Dubet, F. El Declive de La Institución. Pág. 101-143 y 263-300 PDF
Dubet, F. El Declive de La Institución. Pág. 101-143 y 263-300 PDF
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cuela junto al alumno, y a veces en lugar de él; los padres franquean , La_ escuela republicana era producto de un proyecto cultural y
las puertas del santuario; la escolaridad básica ya no está cerrada pohtico que apuntaba' a quitar a la Iglesia su ascendiente sobre las
sobre sí misma: ya no es más que uno de los eslabones del sistema mentes; .debía instituir los sujetos de una Francia democrática, mo-
educativo. Los docentes perciben en gran medida esas transforma- derna y universal: franceses_yciudªc!anos. Producto de un sincre-
ciones; pero la mayor parte de ellos no sienten, con relaciói; a su tismo ideológico, mezcla del espíritu del Iluminismo, el positivismo
propia mitología profesional, más que una suerte de nostalgia ~n y las aspiraciones de los judíos y de lps protestantes con la neutra-
ternecida. Pese al gradual agotamiento de un programa mstltucio- lidad religiosa del Estado, el proyect¿ de la escuela republicana in-
nal extremadamente fuerte, recompusieron una forma de trabajo tentaba instaurar un universalismo distinto al de la Iglesia, y por
sobre los demás percibida como un sistema de tensiones, pero in- ende se situaba ante todo en el mismo nivel que ella, en el orden
dudablemente no como una crisis y un estallido. «sagrado» de los nuevos valores: Progreso Democracia Nación y,,.
,.. . ' '
Razon. Contranamente a la leyenda dorada, la escuela republica-
na más que llevarla a cabo prolongó la alfabetización de los fran-
La escuela de la República ceses, pues la tarea de alfabetización ya estaba bien encaminada.
Esa escuela primaria tomaba profusamente elementos del orden re-
La escuela primaria fue, mucho más que el liceo o los institu- ligioso. La escuela se concebía como un santuario laico con prácti-
tos, la institución privilegiada de la República. 3 Ya hay suficiente cas de neutralidad religiosa antes que anticlericales; formaba a los
cantidad de volúmenes, a menudo hagiográficos, dedicados a la es- profesores en escuelas normales ampliamente inspiradas en el mol- .
cuela primaria; no será de utilidad volver in extenso a ese tema de de los seminarios: selección precoz, vida austera y reglamenta-·
aquí. El programa institucional tomó una forma casi pura. En rnn- da, separación de sexos, rigor ideológico y moral... 5 Esa escuela·
to producto de una voluntad política formidable, la escuda pnma- apelab~ a la razón de los alumnos del mismo modo que la Iglesia
ria fue en Francia, la institución moderna por excelencia; moder- se dmgia a su alma, ya que se consideraba que la razón era el sitial
na en ;us principios, sin lugar a dudas, pero ampliamente inspirada de la ciudadanía, al igual que podía creerse que el alma era el sitial•
en su forma por la institución religiosa contra la que combatía. 4 La de la fe. 6
escuela primaria fue una suerte de encarnación del tipo ideal de La escuela republicana era ideológicamente progresista, pero
institución laica. Con un intento de no ceder demasiado a los tópi- no apuntaba a subvertir el orden social y el orden moral; en ese
cos más convencionales, puede bosquejarse el siguiente retrato so- ámbito, era más bien conservadora. El elitismo republicano se fija-
ciológico. ba .como ob1etivo en pnmer término no privar a la nación de los
mejores talentos de sus niños, pensaba menos en términos de igual-
3. Podría citarse también la conscripción para las fuerzas armadas; pero esa ins- dad de oportunidades que en términos de promoción de los alum-
titución se agotó con bastante rapidez, especiahnente después de la guerra de Argelia, nos más ,aplicados y de mayores virtudes, con miras a proveer cua-
tal como lo prueba su supresión sin mayor crisis. dros 1erarqmcos para el ejército, la función pública y la propia
4. Cf., entre otros: M. Crubellier, L'École républicaine en France. 1870-1940. escuela. En lo tocante a los niños de la burguesía, éstos se benefi-
Esquisse d'une histoire culturelle. París, Christian, 1993; G. Duby, Le dimanche de ciaban ,con escuelas .particulares, privadas o públicas, pequeños li-
Bouvines. París, Gallimard, 1973; C. Lelievre, Histoire des institutions scolaires en
France. París, Nathan, 1990; C. Nicolet, L'idée républicaine en France. París, Galli-
ceos pubhcos e mstitutos privados. La legitimidad sagrada de esa
: mard, 1982; J. Ozouf, Nous les maítres d'école. Autobiographies d'instituteurs de la escuela también provenía de identificarla con la construcción de
Belle Époque. París, Julliard-Gallimard, 1973; J. y M. Ozou,f, La République des ins- .!'!
tituteurs. París, EHESS-Gallimard-Seuil, 1992; M. Ozouf, L'Ecole, l'Église et le Répu- }
blique. París, Armand Colin, 1963; E. Plenel, L'État et l'École en Prance. París, Payot, 5. C. Nique, L'impossible gouvernement des esprits. Histoire politique des éco-
1985; A. Prost, Histoire de l'enseignement en France, 1800-1967. París, Armand Co- les normales primaires. París, Nathan, 1991.
lin, 1967. 6. Alain, PrOpos sur l'éducation. París, PUF, 1932.
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una nación integrada, de una nación imperial y colonial, portado- sólo los herederos de los regentes de la antigua sociedad: encarna-
ra de un proyecto universal, el de una sociedad moderna reforzada ban y estaban obligados a encarnar· una vocación que les confería
por la erradicación de los idiomas vernáculos y por las conviccio- una legit;imidad y un aura que ni su salario ni sus conocimientos al-
nes patrióticas que preparan la revancha de 1870. El sacrificio de canzaban a fundar. Como se sabe, esa imagen de los profesores se
los subtenientes salidos de las escuelas normales durante la batalla impuso con una fuerza y una persistencia poco comunes; tanto es
del Mame y las conmovedoras cartas de los «bravos», combatien- así que hasta quienes nunéa la conoci,eron conservan algún recuer-
tes instruidos por esa escuela, evidentemente demuestran que ese do de ella. De la novela de Alain-Fournier, El Gran Meaulnes, pa-
proyecto se realizó con una convicción y una eficacia extraordina- sando por La gloire de mon pere, de Marce! Pagnol, a los recuer-
rios, cuando -como se sabe- una sola generación había pasado por dos de Albert Camus -El primer hombre- hay una continuidad y
el molde de la escuela primaria. una persistencia excepcionales de la imagen vocacional del profe-
I' • Esa escuela se sostuvo sobre un cuerpo de profesoras y profe- sor. Mientras el cine y la literatura solieron poner en escena a cate-
,'.,
sores formados como profesionales armados de métodos sólidos y dráticos vanidosos, ridículos o crueles, la imagen del profesor no se
'- homogéneos. La coherencia y la unidad del sistema provenían, más vio vejada en modo alguno. El profesor republicano tenían una vo-
que de esa formación productora de «clones» docentes siempre se- cación modesta o, más exactamente, la magnitud de su rol bastaba
gún idéntico modelo, de un control administrativo pesado y de una para volverla moderna.
!'organización compleja. Ello equivale a que cada docente trabajara Como último elemento de ese programa institucional, la voca-
'. de modo ampliamente autónomo; no solía recibir visita del inspec- ción del maestro de escuela se llevaba a cabo merced a un trabajo
tor y no estaba sometido a la autoridad y al control jerárquico de reglamentado, meticuloso, disciplinado, en el que el talento y la
un director, aplicando los mismos métodos que sus colegas y persi- humanidad del docente sumaban, por mérito propio, elementos a
guiendo idénticos objetivos. 7 Hasta comienzos de la década de un rol «pleno» que podía bastarse por sí solo. Los programas es- .
1980, el código Soleil estipulaba la deontología y la moral social colares de la escuela primaria conocieron una sorprendente estabi-
del cuerpo tal como la MAIF y las asociaciones laicas encuadraban lidad; hasta los años sesenta, los niños podían aprender a leer con
un estilo de vida reconocible entre mil. Gracias a la República, los los libros escolares de sus padres y de sus abuelos. La historia de
docentes escapaban del control directo de los notables locales, Francia era un relato ininterrumpido de Vercingétorix hasta la Li-
pero en cambio debían dar pruebas de una virtud sin mella en su beración; la geografía era la de un territorio integrado en sus
vida cotidiana. Por lo demás, gran cantidad de ellos contraía ma- «fronteras naturales»; el francés se dedicaba a la enseñanza de una
trimonio con colegas y vivía en residencias cedidas por la reparti- ortografía impecable y de algunos poemas entresacados de un pan-
ción a la que pertenecían, bajo la mirada de la aldea o del barrio. teón literario adaptado para los niños; cálculo se proponía enseñar
También se sabe que, en una Francia ampliamente rural, los profe- matemáticas, pero también a resolver problemas prácticos: calcu-
sores cumplieron un rol importante en la vida local; hombres de lar la velocidad de los 'trenes y medir hectáreas de pradera y el vo-
saber, mesurados y con convicciones, brindaban multitud de servi- lumen de pilas de tablas ... Por supuesto, en esa escuela no todos
cios en los municipios y en lo que todavía no se daba en llamar los alumnos obtenían logros: en vísperas de la Segunda Guerra
vida asociativa. Ese ethos y ese estilo de vida virtuosa y compro- Mundial, uno de cada dos alumnos se hacía con el diploma de ni-
metida fueron vivenciados y, con mayor frecuencia, interpretados vel primario, y muchos de los perezosos e indeseables quedaban re-
como una forma de vocación. Los húsares de la República no eran legados en los últimos bancos de la clase, a la burla, a la ensoña-
ción, a ocuparse de la estufa. Pero esa escuela era un santuario. Allí
no entraba la sociedad, y los niños eran antes ·que nada alumnos ,•
7. B. Berstein lo califica con10 regulación serial; cada uno hace lo mismo que to- presos, de la mañana al atardecer, en un ballet disciplinario de se- '
dos, pues posee el mismo «progra1na»: Classes et pédagogies: visibles et invisibles. Pa- cuencias de trabajo extremadamente formalizadas, de ejercicios ri-
rís, OCDE, 1975. tuales infinitamente repetidos, de disciplina rigurosa y de castigos,
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a menudo físicos. La vocación del programa institucional se cum- cería de un rigor, y ha~ta de una bn,italidad, insoportable. Sin em-
plía, para empezar, en una disciplina escolar hecha de controles y bargo, fue bien sobrellevada porque remitía a la propia de las es-
de reglas inequívocas, de ejercicios rituales cuidadosamente dosifi- cuelas religiosas, de familias en gran medida autoritarias, y porque
cados: formarse en filas, pasar el pizarrón, escribir con plumín, 8 re- relevaba una concepción del niño entendido corno una cera malea-
citar un poema .. .' Más que el contenido, el factor principal de la ble y «salvaje» a la cual la educación debía dar una forma verda-
pedagogía es la forma escolar, la disciplina que socializa y educa a deramente hurnana. 11 -
la vez. "Una pedagogía no sólo es un repertorio de materias ense- Muchos discursos, muchos libros de recuerdos evocan con ter-
ñadas o una organización metódica de nociones: es ante todo una nura esa edad de oro de la escuela republicana, y es cierto que la
organización del espacio temporal, una dieta infatigablemente des- mayor parte de los franceses quedan conmovidos por esas escuelas
plegada en el intervalo entre la vigilia y el tiempo de sueño.» 10 de aldea con sus castaños en el patio, con la leyenda «Escuela co-
En ese modelo, la vocación del profesor queda de manifiesto munal de niñas y muchachos» inscrita en el frente de los estableci-
más por obra de su compromiso en un rol social que por el com- mientos, con el olor a tiza, a tinta y a lejía. Con todo, debe consta-
promiso psicológico en las relaciones con sus alumnos, lo que los tarse que esa nostalgia no aflora en medida alguna en el trabajo del
maestros y las preguntas de las encuestas actualmente denominan grupo de profesores o en las entrevistas que hemos realizado. 12 A
«amor por los niños». Evidentemente, la maestra y el maestro re- fin de cuentas, la escuela primaria logró transformarse, mucho más
publicanos podían dar pruebas de talento y de humanidad, podían profundamente de lo que suele creerse, sin que los actores hayan
hacer más laxas las reglas, podían «aman> a sus alumnos; pero en tenido la sensación de romper brutarnente con una historia y con
ese caso era cuestión más de una intensificación de la vocación y un modelo.
del programa institucional que de la crítica latente a un modelo ri-
guroso. En primer lugar, el buen maestro de escuela debía dictar su
clase, el muy buen maestro debía sumar una dosis de humanidad y La entrada de la infancia en la escuela
de afecto. La distancia entre ese ideal y la realidad podía ser consi-
derable, en especial a causa del fracaso de gran cantidad de alum- Del alumno al niño
nos y de una buena dosis de vejaciones para «pagar derecho de
piso» y humillaciones, aunque el modelo no quedaba en entredicho, En el lapso de dos generaciones, el oficio de profesor se trans-
porque todo un conjunto de buenos motivos acudía para reducir formó profundamente. La causa más prolongada, más profunda y
esas disonancias: desigual reparto de «dones» en los alumnos, pesos más esencial de las modificaciones en el programa institucional de
de las tradiciones familiares y de su ausencia de ambición, dureza la escuela republicana es la entrada de la infancia en la escuela. Esa _
de las condiciones de vida ... Hoy en día, esa pedagogía nos pare- instalación es mucho más antigua de lo que suele creerse. En su
época, la instauración de la disciplina racional, impersonal, fría, de
la escuela republicana había sido percibida corno un progreso, por-
8. Un profesor nos contó que, a fines de los años sesenta, su inspector le había que protegía de lo arbitrario y de la violencia de los maestros -a ve-
reprochado el abandono, sin su permiso, de la pluma sergent-major [propia de los ces rayanas con verdaderas torturas- a los niños. Promoviendo al
contables militares, antes de utilizarse en las escuelas] por el bolígrafo. También hubo
grandes debates científicos acerca de la manera correcta de sentarse ante un pupitre y
acerca de las ventajas comparativas de la escritura derecha y la escritura inclinada. 11. Señalemos, de paso, que todos aquellos a quienes se llama innovadores o
9. Con respecto a esa forma escolar, cf. el destacable volumen de G. Vincent, pioneros pedagógicos tienen en común el postular, desde hace mucho tiempo, que el
L'école primaire fran<;aise. Lyon, PUL, 1980. Cf. también P. Perrenoud, La fabrication niño existe antes de ser objeto de educación. -
de l'excellence scolaire: des currículum aux pratiques d'évaluation. Ginebra, Droz, 12. Tampoco se encuentra evidencia alguna de ella en la intervención sociológi-
1994. ca que efectuamos en 1995: F. Dubet y D. Martuccelli, A l'école. Sociologie de rexpé-
10. J. Starobinski, Le temps de la réflexion. París, Gallimard, 1983, p. 107. rience seo/aire. París, Seuil, 1996.
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alumno, la disciplina republicana preservaba al niño y participaba otros rechazan la brecha entre el alumno y el niño: para los prime-
de un decaimiento de los castigos corporales con implicaciones de ros, manda el niño; pa'ra los segundos, el alumno, si bien nunca es
familiaridades que ya no aceptaba una pedagogía racional. Como asunto de excluir uno de esos polos. Nadine y Pascal encarnan bien
·bien ha demostrado Aries, la escuela republicana se centraba en el esas posiciones más complementarias que opuestas. Para Nadine,
·alumno porque el niño dejaba de ser un adulto en miniatura, se el niño que sufre se vuelve un alumno en dificultades; para Pascal,
volvía otro, un ser de naturaleza al que debía elevarse a la cultura. que el niño comience a súfrir se deb,e a la ausencia de logros del
i Para hacer del niño un adulto, en principio debía negárselo en tan- alumno. Por ende, no deben caricaturizarse los juegos de oposi-
to sujeto autónomo en el espacio de la escuela. Paradójicamente, el ción, pues nadie abandona al alumno en pro del niño, sino que
niño desaparecerá de la escuela en pro del alumno, con vistas a cada cual tiene vías de acceso privilegiadas a uno y a otro.
· quedar protegido de las pasiones y de la violencia de los adultos. Las comparaciones, que ya comienzan a estar permitidas, en-
Por ende, era necesario que el castigo se volviera educativo, esco- tre viejos y nuevos profesores, demuestran que los maestros más
lar: deberes adicionales, penitencias, neutralidad afectiva ... Esa cercanos a la matriz institucional están más aferrados al «leer, es-
evolución y esa brecha entre alumno y el niño se inscriben perfecta- cribir, hacer cuentas», mientras que los más jóvenes quieren
mente en el relato de la civilización y del retroceso de la violencia «transmitir el gusto por el saber» y están más centrados en la acti-
propuesto por Elias; en cuanto objeto de razón y de instrucción, el vidad del alumno y su «creatividad». Con todo, la concepción del
,s- alumno se impone sobre el niño y paulatinamente lo transforma en rol cívico de la educación evoluciona en los de vieja data que se re-
Sadulto.13 Por último, con Binet y la invención de la psicología es- miten a la regla y a las lecciones de moral, y los nuevos que pien-
colar, el niño aparece sólo tras el alumno difícil y agitado, conside- san que el civismo se pone en acto merced a la conducta de la cla-
rado un anormal; él será el primero tratado como un niño gracias se y merced al rol más autónomo de los alumnos en la creación de
a una pedagogía adaptada, más personalizada y menos rígida. un orden escolar. Los primeros piensan que la moral llega desde lo .
La prolongada mutación de la escuela primaria merced al re- alto; los segundos creen que es una experiencia común, la expe-
conocimiento de la infancia a partir de los años cincuenta fue muy riencia de la vida en el aula. El 60% de los profesores «jóvenes»
bien descrita por Guy Vincent. 14 En su opinión, la forma escolar valoriza la autonomía de los alumnos, contra el 39% de los mayo-
francesa no conoció más que dos inflexiones: una en el siglo XVII res.15 Actualmente, esas tensiones no existen en grado alguno; un
con el pasaje de la constricción externa, violenta, a la constricción estudio reciente señala que el 70% de los jóvenes profesores de
interna, la propia de la institución moderna, racional y republica- educación básica dio preeminencia en la elección de su oficio al
na; la otra, de igual importancia, desde hace cincuenta años, con la trabajo con niños; el 49% da prioridad al desarrollo pleno de los
llegada del niño a la par del alumno. En cierto modo, es el amplio niños, contra el 19% y el 6% a la transmisión de conocimientos y
triunfo póstumo de Freinet y de la mayoría de los pedagogos. Gra- al gusto por el esfuerzo. Un 8 % privilegia la formación del espíri-
dualmente, los profesores abandonaron el delantal gris del clérigo tu crítico y a penas el 16 % de los jóvenes docentes otorga una prio-
de la República y de la nación, y actualmente se consideran espe- ridad absoluta al «leer, escribir, hacer cuentas» .16
cialistas en infancia, psicología, pedagogía y didáctica. Esas tensiones fueron erigidas como querellas en libelos, de-
.1 Con todo, la llegada del niño no difuminó al alumno. Eso no claraciones y polémicas muy sentidas, a menudo para defender una
tiene lugar sin crear tensiones -como ya veremos- entre quienes tradición amenazada por los presuntos «delirios» y «laxismo» de
. prefieren la psicología y quienes prefieren la didáctica. Pero unos y las nuevas pedagogías, que serían causas de no pocas desdichas .
13. R. Chartier, Nl.-M. Comptre y D. Julia, L'éducation en France du XVIe sie- 15. En Duru-Bellat y A. Van Zanten, Sociologie del'école. París, Armand Colin,
cle au XVIIIe siecle. París, Société d'édition de l'enseignement supérieur, 1976. 2000.
14. G. Vincent, I:école primaire franr;aise, op. cit. 16. Sondeo FSU-SOFRES, septiembre de 2000.
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Modas intelectuales obligan: algunos incluso ven en esa entrada de El alumno activo
la infancia a la escuela la suprema astucia del neoliberalismo y una
estrategia de conquista de la escuela por parte de las clases medias, Por, banal que sea esa observación, debe recordarse que el pa-
como si éstas hubieran necesitado conquistar lo que ya poseen. An- norama en el aula ha _cambiado. El tuteo por parte de los pequeños :
tiguos discípulos de Michel Foucault denuncian hoy el retroceso de a _sus maestro~ suele imponerse; los pupitres ya no se disponen se- ,
la educación y de la ... civilización, en línea directa con lo expresa- gun u_n_orden mmutable eh que los lugares son ocupados por orden
do por Jean-Claude Milner. 17 Pero, sin más, uno debe constatar d_e mento: los alumnos circulan y no hacen todos el mismo ejerci-
que el radicalismo de esos libelos está muy alejado de las temáticas c10 en el mismo momento; los trabajos de los alumnos están ex-
compiladas en nuestras propias investigaciones. Las posiciones de puestc;s en las paredes: la clase sale a la luz y se mueve al ritmo de
los practicantes parecen ser mucho más mesuradas; los maestros las multiples actividades y «proyectos» de la escuela. Evidente-
echan mano a todo un conjunto de métodos y saben que los logros mente, eso no significa que la disciplina haya desaparecido sino
pedagógicos no son mero efecto de las técnicas elegidas. Además, que la búsqueda de la actividad del alumno es el nodo centr~l del
según dicen los profesores que hemos interrogado, _la llegada de la modelo pedagógico, al menos de aquel que, en todo caso, convie-
infancia con todos los vicios y virtudes que se le atnbuye, no afecta ne exhibir. La voluntad de establecer una continuidad entre el niño
al núcle~ íntimo del oficio: «dictar clase». Modernos y tradicionac y el alumno forma parte de la cultura común de la profesión. 19 Las
. les coinciden en ese punto. Ya sea que se considere alumnos o ni- actividades llamadas «del despertar» adquirieron un sitio impor-
ños a esos «granujas», siempre se imponen las dimensiones afecti- tante en el uso del tiempo, en cualesquiera de los casos, un sitio en
vas de la relación pedagógica porque, como dice Jean-Jacques, ~ada comparable a la posición residual que le otorgaban las prác-
«tienes pequeños ante ti seis horas al día»: Los maestros de_ vi~jo ticas tradic10nales de la escuela republicana. No todo consiste en
cuño no eran brutos indiferentes, dice Nadme; por el contrano, m- amar a los niños, sino también en comprenderlos, reconocerlos y,
mediatamente se ve al niño tras el alumno y «uno no puede sopor- sobre todo, volv,erlos activos. L~ pedagogía frontal en la que el
tar a pequeños que no tienen aspecto de estar como con~iene. En maestro da lecc10n a todos, leccion que los niños aprenden y reci-
ese sentido, los «que no servían para nada» que se supoma dicho- t~n ya no goza de buena reputación. Los profesores parecen obse-
sos desaparecieron para ser reemplazados por alumnos que sufren, s10n~dos por los ejercicios «inteligentes», los que dan sentido a las
es decir por niños desdichados." Todos hablan de «granujas», que ensenanzas, los que movilizan al alumno y le permiten encontrar
son indistintamente niños peculiares y alumnos. los procesos más adaptados a sus especificidades cognitivas y psi-
I'
cologrcas,_ Se_ deplora la pedagogía frontal y todos los pequeños 1
¡,
ntos que mvttan a los alumnos a «recitar tontamente». Muchos
profesores confiesan no dudar en recurrir a esos métodos tradicio-
nales, pero saben que ya no están dentro de la norma, que son an-
tigua~las, y deben Justificarse demostrando que esas nociones per-
17. J.-C. Milner, De l'école. París, Seuil, 1984.
18. De la investigación realizada en 1996 surgió que casi todas las instituciones ~itiran a lo~, alum!"os ser más activos y más imaginativos. y no
indagadas lo sabían todo de los impulsos amorosos de sus alumnos, de los romances so~o es cuest10n de impartir la lección, sino que debe ponerse en ac-
enlazados entre muchachos y niñas, y de los deseos de hallar «papás» y «mamás)) en cion a los alumnos, inventar estrategias, argucias, «trucos» para
los maestros y maestras {F. Dubet y D. Martuccelli, A l'école, op. cit.; véase también
P. Rayou, La Grande École. Approche sociologique des compétences enfantines._ ~a
rís, PUF, 1999). En esa época, no habíamo's encontrado más que una docente trad1c10-
nal, que consideraba una forma de perversión las emociones infantiles y definía su tra- . ~9. Esa circunstancia es a la vez reconocida y denunciáda por gran cantidad de
bajo como un «enderezamiento»: «Tuve la impresión de ser una misionera en la invest1gado~es: M. Kheroubi y M.-F. Grospiron, «Métier d'instituteur et enfant-client»
sabana». Es inútil que ya no se considere política o pedagógicamente correctos esos en~- He;inot--yan Zanten, E. Plaisance y R. Sirot (comps.), Les transformations d~
systeme educattf. Acteurs et politiques. París, L'Harmattan, 1993.
testimonios.
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112 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN
que cada pequeño comprenda. Todos los maestros del grupo pien- una personalidad, de una historia, a veces dolorosa, y no sólo de un
san que hace falta multiplicar los abordajes y los métodos para que carácter y de una virtud. En ese cas"o, según la imagen de Roussean
todos los alumnos resulten beneficiados. En cualquiera de los ca- cada niño es una planta que hace falta ayudar a ganar empuje con~
sos, dentro del ideal pedagógico, la lección aprendida y recitada forme a su naturaleza. Puede ser temeroso, tímido, curioso, desdi-
queda reemplazada por la actividad del alumno: chado, franco, «bloqueado», y uno no debe tratar a todos esos in-
«Hay que desarrollar una manipulación concreta de la lengua, dividuos según una norma cornún,)a norma del currículo y sus
esa conciencia reflexiva ... rigores. Una inspectora lo dice claramente al grupo de investiga-
es genial cuando comienza, ción. Un desempeño exitoso es a la vez un desarrollo personal ple-
es un placer absoluto, no y un grado óptimo de performances: «Mi posición oficial es que
es algunos segundos que pueden ser la reflexión de un alumno cualquier alumno está en la escuela para hacer avances; y la defini-
en un momento. ción de «logros» es la constatación de ese avance ... Entonces, ¡que
Es tanto más interesante para nosotros trabajar de esa forma, nuestra mirada no se mezcle con lo alto!». Por consiguiente, hace
con respecto a una pedagogía frontal.» falta que la norma objetiva de la igualdad «en cuanto a Razón» de
Esa descripción entusiasta de la pedagogía activa no significa los alumnos y de la desigualdad de sus aprendizajes sea reemplaza-
que sea moneda corriente, tampoco significa que los profesores da con una norma más subjetiva, una norma susceptible de «reco-
tradicionales no se preocuparan por la actividad de sus alumnos. nocen> a cada niño como persona. «El problema de la escuela pri-
Sin embargo, demuestra por lo menos que se desplazó el centro de maria es que todo el mundo avanza a su nivel», dice Sidney. «No
la actividad pedagógica. Lo que se percibía corno un esfuerzo de bien alguno de ellos progresa, para nosotros ya está bien.
imaginación en la periferia de una pedagogía frontal se volvió la »Significa que la escuela funciona.
norma y el meollo del trabajo; y la que pasa por ser un método va- »Entretanto, en el colegio, bueno, por debajo de la media, no
gamente vergonzante que resulta necesario justificar es la pedago- se le acepta; por encima, sí.,,
gía frontal. Se observa una suerte de inversión; los métodos más Podríamos valernos de las categorías parsonsianas de orienta-
activos estaban reservados a los alumnos en dificultades, mientras ciones de la acción y decir que, frente al alumno, el maestro adop-
que hoy son la norma, y la pedagogía tradicional se habría vuelto ta normas universalistas y específicas, mientras que ante el niño
la rueda de auxilio de los más débiles. «Por mi parte -dice Guy- adopta normas particularistas y de difusión. El alumno queda si-
tengo la impresión de que los niños con dificultades, de los medios tuado bajo la égida de normas universales que no conciernen más
desfavorecidos, necesitan marcos muy rígidos, mientras que ahora que a una dimensión de la persona, el dominio de las enseñanzas;
la teoría es más bien: ¡equilibremos el sentido!» el niño es alcanzado merced a normas más específicas, pero que en-
El ingreso del niño en la escuela desplazó profundamente la globan la totalidad del individuo. Evidentemente, también en ese
norma escolar. Cuando se considera a todos los alumnos sujetos caso sería absurdo contraponer del todo el alumno al niño; pero,
universales potencialmente similares e iguales desde el aspecto de la corno dice Marie-Pierre, «antes, uno accedía al niño a partir del
Razón, es correcto imponer una norma común y clasificar a los in- alumno cuando este último tenía problemas. Ahora, uno busca al /
dividuos desde un punto de vista objetivo, pues todos los alumnos niño para encontrar al alumno». De hecho, tal corno resalta Guy,
no trabajan en idéntica medida ni están igualmente dotados. Para ambos registros de juicio no son compatibles bajo aspecto alguno
retornar la imagen de Locke, se considera que todos los alumnos más allá de la escuela primaria: «Creo que, por desgracia, uno lle-
'son libros en blanco sobre los que debe escribirse el mismo texto; ga a decirse que lo importante es que los niños progresen, que es-
queda por juzgar, entonces, de qué manera imprimen ese texto. Con j tén bien y por ende uno se desconecta de las expectativas de los co-
los niños, los «pequeños» -según dicen los profesores de nuestro legios secundarios. Sin embargo, por mi parte sé muy bien que en
grupo-, la imagen cambia por completo, pues se considera a cada mi escuela los chicos que después cursan en esos colegios están por
uno de ellos un sujeto, un individuo ya configurado, propietario de debajo del nivel de los demás».
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Ese deslizamiento de las normas o, para mayor exactitud, ese carácter: alumno negligente y poco laborioso. Llegados a este pun-
doble modo de evaluar a los alumnos, desordena las relaciones de to, tal discurso no está en vigencia -eh todo caso, no está en el can-
la escuela primaria con la escuela maternal. Por una parte, observa delero-; y las dificultades escolares se perciben en primer término
un docente, «hay una contaminación con elementos de la escuela como síntoma de una dificultad psicológica y de un malestar cuyas
maternal». El cuidado del niño, de su actividad y de su personali- causas residen en la historia familiar o, con menor frecuencia, en
dad se prolonga de la escuela maternal a la escuela primaria, que se las dificultades relacionales entre maes.tro y alumno. Cuando no se
hace más maternal, menos severa: los alumnos tutean a su maes- imputa a la familia, el fracaso es atribuido al medio social; y las
tro, lo llaman por su nombre de pila, las notas son menos riguro- ciencias humanas y sociales alimentan incesantemente esas expli-
sas y las nomenclaturas languidecen. Por otra parte, esa confusión caciones. Con todas sus connotaciones, el tema del sufrimiento del
es una amenaza para la escuela maternal, porque «los padres piden niño se integra plenamente a los códigos profesionales y a las cate-
deberes en el último nivel del preescolar»; los maestros insisten so- gorías de interpretación de las conductas de los niños. No se ex-
bre la lectura, pues la norma implícita es saber leer en Navidad en cluye que el pasaje del registro del coeficiente intelectual al de la
el curso preparatorio. También en ese caso, dicen los profesores, dolencia del niño y su traba en nada cambie la coyuntura; tampo-
esa pluralidad de normas plantea problemas con el colegio, porque co que el maestro se sienta igualmente desprovisto de recursos en
la escuela primaria ya no es la única escolaridad obligatoria; no es uno y otro caso; pero queda en claro que ese deslizamiento de-
más que la preparación para el colegio secundario: en éste, los pro- muestra que cambió la índole del alumno en sí. Cambió en relación
gramas y las nomenclaturas se imponen de manera homogénea y directa con la creciente admisión por parte de la escuela de alum-
objetiva. También es la preparación para la vida, que no es «un le- nos discapacitados o enfermos, a los que en otras épocas no se les
cho de rosas». Es verdad, recuerda Jean-Jacques, que esa concep- daba cabida. Las escuelas reciben alumnos que no conocían, todos
ción activa de la enseñanza entra directamente en colisión con los aquellos cuya discapacidad no impide que participen en las activi-
métodos y las expectativas del secundario. «El problema es escu- dades del aula, pues parece evidente que la socialización común es 1 if'
char el discurso de los profesores secundarios. Este año, los colegas buena para esos alumnos. «Y bien, ahora tenemos con nosotros a 11¡:
de CM2 dejaron de ir a las reuniones porque se los había tratado de minusválidos: niños miopáticos, sordos; uno ya no puede estar en
no sé qué, y ese discurso es inadmisible.» la sala de profesores o en el pizarrón: hoy vemos el verbo chanter 1 ¡.,
en presente del indicativo.» Por otra parte, el Instit de la serie tele- ''
visiva francesa nunca dicta clase ante la cámara ni se interesa más
Las «trabas» psicológicas que por los niños que sufren malos tratos, dramas y prejuicios so-
ciales, por ceguera de los adultos y crueldad de los niños.
Con la entrada del niño a la escuela se impone una ecuación Obviamente, las dificultades escolares son síntomas que los
percibida como evidente: el niño con pleno «desarrollo» cuenta maestros tienden a interpretar dentro del marco de una psicología
con todas las oportunidades para ser un buen alumno; y el desa- natural. El encuentro de un grupo con la madre de un alumno es
rrollo del niño es un objetivo pedagógico tan importante como su buena demostración de ello. Esa madre se inquieta por las dificul-
desempeño escolar, pues la felicidad del niño reafirma en gran me- tades de lectura de su hijo y reivindica el derecho de entrar al aula
dida la ciudadanía del adulto, a la vez que abre la senda de su para hacerlo leer y «para ver». Desde luego, esa petición es consi-
triunfo social. Una de las expresiones banales de esa representa- derada escandalosa; pero nadie contesta en términos de reglas, de-
éión es la «traba psicológica>>. Cuando el alumno es en primera rechos o principios laicos. La defensa del santuario se justifica en
instancia un alumno, sus deficiencias y dificultades se perciben l términos psicológicos. Con gran delicadeza, una maestra deja pa-
como consecuencia de una falta de inteligencia que el test puede 0
sar unos minutos y cuenta una historia: ella conoció a un alumno,
medir de manera objetiva. «Le falta una tuerca, como suele decir- a un «bebe grande» que no quería aprender a leer porque «cuando
se». O incluso pueden atribuirse sus dificultades a una debilidad de uno sabe leer es grande». Como continuación de su relato, ella ha-
116 /EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA MUTACIÓN BAJO CONTROL: LOS DOCENTES I 117
bría explicado a la madre que su uiño sabrá leer sólo cuando él se mismo: está prohibido dejarse amar en demasía, tocar a los niños,
diera permiso a desear ser grande y que tendrá ese deseo sólo el día pegarles o acariciarlos; y cada uno tiene :n .su men_:oria los casos de
en que su madre se haya separado de él y por ende haya deseado pedofilüic que se mult1phcaron en estos ult1mos anos. _Como la en-
que él creciera. Por supuesto, la madre presente en el grupo com- trada de la infancia a la escuela debilita el programa msntuc1onal,
prende mucho mejor esa historia que una invocación al reglamen- desdibuja la distancia entre los niños y los maestros; ahora bien
to y a los principios sagrados del laicismo. En cuanto a ese tema -dicen los profesores- debe mantene~se esa distancia incluso cuan-
! los escenarios se entrecruzan; los padres recibidos en el grupo ex'. do la relación pedagógica se vuelva más subjetiva, pues se dmge
' phcan que los niños llevan un buen rumbo en su casa y uno malo tanto a niños como a alumnos. Es misión de cada maestro cons-
('',.
en la escuela; los profesores contestan que los niños tienen un mal truir esa distancia; y uno no deja de recelar que unos y otros están
¡" . rumbo en la escuela porque también lo tienen en su casa; pero el demasiado cerca o demasiado lejos, y de temer que los padres,
· escenario puede invertirse cuando los implicados son sus propios siempre celosos, achaquen al maestro o a la maestra su excesiva
h1¡os y, a su vez, ellos son los padres. No obstante ello, existe un cercanía o indiferencia.
punto de consenso en ese juego de interpretaciones "salvajes» e
magotables: «S1 el niño no llegó a la plenitud de sus posibilidades,
no puede aprender». Nadie imagina que un alumno inepto es feliz; Los niños tienen padres
pero nadie suele pensar también que un buen alumno, un buen
alumno activo, puede ser desdichado. Resulta evidente que el ingreso de los niños a la escuela tam-
La explicación de las dificultades escolares en términos de bién es el de sus padres. Tomar a cargo a los niños es tanto más fá-
"trabas psicológicas» parece ser evidente y, tal como el análisis en cil cuanto descansa sobre un valor indiscutido. Pese a todo, ese va- '
términos de dones, por una parte libra de sus responsabilidades a lor tiene una doble cara: por una parte, se considera que el niño es ¡¡
los profesores. Pese a ello, ese mecanismo no desembaraza del todo una persona que debe desarrollar sus posibilidades y realizar su
del problema, pues -si el fracaso es en primera instancia de tipo auténtica naturaleza; por la otra, la gravitación de la escuela sobre
afectivo, los maestros y las maestras no pueden ignorar que los ni- los destinos y las carreras profesionales de los individuos llegó a ser
ños los quieren o los detestan, que los «traban» o "destraban». Si- tal que ese niño también es un objeto de asedio pedagógico cre-
multáneamente, el carácter aleatorio de las relaciones humanas ex- ciente por parte de las familias. 20 El niño debe desarrollar _su po-
culpa a los maestros que desean que haya más maestros que clases, tencial, pero también debe obtener logros. El tema del. of1c10 de
con miras a multiplicar las oportunidades de ver desarrollarse las alumno se impuso a la par del tema de desarrollar las pos1b1hdades
afinidades electivas: ¿cómo amar del mismo modo a una veintena del niño. Así, los profesores sufren menos un decaimiento de las
de niños? Cuando la causa del fracaso es de tipo relacional, los co- demandas dirigidas a la escuela que una intensificación de las ex-
legas pueden verse sometidos a los mismos procesos y a los mismos pectativas con respecto a ellos, pues todos los alumnos deben ob-
recelos que en el caso de los padres. Y los miembros de los grupos tener logros -el fracaso tiene consecuencias catastróficas para el m-
no se pnvan de ello, a no ser en la medida en que también tienen dividuo- y todos los niños deben «estar bien en su piel»: el pleno
hijos que son alumnos; los maestros de escuela no son los padres desarrollo es garantía de felicidad y de autenticidad. La antigua
de alumnos más indulgentes con respecto a sus colegas. Los profe- función de integración cultural republicana se fraccionó en dos ló-
sores tampoco ignoran que esa concepción de los problemas lleva gicas en última instancia contradictorias, la del éxito y la de la rea-
al campo "arriesgado» de los sentimientos, de los momentos en lización autónoma de uno mismo. 21 Los maestros no consideran
que uno abandona su rol, en que uno da pruebas de una curiosidad
«malsana», en que uno no pone la suficiente distancia con los ni- 20. A. Prost, L'enseignement et téducation en France, t. 4: L'école et la famille
ños ... Cuanto más se valoriza al niño, cuanto más se le "ama», dans une société en mutation. París, Nouvelle Librairie de France, 1981.
mayor es la imposición de prohibiciones y de control sobre uno 21. F. de Singly, «L'homme dual», en Le Débat, 61, 1990.
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ilegítima la intensificación de esos dos tipos de petición; pero en más tensas cuando, como suele suceder, esos padres que oponen re-
opinión de todos aquellos que hemos interrogado queda claro que sistencia a la acción de los maestrÓs tienen credenciales y relacio-
ese oficio se volvió más difícil y más exigente, pues el fracaso escoc nes, escdben al inspector, agitan la amenaza de pasarlo al sector
lar y el fracaso afectivo ya no son tolerables. privado; y las cosas son mucho peores cuando son colegas. "Con
La presencia de los padres de un nuevo niño incomoda y mo- los padres de ZEP, uno tiene vía expedita; pero en el caso del hijo de
lesta a los profesores en idéntica medida en tanto están dispuestos un piloto de línea, uno núnca lo va a,derivar al RASED.» 24
a recibir a aquél: "No bien la señora (madre de un alumno) tomó Por otra parte, esas mismas familias también querrían -aun
la palabra, sentí una dificultad mayor para comunicarme: usted es más que las otras- que se trate a sus niños como a niños y que la
pariente de un alumno. Siento una facilidad mucho mayor para co- maestra o el maestro apunte a su desarrollo y a su expresión, no lo
municarme con la inspectora que, con todo, es mi superior jerár- perturbe y trabaje en la revelación de su personalidad. Los que re-
quica, antes que con la madre de un alumno», dice Pascal. Sería chazan cualquier autoridad son los padres; también los que no
posible destinar un capítulo completo a las recriminaciones que los quieren deberes, los que intervienen demasiado en la vida de los
profesores dirigen a los padres, con tal de referirse sólo a los que alumnos, los que quieren entrar al aula, los que dicen al maestro
tí hacen demasiado y a los que no hacen lo suficiente. 22 Esas críticas "no los toque» y que, por su parte, se meten en lo que no les con-
se avivan conforme la doble naturaleza del "granuja», alumno y cierne.
niño, tiene muchos problemas para estabilizarse. Ya sea que sus En cuanto a las familias menos favorecidas, no se preocupa-
padres asedien demasiado y mal al alumno, ya sea que asedien de- rían mucho por los alumnos, confiarían "demasiado» en los maes-
masiado y mal al niño, en cualesquiera de los casos desean que sus tros, desinteresándose por los estudios de sus hijos. Esos padres no
pequeños sean alumnos con cierto desempeño y niños con desa- son capaces de ayudar a sus hijos, no hacen un seguimiento de
rrollo de sus potenciales. Conforme sea en mayor medida indivi- cómo trabajan, no construyen el marco de una vida infantil regla-
duo, más deberá simultáneamente ser buen alumno y un niño que da y nunca tienen contacto con los maestros. De todas formas, a
no vacile en cuanto a su situación. 23 Desde luego, resulta evidente esos padres se destinan los juicios más indulgentes, porque no esta-
que el sistema de expectativas y de críticas es complementario e in- rían en condiciones de ayudar a sus niños debido al desempleo, a la
verso en los padres: los maestros son demasiado "escolares», de- inmigración, a las crisis familiares y a sus reducidos recursos cultu-
masiado cercanos o distantes respecto de los niños. Ese sistema de rales. A fin de cuentas, con esos parientes la escuela mantiene a la
malentendidos y de acusaciones adquiere formas muy distintas en vez una distancia y una gravitación sobre las familias cercanas a las
función de los medios sociales. del modelo del programa institucional. Están ligados a la autono-
, ·. Si se cree a los integrantes del grupo, los padres de los barrios mía de la institución más por falta de otra cosa que por convicción.
1' chic están demasiado obsesionados por el desempeño escolar; pre- Sin embargo, esa compasión cesa cuando los padres son inca-
sionan al maestro para que acelere su ritmo, a veces lo menospre- paces de criar a sus hijos y los abandonan a su suerte, defendién-
cian, y reducen a su hijo a la condición de atleta de la escolaridad dolos sistemáticamente en caso de conflictos con la escuela. De
sobrecargado de trabajo y de esparcimientos educativos. Escuela, buena gana se habla de los hechos de violencia cometidos por los
deberes escolares, piano, tenis, visitas a museos escanden las jor- padres, por los "hermanos mayores» o por gitanos. Son los padres
nadas de esos futuros cuadros dirigentes. Si las cosas prosiguen con agresivos, a los que ni siquiera se ve y que lanzan ataques a los pro-
\ ese rumbo, el niño se ve asfixiado por debajo del alumno y bajo el fesores, pues como ellos mismos fracasaron en la escuela tienen
desempeño requerido por sus padres. Las relaciones son mucho cuentas que saldar. Esos padres demandarían a la escuela que se
t'
'
22. F. Dubet et al., École, familles, le malentendu. París, Textuel, 1997. 24. Red de ayudas especializadas para alumnos en dificultades, formada por
23. F. de Singly, Sociologie de la famille contemporaine. París, Nathan, 1993. psicólogos escolares, reeducadores y docentes especializados.
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ta absoluta es «caer en el despelote» cuando el verdadero talento escuelas. "Un hombre en la escuela, eso lo cambia todo; y quienes
consiste en instaurar un orden versátil y reconfortante, relajar la lo dicen son las mujeres. No es cuéstión de que los hombres sean
presión y a veces tolerar un "despelote organizado». Sin embargo, más cap¡ices que las mujeres; simplemente, con los chicos es distin-
los niños «gustan de tener un buen marco» y ese control no es ne- to.»26 También se recordaba a las familias uniparentales y las fami-
cesariamente brutal, ya que la vida habitual otorga a los alumnos lias de inmigrantes en que los hombres habrían perdido su lugar. 27
una sensación de seguridad, en tanto las conductas de los demás se De igual modo, parece qúe el director debe preservar una imagen
vuelven completamente previsibles. Los profesores del grupo de in- autoritaria, pues siempre es un recurso enviar con él a los alumnos
vestigación asignan especial importancia a esa función pues, en su insoportables.«Aunque es una función fantasmática, cuando estás
opinión, suele oponerse a la anomia generalizada de la vida fami- sentado en tu escritorio, me impresionas», dice una colega a Guy.
liar y de la vida social, a las largas veladas ante el televiso¡; a los La función de socialización permanece esta ble porque se
horarios flotantes, a los portafolios perdidos y olvidados ... Como aprende mientras uno se foguea en su faena. Los profesores jóve-
en tiempos de Jules Ferry, se considera que por medio de la disci- nes de las escuelas dicen que nunca les hablaron de eso en los IUFM,
plina de la vida escolar también se disciplina a las familias, visto preocupados por didáctica y psicología del niño. El verdadero
que ellas deben «sostenen al niño del mismo modo que la escuela; shock del oficio es aprender a llevar adelante la clase de uno, a ha-
y nada escandaliza más que esos alumnos siempre retrasados, a cer que los niños ocupen su lugar, a lograr el silencio. Los recuer-
menudo provenientes de familias desfavorecidas, y que aquellos, dos escolares y los colegas más experimentados permiten imitar
más favorecidos, que pasan por alto algunos días de clase para modos de actuar bien consolidados, y casi todos los profesores
prolongar sus vacaciones en la nieve o en la playa. evocan la angustia, la confusión y el pánico de sus comienzos ante
Los profesores, a menudo sin saberlo, son discípulos de Hob- la actividad en todo instante que consiste en llevar adelante una
bes. En la medida en que la disciplina escolar apunta a erradicar la clase, en no ser desbordado por ella. También hablan de la alegría
violencia infantil, apela a un monopolio de la violencia legítima en sentida cuando su clase está bien aceitada, funcionando correcta-
manos del maestro. Muchos maestros hablan de esa actividad en mente, cuando «las cosas marchan» y las demás dimensiones del
términos de «enderezamiento» y «doma»: «Soy el maestro y uste- trabajo pueden desarrollarse sobre esa base sólida.
des son los alumnos». Por más que la violencia física de los adultos
hoy es ampliamente rechazada, eso no basta para que ese aspecto
del trabajo implique una carta blanca para reprimir, y a veces no Enseñanza
brillan por su ausencia las ganas de «curtirlos», «aplastarlos»,
«darles una zurra». De hecho, los maestros tienen miedo de su pro- Una vez constituidos los alumnos, todavía resta instruirlos.
pia violencia, y el grupo de investigación habla con una mezcla de Aunque se perciba esa actividad como una continuidad de la so-
admiración y de reprobación del caso de un colega que, golpea a cialización, ello no impide que repose sobre principios notoria-
sus alumnos, pero al que padres y alumnos «adoran». «El golpea, mente distintos. Por una parte, apela a la actividad del alumno
pero golpea con discernimiento, en fin, con discernimiento entre mientras que la disciplina requiere su obediencia. Por otra parte, si
comillas, no sé cómo decirlo [... ]Me encantaría hacerlo, pero _no bien la disciplina supone tratar del mismo modo a todos los alum-
lo consigo», dice Nadine. «Los alumnos se entienden de maravilla nos, los aprendizajes son sancionados por desempeños y nomen-
con él: eso es lo loco; y, a la vez, los chJCos le adoran; nunca vmo claturas que estipulan jerarquías entre los alumnos y los diferen-
·un padre a quejarse.» Pero Nadine agrega que ella presentaría una
denuncia si su hijo fuera golpeado por su profesor, pues hace falta
t'
que la autoridad sea «natural» y suave. Ahora bien, la autoridad G
26. F. Dubet y D. Martuccelli, A l'école, op. cit.
natural no se decreta, y un grupo de profesores formado en 1996 27. Evidentemente, ello no impide criticar las familias en las que los hombres
terminaba por deplorar la menguada cantidad de hombres en las mantuvieron ese sitio y ese «machismo».
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cias a unos de otros; los principios de justicia de los aprendizajes pectara invitada al grupo destaca, sin opiniones en contrario, que
no son los de la disciplina. La disciplina debe manejar la tensión en la mayoría de los caSüs las intenciones y las declaraciones a fa-
entre la conformidad y la expresión individual, mientras que la en- vor de la pedagogía activa y diferenciada están lejos de traducirse
señanza reposa sobre un equilibrio entre la igualdad y el mérito de en prácticas. Tal como ella lo percibe, los.métodos más tradiciona-
los individuos. les siguen formando el núcleo central de las prácticas; las innova-
Ya vimos cómo se impuso el tema de la actividad de los alum: ciones se hacen en la periféria de la eqseñanza. «En lo grueso del
nos en el aprendizaje. No todo consiste en hacer trabajar a los oficio, lo central del ·oficio: acaso ahí haya menos agitación; en
alumnos, sino también en ponerlos a trabajar. De ahí en adelante, cualquiera de los casos, no tanto como uno desea.» Eso no plantea
los maestros insisten menos en el carácter ritual y «mecánico» de ningún problema cuando dichos métodos dan buenos resultados,
los ejercicios que en el trabajo de invención pedagógica que estriba pero es de lo más fastidioso cuando las escuelas obtienen puntua-
. en encontrar los «trucos que funcionan» para toda la clase y los ciones obstinadamente magras en las evaluaciones nacionales. Los
· que «funcionan» para cada alumno. Cuando algún alumno no en- maestros se defienden echando mano al pragmatismo y a que la ac-
tendió de un modo concreto es vano empecinarse: hay que encon- tividad de los alumnos no es incompatible con los métodos más
trar otra. Por lo general, los profesores se presentan como brico- tradicionales. Serge: «¿Acaso usted constata que los métodos tra-
leurs que, al cabo de cierta cantidad de años, construyeron sus dicionales son menos eficaces que los métodos innovadores? Por-
métodos, su modos de actuar y sus hábitos. Paradójicamente, no que yo digo que, si hay resistencias con relación a esos métodos, en
hacen mención alguna a esa actividad en los grupos de investiga- ocasiones eso deriva de que cuanto funciona ya resulta preferible a
ción y en las entrevistas individuales, habida cuenta de que todos lo que uno pone a prueba. Y según creo, uno puede poner en prác-
esos métodos se asemejan a secretos de fabricación, a recetas de co- tica los métodos tradicionales haciendo una clase vivaz y producti-
cina elaboradas al término de una experiencia práctica que permi- va. No siento forzosamente ganas de cambiar algo que funciona».
te deslindar entre lo que «funciona» y lo que funciona menos. En No hay oposición al respecto en nuestros grupos; las discusiones
ese ámbito, los profesores son, para empezar, pragmáticos y no va- pedagógicas no devienen querellas «teológicas», ya que los méto-
cilan en mezclar métodos: trabajo en grupo y pedagogía frontal, el dos pedagógicos son cristalización de una experiencia y de una -
«de memoria» y los ejercicios «inteligentes», los métodos globales personalidad.
y los otros. «Cada cual elabora su propia ensalada en su rincón», Con todo, existe una sorda oposición entre quienes perciben el
dice Pierre-Jean. aprendizaje como la puesta en práctica de métodos científicos de-
También resulta incómodo hablar de una actividad paulatina- rivados de las ciencias cognitivas y quienes la conciben como asun-
mente elaborada como una rutina tan familiar, tan incorporada, to de psicología, tomando en cuenta la personalidad de cada niño
que es relativamente opaca para los individuos. Sólo a Pascal, el y de cada maestro. Pascal, que viene del IUFM después de estudios
más joven de los profesores, le gustaría hablar de métodos que él de ciencias de la educación, cree en la ciencia didáctica. Todo radi-
no ha estabilizado. Los otros son más reservados; y ese relativo si- ca en saber cómo funciona el cerebro: «Las estrategias de cons-
lencio indudablemente remite a una laguna de la técnica de inves- trucción del conocimiento son las mismas sin importar los indivi-
tigación, pues para saber qué hacen los docentes habría que ir a duos, a menos que uno trate con casos patológicos». Por su parte,
verlo, habría que observar las clases y además borrar al observa- Jean-Jacques cree en las trabas y en las personalidades: «Cada in-
dor.28 El sociólogo debería hacer etología. 29 No obstante, la ins- dividuo tiene una construcción de sí diferente a la de los otros, y lo
mismo sucede con la construcción del saber». Expresado de otro
modo, la actividad del alumno puede derivar de .dos puntos de vis-
28. Sin embargo, ese trabajo es posible, como den1uestra el estudio de R. Sirota, ta distintos, ya sea porque los niños se encuentran en estadios dife-
I:école primaire au quotidien. París, PUF, 1988. rentes de su desarrollo cognitivo, ya sea porque tienen «estilos»
29. B. Conein, «La notion de routine», en Sociologie du travail, 4, 1998. psicológicos distintos. El éxito de las teorías relativas a los estilos
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UNA MUTACIÓN BAJO ~ONTROL: LOS DOCENTES/ 12 7
cognitivos indudablemente se explica porque concilia ambos pun- de su sitial», agrega M~rie-Pierre. Cµando los docentes adoptan ese
tos de vista, desde ahora según una modalidad algo cómoda. 30 punto de vista, entran en escena los problemas psicológicos de sus
Esa tensión, más que conflicto, remite también a la manera en colegas, .no sólo sus problemas profesionales; los incapaces de com-
que los maestros de escuela aprenden las normas de enseñanza. prender y de amar a los niños, los indiferentes, los que por el con-
Ellos saben que cada alumno es un niño peculiar con sus ritmos y trario son incapaces de establecer la más mínima distancia entre su
sus modos de aprendizaje propios, también saben que el calenda- personalidad y su oficio, lós que borran las fronteras entre hogar y
rio del currículo está fijado por la organización escolar y que, si escuela, tanto para ·ellos como para los alumnos. Entonces co-
uno debe saber leer al final del primer ciclo, la norma real es, de mienza la ronda de crítica divertida a «locos» y «perversos», aque-
facto, saber leer hacia Navidad durante el curso preparatorio. Sa- ll~s que nadie quiere en las escuelas y, sobre todo, para sus propios
ben que su trabajo es evaluado por test nacionales, saben que el co- hi1os.
! legio tiene expectativas muy específicas. En suma, los profesores Pierre-Jean explica que es necesario optar entre el niño y las
: explican que el discurso acerca de la actividad autónoma del niño norrrrns de disciplina y de enseñanza. «Ahora, por mi parte, la
' está sometido a un calendario objetivo, al que escapa la mayor par- pnondad es que los chJCos estén bien en el aula; así, el objetivo es
¡ te de los niños, que van más rápidos o más lentos que la norma. vanar los temas y a la vez decirse: va a pasar algo interesante. En
cuanto a las notas, se les dice a los chicos: ya saben cómo es esto.
Hoy vamos a hacer una prueba escrita para que sus padres queden
La subjetivación contentos.» Al final, puede considerarse que las nociones aprendi-
das no son más que uno de los medios de subjetivación de los
Causar el gusto por el saber, hacer que cada niño desarrolle sus alumnos, por cierto más una finalidad única, porque encierran a
posibilidades, expandir la autonomía y el espíritu crítico so'1: a la los niños en la jerarquía de sus desempeños. "Ustedes no tornen en
vez principios y objetivos que llevan a separarse de la d1sc1plma y cuenta la nota -dice Marie-Pierre a sus alumnos-, que no tiene im-
, las nociones por enseñar corno factores excluyentes. En conse- portancia.» Posiciones tan radicales como ésa resultan chocantes
. cuencia, conviene privilegiar la «relación» con cada uno de los m- para los demás miembros del grupo. «Creo que la nota tiene un va-
ños y las actividades expresivas de la clase. Los problemas de con- lor." Pero a la vez todos denuncian los excesos de la competencia
ducta y los problemas de aprendizaje son interpretados como constante y que los alumnos trabajen solos y «tontamente». Sólo
síntomas de la personalidad y del sufrimiento de los niños. puede medirse lo adquirido en la medida en que perjudica el desa-
Esa lógica apela a un viraje hacia la relación afectiva cuyo in- rrollo armonioso de los niños. Los más «sabios» y los más experi-
dicador metodológico más sencillo radica en que los docentes sue- mentados alternan los ritmos y las secuencias, los exámenes anodi-
len hablar de sus propios niños tan pronto se aborda ese asunto. nos y el placer, el aprendizaje y la expresión, el trabajo a solas y la
«Los docentes tienen una responsabilidad muy grande en la cons- vida grupal, para que ·«los niños en dificultades también pasen
trucción de la personalidad del niño», dice Pierre-Jean. ¿Qué hacer buenos momentos,,.
con los colegas que ostensiblemente parecen incapaces de cumplir con De hecho, la atención por el niño se manifiesta de varias mane-
ese rol? «En las escuelas se hace la vista gorda, se deja en su pues- ras. La primera es no encasillar a los pequeños en las categorías de
to a alguna gente, y no hay modo de quitarla de allí.» «De sacarla mdeseables y de alumnos con dificultad. Hace falta que todos los ! i
no curar y sanar a los alumnos que sufren- orientarlos hacia psicó- de lo que puede hacer. El problema es que lo máximo está más cer-
logos y trabajadores sociales capaces de tomarlos a su cargo. ca del objetivo por alcanzar, es inani.ovible; y en ese caso me plan-
tea un problema.» Los test propuestos a los alumnos al final de la
escuela primaria fijan el nivel esperado en los institutos secunda-
¿Dónde están las fronteras? rios, mientras que deberían controlarse los progresos de los alum-
nos. «Que se nos pida qué actuemos mejor es normal, entendible
Las lógicas de la acción recién aludidas no pueden percibirse -dice Nadine-, ¡que· nos pidan obtener un éxito perfecto, no!,,
como un sistema de contradicciones y oposiciones recortadas por- Además, esos test no miden todos los aprendizajes no escolares,
que la mayoría de los profesores se identifican con una de ellas. De tanto los que dan cuenta de la socialización como los que evalúan
todos modos, no deben confundirse dichas lógicas, pues abren un el «desarrollo» de los niños. En suma: «Hay que elegir al niño o
espacio crítico que constituye lo esencial de los debates del grupo. elegir el colegio».
Cada una de esas lógicas surgen sólo de manera negativa, en la me- Nadine va más allá; la obsesión por los aprendizajes encierra a
dida en que constituyen un punto de anclaje de la crítica a las otras los docentes en una «burbuja», dejándolos fuera del mundo, por-
dos orientaciones del trabajo. Así, se configura una suerte de espi- que la mayor parte de los padres conoce mal las normas y las ex-
ral crítica que traza el espacio mismo de la experiencia profesional pectativas escolares y lo ignoran todo de los niños y de sus condi-
de los profesores. Habrá quien denuncie la rigidez disciplinaria de ciones de vida. Al parecer, algunos profesores no tienen otra imagen
unos, la dureza pedagógica de los otros y la complacencia «psico- de buen alumno más que la de su propio hijo. Nadine acusa larga-
lógica» de los últimos. «El trabajo no tiene unidad», dice Guy. mente a sus colegas que no imaginan que los padres trabajan, «con
Una larga discusión se destina a criticar la disciplina, las veja- marido docente, de familia de docentes, al final sientes que es algo
ciones, los «pequeños correctivos» impartidos con golpes, las dis- genético ... Yo les digo: deja de decir estupideces tan grandes; no
tintas formas de violencia padecidas por los alumnos. Los profeso- todo el mundo es docente, o tiene a su hijo en la escuela. Hay gente
res saben que es necesario llevar adelante su clase, pero también que se desloma a las ocho de la mañana, que termina a las seis de la
tienen una concepción crítica y desencantada acerca de la discipli- tarde, y no forzosamente ejerce mal su paternidad. Y eso me hace
na. El problema es no abusar de su poder y controlarse, pues los ri- tomar conciencia de que hay personas encerradas en un funciona-
tos disciplinarios sólo tienen sentido pedagógico si no son un fin en miento institucional en que no es indecente sentir cansancio después
sí mismos, si están al servicio del aprendizaje y de la autonomía in- de cuatro horas y media frente a personas que se levantaron a las
fantil. Ahora bien, esa disciplina puede ser un impedimento para cinco de la mañana. Eso me resulta indecente».
los aprendizajes, tanto como puede sofocar la autenticidad infan- Sin embargo, todos esos argumentos son reversibles; y se criti"
; ti!. Dicho de otro modo, el maestro que no se situara más que en cará con idéntico denuedo a los colegas que optan por el desorden
· ese polo estaría condenado sin apelación pues, si bien hay endere- y a los colegas «malsanos» que se toman por psicólogos y trabaja-
zamiento en la educación, el enderezamiento no puede ser su fina- dores sociales, los que olvidan la enseñanza y la disciplina y termi-
lidad. nan por olvidar la vocación por la escuela. La inspectora denuncia
También se somete a crítica la lógica de las nociones aprendi- una deriva observada por ella en muchas escuelas de ZEP que obs-
das, ya que es conveniente defender al niño contra las «necesidades tinadamente lograban puntuaciones muy endebles porque allí se
de la producción». Hay una tensión fundamental entre la educa- practica más trabajo social y animación cultural que la enseñanza,
. ción de cada niño y la norma de las logros que cabe alcanzar. «Es- porque esta última sigue siendo tradicional y poco eficaz: «Cuan-
tamos en un sistema elitista -dice Jean-Jacques- para formar a una j do los docentes hacen eso, ¿enseñan lo que se enseña en la escue-
élite. Por ende, a priori hay personas que quedan relegadas. Por la? ... Hay impulsos que finalmente llevaron a encarar la tarea de
otra parte, se nos dice que el niño está en el centro del sistema; es docente en ZEP desde una vertiente propia del trabajo social, por la
lo que oigo decir: lo tomamos donde está y lo llevamos al máximo plena absorción -especialmente pronunciada en los directores de
130 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA MUTACIÓN BAJO CONTROL: LOS DOCENTES/ 131
escuela- provocada por las urgencias que entran a la escuela, que clima y la tonalidad de la clase. Todas esas transformaciones -dice
son de competencia del trabajo social. Se pasó por alto lo mejor Jean-Jacques- no cambiaron el meollo del oficio. Por último, los
que podía ofrecer la escuela, es decir, la reflexión que impera en la profesor~s preservaron la capacidad de objetivar su trabajo, según
construcción de aprendizajes. Creo que el balance de diez años de su propia percepción: saben qué producen, ven cómo se transfor-
ZEP se sitúa en el ámbito del trabajo social más que en el de la en- maron los alumnos, miden sus progresos y, en ese sentido, piensan
señanza.»31 Jean-Jacques -muy comprometido, sin embargo, en to- que saben lo que hacen: "Todos los días me sorprendo ante los ni-
das las actividades sociales de su escuela- acepta esa crítica. «Tal ños». Una vez dicho· esto, el oficio no carece de puestas a prueba.
cantidad de elementos interfiere con que uno enseñe a leer, a escri-
bir y a contar, ya que uno se ve obligado a administrar todos esos
elementos que se presentan. Ahora se suman organismos, llegan La obligación de creer, los ardides y la culpabilidad
planes de empleo para la juventud, y puestos para las asociaciones.
Y así, uno me dice: tengo que trabajar con el tenis, tengo que po- Incluso si las tensiones del trabajo no son vividas corno un dra-
nerme horarios, ¿podría encauzar algunos proyectos? Todo eso, ma ni corno la descomposición de una integración, de un progra-
que antes -cuando estábamos en nuestra ciudadela- no estaba, ma institucional perdido para siempre, eso no impide que se perci-
ahora aparece.» ba el trabajo de los profesores corno una actividad de construcción
del oficio, la cual compromete cada vez más intensamente a la per-
sona encargada de resolver una cierta cantidad de problemas y de
Las puestas a prueba del oficio pruebas. Hay que perseguir gran cantidad de objetivos, hay que
entablar distintos tipos de relaciones con los alumnos, y todo se
A diferencia de otras profesiones estudiadas en este libro, los convierte en una cuestión de equilibrios y de experiencias, de cris-
profesores no tienen una conciencia trágica de su trabajo, porque talizaciones personales. Esa actividad es tanto más difícil habida
tienen la sensación de poder articular las distintas lógicas de su ac- n1enta de que los profesores comparten con muchas otras profe-
tividad. Pasan fácilmente de un registro a otro. «Está la parte de s10nes algunos de los postulados del pensamiento crítico, priván-
placer y la parte de chantaje.» «Hace falta que cuando lleguen se dolos de los tan cómodos consuelos del programa institucional.
sientan bien consigo mismos, una vez que hayan aprendido a can- Por ejemplo, se sabe que, en el momento de su vuelta de los IUFM
tar, a bailar' a andar en patín ... Pero eso no es lo único. Sentirse la mitad de los profesores piensa que la escuela aumenta las desi'.
bien con uno mismo también es no sentir pánico ante la lectura, gualdades y también que más de un 40% piensa que la escuela no
angustia por una consigna, saber salir bien de ese trance y encon- es ajena al fracaso de los alurnnos. 32 Dicho de otro modo, los maes-
trar lo que permitirá dar una respuesta.» En última instancia, bas- tros de escuela ya no pueden creer plenamente en los principios y
ta con creer que el desarrollo afectivo es reaseguro de éxito inte- en los valores que cimentan su oficio; creen porque están obligados
lectual para reducir los dilemas del trabajo. Pero, sobre todo, los a hacerlo: si no creyeran de ese modo, no podrían trabajar. «Exis-
profesores sienten que mantienen bajo control su trabajo, que tie- ten ardides y la obligación de creer en ellos hasta el fin» dice Guy
nen su propia clase, incluso cuando ésa es una expresión antes que '
aludiendo a esa suerte de creencia necesaria más que interiorizada.
,
, una sensación plena. En realidad, ellos fijan las reglas, los ritmos Ese deber de esperanza es tanto más difícil de preservar en
y las normas. Ellos custodian los límites de la clase, establecen el cuanto colisiona contra la evidencia de los hechos cuando uno sabe
perfectamente que «cada cual llegará a la meta a la que está pre-
31. Ese juicio no está muy lejos del enunciado en un estudio acerca de la ense-
ñanza en los suburbios: B. Charlot, E. Bautier e Y.-J. Rochez, École et savoirs dans les 32. F. Charles y R. Roussel, Les professeurs des écoles. Une petite noblesse d'É-
banlieues ... et ailleurs. París, Armand Colin, 1992. tat ou des professionnels compétents?, IUFM de Versalles, enero de 1997.
132 ! EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA MUTACIÓN BAJO CONT~OL: LOS DOCENTES! 133
destinado». Pero uno también sabe que, en caso de abandonarse a para seguir creyendo. Además, «si uno salva a un alumno, a uno
esa predestinación, ésta tiene todas las oportunidades para plas- solo, siempre será algo ganado».
marse según el mecanismo de la predicción creadora y del efecto La peor puesta a prueba, la que concita mayor cantidad de fá-
Pigmalión: «Hay un esquema-tipo establecido; y uno nunca inten- bulas consolatorias, es sin duda algnna el anuncio hecho a los pa-
tará llevar a esos pequeños a otro sitio». «Decir que todo el mun- rientes acerca de las dificultades de sus hijos. Cuando los parientes
do obtendrá su baccalauréat y será ingeniero es completamente ri- toman conciencia de que su hijo no sigue la buena senda, cuando
' dículo»; sin embargo, eso es lo que afirma la escuela de la igualdad "el crimen está consumado», «es como si el cielo se desplomara so-
' de oportunidades y uno está «obligado a creer». Para administrar bre sus cabezas, el mundo se derrumba». Hay que aplacar su sufri-
' esa creencia de salvación y desesperación, es necesario aceptar -di- miento y «calmar al cándido». Nadine explica cómo actúa ella:
cen los maestros del grupo- una suerte de retorno de lo reprimido «Bueno, ya se sabe: hasta ahora se pusieron en orden las primeras
cuando las discusiones acerca de los alumnos se vuelven «tema de cosas aprendidas. Hecho. Muestra una actitud que le impide por
, bromas» que incomodan pero alivian. Del mismo modo, existe completo entrar en esas nociones, ya es un chico algo fastidioso;
una suerte de obligación de «amar» por igual a todos los alumnos, pero uno puede actuar sobre él; eso se volverá todavía más impor-
mientras que algunos resultan insoportables o, peor aún, antipáti:. tante cuando lo que se enseñe adquiera más peso». Marie-Pierre:
cos, granujas a los que se desea «aplastar». Entonces hay que re- «Uno no puede decir: ¡Ya vieron los desastres que ustedes hicie-
sistirse al sadismo propio y discutir con los colegas, dejar diez mi- ron!». Sidney agrega: «No puedo decirles: no lo jodan. Les digo:
nutos a esos alumnos con otra clase, enviarlos a la psicopedagoga hagan que se sienta bien». En ese contexto, el grupo compara la
o incluso «dejarse ganar por la piedad porque la psicopedagoga reunión de maestros y padres con la situación del médico antes de
dijo un secreto acerca del crío. Uno les encuentra un pequeño per- anunciar a su paciente que lo suyo es una enfermedad mortal.
fil conmovedor, simpático, y vuelve a empezar». "Uno está ante la misma dificultad profesional que el médico ... En
Hace falta creer sin consolarse con la ideología de los dones y ese trance, puede decirse al otro cualquier cosa, o -lo que es más
sin la psicología tradicional que diferenciaba entre niños virtuosos grave- callarla; y el otro está más involucrado que uno en lo que
y los perversos o viciosos:" «Antes no había tantos ardides; ahora uno dice.» Hay que inventar fábulas, encontrar consnelos, dejar
sí», dice Jean-Jacques. Para reducir esas tensiones, los maestros de una esperanza incluso cuando los maestros ya no creen más en ella.
escuela instauran todo un conjunto de argucias que permiten sal- La exposición personal, la obligación de creer y la distancia entre
vaguardar los principios que, en el fondo, no son creencias ni con- los objetivos fijados y los hechos entrañan un sentimiento de culpabi-
Ivicciones profundas, sino una suerte de normas funcionales. Para lidad extendido, del cual es necesario desembarazarse merced a una
¡ dictar clase, hay que actuar como si uno creyera en ello. La natu- acusación a los otros: la falta y el «pecado» serán de ellos. «Por mi
, ralización de las dificultades escolares forma parte de esas estrata- parte -dice Pascal- el año pasado tuve una reunión con una madre.
gemas. «Yo necesitaría que me dijeran que al pequeño le falta un Ella me habló dos horas, y cuando volví a casa, yo tenía los ojos llo-
tornillo, como decimos entre nosotros.» Puede hablarse de ardides, rosos, porque no podía entender ese discurso, yo no estaba prepara-
porque no es seguro que los docentes crean realmente en esas ex- do, no era para mí.» ¿Cómo saber qué hizo uno, cómo saber si es res-
plicaciones a causa de la teoría de las «trabas», que funciona tan ponsable de los fracasos de un alumno, a qué atribuir los resultados?
bien, especialmente con sus propios hijos. Sin embargo, necesitan Cuanto más se aleja uno del programa institucional, esa problemática
creer para reducir la distancia entre los principios y los hechos, y se hace más acuciante, y más inciertas las respuestas. Uno se recon-
forta repitiendo: «No se es responsable por todo, con tantos idiotas
que hay en Cauderan, pero evidentemente las cosas marchan bien». 34
33. Recordemos que a comienzos del siglo XX la fe en la ciencia psicológica era
tan profunda que Ferdinand Buisson pedía a Binet que iniciara grandes sondeos acer-
ca del niño inentiroso. 34. Cauderan sin1boliza a los barrios burgueses del conglomerado de Burdeos.
134 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA MUTACIÓN BAJO CONTROL: LOS DOCENTES/ 135
Junto a los consuelos psicológicos, también hace falta movilizar los rante la forrnacion inexorablemente ponen en escena una suerte de
consuelos sociológicos, los que atribuyen los fracasos de los niños coherencia perfecta entre el tipo de relación con los niños, las téc-
a las condiciones sociales y culturales de su familia. "A los padres nicas pedagógicas y la disciplína de la clase bautizada dinámica de
termino diciéndoles: vean, yo cumplí con mi trabajo. A fin de cuen- grupos, los profesores sólo pueden medir la débil coherencia de
tas, es su hijo; yo estoy transitoriamente, nueve meses; en cuanto a esos principios no bien ellos se dirigen a alumnos «reales». "En los
ustedes, el trayecto es más largo.» Pierre-Jean explica: "En un pri- talleres y en el IUFM no se áprende gra¡i cosa,,, dice Karine. La dis-
mer momento, es verdad que uno carga con todas las desdichas del tancia entre el trabajo prescrito y el trabajo real siempre parece ser
mundo, uno está a la escucha de todo, y queda agotado. Aun ago- considerable, y los _maestros de escuela dicen, sin excepción, haber
tado, uno pasa más tiempo creando falsedades psicológicas, false- aprendido lo esencial de su oficio "fogueándose con la práctica». 35
dades de trabajo social, y demás falsedades». A la vez, siempre existe una expectativa difusa con respecto a la
Puede acusarse también al sistema escolar. No hay suficientes formación, iJ"ro es una formación que permitiría comprenderse
recursos, docentes especializados y psicólogos. "¿Qué formación mejor a ~no mi''"", antes que adquirir una técnica milagrosa.
pude tener yo para estar capacitado a la hora de mirar a un niño "¿Por que viene a 1oder con ese aporte teórico suyo, si yo tengo un
¿Quién soy yo para pretender que ése niño tiene un problema? , truco que funciona?» Por ese motivo, parece que los talleres de di-
---~"+
dice Pascal. Nadine va más allá: "En efecto, quiero tener esa res- dáctica son menos frecuentados que los talleres dedicados a activi-
ponsabilidad; pero uno no está fuera del sistema». De todos mo- dades expresivas y a la psicología del niño que, es muy necesario r
dos, el sistema desactiva la culpabilidad mucho más de cuanto in- decirlo, son una suerte de rninivacaciones. Más vale ayudar a rea-
cide sobre él la acusación. El psicólogo invitado al grupo explica lizar ese bricolage que dar una solución técnica, «porque cada cual
que el equipo docente que forma una escuela funciona corno un pe- tiene las soluciones para nuestra escuela, para nuestro entorno cer-
lotón de ejecución: corno tiene un cartucho descargado, no puede cano; más adelante, uno no sabe demasiado al respecto.»
ser acusado de haber cometido el crimen. "Hace falta aceptar la El carácter heteróclito del oficio se pone de manifiesto en lo
idea de que se nos escapan algunos datos; uno no va a salvar el mal que los integrantes del grupo denominan "obligación de asignar
trance de todos», dice Nadine. «Además, un rato después uno se sentido». Corno se diría en estos días, la reflexividad deviene una
da la absolución», agrega Pierre-Jean, sin contar con que a veces se seg_unda naturaleza. El verdadero cambio -sostiene Jean-Jacques,
activan inesperadamente algunos mecanismos, es decir, se produ- reside menos en la realidad del trabajo que en esa urgencia por sa-
cen milagros. ber qué hace uno. «En otra época, cuando un profe decía que había
que quedarse formado en fila por la mañana, durante todo el ho-
rario de clase, así debía ser, y se obedecía a pies juntillas: así se de-
Oficio y personalidad cía, y así se hacía. No creo que haga falta decirlo: ellos no sentían
ningún afecto extemporáneo. También eran seres humanos. En
v Por más que el oficio de profesor no haya estallado, éste no se cambio, no se concedían siquiera el derecho de hablar, de reflexio-
~'~
puede describir por entero corno el cumplimiento de un rol escrito nar al respecto, o de reflexionar, sin duda, pero sobre todo no el de
"<de antemano. Más bien consiste en componer con tres roles o tres hablar de eso. Por el contrario, ahora uno tiene sentimiento de cu!- !
lógicas de acción que indudablemente no se desgarran, pero que pa y tiene derecho a reflexionar. "Quien no hace formar en fila 1
los individuos deben recomponer o combinar por sí solos a partir debe tener un objetivo determinado para esa práctica; y quien hace
de lo que designan corno su personalidad. En ese sentido, el oficio formar en fila debe tener corno objetivo hacer formar filas, no una
involucra al sujeto, implica una suerte de vocación y de compro- j
miso personal. Desde luego, ello explica la sensación, afirmada en
todo momento, de una gran distancia entre la formación recibida 35. Por supuesto, de esta observación no debe derivarse corno conclusión que la
y la práctica profesional. Conforme los modelos desarrollados du- formación no sirve para nada.
i:
UNA MUTACIÓN BAJO CONTROL: LOS DOCENTES / 13 7
136 /EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN
· de igualdad de oportunidades suplantó, pese a todo, el de elitismo triunfo del neoliberalismo y la caída de la R~pública. Algunos in-
1; republicano, más constrictivo. Ahora bien, ninguna de esas difi- vestigadores, a menudo antiguos profesores devenidos sociólogos,
cultades es interpretada conforme al sesgo del relato trágico del casi toman esa retórica por moneda contante y sonante; pero no es
derrumbe de un mundo: por ejemplo, nadie contrapone la voca- la que surge en los debates de nuestros grupos y en nuestras entre-
ción sagrada de los antiguos maestros al pragmatismo interesado vistas.
de los nuevos. Los profesores se sienten «republicanos»; pero las complica-
Digámoslo sin ambages: al respecto, nuestro material puede ciones de su trabajo no se transforman en sentimiento de caída
ser contrario a las conclusiones de algunos volúmenes reciente- irremediable. En tanto herederos de una historia, no son custodios
mente publicados que prestan testimonio de las orientaciones ideo- de un templo institucional. La última movilización sindical fuerte,
lógicas de sus autores más que de fidelidad a los hechos. 38 Con el la de 1987, se opuso con éxito al proyecto de creación de la fun-
pretexto de defender una República siempre amenazada, interpre- ción de director, para defender la tradición de una comunidad es-
tan las dificultades de los profesores en términos de caída y de in- colar compuesta por iguales. Desde luego, las manifestaciones lai-
vasión del santuario escolar por el «mundo profano». Debe resal- cas de 1994 contra la abolición de la ley Falloux demuestran
tarse que los riesgos profesionales no sean interpretados como ampliamente el apego de los profesores a las leyes laicas y a sus
"'' evidencia de una crisis por los profesores con quienes trabajamos __ _ símbolos; así, los profesores defienden con uñas y dientes los hora-
en 1995 y en 2001. En ese aspecto, se diferencian de los profesores rios estipulados y los períodos de vacaciones ... Los cambios de la
de secundaria, herederos de otra historia, que suelen inscribir sus escuela y de la sociedad no son vividos corno fáciles; pero no pue-
experiencias en un relato de la crisis y de la decadencia. A priori, el de decirse que el paulatino alejamiento respecto de una matriz ins-
contraste es tanto más sorprendente, pues la matriz institucional titucional se interprete como la invasión de un orden regular por la
de la escuela primaria fue más fuerte que la propia de la enseñanza barbarie. Esa moderación y ese relativo aplacamiento pueden ex-
secundaria; además, el modelo de la secundaria se reforzó con la plicarse bajo la circunstancia de que, con el paso del tiempo, se
contratación de profesores de escuelas que hubieran alcanzado el mantuvieron tres de los principales rasgos del programa.
nivel licence, con la desaparición de los profesores de colegio, los El primero radica en que la escuela primaria siempre estuvo
PEGC, y por la mera circunstancia de que todos los alumnos están abierta a todos los alumnos. En esa dimensión, nada cambió; la es- ! i
destinados a algún instituto secundario. El SIN perdió la gran bata- cuela primaria no debió sufrir el seísmo de la masificación y siem-
lla sindical que afrontó contra el SNES, y la FEN no sobrevivió a esa pre fue confrontada a públicos escolares extremadamente distin-
derrota. A primera vista, la escuela primaria habría perdido la ba- tos. La heterogeneidad de los alumnos reside en los cimientos de su
talla contra la enseñanza secundaria. De todos modos, los dos he- tradición y, aunque ya está fuera de discusión si dejar que en el fon-
rederos del SlN, el SNUIPP y el SE, mantuvieron un estilo menos in- do del aula duerman alumnos antes de que entren en el aprendiza-
flexible, más abierto a las reformas que el SNES; aceptaron los ciclos je a sus 12 o 13 años, la tradición de escolarización en común de
y son más favorables a las innovaciones pedagógicas, como si en todo un grupo etario es un fenómeno evidente; en el caso de la ins-
realidad el mundo de los profesores se sintiera menos amenazado trucción secundaria, eso estaría muy lejos de ser verdad. Para los
por los cambios en la institución. Tan sólo organizaciones muy mi- profesores, la tensión entre el mérito y la igualdad es una querella
noritarias, como el SNUDI-FO emplean su caballo de batalla: la de- que viene de lejos, y su manejo forma parte de las bases del oficio.
cadencia, denunciando en cualquier discusión con los magistrados No obstante, la idea de que todos los alumnos deben obtener lo-
electivos y con los padres, y en cualquier discusión pedagógica, el gros es relativamente nueva e indudablemente ha acentuado las
presiones y las angustias de los maestros de escuela, de los que se
espera un éxito general. Pero al mismo tiempo se acepta mejor a
38. Cf., entre los más matizados, Y. Careil, Instituteurs en cité HLM, op. cit.; B. los niños y sus «diferencias». Evidentemente, eso no significa que
Geay, Profession: instituteur ... , op. cit. la escuela primaria triunfe perfectamente en esa misión, pues aire-
UNA M~TACIÓN BAJO CONTROL: LOS DOCENTES / 141
140 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN
dedor de una tercera parte de los alumnos ingresa en la secundaria Por último, desde hace tiempo los profesores, especialmente las
con graves lagunas. profesoras, ya no son 'reconocibles '1 primera vista por su atuendo,
El segundo fenómeno concierne a que la escuela primaria su estilo de mobiliario, de lectura y de esparcimientos, por todo
siempre fue un santuario relativamente abierto a la vida social lo- cuanto la CAMIF había podido cristalizar. Muchos nos explicaron
cal; y esa tendencia no se vio desmentida, incluso se acentuó, ex- que no sentían deseos de poner el emblema de la MAIF en su auto-
cepto en los barrios más difíciles, y a menudo se opta por ser do- móvil. Los matrimonios entre ellos son ..
menos frecuentes ' tuvieron
cente primario antes que secundario para no dejar la jurisdicción trayectorias escolares más diversificádas, los sindicatos y las aso-
departamental, y hasta comunal, en que uno vive. 39 Contrariamen- ciaciones laicas se ocupan menos de ellos; el ejército de clérigos de
te a la tesis de Ida Berger, no parece haberse profundizado la dis- la República adquirió paulatinamente un rostro más laico y más
tancia entre el origen social de los profesores y el resto de la socie- «banal». No obstante ello, el mundo de los profesores permaneció
dad. 4º Si los profesores se «aburguesaron», eso se debe, sin más, a homogéneo en términos de organización; los psicopedagogos, los
que la composición de la población activa se transformó profun- consejeros pedagógicos y los directores son, antes que jefes, cole-
damente; los profesores cuentan menos hijos de campesinos y más gas. La escuela primaria sigue siendo un ejército de iguales, forma-
1 niños de las clases medias porque en el conjunto de la sociedad hay do por pequeños batallones, ya que es infrecuente que una escuela
menos campesinos y más empleados cualificados. 41 Los maestros ·-'!'+ sume más de una docena de maestros.
de escuela tuvieron un rol activo en la vida local según la vertien-
te de las asociaciones y de los patronatos laicos, estuvieron cerca
de los municipios y, por más que la creación de los consejos esco- Una organización estable
lares no fue aceptada con beneplácito, siempre estuvieron bastante
cerca de los padres, a quienes aprendieron a hablar desde hace lar- La modificación constante de la escuela primaria se produjo
go tiempo. Si bien el malentendido entre las familias y la escuela está tanto mejor cuanto su organización permaneció relativamente es-
lejos de superarse, eso no impide que también desde hace tiempo se table y bajo el control de sus propios actores. Debe recordarse que
.considere interlocutores legítimos a los padres. De igual modo, los la formación de los maestros se transformó sin conocer agitación
.maestros de escuela siempre estuvieron en tratos con los magistra- sísmica alguna; los IUFM sucedieron a las escuelas normales reclu-
dos electivos municipales, responsables del equipamiento escolar y tando a los profesores a partir de una supuesta capacidad de ellos
de la asistencia a las escuelas. En todos esos ámbitos se observan para ejercer un oficio más que a partir de competencias estricta-
más evoluciones que rupturas. El programa institucional se recom- mente académicas. Los maestros de escuela saben a qué se com- \..
puso lentamente, no sufrió una ruptura tan radical como la que se prometen y no están forzados a llevar a cabo la áspera conversión r,
produjo en otros ámbitos. de los profesores, muchas veces obligados a pasar del CAPES de le-,.
tras y del amor por la literatura a la enseñanza de francés entre
alumnos que ni siquiera tienen dominio de la ortografía. Los maes-
39. H. Peyronie, Instituteurs: des maítres aux professeurs des écoles. París, PUF, tros de escuela saben, desde un primer momento, que dictarán cla-
1998.
se a todos los alumnos, y están relativamente protegidos contra el
40. l. Berger, Les instituteurs d'une génération a l'autre. París, PUF, 1979. shock ante los niños en el aula. A la vez, el reclutamiento departa-
41. L.-A. Vallet y A. Degenne, «L'origine sociale des enseignats par sexe et nive- mental tiene muchas más oportunidades de manejar la vida priva-
: au d'enseignement. Évolution entre 1964 et 1997», en Éducation et Formation, 56, da de los principiantes, que suelen terminar por enseñar donde
2000. Acerca del período estudiado, la evolucióndel origen social de los docentes está
querían gracias al mecanismo de intercambios. Excepto en la re-
en amplia correlación con la característica de la población activa. La brecha disminu-
ye incluso tajantemente para los profesores hasta el final de la década de 1970. Sin gión parisina, se les ahorra el nomadismo de los primeros años.
embargo, hacia los tres últimos años de ese período la brecha se intensifica con los ca- Los profesores con los que tuvimos encuentros en la región de Bur-
pataces y los obreros. deos nos dijeron, incluso, que la mayor parte de ellos había termi-
142 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA MUTACIÓN BAJO CONTROL: LOS DOCENTES/ 143
nado por enseñar en la escuela de su preferencia, a la que habían ten ligadas por los .alumnos que se pasan de qn grado al otro, tra-
terminado por llevarlos su lugar de residencia y sus afinidades. Un bajan únicamente en su clase y no ignoran que los otros saben qué
maestro de escuela trabaja cuatro o cinco días por semana y, por hacen.
ende, no puede vivir muy lejos de su lugar de trabajo, a diferencia Desde hace algunos años, el incremento de las políticas escala -
de muchos profesores. El mecanismo de nombramientos y opcio- res multiplicó la cantidad de actores, con las reducciones de clases,
nes termina por ajustar a los profesores con sus públicos: profeso- · la intervención de distintos animadores, deporte, teatro, música,
res de ciudad y profesores rurales terminan por sentirse «en casa»; varias especialidades, Las ZEP acentuaron más esa tendencia. Sin
tan sólo los profesores de los barrios difíciles pueden sentirse exi- embargo, los maestros de escuela siguen siendo ampliamente autó-
liados, pero suelen conocer mucho mejor el barrio que los demás nomos y lideran el juego; por lo demás, eso no pasa sin plantear al-
«participantes» (intervenants). 42 gunos problemas, pues las horas de clase dedicadas a francés o a
La progresiva racionalización del trabajo escolar incidió me- matemáticas pueden variar, según los maestros, de simple a do-
nos sobre los profesores que otros sectores de la enseñanza.43 Uno ble.44 De todas formas, esa prolongada inflexión, esa extensa aber-
no puede deshacerse de los alumnos difíciles con la misma facili- tura, se produjeron sin drama y sin mayor crisis porque, corno dice
dad (plenamente relativa) que en los colegios secundarios, donde un inspector, do grueso del oficio subsiste». El programa institu-
los «casos» se presentan en varios establecimientos. Los inspecto=--·· cional se modificó sin perderse.
res responsables de un sector, los IEN, conocen todas las escuelas y
a todos los maestros, les siguen de cerca y les brindan una sensa -
ción de coherencia y unidad. Cuando son dinámicos y activos, eso Un oficio
repercute sobre todos. Cuando no lo son tanto, también generan
repercusiones, pues su indiferencia desembozada da a los profeso- Corno se sabe, la atención prestada al niño en la escuela está j :
res la sensación de estar abandonados e ignorados. También suce- sometida a una crítica ritual, porque esa evolución sería, en un '
de que se perciba corno un abuso de poder la cercanía de los IEN principio, traccionada por las clases rnedias,4 5 porque alejaría al
cuando se hacen adalides de los formas exteriores de los «pedagó- profesor de la postura de funcionario de lo universal, porque le
gicamente correcto». «A la vez, farfullamos contra ese yugo, pero atraparía en la animación y en el psicologismo y, al final del proce-
sentirnos una gran angustia en relación con nuestro ámbito de li- so, no sería más que una de las mil y una astucias de que se valdría
bertad, corno si necesitáramos ese yugo; al final, se parece un poco la República para abdicar, con las mejores intenciones del mundo,
a lo que sucede con los chicos», dice Marie-Pierre. Sin embargo, ante el neoliberalisrno. 46 Recordemos que, sin excepción, veinte
[los maestros suelen sentirse a la vez encuadrados, integrantes de un años atrás el discurso acerca de la reproducción y de las disciplinas
¡equipo y autónomos, maestros al mando en una clase porque no la enfatizaba por el contrario que la escuela era una máquina de dis-
/comparten con otros o más bien porque tienen la sensación de con- ciplinar a las clases populares al servicio del capitalismo. Durante
/ trolar la forma de compartirla y tener en su poder las llaves de su esa era de «escuela capitalista», los sociólogos se dividían entre
1clase. Ya sea para mejor, o a veces para peor cuando se recrudecen Althusser y Foucault. Antes que dejarnos llevar por movimientos
,_ las rutinas y los conflictos, las escuelas primarias tienen un aire de de moda, limitémonos a señalar que la infancia entró a la escuela,
1
q1 familia; las personas se conocen, se tutean, comen juntas, se sien- que esta última reforzó una lógica de acción sin lugar a dudas la-
· 42. H. Peyronie, «L'enracinement locaJ des instituteurs: un rapport de "proxi- 44. E. Bautier (comp.}, Travailler en banlieue. París, L'Harmattan, 1995.
mité distante"? Rapport a l'espace local et mobilité daos la construction historique de
la profession>>, en Carrefour de l'éducation, 3, 1997.
i
""
45. J.-C. Chamboredon y J. Prévot, Le métier d'enfant, en Revue Franr;aise de
Sociologie, 3, 1973.
43. M. Tardiff y C. Lessard, Le travail enseignant au quotidien. Bruselas, De 46. Cf. Y. Careil, lnstituteurs en cité HLM, op. cit., quien deplora que «la escue-
Boeck Université, 1999. la haya perdido la noción de los puestos».
- - ----- -------
CAPÍTULO 7
Subsiste, sin embargo, un misterio del cual es necesario hacer
mención. Las enfermeras están dispuestas a denunciar sus condi-
ciones de trabajo y la ausencia de reconocimiento de que son, o se-
UNA EXPERIENCIA CRÍTICA: LOS TRABAJADORES SOCIALES
rían, víctimas; sin embargo, a la vez no se perciben como compeli-
das a «trabajos de mierda,,. Su trabajo es agotador, las estresa y las
desgasta, pero acaso en la medida de la pasión que ponen en él.
Permanece el sentimiento de una utilidad indiscutible, la impresión
de salvar vidas o de hacer aquello que la sociedad no quiere tomar
a su cargo. La mayoría de los servicios funciona como equipos bien
Grnn_parte de la literatura sociológica que se ocupa del traba-
aceitados en torno a un facultativo y un conjunto de dispositivos
jo social tu~ ::!e carácter crítico, sin ver en las representaciones pro-
técnicos y administrativos. Y ya que exige a la vez un compromiso
fes10nales y los v~lr>r~s de los trabajadores más que una suerte de
de la persona y un olvido de sí, no es infrecuente que ese oficio se
astucias de la dominación capitalista o proyectos disciplinarios.
presente como el contrapeso que brinda seguridad a una vida per-
Desde esa perspectiv.a, las ideas, las convicciones y los proyectos de
sonal difícil. Al cabo de ello, las dimensiones antropológicas y
los traba1adores sociales tendentes a autonomizar más a los usua-
crueles en que estriba la dificultad de ese oficio configuran también
rios .no serían más que ilusiones más o menos necesarias para el
lo apasionante de él. func10nam1ento de una maquinaria de control. Sin ignorar la di-
mensión de control del trabajo social, no me sitúo en esa perspec-
tiva, que no posee las mejores nociones para comprender la expe-
nencia de los actores, pues postula que son ciegos, pero también
porque la protección del Estado proveedor, por más criticable que
sea, me parece a fin de cuentas menos humillante y más eficaz que
la proporcionada por las familias, las comunidades y las iglesias:
garantiza cierto anonimato y algunos derechos objetivos.' Uno no
puede defender sistemáticamente al Estado proveedor y criticar de
modo igualmente sistemático a aquellos que lo ponen en funciona-
miento: los trabajadores sociales .
. A diferencia de la escuela y del hospital, el mundo del trabajo
social nunca fue tomado a cargo por una gran organización, por
un aparato estructurado, centralizado, que articulara fuertes iden-
tidad.es profesionales. Mucho más reciente que la escuela y que el
hospital, sigue siendo un universo atomizado entre varias profesio-
nes, y sobre todo es un mundo policéntrico, disperso entre una
multitud de empleadores y de asociaciones especializadas en fun-
ción de los problemas y de los públicos a los que se dirigen: un es-
md10 de .la MIRE [Misión Interministerial de Investigación y Expe-
nmentac1ón] reseña 200 definiciones distintas de puesto a partir de
500 actividades que responden al trabajo social.2 A primera vista, ria de los asistentes es la de jóvenes católicas, provenientes de la
el trabajo social no es una institución, porque no es identificable burguesía y articulando fuertemente el llamamiento a valores reli-
con una organización: no se sostiene sobre ningún centro, ya sea giosos, el sentido de la vocación y la búsqueda de la salvación con
una dirección ministerial o una corporación profesional; no se ins- todas las tensiones propias de ese tipo de experiencia, especial-
tala en los edificios más majestuosos del espacio público; no tiene· mente la tensión entre un control social ejercido en nombre del or-
una «gran historia» porque se preocupa por los aspectos algo «ver- den moral y una voluntad de emancipación de los pobres. 3
gonzosos» de la sociedad. Todas las historias de vida de las asistentes sociales de la pri-
Sin embargo, si nos atenemos a la definición que dimos del pro- mera mitad del siglo xx están organizadas según la misma trama. 4
grama institucional, puede considerarse un caso específico el traba- El compromiso en la profesión es presentado como una forma de
jo social, el de un trabajo sobre los otros en que el traba¡ador_mzs- sacerdocio laico de jóvenes bien nacidas, solteras, influidas por el
mo cumple con las tareas de institución o, en todo caso, se piensa catolicismo social, el de Marc Sangnier, por ejemplo. Cómo esas
como tal. En su retórica tradicional, el trabajo social se define in- mujeres descubren la indigencia de los obreros, la brutalidad pa-
cluso de esa manera específica. Es un trabajo de vocación ligado a tronal, y en muchos casos abandonan sus compromisos religiosos,
valores considerados universales y es un trabajo que simultánea- si no su fe, en pro de simpatías políticas de izquierda esforzándose
mente apunta a controlar y a liberar a los individuos. En un primer -en todo caso, en consonancia con sus convicciones- por pasar de
momento, el trabajo social fue un orden secular atomizado en una una pura lógica de control a un proyecto de emancipación. La fe
multitud de sectores, y justamente esa característica lo vuelve, bajo religiosa se convierte en una suerte de fe social.
nuestra mirada, interesante, lo vuelve «moderno», pues cada cual La diplomatura de Estado de asistente social, creada en 1932,
se ve tentado a concebirse como un programa institucional propio favorece la gradual integración de los modelos anglosajones, espe-
únicamente de él. cialmente el método del case-work de Mary Richmond que propo-
ne un conjunto de técnicas de relaciones y de sondeos sociales y
considera a la persona como única y responsable. 5 Desde el sesgo
Uno mismo como institución de los valores movilizados, de su extracción social, del sentido de
la vocación, de la influencia de los modelos profesionales anglosa-
Vocación y profesión jones, las asistentes sociales son primas cercanas de las enfermeras.
La historia más reciente de los educadores y de los animadores no
Como todo programa institucional, el trabajo social llama a es muy diferente a la historia de las asistentes sociales, aunque los
algunos principios que desde lo alto dominan la vida social, a va- movimientos pedagógicos de izquierda y el militantismo obrero no
lores universales, religiosos, políticos y militantes. En ese ámbito, tienen más incidencia en ella que la religión en el registro de las
su historia es proteiforme, y la mayor parte de las asociaciones es- convicciones militantes de los años cincuenta. También ellos man-
tuvieron ligada·s, en el momento de su creación, a distintas formas tuvieron durante mucho tiempo la imagen de «curas», laicos o no.
de militantismo, ya sean compromisos religiosos, militantismos Todavía en 1967, en ocasión de un coloquio, un psiquiatra <leda-
cercanos al movimiento obrero, movimientos laicos republicanos,
asociaciones de padres o movimientos filantrópicos ligados al na-
cimiento y al desarrollo del Estado prov:eedor: la imagen que ha 3. Habría que hablar de asistentes de servicio social; pero también en este caso,
quedado fijada, como estampa del buen Epinal, acerca de la h1sto- como sucede con las enfermeras, seguiremos el hábito y la demografía profesional de
una profesión muy mayoritariamente femenina. [En esta versión castellana solo se uti-
lizará esporádicamente tal «marca>> de género.}
4. Y. Knibiehler, Nous les assistantes sociales. París, Aubier, 1980; C. Rater-Gar-
2. F. Abbaléa, G. de Ridder y G. Gadéa, L'intervention social: crise des identités,
cette, La professionnalisation du travail social. París, L'Harn1attan, 1996.
brouillage des catégories. Mire, septiembre de 1998.
5. M. Richmond, Les méthodes nouvelles d'assistence. París, Alean, 1926.
UNA EXPERIENCIA CRÍTICA: LOS TRABAJADORES SOCIALES/ 267
266 ! EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN
tante y religiosa, en nombre de una vocación profesional profana, la vez formador en una escuela de educadores y educador en un
que estaría situada en la relación misma. club de prevención. Todo el trabajo, o más bien todo su imagina-
La vocación de los trabajadores sociales está menos fundada . rio, se construía a partir de la búsqueda de una «relación privile-
sobre valores generales que sobre una creencia fundamental, que giada» en la cual el educador ocupaba el lugar de un adulto al cual
seguirá largo tiempo indiscutida: la relación con el otro es de por sí se suponía ausente en la vida del joven y debía encarnar esa ley
un programa pedagógico. Esa relación rehúye la mera relación de simbólica, ese sentido de lo prohibido del que o bien se habría pri-
ayuda y de servicio; rebasa el control y los desórdenes de las dis- vado al joven, o bien lo habría victirnizado, a causa de una educa-
tintas pasiones y afecciones, porque el trabajador social encarna ción demasiado rigurosa. Al margen de que el trabajador social
un conjunto de normas, una ley simbólica de la que se supone que fuera «rígido» o un hippoide cool, seguía siendo la figura de un
es eficaz. En el léxico profesional, esa relación se percibe, de suyo, programa institucional. Al mismo tiempo, lo que podría ser descri-
corno «estructurante» porque el trabajador social es portador de to como mero imaginario de control estaba asociado a un proyec-
una ley simbólica muy superior a las leyes y las reglamentaciones to de liberación llevado adelante, durante aquellos años, por el
sociales. La retórica profesional «clásica» del trabajo social, pro- movimiento obrero, por distintas luchas culturales y por el comba-
pia de los «técnicos de la relación» formados en los años sesenta y te político. Dentro de esa matriz profesional, no había vivencias
setenta, afirma que el trabajador social únicamente trabaja con la contradictorias entre un proyecto de integración de los jóvenes y
relación porque por sí solo él es un programa institucional. Nunca de las familias en dificultades, y un proyecto de liberación indivi-
se considera que las «herramientas» -es decir los servicios presta- dual y conflictiva. El gran modelo social era el del movimiento
dos, la vida corno residente en un establecimiento especializado, obrero y el de la integración conflictiva; no podía accederse a una
las actividades propuestas a los jóvenes para su tiempo libre, los crítica social más o menos radical, a no ser que se estuviera fuerte-
cauces administrativos, el establecimiento de aportaciones de ayu- mente integrado al trabajo. En suma, había que hacer de ese joven
da social- sean las finalidades del trabajo social sino recursos, so- iracundo con chaqueta de cuero negro un obrero y del obrero un
portes de una relación en la que el trabajador social por sí solo es militante sindical. Eso evidentemente suponía que el trabajador so-
un programa institucional. La vocación está más en el trabajo mis- cial tiene la vocación y está comprometido.
mo que en los ritos de sumisión a valores trascendentes y mágicos. A ese pilar sociológico de la representación, a ese marxismo es-
Desde ese punto de vista, los trabajadores sociales son puritanos en pontáneo, se sumaba una suerte de psicoanálisis igualmente espon-
la vida secular mucho más que religiosos en misión por el mundo. táneo, ya que la representación de la relación analítica, mediante
El trabajador social proporciona un marco y socializa a actores de los juegos de transferencias y de las identificaciones percibidos como
los cuales siempre se supone que están desocializados; también con- un camino de liberación, contaba con la reputación de dar cuenta
trola pero rechaza ser reducido a esa dimensión, pues lo milagroso de los procesos psicoanalíticos por cuyo intermedio el individuo
de esa relación está en la revelación del sujeto a sí mismo. Una ver- accede a otro generalizado, por la senda de una relación particular.
sión menos «encantada» de esa representación consiste en resaltar El trabajador social debía ser «auténtico» y dominar da» relación.
que el control social pasa menos por lecciones de moral que por el Eso es lo que se suele llamar «entre-nos de doble cara», que en sen-
mandato de autocontrol y, en consecuencia, por la reflexividad y la tido estricto no es concebido corno una relación íntima, sino corno
autonomía.U Desde el punto de vista del trabajador social, no hay una relación plena de la sociedad porque uno de los términos de di-
ruptura entre el control social y la promoción del sujeto. cho vínculo, el trabajador social, lleva en sí toda la sociedad y toda
Perrnítaserne recordar una experiencia personal, la de un pe- su crítica.12 Esa relación parece ser educativa en sí misma, como
ríodo de mi vida, a comienzos de los años setenta, cuando yo era a f una relación en la cual todo el programa institucional se condensa
©
11. N. Elias y J. Scotson, Logiques de l'exclusion. París, Fayard, 1997. 12. J. Ion, Le travail social au singulier. París, Dunod, 1998.
2 70 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA EXPERIENCIA CRÍTICA: LOS TRABAJADORES SOCIALES/ 271
en un coloquio individual. Bajo influencia del psicoanálisis, el tra- enfermos, como vICtlmas de la explotación o como «fallos,, del
bajo social es una suerte de «terapia para los normales». 13 progreso a los que conviene hacer subir al tren en marcha. La rela-
La formación de ese imaginario no descansa sobre nada, pues ción educativa se impone más como un modelo indiscutible, en
los años 1945-1975 fueron los del desarrollo de la acción social cuanto los trabajadores tienen la sensación de manejar flujos y no
educativa puertas afuera de los centros cerrados: decretos acerca existencias de problemas sociales en una sociedad que parece estar
de la protección a la infancia, sectorización psiquiátrica en los años en condiciones de erradicar la pobreza y todavía percibe las seña-
sesenta, sector infantojuvenil en 1972, certificado estatal de educa- les de un progreso ineludible en los grandes conjuntos de extramu-
dor especializado en 1967, acción educativa en ambientes abiertos, ros y en las formas embrionarias de escolarización de masas.
prevención especializada, creación de mil institutos médicos educa- Entendámonos bien. No es cuestión de tomar esa representa-
tivos ... Tres grandes corrientes se conjugan en ese alejamiento res- ción al pie de la letra y decir que funciona como pretende hacerlo. 15
pecto de las instituciones cerradas: el del servicio social y su tradi- Siempre puede ironizarse acerca de las ilusiones de los trabajado-
ción de control y trabajo en las familias; el de la educación res sociales; siempre puede hacerse burla de su jerigonza profesional
especializada con el decaer de los castigos y de las casas de readap- que, en estos años, es una mezcolanza abstrusa de freudo-lacanis-
tación después de los decretos de 1945 acerca de los delincuentes mo, sociologismo anquilosado y rogerismo impenitente; también
menores de edad; y el de la animación sociocultural y la democrati- puede dejarse en evidencia el cinismo de los «clientes», que mani-
zación cultural militante surgida de junio de 1936 y de la Libera- pulan a los trabajadores sociales o, por el contrario, su sumisión si-
ción.14 La tendencia general es inequívoca: consiste en una apertura lenciosa a los buenos sentimientos que los alienan ... Sin embargo,
de las instituciones, y en sacarlas puertas afuera; así, se transforma hay que comprender cabalmente que esa representación de sí como
a cada trabajador social en institución individual, una institución institución es un imaginario fundamental de la profesión, es lo que
por sí solo. Se asiste a un incipiente auge de dispositivos que, sin hace de ella un programa institucional y algo literalmente «mági-
excepción, tienen por característica situar en su centro la relación co». En esa relación, al igual que en el consultorio del psicoanalis-
educativa. La mayor parte de ellos se ubican bajo autoridad médi- ta, «todo genera sentido», todo causa síntoma, y la gran tarea es-
ca, es decir, psiquiátrica, luego psicoanalítica a partir de los años triba en no tomar el síntoma por la causa, no dar respuesta a la
setenta. La relación privilegiada entre el trabajador social y su «ob- demanda explícita para dejar emerger la «verdadera demanda»,
jeto» es informada durante el transcurso de las famosas reuniones reveladora del sujeto para sí mismo. Sin duda eso es más mágico
de «síntesis» al grupo de colegas que se encuentra bajo la autori- que el encuentro entre médico y enfermo o entre maestro y alum-
dad del psiquiatra. Esa relación se hace profesional porque la «ro- no; ese modelo es más cercano a la confesión que a la intervención
tula» como tal el psiquiatra. Por ende, existe un mecanismo formal quirúrgica, pero no impide que en ese contexto se construya el
de puesta en práctica de la relación educativa, un rito que deja de imaginario del trabajo sobre los otros. El trabajador social se con-
hacer de ella una relación banal y le confiere un carácter profesio- cibe como un doble militante: militante de principios generales de
nal. En el aspecto social, el conjunto es llevado por un gran opti- solidaridad y de libertad, militante de sí mismo ya que no trabaja
mismo social, por un crecimiento continuo y por un sindicalismo más que con cuanto él es. Por otra parte, Denise confía en que se
obrero poderoso que invita a percibir a los excluidos ya sea como reconozca mny fuertemente el secreto profesional de los asistentes
sociales, no sólo para garantizar cierta discreción a las personas,
sino sobre todo para que la índole de la relación con los usuarios
13. R. Castel y A. Lowell, La société psychiatrique avancée: le modele améri-
cain. París, Grasset, 1979.
se especifique bien como un acto profesional concreto, como suce-
14. P. Beneton, Les maisons de correction, 1830-1945. París, Cujas, 1971; R.- j
H. Guerrand y M.-A. Rupp, Breve histoire du service social en France. París, Éditions
Ouvrieres, 1978; G. Pujol (comp.), Éducation popularie: le tournant des années soi- 15. Recordemos que esta investigación no evalúa el trabajo sobre los demás,
xante-dix. París, L'Harmattan, 2000. sino que intenta comprenderlo.
2 72 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA EXPERIENCIA CRÍT!CA: LOS TRABAJADORES SOCIALES/ 273
de con médicos y personal clínico, para que esa relación rehuya la cionales y de las damas del patronato. No obstante ello, todos los
banalidad de los encuentros. También es importante que no se la análisis críticos eran .relatos del progreso, del retroceso de la vio-
considere el suplemento espiritual de un mero servicio, sino que se lencia y del triunfo del autocontrol. También puede explicarse lo
la erija en piedra angular del trabajo social, con lo cual el servicio ·seductor de esos análisis como un efecto de dominación social. El
se vuelve, en cierto modo, un pretexto. · trabajo social no funciona como un programa institucional y no
rompe con un control social deprimente, a menos que está suspen-
dido de los dos grandes universos intelectuales que le dan sentido:
Una crítica que intensifica su objeto la sociología, fuertemente crítica en aquellos años, y el psicoanáli-
sis. Los trabajadores sociales se ven compelidos a buscar la signifi-
Los años de la crítica cación «laica» de su accionar en trabajos teóricos que ellos no pro-
ducen por sí mismos sino que les son destinados por obras y
Criticar el imaginario de la relación educativa fue uno de los manuales específicos cuyos divulgadores son las revistas profesio-
lugares comunes de la sociología de los años setenta. No hay moti- nales. Ante esa capacidad de interpretación total, su único discur-
vo para sorprenderse: era un blanco fácil, y no había inconvenien- so «auténtico» es el de la vivencia, pero la vivencia nunca es elo-
tes para demostrar que todo ese imaginario no era más que la más- cuente, a menos que sea a su vez interpretada. Por consiguiente, los
cara y la heteróclita verborragia de la puesta en orden del pueblo actores están en situación de ser colonizados por modelos teóricos
por parte del Estado y el capitalismo o, para simplificar y valernos cuyo dominio no poseen y con los cuales se identifican más en
del lenguaje de la época, por parte del capitalismo monopolista de cuanto se vuelven «socioclérigos» o psicólogos encargados de for-
Estado. Pero entonces se plantea una pregunta: ¿por qué se adhi- mar a los trabajadores sociales. Cuando es cuestión de trabajado-
rieron tan fuertemente los trabajadores sociales a análisis que ha- res sociales convertidos en formadores o responsables gracias a es-
cían de ellos «esbirros» y «hermanitas de la caridad» algo más so- tudios universitarios, entonces practican una sobreidentificación
fisticados? ¿Por qué los libros de Jeanine Verdes-Leroux y Jacques con las teorías que dominan desde lo alto las prácticas banales.
Donzelot fueron las biblias de todas las escuelas de educadores y Quienes tienen en su poder las claves del sentido de las prácticas
de asistentes sociales? 16 ¿Por qué, cuando yo preguntaba a los tra- son por un lado el «psi» y por el otro el sociólogo. Los trabajado-
bajadores sociales para qué servían, les causaba tanto placer flage- res sociales son «colonizados» en la medida en que cuando quieren
larse definiéndose como cancerberos (flics)? rehuir una plena adhesión a su vivencia se ven en la obligación de
Recordemos en primer lugar que todos esos análisis sosegaban utilizar idiomas ajenos, idiomas producidos en sitios que no son
a los trabajadores sociales en su voluntad de romper con los anti- los suyos y por personas distintas a ellos. A mayor fuerza de la crí-
guos cuadros disciplinarios y, por tanto, de ver la relación educati- tica corresponden mayores oportunidades de ser escuchada, por-
va como un progreso de la libertad, frente a la época de los corree- que sitúa a cada trabajador social en una posición heroica donde
está obligado a poner en primer lugar su doble compromiso contra
los riesgos de control, de manipulación o de insignificancia que le
16. ]. Donzelot, La police des (ami/les. París, Minuit, 1977; J. Verdes-Leroux, amenazan: un compromiso militante en la sociedad y un compro-
Le travail social, op. cit. Habría que incorporar la mención de muchas otras obras, en- miso personal en la relación. 17 Esa colonización hace que los tra-
tre ellas, A.-M. Bessaguet, M. Chauvriere y A. Ohayon, Les socio-clercs, bienfaisance
et travail social. París, Maspéro, 1976; J. Ion, B. Miege y A.-N. Roux, L'appareil d'ac-
bajadores sociales se identifiquen con la crítica de sus prácticas
tion culture lle. París, Seuil, 1977; Ph. Meyer, L'enfant et la raison d'État. París, Se- porque, paradójicamente, la expresión de su subjetividad, de su
l'
wuil, 1977. Evidentemente esta lista, muy acotada, no es una crítica posdatada de los autonomía y de sus convicciones resulta así intensificada. A partir
análisis situados bajo el triple patronato de Althusser, Bourdieu y Foucault. Por lo de-
más, yo mismo formé parte de ese tipo de análisis cuando «formaba)> a trabajadores
sociales entre 1970 y 1974. 17. J.-M. Leng, Mauvaises pensées d'un travailleur social. París, Seuil, 1970.
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!
2 7 4 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA EXPERIENCIA CRÍTICA: LOS TRABAJADORES SOCIALES / i 75
de ese momento, la crítica del trabajo social forma parte de la vul- se explica únicamente merced al clima ideológico de los años pos-
gata del trabajo social; en esos años, no hay siquiera un encuentro teriores a Mayo del 68, sino además porque dichos análisis man-
de educadores y de asistentes sociales que no comience con la críti- tienen el sentido de ese trabajo corno institución por intermedio de
ca en regla del trabajo social y con una serie de deslindes teóricos .. m1a suerte de teología negativa donde Dios está más oculto que
«¿Desde dónde hablas?», de qué ideología, de qué escuela psi, se ofrecido de modo inmediato a la vista. Los años de la crítica, entre
vuelve la rnstancia preliminar de cualquier intercambio profesio- Mayo del 68 y mayo de 1981, también son los años de la edad do-
nal. Los trabajadores sociales son colonizados porque hablan los rada de un trabajo social instalado corno profesión. 19
idiomas que les dominan, pero al mismo tiempo esas lenguas re-
fuerzan, en cada uno de ellos, la búsqueda obsesiva del sentido de
su acción. Es una suerte de jansenismo banal en el que el sujeto Un oficio en vano
únicamente se funda al buscar su verdadera fe , su autenticidad,
pues no es víctima pueril de las astucias y los gestos hipócritas de Para los trabajadores sociales de nuestro grupo, la crítica ya no
la moral social. se dirige, en efecto, a un acto de colonización y de dominación pro-
Pese a todo, esa crítica sólo se aceptó tan plenamente corno, fesional. Ese grupo está alejado de las grandes ideologías críticas,
conforme despojaba de sus ilusiones el programa institucional, éste no usa jergas, no imita a los sociólogos ni a los psi que pueden leer
resultaba intensificado, pues era evidente que era eficaz, al menos o encontrar en ocasión de sus talleres de formación y de sus reu-
en el registro del control. De manera paradójica, la sociología crí- niones de trabajo. Jean-Daniel admite a lo sumo que «toda la difi-
tica y el psicoanálisis fueron las últimas grandes construcciones cultad es hablar en términos compartidos», tener un idioma en co-
teóricas capaces de defender el programa institucional, de salvar su mún de la experiencia profesional; pero nadie busca ese idioma en
rnecamsrno, aunque fuera a expensas de su desencantarniento. 18 En la verborrea de las ciencias humanas. Los integrantes del grupo se
efecto, al afirmar que el trabajo social forma parte no sólo de la burlan de buena gana de sus propios tics, lo «experimentado», el
paz social sino de la normalización de los espíritus, no se define «en algún sitio a nivel de la vivencia», y especialmente de algunos
menos por vía de un proyecto pedagógico eficaz y de una práctica formadores y algunos intelectuales orgánicos de la profesión que
de socialización que funciona corno un programa institucional. intentan configurar su influencia a partir de sus capacidades de in-
Toda ve_z que el trabajo social podría tener la sensación de disper- troducir las teorías al mundo del trabajo. En definitiva, los años de
sarse, disolverse y ser reducible a un conjunto heteróclito de pres- la gran crítica han muerto.
taciones, adquiere una formidable unidad de sentido. Gracias a esa Por ende, la crítica prosigue en una tonalidad menor corno el
representación, aunque fuera crítica, el educador especializado modo más seguro de construir una identidad profesional y deslin-
puede no percibirse corno mero peón de internado; la asistente so- dar las significaciones de una actividad. A lo largo de gran canti-
cial no es una d_arna caritativa; el animador del internado de jóve- dad de sesiones de trabajo, el oficio -o más bien la vocación- se de-
nes es algo más que un gentil animador del Club Med. Esa creen- fine por la negativa, por aquello que él no es. A través de una serie
cia era tanto más necesaria en cuanto los años sesenta y setenta de desenrnascararnientos y demarcaciones termina por constituirse
estuvieron dominados por una profesionalización creciente de los la imagen de un trabajo sobre los otros cuyo nodo íntimo, jamás
oficios de lo social y de la animación, profesionalización que gra- alcanzado del todo, apunta a construirse a sí mismo corno un pro-
dualmente rompía sus lazos con el antiguo sustrato religioso y mi- grama institucional.
litante. El éxito de los análisis críticos entre quienes son su meta no Frente al policía que hace un llamamiento a la urgencia de con-
solidar el rol de las leyes y no sólo el de una ley simbólica algo abs-
tracta, Marie-France, educadora de prevención, abandona ese te- pete hacer el trabajo sucio de la represión, mientra_s que por su par-
rritorio: «No somos chivatos; yo no estoy en la tarea de la repre- te el policía se siente invitado a hacer la faena sucia del traba¡o so-
sión, simplemente diré al joven: "No estamos de acuerdo".» Como cial.
la remisión a la ley debe pasar por una relación instituyente, es im-. Idéntica estrategia de deslinde se desarrolla ante los benevolen-
portante tomar cierta distancia respecto de las leyes reales, las del tes que afirman construir relaciones positivas con los usuarios en
derecho y el control social. «No hay vocación de fijar los límites nombre de su compasión y de su humanidad. También en este caso,
ni de fijar las fronteras de la ley -dice Allende-, uno se ajusta a n~ lo que constituye la especificidad del trabajo social es no brindar
ser garante cuando las personas rebasan el marco de la ley.» «Se re- servicios -cosa que muchos pueden hacer-, sino brindar esos servi-
mite a la persona a su responsabilidad», agrega Verónica. La ley en cios dentro del marco de una relación que apunte a transformar y li-
cuestión no es la del código penal, sino la propia de la institución berar a la persona. Hay una tecnicidad de la distancia: «Hay un
que funda una ley superior, una ley moral, una ética personal con marco impuesto, hay una especificidad», dice Veronique. Y el as-
la cual el sujeto se orienta y toma cierta distancia respecto de las le- pecto referencial latente de ese marco es el programa institucional
yes reales. «No hay más que una cosa, la relación individual; es per se, tal como lo sostienen el equipo y el ethos profesional, ha-
cuestión de transferencia. "A fin de cuentas -me digo-, esta perso- ciendo que una relación con los otros nunca sea completamente na-
na tiene un trabajo en negro; fraudulento o no, y es la expresión de tural y espontánea. Mientras los buenos sentimientos y la piedad
un dolor"», dice Mireille. Desde esa perspectiva, salir del buen ca- son las virtudes humanas más banales, más aleatorias y también
mino es un síntoma más que un desvío propiamente dicho. Jean- más receladas, como el deseo de ayudar nunca está alejado de la vo-
Daniel agrega, de modo más pragmático, que si los educadores se luntad de dominio, los profesionales serían capaces de adquirir dis-
solazaran en denunciar los mil y un ilícitos que encuentran a su tancia y control de sus ímpetus. Así, Alain dice: «No estoy en nada
paso, perderían la confianza de las personas y, en algunos casos, se de acuerdo cuando se dice que la relación es algo subjetivo». La for-
pondrían en peligro. A propósito de un asunto de tráfico de armas, mación profesional y la reunión de «síntesis» impiden, precisamen-
tuvo que decir al juez que le pedía nombres: «Si le doy los nom- te, la invasión de esa subjetividad, de esa cercanía y de esa fusión
bres, hace falta que usted garantice protección para mi familia y demasiado fáciles, pues en el programa institucional la persona no
para mí, y me garantice el traslado a otra región». De hecho, el es la directamente implicada; lo es cuanto encarna más allá de sus
único criterio imaginable, en el que coinciden la moral de la rela- emociones, incluso cuando no se sabe demasiado cómo denominar
ción y la del código penal, es el maltrato a los niños; además debe a ese dios oculto. «Hay que protegerse de la subjetividad», por más
recordarse que no siempre sucedió de ese modo, y que durante mu- que el principio que funda la distancia sea vacuo o indefinido, sigue
cho tiempo los trabajadores sociales dudaron si denunciarlo o no. siendo indispensable para la construcción de una postura profesio-
Sin embargo, los trabajadores sociales no son ingenuos ni in- nal. Así, el discurso de los trabajadores sociales siempre es metafó-
morales; y la mayor parte de ellos reconoce la extrema gravedad de rico, alusivo, siempre «en torno» a cuanto refiere.
los problemas de criminalidad y de violencia, tanto como son, tam- Cuando los benevolentes dicen que brindan los mismos servi-
bién, objeto de dichas violencias. Igualmente, para poder cumplir cios que los trabajadores sociales, a menudo más servicios, porque
con su rol, desean que la policía y la justicia cumplan con los suyos están más disponibles y porque su trabajo es gratuito, los inte-
más tajante y firmemente. El policía recibe en especial el reproche grantes del grupo refutan el modelo de la asistencia en la medida
de saber qué sucede en los barrios difíciles y dejar hacer, o bien no en que los servicios son un derecho y no una caridad sometida a los
prestar oído a las quejas de todos los excluidos que más a menudo azares de las buenas voluntades. Especialmente, afirman que de-
son víctimas de la delincuencia que culpables de ella. Dentro de ese trás de la demanda implícita de los casos sociales se encuentra la
marco general pueden acciona¡; pero no pueden dar garantías de demanda real, la demanda oculta, la verdadera demanda que per-
las respectivas reglas, pues las normas que invocan no son estricta- mite a esa persona construirse como sujeto. Por ese motivo, el ser-
mente las del derecho. Hace falta decir claramente que no les com- vicio brindado por el benevolente y el brindado por el profesional
278 /EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA EXPERIENCIA CRÍTICA: LOS TRABAJADORES SOCIALES/ 279
no serían de la misma índole, no más comparables que la confi- La crítica es una manera de no ceder ante el desencantamiento
ligado a la profesionálización de los ofici~s propios de lo social.
21
dencia hecha a un amigo y el secreto revelado al clínico o al confe-
sor. Jean- Daniel recuerda que en ello reside toda la herencia de la . En una intervención dedicada al célebre numero de 1972 de Esprit
medicina y de la religión. Eso no impide que el grupo ironice acer- . que concentra toda_s las críticas a~ trabajo ~ocia!, Jacques Donzelot
ca de ciertos colegas suyos que se toman por curas o por psiquia- tiene razón al cahf1car ese extrano chma mtelectual de «romanti-
tras, no sólo porque pueden ser ridículos, sino en especial porque cismo social», de movimiento por el cual los actores se apoderan
se alejan de la índole misma de la relación fundadora del trabajo de un sentido que les escapa.22 Todavía pueden percibirse a sí mis-
social. Por otra parte, cuando el grupo se encuentra con un psico- mos como militantes de un programa institucional mientras se ha-
terapeuta, está lejos de mostrarse tan fascinado como esperába- cen agentes de políticas públicas. La crítica a todo control social,
mos, pues el repliegue de todos los problemas sobre algunos pro- siquiera desde la posición más alejada con respecto a la expenen-
cesos psíquicos elementales y ampliamente convencionales hace cia de Jos actores, fue una de las maneras de salvar el 1magmano de
añicos la especie de tensión dramática con los otros que los traba- un trabajo en el que cada cual es una institución «puertas afuera».
jadores sociales gustan de situar en el núcleo medular de su identi-
dad profesional.
Al final, al cabo de múltiples sesiones de trabajo, nunca se sabe Mala conciencia y romanticismo
en verdad de modo positivo qué es esa especificidad profesional a
cuyo respecto nadie tiene dudas, pero que nadie puede definir sin Mala conciencia
rodeos, ya que toda fórmula cerrada está inevitablemente destina-
da al fracaso. Considero que esa especificidad es en sentido estric- Los trabajadores sociales no construyen sólo su identidad me-
to indefinible, porque es la reducción del programa institucional a diante el trabajo crítico que ejercen sobre sí mismos. Esa crítica con-
las relaciones sociales puestas en práctica por cada profesional. cierne también a las funciones del trabajo social y a la sociedad en
Los valores exhibidos se volvieron tan débiles o tan poco explíci- general, puesto que los trabajadores sociales se sitúan a la par_ de sus
tos, suscitan tanta ironía, el programa institucional se volvió tan «clientes». «Tengo mala conciencia de manejar la pobreza», dice De-
lábil y tan depurado y librado de pathos que el sentido del trabajo nise. Los trabajadores sociales no se engañan respecto a la manera en
23
no se deja ver más que de manera metafórica y crítica. Por otro que los pobres y los casos sociales los utilizan para ganar ayudas.
lado, esa retórica forma parte del dispositivo de trabajo, da ines-
tabilidad de la definición de la competencia obedece igualmente a
la propensión a volver a poner en entredicho a los trabajadores so- 21. En el ámbito de la animación, el proceso es de índole idéntica, En el mo-
ciales junto con su propia competencia. La interrogación inquieta mento en que los militantes de los movimientos filantrópicos y mor~les de educ~ción
acerca de los saberes adquiridos por una situación (más allá de que populares son suplantados por profesionales formados en los IUT s~ impone ~l ~iscur
so crítico. Poco a poco los Francas, los CEMEA se vuelven prestatanos de serv1c1os. De
se la juzgue o no sincera) se ve sin lugar a dudas favorecida por el 1960 a 1965 la cantidad de MJC crece de 300 a 1.235 y en amplia medida pasa a de-
desarrollo del trabajo en equipo que dispone de una poderosa do- pender del Estado y de los municipios. Y, a la vez que se profesio~alizan, ~os ac;ores
tación crítica (la reunión de intercambio, la crítica de grupo) fácil- recurren a una radical y subversiva lucha de clases que les permite ser s1multanea-
mente convertible en provisión autocrítica transportable.» 2 º Que el mente profesionales y militantes que llevan a la cultura los combates _o~reros. M.
equipo sea la evidencia más práctica del profesionalismo se debe a Arniot, ,<L'État et la jeunesse, la fédération des MJC démantélée par son ministre de tu-
que institucionaliza la crítica, incluida la crítica al equipo. telle», en Esprit, diciembre de 1969; J. C. Gillet, Animation et animateurs, le sens de
l'action. París, L'Harmattan, 1995.)
22. Esprit, marzo-abril de 1998, acerca del número de abril-mayo de 1972.
23. Cf. F. Dubet y A.Vérétout, «Une reduction de la racionalité de l'acteur.
20. J.-Y. Trépos, Sociologie de la compétence professionnelle. Nancy, Presses Pourquoi sortir du RMI?», en Revue Frangaise de Sociologie, 43, 3, 2001; M. Messu,
Universitaires de Nancy, 1992, p. 148. Les assités sociaux. Analyse identitaire d'un groupe social. Tolosa, Privat, 2001.
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280 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA EXPERIENCIA CRÍTICA: LOS TRABAJADORES SOCIALES Í 281
Saben que, para sus «clientes», la buena asistencia social es aque- tribuye a la mantención de un orden injusto, los trabajadores so-
Ua que produ~e expedientes susceptibles de multiplicar las asigna- ciales no se sienten solidarios con un orden que necesariamente ex-
c1~nes; tamb1en saben que los individuos se comportan de modo cluye del trabajo, de la educación, de la salud e incluso de la vida
mas o menos fraudulento, en especial valiéndose del trabajo en_ ne- _ social a los más débiles. En ese sentido, el trabajo social tiene repu-
gro; saben que las personas logran salir del paso y que el RMI no tación de ser útil y los trabajadores sociales no pueden deshacerse
b,asta para viv,ir..sin embargo, para todos, los pobres son en primer de una mala conciencia, a veces de una conciencia desdichada, cuan-
termmo las v1ct1mas de las mayores injusticias sociales y, habida do piensan que las consecuencias de su accionar están en el punto
cuent~ de ello, hace falta optar por un campo de acción ante la si- opuesto a las finalidades que ellos persiguen. Por más que ya no se
tuac10n escandalosa que se les impone. «No tengo problemas lega- exponga en la plaza pública de los debates, por más que ya no al-
les -afirma Demse-, porque me entero de que un ministro usa za- terne con el izquierdismo espontáneo de la profesión, esa mala con-
patos de 12 mil francos," que me quedaron atravesados en la ciencia permanece allí, sorda y endémica.
ga~ganta. Hay gente que acumula varios empleos, como Yvan Le-
vai, Elkabbach; y además hay beneficiarios del RMI que tienen una
ayuda de su.bs1stencia y desean sumar asistencias simultáneas: la Romanticismo
ley les penaliza. Eso me da un malestar muy grande.» Todos com-
parten esa indignación: por qué aplicar a los pobres las reglas que La conciencia crítica de los trabajadores sociales es flotante, ,_,,
nadie respeta mcluso .en un momento en el que esos pobres son víc- porque no se apoya sobre ninguna teoría social más o menos es-
timas de una m1ust1cia más fundamental; también les subleva de- tructurada, sobre la identificación con ningún movimiento social y
nunciar a qmenes son fraudulentos sin dañar a nadie: médicos en- sobre ninguna asociación profesional susceptible de darle forma y
cargados de ~arajes, profesores que venden clases particulares.'.. El fuerza. Nada lo demuestra mejor que el encuentro del grnpo con
prop10 pohcia reconoce su malestar: "Cuando custodiamos en la un sindicalista de la empresa Elf. Dicho encuentro enfatiza la ex-
ofJCma a uno que dice: «Me echarán seis meses porque robé esté- trema distancia que existe entre los problemas de la acción sindical
reos, jm1entras que ese otro político se quedó con millones de fran- y del trabajo, y los de la exclusión, pobreza y delincuencia. Los in-
cos nuevos Y le caerán seis meses, y tres de ellos, en suspenso!,,, él terlocutores no tienen, estrictamente, qué decirse; y los trabajado-
no se eqmvoca; Y nos sentimos muy incómodos». Todas esas histo- res sociales son más bien proclives a criticar las distintas luchas so-
rias no son ideas generales, sino experiencias banales. Denise rela- ciales, que tienen por efecto profundizar las brechas entre quienes
ta: "Yo ya no pod!a comprar helados de crema a mis hijos, porque están dentro y quienes están fuera. "Ya no se sabe contra quién lu-
pensaba en los nmos que había visto a la hora de la siesta que no char»; y Marie-France habla de la prolongada decadencia del com-
habían comido». ' promiso sindical y político de los trabajadores sociales desde los
Muchos se decl~ran dispuestos, si no a hacer trampa, por lo años setenta. Para decirlo de otro modo, los trabajadores sociales
menos a cerrar los OJOS para preservar los intereses de sus clientes del grnpo nunca estuvieron en condiciones de bosquejar un víncu-
pues nunca piensan que los excluidos y los casos sociales sean ple'. lo entre defender sus propios intereses salariales y profesionales y
namente responsables de su situación, ni siquiera en la medida en a sus «usuarios». Son demasiado hipercríticos para creer en las re-
qu~ los gobiernos y los magistrados electivos ceden ante las corpo- tóricas sindicales que resultan familiares a docentes y personal sa-
rac10nes ,activas y orgamzadas de campesinos, policías y médicos. nitario, que asocian estrechamente defensa de intereses corporati-
Y tamb1en siempre hay que preservar la relación y la confianza de vistas y lucha por «recursos», defensa de intereses de los alumnos
las personas. Aunque pueda considerarse que el trabajo social con- Í y de los enfermos. Por lo demás, los miembros del grupo no se pri-
G van de destacar el rol de exclusión que cumplen los grandes apara-
tos de educación y de salud, dispuestos a «señalar» y excluir a
~, Entonces equivalentes a cerca de 1.700 dólares. [N. del T.J aquellos que no se corresponden con sus normas ni con sus expec-
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tativas. Más allá de su dispersión profesional, de la multiplicidad a la regularización de los indocumentados, idéntica cantidad recla-
de empleadores y de funciones, que no favorecen la acción colecti- ma cuotas de ingreso por las fronteras de Europa. «Tenernos a per-
va, los trabajadores sociales no creen en la unidad de una acción sonas sin papeles que además piden estar allí, y cuando tienen pa-
que englobaría la defensa de sus intereses y la de sus clientes. peles piden el RMI, lugar para vivir, que se los asista ... No se
Mucho más que una visión conflictiva, los trabajadores socia- plantean forzosamente la cuestión de sus deberes.» .
les tienen una concepción nostálgica y moral de la vida social. Se De todos modos, pese a esa imagen de caída, los traba1adores
desarrolla una representación de la vida social muy diferente a la sociales permanecen anclados a valores humanistas de izquierda.
de los años de la profesionalización y del rnilitantisrno de la rela- El 64 % piensa que un hombre de derechas no puede llevar adelan-
ción educativa. 24 Se instala una visión sombría de la sociedad: el te una acción social: «No se puede ser educador s1 se es de dere-
75% de los 350 profesionales interrogados en una encuesta reali- chas» sin reconocerse en los sindicatos y en los partidos de iz-
zada en el Sudoeste piensan que no se recuperará el pleno empleo; quierdas. Ese arraigo en la izquierda reposa sobre una tradición y
y el 50% que el desempleo es una necesidad económica, una fata- una visión comunitaria e integrada de la vida social, sobre una crí-
lidad que condena a los más débiles. Los trabajadores sociales se tica del dinero y del individualismo, incluido el individualismo de
adhieren a una visión binaria de la sociedad en la que una mayoría sus «clientes». «Es demasiado fácil poner dinero sin una contra-
de individuos integrados les confía la tarea de mantener el orden partida [... ] Ahora encontré el sistema, entendí cómo hay que fun-
social prestando asistencia a los pobres y evitando nuevas sedicio- cionar. Tengo mi vida y voy a utilizar corno un parásito lo que us-
nes (jacqueries), corno las que estallan en las barriadas difíciles de tedes me dan me río de ustedes y seguiré haciéndolo.» S1 bien los
la periferia. Pero esa crisis también es una crisis moral dominada trabajadores 'sociales no son clericales, lamentan la «pérdida de
por la pérdida de referencias y de los mecanismos elementales de la sentido» y el rol acuciante de los medios, y gustan de todo lo que
socialización y de la educación. El 70% denuncia la dimisión de los puede ser comunitario corno las coordinaciones, las asociacio,n~s
padres; el 60% los pedidos de adopción de las familias homose- de base, la vida en las aldeas y las sohdandades de clase. Los urn-
xuales y, con plena evidencia, la desaparición de los padres y de la cos combates con los que se identifican son con aquellos en los que
«ley simbólica». Por motivos de carácter «psicoanalítico» más que se hallan inmersos aquellos que «nada tienen», aquellos que están
morales, los educadores siguen estando convencidos del rol funda- desprovistos de todo, aquellos que padecen una exclusión radical y
mental de la familia «normal». Sin embargo, a la vez critican a las no tienen voz. Se sienten cerca de movimientos corno ATTAC, que
otras instituciones, en especial la Escuela y la Justicia, que ya no instruyen una crítica general al sistema sin por ello ser portav?ces
son en verdad instituciones y pasan el fardo de sus problemas a las de grupos específicos, los cuales de momento realizan una cnt1ca
trabajadoras sociales, quienes son anquilosadas, inflexibles, cerra- moral más que proyectos políticos y programas.
das en sí mismas. Los trabajadores sociales interrogados durante Entonces puede hablarse de una suerte de romanticismo profe-
esta encuesta se remiten a los valores republicanos y a un Estado sional pues los trabajadores sociales accionan en un mundo al que
instaurador de la sociedad, capaz de restaurar la ley y el derecho. no se ~dhieren y al que no podrían adherirse sin ser «tipos sucios»,
Desconfían de la demagogia de quienes ocupan los cargos electi- pues viven de las injusticias y de los dramas de la sociedad. Tam-
vos, de su voluntad de preservar la paz social, de su única preocu- bién son románticos porque piensan que únicamente las conv1cc10-
pación de desarrollar una política de asistencia a corto plazo. Si nes y los compromisos personales pueden salvar a los individuos.
bien el 57% de los trabajadores sociales interrogados es favorable Jean-Daniel explica que ese romanticismo varía según los sectores
de actividad y que de éstos los más prestigiosos son aquellos don-
de la relación puede funcionar plenamente corno un programa ms-
24. Retomo ahora algunos de los datos de la tesis de T. Haberstezer (Université titucional capaz de invertir el orden de las cosas y de promover a
de Bourdeaux-11) acerca de las representaciones de la sociedad por parte de los traba- sujetos contra el mundo tal corno es. Mientras algunos son bedeles
jadores sociales.
en internados y otros se hacen expertos en expedientes de ayuda
284 /EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA EXPERIENCIA CRÍTICA: LOS TRABAJADORES SOCIALES / 285
social, los «verdaderos trabajadores sociales», los más heroicos, blemas sociales no son reducibles al flujo de los accidentados de la
son «aquellos que trabajan acerca de la transgresión, porque es un vida, también son stocks instalados desde hace mucho tiempo. El
enigma y porque sólo existe la relación», «Los que causan fascina- verano de 1981 es el de las primeras revueltas de barriadas en Min-
ción son los jóvenes en transgresión, cuya salvación hay que ase- guettes, y se presenta la fuerte pregunta acerca del rol del trabajo
gurar.» Son los individuos que no sufren sólo un menoscabo social· social ante ese tipo de acontecimiento. 26 Los sociólogos del trabajo
o intelectual, no son los malogrados de la sociedad, sino que son social destacan las trampas del control social menos de cuanto se
los individuos que «optaron» por destruirse en el desvío y en la preguntan acerca de las condiciones del cambio y de una acción ra-
culminación de una pasión. «Los más prestigiosos son los que tra- zonable, respecto a las capacidades de innovación y de adaptación
bajan con los drogadictos, porque se supone que poseen un enigma frente a los problemas encontrados. 27 Se entra en la era de los «dis-
mayor.» Esa visión romántica, segmentada y marginal de su propio positivos». El lazo simbólico con el movimiento obrero se distien-
trabajo, lleva a pensar que lo mejor y lo más esencial de ese traba- de, mientras que aquel que asocia trabajo social a los reformado-
jo se realiza en una suerte de clandestinidad, de modo invisible y res sociales y a la ingeniería social se intensifica con el ascenso
más allá de un mandato oficial. «Uno hace clandestinamente lo creciente de las políticas sociales y de los dispositivos ad hoc, como
que hace», dice Denise explicando cómo puso en orden un terreno las operaciones antiverano caluroso, los planes locales de seguri-
equipado para los romaníes, a fuerza de trabajo, convicción y peti- dad y la multitud de sistemas de pasantías y de empleos surgidos de
ciones, a fuerza de trabajo sobre ella misma para comprender a los distintos informes acerca de la prevención de la delincuencia y el
gitanos y, sobre todo, cuando nadie le pedía que cumpliera esa fun- desempleo entre los jóvenes. 28 Es el momento en que se define el
ción. En última instancia, el romanticismo proviene de la crítica, es trabajo social como «una reinvención permanente de los oficios li-
una vocación puramente subjetiva y exenta del andamiaje institu- gados a lo social», porque, sin pese a ello desaparecer, sobre el mo-
cional y normativo que el trabajo crítico no deja de destruir. Sin delo de uno mismo como institución prevalece el desarrollo de po-
duda esa conciencia romántica explica que -mientras los trabaja- líticas sociales en las que los trabajadores sociales son más los
dores sociales deberían «naturalmente» ser más conservadores o, actores de una serie de políticas, son más intervinientes sociales,
por el contrario, militantes radicales- están comprometidos, pero que representantes de una institución «puertas afuera». Su gran
sin motivos. virtud es menos su compromiso que su capacidad de moverse entre
los dispositivos, de trabajar con otros «intervinientes», de adap-
tarse, de mediatizar relaciones, de pasar contratos, de establecer
Las políticas sociales partenariados, de articular redes ... Se espera de los trabajadores
sociales las cualidades de adaptación e innovación que por lo ge-
Las demandas políticas neral se atribuye a los empresarios. Pueden diferenciarse tres gran-
des desafíos de cambio.
Si se cuenta· desde comienzos de los años ochenta, el entorno El primero está ligado a las leyes de descentralización y a que
del trabajo social cambia rápidamente. La influencia del pensa- porciones completas de la acción social pasen a estar bajo la res-
miento crítico sobre los trabajadores sociales se reabsorbe y, en los
institutos de formación, se empieza a leer f_;Acteur et le Systeme 25
y a impartir cursos de derecho. Después de dos años de gobierno 26. F. Dubet, A. Jazouli y D. Laperyonnie, L'État et les jeunes. París, Éditions
Ouvrieres, 1985.
socialista, parece evidente que la crisis económica y el desarrollo 27. F. Bailleau, N. Lefaucheur y V. Peyre, Lectures sociologiques du travail so-
del desempleo no son sólo un mal trance que pasar y que los pro- j cial. París, Éditions Ouvrieres, 1985.
28. G. Bonnemaison, Face a la delinquance, prévention, répression, solidarité.
París, La Documentation Fran<;;aise, 1982; B. Schwartz, L'insertion socia/e et profes-
25. M. Crozier y E. Friedberg, L'Acteur et le Systeme. París, Seuil, 1977. sionnelle des jeunes. París, La Documentation Fran<;aise, 1981.
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ponsabilidad de los consejos generales; los trabajadores sociales san de los «contratos» morales con miras a obtener ciertos servi-
deben rendir cuentas a actores políticos capaces, en principio, de cios de actividades reqeativas o talleres; pero sobre todo el con-
evaluar la eficacia de las políticas puestas en práctica y desarrollar trato parece ser la única manera ofrecida al afecto al RMI para pa-
herramientas de control del desgaste de los fondos públicos. 29 Mu- gar su deuda. Formalmente, sólo recibe ayuda en la medida en que
chos de ellos se vuelven mediadores entre las organizaciones de tra- se compromete a hacer ciertos esfuerzos manifestando su buena
bajo social y actores políticos, se esfuerzan por formar parte de voluntad. Que ese tipo de contrato no sea en verdad un contrato
ambos mundos -la acción social y la acción política-, por propo- no cambia nada en el asunto que nos ocupa, porque pese a todo
ner proyectos innovadores, por rendir cuentas de su acción de ma- obra un cierto desplazamiento del imaginario tradicional del tra-
nera favorable, de situarse en un mercado político local y en el bajo social. El coloquio individual no es sólo esa relación educati-
gran mercado de las múltiples políticas de inserción. Muchos tra- va fundamental descrita más arriba, también es la negociación de
bajadores sociales dejan la calle, los establecimientos, los centros un contrato y su aplicación. Por ese cauce, la lógica de servicios se
sociales, desisten de sus tejanos para transformarse en expertos, en refuerza considerablemente, porque «el objeto» del trabajo se vuel-
organizadores y en pilotos de distintos proyectos y dispositivos. ve un usuario o un cliente que puede hacer valer sus derechos y al
El segundo principio es el de la política de proyectos y medidas que conviene recordar sus deberes. Con la crisis económica y la
con metas acotadas. Ahora, el trabajo social tiene derivas en una ampliación de los derechos sociales, se crea una separación entre el
multitud de medidas y de proyectos que apuntan a públicos y a in- control social, por un lado, y por el otro la asistencia y las presta-
dividuos específicos: los jóvenes de las ciudades, las familias uni- ciones; por ello se hace difícil saber qué contrapartidas se toman
parentales, los sin techo, la primera generación de inmigrantes, las como coeficiente para indexarlas. Esa lógica se vio sensiblemente
madres de familia solas, la primera infancia, los discapacitados, los acentuada por las políticas de inserción, las experiencias de econo-
analfabetos, la ayuda escolar, la mediación, la economía social, las mía social, las políticas de la ciudad, que hacen del trabajador so-
agencias administrativas de barrio ... Muy a menudo son políticas cial un intermediario más que un especialista en la relación. Tal
«de choque», cuyas consecuencias prácticas son tan importantes como señala Pierre Rosanvallon, visto que el contrato prevalece
como los efectos derivados del anuncio de su puesta en marcha. por sobre la relación, se observaría una «judicialización» de lo so-
Con el paso de algunos años, la organización del trabajo social, cial.30 Entregado durante mucho tiempo sólo al espacio doméstico,
que ya no era simple, es invadida por una cantidad considerable de el trabajo social se ve compelido a interesarse en la economía, lo
medidas y de dispositivos que se yuxtaponen y se sedimentan más que suele engendrar reacciones «urticantes» en contra del dinero y
de lo que se integran; y el trabajador social se vuelve un experto en del neoliberalismo cuya literatura dedicada al trabajo social mu-
todos esos sistemas sometido al control de los consejeros generales chas veces presta testimonio de ello. 31
y de los grandes organismos. No es exagerado afirmar que el tra- Todos esos cambios se realizan sobre un trasfondo de crisis del
bajo social se vuelve una empresa de trabajo social, una ingeniería Estado proveedor que desplaza sensiblemente la crítica de los años
de lo social paulatinamente sometida a un principio de publicidad. setenta. Mientras los intelectuales concebían el Estado de bienestar
Una tercera meta afecta a la índole del proyecto pedagógico, como una astucia de la dominación, ahora conviene defenderlo
como un efecto inducido de los cambios anteriores. Los temas del contra el liberalismo y demostrar su eficacia en contra de todos
proyecto y del contrato se yuxtaponen a los de la relación privile-
giada. De igual manera que los trabajadores sociales trabajan por
30. P. Rosanvallon, La nouvelle question socia/e. Repenser l'État-providen::e.
proyectos y por contratos, invitan, con mayor o menor alegría, a
sus «clientes» o a sus usuarios a hacer otro tanto. Los jóvenes pa- J París, Seuil, 1995.
31. J.-N. Chopart, «Le travail social face aux mutations économiques», en Re-
cherches et Prévisions, 44, junio de 1996; también nos remitiremos al volumen extre-
madamente informado de M. Autes, Les paradoxes du travail social. París, Dunod,
29. J.-C. Guyot y F. Vedelago, Les élus et le social. Burdeos, Éditions MSHA, 1993. 1999.
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UNA EXPERIENCIA CRÍTICA: LOS TRABAJAOORES SOCIALES/ l89
aquellos que resaltan sus efectos perversos. En efecto, las críticas esas modificaciones, se observa un movimiento de profesionaliza-
provienen de todos lados; pero, en distintos grados, todas enfatizan ción estallado en mil y un oficios y, en especial, mí! y una tareas es-
los mismos defectos: creciente complejidad de los procedimientos pecíficas, acompañado por un decaimiento en la actitud militan-
creación de una población asistida y estigmatizada, incapacidad d~ te. 36 Sin embargo, esa profesionalización es ambigua, pues entre el
dar respuesta a los problemas más agudos como la violencia de los estatuto profesional y la función el otrora tenso lazo se relajó aún
jóvenes y la gran pobreza, incapacidad de evaluar la eficacia de las más: una asistente social, un animador y un educador pueden rea-
políticas y de las medidas, fracaso de las políticas de la ciudad ... 32 lizar exactamente el mismo trabajo, puesto que éste, en primer tér-
Para los trabajadores sociales, cambian los vientos; mientras podían mino, está regido por el proyecto del dispositivo del cual forma
1dent1f1carse con el flujo del progreso, se requiere de ellos quema- parte. Eso no priva de que los institutos de formación se obstinen
nejen una situación que se degrada, están a la defensiva; e incluso el salvajemente en esas profesiones y en su «tecnicidad».
crecimiento de su cantidad no es buena señal. Sin embargo, se cuen-
tan más de 700 mil trabajadores sociales en 1996: las asistentes so-
ciales pasaron de 30 mil a 40 mil entre 1975 y 1996; los educado- ¿Especialistas en lo social?
res especializados, de 50 mil a 100 mil durante ese mismo período.
A ellos hay que sumarles cerca de 350 mil ayudas maternales, for- Todos los análisis de esa evolución explican que los trabajado-
madores, expertos, jefes de proyecto, animadores, y un ejército de res sociales se volvieron «intervenientes sociales» en el seno de dis-
"practicantes», sin título profesional. 33
positivos sociales, todos insisten en los cambios radicales del con-
Ya «complicado» de por sí, el mundo del trabajo se volvió una texto laboral y describen la evolución profesional de los militantes
verdadera nebulosa de estructuras y fronteras de lo más inciertas. convertidos en expertos e ingenieros sociales. No obstante, las co-
Con las políticas de inserción y de seguridad, se creó una multitud sas parecen ser un poco más matizadas. Por un lado, los trabajado"
de pequeños trabajos a tiempo parcial, a veces trabajos que movi- res sociales aceptan bastante bien estar más expuestos a las deman-
lizan a los propios usuarios, como los «hermanos mayores» y los das de los políticos y, más allá de eso, a los juicios de la opinión
ammadores provenientes del ámbito en que se trabaja. 34 Las defi- pública. En el fondo, esa vocación hace un llamamiento a su utili-
niciones profesionales, las modalidades de ingreso a la profesión, dad y confirma su legitimidad. Por otro lado, los integrantes de
los convenios colectivos y los contratos laborales forman una es- nuestro grupo también deploran la verdadera moda que se apode-
pesura impenetrable. Muy a menudo, esos trabajos y esos servicios ra de ciertos problemas sociales, la violencia contra las mujeres, la
se sitúan en relación de competencia, pues los poderes públicos en- pedofilia o la violencia de las ciudades, en una medida que hace ol-
comiendan la misión de servicio a la mejor oferta. 35 Frente a todas vidar los problemas menos espectaculares de la «miseria del mun-
do»: «Estamos impregnados como esponjas». Además, las distin-
tas cruzadas morales llevan a afirmar que todo el mundo hace o
32. Por no citar más que algunos volún1enes de ese período, P. Beneton, Le fl.éau- debe hacer tarea social. En un momento en que la demanda social
du bien. Essai sur les politiques occidentales. París, Robert Laffont, 1985; O. Benoit, Le y política -en todo caso, lo que se percibe como tal- acentúa la in-
bazar de la solidarité. París, Lattes, 1985; P. Rosanvallon, La crise de l'État-providence.
jerencia y el rol del trabajo social, pone en riesgo el modelo profe-
París, Seuil, 1984; M. Vingre (J.-M. Bellorgey), Le social c'est fini!, Autrement, 1981.
33. Por supuesto, todos los autores no dan exactamente las mismas cifras. Cf. F.
sional que conviene defender. «Creo -dice Allende- que tenemos
Abbaléa et al., L'intervention sociale .. ., op. cit.; J.-L. Martinet, Les éducateurs au-
jourd'hui. París, Privar, 1994; J.-N. Chopart (comp.), Les mutations du travail social,
op. cit.
34. M.-H. Soulet, Les transformations des métiers du social. friburgo, Éditions
!
©
États Unis: le cas de l'aide a domicilc)), en Revue Frant;aise des Affaires Sociales, 1996;
J. Legrand y W Barlett (comps.), Quasi-Markets and Social Policy. Basingstoke, Mac-
Universitaires de Fribourg, 1997.
millan, 1993.
35. B. Enjolras, «La marchandisation des services sociaux en France et aux 36. ]. Ion, Le travail social a l'epreuve du territoire. Tolosa, Privat, 1990.
290 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA EXPERIENCIA CRÍTICA: LOS TRABAJADORES SOCIALES/ 291
una formación sólida que nos prepara para entrar en nuestro cam- Mientras una parte de los trabajadores sociales, la clase inter-
po, que nos proporciona elementos de trabajo, que nos da una me- media de directores de, servicio, consejeros de asociación, conseje-
todología; yo me siento completamente respaldado.» ros de las direcciones departamentales de asuntos sociales, se vuel-
Con la extensión de los problemas sociales, también habría ven empresarios y especialistas en lo social bastante cercanos a una
una suerte de disolución de lo social, pues -bajo la óptica de los pequeña tecnocracia más presente en las oficinas y las reuniones
trabajadores sociales, de los magistrados electivos y de sus distin- que en el «campo», la «base» defiende más bien sus tradiciones y su
tos interlocutores- gran cantidad de conductas, hasta entonces ex- autonomía. Pero es una defensa limitada, pues el dinamismo y la
cluidas del trabajo social, en nuestros días se habrían vuelto metas. habilidad para hacer contactos de esos empresarios tecnocráticos
Es impreciso el límite entre los distintos desórdenes y los compor- garantizan el empleo y el desarrollo de las asociaciones de servi-
tamientos que pueden considerarse -de modo tradicional- social- cios. Ante los nuevos «patrones» de lo social, esa defensa mezcla el
mente peligrosos y moralmente inaceptables. Estriban en distintas combate por los intereses de la corporación con una vocación edu-
conductas privadas que no lo son, de la ociosidad y de los desór- cativa propia en una retórica que no es fácil dilucidar.
denes juveniles que son interpretados como gérmenes de violencia, La consejera general recibida por el grupo no acostumbra a
del fracaso escolar que ya no es tolerable. Al respecto, el término usar los rodeos propios de un político. A cargo de un barrio difícil,
«incivilidad» es muy cómodo. A veces también la oferta de dere- acusa a los educadores y a los animadores de escudarse detrás de
chos sociales hizo entrar a nuevos públicos en contextos que no les una defensa corporativista. «No entiendo por qué la MJC está ce-
concernían, como la pobreza en un ámbito rural que accede al RMI rrada a las siete de la tarde, no entiendo por qué la MJC no está
preponderantemente por motivos de protección social. En gran abierta, al menos la recepción, hasta las diez o las 11 de la noche,
medida, explica Mireille, la oferta antecede a la demanda; quienes no entiendo por qué la MJC cierra los domingos.» No entiende que
ocupan cargos electivos locales, los docentes, el personal de la sa- los educadores de prevención sincronicen sus horarios con los de la
lud, las asociaciones señalan con pleno énfasis a familias y casos MJC, no acepta que no hayan señalado la presencia de armas en la
que no están en riesgo ni lo generan, sino que simplemente no es- ciudad. Menos aceptable le parece esa manera de trabajar en una
tán en la norma de las clases medias: niños de una presencia no su- interacción «entre nos», de protegerse detrás de los convenios la-
ficientemente buena, demasiados indiferentes a la escuela, no sufi- borales y de las reglas de discreción en cuanto los educadores no
cientemente consumidores de esparcimientos colectivos ... Por su vacilaron en presentar quejas cuando uno de ellos se hizo abofetear
lado, el policía explica que está obligado a «tratar con todo»: «Uno por un joven ... En suma, la deontología tiene espaldas anchas. ¿De
está obligado a hacer tarea social, uno frecuenta toda una catego- qué sirve el trabajo social si no está en condiciones de prevenir los
ría de la población que son más casos sociales que delincuentes. acontecimientos más graves y, en especial, si considera que su vo-
Uno está un poco embrutecido porque trata con asuntos rayanos cación no reside en eso? Frente a las críticas, Marie-France se re-
en el delito.» El psiquiatra recibido en el grupo explica que dos ter- pliega en una retórica profesional lo suficientemente maleable
ceras partes de las personas que entrevista no entran en el campo como para justificar esa relativa ausencia del campo de trabajo. Se-
de la psiquiatría, simplemente son personas inestables y depresi- ría bueno que las dotaciones sociales no estén siempre abiertas,
vas. En cualesquiera de los casos, desde el punto de vista de su pues «es muy necesario que los jóvenes se hagan cargo de sí mis-
ideal profesional, y siempre como efecto de la cultura crítica, los mos; no se les va a asistir todo el tiempo». Las demandas del con-
trabajadores se resisten a esa extensión/disolución de lo social, lo sejo general serían un atentado directo a la autonomía profesional:
que no les impide, por otro lado, intentar expandir sus campos de «Por mi parte, no sé si acepto gran cosa de los políticos.» Pero el
empleo. Pero para todos, mientras nuestra sociedad nunca llevó i político hace notar que paga, que puede exigir rendición de cuen-
tan alto los derechos de los individuos a ser «diferentes», les «ba- - tas; y Marie-France no tiene seguidores en el grupo acerca de este
jan los umbrales de tolerancia», tal como testimonia la obsesión asunto. De hecho, la demanda política también es un reconoci-
por la seguridad. miento del trabajo social cuando éste no puede justificarse única-
292 / EL DECLIVE DE LA INSTITUCIÓN UNA EXPERIENCIA CRÍTICA: LOS TRABAJADORES SOCIALES/ 293 l
mente por sus valores, cuando los trabajadores sociales dejan de mento alrededor. 37 La capacidad cntlca define eso en negativo
ser «religiosos en pequeño». Denise y Allende constatan que es po- corno un intento ininterrumpido de ligar distintas significaciones.
sible «hacer cosas con los políticos» y que es bueno que hagan pe- El terna de ese trabajo no es más que esa circulación y esa activi-
sar una constricción externa sobre los trabajadores sociales y los . dad. Evidentemente, toda la retórica profesional hace una invita-
equipos, que pidan cuentas, procurando evitar que los trabajado- ción espontánea a interpretar esa coyuntura en términos de crisis,
res sociales se encierren en un romanticismo profesional inefable y de pérdida de un sentido central, el de la relación pedagógica. Pero
a fin de cuentas suicida para la profesión. Si bien la lógica de ser- más que hablar de crisis es preferible tornar en consideración que
vicios exigida por los políticos nunca está en el centro de las repre- en ello reside el carácter del trabajo social, corno trabajo de enlace
sentaciones de los trabajadores sociales, es evidente que para la y de articulación.
mayor parte de los integrantes del grupo de investigación funciona La dimensión de CONTROL social consiste antes que nada en
como un principio de realidad, como un anclaje en las demandas asignar un estatuto a los otros; por eso los trabajadores sociales no
que fundan una utilidad social del trabajo. Evidentemente, los tra- reniegan de ella. A contrapelo de todo juicio moral, el control se
bajadores sociales son demasiado sutiles como para aceptar esa aplica en la simple definición de los casos y de las atribuciones de
constricción sin criticarla, pero la conciben al menos como una di- identidades: usted es francés, usted no; usted es desempleado, us-
mensión legítima de su accionar. ted no; ustedes son una familia; ustedes no ... 38 Por ese motivo,
quienes «nada tienen» son percibidos como las últimas víctimas ,,
del control social, ya que se ven asignados a identidades que uno
Tres orientaciones les niega. 39 Pese a ello, dicho control no es puramente burocrático
y, desde ese punto de vista, hay una multitud de relatos del horror
Control, contrato, relación social, cuando los niños parecen realmente estar en peligro en su
familia, cuando los jóvenes son en verdad delincuentes y violentos,
Queda claro que, incluso si el imaginario de los trabajadores cuando la indigencia implica dejar en tutela a las familias desarti-
sociales tiene un centro, uno mismo como institución, sus prácticas culadas, cuando el juez exige una medida educativa que se percibe
en verdad no tienen centro. Valorar la «relación», el coloquio indi- corno una forma de castigo ... Los trabajadores sociales que poseen
vidual entre el trabajador social y sus «clientes», no significa que algo de experiencia no son precisamente crédulos y suelen pensar
ésta sea el único registro de la acción. Durante las nueve sesiones que hace falta salvar a las personas a pesar de sí mismas. Incluso si
de trabajo organizadas y los encuentros del grupo con un funcio- se pasa de la noción de padres indignos a las de padres rnaltratado-
nario, un policía, un miembro de los Cornpagnons d'Ernrnaüs, una res y de la noción de madre «ligera» a la de madre «que abando-
militante asociativa, un psiquiatra y un sindicalista, los debates del na», la urgencia de las situaciones hace que no haya escrúpulo al-
grupo mantuvieron una forma extremadamente estable, afín a una guno en intervenir de modo autoritario y a intercambiar ayudas en
fuga o a una variación sobre un terna. Los integrantes del grupo contraprestación de una acción moral, pues el pobre y el caso so-
adoptan sucesivamente tres posiciones, tres modos de definir su ac- cial suelen ser un mal pobre y un mal caso social: alcohólico, vio-
tividad profesional, las critican y luego vuelven a comenzar indefi- lento, cínico, inmaduro, indiferente, es «espantoso, sucio y malig-
nidamente. Definen el trabajo social corno una actividad de con- no» ... Pero si bien los trabajadores sociales ya no se adhieren
trol, después como una actividad de servicio, después como una
relación individual. Cada una de esas definiciones se expone y se
critica sucesivamente en nombre de las dos restantes, conforme a 37_ juel Zaffran propuso al grupo la expresión «mano en negativo».
un mecanismo regular. El trabajo social se define por lo que él no 38. C. Darby, ldentités de papier. París, Lieu Commun, 1990.
es, no tiene centro y se articula en negativo, corno en la técnica en 39. M. Messu, «L'État-providencc et ses victimes», en Revue Franftiise de Scien-
que el pintor posa su mano en la pared de la gruta y pasa el pig- ces Politiques, 1, 1990.
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mucho al clima crítico de los años setenta, no se engañan acerca de aquellos de quienes se ocupan. 40 Además, cada individuo debe ser
esa actividad. En primer lugar, piensan que los culpables son esen- comprendido por sí mismo y reconocido corno un sujeto, no debe
cialmente víctimas, víctimas de la sociedad y víctimas de su propia ser reducido ni a un «caso» ni a un poseedor de derechos. El modo
historia marcada por un síndrome de repetición. Los niños golpea- . de señalar los casos no siempre es tan límpido. La justicia, la es-
dos habrían de volverse adultos violadores ... A continuación, no cuela, los organismos HLM, se «sacan de encima a personas que
ignoran la ambigüedad de los juicios y de las miradas destinadas a causen problemas». A veces -recuerda Denise- hasta el etnocen-
los «casos»: ¡demasiado cercanos a sus niños, los pobres son in- trisrno más ingenuo sitúa a las familias extranjeras en el ojo del hu-
maduros; demasiado rígidos, son violentos! racán: en las familias musulmanas, los padres son considerados
Mireille recuerda que el mandato de control es, la mayor par- corno demasiado presentes o demasiado violentos o, por el contra-
te de las veces, la única manera de entrar en relación con los indi- rio, demasiado ausentes y demasiado endebles. Al mismo tiempo,
viduos: "Usted está obligado a recibirme. ¡Punto y aparte!». Los los trabajadores sociales tienen demasiados conocimientos de so-
individuos no pueden negarse a las medidas de AEMO, a las encues- ciología corno para ignorar los efectos de estigrnatización y de en-
tas sociales ni a la asignación de residencia; y el trabajo social cierro engendrados por todas las estrategias de control social: fá-
siempre tiene un deje policíaco sobre las familias, sin importar cuál cilmente se transforma a jóvenes revoltosos en jóvenes violentos, a
sea el deseo de obtener el consentimiento de los actores. En los in- pobres en casos sociales, a niños con dificultades escolares en «ca-
ternados -subraya Guillaurne-, la disciplina cumple un rol educa- sos» psicológicos. Todas esas críticas hacen pasar hacia otras dos
tivo esencial a la par de la escucha y de la asunción terapéutica; y miradas, hacia otras dos lógicas distintas: la del servicio y la pro-
la puesta en práctica de esa disciplina constituye la mayor parte del pia de la relación.
trabajo, aunque el imaginario profesional muestre repulsa a admi- Según la lógica de SERVICIO, el trabajador social pone en prác-
tirlo. En la mayoría de los casos, se admite corno evidente que los tica políticas sociales y aplica medidas favorables para los pobres y
individuos son anórnicos, incontrolados, inestables y que es nece- los excluidos. Hay que prestar testimonio de la situación intolera-
sario educarlos, darles reglas, incluso cuando se comprende que ble que se inflige a las personas, hay que permitirles salir de ella y
«los pobres lo ceden todo por una tele nueva». Hay que exigir que beneficiarse con todas las ayudas disponibles. El buen trabajador
los jóvenes adquieran horarios regulares, busquen trabajo, dejen social con hidalguía se encarga de defender en persona expedien-
«de joder a todo el mundo», es necesario que los padres aprendan tes, encuentra las mejores soluciones administrativas en el dédalo
a levantarse para llevar a los niños a la escuela, no los golpeen y no de reglamentos y de dispositivos. En el caso de la prevención, por
accedan a todos sus caprichos ... Esa actividad de control moral ge- ejemplo, lleva recursos al barrio, ubica a los jóvenes en el sistema
nera mucho menos rechazo por cuanto el problema en juego con- de inserción, encuentra soluciones prácticas a los problemas de tra-
cierne a los niños, su educación y los hechos de violencia quepa- bajo y del tiempo libre. Por otra parte, encuentra la buena familia
decen. sustituta, el establecimiento especializado más apto, el contrato de
Desde luego, esa actividad de control está sometida a toda una empleo solidario, talleres, moviliza su agenda de contactos y a sus
serie de críticas y se muestra corno la parte menos digna de la acti- allegados.
vidad profesional, aunque constituye prácticamente la esencial. El Lo que hace de esta actividad de servicio un trabajo social
individuo culpable también es víctima y debe acceder a derechos so- -más exactamente, lo que hace que deba ser puesta en práctica por
ciales, deber ser protegido, hay que beneficiarlo con servicios y ayu- trabajadores sociales- es la lógica del contrato, cuya figura central
das, que son una forma de justicia social. Los trabajadores sociales
son identificados con un sistema que en el fondo no cuenta en nada j l'
con su aceptación, porque aquellos con los que tienen trato son víc- 40. G. Almond y H. D. Lasswell, «Agressive behavior by clients toward the pu-
timas del desempleo, del racismo, de las injusticias, y comprenden blic relief administrators», en American Political Sciences Review, 28, 1934. Traduci-
parcialmente la agresividad de que a veces son objeto por parte de do al francés en Politix, 46, 1999.
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es el RMI. El trabajador social articula proyectos y libra contratos Una encuesta realizada entre beneficiarios del RMI dejó en plena
con los organismos públicos, libra contratos también con los usua- evidencia esa doble lógica. 41 Para los usuarios más desposeídos, el
rios que se comprometen a cambiar, a practicar ese juego a cambio contrato es una quimera cuyas formalidades aceptan para tratar de
de la asignación. El caso social se convierte en un ciudadano po, conseguir ayudas. Para otros, ese contrato es una forma apenas dis-
tencial a quien el contrato restituye su libertad y su responsabili- frazada del control social y de la estigmatización, dejan el RMI para
dad; así, el control social moral y más o menos autoritario se trans- escapar de la imagen de sí mismos que les dan los trabajadores so-
forma en gestión de los intereses: por supuesto, de unos y de otros. ciales. Y para otros, el RMI es un complemento de recursos que per-
Especialmente en el caso de los jóvenes, el contrato tiene su réplica mite construir su vida en torno a múltiples actividades más o menos
en la estrategia del proyecto en el meollo de todos los discursos legales. En realidad, el contrato no tiene contenido verdadero; y los
acerca de la inserción. Los individuos tienen derechos, «se hace trabajadores sociales no se hacen más ilusiones que los usuarios.
funcionar el Estado proveedor»; pero además hace falta que se Con todo, para ellos el contrato forma parte de esas ficciones indis-
constituyan como sujetos de derecho mediante la afirmación de un pensables, de esos modelos que se pone en práctica sin creer en ellos,
proyecto, garante de su constancia y de su deseo de ya no ser asis- como curar a los enfermos o la igualdad de oportunidades de todos
tidos y de ser ciudadanos autónomos. Con el servicio el contrato y los alumnos. El contrato es la única alternativa a una relación de
el proyecto, los derechos se merecen, y como no es posible exigir a asistencia en la cual el control no descansa sobre el consentimiento
cambio un trabajo, hay que exigir el respeto por las reglas y por los y la adhesión de los actores. Aun de modo ficticio, el contrato resta-
términos del contrato. Insensiblemente, la retórica del conformis- blece el mérito y la libertad de los individuos, se vuelve la única base
mo moral fue suplantada por la del ciudadano responsable y libre, de un principio democrático percibido como una extensión de los
comprometido en un contrato. derechos políticos a los derechos sociales cuando la deuda no puede
Una vez expresada, se somete esa línea a crítica por parte de reembolsarse mediante el trabajo y mediante la sumisión moral a un
quienes la defendieron. También en este caso, la crítica es doble. Es orden que los trabajadores perciben como ampliamente ilegítimo.
evidente que, siendo o no los usuarios capaces de controlarse a sí Así, la transformación de los reglamentos en contratos no es insig-
mismos y no poseyendo recursos autónomos, o poseyendo muy nificante porque abre el único horizonte posible en una sociedad de-
pocos, el contrato es una ficción, y hasta una engañifa. Los prime- mocrática incapaz de asegurar a todos condiciones de vida honro-
ros en parecer engañados son los trabajadores sociales, por parte sas. Pero uno cree en ella, como cree en Santa Claus, es decir, sin
de usuarios reivindicativos que reclaman un derecho a la asistencia creer en él, de manera que las Navidades siguen siendo las Navida-
sin contrapartidas, que se instalan en el clientelismo, que no tienen des y los niños se maravillan con sus regalos.
percepción de la deuda y no siguen el juego propuesto. A fin de La referencia última es la RELACIÓN, siempre percibida como la
cuentas, los trabajadores sociales serían «traicionados» por sus sal del oficio, como su espacio heroico, como lo que marca una es-
clientes; y la lógica de control recobra entonces vigor. Más adelan- pecificidad profesional, pues sólo un técnico de la relación remu-
te, los propios usuarios son engañados por esa relación paradójica nerado se beneficia con la independencia y la autonomía moral que
en la que se les trata como a ciudadanos libres, cuando tienen una le otorgan una eficacia simbólica. La valorización de la relación no
necesidad imperiosa de ayudas y nunca podrán reembolsar la suma deja de tener su peso sobre el prestigio ligado al trabajo entre cier-
que se les otorga. Por un lado, el usuario es un utilitarista cínico; tas clientelas como los adolescentes difíciles con quienes esa rela-
por el otro, está obligado a entrar en ese juego y no puede rehuir la ción tiene reputación de ser más eficaz. También permite formar
humillación de un contrato que no es un contrato. Así, se conside- parte del orden psiquiátrico y psicoanalítico que rige los marcos in-
ra que los habitantes enrolados por las direcciones administrativas l
de los barrios utilizan de modo más o menos cínico una política y -
que son individuos dominados por el clientelismo de aquellos que 41. F. Dubet y A. Vérétout, «Une réduction de la rationalité de l'acteur. Pour-
les dan empleo. quoi sortir du RMI?», op. cit.
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telectuales del trabajo social. Pero, sobre todo, esa relación permi- pues siempre se vuelve a caer en la magia de la relación; es una pe-
te un compromiso de uno mismo. El trabajador social trabaja con tición de principio, de ésas que no deben justifiéarse.
lo que es porque no se apoya del todo sobre la autoridad moral del No sólo es la creencia la que no impide la crítica, sino que ésta
control ni sobre la autoridad carismática que no pertenece a otro la pide constantemente, pues es cuestión de saber qué es una ver-
más que a él rnisrno. 42 Se considera que esa relación es la única ca- dadera relación. ¿No sería esa relación una forma postrera de con-
paz de constituir al otro corno un sujeto por intermedio de sus trol social en la que cada cual se torna por un psiquiatra y trans-
emociones y una forma de distancia consigo mismo que no perte- forma las dificultades sociales en problemas psicológicos, negando
nece más que a él, porque aquélla apunta a desligarse del control de ese modo al actor social en pro de un autoanálisis improbable
social y del servicio prestado. Es el territorio de una autenticidad del sujeto? La relación puede incluso volverse una forma extrema-
considerada corno imposible sobre las demás tesituras de la ac- damente violenta de control social a partir de la dialéctica de «fal-
ción.43 Es ese «trabajo social en singular» del que habla Jacques sas» y «verdaderas demandas». Cuando se piensa que el discurso
Ion. 44 De todas formas, ese coloquio es tan singular que ya no se del sujeto quiere decir otra cosa que lo enunciado explícitamente
considera la relación educativa del programa institucional. Y, a por él, cuando se piensa que se es capaz de deslindar el verdadero
partir de ello, dicha relación no tiene otro horizonte que ella mis- sentido, la verdadera demanda de aquél, el individuo puede sentir-
ma; se vuelve un «entre nos» vacío del que el trabajador puede ob- se negado corno sujeto, ya que está desposeído de la capacidad de
tener ciertos beneficios narcisistas, beneficios que es el único en comprender qué dice y qué piensa en pro de un monopolio de in-
compartir. ¿No se vuelve una forma de santidad cotidiana en cuyo terpretación del trabajador social. Consiste en una forma extrema
seno la compasión lleva a tornar a cargo de uno toda la miseria del de dominación, la destacada por Denise cuando recuerda la época
mundo? Eso es lo contrario a una actividad profesional, corno afir- en que los compromisos psicoanalíticos y militantes de los trabaja-
ma el grupo ante los militantes caritativos. dores sociales los volvían sordos y ciegos a las intenciones ajenas. 45
«Mi tarea es ser auténtica», dice Mireille. Existe una creencia ¿Esa relación no sería igualmente instrurnentalizada por los «clien-
en las virtudes estrictamente milagrosas de esa relación que Marti- tes», quienes intercambian la ilusión de una relación contra algu-
ne compara con la confesión: «Me saco de encima el fardo». «Yo nos servicios, pues no tienen más que esa relación para dar en in-
creo que las cosas suceden alrededor de la relación», a condición tercambio? El cliente ofrecería al trabajador social la relación que
de que esa relación sea auténtica, desprovista de moral y de juicio. lo reconforta, mientras que el trabajador social daría al cliente las
«Hay que estar del lado de la alteridad y dar al otro la oportuni- ayudas que éste necesita. En última instancia, esa relación se vol-
dad de hablar de lo que hace, de no posicionarse en términos de vería un espacio vacío porque ya no reposaría sobre el imaginario
bien y mal», dice Martine. «Toda relación es terapéutica; la trans- social y psicológico del programa institucional. 46
ferencia funciona en todas partes. Según creo, hay que dejar que la Por último, esa relación agota al trabajador social, pues «cuan-
relación nos enseñe». Al final, esa creencia en la relación moviliza to más está uno en la relación, más responsable se siente». La pre-
el principio de esperanza del «antiguo» programa institucional. gunta versa sobre el destino de los individuos, si se sostiene o no en
Corno dice Allende: «En la relación, yo me obligo a creer en eso.» una palabra, en una llamada telefónica, en un gesto, habida cuen-
Respecto a ese terna, los integrantes del grupo son inagotables, ta de que «en la relación nada es anodino». Por más que la relación
45. Esa actitud había sido rechazada de modo muy violento por los jóvenes de
42. Cf. J. Ion y M. Pironi (dirs.), Engagement public et exposition de la person- las barriadas de extramuros que había entrevistado durante una investigación ante-
ne. La Tour-d'Aigües, Éditions de l'Aube, 1997. rior, quienes veían en esas actitudes a priori comprensivas las modalidades más extre-
43. Cf. J. Elster, «Rationalités, émotions et normes sociales)>, en Raisons prati- mas de la dominación. E Dubet, La galere. París, Fayard, 1987.
ques, Éditions de l'EI-IESS, 6, 1995. 46. Nuestro grupo retomó, sin saberlo, los análisis muy pertinentes de J. Ion,
44. J. Ion, Le trava;f social au singulier, op. cit. op. cit.
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sea el ideal del oficio, hace falta protegerse, entonces, de ella, cons- ge generar el consentimiento de los individuos que son a la vez víc-
truir una barrera entre su rol social y su personalidad, mientras timas de la sociedad .y beneficiarios de las medidas sociales. Por
que la ideología de la relación convoca, justamente, a la disolución ende, es una actividad de arbitraje en la cual todo marco es nece-
de dicha barrera. "Yo dudaría si volver a hacer AEMO -dice Mirei- sariamente rebasado, como bien demuestra Dubois en su análisis
lle-; ya no tengo ganas de estar entre niños violados. Quiero pro~ del trabajo en las ventanillas de atención al público.4 9 No hay uno,
tegerme. No quiero ir a la guerra.» Todos se felicitan por estar en sino varios «cuerpos» del trabajador social: el que aplica las nor-
un mundo profesional en el que es relativamente fácil evitar la do- mas, el del entrepreneur moral que reprueba las conductas de los
ble trampa de la rutina y de la identificación con los otros. individuos, el que está lleno de compasión por las víctimas. Enton-
ces no hay que sorprenderse de que el trabajo social esté «en la im-
posibilidad de sostener un discurso argumentado acerca de su mo-
Un oficio dalidad operatoria y de los referenciales que lo constituyen». 50
Pero antes que ver en eso un fenómeno de crisis endémica o los
Así, se cierra el círculo; cada postura elaborada remite siste- efectos desastrosos de la formación y, eventualmente, obtener al-
máticamente a las dos restantes. Pero lo que aparece como una di- gunos éxitos fáciles en un mundo que gusta tanto de criticarse, es
ficultad y una especificidad del trabajo social no es, sin embargo, más sensato tomar en consideración esa imposibilidad como cons-
vivido como una crisis que vacía de todo sentido y de todo conte- titutiva de la índole de la experiencia de los trabajadores sociales. 51
nido el trabajo social. Los intentos por definir el trabajo social El trabajo social es simultáneamente simple y disperso. Es sim-
como una verdadera profesión con un secreto profesional, una ple, como dice Jean-Daniel: "Un educador es alguien que está pre-
autonomía y una idoneidad comparables a las propias de los mé- sente con una persona o un grupo de personas en la vida cotidiana
dicos, por ejemplo, intento desarrollado por una asistente social y es capaz de echarse esa soga al cuello.» Le basta con soportarlo
del grupo, no tuvieron mucho éxito y, a fin de cuentas, fueron re- que los demás no aceptan. Pero también es alguien -según dice De-
chazados por el grupo. Nadie apeló a un carácter técnico del tra- nise- que cumple con una multitud de tareas. «Tomemos el caso de
bajo social que dotara a éste de una verdadera línea de fuerza autó- una jornada normal. Por la mañana me pedirán que instruya un
noma.47 Los integrantes de nuestro grupo adoptan una posición expediente: por ejemplo, un artesano que quiere hacer un pedido
completamente distinta: el trabajo social no está en crisis, simple- de RMI. Es un expediente especial, hará falta que esté bien elabora-
mente «es así». Sólo constituye su unidad en su propia crítica. No do, porque si no tendrá demoras administrativas, el usuario se verá
se construye más que en una interacción entre dos o tres individuos en dificultades. Me tomará alrededor de media hora. La media
que la hace a la vez trabajosa y estresante, pero que también hace hora siguiente, llegará una persona, haremos un esquema; la chica
de ella una actividad percibida como interesante y creadora. que estará allí será una entrevista de IVG. Entre la adaptación de mi
El trabajo social únicamente existe en las tensiones provocadas mentalidad a la configuración del expediente y la entrevista IVG
por el encuentro entre normas morales más o menos difusas, reglas que me va a demandar cierto clima, cierto léxico, que me deman-
burocráticas e individuos tomados por separado (singuliers).4 8 Exi- dará cierto tipo de relación con esa persona, un poco porque será
47. Señalemos que algunos sociólogos del trabajo social se volvieron abogados de 49. V. Dubois, La vie au guichet. Relation administrative et traitement de la
una promoción del trabajo social como profesión que descansa sobre una idoneidad y misere. París, Economica, 1999.
un mandato propios, como los de verdaderas profesiones. Cf., por ejemplo, H. Hatzfeld, 50. M. Autes, Travail social et pauvreté. París, Syros, 1992, p. 13.
Construire de nouvelles légitimités dutravail social. París, Dunod, 1998. Esa problemá- 51. En ocasiones pienso que los trabajadores sociales no están plenamente sa-
tica parece interesar más a los formadores que a los propios trabajadores sociales. tisfechos de los análisis de su trabajo que no instruyen una crítica radical, pues en rea-
48. M. Lipsky, Street-Level Bureaucracy: Dilemma of the Individual in Public lidad esa crítica forma parte eficazmente de la formación de su identidad, mucho más
Service. Nueva York, Russel Sage Foundation, 1980. de cuanto la debilita.