Sarrabayrouse, M. J. (2005) La Justicia Penal y Los Universos Coexistentes P. 203-238
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Sarrabayrouse, M. J. (2005) La Justicia Penal y Los Universos Coexistentes P. 203-238
Introducción
n 1992 el Congreso de la Nación, aprobó la implementación de un
1 Este artículo es una revisión del trabajo “Grupos, lealtades y prácticas. El caso de la justicia penal”. 1999
publicado en la Revista de Sociologia e Politica N° 13 (ISSN 0104-4478), 81-104. Curitiba, Universi-
dade Federal do Paraná, noviembre.
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y el meritorio puede ser nombrado en el último cargo del escalafón, pero ren-
tado.
Ordenados de menor a mayor, los lugares en la jerarquía administrativa
–donde no aparece la figura del meritorio– son los siguientes:
Auxiliar Administrativo: Es un cargo provisorio, después de seis meses de
efectuar tareas en el tribunal debe realizar un curso, si el juez lo aprueba será de-
signado como Auxiliar.
Auxiliar
Escribiente Auxiliar
Escribiente
Oficial Mayor
Prosecretario Administrativo
Generalmente, quienes ocupan los cargos más bajos son los encargados de
atender la Mesa de Entradas donde reciben expedientes, realizan ciertos trá-
mites burocráticos y atienden a los abogados así como a todas las personas que
se dirijan al tribunal. De escribiente en adelante las tareas se desarrollan sobre
todo al interior del juzgado. Fruto de la delegación de funciones, muchos de
estos empleados son los encargados de llevar las causas adelante, esto es: enviar
citaciones, tomar declaraciones (testimoniales e indagatorias) como así tam-
bién encargarse de todas aquellas tareas que estén vinculadas con la celebración
de los juicios orales. En lo referente al cargo de prosecretario administrativo,
éste es el nivel más alto en el escalafón al que puede acceder alguien que no sea
abogado.
El puesto inmediatamente superior es el de secretario, y quien sea designado
en ese cargo necesariamente deberá ser abogado. En la mayoría de los casos, la
aspiración de quien ocupa el lugar de secretario es lograr el ascenso que le per-
mita llegar al puesto de juez. Al igual que los otros empleados, son designados
por el juez. Sin embargo, dado el lugar central que ocupan en el funciona-
miento del juzgado, se considera que estos cargos deberán ser cubiertos por
personas de estrecha confianza para el magistrado.
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Yo entré gracias a un chico que en ese momento salía conmigo y que tra-
bajaba en Tribunales. Él habló con “su” juez y logró que me nombrasen
meritoria en una fiscalía. Ahora ya estoy nombrada gracias a toques que
hice. Una vez que estás adentro, tenés que buscarte padrinos, alguien
que te proteja4(Empleada de una fiscalía).
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[...] para aspirar a fiscales, y de ahí en más, resulta necesario algún padri-
nazgo o recomendación partidaria bastante explícita. Es muy difícil que
alguien llegue a juez si no tiene un contacto político para que se lo de-
signe, se lo sugiera, se lo promueva (Ex Ministro de Justicia León Carlos
Arslanian, en Clarín, 16/03/97).
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1. quien recomienda a una persona para que sea designada juez puede
solicitar a la persona favorecida -una vez logrado el cometido- que
nombre a un familiar o conocido suyo como empleado o secretario, o
bien el juez recientemente nombrado puede ofrecérselo de motus propio;
2. el nombramiento puede implicar el cumplimiento de ciertas órdenes
al pie de la letra: “[...] el poder sabe que lo que le interesa es que los juz-
gados federales estén manejados por gente confiable” (Fiscal Correc-
cional);
3. en esta misma línea, la asignación en un cargo puede facilitar la trami-
tación de causas o entorpecer el desarrollo de otras, de acuerdo a quiénes
sean las personas implicadas o los abogados que las llevan adelante.
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[...] la lógica es que cuando tenés una vacante y tenés un pariente, aga-
rrás y lo metés ahí; después sigue la carrera (judicial), y, bueh... Aparte,
por ahí, tenés un tipo que tiene hijos que estudian la carrera (derecho)...
así como yo que, influido por mis padres, seguí la carrera –y me gustó
siempre el tema penal–, también seguí en esto (Fiscal Correccional).
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No podrán ser nombrados [...] los parientes dentro del cuarto grado de
consanguinidad o afinidad con los magistrados o funcionarios titulares
bajo cuya dependencia inmediata deben prestar servicio, quedando com-
prendidos en esta inhabilidad los empleados designados en calidad de se-
cretarios letrados, secretarios privados, relatores o en otro cargo de similar
naturaleza que tengan el referido grado de parentesco con cualquiera de
los magistrados o funcionarios que integren un tribunal colegiado.
[...] me acuerdo de casos, por ejemplo, de tres tipos con el mismo ape-
llido que estaban los tres en un mismo juzgado y de ahí consiguieron los
tres ser secretarios, y después fiscales. Eran los Saint Jean concreta-
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mente, dos eran hijos del gobernador y uno era hijo del que fue Ministro
del Interior de Galtieri. Y... claro, ahí el apellido va, porque no sólo
porque están los tres en la justicia, sino porque el padre tiene además
poder político [...] además había una afinidad ideológica... eran un clan,
que estaba adentro de un clan más grande el del juez Marquardt [...]
(Fiscal Correccional).
Patrimonialismo
El manejo del juzgado como una familia, la utilización de categorías relacio-
nadas con el parentesco para referirse a las relaciones establecidas en ese ámbito
así como el desplazamiento por los pasillos de tribunales, apelando a este tipo
de relaciones, favorece el manejo de los juzgados como si formasen parte del
patrimonio de quien está a cargo.
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Lo que pasa es que los jueces de instrucción, trabajan mal, son un de-
sastre. Tienen el personal que necesitan para hacer un buen trabajo, lo
que pasa es que no saben trabajar, se enganchan en cada tontería! y no
avanzan... Llegado el momento van a tener que delegar en las fiscalías y
se van a querer matar ¡porque piensan que las causas son de ellos! (Jueza
de Tribunal Oral).
Se creen los dueños del expediente. Creen que pueden hacer cualquier
cosa y se olvidan que esto es un juicio contradictorio: hay un señor que
acusa y un señor que defiende. Si el señor que acusa, no acusa, se acabó,
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Por otra parte, esta metodología de “apropiación” de las causas que se tra-
mitan en un juzgado, se extiende a la relación de los jueces con sus propios juz-
gados y con los empleados y funcionarios que lo integran:
5 El párrafo anterior del trabajo del que extraje la cita decía: “La palabra «titular», en castellano, reconoce
como sinónimo al vocablo «propietario», en su segunda acepción: quien tiene un cargo o empleo que
le pertenece, a diferencia del que sólo transitoriamente desempeña las funciones al él inherentes”
(Banco Mundial, 1994:13).
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Los nuevos trabajos sobre el honor –que ya habían incorporado en sus ín-
dices la problemática de la religión y de lo sagrado– incluyeron también el aná-
lisis ritual. Desde esta nueva perspectiva, las vinculaciones del ritual con el
honor se dieron en función de entender que “los ritos establecen el consenso
acerca de «cómo son las cosas» y, así establecen la legitimidad. Por lo que el ri-
tual es el garante del orden social, expresando el honor, no sólo en la distribu-
ción formal de dignidades en las ceremonias, sino también en el sentido de
hacer manifiesto el status honorable de los actores, ya sea en los ritos de saludo,
de hospitalidad o de paso” (Peristiany, 1992:16).
El honor, como un concepto con peso propio, tenía una escasa utilización
en los análisis antropológicos anteriores a los años ‘60. En su “Ensayo sobre los
dones”, Marcel Mauss (1979) utiliza el concepto, pero de forma secundaria y
asimilándolo fuertemente al concepto polinesio de mana: “El mana polinesio
simboliza no sólo la fuerza mágica de cada ser, sino también su honor, siendo
una buena traducción de esta palabra, la de autoridad y riqueza” (op. cit.: 202).
Peristiany (1992) considera que los motivos de la omisión del honor en los
trabajos antropológicos pueden tener diferentes explicaciones: tal vez, se tra-
taba de una palabra demasiado sagrada para atribuírsela a pueblos no occiden-
tales, en tanto era pensado como un elemento específicamente occidental y por
lo tanto sin posibilidades de traducción; o bien, el hecho de que nadie –salvo
Mauss– pudo pensar en las semejanzas entre el honor de los jefes maoríes y los
hombres de honor occidentales “que todavía no habían sido reconocidos como
objeto válido de estudio antropológico” (op. cit.: 19).
Los primeros estudios que comienzan a utilizar el concepto de honor –fun-
damentalmente en sociedades europeas mediterráneas– empiezan a plantear
nuevos problemas (ver Pitt Rivers 1979, 1989, 1993). Por un lado, el honor es
visto como una parte esencial de la cultura, pero, también, aparece fuertemente
vinculado con otros aspectos de estas sociedades tales como el género, la endo-
gamia, el patronazgo, el insulto o la venganza, destacándose un aspecto distinto
del honor según la institución que estuviese implicada. En este sentido, aparece
como un concepto polisémico estrechamente vinculado a otros, tales como
status, poder y autoridad.
Este carácter polisémico del honor, permitía reconocer no sólo la amplia va-
riedad de representaciones sociales en una sociedad dada, sino la multiplicidad
de intereses –variados y en conflicto– entre grupos rivales, ya fuesen éstos li-
najes, clanes, clases o gremios, los que en este proceso otorgaban importancia
sólo a aquellos aspectos del honor que favorecían su ascenso social. Interpreta-
ciones sobre el honor opuestas entre sí luchaban por medio de sus defensores
para imponerse sobre el consenso popular. “[...] El honor es un concepto de-
masiado íntimo para someterse a definición: debe sentirse, no puede ser anali-
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zado más que por el antropólogo. Es un error, por lo tanto, considerar el honor
como un concepto constante y único más que como un campo conceptual
dentro del cual la gente encuentra la manera de expresar su amor propio o su
estima por los demás” (op. cit.:20).
A partir de estos nuevos trabajos, ciertos conceptos dejan de ser vistos sim-
plemente como “precipitados por las relaciones sociales”. La cultura ya no es
considerada como “un conjunto de normas de conducta seguidas ciegamente
que sostienen la organización de la sociedad, sino una estructura de premisas
en conflicto donde tiene lugar la lucha por la dominación” (op. cit.: 20). En
otras palabras, la relación entre cultura y sociedad ya no es una relación armo-
niosa sino dialéctica; la consecución del honor no es pues una refracción del
poder o de la precedencia, “sino una manera de conseguirlos y mantenerlos por
medio del control de la definición del honor” (op. cit.: 20). Al decir de Peris-
tiany, la paradoja de que el honor sea tanto una cuestión de conciencia moral y
un sentimiento, como un hecho de reputación y precedencia alcanzado ya sea
en virtud del nacimiento, el poder, la riqueza, la santidad o la fuerza, implica
que no puede ser analizado meramente como un epifenómeno de algún otro
factor –tal como la economía–, sino que responde a una lógica propia que
puede deshacer las paradojas.
A través de conceptos como el honor, la antropología ha ido incorporando
la cultura y el simbolismo a la reflexión y al debate de trabajos que, clásica-
mente, han sido calificados como políticos. En el caso de la agencia judicial, la
cuestión del honor aparece estrechamente vinculada a la compleja relación que
existe entre el status y las jerarquías, relación que a su vez permea la forma par-
ticular en que se establecen y reproducen las relaciones de poder de la institu-
ción.
Status y jerarquías
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[...] la mayoría de los jueces con los que he trabajado –inclusive algunos
secretarios– hacían que los trates de Ud., pero ellos te tuteaban. Lo que
pasa es que no son sólo los funcionarios, sino que viene de los abogados.
Una vez me pasó algo que me llamó la atención... ¿Cómo se llama este
abogado? JMO, uno que fue –¿te acordás?– en el juicio de los ex coman-
dantes, era el defensor de no sé quién... Viene a la Fiscalía de Cámara a
hablar con el fiscal, lo atiendo yo, pero no le digo quién soy, él pensó
que yo era un empleado. Entonces, empieza a explicar el tema: «Sí
porqué mirá esto... qué sé yo...» Y no sé por qué yo le dije que era el se-
cretario... «Ah!, doctor...». Cambió, se recompuso, se puso así firme, y
empezó a hablar con otro trato. Es como que tienen incorporado que
hay que “doctorear”, y que estás ante un doctor y que sos distinto (Fiscal
Correccional).
[...] está muy incorporado al personaje tribunalicio que cuando hay una
persona de «afuera» –aunque te tutees con el superior–, para dar la
imagen de respeto o algo por el estilo, delante de una persona ajena no lo
tuteás [...] es muy natural que pase eso, casi como que pertenece a la
forma de trabajo (Juez de Tribunal Oral).
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[...] para mí el interés parte de que acá, en el derecho penal, estamos ju-
gando con el interés de las personas y con el honor, la persona trata de
no tener un antecedente penal...y de otros factores que son muy hu-
manos, no son tan monetarios como son en otros derechos, que se están
peleando por una cantidad de dinero o por una casa [...] lo más intere-
sante de la justicia penal es la trascendencia de las resoluciones en com-
paración con las decisiones de otro derecho6 (Juez de Tribunal Oral).
6 Es interesante comparar esta reflexión sobre el honor y lo económico, con los datos estadísticos produ-
cidos por la Dirección Nacional de Política Criminal que reflejan que el 82,5% (1995) y el 81,6% (1996)
de los delitos que llegan a los tribunales orales son delitos contra la propiedad en tanto que sólo en el
2,9% (1995) y en el 2,5% (1996) se trata de delitos contra la honestidad.
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varían de un fuero a otro. Sin embargo, un cargo de juez federal es más “valo-
rado” que uno de juez criminal, y a su vez este último se prefiere sobre un juez
correccional. Paradójicamente, el status es inversamente proporcional a la
carga de trabajo (a menor status, mayor trabajo) y directamente proporcional a
la importancia y difusión pública de las causas (a mayor status, causas más “im-
portantes”):
[...] el tema es lo que significa estar en el fuero federal: ahí están las
causas más importantes que tienen que ver con lo político, con el
Estado, con los grandes negociados, y todo ese tipo de cosas...estás
siempre en tema. En cambio, acá (fiscalía correccional) estás totalmente
aislado de eso. Acá estás con las cosas de... de la gente común. Y...y eso
creo que le da (al fuero federal) más status o más prensa, porque le da
más importancia frente al poder (Fiscal Correccional).
Las discusiones surgidas al interior del poder judicial, a raíz de las posibili-
dades de traspaso de la justicia nacional al ámbito municipal, como parte del
reconocimiento de la Ciudad de Buenos Aires como un estado autónomo7,
mostraron no sólo las diferencias entre distintos sectores judiciales, sino la im-
portancia otorgada al prestigio y al status en la justicia, como así también la
fuerza de presión que tienen determinados sectores de la agencia judicial para
modificar decisiones políticas que consideran perjudiciales para sus intereses
corporativos.
En este sentido, el malestar expresado por amplios sectores de la corpora-
ción judicial y los argumentos esgrimidos, condujeron a la incorporación en la
Constitución de la Ciudad, de una cláusula transitoria mediante la cual se esta-
bleció que –en caso de producirse el traspaso de la justicia nacional– se respe-
taría la condición de jueces nacionales de los magistrados designados como
tales. En otras palabras: tendrían jurisdicción sobre la Ciudad de Buenos Aires,
pero seguirían llamándose “jueces nacionales” y continuarían gozando de las
garantías que les otorga la justicia nacional. Sólo en el caso de que quisiesen as-
cender se convertirían en jueces de la Ciudad, debiendo subordinarse a las re-
7 Esta discusión ha sido analizada con mayor extensión en mi tesis de licenciatura (1998) y en el informe de
avance de la beca de iniciación otorgada por la Universidad de Buenos Aires (1999). El debate surgido a raíz
de la posibilidad de traspaso de la justicia nacional, permitió observar las diferencias y los fluctuantes
acuerdos entre los grupos del poder judicial, la influencia ejercida por elites “ajenas” al ámbito propia-
mente judicial y la fuerza de ciertos sectores del aparato de justicia para la toma de decisiones políticas. Este
caso se mostró particularmente rico en tanto condensador de distintos elementos que, por un lado, hacen a
la complejidad de la malla en la que operan los agentes del fuero penal mostrando las mutables alianzas
que establecen de acuerdo a las distintas coyunturas; y por el otro, perfila la aparición de argumentos esta-
tutarios y patrimonialistas que hacen a las relaciones entabladas entre los distintos sectores.
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8 Aunque parezca contradictorio hablar de la tradición como un elemento de la modernidad, coincido con
Giddens en que “en su mayor parte, la modernidad hizo tanto por disolver la tradición como por recons-
truirla. En las sociedades occidentales, la persistencia y la recreación de la tradición fue crucial para la le-
gitimación del poder” (1997:5).
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La singularidad del ropaje del “jurista ingenuo” es el uso reflexivo que hacen
los actores de su posicionamiento, adoptando este rol en las disputas de ca-
rácter político y por espacios de poder, desde donde entablan alianzas que los
fortalecen en sus enfrentamientos con otros sectores. Otro rasgo que caracte-
riza a esta postura es que en los actores que la adoptan, en ningún momento se
contempla un esfuerzo por conocer el funcionamiento de las instituciones pe-
nales sobre las que proponen reformas. Tampoco se consideran como un pro-
blema a indagar las relaciones que allí se tejen y sobre las que se estructuran
prácticas, las cuales, a su vez, activan políticas criminales. Y este punto tiene
particular incidencia sobre las características de los expertos en la justicia penal
argentina
Como intenté demostrar con lo hasta aquí desarrollado, el status, las jerar-
quías, el parentesco, las lealtades, el patrimonialismo, son elementos y formas
de relación que hacen al desplazamiento de los agentes judiciales en el interior
de la agencia. Estas reglas de “cortesía” y de funcionamiento se asientan en una
lógica particular, la lógica jurídica, sostenida en normativas codificadas y abs-
tractas. Las características del saber jurídico –por definición, general y uni-
versal; en la práctica, cerrado y esotérico– transforma a las reglamentaciones
que rigen el ámbito de la justicia en verdades formularias y a sus hermeneutas
en guardianes. El acceso privilegiado a este conocimiento particular, refuerza la
autoridad de los funcionarios en la medida en que los transforma en el punto
de referencia del conocimiento y la sabiduría, no sólo en el interior de la insti-
tución judicial sino en la imagen que, ellos entienden, la sociedad tiene de sus
actos.
Lo interesante es que esta forma de funcionamiento es utilizada, genérica-
mente, por todos los agentes que transitan por el ámbito judicial –sean expertos
o guardianes–, más allá de los recursos de autoridad a los que recurran. En otras
palabras, la apelación al universo de las relaciones personales (Da Matta, 1980)
legitimado en el universo de las leyes generales, es utilizada por los distintos ac-
tores más allá de las diferencias de alistamiento en diferentes facciones.
Tanto el sector democrático como el sector conservador actúan siguiendo
las pautas de los guardianes. Usando argumentos diferentes, unos como otros,
recurren al secreto, al hermetismo, a la codificación extrema, con la correspon-
diente construcción del juez como una figura con un status diferente, una fi-
gura sacralizada. Por otra parte, la lógica de las lealtades y el parentesco es una
estrategia generalizada en la justicia y, si bien son muchos los que la cuestionan
–incluso utilizando la crítica como slogan identificatorio– son pocos los que
dejan de ponerla en práctica.
Clifford Geertz sostiene que frente a los grandes –o pequeños– interro-
gantes, los antropólogos tendemos a centrarnos en lo singular, en lo concreto,
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El Código Procesal Penal actual –que incluye el juicio oral y público– admite
diversas formas de iniciación de una causa.
Se conoce como “causa iniciada por prevención policial” aquellos casos en
los que se presenta una denuncia en una comisaría, supuestamente, por ha-
berse cometido un delito. Si existe una persona detenida11, la misma es llevada a
la seccional; allí se le hace el interrogatorio de identificación –legalmente la po-
licía no puede obtener más información–, se le dicen cuáles son sus derechos e
“inmediatamente” se notifica al juez y al fiscal12, remitiéndole al primero las ac-
tuaciones. El juez, en principio, da comienzo a la investigación (instrucción). Es
decir, comienza a investigar, a producir la prueba, lo cual implica citar testigos,
interrogar al imputado –si estuviera identificado– hacer pericias de distintos
tipos, etc. Según la opinión de algunos expertos, el problema de la iniciación
por prevención policial es la autonomía que les otorga a las distintas fuerzas de
seguridad:
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14 Art. 207 (CPP): “La instrucción deberá practicarse en el término de cuatro (4) meses a contar de la indaga-
toria. Si ese término resultare insuficiente, el juez solicitará prórroga a la Cámara de Apelaciones, la que
podrá acordarla hasta por dos (2) meses más, según las causas de la demora y la naturaleza de la investiga-
ción. Sin embargo, en los casos de suma gravedad y de muy difícil investigación, la prórroga otorgada podrá
exceder excepcionalmente de dicho plazo.
15 Algunas causas no llegan a ser elevadas a juicio y se quedan simplemente en la primera instancia (ins-
trucción), ya sea porque se sobreseyeron, prescribieron o se archivaron (por falta de nuevas pruebas,
porque el imputado está prófugo, etc.).
16 Al hablar de Ministerio Público estamos haciendo referencia a los fiscales y a los defensores oficiales.
17 Salvo en las excepciones antes citadas.
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lo lleven a juicio, corresponde que lo sobresean’, pero nada más que esto
(Asesor Ministerio de Justicia).
18 En los juzgados correccionales (juzgados que entienden en aquellos casos de delitos criminales cuya
pena es inferior a los tres años –lesiones leves, hurtos, etc.–), el juez de instrucción y el de tribunal de
juicio son una misma persona, o sea, es un cambio de “instancia procesal” pero no de individuo. En sín-
tesis, hay un único juez que interviene en la etapa de instrucción y en el debate oral.
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acto, el imputado puede realizar su descargo si así lo quisiere (decir lo que opine
acerca del juicio, de los jueces, de su situación, etc.). De ahí se llama a un cuarto
intermedio para que los jueces den su veredicto, mediante el cual deciden si la
persona es culpable o inocente del delito que se le imputa, y el monto de la
pena (cantidad de años) que se le impondrá en caso de haber sido declarado
culpable. Para la lectura de los fundamentos legales que se utilizaron para la ela-
boración de la sentencia, el tribunal tiene un plazo máximo de cinco días a
partir del cierre del debate.
Finalizado el debate, si las partes están en desacuerdo con el veredicto,
pueden presentar un recurso o irse en queja (si no hacen lugar a la casación) ante la
Cámara de Casación, la que sólo entenderá en cuestiones de derecho (es decir,
figuras jurídicas: si fue un homicidio simple o un homicidio calificado) y no de
hecho (qué fue lo que sucedió)19.
En este caso, la persona acusada era un periodista de renombre que había sido
acusado de calumnias e injurias, a raíz de la publicación de una nota en un perió-
dico de la Ciudad de Buenos Aires, en la que implicaba en ciertos negociados a
una persona cercana a funcionarios del gobierno nacional. A pesar de sus vincu-
laciones con el poder político, la persona que llevó a cabo la acusación (el quere-
llante) era un desconocido en el ambiente judicial, al igual que sus abogados,
quienes por otra parte, tampoco eran reconocidos profesionalmente.
Como los abogados de la querella, no tenían los datos domiciliarios del pe-
riodista, el juzgado debió publicar edictos en los diarios para notificar al perio-
dista de la querella existente en su contra. Durante dos años no se pudo lograr
que el reportero obtuviera una notificación legal de la causa existente en su
contra, ya que ante las cartas que mandaba el querellante al diario donde se de-
sempeñaba el periodista, el periódico respondía con otras, informando que no
conocían su actual dirección20.
Lo particular de este caso es que en el mismo juzgado, el empleado que tenía
a su cargo la causa que nos ocupa, llevaba también otra contra el mismo repor-
tero, en la que sí figuraban todos los datos necesarios para la notificación. Sin
embargo, como se trataba de dos causas diferentes, resuelve “burocrática-
mente” no volcarlas de un expediente al otro.
La cuestión fundamental, para poder comprender estas estrategias y movi-
mientos burocráticos, es la condición del abogado del diario, quien se haría
19 Las cuestiones de hecho se han podido apelar anteriormente ante la Cámara en lo Criminal.
20 Es claro que se trataba de una maniobra de los abogados del diario –respetando al pie de la letra las
normas burocráticas– para postergar la presentación del periodista al juzgado.
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cargo de la causa una vez notificado el querellado. Este letrado, no era un des-
conocido. Si bien al momento de presentación de la causa, estaba ejerciendo la
profesión en forma particular, tiempo atrás había formado parte de la familia
judicial –había trabajado durante mucho tiempo en tribunales– y, en ese mo-
mento, su cuñado era uno de los miembros de la Cámara de Casación.
La estrategia de defensa del abogado del periodista era lograr la prescripción
de la causa, es decir, que pasase el tiempo procesal suficiente para que su cliente
no pudiese ser juzgado por ese delito. Y en esta empresa –por los motivos ex-
puestos– tuvo como aliado al juzgado. Así, las maniobras utilizadas fueron
múltiples, pero siempre sostenidas en la lógica normativista: cuando la persona
que acusaba (querellante) pidió que se cumpla con un artículo, el juzgado res-
pondió que era extemporáneo, o sea, que lo había presentado fuera del tiempo
procesal correspondiente; cuando pidió una reposición –modificación de lo re-
suelto ante el mismo juez que lo decidió– y amenazó con presentar un recurso
ante la Cámara de Casación (tribunal de apelación de los tribunales orales), el
juzgado le negó la posibilidad de hacerlo. Así la causa se fue transformando en
una maraña legal de idas y vueltas, sin resolver.
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dián aparece con toda claridad en estos casos no sólo al marcar el “derecho de
propiedad” y de control sobre la causa, sino al obstruir todo tipo de intentos con
términos y procedimientos absurdos e incomprensibles para quien “no perte-
nece” a ese mundo.
Situaciones como éstas llevan a que cualquier ciudadano que quiera pre-
sentar una denuncia en los tribunales se vea obligado a ser acompañado por un
abogado, a fin de ahorrarse un incómodo “esto no corresponde”, amén de la posi-
bilidad de ser maltratado por no conocer los códigos de la jerga judicial.
23 Entre algunos de los privilegios que podemos mencionar se encuentran los siguientes: los
cargos son vitalicios, es decir que los jueces pueden mantenerse en el cargo mientras dure su
buena conducta y, por lo tanto, jubilarse a la edad que ellos consideren, o bien no hacerlo; los
sueldos son inamovibles, esto es, los magistrados no pueden ver disminuido de manera al-
guna su salario; la utilización de la “chapa blanca” (patente judicial) habilita a los automóviles
que la poseen al libre estacionamiento y sus dueños están eximidos del pago de la patente.
24 Mediante una acordada de 1973, se resolvió –en este punto: “Aclarar que las incompatibili-
dades y prohibiciones establecidas para los empelados del Poder Judicial no deben enten-
derse como comprensivas de la asociación en las entidades representativas de sus intereses
gremiales.” (“Reglamento para la Justicia Nacional”, 1977:445, nota al pie Nº 8).
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quienes hubieran sido penados por motivos deshonrosos, (ni) los que
estuvieran afectados de indignidad.
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que Da Matta (1980) llama máscara social25, elementos que funcionan como
señales de prerrogativas sociales otorgadas por el hecho de pertenecer a una ins-
titución distintiva de la sociedad, en este caso, la justicia.
Así, la construcción de la justicia como un espacio sacralizado, eleva la fun-
ción social de aquellos encargados de su funcionamiento. A su vez, estos
agentes monopolizan la interpretación de un conocimiento presentado hermé-
ticamente y reproducen relaciones jerárquicas y estatutarias, justificando de
esta manera el ser los depositarios de determinadas prerrogativas. En este es-
quema institucional, la investidura que otorga la magistratura permite no sólo
el acceso a un saber particular sino que incluye –y se vincula estrechamente–
con el supuesto acceso privilegiado a la “Verdad”26. La verdad a la que se accede
es una “verdad jurídica”, la cual es vista, antes que como un proceso de cons-
trucción de hechos a través de pruebas testimoniales, peritajes, documentos,
como un fenómeno que consagra un determinado modo de interpretar los
actos sometidos al ámbito de la justicia, que tiene entidad propia, que existe,
que es “único”:
Una de las ventajas de los juicios orales, es que te permiten saber cuándo
un encausado está diciendo la verdad o está engañando al tribunal27
(Juez de Tribunal Oral).
[...] vos estás observando a los testigos y cómo contestan las preguntas,
te vas haciendo una idea más cierta de si están mintiendo o si están ne-
gando algún conocimiento o no recuerdan o evidentemente recuerdan
pero tienen miedo [...] entonces vos te vas dando cuenta: un testigo va-
liente, un testigo que tiene un temor normal, diríamos, otro que tiene
un miedo mayúsculo que ya no es tan normal, quiere decir que es una
persona un poco cobarde (Juez de Tribunal Oral).
En una entrevista mantenida con dos jueces de un tribunal oral acerca de las
ventajas del nuevo procedimiento, ellos me decían:
[...] si en una de esas ves una absolución, vas a ver cómo entran a jugar
otras variables más allá de la prueba [...].
25 Da Matta utiliza este concepto aplicándolo al caso de lo que él denomina sociedades holís-
ticas, donde, desde una definición clásica, no existe un individuo que elige libremente sino
que, por el contrario, funcionan segmentos intermedios –clanes, familias, linajes– que ac-
túan como mediadores entre el elemento y la totalidad.
26 Esta idea de la posibilidad de develar una verdad que se encuentra oculta es propia de la tradi-
ción inquisitiva de la cual el procedimiento penal argentino es tributario.
27 El destacado es mío.
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Bibliografía
DA MATTA, ROBERTO. 1980. Carnavais, malandros e herois. Rio de Janeiro,
Ed. Zahar.
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Fuentes documentales
Banco Mundial - Ministerio de Justicia. 1994. Informe del Encuentro sobre re-
forma de la administración de justicia. Buenos Aires, Publicación del Minis-
terio de Justicia de la Nación.
Código Procesal Penal de la Nación. 1997. Buenos Aires, A.Z Editora.
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