Melancolia El Dolor de Existir PDF
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La experiencia con las formaciones del inconsciente se nutre en gran medida de las vivencias
en forma de síntomas que aportan nuestros pacientes; ello hace rica la clínica. Lo leído
orienta, lo oído desde el diván sobrecoge. ¿Quién no se ha sorprendido reconociendo aquello
que ya había encontrado en algunas lecturas clínicas?. Pero, el saber transferencial no tiene
nada que ver con el libresco. Oír expresarse a la angustia, a la impotencia o a la imposibilidad
es hacer clínica. Por ello es esencial saber escuchar y no escuchar desde el saber. Esa parte
del síntoma que llamamos goce nos acerca a la crudeza de lo Real.
"No hay ser que exprese de una manera más patética el dolor de existir y el sufrimiento como
el melancólico " .(1)
Pero cuando de la lectura se llega a la vivencia en la clínica del goce melancólico uno se divide
entre la persona que parece obligada a actuar para evitar la muerte y el analista que sabe que
cualquier intento de dar esperanzas es abocar al sujeto al suicidio. Aporía con la que nos
encontramos. El discurso melancólico es evocador de esa figura retórica conocida por
hipotiposis, "figura de estilo que consiste en describir una escena de modo tan vivido, tan
enérgico, y tan bien observado que se ofrece ante los ojos como la presencia, el relieve y los
colores de la realidad ". Por ello me decidí a escribir sobre mi práctica y sus
vicisitudes.
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Melancolía, el dolor de existir.
Como sucedió con la histeria, hoy la melancolía asiste a su olvido en los manuales al uso. La
denominada
lipemanía
(monomanía triste) de Esquirol, fue bañada de romanticismo y asociada tanto a la poesía como
a todas las formas de locura. Esta muerte nosográfica reposa en la cripta del DSM-IV TR
dentro de una subcategoría de "depresión mayor". Sabemos que este fin lo motiva una cierta
relajación de la clínica psiquiátrica tradicional que ha dado primacía al término depresión, a
trastornos bipolares, a psicosis cíclicas. Ciertamente, hay un éxito de los manuales prácticos
que tienen como referente la química en detrimento de la etiología dando por zanjado el dilema
exógeno-endógeno. El reinado de la estadística y su saber dejan de lado lo Real del cuadro.
Escribir sobre ella es un intento de abrir los ojos y poner en aviso a los clínicos sobre los
peligros del olvido de las referencias estructurales.
Se nos presenta la melancolía como entidad, síntoma y síndrome. Como entidad Freud la
consideraba una neurosis narcisista, una depresión profunda de la estructura, con anorexia y
un desvestimiento narcisista producido por una pérdida. Como síntoma es un afecto triste
(Melancolía quiere decir pasión triste, bilis negra), con los signos de depresión, es decir:
lentificación psicomotriz, humor disfórico, trastorno del sueño, disminución del apetito. Es
también considerada como un estado psíquico que está enlazada a la libido, narcisismo, yo,
objeto, pérdida, relacionada con la falta y la estructuración del sujeto.
El interés de Freud por el tema ya surge en 1895, en el "Manuscrito G". Allí quiere situarla y
observa que no tiene el mismo mecanismo fisiológico que atribuía a las neurosis actuales y
psiconeurosis, (recordemos: descarga insuficiente). No entraba en sus clasificaciones ni en las
actuales ni en las de transferencia. De él recogemos esta definición tan actual:
Como veremos, esta perturbación es esencial para separarla del duelo y acceder a su
comprensión. Se trata del problema de la identificación en la melancolía y de la relación del
sujeto con el Otro.
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Melancolía, el dolor de existir.
Él, situaba la melancolía con la psicosis (Paranoia, Esquizofrenia y Melancolía, PMD). En "Neu
rosis y Psicosis
" 1924, la ubica entre la psiconeurosis narcisistas de esta manera:
Antes de proseguir con la melancolía cabe hacer unas precisiones con respecto a la depresión.
La depresión no es concepto freudiano. Él habla de duelo y melancolía. Lacan que situó la
melancolía del lado de la psicosis, como dolor del sujeto en estado puro, una de las pasiones
del ser; dice con respecto a la depresión, que no pertenece al campo de lo experiencial; no es
así un estado anímico, sino perteneciente a la psicología de las emociones:
"Se califica por ejemplo a la tristeza de la depresión, cuando se le da el alma por soporte, o la
tensión psicológica del filósofo Pierre Janet. Pero no es un estado del alma, es simplemente
una falla moral, como se expresaba Dante, incluso Spinoza: un pecado, que no cae en última
instancia más que del pensamiento, o sea, del deber de bien decir o de reconocerse en el
inconsciente, en la estructura " (4)
La depresión no hay que considerarla como un síntoma ni como estructura. Se trata de una
escisión del sujeto ante el deber del bien decir, es decir, de proseguir su trabajo de duelo del
goce imposible. Depresión y melancolía tienen en común el afecto angustioso. Lacan primó la
angustia separándola de las demás emociones y haciendo de ella el principal afecto (estatuto
de Real) presencia de lo Real, como señal del peligro de la proximidad del Otro.
Aclarado esto, podemos seguir con un Freud que se pregunta lo que cualquier clínico debería
hacer ante la patología melancólica: ¿Qué fuerza puede ser mayor en el sujeto que la lucha por
la vida; por qué renuncia a la misma, a su conservación, qué mueve al sujeto a tal desarraigo?
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Melancolía, el dolor de existir.
El mecanismo del duelo era más comprensible. El duelo normal "Truer", era explicado afectiva
y temporalmente por el trabajo de duelo "
Trauerarbeit
".
"El duelo es, por lo general, la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción
equivalente; la patria, la libertad, el ideal, etc …" (5) El duelo se origina por la pérdida real de
un objeto de amor, no por sus cualidades, sino por su función de obturador de una falta. Lacan
en el Seminario X "La Angustia", dice que este objeto era un sostén de nuestra falta, un -φ
(significante de la castración imaginaria). Cuando falta la falta hay angustia. Estas
características del objeto propician que en el duelo se empobrezca el mundo, nuestro mundo,
porque algo que conformaba nuestro ideal se ha marchado.
Más allá, el duelo tiene una característica esencial: El dolor inicial buscará solución apremiado
por la realidad que dejará de lado la ilusión y buscará un sustituto que ocupe el lugar que había
quedado vacío. Se distancia así de los enlaces que le unían al objeto afectivamente (ideal). El
proceso es lento y penoso. Ni tuto, cito, jucunde.
Por el contrario, la melancolía es el duelo por una pérdida, donde lo que se pierde no es el
objeto, sino la libido misma, y por tanto se empobrece el yo, derivando en una disminución del
amor propio, autorreproches, acusaciones y una espera delirante de castigo.
¿Qué se pierde así en la melancolía? Recordemos que en el duelo es un objeto, mientras que
en la melancolía sabe a quién ha perdido, pero no lo que con él se ha perdido (6). Este algo se
refiere a algo robado a la conciencia, es decir que remite a la estructura, no como en el duelo
que se pierde un objeto de la realidad. Dice Freud que había un objeto elegido por el sujeto,
este objeto desengaña en las esperanzas en él depositadas. Pero en lugar de digerir el hecho y
sustituir el objeto, la libido queda enganchada al Yo: "
La sombra el objeto
(su representación psíquica)
cae sobre el Yo
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". Se pierde el objeto pero con él, el yo pierde algo. Algo de la identificación queda afectado.
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Cualquier idea de un yo autónomo capaz de discernir entre él y el objeto cae por su peso. El yo
está taponado. Por ser elegido narcisísticamente, el sujeto no puede aceptar la pérdida y
quiere incorporarlo de modo canibalístico. Es por ello que resta el yo como cementerio de los
despojos identificatorios amados y perdidos como dijera Oscar Massota y que nos traslada al: "
Je est un autre
" de Rimbaud. El yo es un precipitado de identificaciones. Es desde el exterior que se
constituye bajo la primacía de lo imaginario. Esta imagen que asume el yo (espejo) es el origen
de todas las otras identificaciones futuras que conocemos como Ideal del Yo.
En el duelo el sujeto es más libre y capaz de sustituir objetos. En la melancolía, ante la pérdida,
el yo en lugar de retirar la libido y dejarla libre, al buscar otro objeto, se retrotrae al yo y se
identifica al objeto perdido: identificación narcisista de objeto. Esto es lo que magistralmente
resume Freud con la frase "La sombra del objeto cae sobre el Yo".
La primera identificación es al padre, si falla, falla el ideal (así le ocurre al padre del
melancólico). Que falle el padre en su amor y su función no evitará que el melancólico sea su
más acérrimo defensor con un amor y una entrega tan grande que delatan, como contrapartida,
la misma intensidad de odio como su venganza inconsciente.
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Los ideales narcisistas constituyen el Yo Ideal, los ideales simbólicos el Ideal del Yo. Así el Yo
Ideal (parental y por ende filial) hará que el sujeto aspire a lo que ellos desean
narcisísticamente, llegar a ser lo que les faltó a los padres. Si el Yo actual falla: persecución,
destrucción. Como se ha mencionado, también podemos observar una identificación a los
padres crueles y hostilidad hacia los mismos (RTN).
Efectivamente, el yo del sujeto y la parte introyectada que formaba parte del sujeto son mezcla
de amor y odio: "siempre que investigamos estos casos queda confirmada tal hipótesis que nos
da la clave del cuadro patológico, haciéndonos reconocer que los reproches con los que el
enfermo se abruma corresponden en realidad a otra persona, a un objeto erótico, y han sido
vueltos contra el propio Yo " (7)
Es la parte introyectada del odio la que se vuelve contra el sujeto. El Yo resta presa de su
destitución. Sus recuerdos dentro del seno familiar carecen de afecto, siempre hay un odio
escotomizado que a veces logra significarse, pero rápidamente aparecen actos encaminados a
proteger, a ayudar, a cuidar hasta extremos de samaritanos con una total entrega que siempre,
irremediablemente, consigue anularlos como sujetos deseantes. No tienen vida privada, sólo su
entrega como moneda para pagar la culpa.
Todo oscila en las frases del melancólico sobre su yo. Juega con las comparaciones: nadie ha
sufrido una vida más desgraciada, cualquier sujeto está dotado de una inteligencia superior a
él, los otros le miran por encima con marcada indiferencia, ellos tienen aquello de lo que él
carece, él no merece nada, la envidia es compañera… pero siempre hay un resquicio por
donde aflora un: -¡ Usted cree que tengo alguna cualidad!. Es de estas apariciones narcisistas
demandantes de las que hemos de servirnos para dirigir la cura, al no olvidar que la demanda
es siempre demanda de amor. Pero, sigamos.
¿Por qué este destino tan funesto? En la melancolía se ha instaurado la ley y la vemos
aparecer en forma de un superyó que tiraniza al yo hasta el extremo de dejar su huella en
forma de fracaso, de determinación, de culpa, de destino, al cual el sujeto se aferra gozoso. Lo
que me ocurre me lo merezco. Es el único ideal. El odio cae sobre sí mismo (satisfacción
sádica), goce del superyó.
El superyó aparece en el seno del yo como norma; ley desde donde se va a analizar y por tanto
interpretar y valorar la realidad exterior e interior. La raíz más conocida es aquella que se
interpreta como vía edípica, heredero del complejo de Edipo, diría Freud. Hay otra que es
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heredera del narcisismo parental, preedípica, designada como Yo Ideal, como núcleo primitivo
del Superyó y que está formada por identificaciones primarias narcisistas que se imponen al Yo
realidad. Estas identificaciones son anteriores a cualquier carga de objeto (es decir antes de las
diferencias de los sexos), como se comentó líneas atrás. Identificación es ser, carga de afecto
es tener.
El niño se guía por el ideal narcisista (creencias, normas valores) de la madre fálica, aún no
está discriminado sexualmente. Si esta situación se perpetúa (identificación primaria) no se
pasa a una modalidad de relación objetal (carga de objeto) y habrá una dependencia
(enamoramiento narcisista). Nos referimos a la necesidad de que nazca un deseo libre
contrapuesto al goce mortificante.
El superyó se sitúa entre la ley y el goce. La ley no prohíbe el deseo, prohíbe el goce. El yo del
sujeto se identifica a la ley (superyó) y así continúa deseando. Renunciar al goce y seguir
deseando es aceptar la castración. Pero, hay otro superyó alejado de la búsqueda del bien
moral, que se empecina en el goce absoluto superando cualquier barrera o límite al mismo:
Pulsión de muerte. Su origen debe remontar a algún tipo de traumatismo primitivo sufrido por el
yo en un momento de rechazo de una palabra simbólica y que aparece como una figura feroz
que generará una culpa como sentimiento inconsciente que necesita la expiación en forma de
castigo. Se buscan obstinadamente culpas imaginarias sustitutas de la originaria. No es por ello
extraño que el o la melancólica se vea envuelto en tramas y enredos que generan cierto grado
de denuncia social, conflictos vecinales, amistades problemáticas…, y que al final llevan al: -¡T
odo me pasa a mí!.
Determinismo que denuncia que lo que se baraja en la culpa no es otra cosa que la tensión
entre el Yo y el superyó.
Pero, lo que queda de todo ello es su crueldad: la crueldad del superyó derivada del narcisismo
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parental. Por ello el síntoma melancólico tiene como característica el hecho de ser una
resistencia del Superyó, un Superyó que exige goce: El síntoma es metáfora, el sinthome es
goce.
Este superyó indica una derivación materna. Cabe preguntar qué fue el sujeto para la madre.
Posiblemente un objeto-cosa. Hay un esfuerzo melancólico que se repite en frases: - ¿Cómo
puedo …
?-
Necesito aprender a vivir, pero no sé
. -¿
Qué soy, cómo podría ser
?. Esfuerzos por satisfacer a una madre que nunca formuló un deseo.
Hijos no deseados o hijos nacidos de una relación muda. Ella es, según relatos, absorbente,
sus mensajes atan a los sujetos a su lado. Un superyó que chantajea con un ¡No me
abandones ! y que
en cualquier momento dejará solo al sujeto. Chantajes emocionales que imposibilitan la
salvación del hijo.
¿Por qué la melancolía más que un dolor de existir es un aferramiento al goce?. Es necesario
ante tal interrogante despejar una incógnita que denominamos a. Referirnos al objeto a es
plantearse cómo goza el cuerpo de un ser susceptible de inconsciente (ser que habla y es
hablado). El objeto
a
es esa respuesta = Lo Real. Ello nos lleva a afirmar que gozar es ir más allá de la satisfacción.
¿Qué es el objeto?. No es la cosa real (física) sino fantasmática en el sentido psíquico. No está
personificado, no es alguien, sino una cierta representación inconsciente que llamamos goce.
Este goce,
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Decimos que la forclusión es una de las formas de recuperar el objeto. Estamos ante un
proceso de escisión del yo "Spaltung" que no siempre tiene el mismo mecanismo. Así, en el
caso del fetichismo se ponen en juego las relaciones entre el yo y la realidad. El yo renuncia al
placer para dar paso a la realidad. Una parte del yo niega esta realidad que es sufrimiento.
Esto tiene como producto un desgarro del Yo y la formación de dos reacciones contrapuestas:
por un lado la negación de la castración (fetiche), por el otro su salva su pene, defensa contra
la homosexualidad, contra la locura: Renegación.
En la neurosis, la represión hará que ciertas ideas se alejen de la conciencia. El síntoma será
el retorno de lo reprimido como conflicto entre el Yo y el Ello.
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Con una propiedad, que lo rechazado vuelve como alucinación. Conocemos la célebre frase: "L
o rechazado en lo simbólico retorna en lo real
". El sujeto alucina esa separación, por tanto la alucinación no es otra cosa que el retorno de lo
reprimido. Y si está reprimido es que en otro tiempo era nuestro. Por consecuencia, lo que se
alucina no proviene del exterior, sino de nuestro interior. Así, alucinación no es una percepción
sin objeto, como algo que nos viene de fuera (definición demasiado socorrida).
Sigamos; ¿Así, qué ha sido abolido?. Algo de la cadena de conexiones significantes que
enlazan S 1 con S 2 .Consideremos el hecho muy usual de afirmar que lo forcluido ha sido el
Nombre-del-Padre, como paradigma de la psicosis. No es el significante Nombre-del-Padre el
rechazado, el abolido, sino que su papel dentro de la cadena significante ha tenido un fallo en
su enlace de eslabón con eslabón significante. Por tanto, forclusión es la paralización de una
cadena.
Si el síntoma es el retorno de lo reprimido, en este caso, basta que aparezca un significante del
exterior que le provoque un mensaje dirigido a ese vacío de conexión, como puede ser la
aparición de Flechsing, en el caso Schreber, la maternidad, la paternidad, una muerte, la
intervención del analista…, cualquier aviso puede desencadenar la psicosis. El hecho forclusivo
no es exclusivo de la psicosis. Encontramos fenómenos alucinatorios en las neurosis. Lo cual
nos lleva a afirmar que dentro de un mismo sujeto cabe realidades constituidas por represión y
por forclusión. En la melancolía lo forcluido no retorna como alucinación o delirio, aparece
como un superyó tiránico. Aunque la forclusión no es algo exacto. En la melancolía si ha
habido esa asunción, esa estructura pasó por la lógica de la ley.
La alucinación es el ejemplo más claro de una realidad generada por forclusión. Alucinar es
que un sujeto deviene objeto. Asimilar sujeto a objeto esto es gozar, fusionarse con el objeto,
es una transformación inconsciente y no vivida. No hay percepción sensual del objeto, sino que
se hace objeto: Goza.
¿Cuál es el objeto?. Es una voz, una mirada, el pecho... El alucinado es la voz, o la mirada, o la
sensación y en ese momento, el sujeto desaparece, él no tiene un goce, sino que lo es y
desaparece. Retorna el objeto. ¿Quién goza así?. Nadie, no hay sujeto.
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El fantasma más propio del neurótico es generado por la represión. También hay una
identificación con el objeto a, pero el sujeto no es percibido o sentido. Las imágenes que
cubren a son más significantes, más imaginarias, más temporales,
personajes, lapsus, se vive de una manera más lógica, terrenal. Así, en resumen, en el
fantasma hay imágenes y significantes que las enlazan.
El goce es así siempre mortífero, en unos casos porque anula el deseo, en el que nos ocupa,
acaba con el individuo psíquico y físico. El sujeto necesita del deseo para salvarse. Veamos su
actuación.
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Recordemos que en la relación (división) del sujeto con el Otro se genera un cociente (A
castrado) y un resto a. Éste, es el a como Real, es la angustia.
La angustia está entre el deseo y el goce, entre el desprendimiento del Otro que posibilita la
vida y el goce mortífero que significa lo contrario. Justo la equivalencia entre el duelo y la
melancolía. Sabemos por Freud que la angustia tiene que ver con algo que en otro momento
fue una fuente de placer. Lacan sitúa la angustia en la cercanía del sujeto con el Otro (fuente
de placer). Angustia que avisa como señal del peligro del niño de acabar siendo objeto pasivo
del goce del Otro.
Para un yo sano es básico que de ese Otro con mayúsculas (la madre en origen) algo se
desprenda, algo falte. Si la madre está en falta será deseante. El yo necesita ser algo para
alguien, ser la falta que le falta al Otro (aspecto simbólico). Aquello que le falta tiene un
nombre: objeto de deseo y a la vez causa del deseo. Lo que falta en el Otro es a. La falta funda
el deseo, la pérdida supone que un objeto es el que verdaderamente deseaba:
a.
Así, si al neurótico le hace desear, al melancólico nunca le ha faltado, lo posee por el mismo
acto de pérdida, por ello no desea.
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El sujeto quiere evitar la castración del Otro y por ende la suya; para ello se sitúa como objeto
de la falta en A. ¿Qué ocurre en la melancolía?. Pues, que el Otro es total, sin falta, en su
relación con el sujeto no se desprende a. No hay falta. Por tanto el sujeto sólo es objeto sin
deseo, es ob-jectado.
Así sabemos que el objeto a está habitualmente oculto detrás de i(a) del narcisismo y el i(a)
está ahí para que el objeto
a
sea desconocido en su esencia. Esto es lo que el melancólico necesita que pase a través de su
propia imagen, atacándole incluso para poder alcanzar ese objeto
a
(Dice Lacan en Seminario la Angustia, clase 3, julio 63). Es lo que comentaba anteriormente de
la existencia de cierto narcisismo en el sujeto melancólico, narcisismo del que hemos de
estirar.
Cuando hablamos de inhibición afectiva nos referimos a la muerte del sujeto deseante. Si lo
normal es el empuje en busca del objeto que nos hace desear: el fantasma S◊a; en el
melancólico no puede buscar ese
a
, ya que no ha caído del Otro; más allá, ese
a
que representa la falta del Otro es él mismo.
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Veamos desde esta nueva perspectiva qué ocurre con algunos conceptos necesarios de
diferenciar. A saber: Duelo neurótico y neurosis melancolizadas.
Como paradigma clínico tenemos el caso del pintor bávaro Cristobal Haizmann "Una neurosis
demoníaca en el siglo XVII
" 1922 [1923]. Sabemos que Haizmann tiene una inhibición para pintar (era pintor en contra de
los deseos del padre). A la muerte de éste surge la inhibición, que no es otra cosa que la
obediencia a los deseos del padre a posteriori. Estos deseos se manifiestan a través de un
superyó tiránico que aparece como voz, le llena de miedos y sobre todo, le impide pintar.
Autorreproches dirigidos contra sí obsesivamente. Busca una solución imaginaria haciendo un
contrato con el diablo, que no puede ser otro que el sustituto paterno. No hay metáfora
delirante, ya que apela al Otro para ser liberado.
En cierta manera hay un desligamiento por parte del sujeto, una salida imaginaria a esa
identificación mortífera. No ocurre así en la melancolía, donde la identificación al objeto es
completa, aniquilante, sin posibilidad de solución, no hay restitución, si hay un superyó que
castiga, que busca el suicidio.
DueloDuelo
(depresión
Melancolía
neurótico.
normal)
Neurosis melancolizadas
Hay aobjeto
) en( ael Otro
), sey◊ha
el sujeto
constituido,
a . Identificación
es No
deseante.
es
acaba
a soporte
).de
No
El
simbólica
perderse
( ha
delsido
deseo
desprendido
( en el fantasma
del Otro.
S
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No hay
a (a)
) no
enespecular.
la estructura.
La identificación
El sujeto se identifica
es real. a (
"La depresión melancólica sería el efecto clínico, sobre todo en las mujeres, de ese
reconocimiento imposible " (11)
Cabe después de este recorrido efectuar un diagnóstico diferencial para buscar la distancia
respecto de la psicosis. Sabemos que para que se desencadene una psicosis (Schreber) algo,
Nombre-del-Padre "Verworfen", jamás advenido en el lugar del Otro, es llamado en oposición
simbólica al sujeto. Llega donde el sujeto no había estado nunca. Un padre real, en oposición
tercera en una relación a a. El significante de la paternidad que
no tenía y ahora llama y coloca al sujeto en posición simbólica, o el encuentro con la
maternidad en la mujer, encuentro con el objeto
a.
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En la paranoia hay megalomanía, mientras que en la melancolía hay empobrecimiento del yo.
Sabemos que la esquizofrenia es indiferente a lo social, hay un desapego con el mundo
exterior. El depresivo tiene, en relación con el prójimo, una forma de queja y agresividad, habla
del origen de su queja.
Por el contrario la melancólica sufre por ser desgraciada, rechazada. La presencia de lo social
se observa en sus desafortunadas relaciones que le sirven de coartada determinista al todo me
lo merezco
. No niega la realidad, aunque ésta no le interesa, la critica, la usa como aval de su desgracia,
para dar razón del todo está perdido, de su pulsión de muerte. Pero no está fuera de lo
simbólico de ser "nada para", no está con la psicosis, sino cerca de las neurosis narcisistas. Es
su relación con el Otro en ese momento de la identificación narcisista la que está afectada.
Recordemos:
En la melancolía tanto el sujeto como el Otro han fracasado los dos a la vez porque también
son uno. Por ello encontramos una relación muy estrecha entre el melancólico y un progenitor,
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algo así como una alianza. Curiosamente no era hijo deseado, pero entre la falta de deseo en
la madre y la de deseo en la hija, una y otra se ofrecen como objeto. Lacan lo relaciona con el
amor en tanto que el sujeto se anula ante el objeto amado idealmente.
Abraham proponía tratar a partir de cierta mejoría en el acceso, pero, no podemos caer en la
confusión de la neurotización fóbica u obsesiva.
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Difícil, en tanto y cuando el narcisismo está instalado como resto. Morir es producir una falta en
la madre, morir es su única posibilidad de acto libre, es su único contacto con el deseo. Por
tanto esta agresividad interna responde exclusivamente a una llamada, aunque para el exterior
sea un pasaje al acto terrible. Es así que Yo Ideal e Ideal del Yo, se superponen, i(a) y el
objeto a
coinciden. Si colocamos de nuevo la falta conseguiremos que aparezca el
a
en el campo del Otro distanciado Ideal del Yo y Yo Ideal.
No hay ser que exprese de manera tan patética el dolor de existir, el deseo de sufrimiento
como el melancólico: de ahí su relación con la muerte. Si la situación es tan trágica desde el
punto de vista imaginario es debido al factor muerte, pero éste es el deseo inmortal del
melancólico, es su manera de restituir lo simbólico, lo agujereado. Busca el suicidio, el paso al
acto, porque no encuentra la salida del paranoico con su metáfora delirante, tan sólo encuentra
un superyó que castiga.
"No es por nada que el sujeto melancólico tenga semejante propensión, siempre cumplida con
fulgurante y desconcertante rapidez, a tirarse por la ventana " (12)
Cuando el melancólico echa algo de menos es porque le falta y si le falta es porque estaba
dentro de él o aún lo está. Posiblemente cuando descubre que el encuentro es imposible, se
lanza… a buscarlo. Suicidarse, el pasaje al acto, lejos de la idea vulgar, es una forma de
liberarse del objeto.
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mantiene vivo un deseo), el suicidio melancólico, por el contrario del histérico, es un acto
logrado por una parte, por la otra es una acto fallido ya que el hecho no le devolverá lo perdido.
Cabe precisar que el suicidio puede ir más allá del acierto o el fracaso, puede ser un acto de
indiferencia. El significante muerte es uno de los Nombres-del-Padre.
¿A quién mata el melancólico, de quién se libera?. No se suicida él, sino que está asesinando
al objeto amoroso que le ha abandonado. El niño no abandona los lazos que le unen a sus
padres, pierde algo de su yo y lo transforma en superyó.
Sabemos que la interpretación atañe a la causa del deseo. ¿Estamos aquí ante la causa del
deseo como ocurre en el caso de la psicosis, donde se platea habitualmente el tema?. La
interpretación debe de ir a la división del sujeto entre enunciado y enunciación y esclarecer la
distancia entre i(a) y a, así como separar a del Otro.
Notas:
(1) Lacan, J., "Kant con Sade", 1963, En Escritos II, siglo XXI Editores. 3ª edición 1978, pág.
349)
(3) Freud, Neurosis y psicosis 1924, O.C. Tomo III, pág. 2744.
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(4) Lacan,J., Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión (1970). Ed. Anagrama. Barcelona, 1977,
pág. 107)
(5) Freud, S., Duelo y melancolía, 1.915 [1917], en O.C., Tomo II, pág., 2091.
(10) Nasio, J.D., Los ojos de Laura. El concepto de objeto en la teoría de J. Lacan, Amorrortu
editores.
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(11) Lacan, J., "La Angustia" Seminario X, Clase 3 de julio del 1963, inédito.
(12) Ibidem
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