Arquitectologia
Arquitectologia
DR.
José
de
Nordenflycht
Concha
Universidad
de
Playa
Ancha
Recuerdo
que
en
alguna
conversación
inicial
Manuel
Casanueva
me
bautizó
como
arquitectólogo.
Quiero
pensar
que
esto,
en
su
peculiar
sentido
del
humor,
podría
ser
algo
más
que
la
instalación
de
una
distancia
entre
aquellos
que
son
arquitectos
y
quienes
no
lo
somos,
pero
que
sin
embargo
tenemos
como
objeto
de
preocupación
recurrente
a
la
arquitectura.
Lo
primero
a
despejar
es
que
la
teoría
es
una
acción,
y
no
una
mera
contemplación.
Etimológicamente
viene
de
una
acción
que
es
el
periplo
del
theoros
(representante)
que
produce
insumos
para
controlar
la
economía
(oikos-‐nomom)
en
beneficio
de
la
ecología
(oikos-‐logos).
De
esa
forma
la
teoría
de
la
arquitectura
sería
algo
cercano
a
la
teoría
del
saber
sobre
el
hogar.
Y
saberse
en
un
hogar
es
cosa
natural
en
muchos
de
nosotros,
quienes
como
habitantes
interpretamos
continuamente
los
lugares
dispuestos
para
ello.
Pero
adelantarse
a
la
configuración
de
esos
lugares
es
empeño
de
unos
pocos,
digamos
los
arquitectos.
De
ahí
que
la
distancia
entre
el
saber
disciplinar
y
la
práctica
del
oficio,
este
mediada
por
otros
saberes
disciplinares,
que
pueden
venir
en
su
auxilio,
soporte
o
Texto
leído
en
el
Seminario
Manuel
Casanueva:
Diálogos
sobre
Pedagogía,
Investigación
y
Arquitectura,
∗
1
complemento,
según
sea
el
caso,
precisamente
para
asistir
esa
operación
de
adelanto,
que
como
el
salto
del
caballo
en
el
ajedrez
es
fuga
y
arribo
en
un
solo
movimiento.
Muchas
veces
conversamos
esto
con
Manuel,
con
quien
llegamos
al
consenso
de
que
más
allá
del
conocimiento
histórico,
estaba
la
posibilidad
cierta
de
producir
hechos
históricos
a
través
del
acontecimiento
de
la
obra.
Y
ahí
aparecía
la
necesidad
de
que
la
historia
respondiera
desde
un
flanco
específico,
cual
es
aquella
historia
que
tiene
que
lidiar
con
el
arte,
considerando
a
este
no
una
mera
ilustración
de
acontecimientos
pasados
–una
fuente-‐
sino
un
hecho
histórico
en
si
mismo.
La
arquitectura
fue
considerada
durante
muchos
siglos
como
parte
de
las
bellas
artes.
En
ese
contexto
el
dominio
de
sistemas
de
expresión,
como
el
dibujo
o
la
pintura,
eran
absolutamente
dependientes
de
un
proceso
proyectual
del
cual
se
esperaba
que
culminara
en
una
obra
construida.
Sabemos
que
muchas
de
esas
experiencias
de
representación
solo
terminaron
en
eso,
una
obra
construida.
Sin
embargo
con
el
advenimiento
de
la
modernidad,
la
práctica
de
la
arquitectura
fue
acusando
una
divergencia
entre
el
arte
de
construir
y
el
arte
de
proyectar,
toda
vez
que
la
diferenciación
entre
la
profesión
y
la
disciplina
son
su
efecto
más
visible
al
día
de
hoy.
Y
de
eso
Manuel
testimonio
con
un
trabajo
en
el
ámbito
de
la
plástica,
donde
su
trabajo
visual
no
es
derivativo
de
una
cierta
arquitectura
experimental,
porque
de
ser
así
sería
ilustrativo
y
estaríamos
viendo
croquis,
diagramas
y
planos,
y
tampoco
es
complementario,
de
modo
que
tampoco
son
fotos
o
dibujos.
Aquí
la
pertinencia
va
por
otro
lado.
La
historia
sobre
el
debate
de
arte
contemporáneo
nos
ha
contado
que
cuando
un
pintor
se
convierte
en
arquitecto
tenemos
por
resultado
a
Le
Corbusier.
Y
decimos
“se
convierte”
porque
es
sabido
que
el
arquitecto
suizo
nunca
formalizó
su
aprendizaje
como
tal
y
menos
lo
legitimó
a
partir
de
una
institución.
Pero
cuando
un
arquitecto
se
convierte
en
pintor,
como
Matta,
Antúnez
o
Pancho
Méndez
entre
nuestros
más
cercanos
conocidos,
la
cuestión
es
más
compleja,
ya
que
abandonar
la
profesión
será
siempre
más
fácil
que
abandonar
la
disciplina.
2
Ni
lo
uno
ni
lo
otro,
en
la
arquitectura
experimental,
disciplina
confesa
de
Manuel
Casanueva,
no
existe
el
prurito
del
abandono,
más
bien
siempre
se
retorna.
Por
lo
que
la
coherencia
va
por
otro
lado.
La
autonomía
del
trabajo
visual
de
Manuel
Casanueva
supone
un
nivel
de
experimentalidad
en
donde
la
referencia
a
la
integración
de
las
artes
nos
obliga
a
obliterar
su
pertinencia
y
coherencia,
deslindado
sus
flancos
posibles,
donde
finalmente
lo
que
evidencia
este
trabajo
visual
es
suficiencia.
Suficiencia
entendida
aquí
no
sólo
como
una
simple
autorreferencialidad
que
encripta
modos
y
formas
en
resultados
imposibles
para
el
espectador
desprevenido,
sino
que
una
voluntad
de
autonomía
que
se
instala
con
toda
la
seguridad
de
quien
sabe
retornar
desde
el
no
saber(se).
El
mito
de
Valparaíso
alimenta
lógicas
imposibles
para
una
arquitectura
insólita,
donde
sus
partes
últimas
siempre
sostienen
a
las
más
viejas
–y
no
al
revés
como
indica
la
lógica-‐,
en
un
presente
que
devela
la
trascendencia
de
lo
vernacular,
en
cada
una
de
sus
“barrios
acantalidos”.
3
sorpresa
del
conocimiento,
esto
a
partir
de
una
reflexión
y
acción
colectiva
que
parte
de
la
realidad
preexistente.
Eso
en
teoría
suena
bastante
convincente
para
otros
y
conveniente
para
nosotros,
aquí
enunciado
desde
esta
lugar.
Como
ustedes
podrán
sospechar
esos
objetivos
no
pasan
muchas
veces
de
una
intención
declarada
–a
ratos
un
poco
ingenua,
a
ratos
un
poco
cínica-‐
que
con
mucha
dificultad
llega
a
concretarse,
instalando
en
los
porfiados
hechos
la
evidencia
de
un
trabajo
realizado,
muchas
veces
a
presión.
Por
lo
que
habría
que
preguntarse
sobre
cuál
es
la
dimensión
de
esa
presión.
Una
presión
que
administra,
por
un
lado,
el
equilibrio
entre
un
malestar
de
origen
–
siempre
la
experiencia
preexistente
de
otra
experiencia
de
Taller,
salvo
en
primer
año
claro
está,
cuyos
fundamentos
inevitablemente
mitopoiéticos
dependen
de
la
duración
del
credo
de
los
estudiantes
en
su
profesor
y
viceversa-‐.
Y
por
otro
lado
un
destino
necesario,
puesto
funcionalmente
en
la
ansiosa
mirada
de
los
estudiantes
sobre
el
Taller
que
viene
y
el
cuidado
de
los
profesores
para
que
la
dimensión
de
esa
ansiedad,
tenga
la
suficiente
solvencia
y
sentido
de
realidad
para
ser
acreditada.
Y
con
acreditación
por
favor
no
se
entienda
aquí
el
mercadeo
al
uso
del
sistema,
sino
que
simplemente
aumentar
la
legitimidad
y
credibilidad
en
los
procesos
formativos
en
los
cuales
participamos
tanto
los
arquitectos
como
los
arquitectólogos,
ya
que
en
tiempos
de
mezquindades
y
gratuidades
raptadas,
recuperar
una
enseñanza
que
integre
los
oficios
y
las
disciplinas
pareciera
ser
la
única
manera
de
aprender.