FL CR PDF
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Demasiado joven.
Morena.
Perfecta. Hasta que no lo fue. Hasta que escapó para estar con el enemigo
y dejó atrás a su prometido.
Poder.
Respeto.
Orgullo herido.
Sed de venganza.
Había sido mi sueño favorito, hasta que una mera fantasía se hubiera
convertido en realidad cuando mi hermana no pudo casarse con él.
Dicen que no hay dos copos de nieve idénticos, cada uno de ellos único:
una magnífica perfección helada.
Como mi hermana.
Intenté replicarla, pero una réplica nunca sería la original. Yo era el eco de
la melodía perfecta. Una sombra de una imagen inmaculada. Siempre menos.
Nunca suficiente.
Serafina había sido casi perfecta ante los ojos de las personas cuando aún
estaba por aquí, y ahora que se había ido, nada más que un recuerdo desvanecido,
su ausencia amplificó todo lo que era. Se había vuelto aún más grande.
No puedes.
Mis dedos temblaron mientras alisaba mi vestido de novia. No era mi
nombre el que susurrarían hoy en las bancas.
La novia sustituta.
La vida tenía que continuar y tenía que parecer fuerte. Era joven. Muchos
esperaban que fallara en la tarea de gobernar sobre Indianápolis. Esperaban ese
momento, por mi caída en desgracia. Enrosqué mis dedos en un puño alrededor
del anillo y fui en busca del Capo y el padre de Serafina.
Solté un suspiro.
—Mi padre insiste en que me case con alguien de tu familia —dije sin
emoción, incluso aunque mi interior ardía de rabia y culpa—. Necesitamos una
unión entre nuestras familias, especialmente en este momento.
—Cuida tu tono, Danilo. Me doy cuenta que esta es una situación difícil,
pero de todos modos espero respeto.
—No voy a conformarme con menos que una unión con tu familia.
—Es un hecho, Dante. Creo que eres un buen Capo pero insisto en
conseguir lo que merece mi familia. No me conformaré con menos.
Dante asintió.
—Estoy de acuerdo.
Solo había una única opción. Era una que deseaba evitar, pero no podía.
Padre había sugerido inmediatamente a la hermana menor de mi ex prometida
como sustituta. Qué idea más ridícula, pero era la única opción viable.
Dante y Pietro se miraron entre sí, probablemente considerando
exactamente esa opción.
—Pietro, si seguimos las reglas, Danilo podría exigir casarse con Serafina.
Estaban comprometidos.
Esperé a que resolvieran cualquier cosa que tuvieran que hacer. Solo había
una opción para nuestro problema.
—¿Tiene, qué, once? —Incluso si era la única opción, una nueva ola de
ira surgió en mi interior. Ira por la situación y furia absoluta hacia Remo Falcone.
—Soy diez años mayor que ella. Me prometieron una esposa ahora.
Diez años más joven que yo. Ni siquiera podía pensar en ella como una
mujer, mi esposa. Solo intentar imaginarla como una adulta ya me hacía sentir
como un maldito pervertido. Serafina no había sido mucho mayor cuando me fue
prometida, pero yo había estado cerca de su edad. La había querido incluso en
ese entonces porque era la princesa de hielo, porque era tan hermosa que todos la
querían.
No importaba lo que quería. Esta unión salvaría a Emma. Eso era lo único
que podía esperar en este momento.
Mis ojos se dirigieron hacia Samuel quien me observaba con los ojos
entrecerrados. ¿Podría confiarle a mi hermana? Más que todas las otras opciones
restantes. Padre casaría a Emma en algún momento y nadie que valiera la pena la
quería.
—Está en…
—En una silla de ruedas, sí. Por eso nadie de valor la quiere. Mi hermana
se merece solo lo mejor, y tú eres el heredero de Minneapolis. Si todos ustedes
quieren esta unión, entonces Samuel va a casarse con mi hermana, y luego me
casaré con Sofia.
Asentí bruscamente.
—No es lo que quiero, pero tendrá que servir.
—¿Tendrá que servir? —gruñó Samuel, dando un paso adelante con los
ojos entrecerrados—. Estás hablando de mi hermanita. No es una maldita cosa
que aceptas como premio de consolación.
—La boda tendrá que esperar hasta que Sofia sea mayor de edad —dijo
Pietro, luciendo cansado.
Seis largos años. No estaba triste por tener más tiempo para estabilizar mi
régimen sobre Indianápolis, eso era lo único que había odiado de casarme con
Serafina, pero la había querido y no había podido seguir esperando más. Pero
ahora, ahora tendría tiempo de sobra para construir mi reinado, para disfrutar un
poco más… como lo expresó mi padre. Seis años era mucho tiempo. Tanto podía
pasar hasta entonces. No perdería a otra chica. Me aseguraría que Sofia estuviera
a salvo, más segura que Serafina.
Pietro asintió.
Me dirigí hacia la puerta, deseando salir de esta casa, de esta ciudad, pero
sobre todo alejarme de Serafina. Pude escuchar unos pasos detrás de mí pero no
me di vuelta. No quedaba nada más que decir, hoy no.
Probablemente era cierto. Cierto para nuestras dos hermanas. Emma había
estado lidiando con las duras cartas del destino. Solo merecía lo mejor. ¿Lo
conseguiría alguna vez? Probablemente no.
No dije nada. Esto era un desastre. Ambos terminamos con chicas que no
queríamos para una unión que aseguraría nuestro poder. Samuel y yo éramos
hombres absolutamente orgullosos. Remo Falcone había pisoteado ese orgullo.
Un orgullo que queríamos reconstruir.
Aún recuerdo la primera vez que vi a Danilo. Fue un año antes de que
supuestamente se casara con mi hermana. Había venido a discutir detalles con
papá. Impulsada por la curiosidad, fingí dirigirme hacia la cocina para echarle un
vistazo. Se alzaba en nuestro vestíbulo hablando con papá, y al momento en que
lo vi, mi corazón dio un vuelco extraño que nunca antes había hecho. Me dio una
sonrisa y mi corazón latió salvajemente una vez más y mi vientre aleteó. Me
recordó a esos príncipes con los que las niñas siempre sueñan. Alto, atractivo y
caballeroso.
Pensé que seguiría siendo una fantasía para siempre y cada vez que
fantaseaba con él, me sentí culpable… hasta que de repente era mío. Al menos
oficialmente, porque su corazón todavía pertenecía a mi hermana.
El día que me enteré, me sentaba en mi escritorio en mi habitación cuando
alguien llamó y entonces, papá entró. Me había enviado a mi habitación hacía un
par de horas como tantas veces en los meses desde que Fina había sido
secuestrada e incluso ahora que ella había vuelto. Todos pensaban que era
demasiado joven para entender lo que estaba pasando.
—¿Hice algo mal? —Era la única explicación de por qué papá o mamá me
buscarían. Habían estado demasiado ocupados desde el secuestro, de modo que
me acostumbré a estar sola o con mi prima Anna. No estaba enojada con ellos.
Estaba sufriendo demasiado. Solo quería que las cosas volvieran a ser como
solían ser. Quería que seamos felices.
—Te casarás con él, en unos años. Después de cumplir los dieciocho. Así
que, por eso ahora, no tienes que preocuparte.
Asentí lentamente.
Le sonreí radiantemente.
Había soñado con Danilo toda la noche. No podía esperar para hablar con
Anna al respecto. Vendría hoy antes de que su familia y ella tuvieran que
regresar a Chicago.
—No. No estoy enojada. Quiero que seas feliz. ¿Estás bien con eso?
—¿Te gusta?
—Es un hombre adulto, Sofia. Pasarán muchos años antes de que te cases
con él. No se acercará a ti hasta entonces.
—Sofia es una niña. ¿Cómo pudiste estar de acuerdo con esa unión,
Danilo?
Mis ojos se abrieron por completo ante su tono grosero. ¿Pensé que estaba
bien conmigo casándome con Danilo? No sonaba así.
Danilo parecía furioso.
—Es una niña. Demasiado joven para mí. Por Dios, es de la edad de mi
hermana. Pero sabes lo que se esperaba. Y no nos casaremos hasta que sea mayor
de edad. Nunca te toqué y no voy a tocarla.
Fina me sonrió pero mis ojos fueron atraídos por Danilo. Tuve que estirar
el cuello hacia atrás porque era muy alto. Mis mejillas se calentaron pero no
podía hacer nada por la reacción de mi cuerpo a Danilo.
—Claro —dijo.
Avancé hacia mi sofá, de repente cohibida de todo el rosa en mi
habitación. Dudaba que a Danilo le gustara mucho ese color. Me dejé caer en el
sofá, apretando los puños en mi regazo para ocultar su temblor. Danilo dejó la
puerta abierta y se me acercó. Sus ojos escanearon mi habitación y me estremecí
cuando se detuvieron en la variedad de animales de peluche en mi cama. Ya no
me abrazaba a ellos. Solo tenía problemas para botarlos. Ahora deseaba haberlo
hecho. Danilo ahora debía pensar en mí como una niña tonta. Se sentó junto a mí
pero con mucho espacio entre nosotros. Fina me dio una leve sonrisa, esperando
en el pasillo, y luego desapareció de mi vista, pero sabía que estaría cerca.
Se volvió hacia mí, sus ojos oscuros clavándose en los míos. Mi piel se
calentó aún más y tuve que mirar hacia mi regazo. Se aclaró la garganta.
Asentí.
—Sofia —dijo Danilo con una voz firme que me hizo levantar la vista. No
estaba segura de lo que significaba su expresión. Definitivamente no se veía
feliz—. Te elijo. Lo de Serafina y yo ya no puede funcionar después de lo que
pasó. No quería herir sus sentimientos. Por eso dije lo que dije.
—Sí.
Pero tal vez esperarían en esta ocasión. Sería mal visto que se hiciera
público un compromiso tan poco después de que salvaran a Fina.
Es por eso que llamé a una reunión a primera hora después de regresar a
Indianápolis. Tenía diez Capitanes que eran responsables de diferentes áreas del
negocio. Uno de ellos era mi primo Marco, quien resultaba ser uno de mis
mejores amigos. Su padre había muerto hacía unos meses del mismo cáncer que
estaba devorando a mi padre lentamente. Ambos habían sido fumadores
empedernidos desde sus días de adolescencia, y ambos pagaron el precio más
alto por ello.
Abrí el encendedor, luego lo cerré. Había dejado de fumar hace seis meses
con exactitud debido a esto, pero no podía separarme del encendedor que mi
abuelo me había dado cuando cumplí catorce años.
—¿Qué piensas?
Se encogió de hombros.
—Es un trato desastroso. ¿Te das cuenta que ni Emma ni Sofia estarán
felices si se enteran que Samuel y tú llegaron a un acuerdo para casarse entre
ellas?
Siempre el quid pro quo. El amor rara vez era la razón detrás de un
vínculo.
—No lo descubrirán.
—No te casarás con ella por otros seis años. Hasta entonces, incluso tú,
por más bastardo obstinado que eres, habrás superado perder a Serafina. Estás
consiguiendo a una sobrina de Cavallaro, eso es lo que importa, ¿verdad?
—Se suponía que iba a vivir contigo de modo que tu madre pueda
concentrarse en cuidar a tu padre. Pero ahora que Serafina no va a mudarse, eso
no va a funcionar, ¿verdad?
—¿Te das cuenta que trabajas mucho y apenas estás en casa? No es como
que tengas un montón de tiempo para pasar con ella.
—No fue tu culpa, Danilo. Tienes que dejar de culparte por el accidente.
Lo fulminé.
Visité a mis padres al día siguiente. Emma aún vivía con ellos, pero le
prometí que hoy podría mudarse conmigo.
—¿Cómo estás?
—Estoy bien, pero ¿qué hay de ti? Mamá me dijo que ya no puedes
casarte con Serafina y tienes que casarte en su lugar con Sofia. —Sofia y ella
eran de la misma edad, y ambas ya habían sufrido los efectos secundarios crueles
de haber sido criadas en la mafia. Habían jugado juntas de vez en cuando en las
reuniones.
Ahora, Emma solo podía sentarse al margen mientras los otros niños
corrían.
—No me importa. Me casaré con Sofia en seis años. Eso es algo bueno. —
Era una mentira que usaría mucho en el futuro.
Eran mentiras. Una mirada a papá era suficiente para decirle a cualquiera
que la próxima Navidad sería la última… si es que llegaba.
Yo sí. Tal vez mamá prefería fingir que mi padre y yo éramos los típicos
hombres de negocios normales, pero todos sabíamos que no era cierto. Papá se
puso de pie tambaleante y me dio una sonrisa débil.
—Creo que es un error esperar para anunciar la unión —dijo mamá—. Tal
vez la gente dejaría de compadecerla si supieran que va a casarse con un futuro
lugarteniente. Y tal vez Cincinnati se dará cuenta de su error. Que se pudran en el
infierno, todos. —Madre se persignó como si Dios le concedería su deseo de esa
manera.
De todos modos no quería asistir, pero que no asistiera sugeriría que aún
sentía algo por Serafina.
Por el tono de su voz, supe que odiaría cualquier cosa que tuviera que
decir.
—¿Qué pasa?
Todo en mí gritaba para que aceptara el camino más fácil. No quería ver a
Serafina otra vez, sobre todo, no ahora que sabía que llevaba al hijo de Remo
Falcone. Aun así, mi orgullo estaba por los suelos y no permitiría que nadie lo
pisoteara por completo, sobre todo, no Remo Falcone.
—Estoy bien —gruñí. Era demasiado joven para sentirse abrumada por
mis problemas. Además, tenía que conquistar los suyos propios.
Se mordió su labio.
—De acuerdo.
—¿Estás seguro que es una buena idea? —preguntó padre. Sonó más débil
que la última vez que hablé con él, como si apenas pudiera tomar aliento
suficiente para pronunciar una sola palabra.
Los ojos de Emma se abrieron del todo. Por suerte, Anna, la hija de Dante,
y Sofia estaban avanzando en nuestra dirección. Sofia me dio una sonrisa
radiante. Sus mejillas poniéndose rojas cuando le devolví la sonrisa.
—Muy bien. —Mi tono fue cortante. Después mis ojos se posaron en ella.
Serafina entró en la habitación con Samuel, sus brazos entrelazados. Estaba
vestida con un elegante vestido holgado. Mi mirada se detuvo en su vientre,
buscando el bulto que su elección de ropa logró ocultar efectivamente. Pronto,
sería imposible, y todos sabrían que Remo Falcone había logrado humillarnos a
la Organización y a mí de otra manera más. Sería el escándalo del siglo.
—Iré por bebidas y algo para comer. Ahora tienes compañía, ¿no? —Lo
último estuvo dirigido a Sofia y Anna.
—¿Cuándo lo van a hacer público? —No tenía que elaborar lo que quería
decir.
Anna sonrió.
—Me alegra que vayas a casarte con mi hermano —dijo un poco más
tarde cuando nos encontrábamos en una esquina de la habitación, comiendo.
Eso me sorprendió.
Emma asintió.
La sonrisa que le dio Danilo fue desprotegida. Era la primera vez que su
rostro parecía completamente libre de control. Por lo general, siempre era tan
recatado y consciente de su entorno. Quería que él también bajara la guardia
alrededor de mí.
Fruncí el ceño.
Su sonrisa vaciló.
Fina miró hacia otro lado, mordiéndose el labio inferior. No dijo nada,
pero podía ver que estaba conteniendo las lágrimas. Desde que quedó
embarazada, sus emociones estaban por todas partes. Por eso nunca hablaba de
Danilo con ella, incluso aunque estaba desesperada por preguntarle por él.
—Está bien.
Podía ver lo mal que se sentía, y no le quise hacer sentir aún más culpable
al mostrar mi tristeza, de modo que sonreí y lo abracé.
Sonreí.
—No te preocupes, está bien. —Estaba encantada con lo sutil que sonó mi
voz, como si no estuviera nerviosa en absoluto.
—Eso es estupendo.
—Podría darte mi número en caso de que necesites comunicarte conmigo.
—Ahora no hubo nada de sutileza en mi voz. Soné como una idiota.
—Tú, también.
—¿Estás bien?
Fina avanzó hasta mí, aunque fue más un contoneo por su barriga
gigantesca.
Al momento en que los ojos de Fina se encontraron con los míos, supe que
algo andaba mal.
—¿A dónde vas? —le pregunté, mi corazón apretándose con fuerza. Fina
parecía estar a punto de huir.
—Tengo que hacerlo, bichito. Por mis bebés. Quiero que estén seguros y
felices. Necesito protegerlos de los susurros.
Odiaba la forma en que la gente hablaba mal de los gemelos. Solo eran
bebés, pero la gente los odiaba porque se parecían a Remo Falcone, el enemigo.
Me incliné y besé sus mejillas regordetas por última vez. Quería que ella fuera
feliz, y no lo había sido desde antes de nacer los gemelos.
—Sé lo que dicen las personas de los gemelos, y lo odio. Pero no quiero
que te vayas… —Mi voz se quebró.
Me aparté.
Fina asintió. Rara vez hablaba de su secuestro, pero cada vez que
mencionó a Remo Falcone, no había sonado tan asustada como esperaba. A
veces, incluso parecía melancólica, y ahora sabía que mis instintos habían sido
correctos.
—¿Lo amas?
No entendía por qué a papá y a Sam les desagradaban tanto los gemelos,
pero cada día se había vuelto más evidente. Odiaban a Remo tanto que no podían
ver nada más que su odio. No podía imaginar que alguna vez estuvieran bien con
Fina regresando a Las Vegas, incluso aunque fuera por amor y sus gemelos.
Las lágrimas rodaron por mis mejillas mientras la veía bajar las escaleras.
Anna me miró con miedo. Nunca había visto a nuestros padres gritándose
los unos a otros, y mucho menos corriendo al otro. Cuando la puerta se cerró
detrás de ellos, me di cuenta de repente que podría haber perdido a Fina, los
gemelos y a Anna en un mismo día.
Sam ya estaba inestable sobre sus piernas, y deseé que dejara de beber,
pero no podía decirle qué hacer.
Resopló.
Dentro del bar lúgubre y con poca luz, tomé un trago tras otro. El barman
no hizo ninguna pregunta o intentó impedirme conseguir embriagarme
peligrosamente.
Vi a una mujer rubia por el rabillo del ojo. Mi corazón dio un vuelco,
pensé que era Serafina por un momento. Quise patearme por mi propia idiotez.
Bebí el resto de mi bebida y estampé el vaso en la barra. El barman volvió a
llenar mi vaso sin hacer ningún comentario. En una inspección más cercana, la
mujer al otro extremo de la barra no tenía ningún parecido con mi ex prometida
excepto por el color de cabello similar. Cada centímetro del rostro de esta mujer
reflejaba una vida llena de dificultades y frustraciones. Serafina había vivido en
una jaula de oro. Nunca tuvo que trabajar por nada, luchar por nada, y la primera
vez que lo hizo fue para salvar a nuestro enemigo y traicionarnos a todos.
Una vez detrás del volante, miré directo al frente, intentando evitar que mi
visión girara. Cerré mis ojos, considerando adónde ir. El hotel estaba fuera de
cuestión. Mi familia y yo nos habíamos estado alojando en el lugar desde que
tengo memoria. No aparecería por allí en este estado lamentable. Mis padres ya
tenían bastante con qué lidiar sin preocuparse por mis escapadas borrachas.
No había forma de que pudiera conducir hasta otro hotel o motel barato.
Después de lo que había sucedido con Emma, nunca bebía y manejaba. No
necesitaba añadir otra capa de culpa a mi consciencia ya pesada.
Quizás mostrar debilidad a otro lugarteniente era un error. Pietro era uno
de los mejores hombres de nuestro mundo, pero seguía siendo un mafioso, y
mantener las apariencias frente a él era importante. No era de los que apuñalaban
por la espalda, ni difundían chismes, y también sería mi familia un día. Ya habría
sido mi familia, si no fuera por Remo Falcone. La rabia que había ahogado
temporalmente con licor y una aventura sin sentido con una chica años luz de
alcanzar la gracia de Serafina estalló dentro de mí nuevamente, encendiendo las
brasas de mi sed de venganza y sangre.
Asentí como si pudiera verlo a través del teléfono, luego le dije dónde
estaba. No sabía cuánto tiempo se tardaría Pietro para llegar a esta parte de la
ciudad. Había conducido sin rumbo por las calles antes de finalmente detenerme
aquí.
Mis ojos se cerraron a medida que cedía a la densa niebla que el alcohol
estaba extendiendo por mi cabeza.
Una vez que me dejé caer en el asiento del pasajero, una ola de náuseas
me inundó, pero luché contra ella. No era un quinceañero que había exagerado en
su primera parte. Pietro se deslizó detrás del volante y puso en marcha el auto.
Bajó la ventanilla y encendió un cigarrillo.
Antes de lo de Serafina, nunca lo había visto fumar, pero supuse que cada
uno tenía su propio vicio para lidiar con los últimos acontecimientos.
Pietro suspiró.
Asintió. Nunca había sido muy hablador, pero ahora parecía haberse
convertido en un mutismo selectivo.
—Perdió a su gemela.
—Buenos días —dije, mi voz ronca por el sueño y el llanto. Papá levantó
la vista de detrás de su periódico. Sombras oscuras se extendían por debajo de
sus ojos, y cuando besé su mejilla, el hedor a humo llegó a mi nariz—. ¿Estás
fumando otra vez? —pregunté, preocupada—. Eso no es saludable.
Fruncí el ceño.
Pensé que Danilo había superado a Fina, pero si papá tuvo que recogerlo,
debió haber estado muy ebrio… como Samuel.
Agarró mis brazos para estabilizarme. Alcé la vista, con las mejillas
ardiendo.
—No tienes que disculparte —dijo con una voz que hablaba de una larga
noche—. ¿Tu padre está abajo?
—Sí, lo está.
Samuel yacía en el suelo, con una botella vacía de whisky a su lado. Dejé
la taza y el pastelito en la mesa lateral, luego caí de rodillas junto a él,
preocupada de que no estuviera respirando. Mis ojos registraron el ascenso y la
caída de su pecho. Apestaba a alcohol. Lo sacudí con fuerza.
—¿Sam? Despierta.
Me retiré un poco.
Me mordí el labio.
Sonrió, pero la lástima en sus ojos casi me desanima. Aprendí desde una
edad temprana que la lástima era algo indeseable. La lástima te era dada, pero
todo lo que valía la pena recibir tenía que ser merecido.
—No tienes que ayudarme. Ese es mi trabajo —dijo Adelita cuando tomó
los platos de mis manos y los puso en el lavavajillas.
La vi preparar el café. Nuestra segunda doncella se ocupaba de limpiar
una sartén, pero me lanzó una mirada curiosa.
Me sentí aliviada cuando salí de la cocina cinco minutos después con una
taza de café humeante. Samuel no se había movido de su lugar en el suelo, pero
al menos se comió el pastelito.
Samuel gruñó.
—¿En serio crees que Fina podría haber vivido sin sus bebés? —Pero
Samuel no estaba en un estado de ánimo para escuchar a la razón—. Ahora, ¿qué
va a pasar? —le pregunté.
Samuel miró hacia otro lado y, a pesar de su ira y sentido de traición, sus
ojos reflejaron una respuesta clara.
—Jamás habrá paz a menos que Dante quiera un motín en sus manos.
Danilo, papá y yo nunca estaríamos de acuerdo, y conociendo a muchos de los
lugartenientes futuros, dudo que quieran la paz. No la necesitamos. —Cuando me
paré, Samuel tomó mi hombro—. No te preocupes por la guerra. Solo intenta ser
feliz y una niña, Sofia.
—Nuestra familia necesita que sea una adulta, y ahora que estoy
comprometida con Danilo, no puedo ser una niña.
Tal vez tenía razón, pero sabía que no sería capaz de dar descanso a mi
mente. Quería enmendar a nuestra familia y demostrarle a Danilo que tomó la
decisión correcta.
Mi dolor de cabeza aún martillaba contra mis sienes a medida que giraba
mi auto hacia la casa de mis padres. Después de mi corta noche en la mansión
Mione, recuperé mi auto y conduje al hotel para cambiarme de ropa y recoger mi
bolso. Había estado en el camino de regreso a Indianápolis desde entonces. Mi
cuerpo me pedía acostarme, pero un mensaje de mi madre me hizo conducir
hasta ellos en su lugar.
—Escuché tu auto —dijo en voz baja. Sus ojos estaban rojos e hinchados
de llorar. A pesar de su angustia evidente, examinó mi cara y dijo—: No te ves
bien. ¿Está todo bien?
Apreté su hombro.
Tal vez se aferraba a la vida, lo que quedara de ella, por un par de semanas
más, pero su muerte no estaba lejos. Las palabras de Emma podrían resultar
acertadas. Las semanas hasta Navidad parecían una distancia insuperable para el
hombre acostado en la cama.
—¿Cómo…? —La palabra rota de los labios agrietados de padre nos hizo
saltar.
Ella corrió hacia él y le secó la boca con un paño húmedo. Sus ojos
vidriosos se centraron en mí. Me hundí en una silla junto a la cama y me incliné
hacia adelante para entenderlo.
—Lo torturamos hasta la muerte. Nos tomó dos días, pero al final, suplicó
clemencia. Le cortamos la polla y acabamos con su miserable vida. —A medida
que pronunciaba las palabras, mi propia frustración me inundó de nuevo. Durante
mucho tiempo, había trabajado hacia el objetivo final para arruinar a Remo, y
todo había sido para nada.
Padre asintió.
—Sí, así fue. —Las mentiras fluyeron fácilmente de mis labios, tal vez
porque eran más fáciles de digerir que la verdad. Seguía teniendo problemas para
aceptar que Remo estaba de vuelta en Las Vegas, que continuaría con su vida, y
no solo eso… ahora tenía a Serafina para restregarle su triunfo a la Organización.
Hasta hace unos días, sentí una extraña sensación de anhelo cada vez que
vi a Serafina o simplemente pensé en ella, pero después de lo que hizo… mis
sentimientos habían dado un giro de ciento ochenta grados.
Marco tenía una opinión muy peculiar sobre las mujeres. Decía que todas
eran unas oportunistas de corazón, fáciles de influir en la dirección que más les
convenía. Elegían la opción que les brindara la mayor ventaja. Siempre consideré
sus reflexiones como resultado de su amargura hacia su madre. Ahora, no estaba
tan seguro. Seguramente, ¿no todas las mujeres eran así? Pero en nuestro mundo,
muchos elegían su propia ventaja por encima de la lealtad.
Padre estaba demasiado débil para decir más de un par de palabras, pero
escuchó, su pecho traqueteando con cada respiración. Lo peor de su estado
destrozado era que permanecía en ese cuerpo destrozado, sus ojos alertas y
hambrientos por vida, pero su cuerpo incapaz de seguir adelante.
—Tú y tu padre son tan fuertes. Emma y yo estaríamos perdidas sin ti.
Apreté su mano.
Apreté mis manos en puños dentro de mis bolsillos, la única señal externa
de la violenta mezcla de emociones ardiendo dentro de mí. La tristeza y la furia
se habían mezclado con las emociones oscuras que se habían acumulado dentro
de mí durante muchos meses, y ahora se unían a emociones más nuevas y más
oscuras, creando una mezcla potente que amenazaba con desenmarañarme.
Fui a uno de los clubes que dirigía la familia de Marco. Era el mejor lugar
de la ciudad si querías pasar un buen rato y tenías los fondos necesarios.
Marco me consideró.
La puerta se abrió y entró una mujer alta con largo cabello rubio.
Estaba vestida con un vestido cruzado blanco que combinaba con el tema
de la habitación. En mi exhausto estado medio ebrio, se veía como una mala
réplica de Serafina.
Maldito Marco, ese bastardo. Podía leerme como un libro abierto. Solo su
sonrisa seductora y sus movimientos sensuales delataron su verdadera identidad.
N
o recuerdo exactamente cuándo vi la primera foto de Danilo con
una chica rubia a su lado. Ocurrió hace unos meses, poco
después de Año Nuevo. Había estado revisando los sitios web de
periódicos de Indianápolis para familiarizarme con mi futuro hogar, y si era
honesta, para sentirme más cerca de mi prometido. Mi corazón se tambaleó
cuando la imagen de Danilo saliendo de un club con una rubia alta se burló de mí
desde la pantalla de mi computadora portátil. ¿Quién era? ¿Era la razón por la
que rara vez contactaba conmigo? ¿Había ocupado el lugar de Serafina en su
corazón?
No había hablado con nadie más que Anna sobre mi descubrimiento en los
tres meses transcurridos desde entonces, pero mi mente había estado girando con
pensamientos.
Bajé corriendo las escaleras y abracé a Anna antes de saludar a los demás.
—¿Cómo van las cosas con Santino? —pregunté cuando nos instalamos
en mi cama, con varias almohadas apoyadas contra nuestras espaldas y un plato
con papas fritas entre nosotras. Incluso si mi problema con Danilo hacía un
agujero en mi cabeza, no quería ser la amiga molesta que nunca deja de hablar de
sus propios problemas.
Anna puso los ojos en blanco.
Me reí.
Se encogió de hombros.
—Soy como aire para él, a menos que necesite asegurarse que sigo sus
conceptos de seguridad.
—Sé cómo se siente —murmuré. Ser como aire para Danilo era algo a lo
que ya debería haberme acostumbrado a estas alturas, pero aún me dolía,
especialmente después de ver las fotos de sus aventuras en los periódicos. Mi
incapacidad para la indiferencia era lo que más me molestaba. Ojalá pudiera estar
relajada al respecto y simplemente fingir que él era aire hasta que nos casáramos.
Anna se volvió hacia mí, sus ojos azules tan penetrantes como de
costumbre.
—¿Aún no has olvidado las fotos? Espero que hayas dejado de revisar las
noticias para ver más imágenes.
—Es solo que no entiendo por qué sigue saliendo con esas chicas rubias.
Es extraño.
¿En realidad era solo el orgullo lo que atraía a Danilo hacia esas chicas?
¿O era un anhelo de recordar a mi hermana, de tenerla de alguna manera, incluso
cuando se la habían robado? Había esperado que verla feliz en sus fotos de boda
sería la patada que necesitaba. Me había ayudado. Saber que Fina estaba feliz con
su nueva vida había sido el cierre que necesitaba para dejarla ir plenamente. Aún
la echaba de menos, pero había hecho las paces con la distancia entre nosotras.
La boda también pareció haber sido el punto de inflexión para Samuel.
Cuando había sido pequeña, a veces quise ser mi hermana porque era
mayor y todo el mundo la admiraba, por no mencionar el vínculo estrecho que
tenía con Samuel. Había sido un deseo inocente, como una niña pequeña
queriendo ser Ariel o Cenicienta, pero recientemente se había convertido en algo
más obsesivo. No podía dejar de preguntarme si las personas, especialmente
Danilp, me tratarían de manera diferente si me pareciera más a Serafina. Aún no
sería ella, pero quizás entonces la gente se fijaría en mí.
Había programado una cita en la peluquería para la mañana siguiente y
probaría mi teoría. No le había dicho a nadie de mis planes, ni siquiera a Anna,
porque sabía que intentaría disuadirme. Tal vez era una idea estúpida, pero no
había nada de malo en intentarlo.
—No, y tal vez solo piensas que lo hacen porque siempre lo haces.
—¿Cómo van las cosas entre Leonas y tú? ¿Sigue siendo una zona de
guerra?
Anna puso los ojos en blanco ante mi intento barato de cambiar de tema,
pero aun así me complació con una respuesta. Después de eso, nos mantuvimos
alejadas del tema de Danilo.
—Sí, por una hora. Pero es una pequeña déspota cuando no consigue lo
que quiere.
—Hora de chicas.
Solo eran poco más de un año mayor que Bea, pero no los había visto, ni a
mi hermana en años. Los echaba de menos terriblemente, y ni siquiera podía
hablar con ellos. Los gemelos eran como señales de alerta en mi familia, incluso
el nombre de Serafina rara vez pasaba por los labios de nadie. Demasiado dolor
se asociaba con la pérdida de mi hermana. Las pocas veces que intenté
preguntarle a Samuel si aún estaba en contacto con ella, no había sido bien
recibido. Si no prestabas mucha atención, podría parecer que cualquier indicio de
Fina y los gemelos había sido borrado de esta casa y nuestras vidas, pero persistía
su recuerdo.
—¿Lista? —preguntó.
Asentí y me despedí de Leonas, Bea y Anna, luego seguí a mi hermano
hacia su elegante auto deportivo. Envolvió un brazo protectoramente alrededor
de mis hombros.
—¿Y tú?
—Adelante.
Me dejé caer y Samuel se sentó detrás del volante. Cuando salimos del
camino de entrada, el auto de Carlo nos siguió. Me había acostumbrado a su
presencia constante a lo largo de los años. En un principio, papá y Samuel habían
estado molestos con el hecho de que Danilo hubiera enviado a su propio
guardaespaldas para velar por mi seguridad, pero para mí era una pequeña señal
de que se preocupaba por mí, de alguna manera, incluso si no lo mostrara de otro
modo. Como todos los hombres de nuestro mundo, era un fanático del control.
—Me encanta.
Esta no era yo, y sin duda alguna no era quien quería ser. Si no me tomara
dos horas más para volver a teñirlo, habría pedido a mi peluquería hacerlo de
inmediato.
—Necesitaba un cambio.
Las lágrimas escocieron en mis ojos, pero una feroz bola de indignación e
ira se elevó dentro de mí. Lo hizo sonar como si hubiera desfigurado su recuerdo
al intentar parecerme a ella, como si no fuera digna de este aspecto. Él era parte
de la razón por la que quería parecerme a Fina, y ahora actuaba como si no
entendiera. O puede que en realidad no se diera cuenta lo mucho que él y todos
los demás lamentaban su ausencia y lo poco que me dejaban.
Samuel suspiró, apartando sus ojos de mi cabello casi con dolor. Me dio
un abrazo de lado. Mantuvo la puerta abierta para mí y nos fuimos sin decir una
palabra más hasta que llegamos de vuelta a casa.
Intentó sonar casual, pero podía decir que no estaba siendo fácil para ella.
Había querido sorprender a todos, no provocar esta conmoción horrorizada. Todo
el mundo siempre había comentado lo hermoso que era el cabello de Serafina.
—Quería tu color de cabello —dije. Por supuesto que, esa no era la razón.
—No necesitas ser ella. Eres perfecta de la forma en que eres. ¿No crees
que tus padres y Samuel te extrañarían igual si no estuvieras? Sé tú misma. Con
el tiempo, la brecha que dejó la desaparición de Serafina se cerrará. Solo dale
tiempo.
Cuando no dije nada, Anna se inclinó sobre mí, su cara siendo todo lo que
podía ver.
—Soy experta en las reglas de nuestro mundo. Danilo quería a Fina por su
estatus e imagen, nada más.
—Pero ¿eso no hace las cosas aún peor? ¿Cómo puedo competir con una
imagen perfecta? La de Fina es aún más memorable ahora que se ha ido. No
puedo llenar sus zapatos.
—No, por supuesto que no. Te ves absolutamente hermosa, pero eras igual
de hermosa con tu cabello castaño.
—¿Estás segura que puedes lidiar con todas las reacciones? La gente hará
preguntas. Tendrás que mostrar tu cabello nuevo con confianza, o la gente va a
atacarte aún más.
—Solo estoy tan cansada de estar siempre en las sombras. Pensé que si me
parecía más a Fina, la gente finalmente me vería.
La abracé, deseando poder tener la fuerza de Anna, pero tal vez acababa
de descubrir la mía.
—No lo haré.
La reacción a mi nuevo look varió desde una conmoción franca hasta los
elogios exuberantes. Perdí la cuenta de las veces que me dijeron que me veía
exactamente como Serafina.
Solo tendría que esperar dos meses más hasta finalmente averiguarlo. Dos
meses más antes de nuestra fiesta de compromiso oficial. Mi corazón se aceleró
ante el pensamiento.
L
legué a Minneapolis dos días antes de la fiesta de compromiso.
Habría preferido esperar un año más para hacerlo oficial. A los
dieciséis años, Sofia aún era demasiado joven, al menos en
comparación conmigo, pero sus padres insistieron en que lo hiciéramos público
para evitar rumores desagradables.
Pietro no lo negó.
Pietro asintió.
Sonrió.
—Es suficiente —dijo Pietro antes de girar a mí—. Tal vez deberías
hablar con Sofia. Ha pasado un tiempo desde que la viste.
Los ojos de Sofia se abrieron por completo y una sonrisa vacilante iluminó
su rostro.
—Quería un cambio.
—Te ves como una mala copia barata de tu hermana. ¿Quieres que la
gente vuelva a hablar mal de tu familia por lo que pasó?
Sofia tenía los ojos de Serafina. El mismo azul frío. Y si uno no miraba
demasiado de cerca, incluso sus caras eran muy parecidas. Sentí como si el
pasado estuviera destinado a repetirse, como si el destino se burlara de mí con mi
mayor fracaso. Perdí una chica, pero no perdería otra. Y definitivamente no
necesitaba un recordatorio diario de los días más vergonzoso de mi vida.
Había estado nerviosa por su reacción ante mi cabello nuevo, pero había
sido más que nada nervios vertiginosos. En secreto, había deseado que estuviera
encantado de ver las similitudes entre Serafina y yo. No me había esperado su
furia.
—No tienes que temerme. Yo… —Me contempló durante unos instantes,
el conjunto de su boca en una tensa línea apretada.
—Me tomaste con la guardia baja. Esperaba verte y no… no esta versión
de ti.
Usé sus jugadas alfa para escabullirme u subir rápidamente. Me tomó cada
gramo de autocontrol llamar a mi peluquera y pedirle una cita de última hora
para teñir mi cabello al día siguiente, luego rompí a llorar. Así es cómo Anna me
encontró quince minutos más tarde.
—Lo odia. —Mi garganta estaba en carne viva de tanto llorar, pero al
menos la sensación pesada se había convertido en una pequeña llama de
indignación.
—Qué se joda.
—Mañana tengo una cita para teñir mi cabello. —Los labios de Anna se
tensaron—. Sé que probablemente debería conservarlo a pesar de su opinión,
pero no quiero problemas en el día de mi compromiso. Quiero que la fiesta sea
perfecta. Cabrear a Danilo solo arruinará también mi estado de ánimo.
—Es tu decisión, Sofia, pero no dejes que te presione. Estaba bien darle
un poco de holgura después de lo que pasó con tu hermana, pero ya debería
haberlo superado.
No era una persona muy rebelde, nunca lo había sido, pero sentía la
necesidad de mostrarle que no podía presionarme. Tal vez era joven y no era
Serafina, pero eso no quería decir que podía actuar como un idiota.
Mis ojos se dirigieron a la foto de una modelo con un lindo corte al ras de
su mandíbula y flequillo.
Nunca tuve el cabello corto, y de hecho, nunca lo consideré.
Samuel me miró dos veces cuando me deslicé en el auto. Aun así, fue
mejor que la reacción que tuvo hace dos meses. Ahora, era sorpresa más que
nada, menos horror.
—¿Y? —pregunté.
Pareció aliviado.
—Mejor.
—¿Algo más?
—Te ves como una modelo de pasarela francesa, querida. No esperes que
los hombres entiendan eso.
Me reí.
—Tu madre tiene razón. Te ves francesa y sofisticada, pero también linda.
El aspecto sería perfecto si empezaras a fumar esos largos cigarrillos elegantes.
Resoplé.
—No, gracias. —En muy raras ocasiones había olido humo en Anna, pero
de hecho, nunca la he visto fumando.
Anna me ayudó a maquillarme porque mis manos temblaban demasiado
para una línea precisa en el párpado. No quería exagerar y terminan luciendo
como una princesa egipcia. De todos modos, ya la gente estaría hablando de mi
cambio de peinado reciente. No quería darles munición adicional en mi contra.
Cuando me vieran, quería que se quedaran boquiabiertos.
Una vez que terminé de maquillarme, Anna me ayudó a peinarme con una
plancha alisadora, especialmente mi flequillo ya que mis rizos naturales causaban
algunos estragos. Había elegido una combinación en rosa con una blusa sin
tirantes y una falda de tul que fluía hasta mis rodillas como una enagua elegante.
Me encantó el vestido y me sentía deslumbrante con él, y tenía que admitir que
se veía genial con mi cabello más corto porque acentuaba mis clavículas y
garganta.
Anna sonrió cuando giré para darle una vista entera de mi vestido y la
falda ondeando alrededor.
Besé su mejilla.
—Gracias.
—Adelante —dije.
Me reí.
—Quizás debiste haberme encerrado en una torre.
Tocó mi mejilla.
—Lo sé. Ahora, en serio deberíamos bajar. Los primeros invitados han
llegado, y tu madre está manteniéndolos entretenidos con bebidas y hors d'
oeuvres.
—Conservaste el rubio.
—Es con un gran honor que me gustaría anunciar que nuestras familias,
los Mione y los Mancini ampliarán nuestro vínculo. Samuel se casará con mi
hermana Emma el mismo verano en que celebraremos mi boda con Sofia.
Ahora que prestaba más atención, noté que bastantes invitados susurraban
conspirando, pensando que nadie se daría cuenta porque muchos otros estaban
felicitando a Emma y Samuel.
Danilo presionó su mano contra mi espalda, más firme que antes, sus ojos
atronadores a medida que me conducía hacia su hermana y Samuel. Comprendí
su enfado. Por los susurros, todos consideraban a Emma afortunada de haber
conseguido una pareja como Samuel, o cualquier hombre en realidad. Lo hacían
sonar como si fuera menos porque estaba en silla de ruedas.
Me reí.
Sonreí.
¿Por qué todos pensaban eso? Por lo general, no estaba tan interesada en
ser el foco de atención de todo el mundo, lo único que quería era la atención de
Danilo. O lo había querido.
Me encogí de hombros.
—Creo que papá, Dante, Danilo y Samuel hicieron ayer los arreglos.
Entonces tuvieron una reunión.
Danilo estaría llevando a Emma a la cabaña, y era por eso que no había
elegido mi estilo habitual para ir a la cabaña con pantalones cortos y una
camiseta sencilla. En cambio, estaba usando un hermoso vestido veraniego para
impresionarlo. También pasaría la noche antes de regresar a Indianápolis por
trabajo.
—No voy a pasar tiempo con ella. Solo pasaré la noche porque no quiero
volver a conducir tan pronto de regreso.
—Pero, ¿qué tipo de fin táctico podría haber? De todos modos, nuestras
familias estarán unidas a través de mi matrimonio con Danilo.
Podía decir que no diría nada más. Estacionó el auto frente a la cabaña. El
auto de Carlo ya estaba estacionado a un lado. Había salido dos horas atrás para
asegurarse que todo estuviera en buenas condiciones. Mi familia tenía una llave
de repuesto para la cabaña Cavallaro, al igual que los Cavallaro tenían una para
nuestra casa de campo, la cual no era tan espléndida como esta.
—Me importa un carajo si ustedes dos se torturan entre sí. Lo único que
me importa es que regresen a Chicago más o menos vivos y no me crispen los
putos nervios.
Le di un codazo a Anna.
—Más tarde. Estoy ocupado. Estoy seguro que encontrarás uno de tus
cincuenta bikinis en esa bolsa horrenda que llevas a todas partes.
—Es una bolsa Louis Vuitton, idiota —dijo Anna en una voz cantarina a
medida que corría por las escaleras.
—Quiero ir a cazar nuestra cena. ¿Qué tal si vienes de modo que pueda
vigilarte?
—Genial.
Emergiendo a través de la superficie del agua, tosí y solté una risita. Anna
se reía histéricamente. Nadamos un poco antes de estirarnos en la terraza para
calentarnos.
—Estoy bien.
Se dejó hundir hasta el borde de la cubierta y, con torpeza, bajó las piernas
al agua.
Emma actuaba mucho más libre y feliz en el agua, de modo que nos
olvidamos de la hora.
Cuando terminó, alzó la vista y sus ojos se clavaron en mí. Con las manos
ensangrentadas aun sosteniendo el cuchillo y el cadáver, me escaneó de la cabeza
a los pies, deteniéndose brevemente en mi coleta corta antes de que su mirada
vagara más abajo una vez más.
—No seas tan diva —gruñó Leonas entre dientes mientras se dirigía a la
terraza, llevando algunos platos.
Anna puso los ojos en blanco y luego, junto con Emma, nos dirigimos a la
casa. Emma tenía una habitación en el primer piso, mientras que Anna y yo
teníamos que subir.
Danilo atrapó mi mirada por encima de las llamas y me dio una sonrisa
pequeña.
La miré con incredulidad, pero ella estaba dando a Santino esa sonrisa
desafiante que siempre usaba alrededor de él.
Él sorbió de su cerveza.
Sus ojos fulguraron. No estaba segura por qué a Anna le gustaba tanto
molestarlo al usar ese apodo estúpido, o casi cualquier otra cosa que pudiera. Se
había convertido en su pasatiempo favorito.
Leonas se levantó de su silla y se quitó la camisa, luego se quitó sus
pantalones sin vergüenza alguna, quedándose en su bóxer oscuro.
—Lista.
—No, solo me pone nerviosa no poder ver lo que hay por debajo de la
superficie. —Bajé la escalera y mi respiración se entrecortó cuando mis dedos
tocaron el agua. Estaba mucho más fría que antes.
Anna me guiñó un ojo, luego nadó más cerca de donde Santino estaba
flotando sobre su espalda. Me quedé observando el hermoso cielo nocturno y
dejé que el agua me llevara, intentando pensar en un tema del que hablar con
Danilo ya que aún estaba cerca. Siguió mi mirada hacia el cielo, y deseé, como
tantas veces en el pasado, que fuéramos amantes normales de modo que solo
pudiera nadar hacia él y besarlo.
—Intenta nadar hacia atrás y flotar en la superficie para que así pueda
quitar lo que está enredado en tu pierna —me instruyó Danilo con calma. Asentí
y me relajé lentamente hasta que mi cuerpo flotó sobre la superficie. Incluso
antes de que Danilo lo alcanzara, reconocí lo que me había agarrado: algunas
algas estaban envueltas alrededor de mi tobillo.
—¿Volverás? —pregunté.
—Estás loca.
—No seas tan mojigata. A veces tenemos que doblar un poco las reglas
para vivir. Solo tienes que asegurarte que la gente crea que siempre sigues las
reglas.
No era un hombre que actuara por impulso o siguiera su deseo sexual sin
pensarlo dos veces, pero el mero hecho de que Sofia me tentara cuando aún
estaba fuera de los límites establecidos, tenía mis nervios de punta. No me
gustaba esta sensación de ser un esclavo de mis instintos, pero cuando veía el
cuerpo de Sofia, ciertas partes del cuerpo tenían sin duda más poder que otras.
Cuando salí al patio, mi cuerpo se tensó con el sonido de unos pasos, pero
me relajé cuando Sofia apareció ante mí. Tenía una toalla envuelta alrededor de
sus hombros, por lo cual estuve agradecido.
Sacudió su cabeza.
Mis cejas se alzaron. La forma en que lo dijo me puso los vellos de punta.
Era difícil distinguir su rostro en la penumbra, pero tenía el presentimiento de
que estaba coqueteando conmigo.
Murmuró las palabras en voz baja, de modo que casi no la escuché, pero
comprendí lo esencial. Como de costumbre, la mención de su hermana me hizo
hervir la sangre, pero mantuve el control.
Elegí ignorar su comentario, diciendo en su lugar:
Vaya pregunta.
Miré hacia la casa, evitando su pregunta. Por fuera, era el epítome del
control, pero por dentro había una tormenta furiosa arrasando con todo. En mis
horas más oscuras, habría aceptado la oferta de Sofia con mucho gusto,
haciéndola mía antes que alguien más pudiera quitármela. Como Remo me había
quitado a Serafina. Las mujeres a menudo conectaban el sexo con las emociones,
especialmente si era su primera vez. Esa es la razón por la que Remo había
ganado el corazón de Serafina tan fácilmente después de follársela. No estaba
seguro si la violó o si había sido consensuado como ella clamó (si incluso una
cosa como tal podía ser consensuada en una situación de cautiverio) pero
cualquier cosa que hubiera pasado, había hecho que Serafina se enamorase de él.
—Sofia —la regañé, intentando hacer que se sienta como una niña de
modo que pudiera seguir pensando en ella como tal, incluso si ya no lo era—.
Deberías volver al lago.
—Sí, debería —susurró. No era lo que quería, y podía decir que se tomó a
pecho mi rechazo. ¿Qué había esperado? ¿Que la llevaría a un rincón aislado del
bosque y la besaría, tal vez aún más? Aunque en sus fantasías inocentes,
probablemente se habría conformado con besarnos, convirtiendo nuestro
encuentro en una especie de cuento de hadas romántico. El problema era que no
querría parar allí. Quería hacerla mía lo antes posible, quería reclamarla. Pero a
diferencia de Remo Falcone, tenía honor y una pizca de conciencia. Esperaría
hasta la noche de bodas y daría a Sofia la oportunidad de hacer olvidar la
vergüenza que Serafina había traído a su familia.
Otra razón para ser cauteloso. Tal vez Sofia confiaba en que Anna no
cotorrearía con Dante o Valentina, pero no me arriesgaría. Dante no había sido
mi mayor fanático desde que desafié sus decisiones en los meses posteriores al
escape de Serafina con Remo.
—Nada —contesté con una sonrisa dura. Lo que ocurría entre Sofia y yo
no era de su incumbencia. Era demasiado prepotente.
—Dudo que estarías muy feliz si fuera al bosque oscuro con tu hermana.
—Hasta ahora, apenas notas su jodida existencia, así que cualquier otra
cosa sería una puta mejoría, Mione.
Dudaba que Sofia hubiera ido más allá de los besos. Buscaba mi cercanía,
pero no se arriesgaría a más. Sin embargo, entendía a Samuel. Había puesto toda
su confianza en su gemela y ella se la había arrojado a la cara.
—Tal vez deberíamos tener otra charla cuando nos hayamos calmado —
dije con el tiempo. No quería una guerra entre Samuel y yo, sobre todo porque el
bienestar de Emma pronto estaría en sus manos.
Asentí en acuerdo, después con una última mirada a Sofia, quien nos
estaba observando a su hermano y a mí, regresé a la cabaña.
N
o pude dormir, dando vueltas toda la noche. Aún me estremecía
cuando pensaba en cómo había Danilo reaccionado cuando le
mostré mis senos. ¿Por qué había pensado que sería una buena
idea? Intenté actuar como Anna, o cómo pensé que podría actuar, pero
obviamente, no había logrado reunir la confianza necesaria.
Era tan idiota, pensando que se desmayaría por verme en topless. No era
un adolescente. Era un hombre adulto y había visto suficientes tetas en su vida.
Pero su unión con Emma solo se había hecho este año… ¿cierto? ¿O todo
el mundo nos había ocultado la verdad a mí y al público todo este tiempo?
Mamá, papá, Samuel, Danilo. ¿Cuántos más lo habían sabido?
—Emma es igual —dijo Danilo con pesar—. Es nuestro deber hacer que
la unión funcione.
Su deber.
Solo iba a casarse conmigo de modo que Samuel se casaría con Emma a
su vez. Nunca me quiso por lo que soy.
Intenté dejar que el lago me relajara. Siempre había sabido que este
matrimonio no estaba basado en las emociones. Había sido un acuerdo desde el
mero principio: yo como sustituta de Serafina. Aun así, saber sobre el acuerdo
adicional me desgarró. Emma tampoco lo sabía. Por un breve momento,
consideré decírselo, pero entonces decidí que no. La verdad solo le causaría más
dolor. Al menos, entraría en su matrimonio sin saber que fue intercambiada como
ganado.
Me senté ahí durante mucho tiempo hasta que mis dedos se adormecieron
por el agua fría.
—No creo que diga nada sobre ti, Sofia. Aprovechó su oportunidad para
salvar a su hermana. Probablemente era su única oportunidad. De cualquier
manera, se habría casado contigo, pero necesitaba asegurar una buena pareja para
Emma.
—Lo siento. Pero eso es hilarante. No puedo imaginarte siendo tan audaz.
Se encogió de hombros.
—Fue estúpido, pero también genial. Ojalá pudiera haber visto su cara
cuando le mostraste tus tetas. Sé que son bonitas. La próxima vez que quieras
mostrar tus tetas, hazlo frente a Leonas y sus amigos. Te habrían vitoreado como
los idiotas cachondos que son.
Sacudí la cabeza pero sonreí.
Anna sonrió.
—No, pero de todos modos te lo diré. Pero oye, quién dice que seré la
única siendo estúpida. Parece que me estás alcanzando.
Las palabras de Anna resultaron ser ciertas. Mostrar mis senos no fue la
última estupidez que hice, ni tampoco la peor. En lo que respecta a Danilo, mi
cerebro sufría un cortocircuito.
Comenzó una noche, cuando Anna mencionó por teléfono que Santino se
había encontrado a Danilo en una fiesta y se fue con una chica rubia. Revisé
después las noticias en Indianápolis, pero no encontré nada. Danilo se había
vuelto más cuidadoso con sus conquistas, manteniéndolas fuera del ojo público,
pero aún parecía estar acostándose con rubias. Anna me mantuvo informada
después de eso ya que Santino compartía de mala gana la información con ella.
Para superar los celos y la ira, decidí hacerle comprender que tenía una
mujer deseable a su lado, una que lo suficientemente pronto sería su mujer.
Por una vez, quería ser a quien mirara con deseo. El problema era que no
estaba segura de qué hacer. Entonces, se presentó una oportunidad a mediados de
enero del año de mi boda.
—¿Vas a ayudarme?
Suspiró pesado.
Anna resopló.
Llegamos a la cabaña el viernes por la tarde, lo que nos dio un día para
prepararnos para la fiesta del sábado por la noche.
Asentí.
—Voy a confrontarlo.
Aunque de todos modos crecer en la mafia siendo mujer era como estar
castigada de por vida.
Solo vería el largo cabello rubio y estaría atraído a él. Después, olería el
perfume favorito de Serafina. Dejó la botella en su cuarto de baño cuando huyó,
y lo había tomado como un pequeño recordatorio de ella. Hoy era la primera vez
que lo usaba en mí y se sentía extraño.
Ella suspiró.
—Lo sé —dijo Anna. Me di cuenta que tenía más por decir pero
probablemente estaba intentando expresarlo de una manera en que no lastimaría
mis sentimientos.
—Dilo.
Sonaba tan fácil cuando Anna exponía nuestro plan. Era una planificadora
y no tenía problemas para salirse con la suya la mayor parte del tiempo. Por mi
parte, odiaba los conflictos y quería gustarles a las personas.
La música era tan fuerte que el suelo parecía vibrar bajo mis tacones.
Nunca antes había estado en una fiesta, y dudaba que alguna vez me
permitieran asistir a una oficialmente. Le di a Anna una mirada con los ojos
completamente abiertos cuando una chica desnuda pasó corriendo a nuestro lado
y se lanzó por el camino hacia el lago. Ella sonrió, dándome una mirada de te lo
dije. Por el contrario, la expresión de Santino transmitió que quería matarnos.
Me incliné hacia Anna.
Me desestimó.
Me pregunté qué era exactamente lo que Anna había usado contra él.
Santino no me parecía un hombre que dejaría que una adolescente le dijera qué
hacer. Pero Anna se negaba a decírmelo. Técnicamente, no estaba rompiendo
nuestra promesa del meñique al ocultarme un secreto porque no estaba mintiendo
pura y llanamente. Me habría gustado pensar en eso cuando hicimos esa promesa
hace muchos años. Entonces habría estipulado términos diferentes. Mi curiosidad
me estaba matando.
Miré alrededor, sin saber qué hacer. Anna entrelazó nuestros dedos y me
arrastró hasta el bar en el patio. Me estremecí de frío. Anna me entregó una
bebida. Bebí un sorbo e hice una mueca. Era una cerveza con una extraña nota a
limón.
Inferiores.
Asentí, abrumada de repente por los nervios. Nunca había coqueteado con
nadie, a menos que contara mis intentos fallidos coqueteando con Danilo.
—No puede partirse en dos, y yo soy su prioridad. Iré a los baños. Tal vez
incluso puedo charlar con esas chicas y retenerlas.
Anna se volvió hacia Santino y empujó su brazo. Se inclinó para que ella
pudiera alcanzar su oído. Echó un vistazo entre ella y yo, sus ojos
endureciéndose, luego asintió bruscamente. Antes de irse, se acercó a mí.
Cuando me detuve frente a él, mi corazón tronaba con fuerza. Escaneó mis
ajustados pantalones de cuero y mi corsé que empujaba mis senos hacia arriba.
Puesto que en realidad ni los miró detalladamente, difícilmente los reconocería
ahora. Casi me reí ante el pensamiento. Definitivamente no me reconocía. Nunca
me desnudó con sus ojos de esta forma. Demonios, por lo general ni mostraba
una pizca de interés en mi cuerpo.
—Soy…
Me pregunté cuál Danilo era el real. ¿Cuál era su verdadero ser? ¿El
caballero comedido o el depredador despiadado? Temí que fuera como Anna me
había dicho. El caballero era su imagen pública, aquella que necesitaba retratar.
Pero esta versión de él, justo frente a mí, el peligroso chico malo era su
verdadero ser.
—¿Bailar, hmm? —Me llevó hacia un claro justo a la derecha del patio
donde luces y calefacciones habían sido establecidos. El bajo zumbaba aún más
fuerte aquí, y una multitud de personas estaba bailando salvajemente. No
reconocí a nadie.
Notó lo rígida que estaba. Por supuesto que lo había hecho. Era un hombre
de la mafia.
—Menos mal que conozco el lugar adecuado donde podemos estar solos.
—Quiero follar.
Me quedé atónita por su comportamiento, por la vibra dominante y
agresiva que desprendía, por sus palabras. Siempre había sido un caballero
alrededor de mí, siempre en control. Ni siquiera vaciló un segundo cuando le
mostré mis senos, pero estaba siendo completamente diferente con esta rubia. Sus
palabras me conmocionaron hasta la médula.
—Sí —solté, aunque mi cerebro me estaba gritando que no. Era la voz de
Anna como de costumbre. Este no era el plan. Esto era una locura. Pero aún
podía confrontarlo cuando estuviéramos solos. De todos modos, eso era mejor.
Esto era entre nosotros y no para una multitud.
—Voy a follarte duro justo aquí contra este árbol. No estoy de humor para
los jodidos juegos previos, así que será mejor que me digas ahora si tu coño está
listo para mi polla —gruñó.
—Dime —ordenó.
—Dilo.
Me giró, de modo que tuve que apoyarme contra el árbol. La corteza del
abeto sintiéndose seca y rugosa contra mis palmas a medida que me apoyaba
contra el tronco del árbol. Lo miré fijamente, respirando entrecortadamente, las
lágrimas ardiendo en mis ojos. Bajó la cremallera en la parte trasera de mis
pantalones de cuero y los bajó. Mis bragas lo siguieron. El frío golpeó mi piel y
me estremecí.
—Me gusta tu culo —dijo con voz ronca. Empujó mis piernas aún más
separadas con su pie y apretó mi nalga una vez.
Sofia. Por un momento ya no estaba segura si aún era ella… si aún sabía
quién era ella.
No podía decir nada, no podía moverme, no podía hablar, apenas podía
respirar. Había dejado de vivir, ahora existía escasamente. Estaba ida, completa y
absolutamente ida.
Danilo se tensó.
—Estoy arruinando mis pantalones —susurré. Era una cosa tan ridícula
por la que preocuparse, pero no pude evitarlo. Su expresión era como una
tormenta.
Asentí y dejé que mis brazos cayeran a mi lado. Danilo enganchó sus
manos en mis pantalones y los arrastró por mis piernas, mucho más gentil que
antes. Luchó para liberar mis pies de las piernas del pantalón y finalmente dejó
caer mis pantalones en el suelo, dejándome en mis bragas. Eran de color menta,
uno de mis colores favoritos, pero podía decir que estaban arruinadas. Extendí
mis manos temblorosas para tocar mis muslos internos y levanté mi palma. Mis
dedos estaban cubiertos de un rosa claro. No era tanto como pensé, y no un rojo
puro como temí.
Asentí.
Esperó.
¿Para qué?
¿Mi permiso? Había estado dentro de mí, ¿qué importaba si otra vez me
bajaba las bragas? Pareció ver la respuesta en mi rostro, y finalmente deslizó mis
bragas arruinadas por mis piernas, arrojándolas a un contenedor junto a la cama.
Agarró el paño, me lo tendió una vez más, pero me negué a tomarlo.
Estaba cansada y agotada. Rota. No quería facilitárselo. Quería que
sufriera tanto como yo.
Pasó el paño tibio por la parte interna de mi muslo como si fuera el ala de
una mariposa, como si el más mínimo toque pudiera derrumbarme. ¿A dónde se
había ido el dominante brutal?
—Lo siento, aún no estoy preparada —dije con voz apagada. ¿Por qué me
estaba disculpando?
Negué con la cabeza una vez más. Mi cuerpo sanaría, y la parte de mí que
en realidad necesitaba reparación no podía sanar por un médico. No estaba
segura si podía sanar en absoluto.
Sus ojos fueron más expresivos de lo que nunca antes habían sido cuando
me contempló. Pero las emociones que vi en ellos no fueron las que quería.
Los ojos de Danilo volvieron a los míos, inundados con una miríada de
emociones.
—¿Qué? —murmuró.
—Ese fue mi primer beso. —Era una estupidez por decir, una ridícula
cosa infantil, pero no me ruboricé ni sentí vergüenza. Las emociones eran un
recuerdo lejano.
De vez en cuando, sentía un destello de culpa hacia Sofia, pero ahora ese
destello era una llama rugiente chamuscando mis entrañas.
Ella yacía en la cama frente a mí, con sus ojos distantes. No quería ni
imaginar qué imágenes estarían revoloteando por su mente.
¿Qué estaba haciendo aquí? ¿En mi cabaña? ¿En una fiesta donde tenía
nada que hacer? ¿Y cómo había entrado? La necesidad de interrogarla se alzó en
mí, y con ella la ira, pero ahora no era el momento. Aún estaba desnuda y
probablemente en estado de shock. Necesitaba sacarla de aquí antes de que
alguien se enterara de esto.
Agarró las bragas y se las subió poco a poco por sus piernas, sus
movimientos lentos y distraídos. Tuvo problemas para ponerse sus ajustados
pantalones de cuero, así que la ayudé. Se sentó, cerró la cremallera sobre su
trasero antes de recostarse contra la cabecera como si el movimiento ya la
hubiera agotado de toda energía.
—En la fiesta —agregué. Era muy poco probable que estuviera sola.
Carlo había mencionado que Sofia iba a pasar el fin de semana en la casa
del lago de la familia Mione cerca de aquí, pero había estado ocupado con el
trabajo y la planificación de la fiesta y no había prestado mucha atención.
—Lo hicimos por la tarde pero por la noche, Santino se hizo cargo.
Porque pensé que era una chica cualquiera solo para follármela, una
aventura sin sentido para aliviar mi ira. No mi prometida. Pietro y Samuel me
destriparían si se enteraran, como deberían.
—¿Por qué accedió Santino a esto? —Anna y Sofia debieron hablar con
él. Una pizca de ira hacia Sofia estalló en mi pecho, pero la apagué. Solo
reaccionó a mis acciones irreflexivas de una manera infantil, pero era joven.
—No puedo.
Quizás debería habérselo dicho a sus padres. Podrían haberme pedido que
nos casemos de inmediato, lo cual habría hecho si no fuera por los rumores que
podría causar una boda temprana. La gente hablaría mal de Sofia, especularían
sobre un embarazo o sobre ella acostándose con otros. No permitiría que se
corrieran esos tipos de rumores sobre ella. Ya había sufrido bastante.
—¿Cuánto bebiste?
Santino resopló.
Sonreí, pero fue tanto un gesto amistoso como un perro mostrando los
dientes en un gruñido.
—Y aun así, no quieres que salga a la luz, de modo que estamos iguales.
Proteger a Sofia hacía que mantener este secreto fuera crucial. Era una
chica buena. Su reputación no debería sufrir porque la desesperación la hubiera
hecho buscarme de esta manera.
—Vas a mantenerte lejos de ella. ¿En serio crees que voy a permitir que
esté a solas contigo otra vez? La llevaré a la cabaña personalmente y pasaré la
noche. Una vez que Samuel esté sobrio, le pediré que conduzca hasta allí y se
asegure de que su hermana llegue a salvo a Minneapolis.
—Jefe, yo…
Con una última mirada a su cuerpo dormido, apagué las luces y cerré la
puerta. Mi teléfono vibró en mi bolsillo. Me pregunté al instante si alguien se
había enterado. Dudaba que Santino hubiera dejado escapar algo, pero nunca
sabías quién podría haber notado algo en la fiesta y contarle inmediatamente a
Dante para mejorar su posición. Me relajé cuando el nombre de Marco apareció
en la pantalla.
Acepté la llamada.
—¿Irte? ¿Por qué? ¿Qué diablos, Danilo? Organicé esta puta fiesta para ti
de modo que pudieras tener un último hurra antes de terminar atado a una mujer
para siempre. No me digas que te fugaste con la rubia. ¿Desde cuándo dejas que
un coño te haga olvidar a tu mejor amigo?
—Cuidado —gruñí, por instinto protector. Por supuesto, eso activó las
campanas de alarma de Marco.
—De acuerdo, pero será mejor que tengas una buena explicación.
—Vete a la cama.
—¿Qué? ¿Que lo engañaste para dejarte asistir a una fiesta? Eso irá
bastante bien.
—Que te llevaste a Sofia e hiciste Dios sabe qué con ella. Va a castigarte.
Pero no estará enojado conmigo por mucho tiempo.
Sonreí.
—Maldición.
En realidad, nunca consideré a Sofia en una manera sexual, ni siquiera
después de que me mostrara sus tetas. No me había permitido pensar en ella
sexualmente, pero su cuerpo me había clamado esta noche. La deseaba. En el
fondo, aún la deseaba. Esto había sido una probada demasiado corta de algo que
no estaba permitido a tener hasta nuestra boda. Pero después de esta noche,
dudaba que Sofia sintiera lo mismo. Una experiencia horrible como esa no la
haría ansiosa por el sexo.
El dolor leve entre mis piernas me recordó lo que fuera que había sido, y
con ello vino la humillación, la tristeza y una vez más esta pequeña llama de ira
creciendo constantemente en mi pecho. Me empujé hasta quedar sentada. Estaba
en mi habitación en la cabaña de mi familia. El alivio me inundó.
Solo quería ir a casa y fingir que no pasó este fin de semana, pero no
estaba segura que pudiera hacerlo. En unos meses tendría que casarme con
Danilo. En este momento, ni siquiera podía pensar en ello. No quería volver a
verlo nunca más.
Agarré mi ropa usada del suelo, la enrollé en una bola apretada y la arrojé
a la basura. Luego agarré mis tacones descartados y los escondí en el rincón más
alejado de mi armario antes de salir al pasillo.
Le eché un vistazo a los ojos, esperando ver lo que sentía. Pero sus ojos
solo lucieron cautelosos.
—Buenos días. Gracias por traerme hasta aquí. —Esta cortesía forzada se
sintió segura, casi como si la noche anterior no hubiera sucedido.
Danilo asintió.
—¿Quieres café?
—Sí.
Lo seguí a la cocina. Se movió como si este fuera su lugar, como si nada
fuera de lo común hubiera pasado. Y eso me cabreó.
—¿Cómo te sientes?
Este hombre ante mí no era el mismo que había encontrado anoche. Algo
parpadeaba en su rostro, una emoción intentando manifestarse, pero no lo hizo.
¿No lo entendía?
—Créeme, lo sé.
Me quedé helada.
—¿Qué?
Tragué con fuerza. Samuel podría guardar un secreto, sin duda, pero ¿lo
haría?
—Sofia…
—¿Qué hiciste?
Agarré su mano, apretándola con fuerza para detenerla. Cerró sus labios
de golpe, pero podía decir que le costó.
—Necesito ropa limpia —dijo Danilo a Santino—. Somos
aproximadamente del mismo tamaño.
No dije nada. Quería golpearlo, quería rabiar y gritar, pero no era ese tipo
de persona. Luego, Santino y él finalmente desaparecieron.
Anna me sacudió.
—¡Sofia, háblame!
Dudaba que Santino hiciera algo, sin importar lo que dijera Anna. Ahora
todos estábamos unidos por este secreto compartido.
Así que, le conté todo a Anna, incluso aunque mis mejillas ardieron con
vergüenza. Necesitaba sacar esto de mi pecho, y no había nadie más con quien
pudiera hablar de esto.
Anna parecía como si no quisiera nada más que perseguir a Danilo, pero
me abrazó con fuerza, sus ojos vidriosos.
Se detendría ahora mismo. Era una orgullosa mujer Mione, y era hora de
actuar como tal. Al diablo con Danilo.
—Ya no estoy segura de saber quién soy. Todo lo que he hecho estos
últimos años ha sido complacer a los demás. Me desvanecí en el fondo para
darles a mamá y papá espacio para su tristeza. Nunca pedí nada a Samuel porque
no quería que pensara que estaba ocupando el lugar de Fina. Siempre me adapté a
todo lo que me rodeaba. Fui tan estúpida.
—Entonces, detente. Han pasado años desde que se fue Fina. Todos han
tenido tiempo suficiente para llorarla y extrañarla. Es hora de seguir adelante, de
vivir en el presente. ¿De qué sirve vivir en el pasado? No puedes cambiarlo.
Asentí. Incluso si me avergonzaba admitirlo, ya casi no extrañaba a Fina
y, a menudo, incluso me olvidaba de ella… hasta que alguien me la recordaba.
—Sofia, por una vez sé egoísta. En este mundo, las mujeres tenemos tan
pocas opciones, tan poca libertad. Tenemos que aferrar la felicidad por el cuello
y arrastrarla con nosotras. No podemos esperar que la felicidad salte a nuestro
regazo. Sé egoísta. Te lo mereces.
—Sigamos caminando.
—Sí —respondí con una sonrisa pequeña—. Estoy practicando esto de ser
egoísta.
Danilo no era el caballero de armadura brillante que pensé que era. No era
el caballero devastado buscando aquellas rubias para encontrar consuelo.
Anoche, había sido como un cazador buscando satisfacer sus propias necesidades
básicas. Lujuria, venganza y cualquier otra cosa que lo atormentara.
Anna tenía razón. Tenía que defenderme por primera vez en años, no solo
contra Danilo, sino también contra mi familia. Tenía que hacerles ver que,
aunque perdieron a Fina sin ninguna elección, habían renunciado a mí
voluntariamente.
Me puse la ropa de Santino y afeité, después fui en busca de Sofia para
despedirme. Necesitaba regresar a mi cabaña antes que Marco la destrozara por
ira.
Por supuesto, esa no era la única razón por la que estaba ansioso por salir
de la cabaña Mione. Necesitaba alejarme de Sofia. Mi mente era un desastre, y
necesitaba averiguar lo que estaba sintiendo antes de volver a verla. Había
pasado un tiempo desde arruiné algo de esta forma. Con suerte, sería la última
vez.
—Tengo que irme. Samuel acaba de escribirme para decirme que está de
camino.
Sofia asintió. Me despedí cuando se hizo evidente que no iba a decir más.
Carlo me aseguró nuevamente que no volvería dejar a solas a Sofia.
—¿Dónde está?
Sonreí amargamente.
—Hasta donde sé, está siendo castigado con la tarea de cuidar a los hijos
de Dante. Dejémoslo así.
—¿Estás bien?
Sonreí.
Pero aun así, deseaba que mamá hubiera concertado antes una cita para
comprar vestidos de novia… antes de la fiesta; antes de darme cuenta que mi
prometido no era lo que mis esperanzas tontas lo habían hecho ser.
—¡Sofia! ¡Anna!
Samuel me dio una sonrisa tensa antes de salir. Había estado presente
cuando Emma eligió su vestido, y esperaba que a mi hermano le encantara tanto
como a mí. Estaba triste de que Emma no pudiera acompañarnos hoy, pero lo que
me entristeció aún más era que Fina no estuviera conmigo. Cada vez que imaginé
este día cuando niña, tanto mamá como Fina habían estado presentes.
—¿Por qué no nos muestra un ejemplo, así sabremos qué buscar? —dijo
mamá.
Anna asintió. Probablemente era la primera vez que la veía sin palabras.
Mamá respiró profundo cuando el velo cayó por mi rostro. Si Fina hubiera
tenido la oportunidad de caminar por el pasillo, habría usado un velo similar a
este estilo, como era tradición en nuestra familia.
Sonreí.
No había visto a Danilo desde aquella noche, ni había visto a Anna desde
el día que compramos mi vestido de novia. Hablaba casi a diario con Anna por
teléfono, pero Danilo había dejado de preguntar por mi salud después de otra
respuesta cortante de mi parte poco después de comprar el vestido. No quería su
preocupación, porque no estaba segura si era honesta o conducida por la culpa.
Anna solo decía malas palabras alrededor de las personas que conocía bien
y en la que confiaba, personas que no la delatarían. Me encantaba que supiera
que yo era una de ellas.
Me eché un vistazo.
—¿Un problema?
Resoplé.
—Seguro.
Y lo hacía. Nunca antes había llevado algo tan atrevido. Tenía un corte
bajo en la espalda, cayendo justo hasta los hoyuelos sobre mi trasero. Hermosas
cadenas intrincadas de cristal Swarovski mantenían unida la tela. Abrazaba mi
cuerpo como una segunda piel. El escote era alto, llegaba hasta mi clavícula, lo
que solo acentuaba el atractivo. El vestido tenía una abertura larga en mi lado
izquierdo, revelando más de mi pierna de lo que solía mostrar. Cuando me lo
puse por primera vez, no había estado segura de que pudiera llevarlo, pero ahora
estaba contenta haberlo comprado. Me veía fabulosa.
Le sonreí, pero ambas sabíamos que era falsa. Había intentado evitar
pensar en ver a Danilo. Sería incómodo.
—¿Estarás bien?
Una vez hubo terminado, mi cabello cayó de mis hombros en rizos suaves
y mis ojos se veían más grandes por las pestañas postizas que pegó a mis
párpados. Nunca antes había usado pestañas falsas para nuestras reuniones
sociales, pero me encantó la forma en que acentuaron mis ojos. No eran
demasiado espesas o extravagantes como las que usé con mi disfraz de Gatúbela,
pero añadieron un toque agradable.
Sonreí.
—Es perfecto.
—¡Anna!
Tomé mi bolso favorito, una cartera pequeña con una cadena de plata para
poder arrojarla sobre mi hombro, y salí de mi habitación para bajar también las
escaleras. La puerta a mi derecha se abrió de golpe y Leonas salió, casi chocando
contra mí.
—¡Cielos!
Me sonrojé.
—Se requiere mi presencia —dijo con la misma molestia que Anna había
mostrado antes. Siempre insistían en que eran completamente opuestos y
peleaban como perros y gatos a diario, pero compartían muchos rasgos de
carácter similares.
Leonas caminó hacia las escaleras, como si tuviera todo el tiempo del
mundo. Aunque el tono de Valentina había sugerido que no era el caso.
Sacudiendo mi cabeza hacia él avanzando con calma, di un paso para avanzar por
el pasillo cuando Samuel salió de su habitación. Originalmente, el plan había
sido que se mudara a Chicago después de la boda de Fina y trabajara con Dante
durante algunos años antes de regresar a Minneapolis para ayudar a papá. Pero
después del secuestro, papá y él habían decidido que su presencia era necesaria
aquí para nuestra protección. Aunque ya poseía una mansión a unas pocas casas
de la nuestra, no se mudaría allí hasta después de casarse con Emma.
—¿Sí? —pregunté.
—¿En serio crees que eso hará mejor las cosas? Descubrí que solo
complica las cosas.
Sam suspiró.
—No he hablado con ella en meses. Y sabes muy bien que siempre que lo
hice, Dante se dio cuenta. No voy a traicionar a la Organización por Serafina, no
cuando ahora es parte de la Camorra.
Apreté su mano.
—Gracias.
—Vamos.
Con los años, había habido varios períodos largos de tiempo cuando no
vería a Sofia. Y apenas pensaba en ella una vez que nos íbamos por caminos
separados.
Sin embargo, esta vez, todo fue diferente. Desde que dejé a Sofia en su
cabaña después de nuestro encuentro en la fiesta, no había podido dejar de pensar
en ella.
Hasta la boda, Sofia era suya para proteger. Incluso si no hubiera sabido
que era ella, había roto mi juramente, el códice defendido por generaciones. Lo
que había hecho era inexcusable.
—Aún te quedan otros dos meses antes de poder mirar a mi hija de esa
manera —advirtió Pietro, estrechando mi mano con más fuerza de la necesaria.
Negó con la cabeza, presionando sus labios en una línea tensa. Su falta de
comunicación me frustró. No estaba acostumbrado a conseguir el tratamiento del
silencio, y odiaba los juegos mentales. Después, se me ocurrió algo. ¿Tal vez no
recordaba mi disculpa? Intenté recordar esa noche. No era bueno disculpándome,
pero incluso si no hubiera dicho las palabras en sí, Sofia debió darse cuenta que
había expresado mis más sinceras disculpas de otras maneras.
Di un paso hacia ella y tomé sus manos entre las mías. No se apartó, pero
tampoco se relajó.
—No te habría tocado si hubiera sabido que eras tú. —Para mí, las
palabras reales, el lo siento, eran demasiado difíciles de decir. Era un mal hábito
que no podía quitarme.
—Lo sé.
No estaba seguro de qué hacer con su reacción. Frustrado por mi propia
incapacidad para comunicarme adecuadamente con ella, saqué la pequeña caja
con su regalo, esperando salvar la situación de esa manera.
Sofia asintió.
Saqué el collar.
—¿Y?
Sus ojos parecieron perforar los míos, como si estuviera intentando ver
más allá de lo obvio. En realidad, no estaba seguro de lo que buscaba. Podía
decir que el regalo no había tenido exactamente el efecto que esperaba.
Imaginé a menudo el día de mi boda cuando era una niña. Soñé con elegir
mi vestido rodeada de Serafina, Anna y mamá, fantaseé con la alegría sin fin y la
admiración en el rostro de mi esposo cuando me viera por primera vez.
—Oye, ¿qué pasa? —Se inclinó más cerca de modo que mamá no
escucharía, pero de todos modos estaba ocupada charlando con la estilista—. ¿Es
por Danilo?
Sonreí.
—Gracias, mamá.
Mamá asintió.
Su sonrisa cayó tan pronto como estuvimos solas, y se acercó con el ceño
fruncido.
—No dejes que nada arruine este día para ti. Has estado esperándolo
durante años. Disfrútalo. —Me abrazó—. Lo digo en serio. Estaré cabreada si no
celebras como si no hubiera un mañana.
Resoplé.
—¿Y qué? Déjalos. No tienes que temer que te comparen, Sofia. Te ves
jodidamente hermosa. La gente estará viéndote por ese hecho y no porque estén
comparándote con tu hermana. Ya se ha ido hace mucho tiempo. Escapó con el
enemigo. A nadie le importa un carajo.
—Le gusta pensar que es obra suya que esté usando a menudo palabrotas.
Pero solo lo estoy haciendo para molestar a Santino, y creo que se me ha pegado.
—Tienes la desventaja de tener que casarte con él. Eso hace que sea un
poco difícil olvidarse de él. —Como si no lo supiera—. ¿Siquiera estás
enamorada de Danilo, o estás enamorada de la imagen que tenías de él? Porque
creo que ha sido un imbécil, y no es alguien de quien quieras estar enamorada.
—Disfruta tu día. Bebe unas copas de champaña, baila hasta que te duelan
los pies. A la mierda Danilo, ya sea el novio o no. Si no puede ver lo hermosa
que eres, se lo pierde. No intentes ser otra persona. Eres maravillosa. Y con el
tiempo, se dará cuenta, y si no, entonces búscate un buen amante de respaldo.
Anna frunció sus labios, con un brillo en sus ojos. Siempre sabía cómo
alegrar el ánimo con sus payasadas.
Aclaré mi garganta.
Me reí.
—¿Estás bien?
Asentí.
—Ahora lo estoy.
—¿Y esta noche? ¿Estás preocupada por lo que pasó la última vez?
—No lo haré.
—Dos minutos.
La novia sustituta.
Sin embargo, no había nada que pudiera hacer con respecto a sus
pensamientos. El número de Serafina finalmente desapareció de la pantalla, y
reprimí un suspiro de alivio. Quería que este día fuera sobre mí. Hablar con ella
ahora solo aumentaría mis sentimientos de insuficiencia. Hoy, sería egoísta.
—¿No se ve preciosa?
—¿Lista, bichito?
Con una sonrisa propia, maniobré para salir del asiento trasero.
Danilo se veía mejor que en cualquiera de mis fantasías de boda. Era alto
y estaba en forma, su traje oscuro acentuando su complexión musculosa y,
transmitiendo poder y sofisticación. Llevaba una corbata plateada, muy
apropiada para su personalidad fría. Sus ojos castaños nunca se apartaron de mí,
pero su expresión era imposible de leer. No detecté ni una pizca de nervios o
emoción. Estaba sereno y controlado, como si fuera un deber y nada pudiera
acelerar su pulso. Deseé poder ser como él, pero incluso ahora, anhelaba un
vínculo impulsado por el amor y el afecto, un vínculo que fuera más profundo
que simples tácticas políticas.
Había sido una idea tardía. Mis pensamientos habían girado en torno a
Serafina, todo lo que me habían quitado, lo que perdí. No podía conseguir ver
más allá de ese golpe a mi orgullo, aún batallaba contra la furia casi incontrolable
cuando pensaba en Remo Falcone, y dado que huyó con él, también en Serafina.
No quería a Serafina, no a la mujer que resultó ser: tal vez la chica que
había deseado y anhelado poseer nunca había existido en primer lugar. Era un
producto de mis fantasías, algo que construí para hacer mi posesión de ella un
triunfo aún más grande. Había sido joven. Disfruté de la envidia de lo que otros
hombres habían deseado para sí. Su lástima y el mal ajeno después de mi
humillación en manos de Remo solo habían alimentado mi ira y el hambre de
venganza… y mi necesidad insaciable de demostrar mi valía.
Me permití acoger a Sofia, verla por lo que era: una joven hermosa. No un
premio de consolación, ni hermana de Serafina.
Tenía algunas suaves pecas superficiales que nunca antes había notado,
probablemente debido a que el maquillaje las había cubierto, lo cual era una
lástima, ya que añadían más encanto a Sofia. Su vestido no era pomposo como
había pensado. Optó por una pieza elegante, piezas fluidas que su acentuaban su
figura casi élfica. Tuve problemas para apartar mis ojos de ella cuando el
sacerdote comenzó su discurso. Sus palabras teniendo poco significado para mí,
pero con cientos de ojos en mí, tuve que fingir.
Sollozos provinieron de los bancos. Quizás mamá. Ines solía ser más
controlada, incluso si su máscara inmaculada tenía una grieta desde el secuestro
de Serafina. Dejé el pensamiento a un lado. Hoy, el pasado permanecería
dormido.
Cuando me aparté, sus mejillas estaban rojas, pero aún estaba tensa. Sus
ojos se abrieron muy despacio, de un hermoso azul y descuidadamente
esperanzados. Esa era la mirada del pasado… antes de que aplastara su inocencia
en polvo. Como si fuera una señal, su expresión se tornó cautelosa. Miró hacia
otro lado y solté su rostro, tomando su mano en su lugar. Los aplausos estallaron
entre nuestros invitados, y pronto todos estaban de pie, esperando vernos salir.
—Por supuesto.
Guardó silencio y una vez más me quedé sin saber qué decir. En el
pasado, Sofia había intentado entablar conversaciones conmigo, pero su silencio
repentino me tomó desprevenido. Por lo general, yo solo hablaba de negocios
con las personas. Emma era la única que me involucraba en otros temas, pero
luego era ella quien dirigía la conversación. No era que no tuviera otros intereses,
pero les daba poco espacio junto al trabajo. Y con Sofía, no sabía lo suficiente
para siquiera escoger un tema.
—Quería estar en la fiesta para ver con mis propios ojos cómo cazabas a
las rubias. Si hubiera dejado de tener contacto con alguien después de esa noche,
habrías sido tú —espetó, cerrando los labios rápidamente.
Si supiera por qué perseguía a esas chicas, tal vez no lo tomaría como algo
personal, pero no me sentía cómodo compartiendo mi mayor debilidad con ella.
Sofia me miró con sorpresa, sus pasos vacilando por un momento, pero
entonces siguió adelante nuevamente.
Asentí.
La ira era parte de ello, pero había más. Se sentía incómoda conmigo, y
solo podía atribuírselo a los nervios debido a nuestro encuentro desafortunado en
la fiesta pero ahora no estaba seguro.
—¿Debería culparte?
Su voz dejó en claro que lo decía como una pregunta retórica. No estaba
acostumbrado a justificarme, de modo que la ira asomó su lado oscuro.
—No puedes quitar los ojos de ella, ¿verdad? —preguntó Ines con una
sonrisa satisfecha mientras seguía mi mirada hacia su hija.
—¿Por qué estás aquí sola? —pregunté en un tono que apenas disimuló
mis emociones. Mamá estaba bailando con uno de los Capitanes y parecía
divertirse inmensamente. No es que no quisiera que fuese feliz; había sufrido
bastante después de la muerte de papá, pero se suponía que debía mantener un
ojo en Emma.
—Me gusta ver, y no quiero que las personas se sientan obligadas a estar
conmigo.
—¿Bailarás conmigo?
—Danilo…
Sofia se acercó a nosotros. Por primera vez desde la fiesta, me miró como
me había mirado en el pasado, como si fuera un hombre más allá de sus pecados.
No había sido mi intención, pero verlo me hizo esperar que Sofia olvidaría lo que
había sucedido. Por supuesto, era hipócrita de mi parte esperar que dejara el
pasado atrás tan rápido cuando aún me aferraba a él. Alcanzó mi hombro
ligeramente, un elogio silencioso.
—Su baile fue precioso —dijo ante la vergüenza obvia de Emma. Luego
se hundió junto a Emma con un suspiro audible y se quitó sus tacones altos.
—Para ser honesta, mis pies necesitan descansar. Mis tacones altos me
están matando.
Una de sus cejas se arqueó de esa manera molesta que tenía. Su teléfono
celular brilló con un mensaje. No vi las palabras, pero alcancé a vislumbrar los
emojis de besos. Me detuve justo frente a su cara.
Resopló.
—Eso fue hace mucho tiempo atrás antes de la boda, por no mencionar
que no tenía ninguna intención de que llegara a la prensa.
Ignoré su comentario.
—¿Y en qué carajo estabas pensando al dejar que Emma se siente sola
mientras todos estaban bailando? Como tu prometida, es tu deber hacerle
compañía. Se dará cuenta que no la quieres si sigues así.
—Solo tuvimos una pequeña disputa. Nada de qué preocuparse —le dije.
—Tal vez deberías ir con Emma. —Su voz sonó severa, y para mi
sorpresa, Samuel se fue sin decir nada más.
—Las cosas nunca son tan simples como podrías pensar. El mundo no es
en blanco y negro.
Resopló.
—No me compares con ese monstruo. No soy para nada como él.
—No sé quién eres —susurró—. Pensé que lo sabía, pero esa noche vi un
lado de ti que desearía que no existiera.
—Lo sé —dijo con amargura—. Si hubieras sabido que era yo, me habrías
ignorado como lo has hecho todos estos años.
Desapareció con Anna sin decir una palabra más. No se necesitaba ser un
genio para saber que las chicas estarían hablando de mí.
—No pude proteger a una de mis hijas, pero estoy decidido a proteger a
Sofia. —No pasé por alto la forma en que evitó decir le nombre de Serafina.
Lo mataría.
—Hay una gran diferencia entre esas mujeres y mi esposa. Sin mencionar
que esas mujeres estuvieron dispuestas, de modo que incluso con ellas, no tengo
nada de qué sentirme culpable.
Asentí.
H
abía estado allí otra vez. Esa mirada depredadora en los ojos de
Danilo. Esta vez había estado dirigida a mí, pero ¿en serio era la
fuente de su pasión? Después de todo, se había convertido en
esta versión desquiciada de sí mismo al momento en que mencioné a Serafina,
como si solo su nombre pudiera evocar emociones en él que yo no podía. Los
dedos de Anna sujetaron mi muñeca a medida que me arrastraba hacia los baños.
Una vez que estuvimos adentro y solas, se volvió hacia mí con una mirada
preocupada.
La puerta se abrió y dos chicas con las que era pariente lejana entraron
riendo. Anna y yo fingimos volver a aplicar nuestro maquillaje. Las chicas nos
dieron sonrisas tímidas, luego se apresuraron a salir rápidamente después de
haber ido al baño. Anna tenía a menudo ese efecto en las personas.
Apoyó su cadera contra el lavabo y me dio esa mirada maternal que podía
adoptar.
—Me gusta que me trate con respeto, pero tiene que ser tan…
¿desapegado? Es como si ni siquiera es difícil para él ser un caballero, porque no
tiene ningún pensamiento indecente conmigo.
—La forma en que te estaba mirando fue cualquier cosa menos decente —
dijo Anna con una carcajada.
—Lo sé.
Sonreí.
Negué con la cabeza rápidamente. Una charla de sexo con mi tía era lo
último que necesitaba. Afortunadamente, las luces se atenuaron. Y Danilo se
dirigió hacia mí. No me había fijado antes en él. Extendió su mano, esa sonrisa
cortés suya de vuelta en su lugar. Puse mis dedos en los suyos y cerró su mano
alrededor de ellos suavemente.
Se sintió bien tomarlo de la mano. Siempre lo había sido. Seguí mirándolo
a medida que nos dirigíamos al centro de la habitación donde se presentaría el
pastel. Los aplausos resonaron cuando algunos camareros se acercaron a la mesa
con el pastel de bodas de cuatro niveles. En la parte superior había dos figuritas
pequeñas, una novia de cabello castaño y su novio.
Mi vientre se hundió con los nervios. Danilo debió haber visto algo porque
se inclinó para susurrarme al oído.
Estaba exhausta, pero la adrenalina corrió por mis venas con sus palabras.
Aun así, asentí con una sonrisa pequeña. Era ridículo posponer lo
inevitable.
Danilo me disparó una mirada de vez en cuando, pero mantuvo sus ojos
hacia adelante, intentando parecer compuesto y recatado, intentando ser todo lo
que yo no era. Mantuvo la puerta abierta para mí y me deslicé en el asiento. Me
tomó un par de minutos agrupar mi falda alrededor de mí, luego Danilo cerró la
puerta y se sentó detrás del volante.
Tenía razón. Esta noche, estaba bajo mi control. No tenía que aceptar nada
que el destino tuviera reservado para mí como una damisela en apuros. En
realidad, había estado deseando estar con Danilo. No dejaría que el debacle de la
fiesta me arruinara esto.
Danilo asintió.
—Depeche Mode.
Danilo se detuvo frente a su mansión. Nunca antes había estado allí. Era
una propiedad hermosa de tres pisos con ventanas arqueadas en el segundo piso y
escalones de piedra que llegaban hasta la puerta de madera. Estaba demasiado
oscuro para distinguir el color exacto, pero parecía ser una piedra arenisca clara.
Entrelacé mis dedos para evitar que temblaran y me tomé mi tiempo para
observar la habitación. El suelo y los muebles estaban hechos de madera oscura,
un diseño muy sobrio. No había nada atractivo en la habitación. Estaba destinado
a fines prácticos, no para comodidad o incluso relajación. Mis ojos se dirigieron a
la cama brevemente, una pieza de madera oscura de tamaño king con un sencillo
lino gris.
A pesar de mi atracción por él, temía estar de nuevo con él. Había sido
aterrador durante nuestro último encuentro, y el dolor… el dolor aún estaba
fresco en mi mente. Había estado adolorida durante días. No había sido de la
forma en que lo imaginé que sería: gentil y cariñoso, susurrando palabras de
adoración.
Quizás las primeras veces nunca eran así. Tal vez estaban condenadas a
ser horrible, pero eso no era ningún consuelo.
El silencio aún reinaba entre nosotros, pero esta vez ninguna música
melancólica podría encubrirlo. Mi respiración sonaba fuerte. Me atreví a mirar a
Danilo. Se cernía de pie cerca de la puerta, contemplándome con una pequeña
mueca, como si no estuviera muy seguro de qué hacer conmigo ahora que me
tenía a solas. Tenía las manos metidas en sus bolsillos. Alto y atractivo, un
hombre que tenía experiencia con las mujeres y había gobernado a sus hombres
durante muchos años.
Danilo se acercó a mí muy despacio, haciendo que apretse mis dedos con
más fuerza. Sus ojos se fijaron en mi cabello.
—Se suponía que me haría ver más sofisticada —dije en voz baja, con la
voz temblorosa.
Danilo asintió lentamente. Sus ojos parecieron ver directamente en mi
cerebro, lo que solo me puso más nerviosa. Se estiró y tomó mi brazo,
acariciando desde mi codo hasta mi hombro por encima de la fina tela de mi
manga. Me puse rígida, aunque el toque se sintió maravilloso, pero mi cuerpo
reprodujo otras imágenes. La verdad era que, no conocía al hombre frente a mí.
Casi preferí nuestra primera intimidad dolorosa, cualquier cosa era mejor
que su ignorancia, este sentimiento de ser menos de lo que quería por mucho que
intentara ser suficiente.
Una doncella debe haber preparado mi camisón para esta noche. Estaba
doblado cuidadosamente en un pequeño taburete en la esquina junto a la bañera
independiente. Una hermosa pieza de seda sexy con ribete de encaje en rojo. Un
color que me sentaba muy bien, me había asegurado Anna. Me quité el vestido
de novia, dándome cuenta que esto era todo. El día que había estado soñando
desde que era una niña había venido y se había ido, y me sentí horrible. Las
lágrimas se acumularon en mis ojos y corrieron por mis mejillas a medida que
me quitaba las ligas y la ropa interior. Después de una ducha rápida, me puse el
camisón y las bragas de encaje a juego.
Me acerqué a él, aún esperanzada. Me dio una sonrisa tensa, sin apenas
mirarme a medida que se dirigía al baño.
—¿No vas a reclamarme antes de que alguien más pueda? Pensé que el
secuestro de Serafina te había enseñado una lección —solté. No podía creer que
esas palabras salieran de mi boca, pero al mismo tiempo se sintió bien liberar un
poco de vapor. Sentía que podía estallar en cualquier momento.
Se giró en la puerta del baño, sus ojos fulgurando con la ira del pasado.
—¿Qué?
Esta ira estaba tan cerca de la pasión que quería. Estaba hambrienta por
más.
¿Así cómo?
—Quizás necesitas que me ponga una peluca rubia como la última vez.
Quizás entonces puedas terminar lo que empezaste en la fiesta.
Su agarre se apretó.
—Follarte contra ese árbol. Cegado por la ira. Eso no es lo que prometí a
tu familia, no es lo que me prometí.
—¿Eso es lo que quieres? ¿Ser follada con ira? ¿No fue suficiente con la
última vez? ¿Eso es lo que quieres? —Su cuerpo me presionó contra el colchón e
incluso a través de la tela de mi camisón pude sentir su erección creciente—.
¿Eso es lo que quieres? —gruñó. Sus ojos lucían enloquecidos por la ira, pero el
dolor acechaba en sus profundidades. ¿Le estaba doliendo tanto como a mí?
—Remo siempre ganará porque toma lo que quiere sin tener en cuenta a
nadie. Tomó a Fina. Su corazón. Su virginidad. Tomó todo.
—Tómame antes de que alguien más lo haga —susurré con dureza. Era
ridículo decirlo. Nadie me tocaría, no con las medidas de seguridad de Danilo
con respecto a mí, pero cortó aún más profundo en la herida que el ataque de
Remo había dejado, abriéndola otra vez.
Los labios de Danilo se posaron sobre los míos, pero volví la cabeza, sin
querer un beso cargado de ira. Mi primer beso sería romántico y hermoso,
incluso si eso significaba que nunca sucedería. Respiró contra mi oído
bruscamente.
—¡Sí quiero! No finjas que sabes lo que quiero. Solo cumple con tu deber
y fóllate a tu esposa. Apuesto a que Remo lo está haciendo ahora.
Danilo se empujó hacia atrás, sus ojos ardiendo sobre los míos con una
furia imperturbable mientras se estiraba entre nosotros y se alineaba.
Mi pecho ardía de ira y odio tan fuerte que amenazó con hacerme
implosionar.
Remo. Serafina.
Dos nombres que nunca más quería volver a escuchar. Y mucho menos en
mi noche de bodas.
Mi polla estaba dura. Esto era como las folladas alimentadas por la ira del
pasado, y mi cuerpo reaccionaba como si estuviera en piloto automático.
Sus ojos azules estaban congelados en los míos. Sostenía mi mirada con
una fiereza que me tomó por sorpresa.
Me quedé helado, jadeando. ¿Qué carajo estaba haciendo? Maldita sea.
¿Por qué me empujó a esto? ¿Por qué dejé que mis emociones se apoderen de
mí? Casi me la había follado con ira.
Miré hacia mi pene flácido, recordando cómo había estado cubierto con la
sangre de Sofia después de la fiesta. Entonces me juré que siempre la trataría
bien, y apenas unos segundos antes casi dejé que me volviera loco para
follármela enojado.
Eché un vistazo a Sofia. Aún estaba acostada de espaldas, con las piernas
abiertas. Su cuerpo llamando al mío como una sirena, su coño invitándome, pero
no quería que nuestras primeras relaciones sexuales fueran así, con Sofia como
un gato herido arañándome con desesperación.
La última vez había sido excusable. No había sabido que era ella. Pensé
que ella lo quería… pero esta noche habría sido absolutamente imperdonable.
Incluso si prácticamente me instó a follármela, a tomarla como un maldito
animal, tenía que controlarme. Al menos hasta que en realidad quisiera este tipo
de sexo. Pero al mirar en su rostro pálido, supe que estaba tan confundida como
yo me sentía, y cualquier cosa que quisiera, no era lo que casi habíamos hecho.
—No me mientas. No soy ciego. Pude ver en tus ojos que no querías que
nuestra primera vez sea de esta manera.
—No sabes lo que quiero, así que no pretendas que no me reclamaste esta
noche porque mis ojos te dijeron que no quería. Tú no lo querías.
Diez minutos después, Sofia emergió con el mismo camisón rojo sexy,
descalza y sin una pizca de maquillaje. Se veía inocente y joven, pero tan
hermosa y deliciosa. Estaba dividido entre la excitación y la culpa. Con Sofia, la
culpa se había convertido en una compañera demasiado familiar.
Evitó mirar mi estado semidesnudo y trató de pasarme de camino a la
cama, pero la agarré por su muñeca.
—¿Estás bien?
—Sofia.
Entré al baño, sin saber cómo actuar con mi esposa. No la entendía o sus
motivos. ¿Qué esperaba de mí?
Había estado con suficientes mujeres para saber que no disfrutaría del
juego rudo. Me había tentado a probarlo, y fallé su prueba.
—Estaba impulsado por la ira. Ahora es cómo se supone que debe ser. Tú
también deberías disfrutarlo. —Se quedó mirando hacia mi pecho
obstinadamente. Tomé su barbilla para empujar su cara hacia la mía, pero solo se
apartó—. No entiendo qué es lo que quieres que haga.
—Nunca quisiste casarte conmigo —dijo en voz baja, con voz temblorosa.
Fruncí el ceño.
—No quiero hablar de ella nunca más, Sofia. Ahora estamos casados, de
modo que cualquier cosa que pudiera haber querido es irrelevante. Eres mi
esposa.
Mi sueño había sido intermitente, repitiendo los eventos del día anterior.
Intenté tantas cosas para llamar su atención en los últimos años, pero mi ataque a
su orgullo herido lo había capturado en su totalidad. Su ira y desesperación me
habían golpeado como un maremoto, con un abandono casi aplastante. Su ira no
era lo que quería, pero era mejor que la alternativa, mejor que su desapego de
caballero, el desinterés devastador. Quería ser respetada y amada, pero más que
eso, quería ser vista, por una vez tener el control. Presionar a Danilo, obligarlo a
reaccionar, me había dado ese momento de breve control.
—¿Hablar de qué?
Danilo abrió más la puerta y se acercó a mí. ¿Cómo podía oler tan bien
temprano en la mañana? ¿Tan cálido y almizclado? Acunó mi cara. No retrocedí,
pero tampoco dejé que el toque me ablandase.
Mi pecho se apretó ante sus palabras. Anna había dicho lo mismo, y ahora
me daba cuenta que lo que sentía en realidad no era amor, pero estaba enamorada
con él.
—No quería que lo hicieras, y aun así lo hiciste —lo provoqué para
sacarle una reacción, para provocar su cólera. Es por eso que de hecho ni siquiera
estaba enfadada con él por lo de anoche, no por su rabia ni por perder el control.
Estaba dolida porque pudo controlarse. Si eso no era locura, no sabía lo que era.
Estaba decepcionada y triste porque mis sueños de un matrimonio feliz parecían
muy lejanos.
Frunció el ceño como si nada de lo que dije tuviera sentido para él. ¿Era
una cosa de hombres? ¿Una cosa de Danilo? ¿O quizás una cosa de Sofia?
—Maldita sea, Sofia, me estás volviendo loco. No soy idiota. Podía decir
que no querías que te monte como un jodido animal. Quieres hacer el amor,
entonces, ¿por qué me provocaste?
Parpadeé aturdida.
—¿Me deseas?
—Por supuesto que sí. Sofia, no soy ciego. Eres una mujer absolutamente
hermosa. Cualquier hombre te desearía —murmuró, sus ojos arrastrándose más
bajos al reborde de encaje sobre el oleaje de mis senos—. Dame la oportunidad
de compensarte, Sofia. Trabajemos en nuestro matrimonio. Este es solo el
comienzo de nuestra vida juntos. Nuestros padres tuvieron matrimonios buenos,
y quiero lo mismo.
—Lo sé —dijo en voz baja. Con él tan cerca, especialmente sin camisa,
solo en bóxer bajos, era difícil concentrarse. Tal vez no había querido que me
follara enojado como dijo, pero quería estar con él—. Te daré todo el tiempo que
necesites, y voy a enmendar mis errores, en especial el desastre de tu primera
vez.
De repente, comprendí lo que quería decir, y deseé que fuera tan fácil
como eso. Mi cuerpo se calentó ante la perspectiva de lo que Danilo quería hacer,
pero mi cerebro le puso un freno. Negué con la cabeza.
—Hice planes con Anna y las otras mujeres de nuestra familia para
almorzar antes de que todos se fueran de Indianápolis. No puedo cancelarlo.
Estoy segura que mi padre y los otros hombres no les importarán reunirse
también contigo.
Danilo suspiró pero asintió. Era obvio que no le gustó la idea de nosotros
estando hoy separados. Tal vez se daba cuenta que estaba a punto de deslizarme
de su agarre y quería asegurarse que no pudiera.
—Siempre que lleves a Carlo contigo, puedes reunirte con Anna y las
mujeres para almorzar. No voy a encerrarte en casa. Pero aún falta tiempo para el
almuerzo. Entonces, ¿qué tal un desayuno juntos y un recorrido por la casa antes
de irte?
Cuando salí del baño veinte minutos más tarde después de una larga ducha
esclarecedora, Danilo estaba descansando en la cama, leyendo algo en su
teléfono. Una bandeja cargada con comida, café y jugo de naranja estaba en la
cama junto a él. Solo estaba en bata de baño, pero el aroma del café recién hecho
me atrajo hacia la cama. Panqueques y fruta fresca, huevos revueltos, todo olía
divino y me hicieron dar cuenta que no había comido en mucho tiempo.
—¿Preparaste el desayuno?
Las mujeres cocinaban por lo general, y después de todo, hasta poco antes
de nuestra boda, Emma aún vivía con Danilo. No es que yo fuera una cocinera
buena, o cualquier tipo de cocinera. Nunca lo había intentado.
—Sé que probablemente no quieres hablar de ello, pero necesito saber que
estás bien después de lo de anoche.
—De acuerdo. Ya metí la pata dos veces, pero no habrá una tercera vez.
Danilo negó con su cabeza, pero podía decir que había algo más.
—Dime —dije.
No pasé por alto el tono de su voz cuando mencionó a Samuel, pero decidí
no preguntarle al respecto.
—Eso suena bien —dije. Ya podía imaginarme a Anna poniendo los ojos
en blanco por querer aprender a cocinar, pero era un comienzo. Una vez que
encontrara mi lugar en Indianápolis y ya no me sintiera tan perdida, podría
averiguar qué hacer—. Estoy pensando en tomar algunos cursos universitarios el
próximo semestre.
Se encontró con mis ojos, y me sonrojé. Ni siquiera estaba segura por qué.
Estábamos cerca y él estaba medio desnudo.
—¿Qué son?
—Se ve bien.
Me volví hacia los peces y ahogué una risa. Más se habían reunido ahora
cerca de la superficie.
Danilo sacó una caja con gránulos de una pequeña caja de madera
escondida entre las partes del estanque recubiertas de cañas. Vertió un pequeño
montón en su palma y luego se puso en cuclillas junto al agua. Metió la mano en
el agua, pero no lo suficientemente profundo como para que los gránulos se
dispersasen. Inmediatamente aparecieron varios peces Koi y comenzaron a comer
de su mano.
—Los Koi son la excepción. Algunos de estos tienen más de diez años.
Incluso tienen nombres.
—Entiendo. Es pacífico.
Me mordí el labio.
—¿No muerden?
Danilo tomó mi mano y apiló comida para peces en ella, luego la guio
hacia el estanque. El agua estaba más fría de lo esperado y se me puso la piel de
gallina. Aunque, tal vez el frío no era la única razón de la reacción de mi cuerpo.
El toque gentil de Danilo también podría haber tenido algo que ver con eso.
Me reí cuando el primer Koi tocó mi palma. Era el más grande, Takeda.
Sus ojos extraños parecieron fijarse en mí antes de arrebatar más comida.
Al final, cuando nos quedamos sin comida para darles, los Koi
comenzaron a nadar lejos, buceando por debajo de los nenúfares.
—¿No estás ocupado con el trabajo? —No había esperado una luna de
miel, o en realidad, cualquier tipo de atención.
—Te reservé los próximos días. Solo tendré que hacer algunas cosas que
no puedo posponer, pero quería darnos tiempo para llegar a conocernos.
Nos levantamos y nos paramos uno frente al otro por un momento. Sin
mis tacones, era mucho más alto y mucho más ancho que yo.
—No tienes que preocuparte de que vaya a cambiar todo esto en el sueño
rosa con volantes de toda chica. Ya no soy una niña.
—Intento ejercitar aquí al menos dos veces por semana. Es una buena
adición al gimnasio —comentó Danilo, señalando hacia la piscina.
Me encontré con su mirada. Mi primer impulso fue decir que no, pero no
habría sido la verdad.
Asentí y lo seguí de vuelta y junto al largo pasillo hacia una sala de estar,
un comedor contiguo, una biblioteca y una sala de fumadores, así como un baño
de visitas.
—¿Cuándo tienes que irte para tu cita con las demás mujeres?
—Puedo llevarte hasta allí y tener unas palabras rápidas con tu padre y tu
hermano. Estoy seguro que los encontraré en el bar con Dante. ¿Tus padres y tu
hermano vendrán a cenar esta noche?
—Por supuesto. Estoy seguro que les alegrará verte otra vez antes de tener
que partir mañana. —Danilo se acercó aún más y tomó mi mejilla—. Te dije que
voy a compensártelo. Estoy interesado en este matrimonio.
—¿Te recojo a las dos y media? —No quería dejar a Sofia fuera de mi
vista por mucho tiempo. No tendría problemas para mantenerme ocupado hasta
entonces. Pietro, Samuel y Dante me estaban esperando en el bar de vinos para
almorzar y charlar de negocios.
—También el mío.
—Muy bien, como esperaba. —Si pensaron que les daría más que eso,
tendrían que seguir esperando. No me gustaba compartir información privada con
los demás, sobre todo cuando no eran tan estelares como había esperado que
serían.
—Sofia puede hacer lo que le plazca. —Por supuesto, dentro de los límites
de nuestro mundo.
Asentí.
Pietro sonrió.
—No, me temo que tengo que volver a Chicago. Tengo una reunión con el
senador Clark temprano en la mañana.
—Siempre.
—Aún —murmuré—. Pero estoy dispuesto a cambiar eso una vez que
estés lista.
—Seguro.
Ese no era el beso que había previsto, pero aceptaría cualquier cercanía
que Sofia estuviera dispuesta a permitir.
Me echó un vistazo.
—Necesito tiempo.
—Buenas noches.
Quizás podía hacer esto. Quizás podía arreglar lo que sea que mis acciones
irreflexivas hubieran roto.
Desperté con el cuerpo de Danilo pegado a mí. Me pregunté si lo hizo a
propósito, pero no me importó. Me gustaba despertarme con su calor en mi
espalda.
Danilo usó nuestro segundo día como pareja casada para mostrarme
Indianápolis como prometió. Me llevó a dar un paseo en góndola por el centro de
la ciudad, y el gondolero incluso cantó para nosotros. Desafortunadamente, se
equivocó en muchas palabras italianas, lo que llevó a algunas palabras muy
incómodas. Tuve que reprimir la risa ante algunos de sus contratiempos porque
no quería ofenderlo.
—Algún día voy a llevarte a Venecia para que podamos tener un viaje
romántico en barco.
Una vez que Danilo se fue, saqué mi teléfono y llamé a Anna. Respondió
después del segundo timbre. Luego de contarle de nuestro día, dijo:
—Lo está intentando, tengo que darle eso. Probablemente está preocupado
por sus bolas azules.
Resoplé.
—¿Y lo harás?
—No sé. No es que no he estado pensando en estar con él. Antes del
desastre de la fiesta, era lo único en lo que podía pensar.
—Mientras no estés segura, no hagas nada. Si quieres tener sexo con él,
porque se te antoja, entonces hazlo, pero si estás dudándolo, mantente alejada.
Cómprate un vibrador u otro juguete para controlar las hormonas.
—La boda es en doce días, y me preocupa que darle su mano a Samuel sea
un error.
—Sé que Samuel puede ser difícil, pero es un chico bueno. Emma no
tendrá que preocuparse de que la maltrate.
—No estoy preocupado por eso —dijo Danilo en una baja voz
amenazante.
—Por supuesto que no. No quería que sintiera lo que sentí cuando me
enteré.
Danilo suspiró.
—Intentaba darle a Emma el futuro que se merece después de que
Cincinnati la dejara como si no valiera nada. Sofia, no tuvo nada que ver contigo.
De cualquier manera, me habría casado contigo.
Danilo acarició mi brazo gentilmente, pero el toque fue suficiente para que
mi cuerpo lo notara.
—¿Crees que no lo sé? Que es por eso que no quería que Emma o tú lo
averiguasen. Nuestro mundo puede ser duro. A veces es mejor no saber todos los
detalles. Pero tienes que saber que estoy contento de casarme contigo.
—¿Quieres que hable con Emma? Por supuesto, sin mencionar el trato.
En los días siguientes, Danilo pareció más decidido a acercarse a mí, pero
también demostró una paciencia notable al mantenerme a distancia.
—¿Qué pasa?
—Déjame —dije, aunque Danilo era mejor atando nudos. Dejó caer sus
brazos y se enderezó.
—No puedo creer que hoy vaya a casarse. Sé que es una mujer adulta,
pero para mí sigue siendo la niña que quiero proteger.
Sonreí.
Su mirada se deslizó sobre las bragas colgando de mis dedos y sus fosas
nasales se dilataron, sus ojos oscureciéndose aún más.
La boda fue espectacular, al igual que las festividades, que por supuesto se
llevaron a cabo en el mejor hotel de Minneapolis. La tensión Danilo volvió
cuando estábamos sentados en la iglesia, pero menguó poco a poco durante toda
la noche, incluso aunque aún estaba lejos de relajarse.
—Hemos sido amigas toda la vida. Solo quiere asegurarse que estoy bien.
—Bien, porque no puedo pensar en otra cosa que el sabor de tus labios,
Sofia. No puedo esperar para volver a besarte.
—¿Y qué estás esperando? —Me reí, sorprendida por mi propio coraje.
Unos pasos me alertaron de que alguien venía, y alcé la vista para ver a
Danilo doblando la esquina, con una expresión preocupada en su rostro. Se relajó
visiblemente cuando me vio.
—Deberíamos volver.
—No llevo bragas. —No estaba segura de lo que me hizo decirlo… tal vez
era efecto de la energía nerviosa zumbando bajo mi piel desde que perdí la
barrera entre mi carne palpitante y el aire.
—Si tú lo dices, pero por lo que vi puedo decir que no serás capaz de
resistirte mucho más tiempo. Andar por ahí sin ropa interior de hecho no grita
abstinencia, ¿sabes? —Le di una mirada indignada, la cual devolvió con una
sonrisa aún más obscena—. Vamos, Sofia. Tengo razón, no lo niegues.
—Les doy dos semanas como mucho antes de que le arranques la ropa.
A
nna estuvo peligrosamente cerca de tener razón. Danilo y yo nos
besamos a menudo, y me hizo más difícil retroceder. Nunca
intentó hacer más cosas, y supuse que estaba esperando una señal
de mi parte.
—¿Demasiado?
—No sé. —Estaba confundida. Quería más, pero mi mente había tensado
mi cuerpo por completo.
Asentí.
—No pares.
Deslizó sus dedos más hacia arriba, rozando mis pliegues externos. Mi
cuerpo se sintió listo para astillarse con la tensión y no en el buen sentido. Danilo
negó con la cabeza y dejó de besarme.
Gruñí.
Me encogí de hombros.
—Nunca tuve nada por las rubias. Ni siquiera hace años atrás. —Supuse
que se refería a cuando estaba comprometido con Fina—. Salí con chicas de
cabello castaño, negro, rubio.
—No estuve con esas mujeres porque me sintiera más atraído por las
rubias. Estuve con ella por mis problemas de ira. —Llegó a mi cabello y pasó sus
dedos por mis rizos—. Me encanta el color de tu cabello, como las castañas.
—Lo intentaré todo lo que quieras. Pero tal vez deberíamos continuar por
la mañana. —Envolvió sus brazos alrededor de mí, y me acomodó contra su
pecho.
Cada día me sentía más cómoda con Danilo. Aún no lo entendía, pero tal
vez eso era normal. Los hombres, especialmente los hombres de nuestro mundo,
eran una especie extraña.
Desperté en los brazos de Danilo y me volví para besarlo. Nuestros
cuerpos aún estaban relajados por el sueño, pero se calentaron rápidamente. Pero
como antes, mi mente estropeó las cosas.
Mirando al techo, deslicé una mano entre mis piernas. Estaba seco como
el Sahara. Era extraño lo rápido que mi cuerpo pasaba de la excitación total a un
estado desértico una vez que me tensaba. No me había acariciado desde la fiesta.
Por alguna razón, los eventos habían embotado mi libido. Mis dedos trabajaron
mi clítoris de la forma en que normalmente me gustaba, pero mi cuerpo apenas
reaccionó.
—No lo era.
Mis mejillas se calentaron. Hasta ahora, todas mis historias habían sido
historias de amor sexis y cursis.
—¿Tan mal?
Resoplé.
—Quizás.
Danilo terminó la llamada sin decir una palabra y me miró con los ojos
entrecerrados.
—Al verte comer fresas con tu coño expuesto de esa manera, no puedo
dejar de preguntarme cómo sabrías.
Tomé la fruta y me la llevé a los labios, pero Danilo negó con su cabeza.
Fruncí el ceño en confusión. Señaló con la cabeza hacia mi área más privada.
Mis ojos se abrieron por completo, pero entonces, mandé todo a la mierda.
Con las mejillas ardiendo, llevé la fresa a mis pliegues y la sumergí entre ellos.
Los ojos de Danilo siguieron el movimiento, sus labios separándose. Tal vez
pensó que no lo haría.
Atrapé sus labios en un beso, pero solo me supo a fresa, ni una pizca de
mí. Danilo me atrajo a medias encima de él. Nuestros besos pronto calentándose
y acunó mi trasero con su mano, apretando, las yemas de sus dedos rozando mis
pliegues ligeramente.
Había necesitado de todo mi autocontrol para no llevar las cosas más lejos,
pero el cuerpo de Sofia aún había estado tenso cuando acaricié su espalda baja.
Su mente aún se aferraba al pasado doloroso. Si la empujaba y hacía lo que
quería, follándomela con mis dedos hasta que se corriera por toda mi mano,
podría haber estado demasiado tensa para disfrutarlo como debería. No quería
añadir otra mala experiencia a sus recuerdos. Si quería una vida sexual
satisfactoria, necesitaba asegurarme que Sofia solo tuviera encuentros positivos
de ahora en adelante, incluso si eso matara a mi pene.
Acaricié su garganta, mis dedos jugando con su clavícula. Quería que las
cosas progreseran. Ser paciente era un trabajo duro. Mierda, quería estar con
Sofia. Quizás…
—Podría tener una idea de cómo hacer que lo disfrutes en mi presencia sin
tener que tocarte hasta que estés más cómoda. —Sofia me miró con curiosidad.
La besé—. Solo espera. Primer tengo que conseguir algo.
—Es un juguete recomendado para las mujeres que tienen problemas para
relajarse. —El anuncio prometía un orgasmo a todas las mujeres.
—¿Eso es un Satisfyer?
—Oh, Dios.
—¿Y?
No quería nada más que sacar mi pene y decirle a Sofia que me chupara.
Me sorprendió cuando extendió su mano y me acunó a través de mi bóxer. Mi
polla se sacudió ansiosamente.
No era la cosa más romántica por decir, pero a la mierda, no había estado
con una mujer en más de seis meses. Estaba listo para explotar.
—Muéstrame —susurró.
Sofia apretó mi polla con fuerza entre su puño, sus ojos abriéndose de par
en par, sus muslos apretándose más. Gritó roncamente a medida que se corría. Y
ya no pude aguantar más. Me liberé por toda su mano, con un estremecimiento.
Tembló bajo la fuerza de su propio orgasmo, ordeñándome casi dolorosamente,
pero disfruté del dolor excitante.
Sonrió, después se mordió su labio y se cubrió la cara con las manos. Una
risita brotó de sus labios.
Se aclaró su garganta.
—¿Estás bien?
Sonrió.
—Estoy bien. Solo necesito procesarlo. —Puso su mano sobre la mía—.
No te preocupes.
Empecé a leer lo que descubrí que era la fantasía de Sofia para nuestro
primer encuentro sexual. La sorpresa se apoderó de mí a medida que leía su
historia, especialmente cómo me veía: su versión ideal de mí. No entró en todos
los detalles, pero no fue tímida al describir cómo la toqué y le hice el amor. Así
como lo puso, probablemente era lo que anhelaba.
Hacer el amor era algo de lo que siempre me había preguntado pero nunca
había experimentado. Me preocupaba mucho por Sofia y no podía negar que
estaba enamorándome de ella. Sus sonrisas, amabilidad y terquedad me
atravesaban de vez en cuando, pero el amor no era algo que sucedía en el
transcurso de unas pocas semanas. Tomaba tiempo. Eso era algo en lo que creía
firmemente.
—¿Así es cómo quieres que sea nuestra primera vez? ¿Frente a una
chimenea en el suelo?
Se sonrojó.
Sofia debió haber leído mis pensamientos porque puso sus ojos en blanco.
Me observó a medida que pasaba del perro bocabajo a la cobra. Solo era la
segunda vez que hacía yoga en nuestro jardín junto al estanque de peces Koi,
pero sabía que seguiría siendo mi lugar favorito durante el tiempo que el clima lo
permitiera. Me encantaba ver a los peces asomándose de vez en cuando a la
superficie como si me estuvieran controlando. Ni siquiera me sentí cohibida
mientras Danilo me observaba. El yoga me ayudaba a olvidar todos mis
problemas e inseguridades persistentes. Incluso había considerado en finalmente
llamar a Fina. No había intentado contactarme en dos semanas, renunciando
cuando nunca respondí. Ahora que mi relación con Danilo crecía cada día más,
me sentía culpable por negarme a hablar con ella.
—Quiero pasar unos días en nuestra casa del lago. Sería bueno tener
tiempo el uno para el otro sin distracciones, como unas mini vacaciones.
—Tengo que ir a una reunión con Marco —murmuró Danilo con pesar.
Me encogí de hombros.
Estaba más que dispuesta a intentarlo otra vez, y sabía que esta vez sería
perfecto.
—¿Estás bien?
—Espero que disfrutes del viaje. Sé que tu única experiencia aquí fue
horrible, pero de hecho, me encanta pasar tiempo en la cabaña, y espero que tú
también lo hagas eventualmente.
Resoplé.
Danilo había sido atento y cariñoso estas últimas semanas. En serio estaba
intentándolo con todo lo que tenía. Al final, no era la única que parecía
involucrada en nuestra relación. Aparte de eso, la forma en que Danilo me
miraba a menudo me hacía pensar que podría sentir algo por mí. Dudaba que
esos sentimientos fueran amor. No quería perderme otra vez en la esperanza
tonta, pero definitivamente había algo allí.
Las temperaturas en esta parte del estado aún eran moderadamente cálidas,
pero por lo general se enfriaban por las noches. Una noche en el jacuzzi y el
sauna sonaba increíble.
Sonreí.
—Suena maravilloso.
—Desempaquemos y vayamos a la tienda de comestibles para comprar
algo de comida para los próximos días. Aún hay carne en el congelador de mi
último par de viajes de caza con Marco, de modo que deberíamos tener suficiente
carne para nuestro viaje. Pero no podemos descongelarla hasta esta noche.
Danilo asintió.
Me mordí mi labio.
—¿Puedo?
Asentí, excitándome aún más por la idea de que Danilo hiciera esto. Hasta
ahora, siempre lo había insertado por mi cuenta. Danilo acarició la parte exterior
de mi pierna.
—Levanta una de tus piernas sobre la cama —instruyó.
—¿Cómo se siente?
—Tan lista.
Me echó un vistazo por el rabillo del ojo, sabiendo muy bien que estaba
demasiado sensible en este momento, pero no ralentizó. No es que estuviera
menos ansiosa por pasar una tarde relajante y, con suerte, placentera en el jacuzzi
y el lago.
A pesar la breve pizca de nervios, también quería eso. Los ojos de Danilo
se encontraron con los míos, intentando evaluar mi reacción. Sostuve su mirada.
—Eso me gustaría.
Danilo tomó una de las toallas de felpa que había dejado en una silla y la
envolvió alrededor de mis hombros antes de apagar el vibrador bala. Le di una
mirada indignada, pero solo sonrió, una promesa oscura de lo que vendría.
Comenzó a secarme con suaves masajes delicados. Mis brazos, mi espalda, luego
aún más suave sobre mis senos. Mis pezones se pusieron aún más duros y no por
el frío. Se tomó su tiempo con mis senos, rozando la suave tela sobre mis nudos
doloridos en círculos tentadores hasta que pequeños jadeos escaparon de mis
labios entreabiertos. Esto se sentía tan bien, y una profunda necesidad dolorosa
se extendió lentamente entre mis muslos.
Sus ojos siguieron los movimientos de sus manos a medida que viajaban a
mi vientre. Secó mi trasero, apretándolo suavemente de vez en cuando. Mordí mi
labio cuando se puso de rodillas para secar mis muslos, dejándolo al nivel de los
ojos con mi coño. Podía sentir lo dolorosamente mojada que estaba y sabía que
Danilo podría verlo. Levantó mi pierna para secarla y apoyó mi pie en su rodilla.
Su roce suave aumentó el latido entre mis piernas, y el aire frío golpeando
mi carne húmeda solo incrementó la sensación. Los ojos de Danilo se demoraron
en mi coño a medida que frotaba mis muslos, y me apreté involuntariamente bajo
su atención. Al final, apoyó la toalla sobre mi carne dolorida, acariciándome
suavemente hasta secarme.
Casi sollocé de placer, aún aferrada a su cabeza, sin querer que esto
terminara incluso cuando se volvió demasiado. Danilo se apartó y presionó un
beso en mis pliegues antes de subir por mi cuerpo y reclamar mi boca con un
beso. Alcancé su erección, pero sujetó mi muñeca suavemente.
—Quiero correrme dentro de ti. Mañana. —Miró mis ojos profundamente,
esperando que comentara algo.
Sin mencionar que quería conocer al hombre a mi lado. Esa parte del
pasado de Danilo jugaba un papel tan crucial en su vida que no saberlo parecía
una desventaja si quería llegar a conocerlo plenamente.
Había oído historias diferentes sobre lo mal que se había estrellado el auto.
Algunos rumores especulaban que Danilo había sido el conductor y que lo habían
barrido debajo de la alfombra. Dado sus sentimientos de culpa evidentes, me
pregunté si los rumores tenían algo de verdad.
Hizo una pausa, el dolor del recuerdo palpable. Entrelacé nuestros dedos,
deseando haber estado allí para él ese día.
—¿Qué le pasó?
Apreté su mano.
—No pareces dejarme ninguna opción más que aceptar tu palabra —dijo
con diversión apenas oculta.
No tiene que decir su nombre para saber que estaba hablando de Serafina.
Me sorprendió que mencionara a mi hermana. Hasta ahora, la evitaba como el
diablo evitaba el agua bendita.
Lo tomaría como una traición, razón por la cual no estaba segura si podría
hablar otra vez con mi hermana.
—¿Y tú?
Frunció el ceño.
—¿Por qué la extrañaría? Nunca pasé tiempo con ella. Te tengo a ti, y no
quiero a nadie más.
Me apoyé contra él, absorbiendo sus palabras con entusiasmo. Las dijo sin
dudarlo.
Tomó mis manos y besó mis palmas. Nos llevó al suelo, con mi espalda
contra el pecho de Danilo, sus piernas a ambos lados de mí y picamos del queso
y la fruta. Al final, abrió el champán y lo bebimos.
—En serio. Tendré que decírtelo más a menudo. —Besó la parte superior
de mi brazo. Los troncos crujieron a medida que las llamas los devoraban y
pronto el calor nos envolvió. La lluvia azotaba casi furiosamente las puertas
francesas y el lago parecía negro como boca de lobo, pero desde el interior, bien
protegido y cálido, la vista era fascinante.
—Me gustaría que pudieras verte a través de mis ojos aunque sea solo una
vez, entonces jamás dudarías otra vez de mi deseo por ti.
Mi corazón dio un vuelco porque sus ojos demostraban que sus palabras
eran ciertas. Me deseaba físicamente y, más allá de eso, también
emocionalmente. Podía sentirlo, y esta comprensión se instaló como un bálsamo
sobre todas las heridas del pasado.
Asentí. Confiaba en él. Sus besos fueron tiernos. Sus manos bajaron por
mi cuerpo, descubriendo cada centímetro de mis brazos y costados casi con
reverencia, relajándome con cada caricia. Su toque inocente no me dejó
inafectada. A pesar de la naturaleza inocente de sus caricias, mi núcleo pronto se
calentó con una necesidad más profunda, una necesidad por más.
Danilo me besó más fuerte antes de que su boca viajara por mi cuerpo
para aferrarse a mi pezón nuevamente.
Elevando mis ojos para observar su rostro, lamí su pequeña perla con
lentas lamidas deliberadas, rodeándola con la punta de mi lengua, aplicando solo
un susurro de presión. Fui recompensado con un gemido tembloroso. La acaricié
con mis labios, explorando sus pliegues suaves con mi lengua, probándola. Me
sumergí entre sus labios y le di una larga lamida a su clítoris, tomándome mi
tiempo de modo que pudiera sentir cada terminación nerviosa en su hermoso
coño. Pero necesitaba más.
—No — dijo.
Sofia era demasiado buena para mí, y eso solo hacía que la deseara mucho
más, como una urraca atraída por su luz brillante.
No estaba seguro de cuánto tiempo me quedé observándola, pero su
expresión se transformó poco a poco de confusión a incertidumbre,
probablemente ya buscando fallos en sus propias acciones o incluso en sí misma,
cuando era a mí a quien debía recurrir cuando buscaba defectos.
Había tantas cosas que debería haber dicho, tantas cosas que quería decir,
pero una vez más me retuvo mi orgullo. En cambio, la besé con toda la pasión
que aún hervía bajo mi piel y gruñí:
Sus labios encontraron los míos y luego se movió. Se hundió en mí. Nada
del dolor esperado vino cuando se deslizó muy despacio dentro de mí, tomándose
su tiempo para darle a mi cuerpo la oportunidad de acostumbrarse a la intrusión.
Exhalé ante la sensación de plenitud total. Danilo no se movió, solo me besó
dulcemente, su ceño fruncido en preocupación. Apreté mi agarre sobre él y se
movió finalmente. Pareció acercarnos con cada embestida, no solo físicamente
sino también emocionalmente, como si una barrera tras otra cayera hasta que no
quedaba nada entre nosotros. No permití que el miedo a la cercanía emocional
echase raíces. Viví el momento, en la sensación de nuestros cuerpos unidos. Era
mejor que todas mis fantasías porque era real y perfecto incluso con sus pequeñas
imperfecciones.
—¿Estás bien? —Me encontré con su mirada y fui recompensado con una
sonrisa exhausta.
—Sí.
Esto se sentía perfecto: sentir su cuerpo contra el mío. Envolví mis brazos
a su alrededor, deseándola aún más cerca.
Era la primera vez que lo decía. Y alivió parte de mi culpa. Sin embargo,
no toda.
Alzó la vista.
Asentí.
—Aun así, debería poder dejarlo pasar. Las cosas me van de maravilla.
Tengo una esposa maravillosa y el negocio prospera. No anhelo nada, y sin
embargo…
—Tenemos tiempo.
—Incluso la cama.
Sonreí porque siempre parecía saber lo que deseaba. Cada vez que Danilo
me decía que fantaseaba conmigo, mi confianza aumentaba.
Envalentonada, caí de rodillas hasta que mi cara estaba a nivel con del
miembro de Danilo. Sus dedos se enredaron en mi cabello, empujándome hacia
adelante. Su entusiasmo me hizo reír antes de que pudiera evitarlo.
—Sofia —dijo con voz ronca, con una pizca de exasperación luchando
con la necesidad en su voz. Estaba desesperado por mi toque. Permitiendo que el
deseo que el vibrador había creado en mi centro me guiase, me incliné hacia
adelante y cerré mis labios alrededor de la punta luego succioné como lo había
hecho con su dedo. Danilo siseó, flexionando sus dedos contra mi cuero
cabelludo.
—Creo que me estoy enamorando de ti, Sofia. Más cada día que paso
contigo.
Había esperado escuchar esas palabras durante años, pero ahora que las
decía lo único en que podía pensar era si sus sentimientos ya eran más fuertes
que los que tuvo por mi hermana. Pensé que había dejado el pasado atrás; pero
había una cosa que seguía asomando su fea cabeza.
—¿Y Serafina?
—¿Serafina? ¿Por qué preguntarías por ella cuando te acabo de decir que
me estoy enamorando de ti?
—Sofia, ¿qué puedo hacer para que dejes de compararte con tu hermana?
Han pasado años.
—Entonces, en serio, ¿por qué te acostaste con todas esas mujeres rubias?
Y no me digas que es porque te gustan rubias porque definitivamente no te gusté
cuando lo tuve rubio.
—Lo odié —dijo Danilo sin dudarlo, sus dedos jugando con un mechón de
mi cabello—. Me encanta el color de tu cabello. Es hermoso. Cuando te vi de
rubia, se vio absolutamente mal.
Tal vez esperaba que lo negara, pero me alegré que estuviera siendo
honesto conmigo.
—No estoy orgulloso de ello. ¿Recuerdas cómo fui contigo cuando usaste
esa peluca rubia?
Asentí, incluso aunque intentaba olvidarlo.
—Estaba siendo un idiota egoísta con esas rubias, buscándolas para tener
sexo con odio. No las traté bien, no como quería tratarte a ti, y cuando me las
follé solo fue para liberar parte de esa ira. Era un desastre. Era un puto desastre,
pero de alguna manera, se sentía como si estuviera haciéndole pagar a tu
hermana.
—Provoqué tus problemas. Pero tú no tuviste nada que ver con mi jodido
desastre.
—No fueron provocados solo por ti, Danilo —dije con firmeza—. La
situación era complicada. Mamá, papá, Samuel y muchas más personas sufrieron
tanto por Fina que eso me hizo sentir inadecuada. Pensé que ocuparía el lugar de
Fina en sus corazones, como si su desaparición dejaría una grieta abierta detrás
que podía llenar, pero en su lugar se creó un agujero negro que consumió todo
alrededor. Y no estaba segura de cómo lidiar con ello.
—Ahora lo sé, pero en ese entonces pensé que ya tenía la edad suficiente
para manejar todo.
Me encogí de hombros.
—Supongo que a veces los dos podemos ser tercos.
Tal vez debería haberle dicho acerca de mi llamada telefónica con Fina y
haber sido completamente honesta, pero sabía que no haría nada más que
enfurecerlo.
—¿Sofia?
—Oh Dios, en serio eres tú. Estoy tan aliviada. Estaba muy preocupada
por ti cuando no respondiste mis llamadas después de tu boda.
—Lo sé, y lo siento. Tenía que resolver algunas cosas, pero ahora que lo
hice, me gustaría llamarte semanalmente, si aún quieres eso.
—Por supuesto. Pero dime, ¿estás bien? ¿Qué tal la vida de casada?
—¿Ya han fijado una fecha para su boda? —preguntó una de ellas a Anna.
Puesto que cumplió los dieciocho años hace unos meses, la pregunta había
estado colgando alrededor constantemente de la Organización.
—Tu esposo está ocupado otra vez con el trabajo. Es todo un adicto al
trabajo. Nunca lo veo sin su teléfono —murmuró Anna en mi oído.
Seguí su mirada hacia Danilo, quien estaba con papá, Dante y Samuel,
pero estaba escribiendo en su teléfono. La piel de gallina estalló en mi cuerpo y
mi núcleo se tensó con anticipación. Danilo captó mi mirada antes de apuñalar
con su dedo el teléfono.
—Entonces baila con otra persona. Solo porque estás casada no significa
que no puedes bailar con los demás.
No estaba segura si quería bailar con otro hombre mientras que las
pequeñas ráfagas de placer se extendían a través de mi núcleo.
—Sofia.
Sonreí.
—Está haciendo un poco de calor aquí. ¿Qué tal si damos un paseo por los
jardines, Danilo?
—Te refieres a… —murmuró en una baja voz sexy y subió las vibraciones
a otro nivel—… ¿esto?
Danilo rio entre dientes, sus labios arrastrándose desde mi mejilla hasta mi
oído.
—Pero a diferencia de ti, no puedo ocultar cuando estoy cachondo. Es una
dulce tortura mantener mi pene en jaque solo pensando en lo empapada que
estás.
Danilo soltó un suspiro bajo, sus ojos prácticamente ardiendo con deseo
por mí. La canción finalmente terminó, y me sacó de la pista de baile.
—Levanta tu falda.
Me acerqué más.
Agarró mis caderas. Se puso de pie y me besó sensualmente hasta que los
dedos de mis pies se enroscaron. Se apartó y metió un dedo en mi boca.
—Chupa.
No podía decir nada con él dentro de mí, pero apreté sus bolas,
provocándole un siseo. Apretando sus dedos contra mi cuero cabelludo, salió
lentamente casi todo el camino hasta que solo su punta descansó sobre mi lengua.
Con sus ojos fijos en los míos, empujó hacia adentro y estableció un ritmo
rápido. Mis ojos se humedecieron y mis labios y garganta se sintieron tiernos a
medida que follaba mi boca, pero ni soñaba con parar.
Me aparté, sin aliento. Cerró sus ojos y permaneció inmóvil durante un par
de segundos. Sonreí. Me encantaba cuando bajaba sus barreras.
—Levanta tu falda.
Sonrió.
—Vengo preparado.
—Danilo —rogué, pero solo trazó mis muslos internos y labios vaginales
ligeramente, el toque tan fugaz que fue la tortura más dulce posible. Cuando las
yemas de sus dedos rozaron mi clítoris ligeramente, dejé escapar un gemido
frustrado, pero Danilo me miró fijamente y mantuvo su caricia suave. El sudor
resplandecía en su rostro y sus hombros se flexionaron cuando se estrelló contra
mí. Fue una sensación totalmente diferente a todo lo que nunca antes había
sentido, la sensación de su longitud dentro de esta parte de mí y la estimulación
adicional del vibrador bala en mi coño. Mi cuerpo anhelaba la liberación, mi
clítoris ya palpitaba de necesidad a pesar de los toques casi nulos.
Hice una pausa, sorprendido por las palabras, no por su significado. Mis
sentimientos por Sofia habían crecido cada día más. Solo me sorprendía que mi
orgullo me hubiera permitido admitirlo.
—Si hubiera sabido que necesitaba esto para que lo dijeras, habría dejado
que tuvieras mi trasero con más frecuencia.
—Lo sé —dijo en voz baja—. También te amo. —La besé, después pasé
mi pulgar por su labio hinchado. Lo trazó con su lengua, luego sacó una barra de
labios para ocultar cualquier rastro de lo que habíamos hecho.
—Me gustaba más cuando podía ver lo que hemos estado haciendo.
Sonreí.
—Te dije que casarte con Sofia tendría efectos positivos a largo plazo.
Una mujer más joven siempre hace que tu sangre bombee.
—Bria también hace que tu sangre bombee, pero no pareces muy contento
—bromeé.
Mis ojos se dirigieron al otro lado del lugar donde Sofia estaba hablando
con Bria.
¿Sería incómodo?
Por un momento, solo nos quedamos ahí una frente a la otra. Entonces
Fina acortó la distancia entre nosotras y me atrajo a sus brazos. Me hundí en ella,
sintiendo como si una parte de mí hubiera regresado. Me abrazó con tanta fuerza
que apenas podía respirar, pero no intenté liberarme. No tendríamos muchas
oportunidades más para encontrarnos.
Fina suspiró.
—Lo sé.
—¿Cómo van las cosas entre Danilo y tú? ¿Han estado casados por, qué?
¿Once meses ahora?
Asentí. Nuestro aniversario era en una semana, razón por la cual quizás
sentía la necesidad de esta reunión para en realidad poner fin a este año.
—Bien —dije. Había mucho más que decir, sobre nuestras luchas al
principio, sobre mis preocupaciones y dudas ocasionales, y lo mucho que me
había costado superarlas. Pero mi lealtad estaba con Danilo, de modo que
compartir nuestros problemas anteriores estaba fuera de discusión. Danilo no
había hecho absolutamente nada para hacerme dudar de mí estos últimos meses,
pero la semilla de la duda se había plantado ahí hace mucho tiempo, y era mucho
más difícil desaparecerla de lo que había pensado.
Fina me contempló.
—Es muy bueno escuchar eso. Estaba tan preocupada por ti, y me sentía
fatal porque tuvieras que ocupar mi lugar. Sentí como si hubiera robado parte de
tu vida al elegir no casarme con Danilo.
—Sí —concordó Fina—. Con todas las reglas sociales, las personas se ven
obligadas a contraer matrimonio como extraños.
Me reí.
—Lo entiendo.
Me puse de pie cuando Danilo salió del auto. Remo abrió la puerta de su
auto y también salió. Los hombres se miraron fijamente como depredadores a
punto de desgarrarse entre sí. El rostro de Danilo se inundó con rabia y odio
absoluta mientras observaba el otro hombre. Mi pulso se aceleró y mi boca se
secó. Me tambaleé hacia adelante, sin saber cómo evitar un baño de sangre. Fina
corrió hacia su esposo. Cuando llegué a Danilo, ya había sacado su arma y estaba
apuntando directamente hacia Remo, quien tenía su propia arma dirigida a
nosotros.
En los últimos meses, había comenzado a creer que Danilo había superado
a Fina, que estaba feliz con nuestro matrimonio, que me quería, pero ¿y si esto
nos hacía retroceder? ¿Y si volver a verla le recordaba lo que perdió?
¿Desenterraba sus sentimientos? ¿Y si esto destruía todo? No podría vivir a
través de meses o años sintiéndome nuevamente como un reemplazo. Estaba
harta de ser el premio de consolación, harta de ser la segunda mejor opción.
—¿Qué?
—¿De qué diablos estás hablando, Sofia? —gruñó entre dientes, luciendo
honestamente confundido y cabreado.
Danilo me agarró del brazo, sus ojos ardiendo furiosos sobre los míos.
—Pensé que acordamos ese hecho hace mucho tiempo atrás cuando te dije
que te amo. Pensé que te lo había demostrado.
Habíamos acordado en eso, y había creído sus palabras, pero hasta ahora
nunca antes había terminado confrontando a Fina, y ¿quién sabía lo que eso
podría cambiar?
—No dejes que esto se salga de control, Danilo. Las cosas entre la
Organización y la Camorra han estado tranquilas recientemente. Si comienzas un
tiroteo con Remo, la guerra se volverá sangrienta una vez más y ninguno de
nosotros vivirá en paz. —Hice una pausa, mis ojos suplicándole—. Renuncia a tu
sed de venganza, si me amas. Incluso, ¿importa ahora? Lo que sea que hizo
Remo. Nunca nos habríamos casados si él no hubiera secuestrado a Fina. Sé que
es difícil ver más allá de tu orgullo, pero ¿nuestro matrimonio no es una razón
suficiente para mirar más allá de tu odio?
Mi corazón se hundió.
—Danilo, por favor, no dejes que esto se convierta en una guerra abierta
—suplicó Fina, su voz convincente y suave.
—¿En serio crees que voy a escucharte, Serafina? Eres el enemigo. Tus
palabras no valen nada. Si voy a negociar con alguien, es con Remo, no su
esposa. Pero no tengo ni la menor intención de negociar con ninguno de ustedes.
—Sus palabras escurrieron con desdén y su expresión solo reflejó desprecio. No
había señales de anhelo, deseo o afecto por Fina en sus ojos.
—Danilo…
—La única razón por la que no estoy terminando esto aquí mismo, en este
momento, es porque a diferencia de tu esposo, escucho a la razón. No vale la
pena arriesgar la unidad de la Organización por ti o él.
—Bonito discurso.
Danilo encendió el auto sin decir una palabra, pero antes de que nos
alejáramos, me despedí de Fina. Su sonrisa se ensanchó, aunque podía decir que
estaba luchando contra las lágrimas. Mis propios ojos escocían, pero no lloré.
Aunque me invadió una mezcla extraña de tristeza, felicidad y alivio.
—¡El auto!
—¿Cómo lo supiste?
Asentí.
—No —cortó.
—Oh, lo sé, como exhibiste con tu viaje para encontrarte con tu hermana.
No estoy preocupado por ti. Es Remo. Podría contarle a Dante sobre nuestro
encuentro. Sabe cómo sacar provecho de este tipo de cosas y sembrar semillas de
desorden y discordia. Es su talento particular.
Danilo me contempló.
—Solo la tuya.
—Sé que te preocupa que esto te haga quedar mal y que la gente pensará
que no puedes controlarme. Probablemente te preocupa que Remo me usara para
pisotear de nuevo tu orgullo.
Danilo me agarró por los brazos con absoluta firmeza, respirando con
dificultad.
Danilo gruñó.
—¿Por qué te resulta tan difícil creer que eres todo mi mundo?
—Prométeme que nunca más volverás a hacer algo como esto. Júralo.
Necesito poder confiar en ti.
—Perfecto —dijo Danilo en voz baja a medida que frotaba mis nalgas—.
Tienes un coño tan bonito, Sofia. Podría mirarlo por siempre.
Quería que hiciera algo más que mirar. Necesitaba más. Mecí mi trasero a
modo de invitación. Danilo rio entre dientes, luego me sorprendió mordiéndome
una nalga.
Sería más fácil si dejara de ser tan jodidamente sexy cuando estaba
enfadado.
Incliné mi cabeza de modo que pudiera mirar hacia abajo y ver a Danilo
detrás de mí.
Quería su boca sobre mí, pero también estaba ansiosa por su pene. Danilo
amasó mi trasero y me abrió más. Exhaló bruscamente y luego se puso de
rodillas detrás de mí. No podía ver su cara, pero entonces su lengua estaba allí
entre mis nalgas, burlándose al principio ligeramente, luego más firme. Pareció
despertar algunas terminaciones nerviosas nuevas que ni sabía que existían. Su
lengua me trazó casi perezosamente y, a pesar de la sorpresa inicial, mi cuerpo se
aceleró. Intenté acercarme aún más a su boca por más, pero sus manos fuertes
mantuvieron mis nalgas firmes en su agarre, manteniéndome en mi lugar
mientras Danilo se deleitaba conmigo.
—Necesito tocarme.
—Danilo, por favor toca mi clítoris —susurré. Era la primera vez que
pronunciaba la palabra, pero no estaba avergonzada. Estaba cachonda y
necesitaba sentir su boca y sus dedos en mi clítoris.
Sonrió.
—Se siente como el paraíso. Pero sé lo que lo hará sentir aún mejor.
—¿Qué…?
—¿Se siente bien? —preguntó Danilo con una risita entre dientes.
—Como el paraíso —logré pronunciar.
—Así es. —Salió casi todo el camino, solo para embestir de golpe
nuevamente en mí.
—Sí, córrete por mí, preciosa —dijo Danilo con voz ronca. Sus dedos
encontraron mi clítoris y lo frotó, y exploté con un grito ensordecedor. Danilo me
siguió con un gemido, sus movimientos tornándose bruscos y descoordinados
hasta que finalmente se detuvo. Sus dedos acariciaron mi cuello suavemente,
luego viajaron por mi cuero cabelludo. Dejó un beso suave en mi hombro.
Levanté mi cabeza, aunque parecía de plomo, y la giré hacia un lado. Nuestros
labios se encontraron en un beso saciado antes de que Danilo saliera de mí. Gemí
suavemente una vez más, aún demasiado sensible. Me dejé caer de costado,
exhausta y satisfecha. Danilo se estiró detrás de mí y me atrajo hacia él, su brazo
envolviéndose con fuerza alrededor de mi cintura.
Tomé su mano.
—Lo sé.
S
iempre quise hijos, y no solo porque necesitaba un heredero que
pudiera convertirse algún día en lugarteniente. Quería una familia y
el vínculo especial que compartía un padre con sus hijos. Aún
extrañaba a mi padre a menudo, las conversaciones largas sobre negocios,
deportes y casi cualquier otra cosa. Había sido mi confidente más honesto.
Confiaba en Marco y sabía que él no me traicionaría, sin embargo, no era
exactamente igual al vínculo que había tenido con mi padre. No discutiría con él
todo lo que habría discutido con mi padre.
Sofia era joven y sabía que necesitaba un par de años antes de que
estuviera lista para tener hijos. Estaba dispuesto a darle el tiempo que necesitaba,
incluso si no podía esperar por siempre.
—¿Sobre nosotros? Nunca. Tampoco tengo ninguna duda de que serás una
gran madre. No puedo esperar a tener niños contigo.
Sofia sonrió.
Sofia señaló las dos formas más pequeñas en los círculos negros.
—Dos.
—Dos —repetí, sin saber a qué se refería—. ¿Tienes dos meses? —Pensé
que ya estaba en su tercer mes.
La miré fijamente.
Ella asintió.
—Gemelos idénticos.
—Oh, vaya. —Me quedé mirando hacia su estómago aún plano, incapaz
de creer que albergara dos bebés en su interior.
—Sí. Es demasiado pronto para saber si se tratan de dos niños o dos niñas.
Estoy tan emocionada.
Sonrió.
—¿Cómo está mi nieto? ¿Y cómo está Sofia? —Su voz se elevó con
entusiasmo.
Mamá se rio.
—¡Ese gen de los Mione con los gemelos! No puedo creerlo. ¡Qué
maravilloso! ¿Ya saben el género?
—Es demasiado pronto, pero son gemelos idénticos de modo que serán
dos niños o dos niñas.
Dos meses después, el ginecólogo nos dijo que estábamos esperando dos
varones. Sofia apretó mi mano con firmeza.
—¿Estás feliz?
—Por supuesto, pero he estado feliz desde el día en que descubrí que
estabas embarazada. También me habría encantado tener dos hijas.
—Estaría feliz con solo dos niños, pero aún eres joven, de modo que si
alguna vez cambias de opinión, podemos darle oportunidad a otro niño —le dije.
Nuestra gata, una gata atigrada roja que un día simplemente apareció en
nuestra puerta y nunca se fue, había elegido uno de los árboles en nuestro jardín
como su lugar de descanso favorito porque los niños no podían llegar a ella allí.
No es que no supiera cómo defenderse. Ambos niños habían terminado arañados
más de una vez porque intentaron cargarla. La mayor parte del tiempo solo se
sentaba en el banco cerca del estanque, observando a los Koi, pero nunca intentó
cazarlos, por lo cual Danilo le había permitido quedarse.
—Hay días en que no lo hago —dije con una risa exasperada. Había
mejorado ahora que eran un poco mayores y podían entretenerse mutuamente.
—Espero que tengan hambre. Esta noche hemos preparado un gran festín.
—No siempre tienen que ir a tales extremos cuando los visitamos —dije
con una risa. Veía a mis padres por lo menos una vez al mes, de modo que no era
como si tuviéramos que celebrar el reencuentro.
Mamá me desestimó.
Estaba segura que venceríamos cualquier cosa que nos esperara adelante.
Cora Reilly es la autora de la serie Born in Blood Mafia, Camorra
Chronicles y muchos otros libros, la mayoría de ellos con chicos malos
peligrosamente sexy. Antes de encontrar su pasión en los libros románticos, fue
una autora publicada tradicionalmente de literatura para adultos jóvenes.
Cora vive en Alemania con un lindo pero loco Collie barbudo, así como
con el hombre lindo pero loco a su lado. Cuando no pasa sus días soñando
despierta con libros sensuales, planea su próxima aventura de viaje o cocina
platos muy picantes de todo el mundo.
Traducción
LizC
Diseño
JanLove