Cristologia Tema 6 PDF
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1. Introducción
El Evangelio del Reino1
“Después de que Juan fue arrestado, Jesús se fue a Galilea predicando el Evangelio de Dios
y decía: el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en el
Evangelio” (Mc 1, 14ss).
El anuncio de Jesús es el Evangelio. Pero, qué significa propiamente esta palabra? En la
actualidad la palabra Evangelio se traduce con la expresión “buena nueva”. Se escucha
bien, pero se queda lejos de su significado original en la Palestina del tiempo de Jesús.
La palabra Evangelio pertenece al lenguaje de los emperadores romanos que se
consideraban señores del mundo, sus salvadores y redentores. Las proclamaciones
provenientes de los emperadores se llamaban “evangelios”. De manera que aquello que
viene del emperador es mensaje salvífico, no simplemente noticia, sino transformación del
mundo hacia el bien.
Si los evangelistas asumen esta palabra, tanto que a partir de aquel momento se transforma
en término para definir el género que ellos escriben, es porque en el fondo quieren decir
que aquellos anuncios de los emperadores, que se hacen pasar por dioses, sucede
verdaderamente en el mensaje de Jesús. El Evangelio de Jesús es un mensaje auténtico, no
sólo palabras, sino realidad.
Entonces, el Evangelio es un discurso no sólo informativo, sino operativo; no es sólo
comunicación, sino acción, fuerza eficaz que entra en el mundo salvándolo y
transformándolo.
Ahora bien, el contenido del Evangelio es éste: “el Reino de Dio está cerca”. Y requiere de
los hombres una respuesta a este don: conversión y fe.
El anuncio del Reino representa el centro de la palabra y de la actividad de Jesús. Tanto que
en el Nuevo Testamento esta expresión aparece 122 veces. De esas, 99 se encuentran en los
tres Evangelios Sinópticos, donde 90 veces la expresión se encuentra en palabras
pronunciadas por Jesús.
2. Mística
1
Cfr. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Cap. 3: “El Evangelio del Reino”.
1
También esta corriente interpretativa fue inaugurada por Orígenes, colocando el
Reino de Dios en el interior del hombre. La idea de fondo es que el Reino de Dios
no se encuentra en algún lugar del mapa; no es un reino a la manera de los reinos
del mundo; su lugar es la interioridad del hombre. Ahí crece y ahí actúa.
3. Eclesiástica
El Reino de Dios y la Iglesia en cierta manera están relacionados.
Juan el Bautista
En el contexto delineado anteriormente aparece Juan el Bautista, que desarrolla su actividad
en el desierto.
2
Cfr. Nota al calce de la Biblia de Jerusalén. En referencia al Primer libro de los Macabeos 2, 42.
3
Cfr. Ezequiel Castillo Solano, Tú eres el Cristo, ensayo de síntesis cristológica, Universidad
Pontificia de México, México 1996, p. 21.
2
El desierto y el aspecto personal de Juan tienen rasgos escatológicos: vive exclusivamente
de su esperanza del futuro, anunciando el juicio de Dios y su cólera (Lc 3,7-12).
Juan no es portador de un mensaje gozoso, sino que es un profeta de desgracias. Sin
embargo, aporta algo nuevo con relación a la tradición profética antigua: la necesidad del
bautismo como parte esencial de su llamada a la conversión. Está en la línea de los antiguos
profetas pero está obsesionado con el juicio de Dios.
Otro aspecto original de Juan es que su predicación se refiere “al que viene”, que es más
fuerte que él (Mt 3,11)4.
El bautismo de Jesús
Jesús se sintió personalmente afectado por la predicación de Juan y acepta su llamada a la
conversión. El bautismo debió ser para Jesús una experiencia de revelación.
La predicación escatológica de Juan sobre la metanoia tuvo un significado decisivo para la
vida pública de Jesús.
Históricamente hablando no podemos decir nada sobre el origen de la conciencia que Jesús
tenía de su vocación, pero sí podemos afirmar que su actividad pública como profeta está
relacionada con el bautismo en el Jordán.
El bautismo es la primera intervención profética de Jesús, pues confirma la conversión y la
salvación de Israel5.
4
Cfr. Ibidem., pp 21-22.
5
Cfr. Ibidem., p. 22.
3
reconstrucción nacional. No se trata de un territorio particular sobre el cual Dios
ejercerá su soberanía, sino EL ACTUAR MISMO DE DIOS, DE SU PODER
LIBERADOR QUE SE OPONE EN ACCIÓN PARA SALVAR A LA CREACIÓN
ENTERA.
En una palabra, el mensaje del reino de Dios predicado por Jesús debe entenderse desde el
horizonte de la pregunta de la humanidad por la paz y la justicia. De ahí que:
• es el reino del tiempo final y no el reino inaugurado con la creación
• debe ser establecido pacíficamente y no impuesto por la fuerza
• es gracia de perdón para todos, especialmente para los perdidos y miserables
• es una acción libre de Dios y no algo debido a la observancia de la ley
• es reino en este mundo y para este mundo
El reino de Dios es un acontecimiento por el que Dios, rey y señor, comienza a reinar y
actuar, una acción por la que Dios manifiesta su divinidad en el mundo6.
El hecho del anuncio comprende dos elementos: las parábolas del reino y las
bienaventuranzas.
6
Cfr. Ibidem., pp. 23-24.
4
Las Parábolas abren nuevas posibilidades de vida, muchas veces opuestas a nuestros
comportamientos habituales. Ellas permiten una nueva experiencia de la realidad dentro de
nuestro mundo y sin salir de él. Hace imposible una actitud neutral.
Jesús anuncia la Buena Nueva del reino con parábolas. Situándose así en la misma línea de
los grandes rabinos de Israel, pero superándolos completamente.
Todas las parábolas en su conjunto hacen hincapié en el carácter escatológico del reino de
Dios. Pero en conclusión, Jesús es la parábola viviente del Padre. Escuchando las parábolas
es como podemos descubrir quién es Jesús7.
7
Cfr. Ezequiel Castillo Solano, Tú eres el Cristo, ensayo de síntesis cristológica, Universidad
Pontificia de México, México 1996, pp. 21-26
5
A propósito del Presente y el Futuro
Si consideramos en su conjunto las afirmaciones de Jesús acerca del reino de Dios,
descubrimos que Jesús lo presenta como algo futuro, pero sostiene al mismo tiempo su
presente. Esto es lo característico de Jesús.
¿Cómo debemos entenderlo? A continuación cuatro apreciaciones:
1. Jesús no empequeñece la promesa, no se satisface con su cumplimiento parcial.
2. El que espera el reino de Dios sólo para el futuro desvaloriza el presente: allí donde la
salvación se ve sólo como algo futuro, el presente es tiempo perdido, sin remedio, sólo
tiempo de espera. Jesús borra esta frontera y dice que el presente empieza a ser lugar de
salvación, es "una parte integrante de la época de salvación", "un inicio plenamente
válido de todo el futuro".
3. La salvación y la vida se ganan o se pierden ahora. El reino de Dios, del que habla
Jesús, es una magnitud dinámica iniciada ya ahora, aunque todavía no concluida. Una
auténtica escatología debe hablar del presente y del futuro del reino de Dios.
4. El aspecto dominante es la actualidad del reino ya ahora, que merece toda la atención.
Juan el Bautista había anunciado la proximidad del día del juicio. Jesús aparece como
profeta de salvación y a segura que el nuevo tiempo de salvación ya ha comenzado. Dios
está ahora presente como Dios de bondad. Ha llegado la hora del amor de Dios, un
tiempo escatológico de gozo8.
8
Cfr. Eckart Otto, Fiesta y Gozo, Ed. Sígueme, 1983, Págs. 137-139.
9
Es el género literario nacido de la experiencia, la reflexión o el estudio de los sabios en forma de
sentencia, de dicho popular, de poema temático o de amplio tratado. En los libros sapienciales del
Antiguo Testamento encontramos el proverbio y la poesía. Así es más fácil memorizar.
10
Apocalipsis significa revelación. La revelación a la que se refiere la apocalíptica bíblica es la del
desenlace de la historia. En la Biblia la revelación definitiva es la del triunfo del bien, la de la
salvación.
6
escatológico tiene lugar ahora. Son bienaventurados los pobres no por ser pobres, sino
porque con la venida de la soberanía divina ya no lo serán más.
Con las bienaventuranzas, Jesús proclama de parte de Dios el rotundo NO que Dios mismo
da a la historia del sufrimiento humano. Dios quiere la vida del hombre, quiere la salvación
que el hombre no puede alcanzar por la observancia de la Ley, como pensaba el Antiguo
Testamento.
La alegría y no la aflicción es el sentido más profundo que Dios quiere para el hombre.
Dios no quiere ningún sufrimiento humano11.
En la montaña
Las bienaventuranzas son una grande composición en forma de discurso. Mateo nos dice
que el sermón fue pronunciado precisamente en la montaña, donde Jesús se presenta como
el nuevo Moisés.
Jesús se sienta en la cátedra como maestro de Israel y como maestro de la humanidad en
general. Se presenta como el Moisés más grande que extiende la Alianza a todos los
pueblos.
La montaña es el lugar de la oración de Jesús, de su “cara a cara” con el Padre.
Precisamente por esto la montaña es el lugar de su enseñanza, que proviene del íntimo
intercambio que constantemente tiene con el Padre. La montaña se convierte entonces en el
nuevo y definitivo Sinaí. Y el discurso ahí pronunciado (las bienaventuranzas) es la nueva
Torah llevada por Jesús.
El discurso
Las Bienaventuranzas con frecuencia son presentadas como la antítesis neotestamentaria
del Decálogo. Algo así como la ética más elevada de los cristianos de frente a los
mandamientos del Antiguo Testamento. Sin embargo, el discurso de la montaña retoma los
mandamientos y los profundiza. Recordemos que Jesús no ha venido a abolir la Ley, sino a
darle plenitud.
Pero ¿qué son las bienaventuranzas? Primero que nada, es necesario decir que como
discurso se insertan en una larga tradición de mensajes del Antiguo Testamento: “Bendito
el hombre que confía en el Señor” (Jr 17,7).
Las Bienaventuranzas describen el estado efectivo de los discípulos de Jesús, que en ese
momento eran precisamente los pobres, los hambrientos, los que lloran, los odiados y los
perseguidos (cfr. Lc 6,20 ss). Son características reales, pero también se trata de
características teológicas de los discípulos de Jesús; de aquéllos que lo han seguido y se han
convertido en su familia.
Las Bienaventuranzas son promesas en las cuales resplandece la nueva imagen del mundo y
del hombre que Jesús inaugura. El cambio de la escala de valores.
11
Cfr. Ezequiel Castillo Solano, Op. Cit., pp. 26-27.
7
Los pobres. La pobreza de la cual se habla en las bienaventuranzas no es solamente la
material. La pobreza material no salva. El corazón de las personas que no tienen nada
puede estar duro o envenenado. Pero tampoco se trata de una actitud solamente espiritual.
El discurso de la montaña no es un programa social. Pero es cierto que la justicia social
puede crecer cuando se vive de esta manera, cuando de la fe deriva la fuerza de la renuncia
y de la responsabilidad con el prójimo y con la entera sociedad.
La Iglesia no debe perder la consciencia de ser reconocida como la comunidad de los
pobres de Dios. Para Francisco, esta humildad extrema significaba sobre todo libertad de
servir, libertad para la misión, extrema confianza en Dios que no provee solamente a las
flores del campo, sino que Él mismo se encarga de sus hijos12.
12
Cfr. Joseph Ratzinger, Benedetto XVI, Gesù di Nazaret, “Il discorso della Montagna”, Rizzoli,
2007, pp. 87-155.
8
Sentido teológico de los milagros de Jesús
Para comprender adecuadamente los milagros de Jesús debemos considerar los siguientes
aspectos:
1. Concepto bíblico de milagro. Se trata de un acontecimiento extraordinario,
maravilloso, que causa asombro y dirige la mirada hacia Dios como su autor,
despertando en el hombre la fe y la alabanza. La problemática de los milagros según
la Biblia es una problemática religiosa, no científica, y solamente desde el contexto
religioso y teológico se puede comprender.
2. Signos del Reino. Los milagros son signos del reino de Dios que se hace presente
en Jesús. Es decir, los milagros no tienen valor en sí mismos, sino solamente en
relación a la persona de Jesús. Son signos de la destrucción del imperio del mal
presente en el hombre y en el mundo, y por lo tanto signos de una salvación que
afecta a todo el hombre hasta su realidad corporal.
3. Signos escatológicos. Como signos del Reino, los milagros también son signos
escatológicos de la nueva creación futura. Como realización de la esperanza
veterotestamentaria y de la humanidad entera.
4. Autoridad. Jesús realiza los milagros del Profeta escatológico lleno de poder que
lucha en contra del poder del mal para liberar al hombre y ponerlo al servicio del
reino. Los milagros son una celebración de la autoridad de Jesús que manifiestan la
salvación que se hace presente en Él.
Algunas conclusiones
La crítica admite que Jesús realizó en vida acciones que sus contemporáneos entendieron
como milagrosas. Lo cual no significa que Jesús haya querido manifestarse como Hijo de
Dios rompiendo las leyes de la naturaleza.
Los milagros de Jesús son signos de la presencia del Reino. La palabra milagro no es
frecuente en el Nuevo Testamento. A veces, cuando se usa, se hace en sentido crítico: “Si
no veis signos y milagros, no creéis” (Jn 4,48). Las actuaciones maravillosas de Jesús son,
sencillamente, signos de que el Reino de Dios está llegando, de que la actuación de Dios es
inminente. Cuando Jesús cura o multiplica los panes, lo que hace es mostrar lo que el Reino
de Dios significa que la salvación ha llegado a los enfermos, a los pobres, a los
hambrientos.
9
2. Otras palabras de Jesús referidas a los milagros son signo de la presencia del Mesías de
Dios entre los más pobres y necesitados. Así, cuando los enviados de Juan preguntan a
Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” Jesús les responde: “Vayan y
digan a Juan lo que ven: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los
sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la buena nueva; ¡y dichoso el
que no se escandaliza de mí!” (Mt 11,3-6; Lc 7,20-23). Sus palabras reflejan un anuncio
liberador. Dios se hace causa de los más débiles.
3. Un tercer grupo de sentencias de Jesús presentan los milagros como una invitación a la
conversión. Tal es el caso de las ciudades de Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm. Si Tiro y
Sidón o la misma Sodoma hubieran presenciado semejantes signos se habrían convertido;
y, en el caso de Sodoma, aún subsistiría el día de hoy (Mt 11,20-24; Lc 10,13-15). Y en sus
polémicas con los responsables judíos afirma: “No se les dará otro milagro que el de Jonás”
(Mt 12,38).
10
Serían, en este sentido, la actualización de los prodigios del Éxodo. El pacto y la alianza no
están rotos; Dios sigue siendo fiel. El milagro, la intervención de Dios en favor del pueblo,
lo justifican plena y concretamente. Dios sigue con su pueblo.
Los hechos prodigiosos son buscados y esperados por la gente como signos de la
intervención de Dios. Pero la mayoría de ellos acontecen en Galilea, donde encontraron
terreno fecundo en los grupos populares que llevaban en su carne el peso de la esclavitud
romana. Debido a esto, las acciones de Jesús suscitaron una noble reacción: favorable y
entusista en el pueblo y recelosa y hostil en los representantes oficiales del judaísmo. Y
aquí radicó la ambivalencia de los milagros. Cuando el signo pueda ser interpretado
ambiguamente, Jesús lo aclarará oportunamente como en el caso de la multiplicación de los
panes (cf. Jn 6,15).
Por eso, los milagros no tendrán valor en sí mismos, sino como revelación de la presencia y
acción salvadora de Dios, es decir, como signos de la presencia del Reino de Dios.
2. Jesús entra en comunión con los demás, principalmente con los marginados
y pecadores
Aparte de los milagros, otro aspecto de la actividad de Jesús por el que se hace presente la
Buena Noticia que Él anuncia es su trato y su convivencia con sus semejantes,
principalmente con los marginados, los publicanos y los pecadores. Sobre todo cuando
comparte la mesa con ellos. (En distintas ocasiones Jesús ilustra el reino con la figura del
Banquete de Bodas).
- El ayuno. Sus discípulos no ayunan mientras Jesús está presente (Mc 2, 18-22). Si
no ayunan no se debe a que desprecian la Ley, sino a una nueva situación: los
amigos del novio no ayunan mientras el novio está con ellos. Quien cree en Jesús
debe estar convencido de que en É se manifiesta el amor misericordioso de Dios
para con todos los hombres, principalmente para con los desvalidos. Jesús es la
manifestación palpable de la misericordia de Dios, está corporalmente presente
entre sus discípulos, por lo cual sólo tienen motivos para alegrarse; si ayunaran
estarían desconociendo la presencia del amor y la misericordia de Dios en la
persona de Jesús.
- La comunión con los pecadores. En contra de algunas prescripciones de la ley
judía, Jesús comparte su mesa (signo de la comunidad) incluso con los pecadores.
La relación fe y perdón de los pecados hace pensar que la fe incluye una actitud de
metanoia con respecto a la comunión de salvación que Jesús ofrece. El relato de una
comida de Jesús con los publicanos en casa de Leví (Mc 2, 15-17) es un testimonio
más de su comunión de mesa con ellos. Así hace presente que el reino de Dios viene
a incluir, en Jesús, a los que estaban excluidos por los fariseos: los pecadores.
- La solidaridad con sus semejantes. Consiste en aquellas ocasiones en que Él
distribuye el pan entre sus comensales como anfitrión de sus reuniones de mesa. Un
ejemplo de esto quedó plasmado en los relatos de la multiplicación de los panes.
Jesús sigue ofreciendo, por la comunión con Él, la comunión con Dios. La
solidaridad de Jesús con sus semejantes es motivo de fiesta y alegría para los que
encuentran en Él la salvación de Dios; es liberación de lo más alienante en el
corazón de la sociedad y del hombre: el pecado. Es esperanza para los pobres de una
justicia plena en la comunión con Dios que ya debe dar comienzo en este mundo.
11
3. La libertad de Jesús ante la Ley y el templo
Jesús considera la ley como la expresión de la voluntad amorosa de Dios a favor del
hombre y como un signo del amor a Dios y al prójimo. Jesús se comporta como un
verdadero rabino pero no se conforma con la actitud tradicional rabínica, sino que va más
allá interpretando y hasta corrigiendo la ley misma poniéndose por encima de Moisés.
Las claves hermenéuticas para devolverle a la ley su verdadero sentido son dos: 1. El reino
de Dios es amor, justicia y liberación. 2. Su concepto mismo de Dios, que se vuelca hacia el
hombre para salvarlo.
Cuando Jesús se encuentra con una ley que ha perdido su cometido de ser mediación del
amor de Dios al hombre, y se ha convertido en yugo pesado y opresor para el hombre
velando el verdadero rostro de Dios, condena abiertamente la actitud de aquellos que han
reducido la ley a lo mínimo para ventaja propia. Por ejemplo el descanso sabático, que
según Jesús ha de entenderse como un tiempo para hacer el bien y no para pensar en
prohibiciones. Así, la ley queda relativizada ante la voluntad de Dios.
El templo era signo de la esperanza de que Dios mantenía fiel su promesa de ser el Dios del
hombre, el Dios del pueblo. Muy pronto se olvidó este significado teológico y social del
templo y se convierte en cueva de ladrones, en lugar de cierta clase, la sacerdotal. Ya no fue
lugar de encuentro con Yahvé y con los hermanos, sino un peso insoportable para muchos
piadosos, principalmente los pobres, a causa de los impuestos.
Jesús protesta contra estos abusos. En los tres sinópticos se narra la escena de la expulsión
de los mercaderes del templo. Jesús anuncia su destrucción, que puede entenderse como
una condenación de los abusos o como el anuncio del nuevo lugar de encuentro con Dios:
la comunidad.
12
La investigación exegética ha comprobado que para Jesús era una costumbre constante el
llamar a Dios Abbà. Y que las veces que nos encontramos con las expresiones griegas “el
Padre”, “Padre” o “mi Padre” significan lo mismo que el arameo Abbà13.
Este modo de dirigirse a Dios en la oración era desconocido en el judaísmo contemporáneo.
El término expresaba la familiaridad e intimidad con que un niño se dirigía a su padre. En
labios de Jesús, el uso de este término expresaría su relación singular y única con Dios, su
Padre.
Pero para que la invocación del Abbà de parte de Jesús exprese toda la fuerza de su
significado y se convierta en alma, fuente y fundamento de toda su existencia, no debe
tomársele de forma aislada, sino en el contexto y en estrecha relación con los demás actos
de su vida, principalmente con su mensaje y su praxis. Así se puede explicar:
a) La manera trascendente con que Jesús da pleno cumplimiento a las esperanzas del
Antiguo Testamento.
b) La relación singular que el mismo Jesús establece entre su persona y el mensaje del
reino de Dios.
c) La autoridad única y sin precedentes con que Jesús se enfrenta a la Ley y a las
tradiciones judías de su tiempo.
d) La encarnación, en su persona, de algunos rasgos de la imagen del Dios que Él
mismo predicaba, sobre todo el amor y la misericordia para con los pobres,
enfermos y pecadores.
13
La palabra "Abbá", así, en arameo, sólo aparece en los Evangelios en Marcos 14,36.
Pero, según los estudiosos, siempre que los evangelistas ponen en labios de Jesús la palabra
griega "pater", no están sino traduciendo la palabra aramea "Abbà", pues está demostrado
que esa era la costumbre constante de Jesús. El Nuevo Testamento conserva la palabra
aramea (Abbà) para subrayar el hecho insólito del atrevimiento de Jesús (Rm 8,15; Gál 4,6-
7). La familiaridad de Jesús con su Padre quedó tan grabada en el corazón de los discípulos,
que la invocación "Abbà" se extendió rápidamente en el cristianismo primitivo. Los
primeros cristianos adoptaron ellos mismos esta forma de orar de Jesús.
13
fue siempre en un clima de sumo respeto y majestad, añadiéndole títulos divinos
ostentosos. Además, cuando a Dios se le llamaba Padre, se referían siempre a la paternidad
divina sobre todo el pueblo de Israel (Jer 31,9; Is 63,16). Pero con Jesús esta paternidad
recibe acentos nuevos.
Para Jesús, lo principal no es la palabra "Dios", sino los hechos que hacen presente la
realidad "Dios" en la realidad del hombre. No enseñó ninguna doctrina nueva sobre la
paternidad de Dios. Lo original en él es que invoca a Dios como Padre en circunstancias
nuevas. Designa a Dios como el que rompe toda opresión, incluso la opresión religiosa.
Porque siente a Dios como Padre, Jesús deja de cumplir ciertas normas de la ley. Por ello su
original experiencia de Dios le lleva a un enfrentamiento con los adoradores del Dios
oficial. Para los escribas y fariseos Jesús era un blasfemo porque cuestionaba el Dios del
culto, del templo y de la ley. Él abre nuevas ventanas, nuevos horizontes por los cuales
descubrir la presencia de Dios.
Jesús no anuncia al Dios oficial de los fariseos (parábola del fariseo y del publicano), ni al
Dios de los sacerdotes del templo (parábola del buen samaritano), sino a un Dios que es
cercano y familiar, al que se puede acudir con la confianza de un niño. Es el Dios que nos
sale al encuentro en todo lo que sea amor verdadero, fraternidad. El Dios que busca al
pecador hasta dar con él.
Siente profundamente a Dios como padre de infinita bondad y amor para con todos los
hombres, especialmente para con los ingratos y malos, los desanimados y perdidos. Ya no
se trata del Dios de la ley que hace distinción entre buenos y malos: es el Dios siempre
bueno que sabe amar y perdonar, que corre detrás de la oveja descarriada, que espera
ansioso la venida del hijo difícil y lo acoge en el calor del hogar familiar. El Dios que se
alegra más con la conversión de un pecador que con noventa y nueve justos que no tienen
necesidad de convertirse.
Toda la vida de Jesús se apoya en esta nueva experiencia de Dios. El se siente tan amado de
Dios, que ama como Dios ama, indistintamente a todos, hasta a los enemigos. El se siente
de tal manera aceptado por Dios, que acepta y perdona a todos.
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que es malo y doloroso para el hombre; un padre que quiere liberar a la historia del dolor
humano. Jesús durante su vida terrena invitó incesantemente de palabra y de obra, a creer
en este Dios, para el que "todo es posible" (Mc 10,27).
Si prescindimos de la vivencia que Jesús tiene del Padre Dios, su imagen histórica quedaría
mutilada, su mensaje debilitado y su práctica concreta privada del sentido que él mismo le
dio.
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