Los Acuerdos de Basilea son recomendaciones elaboradas por el Comité de Basilea para establecer requisitos mínimos de capital para los bancos. El Acuerdo de Basilea I de 1988 estableció que el capital mínimo debe ser el 8% de los activos ponderados por riesgo. Basilea II de 2004 permitió a los bancos usar sus propios modelos de riesgo. Basilea III de 2010 endureció los criterios de capital y liquidez para aumentar la estabilidad financiera.
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Los Acuerdos de Basilea son recomendaciones elaboradas por el Comité de Basilea para establecer requisitos mínimos de capital para los bancos. El Acuerdo de Basilea I de 1988 estableció que el capital mínimo debe ser el 8% de los activos ponderados por riesgo. Basilea II de 2004 permitió a los bancos usar sus propios modelos de riesgo. Basilea III de 2010 endureció los criterios de capital y liquidez para aumentar la estabilidad financiera.
Los Acuerdos de Basilea son recomendaciones elaboradas por el Comité de Basilea para establecer requisitos mínimos de capital para los bancos. El Acuerdo de Basilea I de 1988 estableció que el capital mínimo debe ser el 8% de los activos ponderados por riesgo. Basilea II de 2004 permitió a los bancos usar sus propios modelos de riesgo. Basilea III de 2010 endureció los criterios de capital y liquidez para aumentar la estabilidad financiera.
Los Acuerdos de Basilea son recomendaciones elaboradas por el Comité de Basilea para establecer requisitos mínimos de capital para los bancos. El Acuerdo de Basilea I de 1988 estableció que el capital mínimo debe ser el 8% de los activos ponderados por riesgo. Basilea II de 2004 permitió a los bancos usar sus propios modelos de riesgo. Basilea III de 2010 endureció los criterios de capital y liquidez para aumentar la estabilidad financiera.
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Acuerdos de Basilea
Estos acuerdos son recomendaciones elaboradas por el Comité de Basilea (organización
creada en 1975 y formada por los bancos centrales del anterior G10, Luxemburgo y España) que establecen unas garantías mínimas sobre los créditos. Fundamentalmente, se encargan de fijar el coeficiente de caja y los niveles de riesgo asumible.
Actualmente, el Comité de Basilea está formado por 27 miembros (Alemania,
Arabia Saudí, Argentina, Australia, Bélgica,Brasil, Canadá, China, España, Estados Unidos, Francia, Holanda, Hong Kong, India, Indonesia, Italia, Japón, Corea, Luxemburgo, México, Reino Unido, Rusia, Singapur, Sudáfrica, Suecia, Suiza y Turquía) reuniendo a los bancos centrales de estos países cuatro veces al año.
Contemplan el capital mínimo que deben disponer las entidades, con
respecto al volumen de créditos que conceden y al riesgo asociado a cada operación y cliente En 1974, con el patrocinio del BIS5 , se constituyó el Comité de Basilea sobre Supervisión Bancaria6 , el que estaba compuesto por representantes de los bancos centrales y autoridades de supervisión bancaria de Bélgica, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Luxemburgo, Holanda, España, Suiza, Suecia, Inglaterra e Estados Unidos. El Comité de Basilea no posee autoridad formal de supervisión internacional y sus conclusiones no tienen, ni pretenden tener, fuerza legal. Su objetivo es la elaboración de estándares de supervisión, así como recomendaciones y principios para las mejores prácticas en el mercado financiero, con la expectativa de que las autoridades de cada país adopten las respectivas medidas para su implementación.
Estos acuerdos han evolucionado en función del ritmo de los
acontecimientos, siempre con el fin de reducir al máximo el endeudamiento y garantizar la capacidad de respuesta ante el riesgo de operación, crédito y mercado. A pesar de reportar a los presidentes de los bancos centrales del G-10 , G-10, también llamado “Grupo de los 10”, está compuesto en realidad por 11 países: Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá, Suecia, Holanda, Bélgica y Suiza.
el Comité de Basilea cuenta con representantes de instituciones y otras autoridades de
supervisión bancaria nacionales que no son necesariamente bancos centrales y, consiguientemente, sus decisiones cubren un vasto campo en el mercado financiero, que no está restringido a la actuación específica de los bancos centrales. En ese contexto, uno de los principales objetivos del Comité de Basilea ha sido buscar la implementación de sus recomendaciones en todas las unidades de supervisión bancaria internacional, sobre la base de DOS PRINCIPIOS BÁSICOS: que ningún banco extranjero escape de la supervisión bancaria y que la supervisión sea adecuada. Para alcanzar estos objetivos, el Comité ha divulgado una vasta serie de documentos desde 1975. El acuerdo de Basilea I, firmado en 1988, estableció los principios básicos en los que debía fundamentarse la actividad bancaria. Los más importantes fueron el capital regulatorio, el requisito de permanencia, la capacidad de absorción de pérdidas y la de protección ante quiebra. Este capital debía ser suficiente para hacer frente a los riesgos de crédito, de mercado y de tipo de cambio. El acuerdo establecía también que el capital mínimo de la entidad bancaria debería constituir el 8% del total de los activos de riesgo (crédito, mercado y tipo de cambio sumados). EL PRIMERO ACUERDO DE CAPITAL DE BASILEA: aprobado en 1988, recomienda estándares mínimos de requerimiento de capital para hacer frente al evidente deterioro de los índices de capitalización de los bancos internacionales en la década de los ochenta, El núcleo de ese acuerdo fue la ponderación de activos de acuerdo con el riesgo de incumplimiento de las obligaciones de una contraparte, es decir, el riesgo de crédito.
El acuerdo Basilea II, fue aprobado en 2004, Desarrollaba, de manera
más extensa, el cálculo de los activos ponderados por riesgo. De esta forma, permitía que las entidades bancarias aplicasen calificaciones de riesgo basadas en sus modelos internos, siempre que estuviesen previamente aprobadas por el supervisor. Este acuerdo incorporaba, por lo tanto, nuevas tendencias en la medición y el seguimiento de las distintas clases de riesgo. Se hizo énfasis en las metodologías internas, la revisión de la supervisión y la disciplina de mercado.
Lecciones aprendidas de Basilea II
Tomar decisiones a tiempo supone contar con informes cuanto antes.
Ser capaz de reportar en tiempo real acerca del estado de nuestros activos, operaciones de crédito y de la situación de nuestros clientes, permitirá identificar incidencias antes de que éstas nos lleven a asumir expedientes y sanciones. por eso, es importante ser capaz de reaccionar prematuramente en cuestiones como la gestión eficaz de los datos.
El acuerdo Basilea III, aprobado en diciembre de 2010, intentó adaptarse a la magnitud
de la crisis económica. Trataba de atender a la exposición de gran parte de los bancos de todo el mundo a los “activos tóxicos” en sus balances y en los derivados que circulaban en el mercado. El temor al efecto dominó que pudiera causar la insolvencia de los bancos, hizo que se establecieran nuevas recomendaciones:
Endurecimiento de los criterios y aumento de la calidad del
volumen de capital para asegurar su mayor capacidad para absorber pérdidas. Modificación de los criterios de cálculo de los riesgos para disminuir el nivel de exposición real. Constitución de colchones de capital durante los buenos tiempos que permitan hacer frente el cambio de ciclo económico. Introducción de un nuevo ratio de apalancamiento, como medida complementaria al ratio de solvencia.
Por otra parte, Basilea III es pionera en aplicar requerimientos mínimos de
liquidez. Para ello define dos nuevas ratios, la ratio de cobertura de la liquidez (LCR) y la ratio de financiación neta estable (NSFR), con el objetivo de evaluar la supervivencia de las entidades ante problemas de liquidez a corto y largo plazo, respectivamente.
En resumen, Basilea III nace con el objetivo de proporcionar las medidas y
herramientas necesarias para mejorar la capacidad de respuesta del sistema bancario ante perturbaciones económicas y financieras y conseguir así una mayor estabilidad financiera mundial.
El cumplimiento de los acuerdos de basilea dependen directamente
de la disponibilidad, calidad y confiabilidad de los datos que manejan las instituciones financieras, la manipulación o falta de gestión sobre los datos puede derivar en riesgos con repercusiones directas en sanciones que pueden afectar el funcionamiento de las instituciones financieras.