Cuernavaca 1834 El Rescoldo Castellano PDF

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Portada: La firma del Plan de Ayala

Pintura gran formato de Roberto Cueva del Rio, 1964.


Museo de la Ciudad de Cuernavaca.

Primera edición de La Revolución por escrito. Planes político-revolucionarios


del estado de Morelos, siglos XIX y XX.

Derechos reservados

©2013 Secretaría de Información y Comunicación,


Gobierno del Estado de Morelos.

Esta publicación forma parte del programa editorial que el Gobierno del Estado Libre y Soberano de
Morelos ha dispuesto para difundir y promover la identidad morelense, en este caso específico, dentro
del marco del festejo del CII Aniversario de la firma del Plan de Ayala.

ISBN (Registro en trámite)

Graco Ramírez Garrido Abreu


Gobernador Constitucional del Estado de Morelos

Jorge López Flores


Secretario de Información y Comunicación

Lic. Valentín López González A.


Director General de Coordinación Editorial.

Corrección y cuidado editorial


Marta Roa Limas

Diseño de portada e interiores


René Sánchez Samano
Alejandro Azcarate Palacios

Impreso y hecho en Cuernavaca, Morelos. México.


Índice
Introducción. Los Planes políticos en la historia de Morelos
Carlos Barreto Zamudio........................................................................................................................11

1. Cuernavaca, 1834: el rescoldo castellano.


Los intereses locales y el fracaso del primer federalismo
Irving Reynoso Jaime ............................................................................................................... 33

2. El Plan de Jonacatepec (1870).


La rebelión de los porfiristas en el nacimiento del estado de Morelos
Carlos Barreto Zamudio....................................................................................................................... 59

3. El Plan de Ayala: Plan libertador para acabar con la opresión y redimir a la Patria
Francisco Pineda Gómez...................................................................................................................... 91

4. El Plan de Yautepec y la frustrada rebelión almazanista (1940)


Ehecatl Dante Aguilar Domínguez.................................................................................................... 119

5. “No somos bandidos y menos asaltantes”. Bandolerismo y resistencia en el Morelos


posrevolucionario. Las huellas del Plan de Ayala en los postulados programáticos del Plan
de Cerro Prieto de los jaramillistas de Morelos
Aura Hernández Hernández................................................................................................................139

6. “Los suscritos, patriotas morelenses y defensores del Plan de Ayala…” El Plan de Puztla (1943)
y el levantamiento de los pueblos de Morelos contra el servicio militar obligatorio
Víctor Hugo Sánchez Reséndiz............................................................................................................169

ANEXOS

ANEXO 1. Plan de Cuernavaca, 16 de enero de 1824................................................................... 205


ANEXO 2. Plan de la Ciudad de Morelos, 3 de agosto de 1829................................................... 217
ANEXO 3. Plan de Cuernavaca, 25 de mayo de 1834................................................................... 221
ANEXO 4. Plan de Cuernavaca, 13 de enero de 1858................................................................... 223
ANEXO 5. Plan de Jonacatepec, 9 de febrero de 1870.................................................................. 229
ANEXO 6. Plan de Ayala, 28 de noviembre de 1911..................................................................... 233
ANEXO 7. Plan de Yautepec, 22 de septiembre de 1940.............................................................. 251
ANEXO 8. Plan de Cerro Prieto, 21 de febrero de 1943............................................................... 255
ANEXO 9. Plan de Puztla, 26 de abril de 1943.............................................................................. 265

Archivos.................................................................................................................................................... 272
Fuentes hemerográficas.......................................................................................................................... 273
Bibliografía............................................................................................................................................... 274
Índice de imágenes.................................................................................................................................. 287
Durante un largo período de la vida nacional, los Planes fueron utilizados para dar legitimidad y bandera a
movimientos sociales que de otra manera se encontrarían señalados de carecer de objetivos, de ser ajenos a una
lucha formal…
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

1
Cuernavaca, 1834:
el rescoldo castellano.
Los intereses locales y el fracaso
del primer federalismo
Irving Reynoso Jaime

33
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

Catedral de Cuernavaca.

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

Cuernavaca, 1834: el rescoldo castellano.


Los intereses locales y el fracaso del primer federalismo
Irving Reynoso Jaime

A principios de 1833 el político y militar más importante de México,


Antonio López de Santa Anna, descansaba en su hacienda de
Veracruz. Allí se había retirado después de derrocar al gobierno moderado
de Anastasio Bustamante y colocar en el poder a los liberales progresistas.
En marzo de aquel año fue electo presidente de la república casi por unanimidad;
sin embargo, se rehusó a tomar el cargo alegando problemas de salud.
El 1 de abril, Valentín Gómez Farías, vicepresidente electo, asumió las riendas
del país enarbolando la bandera de la reforma. Para muchos, la negativa de
Santa Anna a ocupar la presidencia era parte de un maquiavélico plan: dejar
que Gómez Farías tomara medidas impopulares y se llenara de enemigos, para
entonces regresar a la presidencia y eliminar las reformas, quedando ante la
opinión pública como héroe nacional, como el protector de la patria.
Más allá de las especulaciones sobre las verdaderas intenciones del
presidente, lo cierto era que el proyecto político de los progresistas había
llegado al poder. Durante 1833, la administración de Gómez Farías abolió
muchos de los privilegios de los sectores más poderosos del país: la Iglesia,
los terratenientes y el ejército –los dos primeros provenían de la época
colonial, mientras que el último era producto de la independencia-. Si bien
estas reformas no eran radicales, pues sobre todo buscaban debilitar a los
sectores tradicionales para fortalecer al Estado, puede afirmarse que fueron
las más avanzadas que se hubieran legislado en la corta vida de México como
nación independiente. Por supuesto, la reacción de los grupos moderados y
conservadores no se hizo esperar. Santa Anna regresó a la capital en mayo
para ocupar la presidencia, tratando de calmar los ánimos al revocar algunas
disposiciones de Gómez Farías, pero era demasiado tarde para apagar el
descontento.

IRVING REYNOSO JAIME. Licenciado en Historia por la Facultad de


Humanidades de la UAEM. Maestro en Historia Moderna y Contemporánea
por el Instituto Mora. Candidato a Doctor en Estudios Latinoamericanos
por la UNAM. Profesor del Colegio de Estudios Latinoamericanos-UNAM
y Director del Archivo Histórico del Centro de Estudios del Movimiento
Obrero y Socialista (CEMOS).

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

Al grito de “Religión y fueros” estallaron varios pronunciamientos militares


en el país. Santa Anna condenó públicamente a los alzados y abandonó la
presidencia para salir a combatirlos, pero hubo rumores de que negociaba en
secreto con los rebeldes. Gómez Farías y los políticos progresistas comenzaron
a dudar de sus acciones, a pesar del apoyo militar que les brindaba.
La ruptura ocurrió a finales de 1833, cuando el Congreso discutía una
reforma militar que pretendía debilitar al ejército permanente y fortalecer a
las milicias cívicas de los estados. Semejante modificación en la estructura del
ejército significaba un ataque a la base de poder del general Santa Anna, quien
abandonó la presidencia y se retiró nuevamente a Veracruz. Los progresistas
aprovecharon la ausencia de Santa Anna para radicalizar sus reformas contra
el clero y las clases privilegiadas, sabían que esta vez el presidente no había
regresado a descansar a su hacienda, sino a fraguar la ofensiva contra su
partido.
Para mediados de 1834, la posición del gobierno progresista era muy
precaria. La lucha contra los conservadores y moderados había generado una
gran inestabilidad política. Gómez Farías se hallaba claramente a la defensiva,
teniendo que recurrir a los decretos de expulsión de personas para combatir a
sus enemigos, entre otras medidas impopulares que le restaron muchos apoyos.
En contraste, los opositores a su gobierno habían conseguido unificarse bajo
un mismo objetivo. Sólo les faltaba el hombre que ejecutara sus designios.
Todos voltearon hacia Veracruz. El hombre necesario debía ser invocado.
La oportunidad se presentó en el mes de mayo, cuando estallaron cuatro
pronunciamientos cuyos planes solicitaban la “protección” de Santa Anna
contra las reformas de Gómez Farías. Tres de estos planes se publicaron en
Puebla, Xalapa y Oaxaca, ciudades de gran importancia política y económica.
El cuarto apareció firmado en Cuernavaca, una pequeña villa al sur de la
capital. Santa Anna se presentó en la Ciudad de México y abanderó la rebelión
al amparo de este último.
Los acontecimientos posteriores son bastante conocidos. El Plan
de Cuernavaca obtuvo cerca de trescientas adhesiones en todo el país
durante el año de 1834. Santa Anna regresó a la presidencia, destituyó a
Gómez Farías, suspendió la mayoría de las reformas radicales, clausuró
el Congreso y convocó a nuevas elecciones, las cuales favorecieron a los
políticos moderados. Se culpó de los males del país al régimen federal, una
copia del gobierno estadounidense, contrario a las costumbres y carácter
de los mexicanos. Las voces que clamaban por el centralismo eran cada vez
más fuertes. El primer golpe lo dio el nuevo Congreso, en marzo de 1835,
eliminando a la milicia cívica, el brazo militar de los estados. En respuesta,
Zacatecas lideró una rebelión federalista, pero fue derrotada por Santa Anna.

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

Las puertas hacia la reforma constitucional quedaron abiertas. En octubre


de 1835 se abolieron las legislaturas de los estados, sustituyéndolas por
departamentos administrativos. A finales de 1836 la obra quedó culminada
al instalarse el centralismo con la proclamación de las Siete Leyes
Constitucionales.
Esta es, en resumen, la crónica de la caída del primer federalismo mexicano.2
Los historiadores que se han ocupado de esta época ilustran notablemente
los diversos factores políticos, económicos y sociales que contribuyeron al
fracaso del federalismo durante la primera década de vida constitucional.
El análisis de los acontecimientos de 1833-1834 se concentra en los “excesos”
de las reformas progresistas, el protagonismo de Santa Anna y las presiones de
los moderados y demás grupos afectados en sus intereses.3 Sin embargo, hay un
elemento que quizás por considerarse anecdótico o trivial, no ha sido tomado
en cuenta en la explicación: ¿Por qué se elige el Plan de Cuernavaca como
estandarte de la rebelión contra Gómez Farías? Una interrogante demasiado
simple, es cierto, pero que no ha sido ni siquiera Planteada, al menos por los
autores más conocidos sobre el tema.
El pronunciamiento de Puebla (11 de mayo) pareciera más atractivo para
los fines de Santa Anna, pues se trataba del bastión clerical por excelencia del
país, un elemento que sin duda favorecería la adhesiones a nivel nacional; de
hecho, el pronunciamiento de Oaxaca (23 de mayo) adoptaba en su artículo
primero los postulados del pronunciamiento de Puebla. El Plan de Xalapa (15
de mayo) también resultaba muy conveniente, pues era ni más ni menos que el
centro de operaciones políticas y militares de Santa Anna. No sería la primera
vez que organizara una revuelta nacional con base en un pronunciamiento de
su estado natal, como ocurrió con el Plan de Perote de 1828 –a favor de Vicente
Guerrero–, o el Plan de Veracruz de 1832 –contra Anastasio Bustamante.4
¿Cuál era entonces el atractivo de un pronunciamiento organizado en una
pequeña villa como Cuernavaca? El esclarecimiento de esta modesta cuestión
es el propósito principal de nuestro trabajo.

Patriotas bajo sospecha


En julio de 1825 apareció en el Águila Mexicana un artículo de clara tendencia
antiespañola, a propósito del asalto de un correo que había partido de Acapulco
hacia la Ciudad de México:

Este atentado cometido por tres españoles armados, se


verificó por el rumbo e inmediaciones de Cuernavaca, y dicen
que puede haber sido fraguado en el rescoldo castellano o cueva

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

de antropófagos de las haciendas de San Gabriel y Temixco, que


pertenecieron al célebre y nunca bien ponderado Gabriel Yermo
[…]. Es notorio que las citadas haciendas al sur de México, han
sido unos de los más tenaces baluartes contra la independencia
mexicana, y es bien público que no hay todavía dos años que en
ellas hubo algunas señales de reacción contra la independencia
[…]; todo quedó sin castigo, gracias a la moderación del anterior
Poder Ejecutivo.5

La noticia reflejaba el sentimiento antiespañol que era tan común en


México después de la independencia, sobre todo porque tras la guerra
y el fracaso del Imperio de Agustín de Iturbide, los privilegios de las élites
españolas permanecían intactos. No obstante, el artículo no puede entenderse
como simple propaganda política o resentimiento xenofóbico, pues hace
alusión a dos episodios que revelan la animadversión de los hacendados
de la región azucarera de Cuernavaca hacia la independencia de México.
El primero se refiere al golpe de estado de 1808, organizado por el “célebre
y nunca bien ponderado Gabriel Yermo”, que derrocó al virrey José Iturrigaray
cuando éste apoyó iniciativas de clara tendencia autonomista. El golpe fue
apoyado por varios personajes con negocios en las haciendas de Cuernavaca.6
La otra alusión tiene que ver con una denuncia realizada en septiembre de
1821, apenas unas semanas antes de que se proclamara la Independencia, en
la que se acusaba al español Gabriel Santier de conspirar contra el Ejército
de las Tres Garantías, contando con el apoyo de los hacendados de la región
de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas. Los propietarios se deslindaron de la
conspiración y, luego de una investigación, el acusado fue absuelto, “gracias a
la moderación” de Iturbide, pero la lealtad de los hacendados hacia la causa
independentista quedó seriamente cuestionada.7
De hecho, el editor del Águila Mexicana no exageraba al afirmar que las
haciendas de las inmediaciones de Cuernavaca habían sido “uno de los más
tenaces baluartes contra la independencia”. Al estallar la guerra en 1810,
los hacendados se opusieron vigorosamente al movimiento insurgente,
realizando importantes préstamos y donaciones al gobierno virreinal,
también financiaron varias compañías milicianas y de patriotas distinguidos,
y algunos de ellos, como Gabriel Yermo, comandaron sus propios batallones.
Además del apoyo económico y militar al gobierno de Nueva España,
los hacendados se ocuparon de organizar milicias para la autodefensa
de sus propiedades. Estas guardias se formaron con trabajadores de sus
haciendas dirigidos por comandantes ligados al negocio azucarero.8
Una de las participaciones más importantes de las tropas de las haciendas

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

ocurrió en la primavera de 1812, cuando apoyaron al ejército de Félix María


Calleja en el famoso sitio de Cuautla contra el general insurgente José María
Morelos y Pavón.9
Hacia 1820, los hacendados de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas seguían
apoyando al gobierno con recursos económicos y militares. Por entonces
Agustín de Iturbide fue nombrado Comandante General del Sur para combatir
a los rebeldes, liderados por Vicente Guerrero tras el fusilamiento de Morelos.
Sin embargo, las cosas cambiaron cuando, en febrero de 1821, Iturbide decidió
negociar con Guerrero, formar el Ejército de las Tres Garantías y proclamarse
a favor de la independencia (Plan de Iguala). Varios hacendados azucareros
se negaron a secundarlo y se mantuvieron fieles al gobierno virreinal.
Esta situación dificultó los planes de Iturbide, quién sabía perfectamente las
consecuencias de tener a los hacendados en su contra.10
En efecto, la agroindustria azucarera de la región de Cuernavaca y Cuautla
de Amilpas fue la más importante de Nueva España durante toda la época
colonial.11 Hacia 1806, varios españoles del Consulado de Comerciantes de la
Ciudad de México eran los propietarios de las haciendas más productivas de la
región. Para dimensionar el grado de riqueza acumulada por estos propietarios
basta considerar que el 40% del azúcar de toda Nueva España se fabricaba en
la región de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas, y que sus fincas producían
casi la mitad de dicho porcentaje, generando ganancias cercanas al millón y
medio de pesos.12 Se trataba, por lo tanto, de un grupo con amplios recursos
económicos y materiales, que contaba con redes sociales y mercantiles de gran
alcance, en definitiva, una de las élites económicas más poderosas de todo el
virreinato.13
Así pues, desde la proclamación del Plan de Iguala, Iturbide trató de obtener
el apoyo de los hacendados azucareros, ofreciéndoles garantías de que sus
intereses no se verían afectados con la independencia. El primer acercamiento
ocurrió gracias a la mediación del ayuntamiento de Cuernavaca. El 3 de marzo
de 1821, desde su cuartel en Iguala, Iturbide dirigió una carta a dicho cuerpo
en los siguientes términos:

…pueden VV. SS. Asegurar a los que conserven… desconfianza,


que la seguridad de sus personas e intereses y la felicidad general,
es el objeto de mis desvelos. Yo doy a VV. SS. Las gracias por su
actividad y celo en beneficio del público y espero que en lo sucesivo
procurarán VV. SS., por todos los medios posibles, mantener el
orden y la confianza en esos buenos habitantes.14

Más tarde, Iturbide dirigió otra correspondencia al ayuntamiento


de Cuernavaca para calmar los rumores en el sentido de que sus tropas

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

combatirían al ejército virreinal en esa villa. En dicha comunicación pidió


a los habitantes que “por ningún caso abandonen sus actividades, comercio
u otras propiedades”, asegurándoles que Cuernavaca no sería “el teatro de la
guerra”.15 Cuando el Ejército Trigarante llegó a Cuernavaca el 23 de julio de
1821, Iturbide dirigió un manifiesto a los pobladores de la villa con un claro
guiño a los hacendados azucareros: “Serán… respetadas vuestras propiedades,
protegida vuestra seguridad individual, y gustaréis en su lleno las dulzuras de
la libertad civil”.16
La élite azucarera de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas terminó por aceptar
a regañadientes las garantías ofrecidas por Iturbide, pero su lealtad hacia la
Independencia de México siempre fue dudosa, como queda de manifiesto
en el artículo del Águila Mexicana citado anteriormente. El resentimiento de
algunas facciones políticas hacia el grupo de hacendados azucareros no obedecía
únicamente al proceder de éstos durante la guerra de Independencia, pues como
cabría esperar, la influencia política y económica de la élite azucarera seguía
siendo muy grande cuando, tras el fracaso del efímero Imperio de Iturbide, se
proclamó la primera república federal.

El poder político del oro blanco

Al promulgarse la Constitución de 1824, el territorio de las antiguas


subdelegaciones de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas se convirtió en el Distrito
de Cuernavaca, perteneciente al Estado de México. Esta transformación no
fue meramente nominal, pues introducía una serie de instituciones políticas
novedosas que modificaron la manera de ejercer el poder en el ámbito local.
Dichas instituciones estaban ligadas a la implantación de un régimen liberal
que se venía gestando desde las reformas gaditanas de 1812. Se abolieron las
distinciones étnicas y se instauró la figura del ciudadano con igualdad de
derechos y obligaciones. Los asuntos gubernativos de los pueblos se pusieron
en manos de los ayuntamientos constitucionales. El prefecto quedó como la
máxima autoridad política del Distrito de Cuernavaca, funcionario que era
nombrado por el gobernador en turno del Estado de México. Pero la máxima
novedad del nuevo régimen liberal la constituyó el sistema electoral, por
medio del cual se nombraba a los funcionarios municipales y se elegía a los
diputados locales y federales.17
El grupo de hacendados azucareros del Distrito de Cuernavaca supo
acomodarse al nuevo escenario político para salvaguardar sus intereses.
De manera progresiva, a lo largo de la primera República Federal
(1824-1835), fueron controlando tanto los mecanismos de acceso al poder

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

como las instituciones mismas, gracias a la representatividad política de


sus trabajadores, y a sus redes sociales y comerciales. Por ejemplo, los
ayuntamientos de mayor importancia del Distrito, como Cuernavaca, Cuautla,
Yautepec, Miacatlán y Jonacatepec, estuvieron gobernados por muchos
funcionarios ligados a los intereses de las haciendas, de hecho, fue muy
común que los administradores de las fincas se desempeñaran como alcaldes.
Los propietarios solían coaccionar a sus trabajadores de distintas maneras para
favorecer a sus candidatos en las elecciones municipales. De igual forma, la
mayoría de los prefectos del Distrito de Cuernavaca fueron personajes cercanos
a la élite azucarera, o en muchos casos partícipes de sus negocios. De hecho,
los hacendados lograron tal control sobre el sistema electoral que pudieron
participar directamente en la política estatal y nacional. En efecto, durante
la primera república federal once hacendados azucareros se desempeñaron
como diputados locales en la legislatura del Estado de México, y cinco de ellos
fueron electos como diputados federales al Congreso de la Nación.18
El poder alcanzado por el grupo de hacendados es uno de los factores que
explica por qué, en una época de precaria estabilidad política, la producción
azucarera del Distrito de Cuernavaca se mantuvo a la alza. Lograron que se
legislaran medidas para disminuir la presión fiscal sobre sus negocios, y una
ventajosa ley prohibicionista que les otorgaba el monopolio del mercado
interno del azúcar en el centro del país.19 A pesar de las ventajas fiscales
conseguidas por los hacendados, el Distrito de Cuernavaca era el territorio
que mayores impuestos otorgaba al erario del Estado de México, lo que nos da
una idea de la magnitud económica de la agroindustria azucarera.20
Paradójicamente, la gran influencia política lograda por la élite azucarera
no bastaba para proteger sus intereses comerciales, pues estos se vieron
permanentemente amenazados por distintas coyunturas, sobre todo en los
momentos en que la gubernatura fue ocupada por los liberales progresistas.
A finales de 1827, la legislatura estatal y el Congreso general promulgaron
sus primeras leyes de expulsión de españoles, como un intento de calmar los
pronunciamientos militares antiespañoles que estallaban por todo el país.
Por esta medida varios hacendados azucareros abandonaron el país, aunque
la mayoría de los españoles lograron eludir la expulsión, pues consiguieron
la carta de ciudadanía con la ayuda de algún diputado o senador, mientras
que otros recurrieron directamente al soborno.21 En 1828 la legislatura del
Estado de México, agobiada por la falta de recursos, amentó la carga fiscal
sobre la agroindustria azucarera, aprobando pensiones a la siembra de caña y
a la producción de aguardiente.22
En 1833 la legislatura estatal expropió los censos enfitéuticos (es un
derecho real que supone la cesión temporal del dominio útil de un inmueble,

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

a cambio del pago anual de un canon) y propiedades del duque de Terranova


y Monteleone, heredero de las posesiones de Hernán Cortés, entre las que se
contaban la hacienda Atlacomulco y el llamado Palacio de Cortés, ubicados
en Cuernavaca.23 En diciembre de ese mismo año el Congreso local emitió un
nuevo decreto de expulsión de españoles, este mucho más radical que el de
1827, pues ordenaba a los españoles a salir de la entidad por un plazo de seis
años. A consecuencia de esta disposición un numeroso grupo de hacendados
azucareros y personas allegadas a ellos por vínculos familiares o comerciales
abandonaron el territorio del Estado de México.24
El siguiente golpe a los intereses azucareros ocurrió el abril de 1834, cuando
el Congreso estatal decretó la creación del pueblo de Mapaztlán, ubicado en
el ayuntamiento de Cuautla de Amilpas. Esto significaba que, para formar el
nuevo poblado, el gobierno tendría que expropiar tierras en la jurisdicción
de Cuautla, ni más ni menos que la zona con mayor número de haciendas
azucareras en todo el Distrito de Cuernavaca. Además, la legislatura no se
hizo responsable de pagar la indemnización por las tierras expropiadas,
estableciendo que la pagarían los beneficiados de acuerdo a un avalúo.25
El 17 de mayo de 1834 se dio otra ofensiva contra la élite azucarera, cuando
el Congreso local aprobó un impuesto único de extracción sobre la producción
del dulce. Esto significaba que los hacendados estarían sujetos a una doble
fiscalidad, pues además de pagar el impuesto por derecho de ingreso del
azúcar al Distrito Federal, su principal mercado, ahora tendrían que satisfacer
otro impuesto por cada arroba que saliera del Estado de México.26
Esta sería la última medida tomada por los gobiernos liberales progresistas
contra los intereses de los hacendados azucareros, pues apenas unos días
después de emitido el decreto sobre el impuesto único se proclamó el Plan
de Cuernavaca (25 de mayo de 1834), una sublevación apoyada por la élite
azucarera del Distrito contra las reformas de los gobiernos estatal y federal.
Los progresistas fueron derrocados de la gubernatura y sustituidos por los
liberales moderados.27 En octubre de 1834 la legislatura estatal emitió un
decreto en el que reconocía como nacional el pronunciamiento de Cuernavaca,
derogando muchas de las reformas de los gobiernos progresistas, entre ellas la
expulsión de españoles, la incautación de los bienes del duque de Monteleone
y el impuesto único de extracción sobre la producción azucarera.28
Resulta muy significativo que un día antes de que el Congreso local aboliera
las reformas progresistas, se le concediera a la villa de Cuernavaca el título de
“Ciudad”.29 Nuestro análisis previo nos lleva a interpretar este hecho como una
recompensa otorgada a los hacendados azucareros del Distrito por su apoyo a
la rebelión, elevando el estatus jurídico de su cabecera política.
Desde la perspectiva regional que hemos trazado, el Plan de
Cuernavaca cobra sentido como abanderado del descontento de las élites

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

económicas regionales contra las reformas de los gobiernos progresistas.


No obstante, el análisis resulta insuficiente todavía, pues el poder de los
hacendados del Distrito de Cuernavaca no se limitaba a su influencia política
y económica. Para que el pronunciamiento triunfara hacía falta recurrir a la
fuerza armada, un rubro en el que la élite azucarera tenía mucho que decir.

Empresarios en armas
Como hemos señalado anteriormente, los hacendados azucareros crearon sus
propias fuerzas armadas para defender sus propiedades contra el movimiento
insurgente. Después de la independencia estas milicias continuaron en
funcionamiento a lo largo del territorio mexicano. Algunos autores mencionan
que hubo oposición por parte de las autoridades locales hacia la existencia
de las compañías particulares al servicio de los hacendados, pidiendo su
desmovilización y desarme.30 En el caso particular del Distrito de Cuernavaca,
no hemos localizado ningún tipo de queja por parte de los ayuntamientos,
prefectos o gobernadores sobre la existencia de las milicias de los hacendados.
De hecho, en 1830 el gobernador Múzquiz afirmaba que los hacendados de
Cuernavaca estaban en buena disposición para financiar a grupos armados
que garantizaran la seguridad pública,31 y en 1835 el secretario de gobierno
aceptaba abiertamente la existencia de estos grupos.32 Por otra parte, se aprecia
que el gobierno federal, lejos de considerar a estas compañías como fuerzas
ilegales, las tenían en mucha estima por el apoyo militar que pudiera prestarle.
Hay que considerar que los gobernadores del Estado de México –tanto
progresistas como moderados–, eran conscientes de la necesidad de proteger
a la agroindustria azucarera del Distrito de Cuernavaca, pues se trataba
del territorio con mayores aportaciones fiscales para la hacienda estatal.
Así, la evidencia histórica recopilada muestra que las milicias de las haciendas
azucareras permanecieron después de la independencia, sin importar que
el estado hubiera creado su propia estructura militar a partir de las milicias
cívicas de los ayuntamientos –el supuesto brazo armado de los pueblos.33
La militarización de las fincas azucareras al servicio de una élite regional
es de fundamental importancia para nuestro análisis, pues contextualiza
adecuadamente el pronunciamiento bélico apoyado por los hacendados al
final de la primera república federal. Revisemos ahora el accionar de estas
milicias particulares en algunas coyunturas políticas de la región.
En diciembre de 1823, mientras se discutía en el Congreso el proyecto de
acta constitucional que daría forma al régimen federal, corrían rumores en la
Ciudad de México de que se organizaba una conspiración contra los españoles
en la Tierra Caliente. Se suponía que el levantamiento habría de iniciarse en

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

Cuautla de Amilpas, y a ese rumbo se dirigió el general Vicente Guerrero


al mando de 300 infantes y 200 hombres de caballería.34 Las sospechas de
rebelión estaba bien fundadas, pero esta no tuvo lugar en Cuautla, como se
suponía, sino en la Villa de Cuernavaca. El 16 de enero de 1824 los generales
Francisco Hernández, Antonio Aldama, Luis Pinzón y Guadalupe Palafox
lanzaron el Plan de Cuernavaca, respaldados por el ayuntamiento de aquella
villa, pronunciándose por la implantación de una república federal, popular y
representativa, y exigiendo la remoción de los españoles de todos los empleos
políticos, civiles y militares.35
El año y lugar del pronunciamiento tienen mucho sentido si analizamos
el contexto político local. De 1822 a 1825, el español José María Ruano
Calvo, había ocupado a través de reelecciones ilegales el puesto de alcalde
del ayuntamiento de Cuernavaca, además de fungir simultáneamente como
capitán de la milicia cívica de esa villa.36 Está claro que aquellos vecinos y
funcionarios del ayuntamiento que se oponían a que Ruano Calvo siguiera
en el puesto, dieron su apoyo a los rebeldes –aunque formalmente el Plan fue
apoyado por todo el Cabildo. Apenas tres días después de iniciada la rebelión,
el ayuntamiento de Cuernavaca y una junta de vecinos desaprobaron el Plan y
se negaron a poner a disposición de los pronunciados a las milicias cívicas –de
las que Ruano Calvo era capitán.37
Vicente Guerrero llegó a Cuernavaca el 18 de enero e informó al Secretario
de la Guerra que los facciosos huyeron de la villa por la mañana–rumbo
a Taxco y Tepecoacuilco– y que su fuerza de componía de cerca de 300
efectivos, la mayoría pertenecientes al destacamento del ejército permanente
que se encontraba en Cuernavaca, los cuales fueron seducidos por medio de
“engaños y patrañas”.38 Los generales rebeldes enviaron una carta a Guerrero
para que intercediera por ellos ante el Congreso, en ella explicaban que a pesar
de haber mantenido el mayor orden por los pueblos y haciendas por donde
marchaban, fueron atacados por “una corta división de caballería procedente
de la Hacienda de Temixco”, propiedad de la familia Yermo, descargando
sus armas contra ellos sin ningún diálogo previo, cayendo en el combate el
sargento Mariano Orellana.39
Pocos días después, el 22 de enero, la sublevación había sido derrotada
por las fuerzas comandadas por Guerrero, quien informó al Secretario de la
Guerra que había recibido el apoyo de las compañías regulares de Cuernavaca
y Cuautla, el de las milicias cívicas de Cuernavaca, Yautepec, Miacatlán y
Xochitepec, más el auxilio de las tropas de las Haciendas de Temixco, Treinta
Pesos y San Gabriel –propiedad de los españoles José Yermo y Mariano
Valdovinos.40
Este episodio no deja lugar a dudas sobre la continuidad de la estructura
militar sobre el territorio del distrito de Cuernavaca con respecto a la época

44
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

insurgente. No sólo se corrobora la existencia de milicias de hacendados,


sino que éstas, lejos de ser antagónicas a las milicias cívicas, actuaban en
colaboración con las mismas. Así, un pronunciamiento militar que en
principio podría beneficiar políticamente a los pueblos, al desalojar de los
cargos públicos a los españoles, fue combatido por las milicias cívicas de los
propios pueblos. Esto se explica porque los cargos de oficiales de las milicias
por lo general recaían en los notables (comerciantes, administradores de
hacienda, rancheros, campesinos acaudalados), cuya posición social estaba
más cercana a los intereses de las elites económicas regionales.41
Al día siguiente de haber sido derrotada la sublevación de Cuernavaca
se produjo otro pronunciamiento contra los españoles en la ciudad de
México, comandado por los generales Francisco Hernández y José María
Lobato.42 Aunque tardíamente, en el distrito de Cuernavaca los sublevados
tuvieron muchos seguidores. La defensa militar del distrito corría a cargo
de Ignacio Sarmina, comandante militar de Cuernavaca, a quien se le unió
el comandante de Chalco, teniente coronel Francisco González. En abril de
1824 el juez de letras de Cuautla de Amilpas advertía sobre el gran número
de hombres que se habían pronunciado a favor de Hernández y Lobato.43
Por su parte, el ayuntamiento de Cuautla solicitó auxilio al comandante militar
para defenderse de los facciosos que se estaban organizando en Jonacatepec.44
El 9 de abril el Ministro de la Guerra ordenó al comandante Francisco
González perseguir a los pronunciados “hasta lograr su destrucción”,
indicándole que se apoyara en las fuerzas del comandante militar de
Cuernavaca, las compañías de la milicia cívica y el auxilio de los hacendados.
El comandante de Chalco respondió que las milicias cívicas de Cuernavaca
y Cuautla obedecían sus órdenes, mientras que los caballos y las armas de
sus tropas se guardaban en las haciendas de Yautepec, aunque tuvo que
retirarlas a mediados del mes por temor a que cayeran en manos enemigas.45
El comandante de Cuernavaca se mostró preocupado porque, según los
informes de los vecinos, los ayuntamientos de Tetecala y Coatlán estaban
completamente indefensos por falta de armas, debido al influjo de la hacienda
de Miacatlán. El ministro de la Guerra respondió a Ignacio Sarmina que pronto
tendría reunidas en la zona a las milicias cívicas, y que también podría contar
con las fuerzas que le proporcionarían los hacendados de esa demarcación.46
El administrador de la hacienda de Atotonilco se encargó de perseguir a
los facciosos por todo el sur del distrito –desde Jonacatepec hasta Tetecala–
aprendiendo a cuatro de ellos en la Hacienda de San Miguel Treinta Pesos.47
A finales del mes de abril varios integrantes de las milicias cívicas de Cuautla
y Chalco se unieron a las fuerzas de Loreto Cataño, un famoso salteador de
caminos de la región que se había unido al pronunciamiento de Lobato.48

45
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

Los jefes militares del gobierno temían que Cataño capturara el armamento de
las haciendas y de que obtuviera el apoyo de los cívicos de Pantitlán, Cocoyoc
y Yautepec, con cuyos capitanes y oficiales tenía “demasiada intimidad”, por lo
que propusieron desarmar a los pueblos y haciendas de la zona de Yautepec.
Rápidamente se enviaron refuerzos de caballería rumbo a Cuernavaca para que,
en coordinación con las tropas de las haciendas, persiguieran a los sublevados.49
En esta ocasión se repite el mismo esquema: ejército regular, milicias cívicas y
fuerzas auxiliares pertenecientes a los hacendados combatiendo por una misma
causa. Si algunos cívicos decidían luchar en contra de los hacendados tenían que
hacerlo desde la ilegalidad, como ocurrió con aquellos que se unieron a Cataño,
quienes fueron calificados como “enemigos de la quietud y de la propiedad”.50
Sin embargo, no todo era cooperación entre gobierno y élite azucarera,
pues hay evidencia que se intentó desarmar a los hacendados del distrito
de Cuernavaca cuando éstos representaron un verdadero peligro para la
estabilidad del régimen.
En abril de 1827 el gobernador Zavala informó al Ministerio de Relaciones
que bandas de campesinos armados invadían las haciendas, y que eran
constantes los rumores de que los españoles se estaban armando en Cuernavaca
y Cuautla. No obstante, para calmar la creciente animadversión contra
los gachupines el congreso estatal decretó en ese mismo mes la remoción
de los españoles de todo empleo público, y se les prohibió portar armas
–a ellos y sus dependientes– sin el consentimiento y licencia del gobernador.52
No obstante, las protestas continuaron al grado de convertirse en sublevaciones
armadas, por lo que en octubre de 1827 el congreso estatal promulgó la ya
mencionada ley de expulsión de españoles de la entidad,53 seguida por el
decreto de expulsión de la república promulgado por el congreso federal en
diciembre de ese mismo año.54
Como respuesta a las leyes de expulsión y al creciente poder en el
gobierno de sus rivales, los moderados respondieron en diciembre de 1827
con el Plan de Montaño o rebelión de Otumba. En el Estado de México el
gobernador Zavala sospechaba que los hacendados azucareros podrían apoyar
militarmente a la rebelión, por lo que desde principios de diciembre ordenó
al prefecto de Cuernavaca recoger las armas y licencias a los españoles del
distrito. No obstante, el prefecto informó que muchos hacendados se negaron
a entregar sus armas pretextando no poseerlas o argumentando contar con
la respectiva licencia para su uso. Además, mencionó la existencia de un
pronunciamiento a cargo del teniente coronel “González”, a consecuencia del
cual los dependientes de las haciendas de todo el distrito habían marchado
para México por órdenes de sus patrones.55 Desconocemos las intenciones de
este pronunciamiento de “González”, aunque por la escasez de información

46
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

al respecto en los análisis políticos sobre la época suponemos que se trató de


una revuelta menor, posiblemente contra las leyes de expulsión de españoles.56
Por otra parte, resulta extraño que el gobernador no se mostrara preocupado
por la movilización de los trabajadores de las haciendas, y simplemente
respondiera dándole atribuciones al prefecto para que cateara las casas de
los españoles que estuvieran bajo sospecha de ocultar armas. Los españoles
respondieron entregando su armamento incompleto o en mal estado, por lo
que el prefecto concluyó que su “conducta maliciosa” daba lugar a “desconfiar
de sus operaciones”.57
Sin embargo, todo parece indicar que la desconfianza del gobierno hacia
los hacendados logró dirimirse puesto que éstos no dieron su apoyo militar a
la rebelión de Otumba. El 29 de diciembre –fecha en que el congreso general
promulgó la nueva ley sobre milicias para enfrentar a la rebelión de Montaño–
el gobernador ordenó al prefecto de Cuernavaca devolver a los españoles
las armas y licencias que se les habían retirado. En enero de 1828 se armó
nuevamente a los dependientes de la hacienda de San Gaspar para evitar
“las incursiones de los malvados”, entre febrero y marzo se les devolvieron
las armas a los hacendados Gabriel Yermo, Rafael Irazábal, Martín Michaus,
Nicolás Icazbalceta y Eusebio García, “para la seguridad de sus fincas”, así
como a los administradores de las haciendas de San Gabriel, Tenextepango y
Santa Clara. Según las autoridades estatales, la devolución del armamento a
los españoles se hacía en virtud de que habían “variado las circunstancias” que
obligaron al gobierno a dictar la orden de desarmarlos.58
Entre diciembre de 1827 y enero de 1828, el único acontecimiento
significativo que pudiera explicar ese “cambio de circunstancias” es el
pronunciamiento del Plan de Montaño y su respectiva derrota. Según
Costeloe los pronunciados no lograron obtener el apoyo ni de los sectores
populares ni de los militares, por lo que fueron derrotados rápidamente –6
de enero de 1828–.59 Aunque había razones para sospechar de los hacendados
azucareros del distrito de Cuernavaca, al parecer sus cálculos políticos les
indicaron que la rebelión no tenía posibilidades de éxito y le negaron su apoyo.
Así, el gobernador ordenó devolverles las armas el 29 de diciembre de 1827,
pero resulta significativo que, con la excepción de la hacienda de San Gaspar,
la devolución de armas en todas las haciendas del distrito de Cuernavaca se
verificó después de haber sido derrotada la rebelión de Montaño, es decir,
entre febrero y marzo de 1828.60
Una situación semejante de desarme y rearme de los hacendados azucareros
se produjo a mediados de 1829. El 27 de julio el brigadier español Isidro
Barradas desembarcó en Cabo Rojo, cerca de Tampico, al mando de un ejército
de 3,500 hombres con el propósito de reconquistar el territorio mexicano

47
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

para la corona española.61 En el Estado de México el gobernador Zavala ordenó


al prefecto de Cuernavaca que vigilara la conducta de los españoles del distrito
y de los hombres que se hallaran bajo su servidumbre, pues se sabía que muchos
de ellos no estaban “conformes con la independencia y libertad de la Patria”.
También, se ordenó al prefecto contabilizar el número de caballos que hubiera
en las haciendas “que no le merezcan confianza”, para destinarlos a las tropas del
ejército y evitar que pudieran servir de auxilio a los invasores. El prefecto Pagani
respondió al gobernador afirmando que había recorrido las haciendas de los
españoles que “por notoriedad se conocen desafectos a la Independencia”, además
de haber tomado las precauciones necesarias con los “hacendados de confianza”
para detectar cualquier tipo de operaciones extraordinarias, apoyándose para la
vigilancia en el subprefecto de Cuautla.62
Para reforzar las medidas de seguridad, el 18 de agosto el gobierno estatal emitió
un bando que ordenaba retirar las armas y licencias que se tenían concedidas a los
españoles. La invasión de Barradas fue derrotada en septiembre de 1829 por las
tropas del general Santa Anna. El noviembre de ese mismo año, el gobernador
informó al ayuntamiento de Cuautla de Amilpas que podía devolver las armas
a los hacendados y a sus administradores “para la defensa de los intereses que
guardan”, puesto que habían cesado “las circunstancias que le inspiraron a
decretar las medidas de que habla el bando del 18 de agosto”.63 Nuevamente, los
hacendados azucareros fueron desarmados cuando representaron un peligro para
la estabilidad del régimen, pero una vez controlada la situación, se les rearmó para
defender sus intereses económicos.
Al año siguiente de la invasión española de reconquista llegaron al poder
gobiernos liberales moderados en la republica mexicana y el Estado de México.
En 1830 el Secretario de Relaciones Exteriores, Lucas Alamán, propuso crear
una guardia rural formada y financiada por los terratenientes para garantizar
la seguridad pública de los caminos y haciendas. En el Distrito de Cuernavaca
los hacendados azucareros levantaron una fuerza de caballería de 400 hombres
que operó en el territorio entre 1830 y 1832.65 Además, en 1830 fue nombrado
como comandante militar de Cuernavaca Ángel Pérez Palacios,66 hijo de uno
de los hacendados y políticos más importantes del Distrito, Francisco Pérez
Palacios, quien además fungió como prefecto de Cuernavaca precisamente
entre 1830 y 1832.67 La representación política y militar de los hacendados
azucareros era muy fuerte, y la seguridad de sus personas e intereses
económicos estaba garantizada.
No obstante, la oposición a los gobiernos moderados comenzó desde
enero de 1832 cuando Santa Anna proclamó el Plan de Veracruz contra el
gobierno de Anastasio Bustamante. En el distrito de Cuernavaca los rebeldes

48
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

obtuvieron apoyo en Cuautla, Cuernavaca y Jonacatepec. A finales de 1832 el


comandante militar de Cuernavaca, Ángel Pérez Palacios, tuvo que solicitar
refuerzos a la ciudad de México para combatir a los simpatizantes de Santa
Anna en el distrito, liderados por los oficiales Sánchez Espinosa, Mejía y
Ortiz.68 Finalmente, la rebelión triunfó y el 23 de diciembre se firmaron los
Tratados de Zavaleta, poniendo término a la administración de Bustamante.69
Así, derrotados militarmente por el Plan de Veracruz, los hacendados
azucareros del distrito de Cuernavaca sufrieron los embates ya mencionados
de las reformas progresistas a partir de 1833.70 El descontento generalizado
en todo el país por parte de las élites y los liberales moderados dio paso a una
serie de levantamientos militares para defender sus intereses.71 Fue entonces
cuando el general Santa Anna generó desconfianza entre los progresistas
del gobierno de Gómez Farías, pues mientras condenaba públicamente los
pronunciamientos, se rumoraba que estaba en negociaciones con algunos de
sus líderes.72 Las suposiciones se acrecentaron cuando el 7 de junio se supo
que Santa Ana había sido detenido por las tropas de los comandantes Arista y
Escalada, quienes lo mantenían preso en Cuautla, custodiado por centinelas en
la hacienda de Buenavista, propiedad de Martín Ángel Michaus. Al conocerse
la noticia de que Santa Anna había conferenciado con el ayuntamiento de
Cuautla, se elevaron todavía más las sospechas sobre su supuesta detención
y se pensó que podría tratarse de un pretexto para sumarse a la rebelión
imponiendo sus condiciones. El historiador y político de la época, Carlos
María de Bustamante, reflexionó sobre la prisión de Santa Ana de esta forma:

El Fénix de ayer, en el cual se inserta un razonamiento muy acre


que dizque Santa Anna hizo al Ayuntamiento de Cuautla cuando
fue a felicitarlo increpando la conducta de los que lo arrestaron, y
exhortando a dicha corporación a que no se dejase alucinar con
el Plan de una conspiración contra la Constitución y leyes que se
hacía a su nombre. ¿Será creíble que así pudiera hablar un hombre
rodeado de guardias, preso, y de consiguiente sin libertad?
¿Un hombre a quien lo primero que se le prohibiría sería
comunicar con nadie y mucho más con la primera corporación
de un pueblo tan grande como Cuautla, donde prevalido de su
condecoración, que es la de la primera magistratura, y del prestigio
que ésta le daba podía formar una contrarrevolución, y tornarse
muy fácilmente contra los mismos que lo habían arrestado?
Para creer esto es necesario no tener sentido común.73

49
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

Lo interesante de este episodio para nuestro análisis radica en reflexionar


sobre el hecho de que los generales rebeldes eligieran a Cuautla para
entrevistarse con Santa Anna fingiendo una detención. En dicho ayuntamiento
se encontraban las haciendas azucareras más importantes de todo el Distrito
de Cuernavaca, de hecho, en las inmediaciones de Cuautla y Yautepec
ayuntamientos vecinos– se contaban 14 fincas azucareras.74 No es difícil
concluir que los hacendados apoyaban militarmente a los pronunciados, y es
muy probable que ofrecieran sus propiedades como punto de reunión con
Santa Anna, pues se trataba de unas haciendas con trabajadores armados
que podían garantizar la seguridad del general. Esta reunión en Cuautla,
en junio de 1833, es un hecho clave para explicar la participación de los
hacendados azucareros en la gran rebelión que abanderarían un año después.
Nuestra hipótesis es que, durante su estancia en Cuautla, Santa Anna pudo
conocer de primera mano tanto la fuerza militar de las haciendas como las
filiaciones políticas de sus propietarios. Calculó que, si tuviera necesidad
de ello, podría liderar una rebelión que estallara en la Tierra Caliente, a las
puertas de la capital de la república. Pero mientras tanto, Santa Anna rechazó
unirse a la rebelión de Escalada y Durán, el 12 de junio se informó que había
escapado de sus secuestradores y que se encontraba a salvo en algún lugar de
Puebla; días después apareció en la Ciudad de México y se proclamó por la
defensa de la Constitución federal.75
Este fue el contexto político y militar en el que los hacendados tuvieron
que asimilar las reformas progresistas de los liberales en el poder entre 1833
y 1834 (incautación de los bienes del duque de Monteleone, expulsión de
españoles, expropiación de tierras e impuesto único a la extracción del azúcar).
Al proclamarse el Plan de Cuernavaca, el 25 de mayo de 1834, los hacendados
azucareros se sumaron a la ola de descontento protagonizada por las élites
regionales del país, pero su proclama no presentaba ninguna originalidad.
En efecto, si analizamos el contenido del plan notaremos que es muy similar
a los pronunciamientos del resto del país contra el gobierno de Gómez Farías.76
Proclamado por “el pueblo en masa”, una junta convocada por el ayuntamiento
y los “vecinos principales” (entiéndase hacendados azucareros), el Plan de
Cuernavaca solicitaba la protección del presidente Santa Anna, repudiaba la
expulsión de españoles y las reformas contra la Iglesia, además de exigir la
nulidad de las leyes aprobadas por el Congreso. Nada se dice sobre el régimen
federal y la pertinencia de sustituirlo por uno centralista, aunque se pueden
interpretar algunos pasajes como tímidas alusiones al respecto, como aquello
de aplicar “remedios exactos y positivos” o “el deseo de abrir una nueva era”.
No obstante, para la élite azucarera la prioridad residía en abolir las
reformas que estaban lesionando sus negocios, no en abanderar una reforma

50
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

constitucional a favor del centralismo. En este sentido, el último de los puntos


del Plan de Cuernavaca es de particular importancia para nuestro análisis,
pues ahí se expresa que “para el sostenimiento de las providencias que dicte
el Exmo. Sr. Presidente… se le ofrece la eficaz cooperación de la fuerza que
tiene aquí reunida”. La redacción de este pasaje da lugar a varias suposiciones.
En primer lugar ¿cuál era la fuerza que se lo ofrecía a Santa Anna? Asumimos
que se trataba tanto de la milicia cívica del ayuntamiento de Cuernavaca
como de los batallones de las haciendas azucareras. Pero “la fuerza que tiene
aquí reunida”, hace pensar en que se trata de una fuerza “de” Santa Anna
que se encuentra acuartelada en Cuernavaca. Surge inmediatamente la
pregunta ¿será que esa fuerza fue organizada por Santa Anna un año antes,
en junio de 1833, durante su pretendido secuestro en Cuautla? ¿Será que por
instrucciones de Santa Anna se convocaron a milicias de otras jurisdicciones
en Cuernavaca, previo al pronunciamiento? De cualquier modo, como hemos
venido argumentando, los recursos militares de la élite azucarera no eran nada
modestos, y nuestra hipótesis es que Santa Anna había decidido pronunciarse
con el apoyo del Plan de Cuernavaca con mucha anticipación.
Como señalamos al inicio de este trabajo, el Plan de Cuernavaca alcanzó
rápidamente dimensiones nacionales y fue plenamente exitoso en la conquista de
sus objetivos. Pero después de haber echado del gobierno a los liberales progresistas
y abolir la mayoría de sus leyes, quedaba el problema de la reforma constitucional,
aclamada por amplios sectores del país. Al inicio del levantamiento Santa Anna
hizo pública su filiación federalista, pero conforme la reforma constitucional
se convirtió en una demanda difícil de evadir, afirmó que quedaba al margen
de sus facultades como ejecutivo, dejando el asunto en manos del congreso.
De esta forma Santa Anna dio luz verde a la discusión parlamentaria sobre el
centralismo, una transformación que de concretarse no quería como una
imposición del presidente, sino como un mandato de la nación.
Los hacendados azucareros, una vez derrotados los enemigos que lesionaban
sus intereses económicos, se unieron con determinación a las demandas que
exigían la abolición del federalismo. Cuernavaca estrenó su título de Ciudad,
el 31 de mayo de 1835, lanzado un pronunciamiento a favor del centralismo.
El documento estaba firmado por el prefecto del Distrito de Cuernavaca y
el ayuntamiento, además de la comandancia militar del distrito, a cargo de
Ángel Pérez Palacios, uno de los hacendados más importantes de la región.
La exposición de motivos del pronunciamiento se cuida de dejar al margen al
presidente Santa Anna del proyecto centralista:

…teniendo en consideración que las ideas vertidas por el


Exmo. Sr. Presidente de la república no fueron más que su opinión

51
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

particular y… que dichas ideas (aunque loables)… no han


correspondido a las esperanzas que esta ciudad concibió cuando
en mayo de 34 proclamó el Plan de su nombre… [se declara que la
república] necesita un remedio radical y capaz para que reuniendo
un centro de unidad en la nación nos de fuerza, abundancia y paz,
y por ella las garantías que nos faltan…

Hecha la pertinente aclaración, la ciudad de Cuernavaca se pronuncia


a favor de que “la nación sea constituida bajo la forma de un gobierno central”
y apremia al Congreso para que se declare convocante o constituyente
para elaborar las nuevas bases constitucionales. Por último, se reconocer al
“ilustre y benemérito general D. Antonio López de Santa Anna” como jefe
supremo de la nación. La operación política fue ejecutada magistralmente.
Santa Anna se afianzó en el poder sin mancharse demasiado las manos, al
menos formalmente, por la abolición del federalismo, pues se trataba de un
proyecto discutido en el congreso, y él se limitaba a obedecer los designios de
la soberanía nacional. Por su parte la élite azucarera también facturó un buen
negocio. Pues garantizó la protección de sus intereses económicos por medio
de un pronunciamiento militar, y afianzó su posición política pronunciándose
a favor de una constitución centralista que reforzaba los mecanismos de
control de las clases privilegiadas.
La bonanza del negocio azucarero durante la primera mitad del siglo
XIX es un hecho histórico comprobado. Con un ritmo de crecimiento lento,
pero constante, la agroindustria azucarera del distrito de Cuernavaca superó
en 1851 el récord de producción logrado a finales de la época colonial.77
La intervención política y militar de los hacendados durante la primera
república federal es uno de los factores que explican dicho crecimiento.
Un grupo con el poder para organizar un golpe de estado contra un virrey
y un pronunciamiento militar para derrocar al gobierno federal. Esta fue la
poderosa élite azucarera del distrito de Cuernavaca, el rescoldo castellano al
que siempre repudió la prensa liberal de los progresistas.

1
Este trabajo está elaborado con los datos obtenidos en una investigación previa sobre el
funcionamiento de las instituciones liberales en el distrito de Cuernavaca durante la primera
república federal. Dicha investigación ha sido publicada recientemente bajo el nombre
de Las dulzuras de la libertad. Ayuntamientos y milicias durante el primer liberalismo.
Distrito de Cuernavaca, 1810-1835, Nostromo Ediciones, México, 2011.
Se remite al lector a esta obra para mayores referencias sobre diversas temáticas que se
abordan en el presente artículo.

52
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

2
La exposición anterior ha sido elaborada a partir de algunos textos que consideramos
dentro de la bibliografía básica sobre la primera república federal: Costeloe, Michael P.,
La primera república federal de México (1824-1835). Un estudio de los partidos políticos en el
México independiente, Fondo de Cultura Económica, México, 1996; Macune J., Charles W.,
El estado de México y la federación mexicana, 1823-1835, Fondo de Cultura Económica,
México, 1978 y Fowler, Will, Mexico in the Age of Proposals, 1821-1835, Greenwood Press,
London, 1998.
3
A las obras citadas en la nota anterior sobre este periodo hay que agregar: Fowler, William y
Humberto Morales Moreno (coords.), El conservadurismo mexicano en el siglo XIX, Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla / University of Saint Andrews / Secretaría de Cultura,
Gobierno del Estado de Puebla, Puebla, 1999, y Fowler, Will, Presidentes mexicanos. Tomo I
(1824-1911), Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México,
México, 2004.
4
Todos los planes aquí citados se pueden consultar en la página web: “The Pronunciamiento in
Independent Mexico, 1821-1876”, Arts & Humanities Research Council (arts.st-andrews.ac.uk/
pronunciamientos/).
5
Bustamante, Carlos María de, Diario histórico de México, 1822-1848, del licenciado…, (disco
compacto 1 / 1822-1834), 25 tomos en 50 volúmenes, diciembre de 1822-diciembre de 1834,
Editores: Josefina Zoraida Vázquez Vera y Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, El Colegio de
México / CIESAS, México, 2001, 2 de julio de 1825, t. VII, p. 4.
6
Huerta, María Teresa, Empresarios del azúcar en el siglo XIX, INAH, México, 1993, pp. 125-126.
7
Archivo Histórico de la Defensa Nacional (en adelante AHDN), Exp. XI/481.3/1827, “Criminal
contra D. Gabriel Santier, originario de los reinos de Castilla, por sospechoso de conspiración
contra el Ejército de las Tres Garantías”, 10 de septiembre de 1821.
8
Huerta, Empresarios, 1993, pp. 89-90, 106-109, 128.
9
Un estado de la cuestión sobre la bibliografía básica del sitio de Cuautla y un análisis desde
la perspectiva regional en Reynoso Jaime, Irving, “El sitio de Cuautla: los relatos, la épica
nacionalista y la historiografía”, en Ernest Sánchez Santiró (coord.), “De la crisis del orden
colonial al liberalismo, 1760-1860”, vol. 5, en Horacio Crespo (dir.), Historia de Morelos.
Tierra, gente, tiempos del sur, Poder Ejecutivo del Estado de Morelos / Congreso del Estado de
Morelos-LI Legislatura, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Ayuntamiento de
Cuernavaca, Instituto de Cultura de Morelos, México, 2010.
10
López González, Valentín, “La consumación de la Independencia en Morelos”, en La
consumación de la Independencia, Tomo I, Archivo General de la Nación, México, 1999, pp.
429-432.
11
Una visión general sobre la agroindustria azucarera de la región “morelense” en Reynoso
Jaime, Irving, “Hacienda y azúcar en Morelos: examen de investigaciones y debates”, en
Horacio Crespo (coord.), El azúcar en América Latina y el Caribe. Cambio tecnológico, trabajo,
mercado mundial y economía azucarera. Perspectiva histórica y problemas actuales, Senado de
la República, México, 2006.
12
José María Manzano, Juan Fernando Meoqui, Antonio Velasco de la Torre, Vicente Eguía,
José M. Chávez, José N. Abad, Gabriel Yermo, Domingo Coloma, Marín A. Michaus, entre

53
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

otros; Sánchez Santiró, Ernest, Azúcar y Poder. Estructura socioeconómica de las Alcaldías
Mayores de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas, 1730-1821, Universidad Autónoma del Estado
de Morelos, Editorial Praxis, México, 2001, pp. 285, 291-292.
13
Sobre la redes sociales y mercantiles de los hacendados-comerciantes azucareros del distrito
de Cuernavaca véase Sánchez Santiró, Ernest, “Las incertidumbres del cambio: redes sociales
y mercantiles de los hacendados-comerciantes azucareros del centro de México (1800-1834)”,
en Historia Mexicana, LVI: 3, 2007, pp. 919-968.
14
AHDN, Exp. XI/481.3/119, “Correspondencia de don Agustín de Iturbide con el
ayuntamiento de Cuernavaca relacionada con el movimiento de independencia”, 3 de marzo
de 1821, f. 3.
15
Ibídem, 7 de marzo de 1821, f. 4.
16
AHDN, Exp. XI/481.3/98, “Proclama de Agustín de Iturbide a los habitantes de la ciudad
[sic.] de Cuernavaca”, 23 de julio de 1821, f. 1.
17
Este proceso de transición de las estructuras coloniales hacia la implantación de un régimen
liberal ha sido estudiado para el territorio del distrito de Cuernavaca en Reynoso, Dulzuras,
2011.
18
Entre 1824 y 1835, fueron varios los hacendados azucareros que se desempeñaron como
diputados en el congreso del Estado de México: Antonio Velasco de la Torre, Pedro Valdovinos,
Mariano Tamariz, José María Manzano, José Pérez Valdovinos, Luis Pérez Palacios, José María
Yermo, Francisco Valdovinos, José Pérez Palacios, José María Flores y José Joaquín de Rosas.
Incluso, entre 1827 y 1836 varios llegaron a la diputación federal: José Pérez Palacios, Rafael
Irazábal, José Joaquín de Rosas y Luis Pérez Palacios, cf. Macune, Estado, 1978, pp. 188-190,
195-198; Huerta, Empresarios, 1993, p. 130. Sobre el poder político logrado por el grupo de
hacendados azucareros durante la primera república federal, véanse los capítulos 3 y 4 de
Reynoso, Dulzuras, 2011.
19
Sánchez Santiró, Ernest, “Producción y mercados de la agroindustria azucarera del distrito
de Cuernavaca, en la primera mitad del siglo XIX”, en Historia Mexicana, vol. LIII, núm. 3,
enero marzo, México, 2004, pp. 605-646.
20
Un ejemplo tardío lo tenemos en el contexto de la intervención norteamericana. En 1847,
mientras todos los distritos del Estado de México aportaron menos de 10,000 pesos, en el
distrito de Cuernavaca se recaudaron 14,5723 pesos para financiar la guerra, cf. Mentz, Brígida
von, Pueblos de indios, mulatos y mestizos, 1770-1870. Los campesinos y las transformaciones
protoindustriales en el poniente de Morelos, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social, México, 1988, pp. 58-60.
21
Véase Sánchez Santiró, “Incertidumbres”, 2007, p. 956; Sims, Harold D., La expulsión de
los españoles de México (1821-1828), Secretaría de Educación Pública / Fondo de Cultura
Económica, México, 1974, pp. 89, 111.
22
Decreto Núm. 101, “Libertando del derecho de alcabala a varios artículos de la industria en
el Estado, y estableciendo nuevas contribuciones que han de reportar la azúcar, aguardiente
de caña y magueyes”, 7 de mayo de 1828, en Téllez G., Mario e Irma Piña L., Colección de
decretos del Congreso del Estado de México, (disco compacto) LIV Legislatura del Estado de
México, Instituto de Estudios Legislativos del Estado de México, Universidad Autónoma del
Estado de México, El Colegio Mexiquense, México, 2001, t. II, pp. 56-59.
23
Decreto Núm. 291, “Declarando propiedad del Estado de México los censos enfitéuticos,
hacienda de Atlacomulco y otros bienes que posee en el Estado el duque de Monteleone”, 30
de abril de 1833, Téllez y Piña, Colección, 2001, t. II, p. 223.

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

24
Decreto Núm. 359, “Desterrando del territorio del Estado, por el término de seis años, a
las personas que se expresan”, 6 de diciembre de 1833, en Téllez y Piña, Colección, 2001, t. II,
pp. 276-277. Los españoles expulsados pertenecientes a la élite azucarera fueron: Francisco
Pérez Palacios, dueño de la hacienda de Miacatlán y prefecto del distrito de Cuernavaca en
1830-1832, así como sus tres hijos, Ángel Pérez Palacios, comandante militar de Cuernavaca;
Luis Pérez Palacios, diputado estatal en 1831-1832; y José Ramón Pérez Palacios, subprefecto
del partido de Cuernavaca en 1825; también fueron expulsados el hacendado Antonio Silva,
dueño de Cocoyotla, su hijo adoptivo José María Saavedra Silva, así como Epigmenio de
la Piedra y Rafael Durán, vinculados con los hacendados por relaciones comerciales. Para
las referencias de estos personajes véase Archivo Histórico del Estado de México (AHEM),
“Gobernación”, vol. 4, exp. 20; “Prefecturas”, vol. 2, exp. 46; vol. 3, exp. 2, exp. 19; “Justicia”,
vol. 2, exp. 23; Bustamante, Diario, t. XVI, 2 de enero de 1830, pp. 4-5; t. XXIV, 27 de mayo
de 1832, pp. 25-26; Macune, Estado, 1978, p. 197, y Sánchez Santiró, “Incertidumbres”, 2007,
p. 957.
25
Sobre el decreto de formación del pueblo de Mapaztlán véase Pérez Alvirde, Moisés,
Erecciones municipales, villas, ciudades, anexiones y segregaciones territoriales del Estado de
México, LII Legislatura del Estado de México, Toluca, 1994, pp. 120-121.
26
Decreto Núm. 414, “Imponiendo a la azúcar que se elabora en el Estado, por único impuesto,
tres granos por arroba”, 17 de mayo de 1834, en Téllez y Piña, Colección, 2001, t. II, pp. 345-
346; Sánchez Santiró, “Incertidumbres”, 2007, pp. 957-958.
27
Macune, Estado, 1978, pp. 176.
28
Decreto Núm. 432, “Reconociendo como nacional el pronunciamiento de Cuernavaca, y
derogando varios decretos de la anterior Legislatura”, 15 de octubre de 1834, en Téllez y Piña,
Colección, 2001, t. II, pp. 354-356.
29
Decreto Núm. 429, “Concediendo a la Villa de Cuernavaca el título de Ciudad”, 14 de
octubre de 1834, ibídem, t. II, pp. 353.
30
Chust, Manuel, “Milicia, milicias y milicianos: nacionales y cívicos en la formación del
estado-nación mexicano, 1812-1835”, en Juan Ortiz Escamilla (coord.), Fuerzas militares en
Iberoamérica. Siglos XVIII y XIX, El Colegio de México, El Colegio de Michoacán, Universidad
Veracruzana, México, 2005, p. 181. Para el caso del estado de Guanajuato véanse el estudio
de Serrano Ortega, José Antonio, Jerarquía territorial y transición política. Guanajuato, 1790-
1836, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora, México, 2001.
31
Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Gobernación, caja 133, s/s, exp. 11.
32
Memoria que el secretario del ejecutivo del estado libre de México encargado de las secciones
de gobierno y guerra leyó al H. Congreso en los días 26, 27 y 28 del mes de abril de 1835,
Imprenta del Gobierno, Toluca, 1835, p. 46.
33
Para una crítica a la afirmación de que las milicias cívicas se convirtieron en un instrumento
militar eficaz para salvaguardar los intereses de los pueblos, véase el capítulo 5 de Reynoso,
Dulzuras, 2011.
34
Bustamante, Diario, 2001, 7 y 8 de diciembre de 1823, t. III, p. 8
35
AHDN, Exp. XI/481.3/290, “Documentos que componen el expediente de la revolución que
acaudilló el Gral. D. Francisco Hernández”, 17 de enero de 1823, fs. 2-6a; Flores Caballero, Romeo,
La contrarrevolución en la independencia. Los españoles en le vida política, social y económica de
México (1804-1838), El Colegio de México, México, 1969, p. 108. Carlos María de Bustamante
sospecha que el pronunciamiento estaba respaldado por José Joaquín Fernández de Lizardi, “El

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La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

Pensador Mexicano”, pues éste se había marchado rumbo a Cuernavaca con una imprenta, con
la que supuestamente se dio a conocer el plan a los pueblos, Bustamante, Diario, 2001, 16 y 17
de enero de 1824, t. IV, pp. 12-13.
36
Reynoso, Dulzuras, 2011, p. 134.
37
Bustamante, Diario, 2001, 19 de enero de 1824, t. IV, p. 14.
38
AHDN, Exp. XI/481.3/290, fs. 22-23.
39
Ibídem, fs. 31-33.
40
Ibídem, fs. 42-43; Bustamante, Diario, 2001, 25 de enero de 1824, t. IV, p. 23.
41
Véase Ortiz Escamilla, Juan, Guerra y gobierno. Los pueblos y la independencia de México,
El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Universidad
Internacional de Andalucía, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1997.
42
Bustamante, Diario, 2001, 23 de enero de 1823, t. IV, p. 19.
43
AHDN, Exp. XI/481.3/291, “Operaciones militares en las jurisdicciones de Chalco,
México y Cuernavaca, para batir a los que secundaron el movimiento encabezado por los
Generales Francisco Hernández y José María Lobato”, 6 de abril de 1824. f. 2-4.
44
Ibídem, f. 10.
45
Ibídem, fs. 11, 15.
46
Ibídem, fs. 22-25. Por lo visto los hacendados de Miacatlán, la familia Pérez Palacios,
siempre mantuvieron desarmados a los pueblos de la zona por temor a que se sublevaran
en su contra, debido a los constantes litigios por tierras que sostenían. En 1827 el dueño
de la hacienda de Cocoyotla solicitó al ayuntamiento de Miacatlán que no se le otorgaran
armas pueblo de Coatlán para no perjudicar “a su persona e intereses”, pues sostenía con
dicho pueblo varios pleitos por tierras, véase Mentz, Pueblos, 1988, pp. 66, 144. En cuanto
la organización de las milicias cívicas en Tetecala y Coatlán para enfrentar la rebelión
de Hernández y Lobato en abril de 1824, está claro que los hacendados aceptaban la
militarización de los ayuntamientos cuando se trataba de utilizarlas para la protección de
sus intereses –en este caso, combatir una sublevación contra los españoles–.
47
AHDN, Exp. XI/481.3/291, fs. 28-28a.
48
Bustamante, Diario, 2001, 29 de abril de 1824, t. IV, p. 20.
49
AHDN, Exp. XI/481.3/291, fs. 17, 20; Bustamante, Diario, 2001, 30 de abril de 1824, t. IV,
p. 21.
50
Bustamante, Diario, 2001, 29 de abril de 1824, t. IV, p. 20.
51
Costeloe, Primera, 1996, pp. 103, 106-107.
52
Decreto Núm. 20, “Previniendo a las autoridades respectivas, cuiden que los extranjeros
y españoles introducidos en la república después de la independencia, y los capitulados
que sin permiso se quedaron, ejerzan acto alguno de ciudadanía”, 23 de abril de 1827, en
Téllez y Piña, Colección, 2001, t. II, p. 10; Decreto Núm. 19, “Prohibiendo a los españoles
y americanos capitulados, y dependientes de unos y otros residentes en el Estado, portar
armas de ninguna clase, sin consentimiento del gobernador, quien reglamentará el modo
de dar las licencias”, 25 de abril de 1827, ibídem, pp. 9-10.
53
Decreto Núm. 72, “Para que los españoles capitulados y los venidos después del año de
821, y no tengan los requisitos legales, salgan del territorio del Estado, y otras providencias
de policía interior, respecto de los que se queden”, 6 de octubre de 1827, ibídem, pp. 31-32.

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Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

54
Decreto Núm. 538, “Ley de expulsión de españoles”, 20 de diciembre de 1827, en Dublán,
Manuel y José María Lozano, Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones
legislativas expedidas desde la independencia de la república, Imprenta del Comercio a cargo
de Dublán y Lozano, México, 1876, t. II, pp. 47-48.
55
AHEM, Gobernación, “Prefecturas”, vol. 1, exp. 27, fs. 1-2.
56
El líder de dicho pronunciamiento pudo haber sido el teniente coronel José Vicente
González, comandante de la guarnición de Toluca, quien en mayo de 1835 apoyaría el Plan de
Cuernavaca orquestado por los hacendados azucareros, véase Macune, Estado, 1978, p. 176.
57
AHEM, Gobernación, “Prefecturas”, vol. 1, exp. 27, fs. 3, 7-8.
58
AHEM, Gobernación, “Prefecturas”, vol. 1, exp. 31, fs. 1-27.
59
Costeloe, Primera, 1996, pp. 144-145, 151-152, 154.
60
AHEM, Gobernación, “Prefecturas”, vol. 1, exp. 31, fs. 1-27.
61
Costeloe, Primera, 1996, pp. 222-223.
62
AHEM, Gobernación, “Prefecturas”, vol. 2, exp. 18, fs. 1-5.
63
Ibídem, fs. 17-24.
64
Costeloe, Primera, 1996, pp. 298-301.
65
Bustamante, Diario, 2001, 23 de octubre de 1830, t. XVII, p. 28; 8 de noviembre de 1830, t.
XVII, p. 8; 23 de noviembre de 1830, t. XVII, p. 18.
66
Bustamante, Diario, 2001, 2 de enero de 1830, t. XVI, pp. 4-5; 27 de mayo de 1832, t. XXIV,
pp. 25-26; AHEM, Gobernación, “Prefecturas”, vol. 3, exp. 2, exp. 19; “Justicia”, vol. 2, exp. 23.
67
AHEM, Gobernación, “Prefecturas”, vol. 2, exp. 46; vol. 3, exp. 2, exp. 19.
68
AHDN, Exp. XI/481.3/911, fs. 2-3; Exp. XI/481.3/806, fs. 2-3a; AHEM, Gobernación,
“Prefecturas”, vol. 3, exp. 24, fs. 216-218.
69
Macune, Estado, 1978, p. 172.
70
Costeloe, Primera, 1996, pp. 371-374.
71
De hecho, Macune menciona que el gobierno estatal amenazó a los ayuntamientos con
disolverlos si se unían a las insurrecciones, y que se multaron a varias haciendas por el mismo
motivo en Tulancingo y Cuernavaca, véase Macune, Estado, 1978, p. 173.
72
Ibídem, p. 386.
73
Bustamante, Diario, 2001, 11 de junio de 1833, t. XXII, p. 21.
74
Reynoso, Dulzuras, 2011, p. 82, mapa 7.
75
Costeloe, Primera, 1996, pp. 389-390.
76
El contenido de los pronunciamientos aparecidos en mayo de 1834 contra las reformas de
Gómez Farías puede compararse en la página web:
“The Pronunciamiento in Independent Mexico, 1821-1876”, Arts & Humanities Research
Council (arts.st-andrews.ac.uk/pronunciamientos/).
77
Véase Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, p. 65; Sánchez Santiró, “Producción”, 2004, p. 613, y
Reynoso, Dulzuras, 2011, p. 34, gráfica 1.

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ANEXO 3

Plan de Cuernavaca
25 de mayo de 1834

ACTA DEL PLAN DE PRONUNCIAMIENTO


DE LA VILLA DE CUERNAVACA

S umergida la Republica Mexicana en el caos mas espantoso de confusión y


desorden a que la han sujetado las medidas violentas con que los cuerpos
legislativos han llenado este período de sangre y lágrimas, desplegando los
atentados de una demagogia absoluta sobre la destrucción de la carta fundamental
que tantos sacrificios ha costado, es indispensable manifestar expresamente la
realidad de los votos que emiten los pueblos, para que se apliquen remedios
exactos y positivos que basten a calmar los males y a destruir la existencia de las
logias masónicas, que producen el germen de las divisiones intestinas.
Considerando igualmente que el espíritu de reclamación es general y unísono
en todos los ángulos de la Republica, y que para expresar este concepto a que
da lugar la conducta de las legislaturas, no es necesario pormenorizar hechos
que por su misma naturaleza han producido la dislocación general de todos los
vínculos sociales, la villa de Cuernavaca, animada de las mas sanas intenciones
y con el deseo de abrir una nueva era, echando un velo a los acontecimientos
pasados , manifiesta libre y espontáneamente sus votos por medio de los
artículos siguientes:

221
1. Que su voluntad está en abierta repugnancia con las leyes y decretos de
proscripción de personas; las que se han dictado sobre reformas religiosas;
la tolerancia de las sectas masónicas y con todas las demás disposiciones que
traspasan los limites prescritos en la Constitución general y en las particulares
de los Estados.
2. Que es conforme a esta misma voluntad y al consentimiento del pueblo,
que no pudiendo funcionar el Congreso general y legislaturas particulares sino
en virtud de las facultades que les prescriben sus respectivas constituciones,
todas las leyes y providencias que han dictado saliéndose notoriamente fuera
de aquel circulo, deben declararse nulas, de ningún valor ni efecto, y como si
hubieran emanado de alguna persona privada.
3. Que el pueblo reclame respetuosamente la protección de estas bases justas
y legales al Exmo. Sr. presidente de la República don Antonio López de Santa
Anna, como única autoridad que hoy se halla en la posibilidad de dispensarla.
4. El pueblo declara que no han correspondido a su confianza los diputados
que han tomado parte en la sanción de las leyes y decretos referidos, y espera que
así ellos como los demás funcionarios que se han obstinado en llevar adelante
las resoluciones de esta clase, se separen de sus pueblos y no intervengan ni en
contra ni en favor de esta manifestación hasta que la nación, representada de
nuevo, se reorganice conforme a la Constitución y del modo mas conveniente a
su felicidad.
5. Que para sostenimiento de las providencias que dicte el Exmo. Sr.
presidente, de conformidad con las ideas que van expresadas, se le ofrece la
eficaz cooperación de la fuerza que tiene aquí reunida.
Estos artículos han sido proclamados por el pueblo en masa y otorgados por
la junta que al efecto se ha celebrado por el ayuntamiento y principales vecinos
de esta villa, por lo que se da cuenta inmediatamente al Exmo. Sr. primer
magistrado de la República para que este Plan obre sus efectos en su superior
conocimiento. Cuernavaca. 25 de Mayo de 1834. Exmo. Sr. Ignacio Echeverría.
– José Mariano Campos, secretario.

Fuente: El Telégrafo, 24 de mayo de 1834, en Archivo Histórico de el Colegio


de México, Col. Josefina Zoraida Vázquez, Planes y Documentos, 1834, caja 9.
- González Pedrero, Enrique, País de un solo hombre, Vol. 2 La sociedad del
fuego cruzado, Fondo de Cultura Económica, México, 2003, pp. 479-480.
La Revolución por escrito
Planes político-revolucionarios del estado de Morelos, siglos XIX y XX

Facsímil del Plan de Cuernavaca, 25 de mayo de 1834

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