía diciendo cosas como esa, pronto estaría de nuevo sobre él y eso
sería un grave problema teniendo en cuenta lo que acaba de pasar hace un rato, decidí
cambiar un poco el rumbo de las cosas, sabía que por esta noche él y yo no
deberíamos volver a estar juntos, no estábamos preparados y con un descuido bastaba
para preocuparnos.
—Alexander, no me hables así o acabaremos teniendo un problema.
Alex rió, le hacía gracia al muy capullo que sus palabras provocasen ese efecto en
mí.
—Cielo, ¿Sabes que me gustaría?
Miedo me da lo que pueda soltarme el engreído, a ver que se le ocurre ahora.
— ¿Qué te gustaría Alex?
—Me encanta que digas mi nombre, las otras siempre me dicen Señor Linuel.
Alex palideció, debió de habérsele escapado esa apreciación pero ya era
demasiado tarde.
—¿Perdón? ¿Cómo que las otras?
Alex me acaricio la mejilla y sus ojos me suplicaban que olvidase, y yo seré algo
estúpida, no quería que nuestro momento se estropease así que decidí pasarlo por alto.
—Alex.... tengo hambre.
—¿Y por qué no lo has dicho antes?
De un salto, Alex se levantó de la cama mostrándome sus dotados encantos y su
musculoso y escultural cuerpo, yo me tapé la cara con ambas manos, mirarle era
verdaderamente torturador.
Él se reía y yo permanecía cubriéndome.
—¿Qué te hace tanta gracia capullo?
—¿Cómo me has llamado?
De pronto se lanzó sobre mí, me apartó las manos de la cara y me las agarró a
ambos lados de la cabeza.
—Te he llamado capullo, ¿Es que acaso no lo eres Alexander?
—Vanessa me encanta que me desees por eso me he reído, me mirabas queriendo
comerme entero preciosa y eso me hace muy feliz.
Será engreído pero el muy desgraciado tenía toda la razón.
—Alex, levanta, necesito ir al baño.
Esa era mi excusa debía apartarme de él o ahora mismo me lo follaría de nuevo.
—Con te ho imparato a sognare.
—¿Qué has dicho? No hablo italiano y lo sabes, espero que no sea un insulto
Alexander.
Alexander reía tirado sobre la cama, podía decirme cualquier cosa en italiano que
no le entendería, decidí ignorarlo y cuando iba a entrar por la puerta del baño susurró.
—Contigo aprendí a soñar.
XVI
Nos encontrábamos en el vuelo RM33033 de Roma a España, Alexander estaba
sentado a mi lado con sus gafas Ray-Ban puestas, su cabeza reposaba sobre el
respaldo y tenía las facciones de la cara demasiado tensas.
La noche anterior me habían pasado dos cosas curiosas, en primer lugar cuándo
fui al baño, en uno de sus cajones encontré una larga cuerda roja, me pareció
indiscreto preguntarle a Alexander sobre ella, evidentemente me diría que por qué
razón andaba curioseando en su baño, así que evite el tema, cuándo salí del baño, él
ya no estaba en la cama así que me dirigí a la cocina, se encontraba calentando unos
canelones que resultaron estar deliciosos, durante la cena me confesó algo, su temor a
volar, parecía un niño asustado y yo le tranquilicé con mis dulces caricias.
Nos fuimos a su dormitorio y no había segundas intenciones, únicamente
pretendíamos descansar para el viaje del día siguiente.
Él estaba tumbado boca arriba y yo de lado a él, le acariciaba el pelo mientras le
susurraba al oído palabras tranquilizadoras.
—Alex, no tengas miedo, voy a estar a tu lado, yo te protegeré.
—Vanessa eres tan dulce, tan cariñosa conmigo y yo a veces soy tan capullo.
—Un capullo sí pero con clase.
Él se reía me gustaba sacarle una sonrisa de vez en cuando, y en estos momentos
más, quería calmarle, tranquilizarle y esperanzarle.
Durante las dos horas y veinticinco minutos de trayecto yo le sujeté la mano y le
acaricié los nudillos con máxima suavidad, a veces alternaba esa delicada caricia con
otra sobre su pierna, paseaba mi mano de arriba abajo y a veces él se estremecía, creo
que de placer.
Una vez en el aeropuerto de Madrid nos estaba esperando un chofer que se
encargaría de llevarnos al apartamento que Alex tenía en España.
—Hola Señorita Glover soy Stefano.
Mmm también tenían un chofer italiano en España, es raro pero parece muy
amable y está para comérselo, le tendí mi mano y me presenté educadamente aunque
parece ser que él ya me conocía.
—Alexander ¿Vamos a tu apartamento?
—Si Stephano, allá vamos, primero necesito descansar un poco y ya luego me
pasaré a visitar a mamá.
Alexander necesitaba desprenderse de los nervios del vuelo por que
probablemente esos nervios complicarían las cosas en cuanto viese a su madre.
Al subir en la parte trasera del vehículo Alexander me miraba algo enfadado y yo
no sabía muy bien por qué, no creía que nada hubiese podido molestarle, pero
evidentemente algo lo hacía, así que decidí quitarme la duda siendo directa.
—Alex, ¿Qué te ha molestado?
—Lo sabes perfectamente Vanessa.
Pues si que estaba cabreado no había dejado de llamarme preciosa en las últimas
veinticuatro horas y ahora de nuevo era ¿Vanessa?
—Alexander te prometo que no lo sé, dímelo.
-¿De verdad no lo sabes? No te hagas la inocente, te acabas de comer a Stefano
con la mirada.
—Alex es que Stefano, está verdaderamente bueno, cualquier mujer querría
comérselo.
Yo me estaba riendo pero a Alexander parecía no hacerle mucha gracia y Stefano
continuaba con su marcha sin prestar atención a nuestras discrepancias.
—Vanessa no tiene gracia, es mi chofer, y tú estas conmigo se supone
que...espera... tú y yo aún no hemos definido nada.
—No Alex, aún no hemos definido nada, pero recuerda lo que te dije anoche, te
amo y como te amo no podría querer nada con otro hombre. Es evidente que Stefano
es atractivo pero yo solo te veo a ti, solo te necesito a ti, y aquí-me señalé el corazón-
solo hay espacio para ti.
—Lo siento preciosa es que no me ha gustado como lo has mirado, no vuelvas a
hacerlo, yo nunca había sentido esto por nadie y no quiero que desees a nadie más,
para ti, únicamente quiero existir yo.
— Eso significa que tú no vas a mirar a más mujeres ¿no?
—Preciosa... ¿Acaso lo dudabas?
Me hizo sonreír, mi corazón no podría soportar que su sonrisita de maniaco sexual
se posara en otra que no fuera yo, le tendí mi mano y el entrelazó sus dedos a los
míos, era justo lo que necesitaba oír, apoyé mi cabeza sobre su hombro y cerré
lentamente los ojos, lo que vi me impactó, Alex se dirigía hacia mí con una cuerda
roja y me la ponía alrededor de la cintura, tiraba de mí hacia él y yo no podía escapar.
De pronto me desperté, a pesar de que el trayecto no había sido demasiado largo,
mi sueño me había traicionado, y ¿Por qué? ¿Por qué soñaba con esa cuerda? no
había respuesta para eso, era la cuerda del cuarto de baño de Alexander y aún no
había tenido el valor de preguntarle sobre ella.
Ahora nos encontrábamos en la calle Serrano, Alexander me había comentado que
tenía un piso en ella y que estaba situado encima de una famosa tienda, cuándo vi a
que tienda se refería no pude evitar sonreír, Gucci, nada más y nada menos que Gucci,
desde luego que Alex era un entusiasta de la ropa cara, su pasión por ella era
extremista.
Entramos en el edificio, la puerta se abrió y mi rostro cambió, ya no era la
soñolienta Vanessa que acababa de bajarse hace un momento del vehículo, ahora era
la sorprendida Vanessa que no podía creer lo que veía, su piso era una réplica del de
Roma, había cuadros por todas partes, cuadros en blanco y negro, con bailarinas, era
maravilloso, un espacio que te incitaba a soñar.
El sofá era exactamente igual que el de Roma, en forma de L y decorado en blanco
y negro, deben de ser sus colores favoritos, Alexander me miraba esperando que
preguntase algo sobre el parecido entre ambas casas pero como sabía que eso era lo
que esperaba no le pregunté y lo que vino después si que no se lo esperaba.
—Alexander, ¿Dónde está el baño?
—Preciosa, sigue el pasillo, llegarás a mi dormitorio, dentro a la derecha está el
baño ¿Necesitas una ducha?
—No, ahora vuelvo.
Mis intenciones eran claras debía saber si esa misma cuerda estaba en el baño de
Alexander, fui al baño y ni siquiera cerré la puerta sabía que él no me seguiría así que
abrí lentamente el cajón y ¡oh! ahí estaba la cuerda, esa cuerda roja idéntica a la de su
apartamento en Roma.
Decidí que había llegado el momento de salir de dudas, me dirigí al salón con la
cuerda en la mano.
—Vanessa.... ¿Qué haces con eso?
Su cara era pálida, blanca como una pared, había perdido todo el color y parecía
asustado, con la cuerda en la mano me atreví a preguntar.
—Alexander, ¿Para qué sirve?
-Bueno.... sirve para muchas cosas pero yo la utilizo para una en concreto.
—Y.... ¿La vas a usar conmigo?
—No Vanessa, no contigo precisosa.
—He tenido un sueño, la utilizabas conmigo, bueno...yo...la vi en tu baño de
Roma.
—Sabía que eras curiosa...y... ¿Por qué has esperado tanto para preguntarme?
—Me daba miedo.
—No debes tener miedo, no la utilizaré contigo por esa misma razón, no quiero
que pienses mal de mí aunque quiero que sepas que con ella no se hace ningún daño,
yo la utilizo con fines meramente artístico.
—Si claro, todo en ti es puro arte Alexander.
Mi comentario le hizo sonreír, como le gustaba al muy capullo que le halagase con
mis palabras.
—Vamos a dejar eso en el baño preciosa -me tendió la mano- ven conmigo.
—Alex...
—Si Vanessa.
—Anúdame.
—No sabes lo que dices preciosa, no es solo que me guste follar amarrando a las
chicas, no es eso, te lo aseguro.
—Y entonces ¿Qué es?
—Arte, ya te lo he dicho.
—Pues Alexander, enséñame tu arte, quiero verlo, anúdame.
—Tus deseos son órdenes para mí preciosa, súbete al sofá de rodillas y dándome
la espalda....pero antes desnúdate.
— Mmm Vanessa mira lo que me haces.
La tenía completamente dura y se la notaba a través de los pantalones.
—Súbete al sofá como te he pedido.
Lo hice sin decir nada, estaba algo nerviosa por lo que podía hacerme con esa
cuerda pero quería saber como era ese tipo de arte a la que se refería, así que me
coloqué exactamente como había solicitado, y entonces él se acercó por detrás con la
cuerda sobre su mano derecha.
XVII
—Vanessa ¿Estas segura de que quieres esto?
—Si Alex, lo deseo, en mi sueño fue tan....excitante.
—Nunca pensé que te gustaría, tenía miedo de pedírtelo por si te asustabas.
—Déjate de cháchara y ponte a ello.
Yo seguía de espaldas a él arrodillada sobre el sillón y él estaba cerca con su boca
sobre mi oído y la cuerda aún en su mano.
—Sabes Vanessa, podría decirse que soy un maestro del Kimbaku.
Sentí un escalofrío al oír su voz tan cerca de mi oído.
—Alex ese nombre sí que da un poco de miedo.
El se reía, como debía de divertirle la situación, yo despatarrada sobre su sofá y él
apunto de amarrarme por completo.
—No temas preciosa, quiere decir que se me dan bien los nudos japoneses, es un
tipo de bondage, no muy común preciosa, pero que para mí es puro arte y me excita
mucho.
—Alexander no se a que esperas, anúdame ya.
—Nena no desesperes, los nudos requieren su trabajo, pero estoy ansioso por
tocar de nuevo tu cuerpo así que me limitaré a hacerte un Shinju.
—¿Qué coño es eso Alexander?
—Esa boca Vanessa, estas rompiendo todo el erotismo con tu vocabulario tan
soez.
—Alex, te deseo tanto que no puedo aguantar más, necesito tocarte.
—El Shinju es un bondage de los senos, podrás tocarme aunque me gustaría que
permanecieras de espaldas y te aguantases las ganas.
—Bueno Alexander solo por esta vez, no te tocaré.
—Así me gusta preciosa, ahora estate muy quieta voy a anudar tus deliciosos
pechos.
Comenzó a anudar mis pechos, pasó la cuerda desde la parte delantera hacia mi
espalda y realizó un primer nudo, luego dos más, luego pasó la cuerda por mi cuello,
dejando que cayese sobre mi pecho y una vez sobre él hizo un nuevo nudo sobre mis
pechos desnudos, cuando finalizó bajé la cabeza para contemplar su obra,
verdaderamente era algo artístico, muy bien trabajado y muy erótico, parecía que
llevaba un top a base de cuerda que dejaba mis pechos al descubierto, tenía los
pezones duros y el contraste entre el blanco y negro del sofá y mi cuerpo desnudo
cubierto por esta preciosa cuerda roja era simplemente exótico, algo de otro mundo.
—Preciosa me gustaría que te la dejases puesta para lo que tengo pensado.
—No creo que pudiese escapar de estos nudos aunque quisiese Alexander.
El muy engreído lo sabía, sabía que le necesitaba para poder liberarme de ellos y
estaba riendo.
Me besó el lóbulo de la oreja, luego paseó sus dedos a través de los nudos de mi
espalda, y yo aún permanecía en la posición que él había solicitado, tenía las piernas
ligeramente abiertas, y sentí su mano sobre mi trasero desnudo, me acariciaba con la
yema de sus dedos, y sentí que se arrodillaba ante mi trasero, depositando pequeños y
dulces besos sobre mis nalgas descubiertas.
De pronto ya no estaba ahí, se había ido, y yo estaba sola y abierta sobre el sofá.
Tardó poco en regresar y llevaba algo en la mano, era...una cámara de fotos.
—Preciosa me gusta fotografiar mi arte... ¿te importa?
—No lo se Alex...
—Son solo para ti y para mí, nunca estarán en otras manos que no sean las
nuestras, te lo prometo.
—Adelante hazlo.
Me empezó a fotografiar y la imagen que debía proporcionar debía ser muy
erótica, abierta sobre su sofá y con la espalda completamente anudada, mi cabello caía
a un lado y tenía la cabeza apoyada en la parte superior del sofá, tras un par de fotos
más, sentí de nuevo su contacto, sus manos sobre mi piel desnuda.
Me besaba la espalda por los huecos que los nudos dejaban al aire, con cada beso
ese tirón en mi interior se hacía más y más profundo.
Entonces él empezó a meter dos dedos en mi interior, yo estaba completamente
húmeda para él, sus caricias en mi interior eran suaves, y con cada entrada y salida de
sus dedos, mi cuerpo se balanceaba buscando liberarse.
Alexander paró, dejó de introducir sus dedos en mi interior, sentí que ropa caía al
suelo, se estaba desnudando, era imponente y me excitaba mucho su imagen en este
momento, yo estaba completamente a su merced, atada sobre su sofá y dispuesta a
hacer todo lo que el desease.
Se colocó tras de mí y se pasaba la mano sobre su monumental erección , no me
tocaba y yo deseaba que lo hiciera, probablemente quería perturbarme un poco más,
viéndole así solo deseaba que me follase salvajemente sujetándose de las cuerdas de
mi espalda, parece que me leyó la mente, sentí un ligero tirón sobre los nudos de mi
espalda y me penetró, entró en mi interior mientras tiraba de la cuerda que tenía sobre
la espalda, entraba bruscamente una, dos y tres veces, luego su ritmo se hizo más
lento, sus envestidas se hicieron más sutiles, su erección se deslizaba suavemente en
mi interior, y sentí que me iba a ir por completo, me iba a vaciar de nuevo sobre él,
me importaba una mierda si no se había puesto condón, no iba a pararle, no iba a
hacerlo quería que se derramase en mi interior de nuevo y así fue, nos corrimos
ferozmente uno sobre el otro, Alexander respiraba entrecortadamente sobre mi
espalda y yo había caído sobre el sofá sintiendo como los pezones rozaban el cuero
frío.
—¡Uf! Preciosa ha sido increíble.
—Ya lo creo Alex ¿Cuándo repetimos?
El empezó a reírse saliendo de mi interior, y de pronto le oí maldecir.
—¿Qué pasa Alexander?
Me di la vuelta rápidamente para observar que le preocupaba y vi su pene
manchado con mí....sangre.
—Cariño no pasa nada, es algo bueno.
— ¿Cómo puede ser esto algo bueno? Se señalo el pene.
—Alex, es bueno por que acabas de follarme sin condón, y es bueno por que es
algo normal en las mujeres se llama....menstruación.
—Vanessa no soy un idiota se lo que es la menstruación.
—Entonces... ¿Qué te preocupa?
—Preciosa pensé que te había hecho daño.
—No, Alex, no lo has hecho, ha sido estupendo, maravilloso y delicioso.
—Gracias preciosa y con respecto a lo de repetir yo estoy disponible el resto de la
semana.
—Alexander me acaba de venir la menstruación, no creo que podamos mantener
relaciones en los próximos ¿tres días?
— ¡Mierda! No podré tocarte durante tres días, ¿Lo dices enserio?
—Si Alexander, no podrás tocarme durante los próximos tres días y ahora
deberíamos ir a lavarnos.
— ¿Juntos preciosa?
—Venga vale pero solo por esta vez.
Su sonrisa se hizo amplia me miraba divertido hasta que yo misma me percaté de
por qué lo hacía yo permanecía con las manos y los pechos atados por la cuerda roja
de Alexander.
—Alex, desátame.
—Vanessa por el amor de Dios no vuelvas a pedirme eso de esa manera mira lo
que has provocado.
Su pene estaba volviendo a ponerse erecto, mi súplica le hacía endurecerse de
nuevo por mí, pero como era posible que le gustase anudarme los pechos y luego le
pusiese caliente que le suplicara que me desatase, ¡ah! Claro pero que tonta, si él me
ata, yo tendré que suplicarle siempre que me desate, es eso lo que le pone, mi suplicio.
Decidí provocarle un poco más, ya que no iba a tener sexo con él durante los
próximos tres días, iba a aprovechar para provocarle la misma tortura que él
provocaba en mí.
—Alexander ven aquí y desátame ahora mismo, es una orden.
Con una sonrisa se acercó y comenzó a deshacer los nudos de mi espalda dejando
que la cuerda quedase colgando sobre mí, una vez desatada me miró pidiéndome un
beso, le besé y sobre mi boca dijo.
—Eres libre preciosa.
—Nunca podré ser libre de ti Alexander, nunca.
—Preciosa si alguna vez lo deseas solo tienes que pedirlo, si me dices que te libere
de mí lo haré, te....te quiero Vanessa y por eso te liberaré.
—Eso nunca pasará Alex, quiero estar contigo eres parte de mí, sin ti me siento
vacía.
¿Me ha dicho que me quiere? Debe habérsele escapado así que decido no prestarle
demasiada atención y pasarlo por alto, debe ser la situación lo que ha provocado su
confesión.
—Preciosa si alguna vez necesitas alejarte de mí, te dejaré marchar sólo tienes que
pedírmelo y serás libre y ahora vamos a darnos esa ducha que tanto necesitamos.
XVIII
Tres horas después entramos en el hospital donde se encuentra la mamá de Alex,
Valeria, es un hospital privado que su maravilloso hijo se encarga de pagar, su mamá
había sido ingresada un mes y medio atrás, le habían diagnosticado un tumor cerebral,
las cosas no pintaban nada bien, los doctores el día antes habían llamado a Alexander
para comunicarle que su madre se encontraba verdaderamente mal y que debía
trasladarse aquí cuanto antes, por eso cuando fui a su casa lo encontré tan decaído y
con esa mirada perdida.
Alex entró en la habitación de Valeria y yo esperé en la sala, no quería molestar,
me puse a leer una revista mientras esperaba y una voz desconocida llamó mi
atención.
—Es usted la señorita Vanessa ¿verdad?
—Sí, disculpe y ¿Usted es?
Era una enfermera del hospital, y ella sabía exactamente quién era yo lo cuál
resultaba extraño.
—El señor Linuel...
—Alexander.
—Si Alexander me ha dicho que le comunicase que se reunirá con usted dentro de
una hora en su apartamento, ha dicho que su chofer la llevará.
Pero ¿Qué sucedía? ¿Por qué me alejaba de él? No entendía muy bien que había
ocurrido, hace un momento entrábamos felizmente juntos en el hospital y ahora me
estaba... ¿echando?
Estaba muy enfadada con Alexander, él mismo podría haberme dicho que no
quería que estuviese ahí pero ni se molestó, mandó a la enfermera a que diera su
recadito, esto no se lo iba a perdonar tan fácilmente, se supone que estamos juntos en
esto, que le he acompañado para estar a su lado, y en la primera ocasión me aparta.
Decido ignorar su petición y salgo por la puerta en busca de un taxi, Stefano está
ahí y se percata de mis intenciones.
—Señorita la estaba esperando, el Señor Linuel me ha pedido que la lleve a su
apartamento.
—Lo siento Stefano pero he cambiado de opinión voy a visitar a una amiga.
—Pero Alex...
—No Alexander no decide dónde tengo o no tengo que ir.
Me doy media vuelta dejando a Stefano patidifuso y me subo en el primer taxi que
pasa, le doy la dirección de mi amiga y tras veinte minutos me encuentro frente al
apartamento de Leire.
Leire es una amiga del instituto, no llegó a significar tanto como Anabella pero era
muy buena conmigo y siempre estaba cuando la necesitaba, cuando mi madre
enfermó ella siempre se preocupó por mí, me llamaba casi a diario y no he podido
olvidar lo buena que fue conmigo.
Toqué dos veces en su puerta y cuándo iba a tocar una tercera vez se abrió la
puerta, me abracé a ella y entre sus brazos comencé a llorar.
—Hola Cuqui ¿Cómo estás? Me alegro tanto de verte.
—Vanessa ¿Qué haces aquí? No te esperaba, te mudaste a Roma ¿verdad?
—Sí, pero estoy aquí con....bueno es una larga historia.
—Entra, tenemos tiempo, te invito a un café.
Entré en su apartamento, Leire estaba estudiando sociología y su apartamento
estaba inundado en libros, nos sentamos en un pequeño sofá frente a una pequeña
mesita y charlamos mientras tomamos el café, me contó sobre sus clases, le iba muy
bien y le gustaba mucho, y entonces me llegó el turno.
—Mmm...Yo he conocido a alguien, es especial.
—Vanessa cuéntamelo todo ahora mismo.
—Cuqui...no es nada pero a la vez es todo, es el señor Alexander Linuel, mi...mi
director.
— ¿Cómo? ¿Cuándo?
—El cómo no lo sé y el cuándo desde el día de mi audición, ese día sentí algo, no
pensé que llegaríamos a nada pero todo se ha vuelto muy complicado y ahora estoy
aquí con él y su madre está en el hospital a punto de....morir.
—¡Oh chiqui! lo siento mucho, eso debe traerte muchos recuerdos.
—Si pero necesito estar a su lado, y él, él me ha apartado.
—Sabes lo que necesitas chiqui, día de chicas, voy a vestirme y nos vamos de
compras, y luego de copas.
Leire parecía verdaderamente entusiasmada, y yo saqué el móvil para avisar a Alex
de mis nuevos planes, pero decidí que no se merecía ninguna explicación y dejé caer
el teléfono de nuevo en el interior de mi bolso.
Leire y yo pasamos un día genial, compramos algunas cosas, zapatos,
complementos y...mi debilidad....ropa interior muy sexy, me compré un conjunto que
me recordaba mucho a Alex, era rojo y tanto el tanga como el sujetador estaba lleno
de pequeñas cuerdas que iban de un extremo a otro dejando la piel casi al descubierto
pero cubriendo las partes importantes.
Comenzaba a anochecer y mi maravillosa amiga y yo estábamos sentadas en un
pub cercano a su casa, ella conocía al camarero era un morenazo muy atractivo
llamado Oliver, me invitó a dos chupitos pero el tercero lo rechacé, no estoy
acostumbrada a tomar alcohol y debía llegar pronto a casa de Alex, quizás él me
estaría esperando.
Decidí que había llegado la hora de marchar, me despedí de mi niña, mi cuqui y
volví al apartamento de Alex, no había nadie, yo no tenía llave, así que me senté a
esperar en el pasillo.
Tras aproximadamente quince minutos Stephano apareció por el pasillo.
—Señorita Vanessa he venido a abrirle la puerta.
— ¿Y Alexander?
—El señor Linuel no va a pasar la noche aquí.
— ¿Y dónde va a dormir Alex?
—Eso no me incumbe señorita, él solo me ha dicho que venga a abrirle la puerta.
Entré en el apartamento vacío y decidí que Alexander era sin duda alguna un
auténtico capullo.
Decidí preparar mi equipaje y regresar a Roma lo antes posible, si quería estar solo
pues así sería.
Llamé a una agencia de viajes y concerté un vuelo para el día siguiente a primera
hora.
Cogí mi maleta y salí de su apartamento, volví a casa de Leire, ella me recibió con
los brazos abiertos y yo me alojé en su sofá entre lágrimas, me dejé llevar por el sueño
hasta que empezó a amanecer, me levanté rápidamente, me aseé un poco y salí rumbo
al aeropuerto, me subí al avión sin mirar atrás y en dos horas y veinticinco minutos
estaba de nuevo en Roma y sin tener a donde ir, llamé a papá, ni si quiera le había
informado de mi viaje a España y ahora no había razón para hacerlo, un viaje Express
del que nunca tendría constancia, le dije que me alojaba en un hotel cerca del Artist
que no se preocupase y que probablemente mañana iría a verlo, sabía que eso no iba a
suceder, buscaría un hotel y me encerraría en él durante el resto de la semana.
XIX
Hoy es el gran día, mi primer día de clases en el Artist, no he tenido noticias de
Alexander, no he sabido nada de él y quizás hoy sea el día en que vuelva a ver su
hermoso rostro, estoy realmente inquieta, no solo por reencontrarme con Alex si no
porque probablemente vuelva a ver a Anabella y la verdad es que no se me apetece en
absoluto tener que ver su cara.
Estoy en la cafetería del Hotel Mozart, decidí alojarme en él porque estaba cerca
del Artist y así el primer día no tendría que andarme con prisas, he pasado la semana
más horrible de mi vida, encerrada entre las cuatro paredes de la habitación del hotel,
lo único bueno que he podido sacar de todo esto es mi amistad con el botones, ha
sido muy amable conmigo supongo que no era difícil percatarse de mi estado de
ánimo y el pobre Ángelo ha sido el único capaz de sacarme alguna que otra sonrisa, a
veces no comprendía muy bien lo que me decía, mezclaba palabras en italiano con
palabras en español y me resultaba complicado comprenderle por eso me hacía señas
y cuándo le veía en plan mimo me hacía reír muchísimo.
—Ya te vas Vanessa ¿Cuándo volveré a verte?-Se señaló los ojos y luego me
señaló a mí-
—Pronto.
Saqué un trocito de papel con mi número de teléfono y se lo puse en la mano, él
lo miró y luego me observó a mí y se puso una mano en el oído y luego me señaló de
nuevo, supongo que me estaba preguntando si podía llamarme, evidentemente esa era
mi intención al darle mi número, que me llamase algún día, respondí que sí con la
cabeza y él se acercó y deposito un beso sobre mi frente, estaba contenta por haber
conocido a mi primer amigo en Roma pero estaba triste porque dentro de treinta
minutos me toparía de nuevo con la cruda realidad.
Quince minutos después, me encuentro delante de las grandes puertas del Artist,
espero alguna señal, estoy demasiado nerviosa para entrar y no sé qué me puede
deparar el día, el móvil vibra en mi bolso, lo he tenido toda la semana apagado, solo
lo encendía durante la tarde para llamar a mi padre, una llamada rápida y lo volvía a
apagar, Alex no me había llamado ni mandado ningún mensaje, únicamente tenía seis
llamadas del día que regrese a Roma y al verlas no me molesté en devolvérselas,
saqué el móvil y vi un sms era de…Alex:
“Preciosa espero que tengas un gran día en el Artist,
Me gustaría estar ahí contigo y apoyarte.
Sigo en España.
Tu Troglodita”
Con un suspiro saqué todo el aire que retenía en mi interior, era un alivio saber
que Alexander no iba a estar rondando por el centro, pero… ¿De qué coño va? ¿Tu
troglodita? ¿Enserio?, buff este capullo está empezando a agotar mi paciencia, me echa
de su lado y ahora me viene con esto, no pienso responderle, ¡ni de coña!
Dentro del Artist me dirigí a mi primera clase, Didáctica del canto, cuando entré vi
que Anabella no estaba y me sentí aliviada, me senté al lado de una morena muy mona
pero algo bajita.
—Hola soy Vanessa
—Y crees que me importa
Bueno una tonta de remate en Didáctica del canto quizás debería ir a Didáctica de
los buenos modales, decido pasar de ella y el profesor comienza la clase explicando la
concienciación corporal y la concienciación de los órganos articulatorios y su
fisiología, la verdad es que no me entero mucho de lo que dice, logro captar algunas
palabras sueltas y espero que poco a poco me vaya resultando más fácil, la clase me
parece un tanto aburrida, aparte de que mi italiano no es precisamente brillante lo cual
hace que no entendía ni la mitad, yo ya había dado didáctica del canto anteriormente y
no creo que hubiese mucho nuevo que necesitase aprender.
Cuando termina la clase voy caminando por el pasillo en busca del aula de
Historia de la Música y cuando me doy cuenta, he tropezado con alguien mis apuntes
de la clase anterior caen por el suelo y alguien está riendo tras de mí, me giro y es
Anabella lo cual no me sorprende demasiado lo que si no me esperaba era mirar al
frente y encontrarme con esa cara que me resultaba familiar, la persona con la que
había tropezado era…..ella, una de las chicas del piso de Alex, concretamente la que
ha estado a punto de morir degollada por querer tocarle.
—Hola Vanessa soy….
—Ysabelle, sé quién eres.
—Vanessa no creo que lo sepas realmente.
—Si lo sé, Alexander me lo ha contado.
Ella se quedó con la boca abierta y sin saber que decir, siguió caminando por el
pasillo y parecía confundida, se metió en un despacho y yo me acerqué para ver a
quién correspondía y vi en grandes letras Señor Francis Linuel, ¡mierda! el padre de
Alexander, a ver en qué lio nos habré metido ahora, eso por irme de la lengua, no
tengo ni idea de quién es esa tal Ysabelle pero al decirle eso pretendía que ella dijese
algo no que saliese corriendo a esconderse en el despacho del “director temporal”,
bueno o eso creo, ahora que Alex no está, el Señor Linuel estará a cargo de los
asuntos del Artist por el momento.
Decido que ya he tenido suficiente por hoy y voy a ir a la residencia a ver que
habitación me ha tocado, cuando entro hay una señora entregando las llaves, lleva una
lista en las manos supongo que es ella la que realiza el reparto.
—Hola soy Vanessa Glover.
—Señorita Vanessa, a usted le ha tocado la habitación 124.
—Y bueno usted… ¿Podría decirme quienes son mis compañeras?
—Es mejor que lo vea usted misma.
Voy a través de los pasillos en busca de mi habitación y cruzando los dedos para
que el destino no decida ser demasiado cruel conmigo en este momento.
—Por favor, por favor que no sea Anabella.
—Por favor que no sea Anabella.
Cuando estoy frente a la puerta tengo miedo, mis manos están temblando y no
tengo fuerzas para abrir la puerta, pero saco valor de mi interior y giro la llave sobre el
pomo, no hay nadie dentro, estoy verdaderamente aliviada, es una habitación con dos
camas, recuerdo a Rebecca quizás me haya tocado con ella, la puerta se abre y ¡oh
Dios! es…..un chico, no me acordaba que la residencia era mixta y madre es
guapísimo, moreno con ojos azules, delgado pero bien musculoso , definitivamente es
bailarín y me ha dejado muda.
—Hola soy Lucius, ¿Y tú eres?
—Yo….-ahora mismo diría tu esclava pero estaría fuera de lugar-Vanessa.
—Encantado de conocerte Vanessa y ¿Cómo te ha ido el primer día de clases?
—Bien.
—No eres muy habladora ¿no?
—Tengo novio.
¡Mierda! ¡Por qué tenía que decir eso!, ni siquiera se las intenciones que el pobre
chico podría tener y yo le digo que tengo novio cuando ni siquiera es verdad, estoy
perdiendo la cabeza y soy una tonta de remate.
—Me alegro, yo también.
— ¿Perdón?
—Si yo también tengo novio, espero que no te moleste si alguna vez se pasa por
aquí, somos muy discretos y tu novio también puede venir cuando quiera.
—No creo que quiera pasarse por aquí.
— ¿Por qué no?
—Seguramente es poco glamuroso para el señorito.
—Ya veo, estáis enfadados.
—No pasamos por nuestro mejor momento.
—Bueno ya me contarás mejor, estoy aquí para lo que necesites ¿vale? , voy a la
máquina expendedora a por agua ahora vuelvo ¿quieres algo?
—No, muchas gracias.
Lucius, el morenazo guapísimo es….gay, y yo que quería utilizarlo contra
Alexander me ha salido mal la jugada aunque bueno Alex no tiene por qué saber los
gustos de Lucius, tengo que pensar en algo.
Decido salir al pasillo a ver si encuentro a Rebecca, no la he visto por ningún sitio,
y justo cuando abro la puerta ahí esta ella, Anabella, mi ¿vecina? ¡Mierda! aunque
bueno es mejor que tener que aguantarla en el mismo dormitorio, ella me mira
riéndose cuando veo que hay alguien más en su habitación es….Rebecca.
XX
La semana ha pasado rápidamente, estamos a viernes y no he tenido noticias de
Alex desde el mensaje que recibí en mi primer día de clases.
El peso de los días ha caído hoy sobre mí, me siento triste, necesito saber algo de
Alex, necesito tener noticias suyas, lo único verdaderamente bueno de todo han sido
las lecciones de italiano que he aprendido , tan solo una semana después del comienzo
todo va resultándome menos complicado y mi vocabulario se va ampliando
esperanzadoramente.
Mi compañero de cuarto se ha portado maravillosamente bien conmigo, ha sido
muy atento y por las noches nos sentábamos juntos en mi cama escuchando música,
lo cual me tranquilizaba, me calmaba saber que no estaba sola.
Lucius me había contado muchas cosas sobre su pareja, resultó ser un español que
andaba de intercambio en Roma y con el que había coincidido en un pub una noche,
me dijo que se había enamorado de él a 299.792.458 metros por segundos, al principio
no lo entendí pero luego me explicó que esa era la velocidad de la luz, en mi interior
no pude sentirme más identificada, pero no se lo conté, le expliqué que mi historia no
tenía importancia porque había terminado y que ese italiano capullo del que me sentía
prendida era agua pasada, él no me creyó.
Hoy hemos quedado para tomar algo después de las clases, vamos a prepararnos
con nuestros mejores trajes, su novio no va a salir con nosotros, me ha dicho que esta
noche él era de mi uso y disfrute lo cual me hizo mucha gracia por su condición,
desde luego que a mí no me importaría disfrutar con él pero supongo que yo no le
parecía en absoluto apetecible.
Llegué a la residencia a las ocho, tenía tiempo para prepararme ya que Lucius no
me iba a recoger hasta las nueve y media, él ahora estaba con su novio, fue muy
gracioso cuando dijo “No puedo salir sin antes verle o estaría metido en un lío” y yo le
pregunté el porqué, bendita inocencia la mía, me contó que si no tenía sexo con él
antes de salir conmigo probablemente estaría toda la noche demasiado caliente y que
su fidelidad peligraría, no pude evitar reírme ante la situación, le dije que marchara a
desahogarse y así lo hizo.
Después de una ducha un poco más larga de lo normal, estoy alisando mi cabello
cuando recibo un mensaje.
“Nena ponte guapa, vamos a ir a Via Libetta”
Yo respondí algo alterada.
“Lucius, ¿En qué coño estás pensando? ¿Via Libetta?
¿Enserio?”
A lo que respondió.
“Calla nena y no pierdas tiempo, voy a por ti”
A las nueve y cuarto Lucius entró en la habitación, yo me había comprado un
vestido para la ocasión, me dolió utilizar el dinero de mamá para ello pero lo hice,
después de esta noche y ya que no pretendíamos regresar muy pronto había decidido
pasar la noche en casa de papá pero el buenorro de mí compañero me convenció de
que quizás a Pablo no le gustaría verme en las condiciones en las que iba a llegar, me
propuso que pasase la noche en casa de su novio y acepté, solo sería hasta que el
efecto de los cócteles pasase luego volvería a casa y estaría junto a papá el resto del fin
de semana.
—Vaya nena estás….supercalifragilisticoespialidoso.
Yo empecé a reírme tanto que me tuve que agarrar el estómago.
—Lucius sabes que te adoro ¿verdad?
—Si nena lo sé.
—Estás loco y… ¿Cómo qué vamos a la Via Libetta? ¿Enserio crees que nos
dejaran entrar en la GOA?
—Nena tú tienes pasta, yo tengo pasta, nos dejarán entrar y quizás si tenemos
suerte nos encontraremos con algún futbolista que se muera por meterse bajo tus
bragas y meterte un par de goles.
—¡Lucius!
—¿Qué nena?
—No llevo bragas - ajá chúpate esa- mi risa se hizo aún más amplia no recordaba
haber reído tanto en los últimos años.
Una hora después entramos en GOA, no parece haber mucha gente pero aún es
muy temprano, me siento muy bien con mi nuevo vestido, es negro con pequeños
destellos plateados y se ajusta perfectamente a mi figura, Lucius está guapísimo con
un traje negro que quitaría el sentido a cualquiera y esos ojos que tiene, madre mía, si
no fuese
gay ahora mismo estaría coqueteando con él indiscretamente, aunque bueno
Alexander aún sigue en mi mente así que sería todo un poco complicado.
Nos sentamos en unos sillones que hay en un rincón apartado, un camarero nos
atiende y Lucius pide por mí, él habla español e italiano pero no creo que el camarero
me entendiese si le pidiese un vodka con caramelo, así que no me importa que pida
por mí, por lo que he entendido ha pedido algo llamado Bellini, espero que no sea
demasiado fuerte.
—Vanessa el Bellini está riquísimo, y tú lo toleraras bien.
—¿Tú crees? Mi tolerancia al alcohol es pésima.
—Venga nena no será para tanto.
Tras un par de Bellinis más, mi compañero pudo comprobar lo que le decía, él
intentaba mantenerme en pie en la pista pero no había manera.
—Nena pareces un pato mareado.
—No me digas, la culpa es tuya por hacer que me tomase cuatro bernilinas
seguidas.
Lucius se estaba riendo.
—Se dice Bellini.
—Como se diga ¿Ahora mismo me crees capaz de pronunciar una bebida italiana
correctamente? ¿Enserio?
—Vanessa creo que es hora de llevarte a casa.
—Ni de coña, todavía no he visto al futbolista que se va a meter bajo mis bragas.
—Nena, estas algo borracha, vamos a casa ya si eso te dejas meter un gol otro día.
—No lo entiendes, necesito que me metan ese gol, necesito sacar al capullo de
Alexander de mi corazón de una vez.
—¿Qué has dicho Vanessa? ¿Alexander? No será….
—Si Lucius si es él.-yo no podía contener más las lágrimas y estaba abrazada a mi
amigo-compañero llorando sobre su hombro- es él el jodido Alexander Linuel.
—¡Oh nena! Pero ¿Cómo? ¿Cuándo? Si no ha estado en la academia en toda la
semana.
—Vamos a la mesa y te lo explicaré todo.
Se lo confesé, le confesé cómo y cuándo empezó todo, le conté las veces que
estuvimos juntos, le conté lo del dichoso grupo trece pero omití algo, algo que aún no
estaba dispuesta a confesar a nadie, mi historia con Anabella.
Mi amigo me escuchó y me apoyó, luego salimos de la mano del pub y al salir nos
tropezamos con unos enormes y furiosos ojos verdes que nos taladraban a ambos y
Lucius instintivamente separó su mano de la mía.
XXI
La tierra temblaba a mí alrededor, todo me daba vueltas y ahora no sentía el apoyo
de Lucius a mi lado, me había dejado, su mano me había abandonado.
— ¿Qué coño haces aquí Alexander?
—Vanessa…esa boca, estamos en público así que por favor no me montes un
numerito en la puerta de GOA.
Me abalancé sobre él, le devoré la boca, le besé como deseaba hacerlo desde hace
bastante tiempo atrás, desde la última vez que lo hice y junto a su boca le dije lo que
pensaba.
—Eres un capullo Alexander, un capullo que me vuelve completamente loca y
ahora ¿Qué coño haces aquí?
—Fui a tu casa, no estabas, tu padre me ha dicho que ibas a salir con tus
compañeros de la residencia.
— ¿Has estado en mi casa? ¿Con mi padre?
—Preciosa, lo único que quería hacer cuando he bajado del avión era ir a
buscarte, me has hecho tanta falta.
—Ya claro para sostener tu mano durante el trayecto ¿verdad?
—No seas cruel, te he echado de menos preciosa.
Me cogió la cara entre sus manos y empezó a besarme y yo no pude resistirme, le
amaba y no había conseguido sacarle de mi interior a pesar de mis penosos intentos.
—Alexander... ¿Por qué me apartaste?
—Preciosa este no es el momento para hablar de eso.
—Ya lo creo que lo es, y si no me lo dices ahora mismo voy a montar un
numerito.
Él se separó y me miró furiosamente y de paso paseó su mirada sobre mi
compañero.
—Vanessa no te comportes como una niña pequeña, eres toda una señorita
hablaremos en mi apartamento.
De pronto me encontraba gritando como una loca.
— ¡Y una mierda! ¡No voy contigo a ningún sitio!
Lucius nos miraba asombrado, creo que desconocía mi superyó melodramático.
Me dirigí hacia él y le miré a sus preciosos ojos azules, él se dio cuenta de lo que
pretendía hacer y me hizo un gesto con la cabeza diciendo que no, pero ya era
demasiado tarde estaba decidida a hacerlo, me acerqué más a él mientras Alexander
nos observada completamente ensimismado, le cogí por las solapas de su chaqueta y
le estampé un pedazo de beso en todos los morros que ¡madre de Dios! Troya ardió,
mi amigo no se apartó, me siguió la corriente y por un momento sentí algo a través de
sus pantalones pero eso no era posible o...¿tal vez si?.
Alexander me miraba con cara de asco !joder! ¿De verdad había hecho algo así?
Yo misma me tenía asco en este momento.
Miré a Lucius pidiéndole disculpas con mi mirada, él me hizo una señal diciendo
que estaba perdonada, y ya lo creo que lo estaba, baje la mirada sin querer y ¡madre!
mi compañero era superdotado de partes bajas, tendría que preguntarle por ello pero
ahora no era el momento.
—Vamos nena, te llevaré a casa.
Lucius me tendió su mano, la cual recibí con máximo agradecimiento.
—Vanessa ni se te ocurra irte con él.
—Alexander ¿Tu eres tonto o te lo haces? Por supuesto que voy a irme con Lucius
es mi acompañante.
—Vanessa yo.....lo siento he sido un capullo....pero soy un capullo que....te
quiere.
Lo dijo demasiado bajito, no era suficiente para mí y decidí que había llegado el
momento, quería algo más que un simple susurro y un te quiero.
— ¿Perdón? No te he oído Alexander.
Todo el mundo se encontraba fuera observando nuestro indiscreto espectáculo, yo
agarrada a la mano de Lucius y Alexander frente a nosotros con cara de desolación.
— ¡Joder Vanessa! ¿Enserio? Esto es lo que quieres.
—Yo no te he pedido nada Alexander.
—Si lo estás haciendo, sabes lo que he dicho y pretendes que te lo grite delante de
toda esta gente a las dos y media de la mañana.
Alex estaba alterado, supongo que aunque no reaccionase ante el beso, claramente
le había afectado, pero ahora que lo pienso a saber con quién se habrá revolcado él
durante todo este tiempo en España, me estaba cabreando más si es que era posible,
agarré más fuerte la mano de mi amigo y él empezó a pasar su mano por mi espalda,
otro gesto que hizo que Alex reaccionase rápidamente.
—Vale preciosa tú lo has querido.-se dirigió a nuestro público y en un tono
elevado de voz se proclamó- Señores me podéis prestar un momento atención.
Ahora todo el mundo nos miraba con asombro, vaya espectáculo el que estábamos
dando.
— ¿Veis a esta señorita de aquí? -Me señaló- Se llama Vanessa Glover y ¡La
Quiero!, con todo mi corazón amo a esta mujer, es mía y lo será para siempre así que
tú- señaló a Lucius- pequeño aspirante a portada de Men´s Health aparta tus sucias
manos de mi chica ahora mismo.
Lucius se apartó con una sonrisa en la boca, objetivo conseguido, la operación
“celos” había surgido efecto.
Alex tiró de mi brazo y yo me aferré a él con todas mis fuerzas, me acoplé a sus
manos y le susurré junto a los labios.
—Yo también te quiero pequeño troglodita.
El efecto del alcohol empezaba a desaparecer, eran probablemente las tres y media
de la mañana, tras insistirle mucho a Alex, habíamos llevado a mi rollo de esta noche
a casa de su pareja aunque ese pequeño detalle aún no se lo había desvelado a mi
pequeño troglodita, quería que sufriese un poco más, así que me despedí de mi
reciente amigo muy cariñosamente mientras mi recién estrenado novio maldecía en el
interior del coche, luego me subí con él en la parte trasera y durante el trayecto hacia
su piso no pronunció ni una sola palabra, el silencio era incluso tenebroso a estas
horas de la noche y con Alex en la parte trasera del coche aún más.
Llegamos a su casa y durante el rápido trayecto en el ascensor, él se abalanzó
sobre mí devorándome la boca con sus deliciosos labios, no dijo nada únicamente me
besó hasta que las puertas se abrieron y estábamos frente a la puerta de su
apartamento cuando sacó una cajita de su bolsillo, yo no podía creer que fuese... ¿un
anillo? ¿ya?...no, no era posible.
—Toma preciosa.
La cajita era maravillosa era negra y estaba cubierta por una pequeña cuerda roja
como la que habíamos utilizado en su piso de España, la cogí con mis manos
temblorosas y Alexander pronunció unas palabras que provocaron un escalofrío en mi
interior.
—Preciosa, desátala.
XXII
No podía sostener la caja sobre mis manos, con dos de mis dedos deshice el nudo
de la parte superior y la abrí cuidadosamente, lo que vi no me lo esperaba, después de
todo lo que había pasado no podía creer que me estuviese entregando precisamente
esto.
Dentro de la caja había una llave, sujeta a un llavero hecho a base de un trozo de
cuerda roja, con un susurro él añadió,
—Es de mi apartamento preciosa.
—Alex yo....no se que decir.
—No digas nada solo abre la puerta.
Me giré e introduje la llave en el pomo de la puerta, entramos en el interior de su
apartamento y estaba exactamente como lo recordaba, me lancé a sus brazos y le besé
mientras paseaba mis manos por su alborotado pelo, mis labios sobre su boca solo
pudieron emitir un casi inaudible gracias.
—Preciosa quiero tenerte cerca a cada segundo, no quiero que vuelvas a alejarte
de mí, te quiero a mi lado siempre que pueda tenerte.
—Me tienes desde el día que entraste en la sala en mi audición pero sobre todo me
tienes después de haberme anudado sobre tú sofá, desde ese día no he podido
liberarme de tu atadura Alexander, te amo.
Nuestras manos se entrelazaron las unas a las otras y empezamos a besarnos
dulcemente mientras caminábamos a través del pasillo que nos dirigía a su dormitorio,
era la primera vez que me besaba así, sentía cada beso como una caricia, cada caricia
como una pluma sobre mi cuerpo, estaba realmente excitada y le deseaba con todas las
fuerzas de mi alma, y estaba dispuesta a entregarme a él una y otra vez hasta la
eternidad.
Caí en su cama, y el cayó sobre mí, las luces permanecían apagadas pero aún así
podía ver el brillo de su mirada, esos ojos me habían poseído desde el primer
momento que posaron su vista en mí, Alex se quitó la americana negra que llevaba
puesta luego la camisa y se encontraba semidesnudo sobre mí, noté la tensión entre
sus piernas contra mi estómago y no pude evitar tocarla, el emitió un ligero suspiro.
—Preciosa no sabes cuánto he echado de menos tus caricias.
—Yo he extrañado todo de ti mi amor.
Alexander intentó quitarme el vestido pero le resultaba complicado ya que su
propio peso se lo impedía, entonces se incorporó y yo me levanté para sacarlo por mi
cabeza cuando vi que las fotos de su habitación ya no estaban ahí, ahora habían dos
grandes marcos con unas fotos en blanco y negro en las que se veían muchos nudos,
una espalda desnuda y el perfil de....! Mierda! ¡Era yo!...sobre el cabecero de su cama
y anudada.
Alexander me abrazó por detrás yo permanecía impasible observando las
fotografías.
— ¿Te gusta preciosa?
—Alex es.....-no tenía palabras- es realmente hermoso, no puedo creer que sea yo.
—Tú eres hermosa.
Me di la vuelta buscando su boca y comencé a devorarle con la mía, su torso
desnudo hacía que el calor que emanaba de mi cuerpo fuese sofocante, estaba
ardiendo de nuevo por Alex, me volvió a lanzar sobre la cama y no pude evitar
pedírselo.
—Alex, anúdame.
—Preciosa creo que ahora no hay tiempo para eso, quizás en otro momento.
—Alex quiero que lo hagas, lo deseo, ata mis manos solamente quiero sentirte por
todo mi cuerpo y quiero desearte tanto que no poder tocarte me duela, así será más
intenso.
—Vanessa no puedo creer que me pidas esto, lo deseo tanto como tú, deseo que
me sientas con cada roce, y que me desees tanto que quieras arrancar lo nudos de ti.
—Hazlo-le supliqué-
Alexander se dirigió al baño y regresó con la cuerda roja que se encontraba en él.
—Preciosa no hay tiempo de hacer obras maestras, me limitaré a amarrar tus
manos al cabecero de mi cama y quiero que dejes las piernas completamente quietas
¿de acuerdo?
—Si....hazlo.
Me anudó las manos al cabecero, estaba completamente desnuda y abierta sobre su
cama y mis brazos se encontraban atados con su cuerda roja sobre su precioso y negro
cabecero.
Alex se alejó de mí, deposito su Ipod sobre la mesita que se encontraba al lado de
su cama e hizo que la música sonase, no puedo creer que haya puesto esa canción,
¿Enserio? ¿Ahora? Me encanta George Michael y su One more try, es una canción que
siempre ha hecho que me de un vuelco el corazón, Alex me mira mientras empieza a
desabrocharse el botón de su negro pantalón y yo no puedo evitar cerrar los ojos y
sumergirme en la letra.
XXII
Amaneció y me encontraba sola en la grandiosa cama de Alex, él no estaba, me
había dejado, decidí ir en su busca, no iba a permitir que volviese a desaparecer, me
levanté de la cama, aún estaba completamente desnuda, me puse mis braguitas y me
dirigí a la cocina esperando encontrarle, estaba cocinando y me dejó de piedra cuando
le vi dándole vueltas a unas tortitas, la cocina olía a miel lo cual hizo que mi estómago
se resintiese un poco, estaba sonando una canción y él no se había dado cuenta de que
yo le estaba observando, la música era preciosa pero nunca la había escuchado era
una canción en italiano y era increíblemente hermosa, me ponía el bello de punta, me
acerqué muy despacio por detrás de Alex y cuando estaba a su lado e iba a abrazarlo
por la cintura el se giró y estampó un beso en mis labios.
—Buenos días, preciosa.
—Alex, me has dejado sola.
Hice un pequeño pucherito junto a su boca para provocarle.
—Preciosa es que eres un osito perezoso ¿sabes que hora es?
—No me interesa el tiempo cuando estoy contigo.
—Vanessa no digas esas cosas o se me quemarán las tortitas.
— ¿Y crees que me importan tus tortitas? ¿Enserio? Alex, te deseo ahora.
—Vanessa por el amor de Dios que estas de resaca.
Me subí sobre la barra de la cocina y él se acercó a mí y yo coloqué mis piernas
entrelazadas a su cintura.
—Y qué mejor medicina que tú mi amor.
A Alex le hizo mucha gracia mi coqueteo, solo llevaba mis braguitas y estaba en la
encimera de su cocina suplicándole que me quitase la resaca a base de sexo.
Se acercó y empezó a besarme y de pronto la canción que antes estaba siendo
cantada por una mujer ahora la cantaba un hombre y realmente me ponía la piel de
gallina.
— ¿Quién canta Alex?
Sobre mi boca me dijo algo que no comprendí demasiado bien.
—Mmm es preciosa verdad, me hace pensar en ti.
— ¿Qué dice?
—Con te partiró, su navi per mari, che, io lo so.
—Mmm y eso... ¿significa?
-Por ti volaré, por cielos y mares hasta tu amor.
Empecé a besarle suavemente en los labios, tan suave, tan delicadamente que con
cada roce nuestra piel parecía electrizarse. Alex no llevaba camisa y yo pase mis
manos sobre su desnuda espalda una y otra vez, él se separó un poco para observar
mi cuerpo casi desnudo, se había metido la espumadera en la parte trasera del
pantalón, se acerco de nuevo a mí y me acarició el cabello que caía sobre mis
hombros, luego mientras me mordía el lóbulo del oído me pidió que me bajase de la
encimera y yo lo hice.
—Date la vuelta preciosa.
—Alex, las tortitas, se van a enfriar.
— ¿Enserio? ¿Ahora te importan las tortitas?
El comenzó a reír sobre mi espalda lo que hizo que en mi boca también se alojase
una sonrisa.
—No te rías Vanessa, me quieres volver loco ¿no es cierto?
—Para nada...
—Sí, es lo que quieres.
De pronto sentí que me daba un pequeño golpecito sobre mi trasero desnudo
y....no había utilizado la mano....había utilizado la espumadera.
Me había excitado muchísimo su dura caricia, tanto que estaba ansiosa por sentirle
en mi interior, cuando me di cuenta Alex estaba desnudo y tras de mí rozando mi
espalda con su inminente erección, empujó mi espalda haciendo que me agachase y
que mi pecho se posase sobre la encimera fría, mis pezones se endurecieron aún más
ante el contacto, la música que sonaba seguía siendo muy evocadora y sensual y él
comenzó a introducirse en mi interior, se adentraba profundamente, deliciosamente,
una vez y otra, su roce me perturbaba, me desquiciaba y tras unas cuantas embestidas
más me corrí sobre su miembro y él me acompañó mientras tiraba de mi cabello hacia
atrás.
Habíamos follado salvajemente sobre la encimera de la cocina mientras sonaba
música romántica en italiano ¿Qué mas podía desear?, ahora estaba apoyado sobre mi
espalda descansando tras el esfuerzo cuando sentí que algo humedecía mi espalda
justo donde Alex tenía su cara.
—Alex... ¿Qué sucede? ¿Estas así porque no hemos utilizado precauciones?
Se apartó de mi espalda saliendo de mi interior y se dirigió al baño, yo le seguí
pero él cerró la puerta impidiéndome la entrada, a pesar de sus esfuerzos entré y su
imagen me rompió el corazón, estaba en el suelo agarrado sobre sus rodillas y
llorando desconsoladamente.
—Alex tienes que hablar conmigo, si es por lo que te he dicho antes, no debes
preocuparte.
Levantó su mirada hacia mi como diciendo ¿Estás loca? ¿Cómo no voy a
preocuparme?
Le acaricié el cabello y le expliqué que desde que regresé de España había
comenzado a tomar la píldora, su cuerpo se relajó pero esa no era la mayor de sus
preocupaciones.
—Vanessa, el lunes debo regresar a España y...no quiero separarme de nuevo de ti.
— ¿Es por Valeria?
—Sí, no saben cuánto le queda pero no es mucho.
—Lo siento mucho cariño, Alex... ¿Por qué me apartaste?
—Odio que me veas así, débil, ese día en el hospital mi madre había entrado en
parada y yo no pude hacer nada para ayudarla, tuve que salir de la habitación y dejar
que los médicos se ocupasen de ella lograron reanimarla pero mientras esperaba
pensé en ti, en que si algún día te sucedía algo y yo no podía hacer nada por ti me
moriría, me sentía tan mal preciosa....yo quiero poder cuidarte siempre y me da miedo
no poder hacerlo.
—Alexander si me alejas de tu lado no podrás protegerme.
—Lo sé preciosa pero pensé que así dolería menos.
—No puedes vivir pensando en lo que pasará y como podrás o no actuar
Alexander.
—Ahora lo sé, como también sé que te quiero preciosa y que no hay dolor mayor
que el vacío aquí.
Cogió mi mano y se la puso sobre el corazón.
—Cariño si quieres puedo ir de nuevo contigo a España.
—No preciosa tú tienes tus clases y no puedo pedirte que dejes todo para seguirme
a mí.
—Tú lo harías por mí.
—Desde luego que lo haría.
—Pues yo también cariño, a donde quiera que vayas yo te seguiré.
—Necesito que estés aquí, pasaré la semana en España y vendré a verte el fin de
semana, mientras puedes quedarte en mi casa.
—Si te vas me quedaré en la residencia, Lucius cuida muy bien de mí.
— ¿Cómo?...Lucius es tú....
—Si mi compañero.
—¡Ni de coña! ¡No volverás a la residencia con él!
—Es mi amigo Alexander, y haré lo que tenga que hacer.
—No, no lo harás, harás lo que yo diga que vas a hacer.
—¡Ja! Y una mierda para ti, por ahí no vayas Alex, ni lo sueñes.
—Vanessa lo sabes tanto como yo, Lucius quiere meterse en tus bragas.
—Eso no es así, él, él es...gay.
—Preciosa ¿crees que soy idiota? ¿gay? Ese tiene de gay lo que yo de monje
tibetano.
—¡Alexander!
—¿Qué preciosa? Es cierto.
—No, no lo es, tiene pareja, anoche le dejamos en su casa.
—No intentes explicarme más, no te quedaras bajo el mismo techo que él y se
acabó la discusión, ahora vamos a desayunar que quiero llevarte a un sitio, el lunes a
primera hora regreso a España y no quiero pasar las pocas horas que me quedan
contigo discutiendo.
Me acerqué a su rostro y le di un tierno beso en la mejilla.
—¿Eso es todo?
—Todo lo que mereces.
Yo me levanté para salir del baño pero él se levantó rápidamente y me agarró por
detrás.
—Eres cruel conmigo y eso solo hace que te desee aun más.
—¿Otra vez?
—Nunca me canso de ti preciosa, vamos a la cama.
Me tendió su mano y yo la acepté gustosamente, en su dormitorio hicimos el amor
una vez más, mientras de fondo se escuchaba una dulce melodía, esta canción la
conocía era de Sigur Ros y su Fjogur Piano.
XXIII
Había pasado un pequeño rato desde nuestro encuentro y aún permanecíamos en
la cama con las piernas entrelazadas.
—Deberíamos vestirnos, quiero llevarte a un sitio y luego podríamos comer en
casa de tu padre si a ti no te importa, ayer él me invitó.
— ¿Cómo que te invitó? ¿Qué le has dicho a mi padre?
—Le he dicho que eres deliciosa, exquisita y que me encanta tenerte anudada al
cabecero de la cama.
— ¡Alexander! -yo me tapaba la cara por la vergüenza-.
— ¿Qué crees que le he dicho?
—No lo sé pero espero que no le hayas dicho que iba a pasar la noche en tu casa.
— ¡Ups! Eso se me ha escapado.
— ¡Alex! No me hace gracia, es mi padre, ¿que va a pensar?
—Preciosa le he dicho que te amo, que te voy a cuidar y que no voy a separarme
de ti nunca.
— ¿Y él qué te ha dicho?
—Que me cortaría las pelotas si volvía a hacerte daño.
— ¿Si volvías a hacerme daño? pero.....yo no le he contado nada.
—Es tu padre, te conoce, y desde el día que te recogí para ir al L`Amoriu él lo
supo.
— ¡Mierda! mi padre sabe que me estoy tirando a mi director, a mi profesor...
—No te preocupes por eso, guardaremos las distancias cuando yo vuelva al centro
y nadie tiene por qué saberlo hasta que acabe el curso.
— ¿Lo mantendremos en secreto?
—Sí preciosa, solo por tu bien, lo haremos.
—Pero...Lucius lo sabe y....Anabella nos vió juntos.
—Con Lucius hablarás y le pedirás que no diga nada y con Anabella....de eso me
ocupo yo.
—No, no quiero que te acerques a ella.
—¿Por qué? ¿Qué te ha hecho? Tienes que contármelo, si no yo no podré
protegerte.
—No Alex, no puedo contárselo a nadie es tan difícil...
—Pero yo no soy nadie, soy alguien que significa algo dentro de tu corazón.
—No me lo pidas Alex, no puedo, además tú no vas a contarme a mí quién es el
grupo trece ¿verdad?
—Vanessa, si te lo contase te perdería para siempre.
—Eso no va a pasar, cariño.
—Vamos preciosa dejemos el tema, vístete, tengo una sorpresa para ti.
— ¿Qué es?
—Pronto lo sabrás, no seas ansiosa.
Coloqué mi mano sobre su discreta erección y la acaricié.
—Lo único que ansío es esto.
—Levanta ese culito o nunca saldremos de esta habitación.
—No tengo qué ponerme, tengo que pasar por la residencia y debería hablar
con...Lucius.
—No, ni lo sueñes, no vas a hablar con él, este fin de semana eres toda mía.
Iremos a la residencia te vestirás y yo te esperaré en el coche, tienes diez minutos,
si no bajas, iré a buscarte y entonces todos sabrán quién es el que cada noche se mete
bajo tus bragas y eso no es lo que quieres ¿verdad?
—Vale, no hablaré con Lucius pero el lunes vuelvo a la residencia, me niego a
quedarme aquí.
—Mira que eres tozuda.
—No lo sabes tú bien.
Una hora más tarde Alex estaba duchado y vestido, a mí no me había echo falta
tanto, con quince minutos tuve y de sobra, pero el señoríto don perfecto tenía que
asearse, afeitarse, y perfumarse, para que luego digan que las chicas tardamos una
eternidad en prepararnos, quien lo dijo no conocía a Alex eso desde luego, ahora nos
encontrábamos bajando en el ascensor y Alex no soltaba prenda sobre la escapada que
me tenía preparada, salimos al exterior y sinceramente esperaba encontrarme con su
chofer pero no era así, no había nadie y yo me quedé mirando a la nada cuando Alex
me tiró del brazo.
—Vamos preciosa, ven conmigo.
—No pretenderás que vayamos caminando con los tacones que llevo puestos
¿verdad?
—Tienes que hacer ejercicio para bajar las tortitas del desayuno.
Alex se estaba divirtiendo bastante a mi costa, el muy capullo, de veras iba a
hacerme caminar.
Empezamos a caminar y cuando me di cuenta estábamos de nuevo delante de la
puerta de su edificio.
— ¡Alex! estamos caminando en círculos.
No podía aguantarse la risa y empezó a reír en voz alta, tanto que algunos
transeúntes se pararon a observarnos.
—Alexander no puedo creerme que lo hayas hecho aposta ¿Enserio? Serás
capullo.
—Preciosa, puedo prometer y prometo que no lo iba a hacer pero no pude
aguantarme tras verte aquí en la puerta y tan alarmada por tener que caminar.
— ¡Capullo!
—Me lo merezco nena, pero ahora vamos al garaje a por mi coche o se nos hará
tarde.
— ¿Y tu chofer?
—Hoy no lo vamos a necesitar, mis manos también saben conducir y pueden
llevar tu precioso culito donde haga falta.
Tras un guiño y una palmadita en el trasero, entramos en el edificio, cogimos el
ascensor y bajamos tres plantas, salimos del ascensor hacia un enorme garaje en el que
había multitud de coches pero lo extraño eran tres grandes puertas totalmente cerradas
que había en la parte final, Alex me cogió de la mano y me llevó hasta ellas, sacó un
diminuto mando del bolsillo trasero de su pantalón y la puerta comenzó a subirse, era
impresionante, no era posible, ¿de verdad? Eso era un....Maserati Mc Stradale, yo
sabía algo de coches por el trabajo de mi padre y desde luego que este era un gran
coche, y a mi chico le sentaba de fábula.
Miraba al coche como miraba a Alexander la primera vez que lo vi, podría decirse
que me enamoré de él en 299.792.458 metros por segundo.
Alex me observaba esperando algún tipo de reacción y puesto que hace un
momento me la había jugado ahora yo no iba a actuar como seguramente esperaba,
dando palmitas como una colegiala que acaba de ver a Justin Bieber, no le iba a dar
esa satisfacción, en absoluto.
—Bonito coche Alexander, venga sube que mi precioso culito esta deseoso de que
lo paseen.
—¡Ay Vanessa!, como me gustaría cerrar esa boquita que tienes.
—Ya sabes cuándo lo hagas utiliza lo que tienes entre las piernas, será una
deliciosa tortura.
Su sonrisa se hizo ahora más amplia, como le gustaba al muy capullo que halagase
sus partes más íntimas.
Nos subimos en el coche y empezamos el pequeño trayecto desde la casa de Alex
hasta la residencia, mientras escuchábamos algo de música y tanto él como yo no
pudimos evitar cantar y observarnos, tenía una voz maravillosa, era un ángel y nunca
le había oído cantar , él a veces me observaba a mí.
—La tuya es mejor, no pares, sigue cantando.
—Alex no digas eso, eres un ángel, me gustaría oírte cantar cada día del resto de
mi vida.
—Bueno solo tienes que pedírmelo y cada día te cantaré algo al oído mientras te
hago el amor.
—¡Oh! ¡Qué romántico! pero… ¿Cada día? ¿Crees que podrás aguantar ese ritmo
campeón?
Yo me estaba riendo, mi venganza acababa de comenzar, Alex bajó la música y la
voz de Bryan Adams y su Heaven se fueron apagando.
—Vanessa, por favor no vayas por ahí, no quiero que acabemos discutiendo,
perdona por burlarme de ti antes, lo siento preciosa.
Apoyó su mano sobre mi rodilla y me acariciaba suavemente, yo no sabía que
decir, volvió a subir la música y continuó cantando mientras yo observaba por el
cristal todas las calles que iban quedando tras nosotros.
XXIV
Entré en mi habitación como un torbellino, tenía diez minutos antes de que Alex
montara un auténtico espectáculo, me quité los zapatos y los lancé a una esquina, me
saqué el vestido rápidamente y fui corriendo al baño para lavarme los dientes, estaba
con mi diminuto tanga y mi sujetador a juego delante del espejo enjuagando mi boca
cuando alguien entró en la habitación, ¡mierda! seguramente sería Lucius y no tenía
nada a mano para cubrirme, pero él es gay, no debe importarle, aunque...después de
su erección de la otra noche no se muy bien que pensar.
Decido esperar un poco en el baño a ver si se va pero mala suerte la mía parece
ser que no es esa su intención, se me cae el vaso con el que me enjuago la boca y los
cristales me cortan un poco los piel descalzos.
—Vanessa ¿Eres tú? Abre nena, ¿Qué esta pasando?
—No pasa nada Lucius ahora mismo salgo, podrías pasarme una toalla.
Lucius me pasó una toalla mientras yo me escondía tras la puerta, no pudo ver
nada exceptuando el momento en el que salí del baño que pudo ver mis piernas
desnudas y manchadas en sangre.
—Vanessa ¿Qué te ha hecho ese capullo? Juro que lo mató.
Lucius estaba muy alterado y no sabia que decir para tranquilizarlo.
—¡No! No ha sido Alex ha sido mi culpa se me ha caído un vaso en el baño.
—Nena menudo susto me has dado, poco más y mi corazón decide abandonar mi
pecho.
—No seas exagerado Lucius no será para tanto, por cierto, tenemos que hablar
pero ahora no puedo, Alex me espera abajo y no quiero que monte ningún numerito.
Me puse rápidamente unos pantalones cortos y una camisa, me solté el pelo y metí
mis doloridos pies en unas deportivas.
Cuándo iba a salir por la puerta Lucius me agarró por detrás y me empujó contra
la pared, su cuerpo estaba completamente pegado al mío y yo casi no podía ni
respirar.
—He dejado a Jonathan.
— ¿Qué? ¿Por qué?
-Creo que es evidente nena-miró su entrepierna y me percaté del ligero
movimiento bajo sus pantalones-
—Pero...eres gay.
—Creo que me gusta “todo” nena, pero tú....me has vuelto loco con tu
personalidad y no dejo de pensar en ti y en esto -se señaló la entrepierna, madre mía
eso era la Torre Eiffel, no pude evitar poner los ojos en blanco-
—Lucius yo...quiero a Alexander, estoy enamorada de él.
Lucius me agarró las manos y las puso sobre mi cabeza.
— ¿Estas segura de ello?
—Completamente, lo siento si te he confundido.
Lucius fue a soltar mis manos cuando se percató de la ligera marca que tenía sobre
las muñecas, yo ni si quiera me había dado cuenta de que la cuerda me había
marcado.
—Voy a matar a ese cabrón.
—No, no lo harás, él solo ha hecho lo que yo le he pedido.
—Me estás diciendo qué... ¿le pediste que te atase las manos?, ¿así que es eso?, te
gusta jugar duro ¿no? Pues yo puedo enseñarte algunos trucos nena.
— ¡Lucius! ¡Para! No quiero que nuestra amistad se estropee, volveré el lunes y tú
piensa con la cabeza de arriba por favor y arregla las cosas con Jonny, él te quiere y tú
le quieres a él, hazme el favor de no comportante como un crío, ahora me voy así que
apártate.
Las lagrimas comenzaron a deslizarse por mi rostro, yo no quería perder mi
amistad con Lucius era el primer amigo de verdad tras....ella.
Salí fuera del edificio y caminé hacia donde Alex había aparcado, me subí al coche
y me sorprendí al ver que Alex estaba escuchando algún tipo de música electrónica, en
la pantalla leí Nicky Romero ft Nervo, era la primera vez que le veía escuchando
música propia de un chico de su edad.
—Vanessa, explícame ahora mismo porque estas llorando.
No iba a contárselo o la amistad con Lucius estaría muerta para siempre y no
quería perder a ninguno de los dos.
—Me he cortado con un vaso en el baño, no pasa nada, ya estoy bien.
Supongo que no me creyó tan fácilmente pero tampoco discutió por el tema,
simplemente subió la música y se pronunció.
—Preciosa agárrate, vamos a darle marcha a esto.
— ¡Alex! ¡Vas a matarme cuidado!
— ¿No te gusta la velocidad?
—Si me encanta pero no quiero perderte así que reduce ahora.
Alexander aceleró más y subió más la música, se colocó sus Ray-Ban y me miró
provocadoramente con una sonrisa.
Tras un no muy largo trayecto llegamos a nuestro destino, la sorpresa de Alex, la
Fontana di Trevi, un lugar romántico al que cualquier pareja que estuviese en Roma
no podría evitar ir, la verdad es que siempre había pensando en visitarla pero desde
que llegué aquí han pasado tantas cosas que no he tenido tiempo para recorrer los
rincones más apasionantes.
Alex me cogía de la mano y estábamos frente a la fuente.
—¿Te gusta?
—Alex es maravilloso.
—Sí lo es, pero no tanto como tú.
—Me vas a sacar los colores, para ya.
—No puedo preciosa, si pudiese te haría el amor delante de toda esa gente y sobre
esta fuente.
—Tu depravación no conoces límites Alexander.
Me hice la ofendida aunque ciertamente me hubiese encantado que cumpliese su
palabra, él ya me conocía bien así que sabía como funcionaba mi mente, y ahora
mismo tenía su sonrisita de maniaco sexual estampada en los labios.
Se acercó a mí y me beso en la frente cuando yo deseaba que me besase en los
labios, fue tierno y pasamos un rato con las manos entrelazadas observando a la gente
a nuestro alrededor y como lanzaban monedas a la fuente, de pronto Alex saco algo de
su bolsillo y lo puso sobre mi mano, era un trozo de papel de regalo y estaba rodeado
por una pequeña cuerda roja, tiré de ella y el papel se abrió dando paso a dos
monedas de plata y en ellas estaban grabadas las letras V y A entrelazadas, era
increíblemente hermoso, su nombre y el mío unidos para la eternidad, no sabía que
decir me había quedado sin palabras.
—Son preciosas Alexander.
—Lánzalas pequeña, por nuestro futuro juntos.
Yo las lancé a la fuente y coloqué la pequeña cuerda alrededor de mi muñeca
como si de una pulsera se tratase.
—Muy sugerente esta cuerda.
Se acercó a mi oído y pronunció unas palabras que alertaron a todos y cada uno
de mis sentidos.
—Si esa te parece sugerente espera a ver la que te espera en casa esta noche.
¡Por favor un carro de paradas en la Fontana di Trevi, una chica ha entrado en
shock! Mientras coqueteaba solo pude añadir algo que a él le hizo sonreír.
—Tú y tus promesas, ya sabes que soy muy inflexible con las expectativas espero
que no me defraudes Alexander.
Nos dirigíamos a casa de mi padre, eran casi las tres de la tarde pero la mañana
con Alex había valido la pena, sexo, romanticismo, desayuno, sonrisas, así podría
describirse, todo un cúmulo de emociones que harían peligrar la salud mental de
cualquiera menos la mía, antes de conocerle estaba hundida, sin esperanzas, ahora
tengo fé y confianza, confío en mi futuro con Alexander.
Durante el trayecto Alex volvió a sumergirse en la música, a mí me encanta
escucharle cantar, es delicioso e incluso me excita, tanto que cuando llegamos a casa
de mi padre y Alex aparca en la calle trasera no puedo evitar quitarme el cinturón y
abalanzarme sobre él.
—Oye quieta fierecilla ¿Qué haces?
—Mis intenciones están claras no creo que deba exponerlas en voz alta alguien
podría escucharnos.
—Me parece que ese no es el mayor de nuestros problemas, estas encima de mí y
estamos detrás de la casa de tu padre.
Le empecé a besar y sobre sus labios le dije que si quería que me quitase, él se
agarró a mi cintura y comenzamos a excitarnos con nuestros roces cuando alguien
tocó en nuestra ventana.
Los dos nos separamos sorprendidos por el golpe pero ahí no había nadie, Alex
me miró con cara de pena, nuestro pequeño affaire había terminado y yo estaba
cabreada, quería estar con Alex más que nada en esta vida y ahora tenía que aguantar
toda la tarde a mi padre, su probable charla sobre sexo seguro y a saber cuántas
chorradas más.
Salimos del coche y nos dirigimos a la entrada de mi casa, cuando íbamos a entrar
miré hacia la casa de mi vecino, ese que no había visto desde hace bastante tiempo y
él nos sonreía divertido, ya habíamos descubiertos a nuestro inoportuno voyeur, yo le
miré y puse mi dedo índice sobre mi boca haciéndole una señal para que mantuviese
su boca cerrada, él sonrío y entró en el interior de la casa cuando la puerta de mi casa
se abrió y no era mi padre el que nos esperaba.
XXV
XXVII
Me encuentro caminado hacia la residencia , mis pensamientos siguen con él, mi
cuerpo le extraña, todo mi ser le anhela, se ha ido, pero volverá, y yo le estaré
esperando, no soportaré la espera pero debo ser paciente, ayer pasamos un día
maravilloso, hicimos el amor, nos veneramos con nuestros cuerpos, no fuimos
capaces de salir de su casa, mucho menos de su cama, Alex con sus caricias eliminó
de mi cuerpo lo que yo consideraba un pecado, y yo se lo entregué todo, me entregué
por completo a él, me enseño un par de trucos más con su cuerda, es todo un maestro,
y me encanta que me ate a su cama.
Estoy frente a la puerta de la residencia tras un día de clases agotador, tengo miedo
de entrar y encontrar a mi compañero, tenemos una conversación pendiente...pero
tengo miedo a lo que pueda escuchar...no quiero perder a Lucius.
Abro la puerta de mi habitación y está vacía, no hay señales de él por ninguna
parte, decido quitarme los zapatos y darme una ducha rápida para quitarme la pesada
carga del día, me dirijo al baño y al abrir la puerta no me puedo creer lo que veo,
Lucius esta duchándose, de espaldas a mí, no me había percatado del sonido del agua,
estaba sumergida en mi ensoñación con Alex, joder es hermoso, Lucius es
verdaderamente hermoso, no puedo evitar quedarme mirando desde la puerta, sus
músculos, su piel morena, todo él es una autentica obra de arte, pero su cuerpo no me
provoca lo mismo que el de Alexander, ni de lejos, no hace que crezca en mi el deseo,
tal vez un poco pero ni de lejos como mi troglodita preferido, decido salir y cerrar la
puerta pero justo en ese momento Lucius se da la vuelta y ¡Dios! eso es.....!Enorme!
yo diría que incluso sobrehumano, tengo que salir de aquí, debo salir de aquí,
¡mierda! aparta la vista Vanessa, no le mires, sal.
Doy la vuelta sobre mis talones, pero Lucius me observa divertido, seguramente
no es la primera vez que provoca esta reacción y no es para menos, dios como le
goteaba el agua por su escultural cuerpo y....! Madre que pene!, sacudí la cabeza para
quitarme la imagen de la cabeza, ahora me encontraba sentada sobre mi cama, estaba
nerviosa, no me veía capaz de hablar seriamente con él después de lo que había visto,
pero tenía que hacerlo o la convivencia sería insoportable, aunque Alex me había casi
exigido que me quedase en su apartamento, para mí es demasiado pronto, no puedo,
la puerta del baño se abrió y mi compañero y amigo apareció con una toalla blanca en
la cintura, una toalla que marcaba todos y cada uno de los centímetros y del grosos de
su increíble instrumento, aparté la vista y volví a sacudir la cabeza, estaba tan sexy así
con esa toalla, y su cabello negro mojado.
Se dirigió a mi cama y se sentó a mi lado, yo no sabía cómo debía actuar pero me
decanté por la indiferencia sexual.
—Lucius, vístete, tenemos que hablar.
—Pequeña, para hablar no hace falta que me vista.
-Si hace falta, me desconcentras.- ¡mierda! acaba de decirlo en voz alta-
El se estaba riendo y se había tumbado hacia atrás sobre mi cama haciendo que su
abultado miembro resaltase más aún a través de la toalla.
—Nena, sé que le quieres, pero no puedes negar que te atraigo, y si algún día el
hace alguna estupidez, alguna tan grande como para tú tengas que venir a mí, estaré
encantado, pero mientras tanto, te respetaré a ti y le respetaré a él.
Eso estaba mejor, sus palabras habían tranquilizado mi corazón, si Lucius decidía
apartarse por su propia cuenta era mejor.
—Pero Lucius tú.... a ti...te gustan los hombres.
Levanto las manos al aire exasperado.
—Nena, a mí me gusta todo, todo y tú-se levantó y se acercó a mi cara, no pude
evitar fijarme en las gotas de agua cayendo sobre su cuello-tú me vuelves loco, eres
tan diferente al resto, me encantaría probarte-se acercó más a mi boca y yo no estaba
haciendo nada por apartarme-pero esperare a que el capullo de Alex te rompa el
corazón y entonces yo recogeré los pedazos, lo recompondré y será mío.
Las palabras de Lucius me hacían temblar era tan erótico, tan seductor, pero no
podía pensar en él de esa manera yo estaba completamente enamorada de Alexander,
era el hombre de mi vida, y Lucius nunca tendría que recoger los pedazos, él nunca
me romperá el corazón, me niego ni si quiera a pensarlo.
Estaba tan aturdida tras esta conversación, mi compañero se levantó de la cama y
se dirigió a la suya, de nuevo me estaba dando la espalda, tiró de la toalla y la dejó
caer al suelo, mostrando de nuevo todos sus maravillosos encantos ante mis ojos,
supe que su objetivo era provocarme, pero yo no iba a ceder ante su juego, yo
verdaderamente amo a Alex.
Me levanté, me calcé de nuevo los zapatos y me dirigí hacia la puerta, necesitaba
salir de allí, pensar, caminar y liberarme de todo, mi vida había cambiado tanto,
demasiadas emociones, demasiado deprisa, tengo que pensar, abrí la puerta pero antes
decidí decirle a Lucius lo que pensaba, quería que le quedase claro, así que le miré
fijamente a los ojos.
—Si es cierto que hay química entre nosotros, pero ni de lejos se acerca a lo que
siento por él, mi corazón le pertenece, si lo rompe, nadie podrá recomponerlo, nadie,
porque los pedazos se los llevará con él.
Salí y decidí caminar por las calles alrededor de la residencia, estaba
anocheciendo, y espera su llamada, me dijo que me llamaría pero aún no lo había
hecho, quería verle, acariciar su cuerpo, tocar su pelo, echo de menos hasta su olor,
respiro profundamente y solo le huelo a él, se ha adentrado en mi ser por entero, cada
resquicio de mí, es suyo.
La noche ha caído por completo, debo volver a la residencia, no me gusta andar
de noche sola por estas calles, estaba perdida en mis pensamientos y se me han pasado
las horas volando, decido acortar camino por un callejón pero al final hay alguien,
decido darme la vuelta, no tengo una buena sensación al respecto, debo ir por un
lugar más concurrido, no me gusta estar sola.
—Eh oye preciosa, espera un momento.
¡Mierda! La oscura silueta se refería a mí, se dirigí a mí, tengo que salir de aquí,
caminé más rápido, y salí del callejón, empecé a caminar entre la gente cuando mi
teléfono móvil sonó, era él, mi salvador.
—Hola preciosa, ¿Qué haces?
—Hola Alex, pues estoy dando un paseo, gracias por llamarme.
—Te lo prometí y yo siempre cumplo mis promesas cariño... ¿Qué haces dando
un paseo a estas horas? ¿Estás sola? ¿Por qué me das las gracias con esa voz?
—Mmmm tranquilo, no pasa nada, estaba dando un paseo para pensar, y estoy
sola por que como sabes no tengo muchos amigos, he discutido con Lucius, y te doy
las gracias porque me encanta oír tu voz, y por acabo de escapar de las garras de un
posible pervertido gracias a tu llamada.
—Vanessa, ¿tengo que coger un vuelo de vuelta?
—No exageres.
—Sabes la de cosas que me acabas de decir, sola, tu compañero, un
pervertido...!mierda! no puedo dejarte sola, volveré enseguida, y ya solucionaré lo de
España.
—No hace falta Alex, enserio.
—Voy a por ti.
Me cortó, su llamada finalizó y venía a por mí, pero yo no podía dejar mis clases y
desde luego no quería que él dejase a su mamá, no me lo perdonaría nunca, tiene que
estar junto a ella en estos momentos, él la necesita y ella le necesita a él.
Corrí hasta llegar a la residencia, entre apresuradamente en mi dormitorio, no
había señales de Lucius, seguramente había salido para dejarme un poco de espacio,
pero eso ahora no me preocupa, Alex viene hacia aquí, viene a por mí, no puedo
hacerle esto, é tiene que quedarse en España, decido llamarlo.
—Alex
—Vanessa, ¿ha pasado algo?
—No vengas, estaré bien te lo prometo, la semana pasará rápidamente y no me
separaré de Lucius, él me cuidará.
—Eso hace que tenga más ganas de ir a por ti, Vanessa.
—Es mi amigo, es gay, el me cuidará- se lo dije para tranquilizarle ya que yo bien
sabía que las intenciones de Lucius conmigo eran bien distintas-
—Vanessa, te necesito, necesito verte, olerte, tocarte, no puedo estar lejos de ti.
—Pero...Valeria te necesita y es tu deber permanecer a su lado.
—Y una mierda, a la mierda todo, no quiero y no puedo estar separado de ti ni un
solo segundo más.
Estaba verdaderamente nervioso y yo estaba inquieta, las lágrimas comenzaban a
asomarse, yo tampoco quería estar lejos de él, pero sabía que tenía que hacerlo, tenía
que dejarle un poco de libertad.
—Alex, yo...necesito...tiempo, esto va demasiado rápido, necesito pensar, necesito
que estés lejos para poder hacerlo, en una semana nos veremos y nada habrá
cambiado o bueno quizás si, tal vez esto nos una más.
Note que suspiraba varias veces, se que mis palabras debían causarle daño pero
nunca me perdonaría alejarlo de su madre en este momento.
— ¿Tiempo? Es que.... ¿acaso dudas de lo nuestro?
—No es eso, esto va muy rápido y yo esto abrumada.
—Vale, te dejaré espacio, adiós.-colgó el teléfono sin darme tiempo a responder-
Sus palabras me hicieron daño, me dolieron profundamente, yo no quería que el
cediera tan fácilmente, que sin más se alejase de mí, y se despidió tan fríamente que se
me heló el corazón.
XXVIII
Dos semanas, dos semanas sin Alex, no me ha llamado y yo tampoco lo he hecho,
mi vida ha vuelto a caer en la penumbra, él era mi luz y ahora permanezco en una
oscuridad permanente, dos semanas, me duele tanto que siento que me ahogo.
Mi rutina es la siguiente, me levanto y lloro, camino de la residencia a la academia,
de la academia a la residencia, y otra vez me sumerjo en el llanto.
No entiendo que no me haya llamado, no entiendo que no apareciese el fin de
semana pasado, tengo su llave pero no me he atrevido a utilizarla, tengo miedo de
perderle para siempre.
En las noches mi compañero me consuela, me acaricia el pelo mientras lloro
desconsoladamente, es muy dulce conmigo y a veces me besa en la comisura de los
labios, creo que el espera que un día yo gire mi cara y ponga mis labios sobre su boca,
pero eso no pasará, nadie borrará de mis labios los besos de Alex.
No se cuanto tiempo más podré soportarlo, incluso he pensado en coger un avión
y presentarme en España, pero no he tenido el valor suficiente, soy una cobarde que
teme que la rechacen, la noche esta empezando a caer y de nuevo estoy metida en la
cama esperando que Lucius aparezca, su consuelo me calma, y ahora mismo es un
gran apoyo, le necesito a mi lado.
La puerta se abre y escucho una risa de mujer, una risa que me es familiar, y mi
compañero está paseando su mano por su espalda, esto no puede ser peor, es
Anabella, en mi habitación y tonteando con Lucius, no quiero que mi amigo caiga en
las manos de esa intrépida debo hacer algo.
—Hola Vanessa, conoces a...
—Anabella-le corté tajantemente mientras le fulminaba con la mirada-si la
conozco ¿qué coño haces aquí? Vete ahora mismo de mi habitación.
Lucius esta asombrado por mi actitud, el no tenia ni idea de nada de lo que había
pasado entre nosotras, y no pensaba contárselo pero algo si que tenía claro esa víbora
iba a quitarle ahora mismo las manos de encima a mi compañero, costase lo que
costase.
—Me parece que no voy a ninguna parte, Lucius me ha invitado y creo que la que
sobras eres tú, a no ser que..... ¿Quieres unirte?
Mala víbora, te vas a enterar, me levanté rápidamente y me dirigí hacia Lucius, tiré
de su mano y le agarré por el pelo, le acerqué a mi boca mientras Anabella nos
observaba con la boca abierta, mi amigo sabe verdaderamente bien, pero no es él, no
es Alex, me separé un poco de su cara y le pregunté mirándole a los ojos.
— ¿Quieres que ella se quede?-Señale hacia la puerta en la que Anabella se estaba
apoyando?
Lucius movió la cabeza negativamente pero en ningún momento perdió el
contacto con mis ojos, sus ojos eran puro fuego que me abrasaba y pronto tendría que
lidiar con él.
—Ya le has oído, vete.
Anabella abrió la puerta y lo que menos me esperaba encontrar era la cara de
Alexander tras ella, yo aún mantenía el pelo de Lucius entre mis manos, y él aún no
dejaba de mirarme, observé a Alex estaba.... ¿llorando?, ¡no!,se me encogió el
corazón, tenía que explicárselo todo, él no dijo una palabra solo salió corriendo y yo
tenía que ir tras él, intenté salir pero Anabella me impedía el paso.
—Tienes lo que te mereces.
La víbora venenosa escupió su veneno sobre mí, y me dolió, me dolió por que en
ese mismo instante había perdido al amor de mi vida.
La aparté de un empujón y fui en busca de Alexander, salí a la calle pero no le veía
por ningún sitio, se había ido, le había perdido.
Subí las escaleras con determinación y entré en el dormitorio, mi compañero, mi
amigo estaba tumbado sobre mi cama con los brazos bajo su cuello y el torso
desnudo.
—Te estaba esperando.
—Lucius ahora no, no es el momento, tengo que buscar a Alex, le ha pasado algo,
tengo que ayudarle.
—Tú me has besado pequeña.
—Lo sé y....lo siento, es una larga historia tenía que alejarte de ella-sacudí mis
manos en el aire-
—Entonces...eso quiere decir que...no lo deseabas-pronunció las palabras como
un susurro-.
—Lucius te quiero, te quería proteger, por eso lo hice, eres increíblemente guapo,
cualquier hombre, cualquier mujer estaría encantado de estar con alguien como tú a su
lado, eres dulce, cariñoso, salvaje y hermoso pero yo....mi corazón le pertenece.
Lucius cerró los ojos, mis palabras se clavaron como una estaca en su corazón, lo
sabía pero ¿Qué más podía decir?...
—Entonces debería salir a buscar a Anabella-sentenció desafiándome con la
mirada-
—No, ni se te ocurra mover tu precioso culo de mi cama, yo voy a salir pero
quiero que estés aquí cuando regrese, te necesito a mi lado y ella... no lo hagas es una
arpía, probablemente solo te buscó para fastidiarme.
Lucius dio un salto y se levantó de la cama colocándose frente a mí.
—Pequeña, no sé lo que ha pasado entre vosotras, pero no quiero hacerte daño,
no la buscaré pero necesito que me lo expliques, no ahora, ahora ve a buscarle, no
soporto verte sufrir.
Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo, una abrazo sincero que demostraba
el amor y el cariño que sentíamos el uno por el otro.
Lucius se separó un poco y me miró a los ojos, yo sabía lo que él quería hacer y
asentí con la cabeza, sería la última vez, nuestro último encuentro, posó sus labios
sobre los míos y me acarició los labios con los suyos dulcemente, me transmitió todo
su carió, toda su dulzura y yo no pude evitar adentrarme en su boca y besarle
salvajemente cuando creí que era suficiente me separé y apoyé mi frente sobre la suya.
—Lo siento, te quiero y no quiero perderte, perdóname por lo de antes,
perdóname por lo de ahora.
—Esto....ha sido un adiós ¿verdad?
—Lucius, nunca te diré adiós, eres mi amigo.
—Sabes a lo que me refiero, nunca habrá un nosotros ¿verdad?
—Mi corazón le pertenece.
Me separé de él y el regresó a la cama, me vestí rápidamente, vaqueros, sudadera y
deportivas, tenía que buscar a Alexander, era el momento de recomponer su daño y el
mío.
Cogí un taxi, le pedí que me llevase a la casa de Alex, en aproximadamente quince
minutos recuperaría a mi amor o le perdería para siempre.
XXIX
Situada delante de la puerta de su apartamento me sentía derrotada, incapaz de
tocar, le veía tan lejos pero sabía que a la vez estaba tan cerca, necesitaba sentir su
cuerpo, su calor, su boca sobre mi, necesitaba que sus caricias encendieran la llama
que llevaba apagada lo que para mi parecía una eternidad.
—Tengo que ser valiente, tengo que ser valiente, toca Vanessa, toca.-me repetía a
mí misma-
Con el puño cerrado y los nudillos apoyados sobre la puerta decidí tocar, yo tenía
una explicación y quería dársela ahora sólo dependía de él querer escucharla.
Alex abrió la puerta, su mirada era sombría, su cuerpo...su cuerpo era
simplemente exquisito y yo deseaba tocarlo, pero no, antes necesitamos hablar.
— ¿Qué haces aquí Vanessa?
Su voz era baja, suave, amarga, y me hacía daño sentirle tan lejano y desolado.
—Tú me fuiste a buscar... ¿Qué pasa? ¿Ha sucedido algo?
Tengo un nudo en el estomago, presiento que algo no va bien, algo ha roto a Alex,
está roto lo sé, por que lo he vivido, lo he sentido en mi propia piel, ese dolor... Su
madre.
—Estabas muy entretenida, no quiero que te distraigas de tus quehaceres Vanessa.
Sus palabras se clavaban en mi como un puñal, pero no iba a permitirle que me
alejara de su dolor, lo compartiría con él, de por vida si hacía falta.
—Es tu mamá ¿verdad? Ha....
—Vete, no quiero verte, necesito estar solo.
Le empujé fuertemente, tan fuertemente que él tuvo que agarrar mis muñecas para
que ninguno de los dos se lastimase, con mi golpe nos adentramos en el apartamento,
y yo sabía exactamente lo que Alexander anhelaba, lo mismo que yo extrañaba de él,
todo su cuerpo, su calor, su fuego, le acaricié el vientre que llevaba desnudo y él se
sobresaltó, mi caricia parecía quemarle la piel y yo había sentido lo mismo en la palma
de mi mano, calor, ardor, le he extrañado tanto, volví a pasar mi mano y noté como se
tensaba.
—No me toques Vanessa, ahora no.
—Te necesito, te he echado de menos y por lo que veo-miré su creciente erección-
tú a mí también.
—Claro que te he echado de menos- me estaba gritando mientras zarandeaba las
manos en el aire- es que acaso lo dudabas, por un segundo lo has dudado, tú-ahora
me estaba señalando- tú me alejaste, me apartaste de tu lado y yo me sentía solo, muy
solo, te necesitaba y no estabas ahí, no puedo confiar en ti, y cuando decido que tengo
que verte que necesito una explicación que te necesito te encuentro en brazos de ese
aspirante a modelo, ¿Cómo crees que me siento? he venido a buscarte Vanessa, quería
llevarte conmigo....
—Donde quieras que vaya iré Alex, iré, te lo suplico, perdóname, entre él y yo no
hay nada, simplemente ha sido un malentendido, yo le he dicho que mi corazón te
pertenece, y es así Alexander, soy tuya, mi mente, mi cuerpo y mi alma son tuyas,
puedes hacer con ellos lo que quieras, ya no me pertenecen.
Alex se abalanzó sobre mí, me besó desenfrenadamente, nuestros alientos se
intercambiaban y su sabor era delicioso, sabía a chocolate con un toque de café,
quizás tiramisú, delicioso, pasee mi lengua por sus labios y luego él hizo lo mismo con
los míos, había extrañado tanto esta intimidad.
—Te deseo, nunca he dejado de hacerlo-susurró contra mi boca-
—Yo también Alexander, hazme tuya.
Una sola súplica sirvió para que Alexander empezara a quitarme la ropa, en unos
segundos me encontraba desnuda ante su suplicante mirada.
—Ven aquí preciosa, acércate a mí, quiero que acaricies lo que te pertenece.
—Te refieres a....
—Si preciosa a mí, yo también te pertenezco, todo mi ser es tuyo por completo.
Me acerqué y toqué su bajo vientre, luego pase la yema de mis dedos por el
cinturón de sus vaqueros, lo desabroché y me agaché para bajárselos y liberarle.
— ¿Te gusta? Parece que tienes un poco de hambre-sus ojos me miraban fijamente
mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro, yo estoy arrodillada ante su miembro y
él tenía razón, estoy hambrienta-
—Tengo hambre, hambre de ti.
Cogí su glande y lo metí en mi boca, lo saboree, mis papilas gustativas se
impregnaron con su gozoso placer, puro elixir.
—Vanessa, para ya es suficiente, no quiero correrme en tu boca.
Yo le miraba mientras seguía succionado, lo quería todo de él, que se vaciara por
completo en mí, me daba igual donde, seguí lamiendo, torturándole con mi lengua de
arriba abajo.
Él intentó separarse de mí, me agarró por los hombros pero yo no podía
permitírselo así que con mis manos sobre sus nalgas lo empuje para que entrase más
en mi interior, el cerró los ojos, placer, lujuria, estábamos rodeados de puro éxtasis los
dos.
—Para nena, para o me voy a correr...qui....quiero estar dentro....dentro de ti.
Era el momento de separarme, Alex estaba tan duro en mi interior que sin él en mi
boca me sentía vacía, en el momento que su miembro abandonó mi boca, lo extrañé,
pero yo también le deseo en mi interior, quiero sentir todo su calor.
Me tumbé sobre el suelo frío, alivió el ardor momentáneamente pero Alex tardó
poco en tumbarse sobre mi desnudez y el calor regresó, me besaba el cuello y bajó
despacio para posar su boca en uno de mis descubiertos pechos, me dio pequeños
mordiscos sobre uno de mis pezones, debían de estar conectados con mi entrepierna
porque sentía calambres, de puro placer, estaba húmeda y anhelante de clavase su
verga en mi mojada hendidura, pero él quería perturbarme con sus caricias como yo
había hecho hace un momento con él.
—Alex por favor, te necesito, necesito sentirte, dentro de mí...por....por favor.
—No supliques preciosas, pronto me tendrás, pero quiero que estés realmente
preparada porque hoy no voy a ser dulce contigo.
Yo abrí los ojos de golpe, que significaba eso exactamente, no iba a ser dulce, Alex
era pura pasión, pocas veces había creído que había sido dulce, pero si realmente el
pensaba que lo era, a que se refiere en este momento, tragué y le miré directamente a
los ojos, lo que vi me asustó pero sabía que él no me haría daño.
—Tú me perteneces, puedo hacer contigo lo que quiera tú me lo has dicho y ahora
voy a ocuparme de ti pero no voy a ser dulce.
—Alex, hazlo, ocúpate de mi-no temía sus palabras, él nunca me haría daño, no
pasa nada por jugar un poco duro, a mi también me gusta que saque su lado más
brutal-
Me estaba oliendo el pelo, mientras frotaba su erección sobre mi vagina.
—He echado de menos tu olor, preciosa...
—Yo he echado de menos todo de ti, hazme tuya, por completo Alex.
Volvió sobre mis pechos, pero ahora daba mordiscos más fieros, mas dolorosos
pero que igualmente conectaban con mi entrepierna y me hacían humedecer, siguió
lamiéndome hasta llegar a mi ombligo y luego más abajo, su boca estaba sobre mi
clítoris ahora, su succión era exquisitamente perturbadora, me volvía loca y estaba a
punto de correrme sobre su boca.
—Alex, para, no quiero correrme en tu boca.
Levantó su cabeza y me miró, en ese mismo instante lo comprendí, quería que me
sintiese como él se sentía conmigo hace un momento, sin control.
—Alex para por favor... para...quiero sentirte en mi interior...para.
—Estas muy húmeda, tu coño chorrea como si fuese la Fontana di Trevi y eso me
vuelve loco, saber que estas así por mis caricias.
Me metió dos dedos en el interior, era mi perdición, su lengua, sus caricias, no
podría aguantarlo.
—Córrete para mí, luego me sumergiré en tu interior y me volverás a dar lo que
me pertenece, seguro que hay más de ti, más para mí.
Claro que lo había, podría correrme millones de veces con él, con su cuerpo, con
sus caricias, y así lo hice me deje ir, el éxtasis abandono mi cuerpo y mil temblores
invadieron todo mi ser.
—Ahora podrás sentirme date la vuelta.
—Alex no....no puedo...no puedo moverme cariño.
Entonces me agarró por la cintura y con un duro tirón me dio la vuelta haciendo
que mi pecho se posase sobre el suelo ahora caliente, empezó a pasar sus manos por
mi espalda, por mis nalgas desnudas y sentí como me acariciaba entre ellas, no puedo
creer lo que está haciéndome, me muerdo de la vergüenza, tengo que pararle.
—Para Alex.
—No, me has dicho que todo me pertenece, por lo cual-paso un dedo entre mis
nalgas-esto también.
—Alex no estoy preparada para eso.
De pronto sentí como me clavaba su miembro en el interior y no pude evitar gemir
de placer, ocupaba todo mi ser, invadía todo mi espacio y no había dolor solo
satisfacción, me agarró del pelo con una mano haciendo que arqueara la espalda y
separara los pechos del suelo, sus embestidas eran brutales, duras, nada dulces, de
repente soltó mi cabello y su mano regresó sobre mis nalgas, las acariciaba pero yo
esperaba algo más quizás un pequeño golpecito como había hecho alguna vez, el
golpe no llegó, yo estaba a punto de llegar al orgasmo y sentía que él también, sentí su
miembro crecer y crecer en mi interior, duro y caliente, a punto de vaciarse en mí.
—Alex voy a....
—Chss...Lo sé nena noto como tu coño se aprieta contra mi polla.
—Alex...por favor....
Entonces fue más duro, mas salvaje si era posible entraba y salía una y otra y otra
vez, y sentí de nuevo su dedo hurgando entre mis nalgas, note como extendía mi
propia humedad a través de él y de pronto me penetró con su dedo, ahora él invadía
mi zona delantera mientras su mano lo hacía en la parte trasera, siguió moviéndose y
estallé en mil pedazos alrededor de él, tras unos segundos más me siguió, descargando
todo su ser en mi interior.
XXX
Desde aquella noche maravillosa ha pasado un mes, un mes amargo pero a la vez
dulce, amargo por la muerte de Valeria y dulce porque Alex y yo hemos estado juntos
en todo momento, yo aún me niego a mudarme a su casa pero casi todas las noches
las paso allí, ahora estoy sentada en un banco frente al Artist esperando que mi
adorado profesor llegue con mi café de la mañana, siempre nos encontramos aquí las
noches que no pasamos juntos, él me entrega mi café, me da un tierno beso en la
mejilla y entra en el interior de su mundo, un mundo de belleza, pasión y amor por
cualquier tipo de arte, es tan abrumador ver como ama su trabajo...
Ha estado muy triste desde que fuimos a España para darle el último adiós a su
madre, su dolor me hiere en el alma pero con mis caricias y mis besos he intentado ser
el bálsamo de su tormento.
Apenas hemos discutido, nos pasamos el día metidos en la cama cuando no
estamos en la academia, estamos en una luna de miel perpetua y cada día le necesito
más, recuerdo una de las noches que pasamos en España yo quise sorprenderle,
quería animarle y él había salido a arreglar unos papeles con la funeraria, yo le esperé
en su piso, completamente desnuda y con la cuerda en las manos, quería que viese
que confiaba en él, que le pertenecía y que podía hacer conmigo lo que quisiese,
saqué su cámara de fotos y me coloqué de rodillas frente a la puerta, con la cuerda en
una mano y la cámara en el suelo a mi lado, estuve así por lo menos media hora
esperándole, pero valió la pena, Alex era un auténtico maestro con la cuerda y las
fotos que me hizo eran puro arte, luego me hizo el amor, despacio, lento mientras
desanudaba cada parte del amarre de mi cuerpo, fue tan erótico sentirle entrando en
mi interior mientras me acariciaba todo el cuerpo para deshacer los nudos, ahora cada
vez que lo recuerdo me recorre un escalofrío de placer.
Lucius andaba casi desaparecido, le había visto en pocas ocasiones, y cuando lo
hacíamos casi no nos dirigíamos la palabra, un día me dijo que sobre todas las cosas
quería volver a tenerme como amiga pero que necesita un poco de espacio para
desprenderse de los falsos ideales que se había infundado sobre su cabeza.
Hay algo que aún ronda mis pensamientos, Alex aún no ha querido hablarme de
ello pero cada día que pasa yo necesito que él tenga esa confianza y me lo cuente, el
dichoso grupo trece, cada vez que se lo nombro su cuerpo se tensa y su cara transmite
asco, pero no se si es asco por si o por algo más oscuro.
—Hola preciosa, tu caffe latte se va a enfriar... ¿En qué piensas?
—Estaba pensando en ti.
—Seguro que alguna guarrada-se acercó a mi boca y sin besarme pronuncio unas
palabras que me erizaron la piel-yo no hago más que imaginarnos retozando desnudos
en cualquier esquina así que no te reprocho si te sucede lo mismo.
—Alex, por favor- aparté la cara avergonzada por sus palabras- no, no era eso,
aunque yo también....
—Lo sé, me deseas, me lo dicen tus pezones.
¡Mierda! por qué siempre tiene que avergonzarme, baje la vista hacia mis pezones,
es cierto, estaban duros y la camisa los marcaba, intenté ponerme el bolso que llevaba
delante pero era inútil.
—No ocultes lo evidente preciosa.
—Alex, para ya, me estas avergonzado, no tienes que dar una clase, anda corre
que hay veinte fieras del sexo esperando desgarrar tus pantalones.
— ¿Celos preciosa? ¿Enserio? Tú sabes que la única fiera sexual que quiero bajo
mi cuerpo eres tú.
—Si me quisieras como dices, confiarías en mí Alexander-mi voz tomo un tono
acusatorio-
—No empieces Vanessa.
—Yo...yo confío en ti, me he entregado por completo pero tú te niegas a abrirte a
mí, me dices que me perteneces pero no es cierto, hay un muro que te separa de mí y
siento que hasta que no lo derribemos no podremos seguir avanzando.
—De verdad Vanessa, porque tienes que estropearlo de esta manera, por primera
vez en un mes estaba completamente feliz y ahora tú lo has estropeado todo-se dio
una vuelta y se dirigió a la entrada del Artist, dos preciosas rubias lo miraban
embelesadas y el muy bastardo les abrió la puerta, las dejó pasar mientras las miraba
de arriba abajo provocadoramente, todo ante mis ojos, aunque bien sé por qué lo
hacía, estaba rabioso por mis palabras y quería devolvérmela pero lo que no sabe es
que con Vanessa Glover no se juega-.
Por un momento pensé en buscar a Lucius y darle de su propia medicina pero eso
no sería justo, y no lo sería porque yo les quería a los dos y así los dañaría a ambos,
tendría que buscar un plan B, quizás...alguien de la clase del profesor Alexander
Linuel, yo soy su alumna quizás uno de sus sofisticados alumnos me podría valer.
Entré en su clase con toda la altanería posible, y me senté junto a un rubio de ojos
azules que era muy atractivo pero que a mi no me despertaba la más mínima
curiosidad, la clase estaba llena, Alexander impartía la clase de canto moderno y
técnica vocal, mi chico estaba amontonando unas fotocopias que supongo que
repartiría durante la clase, le observé y vi como levantó la mirada hacia mí, ahora
mismo estoy tan cabreada por lo que me ha dicho y por lo que ha hecho
posteriormente, que no puedo ni mirarle, decido no prestarle atención y centrarme en
conocer a mi recién descubierto compañero.
—Hola, ¿Cómo te llamas?
—Soy Massimiliano, pero me dicen Massi.
—Encantada Massi, yo soy Vanessa.
En ese momento Alex pasó por mi lado, no le gustaba que hablase tan
amigablemente con ningún chico y ahora mismo estaba tenso, muy tenso, sentí un
poco de miedo de que pudiese hacer alguna tontería, pero el merecía que le diera de
su propia medicina, cogí y me acerqué un poco a Massi apoyando mi pecho sobre su
brazo para mirar por encima de su hombro los apuntes.
—Tienes unos apuntes muy ordenados-señalé con mi pequeño dedito sus folios-
—Si quieres puedo prestártelos todos, se que has faltados a unas cuantas clases-
toda una novedad, esta preciosidad se había fijado en mi ausencia-
—Gracias- me separé un poco de él y mirándole a los ojos le dije- vaya que bien
hueles- él me sostuvo la mirada, sus ojos desprendían un brillo especial-
Alex estaba al lado de su mesa con los puños cerrados, y me miraba desafiante,
sabía que lo que estaba haciendo nos iba a traer grandes problemas, él era tan
posesivo, y eso a mi me encanta, me gusta saber que soy suya sobre todas las cosas,
pero él tiene que saber que es mío y que no puede tratarme así.
Decidí parar con mi flirteo para que pudiese dar su clase, pero esto no había
terminado aquí ni mucho menos.
Cuando la clase termino, Massi me invitó a tomar un café y como yo no tenía
muchos amigos decidí no declinar su oferta, salimos juntos mientras Alexander nos
observaba marchar, me he metido en un buen lío y soy muy consciente de ello, pero
que se joda, así aprenderá a confiar en mí, si no es por las buenas, tendrá que ser por
las malas.
Entramos en la cafetería del Artist y con la mirada busqué una mesa vacía,
mientras observaba en los alrededores vi a Lucius sentado en una mesa con una
morena despampanante, a ella no podía verle la cara por que estaba de espaldas,
decidí actuar con naturalidad, acercarme a él y darle un beso en la mejilla, pero me
quedé de piedra cuando vi la cara de su acompañante, era ella, Gabriella, la conocía de
haberla visto en el piso de Alexander, pero nunca más la había visto en todo este
tiempo, a la que sí vi una vez fue a su otra amiga creo recordar que se llamaba
Ysabelle.
—Hola pequeña, ¿Cómo estás? Conoces a....
—Gabriella
Lucius me miró como diciendo, ¿otra vez?, ¿otra más?-le enseñé la lengua-cuando
decidí contarle lo de Anabella, él me comprendió a la perfección, podría haberse
acostado con ella pero no lo hizo por que según él no podría estar con una persona
que me hubiese dañado de esa manera.
—Hola Vanessa ¿Cómo está Alex?-la muy estúpida me pregunto eso con una
estúpida sonrisa en la cara, Massi nos observaba a los tres alternativamente, el pobre
no tenía ni idea de nada-
—Estupendamente, le daré recuerdos de tu parte- su cara cambió, por un
momento una sombra de....terror...no no puede ser, se alojó en su rostro-
—Sentaos con nosotros-apuntó Lucius-
—No, cariño voy a tomar un café con él-señale al guaperas rubio que me
acompañaba- luego nos vemos en la habitación ¿vale?
—Por supuesto pequeña, luego te veo- mi mejor amigo se levantó y me plantó un
pequeño pico en los labios, él nunca actuaba de esa manera, creo que quería provocar
los celos de Gabriella, pero ¡mierda! ahora la que se habría metido en un lío era yo
por que Alexander acaba de entrar en la cafetería y me había visto en dicha situación ,
rodeada de dos hombres fascinantes y una mujer con un misterio y para colmo uno de
ellos me había plantado un fugaz beso en los labios.
Alexander se dirigió hacia nosotros, la guerra iba a comenzar, y aquí no se iba a
salvar nadie.
Llegó a nuestro lado, pensé que me iba a mirar, pensé que iba actuar de manera
posesiva conmigo, que iba a plantarle un tortazo a Lucius por atreverse a besarme y
que me iba a sacar de la cafetería a rastras, pero nada de eso pasó.
—Hola, Gabriella si eres tan amable podrías acompañarme a mi despacho.
—Si Señor Linuel, ahora mismo- ella tenía la cabeza agachada, no le había mirado
a los ojos, se levantó y ambos empezaron a caminar en dirección a la salida, Alex, el
muy cretino, había apoyado una mano en la parte baja de su espalda, y yo moría de
celos por que tocó a esa mujer, moría de celos por que el guardaba un secreto que me
perturbaba cada día y ahora me dejaba así plantada para marcharse con ella,
definitivamente esto no iba a quedar así, una lágrima de rabia corrió por mi mejilla,
miré a Lucius y él me comprendió instantáneamente, tenía gran facilidad para conocer
mis pensamientos.
—Massimo...te importaría que dejásemos ese café para otro momento, ahora tengo
un asunto que arreglar-en ese momento Lucius intervino-
—No, Vanessa, no hagas una tontería.
—Si claro ¡tonterías! –grité-, ese estúpido no va a volver a dañarme más, ¡no!-
apunté a Lucius con el dedo-ni de coña.-salí de allí como una auténtica furia y sólo
tenía una dirección en mi mente, el despacho e Alex-.
XXXI
Corrí por el pasillo evitando tropezar con los esbeltos cuerpos de las bailarinas y
bailarines que se encontraban allí, giré a la derecha con un objetivo fijo en mi mente,
tras la tercera puerta encontraría a Alex, mi Alex, con esa maldita mujer, no puedo
evitarlo, los celos me carcomen por dentro y esta ves él me tendrá que dar una
explicación, una muy convincente para que no patee su bonito culo y luego desgarre
la garganta de esa zorra.
Encontré mi destino y apoyé un oído sobre la puerta con la esperanza de poder
captar algo, lo más mínimo, una ligera señal de lo que estaba sucediendo entre ellos,
pero solo escuché silencio, silencio absoluto y eso me provocó un escalofrío en el
cuerpo, el bello se me erizó, ¿porque estaban tan callados?, la gente me miraba con
curiosidad y yo intentaba disimular pero llegó el momento que no pude soportarlo
más y toque dos veces con el puño cerrado sobre la puerta, fueron dos golpes duros y
fuertes que exponían claramente mi estado de ánimo en ese momento, cabreada,
ofuscada y apunto de girar la cabeza sobre mi propio cuello como si de la niña del
exorcista se tratase, ¿qué coño hacía ese hombre para sacar lo peor de mí?, solo por él
ponía de manifiesto mi lado más neardental, más primitivo, ahora mismo le mearía
encima con tal de marcar mi territorio ante esa usurpadora.
—Vanessa ¿Qué deseas?
Este tío es imbécil, ahora me mira con su cara de “don profesor perfecto con un
palo en el culo” se va a enterar, con el puño aún cerrado le empujo hacia el interior y
cierro la puerta para que nadie me escuche, no querrían, ahora mismo voy a poner a
este capullo en su lugar.
—Ahora mismo, vosotros dos, me vais a explicar de que coño vais- apunté con el
dedo hacia ella, mientras a él le mantenía agarrado por su camisa-
—Vanessa, cállate, no es lo que parece, no es nada de eso, no hago lo mismo que
tú hacías hace un momento con Massimiliano, ella ha venido aquí para hablar sobre
unos pagos que debe realizar.
— ¡Y una mierda los pagos! ¡Pagos! ¡Enserio! ¡Te crees que soy idiota!
—Ahora mismo actúas como tal.
—Tú puta-apunté con el dedo hacia el basilisco que se encontraba inmutable-
apártate de él, no quiero ni que lo roces, ni que respires el aire que le rodea, como te
vea cerca de él te juro que la niña del exorcista te va a parecer una santa, no me
conoces, si lo hicieras no jugarías conmigo.
No se que me está pasando yo nunca actúo de esta manera, nunca, yo soy dulce,
cariñosa, y nunca he sido capaz de contestar mal a nadie, siempre he agachado la
cabeza.
Alexander empezó a reírse estrepitosamente, pero la arpía permanecía pétrea,
misma cara, misma pose, mismo lugar, ni que fuera una jodida estatua realizada por la
misma Medusa.
Volví a mirarla amenazadoramente, y no pude contenerme el preguntárselo.
— ¿Qué coño es el grupo trece? Ahora mismo me lo vas a explicar, él no lo hace,
no quiere que yo lo sepa, pero tú si no quieres vértelas con estas-señale a mis manos-
y que estropeen tu linda carita me lo vas a decir ahora mismo, “Ipso facto”, ¡habla!
Alex tiró de mi brazo y me llevó hacia la puerta.
—Sal de aquí Vanessa, no hagas las cosas más difíciles, no es ella la que debe
decírtelo, soy yo, y ahora mismo después de ver tu comportamiento, no quiero
hacerlo, no estoy seguro de “esto”-nos señaló a ambos alternativamente-
¡Mierda! Eso había dolido, sentí como un puñal me atravesaba el estómago y se
retorcía en su interior.
—Alex...no...no...no lo dirás enserio ¿no?
—Vete, ahora, ¡ya!
Me sacó a la fuerza de su despacho y me cerró la puerta en las narices, ¡cretino!,
¿que se ha creído?, pensará que iré arrastrándome a él, pero no esta vez no, lo siento
pequeño pero esta vez te toca a ti-murmuré estas palabras mientras me alejaba por el
pasillo con los ojos vidriosos por el dolor-
Tras cinco minutos de vacío, entré en la cafetería de nuevo, Lucius y Massi
hablaban amigablemente, pensé en ellos como pareja, eran muy guapos y encajaban a
la perfección, pero últimamente mi compañero de habitación, solo perseguía a chicas
y Massi, bueno, él....no se si le gustarán los chicos.
—Hola chicos, ¿Qué hacéis?
Los dos levantaron la cabeza y me miraron directamente a los ojos, oh, oh, me
parece que aquí sobro.
—Ya veo, ya...bueno yo...me voy a la residencia, voy a recoger unas cosas, voy a
pasar un par de días en casa de mi padre –mi compañero asintió con la cabeza y no
fue capaz de articular ni una sola palabra, su mirada volvió a centrarse en el guapo
rubio y yo me aleje de ellos con máxima naturalidad-.
Empecé a caminar, y mil pensamientos abarcaron mi mente, me había comportado
como una autentica imbécil, una desquiciada mega celosa, nunca actuaba de esa
manera, Alexander saca lo mejor pero también lo peor de mí y eso me asusta, mucho.
Necesito un tiempo para pensar, alejarme de él, no verle, no tocarle, no olerle,
quiero que me extrañe, que me anhele y que se de cuenta de que yo soy para él tanto
como él lo es para mí, quizás de esta manera sienta la necesidad de abrirse conmigo,
yo no le ocultaba nada, me abrí a él por completo y él no me valora ni confía en mí lo
suficiente como para hacer lo mismo, ¿tan grave es? No, Alex es bueno, noble y nada
que haya hecho puede ser malo, no tan malo como para que yo no pueda perdonarlo.
Llegué a la residencia para recoger mis cosas, estaba metiendo un par de prendas
en mi maleta cuando tocaron en la puerta, pensé que sería él pero al abrir la puerta me
sorprendí al encontrarme cara a cara con la que un día fue mi mejor amiga, Anabella.
— ¿Qué haces aquí?
—Tenemos que hablar, yo...lo siento, no quiero que sigamos así, extraño tu
amistad, y aunque se que es irrecuperable...no quiero que nos sigamos haciendo daño,
yo no te lo haré.
—Yo nunca te lo he hecho.
—Lo sé, he sido una niña caprichosa, y ahora me he dado cuenta del daño que te
hice, no te protegí del capullo de mi padrastro, te deje en sus manos y no hice nada,
todo lo contrario, te aparté de mi lado cuando más lo necesitabas.
—Entra no quiero que hablemos de esto en la puerta, nos pueden oír.
El pasillo estaba completamente vacío, ni un alma, pero temía que alguien se
hiciese eco de nuestra íntima conversación.
En el interior, ella tomó asiento en una silla que estaba al lado del escritorio, me
coloqué sobre la cama y entrelacé mis dedos esperando que ella comenzase a
explicarme el porqué de tan repentino cambio de actitud, pero no hablaba
simplemente me miraba esperando a que fuese yo la que diese el paso, me fije en su
rostro, está más pálida de lo normal, y parece que ha perdido peso, hace semanas que
no la veo así que imagino que será por es estrés de las clases, pero en sus ojos veo
algo más, algo que aún no sé lo que es y me estoy impacientando por saberlo.
—Habla.
—Yo...ante todo quiero que sepas que eras mi mejor amiga, nunca quise hacerte
daño y nunca pensé que esa noche podría echarlo todo a perder si no nunca te lo
hubiese pedido, para mi tú eras especial, el resto no.
—Y se supone que eso tiene que hacer que me sienta mejor ¿verdad?
—Sé que nada de lo que te diga hará que te sientas mejor, pero yo...me tengo que
ir Vanessa, tengo que dejar el centro y regresar a España y no se si algún día tendré la
oportunidad de decirte todo lo que siento, por eso estoy aquí.
— ¿Por qué te vas? Este es tu sueño al igual que el mío.
—Hace quince días, cuando estaba en una de las clases ensayando con mi
compañero, me desmayé y me llevaron al hospital para hacerme unas pruebas ya que
no era la primera vez que me pasaba.
— ¿Cómo? ¿Desde cuándo?-pregunté alarmada-
—Mi primer desmayo lo tuve mientras me quedaba en tu casa, antes de empezar
las clases, pero Martín estaba conmigo, me desperté y ambos hicimos como que no
pasaba nada, yo no podía perder la oportunidad de entrar en el Artist y tú sabes que él
quería lo mismo, está muy obsesionado con mi triunfo y yo no quiero defraudarle.
La miraba a los ojos, la contemplaba y de pronto comprendí algo, algo que antes
no había sido capaz de ver, quizás por mi falta de experiencia, o por la dulce
inocencia, pero ahora lo entendía todo.
XXXII
Las palabras de Anabella revoloteaban por mi mente “él quiere que triunfe y yo no
quiero defraudarle”, mientras pronunció esas palabras agachó la cabeza avergonzada y
en ese mismo instante lo comprendí, supe por qué nuestra amistad dejó de funcionar,
por qué me alejó de su lado, en su mirada vi el amor que sentía hacia él y no era un
amor nada fraternal yo ya había aprendido a distinguirlo tras mi experiencia con
Alexander.
—Tú... ¿le quieres?
— ¿A quién Vanessa?
—A Martín, le quieres.
—Claro que le quiero es mi padrastro, y lleva muchos años con mi familia.
—No, le quieres, le amas.
— ¿Te has vuelto loca? ¿Amar a Martín? ¿Yo?
—Sí, tú le amas, lo sé, ahora lo entiendo todo.
—Te equivocas yo no le quiero, y no es por eso por lo que me alejé de ti.
Me levanté hecha una furia, me lo estaba negando en mi cara, pero que se cree, ni
de coña se lo voy a permitir, no se va a ir de esta habitación hasta que lo reconozca,
yo lo he visto, cuando habla de él su mirada es igual que la mía cuando nombro a
Alex, es amor, pasión, lujuria, me acerqué a ella y me pronuncié.
—Tú le quieres, y no de un modo fraternal, ¿desde cuando te acuestas con él?
¿Que paso antes o después de aquella “noche”? venga dímelo, has venido a sincerarte
¿no? pues ya va siendo hora de que me digas toda la verdad.
Anabella permanecía con la cabeza agachada y ahora estaba aún más pálida si era
posible, me asusté un poco pues parecía enferma y tras saber lo de los
desmayos...mierda ni siquiera le he preguntado por ello.
— ¿Qué te ha dicho el médico de los desmayos? Quiero que me lo cuentes todo,
lo de Martín y lo de tu salud, empieza ya, mi paciencia tiene un límite, y estoy
dispuesta a escucharte, pero si no empiezas a hablar pronto abriré esa puerta, sacarás
de aquí tu precioso culito y no tendrás una nueva oportunidad ¿me has entendido?
Yo estaba siendo agresiva con ella pero se lo merecía, además es la única manera
de que me cuente la verdad, de que se libere y me libere a mi de esta carga que he
tenido durante tantos años.
—Yo...no sé por dónde empezar.
— ¿Que tal por el principio Anabella?-pregunté sarcásticamente y entonces ella
levantó su mirada y clavó sus ojos en mí-
—El principio lo originaste tú-afirmó de manera acusatoria-
— ¿Yo? ¿Cómo que yo? Explícate.
—Si tú, aquel día en mi casa, después de que Martín nos encontrase y después de
que yo escuchase todo lo que tú hiciste en el baño...¿Cómo pudiste?...da igual,
olvídalo, esa misma noche yo le recriminé a Martín lo que había hecho contigo, le dije
que se lo iba a contar todo a mi madre que no era un buen hombre y que no se
merecía nuestro respeto, pero el tenía un as en la manga, sabía que mi
comportamiento había sido inmoral, sabía que tú no habías sido mi primera vez y
entonces me ofreció un trato, algo que yo no pude rechazar por miedo a que todo el
mundo se enterase de mis actos y me juzgasen de mala manera.
— ¿Qué trato Anabella? Él....
— ¡No!-pareció leerme la mente y por eso contestó alarmada- No, él no me
obligo, yo acepte, mantuve relaciones con él a cambio de que guardase mi secreto,
después de eso no he estado con nadie más, solo él, y me he dado cuenta de que no
quiero estar con nadie más, yo....le quiero.
— ¿Cómo puedes quererle? No te das cuenta de que te extorsionó, te manipuló
como un títere para obtener su propio beneficio... eso es lo que él hace siempre
Anabella, mueve los hilos a su antojo.
—Ahora lo sé- se llevó una mano al corazón- ahora lo sé y no te imaginas como
duele.
— ¿Y por qué ahora? ¿Qué ha sucedido para que después de tanto tiempo hayas
abierto los ojos?
—El abandono.
— ¿Os ha abandonado? ¿Martín?
—No, él y mi madre, ellos me han abandonado, cuando me desmayé y me
hicieron las pruebas, los resultados no fueron demasiado esperanzadores, Martín
estaba furioso pues ya no me veía como la triunfadora que era y perdí la belleza ante
sus ojos, en ese momento él le contó a mi madre cosas feas y oscuras de mí y ambos
se fueron a España, me dejaron aquí y me dijeron que no querían volver a verme,
llamé a mi tío paterno, nunca había hablado con él pero ha sido muy amable y se va a
encargar de todo en España.
— ¡Maldito hijo de puta! ¡Se va a enterar!
—Te has vuelto una mal hablada, pero me gusta, por fin has sacado el carácter,
pero...déjalo estar Vanesa, ya no vale la pena.
—No digas eso...-me acerqué a ella y le acaricié el pelo, la chica que tenía ante mí
ya no era la súcubo del infierno que me había hecho la vida imposible, ahora era la
amiga que un día perdí- ¿Qué es lo que te pasa Anabella?
—Leucemia
Me llevé una mano a la boca alarmada e hice negaciones con la cabeza, ella no, no
era posible que una mujer tan fuerte como ella pudiese estar pasando por eso, ahora
mismo preferiría que siguiese siendo la víbora, pero no era así, la persona que estaba
ante mí, está débil física y mentalmente y tengo que perdonarla, ella ha sufrido el
mayor de todos los castigos, ser despreciada por la persona que amas y encima ahora
tiene que afrontar sola esta maldita enfermedad...
—Lo siento, lo siento, yo...estaré a tu lado, te ayudaré...
—No merezco tu compasión, ni tu perdón, pero creo que te merecías una
explicación y por eso he venido, mañana mismo regreso a España.
—Yo... ¿podría ir contigo?
— ¿Harías eso? ¿Por mí?
—Lo haría por ti y por la amistad que un día tuvimos, lo haría por que no sé en
qué momento te perdiste pero sé que el día de hoy te has vuelto a encontrar y la
persona que está ante mis ojos nunca ha dejado de ser mi mejor amiga, la otra mala
víbora no eras tú.
Anabella se rió tras descubrir como solía llamarla, y digo solía por que desde este
mismo momento ya no es así para mí.
—Me gustaría acompañarte, hasta que te instales, ¿vas al hospital verdad?
—Sí, estaré allí el tiempo que haga falta, tienen que hacerme más pruebas y puede
que...
— ¡No! no lo digas, te acompañaré, ahora mismo llamaré al Señor Linuel para
excusarme por mi ausencia.
—Dirás a Alex ¿no?, me alegro de que hayas encontrado a un hombre que te
merezca Vanessa, te lo digo de corazón.
—No voy a llamar a Alex, él y yo...se acabó, simplemente se acabó, llamaré al
Señor Linuel.
—Lo siento, mucho, parecíais hechos el uno para el otro.
—Pues parece ser que no es así, nuestro destino no está escrito conjuntamente, y
ahora vamos a preparar nuestro equipaje-volví a pasar mis manos por su cabello, ella
se incorporó y nos fundimos en un fuerte abrazó que nos hizo por fin libres-
XXXIII
Ha pasado una semana desde que estoy en España, he ayudado a Anabella a
instalarse en el hospital y ahora me encuentro en la cafetería esperando mientras
algunos de los médicos se ocupan de ella, ha estado muy sola y no me arrepiento de la
decisión que he tomado, estoy orgullosa de estar aquí con ella y gracias a ello mi
conciencia está tranquila, lo peor que llevo es no haber hablado con Alex, ni una
llamada, ni un mensaje, nada.
Supongo que debe estar enfadado conmigo, yo misma le pedí a su padre que no le
dijese donde me encontraba, necesitaba un tiempo a solas para reflexionar sobre sus
últimas palabras, palabras que me hirieron profundamente, pero tenía la esperanza de
que él descolgase en teléfono y se pusiese en contacto conmigo, ahora mimo le anhelo
tanto que respirar me duele, pero tengo que mostrarme fría y fuerte pues Anabella lo
necesita así, tengo que ser valiente por las dos.
Hace dos días me dirigí a casa de su madre, le planté cara a ella y a Martín, pero
me echaron del lugar casi a patadas, la mamá de Anabella no me quiso escuchar y el
muy capullo de su novio hizo todo lo posible para que ella pensase que yo era una
zorra igual o peor que su hija, el amor es ciego y esa mujer está complemente ciega de
amor.
Antes de volver a la habitación para ver que han dicho los médicos, he decido que
quiero ir al hotel y darme una ducha, también cambiarme de ropa, tras pasar la noche
aquí parezco una ciruela pasa.
Salgo a las afueras del hospital, están cayendo algunas gotas, pensaba ir
caminando peor este tiempo no me lo permite así que paro un taxi rápidamente, el
taxista es un poco hosco y rápidamente me deja en mi destino, yo voy lo más deprisa
que puedo, no me gusta dejar a mi amiga sola por mucho tiempo, además hoy tengo
que hablar con ella, pues la semana que viene debería incorporarme a mis clases pero
quiero que sepa que vendré siempre que pueda, yo necesito tanto como ella estar a su
lado después de todo lo acontecido.
Entro en la habitación del hotel, está oscura, antes de irme dejé las persianas
bajadas, me paro en seco al observar una silueta al lado de la venta, solo puedo ver su
espalda... ¿Quién es?... ¿Quién puede entrar en mi habitación? Quisiera salir
corriendo, estoy cerca de la puerta pero la curiosidad...la curiosidad mató al gato
Vanessa...corre.
— ¿Quién eres?
La silueta se dio la vuelta poco a poco, y pude ver unas facciones, en mi interior
deseaba con todas mis fuerzas que fuese él, Alexander, pero como podría
encontrarme, la verdad es que tiene muchos recursos, pero esa cara, esa postura, ese
pelo, y ese gesto, definitivamente no era él...
Me adentré en la oscuridad queriendo observar más de cerca al extraño que tenía
ante mis ojos, era increíblemente guapo, seductor e iba muy bien vestido y lo peor de
todo, no estaba asustada, no le temía pues me resultaba muy familiar, era....
— ¿Lucius?
—Mmm...Hola preciosa.
Me lancé sobre el, necesitaba sentirme arropada, abrazada y querida por alguien a
quien estimo profundamente.
— ¿Qué haces aquí Lucius?
—Una amiga me necesita.
—Y esa amiga... ¿soy yo?
Estaba entre sus brazos y bajó su mirada hacia mí, sus ojos eran tan penetrantes
que parecían capaces de desnudar mi alma, entonces algo inesperado me pasó, sentí
un tirón familiar en la entrepierna, algo que nunca me había pasado con él, solo con
Alex, solo con mi verdadero amor.
Esto estaba mal, intenté escapar de los brazos de Lucius pero él no me dejaba, así
que decidí volver a apoyar mi pequeña cabeza sobre su torso, es tan musculoso y
desprende tanto calor que transmite la sensación de útero materno, Vanessa que
estupideces piensas, ¡aléjate de él ahora mismo! pero era prácticamente imposible, no
quería, me sentía tan bien entre sus brazos, un pequeño suspiro abandonó mi cuerpo.
—Hueles bien Lucius.
Él soltó una carcajada seguramente era lo último que esperaba escuchar.
—Voy a ducharme y cuando salga de la ducha espero que me expliques que haces
aquí.
— ¿Te enjabono?- me miró seductoramente y me guiñó un ojo-
Le miré con la boca abierta y mis ojos fueron hacia sus manos, ahora mismo las
imaginaba paseando por mi cuerpo desnudo bajo el agua mientras hacían una gran
cantidad de espuma sobre mi electrizante piel, sacudí la cabeza, ¡fuera pensamientos
pervertidos!, ¡fuera!, me di la vuelta para ir al baño pero antes de entrar apuntillé algo
que quería dejar muy claro.
—Ni se te ocurra acercarte, mantén tus sueltas manos lejos de mí.
Me di una ducha rápida y mientras me secaba el cuerpo no podía dejar de pensar
en la situación que acaba de vivir con Lucius, no se muy bien porqué me siento así
con él, no debería pensar esas cosas, quizás es que mi corazón necesita liberarse de
Alex y le está buscando sustituto pero no puede ser, es imposible, no existe otro en el
mundo que pueda ocupar su lugar, pero entonces...¿que me pasa?, simplemente estas
cachonda Vanessa, necesitas un polvo urgentemente es eso, pero él no te lo va a dar,
mantén a Lucius lejos de tu cuerpo, Alexander no te lo perdonaría jamás, aún tengo la
esperanza de recuperarle así que si necesito desahogarme tendrá que valer con esto,
levanto una mano hacia mi cara y la miro con pena, ¡Vaya mierda! después de probar
el miembro de Alex esto no iba a ser suficiente ¡nunca!, pero ahora no es el momento
de buscar solución, debo regresar al hospital.
Salí del cuarto de baño lista para un nuevo día y encima no podía tener mejor
compañía.
—Vamos -dije tirando del brazo de Lucius-
—Querrás decir vamos por favor ¿no?
—Lucius no estoy de humor, mueve el culito anda.
—Algún día suplicaras preciosa.
—Puede ser pero no a ti- al momento de que esas palabras abandonaron mi boca
me arrepentí, se que con ellas le hice daño y para nada era esa mi intención peor a
veces podía ser muy pesadito y mi paciencia tenía un límite-lo...lo siento no quise
decir eso.
—Preciosa, tú y yo sabemos que eso era exactamente lo que querías decir, pero
también sabemos que a pesar de la química entre nosotros, tu corazón aún le
pertenece.
—No te equivocas del todo.
— ¿A qué te refieres?
—Bueno... quizás no solo le pertenezca mi corazón sino también mi mente, alma y
cuerpo, ¡mierda Lucius! Estoy caliente, soy pura dinamita y ni yo misma puedo
satisfacerme, pienso que eso avergonzaría a Alex.
Lucius estaba catatónico tras mi explosión pero era cierto y no pude contenerme a
decírselo, él y yo no nos guardábamos secretos.
— ¿Quieres decir que.... ese tío se te ha calado tan hondo que tienes miedo de
ofenderle si tú misma tocas tu propio cuerpo?
—Yo no lo podría haber definido mejor, vamos necesito salir de aquí o voy a
implosionar- mi mejor amigo no paraba de reír, cogimos un nuevo taxi y nos
dirigimos de nuevo al hospital-.
****
Entramos en la habitación doscientos cincuenta y seis y la primera imagen que
captan mis ojos es la última que pensaba ver, Martín esta sujetando a Anabella por el
cuello y su boca esta casi pegada a la de ella.
—Suéltala cabrón, suéltala ahora mismo.
Anabella giró su rostro hacia mí estaba inundado por las lágrimas, y por una
expresión dolorosa, una expresión que yo conocía muy bien desde que Alex me había
dicho que lo nuestro no iba a ninguna parte.
Martín también se giró para mirarme y me agarré fuertemente al brazo de mi
amigo Lucius para no derrumbarme.
—Tú no te metas puta, esto es entre ella y yo.
Mi amigo soltó mi mano rápidamente y se dirigió a Martín con los puños cerrados
y expresión rabiosa, yo me quedé en mi lugar pues ante mis ojos estaba apunto de
desatarse una verdadera furia de titanes y yo no voy a ser tan estúpida de meterme en
medio, que se las apañen solitos.
— ¿Qué le has dicho a la señorita?-Lucius cogió a su contrincante por las solapas
de la chaqueta de cuero negra que llevaba, Martín a su lado parecía tan insignificante
que automáticamente pensé en lo que pude ver en él-
—Le he dicho puta porque es lo que es...una puta que se folla a su director para
mantener una plaza en un centro que no merece estar.
Me sentí mal por esas palabras, yo sabía muy bien que no eran ciertas, el dinero de
mi madre me permitía pagarme los gastos, hace poco que descubrí como lo había
ganado, resulta que a mi madre le gustaba mucho apostar en los caballos, nunca me lo
habría imaginado, jamás pero mi madre me lo confesó en una de mis visitas y así fue
como consiguió todo ese dinero después de muchos años de apuestas, pero a pesar de
saber eso Martín con sus palabras me hizo sentir mal ya que mi autoestima no es ni de
lejos la mejor ni la más elevada.
Lucius soltó una de sus manos y le dio un puñetazo en la boca, estaba sangrando y
en ese momento me vino la imagen de Alexander dándole una lección,¿ Es que todos
los hombres de mi vida van a tener que defender mi honor delante de esta mierda de
hombre? ¡No! ¡Basta! Es hora de que lo defienda yo misma.
—Lucius apártate.
—No Vanessa, le voy a dar su merecido y que dé gracias de que estemos en un
hospital por que después de lo que pienso hacerle va a necesitar al mejor cirujano
plástico- mi amigo se acercó a su cara y casi le escupió mientras le dijo- te voy a dejar
la cara como el culo de un chimpancé.
—Lucius he dicho que te apartes.
—Vanessa...
—Hazlo.
—De acuerdo preciosa como quieras-mientras Anabella que no podía levantarse
de la cama, nos observaba atentamente y no paraba de llorar, me corazón se encogió
pues empatizaba completamente con su dolor-
Me acerqué a Martín y el me miraba de arriba abajo con asco, pero ahora me
sentía fuerte e iba a ser yo la que defendiese no solo mi honor sino el de mi mejor
amiga.
—Eres un mierda, no vales nada, te has aprovechado de nosotras y sobre todo de
ella-señalé hacia Anabella que hacía negaciones con la cabeza- pero esto se termina
aquí y ahora ¿Me has entendido?
— ¿Y por qué debería hacerte caso niñata?
—En primer lugar por esto- llevé mi rodilla hacia su entrepierna y le di una
patada que hizo que retorciera de dolor y doblara su cuerpo ante mí- y en segundo
lugar esto-levante el móvil-
— ¿Qué...qué coño tienes hay?
—Lo he grabado todo, desde el momento en que entré en esta habitación,
supongo que una prueba visual si convencerá definitivamente a la mamá de Anabella
¿no? que yo sepa cuando te la follaste por primera vez era menor de edad ¿no?, más
vale que vayas a casa, recojas tus cosas y apartes tu mierda de culo de esta familia de
una vez, ya has hecho suficiente daño, lárgate o no te imaginas de las cosas que soy
capaz de hacer.
—Eres una perra, pero me alegro de que el sádico de tu novio te sepa poner en tu
lugar, ¿sabes lo que le gusta no? claro que lo sabes, siempre has sido muy obediente
pequeña zorra.
—Lárgate ahora mismo Martín, vete a buscar otra familia a la que joder, ¡fuera!
Sus palabras me tenían completamente aturdida, ¿es que acaso el sabe algo que yo
no se?, ¿sádico? Alex nunca se ha comportado de esa manera conmigo, si es el algo
dominante pero nada más incluso a veces me ha cedido ese control a mí, ¡mierda!
algo me estoy perdiendo y no puedo vivir así, necesito verle, necesito una explicación
de todo lo que ha sucedido, pero tengo tanto miedo a su rechazo.
Martín salió de la habitación y Lucius se encontraba al lado de Anabella
consolándola, en realidad hacen una buena pareja los dos son hermosos, verdaderas
obras de artes, de la belleza, me acerqué a ellos para averiguar que era lo que le había
dicho ese cerdo a mi amiga pero ella no tenía animo de hablar y la verdad es que ya
Martín había salido de nuestras vidas para siempre, no vale la pena hacer leña del
árbol caído.
XXXIV
Tres días después estoy de regreso a Roma con mi mejor amigo, Anabella se ha
quedado en buenas manos, las de su madre, nadie mejor que ella para cuidarla, no le
hemos explicado nada, simplemente vino a ver a su hija tras que Martín la abandonase
sin ninguna explicación y nosotras no quisimos hacerle más daño, tema zanjado, por
fin.
¡Me alegro tanto por ella!, mi mejor amiga, ahora esta rodeada por las personas
que más quiere y necesita en estos duros momentos, yo regresaré cada vez que tenga
oportunidad, se que su enfermedad es grave, está muy débil pero todos le daremos la
fuerza necesaria para que salga adelante, una fuerza que proviene de las más grande
de las fuentes de energía, el amor.
Mañana me incorporo de nuevo a las clases, pero hoy necesito un día para
recuperarme de las fuertes emociones, Lucius se ha ofrecido a que nos quedemos
despatarrados en nuestra habitación viendo un maratón de películas y yo le he dicho
que por supuesto pero que yo las elegiría todas y cada una de ellas, al pobre casi le da
algo cuando le digo los títulos que tenía que alquilar, aún recuerdo su cara de “no
puedo creerme que vaya a tragarme esos pasteleos por ti, me debes una preciosa” y
por supuesto como le conozco asentí con la mirada.
Nuestro maratón comenzó con una de mis películas favoritas, El ritmo del éxito,
seguida de Dirty Dancing uno y dos.
—Muñeco, sé que no soportas el pasteleo pero no me dirás que los bailarines no
tienen buenos cuerpos ¿verdad?
—Estas películas son tan viejas que no diferencio a los chicos de la momia de
Tutankamon.
—Que exagerado eres a veces, la belleza está en el interior, recuérdalo.
—Pero si has sido tú la que me has hablado de bailarines buenorros serás...
Me apoyé sobre un codo y le di un beso en la mejilla.
—Bueno solo por eso ha merecido la pena ver a estas momias en medias.
Me acerqué de nuevo y le planté un beso en los labios, había tanta confianza entre
nosotros que para mí era de lo más natural ese gesto, aunque pronto me arrepentí pues
sé que con mis actos podría dañarlo.
—Lo siento.
—Eres el demonio en cuerpo de mujer ¿lo sabías? Se que estas cachonda por que
hace mucho que no te desfogas y encima te tragas estas cursiladas que solo hacen que
te pongas más caliente y para rematar tienes todo este cuerpo para ti solita -paso sus
manos por su torso desnudo- y en tu cama, es normal que no puedas resistirte nena
pero no creas que voy a conformarme con ese mísero beso.
Se abalanzó sobre mí y me agarró las manos a la altura de la cabeza, yo me resistí
un poco pero no lo suficiente así que plantó su boca sobre la mía y me besó, fue un
beso salvaje, propio de un depredador, su erección se clavaba sobre una zona que
ahora mismo estaba demasiado sensibilizada para mí y no pude evitar el movimiento
de caderas hacia ella, justo en ese momento él se apartó dejándome deseosa de más.
-Mierda Vanessa, ¿estás dispuesta verdad?-asentí con la cabeza- no puedo
preciosa, no puedo y no por que no te desee sino por que se que te arrepentirás estás
muy sensible por todo lo que has pasado pero se que le amas a él y no quiero joderte
la vida de esta manera, me encantaría ser más que un simple calentón para ti, pero sé
que no lo soy, y por eso voy a armarme de valor y salir a tomar un poco de aire, si me
quedo en esta habitación no voy a poder resistirme a ti y eso solo nos jodería la vida a
ambos.
Empecé a llorar, sabía que tenía toda la razón, pero ahora mismo no estaba
pensando con la mente o el corazón, y me dolió profundamente que fuese él quien se
diese cuenta, he estado apunto de joderla, con el amor de mi vida y con mi mejor
amigo por un calentón.
—No llores preciosa-con sus manos limpió mis lagrimas- a veces nos
confundimos pero para eso están los amigos para que seamos conscientes de nuestros
errores.
—Lucius ¿Por qué eres tan bueno? ¿Por qué no puedo enamorarme de ti? Ni si
quiera merezco que me quieras...que me desees.
—No digas tonterías preciosa, cualquiera con dos dedos de frente podría
enamorarse de ti, eres preciosa, inteligente, sensible y creativa, lo tienes todo preciosa
y lo mejor está aquí-me tocó el corazón- después de lo que has hecho por Anabella
solo has conseguido que te ame más.
—Lucius yo...
—Shhh nena, no digas nada, lo sé y no voy a alejarme nunca de ti aunque duela...
—Anabella y tú hacéis bonita pareja- se llevó las manos a la cara para tapar sus
ojos-
—No puedo creerme que después de lo que acaba de pasar intentes emparejarme
con tu amiga enferma.
—Ya sabes lo que dicen un clavo saca otro clavo.
—Preciosa, creo que este clavo esta clavado para la eternidad y si alguien intenta
tirar de él se lo impediré, nunca dejaré que te saquen de aquí-se llevó la mano a su
propio corazón, mientras abandonó la habitación, dejándome sola con mi silencio y
con mi interminable calentón-
—Buf.... estás jodida Vanessa.
********
Una hora después, tras mucho meditar, decidí que era el momento de hacer frente
a la realidad, de nada me servía quedarme anclada en esta cama a la espera de que él,
mi Alex, viniese a por mí, pues bien sabía que eso no iba a pasar, el paso debía darlo
yo.
Salí de mi dormitorio para dirigirme a buscarle a su apartamento, pero al salir me
encontré con su padre en el pasillo, me resulto muy extraño verle ahí, parecía
nervioso e incapaz de decidirse a hacer algo en concreto, algo que creo que tiene que
ver conmigo, sus ojos se clavan en los míos y veo en ellos pura desesperación.
—Señor Linuel
—Vanessa
— ¿Qué hace usted aquí?
—He venido a verte, ¿tienes un momento?
—Ahora iba a ir a buscar a su hijo Señor
—Alex…él…
— ¿Qué ha pasado Señor? Me está asustando…
—Tranquila no es nada, él no está bien desde que lo dejaste y yo me siento muy
culpable.
—Yo no le dejé Señor Linuel, él me dejó a mí.
—Yo sé lo que pasó, él no te dejo, solo quería alejarte, no quiere que sepas la
verdad, pero yo estoy dispuesto a contártela, tienes que perdonarle, él se ha
enamorado de ti y sin ti está roto, vació, es un alma desamparada.
— ¿Y cómo cree que me siento yo? Me he entregado a él por completo y… ¿Qué
he obtenido a cambio? ¡Nada!, ni una sola vez ha sido capaz de ser sincero conmigo.
—Creo que deberíamos buscar un lugar más discreto-dice mirando a los
alrededores-
—Si yo también lo creo, entremos a mi habitación, luego iré a ver a Alexander,
solo espero que usted si pueda hablarme con sinceridad.
—Lo haré, aunque me odiarás, solo quiero que le perdones a él, sois dos personas
que encajáis a la perfección y si no estáis juntos siempre os sentiréis incompletos, lo
he visto, he visto lo que sois cuando estáis juntos y lo que sois cuando estáis
separados.
-Entremos
Una vez en mi habitación, le ofrezco una silla, se sienta y yo me sitúo sobre mi
cama con las piernas cruzadas, esperando que empiece a decirme lo que tanto le
perturba, estoy asustada, en realidad, no sé si quiero saberlo, pero sé que si no lo sé
nunca podré estar completamente feliz junto a Alex, me preocupa que sea algo tan
cruel o malo que no pueda perdonarlo, sinceramente lo que haya hecho su padre me
importa bien poco pero estar con el amor de mi vida sabiendo que ha actuado de
manera inadecuada, no sé si sería capaz.
—Empiece a hablar, le escucho.
—Esto no es fácil para mí Vanessa, lo siento por las cosas que te voy a decir, pero
debo ponerte en contexto para que lo comprendas, aunque intentaré no entrar
demasiado en detalles.
—Quiero saberlo todo, y para mí tampoco es fácil, tengo miedo de que después de
esto, todo cambie y que lo que siento por él se desvanezca.
XXXV
Tras una hora y media de conversación con el papá de Alexander, solo siento pena
por él, por el niño que tuvo que ver lo que el desalmado de su padre creyó que era la
mejor forma de convertirle en un homre, ahora comprendo porque le cuesta tanto
abrirse a mí, ahora sé por qué necesita tener todo el control, ha crecido creyendo que
todas las mujeres somos iguales y que por ello merecemos ser doblegadas y qué
ninguna se merece que él entregue su corazón, la primera lección que le enseñó su
papá fue a no amar a una mujer sino a hacerla esclava de sus deseos, pero conmigo se
ha equivocado yo soy esclava de los suyos pero sobre todo lo soy de su corazón, su
esclava para toda la vida, en mente, cuerpo y corazón, solo de él y tengo que
demostrárselo, necesito que él me cuente como vivió esos años tan depravados que su
padre me ha descrito y que ahora se amontonan en imágenes inconexas en el interior
de mi mente.
Tras saber la verdad, le necesito más que nunca, siento que sin él no soy nadie por
más que quisiera olvidarle jamás podría hacerlo, por más que quisiera odiarle jamás
podría, le amo demasiado y estoy plenamente enamorada de él, ahora incluso le amo
más.
Me levanto de la cama rápidamente dejando al papá de Alex con la palabra en la
boca, salgo apresuradamente al exterior del edificio y corro ajena al mundo que me
rodea, corro lo más rápido que puedo necesito lanzarme a sus brazos, entregarme a él
y decirle cuanto le amo y que nunca me perderá, estamos hechos el uno para el otro
para amarnos durante nuestra eternidad.
Cuando llego al edificio de Alexander miro mis pies y me doy cuenta de que he
corrido descalza y tengo los pies manchados de sangre pero nada me importa, solo
quiero verle y volver a sentirme segura y completa junto a él.
Me subo al ascensor y una pareja que se fija en mis pies me mira de forma extraña
lo cual no es para menos, sin darles importancia agacho la cabeza y espero llegar a mi
destino.
Frente a la puerta de Alexander temblorosa y alicaída siento que me derrumbo y
todo se vuelve negro, oscuro, no hay luz, no ha esperanza y caigo rendida a sus pies
justo en el momento que abre la puerta.
—Vanessa, preciosa despierta…! Vanessa!
Escuchar mi nombre salir de su boca me hace darme cuenta de cuanto le he
echado de menos y me incorporo lo más rápido que puedo del sofá en el que supongo
Alex me ha recostado y le beso, saboreando sus labios, siento su aliento en mi interior,
absorbiendo cada gota de su existencia, queriendo limpiar su alma con mis carias.
Ambos perdidos en ese beso nos dejamos llevar, me saca la camiseta que llevo por
la cabeza y acaricia mis pechos posando una de sus manos sobre mi abdomen.
Me besa el cuello, bajando cada vez más y más haciendo que sienta su aliento
recorriendo cada poro de mi piel, calentándome con él, mientras me besa baja una tira
de mi sujetador, luego la otra y finalmente me lo quita y contempla mis pechos para
posteriormente colmarlos con pequeños y dulces besos, coge uno de mis pezones y se
lo mete en la boca, succionándolo primero y luego pellizcándolo con sus dientes.
Nadie podrá tocarme como lo hace él, nadie podrá electrizar mi piel y activar mis
sentidos como lo él, le amo y no quiero que pare nunca.
—No vuelvas a dejarme preciosa, mi mundo no existe sin ti, el infierno es mejor
que vivir en un mundo en el que tú y yo no estemos juntos y si vuelves a dejarme
estaré dispuesto a arder en el fuego eterno Vanessa.
—Nunca, nunca más te dejaré yo seré tu fuego eterno Alexander, el fuego que te
ilumine, el fuego que te caliente, el motor de tu esperanza y la llama de tu deseo hasta
que la muerte nos separe.
—Cásate conmigo preciosa, casémonos quiero que seas mía y quiero que todo el
mundo lo sepa.
—Soy tuya Alexander, tuya para siempre y sí me casaré contigo pero antes hazme
el amor.
Amándonos como nunca antes lo habíamos hecho, adorando nuestros cuerpos
con nuestras caricias nos dejamos llevar por el deseo, por el amor que sentimos y
sobre el sofá hacemos el amor una y otra vez hasta que caigo rendida sobre su pecho,
extasiada y colmada por su placer.
Nos dejamos llevar por el sueño, abrazados con nuestras articulaciones desnudas y
entrelazadas mientras nos damos un dulce beso y nos decimos cuanto nos amamos.
Epílogo
Desde el día en que descubrí lo que era el maldito grupo trece han pasado dos
meses, Alex sigue sin hablar conmigo del tema a pesar de que sabe que yo sé toda la
verdad. Necesito que se abra a mí que me cuente sus sentimientos, aunque hemos
vivido experiencias distintas cuando éramos adolescentes esas experiencias nos han
marcado y nos han convertido en las personas que somos hoy, le quiero más que a mi
vida pero no puede existir una confianza total hasta que él no confíe en mi lo
suficiente como para expresar en voz alta todos y cada uno de los traumas vividos.
Dentro de una semana Alex va a cumplir veintiséis años y he comprado un regalo
muy especial para él. Cada día me pide que ponga una fecha para la boda pero no me
siento capaz necesito que él de el paso definitivo y me abra su corazón, después de
todo sé que soy la única capaz de relamer sus heridas y lo hago encantada. Sé que
aunque lo que su padre pretendía era que disfrutase él se sentía frustrado cada vez que
el grupo trece y su padre entraban en escena, sé que todo empezó cuando solo era un
niño deseoso de explorar y sé que toda esa intensidad un día se le fue de las manos.
En media hora Alex vendrá a buscarme al centro comercial en el que estoy
tomando un café con Lucius y Anabella, ella está mucho mejor y ambos rezamos para
que no vuelva a recaer, he recuperado a mi mejor amiga y no sólo eso sino que Lucius
está perdidamente enamorado de ella aunque ambos son unos zoquetes que no dan su
brazo a torcer, odio tener que hacer de celestina pero llegados a este punto no me
queda de otra.
Mientras pienso en un plan para unir a estos dos acaricio la cuerda roja que llevo
en la muñeca, Alex me la hace llevar siempre conmigo y me encanta es como saber
que le pertenezco las veinticuatro horas, que aunque él no esté presente, soy y seré
siempre suya.