Documento 5
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En el otro polo estaría lo sobrenatural y eterno. El ser humano, para muchos, pertenece
fundamentalmente a este plano, sería una criatura dotada de una chispa divina, dotada
de espíritu y asistida por la gracia. En este caso no se niega la naturaleza humana, sino
que se la sitúa principalmente en el plano sobrenatural. Lo que se niega es una
concepción estrictamente naturalista de la naturaleza humana.
Lo cierto es que una naturalización completa del ser humano exige ir más allá
del darwinismo. Darwin nos habla del origen y la génesis evolutiva de los vivientes, y
en especial del ser humano. Pero no habría que confundir el ser con la génesis. Se trata,
en realidad, de una antiquísima distinción que se remonta al menos a Platón y
Aristóteles. En palabras del biólogo español Andrés Moya (2010, 304): “Las
que por sus condicionamientos innatos, más por sus aspiraciones y proyectos
voluntarios que por el punto de partida de su nacimiento.
Ya hemos visto más arriba cómo Ortega oponía naturaleza a historia. Así como
el resto de los seres siguen su curso marcado por la naturaleza, el planeta su orbita y el
animal su instinto, el ser humano traza su ruta social desde la libertad y la razón, de
modo que acaba desarrollando una historia. Esta distinción, no obstante, no es tan
nítida. Los historicistas sostendrán que también hay una ley de la historia que tiene, por
así decirlo, carácter natural y no elegible. Según estos pensadores, nosotros estamos en
la historia, pero no elegimos su curso. Una ciencia social avanzada –diría el historicista-
podría llegar a explicar y predecir conforme a leyes la marcha de la historia. Por otro
lado, al menos desde Darwin, aceptamos que la propia naturaleza tiene historia, no es
una mera repetición de ciclos, y que además en muchos sentidos resulta impredecible.
Ni siquiera los planetas repiten siempre la misma ruta. El universo en su conjunto, como
anticipó Kant, tiene historia, desde su enigmático origen en una explosión inicial, a
través de la expansión hasta hoy día, y hacia un futuro difícilmente previsible de un
modo determinista. Pero si lo que se quiere decir es que la historia social se mueve en
un plano distinto de la historia natural, y que el ser humano se sitúa principalmente en la
primera, entonces nos hallamos de nuevo ante una concepción no naturalista de la
naturaleza humana.