Diario Reflexivo PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 8

Día 1.

Hoy ha sido el primer día de prácticas, cada alumno se ha distribuido con su


correspondiente tutor, y a mí me ha tocado a Leo, en la planta 8a. Al llegar todo
estaba bastante congestionado por la demanda de trabajo, por lo que no me ha
podido explicar a fondo la organización de la planta, pero me ha propuesto volver
de nuevo esa misma noche para explicármelo todo con más calma.

La mañana, como es normal, la he pasado deambulando por la planta con mi


tutora, y me ha explicado lo que ha podido, ya que estaba muy atareada. Ya en las
últimas horas de la mañana, Leo me ha dejado purgar algunos goteros y
cambiarlos.

Me ha sorprendido bastante el manejo que tiene el personal de la planta sobre los


pacientes, ya que saben perfectamente qué paciente hay en cada habitación y
todo lo que les ha pasado durante el día, pero supongo que esa es una habilidad
que se adquirirá con la experiencia. Por último, ya casi cuando todo estaba hecho,
una señora ha aparecido por el pasillo medio llorando porque decía que no se
enteraba de lo que le pasaba a su marido, y le veía cada día peor; luego hablando
con mi tutora me comentó que hace un rato la médico había llegado a la sala, y
casi no había visto al hombre, además el diagnóstico lo medio gritó por el pasillo
sin siquiera dirigirse a la mujer. En este caso pude ver perfectamente que el primer
paso del cuidado es la atención y, sobretodo, el querer atender, porque, al menos
a mí me dio esa sensación, una persona puede soportar mejor una muerte
esperada pero bien atendida, que un tratamiento descuidado.

Día 2.

Hoy ha sido mi primera noche de prácticas, la verdad es que el ritmo ha sido más
fluido y relajado, aunque con un inicio un tanto movido. A las 10.30 Leo y yo
hemos tenido el primer éxitus de la noche, en este caso en la habitación 814, en el
pasillo de paliativos, ya había visitado a ese paciente por la mañana, en este caso
tenía un exceso de mucosidad pulmonar que no podía ser retirada, y la familia
simplemente podía esperar, ya que ni siquiera los médicos podían hacer nada.

Cuando entramos en la habitación su hijo estaba dentro con su canción favorita


puesta y nos comentó que justo estaba hablando con él y simplemente se fue.

Noté nada más entrar en la sala la atmósfera de respeto que había en la sala, y
pude adaptarme a ella con bastante facilidad. Mi tutora y yo le hicimos entonces
un electrocardiograma, aunque lo sentí más como un mero trámite respetuoso que
como un procedimiento pragmático, y me gusto mucho participar en él, ya que,
aunque solo sea un mero trámite legal, lo sentí en cierta forma como ayudar al
recién fallecido, mostrándolo como tal de forma objetiva, es decir, con datos, ante
el resto de personas y la institución hospitalaria. Y después de pasar ese ambiente
de respeto y quietud, tuvimos el segundo éxitus de la noche a los quince minutos,
en este caso, yo le había cambiado los fluidos al hombre cinco minutos antes de
que sucediese, y se encontraba comatoso y acompañado de su mujer. Ella fue
quien avisó a la médico con un tímido “creo que ya se ha ido”, y Leo y yo volvimos
a entrar en la habitación con el carro del electro, no sin antes consolar a la mujer
del fallecido junto con la médico, pero se puso cada vez más nerviosa y entró en
shock estando sentada en el sofá de la habitación, parecía no ver ni escuchar a la
médico y a mi tutora, y solo sollozaba y temblaba, como absorta en sus
pensamientos mientras miraba a un punto fijo. Finalmente consiguió tranquilizarse
y le practicamos el electro al fallecido. Esto me dejó pensando sobre las
dimensiones del cuidado enfermero, ya que, además de al hombre al que cambié
los fluidos poco antes de morir, el cuidado que se ejerció, también irradiaba en su
mujer, la cual le quería y sufrió con su muerte. Por lo tanto, gracias a este tipo de
situaciones, puede uno darse cuenta de que cuando se cuida a un paciente, no
solo lo cuidamos a él, sino a su entorno, a las personas que le importan y, por lo
tanto, a su vez lo cuidamos a él de forma doble.

Día 3

Hoy ha sido turno de mañana, Leo me ha puesto a hacer cuidados básicos con las
auxiliares, y la verdad es me ha agradado, ya que este tipo de funciones se
acercan mucho a las que se hacen en enfermería y nunca está de más conocer
otro tipo de cuidados. Sin embargo, a mitad de la higiene entramos en la
habitación en la que estaba el marido de la mujer que nos encontramos en el
pasillo el primer día, el hombre había sufrido problemas respiratorios y su cara y
estado en general no eran demasiado buenos. Pude fijarme en su respiración, que
era muy superficial y mecánica, muy similar a la del hombre que falleció la noche
anterior, así que pensé en comentárselo a Leo cuando acabásemos, sin embargo
ella entró en la habitación antes de haber terminado, y puso una cara de sorpresa,
que la esposa del hombre obviamente notó; tras ver un momento al paciente dijo a
todo el mundo de la sala que se saliesen al pasillo, que el hombre no estaba como
para movilizarlo para la higiene; al rato salió de la habitación, y comunicó que el
paciente acababa de fallecer, la familia se quedó bastante afectada, al igual que
Leo.

Hablando con ella me dijo que no se sentía bien por no haber dado un buen
servicio a la familia, y que sentía que algunas cosas no se habían hecho de la
forma correcta; esto me dio bastante que pensar, ya que, en esta ocasión, el
paciente ya estaba en un estado bastante malo y tanto él como su familia sabían
que su estado de salud iba a ir decayendo hasta que falleciera, sin embargo, el
cuidado en vida no es el único que nosotros, como enfermería, debemos realizar,
también tenemos que dar un buen cuidado hasta (y además en) la muerte. Lo que
había hecho casi llorar a Leo no era que la persona hubiese fallecido, pues la
muerte es algo que se presenta día tras día en esta profesión, sino que esta se
haya dado de forma descuidada, ya que las auxiliares no vieron lo evidente, que el
paciente no estaba como para movilizarlo, y que ese no debería de haber sido un
momento de higiene, sino de despedida. El resto de la mañana sucedió sin mucho
que destacar, solo que bajé al túmulo con el celador y me estuvo explicando un
poco la estructura y el funcionamiento del hospital.

Día 4

Hoy he entrado de mañana, a primera hora he vuelto a hacer higienes con los
auxiliares, también me he encontrado con algunas alumnas en prácticas, las
cuales tenían ya bastante manejo de toda la planta, yo también voy adquiriendo ya
soltura y conocimiento de cómo se organiza todo y voy mecanizando acciones
como purgar goteros o cargar medicación, además, ya he adquirido cierto manejo
Orion y Prisma, de momento sé para qué sirve cada uno y puedo acceder a las
funciones básicas. La verdad es que lo que más me gusta son los momentos en
los que mi tutora me deja más autonomía, y creo que me gustará, cuando tenga
un mejor manejo y más experiencia, administrar y controlar una serie de pacientes
por mi cuenta, además de tratar con las personas de forma íntima así como con
sus familias.

Día 5

Hoy ha sido turno de mañana, Leo y yo hemos administrado la medicación y


tomado las constantes a toda la planta, poco a poco noto que estoy cogiendo su
ritmo a la hora de preparar, cargar y administrar la medicación, y me gusta cada
vez más el poder tratar con el paciente y arreglar sus problemas. Algo que me ha
impactado ha sido que, al entrar a la habitación 804 había una señora con una
bipap y medio dormida, por lo que le he administrado la medicación que debía y
me he ido sin casi mediar palabra con el paciente, ya que pensaba que no tenía un
buen estado de consciencia, sin embargo, cuando ha entrado Leo, se ha puesto a
hablar con la mujer ya que sabía que le pasaba algo, aunque ella no lo dijese; ella
simplemente quería agua, pero me sorprendió el que mi tutora pudiese darse
cuenta de algo a lo que yo no había caído, y que ni siquiera me planteaba. El resto
de la mañana transcurrió bien, y traté de fijarme más en lo que los pacientes
podían querer, aunque no lo dijesen. Muchas pienso sobre el luto que deben llevar
por dentro los pacientes, aunque no lo enseñen; están en un lugar ajeno y bajo
unas circunstancias que aterran, como son el desconocimiento sobre algo tan
esencial como la salud propia, me gustaría mucho progresar en este sentido para
percibir ese luto interior y saber como aminorarlo o, si puedo, incluso disolverlo, ya
que en esto estriba un gran porcentaje del cuidado que se le puede dar a un
paciente, que esté tranquilo sobre su futuro y evitar su angustia.

Día 6

Hoy he entrado de mañana, poco ha poco empiezo a hacerme con la planta, así
como con los nombres de los pacientes y los familiares que suelen visitarlos, a
veces leo los diagnósticos que tienen en orion, y me choca que tengan tantos
problemas de salud y, en contraparte, una actitud tan buena para con el resto de
personas que les rodea como auxiliares, otros familiares o incluso nosotros;
supongo que, como dije, muchos de ellos llevarán el luto por dentro, pero aún así
mediante ciertas actitudes, muestran un tanto de esperanza ante la vida, y no me
refiero a que no hayan aceptado su diagnóstico y crean que se vayan a curar, sino
que aún en estado ya terminal, quieren seguir teniendo tiempo de vida y, algo más
importante, más vida en su tiempo. Y esto guarda una importancia muy relevante
para con el cuidado, precisamente porque nadie está cien por cien sano, y, por lo
tanto, la salud de cada uno es relativa a uno mismo. Hay quien es diabético desde
pequeño y vive y se percibe a sí mismo totalmente saludable, sin embargo otra
persona a la que se le diagnostique diabetes a los sesenta años se llenará de
desesperanza y tristeza. Con esto no digo que el hombre de sesenta años no
tenga derecho a estar triste y desesperanzado, ni mucho menos, y además
merece el mismo cuidado que cualquier otro paciente, sin embargo, ( y al menos
para mí) esto sirve de prueba de que la salud tiene mucho que ver con cómo lo
percibimos individualmente y que siempre se puede conservar la esperanza hacia
la vida y, cuando ya no hay nada que hacer, hacia la muerte (cuando ya no hay
tratamiento que funcione, solo queda mitigar los síntomas, y otorgar al paciente
una muerte, en primer lugar digna y, en segundo, analgésica); y nuestra profesión
debe basarse en corresponder con tal esperanza.

Día 7

Hoy me ha tocado turno de noche, ya es la segunda que hago, poco a poco siento
que me voy acostumbrando a los horarios, ya que al principio todo parece nuevo y
el tiempo se siente dilatado, pero sin embargo con el paso de las jornadas las
horas se me hacen más amenas y, por así decirlo, conocidas. Al principio de la
noche Leo y yo hemos repartido la medicación como siempre, me gusta el ir
adquiriendo soltura con los pacientes y poder tratarlos de una forma más cercana,
de manera que tanto ellos como yo se sientan más cómodos con el trato que les
proporciono. En mitad de la noche, un hombre ha salido de la habitación y le ha
pedido por favor que le dejásemos ir a la panadería que estaba al final del pasillo,
la mujer nos ha dicho que era panadero, y que todavía recuerda los horarios que
tenía, obviamente el paciente estaba teniendo un episodio de demencia. Tras esto
la enfermera le ha dado una vuelta para que se relajase y lo ha devuelto a su
cama. A las 6 hemos repartido la medicación correspondiente a cada paciente y
Leo me ha dejado hacer extracciones de sangre, que han salido bastante bien. La
verdad es que las noches se me hacen bastante pesadas, y además, por lo que sé
son los turnos en los que más accidentes y éxitus hay (supongo que será también
en parte porque son más horas). Lo que sí que noto por las noches es que los
pacientes te toman mejor (que no más) en cuenta, supongo que gran parte del
motivo es velar su sueño, cuidarles mientras están en el momento de mayor
indefensión, el de la ensoñación, cuando no te puedes proteger y menos seguro te
sentirías en un lugar hostil (solo dormimos en lugares donde nos sentimos
seguros, no vamos a poder dormir, por ejemplo, en medio de una guerra o,
incluso, en medio de la calle).

Día 8

Hoy he entrado de mañana, Leo me ha dicho que en la planta cambian según el


ciclo (ciclo de mañana tarde y noche) el número de habitaciones que le toca a
cada enfermero, y este tenemos que cuidar paliativos. Ya he estado allí en varias
ocasiones, viendo procedimientos y maniobras, además Leo y yo tuvimos que ir
cuando ocurrieron los dos éxitus. En concreto me llaman la atención dos
pacientes, Nahili en la 815 y Emilio en la 819. La primera es una mujer francesa de
unos 60 años, con metástasis y en estado casi comatoso, cuando entré por
primera vez en la habitación vi a toda su familia con ella, no hablaban español,
pero entre el inglés y el francés pudimos entendernos. Siempre están con ella en la
habitación, cuidándola y haciendo que tome parte en los distintos eventos de la
familia, como por ejemplo rezar o tomar té, aunque solo sea de cuerpo presente,
ya que su estado cognitivo no se lo permitía. Me sorprendió ver el gran aprecio
que tiene esta familia a Nahili, y como para ellos es más importante estar juntos
que su enfermedad, aunque su pronóstico no sea muy bueno.

El segundo es Emilio, un hombre con Alzheimer muy avanzado, que lleva


encamado desde hace muchos años; necesita una sonda PEG para comer y
nebulización de forma muy frecuente ya que hace poco contrajo una infección
respiratoria. Casi siempre está acompañada por su hija, que parece no aceptar del
todo el estado tan grave en el que se encuentra su padre. Supongo que es duro el
tener que lidiar con el cambio, en este caso el estado comatoso de un familiar muy
cercano o el estado avanzado de Alzheimer de un padre que probablemente ya
poco quedaría de él, puesto que gran parte de lo que somos habita en nuestros
recuerdos. En estos casos puedo ver mejor que nunca lo que comenté hace unos
días atrás, que el cuidado al paciente no se limita a él, sino a su entorno también,
y, al cuidar a este (al entorno, ya sean familiares o, simplemente seres queridos),
también lo cuidamos a él por segunda vez.

Alguien que no tenga contacto (y tacto) con la enfermería podría pensar que a no
vale la pena que alguien en estado comatoso siga viviendo, puesto que ya no va a
poder mejorar, y ya ni siquiera es él mismo, que su situación en ese momento se
limita simplemente a un mero cuerpo vivo sin consciencia, pero eso sería un
descuido, ya que se olvidaría toda la gente que esa persona quiere y por la que
ella es querida. No debemos limitar nuestra visión humana simplemente al
individuo porque, paradójicamente, el individuo es también su entorno, es también
lo que él ama, es decir, el entorno en el que se manifiesta.

Día 9

Hoy he entrado de tarde, la planta ha estado bastante tranquila en general, ya


trato a los pacientes por su nombre de pila, aunque algunas veces todavía lo
tengo que revisar, esto creo que les da más confianza conmigo así como yo con
ellos. La 8A suele tener mucho movimiento de traslados e ingresos, según lo que
dicen las enfermeras, somos la planta que más cosas hace y más ocupada está
casi siempre, y es cierto que en pocas ocasiones hay camas libres. Esto me da la
oportunidad de poder valorar a un numero ciertamente elevado de pacientes
cuando son nuevos, y ver su evolución, además de tener la oportunidad de poner
en práctica muchas de las maniobras que se suelen hacer; hoy por ejemplo he
sondado a un hombre y le he limpiado la sonda a otros dos, ya que las infecciones
urinarias aquí son muy frecuentes y muchas de las sondas se obstruyen,
causando mucho dolor al paciente.

A la hora de sacar la medicación, me he dado cuenta de que en algunos casos, ya


sé toda la medicación que hay que sacar debido a que intento tratar al paciente
como una persona, y eso me hace acordarme mejor de los detalles, como en este
caso su medicación, u otras cosas. También me he dado cuenta de que a la hora
de no tener nada que hacer, se me van ocurriendo tareas nuevas para realizar,
como por ejemplo reposición de carros, preparación de analíticas para el día
siguiente o sacar la medicación para la próxima ronda. Los distintos enfermeros
con los que he tratado siempre me han dicho que me cada uno tiene sus manías,
sus puntos buenos y sus puntos malos, y que me quede con lo bueno de cada
uno. Sin duda lo mejor que tiene Leo es la organización, todo lo etiqueta y
nombra, por lo que, si se debe sacar una medicación, sabe al momento qué es,
donde lo ha cargado y a quién hay que dárselo. Al tratar tanto tiempo con ella
inconscientemente adopto también estas pautas, lo cual me gusta mucho.

Hoy me ha llamado la atención la situación de Juana en la 802, la cual estaba muy


triste debido a que al preguntarle a la médico que cuando se iba a poner buena,
esta le ha contestado que ella nunca lo iba a hacer, que tenía el corazón mal y que
no había solución para eso; Leo y yo la sorprendimos llorando en su habitación y
nos contó cómo se sentía. Ella tiene obesidad y debido a ello una insuficiencia
cardíaca, la cual le ha reportado edemas. Si bien es cierto que no existe una
solución, consideré que existen otras palabras para expresar el diagnóstico, ya
que todos tenemos problemas, de una u otra forma y tenemos que aprender a
convivir con ellos, y muchas veces una parte esencial para esto es la forma
mediante la cual lo afrontamos. Juana había empezado a tratarlo de forma muy
negativa debido a que se lo había dicho su medico, la cual era la que sabía y tenía
autoridad, y ciertamente es verdad que no hay solución para esa insuficiencia,
pero se le podría haber planteado al paciente de otra forma, como un cambio en
su vida con el que tenía que vivir, no como un problema que tenía que sufrir.

Día 10

Hoy ha sido mi último día de prácticas, he entrado de noche. Han habido algunos
cambios con respecto al último día en el que vine, ha habido muchos pacientes
que se han ido de alta y otros que han vuelto, sobretodo en paliativos. En concreto
me llama la atención Flora e Isabel, en la 817 y 818.

La primera es una mujer de 76 años con cáncer de ovario en metástasis que vino
a la planta porque ya no mejoraba en oncología, y la segunda era una mujer con
cáncer intestinal a la cual se le estaban haciendo pruebas. A Isabel la conocí por
sus gritos, no paraba de gritar cada cierto tiempo “Socorro”, la mayoría de veces
no necesitaba nada y simplemente lo hacía porque estaba sola y quería
marcharse, yo le respondía entonces que no podía hasta recuperarse, que lo mejor
para ella era quedarse allí. Sin embargo hoy he ido a retirarle el suero y a
cambiarle la vía y le he preguntado que qué tal estaba, me ha respondido que mal,
que tenía miedo; hablando un poco más con ella me dijo que le asustaba un
montón las pruebas que le estaban haciendo y que no sabía lo que le iba a pasar,
yo intenté tranquilizarla explicándole por qué estaba allí y qué le pasaba. La
verdad es que me dio mucho que pensar porque, al igual que en un caso anterior,
yo no había podido ver lo que le pasaba a esa paciente, y al preguntarle al resto
de enfermeras me dijeron que simplemente gritaba porque estaba desorientada,
aunque no era del todo así, sino que en realidad tenía miedo y necesitaba
compañía.

El caso de Flora es el que más me dio que pensar de todo el periodo de prácticas,
como decía, ella tenía diversas metástasis y la habían traído a la planta porque ya
no mejoraba en oncología. La guardia anterior hablé con ella así como con su
familia y nos llevamos bastante bien, sin embargo en 24 h había decaído su
estado de salud de forma muy abrupta, ahora estaba sedada por el dolor y se
mantenía en un estado de inconsciencia. Constantemente estaba en la habitación
algún familiar, Leo me dijo que esa señora era la suegra de la coordinadora y que
sabía que era como la matriarca, es decir, muy familiar, por lo que era una
situación bastante delicada y de mucho dolor para ellos. Flora falleció a las cuatro
de la mañana esa misma noche, cuando entramos en la habitación sus dos hijos
estaban abrazándose el uno al otro empapados en llanto, hicimos el
electrocardiograma y nos fuimos esperando a que llegara el médico para
podernos llevar el cuerpo. Sin embargo, mientras lo hacía fue llegando la familia
para despedirse de ella, hijos y nietos, todos rotos de pena. En último lugar llegó
su marido, un anciano pequeño de unos 80 años que se tenía que sostener en sus
nietas debido a lo afectado que estaba, en esos momentos sentí que el pasillo de
paliativos se convirtió en una profesión, aunque no pude evitar emocionarme al ver
la imagen de una familia que lloran juntos la pérdida de un familiar que acaba de
irse. En esos momentos me pareció increíble como podían darse apoyo los unos a
los otros siendo a la vez tan frágiles, la imagen clave de esto fue el abuelo,
llorando a más no poder mientras nos daba las gracias apoyado en sus dos
nietas, las cuales también lloraban.

Cuando todo se calmó Leo me preguntó que si después de momentos como


estos quería seguir trabajando en esta profesión. Y es que es precisamente en
estos momentos en los que más me gusta la enfermería, y creo que capté un
punto de vista que Leo no conseguía ver. A mí todo lo que pasó en ese pasillo esa
noche me pareció totalmente maravilloso (no quiero decir ni mucho menos que fue
algo que me alegró que pasase, pero disfruté mucho contemplándolo), ya que
Flora murió de la forma más digna en la que se puede morir, por el paso del
tiempo. Muchos pacientes mueren por su propia libertad, es decir, toman
decisiones que los llevan a morir, ya sea por ejemplo fumar, beber alcohol o
consumir drogas, y son decisiones tomadas de forma consciente, y si no eran
conscientes del peligro que les reportaba hacerlo, al menos eran culpables (que se
entienda que no es mi intención que el significado de “culpa” en este caso tenga
connotaciones éticas, es decir malas o buenas) de no haber sido conscientes, a
mí ese tipo de muertes son las que más pena me dan, precisamente porque la
persona siempre se arrepiente de la decisión que ha tomado en el pasado ahora
que tiene a la muerte en los talones, y siente que se ha fallado a sí mismo. Pero el
caso de Flora es, como ya he dicho, una muerte por el paso del tiempo, no por
ninguna decisión tomada de forma libre por su parte, ya que el cáncer en este
caso sobrevino por puro azar (lo que sería “mala suerte”), y no por la libertad
propia. La muerte de Flora es por lo tanto una muerte inevitable, insalvable, ya que
lo que la mató fue el tiempo, y no ella misma, en otras palabras, luchó hasta el
final de su vida, hasta que se le acabó el tiempo. Este tipo de muertes no me
reflejan pena (evidentemente no en todos los casos, sé que seguramente si me
pasase a mí con un ser querido sentiría mucha tristeza, en este caso me refiero
mirándolo desde la abstracción, desde fuera) sino que más bien me emocionan,
ya que para mí una de las mejores cosas que tiene la vida es que precisamente
lucha con todo hasta el final. Además Flora dejó a una familia rota por el llanto,
rota debido a que ella ya no estaba pero que, a la vez se tenían los unos a los
otros para darse apoyo, y esa familia la había formado ella sola junto con su
marido. Es por esto que creo que yo tuve un punto de vista que Leo no tuvo, y es
que obviamente la muerte de una persona es algo triste, pero en este caso
también me pareció maravilloso ya que, si se ha de morir, ¿Quién no querría
hacerlo como Flora, viviendo hasta el último momento y dejando atrás una familia
desconsolada precisamente porque te amaban tanto que no saben cómo seguir
viviendo sin ti?

También podría gustarte