Actividad de Aprendizaje 1: ¿Qué Es La Filosofía?: Gran Idea
Actividad de Aprendizaje 1: ¿Qué Es La Filosofía?: Gran Idea
GRAN IDEA: El filosofar nos permite cuestionar la realidad y a nosotros mismos, considerando diversas
perspectivas y dando argumentos de manera metódica y rigurosa.
OA1
Describir las características del quehacer filosófico, considerando el problema de su origen y sentido,
e identificando algunas de sus grandes preguntas y temas.
PREGUNTAS ESENCIALES
PROPÓSITO
Al iniciarse la asignatura de filosofía recién en este nivel, esta primera actividad busca que los estudiantes
experimenten una primera aproximación a la filosofía como disciplina, la distingan de otras áreas del
conocimiento y reconozcan sus grandes temas y preguntas.
DURACIÓN CONEXIONES
4 horas pedagógicas Otras disciplinas
- CIENCIAS PARA LA CIUDADANÍA: La pregunta en la investigación
científica [OAa]
- HISTORIA: La pregunta en la investigación histórica [OAa]
- LENGUA Y LITERATURA: La investigación a partir de preguntas [OA9]
Vida cotidiana
- Proyecto de vida: elección de la vocación.
- Ocio y aprovechamiento del tiempo.
- Reflexiones cotidianas.
DESARROLLO DE LA ACTIVIDAD
Luego de que los alumnos la hayan completado individualmente respecto de una disciplina, se
realiza un plenario, en donde ya sea el profesor o bien los mismos estudiantes construyen una tabla
común en la pizarra reuniendo varias de las disciplinas trabajadas por ellos. El resultado sería algo similar
a lo siguiente:
Luego, el profesor pide a los alumnos que agreguen 4 filas a la tabla, para trabajar ahora en relación
a la filosofía, explicándoles que llegarán a la respuesta definitiva de manera gradual. Los nombres para
dichas filas son:
- Filosofía (mis preconceptos)
- Filosofía (mi trabajo individual a partir del texto)
- Filosofía (síntesis en mi grupo)
- Filosofía (respuesta construida en conjunto con toda la clase)
En seguida, el docente desafía a los estudiantes a completar la primera fila de la filosofía en la tabla
(“Filosofía (mis preconceptos)”), rellenando las distintas columnas a partir de los preconceptos que ellos
poseen.
Es importante que el docente procure que todos los elementos serán trabajados por un número
similar de estudiantes, para que así la actividad de aprendizaje pueda realizarse.
Cuando todos los grupos han finalizado, todo el curso en conjunto revisa el trabajo realizado por
cada grupo. Para ello, se revisa cada columna de la tabla. Para cada una de ellas (objeto, método,
finalidad y preguntas), el profesor pide a los distintos grupos que la trabajaron que compartan qué
respuesta construyeron. Luego de que cada grupo haya compartido su respuesta, se construye una
respuesta general y se completa en la última fila de la tabla (“Filosofía (respuesta construida en conjunto
con toda la clase)”. En dicho proceso de construcción, es importante que el docente vaya mediando la
revisión hacia las respuestas que demuestren que los estudiantes discriminaron la información correcta
en el texto y la ubicaron correctamente en la tabla.
Después de que todos los grupos hayan compartido su trabajo y todos los elementos de la filosofía
hayan sido revisados, el docente profundiza en la última de las columnas, completando las grandes
preguntas de la filosofía que no hayan sido nombradas. Esto puede hacerse explicitando primero las
grandes áreas de la filosofía y luego las preguntas que guían cada una de ellas.
Para terminar, el docente pide a los estudiantes que lean y analicen en silencio las cuatro respuestas
que dieron a los distintos elementos de la filosofía (objeto, método, finalidad y preguntas) y cómo estas
se fueron complejizando gracias al trabajo con sus compañeros. Finaliza la clase con una reflexión en
torno a la siguiente pregunta:
- ¿Cuánto se parecen la primera fila, rellenada con lo que yo sabía/creía de la filosofía, con la última,
construida con mis compañeros a partir de la lectura del texto?
- De las ideas que tenía al inicio de la clase, ¿cuáles eran correctas respecto de la filosofía? ¿cuáles
no?
- ¿Cuánto aprendí?
Si los estudiantes presentan dificultades al momento de realizar la lluvia de ideas de las disciplinas,
se recomienda que el docente guíe dicho momento invitándolos a considerar lo que han aprendido
en las diferentes asignaturas del colegio, en sus talleres de trabajo profesional, o lo que saben acerca
de las carreras universitarias en las que están interesados, etc.
Si el docente lo considera pertinente, puede asignar extractos diferentes a cada grupo de
estudiantes. De esta manera, cada grupo trabajaría un texto diferente, para luego poner en común
y así responsabilizar mayormente a los estudiantes.
Si el docente lo considera pertinente y el tiempo lo permite, puede dar el desafío a los estudiantes
de identificar en el texto todos los elementos de la filosofía (objeto, método, finalidad y preguntas)
y no sólo uno.
Se proponen dos extractos con los cuales se puede realizar la actividad de aprendizaje, diferentes
en dificultad. Se propone que el docente seleccione aquel que considere más apropiado para sus
estudiantes, o bien trabaje con ambos si así lo estima conveniente. Por lo demás, el docente puede
trabajar con los textos aquí propuestos o con otros que él estime adecuados y pertinentes en mayor
grado para sus alumnos.
Se sugiere al docente insistir en el carácter reflexivo y abierto de la filosofía, en comparación con las
otras disciplinas.
Con frecuencia, nuestras capacidades analíticas están altamente desarrolladas antes de que
hayamos aprendido mucho acerca del mundo y alrededor de la edad de catorce años muchas personas
empiezan a pensar por sí mismas acerca de problemas filosóficos –acerca de lo que realmente existe, de
si podemos saber algo, de si hay algo que sea realmente bueno o malo, de si nuestras vidas tienen
significado, de si la muerte es el final. Se ha escrito sobre estos problemas por miles de años, pero la
materia prima filosófica proviene directamente del mundo y de nuestra relación con él, no de los escritos
del pasado. Esa es la razón por la cual tales problemas surgen una y otra vez en la cabeza de personas
que no han leído acerca de ellos.
Este libro es una introducción directa a nueve problemas filosóficos, cada uno de los cuales puede
ser entendido por sí mismo, sin referencia a la historia del pensamiento. No discutiré los grandes escritos
filosóficos del pasado o el trasfondo cultural de esos escritos. El centro de la filosofía descansa en ciertas
cuestiones que la mente humana reflexiva encuentra naturalmente enigmáticas y la mejor manera de
empezar el estudio de la filosofía es pensar directamente sobre ellas. Una vez que uno haya hecho eso,
se encontrará en una mejor posición para apreciar el trabajo de otros que han tratado de resolver los
mismos problemas.
El principal interés de la filosofía es analizar y entender ideas muy comunes que usamos todos los
días sin pensar sobre ellas. Un historiador podría preguntar qué sucedió en algún momento en el pasado,
pero un filósofo preguntará: “¿qué es el tiempo?” Un matemático podría investigar las relaciones entre
los números, pero un filósofo se preguntará: “¿qué es un número?” Un físico preguntará de qué están
hechos los átomos o qué explica la gravedad, pero un filósofo preguntará cómo podemos saber que hay
algo fuera de nuestras mentes. Un psicólogo podría investigar cómo un niño aprende un lenguaje, pero
un filósofo preguntará: “¿qué hace que una palabra signifique algo?” Cualquiera puede preguntarse si
es bueno entrar a hurtadillas a ver una película sin pagar, pero un filósofo se preguntará: “¿qué hace a
una acción buena o mala?”
No podríamos arreglárnosla en la vida sin dar por sentado las ideas de tiempo, número,
conocimiento, lenguaje, correcto e incorrecto; en filosofía, sin embargo, investigamos precisamente
esas cosas. El objetivo es empujar un poco más hondo nuestra comprensión del mundo y de nosotros
mismos. Obviamente, esto no es fácil. Entre más básicas son las ideas que uno intenta investigar, son
más escasas las herramientas con las que uno tiene que trabajar. No hay mucho que uno pueda asumir
o dar por sentado. De este modo, la filosofía es una actividad en cierto grado desconcertante y pocos de
sus resultados permanecen sin ser impugnados por largo tiempo (Nagel, T. ¿Qué significa todo esto?).
Para un hombre con fe en la ciencia es lo peor de todo que la filosofía carezca por completo de
resultados universalmente válidos y susceptibles de ser sabidos y poseídos. Mientras que las ciencias
han logrado en los respectivos dominios conocimientos imperiosamente ciertos y universalmente
aceptados, nada semejante ha alcanzado la filosofía a pesar de esfuerzos sostenidos durante milenios.
No hay que negarlo: en la filosofía no hay unanimidad alguna acerca de lo conocido definitivamente. Lo
aceptado por todos en vista de razones imperiosas se ha convertido como consecuencia en un
conocimiento científico; ya no es filosofía, sino algo que pertenece a un dominio especial de lo
cognoscible.
Tampoco tiene el pensar filosófico, como lo tienen las ciencias, el carácter de un proceso progresivo.
Estamos ciertamente mucho más adelantados que Hipócrates, el médico griego; pero apenas podemos
decir que estemos más adelantados que Platón. Sólo estamos más adelantados en cuanto al material de
los conocimientos científicos de que se sirve este último. En el filosofar mismo, quizá apenas hayamos
vuelto a llegar a él.
Este hecho, de que a toda criatura de la filosofía le falte, a diferencia de las ciencias, la aceptación
unánime, es un hecho que ha de tener su raíz en la naturaleza de las cosas. La clase de certeza que cabe
lograr en filosofía no es la científica, es decir, la misma para todo intelecto, sino que es un cerciorarse en
la consecución del cual entra en juego la esencia entera del hombre. Mientras que los conocimientos
científicos versan sobre sendos objetos especiales, saber de los cuales no es en modo alguno necesario
para todo el mundo, se trata en la filosofía de la totalidad del ser, que interesa al hombre en cuanto
hombre, se trata de una verdad que allí donde destella hace presa más honda que todo conocimiento
científico.
La filosofía bien trabajada está vinculada sin duda a las ciencias. Tiene por supuesto éstas en el
estado más avanzado a que hayan llegado en la época correspondiente. Pero el espíritu de la filosofía
tiene otro origen. La filosofía brota antes de toda ciencia allí donde despiertan los hombres.
Segundo. El pensar filosófico tiene que ser original en todo momento. Tiene que llevarlo a cabo
cada uno por sí mismo. Una maravillosa señal de que el hombre filosofa en cuanto tal originalmente son
las preguntas de los niños. No es nada raro oír de la boca infantil algo que por su sencillo penetra
inmediatamente en las profundidades del filosofar. He aquí unos ejemplos. Un niño manifiesta su
admiración diciendo: "me empeño en pensar que soy otro y sigo siendo siempre yo". Este niño toca en
uno de los orígenes de toda certeza, la conciencia del ser en la conciencia del yo. Se asombra ante el
enigma del yo, este ser que no cabe concebir por medio de ningún otro. Con su cuestión se detiene el
niño ante este límite.
Otro niño oye la historia de la creación: Al principio creó Dios el cielo y la tierra..., y pregunta en el
acto: "¿Y que había antes del principio?" Este niño ha hecho la experiencia de la infinitud de la serie de
las preguntas posibles, de la imposibilidad de que haga alto el intelecto, al que no es dado obtener una
respuesta concluyente.
Ahora, una niña, que va de paseo, a la vista de un bosque hace que le cuenten el cuento de los elfos
que de noche bailan en él en corro... "Pero ésos no los hay..." Le hablan luego de realidades, le hacen
observar el movimiento del sol, le explican la cuestión de si es que se mueve el sol o que gira la tierra y
le dicen las razones que hablan en favor de k forma esférica de la tierra y del movimiento de ésta en
torno de su eje... "Pero eso no es verdad", dice la niña golpeando con el pie en el suelo, "la tierra está
quieta. Yo sólo creo lo que veo." "Entonces tú no crees en papá Dios, puesto que no puedes verle." A
esto se queda la niña pasmada y luego dice muy resuelta: "si no existiese él, tampoco existiríamos
nosotros." Esta niña fue presa del gran pasmo de la existencia: ésta no es obra de sí misma. Concibió
incluso la diferencia que hay entre preguntar por un objeto del mundo y el preguntar por el ser y por
nuestra existencia en el universo.
Otra niña, que va de visita, sube una escalera. Le hacen ver cómo va cambiando todo, cómo pasa y
desaparece, como si no lo hubiese habido. "Pero tiene que haber algo fijo... que ahora estoy aquí
subiendo la escalera de casa de la tía siempre será una cosa segura para mí." El pasmo y el espanto ante
el universal caducar y fenecer de las cosas se busca una desmañada salida.
Quien se dedicase a recogerla, podría dar cuenta de una rica filosofía de los niños. La objeción de
que los niños lo habrían oído antes a sus padres o a otras personas, no vale patentemente nada frente
a pensamientos tan serios. La objeción de que estos niños no han seguido filosofando v que por tanto
sus declaraciones sólo pueden haber sido casuales, pasa por alto un hecho: que los niños poseen con
frecuencia una genialidad que pierden cuando crecen. Es como si con los años cayésemos en la prisión
de las convenciones y las opiniones 3 corrientes, de las ocultaciones y de las cosas que no son cuestión,
perdiendo la ingenuidad del niño. Éste se halla aun francamente en ese estado de la vida en que ésta
brota, sintiendo, viendo y preguntando cosas que pronto se le escapan para siempre. El niño olvida lo
que se le reveló por un momento y se queda sorprendido cuando los adultos que apuntan lo que ha
dicho y preguntado se lo refieren más tarde […].
Cuarto. Como la filosofía es indispensable al hombre, está en todo tiempo ahí, públicamente, en los
refranes tradicionales, en apotegmas filosóficos corrientes, en convicciones dominantes, como por
ejemplo en el lenguaje de los espíritus ilustrados, de las ideas y creencias políticas, pero ante todo, desde
el comienzo de la historia, en los mitos. No hay manera de escapar a la filosofía. La cuestión es tan sólo
si será consciente o no, si será buena o mala, confusa o clara. Quien rechaza la filosofía, profesa también
una filosofía, pero sin ser consciente de ella.
¿Qué es, pues, la filosofía, que se manifiesta tan universalmente bajo tan singulares formas? La
palabra griega filósofo (philósophos) se formó en oposición a sophós. Se trata del amante del
conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que estando en posesión del conocimiento se llamaba
sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la busca de la verdad, no la posesión
de ella es la esencia de la filosofía, por frecuentemente que se la traicione en el dogmatismo, esto es, en
un saber enunciado en proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable. Filosofía quiere decir: ir de
camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en una
nueva pregunta.
Pero este ir de camino —el destino del hombre en el tiempo— alberga en su seno la posibilidad de
una honda satisfacción, más aún, de la plenitud en algunos levantados momentos. Esta plenitud no
estriba nunca en una certeza enunciable, no en proposiciones ni confesiones, sino en la realización
histórica del ser del hombre, al que se le abre el ser mismo. Lograr esta realidad dentro de la situación
en que se halla en cada caso un hombre es el sentido del filosofar.
Ir de camino buscando, o bien hallar el reposo y la plenitud del momento —no son definiciones de
la filosofía. Esta no tiene nada ni encima ni al lado. No es derivable de ninguna otra cosa. Toda filosofía
se define ella misma con su realización. Qué sea la filosofía hay que intentarlo. Según esto es la filosofía
a una la actividad viva del pensamiento y la reflexión sobre este pensamiento, o bien el hacer y el hablar
de él. Sólo sobre la base de los propios intentos puede percibirse qué es lo que en el mundo nos hace
frente como filosofía. Pero podemos dar otras fórmulas del sentido de la filosofía. Ninguna agota este
sentido, ni prueba ninguna ser la única. Oímos en la antigüedad: la filosofía es (según su objeto) el
conocimiento de las cosas divinas y humanas, el conocimiento de lo ente en cuanto ente, es (por su fin)
aprender a morir, es el esfuerzo reflexivo por alcanzar la felicidad; asimilación a lo divino, es finalmente
(por su sentido universal) el saber de todo saber, el arte de todas las artes, la ciencia en general, que no
se limita a ningún dominio determinado.
Hoy es dable, hablar de la filosofía quizá en las siguientes fórmulas; su sentido es: Ver la realidad en
su origen; apresar la realidad conversando mentalmente conmigo mismo, en la actividad interior;
abrirnos a la vastedad de lo que nos circunvala; osar la comunicación de hombre a hombre sirviéndose
de todo espíritu de verdad en una lucha amorosa; mantener despierta con paciencia y sin cesar la razón,
incluso ante lo más extraño y ante lo que se rehúsa. La filosofía es aquella concentración mediante la
cual el hombre llega a ser él mismo, al hacerse partícipe de la realidad.
Bien que la filosofía pueda mover a todo hombre, incluso al niño, bajo la forma de ideas tan simples
como eficaces, su elaboración consciente es una faena jamás acabada, que se repite en todo tiempo y
que se rehace constantemente como un todo presente —-se manifiesta en las obras de los grandes
filósofos y como un eco en los menores. La conciencia de esta tarea permanecerá despierta, bajo la
forma que sea, mientras los hombres sigan siendo hombres” (Jaspers, K., ¿Qué es la filosofía?).