Sentencia Inoponibilidad

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN CIVIL

MAGISTRADO PONENTE:
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

Bogotá, D. C., quince (15) de agosto de dos mil seis (2006).

Referencia: expediente número


08001-31-10-003-1995-9375-01.

Se decide el recurso de casación interpuesto por la


parte demandante contra la sentencia de 6 de diciembre de 2000,
proferida por la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Barranquilla, dentro del proceso ordinario instaurado por
Josefina de Lima de Gómez, en nombre propio y en el de la sucesión
de su padre Emirto de Lima y Sintiago, frente a Petrona Vergara
Navarro, Antonio Losada Aduen, José Matera Ortiz, Miguel de Lima
Zárate, Eduardo Ramiro, Iván Enrique y Jairo Ernesto Monroy
Sundhein, Piedad de Jesús Monroy de Esquivel, Leda Luz Sundhein
de Jiménez, Josefa María Cabrera Sundhein y Valmiro Oliveros Ripoll,
al cual fue citada como litisconsorte por pasiva Leda Belinda Jiménez
Sundhein.

I. ANTECEDENTES

1. Solicitó la parte actora declarar nulos, de nulidad


absoluta, los contratos de compraventa contenidos en las escrituras
240 de 14 de agosto de 1972, de la Notaría Única de Soledad, 3619
de 3 de noviembre de 1972, 3886 de 27 de noviembre de 1972, 2264
de 22 de septiembre de 1974, de la Notaría Cuarta de Barranquilla, y
1001 de 23 de mayo de 1980, de la Notaría Segunda de la misma
ciudad; declarar que pertenecía a la sucesión de Emirto de Lima y
Sintiago el dominio pleno y absoluto de los inmuebles ubicados en la
calle 40 números 35-47, calle 60 números 45-44, calle 34 números 33-
75 y calle 55 números 46-26, que en la escritura 240 erradamente se
identificó con el número 26-46, transferidos mediante tales
instrumentos públicos; condenar a los demandados a restituirle a la
mencionada sucesión los señalados predios, así: el de la calle 60
número 45-44 a Jairo Ernesto Monroy Sundhein, Piedad de Jesús
Monroy de Esquivel, Leda Luz Sundhein de Jiménez y Josefa María
Cabrera de Sundhein; el de la calle 40 número 35-47 a Valmiro
Oliveros Ripoll; el de la calle 34 número 33-75 a José Matera Ortiz; y el
de la calle 55 número 46-26 a Petrona Vergara Navarro y José Matera
Ortiz; condenar a los demandados, con relación a los inmuebles de
que cada uno era poseedor, a pagarle a la referida sucesión los frutos
que hubiera podido percibir; declarar que los demandados Petrona
Vergara Navarro, Antonio Losada Aduen, José Matera Ortiz y Miguel
de Lima Zárate eran responsables de los perjuicios sufridos por la
parte actora "como consecuencia de las declaraciones de nulidad de
las ventas celebradas por ellos"; ordenar la cancelación del embargo
que pesaba sobre el inmueble de la calle 40 número 35-47 de
Barranquilla, decretado por el Juzgado Primero Civil del Circuito de
esa ciudad en el proceso del Banco Cafetero contra Antonio Losada
Aduen y Liliana Cabrera de Losada, así como la inscripción de la
sentencia.

2. Fundamentaron las pretensiones en los hechos


que seguidamente se compendian:

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 2
a) Emirto de Lima y Sintiago, quien falleció el 14 de
agosto de 1972, mediante escritura 4547 de 4 de noviembre de 1971
de la Notaría Cuarta de Barranquilla otorgó poder general a Petrona
Vergara Navarro sin facultarla "para vender en forma general o
especial alguno de los bienes inmuebles de su propiedad", pese a lo
cual ésta, actuando en representación de aquél, a través del
instrumento público 240, corrido en la Notaría Única de Soledad en la
misma fecha de la muerte del nombrado causante, enajenó a favor de
Antonio Losada Aduen los inmuebles de la calle 40 número 35-47, por
$35.000, y calle 60 número 45-44, por $65.000, así como a José
Matera Ortiz los de la calle 34 número 33-75, por $28.000, y calle 55
número 46-26, por $26.000, ubicados en Barranquilla, de propiedad
del nombrado mandante. La transferencia del último de los predios no
se registró porque en la escritura se identificó erradamente.

b) Antonio Losada Aduen vendió los inmuebles por él


adquiridos, así: el de la calle 60 número 45-44 a Miguel de Lima
Zárate y el de la calle 40 número 35-47 a Valmiro Oliveros Ripoll,
mediante las escrituras 3619 y 3886 de 3 y 27 de noviembre de 1972,
respectivamente, de la Notaría Cuarta de Barranquilla.

c) El inmueble de la calle 34 número 33-75 de


Barranquilla se encuentra a nombre y en posesión de José Matera
Ortiz; el de la calle 55 número 46-26 de la misma ciudad, continúa
inscrito bajo el dominio del causante y lo tiene en posesión Petrona
Vergara Navarro.

d) A su turno, Miguel de Lima Zárate vendió el


inmueble de la calle 60 número 45-44 a Eduardo Ramiro, Iván Enrique
y Jairo Ernesto Monroy Sundhein, Piedad de Jesús Monroy de
Esquivel, Josefa María Cabrera Sundhein y Leda Luz Sundhein de

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 3
Jiménez, mediante escritura 2264 de 22 de agosto de 1974 de la
Notaría Cuarta de Barranquilla.

e) Por su parte, Eduardo Ramiro e Iván Enrique


Monroy Sundhein vendieron las cuotas partes por ellos adquiridas en
el inmueble de que ahora se trata a Leda Luz Sundhein de Jiménez,
según el instrumento público 1001 de 23 de mayo de 1980 de la
Notaría Segunda de la citada ciudad.

f) A más de que la escritura 240 se otorgó en la fecha


en que falleció Emirto de Lima y Sintiago, los paz y salvos de éste y de
José Matera Ortiz, con base en los cuales se autorizó dicho
instrumento, resultaron falsos, como se desprendía del oficio de 13 de
septiembre de 1973 de la Superintendencia de Notariado y Registro.

g) La demandante fue reconocida como hija del de


cujus el 12 de agosto de 1980, razón por la cual, antes de promover
este proceso, no pudo demandar la nulidad de aquellos actos.

h) Las compraventas celebradas luego de la escritura


240, relativas a los inmuebles transferidos mediante ésta, "también se
encuentran viciadas de la nulidad constituida con la primera venta, …,
al tener el poder general facultades específicas para determinados
actos entre los cuales no se halla la de vender inmuebles".

i) Los “actuales poseedores inscritos", quienes están


en imposibilidad de ganar por prescripción el dominio de los
inmuebles, “derivan sus títulos de uno viciado de nulidad absoluta”,
como el contenido en la escritura 240, "siendo esta la causa por la
cual” se pretende la “reivindicación para la sucesión de Emirto de Lima
y Sintiago".

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 4
j) La posesión de los demandados Petrona Vergara
Navarro y José Matera Ortiz es de mala fe, porque es nula la
compraventa de que trata la escritura 240 por falta de poder de la
vendedora, el segundo de ellos fue designado por el causante albacea
con tenencia de bienes y la primera ocupaba el inmueble de la calle 55
números 46-26 sin título.

3. Los demandados Antonio Losada Aduen y Valmiro


Oliveros Ripoll, al contestar la demanda, se opusieron a las
pretensiones; y en cuanto a los hechos, dijeron que era cierto que el
causante le había otorgado a Petrona Vergara el poder aludido, así
como los contratos a que apuntaban las escrituras 240, 3886 y 3619
atrás citadas, y negaron los restantes.

La demanda fue notificada a Iván Enrique y Jairo


Ernesto Monroy Sundhein a través de curador ad-litem, previo
emplazamiento, quien, al contestarla, se refirió sólo a los hechos; al
respecto admitió únicamente los tocantes con el poder otorgado por el
causante a su mandataria y con la escritura 240 de 14 de agosto de
1972, de los restantes dijo que debían probarse, aunque señaló que
algunos otros eran meros conceptos de la actora.

Por su lado, los demandados José Matera Ortiz y


Miguel de Lima Zárate también se opusieron a las pretensiones,
aceptaron los hechos admitidos por los anteriores, respecto de
algunos otros supuestos fácticos manifestaron que se atenían a lo que
se probara y negaron los restantes.

Leda Luz Sundhein de Jiménez, Eduardo Ramiro


Monroy Sundhein, Josefa María Cabrera Sundhein y Piedad Jesús

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 5
Monroy de Esquivel del mismo modo se opusieron a las pretensiones
y dijeron, en cuanto a los hechos, atenerse a las pruebas, aunque
aceptaron que el causante le había otorgado a Petrona Vergara el
poder aludido, así como los contratos a que apuntaban las escrituras
240, 3886 y 3619 ya aludidas.

Los opositores acabados de mencionar le


denunciaron el pleito a Miguel de Lima Zárate, en los términos que
recogen los escritos obrantes a folios 39, 42 y 45 del cuaderno 1.

Miguel de Lima Zárate y Valmiro Oliveros Ripoll,


adicionalmente manifestaron, a manera de excepción, que el poder
inicialmente otorgado por la actora tenía enmendaduras, las cuales no
debían entenderse superadas con el posterior escrito de mandato que
ella confirió, como quiera que éste no tenía efectos retroactivos.

La demandada Piedad de Jesús Monroy de Esquivel


formuló reconvención, en la que pidió declarar a Josefina de Lima de
Gómez civilmente responsable de los perjuicios ocasionados con el
registro de la demanda ordenado en el proceso de filiación que
adelantó ante el Juzgado Primero Civil del Circuito de Barranquilla; la
contrademandada se opuso a lo solicitado, aceptó el decreto de la
medida cautelar y negó la causación de perjuicios.

Leda Belinda Jiménez Sundhein, con quien se integró


el litisconsorcio necesario, según proveído de 4 de agosto de
1995(fl.224,cd.1), contestó la demanda oponiéndose a las
pretensiones; y en cuanto a los hechos, indicó, en términos generales,
atenerse a lo que se probara, aunque recalcó que algunos de ellos
constituían un mero criterio.

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Propuso la excepción de "prescripción de los
derechos pretendidos en la demanda, por haber transcurrido más de
20 años desde el 14 de agosto de 1972, fecha de las ventas que
constan en la escritura 240 de la notaría de Soledad, hasta el día de la
notificación". A la vez le denunció el pleito a Miguel de Lima Zárate.

4. Por sentencia de 14 de julio de 1998 el Juzgado


Tercero de Familia de Barranquilla, culminó la primera instancia, en la
que declaró no probada la excepción de prescripción propuesta por
Leda Belinda Jiménez, accedió a las pretensiones de la parte actora, a
quien, por ende, absolvió de las súplicas elevadas en la reconvención.

5. Al desatar la apelación interpuesta por los


demandados, el tribunal, mediante fallo de 6 de diciembre de 2000,
revocó el del a-quo y, en su defecto, declaró la prosperidad de la
excepción de prescripción “a favor de los demandados” y que, por
tanto, “las pretensiones han quedado sin acción civil”.

II. LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

1. Luego de conceptuar, con apoyo en un precedente


jurisprudencial, sobre el litisconsorcio necesario y de precisar, por un
lado, que fue oportuna la contestación que Leda Belinda Jiménez
Sundhein le dio a la demanda, en la que formuló la excepción de
prescripción, y, por el otro, que los restantes demandados en el
alegato de conclusión también habían solicitado el reconocimiento de
ese medio de defensa, con apoyo en el inciso final del artículo 90 del
Código de Procedimiento Civil el ad-quem consideró que "si el auto
admisorio de la demanda” se le notificó “al último de los consortes en
el litigio más allá de los 20 años contados desde el 14 de agosto de
1972, fecha de la escritura 240”, significaba “que se cumplió el término

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 7
prescriptivo”, por lo que no era “posible acoger la pretensión con
respecto a este acto notarial"; agregó que tampoco era “posible
hacerlo” frente a los posteriores que dependían “de la vida jurídica de
aquel acto”. Fue así como llegó “a la conclusión final” en el sentido de
“que todas las pretensiones” quedaban “sin acción civil por el
transcurso del tiempo".

2. Apuntó, por último, que como la decisión tenía que


ser igual, no era “posible decretar la prescripción para un solo
consorte, puesto que la Corte, en palabras recogidas, enseña que la
decisión es inescindible”; agregó que, adicionalmente, el artículo 51
del Código de Procedimiento Civil establecía que “‘cuando la cuestión
litigiosa haya de resolverse de manera uniforme para todos los
litisconsortes, los recursos y en general la actuación de cada cual
favorecerá a los demás'. Así que, según esta norma, si la preterida
fuera la única recurrente y solo ella hubiera propuesto la prescripción”,
las consecuencias favorecían “a todos, en armonía con el artículo 90
citado y la jurisprudencia invocada".

III. LA DEMANDA DE CASACIÓN

Con apoyo en la causal primera del artículo 368 del


Código de Procedimiento Civil, dos cargos se plantean contra la
sentencia combatida; en el primero se denuncia la violación directa de
normas sustanciales y, en el segundo, la infracción indirecta de esas
disposiciones. La Corte asumirá el estudio conjunto de las
acusaciones, por cuanto unas mismas razones servirán para
despacharlas.

CARGO PRIMERO

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 8
Ataca la sentencia de infringir, en forma directa, los
artículos 2531 y 2535 del Código Civil, 51 y 90 del Código de
Procedimiento Civil, por aplicación indebida, 1602, 1740 y 1741 de
aquel estatuto, 28 y 99 del decreto 960 de 1970, por falta de
aplicación.

1. Comienza la recurrente comentando los artículos


90, inciso final, y 51 del Código de Procedimiento Civil, para sostener
que si la notificación del auto admisorio se surtía a uno de los
litisconsortes necesarios pasados 120 días desde cuando de tal
proveído se enteró al demandante por estado, no se producía la
interrupción civil de la prescripción y, por tanto, el beneficio que de ella
se derivaba redundaba "en provecho de todos los demás, incluso de
aquellos a quienes en un principio, y por el hecho de haber sido
notificados dentro de los 120 días, se les haya interrumpido dicha
prescripción".

2. A vuelta de citar un antecedente jurisprudencial


referente a la temática del litis-consorte necesario, afirmó la acusadora
que armonizando ello con las normas antes aludidas, los efectos de la
notificación tenían que aplicarse a situaciones de hecho en las que
existiera una relación jurídica sustancial que fuera "‘una sola, única e
indivisible frente al conjunto de tales sujetos'; por lo que si este
presupuesto de hecho” no se daba, no era “posible aplicar los efectos,
la consecuencia jurídica contenida en tales preceptos, es decir, el
beneficio de la actuación de uno, redunda en los demás".

3. Luego de hacer referencia a los diferentes actos


jurídicos ajustados entre quienes integraban la parte demandada,
recalcó la casacionista que Leda Belinda Jiménez Sundhein no fue
parte inicial del proceso ya que su intervención se produjo mucho

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 9
tiempo después. Con esa precisión, añadió que al habérsele notificado
el auto admisorio en 1996, ella formuló la excepción de prescripción
extintiva no sólo del derecho que surgía a su favor del contrato
incorporado en la escritura 2264 de 22 de agosto de 1974 sino de los
emanados de los otros negocios independientes y aislados, como los
contenidos en los instrumentos públicos 240 de 14 de febrero de 1972,
3886 de 27 de noviembre de 1972, 3619 de 3 de noviembre de 1972 y
1001 de 23 de mayo de 1980; mas como tal prescripción no se
extendía a estos contratos, dicha litisconsorte no podía pretender la
extinción de los derechos cuya fuente residía en los actos jurídicos en
que ella no fue parte.

4. Después de citar los artículos 1494, 1495, 1502 y


1602 del Código Civil, de los que, según dice, se desprendía el
principio de la relatividad de los contratos, señala la censora que el
tribunal dejó de aplicar este último precepto, y que de haberlo hecho
actuar, los terceros ajenos a la escritura 2264 “jamás se hubieran
beneficiado con la excepción de prescripción alegada” por aquélla.

5. Menciona que la aplicación correcta de los


artículos 51 y 90 aludidos era únicamente “respecto del litisconsorcio
necesario formado” entre quienes figuraron como adquirentes en la
escritura 2264, es decir, Eduardo Ramiro, Iván Enrique y Jairo Ernesto
Monroy Sundhein, Piedad de Jesús Monroy de Esquivel, Josefa María
Cabrera Sundhein y Leda Jiménez Sundhein, pero no “en relación con
los sujetos de los otros actos jurídicos a los cuales indebidamente los
hizo extensivos el ad quem".

6. Dice que el juez de segundo grado, en relación con


la falta de notificación oportuna a Leda Belinda Jiménez Sundhein,
reconoció efectos jurídicos en una "hipótesis legal que no le es

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pertinente", puesto que aplicó la consecuencia derivada de la misma
"a otros demandados que no son litisconsortes necesarios" de quien
propuso la excepción de prescripción, ocasionando así el quebranto
de las normas señaladas en la acusación.

7. No sin antes notar la censura que en este asunto


no se aplicaron las normas sobre la invalidez de los actos y contratos,
contenidas en los artículos 1740 y 1741 del Código Civil, 28 y 99 del
decreto 960 de 1970, solicita casar la sentencia recurrida para que
seguidamente la Corte, como juzgador de instancia, “confirme la de
primer grado en la cual se declara la nulidad absoluta del contrato de
venta contenido en la escritura 240 del 14 de agosto de 1972..., junto
con las demás declaraciones contenidas en dicha providencia”.

Termina diciendo que, por ser viable, debe declararse


probada la excepción de prescripción propuesta por la referida Leda
Jiménez, respecto exclusivamente de la escritura 2264 de 22 de
agosto de 1974, por existir entre quienes la suscribieron litisconsorcio
necesario, condenando a los anteriores vendedores a pagar el dinero
recibido como precio.

CARGO SEGUNDO

Acusa al fallo de quebrantar, indirectamente, los


artículos 1602, 1740 y 1741 del Código Civil, 28 y 99 del decreto 960
de 1970, por falta de aplicación, 2531 y 2535 de aquella codificación,
51 y 90 del Código de Procedimiento Civil, por aplicación indebida,
como consecuencia de los errores de hecho en la valoración de las
pruebas.

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1. Aduce la impugnadora que el juzgador, al estudiar
las pruebas del proceso, confundió los sujetos de la relación jurídica-
procesal con los de la sustancial, pues apenas observó que había
pluralidad de sujetos en la parte demandada, para así concluir que
existía un litisconsorcio necesario entre todos ellos, pero no repasó el
texto de la escritura 240 de 14 de febrero de 1972, única aportada al
proceso; fue así como supuso que los sujetos de la relación procesal
eran los mismos que formaban la sustancial. De no haber hecho esta
suposición se hubiera percatado que estaba frente a diversas
relaciones sustanciales.

Este error le hizo suponer que la totalidad de los


demandados integraban una sola unidad, cuando en realidad aquellos
diversos vínculos sustanciales eran susceptibles de escindirse.

2. Luego de hacer referencia a las distintas relaciones


jurídicas sustanciales involucradas en el proceso, independientes unas
de otras, y de puntualizar que de ellas sólo las escrituras 2264 de 22
de agosto de 1974 y 1001 de 23 de mayo de 1980 determinaban la
presencia de un litisconsorcio necesario por la pluralidad de
intervinientes en uno de sus extremos, expresa la recurrente que fue
evidente y trascendente el yerro en que incurrió el sentenciador al
creer que la relación procesal de los demandados era la misma
relación sustancial de todos ellos; fue así como supuso un
litisconsorcio necesario entre ellos cuando no existía y, por tanto,
aplicó los efectos de la notificación extemporánea de uno de los
mismos a todos y no sólo a quienes realmente correspondía, es decir,
a los compradores en la escritura 2264, que sí formaban una unidad
dentro de ese contrato.

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 12
Comenta que el tribunal hizo extensiva la prescripción
alegada por Leda Belinda a quienes no podía, ya que no se trataba de
sujetos unidos por un vínculo entre sí; ello dio lugar a que aplicara
indebidamente los artículos 51 y 90 del Código de Procedimiento Civil
y 2531 y 2535 del Código Civil y dejara de hacer actuar los artículos
1740 y 1741 de esta última codificación y 28 y 99 del decreto 960 de
1970

3. Asevera que al extender el alcance de la


prescripción de los derechos contenidos en la escritura 2264 a los
otros contratos, el ad-quem cometió yerro fáctico, ya que supuso que los
demás negocios "quedaban incluidos" dentro de aquél, pese a que
eran “distintos e independientes, que ni siquiera fueron consecuencia
del primer contrato".

4. Expone la recurrente que el juez de segundo grado


supuso la existencia de las posteriores escrituras de venta, pues en el
proceso no se encuentra por lo menos una diferente a la 240 de 14 de
febrero de 1972, y de la mención que de ellas se hizo en la demanda,
con base en los certificados de tradición allegados, no se podía
concluir su existencia. Como dentro del proceso no obran los
susodichos documentos, no se debía pregonar que existía conexidad
entre los diferentes actos bilaterales celebrados después de aquel
instrumento. Afirma que de acuerdo con el artículo 1857 del Código
Civil, los convenios de compraventa sobre bienes raíces no se
reputaban perfectos mientras no se otorgara la respectiva escritura.
De no haber incurrido en el señalado error, el tribunal no hubiera
concluido, como lo hizo, que los diversos pactos de venta, celebrados
mediante diferentes actos y personas, “formaban una sola unidad”, y
no hubiese derivado, por ende, un litisconsorcio necesario entre todos
los vendedores y compradores.

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5. Puntualiza la acusadora que el juzgador cometió
un doble error por suposición, ya que, por un lado, al no existir en el
proceso la escritura 2264, supuso su existencia, y, por el otro, al dar
por entendido que ese mismo instrumento era prueba de los contratos
contenidos en las otras escrituras. De este modo supuso un
litisconsorcio necesario entre Leda Belinda y la totalidad de los
demandados, cuando ella sólo lo era de Eduardo Ramiro, Iván Enrique
y Jairo Ernesto Monroy Sundhein, Piedad de Jesús Monroy de
Esquivel y Josefa María Cabrera Sundhein, quienes figuraban en la
escritura 2264.

6. Como en el cargo anterior, bajo el título


“sustentación de la confirmación de la sentencia de primera”, expone
la casacionista que por haberse inaplicado las normas mencionadas al
inicio del cargo, se impone “la confirmación de la totalidad de las
pretensiones solicitadas en la demanda y que fueron despachadas
favorablemente en la sentencia del Juzgado Tercero de Familia...”,
aunque revocando aquellos numerales en orden a declarar probada la
excepción de prescripción formulada por Leda Jiménez a favor de
quienes firmaron la escritura 2264 de 22 de agosto de 1974 y que se
excluya dentro de los pronunciamientos respectivos el contrato de
venta contenido en el citado instrumento público, así como el inmueble
de la calle 60 número 45-44 de Barranquilla, con la consecuente
condena a los vendedores en el sentido de restituir el precio por ellos
recibido.

IV. CONSIDERACIONES DE LA CORTE

1. La doctrina jurisprudencial de la Corporación tiene


sentado que la infracción de la ley sustancial, que como motivo de

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 14
casación prevé la causal primera del artículo 368 del Código de
Procedimiento Civil, para que tenga la probabilidad de conducir al
quiebre del fallo combatido, ha de ser trascendente, esto es, que la
violación a los preceptos normativos de derecho material que se le
enrostre al juzgador, ya por vía directa ora por la indirecta, sea a tal
punto influyente en las resultas del pleito que, de no haber incurrido en
ella, otra muy diferente habría sido la decisión final del mismo; para
expresarlo con otras palabras, es indispensable que el quebrantamiento
influya de manera directa en lo dispositivo de la sentencia, pues, de no
serlo, resultaría inane y, por ende, ningún fin práctico tendría que el
recurrente denunciara la falta de aplicación, la aplicación indebida o la
errónea interpretación de la ley, ni efecto trascendente alguno produciría
su reconocimiento si, en tal hipótesis, la decisión final seguiría siendo la
misma.

A este respecto ha dicho la Sala que “para que la


violación de la ley adquiera real incidencia en casación, de suerte que
conduzca al quiebre de la sentencia acusada, es menester que tenga
consecuencia directa en la parte resolutiva del fallo, por lo que
aquellos errores que apenas aparezcan en las motivaciones o
razonamientos de la providencia, sin esa forzosa trascendencia en la
conclusión final, no alcanzan a obtener la prosperidad del recurso, en
cuyo caso, por encima de otros intereses, la misión primordial de la
Corte de unificar la jurisprudencia nacional, acorde con lo pregonado
por el artículo 365 del Código de Procedimiento Civil, habrá quedado
cumplida a cabalidad mediante la rectificación de la doctrina del
fallador de instancia y el restablecimiento de la recta aplicación de las
normas quebrantadas”(sentencia 046 de 19 de mayo de 2004,
exp.#7145).

2. Pues bien, es justamente la doctrina que se deja

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 15
comentada, esto es, la de la trascendencia del error, la que en esta
ocasión impone, por un lado, el estudio conjunto de las acusaciones
planteadas y, por el otro, colegir la improsperidad de las mismas, dada
su manifiesta intrascendencia, puesto que así se quebrara el fallo
combatido la Corte, al dictar el de reemplazo, estaría avocada, aunque
por razones diferentes a las aducidas por el ad-quem, a desestimar las
pretensiones de la demanda inicial, conforme pasa a verse.

3. Como surge palmario de las pretensiones y hechos


indicados en la demanda, se solicitó la nulidad de los distintos
contratos de compraventa relacionados tanto en las pretensiones
como en los hechos de la misma y que, como consecuencia de ello, se
declarara que los inmuebles transferidos mediante tales instrumentos
eran de propiedad de la sucesión de Emirto de Lima y Sintiago, se
ordenara a quienes los poseyeran que los restituyeran materialmente
con sus frutos, se condenara a algunos de los demandados al pago de
los perjuicios causados a la mencionada sucesión y se dispusiera la
cancelación del embargo que pesaba sobre uno de esos bienes, todo
con respaldo en una única causa, concretamente en que Petrona
Vergara Navarro no tenía poder para enajenar bienes del citado
causante.

Ciertamente, aparte de que así lo precisó la


demandante en el poder que otorgó a la apoderada que la representó
en el proceso al señalar que dicho mandato judicial tenía por fin que
"mediante los trámites propios del proceso ordinario de mayor cuantía”
se declararan “nulas las ventas realizadas por carencia de poder de la
vendedora para hacerlas"(fl.1, cd.1), se ratificó luego, con idénticos
términos, en el mandato que corre folio 49 del cuaderno 1.

Ello igualmente se infiere del libelo, en donde

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 16
palmariamente se expuso, en el hecho segundo, que del "texto del
poder general” que constaba “en la escritura anotada en el hecho
anterior”, esto es, la 4547 de 4 de noviembre de 1971 de la Notaría
Cuarta de Barranquilla, se desprendía “que en ningún momento el
poderdante ... Emirto de Lima y Sintiago” hubiera dado poder a
“Petrona Vergara N. para vender en forma general o especial alguno
de los bienes inmuebles de su propiedad"(fl.24,cd.1); en el hecho
catorce, que las "ventas realizadas posteriormente” a la escritura 240
de 14 de agosto de 1972 de la Notaría Única de Soledad, también se
encontraban “viciadas de la nulidad constituida con la primera venta, o
sea la realizada por...Petrona Vergara Navarro, al tener en el poder
general facultades especificas para determinados actos”, entre los
cuales no se hallaba “la de vender inmuebles"(fl.25); en el hecho
diecinueve, que la "posesión expresada la mantuvo el causante” hasta
el 14 de agosto de 1972 cuando murió, en la cual “Petrona Vergara
Navarro, sin poder específico alguno y diciendo actuar en
representación de Emirto de Lima y Sintiago, vendió mediante la
escritura 240” ya aludida “tales bienes"; y en el hecho veintiuno, que
los "inmuebles vendidos mediante la escritura viciada de nulidad
absoluta”, pertenecían “ahora a la sucesión de Emirto de Lima y
Sintiago”, que cursaba en el Juzgado 12 Civil del Circuito de
Barranquilla, y, por consiguiente, “las demás escrituras de venta
realizadas, también mantienen la nulidad aquí expresada, y los
actuales poseedores relacionados en cada uno de los certificados de
tradición adjuntos a la demanda” se encontraban “en igualdad de
condiciones legales, ya que al decretarse la nulidad de la primera
venta, quedarán sin efecto las posteriores"(fl.26vto.).

Traduce lo anterior que, a términos de la aludida


demanda, los contratos contenidos en la escritura 240 de 14 de agosto
de 1972, de la Notaría Única de Soledad, eran nulos por cuanto

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 17
Petrona Vergara Navarro carecía de poder para efectuarlas en nombre
y representación de Emirto de Lima y Sintiago y, adicionalmente, que
las transferencias ulteriores de los mismos bienes realizadas por
quienes en ese acto los habían adquirido y, en algunos casos, por
quienes se los compraron a éstos, adolecían del mismo vicio, como
consecuencia de la invalidez del la referida venta primigenia.

4. Siendo esos, en esencia, los planteamientos del


citado acto iniciador del proceso, es de observarse que, en tratándose
de la sanción jurídica de nulidad consagrada en el artículo 1740 del
Código Civil, debe distinguirse la absoluta y la relativa, entendiéndose,
según las voces del artículo 1741 de esa codificación, por la primera la
"producida por un objeto o causa ilícita, y la nulidad producida por la
omisión de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para
el valor de ciertos actos o contratos en consideración a la naturaleza
de ellos, y no a la calidad o estado de las personas que los ejecutan o
acuerdan", así como la derivada de su celebración por parte "de
personas absolutamente incapaces", en tanto que "cualquier otra
especie de vicio produce nulidad relativa, y da derecho a la rescisión
del acto o contrato".

Síguese, pues, que son taxativos los motivos


determinantes de la nulidad absoluta y que, por tanto, fuera de los
expresamente previstos en la ley, ninguna anomalía contractual tiene
la virtud de provocar tal sanción del negocio jurídico sino un efecto
diferente, como podría ser la nulidad relativa o su inoponibilidad.

5. En tal orden de ideas, resulta palmario que la falta


de poder bastante para celebrar en nombre de otro una compraventa
no es una eventualidad de las contempladas en el transcrito artículo
1741 del Código Civil como generador de nulidad absoluta, más

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 18
cuando esa disposición puntualiza que la omisión de requisitos
formales prescritos por la ley para el valor del acto o contrato
necesariamente debe atañer "a la naturaleza de ellos, y no a la calidad
o estado de las personas que los ejecutan o acuerdan", tópico sobre el
que la Corte ya tuvo oportunidad se expresar que no "se trata
entonces de la ausencia de cualquier formalidad, sino de aquella que
la propia ley consideró como un complemento necesario de la
voluntad, al estimar que ésta por si sola no era idónea o suficiente
para producir el correspondiente efecto jurídico. De manera que esa
formalidad tiene que ser exigida por la propia ley, que además debe
asignarle el carácter ad sustantiam actus, pues sólo así se estaría frente a
un requisito cuya desatención generaría la nulidad absoluta del acto o
contrato, dado el régimen de reserva y taxatividad que en materia de
nulidades consagra el Código Civil. La omisión de otros requisitos y
formalidades que no estén prescritos por la ley 'para el valor' del acto o
contrato, genera consecuencias distintas, pero no la nulidad absoluta
que se examina en este evento"(sentencia 062 de 24 de mayo de
2000, exp.#5267).

Específicamente sobre el particular se hace


necesario transcribir a espacio lo expresado por esta Corporación en
fallo de 30 de noviembre de 1994, ocasión en la que reiteró que la
"falta de poder en quien se dice ser mandatario de un tercero, no
genera la nulidad del acto o contrato en el que intervenga aduciendo
tal calidad, ni cualquier otro vicio cuyo estudio el juez deba, de oficio,
abordar ab-initio, sino que da lugar a un fenómeno bien distinto como lo
es el de la inoponibilidad del negocio frente al supuesto mandante,
inoponibilidad que, entonces, debió ser alegada acá por la afectada.
Dijo en efecto:

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 19
"‘...Hasta hoy se había tenido como doctrina jurídica
en Colombia la solución de que la extralimitación de poderes del
mandatario vicia los actos respectivos de nulidad relativa, saneables
por ratificación expresa o tácita del mandante, o por la prescripción de
4 años, del artículo 1750 del Código Civil, que es el plazo para
demandar la rescisión de los contratos heridos de nulidad relativa.

"‘... Pero esa doctrina debe ser rectificada porque se


basa en una interpretación dislocada del artículo 2186 del mismo
código, cuando habla de que los actos excesivos del mandatario se
pueden cubrir por la ratificación.

"‘...En efecto. Es principio legislativo deducido a


contrario sensu del artículo 1505 del Código Civil, que lo que una persona
ejecuta en nombre de otra no teniendo poder de ella ni de la ley para
representarla, carece de efectos contra el representado. Este principio,
aún de simple razón natural, es apenas una de las primeras
aplicaciones lógicas de aquel otro consagrado por el artículo 1502,
ibídem, básico de toda la teoría de las obligaciones, según el cual uno
de los cuatro elementos esenciales para que una persona se obligue a
otra por un acto de declaración de voluntad, consiste en el
consentimiento del obligado.

"‘...El consentimiento es, pues, condición indispensa-


ble, la primera y la principal de todas, para que un acto o contrato
tenga existencia jurídica.

"‘...En el mandato, el consentimiento del mandante se


expresa a través del mandatario, de suerte que en esta forma los
derechos y las obligaciones que nacen de las convenciones
celebradas por éste los adquiere directamente aquél y lo ligan

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 20
personalmente con los terceros con quienes ha contratado el
mandatario, porque el mandatario obra para tales efectos reempla-
zando y sirviéndole de instrumento al mandante...'.

"Más adelante agrega:

"‘...Dado que el consentimiento expreso o presunto


del mandante a los actos llevados a cabo en nombre de éste por el
mandatario, es lo que crea el vínculo jurídico del primero ante los
terceros y lo que en esencia singulariza la noción del mandato,
infiérese sin esfuerzo, que las gestiones del mandatario verificadas
con extralimitación de sus poderes no caben dentro de la citada
noción. Por faltarles a los actos excesivos el consentimiento del
dueño, necesariamente tienen que desplazarse a otra construcción
jurídica, porque ya no son negocios o gestiones, como los llama la ley,
que el mandante haya confiado al mandatario. Constituyen con
propiedad una verdadera administración de negocios ajenos sin
mandato, figura que en el lenguaje legal llámase 'agencia oficiosa'
(Artículo 2304, ibídem)...'.

"Tras desarrollar tal aserto, afirma la Corte que, ‘... El


agente oficioso sólo obliga al interesado ante terceros cuando la
gestión redunda en provecho de este, o ha sido ratificada. En los
demás casos, trátase de actos inoponibles al dueño; es decir, de actos
que en relación con él son ineficaces o inexistentes. En manera alguna
nulos, como quiera que la nulidad, aún la radical, exige siquiera un
principio de existencia del acto jurídico. Mal puede ser nulo lo que no
ha nacido, lo que carece de vida, así sea aparente ante la ley. El acto
jurídico que se ha creado sin mi consentimiento ni mi intervención,
relativo a mis bienes, es para mi como si no existiera; no es un acto
nulo de nulidad absoluta, sino un acto que nadie me puede oponer

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 21
para que yo lo cumpla. Siendo para mi ese negocio concerniente a mi
patrimonio res inter alios acta, no tengo necesidad de romper el vínculo
jurídico que contra mi pretenda deducírseme, porque no habiendo
vínculo por ausencia total de mi consentimiento, nada hay que romper.

"‘...Por esta razón el mandante no esta obligado a


demandar la nulidad absoluta, mucho menos relativa de los negocios
llevados a cabo por el mandatario fuera de las pautas del respectivo
poder. Le basta no prestarles su consentimiento...' (G. J. XLVII. pag.
81 y ss.).

"En sentencia posterior se reafirmó la Corte en el


punto y expresó que '...sólo resta agregar, en relación con el presente
cargo, ya que la sentencia declara la nulidad de la venta del predio,
que, de conformidad con la doctrina general, consagrada por la Corte,
la acción de nulidad no es el medio necesario para recuperar los
bienes transferidos en virtud de contrato celebrado por los órganos o
representantes de la persona jurídica, extralimitando sus poderes,
porque se trata de algo más simple: de un fenómeno de
inoponibilidad, ya que el ente moral es absolutamente extraño al acto
o contrato...'(Negrilla textual, G. J. LXVII. Pag.852).

"No es que la inoponibilidad sea asimilable a la


inexistencia, puesto que la última no es una sanción que se impone al
negocio, o sea, que éste, en sí mismo existe o no existe, tanto frente a
las partes, como frente a terceros, mientras que en aquella el negocio
existe, sólo que no produce efectos respecto de otros. Lo que se
desea poner de relieve es cómo ante el representado, el acto que
excede los poderes que ha otorgado, no lo afecta. Por el contrario, la
aptitud vinculante del contrato sólo recae sobre el representante, quien
por ende se legitima para alegar cualquier vicio de los que la ley

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 22
sanciona con nulidad relativa, comoquiera que es él quien lo viene a
sufrir"(G. J., t. CCXXXI, Volumen II, pag.1152).

Reiterando su doctrina, de manera similar se expresó


la Corte en sentencia de 26 de abril de 1995(G. J., t. CCXXXIV,
pag.597).

6. En este mismo propósito no está de más agregar


que si bien es verdad la inoponibilidad no se encuentra debidamente
sistematizada en el derecho positivo patrio, como sí lo está, por
ejemplo, la nulidad de los negocios jurídicos, respecto de la cual el
Código Civil en particular dedica toda una estructura normativa a
regularla en su doble faceta, no lo es menos que ninguna duda existe
acerca de su consagración legal, pues, así sea de manera
diseminada, existen en el concierto jurídico colombiano diversas
disposiciones a través de las cuales emerge su regulación legal, como
lo son, verbi gratia, los artículos 640, 1505, 1871, 2105 del Código Civil y
833 del Código de Comercio, entre otros, en los cuales se prevén
algunos de los eventos en que el acto o contrato deviene inoponible
haciendo que el mismo se torne ineficaz frente a quien en un momento
dado ostentare la condición de tercero. Alrededor de esta específica y
puntual temática ha de reiterarse que sin desconocer que “el
legislador, normalmente, como ocurre en nuestro Código, no establece
una teoría general de la inoponibilidad”, cual efectivamente “lo hace
con la nulidad”, lo cierto es que dicha institución sí “está establecida en
numerosos preceptos, y su existencia está reconocida por todos los
autores y la jurisprudencia”1.

1
Abeliuk Manasevich, René, Las obligaciones, Ediar Editores Limitada, Santiago de Chile, 1983, pag.134.

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 23
Lo acabado de exponer es tan evidente que la
doctrina2 no ha dudado en nominar, casi de manera uniforme, los
motivos más recurrentes que engendran el fenómeno jurídico que se
viene comentado, al extremo de considerar que precisamente por su
diversa naturaleza “no puede decirse que los distintos casos de
inoponibilidad diseminados por el Código puedan agruparse en una
sola categoría”, como que siendo muchos “admiten diversas
clasificaciones”, al punto que el comentado fenómeno “en ciertos
casos ... resulta como consecuencia de haberse omitido ciertas
formalidades, ciertos requisitos de forma, y en otros resulta por la
omisión en el contrato de requisitos de fondo” 3.

7. Así las cosas, de admitirse que el poder otorgado


por Emirto de Lima y Sintiago a Petrona Vergara Navarro mediante el
instrumento público pública 4547 de 4 de noviembre de 1971, de la
Notaría Cuarta de Barranquilla, obrante a folios 13 y 14 del cuaderno
1, no le concedió a ésta la facultad de vender sus bienes, y menos los
inmuebles que eran de su propiedad, tendría que concluirse que esa
circunstancia no permitiría declarar la nulidad absoluta de los negocios
contenidos en la escritura 240 de 14 de agosto de 1972, única
militante en autos (fls.16 a 19,cd.1), sino, lo que es bien diferente,
podría conducir a colegir la inoponibilidad de dichas enajenaciones al
mandante, hoy a su sucesión.

Tomando como punto de partida lo anterior y


teniendo en cuenta que la actora, como ya se destacó, sujetó a la
declaración de nulidad del señalado acto no sólo la invalidez de las
ventas posteriores sino la restitución de los respectivos bienes, surge
como obligado corolario que esas súplicas, ante el fracaso de la que
2
Ospina Fernández, Guillermo, Teoría General del Contrato y del Negocio Jurídico, 5ª Edición, Editorial Temis S. A.,
Bogotá, 1998, pags.399 a 403.
3
Alessandri Rodríguez, Arturo, Derecho Civil, Contratos, Tomo I, Imprenta Universal, Santiago de Chile, 1988, pag.286.

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funge como basilar, están llamadas a correr idéntica suerte, esto es, a
ser despachadas desfavorablemente.

8. Ahora, conocida la manifiesta claridad que reside


en la demanda inicial, tanto en sus pretensiones como en la causa que
se expuso para sustentarlas, no puede aspirarse a que esa pieza
procesal sea interpretada con el propósito de que de allí se deduzca
una declaración de inoponibilidad en relación con los actos bilaterales
a que se circunscribe, para que de esa manera afloren coherentes
dichas súplicas con los hechos, pues, de hacerse, conocida la
diferencia evidente entre la naturaleza de aquélla con la de la nulidad
demandada, un entendimiento tal significaría mutar las peticiones del
mentado libelo, y acontece que hasta allá no arriman las facultades
que tiene el juez para interpretar tan cardinal pieza procesal, ya que,
como lo ha dicho la Corporación, “esa labor de hermenéutica, dirigida
exclusivamente con la intención de descubrir el propósito original de
quien acude a la jurisdicción, el juez la podrá adelantar en la medida
en que el escrito inicial de la controversia se lo permita sin desfigurar
la realidad que por sí sola allí se patentice, es decir, en aquellos
eventos en que al hacerlo no transforme la esencia de lo solicitado ni
de las circunstancias fácticas en que el actor hubiere fundamentado
esas pretensiones; pues, para expresarlo en sentido contrario, si el
contenido integral de la mentada pieza ostenta claridad y precisión
meridianas o si, en cambio, su oscuridad y confusión es de tal
magnitud que objetivamente se hace imposible encontrar ese
verdadero horizonte, entonces el fallador no podrá más que atenerse a
la literalidad que le figure expuesta, con las consiguientes
consecuencias para el accionante”(sentencia 162 de 11 de julio de
2005, exp.#7725).

Deviene así palmario, como también lo ha señalado

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la Sala, que la facultad que tiene para interpretar tan importante pieza
el sentenciador no la puede ejercer “de manera arbitraria o caprichosa,
por cuanto la misma comporta una operación sometida al imperio de la
razón y del sentido común y, sobre todo, subyugada a los hitos
fundamentales impuestos por el actor”, lo que se explica, entre otras
razones, por el hecho de que aquél, en aras de salvaguardar los
derechos fundamentales del opositor, tiene el deber “de no sacrificar
su derecho de defensa y contradicción, el cual sufriría evidente
mengua ante un vasto e incalculable poder hermenéutico del juez, ya
que difícilmente podría el demandado vislumbrar el sentido que, a la
postre, aquél le diese a dicho libelo, con el obvio estrago que ello le
causa para efectos de orientar su posición ante las reclamaciones que
se le oponen”; es decir, con el pretexto de interpretar lo que es claro y
manifiesto el administrador de justicia no puede darle a la demanda
“un alcance distinto a la misma, o hacerle decir lo que objetivamente
no dice, o, en resumidas cuentas, alterar ostensiblemente su
contenido, aún por motivos que el intérprete considere ‘justos’ o
valederos”, habida consideración que la facultad-deber que tiene en
orden a comprenderla no llega al extremo de que pueda “prescindir de
su contenido, de modo que ..., sustituyendo al actor, vea en ella lo
que, a su guisa, debió éste pedir o invocar en sustento de su
petición”(sentencia número 150 de 1º de agosto de 2001, exp.#5875).

Desde luego que si con fundamento en hechos que el


actor no planteó en la demanda se acogiera la pretensión de nulidad
de los negocios jurídicos allí involucrados, o si se declarara la
inoponibilidad, que no fue deprecada, en lugar de la invalidez absoluta,
que en forma diáfana sí se pidió, se incurriría “en reprochable vicio de
procedimiento, tanto porque desborda los límites de su actividad,
regularmente trazados por la demanda y su contestación, como

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 26
porque vulnera el derecho de defensa del demandado, ya que en esa
vía de ejemplo lo estaría juzgado por unas circunstancias fácticas que
éste, por no haberlas tenido en traslado en su momento, no pudo
controvertir”(sentencia número 123 de 27 de septiembre de 2004,
exp.#7479).

9. Súmase a lo expresado, en lo que hace a los


contratos materia del litigio distintos del consignado en la citada
escritura 240, que la parte actora se sustrajo al deber de demostrar su
celebración, como quiera que omitió la aportación de copia de los
instrumentos públicos números 3619, 3886, 2264 y 1001 de 3 y 27 de
noviembre de 1972, 22 de septiembre de 1974 y 23 de mayo de 1980,
que los contienen, las tres primeras de la notaría cuarta y la última de
la segunda de Barranquilla, respectivamente, única forma como podía,
al tenor de los artículos 1760 y 1857 del Código Civil, acreditarse la
compraventa de bienes inmuebles, evidenciándose así el
incumplimiento del primero de los presupuestos de la acción de
nulidad intentada, como es la celebración de los correspondientes
contratos, eventualidad que por sí impedía el acogimiento de las
pretensiones en relación con dichas enajenaciones.

10. Pese a que, como se deja consignado, los cargos


que ocupan la atención de la Sala, por intrascendentes, no están
llamados a abrirse paso, se impone, de todas maneras, advertir el
desacierto en que el ad-quem incurrió cuando reconoció que la totalidad
de los demandados conforman entre sí un litisconsorcio necesario,
análisis que, por tanto, sólo tendrá por fin, con sujeción al inciso 4° del
artículo 375 del Código de Procedimiento Civil, efectuar la
correspondiente rectificación doctrinaria.

En efecto, el tribunal para declarar próspera la

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 27
excepción de prescripción extintiva en favor de todos los demandados
y, consiguientemente, “sin acción civil” las pretensiones del acto
introductorio del proceso, en esencia, consideró que los opositores
entre sí conforman un litisconsorcio necesario, que fue oportuna la
proposición por parte de Leda Belinda Jiménez Sundhein de la
excepción de prescripción extintiva, que los restantes demandados al
alegar de conclusión en la primera instancia también reclamaron en su
favor el reconocimiento de dicho mecanismo defensivo, que desde el
14 de febrero de 1972, fecha de otorgamiento de la escritura 240 de la
Notaría Única de Soledad, hasta cuando se tuvo a la nombrada por
notificada, por conducta concluyente, del proveído admisorio de la
demanda -auto de 1° de febrero de 1996- transcurrieron más de
veinte años y que no operó la interrupción civil del término prescriptivo.

Para reconocerle a la prescripción extintiva que halló


probada el efecto de beneficiar a todos los demandados por igual, el
juez de segundo grado partió del hecho de ser necesario el
litisconsorcio formado por las personas que integran la parte
demandada, pues fue con base en tal apreciación que coligió, por un
lado, que la notificación surtida por fuera del término previsto en el
artículo 90 del Código de Procedimiento Civil a Leda Belinda Jiménez
Sundhein tradujo que el término prescriptivo no se interrumpió
civilmente, por el otro, que la decisión en torno de la mencionada
excepción tenía que ser uniforme para todos los demandados y, por
último, que así la citada interviniente hubiese sido la única proponente
de dicho medio de defensa, el reconocimiento del mismo
forzosamente debía comprender a todas las personas contra quienes
se dirigió la acción.

Es sólo con base en la ponderación de las relaciones


o actos jurídicos sobre los que verse el litigio y de las pretensiones

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 28
formuladas que puede establecerse el hecho de existir o no un
litisconsorcio necesario, es decir, lo que se impone es hacer un
cuidadoso examen de la demanda a fin de verificar exactamente, con
vista en ella, cuál es la naturaleza y el alcance personal de la relación
sustancial sometida a controversia, para deducir de allí si la pluralidad
de sujetos en el extremo opositor es o no necesaria.

Retomando lo expresado ya en cuanto hace a las


súplicas demandatorias y la causa de tales pedimentos, se establece
que en el documento con el que se inició la contienda se planteó un
típico caso de acumulación de pretensiones, autorizado por el inciso
segundo del artículo 82 del Código de Procedimiento Civil cuando
habilita su formulación por varios actores o contra varios demandados
siempre que "provengan de la misma causa, o versen sobre el mismo
objeto, o se hallen entre sí en relación de dependencia, o deban
servirse de unas mismas pruebas", sin que importe que el interés de
unos y otros sea diferente.

Dicha acumulación de pretensiones puede implicar,


cual acontece en la demanda del proceso, traer al litigio diferentes
relaciones jurídicas, supuesto en el que cada una de ellas no pierde su
independencia y autonomía sustanciales, requiriéndose, ante la
pluralidad de demandantes o demandados, o de unos y otros, que se
presenta en la hipótesis de la acumulación en estudio, un examen más
detenido a fin de establecer la naturaleza de las relaciones
litisconsorciales que se deriven de esa situación.

En este asunto de naturaleza civil es ostensible que


la actora sometió al escrutinio judicial, con miras a que se declararan
absolutamente nulos distintos negocios jurídicos, respecto de cada
uno de los cuales se identificaron las condiciones de independencia y

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autonomía aludidas, como son las compraventas efectuadas por
Petrona Vergara Navarro, diciendo actuar en nombre de Emirto de
Lima y Sintiago, por un lado, a Antonio Losada Aduen y, por el otro, a
José Matera Ortiz, respecto de las cuales se allegó la copia de la
escritura que las contenía, y las realizadas por Losada Aduen a
Balmiro Oliveros Ripoll y, por otra parte, a Miguel de Lima Zárate; por
éste último a Eduardo Ramiro, Iván Enrique, Jairo Ernesto Monroy
Sundhein, Piedad de Jesús Monroy de Esquivel, Josefa María Cabrera
Sundhein y Leda Jiménez Sundhein; y por los citados Eduardo Ramiro
e Iván Enrique Monroy Sundhein a Leda Luz Sundhein de Jiménez,
que simplemente mencionan.

Vistos tales negocios, las pretensiones elevadas, de


las que se destaca que la principal es la de la nulidad deprecada y que
las restantes son consecuentes a ella, y la causa para pedir, ya
comentada, se imponía colegir que en verdad no existía una relación
propiamente dicha entre las personas que celebraron cada
compraventa con los partícipes en las demás, justamente por tratarse
de contratos individuales y autónomos, siendo viable pensar que la
actora podía demandar su invalidación en procesos separados.

Lo anterior conducía, al tiempo, a deducir que entre


los distintos grupos de contratantes, considerada aisladamente cada
enajenación, no había un litisconsorcio necesario, el que, eventualmente,
solo sería predicable respecto de los dos últimos actos bilaterales
atrás relacionados, habida cuenta de la pluralidad de sujetos que en
uno de sus extremos intervinieron.

Es notorio, por tanto, que fue errada la apreciación


que el tribunal hizo de la demanda, por cuanto dejó de lado la
verdadera naturaleza de las pretensiones incoadas así como la

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 30
diversidad de las negociaciones objeto de las mismas y, por sobre
todo, porque omitió el examen conjunto de unas y otras, labor
ponderativa que de haber realizado le hubiese permitido establecer la
independencia de cada acto negocial y, por consiguiente, la
inexistencia del litisconsorcio necesario que predicó respecto de todos
los demandados.

La corrección doctrinal efectuada en los términos


precedentes determina que la impugnadora no sea condenada en
costas por virtud del recurso extraordinario.

11. Los cargos no prosperan.

V. DECISIÓN

En armonía con lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, en Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre
de la República, y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia de 6
de diciembre de 2000, pronunciada por la Sala Civil-Familia del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, dentro del
proceso ordinario identificado en esta providencia.

Sin costas en casación.

CÓPIESE, NOTIFÍQUESE, Y OPORTUNAMENTE DEVUÉLVASE EL


EXPEDIENTE AL TRIBUNAL DE ORIGEN.

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 31
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ

CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO

CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 32
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL

SALVAMENTO DE VOTO

EXPEDIENTE No. 9375-01

Con el debido respeto por la decisión mayoritaria, expongo las razones


que motivan mi salvedad de voto.

En el presente caso, con un poder general, sin facultades especiales


para disponer de los bienes, la cónyuge apoderada, el mismo día de la
muerte de su marido, dispone de los bienes raíces, en perjuicio de la
estirpe extramatrimonial de aquel. Indudablemente el cónyuge fallecido
ese mismo día no dio consentimiento para tales actos.

Los hijos extramatrimoniales cuentan lo sucedido en los hechos de la


demanda y solicitan como pretensión que se declaren nulos dichos actos
por no haber sido consentidos por su progenitor. Después de muchos
años de litigio, la respuesta que obtienen es que han debido pedir la
inoponibilidad y no la nulidad como lo hicieron.

En primer lugar considero que, aparte del entendimiento que se tenga


sobre si hay lugar o no al fenómeno de la inoponibilidad, como sanción
negativa al negocio jurídico en el sistema jurídico colombiano, la
demanda era perfectamente susceptible de una interpretación,
conjugando lo expresado en la causa petendi, con las pretensiones de la
misma, llegando a la ineludible conclusión de que era lo que querían los
herederos despojados, aparte de las formulas sacramentales usadas en
sus pretensiones. Debió por tanto prosperar el cargo sin observarse una
intrascendencia, pues una mínima labor interpretativa del juez, habría
superado tan sutil obstáculo.

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Pero más aún, no estaban tan equivocados los herederos que
solicitaron la nulidad, pues ello es lo que permite el artículo 838 del
Código de Comercio Colombiano ante el evento de la extralimitación del
apoderado que perjudica o afecta al poderdante, en este caso a sus
herederos.

Señala la norma advertida:

“El negocio jurídico concluido por el representante en manifiesta


contraposición con los intereses del representado, podrá ser
rescindido a petición de éste, cuando tal contraposición sea o
pueda ser conocida por el tercero con mediana diligencia y
cuidado”.

Si la inoponibilidad es una sanción contemplada o no en materia civil es


una discusión que no tienen porqué padecer quienes ejercitan su
derecho de acción frente a la jurisdicción.

En la doctrina contemporánea se advierte la inoponibilidad como otra


especie más de ineficacia del negocio jurídico.

El Código Civil Colombiano, al igual que el Código de Napoleón, no


establece una regulación especial para la inoponibilidad. Apenas
menciona algunos casos aislados y asistemáticos, donde algunos
quieren observar la consagración de la categoría.

El concepto de inoponibilidad en el derecho civil colombiano no pasa de


ser el resultado de una elaboración doctrinal y jurisprudencial; en
cambio en el derecho mercantil es toda una sanción al negocio jurídico
mercantil consagrada y estructurada en la misma ley mercantil.

Los antecedentes de la inoponibilidad como institución jurídica se


encuentran en la tesis de Japiot aparecida en 1909, en su libro des
nullites en matiére d'áctes juridiques, siendo el primero en señalar una

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 34
categoría diferente a la de los actos nulos, que es el acto inoponible,
señalando además las bases para la distinción4 entre unos y otro.

Para algunos doctrinantes, la inoponibilidad no es más que una especie


de nulidad caracterizada precisamente por los sujetos que puedan
invocarla que son solamente los terceros. El acto es ineficaz frente a los
terceros pero eficaz entre las partes. La nulidad deja el acto sin efectos
entre las partes y consecuentemente frente a todo el mundo, mientras
la inoponibilidad deja subsistiendo los efectos del acto entre las partes.

También se ha querido observar como fundamento de la inoponibilidad


el principio de la relatividad de los efectos de los contratos consagrado
por las leyes civiles, desarrollando con este criterio las tesis de Jaipot.
Se dice: "De una manera general la inoponibilidad es la ineficacia a la
mirada de los terceros, en tanto que la nulidad es la ineficacia a la
mirada de las partes"5.

Es bien manifiesta la distinción con relación a los terceros. Hay terceros


en sentido amplio, que son todas aquellas personas que no tienen
ningún vínculo con los contratantes y por consiguiente son extraños al
acto jurídico que celebran. Para estos terceros se establece el principio
de la relatividad de los efectos de los contratos. Pero sucede que hay
otros terceros en un sentido más estricto que no son parte de la relación
jurídica que celebran los contratantes pero que sí intervienen en otra, la
cual puede verse afectada sustancialmente por la primera. Un ejemplo
sería quien compra un bien que es objeto de una prenda anterior o de
una reserva de dominio. Para estos terceros interesados se establece la
protección legislativa pretendida con la inoponibilidad.

La protección del tercero la hace real el legislador de dos maneras:

4
Lloveras de Resk, María Emilia. Tratado teórico - práctico de las nulidades. Depalma, Buenos Aires, 1985.
Pág.14.
5
Lloveras. Ob. cit. Pág. 21.

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La primera establece un requisito adicional para que el acto pueda pro-
ducir los efectos frente a los terceros, que generalmente es la publicidad
que se logra mediante su registro; y la segunda es permitirle actuar al
tercero, como si el negocio no se hubiese celebrado, cuando no se ha
cumplido con ese requisito de publicidad. Por esto afirma la doctrina 6:
"desde el punto de vista del tercero, el acto será inoponible cuando éste
pueda actuar jurídicamente como si el acto no se hubiese realizado".

Podemos decir como conclusión que el acto inoponible es aquel ineficaz


frente a los terceros, por no haber cumplido con los requisitos de
publicidad que establece la ley.

Así las cosas, el fundamento de la inoponibilidad como sanción al


negocio jurídico, no puede ser otro que la protección a los terceros in-
teresados.

El Código de Comercio consagra esta categoría en la siguiente forma:


art. 901. "Será inoponible a terceros el negocio jurídico celebrado sin
cumplir con los requisitos de publicidad que la ley exija".

Se advierten en el Código de Comercio muchos eventos de


inoponibilidad; a manera de ejemplo señalamos algunos:

El art, 953, sobre reserva de dominio; el art. 1320, refiriéndose al


contrato de agencia mercantil; el art. 1335, refiriéndose a factores de
comercio; el art. 300, sobre la prenda del interés social; el art. 190
sobre decisiones que tome la asamblea o junta de socios.

La inoponibilidad que se presenta en materia mercantil tiene lugar


solamente cuando el acto no ha cumplido con los requisitos de publi-
cidad. Sin embargo, se viene abriendo camino una tesis que crea otro
tipo de inoponibilidad, que algunos la han denominado "inoponibilidad
material o de fondo". Para esta creación, se fundamentan en algunos

6
Lloveras. Ob. cit. Pág. 21.

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textos del Código Civil, tales como el art. 2186, 766 y 1871, donde
observan que la sanción no puede ser otra que la inoponibilidad. Estos
argumentos se exportan a actos y negocios mercantiles y allí han que-
rido ver la llamada inoponibilidad material, por ejemplo, cuando un
representante legal celebra actos por fuera de sus atribuciones legales o
estatutarias.

En nuestra opinión, la inoponibilidad material como sanción negativa al


acto jurídico, tanto el civil como el mercantil, no existe, y es un error
darle cabida en el ordenamiento jurídico colombiano, en razón de que no
puede existir ninguna sanción negativa del negocio jurídico, sin un texto
claro que la consagre previa y expresamente, precisamente por la
aplicación del principio nulla poena sine lege; además las hipótesis que
darían lugar a ella están previstas como tales para sanciones que sí
están expresamente consagradas.
Pero esta postura no se opone a que en un sentido gramatical y
también como aplicación del principio de la relatividad de los efectos de
los contratos, se hable de inoponibilidad, para querer resaltar con ello,
la no producción de efectos con relación a un tercero. Una cosa es la
supresión de efectos, otra muy distinta la aniquilación del acto.

Ahora, la inoponibilidad así entendida destaca la no producción de


efectos de un acto realizado por el tercero, frente a quién no dio, por
ejemplo, poder para ello. Pero la situación varía, como en el presente
caso, cuando los actos cumplidos por el aparente representante sin
facultades, afectan a esos terceros, puesto que los negocios de
disposición patrimonial se solemnizaron y lo que es más, se registraron
en las respectivas oficinas de instrumentos públicos, cambiando la
titularidad del derecho real sobre los mismos, despareciendo el causante
como dueño y castigando por tanto el haber de la herencia. No es útil
dejar los herederos desheredados por esta irregular vía, con el dicho
teórico de que esos actos les son inoponibles, cuando es necesario que
se enerven los efectos producidos por esos actos, para que regresen a
la masa herencial.

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 37
De otro lado, la jurisprudencia que se cita como precedente en el fallo
se refiere a la representación legal de los representantes de los entes
sociales. No es lo mismo referirse a la extralimitación del
representante, en la representación voluntaria, que a la extralimitación
del representante en la representación legal. Observemos otro aparte de
la misma sentencia que dice: “Si las cosas son como se ha dicho, y si
en el caso sometido ahora a consideración de la corte se discuten las
atribuciones del representante para celebrar el acto impugnado, mas no
aspectos relacionados con la capacidad misma del ente colectivo, debe
concluirse que se está ante un fenómeno de inoponiblidad de tal negocio
respecto de la demandante, pero no de su nulidad relativa”. No es la
misma situación del caso debatido; la jurisprudencia se refiere a una
hipótesis diferente.

No obstante, observando otro aparte de la misma jurisprudencia


tenemos lo siguiente:

“Con mayor aproximación, mientras la invalidez es un juicio negativo de


valor del contrato “…al que le falta alguno de los requisitos que la ley
prescribe para el valor del mismo acto o contrato según su especie o
calidad o estado de las partes”… (art. 1740 ejusdem), que acarrea como
consecuencia su extinción frente a las partes y a terceros, de manera tal
que, una vez declarada judicialmente se reputa como si nunca hubiese
existido, la inoponiblidad no conduce a la desaparición del negocio, sino
que neutraliza su producción de los efectos del mismo en frente de
alguien, todo bajo el entendido de que su validez entre las partes
es incontrovertible. En este caso, el negocio es, en sí mismo, válido,
pero es la expansión de sus efectos propios la que se ve disminuida
ante quienes de otro modo, serían sus destinatarios naturales. O lo
que es igual, la inoponibilidad hace siempre relación a alguien
que, por determinadas circunstancias, suscitadas en su propia
génesis, no es afectado por el negocio. Pero como este, entre
quines le dieron origen, no tiene ningún reproche sigue, siendo válido y

C.J.V.C., EXP.#08001-31-10-003-1995-9375-01. 38
por ende eficaz. La declaratoria de nulidad, en cambio, sea relativa o
absoluta, genera extinción del negocio y de sus efectos, no solo frente a
las partes, sino también frente a terceros” (Negrillas Nuestras).

Supone la Jurisprudencia en cita, para que sea viable la llamada


inoponiblidad, dos condiciones: la primera que la validez del negocio
entre las partes sea incontrovertible y segunda que el tercero no esté
afectado con el negocio.

En el presente caso, no se cumple ninguna de las dos situaciones: Por


un lado el negocio carece de consentimiento, el fallecido poderdante,
dio su consentimiento para un mandato general, sin facultades para
disponer y la mandataria dispuso. En segundo lugar, los herederos
extramatrimoniales del causante están perjudicados con los actos
dispositivos, porque con ellos se extrajeron los bienes de la herencia.

Pero es más, esos herederos acreditaron en juicio su calidad de tales, y


pidieron la nulidad de los actos para que los bienes se incorporaran a la
sucesión; por tanto no eran tan terceros y podía perfectamente
entenderse que actuaban por el causante y en tal hipótesis impugnaban
los actos proferidos sin su consentimiento.

Por todo lo anterior, en nuestro sentir, debió prosperar el cargo


segundo, aniquilando frente a los demandadantes, los negocios
cumplidos por la apoderada sin poder para ello.

Fecha ut supra.

JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

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