Libro Historias de Migrantes 2012 PDF
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Historias de
Migrantes
IV Concurso
©CONSEJO NACIONAL DE POBLACIÓN
Hamburgo 135, Colonia Juárez
C. P. 06600 México, D. F.
www.conapo.gob.mx
Historias de Migrantes
IV Concurso
Octubre de 2011
ISBN: 970-628-969-0
Diseño de la portada:
César Antonio Morales González
Impreso en México
Reconocimientos
Corrección de estilo:
Armando Palacios Sommer
Cristina Gil Villegas
Ma. de Lourdes Rodríguez Del Prado
Gabriela Monsserrat Lorenzo Cruz
Acopio y clasificación de las historias:
Irma Escamilla Cruz
Luz Romero Medina
El día 7 de junio de 2011, el Jurado Calificador
del Cuarto Concurso de Historias de Migrantes,
integrado por Juan María Alponte, Yerko Castro
Neira, Eduardo Sigler, Patricia de los Ríos y
Michael Twomey Valdés, otorgó los siguientes
primeros lugares:
Prólogo / 7
No se pudo / 63
José de Jesús Muñoz Serrano (El Chepo)
Menciones honoríficas:
El cruce / 235
(Huey Tlatoani)
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Historias de migrantes, IV Concurso
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Prólogo
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Historias de migrantes, IV Concurso
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Prólogo
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Historias de migrantes, IV Concurso
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Prólogo
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Historias de migrantes, IV Concurso
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Welcome to Naco, Sonora
Pascuala Georgina Esquivel García (Pascualita)
Categoría A / Ganadora
L a historia que les voy a contar tiene que ver con la mi-
gración pero desde otro punto de vista. Se trata de la
experiencia de un familiar político que estuvo trabajan-
do en la frontera norte como pollero. La mayoría de nosotros
tenemos una mala imagen de los polleros: hombres de carácter
rudo, bien alimentados, habladores hasta por los codos, con
un posible cliente, presumidos, imponentes. Nos dictan reglas,
dan órdenes, cobran, eso sí, cobran y no se andan con juegos,
o pagas o te quedas. Te amenazan por todo y a cualquier
momento. Son estafadores por excelencia. Gente sin escrúpu-
los. Justifican que su trabajo aporta mano de obra calificada a
la economía más grande del mundo, por lo que se les debe de
agradecer su aportación. Son trabajadores que no discriminan
ni miden edades, no condicionan razas, ni colores. Al que paga
lo llevan, no ofrecen garantía, pero sí eficacia. Sus órdenes
serán inapelables.
Sí, ésta es la imagen que tenemos de los polleros, pero nos
olvidamos que también son personas que arriesgan su vida por
ganar unos cuantos dólares, algunos dirán que de una manera
fácil, otros, los que realmente conocen el negocio justificarán
la dificultad de esta actividad económica. Pero, sin duda, los
migrantes que han solicitado los servicios de un pollero podrán
dar una opinión más acertada y los lectores de esta historia
darán su punto de vista desde su perspectiva.
*
—Deténganse, deténganse, alto, las manos arriba de la
cabeza —escuché en un español con tono agringado cuando
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Historias de migrantes, IV Concurso
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Historias de migrantes, IV Concurso
ro, para darles una mejor vida a mis hijos y a mi mujer, todo va a
salir bien, es por ellos. Todo lo que hago es por ellos y para ellos.
Logramos concretar el primer viaje. Regresamos al hotel.
Cargamos la camioneta para un segundo viaje, treinta pollos.
Ya estaba oscureciendo, debíamos darnos prisa, el camino era
de terracería, no era un camino recto y mucho menos parejo,
estaba lleno de colinas y piedras, era el único camino que exis-
tía sin que la migra nos pudiera atrapar con facilidad. Dejamos
a la gente del lado americano. El “flaco” bajó de la camioneta
con la gente y yo tuve que regresarme solo. Arranqué la camio-
neta, tenía la seguridad de haberme aprendido el camino, cerré
las ventanas del vehículo. A escasos kilómetros me vi perdido.
Sentí desesperación, comencé a rezar —¿Qué hago, Dios mío?
No sé para donde jalar, ¡ay, Virgencita de Guadalupe, ayúdame!
¡Santa madre de Dios, no me desampares! ¿Por dónde me re-
greso? —El miedo me dominó, por unos minutos mi cerebro se
bloqueó, no pude pensar, me dominó la angustia, respiré varias
veces con profundidad.
—Tengo que salir de aquí, tranquilo, todo estará bien—
me decía a mí mismo—. Necesito tranquilizarme para poder
pensar y salir de aquí—. Arranqué nuevamente la camioneta,
todo estaba oscuro, era cerca de media noche. Encendí las
luces para alumbrar el camino. No sabía qué rumbo tomar
—¡Por Dios que voy a salir de aquí! —Seguí avanzando, a
los pocos minutos me encontré frente a un lago, era el Valle
de Agua Fría, me di cuenta de que por ahí no era el camino.
Detuve la camioneta para observar el lugar. Me quedé quie-
to, el silencioso sonido de aquel lugar me tensó. Me invadió
otra vez la sensación de miedo. Recordé cuando mis hijos se
asustaban por la oscuridad y me sentí ridículo por parecer un
niño, yo era un adulto con mucho valor y sangre fría, no debía
olvidar eso. Era un hombre de cuarenta y tantos años, había
pasado mi vida adulta enfrentando una multitud de riesgos
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Viaje al fondo de la butifarra
Alberto Manuel Sánchez García (Zoca Zorro)
Categoría A / Ganador
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Viaje al fondo de la butifarra
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Viaje al fondo de la butifarra
Otros premios
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Viaje al fondo de la butifarra
Benvingut a Catalunya
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Viaje al fondo de la butifarra
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Piojos catalanes
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Viaje al fondo de la butifarra
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Historias de migrantes, IV Concurso
Fotocopias
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Viaje al fondo de la butifarra
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Viaje al fondo de la butifarra
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Viaje al fondo de la butifarra
En el locutorio
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Viaje al fondo de la butifarra
México, 2011
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La experiencia migratoria
de Carlos Rodríguez:
Una historia para contarse
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La experiencia migratoria de Carlos Rodríguez: Una historia para contarse
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La experiencia migratoria de Carlos Rodríguez: Una historia para contarse
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La experiencia migratoria de Carlos Rodríguez: Una historia para contarse
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No se pudo
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Planeando
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No se pudo
Viajando
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No se pudo
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Continuando el viaje
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No se pudo
Regresando
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No se pudo
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Preparándonos
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No se pudo
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Compareciendo
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No se pudo
Decidiendo
La decisión del caso llegó hasta la tarde del jueves. Para enton-
ces yo había notado que los últimos dos días me habían dado
números muy altos, en los 700 u 800`s. También me di cuenta
que estos números se los daban a muy pocas personas y que
tardaban más tiempo en llamarlos. Lo único que esperaba es
que ya tomaran una decisión y que ésta fuera la que yo quería.
Finalmente, ya casi cuando toda la gente se había ido, a eso de
las cinco de la tarde, me hablaron con la decisión que habían
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No se pudo
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No se pudo
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No se pudo
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podía ir por ella y llevármela, ya que eso era muy difícil y podía
traer más problemas legales. Sólo quedaba esperar a que todo
se solucionara y con ello esperaba con ansia el lunes para ir al
DIF a ver qué me decían. A ver cuándo me la regresaban.
Llegó el lunes y Ana Cristina se ofreció para darme un
aventón al DIF en su carro. Me levanté temprano y saqué a
Canelo para que hiciera sus necesidades y se quedara en el
cuarto el resto del día. Llegamos al DIF como a las ocho de la
mañana y ahí esperé a que llegara la licenciada que debía de
tomar la decisión sobre regresarme a Diana, pero no llegaba.
Entonces aproveché para ir al edificio de justicia donde estaba
el centro de detención en el que había estado encerrado porque
yo quería seguir el proceso para sacar mi carro. Ahí me dijeron
los pasos que tenía que seguir, pero no lo podía hacer porque a
ellos todavía no les había llegado el papeleo. Lo más difícil que
me pedían era llevar todos los papeles del carro traducidos al
español, ya que el carro era de Texas. Y para acabar, no tenía
el registro de las placas, así que eso significaba que tenía más
trabajo por hacer. Se llegó la tarde del lunes y la licenciada no
llegó, por lo cual me regresé al hotel con Ana Cristina cuando
ella terminó su trabajo. Recuerdo que en el camino de regreso
al hotel algunas calles estaban cerradas porque habían acribilla-
do a algunas personas a plena luz del día. Era un recordatorio
de que Ciudad Juárez en los últimos años se había convertido
en la ciudad más peligrosa de México.
El martes por la mañana me levanté temprano y me fui
al El Paso para tratar de conseguir el registro de las placas que
necesitaría para poder sacar mi carro del corralón. No tenía en
claro a dónde o a qué oficina tenía que ir para conseguir ese
papel, pero después de cruzar el puente en una mañana fría y
con mucho viento, pregunté y me dijeron más o menos dónde
era. Tenía que tomar dos autobuses para llegar a dicha ofici-
na, que por cierto estaba cerca de la línea divisoria con Nuevo
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No se pudo
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No se pudo
Reencontrándonos
Cuando Diana entró a las oficinas del DIF, yo estaba con Ana
Cristina que en ese momento le estaba dando los últimos reto-
ques al oficio legal con el cual me la iban a regresar. Nomás de
recordar ese momento me sale un suspiro de lo más profundo
de mi ser. En cuanto me miró Diana se puso a llorar, arran-
cándome también las lágrimas a mí. Aunque yo le pedía que
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No se pudo
entre otras. Me platicó sobre las otras niñas y niños que había
en “El albergue del niño y el anciano”, con quienes hizo amis-
tad, y lo que le contaban. Se quejó que las levantaban muy
temprano, que tenían que tender sus camas y que se turna-
ban para lavar los platos. Así seguimos, cantando y platicando
hasta que llegamos a Villa Ahumada, donde compramos unos
burritos para cenar.
Cruzamos Chihuahua capital a eso de las ocho o nueve de
la noche y Torreón como a las dos de la mañana. Ahí paré para
echar gasolina y llamarle a Fernando para decirle más o menos
a qué hora íbamos a pasar por la casa de su mamá. Seguí el
camino y como a las cuatro de la mañana, al llegar a los lími-
tes entre Durango y Zacatecas, el sueño me llegó tan fuerte
que decidí moverme a un lado de la carretera para dormir un
rato. Aunque me había tomado dos bebidas monsters de 20
onzas, ya tenía 24 horas sin dormir y el cuerpo me demandaba
descanso. Después de descansar aproximadamente una hora
seguí el camino, llegando a la capital zacatecana cuando el sol
aparecía en el horizonte.
En cuanto llegué a la casa de mi suegra me fui a dormir
un buen rato. Como a las diez de la mañana me levanté para
desayunar y al mediodía continuamos el camino de regreso a
León. Recuerdo que durante todo el camino la mayoría de los
carros en la carretera tenían placas de los Estados Unidos, al
punto que en la entrada de Aguascalientes se hizo un trafical
y tardamos más de una hora en cruzar la ciudad. Faltaban es-
casos días para que se llegara Navidad y de cierta manera era
entendible tanto regreso de paisanos.
Volviendo a Austin
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Volviendo a regresar
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No se pudo
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Crónica de una vida tortuosa
(Soga Al-Cuello)
Categoría B / Ganadora
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Los papás
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Crónica de una vida tortuosa
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atrás. Pero el préstamo era una cantidad tan excesiva, que afir-
maron que lo único que podían ofrecerme era un año de interés
bajo, y después un escalamiento de interés.
Todos los dueños de casa que están leyendo mi crónica
pueden reconocer que, en el momento que el prestamista le
dio la mitad del inflamado valor de la casa en un cheque al por-
tador a mi ex… la llamada “burbuja de bienes raíces” tronó, los
precios de las propiedades literalmente desfallecieron y empe-
zaron a caer vertiginosamente, como Ícaro y sus alas derretidas
por el sol. NegraSuerte me dijo que su hermana BuenaSuerte
era la nueva novia de mi ex esposo. Y también se mudó a vivir
con él Descarado Aprovechamiento, un buen amigo de muchos
refugiados rusos y armenios. No sé si sigan juntos. Sólo sé que
ya todos los de la familia se hicieron ciudadanos, y la herma-
na echó un hijo al mundo cuando tenía 19 años, para que el
gobierno les proporcionase seguro médico, educación gratuita,
reducción en renta, cheque mensual y estampillas de comida.
Ser madre soltera es mejor negocio que invertir en una CASA…
Para ese entonces, a fin de poder realizar el pago, yo es-
taba trabajando de lunes a viernes de 8:00 a.m. a 4:30 p.m. en
un trabajo, y después de 5:00 p.m. a 11:00 en otro. Los sába-
dos y domingos nada más era de 7 a.m. a 3 p.m. Para cuando
obtuve el nuevo préstamo y me divorcié, el salario íntegro y
la renta que generaba la CASITA de atrás eran lo que cubrían
el pago mensual al Banco. El coche, que tenía por pagos bajo
contrato, se lo “renté” a un compañero de la oficina, y yo
tomaba el metro y el camión para ir a trabajar. Durante las
fiestas, por tres meses hice flanes y comida que vendía para
poder comer yo. Contacté al Banco y le dije: “No puedo más.
Llévense esta casa. No puedo comer ni dormir, no puedo vivir.
No tengo paz.” Y Banco dijo que me ajustarían el interés a una
tasa fija, pero que tenía que tener paciencia, había 16 mil ex-
pedientes antes que el mío. Ambición me enjugó las lágrimas
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Crónica de una vida tortuosa
y me dijo: “No, niña. Hace tres años que todo lo que ganas se
lo metiste a TU CASA. Es tu patrimonio. No puedes perder lo
poco que has logrado. Te ha costado tanto, has luchado tanto.”
Angustia y Desesperación decidieron pasar la Navidad conmi-
go. Apenas entró el año, MalaDecisión me llevó a la oficina del
Banco a firmar el reajuste de la tasa de interés, y seguí pagando
puntualmente.
En abril de 2008, decidí que no podía vivir más en la
casa y, para ayudarme a pagarla, la renté a unos cuates de
MalaDecisión, quienes me rogaron que les ayudara a salir del
terrible departamento en el que ellos y sus tres hijos sufrían
mucho. Yo me renté un cuarto en casa de unos viejitos, y con-
servando tan sólo mi cama y mi ropa, todo lo demás que había
en la CASA lo regalé, tiré y malbaraté en una “venta de garage”.
En mis noches de insomnio, a veces deseaba y pensaba si
California no se hundiría pronto en el mar, para que dejara yo
de pagar la CASA.
Sigo siendo “extraordinaria”.
Ahora me lo trataba de quitar yo misma, viéndome al es-
pejo: Fuá. Fuá.
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Y de pilón…
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Diciembre, 2010
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Se llama ESPERANZA
Marzo 2011
(Noemi)
Categoría B / Ganadora
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Se llama ESPERANZA
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a vivir sola, pidiendo trabajo en donde fuera hasta que por fin
mi primer trabajo fue en un mercado como vendedora y me
pagaban el mínimo, pero de ahí fui conociendo diferente gente
y consiguiendo diferentes trabajos. Sufrí mucho esos años la
soledad, el extrañar a mi familia, mi alcoholismo, todo era duro
para mí, pero siempre he sido una mujer aparentemente fuerte.
En el año de 2003 conseguí un trabajo en una impren-
ta donde ganaba muy buen dinero, pero así trabajaba hasta
doce horas diarias y yo era una de las que hacía el trabajo más
pesado, pero no me importaba porque el miedo de quedar-
me sin trabajo era más fuerte, empecé a guardar dinero, pero
desgraciadamente todo ese esfuerzo tuvo consecuencias. Me
empecé a enfermar de mi mano derecha, empecé a tener ten-
donitis por el trabajo repetitivo. Se me empezó a ir la fuerza
de la mano derecha y luego el dolor se fue al brazo. Luego a
la mano izquierda, ya no aguanté más que tuve que reportarlo
a mi supervisora. Yo ya sabía de antemano lo que iba a pasar,
pero aun así me mandaron al médico de la compañía. Yo era
tan querida en esa compañía porque a veces me quedaba como
supervisora del turno de la noche, que mis compañeros me di-
jeron que si me corrían ellos se iban conmigo. La supervisora se
dio cuenta de toda la gente que me apoyaba que poco a poco
empezó a correr a uno por uno, nos dio tanta indignación por-
que a nosotros los latinos nos trataban peor que a animales en
esa compañía y nunca valoraban el trabajo que desempeñába-
mos, los supervisores eran americanos y les quisimos enseñar a
no ser así con la gente hispana, nos pusimos de acuerdo entre
todos que al tercero que corrieran íbamos a hacer paro laboral.
Así fue al tercero que corrieron, a una señal mía hicimos paro
laboral todo el turno de la noche, pararon las máquinas, fue
una pérdida tremenda para la compañía y más porque era un
pedido del mejor cliente que ellos tenían ‘’Disneyland’’.
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Tres generaciones migrantes
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Primera Generación
Luz Marina
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Segunda Generación
Jeannette María
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Tercera generación
Wendy Nayeli
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Triunfos, fracasos, alegrías y tristezas
en los Estados Unidos
(Sin seudónimo)
Categoría A / Mención Honorífica
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Historias de migrantes, IV Concurso
decir que fue ahí donde volví a reencontrarme con otros fami-
liares que llevaban ya algunos años en Phoenix y a los que no
había visto en mucho tiempo, todos éramos ahora compañeros
de trabajo. Mi hora de entrada era todos los días a las cinco de
la mañana y salíamos a descanso a las ocho o nueve, depen-
diendo de la carga de trabajo, para terminar la jornada laboral
alrededor de las once de la mañana y, en ocasiones, a las doce
del mediodía.
Trabajé en esta empresa únicamente tres semanas y
media. El otro primo, quien fue el que siempre me animaba a
mudarme a E.U., llevaba trabajando algún tiempo en una cade-
na de restaurantes como cocinero y se encargó una vez más de
ayudarme a conseguir un empleo en el ramo de los restauran-
tes. Comencé a trabajar ahí a mediados de septiembre como
dishwasher o lavaplatos, mis obligaciones pasaron de empacar
tomates a lavar cantidades muy grandes de trastes de todos
tamaños, ayudar en la limpieza de todas las áreas del restau-
rante y, en ocasiones, a disfrazarme de la mascota de la cadena
y salir a la calle a promocionar nuestro restaurante y tratar de
atraer a más clientes. El calor en la ciudad de Phoenix, Arizona,
puede alcanzar los 115 grados Fahrenheit y resultaba bastan-
te incómodo y pesado tener que disfrazarme cuando el calor
afuera estaba al máximo.
Mi trabajo como dishwasher no era del todo malo, aun-
que la mayor parte del tiempo tenía que estar detrás de una
maquina lava trastes. En ocasiones me tocó salir al salón y tra-
bajar de lo que en México se conoce como garrotero, ayudaba
a los meseros con la limpieza de las mesas, recogía los tras-
tes sucios y los llevaba al área de lavaplatos para que alguien
más se encargara de ellos. Con el constante apoyo y consejos
de mi primo, rápidamente me convertí en uno de los mejo-
res lavaplatos del restaurante y las meseras y los supervisores
comenzaron a reconocer mi trabajo con palabras de aliento y
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Triunfos, fracasos, alegrías y tristezas en los Estados Unidos
estaba del todo convencido de que ella era la mujer con quien
yo deseaba pasar el resto de mi vida, decidí apoyarla en todo
lo que fuese necesario y casarme con ella cuanto antes para
que nuestra hija naciera en un hogar junto a sus dos padres.
Fue una decisión que no fue difícil tomar, ya que siempre había
querido tener un hijo y ella me estaba dando la oportunidad de
convertirme finalmente en Papá. Ese mismo año, viajé una vez
más a México para estar con mi Familia, ella me siguió y fue
aquí donde le hicimos saber a las dos familias nuestros planes
de casarnos y hacer nuestra vida juntos. Después de dos sema-
nas ella regresó a E.U., al ser ella residente legal de ese país no
tuvo problemas en regresar, pero yo tenía que seguirla y llegar
a como diera lugar para estar a su lado. Desafortunadamente,
las cosas no fueron tan fáciles esta vez, de hecho, ésta fue
la primera ocasión que yo viví una experiencia de la que casi
nadie habla cuando se refieren a la inmigración ilegal. Ésta era
entonces la tercera vez que yo intentaba cruzar la frontera de
manera ilegal, y aunque creía tener ya experiencia en esto y
contar con la ayuda de un coyote muy confiable, las cosas se
dificultaron desde el principio. El primer intento terminó en la
captura de más de 45 de nosotros y el retorno a México, no
sin antes haber estado recluidos en un centro de detención
en Douglas, Arizona, y de haber dejado huellas y fotos en los
récords de migración de Estados Unidos, obligados por sus
agentes. De regreso en México nos trasladamos a Agua Prieta,
Sonora.
A pesar de haber fracasado en el primer intento y de
contar con poco dinero para comprar comida y/o agua para
emprender de nuevo la travesía, lo volvimos a intentar. Esta
vez nos capturaron después de haber caminado casi un día y
una noche completos. Otra vez de regreso a México. Como ca-
recíamos ya de suficiente dinero para rentar un cuarto de hotel
para descansar un rato y reponer fuerzas, nos vimos obligados
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Héroes sin monumento
S iempre iba a la plaza por las noches para verlos llegar, era
el espectáculo más esperado durante todo el año, podría
haber fiestas patronales, danzas, aniversarios, cumplea-
ños, bodas. Podrían venir candidatos, gobernadores, pero nada
comparado con su llegada, se hablaba de ella todos los días, se
cocinaba, se trabajaba, se comía, se vivía, todo en torno a ella,
cada día vivido era uno menos de angustiosa espera. Se decían
tantas cosas de ellos, se decía que tenían poderes, magia, que
eran capaces de transformar lo feo en bello, la desesperanza
en esperanza, los sueños en realidad. Que cambiaban unos
harapos por ropas de moda, unos destartalados huaraches por
tenis Niké, un sombrero de paja por una gorra de los yankees,
una choza de adobe por una casa de ladrillo y concreto, un burro
por una “troca”; reparaban, panteones, construían canchas de-
portivas, escuelas, iglesias, pavimentaban calles, festejaban a
sus santos, celebraban a sus muertos, también, bodas, quincea-
ñeras, traían la alegría, la felicidad. ¿Quién no quería ser como
ellos? Uno de ellos.
Nací dentro de una típica familia, pueblerina, donde las
carencias se viven día a día, y la abundancia se mudó a la casa
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Héroes sin monumento
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Héroes sin monumento
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Héroes sin monumento
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Historias de migrantes, IV Concurso
por cabeza, así que tendríamos que hablar con nuestra gente
del otro lado para que fueran a recogernos y entregar el dine-
ro. Pactamos con él, quedó en que saldríamos al día siguiente,
pero dormiríamos en su casa.
Con el poco dinero que nos quedó comimos algo y pu-
dimos llamar a nuestros amigos en Atlanta, Ga., los cuales
estuvieron de acuerdo en que las cosas se hicieran de ese
modo. También se les encargó llamar al pueblo para avisar que
todos estábamos bien, que llamaríamos en cuanto cruzáramos.
Ya de noche, llegamos a lo que resultó ser la casa del “Rojo”,
un almacén cubierto de lámina de acero donde se encerraba un
terrible calor a pesar de ser de noche.
En la oscuridad se distinguían algunos bultos en el suelo.
Nos acomodamos como pudimos, tratando de descansar .Ya en
la mañana pude ver que los bultos eran cuerpos de gente que,
como mercancía, esperaban para ser enviados, negaba más, ca-
minaba menos.
O incluso te podían enviar en carro con papeles falsos,
sobre todo a los niños, pero pagando el triple. Después de me-
diodía, cuando el aire era irrespirable, entró “el Rojo” con sus
achichincles, uno de ellos dijo —los que van con el temible
que se acerquen para recibir instrucciones de viaje—, “el Rojo”
habló: prepárense, los verdes nos esperan pero no la migra
y sonrió, cruzaremos el río por la noche, caminaremos unos
veinte minutos, y esperaremos a que nos levante una camio-
neta, los que traigan dinero compren agua y comida en lata,
los que no, les vamos a dar dos garrafones de agua, unas latas
de frijoles y un paquete de tortillas y nada de pendejadas. Fue
todo, —para qué tanto, si sólo caminaremos veinte minutos—
alguien preguntó, pero su pregunta se quedó flotando en el
calor del almacén. Atravesamos unas cuantas calles, el río esta-
ba muy cerca, la gente de por allí estaba muy acostumbrada a
ver cruzar pollos, pues los que nos vendían agua ni siquiera nos
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ALIEN 69PG
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Intercambio cultural
Griselda Pérez Orozco (Sin seudónimo)
Categoría B / Mención Honorífica
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Intercambio cultural
Intercambio Cultural
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Intercambio cultural
Ms. Pérez
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Esperanza
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Intercambio cultural
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Ilegal batalla contra la muerte
(Esli)
Categoría B / Mención Honorífica
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Creencias mexicanas
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El regreso a casa
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Sentimientos lastimados
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Ilegal batalla contra la muerte
Sabía que esto no sería una meta fácil, pero tenía fe en que la
podría hacer una realidad. Me mantuve activa en el deporte
del voleibol durante cuatro años, pero dejé tiempo libre para
hacer servicio en la comunidad. Me encantaba estar rodeada
de niños, especialmente si eran niños con cáncer, ya que me
podía identificar muy bien con ellos y sus familias. Reconocí
que si quería asistir a la universidad iba necesitar poner mucho
empeño de mi parte y comencé a trabajar desde el segundo
año de preparatoria. Desde de ahí hasta que me gradué tra-
bajé por las tardes y todos los veranos. En la escuela muchos
sabían que era sobreviviente de cáncer, pero como éramos más
maduros entendían que era un tema serio. Mi miedo de no
poder pagar la universidad y de que mi sueño se muriera era
lo que me motivaba a seguir luchando. Durante el año escolar
trabajaba en una panadería mexicana. Saliendo del trabajo a las
diez de la noche me ponía a hacer la tarea. Incluso cuando no
había clientes en la panadería me ponía a hacer tarea, ya que
mi mamá trabajaba conmigo y me daba chance. Estudiaba en
mis horas del almuerzo y poco tiempo después de la escuela,
en el último año de la preparatoria, las usaba para hacer mis
solicitudes para la universidad, era el único tiempo que tenía.
Los veranos no eran tan pesados porque por lo menos no había
clases. En el segundo año de la preparatoria aprendí a trabajar
en las huertas. En los veranos, desde muy tempranas horas de
la mañana iba a descuatar e injertar árboles. Saliendo, me iba
a casa a dar un baño antes de entrar a mi horario de la tarde
en la panadería. Yo quería trabajar en los empaques, ya que
decían que la paga y las horas eran mejores, pero por el miedo
de que llegara migración, mis padres nunca me dejaron trabajar
en uno. Tenía que obedecerlos, si me detenían, mi sueño de
algún día ser una médica y tener un título universitario se mo-
riría. El último año de la preparatoria conocí a mucha gente que
me ayudó para poder llegar a asistir a la universidad. Tomé mi
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Una realidad
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El cruce
(Huey Tlatoani)
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Cuentos chinos
Luis Alonso Coronado García (El pekinés)
Categoría C / Mención Honorífica
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Nem beszélek magyarul, sajnos...
Bárbara Alejandra Muñoz Petersen (Bárbara)
Categoría C / Mención Honorífica
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Recorriendo mi vida con papá
Leticia Mejía Núñez (Flan)
Categoría C / Mención Honorífica
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¿Migrantes o nómadas globales…?
Alicia Villaseñor Topete (Tzintzuntzán)
Categoría C / Mención Honorífica
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Mi vida en francés
Merit Vera González de Raynaud (Météo Renolez)
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la gata que siempre estaba ahí para hacer “pr-pr miau miau”
al llegar y abrir la puerta de la casa. Y no sólo eso. Todos los
días en el desayuno para irme a trabajar me desayunaba con un
plato de papaya o melón o con un jugote de naranja NATURAL
de a litro o con un licuadote de mamey. En Francia todo eso
se acabó. Ahora vivo comiendo la fruta de la temporada, me
como hasta las piñas que no eran de mi agrado y me fijo en
datos que en México ni en cuenta, como que los plátanos vie-
nen de Las Antillas, las fresas de Marruecos, las naranjas de
España, los mangos de Perú y los aguacates y limones verdes
de México o Brasil.
Cuando decidí casarme y venir a vivir a Francia nadie me
platicó todo lo que iba a vivir ni a sentir. Primero sentí culpa-
bilidad. Sí. Me sentí culpable de abandonar a mis padres en un
momento en el que me necesitaban mucho. Me preguntaba
quién los iba a cuidar en mi ausencia. ¿Quién acompañaría a mi
madre al mercado? ¿Quién acompañaría a mi padre al súper?
Para empezar soy la única mujer de la familia, los demás
son varones. A mi padre le diagnosticaron cáncer el día ante-
rior a mi antepenúltimo viaje cuando vine a ver a mi novio. A
mi madre pronto la deben operar porque tiene un problema
y le tienen que hacer una histerectomía. Y por si fuera poco
mi hermano mayor estaba divorciándose. Caos. Caos familiar.
Estoy bien gracias a mi nueva familia francesa porque son algo
fuera de lo común. Tienen la costumbre de reunirse cada do-
mingo para comer y de llamarnos para ver cómo vamos. Debo
remarcar que esto es algo completamente fuera de lo normal
en una familia francesa. Aquí normalmente los hijos dejan el
nido a más tardar a los 18 y no como en México, a los 30 —o
más o jamás—.
Cuando empezamos a planear la boda yo pensaba en la
historia de una amiga que se casó en París y a su boda asistie-
ron sus suegros, su cuñada y… ¡ya! Yo sabía que no quería que
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me pasara igual y hablé con mis papás y los tuve que chantajear
porque yo soy la única mujer y era inadmisible que no asistie-
ran a la boda de su única hija mujer. Mis hermanos no podían
y finalmente mis padres se tiraron a la aventura y vinieron a
mi boda.
La boda no fue para nada como la de Lady Di, si es lo que
está pensando el lector. Mi boda fue como hacer una cena.
Mis suegros nos propusieron unos lugares y lo hicimos en un
restaurante. Éramos 30 personas —¡un mundo de gente! para
los franceses y una miseria en México que cualquiera diría que
no tengo amigos—. Y no sólo vinieron mis padres, sino que
tuve la fortuna de que vino una amiga mexicana, y ella fue mi
testigo. ¡Fui feliz! Fui feliz porque no fue como la historia de
mi amiga y eso me hubiese deprimido. Claro, no estaban todos
mis amigos entrañables, no bailamos “El Tucanazo” ni “El baile
del perrito” ni “El Venado” y tampoco hicimos la rueda ni tira-
mos el ramo y no hubo pastel, bueno, no como los de México.
La historia de los pasteles, dentro de las diferentes tra-
diciones, es un aspecto curioso. El pastel de mi boda fue una
montaña de profiteroles pegados con almíbar. ¡Muy extraño!
No digo que no estuviera rico, sí lo estuvo, sólo fue diferen-
te. En México el pastel simboliza la abundancia que habrá en
el matrimonio, abundancia de felicidad, de trabajo, de dinero,
de hijos, de todo. Yo tendré bolas de abundancia, claro está.
Además nos hicieron despegar a los noviecitos. Mi esposo des-
pegó al novio y se lo dio a mi mamá y yo despegué a la novia
y se la di a mi suegro y como estaba batida de caramelo éste
la mordió.
Otro detalle de pasteles y detalle cultural son los cum-
pleaños. En México cuando es el cumpleaños de uno, en el
trabajo los colegas se cooperan y compran un pastel o alguien
nos regala un pastelito miniatura —valga la redundancia— y
cuando uno llega a su casa en la noche cansado de trabajar, la
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COLOFÓN
AJUSTAR LOMO