Esquema Del Psicoanalisis. Parte I Capitulo III El Desarrollo de La Funcion Sexual (Freud)
Esquema Del Psicoanalisis. Parte I Capitulo III El Desarrollo de La Funcion Sexual (Freud)
Esquema Del Psicoanalisis. Parte I Capitulo III El Desarrollo de La Funcion Sexual (Freud)
En
Freud, S. Obras Completas. (2a. ed., Vol. XXIII). Buenos Aires: Amorrortu.
a. La vida sexual no comienza sólo con la pubertad, sino que se inicia enseguida
después del nacimiento con nítidas exteriorizaciones.
El primer órgano que aparece como zona erógena y propone al alma una
exigencia libidinosa es, a partir del nacimiento, la boca. Al comienzo, toda
actividad anímica se acomoda de manera de procurar satisfacción a la necesidad
de esta zona. Desde luego, ella sirve en primer término a la autoconservación por
vía del alimento, pero no es lícito confundir fisiología con psicología. Muy
temprano, en el chupeteo en que el niño persevera obstinadamente se evidencia
una necesidad de satisfacción que -si bien tiene por punto de partida la recepción
de alimento y es incitada por esta- aspira a una ganancia de placer independiente
de la nutrición, y que por eso puede y debe ser llamada sexual.
Ya durante esta fase «oral» entran en escena, con la aparición de los dientes,
unos impulsos sádicos aislados. Ello ocurre en medida mucho más vasta en la
segunda fase, que llamamos «sádico-anal» porque aquí la satisfacción es
buscada en la agresión y en la función excretoria. Fundamos nuestro derecho a
anotar bajo el rótulo de la libido las aspiraciones agresivas en la concepción de
que el sadismo es una mezcla pulsional de aspiraciones puramente libidinosas
con otras destructivas puras, una mezcla que desde entonces no se cancela más
La tercera fase es la llamada «fálica», que, por así decir como precursora, se
asemeja ya en un todo a la plasmación última de la vida sexual. Es digno de
señalarse que no desempeñan un papel aquí los genitales de ambos sexos, sino
sólo el masculino (falo). Los genitales femeninos permanecen por largo tiempo
ignorados; el niño, en su intento de comprender los procesos sexuales, rinde
tributo a la venerable teoría de la cloaca, que tiene su justificación genética